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ENTRE PERSONAS

Una mirada cuántica a nuestras


relaciones humanas
T o m eu Bar celó

135

ENTRE PERSONAS
Una mirada cuántica a nuestras
relaciones humanas

Crecimiento personal
C O L E C C I Ó N
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A las personas que siguen siendo amigas y a las que algún
día lo fueron, por todos los aprendizajes que realizamos
y que aportaron savia de crecimiento en nuestras vidas.
ÍNDICE

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

1. ¿Atrapados en la red? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
El apasionante mundo de las relaciones humanas . . . . . . . . . 17
Una analogía para las relaciones humanas . . . . . . . . . . . . . . . 24
Cada uno ve el mundo a su manera. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31
Redes que nos atrapan . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 38

2. El despertar de Cenicienta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45
Nuestro lugar en el mundo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 46
Modos de comprendernos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53
¿Causas, motivos o razones? La pregunta incierta de los
filósofos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61

3. El fin de las certezas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71


La amenaza determinista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71
La sorprendente respuesta de los físicos . . . . . . . . . . . . . . . . . 77
La vida nos ocurre. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82
El papel de la conciencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85
ENTRE PERSONAS

4. El hada fluye en las profundidades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97


La conexión con el núcleo interno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97
Entrar en contacto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103
Ser genuinos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109

5. Iniciativas, resonancias y simetrías . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119


Los efectos de la transparencia en las relaciones humanas . . . 119
Relaciones intensas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 126
Sucesos extraños . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133

6. El diablillo de Maxwell. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 143


Un juego de roles. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 143
La entropía en las relaciones humanas . . . . . . . . . . . . . . . . . . 148
¿Es posible contravenir la degradación de nuestras
relaciones más intensas?. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 154

7. La flecha del tiempo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 167


Una historia ficticia y una hipótesis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 167
Una historia real y una hipótesis ampliada . . . . . . . . . . . . . . . 173
Algunos síntomas en la ciencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177
La memoria del pasado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181
Sistemas complejos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 186

8. El reflejo de lo implícito . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193


Un orden implícito . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193
La posibilidad del reflejo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 197
¿Tenemos capacidad para la empatía? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 203
Un cerebro empático . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 211

9. Un breve epílogo de interferencias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 217


El epílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 217
Las interferencias. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 223

Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 231

10
INTRODUCCIÓN

En la física cuántica como en el amor, se buscan las reglas paradó-


gicas de la materia y el sentido.

Los protones, como partículas y ondas, las personas, individualmente


y en relación, llegan a su destino antes de emprender el viaje.

La flecha del deseo da en el blanco antes de que apuntemos.

La respuesta reside en la pregunta.

El tesoro perdido es el hallazgo del que partimos.

El comienzo con la conclusión, el fin codificado en el principio.

El misterio del amor resuelve el problema del sentido de la vida.


(Sam Keen)

Tiene en sus manos un breve libro de filosofía experiencial sobre


nuestras relaciones humanas y las posibilidades que tenemos para
vivirlas con mayor plenitud.
La filosofía es un saber reflexivo que, en la mayoría de los casos,
genera más interrogantes que respuestas. Esta es su gran singula-
ridad, pero también es su gran caudal porque nos permite pensar

11
ENTRE PERSONAS

sobre nosotros mismos y sobre las relaciones que mantenemos con


la gente. En este acto de pensar sobre nosotros mismos todo el cami-
no recorrido por otros sigue sin transitarse hasta que uno mismo lo
emprende. Es una incesante paradoja, pero llena de ternura, porque
estar un momento con uno mismo y pensarse es quizá el mayor
regalo que uno puede hacerse a sí mismo.
En estos capítulos encontrará algunas preguntas que pueden
serle de alguna utilidad: ¿Cómo nos comportamos en nuestras rela-
ciones? ¿Cómo podemos sentirnos en crecimiento en un marco de
interacción con los demás? ¿Qué hacer para establecer relaciones
más satisfactorias?...
A veces la filosofía busca algunas respuestas que casi siempre
devienen nuevos interrogantes. Curiosamente la filosofía que engen-
dró, en sus albores, las ciencias físicas, ahora acude a ellas para
encontrar respuestas a nuestra existencia. Así, la filosofía empirista,
racionalista y positivista de los siglos XVII, XVIII y XIX respectiva-
mente, creyó que había apuntado en una buena dirección a partir de
los principios físicos que nos mostraban un universo determinista y
sometido a la ley de la causalidad. Pero, sorpresivamente, la física
cuántica del siglo XX dio al traste con los principios clásicos y empezó
a vislumbrar incertidumbre, movimientos azarosos en la naturaleza,
relaciones de indeterminación y direccionalidades irreversibles. Todo
ello ha conducido, más que a nuevas respuestas, a nuevos interrogan-
tes (o a los mismos de siempre) y parece que hemos vuelto a sentirnos
ignorantes; como si en los inicios del siglo XXI pronunciáramos nue-
vamente con Sócrates aquello de: “sólo sé que no sé nada”.
Algunos dirán que Nietzsche ya anticipó esta circunstancia con
su eterno retorno. Sin embargo es difícil retornar por un sendero que
no ha sido concurrido o por el que apenas hemos avanzado. Y es
que desde que habitamos el planeta, las personas estamos destinadas
a relacionarnos con los demás y estas relaciones son, para muchos
de nosotros, causa de grandes encuentros y momentos de plenitud,
pero también fuente de conflictos y preocupaciones.

12
INTRODUCCIÓN

Me parece que necesitamos aprender a relacionarnos mejor con


las personas. Para aprender a relacionarnos más satisfactoriamente
con la gente, precisamos también comprender cómo están configura-
das nuestras relaciones y permanecer abiertos a cambiar aquello que
no nos ayuda a desplegar y a vivir más gratamente en un mundo en
el que no podemos dejar de interactuar.
Los grandes maestros de la filosofía centrada en las personas y
experiencial, Carl Rogers y Eugene Gendlin intuyeron el funciona-
miento de lo que está implícito en las personas y detectaron que lo
implícito es altamente constructivo. Buscaron incansablemente
determinar las condiciones para facilitar su manifestación y nos
aportaron maravillosas referencias para aprender a reconocer nues-
tro núcleo interno y relacionarnos mejor con las otras personas. Lo
que hicieron estos maestros, en realidad, fue bucear en las profundi-
dades de la persona humana y de sus relaciones.
Tuve la oportunidad de conocer personalmente a Carl Rogers
y participar en algún workshop que él mismo facilitó, desde enton-
ces me siento miembro activo de la comunidad internacional del
Enfoque Centrado en la Persona de cuyo paradigma he aprendido
un estilo de vida y una manera de comprender el mundo. Aprendí
los postulados de Eugene Gendlin de la mano de la profesora Elena
Frezza, Coordinadora del Instituto de Focusing de Argentina y del
Doctor Carlos Alemany de la Universidad de Comillas y presidente
del Instituto Español de Focusing. A todos ellos les deseo expresar
mi agradecimiento y mi satisfacción por todo lo que me aportaron.
Los físicos cuánticos han buceado también en el mundo subató-
mico y nos han prevenido que lo que vemos en el mundo macros-
cópico no es exactamente lo que hay. Así, los físicos cuánticos, han
promovido una nueva mirada para divisar lo que existe que pone en
cuestión muchos principios que creíamos inamovibles. Me resultó
apasionante la formación recibida en historia de la ciencia contem-
poránea de la mano de los Doctores Carlos Solís y Manuel Selles,
en filosofía de la ciencia por los Doctores Eloy Juan María de Prada

13
ENTRE PERSONAS

y Julio Armero y en metodología y filosofía de las ciencias sociales


recibiendo las enseñanzas del Doctor José Francisco Álvarez a quie-
nes deseo expresar mi reconocimiento.
Me resulta agradablemente sorprendente la coincidencia entre
las intuiciones de la filosofía experiencial y centrada en las personas y
las aseveraciones de la nueva física para comprendernos mejor y dar
sentido a nuestras experiencias interpersonales. Esta sorpresa motivó
mis deseos para intentar plasmar en este breve libro un análisis de
nuestras relaciones humanas con una mirada cuántica. Las metáforas
cuánticas me ayudaron a entender mis propias relaciones y a cono-
cerme un poco más a mí mismo, y me sugirieron posibilidades para
vivirlas más intensa y profundamente, más constructivamente. Espe-
ro que también a usted pueda serle útil lo que aquí está escrito.
Si de preguntas y respuestas se tratara, los tres primeros capítu-
los refieren a los interrogantes para vislumbrar cómo nos situamos
en nuestras relaciones e intentan un análisis para ayudar a concebir
nuestras actitudes y conductas en un mundo interaccional. Los cinco
posteriores se arriesgan a dar respuestas para facilitar vivir nuestras
relaciones con mayor plenitud y profundidad. El último capítulo
es un breve epílogo sintético de lo que he intentado transmitir y un
intento de proyección hacia el futuro de nuestras relaciones.
He intentado expresar los contenidos y conceptos con lenguaje
inteligible, a sabiendas de las dificultades que presenta captar algu-
nas nociones físicas para los que no somos expertos en la materia.
Pero lo significativo, al menos en este libro, no lo constituyen los
elementos de física cuántica, sino las relaciones interpersonales; por
lo que lo referente a los principios físicos debe interpretarse en senti-
do metafórico por cuanto nos puedan conllevar a intuir los procesos
de nuestras interacciones y las experiencias de nuestras relaciones
interpersonales.
He tenido la oportunidad de expresar parte de las ideas conteni-
das en este libro en el X Fórum Internacional del Enfoque Centrado
en la Persona celebrado en Mallorca en 2007, en el XIII Encuentro

14
INTRODUCCIÓN

Latinoamericano del Enfoque Centrado en la Persona celebrado en


Cochabamba (Bolivia) en 2006 y en el I Encuentro Iberoamericano
de Focusing que ha tenido lugar en Mar del Plata (Argentina) en
2007. En todos estos foros se suscitó un debate muy interesante y
productivo sobre lo que puede aportarnos la física cuántica a nuestro
paradigma experiencial y centrado en la persona.
Deseo haber realizado un trabajo ameno y contribuir a aportar
algunos elementos para razonar mejor nuestras interacciones y tra-
tar de mejorarlas en el marco, ciertamente intenso y significativo, del
Enfoque Centrado en la Persona y la Filosofía Experiencial.

Tomeu Barceló

15
1
¿ATRAPADOS EN LA RED?

El hecho fundamental de la existencia humana es el hombre con el


hombre.
(M. Buber)

Un fenómeno es primero identificado, después explicado... Nos hace


falta intentar aproximarnos por medio de analogías.
(F. Nietzsche)

El apasionante mundo de las relaciones humanas

Si intentamos imaginarnos por un momento una persona que


viviera en el mundo en la más absoluta soledad y sin ningún otro
ser humano a su alrededor, nos damos cuenta inmediatamente que
la imagen es prácticamente inaudita e improbable. Esta persona no
hablaría con nadie, ni intercambiaría objetos, ni siquiera podría leer
lo que otra persona hubiera escrito porque no habría nadie que escri-
biera, no podría escuchar a otro ser humano y, por supuesto, tendría
pocas probabilidades de sobrevivir.

17
ENTRE PERSONAS

Los seres humanos estamos destinados a vivir con otros seres


humanos, a convivir, a relacionarnos con otras personas y a com-
partir nuestra experiencia con los demás. Incluso aquellas personas
que optan por una extremada soledad, como los monjes cartujos
de la “Grande Chartreuse” en las montañas de los Alpes franceses,
cerca de Grenoble, disponen, una vez por semana, de un espacio
para hablar y comunicarse con los otros monjes.
Cuando establecemos relaciones con otras personas nuestras
actitudes y nuestras conductas tienden a configurar una determi-
nada forma de interaccionar que, en buena parte, condiciona el
proceso de la relación. Pero, por otra parte, nosotros mismos esta-
mos también conformados y afectados por lo que sucede, aun sin
querer, en la relación porque no podemos controlar todo lo que nos
pasa en el trascurso de nuestras relaciones interpersonales.
Conocer un poco más cómo nos relacionamos con los otros,
comprender los acontecimientos que suceden en nuestro mundo
interaccional, facilitar las condiciones para mejorar, si es posible,
algunas de nuestras relaciones más significativas y aprender, en
fin, de nuestros fracasos en las relaciones; puede ayudarnos a esta-
blecer y mantener relaciones más satisfactorias y gratificantes y a
conocernos más a nosotros mismos.
Y es que muchas veces nos ocurren cosas inesperadas o fenó-
menos no deseados que hacen tambalear una relación que nos
resulta satisfactoria y que afectan a nuestro estado emocional
interno y a nuestro propio equilibrio afectivo que interrumpe,
trunca o modifica el proceso de esta relación que vivíamos como
gratificante. ¡Y esto nos ocurre en demasiadas ocasiones, a veces
sin darnos cuenta! Y cuando, por fin, comprendemos lo que haya
podido acontecer, nos parece demasiado tarde para combatir la
turbulencia e intentar superar el conflicto que nos invade.
Hace algún tiempo, con ocasión de la organización de una acti-
vidad muy significativa para mí y para nuestro equipo, comuniqué

18
¿ATRAPADOS EN LA RED?

a una persona, extraordinaria colaboradora y amiga desde hace


muchos años, algún sentimiento inquietantemente negativo que
se hizo persistente con respecto a una conducta que había tenido,
posiblemente no intencionada, pero que me causó dolor. También
había causado inquietud en algunas personas que conformaban
nuestro grupo, incluso ira y odio en otras. Lo que más me sor-
prendió fue que, aun reconociendo esta conducta, dijo no creerme.
Entonces sentí rabia y me puse furioso. ¿Cómo es posible no creer
en un sentimiento del otro? ¿Cómo negar esa realidad subjetiva
cuando es comunicada auténticamente si forma parte de mi propio
proceso al que sólo yo tengo acceso inmediato?
Con seguridad la eclosión de desconfianza y del conflicto no es
fruto de la actitud de una sola persona, sino que algo estaba pasan-
do en el fondo de la relación que tiene que ver con un conglome-
rado de sensaciones contrapuestas que, finalmente, produjeron un
desajuste. ¿Cómo se explica que una relación que aparentemente
era enriquecedora y positiva, de repente devenga disonante y pro-
blemática?
La relación que he mantenido con esa persona amiga durante
más de 20 años, parece haberse quebrado. El requisito básico de
una relación, la confianza mutua en el proceso interno experiencial
del otro, ha sido amenazada. Algo se ha hecho irreversible y, difí-
cilmente, nada volverá a ser como antes.
Este episodio es sólo uno de los muchos que han sucedido en
mi vida interaccional hasta hoy. Ciertamente algunos han tenido
aspectos negativos, con pocas personas que nos considerábamos
muy amigas apenas hoy nos hablamos cordialmente; los más han
constituido realmente una fuente intensa de desarrollo personal
–a pesar de los conflictos que hayan existido– y una riqueza en la
relación interpersonal. Ambos tipos de situaciones han significado,
sin duda, un inmenso océano de aprendizaje vital y una fuerza con-
tinua de transformación que me configura como persona.

19
ENTRE PERSONAS

Y es que las relaciones que mantenemos con las otras personas


nos afectan y nos transforman. Lo que somos, en realidad, tiene que
ver con las interacciones que establecemos y con aquellas de las que
participamos y, por cierto; los expertos suelen afirmar que emergen
pautas recurrentes en las relaciones interpersonales por lo que es
posible predecir, en parte, cuál va a ser el futuro de una pareja o de
un grupo en función de estas pautas. Las personas, como individuos,
nos comportamos de manera diferente en función de la relación en
la que participamos en un momento determinado y esta conducta,
en buena medida, es debida a un proceso experiencial interno que
impulsa nuestra acción.
Estos cambios de conducta y actitudes en función de nuestras
relaciones se perciben muy a menudo en el comportamiento de los
alumnos en los colegios de secundaria. Un profesor, supongamos
de música, que da clase a un grupo de alumnos se encuentra en la
necesidad de amonestar a un alumno por su comportamiento en un
momento determinado de la clase. Luego este profesor comunica
al profesor tutor del alumno lo que ha sucedido y el tutor le tran-
quiliza diciendo que hablará con el alumno para que modifique su
conducta. Cuando se entrevista con el alumno, de manera seria y
profunda, el alumno se compromete a “portarse bien” en la próxima
clase de música y el tutor, por el clima creado, cierra la entrevista
absolutamente convencido de que el alumno realmente modificará
su comportamiento porque percibe muy en serio el compromiso del
alumno, por lo que comunica al profesor de música que realmente
el alumno ha interiorizado la necesidad de una nueva actitud en su
clase. Sin embargo, en la próxima clase de música, el alumno vuel-
ve a tener en un momento un “mal comportamiento” o genera un
nuevo conflicto, lo que acaba con la paciencia del profesor de música
que vuelve a comentárselo al tutor, esta vez de manera más agresiva
e incluso culpabilizando al mismo tutor. El tutor está desconcertado
porque realmente había percibido un serio compromiso. ¿Significa
eso que el alumno ha engañado a su tutor, que ha incumplido inten-

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¿ATRAPADOS EN LA RED?

cionadamente su compromiso? No necesariamente. Seguramente el


alumno, en algún momento, se ha sentido condicionado por alguna
relación en el grupo, por algún factor provocativo de otro compañe-
ro, que ha suscitado un mecanismo de volver a llamar la atención
manteniendo una conducta incorrecta e incontrolada. Su intención
no fue probablemente volver a generar un conflicto, pero su impulso
lo ha generado. En el fondo, el grupo ha condicionado y configurado
la actitud y la conducta de este alumno.
Pero estos fenómenos no suceden exclusivamente a los adoles-
centes. A usted y a mí también nos ocurren fenómenos similares.
Quizá usted con un grupo de amigos mantenga una actitud espon-
tánea y “natural” mientras está con ellos en una terraza de verano
en un bar. De pronto se acerca una persona conocida, con la que
usted mantiene una relación más distante que se introduce en la
tertulia a invitación de uno de los del grupo y seguramente usted
se vea, sin darse cuenta, que deja de mantener esa actitud de espon-
taneidad, su cuerpo se vuelve un poco rígido, y su cara denota un
cierto malestar. Se siente condicionado por una nueva presencia y su
actitud queda transformada. No es que usted deje de ser auténtico
intencionadamente, porque realmente no siente la necesidad de ser
espontáneo y “natural” en presencia de esa otra persona, pero en
realidad esta relación ha cambiado su manera de estar, ha dejado de
sentirse cómodo en el grupo por un instante y no lo puede evitar.
¿Por qué nos tienen que ocurrir esas cosas? ¿No sería más fácil seguir
siendo nosotros mismos independientemente de la persona que se
acercara a nuestra tertulia? ¿Por qué no podemos serlo aunque lo
intentemos?
El estudio de la interacción humana es objeto de los paradig-
mas actuales de la psicología social. Hace algunas décadas, los
psicólogos sociales se centraban en el análisis de las actitudes y
conductas de las personas en un grupo o en una relación, así que
estudiarían su cambio de comportamiento desde el momento
en que la otra persona se introdujo en la tertulia, notarían como

21
ENTRE PERSONAS

ha pasado usted de mantener los brazos abiertos y los ha ido


plegando como generando distancia y verían que de pronto ha
dejado de hablar efusivamente para ir soltando palabras cortas
y sin conexión con su proceso interno. Pero los investigadores se
han ido convenciendo de que, en los procesos interaccionales, lo
afectivo y lo sensible son detonantes tanto para la percepción de
la propia realidad como para otras variantes en la comprensión
colectiva de las realidades posibles, por lo que ahora tendrían más
en consideración lo que realmente usted está sintiendo emocional-
mente con la presencia de esa otra persona y por qué se ha pro-
ducido este cambio interno en su compendio emocional cuando
otra persona se ha introducido en el círculo que formaba con sus
amigos en la terraza veraniega.
Cuando a usted o a mí nos suceden estas cosas no somos nada
especiales, porque este cambio de nuestro estado interno en fun-
ción de nuestras relaciones le pasa a casi todo el mundo.
Kurt Lewin, el auténtico padre de lo que denominamos
“dinámica de grupos” ya había intuido en 1935 esa hipótesis de
que nuestras relaciones nos conforman, nos hacen como somos,
y diseñó, junto a sus colaboradores, un laboratorio de relaciones
humanas que tuvo lugar en Bethel (USA) en 1947 consistente en
una experiencia intensiva grupal para analizar los procesos y las
interacciones. Lamentablemente Lewin no pudo asistir porque
murió a principios de ese mismo año.
La base teórica de Lewin era la denominada “teoría del campo”
que él mismo adaptó de la física de campo de Faraday, Maxwell y
Hertz y aplicó al estudio interaccional. Esta teoría parte de la idea,
extrapolada de la física al ámbito de las relaciones humanas, de que
el mundo psicológico interaccional puede ser considerado como un
lugar en donde los individuos constituyen especificidades que se
influyen mutuamente. El campo, más que estructurarse en función
de la suma de las personas que participan en una relación (grupo
o relación bi-personal), comprende las influencias afectivas y cog-

22
¿ATRAPADOS EN LA RED?

nitivas que afectan las conductas y actitudes, y está compuesto, en


fin, de todas las variables psicológicas además de los fenómenos
físicos y sociales, es decir del espacio vital y del espacio ambiental.
En el campo tienen lugar interacciones a modo de fuerzas opuestas
que mantienen, sin embargo, un equilibrio interdependiente, una
totalidad en movimiento cuyas propiedades son distintas pero no
independientes. Así, Lewin explica la conducta individual a partir
de la estructura que establece un sujeto y su medio ambiente en un
momento determinado. Esta estructura es un campo dinámico, un
sistema de fuerzas que cuando se rompe genera una tensión. 1
La presencia de esta otra persona en la terraza del bar donde
usted estaba cómodamente con sus amigos generó una tensión por-
que las fuerzas que interactuaban fueron modificadas. Quizá a uno
de sus amigos le ocurrió lo contrario, mientras no estaba esta nueva
persona prácticamente se mantenía distante y poco efusivo, pero la
nueva presencia a lo mejor le aportó seguridad por la intensidad
de la relación que mantiene con esa persona y de pronto empezó a
hablar e intercambiar los aspectos de su propia experiencia con los
demás. En su tertulia se generó una estructura nueva a causa de un
pequeño cambio, en este caso, la presencia de una nueva persona
en su grupo de amigos que acudió, por casualidad, a la terraza del
bar donde estaban ustedes.
Si somos capaces de observarnos a nosotros mismos con una
cierta distancia podemos descubrirnos comportándonos de un
modo determinado en una reunión familiar, por ejemplo. Podemos
entrever como nos estamos relacionando con un individuo u otro
y logramos percatarnos de nuestra conducta distinta que se pro-
duce en otra situación en la que interaccionamos exclusivamente
con una sola de esas personas. Y si finalmente nos vemos en otra

1. Para una exhaustiva consulta sobre las aportaciones de Lewin puede consul-
tarse el libro LEWIN, K. (1978), La teoría de campo en la ciencia social, Buenos Aires:
Paidós.

23
ENTRE PERSONAS

situación cara a cara en la que estamos relacionándonos con cierta


intimidad con otra persona que nada tenga que ver con esta familia
y con la que mantenemos interacciones de proximidad, la diferen-
cia de nuestro comportamiento puede ser enorme. Sin embargo, en
todos estos casos, quizá nos sentimos realmente nosotros mismos.
Una situación de interacción compone, según todos los datos
de la psicología social, una unidad organísmica, un sistema con una
gran energía interna en cuyo seno inciden de manera permanente
una multitud de factores de manera simultánea que la hacen fluir
constantemente de alguna forma. Las emociones y los pensamientos
de las personas que integran esa relación, las comunicaciones que
se producen o se reprimen, las percepciones mutuas de los indivi-
duos, la conciencia o inconsciencia respecto a las posibilidades de
la propia relación y su progreso en relación al cumplimiento de las
expectativas, los miedos, los encuentros y los conflictos forman parte
de esta energía. Esta energía está allí, en el seno de la relación como
organismo que tiene vida propia más allá de las individualidades
que la conforman. Esta energía siempre emerge, de distintas mane-
ras, canalizada o no, en el fluir permanente de esta relación a la que
pertenecemos.
Comprender los movimientos y las fluctuaciones de esta energía
y entender, en parte, los fenómenos que acontecen en nuestras inte-
racciones puede posibilitar una mayor comprensión de nuestra pro-
pia persona y un mejor destino en nuestra vida relacional. También
podemos aprender algo para intentar cambiar, si queremos, aquellas
relaciones que nos funcionan menos y que realmente nos interesan
porque las vivimos significativamente.

Una analogía para las relaciones humanas

Sin duda, desde la primera experiencia de laboratorio de relacio-


nes humanas en Bethel, se han realizado numerosas indagaciones

24
¿ATRAPADOS EN LA RED?

sobre el funcionamiento de las interacciones entre personas 2 y las


estructuras que se desencadenan. Sabemos con un alto grado de cer-
teza cómo ocurren los fenómenos de cohesión interpersonal, de con-
flictividad, de feed-back, de distribución de roles, incluso las fases
previsibles en una relación interpersonal. Conocemos, en fin, todo
lo que está patente en el nivel funcional de una relación y la terapia
sistémica, por ejemplo, ha desarrollado métodos eficaces para faci-
litar el desarrollo relacional entre personas, incluso para restablecer
algunas relaciones que parecían truncadas.
Hay publicados miles de libros sobre la resolución de conflictos,
la mediación, las relaciones humanas y los grupos. Muchos de ellos,
por no decir la mayoría, adoptan un enfoque causal en sus orienta-
ciones y explican las causas subyacentes que provocan multitud de
conflictos entre personas y entre grupos y nos proponen métodos y
recursos para su resolución.
Es posible que usted, como yo, hayamos leído alguno de estos
libros intentando encontrar respuestas para nuestros propios con-
flictos interpersonales y maneras de suscitar cambios positivos en
nuestras relaciones. A veces ha sido posible mejorar alguna relación,
superar algún conflicto, comprender aquello que nos está sucedien-
do en base a considerar nuestras propias actitudes y conductas.
Sin embargo, intuimos algo latente que se nos escapa, o no nos
atrevemos a formular con la claridad con la que hemos establecido lo
que se ve. Quizá lo que se ve no es exactamente lo que hay. ¿Cómo
se explica, pues, que un minúsculo sentimiento, apenas entrevisto
o consciente, una ligera sensación, una percepción mínima de una
mirada extraña, un malentendido o una ligera interpretación pro-
voquen rupturas o encuentros que no somos capaces de explicar
racionalmente aunque luego busquemos justificaciones posibles?

2. El estudio que me parece más consistente es el de ARGYLE, M. (1983), Aná-


lisis de la interacción, Buenos Aires: Amorrortu.

25
ENTRE PERSONAS

Incluso efectuando todos los procedimientos y recetas que nos


indican los manuales de resolución de conflictos nos encontramos
frecuentemente en que un pequeño imprevisto o alguna extraña
sensación interfiere en la estructura de una relación que, sin saber
exactamente porqué, sufre una variación que nos sorprende.
En uno de los grupos que he facilitado una mujer de unos cin-
cuenta años comentó que se sentía extraordinariamente gratificada
con una relación que mantenía con una amiga desde la adolescen-
cia. Esa mujer sentía que podía abrirse completamente y con una
intensa confianza a esa amiga y también era capaz de comprender
profundamente los sentimientos y las comunicaciones de su amiga.
No obstante estaba preocupada porque últimamente percibía una
cierta distancia por parte de su amiga y notaba como si algo entor-
peciera el proceso comunicativo que iban manteniendo. A pesar de
haber comunicado estas sensaciones de manera auténtica y directa a
esa otra persona, la amiga manifestó no haber notado nada extraño
y le comunicó la certeza de que nada había sucedido y que seguía
sintiéndose en sintonía y viviendo una relación intensa. La mujer de
mi grupo, sin embargo, mostraba su convencimiento experiencial de
que alguna sensación extraña de distancia y desafecto iba aumen-
tando en esta relación y no conseguía comprender lo que estaba
aconteciendo. Meses más tarde esa mujer me comentó que, de hecho,
esa relación tan intensa había decaído y que, si bien se veía de vez en
cuando con esa amiga, ya nada “era como antes”.
Estos fenómenos latentes pocas veces reconocidos actúan a
modo de tensión en nuestras relaciones y generan, la mayoría de las
veces, una mutación inesperada en la interacción que, casi siempre,
es irreversible.
El filósofo español Julián Marías (1914-2005) explicaba este fenó-
meno desde el punto de vista de un contrapunto entre la interacción
y el individuo y apuntaba que era el responsable del cambio de sesgo
que tomaban nuestras relaciones:

26
¿ATRAPADOS EN LA RED?

Las relaciones que constituyen el mundo personal están en todo


momento aconteciendo, y su variación es esencial. Pero entiéndase
bien: no es simplemente que “cambien” en el sentido de que dejen
de ser lo que eran para ser otra cosa, sino que, aun en el supuesto
de su continuidad –una amistad constante, un amor siempre fiel–,
consisten en acontecer. 3

El cambio de sesgo en nuestras relaciones es algo frecuente.


¡Cuántas veces no decimos, al preguntarnos por una relación, que las
cosas han cambiado, han tomado otro sesgo! Estos cambios los per-
cibimos en ocasiones de forma negativa, desearíamos otra cosa; o de
forma positiva, de manera más gratificante. Pocas veces, no obstante,
logramos encontrar una explicación causal a lo que ha sucedido.
Recuerdo que hace años tuve una fuerte discusión con un colega
que derivó en sentimientos mutuos de frustración, ira, incluso odio.
Era absolutamente previsible que esta relación quedara rota para
siempre. De hecho quedamos distanciados durante algún tiempo
y dejamos de colaborar en varios proyectos además de interrumpir
nuestra mutua relación personal. Sin embargo, casualmente, nos
volvimos a encontrar en un acto social y como por arte de magia
restablecimos nuestra relación de manera intensa. Ahora conserva-
mos una amistad que nos enriquece y nos hace crecer. Vivimos esta
relación de forma más profunda y cohesionada que la que mantenía-
mos antes de estallar el conflicto. La vivimos fluyente, proyectiva, en
movimiento permanente. Es muy gratificante para mí sentirme par-
tícipe de esta interacción. ¿Cómo se explica todo esto? Seguramente
un análisis pormenorizado podría establecer causas profundas que
descifraran este tipo de realidades. Sin embargo, es posible que
nos convengan nuevas miradas para entrever fragmentos que nos
conduzcan a comprendernos más a nosotros mismos y a nuestras
relaciones personales.

3. MARÍAS, J. (1994), Mapa del mundo personal, Madrid: Alianza Editorial, 25.

27
ENTRE PERSONAS

La física moderna ha descubierto que el movimiento y el cam-


bio conforman las propiedades esenciales de las cosas y que lo que
genera este movimiento y cambio no es una causa extrínseca sino
una propiedad intrínseca de la materia. La concepción fundamental
que sustenta la física moderna es la de la unidad e interacción de
todos los fenómenos y la naturaleza intrínsecamente dinámica del
universo.
En este sentido las relaciones humanas bien podrían configurar
sistemas de componentes inseparables en constante interacción y
movimiento en los que lo que acontece no lo hace en secuencias sino
en conjunto. Para comprender estos sistemas no podemos analizar-
los secuencialmente sino en función del compendio de circunstan-
cias que devienen en el acontecer de las interacciones.
Cabría plantearnos, desde este paradigma, si en realidad tie-
ne sentido buscar alguna interpretación causal en la evolución
de nuestras relaciones interpersonales, como si se tratara de una
secuencia lineal que tiene sus fases y su explicación en base a com-
portamientos individuales o si, por el contrario, nos conviene estar
abiertos a nuevas concepciones. Al fin y al cabo, si el movimiento
es una propiedad inherente de la materia, cualquier afectación, pro-
ceda de donde proceda, que se dé en sólo una de las personas que
participan de una relación generará algún revulsivo que afectará a
la totalidad del sistema provocando un cambio, aunque sea míni-
mo, en la relación.
Esto explica muchos de los llamados “malentendidos” que ocu-
rren con cierta frecuencia en la red de nuestras relaciones. ¿Son real-
mente “malentendidos”? Quizá alguna persona me haya comunica-
do algo respecto a otra y esa comunicación me afecta de tal manera
que, sin darme cuenta inicialmente, cambia en algún grado la forma
de relacionarme con esa otra persona. Puede que esta afectación, este
mínimo cambio, sea detonante de una modificación general de la
relación que podría acabar destruyéndose. Este cambio no es necesa-
riamente intencionado, proviene de una modificación de mi proceso

28
¿ATRAPADOS EN LA RED?

experiencial interno con respecto a la relación, hace que sienta algo


diferente por esa persona y, por consiguiente, quiera o no, también
transmito algo distinto.
Cuando nos relacionamos con otra persona, a pesar de que sea-
mos siempre los mismos sin ninguna interferencia exterior en nues-
tro espacio de relación, no estamos presentes de la misma manera en
todas las ocasiones. Nuestro estado de ánimo, nuestro propio estado
físico y nuestra emocionalidad van cambiando permanentemente.
Estos cambios hacen que transmitamos sensaciones diversas que el
otro percibe no siempre de la misma manera, por lo que también es
afectado por la energía que proyectamos y simultáneamente uno
mismo es afectado por la variedad de energía que el otro me trans-
mite. Puede que estas sensaciones procedentes de uno y otro cho-
quen en algún momento y conformen una modificación de nuestro
sistema relacional. En realidad, aunque seamos dos personas en rela-
ción, no somos siempre iguales, vamos siendo según va cambiando
nuestro estado interno que siempre fluye.
En física atómica, muchas situaciones paradójicas se relacionan
con la naturaleza dual de la luz. Por una parte, las radiaciones elec-
tromagnéticas consisten en ondas, según los fenómenos de interfe-
rencia; pero, por otra parte, y de acuerdo con el efecto fotoeléctrico,
parece que consisten en partículas en movimiento. Los físicos teó-
ricos han definido que las unidades subatómicas son entidades de
naturaleza dual y que en función de cómo las veamos se manifiestan
a veces como partículas y a veces como ondas. Parece una contra-
dicción ¿cómo algo puede, al mismo tiempo, ser una partícula loca-
lizada en un espacio y un momento determinado, y una onda que se
esparce por una extensa región? Y sin embargo ocurre. El principio
de identidad aristotélico por el cual un elemento es igual a sí mismo,
y el mismo principio de no contradicción por el cual una cosa no
puede ser y no ser al mismo tiempo quedan en entredicho.
No es de extrañar que usted y yo nos comportemos en ocasiones
de manera diferente según vivamos un estado de ánimo concreto en

29
ENTRE PERSONAS

una relación. Si fuéramos partículas subatómicas nos manifestaría-


mos algunas veces como partículas en movimiento, ocupando una
pequeña región del espacio y otras veces como ondas expandiéndo-
nos por todo el sistema relacional. O, aun comportándonos igual, el
otro a veces nos ve como una partícula, como un estado concentra-
do de energía que se manifiesta en forma de un único sentimiento
que abarca todo lo que somos en este momento y, otras veces, nos
percibe como un estado en expansión a través del cual irradiamos y
transmitimos energía que impregna toda nuestra relación. Es más,
quizá cada una de nuestras sensaciones y emociones que fluyen en
la relación se manifiestan como partículas que se mueven aisladas o
como ondas expansivas que intersectan con otras transmitidas por la
otra persona, lo que hace que, si estuviéramos muy presentes el uno
con el otro, notaríamos estas variaciones de fluctuación y nos perca-
taríamos del cambio de sensaciones que estando con otra persona se
produce incesantemente.
En nuestras relaciones las personas no somos iguales a nosotros
mismos. Nuestras relaciones impulsan en gran parte nuestras acti-
tudes y conductas, incluso, a veces, transmitimos algo y al mismo
tiempo algo diferente. Uno puede sentirse bien y mal al mismo
tiempo; y este “sentirse bien” de mi persona puede interaccionar
con un “sentirse de otra manera” de otra persona y mi “sentirme
mal” puede interaccionar con otra sensación de la otra persona. Los
compendios de interacciones que se producen en nuestras relaciones
no son entre personas solamente, son entre sensaciones, emociones,
sentimientos que fluyen constantemente desde las personas.
Entender nuestras relaciones interpersonales bajo el prisma de
la física moderna puede ayudarnos a comprender el compendio
de relaciones que tenemos. Sin duda el paradigma cuántico es un
modelo específico para las partículas subatómicas, pero nos hace ver
el mundo con una mirada diferente y me parece que podemos jugar
a un juego de analogías para una mejor comprensión de nuestra per-
sonalidad y de la manera como nos relacionamos con los demás.

30
¿ATRAPADOS EN LA RED?

Cada uno ve el mundo a su manera

Los padres que tienen varios hijos de una cierta edad y los
maestros de escuela, sobre todo cuando ejercen de vigilantes en el
patio del colegio, se ponen nerviosos porque dicen que los niños
están continuamente peleándose. No son peleas graves sino “cosas
de niños”. Los niños a veces discuten por la posesión de una pelota,
por un pequeño insulto o por cualquier otra cosa trivial. Entonces
acuden sulfurados al maestro para dar cuenta de su conflicto y éste
reclama que le cuenten lo que acaba de suceder. Uno de los niños
empieza su relato acusando al otro de que lo ha insultado mientras
estaba jugando tranquilamente con su pelota, por lo que es inte-
rrumpido inmediatamente por el otro chaval quien argumenta que
él no comenzó sino que el otro niño previamente lo había empujado.
El maestro intenta buscar una explicación racional y lógica al asunto
y pregunta de nuevo para saber quien de los dos ha iniciado el con-
flicto, porque para la mente del maestro es evidente que uno de los
dos tiene que haber empezado con un hecho concreto que ha des-
encadenado la situación. Sin embargo los niños mantienen la acusa-
ción al otro de haber iniciado el conflicto, y cada uno parece estar
absolutamente convencido de que el otro realmente ha comenzado.
El maestro finalmente decide castigarlos por un momento a los dos
estando de pie en el pasillo del colegio, uno en cada parte, y dejarlos
con menos tiempo de recreo. Ambos niños se sienten injustamente
tratados porque para cada uno el conflicto ha sido provocado por
el otro.
¿Miente uno de los dos niños y acusa al otro injustamente?
¿Quién empezó realmente la pelea? Es posible que hubiera un hecho
detonante, sin embargo, a pesar de ello, cada niño tiene su propia
percepción. Un niño jugaba y el otro, sin querer, pasó y lo rozó, y el
que jugaba se sintió agredido y lo insultó a lo que el otro respondió
con otro insulto y la situación interaccional producida desencadenó
el conflicto. Así que ningún niño miente. Para cada uno, según su

31
ENTRE PERSONAS

propia experiencia, ha iniciado el otro el hecho conflictivo, porque


cada uno tiene su propia percepción que, para él, es absolutamente
real. El maestro, sin embargo, se lamenta de no haber podido descu-
brir con su lógica secuencial el causante de la situación.
¿Verdad que todos somos un poco niños? Porque estas peleas
no se producen sólo con los niños, los adultos también nos vemos
sometidos a esta clase de fenómenos. Parece raro pero no lo es. Al
contrario, es algo muy frecuente. Supongamos que usted participa
de una reunión de trabajo y manifiesta una opinión sobre un deter-
minado asunto objeto de la reunión. De pronto ve a su jefe con un
leve movimiento en su ceja derecha y su dedo índice se acerca a su
ceja y se posa sobre ella por un ínfimo momento inferior a medio
segundo. Usted se calla y nota en su interior una sensación de pesa-
dez que percibe como un rechazo a lo que estaba diciendo. Le parece
que, para su jefe, lo que acaba de decir no es significativo y se siente
como herido y apesadumbrado. Hace el propósito de no opinar en la
próxima reunión y prevé que la relación con su jefe no será la misma.
Casi sin darse cuenta la próxima vez que ve a su jefe se nota distan-
te. Incluso una próxima vez se sorprende cuando su jefe le habla
de manera afectuosa y cordial como si ya hubiera pasado todo y no
logra entender porqué su jefe ha cambiado de pronto esta actitud,
pero usted continúa con alguna pesadumbre y mantiene la distan-
cia afectiva. ¿Se ha planteado que quizá su jefe tenía un leve picor
en su ceja e intentó aliviarlo con su dedo? ¿O que ese movimiento
que percibió como rechazo no iba dirigido necesariamente a usted,
porque mientras usted hablaba su jefe miró a otra persona presente
y notó que no atendía y eso le provocó esa expresión no verbal que
no tenía que ver con usted?
Sin embargo usted tuvo su propia percepción y quizá haya
comentado con algún compañero que no se sintió escuchado por su
jefe, incluso ha ido más allá, si se lo ha metido mucho en la cabeza, y
haya añadido que se está planteando cambiar de trabajo. Y a lo peor
este otro compañero comente algo a alguien sobre lo que usted le

32
¿ATRAPADOS EN LA RED?

dijo y todo ello genere un nuevo clima en el conjunto de interaccio-


nes entre sus compañeros de trabajo.
Estas interacciones experienciales se producen constantemente,
sin cesar. Son inevitables. El famoso matemático Henri Poincaré
(1854-1912), se planteó el problema de si es posible eliminar las
interacciones en un sistema y no sólo demostró que, en general era
imposible, sino que dio la razón por la que era imposible: la apari-
ción de resonancias entre las frecuencias de los sistemas dinámicos.
Así el famoso físico, premio Nobel, Ilya Prigogine asevera:

En cierto modo es una suerte que Poincaré haya demostrado la


imposibilidad de eliminar las interacciones. Si se pudieran elimi-
nar, el universo sería isomorfo a un universo de partículas libres,
y todo sería tan incoherente que no habría química, ni biología, ni
por supuesto culturas humanas. 4

En las relaciones humanas este tipo de interacciones “entre


emociones” es muy complejo pues cada una de las personas de la
relación tiene su propia percepción de lo que acontece y suele otor-
gar a esta percepción la categoría de realidad. Así que, es bastante
usual que, en una relación, cada persona viva su propia realidad de
la misma interacción y, en ocasiones, estas realidades de cada uno,
son extraordinariamente diferentes.
Recuerdo, en estas circunstancias, las palabras del filósofo irlan-
dés George Berkeley del siglo XVII, “esse est percipi” (ser es ser perci-
bido). El obispo irlandés se refería a que todo lo que percibimos nos
es dado siempre como un fenómeno de nuestra conciencia, una idea
que, más tarde, Schpenhauer expresaría con la frase: “El mundo es
mi representación”.
Desde este punto de vista lo existente en una relación y mi inter-
pretación no constituyen elementos separados sino una misma cosa.

4. PRIGOGINE, I. (1997), Las leyes del caos, Barcelona: Crítica, 73.

33
ENTRE PERSONAS

Esto complica todavía más nuestras relaciones humanas puesto


que lo que existe en una relación es interpretado por cada persona
de manera distinta y lo que influye en el sistema no solamente son
los fenómenos que ocurren sino la interpretación que cada persona
hace de los fenómenos que ocurren. También los físicos cuánticos se
hacen eco de este asunto:

Mi mente y el mundo están compuestos de los mismos elementos.


El mundo me viene dado de una sola vez: no hay el mundo que
existe y el que es percibido. El sujeto y el objeto son solamente uno.
No puede decirse que se haya derrumbado la barrera entre ambos
como resultado de recientes experiencias en el campo de las ciencias
físicas, porque esta barrera no existe. 5

En una interacción entre personas, las fuerzas que actúan no


tienen que ver exclusivamente con las actitudes y conductas de cada
individuo actuante, sino con las percepciones de cada individuo
que, de manera consciente o sin darse cuenta, va transmitiendo al
otro y va afectándolo. Esta afectación mutua entre percepciones
diversas va conformando la dinámica de la interacción que, además,
constituye por sí misma un nuevo componente que afecta a ambos
miembros y a sí misma.
Cuando nos relacionamos con otra persona cada uno de noso-
tros tiene conciencia de esta relación. Los hechos que acaecen y nos
afectan, y las conductas del otro no necesariamente son interpre-
tados por ambos del mismo modo. Esta desigual interpretación es
vivida por cada uno de nosotros como la realidad de lo que ocurre
y, si no hay similitud en las percepciones, se suelen crear falsas
expectativas o desajustes significativos que son fuente de conflic-
tividad.

5. SCHRÖDINGER, E. (1986), “¿Charlamos sobre física?” en WILBER, K. (ed.),


Cuestiones cuánticas, Barcelona: Kairós, 126.

34
¿ATRAPADOS EN LA RED?

No es que interpretemos un hecho que ocurre en la relación


de forma diferente en función de unos parámetros cognitivos que
cada uno dispone. No se trata de interpretaciones mentales que
realizamos en función de una carga teórica previa a través de la cual
damos un significado específico al hecho que sucede. El movimiento
del dedo en la ceja de su jefe no es interpretado por usted porque
conozca los significados de los gestos corporales, sino que realmen-
te este movimiento le produjo una sensación determinada interna
que realmente sintió en su cuerpo, no una idea mental de lo que
significaba. Cuando vemos algo, cuando vemos el mismo hecho en
una relación, no es que veamos lo mismo sino algo distinto. El filó-
sofo contemporáneo de la ciencia N.R. Hanson lo explica poniendo
en duda la afirmación de que la diferencia en lo que se ve sea una
diferencia de interpretación y arguye que interpretar es una forma
de pensar, una acción, mientras que ver es un estado de experiencia.
Hanson concluye que la acción de ver implica ver que.
Los fenómenos que suceden en nuestras relaciones no están
relacionados exclusivamente por nuestros comportamientos, por las
conductas de cada persona en interacción, sino por más elementos:
por la conducta de la persona (el movimiento del dedo en la ceja),
por aquello que transmite esta conducta (la sensación de rechazo)
y por las consecuencias posibles de la relación entre la conducta y
la sensación producida (los comentarios que usted realizó a otro
compañero de trabajo respecto a esta situación). Todo ello genera un
sistema de interacciones altamente perturbable.
En física, esta manera de ver el comportamiento del sistema,
fue introducida por el físico inglés Paul Dirac (1902-1984). Dirac se
dedicó, entre otras cosas, a la formulación matemática de la mecá-
nica cuántica e introdujo la electrodinámica cuántica en 1927 que
viene a ser la primera teoría cuántica de campos. Lo que hizo Dirac,
en realidad, fue considerar que la descripción matemática de un
sistema atómico formado por el átomo y su radiación constaba de la
suma de tres elementos: el átomo representado por un electrón en un

35
ENTRE PERSONAS

campo, la radiación y la interacción entre ambos elementos a la que


trató como una perturbación del sistema representada por medio de
un desarrollo en serie. Después incluyó en su teoría la dispersión de
fotones considerándola una conjunción de procesos sucesivos (de
absorción y emisión) llevado a cabo a través de un proceso interme-
dio (la propia interacción).
Lo que resulta curioso, sin embargo, es que quizá en otra situa-
ción en la que usted o yo nos relacionamos con otra persona en otra
terraza veraniega con la que nos sintamos gratificados, mientras
comunicamos algo interno que vivimos como profundo puede que
esta otra persona realice también el gesto del dedo en la ceja, como
su jefe hizo y, no obstante, esta vez la sensación que usted experien-
cia sea la de sentirse comprendido y arropado. El mismo gesto, el
del dedo en la ceja, y la misma persona, en este caso usted mismo,
han sido experienciados de forma completamente diferente. La
razón estriba en que el sistema relacional que usted mantiene con
esta persona no es igual al sistema relacional que mantiene con su
jefe. ¿Significa que usted ha perdido su identidad? No, en absoluto.
Significa que usted, como yo, y como todo el mundo, experiencia-
mos sensaciones diversas según sean nuestras relaciones y nuestras
interacciones con los demás. Significa más todavía, significa que
somos en función de nuestras relaciones y que somos distintos en
cada sistema de relaciones en el que participamos. La relación y yo
somos la misma cosa. Dicho de otra manera, yo soy solamente una
manifestación de la relación en la que participo.
Dos años más tarde de la investigación cuántica de Dirac, Hei-
senberg y Pauli demostraron que cada campo diferenciado tenía
una partícula asociada. Las partículas eran sólo manifestaciones de
un campo cuantificado. Esta nueva idea desterraba para siempre la
concepción según la cual las partículas y los campos eran entidades
diferenciadas. Las entidades fundamentales eran los campos, pero
se manifestaban en el mundo como partículas. El campo cuántico es

36
¿ATRAPADOS EN LA RED?

considerado como una realidad física fundamental, un medio conti-


nuo que está presente en todas las partes del espacio y las partículas
son sólo simples condensaciones locales del campo, concentraciones
de energía que va y viene perdiendo su carácter individual y disi-
pándose en el campo.
Desde esta mirada nuestras relaciones forman un campo de
energía en el que cada individuo representa una pequeña conden-
sación que puede ir diluyéndose por el campo en una confluencia
de conciencias y confundiendo las sensaciones de cada uno con las
sensaciones del conjunto; disipándose las fronteras en un entretejido
de relaciones que condiciona las actitudes y conductas de cada uno.
La sabiduría popular, tan intuitiva, lo expresa con el refrán: “dime
con quien andas y te diré quien eres”.
Así que nuestras relaciones personales consisten en fenómenos
afectivos y emocionales que vamos irradiando. Al mismo tiempo
vamos formándonos percepciones de las irradiaciones de los fenó-
menos del otro y de la propia interacción; simultáneamente nuestras
sensaciones y emociones interaccionan con emociones y sensaciones
del otro, también recibimos influencias exteriores respecto de uno
mismo, del otro y de la interacción, y todo ello conforma holísti-
camente una complejidad que, queramos o no, nos conecta con un
sinfín de acontecimientos.
Estas influencias perceptivas explican como, de pronto, una o
varias personas con las que nos relacionábamos de manera relati-
vamente satisfactoria, nos transmiten alguna actitud de rechazo o
se distancian sin motivo aparente. O alguna persona con la que nos
sentimos indiferentes se acerca a nosotros con una cierta actitud de
interés para iniciar alguna relación más intensa.
Un minúsculo factor emocional que afecta a alguno de los inte-
ractores puede modificar sustancialmente el sesgo de una relación
que, lejos de ser estable, suele estar caracterizada por una cierta fra-
gilidad y, en muchas ocasiones, por un cierto desorden afectivo.

37
ENTRE PERSONAS

Hasta ahora resultaba muy difícil analizar las relaciones huma-


nas con los instrumentos y lenguajes de la ciencia tradicional. Para
la ciencia un fenómeno era ordenado si sus movimientos se podían
explicar bajo un esquema de causa-efecto y se representaba median-
te una ecuación diferencial lineal. Las relaciones humanas y las
interacciones son demasiado complejas para poderse adaptar a esos
esquemas y, la mayoría de las veces, las justificaciones o explicacio-
nes de los procesos interaccionales resultaban artificiales.

Redes que nos atrapan

La física clásica consideraba que las partículas y los objetos eran


seres independientes que cuando interaccionaban producían un cho-
que que provocaba una cadena causal de sucesos. Bajo este modelo
la psicología social analizaba las relaciones humanas a partir de la
conducta de personas independientes que interaccionaban entre
ellas y formulaba sus hipótesis en base a afirmaciones del tipo: “ha
sucedido esto a causa de...” suponiendo que si la persona en cuestión
hubiera mantenido una conducta diferente el suceso no se habría
producido. Pero no tenía en cuenta que muchas veces las conductas
de las personas se establecen en función de sensaciones internas que,
a su vez transmiten algún tipo de mensaje verbal o no verbal a la otra
persona que percibe de una forma peculiar este mensaje y experien-
cia una nueva sensación que, asimismo, es transmitida. Toda esta
confluencia de sensaciones y mensajes configura un clima relacional
que también condiciona en cierto sentido nuestra manera de rela-
cionarnos con el otro y la percepción que tenemos de esta relación.
Un pequeño movimiento emocional percibido puede provocar una
turbulencia en este sistema interaccional.
Cuando ejercía de profesor en un Instituto de Enseñanza Secun-
daria recuerdo que se incorporó una compañera con la que prác-
ticamente no teníamos ningún tipo de relación y mantuvimos este
estado de indiferencia durante varios meses. En algún momento

38
¿ATRAPADOS EN LA RED?

impreciso algún factor desencadenó una conexión muy profunda


entre nosotros e iniciamos una intensa relación. Es frecuente en
nuestras relaciones interpersonales que factores, a simple vista
minúsculos, desencadenen cambios significativos en nuestras inte-
racciones, a veces muy positivos y otras enormemente negativos
que incluso provocan rupturas inesperadas. Estos acontecimientos
no responden necesariamente a cadenas causales y secuenciales de
hechos y conductas, sino que un ligero cambio en las sensaciones
y percepciones de una o ambas personas en relación impulsan una
turbulencia en el clima de esta interacción que, en ocasiones, tiene
influencias muy importantes en otras relaciones de las que forma-
mos también parte.
Los científicos modernos formularon un nuevo lenguaje matemá-
tico para poder analizar estos fenómenos más misteriosos y desarro-
llaron las ecuaciones no lineales que se aplican a cosas discontinuas
como, por ejemplo, las explosiones. En estas ecuaciones una pequeña
modificación de una variable puede acarrear efectos desproporcio-
nados en las demás. Usando estos modelos no lineales podemos
localizar puntos críticos en los sistemas, puntos en los cuales una
ligera presión puede producir un gran impacto. Una de las diferen-
cias notables entre la linealidad y la no linealidad es lo que llaman
los científicos la realimentación. Las ecuaciones no lineales poseen a
veces elementos que se multiplican reiteradamente por sí mismos.
La realimentación o recreación es un factor clave en las relacio-
nes humanas. Algunas personas se “realimentan” entre sí, hablando
mal de otras y recreándose en esa actitud, por ejemplo, y llegan a
confundir parte de la realidad con el producto de su propia reali-
mentación. Esto conlleva muchas exclusiones y marginaciones entre
personas y su grupo o genera cambios radicales en las relaciones
interpersonales, la mayoría de las veces de índole negativa o incluso
destructiva. Todos hemos visto despreciar a personas de un grupo
informal sin motivo aparente sólo porque ha existido un proceso
recurrente de realimentación negativa.

