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J. Porta
M. López-Acevedo
Porta, C. J., López-Acevedo, R. M., & Roquero, D. L. C. (2003). Edafología : Para la agricultura y el medio ambiente (3a. ed.). ProQuest
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EDAFOLOGÍA
Para la agricultura
y el medio ambiente

Jaime PORTA CASANELLAS


Catedrático de Edafología
Dept. de Medio Ambiente y Ciencias del Suelo
Universidad de Lleida

Marta LÓPEZ-ACEVEDO REGUERÍN


Profesora de Edafología
Universidad de Lleida

Carlos ROQUERO DE LABURU


Catedrático de Edafología, Profesor Emérito
Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos
Universidad Politécnica de Madrid

3.a edición
revisada y ampliada
Copyright © 2003. Mundi-Prensa. All rights reserved.

Ediciones Mundi-Prensa
Madrid • Barcelona • México
2003

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La edición de esta obra ha contado con el patrocinio del


Banco Santander Central Hispano (SCH)

© 2003, Jaime Porta Casanellas


© 2003, Ediciones Mundi-Prensa
Depósito Legal: M. 34.725-2003
ISBN: 84-8476-148-7

1.a edición: 1994


2.a edición: 1999
3.a edición: 2003

La primera edición de esta obra ha sido galardonada con el


PREMIO NACIONAL DEL LIBRO AGRARIO de 1994

Portada: El suelo no debe considerarse un vertedero. (Foto J. Porta, 1999).


La aportación de purines más allá de una cierta cantidad ha producido desequilibrios nutricionales en el trigo,
por exceso de nitrógeno. Las plantas han tenido un mayor crecimiento en altura de lo normal, lo que las hizo
más susceptibles al encamado tras una lluvia. En el trigo del campo colindante, que no recibió tal exceso de
purines, no se ha encamado y muestra un aspecto normal, tras la misma lluvia. Por otro lado, el exceso de
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purines puede haber transferido nitratos a la capa freática (Baix Empordà, Girona, Cataluña, España).

Nota bibliográfica: Porta, J.; López-Acevedo, M. y Roquero, C.: Edafología para la agricultura y el medio
ambiente. 3.a Edición. Ediciones Mundi-Prensa, 960 pp. Madrid, 2003.

Dirección electrónica del autor correspondiente: jporta@macs.udl.es


Se agradecerá cualquier sugerencia o publicación que permita mejorar y mantener al día la obra.

No se permite la reproducción total o parcial de este libro ni el almacenamiento


en un sistema informático, ni la transmisión de cualquier forma o cualquier
medio, electrónico, mecánico, fotocopia, registro u otros medios sin el permiso
previo y por escrito de los titulares del Copyright.

IMPRESO EN ESPAÑA - PRINTED IN SPAIN


Imprime: Artes Gráficas Cuesta, S. A. Seseña, 13. 28024 Madrid

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Introducción

El título de la obra, Edafología para la agricultura y el medio ambiente,


expresa la voluntad de destacar la importancia que se confiere en este libro al
estudio de los suelos en temas medioambientales, además del ámbito agrícola,
más habitual.
En la preparación del plan de la primera edición del libro, en 1992, fueron
de gran utilidad las discusiones mantenidas con el profesor Peter Bullock,
director por aquel entonces del Soil Survey and Land Resources Centre y cate-
drático de Edafología del Silsoe College del Crandfield Institute (hoy Crand-
field University) en el Reino Unido. Desde un principio fue quedando clara la
orientación que debía tener el libro, para reflejar los avances de la Ciencia del
Suelo y dar respuesta a todas aquellas personas que inician su formación o dedi-
can su actividad profesional en temas en los que una adecuada comprensión de
los suelos resulta imprescindible.
A lo largo de los diez años transcurridos desde la aparición de la primera
edición del libro, éste ha sido objeto de revisiones y ampliaciones de actualiza-
ción. En cada edición se ha profundizado en los aspectos medioambientales en
los que los suelos son un factor destacable.
La estructura del libro comprende cuatro bloques temáticos, yendo desde la
Morfología y descripción de suelos, al estudio de los Componentes y propieda-
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des de los suelos, a la Génesis, clasificación (WRB y Soil Taxonomy), cartogra-


fía y uso de información de suelos, para dedicar finalmente una detallada aten-
ción al estudio de la Degradación y rehabilitación de suelos.
En cada tema se parte de un nivel introductorio y se llega a un tratamiento
avanzado. De manera que, si bien no se requieren conocimientos previos de
Edafología para poder utilizar la obra en un primer ciclo, ésta incluye igual-
mente un tratamiento destinado a estudiantes de segundo ciclo, de master y a
profesionales que quieran actualizar sus conocimientos en la materia o estén
interesados en un determinado aspecto concreto. Por ello, se utilizan tipografías
de distinto cuerpo, de manera que se facilite la lectura a dos niveles. Además, el
libro se complementa con un detallado índice alfabético al final de la obra, con
el fin de facilitar su consulta.

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Por otro lado, en cada capítulo se presentan múltiples Estudios de casos, la
mayoría de ellos resueltos, o bien se dan las bases para su discusión en seminario o
tutoría. Este enfoque debe ayudar a adquirir una sólida comprensión de las exposi-
ciones teóricas, lo que sin duda despertará en los lectores el gusto por el estudio de
los suelos. En esta edición se actualizan y amplían los casos expuestos.
Cabe destacar que, si bien hace unos años se decía que la información es
poder, en un momento como el actual, en el que la información desborda toda
posibilidad de ser leída y más de ser estudiada con detenimiento, la frase ha
pasado a ser la gestión de la información es poder. En base a ello, en esta edi-
ción, el libro presenta al final de cada capítulo la bibliografía estructurada en
Bibliografía básica y Bibliografía de referencia. Además, se incluyen algunos
recursos para acceder a la información a través de internet. Se omiten en la
bibliografía algunas referencias clásicas, ya antiguas, pero que por su valor se
han mantenido en el texto y que el lector interesado puede consultar en edicio-
nes anteriores de esta obra.
Para escribir este libro en su primera edición, fue muy importante haber
podido trabajar en la Biblioteca de la Crandfield University en Silsoe (UK), a la
que se ha tenido ocasión de regresar para la tercera edición. En el manteni-
miento de la obra al día son de agradecer las estancias en la Biblioteca de la
Facultad de Ciencias de la UNAM (México, DF), la Biblioteca de la University
of Reading (UK), la Biblioteca del Centro de Ciencias Medioambientales del
CSIC (Madrid), la Biblioteca de la Facultad de Biología de la Universidad de
Barcelona y la Biblioteca de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agraria
de la Universidad de Lleida (Cataluña, España). A todo su personal, nuestro
agradecimiento.
Además, tanto en la primera edición como en las siguientes, los originales
de cada capítulo se han sometido a la consulta y revisión de especialistas en
cada uno de ellos. En esta tercera edición queremos destacar y agradecer en
especial la ayuda prestada por el Dr. Gonzalo Almendros (CSIC, Madrid), en la
revisión del capítulo referente a los Componentes orgánicos del suelo. Por otro
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lado, agradecemos igualmente a aquellos profesores universitarios que nos han


hecho llegar sus comentarios y sugerencias, lo que ha permitido mejorar el con-
tenido.
El original de la primera edición recibió los cuidados impecables de Clara
Llena, que tuvo a su cargo el tratamiento de textos, demostrando una gran pro-
fesionalidad en todo momento, siendo Xavier Goñi, quien llevó a cabo el
diseño gráfico con ordenador, con igual profesionalidad. F. Xavier Vilagrasa,
con una gran destreza ha contribuido a plasmar gráficamente diversos aspectos
en las diversas ediciones. A los tres nuestro reconocimiento.
También agradecemos la labor de Maribel Hernández e Isabel Hernández,
de Ediciones Mundi-Prensa, por su paciencia y perseverancia y al Banco San-
tander Central Hispano (SCH) por sumarse a la difusión del libro.

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Los autores agradecerán todas aquellas sugerencias y comentarios
(jporta@macs.udl.es) que permitan mejorar una obra cuya finalidad ha sido
desde el primer momento poner a disposición de los estudiantes y profesionales
un libro de Edafología en español, que resulte del máximo interés y esté lo más
actualizado posible.
Jaume Porta Casanellas
Silsoe (UK), julio de 2003
Huajuapan de León (Oaxaca, México), octubre de 1998
Figueras (Asturias, España), agosto de 1993
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Prólogo a la primera edición

Éste no es un libro corriente. Ni por la temática, ni por su planteamiento formal.


Éste es un texto sobre la menos reconocida de las interfases de la Tierra y, sin embargo,
tal vez la más determinante para la biosfera continental, al menos visto con nuestros
ojos de heterótrofos aeróbicos. Éste es un manual sobre los suelos y su conocimiento,
sobre la ciencia edáfica y su utilidad: su utilidad cognitiva —irrenunciable para un
espíritu curioso, es decir, probablemente científico— y su utilidad pragmática, sin la
cual el conocimiento es pura abstracción, cuando no mera esterilidad. Éste es un
manual de edafología pensado para servir.

Excepto el presente prólogo. Este prólogo, en efecto, no tiene gran cosa que ver
con la edafología (o con la ciencia del suelo, si se prefiere). La razón de ello es quien
lo firma, persona falta de toda autoridad al respecto. La intromisión se debe a la insis-
tencia de uno de los autores del libro, que ha preferido el contrapunto de un amigo crí-
tico a la elogiosa complicidad de un colega. Así que, antes de seguir adelante, sepa el
lector que si su interés se ciñe exclusivamente a los suelos como ente de razón, lo
mejor será que obvie estas líneas. Aunque, si es tal su exclusivo tipo de interés, quizá
será mejor que abandone por entero la obra, porque toda ella está impregnada de ese
carácter entre crítico y utilitario que explica la tácita conchabanza entre autor y prolo-
guista: ambos vemos la ciencia de forma semejante, como riguroso método para cono-
cer lo que, tras complacernos, nos permite saber hacer.
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Saber hacer: la gran cuestión. Saber hacer con los suelos: un gran reto. Ha habido
una perversión en determinados sectores de la comunidad científica consistente en
confundir la economía con la numismática. Todo el mundo tiene derecho a coleccionar
monedas, pero ello no tiene nada que ver con la bolsa de valores. Un mundo de filaté-
licos, numismáticos, vitofílicos y vexilólogos quizá resulte apasionante, pero sigue
dependiendo del servicio de correos y de las tarjetas de crédito. Puede que esto suene a
provocación, lo cual no tendría nada de extraño: lo es. Una provocación hecha con el
más acerado temple de la ciencia humanista de toda la vida que pretende comprender
la realidad y transformarla, no simplemente entretenerse con ella. Creo que la ciencia
es la moderna dimensión del humanismo, aunque algunos científicos sean la reencar-
nación objetiva de un cierto diletantismo de corte metafísico. Pienso que es así, porque
así nos va.

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Durante años supimos poco sobre los suelos. El empirismo agronómico o silvícola
fue el único horizonte hacia el que volver la mirada cuando se trataba de saber algo
sobre la «tierra». Ello seguía siendo cierto cuando otras ciencias naturales andaban ya
bastante avanzadas. Si admitimos que Vassili V. Dokuchaev fue el verdadero creador
de la edafología como actividad científica diferenciada, es que aceptamos para ella una
historia de apenas un siglo (la tesis doctoral de Dokuchaev sobre el chernosem es de
1883). La sombra de la botánica y de la zoología siempre se cernió sobre los edafólo-
gos, que durante años vertebraron sus conocimientos en términos sistemáticos. En tér-
minos de una sistemática, sin embargo, que no podría emular a la biológica, puesto que
no desentrañaba un pretendido árbol filético real, sino que construía puros artificios
convencionales, más o menos como le ocurría a la fitosociología. Después vino el pro-
ceso logomáquico en que todo pareció reducirse a juramentos impronunciables (tam-
bién como en fitosociología, mi campo de partida). Pero se diría que otras cosas mucho
más importantes lograron luego irse imponiendo, de modo que los edafólogos ya cono-
cen actualmente muchas cosas sobre los suelos, además de haberles dado nombre.

Y a fe que necesitamos este conocimiento. Probablemente la erosión y el deterioro


edáficos, tal como en estos momentos se están produciendo, debe ser uno de los mayo-
res problemas ambientales con que nos enfrentamos. Tenemos muy serios motivos de
inquietud planetaria ante los cambios presumibles en la circulación atmosférica como
consecuencia de la acumulación de gases termoabsorbentes procedentes de las
combustiones orgánicas (efecto invernadero). Tenemos amenazas como el progresivo
debilitamiento de la capa de ozono, en otro orden de cosas, como la explosión demo-
gráfica de nuestra especie. Pero pocos problemas resultan menos reversibles a corto, a
medio e, incluso, a largo plazo, como el de la desaparición o degradación de la inter-
fase edáfica, esa fina pincelada que cabalga entre dos mundos, umbral de la vida en el
dintel geológico. Dependen demasiadas cosas de ello como para quedarse indiferente.

Hay que proceder. Con lo que se tiene. Esperar a tener lo que nos convendría es
una actitud de fisiólogo, pero en modo alguno de traumatólogo: en el quirófano de
urgencias se trabaja con todo rigor, pero sobre casos apremiantes que no dan tiempo
para antibiogramas. Es mejor equivocarse en parte, pero salvar al herido, que describir
pulcramente el cuadro a costa del paciente. El mejor diagnóstico se deriva de la autop-
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sia, triste logro para cualquier científico cuerdo. Por eso me resistí a firmar el Mani-
fiesto de Heidelberg cuando, en junio de 1992, en Río de Janeiro, se nos propuso subs-
cribirlo a los ponentes del Programa Científico de la Conferencia de las Naciones
Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo. Un texto impecable, ciertamente, y ade-
más inicialmente firmado por una impresionante panoplia de Premios Nobel e intelec-
tuales prestigiosos. Pero era servir en bandeja a sectores sociales mucho menos bien
intencionados el argumento que andaban buscando: dejar las cosas como estaban. En
efecto, no hay peor aliado objetivo de los irresponsables que están poniéndonos en
grave riesgo que los marfileños sabios distraídos. Y para evitar suspicacias, recordaré
que eso ya lo creía Einstein.

Todas estas consideraciones tienen mucho que ver con el presente texto. Y ello
porque este libro ayuda a conjurarlas. Es un libro-prontuario que expone los hechos y

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relaciona los actos. Se sitúa a las antípodas de una novela romántica. Relata las ideas,
pero confía el desarrollo del guión a la creatividad del lector. Es un libro «kit», a punto
de montaje, con todas las piezas preparadas, que exige la complicidad del lector: lo da
todo, excepto la conformación final, salvo la configuración definitiva del artefacto
cognitivo: eso lo pone el lector.
O no. En tal caso, busque otro manual, créame.

Ramon Folch
Doctor en Biología
Consultor en Gestión Ambiental de la UNESCO
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Prólogo a la tercera edición

Prologar la tercera edición del libro «Edafología para la Agricultura y el


Medio Ambiente» es una enorme satisfacción tanto por lo que supone de éxito
personal de compañeros y amigos como por la demostración de la vigencia y el
interés que continúa suscitando la Ciencia del Suelo.
Cuando apareció la primera edición, hace unos 10 años, el libro venía a
cubrir la carencia de un texto de Edafología, actualizado y escrito en español, al
que poder recurrir con garantía de la calidad y cantidad de la información sumi-
nistrada. La situación de la Edafología mundial pasaba, en esos momentos, por
una cierta crisis de identidad y perspectivas. En los países más avanzados se
había llegado a disponer de una adecuada cartografía e información analítica
sobre los suelos, si bien casi exclusivamente orientada hacia una de sus funcio-
nes, la producción de alimentos y fibras, en la que los avances producidos lle-
varon a la aparición de excedentes y a la reconsideración de la necesidad de
seguir priorizando esta línea de investigación. Importantes centros de investiga-
ción, quizás por una excesiva hipertrofia o por aferrarse a temas que habían per-
dido su interés, fueron cerrados o quedaron fuertemente reducidos en sus plan-
tillas, amenazando seriamente el porvenir de la Ciencia del Suelo, a pesar de
que en muchos países, como en España, todavía no existía una información que
cubriese las necesidades de conocimientos que se requerían para optimizar la
producción agraria y reducir los impactos derivados de ella. Este desconoci-
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miento llegó en los casos extremos a considerar a los suelos como un sustrato
prácticamente inerte y exclusivamente físico, en el que la aplicación de las téc-
nicas de laboreo y la fertilización eran los únicos aspectos importantes, mien-
tras que los componentes del suelo, sus propiedades biogeoquímicas, su reac-
ción frente a las actuaciones antrópicas o la propia variabilidad espacial de sus
propiedades, eran considerados como conocimientos secundarios, cuando no
innecesarios.
La pérdida de importancia de la Ciencia del Suelo que se produjo en los paí-
ses de economía más avanzada en cuestiones como la cartografía de suelos o su
papel en la producción agraria, no era generalizable a los países en desarrollo,
donde las demandas de información edafológica y el desconocimiento existente
de las tipologías y distribución espacial de sus suelos seguían exigiendo un

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esfuerzo en el avance de esta ciencia. En esta situación, muchos pensaban que
se trataba, más que de elaborar nuevos conocimientos y tecnologías, de adaptar
los ya adquiridos en los países avanzados, casi todos de climas fríos o templa-
dos. Sin embargo, incluso con estas ideas preconcebidas aparecieron nuevas
situaciones en la Ciencia del Suelo. Así, los medios tropicales y subtropicales
de clima húmedo generaron nuevas demandas y nuevos conocimientos. Entre
otros, pueden señalarse las de los suelos fuertemente evolucionados, extrema-
damente pobres en nutrientes, pero localizados en buenas condiciones climáti-
cas y con excelentes condiciones físicas que, bien gestionados, comenzaron a
producir importantes rendimientos. Son ejemplos, entre otros, los Nitosoles del
Africa Oriental o los Ferralsoles que ocupan grandes extensiones cultivadas de
Brasil. Aparecieron, o se volvieron más importantes, constituyentes poco estu-
diados en la Edafología tradicional, como los materiales no cristalinos, los
coloides de baja actividad, las arcillas de carga positiva, la materia orgánica
estable y no oxidable, el amplio mundo de los procesos de adsorción o la
enorme importancia y diversidad de organismos que viven y realizan funciones
en el suelo, con lo que se comprendió que el panorama del estudio de los com-
ponentes, propiedades químicas, físicas y bióticas, o de los propios procesos
edáficos, no sólo no se había acabado, sino que, en realidad, había que reha-
cerlo y contemplarlo de nuevo para incluir todas las posibles situaciones. Nue-
vas demandas aparecieron también cuando se pretendía poner en producción, o
simplemente comprender científicamente, los suelos de regiones extremas,
tanto de climas fríos como de los extremadamente secos, siendo muy impor-
tante el reconocimiento realizado en las cartografías de nivel mundial de la
extensión que ambas situaciones ocupan, así como la creación del nuevo orden
de los Cryosoles y el desarrollo de la información sobre los Aridisoles.

La demanda de conocimientos científicos originada por las características


de los diferentes sistemas edáficos estudiados durante las últimas décadas del
siglo XX fue importante en la continuación del desarrollo de la Ciencia del
Suelo, pero lo que ha cambiado y abierto de nuevo las perspectivas venía for-
jándose, una vez más, en los países avanzados. Con antecedentes más o menos
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importantes, la recuperación de la economía tras la última guerra mundial hace


surgir y evolucionar rápidamente una nueva concepción del suelo. El desarrollo
de las observaciones ambientales y de la preocupación por el deterioro causado
por el hombre, tanto en ciclos biogeoquímicos de carácter global como en
determinados ecosistemas, llevó a entender mejor el papel del suelo como inte-
grante del medio natural. Se llegó a la conclusión que el suelo no era un mero
medio físico necesario para la producción de alimentos y fibras o para servir de
base al desarrollo de la fauna, flora o actividades humanas, sino que, además,
tenía un papel clave en la conservación de todos los demás sistemas superficia-
les, especialmente del agua y de la biota. A partir de aquí se delimitaron mejor
las funciones del suelo, entendiendo que éstas tienen una especial transcenden-
cia medioambiental, económica, social y cultural y son claves para el desarrollo
de la vida tal como la conocemos. Surgen conceptos como los de degradación y

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contaminación de suelos, vulnerabilidad y, cargas críticas de contaminantes, el
para muchos discutido concepto de calidad del suelo o los de suelos antrópicos
y materiales antropogeomórficos que amplían el concepto de suelo de modo
que se incluyen los residuos y materiales superficiales modificados o produci-
dos por las actividades humanas, haciendo innecesarios conceptos como el de
sitio contaminado, ... Todos ellos nos llevan a contemplar la edafosfera desde
otros enfoques que exigen la obtención de nuevos datos sobre su funciona-
miento y su interacción con otros subsistemas terrestres como la hidrosfera,
biosfera, atmósfera o la propia esfera de actuación humana tal como la pensaba,
a principios del siglo XX el gran edafológo-biogeoquímico, Vernadsky.
Lógicamente, tras el reconocimiento de los deterioros causados, tenía que
llegar el afán por corregirlos, mediante técnicas de recuperación y, sobre todo,
de evitarlos mediante la aplicación preventiva de los conocimientos. Es así
como surgen multitud de técnicas de recuperación de suelos degradados y se
inicia la preocupación por evitar los efectos negativos de procesos como la ero-
sión, salinización, pérdida de biodiversidad y materia orgánica o la desertifica-
ción, todo lo cual nos lleva directamente a los trabajos ya iniciados en la Unión
Europea para la redacción de normas legales de Protección del Suelo, cuyo
anteproyecto fue presentado en Soria (España) en el 2002, y que constituye la
pieza básica del sexto programa ambiental europeo. Por otra parte, no puede
olvidarse el enorme avance producido en las técnicas analíticas que nos ha per-
mitido la observación del suelo desde la visión completa del planeta hasta la
atómica, llegando en las últimas técnicas a poder vislumbrar la organización y
los procesos que se producen a nivel molecular y atómico en las superficies de
todos los componentes del suelo.
Con todo ello la Ciencia del Suelo tiene, en este inicio de siglo, un nuevo
pilar ambiental que unir al agronómico. Algo que ya habían visto claramente
los autores de este libro cuando pusieron el título de EDAFOLOGIA para la
Agricultura y el Medio Ambiente a su primera edición.
Las nuevas demandas de información requieren la incorporación de espe-
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cialistas de otras ciencias que aporten sus métodos de trabajo y sus conocimien-
tos básicos y tecnológicos suministrando diferentes enfoques o puntos de vista
sobre el suelo. Esta situación de aluvión es enriquecedora para la Ciencia del
Suelo que, además, ya ha demostrado a través de su historia la capacidad de
integración de las aportaciones de diferentes disciplinas para el logro de sus
objetivos. Sin embargo, esta situación no debe hacer olvidar los conocimientos
ya adquiridos sobre la composición, organización, propiedades o dinámica de
los suelos, siendo necesario que quienes se incorporan a la tarea de trabajar con
suelos conozcan los conceptos básicos que se han desarrollado hasta ahora. Es
ahí, en la adaptación de los nuevos interesados en el suelo y en la formación
continua de las viejas y nuevas promociones de edafólogos, donde esta tercera
edición tiene toda su importancia. La redacción actual conserva todas las carac-
terísticas originales, excelentemente captadas por el autor del prólogo de la pri-

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mera edición. Se ha actualizado incorporando nuevos datos y conceptos, reha-
ciendo completamente algunos capítulos y, sobre todo, poniendo a disposición
de todos los interesados una abundante y valiosa información sobre los suelos,
con especial atención a la bibliografía española y, dentro de ella, a las zonas con
estación seca y poniendo de manifiesto una particular sensibilidad por la infor-
mación y terminología hispanoamericana. En síntesis, esta tercera edición es un
libro necesario, tanto para los que quieren iniciarse en el estudio de los suelos
como para los que pretenden profundizar en su conocimiento científico y de sus
grandes pilares de aplicación actual, la agricultura y el medio ambiente.
Felipe Macías Vázquez
Presidente de la Sociedad Española de Ciencia del Suelo
Copyright © 2003. Mundi-Prensa. All rights reserved.

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Índice

Págs.

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . V

Prólogo a la primera edición . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . IX

Prólogo a la tercera edición . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XIII

1. Evolución histórica del conocimiento edafológico: síntesis . . . . . . . . . . . 1


1. Los avances históricos en Química y en Edafología . . . . . . . . . . . . . . . . 1
2. Los precursores de la Edafología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3
3. El nacimiento de la Edafología: Dokuchaev . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3
4. Época reciente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
5. La Edafología en España . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10
5.1. Emilio Huguet del Villar: una figura insigne . . . . . . . . . . . . . . . . 10
5.2. El Mapa Agronómico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
5.3. La enseñanza de la Edafología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12
5.4. El Instituto de Edafología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
5.5. El Servicio de Conservación de Suelos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14
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6. Implantación de los estudios de suelos en países de habla española . . . 14


7. Perspectivas de futuro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
8. Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18

2. El suelo como ente natural: Organización . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21


1. Estudio del suelo en el campo: pedión y polipedión . . . . . . . . . . . . . . . . 21
2. Horizontes genéricos: Reglas de nomenclatura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
3. Sequum . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30
4. Horizontes de diagnóstico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30
5. Epipedión y endopedión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31
6. Solum . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34
7. Sección control . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34
8. Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 36

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3. Morfología y descripción de suelos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37
1. Propiedades observadas y propiedades inferidas . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37
2. Metodología para estudios macromorfológicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40
3. Límites entre horizontes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
4. Descripción de suelos en el campo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
4.1. Estado de humedad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44
4.2. Color . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45
4.3. Manchas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49
4.4. Estado de oxidación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49
4.5. Elementos gruesos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 50
4.6. Textura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51
4.7. Fracción arena . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52
4.8. Estructura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52
4.9. Ensayos de campo: componentes del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . 53
4.10. Consistencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 54
4.11. Cementaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55
4.12. Materia orgánica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 56
4.13. Actividad biológica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 56
4.14. Actividad humana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 56
4.15. Raíces . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 56
4.16. Porosidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57
4.17. Grietas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57
4.18. Estudio de superficies . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57
4.19. Acumulaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58
5. Descripción codificada de suelos y bases de datos . . . . . . . . . . . . . . . . . 58
6. Características morfológicas y crecimiento de las plantas . . . . . . . . . . . 58
7. Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59

4. Estudios de suelos en el laboratorio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61


1. Continuum de observación: Enfoques metodológicos . . . . . . . . . . . . . . 61
2. Caracterización del suelo: Técnicas clásicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62
3. Técnicas avanzadas en el estudio del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 64
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4. Estudios micromorfológicos de suelos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65


4.1. Conceptos cristalográficos básicos para la identificación de com-
ponentes minerales: Microscopio polarizante . . . . . . . . . . . . . . . . 66
4.2. Conceptos básicos en micromorfología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69
4.3. Descripción de láminas delgadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 70
5. Aplicaciones de la micromorfología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75
5.1. Interpretación de las observaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75
5.2. Métodos micromorfométricos: análisis de imagen . . . . . . . . . . . . 76
5.3. Ámbitos de aplicación de la micromorfología . . . . . . . . . . . . . . . 77
6. Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 78

5. Cómo se denominan los suelos: Elaboración de una nomenclatura . . . . 83


1. Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83

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2. Criterios para dar nombre a los suelos: A modo de ejercicio . . . . . . . . . 85
3. Información complementaria para establecer una nomenclatura . . . . . . 86
4. Proponiendo denominaciones para los suelos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87
5. Niveles jerárquicos en Soil Taxonomy . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 88
6. Niveles jerárquicos en la Base de Referencia Mundial para los Recursos
de Suelos (WRB) (FAO,1998) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89
7. Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90
6. Textura del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91
1. El suelo como sistema de tres fases . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91
2. Textura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93
2.1. Concepto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93
2.2. Fracciones granulométricas y su justificación . . . . . . . . . . . . . . . 94
2.3. Clases texturales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 96
3. Análisis granulométrico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100
3.1. Aspectos generales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100
3.2. Representación de resultados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102
3.3. Interpretación de resultados: Significación de las distintas frac-
ciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 106
4. Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109
7. Componentes inorgánicos del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111
1. Ciclo de las rocas y minerales petrogenéticos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111
2. Silicatos: principios estructurales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 112
3. Materiales de partida en la formación del suelo: A modo de síntesis . . . 114
3.1. Minerales formadores de rocas (MFR) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 122
3.2. Fracciones granulométricas del suelo y mineralogía . . . . . . . . . . 126
4. Minerales del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127
4.1. Minerales de arcilla del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 128
4.2. Principios estructurales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129
4.3. Origen de la carga eléctrica y sus implicaciones . . . . . . . . . . . . . 130
4.4. Origen de las arcillas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133
5. Principales especies minerales en el suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 134
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5.1. Minerales laminares . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 134


5.2. Minerales fibrosos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145
5.3. Aluminio-silicatos amorfos y paracristalinos . . . . . . . . . . . . . . . . 148
5.4. Tectosilicatos: Zeolitas (del gr. zein, hervir y lithos) . . . . . . . . . . 149
5.5. Óxidos e hidróxidos del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 150
5.6. Minerales de medios edáficos especiales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151
6. Minerales de suelos de zonas semiáridas y áridas . . . . . . . . . . . . . . . . . 152
6.1. Minerales de arcillas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153
6.2. Calcita y carbonatos relacionados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153
6.3. Yeso (CaSO4 - 2H2O) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 154
6.4. Sales más solubles que el yeso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 157
7. Técnicas de identificación de minerales del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . 157
8. Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159

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8. Componentes orgánicos del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 165
1. Materia orgánica de los suelos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 165
1.1. Materia orgánica y humus . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 165
1.2. Factores que condicionan el contenido de m.o. en los suelos . . . . 167
1.3. Función de la m.o. del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 168
1.4. Procedencia de los componentes orgánicos del suelo . . . . . . . . . . 170
1.5. Composición de los restos vegetales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 170
2. Técnicas de estudio de los componentes orgánicos de los suelos . . . . . . 174
2.1. Una panorámica sobre un tema complejo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 174
2.2. Modelos de agregación y morfología macromolecular de las sus-
tancias húmicas: Enfoque fractal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179
3. Evolución de la materia orgánica: descomposición y mineralización . . 183
3.1. Esquema general de la evolución de la m.o. . . . . . . . . . . . . . . . . . 183
3.2. Descomposición y mineralización de la m.o. . . . . . . . . . . . . . . . . 183
3.3. Procesos y tasas de mineralización . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185
3.4. Factores que condicionan la degradación y mineralización . . . . . 186
3.5. Procesos específicos de alteración de la m.o. . . . . . . . . . . . . . . . . 188
3.6. Mecanismos de resistencia a la degradación y mineralización . . . 190
3.7. Modelización de la mineralización de la m.o. . . . . . . . . . . . . . . . 191
4. Formación de sustancias húmicas: humificación . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193
4.1. Sustancias húmicas: Enfoques basados en extracciones y fraccio-
namientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193
4.2. Aspectos genéricos de los procesos de humificación . . . . . . . . . . 195
4.3. Formación de sustancias húmicas: Vías . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 195
4.4. Características y comportamiento de las sustancias húmicas: Grupos
funcionales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 196
4.5. Sustancias húmicas: Características y comportamiento . . . . . . . . 198
5. Interacciones entre componentes orgánicos e inorgánicos: Complejos
órgano-minerales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 199
6. La materia orgánica como componente de un ecosistema . . . . . . . . . . . 202
6.1. Distribución de la m.o. en el perfil del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . 202
6.2. Ciclos biogeoquímicos y ciclo (turnover) de la m.o. . . . . . . . . . . 203
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6.3. Papel de los suelos en el secuestro de carbón y cambio global . . 206


6.4. Agricultura sostenible y calidad de la materia orgánica . . . . . . . . 207
6.5. Gestión de la fertilidad de los suelos: Agricultura convencional y
agriculturas alternativas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 209
7. Aspectos ecológicos de la materia orgánica: Tipos ecológicos de humus . 216
8. Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 219

9. Reacciones de superficie: adsorción e intercambio iónico . . . . . . . . . . . . 227


1. Posición de los elementos químicos en el suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 227
2. Fenómenos de adsorción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 228
3. Distribución de iones en sistemas arcilla-agua . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 231
3.1. Doble capa difusa y solución externa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 231
3.2. Modelos de distribución: Descripción cualitativa . . . . . . . . . . . . 232

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4. Intercambio catiónico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 233
4.1. Aspectos generales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 233
4.2. Capacidad de intercambio catiónico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 235
4.3. Cationes intercambiables . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 236
4.4. Ecuaciones de intercambio catiónico: Formulación y propiedades 238
4.5. Determinación de la CIC y cationes intercambiables . . . . . . . . . . 241
5. Intercambio aniónico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 241
6. Estudio experimental de la adsorción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 243
6.1. Formulaciones empíricas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 243
6.2. Adsorción de agroquímicos en el suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 246
7. Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 247

10. Acidez, basicidad y reacción del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 251


1. Acidez, basicidad, propiedades del suelo y crecimiento de las plantas . 251
2. Acidez del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 256
3. Química de la acidez del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 259
3.1. Curvas de neutralización . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 260
3.2. Potenciales catiónicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 262
4. Acidificación del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 263
5. Implicaciones de manejo y recomendaciones: Necesidades de cal . . . 264
6. Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 269

11. Estructura del suelo y propiedades relacionadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . 271


1. Niveles de organización estructural . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 273
2. Mecanismos de formación de agregados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 276
2.1. Fuerzas actuantes: Empaquetamiento y unidades de fábrica . . . 276
2.2. Interacción entre partículas de arcilla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 277
2.3. Agregación de partículas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 283
3. Factores de control en la formación de agregados y en su degradación 286
4. Estabilidad de los agregados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 287
5. Relaciones masa-volumen derivadas del grado de estructuración . . . . 290
5.1. Densidad real . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 291
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5.2. Densidad aparente y volumen específico . . . . . . . . . . . . . . . . . . 291


5.3. Espacio de huecos: porosidad, un espacio vital para las raíces . . 293
6. Consistencia del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 296
7. Sellado y encostramiento del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 297
a) Conceptos y procesos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 297
b) Métodos de estudio y predicción del riesgo . . . . . . . . . . . . . . . . . . 299
c) Prácticas contra el sellado y el encostramiento . . . . . . . . . . . . . . . 300
8. Tixotropía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 301
10. Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 302

12. Agua del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 307


1. Introducción al estudio del agua del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 307
2. Propiedades físicas del agua . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 308

XXI
Porta, C. J., López-Acevedo, R. M., & Roquero, D. L. C. (2003). Edafología : Para la agricultura y el medio ambiente (3a. ed.). ProQuest
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3. Contenido de agua del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 311
3.1. Conceptos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 311
3.2. Medida del contenido de humedad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 312
4. Estado energético del agua del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 316
4.1. Fuerzas actuantes: Descripción cualitativa . . . . . . . . . . . . . . . . . 316
4.2. Potencial del agua del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 318
5. Retención de agua en el suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 333
5.1. Curva característica de humedad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 333
5.2. Construcción de curvas características de humedad . . . . . . . . . . 335
5.3. Histéresis en las relaciones entre potencial matricial y contenido
de agua . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 337
5.4. Interpretación de curvas características . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 339
5.5. Capacidad de retención de agua disponible (CRAD) . . . . . . . . . 341
6. Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 345

13. Propiedades hidrológicas del suelo: movimiento del agua . . . . . . . . . . . 349


1. El suelo como medio poroso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 349
2. Flujo del agua en el suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 351
2.1. Régimen saturado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 352
2.2. Régimen no saturado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 358
3. Ecuaciones del flujo de agua . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 360
3.1. Ecuación de continuidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 360
3.2. Ecuación general del flujo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 362
4. Infiltración . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 365
4.1. Descripción cualitativa del proceso de infiltración . . . . . . . . . . . 367
4.2. Factores de control de la infiltración . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 368
4.3. Modelos y ecuaciones de la infiltración . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 371
5. Redistribución . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 375
6. Determinación de las propiedades hidráulicas del suelo . . . . . . . . . . . 377
6.1. Medida de la conductividad hidráulica saturada . . . . . . . . . . . . . 377
6.2. Medida de la velocidad de infiltración . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 387
7. Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 390
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14. Aireación del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 393


1. Aireación del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 393
2. Diagnóstico del estado de óxido-reducción de un suelo . . . . . . . . . . . . 395
3. Mecanismos de intercambio de gases en el suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . 397
4. Flujo de gases por difusión: Leyes de Fick . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 398
5. Química de los procesos redox en el suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 402
6. Diagramas de estabilidad: Diagramas Eh pH . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 408
7. Medidas del estado de aireación del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 411
8. Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 414

15. Flujo de calor y temperatura del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 417


1. Régimen térmico del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 417

XXII
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2. Mecanismos de transmisión de calor en el suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . 418
3. Propiedades térmicas del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 419
4. Ecuación de flujo de calor por conducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 423
5. Soluciones de la ecuación de flujo de calor por conducción . . . . . . . . 426
5.1. Métodos analíticos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 426
5.2. Métodos numéricos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 433
6. Flujos acoplados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 436
6.1. Flujos de calor y agua . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 436
6.2. Flujos de calor, agua y solutos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 437
7. Medida de la temperatura del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 437
8. Representación de las medidas de temperatura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 438
9. Medida del flujo de calor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 439
10. Modificación de régimen térmico del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 439
11. Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 440

16. Ecología del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 443


1. Ecología del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 443
2. Tipos de organismos del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 444
2.1. Tipos de organismos según la fuente de energía . . . . . . . . . . . . . 444
2.2. Tipos de organismos según el tamaño . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 445
2.3. Principales tipos de organismos: Características . . . . . . . . . . . . 446
3. Ciclos biogeoquímicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 453
3.1. Aspectos generales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 453
3.2. Ciclo de elementos: Caso del carbono . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 454
4. Acciones de los organismos del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 456
4.1. Acciones y factores de control . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 456
4.2. Medida de la actividad biológica del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . 460
5. Interacciones entre organismos del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 461
5.1. Interacciones entre microorganismos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 461
5.2. Interacciones microorganismos-fauna del suelo . . . . . . . . . . . . . 462
5.3. Interacciones planta-microorganismos: Rizosfera . . . . . . . . . . . 462
5.4. Interacciones entre hongos y algas: Líquenes . . . . . . . . . . . . . . . 465
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6. Organismos del suelo y calidad ambiental . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 465


7. Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 467

17. Procesos formadores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 469


1. Formación de suelos: Enfoques conceptuales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 469
2. Procesos de meteorización . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 471
2.1. Concepto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 471
2.2. Meteorización: Esquema general . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 473
3. Procesos edafogénicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 489
3.1. Aspectos generales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 489
3.2. Principales procesos formadores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 492
4. Procesos y categorías de suelos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 505
4.1. Procesos edafogénicos en los Entisoles . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 505

XXIII
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4.2. Procesos edafogénicos en los Inceptisoles . . . . . . . . . . . . . . . . . 507
4.3. Procesos edafogénicos en los Andisoles . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 508
4.4. Procesos edafogénicos en los Vertisoles . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 509
4.5. Procesos edafogénicos en Alfisoles . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 510
4.6. Procesos edafogénicos en los Aridisoles . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 511
4.7. Procesos edafogénicos en los Mollisoles . . . . . . . . . . . . . . . . . . 512
4.8. Procesos edafogénicos en los Spodosoles . . . . . . . . . . . . . . . . . . 513
4.9. Procesos edafogénicos en los Ultisoles . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 514
4.10. Procesos edafogénicos en los Oxisoles . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 515
4.11. Procesos edafogénicos en los Histosoles . . . . . . . . . . . . . . . . . . 516
4.12. Procesos edafogénicos en los Gelisoles . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 516
5. Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 517

18. Factores formadores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 521


1. Variabilidad espacial de los suelos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 521
2. Factores formadores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 521
3. Material originario y sus relaciones con el suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . 523
3.1. Información sobre el material originario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 523
3.2. Características del material originario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 523
3.3. Influencia del material originario sobre las características del suelo. 524
3.4. Tipos de rocas y características de los suelos . . . . . . . . . . . . . . . 525
3.5. Grado de uniformidad del material originario . . . . . . . . . . . . . . 525
4. Relaciones suelo-clima . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 526
4.1. Información sobre el clima . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 526
4.2. Clima y regímenes de humedad del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . 527
4.3. Tendencias regionales en la distribución de suelos . . . . . . . . . . . 528
5. Relaciones suelo-paisaje . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 529
5.1. Escalas de observación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 530
5.2. Formas del relieve . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 531
5.3. Procesos y formas de las laderas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 533
5.4. Sistemas suelo-paisaje . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 533
5.5. Relaciones suelo-paisaje: Toposecuencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . 533
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5.6. Condiciones de drenaje y morfología de los suelos . . . . . . . . . . 534


5.7. Relaciones suelo-paisaje: Influencia del clima . . . . . . . . . . . . . . 536
6. Factores bióticos y antrópicos de la edafogénesis . . . . . . . . . . . . . . . . 538
6.1. Actividad de la fauna y efectos sobre el suelo . . . . . . . . . . . . . . 538
6.2. Relaciones suelo-vegetación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 540
6.3. Indicadores de la vegetación pasada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 542
6.4. Acción antrópica y formación de suelos: Sostenibilidad y edafo-
tecnología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 543
7. Dimensión temporal de los suelos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 546
7.1. Datación de suelos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 547
7.2. Ciclos evolutivos: Suelos monocíclicos y policíclicos . . . . . . . . 548
8. Enfoque factorial en génesis de suelos: Perspectivas . . . . . . . . . . . . . . 551
9. Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 552

XXIV
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19. Soil Taxonomy . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 555
1. Clasificación de suelos: Criterios científicos y criterios utilitarios . . . . 555
2. Taxonomía de suelos: Antecedentes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 556
3. Principios de Soil Taxonomy . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 557
4. Estructura del sistema . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 559
4.1. Diferencias entre suelos minerales y suelos orgánicos . . . . . . . . 559
4.2. Horizontes y características de diagnóstico . . . . . . . . . . . . . . . . 560
4.3. Categorías taxonómicas y reglas de nomenclatura . . . . . . . . . . . 569
5. Metodología para clasificar un suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 570
6. Soil Taxonomy (SSS, 1999): Una panorámica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 571
7. Modificaciones de Soil Taxonomy . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 577
8. Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 578
20. Base de referencia mundial para los recursos de suelos: World Refe-
rence Base (WRB) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 579
1. Leyenda de un mapa versus clasificación de suelos . . . . . . . . . . . . . . . 579
2. Base de referencia mundial (WRB) versus Soil Taxonomy . . . . . . . . . 580
3. Principios de la Base de referencia mundial para Recursos de Suelos
(WRB) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 581
4. Estructura de la Base de Referencia Mundial (WRB) . . . . . . . . . . . . . 582
4.1. Horizontes, propiedades y materiales de diagnóstico . . . . . . . . . 582
4.2. Grupos de suelos de referencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 583
4.3. Unidades de suelos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 585
5. Grupos de suelos: Síntesis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 586
6. Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 588

21. Cartografía de suelos y sistemas de información geográfica . . . . . . . . . 591


1. Inventario y cartografía del recurso de suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 591
2. Finalidad de un levantamiento de suelos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 593
3. Principios de cartografía de suelos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 597
4. Variabilidades especiales de los suelos: Unidades taxonómicas cartográ-
ficas y de manejo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 599
5. Modelos de relación de suelos: Clases de unidades cartográficas . . . . 603
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6. Metodología de trabajo en cartografía de suelos: Formulación y contras-


te de hipótesis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 604
7. Modelos de representación de la cubierta edáfica: De la serie de suelos
a las unidades morfoedáficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 607
7.1. Cartografía basada en las series de suelos . . . . . . . . . . . . . . . . . . 608
7.2. Modelo basado en unidades morfoedáficas . . . . . . . . . . . . . . . . 609
8. Extrapolación e interpolación: Cartografía libre y cartografía geoesta-
dística . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 612
9. Información contenida en un mapa de suelos: Leyenda del mapa . . . . 612
10. Instrumentos de apoyo a la cartografía de suelos . . . . . . . . . . . . . . . . . 614
11. Intensidad de la cartografía y tipos de mapas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 615
12. Bases de datos electrónicas de suelos: Información en soporte infor-
mático en red . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 618

XXV
Porta, C. J., López-Acevedo, R. M., & Roquero, D. L. C. (2003). Edafología : Para la agricultura y el medio ambiente (3a. ed.). ProQuest
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13. Gestión de información de suelos: Sistemas de información geográ-
fica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 619
14. Criterios para evaluar la calidad de un mapa de suelos . . . . . . . . . . . . 621
15. Bases para elaborar el presupuesto de una cartografía de suelos . . . . . 624
16. Bobliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 626

22. Usos y aplicaciones de la información de suelos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 631


1. Interpretación y usos de la información de suelos . . . . . . . . . . . . . . . . 631
2. Modelización de las cualidades del terreno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 632
3. Utilización directa de un mapa de suelos para la toma de decisiones en
una explotación agrícola . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 634
4. Evaluación de suelos y evaluación del terreno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 637
5. Principales sistemas actuales de evaluación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 638
6. Método de clases de capacidad agrológica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 640
7. Sistema del US Bureau of Reclamation (USBR): Aptitud para el riego . 645
8. Sistema de evaluación de terrenos agrícolas de alta calidad: «prime
farmlands» y «unique farmlands» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 649
9. Sistema Riquier-Bramao-Cornet (1970) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 651
10. Esquema de la FAO (1976) de evaluación del terreno . . . . . . . . . . . . 653
11. Utilización de Mapas de Suelos con fines catastrales: Método del Va-
lor Índice . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 659
12. Evaluación del potencial para el uso agrícola de grandes áreas: Méto-
do de las zonas agro-ecológicas (AEZ) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 663
13. Método del índice de potencialidad del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 666
14. Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 666

23. Degradación de suelos por erosión hídrica: Conservación de suelos y


aguas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 669
1. Erosión del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 669
1.1. Concepto y percepción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 669
1.2. Agentes, formas e intensidades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 671
1.3. Procesos de erosión hídrica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 672
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2. Factores de control de los procesos erosivos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 676


2.1. Principales factores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 676
2.2. Estudio de los factores hidrológicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 678
3. Técnicas de medida y modelos de evaluación de las pérdidas de suelo . . 699
3.1. Procesos de erosión por salpicadura: Cuantificación . . . . . . . . . 699
3.2. Procesos de erosión por escorrentía superficial concentrada: Cuan-
tificación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 701
3.3. Procesos de erosión laminar y por arroyaderos: Cuantificación . 702
4. Medidas de conservación de suelos y aguas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 713
4.1. Técnicas generales de cultivo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 714
4.2. Técnicas especiales de cultivo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 716
4.3. Infraestructuras y obras para conservar el suelo y el agua . . . . . 719
5. Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 722

XXVI
Porta, C. J., López-Acevedo, R. M., & Roquero, D. L. C. (2003). Edafología : Para la agricultura y el medio ambiente (3a. ed.). ProQuest
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24. Salinización y sodificación: Suelos de regadío . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 727
1. Salinidad, sodicidad y alcalinidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 727
2. Origen de las sales solubles: Ciclos de salinización . . . . . . . . . . . . . . . 729
2.1. Ciclos continentales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 730
2.2. Ciclos marinos de acumulación de sales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 732
2.3. Ciclos deltáicos de acumulación de sales . . . . . . . . . . . . . . . . . . 732
2.4. Ciclos artesianos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 732
2.5. Ciclos antropogénicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 732
3. Sales solubles en suelos y aguas de zonas semiáridas y áridas . . . . . . . 734
3.1. Principales minerales evaporíticos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 734
3.2. Principales tipos de sales en suelos y aguas . . . . . . . . . . . . . . . . 735
4. Química del boro en los suelos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 739
4.1. Comportamiento de los cultivos en relación al boro . . . . . . . . . . 739
4.2. Formas del boro en los suelos: Adsorción . . . . . . . . . . . . . . . . . . 741
5. Salinidad, sodicidad y crecimiento de las plantas . . . . . . . . . . . . . . . . . 744
5.1. Sintomatología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 744
5.2. Efectos de la salinidad y de la sodicidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 744
5.3. Adaptación de las plantas a la salinidad. Comunidades indica-
doras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 746
5.4. Tolerancia de los cultivos a la salinidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 747
5.5. Tolerancia de los cultivos al sodio intercambiable (ESP) . . . . . . 759
6. Calidad del agua de riego: Criterios de evaluación y predicción . . . . . 762
6.1. Calidad agronómica del agua . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 762
6.2. Riesgo de sodicidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 763
6.3. Criterios para interpretar la calidad de un agua para riego . . . . . 764
6.4. Efectos de la salinidad y sodicidad sobre las propiedades físicas
del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 766
7. Medida de la salinidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 771
7.1. Medidas de laboratorio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 771
7.2. Medidas de campo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 771
8. Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 771
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25. Degradación de la fertilidad física del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 777


1. Aspectos físicos de la fertilidad del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 777
2. Agromecánica: Importancia e impactos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 779
3. Sistema radicular y medio edáfico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 780
3.1. Diagnóstico de problemas en el crecimiento radicular . . . . . . . . 781
3.2. Metodología para el estudio de la rizosfera . . . . . . . . . . . . . . . . 784
3.3. Condiciones físicas y crecimiento de la planta . . . . . . . . . . . . . . 785
4. Compactación del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 788
4.1. Proceso de compactación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 788
4.2. Descripción y medida del estado de compactación . . . . . . . . . . . 789
4.3. Efectos de la compactación sobre la estructura del suelo . . . . . . 790
4.4. Comportamiento mecánico del suelo en la compactación . . . . . 790
5. Sellado y encostramiento superficial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 792

XXVII
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6. Modelos del comportamiento físico del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 792
7. Manejo del suelo y compactación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 792
8. Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 793

26. Degradación del territorio en zonas áridas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 797


1. Estudio de zonas áridas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 797
2. Escala y extensión del problema . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 799
2.1. Criterios de delimitación de zonas áridas . . . . . . . . . . . . . . . . . . 799
2.2. Distribución mundial de las zonas áridas . . . . . . . . . . . . . . . . . . 801
2.3. Factores meteorológicos determinantes de la distribución de las
zonas áridas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 804
2.4. Criterios edáficos: Régimen arídico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 806
3. Suelos de zonas áridas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 807
3.1. Características generales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 807
3.2. Mineralogía de suelos de áreas desérticas . . . . . . . . . . . . . . . . . . 810
3.3. Uso del suelo en regiones áridas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 811
4. Degradación del territorio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 812
4.1. Aridez y sequía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 812
4.2. Desertización y desertificación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 813
4.3. Indicadores edáficos de la aridificación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 816
4.4. Causas y procesos de la desertificación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 816
5. Dimensión global del problema: Ejemplos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 817
5.1. Procesos de degradación ligados al nomadismo y al pastoreo se-
dentario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 817
5.2. Procesos de degradación ligados a la intensificación del uso del
riego con tecnología inadecuada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 818
5.3. La crisis de la región Sahelo-Sudanesa: 1967-70 . . . . . . . . . . . . 818
6. Medidas de control frente a la desertificación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 819
7. Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 821

27. Degradación de suelos y calidad ambiental . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 825


1. Calidad de un suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 825
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2. Residuos y sustancias peligrosas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 826


3. Áreas misceláneas: Terrenos contaminados y terrenos abandonados . . 829
4. Contaminación de suelos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 830
5. Contaminación por elementos traza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 832
5.1. Fondo geoquímico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 832
5.2. Distribución y especiación de los elementos traza a partir de la
solución del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 833
5.3. Cargas críticas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 834
5.4. Suelos contaminados por Pb, Zn, Cd . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 836
5.5. Aplicación de la geoestadística y los SIG al estudio de los suelos
contaminados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 837
6. Riesgos derivados de la contaminación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 838
6.1. Componentes del riesgo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 840

XXVIII
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6.2. Biodisponibilidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 841
6.3. Riesgos para los ecosistemas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 842
6.4. Riesgos para los suelos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 842
6.5. Evaluación de riesgos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 843
7. Evaluación ambiental del terreno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 844
8. Estrategias frente a la contaminación de suelos . . . . . . . . . . . . . . . . . . 845
8.1. Manejo de residuos y sustancias peligrosas . . . . . . . . . . . . . . . . 845
8.2. Estrategias de agricultura sostenible/sustentable . . . . . . . . . . . . 846
8.3. Acciones en la relación fuente-vía-receptor . . . . . . . . . . . . . . . . 847
8.4. Estudio detallado de una técnica: Biorremediación . . . . . . . . . . 848
8.5. Toma de decisiones frente a problemas de contaminación . . . . 851
9. Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 851

28. Degradación de suelos en relación con prácticas agrícolas inadecuadas . 855


1. El suelo como sistema depurador: Procesos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 855
2. Capacidad de aceptación de residuos de un suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . 858
3. Agroquímicos y medio ambiente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 859
3.1. Tipos de agroquímicos y registro de nuevos productos . . . . . . . 860
3.2. Criterios de seguridad en los fitosanitarios . . . . . . . . . . . . . . . . . 861
3.3. Mecanismos de control de los fitosanitarios en el suelo . . . . . . . 862
4. Contaminación por nitratos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 867
4.1. De nutriente de las plantas a contaminante de las aguas: Proble-
mática del N-NO3– en el medio ambiente . . . . . . . . . . . . . . . . . . 867
4.2. Ciclo del nitrógeno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 868
4.3. Procedencia de los N-NO3– en las aguas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 871
4.4. Movimiento y transformaciones de N-NO3– en el suelo: Modelos . 872
4.5. Medidas para el control N-NO3– en el medio . . . . . . . . . . . . . . . 872
4.6. Evaluación de la capacidad de un suelo para aceptar purines . . . 874
5. Aguas superficiales, fosfatos y eutrofización . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 877
6. Utilización agrícola de lodos residuales de depuradora . . . . . . . . 879
7. Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 882
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29. Degradación de suelos: Áreas con actividades extractivas y mineras.


