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Stavrakakis
Stavrakakis
UBICACIÓN
DE LA IZQUIERDA LACANIANA
E l L a c a n p o lític o
] Por irónico que resulte, esla creciente popularidad no atañe sólo a la teoría política laca
niana, sino tam bién a su crítica. En otra versión del artículo citado, publicado en Theory &
Event, se afirma una vez más que -p ara gran decepción del autor del artículo- "entre la pléto
ra de perspectivas teóricas radicales va adquiriendo hegemonía un nuevo paradigm a. Inspi
rados en la obra de Jacques Lacan, los teóricos recurren cada vez más al concepto de 'falta
constitutiva' para encontrar una salida de los puntos m uertos a que han llegado los enfoques
marxistas clásicos, especulativos y analíticos de la teoría política [...]. El desafío que plantea
esta influyente perspectiva es dem asiado im portante para pasarlo por alto [en apariencia,
para decirlo en 'lacanés', la teoría de lo real ha surgido como lo real irreductible en la teoría].
Su estructura paradigm ática (...) está deviniend o la tendencia p redom inante en la teoría
(aparentemente) radical" (Robinson, 2005:1).
17
18 LA IZQUIERDA LACANIANA
2 Si se desea consultar u n análisis detallado de esta relación entre Lacan y M arx, véase
Zizek (1989).
3 La inclusión de la foto de Cohn-Bendit en la tapa del Seminario 17 de Lacan, L’etwers de
psychanaiyse, no es una m era coincidencia.
INTRODUCCIÓN. UBICACIÓN DE LA IZQUIERDA LACANIANA 19
Tal como decía él, deberíamos participar... Deberíamos cerrar filas para
lograr... bueno, ¿qué, exactamente? ¿Qué significa la organización sino un
nuevo orden? Un nuevo orden es el retomo de algo que -si recuerdan la pre
misa de la cual partí- es el orden del discurso del amo [...]. Es la única pala
bra que no se ha mencionado, pero es precisamente el término implícito en la
organización.
4 En Roudinesco (1997) y Turkle (1992) hay m ás inform ación biográfica que perm ite esbo
zar la relación de Lacan con la política.
5 La cita proviene del prefacio de 2 i íe k a la serie Wo es War, de Verso, que se reproduce en
todos los volúmenes.
20 LA IZQUIERDA LACANIANA
y contextos espaciales, la izquierda ha com prendido fuerzas com unistas, socialistas y libera
les, así como los nuevos movimientos sociales. También se ha asociado históricam ente a diver
sas propuestas políticas que apuntan a derrocar o transform ar el statu quo: desde la propie
dad pública de los medios de producción y la intervención/regulación estatal de la economía
hasta la expansión de los derechos, etc. H uelga decir que la referencia bibliográfica clásica
sobre la oposición entre derecha e izquierda es Bobbio (1996).
Este program a político precisa una reform ulación radical, y cabe señalar que hoy se tra
baja mucho en ese sentido. Sin embargo, el presente libro no aborda el desarrollo concreto de
propuestas políticas: Lacan sería una fuente poco apropiada para tal empresa. Por otra parte,
la concepción de políticas alternativas supone algo m ás: la legitim idad de la critica y la plau-
sibilidad (cognitiva y afectiva) de la propia idea de alternativa. H oy en día estas cuestiones
parecen estar en tela de juicio. Si el significante "iz q u ierd a " retiene algún significado, éste
deberá localizarse principalm ente aquí: surgido con la revolución dem ocrática, señala una
legitimación dem ocrática del antagonism o y en ca m a la idea de cuestionam iento del statu
quo, así com o la posibilidad de cambio. En oposición a lo que Roberto M angabeira U nger
denomina "la dictadura de la falta de alternativas" (M angabeira Unger, 2005), "la izquierda"
designa un intento de restablecer y respaldar el deseo de una democracia de alternativas. Más
aún, a fin de evitar la reocupación nostálgica de temas obsoletos de la izquierda, para estar
en condiciones de ofrecer análisis esclarecedores de la extendida tendencia a la desdem ocra
tización y orientar el pensam iento y la acción en direcciones innovadoras y atractivas, esta
orientación democrática radical tendrá que echar m ano de recursos teórico-prácticos no con
vencionales. Es aquí donde entran en escena la teoría lacaniana y la práctica del psicoanáli
sis. Adem ás, es preciso tener en cuenta que, tal com o leem os en el C on cise D iction ary o f
Current English, la expresión inglesa the Left ["la izq u ierd a"] tam bién denota una "sección
innovadora" de una escuela filosófica o tradición teórica.
8 Sin embargo, dados los rápidos e inesperados cambios que se producen en las posiciones
de Z iiek, y su tendencia a incursionar continuam ente en direcciones más bizarras e insonda
bles, casi es posible predecir que tarde o tem prano llegará el día en que la única gran trans
gresión de sí m ismo que le quede disponible sea trascender o incluso oponerse a Lacan. En este
sentido, el m apeo que se presenta aquí no excluye la posibilidad de futuros desarrollos en los
proyectos teóricos examinados, que obviam ente pueden seguir las más diversas direcciones.
22 LA IZQUIERDA LACANIANA
9 M iller no exagera cuando dice que "todo Lacan está en ese párrafo" (Miller, 1990: xix).
INTRODUCCIÓN. UBICACIÓN DE LA IZQUIERDA LACANIANA 23
T e o r ía , a n á l is is , e x p e r ie n c ia : e n c u e n t r o s c o n l o r e a l
Las anteriores aserciones, que subyacen a las prem isas epistem ológicas y
metodológicas de este texto, requieren cierta elaboración. La izquierda lacania
na es un libro de teoría y de análisis sustancialmente teórico, pero ¿qué tipo de
teoría? ¿Cómo puede y cómo debería posicionarse la teoría en relación con la
experiencia que se propone analizar?10 ¿Y de qué modo debería relacionarse
con el deseo que se sitúa como experiencia en su propia raíz? Aquí sólo cabe
partir de la tensión constitutiva entre el saber y la experiencia, tensión que no
es epifenoménica ni accidental. En un nivel muy rudimentario, el principal
designio de la construcción del saber y la teoría parece consistir en abordar y
explicar la experiencia, para luego orientar nuestra praxis, es decir, canalizar
la experiencia y guiar la acción por vías éticamente atinadas, fidedignas y legí
timas. He aquí una aserción extremadamente simple -casi sim plista- y neutra,
que corresponde a una creencia muy difundida según la cual "la razón princi
pal para creer en las teorías científicas es el hecho de que explican la coheren-
cia de nuestra experiencia". Así se afirma en el hoy mal reputado libro Impos
turas intelectuales (Sokal y Bricmont, 1998: 55).11 El problema con esta postura
es que las indagaciones teóricas y el discurso científico nunca logran explicar
ni entender la totalidad de nuestra experiencia, y mucho menos predecir y
dirigir la praxis humana. Incluso en el texto de Sokal y Bricmont, donde se
defiende a toda costa la "sagrad a" integridad de la ciencia, la aserción antes
mencionada sólo tiene sentido cuando la experiencia se reduce a los experi
mentos científicos, y las teorías científicas, a "las mejor verificadas", según
aseveran los propios autores (p. 55). Y aquí nos topamos con otro problema:
que lejos de proporcionar un encuentro con lo real, los experimentos científi
cos a menudo se acotan a un campo ya dom esticado de la experiencia, un
campo de mediciones ya determinadas por paradigmas: es decir, contamina
das por la misma teoría que son llamadas a verificar (Kuhn, 1996: 126 [233 y
234]).12 No obstante, la verificación que proporcionan en general parece bastar
para sostener la fantasía de que "la comunidad científica sabe cómo es el mun
do", la fantasía de que las teorías "verificadas" representan acabadamente el
campo de la experiencia en bruto (p. 5 [63]). Y esto es exactamente lo que per
mite que entre en escena la palabra "totalidad".
En tal circularidad de una experiencia ya simbolizada que sostiene la fan
tasía de un orden teórico cerrado y preciso se revela la naturaleza de lo que
Thomas Kuhn llama "la ciencia norm al". De más está decir que la constitu
ción de este orden es una cuestión predominantemente política; no es coinci
dencia que la teoría de Kuhn sobre la historicidad de la ciencia se articule
mediante un vocabulario político: ello pone en evidencia su relevancia directa
para la reflexión política. La fantasía de la ciencia normal descansa "sobre el
poder que se otorga a quienes pueden ir y venir" entre la realidad de la expe
riencia en bruto y nuestro mundo sociopolítico. Estos sujetos supuestos saber,
por usar una formulación lacaniana,13 "estos pocos elegidos, tal como se ven
11 No abordaré aquí los comentarios de Sokal y Bricm ont en relación con la teoría lacania
na. Acerca de este tema, véase Glynos y Stavrakakis (2001).
12 Si se desea consultar una introducción general a la conceptualización a m enudo contra
dictoria de la "experiencia" en el marco de la m odernidad occidental, véase Jay (2005).
