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Buenos días a todos, hoy les presentaré mis argumentos desde mi posición en contra de la imagen en la sociedad.

Empecemos:
¿Son los sentimientos, valores, y actitudes, más importantes que la apariencia física? Una pregunta que hoy en día resuena
tanto en las mentes de adolescentes de trece años mirando a la delgada y desarrollada modelo de la revista, así como en la
de jóvenes de veinti tanto años con tatuajes en brazos buscando un empleo. La desesperada búsqueda de esta imagen
“perfecta” está llevando a la sociedad a poner en un riesgo increíble su salud tanto física como mental, mientras que los
medios de comunicación tradicionales y redes sociales no hacen nada, pero incentivar este comportamiento. La apariencia
física se ha convertido en un estatus social de éxito, salud, y felicidad. Germi de León dijo: “La sociedad actual no
impulsa a ser, amar y creer, sino a parecer, poseer e imitar”
Hace 10 años, los adolescentes adquirían un celular a los 16 o 17 años y si bien empezaban ahí sus vidas en las redes
sociales, estas no tenían un contenido tan tóxico como el de hoy. Ahora, podemos ver niños y niñas desde los 5 años con
los modelos de celulares, tablets, laptops más avanzados, creciendo al lado del malicioso contenido lleno de estereotipos y
prejuicios respecto a la belleza física respecto en diferentes factores, que se encuentra sobre todo el internet. Para entender
mejor esta situación se puede usar esta metáfora: los niños son como esponjas que reciben, reciben y reciben información
de lo que ven o escuchan, que no han aprendido a descartar o ignorar pues aún no tienen ese mecanismo de defensa.
Como consecuencia, son mucho más vulnerables a desarrollar desordenes alimenticios (como la anorexia, bulimia y
ortorexia), dismorfia corporal, muy baja autoestima, etc. Estos, en sus casos más graves, llevan a la depresión, autolesión,
e incluso suicidio. Algunos ejemplos de estos estereotipos serían que: el cuerpo perfecto de una mujer es uno en el que
casi puedes ver los huesos, pero que al mismo tiempo debe tener grandes atributos y curvas; y que el cuerpo perfecto del
hombre es alto y musculoso; y así.
El otro punto es que la perspectiva con la que los mismos niños son criados genera la mayoría del acoso escolar o bullying
en los colegios, pues se nos enseña que las persona con sobrepeso vale menos que la que es delgada, que las personas con
discapacidades motoras o intelectuales son “raritos” entre comillas (esta discriminación es llamada ableismo o
capacitismo), que las personas de color no merecen trato igualitario, y así podría seguir con la lista a la que no se le
encuentra un sentido.
Pasando al mundo de los grandes, podemos decir que la mayoría de empresas formales están atraídas a candidatos de un
empleo que muestren el mismo perfil: sentido común, un estilo de vida ordenado y respeto por las reglas. Pero debido a
los prejuicios acerca de las personas con tatuajes, piercings, o ambos; lo primero que se le cruza por la cabeza a el
empresario entrevistador es que este candidato es un criminal, o si es una mujer que es una “fácil” entre comillas, o
incluso que tiene problemas mentales. Todo esto juzgándolo a base de su apariencia sin siquiera habiendo dado un vistazo
a su currículum lleno de sus capacidades. Por esto es que será muy complicado que la persona discriminada en cuestión
consiga el deseado empleo por el que realmente se ha esforzado y que ha perdido por un sin sentido injusto.
Gracias.

Por otra parte, sí que debemos ser conscientes de la primera impresión que podríamos causar a gente que podría
desarrollar un papel importante en nuestra vida. Pocas veces nos damos cuenta de la velocidad con que otros nos etiquetan
y clasifican, pues basta una mirada o el cruce de un par de palabras para determinar el tipo de persona que alguien es. Esta
primera impresión formara una imagen que generalmente perdura y que es la que nos abre o cierra puertas hacia nuevas y
mejores oportunidades. Esta imagen comienza a partir de nuestro aspecto físico.
Si queremos ser recordados de cierta manera y dejar una “huella” en ciertas personas, debemos enfocarnos en la manera
en la que nos comportamos frente a ellos y en el mensaje que les transmitimos con nuestro aspecto. Cuando la imagen
pública que hemos construido pierde coherencia con nuestros actos, esta se deteriora y puede ser casi imposible de
recuperar. Mantenerla hoy en día requiere cuidados extremos, pues en una sociedad donde cada individuo tiene en su
bolsillo una grabadora de voz, que a la vez es cámara de foto y videos, cualquier acto fuera de lo común es registrado y
publicado, arruinando la reputación ganada.
Por consiguiente, estos son algunos puntos claves que revelan la veracidad de nuestros mensajes: el contacto visual, los
gestos, el manejo de nuestras manos y nuestra posición corporal. Estos aspectos también transmiten la forma como nos
sentimos y nuestro grado de seguridad o incomodidad frente a determinadas situaciones. Por ejemplo, si soy una persona
insegura, pero me esfuerzo y me coloco en la posición relajada menos fingida posible, crearé una imagen completamente
diferente que si tuviera las manos en los bolsillos y la cabeza gacha. No obstante, hay que ser cuidadosos con esta táctica,
porque las falsas imágenes son las que más fácil se desmoronan.
En conclusión, los tóxicos estereotipos con los que crecemos (que van cambiando con el tiempo) hacen cada vez más
difícil el amarse a uno mismo y aceptarse como en verdad se es, pues nos embarcamos en la búsqueda de la perfección sin
darnos cuenta que dejamos nuestra felicidad atrás. Pero esta versión o imagen nuestra no es solo la apariencia física, el
modo de actuar, tu estilo de vestir y tu manera de arreglarte, sino que la forma como nos comunicamos determina la forma
como los demás nos ven. Esto se debe a que las palabras y conceptos que usamos revelan nuestro conocimiento, grado de
educación y respeto hacia los demás; son la entonación y el lenguaje corporal los aspectos más determinantes en la
imagen que los demás se forman de nosotros.

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