Áreas periurbanas y urbanas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 885
1. El paisaje colectivo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 885
2. Actividades extractivas y mineras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 886
2.1. Panorámica general . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 886
2.2. Tipos de explotaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 887
3. Rehabilitación de suelos tras actividades extractivas . . . . . . . . . . . . . . 889
3.1. Aspectos legales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 889
3.2. Condicionantes de la rehabilitación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 891
3.3. Capaceo: Una acción preventiva para conservar el material edá-
fico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 892
3.4. Proceso de rehabilitación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 894
3.5. Relleno de excavaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 895

XXIX
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3.6. Proyecto de rehabilitación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 900
4. Áreas periurbanas: Degradación de las tierras más fértiles . . . . . . . . . 902
5. Suelos de áreas urbanas: Actuaciones en Arquitectura del paisaje . . . . 903
6. Denominación de los suelos de áreas degradadas por acción antrópica . . 906
7. Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 907

Notaciones y unidades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 911

Índice alfabético . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 917


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1
Evolución histórica del conocimiento
edafológico: síntesis

El interés inicial por el conocimiento del suelo, en general a través de sus distin-
tas propiedades, se ha desarrollado paralelamente a los progresos conseguidos en los
conocimientos agrícolas y forestales. Ahora bien, teniendo en cuenta que muchas
propiedades de los suelos no son de directa apreciación, sino que requieren la apli-
cación de algunos procesos de índole analítica y el establecimiento de su correlación
con el desarrollo de las plantas, el conocimiento del suelo se ha obtenido con un
cierto retraso en relación con el de otros factores de la actividad agrícola.

Inicialmente el estudio del suelo se desarrolló por dos vías con poca relación
entre ellas. Por un lado la referente a la química de los suelos agrícolas, que con-
templaba el suelo como un medio para el crecimiento de las plantas. Por otro, la
dedicada a la meteorización de las rocas y la agrogeología, centrada ésta en la
caracterización, constitución y distribución espacial de los suelos (Yaalon, 1997).
Deberían transcurrir bastantes años hasta que se planteasen enfoques modernos en
investigación de suelos. Más recientemente, a partir de la década de los años 90
del siglo XX han ido adquiriendo cada vez mayor importancia las investigaciones
centradas en el comportamiento del suelo como interfase medioambiental y en los
procesos de degradación y reabilitación de este recurso natural.
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1. Los avances históricos en Química y en Edafología

El tema de la nutrición vegetal en su aspecto químico y, en consecuencia, su


corolario de la fertilización, tuvieron que esperar hasta 1840 para que Justus von
Liebig (1803-1873), en su obra «Química en relación con la agricultura y el creci-
miento de las plantas», presentase su teoría de la nutrición mineral de las plantas
(Cap. 8). Sin embargo, el desconocimiento del poder para retener nutrientes por
parte del complejo de cambio del suelo llevó a la propuesta del empleo como ferti-
lizantes de materias muy poco solubles, que resultaron, como es natural, muy poco
eficaces para el desarrollo de los cultivos. Poco después se salió del error de consi-
derar los compuestos solubles como inconvenientes por sus posibles pérdidas por
lavado y se inició el camino de la moderna fertilización química. Thompson en
1850 fue el primero en estudiar de forma sistemática el intercambio catiónico, si

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bien el término intercambio de bases fue acuñado por Way, químico que estudió el
proceso científicamente entre 1850 y 1852.
Debe destacarse además que Liebig enunció la célebre «Ley del mínimo»,
como resultado de sus investigaciones sobre el papel desempeñado por los ele-
mentos químicos en el desarrollo vegetal: «un elemento que falte, o que se halle
presente en una cantidad insuficiente, impide a los restantes producir su efecto
normal o, por lo menos, disminuye su acción nutritiva». Es el resultado de la apli-
cación del método científico o baconiano al tema de la nutrición de las plantas. No
obstante, a pesar de que en esta época se podía contar ya con la base teórica para
explicar la retención en el suelo de ciertos componentes nutritivos, tales como los
amoniacales y potásicos, parece que Liebig inicialmente no prestó a este impor-
tante tema toda la atención debida.
Correspondió a Jean Baptiste Boussingault (1802-1887) tomar el relevo en el
liderazgo de la aplicación de la Química a la Agricultura, y su labor representó un
papel indiscutiblemente destacado en la consolidación de la Agronomía como
ciencia. A ello contribuyó mediante su obra «Economie rurale considérée dans ses
rapports avec la Chimie, la Physique et la Météorologie» publicada en 1843. Es
preciso mencionar, por su trascendencia, el hecho de que considerase que los ele-
mentos químicos se encuentran en el suelo bajo dos formas de comportamiento:
asimilables y no asimilables por las plantas, lo que limita claramente el interés de
los datos de los «análisis totales», practicados hasta entonces, de forma general.
Correlativamente, en Gran Bretaña, John Bennet Lawes inició en su finca de
Rothamsted desde 1843 los célebres experimentos sobre fertilización que, al cabo
de más de siglo y medio aún continúan, actividad a la que se asoció pronto John
Henry Gilbert en una labor conjunta y prolongada. Estos ensayos de larga duración
han tomado una nueva dimensión al cabo de este tiempo, al permitir estudiar el
comportamiento de los nitratos en el suelo, en relación con la problemática de la
contaminación de las aguas freáticas. Esta nueva aplicación de los resultados de
estos ensayos ha sido posible gracias a haberse ido recogiendo y analizando siste-
máticamente las aguas de drenaje, en campos con diferentes dosis de fertilizantes
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nitrogenados.
Más tarde surgió en Francia un agrónomo eminente, Adrien de Gasparin, cono-
cido por su título de Conde de Gasparin, gran figura de su tiempo. Tanto su obra
más general «Cours d’Agriculture» en 1843, que dedica todo su primer volumen al
estudio detenido del suelo, como la más específica «Traité de la détermination des
terres arables» en 1872, constituyeron dos guías seguidas en Europa durante
muchos años.
En esta época es notable la contribución de los científicos alemanes al estudio
del comportamiento del nitrógeno en el suelo, tema complejo y hasta entonces sin
esclarecer. Nombres como Salm-Horstmar, Hellriegel y Beiterinck lograron tras
laboriosas etapas llegar hasta el descubrimiento del ciclo correspondiente y del
agente fijador simbiótico. A ellos hay que añadir los científicos franceses como

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Vilmorin, Kuhlmann y Berthelot, así como al ruso Winogradsky, gran impulsor de
la microbiología del suelo.

2. Los precursores de la Edafología

El conocimiento del suelo va perfilando cada vez más su personalidad, y fue


Karl Sprengel quien en 1837 publicó en alemán el primer libro que trata estricta-
mente la Edafología bajo el título original de «Bodenkunde». En él considera al
suelo como un ente natural «an independent natural body», en palabras de Joffe
(1949), por lo que no debe extrañar que, para algunos autores, sea el fundador de
la Ciencia del Suelo (Huguet del Villar, 1937).
Fue el alemán Frank Albert Fallou quien en esta época empleó por primera vez
el término «Pedologie», en su obra titulada «Pedologie oder allgemeine und
besondera Bodenkunde», publicada en 1862. En ella deja clara su intención de tra-
tar el suelo de un modo no sólo general, sino específico. En la obra se manifiesta
con un sentido crítico y, frente a la mera consideración de las propiedades quími-
cas del suelo, propone considerarlo como un ente natural y elevar el Bodenkunde
de Sprengel a una ciencia independiente, que es lo que con el tiempo ha llegado a
ser. Algunos autores le consideran el fun-
dador de la Edafología y no tan solo el
creador de un término, el de Pedologie.

3. El nacimiento de la
Edafología: Dokuchaev

El grado de madurez que iban alcan-


zando los conocimientos sobre el suelo
como ente natural creaba un ambiente
propicio para el establecimiento defini-
tivo de una Ciencia del Suelo. Esto acon-
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teció finalmente con la labor de Vassili


Vassilievith Dokuchaev (1846-1903), al
defender éste su tesis doctoral en San
Petersburgo el año 1883, cuyo título es
«El Chernosem ruso», trabajo cuya me-
todología y contenido corresponden a lo
que hoy constituye la Ciencia del Suelo.
La labor de Müller (1840-1926) es de
destacar en muchos aspectos, en 1880
definió los tipos de humus mull y mor,
V.V. Dokuchaev (Cortesía del International
también mostró la importancia genética Soil Reference and Information Centre,
de los horizontes B, en especial los hoy Wageningen, Países Bajos).

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denominados horizontes espódicos. Introdujo el término perfil, recogido posterior-
mente por Ramann y cuyo uso se generalizaría hacia 1930.
A partir de esta fecha, generalmente aceptada hoy como el hito inicial de la
Edafología, y hasta la Segunda Guerra Mundial, el desarrollo de esta disciplina fue
rápido, continuo y con un ámbito universal.
Los discípulos de Dokuchaev resultaron personajes igualmente insignes.
Entre ellos cabe destacar a Nikolai Mikhailovitch Sibirtzev, nombrado profesor
en 1894 de la primera cátedra de Edafología creada en el mundo, y que a inicia-
tiva de su maestro publicó un texto «Pochvovedenie», de notable difusión, entre
los científicos rusos. A pesar de su corta vida, introdujo conceptos importantes,
tales como los iniciales de la zonalidad, intrazonalidad y azonalidad de los suelos,
que fueron base de muchas clasificaciones hasta 1960. Konstantin Dimitrievich
Glinka tuvo una decisiva influencia en el desarrollo de la actividad edafológica,
no sólo en la Rusia zarista, sino en la soviética posterior. Además tiene el mérito
de haber universalizado la labor de su época, tanto por ser el fundador de la Inter-
national Society of Soil Science (ISSS) en Roma en 1924, como por ser autor de
dos obras fundamentales, otra «Pochvovedenie», traducida a varios idiomas y en
la que incluye algunas citas de sus observaciones en España, y la obra «Los Gran-
des grupos de suelos del Mundo y su formación», que añade una visión universal
a sus trabajos.
En los Estados Unidos de Norte América se comprendió pronto el interés de la
Ciencia del Suelo. En 1906 Eugene Woldemar Hilgard, americano de origen ale-
mán, publicó su difundida obra «Soils»,
avalada por la formación de geólogo,
edafólogo y agrónomo de su autor. Debe
ser considerado como uno de los edafólo-
gos americanos más eminentes, al haber
perfeccionado el estudio de las muestras
de suelo en el laboratorio y otras aporta-
ciones. Fue contemporáneo de Milton
Whitney (1860-1927), de decisiva
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influencia sobre la actividad edafológica


en aquel país y en el resto del mundo, a
través de la creación del «Soil Survey».
Las ideas de la Escuela edafológica rusa
se difundieron en Estados Unidos gracias
a la traducción de la obra de Glinka al
inglés, llevada a cabo en 1927 por el pro-
fesor Curtis Fletcher Marbut, coinci-
diendo con el First International Con-
gress of Soil Science celebrado en
Washington. Marbut merece una mención
especial por ser el autor de uno de los pri-
C.F. Marbut (1863-1935). meros sistemas de clasificación de suelos

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en 1924, conocido y difundido bajo su nombre, así como la monumental obra
«The Soils of the United States».
Algo posterior es Jacob Samuel Joffe (1886-1963), quien por su origen ruso-
lituano desempeñó un gran papel, no sólo a través de su obra «Pedology», muy
conocida en su tiempo, editada en 1936 y posteriormente en 1949, sino por su
labor de relación de la ciencia occidental con la oriental, de cuya información se
sigue haciendo uso, por su carácter histórico.
El desarrollo de los conocimientos y los avances en la clasificación y la carto-
grafía de suelos en los Estados Unidos han sido objeto de detallados estudios debi-
dos a Cline (1979) y Simonson (1987), quienes además fueron notables partícipes
en estos temas.
El grupo integrado por Baldwin, Kellog y Thorp es bien conocido por haber
presentado en 1938 un nuevo sistema de Clasificación de Suelos, basado en los
criterios de zonalidad climática, que permaneció vigente hasta ser relegado en
1960 con la publicación de la «Seventh Aproximation» precursora de la conocida
«Soil Taxonomy-USDA». De ellos Charles E. Kellog ha sido además el impulsor
de obras tan importantes como el «Soil Survey Manual», publicado en 1937. Ree-
ditado en 1951 y en 1993, ha sido una obra muy utilizada en los trabajos edafoló-
gicos hasta la actualidad, al normalizar la metodología de trabajo para el estudio
de los suelos en el campo.
En Alemania, Emil Ramann desarrolló una importante actividad en el ámbito
forestal, publicando el libro «Edafología forestal y teoría de la distribución de sue-
los». Sirvió para impulsar el desarrollo de la Edafología en la Europa del Oeste,
favoreciendo la difusión de las ideas de la Escuela edafológica rusa. Fue profesor
en la segunda cátedra de Edafología creada en el mundo. La traducción al inglés
de su obra titulada «The evolution and Classification of Soils» en 1928, supuso la
apertura a un ámbito mucho más amplio de su labor científica (Joffe, 1949).
Este movimiento paneuropeo contribuyó al avance de la ciencia en sus diver-
sos campos y al conocimiento de los suelos en los distintos países. Así, en Hungría
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hay que destacar la presencia de Alexius de Sigmond, cuyas aportaciones al cono-


cimiento de los suelos salinos y alcalinos fueron notables en su tiempo. Aún hoy
pueden servir de esquema conceptual para la comprensión de estos temas, al haber
establecido la diferencia entre los suelos con sales solubles y los suelos con sodio
en las sedes de intercambio.

4. Época reciente

Para llegar a adquirir una visión exhaustiva de la historia de la Ciencia del


Suelo debe recurrirse a trabajos como el de Gardner (1986) titulado «Early Soil
Physics into the Mid-20th Century», los recogidos en la revista Geoderma, pulica-
dos en 1974 con motivo del 50 aniversario de la fundación de la International

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Society of Soil Science, el de Bou-
laine (1989) dedicado a la «Histoire
des pédologues et de la Science des
Sols», la obra de Krupenikov
(1993), entre otros. En España, para
una revisión más a fondo debe acu-
dirse al trabajo del profesor F. Gon-
zález, presentado en 1984 con
motivo del I Congreso de la Socie-
dad Española de la Ciencia del
Suelo, celebrado en Madrid y a
Sunyer (1996).
La reacción por parte de los
edafólogos para sobreponerse a los
efectos de la Segunda Guerra Mun-
dial fue inmediata y eficaz. La So-
ciedad Internacional de la Ciencia
del Suelo fue un instrumento ade-
cuado para ello, ya que, si bien su
congreso previsto para el año 1940
en Berlín no había podido llevarse
a cabo, muy pronto se decidió la
celebración del IV Congreso, en
1950, en Amsterdam. Estas reunio-
nes se han seguido celebrando periódicamente y constituyen un foro de intercam-
bio de información y de difusión del conocimiento.
A la iniciativa de los científicos de la Sociedad se debe, en buena parte, una de
las labores de cooperación internacional que más han contribuido en los últimos
tiempos a incrementar los contactos entre los edafólogos de los más diversos paí-
ses. El proyecto que aglutinó tales esfuerzos fue la confección del Mapa de los
Suelos del Mundo a escala 1:5.000.000. La iniciativa se presentó en el séptimo
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congreso de la ISSS celebrado en Madison en 1960, pasando a ser una acción con-
junta entre la FAO, creada en 1950 y que absorbió las tareas del antiguo Instituto
Internacional de Agricultura establecido en Roma, y la UNESCO, colaboración
que se mostró altamente fructífera, gracias a los esfuerzos de R. Dudal, F.A. van
Baren y V.A. Kovda, entre otros científicos. Tuvo como resultado la presentación
de los correspondientes mapas entre los años 1970 y 1981, con un total de diez
volúmenes de memorias.
No es tarea fácil resumir los progresos realizados en los países de la Europa
Occidental en los últimos cincuenta años, en los que la Edafología se ha benefi-
ciado de los avances en las ciencias y técnicas conexas, desde la teledetección y la
fotointerpretación, pasando por los grandes avances en las técnicas instrumentales
de laboratorio.

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En Francia no puede omitirse una mención a Albert Demolon, agrónomo y
físico, quien con su obra «Dynamique du Sol» ha contribuido a la formación de
generaciones enteras sobre estos temas. La accesibilidad de este autor al idioma
ruso, gracias a su esposa, ha permitido una conexión importante con esta escuela
edafológica. Henry Erhart cubre la vertiente del estudio de los suelos tropicales y
gracias a su experiencia y sus estudios publicó su difundida obra «La genése des
sols en tant que phénomène géologique», donde dio a conocer su teoría de la
«bio-rexistasia» que ayuda a una mejor comprensión de muchos procesos genéti-
cos, sobre todo en los países de relieves acentuados. Philippe Duchaufour (1912-
2000), maestro de numerosos edafólogos actuales, ha sido uno de los científicos
del suelo más importantes de Francia, con proyección internacional. Su tesis doc-
toral (1947): «Recherches écologiques sur la chênaie atlantique française», puso
de manifiesto las interrelaciones existentes entre material originario, vegetación,
especies forestales, tipos de humus y suelos. Este trabajo, junto con sus posteriores
investigaciones sobre edafogénesis, ha tenido una gran repercusión. En 1961 creó
el «Centre de Pédologie Biologique» (CNRS) en Nancy, del que fue director hasta
1975. Su «Précis de Pédologie» ha constituido una obra de referencia para los
estudiosos del suelo.
En gran Bretaña han existido también figuras notables que han dejado una pro-
funda huella en el campo de la Edafología. Alfred Daniel Hall recogió el fruto de
la prolongada labor realizada en Rothamsted en épocas anteriores y se benefició de
este conocimiento para la publicación de sus dos obras principales: «The Soils» y
«Fertilizers and manures», con las que cubrió un amplio campo de conocimientos.
No alcanza menor nivel la labor de John Russell, cuya obra «Las condiciones del
suelo y el crecimiento de las plantas» ha sido reiteradamente editada y traducida al
español, llegando a constituir una base de doctrina agronómica. La última versión
ha sido publicada por la editorial Mundi-Prensa (Wild, 1992). Gilbert W. Robinson
ha sido uno de los más firmes puntales de la Edafología genética, sobre todo a tra-
vés de su obra «Suelos, su origen, clasificación y constitución», que ha influido
notablemente en otros países europeos.
Alemania presenta también un numeroso grupo de edafólogos cuyas recientes
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contribuciones es preciso destacar. H. Stremme desempeñó un papel crucial en el


desarrollo de la cartografía edafológica durante muchos años. Tuvo una repercu-
sión importante para España el apoyo que prestó a Huguet del Villar en el
ambiente internacional. Su labor queda avalada por la preparación del primer
Mapa de Suelos de Europa, a escala 1:10 millones, en fecha tan temprana como
1927. Este ambiente científico hizo posibles muchas de las realizaciones posterio-
res. M.E. Mitsterlich abordó los problemas de la fertilización y de la nutrición
vegetal con un sentido matemático y su conocida «Ley de los rendimientos menos
que proporcionales», ha tenido una difusión verdaderamente universal. Vageler
representa a los edafólogos con largo curriculum en los países tropicales, más de
veinte años, lo que le permitió redactar una obra de notable amplitud, que puede
traducirse como «Fundamentos del estudio de los suelos de los países tropicales y
subtropicales», contribución importante para las regiones en desarrollo.

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La tradición holandesa en los estudios sobre suelos se ve confirmada en esta
etapa reciente por la presencia de notables edafólogos como D.J. Hissink, traba-
jando especialmente sobre temas de química del suelo y de salinidad. El estudio
de los suelos de sulfatos ácidos se ha desarrollado con una gran rapidez, en
buena parte por la crítica situación de estos suelos y por sus dificultades de utili-
zación. Fue W.F.J. van Beers el iniciador de estos estudios tan especiales, al
mismo tiempo que desarrollaba una gran actividad en temas referentes al drenaje
de los suelos simplemente hidromorfos. Su obra «Acid Sulphate Soils» es la pri-
mera que sienta los criterios y permite un rápido diagnóstico de suelos con pro-
piedades tan peculiares. Además, desempeñó un impotante papel en la prepara-
ción del Mapa Mundial de Suelos, a lo que hay que añadir su labor como
Secretario de la ISSS desde la posguerra hasta el año 1974, llevada con gran
acierto. Su experiencia en suelos tropicales ha quedado plasmada en su obra
«Tropical Soils».
La labor de Walter L. Kubiena requiere una mención especial, no sólo por la
complejidad e importancia de la misma, sino por exigir el debido detalle su
labor en España. Fue un estudioso capaz de abarcar diversas ramas del conoci-
miento y alcanzar en ellas una situación preeminente. Así, el desarrollo del
estudio de la Micromorfología del suelo tiene en Kubiena su iniciador. En 1938
publicó la obra «Micropedology», que había de marcar la pauta en este campo
durante muchos años. En cuanto al estudio de la génesis y la clasificación de los
suelos, su obra, fruto en parte de su período de estancia y trabajo en el Instituto
de Edafología y Fisiología Vegetal (hoy Centro de Ciencias Medioambientales)
en Madrid, apareció en 1952 en español
bajo el título «Claves Sistemáticas de
Suelos» y en 1953 en inglés como: «The
Soils of Europe», siendo ambas, edicio-
nes a cargo del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas de España.
En el período 1952-60 la sistemática
de Kubiena, pese a sus problemas concre-
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tos, fue un elemento de trabajo muy utili-


zado en España y en algunos otros países,
por su valor genético. El enfoque ha
servido de guía a las clasificaciones de
suelos de base genética, elaboradas en
Europa posteriormente.
En los Estados Unidos de Norte Amé-
rica el desarrollo de las principales ramas
de la Edafología es acorde con las dimen-
siones y actividad habituales en sus com-
portamientos. En el aspecto genético
exclusivo hay que citar la labor de Hans
Jenny, cuya obra «Factors of Soil Forma-

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tion» estableció el camino para relacionar las condiciones del medio con las carac-
terísticas de los suelos.
Uno de los temas en el que los edafólogos norteamericanos han tenido una
intervención decisiva es el estudio de la erosión y conservación del suelo, cuyo
enfoque inicial se debe a Hugh H. Bennet (1881-1960), fundador del Soil Conser-
vation Service y verdadero movilizador frente al problema de la erosión. Su obra
«Soil Erosion a National Menace» primero y su libro básico sobre «Soil Conserva-
tion», así lo acreditan y demuestran su aportación a un tema de tanta actualidad
hoy en día (Simms, 1973).
El carácter pragmático americano, y la vertiente tecnológica implícita en la
práctica de la conservación del suelo, dieron lugar a un gran desarrollo de estas
materias, pudiendo tomar como ejemplo la actividad de Richard K. Frevert y sus
colaboradores desde la década iniciada en 1950.
En un sentido más teórico, aun cuando tendiendo a una aplicación también
práctica, figura el establecimiento de la llamada «Ecuación Universal de Pérdida
de Suelos por Erosión (USLE)» por Walter H. Wischmeier y Dwight D. Smith,
dada a conocer a la comunidad científica en el ya mencionado congreso de la ISSS
en Madison, el año 1960. Pese a las restricciones que prudentemente hay que esta-
blecer ante el empleo de esta ecuación, constituye un excelente punto de partida
para posteriores progresos y, en todo caso, un esquema conceptual y un instru-
mento de análisis de los procesos erosivos.
En el ambiente de las aplicaciones prácticas de la Edafología es necesario
señalar las realizaciones del «United States Salinity Laboratory» radicado en
Riverside que, bajo la dirección de L.R. Richards, desarrolló estudios teóricos y
realizaciones prácticas que han orientado durante muchos años las actuaciones en
suelos afectados por salinidad. Sus trabajos se plasman en la edición, en 1954, de
la obra «Diagnosis and Improvement of Saline and Alkali Soils» cuyos fundamen-
tos son aún válidos y cuyas normas pueden seguir aplicándose en su mayor parte,
después de los años transcurridos.
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En el tema de Física de suelos, el enfoque conceptual que planteó Edgar Buc-


kingham (1867-1940) ha permitido orientar el desarrollo posterior de los estudios
del agua del suelo. Los primeros modelos de la infiltración se deben a W. Heber
Green (1868-1932) y a G.A. Ampt (1887-1953). Los métodos de medida del agua
del suelo se deben a Richards y Gardner.
En cuanto a la Química del suelo no faltan representantes de calidad. Emil
Truog se ocupó preferentemente del fósforo y de la acidez del suelo, si bien su
actividad en el estudio del potasio del suelo es también importante, así como la
relativa al comportamiento de los microelementos. El papel de Walter P. Kelley es
algo diferente, siendo más conocido por sus publicaciones: «Cation exchange in
soils», de 1948 y «Alkali soils, their formation, prospection and reclamation», algo
posterior.

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5. La Edafología en España

5.1. Emilio Huguet del Villar: Una figura insigne

La historia de los estudios de suelos en España empieza en el primer tercio del


siglo XX, con una personalidad de gran relieve internacional, Emilio Huguet
i Serratacó (Granollers, 1871-Rabat, 1951), más conocido por el seudónimo de
Emilio Huguet del Villar.
En el primer Congreso Internacional de la ISSS celebrado en Washington el
año 1927 hubo una delegación española relativamente numerosa, participando
Emilio Huguet del Villar activamente. En 1929 fue nombrado presidente de la
«Subcomisión de Suelos Mediterráneos», reconocimiento que tendría hasta su
muerte en Rabat en 1951. Se malogró una intercomunicación más activa por los
avatares bélicos propios y extraños. En esta época Juan Díaz Muñoz, fallecido en
tales acontecimientos, preparó en colaboración con H. Stremme un trabajo sobre
«Clasificación de suelos tropicales», tema fundamental para abordar la cartografía
mundial de suelos, en inicio de ejecución en aquellos tiempos.
No obstante, la figura más destacada de la época fue sin duda la de Huguet,
botánico y edafólogo autodidacta, que es quien implantó la Edafología en España.
Fue un notable estudioso, que alcanzó por sí mismo un gran nivel de conocimien-
tos científicos, que le llevaron a desarrollar una gran vocación por la Edafología.
Este término fue introducido por él en el español y su uso se ha generalizado,
pasando luego al portugués. Tomó el vocablo de la propuesta hecha por el cientí-
fico rumano Stchussien en la «IV Conférence Internationale de Pédologie» cele-
brada en Roma en 1924, en la que se creó la «International Society of Soil
Science». En esta reunión se debatió el empleo de tres denominaciones, «Ciencia
del Suelo», como más general, «Pedología» (según el sentido y etimología de
Albert Fallou, ya comentados) y finalmente «Edafología». La raíz «pedios» se
aplica más bien al terreno o suelo sobre el que se está, el que se pisa, mientras que
«edafos» corresponde al concepto de asentamiento de las raíces de las plantas.
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En 1929 Huguet del Villar publicó la obra «Geobotánica», en la que dedica un


extenso capítulo a los factores del medio edáfico y presenta ya una clasificación
tipológica de suelos con una concepción de vanguardia. En 1932 fue nombrado
primer director del «Institut Mediterrani de Sòls», creado en ese año por la Gene-
ralitat de Catalunya y posteriormente denominado «Institut de Sòls de Catalunya»
habiendo sido disuelto en 1939 (Bech, 1985).
La labor de Huguet del Villar es realmente notable y ha sido recogida con gran
detalle por Martí (1984). Entre sus diversas obras como pionero de los estudios
sobre el suelo en España, es difícil estimar cuál es la más importante, si su texto
«El Suelo» de 1931, primera obra extensa en español, o bien el libro «La reacción
del suelo, su medida y su significación» o bien la obra «Los Suelos de la Península
Luso-Ibérica», que incluye una versión resumida en inglés realizada por G.W.

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Robinson, bien cualificado para ello. En
esta extensa y documentada obra expone
y utiliza su sistema de clasificación de
suelos basado en la morfología del perfil,
lo que supuso un enfoque netamente dife-
rente del de las clasificaciones anteriores.
Esta clasificación, creada por él, le sirvió
para elaborar el primer mapa de suelos de
la península, a escala 1:1.500.000, edi-
tado en color.
Tanto el texto, editado en Madrid en
1937, como el mapa, impreso en Londres
en 1938, se perdieron casi totalmente
como consecuencia de las dos guerras,
española y mundial, existiendo en la
actualidad muy pocos ejemplares. Sin
embargo, durante muchos años, hasta
1957, fue el único elemento cartográfico
de referencia para España.
La obra «Geo-Edafología» corrió aún
un mayor riesgo de perderse, ya que su
original fue recuperado por Martí (1982) más de treinta años después de la muerte
de Huguet del Villar. La edición póstuma en 1983 ha sido posible gracias al interés
de la Universidad de Barcelona. Esta obra, por estar redactada en 1950, presenta
los puntos de vista del autor sobre un concepto natural y geográfico del suelo, dig-
nos de ser tenidos todavía en cuenta. Debe añadirse a su labor la realizada en Arge-
lia y sobre todo en Marruecos entre los años 1938 y 1950, período en que dio a
conocer numerosas publicaciones.
De esta misma época (1937) es la obra escrita en catalán por Antoni Oriol,
segundo director del «Institut dels Sòls de Catalunya» y su colaborador Josep
Valle, titulada «Què es la Ciència del Sòl?» Los autores siguen las ideas de Huguet
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del Villar y, de una forma atractiva y divulgadora, ofrecen una visión amplia del
conocimiento del suelo, muy avanzada dentro del contexto de la época.

5.2. El Mapa Agronómico


En 1940, la Orden de 23 de julio encargó al Consejo Agronómico la formación
del Mapa Agronómico, Técnico y Comercial de productos agrícolas. En la O.M.
de 7 de noviembre de 1940, se establecía que dicho mapa debía ser «la expresión
gráfica de nuestro territorio en los múltiples y variados aspectos que definen las
condiciones de la producción y la capacidad productiva del suelo patrio».
Las normas establecían que el Mapa Agronómico se iniciara en la escala de
1:50.000, por hojas parciales. La Dirección del Mapa Agronómico, asesorada por

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los consejeros colaboradores, debía determinar las zonas en las cuales debían eje-
cutarse los trabajos de formación del Mapa, atendiendo a la mayor utilidad de los
mismos. La representación gráfica debía reflejar, «además de los datos geográfi-
cos, los que caracterizan el medio agrícola natural, suelo y clima: origen y compo-
sición del suelo por masas de constitución análoga, perfiles y análisis». Se aprecia
una concepción avanzada para la época y una voluntad de acercarse a los países
más activos en este ámbito. Se llegaron a publicar algunas hojas a escala 1:50.000,
pero una labor de este tipo requería numerosos equipos con una sólida formación
edafológica, en una época muy inicial todavía para la cartografía de suelos. Los
mapas 1:50.000, serie inacabada, dieron paso a los mapas 1:250.000, decisión que
denota una falta de motivación y de visión de futuro.
Ya desde bastantes años antes se estaba llevando a cabo en países como Esta-
dos Unidos (Cap. 21) una cartografía a escala 1:20.000 de las principales zonas de
aquel país, de la que se ha podido obtener múltiples beneficios en actuaciones
diversas sobre el territorio (Kellog, 1977) y cuya vigencia se mantiene con actuali-
zaciones periódicas.

5.3. La enseñanza de la Edafología


La Escuela de Ingenieros Agrónomos de Madrid tuvo un papel pionero al
introducir la asignatura de Edafología en su plan de estudios a partir de 1928
(Aranda, 1978).
Un ámbito científico en el que podía haber habido una nutrida cantera para la
Ciencia del Suelo era la licenciatura de Ciencias Naturales, a pesar del escaso
número de titulados. En las etapas iniciales de su formación contaba con la ventaja
de cubrir las dos vertientes, geológica y biológica, que integraban la carrera, si
bien en un principio no disponían de una dedicación a la Química, cuyo relieve era
ya notorio en aquellos tiempos. Cuando la Edafología estaba adquiriendo su
importancia e independencia, se produjo un hecho derivado del progreso en el
desarrollo de la enseñanza y de la ciencia, la separación de los estudios de Cien-
cias Naturales en dos ramas, geológica y biológica, sin mantener la general. Esto
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privó a la Universidad española de científicos de una formación más amplia en el


contenido, muy conveniente en la formación y en los primeros tiempos de activi-
dad de los posibles nuevos edafólogos.
Fue por el contrario en la licenciatura de una carrera tan especializada y
profesionalizada como Farmacia, donde surgió desde 1940 el mayor interés por la
docencia de la Edafología, siendo durante años la que proporcionaría preferente-
mente a los centros de enseñanza y de investigación los nuevos profesionales. Este
hecho no fue aleatorio, sino que se debió a dos causas principales: una general, la
tradición destacada del estudio de la Botánica, que pasaba por aquel entonces del
dominio taxonómico al fitosociológico y requería de la Edafología y otra particu-
lar. La presencia de una figura tan destacada en el campo de la Edafología en la
Facultad de Madrid, como José María Albareda, en la cátedra de Geología Apli-

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cada que, al hallarse en la primera línea de la investigación, contribuyó a desarro-
llar multitud de vocaciones desde los primeros años.
La reacción de las nuevas facultades de Ciencias Geológicas y de Ciencias
Biológicas ha sido mucho más tardía y se ha tenido que esperar bastantes años
para que la Edafología se incorpore específicamente a los planes de estudio de
algunas de ellas.
Un caso muy distinto es el de la enseñanza de Química y Fertilidad del suelo
que, bajo una denominación más amplia e imprecisa de Química Agrícola y auxi-
liada por el llamado Análisis Agrícola, venía impartiéndose a los futuros Ingenie-
ros Agrónomos desde 1878, y a los Peritos Agrícolas, reflejando la tradición fran-
cesa de aquel tiempo. Las facultades de Ciencias, con sus numerosas y nutridas
promociones en la Sección de Química contaban con el bagaje metodológico ade-
cuado para abordar los prolijos temas de la Química y del Análisis Agrícola. Estos
pueden ir desde el suelo a las aguas, desde los abonos a los fitosanitarios y demás
agroquímicos, a aspectos más amplios, como es el conjunto de productos agrarios.
Por ello, pronto se despertó un creciente interés por estos estudios, dada la impor-
tancia y amplísimo ámbito técnico y económico implicado. Ello explica que hayan
sido estas Facultades las que han seguido el camino iniciado por el profesor Octa-
vio Carpena en Murcia, dando origen a una especialidad de Química Agrícola en
la que se presta gran atención a las materias de Ciencia del Suelo.

5.4. El Instituto de Edafología

En 1942 se creó en Madrid el Instituto Español de Edafología, Ecología y Fisio-


logía Vegetal (posteriormente Instituto de Edafología) en el seno del Consejo Supe-
rior de Investigaciones Científicas (CSIC). Fue iniciativa de José María Albareda
Herrera, que fue Presidente del primero y Secretario General del segundo hasta su
fallecimiento en 1966, por lo que su obra fue dilatada y fecunda. Albareda inició su
carrera edafológica formándose con Wiegneren en Suiza, con Kappen y Mitscher-
lich en Alemania y en Rothamsted. Ya en 1935-36 dictó un curso sobre química de
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suelos en la fundación de la Academia de Ciencias de Madrid, en la denominada


«Cátedra del Conde de Cartagena». En 1940 publicó el libro «El Suelo» que recoge
una gran documentación bibliográfica y durante bastantes años pasó a ser el texto
más extenso y moderno en español para los estudiantes de Edafología.
El Instituto de Edafología a lo largo de sus cincuenta años de vida tuvo varias
denominaciones que nunca prescindieron del término Edafología como palabra
clave, reflejo de su actividad principal. Este Centro que constituía una referencia
internacional de la actividad investigadora en Edafología en España ha sido trans-
formado en el Centro de Ciencias Medioambientales, si bien sigue mantiendo
líneas de investigación en Edafología.
La dilatada e importante labor del Instituto de Edafología y de los centros
regionales del CSIC en Granada, Salamanca, Sevilla, Santiago, Murcia, Tenerife,

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Pontevedra, Barcelona, Valencia, Zaragoza, Almería y Málaga ha quedado plas-
mada, en buena parte, en la revista Anales de Edafología y Agrobiología que se
publicó hasta 1993, en su última etapa bajo el nombre de «Suelo y Planta», en
revistas internacionales y en una colección de mapas de suelos, desde el de España
a escala 1:1.000.000 dirigido por el profesor A. Guerra (1968), a mapas provincia-
les de 1:250.000.
La Sociedad Española de la Ciencia del Suelo ha asumido la continuidad de
una revista en español que permita dar difusión a los trabajos de investigación
sobre el suelo en esta lengua. Desde 1995 publica la revista «Edafología» cuyo
impulsor ha sido el profesor José Aguilar, de la Universidad de Granada (España).

5.5. El Servicio de Conservación de Suelos


El Servicio de Conservación de Suelos se creó en España por la Ley de Con-
servación de Suelos en el año 1955, promovida por el Ministerio de Agricultura.
Su labor se orientó a la implantación de obras de conservación de suelos y aguas
con una visión muy sectorial del problema de la erosión. Posteriormente se trans-
formó en el Instituto Nacional de Conservación de la Naturaleza (ICONA) y con la
transferencia a las Comunidades Autónomas ha sido reestructurado con diversas
orientaciones en Consejerías de Medioambiente.

6. Implantación de los estudios de suelos en países de


habla española
El estudio de la historia de la ciencia del suelo en los países de habla española
es un tema pendiente, que se introduce aquí para estimular a que se haga. Las difi-
cultades para encontrar bibliografía al respecto son grandes, dado que la informa-
ción es escasa y está muy dispersa, por ello los autores aprovechan para pedir cola-
boraciones que pueden remitir a: jaume.porta@rectorat.udl.es. En esta edición se
hace referencia a México y Uruguay, como inicio.
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En México los antecedentes se remontan al período prehispano. Los aztecas,


mayas, tarascos, otomis..., contaban con sistemas de clasificación de suelos (Bar-
bara Williams, 1978). Los aztecas presentaban 45 clases de tierras por medio de
glifos y este conocimiento era útil con fines administrativos (pago de tributos) y
manejo de los suelos.
La incorporación de México a la moderna Edafología tiene dos componentes
básicos:
— Uno sucede al término de la Revolución Mexicana, cuando se definió como
estrategia para el desarrollo agrícola el impulso a las áreas de riego. Se creó la
Comisión Nacional de Irrigación, con asesoramiento de técnicos de California.
En el Curso del Colegio Agrológico de Meoqui, Chihuahua, celebrado en 1927
se formaron técnicos mexicanos en la elaboración de mapas de suelos y en cla-

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sificación con fines de riego. González-Gallardo (1941) destaca que no hubo
investigación en este campo de la ciencia del suelo. Se copiaron metodologías
no siempre adaptadas a las condiciones de México (Ortiz et al. 1989), produ-
ciéndose en algunos casos recomendaciones con «datos faltantes» lo que no
ocurre sólo en México.
— A partir de 1950 surgió como estrategia para el desarrollo agrícola el uso de
insumos (fertilizantes, semillas mejoradas, insecticidas, etc.) con la colabora-
ción de la Fundación Rockefeller, dándose un gran impulso en el campo de la
Fertilidad de suelos y formándose un gran número de especialistas.
En México, con ocasión de la Segunda Conferencia Interamericana de Agricul-
tura, se fundó la Sociedad Mexicana de la Ciencia del Suelo en 1952 unida a las acti-
vidades de la ISSS. En 1952 se fundó la Sociedad Latinoamericana de la Ciencia del
Suelo, y en 1962 se creó la Sociedad Mexicana de la Ciencia del Suelo. Entre las
figuras más destacadas cabe citar al Dr. Nicolás Aguilera que impulsó los estudios de
suelos primero desde la Escuela Nacional de Agricultura (hoy Universidad Autó-
noma de Chapingo) y, posteriormente, desde la UNAM (García Calderón, 2000).
El primero en impulsar el desarrollo de la Ciencia del suelo como ciencia inde-
pendiente en Uruguay fue el geólogo Karl Walther. Fue él quien, a partir de 1960
estableció que el estudio del suelo en Uruguay no podía limitarse a aspectos aislados,
ya fueran físicos, químicos, geológicos o agronómicos, para no incurrir en interpre-
taciones parciales e incluso erróneas (Durán, 1985). Cabe citar igualmente como
antecedente importante, la labor realizada en los años 1940 por Carlos Fynn y como
trabajo reciente la síntesis de los suelos de Uruguay de Artigas Durán (1985), que
incluye una valiosa bibliografía específica de los suelos de aquel país.

7. Perspectivas de futuro

En la década de los años 90 la Unión Europea, a través de la Dirección General


de Ciencia, Investigación y Desarrollo, ha propiciado diversos debates entre gru-
pos de científicos del suelo de países de la UE y de países en vías de desarrollo.
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Los objetivos han sido:

• Llegar a definir una agenda de investigación al servicio del desarrollo para lograr un
uso y una gestión sostenibles de los recursos naturales.
• Crear un marco común para las propias actividades de investigación.
• Establecer las materias en las que la investigación podría y debería contribuir de
forma importante a comprender los mecanismos del desarrollo sostenible.
• Favorecer una transferencia de conocimientos más eficaz y analizar científicamente
y apoyar la tecnología y el conocimiento autóctonos, teniendo en cuenta que los
beneficiarios son la gente local, que vive en el área donde el desarrollo está teniendo
lugar: enfoque «orientado al usuario».

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En el Congreso Mundial de Ciencia del Suelo celebrado en Montpellier en
1998, en el que la International Society of Soil Science (ISSS) ha pasado a ser la
International Union of Soil Science (IUSS), se ha destacado el papel del suelo
como componente del medio ambiente. Se han debatido los retos que tiene actual-
mente planteados la Ciencia del Suelo:

• Desarrollo del conocimiento de los suelos del mundo: papel de los suelos en los
ciclos del agua y elementos químicos / ejes prioritarios de investigación / cómo se
aplican y deberían aplicarse los conocimientos sobre los suelos / naturaleza multidis-
ciplinar de la ciencia del suelo / interdisciplinariedad / prioridades a establecer.
• Desarrollo de las relaciones entre los suelos y las sociedades humanas: priorida-
des temáticas y geográficas / interdisciplinariedad.
• Desarrollo del acceso al conocimiento de los suelos para todos: toma de concien-
cia de la importancia de los suelos para el presente y el futuro de las sociedades
humanas en el medio ambiente / estrategias pedagógicas.

El Congreso Mundial de la Ciencia del Suelo que tuvo lugar en Bangkok


(Thailandia) en el año 2002 permite conocer cuáles son los principales centros de
atención en investigación en Edafología (IUSS, 2002):

• Efecto de la estructura y propiedades del suelo sobre la dinámica del flujo preferen-
cial y el transporte de contaminantes en suelos: hjvogel@iup.uni-heidelberg.de
• Investigación a escala de paisaje en relación con la calidad del suelo y el agua:
chris.moran@csiro.au
• Mineralogía y geoquímica de la regolita: rob.fitzpatrick@adl.clw.csiro.au
• Reacción de los minerales del suelo a los cambios climáticos y al manejo del suelo:
b.sing@acss.usyd.edu.au
• Mineralogía y micromorfología de la edafogénesis: hstahr@uni-hohenheim.de
• Mineralogía del suelo en relación con la fertilidad y toxicidad del suelo:
bob.gilkes@uwa.edu.au
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• Suelos urbanos y periurbanos: morel@ensia.u-nancy.fr


• Seguridad alimentaria y uso del suelo: fandreux@u-bourgogne.fr
• Actitudes frente al uso del suelo y el territorio: Benno.Warkentin@orst.edu
• Indicadores del suelo para la sostenibilidad del uso del suelo: dekimpec@em.agr.ca
• Suelos afectados por sales y el medio ambiente: Jorge.Batlle@uv.es;
chainam@ldd.gol.th
• Salinización, normas de manejo del agua: dsuarez@ussl.ars.usda.gov
• Microbiología del suelo para cuantificar las cualidades de la estructura del suelo:
pmpong@ldd.go.th
• Micromorfología y submicroscopia para interpretar las cualidades del suelo:
georges.stoops@rug.ac.be

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• Identificación y determinación de los parámetros de calidad del suelo para evaluar la
sostenibilidad y los impactos socioeconómicos derivados de la erosión del suelo y el
manejo del agua del suelo: dechen@cec.iac.br
• Modelización integral para la toma de decisiones en conservación de suelos:
delgado@cidiat.ing.ula.ve
• Mejora y degradación del suelo por medio de la deforestación: huettl@tu-cottbus.de
• Desarrollos en la evaluación y manejo de suelos forestales: pkhanna@gwdg.de
• Técnicas físico-químicas para la remediación de suelos contaminados:
besnlepp@livjm.ac.uk
• Técnicas biológicas para la remediación de suelos contaminados:
steve.mcgrath@bbsrc.ac.uk
• Criosoles y criogénesis: tarnocaict@em.agr.ca
• Bases de datos digitales nacionales y globales: sombroek@isric.nl
• Dinámica del carbono del suelo y efecto invernadero: Lal.l@osu.edu
• Degradación de suelos y desertificación: hari.eswaran@usda.gov
• Interacciones entre los minerales del suelo, componentes orgánicos y microorganis-
mos: huangp@sask.usask.ca
• Proceso de datos de suelos: edafometría: marc.vanmeirvenne@rug.ac.be
• Paleoedafología: bronger@geographie.uni-kiel.de
• Sostenibilidad de los ecosistemas de suelos de arrozal: rogercon@pworld.net.ph
• Suelos de horticultura urbana, campos de deportes y jardinería:
jos.koolen@user.aenf.wag-ur.nl
• Sensores remotos, cartografía de suelos y estudios de evaluación y degradación de
suelos: richard.escadafal@cesbio.cnes.fr
• Procesos mecánicos e hidráulicos en suelos estructurados: rhorn@soils.uni-kiel.de
• Contaminación de suelos y aguas subterráneas: jwhopmans@ucdavis.edu
• Funciones del suelo en áreas urbanas, industriales y de minería para una mejor
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calidad de vida: wolfgang.burghardt@uni-essen.de


• Educación, estrategias pedagógicas y formación de profesores: dosso@cnearc.fr
• Fertilizantes y enmiendas orgánicas: jtdims@udel.edu
• Suelos y geomedicina: Eiliv.Steinnes@chembio.ntnu.no
• Normas para un uso sostenible del suelo: hurni@giub.unibe.ch
• WOCAT: Perspectiva mundial de enfoques y tecnologías de conservación:
g.kimaru@cgiar.org
• Manejo de suelos de sulfatos ácidos: Freeman.Cook@dnr.qlp.gov.au
• Rizosfera: hinsinge@ensam.inra.fr
• Funciones del suelo en la biosfera: trof@soil.msu.ru

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ESTUDIO DE CASOS
1. Indicar alguna palabra española de origen árabe que indique el conoci-
miento de las técnicas de riego que tenían estos habitantes de la Península
Ibérica en la Edad Media.

2. ¿Cuál es la aportación de Liebig a la Ciencia del Suelo?

3. ¿Quién es el introductor en España de los estudios de los suelos? ¿Y en


los demás países?

4. ¿En qué año se creó la Sociedad Internacional de la Ciencia del Suelo


¿Cómo ha pasado a denominarse la Sociedad a partir de 1998?

5. ¿Qué organismos han marcado la evolución inicial de los estudios de sue-


los en España? ¿Y en los demás países?

6. ¿Cuáles son las principales orientaciones de la Edafología al iniciar el


siglo XXI?

Respuestas

1. Acequia, azarbe, aljibe.

2. La teoría de la nutrición de las plantas.

3. En España: Emilio Huguet del Villar.

4. 1924, International Union of Soil Science.

5. En España: Escuela de Ingenieros Agrónomos de Madrid (1928); Institut de


Sòls de Catalunya (1932); Mapa Agronómico Nacional (1940); Instituto de
Edafología del CSIC (1942); Facultad de Farmacia de Madrid (1940).

6. Proporciona las bases para abordar los temas referentes a la protección


del medio frente a procesos de degradación (contaminación, eliminación de
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residuos, erosión, salinización, etc.), procesos de rehabilitación de terre-


nos, y a la asignación de usos al territorio en base a su aptitud para distin-
tos tipos de usos. Interdisciplinariedad. Enfoque holístico para lograr un
desarrollo sostenible.

8. Bibliografía

8.1. Bibliografía básica


Boulaine, J.: Histoire des Pédologues et de la Science des Sols. INRA. 297. París, 1989.
González, F.: Desarrollo de la Ciencia del Suelo en España. I Congr. Nal. Ciencia del
Suelo. Vol. 111:5-39. Madrid, 1984.

18
Porta, C. J., López-Acevedo, R. M., & Roquero, D. L. C. (2003). Edafología : Para la agricultura y el medio ambiente (3a. ed.). ProQuest
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Krupenikov, I. A.: History of Soil Science. From its inception to the present. A.A. 350 pp.
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Sunyer, P.: La configuración de la Ciencia del Suelo en España (1750-1950). MAPA &
Doce Calles, 612 pp. Madrid, 1996.
Yaalon, D. H. and S. Berkowicz (ed.): History of Soil Science: International Perspectives.
Catena Verlag. 438 pp. Reiskirchen. Germany. 1997.

8.2. Bibliografía de referencia


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Hist. Nat. 50: 47-60. Barcelona, 1985.
Dehérain, P. P.: Traité de Chimie Agricole. G. Masson. 904 pp. Paris, 1852.
Díaz-Fierros, F.: Un ensaio sobre a historia ecolóxica de Galicia: O aproveitamento do
Solo. Real Academia Galega, 30 pp. A. Coruña, 2002.
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(Trad. Israel Prog. Scientific Transt.). N. Kramer, 1967.
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19
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2
El suelo como ente natural: Organización
El suelo es la base de todos los ecosistemas terrestres.
E.M. BRIDGES y L.R. OLDEMAN, 1999

1. Estudio del suelo en el campo: pedión y polipedión

Al ser el suelo un cuerpo natural tridimensional, parte de un ecosistema, su


estudio debe iniciarse en el campo, con la observación detallada y precisa, tanto
del suelo en su conjunto, como del medio en el que se halla. Desde un punto de
vista cartográfico y atendiendo a las aplicaciones agronómicas, ecológicas, medio-
ambientales, en arquitectura del paisaje u otras, deberán seleccionarse y estudiarse
suelos representativos de cada una de las unidades en que sea posible subdividir un
determinado paisaje, de acuerdo con la escala de trabajo.
El perfil del suelo es un corte vertical del terreno, que permite estudiar el suelo
en su conjunto desde su superficie hasta el material originario. Al observar un per-
fil pueden distinguirse capas que se denominan horizontes, dado que su disposi-
ción suele ser horizontal o subhorizontal. Cada uno de ellos suele tener caracterís-
ticas y propiedades diferentes en un mismo suelo, de ahí la importancia de su
identificación para estudiarlos, describirlos y muestrearlos separadamente. La
existencia de horizontes fácilmente discernibles no es un requisito imprescindible
para que un determinado material pueda considerarse que es un suelo.
Los horizontes se delimitan atendiendo a los siguientes aspectos que se deta-
llan en el capítulo 3:
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• De forma más evidente por las diferencias de color.


• Por diferencias en las propiedades morfológicas:
Textura.
Estructura.
Elementos gruesos.
• Por diferencias en propiedades asociadas:
Consistencia: compacidad, plasticidad, adhesividad, friabilidad y dureza.

El suelo queda delimitado en su parte superior por la superficie del terreno, su


límite inferior puede resultar más difícil de definir. Teniendo en cuenta que los
procesos de formación del suelo producen modificaciones en sentido vertical, la

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variación de las propiedades es función de la distancia a la superficie. La profundi-
dad, a partir de la cual las características son constantes, con independencia de la
distancia a la superficie o presentan ritmicidad de carácter estratigráfico, define el
límite inferior del suelo.
La vista y el tacto, como sentidos, y un cuchillo y una lupa de mano serán ins-
trumentos básicos en una prospección de campo. La interpretación de fotos aéreas
utilizando pares estereoscópicos facilita el situar los puntos de observación (cali-
catas, sondeos u otros) en posiciones representativas, al permitir identificar unida-
des morfológicas, que suelen estar relacionadas con las unidades de suelos. La
relación existente entre unidades geomorfológicas y unidades de suelos se debe a
su origen y evolución comunes, lo que permite establecer unidades morfoedáfi-
cas (Gaucher, 1981).
Una unidad morfoedáfica viene caracterizada por una categoría de suelos cuyas propie-
dades varían dentro de estrechos intervalos. Es una parte del terreno que corresponde a una
unidad geomorfológica que lleva asociada una determinada categoría de suelos o a una aso-
ciación de ellos, de tal manera que, en una región dada, la presencia de la unidad geomorfo-
lógica considerada implica necesariamente la aparición de la unidad de suelos que tiene
asociada y viceversa (Gaucher, 1981).

Para estudiar, describir y muestrear un individuo suelo se delimita de forma


arbitraria un volumen mínimo. El Soil Survey Staff (S.S.S.) del Departamento de
Agricultura de Estados Unidos (USDA) utiliza como unidad mínima de descrip-
ción y muestreo el pedión, lo que permite emplear métodos estadísticos y determi-
nar la pureza de un mapa de suelos.
El pedión es un volumen arbitrario de suelo, considerado como el más pequeño que
puede reconocerse como un suelo individual, cuyas dimensiones laterales son suficientes
para permitir el estudio de las formas de los horizontes y sus relaciones. Su superficie
puede ser de 1 a 10 m2, según la variabilidad del suelo. Su extensión vertical comprende
desde la superficie (límite superior), hasta la aparición del material originario. Si los hori-
zontes son intermitentes o cíclicos, si bien recurrentes a intervalos lineales de 2 a 7 m, el
pedión incluye la mitad del ciclo, si la recurrencia es con mayor intervalo se diferenciarán
dos suelos distintos (S.S.S. 1975).
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Los suelos presentan una variabilidad espacial significativa con cambios late-
rales graduales. Pediones cuyas características varían dentro de intervalos estre-
chos de unos a otros pueden agruparse en una misma unidad. Se trata de isopedio-
nes: conjunto de pediones contiguos que constituyen un polipedión (Johnson,
1963).
El polipedión, por la extensión que ocupa, puede tener representación cartográfica en
mapas de suelos a escala grande, constituyendo una unidad cartográfica (Cap. 21). Ahora
bien, dentro de un polipedión puede haber cierta variabilidad entre los pediones que lo inte-
gran. Aparte de los isopediones puede haber pediones que ocupen una superficie demasiado
pequeña para poder ser representada a la escala del mapa a la que se trabaja: constituyen las
inclusiones o impurezas. En mapas a escala grande no llegan a superar un 15 a 20 % de la
superficie de la unidad cartográfica representada.

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POLIPEDIÓN
LÍMITE DE LA UNIDAD
PEDIÓN REPRESENTATIVO CARTOGRÁFICA

ISOPEDIONES

PEDIÓN INCLUSIÓN
DE TRANSICIÓN

El paso de una unidad cartográfica de suelos (Cap. 21) a otra contigua viene
caracterizado por cambios graduales en la morfología y propiedades de los hori-
zontes por lo que el pedión representativo de un polipedión no será el que ocupe
una posición de borde, sino aquél que se halle en el interior de una unidad carto-
gráfica. Este aspecto deberá tenerse en cuenta al situar los puntos a estudiar en el
campo.