13 En este punto es preciso tomar conciencia de una diferencia crucial: m ientras que en el
psicoanálisis es el analizante quien inviste al psicoanalista de supuesto saber, creencia desti
nada a debilitarse a m edida que progresa el tratam iento, aq u í son los propios científicos
quienes suelen afirm ar que encarnan este saber suprem o, un saber del todo y, -h e aquí el
punto cru cial- quienes insisten en no perm itir que nadie (ni siquiera ellos m ismos) cuestione
el estatus del discurso científico. Si bien afortunadam ente no se trata de algo qu e ocurra
siempre, las fantasías del todo, a pesar de algunas excepciones notables, conservan su vigen-
INTRODUCCIÓN. UBICACIÓN DE LA IZQUIERDA LACANIANA 25
ellos mismos, están dotados de la más fabulosa capacidad política que se haya
inventado jamás". ¿Y cuál es esta supuesta capacidad? "Pueden hacer hablar al
mundo mudo, decir la verdad sin que se los ponga en entredicho, poner fin a las discu
siones interminables mediante una form a de autoridad incontestable que provendría
de las cosas en sí" (Latour, 2004: 14). Es inevitable coincidir con Latour en que
"no podemos hacer pasar este cuento de hadas por una filosofía política como
cualquier otra, y mucho menos por una superior a todas las dem ás" (p. 15).
¿Por qué? Por una razón -y aquí propongo una línea de razonamiento laca-
niano-: porque la circularidad de este juego entre teoría y experiencia, entre
saber y verdad, sólo puede sostenerse cuando se excluye algo; lo que queda
fuera de la ecuación es la parte no simbolizada -o , más exactamente, no sim-
bolizable- de la experiencia, lo que siempre escapa a la simbolización y a la
representación teórica: en pocas palabras, lo real como distinto de la realidad.
La teoría sólo puede m anifestarse com o una adecuación o representación
veraz de la experiencia si el campo de la experiencia se reduce a aquello que
ya está simbolizado; en el mejor de los casos, a lo que es simbolizable de acuer
do con las reglas prevalecientes de la simbolización: en términos lacanianos, si
lo "real" se reduce a la "realidad" (que de acuerdo con Lacan se construye en
los niveles sim bólico e imaginario, m ediante el significante y la imagen).
Entonces, aquí no se disputa el hecho de que el saber pueda ser fiel a la reali
dad; claro que puede serlo. Sólo que se trata de una realidad ya producida
mediante las reglas científicas de la simbolización, una realidad ya teorizada.
El saber puede ser fiel a la realidad de nuestra experiencia, y aún así no captar
-forcluir, reprimir o desmentir- lo real de la experiencia, lo que cae fuera de lo
que esta realidad puede captar.
cía en el entorno "científico". Bruce Fink cita el ejem plo de E. O. Wilson, fam oso profesor de
biología de Harvard, quien, tal como lo revela su reciente libro Consilience. La unidad del cono
cimiento, sugiere que "si se em plean los m étodos desarrollados en las ciencias naturales, la
ciencia finalmente podrá explicarlo todo". La conclusión es obvia: "¿Acaso los científicos han
dejado atrás la fantasía del todo? ¡En lo más m ínim o!" (Fink, 2002:177).
Si esta fantasía se considera indispensable para estim ular el deseo del científico en condi
ciones científicas norm ales, el psicoanálisis apunta a perturbar su aceitado funcionamiento, a
cuestionar el sujeto supuesto saber. Es aquí donde se revela en toda su plenitud la distancia
entre la academ ia y el psicoanálisis. Tal como lo form ulara Lacan en su sem inario sobre el
acto psicoanalítico, "y o no soy un profesor, justam ente porque cuestiono al sujeto supuesto
saber. Eso es precisam ente lo que el profesor no cuestiona jam ás puesto que en esencia él es,
en tanto profesor, su representante" (seminario del 22 de noviem bre de 1967). ¿Puede el dis
curso teórico escapar a esta función de encarnación? ¿Cóm o? Com enzar a responder estas
preguntas es el objetivo de los párrafos que siguen.
26 LA IZQUIERDA LACANIANA
14 Lo cual de ningún m odo equivale a afirm ar que la banalidad no sirve. A dem ás, la
banalidad -d esd e la banalidad del consum o hasta la "banalidad del m al" que conceptualizó
H annah A ren d t- es una dim ensión siem pre presente, inevitable y a veces necesaria de la
vida humana.
15 A quí el problema no radica en que la teoría intente sim bolizar lo real, sino en el hecho
de que este intento se basa en la banalización de lo real y en la negativa a reconocer la im po
sibilidad últim a de su representación total.
INTRODUCCIÓN. UBICACIÓN DE LA IZQUIERDA LACANIANA 27
ción científica, pero este im pacto drástico no siem pre es visible porque lo
absorben de forma retrospectiva las diversas representaciones que las discipli
nas científicas tienen de sí mismas. En tales encuentros nos topamos con un
ímpetu científico radicalizado que es capaz de atravesar la banalidad de la
ciencia normal. Pero el proceso de sedimentación y normalización recomienza
de inmediato. Es entonces cuando el "retom o de lo reprimido" toma la forma
de "conciencia de anomalía [que] inaugura un período en el que las categorías
conceptuales se ajustan hasta que lo inicialmente anómalo se convierta [otra
vez] en lo previsto", con lo cual se inicia la hegemonía de un nuevo paradig
ma (Kuhn, 1996: 64 [146]).
Parece que "la ciencia, si se la mira con cuidado, no tiene memoria. Olvi
da las peripecias de las que ha nacido" (E2006: 738). Incluso Prusiner, el hereje
que propuso la hipótesis revolucionaria de los priones para explicar la enfer
medad de Creutzfeldt-Jakob y el mal de "la vaca loca", terminó por ganar el
premio Nobel, y sus teorías fueron adquiriendo el estatus de una nueva orto
doxia que las hizo cada vez más resistentes al cuestionamiento y la disputa.
Sin embargo, la restauración de la normalidad no implica que el nuevo para
digma esté a salvo. La razón es simple: ¿acaso no se funda en una banaliza-
ción similar de lo real de la experiencia? ¿Acaso lo real no excede siempre su
representación normalizada? Si éste es el caso, la ciencia normal nunca está a
salvo. De acuerdo con el esquema de Kuhn, nunca deja de ser susceptible a las
crisis y las revoluciones científicas, a las fuerzas de la negatividad y su positi-
vación/sedimentación parcial en órdenes siempre nuevos de discurso (cien
tífico). La conclusión afluye casi naturalm ente: en oposición al popular e
incondicional optim ism o ilustrado, el saber en general nunca es suficiente;
siempre hay algo que escapa. Es como si la teoría fuera un chaleco de fuerza
que no puede contener el vibrante e im predecible campo de nuestra expe
riencia real. El análisis científico se revela incapaz de cartografiar sus fronte
ras. Lo real parece ser una térra que desea permanecer incógnita.16 Frustrada
16 Obtenem os una prim era im presión de este ju ego entre la teoría y la exp eriencia en la
distinción entre el espacio y el tiempo. La construcción teórica - la construcción de una teoría
o una filosofía de la historia, por ejem plo- siem pre conlleva cierta espacialización de la tem
poralidad elusiva de la experiencia, del acontecim iento. La teoría intenta representar y fijar en
términos espaciales algo que se revela en el continuo e incontenible flujo de la tem poralidad.
A fin de cristalizar y entender la experiencia, necesitam os reducir la tem poralidad '‘experien
cia!" al espacio "teó rico ", al espacio de un texto. Sin em bargo, ello no equivale a decir que no
debamos explorar la posibilidad de construir form as espaciales (topológicas, teóricas, insti
tucionales, artísticas, urbanas, etc.) que intenten cercar la tem poralidad de lo real sin neutra
lizarla. De hecho, ésta es la línea que seguirá mi argum entación.
28 LA IZQUIERDA LACANIANA
17 Leclaire so refiere al psicoanalista, pero este problema afecta a todas las formas del análisis.
INTRODUCCIÓN. UBICACIÓN DE LA IZQUIERDA LACANIANA 29
18 A quí sintetizo un argum ento presentado por prim era vez en Stavrakakis (1999a1 82-90
[123-135]).
INTRODUCCIÓN. UBICACIÓN DE LA IZQUIERDA LACANIANA 31
19 Estructura topológica formada por tres anillos ligados de modo tal que, cuando uno de
ellos se corta, los otros dos se sueltan autom áticam ente. Lacan usa este nudo o cadena para
presentar el vínculo entre los tres registros: el de lo real, el de lo simbólico y el de lo im agina
rio. La estructura form aba parte del escudo de arm as de la fam ilia Borrom eo, de donde
adquiere su nombre.
20 Si se desea am pliar el análisis de la epistem ología lacaniana, véase Glynos y Stavraka-
kis (2002), y N obus y Quinn (2005).
32 LA IZQUIERDA LACANIANA
21 Esto no equivale a decir que los psicoanalistas hayan logrado evitar el didacticism o y
las manipulaciones de poder en su práctica clínica y sus colectividades profesionales.