39
ENTRE PERSONAS

Otras veces la realimentación entre personas adopta formas más


agradables. Cuando una pareja de enamorados, por ejemplo, se
comunica sentimientos positivos y amorosos de manera recurrente
puede provocar una situación de encantamiento que amplifica los
estados emocionales de interconexión y la sensación de bienestar. En
muchos casos, por otra parte, la realimentación (que denominamos
feed-back) es un instrumento muy potente para facilitar relaciones
consistentes y auténticas donde la sinceridad y la congruencia son
una base fundamental en nuestro proceso interaccional.

Hablar de realimentación negativa y positiva no implica un juicio


de valor. Los nombres sólo indican que un tipo de realimentación
regula y el otro amplifica. Ahora se reconoce que las dos clases
básicas de realimentación están en todas partes: en todos los niveles
de los sistemas vivientes, en la evolución de la ecología, en la psi-
cología inmediata de nuestra interacción social y en los términos
matemáticos de las ecuaciones no lineales. La realimentación, como
la no linealidad, encarna una tensión esencial entre el orden y el
caos. 6

El problema de estos modelos no lineales es que no permiten


a los expertos predecir exactamente el lugar y el modo en que se
producirá un fenómeno determinado. En el mundo no lineal la pre-
dicción exacta es imposible. Es un mundo holístico, donde todo está
interconectado y a veces las conexiones manifiestan correlaciones
implícitas por debajo de las superficies que modifican los sistemas.
Los psicólogos sociales y los sociólogos intentan, sin embargo,
explicar estas conexiones mediante la teoría de redes. El origen de
esta teoría se remonta a Leonhard Euler (1707-1783) que formuló la
primera teoría denominada de grafos cuando intentó descubrir en
1736 cómo dar un paseo por los siete puentes que unen dos islas del

6. BRIGGS, J. y PEAT, F.D. (1994), Espejo y reflejo: Del caos al orden. Guía ilustrada
de la teoría del caos y la ciencia de la totalidad, Barcelona: Gedisa, 26.

40
¿ATRAPADOS EN LA RED?

río Pregel en Königsberg empezando por una cualquiera de las cua-


tro partes de tierra firme y cruzando cada puente una sola vez vol-
viendo al punto de partida. Euler demostró que era imposible esta-
blecer una ruta que conectara todos los puntos del grafo sin pasar
dos veces por un mismo enlace. Para ello representó el problema
como un conjunto de cuatro nodos –las orillas y las dos islas– unidos
por una serie de siete líneas. Para Euler, si un nodo tiene un número
impar de enlaces, deberá ser el comienzo o el final del recorrido. La
idea que subyace bajo la demostración de Euler es que los grafos o
las redes tienen propiedades ocultas bajo su estructura que limitan o
multiplican nuestra capacidad de actuar con ellas.
El análisis de nuestras relaciones humanas mediante redes inten-
ta describir las distintas estructuras que puede tomar un haz de rela-
ciones y estudiar sus propiedades inherentes. Esta orientación niega
sin duda la neutralidad. Analizar estas redes sociales significa deter-
minar su estructura y establecer límites de posibilidad en la actua-
ción de los individuos que forman parte de ellas. Este análisis nos
indica lo que puede pasar o no pasar, no lo que pasará a menos que
no pueda ocurrir otra cosa. Así va a consistir en tomar un estado ini-
cial especificando las conexiones interaccionales y ver cómo actúan
estas conexiones para descubrir patrones relativamente estables de
actividad que se disponen en formas organizadas en la red. Cuando
se estudian estas redes de relaciones interpersonales se estudia la
organización colectiva de las propiedades de la red como un todo y
no el estado de ninguna relación concreta aislada del conjunto.
La misma definición de red consiste en la interconexión colecti-
va de los fenómenos. Esto implica que no tiene ningún sentido des-
cribir comportamientos individuales y nos sirve para aproximar el
funcionamiento y la estructura de nuestras relaciones humanas,
pero me parece que no explica los cambios y las transformaciones
donde los propios hechos y la misma voluntad individual de los
actores acaba generando modificaciones en la misma estructura de
la red.

41
ENTRE PERSONAS

Y es que si nuestras relaciones tanto nos configuran, parecería


que los humanos más que ser acontecemos; ocurrimos en la maraña
de una red trenzada por nuestras relaciones interpersonales y forma-
da por multitud de interacciones que nos limitan para siempre.
En el fondo se nos plantea la cuestión de nuestra propia libertad.
La pregunta, en definitiva, consiste en comprender si estamos deter-
minados por las causalidades de nuestras interacciones y condicio-
nados por nuestras circunstancias. ¿Estamos realmente atrapados en
la red? Tal vez los físicos, introductores de la dinámica de redes, y
los filósofos, expertos en acaparar preguntas con respuestas incier-
tas, puedan darnos alguna nueva aproximación aunque sea por
medio de analogías.

42
¿ATRAPADOS EN LA RED?

TEXTO PARA LA REFLEXIÓN

Diálogos: Sobre la felicidad

Porque si vagamos de acá para allá, sin otro guía que el griterío y la
barándula discordante que nos llama hacia diferentes direcciones, mal-
gastaremos nuestra corta vida, aunque, por otra parte, nos afanemos en
cultivar día y noche nuestra alma. Decidamos, pues, adónde queremos ir
y por dónde. Pero no sin ayuda de persona experimentada, que conozca
bien el camino por donde queremos ir, pues en este viaje no se dan las
mismas condiciones que en los otros. En éstos siempre hay algún sen-
dero, y los lugareños a quienes preguntamos no permiten extraviarnos.
Aquí, en cambio, el camino más trillado y más conocido es el que más
nos engaña.
Nada, pues, hay que cuidar tanto como no seguir al estilo de las ove-
jas, al rebaño de los que van delante de nosotros, con la mira puesta no
allá a donde se ha de ir, sino a donde se va. Nada, en efecto, nos implica
en mayores males que aceptar el rumor de la gente creyendo que lo mejor
es aquello que sigue la mayoría y de lo cual se nos ofrecen numerosos
ejemplos. Así no se vive racionalmente, sino por acomodación. Conse-
cuencia de esto es esa multitud ingente de personas que se agolpan unas
sobre otras: una gran catástrofe humana, en que la gente misma queda
aplastada, nadie cae sin arrasar en su caída a otro, siendo los primeros
motivo de la pérdida de los que les siguen. Esto mismo lo puedes ver
realizado en toda la vida: nadie se descarría solo, sino que es causa y
autor del error ajeno.
Es dañoso, por consiguiente, pegarse a los que van delante. Y, como
quiera que todos prefieren creer a juzgar, jamás se juzga de la vida,
siempre se cree, y el error, transmitido de mano en mano, nos arrastra y
lleva al precipicio. Perecemos por el ejemplo ajeno; nos curaremos si nos
apartamos de la masa.

Lucio Anneo Séneca

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2
EL DESPERTAR DE CENICIENTA

Ser imprevisible, ser un horizonte abierto a toda posibilidad, es la


vida auténtica, la verdadera plenitud de la vida.
(J. Ortega y Gasset)

Manos expertas se encargaron de armar los peinados de dos pisos y


se compraron lunares postizos. Llamaron a Cenicienta para pedirle
su opinión, pues tenía buen gusto. Cenicienta las aconsejó lo mejor
posible, y se ofreció incluso para arreglarles el peinado, lo que acep-
taron. Mientras las peinaba, ellas le decían:
–Cenicienta, ¿te gustaría ir al baile?
–Ay, señoritas, os estáis burlando, eso no es cosa para mí.
–Tienes razón, se reirían bastante si vieran a un Culocenizón
entrar al baile.
Otra que Cenicienta les habría arreglado mal los cabellos, pero ella
era buena y las peinó con toda perfección.
Tan contentas estaban que pasaron cerca de dos días sin comer.
Más de doce cordones rompieron a fuerza de apretarlos para que el
talle se les viera más fino, y se lo pasaban delante del espejo.

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ENTRE PERSONAS

Finalmente, llegó el día feliz; partieron y Cenicienta las siguió con


los ojos y cuando las perdió de vista se puso a llorar. Su madrina,
que la vio anegada en lágrimas, le preguntó qué le pasaba.
–Me gustaría... me gustaría...
Lloraba tanto que no pudo terminar. Su madrina, que era un hada,
le dijo:
–¿Te gustaría ir al baile, no es cierto?
–¡Ay, sí!, –dijo Cenicienta suspirando.
–¡Bueno, te portarás bien!, –dijo su madrina–, yo te haré ir.
(Charles Perrault)

Nuestro lugar en el mundo

Hasta que cada persona no encuentra su calzado con el que se


siente cómoda no acaba de orientar su vida con una cierta felicidad.
Todos buscamos nuestro lugar en el mundo y, en esta búsqueda
somos, durante un cierto tiempo de nuestras vidas, extrañas ceni-
cientas.
Encontrar nuestro lugar en el mundo no es nada fácil porque
estamos muy condicionados por multitud de circunstancias, inmer-
sos en las redes que los demás tejen para nosotros sin darnos cuenta.
Muchas personas se dejan llevar por estas redes entretejidas y se
sienten incapaces de cambiar una situación en la que no se encuen-
tran a gusto. Es lo que le ocurría a Cenicienta, condenada a ejercer de
criada de sus hermanastras y su madrastra sin vislumbrar una salida
que la pudiera hacer feliz.
En muchos episodios de nuestra vida nos vivimos como autén-
ticas cenicientas, sin encontrar nuestro propio zapato que se ajuste
realmente a nuestras características, deseos e intenciones. Entonces
el zapato nos duele y nos impide caminar.

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EL DESPERTAR DE CENICIENTA

Mientras no encontremos nuestro propio lugar nos relacionamos


con los demás de forma insegura, porque no nos sentimos cómodos
con nosotros mismos y tendemos a proyectar hacia los demás nuestra
propia desgracia. Eso no significa que los demás actúen con nosotros
siempre de forma correcta. ¡Claro que la madrastra y las hermanastras
eran también culpables del sufrimiento de Cenicienta! Sin embargo la
pobre Cenicienta aguantó durante mucho tiempo y con una extraor-
dinaria resignación su pobre situación de infelicidad. Era un objeto de
las otras personas que coexistían con ella, se vivía ella misma como
objeto, y seguramente no sabía qué hacer para dejar de serlo.
Como nuestra vida está hecha de relaciones con los demás, siem-
pre nos experienciamos en función de nuestras relaciones. Somos
padres, hijos, enemigos o amigos, pareja, hermanos, vecinos, com-
pañeros de trabajo..., y en cada una de nuestras relaciones ocupamos
nuestro lugar específico. Un lugar que nos viene dado pero que si
no nos satisface quizá podemos hacer algo para cambiar un poco su
disposición. Al menos podemos rebelarnos si nos sentimos tratados
como objetos y no como personas. Y podemos tratar a los demás
como personas, que es lo que son, y no como instrumentos para
nuestras propias necesidades. De ello depende, sin duda, la propia
felicidad y, en parte, también la de los demás.
Sería muy difícil encontrar realmente el origen de La Cenicien-
ta que es, posiblemente con sus distintas versiones, el cuento más
famoso del mundo. Seguramente constituye un mito ancestral que
se ha dado en muchas culturas distintas y distantes. Incluso en un
libro chino escrito aproximadamente en 860 se reproduce una histo-
ria donde Yeh-hsien es una niña maltratada por una madrastra muy
temible que la viste con trapos y la obliga a sacar agua de pozos
muy peligrosos. Esta Cenicienta china posee un pez mágico que es
degollado por la madrastra. Su esqueleto, mágicamente, otorga a la
niña ropas nuevas para acudir a un baile en el que olvida un zapato
que más tarde es encontrado por un mercader que intenta encontrar
a su dueña para casarse con ella.

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ENTRE PERSONAS

En el cuento que nosotros conocemos, en la versión de Charles


Perrault de 1697, Cenicienta vive en una maraña de relaciones con
su madrastra y sus hermanastras que la someten a una vida de servi-
dumbre. Está atrapada en una red, resignada para siempre a una vida
cruel hasta que aparece su hada madrina y la viste con ropas hermo-
sas para poder acudir al baile ofrecido por un príncipe. Esta circuns-
tancia cambió su vida para siempre. A la vuelta, perdió su zapato
de cristal que recogió el príncipe hasta encontrar a la dama cuyo
pie encajaba en la zapatilla. Cenicienta se eleva finalmente desde la
humildad y la degradación hasta alcanzar la gloria y la felicidad.
Cuando era niño y mientras escuchaba el cuento en boca de mi
madre una y otra vez, no dudaba en absoluto de que al final apare-
cería un hada que cambiaría los destinos de Cenicienta. No podía
ser posible, para un niño, que Cenicienta, con lo buena y guapa que
era, pasara toda su vida fregando mientras sus feas hermanastras se
creían superiores y con el derecho injusto a tener una vida lujosa a
costa del sufrimiento de Cenicienta. Mi madre al final me decía que,
en realidad, el hada madrina era el Ángel de la Guarda que cada uno
tenemos y que si lo escuchaba, también sería feliz y las cosas me irían
bien. Sonrío al recordarme, cada noche, intentando escuchar la voz
de mi ángel al que nunca vi.
Muchas de nuestras relaciones interpersonales responden al
modelo de Cenicienta. Nos sentimos inmersos en grupos cerrados
en cuyo seno nos comportamos, no como deseamos, sino como
esperan los demás que lo hagamos. Intentamos responder a estas
expectativas para sobrevivir y para sentirnos aceptados como
miembros de ese grupo que ha impuesto sus normas informales
a cada uno de sus miembros que, si son incumplidas, es objeto de
marginación y exclusión.
Algunas relaciones que mantenemos pueden también responder
a este modelo. Nos sentimos utilizados, incluso maltratados y nos
resulta muy difícil dar por finalizada esta situación por multitud
de circunstancias. Es posible que las necesidades que creemos tener

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EL DESPERTAR DE CENICIENTA

sean tan fuertes que decidimos mantenernos en esta situación de


resignación porque compensa la satisfacción de nuestras propias
necesidades. Cuando esto nos ocurre siempre hay algo en nuestro
interior que nos inquieta y nos impide ser felices, algo se deteriora,
nos angustia, nos pesa y posiblemente nos pueda llevar a la locura
porque la mayor locura es querer las cosas a costa de la relación con
los otros.
Buscar nuestro lugar en el mundo no es sencillo. Tampoco nos
resulta fácil ocuparlo. Pero sólo cuando lo ocupamos y lo defen-
demos con asertividad nos sentimos realmente bien con nosotros
mismos y tenemos mayores posibilidades de sentirnos mejor en las
relaciones con las demás personas.
En mis tiempos de juventud estuve muy interesado en la política.
Llegué a afiliarme a un partido político acorde con mi ideología y
dediqué mucho de mi tiempo libre a colaborar en varias tareas parti-
darias. Sentía una gran motivación para hacer de ese partido un ins-
trumento eficaz para la transformación social. Llegaron a designarme
para una alta responsabilidad organizativa que me llevaba mucho
tiempo y esfuerzo, muchas horas de reuniones estratégicas, visitas a
distintas agrupaciones, campañas electorales, organización de con-
gresos...; por lo que opté por solicitar una excedencia de mi trabajo de
profesor para dedicarme exclusivamente a mi trabajo en el partido.
La militancia de este partido, desde hacía muchos años, vivía una
situación interna muy conflictiva, había algunos sectores enfrentados
entre sí desde hacía años y era muy difícil llegar a acuerdos internos
consistentes. Para mí, en realidad, más que divergencias ideológicas,
los conflictos consistían en luchas incesantes por el poder. Algunas
personas que ejercían como líderes de los distintos grupos busca-
ban sus apoyos para ocupar algún cargo, ir en las listas electorales
o poseer el control de lo que se llamaba el “aparato”. Se vivía una
situación tremenda de encarnizadas disputas fratricidas. En algún
congreso conseguimos, después de muchas semanas de reuniones
hasta altas horas de la madrugada, algún acuerdo entre facciones

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ENTRE PERSONAS

que permitió elegir una directiva que representara a la mayoría de


los delegados. Sin embargo, pocos meses después y ante la previsible
convocatoria de nuevas elecciones, se volvió a resquebrajar la falsa
unidad y, sin respetar ningún acuerdo, algunas personas volvieron a
las andadas de siempre. He visto falsificar actas y resultados en elec-
ciones internas para que saliera elegida una determinada persona
frente a otra y no había manera posible de que se hiciera justicia, a
pesar de haber denunciado esas prácticas reiteradamente.
Mi ilusión de juventud fue convirtiéndose, como en el cuento
de Cenicienta, en resignación e impotencia frente a una madrastra y
unas hermanastras que, sin merecerlo, se aprovechaban de algunas
personas que, con buena voluntad, creían en la utopía y en el partido
como herramienta para el cambio social.
No sé exactamente cómo, pero recuerdo que a finales de un
verano, tenía que acudir a una reunión del grupo parlamentario
en Menorca para preparar la estrategia para el próximo período de
sesiones. Ya tenía los billetes y las reservas de hotel para salir al cabo
de tres días. Estaba en mi casa, sentado en la terraza a la luz de la
luna, pensando en toda la situación y experimentando una fuerte
sensación de malestar, de rebeldía y de desorientación en mi propia
vida. De pronto, como si se tratara del hada madrina de Cenicienta,
lo vi todo con extraordinaria claridad, me vislumbré a mi mismo
feliz en aquello que, en el fondo estaba deseando ansiosamente. Era
arriesgado, ciertamente, pero algo me impulsaba a cambiar radical-
mente. Por la mañana temprano me dirigí a ver al Secretario General
y le comuniqué mi decisión. Inmediatamente me encaminé a realizar
los trámites necesarios para reincorporarme a mi plaza de profesor.
Al cabo de tres días, empecé mi tarea en el Instituto mientras el gru-
po parlamentario iniciaba su reunión en Menorca.
De aquellos años guardo buenos recuerdos y conservo algunas
amistades. Sin embargo a la mayoría de personas con las que tenía
una cierta relación que, aunque política, siempre llevaba inherente
algunos rasgos afectivos; no las he vuelto a ver y, si hemos coin-

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EL DESPERTAR DE CENICIENTA

cidido en algún lugar, hemos hablado cordialmente pero no existe


una mutua interacción intensa.
Es evidente que haber orientado mi vida hacia otros derroteros
ha afectado a mi propio mapa de relaciones personales y ha trans-
formado mi propio mundo interior. Para algunas personas resultó
imposible comprender mi decisión y otras elucubraban intentando
buscar cualquier tipo de explicación. Yo mismo, en algún momento,
me quedé también sorprendido de mi propia decisión, pero ahora
presiento que éste es mi lugar en el que me siento muy a gusto a
pesar de algunas incomprensiones.
El lugar que realmente elegimos ocupar no puede ser ocupado
por otros, es exclusivamente nuestro lugar, es nuestro sitio en la vida
y en cada una de las relaciones personales que tenemos. Por eso no
tenemos dos relaciones iguales, y cada uno de nosotros es también
peculiar para cada una de las personas que se relacionan con noso-
tros si realmente hemos encontrado el lugar que decidimos ocupar.
Ser peculiar es interesante porque nos hace ser más nosotros mismos
y no confundirnos con la masa que forma una red entretejida.
Hay personas que se relacionan con los demás ocupando su
lugar específico, como ellas mismas. Otras, en cambio, se relacionan
comportándose en función de la maraña que forma la red confun-
diendo sus sentimientos con los de los demás. Son en función de su
red porque no se prestan atención a ellos mismos. Percatarse de uno
mismo es requisito para relacionarse bien con los demás.
Una analogía que me resulta interesante de todo este aspecto es
la que viene dada por un principio en la mecánica cuántica. Se trata
del denominado principio de exclusión. El principio de exclusión
fue formulado en 1925 por un físico austríaco llamado Wolfgang
Pauli (1900-1958) y establece que dos fermiones idénticos no pue-
den encontrarse en un mismo estado físico, así que cada uno tiene
que ocupar su lugar específico. Como los electrones son fermiones,
por ejemplo, el principio de exclusión les prohíbe ocupar el mismo
estado cuántico, así que tienen que ir ocupando sucesivas capas

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ENTRE PERSONAS

electrónicas. Este principio es muy interesante ya que explica por


qué las partículas de este tipo no colapsan a un estado de alta den-
sidad bajo la influencia de otras fuerzas. Si no existiera el principio
de exclusión no se formarían protones y neutrones independientes
bien definidos, ni tampoco éstos formarían, con los electrones, áto-
mos independientes bien definidos sino que todas las partículas se
colapsarían formando una masa densa más o menos uniforme. El
principio de exclusión es responsable de la estabilidad de la materia
a gran escala. Las moléculas no se aproximan arbitrariamente entre
sí, porque los electrones de cada una no pueden entrar en el mismo
estado que los electrones de las demás moléculas vecinas.
Así que cuando ocupamos nuestro lugar, siendo realmente
nosotros mismos, actuamos como estas partículas denominadas fer-
miones que obedecen al principio de exclusión, mantenemos nuestra
identidad y nuestra autonomía en nuestras relaciones con los demás
y no confluimos como una masa que no distingue unos de otros.
Pero claro, no todas las partículas son fermiones. Hay otras
denominadas bosones que no responden al principio de exclusión
(las que tienen espín entero) y pueden estar en un mismo estado
cuántico. Estas partículas pueden formar lo que se denomina el con-
densado de Bose-Einstein que es un estado de agregación de la materia
que se da en ciertos materiales a muy altas temperaturas o a muy
bajas y se caracteriza porque una cantidad macroscópica de estas
partículas del material pasan al nivel de mínima energía. En estos
condensados se ve una masa de materia con todos sus átomos en un
solo nivel, es decir; todos los átomos son absolutamente iguales. No
hay ninguna medida que pueda diferenciar uno de otro.
Quizá nos quede, a usted y a mí, la capacidad de elegir entre ser
fermiones y mantener nuestra identidad, ocupando nuestro propio
lugar y relacionándonos con energía; o confundirnos en el conden-
sado de bosones siendo exactamente iguales a los demás en una
red cerrada y con mínima energía. De ello puede depender nuestra
propia felicidad.

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EL DESPERTAR DE CENICIENTA

Modos de comprendernos

Desde hace años los psicólogos continúan enfrascados en buscar


explicaciones razonables para nuestras conductas y nuestras formas
de relacionarnos. Por lo que se ve no es fácil que se pongan de acuer-
do, puesto que cada orientación pone el énfasis en algún aspecto que
considera más significativo para entender porqué nos comportamos
de una manera determinada y porqué actuamos cómo lo hacemos.
Sin embargo de todos ellos podemos aprender un poco más sobre
nosotros mismos.
La psicología ha tenido diversos modos de comprender nuestras
acciones y nuestras relaciones humanas que, si lugar a dudas, nos
abren miradas interesantes para conocernos un poco más.
El psicólogo norteamericano John Watson (1878-1958) introdujo
una corriente psicológica denominada conductismo. Watson enfa-
tizó que la conducta de las personas y sus relaciones se derivaban
de factores externos y de las situaciones en las que estaban insertas
más que en la disposición de su estado interno. Así, el análisis de los
comportamientos y de las relaciones de la gente eran, para él, el úni-
co método para conseguir la comprensión de las acciones humanas.
Watson llegó a sostener que tomando veinte niños cualesquiera y
aplicando técnicas de control de conducta podrían crearse cualquier
tipo de personas.
Un poco más tarde, Skinner (1904-1990), siguiendo las orienta-
ciones de Watson, señaló que la conducta consistía en una función
de las historias ambientales de refuerzo y demostró la eficacia del
condicionamiento operante como técnica de modificación de las
conductas. Desde entonces el reforzamiento positivo o negativo, a
veces confundido con el castigo, se ha utilizado frecuentemente en
procesos educativos para generar cambios conductuales.
Muchos padres se relacionan con sus hijos con los instrumentos
de este paradigma. Creo que todos los que somos padres, en algún
momento, hemos utilizado destrezas conductistas para educar a

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ENTRE PERSONAS

nuestros hijos. A veces los castigamos cuando creemos que no se


han comportado adecuadamente. Otras veces les hemos otorgado
un estímulo positivo, como un refuerzo, como premio a una acción
que nos parece acertada.
Pero en nuestras relaciones cotidianas también adoptamos, a
veces sin querer, actitudes conductistas. Supongamos, por ejemplo,
que a su pareja se le olvida que es su cumpleaños y no le ofrece nin-
gún regalo. Usted se siente muy contrariado porque esperaba que su
pareja se acordara de su aniversario y le ofreciera alguna sorpresa.
Al comprobar que no ha sido así, se enfada y pone mala cara ante
su pareja. Su pareja no comprende todavía porqué está usted con
esa cara de enfado y malestar. Usted en el fondo pretende que se dé
cuenta pero no dice nada, sigue estando de malhumor y su cuerpo
lo transmite todo. En el fondo usted está castigando a su pareja, está
intentando expresarle que ha hecho algo muy malo olvidándose
de su cumpleaños y se lo hace pagar de esta forma, poniendo mala
cara y expresándose solamente con monosílabos cuando su pareja
le dice algo. Cuando usted actúa de este modo, cree en el fondo,
que la próxima vez su pareja no se olvidará y que, por supuesto, su
pareja se merece esta actitud de castigo porque en esta ocasión se ha
olvidado de felicitarle.
El problema de estas actitudes es que si no comunicamos cómo
nos sentimos, el otro puede seguir ignorando a qué se debe su
comportamiento y, en muchos casos, continuar sin saber que es su
cumpleaños. Por eso nos resulta tan extraño que, de pronto, una
persona deje de saludarnos por la calle. Seguramente esta persona
considerará tener algún motivo, pero nosotros lo ignoramos y nos
parece rara e indecente esta conducta hacia nosotros que se ha pues-
to de manifiesto sin ninguna razón aparente. Esa persona que deja
de saludarnos, por el contrario, cree saber que nosotros debemos
comprender porqué lo hace, que debemos percatarnos del compor-
tamiento que hemos tenido que ha generado en ella esta actitud de
castigarnos desposeyéndonos de su entrañable saludo.

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EL DESPERTAR DE CENICIENTA

En general el conductismo entiende que nuestras acciones se


generan como interacciones entre el individuo y su contexto y que la
conducta es función de las interrelaciones establecidas entre factores
estimulares, organísmicos, de respuesta operante y entre las conse-
cuencias que fortalecen estas respuestas.
Skinner, en su famoso libro Walden Dos mantiene que el cono-
cimiento que tenemos en el campo de las ciencias de la conducta
permite especificar el tipo de resultados que deseamos obtener
para educar los comportamientos y las personalidades. Se trata,
en fin, del ejercicio del control o del poder que, para Skinner, debe
ejercerse para que las personas sean más felices y tengan mejores
relaciones.
En el fondo de este paradigma subyace la idea de que todas las
causas de nuestras acciones y de nuestra manera de relacionarnos
con los demás existen fuera del individuo, la supuesta libertad de
las personas es una ilusión precientífica y la filosofía democrática de
la naturaleza es obsoleta al representar un obstáculo para la ciencia.
Con la mirada conductista nos percibimos de nuevo atrapados en
la red de nuestras relaciones en la que no hay lugar para la espon-
taneidad, la responsabilidad, la libertad y la elección; y seguimos
resignados como Cenicienta en esa maraña de malas madrastras y
hermanastras sin posibilidad alguna de que, alguna noche, aparez-
ca un hada madrina que nos permita cambiar el rumbo de nuestro
devenir.
Con esta mirada, la decisión radical de continuar mi vida por
otros derroteros y con otras relaciones más alejadas de la política
podría ser explicada a partir de los refuerzos que supuestamente
obtuve para introducir este cambio. La verdad es que no soy cons-
ciente de haber sido sometido a ningún estímulo externo ni que
alguien me propusiera alguna compensación que determinara mi
transformación. Me percibo en una encrucijada de renuncias y opor-
tunidades que me permitió adoptar libre y responsablemente una
decisión de la que nunca me he arrepentido.

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ENTRE PERSONAS

Lev Vigotsky (1896-1934) adaptó la mirada conductista hacia otra


perspectiva llamada constructivista. Para Vigotsky nuestro desarro-
llo sólo puede ser explicado en términos de interacción social y con-
siste en la interiorización de instrumentos culturales que los demás
nos transmiten a través de la interacción. Este origen social y cultural
de nuestras acciones se fundamenta en el fenómeno psicológico de
la internalización a través del cual nos apropiamos gradualmente de
una gran diversidad de valores y operaciones sociales y psíquicas
conformadas a partir de nuestras relaciones. Este proceso de inte-
riorización reorganiza continuamente nuestra actividad psicológica
y lo que inicialmente representa una actividad externa comienza a
suceder interiormente.
La mayoría de los programas pedagógicos que se aplican en los
colegios españoles tienen una base constructivista. Funcionan bien
la mayoría de las veces, pero en algunas circunstancias se aplican de
manera exagerada. El día de la paz y la no-violencia, por ejemplo, los
alumnos de los colegios elaboran grandes murales sobre el valor de
la paz y la convivencia. Los maestros lo hacen convencidos de que
los niños interiorizarán estos valores y, por consiguiente, manten-
drán actitudes más pacíficas. Sin embargo, al poco rato se sorpren-
den de que algunos alumnos se estén peleando en un rincón del cole.
¿Cómo es posible, se preguntan entonces los maestros, que después
de haber trabajado tanto sobre el valor de la convivencia y la no-
violencia, al poco rato algunos alumnos continúen peleándose?
Convencidos del extraordinario poder convincente y sugestivo
de la palabra, los padres, con frecuencia sermoneamos a nuestros
hijos para que interioricen una actitud o mantengan un comporta-
miento específico. Ciertamente comprobamos que nuestros hijos,
a la larga, internalizan algunas de nuestras prédicas, pero también
tenemos la experiencia de que, en multitud de envites, nuestros dis-
cursos entran por un oído y salen por el otro.
Las campañas de sensibilización suelen estar fundamentadas
en los principios constructivistas. Algunas son muy interesantes

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EL DESPERTAR DE CENICIENTA

y tienen buenos resultados. Otras son más ineficaces. Recuerdo la


campaña de la Dirección General de Tráfico, hace algunos años, en
la que se mostraban imágenes macabras de accidentes con el intento
de reducirlos. Sin duda los expertos de aquella administración esta-
ban convencidos de que con estas imágenes la gente internalizaría
la necesidad de reducir la velocidad de sus vehículos y se evitarían
un número significativo de accidentes de tráfico. Al final parece que
no fue así, los resultados no fueron los esperados, por lo que los
responsables decidieron introducir el carné por puntos y volver a
mecanismos conductistas que, a modo de castigo-sanción, pudieran
reducir la mortalidad en las carreteras.
La campaña del Ministerio de Sanidad para reducir el tabaquis-
mo tuvo una base similar. Se introdujeron en las cajetillas de tabaco
mensajes desesperantes sobre la brutalidad del tabaco y la mortali-
dad que producía con la intención de que los fumadores dejáramos
el tabaco porque nos haríamos conscientes de su nocividad. Los
resultados de la campaña dejaron mucho que desear y los respon-
sables políticos optaron por un nuevo instrumento legal que, según
nos dicen, está dando mejores resultados.
También adoptamos muchas actitudes constructivistas en nues-
tras relaciones cotidianas. Quizá usted no ponga excesiva mala cara
a su pareja cuando se ha olvidado de su cumpleaños y su merecido
regalo, sino que lo que hace es decir a su pareja que desea hablar con
ella y le exprese lo lamentable que le parece ese olvido y que espera
que no vuelva a ocurrir. Su pareja le pide disculpas manifestando
que no era su intención y que siente mucho no haberse acordado,
a lo que usted le responde que espera que se lo anote en su agenda
para la próxima ocasión. A pesar de todo, sin embargo, usted se sien-
te dolido por ese olvido y su pareja ha internalizado un sentimiento
de culpabilidad. Ambas sensaciones tendrán alguna repercusión en
la relación que mantienen.
Lo que subyace en la idea de Vigotsky es que un proceso inter-
personal queda transformado en otro de carácter intrapersonal por

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ENTRE PERSONAS

medio de una larga serie de sucesos evolutivos. Así que, para los
constructivistas, mi decisión de dejar mi trabajo político quizá tuvie-
ra que ver con que alguien hubiera logrado transmitirme, por algún
medio, algunos valores distintos a los que tendría anteriormente
que, mediante un proceso de internalización, habrían hecho posible
un cambio en mis actitudes y mis relaciones interpersonales más
alejadas de los contextos partidistas. En este caso y aun percibiendo
por mi parte que esta decisión fuera absolutamente consciente y
libre, provendría de alguna sugestión provocada en el ámbito de
mis interacciones.
Sin duda esta visión entra en conflicto con una serie de elemen-
tos conceptuales por cuanto ignora la infinita complejidad del mun-
do. Ni todas nuestras decisiones son fruto de una serena reflexión a
través de la cual interiorizamos algunos nuevos valores y actitudes
que faciliten una acción específica, ni todas nuestras relaciones inter-
personales tienen que ver con un proceso de sugestión y aceptación
internalizada de las cualidades y defectos de la persona con la que
nos relacionamos. Este paradigma, en algún sentido, nos mantiene
enmarañados en la red, aunque esta vez, tanto a mí como a Cenicien-
ta, un hada madrina nos permitió salirnos de la resignación y nos
ayudó a alejarnos de la malvada madrastra y las feas hermanastras
habiendo, por fin, calzado nuestro zapato y encontrado nuestro
lugar en el mundo.
Sigmund Freud (1856-1939) nos introdujo en la mirada de la
sinrazón. Para él hay que buscar el fundamento de nuestra conducta
en los instintos inconscientes, en los impulsos, porque lo inconscien-
te ejerce una presión constante sobre nuestra conciencia y nuestra
conducta y, por ende, en nuestras relaciones. El descubrimiento del
ello, del inconsciente, en cuanto condicionante de nuestra conducta,
constituyó un golpe a la filosofía racionalista del momento. En este
espacio de pasiones, pulsiones e impulsos tiene lugar, para Freud,
nuestra experiencia y es una fuente enigmática del sentir, del pensar
y del actuar de las personas que emana permanentemente.

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EL DESPERTAR DE CENICIENTA

Si usted tuviera una mirada freudiana de la vida sospecharía que


su pareja tiene algún amante del que se siente enamorada y por ello
ha olvidado su regalo de cumpleaños. Ella, a su vez, interpretaría
que usted no es en absoluto comprensivo y que solamente es capaz
de disculpar los olvidos de los demás y no los suyos, porque en el
fondo usted ha dejado de amarla y ya no siente deseos profundos e
intensos en la relación que mantienen. Este juego de interpretaciones
mutuas, frecuentemente no manifestadas, condicionará sus interac-
ciones hacia un alto grado de probabilidad de deterioro.
Una amiga mía a la que aprecio mucho, pero que en ocasiones
me saca de quicio, parece tener esa mirada freudiana. Si tengo un
poco de fiebre que me produce una pequeña erupción en los labios,
me comenta que paso algún momento de tensión o de estrés que
provoca esta irritación. Si resulta que acabo de tener un lumbago por
un mal movimiento asevera que el peso de mi trabajo ha sido muy
grande últimamente y que me debería tomar unas vacaciones. En
fin, se preocupa mucho por mí, pero interpreta cualquier estado físi-
co en que me encuentro. Seguramente tiene una parte de razón con
sus interpretaciones, pero quiero pensar que también es posible que
pueda caerme fortuitamente sin que eso signifique que alguna cir-
cunstancia psicológica interna sea la causante de este mal agüero.
En Freud, resulta difícil encontrar un fragmento esperanzador
en el devenir de la humanidad y en la búsqueda del sentido de la
existencia. La interpretación de Freud es como un jarro de agua fría
en la incesante tendencia de la filosofía hacia la explicación, por
medio de la razón, del existir, de la vida, de la interacción social y
del pasar efímero del hombre en el mundo.
Para Freud mi decisión de dejar una dedicación política pro-
vendría de una motivación intrínseca provocada por un deseo o un
impulso enigmático que habría configurado mi ser y mi estar en el
mundo. Así que mi ilusa conciencia de libertad y elección es sólo
eso, una vana ilusión que emerge de las fuerzas impositoras que han
regulado en mi persona los procesos represivos y han generado una

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ENTRE PERSONAS

nueva estructura. Y aunque me sienta como me sienta, en aras a bus-


car un horizonte de utopía que me aportara una mínima esperanza
para ser feliz, para Freud, no habría llegado más que a una ilusoria
sensación de inaudita felicidad que, al fin y al cabo, contiene un ele-
vado grado de neurosis, porque para él la felicidad resulta una tarea
imposible e inalcanzable.
Pero no es que la felicidad aparezca solamente inasumible para la
persona concreta sino que no existe alternativa como personas morales
con capacidad de elegir. Porque, para Freud, la conciencia moral no es
producto del ser del hombre personal que elige libremente, sino que
proviene del súper yo como estructura represiva que constantemente
lucha con el mundo del inconsciente reforzando, más si cabe, nuevos
impulsos y deseos que, al ser nuevamente reprimidos, se expresan a
través de la simbología onírica y vigorizan nuevos comportamientos
y actitudes que se han suscitado de nuevo en la sinrazón.
En este caso, el despertar de Cenicienta ayudada por su hada
madrina sigue siendo un cuento, un sueño que se desvanece. Y es
que para Freud, el lenguaje de la sinrazón es el lenguaje onírico
que representa simbólicamente una imagen de alguna experiencia
infantil reprimida producto del impulso de un deseo que se expresa
en ese sueño. No sólo seguimos atrapados en la red, sino que nos
consolamos en el delirio colectivo y nos adentramos en un abismo en
espiral que no nos deja entrever ni un minúsculo atisbo de luz que
pudiera, al menos, reflejar alguna respuesta al sentido de nuestra
vida y al significado de nuestras relaciones interpersonales.
Pero, en cualquier caso, parece innegable que la persona humana
genera, de manera activa, suficientes modelos potenciales de con-
ducta y relación y que el papel del entorno, a pesar de ser importan-
te, puede también ser reducido a reforzar algunos de estos modelos
mientras elimina otros. Con la comprensión de nuestras propias
miradas podemos advertir cómo nos relacionamos con los demás
y somos más capaces de entendernos a nosotros mismos y aceptar
nuestra propia complejidad.

60
EL DESPERTAR DE CENICIENTA

¿Causas, motivos o razones? La pregunta incierta de los filósofos

Los humanos somos seres peculiares en el devenir del desplie-


gue de la naturaleza. Aunque estemos muy condicionados como
lo están también otros seres, vivos o no, tenemos la característica
de poder elegir y de poder inventar, al menos en parte, la vida que
queremos tener y las relaciones que deseamos mantener. También
podemos equivocarnos, claro; pero podemos optar. Por eso deci-
mos que somos libres, que tenemos posibilidades de elegir. Pero la
libertad no es sólo poder decidir, sino percatarnos de que estamos
decidiendo.
Cuando elegimos a veces lo hacemos por preferencias, por nor-
mas y obligaciones, por costumbres o para obtener algún beneficio.
En cualquier caso elegimos; aunque para algunas personas siempre
elegimos condicionados por alguna causa manifiesta u oculta que
nos impide realmente ejercer nuestra intrínseca libertad. Yo no creo
que sea así siempre. Me parece que tenemos oportunidades para ele-
gir auténticamente y para inventar de alguna manera nuestra propia
vida y no vivir exclusivamente la vida que otros han inventado para
nosotros.
Algunos expertos podrían explicar mi decisión de buscar un
camino diferente a la gestión política, en un momento determinado
de mi vida, en función de los factores antecedentes que originaron
mi acción y buscarían algunas causas que me llevaron a adoptar una
acción determinada (un “por qué”). Otros intentarían explicar mi
conducta en función de mis deseos y preferencias que, de alguna
manera, habrían provocado algún cambio en la manera de vivir-
me en el mundo (un “qué”). Otros, por último, alegarían alguna
finalidad como fuerza atractiva en un horizonte que acarreara la
determinación de buscar otro camino en mis ocupaciones vitales
y profesionales (un “para qué”).Y es que muchos filósofos sociales
distinguen matizadamente entre causas, motivos y razones para
explicar nuestras acciones y nuestras decisiones.

61
ENTRE PERSONAS

Nuestras relaciones humanas no dejan de ser un cúmulo de inte-


racciones entre personas. Para que se produzca interacción tiene que
haber acciones producidas por agentes que actúan. Y comprender la
acción de los agentes resulta muy necesario para tratar de explicar
nuestras relaciones interpersonales y llegar a entender un poco más
cómo somos en un mundo interaccional.
Los filósofos sociales llevan más de un siglo y medio intentando
discernir una teoría de la acción humana. En estos debates 1 ha ido
produciéndose un vaivén entre el humanismo y el cientificismo y
entre el holismo y el individualismo para intentar una aproximación
a la búsqueda de un modelo de explicación de la acción humana.
Nuestras acciones no forman una clase homogénea y nuestro tipo
de conducta, como seres racionales a diferencia de otros seres que
operan en “lo natural”, hace que exista una mayor discrepancia en
las explicaciones. ¿Cómo conseguimos a veces hacer lo que queremos
hacer? ¿Cómo conseguimos que los demás entiendan lo que quere-
mos hacer? ¿Cómo conseguimos entender lo que están haciendo los
demás? Nuestras acciones, además de ser racionales, tienen la virtud
de ser en muchos casos colectivas, cooperativas o producen efectos
imprevistos. Son acciones que pertenecen al terreno de la praxis y que
se realizan a través de la interacción social, a veces siguiendo reglas,
normas o proyectos y, en no pocas ocasiones tienen éxito, pero también
a veces producen mayores males de los que pretendían resolver.
Los humanos creemos entender muchas cosas sobre la naturale-
za. Somos capaces de explicar el comportamiento de los animales, las
características fundamentales del reino vegetal, las fuerzas que ope-
ran en la materia, el movimiento de los planetas y la expansión de las

1. El trabajo recopilatorio de CRUZ, M. (ed.), (1997), Acción humana, Barcelona:


Ariel, es una buena muestra de este intento de reflexión. Así como también lo es el
interesante trabajo de MOSTERÍN, J. (1987), Racionalidad y acción humana, Madrid:
Alianza. Una investigación extraordinariamente consistente y muy apasionante
lo constituyen los trabajos del Doctor Muguerza recopilados en MUGUERZA, J.
(1996), Desde la perplejidad, México: Fondo de Cultura Económica.

62
EL DESPERTAR DE CENICIENTA

galaxias. Pero los propios humanos quizá seamos los mayores des-
conocidos para nosotros mismos. Y es que somos muy complicados.
Tenemos rutinas y también tenemos reacciones inesperadas de noso-
tros mismos. Nos queremos y luego nos odiamos. Sentimos atracción
y más tarde indiferencia. Ponemos en marcha nuestro pensamiento
más sofisticado y luego adoptamos una decisión trascendente porque
intuimos un no sé qué que nos lanza a realizar un cambio repentino.
Y con toda esta complejidad seguimos buscando el sentido de nues-
tra existencia porque necesitamos comprendernos.
Desde el siglo XVI el pensamiento científico occidental ha que-
rido discurrir por los caminos de la abstracción matemática, la bús-
queda de causas eficientes y el dominio tecnológico de naturaleza.
Sin duda la física ha cumplido a la perfección estos objetivos y ha
acabado por constituirse en un paradigma para otros saberes que lo
deben seguir para poder ser tratados de científicos. La filosofía posi-
tivista, el empirismo lógico del Círculo de Viena y otras corrientes
filosóficas contribuyeron a delimitar los saberes sociales que, si que-
rían ser considerados científicos, debían abogar por explicaciones
causales. Así, la sociología, la psicología, la psicología social y otras
disciplinas; si querían ser consideradas científicas, no tenían otra
vía que seguir el ejemplo de la física o de su trasvase a la biología:
metrizar y medir, aducir a causas eficientes en las explicaciones y
suministrar tecnología social. La “mente” cedió su lugar a la conduc-
ta como objeto de análisis.
Por ello, cuando acudimos al psicólogo, a veces nos proponen
testes de personalidad o de inteligencia, o nos catalogan con algún
trastorno a partir de los síntomas que manifestamos. O incluso nos
dejamos llevar por mecanismos menos científicos e intentamos jus-
tificar nuestras acciones y nuestras relaciones en base al signo del
zodíaco a qué pertenecemos o al número del eneagrama que explica
nuestra manera de ser y de estar en el mundo. Es muy curioso todo
lo que hacemos las personas para comprendernos un poco más a
nosotros mismos.

63
ENTRE PERSONAS

Con visiones reduccionistas la ciencia también ha intentado


explicar nuestra conducta y nuestras relaciones en base a la selec-
ción natural como mecanismo funcional considerando que nuestras
decisiones y nuestra manera de relacionarnos eran producto de la
adaptación a las circunstancias sociales en que un individuo estaba
inmerso.
Mucho me temo, no obstante, que las personas no somos, en
modo alguno, unas máquinas programadas completamente por
nuestros genes como las abejas o los gusanos. Sin duda, para
muchos individuos es ventajoso ser máquinas de esta clase. Este
tipo de personas no pierden el tiempo en aprender nada nuevo, sin
embargo cualquier cambio ambiental que precise alguna flexibiliza-
ción da al traste con un sujeto programado de esta manera.
Pero tampoco es cierto lo contrario. No somos súper-cerebros,
individuos dotados de una mente de extraordinaria flexibilidad
mediante la cual controlamos todos los comportamientos posibles.
Muchas veces nos equivocamos y nuestra eficacia social queda
en entredicho aunque, en la mayoría de ocasiones y sin pensar en
exceso, resolvemos en la práctica la mayor parte de los problemas
vitales de urgente solución.
Nuestras acciones y nuestras relaciones humanas no se reducen
sólo a algo observable sino que, en muchísimos casos vienen susten-
tadas por su intencionalidad. La intención como antecedente da el
sentido a la acción, ofrece una amplia información sobre el estado
de ánimo de la persona y está configurada por deseos, preferencias,
creencias y proyectos. Nuestras relaciones se basan también en
acciones intencionales. La intención es anterior a la acción y supone
la existencia de alguna actividad o información consciente. Es más,
la intención da sentido a nuestras acciones y también en parte las
orienta, aun cuando estén influidas por otros elementos como los
deseos, los impulsos, las normas o las obligaciones y compromisos.
Usted y yo, a diferencia de las termitas y las cucarachas, somos
seres intencionales. Si bien es cierto que a veces nos dejamos llevar

64
EL DESPERTAR DE CENICIENTA

por sensaciones intransigentes que parece que nos impiden algún


cambio en la estructura de nuestras relaciones interpersonales, en
el fondo sabemos que podemos hacer algo, si queremos, para trans-
formar esta estructura y modificar la direccionalidad establecida de
una relación. Algo importante depende de nosotros y a veces nos
mantenemos ciegos para no ver el poder que tenemos.
Cierto que las intenciones se van formando por una confluencia
compleja de factores emocionales y racionales. Nuestros proyectos,
nuestras preferencias, nuestros deseos, nuestro estado de ánimo, las
circunstancias que nos condicionan, los compromisos que tenemos,
las normas que nos pesan, los valores que tenemos. Todos estos
elementos conforman los motivos de la gente. Los motivos ayudan
a formar determinadas intenciones. Explicitar los motivos de una
acción implica verla desde una determinada perspectiva. Puede
haber una coincidencia entre las causas y los motivos que nos llevan
a actuar de una manera específica, pero también podemos tener
muchos motivos para actuar de una determinada forma y, sin embar-
go, abstenernos.
Comprender nuestras acciones es comprender la intención a la
que están ligadas. Consiste en ser capaces de aportar los motivos,
los sentimientos, las intenciones con los que realizamos esta acción.
Y para comprender nuestras intenciones hace falta querer descubrir-
nos, para lo que es imprescindible querer escucharnos a nosotros
mismos y saber apreciar el silencio que nos aporta un momento de
soledad. Un silencio que nos habla porque, sin duda, está repleto de
contenido.
Pero, por supuesto, también es interesante tener en cuenta el
carácter circunstancial y contingente de nuestras acciones, la existen-
cia de procesos previos y la misma naturaleza de nuestras relaciones
sociales y de nuestras interacciones. Puede haber ocurrido que una
acción no haya sido intencional, sino producto de un acto reflejo, o
puede que hayamos actuado en desconocimiento de circunstancias

65
ENTRE PERSONAS

en las que nuestra conducta se haya producido y puede que erremos


en demasiadas ocasiones. Incluso en el marco de nuestras acciones
intencionales pueden operar muchos mecanismos que ocultan el
verdadero sentido de nuestras acciones y, sin duda, la propia racio-
nalización de nuestras acciones no depende exclusivamente de lo
que pasa en nuestra cabeza sino también de convenciones o regu-
laridades presentes en nuestro contexto social e implica una cierta
valoración, un componente moral.
Somos seres racionales pero nuestra racionalidad a la hora de
actuar y relacionarnos se ve condicionada por causas que nos indu-
cen a tener comportamientos no elegidos. Nuestra racionalidad está
también afectada por motivos conformados por nuestros deseos,
preferencias, creencias, normas y compromisos. Y, sin duda, muchas
veces actuamos y nos relacionamos por razones y fines que nos otor-
gan algún beneficio.
Comprender nuestras acciones y nuestras relaciones no es un
camino fácil. Así que quizá haya que concluir, parafraseando al filó-
sofo español J. Francisco Álvarez, que somos seres de racionalidad
imperfecta:

Las limitaciones de los modelos de individuo con los que se trabaja


en ciencias sociales requieren ampliar nuestra noción de raciona-
lidad instrumental. Se propone una racionalidad imperfecta que,
dependiendo de diversas fuentes de información, incorpore las
ideas de racionalidad procesual y de racionalidad expresiva. Un
tratamiento dinámico de la génesis de la información y de los filtros
informativos descubre paralelismos entre problemas epistemológi-
cos, como el de la inducción y la explicación y la formación metodo-
lógica de aquellos modelos más complejos de individuo. 2

2. ÁLVAREZ, F. (1995), “Individuos, información y racionalidad imperfecta”


en Revista Sociológica, año 10, núm. 28.

