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ECONOMÍA EN LA AMÉRICA COLONIAL

Ante la necesidad de numerario urgente, las remesas de

Indias aparecían como el remedio mejor, considerándose como

promesa de un futuro más cuantioso. Los envíos de Santo

Domingo y Nueva España habían situado en la Casa de

Contratación suficiente dinero como para que hubiese un

remanente. Sin embargo, los fondos no eran suficientes para pagar

las guerras, por lo que se va a optar por el “embargo” de partidas

destinadas a particulares.

El primer secuestro fue de 1523, ascendía a 300.000

ducados y representaba el oro y la plata que llegó en cinco

bajeles a Sevilla en dicho año.

Hubo de acudirse a una transformación institucional que diera

un rango paralelo al Real Consejo de Castilla en lo jurídico-político,

al que en lo económico-fiscal se necesitaba, lo que determinó la

creación del Real Consejo de Hacienda. Por tanto, el Consejo de

Hacienda y el Consejo de Indias, son hermanos creados en la

coyuntura crítica 1523-1524.

El organismo de Hacienda tuvo plenos poderes con respecto

al Tesoro público, incluido, los fondos enviados de Indias.

El nuevo Consejo de Hacienda dispondrá de los fondos de

Castilla, como de los envíos de las tierras ultramarinas, de acuerdo

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con las órdenes del Rey, sin pasar previamente por el Consejo de

Indias, el cual contaba desde su fundación con atribuciones también

económicas y de hecho tutelaba las Reales Cajas de Indias.

De 1525 a 1530 las importaciones de metales preciosos

sumaron 1.038.437 pesos, de los cuales sólo 272.070,5

pertenecían a la Corona, y el resto era de particulares. No era

mucho para hacer frente a tanto gasto público. Las grandes

remesas llegarían más tarde; ahora apenas se podían contabilizar

los últimos envíos del tesoro de Cortés y su gente, o las remesas

desde las Antillas, donde además se desarrollaba una incipiente

economía, basada en los nuevos cultivos implantados, sobre todo el

azúcar.

Las remesas del nuevo mundo supusieron el grano de arena

por su escasa cuantía, pero también era una esperanza y se intuía

que daría más.

Gracias a las entregas de Atahualpa, en 1533, llegó a la

Península un importante tesoro. El donativo de Atahualpa no se

transfirió íntegro sino disminuido por los repartos que decidieron los

hombres de Cajamarca.

La llegada de los primeros envíos de aquellos nuevos

territorios confirmó la magnitud de los vaticinios hechos por los

Pizarros. Gracias a estos envíos Carlos V pudo disponer de los

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medios necesarios para los costosos planes de combatir al turco en

el Mediterráneo.

El oro y la plata de América fue un factor medular que hizo

posible acuñar suficiente cantidad de monedas requerida por la

economía monetaria capitalista en expansión de Europa

Occidental.

Como dijo Marx en Trabajo asalariado y capital, con el

descubrimiento de las minas americanas, más ricas y más fáciles

de explotar que las europeas, aumentó la circulación de plata y oro.

El valor de la plata y el oro bajó. Los trabajadores seguían cobrando

la misma cantidad de plata acuñada. El precio de su trabajo seguía

siendo igual, pero su salario había disminuido, porque a cambio de

esa cantidad de plata podía comprar menos mercancías. Fue una

de las circunstancias que fomentaron el incremento del capital y el

auge de la burguesía en el siglo XVI.

Hubo una aceleración en la llegada de metales preciosos de

1503 a 1560, disminuye en 1600, hacia 1630 disminuye mucho.

Entre 1521-1530 el 97 % es oro, entre 1591-1600 el 87 % es plata.

El oro y la plata fue, en los primeros momentos de la llegada

de los castellanos, lo que más atrajo a los españoles. Las noticias

de que en La Española se habían hallado pepitas y trozos de oro

suscitaron afluencia de gente.

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Al empezar la conquista los invasores trataron de obtener oro

por medio del trueque con los aborígenes o por medio del saqueo.

La minería americana fue el sector económico más importante

y deseado de todos los virreinatos, igualmente también fue el motor

de los mercados internos, y los metales preciosos obtenidos se

convirtieron en el principal y más codiciado producto en los

intercambios con Europa a través de la Península Ibérica.

Primeramente, el procedimiento para obtener oro era el

lavado del metal existente en las arenas de los ríos, como ya lo

hacían los indígenas. Pronto se pasó a la explotación minera,

donde afloraba una veta se ponía el resto al descubierto o se la

seguía subterráneamente abriendo socavones. Predominó la

práctica de excavar pozos verticales. La plata se extraía

combinándola con mercurio y se la separaba de la amalgama por

destilación del azogue.

En 1545 un indio halló casualmente las vetas del Cerro Rico

a 4.700 metros de altitud; posteriormente se levantó la ciudad de

Potosí que recibió de la Corona el título Villa Imperial y su

población llegó a ascender hasta 160.000 habitantes; un

contemporáneo decía de la mina de Potosí que estaba cruzada

como un panal por los pozos.

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En 1546 empezó en Zacatecas la explotación de los

yacimientos argentíferos del norte de México.

