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Su mamá, una mujer católica muy devota murió cuando él tenía ocho años. Su niñez
transcurrió en su pueblo natal y en medio de un clima profundamente religioso. Todo
este ambiente lo hizo un hombre humilde, muy solidario con todos, especialmente con
los pobres y necesitados.
Quiso estudiar derecho, pero su papá lo persuadió para que estudiara medicina. Asumió
la carrera como su forma de vida, ideal con su inclinación cristiana de ayudar a quien lo
necesitara.
La tarde del domingo 29 de junio de 1919, justo cuando cruzaba la calle para
atender a una anciana que vivía entre las esquinas de Amadores y Cardones, en Caracas
un trágico accidente acabó con su vida. Angelina Páez, quien estaba en la ventana de su
casa número 29, entre Guanábano y Amadores, contó que al momento de ser
impactado, el médico exclamó: “Virgen Santísima!”.
José Gregorio era de apariencia delgada y con una estatura de 1.60. Era de piel blanca,
ligeramente tostada por el sol, tenía una mirada vivaz, clara y penetrante, sus ojos
oscuros inspiraban seguridad y confianza. De labios delgados, frente despejada, nariz
perfilada, rostro ligeramente ovalado y cabeza bien formada. Siempre llevaba una
sonrisa acogedora y oportuna.
«Siempre había tenido una formación muy racional, pero en ese momento descubrí que
la ciencia no tenía todas las respuestas. Creo que José Gregorio me acompañó en mi
curación«.
El expediente vaticano de la beatificación no avanzó hasta que los expertos de la Iglesia
determinaron que José Gregorio es responsable de la salvación milagrosa de la niña
Yaxuri Solórzano, que recibió un disparo en la cabeza cuando fue asaltada junto a su
padre en un caserío del estado Guárico en 2017.