Está en la página 1de 11

Psicología Evolutiva

Lic. Silvia Cardoso

Año 2021

PROPUESTA GRUPAL PRIMER PARCIAL

1- ¿Qué ideas nos proponen los autores para pensar,

a)el nacimiento como la primera crisis vital y las microcrisis o crisis internas que se
presentan en el primer año de vida

b)el proceso de construcción de la subjetividad en el primer año de vida y

c)las funciones maternas en esos primeros tiempos del desarrollo.

1- ¿Qué implica pensar al niño como sujeto de derecho?

2- Reflexión grupal a partir del trabajo realizado (resonancias, preguntas, ideas que
quedan...)

Bibliografía

Amorín, David. “Apuntes para una posible Psicología Evolutiva” Capítulo Generalidades
del Desarrollo. Capítulo El desarrollo afectivo sexual previo a la pubertad y algunas
consideraciones desde la psicología Evolutiva: Desde el comienzo hasta Primer año de
vida inclusive.

Conde, Gustavo Daniel Guía Legislativa: Derechos de la infancia y la adolescencia. Unicef


Uruguay 2007

dfff

Ulriksen de Viñar, Maren. Construcción de la subjetividad del niño


Grupos de hasta 3 estudiantes

Fecha de entrega: semana del 26 al 30 de julio (cada grupo en su día y


horario de clase)

Extensión del trabajo: 6 a 9 carillas.

Fuente: Arial 12

1a-
Para responder, es conveniente partir de alguna conceptualización de lo que implica una crisis
por parte de los autores, concepto central, y analizar luego sus implicancias a los efectos del
nacimiento y las microcrisis del primer año de vida, utilizando para ello las ideas (resaltadas en
negritas) fundamentales que estos nos dejan en los textos para comprender ese concepto en el
marco dicho. Partiendo de David Amorín en su “Apuntes para una psicología evolutiva” (Amorin
2008):

Fenomenológicamente una crisis es un conjunto o concurrencia de fenómenos que imprimen una


exigencia al sujeto, en tanto amenazan con alterar o alteran el equilibrio de los comportamientos
cotidianos. Una situación crítica instalada no se puede esquivar, diferir, impedir y exige una
respuesta, una tramitación. Tramitar, en términos laxos, sería poner algo en otro lugar. La
tramitación requiere de tiempos externos e internos de procesamiento, donde el psiquismo trabaje
para ligar y religar la energía a sus objetos internos.

Es decir que una crisis afecta al equilibrio cotidiano (fundamental para que pueda darse la
sensación de continuidad existencial) del individuo, sacándolo parcialmente de allí, ya sea solo en
términos de repartición cuantitativa de energía psíquica en los objetos disponibles para el
sujeto o en un cambio cualitativo en el aparato psíquico que implique que, de ahora en más,
este sea otro y también otra la zona de equilibrio otra. Clarifiquemos lo dicho con un ejemplo
pertinente a la consigna: el recién nacido vive como un desequilibrio, que puede ser más o menos
traumático, el hecho de estar hambriento y no recibir el pecho de la madre, pero esto solo
afectara, en principio, la intensidad con la que urja por el pecho (un cambio cuantitativo en la
repartición de energía psíquica, mayormente destinada ahora para al pecho). Por otro lado,
cuando la/el bebé tiene noticia de que la madre es un no-yo hay un cambio cualitativo en su
aparato psíquico que exige, por tanto, también una repartición cuantitativa distinta de la energía
psíquica para estar en equilibrio. Todo lo dicho anteriormente, debe comprenderse como un
esquema interpretativo de lo que sucede y no algo con intención de ser un espejo de la realidad.
Toda experiencia, en mayor o menor medida, deja una cierta huella mnética en el individuo,
afectando su aparato psíquico cualitativamente, aunque los efectos son notoriamente distintos
según lo novedosa y “profunda” que sea esta huella. Siempre se está siendo otro, pero son solo
ciertos eventos que generan una ruptura radical en la sensación de continuidad existencial.