22 Cualquier otra posición sólo puede neutralizar el potencial de una intervención analíti
ca. En una form ulación m uy "fo u ca ltia n a ", L acan incluso argum entará que "carg arse la
miseria [del analizando] al hombro es entrar en el discurso que la condiciona, así no fuera
más que a título de protesta" (Lacan, 1990:13 [95]).
34 LA IZQUIERDA LACANIANA
H ip ó t e s is , c a p ít u l o s
1978) estableció una legitim ación sim ilar en el m arco de la teoría cultural de izquierda del
mundo anglosajón. Pero tal crónica histórica excede el alcance de este proyecto. La única
excepción es la inclusión de Castoriadis, que no es por completo arbitraria: hasta hoy se ha
escrito muy poco acerca de la relación entre la obra de Castoriadis y la teoría lacaniana, y yo
me propongo echar alguna luz sobre este tema controvertido. La principal razón por la que
elegí incluir a C astoriadis es el hecho de que su obra m arca con gran claridad la periferia
éxtima de la izquierda lacaniana tal como se desarrolla en la actualidad.
24 Esta estructura topológica atrajo el interés de Lacan porque desestabiliza los supuestos
del sentido común acerca de la relación entre las dos caras de una figura dada (y, más en gene
ral, entre el interior y el exterior, la inclusión y la exclusión), puesto que perm ite concebir un
espacio que a prim era vista parece de dos lados com o un continuo con un lado y un borde.
25 Véase Stavrakakis (1999a).
36 LA IZQUIERDA LACANIANA
26 En este texto, los significantes "dialéctico/a" y "d ialéctica" no se usan en sentido estric
tamente técnico, y de ningún m odo en el sentido hegeliano o m arxista. En la m ayoría de los
casos se em plean para describir patrones contingentes de interacción dinám ica entre factores
o registros (constitutivos) de la experiencia. Tales interacciones no obedecen a reglas inma
nentes de desarrollo y escapan a todas las m etas predeterm inadas de la síntesis. Éste es más
bien el sentido en que Lacan se refiere a la dialéctica del sujeto y el Otro y a la dialéctica entre
la falta y el deseo o entre el deseo y la ley. En la misma línea se ubican los registros de lo sim
bólico, lo real y lo imaginario. Aquí es preciso señalar la absoluta ausencia de referencias a la
Aufhebung, de algún "víncu lo fantasm ático con la síntesis", dado que la noción hegeliana de
"progreso ideal" se sustituye por los "avalares de una carencia" (E2006: 710). Así, si hay una
afinidad con una conceptualización filosófica particular de la dialéctica, la candidata m ás pro
bable es la "dialéctica negativa" de Adorno, en la m edida en que allí se pone en tela de juicio
la identidad y la reconciliación, y la argum entación se articula sobre la b ase de una "concien
cia consistente de la no identidad" (Adorno, 1973: 5). La dialéctica negativa im pele al pensa
m iento a pensar contra su propia clausura, contra la reducción de nuestra experiencia de lo
"n o idéntico", término equivalente al real lacaniano desde el punto de vista estructural.
INTRODUCCIÓN. UBICACIÓN DE LA IZQUIERDA LACANIANA 37
28 Bruce Fink está en lo cierto cuando señala que la lingüística estructural, que en un prin
cipio sirvió de modelo a la reform ulación lacaniana de la investigación psicoanalítica, res
tringe su atención al nivel de la significación y la representación, al sujeto del significante
(Fink, 2004:144). Sin embargo, hay otra dim ensión de igual im portancia, el sujeto de la jouis
sance, que no debe pasarse por alto. Fink no dirige esta advertencia sólo al psicoanálisis, sino
también a campos como el de la economía, la sociología y la ciencia política: "m uchos otros
campos de las hum anidades y las ciencias sociales precisan reconciliarse con estas dos face
tas del sujeto en la construcción de la teoría y en la praxis" (p. 147).
INTRODUCCIÓN. UBICACIÓN DE LA IZQUIERDA LACANIANA 43
A s o c ia c io n e s l ib r e s
emprendieron la escritura conjunte de un estudio que planeaban titular Hegel y Freud: ensayo
de una confrontación interpretativa, pero el proyecto "quedó en estado em brionario" (p. 105 [162
y 163]). En todo caso, una genealogía de las conceptualizaciones lacanianas de lo real, el "y o "
y el "D eseo" tendría que hacer especial hincapié en los seminarios de Kojéve (Kojéve, 1980).
46 LA IZQUIERDA LACANIANA
Hay otras analogías que indican una extraña semejanza en ciertos aspec
tos. El factor crucial que contribuyó a configurar y cristalizar la identidad de
la izquierda hegeliana fue la polémica en torno al cristianismo (Kolakowski,
1978: 84 [91]). Tal como lo expresa Toews, "los hegelianos de izquierda exigían
que el Estado se emancipara de la Iglesia, que se creara una comunidad huma
na completamente secular e inmanente" (Toews, 1980: 361). Una preocupación
similar en relación con el legado del cristianismo se hace evidente en autores
que son de importancia central para la izquierda lacaniana -considérense, por
ejemplo, los numerosos libros y artículos de ¿izek sobre el tem a-, algo que no
debería sorprender demasiado en vista de la crítica de Freud a la religión y la
declaración de Lacan según la cual "si triunfa la religión, es señal de que ha
fracasado el psicoanálisis", que lo lleva a concluir: "E s más probable que triun
fe la religión" (Miller, 2004:16). Más importante aún, tal como lo sugiere ya el
subtítulo -D ethroning the S elf [Destronar el y o ]- del estudio M arx, The Young
Hegelians and the Origins o f Radical Social Theory [Marx, los jóvenes hegelianos
y los orígenes de la teoría social radical] (Breckman, 1999), el ataque de los
hegelianos de izquierda al personalism o cristiano ha tenido im plicaciones
más vastas para la idea de la condición de persona en general, así como para
sus correlatos sociales y políticos.
segunda parte del presente libro. Sin embargo, Lacan nunca reduciría esta
orientación m etapsicológíca a una cruda celebración del "biologism o" de
Freud (p. 6), ni separaría lo positivo de lo negativo para valorar los "instintos
de Vida" por sobre los "Proveedores de la Muerte" (p. i) y postular así la pers
pectiva utópica de "abolir la represión" (p. 5).
La distancia entre la izquierda freudiana y la izquierda lacaniana adquiere
aún mayor visibilidad en la obra de Wílhelm Reich. En su Análisis del carácter,
la posibilidad de la liberación sexual se funda en la delim itación de una
"estructura genital del carácter" esencializada, desinhibida y no neurótica,
capaz de lo que Reich denomina "potencia orgiástica", una entrega a la con
vulsión involuntaria del organismo entero en el clímax del abrazo genital. A
semejanza de Marcuse, Reich rechaza la dualidad de las pulsiones, en especial
la concepción freudiana de la pulsión de muerte, y disocia por completo el
placer del dolor: en una maniobra par excellence muy poco freudiana, atribuye
la biopatía y el irracionalismo social, la producción de una "estructura neuróti
ca del carácter", a la regulación moral, a la supresión que emana del ámbito
social (Reich, 1980). Las instituciones sociales inducen a un estancamiento, a
una contención de la energía vital, que conduce a la neurosis y al bloqueo
sexual. Aunque Lacan termina por abrazar la teoría freudiana de la libido -a
través de su concepción de la jouissance-, nunca cuestiona la idea central de
Freud según la cual la supresión (social) no produce la represión, sino que la
represión (primaria) hace posible e incluso necesaria la supresión (social):
"¿Por qué la familia, la sociedad misma, no serían ellas creación a edificarse de
la represión? Nada menos que eso" (Lacan, 1990: 28 [113 y 114]). El inconscien
te ex-siste, se motiva en la estructura, en el lenguaje, y en ese sentido la repre
sión y el superyó pre-existen (lógicamente) a su cristalización en el "malestar
(síntoma) en la civilización" (p. 28 [113]). Por eso, atribuir la falta de goce
(total) a "un mal arreglo de la sociedad" no es sino una tontería (E2006: 695).
La explicación simplista de Reich termina por apoyarse en su teoría del
Orgón, según la cual todos los problemas personales y los males sociales se
deben a la supresión de los orgones, una energía vital relacionada con el orgas
mo y la potencia orgiástica. Más aún, esta energía vital se concibe desde una
perspectiva exclusivamente heterosexual de una genitalidad supuestamente
armoniosa, y con total omisión de las pulsiones parciales y de la base perversa
polimorfa de la sexualidad humana. Como si todo esto no fuera suficientemen
te ingenuo, Reich conceptualiza los orgones como un elemento posmístico y
omnímodo: una energía cósmica primordial, universal y ubicua, "demostra
b le" por medios visuales, térmicos y electroscópicos, y mediante los contado
INTRODUCCIÓN. UBICACIÓN DE LA IZQUIERDA LACANIANA 51
E u ro pa en el foco
237
238 ANÁLISIS: DIALÉCTICA DEL GOCE
Sin embargo, ello no implica que la cuestión europea (la integración, uni
ficación o identidad de Europa) se haya abordado adecuadamente, desde una
perspectiva que haga hincapié en los procesos de formación de la identidad.
