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EXCEPCIONALIDAD EN LA APLICACIÓN DE LA
PRISIÓN PREVENTIVA EN LOS DELITOS DE
CORRUPCIÓN DE FUNCIONARIOS.
RESUMEN:
el presente artículo se abordará el instituto de la prisión preventiva desde una visión
subjetiva o de interpretación de los operadores de justicia (fiscales y jueces) al
momento de solicitar y aceptar respectivamente una mediada “excepcionalísima” al
destruimiento del bien más preciado del ser humano la libertad personal de un
individuo que se presume inocente, así como los límites que de acuerdo al derecho
constitucional y a los instrumentos internacionales de derechos humanos, esbozan
respecto a la proporcionalidad de la aplicación de la prisión preventiva.
I. INTRODUCCIÓN
El punto de inflexión del presente trabajo ha sido generado por las propias
experiencias del autor no solo como litigante, espectador si no como investigado,
detenido o hasta como colaborador eficaz. En efecto es relevante entender a la Prisión
preventiva y la presunción de inocencia tiene conceptos cuyo tratamiento y análisis
siempre ha generado un amplio debate no solo a nivel doctrinal si no que además a nivel
jurisprudencial.
Es por ello que resulta importante, plantear las siguientes interrogantes: ¿Cuál es la
finalidad de la prisión preventiva en el marco del principio de presunción de inocencia?
¿La prisión preventiva es la regla o la excepción? Y, por último, la más emblemática
¿La prisión preventiva vulnera o no el principio de presunción de inocencia?
Autores como Finzi reconocían que “la encarcelación de los imputados antes de la
condena era una injusticia, ya que por sospechas demasiadas veces falaces se llevaba a
la zozobra a las familias, y se privaba de su libertad a ciudadanos que a menudo resultan
honradísimos […]”, en referencia a los encarcelados preventivamente por delitos de
bagatela o poca monta. (Nanclares Arango, La lógica interna del sistema acusatorio, 2009, p. 69).
Por su parte Llobet señalaba que según el Instituto Latinoamericano de las Naciones
Unidas para la Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente en el año 1981 el
porcentaje de presos sin condena en Latinoamérica bordeaba el 65%, bajo una
legislación novedosa, pero de pobre aplicación situación que genero alarma social.
Cuestión no muy distinta se afrontaba hasta hace unos años en el Perú donde los presos
sin condena en el año 205 representaban más del 65 % del total de la población
penitenciaria que ascendía a 79, 319. (Platón, Diálogos IV Republica, Libro I, Editorial Gredos –
Madrid, 1988, p 10)
Pero con el transcurso de los años el índice disminuyó y al mes de agosto del 2020 el
número de internos sin sentencia definitiva alcanzó la cifra de 35,717, que
representaban aproximadamente el 48% del total de la población penitenciaria que hasta
ese entonces era de 96,934 internos. Aunque ello no se percibe en la actualidad, debido
a que el diseño de la política criminal presenta como característica fundamental una
“tendencia actual en Latinoamérica hacia la dureza del sistema penal y hacia una mayor
extensión de la prisión preventiva (…), convirtiéndose en el principal instrumento de
prevención general.
Ahora bien al considerarse esta medida como la más gravosa o severa del ordenamiento
jurídica, pues se priva provisionalmente de la libertad ambulatoria a una persona, ante la
comisión de un delito grave con la concurrencia conjunta de los peligros de fuga y
obstaculización y los demás contenidos en el Acuerdo Plenario 01-2019, en
consecuencia debemos considerar teleológicamente que su imposición debe responder a
la necesidad de asegurar el correcto desarrollo del proceso penal y/o la aplicación de la
ley penal”. En ese mismo sentido, Araya señala que: “la prisión preventiva debe
establecerse en tanto sea la única forma de lograr la vinculación procesal del imputado a
la causa. En términos simples si el fin último es la salvaguarda de la investigación y el
descubrimiento de la verdad; las garantías de los partes procesales deben primar en
consonancia con el principio superior de igualdad ante la Ley.
(http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=293222968006)
En efecto la norma procesal penal no distingue condiciones personales y es clara al
señalar sus presupuestos materiales en el artículo 268 del Código Procesal Penal: los
graves y fundados elementos de convicción, una pena privativa de libertad superior a los
cuatro años acompañada del peligrosísimo procesal (fuga y obstaculización).
Por ello las observaciones y criticas están enmarcadas a los criterios de discusión no se
centra en los graves y fundados elementos de convicción -fumus delicti comissi- que
contempla un juicio provisional de imputación, debido a la alta probabilidad de
participación del imputado como autor o participe de un delito; sino en el peligro
procesal o -Pericurum in mora- y su valoración por los operadores del derecho (jueces,
fiscales, abogados, investigadores, etc). Para ello, la casuística de los peligros de fuga y
obstaculización responde a la característica fundamental de nuestro sistema de corte
acusatorio adversarial forjado en una cultura jurídica “de lo dúctil, lo flexible y lo
contingente”.
Remarcando que este juicio tiene como base un riesgo concreto, no abstracto ni
especulativo, que debe ser grave y suficiente para justificar la fuga del investigado, y así
imponer razonablemente la prisión preventiva. Este punto es el que ha generado mayor
debate y discusión actualmente debido a la ponderación de la calidad de los arraigos
(domiciliario, familiar y laboral) y que futuramente se establecerá mediante un pleno de
los Jueces Supremos Penales de la República. Por nuestra parte podemos agregar que
siempre deben considerarse las reglas de la lógica, ciencia y máximas de la experiencia
establecidas en el inciso 1) del Código Procesal Penal.
