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Pido que todo esté lleno de botellas / que entren en escena Cayo Evans
Jaime Silva / Erik Martínez / y cantemos cosas del Desierto
Bernardo Araya va a leer el poema de la noche a la mañana estaremos
navegando sin rumbo fijo
en un preciso momento de infinito con sus parkas
chaquetas de gamuza
y seguir / seguir
Es un momento extraordinario
parece que vamos de nuevo camino al socialismo.
Afuera la burguesía ha sido acorralada / aislada.
Y llueve / llueve van llegando S. del Solar / Gloria Favi,
las hermanas Salinas / se cruzan voces conocidas.
Es como estar luchando en la calle
unidos de los brazos contra las fuerzas policiales
es el día siguiente / el primero. Como si fuera una boîte
de la noche lejana se oye a los Rolling Stones. La fuerza
de la música lleva las almas.
Va a comenzar 1970
no sabemos lo que nos espera.
2. El correlato subjetivo
A partir del golpe de Estado, la poesía vuelve del cuerpo al papel. Es una
secuencia prototípica del repliegue en la cultura como efecto de la
derrota política. “El año 1975 (…) tomé la determinación definitiva de
empezar de nuevo, la dictadura ya no sería corta. Me resolví a escribir
como una salida ética a mi vida” (“30 años de
poesía”, http://www.letras.s5.com/jac240204.htm ). Para entender en
qué consiste esta salida ética conviene recordar “Hamlet y sus
problemas”, el artículo en que T.S. Eliot desarrollaba la noción de
“correlato objetivo” con los siguientes términos: la única manera de
expresar una emoción en forma de arte es encontrando un “correlato
objetivo”, es decir, un grupo de objetos, una situación, una cadena de
acontecimientos que funcionen como fórmula de esa emoción concreta.
La técnica de Cuevas, su enorme aporte a la literatura política, es el
revés simétrico de la noción de Eliot: se trata de encontrar un correlato
subjetivo, o sea un lugar de enunciación, un personaje, una serie de
dispositivos mentales y discursivos, para expresar la catástrofe objetiva.
Cuevas resuelve el problema del punto de vista mediante una
construcción subjetiva cuya voz, nombre o máscara varía según el libro:
Efrén L. Sepúlveda Fica en Proyecto de país, Mario Manguncia en Poesía
de la Comisión Liquidadora y, sobre todo, la figura del “ex-poeta”, que
constituye su principal dramatis personae.
Los únicos signos son las barras inclinadas que sirven de pausa interna o
directamente los blancos del corte de verso; en la prosa, ese papel lo
cumplen las comas, que se amontonan espontanéamente como si fueran
puntos, lo cual genera el mismo efecto desjerarquizador en el
tratamiento de las imágenes, consignas, ideas o acciones que aparecen.
De manera que el estilo, al revés que los contenidos, asume
formalmente la fragmentación social, desregulación, urgencia, falta de
unidad propositiva, en una palabra: derrota, que caracterizan las
sucesivas épocas posteriores a 1973.