Con lo dicho, tenemos lo suficiente para abordad el nacimiento en tanto que primera crisis vital.
Partamos, nuevamente, a partir de una cita del ya mencionado texto de Amorin (Amorin 2008):

El nacimiento constituye un cambio radical respecto del medio y un pasaje dramático a otro
estado en el que se produce una estimulación intensa (externa e interna) en la dimensión táctil,
olfatoria, respiratoria, visual, auditiva, propioceptiva de sensibilidad profunda y en relación al
efecto de la gravedad y sensación de masa corporal entre otros.
La cita anterior nos exige hacer algunas aclaraciones previas a su abordaje. Los cambios en el
equilibrio vienen dados por factores de diversas índoles, que podemos agrupar, someramente,
en psíquicos y somáticos. Esto no implica un dualismo sino una clasificación sujeta a grados,
según la importancia del influjo en cuestión. En el caso del nacimiento, como denota la cita, el
influjo es, mayoritariamente, en primera instancia, somático, repercutiendo, posteriormente en la
el desarrollo psíquico del individuo. El cambio radical en el medio circundante al bebé trae
consigo, también, un cambio en las interacciones con ese entorno y, por tanto, también un cambio
interno producto de ese cambio externo. De esta forma ahora la homeostasis será forzosamente
otra por lo que, según la definición que estamos utilizando, este evento es una crisis, en particular
una de tipo evolutivo, dado es inexorable a cualquier individuo (Amorin 2008, p 60). La
experiencia, siguiendo a Winnicott en palabas de Amorin, podrá ser traumática o no según
sobrepase las posibilidades de reacción de este, así como se tramiten los cuidados posteriores
para anular los efectos de irritabilidad y excitación que lo acompañan.

Las crisis que siguen en el primer año de vida tienen una radical diferencia con la de nacimiento:
tienen un fuerte origen psíquico y no tanto somático. Si bien hay cambios en la exposición de
estímulos a los que se somete al bebé así como un crecimiento en su organismo, en términos
cualitativos, la información táctil, olfatoria, respiratoria, visual, auditiva, propioceptiva de
sensibilidad profunda y en relación al efecto de la gravedad y sensación de masa corporal
anteriormente citadas son más o menos las mismas. Lo que cambia es la forma de relacionarse
del bebé con dicha información provocado por el desenvolvimiento de las potencialidades
cognitivas, afectivas, sexuales, motoras del bebé y que, a su vez, son afectadas nuevamente por
el cambio de relación con la información, dándose un efecto de retroalimentación.

Lejos de desestimar o darle menor jerarquía al efecto del cuerpo, base biológica que posibilita el
cambio psíquico, lo que intentamos es resaltar el hecho de que es la relación con la información
lo que sustancialmente cambia en este caso, adhiriendo de esta forma a la demarcación que
muestra el texto de Amorín entre desarrollo y crecimiento (Amorin 2008, p.62). El cuerpo podría
crecer pero no darse ninguna crisis si la/el bebé no cambiara su relación con el entorno y consigo
mismo, pero esto no es lo que sucede.

Lo anterior está de acuerdo con lo concepción del bebé como una cachorra/o humanizable, en
la que la/el bebé es, en principio, un manojo de pulsiones que irá desarrollándose de forma de
instaurar el triple vasallaje Freudiano: al principio de placer, al de realidad y al superyó
(Amorin 2008, p. 103). Intentando evitar caer en un simple pasaje de revista de los textos fuente,
procuraremos recorrer las microcrisis que mencionan los textos, atendiendo las ideas principales.

En principio, la/el chachorro humanizable no tiene conciencia de yo- no yo. Especialmente no