Tal como lo expresa Gerard Delanty en su libro Inventing Europe: Idea, Identity,
Reality [Inventar Europa: idea, identidad, realidad], "en realidad se ha reflexio
nado muy poco acerca del significado que tiene el término Europa y su rela
ción con los problem as que atañen a la identidad política contemporánea"
(Delanty, 1995: 1). Por ejemplo, más de cuarenta años después de que comen
zara el proyecto europeo en su forma actual, "es sorprendente que sepamos
tan poco sobre sus [...] efectos de configuración de la identidad" (Checkel,
2001: 50). No se trata aquí de meras lim itaciones de nuestra investigación
empírica, sino de que rara vez se tiene en claro qué implica dicho abordaje de
la identidad. En este campo se ha puesto de moda la identidad como palabra,
sin que en el proceso se haya echado más luz sobre su significado como cate
goría teórica y herramienta de análisis. Tales problemas de claridad concep
tual y rigor teórico tienen serias repercusiones analíticas. Por ejemplo, dificul
tan en extremo una elucidación sostenible del problema más acuciante que
afecta a la Unión Europea en el presente; a saber, que aunque Europa induda
blemente existe hoy como entidad económica, y cada vez más como entidad
política, la identificación con Europa no ha logrado hasta ahora adquirir "un
sentido cultural o afectivo más am plio" para los diversos pueblos europeos
(Pagden, 2002: 33). Tal como se ha observado, "adem ás de la bandera, el him
no y unos pocos festivales [...] la Unión Europea ofrece escasos elementos que
puedan inspirar el entusiasm o colectivo" (Chebel d'Appolonia, 2002: 190),
situación que parecen corroborar los datos estadísticos más recientes del Euro-
barómetro (Dunkerley et ah, 2002:120) y las dificultades que enfrenta la ratifica
ción del nuevo Tratado Constitucional.
Este capítulo parte de la idea según la cual las dimensiones paradójicas de
la identidad política y la form ación identitaria analizadas en los capítulos
anteriores -d im en sion es que a m enudo reciben escasa atención, pero que
siguen siendo esenciales en lo que concierne a la conceptualización exhausti
va y rigurosa de la identidad y la identificación- son cruciales para repensar
cuestiones vinculadas a la identidad europea y desarrollar un conjunto apro
piado de líneas de investigación e hipótesis en este campo. Según mi hipótesis
principal, las nociones de identidad e identificación que resultan de combinar
la teoría del discurso con el psicoanálisis lacaniano y se articulan en tomo al
ángulo analítico de la jouissance pueden brindar explicaciones plausibles y
novedosas de las actuales dificultades que enfrenta la construcción de una
FALTA DE PASIÓN 239
Contra quienes creen que la política puede reducirse a las motivaciones indivi
duales y que está impulsada por la búsqueda del interés propio, [los partidos
populistas] saben muy bien que ésta siempre consiste en crear un Nosotros en
contraposición a un Ellos, y que implica la creación de identidades colectivas.
De ahí el potente atractivo que ejerce su discurso: brinda formas colectivas de
identificación para "el pueblo" (Mouffe, 2002: 8).
Este enfoque se ha aplicado con buenos resultados al caso de Flandes (De Vos,
2002). Sin embargo, el caso francés de Le Pen constituye hasta ahora el mejor
ejem plo, tanto en lo que se refiere al contenido com o al estilo de su discurso
político. El discurso de Le Pen está atravesado por
C o n s t r u c c ió n d e l a id e n t id a d e u r o p e a
De ¡a práctica política...
1 En esp ecial cuan do la "m u ltip licid a d " im plica la articu lación de elem entos aparente
m ente contradictorios.
FALTA DE PASIÓN 247
los de los diferentes países y cuanto mayor sea el com prom iso emocional de
las poblaciones con sus respectivos modelos, más improbable es que se esta
blezca, se acepte y se implemente una política común en el nivel supranacio-
nal" (Zetterholm, 1994: 7). Por otra parte, si tal contaminación fuera inevitable,
surgiría otra pregunta crucial: ¿Cuál de las dos dim ensiones dominaría a la
otra? Dadas las deficiencias que aquejan a la concepción árida de la "identi
dad europea" o de "E u rop a", la perspectiva se ve som bría una vez más. En
una batalla tan desigual, resulta difícil vislum brar la posibilidad de que la
identidad europea adquiera alguna vez un rol preponderante en la vida de los
ciudadanos europeos.
E l O tro o bsc en o d e E u ro pa
Más im portante aún, reprim ir la dim ensión del goce no afecta sólo a las pers
pectivas fu turas de la u n ificación europea. Tam bién produce una serie de
resultados indirectos de sum a im portancia política. Com o ya he argumentado,
la represión de significantes catectizados de valor afectivo y libidinal nunca
conduce a la desaparición de la energía psíquica, sino apenas a su desplaza
miento y al "retom o de lo reprim ido" m ediante el surgim iento de formaciones
sintomáticas. H em os visto la relevancia que tiene esta lógica para la exp lica
ción de fenóm enos políticos tales com o el auge de los populism os de derecha
en Europa. Si estas hipótesis son correctas, es m uy probable que se produzca
una curva sim ilar en relación con los debates sobre la identidad y la integra
ción europeas. En efecto, el descuido del aspecto afectivo de la identificación
parece conducir a un desplazam iento de la energía catectizada hacia los dis
cursos id e o ló g ic o s y p o lít ic o s a n tie u r o p e o s , d is c u r s o s q u e in v itan y v a lo ra n
esta catexis. De hecho, en otro nivel ha escalado un debate m uy álgido en cuyo
marco la árida identidad europea, ju nto con sus configuraciones instituciona
les y su s palabras grandilocuentes, se ven com o agentes de castración que no
sólo son indiferentes, sino tam bién hostiles, a las estructuras del goce que ope
ran en los diversos contextos nacionales, adem ás de haber puesto en marcha
un proceso de estandarización que debe ser resistido. Los discursos de resis
tencia difieren de la jerga europeizante convencional no sólo en virtud de su
contenido sino también por su estilo: son agresivos, viscerales, cóm icos, y van
desde la obscenidad hasta la violencia, a m enudo por la vía de lo grotesco. Y es
probable que estas características sean el secreto de su éxito.
Estos discursos son tan inconmensurables con los debates políticos y acadé
micos convencionales sobre Europa que tanto la clase política como la com uni
dad académica han preferido eludirlos. Pero esta respuesta no los hará desapa
recer, sino todo lo contrario. De ahí que sea más prudente explorar su constitución
y funcionamiento. Tenemos a disposición una gran cantidad de ejem plos: Le
Pen una vez más, el discurso populista religioso de Grecia y otros. Pero el ejem
plo más gráfico proviene de algunas versiones del "euroescepticism o" británico.
Hay un tipo de escepticismo en relación con Europa que atrae a millones de per
sonas: el de la prensa popular británica, que me interesa especialmente y consti
tuye el último reservorio discursivo a ser analizado en este capítulo.
En general, la investigación sobre el tratam iento que los m edios britán i
cos dan a la integración europea ha puesto al descubierto una actitud negativa
y resistente a la idea de la integración e identidad de Europa (Cinnirella, 1996:
250 ANÁLISIS: DIALÉCTICA DEL GOCE
263). Pero lo más importante es que esta hostilidad mediática suele tomar una
forma particular. De acuerdo con nuestra línea argumental, esperaríamos que
dicha actitud se articulara com o antítesis de la forma árida, normativa y abs
tracta que adquiere el debate en los círculos políticos oficiales. Y esto es exac
tamente lo que ocurre. La resistencia habla un lenguaje diferente, se despliega
en un nivel com pletam ente distinto, fundado en el afecto, la pasión, el ridícu
lo, la obscenidad. Resulta difícil pasar por alto el hecho de que el 1° de noviem
bre de 1991, cuando un grupo de políticos respetables debatían los pros y los
contras del federalism o y la independencia nacional, The Sun, uno de los perió
dicos británicos más leídos, publicó el titular "U p Yours D elors!"* (p. 263). Este
tipo de discurso, característico de la prensa popular de derecha, ha tenido tan
to éxito que hoy constituye uno de los principales pilares sobre los que se edi
fica la influencia del "euroescepticism o" (Forster, 2002:111).
