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Revista Ñ

Reconocimiento institucional
Arte que presiente el clima de
época
El público abrazó temprano sus obras, en las que se pone en
juego un agudo olfato para el presente, el precoz impulso
global y una capacidad única para proyectos desafiantes.

2014. Marta Minujín le sacó la piel al lobo y la regaló para canjearla por alfajores en el Museo
Mar. FOTO: FABIAN GASTIARENA

Ana Maria Battistozzi

26/11/2021 19:01 / Clarín.com Revista Ñ / Actualizado al 26/11/2021 19:01

La obra de Marta Minujín irrumpe como un meteoro en el arte

argentino. Solo puede ser abarcada y entendida como una
apasionada aventura contemporánea. Así presentó Jorge
Glusberg la primera muestra antológica dedicada a la artista
en el Museo Nacional de Bellas Artes a fines de 1990 99. Hasta
entonces, ninguno de los museos argentinos se había atrevido
a brindarle un reconocimiento institucional que abarcara
considerablemente su polifacética obra. La presentación de
Glusberg no solo asumía esa deuda sino que, al mismo tiempo,
definía en pocas palabras la trascendencia de la artista, que
muchos años después empezó a gozar de los reconocimientos
institucionales que le llueven en estos días.

"Minucode", es una videoinstalación que la artista Marta Minujín realizó en 1968 en Nueva
York. (Foto www.moma.org)

Fue recién en 2010 que el museo Malba profundizó esta tarea

dedicándole una cuidada exhibición, acotada al período 1959-
1989. En 2015 el Moderno reconstruyó la emblemática
“Menesunda”, a 50 años de la realización que compartió con
Reconocimiento institucional. El público abrazó temprano sus
obras, en las que se pone en juego un agudo olfato para el
presente, el precoz impulso global y una capacidad única para
los proyectos desafiantes y a gran escala. Pablo Suárez, Rubén
Santantonín, David Lamelas y Leopoldo Maler. Más allá de
reconocimientos a un pasado considerado heroico, es
innegable que la artista y su obra continúan reinventándose
hasta hoy.

Basta recordar la intervención que realizó en 2014 para la

apertura del Museo MAR en Mar del Plata en el marco de la
muestra inaugural “La Ola Pop”. Minujín concibió y emplazó
en la plaza de ingreso un enorme lobo marino a escala mayor,
como los emblemáticos de la Rambla frente a la
Bristol. Cubrió toda su estructura de alambre con envoltorios
de papel dorado, que los visitantes podían retirar y canjear por
alfajores Havanna. La materialización de esta idea fue de un
enorme impacto público, al punto de consagrarse como uno
de los mayores atractivos de la temporada 2015 en La Feliz.

Lúcido olfato
Sin embargo, la idea en sí expresa el lúcido olfato de Minujín
ante lo popular. ¿Hay algo más marplatense que la síntesis del
alfajor Havanna y los lobos marinos de la Rambla, telón de
fondo de las típicas fotografías guardadas por generaciones
desde los años 40?

Si hay algo que sus intervenciones públicas invariablemente

ponen de manifiesto es ese particular sentido, un agudo
sensor. Basta recordar el Partenón de libros que instaló en la
Avenida 9 de Julio en 1983 para celebrar el retorno a la
democracia. Libros prohibidos y no prohibidos durante la
última dictadura, que iban a ser repartidos entre el público
una vez que la estructura se desarmara. No es dificil evocar
desde hoy la sintonía que esta obra pudo establecer con el
espíritu de ese particular momento.

Lo mismo puede decirse del enorme “Gardel de Fuego”, que

concibió para ser incendiado en el marco de la IV Bienal de
Medellín en 1981. O del “Obelisco acostado”, que replicó el de
Buenos Aires en la Bienal de San Pablo de 1978, convocada
como Primera Bienal Latinoamericana.