Las autoridades españolas aprovecharon pronto los

yacimientos de plata en Zacatecas y Guanajuato, en Nueva

España; así como también en Potosí y Huancavelica, en el

virreinato de Perú.

A finales del siglo XVI el Cerro Rico de Potosí producía

unas 184 toneladas de plata anuales. La población indígena,

forzada a trabajar en la minería disminuyó drásticamente,

reduciéndose la mano de obra para esta actividad. Potosí redujo su

población en el siglo XVII de 100.000 a unos 20.000 habitantes.

Además, en Potosí asistiremos a un desabastecimiento de azogue,

algunas vetas se inundaron, y en la mayoría de ocasiones solo se

extraía metales de baja ley. La minería entró en decadencia y

generó una crisis que se extendió a todos los sectores económicos

de los territorios americanos.

En el siglo XVIII hubo un decrecimiento importante en la

producción minera del Perú, las minas de Potosí descendieron de

70 a 40 toneladas anuales.

Hubo diferencias de la crisis minera de Perú y el Alto Perú,

con respecto a la de México, que recibía azogue directamente de

las minas de Almadén, en la Península Ibérica. A estas crisis

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mineras se sumó la demanda en los mercados europeos de otros

productos de exportación, como azúcar, cacao y tabaco, que tenían

altas cotizaciones. A partir de aquí la minería dejó de ser la

prioridad absoluta de la economía colonial. Los Borbones buscaron

el autofinanciamiento de las actividades mineras. En 1783 se

difundieron en México las nuevas Ordenanzas de Minería, y más

tarde en Perú, en 1786. La nueva normativa establecía trámites

más rápidos para la explotación de nuevas minas, cierta restricción

en el uso de la mano de obra indígena, fomentando una mayor

tecnificación en la producción, con la creación de un Colegio de

Minas y un Tribunal de Minería, al cual debían asociarse los

"empresarios".

En México los Borbones disminuyeron la carga fiscal a la

minería. Se aminoró el pago del diezmo sobre la plata a quienes

efectuasen inversiones en la rehabilitación y mejora de sus minas.

De América querían que sus caudales engrosasen sus

magros recursos. Las Indias proporcionaban entre un 10 y un 5 %

de los ingresos totales, pero si con caudales americanos era poco,

sin ellos no se hubiese podido hacer nada. La mayor parte de los

ingresos que la monarquía sacaba procedía del comercio exterior.

Incluso el quinto real del producto de las minas, ya que la actividad

de éstas dependía de la demanda que tuvieran los metales; cuando

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no se embarcaban, su acumulación en Indias provocaba inflación

porque al incrementarse los precios de las cosas en moneda,

disminuía el de la plata y podía paralizarse la producción. En toda

América se hicieron esfuerzos para perfeccionar la técnica minera.

El minero español Fausto de Elhúyar fue nombrado director

general de minería en Nueva España. Elhúyar fomentó la creación

de una escuela tecnológica, siguiendo el modelo del Instituto de

Vergara en el País Vasco, donde él había enseñado antes de ir a

América. Además de apoyar el mejoramiento de la minería, el

Instituto favoreció el progreso de la educación en México, se

enseñó metalurgia, matemáticas, francés y mineralogía. Elhúyar

contribuyó también exportando hacia México maquinaria

procedente de Hungría que funcionaba con energía hidráulica. Sin

embargo, después de cuatro años de intentar hacer funcionar las

máquinas, Elhúyar fracasó en este considerable esfuerzo

tecnológico.

En los Andes, la minería se encontraba técnicamente más

atrasada aun que en México. No se aplicaba lógica científica en la

búsqueda de vetas como tampoco en la construcción de los

socavones. Las galerías no estaban interconectadas ni

sistemáticamente ventiladas. En 1737 expertos de Almadén

liderados por Jerónimo de Sola y Fuente viajaron a Perú para

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innovar la minería en Huancavelica, de este modo, introdujeron la

pólvora en las labores subterráneas, recuperaron vetas perdidas,

hicieron nuevos socavones, pero su resultado final fue un

crecimiento mínimo de la producción, a causa de la carencia de

mano de obra, así como de herramientas e insumos.

Años más tarde, en 1789 España envío otra misión técnica a

los Andes, dirigida por el barón sueco von Nordenflicht,

acompañado de un grupo de mineros alemanes con el objetivo de

perfeccionar las técnicas mineras en Potosí, Huancavelica y en el

Cerro de Pasco. Esta misión también fracasó. Los mineros

alemanes fueron conmovidos por la servidumbre y la explotación

de los indígenas que trabajaban en el Cerro Rico de Potosí. Por

otro lado, la administración española transfirió los costos de la

misión al gremio de mineros locales, quienes tenían poco interés en

que los mineros alemanes continuaran con sus experimentos.

Otra mina destacada fue la del Cerro de Pasco que llegó a

competir en producción con la mina de Potosí, hubo otras

importantes en otros lugares de Perú, que en 1799 llegó a contar

con 546 minas de plata y 44 de oro. Hasta 1813 se continuó

utilizando mano de obra indígena, por medio de la mita que era un

régimen casi de esclavitud.