¿Cuáles son los parám etros básicos de la resistencia a Europa que se arti
cula en la prensa popular británica? Su característica más saliente parece ser la
descripción de la Unión Europea como una agencia reguladora extranjera que
interviene de algún m odo en la organización particular de nuestra vida, en la
estructuración particular de nuestro goce. En otras palabras, la u e se represen
ta primordialmente como agente de la castración. Hay ejemplos muy revelado
res: se ha acusado a "los burócratas de Bruselas" de querer descartar la hogaza
tradicional británica (Daily M ail, 27 de octubre de 1997: 29); de obligar a Gran
Bretaña a cambiar los enchufes de tres patas por los de la versión continental,
con lo cual harían gastar "una fortuna" a los usuarios particulares -dado que
la medida requiere m odificar la instalación eléctrica- y supuestamente pon
drían en peligro los estándares británicos de seguridad (Daily Star, 27 de mayo
de 1994: 2); de presionar a Gran Bretaña para que reemplace el inodoro tradi
cional británico por el "retrete europeo" (Euro-loo) (The Sun, 4 de mayo de 1999:
11). Otros títulos y noticias de última hora decían así: "Los Eurócratas escanda
lizaron a los galeses ayer, en el Día de San David, cuando ordenaron que todos
los puerros que se vendieran en el futuro debían ser sim ilares"** (Daily Express,
* La frase "U p y ou rs!" es una versión abreviada d e "U p your ass!", que equivale a la expre
sión en español "¡M étetelo en el trasero!" (algo así com o "¡M étetelo en el tuyo!" o "¡Métetelo
en e l...!" en esta versión abreviada, que es de uso m uy com ún). Dado que "y ou rs" rima con
"D elors" (el apellido del entonces presidente de la Com isión Europea), el titular tiene un efec
to doblem ente cómico. U na traducción posible del titular es "¡M étetelo, Delors!". [N. de la T.)
* * El día de San D avid , los galeses llevan un puerro com o insignia en m em oria de una
batalla contra los sajones en la que, según la tradición, san David aconsejó a los combatientes
galeses que se colocaran una planta de puerro en el som brero para distinguirse de sus ene
migos. [N. de la T.]
FALTA DE PASIÓN 251
2 de marzo de 2002: 36); "L os entrom etidos de la u e pretend en proh ibir las
palizas" (The Sun, 16 de junio de 1998:15); "Bruselas planea descartar nuestros
pasaportes" (Mail on Sunday, 29 de octubre de 2000:1).
Lo más extraordinario desde el punto de vista psicoanalítico es la abun
dancia de connotaciones sexuales y m etáforas obscenas que m arcan este dis
curso de principio a fin. Por ejem plo, cuando se acusa a la u e de determ inar
que "las bananas no deben ser dem asiado cu rv a s" (The Sun, 4 de m arzo de
1998: 6) y que "los pepinos tienen que ser rectos"* (p. 6), o cuando se publican
artículos com o éste: "L os chiflados de la u e han decretado que los ruibarbos
británicos deben ser rectos" (The Sun, 24 de junio de 1996:11). Y ni hablar de la
supuesta arm onización del tam año de los condones y la "E u roam en aza de
matar la salchicha británica". Los ejem plos se extienden ad infinitum , pero lo
más importante es que estas crónicas grotescas parecen brindar un respaldo
obsceno a la resistencia contra una Europa que ha fracasado en el intento de
inspirar pasión y funcionar con eficacia com o objeto de identificación: una
Europa que ha hecho caso omiso de la dimensión obscena y visceral de la iden
tificación, y cada vez se ve más desprovista de atractivo y sustancia afectiva.
Aquí cabe señalar otros dos puntos de suma im portancia. En prim er lugar,
es preciso cuidarse mucho de calificar estas crónicas de m arginales e intrascen
dentes. No sólo retratan la línea editorial básica de algunos de los periódicos
más populares de G ran Bretaña, sino que en ocasiones aparecen en p eriód i
cos más serios y ejercen cada vez más influencia en el discurso que form a la
opinión pública. En su prim er libro sobre el "eu roescep ticism o" britán ico,
Forster argumenta que, debido al predom inio de partidarios del integracionis-
mo en la com unidad académ ica, Va m ayoría de los debates han "p a sa d o por
alto sistem áticam ente el euroescepticism o y, por defecto o con intención, a
menudo no lo han tratado com o un fenóm eno serio o com o objeto de estudio"
(Forster, 2002: 3). Si así se han abordado las formas respetables del escepticis
mo, el lector imaginará lo que ha ocurrido con el eje obsceno del debate. Por
fortuna, esta indiferencia com placiente se acerca lentam ente a su fin. Se ven
algunos indicios en el hecho de que las instituciones partidarias de la integra
ción europea -incluidas la representación de la Comisión Europea en el Reino
Unido y la campaña Britain in Europe [Gran Bretaña en Europa), iniciativa res
paldada por Tony Blair, Gordon Brown, Ken Clarke, Michael Heseltine y Char
les K ennedy- adquieren cada vez más conciencia de la necesidad de lidiar de
* "C u cu m b ers h ave to b e stra ig h t!". La p alabra inglesa straight, que sign ifica " r e c to " o
"derecho" tam bién se usa para decir que una persona no es hom osexual. [N. de la T.)
252 ANÁLISIS: DIALÉCTICA DEL GOCE
algún m odo con esta avalancha. De ahí que se haya dedicado toda una sección
de la página web británica de la Comisión Europea a los diversos "euromitos"
antes m encionados (European Com m ission, 2006), en tanto que la campaña
Britain in Europe ha producido un folleto con el sugestivo título de "Straight
Bananas? 201 A nti-European M yths E xp o sed " [¿Bananas rectas? 201 mitos
antieuropeos desenmascarados].2 Sin embargo, en ambas instancias el objetivo
consiste en revelar la falsedad de las afirmaciones, con lo cual se pasa por alto el
hecho de que el público no disfruta de estas crónicas por su valor de verdad sino
porque se identifica con el fantasma implícito en ellas ante la falta de alternati
vas reales que le ofrece la identidad europea.3 ¿Por qué la prensa británica opera
en este nivel visceral de la argum entación? ¿Por qué el público británico -así
como otras esferas europeas de opinión p ú blica- sigue mostrándose susceptible
a una retórica tan obscena? Quizás el análisis social y político dominante deba
comenzar a considerar la posibilidad de que estas vicisitudes son el resultado de
construir una identidad europea basada en la exclusión de ciertas dimensiones
que son cruciales para la reproducción de las identificaciones sociales y políti
cas: el afecto, el goce, la pasión. Luego de los votos por el No en Francia y en los
Países Bajos, y de que se hubieran aplazado por tiempo indefinido los planes de
realizar un referendo europeo en el Reino Unido, Britain in Europe cesó su cam
paña. ¿Qué podría indicar mejor las limitaciones que aquejan a la estrategia tec-
nocrática y racionalista para crear lazos sólidos con Europa? Es preciso conside
rar con urgencia esta lección antes de que sea demasiado tarde.
¿Q ué debe h a c e rs e ?
En pocas palabras, ¿qué debe hacerse? Los lectores que no están familiariza
dos con argum entaciones com o la que emplea el psicoanálisis podrían pensar
2 De h echo, la m ayoría d e los ejem plos q u e se citan m ás arriba provienen d e esta invalua-
b le fuente.
3 A sim ism o, en un reciente intento de reelaborar la agend a proeuropea luego de los refe-
rendos de Francia y los P aíses Bajos, G idd ens y Beck describen en térm inos afectivos la crisis
del im ag in a rio eu ro p eo : "e s to s sen tim ien to s tiend en a e stim u lar un re to m o emocional al
p araíso a p aren tem en te seg u ro d e la n a ció n " (B eck y G id d en s, 2005: 6). Sin embargo, a este
b reve recon ocim ien to d e la dinám ica em ocional sigu e una lista de argum entos "racionales”
en favor d e Eu ropa, que pasan p or alto el lado afectivo. En la argum entación de estos auto
res, el afecto se presen ta com o un factor asociado a la actitu d regresiva de adhesión irracio
nal a la nación, q ue - s i b ien se reconoce en u n n iv e l- en realidad no pu ed e integrarse a nues
tro m odo de pen sar ni ser negociada p o r d erecho propio.
FALTA DE PASIÓN 253
¿V ic t o r io s o c o n s u m is m o ?
255
256 ANÁLISIS: DIALÉCTICA DEL GOCE
1 En este cap ítu lo uso en general la p alab ra "c o n su m o " p ara referirm e a los correspon
dientes actos, en tanto que reservo "co n su m ism o " p ara el estilo d e v id a fundado en la cen-
tralidad de los actos de consum o. Así, con la categoría d e "co n su m ism o " intento elucidarlas
im p licacio n es p sico so ciales de la exp erien cia del co n su m o y cap tar la interacción entre la
atracción personal y el pod er ideológico que subyacen a su éxito.
2 De m ás está decir que, confinada a este capítulo, dicha exp loración tendrá que obedecer
a estrictas lim itaciones d e esp acio, lo cual im pone la n ecesidad d e concen trarse en aspectos
centrales particulares del consum ism o y la pu blicidad, sin an alizar - a l m en os no in «tenso-
aspectos relacionados de la econom ía contem poránea, inclu id os im portan tes desarrollos en
la esfera de la producción.
LA "POLÍTICA DE LA ¡OUISSANCE" CONSUMISTA. 257
* Robert R. N athan, M ovilizing f o r abm idancc, N ueva York, M cGraw -H ill, 1944 [trad. esp.:
Camino de la abundancia, M éxico, Fondo de Cultura Económ ica, 1944]. [N. de la T.]
