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¿En qué medida la Segunda Guerra Mundial llevó a

las mujeres en Estados Unidos a convertirse en


participantes permanentes de la fuerza de trabajo?

Mujeres trabajando en la construcción. <http://www.historiasdecinema.com/wp-content/uploads/2010/11/women-at-war-II.jpg>

(NOMBRE Y NÚMERO DEL ALUMNO)


Evaluación interna de Historia 2014

Cómputo de palabras: 2.129 [en el trabajo original en inglés]


Índice

Sección 1: Identificación y evaluación de fuentes ...................................................... 1

Sección 2: Investigación...............................................................................................................5.

Sección 3: Reflexión………………………………………………………………………………………..9.

Apéndice ...................................................................................................................................11.

Obras citadas .......................................................................................................................... 12.


Sección 1: Identificación y evaluación de fuentes

1. La investigación explorará la pregunta: ¿En qué medida la Segunda Guerra Mundial llevó a las

mujeres en Estados Unidos a convertirse en participantes permanentes de la fuerza de trabajo? Los años

1940 a 1950 serán el foco de esta investigación para poder analizar el empleo de las mujeres durante la

guerra, así como también su evolución en el período de posguerra.

2. La primera fuente que será evaluada en profundidad es el libro de Julia Kirk Blackwelder “The

Feminization of Work in the United States, 1900-1995”, escrito en 1997. El origen de esta fuente es valioso

porque Blackwelder es una profesora de historia en la Universidad de Texas, que está especializada en

historia moderna de Estados Unidos y de las mujeres estadounidenses, y ha escrito ampliamente sobre el

empleo de las mujeres en publicaciones académicas y libros, lo que indica es una entendida en el tema.

Además, la fecha de publicación de esta fuente, 1997, incrementa su valor ya que indica que Blackwelder,

gracias a la retrospectiva, ha podido analizar una amplia variedad de fuentes, incluidos documentos

gubernamentales, entrevistas y estadísticas. Sin embargo, el origen de la fuente es limitado porque

Blackwelder no es una profesional experta en economía, con la que este tema está estrechamente

relacionado y, en consecuencia, podría haber interpretado mal algunos de los datos económicos que se

presentan.

3. El propósito del libro de Blackwelder es analizar las tendencias en el empleo de las mujeres

estadounidenses en el período de los años 1900 a 1955, y “dejar que las pruebas hablen por sí mismas”

(Blackwelder xiii). Esto es valioso, ya que indica que se ha examinado un extenso período de tiempo,

permitiendo establecer conexiones entre las tendencias que se descubren. Sin embargo, el hecho de que

la autora haya cubierto casi un siglo


de procesos económicos limita su valor para un historiador que estudia procesos

económicos en un período corto de tiempo.

4. La segunda fuente que se evalúa en profundidad es “The Postwar role of

American women”, el discurso de Mary Anderson en 1944 ante la American

Economic Association, pronunciado en marzo de 1944. El origen de esta fuente

tiene valor porque el discurso fue pronunciado por la directora de la Women’s

Bureau of the Department of Labor y, por lo tanto, ofrece una idea de las opiniones

de una figura muy conocida en relación con el empleo de las mujeres y los planes de

posguerra. Además, la fecha en que se pronunció el discurso, 1944, indica que la

fuente permite una valiosa comprensión de las opiniones contemporánea sobre el

empleo de las mujeres. Sin embargo, esta fecha es también una limitación, pues

sugiere que la fuente, al haber sido escrita antes de la finalización de la guerra,

probablemente no logre hacer un análisis exhaustivo de las investigaciones sobre

el empleo de las mujeres. En cuanto al origen, la fuente también es limitada, ya que

la misma Anderson había sido una obrera de fábrica y estaba “particularmente en

sintonía con el pensamiento de las empleadas femeninas” (Weatherford 256), lo

que indica que podría haber tendido a moldear el discurso de acuerdo con sus

opiniones, y, por lo tanto, podría haber proporcionado una perspectiva algo

subjetiva sobre los planes del gobierno.

