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8. Gregorio el taumaturgo, Pánfilo de Cesarea, Metodio de Olimpo y Bardesanes.

1. Gregorio el taumaturgo (213-270).


El Discurso de acción de gracias a Orígenes ha sido atribuido por la
tradición a Gregorio el taumaturgo, obispo de Neocesarea del Ponto,
evangelizador de la región a mediados del siglo III. Gregorio adquirió gran
fama de santidad, evidenciada por el sobrenombre y popularizada por medio
de cinco biografías escritas, incluyendo una de Gregorio de Nisa (335-394),
que recoge la tradición del discipulado de Orígenes, es decir, a través del 1
método que el taumaturgo describió en el Discurso de acción de gracias,
Gregorio de Nisa expone lo que significó ser discípulo de Orígenes: la
creación de una tradición. Ya Eusebio de Cesarea consideró a Gregorio el
taumaturgo como el autor del Discurso, aunque lo identifica con un
conocido suyo de nombre Teodoro (cf. h. e. 6,30). La atribución del
Discurso a Gregorio fue cuestionado por algunos estudiosos que rechazan la
validez de las noticias de Eusebio. La crítica no quita la paternidad de
Gregorio sobre el Discurso, aunque no se le puede dar preferencia, como de
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costumbre, y hacer que el Discurso sea la piedra angular con la que hay que
medir la autenticidad de otros escritos atribuidos a Gregorio: la
reconstrucción del perfil de este escritor debe ser el resultado de una
revisión general de las obras que nos han llegado bajo su nombre. Son
seguramente de Gregorio la Epístola canónica sobre los problemas de
carácter disciplinar causados por una invasión de godos y borades en el
Ponto; y la Paráfrasis del Eclesiastés. Si la primera obra pone en contacto a 2
Gregorio con las preocupaciones pastorales al interior de la Iglesia, la
segunda —una paráfrasis en griego clásico del libro del Eclesiastés—
aparece en continuidad con la atención prestada en Alejandría a este libro
bíblico de difícil interpretación (cf. el Comentario de Dionisio de Alejandría
del que poseemos sólo fragmentos): en la Paráfrasis se nota la intención
apologética de Gregorio, sobre todo en la atenuación, por medio de la
reescritura, de las dificultades sintácticas e ideológicas presentes en el
Eclesiastés. De la misma matriz apologética derivan tres escritos vinculados
a la actividad misionera entre los paganos más cultos: El Diálogo con
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Heliano (casi totalmente perdido, sólo queda una frase conservada en la


Carta 210 de Basilio); una Carta, que en realidad es un tratado corto,
atribuida al taumaturgo por la tradición siriaca con el título: A Filagrio,
sobre el consubstancial (título incorrecto, porque en el escrito no se
menciona este término; la tradición griega lo asigna sobre todo a Gregorio
Nacianceno, con el título: Al monje Evagrio, sobre la divinidad); y,
finalmente, otro diálogo: A Teopompo, sobre la impasibilidad o pasabilidad 3
de Dios, que nos llegó en una traducción siriaca. Estos escritos causaron
desconcierto porque presentan formulaciones monarquianas, cosa
inverosímil para un discípulo de Orígenes: en particular, la frase del Diálogo
con Heliano citada por Basilio fue presentada por Atarbio, obispo de
Neocesarea, precisamente para atacar la doctrina de las tres hipóstasis que
profesaba Basilio. Esta incoherencia se podría explicar con la necesidad del
taumaturgo de insistir en clave apologética, en la unidad de Dios, un tema en
el que los paganos más cultos del tiempo, a quienes estaba dedicado el
Diálogo, estaban muy interesados; además, el uso de la terminología técnica
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trinitaria habría estado fuera de lugar con interlocutores ajenos al problema.


