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CRITICA DE LA PELICULA GENERACION ROBADA RELACIONADA CON LA

TEORIA POLITICA DEL COMUNITARISMO Y LOS DERECHOS HUMANOS

PRESENTADO POR
TANIA YULIDZA DELGADO ARAUJO

UNIVERSIDAD DEL VALLE SEDE NORTE


FACULTAD CIENCIAS DE LA ADMINISTRACION
ADMINISTRACION DE EMPRESAS
SANTANDER DE QUILILICHAO
2020
CRITICA DE LA PELICULA GENERACION ROBADA RELACIONADA CON LA
TEORIA POLITICA DEL COMUNITARISMO Y LOS DERECHOS HUMANOS

Una de las virtudes o cualidades que más aprecio en el cine es que me hable de
aspectos y problemas de la vida y de la sociedad humana que me sean
desconocidos. La pantalla se convierte entonces en una ventana abierta al mundo
(maravilloso cuando salió de las manos del Creador) y que nosotros los hombres
nos empeñamos obstinadamente en destrozar.
Generación robada nos habla de un hecho bastante desconocido: la política de
limpieza étnica que el gobierno australiano realizó durante gran parte del siglo
pasado para evitar que las razas (la blanca de los colonos ingleses y la negra de
los aborígenes) se mezclaran. Internaban a los niños mestizos en residencias
especiales, que eran más bien campos de concentración, para que no contaminar
la pureza de la raza y, a la vez, se les “educaba” para ser mano de obra barata en
el servicio doméstico de los blancos.
En esta película se nos presenta una dolorosa situación vivida en Australia en
1931 y basada en el libro autobiográfico que su protagonista (Molly Craig)
escribió años más tarde. Ella misma aparece tal como es en la realidad al final del
filme. Una niña aborigen y mestiza que junto con su hermana menor y su prima
son arrebatadas “legalmente” de su familia, secuestradas por los colonos blancos
e internadas en una residencia e institución gubernamental creada para formar a
las niñas de esta condición como empleadas domésticas al servicio de la sociedad
blanca australiana para evitar que cuando sea mayores la mezcla racial siga
adelante. Con un régimen parecido al de un campo de concentración, estas niñas
logran escapar y después de la odisea de recorrer en tres meses más de dos mil
kilómetros a pie por los inhóspitos desiertos australianos y burlar la persecución
de un indígena un experto rastreador negro, consiguen llegar al poblado donde
vive su madre.
Pretende y logra denunciar un hecho casi desconocido de rabioso racismo e
higiene étnica que el gobierno australiano perpetró hasta los años 70. Se
agradece entonces este tipo de cine que, además de denunciar, está contado con
el entusiasmo de narrar la odisea y heroicidad de estas pequeñas niñas. El
sarcasmo con que los blancos aplican sus leyes “purificadoras” de la civilización
cristiana.
El empeño de las tres muchachas por huir y su coraje se relatan muy bien a través
de su huida. La civilización y la cultura humana que ellas tienen, con su sentido de
digna solidaridad, supera entonces a los mal llamados valores cristianos que sus
opresores creen poseer. Hay metáforas muy potentes que funcionan a la
perfección, como es la alambrada que recorre Australia para protegerse de una
plaga de conejos que ellos mismos provocaron.
La australiana Generación robada (Rabbit-Proof Fence), dirigida por Phillip Noyce
en 2002, toma el título del nombre que recibe el proceso continuado de secuestro
masivo de niños aborígenes llevado a cabo, aproximadamente entre los años
1869 y 1976, por el Gobierno australiano y por algunas misiones religiosas
cristianas, bajo el paraguas de una “Ley de Protección de los Aborígenes” basada
en la creencia de que los negros no sabían mantener vivos a sus hijos.
A principios del siglo XX, en Australia, el gobierno puso en marcha un vergonzoso
plan de limpieza étnica, y programó la desaparición de los mestizos, hijos de
colonos blancos y aborígenes. Para ello, separaban a los hijos de sus familias y
los reeducaban en centros de internamiento.
Las jóvenes protagonistas se guían por una amplia alambrada, que pasa por su
casa y que se levantó en la realidad en Australia en 1907 para acabar con una
plaga de conejos. El cercado cruzaba todo el país de norte a sur, y dejaba a estos
animales en un lado y las tierras cultivadas en el otro. Al director le sirve como una
magnífica metáfora de la separación entre aborígenes y colonos, que también se
daba en el país y que supone el tema central de la trama.
La relación que existe entre la película y la teoría política del comunitarismo y los
derechos humanos es que el comunitarismo se distingue por una reformulación de
la moral, que no se relaciona con principios abstractos y universales como su rival
el liberalismo sino que pretende fundar la moral en pautas nacidas, practicadas y
aprendidas dentro de la cultura de una comunidad. La concepción del ciudadano
que surge desde la perspectiva comentarista es muy distinta a la liberal, y se
caracteriza por otorgar una importancia fundamental a la pertenencia del individuo
a una comunidad específica.
Es por eso que señalan la importancia de una común concepción del bien
compartida por todos los ciudadanos, cuyo propósito es el de reducir la autonomía
individual para beneficiar el interés colectivo. Los márgenes de estas comunidades
tienen unos límites establecidos, y el interés en mantener dicha diferenciación
entre lo que está dentro y fuera de las mismas es de especial importancia.
Por otra parte, la comunidad se identifica no sólo por su aspecto geográfico, sino
de acuerdo con parámetros culturales claros. Por ello, el tipo de justicia que surge
desde esta postura no guarda relación alguna con los principios del universalismo,
sino que intenta justificar su exclusiva validez en ámbitos restringidos.
Es por ello que desde esta postura la realidad humana primaria y original es la
sociedad y no el individuo, por lo que la identidad con la comunidad tiene una
importancia enorme para la identificación y la protección de los derechos.

El ciudadano desde la posición comunitarista es ante todo un ser social, ya que su


identidad viene definida a partir de su pertenencia, formada ante todo por una
serie de narraciones que pasan de generación en generación. Esto indica que el
individuo ya entra en la sociedad con un papel asignado.
Los valores, según estas ideas, no se pactan, sino que vienen precedidos por la
comunidad, por lo que la lealtad y la educación permiten al grupo obtener la
prosperidad que necesita. Por ello, el sujeto no es visto como individuo aislado,
sino como parte fundamental de un conjunto más grande con gran influencia en la
vida y la cultura social.
Así, al intentar criticar el atomismo individualista, se ven afectados los derechos
defendidos por el liberalismo, de lo que resulta una idea del sujeto poco atractiva.
En todo caso, parece que los individuos liberales estarían más preparados para
establecer relaciones sociales, que aquellos sujetos a los que la comunidad
mantiene siempre bajo una evaluación constante y en una búsqueda de una idea
común del bien.
Ciertamente, uno de los logros obtenidos por la crítica comunitarista es el de
descubrir los problemas potenciales que pueden surgir del individualismo liberal,
pero la concepción del sujeto que se deriva de su propia tradición no parece una
alternativa realista. En sociedades como las actuales, en las que los sujetos
ejercen diversas actividades, resulta inviable señalar una sola concepción del bien,
pues son los mismos sujetos los que escogen y desechan sus distintos roles de
acuerdo con sus preferencias.
Al identificar al individuo con la comunidad y al otorgar una importancia superior a
la autenticidad sobre la autonomía, no quedan posibilidades de reconocer
derechos fuera de la órbita del bien común. Esta sujeción del individuo al ámbito
público contrasta de forma clara con la versión liberal, y provoca un desajuste
claro en la noción de la ciudadanía.

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