tiene conciencia de que él y su madre son distintos. Tiene una inclinación hacia los episodios del
entorno que le resultan atractivos y agradables, lo que refuerza esta inconciencia sujeto-objeto,
creándose una homeostasis para dos, un “cuerpo para dos” y “psiquismo para dos” con su
madre (Amorin 2008, p. 95). Comienza a demarcarse la necesidad del deseo y la succión se
erotiza trayendo un placer concomitante comenzando la fase oral (Amorin 2008, p. 88). Vale la
pena remarcar que, al ahora devenir sexual y tener un objeto al cual depositar energía psíquica,
se ve afectado cualitativamente el rudimentario psiquismo del bebé, por lo que califica como un
episodio de crisis. A su vez, al no concebirse distinto a su madre, el placer que acaece a la
succión es autoerótico, reforzándose así el narcisismo y la sensación de omnipotencia. Esto
anuncia otra crisis, pues, comenzar a tener conciencia de que es separado de su madre, implica
un severo cambio cognitivo, sexual y afectivo en tanto cambia cualitativamente como el infante
destina energía psíquica para sí, para la madre, y para el mundo en general. Implica, según los
términos manejados hasta ahora, una nueva homeostasis (Amorin 2008, p. 92). La capacidad de
mantener contacto visual, sonreír a los rostros o máscaras, canturrear como respuesta a las
voces, posibilita y es parte del proceso de construcción del sujeto referida a esa crisis. También
comienza a ser capaz de vincular la información separada que le llega de los distintos sentidos en
una única representación. Logra prever lo que sucederá en lapsos de tiempo cada vez mayores.
Diferencia el rostro de su madre de rostros extraños y sufre por ello. Reacciona de buena o mala
forma a la atención tardía por parte de ella. Dicho de otra forma, la crisis de individuación está
constituida por muchas microcrisis que van cristalizando al yo del infante y que se manifiestan
como angustias. Esto da oportunidad de tramitar la constitución del aparato psíquico sin que
quede traumatizado por huellas mnémicas demasiado profundas.

Resumiendo y explicitando detalles importantes que aparecen en estas ideas: el recorrido por las
microcrisis, desde una mirada del cambio homeostático que implican, nos muestran su carácter
bio-psico-social. El organismo es arrojado a nuevos estímulos, pero es el aparato psíquico el
que representa, integra y ordena. A su vez, lo que se presenta tiene inscrito en sí a la sociedad y
la cultura. Específicamente, en este primer año, la interpretación y simbolización que la madre
hace de las expresiones del infante, son las que contienen y marcan en él estos factores. De esta
forma, lo humaniza de una particular manera deviniendo el cuerpo orgánico en un cierto cuerpo
simbólico y no en otro (Amorín 2008, p.104). A su vez, el hecho de que sea ella la que realice
esta función y no otro individuo, nos invita a pensar en que en este acto aparentemente natural e
inexorable ya hay una carga política reproductora de un cierto orden social y no de otro. Esto nos
invita a reflexionar al respecto, por lo que continuaremos la discusión en la respuesta a la
pregunta número 3.

1b- Los autores nos presentan la idea de un niño como apéndice de su madre, dependiente de
ella pero ignorante de tal dependencia, puesto este tiene la ilusión de ser un creador, ilusión
originada en las atenciones básicas que obtiene de su entorno cuando necesita algo y le llega en
el momento preciso (niaMaren).

Los primeros vínculos con su entorno forjan sus emociones, y su estructura psíquica. El control
emocional de la madre, su abnegación respecto al sentir propio y el del niño, hará que ese niño
se sienta contenido, y eso fraguara una personalidad segura y estable en el infante. Esa
confianza y seguridad son los que a la madre le permite desaparecer, y re aparecer, porque sabe
que el niño confía en que ella estará cuando el la necesite. Cuando pensamos en la construcción
de la subjetivividad del niño pensamos también en el entorno que lo acuna, y el tipo de apoyo y
contención que recibe el niño en su primer tiempo de vida, un entorno afable hará un sujeto
seguro y con una construcción psíquica autónoma y libre de fisuras (niaMaren)..

No así cuando la madre puede pasar por depresión, o alguna situación en la que no sea capaz
de primar el sentir del niño, eso puede conllevar a que el niño sea introvertido en su niñez y
adolescencia, y quizás también en su adultez. Pienso que el niño siente la falta de conexión con
su madre, satisfacerlo con objetos no cubre la necesidad de afecto y amor que debería de darse
en ese momento donde se está construyendo su propia subjetividad (niaMaren)..