5. El propósito de esta fuente es subrayar la importancia de la adopción de

medidas para garantizar la posición de las mujeres en la mano de obra

estadounidense de posguerra. El discurso, por lo tanto, brinda una perspectiva

valiosa acerca de los planes del gobierno de la época. La fuente, no obstante, es

limitada en su propósito ya que el discurso, al haber sido escrito para convencer a

otros sobre el punto de vista de Anderson, quizás omita algunas “verdades


incómodas” de la visión del gobierno al simplemente describir los planes favorables

para las trabajadoras.

Sección 2: Investigación

1.Pocos historiadores disentirían en que la Segunda Guerra Mundial provocó

un incremento dramático de la participación femenina en la fuerza de trabajo

estadounidense durante el inicio de la década de los cuarenta. Entre 1940 y 1944 la

participación de las mujeres en la mano de obra ascendió en un 23,5 %

(Clark, Summers 8), un cambio que afectó a las mujeres de todas las edades (véase
la tabla 1 del

apéndice). En su conjunto, las trabajadoras aumentaron en 5 millones en el período

de 1941 a 1944 (Anderson 239), con un sexto de ellas empleadas por una industria

relacionada con la guerra (Goldin 753). La guerra fue, por lo tanto, responsable de

la incuestionable incorporación de las mujeres a la fuerza de trabajo

estadounidense. Sin embargo, no hay acuerdo entre los historiadores sobre hasta

qué punto estos cambios tuvieron efectos a largo plazo. Mientras que para algunos

esta guerra fue un punto de inflexión que condujo a la incorporación permanente

de las mujeres a la fuerza de trabajo, otros refutan esta declaración al argumentar

que la influencia que la guerra tuvo en el empleo de las mujeres “parece haber sido

más modesta” (Goldin 741).

2. Al rendirse Japón, en 1945, la situación del empleo de las mujeres era

incierta. Por un lado, el 75 % de las mujeres que habían sido empleadas durante la

guerra tenían la intención de continuar con el trabajo luego del conflicto

(Weissbrodt 11) y, según las estimaciones, 3 millones de mujeres abandonarían los


trabajos conseguidos durante la guerra, mientras que 15 millones permanecerían

en la fuerza de trabajo en el período de posguerra (Anderson 239). Importantes

figuras públicas fomentaron la implementación de medidas para enfrentar el

“desafío” de mantener las oportunidades ganadas en la guerra. Sin embargo, resulta

difícil determinar hasta qué punto las medidas defendidas eran una parte realista

de los planes del gobierno. Esto se debe al hecho de que importantes figuras

públicas, como Mary Anderson, quienes realizaron algunas de las primeras

declaraciones públicas definiendo la actitud del gobierno hacia este cambio,

probablemente hayan moldeado sus discursos para favorecer al sector trabajador

femenino, lo que tendría vastas consecuencias para la población femenina

estadounidense. De hecho, las esperanzas de las trabajadoras no se materializaron

porque en el período de posguerra inmediato se observó una disminución

significativa de las oportunidades ganadas durante la guerra. En 1947, por ejemplo,

la participación de las mujeres en la fuerza de trabajo había declinado en un 12 %

(Hartmann) y alrededor de la mitad de las mujeres que habían ingresado a la fuerza

de trabajo durante la guerra la abandonaron después de 1944, y 4,6 millones de las

que se incorporaron durante la guerra habían abandonado la fuerza de trabajo para

febrero de 1946 (Blackwelder 124). La participación en la mano de obra de las

mujeres de entre 20 y 24 años de edad cayó de un 54,4 % a un 46 % en el período

de abril de 1945 a abril de 1946, y la de las mujeres de entre 25 y 34 años de edad

cayó de un 33,3 % a un 23 % en el mismo período de un año (Durand 154). Las

mujeres en la industria bélica resultaron particularmente afectadas, y el número de

trabajadoras en la industria automovilística cayó en un 16,5 % entre 1944 y 1946

(Chafe 160), y hubo otras 800.000 trabajadoras despedidas de la industria aérea

poco después del Día de la Victoria sobre Japón (Chafe 159). Por lo tanto, pareciera

que el empleo de trabajadoras durante la guerra se revirtió poco después del


conflicto, como lo señala Goldin, lo que condujo a los historiadores revisionistas a

sostener que los efectos de este acontecimiento se limitaron a la persistencia de

“Rosies” como parte de la fuerza de trabajo (Goldin 750).