2. Horizontes genéticos: Reglas de nomenclatura


La presencia de horizontes es el resultado de la evolución o génesis de un suelo a partir
de un material originario, de ahí que se denominen horizontes genéticos. La formación de
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horizontes, a veces denominada horizonación, se debe a los diversos procesos que pueden
tener lugar dentro de un suelo. También suelen ser distintos unos suelos de otros debido a
que lo son o lo han sido las condiciones de medio en un emplazamiento u otro (Cap. 18).
Esto explica las distintas morfologías en suelos de diferentes localizaciones en un territorio.
Sin embargo, la variabilidad no es infinita y al existir suelos con horizontes semejantes,
resulta posible desarrollar un sistema de denominación de ámbito general.
Dokuchaev introdujo la utilización de las primeras letras del alfabeto latino
para designar los sucesivos horizontes de un suelo. Este uso se ha generalizado en
el ámbito mundial, ya que resultan una ayuda extremadamente útil para transferir
información en morfología de suelos. Los horizontes principales se denominan A,
B, C, etc. No obstante, hay que destacar que las distintas entidades que se vienen
ocupando de la nomenclatura de horizontes no han logrado un acuerdo completo al
objeto de uniformizar la simbología.

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Para denominar los horizontes se puede emplear como criterios:

— Utilizar la nomenclatura en relación al ámbito de estudio o del destino que se vaya a


dar a la información requerida.
— Dada la casuística de algunas propiedades y características de los suelos, sólo pre-
sentes en determinadas condiciones y ámbitos geográficos, si bien con gran relevan-
cia en ellos, se considera que el edafólogo puede utilizar la simbología que consi-
dere más adecuada para lograr una descripción más satisfactoria, debiendo
especificarla en cada trabajo para evitar confusiones.

En el momento actual existen dos grupos de influencia, FAO y Soil Conserva-


tion Service del USDA, que han propuesto sus respectivos sistemas de denomina-
ción de horizontes. En la presente obra se opta por la denominación que se consi-
dera más acorde con las características morfológicas de los suelos mediterráneos,
siempre dentro de las propuestas de los distintos grupos. Al realizar una descrip-
ción se hace necesario precisar qué normas se utilizan en cada caso ya que, a pesar
de que sería necesario un acuerdo en el uso internacional de la designación de
horizontes, ello no ha sido todavía posible. Tal situación resta utilidad y dificulta la
transferencia de conocimientos. Las equivalencias con otros sistemas pueden con-
sultarse en Roquero y Porta (1992).
La letra utilizada para designar un horizonte genético debe servir para transfe-
rir la información de que es portador un horizonte:

• Posición que ocupa el horizonte en el suelo.


• Proceso genético preponderante en la formación del horizonte.
• Característica o propiedad destacable.

Las reglas de nomenclatura cuya utilización se recomienda son las siguientes:


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• Los horizontes principales se designan por medio de letras mayúsculas.


• El proceso principal responsable de la formación del horizonte se indica por letras
minúsculas que se añaden al horizonte principal como subíndice o como segundo
carácter. Por ejemplo, Bt representa la acumulación de arcilla (del alemán ton = arci-
lla) por movimiento dentro del suelo (translocación).
• Los índices numéricos sólo sirven para designar una secuencia en la posición del
horizonte dentro del suelo. Por ejemplo, Bt1, Bt2.
• Los horizontes transición se designan por la combinación de las letras de los hori-
zontes afectados, sin índices.
— Si las propiedades del horizonte son intermedias, con un cierto predominio de las
características de un horizonte sobre las del otro. Por ejemplo, AB (predominan
las del A) frente a BA (predominan las del B).

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— Si los horizontes principales son claramente identificables, con inclusiones de
uno de ellos en el otro, se designan ambos separados por una barra. Por ejemplo,
A/B o B/A, según cual predomine.
• Las discontinuidades litológicas representan cambios abruptos en la litología del
material originario del suelo, detectables en sentido vertical en el perfil, causados por
procesos geológicos (Schaetzl, 1998). Se expresan anteponiendo a la letra del hori-
zonte un número arábigo de forma secuencial. Por ejemplo, A 2C.

La existencia de horizontes de transición, B/A y B/C y de discontinuidades


litológicas se ilustran en el siguiente esquema:

A1

A2
A

B/A Bw

B
2B

B/C
2C

C
3R

Los horizontes genéticos principales se designan atendiendo a su posición en


cl perfil y al proceso formador preponderante, con la significación que se indica:

Denominación Definición
H (histos, tejido) Horizonte orgánico de un suelo orgánico. Formado por acumulación «in situ» de
materia orgánica en superficie, en un medio saturado de agua durante períodos pro-
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longados. Horizonte de turberas. Denominación FAO (Driesen et al., 1991).

%
arcilla H A
O
60 θ = Hs

materiales θ ≠ Hs
minerales
materiales
orgánicos

12 18 % C. orgánico 20 % C. orgánico

O (orgánico) Horizonte orgánico de un suelo mineral. Formado en la parte superior del suelo
en condiciones predominantemente aerobias. Contiene un 20 % o más de carbono
orgánico. Horizonte típico de suelos de bosque. →

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Denominación Definición
A Horizonte mineral oscurecido por aportes de materia orgánica. Formado en la
parte superior del suelo, o debajo de un O. El relativo oscurecimiento de su color se
debe a la materia orgánica, por aportes de hojas, raíces u otras partes de las plantas.
Puede haber perdido componentes por eluviación, si bien este proceso no tiene
carácter dominante. También se designa como A cualquier horizonte en superficie
afectado por laboreo o pastoreo.
E (eluvial) Horizonte mineral empobrecido por eluviación máxima. Su color claro se debe
a que ha perdido uno o más de los siguientes componentes: materia orgánica, hie-
rro, aluminio o arcilla. Presenta un enriquecimiento relativo de limo y arena. Se
halla debajo de un O o un A y encima de un B. Horizonte de algunos suelos ácidos.
B Horizonte mineral formado en el interior del suelo. Ha sufrido una destrucción
de toda o parte de la estructura originaria de la roca. Existen horizontes B de meteo-
rización, por ejemplo: Bw; así como de acumulación de distintos componentes, por
ejemplo: yeso By, arcilla Bt.
C Horizonte mineral, comparativamente poco afectado por procesos edafogéni-
cos, excepto meteorización o hidromorfismo. Saprolita o material de característi-
cas próximas a las del material originario. Si se trata de un material consolidado, al
ponerlo en agua 24 horas se deshace; en campo, si está húmedo puede ser cavado.
Puede tratarse de una capa de gravas.
R (roca) Roca consolidada subyacente, demasiado dura para romperla con la mano. Si
presenta grietas deben estar separadas más de 10 cm. Dureza mayor de 3 en la
escala de Mohs, excepto si se trata de yeso en forma de roca. Impide el paso de raí-
ces. Se requiere un pico para romperla. Sumergido en agua 24 horas no se deshace.
Contacto lítico.
K (kalk) Horizonte con gran acumulación de carbonato cálcico o carbonatos cálcico y
magnésico (Gile, 1965). Se corresponde al hipercálcico propuesto por el Internatio-
nal Committee on Aridisols (ICOMID) (Eswaran y Zi-Tong, 1991).
Y (yeso) Horizonte con elevado contenido de yeso. Su color blancuzco se debe al compo-
nente mayoritario. Equivale a un hipergypsico, según ICOMID.

Por lo general, la diferenciación de horizontes se hace patente a medida que


progresa la evolución del suelo. Así, por ejemplo, en el caso de un suelo que se
forme a partir de una roca caliza:
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A A
A
C Bw
R C
R
R

El uso de letras minúsculas en la denominación de horizontes ya sea como subíndice o


como segundo carácter junto a la letra que designa al horizonte principal, sirve para desta-
car el proceso edafogénico dominante. En la descripción de los criterios básicos de diag-
nóstico que se da seguidamente se hace necesario utilizar algunos términos que se introdu-
cen más adelante en el texto, a donde se puede recurrir a través del índice alfabético del
final de la obra.

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Los principales subíndices recomendados son:

Medios más representativos Nomenclatura Ejemplos de


Criterios básicos de diagnóstico
Proceso identificado y origen aplicación

Bosques Horizontes de superficie.


Descomposición de la m.o. Se aplica a un horizonte O.
Alta a Oa Menos de un 17 % (v) de fibras identificables.
Media e Oe 17 ≤ fibras ≤ 40 % en volumen.
Baja i Oi fibras > 40 % (v).
Suelos cultivados
Laboreo p Ap Horizonte en superficie, labrado o perturba-
(ingl.plough) do antrópicamente.
Compactación d Restricción física para raíces. Suela de la-
bor. Zonas compactadas mecánicamente,
naturales o antrópicas.
Suelos mediterráneos
Meteorización w Bw Desarrollo de color o estructura diferentes a
(ingl. los del material originario. Puede presentar
weathering) síntesis (neoformación) de arcilla «in situ»,
sin translocación.
Acumulación de arcilla t Bt Revestimiento de arcilla en canales de raí-
iluviada (al.ton) ces y poros. Son debidos a translocación.
Deben ser verificados en lámina delgada. Se
aplica al B y al C.
Acumulación secundaria de k Bk Formas de acumulación de carbonato cál-
carbonatos alcalino-térreos (al. kalk) cico: carbonato cálcico pulverulento, ce-
mento geopetal, nódulos y otros. Eferves-
cencia con HCl del 11 %.
Acumulación en forma de n Bkn Acumulaciones de forma arriñonada, centi-
nódulos (ing. métrica, generalmente de carbonato cálcico.
nodule) Se excluyen los de hierro o manganeso.
Cementación m Bkm Cementado en más de un 90 % en volumen.
(ingl. Km Se añade a otro índice que indica el tipo de
massive) cemento.
Acumulación secundaria y By Formas de acumulación de yeso: vermifor-
de yeso (esp. yeso) me, cemento geopetal y otros. Ensayo con
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BaCl2.
Acumulación de sodio en na Btna Translocación de arcilla: revestimientos.
las sedes de intercambio: (lat. Análisis de laboratorio: porcentaje de sodio
sodificación y natrium) intercambiable ESP ≥ 15 %.
alcalinización
Acumulación de sales más z Az Vegetación halófila. Ensayo Cl– y SO42–
solubles que el yeso
Suelos zona húmeda
Meteorización w
Acumulación de arcilla t
iluviada
Acumulación iluvial de h Bh Br y Cr < 3 (húmedo); c.o. > 1 %
complejos materia (lat.
orgánica-sesquióxidos, humus)
dispersables, amorfos s Bs Color (húmedo): Br y Cr ≥ 4 →

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Medios más representativos Nomenclatura Ejemplos de
Criterios básicos de diagnóstico
Proceso identificado y origen aplicación
Algunos autores han gene- h Ah Brillo por lo menos una unidad inferior al del
ralizado la utilización del horizonte subyacente, o 0,5 % más c.o. que
subíndice h para designar el lC o ambas cosas y c.o. < 17 %.
horizontes ricos en
humus, con independencia Ah En Andosoles, p.e.
del proceso, horizonte A
enriquecido (Canadá SSC,
1978, Duchaufour, 2001).
Tanto los sesquióxidos hs Bhs Color: En húmedo el brillo y el croma es 3 o
como la materia orgánica menos (Cap. 3).
son significativos
Suelos hidromorfos
Gleificación g Ag, Bg, Cg Colores grises, moteados; derivado de condi-
(celta, gley) ciones anaerobias. Capa freática.
Acumulación de c Cc Elementos esferoidales. Colores oscuros.
concreciones de hierro Condiciones hidromorfas actuales o anti-
y/o manganeso guas (paleo), muy prolongadas.
Otros medios
Acumulación secundaria q Cq Recubrimientos blancos de ópalo.
de sílice (ingl. quartz)
Cementación continua qm Bqm Horizonte subsuperficial cementado por sí-
por material silíceo Cqm lice, difícil de trabajar con el cuchillo y que
no se deshace en agua. Insoluble en HCl lN
y soluble en KOH en caliente. Tepetate
(p.p.)
Desarrollo de consistencia, x Cx Fragipán. Horizonte subsuperficial con den-
fragilidad o densidad sidad aparente alta. En seco parece cemen-
aparente elevada tado; en húmedo es muy frágil. Muy poco
permeable. Grietas poligonales.
Acumulación residual de ox. Box Análisis de laboratorio.
sesquióxidos en suelos (fr. oxide)
tropicales
Iluviación de arcilla muy pl Btpl Horizonte subsuperficial muy rico en arcilla
acentuada (esp. iluviada. Cambio textural abrupto.
planosol)
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Oxidación de sulfuros j Bj Presencia de jarosita: KFe 3 (SO 4 ) 2 (OH) 6 .


(esp. Posible en suelos drenados que contenían
jarosita) sulfuros. Condiciones de acidez extrema,
pH < 3,5.
Tipo de material r Cr Saprolita, roca ígnea meteorizada o rocas
blandas poco consolidadas. Impiden el paso
de las raíces. Dificultad de excavación
moderada a baja.
Horizonte f Zonas boreales.
permanentemente helado (ingl. frost)
Laterización v Plintita. Presencia de material rojizo rico en
hierro, entrerrejado con material de color
claro. Se endurece irreversiblemente al expo-
nerlo al aire, si se deseca y humedece repeti-
damente. Zona tropical, o en paleosuelos.

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Medios más representativos Nomenclatura Ejemplos de
Criterios básicos de diagnóstico
Proceso identificado y origen aplicación

Grado de meteorización di Bdi Horizonte subsuperficial (kándico, de kan-


del material mineral alto dita: silicato alumínico hidratado, en gene-
ral). Análisis de laboratorio.
Situaciones particulares
Horizonte enterrado b Ab Superposición de suelos. Se puede identifi-
(ingl. buried) car por una secuencia anómala de colores o
de propiedades en el perfil.
Suelos con arcillas
expandibles
Expansión-retracción de ss Bss Caras de deslizamiento brillantes. Típico de
arcillas (ingl. suelos con arcillas expandibles (Vertisoles).
slicken-
sides)

ESTUDIO DE CASOS
En la planificación de un estudio de suelos en un área semiárida, se desea que
todos los prospectores que van a intervenir en el equipo utilicen los mismos cri-
terios al describir los suelos. Para ello se prepara una guía que debe contem-
plar los siguientes casos, para los que debe concretarse la denominación a uti-
lizar, lo que se pide que haga:
1. Horizontes en superficie formados por una calcilutita, en superficie por ero-
sión y que es objeto de cultivo.
2. Horizontes que presentan una estructura y color diferentes a las del mate-
rial originario y cuya posición es subsuperficial.
3. Horizonte subsuperficial, estructurado, rico en materiales silicáticos y que
presenta yeso vermiforme.
4. Horizonte formado por gravas que presentan cemento geopetal.
5. Horizonte subsuperficial, con estructura edáfica, predominio de material
silicático, si bien presenta acumulaciones de carbonato cálcico.
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6. Horizonte subsuperficial con acumulación generalizada de carbonato cál-


cico, sin estructura edáfica, y con más del 60 % de carbonato cálcico equi-
valente. Su color es amarillo anaranjado.
7. Horizonte subsuperficial cementado por carbonato cálcico.
8. Horizonte formado por una roca caliza dura, no fragmentada.

Respuestas
1. Ap 2. Bw 3. Bwy 4. Ck
5. Bwk 6. Bk = K 7. Bkm = Km (corresponde a una
costra caliza)
8. R

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«Más que “suelo” y “subsuelo” nos interesa conocer el suelo de arriba abajo, desde la
superficie hasta la roca o material originario. En una palabra, nos interesa conocer “la
naturaleza del suelo” y no una parte de él». Estas palabras fueron escritas y publicadas en
1938 por Antoni Oriol y Josep Valle en el libro publicado en catalán Què és la Ciència
del sòl. Los autores afirman, no sin razón, que en toda Agricultura se habla de «suelo»
(tierra trabajada y afectada por los aperos de labranza) y «subsuelo» (zona no intervenida
por ellos), lo que representa haberse quedado en una fase muy inicial en la comprensión
del comportamiento «suelo», aquella en la que este ente natural era visto únicamente
como un soporte para el crecimiento de las plantas. De esta concepción del suelo procede
el criterio simplista de los muestreos de 0 a 20 cm (una muestra) y de 20 a 40 cm (otra)
en análisis de fertilidad, cuando lo que puede requerirse es una observación de todo el
perfil del suelo y no de sólo una parte de él, para poder llegar a un buen diagnóstico de un
problema.

3. Sequum

Los suelos presentan una variabilidad espacial en sus características. La exis-


tencia de distintos horizontes en sentido vertical hace aparecer una anisotropía,
que define una secuencia de horizontes o sequum (pl. sequa). En los suelos más
evolucionados, el sequum se caracteriza por los horizontes eluviales en superficie,
los iluviales y los sucesivos horizontes por debajo hasta la aparición del material
originario.
En un suelo evolucionado del área mediterránea el sequum puede estar carac-
terizado por la presencia de horizontes eluvial e iluvial en una secuencia del tipo A
E Bt Bk Ck.
El sequum lateral viene definido por una sucesión continua de cuerpos de
suelo en dirección horizontal desde un suelo dado. Los cambios en el sequum late-
ral suelen ser graduales, a no ser que haya materiales geológicos estratificados,
filones, laboreo, o que el suelo sea muy viejo.
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4. Horizontes de diagnóstico

La definición de los horizontes genéticos es meramente cualitativa, lo que en


algunos casos puede dificultar su empleo. Esto, unido al hecho de no haberse lle-
gado a una normalización de la nomenclatura de horizontes genéticos a nivel inter-
nacional, dificulta la transferencia de información mediante ellos. Para evitar estos
inconvenientes, el Soil Survey Staff del USDA introdujo el concepto de horizontes
de diagnóstico, cuyo uso se ha generalizado en todo el mundo.
Un horizonte de diagnóstico es un horizonte definido morfométricamente o al
menos con la mayor precisión posible, con datos de campo y de laboratorio, para
su utilización taxonómica.

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El concepto de horizonte de diagnóstico se introdujo en la cuarta aproximación de Soil
Taxonomy en 1955 (Cline, 1979). La utilización de los horizontes de diagnóstico fue un
tema muy discutido inicialmente. Muir (1969), por ejemplo, afirma que Soil Taxonomy da
más importancia a la presencia o ausencia de un horizonte de diagnóstico que al perfil en sí
mismo y que ello representa un retroceso en relación al sistema de Kubiena; Duchaufour
(1963) también resulta muy crítico. Contrariamente, Boulaine (1982) considera que la utili-
zación de los horizontes de diagnóstico hace que Soil Taxonomy se base en el principio
general de la edafogénesis; y según Smith (1981) representa introducir indirectamente la
génesis en la definición de los taxones.
Los horizontes de diagnóstico no son unidades independientes, sino que los de cada
suelo corresponden a una determinada organización y derivan de los procesos edafogénicos
actuantes. Esto, junto con la objetividad alcanzada en la aplicación de estos conceptos,
explica que su uso se haya generalizado. No obstante, se ha objetado que Soil Taxonomy ha
dado demasiada preponderancia a algunos de estos horizontes como criterio de diagnóstico,
a pesar de que su identificación no siempre resulte incuestionable incluso en laboratorio, lo
que debilita las interpretaciones. La utilización de los horizontes de diagnóstico no va nece-
sariamente ligada a Soil Taxonomy, sino que otros sistemas de clasificación también los
usan (Caps. 19 y 20).

5. Epipedión y endopedión

Los horizontes de diagnóstico (S.S.S. 1999) formados en la parte superior del


suelo se denominan epipediones. Se caracterizan por presentar un color relativa-
mente oscuro, debido a la incorporación de materia orgánica por aporte de hoja-
rasca y raíces, o bien por ser horizontes eluviales superiores. En la clasificación
Soil Taxonomy se han establecido ocho epipediones (S.S.S. 1999). Los presentes
en el área mediterránea por orden de importancia en cuanto a la superficie ocupada
son: óchrico, úmbrico, móllico, antrópico, hístico. En otras zonas pueden hallarse
el melánico, el folístico y el plaggen:

Denominación Características simplificadas


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Móllico Con buena estructura. Horizonte de color oscuro debido a la materia orgánica; satu-
ración de bases alta (Cap. 9), superior al 50 %. Típico en suelos de pradera de gra-
míneas.
Úmbrico Morfológicamente semejante al móllico, pero característico de suelos ácidos, con un
porcentaje de saturación de bases inferior al 50 %.
Antrópico Horizonte que ha adquirido unas características semejantes a las de un móllico por
intervención humana. A causa del estercolado y de aportes antropógenos cuyo conte-
nido en fósforo es muy elevado, lo que ofrece un criterio para diferenciarlo de un
móllico.
Plaggen De origen antrópico, formado por acumulación de los materiales de camas de ganado a
lo largo de muchos años. Ausente en el área mediterránea.
Óchrico Pobre en materia orgánica, en general, de colores claros y poco espesor para móllico,
estructura moderada, a veces duro o muy duro en seco. Típico en la zona mediterránea.
Hístico Horizonte orgánico formado en condiciones de saturación por agua durante períodos
prolongados. Típico de turberas (Histosoles). →

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Denominación Características simplificadas

Melánico Horizonte de color oscuro, con elevado contenido de materia orgánica, característico
de suelos volcánicos.
Folístico Generalmente material orgánico que contiene un volumen importante de fibras de
Sphagnum (más del 75 %) y una baja densidad aparente (Cap. 11). Saturado con agua
menos de 30 días.

Epipedión no es sinónimo de horizonte A, puede incluir parte o la totalidad del


horizonte B, si está oscurecido por materia orgánica desde la superficie. Por otro
lado, para que se trate de un epipedión se requiere la acción de procesos edafogé-
nicos, por lo que depósitos recientes, finamente estratificados, no constituyen un
epipedión.
Los procesos edafogénicos pueden dar lugar a la formación de horizontes den-
tro del suelo. Soil Taxonomy los denomina genéricamente horizontes de diagnós-
tico subsuperficiales, si bien resulta más adecuado el neologismo endopedión, que
se utiliza en la presente obra. Los endopediones se forman debajo de un A o de una
capa de hojarasca. Son el resultado de procesos de meteorización del material ori-
ginario o de la translocación de sustancias movilizadas en la parte superior del
suelo y acumuladas en el endopedión. En Soil Taxonomy (S.S.S., 1999) se han
definido 20 endopediones que recubren los distintos ámbitos geográficos y el
Comité Internacional de Aridisoles (ICOMID, 1989) propuso añadir el hipercál-
cico y el hipergypsico, si bien esta propuesta no ha sido aceptada.

Denominación Características simplificadas

Cámbico Horizonte de meteorización. Corresponde a un B estructural, si bien no todos los


Bw equivalen a un cámbico.
Cálcico Horizonte de acumulación de carbonato cálcico o cálcico y magnésico: Bk, Ck.
Tiene 15 cm de espesor o más. Contiene un 15 % o más de CaCO3 equivalente.
Petrocálcico Horizonte cálcico cementado: Bkm, Km, Ckm.
Hipercálcico Horizonte de acumulación de carbonato cálcico o cálcico y magnésico, muy gene-
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(ICOMID, 1989) ralizada en todo el horizonte (> 60 %): K.


Argílico Horizonte iluvial en el cual se ha acumulado arcilla por translocación: Bt.
Glósico Horizonte con lenguas de álbico en un remanente de argílico, kándico o nátrico.
Gypsico Horizonte de acumulación de yeso: Bwy, By.
Petrogypsico Horizonte gypsico cementado: Bym, Ym.
Hipergypsico Horizonte subsuperficial con yeso muy abundante ( > 60 %): Y
(ICOMID, 1989)
Nátrico Horizonte con iluviación de arcilla sódica (porcentaje de sodio de cambio, ESP
≥ 15 % (SAR ≥ 13): Btna.
Sálico Horizonte de 15 cm o más de espesor, con un enriquecimiento secundario de sales
más solubles que el yeso en agua fría.
Albico Horizonte fuertemente eluviado. De colores blancuzcos, debido a la arena y limo
residuales: E. →

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Denominación Características simplificadas

Espódico Horizonte de acumulación iluvial de materiales amorfos, materia orgánica, alumi-


nio con o sin hierro, activos. Típico de los podzoles bien desarrollados: Bh, Bs,
Bhs.
Plácico Horizonte de poco espesor, cementado por hierro, hierro y manganeso, o por un
complejo de materia orgánica y hierro. Se puede presentar en podzoles.
Ortstein Horizonte cementado de materiales spódicos (Cap. 19).
Kándico Horizonte enriquecido en arcilla, sin exigencia de que la arcilla se identifique como
iluvial.
Fragipán Horizonte franco, franco arenoso o franco limoso, de densidad aparente (Cap. 11)
muy alta, duro en estado seco y frágil en estado húmedo, a menudo con moteado.
Estructura laminar, red poligonal con zonas blanquecinas. En superficies antiguas:
Bx, Cx.
Óxico Horizonte extremadamente meteorizado, química y físicamente, formado esencial-
mente por óxidos de hierro y aluminio hidratados, arcillas 1:1 (Cap. 7) y minerales
muy poco meteorizables. Zona intertropical.
Ágrico Horizonte iluvial, formado bajo la capa cultivada, con cantidades importantes de
limo, arcilla y humus iluviados a través de los poros grandes de la capa labrada.
Sómbrico Horizonte con humus iluvial, no asociado al aluminio ni al sodio. Baja saturación
de bases (< 50%).
Sulfúrico Horizonte extremadamente ácido (pH 1:1 en agua < 3,5), formado por oxidación de
materiales sulfurosos. Con motas de jarosita. Muy tóxico para la mayoría de las
plantas.
Duripán Horizonte cementado por sílice. Regiones volcánicas con clima con estaciones con-
trastadas (Duchaufour, 2001), por ejemplo, en Vilaflor (Tenerife).

Las correspondencias con los horizontes genéticos no son biunívocas, ya que


los horizontes diagnóstico han sido definidos de forma cuantitativa y con muchas
mayores exigencias.
La importancia relativa con que se pueden presentar los horizontes diagnóstico
varía de unos ámbitos geográficos a otros:

AMBIENTES
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Horizontes
Mediterráneo Templado-Húmedo Tropical húmedo Tropical árido
Epidediones:
Óchrico . . . . . . . . . . . . . . ••• •• •• •••
Móllico . . . . . . . . . . . . . . • •• •
Úmbrico . . . . . . . . . . . . . • •• ••
Melánico . . . . . . . . . . . . . • •
Antrópico . . . . . . . . . . . . •
Plaggen . . . . . . . . . . . . . . •
Hístico . . . . . . . . . . . . . . • •
Folístico . . . . . . . . . . . . .
Endopediones:
Cámbico . . . . . . . . . . . . . ••• •• •• •••
Cálcico . . . . . . . . . . . . . . •• ••
Argílico . . . . . . . . . . . . . . •• • ••• •
Petrocálcico . . . . . . . . . . •• •• →

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AMBIENTES
Horizontes
Mediterráneo Templado-Húmedo Tropical húmedo Tropical árido

Gypsico . . . . . . . . . . . . . . • •
Albico . . . . . . . . . . . . . . . • • •
Nátrico . . . . . . . . . . . . . . • •
Sálico . . . . . . . . . . . . . . . • •
Duripán . . . . . . . . . . . . . . • ••
Agrico . . . . . . . . . . . . . . . •
Espódico . . . . . . . . . . . . . ••• •
Fragipán . . . . . . . . . . . . . •
Glósico . . . . . . . . . . . . . . •
Plácico . . . . . . . . . . . . . . •
Ortstein . . . . . . . . . . . . . . •
Óxico . . . . . . . . . . . . . . . •••
Kándico . . . . . . . . . . . . . •
Sómbrico . . . . . . . . . . . . •
Sulfúrico . . . . . . . . . . . . . •
Petrogypsico . . . . . . . . . . •

6. Solum

El solum es la parte del perfil más afectada por procesos edafogénicos y bióti-
cos, origen de las propiedades y características que han provocado su diferencia-
ción respecto al material originario. De una forma aproximada se puede considerar
que es el conjunto de los horizontes A y B. Para algunos tipos de estudios puede
resultar suficiente referirse a esta parte del pedión, en lugar de considerar todo el
suelo.
El solum es un perfil incompleto. El límite inferior del solum es difícil de establecer
(Chizhikov, 1968). La aplicación práctica de este concepto puede resultar dificultosa, si se
atiende a la definición estricta. Por ello en la práctica se suele tomar como límite inferior la
profundidad máxima alcanzada por las raíces de las plantas perennes, lo que corresponde a
la zona de actividad biológica más intensa. A partir del estudio del solum, un prospector
experimentado debe ser capaz de inferir las propiedades del suelo completo. En algunos
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casos, será necesario estudiar todo el perfil, precisamente para explicar por qué se detienen
las raíces donde lo hacen.

7. Sección control

Para algunas aplicaciones, el estudio puede concretarse en una parte del suelo,
delimitada de forma específica, adaptada al objetivo buscado y establecida con la
mayor precisión posible. Esto ha llevado a introducir el concepto de sección con-
trol (S.S.S., 1975), que se utiliza para caracterizar el régimen de humedad del suelo
(Cap. 19), para definir familias de suelos según las clases del tamaño de las partí-
culas o según las clases mineralógicas, etc. El criterio utilizado para delimitar una
sección control no es el mismo según la característica a que se haga referencia.

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La determinación de la sección control de humedad de un suelo determinado tiene por
objeto facilitar la estimación de su régimen de humedad, que está estrechamente relacio-
nado con la disponibilidad de agua para las plantas y su crecimiento, de ahí que se tome en
consideración en la denominación de los suelos según Soil Taxonomy.
La sección control de la mayoría de los suelos tiene como límite superior el definido
por la profundidad a la que llega el frente de humectación después de 24 horas de añadir 25
mm de agua al suelo en estado seco y el inferior, después de 48 horas de añadir 75 mm:

75 mm 25 mm

24 h
límite superior

48 h
límite inferior

Como límites orientativos de la sección control de humedad en función de la clase tex-


tural (Cap. 6) pueden tomarse a falta de medidas en campo:

10
20
30 30
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60

cm cm 90
cm

La presencia de elementos gruesos hace que estos límites sean más profundos, también
se verán afectados por la presencia de galerías de animales, grietas, etc.

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8. Bibliografía

8.1. Bibliografía básica


FAO: World Referente Base for Soil Resources World Soil Resources Report 84. Food and
Agriculture Organization of United Nations. 88 pp. Rome, 1998.
ICEA: Denominació d’horitzons genètics. Grup de Treball de Nomenclatura d’horitzons de
sòls. Quaderns Agraris. 16:11 I-126. Barcelona, 1993.
Nieves, M. y V. Gómez: Designación de los horizontes y capas de suelo. Agencia del
Medio Ambiente. 137 pp. Madrid, 1992.
S.S.S.: Soil Taxonomy. A Basic System of Soil Classificatdion for Making and Interpreting
Soil Surveys. Natural Resources Conservation Service. 869 pp. USDA Washington,
D.C. 1999.

8.2. Bibliografía de referencia


Boulaine, J.: Typologie des sols. Dept. des Sols. INA, 8:1-135, 1982.
Bridges, E. M.: Origins, Adoption and Development of Soil Horizon Designations. Adv. in
Geo Ecology 29:47-65. Catena Verlag Reiskirchen, 1997.
Canada S.S.C.: The Canadian System of Soil Classification. Canada Department of Agri-
culture Publication 1646. 164 pp. 1978.
Cline, M. G.: Soil Classification in the United States. Department of Agronomy 904 Brad-
field Hall. Cornell University, 207 pp. 1979.
Chizhikov, P. N.: The lower soil boundary. Soviet Soil Sci., N.° 11:1489-93. 1968.
Drissen, P. M. y R. Dudal: The Major Soils of the World. Agricultural University Wagenin-
gen & Katholieke Universiteit Leuven. 310 pp. 1991.
Duchaufour, Ph.: Soil Classification. A comparison of the American and The French Sys-
tems. J. Soil Sci.14,1:149-152, 1963.
Duchaufour, Ph.: Introduction à la science du sol. Sol, végétation, environnement. 331 pp.
Dunod. 2001.
Gaucher, G.: Les Facteurs de la pédogénèse: Tome II G. Lelotte 730 pp. 1981.
Gile, L. H.; Peterson, F. F. y Grossman, R. B.: The K horizon: a master soil horizon of car-
bonate accumulation. Soil Sci. 99:74-82, 1965.
ICOMID: in Eswaran, H. y Zi-Tong, G.: Properties, Genesis, Classification, and Distribu-
tion of Soils with Gypsum. SSSA Special Public. N. 26:88-119. 1991.
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Johnson, W. M.: The pedon and the polypedou. Soil Sci. Soc. Am. Proc. 27:212-15. 1963.
Muir, J. W.: A natural system of soil classification. Journal of Soil Science. Vol. 20 N.° 1:
153-166. 1969.
Oriol, A. y Valle, J.: Què és la Ciència del Sòl. Biblioteca del Pagès. D.G. Agricultura. 128
pp. Barecelona, 1938.
Roquero, C. y Porta J.: Agenda de campo para estudio del suelo. UPM. Madrid, 1992.
Schaetzl, R. J.: Lithologic discontinuities in some soils on drumlins: theory, detection and
application. Soil Science. 163, 7:570-590. 1998.
Smith, G.: Soil Climate in Soil Taxonomy. Third Int. Soil Classi£ Workshop. 1-10. Damas-
cus, 1981.
S.S.D.S.: Soil Survey Manual. Soil Survery División Staff. USDA Handbook N. 18. 437 pp.
1993.
Soil Survey Staff: Soil Taxonomy. A Basic System of Soil Classification for Making and
Interpreting Soil Surveys. USDA. Handbook N.° 436, 754 pp. 1975.

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3
Morfología y descripción de suelos
Hay que destacar la importancia del trabajo de campo para llegar
a entender la génesis y el comportamiento de los suelos.
PETER, W. BIRKELAND. 1973

Uno de los primeros pasos en el estudio de un suelo es su descripción. Para


hacerlo se recurre, por lo general, a los rasgos morfológicos, porque son fácilmente
observables y reflejan la acción de los procesos formadores del suelo. La actuación
de unos u otros procesos proporciona información acerca de las condiciones de
medio en que se ha desarrollado el suelo. El estudio de la morfología de suelos se
halla muy desarrollado, por su utilidad en obtener información acerca del suelo.

Los caracteres observables en un suelo, morfológicos o derivados, son


aquellas propiedades relacionadas con la organización del suelo en horizontes
(espesor y disposición) y, para cada horizonte, textura, estructura, porosidad,
consistencia, etc. (SSSA 1987).

El estudio de la morfología permite reconstruir los procesos edafogenéticos,


las condiciones del medio bajo las cuales aquéllos tuvieron lugar y, en muchos
casos, interpretar o predecir el comportamiento de las plantas y la respuesta del
suelo frente a actuaciones tecnológicas o a cambios de uso.
La morfología puede describirse en campo por medio de la vista y el tacto
(macromorfología) o bien en laboratorio por medio de análisis: observaciones con
lupa (mesomorfología); en láminas delgadas con ayuda de un microscopio petro-
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gráfico (micromorfología); o con técnicas que permitan un mayor detalle (submi-


croscopía). La interpretación de propiedades macromorfológicas constituye el
enfoque metodológico que con mayor facilidad, rapidez y economía permite obte-
ner información acerca del suelo.

1. Propiedades observadas y propiedades inferidas

Existen una serie de características del suelo que pueden observarse directa-
mente y medirse fácilmente en el campo. Las relaciones existentes entre característi-
cas morfológicas y otras propiedades de interés (funciones de edafotransferencia,
Lilly, 2000), permiten inferir éstas a partir de aquéllas. El establecimiento de tales
relaciones es, a menudo, una labor delicada que requiere una gran experiencia local.

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Su interés es incuestionable para deducir o inferir otras propiedades más difíciles de
medir en el campo o que requerirían análisis de laboratorio lentos y costosos.
Una prospección edafológica de calidad será aquélla que tome en considera-
ción propiedades altamente relacionables con procesos formadores y con el com-
portamiento del suelo frente a posibles usos o actuaciones. Lo deseable será que se
hayan establecido relaciones morfología-respuesta para los suelos de una determi-
nada localidad o región, debiendo evitar generalizaciones indiscriminadas en la
aplicación de tales relaciones a suelos de otras zonas, sin contrastar previamente su
validez. Entre las relaciones cualitativas de validez bastante general cabe indicar
las siguientes:

Propiedades
Propiedades de posible inferencia
observadas

Límite entre Abrupto:


horizontes — Laboreo.
— Suela de labor. Impide el paso de las raíces y el agua.
— Vejez del suelo. Facilita la identificación de horizontes.
— Contacto lítico.
Irregular:
— Con digitaciones oscuras del A que entran en el B: actividad de la macrofauna.
— Con amplias ondulaciones: en suelos de bosque pueden corresponder a árboles
arrancados por el viento.
Lenguas o digitaciones:
— Un álbico, E, que entre en un argílico o un nátrico: vejez del suelo. La lengua
puede corresponder a una vía de circulación preferente del agua.
Espesor de un El espesor del epipedión suele estar relacionado con el crecimiento de las plantas
horizonte y el rendimiento de los cultivos.
Epipedión de gran espesor: Vegetación originaria a base de gramíneas.
Profundidad del Posibilidades de enraizamiento en general y anclaje para árboles.
suelo Disponibilidades de agua y nutrientes.
Aptitud del suelo para el crecimiento de las plantas.
Profundidad Profundidad hasta la cual pueden desarrollarse las raíces, siempre que el agua no
efectiva sea un factor limitante. Puede haber unas pocas raíces finas o muy finas.
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Debe indicarse la planta de referencia.


Restringida por contacto lítico o paralítico; horizonte cementado; horizonte
compacto, temperatura del suelo; fragipan.
Color Componentes:
— Color oscuro:
• Materia orgánica
• Minerales ferromagnesianos
• Heredado del material originario (esquistos)
• Óxidos de hierro y manganeso
• Materiales piroclásticos (lapilli)
— Color blancuzco:
• Arena cuarzosa
• Caliza
• Yeso
• Algunos materiales volcánicos: pumitas y jables (Canarias, México, etc.).
• Sales más solubles que el yeso (eflorescencias blancas en superficie).

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Propiedades
Propiedades de posible inferencia
observadas

— Color rojo a amarillo:


• Óxidos de hierro de menos a más hidratados.
• Heredado del material originario (margas rojas).
Régimen de humedad:
— Colores grises: síntomas de reducción.
— Colores grises con moteado: síntomas redox.
— Colores grises: zonas decoloradas por pérdida de óxidos de hierro (laterita).
— Colores amarillo pálido a gris: posibles problemas por drenaje deficiente;
asfixia radicular.
— Colores rojos a pardos: buena aireación, buena eliminación del agua, buen
drenaje.
Manchas Régimen de humedad del suelo.
— Drenaje deficiente: Hidromorfismo temporal.
Pueden deberse a procesos de meteorización.
Elementos Disminución del volumen de suelo explorable por raíces.
gruesos Dificultades para la mesofauna.
Problemas de laboreo. Desgaste de aperos.
Menor tendencia a la compactación y a la formación de costra superficial.
Textura Comportamiento frente al laboreo.
Capacidad de retención de agua disponible para las plantas (CRAD).
Riesgo de compacidad: dificultad para el paso de las raíces en horizontes muy
arcillosos.
Disponibilidad de nutrientes. Baja en horizontes arenosos.
Erosionabilidad.
Rendimiento de los cultivos.
Estructura Aireación.
Movimiento del agua.
Nascencia. Costra superficial.
Erosionabilidad.
Paso de raíces. Muy restringido en horizontes con estructura maciza.
Consistencia Impedimento al paso de raíces.
Suela de labor.
Aireación.
Compactación.
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Adherencia. Resistencia a la deformación.


Cementaciones Impiden el paso de raíces y dificultan el movimiento del agua.
Dificultan las obras de ingeniería.
Acumulaciones Procesos edafogenéticos específicos. Argiluviación: acumulación de arcilla
iluviada; etc.
Influencia sobre la reserva de agua.
Condicionantes para el crecimiento de las plantas. Sales solubles.
Grietas Arcillas expandibles.
Problemas con las raíces de los árboles: roturas.
Dificultades en la distribución del agua de riego.
Problemas en construcciones y canales.

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2. Metodología para estudios macromorfológicos

El estudio morfológico de un suelo exige la apertura de una calicata, que es


una excavación. Para facilitar el trabajo, uno de sus frentes tiene de 70 a 100 cm de
ancho, y su profundidad debe ser tal que permita llegar a comprender la organiza-
ción del suelo como un todo, su génesis y respuesta frente a diversos usos. En el
área mediterránea suele ser suficiente profundizar hasta 180 cm, si no aparece
antes el material originario o un horizonte fuertemente cementado que impida
seguir profundizando. Una calicata tiene tres paredes verticales para poder obser-
var bien el perfil y los horizontes y la otra inclinada o con escalones para facilitar
la entrada (Oriol & Valle, 1938):
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Al abrir una calicata hay que aplicar criterios respetuosos con el suelo a rehabilitar una
vez acabado el estudio. Para ello el material de la parte superior, correspondiente al epipe-
dión, se amontonará separadamente del resto, de forma que no se mezclen los materiales y
al tapar la calicata se pueda reponer en su lugar y se rehabilite el suelo adecuadamente. La
excavación se realiza de forma que la calicata quede orientada para recibir luz solar sin
sombras en algún momento del día y el frente sea lo más vertical posible, evitando colocar
tierra encima de este frente, o alterar la vegetación natural o el cultivo, para que se puedan
tomar fotografías de calidad.
Para estudios en visión estereoscópica se harán dos tomas desde posiciones separa-
das aproximadamente un metro. Las fotos deben hacerse antes de la descripción, prepa-
rando el perfil para eliminar las huellas de la excavadora. Se procede a fotografiar el
perfil colocando una escala decimétrica o centimétrica y, generalmente, una referencia
escrita.

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En suelos en ladera se estudia el perfil lateral en el sentido de la ladera, de lo contrario
se obtendrá la sensación de que los horizontes son aproximadamente horizontales. En posi-
ciones geomorfológicas en las que aparezca una capa freática será necesario achicar el
agua, para tener acceso a todo el perfil.
Al iniciar el estudio de una calicata resulta conveniente hacer una primera
observación en los frentes y paredes laterales, con el fin de reconocer la posible
varibilidad lateral. En este momento es preferible no limpiar las superficies, ya que
la estructura se identifica mejor si el perfil ha tenido ocasión de secarse y, además,
puede haber caracteres temporales, tales como eflorescencias salinas, que constitu-
yen una información que podría perderse.
Posteriormente se procede a limpiar cuidadosamente el perfil con un cuchillo
de monte o instrumento análogo y, si se cree necesario, se profundiza horizontal-
mente. Se localizan los límites entre horizontes que se señalarán con el cuchillo y
se anotará la profundidad de cada horizonte. Se describirán suficientes horizontes
para dar una imagen clara del suelo, si bien se minimizarán las variaciones en la
interpretación visual, para no realizar subdivisiones innecesarias. Se establecerán
relaciones entre horizontes (Bridges, 1997). Identificados los horizontes, se estu-
dian detalladamente a partir de las características de referencia. Se da nombre a
cada horizonte y se realizan las anotaciones en una ficha normalizada de descrip-
ción, de la forma más objetiva posible utilizando criterios estándar, para facilitar el
intercambio de información y poder establecer comparaciones.
Un prospector experimentado puede describir por término medio entre 5 y 6 calicatas
en una jornada de trabajo. Un principiante no debe desesperar si no es capaz de distinguir
inmediatamente los horizontes, algunos a veces no están presentes.
Después de la descripción se procede al muestreo. Las muestras se toman con una fina-
lidad determinada, por lo que el prospector debe anotar en la ficha los análisis a solicitar del
laboratorio, que serán aquellos que le vayan a ayudar en sus interpretaciones. Si se mues-
trea todo el perfil, las muestras se tomarán empezando por la base. Las bolsas de plástico se
etiquetan por fuera, anotando la referencia de la calicata y la profundidad de muestreo tanto
en la bolsa como en la ficha.
El estudio de cortes de carretera, taludes o trincheras debe evitarse como fuente de
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información básica, ya que las superficies al estar expuestas a la intemperie sufren modifi-
caciones tanto en su morfología como en sus propiedades químicas. En algunos casos, la
parte superior incluso puede haber sido eliminada, o recubierta con materiales paleados.

3. Límites entre horizontes


El suelo está organizado en horizontes, relacionados entre sí debido a los procesos
formadores. El paso de un horizonte al siguiente implica un cambio de propiedades,
que tiene lugar a lo largo de un cierto espesor, que define el límite entre horizontes.
La distancia vertical a lo largo de la cual se produce el cambio de un horizonte
al siguiente define la amplitud o nitidez del límite, utilizándose las siguientes
denominaciones para describirla:

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Criterio adoptado Denominación

Menor de 0,5 cm Muy abrupto


0,5-2,5 cm Abrupto
Menor de 2,5 cm (en la parte inferior de un Ap) Abrupto por labo-
reo
2,5 a 5 cm Neto
5 a 12 cm Gradual
Mayor de 12 cm (se puede describir como horizonte de transición) Difuso
Límite entre el suelo y un material subyacente coherente y duro (SSS, 1999). Contacto
Se requiere un pico para romperlo. Si hay grietas la distancia debe ser mayor lítico
de 10 cm. No se refiere a la aparición de endopediones cementados tales como
un duripan o un petrocálcico.
Límite entre el suelo y un material subyacente continuo y coherente (SSS, 1999). Contacto
Materiales parcialmente consolidados (areniscas, lutitas, pizarras sedimentarias, paralítico
etc.). Un fragmento, agitado durante 15 horas en agua o en una solución de
hexametafosfato sódico, se disgrega. La densidad o consolidación es tal que las
raíces no pueden entrar. Si hay grietas la distancia ha de ser mayor de 10 cm.
Cuando está húmedo se puede excavar con dificultad con una pala.
Puede tratarse igualmente de una capa de gravas.

La topografía del límite se refiere a la forma de la superficie de separación


entre horizontes:

Criterio estándar Denominación

El límite es casi un plano, paralelo o subparalelo a la superficie del suelo, Plano


con pocas o sin irregularidades.
El límite forma sinuosidades, más anchas que profundas. Ondulado
El límite forma sinuosidades que son más profundas que anchas. Irregular

Anguloso
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Dendrítico

Denticulado

Dignaciones

Lenguas

Lobulado

Límite interrumpido o quebrado porque el horizonte es discontinuo Discontinuo


(desarrollado en fisuras o bolsadas), como en un B sobre una caliza dura.

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La relación entre horizontes puede proporcionar información acerca de la formación y
evolución del suelo y del paisaje, así como de posibles alteraciones de origen antrópico.
Un cambio textural abrupto es un síntoma de vejez. Es el que se presenta, por ejemplo,
entre un horizonte álbico y un argílico subyacente. Las lenguas de álbico que entran en un
argílico se interpretan como vías preferenciales de circulación de agua. Un límite abrupto
por laboreo, definido por la presencia de una capa compactada, supone un impedimento a
la penetración de las raíces, una falta de aireación y mala circulación vertical del agua. Un
límite abrupto puede indicar igualmente una superposición de materiales, es decir, una dis-
continuidad litológica.

4. Descripción de suelos en el campo

Una descripción de un suelo incluye cuatro bloques de información, uno de


carácter general, referente a la localización, cartografía y condiciones de medio;
otro sobre usos del terreno y tecnología de suelos; la descripción propiamente
dicha, horizonte a horizonte y basada en el valor modal de cada variable y un
cuarto bloque con una propuesta de clasificación y la significación cartográfica
del suelo descrito. Existen fichas normalizadas y criterios estándar que permiten
recoger de forma sistematizada y comparable la información, que básicamente
hace referencia a:

Ficha Información contenida

001 Localización
002 Cartografía. Teledetección
003 Prospección: Prospector, fecha
004 Características Climatológicas y Meteorológicas
005 Temperatura y agua del suelo
006 Geomorfología
007 Pedregosidad superficial y afloramientos rocosos
008 Material originario
009 Vegetación natural
010 Usos del terreno
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011 Tecnología de suelos


012 Descripción de horizontes
013 Características y criterios estándar de descripción
014 que se
015 exponen
016 a lo
017 largo
018 del
019 presente
020 capítulo
021 Clasificación y significación cartográfica

Hay propiedades del suelo que por su relevancia deben describirse siempre, por tal
motivo suelen consignarse en primer lugar; otras se consideran frecuentemente, pues su
descripción puede resultar útil en ciertos casos, mientras que otras tienen interés ocasional.

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Según cual sea el objetivo de una prospección, habrá que prestar mayor atención a unos
u otros caracteres. Toda descripción incluye siempre para cada horizonte: espesor, límites,
color, textura, estructura, pedregosidad, materia orgánica y presencia o ausencia de carbo-
nato cálcico, caracteres que figuran siempre en cualquier ficha normalizada.
En una descripción se utilizan variables continuas (profundidad de un horizonte, nivel
freático, etc.); variables dicotómicas que constituyen un caso particular de variables discre-
tas, las de orden 2; y variables discretas ordenadas y no ordenadas. En algunos casos, dado
que la observación en el campo es descriptiva y semicuantitativa, una variable puede tra-
tarse como discreta, a pesar de que en realidad sea continua. Para ello se establecen cierto
número de clases o intervalos secuenciales e independientes cada uno del siguiente, en uno
de los cuales puede hallarse el valor de la variable. Las clases de drenaje, el tamaño de las
manchas, entre otros, son ejemplos de datos que son tratados como variables discretas
ordenadas a pesar de ser variables continuas. Las variables discretas no ordenadas pueden
contener información literal (núm. del pedión, prospector, etc.) o información codificada
(tipo de roca, por ejemplo).
Los criterios estándar de descripción que se dan a continuación son los contenidos en el
«Manual del usuario para la descripción codificada de suelos en el campo» que sirvió de
base para elaborar «SINEDARES, Manual para la descripción codificada de suelos en el
campo» (C.B.D.S.A. 1983), recomendado por la Comisión del Banco de Datos de Suelos y
Aguas del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación de España, creada por O.M, de
6 de abril de 1979 acordes con otros planteamientos (SSDS, 1993; Hodgson, 1987, etc.).

4.1. Estado de humedad


El término humedad se prefiere al de contenido de agua, ya que el primero
tiene unas connotaciones de intensidad, mientras que el segundo implica única-
mente cantidad (Hillel, 1980).
El estado de humedad hace referencia a las condiciones de humedad de un horizonte en el
momento de estudiar el suelo. La descripción del estado de humedad se basa en una aprecia-
ción generalmente subjetiva. Para cuantificarlo habrá que recurrir a un muestreo especial en
recipientes herméticos y posterior análisis de laboratorio. En campo se utilizan los criterios clá-
sicos propuestos por Israelsen y cols. (1965), si bien no contemplan el caso de suelos formados
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a partir de materiales volcánicos y que presentan unas propiedades especiales denominadas


tixotrópicas. Los criterios son los siguientes:

Criterios estándar
Estado
Textura Ensayo

<– 1500 kPa Gruesa o moderadamente Granos sueltos, se disgrega entre los dedos. Seco
Baja conductividad tér- gruesa
mica, por lo que da la
Media Pulverulento a veces en costras que se re-
sensación de estar ca-
ducen a polvo al romperse.
liente al apretarlo en la
mano. Fina o muy fina Duro, muy reseco, agrietado a veces tiene
costras superficiales que se disgregan.

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Criterios estándar
Estado
Textura Ensayo

–33 a –1500 kPa Gruesa o moderadamente No se puede formar una bolita. Ligeramente
Está frío gruesa húmedo
Suelo seco en apariencia Media La bolita se hace migajas, pero se mantiene
relativamente compacta bajo presión.
Fina o muy fina Ligeramente moldeable, se puede formar
una bolita al presionar.
–33 kPa Ausencia de agua libre, las películas de agua son suficientemente Húmedo
Conductividad térmica delgadas para no ceder agua.
alta, por lo que da la sen- No cambia el color al añadir una gota de agua.
sación de estar frío Gruesa Bajo presión se puede formar una bolita
que se disgrega fácilmente.
Moderadamente gruesa Se forma una bolita con dificultad, que se
rompe fácilmente y que se adhiere a la
mano.
Media Se puede formar una bolita moldeable.
Untuosa si es más arcillosa.
Fina Se forma un cilindro con facilidad cuando
se amasa entre los dedos. Tacto untuoso.
> –33 kPa Suelo mojado, no escurre agua al presionarlo en la mano, pero deja Mojado
una huella húmeda en ésta. No cambia de color al añadir una gota de
agua.
–1 kPa Al presionar una muestra con la mano escurre agua. En la calicata Saturado
rezuma agua, aunque el flujo puede ser lento. Los suelos turbosos
están corrientemente saturados, a no ser que hayan sido drenados.
En las turbas se describirá como saturado si el nivel de la capa freá-
tica se halla dentro de los 20 cm superiores del material.

4.2. Color
El color es una propiedad que intrínsecamente no tiene apenas significación
sobre el comportamiento del suelo. Su interés radica en que permite inferir otras
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propiedades, la naturaleza posible de los componentes, y la respuesta esperable de


las plantas (Bigham y Ciolkosz, 1993).
Existen colores heredados del material originario (suelos litocromos) y colores
adquiridos durante la edafogénesis.
Para evitar imprecisiones al describir el color se utiliza el código desarrollado por
Munsell, profesor de Arte en Boston, posteriormente modificado por la Optical Society
of America y adoptado por el Soil Survey Manual en 1951. La descripción se realiza por
comparación directa utilizando una tabla de colores: Tabla Munsell, que consta de unos
250 colores.
El color se describe a partir de los tres parámetros básicos que lo componen:
matiz, brillo (ordenada) y croma (abscisa). Cada color puede asociarse a un punto
del espacio color, definiendo un sólido de color de forma cilíndrica.

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Los parámetros básicos son:

Matiz
• Expresa la longitud de onda dominante en la radiación reflejada (color espectral
dominante).
Se consideran cinco colores principales (R, rojo; Y, amarillo; G, Verde; B, azul y P,
púrpura) y cinco intermedios o complementarios: YR, GY, BG, PB, RP.
• Se debe principalmente a la presencia de óxidos de hierro con distinto grado de
hidratación.
• Para cada color se establece una gradación de 0 a 10.
Así, por ejemplo, OR 2,5R 5R 7,5R 10R = 0YR.
• En una circunferencia: 360°/5 = 72° separan dos colores principales consecutivos.