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Toda la plata obtenida se debía entregar al banco, que

acreditaba el contravalor sobre la base del precio legal del metal y,

en ocasiones, obtenía pingües ganancias vendiéndolo a la Real

Casa de la Moneda.

También hubo extracciones de cobre que era empleado en la

industria azucarera, para los grandes calderos que necesitaba, cuya

introducción desde Europa resultaba muy costosa; igualmente se

empleaba en la fabricación de campanas de iglesias; y también se

empleó en las fundiciones de cañones. Las minas chilenas fueron

las principales abastecedoras de cobre.

La liga política con la idea de Imperio dispersa fuerzas y arruina

todo. Se necesitaban muchos soldados, había que pagar

mercenarios, viajes imperiales y las cortes del rey y de los virreyes.

Carlos V pide préstamos con garantía en los ingresos de Indias, en

1539 debe 1 millón de ducados a los Fugger, Welser, Schatz y

Spínola. En 1550 están hipotecados los ingresos de América en dos

años, con intereses que se hacen usurarios.

España experimentó la doble necesidad de enviar una serie

de productos a los colonos y de recibir remesas de metales

preciosos y de otros géneros. El sistema comercial que regulaba los

intercambios entre la metrópoli y la América hispana recibió el

nombre de la Carrera de Indias.

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La Carrera de Indias quedó articulada a lo largo del s. XVI,

con la consolidación de la dualidad entre la Casa de Contratación

(como institución técnica y administrativa para la ordenación del

tráfico) y el Consulado o Universidad de Cargadores (1543), que

actuaba como órgano representativo de los mercaderes y como

tribunal privativo de comercio. Si Sevilla quedaba instituida como

único puerto de salida y de llegada de la flota, el monopolio

mercantil era ejercido por los miembros del Consulado, que debían

ser españoles o extranjeros naturalizados, católicos y originarios de

países amigos, que obtenían su carta de naturaleza.

El sistema comercial de la Carrera de Indias quedó regulado

por el llamado Comercio de Flotas y Galeones (1564), que

establecía la salida de dos grandes flotas compuestas

esencialmente de galeones (la primera llamada usualmente “la

flota”, la segunda “los galeones”), que desde Sevilla se dirigían a

Veracruz (después de tocar Santo Domingo y La Habana) y a la

llamada Tierra Firme (puertos de Nombre de Dios, Portobelo y

Cartagena de Indias).

Los comerciantes de las dos orillas de la carrera de Indias

querían que el comercio trasatlántico fuese el menor posible. Los de

Cádiz porque así vendían más fácilmente, y a mejor precio, lo que

mandaban a las ferias de Portobelo o de Jalapa puesto que

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cuando abundaban en América se veían obligados a malvender los

géneros. Y los de México y Perú, no solo por mantener altos los

precios con la escasa oferta, sino para poder seguir conservando

sin control, los circuitos económicos de la colonia, desde la

producción de alimentos de las haciendas, hasta la distribución de

productos importados de Europa o del oriente, pasando por la

plata de las minas y tejidos de los obrajes. Es decir, la Corona

necesitaba más comercio y los mercaderes menos.

El comercio era vital para que la corona recibiera los recursos

que necesitaba, pero los negociantes de Cádiz, México y Lima,

que se peleaban constantemente por el reparto de la tajada, se

ponían de acuerdo para pedir que se conservara el sistema de

flotas, que permitía reducir a un mínimo el volumen de mercancías

enviadas.

Desde la segunda mitad del siglo XVI se puso en

funcionamiento una línea de prolongación: el llamado Galeón de

Manila, también llamado Nao de China, a partir de 1565, iba de

Acapulco a Filipinas, salía la primera semana de julio con el

monzón de verano, con escala en Guam, en Filipinas

intercambiaba sus cargamentos de plata contra las sederías,

alfombras persas, mantones de Manila y las porcelanas de China,

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solía tardar unos 3 meses, regresaba a Acapulco hacia el día de

Navidad.

Los intercambios consistieron en exportación de productos

agrícolas andaluces (vinos y aceites) y productos manufacturados

europeos (telas), más hierro de Vizcaya y mercurio de Almadén; y

la importación de metales preciosos, fundamentalmente plata, que

se complementaban con otros productos (grana y añil).

La llegada de plata produjo la llamada revolución de los

precios, es decir, la potenciación del crecimiento europeo gracias a

la disposición de abundantes medios metálicos de pago,

propiciando la inversión en todos los sectores a partir de una

inflación moderada y, por tanto, estimulante. En el caso español, la

riada de plata produjo una inflación excesiva y corrosiva en una

economía caracterizada por la escasa flexibilidad de la demanda y

por el bajo nivel tecnológico que impedían aumentar la producción

al ritmo de la inversión.

La estructura del comercio exterior español estaba montada

sobre las bases de importar del extranjero productos industriales de

lujo para consumo de las ciudades y cereales para una periferia

muy poblada, a la que no bastaba su producción local. Una

economía que precisaba importar cerca del doble de lo que

exportaba, solo se podía sostener compensando el saldo negativo

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con envíos de productos coloniales y, sobre todo, plata amonedada.