3. Sin embargo, el período de posguerra tardío llevó a una inversión de este

efecto desfavorable inicial, ya que el empleo de las mujeres aumentó

espectacularmente en los años 1947 a 1950. En este período el porcentaje de las

trabajadoras de entre 25 a 64 años de edad se incrementó en un 2 % (Clark,

Summers 1982), y el de las trabajadoras casadas subió del 20 % al 23,8 % (Goldin

742). Además, el número de operarias empleadas en la industria del metal y la

maquinaria se incrementó de 175.246 a 331.140 entre 1940 y 1950. (Blackwelder

145). Además, el doble de mujeres estaban empleadas en California en 1949

comparado con las empleadas en 1940 (Chafe 161). Estos ejemplos de crecimiento

condujeron a algunos a señalar que la guerra sí había tenido un “impacto a largo

plazo más que temporal en el lugar de las mujeres en la fuerza de trabajo”

(Blackwelder 147). El incremento femenino de 5,25 millones en la fuerza de trabajo

entre 1940 y 1949 (Chafe 161) fortalece más aún el argumento de que la guerra fue,

a pesar del revés inicial de la posguerra, un “hito para las mujeres en Estados

Unidos” (Chafe 172). Por el contrario, parece pertinente que solo un 22 % del

número final de trabajadoras en 1950 se incorporaron durante los años de guerra

(Goldin 744) y que más de la mitad de las mujeres empleadas en 1950 habían sido

empleadas antes de que Estados Unidos entrara en la guerra (Goldin 744). Las

“Rosies” de 1944 constituían solamente el 20 % de la cifra de empleo final en 1951

entre las mujeres casadas (Goldin 750). Estas cifras indican que la mayoría de los

trabajos ofrecidos durante el período de la guerra desparecieron cuando esta

finalizó y, en consecuencia, que las mujeres que participaron en la fuerza de trabajo


durante los años de la guerra solo constituían un pequeño porcentaje del empleo de

posguerra tardío. Esto sugiere que los cambios que la guerra trajo fueron más

moderados de lo que sugieren historiadores modernos entusiastas como

Blackwelder, quien, quizás en un esfuerzo por analizar un período extenso de

tiempo, podría no haber logrado examinar las tendencias de corto plazo,

aventurándose por lo tanto a declarar que “la Segunda Guerra Mundial claramente

aceleró la feminización de la fuerza de trabajo estadounidense e incrementó el

empleo entre las mujeres casadas” (Blackwelder 146).

4. Por lo tanto, parece que la Segunda Guerra Mundial sí fue responsable de

la incorporación de las mujeres a la fuerza de trabajo estadounidense durante los

años de la guerra, incremento que posiblemente haya conducido a un cambio en la

perspectiva de los empleadores masculinos y los cargos públicos hacia las

empleadas, y quizás haya desempeñado un papel importante en el aumento del

empleo de las mujeres durante el período de posguerra tardío. Sin embargo, las

pruebas con respecto al porcentaje de “Rosies” que formarían parte de la fuerza de

trabajo de posguerra sugieren que el conflicto no aseguró la incorporación

permanente de trabajadoras de guerra en la fuerza de trabajo estadounidense. La

Segunda Guerra Mundial, por lo tanto, puede verse como responsable de un número

de cambios ideológicos significativos relativos al empleo de las mujeres, pero su

influencia directa en cuanto a la permanencia de la participación de las mujeres en

la fuerza de trabajo parece haber sido modesta.

Sección 3: Reflexión

1. Esta investigación me permitió adquirir una mejor comprensión sobre

algunos de los métodos que usan los historiadores, como también acerca de los
desafíos que enfrentan al llevar a cabo investigaciones históricas. Siento que he

desarrollado una habilidad que es fundamental en el estudio de la historia: la de

analizar cuidadosamente las fuentes que a menudo presentan puntos de vista

diferentes sobre un mismo tema, para llegar a una conclusión justificada. Para

poder llevar a cabo la investigación, leí libros de historiadores renombrados sobre

el tema, analicé pruebas estadísticas, leí documentos gubernamentales y discursos

públicos concernientes al tema de este estudio, todos ellos métodos utilizados a

menudo por los historiadores.