0 Rojo
10 R = OYR amarillo rojo
2,5 R
5 R
R
7,5
YR
5 YR
2,
5 YR 10 YR = OY amarillo
P 5
7,

B G

• Cada hoja de una tabla Munsell corresponde a un matiz, es decir, a una misma longi-
tud de onda.
• Los matices rojos (R) son frecuentes en suelos mediterráneos, tropicales y ecuatoria-
les, debido a la deshidratación casi irreversible de los óxidos de hierro que tiene
lugar durante los períodos de desecación del suelo.
• Los suelos con condiciones reductoras presentan matices verdosos y azulados.
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Brillo (albedo)
• Expresa la proporción de radiación reflejada en un intervalo de longitud de onda de
0,3 a 3 μm, respecto a la radiación incidente.
• Mide el grado de claridad o de oscuridad relativa del color comparado con el blanco
absoluto.
• En una página de la tabla se representa en ordenadas:
0 = 0 % de luz reflejada, color negro
10 = 100 % de luz reflejada, color blanco
• En los suelos los brillos más altos suelen ser del orden de 8 a 9.
• Es función del contenido de humedad.
• Los datos de mediciones de albedo tienen interés para controlar el contenido de agua
en la superficie del suelo; evaluar las variaciones espaciales del balance de radiación en
la superficie terrestre entre otros aspectos (Matthias et al. 1999).

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Croma (intensidad cromática)
• Expresa la pureza relativa del color del matiz de que se trate.
• Corresponde a la intensidad del color espectral dominante o saturación cromática.
• Es inversamente proporcional a la dominancia del gris. A mayor pureza de color
corresponden valores de croma más altos.
• En los suelos el croma no suele ser superior a 8.

MATIZ
Blanco
8

Colores
7

muy
6
puros
BRILLO

5
«vivos»
4

Negro
1 2 3 4 5 6 7 8
CROMA

Interpretación del color


Ejemplo, caso del color negro. Puede ser debido a:
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• Materia orgánica, característica de los horizontes superficiales.


• Componentes ferromagnesianos y a componentes litológicos negros, como los
esquistos, lapilis negros (picón en Canarias).
• Costras negras de materia orgánica en la superficie de suelos alcalinos (muy poco
frecuentes en España).

Se describe el color del material del suelo, por lo general el color del conjunto o matriz,
a partir de una superficie de un fragmento en estado seco, si es posible, y en húmedo. Para
ello se humedece la muestra e inmediatamente después de que desaparece la película de
agua de la superficie se compara con la tabla.
Si el color del interior de un agregado difiere del de las caras, o si hay manchas (mote-
ado), se describirá cada uno de los colores por separado, empezando por el más abundante

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en volumen (modal). La descripción y su notación no suponen una interpretación del ori-
gen de la coloración descrita. Existen en el mercado dos versiones de tablas Munsell, una
americana (Munsell Colour Co. 1998) y otra japonesa. Es un material delicado y de coste
elevado.

ESTUDIO DE CASOS
Al describir un suelo con tres horizontes se describen los colores de la matriz
en seco y en húmedo:
Ap(7,5 YR 4/2; 7,5 YR 2/2); Bw(10 YR 6/4; 10 YR 4/4); Bkn(7,5 YR 8/3; 7,5 YR
6/3).
Los nódulos del Bkn son en húmedo 7,5 YR 5/6.
Realizar una anotación codificada de acuerdo con la ficha normalizada de des-
cripción según SINEDARES (para lectura mecanizada).

Respuestas
COLOR 13 Color 1 Color 2 Color 3
PARTE DESCRITA 12345 12345 12345
No descrito
Matriz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1
Caras de los agregados . . . . . . . . . . . . . . 2
Interior de los agregados . . . . . . . . . . . . . 3
Cutanes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4
Nódulos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
Fragmentos de roca . . . . . . . . . . . . . . . . . 6
Capa orgánica enterrada . . . . . . . . . . . . . 7
ESTADO DE HUMEDAD 12345 12345 12345
No descrito
Húmedo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1
Seco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2

MATIZ 1 2 3 4 5 1 2 3 4 5 1 2 3 4 5 BRILLO 12345 12345 12345


N 1 80
5 R 2 75
7,5 R 3 70
10 R 4 65
2,5 YR 5 60
5 YR 6 55
7,5 YR 7 50
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10 YR 8 45
2,5 Y 9 40
5 Y 10 35
30
CROMA 12345 12345 12345 25
10 20
15
20
25
30
35
40
50
60
70
80

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4.3. Manchas
La existencia de manchas (moteado) puede proporcionar información acerca
del régimen de humedad y aireación actuales, así como las condiciones redox
durante la genésis del suelo. Generalmente, un horizonte se describe con moteado,
si está afectado por manchas en un 10 % o más.
La información hace referencia a la proporción, tamaño, nitidez del límite, forma, natu-
raleza, distribución, color Munsell y contraste de las manchas. Se describen las manchas
más frecuentes y se anota su diámetro o su dimensión mayor, excepto en las lineales. La
nitidez de los límites se refiere al espesor que debe atravesarse para pasar de la mancha a la
matriz del suelo. Resulta de interés avanzar alguna hipótesis sobre el origen de las manchas
y su naturaleza. El contraste se refiere a la facilidad con que se reconocen las manchas. La
proporción se expresa en porcentaje de superficie vertical cubierta por manchas, se estima
según la siguiente tabla (FAO, 1977):

1% 5% 15 % 30 %

2% 7% 20 % 40 %
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3% 10 % 25 % 50 %

4.4. Estado de oxidación


El régimen de humedad del suelo influye sobre la aireación y el estado de oxi-
dación, por consiguiente condiciona la vida de las raíces y microorganismos. Tiene

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especial significación para diagnosticar la presencia temporal y el comportamiento
de una capa freática.
El estado de óxido-reducción es una propiedad que se puede inferir a partir del color, de
la existencia de moteados, del estado de las raíces y a veces del olor. Los colores grises ver-
dosos denotan condiciones de reducción. Los pardos y rojizos, oxidación, es decir, buena
aireación. El olor a ácido sulfhídrico, condiciones reductoras extremas.

4.5. Elementos gruesos


Los elementos gruesos son los fragmentos de roca o de mineral de diámetro
aparente superior a 2 mm. La fracción constituida por los granos de menor tamaño
se denomina tierra fina. Se describe la proporción, heterometría, tamaño, forma,
orientación, distribución, litología, grado de alteración y color de los elementos
gruesos. La cantidad de elementos gruesos se expresa en porcentaje en volumen
dentro de un horizonte.
La proporción de elementos gruesos se estima de «visu», con ayuda de la misma tabla
que para la proporción de manchas. Para determinaciones más precisas hay que muestrear
un volumen y proceder a su análisis en el laboratorio. Este porcentaje debe ser tenido en
cuenta para interpretar adecuadamente los restantes análisis químicos, que se realizan y
expresan tomando como base la tierra fina.
El grado de homogeneidad del tamaño de los elementos gruesos permite considerarlos
homométricos, o bien heterométricos. La forma de los elementos gruesos puede proporcio-
nar información acerca de su procedencia y condiciones de transporte, si lo ha habido. La
descripción de la orientación más frecuente puede tener interés si condiciona el comporta-
miento del suelo frente a la circulación del agua, la penetración de las raíces, o aporta
alguna información acerca de la génesis del suelo o la procedencia de los materiales.
La distribución puede indicar la procedencia de los materiales o posibles discontinuida-
des. Así, por ejemplo, si aparecen alineados a cierta profundidad puede interpretarse que se
trate de una línea de piedras (Alexandre y Symoens,1989).
La litología resulta siempre de interés por condicionar la tasa de liberación de elemen-
tos químicos y su naturaleza. El grado de meteorización (Cap. 17) describe la huella dejada
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por los procesos que han sido activos. Se interpreta que la intensidad de la meteorización
habrá sido débil cuando el interior del elemento aparece fresco al romperlo. La meteoriza-
ción máxima se manifiesta por una desagregación total. En rocas relativamente solubles,
calizas, yesos, etc., resulta difícil precisar la intensidad de la meteorización, ya que la roca
puede estar disolviéndose rápidamente y no presentar alteración en su interior. Para estas
rocas debe utilizarse una terminología específica. En algunos casos puede resultar intere-
sante describir el color de los elementos gruesos, principalmente si de él se puede inferir el
nivel de meteorización. En general, se describe el color exterior, la aureola de meteoriza-
ción, el interior, etc.
La pedregosidad de un suelo hace referencia a los elementos gruesos que se hallan en
la superficie. La existencia de una pedregosidad abundante puede interferir con el laboreo,
pero en condiciones mediterráneas o de mayor aridez puede ser beneficiosa para el régimen
hídrico del suelo, al actuar a modo de cubierta que disminuye la evaporación (Espejo y
cols., 1990).

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4.6. Textura
Las partículas del suelo individualizadas se distribuyen en un continuum de
tamaños, si bien se agrupan en diversas fracciones atendiendo a su tamaño. La
distinta proporción de arena, limo y arcilla define la textura de cada horizonte
(Cap. 6).
Entre los múltiples criterios de clasificación textural existentes se utiliza el del Departa-
mento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) para el ensayo previo de textura en
campo. Para ello se forma un cilindro con la muestra, a la que se han quitado los elementos
gruesos a simple vista y a la que se ha añadido agua de forma que se halle en el punto de
adherencia. Según se puedan o no hacer cilindros de 3 y 1 mm de diámetro y anillos con
ellos, se puede estimar la clase textural de la muestra según se indica:

100 0

80 20
LIM

60 40
O
LA
CIL
AR

a a-L
40 a-Ar 60
F-a F-a-L

F-a-Ar
20 80 a = arcilloso
F-L L = limoso
F - Ar
F F = franco
L Ar = arenoso
Ar Ar-F
0 100
100 80 60 40 20 0
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ARENA

Humedad en el punto 80 65 40
de adherencia Ar < 40 %

Ar > 80 %
Anillo
10 cm
3 mm 1 mm
3 mm 1 mm
1 2 3 4

Método de operar secuencia

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4.7. Fracción arena
En algunos casos interesa estudiar la morfología superficial y la mineralogía
de los granos de arena para estimar el grado de meteorización, o de lavado que ha
tenido lugar en un horizonte determinado.
En horizontes arenosos se puede realizar un ensayo de campo consistente en comparar
el comportamiento de dos muestras paralelas, colocadas en sendos tubos de ensayo com-
pactando ligeramente. En uno se añade agua desmineralizada y en el otro una solución de
hexametafosfato sódico. Se agita fuertemente y se deja decantar. Si ambos tubos mantienen
el mismo aspecto a simple vista u observados con la lupa, es que no había revestimientos,
el horizonte está muy lavado. La hipótesis de un posible horizonte E o álbico se confirma-
ría. Si el hexametafosfato elimina revestimientos, aparecerán más visibles los minerales
ferromagnesianos (coloraciones oscuras), de la fracción arena. Las acumulaciones esferoi-
dales (pisolito) se distinguen de aquellos al ser concoideas y presentar como una cascarilla.
Una decantación de unos 5 minutos permite evaluar si hay mucha arena fina o no. De
haberla, la hipótesis de carácter arenoso (psamméntico) debería rechazarse. La forma de las
arenas da indicaciones acerca del origen y del tipo de transporte sufrido por el material, flu-
vial o eólico (Coudé-Gaussen,1991).

4.8. Estructura
La estructura describe la forma de agregarse las partículas individuales del
suelo en unidades de mayor tamaño (agregados) y el espacio de huecos asociado a
ellas. La estructura de cada horizonte se describe atendiendo al grado, forma y
tamaño de los agregados.
El grado de diferenciación o de desarrollo de los agregados expresa la cohesión
dentro de los agregados y la adherencia entre ellos. En los suelos con una estruc-
tura bien desarrollada, al secarse, aparecen claramente líneas de fisuración prefe-
rencial entre agregados, en este caso, se dice que el grado de estructuración o de
pedialidad está fuertemente desarrollado. En esquema, atendiendo a lo que se
vería en una lámina delgada (Cap. 4), puede representarse (Bullock y cols. 1985):

Horizonte pedial incompleto Horizonte pedial


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Estructura Estructura Estructura


débilmente desarrollada moderadamente desarrollada fuertemente desarrollada

Con una frecuencia muy elevada se distinguen caras naturales entre agregados, que sue-
len ser más planas que el interior, si se rompe el agregado. En algunos casos tienen un bri-
llo diferente, ya que pueden presentar revestimientos o fieltros de raíces, o haber estado
sometidas a presiones.

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Los agregados bien desarrollados son relativamente resistentes a los procesos de
humectación-desecación. Si un horizonte no presenta agregados, se dice que no tiene
estructura, o que ésta es continua y el horizonte macizo.
Para definir el grado de desarrollo de la estructura se parten con las manos repetida-
mente fragmentos grandes, en otros más pequeños, observando la facilidad con que se
separan y si se parten o no según líneas preferenciales de fisuración o bien lo hacen según
cualquier dirección previamente determinada por el prospector. En el caso en que los agre-
gados tengan un diámetro superior a 30 cm el horizonte se considera macizo, excepto si
presenta una estructura secundaria.
La forma de los agregados puede ser laminar, prismática o en bloques
(Cap. 11). En este último caso pueden distinguirse bloques angulares, bloques
subangulares, granular compuesta y migajosa (granular porosa).
Si los agregados de mayor tamaño y de una forma modal son susceptibles de ser rotos
en otros menores de otra forma modal, se dice que existen dos estructuras, una primaria
(p.ej.: prismática) y una secundaria (p.ej.: en bloques subangulares). Si partes del horizonte
presentan un tipo de agregados y las restantes otro, se habla de estructuras yuxtapuestas,
esto puede ocurrir, por ejemplo, en suelos con grietas importantes que se rellenen con mate-
rial con otra estructura.

4.9. Ensayos de campo: componentes del suelo


Los ensayos de campo suelen tener gran interés para realizar un primer diag-
nóstico. Entre los más frecuentes cabe indicar:

Ensayos de campo Diagnóstico

pH, colorimétrico Reacción del suelo


HCl 11 % Caliza
BaCl2 10 % lón sulfato
AgNO3 5 % lón cloruro
Oxalato-NH4 lón calcio
H2O2 Sulfuros, Manganeso, Materia orgánica
α,α’dipiridina en NH4OAc 1N neutro (Childs,1981) Fe ferroso
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NaF y fenolftaleina en solución alcohólica Materiales amorfos


Hexametafosfato sódico Arcilla naturalmente dispersa
Composición de las arenas
Conductividad eléctrica Salinidad

Se trata de análisis cualitativos, a veces semicuantitativos. Por su singularidad


se describirán algunos de ellos.
La presencia de materiales amorfos (Fieldes y Perrot, 1966) se puede diagnosticar
poniendo una muestra sobre un papel de filtro colocado en un embudo. Se humedece con
una solución de fluoruro sódico y seguidamente se añade fenolftaleina en solución alcohó-
lica. La aparicion de una coloración rojo púrpura es característica de los materiales amor-
fos. Este ensayo se utiliza en suelos desarrollados a partir de materiales volcánicos (Andi-
soles), si bien da positivo con materiales amorfos de cualquier origen.

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La arcilla naturalmente dispersa abunda en horizontes con estructura débil y en los sin
estructura, tales como en epipediones con problemas de encostramiento superficial o en endo-
pediones nátricos (con arcillas sódicas). En suelos tropicales (Oxisoles y Ultisoles) los óxidos
de hierro hacen que el contenido de arcilla naturalmente dispersa sea muy bajo, algunos auto-
res citan valores inferiores a un 5 %. El ensayo consiste en comparar dos muestras, a una se
añade agua desmineralizada y a otra hexametafosfato sódico. Se agitan ambos tubos y se deja
sedimentar durante cinco minutos. La permanencia de turbidez en el tubo con agua desmine-
ralizada indica la existencia de arcilla naturalmente dispersa. El límite superior de un posible
endopedión óxico se puede identificar por la ausencia de arcilla naturalmente dispersa, si
bien, al no darse en todos los casos, no es un requerimiento de óxico (Forbes, 1986).

4.10. Consistencia
La consistencia no es una propiedad morfológica, sino mecánica y como tal se
debe a las fuerzas de cohesión, adherencia, resistencia a la deformación y a la rup-
tura. Esta propiedad depende del estado de humedad de la muestra, por lo que los
ensayos que se hagan deberán tenerlo en cuenta. Se describe al tener relevancia
práctica para el crecimiento de las plantas y manejo del suelo, tanto en agricultura
como en ingeniería civil. Así, por ejemplo, en un horizonte Ap, las raíces se con-
centran allí donde la resistencia mecánica a la penetración sea menor.
El enfoque adoptado es el que fue propuesto por el Soil Survey Manual en 1951 (revi-
sado en 1993), que, si bien no resulta totalmente satisfactorio desde un punto de vista de
Mecánica de Suelos, sigue siendo el más utilizado en prospecciones edafológicas. Se ha
respetado el esquema general, modificándolo en el detalle. Un enfoque más riguroso se
expone en el Cap. 11. Las pruebas para evaluar la consistencia según el contenido de hume-
dad son las siguientes:

Estado de humedad de la muestra Prueba adecuada

Cualquiera Compacidad
Muy húmeda (mojada) Plasticidad
Adhesividad
Húmeda y ligeramente húmeda Friabilidad
Seca Fragilidad o dureza
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Para realizar medidas cuantitativas se puede emplear un penetrómetro de bolsillo. En la


práctica, no se suele describir la consistencia en los diferentes estados de humedad, limitán-
dose al que presenta la muestra en las condiciones de campo.
La compacidad hace referencia a que las partículas están próximas y fuertemente uni-
das unas a otras. Con esta descripción se pretende dar una información de síntesis de la
cohesión del material:

Criterios estándar Descripción

Material no coherente; el cuchillo penetra sin esfuerzo hasta el mango No coherente


Se requiere un ligero esfuerzo para introducir el cuchillo Poco compacto
El cuchillo sólo penetra de una forma parcial incluso si se realiza un esfuerzo grande Compacto
No se puede hundir el cuchillo más que unos pocos mm Muy compacto

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Los suelos ricos en arcilla presentan una compacidad elevada. En estado húmedo esto
se traduce en una cierta plasticidad y adherencia; en estado seco en una rigidez. La adhesi-
vidad es el resultado de la tensión superficial y expresa la capacidad para adherirse a las
superficies. Es función del contenido de humedad, aumenta con el contenido de arcilla
(suelos «pesados», por la dificultad que presentan al labrarlos). La adhesividad de una
muestra muy húmeda (mojada) se evalúa presionando el material entre el pulgar y el índice
y observando el grado de adherencia.

La plasticidad expresa la facilidad del material para ser moldeado. Para evaluar la plas-
ticidad máxima se humedece la muestra, si es necesario, y se amasa en la mano formando
un cilindro (CBDSA, 1983).

La consistencia en húmedo o friabilidad, hace referencia a la resistencia que ofrece el


material bajo una determinada presión, entre el pulgar y el índice, en una muestra de forma
cúbica de unos 3 cm de lado. La consistencia en seco o dureza expresa la fragilidad de un
agregado. Se evalúa tratando de romper entre el pulgar y el índice o con la mano una mues-
tra seca al aire, de forma cúbica, de 3 cm de lado.

En algunos casos interesa describir la fluidez. En suelos desarrollados a partir de mate-


riales volcánicos se utilizan como criterios diagnóstico las propiedades tixotrópicas del
material (Cap. 11). El carácter tixotrópico se pone en evidencia en el campo amasando una
bolita con la muestra. Una vez formada se presiona entre el pulgar y el índice para que
expulse el agua, si es tixotrópica, al superar una cierta presión, los dedos deslizarán súbita-
mente, al haber adquirido la muestra una consistencia más fluida. Si la muestra es tixotró-
pica, al poner la bolita exprimida de nuevo en presencia de agua, va absorbiendo las gotas
de agua que se aportan.

En los horizontes con materiales tixotrópicos, al clavar un cuchillo penetra lenta-


mente, al extraerlo después de unos segundos, sale con una gran cantidad de material
adherido.

En el laboratorio se puede realizar un ensayo aplicando una fuerza por inversión de un


tubo de ensayo que contenga la muestra. Si es tixotrópica y ha estado en reposo durante un
cierto tiempo, al invertir el tubo mantiene su forma, y si se ha agitado, fluirá tan pronto
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como se invierta el tubo.

4.11. Cementaciones

Determinados componentes pueden unir las partículas del suelo de tal forma
que el horizonte o parte de él presenten cementación. Esta cementación debe ser
estable al agua. Para verificarlo se toma un fragmento de unos 3 cm y se deja en
agua por espacio de 24 horas; si se disgrega, no hay cementación. Interesa caracte-
rizar el grado de cementación, naturaleza probable del cemento, continuidad de la
capa cementada y la estructura de la cementación. Una cementación por CaCO3 da
efervescencia y se disgrega con HCl (11 %), mientras que si se trata de sílice (duri-
pan) se disgregará con NaOH (1N).

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4.12. Materia orgánica
Al describir la materia orgánica se atiende a si hay restos y residuos orgánicos
incorporados al suelo y si están más o menos transformados. La cantidad de mate-
ria orgánica se estima a partir del color y se verifica con un posterior análisis en
laboratorio.
Se describirá la forma de la materia orgánica, restos vegetales identificables o
no, tipo de humus (Cap. 8), etc.; la naturaleza de los restos, acículas, hojas plani-
formes, cortezas, etc., y el grado de unión entre la materia orgánica y la mineral.
Una buena unión hace que al observar los granos de arena con la lupa éstos apa-
rezcan de color pardo, en caso contrario, son de color blanco. Las capas y horizon-
tes orgánicos se describen atendiendo al grado de descomposición.

4.13. Actividad biológica


Bajo este epígrafe se describen los rasgos morfológicos debidos a la actividad
de la fauna, de los microorganismos o de la microflora del suelo (excepto las raí-
ces). La descripción se hace atendiendo al agente causante de la actividad, natura-
leza de las formas o fenómenos observados (cámaras, galerías, deyecciones, etc.) y
a la cantidad.
La fauna interviene en la descomposición de la m.o.; en la mezcla de ésta y el
material mineral; en el desarrollo de estructura y porosidad.

4.14. Actividad humana


La actividad del hombre puede haber dejado huellas en el suelo, que pueden
ayudar en las interpretaciones. Así, la presencia de artefactos de sílex, cerámica,
restos de rastrojo quemado, cenizas de hogueras y carboneras, tubos de drenaje,
suela de labor, etc.
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4.15. Raíces
Las raíces más funcionales son las finas (1 < Ø < 2 mm) y muy finas (Ø <
1 mm), por lo que su presencia o ausencia es de mayor significación, al traducir
mejor las condiciones que dominan en el suelo. El modelo de distribución del sis-
tema radicular es una respuesta a las condiciones existentes en el suelo, que son las
que se pretenden inferir con la descripción de las raíces.
Si no hay condicionantes externos, cada especie presenta el sistema radicular acorde
con sus características botánicas. La descripción puede hacerse en dos niveles, de una
forma global para reseñar únicamente el aspecto del sistema radicular en su conjunto o bien
en descripciones más minuciosas resulta de interés detallar la cantidad de raíces, tamaño,
orientación dominante, distribución, estado y principales especies a que pertenecen.

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Para estimar la cantidad de raíces se estudia su número en cuadrados de 100 cm2 en
cada horizonte, habiendo refrescado previamente el perfil con el cuchillo y, si se quiere
mayor precisión, lavando con un chorro de agua a presión. Si se requieren medidas precisas
habrá que muestrear un volumen relativamente inalterado de suelo y determinar en labora-
torio el peso seco de raíces. El estado de las raíces (vivas, muertas, muertas por fin de ciclo,
etc.) puede dar una indicación sobre la idoneidad o no del suelo como medio para el creci-
miento de una determinada planta.

4.16. Porosidad
El espacio de huecos resulta de la agregación de las partículas minerales indi-
viduales con participación de la materia orgánica. Los poros distinguibles a simple
vista son los de diámetro superior a 60 μm.
En algunas ocasiones existen espacios intergranulares como en el caso de horizontes
arenosos. Se describe el sistema de poros verdaderos, sin considerar las galerías debidas a
la actividad de la fauna, ni las grietas que son objeto de un estudio separado.
La porosidad puede describirse a nivel global, atendiendo a los huecos de un horizonte
en su conjunto, o bien en un agregado. La descripción detallada incluye, cantidad, continui-
dad, orientación, distribución y forma. Para estudios detallados se puede recurrir al estudio
en lámina delgada, con microscopio petrográfico, visión estereoscópica, microscopio elec-
trónico de barrido o análisis de imagen.

4.17. Grietas
Los suelos expandibles se caracterizan por la apertura de grietas que permane-
cen abiertas durante la estación seca. Se consideran abiertas si controlan la infiltra-
ción y la percolación en un suelo arcilloso seco. La presencia de éstas hasta una
profundidad de 50 cm o más evidencia una elevada proporción de arcillas expandi-
bles. Se describe la orientación, anchura máxima y modal y la longitud de las grie-
tas. Grietas con una anchura de por lo menos 5 mm o más, a través de un espesor
de 25 cm o más dentro de los primeros 50 cm (S.S.S. 1999) sirven de criterio de
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diagnóstico del carácter vértico.

4.18. Estudio de superficies


Las superficies de los agregados, elementos gruesos, paredes de huecos, grie-
tas, galerías, etc., pueden presentar modificaciones en su composición y/o en la
disposición de los constituyentes en relación con los materiales adyacentes del
suelo. Se manifiestan por una mayor concentración de una fracción granulométrica
que da lugar a revestimientos de un componente (edaforrasgos texturales), o por su
brillo y estrías (cutanes de presión o edaforrasgos de fábrica), etc.
El término cután (del latín «cutis» = superficie de una cosa) fue propuesto por Brewer
(1960) para designar los fenómenos de superficie. Pueden existir cutanes de presión, típi-

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cos de suelos con fenómenos de expansión-retracción y cutanes de acumulación, para los
que se prefiere la denominación de revestimientos, por ejemplo, los de arcilla, típicos de los
horizontes Bt.

4.19. Acumulaciones
La incorporación de materiales a un horizonte a lo largo de la edafogénesis
puede llegar a enmascarar y cambiar sus características iniciales. La presencia de
concreciones, acumulaciones de tipo laminar, rizoconcreciones continuas u otras,
permitirán inferir qué procesos han actuado en la génesis del suelo. Las acumula-
ciones se describen atendiendo a la cantidad, composición mineralógica, forma,
dimensión y dureza. La distribución de las acumulaciones ayuda a interpretar el
origen del material acumulado. Las rosas del desierto de tamaño milimétrico, por
ejemplo, suelen formarse en la zona de oscilación de una capa freática rica en
iones calcio y sulfato, en suelos de regiones áridas o semiáridas.

5. Descripción codificada de suelos y bases de datos


En los años 70 del siglo XX la morfología de suelos había alcanzado ya un reconoci-
miento internacional, veinte años después de la aparición del Soil Survey Manual en 1951
que ha servido de guía para los trabajos edafológicos de campo (S.S.D.S. 1993).
Con las aplicaciones de la informática a la Edafología se empezaron a crear los prime-
ros bancos de datos, inicialmente meros archivos, que pronto pasaron a convertirse en siste-
mas de información de suelos (SIS) y posteriormente se han incorporado a sistemas de
información geográfica (GIS), que son los que manejan diferentes capas de información
georreferenciada. En un GIS no sólo se almacena la información, sino que se puede tratar, y
proporciona al usuario información derivada más acorde a sus necesidades (Cap. 21). Esto
ha obligado a normalizar los criterios de descripción y a codificar las descripciones.
La labor para normalizar las descripciones de suelos, en base a un SIS, se institu-
cionalizó en España con la creación de la Comisión del Banco de Datos de Suelos y
Aguas (O.M. de 6 de abril de 1979, del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación)
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formada por un grupo de expertos. Los trabajos dieron por resultado la publicación del
«Manual para la descripción codificada de suelos en el campo»: SINEDARES
(C.B.D.S.A., 1983). A nivel internacional existen bases de datos de suelos en diversos
países (Sumner, 2000).

6. Características morfológicas y crecimiento de


las plantas

Frecuentemente se suele asociar el crecimiento de las plantas y la producción


de los cultivos a los niveles de fertilidad química del suelo, restringiendo el con-
cepto de fertilidad al contenido de nutrientes, principalmente nitrógeno, fósforo y
potasio. Esta concepción debe superarse ya que, si bien un suelo debe ser un ade-

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cuado suministrador de nutrientes, también debe constituir un medio idóneo para
el desarrollo de las raíces y para el almacenamiento y suministro de agua, factor
limitante de los cultivos en medios áridos y semiáridos.
Los mapas detallados de suelos permiten disponer de información acerca de las propie-
dades morfológicas de las distintas unidades de suelos, sus regímenes de humedad y tempe-
ratura, además de sus propiedades químicas. El estudio e interpretación de la morfología
del suelo permiten inferir cómo va a influir en el crecimiento de las plantas y en la produc-
ción de los cultivos, o sobre otros usos.
A pesar del uso generalizado que se hace de los conceptos morfológicos y de que la
morfología sea uno de los condicionantes de la producción de los cultivos, se puede afirmar
con Butler et al. (1977), que no se ha llegado a desarrollar una teoría general sobre morfo-
logía en Ciencia del Suelo, lo que dificulta las interpretaciones. En una prospección de sue-
los deberá intentarse establecer relaciones, si existen, entre la morfología y otras propieda-
des de interés para el establecimiento de las técnicas de manejo más adecuadas para cada
unidad de suelos. En la zona mediterránea semiárida tienen relevancia aquellas propiedades
que condicionan la entrada de agua, su almacenamiento en el suelo y la posterior absorción
por parte de los cultivos.
Diversos autores han establecido relaciones empíricas entre propiedades morfológicas
y otras características del suelo. Así, por ejemplo, Hall (1982) para rendzinas propone una
expresión empírica que relaciona el color con el contenido de carbonato cálcico equiva-
lente. El empleo de relaciones de este tipo no tiene validez fuera de la región para la que se
hayan establecido. Los ensayos en campos experimentales permiten obtener relaciones
empíricas acerca del comportamiento de los suelos de las unidades en las que se han reali-
zado los ensayos.
Existen, no obstante, relaciones directas causa-efecto, cuya validez es de ámbito gene-
ral. Así, si una lluvia después de la siembra hace aparecer un sellado y una costra superfi-
cial, determinados cultivos presentarán problemas de emergencia, éste es el caso del maíz,
la remolacha y la cebolla. Por consiguiente, una elevada consistencia en los primeros milí-
metros del suelo implicará problemas en la nascencia. Johnson (1979) establece relaciones
lógicas entre propiedades, que deben utilizarse con prudencia. Su significación puede
variar al concurrir o no otras condiciones. El manejo de agrosistemas, así como actuaciones
en arquitectura del paisaje, en silvicultura, los estudios medioambientales. entre otras, se
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verán muy beneficiados si se dispone de información acerca de la morfología de suelos y su


influencia sobre las respuestas a diversos tratamientos.

7. Bibliografía

7.1. Bibliografía básica


Baize, D. y B. Jabiol: Guide pour la description des sols. INRA Editions. 375 pp. Paris,
1995.
C.B.D.S.A.: SINEDARES, Manual para la descripción codificada de suelos en el campo.
Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación de España. 137 pp. 1983.
FAO: Guía para la descripción de perfiles de suelo. Organización Nac. Unidas para la Agr.
y Alimentación. 70 pp. Roma, 1977.

59
Porta, C. J., López-Acevedo, R. M., & Roquero, D. L. C. (2003). Edafología : Para la agricultura y el medio ambiente (3a. ed.). ProQuest
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Hodgson, J. M.: Muestreo y descripción de suelos. Ed. Reverté, S. A. 229 pp. Barcelona,
1987.
Soil Survey Division Staff: Soil Survey Manual. USDA. Handbook N.° 18. 437 pp. Was-
hington, D.C., 1993.

7.2. Bibliografía de referencia


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Royale des Sciences d’Outre-Mer. 1989.
Bigham, J. M. & Ciolkosz, J. M. (Ed.): Soil Color. Soil Science Society of America. 159
pp. Wisconsin, 1993.
Bullock, P. y cols.: Handbook for Soil Thin Section Description. 152 pp. Waine Research
Publications, 1985.
Butler, B. E. y Hubble, G. D.: Morphologic properties. In Rusell, J. S., Greacen, E. L.: Soil
factors in crop production in a semi-arid environment. University of Queensland Press:
9-32. 1977.
Childs, C. W.: Field test for ferrous iron and ferric-organic complexes (on exchange sites or
in watersoluble forms) in Soils. Australian Journal of Soif Research 19:175-180. 1981.
Coudé-Gaussen, G.: Les poussières sahariennes. John Libbey. Eurotext. Montrouge
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Espejo, R.; Barragan, E. y Pérez-Arias. J.: El mulch de piedra y la relación suelo-agua en
los suelos desarrollados sobre formaciones de ladera. Ecología n.° 4: 15-21. ICONA.
Madrid, 1990.
Fieldes, M. y Perrot, K. W.: The nature of allophane in soils. Part 3: Rapid field and labo-
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Lilly, A.: The relationship between field saturated hydraulic conductivity and soil struc-
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Marcelino, V.; G. Stoops y G. Mussche: Surface morphology of quartz grains from tropical
soils and its significance for assessing soil weathering. European J. Soil Sci. 50:1-8.
2001.
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Matthias, A. D. et al.: Measurement of albedo for small areas of soil. Soil Sci. 164,5: 293-
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Oriol, A. y Valle, J.: Qué és la Ciència del Sòl. Biblioteca del Pagès. D.G. Agricultura.
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Smith, G. D.: The Guy Smith Interviews: Rationale for Concepts in Soil Taxonomy. SMSS
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Sumner, M.E. (Ed.): Handbook of Soil Science. CRC: H-1-80. Boca Raton, 2000.

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4
Estudio de suelos en el laboratorio
Los estudios de laboratorio sólo pueden ser tan buenos
como lo sean el trabajo de campo y los muestreos en que se basan.
PETER, W. BIRKELAND. 1973

1. Continuum de observación: Enfoques metodológicos

El estudio del suelo debe plantearse como un «continuum» de observación a


distintas escalas. Se inicia con la teledetección, continúa con el estudio del pedión,
la descripción macromorfológica de sus distintos horizontes a simple vista y con
ayuda de una lupa de mano. Se prosigue con la toma de muestras para análisis quí-
micos y mineralógicos y de muestras relativamente no perturbadas para estudios
micromorfológicos y con microscopio electrónico.
La información obtenida debe permitir establecer el modelo de distribución de
suelos en el paisaje, las relaciones entre los distintos suelos, así como determinar
los componentes y procesos de flujo en el sistema. Todo ello enfocado a interpretar
cuál es el comportamiento esperable de cada suelo, cuál es su respuesta frente
acciones externas, principalmente las de origen antrópico, así como establecer
cuáles han sido los procesos formadores que han actuado a lo largo de la evolución
del suelo.
Este enfoque metodológico requiere el concurso de especialistas y la utiliza-
ción de técnicas complementarias. Cada una de ellas proporciona información de
determinados aspectos con distinto nivel de detalle. La elección y combinación de
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metodologías de trabajo y de técnicas depende de la finalidad del estudio, de la


accesibilidad a los equipos requeridos y, en muchos casos, de la formación inicial
del científico del suelo. Ello explica los distintos grados de generalización de unas
u otras técnicas, no debiendo olvidar que para lograr un enfoque holístico del sis-
tema, el continuum de observación resulta esencial.
Los estudios morfológicos (Caps. 2 y 3) y los análisis químicos son dos de los
enfoques metodológicos más corrientemente utilizados, lo cual no representa, en
el caso del segundo, que tengan necesariamente siempre una mayor significación
que otros enfoques.
Desde los estudios geomorfológicos y los macromorfológicos en campo hasta
los de microscopía, la secuencia y escalas pueden esquematizarse (McKeague &
Fox, 1985):

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1 km

Paisaje
1m

A
Pedión
B
10 cm
C

1 cm
Horizonte B

1 mm
Agregado

0,1 mm Deyección en
un canal
Escala

Deyección

2. Caracterización del suelo: Técnicas clásicas

Los análisis químicos de laboratorio, en muestras de suelo tamizadas a 2 mm,


constituyen la metodología más clásica para caracterizar un suelo. Se han utilizado
principalmente para determinar los elementos constituyentes, la fertilidad química,
las sustancias contaminantes, entre otros aspectos (Klute, 1996, Page y cols. 1982,
Porta y cols. 1986, Guitian y Carballas, 1976).
Las principales determinaciones, indicando la frecuencia con que se suelen
realizar (•• habitual, • frecuente, • ocasional), son las siguientes:

Determinaciones preliminares:
•• Reacción del suelo: pH.
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•• Prueba previa de salinidad.


Determinaciones de propiedades fundamentales:
•• Materia orgánica.
•• Carbonato cálcico equivalente.
• Poder clorosante y caliza activa.
• Yeso equivalente.
•• Granulometría.
Determinaciones relacionadas con las sales solubles:
• Extracto de pasta saturada: HS y CES.
• Calcio y magnesio solubles en agua.
• Sodio soluble en agua.
• Carbonatos y bicarbonatos solubles en agua.
• Cloruros solubles en agua. →

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• Sulfatos solubles en agua.
• Boro soluble en agua.
Determinaciones relacionadas con el complejo de cambio:
• Capacidad de intercambio catiónico (ClC).
• Cationes de cambio (Ca2+, Mg2+, K+, Na+) y en suelos ácidos Al3+.
• Capacidad de intercambio aniónico.
Caracterización de la fertilidad química:
•• Fósforo asimilable.
•• Potasio asimilable.
Determinaciones relacionadas con el agua del suelo:
•• Contenido de agua a –33 y –1.500 kPa.
• Curva característica de humedad.
• Capacidad de retención de agua disponible pata las plantas (CRAD).
• Densidad aparente.
Este enfoque metodológico se ha visto reforzado a partir de 1970 con la intro-
ducción de técnicas instrumentales y la automatización de los análisis, lo que ha
permitido aumentar la capacidad de trabajo y concentrar la realización de los aná-
lisis en unos pocos laboratorios en cada país. Desde entonces muchos países han
creado laboratorios de uso general para llevar a cabo análisis en serie para múlti-
ples usuarios. Este enfoque ha permitido una mejor asignación de recursos, al con-
centrar las inversiones en unos pocos laboratorios, y ha hecho posible atender una
demanda creciente de análisis para recomendaciones de abonado, problemas de
degradación de suelos, actuaciones en ingeniería, arquitectura del paisaje y medio
ambiente. En Europa cabe citar, entre otros, los laboratorios de Oosterbeek
(Holanda) y el del INRA de Arras (Francia). En España:

Laboratorios Agrarios Regionales (denominación inicial). Creados en 1971 por el


Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Transferidos a las Comunidades Autó-
nomas. Con distintos niveles de automatización e informatización. Capacidad de análi-
sis variable de unos a otros.
Laboratorio de Análisis y Fertilidad de Suelos (LAF) en Sidamon (Lleida, Cataluña).
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Creado en 1992 por la Diputación de Lleida, Agrupació de Cooperatives. Universitat de


Lleida y la Universitat Politècnica de Catalunya. lafsols@lafsols.com.
Automatizado e informatizado. Asesora en los muestreos. Realiza interpretaciones y
recomendaciones. Capacidad: 20.000 muestras/año.

Se trata, por lo general, de laboratorios con una concepción FCV (fiabilidad- canti-
dad-velocidad), que se plantean superar las 20.000 muestras de suelos analizadas al año.
Intervienen en la planificación de la toma de muestras en campo para garantizar la repre-
sentatividad; en la interpretación de los resultados y recomendaciones para ayudar al
agricultor a realizar sus planes de abonado, detectar posibles problemas derivados del
suelo y, cada vez más, para asesorar en temas de contaminación, como en el caso de los
nitratos. Sus instrumentos básicos son la automatización de los análisis, la informatiza-
ción, las muestras georreferenciadas, los mapas detallados de suelos como soporte de su

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actividad, la transferencia de tecnología y el marketing para llegar a los distintos usuarios
potenciales de este servicio, esencial para una agricultura de precisión, alimentos sanos y
un medio ambiente a preservar.

3. Técnicas avanzadas en el estudio del suelo


En trabajos de investigación se recurre a otro conjunto de técnicas más especializadas
que permiten profundizar en el estudio de la organización del suelo y la naturaleza de sus
componentes. Existen técnicas que trabajan con muestras que conservan su estructura ori-
ginaria y que estudian en dos (2D) o en tres (3D) dimensiones:

• Lupa binocular (3D): Estudio de superficies naturales o de cortes.


• Microscopio petrográfico (2D).
Microscopio óptico polarizante (MPol), micromorfología.
— Estudio por transparencia con láminas delgadas.
— Estudio con luz incidente (identificación de minerales opacos).
• Análisis de imagen.
Técnica que se aplica a distintas escalas de observación, desde bandas de satélite a
microscopía.
• Microscopio de fluorescencia (2D).
Microscopio de fluorescencia con luz incidente.
Analizador de imágenes: cuantificación.
• Estudios submicroscópicos.
Instrumental:
— Microscopio electrónico de barrido (MEB) (3D): Estudio de superficies naturales
y cortes para determinar los componentes y su organización. Se requiere que la
muestra esté perfectamente seca y para mejorar la calidad de la imagen se meta-
liza previamente al vacío con oro o con carbono y platino (Eswaran & Shoba,
l983), para que su superficie sea conductora. Aumentos de 20.000 × a 45.000 ×
y excepcionalmente más.
— Microscopio electrónico de transmisión (MET) (2D): Trabaja con suspensiones
de suelo. Permite determinaciones mineralógicas, en especial minerales fibrosos
(palygorskita).
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— Resonancia magnética nuclear (RMN): estructuras moleculares.


— Espectroscopía Raman (EA): compuestos orgánicos.
— Análisis de energía dispersiva de rayos X (EDXRA). Análisis elemental semi-
cuantitativo.
— Microrradiografía (MRG): estudio de huecos, nódulos, etc.
— Difracción de rayos X: componentes, p. ej., mineralogía de arcillas (Cap. 7).
— Fluorescencia de rayos X: análisis semicuantitativos.
— Análisis térmico diferencial (ATD): componentes, p. ej., mineralogía de arcillas.
— Espectroscopia ultravioleta (UV) y visible (V): componentes, p. ej. mineralogía
de arcillas.

De entre estas técnicas, interesa introducir la terminología referente a los estu-


dios micromorfológicos, por su especificidad y por el interés en poder utilizarla a

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lo largo del texto. Para un estudio más detallado de las restantes técnicas más fre-
cuentes se puede recurrir a los Caps. 6 y 7 o bien a obras especializadas.

4. Estudios micromorfológicos de suelos

La micromorfología estudia el suelo en lámina delgada de muestras no pertur-


badas, con ayuda de un microscopio polarizante (MPol). Consiste en el análisis
morfológico de los componentes y las relaciones espaciales entre ellos, para inter-
pretar las relaciones funcionales y cronológicas.
Las técnicas microscópicas corrientemente utilizadas en petrología son las que
sirven de base a la micromorfología.
Esta requiere:

• Toma de muestras relativamente no perturbadas: Se suelen utilizar cajas metá-


licas, denominadas de Kubiena, si bien en muestras rígidas no es estrictamente nece-
sario, pudiendo envolverlas con papel y cinta adhesiva.
• Eliminar el agua sin afectar la estructura ni la composición originarias: En
muestras con arcillas expandibles o en turbas al no poderse secar en estufa, se debe
ir sustituyendo el agua por acetona o bien liofilizar la muestra para eliminar el agua.
• Consolidar las muestras impregnándolas con una resina (poliéster o epoxi).
• Cortar una pastilla y fabricar una lámina delgada, de unos 20 μm de espesor.
• Observar y describir al microscopio (MPol).

Los estudios micromorfológicos se integran en el continuum de observaciones


y deben permitir relacionar las observaciones de campo, la macromorfología y las
características químicas, para llegar a una mejor comprensión e interpretación. Los
distintos enfoques deben considerarse complementarios, dando preponderancia a
uno u otro según la finalidad del estudio.
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Kubiena (1938) fundó la micromorfología, sentando sus bases en su libro «Micro-


pedology». El empleo de esta técnica se ha generalizado muy lentamente a pesar de su inte-
rés. Ello es debido a que hasta hace muy poco no han aparecido en el mercado rectificado-
ras adaptadas a la fabricación de láminas delgadas, reduciendo la labor manual que ello
requería. El siguiente tratado de micromorfología publicado fue «Fabric and mineral analy-
sis of soils» (Brewer, 1964) que a lo largo de más de 20 años ha sido la pauta de los estu-
dios micromorfológicos.
La creación de la Subcomisión de Micromorfología de Suelos dentro de la International
Society of Soil Science (I.S.S.S.) ha posibilitado el intercambio de información, que ha sido
recogida en las Actas de las Reuniones Internacionales celebradas periódicamente desde
1958. Actas que, al agrupar trabajos de gran calidad, resultan de consulta obligada. La Subco-
misión ha estimulado también actividades tales como la preparación de un «Handbook for
Soil Thin Section Description» (Bullock y cols. 1985). Como recopilación de publicaciones

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sobre micromorfología cabe citar la realizada por Jongerius y cols. hasta 1982 y publicada por
el antiguo STIBOKA (1987) hoy Winand Staring Centre en Wageningen. Como atlas de gran
interés cabe citar el de Benayas (1982), así como la obra de Fitzpatrick (1990, 1993) y como
curso en la red: http://www.edafologia.ugr.es/micgraf/indexw.htm (Aguilar et al., 2003).

4.1. Conceptos cristalográficos básicos para la identificación


de componentes minerales: Microscopio polarizante
Las láminas delgadas de suelo se estudian con ayuda de un microscopio polari-
zante, es decir, un microscopio con dos dispositivos de polarización (nicoles). Su
platina es rotativa y está graduada. Es posible insertar distintas lentes o láminas
auxiliares en la trayectoria de la luz. El comportamiento de la luz al atravesar el
polarizador y el analizador puede observarse en el siguiente esquema:

OCULAR OCULAR
(campo iluminado)

ANALIZADOR

ANALIZADOR

OBJETIVO
LAMINA
DELGADA

PLATINA
GIRAGORIA
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(Luz polarizada)
S N

POLARIZADOR
POLARIZADOR

(Vibra en todas
direcciones)

FUENTE
LUMINOSA
Luz ordinaria

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Los principales componentes de un microscopio polarizante son:

Componente Descripción

Fuente luminosa Foco fijo cubierto con un vidrio azul cobalto.


Polarizador Dispositivo de polarización que proporciona luz polarizada que vibra N-S.
Se halla entre la fuente luminosa y la preparación. Suele ser fijo.
Diafragma Se halla entre el polarizador y la platina.
Lente convergente Se puede interponer o retirar para condensar la luz, en el estudio de figuras
de interferencia.
Platina Plataforma giratoria alrededor del eje óptico del microscopio y provista de
un limbo graduado. Sobre ella se coloca la lámina delgada a estudiar.
Objetivos Varios objetivos de distintos aumentos que van montados en un dispositivo
de tipo revólver.
Compensador Láminas accesorias de compensación para determinar la elongación de los
cristales. Desplazables.
Analizador Dispositivo de polarización (lámina polaroid). Su plano de polarización está
orientado E-W o bien puede girar.
Lente de Bertrand Desplazable. Sirve para llevar sobre el plano focal del ocular la imagen que
se forma sobre el plano focal del objetivo. Sirve para determinar las figuras
de interferencia.
Ocular Dispone de un retículo fijo, con hilos en ángulo recto.

Para el estudio de los componentes minerales básicos (Cap. 7) en una lámina delgada
resulta necesario basarse en las propiedades ópticas de los distintos minerales. A modo de
síntesis se indican algunos conceptos cristalográficos, así como propiedades ópticas de
interés para la utilización de un microscopio polarizante, para cuyo estudio en profundidad
puede recurrirse a obras clásicas (Fabries y cols. 1982, MacKenzie y Guilford, 1982,
Williams y cols. 1982, entre otros).

Descrito
Conceptos Descripción
con

Luz ordinaria La que vibra en todas direcciones.


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PPL Luz polarizada plana, vibra en un solo plano. A veces se


denomina luz «natural», lo que es incorrecto, ya que se
trata de luz polarizada por el polarizador.
XPL Situación de nicoles cruzados.
Cuerpos isótropos o XPL En ellos la luz recorre la misma distancia en cualquier
monorrefringentes dirección: la superficie de onda es una esfera. Tienen un
único índice de refracción: n. Con XPL, al girar la pla-
tina el cristal permanecerá oscuro al observar un mineral
isótropo. Ejemplo: halita, granate, vidrio.
Cuerpos anisótropos o XPL La superficie de onda es un elipsoide. Tienen tres índices
birrefringentes principales de refracción. Con XPL, al girar la platina el
cristal se extingue y se ilumina alternativamente. Ejem-
plo: calcita.

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Descrito
Conceptos Descripción
con

Relieve PPL Resalte del borde del grano sobre el contorno.


Ejemplo: Cuarzo (bajo).
Anhidrita (alto).
Olivino (muy alto).
Color PPL El color que presenta un mineral varía según su espesor
en la lámina: Yeso y cuarzo: incoloro.
Biotita: pardo-rojizo.
Si el mineral es pleocroico el color en PPL varía al girar
la platina. Ejemplo: Biotita, anfiboles.
Colores de interferencia XPL Los colores que presentan los minerales anisótropos bajo
XPL se denominan colores de interferencia. Varían con
el espesor del mineral en la lámina y la orientación cris-
talográfica.
Ejemplo: Cuarzo y yeso: tonalidades grises o blancas.
Extinción XPL Al girar la platina, un mineral anisótropo pasa de estar
completamente iluminado a oscuro, en este caso se dice
que hay extinción. Esto no ocurre con las secciones
basales.
Extinción recta XPL Coincide con el retículo que hay en el ocular. Ejemplo:
micas.
Extinción oblicua XPL No coincide con el retículo.
Elongación XPL Variación del color del cristal al introducir el compensa-
cuña Q dor (cuña de cuarzo Q o de yeso).
Maclas XPL Intercrecimiento de dos o más cristales sencillos del mis-
mo mineral. Cada cristal puede tener distinto ángulo de
extinción.
Ejemplo: Macla polisintética en plagioclasas.
Macla de Carlsbad en plagioclasas.
Ortoclasas.
Hábito de los cristales: forma PPL Desarrollo relativo de caras y formas de un cristal.
Ejemplo: Yeso: cristales lenticulares.
Yeso: cristales subparalelos (fibroso).
Yeso: cristales prismáticos alargados.
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Olivino: pseudohexagonales.
Exfoliación PPL Discontinuidad dentro de los granos. Corresponden a
(en Latinoamérica, clivaje) planos reticulares.
Ejemplo: Anfiboles: exfoliación a 120°.
Piroxenos: exfoliación en ángulo recto.
Fractura PPL Discontinuidades sin relación con los planos reticulares.
Ejemplo: Olivino.
Inclusiones PPL Parte de una sustancia encerrada en otra.
Ejemplo: Inclusiones líquidas (burbujas) en cristales de
halita.

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4.2. Conceptos básicos en micromorfología
Al tener que escoger un sistema para las descripciones micromorfológicas se
ha optado por el propuesto en la obra de Bullock y cols. (1985), redactada por un
Comité Internacional.
El sistema de Brewer, siguiendo a Kubiena (1938), se basa en dos conceptos, esqueleto
y plasma (Brewer & Sleeman, 1960), cuya aplicación resulta generalmente difícil. La dis-
tinción entre ambos se basa en criterios genéticos e interpretativos, ya que considera como
plasma los elementos susceptibles de ser móviles entre una matriz inmóvil o esqueleto, y
con un límite a 2 μm, inadecuado para observaciones con microscopio petrográfico. Bre-
wer debió tomar dicho límite de la Sedimentología, pero en Micromorfología no resulta
adecuado para establecer divisiones basándose en él. Con el microscopio petrográfico, 2
μm pueden ser visibles, si bien, si se trabaja con láminas delgadas de 20 μm de espesor, con
objetos incluidos en una masa de resina, sólo serán observables los muy contrastados. Por
consiguiente, el límite práctico de observación queda limitado a 10-15 μm, siendo más con-
veniente no establecer un límite fijo entre material grueso (c) y material fino (f), y escoger
en cada caso la relación c/f más adecuada. Por otro lado, los conceptos esqueleto y plasma
no son aplicables al estudio de determinados suelos (Bullock y cols. 1985), entre ellos los
que presentan yeso (Barzanji y Stoops, 1974).
El sistema propuesto en el «Handbook» (Bullock y cols. 1985) es comprehen-
sivo, tiende a ser lo más morfológico posible, evitando basar las descripciones en
interpretaciones genéticas, con el fin de conseguir una mayor objetividad en las
descripciones. Por otro lado, el sistema utiliza una terminología bastante asequible
para los no especialistas:

Concepto Definición

Fábrica o contextura Organización total de un suelo. Se expresa por la disposición espacial de


los constituyentes del suelo (sólidos, líquidos y gaseosos), su forma, tama-
ño y frecuencia, considerados desde un punto de vista de configuración,
funcional y genético.
Unidades de fábrica Zonas aparentemente homogéneas en el material del suelo, para la escala y
método de observación utilizado.
Elementos de fábrica Disposición espacial de las unidades de fábrica: modelos de orientación y
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modelo de distribución.
Fábrica parcial Comprende todas las unidades de fábrica interconectadas o no que, a una
determinada escala y método de observación, son idénticas.
Fábrica-b Fábrica de birrefringencia del material fino, con XPL puede describirse
atendiendo a la orientación y distribución de los modelos de los colores de
interferencia y su naturaleza.
Estructura Hace referencia al tamaño, forma y organización de las partículas indivi-
duales y huecos en material agregado y no agregado y al tamaño, forma y
organización de los agregados presentes.
Microestructura Organizaciones del suelo que no pueden verse sin ayuda de aumento, se
ven a partir de 5 aumentos, incluyen rasgos que se observan macroscópica-
mente, tales como los agregados. El límite entre macro y microestructura se
fija entre 0,2 y 1 mm.