Esto no quita el hecho de que Gregorio pudo haber modificado el inicial
enfoque teológico de Orígenes para enfatizar sobre todo la unidad de Dios,
aunque articulada en tres (hipóstasis), sólo para superar las objeciones de los
monarquianos. Gregorio de Nisa nos informa de una Profesión de fe, que
ciertamente no es obra auténtica del taumaturgo, cuyos dos últimos artículos
sobre el Espíritu Santo y la Trinidad parece que se remontan al siglo IV. En 4
conclusión, basados en el contenido se podría proponer, siempre con
precaución, la distinción entre el autor del Discurso de acción de gracias y
el taumaturgo, autor de las tres obras antes mencionadas. La confusión entre
los dos autores pudo haber ocurrido precisamente debido a que ambos
pertenecían al círculo de discípulos de Orígenes. Se puede pensar que el
cambio de condiciones haya empujado al taumaturgo a modificar las ideas
teológicas que había adquirido cuando era discípulo de Orígenes.
En el Discurso de acción de gracias el autor comienza por expresar su
gratitud a Orígenes, se propaga tratando sobre el profundo efecto que el
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conocimiento del Maestro suscitaba en los discípulos, “un amor que se abre
paso hasta lo más profundo”, amor que le llevó a descuidar todo excepto “el
objeto del amor: la filosofía y el hombre que la enseñaba”. Así que él, que
pensaba ir a Bérito (hoy Beirut) para estudiar derecho, permaneció en
Cesarea. La enseñanza de Orígenes descrita en el Discurso es similar a la de
las escuelas filosóficas, con apertura al diálogo socrático con los estudiantes
y con el planteamiento final basado en la Escritura a la que la filosofía sirvió 5
como estudio preparatorio; sin embargo, el taumaturgo no enfatiza el
carácter de investigación del método de Orígenes. El Discurso se cierra con
la despedida, totalmente emocional, y la súplica del autor que pide las
oraciones de su maestro.
La llamada Vida de Gregorio el taumaturgo es un panegírico de Gregorio
de Nisa que obtuvo gran éxito. En torno a la figura del taumaturgo se habían
acumulado muchas leyendas orales. El discurso se desarrolla hábilmente
como una narración construida sobre una alternancia de elementos: los
momentos fundamentales de la vida de Gregorio, interpretados como
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reproducción de las experiencias de los grandes patriarcas, Abraham, José,


Moisés; los dones de Dios ─que el taumaturgo recibe durante una visión─ y
su fe ortodoxa le permiten obrar milagros increíbles, de modo que su trabajo
misionero logra un éxito abrumador; finalmente, la persecución de Decio
(249-250) y la fuga hacia el desierto.
2. Pánfilo de Cesarea (†310) y Metodio de Olimpo (†311).
Pánfilo fue el autor de la primera Apología en defensa de Orígenes,
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documento que marcó las líneas fundamentales de interpretación del
pensamiento del Alejandrino que se dio entre sus simpatizantes a lo largo
del siglo IV. Nació en Bérito y murió mártir en Cesarea en el año 310,
después de tres años de prisión. Eusebio, el discípulo más apegado a él,
escribió una biografía de su maestro, documento que se perdió; sin embargo,
habla extensamente de él en su obra Los mártires de Palestina. Estudió en
el διδαζκαλεῖον al tiempo de Pierio de Alejandría (inicios del siglo IV),
como nos informa Focio (cf. Bibliotheca 118-119), mientras Eusebio no
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menciona este dato (cf. h. e. 7,32). Luego se estableció en Cesarea,