Cuando faltaron excedentes americanos, hubo que apretarse el

cinturón y acomodarse a los recursos disponibles, lo que implicaba:

1) importar menos y consumir más productos propios; articular los

excedentes de granos del interior con productos industriales de la

periferia en un mercado nacional; y 2) buscar una nueva estructura

de exportaciones basada en productos agrarios como vino, sobre

todo, y naranjas y minerales, sucesivamente plomo, mercurio,

piritas hierro.

La llegada a América dio inicio a un gran intercambio de

productos que introdujo cambios importantes en la alimentación.

Pero comprender y asumir la novedad de los productos alimenticios

americanos fue un largo proceso de siglos, había que investigar

productos, aclimatarlos, cultivarlos, comerciar con ellos, integrarlos

en el sistema culinario. A la vez, hubo recelo y, en ocasiones,

rechazo hacia lo desconocido, que pertenecía a otro sistema

alimentario diferente, considerado primitivo e inferior.

Los europeos se percataron del potencial del oro, la plata y

productos tropicales. Pero este potencial no podía hacerse realidad

sin suministro de trabajo. La población indígena no pudo resistir las

enfermedades que trajeron los europeos como la viruela, ni estuvo

en condiciones de sobrellevar la vida de faenas organizadas de las

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plantaciones y minas de esclavos. Por eso en la población local en

Cuba y La Española fue prácticamente exterminada. Europa no

podía permitirse liberar más fuerza de trabajo, por eso recurrieron a

África, que tenía una población habituada a la agricultura y al

trabajo disciplinado en muchas esferas. Eso precipitó el inicio del

comercio europeo de esclavos y con el control del mercado

internacional asegurarse de que África se especializara en la

exportación de esclavos.

El ritmo de incorporación de productos fue diverso. Desde que

los nuevos alimentos fueron conocidos por los españoles hasta que

tuvieron importancia en sus mesas pasó mucho tiempo, aunque no

faltaron excepciones ni diferencias entre regiones y clases sociales.

Hubo dos productos de éxito inmediato, el pimiento y el chocolate,

tuvieron significados sociales distintos. El pimiento se generalizó

entre todas las clases sociales, especialmente entre las más

populares. El acceso al chocolate quedó reservado a la corte, a

continuación, a los más privilegiados y, después, se fue difundiendo

a toda la sociedad, a medida que aumentó la producción y el

comercio bajaron los precios. Se integraron de forma relativamente

rápida, además de chocolate y pimiento, judías, y pavo. Otros

productos lo hicieron de forma lenta como el tomate, que no triunfó

hasta el s. XVIII y más tarde aun, la papa y el millo, que fue en el s.

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XIX. También se introdujo desde el primer momento la batata, que

estaba presente en la alimentación de la familia real española en el

s. XVIII.

El tomate se consumía desde el s. XVI, pero la difusión amplia

no se produjo hasta el s. XVIII. Se convirtieron, entonces, en

ingrediente común de los diversos grupos sociales. Se consumía de

varias formas, sobre todo, en salsa y como ensalada.

Los pobres consumían tomates con frecuencia. Los tomates

rara vez constituían el ingrediente principal de un plato. Sólo una

receta hemos hallado, la cazuela de tomates. Eran asociados a

sopas, pastas y arroces, en general se hizo un ingrediente socorrido

en muchos platos. La pintura del s. XVIII recoge, de vez en cuando,

la bella y colorida imagen de los tomates. Pero el tomate que se

hizo característico en la comida española, resultaba un sabor un

tanto raro para un extranjero.

Será en el s. XVIII cuando las papas empiezan a cobrar

importancia en la Península, aunque todavía con dificultades. El

primer documento detectado es de un hospital de Sevilla de 1673.

Al principio era considerada alimento para ganado. Sólo en casos

de extrema necesidad se recurría al consumo humano de papas.

Un temprano caso de elevación de la papa de alimento animal a

alimento humano fue el caso de Canarias.

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En la Península vemos una zona destacada en Galicia y

Asturias, donde recibieron nombres diversos: patatas, patacas,

batatas, castañas marinas, castañolas, castañas de Indias,

manzanas de tierra… En la segunda mitad del s. XVIII se extendió

por Cantabria, Montañas de Burgos, País Vasco, Navarra y

algunos lugares de Aragón.

Habitualmente fue alimento para animales, sobre todo cerdos,

luego pasó, poco a poco, a convertirse en alimento humano,

reducido a pobres y campesinos. Su consumo crecía en años de

escasez y de carestía.

Requirió un proceso muy largo el que la gente aprendiera a

comer papas. En algunas regiones se aceptaba como forraje, pero

no para humanos. Se tuvo que vencer una obstinada resistencia,

porque se temía que ocasionara todo tipo de enfermedades, como

lepra, dolencias glandulares, tuberculosis y fiebres. Se desconocía

la manera de prepararlas. Se comía hervida y con aceite, vinagre y

pimienta, o asada con cáscara y luego empapada en vino o en jugo

de naranja o limón: a veces se hervía en leche con mantequilla, sal

y azúcar.

