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LA VISIÓN SOBRE EL OTRO

(Selección de fuentes documentales)

"Hemos visto llegar a nuestra tierra a ciertas personas tan diferentes de nosotros que
parecían viracochas. Se diferencian mucho de nuestro traje, ya que llevan el cuerpo
cubierto por ropas. Y su semblante es muy blanco aunque tienen mucha diferencia entre
ellos porque unos son de barbas negras y otros bermejas. Y andan en unos animales muy
grandes con los pies de plata. Cuentan con unas armas lanzadoras de truenos a las que
llaman arcabuces y otras a las que llaman cañones, que despiden enormes bolas de fuego
de sus entrañas."

"Hemos visto hoy a los habitantes de estas tierras. No llevan ropas porque parecen no
necesitarla. Son de baja estatura y sus pieles se ven oscurecidas por el sol. No traen armas
ni conocen las nuestras porque cuando les mostramos nuestras espadas, las tomaron por el
filo. Parecen gente bien dispuesta y simple, salvo que se mostraron muy temerosos.
Conocen a la perfección el interior de la selva y se mueven en ella con extremada facilidad.
Muchos de los bienes que vimos en sus comunidades parecen no tener un solo propietario,
sino ser de todos."

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Por su parte, los españoles, al borde de los caminos, están requisionando a las gentes.
Buscan oro. Nada les importan los jades, las plumas de quetzal y las turquesas.

(...)

Y también se apoderan, escogen entre las mujeres, las blancas, las de piel trigueña, las de
trigueño cuerpo. (...)

También fueron separados algunos varones. Los valientes y los fuertes, los de corazón viril.
También jovenzuelos, que fueran sus servidores, los que tenían que llamar sus
mandaderos.

A algunos desde luego les marcaron con fuego junto a la boca. A unos en la mejilla, a otros
en los labios.

Cuando se bajó el escudo, con lo cual quedamos derrotados, fue: Signo del año: 3-Casa.
Día del calendario mágico: 1-Serpiente.

(...)

DE: Literatura del México Antiguo. Los textos en lengua náhuatl, Cap. X: "Visión de los
vencidos, el testimonio indígena acerca de la conquista", pp. 437-438.
[...] todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis
en estas inocentes gentes. Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y
horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables
guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas
de ellas, con muertes y estragos nunca oídos, habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan
opresos y fatigados, sin dalles de comer ni curarlos en sus enfermedades, que se los
excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor dicho, los matáis, por
sacar y adquirir oro cada día? (...) ¿Estos, no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales?

DE: Fray Bartolomé de las Casas. Historia de las Indias.

Yo, porque nos tuviesen mucha amistad, porque cognoscí que era gente que mejor se
libraría y convertiría a nuestra sancta fe con amor que no por fuerza, les di a algunos de
ellos unos bonetes colorados y unas cuentas de vidrio que se ponían al pescuezo, y otras
cosas muchas de poco valor, con que tuvieron mucho plazer y quedaron tanto nuestros que
era maravilla. Los cuales después venían a las barcas de los navíos adonde nosotros
estábamos, nadando, y nos traían papagayos y ilo de algodón en ovillos y azagayas y otras
cosas muchas, y nos las trocaban por otras cosas que nosotros les dábamos, como
cuentezillas de vidro y cascaveles. En fin, todo tomaban y daban de aquello que tenían de
buena voluntad, mas me pareció que era gente muy pobre de todo. Ellos andan todos
desnudos como su madre los parió, y también las mujeres. (...) Ellos no traen armas ni las
congnoscen, porque les amostré espadas y las tomaban por el filo y se cortaban con
ignorancia. (...) Ellos deben ser buenos servidores y de buen ingenio, que veo que muy
presto dizen todo lo que les dezía. Y creo que ligeramente se harían cristianos, que me
pareció que ninguna secta tenían. Yo plaziendo a Nuestro Señor levaré de aquí al tiempo de
mi partida seis a Vuestras Altezas para que deprendan fablar.

DE: Cristóbal Colón: Textos y documentos, "Diario del primer viaje", pp. 110-111.

Y digamos ahora cómo los mexicanos cada noche hacían grandes sacrificios y fiestas en el
cu mayor del Tatelulco, y tañían su maldito tambor y otras trompas y atables y caracoles, y
daban muchos gritos y alaridos, y tenían toda la noche grandes luminarias de mucha leña
encendida; y entonces sacrificaban de nuestros compañeros a su maldito Uichilobos (...) en
la mañana venían muchas capitanías juntas a dar guerra (...), y entonces cuando
estábamos peleando con ellos nos decían muchas palabras, llamándonos de apocados y que
no éramos buenos para cosa ninguna, ni para hacer casas ni maizales, y que no éramos
sino para venirles a robar su ciudad, como gente mala que habíamos venido huyendo de
nuestra tierra y de nuestro rey y señor, y esto decían por lo que Narváez les había enviado
a decir, que veníamos sin licencia de nuestro rey, como dicho tengo en el capítulo que de
ellos hablo.

Y nos decían que de ahí a ocho días no había e quedar ninguno de nosotros, porque así se
lo prometieron la noche pasada a sus dioses, y nos decían otras muchas palabras malas
(...).

De: Bernal Díaz del Castillo: Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, pp. 42-
43.

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