66
EL DESPERTAR DE CENICIENTA

La propuesta de Álvarez no deja de ser extraordinariamente


sugerente puesto que propugna una racionalidad imperfecta que
trata de aunar elementos instrumentales, procedimentales y expresi-
vos y explica nuestras acciones desde la complejidad.
Explicarlas en función de la racionalidad procedimental nos per-
mite ver nuestras acciones a distancia de los objetivos que pretenden
porque serían comprendidas en base a las normas que las generan.
Hacerlo instrumentalmente nos haría comprender nuestras con-
ductas de acuerdo a los medios que disponemos para la obtención
de un fin que la persona percibe como útil o beneficioso.
Y explicarlas mediante la racionalidad expresiva significa que las
personas somos capaces de deliberar de forma reflexiva, por lo que
nuestras decisiones no afectan exclusivamente a los medios para la
obtención de un fin sino a la misma determinación de los fines. Para
ello adoptamos también, en virtud de la interacción, compromisos
sociales en la misma construcción de la dinámica social. La comuni-
cación y el intercambio de información son elementos clave en este
modelo.
Sentir que somos seres imperfectos y complejos que nos relacio-
namos con otros desde muchos ángulos y perspectivas puede ayu-
darnos a disfrutar con agradecimiento de nuestras relaciones inter-
personales y a generar cambios positivos en nuestras interacciones.
Pero es preciso que aprendamos a escuchar profundamente nuestro
interior, a vaciarnos de las capas de deseos, preferencias, normas y
compromisos para poder llegar al fondo de la intencionalidad que
disponemos. Después podemos elegir y ser responsables de nuestras
decisiones asumiendo las consecuencias que intuimos.
La racionalidad imperfecta abre un nuevo campo consistente en la
preocupación de dar sentido al mundo para que podamos actuar en él
y sobre él. Abre la posibilidad de que las personas no estamos deter-
minadas exclusivamente por nuestras preferencias, ni por nuestro
interés en la elección de medios eficaces para un fin, sino que estamos

67
ENTRE PERSONAS

implicadas en la misma elección de los fines, lo que significa dotar a


las personas de la capacidad de ser autónomas y, por tanto, libres.
Así podemos suponer que Cenicienta decidió libremente poner
fin a su resignación y para ello buscó todos los medios a su alcance
para hacer posible salirse de la red que la enmarañaba. Puede que
el universo conspirara a su favor ante su deseo consciente de trans-
formación y cambio –como diría Paulo Cohelo–, o puede que, una
vez adoptada la decisión, todo se percibiera más fácil y ajustado ante
una determinación radical que hiciera más eficaz el camino de la
autonomía y la felicidad.
Siempre somos cenicientas. Por eso el cuento es quizá el más
famoso del mundo. En muchas ocasiones somos cenicientas en
situaciones de resignación, atrapados por una red de relaciones de
la que no vislumbramos una salida posible, o de la que no quere-
mos o no nos atrevemos a salir. En otras ocasiones, sin embargo,
somos también cenicientas cuando dejamos de serlo. Cuando,
como Cenicienta, decidimos poner fin a una maraña que nos inva-
de y optamos por salir de la red. Elegimos un horizonte para nues-
tra propia existencia y buscamos los medios para caminar hacia
este horizonte. En el camino podemos ir percatándonos de que
todo va adquiriendo sentido y nos experienciamos transformados
y seguramente más felices.
La psicología le debe al conductismo una gran dosis de presti-
gio por haberla dotado de carácter científico. Desde entonces supo
que su objeto era observable y utilizó métodos experimentales y
empíricos. Pero quedó anclada durante un tiempo en el laboratorio
observando comportamientos de ratas y palomas.
Más tarde el interés de los psicólogos se dirigió a elementos más
internos, al pensamiento y a las emociones, y entendieron que la
conducta humana no era solamente fruto del estímulo o el refuerzo
sino que las ideas y las emociones jugaban un papel muy significa-
tivo, también las pulsiones, los deseos y los impulsos. Los filósofos

68
EL DESPERTAR DE CENICIENTA

añadieron que nuestras acciones también tienden a fines que pue-


den elegirse libremente.
Sin embargo, a excepción de la psicología social, la dimensión
interactiva y relacional de la acción humana no ha sido objeto de con-
sideración por parte de la psicología y tampoco su dimensión ética.
Nuestras acciones, no obstante, se caracterizan por su inten-
cionalidad. Las personas nos relacionamos por medio de nuestras
acciones que transmiten un sentido y a veces un reclamo. Nuestras
conductas se desarrollan en un marco de relaciones interpersonales
y están caracterizadas por muchos elementos que les otorgan mul-
tifuncionalidad y que se expresan simultáneamente. Una mirada,
un gesto, una palabra inciden en nuestro contexto relacional y por
tanto nunca son indiferentes ni neutrales, siempre llevan inherente
una dimensión moral.
Las personas, a diferencia de otros organismos, nos hallamos
en condiciones de poder decidir la mayoría de los asuntos que nos
conciernen y, si bien es cierto que en estas decisiones tomamos en
cuenta circunstancias, situaciones, deseos, preferencias y creencias
nos percibimos con una cierta autonomía y capacidad de elección.
Cenicienta decidió salirse de la red que la atrapaba y casarse con
su príncipe para amar y ser amada, no escuchó los lamentos de sus
hermanastras o los gritos de su madrastra que deseaban impedir a
toda costa su felicidad. Yo decidí libremente cambiar de ocupación
en un momento de mi vida y renunciar a algunas relaciones perso-
nales, aun a riesgo de ser incomprendido. Y es que nuestras accio-
nes, además de ser intencionales, son libres. No podemos no elegir,
aunque decidamos no hacerlo elegimos no elegir. Las conductas que
tenemos derivan de estas elecciones y nuestras decisiones recaen
bajo nuestra responsabilidad. Quizá no podemos dibujar nuestras
encrucijadas que nos vienen dadas por lo que nos ocurre. Pero pode-
mos elegir los caminos por donde transitar aunque estén plagados
de incertidumbre.

69
ENTRE PERSONAS

TEXTO PARA LA REFLEXIÓN

El existencialismo es un humanismo

El hombre es el único que no sólo es tal como él se concibe, sino tal


como él se quiere, y como se concibe después de la existencia, como se
quiere después de este impulso hacia la existencia; el hombre no es otra
cosa que lo que él se hace. Éste es el primer principio del existencialismo.
Es también lo que se llama la subjetividad, que se nos echa en cara bajo
ese nombre. Pero ¿qué queremos decir con esto sino que el hombre tiene
una dignidad mayor que la piedra o la mesa? Pues queremos decir que
el hombre empieza por existir, es decir, que empieza por ser algo que se
lanza hacia un provenir, y que es consciente de proyectarse hacia el por-
venir. El hombre es ante todo un proyecto que se vive subjetivamente,
en lugar de ser un musgo, una podredumbre o una coliflor; nada existe
previamente a este proyecto; nada hay en el cielo inteligible, y el hombre
será, ante todo, lo que habrá proyectado ser. No lo que querrá ser. Pues
lo que entendemos ordinariamente por querer es una decisión conscien-
te, que para la mayoría de nosotros es posterior a lo que el hombre ha
hecho de sí mismo. Yo puedo querer adherirme a un partido, escribir un
libro, casarme; todo esto no es más que la manifestación de una elección
más original, más espontánea que lo que se llama voluntad. Pero si ver-
daderamente la existencia precede a la esencia, el hombre es responsable
de lo que es. Así, el primer paso del existencialismo es poner a todo hom-
bre en posesión de lo que es, y asentar sobre él la responsabilidad total
de su existencia. Y cuando decimos que el hombre es responsable de sí
mismo, no queremos decir que el hombre es responsable de su estricta
individualidad, sino que es responsable de todos los hombres.

Jean Paul Sartre

70
3
EL FIN DE LAS CERTEZAS

Sorprenderse, extrañarse, es comenzar a entender.


(J. Ortega y Gasset)

El azar es el seudónimo de Dios cuando no quiere firmar.


(A. France)

No hay líneas generales a las que nos podamos agarrar. Tenemos


que decidir por nosotros mismos, y no podemos decir por adelanta-
do si lo estamos haciendo correcta o incorrectamente.
(W.K. Heisenberg)

La amenaza determinista

En un colegio de educación primaria solicitaron mi ayuda para


mediar en un fuerte conflicto interpersonal entre el director del
centro y un profesor. Este maestro era bastante carismático y ejercía
una cierta influencia sobre los demás profesores del centro y la rela-
ción que mantenía con el director era realmente muy discordante.
El Inspector de Educación tuvo que intervenir en varias ocasiones

71
ENTRE PERSONAS

y llegó a la conclusión que sería conveniente alguna intervención


de mediación. Como ambos profesores me conocían acordaron con
el Inspector que se reunirían conmigo para intentar alguna posibi-
lidad de acuerdo. Cuando el Inspector me llamó me puso en ante-
cedentes y acordamos que mantendría con ellos las reuniones que
fueran necesarias hasta intentar un nuevo clima en su relación que,
sin duda, repercutía en el conjunto del centro educativo. La verdad
es que no fueron necesarios muchos encuentros pues solamente
mantuve con ellos tres sesiones de dos horas cada una durante tres
martes consecutivos. El primer encuentro fue muy interesante. Se
sentaron en una gran mesa, muy distantes entre sí, y esperaron
cabizbajos a que yo dijera alguna cosa. No se miraban, de vez en
cuando uno de los dos dirigía sus ojos hacia mí y bajaba de nuevo su
cabeza. Al cabo de unos veinte minutos de esta tensa situación dije:
“¿Cuándo empezamos?”. El director inició un cúmulo de reproches
acusativos hacia el maestro que respondía con nuevas acusaciones
hacia el director. Hablaban al mismo tiempo, gritando cada vez más,
sin escucharse. La mayoría de sus comunicaciones eran del tipo: “si
tu no hubieras dicho... entonces...” o “como que tú hiciste tal cosa...
entonces...”. Un poco antes de finalizar esta primera sesión les pedí
que se mantuvieran en silencio y dejaran que resonara todo en su
cuerpo, de la garganta a la cintura. Al poco rato les comenté que
me gustaría estar seguro de cuáles eran las sensaciones que habían
experimentado con esta resonancia. Todo cambió. Con dos sesiones
más pudieron escucharse en profundidad y promover un clima de
mayor encuentro entre ellos. Sé que hoy estas personas son grandes
amigos y colaboran juntas en algunos proyectos.
De esta experiencia comprendí que muchas de nuestras rela-
ciones fracasan porque acusamos a los demás de conductas que
creemos provocan situaciones degradadas. Cuando enjuiciamos a
una persona, en el fondo creemos que las personas somos máquinas
que actuamos en función de unas causas determinadas. Creemos
que como tú has hecho esto entonces yo he actuado de esta manera.

72
EL FIN DE LAS CERTEZAS

Tenemos una concepción de causa-efecto respecto a nuestras rela-


ciones. Cuando asumimos esta concepción estamos convencidos que
a causa de un fenómeno se produce un efecto, por lo que cualquier
persona que está sometida a una causa determinada el efecto será
una conducta específica. Y lo que es peor: ¡creemos que cualquier
persona sometida a la misma causa actuaría de la misma manera!
Esta creencia nos lleva a mantener dos actitudes bastante nega-
tivas en nuestras relaciones. O nos convierte en personas enjuicia-
doras porque nos sentimos poseedores del conocimiento de la ley
reguladora de la conducta humana, o justificamos nuestras propias
acciones ante los demás porque sentimos que hemos actuado de una
determinada forma a causa de un factor que, necesariamente, ha
provocado nuestra conducta. En otras palabras, o juzgamos al otro
bajo nuestros propios parámetros o lo responsabilizamos de nuestra
propia conducta. ¡Y nos quedamos tan tranquilos!
Estamos muy acostumbrados a habitar un mundo determinista.
Cuando apretamos un interruptor se enciende la luz, si tiramos un
plato al aire cae y se rompe, si descolgamos el teléfono y marcamos
un número el teléfono de otro lugar suena. Sabemos que la luz se
ha encendido, el plato se ha roto y el teléfono llama a causa de las
acciones que hemos realizado para que tengan lugar estos efectos.
Si alguna vez se produce un efecto imprevisto y la bombilla no se
enciende al apretar el interruptor, nos sorprendemos y buscamos la
causa que impide la iluminación. Pero imagínese que al tirar el pla-
to al aire permaneciera flotando y no cayera al suelo, la sorpresa y
quizá el miedo sería enorme. No podemos comprender que el plato
no se caiga pues la ley inquebrantable de la gravedad sería violada,
algo que parece absolutamente imposible.
Desde que J. Stuart Mill (1806-1873) fundara la ciencia social en
la pretensión de que los fenómenos del pensamiento, el sentimiento
y la acción humana estaban sometidos a leyes fijas; los psicólogos,
los sociólogos y los psicólogos sociales intentaron comprender nues-
tras interacciones y nuestras relaciones personales tomando como

73
ENTRE PERSONAS

modelo las ciencias físicas del momento, por lo que fomentaron la


amenaza determinista para explicar nuestras interacciones.
El determinismo sostiene la tesis de que en la naturaleza existe
un orden causal completo y, por consiguiente, cada fenómeno tiene
sus causas que lo producen. Así, la naturaleza configura un sistema
de causas y efectos que explican sus acontecimientos.
Desde este paradigma el determinismo social surge de la idea de
que existen leyes de alguna índole específica que gobiernan nuestras
acciones y nuestras relaciones. Los fenómenos sociales serían fenó-
menos de la naturaleza humana generados por circunstancias que
operan sobre las personas y, si los pensamientos y los afectos están
sujetos a leyes fijas, también lo están los acontecimientos sociales y
las relaciones de interacción.
Si algún día no recibimos el aprecio esperado de una persona
intentamos buscar alguna explicación causal. Nos imaginamos que
esta persona pueda estar enfadada con nosotros, intentamos recor-
dar alguna conducta nuestra que haya podido desconcertar a esa
persona o simplemente convertimos esa actitud suya en la causa
que justifique que, en otra ocasión, nosotros mismos mantendremos
una actitud distante hacia ella. En realidad, como Mill, pensamos
que nuestras acciones y nuestras relaciones resultan explicadas por
elementos y acontecimientos que le son anteriores.
Si realmente nuestras interacciones están sometidas a estas leyes
fijas causales resulta que nuestra libertad está muy limitada. Si en
nuestras relaciones interactuamos siempre en base a supuestas cau-
sas que provocan determinadas conductas, no tenemos capacidad
de decisión para cambiar una situación de interacción.
En cualquier investigación que llevamos a cabo sobre las relacio-
nes humanas no nos hemos contentado con la descripción de situa-
ciones particulares sino que nos ha interesado hallar fenómenos recu-
rrentes que pudieran otorgarnos algún tipo de generalización para
explicar nuestras acciones y nuestras interacciones. Muchos alegan
que sin generalizaciones resulta imposible tanto lograr explicaciones

74
EL FIN DE LAS CERTEZAS

como hacer descubrimientos. Estas leyes de tipo general sirven tam-


bién para llevar a la práctica nuestros conocimientos sociales.
De esta manera, una investigación sobre relaciones humanas no
se agota en sí misma sino que pretende no exclusivamente ver lo que
hacemos y cómo nos relacionamos, sino que intenta saber qué es lo
que hay que hacer para relacionarnos mejor. Para ello necesitamos
comprender qué es lo que ocurrirá si efectuamos ciertas acciones en
un momento o en un contexto dado en el futuro. Para elaborar esas
fórmulas condicionales el defensor del método científico, de manera
similar a la física, sostiene que necesita reglas de tipo general refe-
rentes a las consecuencias que pueden tener diversas posibles causas
de conductas en diversas circunstancias.
Hay personas que viven sus relaciones interpersonales bajo este
paradigma determinista causal. Es más, algunas personas creen que
ellas son las que tienen el poder de formular las leyes interaccionales
a las que todo el resto debe estar sometido. Cuando alguien decide
romper con la norma es automáticamente excluido. Este comporta-
miento es característico de los grupos cerrados tradicionales que pro-
vocan una pérdida de libertad y de autonomía de sus miembros.
Vivo en un pueblo relativamente pequeño en el que hay algún
grupo de este tipo formado por algunas personas que percibo some-
tidas a la voluntad de alguien que adopta el papel organizador de la
vida de los demás. Curiosamente es una persona con un bajo nivel
cultural pero que ha entrenado habilidades de manipulación. Como
las circunstancias han facilitado que sea una persona influyente, las
personas de este grupo tienen miedo a ser excluidas de determinadas
dinámicas sociales o posibilidades de escalafón social o político por
lo que, en realidad, actúan como si fueran sirvientes de esta persona.
Incluso algunos miembros de este grupo han generado rupturas con
sus propias amistades porque no eran bien recibidas por esa perso-
na que ostenta el poder del grupo y necesitaban su reconocimiento
para sus propias ambiciones. La sabiduría popular es muy ocurrente
porque llama a este grupo de mi pueblo “el séquito”.

75
ENTRE PERSONAS

Es cierto que es muy importante el sentido de pertenencia a un


grupo o a una comunidad, pero me parece muy lamentable para el
propio crecimiento renunciar a la propia libertad, a la identidad y a
la autonomía de cada uno en aras a favorecer este sentido excluyente
que no es exactamente de pertenencia a un grupo sino de someti-
miento a los avatares de una persona que ostenta el poder.
Los chismorreos recurrentes que se producen en un grupo social
reducido tienen también un fundamento determinista. Cuando se
habla mal de alguien juzgándolo por alguna conducta poco acep-
tada por su grupo social, por la manera cómo viste, o porque no
celebra su boda de la manera establecida socialmente, por ejemplo;
la gente en el fondo lo hace con la pretensión de que existen unas
reglas generales que no pueden saltarse, por lo que cuando alguien
las incumple es relegado como miembro del grupo social. Los deter-
ministas concluyen que las personas actúan cumpliendo todas las
normas y costumbres socialmente establecidas precisamente para no
ser apartadas de su grupo social.
También buscamos explicaciones a la manera de relacionarnos
en función de nuestras experiencias anteriores. La gente dice que
una persona tiene unas determinadas formas de relacionarse porque
en su infancia le sucedió una u otra experiencia, o porque ya sus
padres tenían una específica personalidad. Buscamos causas de todo
aquello que nos sucede. Y en parte, la mayoría de los acontecimien-
tos que nos ocurren en nuestras relaciones humanas disponen de sus
causas que generan sus efectos, pero quizá algunos no. Y pudiera ser
que éstos fueran los más significativos.
¿Están sometidas todas nuestras relaciones humanas a las leyes
físicas deterministas? ¿Podemos comprender nuestras interacciones
como funciones de acontecimientos que determinan totalmente
nuestras relaciones y nuestra conducta? ¿Resulta siempre predecible
el proceso de una relación personal? Quizá, sin renunciar al modelo
de la física, podamos obtener desde la misma física, algunas respues-
tas esperanzadoras.

76
EL FIN DE LAS CERTEZAS

La sorprendente respuesta de los físicos

Algunos nuevos descubrimientos físicos han puesto en cuestión


el paradigma determinista y, por tanto, han dado al traste con la
absoluta pretensión de ajustar nuestras relaciones interpersonales al
esquema causal.
Sin renunciar a establecer algunas leyes generales que expliquen
los procesos de nuestras interacciones, hay una cosa cierta y es que
la mayoría de relaciones que tenemos han surgido “por casualidad”.
Conocí a mi esposa cuando tenía 17 años en un curso de formación
de monitores en el tiempo libre. Me había inscrito al curso junto con
un grupo de cinco o seis amigos de adolescencia. Ella, a su vez, se
inscribió con otras tres amigas. Por alguna razón que no recuerdo
muy bien, estas dos pandillas nos relacionamos más que con otras
personas del curso en el que participaban casi 100 jóvenes y tenía 10
fines de semana de duración. Recuerdo que, en el marco del contexto
de relación de las dos pandillas, no era precisamente con ella con
la que tenía una relación más intensa, ni ella conmigo; al contrario,
creo que me enamoré de una de sus amigas con la que nos citamos
en varias ocasiones al margen del curso. Al finalizar esta formación
y al cabo de dos años, me propusieron ser monitor de una colonia
de vacaciones para chavales adolescentes de unos 13 y 14 años, para
organizarla nos faltaban algunos monitores porque sólo éramos
cuatro, todos chicos. Así que pensamos que había que buscar tres o
cuatro chicas monitoras que pudieran formar parte del equipo y se
me ocurrió proponer a mis compañeros llamar a esas monitoras de
aquel curso que ellos no conocían. Como estábamos presionados por
una cierta urgencia y los otros compañeros también tenían amigas
monitoras decidimos ir llamando en aquel mismo momento para
integrar en nuestro equipo a las primeras que fueran localizadas. Por
algún motivo en vez de llamar a la muchacha que me gustaba llamé
a la que actualmente es mi esposa para hacerle la propuesta y para
que intentara convencer a sus amigas. Lo hizo y compartimos esa

77
ENTRE PERSONAS

experiencia juvenil. Sin embargo, aun así no fue hasta una colonia
del verano siguiente cuando nos enamoramos y decidimos intentar
una relación formalizada de pareja. Con mi esposa mantenemos una
relación muy intensa, a pesar de que en algunos períodos también
hemos tenido nuestros conflictos. Percibo, sin embargo, que es una
relación consistente y profunda. Sigo todavía enamorado de mi
esposa y nuestra convivencia me genera muchas gratificaciones.
Ciertamente nuestra relación se conformó como producto de
muchas casualidades: el curso de formación, haber decidido justa-
mente llamarla a ella en vez de otra en aquel momento, su presencia
en casa para coger el teléfono, haber podido compaginar sus vaca-
ciones para poder asistir a la colonia... en fin, muchísimos factores
azarosos que confluyeron en una relación que dura más de veinti-
cinco años.
Muchas amistades que tengo han surgido también mediante
algún acontecimiento casual. Por casualidad he conocido y me he
relacionado con muchas personas con las que en algunos casos
hemos protagonizado procesos relacionales y en otros nunca más
hemos sabido nada uno del otro. Y los derroteros por donde han
caminado nuestras relaciones se han condicionado, en multitud
de ocasiones, por eventos casuales o inesperados. Al menos en el
ámbito de la interacción social y de las relaciones humanas, existe
un componente azaroso.
Pero parece que este elemento azaroso también opera en la natu-
raleza. Einstein (1879-1955) presentó en 1916 una nueva deducción
de la ley de radiación de Planck. Einstein consideraba que las transi-
ciones de los electrones entre estados estacionarios obedecían a una
ley estadística que se había desarrollado para las desintegraciones
radiactivas. De ahí obtenía la ley de Planck siempre que estas transi-
ciones fueran acompañadas de una interacción con la radiación que
consistía en la absorción o emisión de cuantos. Einstein comprobó
que, en el equilibrio, las tasas de absorción y emisión eran iguales
pero que se producía una pequeña tasa de emisión espontánea que

78
EL FIN DE LAS CERTEZAS

seguía la misma ley estadística y que no era inducida externamen-


te. Einstein, determinista convencido, consideró que los resultados
eran sólo una aproximación y que el conocimiento que se tenía de
los mecanismos atómicos causales que producían estas transfor-
maciones eran insuficientes para dar crédito a esa espontaneidad
radiactiva.
Sin ser científicos como Einstein, en muchas ocasiones nos mos-
tramos como deterministas convencidos y nos cuesta aceptar algu-
nos acontecimientos sorprendentes que tienen fuerte significación
para nosotros pero que no acabamos de comprender. Es posible que
usted mismo se haya visto sorprendido alguna vez porque haya
conocido a alguna persona por la que se sienta realmente apreciado
y reconocido y se vea un momento pensando: “¡no puede ser!” y
busque entonces alguna justificación considerando que esta persona
le muestra su aprecio para obtener algún beneficio, sea cual sea,
que usted no logra captar. Entonces desconfía y empieza a generar
alguna distancia afectiva. ¿No se ha planteado que quizá esté des-
aprovechando una oportunidad de participar en una nueva relación
intensa que podría ayudar a su desarrollo personal y a una nueva y
rica experiencia de interacción?
Niels Böhr (1885-1962), un físico danés que realizó importantí-
simas contribuciones en el campo de la física cuántica, entendía, al
contrario que Einstein, que estas transacciones no inducidas eran
verdaderamente espontáneas, es decir; acausales. La aseveración de
Böhr tuvo como consecuencia una ruptura radical con las concepcio-
nes de la física clásica para la que todo efecto responde a una causa.
La afirmación de Böhr parece muy esperanzadora para nuestras
relaciones interpersonales porque nos anima a sorprendernos de la
vida y a estar abiertos a lo que ésta nos depara. Nos abre ventanas
para relacionarnos con nuevas personas y para enriquecernos de
nuevas situaciones. Nos permite superar límites, investigar nuevos
caminos, descubrir nuevas potencialidades. El azar, lejos de condi-
cionarnos con temores, nos otorga posibilidades de mayor libertad.

79
ENTRE PERSONAS

La búsqueda de respuestas continuó impulsivamente. En 1927


Heisenberg (1901-1976) estudiaba un curioso fenómeno descubierto
por Jordan y Dirac en la formulación cuántica y una de sus conse-
cuencias que era la siguiente: en el caso de las variables conjugadas
como es el caso de la posición y el momento cuánticos de una partí-
cula, la obtención de un valor numérico concreto para una de ellas
dejaba a la otra indeterminada, la asignación de valores definibles
a ambas no era posible. Heisenberg logró establecer los límites de
esta indeterminación y formuló el “principio de indeterminación”
conocido como “de incertidumbre”. Los físicos que compartieron
la concepción de Heisenberg a la que se llamó la interpretación de
Copenhague 1, renunciaban a cualquier intento de comprensión cau-
sal en la representación del mundo microscópico y abogaron a favor
de leyes probabilísticas para la explicación de los fenómenos.
El principio de indeterminación es una buena lección para
aquellas personas que pasan el tiempo maquinando tácticas para
la manipulación de los demás. Pueden diseñar estrategias para
utilizar a los otros en su propio beneficio, pero los resultados serán
siempre impredecibles. Es posible que controlando alguna variable
de la conducta de los otros no puedan prever las decisiones que,
tarde o temprano, las personas somos capaces de adoptar para no
sentirnos rehenes de la malévola voluntad de algunas personas que
nos tratan como objetos y nos niegan nuestra autonomía y libertad
personal.
Desde la formulación de Heisenberg la interpretación de las
relaciones de indeterminación ha dado bastante que hablar –incluso
Einstein dirá aquello de “Dios no juega a los dados”–, pero según

1. Se denominó “interpretación de Copenhague” a un compendio de ideas


que incluye, entre otras, las relaciones de indeterminación, el llamado principio
de complementariedad, la interpretación estadística y la concepción de una
interacción entre el sistema y los instrumentos de medida. Los representantes
más significativos de este paradigma son Werner Heisenberg, Max Born y Niels
Böhr.

80
EL FIN DE LAS CERTEZAS

Heisenberg y un numeroso grupo de físicos cuánticos, la indeter-


minación proporciona una intuición directa del significado de la
realidad.
Cada vez en mayor medida se ha dado credibilidad al princi-
pio de indeterminación. Algunos experimentos recientes parecen
confirmar la teoría cuántica. La diferencia entre la física clásica y la
cuántica estriba, fundamentalmente, en la existencia de discontinui-
dades. Así que, en física atómica las observaciones son de carácter
estadístico lo que nos lleva a reconocer que el determinismo, hasta
entonces admitido como base de las ciencias, no puede ya aceptarse
sin discusión. Que exista indeterminación no quiere decir impreci-
sión, pero implica que la predicción de los fenómenos debe realizar-
se atendiendo a condiciones de probabilidad.
Nuestras relaciones personales son indeterminadas, no podemos
saber a ciencia cierta como va a transcurrir un proceso interaccional.
Quizá una relación que mantenemos que nos parece superficial y
aburrida, de repente cambie y se convierta en una relación profunda
e intensa. Otra, que experienciamos en intensidad, se transforme
en algo rutinario y con poca comunicación. La discontinuidad es
la característica principal de nuestras relaciones interpersonales.
La discontinuidad no es algo negativo, es algo imprevisible. Lo
negativo sería la rutina perpetua de la cotidianeidad ineludible que
nos encierra en una eternidad de presente permanente sin futuro ni
pasado y nos mantiene inmóviles y estancados en unas relaciones en
reposo donde nunca pasa nada de interés.
No todas nuestras conductas tienen que ver con causas inheren-
tes ni todas nuestras interacciones son efectos de acontecimientos
anteriores que pueden explicar nuestras relaciones personales. Al
contrario, la mayoría de nuestras relaciones significativas son pro-
ducto del azar y el azar tiene una buena parte de indeterminación
y de incertidumbre. La indeterminación significa posibilidad de lo
nuevo, también riesgo, pero al mismo tiempo vida y movimiento. El
significado del azar es un cúmulo de oportunidades.

81
ENTRE PERSONAS

La vida nos ocurre

El azar no es necesariamente producto del desorden. Cuan-


do lanzamos el dado un alto número de veces en una frecuencia
determinada nos damos cuenta de que desde un comportamiento
aleatorio (el lanzamiento del dado), obtenemos una estructura orde-
nada en los resultados obtenidos. Ante nosotros esta información
aparece como azar, pero el azar es inherente al universo y refleja
su estructura. Cuando Dios juega a los dados no tiende a salir cual-
quier número, por eso el mundo es como es. No estamos hechos a
imagen del azar y sí del sistema que formamos que nos rige a través
del azar. La teoría de sistemas explica que cuanto más complejo es
un sistema, las relaciones entre sus partes son más significativas que
sus partes mismas. Conforme aumenta la complejidad, aumenta el
elemento azaroso, porque el azar es la huella de la relación, de la
estructura subyacente que existe en la intimidad del sistema. El azar
es una relación expresada y cuando ha surgido, es posible que algo
por debajo haya impulsado esta manifestación.
En mis primeros años de estudiante universitario conocí a otro
estudiante llamado Joan con el cual conecté muchísimo desde el
primer día de nuestro encuentro casual. Se inició un proceso muy
intenso en nuestra relación en muchos aspectos: compartíamos
muchos momentos lúdicos, hablábamos sobre infinidad de temas y,
sobre todo, nos relacionamos con una acentuada afectividad emocio-
nal. Compartíamos casi todos los aspectos de nuestra vida. Joan ha
sido mi mejor amigo y nunca he vuelto a experienciar una amistad
tan profunda. Hemos vivido juntos nuestras respectivas bodas, el
nacimiento y crecimiento de nuestros hijos respectivos, problemas
económicos, decisiones vitales y un sinfín de acontecimientos. A
pesar de compartir muchos espacios y tiempos conjuntamente con
nuestras parejas siempre buscábamos también disponer de nuestro
tiempo para encontrarnos entre nosotros dos. Nuestras ocupaciones
no tenían nada que ver, yo me dedicaba a la docencia y él se dedi-

82
EL FIN DE LAS CERTEZAS

caba a asuntos financieros en un banco; sin embargo vivíamos una


relación de comunicación en la que nos percibíamos con muchas
cosas para compartir. Experimentábamos algo muy difícil en las
relaciones humanas que es la mutualidad afectiva, nos sentíamos
amados y amábamos al otro. Una noche, hace pocos años, mientras
estaba cenando en casa junto a mi esposa y unos amigos llamaron
al teléfono para comunicarme la fatal noticia. Joan había muerto en
accidente. Mientras iba con su motocicleta perdió el equilibrio en una
curva y cuando cayó justamente pasó un coche en aquel momento
que lo atropelló. Fue una milésima de segundo y el azar acabó con
su vida y modificó la mía. Me costó mucho superar ese dolor y creo
que, todavía hoy, no acabo de aceptar esa pérdida que me causó un
profundo desajuste en mi proceso vital. Me pregunto por qué, jus-
tamente en ese momento pasó aquel coche y no un segundo antes
o después y todavía, en muchas ocasiones, me rebelo internamente
contra ese devenir azaroso de la vida.
Sin embargo la vida nos ocurre –decía Ortega y Gasset– y al
vivir, la persona tiene que hacerse cargo de su situación, de sus cir-
cunstancias. Para Ortega, la vida es un faciendum, un hacerse, no algo
hecho, es algo que “nos pasa”, un puro suceder. En la vida hemos de
vivir con todo aquello que nos toca, y con ello realizar nuestra propia
vida. Por eso no es indiferente lo que hagamos y aunque no haya
reglas específicas tenemos que inventar nuestra propia vida porque
nuestra condición es comprometernos incesantemente y decidir, y
eso lleva un margen tremendo de inseguridad e incertidumbre:

Nuestra vida es en todo instante y antes que nada conciencia de lo


que nos es posible. Si en cada momento no tuviéramos delante más
que una posibilidad, carecería de sentido llamarla así. Sería más
bien pura necesidad. Pero ahí está: este extrañísimo hecho de nues-
tra vida posee la condición radical de que siempre encuentra ante sí
varias salidas, que por ser varias adquieren el carácter de posibili-
dades entre las que hemos de decidir. Tanto vale decir que vivimos

83
ENTRE PERSONAS

como decir que nos encontramos en un ambiente de posibilidades


determinadas... Mundo es el repertorio de nuestras posibilidades
vitales. No es, pues, algo aparte y ajeno a nuestra vida, sino que
es su auténtica periferia. Representa lo que podemos ser; por tanto,
nuestra potencialidad vital. Ésta tiene que concretarse para reali-
zarse, o, dicho de otra manera, llegamos a ser sólo una parte mínima
de lo que podemos ser. De ahí que nos parezca el mundo una cosa
tan enorme, y nosotros, dentro de él, una cosa tan menuda. 2

Podemos tener un proyecto de vida y orientar nuestros deseos e


inquietudes hacia una direccionalidad que creemos nos va a aportar
satisfacción y crecimiento, pero no sabemos lo que la vida nos depa-
ra. En un segundo podría producirse un acontecimiento que puede
transformar todo lo que estamos sintiendo, haciendo y pensando.
Una nueva decisión que adoptamos, un cambio en el lugar de tra-
bajo, una nueva persona que conozcamos... cualquier cosa, por muy
trivial que sea, puede generar un cambio radical en nuestras vidas.
Vivimos en un mundo de posibilidades y cada una de ellas conlleva
sus distintos caminos y encrucijadas. Creo que no vale la pena ence-
rrarse en una posada hermética porque, queramos o no, algo nos va
a ocurrir mientras estemos vivos.
Vivimos en un mundo de acontecimientos. Los acontecimien-
tos del mundo son, en buena parte, indeterminados. No sabemos
exactamente lo que nos va a ofrecer la vida ni conocemos cómo
van a desarrollarse nuestras interacciones con los demás. Pode-
mos resignarnos ante esta situación tan desconcertante o, por el
contrario, podemos considerarla como repleta de oportunidades.
Dependerá de nuestra elección y, especialmente, de que también
encontremos personas que nos traten realmente como personas
y nos respeten. Para ello tenemos que tratarlas como personas y
respetar su libertad.

2. ORTEGA, J. (2003), La rebelión de las masas, Madrid: Tecnos, 162-163.

84
EL FIN DE LAS CERTEZAS

Tratar a otro como persona consiste fundamentalmente en otor-


garle la dignidad de ser libre y permanecer en su propia identidad.
Consiste en respetar su autonomía y desear su propio desarrollo.
Consiste, en fin, en aceptar que es un ser con capacidad de elegir
incluso si elige no querer relacionarse con nosotros.
Pero también tenemos que tratarnos a nosotros mismos como
personas, sabiéndonos seres libres y autónomos con inmensas posi-
bilidades y oportunidades. Para ello tenemos que buscar un sentido
al lenguaje del azar, al contenido de lo que nos sucede.

El papel de la conciencia

Ese ocurrirnos de la vida hace que experimentemos sentimientos


y emociones en cada acontecimiento. Algunas emociones son, sin
duda, muy dolorosas; otras nos llenan de rabia y de odio y muchas
otras son agradables y muy gratificantes. No creo que seamos res-
ponsables de lo que sentimos, en todo caso somos responsables de
lo que hacemos y también somos responsables de cómo estar mejor
con lo que sentimos.
Muchas personas sienten una especie de culpabilidad cuan-
do experimentan algunos sentimientos. Es posible que en algún
momento sientan odio hacia alguna persona amiga o atracción por
la pareja de su mejor amigo. Parece que tendemos a pensar que nos
tenemos que hacer responsables de nuestras emociones. Lo que
sentimos es lo que sentimos en un momento, lo sentimos en función
de múltiples factores y nadie puede responsabilizarnos de lo que
estamos experienciando. De lo único que somos responsables es de
lo que hacemos con eso que sentimos.
Incluso para consolar a nuestras amistades cuando alguien está
sumido en un sentimiento de tristeza o de angustia le reiteramos que
no hay razón para sentirse así. ¡Cómo si una persona hubiera elegido
sentirse mal! Lo que sentimos nos ocurre, lo que hacemos podemos
elegirlo.

85
ENTRE PERSONAS

Las cosas nos afectan, es cierto, pero ¿Podemos incidir en esta


afectación? ¿Podemos influir en el desarrollo de los acontecimien-
tos? ¿Podemos influir en los procesos de nuestras relaciones inter-
personales? ¿Podemos hacer algo para vivir con más satisfacción
emocional a pesar de que nos ocurran sucesos que nos generan
dolor, odio, ira o rabia? ¿Podemos hacer algo para mejorar nuestras
relaciones y ser más felices o seguimos atrapados en las redes de
nuestras interacciones que devienen por azar?
La física moderna también nos da un atisbo de esperanza. La
mecánica cuántica indica que las partículas subatómicas no pueden
concebirse como entidades aisladas sino como una especie de inter-
conexiones que se producen entre la realización de un experimento
y su medida. A medida que penetramos en la materia aparece una
inmensa red de conexiones entre las partes de un conjunto. Estas
relaciones incluyen siempre al observador de un modo sustancial.
El observador constituye un nexo final en esta cadena de procesos
observables y las propiedades de cualquier objeto subatómico se
entienden en términos de la interacción que ocurre entre lo observa-
do y el observador.
Desde el principio de indeterminación de Heisenberg el obser-
vador de un experimento cuántico influye en el experimento en fun-
ción de lo que desee medir y existe una interacción entre el sistema y
los aparatos de medida. Una teoría de este tipo refleja la imposibili-
dad de separar al observador de los fenómenos observados y tiende
a considerar que las estructuras y los fenómenos que observamos no
son más que creaciones de nuestra mente medidora y categorizante
y también nos indica que nunca podemos saber con exactitud ni el
momento temporal en que un suceso se produce ni la energía que
interviene en él. Así que la física no se interesa ya por los objetos
reales, sino por el binomio inseparable sujeto-objeto, por lo que no
hay que hablar de la naturaleza sino de nuestra forma de aprehen-
der. Sólo podemos conocer lo que se puede medir y la respuesta que
obtenemos puede depender de cómo lo midamos. Si existe alguna

86
EL FIN DE LAS CERTEZAS

realidad independiente del observador es algo que ya queda fuera


de la física en la medida en que no es observada. Como asevera el
famoso físico actual Fritjof Capra:

La separación cartesiana entre yo y el mundo, entre el observador y


lo observado, no puede hacerse cuando se trata con la materia ató-
mica. En la física atómica nunca podemos hablar de la naturaleza
sin, al mismo tiempo, hablar sobre nosotros mismos. 3

En otras palabras, una partícula no posee ninguna propiedad


independiente absoluta sino que muestra una u otra en función de su
interacción con el observador. Suena, sin duda, a la aseveración que
ya hiciera Platón: “Estamos dentro de una realidad que también está
dentro de nosotros”. Esta coimplicación aparece también en algunas
modernas teorías psicológicas. Incluso algunos descubrimientos
han demostrado el papel de la intencionalidad en la sanación y la
importancia de ciertas actitudes para el desarrollo psicosomático de
las personas.
Es probable que usted haya conocido algunas personas que ante
una adversidad parecen haber desarrollado una energía considera-
ble que les haya hecho superar una situación negativa y desespera-
da. Muchas personas que se han visto sometidas a enfermedades
que inicialmente eran incurables han mostrado tales deseos de vivir
que han logrado superar estas enfermedades. Otras personas han
sufrido pérdidas afectivas muy significativas y han sido capaces de
rehacer su vida de manera satisfactoria. Otras permanecen derrum-
badas en su nueva experiencia de soledad y depresión y no encuen-
tran salida posible.
Ciertamente la vida a veces nos juega muy malas pasadas y nos
pone muchos obstáculos en el camino. Pero también es cierto que
según sea nuestra actitud ante los acontecimientos que nos afectan
podemos encararla de manera positiva o permanecer enclavados en

3. CAPRA, F. (2005), El Tao de la física, Málaga: Sirio, 100.

87
ENTRE PERSONAS

el dolor y la resignación. Se trata de dar sentido a los conflictos e


intentar entenderlos como oportunidades nuevas. La conciencia, en
eso, representa un papel extraordinario.
Una de mis ocupaciones actuales consiste en dirigir una funda-
ción que se dedica a la formación de animadores socioculturales y
a la organización de cursos y talleres para el crecimiento personal,
formación permanente del profesorado y formación de personas
dedicadas a actividades educativas. También gestiona directamente
multitud de actividades socioeducativas y de tiempo libre y coordi-
na un amplio conjunto de grupos de voluntariado que se dedican a
la educación en el tiempo libre. Dispone además de instalaciones,
casas de colonias de vacaciones y otras para que diversos grupos
puedan acudir a desarrollar sus actividades y son utilizadas por
asociaciones y colegios. En esta fundación trabajan un buen número
de personas contratadas, más de cincuenta, y en época de verano
se contratan también muchos animadores y educadores adicionales
que se ocupan de gestionar actividades educativas cuando los niños
no tienen colegio. Tengo la suerte de contar con un equipo de per-
sonas que gestiona muy eficazmente todos estos asuntos por lo que
puedo ejercer realmente un liderazgo no-directivo y delegar casi
todas las responsabilidades.
Como puede suponerse los cambios de personal se producen
con frecuencia, pues en general las personas que trabajan son jóve-
nes y la mayoría estudiantes, sobre todo aquellos que trabajan en
temporada de verano. En una de las reuniones del equipo directivo
se decidió rescindir el contrato a una persona que trabajaba en nues-
tras instalaciones. A juicio de la mayoría de miembros del equipo no
cumplía eficazmente con sus responsabilidades y generaba muchos
problemas. A pesar de haber sido avisada en multitud de ocasiones
por nuestro gerente y por el responsable de su departamento se
negaba a cambiar de actitud y conducta en sus quehaceres, por lo
que el equipo directivo consideró que había llegado a un límite y
que no quedaba más remedio que sustituirla. Si bien participé en

88
EL FIN DE LAS CERTEZAS

esa reunión en que se adoptó la decisión, no fue en absoluto una


decisión mía personal, aunque comprendí y asumí que no quedaba
ya otra solución que la rescisión de ese contrato.
Por circunstancias de la vida esa persona vive a poca distancia
de mi casa, en el mismo pueblo y nos topamos con cierta frecuencia
en alguna tienda, en la plaza, dando un paseo etc. La reacción de esa
persona ha sido muy extraña, pues ha dejado de saludarme a mí y a
toda mi familia como si nos castigara a no merecer su cordial saludo
por una decisión que no adoptamos. Al menos mi familia no tiene
nada que ver. Me parece, no obstante, que esa reacción le produce
nerviosismo y angustia cuando nos ve, ya que cuando está con otras
personas hablando y aparece alguien de mi familia cerca o forma
parte de la misma tertulia se muestra absolutamente rígida y deja
de pronunciar palabra. En cualquier caso es su elección, pero estoy
convencido que si escuchara un poco más en profundidad su propia
conciencia y adoptara otro tipo de intencionalidad podría cambiar su
actitud y vivir más gratamente aun en convivencia en un mismo pue-
blo conmigo y con mi familia. Sin duda no es nada agradable quedar-
se sin contrato en un trabajo, pero ante una situación de desespera-
ción, o de enfado, o de angustia, me parece que nuestra conciencia y
nuestra intencionalidad pueden cambiar, al menos en parte, la forma
en que reaccionamos y afrontamos una circunstancia adversa.
David Bohm (1917-1992), experto en teoría cuántica y colega de
Einstein en Princeton, reformuló el modo de comprender la natu-
raleza cuántica del mundo tratando de atender el psiquismo en
profundidad. El conjunto de la obra de Bohm es una cosmovisión
dinámica que integra la conciencia en una unidad de energía, mente
y materia.
Para Bohm la conciencia es el elemento integrador que dota de
unidad a cada organismo. El ser consciente se percibe como unidad
de materia y psiquismo, un sólo sujeto psicobiofísico. La conciencia
es también un fenómeno emergente generado por el cerebro como
estructura material. Las interacciones físicas de la masa cerebral pro-

89
ENTRE PERSONAS

ducen la experiencia consciente. La conciencia es, entonces, la esen-


cia que se despliega de la interacción conjunta de mente y materia.
Cada organismo consciente es una realidad material con actividad
psíquica capaz de manifestar las propiedades inherentes del ser últi-
mo de mente y energía.
Ciertamente no existe constatación física experimental totalmen-
te establecida de esta teoría de la conciencia, que es una teoría no-
local 4. Pero las propuestas de Bohm son tentativas interesantes para
explicarla desde la física.
Sin embargo, con una analogía equivalente podemos com-
prender como ante un fenómeno similar las personas lo vivimos
de manera diferente, aunque nos afecte de manera semejante. Si a
usted le rescinden su contrato de trabajo puede reaccionar igual que
la persona que trabajaba en nuestra fundación. Pero también puede
reaccionar de forma absolutamente diferente aunque su enfado y su
desesperación sean similares. Ante la pérdida de mi mejor amigo
podía haberme quedado subsumido en una angustia permanente
que, con seguridad, me hubiera conllevado hacia una notable depre-
sión. Me parece que intenté, a pesar del inmenso dolor, adoptar una
actitud positiva ante la vida que tenía por delante, siempre llena de
incertidumbre, pero no por ello, rechazar los esfuerzos de seguir
buscando mi propia felicidad y la de las personas que amo.
Y, desde esta misma analogía, podemos esbozar cómo es posible
influir en nuestras relaciones interpersonales para que sean mejores,
podemos prevenir los conflictos y, si surgen, acometer condiciones
para que sea posible su resolución. Podemos, en fin, con nuestra pre-
sencia y nuestra actitud, generar condiciones a través de las cuales

4. La localidad en una teoría es una condición que asegura la causalidad dentro


de esa teoría. En una teoría local no se dan acciones instantáneas a distancia sino
que el valor de una magnitud depende del valor local (en el mismo punto del
espacio-tiempo) de otras magnitudes de las que depende. La cuántica es una
teoría no-local en la que la indeterminación, la acausalidad y la probabilidad son
componentes fundamentales que no pueden ser desechados.

90
EL FIN DE LAS CERTEZAS

pueda ser posible enriquecernos mutuamente, desarrollarnos y esta-


blecer relaciones vinculares que nos desplieguen y nos gratifiquen.
Seguramente no tendremos nunca ninguna certeza de lo que pueda
acontecer en una relación, pero quizá haya posibilidades de que, en
determinadas condiciones, lo que acontezca sea vivido de manera
más positiva atendiendo a su despliegue interaccional.
Pero que no tengamos ninguna certeza no implica que no
podamos prever en alguna medida cómo nos irá en una relación.
Si establecemos condiciones adecuadas de comunicación, escucha y
respeto profundo tenemos muchas probabilidades de que la relación
se desarrolle eficazmente y nos ayude al crecimiento personal y a
una mayor gratificación en nuestra vida y en nuestras interacciones
mutuas. No se trata de certezas, pero se trata de posibilidades de
despliegue que, aunque sean indeterminadas, tienen la positividad
de la sorpresa, la admiración y la gratitud.
Mirar la vida y las relaciones como un conjunto de oportunida-
des no tiene nada que ver con un esoterismo acientífico. Al contrario,
quizá hoy, es más racional y científico que verlas como una cadena
de sucesos causales que determinan nuestro porvenir. Parece que la
física moderna va dando la razón a las personas que no permanecen
limitadas en un grupo cerrado o sumiso y que se arriesgan a descu-
brir nuevas posibilidades en sus relaciones interpersonales.
La física moderna se ha decantado por un cálculo de probabi-
lidades desde la interpretación de Max Born (1882-1970), Premio
Nobel en 1954, quien establece que lo único observable en las fun-
ciones de onda representa la densidad de la probabilidad de encon-
trar una partícula en una región del espacio. Así, mientras Einstein
hablaba de estadística y probabilidad en términos de insuficiencia de
la nueva teoría cuántica, Born mantenía una interpretación radical:
dadas las probabilidades de una configuración en un instante inicial
y la actuación de una fuerza durante un tiempo ¿cuál es la proba-
bilidad de una configuración dada al cabo de este tiempo? De este
modo, la mecánica cuántica no considera la causalidad de un salto

91
ENTRE PERSONAS

cuántico sino su probabilidad y afirma, en último término, que todos


los sistemas sólo pueden ser descritos en forma estadística.
Es más, para la cuántica, la materia no está con seguridad en
un lugar determinado sino que muestra tendencias a existir y los
sucesos atómicos no acontecen en determinados tiempos con total
seguridad sino que muestran tendencias a ocurrir.
En nuestras relaciones humanas ocurre algo similar, cada rela-
ción, en parte, está configurada por enigmas de acontecimientos, por
un compendio de interacciones emocionales muy complejo que nos
afecta, pero podemos adquirir una mirada diferente para que esa
afectación no nos abrume y nos permita ser capaces de solucionar
los conflictos que sucedan. En función de cómo nos relacionamos
estamos favoreciendo una tendencia u otra en el devenir de nuestra
relación. Somos capaces de elegir, y de influir con esta elección en el
curso del proceso de los acontecimientos relacionales. Y, si bien es
cierto que no disponemos de total seguridad para definir como va a
ir una determinada relación, es posible suscitar tendencias que sean
expresión de una relación más satisfactoria y gratificante.
Quizá usted experimente alguna relación que percibe como
negativa o insatisfactoria. Si quiere puede permanecer en este esta-
do. Pero si lo desea puede también hacer algo para cambiarla. Puede
comunicar sus sentimientos, provocar una ruptura, intentar crear un
clima distinto o lo que se le ocurra. Cualquier cosa que haga supon-
drá un riesgo para la relación y para usted mismo, pero también
implicará nuevas oportunidades para sentirse mejor.
Conozco algunas personas que han sido capaces de decidir salir-
se del grupo cerrado que representa “el séquito” del pueblo donde
habito. Cuando se han mostrado transparentes me han comunicado
su dolor y su angustia al sentirse señaladas y excluidas. Se sentían
condenadas a una soledad y a un rechazo persistente. Pero todas
ellas han desplegado nuevas potencialidades y nuevas relaciones
que viven con gran satisfacción y gratitud. Han vivido la situación
como una nueva y distinta oportunidad y se agradecen a ellas mis-

92
EL FIN DE LAS CERTEZAS

mas haber adoptado la decisión de salirse de la maraña. El comenta-


rio más recurrente es: “¡ojalá me hubiera dado cuenta antes!”. Siem-
pre, sin embargo, estamos a tiempo de dejar de estar atrapados.
Entonces ¿dónde queda la red de relaciones que tanto nos con-
dicionaba y no nos permitía decidir? Posiblemente exista también
alguna metáfora cuántica que nos ayude a solventar el enigma.
Uno de los aspectos interesantes de aplicación de la física cuán-
tica es lo que se ha denominado teoría cuántica de campos que se
aplica a campos continuos de la física como por ejemplo un campo
electromagnético. Los físicos han descubierto la aparición de un
fenómeno llamado energía punto cero. Esto quiere decir que la
cantidad de energía en un espacio vacío no es cero sino que hay un
mínimo de energía denominado punto cero. Además de esta minús-
cula cantidad, cada onda puede aportar energía extra, esta energía
aparece en forma de partícula o de fotón en el caso de la luz. Si se
aplican leyes matemáticas y se añade la energía que contienen todas
las ondas del espacio vacío el resultado tiende al infinito.
Para el físico David Bohm este espacio vacío es sólo un primer
orden implicado, un campo que es capaz de centrarse en crear partí-
culas que se convierten en ondas que, a su vez, se concentran una y
otra vez. De este modo las partículas se condensan permanentemen-
te, se evaporan, vuelven a condensarse... Este proceso se produce
solamente a altas frecuencias y nosotros podemos ver exclusivamen-
te las partículas condensadas, lo demás es invisible. Para Bohm este
movimiento es libre, no condicionado por ningún factor causal y hay
que seguir buscando en las profundidades para encontrar nuevos
órdenes.

Toda materia, grande o pequeña, se mueve libremente a través del


espacio vacío como si no estuviera presente ninguna actividad
punto cero. 5

5. BOHM, D. (1983), “El cosmos, la materia, la vida y la conciencia”; en LORI-


MER, D. (ed.), (2000), El espíritu de la ciencia, Barcelona: Kairós, 73.

93
ENTRE PERSONAS

A pesar pues de las interconexiones que configuran los sistemas


hay algo que en el fondo genera despliegue de energía, movimiento
libre, capacidad de dinamismo que transforma. Es posible entonces
que haya personas que, en efecto, están atrapadas en esa red de
relaciones que las condiciona y por eso, desde esa superficialidad,
se dejan llevar por las emociones, sentimientos y opiniones de los
demás. Otras, sin embargo, optan por descender a las profundidades
de su interior y eligen establecer y vivir relaciones más profundas
basadas en la libertad de cada interactor y en el respeto mutuo,
adquiriendo una mayor autonomía con respecto a las presiones
sociales y posibilitando una mutua aceptación de los ingredientes
afectivos de cada interactor y no un simple comportamiento recí-
proco previamente convenido. Desde esa mirada quizá es probable
establecer relaciones transformadoras que devengan un viaje com-
partido a la búsqueda del sentido de nuestra vida.
Para ello debemos ser capaces de vaciarnos, de poner a un lado
todos nuestros prejuicios y condicionantes externos y llegar al fondo
de nuestro interior, en ese espacio de energía punto cero que nos
impulsa hacia un despliegue infinito de posibilidades de transfor-
mación. Después podemos elegir ante las encrucijadas y confiar en
que hemos hecho una buena elección.
Si las leyes de la física deben conservar su forma para todos los
observadores las observaciones de éstos deberían relativizarse, si los
sistemas deben ampliarse para incluir al observador y los aparatos
de medida entonces los observadores influirán en la medición, si los
investigadores sólo pueden atenerse a lo observable, tendremos que
abandonar el determinismo a nivel microfísico. En la física moderna
ha surgido pues, por primera vez en el método científico, la cuestión
de la conciencia en relación con los fenómenos. La ciencia moderna
ha puesto de manifiesto que los fenómenos deben entenderse como
una cadena de procesos cuyo final es la conciencia del observador.
Lo que acontece, acontece a cada uno, “me-acontece” y ese acon-
tecerme depende, en gran parte, de la disposición con que reciba el

94
EL FIN DE LAS CERTEZAS

acontecimiento. Esta disposición forma parte de mi propia libertad


y es autónoma respecto de la cadena causal de acontecimientos, es
una realidad que constata nuestra propia conciencia. La ciencia nos
acompaña hasta el umbral de esta conciencia y allí nos deja aban-
donados a nosotros mismos. Pero las personas tenemos necesidad
de orientaciones sustanciales para encontrar el sentido de nuestra
existencia y de lo que nos acaece, y esa necesidad es mucho más
acuciante que la ambición de conocimiento científico.
Las respuestas sorprendentes de la física nos devuelven de nue-
vo a las preguntas inciertas de los filósofos y todo junto nos conduce
de nuevo a la intencionalidad y a nuestra propia disposición para
encarar nuestra vida y nuestras relaciones hacia la orientación que
decidamos. Así que podemos hacer algo para mejorar nuestras rela-
ciones personales y vivirlas con mayor plenitud, pero ¿qué podemos
hacer?

