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La ciudad del amor propio versus la ciudad del amor divino

Adviento en tiempos revueltos

La Madre Bernarda Morin, se refiere a “la ciudad del amor propio”, en una de sus
cartas, aludiendo a vivir desde el egoísmo, la ira y la vanidad, versus la “ciudad del amor
divino” en que se vive desde la entrega, la donación y la misericordia (Carta Circular 18).
Este elemento de su espiritualidad, se concretizo en ella desde su opción por los niños
abandonados, los enfermos y los empobrecidos marcando el apostolado de la
congregación de las Hermanas de la Providencia en Chile. Una lectura actual de esta
intuición de la Madre Bernarda, podría significar salir del egocentrismo en que nos ha
encandilado este sistema logrando ver el sufrimiento y escuchando el clamor y la
angustias del pueblo” (Éxodo 3, 7). Se sale del individualismo exponiéndose al encuentro
del prójimo en clave del buen samaritano (Lc. 10, 34).
Hoy, se ha caído una tremenda venda de los ojos y nos hemos damos cuenta,
incluso con vergüenza por los que hemos sido en parte, beneficiados por este sistema,
cómo hemos vivido tantos años de manera tan desigual. No amparamos obviamente la
violencia y la destrucción que se está viviendo pero empatizamos con los empobrecidos
que gritan hoy su miseria y abandono. Vivir estos revueltos tiempos es ocasión para
discernir cuanto hemos caído en la ciudad del amor propio, por ignorancia, falta o
comodidad y cómo podemos optar por la ciudad del amor divino. El contexto puede ser
ocasión para crecer y profundizar nuestra opción por los empobrecidos y ser conscientes
de nuestras debilidades personales y como iglesia. Hoy, habrá que trabajar desde el
silencio y la humildad, claves importantes de la espiritualidad de las Hermanas de la
Providencia.
La Providencia nos hace encontrarnos ahora, con el tiempo litúrgico de Adviento.
Surge inmediatamente la palabra de Isaías: “El pueblo que andaba en tiniebla ha visto
una gran luz” (9,2). Frente a tanta desesperanza nos invade la esperanza al colocar
nuestra mirada en Dios Providente. Fijamos lo que somos en El para observar estos
tiempos violentos y no caer en el desamparo ambiental. Sin ingenuidad, nos constituimos
como pueblo y esto ha sido una gracia en la desgracia. Vamos en camino, alterando
momentos de luz y de oscuridad como pueblo peregrino. Si somos factores de encuentro,
de diálogo, de paz con justicia, viviremos la profecía de Isaías. Salir al encuentro del que
sufre, escucharlos, verlos y sentirlos. Estos tiempos revueltos son ocasión para no ocultar
nuestra fe, y sin colocarnos la insignia de cristianos, ser factores de unidad y de acogida.
Un elemento luminoso en medio de las oscuridades es el apaciguamiento del
consumo. Por estos tiempos complejos, no hemos caído en la locura de las compras de
fin de año. Ocasión para vivir con más verdad estos momentos y el de navidad.
Oportunidad para despejarnos y vivir con más sentido la vigilante espera de la venida de
Dios. Tiempos para encontrarnos, acogernos, recibir y dar cariño. Las circunstancias nos
han llevado, ahora sí, a construir un Adviento y posteriormente, una navidad con sentido,
que tanto hemos expresado otras veces.
Adviento, recrea la gran paradoja de quien se pone a esperar a alguien que ya
está a su lado. La contingencia de hoy, nos llama a concretizar con gran fuerza este
misterio litúrgico. El escenario nos lleva a trabajar y a orar, para podamos reconocer a
Dios que camina a nuestro lado. Adviento, así, se convierte en una necesidad profunda
que necesitamos hoy, más que nunca. Grita por la liberación de todas las esclavitudes y
la vigilante espera de la venida de Dios. ¡Qué mejor momento para alojar en la ciudad
del amor divino!

Juan Carlos Bussenius R.


Centro de Espiritualidad Providencia
25 de noviembre de 2019

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