258 ANÁLISIS: DIALÉCTICA DEL GOCE
muy común durante la Guerra Fría" (p. 126). Beneficiado por tales asociacio
nes, el consumismo devino así en el factor cultural subyacente que colonizó la
política y otras esferas. Tan pronto como se admite la existencia de este íntimo
vínculo entre el consumismo y la política, es posible incluso comenzar a reco
nocer que el colapso de los regímenes socialistas existentes no fue tanto una
victoria del liberalismo como, por sobre todas las cosas, un triunfo del consu
mismo (Cross, 2000: 8): fue el precio que pagó el socialismo estatal por privile
giar la producción sobre el consumo (Zizek, 2006: 53).
De más está decir que la interrelación entre el capitalismo y la política no
es algo nuevo. Por sorprendente que parezca, los primeros argumentos en
favor del capitalism o no fueron de índole económ ica sino profundamente
políticos: anunciaban que la acción humana motivada por los intereses era
una fuerza cap az de doblegar las pasiones irracionales y garantizar la estabili
dad del orden social (Hirschman, 1977). Desde entonces, la conducta orienta
da por el interés propio fue proclam ada deber social por ideologías que la
elevaron a verdadera "contribución al bien com ún" (Hirschman, 2002: 67).
Tales ideologías, claro está, no pueden ocultar que este proceso involucra la
colonización y la despolem ización de significantes tales como "igualdad",
"prosperidad" y "el bien" en auspicio de la hegemonía capitalista.
Sin embargo, con la paulatina transición desde el mercado masivo hacia
los mercados segmentados, la justificación del consumismo ya no requirió de
estas articulaciones; com enzó a alejarse de la cohesión social para avanzar
hacia la esfera de la fantasía personal (Cross, 2000:193). De hecho, luego de la
era Reagan, la "república del consumo" ingresó en un estadio de "mercantili-
zación de la república" (Cohén, 2004: 396):
C o n s u m is m o f s ic o a n a l ít ic o
Entonces, al menos desde el punto de vista histórico, resulta muy difícil cues
tionar las importantes implicaciones políticas del mundo del consumo. Lo que
es preciso dilucidar es cuáles son los mecanismos exactos que subyacen a esta
articulación entre la política y el consumismo, y a la creciente hegemonización
de nuestras sociedades por los discursos del consumo, la publicidad y las rela
ciones públicas. De acuerdo con el argumento que me propongo desarrollar
aquí, la teoría psicoanalítica está eminentemente calificada para captar, carto-
grafiar e interpretar estos mecanismos de un modo que los análisis más tradi
cionales y las críticas convencionales de izquierda han sido incapaces de vis
lumbrar y/o desarrollar de forma exhaustiva.
Sin embargo, cabe preguntarse cuál es el elemento que legitima la inter
vención de la teoría psicoanalítica en este terreno. En primer lugar, el psicoa
nálisis estuvo presente en el "nacim iento" de las relaciones públicas y conti
3 Es preciso recodar que el mundo del consum o no es accesible a todos los habitantes del
globo, y tampoco lo es en la misma medida ni al mismo precio (desde el punto de vista econ6-
mico, social, cultural y ecológico). Éste es un argumento que la izquierda freudiana puso de
relieve. Con algunos agregados y desplazamientos geográficos, la crítica que Marcuse hizo en
1966 conserva su vigencia: "Pero la verdad es que esta libertad y esta satisfacción [de la sociedad
opulenta] están transformando a la Tierra en un infierno. El averno aún se concentra en ciertos
lugares lejanos -Vietnam , el Congo, Sudáfrica- y en los guetos de la "sociedad opulenta" -en
Misisipi y Alabama, en Harlem-. Estos sitios infernales iluminan el todo" (Marcuse, 1966: iii).
LA "POLÍTICA DE LA JOUISSANCE" CONSUMISTA. 261
núa siendo un recurso indirecto para la industria publicitaria. Por irónico que
resulte, el así llamado "fundador" de las relaciones públicas, Edward Bernays
-a quien su biógrafo apodó "El padre del spin "- fue nada menos que el sobri
no de Freud. En su biografía de Bernays, Larry Tye incluyó un capítulo con el
revelador título de "U nele Sigi" [Tío Sigi], donde narra la relación, estrecha
pero agitada, entre Freud y Bernays; de hecho, este último desempeñó un rol
muy activo en la traducción al inglés y la publicación de algunos de los pri
meros textos de su tío (Tye, 1998).4 En los años cincuenta, luego de haber
comprendido paulatinamente que la verdadera sujeción se establece median
te lazos emocionales y no a través de la argumentación racional, la industria
publicitaria comenzó a adoptar técnicas de indagación motivacional, rama de
la investigación cuyo creador, Ernest Dichter, también había recibido influen
cias de Freud. Estas técnicas apuntan a los motivos inconscientes del consu
midor, y a menudo se inspiran en el psicoanálisis. De ahí las analogías entre
la asociación libre, las entrevistas en profundidad y los grupos focales (Ander-
sen, 1995: 79).
Si el desarrollo de algunos de los pilares más importantes del capitalismo
moderno y la cultura de consumo se basó en cierta apropiación de ideas psi-
coanalíticas, por otra parte la publicidad también ha llegado a preocupar a la
reflexión en el campo del psicoanálisis. El propio Lacan se refirió a la publici
dad en 1966 -a l eslogan "Disfruta C oca-C ola"- cuando habló de le sujet de la
jouissance en su conferencia de Baltimore. De este modo asoció la publicidad y
el consumismo a la problem ática psicoanalítica del goce, problemática que
revela en profundidad los fundamentos del capitalismo (S 1 7 :123 [113]). ¿Aca
so el goce, ya sea como significante, como imagen o como subtexto, no está
siempre en el centro de la promesa que estimula el deseo del consumidor y
reproduce la cultura de consumo? ¿No es el goce real lo que esperamos de los
actos de consumo? En los tiempos que corren sólo entra en juego la naturaleza
particular de este goce; por ejemplo, cuando algún fabricante de automóviles
promete un excedente -cierto plus de jo u ir- de "goce avanzado" en contraste
con el supuesto goce de término medio que ofrecen otros automóviles, o cuan
do un fabricante de cigarrillos articula el anuncio de su nueva marca en torno
a la promesa de un "goce limpio", en contraposición al supuesto goce impuro
que ofrece la competencia. ¿Y no exhibe ese goce todas las características para
dójicas de la jouissance lacaniana?
(Lodziak, 2002: 158). Las interrogantes que se su scitan aquí son bastante
obvias: si el consumismo es tan insuficiente, ¿cómo logra resistir las operacio
nes de desenmascaramiento que llevan a cabo sus críticos? ¿Cómo retiene su
poder hegem ónico? Tal com o argum entaré en el presente capítulo, "la jere
m iada" -e l tipo dominante de crítica rad ical- nunca tuvo en cuenta la dinámi
ca de la jouissance que subyace a la cultura de consum o, y en consecuencia
quedó atrapada en un paradigma de "falsa conciencia" que redujo una cues
tión de goce y deseo a una cuestión de saber y raciocinio, con \o cual resultó
incapaz de ofrecer alternativas realistas. E l resultado ha sido la derrota de \a
cultura de la restricción, que en definitiva es im potente. N ada se gana con
desconocer el hecho de que la publicidad es capaz de hechizam os de las mane
ras m ás diversas. Es así com o ha logrado convertirse en una de las fuerzas
principales que estructuran la vida cotidiana, nuestras identificaciones, aspi
raciones e im aginarios; por la m ism a razón, la iniciativa de desmitificar las
tendencias normalizadoras de la publicidad y el consum ism o presupone que
sepam os apreciar la m ovilización afectiva involucrada en la presencia o la
promesa del consumo de mercancías (Bennett, 2001: 113 y 114).5
Esto no equivale a decir que no haya habido econom istas conscientes de
las antinom ias constitutivas de la satisfacción que desestabilizan el tipo ideal
propuesto por las teorías de la elección racional; al respecto cabe considerar la
observación lacanesca de Scitovsky, según la cual "lo más placentero está en
la frontera con el displacer" (Scitovsky, 1992: 34). A lbert H irschm an también
puso de relieve las limitaciones que presenta el m odelo de la elección racional
e intentó construir su versión enriqu ecid a basánd ose en fu entes diversas,
entre las cuales se cuenta Baudrillard (Hirschman, 2002: 36). También ha habi
do críticos de la publicidad y el consumism o, en especial desde una perspecti
va sociológica, que intentaron alejarse del paradigma naturalista/esencialista
con el fin de tomar en cuenta la plasticidad y el carácter m etoním ico del deseo.
Desde que Baudrillard escribiera en 1970 La sociedad de consum o hasta la publi
cación de textos más recientes, la problem ática del deseo ha adquirido cada
vez m ayor centralidad.6 Sin em bargo, con esta tendencia apareció un nuevo
^ Vale la pena señ alar que Bennett en tien d e el hechizo de un m odo qu e en ciertos aspec
tos la acerca al concepto lacaniano d e jouissance. P or ejem plo, cuando asocia el hechizo a un
sen tim ien to p lacen tero aco p lad o a una d isru p ció n sin iestra (B en n ett, 2001: 5) o cuando lo
define com o "u n estado corporal donde se m ezclan el gozo y la p ertu rb ación " (p. 111).