También el de pan dulce, que presentó en Buenos Aires previo

a la Navidad de 1979. Con esta obra, Minujín inició la serie de
intercambios con un público encantado de participar de las
obras llevándose algo de ellas, como en Mar del Plata 2014.
Mucho antes, “La Menesunda” había convocado colas de gente
en el Di Tella, en 1965, alrededor de un nombre que, como “El
Batacazo”, fue significativo del argot de la época y hoy, caído
en desuso, identifica ese tubo de experiencias múltiples que
proponían los artistas.
Marta Minujin agradece el Premio Ñ a la Trayectoria Cultural en el museo Fernández Blanco.
Foto Juano Tesone

No cabe duda de que la relación de Minujín con el público fue

mucho más fluida que con las instituciones que festejaron sus
intervenciones pero vieron con recelo la posibilidad de
integrarlas al museo, como en estos días ha hecho el MoMA
con “Minucode”, la videoinstalación de 1968, adquirida e
instalada recientemente con una sala propia en la sede de
Manhattan. Es cierto que el carácter efímero y festivo de su
producción planteó por mucho tiempo cierta tensión con la
solemnidad de esas ámbitos. Por suerte, hoy eso cambió de
manera radical.

Fama en el exterior
Por su parte, y como ella misma afirma, llegó a ser más
conocida fuera del país. Artista global antes de la
globalización, vivió en en París y New York, y viajó por Europa
y distintas partes del mundo en su larga trayectoria. “Sin
valijas, con unas pocas cosas”.

Un rasgo que le permitió sostener en el tiempo el polifacético

carácter de su obra, hecha de happenings, performances,
instalaciones, acciones a distancia, intervenciones en el
espacio público, escultura y objetos, es su enorme capacidad
de gestión. Cada obra suya es una empresa a gran escala.

Importa destacar en este sentido, la rapidez con que advirtió y

continúa advirtiendo nuevos rumbos que habrán de
determinar y condicionar la producción del arte
contemporáneo. Entre ellos, la lógica que concibe al artista
como autor de ideas o proyectos que, por su dimensión,
deberán ser realizados por complejos equipos de producción,
y no necesariamente por la mano del artista.

La Reina del Happening ejerció desde muy joven una gran

capacidad de seducción para lograr la participación de actores
diversos de distintas geografías. Durante su primera estadía en
París en 1963, organizó en su taller una exposición que
convocó a artistas hoy considerados parte de la historia del
arte, como la portuguesa Lourdes Casto y el venezolano
Alejandro Otero.

Carlos Cruz Diez le diseñó el catálogo y luego todos

destruyeron las obras en un terreno baldío. De esa acción que
llamó “La destrucción”, participaron Christo, Jean Jacques
Lebel y el poeta surrealista Flammand.

Ya en Buenos Aires en 1966, organizó en el Instituto Di Tella el

happening tecnológico en proceso “Simultaneidad en
simulltaneidad”, como parte del Three Country Happening
(Happening en tres países), que había acordado previamente la
participación de Wolf Vostell y Allan Kaprow desde Berlín y
Nueva York. De este cruce a distancia participaron en Buenos
Aires personalidades, intelectuales y figuras populares del
momento.
 “Carlos Gardel de Fuego”, estructura de 17 metros rellena de algodón. En la IV Bienal de
Medellín, 1981.

Otro dato que adquiere relevancia, desde una perspectiva

actual, es la rapidez con que Minujín advirtió ya en la década
del 60 el cambio que las nuevas tecnologías y medios de
comunicación de masas habrían de introducir en la vida
cotidiana y en el arte.

Desprejuiciada, de una energía inagotable, la imagen que da

esta artista, acaso excesivamente centrada en sí misma, suele
ser equívoca. Basta rastrear sus entrevistas y opiniones para
confirmar cuán oportunas y a tono con los tiempos vienen
siendo sus observaciones.

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Editor Responsable: Ricardo Kirschbaum
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Edición Nº:9370 29 de Noviembre de 2021

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