95
ENTRE PERSONAS

TEXTO PARA LA REFLEXIÓN

A tientas

Se retrocede con seguridad


pero se avanza a tientas
uno adelanta manos como un ciego
ciego imprudente por añadidura
pero lo absurdo es que no es ciego
y distingue el relámpago de la lluvia
los rostros insepultos la ceniza
la sonrisa del necio las afrentas
un barrunto de pena en el espejo
la baranda oxidada con sus pájaros
la opaca incertidumbre de los otros
enfrentada a la propia incertidumbre

se avanza a tientas / lentamente


por lo común a contramano
de los convictos y confesos
en búsqueda tal vez
de amores residuales
que sirvan de consuelo y recompensa
o iluminen un pozo de nostalgias

se avanza a tientas / vacilante


no importan la distancia ni el horario
ni que el futuro sea una vislumbre
o una pasión deshabitada
a tientas hasta que una noche
se queda uno sin cómplices ni tacto
y a ciegas otra vez y para siempre
se introduce en un túnel o destino
que no se sabe dónde acaba

Mario Benedetti

96
4
EL HADA FLUYE
EN LAS PROFUNDIDADES

Parece que no existe un agente más eficaz que otra persona para dar
vida a un mundo propio, o para marchitar la realidad en la que uno
habita mediante una mirada, un gesto o un comentario.
(E. Goffman)

Busquen el dios que está dentro de ustedes. Allí está él, allí están
ustedes también: entren en contacto. Sientan cómo fluye la energía
del centro de su ser y se irradia hacia afuera: he ahí la fuerza que
llevan en su interior. Dejen que esa fuerza se vierta al exterior y se
una con la energía de los demás, y hagamos lo que está dentro de
nosotros, solos o reunidos. Todos somos uno.
(W. Schutz)

La conexión con el núcleo interno

A lo largo de mi vida he conocido a personas con las que me ha


resultado muy difícil relacionarme. Seguramente nuestras respecti-
vas percepciones de la relación y de los acontecimientos interperso-
nales estaban demasiado alejadas para confluir en alguna intersec-

97
ENTRE PERSONAS

ción que activara nuestro proceso relacional. Mi impresión, siempre


subjetiva, es que me resultaba casi imposible establecer algún tipo
de comunicación desde mi experiencia y comprender realmente la
experiencia de la otra persona porque sentía que la otra persona
no me comunicaba nada desde sí misma, no estaba conectada con
su experiencia interna y se dejaba llevar, aun sin darse cuenta, de
las percepciones de otras personas aunque fueran absolutamente
contradictorias.
Es difícil para mí establecer alguna comunicación con personas
que percibo que hablan alejadas de sí mismas. Comentan asuntos
de política, de fútbol, del tiempo y pocas veces dejan entrever algo
realmente suyo. Me cuesta enormemente entablar relaciones grati-
ficantes con estas personas y no consigo, en condiciones normales,
penetrar en su núcleo profundo, no sé lo que sienten ni lo que real-
mente les afecta.
En estas circunstancias parece construirse un muro inquebran-
table en la comunicación y en la interacción, es como si me comu-
nicara con alguien distante de sí mismo que, según haya sido su
última interacción, proyecta sentimientos de otras personas como
si fueran suyos. Parece que, ciertamente, algunas personas se iden-
tifican con los sentimientos de los demás y los confunden con sus
propias simbolizaciones. Es muy difícil entonces conectar con lo
que esas personas sienten de verdad desde su propia experiencia.
Esta identificación con los sentimientos de otra persona no tiene
nada que ver con la resonancia con el otro sino que es más bien
una pérdida del sentido de identidad y una desconexión del propio
núcleo interno personal.
La impresión que normalmente tenemos en estas relaciones con-
siste en que sentimos que algunas personas viven en la superficialidad
y no han profundizado para viajar hacia su interior de manera más
honda, como que se quedan en la corteza de su propia personalidad.
La distancia entre la superficie y su núcleo interno nos parece abismal
y nos parece casi improbable mantener una relación realmente “sen-

98
EL HADA FLUYE EN LAS PROFUNDIDADES

tida” con esas personas. Estas personas narran historias como si no


fueran con ellas, hablan de temas, con una desconexión de sí mismas
altamente significativa. Cuentan hechos y relatan acontecimientos de
una forma que indica poca afectación y adolecen de referente interno
cuando simbolizan a través del lenguaje todo lo que transmiten.
Resulta cuando menos curioso comparar esta situación con lo
que acontece en los átomos. Un modelo de átomo muy aceptado por
los físicos consiste en imaginarlo como el de un núcleo y una nube
externa de electrones. La dimensión proporcional entre el núcleo y
el conjunto del átomo es aproximadamente del orden de diez mil
veces. Para que nos hagamos una idea, si el núcleo fuera de un
centímetro de diámetro, la nube de electrones más externos estaría
a una distancia de un kilómetro. Las personas situadas en la superfi-
cie de su emocionalidad parecen extraordinariamente apartadas de
su núcleo interno, conocen poco sus propias reacciones y no toman
conciencia de lo que les afecta.
En sus relaciones interpersonales parece que estas personas
van perdiendo identidad porque actúan según haya sido su última
interacción, o manifiestan opiniones que han hecho suyas pero que
pertenecen a otros, como si se dejaran llevar por sus interacciones
y nunca sabemos lo que piensan, sienten o desean. Se dejan diluir
en su conglomerado relacional y pierden la propia conciencia de sí
mismas.
Todos nosotros en muchas ocasiones estamos situados en una
capa superficial de nuestra experiencia. No siempre estamos en dis-
posición de estar conectados permanentemente con nuestro núcleo
interno y también hablamos de política, de fútbol o del tiempo. Pero
algo nos indica que, en algún momento, necesitamos viajar a nuestro
interior para sentir realmente cómo estamos o para escucharnos a
nosotros mismos. Y es que parece existir una tendencia en las perso-
nas que nos atrae hacia las profundidades de nuestra emocionalidad
y nuestro proceso experiencial. Precisamos ser conscientes, de vez en
cuando, de cómo nos afectan las cosas que nos suceden.

99
ENTRE PERSONAS

Los físicos modernos han determinado que la fuerza de atracción


entre el núcleo atómico de carga positiva y los electrones de carga
negativa es la fuerza fundamental que origina los fenómenos del
átomo y explica la variedad de las estructuras y fenómenos que se
producen en los átomos. Esta fuerza atractiva hacia el núcleo ató-
mico explica una multitud de fenómenos físicos y moleculares. En
las personas, esa tendencia hacia nuestro núcleo interno, es la que
explica el funcionamiento de nuestra conciencia y el sentido que
otorgamos a lo que nos afecta. Nos permite sentir y dar significado
a lo que vivimos y nos posibilita ampliar nuestra capacidad de ser
conscientes y estar presentes en lo que hacemos.
Así que en nuestras relaciones a veces nos comunicamos desde la
superficie y a veces lo hacemos desde las profundidades de nuestro
núcleo. Por eso todos tenemos experiencia de que en alguna ocasión
también nos dejamos llevar por los demás sin habernos percatado de
cuál era realmente nuestro proceso experiencial interno. Es diferente
relacionarse desde la superficie o hacerlo desde el núcleo.
La fuerza nuclear, la que opera en el sí del núcleo atómico, es
un fenómeno nuevo para los físicos ya que no puede ser de origen
electromagnético puesto que los neutrones que habitan en el núcleo
son eléctricamente neutros. No es una fuerza exclusivamente atrac-
tiva. Esta fuerza nuclear es extraordinariamente potente y solamente
actúa cuando los nucleones (protones y neutrones) se aproximan
mucho unos a otros; cuando esta distancia es pequeña la fuerza
nuclear es muy atrayente pero cuando la distancia se hace más
pequeña todavía y sobrepasa un límite se vuelve repulsiva e impide
que los nucleones puedan acercarse más entre sí. Así que esta fuerza
mantiene un equilibrio considerable en el seno de los núcleos atómi-
cos que, al mismo tiempo, son dinámicos y en movimiento con altas
velocidades.
En este sentido es como si, a pesar del entretejido relacional e
interaccional, cada elemento conservara su propia identidad, su
espacio privado e impidiera ser invadido por otro. Este compendio

100
EL HADA FLUYE EN LAS PROFUNDIDADES

de confluencia y atracción y de limitar la invasión es generador de


equilibrio y conservación del sistema. Establecer límites en una rela-
ción puede ser conveniente y prescindir de ellos también cuando
lo decidimos. Ello nos ayuda a mantener una apertura sana en la
relación sin sentirnos adictos a la otra persona y nos permite dis-
frutar de la relación sin confundirnos, profundizando hacia nuestro
propio interior de donde surge la potencialidad inherente que hace
desplegarnos y enriquecernos. Para establecer relaciones nucleares
es preciso situarse en el núcleo del sí mismo, respetar las identidades
y aceptar las diferencias.
Pero hay personas que no actúan de este modo y mantienen
relaciones de dependencia y adicción hacia otras personas, llegando
a confundir sus propios sentimientos y emociones con los sentimien-
tos y emociones de las otras personas con las que mantienen esa
relación de adicción. La preocupación principal de esas personas es
sentirse aceptadas por el otro que, a su vez, sólo muestra aceptación
cuando percibe que la persona dependiente manifiesta compartir los
mismos sentimientos y opiniones. Seguramente lo que mueve a la
persona adicta a otra es el miedo a la exclusión.
La adicción a otro produce pérdida de identidad y en último
término confusión en la propia personalidad. Las personas adictas a
otra persona pierden la capacidad de ser conscientes de sí mismas y
precisan la presencia arrimada del otro para sobrevivir. Por ello son
fácilmente manipulables y utilizables como objeto por el otro.
El famoso terapeuta Walter Riso cuenta una confidencia de una
de sus pacientes que refleja una experiencia de este tipo de apego.
Una mujer lleva una docena de años siendo novia de un hombre y
está empezando a cansarse. El problema es el trato que recibe. Su
novio no le pega pero ella se siente muy mal tratada porque el hom-
bre le dice que es fea y le produce asco. Cuando están en un lugar
público la hace caminar delante porque el hombre siente vergüenza
de que lo vean con ella, si la mujer hace un regalo a su novio y no
le gusta la insulta y tira el regalo. Después de mantener relaciones

101
ENTRE PERSONAS

sexuales el novio se baña porque dice que así ella no va a contagiarle


ninguna enfermedad. Cuando el terapeuta le pregunta a la mujer
“¿por qué no lo deja?”, ella responde: “es que lo amo”.
Quizá sin llegar a estos extremos es posible que tengamos algu-
na relación similar. Una relación de dependencia y apego que nos
impide ser nosotros mismos y nos mantiene en una capa superficial
de nuestra personalidad. Tenemos miedo de cortar esta relación por-
que presentimos que nos produce algún beneficio. En el fondo, sin
embargo, nos sentimos utilizados y tratados como objetos.
Las relaciones interpersonales son sin duda más significativas y
enriquecedoras si las personas que las conforman son, en la relación,
realmente sí mismas, y se muestran trasparentes al otro, comunicán-
dose con sinceridad y conectadas con su proceso interno que no se
confunde con las experiencias de los demás. Este proceso no necesa-
riamente conlleva a la exclusión sino al mantenimiento de las iden-
tidades y, en todo caso, aunque conllevara a la exclusión, la persona
que ha sido objeto de ella, a pesar de su dolor inicial, es capaz de
superarla emocionalmente porque se siente coherente, espontánea y
viva, es más sí misma.
Me agrada imaginarme los electrones con su carga negativa en
la corteza superficial de la nube y los protones con su carga positiva
en el núcleo, porque siento que cuando me relaciono con otra per-
sona desde mi núcleo interno, a pesar de los conflictos, esa relación
tiene muchas posibilidades de ser positiva y enriquecedora. Por el
contrario, cuando nos detenemos en la superficialidad la negativi-
dad es más frecuente en nuestro pobre proceso relacional. Aunque,
también es cierto, que algunas de nuestras relaciones “nucleares”
pueden derivar en daños importantes en una relación que acaba
por destruirse.
Y es que el núcleo atómico es el lugar donde acontecen los fenó-
menos físicos capaces de liberar una gran cantidad inimaginable de
energía. El estudio de los fenómenos relacionados con la energía

102
EL HADA FLUYE EN LAS PROFUNDIDADES

nuclear nos ha brindado disponer de una fuente inagotable de


energía para usos pacíficos pero también un procedimiento des-
tructor de extraordinarias consecuencias. A pesar de que el núcleo
sea tan pequeño, la mayor parte de la masa del átomo reside en su
núcleo y la densidad de la materia en el núcleo es mucho mayor
que las densidades de los objetos macroscópicos que conocemos.
De este modo, la energía derivada de los fenómenos nucleares es
del orden de un millón de veces mayor que las energías típicas del
caso atómico.
Las relaciones que mantenemos con la mayoría de la gente
normalmente son superficiales, de cordialidad y de una cierta dis-
tancia. Con algunas personas, sin embargo, conseguimos establecer
relaciones más nucleares. En éstas nos sentimos en crecimiento y lo
que sucede en la interacción nos afecta más intensamente. Estas rela-
ciones nucleares generan más energía y tienen un mayor potencial
constructivo. También producen un mayor sufrimiento cuando se
deterioran. En cualquier caso siempre nos transforman.

Entrar en contacto

¿Cuáles son, entonces, las condiciones para que una relación


interpersonal sea enriquecedora y constructiva desde esta mirada
nuclear y profunda de nuestras interacciones?
El famoso psicólogo norteamericano Carl Rogers (1902-1987)
es mundialmente conocido por su teoría de la personalidad y las
condiciones del cambio terapéutico. Rogers consideraba a la per-
sona como un organismo digno de confianza y caracterizaba a la
naturaleza humana como un evento regulador del comportamiento
humano. Así, la persona plena es la que se deja guiar por su orga-
nismo que posee una sabiduría intrínseca que hace emerger su
racionalidad natural por lo que, la persona, es capaz de autodirigirse
y autorregularse de manera positiva si dispone de las condiciones

103
ENTRE PERSONAS

adecuadas. Los postulados de Carl Rogers han derivado en un


paradigma denominado el Enfoque Centrado en la Persona 1, sin
embargo Carl Rogers también aportó una teoría de las relaciones
interpersonales que ha sido poco divulgada 2.
Para Rogers, las condiciones del desarrollo de una relación enri-
quecedora se basan en que, en primer lugar, dos sujetos consientan
en entrar en contacto, es decir; tiene que existir una disposición míni-
ma a la relación entre las partes, una intencionalidad inicial, una
decisión. En segundo lugar, tiene que existir un alto grado de con-
gruencia al menos en uno de los dos sujetos entre su experiencia del
objeto de comunicación con el otro sujeto, la simbolización de esta
experiencia en la conciencia y la comunicación de esta experiencia.
Rogers denominará congruencia o autenticidad a esta condición y la
definirá como un ajuste congruente entre el nivel de experiencia, la
conciencia de esta experiencia y la comunicación. Podríamos decir
que una persona es auténtica si es genuina, es decir; si se percata de
su experiencia y a su vez es transparente, o sea; comunica al otro la
experiencia que ha sido accesible a su conciencia. El hecho de que
sea suficiente que una de las dos personas de la relación sea auténti-
ca es debido a la generación de simetría de la autenticidad de la que
hablaremos en un próximo capítulo.
Entrar en contacto es una condición sustancial para iniciar una
relación significativa y enriquecedora. Según Rogers, dos personas
están en contacto cuando, en presencia una de la otra, cada una
afecta al campo experiencial del otro de forma percibida o sublimi-
nal. El contacto implica sentirnos afectados por el otro. Se produce

1. En mi libro BARCELÓ, B. (2003), Crecer en grupo. Una aproximación desde el


enfoque centrado en la persona, Bilbao: Desclée De Brouwer, se pueden encontrar
algunas aportaciones sobre la filosofía que sustenta el enfoque centrado en la
persona.
2. En el capítulo cuarto del libro ROGERS, C. (1982), Terapia, personalidad y rela-
ciones interpersonales, Buenos Aires: Nueva Visión, el autor formula con lenguaje
lógico el núcleo de esta teoría.

104
EL HADA FLUYE EN LAS PROFUNDIDADES

contacto cuando la presencia de la persona ante la otra es vivencial


y esta presencia comporta algún movimiento interno corporalmente
sentido de carácter emocional. Si no hay contacto no hay interacción
y, por ende, no habrá proceso de relación significativa. Lo contrario
del contacto es la indiferencia. Cuando una persona nos resulta indi-
ferente no estamos en disposición de entablar un proceso relacional
con ella. Al ser una disposición, podemos hacer algo para facilitar el
contacto. De forma delicada podemos situarnos en nuestro núcleo
interno, en el plano de los sentimientos y los afectos y realizar alguna
demanda respetuosa. El cuerpo es también un gran instrumento de
contacto. Una mirada, un gesto, una ligera indicación pueden ser
facilitadoras de contacto. En cualquier caso habrá proceso relacional
si ambas personas entran en contacto, es decir; se sienten afectadas
por el otro.
El hecho de entrar en contacto no garantiza, no obstante, la
seguridad de un proceso relacional. Es posible que intentemos con-
tactar con alguna persona y esta persona no esté dispuesta a entrar
en contacto con nosotros. Al no existir una mínima mutualidad no
es muy probable establecer una relación nuclear profunda. Cuan-
do intentamos establecer contacto con alguien y no nos sentimos
correspondidos nos invade un sentimiento de frustración y a veces
de fracaso. Depende de nuestra capacidad para aceptar lo que hay la
superación de estos sentimientos en un tiempo razonable.
Supongo que todos tenemos experiencias en las cuales hemos
intentado establecer contacto y no hemos percibido respuesta. Últi-
mamente me ha sucedido algo así. Con una persona a la que tenía
en alta estima vivimos algunas circunstancias que hicieron distan-
ciarnos afectivamente. En algún momento intenté entrar en contacto
pero al no obtener ninguna respuesta de manera reiterada, a pesar
de mis intentos, he optado por dejar de contactar y aceptar la situa-
ción. No existió mutualidad, al menos no ha existido hasta ahora en
coincidencia de momento, por lo que de cada vez será más difícil
restablecer una relación significativa entre nosotros.

105
ENTRE PERSONAS

Pero cuando nos sentimos afectados por otra persona en el cam-


po experiencial notamos alguna transformación, algún movimiento
interno que nos conmueve y activa un cambio interno, seguramente
somos más capaces de comprender al otro y a nosotros mismos y nos
vamos percibiendo con un flujo interno que va balanceándose y va
accediendo más claramente a nuestra conciencia. Parece que experi-
mentamos más sensaciones y emociones que emergen del interior en
un estado de dinámica permanente que nos va transfigurando. Esa
transfiguración consiste, en parte, en una modificación de nuestra
propia identidad anterior, pero al mismo tiempo, nos aporta una
especie de energía de atracción en la relación que hace que tengamos
interés en iniciar un proceso interaccional con el otro porque intui-
mos que nos va a enriquecer como personas. Estamos aprendiendo a
ser más uno mismo en la relación, este sí mismo consiste en fluir de
manera permanente, en ir transformándose. La identidad es cambio
y movimiento y la genuinidad consiste en percatarnos de este cam-
bio dinámico.
Cuando realmente nos sentimos bien con una persona, en rela-
ción intensa desde nuestro núcleo, cuando realmente estamos en
contacto, lo que hace, dice y siente esta persona nos afecta más, y
lo que vivimos en la relación nos transforma. Estas relaciones son
las que me hacen sentir en crecimiento y percibo que significan un
gran aprendizaje vital y me aportan una gran energía afectiva y una
gran creatividad. Me hacen sentir en flujo en una relación dinámica
y cambiante. Me siento yo con el otro, junto al otro y soy capaz de
experienciar un gran cúmulo de sentimientos cambiantes que va
suscitando cada momento de la relación. Entonces me siento abierto,
desenvuelto y vivo.
Es curioso como la física moderna ha notado un fenómeno simi-
lar en los núcleos atómicos. En 1932 Heisenberg sugirió que los pro-
tones se mantenían unidos en el interior del núcleo por una fuerza
que denominó de intercambio. Heisenberg observó que los protones
y neutrones cambiaban constantemente de identidad, estaban en un

106
EL HADA FLUYE EN LAS PROFUNDIDADES

estado de flujo cambiando de protón a neutrón y viceversa, de esta


manera se mantenía unido todo el núcleo. Justo antes de que un pro-
tón pueda ser repelido por otro protón se convierte en otra partícula
y a la inversa, este proceso es ininterrumpido, de manera que resulta
muy difícil determinar en un momento preciso si una partícula es
un protón o un neutrón. Es, a la vez, ambos. La rígida identidad se
desvanece en una especie de identidad en la diferencia pulsante que
subyace en toda la existencia. Parece que el principio de Heráclito,
“todo fluye”, se hace visible dos mil quinientos años más tarde.
El contacto implica en su mismo concepto que sólo puede existir
entre seres separados que se sienten autónomos y se arriesgan a
quedar cautivos en una fusión fluida. A través del contacto es cuan-
do tú y yo devenimos nosotros. En ese devenir nosotros podemos
mantener nuestras identidades o quedar disueltos. Al conectar con
otra persona exponemos nuestra independencia pero solamente a
través del contacto podemos lograr el desarrollo completo de nues-
tra identidad. El contacto es fuente de crecimiento, motor de cambio
no porque nos propongamos cambiar sino porque el contacto nos
afecta y nos transforma, queramos o no.
Entramos en contacto con los demás por medio de nuestros sen-
tidos. Una mirada penetrante y sincera constituye un instrumento
esencial para entrar en contacto. Cuando miras respetuosamente
puedes notar si la otra persona te rehúye o te indica con sus ojos que
acepta transgredir la superficie y entrar también en contacto. Con
el oído somos capaces de escuchar en profundidad lo que el otro
nos dice y podemos hacer un esfuerzo de comprensión. La escucha
activa es fundamental para el contacto y nos permite captar matices
y tonos que en una conversación superficial permanecen ocultos a
nuestra conciencia. Quien escucha activamente percibe mucho más
que las palabras. El tacto es también una herramienta poderosa de
contacto. Tocar a otra persona indica disposición al contacto, interés
por el inicio de un proceso relacional y sentido de presencia para el
otro. La palabra sincera y auténtica es también una gran fuente de

107
ENTRE PERSONAS

contacto. Decir realmente lo que se siente genera afectación. Pero


decir lo que realmente se siente no tiene nada que ver con contar
toda una historia con pelos y señales. Las personas que realmente
cuentan historias interminables en realidad no se comunican sino
que pronuncian monólogos que llegan a aburrir y generan en las
personas sensaciones de desagrado. El monólogo, la repetición y las
preguntas suelen ser formas lingüísticas que disminuyen el contacto
o lo mantienen a baja temperatura.
Cuando entramos en contacto con alguna persona experimenta-
mos como un descubrimiento instantáneo de esa persona, algo simi-
lar a una iluminación repentina que posibilita el inicio de un agudo
proceso relacional. Si conseguimos con esa persona implicarnos en
una relación nuclear se produce una extraña paradoja. Percibimos en
cada encuentro su estado de ánimo, su nivel de presencia o ausencia
y los matices más recónditos de su estado emocional como si captá-
ramos su interior, su núcleo. Pero al mismo tiempo somos incapaces
de diagnosticar cómo es esta persona en términos generales. Nos
es más fácil tener una imagen catalogada de la personalidad de
alguien con quien establecemos relaciones superficiales que tenerla
de aquellas personas con las que mantenemos contacto experiencial.
La experiencia que tenemos es que esa persona, para nosotros, es
única e irrepetible. Experienciamos un proceso en el que vamos des-
cubriendo más y más aspectos de esta persona, todos entrelazados
aunque distintos; aspectos que permanecían latentes y eran descono-
cidos en los cuales se nos permite entrar mientras dure nuestra rela-
ción nuclear. Es muy probable entonces que incluso entre personas
que habitan lugares muy distantes, si ha existido la experiencia de
contacto, cuando se reencuentran con largos intervalos de ausencia,
se vuelva nuevamente a una relación próxima e intensa como si
no hubiera pasado el tiempo. Mientras persiste el descubrimiento
del otro el contacto se intensifica y la relación despliega su energía.
Cuando tenemos una sensación, en una situación comunicativa con
esa persona, de “ya sé”, se presenta un síntoma de agotamiento del
proceso experiencial en nuestra relación nuclear.

108
EL HADA FLUYE EN LAS PROFUNDIDADES

Ser genuinos

Además de la condición de “entrar en contacto” Rogers aseve-


ra que, para que una relación sea enriquecedora, debe existir, en
al menos uno de los participantes de la relación, un alto nivel de
congruencia entre su experiencia interna y la simbolización de esta
experiencia en la conciencia. En otras palabras, al menos una persona
debe ser genuina, debe estar conectada con su experiencia interna.
En uno de los grupos de encuentro que he facilitado me sorpren-
dió sobremanera la conducta extraordinariamente silenciosa de una
mujer. Era una mujer joven, de unos 29 años, su rostro era muy agra-
dable y transmitía una sensación de serenidad y armonía. Esa joven
permaneció todo el tiempo del grupo en silencio. El grupo estaba
formado por unas 20 personas y dos facilitadores y se reunió de for-
ma intensiva durante cinco días. En los momentos de descanso, o en
las comidas, veía como esa mujer a veces hablaba con otras personas
del grupo, pero nunca dijo nada en el transcurso de las sesiones de
encuentro. Opté por no interferir en su proceso, cualquiera que fuera
durante las sesiones. No obstante, el día anterior a la finalización de
la experiencia, en un momento de descanso después del almuerzo
me acerqué a la mujer, la miré y le dije: “me encantaría estar seguro
de cómo te sientes”. Hablamos largamente, y me impresionó conocer
cuál era su proceso interno repleto de tonalidades emocionales, su
intenso aprendizaje y su transformación personal. Aprendí mucho
de esa experiencia y me interrogué acerca de algunos elementos
importantes para mí que explican situaciones poco corrientes en
nuestras relaciones interpersonales, o muy corrientes pero general-
mente poco percibidas sobre los procesos internos de las personas y
de su conducta.
A veces me pregunto porqué las personas nos comportamos rei-
teradamente intentando mostrar a los demás algo que quizá no sen-
timos. Otras veces me siento maravillado cuando alguna persona,
quizá normalmente distante y fría, muestra algo, aun un pequeño

109
ENTRE PERSONAS

detalle, que parece provenir de lo más profundo de sí misma: una


lágrima, un susurro, una mínima expresión facial altamente signifi-
cativa. Por supuesto que estos comportamientos también me afectan
y forman parte de mi actuar. En ocasiones me percibo a mí mismo
distante, queriendo parecer ante los demás de una forma determi-
nada, simular tranquilidad y ánimo cuando en realidad me siento
intranquilo y descorazonado... Otras veces me siento realmente yo
mismo, conectado con ciertas profundidades de mi experiencia y me
muestro en parte desde esa conexión interna. Me veo así, utilizando
un nuevo lenguaje, más ajustado al significado de algo más hondo,
más acorde con lo que estoy siendo en ese momento determinado.
Eugene Gendlin (n. 1926) colaborador de Rogers ha explicado
muy detalladamente estos procesos internos que tienen lugar a
causa del fenómeno que denomina experiencing. El concepto de expe-
riencing (experienciar) formulado por Gendlin de manera inicial en
1955 3, constituye una aportación decisiva aunando el rigor científico
con la filosofía existencial. Gendlin define el experiencing como un
proceso cambiante, orgánico, espacio-temporal, una corriente conti-
nua de sentimientos y unos pocos contenidos explícitos. En realidad
el experiencing es el proceso de sentimientos que continuamente
acontece en el campo fenoménico del individuo.
Para Gendlin este proceso interno es preconceptual y diferencia-
ble internamente y es sentido corporalmente. El acceso a la experien-
cia es la vida del cuerpo sentido en su interioridad. El cuerpo vive
la experiencia por medio de una sensación-sentida que denomina
felt-sense que es prelógica pero que implícitamente contiene un sig-
nificado. El lenguaje se halla implícito en cualquier experiencia pero
el cuerpo responde con más complejidad que todo el lenguaje. Si el
cuerpo es depositario de un conocimiento organísmico y una eva-
luación interna, entonces ya no hace referencia a una máquina sino

3. Véase GENDLIN, E. (1962), Experiencing and the Creation of Meaning, Nueva


York: The Press of Glencoe.

110
EL HADA FLUYE EN LAS PROFUNDIDADES

que significa algo sustancialmente interaccional que proyecta sus


acciones desde dentro. Esta interacción consiste en movimiento per-
manente. Así que las acciones de las personas, sus pensamientos y
sus discursos implican siempre un proceso vital que trasciende otros
procesos parciales. El experienciar puede generar nuevos factores
que no se siguen linealmente de lo que ya estaba constituido o de lo
que creíamos haber deducido cognitivamente.
Gendlin diseñó un método, focusing, para ayudar a las personas
a permanecer en contacto con su propio proceso interno 4. Focusing es
el proceso de darse cuenta de una sensación corporalmente sentida
a partir de la experiencia de notar cómo sentimos algo en el centro
de nuestro cuerpo que tiene algún significado emocional, al prin-
cipio de manera difusa, pero si lo enfocamos, va adquiriendo más
densidad. Esta sensación tiene que ver con la globalidad de algo,
un problema, una decisión, una relación personal, un asunto, una
situación existencial. Al conseguir otorgar significado a esta sen-
sación sentida que surge como globalidad de algo, parece como si
sintiéramos un alivio y el propio cuerpo nos indica un nuevo paso,
una nueva dirección.
La experiencia tiene lugar en un mundo hablado y siempre
se encuentra saturada de lenguaje. Pero el cuerpo responde con
más complejidad que todo el lenguaje y las normas sociales juntas.
Nuestro cuerpo siente la complejidad de cada situación y posibilita
la mayor parte de las cosas que hacemos a lo largo del día sin que
tengamos que pensar en cada uno de nuestros movimientos. Cierta-
mente, lo que pensamos es importante, pero sólo podemos pensar en
unas pocas cosas a la vez. Sin embargo, el cuerpo totaliza la situación
global y da con las actuaciones apropiadas la mayoría de las veces. El
cuerpo humano vive de forma inmediata y directa cada situación.

4. Se encontrará una guía muy útil y actualizada de focusing en el libro ALE-


MANY, C. (ed.), (2007), Manual práctico del focusing de Gendlin, Bilbao: Desclée De
Brouwer.

111
ENTRE PERSONAS

Supongamos que tengo una sensación extraña y confusa. Luego


me doy cuenta de que me he olvidado de algo, ¿qué es eso? No lo
sé y sin embargo ahí está, en esa extraña tensión corporal. Pienso
sobre todo aquello que tenía que hacer hoy, pero ninguna de ellas es
“eso”. ¿Cómo sé que ninguna de ellas es lo que olvidé? Esa sensación
de algún modo lo sabe. No desaparece. Me sumerjo en la sensación.
De pronto me acuerdo: sí, había quedado con alguien. Ahora ya es
demasiado tarde. Esto puede ponerme tenso. ¿Pero que hay de esa
sensación? Esa tensión concreta ha disminuido. El alivio no es más
que la disminución de esa sensación. Su reducción es lo que me hace
saber que me he acordado. Este espacio en blanco, pre-verbal, que
ha generado el cuerpo en forma de una leve sensación, acarrea un
flujo de pensamiento que, cuando se ajusta a la sensación, produce
un nuevo sentir corporal, en este caso de alivio.
Esta experiencia sentida, o sensación general o auto-sincronía
significa darse cuenta de lo que estamos experimentando directa-
mente en nuestro interior, sin la influencia mediadora de pensa-
mientos, creencias, evaluaciones etc. Incluye sentimientos, emocio-
nes y sensaciones que surgen del propio cuerpo. Aunque muchas
veces no nos damos cuenta del constante fluir de estas experiencias,
nuestro interior las puede sentir de forma muy concreta e inmediata.
Por ejemplo, podemos sentir en nuestro cuerpo una tensión o agita-
ción que significa miedo, una pesadez o presión que indica tristeza
o una sensación de hormigueo o energía que expresa un sentimiento
de alborozo. Es decir, todo nuestro organismo está continuamente
en proceso de experienciar, y podemos permitirnos sentir esto de
forma muy sencilla y directa.
Es obvio que el lado corporal subjetivo no es privado. Es tan
público e interaccional como el propio lenguaje. El felt-sense es la
interacción corporal con las diferentes situaciones. Lo que uno siente
en cada momento siempre es interaccional, se refiere al universo infi-
nito y a las situaciones en un contexto con otras personas, palabras,
signos, entornos físicos, sucesos... La experiencia no es “subjetiva” ni

112
EL HADA FLUYE EN LAS PROFUNDIDADES

intrafísica, sino interaccional. Pero cuando prestamos atención a una


sensación interior que tiene que ver con la globalidad de algo parece
que el mismo cuerpo, con el fluir de esta sensación, nos diera la res-
puesta a nuestra búsqueda. Gendlin aprendió de Rogers que los pro-
cesos más profundos se originan desde el interior y lo extraordinario
de su investigación es haber descubierto el funcionamiento de este
proceso natural y haber determinado las pautas para su aprendizaje
y su práctica.
Este proceso experiencial es fluyente, cambiante, transformador
y contiene inherentemente la energía necesaria que dota de vitalidad
a nuestra existencia en el mundo y nos permite estar en contacto con
la sabiduría interior y desde ella, interaccionar con los demás.
Escuchar nuestro núcleo interno no consiste en reflexionar sobre
nosotros mismos. Consiste en percatarnos de una sensación física,
corporalmente sentida que normalmente se presenta en el centro de
nuestro cuerpo, desde la garganta hasta la cintura, y tiene un signi-
ficado. Sentimos, por ejemplo, como una densidad que nos aplasta
ante una determinada situación. Pero esta densidad puede cambiar,
puede que nos aplaste y también nos proteja, o de repente cuando le
otorgamos sentido y decimos: ¡ah, sí, todo esto es muy aplastante
para mí, eso es! Notamos un alivio inmediato porque conseguimos
dar nombre a lo que hay, y de repente esta sensación se transforma,
deja de aplastarnos.
Estas sensaciones sentidas se producen constantemente si somos
capaces de atender cómo nos afecta una situación, una relación, un
asunto de nuestra vida. Contienen un cúmulo de significado sen-
tido corporalmente, cambian dinámicamente a medida que somos
capaces de reconocerlas y contienen una direccionalidad orientativa
y constructiva para nosotros, como si nos indicaran un camino para
sentirnos mejor.
No es contradictorio que estas sensaciones cambien de forma
permanente, fluyente y que a veces parezcan contradecirse en sí
mismas, como si me encontrara un poco bien y, al mismo tiempo,

113
ENTRE PERSONAS

un poco mal y que estas sensaciones sean corporales. ¡Nuestra alma


es nuestro cuerpo! Einstein demostró que la luz que, hasta entonces
se creía que era una onda, se comportaba como una partícula. La
luz, en definitiva, es otra forma de materia. Esto se comprobó en
1919 cuando se demostró que la luz se curva bajo el efecto de la
fuerza de la gravedad. Más tarde De Broglie (1892-1987) planteó que
la luz participa de la naturaleza de las ondas. Los descubrimientos
tuvieron grandes consecuencias: se abolió para siempre la división
entre materia y energía, materia y energía es lo mismo. Nuestra
alma es cuerpo y nuestro cuerpo es alma. Nuestra sabiduría interior
es corporalmente sentida. Nuestra hada madrina, habita en las pro-
fundidades de nuestro cuerpo y fluye constantemente en función
de nuestras interacciones indicándonos la orientación adecuada si
generamos las condiciones.
La discusión que centró la física de partículas durante años sobre
si las partículas subatómicas como los fotones o los electrones eran
ondas o partículas fue resuelta por la física cuántica que manifiesta
que se comportan como partículas y como ondas. Al igual que una
onda, la luz produce interferencias, pero un fotón de luz también
rebota de todo electrón, igual que una partícula. Eso quiere decir
que está en dos sitios al mismo tiempo, que se mueve a velocida-
des extraordinariamente altas y se desplaza simultáneamente en
diferentes direcciones. Parece una contradicción intolerable pero es
así, los intentos de explicar fenómenos contradictorios del mundo
subatómico en términos lógicos nos llevan al abandono de todo
pensamiento racional.
El proceso experiencial es similar, no hay contradicciones. Uno
se siente, al mismo tiempo, angustiado y tranquilo, denso y flexible,
con una sensación amarga pero también agradable. y esa sensación
va moviéndose, cambiando, transformándose. Es como si cada sen-
sación fuera un electrón. El electrón tiene una cualidad que se conoce
como espín intrínseco. Es como si girase sobre su propio eje a una
velocidad determinada y no se puede parar excepto destruyendo el

114
EL HADA FLUYE EN LAS PROFUNDIDADES

electrón. Si se incrementa el espín del electrón sus propiedades cam-


bian tan drásticamente que producen un cambio cualitativo creando
una partícula totalmente diferente, una sensación nueva.
No me resulta siempre fácil mantenerme en contacto con mi
propio interior y atender a mi experiencia, pero siempre que confío
en mi propio organismo de manera total y consigo que surja de mi
sentir corporal una especie de conciencia intuitiva, tengo la sensa-
ción de otorgar alguna respuesta adaptativa a la situación en que
me encuentro en el momento. Llego a esta conexión en un proceso
natural, no forzado. Pero preciso mantenerme en un momento de
silencio, dejar a un lado la cognición y la aventura analítica de mi
cabeza, tomar conciencia en el centro de mi cuerpo, en el pecho o en
el estómago, dejar que surja alguna sensación que siento corporal-
mente, todavía no muy precisa, a veces ligera, otras veces densa o
pegajosa; respirar esta sensación como dándole volumen e intentar
conferirle un significado con una palabra, una frase o una imagen
que se ajuste. Es como ir y venir de la sensación a la cognición y
viceversa hasta que encaje. Cuando se ajusta siento un alivio y noto
que algo se mueve, entonces siento la seguridad de que mi organis-
mo me indica la dirección correcta de mi acción. La simbolización de
lo implícito –parafraseando a Gendlin– es la fuente de crecimiento
y desarrollo personal. Este proceso tiene que ver, me parece, con el
resplandor inconcebible de la capacidad intuitiva que se siente libre
de amenazas racionales y se permite acontecer sin restricciones.
Aunque, también es muy cierto, no siempre sucede en cualquier
momento, ni en cualquier espacio, ni en cualquier circunstancia.
De alguna manera intuyo que aquella mujer de mi grupo perci-
bió realmente que mi intervención tímida afectó a su campo expe-
riencial y a partir de ahí pudo dar nombre a su propia experiencia.
Esa mujer me transmitió que estaba profundamente conectada con
su propio proceso experiencial interno y, a pesar de su silencio, cada
comunicación de otra persona en el grupo la afectaba y la iba trans-
formando.

115
ENTRE PERSONAS

El mundo de las partículas subatómicas está en un estado de


constante movimiento y fermento en el que nunca nada es igual a
sí mismo. Las partículas están permanentemente convirtiéndose en
otras, modificándose de tal manera que, incluso, es imposible esta-
blecer su identidad en un momento determinado. Los neutrones se
convierten en protones y los protones en neutrones, en un proceso
incesante de cambio de identidad. Las sensaciones de nuestro cuer-
po también cambian y se mueven incesantemente, quizá de manera
más lenta, porque parece que el cuerpo es más lento que la mente
aunque sabe más que ella. Si nos escuchamos, es posible que consi-
gamos dar el nombre correcto a nuestras sensaciones corporalmente
sentidas y a vislumbrar alguna direccionalidad desde nuestra sabi-
duría interior.
Sin embargo escucharse a sí mismo no es sencillo. Requiere
intencionar la disposición de aparcar por un momento los estereo-
tipos de la mente pensante y penetrar en ese lugar nuestro donde
ocurren las sensaciones y las emociones para mirar con curiosidad el
fluir de nuestras sensaciones significativas. Implica visitar ese espa-
cio sin miedo, con curiosidad, sabiendo que lo que hay nos pertenece
y forma parte de nuestro proceso experiencial, y esperando con con-
vicción que nuestro núcleo interno más profundo está formado por
un cúmulo de energía positiva que desea expandirse hacia afuera e
impregnarnos de potencial constructivo. Se trata, en fin, de percibir
el poder personal que nos otorga la posibilidad de confiar en nuestro
propio organismo y de ampliar el marco perceptivo de nuestra con-
ciencia que nos hará más abiertos a escuchar la voz de nuestra hada
madrina que fluye en las profundidades y nos indica los caminos
posibles del crecimiento y la expansión.
Sin embargo, en cualquier caso, para desarrollar nuestras poten-
cialidades deberemos asumir la responsabilidad por nosotros mis-
mos. Sospecho que asumir la propia responsabilidad es sumamente
valioso aunque haya adoptado una decisión errónea y una vez que
lo hago comienzo a estar más en contacto conmigo mismo. Y parte

116
EL HADA FLUYE EN LAS PROFUNDIDADES

de esta decisión consiste en elegir si me mantengo silencioso, como


la mujer de mi grupo de encuentro, o si por el contrario, me muestro
transparente en la relación y comunico mi experiencia para permitir,
como indica Carl Rogers en su última condición para el estableci-
miento de relaciones enriquecedoras, una relación satisfactoria y
gratificante que proporcione un flujo interrelacional, no exento de
probabilidades de conflictos, pero sin duda repleto de posibilidades
de encuentro.

117
ENTRE PERSONAS

TEXTO PARA LA REFLEXIÓN

Lecturas para minutos

Las cosas que vemos son las mismas que están en nosotros. No
hay más realidad que la que tenemos en nosotros. Por eso la mayoría
de los hombres viven de manera tan irreal, porque consideran las
imágenes externas como si fueran realidad y, en cambio, no dejan que se
manifieste su propio mundo interior. Se puede ser feliz así, pero cuando
se conoce la otra posibilidad no cabe ya la elección de seguir el sendero
de la mayoría.

Hermann Hesse

118
5
INICIATIVAS, RESONANCIAS
Y SIMETRÍAS

El amor no puede surgir si no podemos comunicar y compartir el


significado.
(D. Bohm)

Si yo y otra persona nos acontecemos el uno al otro, la suma ya


no es exactamente divisible. Queda un resto en alguna parte, allí
donde las almas terminan y el mundo aún no ha comenzado.
(M. Buber)

Los efectos de la transparencia en las relaciones humanas

Hace no mucho tiempo una persona con la que tenía una buena
relación, con altibajos pero que percibía de manera gratificante para
nuestro mutuo crecimiento, tuvo una actitud desconcertante para
mí que viví como de distancia y de exclusión. Las interacciones de
esa relación nos producían afectación mutua en nuestros campos
experienciales personales y experimenté esa actitud con dolor y pre-
ocupación. Escuché profundamente las sensaciones de mi cuerpo y
realmente me noté herido, enfadado y triste. Sin embargo, supongo

119
ENTRE PERSONAS

que abrumado por mi sufrimiento y cansado de adoptar la iniciativa,


no comuniqué verbalmente mi experiencia con respecto a la relación
a esa persona y me mantuve a la espera. Esa persona tampoco hizo
ningún atisbo de recuperar la intensidad de la relación sino que
reafirmó su distancia, por lo que sólo puedo comprender, en parte,
los sentimientos que seguramente afloraban en su conciencia. No
sé qué hubiera pasado exactamente si finalmente hubiera adoptado
una iniciativa de comunicación, pero el hecho es que con el tiempo la
lejanía afectiva se va acrecentando, hemos interrumpido la frecuen-
cia de nuestras interacciones hasta un punto de nulidad interaccio-
nal y el desafecto que experienciaba va deviniendo indiferencia.
Es muy probable que usted haya tenido una experiencia similar.
Quizá alguna vez en su vida haya vivido una relación intensa con
alguna persona y sin saber exactamente porqué, en algún momento,
se haya ido produciendo un distanciamiento progresivo que ahora
ha devenido indiferencia y desafecto.
En múltiples ocasiones tenemos sentimientos persistentes en
nuestras relaciones humanas que no comunicamos al otro, por
multitud de circunstancias, el otro tampoco acaba de comunicarnos
sentimientos persistentes que experimenta hacia nosotros; todo ello
genera un marco relacional que deriva en una pérdida de intensidad,
un distanciamiento y, demasiadas veces, sentimientos negativos, de
incomodidad, de desafecto que acaban en indiferencia y lejanía. Es
algo muy sutil que va sucediendo casi sin darnos cuenta
Aprendí de esa experiencia que no es suficiente contactar con
uno mismo para que irrumpa energía interaccional y que es impres-
cindible hacerse transparente y vulnerable en la relación para gene-
rar posibilidades de encuentro, aunque también hay riesgo de con-
flicto. Es muy probable que si hubiera adoptado la iniciativa y me
hubiera arriesgado a comunicar el cúmulo de sensaciones que me
embargaba, ahora no viviría en un clima de desafecto. Algo nuevo
hubiera acontecido que habría modificado el transcurso del proceso
de esta relación. Al menos sería diferente a como es ahora.

120
INICIATIVAS, RESONANCIAS Y SIMETRÍAS

En parte Rogers tenía mucha razón: para que una relación


sea enriquecedora, al menos una de las personas en relación debe
comunicar a la otra la experiencia que ha aflorado en la conciencia
con respecto a la relación. En ese caso, ninguna de las dos personas
comunicamos nuestra experiencia consciente a pesar de que, segu-
ramente, el hada que fluye en las profundidades me indicara que lo
mejor sería mostrarme vulnerable y transparente.
Muchas veces por miedo a no ser aceptados, por simple pereza, o
por temor a hacernos demasiado vulnerables, optamos por no comu-
nicar aquello que sentimos profundamente con respecto al otro. Y
es que, en realidad, cuando interactuamos, aunque nos sintamos
transparentes, esta transparencia no incluye la totalidad del sí mis-
mo de los respectivos individuos sino solamente facetas parciales. A
medida que la relación se desarrolla pueden ir aumentando las áreas
incluidas. Eso sucede porque en una relación en crecimiento cada
persona va considerando de manera peculiar al otro y al vínculo
que los une y percibimos al otro como una persona especial, como
parte de nuestro sistema. Todo ello intensifica la confianza entre los
individuos, aumenta la cantidad de información revelada y estamos
seguros de que ninguna de las personas de la relación se burlará de
lo que revelamos ni lo rechazará y tampoco divulgará el contenido
de la comunicación ni la usará en beneficio propio.
Pero esta transparencia no emerge de repente, precisa de un len-
to proceso de interacción entre las personas en el que nos sintamos
seguros, respetados, comprendidos y aceptados. Cuando no experi-
mentamos este clima de aceptación nuestra comunicación hacia el
otro se vuelve débil y disminuye su grado de contenido significa-
tivo. Percibir este clima de aceptación incondicional no es algo que
se engendra de inmediato sino que poco a poco nos vamos dando
cuenta de que somos aceptados y no enjuiciados por el otro y así
nos vamos permitiendo hacernos más vulnerables y transparentes.
No nos hacemos transparentes súbitamente en el inicio de una rela-
ción por muy significativa que nos parezca. Nos vamos abriendo al

121
ENTRE PERSONAS

otro de manera progresiva a medida que percibimos comprensión y


aceptación. También a medida que nos atrevemos más y nos arries-
gamos más a mostrar otras partes de uno mismo que permanecían
ocultas para el otro.
Cuando nos hacemos vulnerables el uno al otro se genera una
gran cantidad de energía relacional. Sin embargo, cuando nos hace-
mos vulnerables y transparentes lo vivimos inicialmente como un
desgarro, como una división en nuestro núcleo interno, como un
temor inicial al riesgo, como una sensación de dificultad.
Piense, por ejemplo, en una relación de intimidad. Aunque tenga
absoluta confianza en la persona con la que se relaciona, siempre que
vaya a comunicar algún contenido que permanece oculto y secreto,
aún percibiendo que será aceptado, puede tener la sensación de
un cierto miedo inicial, como si dudara: “¿y si no comprende?”. Es
como una incertidumbre, una ligera duda que aparece en la concien-
cia, una inseguridad momentánea. Suele ser una sensación recurren-
te que aflora cada instante inmediatamente anterior a explicitar un
contenido nuevo y profundo de nuestro núcleo interno que hasta el
momento no había sido expresado antes.
Aunque sintamos aceptación y comprensión no resulta siempre
fácil mostrar esas partes ocultas de mí mismo. En cada comunica-
ción que percibo vulnerable, siento un tenue rompimiento, como
un temor, una pérdida de control. Algo que permanecía secreto ha
sido publicitado y sólo con un movimiento de profunda aceptación
del otro, cambiará esa sensación hacia un estado de tranquilidad
interior.
Algunas veces ese comunicar la experiencia al otro se produce
como un proceso natural a medida que se intensifica la relación y, a
pesar del desgarro que percibimos inicialmente, también nos perca-
tamos anticipadamente de que el riesgo valdrá la pena y nos resul-
tará gratificante. Eso explica porqué cuando dos personas se encuen-
tran por primera vez actúan con cautela. Suelen entablar alguna

122
INICIATIVAS, RESONANCIAS Y SIMETRÍAS

conversación de rutina sobre la meteorología o sobre cualquier tema


anodino. No existe realmente una transmisión de información afec-
tiva verbal, cada sujeto revela muy poco de su flujo experiencial. En
ocasiones, si los sentimientos son compartidos y existe afectación
del campo experiencial los mensajes subliminales no verbales ope-
ran y se va produciendo un proceso de mayor intensidad y estos
encuentros pueden llegar a derivar en relaciones consistentes. En
todo caso, para que así sea, en algún momento deberá producirse
la angustia inicial de transferir una parte del contenido nuclear del
proceso interno profundo de uno mismo al contexto de la relación y
hacer transparente aquello que sentimos y vivenciamos. Cuando lo
hacemos, la relación se intensifica exponencialmente y da un salto
cualitativo muy significativo.
Si esta experiencia se produce de manera conjunta, existe una
coimplicación, una mutualidad comunicativa. Si es inducida o facili-
tada por una de las dos personas puede también generar intensidad
y profundidad interactiva, pero también rechazo negativo o energía
potencialmente destructiva. En cualquier caso, es un riesgo que vale
la pena correr, porque no por evitar conflictos dejemos de facilitar
encuentros extraordinariamente gratificantes. De hecho, los terapeu-
tas de pareja o los mediadores intentan favorecer las condiciones
para que las personas de una relación deteriorada exterioricen sus
sentimientos profundos más acuciantes para generar posibilidades
de reencuentro.
El proceso de hacernos transparentes implica conectar con
nuestro núcleo interno más profundo. Una parte de su contenido es
exteriorizado, comunicado al otro. Es como si dividiéramos nuestro
núcleo para mostrar una porción del mismo a la otra persona. Este
acontecimiento es intenso y nos conmueve. Nos sentimos frágiles
y vulnerables ante el otro pero al mismo tiempo nos sentimos más
seguros y poderosos como personas porque tenemos la certeza de la
absoluta sinceridad y autenticidad. Somos lo que experienciamos y
percibimos una gran energía interna en nuestra propia congruencia.