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Concepto Definición

Grado de pedialidad Indica el nivel de organización alcanzado por el material del suelo.
Componentes básicos Unidades más sencillas de la lámina que pueden observarse con la resolu-
ción del microscopio (granos de cuarzo, tejidos de planta) y el material más
fino en el que no se llegan a discriminar individuos separados (partículas de
arcilla).
Masa basal Material grueso y fino que constituye el material base del suelo, excepto el
que forma edaforrasgos.
c/f Relación entre el material grueso y fino de la masa basal. El diámetro
límite entre ambas fracciones se define en función de la resolución del
microscopio y de la distribución de diámetros de las partículas presentes.
Por ejemplo: c/f 15 μm de 2/3 indica que el 40 % del material es grueso y el
resto es fino.
Material grueso Componentes de diámetro mayor que el límite c/f que se establezca en cada
caso. Su descripción proporciona información sobre el material originario
y los procesos.
Micromasa Material más fino de la masa basal, de diámetro inferior al límite c/f.
Edaforrasgos Unidades de fábrica discretas en materiales del suelo, identificables por
una diferente concentración en uno o más componentes (texturales, cristali-
nos, amorfos y de empobrecimiento), o por una fábrica interna diferente
(de fábrica y excrementales).
Son debidos a procesos edafogenéticos.
Artefactos Elementos de distinto origen (industria) o bien formados al preparar la
muestra (burbujas de aire, anhidrita por deshidratación, grietas, etc.).

4.3. Descripción de láminas delgadas


En la descripción de una lámina delgada se plantean dos cuestiones:

• La información que se obtenga debe ser transferible: se requiere una meto-


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dología de trabajo y una terminología normalizadas.


• Las descripciones no son un fin en sí mismas: el objetivo debe fijarse pre-
viamente, y en base a ello realizar la descripción para confirmar las hipótesis
de campo y posibilitar interpretaciones para un fin concreto.

Muchas láminas delgadas de suelo contienen gran cantidad de detalles, más o


menos informativos acerca de aspectos del suelo que pueden ser de interés. Siem-
pre es posible plantear una descripción «completa» de la lámina, que permita ulte-
riores interpretaciones, sin embargo, muchas veces resulta preferible centrarse
meramente en aquellos aspectos de la lámina que van a permitir contrastar las
hipótesis planteadas y realizar para ello una descripción más sencilla, pero sufi-
ciente. Una descripción normalizada completa suele incluir:

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Pedión: Localidad:
Horizonte genético: Profundidad muestra:
Horizonte diagnóstico: Fecha: Descrito por:

Microestructura: Pedial/apedial
1. Tipo de estructura: Esferoidal / Bloques angulares o subangulares / Prismática / Laminar.
2. Grado de pedialidad: Débil / Moderado / Fuerte.
3. Estudio de los agregados: Abundancia / Tamaño / Rugosidad superficial / Acomodación / Modelo
de distribución.
Huecos:
1. Tipo de huecos.
2. Características: Forma / Tamaño / Abundancia / Rugosidad de las paredes / Modelos de orienta-
ción.
Tipo de microestructura: de grano suelto, de grano pelicular, con cavidades, laminar, agrietada,
compleja, etc.

Masa basal:
1. Límite c/f adoptado.
relación c/f.
2. Componentes minerales básicos de la masa basal.
Componentes minerales gruesos.
Componentes minerales finos (Micromasa): Fábrica-b.
3. Componentes orgánicos básicos de la masa basal.

Edaforrasgos

Interpretación de las observaciones:

De los distintos aspectos tomados en consideración en los estudios micromorfológicos


tienen especial relevancia los referentes a los huecos. El espacio de huecos, en concreto la
porosidad intraagregados y la forma de relacionarse entre ellos, aporta una valiosa informa-
ción para entender el movimiento de fluidos en el suelo. En el caso del agua, las medidas de
conductividad hidráulica (Cap. 13) permiten cuantificar la velocidad de circulación, si bien
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serán los estudios micromorfológicos los que pueden ayudar a interpretar el porqué de los
valores obtenidos.
Para poner en evidencia los procesos de transferencia se suele impregnar el bloque con
resinas con un colorante o bien someter previamente el bloque a una percolación con agua
que contenga azul de metileno, que tiñe las paredes de los huecos conductores. En el caso
de suelos yesosos (endopediones gypsicos), el método no resulta adecuado, ya que el agua
circula por todos los espacios que dejan los cristales lenticulares de yeso y no por vías pre-
ferentes, y se produce un filtrado que separa agua y colorante. El número de huecos y el
grado de intersección proporcionan indicaciones acerca del desarrollo de la estructura
(Cap. 11).

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Atendiendo a su morfología cabe distinguir los siguientes tipos de huecos:

Huecos de empaquetamiento
Son debidos al empaquetamiento al azar de componentes básicos de un material, ya
sea granos individuales (empaquetamiento simple), agregados (empaquetamiento com-
puesto) o entre agregados y granos individuales (empa-
quetamiento complejo). En los dos últimos casos forman
parte de la estructura. Pueden ser equidimensionales o
alongados.
Están fuertemente interconectados, por lo que son
funcionales frente al movimiento del agua y del aire.

Cavidades y vesículas
Son huecos de igual ancho que largo. Las cavidades tienen contornos irregulares,
mientras que las vesículas tienen sección circular. Se trata de huecos cerrados, sin inter-
conexión entre ellos.
Las cavidades pueden originarse tras la deformación de otros tipos de huecos por
acción de la fauna, por procesos de expansión-retracción, o por compactación. El resul-
tado es el aislamiento del hueco original que pierde la intercomunicación.
Los huecos de tipo vesicular son frecuentes en costras superficiales de apelmaza-
miento, originadas por impacto de las gotas de lluvia o de un aspersor. La falta de comu-
nicación entre ellos explica las características desfavorables de una costra de superficie,
ya que resultan ineficaces para el movimiento del agua y del aire.
Canales y cámaras
Los canales son tubulares, mientras que las cámaras son equidimensionales y están
interconectadas por canales.
Son huecos comunicantes, generalmente debidos a la actividad de fauna edáfica.
Fisuras
Huecos planares, comunicantes, Corresponden a grietas entre agregados.
Pueden ser el resultado de una retracción del material al secarse. Sus paredes se aco-
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modan.
Puede tratarse de un artefacto producido al fabricar la lámina.

Las ecuaciones del flujo de agua en el suelo se deducen con la hipótesis de que el suelo
tiene una matriz sólida continua, que contiene agua llenando los poros y formando pelícu-
las si el suelo no está saturado de agua (Jury y cols. 1991). Como se ha indicado, la morfo-
logía de huecos en un horizonte no se limita a la existencia de poros en una matriz continua,
sino que existen fisuras, huecos interagregados (empaquetamiento compuesto y complejo)
y huecos debidos a raíces y a fauna que, si se llenan de agua, tienen una capacidad mucho
mayor para dejarla fluir que la matriz circundante (Beven y Germann, 1982). Este flujo
preferencial puede llegar a tener una importancia real grande, en el transporte de solutos y
elementos contaminantes que, al poder circular más rápidamente, presentarán un mayor
riesgo de contaminación.

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Los edaforrasgos proporcionan información acerca de los procesos que han
tenido lugar en el suelo. Se distinguen del material de la masa basal por:

• Una diferente concentración en uno o más componentes, o bien por


• Una fábrica interna diferente.

Cabe distinguir seis clases de edaforrasgos:

Edaforrasgo textural: concentración de una fracción


granulométrica relacionada con translocaciones.
Ejemplo: Endopedión argílico: revestimientos y rellenos
de arcilla debidos a procesos de iluviación
(Dorronsoro y Aguilar, 1988).

Edaforrasgo de empobrecimiento: asociados a la pér-


dida de componentes químicos.
Ejemplo: Pérdida de Fe2+, en condiciones hidromorfas.
Pérdida de CaCO3, descarbonatación de la masa
basal adyacente a canales (Herrero, 1991).

Edaforrasgo cristalino: consiste en cristales que se con-


sidera se han formado «in situ», de cualquier tamaño
visible al microscopio.
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Ejemplo: Acumulación de yeso lenticular rellenando un


canal (Porta y Herrero, 1988).
Acumulación de CaCO3 en forma de nódulos.

Edaforrasgo amorfo y criptocristalino: material isó-


tropo entre nícoles cruzados (excluidos los del sistema
cúbico y las secciones de cristales perpendiculares al eje
óptico).
Ejemplo: Segregaciones de hierro y manganeso (concre-
ciones, moteados y otros) en suelos hidromor-
fos (Dorronsoro et al., 1988).

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Edaforrasgo excremental: asociado con excremen-
tos de fauna del suelo. Proporciona información sobre el
tipo de animal; intensidad de la actividad de la fauna. El
grado de conservación está relacionado con el tiempo
desde su formación.

Edaforrasgo de fábrica: difiere del material adya-


cente sólo por la disposición espacial de los constituyen-
tes, partículas sólidas y huecos asociados.
Ejemplo: Slickensides: caras de deslizamiento con
reordenación de los constituyentes de la masa
basal del suelo, debido a la presión generada
por procesos de expansión-retracción de arci-
llas.
Disposiciones arqueadas de componentes
gruesos debidas al paso de fauna.

Se denomina masa basal a todo el material, grueso y fino, que forma el mate-
rial base del suelo, y que no constituye un edaforrasgo. Masa basal y edaforrasgos
tienen distinto origen, así mientras la primera ha sido heredada del material origi-
nario, los edaforrasgos son el resultado de procesos edafogénicos, ya sea translo-
cación, argiloturbación, bioturbación u otros. En la práctica no siempre resulta
fácil establecer tal distinción, por la dificultad que puede entrañar determinar la
procedencia de los materiales que integran la masa basal. La desorganización de
un edaforrasgo cristalino puede implicar su dispersión en la masa basal, con la que
puede llegar a confundirse.
El material fino de la masa basal (micromasa) puede estar formado por partícu-
las individuales que no son identificables si su tamaño está por debajo de la resolu-
ción del microscopio. La presencia de dominios de birrefringencia puede utili-
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zarse para inferir la fábrica de la micromasa, ya que los dominios de partículas de


arcillas orientadas (Cap. 11) se comportan como cristales anisótropos o «pseudo-
cristales», tal como se denominan por la Escuela edafológica rusa (Dobrovol’ski,
1991). Por ello la fábrica de la micromasa se denomina fábrica de birrefringencia o
fábrica-b. Se pueden distinguir las siguientes:

Fábrica-b indiferenciada Ausencia de colores de interferencia en la masa fina al estar formada por:
• Materiales amorfos.
• Materiales anisótropos (arcillas) dispuestos al azar, compensándose los
unos con los otros, con lo que el aspecto global es de isotropía.
• Materiales amorfos (materia orgánica, óxidos amorfos) que enmascaran
la anisotropía del resto de los componentes.

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Fábrica-b cristalítica Fábrica de birrefringencia o fábrica-b producida por la presencia de peque-
ños cristales (de calcita o de yeso), microlitos o fragmentos minerales
(láminas pequeñas de mica) que provocan colores de interferencia en la
masa fina.
Cabe distinguir entre otras:
• Fábrica-b cristalítica calcítica.
• Fábrica-b cristalítica gypsica.

Fábrica-b estriadas Fábrica-b producida por una masa fina formada predominantemente por
arcilla distribuida en zonas alargadas de orientación preferente. Cabe dis-
tinguir entre otras:
• Fábrica-b poroestriada: producida por partículas de arcilla orientadas
paralelamente a la superficie de un poro.
• Fábrica-b granoestriada: producida por partículas de arcilla orientadas
paralelamente a la superficie de un componente grueso.
• Fábrica-b estriada cruzada: las partículas de arcilla están orientadas en
líneas con dos direcciones preferentes que cruzan la lámina.

Fábrica-b moteada Presencia en la masa basal de pequeños dominios anisótropos debido a


paquetes minúsculos de arcilla orientada. Se subdivide en:
• Motas aisladas: paquetes orientados aislados.
• Moteada en mosaico: paquetes que están en contacto entre ellos.

Cabe destacar que las fábricas de birrefringencia no se consideran edaforrasgos, aún


cuando algunos procesos edafogénicos, como la expansión-retracción de arcillas, se mani-
fiesten claramente en fábricas-b específicas (poroestriadas y granoestriadas).
El uso del término «birrefringencia» para expresar la manifestación de la anisotropía,
tal como se hace en micromorfología ha sido criticado por algunos autores (Fitzpatrick,
1990). La birrefringencia en sentido clásico expresa la diferencia entre los dos índices de
refracción de cristales anisótropos, con lo cual no depende del aspecto del cristal al micros-
copio. La generalización del término en la descripción de láminas delgadas de suelos lleva
a un uso indistinto de birrefringencia y anisotropía, y por ende, de fábrica-b.

5. Aplicaciones de la micromorfología
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5.1. Interpretación de las observaciones


Las láminas delgadas permiten estudiar los componentes del suelo, la com-
pleja arquitectura a que dan lugar al irse organizando y aumentar el grado de
pedialidad, así como los edaforrasgos que resultan de la edafogénesis. Este
estudio mejora la comprensión del suelo, y permite establecer modelos más
perfeccionados para entender su formación, comportamiento y posibles res-
puestas.
Todavía no se dispone de la información suficiente para interpretar todas las
morfologías observadas en la lámina. No obstante, resultan ya posibles interpreta-
ciones de interés a partir de las correspondientes descripciones, entre otras:

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Descripción Interpretación

Canales y cámaras Sugieren actividad biológica y permiten evaluar su intensidad.


Resultan de la acción de la fauna y del enraizamiento.
Vesículas Caracterizan una porosidad importante, si bien no conectada, lo
que hace que haya una mala permeabilidad.
Componentes minerales básicos Proporcionan información acerca del material originario y posibles
neoformaciones y transformaciones.
Características morfológicas de Procesos y modelos de meteorización (Stoops y cols. 1979).
granos minerales meteorizados
Fábrica-b de la masa basal Naturaleza de la fracción fina y su orientación.
Edaforrasgos texturales Procesos de translocación.
Cuanto mayor sea el número de huecos completamente rellenos,
más intenso habrá sido el proceso.
Edaforrasgo textural limoso Caracterizan horizontes en los que hay una percolación rápida e
importante asociada a poros gruesos, grietas y a lluvias intensas.
Edaforrasgos de empobrecimiento Proceso de descalcificación.
en una masa basal micrítica
Edaforrasgos cristalinos Procesos de reprecipitación.
Edaforrasgos de yeso lenticular Precipitación de yeso en medio edáfico con influencia de la m.o.
del suelo.
Yeso fibroso Heredado del material originario, formado en grietas de retracción
o fisuras de asentamiento.
Edaforrasgos de fábrica Procesos de compresión, o de actividad de fauna.
Edaforrasgos excrementales Actividad biológica por fauna, permiten evaluar su intensidad
(Merbut, 1985).
Superposición de morfologías Cronología relativa de procesos.
Es posible llegar a establecer la secuencia de procesos superpuestos.

Se ha propuesto establecer criterios de clasificación de materiales, por ejem-


plo, los componentes básicos del suelo y su fábrica, basándose en su descripción
micromorfológica (Stoops, 1992), de forma análoga a como se clasifican los sue-
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los en función de sus características morfológicas. Las características micromorfo-


lógicas de los materiales del suelo pueden presentar diversos rasgos comunes, que
a menudo se presentan juntos, y que están relacionados con condiciones genéticas,
así como con la aptitud del suelo para el crecimiento de las plantas. Este enfoque
morfosintético puede resultar útil al facilitar el intercambio de información y ha
sido utilizado para establecer una clasificación micromorfológica de materiales
yesosos del suelo (Stoops y Poch, 1992).

5.2. Métodos micromorfométricos: Análisis de imagen


Los estudios micromorfológicos pueden superar su fase descriptiva al incorpo-
rar técnicas que permitan una cuantificación al medir los componentes, sistema de
huecos, edaforrasgos, etc., atendiendo a su forma, superficie, perímetro, diámetro,

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etc. Los principios, técnicas y aplicaciones de la micromorfometría de suelos han
sido objeto de una extensa revisión por Dorronsoro (1988 a, b). Estas técnicas
denominadas análisis de imagen, no se limitan al estudio de láminas delgadas, sino
que permiten la toma de imágenes con cámara de vídeo de una superficie pulida,
una foto, etc., con luz natural o bien utilizando fluorescencia UV.

5.3. Ámbitos de aplicación de la micromorfología


El ámbito inicial de la micromorfología fue la génesis de suelos, al ser una téc-
nica que permite mejorar la observación de las morfologías e inferir posibles proce-
sos responsables de su formación. Su aplicación se ha ido generalizando a otros
ámbitos al resultar útil para la interpretación de múltiples aspectos en campos muy
diversos. Muchos investigadores, sin ser necesariamente especialistas en micromor-
fología, utilizan técnicas micromorfológicas y micromorfométricas en ciencias agra-
rias, zoología del suelo, arqueología, geomorfología, geología del cuaternario, inge-
niería civil, etc., y en estos ámbitos se pueden citar como ejemplos de aplicaciones:

Ámbito Aplicaciones

Ciencias Agrarias Estructura del suelo: efectos de las prácticas de cultivo (Kooistra, 1988).
Compactación por el laboreo. Suela de labor.
Efectos de diversas técnicas de riego.
Porosidad y desarrollo radicular.
Colmatación de drenes enterrados (Herrero et al., 1988).
Efectos del empleo de purines, fangos de depuradora, etc.
Formación de costra superficial: perturbaciones de la infiltración, de la nas-
cencia (encarado).
Arqueología Información acerca de la historia a partir de los materiales de un yaci-
miento.
Cronología de procesos en un mismo depósito.
Actividades humanas en relación a la presencia de depósitos órgano-mine-
rales quemados.
Micromorfología y susceptibilidad magnética en la interpretación de suelos
y sedimentos arqueológicos.
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Efectos de prácticas de cultivo en el pasado.


Estudios de fragmentos de cerámicas para determinar su origen.
Ingeniería civil Interpretación del comportamiento de un suelo.
Predicción del comportamiento de los materiales.
Propuesta de medidas correctoras antes de iniciar una obra.
Microorganización y comportamiento físico y mecánico de los suelos.
Arcillas sensitivas.
Suelos con riesgo de colapso.
Riesgos sísmicos.
Suelos expandibles.
Edafología Morfología de suelos.
Procesos formadores: edafogénesis.
Micromorfología de podzoles (Macías et al., 1988; Val e Íñiguez, 1981).
Clasificación de suelos: horizontes diagnóstico.
Cambisoles (Aguilar et al., 1986, 1988).
Organización mineral y estructural. →

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Ámbito Aplicaciones
Propiedades de los componentes.
Procesos en suelos hidromorfos (Dorronsoro et al., 1988).
Procesos de degradación.
Movimiento del agua.
Meteorización y neoformaciones.
Micromorfología y génesis de suelos yesosos (Herrero, 1991).
Génesis y funcionamiento de los suelos de zonas tropicales.
Estudio de procesos erosivos.
Translocación de arcilla y horizontes de acumulación (Dorronsoro y Agui-
lar, 1988).
Suelos enterrados.
Paleoedafología Paleosuelos.
Paleoambientes.
Interpretación de la presencia de costras calizas.
Estudio de almagres (Carbajal et al., 1988).
Fitolitos.
Cronosecuencias en paleosuelos.
Loess y paleosuelos.
Geología del Cuaternario Procesos superficiales.
y Geomorfología Estructuras ligadas a la crioturbación y al periglaciarismo.
Biorrelictos.
Depósito de materiales.
Paleoclimatología Paleoambientes y paleoclimas.
Glaciarismo y periglaciarismo (Van Vliet-Lanoë, 1988).
Paleogeografia Paleoambientes.
Biología del suelo Microbiología del suelo.
Fauna del suelo (Merbut, 1985).
Procesos de bioturbación.
Interacciones entre organismos vivos y constituyentes.
Fluorescencia de componentes orgánicos (Altemüller, 1986; Altemüller &
Van Vliet-Lanoë, 1990).
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6. Bibliografía

6.1. Bibliografía básica


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6.2. Bibliografía de referencia
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gica de horizontes cámbicos en España. I. Cambisoles cálcicos. An. Edafol. y Agrobiol.
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5
Cómo se denominan los suelos:
Elaboración de una nomenclatura

1. Introducción

Las limitaciones que presenta un suelo, su aptitud para aceptar determinados


usos o su papel como elemento del medio ambiente pueden inferirse de la des-
cripción del perfil, de las características analíticas (físicas y químicas) de cada
uno de los horizontes en que se halle organizado y de las condiciones de medio
en que se encuentre (régimenes de humedad y temperatura, posición en el
terreno, entre otras). Cuando se habla de uso, se hace referencia a poder mante-
ner una determinada masa forestal, una rotación de cultivos, unos usos paisajísti-
cos o de jardinería, al papel del suelo como depurador natural, entre otros posi-
bles usos.
Las propiedades útiles de los suelos son las que realmente interesan a los usuarios a
quienes, como afirma Beckett (1978), raramente les preocupa el nombre del suelo que
usan. No obstante, a veces, determinados suelos con características peculiares, y que
ocupan extensiones importantes, llegan a tener un nombre vernáculo, que sirve para que
los usuarios intercambien información, o sepan referirse a ellos. En cualquier caso, dar
un nombre a un objeto y a sus cualidades sirve para hacerlo conocer y distinguirlo de
otros, análogamente ocurre con los suelos que, dadas las notorias diferencias existentes
entre ellos, requieren una denominación específica. Hablar de «el suelo» resulta extre-
madamente impreciso, referirse a «los suelos» es algo más conveniente y, sólo si se
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conoce el nombre de «un suelo», será posible referirse a él, hacerlo conocer y distin-
guirlo de otros suelos con la precisión requerida.
Kubiena a inicios de los años 50 afirmaba que el principal interés en poner etiquetas o
dar nombre a los suelos reside en poder ordenar y transmitir los conocimientos, haciendo
posible generalizar a otras zonas la experiencia adquirida en un área determinada. Para ello,
se requiere una coincidencia o compatibilidad en las características de los suelos y condi-
ciones de medio. La transferencia de tecnología exige conocer dónde se ha obtenido lo que
se pretende transferir y cuáles son las características del lugar al que se propone se trans-
fiera. Este nivel de información puede ahorrar notables fracasos, ya sea al plantear revege-
taciones en áreas degradadas, al transformar en regadío, en la venta de abonos o en actua-
ciones en arquitectura del paisaje, por poner sólo algunos ejemplos.
Para la racionalización de la investigación en una ciencia natural no existe otro
camino que apoyarse en una sistemática lo más desarrollada posible. ¿Puede

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alguien sacar algún provecho de un experimento con material vegetal, si el autor
no puede definir exactamente la planta que ha utilizado? Análogamente, si faltan
las indicaciones sobre el suelo, el experimento total queda en el aire, del mismo
modo que si faltasen las indicaciones sobre las plantas de experimentación. No se
puede servir realmente a la agricultura más que si se caracterizan y se designan
precisa e inequívocamente los suelos. Este párrafo, lleno de vigencia, fue escrito
ya en 1952 por el profesor W. Kubiena, en los años en que trabajó en España.
Todavía no ha sido completamente asumido.

Dar un nombre a un suelo va unido a la voluntad de conocer su localización


y la superficie que ocupa. Esto significa plasmar la información en un mapa, en
soporte de papel o en soporte informático, para que sea posible acceder a ella y
utilizarla con facilidad, cada vez más a través de sistemas de información geo-
gráfica (GIS).

En el presente capítulo se plantean unas líneas básicas para denominar suelos


atendiendo a las propiedades y características que condicionan su uso. Para hacer
esta presentación se propone un ejercicio, consistente en elaborar una nomencla-
tura para denominar los suelos. Se utilizarán para ello los conceptos y la termino-
logía introducida en los capítulos precedentes y sólo se avanzará alguno nuevo si
resulta imprescindible. Introducir la denominación de suelos en la primera parte de
la obra se justifica por la necesidad de poder referirse a suelos concretos en lo que
sigue. En un texto de Edafología debería evitarse hablar de «el suelo» como un
ente único, ya que no lo es. A pesar de que constituya un continuo, su variabilidad
espacial es considerable.

Los distintos suelos individuales no acostumbran a estar separados unos de otros: los
suelos no son cuerpos discretos. En la teoría general de sistemas un suelo es un sistema
abierto, con entradas y salidas de materia y energía lo que presupone la existencia de lími-
tes entre suelos. El problema se presenta al tener que escoger las propiedades diferenciado-
ras que deben servir de base para establecer dichos límites. La falta de límites definidos
explica que existan diversos criterios, diversas convenciones, para establecer cortes, con la
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consiguiente subjetividad al hacerlo. Es la propia naturaleza del objeto suelo, lo que explica
que en Edafología no se haya podido llegar a un único sistema para denominar los suelos,
con aceptación general (Caps. 19 y 20), lo que sí ha ocurrido en otras muchas ramas de la
Historia Natural.

Ordenar y relacionar los distintos suelos individuales supone establecer un esquema


jerárquico, una clasificación de los suelos. Al existir distintos criterios para delimitar y
denominar cada individuo suelo, existirán otros tantos sistemas de clasificación. Unos se
han interesado más por la génesis o manera cómo se han formado los suelos, otros, los de
uso más generalizado en el momento actual, se basan en la morfología del perfil del
suelo. Conocer la génesis tiene un interés científico evidente, si bien no siempre resulta
fácil, lo que dificultaba basar la clasificación en este tipo de criterios. Por el contrario las
propiedades morfológicas siempre resultan más fácilmente accesibles en una prospec-
ción de campo.

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2. Criterios para dar nombre a los suelos:
A modo de ejercicio

En el supuesto de que los suelos no tuviesen nombre y se quisiese establecer


criterios para dárselo, se puede realizar el siguiente ejercicio:

1. Elaborar un listado de propiedades y características que condicionan los distintos


usos del suelo. Los asistentes, en una sesión de «brain storming», pueden ir
citando propiedades y características que, a su criterio, condicionan el uso del
suelo en diferentes grados, para el crecimiento de las plantas, para un uso agrí-
cola, paisajístico, para construir encima o para utilizar el suelo como depurador
natural.
2. Se establecerá una jerarquía en estas propiedades desde la más limitante, por ejem-
plo, la falta de agua o la presencia de arcillas que se expanden al humectarse, a
aspectos más secundarios, dejando de considerar aquéllos que no parezcan consis-
tentes, por su escasa significación.

Para llegar a elaborar el listado de propiedades y características puede resultar


de interés:

Revisar:
• Cap. 2. El suelo como ente natural: Organización.
• Cap. 3. Morfología y descripción de suelos.
Considerar conceptos tales como:
• Suelos minerales y suelos orgánicos.
• Expansión-retracción de las arcillas (Cap. 7).
• Acidez y basicidad del suelo (Cap. 10).
• Degradación de suelos y calidad ambiental (Caps. 23 a 29).
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Para establecer los nombres puede recurrirse a dos criterios:

1. Utilizar nombres vernáculos, lo que puede constituir un ejercicio paralelo, de reco-


gida de información local.
2. Introducir una nomenclatura que resulte autoexplicativa a base de raíces griegas,
latinas u otras.

Un buen sistema de nomenclatura debe ser sencillo, fácilmente manejable, permitir una
visión de conjunto y ser de fácil empleo en todos los idiomas (Kubiena,1952).

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3. Información complementaria para establecer una
nomenclatura
Para establecer una nomenclatura en base a los criterios que se hayan adop-
tado, puede resultar de interés conocer nombres vernáculos, utilizados en distintos
países para denominar algunos suelos representativos:

Yermo/a (español) Paraje desértico, pobre en vegetación.


Tasca (aragonés) Suelo que puede separarse como una alfombra de la roca madre.
Rendzina (polaco) Suelo desarrollado sobre roca caliza, rico en carbonato cálcico, de poco espe-
sor.
Estepa (español) Zona con vegetación xerófila herbácea o arbustiva, bajo clima bastante seco e
inviernos fríos.
Sierozem (ruso) Suelo gris en los límites del desierto.
Burozem (ruso) Suelo pardo claro, semidesértico de estepa, calizo.
Kastanozem (ruso) Suelo con horizonte superior oscuro por su contenido en materia orgánica, con
translocaciones de arcilla, carbonato cálcico o yeso.
Chernozem (ruso) Suelo negro, rico en materia orgánica, profundo, bien estructurado, rico en
bases, con acumulación de carbonato cálcico.
Vega (español) Suelos de llanuras aluviales.
Podzol (ruso) Tierra de color ceniza. Suelos ácidos con translocación de materia orgánica y
sesquióxidos.
Gley (ruso) Suelo desarrollado bajo condiciones de exceso de agua.
Ando (japonés) Suelo negro formado a partir de materiales ricos en vidrios volcánicos.
Solonchak (ruso) Suelo con contenidos elevados de sales solubles, efloresencias blancas en
superficie durante la estación seca.
Solonetz (ruso) Suelo con características alcalinas debidas al sodio en las sedes de intercam-
bio. Con un horizonte Btna.
Licorella (catalán) Suelo desarrollado a partir de esquistos, de poco espesor y muy pedregoso.
Rubial (español) Suelo muy rojo, generalmente arcilloso (Castilla).
Albariza (español) Suelo blanco, calizo, de textura media (Andalucía).
Bujeo (español) Suelo arcilloso, plástico, con predominio de arcilla expandible (Andalucía).
Calero (español) Suelo muy calizo, de color blanco.
Barros (español) Suelo arcilloso al menos en su parte superior (Extremadura).
Salgüero (español) Suelo moderadamente salino (Castilla).
Saladar (español) Suelo marcadamente salino con vegetación halófila.

Una nomenclatura que no tenga en cuenta los nombres populares de los suelos
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puede crear términos en base a etimologías griegas, latinas y otras:

Histos, griego Tejido


Aridus, latín Seco, falta de agua
Vertere, latín Voltear, revolver
Mollis, latín Mullido
Inceptum, latín Incipiente
Ultimus, latín Último, muy evolucionado
Oxidus, latín Riqueza en óxidos de hierro y aluminio
Xeric Fuerte sequía
Aquic Exceso de agua
Fluvius Río
Psamm Arena
Dystric Pobreza en bases (cationes en sedes de intercambio: Ca2+, Mg2+, K+ y Na+)

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Eutric Riqueza en bases
Umbra Oscuro
Ochros Pálido
Orthos Recto
Cry (Kryos, gr.) Frío, hielo
Anthropos, gr. Humano
Leptos, gr. Delgado
Plinthos, gr. Ladrillo, se cementa al estar expuesto al aire
Ferrum, lat. Hierro
Alumen, lat. Aluminio
Planus, lat. Llano
Phaios, gr. Oscuro, rico en m.o.
Gypsum, lat. Yeso
Calx. lat. Caliza
Durus, lat. Duro, duripan, durinodos
Albos, lat. Blanco
Eluere, lat. Eluviación, pérdida
Nitidus, lat. Brillante
Acris, lat. Muy ácido
Luere, lat. Lavado, iluviación
Lixivia, lat. Lavar, pérdida de bases
Cambiare, lat. Cambiar, cambios de color, estructura
Arena, lat. Arena
Rhegos, gr. Capa, manto. Material suelto sobre una roca dura

4. Proponiendo denominaciones para los suelos

Sin ninguna voluntad de llegar a ningún sistema taxonómico preestablecido


(Caps. 19 y 20), se propondrán denominaciones para algunos suelos, como ejerci-
cio:

ESTUDIO DE CASOS
1. Se desea destacar que el suelo de una determinada unidad de paisaje no
es adecuado para que se instale en él un campo de fosas sépticas ya que
es muy arenoso, por lo que el paso de las aguas negras a la capa freática
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supone un elevado riesgo.


2. Las paredes de un almacén se han agrietado y los postes de telégrafos
están inclinados arbitrariamente: el suelo se mueve. El suelo es muy arci-
lloso.
3. Los melocotoneros plantados en una determinada parcela se han muerto
por asfixia radicular. La capa freática está cerca de la superficie del suelo (a
menos de 1 m) y el perfil presenta color gris con manchas.

Respuestas
1. Propiedades a destacar: es muy arenoso todo el perfil del suelo/deja pasar
las aguas negras con facilidad. Compondremos el nombre con un prefijo
añadido al término «sol» (suelo):

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De las listas anteriores parecen adecuados los prefijos:
psamm (del gr. arena) → Psamm + o + sol
arena (del lat. arena) → Aren + o + sol
Arenosol
2. Interesa destacar la propiedad que presentan estas arcillas.
De las listas se puede retener el prefijo:
vertere (del lat. voltear, remover) → Vert + i + sol
Vertisol
3. El suelo tiene color gris (indica reducción, ligada a la falta de oxígeno, ano-
xia: asfixia radicular) por exceso de agua.
De las listas se puede retener:
gley (del ruso) → Gley + sol
aquic → Aquí + sol
Gleysol

Los nombres resultantes contienen una información en todos los casos, son
autoexplicativos y permiten la transferencia de tecnología.

5. Niveles jerárquicos en Soil Taxonomy


Soil Taxonomy es un sistema de clasificación de suelos propuesto por el Soil
Conservation Service de Estados Unidos en 1975 y que sirve de sistema de refe-
rencia a nivel mundial. Establece seis niveles jerárquicos, de homogeneidad cre-
ciente entre los suelos incluidos en cada uno de ellos (Cap. 19):

Orden
Suborden
Grupo
Subgrupo
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Familia
Serie

Los doce órdenes establecidos (S.S.S.,1999) tienen denominaciones autoexpli-


cativas:

Condicionante principal Orden

Suelo helado en alguna parte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Gelisol


Suelos orgánicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Histosol
Suelos ácidos de clima húmedo con procesos de iluviación de m.o. con Fe y Al.
De podzol, nombre vernáculo ruso (zola = ceniza, pod = debajo) . . . . . . . . . . . Spodosol

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Suelos oscuros, desarrollados a partir de materiales volcánicos y otros ricos en
materiales amorfos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Andisol
Suelos tropicales, ricos en óxidos de Fe y Al, ácidos, pobres en bases, escasa
cantidad de minerales alterables . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Oxisol
Arcillas expandibles predominantes, apertura de grietas anchas y profundas du-
rante la estación seca . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Vertisol
Falta de agua por aridez del clima o salinidad extrema . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Aridisol
Suelos subtropicales y tropicales muy evolucionados, pobres en bases, con ilu-
viación de arcillas. Últimas etapas de meteorización y evolución . . . . . . . . . . . Ultisol
Riqueza en m.o., horizonte superficial bien estructurado, mullido, rico en bases . Mollisol
Suelos con iluviación de arcilla, que ha dado lugar a la formación de horizontes
Bt. Riqueza en bases de media a alta. De pedalfer en la clasificación de Marbut Alfisol
Suelos incipientes, poco desarrollados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Inceptisol
Suelos jóvenes o escasamente desarrollados. Del inglés recent . . . . . . . . . . . . . Entisol

6. Niveles jerárquicos en la Base de Referencia Mundial


para los Recursos de Suelos (WRB) (FAO, 1998)

La Base de Referencia Mundial (Cap. 20) establece dos niveles jerárquicos


(FAO, 1998; Deckers et al. 1998):

Grupos de suelos
Unidades de suelos

Los 30 Grupos de Suelos definidos son los siguientes, reseñados en orden


jerárquico:
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Histosol Kastanozem
Cryosol Phaeozem
Anthrosol Gypsisol
Leptosol Durisol
5 Vertisol 20 Calcisol
Fluvisol Albeluvisol
Solonchak Alisol
Gleysol Nitosol
Andosol Acrisol
10 Podsol 25 Luvisol
Plinthosol Lixisol
Ferralsol Umbrisol
Planosol Cambisol
Solonetz Arenosol
15 Chernozem 30 Regosol

89
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7. Bibliografía

7.1. Bibliografía básica


Deckers, J. A.; Nachtergaele, R. O. y Spaargaren, O. C. (ed.): World Reference Base for
Soil Resources. Acco. 165 pp. Leuven/Amersfoort, 1998.
S.S.S.: Soil Taxanomy. A Basic System of Soil Classification for Making and Interpreting
Soil Surveys. Natural Resources Conservation Service. USD Washington, D.C. 869 pp.
1999.

7.2. Bibliografía de referencia


Driessen, P. M. y Dudal, R.: The major soils of the world. Agr. Univ. Wageningen & Katho-
lieke Univ. 310 pp. Leuven, 1991.
FAO-UNESCO: Soil Map of the World. World Soil Resources Report 60. FAO. pp. 138;
1988.
FAO, 1988. FAO/UNESCO: Soil Map of the World. Revised Legend. World Resources
Report 60, FAO Rome. Reprinted as Technical Paper 20, ISRIC, Wageningen, 1989.
FAO, FAO-UNESCO, Soil Map of the World. Revised Legend. Soils Bull. 60. FAO. pp.
119. Roma, 1990.
FAO: World Reference Base for Soil Resources. World Soil Resources Reports. N. 84.
88 pp. FAO Rome, 1998.
Hallberg, G. R.: Soil Taxonomy as a Taxonomic System: From the Outside Looking. En:
Iowa Geological Survey: 1-25. 1983.
Kubiena, W. L.: Claves sistemáticas de suelos. CSIC. pp. 382. 1952.
Soil Survey Staff: Soil Classification, a Comprehensive System, 7th approximation. Soil
Conserv. Serv., U.S. Dept. Agric., U.S. Govt. Printing Office, 265 pp. Washington,
D.C., 1960.
Soil Survey Staff: Soil Taxanomy. A Basic System of Soil Classification for Making and
Interpreting Soil Surveys. USDA. Agric. Handbook 436, pp. 754. 1975.
Tavernier, R. et al.: Soil Classification. Pédologie, N. spéc. 3: 1-201. Bull, Société Belge de
Pédologie. Gent. 1965.
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6
Textura del suelo

1. El suelo como sistema de tres fases

El suelo es un sistema abierto, dinámico, constituido por tres fases. La fase


sólida está formada por los componentes inorgánicos (Cap. 7) y los orgánicos
(Cap. 8), que dejan un espacio de huecos (poros, cámaras, galerías, grietas y otros)
en el que se hallan las fases líquida y gaseosa. El volumen de huecos está ocupado
parcialmente por agua, como componente principal de la fase líquida (Caps. 12 y
13), que puede llevar iones y sustancias en solución o en suspensión; por aire, que
constituye la fase gaseosa o atmósfera del suelo (Cap. 14) y por las raíces y orga-
nismos que viven en el suelo (Cap. 16). El presente capítulo inicia el estudio de la
fase sólida mineral, que procede:

Del material originario o roca madre:


• Por meteorización física (fragmentación).
• Por meteorización química y biológica, que conllevan cambios químicos y mineraló-
gicos (Cap. 17).
De material edafizado:
• «In situ» (por ejemplo, un antiguo suelo enterrado que haya vuelto a quedar en su-
perficie por erosión del material que lo recubría).
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• Erosionado, transportado y redepositado.


De aportes sólidos:
• Por aguas de inundación (materiales en suspensión).
• Por el viento (polvo).
• Por coluvionamiento, movimientos en masa, etc.
De materiales en disolución aportados:
• Por aguas de inundación.
• Por una capa freática.

Al ser el suelo un sistema abierto, la fase sólida mineral no puede llegar a un


estado estable, si bien en muchos aspectos los cambios tienen lugar de forma tan
extremadamente lenta, que ciertas características pueden considerarse constantes a

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efectos prácticos. Entre ellas, el tamaño de las partículas que la componen y, por
consiguiente, las proporciones relativas atendiendo a los tamaños.
Las interacciones entre las fases sólida y líquida adquieren especial relevancia al existir
en la fase sólida partículas cargadas eléctricamente y de elevada superficie específica. Los
procesos de adsorción e intercambio iónico (Cap. 9) son fundamentales para la actuación
del suelo como depurador natural, para la vida en el suelo y en concreto para la nutrición de
las plantas. Las fases líquida y gaseosa se hallan en cambio constante, tanto en cantidad
como en composición. La lluvia, el riego y las filtraciones incorporan agua al sistema, la
evapotranspiración constituye la principal salida en condiciones en las que no haya pérdi-
das por percolación. El aporte de agua diluye el contenido iónico de la fase líquida y la eva-
potranspiración concentra la solución del suelo. La presencia de sales solubles en el agua
del suelo puede llegar a ser perjudicial para las plantas, al impedir que éstas puedan absor-
ber agua o por el efecto tóxico de algún ión (Cap. 24).
El estudio de las distintas fases y sus interacciones constituye uno de los obje-
tivos de la Ciencia del Suelo. Para cada una de las fases, los aspectos a considerar
y los ámbitos de estudio son:

Fases Aspectos Ámbito de estudio

Sólida Distribución de partículas Textura.


minerales según tamaños.
Componentes inorgánicos. Mineralogía.
Superficie específica.
Meteorización.
Procesos de transporte.
Componentes orgánicos. Composición.
Procesos de transformación y transporte.
Organización. Estructura: Forma de agregarse las
partículas y espacio de huecos.
Densidad del suelo.

Interfase sólido-líquido Interacción suelo-agua. Reacciones de superficie.


Líquida Agua del suelo. Estados energéticos del agua.
Movimiento del agua.
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Régimen de humedad.
Exceso de agua. Procesos de hidromorfismo.
Gaseosa Aireación del suelo. Composición.
Humedad del aire.
Flujo de aire.

La fase gaseosa tiene una composición semejante a la del aire (78,1 % N2 y 20,9 % de
O2 más CO2). Las proporciones relativas varían a lo largo del tiempo, según las condiciones
existentes en el suelo. La concentración de anhídrido carbónico es función de la actividad
de los microorganismos que actúan en la mineralización de la materia orgánica. Este des-
prendimiento de CO2 hace que su concentración sea siempre más alta que en la atmósfera
exterior. La respiración de las raíces y microorganismos aumenta considerablemente la
concentración de anhídrido carbónico, al tiempo que disminuye la de oxígeno. Esto hace

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necesario que haya una renovación constante, con entrada de aire para lograr un suministro
adecuado de oxígeno para la vida en el suelo en condiciones aerobias.
Los suelos con capa freática tienen los huecos llenos de agua y su fase gaseosa es
escasa. Si el agua no circula, no habrá renovación y el oxígeno llegará a escasear. Los hori-
zontes que estén debajo del nivel de una capa freática no circulante adquirirán condiciones
reductoras, caracterizadas por un predominio de microorganismos anaerobios, por procesos
redox y asfixia radicular.
En relación al vapor de agua, los huecos del suelo tienen una atmósfera con una hume-
dad relativa a saturación, siempre y cuando haya agua disponible para las plantas. Los
microorganismos aerobios, cuyo hábitat corresponde a los huecos del suelo, encuentran así
unas condiciones adecuadas para su actividad.

2. Textura

2.1. Concepto
Los distintos horizontes de un suelo pueden estar formados por fragmentos de
roca de más de un metro, hasta partículas menores de un micrómetro. Atendiendo
al tamaño cabe distinguir (CBDSA, 1983):

Elementos gruesos Diámetro aparente > 2 mm


bloques 25 a 60 cm y más
cantos 6 a 25 cm
grava gruesa 2 a 6 cm
grava media 0,6 a 2 cm
gravilla 0,2 a 0,6 cm
Tierra fina Diámetro aparente ≤ 2 mm
arena
limo
arcilla
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El estudio de las partículas minerales puede llevarse a cabo con distintos enfo-
ques, atendiendo al tamaño y forma de las partículas, a su mineralogía, grado de
meteorización, relaciones entre ellas, etc. Un planteamiento mucho más sencillo, y
por ello más generalizado, consiste en determinar la granulometría de la fracción
mineral.

La granulometría expresa las proporciones relativas de las distintas partículas minerales


inferiores a 2 mm, agrupadas por clases de tamaños, en fracciones granulométricas, tras
la destrucción de los agregados.
La textura es una expresión sintética de las características de cada horizonte que depen-
den de la proporción de los distintos tamaños de partículas.

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Los términos granulometría y textura se utilizan a menudo como sinónimos. Algunos
autores, no obstante, hablan de textura para describir la sensación que tiene el prospector al
hacer deslizar entre sus dedos una muestra húmeda. En tal sentido es sinónimo de clase tex-
tural. En una prospección de campo resulta de interés poder disponer de esta información
para realizar un primer diagnóstico.
La granulometría es una de las características más estables y puede conside-
rarse una determinación básica de cada horizonte de un suelo. Una vez se dispone
de esta información para una parcela determinada o para una unidad de suelos, no
será preciso repetir el análisis al cabo del tiempo. Si existe el mapa detallado de los
suelos de la zona, bastará con consultarlo, lo que evitará realizar este análisis,
siempre laborioso y por ello de coste elevado. El interés en conocer la granulome-
tría reside en que permite inferir otras propiedades y características directamente
relacionadas con el uso y comportamiento del suelo:

• Capacidad de retención de agua disponible para las plantas (CRAD) y de suministro.


• Facilidad para la circulación del agua.
• Facilidad para el laboreo.
• Riesgo de formación de sellado y de costra superficial: deficiente velocidad de
entrada de agua en el suelo y mala nascencia.
• Riesgo de erosión hídrica.
• Riesgo de erosión eólica.
• Capacidad para almacenar nutrientes.
• Capacidad para admitir aguas residuales, purines y otros residuos líquidos.
• Orden de magnitud de la superficie específica.

2.2. Fracciones granulométricas y su justificación


Para separar las distintas fracciones granulométricas, arcilla, limo y arena, se
hace necesario establecer previamente los límites entre cada una de ellas. Los cri-
terios para ello son un tanto arbitrarios y dependen de los objetivos perseguidos,
de ahí que se hayan propuesto y se utilicen diversos valores numéricos. Los más
comunes en Edafología son los propuestos por Atterberg, adoptados por la Interna-
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tional Society of Soil Science (ISSS) en 1927 y los del United States Department
of Agriculture (USDA).
Las distintas fracciones granulométricas utilizadas y la justificación de los
valores adoptados para establecer los límites entre ellas son los siguientes:

Límite Fracción Justificación

> 2 mm Elementos gruesos A partir de este tamaño las fuerzas de unión actúan
difícilmente y las partículas se mantienen siempre
separadas sin cohesión, incluso si están húmedas.
200 μm Límite superior de la arena fina ISSS Por debajo de este tamaño los granos de los minera-
les formadores de las rocas se presentan separados,
esta circunstancia tiene interés para estudios minera-
lógicos de arena. →

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Límite Fracción Justificación

50 μm Límite superior del limo USDA El predominio de partículas de tamaño limo (50-
2 μm) en un suelo le confiere unas características
físicas desfavorables, inestabilidad estructural, apel-
mazamiento, susceptibilidad a formar costra superfi-
cial, deficiente movimiento del agua, etc.
20 μm Límite superior del limo ISSS Límite arbitrario.
≤ 2 μm Arcilla Partículas con importante carga eléctrica superficial.
Superficie específica elevada.
≤ 0,2 μm Arcilla fina Partículas con carga eléctrica superficial.
Comportamiento coloidal.
Superficie específica muy elevada.

Todos los sistemas han adoptado como límites extremos comunes 2 mm y 2 μm. Los
límites a 20 μm y 50 μm son bastante arbitrarios, y su elección obedece a que en los años
en que se fijaron el conocimiento de las propiedades del suelo era algo imperfecto. El valor
100 μm, que sólo utiliza el criterio USDA, para la arena muy fina, ha ido adquiriendo
importancia y significación. Se emplea en la ecuación universal para evaluar las pérdidas
potenciales de suelo por erosión (USLE), para definir la clase textural de las familias de
suelos, así como el carácter arenoso de un horizonte (carácter psamméntico).
El predominio de la fracción de 50 a 100 μm favorece la formación de poros de tama-
ños muy pequeños, de 20 a 30 μm (microporosidad), cuya eficacia en los procesos de trans-
ferencia de agua es baja (Cap. 11). El agua inmovilizada en estos poros puede llegar a crear
condiciones reductoras, y por otro lado este agua no interviene en la translocación de com-
ponentes dentro del suelo.
A pesar de que pocas partículas naturales son esféricas, el establecimiento de tamaños
lleva a introducir el concepto de esfera de volumen equivalente o el de diámetro aparente.
Sin embargo, no hay que olvidar que cuanto menores sean las partículas, más lejos estarán
de la esfericidad, dado que se trata de microcristales minerales, muchos de ellos de forma
laminar.
Las distintas fracciones granulométricas establecidas son:
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FRACCIONES
Granulometría
denominación Denominación Diámetros aparentes μm
USDA Simple Arena USDA 50 < Ø < 2000
Limo USDA 2 < Ø < 50
Arcilla Ø<2
USDA Arena gruesa USDA 500 < Ø < 2000
Arena fina USDA 50 < Ø < 500
Limo USDA 2 < Ø < 50
Arcilla Ø<2
USDA Completa Arena muy gruesa USDA 1000 < Ø < 2000
Arena gruesa USDA sentido estricto 500 < Ø < 1000
Arena media USDA 250 < Ø < 500
Arena fina USDA sentido estricto 100 <Ø < 250

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FRACCIONES
Granulometría
denominación Denominación Diámetros aparentes μm

Arena muy fina USDA 50 < Ø < 100


Limo USDA 2 < Ø < 50
Arcilla Ø<2
Internacional simple Arena ISSS 20 < Ø < 2000
Limo ISSS 2 < Ø < 20
Arcilla Ø<2
Internacional completa Arena gruesa ISSS 200 < Ø < 2000
Arena fina ISSS 20 < Ø < 200
Limo ISSS 2 < Ø < 20
Arcilla Ø<2
Europea completa Arena gruesa EU 600 < Ø < 2000
Arena media EU 200 < Ø < 600
Arena fina EU 60 < Ø < 200
Limo grueso EU 20 < Ø < 60
Limo medio EU 6 < Ø < 20
Limo fino EU 2<Ø<6
Arcilla gruesa EU 0,6 < Ø < 2
Arcilla media EU 0,2 < Ø < 0,6
Arcilla fina EU Ø < 0,2

2.3. Clases texturales


Las combinaciones posibles en los porcentajes de arcilla, limo y arena, pueden
agruparse en unas pocas clases de tamaño de partículas o clases texturales. Estos
términos específicos proporcionan una idea de síntesis y facilitan la utilización de
la información.
Al establecer cada clase se ha buscado agrupar aquellos suelos con análogo
comportamiento frente al agua y la respuesta de las plantas, fjando los límites
entre clases para dejar claras tales diferencias. El nombre de una clase textural
tiene su origen en la experiencia adquirida a lo largo de años de estudio de los sue-
los de una determinada área geográfica, lo que finalmente ha llevado a normalizar
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su uso.

Al establecer los nombres de las clases texturales se ha querido dejar patente


que la acción de ciertas fracciones es más acentuada que la de otras, a igualdad
de porcentaje, para determinar las propiedades del suelo y el comportamiento
del agua y las plantas.

Para representar las distintas clases texturales se han construido los denomina-
dos triángulos de textura o diagramas triangulares:

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100 a + L + Ar = 100

LIM
O
LA
CIL
AR

100 100

ARENA
100 0

80 20

Ø
2-
50
μm
μm

LIM
60 40
LA
<2

O
CIL
Ø
AR

a
a-L 60
40 a-Ar
F-a-L
F-a

a = arcilloso F-a-Ar
20 80
L = limoso
F = franco F - Ar F-L
Ar = arenoso F
Ar-F L
0 Ar 100
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100 80 60 40 20 0
ARENA

Ø 50 - 2000 μm

USDA

La fracción arcilla resulta mucho más determinante del comportamiento de un


horizonte y en consecuencia del suelo y de la respuesta de las plantas que las
restantes fracciones, y así se pone de manifiesto en la denominación de la clase
textural. Debe haber unas tres veces más arena gruesa que arcilla para que el
suelo tenga unas propiedades condicionadas por la arena (Gaucher, 1971).

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De acuerdo con los criterios USDA, con tan sólo un 20 % de arcilla, la denominación
de la clase textural incluye ya la calificación de «arcilloso» (franco-arcillo-arenoso). Un
horizonte no pasa a denominarse «limoso» (arcillo-limoso) hasta alcanzar un 40 % de limo,
mientras que se requiere un 44 % de arena para que se manifiesten propiedades derivadas
de la presencia de esta fracción, que sólo se hacen claramente patentes a partir de un 70 %
de arena, en la clase arenoso franca.
Una textura se denomina equilibrada si presenta contenidos óptimos para la mayoría de
cultivos, así un 40-45 % de arena, un 30-35 % de limo y un 25 % de arcilla (Duchaufour,
2001).
En aquellos casos en que se utilicen los criterios ISSS para establecer los lími-
tes, las clases texturales se determinan utilizando el correspondiente triángulo:

100 0

80 20

Ø
2-
LIM

20
μm

60 a - fina 40
LA

μm
O
<2
CIL
Ø
AR

40 60
a - gruesa a-L
a-Ar
80
20 F-a-Ar F-a F-a-L
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Ar. F - Ar F. F-L
0 100
100 80 60 40 20 0

ARENA
Ø 20 - 2000 μm

Algunos autores han propuesto el empleo de coordenadas ortogonales, utilizando un


triángulo rectángulo. El Groupement d’Etudes des Problèmes de Pédologie Apliquée
(GEPPA) ha elaborado un triángulo de este tipo cuyo uso no se ha generalizado, ya que no
permite una lectura directa de la fracción arena.
La expresión «textura ligera», por suelo «ligero» o de textura arenosa en el horizonte
que se labra, hace referencia a que por la baja cohesión resulta fácil de labrar y nada tiene

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que ver con la masa por unidad de volumen. Análogamente, la opuesta de «textura pesada»
o suelo «pesado», expresa que el suelo, por su fuerte cohesión en seco y alta plasticidad en
húmedo, se labra con dificultad. Ambas expresiones, por inexactas deben evitarse. Pueden
substituirse por «suelo suelto» y «suelo fuerte», cuando se trate de utilizar términos fácil-
mente comprensibles a efectos de divulgación.

ESTUDIO DE CASOS
1. Algunos diccionarios no especializados en ciencia del suelo o algunas per-
sonas que hacen traducción simultánea pueden tener dificultades para tra-
ducir la terminología inglesa referente a la textura del suelo. Los principales
errores observados son los siguientes:

Término inglés Erróneo Correcto


Loam Barros Franca
Tierra
Marga
Limo
Silt Polvo Limo
Loamy sand Arenoso limoso Arenoso franco
Silt loam Limo limoso Franco limoso
Polvo marga

2. Los diques y presas de tierra para riego o para suministro de agua,


como, por ejemplo, la presa de Assuan (Alto Egipto), cuyos efectos
medioambientales se discuten en el capítulo 24, no constituyen una
masa homogénea, sino que en su sección aparecen yuxtapuestas zonas
de propiedades y funciones diferentes. El núcleo está formado por mate-
riales arcillosos cuya misión esencial es garantizar una cierta estanquei-
dad. Las otras zonas protegen al núcleo y dan estabilidad a la obra, si
bien son mucho más permeables.
Debiendo seleccionar un yacimiento para el suministro de material con el
que construir el núcleo de una presa de tierra para almacenar agua para
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riego, dispone de las siguientres informaciones: a 15 km existe un depósito


de loess, material de origen eólico cuyo tamaño de partícula se halla entre
0,01 y 0,05 mm, con una potencia suficiente para asegurar el suministro
para la construcción del núcleo; a 25 km un depósito de arcillas laminadas,
caracterizadas por la alternancia de capas centimétricas de limo y material
franco limoso, cuyo precio resulta el más ventajoso puesto a pie de obra; a
38 km un depósito de material de tamaño de grano inferior a 2 μm, no
expandible. Indique qué emplazamiento debería recomendarse y cuáles
podrían suponer riesgo para la estabilidad de la presa.