siguiendo los pasos de Orígenes, y ya ordenado sacerdote se dedicó a la
transcripción de las obras origenianas y a su conservación en la biblioteca.
Esta actividad docente no lo llevó a componer obras propias. Si no fuera por
la Apología, obra que consta de seis libros ─el último fue añadido por
Eusebio que colaboró en la redacción de toda la obra mientras Pánfilo estaba
en la cárcel─ no tendríamos nada escrito por él. De esta obra sólo tenemos el 7
primer libro, de carácter doctrinal, en la traducción latina de Rufino de
Concordia (†412), traducción que presenta algunas adaptaciones a la
doctrina ortodoxa posterior en materia trinitaria y quizás en lo que respecta a
la resurrección. Los otros libros habrían estado dedicados a examinar las
circunstancias controvertidas de la vida de Orígenes. Este primer libro de la
Apología se divide en tres partes: en el Prefacio ─de suma importancia─
Pánfilo da una descripción sarcástica de los detractores de Orígenes, expone
el método del Alejandrino haciéndolo hablar en su propia defensa a través
de una cuidadosa selección de textos, y proporciona la interpretación
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personal de la obra de Orígenes, apoyándose en la actitud de investigación


que aprendió de su maestro. De aquí sigue una primera sección en la que la
doctrina origeniana es expuesta positivamente mediante una selección de
textos tomados del Tratado de los principios, y una segunda sección, con
una lista de nueve de las principales acusaciones, en la que el Tratado de los
principios está poco presente: tal uso cauto es signo de la particular atención
prestada a esta obra de Orígenes, evidentemente al centro de las críticas y 8
considerada, por Pánfilo y también por sus opositores, como la más
importante. Pánfilo renuncia a interpretar y justificar las posturas doctrinales
más controvertidas de Orígenes y las defiende sólo por medio de una
cuidadosa selección de textos. Tal planteamiento debilita sin duda el peso de
la afirmación de Pánfilo sobre el carácter investigativo (es decir proponer
hipótesis) de la teología de Orígenes, que sirve sobre todo como excusa para
cualquier error doctrinal en el que se pudiera caer. Por otro lado, la antología
creada para defender a Orígenes nos permite recuperar muchas obras del
Alejandrino que de otro modo estarían perdidas. En cuanto a la lista de
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acusasiones, las de mayor peso en el momento en que Pánfilo escribe


(primeros años del siglo IV), son aquellas que se relacionan con la
resurrección, probablemente por la relevancia del tema en varios lugares
durante ese período porque, de hecho, al mismo tiempo, Metodio de Olimpo
estaba escribiendo su diálogo Aglaófone o Sobre la resurrección en tres
libros. Se suele pensar que Pánfilo responde precisamente a Metodio con la
Apología de Orígenes; sin embargo, en algunos pasajes parece que es 9
Metodio el que responde a Pánfilo. De todos modos, cuando Eusebio añadió
el sexto libro a la Apología pensó muy probablemente en el Tratado sobre
la resurrección de Metodio porque, en un fragmento conservado por
Jerónimo, Eusebio acusa a Metodio de un cambio radical vergonzoso para
un hombre que había escrito tanto siguiendo la doctrina de Orígenes.
Eusebio vengó la ofensa al no incluir a Metodio en su Historia eclesiástica:
por lo tanto de la vida de Metodio no sabemos nada porque los pocos datos
que hemos recibido son contradictorios. Jerónimo habla de él (cf. vir. ill. 83)
especificando que sus obras son muy leídas; dice que fue obispo de Olimpo
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(Licia, en Asia menor) y luego de Tiro, y no sabe bien en qué persecución


murió mártir: si se acepta que Metodio fue mártir, entonces debió haber
muerto hacia el 311 (la persecución de Maximino Daia en Oriente). En sus
ecritos se muestra como un maestro de vida espiritual trabajando en círculos
restringidos y selectos. Si le damos una ojeada global a la obra de Metodio
debe decirse que el juicio malévolo de Eusebio tiene algo de verdad:
Metodio se propuso hacer una reelaboración, selección e integración en la 10
tradición asiática a la que pertenece y de la que ─especialmente de Ireneo─
asume las ideas básicas, todo lo positivo de la obra de Orígenes y, más en
general, de la tradición alejandrina (Metodio conoció la obra de Clemente y
de Filón). Por supuesto que tal empresa era muy arriesgada: el riesgo más
inmediato y trivial fue el convertirse en un mero imitador de Orígenes. El
riesgo de mayor peso fue el de no ser capaz de compaginar el enfoque
platónico de la cultura alejandrina con el enfoque realista (¿aristotélico?) de
la cultura asiática. Esta tensión sin resolver saldrá a la luz en los diálogos
más tardíos (Zenón o Sobre la creación; Aglaófone o Sobre la
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resurrección) en los que Metodio aborda los temas subyacentes del