Para d a r sólo un ejem plo, una co lecció n recien te de textos in tro d u cto rios qu e lleva el
característico título T he W/n/ o f C onsujuption [El porqué del consu m o] incluye un texto sobre
el deseo qu e recurre sustancialm ente a la teoría laeaniana (Belk et al., 2000).
LA "POLÍTICA DE LA JOUISSANCE" CONSUMISTA. 265
N e c e s i d a d , d e s e o , f a n t a s m a . .. y d e s p u é s
8 Si se desea consultar otro ejem plo, véase el análisis de Guy Debord, que no logra eludir
la referencia a "pseud onecesid ades" como "falsificación de la vid a" (Debord, 1995:44).
LA "POLITICA DE LA JOUISSANCE" CONSUMISTA. 267
9 Aquí Mane se inspira en una observación de Barbón que data d e 16% , según la cual el ape
tito del espíritu es "ta n n atural en éste com o el ham bre en el cuerpo" (M arx, 1 961:35 [3, n. 2]).
268 ANÁLISIS: DIALÉCTICA DHL GOCE
10 En otro im portante libro, El sistem a de los objetos, Baudrillard tam bién em plea un enfo
que sem ió tico d e in co n fu n d ib le sa b o r lacan ian o y co n clu y e con una oración lacanesca:
"F in alm en te, porque el consum o se funda en una fa lta o carencia, es incon ten ib le" (Baudri
llard, 1996: 224 [229]).
LA "POLÍTICA DE LA JOUISSANCE" CONSUMISTA. 269
11 Tal como lo expresa Klein, "la m arca debe pensarse com o el sentido principal de la cor
poración m oderna, y el anuncio p u blicitario, com o uno de los vehículos qu e se u san para
comunicar ese sentido al m u n d o " (Klein, 2000:5).
270 ANÁLISIS: DIALÉCTICA DEL GOCE
Pero aquí resulta imperioso no pasar por alto el hecho de que, precisamente
porque somos incapaces de recobrar nuestra jouissance presimbólica perdida/
imposible en toda su plenitud, el fantasma publicitario intenta exorcizar el
malestar (malaise) de la vida cotidiana mediante la reproducción del sistema
del cual este malestar es constitutivo. El deseo sólo puede sostenerse median
LA "POLITICA DE L A ¡OUISSANCE" CONSUMISTA. 271
12 E x actam en te p orqu e el go ce exp erim en tad o nunca es el goce prom etido y esp erad o -y
en con secu en cia cierta falta está d estin ad a a re in sc rib irse -, m uch as m arcas h an prometido
co m p en sa r la falta p o r a d ela n ta d o . D e a h í el afán p o r o frecer p ro d u cto s com o los huevos
K in d er - u n ch o co late q u e tod os co m p ran p or el regalo de n o -ch o co late qu e está en su inte
r io r - y h a ce r p ro p u estas com o "C o m p re este d en tífrico y o b teng a g ratis un tercio extra" o
"B u sq u e en el reverso d e la etiqu eta m etálica. ¡Q uizá descu bra que es el gan ad or d e uno de
nu estros prem ios, d esde otra C oca-C ola gratis hasta un auto n u ev o !" (2 iz ek , 2003a: 146).
LA "POLÍTICA DE LA JOUISSANCE" CONSUMISTA. 273
dónde orientarse" (Spinoza, 1993: 126 [235]), en tanto que Kant dice en una
de sus cartas: "D ale a un hombre todo lo que desea, y en ese preciso momen
to sentirá que su todo n o es todo” (Kant, citado en H irschm an, 2002: 11).13 En
nuestra época, este estatus m etoním ico del deseo hum ano, tan esencial al
consumism o, halla reconocim iento en la obra de autores tan diversos com o
Richard Sennet14 y Guy D ebord.15
Pero a esta altura ya debe de haber quedado en claro que el condiciona
miento sim bólico del deseo -b a se del paradigm a cu ltu ralista- no puede fun
cionar adecuadam ente sin un soporte real. Aunque parcial y no idéntico a la
jouissance esperada, hay no obstante cierto goce en el acto de consumir una mer
cancía, y también en el de consum ir un anuncio publicitario. Sin la satisfacción
corporal única que se obtiene al beber una Coca-C ola - y aquí hablo com o
conocedor del prod u cto-, el fantasm a de Ja Coca-Cola no podría sostenerse.
Un estudio sobre los fracasos de marca pone en evidencia que tanto las repre
sentaciones fantasm áticas vinculadas a una marca com o lo real (el valor de
goce corporal) del producto revisten im portancia suprem a. En 1985, cuando
Coca-Cola decidió retirar del mercado su producto original y reem plazarlo
por una nueva fórm ula con un nuevo nom bre (N ew C oke) sobre la base de
cientos de miles de pruebas a ciegas, el resultado fue desastroso (Haig, 2005:
12). Obviamente, no se trataba de una cuestión de sabor "objetivo"; la fórmula
original se había investido (en el nivel sim bólico, el im aginario y el real) de un
valor que era imposible de desplazar. Los ejecutivos admitieron su craso error
13 De aquí podría d educirse que, si b ien podem os llegar a una com prensión form al de la
lógica del deseo , los d eseo s p articu lares son en ten d id o s de form a im p erfecta incluso por
quienes los sostienen (Q ualter, 1991: 90). Ello explica el fracaso que sufren en últim a instan
cia todos los p ro d u cto s p u b licita d o s. El 86% de los 85.000 p ro d u cto s n u ev os que fueron
publicitados en Estados U n idos durante la década d e 1980 no sobrevivieron m ás allá de 1990,
en tanto qu e en 1994 ya h abía fracasado el 90% de los 22.000 productos publicitados (Fow les,
1996:19 y 164). Claro que esto no hace m ella en el efecto económ ico, cultural y político acu
mulativo del discurso p u blicitario y el consu m ism o com o totalidad.
14 C on sid érese, p or ejem p lo , la sig u ien te o b serv ació n de S en n ett: "U n a p rend a pu ed e
despertar en nosotros un deseo ardiente, pero el estím ulo decrece unos días después de que
la com pram os y la usam os. En este caso, la im aginación alcanza su pu nto culm inante en la
expectativa y se debilita cada v ez m ás con el u so " (Sennett, 2 0 0 6 :1 3 8 ).
15 Según D ebord, "C a d a producto ofrece un sup uesto atajo decisivo hacia la tierra prom e
tida y an helad a del consu m o total. Por eso se presen ta con gran cerem on ia, en calid ad de
producto único y definitivo [...]. Pero incluso este prestigio esp ectacular se tom a vulgaridad
apenas los co n su m id o res llevan el prod ucto a ca sa ". E n ton ces sale a la luz su insuficiencia:
"Pues por entonces ya se habrá asignado a otro producto la función de ju stificar el sistem a"
(Debord, 1995: 45).
274 ANÁLISIS: DIALÉCTICA DEL GOCE
16 Otro ejem plo que vale la pena m encionar es el fracaso de los Cereal Mates, de Kellog's,
a causa del sabor desagradable de la leche sin refrigerar (Haig, 2005:34).
[Cereal M ates era una porción de cereal que venía acompañada de un cartoncito de leche
y una cuchara de plástico, para consum ir en el trabajo o en la escud a. (N. de la T.)]
LA "POLÍTICA DE LA JOUISSANCE" CONSUMISTA. 275
El Deseo antropógeno difiere pues del Deseo animal [...] por el hecho de que
se dirige, no hacia un objeto real, "positivo", dado, sino hacia otro Deseo [...].
Asimismo, el Deseo que se dirige hacia un objeto natural no es humano sino
en la medida en que está "mediado" por el Deseo de otro que se dirige hacia
el mismo objeto: es humano desear lo que desean los otros, porque lo desean.
Así, un objeto totalmente inútil desde el punto de vista biológico (como una
condecoración o la bandera del enemigo) puede ser deseado porque es el
objeto de otros deseos. Tal Deseo sólo es un Deseo humano, y la realidad
humana, en tanto diferente de la realidad animal, no se crea sino por la acción
que satisface tales Deseos; la historia humana es la historia de los Deseos
deseados (p. 6 [12 y 13]).17
Ahora vemos cóm o los actos personales de consum o se ligan de forma inextri
cable a un condicionam iento intersubjetivo que deja su impronta en el fantas
ma, el deseo y el goce. Todos los procesos y mecanism os descritos hasta aquí
tienen com o importante subproducto una estructuración específica del deseo.
Esta economía particular del deseo, articulada en torno al producto publicita-
do y el desear mismo en tanto objets petit a, y sostenida por las experiencias de
jouissance parcial, es lo que garantiza, a través de este efecto metonímico acu
mulativo y las fijaciones originadas en él, la reproducción del mercado capita
lista en el marco de una distintiva "cultura prom ocional". En otras palabras, la
hegemonía del m ercado capitalista depende de la hegem onía de esta econo
mía particular del deseo, de la hegem onía de esta adm inistración particular
del goce. Las com plejas relaciones m ultidireccionales entre estos momentos
exigen toda nuestra atención, de modo que es allí donde centraré el análisis en
la sección final del presente capítulo.