BASES PARA LA DISCUSIÓN


Discutir acerca de la granulometría de los materiales disponibles y su idoneidad
como núcleo de la presa. →

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Se requiere un material arcilloso que intercepte el escurrimiento del agua por la
presa, en caso de no existir se suele recurrir a la construcción de una pantalla
central formada por un muro de hormigón armado o de otro material de cons-
trucción.

3. Análisis granulométrico

3.1. Aspectos generales


Para evaluar la influencia de los elementos gruesos, ya sea en relación con las dificulta-
des de laboreo o para las barras segadoras, por ejemplo, derivadas de la pedregosidad
superficial, o con el volumen explorable por las raíces debido a los elementos gruesos de
los distintos horizontes, se suele realizar una estimación a simple vista por comparación
con tablas para evaluar porcentajes (Cap. 3). La determinación cuantitativa requiere el
muestreo de un volumen por vaciado completo, y necesariamente grande para conseguir
una adecuada representatividad estadística.
La determinación aproximada de la clase textural como ensayo previo se puede realizar
al tacto. Esta metodología se utiliza corrientemente en las prospecciones de campo, por lo
que el edafólogo debe haber sido entrenado previamente, ya que, por la casuística con que
se puede encontrar, la precisión alcanzada dependerá de su experiencia (Cap. 3).
En laboratorio se realiza el análisis granulométrico de forma precisa (Mathieu
y Pieltain, 1998). Consiste en un proceso de segregación de partículas individuales
agrupadas en fracciones. Para que los granos estén separados se requiere la des-
trucción de los ligandos que los mantienen unidos formando agregados (Porta el
al. 1986). Las operaciones que se llevan a cabo en este análisis son las siguientes:

muestreo
suelo natural
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secado al aire

tamizado
destrucción de la materia orgánica
a 2 mm
por ataque con H2O2
tierra fina

fracción mineral dispersión de las arcillas


añadiendo un dispersante químico,
tal como el hexametafosfato sódico

partículas individuales tamizado fracciones gruesas


partículas dispersas sedimentación fracciones finas

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No resulta extraño que al tener que trabajar de 2.000 μm a menos de 2 μm no
exista una única técnica de medida que sea adecuada para todo el intervalo.
Después de haber destruido la materia orgánica se procede a la dispersión para conse-
guir individualizar las particulas de arcilla integradas en flóculos (Cap. 11). Los agentes
dispersantes a base de sodio, tales como el hexametafosfato sódico, permiten conseguir
este efecto, al sustituir el sodio a los cationes polivalentes, sobre los que tiene un efecto
complexante el anión hexametafosfato, con lo que su efecto no se dejará sentir en la sus-
pensión. La técnica a utilizar depende de las características de cada suelo. La presencia de
sales solubles o de yeso dificultan la dispersión, por lo que se requiere utilizar métodos
específicos (Vieillefon, 1979; Porta y cols. 1986).
En algunos suelos, la presencia de carbonato cálcico o de óxidos de hierro puede dar
lugar a la cementación de partículas de menor tamaño, que actúan como una unidad. Según
su tamaño se denominan pseudoarenas o pseudolimos. En suelos tropicales las partículas
de caolinita se unen con los óxidos de hierro formando micro-agregados muy estables. El
comportamiento físico de estos suelos corresponderá al tamaño real de las partículas, por lo
que la destrucción de tales unidades para llevar a cabo el análisis granulométrico no parece
estar justificada.
Los resultados de un análisis granulométrico sin destruir este tipo de microagregados
tienen mayor significación ecológica y agronómica.
En zonas áridas y semiáridas (Túnez) puede haber pseudoarenas formadas por arcillas
cementadas por sales.
Los métodos para determinar la granulometría de uso más o menos corriente (Loveland
& Whalley, 1991) son:

Medida directa (regla, pie de rey, microscopio, análisis de imagen, etc.).


Tamizado.
Elutriación.
Sedimentación (gravedad, centrifugación).
Interacción con la radiación (luz, láser, rayos X, neutrones).
Propiedades eléctricas.
Propiedades ópticas.
Adsorción de gases.
Permeabilidad
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La granulometría de las fracciones más gruesas (elementos gruesos) se determinan por


tamizado. Para lograr una adecuada representatividad estadística en los resultados se hace
necesario trabajar con muestras suficientemente grandes. Las cantidades mínimas reco-
mendadas, teniendo en cuenta el tamaño máximo de partículas que forman más de un 10 %
del suelo (Loveland & Whalley, 1991) son las siguientes:

Tamaño máximo con una representación de más del 10 % (mm) Cantidad mínima de muestra (kg)

63 50
50 35
37,5 15
28 5
20 2
< 20 1

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Stokes estudió la sedimentación de partículas esféricas en un medio viscoso y formuló
la ley que lleva su nombre. Experimentalmente descubrió que la resistencia que ofrece un
líquido a la caída de una partícula esférica rígida varía con la circunferencia de la esfera. Es
proporcional a la viscosidad (η) y a tres veces la velocidad de caída. La fuerza que deter-
mina cómo sedimenta una partícula es la resultante de las fuerzas de caída y de empuje:

4
fuerza de caída:  π r3 ρS g r=
radio de la partícula.
3 ρS =
densidad de la partícula.
ρω =
densidad del líquido en que sedimenta.
η=
viscosidad dinámica.
4
fuerza de empuje:  π r3 ρw g V=
velocidad de sedimentación.
3 K=
f(T) = cte para una determinada
temperatura.
T = temperatura.
t = tiempo de sedimentación.
fuerza de rozamiento: 2 π r η 3 V h = altura de sedimentación (profundidad de
pipeteado).
En una sedimentación en régimen laminar, la resultante de estas fuerzas es nula, de lo
que se deduce la expresión de la velocidad terminal de sedimentación:
2 r2 (ρS – ρw) g
V =    = Kr2 = h/t
9 η

Esta expresión permite calcular, para una altura dada (profundidad de pipeteado), el
tiempo que debe transcurrir para que partículas de diámetro aparente igual o inferior a 2r
sean las únicas que estén sedimentando a dicha altura, en condiciones isotermas. Con ello
se consigue muestrear las partículas según su tamaño.
El método del hidrómetro permite realizar las medidas en la suspensión, después de
cierto tiempo de espera en la sedimentación, para determinar de forma indirecta los porcen-
tajes de las distintas fracciones, sin necesidad de pipetear, secar ni pesar. Con este enfoque
Boyoucos (1962) propuso el método del densímetro, que se basa en la medida de la densi-
dad de la suspensión, que está relacionada con la concentración de partículas en dicha sus-
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pensión, y que posteriormente ha sido modificado (Swartz,1982).


La posibilidad de automatización del método de la pipeta y su mayor precisión ha lle-
vado a su adopción por muchos laboratorios. Recientemente se ha desarrollado un método
basado en la atenuación de rayos gamma al atravesar un contenedor de sedimentación. El
procedimiento puede ser automatizado y permite disminuir el tiempo del análisis (Oliveira
et al. 1997, Pedro-Vaz et al. 1999).

3.2. Representación de resultados


Los resultados de los análisis granulométricos pueden presentarse de forma
gráfica, lo que facilita su utilización al posibilitar una visión de síntesis.
Se han propuesto diversas representaciones gráficas:

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Diagramas semilogarítmicos
Son muy empleados en Edafología y en Mecánica de Suelos. El eje de las abscisas
presenta una escala logarítmica con el fin de poder abarcar las grandes diferencias de
tamaños o de diámetros aparentes de las diversas fracciones, cuyos porcentajes se repre-
sentan en ordenadas en una escala decimal. Proporcionan una información tan detallada
como se desee y al ser diagramas acumulativos permiten el cálculo gráfico aproximado
de otras fracciones intermedias no obtenidas directamente en el análisis. Esto permite el
paso de unos sistemas a otros (USDA a ISSS o viceversa), o el cálculo de fracciones
auxiliares, como por ejemplo, la arena muy fina, dato que requiere la ecuación universal
de pérdida de suelo (USLE).
Arcilla fina

FRACCIONES USDA 1957


LIMO USDA ARENAS
M M
ARCILLA F G F m G
F G

250
Limo intern. Arena fina Arena gruesa
100 100
90 90
80 80
70 70
60 60
50 50
40 40
30 30
20 20
10 10

2 5 2 5 2 5 2 5 2 5 2
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1 100 1000
10
diámetro
aparente μm

Diagramas triangulares:
Los triángulos de textura más utilizados son los equiláteros. Se basan en la propie-
dad de que la suma de distancias a los tres lados de un triángulo es equivalente a la lon-
gitud del lado.

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Diagramas representativos del perfil:
La comparación de las texturas de los diversos horizontes de un suelo se facilita con
un diagrama rectangular. En ordenadas se representan profundidades, acordes con las de
los horizontes y en abscisas los porcentajes de las distintas fracciones de forma acumu-
lada, empezando por la arcilla.

20 40 60 80 100 %

arcilla

limo fino
20

limo grueso

40
arena fina

arena gruesa
60

80

(vertisol)
c m 100

Diagramas circulares y lineales:

11 25 39 25
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Ap

26 20 18 36

Bt

arcilla Limo USDA arena fina arena gruesa


USDA USDA

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ESTUDIO DE CASOS
1. Un laboratorio en sus boletines de análisis da los resultados de los análisis
granulométricos indicando la siguiente información:
Arena %.
Limo %.
Arcilla (< 2 μm).
Indicar si resulta suficiente.
2. ¿Qué clase textural tiene un horizonte con un 40 % de arena, 40 % de limo
USDA y un 20 % de arcilla?
3. Sabiendo que un epipedión y un endopedión argílico han dado los siguien-
tes resultados (USDA) indicar qué muestra corresponde al horizonte Ap y
cuál al Bt.
a) Arena 48 %, Limo 25 %.
b) Arena 40 %, Limo 15 %.
4. Representar estos resultados USDA en un diagrama triangular y en uno
semilogarítmico. Calcular para el endopedión el % de la fracción arena
media. Discutir la significación del dato obtenido.
5. Calcular la granulometría en campo sabiendo que el horizonte Ap tiene un
15 % en peso de elementos gruesos.
6. ¿Por qué pueden tener distinto comportamiento dos suelos cuyos análisis
texturales fuesen idénticos en todos sus horizontes?

Respuestas
1. No, debería precisar si es USDA o ISSS.
2. Franca.
3. a) epipedión; b) endopedión.
4. ArM = 10 %. Interpolar a partir de un diagrama semilogarítmico presenta
limitaciones, ya que la gráfica se ha obtenido a partir de muy pocos puntos
y nada se sabe de los intermedios, por lo que este resultado es meramente
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orientativo.

Limo intern. Arena fina Arena gruesa


100
90
86
80
76
70
60
50
40

2 5 20 5 200 5 2000 μm →

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5. Se deduce que la granulometría de la muestra en campo será:
a = % en la tierra fina.
100 – EG
a’ = a  a’= % en la tierra natural.
100 EG = % elementos gruesos.

6. Por la distinta mineralogía de las arcillas, por el distinto contenido de


materia orgánica, del que se puede derivar un diferente grado y tipo de
estructura, por el distinto porcentaje de elementos gruesos.

3.3. Interpretación de resultados:


Significación de las distintas fracciones
El comportamiento de un suelo será la respuesta a la acción combinada de las
distintas fracciones, que interaccionan entre ellas y con la materia orgánica. El
suelo no es una simple mezcla de partículas, a pesar de ello, en suelos con texturas
desequilibradas y pobres en materia orgánica, el predominio de una de las fraccio-
nes puede resultar determinante. La distinta significación de las diferentes fraccio-
nes granulométricas se debe al tamaño, número y superficie específica de sus par-
tículas. La superficie específica es importante al determinar la reactividad de los
suelos. La cantidad de superficie varía de forma inversamente proporcional al
tamaño de las partículas (Stolzy & Jury, 1982), tal como muestra la siguiente
curva:

Superficie
específica

cm2 g–1
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Arcilla Arena

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Para las distintas fracciones granulométricas, los valores orientativos de la
superficie específica según diversos autores son:
Número de partículas Superficie específica
Fracción Diámetro aparente mm
por gramo cm2g–1

Arena muy gruesa 2,00-1,00 90 11


Arena gruesa 1,00-0,50 720 23
Arena media 0,50-0,25 5.700 45
Arena fina 0,25-0,10 46.000 91
Arena muy fina 0,10-0,05 722.000 227
Limo 0,05-0,002 5.776.000 454
Arcilla < 0,002 90.260.853.000 Variable según la
mineralogía de la arcilla

Los elementos gruesos presentan poca actividad, su superficie específica es baja y suelen
ser resistentes a la meteorización. No obstante, estos materiales de gran tamaño inciden sobre
el comportamiento del suelo y el crecimiento de las plantas, sobre todo cuando su proporción
es grande. Esto es frecuente en condiciones áridas y semiáridas y en zonas de montaña, donde
haya una mayor facilidad para la fragmentación (meteorización física), que para transforma-
ciones químicas. Se puede tratar de suelos pedregosos (recubrimiento superficial), de suelos
de las familias esqueléticas (35 % en volumen o más de fragmentos de roca), o de la familia
fragmental (90 % en volumen o más de fragmentos de roca). Un predominio de elementos
gruesos en un suelo hace que éste actúe como un tamiz frente al agua, a la que no es capaz de
retener, y por otro lado presente escasas posibilidades para el suministro de nutrientes.
El efecto diluyente de los elementos gruesos respecto a la tierra fina debe ser
puesto siempre de manifiesto por el cálculo, en cuanto al contenido real (tierra
natural), para realizar interpretaciones correctas.
La textura utilizada como criterio para establecer fases al clasificar un suelo (S.S.S.
1999) no debe confundirse con las clases de tamaño de partículas utilizadas como criterio
para definir familias En el primer caso los resultados están referidos a tierra fina, mientras
que en el segundo lo están a la tierra natural.
La acción de las distintas fracciones, caso de predominar una de ellas, puede
tener la siguiente significación:
Fracción predominante Significación
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Elementos gruesos Disminuyen la cohesión en horizontes muy arcillosos, lo que favorece la


penetración de las raíces en la interfase elemento grueso-matriz.
Aumentan la permeabilidad si se hallan en proporción suficiente.
Si son porosos retienen humedad.
Frenan la erosión y las pérdidas de agua si recubren el suelo.
Liberación potencial de nutrientes al meteorizarse.
Suelos pedregosos.
Dificultan el movimiento de la fauna en el suelo.
Menor almacenamiento de agua.
Menor cantidad de nutrientes asimilables.
Efecto abrasivo para los aperos y sembradoras.
Roturas en dientes de segadoras por pedregosidad superficial.
Deformaciones en el crecimiento de raíces gruesas.
Arena gruesa Macroporosidad alta.
Permeabilidad alta.
Compacidad baja. →

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Fracción predominante Significación

Poca inercia térmica.


Facilidad de laboreo.
Energía de retención de humedad baja.
Almacenamiento de nutrientes bajo, CIC baja.
Capacidad de retención de agua disponible para las plantas (CRAD) baja.
Arena fina Propiedades intermedias entre arena gruesa y limo.
Minerales poco meteorizables.
Riesgo de erosión eólica alto.
Limo (franco-limoso) Fertilidad física deficiente.
Riesgo de sellado y de encostramiento superficial.
Velocidad de infiltración baja.
Inestabilidad estructural alta.
Permeabilidad de media a baja.
Compacidad media.
Erosionabilidad alta.
Almacenamiento de nutrientes medio.
CRAD de media a baja.
Arcilla Fertilidad química alta, según mineralogía.
Superficie específica muy alta.
Capacidad de intercambio catiónico alta, dependiendo de la mineralogía
de arcillas.
CRAD alta.
Permeabilidad baja, dependiendo que se puedan formar pseudolimos o
pseudoarenas.
Microporosidad alta.
Compacidad alta.
Dificultad de laboreo, debido a su elevada plasticidad (estado húmedo) o
compacidad (en seco).
Energía de retención de humedad alta.
Gran inercia térmica.
Dificultad a la penetración de las raíces.

Un enfoque distinto en la utilización de los datos de distribución de tamaño de partícu-


las es el que se basa en la teoría fractal (Cap. 11). Kravchenko y Zhang (1998) han dedu-
cido una relación entre la dimensión fractal y la curva acumulativa de distribución de
tamaño de partículas para estimar la retención del agua del suelo. Este enfoque se basa en
el hecho de que el tamaño de partícula y la distribución de tamaño de agregado presentan
un comportamiento fractal y pueden ser caracterizados por valores de dimensión de masa
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fractal (Perfect y Kay, 1991; Kozak et al. 1996).

ESTUDIO DE CASOS
De una muestra de suelo correspondiente a un endopedión se tiene la siguiente
información granulométrica:
Clase textural USDA: franca
Porcentaje de partículas de Ø < 0,2 μm = 5 %
Porcentaje de partículas de Ø < 2 μm = 20 %
Se pide:
1. Porcentajes máximos y mínimos que pueden tener las fracciones de diá-
metros entre 2-50 μm y entre 50-2.000 μm. →

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2. Determinar la clase textural ISSS de una muestra que tuviese el valor
mínimo de la fracción 50-200 μm y el valor máximo de la fracción 2-50 μm
calculados anteriormente.

Respuestas
1. Limo USDA: 28 y 50 % Arena USDA: 30 y 52 %
2. a = 20 % LISSS = 36 % Ar = 44 % Franco-arcillosa

La granulometría se ha utilizado como criterio para evaluar el riesgo de colmatación de


sistemas de drenaje enterrado (Dieleman y cols. 1976). En el caso de suelos hidromorfos,
los índices establecidos parecen ser adecuados (Cestre, 1985), si bien no resultan aplicables
en la evaluación del riesgo de colmatación de drenes en suelos salino-sódicos
(Rodríguez-Ochoa y cols. 1990).
Las posibilidades de actuación tecnológica para corregir defectos texturales
sólo son posibles al actuar sobre superficies de poca extensión. En jardinería, en
«green» de campos de golf, en campos de fútbol, o en horticultura intensiva resulta
posible añadir alguna de las fracciones deficitarias. En áreas próximas a fábricas
de azúcar puede ser posible entarquinar campos embalsando en ellos aguas resi-
duales procedentes del lavado de las remolachas. El riego continuado durante años
con aguas que lleven una cierta carga sólida puede llegar a cambiar la textura de
los horizontes de superficie, a condiciones físicas menos favorables si se aportan
partículas de tamaño limo. En los demás casos la operación puede no ser posible
por antieconómica.

4. Bibliografía

4.1. Bibliografía básica


Braize, D.: Guide des analyses en pédologie. INRA. Editions, 257 pp. Paris, 2000.
Loveland, P. J. y Whalley, W. R.: Particles Size Analysis. En K.A. Smith y Ch. E. Mullis (ed.):
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Soil Analysis. Physical Methods. Marcel Dekker, Inc. 271-328 pp. New York, 1991.
Mathieu, G. y F. Pieltain: Analyse physique des sols. Tec. Doc. 275 pp. Paris, 1998.
Porta, J.; López-Acevedo, M. y Rodríguez, R.: Técnicas y Experimentos en Edafología.
C.O.I.A.C. 282 pp. Barcelona, 1986.

4.2. Bibliografía de referencia


Bittelli, M.; G.S. Campbell y M. Flury: Characterization of partide-size distribution in
soils with fragmentation model. Soil Sci. Soc. Am. J. 63:782-788. 1999.
Boyoucos, G. J.: Hydrometer method improved for making particle size analysis of soils.
Agron. J. 54:464-465. 1962.
C.B.D.S.A. (Comisión del Banco de Datos de Suelos y Aguas): SINEDARES, Manual
para la descripción codificada de suelos en el campo. Min. Agr. Pesca y Alim. 137 pp.
Madrid, 1983.

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Cestre, T.: Revue des critères d’appréciation des risques de colmatage minéral des drains
agricoles. CEMAGREE. B.I. 325:25-34. 1985.
Dieleman, P. J. y Trafford, B. D.: Drainage testing. Irrigation Drainage. Paper 28. FAO.
Roma, 1976.
Gerakis, A. y B. Brian: A computer program for soil textural classification. Soil Sci. Soc.
Am. J. 63:807-808. 1999.
Kravchenko, A. y Zhang, R.: Estimating the soil water retention from particle size distribu-
tion: A fractal approach. Soil Sci. 163, 3:171-179. 1998.
Pedro-Vaz, C. M.; Mendonça, J. de y Macebo, A.: Soil particle size fractions determined by
gamma-ray attenuation. Sóil Sci. 164, 6:403-410. 1999.
Rodríguez-Ochoa, R.; Herrero, J. y Porta, J.: Micromorphological assessment of drain sil-
tation risk indexes in a saline-sodic soil in Monegros Irrigation District (Spain). En
L.A. Douglas (Ed): Soil Mieromorphology: A Basic and Applied Science. Develop-
ments in Soil Sci. 19: 41-52. Elsevier. Amsterdam, 1990.
Stolzy, L. H. y Jury, W. A.: Soil Physics. En V.S. Kilmer: Handbook of Soils and Climate in
Agriculture, CRC Series in Agriculture. CRC. Florida. 131-158. 1982.
Swartz, H. A.: Análisis comparativo de cuatro métodos hidrométricos para determinar la
composición granulométrica de los suelos. Rev. Fac. Agronomía. Un. B. Aires. 3(2):
113-117. 1982.
Vieillefon, J.: Contribution à l’amelioration de l’étude analytique des sols gypseux. Cah.
ORSTOM, Ser, Pédol. XVII, 3:195-223.1979.
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7
Componentes inorgánicos del suelo

1. Ciclo de las rocas y minerales petrogenéticos


En la mayoría de los suelos, al estudiar la fase sólida se observa un predominio de los
componentes inorgánicos, que tienen su origen en los minerales que constituían la roca o
material a partir del cual se ha formado el suelo. Según las modificaciones que han tenido
lugar, los minerales resultantes se denominan heredados, transformados o neoformados.
Las fracciones granulométricas más gruesas suelen estar formadas por minerales residuales
preexistentes y lo mismo suele ocurrir en las fracciones más finas en suelos desarrollados a
partir de rocas sedimentarias en climas semiáridos y áridos.
En la mayoría de los
demás suelos, los mine-
rales pueden haber
sufrido profundas trans-
formaciones, dando
como resultado la re-
organización de los
productos y la neofor-
mación de especies mi-
nerales más estables en
las condiciones de
medio predominantes, o
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a materiales amorfos,
compatibles en el medio
considerado.
La formación del
suelo se halla inte-
grada en el ciclo de
las rocas en la natura-
leza que, de forma
simplificada, puede
representarse:
La naturaleza de las rocas de la corteza terrestre vendrá condicionada por la proporción
relativa de los distintos elementos químicos. Los nueve más abundantes son:

111
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% de todos los
Elemento Símbolo Carga % en peso
iones y átomos

Oxígeno . . . . . . . . O O2– 60 46,6


Silicio . . . . . . . . . . Si Si4+ 20 27,7
Aluminio . . . . . . . Al Al3+ 6 8,1
Hierro . . . . . . . . . . Fe Fe2+ Fe3+ 2 5,0
Calcio . . . . . . . . . . Ca Ca2+ 2 3,6
Sodio . . . . . . . . . . Na Na+ 3 2,8
Potasio . . . . . . . . . K K+ 1 2,6
Magnesio . . . . . . . Mg Mg2+ 2 2,1
Hidrógeno . . . . . . H H+ 3

La preponderancia del silicio y del oxígeno explica que predominen los silica-
tos, minerales cuya estructura cristalina se caracteriza por los enlaces covalentes
Si-O, que son muy estables. Los minerales petrogénicos, que forman las rocas de
la corteza terrestre son silicatos en una proporción del orden del 95 %.
Interesa destacar que, si bien el esquema del predominio de los minerales silicatados
resulta válido para la mayoría de los suelos de zonas templadas, debe ser matizado al hacer
referencia a suelos de zonas semiáridas y áridas. En estas condiciones de medio, los com-
ponentes inorgánicos mayoritarios de algunos horizontes del suelo pueden ser el carbonato
cálcico (CaCO3) o el yeso (CaSO4 · 2H2O). Contenidos elevados de estos minerales, de
hasta un 60 % y más, pueden llegar a banalizar el papel de los componentes silicatados, a
los que se confiere tradicionalmente un papel decisivo en el comportamiento del suelo. Esta
matización se hace cada vez más necesaria, a medida que los suelos de las zonas semiáridas
van siendo más estudiados (Herrero, 1991; Poch, 1992; Eswaran y Zi-Tong, 1991;
Gómez-Miguel y Nieves, 1987; Porta y Herrero, 1990; Eswaran et al., 1981).
En el presente capítulo se estudian los componentes inorgánicos del suelo, par-
tiendo de una revisión de las rocas y de los minerales petrogénicos. Se presta espe-
cial atención a los minerales de arcilla en general, y a la mineralogía de suelos de
ambiente mediterráneo, semiárido y árido en particular. Se presentan las principa-
les técnicas de estudio.

2. Silicatos: principios estructurales


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La clase de los silicatos es la más rica en especies minerales. En todos ellos la


estructura cristalina se caracteriza por un poliedro de coordinación que es un tetrae-
dro regular. Cada átomo de silicio se coordina con cuatro átomos de oxígeno. Estos
enlaces covalentes son de alta energía, lo que explica su elevada estabilidad:
O–

Si • O–
[Si O4]4–

O

O–

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La polimerización de tetraedros idénticos, compartiendo oxígenos y la unión con catio-
nes dan origen a las distintas estructuras que se agrupan en seis subclases:

Estructuras tetraedros Subclase Ejemplos

Independientes Nesosilicatos Olivino, zircón, granate


[SiO4]4– • Si
O O

Sorosilicatos Epidota

Unidos a pares
[Si2O7]6–

Ciclosilicatos Berilo, turmalina

Forman anillos
[Si6O18]12–
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Forman cadenas Inosilicatos Piroxeno: Diópsido,


simples enstatita, hiperstena

[Si2O6]n4n–

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Estructuras tetraedros Subclase Ejemplos

dobles Anfíboles: tremolita


hornblenda
[Si4O11] 6n–
n

Forman láminas: Filosilicatos Minerales de arcilla,


uniones por tres micas
vértices
[Si4O10]n4n–

Forman estructuras Tectosilicatos Cuarzo, feldespatos


tridimensionales y feldespatoides

3. Materiales de partida en la formación del suelo:


A modo de síntesis
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Un estudio en profundidad de la petrología y mineralogía de rocas exigirá recurrir a tex-


tos básicos de estas materias a los que se remite al lector. A modo de síntesis, se introducen
algunos aspectos sobre las rocas por ser los materiales de partida en la formación del suelo.
La corteza terrestre está constituida principalmente por rocas ígneas. A pesar de ello, los
suelos frecuentemente se forman a partir de rocas sedimentarias o de materiales transporta-
dos. Ello se debe a que estas rocas y materiales, si bien tan solo constituyen un 5 % de la
corteza terrestre, recubren del orden de un 75 % de la superficie de los continentes.
Las rocas ígneas se forman por consolidación de un magma. La sucesiva separación de
minerales a partir del magma por enfriamiento progresivo (diferenciación magmática) da
lugar a una secuencia de minerales o serie de Bowen. En el enfriamiento se produce una
cristalización fraccionada, lo que explica la formación de diferentes tipos de rocas, caracte-
rizadas por asociaciones de minerales (paragénesis) determinadas.

114
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Las series de minerales pueden ser discontinuas, caso de los minerales ferromagnesia-
nos, en que cada nivel es una fase distinta; o bien continuas, si los sucesivos minerales van
variando progresivamente en su composición, por ejemplo, la serie de las plagioclasas, con
disolución sólida de anortita (An) y albita.

Temperatura
del magma
Serie discontinua Serie continua
Alta
Olivino Anortita (An90-An100)
Piroxeno Bytownita (An70-An90)
Anfibol Labradorita (An50-An70)
Andesita (An30-An50)
Biotita Oligoclasa (An10-An30)
Albita (An00-An10)
Moscovita Ortosa

Baja Residuo rico en sílice

Cristalización
Temprana Tardía Temprana

Un magma basáltico que se enfríe lentamente dará lugar a cristales de tamaño grueso
(rocas ígneas intrusivas o plutónicas de textura granular). Entre 1.200 y 900° C cristalizan
los minerales que dan lugar a la familia de los gabros, por debajo de 900° C a la familia del
granito. Si el enfriamiento es rápido, para una misma composición mineralógica se corres-
ponden los basaltos y las riolitas, respectivamente (rocas ígneas extrusivas o volcánicas).

ESTUDIO DE CASOS
Al estudiar un ejemplar de granito del batolito de Boal (Asturias) se observan
fenocristales centimétricos de color blanco. Se desea saber si puede tratarse
de cuarzo o de un feldespato rico en anortita.
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Respuestas
Feldespato rico en anortita, ya que es de cristalización temprana.

Los minerales que caracterizan una roca ígnea concreta se denominan esenciales. Los
restantes son minerales accesorios que pueden estar presentes de forma ocasional y pueden
llegar a representar hasta un 10 %. Si uno de ellos es muy patente en la roca, su nombre se
añade al de la roca, así: granito con biotita. Algunos tienen especial importancia para la fer-
tilidad del suelo, así el apatito como reserva de fósforo, la pirita por su contenido en azufre,
otros proporcionan micronutrientes. En el caso de una dolerita, por ejemplo:

Dolerita: — Minerales esenciales: — Minerales accesorios:


• Piroxeno. • Olivino. • Magnetita.
• Labradorita. • Ilmenita. • Cuarzo.

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Los términos mineral primario, formado directamente a partir de un magma, y mineral
secundario, formado mucho después de la consolidación del magma, mediante reacciones
en la roca, deberían evitarse en estudios de suelos. En Edafología, por lo general, se utilizan
estos términos con una significación distinta a la indicada, designando minerales primarios
a aquellos que están presentes en una roca madre ígnea, mientras que los minerales forma-
dos en el suelo se denominan secundarios, tal distinción puede resultar confusa al intentar
aplicarla a otro tipo de rocas.
La mayoría de rocas ígneas están formadas en aproximadamente un 99 % por ocho ele-
mentos: O, Si, Al, Fe, Ca, Na, K y Mg. La clasificación adoptada por la International
Union of Geological Societies (IUGS) se basa en los contenidos modales de cuarzo, plagio-
clasas y feldespatos alcalinos y no expresa ninguna relación genética entre las rocas, fue
propuesta inicialmente por Streckeisen (Murray, 1981).
La clasificación simplificada de rocas ígneas que se presenta es la utilizada por Ham-
blin y Howard (1980):

% %
100 100
Feldespato-K Ca
75 75
Plagioclasa Olivino
zo
50
uar 50
C Na Piroxeno
25 Biotita 25
ORIGEN TEXTURA Anfibol
0 0
EXTRUSIVA

1
AFÁNICA RIOLITA ANDESITA BASALTO
INTRUSIVA

2
FANERÍTICA GRANITO DIORITA GABRO PERIDOTITA

1 2
Los cristales individuales sólo se ven al microscopio. Cristales visibles a simple vista.

La acidez de una roca ígnea hace referencia a su contenido en silicio, expresado como
SiO2 y no tiene relación con el pH del suelo (Cap. 10) que se forme a partir de ella:
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SiO2 > 66 Acida o félsica.


62 < SiO2 < 66 Subácida.
52 < SiO2 < 62 Subbásica.
45 < SiO2 < 52 Básica o máfica.
SiO2 < 45 Ultrabásica o ultramáfica.

De las distintas clasificaciones de las rocas ígneas, para los fines de esta obra,
resultan de interés aquellas que permitan describir rocas en el campo. Los dos cri-
terios que se utilizarán son: composición mineralógica (naturaleza del magma) y
textura (historia del enfriamiento). Existe una continuidad esencial en una secuen-
cia de rocas ígneas, pasándose gradualmente de unas a otras, al variar gradual-
mente sus minerales esenciales.

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Composición mineralógica. Criterios para reconocer rocas ígneas:
— Cuarzo: esencial en rocas ácidas, accesorio en rocas intermedias y
máficas.
— Feldespatos: ortosa y albita, esenciales en rocas ácidas, raros o ausentes
en rocas intermedias o máficas. La plagioclasa-Ca es característica de
las rocas máficas.
— Feldespatoides, incompatibles con la presencia de cuarzo.
— Minerales ferromagnesianos: las rocas máficas son ricas en ellos, mien-
tras que las ácidas son ricas en cuarzo. Olivino generalmente en rocas
máficas.
Textura 1: tamaño absoluto y relativo de los cristales (ambiente geológico),
forma y relaciones de los límites entre minerales adyacentes en una roca. Grano
grueso, enfriamiento lento (ej. textura fanerítica del granito); grano fino o micro-
grano (textura vítrea de las rocas extrusivas o volcánicas, ejemplo, obsidiana).
1
En petrología los términos textura y estructura de una roca son intercambiables, no así en edafología.

Para clasificar una roca ígnea se puede seguir el siguiente procedimiento


(Hamblin & Howard, 1980):
— Identificar la textura: piroclástica, vítrea, afánica, porfirítico-afánica, fane-
rítica o porfirítico-fanerítica.
— Estimar el porcentaje de minerales oscuros: roca félsica (clara), intermedia
(gris oscura) o máfica (de muy oscura a negra).
— Estimar el porcentaje y tipo de feldespato: rosa (seguramente ortosa);
blanco o gris (ortosa o plagioclasa). Si presenta estriaciones se tratará de
plagioclasa.
— Estimar el porcentaje de cuarzo: 10-40 % Q: familia del granito - riolita;
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<10 % Q: familia diorita - andesita; sin Q: familia gabro - basalto.


— Establecer el nombre con el esquema (pág. 116).
Las rocas se denominan alcalinas si en su composición el feldespato es esencialmente
sódico o potásico: calco-alcalinas, si además contiene plagioclasas; y calco-sódicas si el
feldespato predominante es de la serie de las plagioclasas, así por ejemplo:

Roca ácida: granito.


Roca subácida: sienita.
Roca básica: gabro.
Roca ultrabásica: peridotita, serpentina
Roca alcalina: sienita alcalina.
Roca calco-alcalina: sienita calco-alcalina.

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El contenido de alcalis y sílice permite establecer un diagrama (Cox, 1978) para las
rocas ígneas (en mayúsculas las variedades de grano grueso) que visualiza su composición:

%
SIENITA
Na2O NEFELÍNICA
14 Fonolita
+
K2O
SIENITA
12
Traquita

10 IJOLITA SIENODIORITA GRANITO


Riolita
8 Nefelinita
SIENOGABRO
Traquibasalto
1
6
DIORITA
Andesita 2
4 GABRO 3 O
Basalto Mg
4
je de
ROCAS nta
2 6 rce
ULTRABÁSICAS Po SiO2
10

40 50 60 70 %

ESTUDIO DE CASOS
Fuster y cols. (1954) analizaron rocas ígneas de distintas procedencias. Discu-
tir los resultados, inferir las texturas y la historia del enfriamiento del magma

Granito de Basalto Composición


Granito Andesita
dos micas ultrabásico media
(Barcelona) (Almería)
(Segovia) (C. Real) (Clarke y cols. 1924)
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SiO2 72,39 71,53 38,24 63,75 59,12


Al2O3 14,91 13,93 10,90 17,62 15,34
Fe2O3 0,75 1,16 5,50 3,00 3,08
FeO 0,59 0,84 9,54 3,26 3,80
MgO 0,15 0,58 9,70 3,41 3,49
CaO 1,25 2,25 14,05 2,50 5,08
Na2O 3,59 3,11 2,47 1,75 3,84
K2O 5,22 5,76 0,55 2,40 3,13
H2O+ 0,72 0,71 2,52 2,77 1,15
H2O– 0,13 – 0,10 – –
TiO2 0,13 0,08 4,39 – 1,05
P2O5 0,10 – 0,72 – 0,30
MnO 0,03 – 0,22 – 0,12

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Entre las rocas ígneas intrusivas, los granitoides son las predominantes, mientras que
entre las extrusivas o volcánicas, lo son los basaltos. Las rocas que resultan de explosiones
volcánicas están formadas por materiales fragmentales denominados piroclastos. Tienen
características petrológicas de rocas ígneas y estructuras de rocas sedimentarias. Las rocas
piroclásticas pueden aparecer mezcladas con otros tipos de rocas que, por su proximidad al
lugar de la explosión, se hayan visto afectadas por la misma. Este es el caso de depósitos piro-
clásticos con fragmentos de calizas eocenas en Canet d’Adri (Girona, Cataluña, España).
Las rocas metamórficas se forman por cambios químicos, mineralógicos y estructura-
les en estado sólido, debido a temperatura (T), presión (P) o a ambas. La clasificación de
este tipo de rocas resulta difícil con criterios sencillos, al basarse en reacciones específicas
que definen cuatro grados metamórficos según P-T: muy bajo, bajo, medio y alto. Dentro
de cada grado se establecen varias zonas metamórficas. Las reacciones minerales constitu-
yen una secuencia y proporcionan paragénesis minerales específicas.
Los principales tipos de rocas metamórficas son:

Metamorfismo de contacto
Corneanas (No esquistosa, grano fino, fractura concoidea).
Mármoles de contacto.
Corneanas cálcicas.
Metamorfismo regional
Esquistos (Excelente paralelismo de los elementos lineales, grano medio a grueso).
Filitas (Con esquistosidad, grano fino).
Cuarcita (Cuarzo en más de un 80 %).
Calcoesquistos.
Mármoles (Calcita y/o dolomita recristalizada).
Anfibolitas (Esencialmente hornblenda y plagioclasa).
Piroxenitas (Eclogitas) (Formadas por clinopiroxeno y granate).
Esquistos verdes (Esquistos con albita-clorita-epidota-fengita).
Porfiroides (Con porfiroblastos que recuerdan a los fenocristales).
Serpentinitas (Compuesta casi íntegramente por minerales del grupo de la serpentina:
crisotilo, antigorita, etc.)
Neises (Grano medio a grueso, se fragmentan en lajas).
Metamorfismo cataclástico
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Milonitas (Trituración de otras rocas, sin recristalización).


Filonitas (Trituración con recristalización).
Cataclasitas (Fragmentos de las rocas de origen).

Las rocas sedimentarias tienen una gran importancia en la formación de suelos, por la
gran extensión que ocupan en la superficie de los continentes. Su origen está en los proce-
sos erosivos (Cap. 23), que provocan el desprendimiento de partículas, su transporte y pos-
terior depósito, a mayor o menor distancia según el tamaño de los fragmentos y la veloci-
dad de la corriente. Proporcionan la materia prima de los depósitos coluviales y aluviales,
así como de las rocas sedimentarias.
Tanto los depósitos de llanura aluvial como los de pie de ladera están formados por
materiales detríticos terrígenos, generalmente poco consolidados. El depósito bajo el
agua de materiales procedentes de rocas preexistentes y transportados desde fuera de la

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cuenca de sedimentación, su posterior diagénesis y litificación conducen a la formación de
los constituyentes terrígenos de las rocas sedimentarias (resistatos y minerales de arcilla),
siguiendo el esquema de clasificación propuesto por Folk (1974).
Las rocas cuyos componentes se han originado dentro o muy cerca del lugar de depó-
sito constituyen las rocas no terrígenas. Cabe distinguir el material de precipitación quí-
mica con algunos rasgos de transporte y presencia de fragmentos de caparazones, que son
los constituyentes aloquímicos de las rocas sedimentarias; y el material precipitado quími-
camente dentro del área deposicional y sin indicios de transporte post-deposicional, que da
lugar a los constituyentes ortoquímicos (Cox, 1978).
Las rocas sedimentarias pueden estar formadas por más de uno de estos tres constitu-
yentes, que pueden hallarse mezclados casi en todas las proporciones. Según cuál de
ellos predomine, las rocas se denominan terrígenas, que representan un 75 % de las rocas
sedimentarias; rocas aloquímicas, un 15 %; y rocas ortoquímicas, un 10 %. La clasifica-
ción de las rocas sedimentarias según Folk (1974) establece cinco clases básicas aten-
diendo a las proporciones de los componentes extremos, como se muestra en el diagrama
triangular:

Terrígenos

Rocas
terrígenas

50 % 50 %
Rocas ortoquímicas
Rocas aloquímicas impuras
Rocas no detríticas
impuras
10 % 10 %
Rocas aloquímicas Rocas ortoquímicas
Aloquímicos
Relación 1/9 Ortoquímicos
aloquímicos/ortoquímicos

Este enfoque puede complementarse con la clasificación siguiente (Corrales y cols. 1977):
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Sedimento y tamaño
Grupo Ø mm Clase Compactada
textural

Rocas 256 Bloques Conglomerado


terrígenas Ruditas Grava Brecha
Cantos
2
1. Arena muy gruesa
1/2 Arena gruesa
1/4 Arenitas Arena media Arenisca
1/8 Arena fina
1/16 Arena muy fina
Limo Limolita
1/256 Lutitas
Arcilla Arcillita →

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Carbonatadas.
Evaporitas (Yeso, anhidrita, sal gema, silvinita, carnalita).
Rocas no Silíceas de origen orgánico y químico (Chert, jaspe, pedernal).
terrígenas Alumino-ferruginosas de origen químico (Alios, lateritas, bauxitas).
Organógenas.
Fosfatadas («Bone-beds», guano).

Seguidamente se introducen los principales tipos de rocas sedimentarias.


Las areniscas constituyen un grupo de rocas sedimentarias, que puede subdividirse
atendiendo a los porcentajes de los distintos componentes:

— Cuarciarenitas (arenisca cuarzosa):


Cuarzo (Q) > 95 %.
— Sublitarenitas (arenisca subcuarzosa):
75 < Q < 95 %.
Fragmentos de roca (FR) > Feldespatos (FTO).
— Subarcosas (arenisca subcuarzosa):
75 < Q < 95 %.
FTO >> FR.
— Litarenitas (arenitas líticas):
Q < 75 %.
FR > FTO.
— Arcosas (areniscas feldespáticas):
Q < 75 %.
FTO > FR.
— Arcosas inmaduras (grauvacas):
Q < 75 %.
Matriz detrítica > 15 %.
— Areniscas piroclásticas:
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Material de origen volcánico.


Grano tamaño arena.

Las rocas carbonatadas tienen gran importancia por su extensión en la mitad oriental
de la Península Ibérica y las Islas Baleares. Si bien en el conjunto de las rocas sedimenta-
rias tan sólo suponen del orden de un 10 %. Los criterios de clasificación han sido analiza-
dos críticamente por García del Cura y cols. (1980).
Siguiendo básicamente los criterios propuestos por Folk (1974), las rocas formadas por
más de un 50 % de calcita y/o aragonito (CaCO3) se denominan calizas, y aquellas en que
predomina la dolomita [MgCa(CO3)2] se denominan dolomías.
Las rocas carbonatadas se denominan: micrita, que es una caliza microcristalina con
agregados de carbonato de grano fino (Ø < 10 μm); microesparita (10 < Ø < 80 μm); y

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esparita o cemento esparítico si el grano es más grueso (Ø > 80 μm). Generalmente las
recristalizaciones dan lugar a granos de tamaño grueso.
Las calizas aloquímicas pueden estar formadas por distintos componentes: restos de
fósiles, oolitos, fragmentos retrabajados de carbonatos más antiguos o por pellets (compo-
nentes granulares redondeados o irregulares, ovoidales, de origen fecal).
En depósitos glaciares se pueden encontrar materiales sin estratificación, formados por
finos, bloques y cantos. Una roca de este tipo, no consolidada, con gran cantidad de mate-
rial fino, se denomina till y si está consolidada, tillita.

3.1. Minerales formadores de rocas (MFR)


Los minerales constituyentes de una roca a partir de la cual se forme un suelo
condicionan los procesos edafogénicos (Cap. 17), las características del suelo
resultante, así como su potencialidad. Su influencia real dependerá de los restantes
factores formadores entre ellos el clima (Cap. 18).
Los minerales encontrados en los distintos horizontes de un suelo permiten
establecer relaciones edafogénicas entre ellos y con el material subyacente, lo que
puede servir de base para interpretar la formación del suelo, así como la evolución
del paisaje.

a) Minerales formadores de rocas ígneas


Un 95 % del volumen de las rocas ígneas está constituido por tan sólo unos
pocos minerales: cuarzo, feldespatos, piroxenos, anfiboles, micas, óxidos de hierro
y de titanio, olivinos y feldespatoides.
La composición mineralógica (%) de las principales rocas ígneas, según distin-
tos autores es:

FAMILIAS DE ROCAS
Granito Diorita Gabro
Minerales Peridotita
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Riolita Andesita Basalto


Cuarzo 10-40
Feldespato K 30-60
Plagioclasa 0-33 55-70 Plag-Ca Plag-Ca
45-70 0-5
Biotita y Anfibol 10-33 25-40
Ferromagnesianos
(olivino, piroxeno y anfibol) 25-70
Olivino 85-100
Piroxeno 0-10
Magnetita, Ilmenita y Cromita 0-10

La presencia de unos u otros minerales en el caso de las rocas ígneas tiene cla-
ras implicaciones:

122
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Minerales Especies Implicaciones

Cuarzo SiO2 Muy estable. Es el mineral más abundante en la frac-


ción arena y limo.
Cuarzo α y cuarzo β De baja temperatura. Son muy estables. Presente en
granitos.
Tridimita y cristobalita Proceso de cristalización rápida. Son frecuentes en
lavas ricas en sílice.

Feldespatos W Z4O8 Son los minerales más abundantes en la corteza te-


W = Na+, K+, Ca2+ y Ba2+ rrestre. Constituyen un 60 % de las rocas ígneas. Se
Z = Si y Al encuentran en la fracción arena y limo, y más rara-
WAl(Al, Si)Si2O8 mente en la arcilla. Susceptibles a la meteorización:
potencial de nutrientes: K+ y Ca2+.
Ortosa: KAlSi3O8 Relativamente más resistente a la meteorización, que
las plagioclasas, al ser de temperaturas medias.
Serie de las plagioclasas La mayoría se hallan en el intervalo An20, y An80.
Albita (Ab): NaAlSi3O8
Anortita (An): CaAl2Si2O8
Serie feldespatos alcalinos:
(K, Na)AlSi3O8
Sanidina Ab00-Ab63 De alta temperatura. Presente en rocas volcánicas.

Feldespatoides Relacionados con los feldespatos alcalinos, si bien


son más pobres en sílice: (Na+K)/Si = 1/2 a 4/3.
Nefelina Na3 KAl4 Si4O16 Es el más común.
Sodalita Na8Al6Si6O24Cl2
Leucita KAlSi2O6 Presente en rocas volcánicas.

Olivino Serie isomórfica: Muy meteorizables. Muy escasos en suelos.


(Mg, Fe)2SiO4
Forsterita: Mg2SiO4 Es incompatible con sílice libre.
Fayalita: Fe2SiO4 Poco frecuente.
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Olivinos magnésicos. Son frecuentes en rocas ígneas con relativamente po-


ca sílice: basaltos y basanitas.

Piroxenos (W, X, Y)2Z2O6 Abundan en las rocas ígneas. Son muy meteorizables.
2+ +
W = Ca , Na

X = Mg2+, Fe2+, Mn2+, Li +


Y = Al3+, Fe3+, Ti
Z = Si, Al
Serie augita-ferroaugita Son los más frecuentes en rocas ígneas.
pigeonita. Basaltos.
Serie diopsido-hedenbergita. Rara en rocas ígneas.
Serie piroxenos sódicos. Rocas ígneas ricas en sodio. →

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Minerales Especies Implicaciones

Anfíboles (W,X,Y)7-8 (Z4O11)2 (OH)2 Fácilmente meteorizables, pero más resistentes que
los piroxenos.
W = Ca2+, Na+ Pueden encontrarse en la fracción arena y limo.
2+ 2+
X = Mg , Fe La hornblenda es el anfibol más frecuente en rocas
Y= Fe3+, Ti, Al3+ ígneas con contenidos medios a altos en sílice.
Z = Si, Al Presentes en andesitas (Serrata de Níjar, Almería,
S.E. España).
Óxidos de Fe, Ti Magnetita (FeO.Fe2O3)
Titanomagnetita
Ilmenita (FeTiO3)
Biotitas K(Fe, Mg)3(AlSi3O10)(OH)2 Micas de las rocas ígneas susceptibles a la meteoriza-
ción por lo que no son frecuentes en el suelo. Apare-
cen en ciertas arenas de playa.
Minerales Apatito Ca5(PO4)3(OH,F) El Cd puede sustituir al Ca.
accesorios Circón ZrSiO4
Esfena CaTiSiO5
Espinela cromífera
(Fe, Mg)O(Cr, Al)2O3
Moscovita
KAl2 (AlSi3O10)(OH)2 Presente en algunos granitos.
Pirita FeS2
Calcita CaCO3
Siderita FeCO3
Perowskita
(Ca, Na, Fe2+, Ce)(Ti, Nb)O3

b) Minerales formadores de rocas metamórficas


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Las reorganizaciones debidas a procesos metamórficos dan lugar a minerales


característicos, cuya presencia en el suelo puede ser atribuida a la meteorización
de una roca metamórfica. Algunos de los minerales que presentan estas rocas tam-
bién se encuentran en rocas ígneas. Los principales minerales característicos de
rocas metamórficas son:

Minerales Especies Implicaciones


Nesosilicatos Distena Al2SiO5 Estable a altas presiones.
Silimanita Al2SiO5 Estable a altas T y P. Es el más extendido. Neises y
esquistos.
Andalucita Al2SiO5 Estable a altas T, inestable a altas P. →

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Minerales Especies Implicaciones
Estaurolita Al2SiO5Fe(OH)2Al2Si5 En esquistos micáceos.
Granate
A3B2(SiO4)3
A = Mg2+, Fe2+, Mn2+, Ca2+
B = Al3+, Fe3+, Cr3+
Esfena En calizas metamórficas.
CaTiO(SiO4)
Epidota
Ca2(Al, Fe)Al2O(SiO4)(Si2O7)(OH)
Ciclosilicatos Cordierita En cornubianitas.
(Mg, Fe)2Al3(AlSi5)O18
Inosilicatos Diópsido (Piroxeno) En mármoles.
Ca Mg Si2O6 También en rocas ígneas.
Wolastonita (Piroxeno) En corneanas cálcicas.
Ca(SiO3)
Tremolita-Actinolita En calizas metamorfizadas.
Ca2(Mg, Fe)5Si8O22(OH)2
Filosilicatos Cloritoide
(Fe, Mg)2(Al, Fe)Al3O2(SiO4)2(OH)4

c) Minerales formadores de rocas sedimentarias


Los minerales que forman las rocas sedimentarias pueden haber sufrido proce-
sos de meteorización, transporte en suspensión o en disolución, depósito o precipi-
tación química y diagénesis, a lo largo de un ciclo geológico completo, si proceden
de una roca sedimentaria anterior, o a lo largo de un tramo del ciclo, si la roca era
ígnea o metamórfica.
En un material depositado (coluvial o aluvial) o en los minerales terrígenos de
una roca sedimentaria se hallarán aquellos minerales presentes en las rocas del
área madre y que hayan resultado estables bajo las condiciones de medio a que
hayan estado sometidos (resistatos y minerales de arcilla). Los constituyentes quí-
micos, precipitados a partir de una solución, tienen su origen en la propia cuenca
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de sedimentación.
Los principales minerales formadores de rocas sedimentarias son:
Minerales terrígenos
Cuarzo (35-50 %).
Minerales de arcilla (25-35 %): ilita / esmectita / clorita / caolinita / glauconita.
Fragmentos de rocas metamórficas (5-15 %).
Feldespatos (5-15 %) Ftos-K, principalmente.
Chert (1-4 %).
Micas gruesas (0,1-0,4 %).
Carbonatos (0,2-1 %).
Minerales accesorios (pesados) (0,1-1 %):
Opacos: magnetita / ilmenita / hematita.
Ultraestables: zircón / turmalina / rutilo.
Menos estable: granate / apatito / estaurolita y otros. →

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Minerales químicos
Carbonatos (70-85 %): calcita / aragonito / dolomita / siderita.
Sílice (10-15 %): cuarzo / chert / ópalo.
Sulfatos de calcio y sales solubles (2-7 %): yeso / anhidrita / halita / silvinita / tenardita / epsomita.
Misceláneos (2-7 %): pirita / hematita / zircón y otros.

3.2. Fracciones granulométricas del suelo y mineralogía


El tamaño de las partículas de cada horizonte está relacionado con el grado de
meteorización de los minerales, de forma que hay una cierta relación entre las frac-
ciones granulométricas y la naturaleza mineralógica de los componentes:

Fracción Principales minerales

Arena y limo Cuarzo


Feldespatos:
Microclina, ortosa
Plagioclasas
Micas:
Moscovita, biotita, glauconita.
Minerales ferromagnesianos
Piroxenos, anfíboles, olivinos
Zircón, turmalina, rutilo
Granate
Apatito
llmenita
Hematita, magnetita
Calcita, yeso
Minerales de arcilla
Vermiculita, clorita, caolinita
Arcilla Minerales de arcilla
> 0,5 μmm Cuarzo, mica
Calcita
< 0,1 μm Limonita y otros óxidos de Fe y Al.
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Las técnicas de estudio de la fracción arena y limo son muy diferentes de las que se
aplican en los análisis mineralógicos de arcilla. La arena refleja la mineralogía de los mate-
riales geológicos ya sea de la roca madre del suelo o bien de la cuenca, si se trata de un
sedimento. El estudio microscópico de la fracción arena gruesa tiene interés en estudios de
génesis de suelos en relación al conocimiento de la roca madre, para poner en evidencia
discontinuidades litológicas y paleosuelos enterrados, para determinar la procedencia de
los minerales, la naturaleza de la meteorización y el grado de evolución del suelo (Dorron-
soro, 1988).
La forma y aspecto superficial de los granos de arena (morfoscopía) al microscopio
electrónico de barrido permite interpretar las condiciones de transporte y depósito (Torcal
y Tello, 1992). En la fracción arena perduran aquellos minerales que han resultado más
estables (turmalina, zircón y rutilo son ultraestables, incluso en condiciones tropicales
húmedas).

