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“pasa porque”
Me encuentro lejos de la
paz, he olvidado la dicha
¿Dios guarda silencio? me digo: Ha fenecido mi
Vigor y la esperanza que
me venia de Yahvé (Lam
3,17-18).
Señor, Dios mío, ¿quién soy para que Tú me abandones? Llamao, me
aferro, nadie me contesta. ¿Donde esta mi fe? Madre Teresa de Calcuta, Ven, sé mi luz. Las
cartas privadas de la Santa de Calcuta, Brian Kolodiejchuk [ed.], Barcelona, Planeta, 2008, pp. 231-232.
Menciona Rubens, donde antes estuvo Dios, es lo que trata de expresar Paul
Celan en su “salmo” donde suple el nombre de Dios por Nadie: “Nadie nos
plasma de nuevo de tierra y arcilla, Nadie encanta nuestro polvo. Nadie.
Alabado seas tú, Nadie. Por amor a ti queremos florecer. Hacia ti. Una nada
Fuimos, somos, seremos Siempre, floreciendo: Rosa de nada, De Nadie rosa”
Sin embargo no es una “Nadiedad” equiparable al vacío, sino el salto de fe en
un acto de abandono frente a la posibilidad del abismo.Derrida: “Dirigirse a
nadie, no es exactamente lo mismo que no dirigirse a nadie.
Emmanuel Levinas, en Aimer la Thora plus que Dieu, apuntaba muy pertinentemente que:
“El Dios que se vela el rostro, pensamos, no es una abstracción de teólogos ni una imagen de
poetas. Es el momento en que el individuo no encuentra ningún recurso exterior, en que no
le protege ninguna institución, en que el consuelo de la presencia divina en el sentimiento
religioso infantil también se diluye, en que el individuo sólo puede triunfar en su conciencia,
es decir, necesariamente en el sufrimiento”. “En el camino que conduce al Dios único hay un
trecho sin Dios.
En este sentido, bien embonan aquí nuevamente las palabras de Emmanuel Levinas: “Distinguir en la quemadura del sufrimiento, la llama del
beso divino. Descubrir el misterioso cambio del sufrimiento supremo en felicidad”.