123
ENTRE PERSONAS

Hemos logrado hacer explícito ante el otro aquello que permane-


cía implícito, exclusivo para mí. Hemos expresado más partes de
nuestras profundidades. Este compartir más partes es un desgarro
inicial que, sin embargo, genera un gran impulso relacional, una
gran conexión con el otro, una gran energía que nos hace confluir y
compartir significados.
Resulta interesante comparar esta situación con el proceso de
división del núcleo atómico que se conoce en física con el nombre
de fisión nuclear. El proceso de fisión nuclear consiste en que un
núcleo se divide en dos fragmentos con liberación de energía. Se
distinguen dos tipos, la fisión espontánea en la que el núcleo decae
en dos fragmentos sin ninguna perturbación externa y la fisión indu-
cida donde la división se efectúa después de que el núcleo ha sido
excitado por la interacción de un neutrón o mediante un proceso de
dispersión. La fisión constituye la base del funcionamiento de los
reactores nucleares porque, como efecto de la fisión, se obtienen los
fragmentos moviéndose a altas velocidades de más de cien millones
de kilómetros por hora. Estos fragmentos chocan con los electrones
y los núcleos del material que el Uranio contiene y la mayor parte de
la energía se convierte en calor durante este proceso. Bajo condicio-
nes adecuadas se consigue que un nuevo fragmento sea capturado
por un nuevo núcleo que induce una nueva fisión y se establece una
reacción en cadena que aumenta exponencialmente y produce una
cantidad enorme e inimaginable de energía. Estos procesos se uti-
lizan para avances científicos y tecnológicos que permiten estudiar
el espacio pero también se puede llegar al extremo negativo de una
potente y destructiva bomba nuclear.
En nuestras relaciones humanas el proceso de transparencia y
vulnerabilidad es también muchas veces espontáneo. Algo sucede
entre dos personas que, de manera natural, experimentan un proce-
so de comunicación profundo a medida que transcurre su relación.
Alguna fuerza interna parece que les atrae a mostrarse cada vez más
vulnerables entre sí y hace emerger este camino de encuentro y de

124
INICIATIVAS, RESONANCIAS Y SIMETRÍAS

intensidad relacional. Ninguna persona de esa relación se percibe


como facilitador exclusivo del clima de intensidad comunicativa que
experimentamos. Notamos que en esa relación nos sentimos noso-
tros mismos, libres para comunicar, conectados con nuestro interior,
aceptados como somos y validados en aquello que sentimos. Cada
vez que tenemos oportunidad de un encuentro en el ámbito de esa
relación percibimos que cargamos pilas, que tenemos más energía y
nos experimentamos con ansias de proyectar.
Otras veces el proceso es facilitado. Uno de los miembros de la
relación, no necesariamente siempre el mismo, posibilita las condi-
ciones adecuadas. Crea un clima de seguridad psicológica que favo-
rece la comunicación y la transparencia. En otro tipo de experiencias
como los grupos de encuentro o la mediación, un facilitador ajeno
a la relación es el favorecedor del clima adecuado para favorecer
la comunicación interpersonal. En cualquiera de estas situaciones
se produce una gran energía exponencial que nos transforma, nos
conecta más con nosotros mismos y nos impulsa a comunicarnos con
el otro de una manera altamente penetrante.
Cuando nos hacemos transparentes y vulnerables ante el otro
dividimos en parte nuestro núcleo interno, porque una parte de su
contenido es transmitida y exteriorizada. Este hecho genera poten-
cialidad e intensidad en la relación, una gran cantidad de energía
experiencial que, a su vez, nos hace sentir más vivos, más afectados
por esa relación generando procesos interactivos muy consistentes
y significativos. Tenemos la sensación de que algo ha roto nuestras
cadenas y estamos saliendo al aire libre. Nos sentimos libres y con
frescura, percibimos la verdad de nuestra esencia y nos experimen-
tamos realmente vivos y auténticos.
Es verdad que esta implicación en la comunicación, la autorreve-
lación auténtica, puede comportar un riesgo pero también una posi-
bilidad altamente constructiva. Como asevera el famoso terapeuta
John Amodeo:

125
ENTRE PERSONAS

Cuando somos tan honestos como podemos ser, estamos corriendo


un riesgo. Nuestro compañero puede abandonarnos si nuestra
verdad le resulta desagradable. Están en su derecho si sus deseos y
necesidades no coinciden con los nuestros. Sin embargo, al no ser
capaces de cimentar nuestra relación en la verdad, podemos estar
sembrando las semillas de una separación mucho más dolorosa en el
futuro, cuando lo que hoy eran afirmaciones y esperanzas gratuitas
se conviertan en decepciones muy dolorosas. Cuando somos hones-
tos corremos un riesgo, pero probablemente estemos corriendo uno
mayor cuando traicionamos a nuestra pareja ocultando nuestros
auténticos deseos y necesidades, porque entonces corremos el riesgo
de perder la confianza que estaba depositada en nosotros. 1

Comunicarse es un riesgo que vale la pena correr. De este


riesgo es más probable que surja, desde las profundidades perso-
nales, una emanación de contenido con significado emocional que,
a su vez, afecte más y más al campo experiencial de las personas
en relación. Esta energía que se suscita como consecuencia de la
división del núcleo porque una parte se exterioriza, es la auspicia-
dora de cambio y transformación y, a causa de ese cambio interno,
existen mayores posibilidades de encuentro que, al fin y al cabo, es
el alimento de la vida. He lamentado no haber adoptado una vez
más la iniciativa en el momento oportuno, a pesar del riesgo, para
que aquella relación que mencioné no se deteriorara y ahora quizá
es demasiado tarde.

Relaciones intensas

La comunicación no fluye siempre por sí sola. Una vez más ha de


existir una cierta disponibilidad, una intencionalidad en los agentes
que interactúan. Si dos personas no interactúan difícilmente pueden

1. AMODEO, J. (2001), Amor y traición, Bilbao: Desclée De Brouwer, 54.

126
INICIATIVAS, RESONANCIAS Y SIMETRÍAS

llegar a establecer una relación de intensidad y es poco probable que


adopten siquiera, entre ellas, una actitud interpersonal.
Usted puede estar muy interesado en establecer una relación
de intensidad con alguna persona que percibe como significativa.
Puede sentir que sería muy enriquecedor mantener un proceso
relacional y comunicativo con esta persona. Puede que realice algu-
nos intentos de conectar con ella, intenta llamarla alguna vez para
mantener alguna cita y favorecer un clima relacional. Puede que lo
haga muchas veces, puede que se sienta atraído por esa persona, no
necesariamente una atracción física sino que se siente bien con ella y
pretende intensificar la relación. Sin embargo si tiene la sensación de
que, de manera recurrente, siempre adopta usted la iniciativa, tiene
la percepción de que sólo usted llama por teléfono, sólo usted favo-
rece las condiciones para el encuentro y no se siente correspondido
en esta intencionalidad, tarde o temprano se cansará y decidirá no
facilitar más la posibilidad de una relación de mayor intensidad.
Ciertamente, para que se produzca una mutualidad en la comu-
nicación, la iniciativa tiene que ser compartida y no siempre es así.
En mis relaciones a veces ha sucedido que cuando he conseguido
penetrar en el borde del núcleo de otra persona ésta se ha abrumado
como si descubriera que más allá de ese borde nuclear hay algo más
que nunca ha logrado distinguir pero que ya intuía de sí misma. En
algunas ocasiones esas personas sienten miedo y se distancian. Qui-
zá sientan miedo al vacío, a la inseguridad de sentirse vulnerable,
al descontrol. Es posible que esa sensación tenga que ver con una
especie de pánico a dejar las pautas de la rutina y del comporta-
miento socialmente aceptado que les da seguridad, aunque también
superficialidad y monotonía.
En otras ocasiones, las circunstancias de la vida hacen que
perdamos la capacidad de iniciativa. Nos sucede que algunas rela-
ciones que consideramos importantes y significativas son descuida-
das a causa de nuestras excesivas ocupaciones y compromisos. Es
como si viviéramos acelerados y con un ritmo rápido. Ocupamos

127
ENTRE PERSONAS

excesivamente nuestro tiempo y disponemos de pocos espacios


para ocuparlos en nuestras relaciones interpersonales aunque sen-
timos que realmente nos enriquecen. Tenemos tiempo para todo
menos para comunicarnos intensamente con nuestros amigos.
Parece, no obstante, que la proximidad física aumenta la frecuencia
de la interacción y si dos personas en relación son capaces de interac-
tuar durante un período prolongado, adoptando de manera compar-
tida la iniciativa, tienen más oportunidades para establecer relaciones
de encuentro, de facilitar que sus interacciones sean satisfactorias. Si lo
consiguen, si cuidan la frecuencia y la comunicación transparente de
sus experiencias internas, vivirán la relación de manera gratificante;
si no lo consiguen, la relación será negativa de modo que cuanto más
interactúen mayor será la antipatía que sientan uno por el otro. Tam-
bién es posible que se generen conflictos difíciles de resolver.
En la medida en que, en una relación, nos comuniquemos más y
con mayor inmediatez, es decir, compartiendo aquello que sentimos
uno del otro en el mismo momento en que acontece, nos percatamos
de la resonancia en el sistema que conforma la relación.
Comunicarnos con inmediatez significa estar absolutamente
presentes y centrados en el marco de la relación con el otro. Implica
comunicar aquello que siento en este momento contigo. Significa
permanecer conectados con nuestro flujo experiencial, con nuestro
núcleo y no dejar que otros ruidos físicos o psicológicos interrumpan
y entorpezcan este acontecimiento relacional.
Este tipo de encuentros intensos, de presencia en la relación no
es, desgraciadamente, muy común en nuestra sociedad hiperacti-
va. Seguramente usted, como yo, hemos sido testigos en multitud
de ocasiones de encuentros entre personas que están juntas pero
no interactúan. Fíjese por ejemplo cuando está en un café o en un
restaurante, verá dos personas juntas que toman algo y mientras
están juntas, en vez de comunicarse entre ellas, están pendientes de
su teléfono móvil. Otras veces las verá que no dicen nada, comen
siquiera sin mirarse.

128
INICIATIVAS, RESONANCIAS Y SIMETRÍAS

Sin embargo, cuando me hago presente ante otra persona, cuan-


do experimento un encuentro con otra persona en el que la comuni-
cación y la transparencia ocupa todo el lugar y todo el tiempo, cuan-
do conseguimos apartar los ruidos que entorpecen la interacción,
cuando estamos centrados en los núcleos personales y permitimos
exteriorizar parte significativa del contenido de nuestros núcleos
internos se produce un acontecimiento intenso relacional que es
vivido con una gran energía transformadora y curativa. Se produce
un efecto resonante que nos interconecta, nos liga y nos conmueve.
La resonancia amplifica el contenido comunicativo y éste, por
consiguiente, afecta más intensamente al proceso experiencial de
cada uno, por lo que la relación se hace más íntima y más profunda,
lo que nos conduce a ser más nosotros mismos en un proceso de dar-
nos al otro sin reservas y de ir descubriéndonos mutuamente respe-
tando nuestras diferencias. Vivimos entonces la relación como un aire
fresco y vivo que surge por el hecho de estar en compañía del otro.
En estas relaciones resonantes lo que manifiesta el otro me afecta
mucho más que si lo manifestara otra persona distinta porque nues-
tra relación ha amplificado nuestro campo de experiencia. Lo mani-
festado por el otro no necesariamente es verbal. Precisamente por el
efecto de la resonancia me siento capaz de percibir con mayor sutile-
za aquello que el otro intenta transmitirme, como si ya anticipara su
contenido, como si ya me hubiera transmitido esta información sin
haberla explicitado verbalmente.
En los sistemas físicos el concepto de resonancia se refiere al
medio a través del cual se transmite la información. En un sistema
inestable, precisamente inestable por la presencia activa de la infor-
mación, el proceso se extiende en todas las direcciones del espacio y
se difunde hasta abarcar el volumen total de una solución química,
por ejemplo. Entonces se alcanza el equilibrio, un equilibrio cuali-
tativamente diferente del anterior. Un equilibrio inestable expuesto
a los devenires del azar. Las relaciones humanas son como estos
sistemas físico-químicos. En los sistemas físico-químicos las inte-

129
ENTRE PERSONAS

racciones transitorias no modifican apreciablemente las trayectorias


de las partículas, se requiere una condición muy importante para
que la evolución de un sistema dinámico inestable sea irreductible a
una descripción de comportamientos individuales: las interacciones
entre partículas deben ser persistentes. Los fenómenos de difusión
sólo aparecen cuando hay una continuidad en las interacciones,
como en una solución química diluida; sólo así se asegura que las
interacciones entre cada molécula de un soluto y las moléculas del
solvente sean persistentes.
Es muy interesante para mí saber esto para dar nombre a nues-
tras experiencias interpersonales. Sólo cuando interaccionamos de
manera persistente hay posibilidades de resonancia. Si no cuidamos
nuestras relaciones más significativas, si no dedicamos un poco
más de tiempo a establecer espacios de encuentro con esas personas
con las que mantenemos un buen flujo comunicativo, la resonancia
disminuirá y las pocas interacciones que mantengamos después no
serán transformativas porque no modificarán las trayectorias de
nuestro flujo experiencial, las pocas interacciones no nos afectarán
tanto y es muy posible que tiendan a desaparecer.
Pero también resulta interesante conocer que, de acuerdo con las
investigaciones cuánticas, los sistemas resonantes tienden a un equi-
librio inestable. Por eso nuestras relaciones más intensas son muy
sorprendentes, son inestables, cualquier nuevo sentimiento afecta
a la relación porque es amplificado por el efecto de la resonancia.
Estas relaciones nos revitalizan, hacen que nos sintamos más vivos,
pero porque son inestables también son más frágiles y necesitan un
mayor cuidado. Los pequeños detalles hacia el otro pueden signifi-
car un estímulo eficaz para preservar estas relaciones tan intensas y
significativas.
Así, la resonancia se produce cuando hay una relación entre
frecuencias y consiste en una oscilación de gran amplitud causada
por un estímulo periódico, aunque sea relativamente pequeño. La
absorción y la emisión de la luz también se deben a resonancias. En

130
INICIATIVAS, RESONANCIAS Y SIMETRÍAS

un sistema de partículas en interacción, la aproximación al equili-


brio se debe a resonancias que conducen a un acoplamiento entre
movimientos de partículas mediante correlaciones. Debido a las
resonancias los procesos dinámicos conducen a correlaciones a largo
alcance, lo cual implica la existencia de interacciones persistentes
entre las partículas.
Henri Poincaré (1854-1912), famoso matemático, científico y
filósofo de la ciencia demostró que la mayoría de los sistemas diná-
micos eran no integrables, es decir; afectados por la resonancia, y por
ende, inestables. Un sistema dinámico se caracteriza por la energía
cinética que depende exclusivamente de la velocidad de los cuer-
pos que lo componen y por la energía potencial que depende de la
interacción entre esos mismos cuerpos. En un sistema dinámico que
esté constituido por partículas que no interaccionan no hay energía
potencial y las trayectorias son simples y estables; a eso se le llama
un sistema integrable. Poincaré demostró que incluso los sistemas
dinámicos deterministas, como el de los planetas en órbita, pueden
llegar a un estado de inestabilidad donde no se pueda predecir su
comportamiento futuro, eso ocurre cuando se produce una situación
no lineal en la que una pequeña fluctuación se va amplificando al
ser reiterada un gran número de veces. Poincaré concluyó que las
inestabilidades son debidas al fenómeno de la resonancia.
En un universo inestable, como el de las relaciones humanas y el
de los planetas –según Poincaré– el mecanismo es evolutivo e irre-
versible, el pasado no puede disolverse como si no hubiera existido
sino que condiciona el presente que estamos viviendo. Las leyes de
la física clásica eran consideradas tradicionalmente como reversibles
y, en consecuencia, podíamos determinar las trayectorias futuras,
pero la física moderna contradice esta reversibilidad. A pesar de
que sea teóricamente posible mantener un lápiz en equilibrio sobre
su punta, cualquier pequeña vibración lo hace inestable, cualquier
ínfimo cambio en sus condiciones iniciales produce efectos sobre su
trayectoria y lo más probable es que el lápiz se caiga.

131
ENTRE PERSONAS

Nuestras relaciones más profundas e íntimas están afectadas por


la inestabilidad a causa de la resonancia, y lo que acontece en esa
relación nos afecta más intensamente que en cualquier otro tipo de
relaciones. Nuestras relaciones más superficiales, por el contrario,
son más estables, porque en ellas prácticamente no interaccionamos
y por tanto no se genera energía potencial. Son relaciones en las que
las normas sociales y los rituales de cortesía determinan nuestras
formas de comportamiento y los pocos contenidos comunicativos
que expresamos.
En nuestras relaciones más profundas nos atrevemos a estar jun-
tos en un clima de intimidad que nos permite arriesgarnos en una
aventura hacia nuevos espacios interiores que van emergiendo en la
conciencia. En estas relaciones nos acontecemos el uno al otro y en
este acontecimiento sentimos como la presencia del otro tambalea
nuestra estructura emocional que se hace así más fluyente y líquida.
A veces, en la medida en que dos personas en interacción van supe-
rando límites psicológicos en su acontecer relacional se produce la
experiencia del encuentro. El encuentro es una experiencia vital de
relación interpersonal muy intensa y momentánea, en el cual el yo y
el tú deviene un nosotros unitario percibido como totalidad en una
especie de fusión organísmica.
El filósofo Martin Buber (1878-1965) diferenciaba entre una rela-
ción “yo-ello” en la que lo que abordamos asume contextos formales
diversos y lo que experimentamos en esta relación es objetivable y
por lo tanto utilizable, es funcional y puede ser instrumentalizado.
Son relaciones en las que interactuamos con el otro como objeto. Estas
relaciones están regidas por la ley de la causalidad y son, por consi-
guiente, extraordinariamente previsibles. Contraponía estas relacio-
nes a la relación “yo-tú” que también denominaba “encuentro”. La
relación de encuentro es una relación de presencia, irreductible a la
relación sujeto-objeto. Esa relación con el otro nos establece en el ser
de la relación al mismo tiempo que nos diferencia unos de otros, es
una relación de mutualidad en la que el contexto es la intersubjetivi-

132
INICIATIVAS, RESONANCIAS Y SIMETRÍAS

dad. En esa relación desaparece toda mediación y podemos acceder


al otro en sentido eminente, cada acontecimiento es único y la respon-
sabilidad compartida es la esencia de esta relación interhumana.
Los físicos nos ayudan a comprender nuestras relaciones más
intensas. Podemos saber que en nuestras relaciones superficiales casi
nunca ocurre nada, estas relaciones conforman sistemas estables y
en equilibrio permanente. Existe poca interacción entre las partículas
y escasa resonancia porque no hay prácticamente contenido comuni-
cativo. Nuestras relaciones intensas conforman sistemas resonantes.
Por ello son inestables, cada cosa que sucede afecta al conjunto del
sistema y existe una alta frecuencia de interacción lo que hace fluir la
información que se amplifica y ocupa el espacio del sistema. Por ello
las vivimos con tanta intensidad y nos hacen sentir tan vivos.

Sucesos extraños

En las relaciones más intensas, en las que ha habido un alto nivel


de resonancia y en ocasiones de encuentro nos ocurren a veces suce-
sos inexplicables que tienen que ver con la sincronicidad. Podemos
recordar, por ejemplo, a alguna persona con la que interaccionamos
intensamente en el pasado y de la que no hemos vuelto a saber y
de repente encontrarla casualmente por la calle. Cuando otorgamos
significado a ese fenómeno sentimos que hay una conexión entre el
suceso y nuestra conciencia, algo ha ocurrido. O podemos imaginar-
nos por un momento una persona y de pronto suena el teléfono y
es esa persona que nos llama. Otras veces recibimos en un momento
indicado una información que necesitamos, notamos como esta
experiencia empieza con una repentina sensación de expectativa
aumentada y sentimos que algo importante va a ocurrir. Cómo nos
llega la información es un misterio, quizá a través de otra persona
sin que se dé cuenta, ya sea por unas palabras o por algún gesto,
pero este hecho amplifica nuestra toma de conciencia. Más aún, en
ocasiones justo en un mismo momento, pensamos simultáneamen-

133
ENTRE PERSONAS

te algo que otra persona con la que mantenemos una relación de


intensidad también está pensando. Cuando nos transmitimos esa
información nos resulta un hecho muy curioso y extraño.
El psicólogo C. Jung (1875-1961) y el físico W. Pauli (1900-1958)
coinciden en la existencia en la naturaleza de un principio de vincu-
lación no causal que se manifiesta mediante coincidencias significati-
vas. Si esto es así existe una relación entre acontecimientos interiores
y exteriores que no puede ser explicada por la ley de la causalidad
pero que tiene sentido para nosotros. Estos fenómenos suelen ocu-
rrir entre personas que han experimentado alguna situación de inte-
racción profunda y de encuentro que ha ayudado a la ampliación de
su campo de conciencia, y a personas que tienen un elevado grado
de espiritualidad. No vivimos esta coincidencia significativa entre
dos o más sucesos exclusivamente como una posibilidad aleatoria,
sino que percibimos que estos sucesos tienen un mismo sentido
aunque no exista relación de causa-efecto. Nuestra razón nos induce
a pensar que estos acontecimientos se han producido por coinciden-
cias casuales, pero en el fondo algo nos produce una sensación que
impulsa a otorgar significado a estas coincidencias.
Una de las personas con la que me siento extraordinariamente
vinculado y conectado vive en Buenos Aires por lo que no tenemos
muchas oportunidades de mantener una alta frecuencia en nuestros
encuentros interpersonales. Sin embargo, en las ocasiones en que
podemos encontrarnos solemos tener una experiencia comunicativa
muy significativa y un encuentro enriquecedor. Me resulta extraor-
dinariamente curioso tener una experiencia con esa persona que
consiste en que algunas veces, con cierta frecuencia, siento o pienso
algo en relación a algún asunto que nos afecta y le comunico esa
circunstancia por mail. Casi en el instante resultaba que esa persona
estaba pensando o sintiendo lo mismo y también me lo comunica.
A veces sucede que yo escribo antes y a veces recibo el mail. Pero es
muy sorprendente comprobar cuando nos lo contamos que sentimos
o pensamos algo similar sobre un mismo asunto que nos afecta casi

134
INICIATIVAS, RESONANCIAS Y SIMETRÍAS

en el mismo momento. Puede que todo sea casual, pero serían dema-
siadas casualidades y coincidencias azarosas. Tengo la profunda
convicción de que todo esto tiene algún sentido.
Este tipo de sucesos extraños, por lo que parece, suceden a
mucha gente. Pero me resulta difícil hablar de ello porque tengo un
cierto temor a que puedan tratarme de loco. Sin embargo cada vez
me doy cuenta de más fenómenos de esta clase. Recuerdo incluso
que cuando era estudiante y estaba a punto de dormirme unos días
antes de un examen, intuía y veía realmente las preguntas. A la
mañana siguiente lo comentaba con algunos compañeros que pare-
cían creerme. Siempre ocurrió, cuando tuve esta experiencia, que
las preguntas del examen coincidían con las que habían surgido en
mi conciencia. ¿Es posible que alguna información, que se supone
sólo tenia el profesor, me indicara estas preguntas? Naturalmente
no tuve esta experiencia con todos los exámenes de mi vida de estu-
diante. Ni por tener esa experiencia dejé de estudiar otros temas que
no eran objeto de las famosas preguntas, por si acaso. No me fiaba
mucho en aquella época de estos acontecimientos extraños. Ahora,
sin embargo, a medida que me suceden más fenómenos similares,
confío más en mi propia intuición y capacidad de anticipación. Com-
prendo que para mucha gente estos fenómenos son exclusivamente
fruto del azar, también algunos físicos –como Einstein– no llegaron
a dar crédito absoluto a los descubrimientos cuánticos; pero para mí,
estos fenómenos tienen algún significado.
La física moderna estableció la no localidad de la mecánica cuán-
tica. Por localidad de una teoría la filosofía de la ciencia entiende que
en la evolución de los sucesos acontecidos en un punto sólo inter-
vienen magnitudes en dicho punto y no elementos “a distancia”, y
así la teoría es causal. En la teoría de la relatividad de Einstein, por
ejemplo, la localidad viene establecida por el límite de la velocidad
de la luz. Pero en física cuántica no, la mecánica cuántica obliga a
una filosofía del conocimiento que renuncie al determinismo, a la
objetividad, incluso al principio de realidad. Naturalmente Einstein

135
ENTRE PERSONAS

y sus colegas Podolski y Rosen se negaban a aceptar la correlación


misteriosa entre las partículas y opinaban que debían existir algunas
“variables ocultas” que todavía eran desconocidas que nos provee-
rían de una explicación causal.
Sin embargo, el doctor Alain Aspect (n. 1947) del Instituto de
Óptica de Orsay en Francia realizó un experimento que venía a
confirmar definitivamente la no localidad del universo a nivel de
las partículas subatómicas y daba al traste con las paradojas “EPR” 2
confirmando la no localidad y la insostenibilidad de la paradoja de
Einstein y sus colegas.
El doctor Aspect, en 1983, hizo emitir fotones en direcciones
opuestas y a la velocidad de la luz hacia dos ventanas diferentes.
La experiencia le mostró que ambos fotones en el momento de
atravesar las ventanas estaban comunicados. A pesar de que esta
comunicación era simultánea, no había un tiempo intermedio para
permitir una causalidad, ninguna clase de onda podía haber infor-
mado puesto que los fotones se separaban a la velocidad de la luz y
en direcciones opuestas. No obstante, en el instante de atravesar la
ventana, un fotón sabía si el otro había atravesado la suya, y hacía lo
mismo, condicionaba su paso por la ventana a lo que el otro hubiera
hecho. En este sentido dos partículas alejadas años luz en direccio-
nes opuestas, si se registra su dirección de giro (espín), giran en
direcciones contrarias entre sí; son capaces de saber la una de la otra
cuál es su giro para ponerse a girar en sentido contrario.
Cuando conocí los resultados de las investigaciones del doctor
Aspect tuve una gran sensación de tranquilidad, un alivio. Sentí que
este descubrimiento daba nombre metafórico a muchos de los fenó-
menos de sincronicidad que he experimentado en mis relaciones,
algo se ordenaba en mi interior y me permitía seguir experimentan-
do lo que aconteciera.

2. La paradoja “EPR” (Einstein-Podolsky y Rosen) planteaba un conjunto de


hipótesis a dos partículas alejadas entre sí pero que actuaron en el pasado con el
objetivo de demostrar el carácter incompleto de la mecánica cuántica.

136
INICIATIVAS, RESONANCIAS Y SIMETRÍAS

La diferencia sustancial que existe entre la teoría de Carl Rogers


para el establecimiento de relaciones enriquecedoras y las ideas
que manifiestan John Amodeo y Martin Buber estriba en que para
Rogers es suficiente que una de las dos personas en relación sea
transparente y comunique su experiencia interna al otro; así la acti-
tud de autenticidad generaría simetría, es decir; sería la facilitadora
de la mutualidad y del encuentro. Rogers está convencido de que si
una persona mantiene una actitud de comunicación profunda con el
otro favorecerá que el otro tenga una actitud similar.
Para Amodeo y Buber, sin embargo, la simetría no es una conse-
cuencia sino una condición para el encuentro. Ambos piensan que, en
una relación en crecimiento, las personas que participan de una rela-
ción deben de coimplicarse mutuamente y hacerse transparentes.
En el fondo estamos preguntándonos si la mutualidad y la sime-
tría constituyen procesos naturales o inducidos. Si constituyera un
proceso natural sería suficiente una disposición de uno de los dos
miembros de la relación para generar en el otro el impulso comu-
nicativo, si fuera inducida sería precisa una intencionalidad previa-
mente compartida para generar relaciones profundas, una decisión
compartida previamente definida.
La experiencia nos indica que, en general, los encuentros y las
relaciones intensas no afloran habiendo adoptado decisiones pre-
vias. Las personas no nos reunimos y acordamos comunicarnos
y hacernos transparentes entre nosotros para iniciar una relación
intensa. Las relaciones significativas surgen por algo que parece
“misterioso” que nos hace sentirnos atraídos por el otro. Experien-
ciamos entonces deseos de relación y de comunicación. Si nos atreve-
mos y nos arriesgamos resulta muy probable que el otro también se
arriesgue e iniciamos un camino interaccional realmente gratificante
y satisfactorio. Entonces empiezan a aparecer similitudes, actitudes
compartidas, incluso gestos muy parecidos y emociones semejantes;
la resonancia se incrementa y cada vez, en mayor medida, nos sen-
timos afectados por el otro. El otro no soy yo, el otro es no-yo; es un

137
ENTRE PERSONAS

opuesto pero con el que resonamos juntos. Los opuestos encajan el


uno al otro, más tarde descubrimos que un opuesto refleja al otro
y vamos notando que compartimos identidades, que ya no somos
absolutamente diferentes. Primero nos tratamos como independien-
tes, luego vamos sintiendo que cada uno es el motor del otro. En una
relación de intensidad cada persona es motor de otra, vemos a cada
persona como un ser independiente o separado pero en el proceso
de la relación esta separación va haciéndose cada vez menor. Si una
persona siente o piensa algo se movería de una determinada mane-
ra estando sola, pero en presencia del otro empieza a moverse de
manera diferente, en respuesta al otro.
Este tipo de relación no se caracteriza porque una persona comu-
nique alguna historia de sí mismo al otro y posteriormente el otro
haga transparente otra narración de sí mismo. No se trata de confian-
za en el sentido de contarse las cosas que permanecían en secreto. Se
trata de comunicación interactiva. Se trata de hacer transparente una
sensación que experimento respecto a ti, esta comunicación te afecta
y genera un nuevo movimiento que, a su vez, me es comunicado.
Este cúmulo de interacciones entre sensaciones, emociones y senti-
mientos que compartimos promueve un flujo de experiencias que
hace emerger sensaciones similares que confluyen en la relación.
Es como si llegara un momento en que sentimos realmente casi lo
mismo y con la misma intensidad.
Mediante este proceso experimentamos como una sensación
inicial mía es diferente, incluso contraria a la sensación del otro y
poco a poco ambas sensaciones se van transformando y llegan a
confluir en una sensación similar que es experimentada por los dos
individuos. Cuando vivimos una relación de esta manera parece
que se produce un proceso expansivo que va más allá del encuentro
del momento. Incluso a veces no distinguimos exactamente si una
sensación en la relación es mía o es del otro. Seguramente es compar-
tida, ha confluido desde la diferencia y ha provocado movimiento en
mi proceso interno y en el del otro.

138
INICIATIVAS, RESONANCIAS Y SIMETRÍAS

El físico inglés Paul Dirac (1902-1984) había encontrado en 1928


la ecuación relativista para el electrón que fue todo un acontecimien-
to porque incluía el espín de forma natural y suministraba el valor
admitido para el momento magnético del electrón. Pero su ecuación
admitía soluciones con energía negativa que se referían a una par-
tícula como el electrón pero con carga positiva. Esta partícula no
podía ser el protón porque su masa es más de dos mil veces mayor
que la del electrón y se estableció la posibilidad de que existiese una
nueva partícula, el positrón, igual que el electrón pero con carga
positiva. Años más tarde, en 1932, C. Anderson (1905-1991) anunció
la detección en los rayos cósmicos de partículas con carga positiva
y masa comparable al electrón, se visualizaron como realidad física
los positrones. La teoría de Dirac había revelado una simetría funda-
mental entre la materia y la antimateria que significa que para cada
partícula existe una antipartícula de igual masa y de carga opuesta.
Se pueden crear pares de partículas y antipartículas si se dispone de
energía suficiente. Esto es muy interesante porque cuando dos partí-
culas colisionan con altas energías se rompen en pedazos pero estos
trozos no son más pequeños que las partículas originales, podemos
dividir la materia pero no obtenemos trozos más pequeños. Las
partículas son a la vez destructibles e indestructibles. En realidad,
con este proceso, lo que vamos viendo es que las partículas más que
iguales son indistinguibles.
En una relación simétrica cada participante acepta al otro con
respeto, es una relación de igualdad y confianza que se establece
desde la mismidad de cada uno que genera resonancias que, a su
vez, hacen posible la mutua comprensión y el crecimiento de esta
relación y nos permiten nuevas posibilidades para desarrollar nues-
tro potencial para hacer de nuestra vida un proyecto significativo y
satisfactorio.
Y es que la simetría no es confusión de identidades sino rela-
ción de igualdad, desde la diferencia y el respeto por cada uno, una
concordancia en los valores y las actitudes que se van ajustando con

139
ENTRE PERSONAS

dinamismo para compartir la esencia personal de cada individuo


que, en el fondo, percibe conectada con la esencia del otro. La sime-
tría se va haciendo a medida que avanza la relación y al experimen-
tarla como bella y positiva tiende a conservarse. Cuando realmente
nos sentimos permanecer en una relación de simetría, de respeto, de
comprensión mutua, tendemos a conservarla porque la percibimos
muy enriquecedora para nosotros mismos.
La simetría es un fenómeno extendido en la naturaleza y consiste
en un conjunto de transformaciones que dejan un sistema invariante.
Las moléculas tienen también simetrías. Pasteur (1822-1895) que,
además de biólogo y químico, era cristalógrafo ya descubrió que
los ácidos tartárico y racémico diferían solamente en la simetría.
Las partículas subatómicas, como los quarks o los leptones tienen
también simetrías como los cristales. Sus transformaciones, como
resultado de las interacciones también presentan estas simetrías que
cumplen lo que se denomina las leyes de conservación. El teorema
que relaciona la simetría y la consecuente ley de conservación es el
teorema de Noether y se debe a Emmy Noether (1882-1935) que afir-
ma que si una transformación guarda un tipo determinado de sime-
tría lleva asociada una determinada ley de conservación. La simetría
más sencilla es la de la paridad. Una colisión entre dos partículas que
produce otras dos partículas diferentes posee simetría de paridad si
al cambiar de signo las coordenadas de todas ellas, la probabilidad
con la que tiene lugar el proceso no varía.
Hasta 1956 se creía que la simetría de paridad se daba en todas
las interacciones pero los físicos Tsung-Dao Lee (n. 1926) y Chen
Ning Yang (n. 1922) que compartieron el premio Nobel de Física
en 1957 indicaron que no se había comprobado la conservación de
la paridad en la interacción débil y sugirieron varios experimentos.
La consecuencia inmediata fue descubrir que las partículas emitidas
en la interacción débil tienden a mostrar una relación determinada
entre su espín y su sentido del movimiento. Más tarde, los físicos
James Cronin (n. 1931) y Val Fitch (n. 1923) que compartieron tam-

140
INICIATIVAS, RESONANCIAS Y SIMETRÍAS

bién el premio Nobel de Física en 1980, descubrieron que la interac-


ción débil no es simétrica.
Me parece un descubrimiento extraordinariamente interesante
aplicado a nuestras relaciones humanas. Sólo la interacción fuerte
genera simetría de paridad. La interacción débil nos mantiene está-
ticos y con un movimiento siempre en el mismo sentido. Creo que
vale la pena cuidar la frecuencia en nuestras relaciones, mantener la
iniciativa, arriesgarnos a la comunicación transparente y penetrar en
los albores de un nuevo sistema dinámico de nuestras interacciones
que nos permitan confluir y disfrutar de los encuentros que nos ayu-
dan a crecer juntos y a transformarnos.

141
ENTRE PERSONAS

TEXTO PARA LA REFLEXIÓN

El desierto del amor

El doctor miraba a Raymond, vuelto de cara al jardín. Aquel hombre


era su hijo. Después de aquel día de fiebre, le hubiera gustado confiarse, o
mejor dicho, enternecerse y preguntarle a su hijo: ¿Por qué no nos habla-
mos nunca? ¿Crees que no sabría comprenderte? ¿Tanta distancia hay
entre un padre y un hijo? ¿Qué son los veinticinco años que los separan?
Tengo el mismo corazón de los veinticinco años y has salido de mí. Es pro-
bable que tengamos en común inclinaciones, repugnancias, tentaciones…
¿Quién será el primero en romper este silencio entre nosotros? El hombre
y la mujer, por alejados que puedan estar uno de otro se reúnen en un
abrazo. Incluso una madre puede atraer la cabeza de su hijo y besar sus
cabellos; pero el padre no puede nada, aparte del gesto que hizo el doctor
Courrèges al poner la mano sobre el hombro de Raymond, que se volvió
con un estremecimiento. El padre apartó la mirada y preguntó:
–¿Llueve aún?
Raymond, de pie en el umbral, tendió el brazo hacia la noche.
–No, ya no llueve.
Y, sin volver la cabeza, añadió: Buenas noches, y el ruido de sus pasos
fue disminuyendo.

François Mauriac

142
6
EL DIABLILLO DE MAXWELL

Tiene que haber algo en el mecanismo de la vida que impide que


la vida se degrade, debe haber algún fenómeno irreversible.
(E. Schrödinger)

Cuando más se despliega nuestra imaginación no es para imaginar


aquello que no existe realmente, como hace la ficción, sino simple-
mente para comprender aquello que existe.
(R. Feynman)

Un juego de roles

Marta y Alberto forman una pareja relativamente convencional.


Conviven juntos desde hace cuatro años y han decidido esperar
unos dos años más antes de intentar concebir un hijo. Se sienten
todavía jóvenes, tienen unos treinta y cinco años, y dicen que antes
de asumir responsabilidades quieren tener la oportunidad de “dis-
frutar un poco más de la vida”.
Cada mañana se arreglan con esmero y detalle y desayunan
juntos, aunque no hablan demasiado. Es pronto, tienen un poco

143
ENTRE PERSONAS

de sueño y comentan solamente lo que creen que les depara el día.


Ella sale de su casa y coge el metro para llegar en media hora a su
lugar de trabajo, unas oficinas de un ministerio en el que trabaja
como administrativa. Cuando llega observa a sus compañeras y, en
especial, algunas especificidades de su manera de vestir y manifiesta
alguna opinión sobre el asunto, al mismo tiempo expresa algunas
frases sobre alguna prenda de su vestimenta casi siempre relacio-
nadas sobre el lugar donde la adquirió o lo bien que le cae el color
de acuerdo a la textura de su piel o el tinte de sus cabellos. Luego,
durante la mañana, trabaja más o menos en silencio, con excepción
de algunos comentarios sobre sus quehaceres. A la hora del café sale
junto a dos o tres compañeras y compañeros de trabajo y mantienen
una tertulia sobre lo divertido que ha sido el fin de semana, lo que
será el próximo fin de semana, la última película que han visto o lo
que han disfrutado en alguno de los cursos y talleres en que han
participado. Si un observador externo se fijara en esta conversación
notaría inmediatamente que casi todos hablan al mismo tiempo
contando su historia y lo difícil que resulta hacer un espacio para
permitir escuchar e interesarse por lo que dicen los demás.
Al mismo tiempo Alberto ha arrancado su coche y se ha dirigido
a su oficina de seguros en donde tiene un trabajo como mando inter-
medio. Toma el café con sus compañeros y comentan las jugadas del
último partido de fútbol que han retransmitido en abierto o por el
canal de pago al que todos, naturalmente, están abonados. Aquí se
nota el griterío de vez en cuando, sobre todo cuando el compañero
es del otro equipo y uno defiende la actuación del árbitro mientras
que el otro lo acusa. No rehúyen hablar de los últimos fichajes y de
las tácticas de los entrenadores y cada uno se siente un experto a la
hora de comentar tales avatares.
Marta llega a su casa sobre las tres y media, come una ensalada,
pone la lavadora o realiza algún trabajo doméstico y sale luego a
realizar algunas actividades en función del día. Va a un curso de
yoga dos días a la semana, otro día queda con alguna amiga para

144
EL DIABLILLO DE MAXWELL

salir a pasear, a tomar café o al cine, y otro día lo dedica a la compra


semanal. Llega a casa sobre las ocho y media y poco después arriba
Alberto cuyo horario laboral suele acabar sobre esa hora y tiene que
comer fuera de casa todos los días.
Preparan algo para cenar aunque algunas veces salen fuera a un
lugar cercano. Mientras cenan, si no hay partido de fútbol, comen-
tan cuatro detalles sobre hechos acaecidos durante el día, refieren
alguna noticia extraordinaria de la actualidad, repasan la economía
familiar en relación a la subida o bajada de los tipos de interés, hacen
planes para el fin de semana o, si es el momento, planifican sus vaca-
ciones. No están muy acostumbrados a comunicar sus sentimientos
y emociones más profundas y, aunque de vez en cuando se digan
que se quieren y deciden tener relaciones sexuales, parecería que
todo formara parte de una especie de rutina planificada.
Los fines de semana no suelen ser extraordinarios, aunque algu-
nos sí, especialmente si deciden pasarlo en un hotel rural o realizar
algún viaje relámpago, aunque para eso tiene que coincidir con un
puente. Normalmente, los sábados por la mañana Alberto se ausenta
a jugar un partido de tenis con algunos compañeros y Marta queda
en su casa a preparar la comida, leer algún bestseller o, en alguna
ocasión, tomar un refresco con una amiga que vive cerca de su casa.
Por las tardes suelen ir al cine o a dar un paseo por la ciudad a no
ser que les toque preparar la cena que cada sábado comparten con
un grupo de parejas amigas turnándose en las casas y procurando
ser originales en el menú. Estas cenas son curiosas, parece que hay
una competencia subliminal entre las parejas sobre la originalidad
del menú que han cocinado cuando les ha correspondido el turno o
sobre la mayor creatividad decorativa de la mesa. También aprove-
chan para lucir sus últimas compras en vestimenta, por lo que una
buena parte de la conversación del sábado noche se refiere a estos
asuntos: a las recetas utilizadas para el menú; al lugar de adquisi-
ción, precio y calidad de las prendas de vestir, a la película de la
tarde o a lo maravilloso que ha resultado el último viaje realizado

145
ENTRE PERSONAS

del que, casi siempre, hay fotos para mostrar. A veces acaba la noche
en un bar de copas o en algún sitio donde pueden bailar.
Los domingos, Marta y Alberto suelen acudir a alguna comida
familiar, a veces en su propia casa pero generalmente en casa de sus
padres, suegros o unos tíos que tienen un chalé en un pueblo cercano
a la ciudad. Por la tarde noche regresan a su casa, bastante agotados,
se mecen en el sofá, preparan algo ligero para cenar, miran la televi-
sión y sostienen alguna conversación muy monosilábica sobre lo que
les depara mañana o lo que ha sucedido en el día.
Marta y Alberto, en el fondo, como muchos de nosotros, partici-
pan en un juego de roles socialmente convenido. Parece razonable
porque las personas no habitamos un mundo solitario. Estamos
inmersas en un contexto social en el que no nos queda más remedio
que relacionarnos con otros seres humanos. Vivimos colectivamente,
no podemos dejar de interaccionar con otras personas que también
forman parte de nuestro mundo. La mayoría de interacciones que
establecemos en nuestra vida diaria son de carácter social, conoce-
mos otras gentes, saludamos, mantenemos conversaciones triviales
y nos comportamos de acuerdo a patrones socialmente convenidos.
Este tipo de interacciones nos permite sobrevivir. En realidad lo que
hacemos en estas interacciones es representar nuestro rol, jugamos
un juego de representaciones en el que nuestra expresión implica
más lo que hacemos que lo que somos y en el que siempre hay una
separación entre quien representa y aquello que es representado.
Más que personas somos, en estas situaciones, personajes en el teatro
de nuestra coexistencia. No es que la separación entre los actores y lo
que representamos sea necesariamente una oposición entre lo real y
lo fingido, sino que es un modo basado en el acuerdo implícito entre
las partes, una convención social.
En esta clase de interacciones casi nunca ocurre nada significati-
vo. Me imagino a dos personas en interacción recurrente de este tipo,
dos compañeros de trabajo, dos vecinas, dos paisanos cuyas vidas
transcurren como en líneas paralelas y en el pasar de la vida van salu-

146
EL DIABLILLO DE MAXWELL

dándose y conversando vanamente cuando coinciden en algún lugar.


Las líneas paralelas no intersectan nunca, nunca tienen un punto de
encuentro, por lo que la situación es absolutamente reversible. Tanto
da ir para delante que volver atrás. Son relaciones estáticas y casi per-
manentes, con poco significado y con mucho equilibrio y estabilidad.
Nos sirven para sobrevivir pero no para crecer y expandirnos.
El paradigma de la física antes del siglo XIX es una buena repre-
sentación de este tipo de interacciones. La unidad, la reversibilidad,
la permanencia, la traslación aunque no la transformación, eran los
ejes centrales de la visión del mundo hasta el siglo XIX. En los tiem-
pos de Galileo, Kepler o Newton el espíritu de la ciencia permitía
encarar el universo como un diagrama en el que los fenómenos se
describían en términos matemáticos y mecánicos. La concepción del
mundo era la maquinaria de un reloj que se puede descomponer y
se puede componer a partir de esas partes descompuestas. Los fenó-
menos eran ordenados porque los movimientos se explicaban en
un esquema de causa-efecto que se representaba matemáticamente
por una ecuación diferencial. El mundo era un sistema en equilibrio
y como tal no podía tener historia, un sistema en equilibrio sola-
mente permanece en su estado y apenas incorpora fluctuaciones. El
mundo era como un conjunto de péndulos hecho de movimientos
periódicos simples. Independientemente del método científico que
se utilizara para explicar los fenómenos, –la vía racionalista o la vía
empirista–, en el fondo subyacía una idea determinista, explicar un
acontecimiento era identificar su causa, situándolo en un conjunto
de condiciones en el que cada suceso da pie al siguiente. Todo ello
condujo a Laplace (1749-1827) a considerar el estado presente del
universo como efecto del estado anterior y como causa de lo siguien-
te, por lo que pudo imaginar razonablemente que un día los cientí-
ficos deducirían una ecuación matemática tan poderosa que conten-
dría la explicación de todo lo que ocurre y lo que vaya a ocurrir. En
esta visión el caos era solamente una complejidad no desentrañada
porque el orden y la estabilidad del universo permanente podían ser
explicados por las leyes del movimiento de Newton.

147
ENTRE PERSONAS

La mayoría de nuestras interacciones se corresponden a ese


modelo. Nos encontramos en muchos contextos en los que nuestras
relaciones conforman situaciones sociales superficiales, en el trabajo,
en el barrio, en un acto festivo o cultural. Conocemos personas “de
vista”, hablamos un poco, contamos cuatro cosas, comentamos el
calor o el frío que hace y quizá un día, al volvernos a encontrar, se
repite casi miméticamente la misma situación. Son relaciones rever-
sibles y deterministas, por eso la psicología de la conducta humana
y la psicología social se encuentran cómodas en estos modelos, para
ellas toda conducta interaccional tiene su causa que produce un
efecto predecible.
Sin embargo nuestra experiencia humana no responde a esta
visión de manera completa. Si bien nuestras interacciones sociales
más superficiales pueden ser comprendidas como estáticas y reversi-
bles, también establecemos, por suerte; otras relaciones más intensas
en las que ocurren cosas inesperadas. Sentimos, lloramos, nos emocio-
namos, necesitamos al otro, herimos y nos sentimos heridos y, en fin;
experienciamos un compendio de emociones que hace que nos sinta-
mos vivos. Son relaciones más intensas, y por ello más inestables.
Estas relaciones son más frágiles, lo que sucede nos afecta mucho
más, nos conmueve, nos hacen disfrutar más pero también, en
muchas ocasiones, nos provocan un mayor sufrimiento. Son relacio-
nes no reversibles, lo que ocurre en el transcurso de estas relaciones
condicionan su proceso y resulta casi imposible volver atrás.

La entropía en las relaciones humanas

Muchos expertos han señalado que este tipo de relaciones más


intensas se ajustan también a procesos generales. Estas relaciones, en
sus fases iniciales, generan simpatía y atracción entre las personas
en relación, pero llega un momento en que la frecuencia de la inte-
racción y la intensidad de los afectos se detienen en un punto. Esto
sucede porque a medida que aumenta la frecuencia de interacción

148
EL DIABLILLO DE MAXWELL

y la comunicación de más partes del sí mismo de cada persona,


aumentan también las dificultades de sincronización y se producen
mayores desajustes. Cuando intensificamos la intimidad y el nivel de
interacción, parece que surgen más puntos de discrepancia. Por ello
hemos oído explicaciones que han sugerido que el fenómeno del ena-
moramiento tiene una duración máxima y que después de un punto
va degradándose. En un libro anterior 1 sostuve que este tipo de
relaciones se correspondería con una imagen en la que las líneas,
más que paralelas, fueran oblicuas; las personas en esta relación
nos vamos aproximando cada vez con mayor intensidad, llega un
momento en que las líneas intersectan produciéndose un punto de
máxima intensidad y, poco a poco, siguen alejándose. El camino de
la relación resulta muy gratificante a medida que las líneas van acer-
cándose, pero resulta triste cuando nos percatamos de la distancia
que se va generando después del punto de intensidad. En el fondo
de estas imágenes y explicaciones estriba la idea de que las relaciones
intensas tienen tendencia a degradarse irreversiblemente y, sin duda,
muchas de mis experiencias se corresponden con este modelo.
Seguramente todos podamos recordar relaciones de este tipo,
amigos de antes que ahora permanecen distantes, grupos en los que
participábamos que acabaron como el rosario de la aurora, personas
con las que manteníamos una relación de significativa intensidad y
con las que hemos acabado en disonancia o en ruptura. Quizá estas
relaciones formen también un buen conjunto numeroso de interac-
ciones, esta vez intensas y no superficiales pero que han acabado
mal o se han ido degradando irreversiblemente. En algunas de
ellas, incluso, el amor fue convirtiéndose en odio o rabia y después
en indiferencia. Había una energía poderosa que manteniéndose
cambió de signo y fue luego disipándose.
También la física del siglo XIX supuso un salto cualitativo en
los modelos científicos. Si las leyes de la mecánica otorgaban a los

1. BARCELÓ, B. (2000), Centrar-se en les persones, Barcelona: Pleniluni.

149
ENTRE PERSONAS

fenómenos naturales el sentido de la reversibilidad, al entender el


cosmos como una máquina que funciona eternamente sin modifi-
caciones y de manera permanente –lo que hacía razonable que un
proyectil lanzado realizara una trayectoria y volviese sobre sí mismo
para recorrer el mismo camino al revés–, las nuevas investigaciones
dieron al traste con esta concepción.
El surgimiento de la termodinámica y su concepto de entropía
entronizó la tendencia de los sistemas a su degradación irreversible,
al paso del tiempo y a la imposibilidad de volver atrás. Algunos ven
en la termodinámica una metáfora para explicar la tendencia a que
se degraden nuestras relaciones humanas más intensas.
El nacimiento de la termodinámica y sus principios tiene una
historia curiosa. El desarrollo de la máquina de vapor y el auge
de la ingeniería francesa convergen en los intentos de Sadi Carnot
(1796-1832) para elaborar una teoría general de las máquinas movi-
das por el calor. Cuando los ingenieros franceses se ocuparon de
la conexión entre los efectos térmicos y mecánicos, Carnot llamó la
atención sobre el hecho de que en una máquina de vapor el calor
fluía de una región de alta temperatura a otra de baja temperatura
generándose un trabajo mecánico. Carnot llegó a una conclusión
incorrecta manifestando que no se perdía calor ni podía convertirse
en energía mecánica. Para él, la misma cantidad de calor que cedía
la caldera a alta temperatura era la que recibía el condensador a
temperatura inferior. Parecía que todas las máquinas de vapor y
todas las máquinas de calor en general, habrían de tener la misma
eficiencia cuando operaban los mismos niveles de temperatura.
Pero, como a pesar de los intentos no era posible construir una
máquina de movimiento perpetuo, los científicos descubrieron
con irritación que cuando ponían una máquina en funcionamiento
parte de la energía cobraba una forma que no se podía recuperar y
no se podía utilizar de nuevo. Carnot tuvo que admitir que el calor
consistía en el movimiento de las partículas de los cuerpos y la ener-
gía térmica y mecánica eran interconvertibles y equivalentes.

