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Lo culto y lo bárbaro

Muy ilustrativa sobre el distinto modo de el brazo izquierdo, se inclinó reverente, sacó
entender lo culto y lo bárbaro es ese relato que del faldón de la levita dos pliegos, y con frases
hace Pedro de Paoli en Facundo (Ed. Ciordia y melosas y amables se los ofreció al señor
Rodríguez, Bs. As. 1952) de la remisión de los gobernador». «Ibarra, con la mayor
pliegos conteniendo el texto de la Constitución displicencia santiagueña, lo miró un instante y
rivadaviana de 1826: «A Santiago del Estero rehusó los pliegos. Pero le ofreció asiento a su
marchó el Dr. Tezanos Pinto. Y una tarde de lado, en una banqueta de cuero crudo, que el
sofocante canícula, como son todas las de congresal no se dignó aceptar». «No señor, el
Santiago del Estero durante el verano, se vistió gobernador de Santiago del Estero no sólo no
rigurosamente de etiqueta, con su larga y aceptaba recibir la Constitución que le enviaba
negra levita bien abotonada, sus pantalones de el Congreso de Buenos Aires, sino que no
grueso paño muy ajustados, su galera de pelo quería tener con él ninguna vinculación,
y los puños y el cuello duro almidonados, se invitándolo al representante de ese Congreso a
dirigió a la casa del gobernador. Eran las tres y que abandonara en veinticuatro horas la
media de la tarde y los santiagueños se provincia de Santiago. El congresal se quedó
encontraban durmiendo la siesta en el interior mudo, intentó argumentar, entrar en polémica,
de las habitaciones o bajo los árboles del patio. usar su dialéctica, convencerlo de las ventajas
Algunos como excepción, estaban en el de adoptar las fórmulas constitucionales de
zaguán, descalzos y apenas con una camiseta Benjamín Constant, hablarle del positivismo
de algodón, bien finita, y un chiripá, también naturalista de Montesquieu, de Bentham; de
liviano». «Los santiagueños que por que Rousseau no era un sofista ... Ibarra por
casualidad lograban ver a semejante toda contestación le alargó el mate que
personaje, vestido en forma tan bárbara para acababa de traerle la chinita. El congresal se
el lugar y el día, quedaban mudos de asombro. indignó: se encasquetó la galera, empuñó el
¿Pero a quién se le ocurría a esa hora en que bastón, giró sobre sus talones, y a pasos
nadie salía de su casa, ir a los rayos del sol y rápidos, traspasado de sudor, se alejó hacia el
vestido de tal manera? ¿Pero quién era ese hotel; en su interior iba diciendo: “Bárbaro, qué
bárbaro? ¡Sin duda un extranjero estrafalario! desconocimiento de la cultura”, mientras
El asombro llegó a su colmo cuando el Ibarra, mirándolo entre socarrón y compasivo,
hombre, retocándose la corbata y levantando pensaba para sus adentros: “Bárbaro andar
en alto el bastón dio muestras que era a la vestido así en Santiago, en una tarde de calor
mismísima casa del gobernador donde iba y como ésta y a las cuatro de la tarde”». (El
donde ya llegaba». «En la puerta de su casa, autor dice en una nota: «Posteriormente
el gobernador, general Ibarra, estaba sentado, Tezanos Pinto reconoció que el bárbaro había
como muchos otros santiagueños a esa hora, sido él». Por lo demás, Ibarra, coronel de la
descalzo, con camiseta, chiripá de liencillo y Independencia, era hombre de buenas letras.
vincha angosta. El congresal llegó frente a él, Pero santiagueño con sentido común). (Nota
se quitó la galera de felpa, puso el bastón bajo de la tercera edición).
Fuente: nota a pie de página del capítulo 1 («La colonización pedagógica» del libro Los profetas del odio y la yapa, de
Arturo Jauretche: en Obras Completas, vol. IV, Buenos Aires: Ediciones del Corregidor, 2002.

Material para uso exclusivo de les alumnes de Temas de Antropología Cultural en Psicología, UNT (2020)

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