Las épocas de hambre y la constante subida del precio del

grano fomentaron en gran medida el consumo de papas. En Irlanda

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fue uno de los primeros países en consumirla, lo que posibilitó un

enorme incremento demográfico.

El millo fue propagado por los portugueses en las riberas del

Mediterráneo. Ofrecía la ventaja de ser apto para consumo

humano como para animales. Su producción era de dos a tres

veces superior al trigo y, además, el millo concedía a la capa

superior del suelo más reposo que el trigo, ya que las raíces de

aquél se hunden a más profundidad. El único inconveniente es que

exigía un abono intenso.

En la primera mitad del s. XVI los portugueses consideraron

a Brasil como una cuestión secundaria; intentaron limitar su

presencia al establecimiento de puertos comerciales, pero, se

vieron obligados a colonizarlo, como medida preventiva alrededor

de 1530. Los esfuerzos por consolidar la línea costera entre los

puertos actuales de Recife y Santos, para impedir que Francia e

Inglaterra establecieran enclaves costeros, competidores de los

portugueses, para la exportación del palo de Brasil, utilizado para

los tejidos de lana de los Países Bajos e Inglaterra. El temor a la

competencia fue lo único que condujo en la segunda mitad del

siglo XVI a una ocupación permanente y el establecimiento de una

economía de plantación.

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Hasta 1530 Brasil sólo tuvo para Portugal la función de hacer

de escala en la ruta de las Indias Orientales y proveer de madera.

Era una factoría de tipo monopolista como las factorías africanas y

se dejaba su explotación a la iniciativa particular. Portugueses y

españoles, holandeses y franceses, se dirigieron a la costa en

busca de madera de Brasil (que se utiliza en ebanistería y en la

construcción de instrumentos musicales, además, daba una tinta

roja llamada brasilina) y crearon pequeñas factorías. Crecía la

alarma al ver desarrollarse la presencia extranjera.

La evolución económica fue en forma de ciclos: el ciclo salvaje

de la madera de Brasil (hasta 1560); el ciclo del azúcar (1570-

1690); el ciclo del oro (1690-1770); y el ciclo de la plantación.

Las instituciones ocultan la implantación de un sistema

capitalista: el rey se reserva los monopolios y los impuestos; por

tanto, una participación en la explotación económica; la sesmaria es

una concesión a un empresario capitalista para un monocultivo de

exportación, madera y más tarde, azúcar. Tiene también como

objetivo la ocupación del suelo. La economía que se establece no

es cerrada, sino de tipo comercial y especulativo.

En la fase inicial, la ausencia de tesoros de fácil captura

redujo el interés por Brasil, sustituido por el comercio de las Indias

Orientales que conocía un gran desarrollo. La Corona portuguesa

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procuró atraer capitales privados para su colonia americana, la

dividió en 12 capitanías hereditarias, cuyos donatarios fueron

investidos de privilegios reales. La inexistencia de base económica,

a excepción de la región en que se implantó la caña de azúcar, llevó

esa experiencia al fracaso. Así la Corona se vio obligada a asumir

directamente los costos de defensa de territorios de escaso valor.

Aunque inspirado en instituciones feudales portuguesas, el

régimen de capitanías hereditarias debe ser entendido como un

esfuerzo por atraer capitales privados para la obra de expansión

comercial dirigida por la Corona, igual al de las Compañías de

comercio que en la segunda mitad del siglo XVI surgieron en

Inglaterra y Holanda.

El tráfico luso-brasileño, la Carreira, acusó el impacto de la

transición del “ciclo del azúcar” al “ciclo del oro”. Así, el tráfico se

diversificó en tres circuitos. 1) La flota de Río remitía el oro de

Minas Gerais, más la plata y el cuero ingresados a través del

comercio de Buenos Aires. 2) La flota de Bahía seguía fiel al

azúcar, tabaco, palo brasil. 3) La flota de Pernambuco enviaba sus

productos de plantación (azúcar y progresivamente algodón y

cacao) más especias aclimatadas (clavo y canela) y las maderas,

tanto preciosas (caoba, jacarandá) como las destinadas a la

construcción naval. La demanda de la metrópoli exigía la

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explotación acelerada de las minas de oro y el tráfico de esclavos

para la economía de plantación. Los tráficos interiores son los que

conducen de Maranhão a la colonia de Sacramento, lugar de

encuentro con la plata peruana y los cueros rioplatense.

Bahía suponía en 1626 un tercio de los ingresos fiscales por

capitanías. Las otras capitanías en orden de ingresos eran:

Maranhao, Pernambuco, Pará, Río Grande, Paraiba, Río de

Janerio, Ceará, Espírito Santo, Itamaraca, Sao Vicente, Ilheus,

Porto Seguro, y Sergipe.

El complejo plantación-molino, en el que este último era casi

siempre el corolario de la plantación, servía de base al prestigio

social del señor.

La economía azucarera no requería una profunda

implantación en el territorio; se conformó con llanuras litorales y

mantuvo la configuración de Brasil en forma de archipiélago.