150
EL DIABLILLO DE MAXWELL

Más o menos en la misma época, Robert Mayer (1814-1878) un


médico que servía en un barco en el trópico, se percató de que la
sangre de sus pacientes era más roja de la que había observado en
Europa y atribuyó esta diferencia a una mayor cantidad de oxígeno
en la sangre. Este exceso de oxígeno era debido a la menor combus-
tión de los alimentos que suministraba el calor del cuerpo y Mayer
supuso que la energía mecánica de los músculos provenía de la
energía química de la comida, igual que el calor del cuerpo; por lo
que concluyó que eran equivalentes la energía mecánica, el calor y
la energía química.
El trabajo experimental que estableció finalmente el principio
de la conservación de la energía fue realizado por James Jule (1818-
1889) que, al medir el calor generado por una corriente eléctrica que
fluía por una resistencia, descubrió que el calor producido era pro-
porcional a la resistencia del circuito y, midiendo el trabajo mecánico
producido al hacer funcionar una dinamo cerrada en un recipiente
con agua, comprobó que el aumento de temperatura proporcionaba
una estimación del calor originado. Jule se dio cuenta de la conver-
sión de energía mecánica en electricidad y de la electricidad en calor
y se convenció de que las diversas formas de energía podían ser
intercambiables y equivalentes.
Si el proceso investigador de la termodinámica hubiera acabado
aquí se habría obtenido sólo el primer principio absoluto: la energía
no se crea ni se destruye, sino que se transforma. De esta manera
tendría sentido suponer, metafóricamente, que nuestras relaciones
intensas, estas relaciones que nos abruman de energía relacional,
podrían siempre mantenerse y podríamos imaginar un estado per-
manente de felicidad y satisfacción en nuestras relaciones. Pero en la
vida no nos ocurre esto. Al contrario, cuando creemos haber llegado
a un estado intenso de magnífica relación con el otro, a una situación
en la que nos sentimos comprendidos, amados, aceptados y en la
que nos permitimos ser más nosotros mismos y comunicar libremen-
te nuestros sentimientos y emociones parece producirse una tenden-
cia sutil al deterioro. Es como si la relación se volviera cada vez más

151
ENTRE PERSONAS

frágil, aparecen discusiones y discrepancias, desencuentros, malen-


tendidos e interpretaciones. La relación parece degradarse y, con el
paso del tiempo, va disipándose la energía de atracción entre estas
personas en relación que acaba en indiferencia, distancia y mínima
intensidad emocional. Volver a regenerar esta relación es casi impo-
sible, ni siquiera ocupa un espacio en los deseos intencionales de las
personas que han experimentado estos procesos. Muchas veces en
los comienzos del deterioro se producen algunos intentos de arreglo
porque nos cuesta aceptar que todo esto nos sucede en una relación
en la que nos sentíamos en crecimiento. Pero, en general, son inten-
tos frustrados, y el quebranto continúa sutilmente.
La termodinámica no paró en sus investigaciones y no se con-
formó con el primer principio de conservación de la energía. Poco
tiempo más tarde Rudolf Clasius (1822-1888) logró la reconciliación
de las ideas de Carnot y los resultados de Jule. Se dio cuenta de
que cuando los gases y los vapores se expandían contra una fuerza
opuesta, realizando trabajo mecánico, perdían calor y una parte se
convertía en energía mecánica. En los procesos térmicos espontá-
neos permanecía constante la cantidad de calor pero la temperatura
disminuía, así que acuñó el término entropía –cantidad de calor
dividida por temperatura– para expresar este concepto que tendía a
aumentar en los procesos naturales espontáneos y no a permanecer
constante y formuló la famosa segunda ley de la termodinámica: “la
entropía del mundo tiende al máximo”.
La segunda ley de la termodinámica y su interpretación molecular
realizada por Boltzmann (1844-1906) en el sentido de que en los movi-
mientos espontáneos de energía las moléculas del sistema tienden a
una distribución aleatoria, confirió sentido físico y direccionalidad al
paso del tiempo. Las leyes de la mecánica clásica entendían el mundo
como reversible, a partir del segundo principio de la termodinámica
la energía tiende a disiparse en el universo y esta tendencia hace los
fenómenos irreversibles, la energía se pierde en el mundo y esta tasa
de dispersión de la energía da una medida del flujo del tiempo.

152
EL DIABLILLO DE MAXWELL

Desde la termodinámica no solamente somos cautivos del tiem-


po sino que los sistemas tienden a la desorganización y al caos,
estamos inmersos en el pesimismo y en un proceso de decadencia
y disolución esperando la muerte térmica del universo. Cada sis-
tema cuando evoluciona, teniendo en consideración la entropía, se
vuelve más desordenado que el anterior por lo que, parafraseando
a Helmholtz (1821-1894), el universo se vuelve más caótico cada día.
No es que la energía disminuya, ya que el primer principio termodi-
námico manifiesta que no se destruye ni se crea, es peor todavía; la
energía útil se disipa o se dispersa gradualmente y ya no se puede
volver a utilizar. Se trata de una pérdida de la cantidad de energía
disponible que hace que los sistemas degeneren, porque desde la
termodinámica la energía de un sistema aislado es constante y la
entropía, en ese sistema, sólo puede aumentar; alcanzando sólo una
constante cuando la temperatura del sistema llega al cero absoluto.
Desde el marco de la entropía es posible comprender porqué
nuestras relaciones humanas más intensas llegan a un punto en que
se deterioran y ya nos resulta imposible volver atrás, caminamos en
la dirección irreversible del tiempo que hace que nos alejemos más y
más de aquella persona con la que nos sentíamos reconocidos, ama-
dos, comunicados y con la que vivíamos interacciones de crecimien-
to y expansión. Es como si entráramos en un juego de relaciones en
el que volvemos a estar atrapados y no fuera posible despertar, no
fuera posible mantener relaciones felices porque al llegar a un punto
de intensidad la relación se deteriora y las personas se disgregan. Es
un juego entrópico que el poeta Allen Ginsberg (1926-1997) metafo-
rizó magistralmente: “no podemos ganar, tampoco podemos empa-
tar, no podemos salirnos del juego”.
Son muchas las relaciones en las que hemos experimentado el
proceso de entropía. Recuerde, por ejemplo, aquella relación con
aquella persona de la que puede vislumbrar el primer momento de
su encuentro, puede acordarse, como si fuera hoy, de los felices y
gratos momentos que pasaron juntos, que hablaron, que se comu-

153
ENTRE PERSONAS

nicaron profundamente, se abrazaron y se imaginaron una relación


perpetua que era imposible truncar. Es más difícil recordar, no obs-
tante, cuando cambió la direccionalidad de este proceso. Sin saber
exactamente cómo ni por qué se fueron distanciando y alejando, dis-
minuyendo la frecuencia de sus encuentros o incluso la relación fue
deteriorándose. Ahora esta persona significa solamente un recuerdo
del pasado en una situación irreversible. Resulta para usted imposi-
ble e inimaginable que vuelva a producirse aquel proceso de encuen-
tro con esta misma persona.
Parece que es una experiencia generalizada en nuestras relacio-
nes humanas mantener interacciones como si de un juego de roles
se tratara en las que casi nunca sucede nada significativo, relaciones
convencionales, establecidas socialmente en las que no ocurre nada,
relaciones reversibles a las que nos adaptamos y nos dejamos llevar
por las convenciones, por lo que toca hacer, por lo que hace todo el
mundo. O, también, hemos participado en relaciones más o menos
intensas que, por el mecanismo metafórico de la entropía, se han
ido degradando irreversiblemente con el paso del tiempo. Eran rela-
ciones en las que nos sentíamos bien, en las que experimentábamos
constantemente sentimientos y emociones con cierta intensidad, nos
gustaba estar con el otro, hablar, comunicarnos, había amor, sen-
tíamos una gran energía que ha ido disipándose con el tiempo. La
entropía actuó en estas relaciones y ya no resulta posible rehacerlas
como eran, nada será como antes.

¿Es posible contravenir la degradación de nuestras relaciones más


intensas?

En mi experiencia personal y relacional, no todas las relacio-


nes se corresponden a un modelo de líneas paralelas reversibles y
triviales, como la de Marta y Alberto, ni todas mis experiencias de
relaciones intensas han acabado por disiparse irreversiblemente en
el acontecer de la vida. Disfruto de algunas relaciones muy intensas

154
EL DIABLILLO DE MAXWELL

en las que, en algún momento ambas personas en relación hemos


sentido y experienciado algún conflicto que nos ha afectado grave-
mente y de manera muy profunda y, cuando parecía que esta rela-
ción quedaba rota para siempre, hemos sido capaces de establecer
un clima de una gran intensidad comunicativa que ha facilitado la
reorganización y la superación del conflicto. Ahora siento que estas
relaciones están más consolidadas y me vivo junto con el otro en
crecimiento y en expansión. No es que me sienta uno con el otro o
fusionado, me siento mí mismo; pero esta diferencia que se expresa
en transparencia comunicativa profunda, hace que me sienta unido,
proyectivo y en vitalidad exponencial en una aventura compartida
que nos llena y nos propaga. Me imagino el diagrama de estas rela-
ciones no como líneas paralelas que no intersectan, ni como oblicuas
que intersectan en un punto y se alejan, sino como curvas onduladas
que intersectan, se distancian, vuelven a intersectar, vuelven a dis-
tanciarse a veces más lejos, a veces más cerca, intersectan otra vez; y
así van participando en un proceso interesante y significativo en el
que el conflicto deviene nuevo encuentro y en cada nuevo punto de
intersección se genera un mayor potencial de energía que hace que
la relación funcione y nos enriquezca.
Y es que dentro de la tendencia general del universo a la entro-
pía, hacia la desorganización y el desorden, los seres humanos
podemos representar alguna excepción local porque quizá noso-
tros no somos sistemas aislados sino abiertos e impredecibles que
intercambiamos constantemente materia y energía. Pero además,
la violación del segundo principio termodinámico ha sido siempre
objeto del deseo de muchos científicos que han intentado buscar en
las profundidades algún factor de optimismo y esperanza para no
quedar atrapados en una espera permanente que nos conduce a la
aniquilación.
El primer atisbo de esperanza estuvo en manos de un diablillo
juguetón. Si bien es cierto que en un primer momento se dio a los
dos principios de la termodinámica la condición de leyes absolu-

155
ENTRE PERSONAS

tas, el físico escocés James C. Maxwell (1831-1879) sugirió que la


segunda ley era sólo estadística y para ello presentó una imagen en
la que introdujo un diablillo diminuto capaz de separar en un gas
de un recipiente dividido en dos partes separadas por una puerta,
las moléculas más veloces de las más lentas de tal manera que, sin
aporte de trabajo y en una situación de equilibrio térmico inicial el
diablillo va abriendo y cerrando la puerta dejando pasar las molécu-
las rápidas a un lado y las lentas al otro lado; así consigue elevar la
temperatura de una parte y bajar la del otro sin realizar trabajo, sólo
empleando la inteligencia y la habilidad del diablillo observador.
Maxwell pretendía demostrar que no existía contradicción entre el
comportamiento individual de las moléculas y el comportamiento
estadístico. Fue Maxwell quien convenció a Boltzmann (1844-1906)
de la naturaleza estadística de la segunda ley, fundamento de la
razón por la que se descarta que la entropía aumente en un sistema
aislado como resultado de una necesidad absoluta aunque sea alta-
mente probable que así ocurra y pudo formular la ecuación de la
entropía desde el punto de vista probabilístico.
Con el diablillo de Maxwell podemos suponer la existencia de
excepciones en algunas relaciones intensas. En las que entrara en
juego el diablillo no se produciría una tendencia a la degradación
sino que la relación seguiría expandiéndose positivamente y nos
sentiríamos en crecimiento. Para que esto nos ocurra en nuestras
relaciones interpersonales intensas que ahora tenemos y todavía no
se han deteriorado, tenemos que aprender el juego del diablillo, las
condiciones adecuadas para permitir que no actúe la entropía en
nuestras relaciones. Tenemos que aprender las reglas de este juego
y, lo más importante, tenemos que jugarlo.
Ahora bien, muchos físicos han intentado demostrar que en
el experimento de Maxwell en realidad no se viola la segunda ley
termodinámica si se incluye su diablillo en el análisis que interactúa
con el gas y que, en consecuencia, hay que considerar la entropía
total del sistema combinando el gas y el diablillo. La base del argu-

156
EL DIABLILLO DE MAXWELL

mento es muy interesante porque implica que, con independencia


del procedimiento que utiliza el diablillo y de las acciones que reali-
ce, cuando observa las moléculas obtiene información del estado de
cada molécula para ejercer su función y en algún momento tendría
que borrar la información para obtener más –ya que la capacidad
de almacenaje no es infinita–, y entonces participaría en un proceso
irreversible que aumentaría la entropía total del sistema.
Si estos físicos tienen razón, por mucho que juguemos al dia-
blillo no impediríamos el deterioro en nuestras relaciones. Es la
experiencia que muchas personas tienen. Decimos: “he hecho todo
lo posible pero no ha tenido remedio”. Y seguramente es, en parte,
cierto. Usted, como yo, con seguridad hemos establecido relaciones
significativas que cuando percibíamos que se iban deteriorando
hemos hecho lo posible para evitar la decadencia, hemos adoptado
la iniciativa para intentar comunicarnos con la persona en relación,
hemos pedido disculpas por algún motivo, hemos intentado crear de
nuevo un clima de interacción intenso y, sin embargo, no ha habido
manera de restablecerla. Hemos percibido como la otra persona no
ponía nada de su parte, se mostraba inflexible y no respondía a nues-
tros intentos. Nos hemos hartado y hemos optado por aceptar lo que
hay en el supuesto de que el paso del tiempo reducirá la intensidad
de nuestro sufrimiento.
Pero con ello no se acabó el diablillo, que parece que sigue jugan-
do con la entropía a su antojo. Porque el argumento del diablillo
ha permitido plantear conclusiones más allá de lo que pretendía
Maxwell. Una investigación interesante sobre el diablillo es la que
realizó Léon N. Brillouin (1889-1969) un físico teórico francés, quien
estableció que en toda medición física existe una interacción con-
sumidora de energía mediante la cual la cantidad de información
adquirida por el diablillo, que permitiría reducir la entropía del
sistema, tendría, en todo caso, un costo de energía que se debería
pagar. Brillouin logró establecer una equivalencia entre la informa-
ción y una cantidad que acuñó como neguentropía.

157
ENTRE PERSONAS

La neguentropía es lo contrario de entropía, la podemos con-


siderar como entropía negativa. Si la entropía implica la descom-
posición del sistema en un caos continuo, la neguentropía define
la energía como medio indestructible que tiende a regular el com-
portamiento del sistema buscando una tendencia al orden. En estos
sistemas abiertos la información juega un papel clave como medio
regulador ya que reduce la entropía y la incertidumbre y genera
orden y organización. De esta manera la información puede ser
transformada en neguentropía y, si es así, la transformación es
reversible y no produce pérdidas como en el caso de la acción de
las enzimas que son capaces de catalizar reacciones químicas en los
organismos vivos; o la acción de otros sistemas biológicos capaces
de reducir la entropía localmente aun a costa de gastar energía
extraída de los alimentos.
Desde esta perspectiva sería posible suponer que algunas rela-
ciones personales que vivimos intensamente pudieran mantener
alguna cuota de reversibilidad después de un conflicto o de una
ruptura, dependería de las condiciones de información y de comu-
nicación que seamos capaces de facilitar para poder reconstruir una
relación rota o en proceso de destrucción. Seguramente esta recons-
trucción no tendría como resultado la mimética reproducción de la
relación en el estado anterior al conflicto producido, porque la irre-
versibilidad parece ser un factor absoluto, pero permitiría una rela-
ción nueva, más consolidada y con un nuevo orden. Ello significaría
un nuevo sistema de interacciones sometido nuevamente a todos los
avatares y fluctuaciones que acontecieran.
En realidad científicos y biólogos descubrieron hace tiempo que
era posible la reconciliación del progreso de cambio evolutivo con
los efectos de la segunda ley de la termodinámica. La clave de esta
reconciliación consiste en distinguir entre sistemas abiertos y cerra-
dos. Los sistemas abiertos parecen ir contra la tendencia a la entro-
pía creciente. Al estar abiertos a su entorno, estos sistemas pueden
exportar la entropía y transportar una cantidad de energía y de

158
EL DIABLILLO DE MAXWELL

materia a través de esta interacción con el entorno, en cambio en un


sistema cerrado el nivel total de desorden aumentará.
Esta imagen se corresponde más a mi experiencia. En una rela-
ción cerrada, por muy intensa que sea existen mayores probabilida-
des de deterioro. Una relación cerrada es posesiva, excluyente. En
estas relaciones las personas solo están interesadas en permanecer
juntas, sienten molestia cuando se perciben interrumpidos por otra
persona o cuando una de las personas en relación mantiene también
interacciones intensas con otras personas. Los celos suelen aparecer
y emergen sentimientos posesivos y de apego.
En una relación abierta, por el contrario, podemos vivir intensa-
mente la relación con el otro pero ello no excluye otras interacciones
diferentes, también enriquecedoras e intensas. No sentimos posesi-
vidad ni nos mostramos excluyentes. Buscamos nuestros espacios
para permanecer juntos pero también nuestros espacios para respi-
rar, para estar solos o para relacionarnos también con otras personas.
No sentimos que formamos parte exclusivamente del organismo
relacional, sino que nos sentimos autónomos y libres. Todo ello airea
la relación y la enriquece porque la experiencia de ambas personas
no es necesariamente la misma sino que las experiencias se com-
parten. Pueden surgir conflictos pero, jugando al juego del diablillo
de Maxwell, existen mayores posibilidades de que los conflictos se
transformen en encuentros.
Para que reaparezca el orden en un sistema caótico tiene que exis-
tir alguna comunicación e información subyacente ligada al modo en
que las conductas aleatorias conducen a un nuevo acoplamiento del
orden espontáneo. Ilya Prigogine (1917-2003) expresa con un ejemplo
esta circunstancia. Dice Prigogine que si tenemos dos clases de molé-
culas, rojas y azules, dado su movimiento caótico, podríamos esperar
tener más moléculas rojas en la parte izquierda de un recipiente, por
ejemplo; un poco más tarde aparecerían más moléculas azules, y así
sucesivamente. Sin embargo esto no es lo que ocurre, el sistema se
vuelve todo azul y luego cambia abruptamente a todo rojo, como

159
ENTRE PERSONAS

esa fluctuación de color se hace en intervalos regulares, el sistema es


coherente. Para Prigogine, para que todas las moléculas cambien de
color al mismo tiempo tiene que haber un modo inherente de comu-
nicarse porque el sistema funciona como totalidad.
La condición fundamental para la reorganización del orden en
el sistema interaccional vuelve a ser la transparencia, la comunica-
ción profunda entre las personas en la relación. Sólo con una fluidez
comunicativa auténtica, sincera y transparente es posible el reen-
cuentro después de un conflicto. Me parece extraordinario el poder
de la comunicación y la información para reordenar los sistemas de
relaciones y, de hecho, la experiencia nos indica que sólo con comu-
nicación auténtica, que siempre supone un riesgo, es posible reparar
sistemas de relaciones decaídos.
Mi esposa y yo sufrimos, en un momento determinado, por la
situación de nuestro hijo que padecía un inicio de bullying. El niño
que acosa a otro es un auténtico especialista en hacer sentir mal a
otro niño y lo que hace es ir cambiando la estrategia y objetivos de
sus ataques hasta dar con el blanco. Cuando descubre el punto débil
de su presa ya no descansa hasta dejarla totalmente anulada y a mer-
ced de sus ataques. Otros niños de alrededor acaban sufriendo falta
de sensibilidad convirtiéndose en insolidarios como mecanismo de
supervivencia, se convierten en espectadores silenciosos por temor a
ser los siguientes en la lista de los excluidos y víctimas. Optamos por
comunicar nuestra preocupación y dar la información que disponía-
mos a una madre de uno de esos niños. Tuvimos mucha suerte y
esta mujer nos ayudó mucho, especialmente a nuestro hijo que pudo
superar la tristeza que le conllevaba la situación. La comunicación
sincera y la información fueron cruciales para que esta mujer tomara
conciencia y actuara inmediatamente y con delicadeza para regene-
rar un sistema de relaciones entre chavales que hasta el momento
había funcionado con normalidad y satisfacción y que se había ido
degenerando. Actuamos como diablillos de Maxwell, entorpeciendo
la tendencia a la entropía de un sistema de relaciones, intentando

160
EL DIABLILLO DE MAXWELL

desbaratar una situación que iba degradándose y que, sin ninguna


intervención, hubiera podido tener desastrosas consecuencias.
Lo contrario de la entropía es la información. Las personas y
los seres vivos conseguimos resistir y remontar una corriente hacia
el caos y la entropía si detectamos, acumulamos y usamos la infor-
mación disponible en nuestro medio. La Teoría de la Información
fue inicialmente formulada por el matemático e ingeniero Claude E.
Shannon (1916-2001) y se ha ido perfeccionando. En teoría de infor-
mación la información puede medirse como una cantidad describi-
ble y comparable como la entropía. El punto clave de la teoría de la
información es que la información transmitida reduce la entropía de
un sistema. A veces la información no es comunicada de forma clara
por lo que en ocasiones la información que se transmite es irrelevan-
te, este tipo de información irrelevante, según la teoría, es clasificada
como equivocación y ruido. Una información es equivocada cuando
tiene más de un significado y es ruidosa cuando no se distingue.
Ambos fenómenos no disminuyen la entropía de un sistema sino que
la aumentan. Pero una comunicación franca y transparente, sin rui-
dos ni tergiversaciones es absolutamente imprescindible si, al menos,
queremos tener la posibilidad de impedir el aumento de la entropía
en un sistema de relaciones. Sin duda la transparencia no es garantía
de la recomposición del sistema. La mujer a la que acudimos hubiera
podido no prestar atención a nuestra comunicación, no obstante el
riesgo valió la pena aunque estuviera plagado de incertidumbre.
Desde este punto de vista muchas de nuestras relaciones se dete-
rioran porque no somos capaces de comunicar auténticamente lo
que sentimos y experimentamos, porque no transmitimos de manera
transparente aquello que fluye en nuestro interior. A veces transmiti-
mos algo que no sentimos realmente, algo nos afecta y decimos: “da
igual, no pasa nada”, damos una información equivocada. La infor-
mación equivocada no reduce la entropía, al contrario, la aumenta.
Otras veces intentamos arreglar una relación en conflicto
mediante ruidos. Nos parece que así solucionaremos el conflicto.

161
ENTRE PERSONAS

Conozco algunas parejas que en un momento de crisis en su con-


vivencia decidieron tener un hijo, argumentaban que esto podría
poner remedio a su incomunicación incipiente. No consideraron que
quizá hubiera sido mejor comunicar de manera transparente lo que
experienciaban cada uno con comprensión hacia el otro. El bebé no
solucionó nada y su relación se quebró. Otras personas en conflicto
interpersonal deciden ir juntas a ver un espectáculo, realizar un
viaje exótico o incrementar sus relaciones lúdicas y sociales. Buscan
algún entretenimiento compartido pensando que estas nuevas expe-
riencias influirán en una mejora de su relación. Lo que hacen, en
realidad, es interponer ruidos evasivos para no enfrentarse al miedo
de comunicar profundamente su experiencia interaccional. Quizá si
fueran más transparentes y auténticas tendrían mayores posibilida-
des de entorpecer la entropía que actúa en su relación.
Parece que, según la teoría de la información, el juego del diabli-
llo de Maxwell consiste en comunicarse sincera y transparentemen-
te. Jugar al diablillo significa poner en funcionamiento las dos con-
diciones de Carl Rogers para las relaciones interpersonales enrique-
cedoras: entrar en contacto con el otro y ser auténticos en nuestras
relaciones. Ser auténticos quiere decir, una vez más, conectar con
nuestro núcleo interno para percatarnos realmente de lo que senti-
mos y mostrarnos vulnerables y transparentes en la comunicación al
otro de nuestra experiencia interna. Parece un juego relativamente
fácil. Sin embargo, por alguna circunstancia, las personas tenemos
algún miedo a mostrarnos realmente vulnerables y transparentes.
Superar este miedo y atrevernos podría hacer emerger unas rela-
ciones interpersonales más enriquecedoras que ayudarían a nuestro
crecimiento y permitirían hacernos sentir más vivos y más felices.
La intención del diablillo de Maxwell sigue teniendo toda su
vigencia. En años recientes Stephen Hawking (n. 1942) y su equipo
han analizado el comportamiento de los agujeros negros. A pesar
de que los agujeros negros son una consecuencia natural de las pre-
visiones de la teoría de la relatividad general de Einstein, Hawking

162
EL DIABLILLO DE MAXWELL

sostiene que para alcanzar una comprensión más adecuada sobre


ellos, es preciso tener en cuenta los efectos de la mecánica cuántica
que condicionan su naturaleza. En términos teóricos, según la teoría
de la relatividad general, los objetos que se desploman en un agujero
negro se derrumban en su interior en una singularidad, esto quiere
decir que operan poderosas fuerzas gravitatorias en su interior en
espacios reducidos así que no podemos predecir que es lo que sucede
con la materia en el interior de estos agujeros, pero con el concurso de
la física cuántica se ha logrado determinar la emisión de radiaciones
en el comportamiento de los agujeros negros, aunque con un grado
de indeterminación cuántica; por lo que sólo es posible predecir pro-
babilidades de que habrá una emisión de ciertas partículas.
Hawking ha llegado a una conclusión sorprendente anunciando
que, conforme a la mecánica cuántica, los agujeros negros emiten
partículas a un ritmo constante. Los estudios de Hawking llegan a
afirmar que los agujeros negros crean y emiten partículas como si
fueran cuerpos cálidos y ordinarios con una temperatura propor-
cional a la gravedad de sus superficies e inversamente proporcional
a sus masas. Eso implica la posibilidad de que una partícula escape
del interior de un agujero negro, esta posibilidad era descartada en
la mecánica clásica.
Un colaborador de Hawking, Jacob Bekenstein (n. 1947) sugirió
que el área del horizonte de sucesos era una medida de la entropía
del agujero negro y formuló una medida del volumen de informa-
ción que se pierde irremediablemente durante el colapso a través
de un horizonte de sucesos al surgir un agujero negro. Esta aseve-
ración implica considerar que un agujero negro posee una entropía
finita proporcional al área de su horizonte de sucesos. Para que se
produzca este equilibrio es preciso, como anuncia Hawking, que el
agujero negro emita radiación, aunque parezca increíble. Hawking
nos entrega el legado para comprender que los agujeros negros tie-
nen una entropía gravitacional intrínseca. Hawking, en su último
libro, ha manifestado:

163
ENTRE PERSONAS

La segunda ley de la termodinámica tiene un status algo diferente


al de las restantes leyes de la ciencia, como la de la gravedad de
Newton por citar un ejemplo, porque no siempre se verifica, aun-
que sí en la mayoría de los casos... Si uno tiene un agujero negro,
parece existir una manera más fácil de violar la segunda ley: sim-
plemente lanzando al agujero negro materia con gran cantidad de
entropía. La entropía total de la materia fuera del agujero negro
disminuirá. 2

Estas investigaciones siguen avanzando, Bekenstein intenta


relacionar la entropía de los agujeros negros con la teoría de la infor-
mación para comprender con mayor exactitud ese juego azaroso de
la entropía. Hawking continúa sus intentos de buscar una teoría
unificada que ajuste los principios de la teoría de la relatividad
general con los de la mecánica cuántica, para tener una mayor
comprensión de lo que sucede a nuestro alrededor y de nuestra
propia vida. El emergente campo de la nanotecnología impulsada
por Richard Feynman (1918-1988), también fomenta el estudio de
mecanismos capaces de disminuir localmente la entropía y de com-
portarse de alguna manera como un diablillo de Maxwell.
Mientras tanto el diablillo sigue jugando, intentando impedir
que los sistemas se degraden y podamos estar más satisfechos con
nuestras relaciones interpersonales. ¿Podría existir alguna tendencia
indicadora que hiciera surgir alguna esperanza a pesar del caos y la
irreversibilidad? ¿Es posible que en el desequilibrio y la inestabili-
dad de nuestras relaciones intensas haya algo que nos haga crecer y
expandirnos? En definitiva, ¿es ocioso el juego del diablillo o tiene
algún sentido?

2. HAWKING, S. (2006), Historia del tiempo. Del big bang a los agujeros negros,
Barcelona: Crítica, 141.

164
EL DIABLILLO DE MAXWELL

TEXTO PARA LA REFLEXIÓN

El profeta

Nacisteis juntos y juntos para siempre.


Estaréis juntos cuando las alas blancas de la muerte esparzan vuestros
días.
Sí; estaréis juntos aun en la memoria silenciosa de Dios. Pero dejad que
haya espacios en vuestra cercanía.
Y dejad que los vientos del cielo dancen entre vosotros. Amaos el uno
al otro, pero no hagáis del amor una atadura.
Que sea, más bien, un mar movible entre las costas de vuestras almas.
Llenaos uno al otro vuestras copas, pero no bebáis de una sola copa.
Daos el uno al otro de vuestro pan, pero no comáis del mismo trozo.
Cantad y bailad juntos y estad alegres, pero que cada uno de vosotros
sea independiente.
Las cuerdas de un laúd están solas, aunque tiemblen con la misma
música.
Dad vuestro corazón, pero no para que vuestro compañero lo tenga.
Porque sólo la mano de la Vida puede contener los corazones.
Y estad juntos, pero no demasiado juntos. Porque los pilares del tem-
plo están aparte.
Y, ni el roble crece bajo la sombra del ciprés ni el ciprés bajo la del
roble.

Gibran Khalil Gibran

165
7
LA FLECHA DEL TIEMPO

Tenemos que examinar el sentido del segundo principio: en vez de


un principio negativo, de destrucción, vemos emerger otra concep-
ción del tiempo... La evolución del universo no ha sido en la direc-
ción de la degradación sino en la del aumento de la complejidad, con
estructuras que aparecen progresivamente a cada nivel.
(Ilya Prigogine)

Una flecha termodinámica clara es necesaria para que la vida inte-


ligente funcione… La vida inteligente no podría existir en la fase
contractiva del universo.
(Stephen W. Hawking)

Una historia ficticia y una hipótesis

En el siglo XII un filósofo hispano-árabe Ibn Tufail (1100-1185)


escribió una preciosa novela filosófica titulada Hayy ibn-Yaqdán (El
viviente, hijo del vigilante). El protagonista es un niño llamado
Hayy huérfano de padre y madre que nace en una isla deshabitada
y una gacela se encarga de amamantarlo. Para Hayy la gacela es su
verdadera madre y tiene contacto exclusivamente con los animales

167
ENTRE PERSONAS

que habitan la isla y se comunica con ellos imitando sus gritos. Hayy
vive en un estado natural, como un animal más, ajeno a toda huella
cultural humana. Parte de cero, sin influencia familiar, sin religión,
carente de principios éticos y es ajeno por completo a toda organi-
zación social o política. Hayy, de manera progresiva, iba tomando
conciencia de su propia debilidad, cuando se contemplaba veía su
desnudez, su falta de armas, su lentitud por la carrera y su poca
fuerza con respecto a los animales que le disputaban su alimento, se
apropiaban de su comida en contra de su voluntad y le vencían en
la lucha sin que pudiera repelerlos ni escapar de ellos.
Hayy, en los primeros años, se vestía con hojas y plumas y utili-
zaba ramas de árboles como armas contra los animales. Aprendió a
cazar y pescar, descubrió el fuego y aprendió poco a poco a sobrevi-
vir. Le causó tristeza y desolación la muerte de la gacela que lo había
criado, sin embargo algún instinto interno le ayudó a sobrevivir y
reponerse. Cuando tenía veintiún años Hayy ya había progresado
mucho en el dominio de la técnica, se vestía con pieles procedentes
de la caza, tejía, se construyó una choza y era capaz de dominar ani-
males salvajes. Lo que más le interesaba ahora era conocer el mundo
de los minerales, plantas y animales y se esforzaba en buscar si exis-
tía alguna unidad esencial en la diversidad de especies. Más adelan-
te centró su interés en la estructura hilemórfica de los cuerpos, en el
estudio del alma y en la contemplación e investigación del cosmos.
A los treinta y cinco años Hayy tiene una experiencia mística.
Llega a conocer la existencia de Dios, capta la esencia del alma
humana y empieza a vislumbrar un mundo nuevo. En el grado más
elevado de contemplación Hayy ve el reflejo de Dios en el universo
y la esfera celeste más cercana a él, finalmente, al llegar al éxtasis,
ve cómo Dios se emana en distintas esferas celestes y desciende a
una multitud de seres humanos, algunos puros y salvados, otros
impuros y condenados. Todo este camino ha sido recorrido de for-
ma intuitiva y ha significado un continuo progreso en la toma de
conciencia de lo que existe, en percatarse de la unidad intrínseca que

168
LA FLECHA DEL TIEMPO

subyace en todos los seres y en la experiencia de la contemplación


que ha suscitado una experiencia mística profunda que le mueve a
intentar volver a experimentar la comunicación con el ser supremo
que perpetúa la existencia del mundo y lo pone en movimiento.
Todo ello sin la influencia cultural de ningún otro ser humano.
Cuando Hayy tiene cincuenta años se encuentra con otro hom-
bre educado religiosamente y que, por distinto camino, ha llegado
a sus mismas conclusiones. Los dos se adhieren a una hermandad
religiosa pero al reconocer su imposibilidad de dar a conocer a todos
la verdad que han alcanzado, se retiran de nuevo al aislamiento para
vivir su propia vida contemplativa.
Ibn Tufayl pretendía, con esa novela, expresar una actitud bas-
tante común a los filósofos musulmanes de la Edad Media: la filoso-
fía, la toma de conciencia y el autoconocimiento llega a las mismas
conclusiones que la religión pero por un camino distinto que es el de
la investigación personal, la abertura a la experiencia y la capacidad
de reflexionar sobre lo que sucede. Para Ibn Tufayl cuando estamos
realmente abiertos a nuestra experiencia, contemplamos profunda-
mente lo que hay más allá de lo que vemos, experimentamos la idrak,
una percepción fundada y verdadera que es como una revelación,
como un insigth inmediato que nos muestra algo que ya existe pero
que permanecía oculto por todo lo que acontece en la superficie.
Lo que subyace en esta hermosa novela medieval es la existencia
de un dinamismo intrínseco que hace que Hayy en vez de lamentarse
y resignarse perciba algún impulso inherente que le propulsa a sobre-
vivir, a conocer el mundo, a percatarse de sus sensaciones internas y
a buscar más allá de lo que sus ojos ven, incluso a proyectar más tarde
para transmitir a los demás cuál ha sido su experiencia y a dar a cono-
cer la existencia del Ser Supremo que él ha contemplado. Hayy se ha
ido actualizando, formando, transformando cada vez en una persona
de mayor complejidad, ha experimentado en sí mismo la actuación
de una tendencia constructiva que ha operado para su autorrealiza-
ción y el autodesarrollo de sus potencialidades inherentes.

169
ENTRE PERSONAS

La hipótesis subyacente de esta hermosa novela medieval


coincide con la noción de persona que los psicólogos humanistas
formularon en la década de los años cincuenta. Especialmente en
la obra de Carl Rogers (1902-1987) se considera a la persona como
un organismo digno de confianza que posee una tendencia natural
a desarrollarse de manera constructiva. Rogers alude, en su teoría
terapéutica y de la personalidad, a la existencia en las personas de
una tendencia direccionalmente constructiva espontánea que está
presente en el organismo. Rogers la denomina tendencia actualizan-
te y la define como un flujo subyacente de movimiento hacia la rea-
lización constructiva de las posibilidades intrínsecas del individuo,
una tendencia natural hacia su desarrollo completo, una tendencia
inherente a las personas que posibilita su desarrollo.
Para Carl Rogers el organismo humano es susceptible de auto-
rregulación y de autodirección en sentido positivo. Esta tendencia al
crecimiento no forma parte exclusivamente del ámbito de la moral,
más bien tiene que ver con el desarrollo biológico y con la capacidad
de adaptación en la satisfacción de las propias necesidades, con el
impulso intrínseco de cada individuo al restablecimiento del equi-
librio emocional y con el deseo interno de desarrollar sus propias
potencialidades. El mismo Rogers resume así su tesis principal:

La hipótesis central de este enfoque puede ser fácilmente resumido.


Los individuos tienen dentro de sí vastos recursos de autocompren-
sión y para la alteración de conceptos propios, actitudes básicas y
conducta autodirigida. 1

Rogers dedicó la mayor parte de su vida a investigar y gene-


rar las condiciones facilitadoras adecuadas para el despliegue de
esta tendencia actualizante en las personas, tanto en los procesos
terapéuticos como en los grupos, y comprobó transformaciones
significativas muy importantes en el crecimiento y autodesarrollo

1. ROGERS, C. (1987), El camino del ser. Barcelona: Kairós, 61.

170
LA FLECHA DEL TIEMPO

de las personas, en el aprendizaje autodirigido y en el desarrollo de


la creatividad.
También Abraham Maslow (1908-1970) otro de los impulsores
de la psicología humanista describió el funcionamiento de la ten-
dencia a la autorrealización en el ser humano y aportó una inves-
tigación exhaustiva con relación a los presupuestos básicos de una
psicología del desarrollo y de la autorrealización. Para Maslow
resulta fundamental comprender que la tarea de autorrealización
es un camino difícil para la mayoría de las personas y exige mucho
valor y esfuerzo prolongado. Sin embargo, para él es mucho más
conveniente sacar a la luz y cultivar esta tendencia inherente que
intentar ahogarla. Maslow cree que si le permitimos que actúe como
principio reactor de nuestra vida, nos desarrollaremos de manera
saludable, provechosa y feliz. Esta tendencia es sutil, no es fuerte
ni dominante como el instinto de los animales, es débil y delicada y
fácilmente derrotada por los hábitos, presiones sociales y actitudes
erróneas. No obstante –dice Maslow–:

Aún cuando es débil, raramente desaparece en las personas norma-


les e incluso puede ser que tampoco desaparezca en las enfermas.
Aún cuando se la niegue, perdura calladamente presionando a
continuo por salir a luz. 2

La visión de los psicólogos humanistas caracteriza la naturaleza


humana como una óptima reguladora del comportamiento. Rogers,
desde esta concepción, presenta a la persona que funciona plena-
mente como aquélla que se deja guiar por el organismo que es más
sabio que el intelecto porque contiene una sabiduría intrínseca que
hace emerger una racionalidad natural a través de la cual la perso-
na es capaz de dirigirse y autorregularse por sí misma de manera
constructiva.

2. MASLOW, A. (1983), El hombre autorrealizado. Barcelona: Kairós, 30.

171
ENTRE PERSONAS

En la experiencia de Carl Rogers y en la experiencia de muchas


personas que sentimos formar parte de la orientación que impulsó,
el Enfoque Centrado en la Persona, nos hemos percatado del fun-
cionamiento de esta tendencia sutil al desarrollo que opera en el
interior de los individuos si se facilitan las condiciones adecuadas.
En la historia de Ibn Tufayl esta tendencia operó en el protagonista
Hayy, aun sin el concurso de ninguna otra persona que pudiera
generar condiciones facilitadoras, protagonizó en el transcurso del
tiempo un proceso de supervivencia, adaptación, autodesarrollo
y crecimiento; la misma naturaleza fue la responsable de aportar
los recursos necesarios para la supervivencia del protagonista y su
propio proceso de toma de conciencia le impulsó a conocer más, a
percatarse de su experiencia y a proyectar sus aprendizajes.
Algunos pueden alegar que estamos sólo ante una historia ficti-
cia y una hipótesis que precisa ser confirmada, porque si realmente
disponemos de una tendencia interna de naturaleza positiva hacia
el crecimiento resulta difícilmente explicable tanta maldad existente
en el mundo y tanta capacidad destructiva. El famoso terapeuta
existencialista Rollo May (1909-1994) sostenía, por ejemplo, que las
influencias culturales generaban los más importantes factores que
tenían influencia en nuestras conductas destructivas pero, a la vez,
la capacidad del mal y de la destrucción está también presente en las
personas mismas puesto que somos nosotros quienes elaboramos la
cultura y construimos la sociedad.
Carl Rogers, sin embargo, alegaba no tener una visión ingenua
optimista de la naturaleza humana y decía ser consciente de que los
individuos podían comportarse feroz y destructivamente pero ello
era debido a la necesidad de defenderse de sus temores más íntimos
y a la influencia de la cultura. En realidad, para Rogers, esas conduc-
tas constituían mecanismos de autodefensa. Parece que, al menos en
sus comienzos, Rogers aseveraba la existencia de la tendencia actua-
lizante en las personas pero que, por influencias socioculturales, esa
tendencia era interceptada y algunas veces dejaba de operar cuando
entraban en juego las interacciones y los condicionamientos sociales.

172
LA FLECHA DEL TIEMPO

Pero también pueden existir historias reales que permitan


ampliar la hipótesis de Rogers y sea posible vislumbrar la acción de
una tendencia constructiva en el marco de nuestras relaciones per-
sonales. Es posible también que algunas teorías científicas muestren
síntomas de confirmación de esta tendencia.

Una historia real y una hipótesis ampliada

Rosa e Isabel se encontraron por primera vez en una gran super-


ficie comercial de ropa. Habían ido a adquirir algunas piezas en
tiempo de rebajas y Rosa tropezó con Isabel mientras estaba obser-
vando una camisa. Se disculpó amablemente y alegó a las prisas el
choque fortuito. Isabel, que se mostró muy comprensiva, la ayudó a
levantarse del suelo y se preocupó por si se encontraba bien. Mantu-
vieron una breve conversación sobre la cantidad de gente que había
en el centro comercial y sobre algunos productos que se encontraban
a muy buen precio.
Casualmente volvieron a encontrarse en la caja cuando pagaban
sus compras y esta vez decidieron tomar un café juntas en el bar de
enfrente antes de dirigirse a sus destinos. No saben muy bien porqué
pero conectaron mucho y se contaron algunos avatares de sus vidas
respectivas.
Isabel era una mujer soltera, maestra de profesión, de treinta y dos
años. Vivía de manera independiente en su piso de 90 metros cua-
drados que, para ella, era más que suficiente. Trabajaba en un colegio
cercano a su casa y en su tiempo libre realizaba cursos de formación,
paseaba con alguna amiga, iba al cine o visitaba a sus padres. Los
fines de semana tenía casi siempre algún plan con algunos amigos y
solía ir de viaje en semana santa y en verano que es cuando disponía
de vacaciones. Tenía una hermana mayor, que vivía lejos, y tres sobri-
nos. Todos los veranos pasaba con ellos una semana de vacaciones.
Rosa, por su parte, tenía cuarenta y cuatro años, estaba casada
y vivía con su marido y sus dos hijos en un chalé en las afueras de

173
ENTRE PERSONAS

la ciudad. Trabajaba de supervisora de enfermería en un hospital y


estaba muy ocupada en sus tareas domésticas y en estar pendiente
de sus hijos de siete y nueve años puesto que su marido era un alto
ejecutivo de una gran empresa y disponía de poco tiempo libre.
Quedaron para otra ocasión y, en el transcurso del tiempo, se
hicieron grandes amigas. Compartieron paseos y conversaciones,
iban al cine de vez en cuando y salían de compras. De vez en cuando
Isabel visitaba a Rosa en su casa y jugaba con sus hijos. A los hijos de
Rosa les encantaba que Isabel les visitara y en ocasiones se quedaba
a cenar con ellos e incluso algunos fines de semana era invitada a
comer o a cenar con la familia.
Rosa iba teniendo una sensación recurrente de que su marido se
sentía atraído por Isabel y eso le producía emociones de malestar y
angustia. Lentamente fue distanciándose de Isabel y los intervalos
entre sus encuentros fueron haciéndose más largos. Incluso una
tarde discutieron agriamente e Isabel se sintió acusada de invadir el
espacio familiar de Rosa cuando ella percibía que si visitaba su casa
era porque se sentía invitada. Isabel decidió romper esta relación y
no acudir más a la casa de Rosa ni quedar con ella.
Este asunto había provocado también algunos desencuentros
entre Rosa y su marido y había entorpecido la relación matrimonial.
Sin embargo, con el tiempo habían logrado hablar transparentemen-
te de la situación y habían conseguido consolidar su relación.
Un día en que Rosa se sentía muy conectada con su núcleo inte-
rior sintió añoranza por la relación de amistad que había llegado a
tener con Isabel y optó por llamarla. Quedaron en verse y hablar. Fue
un encuentro transparente, sin reproches. Ambas hicieron el esfuer-
zo de comunicar sus sentimientos respecto a la relación y mostraron
comprensión hacia la otra. Algo sucedió que suscitó una mayor
conexión entre ellas y generó un nuevo orden en su relación.
Hoy, después de diez años, son grandes amigas. Isabel visita
de nuevo, quizá no con tanta frecuencia, la casa de Rosa. Sus hijos
ya son mayores y no precisan tanta presencia de sus padres por

174
LA FLECHA DEL TIEMPO

lo que Rosa dispone de más tiempo para encontrarse con Isabel,


pasear, ir al cine o charlar tranquilamente de sus cosas. Son capaces
de sincerarse, de ser transparentes y de comunicarse realmente sus
sentimientos y emociones. Este nuevo estilo ha influido también en
el matrimonio de Rosa que ahora percibe como más enriquecedor y
se siente en crecimiento junto a su esposo.
Desconozco lo que el tiempo va a deparar a la relación entre Rosa
e Isabel, pero me gustó conocer esta historia. Parece que, a pesar de las
dificultades, han sido capaces de reconstruir una relación deteriorada
que sigue ahora un proceso constructivo. Esta tendencia constructiva
no ha operado exclusivamente en cada una de ellas sino en el com-
pendio de su relación que ha generado condiciones de despliegue.
Y es que el espacio donde resulta más accesible favorecer un
marco de crecimiento personal es el de las relaciones interperso-
nales. Precisamente porque la persona humana es un ser social, un
espacio de relación puede devenir un lugar poderoso potencialmen-
te constructivo, un lugar de desarrollo y transformación.
Carl Rogers empezó a intuir, a mediados de los sesenta, la
importancia de estos espacios interpersonales y facilitó nuevas
experiencias de crecimiento y de interacción en grupos reducidos,
denominados grupos de encuentro y en grandes grupos o comunida-
des formadas por más de doscientas personas en las que se inten-
taba crear un clima favorecedor para el despliegue de la tendencia
actualizante. Rogers comprobó que, si se generaban las condiciones
facilitadoras adecuadas, un clima de confianza y aceptación, estos
grupos y comunidades tendían a la autoorganización y favorecían
el desarrollo, el aprendizaje y la transformación de las personas
que participaban 3. Sin duda estos grupos experimentaban momen-
tos de conflicto y angustia, pero en la medida en que las personas

3. Se encontrará una magnífica explicación de estas experiencias en ROGERS,


C. (1979), Grupos de encuentro, Buenos Aires: Amorrortu, y en ROGERS, C.
(1980), El poder de la persona, México: El manual moderno.

175
ENTRE PERSONAS

conectaban más consigo mismas y se disponían a adentrarse en la


realidad percibida de las demás personas, se disolvían las barreras
y se generaba una mayor cercanía, el poder se ejercía de forma com-
partida y se suscitaba una tendencia al desarrollo constructivo de la
comunidad.
Rogers, que había captado la esencia y el funcionamiento de la
tendencia actualizante en los procesos de la relación de ayuda y de
psicoterapia, se convenció con estas nuevas experiencias grupales
que esta tendencia podía ir más allá de la persona y operar también
en los marcos de interacción y de relaciones interpersonales:

Pensé en algo de mi propia experiencia que se relaciona con todo


esto: Yo tuve algo que ver en la iniciación de la actitud, la filosofía,
el enfoque, que me parece que prevalecen aquí. Yo no tenía la más
ligera idea de que se extendiera más allá de la terapia individual.
Pero era una convicción que yo sostenía y que ahora me doy cuenta,
era muy significativa. La convicción era ésta: Yo creía que si podía-
mos descubrir aunque fuera una verdad significativa acerca de las
relaciones entre dos personas, ella podría ser mucho más amplia-
mente aplicable. Y claro que yo no me refería a una verdad con V,
sino sencillamente a una aproximación a una verdad en relación a
lo que sucede entre una persona que tiene problemas y otra que está
tratando de ayudar. Si pudiéramos descubrir esa verdad, ese orden,
esas leyes implícitas, ello podría tener muchas implicaciones; y a mi
juicio, eso ha resultado ser cierto. Lo que descubrimos ha tenido una
implicación muy amplia. 4

Carl Rogers dedicó gran parte de su vida a comprobar cómo


opera esta tendencia en los grupos y en las grandes comunidades y
facilitó muchísimos workshops interculturales en Irlanda del Norte,
Brasil, Rusia, Suráfrica y otros muchos países. Así que amplió

4. ROGERS, C. (1980), El poder de la persona. México: El manual moderno, 102-


103.

176
LA FLECHA DEL TIEMPO

su hipótesis inicial y manifestó que esta tendencia al crecimiento y


a la actualización, a la que denominó después tendencia formativa,
tiene que ver con una tendencia direccionalmente constructiva que
opera en todo el universo, una tendencia evolutiva presente tanto
en la vida orgánica, como en microorganismos, o materia inorgánica
como la formación de cristales. Es sensato imaginar una corriente
que opera en el universo a muchos niveles y hace posible que cada
forma se origine, a su vez, de una forma más sencilla anterior.
En el fondo de la afirmación de Carl Rogers se vislumbra una
implicación altamente interesante que es la siguiente: si esta ten-
dencia es evolutiva opera a lo largo del tiempo, cada vez con mayor
complejidad. El transcurso del tiempo es irreversible, pero la diná-
mica de la irreversibilidad no necesariamente es entrópica sino cons-
tructiva y formativa. Esa tendencia sutil opera siempre que se den
condiciones adecuadas y, especialmente, cuando no se la entorpece.
Rosa e Isabel, a pesar de su conflicto, favorecieron condiciones
de despliegue, optaron por no entorpecer el desarrollo de su enri-
quecedora relación y dejaron actuar lo que había implícito en el
marco de sus interacciones. Su relación está más consolidada y ellas
se sienten más felices y gratificadas.

Algunos síntomas en la ciencia

Resulta asombroso lo que representan las nuevas corrientes de


la ciencia natural en relación a la posibilidad existencial de una ten-
dencia autoorganizadora global en el universo. Los trabajos de Ilya
Prigogine (1917-2003) 5, físico belga, premio Nobel en 1977, parecen
ir en esta dirección. Su teoría de las estructuras disipativas explica

5. La obra de Prigogine es muy extensa e interesante, podemos destacar, entre


otras, las siguientes publicaciones: La nueva alianza, Entre el tiempo y la eternidad,
Las leyes del caos, El nacimiento del tiempo, Del ser al devenir, ¿Tan sólo una ilusión?
Una exploración del caos al orden, entre otras.

177
ENTRE PERSONAS

los procesos irreversibles que tienen lugar en la naturaleza, un movi-


miento hacia un orden vital cada vez más perfecto. Los seres vivos
y algunos sistemas sin vida orgánica son estructuras disipativas
definibles como un todo que fluye altamente organizado en per-
manente proceso. Lo significativo de su teoría es que lo organizado
está en fluidez, es inestable; pero cuando una estructura se agita y
se producen nuevas conexiones, las partes se reorganizan en una
nueva estructura de orden superior. Para Prigogine, en condiciones
alejadas del equilibrio, la materia tiene capacidad de reaccionar con
grandes efectos a pequeñas fluctuaciones y mediante estos procesos
la irreversibilidad es fuente de orden y creación de organización.
Estos fenómenos irreversibles tienen un papel constructivo y el hom-
bre forma parte de esta corriente de irreversibilidad.
Clásicamente se asociaba el orden al equilibrio y el desorden al
no equilibrio. A partir de los descubrimientos de Prigogine sabemos
que la turbulencia es un fenómeno altamente estructurado, en cuyo
seno millones de partículas se insertan en un movimiento extrema-
damente coherente. En el no equilibrio se establecen nuevas interac-
ciones de largo alcance lo que hace que el universo del no equilibrio
sea un universo coherente. Así que Prigogine llega a una conclusión:
la producción de entropía contiene siempre dos elementos dialécti-
cos, un elemento creador de desorden, pero también un elemento
creador de orden. Y los dos elementos están siempre ligados.
Las investigaciones de Prigogine han demostrado que todos
envejecemos en la misma dirección, que la flecha del tiempo es crea-
dora de estructuras y que, en realidad, sólo podemos hablar de sis-
temas en las situaciones de no equilibrio. Estos fenómenos físicos de
no equilibrio hacen que reaparezca de nuevo la paradoja del tiempo.
Lo que sucede es irreversible, pero ante todo estos fenómenos nos
muestran un papel constructivo del tiempo, no se reducen, como se
pensaba antes, a un aumento del desorden sino que, por el contrario,
tienen un papel constructivo muy importante. Este papel hace que
lo que acontece está lleno de inestabilidad pero esta inestabilidad

178
LA FLECHA DEL TIEMPO

provoca un nuevo orden y crea estructuras de mayor complejidad.


Todo esto es un proceso progresivo y creativo en donde el orden y
el desorden emergen a la vez del caos.