2. Al comparar las pruebas proporcionadas por diferentes tipos de fuentes

relativas a mi pregunta de investigación, también tomé más conciencia de los

desafíos que enfrentan los historiadores. Al comenzar a leer sobre este tema, me

sorprendió en un principio que las tesis centrales de las fuentes que iba a utilizar

fueran significativamente diferentes entre sí. Por un lado, algunos, como

Blackwelder en su libro Now Hiring: The Feminization of Work in the United States,

1900-1995 y Anderson en su discurso “The Postwar Role of American Women”,

argumentaron que la incorporación de las mujeres a la mano de obra produjo un

cambio dramático que tendría vastas consecuencias en la era de la posguerra. Otros,

por ejemplo Claudia D. Goldin en su artículo The Role of World War II in the Rise of

Women's Employment, plantearon que los efectos de la guerra habían sido

modestos, y que la incorporación de mujeres a la mano de obra se revirtió poco

después de su finalización.

3. Aunque al principio me resultó difícil llegar a una conclusión, a medida que

continuaba la investigación empecé a comprender mejor el trabajo del historiador.

En historia, a diferencia de las matemáticas o las ciencias naturales, no hay una

“verdad absoluta”. Sin embargo, esto no significa que todas las versiones de un

acontecimiento se acepten por igual. La tarea del historiador es encontrar la


“versión más aceptable”, lo que en general requiere evaluar el valor y las

limitaciones de las fuentes en cuestión para encontrar una versión que se ajuste más

a la verdad. Personalmente, esto me resultó un desafío durante mi investigación. Sin

embargo, mediante la consideración de las limitaciones de las fuentes que utilizaba

pude llegar a una conclusión. Por ejemplo, consideré las pruebas presentadas en el

exhaustivo artículo de Claudia D. Golding más valiosas que las del libro de Julia K.

Blackwelder, porque el primero se centra específicamente en el empleo de las

mujeres en la Segunda Guerra Mundial y el período de posguerra, mientras que el

segundo evalúa casi un siglo de evolución en la mano de obra. Esto significa que en

general me incliné por la visión de Goldin, ya que me pareció que su “versión” de los

hechos era probablemente más precisa y sustentada por una mejor investigación

que la de Blackwelder, quien solo dedicó un par de capítulos en su libro al período

de la Segunda Guerra Mundial. También utilicé un método similar para evaluar la

fiabilidad de las fuentes primarias, en particular el discurso de Mary Anderson. Esta

defiende que la guerra tuvo vastas consecuencias para las mujeres en la mano de

obra. Si bien proporciona una perspectiva interesante, consideré que esta fuente

primaria tenía solo un valor parcial para mi investigación debido al hecho de que

era un texto persuasivo, y que fue pronunciado en 1944, antes de que los efectos de

la guerra pudieran ser evaluados en su totalidad.

4. En conjunto, esta investigación me ha brindado una valiosa perspectiva

acerca de las tareas y desafíos que enfrenta el historiador, y me ha permitido

comprender la importancia de evaluar la fiabilidad de las fuentes históricas al

formar una opinión.


Apéndice
• Tabla 1 o La tabla siguiente muestra la evolución de la participación de las
mujeres en la fuerza de trabajo desde 1940 hasta 1945:
Participación en la fuerza de trabajo
Edad (%)
Abril de 1940 Abril de 1945

20-24 45,6 54,4


25-34 37,9 33,3
35-44 38,4 27,3
45-54 33,3 22,4

(Durand 143)

• Tabla 2
o La tabla siguiente muestra la evolución de la participación de las
mujeres en la fuerza de trabajo de 1945 a 1946:
Participación en la fuerza de trabajo
Edad (%)
Abril de 1945 Abril de 1946

20-24 54,4 46,0


25-34 33,3 23,0
35-44 27,3 22,9
45-54 22,4 17,0

(Durand 154)
Obras citadas

Anderson, Mary. "The Postwar Role of American Women." The American Economic

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