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LA PLASTICIDAD DE LA PSIQUE INFANTIL

El primer año de vida es el periodo más plástico del desarrollo humano,


representa una transformación principal con relación a la precedente. Esto
debido a que surge la respuesta sonriente y se realizan intercambios e
interacciones con el objeto previo

Durante la etapa transicional, las experiencias del infante tienen consecuencias


más trascendentales que en otros periodos en que la organización psíquica es
más estable. De ser expuesto el infante a un trauma durante estas transiciones,
esto tendrá consecuencias específicas y a veces graves.

En cada etapa transicional se desarrollan dispositivos de adaptación.

Spitz nos habla de un experimento realizado en el cual se le presentaba a


Jenny una máscara de Halloween, representando un rostro sonriente durante
las edades de tres meses, siete meses y medio y catorce, con el fin de medir la
respuesta sonriente.

a) La respuesta dada a los primeros 3 meses fue tal cual una respuesta
sonriente

b) A los 7 ½ meses, Jenny se rio de la máscara, se acercó sin temor y trató


de arrancarle los ojos, también trataba de subirse a las piernas del
observador.

c) Finalmente a los 14 meses ella mostró una expresión de terror, gritó y


corrió a un rincón de la habitación. Al retirar la máscara del rostro del
observador la niña se tranquilizó, pero no la quiso tocar, pero cuando se
la persuadió, la tomo y la mordió.

En el primer experimento se vio que un infante en transición desde la etapa sin


objeto a la preobjetual. En esta transición, la Gestalt signo de los dos ojos, la
frente y la nariz, todo ello en movimiento, señala el acceso al objeto satisfactor
de la necesidad. La máscara cumple plenamente las condiciones de esta
Gestalt signo. En consecuencia, la respuesta a la máscara es positiva: el
infante sonríe.

En el segundo experimento, la Gestalt signo no ha perdido su efectividad, ni el


objeto libidinal propiamente dicho había logrado la exclusividad: la niña sonríe y
comienza a tantear y ampliar sus límites.

En el tercer experimento se observa que la magia sigue siendo aún la fuerza


más poderosa en el universo del infante, por lo que está convencido de que él
puede y debe cambiar el mundo en derredor mediante la omnipotencia del
pensamiento, creerá que todos los demás pueden hacer lo mismo. De manera
que al colocarse la máscara, Jenny cree haber perdido a su amiga y que esta
se ha convertido en un horrible extraño.

UNA DIFERENCIA BÁSICA ENTRE EL INFANTE Y EL ADULTO

Cada etapa tiene una serie de problemas específicos de la edad que resolver y
de retos que afrontar. En determinadas etapas no todos los estímulos, sino solo
algunos de ellos son los importantes, aun cuando otros sean espectaculares.
Por consiguiente, solo ciertas experiencias tienen una carga preñada de
significación en determinadas etapas de la infancia.

No es posible comparar al adulto con el infante, ya que su fisiología es


diferente, así como sus sensaciones y reacciones fisicoquímicas y su forma de
experimentar el medio. El infante no puede decir lo que sufre, pero esto no
implica que no sufra. La indiferencia, la falta de empatía y de imaginación, han
dado como resultado una crueldad increíble hacia los infantes.

Si bien algunas experiencias, que son catastróficas para las personas mayores,
tienen reacciones muchísimo menos graves en el infante, lo contrario es
también cierto. Las modificaciones del medio, que carecen de significación
menor al adulto, pueden en circunstancias bien definidas ejercer una influencia
profunda sobre el infante, y tener serias consecuencias que pueden llevar a
estados patológicos de importancia.

Needham habla en 1931 del organizador embriológico como de un coordinador


para un eje determinado del desarrollo; es un centro que irradia su influencia.

La existencia de periodos críticos en el trascurso del desarrollo han sido


confirmados por el trabajo de Sctoo y Marston (1950) con la ayuda de
experimentación con animales.

Las observaciones demuestran que durante estos periodos críticos las


corrientes del desarrollo se integraran unas con otras en varios sectores de la
personalidad, así como con las funciones y capacidades emergentes que
resultan de los procesos de maduración. El producto de esta acción integradora
es una reestructuración del sistema psíquico en un nivel de complejidad
superior.

Su indicador es la aparición de la respuesta sonriente de reciprocidad, la cual


es un síntoma visible de la convergencia de diversas corrientes diferentes del
desarrollo dentro del aparato psíquico.

Si el niño establece y consolida con éxito un organizador en el nivel apropiado,


puede proseguir su desarrollo en la dirección del organizador siguiente. No
obstante, cuando la consolidación del organizador se desvía, el desarrollo se
detiene. Los sistemas psíquicos que deberán haberse integrado, permanecerán
en el nivel inicial, menos diferenciado del desarrollo, previo al establecimiento
del organizador.

El desequilibrio entre el desarrollo y la maduración es favorecido grandemente


por la plasticidad de la psique infantil.

La teoría psicoanalítica afirma que el Yo es esa esfera de la psique que media


entre las relaciones con el interior y el exterior. Una diversidad de sistemas
psíquicos y de aparatos del yo, sirven para el dominio y la defensa; es decir,
realizan la descarga de las tensiones innecesarias y dañinas, la exclusión de
estímulos y su renovación, así como posiblemente otros intercambios con el
medio.

En el transcurso del desarrollo ulterior, los comienzos rudimentarios de los


constituyentes del yo, surgen en conexión con los primordiums del yo. Por una
parte, los núcleos del yo están integrados, por la otra, se produce un descenso
progresivo del umbral perceptual. Los estímulos que vienen de fuera empiezan
ahora a modificar esta organización rudimentaria de la personalidad. La obligan
a reaccionar e iniciar un proceso formativo. En el transcurso de los meses y de
los años, de intercambio constante, el yo contenderá con los estímulos que
lleguen y los dominara.

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