contraste en cuanto a la protología y a la escatología. Por lo general el
Banquete o Sobre la castidad es considerada la obra que más le debe a
Orígenes; sin embargo, también en esta obra Metodio cambia de sentido
algunas de las simbologías origenianas, dando un significado diverso, en
particular, a la doctrina de la preexistencia de las almas y a la de la
resurrección. El Banquete es, además, el trabajo más conocido y apreciado 11
de Metodio, y es también el único que se conservó en griego en su totalidad.
Casi todos los escritos de Metodio son diálogos, una elección de género
literario bastante significativa que expresa una voluntad por el debate y la
discusión pacífica, a la manera de los diálogos filosóficos como los de
Platón. El Banquete es un caso en sí mismo: la imitación de la obra
homónima de Platón se advierte particularmente tanto en el esquema en que
se presenta el texto (dos vírgenes que hablan del diálogo que tuvieron diez
vírgenes en el jardín de la virtud, hija de la filosofía), como en el carácter de
elogio de los diez discursos centrados en la exaltación de la castidad,
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propuesto a la atención del lector para suplantar el eros platónico. La


intención de Metodio es ciertamente emulativa pero no sólo de oposición a
Platón: llega a considerar la castidad como el punto ideal de llegada de la
concepción platónica del eros entendido como deseo de generar en lo bello,
es decir lo bueno. La castidad cristiana no se limita a negar el eros platónico
sino que se propone a sí misma como la expresión suprema del amor
cristiano. “Sólo el amor a Cristo ─dice Metodio─ mantiene a la virgen 12
pura”. Este amor, y aquí Metodio está totalmente de acuerdo con Orígenes,
se alimenta con la meditación de la Sagrada Escritura vivificada por medio
de la interpretación espiritual. También debe tenerse en cuenta que, según el
modelo platónico, el Banquete prevé una diferenciación dialéctica y relativa
de la postura de las diez vírgenes, de entre las cuales destaca la famosa
Tecla, pero ninguna de ellas puede decir que agotó el discurso, es decir, que
pronunció totalmente el pensamiento del autor. Esto permite a Metodio
armonizar puntos de vista parcialmente discordantes: en el primer discurso
propone la visión de una educación progresiva del ser humano con relación
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a la castidad que culmina con la predicación de la virginidad de Cristo en el


NT. Este punto de vista es corregido por el segundo discurso que pretende
reafirmar la validez de la institución matrimonial dentro del plan salvífico de
Dios. En esencia Metodio, al señalar que la virginidad es una condición
superior de la vida cristiana, se esfuerza por mantenerse equilibrado y evitar
el encratismo (ascetismo extremo ya presente antes del cristianismo que
rechazaba el matrimonio y alimentarse con carne). Esta obra de Metodio es 13
precursora de una literatura que invita a la reflexión filosófica destinada a
lograr un éxito extraordinario, con la particular característica de estar
dirigida especialmente a las mujeres. La obra coloca, de hecho, a las mujeres
en primer plano: cada una de ellas, partiendo de un pasaje bíblico, toca todos
los puntos más importantes de la doctrina cristiana, en una especie de
competencia que se convierte en juego intelectual. Cierra el Banquete un
himno, del que Tecla es corifea (directora del coro), dividido en 24 estrofas
de cuatro versos intercalados por un estribillo. Las letras iniciales de cada
verso corresponden al alfabeto.
8. Gregorio el taumaturgo, Pánfilo de Cesarea, Metodio de Olimpo y Bardesanes.