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4. Minerales del suelo

Los componentes inorgánicos pueden ser muy distintos de unos suelos a otros,
dependiendo de las condiciones de medio y del material originario, factores que se
estudian en el capítulo 18. Dado que en los materiales originarios el número de
especies minerales no es demasiado elevado, los suelos frecuentemente no presen-
tan más allá de 20 a 25 minerales diferentes. Los más abundantes suelen ser los
minerales de la clase de los silicatos: arcillas, feldespatos, anfíboles, piroxenos,
micas y cuarzo. Cabe citar además por su importancia en algunos casos: los óxidos
de hierro, carbonato cálcico, yeso, rutilo, ilmenita, etc.
Como obras de consulta para estudiar con mayor detalle los componentes minerales del
suelo pueden citarse: «Soil Mineralogy with Environmental Applications» de Dixon y
Schulze (Ed.) (2002), publicada por la Soil Science Society of America, la «Mineralogía de
arcillas de suelos» de Besoain (1985) y como específicas para la identificación de arcillas,
la obra de Moore y Reynolds (1989) y la Brindley y Brown (1980), existiendo una abun-
dante bibliografía especializada.
La identificación de minerales cuyos granos son de tamaño superior a 10 μm, con
ayuda de un microscopio petrográfico, se basa en los siguientes criterios (Cap. 4), de
acuerdo con Paepe (1980):

Cuarzo Plagioclasa Ortosa Moscovita

Color: Incoloro x x x x
Color Débil, amarillo
Pleocroísmo No No No
Extinción: Recta x
Oblicua x
Paralela x x
Ondulante x
Exfoliación: No
Media
Imperfecta
Perfecta x x x
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Relieve: Alto +
Alto – x
Bajo + x x
Bajo – x x
Meteorización No P-Ca: Sí Sí No
P-Na: No
Birrefringencia: Débil x x x
Fuerte x
Color de interferencia Gris a blanco Gris a blanco Blanco a gris Vivos 2.° orden
Maclas No visibles Sí, polisintéticas Sí Sí
Ejes ópticos: Biáxico +o– –
Uniáxico +

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Biotita Augita Hornblenda Calcita

Color: Incoloro x x
Color Pardo a rojizo Pálido, verde Verde o pardo Débil, pardo
a pardo
Pleocroísmo Intenso No Moderado
a fuerte
Extinción: Recta
Oblicua x x
Paralela x x
Ondulante
Exfoliación:
Media
Imperfecta
Perfecta x 93° 124° x
Relieve: Alto + x x x x
Alto
Bajo + x
Bajo – x
Meteorización Sí Sí Sí No
Birrefringencia: Débil
Fuerte x x x x
Color de interferencia Rojo marrón Gris a blanco
Maclas Raramente Sí Sí Sí
Ejes ópticos: Biáxico – + –
Uniáxico –

4.1. Minerales de arcilla del suelo


El término arcilla (gr. argilos = blanco) se utiliza en mineralogía para designar
a un conjunto de minerales de pequeño tamaño de partícula, pertenecientes a la
subclase de los filosilicatos. Son aluminosilicatos hidratados con estructura en
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hojas (filo = hoja), con espaciamientos y contenidos en los espacios interlaminares


característicos para cada mineral.
Por lo general tienen cargas negativas, por lo que pueden absorber cationes (Cap. 9);
algunas pueden absorber agua entre las láminas, lo que hace que se expandan al humec-
tarse y se retraigan al secarse. Estas propiedades, junto con la elevada superficie especí-
fica (m2 g–1), hacen que los minerales de arcilla ejerzan una gran influencia sobre las pro-
piedades químicas y físicas de los suelos.
Tienen infinidad de aplicaciones, así, son importantes en la industria del aceite
por sus propiedades absorbentes, en la del vino y zumos como clarificantes, en
nutrición animal como vehículo de ayuda en los procesos de transformación de ali-
mentos, en nutrición de aves para estimular el desarrollo de la cáscara del huevo,
etc. Por todo ello, han sido ampliamente estudiadas y existe una abundante biblio-
grafía de referencia (Grim, 1968; Norris y Pickering, 1983; Dixon et al., 2002).

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El estudio mineralógico de las arcillas del suelo resulta complejo, al tratarse de mezclas
de distintos minerales, que pueden presentar distinto grado de cristalinidad. Pueden proce-
der de minerales preexistentes en el material originario, por herencia, transformación o
neoformación. La identificación mineralógica de arcillas tiene un coste elevado y requiere
la ayuda de un especialista, por todo ello no constituyen análisis de rutina.

4.2. Principios estructurales


Los principios generales de la estructura laminar de las arcillas fueron puestos
de manifiesto por Pauling (1930), mediante estudios de rayos X.
Las unidades principales en la formación de los minerales de arcilla son dispo-
siciones bidimensionales de tetraedros (poliedros de coordinación) de silicio-oxí-
geno, Si (O, OH)4. La capa se denomina tetraédrica o de silicio

y Oxígeno y Silicio

y disposiciones bidimensionales de octaedros de aluminio o magnesio con oxí-


geno-hidroxilos. La capa recibe distintas denominaciones, dioctaédrica, capa gib-
sítica o de aluminio Al2(OH)6 y capa trioctaédrica, brucítica o de magnesio
Mg3(OH)6:
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Hidroxilo Aluminio, Magnesio

Estas uniones ponen de manifiesto la simetría hexagonal de la capa de oxígenos,


en la que aparecen anillos de seis átomos de oxígeno en la capa tetraédrica. Las unio-
nes Si-O-Si se denominan enlaces siloxano y la superficie definida por los átomos de
oxígeno, superficie siloxana. Las capas tetraédrica y octaédrica presentan simetría
análoga y dimensiones casi idénticas, lo que permite que se compartan átomos de
oxígeno entre ambas capas: el cuarto átomo de oxígeno del vértice libre de la capa
tetraédrica, perpendicular al plano de los otros tres oxígenos es compartido.

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2(OH)–

[Si2O5]2– + Al2(OH)6 [Al2Si2O5(OH)4]0


paquete dimórfico, T-O o 1:1
caolinita

4(OH)–

[Si2O5]2– + Al2(OH)6 + [Si2O5]2– [Al2Si4O10(OH)2]0


paquete trimórfico, T-O-T o 2:1
pirofilita

La unión de capas de tetraedros y de octaedros de distintas maneras da lugar a


los diferentes minerales. Una capa de tetraedros unida a una de octaedros caracte-
riza a los minerales 1:1 o T-O, mientras que una capa octaédrica unida a uno y otro
lado a sendas capas tetraédricas da por resultado una estructura 2:1 o T-O-T. Estas
uniones de dos o tres capas constituyen una lámina o paquete, cuya composición,
estructura y contenidos interlaminares varían de unos minerales de arcilla a otros.
El conjunto de un paquete más el material entre paquetes se llama una unidad
estructural.
La distancia entre un cierto plano en el paquete y el correspondiente plano en
el paquete próximo se denomina distancia basal 001 o espaciado c. Su determina-
ción es posible gracias a los diagramas de difracción de rayos X y permite distin-
guir desde el primer momento las arcillas de tipo 1:1, con espaciado c alrededor de
0,71 a 0,72 nm y las arcillas de tipo 2:1 donde el espaciado c es al menos 0.92 nm
(Rodríguez Pascual, 1989).
Los paquetes o láminas resultantes se apilan paralelamente unos a otros, uniéndose
entre ellos por débiles acciones electrostáticas de Van der Waals, o bien por puentes de
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hidrógeno, o por cationes si existe carga estructural no compensada.


Las estructuras cristalinas con las valencias saturadas, al ser eléctricamente neutras,
pueden existir en la naturaleza. La estructura dioctaédrica corresponde a la caolinita y la
trioctaédrica a la pirofílita, ahora bien, los minerales de arcilla, como se ha indicado suelen
presentar cargas negativas.

4.3. Origen de la carga eléctrica y sus implicaciones


Las arcillas poseen carga eléctrica, negativa en la mayoría de los casos, si bien
las arcillas de estructura 1:1 (grupo de la caolinita) tienen caracter anfótero. La
cantidad de carga y su distribución espacial varían de unos minerales de arcilla a
otros:

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caolinita

K+ K+ K+

ilita

Los K+ están fijados entre láminas por for- Cavidad de simetría hexagonal en la superfi-
mación de complejos de superficie de cie externa de una capa tetraédrica (silo-
esfera interna. No hay interposición de xana).
moléculas de agua.

Complejos de esfera externa, los iones solva-


d tados O · son fácilmente intercambiables al
estar unidos por enlaces electrostáticos

esmectita

La formación de un mineral de arcilla implica un crecimiento de las distintas


capas. En el medio en que se forma un mineral los átomos de silicio, aluminio y
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magnesio raramente se hallan en las relaciones ideales requeridas para alcanzar la


constitución estructural teórica. Átomos de tamaño semejante al del elemento que
tendría que ocupar un lugar en la red cristalina, y que se hallen en una alta concen-
tración en el medio, pueden entrar en la red cristalina, lo que constituye una susti-
tución isomórfica.
Los casos más frecuentes son el del aluminio (Al3+) en lugar del silicio (Si4+)
en la capa tetraédrica, o el del magnesio (Mg2+) y el hierro (Fe2+) en lugar del alu-
minio (Al3+) en la capa octaédrica. La sustitución por lo general afecta a un ión de
menor valencia que entra en el lugar de otro de mayor valencia, dando lugar a una
carga negativa que aparece principalmente en las superficies de las capas tetraé-
dricas.
Las estructuras cristalinas resultantes de estas sustituciones son relativamente estables, a
pesar de este tipo de alteraciones y perdurarán mientras no actúen procesos de meteorización.

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La diferencia de valencia entre los elementos sustituyentes y sustituidos genera un exceso
de carga eléctrica negativa libre en la superficie del cristal, que se manifiesta como una deter-
minada densidad de carga superficial, característica para cada mineral, y que tiene un carácter
permanente. Esta densidad de carga es tanto mayor cuantas más sustituciones isomórficas
hayan tenido lugar. Es de mayor intensidad si las sustituciones han tenido lugar en la capa
tetraédrica, al localizarse el exceso de carga negativa mucho más cerca de la superficie silo-
xana. La carga por unidad de fórmula estructural, x, puede variar de 0 a 2 cargas de electrón.
La carga de las caolinitas varía con el pH y con el tamaño de partícula, lo que indica un ori-
gen distinto al de las sustituciones isomórficas: carga variable. En estas arcillas la carga eléc-
trica se localiza únicamente en los bordes del cristal y se debe a roturas y a la disociación de
protones de grupos OH, coordinados con el silicio o con el aluminio. En este último caso, al ser
menor la valencia del aluminio que la del silicio, los grupos OH pueden unirse a protones en
condiciones de marcada acidez, y las partículas de arcillas quedan cargadas positivamente:

— Si OH → — Si O– + ... H+
— Al OH → — Al O– + ... H+
— Al OH + H+ → — Al OH2+

La importancia de las sustituciones isomórficas hace que la carga que de ellas se deriva
sea uno de los criterios utilizados para clasificar los filosilicatos en grupos, subgrupos y
especies. La clasificación que se adopta, a partir de información de diversos autores. reela-
borada por Rodríguez-Pascual (1989) es la siguiente:

Grupo
Paquete
x carga / unidad Subgrupo Especie
tipo
estructural

1:1 Caolinita-serpentina Caolinitas Caolinita, nacrita dickita (can-


x≈0 (dioctaédrica) dita)
Halloysita (1 nm)
Halloysita (0,7 nm)
Serpentinas (trioctaédrica) Antigorita, Crisotilo
2:1 Pirofilita-talco Pirofilitas Pirofilita
x≈0 Talcos Talco
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Esmectita-saponita Esmectita dioctaédrica (Al) Montmorillonita, beidelita


x ≈ 0,2-0,6 Esmectita trioctaédrica (Mg) Saponita, hectorita, sauconita
Vermiculita Vermiculita dioctaédrica Vermiculita Al
x ≈ 0,6-0,9 Vermiculita trioctaédrica Vermiculita Mg
Mica** Mica dioctaédrica (Al) Moscovita, paragonita
x≈1 Mica trioctaédrica (Mg) Flogopita, biotita, lepidolita
Mica cálcica Mica cálcica dioctaédrica (Al) Margarita
x≈2 Mica cálcica trioctaédrica (Mg) Xantofilita, clintonita, anandita
Clorita Clorita dioctaédrica (Al) Donbasita
x variable Clorita trioctaédrica (Mg) Clinocloro, chamosita, nimita
Clorita di,trioctaédrica Cookeita, sudoita
Sepiolita-paligorskita Sepiolita Sepiolita
Paligorskita Paligorskita
** Las denominaciones ilita o hidromica, sericita, etc., no figuran, ya que muchos minerales así designados pueden
ser interestratificados.

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La carga eléctrica negativa de las superficies siloxanas es compensada por la adsorción
de iones de signo contrario que pueden ser o no intercambiables. La unión tiene lugar por la
formación de complejos de superficie con dichos cationes (Cap. 9), o por enlaces de tipo
electrostático con moléculas dipolares. Estos complejos de superficie (Sposito, 1989) cons-
tituyen la base de las propiedades de intercambio catiónico, de gran trascendencia al hacer
del suelo un suministrador de nutrientes para las plantas (K+, Ca2+, Mg2+, NH4+, etc.); evitar
su pérdida por lavado, y actuar como depurador natural, al poder actuar como filtro de
metales y otros contaminantes.
La reactividad de las superficies siloxanas depende de la naturaleza y distribución de
carga en la capa tetraédrica. Si un silicio de cada cuatro ha sido sustituido por un aluminio,
se origina una carga negativa de magnitud suficiente para enlazar cationes monovalentes.
En este caso se forma un complejo de superficie en coordinación regular 12, de gran estabi-
lidad (complejo de superficie de esfera interna). Este mecanismo permite explicar la retro-
gradación del K+ de los abonados potásicos en suelos ricos en arcillas micáceas o en vermi-
culita. Los K+ quedan atrapados entre dos capas tetraédricas contiguas, unidos con átomos
de oxígeno de cavidades siloxanas de cada capa y dejan de ser intercambiables.
El hecho de que algunas arcillas y otros componentes puedan poseer carga eléctrica
positiva permite explicar que determinados suelos presenten capacidad de intercambio
aniónico (Cap. 9).

4.4. Origen de las arcillas


Las arcillas del suelo pueden ser heredadas del material originario sin apenas sufrir
transformaciones; ser el resultado de modificaciones importantes o bien de la reorganiza-
ción de los productos de la meteorización. Las condiciones de medio y las características de
la roca madre condicionaran los procesos posibles.

Procesos Ejemplos
Herencia del material originario,
con modificaciones muy débiles. Mica → Arcilla micácea
Típicos de climas semiáridos y áridos.
En medios ácidos:
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Al3+

K+ K+ K+ + K+
Transformación de minerales
preexistentes.
Típicos de climas templados.

ilita vermiculita - Al

Neoformación a partir de productos Clima tropical húmedo. Drenaje deficiente:


de meteorización de otros minerales. SiO2 + Al2(OH)6 → caolinita
Clima cálido y contrastado.
Medio mal drenado:
+H2O
nSiO2+ Al2(OH)6 + Mg2+ ——→ esmectita

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5. Principales especies minerales en el suelo

5.1. Minerales laminares

a) Grupo de la caolinita (de Kauling, collado alto, China)

a.1) Estructura
Los minerales de este grupo son alumino-silicatos, pobres en sílice, con una capa
tetraédrica unida a una capa octaédrica gibsítica, en la que dos de cada tres octaedros
están ocupados por aluminio. La fórmula estructural es Al2Si2O5(OH)4.nH2O, con
una relación Si/Al igual a la unidad:

Oxígeno
Hidroxilo
Aluminio
Silicio
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Los distintos minerales del grupo se distinguen por el grado de desorden en el apila-
miento de las láminas (desorden turbostático) y por el número de moléculas de agua de
hidratación (n). La estructura más ordenada corresponde a la caolinita en la que n = 0, el
espesor de la lámina es de 0,72 nm y coincide con la distancia basal. El desorden turbostá-
tico máximo se presenta en la halloysita. En este mineral las láminas individuales están
separadas por agua de hidratación. Existe una halloysita 0,72 nm con n igual a cero y una
halloysita 1,0 nm con n igual a 2. Este agua se presenta formando una capa sencilla entre
las láminas y se pierde de forma irreversible al secarse al aire, por ello suele desaparecer en
los horizontes de superficie de suelos de áreas con período seco a lo largo del año y en el
laboratorio si no se toman las debidas precauciones en el manejo de las muestras. Aparece
en forma de partículas esféricas compuestas por bandas aproximadamente concéntricas de
capas de halloysita (Wada, 1985).

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a.2) Propiedades
La caolinita no presenta sustituciones isomórficas significativas, por lo que la
estructura es eléctricamente neutra. La capacidad de intercambio catiónico (CIC)
de la caolinita es, por consiguiente, baja de 1 a 10 cmol (+)kg–1, lo que permite
explicar la baja fertilidad de los suelos en que predomina este mineral. Se trata de
una arcilla de baja actividad física. La superficie específica es menor de 40 m2g–1.
La existencia de una carga neta negativa baja, localizada en la superficie de los bordes
de la lámina, se debe a la disociación de grupos tetraédricos en condiciones básicas. En
medio ácido, la protonación de grupos octaédricos hace que la caolinita presente carga
positiva, lo que hace que la caolinita sea una importante fuente de capacidad de intercam-
bio aniónico y hace disminuir la pérdida de NO3– en suelos tropicales (Sánchez, 1997). La
carga es variable al depender del pH. La presencia de carga permanente citada por algunos
autores para la caolinita podría deberse a impurezas (Norrish y Pickering, 1983).
La energía cohesiva que mantiene unidas las láminas se debe a puentes de H, es relati-
vamente fuerte e impide la hidratación entre láminas y su expansión. Un cristal de caolinita
puede estar formado por 70 a 100 láminas, que dan lugar a plaquetas generalmente hexago-
nales observadas al microscopio electrónico de transmisión (MET) y cuyo grosor puede
variar de 0,05 a 2,0 μm. Una muestra rica en caolinita, observada en microscopio electró-
nico de barrido a 39.000 aumentos (Wierzchos y García-González, 1992), permite identifi-
car este mineral por la forma hexagonal de los cristales:
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La caolinita presenta una baja plasticidad, cohesión y superficie específica (5 a 39 m2g–1, Dixon, 1989).

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La halloysita tiene una superficie específica de 20 a 40 m2g–1, y una CIC entre 5 y 60 cmol
(+) kg–1, y normalmente presenta una estructura tubular. Al ser observada por el microscopio
electrónico de barrido aparece como tubos alargados, esferas y láminas curvadas:

0,72 nm

1,01 nm

a.3) Interpretación
Las caolinitas son características de suelos muy meteorizados, en los que la
neoformación de este mineral se ve favorecida frente a la de otras arcillas, por el
hecho de que sólo requiere silicio y aluminio como constituyentes esenciales. Al no
ser fácilmente meteorizable, es abundante en muchos suelos, si bien predomina en
suelos de zonas tropicales húmedas (Ultisoles y Oxisoles). La caolinita puede pro-
ceder de la meteorización de feldespatos y micas (Cáp. 17) o ser heredada en suelos
calizos de zona semiárida. La halloysita se forma por la meteorización de cenizas
volcánicas y pumitas en lugares en los que la presencia de una estación seca favo-
rece su cristalización a partir de materiales amorfos. En suelos tropicales intensa-
mente meteorizados, en medio húmedo altamente lavado, también puede haber
haloysita. La densidad aparente suele ser inferior a 1g cm–3 (Dixon et al. 2002).

b) Arcillas micáceas: Ilitas (de Ilinois, EE.UU.)


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b.1) Estructura
Los minerales micáceos son de tipo 2:1, sus láminas están formadas por una
capa octaédrica con una tetraédrica a cada lado. La fórmula estructural sería
Al2Si4O10(OH)2, pero la sustitución de un silicio de cada cuatro y la fijación de un
potasio da por resultado una estructura teórica: KAl2(Al, Si3) O10(OH)2. El déficit
de carga queda, pues, parcialmente equilibrado por K+ en posición interlaminar, en
coordinación 12 y ocupando los espacios hexagonales que presenta la superficie
siloxana. La fijación del potasio se manifiesta por el hecho de que las láminas no
se expanden al añadir agua, ni con otras sustancias orgánicas, tales como etilengli-
col o glicerina. La distancia basal es constante e igual a 1,0 nm. La mayoría de
arcillas micáceas son dioctaédricas (moscovita), mientras que la biotita y la flogo-
pita son trioctaédricas.

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La estructura de una mica (moscovita) puede representarse:

2k

β = 951/2°
6O
3 Si + Al

O O
O
OH 2(OH) + 4O
9,94 Å

OH

O 4 Al

O 2(OH) + 4O
O
O OH
OH

eje c 3 Si + Al
6O

eje b

Las arcillas micáceas son muy semejantes a las micas macroscópicas, excepto en el
tamaño de las partículas; en la existencia de algunas sustituciones isomórficas de Al3+ por
Mg2+ o de Fe2+ por Fe3+ y en el contenido de K+ que disminuye y en el de H2O que aumenta
en las arcillas, lo que ha llevado a utilizar de forma indistinta los términos hidromica, ilita o
mica hidratada. Las ilitas no presentan una forma característica que permita su identifica-
ción con el MEB. Muchas de las micas del suelo son interestratificados de ilita, montmori-
llonita y vermiculita, lo que se detalla más adelante.
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b.2) Propiedades
El potasio interlaminar queda fijado, por lo que no es intercambiable y no está
a disposición de las plantas. Al quedar bloqueadas sedes de intercambio, la CIC es
menor de lo que sería de esperar atendiendo a las sustituciones isomórficas. La
CIC es del orden de 10 a 40 cmol (+) kg–1.
Con la meteorización, el potasio interlaminar irá siendo liberado, por lo que
estos minerales deben considerarse como una fuente potencial de potasio para la
nutrición de las plantas, principalmente si se trata de biotita. Se ha puesto de mani-
fiesto que las micas de grano muy fino liberan su potasio más lentamente que las
de grano grueso (Norrish y Pickering, 1983).

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El proceso de liberación de potasio puede esquematizarse (Scheffer y Schachts-
chabel, 1976):

Cationes cambiables

Cationes K no cambiables

Mica meteorizada

Mica no meteorizada

Una arcilla micácea tiende a retrogradar K+ añadido al suelo como abono, lo


que hace perder eficiencia al abonado. El amonio incorporado a suelos ricos en
ilita tiene un comportamiento análogo, ya que al tener un tamaño semejante al
potasio puede quedar fijado en posición interlaminar.

b.3) Interpretación
Las arcillas micáceas son frecuentes en suelos del área mediterránea, si bien
pueden presentarse en casi todos los suelos y son uno de sus constituyentes más
importantes (Von Reichenbach y Rich, 1975). Pueden proceder de las micas pre-
sentes en los materiales originarios tanto si son rocas ígneas, como metamórficas
(esquistos) o sedimentarias (lutitas y residuo insoluble en calizas). Además de las
ilitas residuales y aunque ha sido poco estudiado, no se descarta la posibilidad de
que pueda existir ilita autigénica en suelos de zonas semiáridas y áridas.
En condiciones más húmedas puede producirse una pérdida del potasio interlaminar por
lavado y la ilita se transformará en una vermiculita. En suelos muy lavados la moscovita
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puede dar lugar a clorita dioctaédrica, lo que explica la escasa presencia de arcillas micá-
ceas en los suelos de estas zonas. La presencia de interestratificados permite explicar las
variaciones en la composición y comportamiento.

c) –
Grupo de las esmectitas (del gr. smektkós = que limpia)

c1) Estructura
Los minerales del grupo de las esmectitas presentan estructura 2:1 lo que les
asemeja a las micas, de las que se diferencian por presentar menos sustituciones
isomórficas. Esto hace que la carga eléctrica de superficie sea menor (x ~ 0,26 a
0,60). Los complejos de superficie con cationes hidratados son de esfera externa
(Cap. 9), por lo que los cationes son fácilmente intercambiables. La estructura de
una esmectita según Hofmann y cols. puede representarse como:

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n- 3H2O
Ca
3H2O
~14 A
Cationes de cambio hidratados 6O
eje c 4(Al, Si)
4 O + 2 OH
4(Al, Fe++, Mg)
4 O + 2 OH
4Si
6O
eje b

Oxígeno Hidroxilo Aluminio, Hierro, Magnesio


y Silicio, ocasionalmente Aluminio.

Las sustituciones isomórficas definen las diferentes especies minerales dentro del
grupo. La montmorillonita (de Montmorillon, Francia), que es el mineral más importante
del grupo, presenta una capa octaédrica con aluminio sustituido en parte por Mg2+, a lo que
se debe la carga eléctrica. En la beidellita la carga se origina por sustitución de Si4+ por Al3+
en la capa tetraédrica. La nontronita presenta muchas sustituciones de Al3+ por Fe3+ en la
capa octaédrica y sustituciones de Si4+ por Al3+ en la capa tetraédrica, que son las que dan
origen a la carga eléctrica. Las nontronitas son características de los vertisoles formados a
partir de basaltos (Pedro, 1987). La pérdida parcial de potasio interlaminar en una ilita
puede dar lugar a un mineral de doble estructura, es decir, a un interestratificado ilita-
esmectita. Las esmectitas de transformación proceden de la meteorización de ilitas que
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pierdan K+ interlaminares.

c.2) Propiedades
La propiedad más destacable por sus implicaciones es la capacidad de expan-
sión retracción interlaminar por el humedecimiento y secado con variaciones de
volumen de 10 a 1. Ello se debe a su estructura que posibilita la hidratación de los
cationes interlaminares provocando la separación de las láminas. Los canales de
riego, las construcciones o cualquier infraestructura apoyada en suelos ricos en
esmectitas pueden verse seriamente afectados por los repetidos ciclos de expan-
sión-retracción, debiendo tomar medidas para evitar los efectos. Las raíces de los
árboles en suelos de este tipo sufrirán roturas en zonas que, como la mediterránea,
presentan alternancia de períodos secos y húmedos.

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La capacidad de intercambio catiónico de las esmectitas es alta, su valor se
halla en el intervalo de 80 a 150 cmol (+) kg–1. La superficie específica es muy ele-
vada 600-800 m2g–1. Son arcillas con una actividad coloidal, plasticidad y cohe-
sión elevadas.
La forma de la montmorillonita y beidellita observadas al MEB es irregular, la nontro-
nita aparece en forma de finas fibras. Existen interestratificados ilita-esmectita que también
puede presentar expansión-retracción.

c.3) Interpretación

Las esmectitas pueden hallarse en rocas sedimentarias tales como las lutitas y ser
heredadas por el suelo en condiciones semiáridas, o en zonas con procesos de meteo-
rización poco intensos, Como ejemplo cabría citar los Vertisoles (Caps. 19 y 20) de la
Campiña de Córdoba (España). En otros casos, pueden proceder de materiales trans-
portados que las contengan o bien pueden neoformarse en el suelo, lo que va asociado
a medios ricos en sílice, magnesio y hierro y a condiciones de drenaje deficiente.
Las rocas ígneas básicas, tales como el basalto, que no posee filosilicatos, pue-
den dar lugar a la neoformación de esmectitas. Esta esmectita se forma autigénica-
mente durante la meteorización. Como ejemplo de este proceso cabe citar la
meseta del Dekán (India), Queensland (Australia), Fogars de Tordera (Barcelona)
o Tenerife.
En zonas volcánicas se hallan rocas bentoníticas, cuyo mineral principal es la
esmectita, así por ejemplo, en la Serrata de Níjar, Almería (González y
Martín-Vivaldi, 1949).
En lugares con marcadas estaciones seca y húmeda, la alternancia de expan-
sión y contracción de las arcillas puede dar lugar a un modelo de microrelieve
ondulado (gilgai).

d) Vermiculitas (del lat. vermiculatus, forma de gusano)


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d.1) Estructura

La estructura de las vermiculitas se asemeja a la de una mica, de la que pueden


proceder por meteorización. Se distingue de ellas por tener una carga eléctrica
ligeramente menor. Las cargas debidas a sustituciones de Si4+ por Al3+ en la capa
tetraédrica, en una proporción del orden de 0,6 a 0,9 por unidad son neutralizadas
en parte por la carga positiva neta generada por las sustituciones en las capas
octaédricas de Fe3+ por Mg2+. La carga resultante se compensa con iones hidrata-
dos, normalmente magnesio, que ocupan el espacio interlaminar.
En yacimientos se presenta la denominada vermiculita macroscópica con capas octaé-
dricas generalmente brucíticas (trioctaédrica). Puede presentar sustituciones por Fe3+ y Al3+
lo que origina un equilibrio interno de cargas con un balance a favor de la carga neta posi-
tiva. En los suelos predomina la forma dioctaédrica, vermiculita alumínica.

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Entre las láminas hay dos capas de moléculas de agua que corresponden a iones magne-
sio hidratados que ocupan una posición central, se coordinan con seis moléculas de agua y
actúan como iones intercambiables. La distancia basal es de 1,4 a 1,5 nm, similar al de las
cloritas, de las que se diferencian por la pérdida del agua interlaminar al calentar, con lo
que la distancia basal pasa a 0,9-1,0 nm. La estructura de la vermiculita trioctaédrica según
Hendricks y Jefferson es:

3Si + 1Al
6O

3H2O
Mg
3H2O
1,0-1,5 nm

6O
3Si + 1Al
eje c

4O + 2OH
6(Al, Fe3, Fe2, Mg)
4O + 2OH

3Si + 1Al
6O

eje b

d.2) Propiedades
Es un mineral expandible, aunque mucho menos que la esmectita. Con glice-
rina y con etilenglicol sólo se expanden a unos 1,5 nm. Su CIC es muy elevada, de
120 a 150 cmol (+) kg–1 y la superficie específica de 600 a 800 m2g–1.
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La propiedad de fijar potasio de las vermiculitas puede ser debida a la formación de


complejos de superficie de esfera interna con K+ no solvatados (Sposito, 1989), si bien
algunos autores cuestionan este proceso y lo atribuyen a zonas microscópicas de mica den-
tro de la vermiculita (Sawhney, 1972).

d.3) Interpretación
La vermiculita macroscópica se presenta en la fracción arena, mientras que en la fracción
arcilla, si existe vermicullita, es esencialmente dioctaédrica (Besoain,1985). Es frecuente en
suelos que han sufrido una meteorización relativa más intensa, sin llegar a la de los suelos
tropicales húmedos. Se forma a partir de rocas básicas, siendo poco importante su formación
a partir de rocas ígneas ácidas (Besoain, 1985). Las micas pueden transformarse en vermicu-
litas al perder el potasio interlaminar en un medio rico en Mg2+, (vermiculitización), con for-
mación de una gradación de interestratificados. Las cloritas pueden evolucionar a vermiculi-

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tas trioctaédricas. En medios moderadamente ácidos el Mg2+ interlaminar puede ser reempla-
zado por Al3+ formando islas de Al(OH)3, que al aumentar la acidez pueden ser de Al(OH)2+
o de Al(OH)2+ dando origen a una clorita alumínica (proceso de aluminización, preludio de
un proceso de cloritización). Las vermiculitas son minerales poco estables.

e) Cloritas (del gr. chloros, verde)

e.1) Estructura
Las cloritas son minerales estructuralmente relacionados con las arcillas 2:1,
de los que se diferencian por presentar paquetes T-O-T alternando regularmente
con una capa de hidróxidos interlaminar. Esta capa octaédrica (MgAl)3(OH)6,
puede ser dioctaédrica (gibsítica) o trioctaédrica (brucítica). La estructura de la
clorita trioctaédrica según McMurchy es:
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La existencia de una capa interlaminar constituida por hidróxidos de hierro es


poco probable, ya que los óxidos de hierro son mucho más estables. Es posible la exis-
tencia de oclusiones de hidróxidos de hierro en capas gibsíticas (Barnhised, 1977).

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La composición de las capas permite establecer tres subgrupos, cloritas dioctaédricas, que
son dioctaédricas en las láminas 2:1 y en las capas interlaminares; cloritas di-trioctaédricas,
son dioctaédricas en las láminas 2:1 y trioctaédrica en las capas interlaminares; cloritas triocta-
édricas, si lo son en las láminas 2:1 y en las capas interlaminares. La lámina 2:1 puede presen-
tar sustituciones isomórficas de Si4+ por Al3+ en la capa tetraédrica y sustituciones en la capa
octaédrica. La capa interlaminar presenta sustituciones que le confieren una carga neta posi-
tiva, lo que permite la unión electrostática con la superficie siloxana de las láminas adyacentes.
Las cloritas con una capa interlaminar brucítica (trioctaédrica) se denominan cloritas pri-
marias, por ser las que se presentan en el material originario (rocas de metamorfismo regional
de grado medio y rocas ígneas), y pueden ser heredadas en el suelo. Se alteran rápidamente por
acidificación, liberando hierro y Mg2+. Las cloritas alumínicas (capa interlaminar gibsítica) se
denominan cloritas secundarias, por resultar de transformaciones durante la meteorización, a
veces se denominan vermiculitas cloritizadas. La aluminización muy acentuada de algunas
vermiculitas en medio ácido y confinado, da lugar a una capa gibsítica continua. Puede haber
estructuras interestratificadas clorita-vermiculita o clorita- esmectita. La transformación de una
clorita máfica hasta una clorita alumínica ha sido estudiada por Schwertmann (1976), estable-
ciendo como consecuencia de meteorización:

Duchaufour (2001) establece la secuencia:


clorita → vermiculita → vermiculita – Al → clorita
primaria secundaria

e.2) Propiedades
La estructura descrita presenta una distancia basal de 1,4 nm y el mineral no es
expandible. Su CIC es baja, semejante a la de una ilita, de 10 a 40 cmol (+) kg–1.
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La superficie específica efectiva tiene un valor intermedio, de 70 a 150 m2 g–1.

e.3) Interpretación
La clorita es un mineral relativamente poco frecuente en los suelos, por su baja estabili-
dad. Por otro lado, aparece poco en los análisis porque en pequeñas cantidades es difícil de
detectar en presencia de esmectitas y vermiculitas. La presencia de cloritas Mg en el suelo
es atribuible a la mineralogía del material originario, pueden ser heredadas de esquistos
cloríticos o de rocas sedimentarias que las contengan, como es el caso de suelos del Valle
del Ebro (España) desarrollados a partir de calcilutitas.
Los suelos serpentinícolas contienen cloritas Mg. La elevada proporción de Mg, junto
con concentraciones elevadas de Ni, Cr y Co, y baja de Ca, P y K hacen que estos suelos
sean poco fértiles y sólo pueda prosperar en ellos una flora serpentinícola típica estudiada en
la Sierra de Aguas (Carratraca, Málaga) por López (1975) y en A Coruña (Galicia, España).

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Las cloritas Al son características de suelos preferentemente ácidos, altamente meteoriza-
dos y bien drenados, en los que la mica ha perdido su potasio interlaminar que ha sido susti-
tuido por una capa de hidróxidos de aluminio con carga positiva. El mineral resultante presenta
propiedades intermedias entre la vermiculita y la clorita (Norrish y Pickering, 1983). Este alu-
minio puede provocar problemas de toxicidad para las plantas al poder ser intercambiado. El
proceso de transformación de un mineral 2:1 a una clorita secundaria se denomina cloritización.

f) Minerales de arcilla interestratificados


f.1) Estructura
Dada la semejanza estructural de los minerales 2:1 no es de extrañar que las
arcillas del suelo puedan verse afectadas por cambios parciales en las zonas interla-
minares. Esto hace que la estructura de una parte de la lámina, láminas alternantes o
láminas al azar pueda corresponder a un mineral, mientras el resto corresponda a
otro. La arcilla no será homogénea y el mineral se denomina interestratificado. La
imposibilidad de separar por medios físicos los dos o tres minerales demuestra que
no se trata de una mezcla. La importancia de este tipo de estructuras se reconoce
desde 1960, pudiendo suponer que son frecuentes en las arcillas de los suelos, aun-
que resulten dificiles de detectar.
Según como tenga lugar la intercalación a lo largo del eje c se distinguen grados de
orden regulares, secuencias al azar o desordenadas y segregadas.
Los minerales no expandibles, cloritas o micas pueden transformarse en minerales
expandibles, pasando a través de una serie de minerales intermedios interestratificados, así
en medio tropical húmedo:

Clorita → Clorita-Vermiculita → Clorita-Vermiculita → Nontronita → Caolinita


(regular) (irregular)

La pérdida parcial de potasio interlaminar de una mica hace que parte del mineral tenga
el espaciamiento basal (1,0 nm), mientras otras partes han pasado a 1.4 nm típico de una
vermiculita. Se tratará de un interestratificado mica-vermiculita (hidrobiotita).
Pueden existir interestratificados mica-montmorillonita (bravaisita), vermiculita-clo-
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rita, entre otros.

f.2) Propiedades
Las propiedades de los minerales interestratificados serán intermedias respecto
a los minerales componentes.

f.3) Interpretación
Las arcillas del suelo raramente presentan las características de los minerales
puros, por ello la presencia de mezclas de minerales y de minerales interestratificados
resulta frecuente, dependiendo de las características mineralógicas, defectos estructu-
rales del material originario y condiciones de medio en las que se haya meteorizado.

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5.2. Minerales fibrosos
Los filosilicatos fibrosos están representados por dos especies mineralógicas,
paligorskita y sepiolita.

a) Paligorskita (de Palygorsk, Rusia)


a.1) Estructura
En bibliografía antigua puede encontrarse el término attapulgita (de Attapul-
gus, USA) para designar este mineral, que actualmente se acepta sólo como sinó-
nimo (Bailey y cols. 1971).
La estructura de la paligorskita es totalmente diferente a la de los restantes mine-
rales estudiados. Es un silicato magnésico-alumínico hidratado, en el que se encuen-
tran en la misma proporción el Al y el Mg. Es un mineral intermedio entre el sub-
grupo dioctaédrico y trioctaédrico (Bilbao, 1979). Presenta canales estrechos en los
que se localizan los cationes intercambiables y moléculas de agua (agua zeolítica).
Los canales se originan por la inversión de pares alternos de tetraedros de sílice, que
presentan escasas sustituciones isomórficas. La estructura puede representarse (Van Scoyoc
y cols. 1979):
c = sen β = 1,29 nm

H2O
OH2
Oxígeno
Hidroxilo
Aluminio o magnesio
Silicio
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b = 1,8 nm

Las capas octaédricas presentan Mg2+ con sustituciones de Al3+ y pequeñas cantidades
de hierro, que confieren la carga al mineral. La presencia de estos elementos puede deter-
minarse con una sonda de energía dispersiva de rayos X al observar este mineral con el
MEB. La fórmula estructural típica es:
(Si7.99 Al0.01) (Al1.13 Fe3+0.10 Mg3.02) O21 Ca0.10
El tipo de estructura hace que la paligorskita se presente siempre en fibras para cuya
identificación se recomienda utilizar el microscopio electrónico de transmisión (MET)
(Martin Vivaldi y Robertson, 1971, Stoops, 1973). Las curvas de análisis térmico diferen-
cial (ATD) sirven para diagnosticar la presencia de paligorskita en una mezcla con minera-
les laminares y su identificación se confirma con análisis de difracción de rayos X al existir
reflexiones características que la diferencian de la sepiolita.

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Las fibras observadas al MEB se disponen a modo de masas alabeadas con prolonga-
ciones en filamento a modo de fieltros. Al MET aparecen como fibras largas agrupadas en
haces de 5,0 a 10,0 nm de diámetro y 1 μm de largo. Identificada por difracción de rayos X,
la imagen obtenida con un microscopio electrónico de transmisión correspondiente a frag-
mentos de lutitas incluidas en un horizonte gypsico de suelos de Híjar (Teruel, España) es
la siguiente (Porta, 1986, foto de J. Galván).

a.2) Propiedades
La estructura en cadena le confiere una elevada superficie específica de 250 a
400 m2g–1. Su CIC es del orden de 5 a 30 cmol (+) kg–1. Por su estructura tiene
aplicaciones en la industria farmacéutica y en procesos industriales.

a.3) Interpretación
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La paligorskita es un componente poco frecuente en los suelos, si bien es importante en


rocas sedimentarias de origen lacustre, pudiendo ser heredada por los suelos que se formen
a partir de estos materiales. Se ha citado en las arcillas sedimentarias de Lebrija (Gonzá-
lez-García y cols. 1958), en Écija (Pérez-Rguez. et al. 1990), en diversas formaciones
(Martín-Vivaldi y cols. 1971) y en la cuenca terciaria del río Ebro en lutitas de las facies
calcáreas (Pinilla, 1968). Ha sido identificada en suelos áridos (Yaalon y Wieder, 1976) y
en el Valle del Ebro (Porta, 1986 y Porta y Herrero, 1988).
Se han propuesto diversos mecanismos para explicar la presencia de paligorskita en los
suelos. Desde neoformaciones en una serie sedimentaria básica y posterior herencia en el suelo
(Shadfan y cols. 1985, Lee y cols. 1983); a neoformaciones en el suelo para lo que se requiere
un medio básico, rico en magnesio y clima semiárido (Singer y cols. 1974) o bien por transfor-
mación a partir de materiales esmectíticos (Trauth, 1974). La paligorskita resulta inestable en
condiciones de acidez y clima húmedo (Moinereau y cols. 1976; Sombroek, 1981).

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b) Sepiolita (del gr. sepia)

b.1) Estructura
La sepiolita es un mineral muy semejante a la paligorskita. Es un silicato de
magnesio, con aluminio sólo como componente minoritario, hidratado y de morfo-
logía fibrosa. En este caso los canales unidireccionales se forman por la inversión
de cuatro tetraedros, presentan cadenas triples de Si-O, y resultan más anchos que
los de paligorskita. En ellos hay agua zeolítica que se pierde a 350° C. La estruc-
tura de la sepiolita puede representarse (van Scoyoc y cols. 1979):

H2O zeol
O2H crist
Oxígeno
OH
Si
Mg

Es más rica en magnesio y más pobre en aluminio que la paligorskita, si bien su compo-
sición puede ser muy variada (Besoain, 1985). Su fórmula estructural típica es:
(Si11.8 Al0.16 Fe3+0.04) (Fe3+ 0.47 Fe2+0.13 Mg7.14) (O32 Ca0.11)
Con el MET pueden identificarse las fibras, debiendo recurrir a la difracción de rayos X
para establecer si se trata de sepiolita.
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b.2) Propiedades
Sus propiedades y comportamiento están íntimamente relacionados con el sis-
tema de canales que presentan. Tienen aplicaciones farmacéuticas y en procesos
industriales. La CIC va de 18 a 30 cmol(+)kg–1. La superficie específica y estruc-
turas de poro han sido estudiadas por Fernández Álvarez (1970).

b.3) Interpretación
La sepiolita presenta unas condiciones de formación análogas a las de la paligorskita.
Las sepiolitas de Vallecas (Madrid) proceden de calizas magnésicas; en el norte de la pro-
vincia de Salamanca se han identificado paligorskita y/o sepiolita en sedimentos lacustres
del mioceno y en los suelos desarrollados a partir de ellos (Sánchez Camazano y García
Rodríguez, 1971).

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5.3. Alumino-silicatos amorfos y paracristalinos
Este grupo está integrado por material con bajo grado de ordenación y está
representado por la alófana y la imogolita, identificadas por primera vez en suelos
desarrollados a partir de cenizas volcánicas. Posteriormente se han descrito en una
amplia variedad de suelos.

a) Alófana (del gr. alofan, aparecer)

a.1) Estructura
Alófana es un término genérico que describe materiales aluminosilicáticos alta-
mente desordenados o amorfos, en el sentido de que la difracción de rayos X no
tiene suficiente resolución para el grado de ordenamiento existente ya que se trata de
un orden local o de corto intervalo (Mott, 1988). Al observar la alófana al microsco-
pio electrónico de barrido aparece a modo de microagregados formados por partícu-
las unitarias, esférulas huecas de 3,5 a 5,5 nm de diámetro (Kitagawa, 1971, Wada,
1985). La estructura de una partícula de alófana (Wada y Wada, 1977) es:

H2O fuertemente retenida

Al-O, OH capa octaédrica


Si, Al-O, OH capa tetraédrica

D2O s HO OH s D2O

Poros Ø > 0,3 nm


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3,5 - 5,5 nm

Su composición química es muy variable, pudiendo considerarla más como una


serie de minerales (solución sólida de sílice, alúmina y agua) que como una especie
mineral. Los términos extremos de la serie vienen caracterizados por ratios Si/Al de
1/1 y 1/2 respectivamente. En todos ellos predominan los enlaces Si-O-Al.

a.2) Propiedades
La alófana tiene una gran superficie específica. Su CIC es elevada y depende
del pH por tener carga variable. Posee una elevada capacidad de intercambio anió-
nico que puede provocar la retención de iones fosfato interfiriendo en la nutrición

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del P de las plantas. Esta propiedad puede utilizarse para su identificación, con una
solución de NaF, si bien este ensayo no es definitivo (Fieldes y Perrot, 1966).
Los suelos con alófana retienen una gran cantidad de agua de un 80 a 180 % sobre peso
seco y al secarse lo hacen de una forma poco reversible. Sus inusuales propiedades plásti-
cas hacen que bajo presión sufra una licuefacción (tixotropía). Su densidad aparente es muy
baja, de 900 kg m–3 medida con el contenido de agua a 33 kPa. Los suelos con este tipo de
materiales presentan problemas con los dispersantes clásicos utilizados en análisis granulo-
métricos, debiendo recurrir a los ultrasonidos.

a.3) Interpretación
La alófana es el constituyente amorfo más importante en suelos jóvenes forma-
dos a partir de materiales volcánicos. Para su permanencia en el suelo requiere
unas condiciones de humedad continuadas, la abundancia de m.o. frena la cristali-
zación de la alúmina (Duchaufour, 2001). Al ser semejantes las condiciones para la
formación de minerales en horizontes subsuperficiales de Andisoles y Spodosoles,
es posible que la alófana también se forme en estos suelos (Wada, 1985).

b) Imogolita (del japonés, Imogo, nombre de un suelo)


b.1) Estructura
En los estudios iniciales es posible que la imogolita no se descriminase de la alófana.
Los trabajos de Yoshinaga y Aomine (1962) proponen una metodología de separación
basada en el hecho de que una suspensión acuosa de imogolita se dispersa en medio ácido
(pH 3.5), mientras que la alófana lo hace en medio alcalino (pH 10.2).
La imogolita es un nesosilicato paracristalino consistente en finos tubos de varios
micrómetros de largo y un diámetro externo de 2,3 a 2,7 nm y diámetro interior de alrede-
dor de 1,0 nm, observables al MEB (Wada, 1989). Los tubos están formados por una
lámina dioctaédrica con una superficie interna de OH sustituidos por grupos O3SiOH (Far-
mer y cols. 1983). La fórmula estructural es: (OH)SiO3Al2(OH)3.

b.2) Propiedades
Las propiedades de la imogolita han sido poco estudiadas, si bien parecen semejantes a
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las de la alófana. Ambas presentan una elevada capacidad de adsorción de ácidos húmicos
y fúlvicos debido a su estructura porosa.

b.3) Interpretación
La imogolita se identificó inicialmente en suelos desarrollados a partir de cenizas vol-
cánicas. Los trabajos del Macaulay Institute (U.K.) han puesto de manifiesto la existencia
de imogolita en horizontes B de Spodosoles (Farmer y cols. 1980).

5.4. Tectosilicatos: Zeolitas (del gr. zein, hervir y lithos)


a.1) Estructura
Son aluminosilicatos hidratados cristalinos de cationes alcalinos y alcalinotérreos. Los
tetraedros están dispuestos de manera que dan lugar a cavidades y a un sistema de canales

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interconectados. De acuerdo con su estructura se distinguen la natrolita, la heulandita y la
phillipsita (Tschernich,1992).

a.1) Propiedades
Sus propiedades y comportamiento están íntimamente relacionados con las cavidades y
el sistema de canales que presentan. Su característica más importante es la posibilidad de
adsorber agua de forma reversible. Su CIC es elevada, va de 100 a 300 cmol(+) kg–1 y es
compensada por calcio, sodio y potasio intercambiables, que se sitúan en los espacios reti-
culares. Las zeolitas están íntimamente relacionadas con las arcillas en lo referente a pre-
sencia y origen (Sudo y Shimoda, 1978).

a.1) Interpretación
La meteorización de las cenizas y vidrios volcánicos por disolución y posterior cristali-
zación puede dar lugar a zeolitas (zeolitización), según sean las condiciones de medio (Stit-
cher, 1972). Se pueden formar a partir de vidrios volcánicos en condiciones de alta alcalini-
dad, salinidad e hidrotermales (Gottardi, 1989), pero también existen zeolitas de origen
sedimentario.
Los materiales de tipo piroclástico, con carácter fonolítico, contienen zeolitas (García
et al. 1990). Su origen se asocia en este caso a la alteración en condiciones hidrotermales
del vidrio volcánico de composición fonolítica. En rocas piroclásticas sálicas del sureste de
Tenerife (Islas Canarias, España), las zeolitas (filipsita) se forman por las acciones del
vapor de agua atrapado a elevadas temperaturas en los poros de las partículas de vidrio
(García et al. 1993).
Por su intercambio de cationes y absorción tienen un considerable interés para la indus-
tria (Ames, 1959). También se utilizan como enmienda para los suelos; en la fabricación de
fertilizantes de liberación lenta; en la dieta de los animales, etc. (Ming y Munpton, 1989).

5.5. Óxidos e hidróxidos del suelo


La liberación de aluminio, hierro, manganeso, titanio y silicio como resultado de los
procesos de meteorización de minerales ferromagnesianos (biotitas, anfiboles y piroxenos)
conduce a la neoformación en el suelo de óxidos anhidros, hidróxidos y oxihidróxidos, ya
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cristalinos, paracristalinos o amorfos. Desde un punto de vista mineralógico el SiO2, por su


estructura, se incluye en la clase de los silicatos (subcl. tectosilicatos).
Los óxidos actúan como elementos cromógenos de las arcillas, a las que confieren dis-
tintos colores según su estado de oxidación y grado de hidratación.
Pueden presentarse asociados a las arcillas, formar agregados cementados tales como
concreciones y pisolitos de tamaño milimétrico y llegar a constituir capas cementadas,
denominadas contactos petroférricos o corazas ferruginosas en las que los óxidos de Fe son
el principal agente cementante. Los óxidos abundan en suelos formados en condiciones tro-
picales húmedas en los que se produce un enriquecimiento relativo de óxido de hierro y
aluminio por pérdida de sílice. En suelos formados en condiciones de exceso de agua los
óxidos de hierro y manganeso sufren removilizaciones y concentraciones. Para profundizar
en el estudio de óxidos e hidróxidos puede recurrirse a Taylor y cols. (1985), Besoain
(1985), Dixon y Schulze (2002), Stucky y cols. (1988).

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Algunas de las características más relevantes de los principales óxidos e hidróxidos son:

Especie Fórmula Observaciones

Goetita α-FeOOH Es el más común. Edafoclima poco contrastado, tem-


peraturas moderadas, presencia de m.o. cuya biodegra-
dación favorece la cristalización progresiva de los óxi-
dos de Fe amorfos para dar goetita en medio ácido
(Duchaufour, 2001). Suelos muy meteorizados.
Lepidocrocita γ-FeOOH Suelos hidromorfos. Color anaranjado.
Hematita α-Fe2O3 Colorea de rojo al suelo.
Maghemita γ-Fe2O3 Suelos tropicales y subtropicales muy meteorizados,
formados sobre rocas ígneas básicas.
Ferrihidrita HFe5O8 4H2O Precursora de las formaciones cristalinas. Subsiste en
medios ricos en humus, como p.e. en los Andosoles.
Precipitaciones férricas en tubos de drenaje enterrado.
Magnetita Fe3O4 Heredado del material originario.
Serie continua MnO a MnO2
Pirolusita MnO2 Es la forma más estable.
Birnessita Variable Es el más común. Horizontes superficiales básicos.
Litioforita (Al, Li) MnO2 (OH)2 Más común en horizontes subsuperficiales ácidos.
Gibsita α-Al(OH)3 Frecuente en suelos tropicales húmedos, en medio bien
drenado y pobre en m.o. La alúmina permanece libre y
cristaliza. Nódulos que en campo se asemejan por la
forma a los de calcita, si bien no reaccionan con HCI.
Nordstrandita Al(OH)3
Bohemita γ-AlOOH Frecuente en suelos tropicales húmedos.
Diaspora α-AlOOH Poco común.
Corindón α-Al2O3 Poco común.
Rutilo TiO2 Minerales de gran estabilidad química en el suelo que
Anatasa TiO2 pueden utilizarse como minerales índice en estudios de
génesis de suelos. Rutilo e ilmenita se presentan en la
Brookita TiO2 fracción arena, heredados de rocas ígneas. Acmulación
Ilmenita FeTiO3 relativa en medios tropicales.
Esfena o titanita CaTiSiO5
Perowskita CaTiO3
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5.6. Minerales de medios edáficos especiales


Minerales tales como la celestina, baritina, pirita, jarosita, apatito o el ópalo
tienen interés en determinados suelos, por lo que debe conocerse su existencia y
algunas características:

Mineral Fórmula Medio edáfico

Celestina SrSO4 Aparece formando a modo de nidos en suelos yesíferos, por


neoformación. (Stoops y Barzanji, 1978, Herrero et al., 1992).
Baritina BaSO4 Hábito principalmente prismático. Su presencia parece aso-
ciada a condiciones hidromorfas y capa freática salina (Stoops
& Zavaleta, 1978). →

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Pirita FeS2 Está asociada a medios fuertemente reductores, marismas, rías,
deltas y áreas costeras. Se presenta en agregados formados por
microcristales (pirita framboidal), que por su pequeño tamaño
son fácilmente oxidables. La existencia de pirita puede crear
problemas al drenar estos medios, ya que en ausencia de carbo-
natos puede dar origen a sulfatos ácidos (pH 3-3,5) (Dent,
1980) y jarosita.
Perdura en el suelo en condiciones reductoras (Sulfaquent).
En zonas de minería de carbón, éste puede llevar pirita aso-
ciada. Su oxidación exotérmica puede provocar incendios en
escombreras, al tiempo que, en ausencia de carbonato cálcico,
crea un medio muy ácido desfavorable para la implantación de
vegetación.
Jarosita KFe3(SO4)2(OH)6 Presente en marismas, polders o rías drenadas. De color amari-
llo pajizo, caracteriza a las arcillas de suelos de sulfatos ácidos.
Indica condiciones de oxidación.
Puede conservarse en el suelo, si bien es metaestable, hidroli-
zándose a goetita.
Apatito Ca5(F, Cl, OH)(PO4)3 Es el más comúnmente citado de los fosfatos.
Ópalo Sílice amorfa rica en agua (Ópalo A), que precipita a partir de
soluciones con elevadas concentraciones de sílice. El ópalo
con alguna organización cristalina se denomina ópalo-CT
(estructura de tridimita a cristobalita) (Van Breemen y Buur-
man, 1998).

