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La historia regional es uno de los campos de trabajo que mayor interés ha concitado en
los últimos tiempos. Desde México al Río de la Plata, y tanto en tiempos coloniales
como contemporáneos, la conformación de las regiones es especial objeto de interés
para los historiadores. Particularmente son abundantes los estudios de historia
económica y social, pero también se desarrollan investigaciones de historia cultural o
historia política, basadas en las nuevas perspectivas abiertas por el avance de la
historia social contemporánea. Lo que expondremos nosotros a continuación pertenece
a una investigación sobre la formación de los estados autónomos provinciales en la
primera mitad del siglo XIX. Desde hace algunos años hemos estado realizando un
estudio comparado de las características económicas, sociales y políticas de los
estados del Litoral argentino, estudio que comenzamos actualmente a extender a otras
provincias del interior. El texto que sigue, por otra parte, es una síntesis del trabajo
"Formas de identidad política en el Río de la Plata luego de 1810", que será publicado
próximamente en el número inicial de la Tercera Serie del Boletín del Instituto de
Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani", de la Facultad de Filosofía y
Letras de la Universidad de Buenos Aires.
Nuestra conclusión es que, pese a que toda una tradición historiográfica tienda a
verlo en forma distinta, los orígenes de la nación argentina no se derivan de un
desarrollo espontáneo de una nacionalidad preexistente, sino de un largo proceso
de elaboración de esa nacionalidad, en su mayor parte posterior a la Independencia.
El apego a esa tradición explicaría el escaso interés concedido al significado de la
escisión del sentimiento colectivo en esas tres formas de identidad política, de las
cuales la rioplatense o argentina sería inicialmente la más débil, y su posterior
preeminencia fruto de un largo y accidentado proceso. Consideramos necesario
sustituir esa perspectiva por otra que enfoque el surgimiento y desarrollo de esas
tres vertientes del sentimiento colectivo, y de las distintas formas en que se
vincularon, como indicadores, especialmente por su misma coexistencia, de la falta
de una nacionalidad definida hacia 1810; así como, más mediatamente, de la
inexistencia de una unidad social y política, de un país, en suma, mayor que el
contenido en los límites provinciales. Perspectiva que, entonces, no nos lleve a
distorsionar la visión de los estados provinciales, y de los fenómenos políticos
habitualmente vinculados a ellos, por esa deformación que deriva de postular una
nación en los comienzos del proceso; que no reduzca, en suma, las manifestaciones
de afirmación de las "autonomías provinciales" a accidentes secundarios de la
organización del estado nacional.
En el caso argentino -y no es desatinado agregar que esto puede tener validez para
toda Hispanoamérica- el proceso abierto en la primera mitad del siglo pasado
muestra que la formación de la nueva nación es también un producto de la historia
del período y no la traducción de anteriores formas primarias del sentimiento de
identidad colectiva. Producto, en suma, de un proceso de construcción no sólo de
las formas de organización política, sino también de la correspondiente identidad
nacional.
José C Chiaramonte