Las otras obras de Metodio se conservaron en eslavo antiguo debido a la


confusión errónea con (Cirilo y) Metodio el evangelizador de los pueblos
eslavos. El diálogo Sobre el libre albedrío ─dirigido contra el gnosticismo
valentiniano─ se conservó casi todo en el original griego: trata
principalmente el problema del origen del mal y de la materia. En la parte
del tratado en la que se habla de Dios como creador se habla también de la
libertad del hombre, creado por Dios con la capacidad de elegir y, por tanto, 14
responsable del mal. Los Diálogos de Metodio en los que critica a Orígenes
abiertamente son: Aglaófone o Sobre la resurrección; Zenón o Sobre la
creación. El primero consta de tres libros y está ambientado en la casa del
doctor Aglaófone. La primera parte está dedicada a los argumentos en contra
de la resurrección de la carne propuestos por Aglaófone, un cristiano
platónico, y por Proclo, un origeniano que cita un extracto muy extenso del
comentario de Orígenes al Salmo 1. La segunda parte está reservada a los
defensores del dogma: Eubulio y Memiano. Metodio desarrolla una
antropología unitaria y acusa a Orígenes no de negar el dogma de la
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resurrección sino más bien de presentar una comprensión de él


peligrosamente abierta al dualismo antropológico que separa netamente la
parte corporal de la parte inmaterial en el hombre. Del diálogo Zenón o
Sobre la creación sólo tenemos algunos fragmentos conservados por Focio
(cf. Bibliotheca 235). En base a ellos vemos que Metodio atacó a Orígenes
por su interpretación elitista del cristianismo y también por un punto de la
doctrina origeniana difícil de entender: la eterna presencia en el Lógos de las 15
ideas de la creación, afirmada en el Tratado de los principios, que a
Metodio le parece peligrosamente cercana a la teoría de la coeternidad de la
creación y Dios, o sea, que los dos han existido desde siempre.
Tres escritos de exégesis alegórica sobre pasajes bíblicos difíciles de
interpretar sobrevivieron sólo en eslavo antiguo: uno sobre los alimentos y la
vaca roja de Num. 19; uno sobre la lepra y los requisitos higiénicos de Lev.
13; y uno sobre la sanguijuela de Prov. 30,15 y sobre el Salmo 18.
Entre las obras perdidas es una lástima la desaparición del Tratado contra
Porfirio, la primera respuesta de los cristianos al ataque que el filósofo
8. Gregorio el taumaturgo, Pánfilo de Cesarea, Metodio de Olimpo y Bardesanes.

neoplatónico lanzó en el Tratado contra los cristianos; y una obra exegética


─según Jerónimo de crítica a Orígenes─ sobre 1 Sam. 28 que aborda la
difícil interpretación del episodio de la bruja de Endor, pasaje que llamó
siempre la atención de los exégetas de la antigüedad.
Llegó también hasta nuestros días ─en griego y en latín─ un diálogo en
cinco libros Sobre la fe ortodoxa en el que el ortodoxo Adamancio discute
con dos secuaces de Marción, un secuaz de Bardesanes y dos valentinianos. 16
No es de Metodio. Sobre la base del nombre del interlocutor ortodoxo el
tratado fue atribuido a Orígenes (que se llamaba o le decían Adamancio) y
por tal motivo traducido al latín por Rufino. La obra tiene carácter
compilatorio, mostrando préstamos muy llamativos de las obras de Metodio
y correcciones a la doctrina de Orígenes sobre la resurrección. Debido a que
la traducción de Rufino se aparta del texto griego en algunos puntos y
también presenta adiciones, se discute sobre cuál es el texto original y su
datación, ya sea alrededor del 300 o después de Constantino. La cuestión se
complica aún más por el hecho de que un largo pasaje del diálogo, que
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coincide con un pasaje del diálogo Sobre el libre albedrío de Metodio,