Fue la búsqueda del oro y la mano de obra indígena lo que

empujó a la ocupación territorial. En el s. XVII Sao Paulo se

convirtió en el gran centro de organización de las bandeiras. A partir

de 1690, Minas Gerais absorbió las energías de los bandeirantes y

una parte de la población blanca, mulata o negra. Hubo que crear

una red de rutas de mulas que convergían desde Sao Paulo, Río y

Bahía, en Ouro Preto. A partir de 1760 el crecimiento de Minas

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Gerais se detuvo. A finales del s. XVIII, Minas tenía una doble clase

dirigente formada por propietarios de las minas y terratenientes. Su

auge desplazó la capital de Bahía a Río, más cercana, en 1763.

Bahía, sin embargo, siguió creciendo. El impacto del oro brasileño

en la economía de Portugal fue al menos igual al de la plata en

España, aunque la Corona lusa recibió importantes recursos con el

quinto de la producción que le correspondía, pero esto dio lugar a

un consumo ostentoso y el oro iba a manos europeas, sobre todo

inglesas.

En el norte, en Maranhao y el Amazonas, la expansión fue

realizada por religiosos, sobre todo por jesuitas. La economía se

basaba en los cultivos de productos alimenticios: cacao, clavo y

explotación de madera. La llegada de Pombal modificó los

acontecimientos: la custodia de los indígenas pasó de los jesuitas a

los municipios, llamados povoadas. Pombal creó la Compañía de

Comercio de Maranhao para desarrollar los cultivos de algodón,

café, arroz, caña, etc., y creó astilleros en Belem.

Después de 1760, el descenso de la producción de oro

supuso una reconversión hacia la agricultura; la economía de

plantación desarrolló el tabaco, que exigía pocas inversiones, sobre

todo en la región de Bahía; el algodón en el norte, vivió un periodo

floreciente hasta 1810; el cacao en la segunda mitad del s. XVIII se

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expandió por el Grao Pará; en cuanto a la ganadería vacuna, las

necesidades de la ocupación territorial, dieron impulso a la cría de

mulas.

América en el s. XVIII conoce un nuevo boom comercial, que

se manifestó tanto en los grandes circuitos establecidos entre las

metrópolis y sus posesiones, como en el tráfico mantenido por las

propias colonias entre sí.

Felipe V y sus principales ministros llevaron a cabo una

reorientación de la monarquía que pretendía asegurar y afianzar su

posición como potencia colonial. La política emprendida sobre los

territorios del imperio es clarificadora: las reformas de los virreinatos

y la estructura administrativa debían ir parejas a una nueva relación

con la metrópoli, mucho más fluida y de carácter expansivo,

especialmente en el comercio. La política naval, a través de la

erección de la Real Armada como instrumento de esta nueva

política de alcance global, fue esencial.

La nueva política comercial de la monarquía, desde

comienzos del siglo XVIII fue adoptando medidas de progresiva

liberalización de los intercambios tanto en aspectos formales como

informales. A partir de 1739 se había generalizado el sistema de

navíos sueltos –desde 1755 plenamente consolidado–, que sustituía

al rígido modelo de flotas y galeones, puesto que este último se

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demostraba incapaz de responder a los retos que el marco global

estaba imponiendo –sobre todo el incremento del volumen de

transacciones, el aumento de la rivalidad con otras potencias

marítimas y la imposibilidad de defender efectivamente a los navíos

mercantes–. En 1765, apenas dos años después de la Paz de

París, se había promulgado el libre comercio con las islas del

Caribe, y entre 1768 y 1770 con Luisiana, Yucatán y Campeche.

La Carrera de Indias española experimentó transformaciones

en el s. XVIII. El traslado del monopolio de Sevilla a Cádiz (1717)

fue el comienzo de unas reformas conducentes a una mayor

liberalización: 1) actuación de las compañías privilegiadas en áreas

más descuidadas (la Venezuela de cacao, la Cuba del azúcar y el

tabaco, la Hondura del añil, el Puerto Deseado del lobo marino); 2)

durante la War of Jenkins’ Ear (1739-1748) fue suspendido el

sistema de flotas lo que permitió que fueran a América navíos

sueltos con permisos especiales y eso demostró que se había

activado el comercio, habían traído de vuelta más caudales de los

que venían antes en las flotas, por eso hubo una sustitución de las

flotas por el sistema de registros sueltos; 3) supresión del sistema

de puerto único mediante los reglamentos de comercio libre: para

Barlovento en 1765, se amplía a Cuba, Santo Domingo, Puerto

Rico, Margarita y Trinidad, se hace general en 1778, (ampliado a

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Venezuela y Nueva España en 1789), que abrieron al tráfico

directo a diversos puertos americanos y españoles (junto a

Cádiz, Barcelona, Palma de Mallorca, Alicante, Málaga, La

Coruña, Santander y Santa Cruz de Tenerife). Los resultados

fueron espectaculares: el tráfico se multiplicó por 5 en menos de 10

años y los ingresos reales tuvieron los incrementos consiguientes.