El universo forma un todo, y la existencia de una flecha del tiempo


única tiene un origen cosmológico. Esta flecha del tiempo sigue
presente en la actualidad. Es más existe un estrecho vínculo entre
irreversibilidad y complejidad. Cuanto más nos elevamos en los
niveles de complejidad (química, vida, cerebro), más evidente es
la flecha del tiempo, lo cual corresponde al papel constructivo del
tiempo, tan evidente en las estructuras disipativas. 6

Las investigaciones de Prigogine implican varios aprendizajes


para nuestras relaciones humanas. En nuestras relaciones cerradas,
superficiales, que permanecen siempre en equilibrio porque nunca
sucede nada, difícilmente operará una tendencia al crecimiento a no
ser que algún factor interrumpa la reversibilidad.
Las relaciones que usted y yo mantenemos con esas personas
que nos encontramos de vez en cuando, saludamos, hablamos del
tiempo o de los últimos partidos de fútbol o de lo que sea trivial,
difícilmente facilitarán nuestro desarrollo y crecimiento. Permane-
cen en un equilibrio constante y lo que sucede casi no nos afecta. No
son relaciones creativas.
Las relaciones intensas que mantenemos, sin embargo, estas
relaciones que son significativas y lo que sucede nos afecta emocio-
nalmente, son relaciones frágiles en el sentido de que una pequeña
fluctuación genera un caos desordenado. Son relaciones siempre
inestables y lo que sucede en ellas es irreversible, no podemos vol-
ver atrás. Pero al mismo tiempo son relaciones repletas de posibili-
dades de creación en donde es probable que surja un nuevo orden
a partir del caos y de la inestabilidad. Por eso quizá vale la pena

6. PRIGOGINE, I. (2004), Las leyes del caos. Barcelona: Crítica, 111.

179
ENTRE PERSONAS

que hagamos un esfuerzo para cuidarlas y dejar que emerja esta


tendencia al crecimiento en el seno de la relación.
Ciertamente no tenemos seguridad ni garantía de lo que vaya a
ocurrir, la flecha del tiempo nos deja un horizonte abierto de posi-
bilidades pero no de certezas. La hipótesis de la tendencia a la auto-
organización nos llena, no obstante, de bastantes motivos para la
esperanza. Rosa e Isabel consiguieron un nuevo orden en su intensa
relación, seguramente usted también participe de alguna experien-
cia similar. La ciencia nos muestra estas posibilidades, nos indica
que es probable que nuestras relaciones sean más satisfactorias si
dejamos emerger esta tendencia creadora aun sabiendo que todo es
frágil e inestable.

No podemos prever el porvenir de la vida, o de nuestra sociedad, o


del universo. La lección del segundo principio es que este porvenir
permanece abierto, ligado como está a procesos siempre nuevos de
transformación y de aumento de la complejidad. Los desarrollos
recientes de la termodinámica nos proponen por tanto un universo
en el que el tiempo no es ni ilusión ni disipación, sino creación. 7

Me parece que este enfoque de Prigogine significa una mirada


optimista a nuestras relaciones humanas, a pesar de la incertidum-
bre del futuro. Que nuestras relaciones humanas sean quebrantables
no quiere decir que necesariamente acaben en el deterioro, sino
solamente que son complejas. Y nos mantiene en alerta para tratarlas
delicadamente y facilitar el surgimiento de la tendencia al crecimien-
to y a la transformación que contienen inherentemente. En gran par-
te dependen de nosotros mismos, en otra pequeña porción, depen-
den del azar y de las circunstancias. Pero la hipótesis de la tendencia
formativa me otorga esperanzas y expectativas para disfrutar de
algunas de mis relaciones y sentirme en crecimiento permanente.

7. PROGOGINE, I. (2005), El nacimiento del tiempo. Barcelona: Tusquets, 98.

180
LA FLECHA DEL TIEMPO

La memoria del pasado

Pero ¿por qué son tan inestables y frágiles nuestras relaciones


más intensas? ¿Por qué lo que acontece en ellas es tan irreversible?
¿Queda algo de una relación intensa si se produce una ruptura? ¿Por
qué todo es tan caótico y complejo?
En las relaciones más intensas que tenemos entran en juego, cada
vez en mayor medida, un compendio de emociones, sensaciones y
sentimientos cambiantes que nos van afectando en el transcurso de
la relación. Esto no sucede en nuestras relaciones más superficiales
porque los acontecimientos nos afectan menos. Pero en nuestras
relaciones intensas cada mirada o comentario, cada suceso nos afecta
más y por esa razón experienciamos un proceso fluyente repleto de
sensaciones nuevas. Estas sensaciones interaccionan con sensaciones
y emociones de la otra persona y se va formando un conglomerado
de correlaciones emocionales inestables que caracterizan el sistema
de esta relación.
Nuestra relación se puede comparar a un sistema físico formado
por un alto número de partículas que también está caracterizado por
este flujo de correlaciones. Dos partículas independientes chocan y
se produce una correlación entre estas dos partículas, a su vez, estas
partículas chocan con una tercera y se produce una nueva correla-
ción. En estos sistemas la cantidad de partículas implicadas en las
correlaciones aumenta progresivamente. Las correlaciones implican
cada vez más partículas.
Los físicos estudian estos sistemas con ayuda de los ordenadores
y ponen en evidencia estas correlaciones que siguen a los choques
de partículas a través de programas informáticos que recogen esta
información. Cuando invierten las velocidades, una vez que han
aportado los datos al ordenador, lo que ven es que unas partículas
que se separaban vuelven a chocar entre sí. Así, de alguna manera,
las correlaciones conservan la memoria del pasado.

181
ENTRE PERSONAS

Es similar a cuando hemos establecido una relación intensa con


alguien lejano a nosotros. Mantenemos un encuentro profundo pero
luego tardamos tiempo en volvernos a encontrar. Pero queda en
nosotros la memoria de este encuentro. Cada uno de nosotros luego
se encuentra con otras personas y, sin darnos cuenta, proyectamos
de alguna forma la experiencia de nuestro intenso encuentro con
el amigo lejano porque ha significado alguna transformación para
nosotros. Hay un segundo tiempo, que ya no está relacionado con
nosotros individualmente, sino con la relación en sí, con el encuen-
tro. Lo mismo que pasa con las partículas en sus correlaciones en las
que ya no están implicadas de manera individual sino la correlación
con otra partícula con la que han chocado. Cuando nos volvemos a
encontrar con el amigo lejano no experienciamos de nuevo todo un
proceso de encuentro, ya tenemos la sensación de intimidad e inten-
sidad, conservamos la memoria del pasado.
Estos sistemas, además de conservar la memoria del pasado, son
inestables e irreversibles, se hacen más complejos a medida que hay
más correlaciones. Precisamente porque son más complejos la previ-
sión de lo que puede suceder es más incierta y solamente podemos
predecir estadísticamente lo que puede ocurrir en el futuro. Los físi-
cos intentan predecir el comportamiento de estos sistemas mediante
lo que se denomina la ecuación de evolución de Liouville-von Neu-
mann que es una de las ecuaciones fundamentales más importantes
de la mecánica estadística de carácter probabilístico y contiene toda la
información dinámica del conjunto de un sistema de correlaciones.
Cuando los expertos resuelven para un sistema la ecuación de
Liouville se dan cuenta de que pueden describir las transforma-
ciones de una correlación a otra y que la dinámica irreversible del
comportamiento del sistema hace que se interrumpan las simetrías,
por lo que han podido descubrir que si bien las partículas y las
antipartículas tienen el mismo papel, nuestro universo está forma-
do esencialmente por partículas lo que implica que el universo es
menos simétrico de lo que pensábamos.

182
LA FLECHA DEL TIEMPO

Esto, trasladado a nuestras relaciones, explica dos aspectos muy


interesantes.
Nos permite comprender porqué los sucesos de sincronicidad
que se dan algunas veces en una relación intensa, son tan extraños,
tan poco frecuentes. Como estas relaciones tan intensas son tan ines-
tables a causa de la multitud de correlaciones es muy probable la
ruptura de simetrías, es muy probable que un pequeño factor, una
pequeña emoción, un malentendido, una percepción sutil, rompa la
simetría y genere un nuevo caos. En este nuevo caos puede surgir un
orden nuevo, pero puede también romper el sistema de la relación
tal como estaba establecido. Y es que solamente podemos anticipar-
nos a lo que es posible y no a lo que es cierto porque las leyes pro-
babilísticas contienen fluctuaciones y bifurcaciones. Así que también
nos permite entender que el futuro de nuestras relaciones es incierto,
porque lo que sucede es irreversible; por eso es importante velar por
las relaciones que realmente nos interesan. Como dice Prigogine:

El futuro es incierto, más incierto aun de lo que hacía presagiar la


mecánica cuántica tradicional con las relaciones de incertidumbre
de Heisenberg. 8

Este enfoque explica también porqué no podemos establecer rela-


ciones intensas con todo el mundo, ni siquiera con un grupo numeroso
de personas. Sólo algunas pocas relaciones son realmente intensas y
transformativas. Y es que el universo es fundamentalmente asimétri-
co por lo que no resulta un elemento general mantener relaciones de
transparencia y comunicación profunda en las que experimentamos
resonancia con todas las personas, sino solamente con unas cuántas.
Lejos de representar ninguna frustración para mí es muy signifi-
cativo percatarme de estos aspectos porque me permite permanecer
dispuesto a hacer lo posible para que mis relaciones significativas

8. PRIGOGINE, I. (2004), Las leyes del caos. Crítica, Barcelona, 95.

183
ENTRE PERSONAS

sigan generando procesos transformativos y experiencias profundas


de encuentro en las que me siento en crecimiento. También me per-
mite esperar, ser más paciente, volver a intentarlo, no resignarme a
las rupturas, porque tengo la convicción de que la experiencia que
he podido tener con una persona en una relación intensa mantiene
algo de la memoria del pasado, algo quedó de esta experiencia, algo
que, si conseguimos que aflore, vuelve a generar la aparición de la
sutil tendencia al crecimiento constructivo.
La memoria del pasado, la experiencia impregnada en los
corazones de Rosa e Isabel, operó para que pudiera producirse el
reencuentro después de una ruptura tan amarga. Un reencuentro
que significó no un volver atrás sino una nueva relación, una nueva
estructura más enriquecedora, una nueva expansión en su relación
esta vez más transparente y consolidada. En parte, esta relación
nueva reprodujo de alguna forma lo positivo de la anterior, pero se
expandió más, ya nació como una relación transformada. Contenía
la información de la anterior relación por lo que pudo progresar más
rápidamente, pudo propulsarse.
El famoso biólogo Rubert Sheldrake (n. 1942) propone que la
naturaleza maniobra mediante campos mórficos, una especie de
campos informativos que poseen la memoria de lo que acontece y
cuando se produce algún suceso es que la forma activa tiene una
resonancia con el campo que actualiza el hábito natural que está
implícito en el acontecimiento. Así que cada acontecimiento tiene
algo implícito que está a otro nivel de organización y existencia.
Sheldrake dice que eso mismo sucede con la memoria cultural y en
los espacios de acontecimientos de la comunicación que, en el fondo,
es un fenómeno resultado de la resonancia con su campo mórfico
respectico. A ese fenómeno lo denomina resonancia mórfica en virtud
de la cual cualquier habilidad conseguida por una rata de laboratorio
en el Reino Unido repercute misteriosamente en animales de su mis-
ma especie en Australia. El tiempo de aprendizaje de estas últimas es
considerablemente menor que el necesitado por las primeras.

184
LA FLECHA DEL TIEMPO

Este fenómeno explica que un mismo descubrimiento, en la his-


toria de la humanidad haya sido realizado por diversas personas en
diferentes lugares del planeta, o que las pirámides y otras construc-
ciones de civilizaciones diversas ubicadas en Egipto, Mesoamérica o
el Valle del Indo sean similares, aproximadamente del mismo perío-
do y situadas en sitios tan distantes.
También en el ámbito del conocimiento han tenido lugar sincro-
nicidades curiosas. Alrededor del año 550 a. C. comienza en Grecia el
intento de explicar el mundo por causas naturales mediante un pen-
samiento independiente adecuado a la razón y surgen, casi de golpe,
una serie de pensadores denominados presocráticos que fundan la
filosofía (Tales, Anaximandro, Anaxímenes y, un poco posteriormen-
te, Pitágoras). Este giro filosófico tan decisivo para la historia uni-
versal coincide con las transformaciones espirituales de gran alcance
que se dieron en la India y en China. En la India apareció Mahavira,
fundador del jainismo en los años 599-527 a C. y Buda aproximada-
mente en 563-483 a. C. y en China Lao Tse en 609-517 a. C. Es más, en
el judaísmo aparece Jeremías en Jerusalén hacia el 600 a C. y Ezequiel
en Babilonia hacia el 580 a. C. Y posiblemente Zaratustra, el fundador
de la antigua religión persa sea también de esta época.
El hecho de que en lugares tan distantes, en numerosos ámbitos
incomunicados entre sí, aparezcan saltos hacia delante en el pensa-
miento, la arquitectura, la cultura, el lenguaje y otros aspectos es tan
sorprendente como inexplicable y no parecen simples casualidades.
Sheldrake ha formulado su teoría de la causación formativa:

Mediante la resonancia mórfica la forma de un sistema, incluyendo


su estructura interna característica y sus frecuencias de vibración,
se hace presente ante cualquier sistema subsiguiente de forma simi-
lar; el patrón espaciotemporal del primero se superpone a sí mismo
en el segundo. 9

9. SHELDRAKE, R. (2007), Una nueva ciencia de la vida. La hipótesis de la causación


formativa, Barcelona: Kairós, 113.

185
ENTRE PERSONAS

Con la hipótesis de Sheldrake se explica muy fácilmente el reen-


cuentro de Rosa e Isabel y la posibilidad de que un conflicto pueda
devenir un nuevo encuentro porque la memoria de la primera expe-
riencia puede afectar a la segunda y proyectar una superposición.
Ahora bien, este fenómeno de la resonancia mórfica sólo tiene lugar
entre sistemas que vibran, es decir en sistemas en los que existe osci-
lación y fluctuación, en los sistemas dinámicos. ¡Es impresionante!
Sólo en las relaciones que han sido intensas, inestables, fluctuantes,
dinámicas, es posible experimentar esta resonancia y, por ende,
resolver un conflicto que ha surgido.

Sistemas complejos

Nuestras relaciones interpersonales más profundas e intensas


forman sistemas complejos. Los sistemas complejos fueron muy bien
descritos por Karl Ludwig Bertalanffy (1901-1972), biólogo, en su
Teoría de los sistemas. Bertalanffy mantenía una visión organicista
al referirse al organismo como un sistema organizado y definido por
leyes fundamentales de sistemas biológicos en todos los niveles de
organización, por lo que concibió una teoría que elaboraba princi-
pios aplicables a todos los sistemas, cualquiera que sea la naturaleza
de sus partes y su nivel de organización. Incluyó sistemas más allá
de la biología y consideró la psicología, las relaciones, la historia y la
organización social.
Si podemos considerar a nuestras relaciones interpersonales
intensas como sistemas complejos quiere decir que una relación de
este tipo está compuesta por varias partes interconectadas y entre-
lazadas en el que los vínculos contienen una información adicional
oculta a un observador. Como resultado de nuestras interacciones
surgen en la relación propiedades nuevas que no podrían explicarse
a partir de las propiedades de los individuos que forman el sistema
considerados aisladamente. Estas propiedades son propiedades
emergentes y surgen sólo en el marco de la relación.

186
LA FLECHA DEL TIEMPO

En la teoría de sistemas se expresa una oposición fundamental


entre los sistemas complejos y los sistemas complicados. A diferen-
cia de los sistemas complejos, un sistema complicado se caracteri-
za porque los enlaces entre los elementos del sistema no aportan
información adicional, es suficiente conocer como funciona cada
elemento para entender el sistema. En los sistemas complejos, sin
embargo, existen variables ocultas que sólo operan en el marco de
las correlaciones del sistema. Un sistema complejo dispone así de
más información que la disponible por cada parte independiente.
Para comprender un sistema complejo necesitamos conocer ade-
más del funcionamiento de las partes, la manera en que estas par-
tes se relacionan entre sí. Lo importante del sistema complejo es el
vínculo entre sus partes.
De esta manera podemos decir que nuestras relaciones intensas
son relaciones vinculares, otras relaciones más superficiales son
relaciones complicadas. El vínculo permanece oculto, situado en
las profundidades, en el núcleo. En nuestras relaciones vinculares
la información va emergiendo, en silencio comprendemos cómo se
siente el otro y transmitimos también cómo nos sentimos. En las
relaciones complicadas lo que no se explicita no se comprende por
ello muchas veces el sistema se degrada.
En los sistemas complejos el todo abarca mucho más que la
suma de sus partes porque la información que contiene es mayor
a la suma de la información que contienen sus partes consideradas
individualmente. En estos sistemas aparece el fenómeno de la reso-
nancia porque el sistema reacciona ante agresiones externas que
intentan modificar su estructura. Esto sólo es posible con el aporte
de una cantidad adicional de energía. Precisamente por eso los sis-
temas complejos son abiertos y disipativos, la energía y la materia
fluyen en su seno y lo convierten en una máquina generadora de
más orden a partir de la inestabilidad. Por ello son altamente auto-
organizados, esta organización es dinámica porque son sistemas
adaptativos que experimentan fluctuaciones pero también se aco-

187
ENTRE PERSONAS

modan al reaccionar ante estímulos externos que intentan destruir


el sistema si perciben amenaza en su estabilidad.
Una de las características de los sistemas complejos es que sus
interrelaciones están reguladas por ecuaciones no-lineales que sólo
pueden resolverse de forma aproximada, por eso el comportamiento
del sistema es difícilmente predecible, sólo podemos prever su evo-
lución hasta ciertos límites y suponiendo un margen de error que
va creciendo en el tiempo. La anticipación indefinida no es posible,
cuanto más alejados de la flecha del tiempo nos situemos más posi-
bilidades de error tenemos en nuestras anticipaciones.
Aunque la entropía ejerce principalmente su acción en los
sistemas cerrados y aislados puede afectar también a los sistemas
abiertos y complejos, pero éstos tienen la capacidad de combatirla
mediante la importación y exportación de flujos hacia el ambiente
generando entropía negativa, neguentropía. Esto se hace en un
proceso de transformación de la energía que se destina a mejorar la
autoorganización del sistema generando orden a partir de las situa-
ciones caóticas. La información es el elemento básico fundamental
de la neguentropía. Como estos sistemas disponen de información
adicional, cuando aflora, la tendencia a la autoorganización opera.
Una de las muestras más evidentes de la tendencia autoorgani-
zadora en la naturaleza son las investigaciones que se están realizan-
do sobre los fractales. Los modelos de fractales han sido sugeridos
inicialmente por Benoît Mandelbrot (n. 1924) en los años ochenta.
Un fractal es un modelo geométrico cuya estructura básica se repite
en diferentes escalas mediante un proceso recursivo o interativo
que reproduce estructuras auto-similares independientemente de la
escala específica. Las funciones iteradas son funciones compuestas
consigo mismas y sirven para el estudio de los sistemas dinámicos.
La belleza de los fractales es impresionante cuando se contemplan
mediante ordenador en sus escalas diminutas amplificadas. Si
aumentamos un objeto fractal los elementos que aparecen vuelven
a tener el mismo aspecto independientemente de cual sea la escala

188
LA FLECHA DEL TIEMPO

que utilicemos y forma parte, como en un mosaico, de los elementos


mayores. El que cada elemento de orden mayor esté compuesto, a
su vez, por elementos de orden menor, es lo que da la estructura
recursiva a los fractales. Mandelbrot formuló incluso una fórmula
sencilla para explicar este sistema de propulsión y representarlo:
Z2+C, donde Z es un número complejo que puede variar y C un
número complejo fijo. Si introducimos estos datos en un ordenador
y el ordenador toma el resultado de la suma y después sustituimos el
resultado por el valor de Z y así una y otra vez veremos el conjunto
de Mandelbrot de una extraordinaria belleza.
Los niños de los colegios encuentran muchos fractales en las
estructuras vegetales, en hojas, troncos, ramas, raíces, en el perfil de
las montañas, rocas, piedras… Los científicos también encuentran
fractales por todos los lados: en la cristalización, en los movimientos
de partículas, en las descargas eléctricas, en nuestro organismo, en
la estructura de los pulmones, en la ramificación de las venas, en la
estructura del sistema nervioso, en los relámpagos y los truenos, en
las nubes, en las galaxias… Parece que la naturaleza tiene un amor
especial para regenerarse mediante fractales.
En todos estos fractales podemos observar que a través de la ite-
ración si recorremos el proceso al revés, volviendo atrás en la flecha
del tiempo, los conjuntos se reducen y convergen hacia un punto
único. El punto al que se converge se denomina punto fijo atractivo,
también hay puntos fijos inestables cuando desde este punto fijo
empieza la divergencia en los cruces.
El caos y las turbulencias nacen así de los mismos procesos sub-
yacentes que generan montañas, líneas costeras o formas orgánicas
naturales, todo nace del orden fractal.
Todo esto es muy impresionante porque nos indica que, en el
fondo de los sistemas complejos, lo que existe es la simplicidad.
Un solo punto desde el que se origina el fractal y, a partir del cual
opera la tendencia a la autoorganización transformando el sistema y
haciéndolo cada vez más complejo.

189
ENTRE PERSONAS

Así que nuestras relaciones más vinculares, aún siendo comple-


jas, fluctuantes e inestables son, en su núcleo muy simples. Todo
es muy complejo y a la vez muy simple. Si lográramos captar la
simplicidad, despejar los espacios que nos impiden captar realmen-
te lo sutil, el punto originario que propulsa la relación, podríamos
dejar que opere la tendencia a la transformación y al crecimiento
sin entorpecerla, podríamos reconvertir la entropía y la tendencia
a la degradación y dejar en manos de esta simplicidad el proceso
transformativo. Se trata de quitar ruidos y, como los niños, ir des-
cubriendo fractales, buscar su figura original y dejar que se forme
el conjunto de Mandelbrot para saborear su inestimable belleza.
¿Cómo hacerlo?

190
LA FLECHA DEL TIEMPO

TEXTO PARA LA REFLEXIÓN

Poema de las cosas

Quizás estando sola, de noche, en tu aposento,


oirás que alguien te llama, sin que tu sepas quien
y, aprenderás, entonces, que hay cosas como el viento
que existen, ciertamente, pero que no se ven.
Y, también, es posible que, una tarde de hastío,
como florece un surco, te renazca un afán…
y aprenderás, entonces, que hay cosas, como el río,
que se están yendo siempre, pero que no se van.
O, al cruzar la calle, tu corazón risueño,
recordará una pena que no tuviste ayer…
y, aprenderás, entonces, que hay cosas, como el sueño.
Cosas que nunca han sido, pero que pueden ser…
Por más que tú prefieras ignorar estas cosas,
sabrás por qué suspiras oyendo una canción
y, aprenderás, entonces, que hay cosas como rosas,
cosas que son hermosas, sin saber que lo son.
Y, una tarde cualquiera, sentirás que te has ido.
Y, un soplo de ceniza regará tu jardín.
Y aprenderás, entonces, que el tiempo y el olvido,
son las únicas cosas que nunca tienen fin…

José Ángel Buesa

191
8
EL REFLEJO DE LO IMPLÍCITO

Al abandonar nuestra fascinación por lo extraordinario y especta-


cular, podemos permitirnos reconocer la simple maravilla que está
dentro de lo ordinario. Pues la vida es su propio propósito y no
necesita una razón de ser. Ésa es su belleza.
(T. Parsons)

Aunque la empatía pueda parecer misteriosa, conviene recordar que


en el universo hay muchas cosas que parecen misteriosas, sólo
que nos hemos acostumbrado a ellas; y quizá también lleguemos a
acostumbrarnos a la empatía.
(H.S. Sullivan)

Un orden implícito

Cuando tiramos en el mar calmado una pequeña piedra y otra


más grande a cierta distancia entre ambas, vemos que se forman
dos círculos concéntricos de ondas que van extendiéndose sobre
la superficie del mar. Llega un momento en que estos círculos se
alcanzan entre sí y forman ondas mayores interfiriendo los espacios

193
ENTRE PERSONAS

donde se mezclan los surcos, así que cada círculo llega a contener al
otro como en un holograma. También los rayos laser generan estas
interferencias y se van conteniendo unos a otros. En un holograma,
si su diapositiva se rompe en pedazos, cada trozo separado contiene
la imagen del original. También cada célula de nuestro cuerpo con-
tiene información genética sobre la totalidad del cuerpo codificada
en las moléculas de ADN. Esta propiedad es la que hace posible la
clonación a partir de una sola célula.
Esta imagen se corresponde con una de las más modernas inter-
pretaciones del modelo del universo físico formulada por el físico
David Bohm (1917-1992) quien concibe los fenómenos como mani-
festaciones de un holomovimiento que relaciona todo lo existente
en un proceso de pliegue y despliegue en el que subyace un orden
implicado. Bohm sostiene la teoría de que todos los fenómenos
están interrelacionados en una red espacio-temporal. Así, una gota
de tinta que se desplaza en un frasco de aceite describe una trayec-
toria lineal azarosa que, independientemente de su apariencia, tiene
el mismo volumen y las mismas propiedades de la gota inicial. Al
principio está plegada, en la trayectoria está desplegada. Para Bohm
en cada punto de materia existe un orden implicado que es una
gran totalidad indivisa que genera un movimiento constante que
lo relaciona todo. Nosotros conocemos el orden explicado que se
manifiesta como campos y partículas separadas con sus leyes pro-
pias, pero la realidad más profunda, el potencial cuántico es lo que
permite la interconexión y forma el sistema en el que se desenvuelve
toda la realidad. Bohm argumenta que esta complejidad implicada
significa que el orden del todo está implícito en el movimiento de
cada parte. Existe, para Bohm, una estructura subyacente que abar-
caría las distintas fases de los fenómenos y relacionaría todos los
acontecimientos entre sí. La flecha del tiempo, entendida más que
como duración como proceso de cambio inherente a todo tipo de
eventos, es la que permite conjugar esta visión con la teoría del caos
y la mecánica cuántica.

194
EL REFLEJO DE LO IMPLÍCITO

Eugene Gendlin (n. 1926) formuló también su filosofía de lo


implícito al diseñar su método terapéutico y de crecimiento personal
que conocemos con el nombre de focusing y que hemos mencionado
en un capítulo anterior. Para Gendlin existe una fuente interior en
cada persona que tiene implícitamente el conocimiento lingüístico
de todo lo que esa persona ha aprendido, oído o pensado en alguna
ocasión y también contiene una básica organización de todo el orga-
nismo humano y la posibilidad inherente de propulsar a la persona
hacia su autodesarrollo. Mientras está leyendo este capítulo usted
puede pararse un momento, cerrar los ojos y preguntarse ¿qué sen-
sación me está dejando esto que estoy leyendo? No responda con su
cerebro. Deje pasar veinte segundos y mire a ver qué siente en el cen-
tro de su cuerpo, de la garganta a la cintura; deje que se forme una
difusa sensación de algo que aparece. Todavía no sabe exactamente
lo que es, pero va apareciendo algo implícito, va adquiriendo forma,
se va manifestando como alguna sensación física corporalmente sen-
tida que contiene un significado implícito tendente a manifestarse.
Esta sensación es el felt-sense, es la manifestación de su experienciar,
es algo que está implícito en su interior y que va aconteciendo. Si
continúa un poco más sabrá si desea realmente o no seguir leyendo.
Algo le indicará un próximo movimiento.
Nosotros, como individuos estamos constantemente en relación
con un universo que nunca nos permite ser neutros, nos anima,
nos atrae, nos rechaza y suscita en nosotros una gran cantidad de
sentimientos y emociones. Nos hallamos ante dimensiones que son
mucho menos captadas conceptualmente que de modo afectivo. Fíje-
se que cuando una persona tiene que expresarle algo e intenta hacer
que usted comparta el sentido con ella, es decir, el conjunto tanto
conceptual como no conceptual de lo expresado, no intenta solamen-
te traducir los aspectos no conceptuales de lo que expresa a través de
sus gestos porque estos gestos deberían ser mucho más elaborados
de los vagos esbozos que constituyen. Lo que hace el locutor para
comunicar su experiencia global es, precisamente, estar en contacto

195
ENTRE PERSONAS

directo con esta experiencia. En esta operación, las expresiones se


avivan necesariamente y los elementos gestuales y motores, esos
portadores de sentido, son esbozados una y otra vez. Sin esa activi-
dad el locutor no podría recuperar plenamente el sentido de lo que
desea comunicar. Incluso usted suele percibir si el contenido de esta
comunicación verbal es genuino en el sentido de si aquello que se
comunica responde exactamente a lo que siente o puede captar si
hay un desajuste entre lo que su interlocutor dice y lo que realmente
siente. Usted es capaz de notar si lo expresado se corresponde a lo
implícito. Esto es maravilloso.
El proceso experiencial consiste en movimiento, este movi-
miento es la dinámica misma del cambio experiencial que se
genera a través de un movimiento autopropulsado sentido cor-
poralmente. Cuando estamos en contacto con nuestro experiencing,
cuando conectamos con nuestro referente directo, entramos direc-
tamente en contacto con el mundo de lo implícito sintiendo inten-
samente este algo conceptualmente vago. Lo que hacemos en este
movimiento es una acción de autoexploración que nos impulsa a
estar más en contacto con los significados sentidos sin comprender
inicialmente en qué consiste esa sensación de no sé qué, pero que
nos permitirá hablar experiencialmente, nos permitirá zambullir-
nos en lo implícito como si buceáramos hacia un interior resonante
que nos conduce a una cadena fluida de significados que desvelan
sucesos antes desconocidos y abren una dimensión que siempre
estaba allí y que, al mismo tiempo, es completamente nueva. La
paradoja es que lo que termina por simbolizarse es origen de algo
novedoso.
Para acercarnos a lo implícito hay que desterrar cualquier inten-
ción y dejar que surja lo que hay. Lo que hay ya conlleva implícita-
mente la direccionalidad constructiva de los próximos movimientos.
Se trata, en fin, de mirar lo simple, de adentrarnos en aquello que ya
está ahí pendiente de manifestarse y dejar que emerja. Este buceo en
lo implícito es expresado así por Tony Parsons:

196
EL REFLEJO DE LO IMPLÍCITO

Si abandono la abstracción y me muevo hacia mi consciencia


–por ejemplo, hacia mis sensaciones corporales– descubro que hay
una sinfonía en marcha. No necesariamente entonada, pero, no
obstante, cambia y se mueve constantemente, viene y se va. Surge
algo y después desaparece, seguido por otro algo que surge y ocupa
su lugar. Hay poquísimo que yo pueda controlar o manipular. Es
algo inmensurable y desconocido, que viene al ser y que después
desaparece. 1

Si los cuánticos entreven la existencia de algo implicado, algo


que existe en función de la interrelación de todas las partes que con-
tienen la totalidad, algo constructivo que en los sistemas abiertos se
despliega aun originado en el caos, una tendencia a la actualización
y al autodesarrollo; quizá corresponda a los filósofos y a los psicó-
logos comprender algún mecanismo que posibilite la manifestación
de lo que hay y desvele la simplicidad constructiva en nuestras rela-
ciones humanas. Algún mecanismo que simplemente deje que actúe
la tendencia actualizante en nuestras relaciones interpersonales, por-
que si lo que hay es constructivo no hará falta añadir nada, sino dejar
que emerja, desvelar lo implícito, quitar los ruidos que entorpecen
su manifestación y reflejar lo que hay y lo que va siendo.

La posibilidad del reflejo

La única disposición posible para entrever lo que hay es escu-


char lo implícito. Solamente si nos disponemos presencialmente a
captar lo que está implícito es posible sentir las palpitaciones de lo
que todavía no se ha manifestado. Este proceso implícito interno,
según nos advierte Gendlin, sólo se manifiesta en los ámbitos de
interacción:

1. PARSONS, T. (2006), Lo que es. El secreto abierto a una vida despierta. Madrid:
Gaia, 63.

197
ENTRE PERSONAS

No estoy asumiendo que un proceso interno puede diferenciarse


de la interacción. Justo lo contrario. El proceso interno dará pasos
en el contexto de la interacción. Y si no hay nadie más vale que se
interactúe con ello de forma amigable. De otra forma no se llegará a
estos pasos. Se necesita interaccionar con uno mismo, con una acti-
tud de cierta amigabilidad; como si el interior fuera un muchacho a
quien haces compañía. Y es mucho más fácil si hay alguien contigo
en este tipo de silencio. Por lo que todo lo interesante que puede
aportar el focusing tiene lugar en el contexto de la relación. 2

De esta forma, la actitud de escucha profunda de lo que va


surgiendo, de lo implícito consiste en empatizar. La empatía viene
determinada por la comprensión profunda del otro en el marco de la
relación interpersonal. Consiste en captar el proceso experiencial del
otro y moverse en él de manera familiar, captar el mundo subjetivo y
preconceptual del otro desde su propio marco de referencia, bucear
en este mundo subjetivo, comprenderlo y manifestar esta compren-
sión que es percibida por el otro.
Carl Rogers fue el maestro de la empatía. Elevó esa actitud a
la categoría de condición esencial en las relaciones humanas. Carl
Rogers descubrió el poder de la empatía casi por casualidad. En sus
primeros años de vida profesional en Rochester, desde 1928 hasta
1940, ejercía como psicólogo en un centro de orientación infantil que
trataba con niños problemáticos y delincuentes. En uno de sus casos
tuvo que entrevistarse varias veces con una madre muy inteligente
cuyo hijo era muy problemático. El problema se relacionaba con el
rechazo que la madre había sentido por el hijo en épocas tempra-
nas, pero Rogers no logró que la mujer lograra comprender esto a
pesar de las múltiples entrevistas que mantuvo con ella. Carl Rogers

2. GENDLIN, E. “Los pasos en el proceso terapéutico” en ALEMANY, C. (1997),


Psicoterapia experiencial y focusing. La aportación de E.T. Gendlin, Bilbao: Desclée De
Brouwer, 408.

198
EL REFLEJO DE LO IMPLÍCITO

averiguó los antecedentes y con mucha delicadeza reunió elemen-


tos de juicio y los presentó a la mujer de manera que ella pudiera
comprender la situación pero no hubo manera. Carl Rogers se dio
por vencido, le comunicó que, si bien habían realizado ambos los
mayores esfuerzos, habían fracasado y por tanto lo mejor era sus-
pender la relación. Esa mujer se mostró de acuerdo y concluyeron la
entrevista tras un estrechón de manos. Cuando Carl Rogers acom-
pañó a la mujer a la puerta del consultorio para despedirse la mujer
se giró y le preguntó: “¿Se ocupa usted de asesorar a adultos?”.
Cuando Carl le respondió afirmativamente, la mujer dijo: “Bien,
ahora quiero solicitar su ayuda”. Regresaron a la consulta y Rogers
se dispuso simplemente a escuchar activamente, entonces la mujer
empezó a comunicar amargamente aspectos muy profundos sobre
su matrimonio, los problemas que experimentaba en la relación con
su esposo, sus sentimientos de confusión y fracaso y otros aspectos
que nada tenían que ver con la frialdad de las historias clínicas que
hasta ahora habían centrado su trabajo. Empezó una verdadera tera-
pia que, por cierto, resultó muy exitosa.
Esta experiencia permitió a Carl Rogers experimentar el hecho de
que es el cliente quien sabe realmente qué es lo que le afecta y hacia
dónde dirigirse. Comprendió que sólo escuchando profundamente a
las personas y reflejando aquello que la persona estaba vivenciando
era posible un camino de desarrollo y curación. La direccionalidad la
imprimía el propio cliente, y esta direccionalidad era constructiva.
Rogers se dedicó desde entonces a la investigación constante,
grabó miles de entrevistas terapéuticas e intentó encontrar las con-
diciones esenciales del cambio terapéutico que formuló en 1957.
Una de estas condiciones esenciales, sino la más, era la empatía.
Sólo empatizando profundamente con el otro es posible escuchar lo
que late en las profundidades, solamente despejando los ruidos que
impiden estar presentes auténticamente, es posible oir los latidos de
lo implícito.

199
ENTRE PERSONAS

Cuando escuchamos con empatía al otro atendemos su interior y


nos permitimos quedar absortos en la contemplación de esta persona.
Cuando escuchamos empáticamente hacemos propia la experiencia
del otro “como si” fuera nuestra propia experiencia por medio de la
interiorización del otro. Experimentamos al otro y, simultáneamen-
te, observamos nuestras propias asociaciones cognitivas y afectivas
que vivenciamos en esta experiencia. En realidad la empatía permite
una confluencia de nuestras conciencias y un retorno a la separación
de identidades para reflejar a través de una respuesta verbal o no
verbal esta comprensión profunda. Empatizar no constituye ningu-
na habilidad social, significa una manera de estar con/junto al otro.
Es un estado interno, una experiencia emocional de implicación en la
experiencia del otro, un ejercicio de alteridad, de incardinarse en la
experiencia del otro y confluir intuitivamente con su proceso expe-
riencial sin evaluarlo ni juzgarlo.
Estar en una relación de manera empática significa un esfuerzo
continuo de permanecer en armonía momento a momento con lo
que ocurre en la relación, por eso más que una habilidad o incluso
una actitud, la empatía deviene un proceso de sincronía comunica-
tiva que hace emerger la resonancia entre las personas que se rela-
cionan inmersas en este devenir profundo de comprensión. Se trata
de una experiencia integradora, también corporal, a través de la cual
lo que es de uno y de otro confluyen en un encuentro interpersonal
de nuevas dimensiones que transforma las identidades y crea una
unidad mayor que incluye a ambas personas merced a que ambas
focalizan la misma cosa implícita que está aconteciendo. Ambas
personas comprenden y comparten y en esta dinámica constructiva
construyen juntos un nuevo significado.
La empatía no añade nada nuevo a la relación. Simplemente es
un reflejo de lo que hay. La disposición empática capta lo implícito,
lo focaliza y lo refleja, por lo que lo implícito queda amplificado en
un movimiento resonante que afecta a los procesos experienciales de
las personas en relación. Esta resonancia es transformativa, facilita

200
EL REFLEJO DE LO IMPLÍCITO

un encuentro intenso que tiene lugar en el silencio que es la puerta


de entrada al diálogo existencial, al diálogo entre las autenticidades
de las personas en relación. El silencio escuchante es la garantía que
hace posible el arriesgarse a encontrar el núcleo personal más inter-
no y explorar cualquier espacio existencial en el contexto de la rela-
ción. Y lo maravilloso es que cuando experienciamos este lugar tan
personal y tan nuclear percibimos que estamos conectados profun-
damente con el otro y en relación con todo lo existente. Vivenciamos
aquella gran aseveración de Carl Rogers que significaba aquello de
“lo más personal es lo más universal”.
La empatía es un movimiento de dos momentos. Un primer
momento de presencia, de disposición total de la conciencia hacia lo
que hay que se realiza en virtud de la escucha profunda y silenciosa
centrada en el acontecer del otro; y un segundo momento de reflejo,
de amplificación de lo que hay y de significación de lo que va sur-
giendo. Esta significación es simbólica: gestual, sonora o verbal. Pero
no se trata de buscarla congnitivamente sino dejar que surja por sí
misma porque lo implícito ya contiene inherentemente un signifi-
cado preconceptual que intenta abrirse camino. En otras palabras,
un primer momento receptivo para captar en mi propio proceso
experiencial lo que el otro va sintiendo “como si” fuese el otro, y
un segundo momento de resonancia y reflejo simbólico que permite
chequear lo que se ha significado con el fluir experiencial, con lo que
realmente se está viviendo.
Frecuentemente, desde una posición objetivista, causal y clásica
del mundo, la concepción de la comprensión empática se entiende
como una cualidad actitudinal que se ofrece a otra persona. Desde
esta perspectiva se configuran las relaciones interpersonales a
partir de un esquema en el que una persona comunica algo y otra,
a modo de facilitador o terapeuta, escucha y refleja los sentimientos
del otro. Seguramente esta visión era la inicialmente expresada por
Carl Rogers cuando en 1957 formuló las condiciones necesarias y
suficientes del funcionamiento del proceso terapéutico.

201
ENTRE PERSONAS

Sin embargo, los aportes de la nueva física y las reflexiones de la


filosofía contemporánea nos propulsan a entender la comprensión
empática como parte del mismo fenómeno de la tendencia actua-
lizante. Lo implícito se da solamente en el ámbito de la empatía de
modo que no se trata de procesos independientes sino de dimen-
siones simultáneas del mismo fenómeno. Lo implícito no existe
independientemente de su misma comprensión, lo implícito intenta
sutilmente explicitarse mediante una conciencia que capta su deve-
nir y lo resignifica. Lo implícito tiene impacto en la medida en que es
captado y reflejado. Sin esa comprensión profunda no sería posible
la resonancia de lo implícito. Y eso es así porque, según nos indican
los físicos cuánticos, lo que existe sólo existe cuando nos percatamos
de ello porque las cosas no están vivas o muertas sino sólo cuando
las observamos dan lugar a la realidad que no está definida hasta
que tenemos conciencia de ella.
El proceso fenomenológico de comprensión empática, entendi-
do desde este paradigma, se puede dar en el ámbito que configura
la vivencia de la persona singular, en el ámbito de la relación de
la persona “consigo misma”. Cuando escuchamos profundamente
nuestro proceso experiencial interno, captamos sutilmente lo que
nos está aconteciendo en este momento, captamos aquello implícito
corporalmente sentido y logramos simbolizarlo, darle nombre y,
posteriormente nos arriesgarmos a comunicar esto que nos acontece,
esta comunicación es, en realidad, el reflejo de lo implícito. Así que
la “autoempatía” tiene también estos dos momentos, captación com-
prensiva y reflejo comunicativo. En este sentido, la “autoempatía” es
sinónimo de autenticidad, porque la autenticidad está definida como
la congruencia entre la experiencia la consciencia y la comunicación:
escuchar lo que hay, darle nombre y comunicarlo. Desde la perspec-
tiva cuántica la empatía y la autenticidad son la misma cosa.
En la esfera de lo interpersonal, de lo interhumano, es como en
general nos referimos a la empatía. En esta modalidad, las personas
en relación escuchan profundamente el acontecer del otro, dejan

202
EL REFLEJO DE LO IMPLÍCITO

que este acontecer afecte a su propio campo experiencial y reflejan


lo que hay. En esta mutua resonancia se produce el encuentro
auténtico entre dos seres. Un encuentro que es confluencia de
identidades porque lo que afecta a uno afecta a la relación y resue-
na en este contexto interpersonal. De nuevo existe una similitud
existencial entre la empatía y la autenticidad que, en el fondo, es la
misma disposición. La perspectiva cuántica disipa la contradicción
entre comprender al otro y ser yo mismo en el marco de nuestras
relaciones humanas. Yo puedo ser más yo mismo cuando me siento
escuchado profundamente y tú puedes ser más tú mismo cuando te
sientes profundamente comprendido y, cuando en nuestra relación
somos más auténticos emerge el encuentro resonante que diluye
parte de nuestras identidades y conforma un nosotros intenso que
nos transforma.
Desde un punto de vista filosófico y conceptual, el proceso
empático consiste en la actualización operativa de lo implícito y
este movimiento, tan simple y al mismo tiempo tan complejo, de
desvelar lo implícito y simbolizarlo constituye la fuerza crucial de
sanación y desarrollo autopropulsado. Constituye, en fin, la posibili-
dad de participar en unas relaciones interpersonales enriquecedoras,
vivas y transformativas que nos llenen de plenitud.

¿Tenemos capacidad para la empatía?

Siempre que dos personas participan en una ocasión social


deben optar por cierto grado de proximidad física. La proximidad
varía con el medio social. En una fiesta muy concurrida, por ejemplo,
los invitados se aproximan entre sí, en parte para oír la conversación,
y en parte para indicar con quién está interactuando. A veces estas
situaciones son encuentros sociales. El encuentro social constituye
una ocasión de interacción cara-a-cara en los que la presencia recí-
proca manifiesta una cierta disponibilidad de los participantes.

203
ENTRE PERSONAS

Incluso en los comportamientos más simples, en estas situacio-


nes, una persona que habla está animada por movimientos y gestos.
Esta actividad motriz afecta todas las zonas de su cuerpo: la cabeza,
los ojos, la tez del rostro, los hombros, el tronco, los brazos, las
manos, los dedos, las piernas y los pies. Los gestos y la actividad
visible de las personas que interactúan deben tener una función
comunicativa esencial, ya que transmiten, en la situación de inte-
racción, un conjunto de informaciones de las que el mensaje verbal
parece no estar claramente provisto.
Uno de los muchos y complejos fenómenos que se producen en
una situación cara a cara es la sincronicidad imitativa de los movi-
mientos corporales de los interactores, especialmente cuando la
comunicación que se establece se caracteriza por una cierta “intimi-
dad”. La empatía presupone la capacidad de adoptar la perspectiva
y el rol de la otra persona y tiene que ver con una tendencia a sentir-
se uno mismo “dentro” de una situación. ¿Es posible que en algunas
situaciones sociales exista una especie de mímica motora que haga
que, a través de nuestro cuerpo, adoptemos esta actitud de empatía
o sincronicidad? ¿Tiene un carácter no intencional o responde a
algún sentido?
Cuando vemos que algún objeto está a punto de caerse sobre la
pierna o el brazo de otra persona, tendemos naturalmente a recoger
y retirar nuestra pierna o nuestro brazo. Este es un ejemplo de una
acción producida por un observador y que es apropiada o acorde
con la situación de la otra persona más que con la propia. El observa-
dor actúa como si ocupara el lugar del otro hasta el punto de fruncir
el entrecejo con su dolor, de sonreir con su alegría o de intentar
eludir el peligro de esa persona. Es una especie de empatía o sincro-
nicidad refleja, más que consciente, casi primitiva, que funciona
como un proceso comunicativo paralelo de la situación “normal” de
interacción.
Si nos fijamos en la evolución de un bebé nos daremos cuenta
fácilmente que tiende a asumir los modelos de una cierta imitación

204
EL REFLEJO DE LO IMPLÍCITO

de los adultos como si fuera una máquina copiadora de gestos cor-


porales, como si existiera una tendencia innata no específica a imitar
y, este hecho, resulta sin duda básico para el aprendizaje social.
Algunos antropólogos han descrito la ceremonia ritual de la
“couvade” en la que, como es sabido, el padre aparece sufriendo los
dolores de parto junto con la madre. 3 En situaciones más cotidianas
podemos observar, por ejemplo, como una madre al dar una papilla
a su hijo, la mayoría de las veces abre su boca “después” de que la
haya abierto su bebé; de ahí que la madre esté “imitando” y no sólo
intentando inducir al niño a que la imite.
Como podemos entrever, este fenómeno de sincronicidad es más
cotidiano y habitual de lo que aparece a simple vista. Después de
todo, el observador que retira su brazo ante el objeto que cae sobre
otro no se lesiona, ni la madre se come la comida de su bebé. En
cierto sentido es inapropiado “hacer” la conducta de la otra per-
sona. Tales acciones dan la impresión, incorrecta y falsa, de que el
observador es momentáneamente la otra persona en la situación de
esa persona más que en la suya propia. Pero ¿por qué hace la gente
esto? o, mejor aún, ¿hace realmente esto la gente?
En realidad parecería que sólo pudiéramos hablar de comuni-
cación no verbal o de lenguaje del cuerpo si fuéramos capaces de
demostrar la existencia de un código, es decir, de un sistema de
señales compartidas socialmente, por medio del cual un individuo
transmite su experiencia a otro individuo que, a su vez, responde
de forma sistemática a dicho código. Pero eso no siempre es así,

3. En el libro cuya referencia es DAVIS, F. (2002), La comunicación no verbal,


Madrid: Alianza, especialmente en el capítulo 5: “El cuerpo es el mensaje”, se
citan algunas investigaciones de Birdswhistell en este sentido. Una muy curiosa
que pretende demostrar que los esposos pueden llegar a parecerse y que los
niños adoptados puedan parecerse a sus padres adoptivos. En este sentido
manifiesta Flora Davis: “De lo que se trata es de que el ser humano es un gran imita-
dor, maravillosamente sensible a las señales corporales de sus semejantes. El estudio de
la comunicación lo demuestra continuamente”, 54.

205
ENTRE PERSONAS

en general lo que se denomina comunicación no verbal se basa en


las inferencias del interlocutor a partir de la actividad corporal de
la persona que se dirige a él.
Es plausible pensar que esta sincronicidad corporal no es nece-
sariamente expresiva de ningún estado interno de la persona que la
manifiesta; sin embargo sí es expresiva “para” la otra persona en la
situación social. Si hacemos caso del marco teórico de Watzlawick 4,
el gran maestro de la teoría de la comunicación humana (1921-2007)
por ejemplo, que considera cualquier conducta que se produce en
un contexto social como potencialmente comunicativa, habría que
señalar que siempre que se produce el fenómeno de la sincronicidad
hay alguna “otra persona” en la situación. Por consiguiente, el foco
del análisis del fenómeno debería ampliarse para incluir a esta otra
persona así como el efecto potencial de la conducta sobre ella.
Watzlawick propone que las conductas no verbales transmiten
información analógica a otros sobre nuestras relaciones con ellos.
Si esto es así, si los comportamientos no verbales, o actividad
visible del locutor, tienen funciones importantes dentro del marco de
la transmisión de las informaciones durante el proceso de comunica-
ción, debe ser posible ver su huella cuando este proceso se desarrolla
sin que los interlocutores puedan verse uno al otro. Privados de la
visibilidad de estas señales no verbales, estos interlocutores deberían
renunciar a utilizarlas, ya que exigen una considerable energía y
resultan inútiles en dicha situación. Además, al estar ausentes estas
señales en el canal de comunicación, el intercambio verbal debería
verse profundamente afectado. En dicho caso podría producirse la
eventualidad de que la ausencia de señales no verbales implique un
empobrecimiento considerable del conjunto de la interacción social
o, por contra, la de que los interlocutores hicieran un esfuerzo para
paliar la ausencia de señales visibles operando importantes com-

4. WATZLAWICK, P. y otros. (1989), Teoría de la comunicación humana. Barcelo-


na: Herder.

206
EL REFLEJO DE LO IMPLÍCITO

pensaciones verbales y llevando a cabo, en amplia medida, modifi-


caciones de su lenguaje, de sus entonaciones o de otros aspectos del
comportamiento verbal. En cualquier caso, en comparación con una
situación de encuentro cara-a-cara, la comunicación que se desarro-
lle en ausencia de visibilidad recíproca parece que debería ser suma-
mente diferente, tanto a nivel verbal como no verbal.
Sin embargo, las personas cuando hablan se mueven y sus
movimientos no parecen estar relacionados con la transmisión de
información, entonces los comportamientos no verbales o son comu-
nicativos y transmiten, dentro del proceso interaccional, significados
importantes; o la actividad gestual forma parte integrante del pro-
ceso de codificación, es decir, de la actividad a través de la cual las
ideas adoptan una forma comunicable.
Pero, aplicando el principio de Watzlawick –que las conductas
no verbales transmiten información analógica a otros sobre nuestras
relaciones con ellos–, a la sincronicidad corporal, podemos adver-
tir que el observador se autovivencia momentáneamente como
sintiendo lo mismo que siente el otro al inclinarse, sobresaltarse o
sonreir como si estuviera en la situación del otro. En lugar de decir
simplemente “ya sé cómo te sientes”, el observador “muestra” cómo
te sientes utilizando el código analógico equivalente al enunciado
verbal. Esto sugiere que la sincronicidad corporal, o esta clase de
empatía con el cuerpo, es más que una conducta no verbal; es una
comunicación no verbal dirigida a transmitir “sentimiento de com-
pañerismo” a la otra persona.
El movimiento corporal sincrónico se halla implicado en la
actividad verbal del individuo, y en los momentos de escucha, y es
función del grado de complejidad de la actividad comunicativa. Esta
actividad motriz parece necesaria para la persona que habla y para
la que escucha y crece en función de la densidad y la complejidad de
la actividad verbal comunicativa.
La mayoría de los gestos desplegados por una persona que habla
o que escucha tienen la apariencia de una actividad analógica. No

207
ENTRE PERSONAS

siempre resulta fácil darse cuenta de ello, porque las personas, gene-
ralmente, nos centramos en nuestra dimensión verbal y, por consi-
guiente, la gesticulación tiende a escapar de nuestra atención. Pero
basta con observar una conversación entre terceras personas a cierta
distancia, o interrumpir el sonido del televisor durante la emisión
de un debate, para ver aparecer de forma manifiesta la multitud de
movimientos que esbozan, a menudo tan sólo de forma incipiente y
vaga, contenidos del discurso. La forma del objeto evocado, su movi-
miento, su relación con otra cosa, sus atributos, su localización en el
espacio... se manifiestan unos tras otros en los gestos. En tiempos
fuertes de la expresión verbal, estos gestos pueden invadir incluso
toda la actividad corporal, constituyendo la mímica. Aunque, gene-
ralmente, sólo la mano y el rostro “hablan” y, la mayor parte del
tiempo, de manera apenas alusiva. Una parte de estos gestos son
sincrónicos, imitativos de los gestos del otro interlocutor.
Es verdad que, a veces, las personas producen sincronicidad
corporal cuando están solas –frente al televisor o viendo una pelí-
cula, por ejemplo–, pero esto puede explicarse por analogía con el
lenguaje. Cuando estamos solos, a menudo pensamos con palabras
y estas palabras a veces las pronunciamos. De manera semejante,
representamos algunas reacciones de manera no verbal y éstas tam-
bién pueden expresarse incluso cuando estamos solos. O pudiera
ser que participemos en una experiencia de “personificación” de la
pantalla en cuyo caso ésta se convertiría en un “receptor”.
Sea como sea, aunque el estímulo que genera sincronicidad cor-
poral puede suscitar reacciones intrapersonales, parece que no son
éstas las que conducen a una manifestación visible. La empatía cor-
poral es una función de la situación interpersonal y comunicativa, no
un producto secundario de una experiencia privada.
Quizás se trate de procesos paralelos: el mismo estímulo puede
inducir las reacciones internas y las manifestaciones externas pero
ambas funcionan de manera independiente, como ocurre en el caso
del lenguaje verbal. El lenguaje no es el simple producto de la emo-

208
EL REFLEJO DE LO IMPLÍCITO

ción o de la cognición, ni la consecuencia involuntaria de un estado


intrapersonal; más bien tiene su propio campo en la interacción
humana. Pero el modelo habitual de la conducta no verbal es que,
a diferencia del lenguaje, constituye simplemente un “indicador”
comportamental que revela, a menudo de manera inadvertida, la
experiencia interna del individuo.
Pero si la función de la sincronicidad corporal es comunicativa
¿Por qué la gente manifiesta a otros algo que puede reflejar o no su
estado anímico interior? ¿Por qué esta manifestación tiene que ser
tan rápida y tan exactamente sintonizada con la disponibilidad del
receptor y su decodificación?
Creo que esto ocurre debido a que la sincronicidad corporal
transmite un mensaje que es de vital importancia para nuestra rela-
ción con otros: yo puedo sentir como tú sientes; yo soy como tú.
La empatía ha sido de interés para los teóricos sociales debido a
su importancia para la sociedad. Pero la empatía que sólo es sentida
y nunca actuada no tiene implicaciones sociales. El sufrimiento o la
alegría por otro constituye una experiencia privada, a menos que
aparezca como palabra o acción. Por el contrario, las palabras o las
acciones adecuadamente expresadas pueden tener su efecto saluda-
ble aunque no vayan acompañadas por la experiencia privada de la
empatía. 5
Así, la sincronicidad corporal tendría la función de expresar
empatía al otro. En esa tarea no espera a comprender plenamente
la situación del otro, ni requiere que el observador experimente
primero los sentimientos del otro; su primera prioridad consiste
en manifestar semejanza con el otro y esto lo hace rápidamente y
precisamente.