17 Tal com o ha señalado recientem ente Baum an, "só lo el desear es deseable; su satisfac
ción casi nunca lo e s " (Baum an, 2000: 88). 2 i i e k tam bién ha puesto de relieve esta m anipu
lación capitalista del "d eseo a d esear" ( Í i í e k , 2006: 61).
276 ANÁLISIS: DIALÉCTICA DEL GOCE
E l c o n s u m o , e l g o c e y e l o r d e n s o c ia l
Tan pronto como la intensidad del deseo [...] deviene en la ley subjetiva que
estandariza los valores, la libido pasa a ser el rehén silencioso de la economía
política, y no le queda otra alternativa que ser manipulada por ella. Si el valor
de mercado es simplemente el efecto de la libido, la libido a su vez se reduce a
una mera causa en el mercado, y éste es el designio (cada vez mejor ejecuta
do) de la economía capitalista de mercado en su economización política de la
vida social eageneral (Goux, 1990: 202).
"La moral del poder, del servicio de los bienes, es: en cuanto a los deseos, pueden
ustedes esperar sentados. Que esperen" (S7: 315 [375]).
En otras palabras, como señala Mladen Dolar en su introducción a la obra
de Grosrichard, toda adm inistración del goce "requiere y presupone cierta
organización social, una jerarquía, que a su vez sólo se sostiene sobre la creen
cia en el supuesto goce supremo que hay en el centro" (Dolar, en Grosrichard,
1998: xvii). Entonces hay un nexo tripartito que vincula la economía (la econo
mía capitalista de mercado), el deseo intersubjetivo (una administración socio-
cultural particular del deseo) y el poder (un régim en particular de poder). ¿Y
qué papel desempeñan el consumismo y la publicidad? Juntos constituyen el
elemento que aglutina los tres anillos (la econom ía, el deseo y el poder), el ele
mento -relacionado con el g o ce- que enlaza las tres estructuras: la económica,
la política y la social. Desde este punto de vista, el consum ism o y la publici
dad funcionan com o los síntom as -lo s sinthom es en la jerga la ca n ia n a - de
nuestras sociedades. Lo que desde un punto de vista es un fantasm a, desde
otro, el macroscópico, puede describirse com o síntom a social. Si el fantasm a
-en este caso el fantasma publicitario- es el soporte de nuestra particular rea
lidad socioeconómica y política (Zizek, 1989: 49 [78]), por otra parte esta reali
dad siem pre es un síntom a (Zizek, 1992), anudada entre otras cosas por el
sinthome del consumism o y las modalidades del goce que éste conlleva.
Algunas teorizaciones lacanianas actuales de la sociedad de consumo han
puesto de relieve estas implicaciones políticas del consumism o, y en especial
el rol central que desem peñan en la institución y la reproducción del orden
social en el capitalism o tardío. En este sentido merece especial consideración
un libro reciente de Todd McGowan: The End o f Dissatisfaction? [¿El final de la
insatisfacción?] M cGowan comienza por describir la explosión de goce en que
están inm ersas las sociedades de consum o, y postula que esta circunstancia
marca un cambio significativo en la estructura del lazo social, en la organiza
ción social (M cGowan, 2004: 1). Hace especial hincapié en el hecho de que se
ha pasado de una sociedad de la prohibición a una sociedad del goce comandado (p.
2). En tanto que otras formas más tradicionales de la organización social "exi
gían a los sujetos que renunciaran a su goce privado en nom bre del deber
social, hoy el único deber parece consistir en la experim entación del m ayor
goce posible" (p. 2). Éste es el llamam iento que recibim os de todas partes: de
los m edios, de los anuncios publicitarios, incluso de nuestros am igos. Las
sociedades de la prohibición se fundaban en una idealización del sacrificio, de
sacrificar el goce en nombre del deber social; en nuestras sociedades del goce
comandado, "el goce privado que amenazaba con desestabilizar la sociedad
278 ANÁLISIS: DIALÉCTICA DEL GOCE
18 Lodziak tam bién cita una observación de Anthony Giddens: "E n las condiciones de la
alta modernidad no nos lim itam os a seguir estilos de vida; en un sentido im portante, esta
mos obligados a hacerlo: no nos queda otra opción que la de o p tar" (Giddens, en Lodziak,
2002:66). Lodziak llega a la conclusión de que "estam os com pelidos a consum ir", aunque lo
dice en un sentido m ás estructural y lo vincula a nuestra dependencia del consum o por vía
de los recursos (ingresos) y a raíz de la autonom ía restringida por la escasez de tiem po y
energía (Lodziak, 2002: 89).
19 Pero es im portante señalar que la aceptación del m andato del goce - la obediencia a la
nueva m oralidad - no fue un proceso autom ático, en especial para los sujetos socializados en
contextos de prohibición. Incluso los publicistas tom aron conciencia de este problema en las
décadas de 1950 y 1960: "N os enfrentam os ahora al problem a de perm itir al norteamericano
medio sentirse m oral incluso cuando coquetea, incluso cuando gasta, incluso cuando com
pra un segundo o un tercer autom óvil. Uno de los problem as fundam entales de esta prospe
ridad es el de dar a las personas la sanción y la justificación del disfrutar, el de dem ostrarles
que hacer de su vida un placer es m oral; es decir, que no tiene nada de inm oral" (Dichter, en
Baudrillard, 1996: 202 [210]).
280 ANÁLISIS: DIALÉCTICA DEL GOCE
con el consum ism o. Pero si no se lleva a cabo tal desinvestim iento y no se cul
tivan adm inistraciones (éticas) alternativas de la jouissance, no es posible efec
tuar ningún cam bio real.
Esta com pleja situación no ha escapado a los sensores siem pre alertas de
la literatura. El carácter sofocante/coercitivo de la "sociedad del goce com an
dado" y las dificultades que entraña resistirse o escapar a él se describen de
forma vivida en M illeniu m P e o p le * una novela recien te de Jam es G raham
Ballard (Ballard, 2004). A llí Ballard retrata un suburbio londinense de clase
media alta, y carto g rafía con m ag istral p ersp ica cia la socied ad del g o ce
comandado:
Mira el m undo que te rodea, David. ¿Qué ves? Un interm inable parque
temático donde todo se ha convertido en entretenimiento. La ciencia, la polí
tica, la educación... no son más que juegos de un parque de atracciones. Lo
triste es que a to d o s les encanta comprar boletos y subirse a bordo... (p. 62).
Sin embargo, las caras sonrientes esconden una relación de violencia, una serie
interminable de lim itaciones: "Si vives aquí te sorprendes de lo coaccionado
que estás. Ésta no es la buena vida, plena de posibilidades. Pronto te chocas
con las barreras que coloca el sistem a" (p. 86). Y en palabras de otro personaje:
* Traducida al esp añol com o M ilenio negro, Buenos Aires, M inotauro, 2004. La traducción
de los párrafos citados m e pertenece. [N. de la T.]
282 ANÁLISIS: DIALÉCTICA DEL GOCE
— Una clase social entera arranca el paño de las barras y saborea el acero. La
gente renuncia a empleos bien pagos, se niega a pagar sus impuestos y saca a
sus hijos de las escuelas privadas.
—Entonces, ¿qué ha salido mal?
La infantilizante sociedad de consumo llenó todas las grietas del statu quo a
la misma velocidad con que Kay había lanzado su Polo a la barricada que
colapsaba.
En la esquina de Grosvenor Place, dos chicos de 10 años jugaban con pisto
las de aire comprimido, vestidos de fajina camuflada y correas militares: parte
del nuevo look guerrillero inspirado en [la insurrección de] Chelsea Marina,
que ya había aparecido a doble página en una revista de moda. Una sinfonía
de Haydn escapaba suavemente por la ventana de una cocina, bajo un estan
darte de protesta cuyo húmedo eslogan se había disuelto en una pintura
Tachiste (p. 234).
¿Es posible escapar de este círculo vicioso? ¿Cóm o? En este capítulo hem os
visto que nuestra interpelación com o consum idores en la sociedad del goce
comandado logra traducir un llamamiento -e n apariencia b enigno- al consu
mo, el deseo y el goce en una estructuración del deseo y el goce que sostiene al
capitalismo tardío y reproduce la obediencia y el cinismo, con lo cual opera de
forma simultánea en el registro simbólico, el imaginario y el real: a través de la
construcción social, el fantasma y el goce parcial. ¿Es posible deslegitim ar tal
estado de las cosas? ¿Qué podría contribuir a este proceso y aí trazado de for
mulaciones alternativas del deseo y el goce, capaces de restaurar nuestra per
dida fe en la crítica radical y en lo político? M ás precisamente, ¿es posible lle
var a cabo esta tarea m ediante la radicalización de la dem ocracia? Abordaré
estos temas en el capítulo final de La izquierda lacaniana.