Sin embrago, es difícil aceptar que el comercio libre estimulase el

crecimiento económico, aparentemente, las ganancias de América

habían generado muchas fábricas en España, pero eran

mercancías extranjeras semielaboradas, que habían sido acabadas

en la Península, y eso ni siquiera era fraude. Entre permitir esta

situación y cobrar derechos o dejar que lo que España no pudiese

exportar, entrase de contrabando, era preferible lo primero.

El reformismo alcanzó más de lleno la América española a

partir de la llegada de José de Gálvez a la Secretaría de Indias

(1775-1787). Las reformas económicas más importantes afectaron

a la minería de la plata en México (con la creación de la Escuela de

Minería de México en 1772) y la Carrera de Indias que se benefició

de la creación de varias compañías privilegiadas (capital dividido en

acciones), de la autorización de los registros sueltos frente a las

flotas y de la publicación del decreto de Libre Comercio (12 octubre

1778), que abrió el tráfico a numerosos puertos españoles y

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americanos, contribuyendo a incrementar el volumen de los

intercambios coloniales.

La hacienda se benefició de mayor racionalización y rigor, al

tiempo que la Corona aumentaba y controlaba mejor sus

monopolios: pólvora, azogue (mercurio), tabaco, papel sellado,

lotería, naipes y pulque (bebida alcohólica de ágave) y aguardiente

de caña.

Sin embargo, en Cataluña, donde ya existían fábricas,

quedaron relativamente olvidadas, ante los buenos negocios que se

podían hacer comprando tejidos franceses, ingleses o alemanes,

limitándose a estamparlos. Se puede decir que la industria catalana

se salvó porque la fiebre del comercio libre duró poco, además, en

Indias arruinó a muchos obrajes que hubieran podido convertirse

en la base de un futuro crecimiento industrial americano.

El reformismo pone el acento en la progresiva nacionalización

de los géneros embarcados, frente a la masiva presencia de

mercancías extranjeras en las centurias anteriores. Un esfuerzo

que se amplía con la persecución del contrabando, mediante la

expulsión de los cap-horniens franceses del Pacífico (1725-1730),

la obstaculización del intérlope (comercio clandestino de una nación

con las colonias de otra, y de los barcos que lo efectúan, también a

la usurpación de privilegios otorgados a una compañía para las

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colonias) holandés desde las Antillas (desde 1728 en adelante) la

denuncia del monopolio del asiento de negros y de la concesión del

navío de permiso a los ingleses, con la compañía del Mar del Sur

que podía llevar con la flota 500 toneladas de mercancías y la

vigilancia de la desviación de cualquier tráfico fuera de los circuitos

regulares. Los resultados fueron considerables, aunque distaran del

éxito absoluto. Hubo un activo contrabando que es muy difícil de

cuantificar; podemos estimar que se introdujeron clandestinamente

tantas mercancías como las que transportó el comercio oficial.

El contrabando, que para el Caribe estaba centralizado en

Jamaica, alcanzaba sus cotas máximas en la vertiente atlántica

de América del Sur, donde los británicos habían conseguido

habilitar tres circuitos: uno que unía Chile con el Río de la Plata a

través de los Andes, otro que comunicaba Brasil con Venezuela a

través del Amazonas y el Orinoco y, finalmente, la que unía el Alto

Perú con São Paulo a través de Asunción, justo en el conflictivo

territorio de las reducciones del Paraguay.

A partir de 1748, durante el reinado de Fernando VI, el

marqués de la Ensenada está dirigiendo el gobierno; la Marina le

interesa, dado que es llave del dominio colonial y de la defensa de

las costas peninsulares ante ataques británicos y franceses. Se

impulsa el comercio con las colonias de América. Su misión es

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acabar con el monopolio de Indias, así como eliminar la corrupción

del comercio colonial. Se incrementaron los ingresos y disminuyó el

fraude.

El comercio colonial necesitaba grandes inversiones de

capital, por eso en los países ibéricos se formaron sociedades

comerciales, denominadas commenda que en el siglo XVIII

pasaron a actuar como compañías privilegiadas que recibieron

monopolios comerciales, sobre todo a partir de la tercera década

del siglo XVIII.

También se introdujeron los consulados que eran

corporaciones de comerciantes dotadas de jurisdicción propia en

asuntos mercantiles. En 1592 se funda el Consulado de la

Universidad de los Mercaderes para el virreinato de Nueva

España, en 1593 se instala otro consulado en Lima para el

virreinato del Perú. A fines del s. XVIII se crearon los consulados

de Caracas y Guatemala (1793), Buenos Aires y La Habana

(1794), Cartagena de Indias, Veracruz, Guadalajara y Santiago

de Chile (1795). Estos consulados estaban integrados por un

tribunal dedicado a la administración de justicia, y una junta de

gobierno que debía fomentar el desarrollo general de la economía.

Los consulados de mercaderes eran una vieja institución

hispana que provenía del Consolat de Mar catalán que a su vez

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tenía origen en el Consolato del Mare de Pisa y Génova. Reunían

funciones de tribunal comercial que debía reglamentar las

actividades de cada comerciante y una asociación que

representaba al conjunto frente a las demás corporaciones.