5. El libro cuya referencia es EINSENBERG, N. y STRAYER, J. (1992), La


empatía y su desarrollo, Bilbao: Desclée De Brouwer, contiene un estudio muy
detallado sobre la empatía y su utilidad social, especialmente en el capítulo titu-
lado “Empatía, simpatía y altruismo: lazos empíricos y conceptuales”, 321-349,
aunque el enfoque es lingüístico más que corporal.

209
ENTRE PERSONAS

Parece que los seres humanos estamos especialmente capaci-


tados para semejante función. Esto es, nos hallamos en estrecha
sintonía con las situaciones de nuestros compañeros; luego proce-
samos la información rápidamente y, a continuación, registramos
de manera inmediata, no verbal, que lo hemos hecho así. Después
podemos llegar a comprender o a sentir la situación del otro en
un sentido más deliberativo y eso puede conducir a las palabras
o a la acción, pero la prioridad social es tan grande que primero
se produce la comunicación inmediata. Si podemos considerar la
conducta no verbal sin prejuicios podemos entrever que esa con-
ducta puede ser comunicativa. ¿Por qué iba a aparecer semejante
conducta si no estaba dirigida a ser vista? ¿Por qué iba simplemen-
te a desbordarse a partir de sucesos internos? La naturaleza no
parece ni descuidada ni derrochadora; otras conductas humanas
son precisas y funcionales. Por consiguiente, si una conducta se
hace visible a otros, parece razonable empezar por asumir que
es comunicativa –siguiendo las tesis de Watzlawick–. Así, si la
conducta no verbal expresa información a otros y es parte del
proceso comunicativo a través del cual nos conectamos con los
otros, es plausible suponer que este fenómeno sincrónico corporal
tiene también una función singnificativa en la interación social y
pudiera suponerse que esta función se fundamenta en la expresión
de empatía hacia los demás, más que en la comunicación de un
estado interno propio.
En cualquier caso esta sincronicidad interaccional es algo sutil
y no consiste en una exacta imitación de gestos, sino en una especie
de ritmo compartido. No por sutil el de la sincronicidad deja de ser
un fenómeno significativo en la interacción humana. Es cierto que
quizás hagan falta plurales investigaciones para poder explicar por
qué se produce. Pero quizás resultara más adecuado comprender
para qué se da este fenómeno en las relaciones humanas. Y quizás
una razón sea la necesidad del ser humano de comprender a los
demás, aunque sólo fuera para comprenderse a sí mismo, pero

210
EL REFLEJO DE LO IMPLÍCITO

“para comprenderse a sí mismo, el hombre necesita que otro lo comprenda.


Para que otro lo comprenda necesita comprender al otro”. 6

Un cerebro empático

En 1996 se dió cuenta de una investigación realizada entre 1980 y


1990 en la Universidad de Parma, en Italia, por un equipo encabeza-
do por Giacomo Rizzolatti que estudiaba la actividad de un área del
cerebro relacionada con la planificación y el movimiento. Implanta-
ron electrodos en el cerebro de un mono que reaccionaba positiva-
mente cando tomaba cacahuetes y los movía con sus manos. Unas
extrañas neuronas reaccionaban a esta actividad. Por casualidad,
los investigadores comprobaron que estas neuronas del cerebro del
mono se activaron cuando el simio vislumbró a una persona frente
a él, agarrar cacahuetes y llevárselos a la boca mientras el cuerpo
del mono permanecía inmóvil. El cerebro del macaco funcionaba no
sólo cuando el mono ejecutaba acciones enfocadas hacia una meta
sino cuando el animal observaba a otros individuos ejecutando estas
mismas acciones. El cerebro estaba funcionando como si el mono
estuviera llevándose también cacahuetes a la boca. Rizzolatti ha
manifestado que les llevó varios años creer lo que estaban viendo.
Cuando pasaron al estudio del cerebro humano, descubrie-
ron que este mecanismo se relacionaba también con las emociones y
las sensaciones táctiles experimentadas por el otro. Cuando observa-
mos el movimiento de otra persona, se activan en nuestro cerebro los
mismos circuitos que precisamos activar cuando intentamos llevar
a cabo este movimiento. Parece existir una resonancia en el sistema
nervioso con el sistema nervioso del otro. Es como si percibir una
acción resulta similar a simularla internamente.

6. Frase de T. Hora, citada por Watzlawick en su libro ya citado Teoría de la


comunicación humana, 37.

211
ENTRE PERSONAS

Los investigadores denominaron a estas neuronas, neuronas


espejo, unas células constitutivas del cerebro humano que permiten
sentir lo que el otro siente. Las neuronas espejo del observador se
activan, curiosamente, en las mismas áreas cerebrales de quien vive
la experiencia en primera persona. Posteriores estudios llevados
a cabo por Mirella Dapretto en Estados Unidos han confirmado
la carencia en la activación de neuronas espejo en personas que
padecen autismo y en la Universidad de Groningen, en Holanda,
Christian Keysers y Valeria Gazzola han confirmado, mediante
minuciosos análisis, que la gente con una puntuación más alta en
test de empatía registra una mayor actividad en estas neuronas
espejo. Estas neuronas espejo no sólo reflejan la naturaleza social
del hombre y nuestra innata necesidad de convivir estableciendo
relaciones, sino que indican que todo lo que estamos viendo y per-
cibiendo lo experienciamos de manera indirecta. El hombre no es,
necesariamente, el agresor del hombre, el hombre es la imagen del
hombre.
El doctor Vilayanur Ramachadran director del Centro de Cogni-
ción de la Universidad de California ha rebautizado estas neuronas
con el nombre de “neuronas Dalai Lama” porque son las que nos
confieren la capacidad de empatía desde un punto de vista bioló-
gico. El mensaje de este descubrimiento no se reduce al reflejo de
movimientos motores sino que contiene la explicación de que ver-
daderamente somos seres sociales capaces de ponernos en el lugar
de otro, no de forma abstracta o intelectual sino realmente sintiendo
y resonando con sus emociones. Tenemos un sistema cerebral que
es resonante y corporalmente sentido por lo que la empatía no es
sólo un proceso mental sino que implica a todo el cuerpo. Captamos
lo que ocurre y lo integramos en nuestras redes internas y nos vivi-
mos en un estado neuronal compartido en dos cuerpos diferentes,
el mío y el del otro. Para el doctor Ramachadran estas neuronas
son las responsables del gran salto hacia delante que experimentó
la humanidad hace 40.000 años que se manifestó con la revolución

212
EL REFLEJO DE LO IMPLÍCITO

neolítica y la eclosión en el uso de herramientas, la aparición del


arte, los cálculos o el lenguaje.
Recientes investigaciones realizadas por el equipo dirigido por
el doctor Marco Iacoboni en 2005 en el Instituto Neuropsiquiátrico
de UCLA en Estados Unidos están demostrando que la codifica-
ción de la actividad de estas neuronas está también asociada a la
intencionalidad de las acciones de otros, no sólo a la acción en sí,
por lo que las neuronas espejo no se dejan engañar cuando alguien
manifiesta una emoción fingida, cuando esto sucede las neuronas
del observador ni se inmutan. Así Iacoboni ha manifestado que
estas neuronas espejo permiten leer la mente de los otros porque
nos ayudan a entender sus intenciones. Las neuronas espejos no
activan la acción sino la intención y para ello no es necesario ningún
esfuerzo, nuestro cerebro interpreta y responde a las intenciones sin
que nos demos cuenta de ello, no pensamos lo que la otra persona
está haciendo o sintiendo, simplemente lo sabemos.
Actualmente, en 2007, el doctor Daniel J. Siegel de la Universi-
dad de UCLA en Estados Unidos está completando nuevas inves-
tigaciones sobre la actividad de estas neuronas espejo cuando se
establecen vínculos de comunicación resonante entre individuos,
cuando una persona se siente sentida por la otra y viceversa. Parece
que cuando esta resonancia es positiva el sistema nervioso respon-
de de manera receptiva ante la presencia de la otra persona incluso
antes de verla físicamente produciéndose un vínculo intenso de lo
que denomina “amor sin temor”. Siegel sugiere también que estos
sistemas neuronales que sustentan la experiencia de sincronización
y resonancia con otras personas se podrían volver reflexivamente
sobre uno mismo para desarrollar la capacidad de autoempatía, una
relación sin temor con la propia experiencia interna.
Todos estos descubrimientos neurocientíficos parecen indicar
que la naturaleza nos ha dotado de una capacidad innata para
captar lo implícito, para reflejar lo que hay y para conectar intensa-

213
ENTRE PERSONAS

mente con otras personas y establecer fuertes vínculos en nuestras


relaciones humanas. Nuestro cerebro no ha cambiado en muchos
años, sin embargo las neuronas espejo han facilitado una adapta-
ción genética que nos permite avanzar en la comunicación, la com-
prensión del otro y el aprendizaje y, por consiguiente, nos permiten
fomentar unas relaciones humanas más enriquecedoras que ayuden
al desarrollo personal e interpersonal y a nuestra propia felicidad.
La ciencia parece indicarnos que poseemos una capacidad inhe-
rente para la empatía. La psicología nos sugiere que si entrenamos y
usamos esta potencialidad podemos establecer relaciones humanas
más satisfactorias, profundas y transformativas. La filosofía nos
interroga de nuevo poniéndonos en el límite de la decisión de si
queremos o no escuchar más activamente a los demás para otorgar
significado a lo que implícitamente ya fluye. Ahora depende de
cada uno y de nuestra conciencia no dejar que el espejo que lleva-
mos dentro se empañe.

214
EL REFLEJO DE LO IMPLÍCITO

TEXTO PARA LA REFLEXIÓN

Yo te arrancaré los ojos


y los colocaré en el lugar de los míos,
y tú me arrancarás los ojos,
y los colocarás en el lugar de los tuyos;
y yo te veré con tus ojos
y tu me verás con mis ojos...
Y nos encontraremos.

Jacobo L. Moreno

215
9
UN BREVE EPÍLOGO
DE INTERFERENCIAS

La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos


pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para
qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.
(Eduardo Galeano)

El epílogo

Estamos a punto de finalizar este viaje que nos ha conducido por


un mundo de metáforas cuánticas para poder entender mejor nues-
tras relaciones interpersonales. Quizá no resulta muy comprensible
para nosotros esta nueva ciencia física que se va abriendo camino
y plantea nuevas miradas para entender el mundo subatómico.
Miradas que, al fin y al cabo, interrogan permanentemente nuestra
propia realidad y nuestra vida. Sin embargo, sus metáforas pueden
ayudarnos a comprender cómo nos situamos en este mundo de hoy
y cómo podemos establecer relaciones interpersonales más intensas
y profundas, a pesar de las circunstancias que nos vienen dadas. Me
ha sido grato compartir estas miradas y aportar el sentido que, al
menos para mí, tienen estos aprendizajes.

217
ENTRE PERSONAS

Me percibo como un ser en relación, una persona que viene con-


figurada en buena medida por mis relaciones humanas, y mi estado
de ánimo depende en gran parte de las experiencias que me ocurren
en un contexto relacional. Me comporto, demasiadas veces, aun
sin darme cuenta, en función de las relaciones en las que me siento
inmerso y me apasiona interrogarme sobre mis actitudes y conduc-
tas en estos mundos de relación.
He aprendido, y procuro comprender, que lo que me sucede a
mí y al otro en una relación no siempre es percibido de la misma
manera por ambos, porque la realidad de una relación no tiene que
ver exclusivamente con hechos “objetivos” sino con la percepción
de los interactores, con el significado que cada uno de nosotros
damos a los fenómenos que ocurren en nuestras relaciones. Lo que
acontece en una relación y mi interpretación no forman elementos
separados sino un mismo aspecto. Y estas interpretaciones de cada
uno configuran el sistema y el proceso de esta relación. Con esta
mirada he logrado captar que las influencias perceptivas de cada
uno en una interacción confluyen en un compendio emocional y
afectivo frágil en el seno del cual un minúsculo factor puede modi-
ficar sustancialmente el sesgo de esta relación. A veces este cambio
ha sido profundamente doloroso, otras veces estrepitosamente
enriquecedor.
Me he vivido en ocasiones atrapado en una red de relaciones y
circunstancias en las que mi propia libertad ha quedado en entre-
dicho, pero sigo intentando buscar mi propio lugar en el mundo y
decidir hacia donde puedo encaminar mis viajes relacionales. En este
sentido me percibo como un ser intencional que en el fondo siente
que puedo hacer algo para transformar alguna situación que vivo
como adversa, a pesar de todos los condicionantes. Así que, en
muchas ocasiones, he logrado salirme, como Cenicienta, de algunas
redes que me atrapaban e impedían mi propio desarrollo.
Parece que vivimos en un mundo de relaciones lleno de incer-
tidumbre porque no todo lo que nos acontece en nuestras relacio-

218
UN BREVE EPÍLOGO DE INTERFERENCIAS

nes interpersonales tiene una causa bien definida. La nueva física


nos previene que muchas de nuestras experiencias relacionales han
acontecido por azar pero también nos induce a pensar que este com-
ponente azaroso puede estar lleno de sentido y, por tanto, podemos
adoptar una mirada esperanzada y dejarnos sorprender ante nuevas
relaciones. Lo indeterminado puede significar alguna posibilidad de
riesgo pero, al mismo tiempo, un importante compendio de nuevas
oportunidades.
Cuando nos relacionamos estamos también inmersos en un
proceso vital del que desconocemos lo que nos depara y nos vamos
haciendo cargo de nuevas situaciones y circunstancias porque, como
decía Ortega y Gasset, la vida nos ocurre. En este pasar de la vida no
es indiferente lo que hagamos y podemos orientar nuestras inquie-
tudes hacia una direccionalidad que comporta una elección por
nuestra parte. Y es que, de acuerdo con la mirada cuántica, estamos
abiertos a infinitas posibilidades. Pero en este devenir de la vida y de
nuestras relaciones entra también en juego nuestra propia conciencia
y, así como el experimentador cuántico sabe que la conciencia del
observador influye en su experimento, también nosotros podemos
aprender que según sea nuestra propia disposición y presencia
podemos encarar el curso de una relación. En realidad podemos
hacer algo para vivir unas relaciones con mayor plenitud.
Y una de las cosas que podemos hacer es intentar conectar con
un espacio interno profundo que reside en nuestro núcleo personal
en vez de permanecer en la corteza superficial de nuestro propio
sí mismo, y podemos relacionarnos desde ese lugar corporalmente
sentido en vez de mantenernos en la simple cordialidad de comu-
nicaciones superfluas. Podemos entrar en contacto también con las
otras personas desde esa mirada nuclear y mostrarnos transparentes
para facilitar unas relaciones más intensas, profundas y enriquece-
doras y sentirnos zambullidos, en la relación, en un proceso expe-
riencial que fluye y que, si bien no está exento de probabilidades de
conflicto, acapara muchísimas posiblidades de encuentro.

219
ENTRE PERSONAS

Cuando he logrado mostrarme transparente y vulnerable en


una relación he podido sentirme sumergido en un clima intenso de
energía relacional y de encuentro con el otro. A veces, inicialmen-
te, sentía un cierto temor a mostrar algo que experienciaba en mi
interior profundo, un miedo que posiblemente tenía que ver con la
inseguridad de si sería o no aceptado y comprendido, pero a medida
que conseguía superarlo, notaba como el otro participaba también
en un complejo resonante y se generaba un salto hacia delante en
una relación que devenía un proceso compartido de similitudes y
diferencias que intensificaba el encuentro y propulsaba nuestro cre-
cimiento personal. Aprendí de estas experiencias que comunicarme
y mostrarme transparente es un riesgo que vale la pena correr. Es
más, cuando he podido participar en alguna relación de este tipo
han ocurrido, en ocasiones, extraños sucesos de sincronicidad, de
intuiciones compartidas y de comunicación silenciosa profunda,
aun a largas distancias. Para muchas personas este tipo de fenóme-
nos puede ser fruto de la casualidad; sin embargo, he aprendido a
otorgarles algún sentido. Sin duda, los descubrimientos cuánticos
referentes a comportamientos simétricos y comunicaciones simultá-
neas entre fotones muy distantes, ayudaron a convencer a mi mente
racional, que muchos eventos sorprendentes y poco comprensibles,
pueden tener explicaciones que todavía hoy no logramos entender
en toda su profundidad, pero al menos podemos aceptar que suce-
den y pueden adquirir un significado existencial.
No obstante, no todas las relaciones en las que participo son
intensas y profundas. Demasiadas veces me veo en relaciones super-
ficiales y cordiales, de tipo social, en las que casi nunca pasa nada.
En estas relaciones no vivo experiencias intensas ni fluye mi proce-
so experiencial de manera líquida, sino que me veo en un sistema
reversible en donde lo que ocurre podría no ocurrir o volver a ocu-
rrir de nuevo sin que modificara sustancialmente las interacciones
en las que participo. En ellas mantenemos conversaciones triviales
que no afectan demasiado a mi proceso interno ni conectan con mi

220
UN BREVE EPÍLOGO DE INTERFERENCIAS

núcleo personal. Estas relaciones, que son la mayoría, sirven en


parte para sobrevivir, pero percibo que no facilitan mi crecimiento
ni el despliegue de mis potencialidades inherentes. Son relaciones
planas y los trayectos de cada uno de nosotros no intersectan nunca
nuclearmente. No afectan a mi campo experiencial y me generan, en
la mayoría de los casos, sensaciones de indiferencia.
Otras relaciones que he vivido con intensidad y en las que se ha
producido un camino de encuentro con el otro han acabado deterio-
rándose y degradándose. En estas ocasiones experimenté un proceso
comunicativo en el que nuestras trayectorias intersectaron y vivimos
momentos intensos de encuentro, transparencia y confluencia. Con
el tiempo, sin embargo, hemos sentido distancia y desafecto. En
algún momento llegué a pensar que también nuestras relaciones
humanas intensas están sometidas a la segunda ley de la termodi-
námica y presentan una tendencia al aumento de la entropía, por lo
que es inevitable su deterioro.
Pero la degradación inevitable no comprende toda mi experien-
cia interpersonal. Algunas relaciones intensas y transparentes no se
han degradado y en el seno de estas relaciones hemos sido capaces
de superar algunos conflictos potentes y ha surgido una mayor
cohesión y una mayor propulsión. En éstas está siendo posible una
tendencia al crecimiento expansivo y una mayor intensidad comu-
nicativa que nos otorga momentos profundos de encuentro y de
transformación. Algún diablillo entorpeció la entropía y consiguió
disminuirla y transformarla en una tendencia a la autoorganización
hacia un nuevo orden constructivo que nos hace sentir en desa-
rrollo, aprendizaje y motivación para una mayor comunicación
interpersonal. Es posible que, como indican los descubrimientos
cuánticos, la entropía se produzca fundamentalmente en los sis-
temas cerrados, pero en los sistemas abiertos en los que existe un
intercambio de información como medio regulador del sistema, se
produce una transformación en neguentropía que hace emerger un
nuevo orden que no produce pérdidas de energía porque es capaz

221
ENTRE PERSONAS

de transformarla. En estos sistemas, abiertos a su entorno, se exporta


la entropía y se transporta una cantidad de energía a través de la
interacción con ese entorno. Esa imagen se corresponde un poco más
con mi experiencia en estas relaciones intensas que no son cerradas
ni excluyentes y en las que vivimos con el otro un compendio de
interacciones sin que excluyamos otras relaciones ni sintamos pose-
sividad. A pesar de que a veces pueden emerger algunos conflictos,
mostramos capacidad de superarlos mediante una profunda comu-
nicación transparente y nuclear que actúa del mismo modo que lo
hace la información en los sistemas físicos.
Me parece extraordinaria la intuición de Carl Rogers quien cons-
tataba que el organismo humano es susceptible de autorregulación y
de autodirección en sentido positivo. Comparto la hipótesis básica de
la existencia en el universo de una sutil tendencia al desarrollo que
opera en los organismos vivos y en muchos sistemas físicos no vivos,
y por eso creo que también es posible el despliegue de esta tendencia
formativa en nuestras relaciones interpersonales si somos capaces
de generar las condiciones adecuadas para su manifestación. Parece
que la nueva ciencia va encontrando síntomas de esta tendencia en
el universo que genera nuevo orden a partir del caos y transforma
los sistemas en estructuras más complejas. Sin duda sabemos de la
fragilidad de estos sistemas y nos percatamos de que un pequeño
factor genera turbulencias caóticas que también experimentamos en
nuestras relaciones humanas y nos percatamos de la irreversibilidad
de estas transformaciones en el transcurso del tiempo. Sin embargo,
la mirada cuántica nos permite encontrar un nuevo orden, nos per-
mite mantener un cariz optimista en la mejora de nuestras relaciones
interpersonales a pesar de la incertidumbre del futuro.
Hace algún tiempo comprendí las aportaciones de Eugene Gen-
dlin sobre el proceso de lo implícito y su significado inherente y
preconceptual. Experimenté que si escuchaba en profundidad lo que
hay, lo implícito me indicaba un nuevo paso hacia delante, un paso
que sentía constructivo y sanador. Por eso quise aprender focusing,

222
UN BREVE EPÍLOGO DE INTERFERENCIAS

porque constituía una rica herramienta para permitirme escuchar-


me más a mí mismo y tratar de encontrar pequeños saltos hacia
mi propio desarrollo. Lo maravilloso es que he aprendido también
a escuchar de una nueva forma a las demás personas y esa nueva
forma de escuchar implica apartar cualquier ruido y cualquier atisbo
de entorpecer lo que ya hay. Se trata, en fin, de bucear en el núcleo y
ver la simplicidad de lo que ya está implícito en él. Cuando lo capto
y consigo reflejarlo adquiere un significado constructivo, un efecto
amplificador resonante y trasformador que intensifica la relación y
facilita el encuentro. Me encantó conocer que, como nos indican los
descubrimientos recientes de las neurociencias, la naturaleza nos ha
otorgado capacidad biológica para el ejercicio de la empatía en nues-
tras relaciones humanas. Sigue dependiendo de nosotros mismos
disponernos a desvelar lo que hay y estar presentes con esta mirada
en las relaciones que mantenemos.

Las interferencias

Vivir unas relaciones transformadas no sólo es importante y


necesario para nuestra propia felicidad. Es curioso como muchos
humanistas que realizaron aportaciones en el sentido de considerar
esta tendencia al desarrollo y a la construcción nos encaminaron
a ser agentes revolucionarios. Carl Rogers mantenía la necesidad
y la inevitabilidad de una revolución silenciosa para contribuir a
transformar nuestras relaciones y otorgar algún sentido más huma-
no a la propia convivencia en el mundo. Carl Rogers era en parte
optimista y opinaba que los cambios en la ciencia y en la sociedad
arremeten con ímpetu y que van teniendo como centro a las perso-
nas. Sin embargo también expresaba alguna inquietud y pensaba
que atravesamos una crisis transformadora en la que no podemos
permanecer inalterados. Esta crisis en nuestras relaciones y en
nuestra convivencia puede representar nuevas oportunidades si
somos capaces de adaptarnos a un mundo consistente en energía en

223
ENTRE PERSONAS

vibración, sin base sólida, en proceso de cambio, en el que la mente


es no sólo consciencia sino también creadora de nuevas realidades. 1
Marilyn Ferguson mantuvo que las personas transformadas respiran
juntas, “conspiran” y en realidad pertenecen a lo que denominó “la
conspiración de Acuario” 2, por lo que también estaba convencida de
que esta revolución era inevitable y que se estaba produciendo por
sí misma. Hoy nos expresa la necesidad de actuar ya que:

En este mundo dinámico, la inacción puede ser una elección fatal.


Decidir no hacer nada es hacer algo; es bloquear inconscientemente
nuestro interés y el cuidado de lo que naturalmente nos importa. 3

Depende de nosotros mismos, en gran parte, establecer relacio-


nes humanas abiertas en las que pueda desplegarse una tendencia
constructiva al desarrollo y, a pesar de todas las circunstancias
adversas que nos puedan ocurrir, sigue dependiendo de nosotros
nuestra propia disposición ante estas circunstancias. Podemos
quedarnos en un mundo siendo pequeñas partículas que ocupan
un diminuto espacio sometidas a los avatares de los sistemas a los
que pertenecen, atrapadas en una maraña que determina su lugar
y las deja ancladas permaneciendo siempre como son. O podemos
comportarnos como ondas en expansión desplegándonos por todo
el espacio de los sistemas en los que nos encontramos. Las partículas
subatómicas tienen esta naturaleza dual y a veces se comportan de
una u otra forma, nosotros al menos tenemos también conciencia y,
en buena medida, capacidad de elección.
Si usted y yo decidimos intentar comportarnos como ondas en
expansión en nuestras relaciones humanas tenemos muchas posi-
bilidades de interferir. En física, interferencia designa lo que ocurre

1. ROGERS, C. (1986). El camino del ser. Barcelona: Kairós, 177-192.


2. FERGUSON, M. (1985). La conspiración de acuario. Transformaciones personales
y sociales en este fin de siglo. Barcelona: Kairós.
3. FERGUSON, M. (2006). El mundo de acuario hoy. Barcelona: Kairós, 165.

224
UN BREVE EPÍLOGO DE INTERFERENCIAS

cuando dos ondas se encuentran. Se producen puntos de interferen-


cia en las ondulaciones que, en las crestas, doblan la altura de las
ondas; en los valles las ondas están bajo la superficie del sistema y
en la intersección de un valle y una cresta las ondas se contrarrestan
y es el caso de la interferencia destructiva. Cuando dos ondas de luz
interfieren provinientes de un mismo objetivo tenemos la diafrac-
ción que se ha utilizado para averiguar las formas de las moléculas
de cristal o ha permitido descubrir la doble hélice del ADN. Las
interferencias han dado lugar a muchos descubrimientos que han
constituido auténticas revoluciones en la ciencia.
Las partículas subatómicas en movimiento no pueden ser repre-
sentadas como una trayectoría nítida sino como ondas que se propa-
gan, es como si pudieran estar en varias partes a la vez. Una partí-
cula subatómica considerada como onda no solamente interfiere con
otras ondas sino consigo misma, así que a veces siguen dos caminos
al mismo tiempo. Cuando esto ocurre, cuando una partícula puede
estar en dos estados a la vez los físicos hablan del fenómeno de
superposición cuántica. Este fenómeno es la base de la investigación
sobre la posibilidad de ordenadores cuánticos que reducirán enor-
memente el tiempo de las operaciones.
También es la base de lo que se ha denominado la teleportación,
un fenómeno recientemente descubierto que refiere a comunicar el
estado físico de un objeto a otro objeto ubicado en otra parte. Este
traslado del estado de un sistema cuántico a cualquier otro lugar
se demostró experimentalmente por primera vez entre dos haces
de luz. Pero un grupo de científicos encabezado por Ignacio Cirac,
premio Príncipe de Asturias, del Instituto Max Planck, y por Eugene
Polzik del Instituto Niels Böhr, han demostrado que los esta-
dos cuánticos de un pulso de luz pueden transferirse a un objeto
macroscópico y han experimentado el primer caso de teleportación
entre objetos de naturaleza diferente. Esto marca y orienta el reto
de la criptografía cuántica para la comunicación completamente
segura a largas distancias. No es que la teleportación sea una for-

225
ENTRE PERSONAS

ma de transmitir información instáneamente ni permita obtener


copias de un mismo original, sino que consiste en reproducir en
un punto el estado cuántico de un sistema individual en otro punto
destruyendo en el proceso el estado de partida. En cualquier caso ha
sido un descubrimiento espectacular, en el mundo cuántico ha sido
posible establecer conexiones perfectas a grandes distancias a partir
de conexiones imperfectas, el truco ha consistido en generar que la
red de interferencias que pueden ser destructivas porque impiden la
comunicación, pueda ser una red de interferencias constructivas.
Esta hermosa imagen, basada en la posibilidad de la teleportación,
puede otorgar sentido a nuestra tarea humanista. Quizá tengamos
probabilidades de expandir una manera de vivir y relacionarnos que
fomente una mejor convivencia en el mundo y unas relaciones más
auténticas y comprensivas entre las personas que lo habitamos. Es
visualizable un futuro en el que las mujeres y los hombres que habi-
tamos el planeta podamos intensificar nuestras relaciones humanas
basadas en el respeto, la franqueza y la comprensión de las diferen-
cias que nos ayuden a confluir para hacer de nuestra convivencia un
espacio de comunicación transparente y de diálogo permanente para
resolver los conflictos que inevitablemente tenemos. Es un sueño, cier-
tamente. Sin embargo representa para mí un fragmento de esperanza.
Siento que ya hay muchas personas que van logrando experienciar
relaciones interpersonales más intensas y francas, que disponen de
valores positivos para relacionarse con la gente, que creen profun-
damente en una vida con sentido y se preocupan de crear espacios
de comunicación y convivencia satisfactoria y gratificante. Percibo
también que expanden, aun sin intencionarlo, este nuevo estilo y,
en consecuencia, son auténticos agentes revolucionarios.
Estas personas se expanden como ondas e interfieren con los
demás generando impacto en sus relaciones y afectación en la expe-
riencia de otra gente que resulta transformada y desea establecer
relaciones más sinceras e intensas. Recorremos un largo camino, los
senderos de la revolución silenciosa, en el que el viaje resulta más

226
UN BREVE EPÍLOGO DE INTERFERENCIAS

significativo que la meta que sigue siendo utópica pero que nos sirve
como referencia en el horizonte de recrear un mundo fundamentado
en la convivencia, en el respeto a las diferencias y en la comprensión
profunda de los motivos de los otros.
Quizá usted y yo podamos participar también de este nuevo
tipo de relaciones interpersonales y sentirnos más en crecimiento
y desarrollo. Podemos aprender a ser más felices en este marco de
interacciones más intensas y profundas, podemos percatarnos de
la necesidad de escuchar más activamente a las demás personas,
podemos saborear la sutil y delicada sensación de hacernos más
vulnerables y transparentes y podemos confiar en el despliegue
de lo implícito que nos indica nuevos pasos para nuestro propio
despliegue constructivo. Y podemos, sin duda, estar presentes en el
mundo como agentes de esta revolución silenciosa en aras a seguir
facilitando condiciones para compartir un espacio más habitable,
más humano y más centrado en las personas.

227
ENTRE PERSONAS

CANCIÓN PARA LA REFLEXIÓN

Todo se transforma

Tu beso se hizo calor,


luego el calor, movimiento,
luego gota de sudor
que se hizo vapor,
luego viento
que en un rincón de La Rioja
movió el aspa de un molino
mientras se pisaba el vino
que bebió tu boca roja.
Tu boca roja en la mía,
la copa que gira en mi mano,
y mientras el vino caía
supe que de algún lejano
rincón de otra galaxia,
el amor que me darías,
transformado, volvería
un día a darte las gracias.
Cada uno da lo que recibe
y luego recibe lo que da,
nada es más simple,
no hay otra norma:
nada se pierde,
todo se transforma.
El vino que pagué yo,
con aquel euro italiano
que había estado en un vagón
antes de estar en mi mano,
y antes de eso en Torino,
y antes de Torino en Prato,
donde hicieron mi zapato
sobre el que caería el vino.

228
UN BREVE EPÍLOGO DE INTERFERENCIAS

Zapato que en unas horas


buscaré bajo tu cama
con las luces de la aurora,
junto a tus sandalias planas
que compraste aquella vez
en Salvador de Bahía,
donde a otro diste el amor
que hoy yo te devolvería…
Cada uno da lo que recibe
y luego recibe lo que da,
nada es más simple,
no hay otra norma:
nada se pierde,
todo se transforma.
Jorge Drexler

229
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232
DIRECTORA: OLGA CASTANYER
1. Relatos para el crecimiento personal. CARLOS ALEMANY (ED.). (6ª ed.)
2. La asertividad: expresión de una sana autoestima. OLGA CASTANYER. (28ª ed.)
3. Comprendiendo cómo somos. Dimensiones de la personalidad. A. GIMENO-BAYÓN. (5ª ed.)
4. Aprendiendo a vivir. Manual contra el aburrimiento y la prisa. ESPERANZA BORÚS. (5ª ed.)
5. ¿Qué es el narcisismo? JOSÉ LUIS TRECHERA. (2ª ed.)
6. Manual práctico de P.N.L. Programación neurolingüística. RAMIRO J. ÁLVAREZ. (5ª ed.)
7. El cuerpo vivenciado y analizado. CARLOS ALEMANY Y VÍCTOR GARCÍA (EDS.)
8. Manual de Terapia Infantil Gestáltica. LORETTA ZAIRA CORNEJO PAROLINI. (5ª ed.)
9. Viajes hacia uno mismo. Diario de un psicoterapeuta en la postmodernidad. FERNANDO
JIMÉNEZ HERNÁNDEZ-PINZÓN. (2ª ed.)
10. Cuerpo y Psicoanálisis. Por un psicoanálisis más activo. JEAN SARKISSOFF. (2ª ed.)
11. Dinámica de grupos. Cincuenta años después. LUIS LÓPEZ-YARTO ELIZALDE. (7ª ed.)
12. El eneagrama de nuestras relaciones. MARIA-ANNE GALLEN - HANS NEIDHARDT. (5ª ed.)
13. ¿Por qué me culpabilizo tanto? Un análisis psicológico de los sentimientos de culpa.
LUIS ZABALEGUI. (3ª ed.)
14. La relación de ayuda: De Rogers a Carkhuff. BRUNO GIORDANI. (3ª ed.)
15. La fantasía como terapia de la personalidad. F. JIMÉNEZ HERNÁNDEZ-PINZÓN. (2ª ed.)
16. La homosexualidad: un debate abierto. JAVIER GAFO (ED.). (3ª ed.)
17. Diario de un asombro. ANTONIO GARCÍA RUBIO. (3ª ed.)
18. Descubre tu perfil de personalidad en el eneagrama. DON RICHARD RISO. (6ª ed.)
19. El manantial escondido. La dimensión espiritual de la terapia. THOMAS HART.
20. Treinta palabras para la madurez. JOSÉ ANTONIO GARCÍA-MONGE. (11ª ed.)
21. Terapia Zen. DAVID BRAZIER. (2ª ed.)
22. Sencillamente cuerdo. La espiritualidad de la salud mental. GERALD MAY.
23. Aprender de Oriente: Lo cotidiano, lo lento y lo callado. JUAN MASIÁ CLAVEL.
24. Pensamientos del caminante. M. SCOTT PECK.
25. Cuando el problema es la solución. Aproximación al enfoque estratégico.
RAMIRO J. ÁLVAREZ. (2ª ed.)
26. Cómo llegar a ser un adulto. Manual sobre la integración psicológica y espiritual.
DAVID RICHO. (3ª ed.)
27. El acompañante desconocido. De cómo lo masculino y lo femenino que hay en cada
uno de nosotros afecta a nuestras relaciones. JOHN A. SANFORD.
28. Vivir la propia muerte. STANLEY KELEMAN.
29. El ciclo de la vida: Una visión sistémica de la familia.
ASCENSIÓN BELART - MARÍA FERRER. (3ª ed.)
30. Yo, limitado. Pistas para descubrir y comprender nuestras minusvalías.
MIGUEL ÁNGEL CONESA FERRER.
31. Lograr buenas notas con apenas ansiedad. Guía básica para sobrevivir a los
exámenes. KEVIN FLANAGAN.
32. Alí Babá y los cuarenta ladrones. Cómo volverse verdaderamente rico. VERENA KAST.
33. Cuando el amor se encuentra con el miedo. DAVID RICHO. (3ª ed.)
34. Anhelos del corazón. Integración psicológica y espiritualidad. WILKIE AU - NOREEN
CANNON. (2ª ed.)
35. Vivir y morir conscientemente. IOSU CABODEVILLA. (4ª ed.)
36. Para comprender la adicción al juego. MARÍA PRIETO URSÚA.
37. Psicoterapia psicodramática individual. TEODORO HERRANZ CASTILLO.
38. El comer emocional. EDWARD ABRAMSON. (2ª ed.)
39. Crecer en intimidad. Guía para mejorar las relaciones interpersonales.
JOHN AMODEO - KRIS WENTWORTH. (2ª ed.)
40. Diario de una maestra y de sus cuarenta alumnos. ISABEL AGÜERA ESPEJO-SAAVEDRA.
41. Valórate por la felicidad que alcances. XAVIER MORENO LARA.
42. Pensándolo bien... Guía práctica para asomarse a la realidad. RAMIRO J. ÁLVAREZ.
43. Límites, fronteras y relaciones. Cómo conocerse, protegerse y disfrutar de uno mismo.
CHARLES L. WHITFIELD.
44. Humanizar el encuentro con el sufrimiento. JOSÉ CARLOS BERMEJO.
45. Para que la vida te sorprenda. MATILDE DE TORRES. (2ª ed.)
46. El Buda que siente y padece. Psicología budista sobre el carácter, la adversidad y
la pasión. DAVID BRAZIER.
47. Hijos que no se van. La dificultad de abandonar el hogar. JORGE BARRACA.
48. Palabras para una vida con sentido. Mª. ÁNGELES NOBLEJAS. (2ª ed.)
49. Cómo llevarnos bien con nuestros deseos. PHILIP SHELDRAKE.
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GIULIANA PRATA; MARIA VIGNATO y SUSANA BULLRICH.
59. Amor y traición. JOHN AMODEO.
60. El amor. Una visión somática. STANLEY KELEMAN.
61. A la búsqueda de nuestro genio interior: Cómo cultivarlo y a dónde nos guía. KEVIN FLANAGAN.
62. A corazón abierto.Confesiones de un psicoterapeuta. F. JIMÉNEZ HERNÁNDEZ-PINZÓN.
63. En vísperas de morir. Psicología, espiritualidad y crecimiento personal.
IOSU CABODEVILLA ERASO.
64. ¿Por qué no logro ser asertivo? OLGA CASTANYER Y ESTELA ORTEGA. (5ª ed.)
65. El diario íntimo: buceando hacia el yo profundo. JOSÉ-VICENTE BONET, S.J. (2ª ed.)
66. Caminos sapienciales de Oriente. JUAN MASIÁ.
67. Superar la ansiedad y el miedo. Un programa paso a paso. PEDRO MORENO. (7ª ed.)
68. El matrimonio como desafío. Destrezas para vivirlo en plenitud. KATHLEEN R. FISCHER y
THOMAS N. HART.
69. La posada de los peregrinos. Una aproximación al Arte de Vivir. ESPERANZA BORÚS.
70. Realizarse mediante la magia de las coincidencias. Práctica de la sincronicidad
mediante los cuentos. JEAN-PASCAL DEBAILLEUL y CATHERINE FOURGEAU.
71. Psicoanálisis para educar mejor. FERNANDO JIMÉNEZ HERNÁNDEZ-PINZÓN.
72. Desde mi ventana. Pensamientos de autoliberación. PEDRO MIGUEL LAMET.
73. En busca de la sonrisa perdida. La psicoterapia y la revelación del ser.
JEAN SARKISSOFF.
74. La pareja y la comunicación. La importancia del diálogo para la plenitud y la
longevidad de la pareja. Casos y reflexiones. PATRICE CUDICIO y CATHERINE CUDICIO.
75. Ante la enfermedad de Alzheimer. Pistas para cuidadores y familiares. MARGA NIETO
CARRERO. (2ª ed.)
76. Me comunico... Luego existo. Una historia de encuentros y desencuentros. JESÚS DE LA
GÁNDARA MARTÍN.
77. La nueva sofrología. Guía práctica para todos. CLAUDE IMBERT.
78. Cuando el silencio habla. MATILDE DE TORRES VILLAGRÁ. (2ª ed.)
79. Atajos de sabiduría. CARLOS DÍAZ.
80. ¿Qué nos humaniza? ¿Qué nos deshumaniza? Ensayo de una ética desde la psicolo-
gía. RAMÓN ROSAL CORTÉS.
81. Más allá del individualismo. RAFAEL REDONDO.
82. La terapia centrada en la persona hoy. Nuevos avances en la teoría y en la práctica.
DAVE MEARNS y BRIAN THORNE.
83. La técnica de los movimientos oculares. La promesa potencial de un nuevo avance psico-
terapéutico. FRED FRIEDBERG. INTRODUCCIÓN A LA EDICIÓN ESPAÑOLA POR RAMIRO J. ÁLVAREZ
84. No seas tu peor enemigo... ¡...Cuando puedes ser tu mejor amigo! ANN-M. MCMAHON.
85. La memoria corporal. Bases teóricas de la diafreoterapia. LUZ CASASNOVAS SUSANNA.
86. Atrapando la felicidad con redes pequeñas. IGNACIO BERCIANO PÉREZ. CON LA COLABORA-
CIÓN DE ITZIAR BARRENENGOA. (2ª ed.)
87. C.G. Jung. Vida, obra y psicoterapia. M. PILAR QUIROGA MÉNDEZ.
88. Crecer en grupo. Una aproximación desde el enfoque centrado en la persona.
BARTOMEU BARCELÓ.
89. Automanejo emocional. Pautas para la intervención cognitiva con grupos.
ALEJANDRO BELLO GÓMEZ, ANTONIO CREGO DÍAZ.
90. La magia de la metáfora. 77 relatos breves para educadores, formadores y
pensadores. NICK OWEN.
91. Cómo volverse enfermo mental. JOSÉ LUÍS PIO ABREU.
92. Psicoterapia y espiritualidad. La integración de la dimensión espiritual en la práctica
terapéutica. AGNETA SCHREURS.
93. Fluir en la adversidad. AMADO RAMÍREZ VILLAFÁÑEZ.
94. La psicología del soltero: Entre el mito y la realidad. JUAN ANTONIO BERNAD.
95. Un corazón auténtico. Un camino de ocho tramos hacia un amor en la madurez. JOHN
AMODEO.
96. Luz, más luz. Lecciones de filosofía vital de un psiquiatra. BENITO PERAL.
97. Tratado de la insoportabilidad, la envidia y otras “virtudes” humanas. LUIS RAIMUNDO
GUERRA. (2ª ed.)
98. Crecimiento personal: Aportaciones de Oriente y Occidente. MÓNICA RODRÍGUEZ-ZAFRA (ED.).
99. El futuro se decide antes de nacer. La terapia de la vida intrauterina. CLAUDE IMBERT. (2ª ed.)
100. Cuando lo perfecto no es suficiente. Estrategias para hacer frente al perfeccionismo.
MARTIN M. ANTONY - RICHARD P. SWINSON. (2ª ed.)
101. Los personajes en tu interior. Amigándote con tus emociones más profundas. JOY CLOUG.
102. La conquista del propio respeto. Manual de responsabilidad personal. THOM RUTLEDGE.
103. El pico del Quetzal. Sencillas conversaciones para restablecer la esperazanza en el
futuro. MARGARET J. WHEATLEY.
104. Dominar las crisis de ansiedad. Una guía para pacientes. PEDRO MORENO, JULIO C.
MARTÍN. (6ª ed.)
105. El tiempo regalado. La madurez como desafío. IRENE ESTRADA ENA.
106. Enseñar a convivir no es tan difícil. Para quienes no saben qué hacer con sus hijos, o
con sus alumnos. MANUEL SEGURA MORALES. (9ª ed.)
107. Encrucijada emocional. Miedo (ansiedad), tristeza (depresión), rabia (violencia), alegría
(euforia). KARMELO BIZKARRA. (3ª ed.)
108. Vencer la depresión. Técnicas psicológicas que te ayudarán. MARISA BOSQUED.
109. Cuando me encuentro con el capitán Garfio... (no) me engancho. La práctica en psico-
terapia gestalt. ÁNGELES MARTÍN Y CARMEN VÁZQUEZ.
110. La mente o la vida. Una aproximación a la Terapia de Aceptación y Compromiso.
JORGE BARRACA MAIRAL. (2ª ed.)
111. ¡Deja de controlarme! Qué hacer cuando la persona a la que queremos ejerce un
dominio excesivo sobre nosotros. RICHARD J. STENACK.
112. Responde a tu llamada. Una guía para la realización de nuestro objetivo vital más pro-
fundo. JOHN P. SCHUSTER.
113. Terapia meditativa. Un proceso de curación desde nuestro interior. MICHAEL L. EMMONS,
PH.D. Y JANET EMMONS, M.S.
114. El espíritu de organizarse. Destrezas para encontrar el significado a sus tareas. PAMELA
KRISTAN.
115. Adelgazar: el esfuerzo posible. Un sistema gradual para superar la obesidad. AGUSTÍN
CÓZAR.
116. Crecer en la crisis. Cómo recuperar el equilibrio perdido. ALEJANDRO ROCAMORA. (2ª ed.)
117. Rabia sana. Cómo ayudar a niños y adolescentes a manejar su rabia. BERNARD GOLDEN,
PH. D.
118. Manipuladores cotidianos. Manual de supervivencia. JUAN CARLOS VICENTE CASADO.
119. Manejar y superar el estrés. Cómo alcanzar una vida más equilibrada. ANN WILLIAMSON.
120. La integración de la terapia experiencial y la terapia breve. Un manual para terapeutas
y consejeros. BALA JAISON.
121. Este no es un libro de autoayuda. Tratado de la suerte, el amor y la felicidad. LUIS
RAIMUNDO GUERRA.
122. Psiquiatría para el no iniciado.RAFA EUBA.
123. El poder curativo del ayuno. Recuperando un camino olvidado hacia la salud. KARMELO
BIZKARRA. (2ª ed.)
124. Vivir lo que somos. Cuatro actitudes y un camino. ENRIQUE MARTÍNEZ LOZANO. (3ª ed.)
125. La espiritualidad en el final de la vida. Una inmersión en las fronteras de la ciencia.
IOSU CABODEVILLA ERASO.
126. Regreso a la conciencia. AMADO RAMÍREZ.
127. Las constelaciones familiares. En resonancia con la vida. PETER BOURQUIN. (3ª ed.)
128. El libro del éxito para vagos. Descubra lo que realmente quiere y cómo conseguirlo sin
estrés. THOMAS HOHENSEE.
129. Yo no valgo menos. Sugerencias cognitivo- humanistas para afrontar la culpa y la ver-
güenza. OLGA CASTANYER.
130. Manual de Terapia Gestáltica aplicada a los adolescentes. LORETTA CORNEJO. (2ª ed.)
131. ¿Para qué sirve el cerebro? Manual para principiantes. JAVIER TIRAPU.
132. Esos seres inquietos. Claves para combatir la ansiedad y las obsesiones. AMADO
RAMÍREZ VILLAFÁÑEZ.
133. Dominar las obsesiones. Una guía para pacientes. PEDRO MORENO, JULIO C. MARTÍN,
JUAN GARCÍA Y ROSA VIÑAS
134. Cuidados musicales para cuidadores. Musicoterapia Autorrealizadora para el estrés
asistencial. CONXA TRALLERO FLIX Y JORDI OLLER VALLEJO
135. Entre personas. Una mirada cuántica a nuestras relaciones humanas. TOMEU BARCELÓ

Ser ie M AIOR
1. Anatomía Emocional. La estructura de la experiencia somática STANLEY KELEMAN. (7ª ed.)
2. La experiencia somática. Formación de un yo personal. STANLEY KELEMAN. (2ª ed.)
3. Psicoanálisis y análisis corporal de la relación. ANDRÉ LAPIERRE.
4. Psicodrama. Teoría y práctica. JOSÉ AGUSTÍN RAMÍREZ. (3ª ed.)
5. 14 Aprendizajes vitales. CARLOS ALEMANY (ED.). (11ª ed.)
6. Psique y Soma. Terapia bioenergética. JOSÉ AGUSTÍN RAMÍREZ.
7. Crecer bebiendo del propio pozo.Taller de crecimiento personal.
CARLOS RAFAEL CABARRÚS, S.J. (11ª ed.)
8. Las voces del cuerpo. Respiración, sonido y movimiento en el proceso terapéutico.
CAROLYN J. BRADDOCK.
9. Para ser uno mismo. De la opacidad a la transparencia. JUAN MASIÁ CLAVEL
10. Vivencias desde el Enneagrama. MAITE MELENDO. (3ª ed.)
11. Codependencia. La dependencia controladora. La depencencia sumisa. DOROTHY MAY.
12. Cuaderno de Bitácora, para acompañar caminantes. Guía psico-histórico-espiritual.
CARLOS RAFAEL CABARRÚS. (4ª ed.)
13. Del ¡viva los novios! al ¡ya no te aguanto! Para el comienzo de una relación en
pareja y una convivencia más inteligente. EUSEBIO LÓPEZ. (2ª ed.)
14. La vida maestra. El cotidiano como proceso de realización personal. JOSÉ MARÍA TORO.
15. Los registros del deseo. Del afecto, el amor y otras pasiones. CARLOS DOMÍNGUEZ
MORANO. (2ª ed.)
16. Psicoterapia integradora humanista. Manual para el tratamiento de 33 problemas
psicosensoriales, cognitivos y emocionales. ANA GIMENO-BAYÓN Y RAMÓN ROSAL.
17. Deja que tu cuerpo interprete tus sueños. EUGENE T. GENDLIN.
18. Cómo afrontar los desafíos de la vida. CHRIS L. KLEINKE.
19. El valor terapéutico del humor. ÁNGEL RZ. IDÍGORAS (ED.). (3ª ed.)
20. Aumenta tu creatividad mental en ocho días. RON DALRYMPLE, PH.D., F.R.C.
21. El hombre, la razón y el instinto. JOSÉ Mª PORTA TOVAR.
22. Guía práctica del trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Pistas para su liberación. BRUCE
M. HYMAN Y CHERRY PEDRICK.
23. La comunidad terapéutica y las adicciones Teoría, Modelo y Método. GEORGE DE LEON.
24. El humor y el bienestar en las intervenciones clínicas. WALEED A. SALAMEH Y WILLIAM F.
FRY.
25. El manejo de la agresividad. Manual de tratamiento completo para profesionales.
HOWARD KASSINOVE Y RAYMOND CHIP TAFRATE.
26. Agujeros negros de la mente. Claves de salud psíquica. JOSÉ L. TRECHERA.
27. Cuerpo, cultura y educación. JORDI PLANELLA RIBERA.
28. Reír y aprender. 95 técnicas para emplear el humor en la formación. DONI TAMBLYN.
29. Manual práctico de psicoterapia gestalt. ÁNGELES MARTÍN. (4ª ed.)
30. Más magia de la metáfora. Relatos de sabiduría para aquellas personas que tengan a
su cargo la tarea de Liderar, Influenciar y Motivar. NICK OWEN
31. Pensar bien - Sentirse bien. Manual práctico de terapia cognitivo-conductual para niños
y adolescentes. PAUL STALLARD.
32. Ansiedad y sobreactivación. Guía práctica de entrenamiento en control respiratorio.
PABLO RODRÍGUEZ CORREA.
Este libro se terminó
de imprimir
en los talleres de
RGM, S.A., en Bilbao,
el 10 de noviembre de 2008.

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