Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Extraído de https://mihistoriauniversal.com/edad-moderna/mineria-plata-america-colonial/
Yacimiento de Potosí
Pese a la importancia del oro, el metal por excelencia fue la plata. Durante los siglos XVI y XVII
la producción argentífera estuvo dominada por los yacimientos de Potosí, en el Alto Perú (hoy
Bolivia). En el siglo XVIII Nueva España ocuparía ese lugar al cuadruplicarse entre 1700 y 1770
la plata acuñada. Junto a Zacatecas, destacaban algunos yacimientos descubiertos en el siglo
XVI como Guanajuato, Real del Monte, San Luis Potosí o Sombrerete. La primacía de la plata
potosina durante años supuso que en el alto Perú se pagara hasta 1736 el quinto real (el 20%
de la producción) en lugar del diezmo (el 10%), abonado en México desde 1660.
Minas de Potosí
Facilidades de explotación de los yacimientos
Alexander von Humboldt, después de su viaje a América, señaló que las minas americanas se
distinguían de las europeas por su facilidad de explotación. ¿Cuál era esa facilidad si los
yacimientos mexicanos estaban a cientos o miles de kilómetros de la capital, si Potosí «era la
boca del infierno» y Huancavelica «un matadero público». La respuesta es el bajo coste de
explotación y la disponibilidad de mano de obra, a pesar del predominio del trabajo asalariado
en México y el de la mita en el Alto y Bajo Perú. Aunque en términos americanos los salarios de
la minería eran altos, comparados con los europeos seguían siendo bajos. Potosí estaba a más
de 4.000 metros de altura, y la mayoría de las minas mexicanas estaban fuera del área de
dominación del antiguo Imperio azteca. Los problemas para abastecer de forma regular a los
reales de minas con alimentos, insumos mineros y mano de obra eran abundantes. La
dificultad aumentaba en el norte de Nueva España por la falta de vías de comunicación y la
menor densidad de población, que obligaba a reclutar a los trabajadores indígenas en el valle
Central y en zonas ubicadas más al sur. La explotación de las minas variaba de una región a
otra. En México, las minas (a fines del siglo XVIII había casi 3.000) solían explotarse mediante
un tiro perpendicular excavado desde la superficie hasta la veta, mientras que en Perú lo
normal era que siguieran la veta en todo su recorrido.
Pese a su escaso aporte a la renta, la minería tenía una gran capacidad de arrastre sobre la
economía colonial. Durante años, su estudio estuvo condicionado por las relaciones
mercantiles con la metrópoli. La obra de Hamilton sobre la llegada de oro y plata americanos a
España limito el estudio de la minería colonial a su dimensión internacional prestando a la
producción una atención secundaria. Según el derecho castellano, la propiedad de las minas
era de la Corona que cedía su explotación. Este derecho se materializaba con la explotación
continua de los yacimientos y el pago del quinto real. En la segunda mitad del siglo XVI se
determinó que una mina ocupaba el subsuelo de una superficie no mayor de 120 varas por 60.
Como el terreno se medía en la superficie, hubo numerosos conflictos sobre su trazado y
titularidad, y dos siglos después se ordenó que la medición se hiciese bajo tierra. Para evitar
las grandes explotaciones se prohibió a los particulares poseer minas contiguas, aunque las
compañías podían explotar hasta cuatro minas y tres los individuos que hubieran descubierto
alguna veta.
Mapa de la ruta del azogue en el Virreinato del Perú
Obtención de la Plata
A mediados del siglo XVI comenzó la extracción de plata, obtenida por fundición. En el Perú se
usaban pequeños hornos indígenas, huayras (viento en quechua), cuya técnica era controlada
por los yanaconas. El método requería minerales muy ricos o de alta ley (el porcentaje de
metal presente en el mineral) y tenía dos inconvenientes: no extraía todo el metal y era muy
caro por su consumo de energía vegetal, carbón y madera. Al agotarse los bosques vecinos a
las minas, hubo que importar el carbón y la madera desde más lejos, con su repercusión
negativa sobre los costes de explotación. En 1555 se desarrolló el método de patio,
amalgamación con azogue o mercurio, que permitió procesar minerales de Ley más baja.