Una madre que pregunta a su niño construye uno de los pilares del sujeto, una autonomía
cognitiva (ej: ¿Tenes frio?). Mientras que la madre que se apropia del sentir del niño no le permite
a él pensar por sí mismo, no le deja la opción de razonar de manera individual (ej: abrígate que
hace frio)

Cabe destacar que si bien se tiene en cuenta a la progenitora como principal agente de
subjetacion, no es necesario que sea así. Hay niños que tienen otros agentes que, usualmente
son, en esta y otras culturas, las abuelas, hermanas, niñeras, madres adoptivas, padres, etc. Si
bien el modelo de familia tradicional es formado por un matrimonio heterosexual, en el que
principalmente la madre es quien asiste en su mayoría al niño, hoy hay muchos modelos de
familias que carecen de ese pilar. El resultado no será el mismo, dado la carga conceptual y
emocional con las que la cultura inviste a otro tipo de parejas, no es la misma, y el niño será
permeable a esta situación. Así, muchas de las advertencias de colectivos que se oponen a este
tipo de familias por ser perjudicial a la formación del niño, terminan siendo los mismo agentes que
lo afectan negativamente. Este es otro ejemplo de cómo la carga simbólica en lo humano excede
lo biológico, dando pie a muchos nuevos caminos políticos posibles.

1c- Amorin (2008) plantea que la construcción del yo esta producido por las identificaciones
primarias. Dicho proceso comienza con el nacimiento y se cristalizan en el cuarto- sexto mes de
vida, cuando se conforma el aparato psíquico de forma definida, y donde se despliegan procesos
anímicos que consolidan el yo en tanto instancia que media hacia lo interno y hacia lo externo.
Teniendo en cuenta que la constitución del yo se basa en los procesos de identificación primaria,
Amorin (2008) relata como la función materna -vinculo temprano primario- conlleva una serie de
componentes. El autor plantea que no se trata de una función intelectual, sino que es basada por
actitudes emocionales, y la misma permite la producción de la intersubjetividad y la
intrasubjetividad, habilitando la construcción del cuerpo y del psiquismo, siendo capaz de dar
sentido a las emociones, angustias y ansiedades del bebe, restituyéndolas para que sean
asimiladas y metabolizadas psíquicamente por el infante.

A su vez, plantea que la mirada constituye uno de sus componentes con más trascendencia, la
figura de la madre presenta y representa el mundo, y su rostro el propio espejo del bebe.
Libidiniza, narcisiza y erotiza al bebe, ejerce una seducción originaria, e inaugura la sexualidad
infantil. Dicha figura materna es el yo auxiliar del infante, ejerciendo el holding.

En relación a esto, Winicott plantea que:

La primera de las funciones es el Holding, o sea la capacidad de sostener emocionalmente


al niño, en todo momento y en todos los estados por los que pueda atravesar su
afectividad y su impulsividad (Analía Stutman Zapata, 2021).

El autor al plantear esta función, piensa en cierta parte en una madre emocionalmente abnegada,
dispuesta a secundar sus emociones, para poder así contener las emociones del bebe, eso le
dará a el una sensación de bienestar, lo hace sentir amado y comprendido.

La segunda función es el Handling, se refiere más a los soportes y cuidados concretos y reales
que el niño necesita, al estar sintonizados y atentos a sus necesidades de manipulaciones de
alivio sobre su cuerpo real (Analía Stutman Zapata, 2021).

En esta función Winnicott, habla de los cuidados básicos que tiene una mamá para con su bebe,
la higiene personal más las muestras afectivas en un lenguaje corporal y verbal. La tenencia y
carencia de esta función determina en el niño una confiabilidad personal, y se hacen personas
más resilientes a los avatares de la vida, mientras que los bebes que carecen de ella
experimentan una angustia arcaica, una confusión aguda, la agonía de la desintegración,
conocen de primera mano lo que es una caída o marginarse en la fragmentación psicosomática.

La tercera función, se refiere a la Presentación del objeto, apunta a cualidad especial que
debieran desarrollar las madres y que tiene que ver con la posibilidad de crear una ilusión el niño
(Analía Stutman Zapata, 2021).