Tanto la pretensión penal y civil deben ser resguardados y cautelados para que al
final del procedimiento penal puedan ser materializados en los bienes jurídicos del
imputado, quién puede verse sometido a restricciones de la más variable índole. En
efecto, Peña (2007) “la persecución penal amerita la imposición de ciertas medidas, que
tienden a cautelar sus fines esenciales, esto es, la imposición de la condena y la
satisfacción económica del agraviado (reparación civil)”. Es difícil que el imputado
acepte libremente someterse a una persecución que afectara sus intereses particulares,
puesto que conocido el requerimiento por parte de la justicia tratara de sustraerse de
aquella eludiendo su llamamiento. Antes que beneficiar al proceso, la inasistencia del
procesado provoca graves perjuicios a la actividad probatoria, no por constituir fuente
de prueba sino porque su presencia condiciona la validez de las diligencias de
conformidad con un sistema adversarial-acusatorio, así como la prohibición
constitucional de condena en ausencia.
Por otro lado, es muy probable que trate de enajenar sus bienes con el consiguiente
perjuicio a la víctima.
Cuando no existen otros medios lesivos idóneos para asegurar los fines del
procedimiento el juzgador deberá evaluar las características y particularidades del caso
concreto a efecto de determinar la idoneidad y necesidad de la medida y considerando la
gravedad del delito perseguido, la calidad de los autores, los elementos de la convicción,
las pruebas que se pretende recoger, etc.
La restricción de un derecho fundamental solo tendrá lugar cuando fuera
indispensable, en la medida y por el tiempo estrictamente necesario, para prevenir,
según los casos, los riesgos de fuga, de ocultamiento de bienes o de insolvencia
sobrevenida; así como para impedir la obstaculización de la averiguación de la verdad y
evitar el peligro de reiteración delictiva que incluye que la medida sea indispensable
para los fines de la investigación y para la determinación de una actividad probatoria
concreta; basado principalmente en el principio de idoneidad que se mide con la
sospecha vehemente que se tenga de la comisión de un delito.
La prisión provisional para Fenech es un acto cautelar por el que se produce una
limitación de la libertad individual de una persona en virtud de una resolución judicial y
que tiene por objeto el ingreso de esta en un establecimiento público, destinado al
efecto, con el fin de asegurar los fines del proceso y la eventual ejecución de la pena.
2.- Pretende garantizar una investigación de los hechos, en debida forma, por los
órganos de persecución penal.
La prisión preventiva es una medida coercitiva que tiene por objeto asegurar a la
persona del imputado a los fines del cumplimiento de la pena privativa de libertad. El
aseguramiento de una pena corporal, traducido en la detención judicial intenta justificar
una medida preventiva que tiene su génesis en la inseguridad que genera la criminalidad
para la sociedad que necesariamente se plasma en primer lugar en el imputado. Este
razonado temor e inseguridad que genera la criminalidad en la sociedad aumenta en
nuestro país debido a los altos índices de criminalidad que registra en la actualidad.
Toda sociedad busca su seguridad jurídica, entendida esta última como un supuesto
esencial para la vida de los pueblos, el desenvolvimiento normal de los individuos e
instituciones que los integran , en virtud a ella el mandato de detención aparece como
una respuesta del sistema penal frente a la potencialidad delictiva del imputado; la
aplicación de dicha medida transitoriamente asegurará a la sociedad frente al presunto
culpable y es admisible en cualquier estado del procedimiento.
Es el presupuesto del fumus boni iuris, que se refiere a que los primeros actos de
investigación que se realizan ni bien conocida la noticia criminal deben revelar una
sospecha vehemente de criminalidad, que deben advertir indicios razonables de la
comisión de un delito, que puedan ser confrontadas de forma objetiva, no bastan
entonces las meras conjeturas o presunciones sin fundamento.
Peligro de fuga: Según apreciación de las circunstancias del caso particular existe el
peligro de que el imputado no se someta al procedimiento penal ni a la ejecución,
presumiéndose también de que el sujeto activo se pondrá en una situación de
incapacidad procesal.
Para calificar el peligro de fuga el Juez tendrá en cuenta el arraigo en el país del
imputado, determinado por el domicilio, residencia habitual, asiento de la familia y de
sus negocios o trabajo o las facilidades para abandonar definitivamente el país o
permanecer oculto, vínculos de carácter familiar, amical y de negocios, grado de
influencia que pueda ejercer en determinados ámbitos socio-políticos, situación
económica, lazos familiares en el exterior, de ser el caso su doble nacionalidad, etc.
Predecir la gravedad de la pena a inicios del proceso es algo muy subjetivo, puesto
que las circunstancias valorativas que rodearon el proceso pueden variar en las etapas
posteriores al realizarse la actividad probatoria, salvo que el procesado haya sido
intervenido en flagrancia y se cuente con los elementos de juico suficientes para formar
un juicio de esta naturaleza en la etapa preliminar del procedimiento. Por lo que los
primeros elementos que se recojan para adoptar la prisión preventiva, no son de ningún
modo definitivos ni concluyentes, como para estimar cerradamente una sanción
determinada.
VI. CONCLUSIONES
Claus, R. (2000). Derecho Procesal Penal. Buenos Aires, Argentina: Editores del
Puerto.
Peña, A. (2007). Exégesis del Nuevo Código Procesal Penal. Lima, Perú: Editorial
RODHAS
Roxin Claus, Derecho Procesal Penal, Editores del Puerto, Buenos Aires-Argentina,
2000.
San Martín Castro, César, Derecho Procesal Penal, Lecciones, Inpeccp 2015.