Para ser aceptado en el consulado, el comerciante debía

llenar una serie de requisitos. En juntas anuales los miembros

elegían a sus jueces, un prior y dos cónsules.

Se trataba de una organización profesional con apoyo estatal

cuyas funciones eran de carácter corporativo. El consulado unió el

poder financiero de los grandes comerciantes y se transformó en

representante y defensor de sus intereses, y en una de las más

potentes corporaciones de la Colonia. De hecho, los monarcas se

dirigieron en más de una ocasión a ellos para pedir préstamos o

“donativos”. Igualmente, los virreyes acudieron a esta institución

para el financiamiento de obras públicas.

Un ramal accesorio del tráfico hispano con América partía de

Canarias, por su ubicación en la carrera de Indias era punto

obligado de escalas que eran utilizadas para completar el

cargamento de los navíos. Los comerciantes en 1508 obtuvieron la

venia real para comprar mercancías en esos puertos y

transportarlas a Indias. En Canarias se embarcaban simientes y

sementales. Carlos V concedió en 1525 a La Palma y Tenerife la

28
prerrogativa de enviar directamente mercancías a América, en

barcos especiales de tonelaje limitado; este tipo de licencias fueron

renovadas sucesivamente.

Las remesas de las indias modificaron la estructura de su

contenido. La plata siguió siendo el primer producto de importación,

aunque su peso porcentual decae. Los cultivos de plantación

empiezan a reclamar su lugar, azúcar, cacao y tabaco, que siguió

siendo monopolio de la Real Hacienda. Algunas materias primas

ocupan una plaza cada vez mayor: tintes (grana, añil, palo

Campeche), cueros procedentes de la cabaña rioplatense y

algodón.

La independencia de Estados Unidos introdujo dentro del

sistema comercial americano a un poderoso competidor.

La trata de esclavos y el comercio triangular en el s. XVIII,

alcanzó sus máximos valores. Los puntos de destino se modifican

sustancialmente, con incremento de los esclavos destinados a la

América inglesa (casi el 30 % del total), a la América francesa (22

% del total) y a la América neerlandesa (8% del total), y un

descenso de los porcentajes destinados a la América portuguesa

(algo más del 30 %) y a la América española (10 % del total).

El sistema consistía en pacotilla europea contra esclavos del

Senegal, Sierra Leona, Costa de Oro, Guinea, el Congo y

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Angola, intercambiados en América contra productos de plantación

destinados a los mercados metropolitanos. Numerosos puertos

franceses se especializan en la trata, Nantes, Burdeos, Le Havre,

Saint-Malo o La Rochelle. Los holandeses conquistaron la

exclusiva en Costa de Marfil y en Costa del Oro, donde sus 13

factorías superan al conjunto de las nueve inglesas, una danesa

y una prusiana. Al final, España, excluida por el Tratado de

Tordesillas, se incorporará gracias a las concesiones territoriales

de Portugal por el Tratado del Prado (1778) en el golfo de Guinea

(Río Muni e isla de Fernando Poo, Annobón, Corisco y las

Elobey), previamente se había creado para operar en el área la

Compañía Gaditana de Negros (1765-1778) con un capital de

970.000 pesos, representado por 970 acciones; funcionó mal

desde el inicio y acumuló deudas, iba a traer 1.500 esclavos por

año, pero solo llegaron 950. La gran potencia esclavista es

Inglaterra, que mantiene la exclusiva de Sierra Leona y participa

en Costa del Oro. Los principales puertos europeos además de

Nantes, Burdeos serán: Bristol, Londres, Liverpool, y

Ámsterdam.

El impacto de las reformas económicas de Carlos IlI, el

neoproteccionismo combinado con un liberalismo intraimperial tuvo

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como resultado la revitalización de la prosperidad de España, pero

la situación fue "completamente invertida" entre 1797 y 1814.

El comercio ultramarino ha servido para originar una

formidable acumulación de capitales y para incrementar el volumen

del consumo europeo de productos caros y exóticos. Inglaterra, la

primera potencia comercial a fines de los tiempos modernos, fue

también la primera potencia industrial a comienzos de la Edad

Contemporánea.

Se pasó de las sociedades comunales-tributarias a una

sociedad híbrida, inserta de forma dependiente en el mercado

mundial capitalista y basada en un desarrollo desigual, combinado

de relaciones sociales precapitalistas y capitalistas, en agricultura,

minería y manufacturas.

Para una América que estaba atravesando una crisis

económica y que se hallaba amenazada por conflictos sociales

importantes, el viejo Estado imperial había dejado de tener utilidad,

no tenía sentido seguir participando en los costes de su

mantenimiento. No podía ofrecer la protección que toda metrópoli

debía a sus colonias, se había debilitado su capacidad legitimadora.

No se ofrecía a los americanos más que una ciudadanía de

segunda clase. Era mejor una nueva legitimidad, que podrían lograr

por medio de patrias americanas, proponiendo un nuevo proyecto

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de futuro por el que los habitantes de estas tierras pasasen a ser,

un lugar de súbditos de un rey lejano, ciudadanos de las nuevas

repúblicas americanas.

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