también se encuentra en La preparación evangélica de Eusebio de Cesarea
bajo el nombre de un tal Máximo, que Eusebio coloca en época de Septimio
Severo (emperador del 193 al 211), el que nos hace pensar en una fuente
anterior a Metodio.
3. Bardesanes (154-222).
Nacido en Edesa, de sólida cultura helénica y cosmológica, este autor se
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convirtió en un convencido cristiano e inmediatamente se lanzó a la
controversia contra la herejía marcionita afirmando la bondad del único
Dios. Sin embargo, el monoteísmo de Bardesanes es diferente: él afirma la
constitutiva fecundidad de lo divino, es decir, una duplicidad original según
la cual Dios es uno pero, al mismo tiempo, es padre y es madre de la vida.
Contra los círculos judíos y cristianos que eran partidarios de la creatio ex
nihilo, él insiste en la coexistencia de Dios ─aunque en un puesto inferior al
que Él ocupa─ del fuego, de la luz, del agua, y del aire (o espíritu), y en un
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puesto aún más inferior, la obscuridad. Según la cosmogonía de Bardesanes,


un accidente en el nivel intermedio de estas cuatro entidades originales
produjo un estado de dolorosa confusión que, con la intervención de Dios
invocada a gritos por esas mismas entidades, le dio vida al mundo en el cual
Dios introdujo una potencia nueva, un soplo de vida inteligente totalmente
diferente a los elementos que se encuentran por debajo de Dios (fuego, luz,
agua, aire). Contra hipótesis muy populares Bardesanes afirma con fuerza y 18
determinación la libertad del hombre que es el corazón del mundo porque
posee un punto central que es divino (¿chispa gnóstica?). Es verdad que todo
obedece a un destino que afecta y determina los acontecimientos y que en
cada ente hay una naturaleza que le condiciona y le presiona con poder. En
el hombre, sin embargo, esa fuerza es irreductible y moderadora: es la
libertad que lo pone por encima de su naturaleza y del destino. En el tiempo
de la confusión, para restablecer el estado original en el que los elementos se
encontraban antes del accidente ─un restablecimiento que dé inicio a un
equilibrio sin defecto─ Bardesanes considera un abajamiento de la potencia
8. Gregorio el taumaturgo, Pánfilo de Cesarea, Metodio de Olimpo y Bardesanes.

divina que se manifiesta en las formas más variadas: una economía de


salvación que delimita los diferentes espacios y tiempos en correlación
dinámica en cuyo centro está la humanidad y, dentro de ella, Cristo, maestro
y modelo de la verdad para todos. Bardesanes entiende a Cristo en sentido
docetista e incorpóreo, de modo que posee un cuerpo que no puede resucitar.
No tenemos escritos de Bardesanes. Lo que sabemos de él ha sido
transmitido por los discípulos que tuvo en la escuela de Edesa (hoy 19
Sanliurfa, Turquía), a los cuales se les atribuye el Liber legum regionum
(Libro de las leyes de las naciones), también llamado Libro contra el
destino: un diálogo de Bardesanes con un marcionita llamado Avida. Efrén
el sirio (306-373) escribió una Confutación contra Bardesanes.
8. Gregorio el taumaturgo, Pánfilo de Cesarea, Metodio de Olimpo y Bardesanes.

4. Bibliografía.
Crouzel H., Gregorio Taumaturgo, en Diccionario patrístico y de la antigüedad cristiana,
Salamanca 1998, vol. 1, 998-999.
Crouzel H., Pánfilo de Cesarea, en Ibid., vol. 2, 1665.
Riggi C., Metodio de Olimpo, en Ibid., vol. 2, 1436. 20
Lavenant R., Bardesanes, en Ibid., vol. 1, 290-291.
Quasten J., Patrología 1. Hasta el concilio de Nicea, ed. I. Oñatibia, Madrid 2001, 431-444;
450-453.
The Faith of the early Fathers. A Source-Book of theological and historical Passages from
the Christian Writings of the Pre-Nicene and Nicene Eras, ed. W. A. Jurgens, Collegeville
MN 1970, 251-252; 260-261.

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