Bartolomé Medina lo experimentó en las minas mexicanas de Pachuca y a principios de la
década de 1570 fue incorporado por la minería potosina. La introducción del «método de
patio» revolucionó la minería y, en cierto modo, implicó su profesionalización al exigir mayores
inversiones para construir molinos hidráulicos o de tracción animal, o nuevos socavones. El
proceso podía durar hasta dos meses, y a partir de su introducción una tercera parte del metal
se obtenía por fundición. El mineral molido se reducía a polvo y, tras ser secado en un patio, el
origen del nombre, se formaban pequeños montículos a los que se agregaba sal y mercurio,
teniendo en cuenta que un marco de plata requería de tres a cuatro de azogue. Finalmente la
plata se separaba del mercurio mediante calor. Su ventaja era la simplicidad del equipo y la
tecnología requerida, unida al bajo consumo energético, mientras que sus inconvenientes eran
la lentitud y la dependencia del azogue. En el Perú se descubrió la mina de azogue de
Huancavelica, que durante los siglos XVI y XVII estuvo en plena explotación, aunque a
mediados del siglo XVIII su producción descendió. En México el azogue debía importarse de
Europa, especialmente de Almadén, en Ciudad Real, e Idria.
El historiador mexicano Lucas Alamán había afirmado después de la independencia que: sin la
minería [de plata], ni la agricultura, ni el comercio interior, ni ninguna ocupación industriosa,
prosperan; la población disminuye o se estaciona, el consumo decae y a todo esto sigue el
aniquilamiento del comercio exterior. Entre 1561 y 1600, el 85% del valor de las exportaciones
coloniales correspondió a productos mineros, oro y plata, reduciéndose ese porcentaje en un
5% en los 50 años siguientes. A fines del período colonial la exportación de metales preciosos
oscilaba entre el 75% y el 90%, según las regiones. El carácter dominante de la producción
minera no alude a su aporte a la renta colonial que, en el caso de que fuera posible medirla,
era muy inferior a la agricultura o la manufactura. Lo mismo ocurría con la ocupación de la
población activa en la agricultura y la manufactura, más elevada que en la minería.
En cada espacio hubo una especialización regional del trabajo, ya que el abastecimiento de
mano de obra, materias primas, insumos, alimentos y ropas a los reales de minas dinamizó el
crecimiento de las economías regionales. Los polos mineros nunca fueron enclaves aislados
abastecidos desde el exterior. Peter Bakewell explicó el papel de los yacimientos del norte de
México como impulsores del desarrollo regional, y François Chevalier mostró la relación entre
la minería de plata y el crecimiento de las haciendas norteñas y del Bajío. La demanda de los
polos mineros —alimentos para los trabajadores o insumos para la producción de plata— se
cubría básicamente con productos del mercado interno. En Potosí la principal excepción eran
las puntas de las barretas y algún otro instrumento de hierro, en México había que agregar el
mercurio. Salvo algunos puertos exportadores vinculados al comercio internacional, la
intensidad de los intercambios de cada región con otras del mismo espacio superaba a la
realizada con los mercados exteriores. Para el buen funcionamiento del sistema, la metrópoli
articuló una red de comunicaciones a larga distancia, el sistema de flotas y galeones, que
conectaba con los principales puertos exportadores. Al mismo tiempo, vedó el acceso a sus
colonias a las potencias europeas, estableciendo el monopolio y la prohibición de comerciar a
quienes no fueran súbditos de la monarquía. Para impedir un cierto desarrollo autónomo,
prohibió o puso trabas importantes a las colonias para relacionarse con otras regiones
americanas, justificando tales medidas por la competencia entre el comercio intercolonial y la
producción metropolitana y el comercio sevillano, beneficiarios directos del monopolio La
prohibición del comercio intercolonial buscaba evitar la salida de la plata hacia circuitos no
controlados desde la metrópoli.