En esta función Winnicott refiere a que la madre debe estar atenta a las necesidades del niño y
ofrecerle el objeto de lo que necesita en el momento preciso, por ejemplo la mamadera o el
pecho, para así crear en el bebe una sensación de omnipotencia, al creer que él es el creador de
tal objeto, porque indudablemente ignora que ese objeto existe antes de que él lo necesitara.
Por otra parte, Amorin (2008), tomando los aportes de Stern, expresa que la madre es quien
interpreta de manera espontánea todas las conductas del bebe y les da un significado, significado
que refleja lo observable del infante y conjuga sus fantasías acerca de lo que es el bebe y lo que
llegara a ser, estableciendo la base para su intersubjetividad. Se entiende aquí que estas
fantasias que le dan un significado a las conductas del bebe están enmarcadas en un imaginario
socio cultural, lo cual marca las respuestas de la madre con su bebe, y configurando su
intersubjetividad en base a esos significados culturales. Tal como se planteó en la respuesta
anterior, el cachorro humanizable es humanizado (valga la redundancia) a través de este vínculo
y las interpretaciones de su madre, el cuerpo orgánico deviene en un cierto tipo de cuerpo
simbólico.

Por otra parte, el autor expresa que cuando el yo se instala en lo intra-psíquico, a través de estas
identificaciones primarias -función materna-, comienza a dominar el principio de realidad sobre
principio del placer, ya que en un principio el bebe no tiene tolerancia al aplazamiento de la
descarga de sus pulsiones -placer-, pero a medida que se va desarrollando, cristaliza el yo, el
cual hace posible el funcionamiento del principio de placer en conjunto con el principio de realidad
-aplazamiento del placer-. Es destacable que este desarrollo se da gracias este vínculo primario,
el cual es un vínculo simbiótico entre madre/hijo, donde “existe una estructura interaccional
temprana entendida como una verdadera modalidad particular de funcionamiento psiquico”
(Amorin, 2008, p.107).

2- Para pensar al niño como sujeto de derecho se tiene que pensarlo contemplando todas las
dimensiones de este concepto. Un sujeto de derecho refiere a una unidad sobre la que la ley
inviste de derechos y obligaciones. Particularmente para el derecho, los únicos sujetos de
derecho son las personas que, para el caso de un niño, solo podrá ser una persona física. No
sobran estas aclaraciones pues, socialmente, está muy instalada una concepción y una
regulación de niños y adolescentes en tanto que objetos del derecho pero no como sujetos.
Sucede que “(…) los niños, las niñas y los adolescentes no constituyen un colectivo social que
demande por sus derechos, somos los adultos quienes hablamos por ellos, pensamos por ellos y
construimos un saber por ellos y sobre ellos.” (Conde, 2007, p. 10). Esto, parece ser así por
continuarse la idea de incompletitud, de carencia de razón, de ser (los niños) sin luz, ideas que
han perseguido a lo largo de la historia a casi todo aquel que no sea hombre, blanco y occidental.
Pero la historia también muestra la emancipación de las mujeres, de los negros, de la comunidad
LGTIQ y esto ya nos sugiere los caminos a seguir. Por ahí es donde va Gustavo Conde al afirmar
que concebir como sujeto de derecho a los niños no es solo darles protección sin participación,
proceder que no garantiza el pleno goce de sus derechos, sino que es equiparar la sobrevivencia,
el desarrollo, la protección y la participación en políticas y asuntos de Estado, especialmente las
que los afecten. Claro que esto no quiere decir que desaparezca el vínculo de responsabilidad
que los adultos, la sociedad, la familia y el Estado guardan con los niños, sino que es
humanizarlos al cambiar la concepción sobre ellos como “los sin luz” a una discontinuidad y
multiplicidad. Es asumir las singularidades. Es, en cierta forma, humanizarnos a todos.

Por otro lado, pensar al niño como sujeto de derecho, implica pensar el cómo; implica pensar todo
lo necesario para cristalizar en la realidad lo que en principio son y solamente son, por más que
sean loables, tan solo ideales. Tomado como asunto de Estado, esto se traduce en el gasto
público en relación con la infancia, las políticas y recursos en los que se traduce, su seguimiento,
así como qué aspecto de los niños, en tanto que sujetos de derecho, atienden. La justicia y
equidad solo podrá aspirarse si se asegura su participación además de la protección, aplicando
esto a toda la niñez y no solo a la que esté exenta de irregularidades tales como la pobreza, el
abandono, la enfermedad. Estos factores no deben justificar que el niño pierda su carácter de
sujeto para ser exclusivamente objeto del derecho. Pero ya estamos pecando de quedar,
nuevamente, exclusivamente en las ideas: realizar lo dicho es sumamente complejo. Siempre se
está apunto a de contrariar con una política los fines de otra. Unificar sentidos en uno global que
los contenga, implica mucho tiempo de planificación y estudio sobre lo que ya está y de lo que
podría llegar a ser. Esto implica costos así como también los implica la medición del éxito o
fracaso de las políticas y el diseño de los indicadores con los que la medición se lleve a cabo.
Esto agrega la dificultad adicional de que, en estos asuntos, el derecho está antelando a la moral
y procurando ser un andarivel por el que luego esta se deslice. Eso se traduce en que no hay
garantías y, seguramente, por el contrario, la existencia de resistencia al gasto en estas medidas.
Esto nos recuerda a las palabras de Kant, que nos advierte que el terreno de la moral siempre es
otro que el terreno de la felicidad: realizar un acto nuevo de justicia siempre implica romper con lo
cómodo y con lo que nos conviene pero que, aun así, nos impele a realizarlo pues se nos
presenta como un fin en sí mismo.

3- Reflexionando y asociando, nos llama la atención las similitudes existentes entre el estadio
primitivo en el que el infante no se diferencia a sí mismo de su madre con la relación que hay
entre los individuos y la propiedad en el orden actual. Para concretizar, veamos un agregado que
hace la Ley de Urgente Consideración (LUC) al artículo número 26 del código penal, referido a la
legítima defensa (LUC 2021):

Cuando la defensa deba ser ejercida respecto de cualquier derecho de contenido patrimonial, la
racionalidad deberá ser apreciada con prescindencia de que no haya existido o ya hubiera cesado
una agresión física a la persona que se defiende.

Este agregado considera legítima defensa muchos casos en lo que se defiende es el patrimonio,
haya o no agresión a la persona física que se defiende. Entendemos que, respecto a la redacción
anterior, ahora hay una equiparación del daño del cuerpo de una persona con el daño o perjuicio
en un objeto físico acusado de ser propio por quien se defiende. Lejos de apartarnos de la
psicología para irnos al derecho, llamábamos esta cita modo de ejemplo del extraño sentimiento
que llamamos “propiedad” por muchos objetos que nos rodean: en lugar de guardar con ellos una
manifestación racional que conceptualiza objetos para un uso pragmático o utilitario de los
mismos, es un sentimiento corpóreo que se siente tan real como la sed. Permítasenos
extrañarnos un poco más, apelando al sentimiento “de hogar” que pueden despertar ciertos
objetos o lugares, tales como la casa, el dormitorio, cierta ropa, ciertos objetos que se atesoran.
Con estos ejemplos, queremos invocar en el lector el sentimiento que nos permita justificar la
asociación de estas situaciones con el concepto de objeto transicional. Parece ser que una vez
que investimos con el sentimiento de propiedad a los objetos, estos quedan en un estado
intermedio entre la realidad externa y la realidad interna, sirviendo, justamente, como objeto de
transición entre ellas. Hecha esta asociación, creemos licito preguntarnos si esa relación que
guardamos con muchos objetos externos son una suerte de estado a superar psicológicamente
tal como el infante supera ese estado primero en el que se concibe como una sola cosa con el
mundo externo y con su madre. También nos permite preguntarnos si la política no podría ser,
entonces, también una psicología de las masas que acompañe a estas a un estado posterior. Nos
queda pensar los supuestos que en estos dichos se guardan pero desde ya adoptamos a la
psicología evolutiva como una herramienta para hacer extranjería en otras disciplinas.

Se pueden tramitar de forma de “dosificarlas”. Que no sean intensas para que no devengan
traumáticas. El cambio se da, pero diluido en el tiempo, de a partes, de forma que la huella
mnética no es una demasiado puntual y profunda, sino que una marca sutil que va acompañando
el crecimiento. La continuidad existencial se mantiene y no hay trauma.

Qué pasaría se si se aboliera la familia y las madres fueran muchas personas (varones y
mujeres). Al ser cultural las crisis es difícil de prever. Qué pasaría a los 8 meses cuando el
individuo se angustia de las caras extrañas? Sería por lo menos distinto.

Sentimiento de propiedad como parte de ese estadío primero en que se confunde el yo con el no
yo

También podría gustarte