6. Minerales de suelos de zonas semiáridas y áridas

Los minerales de zonas semiáridas y áridas han sido los que menos atención
han recibido en el pasado y aún hoy en día. La explicación a tal situación puede
ser, por un lado, el hecho de que los minerales mayoritarios en estos ambientes,
tales como calcita, dolomita, yeso o sales más solubles, se caracterizan por tener
una estructura relativamente sencilla, por lo que aparentemente no hay grandes
problemas que resolver. Por otro lado, la Ciencia del Suelo fue fundada y tomó
auge en los países templado húmedos, en los que por razones de régimen de hume-
dad, los minerales citados no existen en los suelos, lo que les hizo adquirir una
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consideración menor frente a los minerales de arcilla.


Los suelos de la zona mediterránea seca, semiárida y árida, si bien contienen minerales
de arcilla, suelen tener horizontes en los que la calcita o el yeso alcanzan proporciones
superiores al 60 %. Incluso con cantidades menores, las propiedades y comportamiento de
estos suelos y la respuesta de las plantas vendrán ampliamente condicionados por estos
componentes. Igual ocurre con las sales más solubles, halita, tenardita, mirabilita, epso-
mita, entre otras, típicas de los suelos afectados por la salinidad.
En la literatura a veces se observan imprecisiones e incluso errores como expresar la
fórmula del yeso como CaSO4. Hay que diferenciar claramente los suelos con CaCO3 (sue-
los calizos), de los suelos con CaSO4.2H2O (suelos yesosos) y todos ellos de los suelos sali-
nos. Las diferencias son evidentes desde un punto de vista mineralógico, y no lo son menos
desde un punto de vista ecológico, de comunidades vegetales, específicas de cada caso, y
de manejo agrícola.

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Las principales contribuciones en el estudio de los suelos en los que el yeso es un cons-
tituyente importante se deben a investigadores de la Universidad de Gante (Bélgica) bajo la
dirección del Dr. G. Stoops, trabajos iniciados a partir de 1960. En el centro de España
estos suelos empezaron a ser estudiados en la década de 1970 (Porta, 1975, Porta y cols.
1977). Estos trabajos, junto a los de otros autores han permitido avanzar en el conocimiento
del comportamiento de los suelos yesosos en España (Herrero y Porta, 1987; Gumuzzio y
Álvarez, 1984; Porta y Herrero, 1988; Poch, 1992; Laya, 1991). Cabe destacar los suelos
yesosos de San Luis Potosi (México).

6.1. Minerales de arcillas


Las arcillas en suelos de ambientes semiáridos y áridos son mayoritariamente
heredadas, aunque no se pueden descartar algunos procesos de neoformación. Las
arcillas más frecuentes en estos suelos son:

Minerales 2:1 Esmectitas


Ilitas
Vermiculitas
Cloritas
Minerales 1:1 Caolinita
Minerales fibrosos Paligorskita
Sepiolita

6.2. Calcita y carbonatos relacionados

a) Estructura
En los carbonatos el anión CO32– y los cationes se hallan unidos por enlaces predomi-
nantemente iónicos. Las especies presentes en los suelos son la calcita (CaCO3), dolomita
[CaMg(CO 3 ) 2 ] y a veces calcitas magnésicas por sustitución de Mg 2+ por Ca 2+
(Ca1–xMgxCO3). Junto a los carbonatos pueden coprecipitar otros minerales adsorbidos en
la calcita a base de P, V, Mn, Fe, Co y Cd o como inclusiones, este es el caso de los minera-
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les de Zn y Cu (Sposito, 1989).

b) Propiedades
Los carbonatos de Ca y Mg se disuelven fácilmente en agua que contenga
anhídrido carbónico, pero no en agua pura:

CO2 + H2O P H+ + HCO3–


CaCO3 + H+ → Ca2+ + HCO3–
Dado que la actividad biológica hace del suelo un medio con CO2, será posible
una movilización de estos carbonatos, lo que tendrá implicaciones genéticas y
agronómicas. Esto permite explicar el lavado de carbonatos en climas húmedos en
suelos con régimen de humedad percolante (Cap. 17), también explica la ausencia

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de carbonatos en suelos ácidos, así como su translocación en suelos con régimen
de humedad no percolante en zonas semiáridas y áridas. Puede dar lugar a acumu-
laciones filiformes (pseudomicelios), esferoidales (pisolitos, oolitos y nódulos),
recubrimientos en la base de los clastos (cemento geopetal), acumulaciones gene-
ralizadas en horizontes cálcicos o a acumulaciones cementadas (horizonte petro-
cálcico). Estos tipos de acumulaciones han sido estudiados en España por
Gómez-Miguel y Nieves (1987), Julià y Calvet (1983). La presencia de carbonatos
Ca y Mg tiene implicaciones agronómicas al aumentar la concentración del anión
HCO3– en la solución del suelo, que bloquea la absorción de hierro por las plantas,
provocando problemas de clorosis férrica. La unión del Ca2+ con los fosfatos
puede ser el origen de retrogradaciones apatíticas al incorporar abonos fosfatados.

c) Interpretación
Los carbonatos pueden ser heredados de una caliza que se fragmente o de una
calcilutita u otras rocas sedimentarias que contengan calcita o dolomita. El régimen
de humedad controlará el comportamiento y la posible pérdida o no por lavado.
En muchos casos se tratará de calcita autigénica formada en el suelo a partir de
una solución rica en HCO3– y Ca2+. Estas calcitas secundarias suelen ser magnési-
cas al coprecipitar carbonato magnésico. La presencia de magnesita eleva conside-
rablemente el pH del suelo, lo que puede explicar que suelos con acumulaciones
de carbonato cálcico lleguen a tener pH alrededor de 9,0, por la presencia simultá-
nea de carbonato magnésico y no por sodio.
En superficies en glacis puede haber una circulación lateral de agua de esco-
rrentía subsuperficial enriquecida en HCO3– y Ca2+, que precipitarán dando lugar a
horizontes cálcico o petrocálcico a lo largo de la superficie. En otros casos, las pla-
gioclasas de un granito pueden liberar calcio que puede ser precipitado, dando
lugar a un suelo con acumulaciones calizas, en las condiciones de régimen de
humedad xérico.

6.3. Yeso (CaSO4.2H2O)


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a) Estructura
El yeso cristaliza en el sistema monoclínico. El Ca2+ está unido a seis átomos de O de
grupos SO42– y coordinado con dos moléculas de agua (Doner y Lynn, 1989). Constituye la
forma más común de sulfato cálcico en el suelo, ya que la anhidrita (CaSO4), de ser here-
dada del material originario sólo se conserva en el suelo en climas muy áridos. En los
demás casos, evoluciona hidratándose rápidamente, lo que implica un incremento de volu-
men. A veces, la aparición de anhidrita en lámina delgada puede deberse a un proceso ina-
decuado de fabricación que haya provocado un calentamiento excesivo del material.

b) Propiedades
La propiedad más destacable del yeso es su relativamente alta solubilidad en
agua pura, 2,6 gL–1 a 25° C. Es considerablemente mayor a la de la calcita, pero

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mucho menor que la de las sales solubles. El yeso se transforma en basanita
(CaSO4.0.5H2O) y en anhidrita (CaSO4) cuando se calienta a más de 50° C.
El yeso tiene una birrefringencia semejante a la del cuarzo, si bien con luz
polarizada plana presenta mayor relieve, lo que junto con su maclado sirve para
distinguirlos. La anhidrita se distingue del yeso por su mayor relieve y mayor
birrefringencia con colores altos.
Los cristales de yeso autigénico en el suelo presentan forma lenticular: en su
formación parece tener influencia la materia orgánica (Cody, 1979; Porta, 1986).
La sección de las lentillas es en losange (rombo) y su tamaño se halla entre 20 y
2.000 μm. Las secciones ecuatoriales son pseudohexagonales debido al creci-
miento (010) y (110) (Stoops y Ilaiwi, 1981).
En campo este yeso es blancuzco y áspero al tacto, puede formar acumulacio-
nes cilíndricas de poco más de l mm (yeso vermiforme) o continuas (horizonte
hipergypsico de yeso lenticular). En algunos suelos aparece otra modalidad de
yeso, mucho más suave al tacto, como harinoso, de color entre blancuzco y rosado.
En lámina delgada y luz polarizada plana tiene una tonalidad amarilla que se inten-
sifica al cerrar el diafragma. Bajo nícoles cruzados la masa es opaca y a veces es
algo birrefringente. A 500 aumentos aparece a modo de cristales de yeso de menos
de 20 μm, de forma lenticular al MEB. Se ha denominado yeso microcristalino,
para distinguirlo del descrito anteriormente (Porta y Herrero, 1990).
La cantidad, tamaño, forma y características de empaquetamiento de los cristales de
yeso, así como su grado de homogeneización en una masa no yesosa condicionan las pro-
piedades físicas de los suelos. La observación en lámina delgada al microscopio petro-
gráfico (XPL) de una muestra de un horizonte hypergypsico de Haut Plateau (Argelia) da
una imagen muy representativa de los cristales lenticulares (Pouget y Porta, 1986):
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A medida que aumenta la proporción de yeso en el suelo aumenta la resistencia
a la penetración de las raíces (Poch, 1992). Los horizontes hipergypsicos, forma-
dos por más de un 60 % de yeso, resultan estériles para las plantas, por su extre-
mada compacidad cuando están secos, su baja capacidad de retención de agua
entre los cristales lenticulares y la ausencia de nutrientes. Este comportamiento ha
podido ser estudiado en suelos de la llanura aluvial del río Gigüela (Toledo-Ciudad
Real), Híjar (Teruel), Lleida, Murcia, entre otros emplazamientos.
Los cristales de yeso no presentan formas lenticulares en yeso pétreo (Orti, 1977), son
cristales porfidoblastos con formas indentadas, que observados al microscopio óptico tie-
nen el siguiente aspecto:

20 μm

El yeso fibroso, cuando aparece en el suelo, es heredado del material originario. Se trata
de selenitas de relleno en lutitas (margas) en las que forma intercalaciones centimétricas en
diaclasas, grietas de retracción o en fisuras de asentamiento. El yeso, que inicialmente se
hallaría mezclado con el sedimento lutítico, emigra hacia estas discontinuidades por las que
el agua ve favorecida su circulación y precipita (Julià y Calvet, 1983). Forma unos enreja-
dos típicos de filones de 2 a 4 cm de yeso, cuyos cristales fibrosos son perpendiculares a los
planos de la diaclasa:
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2-4 cm

En la zona de oscilación de una capa freática rica en iones S042– y Ca2+ puede haber pre-
cipitación de yeso y crecimientos progresivos de cristales lenticulares, de tamaño milimétrico
formando pequeñas rosas del desierto (Pouget, 1968), que pueden alcanzar de 5 a 8 cm.

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El yeso puede llegar a constituir masas cementadas en los suelos (horizonte petrogyp-
sico) en zonas extremadamente áridas con una precipitación inferior a 200 mm, en este
caso los cristales no presentan forma lenticular, se trata de cristales indentados, semejantes
a los del yeso pétreo.

c) Interpretación
El yeso constituye la forma más común de sulfato cálcico en el suelo. La distri-
bución mundial de suelos yesíferos traduce unas condiciones de semiaridez y ari-
dez (Eswaran y Zi-Tong, 1991). En España los materiales yesíferos son relativa-
mente frecuentes en la mitad Este (Macau y Riba, 1965).
A nivel mundial la presencia de yeso en el paisaje está asociada a regímenes de
humedad del suelo xérico (Xerochrepts gypsicos, S.S.S. 1996), arídico (Gypsids) y
ústico (Calciustolls).
En algunos casos rocas yesosas pueden actuar como material originario, lo que es
frecuente en España. En otros, los suelos que presentan yeso no están directamente
relacionados con afloramientos de rocas yesosas, sino que lo están a través de cursos
fluviales y capas freáticas, o han recibido aportes eólicos de polvo rico en yeso.
La presencia de yeso en el suelo condiciona la implantación de vegetación,
desarrollándose comunidades a base de gypsófilas, tales como Gypsophila strut-
hium subesp, hispánica endemismo ibérico, Ononis tridentata, Helianthemum
squamatum, Lepidium subulatum entre otras.
Los suelos en los que abunda el yeso (horizonte hipergypsico) presentan una
baja capacidad de retención de agua disponible para las plantas, al secarse adquie-
ren una gran compacidad, son muy duros. La disolución continuada de yeso en un
mismo punto puede dar lugar a hundimientos por carstificación, las aguas que con-
tienen iones sulfato crean problemas de corrosión en estructuras de hormigón, al
atacar al cemento y al hierro.

6.4. Sales más solubles que el yeso


La expresión sales solubles se emplea para designar la halita (NaCl), cloruro
magnésico (MgCl2.nH2O), tenardita (Na2SO4), mirabilita (Na2SO4.10H2O) y otras
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sales de fórmula más compleja, todas ellas posibles en suelos salinos. Trona (Na3
H[CO3]2.2H2O), soda (Na2CO3. 10H2O) y nacolita (NaHCO3) son posibles en sue-
los alcalinos. La solubilidad de estos minerales se halla en un intervalo de 250 a
400 gL–1, de ahí las repercusiones para las plantas. Los boratos también forman
parte de las sales solubles, si bien son muy poco frecuentes, y aún menos lo es el
nitrato sódico (NaNO3). Estos minerales y su comportamiento en el suelo serán
estudiados en el Cap. 24.

7. Técnicas de identificación de minerales del suelo


Entre las técnicas avanzadas de estudio de suelos (Cap. 4) se hallan las que propor-
cionan información sobre la composición elemental y las que determinan la naturaleza
estructural que permiten una identificación mineralógica (Goodman, 1980).

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Dado que los suelos generalmente presentan mezclas de minerales, de distintos
tamaños de grano y grado de cristalinidad debido a su origen y a los procesos de
meteorización, la identificación puede resultar a veces difícil. Ningún método
suele ser suficiente en sí mismo para identificar el conjunto de minerales de un
suelo. El uso combinado de técnicas instrumentales encarece la determinación y
restringe el ámbito de aplicación a laboratorios especializados y a estudios con
objetivos muy concretos.
La difracción de rayos X (DRX) sigue siendo una de las técnicas más útiles y
más generalizadas para la identificación de los componentes cristalinos de los sue-
los. A menudo será necesario complementar con métodos de análisis térmico, entre
otros el análisis térmico diferencial (ATD) y termogravimétrico (TG). También
son de utilidad la espectroscopía de absorción infrarroja (IR) y la microscopía
electrónica de transmisión (MET) y de barrido (MEB).
En esquema, la metodología a seguir para estudios mineralógicos de suelos es
la siguiente:

Muestra

Perfil del suelo PREPARACIÓN

Muestra inalterada EXTRACCIÓN Y


PURIFICACIÓN
DE MINERALES

FABRICACIÓN
LÁMINA
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DELGADA

ARENAS LIMO ARCILLA


MICROSCOPIO
ELECTRÓNICO
DE BARRIDO

OBSERVACIÓN
FOTOGRÁFICA MICROSCOPIO
PETROGRÁFICO DRX IR ATD MET
MICROANÁLISIS
TG MEB

OBSERVACIÓN
FOTOGRAFÍA

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Componentes orgánicos del suelo

1. Materia orgánica de los suelos

1.1. Materia orgánica y humus


Los suelos se forman, por lo general, a partir de materiales originarios sin
materia orgánica (m.o.). La m.o. fresca (biomasa muerta o necromasa) proce-
dente de plantas, animales y microorganismos y sus productos de alteración son
los que permiten explicar, principalmente, la presencia de m.o. en los suelos,
cuyo contenido aumenta considerablemente en las etapas iniciales de formación
del suelo.
Dependiendo de la escala temporal de observación, se puede asumir que se alcanza un
nivel de equilibrio dinámico o estado estacionario, si las condiciones generales se mantie-
nen. Ello significa que las entradas de m.o. llegan a compensar las pérdidas, lo que tiene
lugar en períodos de unos 100 años para epipediones de textura fina y de unos 1.500 años
para los arenosos (Sparks, 1998). Si la escala temporal es mucho más larga, resulta difícil
que esto ocurra y no se podrá hablar de nivel de equilibrio, sino de una evolución lenta,
progresiva, que puede verse afectada por cambios a escala global (alternancia de sequías y
períodos húmedos, calentamiento de la Tierra, glaciaciones, etc.).
En la bibliografía se observa una falta de uniformidad en la terminología, lo que se debe
(Hedges y Oades, 1997; Stevenson, 1994) a la heterogeneidad del material que compone la
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m.o. del suelo (SOM para los autores de habla inglesa). Dado que un suelo recibe nuevos
aportes de m.o. a lo largo del tiempo, en un momento determinado, la m.o. estará consti-
tuida por un conjunto muy heterogéneo de sustancias en distintos estadios de alteración. Su
composición química resulta difícil de estudiar y complejo de precisar, ya que sus propie-
dades no son únicas.
La m.o. de un suelo se compone de:

Materia orgánica fresca (m.o. no humificada): materia prima para la formación de


las sustancias húmicas. Está integrada por:
— Biomasa vegetal (mayoritaria) senescente (necromasa) procedente de la parte aérea
de la vegetación y raíces, y de restos, deyecciones y secreciones de animales. Cons-
tituye una fuente de energía para las comunidades saprófitas que la consumen.

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— Biomasa microbiana, masa de microorganismos y microfauna menores de 5 × 10–3
μm. Está muy poco o nada alterada y no se encuentra unida a la fracción mineral. Se
puede separar por procedimientos físicos.
Humus: se encuentra constituido por sustancias resultantes de la alteración (desnatura-
lización, desorganización y cambios en la funcionalidad) de productos sintetizados por
las plantas y los microorganismos. Con uniones débiles con la fracción acción mineral.
— Materias orgánicas heredadas (sustancias no húmicas, biomacromoléculas con
características químicas reconocibles):
• Materiales orgánicos sencillos: azúcares y aminoácidos.
• Materiales orgánicos de elevado peso molecular: polisacáridos y proteínas.
— Materias orgánicas humificadas (sustancias húmicas o humus en sentido estricto,
materiales transformados que han perdido las características químicas de sus precur-
sores).

En suelos forestales, la m.o. aportada a la superficie del suelo (hojarasca, ramas, restos
vegetales, deyecciones, etc.) forma el mantillo (fr. litière, de lit = cama; ing. litter; al.
förna). La calidad de la necromasa es uno de los factores que determina la velocidad de
descomposición. Cuanto más lábil sea una m.o. incorporada al suelo, más rápida será su
contribución energética a los organismos del suelo y al flujo de nutrientes, es decir, a la pro-
ductividad del ecosistema. Los efectos repercuten igualmente en la formación de uniones
con la fracción mineral del suelo, dando por resultado agregados más estables. La relación
C/N entre el contenido de carbono orgánico (C) y el de nitrógeno (N), determina la tasa a la
cual el nitrógeno estará disponible para las plantas, por lo que se puede utilizar como indi-
cador de calidad de m.o. de medios aerobios, si sólo se atiende a la facilidad de descom-
posición. El valor de esta relación es muy alto para la m.o. fresca y va disminuyendo a
medida que la m.o. se transforma en humus.

Materia orgánica C/N Materia orgánica C/N

Bacterias 4-5 Residuo de trébol 23


Hongos 9 Heno de alfalfa 25
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Humus 8-12 Mantillo de bosque 30


Mantillo de jardín 12-15 Tallos y hojas de maíz 60
Alfalfa joven 12 Paja de trigo 80
Compost 15-20 Paja 90-110
Leguminosas maduras 20 Xenobióticos 120 y más
Estiércol maduro 20 Serrín > 250

La relación entre la capacidad de intercambio catiónico (CIC, Cap. 10) y el carbono


también puede utilizarse de indicador de calidad de la m.o.
Por lo general, se considera que la actividad microbiana se ve favorecida con la presen-
cia de compuestos hidrosolubles fácilmente metabolizables, y con la disponibilidad de
nitrógeno, lo que se corresponde con valores C/N bajos. No obstante, puede tener mayor
importancia en la alteración de la m.o., ya sea la presencia de sustancias inhibidoras de la
actividad microbiana, tales como taninos condensados, fenoles tóxicos, resinas, terpenos,

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ácidos orgánicos, entre otros, ya sea el desorden estructural en las sustancias macromolecu-
lares. Los tres aspectos no resultan excluyentes y, en definitiva, son los que permiten expli-
car las distintas tasas de descomposición de la m.o.
La m.o. que procede de plantas herbáceas y de bosques de frondosas (fresno, olmo, arce,
sauce, tilo, etc.) se considera mejorante o de «alta calidad», por ser de descomposición
rápida. Por el contrario, en bosques de piceas, pinos y bajo vegetación de brezos, arándano,
etc., la m.o. se considera acidificante o de «baja calidad», al ser de descomposición más
lenta (Duchaufour, 2001; Gobat et al., 2003). Por otro lado, la m.o. procedente de especies
tales como el haya, castaño, roble y otras, presenta un comportamiento u otro, dependiendo
de las condiciones del medio edáfico. Estos aspectos se detallan más adelante al tratar de la
descomposición de la m.o. No obstante, esta valoración clásica mejorante/acidificante debe
variar, si el objetivo de la valoración deja de ser la liberación rápida del carbono, nitrógeno y
otros nutrientes y pasar a ser el secuestro de carbono (Cadisch y Giller, 2001).
Las m.o. no húmicas incluyen aquellas sustancias cuyas características químicas resul-
tan identificables, tales como glúcidos, proteínas, péptidos, aminoácidos, grasas, ceras,
poliésteres y ácidos orgánicos de bajo peso molecular (Schnitzer y Khan, 1978). La mayo-
ría de estas sustancias son fácilmente biodegradables por enzimas específicas, por lo que
persistirán poco tiempo en el suelo. Se pueden incluir, además, las ligninas, si bien su com-
portamiento frente a la alteración se diferencia de las restantes.
Las sustancias húmicas, humus en sentido estricto, suponen entre un 60 y un 80 % de
la m.o del suelo. Son el producto de la alteración de la m.o. (procesos de humificación) por
acción microbiana y por procesos abióticos. Constituyen la fracción más activa de la m.o.
de los suelos agrícolas. Se trata de una mezcla compleja de compuestos orgánicos de com-
posición diversa:

— Biomacromoléculas: compuestos de origen biosintético de estructura molecular


relativamente definida.
— Sustancias de estructura no específica: no se puede precisar su composición quí-
mica, ni los grupos funcionales que las integran (estructura desordenada o caótica);
tienen composición no-estequiométrica, si bien se pueden definir en términos esta-
dísticos.
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Interesa aclarar que cuando se utilizan expresiones tales como «sustancias húmicas» o
«humatos solubles» para productos comerciales, se hace referencia a un material orgánico,
de naturaleza no específica, obtenido por extracción alcalina a partir de lignito, compost,
lodo u otros productos. Estas sustancias de tipo húmico se utilizan por sus efectos benefi-
ciosos en relación con los procesos fisico-químicos, para mejorar las propiedades físicas
del suelo e incidir sobre la productividad de los cultivos. No obstante, su actividad puede
estar muy limitada en el tiempo, ya sea por la degradación microbiana que sufren o por
interaccionar con las arcillas (Stevenson, 1979; Almendros y Dorado, 1999).

1.2. Factores de condicionan el contenido de m.o. en los suelos


El contenido de m.o. en un epipedión varía de menos de un 1 % en suelos de
regiones áridas (Aridisoles), a más del 10 % en suelos de pradera (por ejemplo, en

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Mollisoles) y más del 30 % en todos los horizontes de suelos orgánicos (Cap. 2)
(Histosoles). Los factores que influyen en el contenido de m.o. son los siguientes:

— Vegetación: determina la cantidad de necromasa aportada anualmente y su calidad


(composición y presencia de compuestos inhibidores). Los residuos de planta apor-
tados al suelo varían según el ecosistema de que se trate. Así, en los bosques tropica-
les húmedos es del orden de unos 12-15 Mg de materia seca ha–1 año–1; en bosques
de zona templada unos 4-6 Mg ha–1 año–1 con resinosas y de 3 Mg ha–1 año–1 con
frondosas, en praderas de zona templada unos 3 Mg ha–1 año–1, y en zonas desérticas
menos de 0,5 Mg ha–1 año–1 (Gaucher, 1981; Cresser et al., 1993).
— Clima: condiciona el tipo de especies vegetales, la producción de biomasa y el
grado de actividad microbiana. En zonas áridas y semiáridas: poca vegetación, por
consiguiente, poca m.o. En zonas frías la m.o. tiende a acumularse. En zonas tropi-
cales húmedas: muchos aportes, pero también mineralización muy rápida (Cap. 18)
— Organismos del suelo: intervienen en la alteración de la m.o. y en su mezcla con la
materia mineral (bioturbación). Cabe destacar la acción de artrópodos, oligoquetos,
bacterias, hongos y otros.
— Posición en una ladera: efecto solana-umbría (Cap. 18), erosión (Cap. 23), etc.
— Drenaje: la m.o. se descompone mal y tiende a acumularse en suelos mal aireados
en los que falta oxígeno; en aquellos que están permanentemente saturados de agua
se puede formar un suelo orgánico (turbera, Histosol).
— Textura: los suelos de textura arcillosa suelen tener más m.o. al retener más agua y
nutrientes, lo que favorece la producción de biomasa. Pueden estar peor aireados.
— Composición mineralógica de las arcillas: es importante por la distinta afinidad
de adsorción o complejación de las moléculas orgánicas, lo que puede suponer un
efecto protector frente a la acción de los microorganismos. Las interacciones con la
m.o. son muy importantes en Andisoles, por la presencia de alófana y geles amorfos.
— Estructura del epipedión (Cap. 8): aireación, enraizamiento, etc.
— Laboreo: la puesta en cultivo con roza, tumba y quema (en agricultura itinerante) o
el paso de pradera a cultivo implican una pérdida de m.o., ya sea por menores apor-
tes de m.o. al suelo, por pérdida por erosión o por una mayor entrada de oxígeno al
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labrar. La disminución del laboreo, por lo general, incrementa el almacenamiento


(secuestro) del carbono y el consiguiente contenido de m.o. del suelo.

1.3. Función de la m.o. del suelo


Las funciones del suelo se ven directamente afectadas por la cantidad y la cali-
dad de la m.o. que contiene. Por ello, la m.o. es un constituyente y un indicador de
la calidad del suelo (Gregorich y Carter, 1997; Franzluebers, 2002; Baldock y Nel-
son, 2000). La atención que ha merecido la m.o. se debe a que influye en múltiples
propiedades de los suelos, a pesar de que en la mayoría de ellos suponga una canti-
dad porcentualmente menor, dependiendo de la categoría de suelo de que se trate.
La m.o. tiene incidencia sobre propiedades físicas, químicas, biológicas y da lugar
a múltiples interrelaciones:

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Propiedades físicas:
— Estructuración (formación y estabilidad de los agregados).
— Sellado y encostramiento de la superficie del suelo (Cap. 11).
— Porosidad y aireación (Cap. 11).
— Movimiento del agua en el suelo.
— Capacidad de retención de agua disponible para las plantas (CRAD). El efecto de la
m.o. es de mayor importancia en los suelos de textura más gruesa (Cap. 6 y 12).
— Facilidad de laboreo (Cap. 11 y 25).
— El oscurecimiento de la superficie de los suelos a medida que el contenido de m.o.
es mayor hace disminuir el albedo (Cap. 3), al ser menor la radiación reflejada, con
incidencia sobre las propiedades térmicas (temperatura y balance de energía) del
suelo.
— Prevención de los procesos erosivos, por efecto combinado sobre la estabilidad de la
estructura, el sellado y la infiltración.
Propiedades químicas:
— Procesos de intercambio iónico: elevada superficie específica (mayor de 800-900 m2
g–1) y elevada capacidad de intercambio catiónico (de 100 a 300 cmol(+) kg–1) (Cap. 9).
— Capacidad tampón frente a los cambios de pH (Cap. 10).
— Estabilización de nutrientes en forma orgánica (N, P y S).
— Formación de complejos organominerales.
— Interacciones con xenobióticos (Cap. 28).
— Papel depurador frente a vertidos, al regular la movilidad y biodisponibilidad (Cap.
27) de productos potencialmente tóxicos, lo que incide sobre la calidad de las aguas
freáticas.
Propiedades biológicas:
— Interviene en la formación de suelo (Cap. 17 y 18).
— Constituye una reserva de energía metabólica, por las grandes cantidades de C y de
nutrientes que contiene.
— Fuente de macronutrientes (N, P y S) y micronutrientes (B, Mo), que son liberados
de forma progresiva.
— Estimula e inhibe la actividad enzimática, según los casos.
— Contiene reguladores del crecimiento de las plantas.
— Efectos antibióticos frente a organismos patógenos (efecto biofumigante).
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— Contribuye a la resiliencia de los ecosistemas (Cap. 27), al disminuir o inhibir los


efectos de las perturbaciones ambientales, y de este modo acelera su recuperación.
Interacciones:
— Condiciona el funcionamiento biogeoquímico de los ecosistemas.
— Define los tipos ecológicos de humus y procesos edafogénicos derivados (Cap. 17).
— Aumenta y permite definir la calidad de un suelo (Cap. 27).
— Mejora la capacidad de los suelos para soportar la producción de alimentos y bio-
masa, por su incidencia sobre la fertilidad química, al almacenar nutrientes y hacer-
los más disponibibles para las plantas y sobre la fertilidad física (Cap. 25).
— Componente clave en la sostenibilidad/sustentabilidad de los sistemas agrícolas.
— Cambio global: secuestro de C de muchos suelos.

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— Efectos no deseados derivados de la incorporación de m.o. al suelo: bloqueo de
nitrógeno que sigue a una incorporación de m.o. fresca (paja de cereal, por ejemplo),
al ser utilizado el N por los microorganismos del suelo para degradar la m.o. Por
otro lado, la segregación por parte de algunas plantas, residuos vegetales o del meta-
bolismo microbiano, de sustancias (aleloquímicos, tales como fenoles y ácidos orgá-
nicos) puede afectar el crecimiento de otras plantas (alelopatía). Por lo general, el
efecto es negativo, así por ejemplo, los residuos de un cultivo de trigo tienen efectos
inhibidores sobre la geminación y crecimiento del sorgo. No obstante, dado que los
aleloquímicos son biodegradados, su acción queda limitada en el tiempo.

Por todo ello, se puede afirmar que la m.o. constituye un indicador importante
de la calidad del suelo y de su productividad (Larson y Pierce, 1994). Los estudios
sobre la m.o. han seguido dos vías, una encaminada a desentrañar su naturaleza
química y otra orientada a entender su significación ecológica.

1.4. Procedencia de los componentes orgánicos del suelo


Los componentes orgánicos de los suelos proceden de aportes y de síntesis
biótica y abiótica:

— Biomasa que vive en el suelo y su necromasa.


— Acumulación de restos de plantas y animales.
• Biomasa senescente incorporada de forma natural a los suelos en cualquier ecosis-
tema.
• Materiales orgánicos de origen biológico aportados por el hombre en los agroeco-
sistemas: estiércoles, restos de cosecha, composts, etc.
— Productos xenobióticos: son aquellos de naturaleza orgánica, resultantes de sínte-
sis industrial. Los más frecuentemente incorporados a los suelos son los fitosanita-
rios y, en menor medida, plásticos y papel. También se puede incluir aquí el carbón
procedente de incendios (black carbon).
— Macromoléculas resultantes de los procesos de alteración y de humificación
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(degradación, reorganización, etc.).


— Síntesis abiótica.

1.5. Composición de los restos vegetales


La biomasa combina, entre otros elementos, el carbono (C), que la fotosíntesis
secuestra a partir del CO2 atmosférico; el nitrógeno (N), reciclado en el suelo o
bien fijado por organismos del suelo a partir del N2 atmosférico y el fósforo (P),
que procede de la m.o. y de minerales del suelo.
La m.o. fresca incorporada al suelo está constituida en un 99 % por once elementos
principales: C, H, O, N, S, P, Ca, K, Mg, Na y Fe, y por elementos que las plantas requie-
ren en cantidades muy pequeñas (microelementos o micronutrientes). Los tejidos vegeta-

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les vivos están constituidos en promedio por un 75 % de agua y un 25 % de materia seca
(m.s.), formada en parte por componentes minerales y por componentes orgánicos no
nitrogenados (carbohidratos y ligninas) y nitrogenados, derivados principalmente de las
proteínas.
La materia orgánica incorporada al suelo está formada por:
— Hidratos de carbono: forman de un 30 a un 80 % de la m.s. de los tejidos vege-
tales:
• Monosacáridos: azúcares.
• Polisacáridos: polímeros de monosacáridos unidos por enlaces glicósidos. La
holocelulosa (celulosa y hemicelulosas) puede suponer un 70 % de la m.s.
— La celulosa (polímero de la glucosa, formado por cadenas de 1.400 a 10.000 unida-
des de β-glucosa). Es uno de los componentes más importantes de la m.o. fresca,
puede suponer entre un 50 % de la m.s. Da lugar a fibras largas. Es el constituyente
más importante de las paredes celulares. Su estructura es:

— Las hemicelulosas (macromoléculas de hexosas, pentosas y ácidos urónicos).


Suponen más del 30 % de los residuos. La pectina es una heteromacromolécula for-
mada por unidades de ácido galacturónico. Tiene importancia por su papel estructu-
ral, al formar la lámina media de la pared vegetal. La estructura del ácido D-glucu-
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rónico es:

O OH H OH OH
\\ | | | |
C – C – C – C – C – COOH
/ | | | |
H H OH H H

— Lignina: macromoléculas no uniformes derivadas de unidades tipo p-propilfenol


sustituido. En su molécula entran a formar parte C, H y O con una variedad de enla-
ces orgánicos. Cabe citar, enlaces C – C y C – O (éteres y arílicos) y anillos fenóli-

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cos. En las gramíneas hay, además, ésteres y grupos metoxilo (–OCH3). La estruc-
tura tridimensional resultante es muy compleja. La lignina constituye entre el 10 y
el 30 % de la materia seca. Es un constituyente importante de la madera. Forma
parte de las paredes celulares de las plantas vasculares, a las que da rigidez, al unir
las fibras de holocelulosa, con un patrón de unión:
celulosa — hemicelulosa — lignina
Clásicamente, se ha considerado que la lignina es el componente más resistente a la
degradación, Algunos autores consideran que dicha resistencia ha sido exagerada en
los trabajos clásicos sobre el tema (Stevenson, 1994). En la lignina de pino el com-
ponente básico es el alcohol coniferílico, en las frondosas hay una mezcla de alco-
hol coniferílico (unidades tipo guayacil) y de alcohol sinapílico (unidades tipo sirin-
gil), mientras que en las gramíneas hay además alcohol p-cumarílico (unidades tipo
parahidroxibencil):

Anillo aromático Fenol p-Propilfenol


Alcohol aromático
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cadena lateral
metoxi (éter)

Alcohol coniferílico Alcohol sinapílico Alcohol p-cumarílico


(Unidades tipo guayacil) (Unidades tipo siringil) (Unidades tipo
parahidroxibencil)

La estructura propuesta para la lignina «softwood» referenciada en:


www.kelsinki.fi/~orgkm_ww/lignin_structure.htm es:

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OH OH
HO Lignin
Lignin-O OMe
OMe

O O
O
HO

OMe MeO
OMe O
HO HO O
OH HO OH
OH HO HO
OH OH
O O
HO
OMe MeO
HO OH
O MeO OMe
OMe O O

MeO HO HO
O OH OMe
HO HO OH
OMe O
HO
OMe
O HO HO OH
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HO OH
O
OMe MeO
O OMe HO
HO OMe
OH O
OH O
OH COH
MeO O
O OMe HO
HO O
OH OMe
HO
OH O O
O
HO HO
OMe
OMe
HO
MeO O HO
O OMe
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O OMe
OH
OMe
(CHO)
OH

Taninos: son sustancias fenólicas que precipitan las proteínas. Su peso mole-
cular es grande. Constituyen un 6-7 % de la materia seca de las hojas y cortezas de
algunas plantas. Inhiben la descomposición de la m.o.
Proteínas: se trata de cadenas largas de aminoácidos (polipéptidos de alto
peso molecular). Además de C y N a veces contienen azufre, manganeso, cobre y
hierro. Constituyen un 1-15 % de la m.s.

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Lípidos y macromoléculas lipídicas: ácidos grasos, ceras, resinas y otros.
Suponen entre un 1-8 % de la m.s.
La composición media de diversos organismos vegetales (Kononova, 1967) es
la siguiente:

% peso Ceras,
Lignina y
grasas, Proteínas Celulosa Hemicelulosa C/N
derivados
Organismos resinas

Leguminosas
herbáceas perennes:
• Raíces 10-12 10-15 20-25 25-30 10-15 –
• Hojas 12-20 15 10-12 5 12-16
Gramíneas:
• Raíces 5-12 5-10 25-30 25-30 15-20 15-20
Árboles caducifolios:
• Hojas 3-5 4-10 15-25 10-20 10 40-50
• Madera 0,5-1 40-50 20-30 20-25 –
Coníferas:
• Hojas 20-25 5-7 20 15-20 15 60-70
• Madera – 0,1-1,0 45-50 15-25 25-30 –
Musgos – 5-10 15-25 30-60 no –
Algas – 10-15 5-10 50-60 – –
Bacterias – 40-70 – – – 4-5
m.o. de los suelos 0,8-7,7 30-35 3-5 5-12 30-50 8-15

Comparando estos contenidos con los de la m.o. del suelo se deduce que los procesos
de humificación implican cambios muy importantes en las estructuras orgánicas. La rela-
ción C:N:P de la biomasa vegetal es del orden de 500 : 10 : 0,6. Dado que los organismos
que descomponen la m.o. presentan valores de aproximadamente 50 : 10 : 1, y que la m.o.
tiene relaciones del orden de 100 : 10 : 1, ello indica que en los diversos estadios del ciclo
de la m.o. en el suelo se debe liberar C, N y P (Bergström y Kirchmann, 1998). La relación
C/N en suelos de bosque de robles es de 8 a 10, en una landa de brezos de 12 a 13, en un
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bosque de pino silvestre de 22 a 23, mientras que en un epipedión de un suelo de cultivo es


de 8 a 15 (Duchaufour, 1950).

2. Técnicas de estudio de los componentes orgánicos


de los suelos

2.1. Una panorámica sobre un tema complejo


El contenido total de m.o. no es el mejor indicador del funcionamiento del suelo, por lo
que se ha intentado siempre llegar a caracterizar las distintas fracciones que la componen.
El ingeniero forestal danés P.E. Müller (1840-1926) fue encargado a partir de 1866 de un
programa de investigación sobre la recuperación de suelos y la reforestación de landas de
su país. Hacia 1880, introdujo los términos y definió los tipos de humus «mull» y «mor»,

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conceptos posteriormente adoptados por otros muchos autores (Kubiena, 1952; Duchau-
four, 1950, 2001; Kononova, 1967; Demolon, 1965, entre otros).
Las técnicas analíticas clásicas para estudiar la m.o. del suelo se han basado en
extracciones sucesivas, ya sea por flotación a valores normalizados de densidad
del líquido (a veces mal denominada densitometría), ya sea en soluciones acuosas
a diversos pH. Este tipo de fraccionamientos llevó a diferenciar los ácidos húmi-
cos (AH), los ácidos fúlvicos (AF) y las huminas. La espectroscopía infrarroja ha
sido y sigue siendo una técnica de uso muy generalizado, así como la degradación
química, seguida del análisis de productos liberados.
A partir de 1980, dos técnicas instrumentales han permitido avances muy con-
siderables para precisar la composición de las sustancias húmicas: la resonancia
magnética nuclear (13C-NMR) y la pirólisis (Schulten y Leinweber, 1996; Schnit-
zer, 1990, Stevenson, 1994). Las ventajas e inconvenientes de los diversos proce-
dimientos clásicos de aislamiento de las sustancias húmicas pueden consultarse,
entre otras, en la obra de Thurman (1985).
Se describen de forma muy sucinta las principales técnicas para el estudio de la m.o.,
pudiendo recurrir a la bibliografía que se indica para un estudio más especializado:

Técnicas de estudio Descripción suscinta y comentarios


Estudios en campo (Cap. 2 y 3). Identificación de horizontes según el contenido
Observación a simple vista o con ayuda de una de m.o. (coloración oscura). Grado de unión de la
lupa de mano. m.o. y la fracción minerales (granos de cuarzo
limpios o teñidos). Diagnóstico de tipos ecológi-
cos de humus.

Observaciones microscópicas (Cap. 5). Identificación de restos orgánicos, organizacio-


Toma de muestras inalteradas: nes e interacciones entre m.o. y materia mineral,
• Impregnación en resina. Fabricación de una forma y tamaño de poros; tipo de estructura, etc.
lámina delgada. Observación con microscopio a diferentes escalas (Bal, 1973; Babel, 1975,
polarizante. 1985; Stoops et al., 2003).
• Preparación de la muestra. Observación con un
microscopio electrónico de barrido (SEM).

Fraccionamiento físico. Permiten separar la m.o. reciente de la más evo-


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lucionada y estabilizada. El fraccionamiento se


hace atendiendo al tamaño establecido por tami-
zado. Resulta útil para estudiar la dinámica de
la m.o.

• Separaciones por flotación. Se separa la m.o. ligera (LF) que flota en un


líquido de densidad 1.6-2.0 g cm–3. La introduc-
ción de reactivos inorgánicos para obtener solu-
ciones densas (Cambardella y Elliott, 1993;
Meijboom, 1995) ha permitido sustituir el uso
del bromoformo-etanol, altamente tóxico.

• Separación física o mecánica. Se separan agregados de distinto tamaño.


La fracción más gruesa (>50 mm) y más ligera
(<1.6 g cm –3 ), se denomina m.o. particulada
(MOP). En la MOP de baja densidad es posible

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observar todavía la estructura de las células. Al
descomponerse más la m.o., la MOP se hace
más densa y ya no es posible reconocer en ella
el material de la planta. Cuando la m.o. alte-
rada está unida a la arcilla y al limo, deja de
considerarse materia orgánica particulada
(Luxmoore, 2001).
La disgregación de una muestra en agua y tami-
zado permiten obtener las fracciones de tamaños
equivalentes al de la arena, limo y arcilla, y con
ello el C orgánico particulado (COP). Presenta
una estructura celular reconocible y que se va
perdiendo progresivamente en las partículas más
finas (Baldock y Nelson, 2000).

• Dispersión ultrasónica en agua, seguida de se- Permite aislar los complejos órgano-minerales
dimentación. asociados con fracciones de distintos tamaños.
Es un método menos destructivo que el trata-
miento con NaOH y más selectivo para aislar la
m.o. unida a componentes minerales (Bruckert,
1978) Permite estudiar la MOP ocluida (Gol-
chin et al., 1994; Caravaca et al., 1999; Brem-
ner y Genrich, 1990). No es una técnica muy
utilizada.

Análisis químicos
• Determinación del C-orgánico. Análisis clásico: oxidación con dicromato potá-
sico en medio sulfúrico.

• Fraccionamiento de la m.o. y extracción frac- Separación de la m.o. no humificada y de las sus-


cionada de sustancias húmicas. tancias húmicas e identificación de las fraccio-
nes: AH, AF y humina. Las extracciones alcali-
nas con NaOH (con o sin pirofosfato sódico) han
venido constituyendo el enfoque más generali-
zado. Algunos investigadores indican que la
extracción es incompleta, carece de significación
biológica y se producen artefactos durante la
extracción, por lo que han buscado técnicas ana-
líticas más selectivas.
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• Análisis elemental orgánico. Determinación de los elementos mayoritarios. En


los ácidos húmicos C (50-60 %), O (30-50 %),
N (1-6 %), H (4-6 %) y S (0-2 %) (Stott y Martin,
1990).

Métodos no destructivos
• Espectroscopía ultravioleta-visible. De interés para identificar aromaticidad con la
que parecen estar relacionadas las absorbancias a
a 465 nm (E4) y a 665 nm (E6). Algunos autores
han utilizado la relación E4/E6, indicando a que
cuando su valor es mayor, menor es el tamaño
molecular (Chen et al., 1977). También indican
que es menor en los ácidos húmicos, por su
mayor grado de condensación, mayor peso mole-
cular y abundancia de sustancias aromáticas
frente a las alifáticas.

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• Espectroscopía infrarroja (IR). De interés y muy adecuada para identificar gru-
pos funcionales: – OH, C – H (alquílico o alifá-
tico), amida C = C, grupos quinónicos C = O y
para establecer la presencia de lignina. Los
espectros IR han puesto de manifiesto el alto
contenido de grupos funcionales que contienen
oxígeno (CO2H, OH y C = O) en las sustancias
húmicas. Algunos autores consideran que los
espectros IR resultan complejos y difíciles de
interpretar (Schnitzer, 1990).

• Espectrometría de resonancia magnética nu- Permite cuantificar la aromaticidad, estructuras


clear (13C NMR) (Wilson, 1987, 1990). alquílicas (principalmente polimetileno) y O-
alquílicos (invisibles para otras técnicas), por
ejemplo, carbohidratos y estructuras con unio-
nes éter (Skjemstad et al., 1997). Estos resulta-
dos han hecho cambiar la concepción que se
tenía de la composición cuantitativa de la m.o.
(Hacher et al., 1980). Permite analizar muestras
de suelo completo, sin necesidad de extraer la
m.o., así como sustancias húmicas aisladas
(Schnitzer, 1990), identificando los grupos fun-
cionales.

• Espectroscopía de resonancia de espín electró- Constituye una técnica para cuantificar los radi-
nico (ESR). cales libres estables (electrones desaparejados)
en las sustancias húmicas (Atherton, 1973). Los
espectros permiten calcular el número de radica-
les libres referidos a la unidad de masa. Sin
embargo, es una técnica que ha resultado poco
productiva en la determinación de la estructura
de las sustancias húmicas (Schnitzer, 1990). Por
el contrario, resulta de mayor interés para el estu-
dio de los complejos AH-metal y AF-metal, ya
que permite determinar si son de esfera interna o
de esfera externa (Cap. 9), aspectos importantes
para explicar la formación de complejos (Evan-
gelou, 1999).

• Determinación de tamaños moleculares. Son poco utilizadas actualmente. Permiten sepa-


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— Técnicas electroforéticas. rar los AH pardos, que migran al cátodo, de los


AH grises que migran poco, al tener una menor
carga superficial en relación a su masa. Técnicas
poco informativas por el hecho de que son
muchos los parámetros moleculares que influyen
en la movilidad iónica.

— Cromatografía en columna de gel (gel per- Se utiliza para purificar y fraccionar según el
meación). tamaño molecular. Método relativamente senci-
llo. No se utiliza mucho actualmente.

— Cromatografía gas-líquido. Permite separar productos de degradación.

Métodos destructivos químicos A partir de 1970 se empezaron a desarrollar estas


técnicas que han permitido identificar unidades
estructurales (Schnitzer, 1977). Sus resultados

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deben interpretarse con precaución, tanto por las
alteraciones que pueden tener lugar durante la
degradación, como por ser selectivas.

• Suaves: H2O, HCl, persulfato potásico. Generan pocos artefactos, pero la información
obtenida es muy parcial.
• Enérgicos: permanganato, óxido de cobre
(CuO), perborato sódico.
• Específicos: transesterificación con trifluoruro
de boro.

Métodos de degradación térmica


• Pirólisis analítica. Fue utilizada por primera vez por Nagar en 1963
— Pirólisis de punto de Curie: se trabaja a para caracterizar ácidos húmicos.
temperatura constante. Al aplicar energía térmica a una macromolécula,
— Pirólisis de flash y pirólisis gradual: el ésta se rompe por los enlaces más débiles. Esto
calentamiento es progresivo con un da origen a una serie de productos cuya natura-
máximo y un enfriamiento gradual. leza depende de la estructura molecular inicial
(McColl y Gresser, 1995). Se separan haciéndo-
los pasar por un cromatógrafo de gases. Poste-
riormente se identifican los fragmentos por
espectrometría de masas: Py-GC-MS (Sáiz-Jimé-
nez, 1996). Se obtiene información acerca de los
compuestos constituyentes de las macromolécu-
las. La combinación de diversas técnicas Py-GC-
MS y Py-FIMS ha sido estudia por Kögel et al.,
(1988).

Modelos de agregación y morfología Enfoque fractal.


Macromolecular de las sustancias húmicas.

Aplicaciones informáticas al estudio de la m.o. Empleo de un programario (software) de aplica-


ciones informáticas de diseño molecular para el
estudio de estructuras químicas tridimensionales,
cuya realidad debe ser verificada en cada caso.

— Modelos teóricos y de simulación. La dinámica de la m.o. del suelo se puede abor-


dar con la ayuda de modelos de simulación
(Falloon y Smith, 2002).
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— Modelo de Rothamsted (Jenkinson, 1990, El C del suelo se supone distribuido en cinco


Coleman y Jenkinson, 1996). grandes compartimentos, cuya m.o. difiere en su
estabilidad (Falloon y Smith, 2002).
— Modelo Century (Parton et al., 1987).

ESTUDIO DE CASOS
1. Al aplicar la técnica 13C NMR al estudio de la materia orgánica particulada
(MOP), tras una dispersión ultrasónica y tamizado, se ha observado que la
disminución del tamaño de partícula (20-53 μm) inducido por un aumento
de la descompoción está asociado con una pérdida de carbono O-alquilo y
una acumulación de carbono aromático y alquilo (Baldock et al., 1992).
¿A qué hace referencia la MOP?

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Indicar alguna característica de las técnicas utilizadas.
2. Los alpechines no se pueden utilizar para la generación de biogas, ya
que no se biodegradan ni fermentan anaeróbicamente. Proponer alguna
explicación.

BASES PARA LA DISCUSIÓN


1. Los alpechines, a pesar de ser en su mayoría compuestos hidrosolubles y
contener azúcares y N, son antibacterianos e inhiben la actividad de las
enzimas (Almendros, 2003, com. personal).

En la puesta a punto de una técnica, así como en análisis en serie, se requiere llevar a
cabo un control de calidad. Para ello se suele introducir periódicamente en las series de
análisis una misma muestra patrón. También se colabora con redes de laboratorios, con
los que se contrastan métodos, procedimientos y resultados. La International Humic
Substances Society (IHSS) ha establecido una serie de patrones de sustancias húmicas a
partir de suelo, turba, leodardita y agua superficial (MacCarthy et al., 1986). Para inter-
pretar correctamente los resultados y evitar errores al utilizar este tipo de material, habrá
que tener en cuenta la distinta procedencia y los métodos analíticos utilizados en cada
caso (Carballas, 1993).

2.2. Modelos de agregación y morfología macromolecular de las


sustancias húmicas: Enfoque fractal
La obra Fractals in Soil Science de Baveye et al. (1998), los trabajos presenta-
dos en el Congreso Mundial de la Ciencia del Suelo celebrado en Montpellier
(Francia) en 1998, los de Pachepsky et al. (2000) y otros investigadores ponen de
manifiesto el posible interés en utilizar el enfoque fractal, generalizado por Mandel-
brot (1975, 1982), en investigación de suelos en general, con aplicaciones al estudio
de las estructuras de las sustancias húmicas. Así, Rice y Lin (1993) han demostrado
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que es posible describir la naturaleza de los materiales húmicos utilizando concep-


tos de geometría fractal y Senesi (1999), entre otros, han seguido este enfoque,
bibliografía a la que se debe recurrir para ampliar la síntesis que sigue. No obstante,
otros autores consideran que este enfoque no aporta conocimientos nuevos, sino
que simplemente constituye una nueva manera de expresar las cosas.
Seguidamente se hace una breve síntesis del enfoque fractal. El suelo, al ser un
medio poroso y fragmentado de carácter heterogéneo, puede ser descrito utili-
zando la geometría fractal, que permite una descripción cuantitativa de sistemas
heterogéneos altamente irregulares. Una representación sencilla y sucinta de sus
estructuras complejas a través de la parametrización, se consigue definiendo un
número sencillo, la dimensión fractal. Son susceptibles de una descripción fractal
debido a su heterogeneidad y complejidad (Senesi y Bourrie, 1998) los siguientes
aspectos del suelo:

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— Sustancias húmicas, geometría de superficie, procesos de agregación, etc.
— Estructura del suelo.
— Espacio de huecos.
— Distribución del tamaño de partículas y de los agregados.
— Patrones de fragmentación del suelo.
— Variabilidad espacial de la cohesión de la superficie del suelo.
— Retención de agua.
— Conductividad hidráulica.
— Constituyentes del suelo y de sus propiedades.
— Evaluación de la irregularidad de la superficie de las partículas.
— Patrones de microcompartimentación de la m.o.
— Descripción del sistema radicular de las plantas.
— Minerales arcillosos y óxidos.
— Microbiología del suelo, etc.

Al utilizar el enfoque fractal no debe olvidarse que cualquiera de las propiedades del
sistema se promedia y, por ello, cualquier interpretación de los resultados tiene una validez
estadística (Senesi, 1999). De acuerdo con Mandelbrot (1982) y Senesi (1999) algunos de
los principales conceptos utilizados en geometría fractal son los siguientes:

Fractal: objeto de configuración tenue y esparcida. Un objeto fractal lleva asociada


una dimensión no entera denominada dimensión fractal, que refleja el espacio actual
ocupado por el objeto en estudio (Mandelbrot, 1982; Pfeifer y Obert, 1989). Para tener
una visión intuitiva de un objeto fractal, obsérvese un árbol, sus sucesivas ramificacio-
nes repiten una misma pauta, desde el tronco hacia arriba van siendo cada vez menores,
pero cada ramificación sucesiva (subunidad) desempeña funciones reiterativas respecto
a la siguiente. Se está en presencia de una estructura fractal.
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Propiedades fractales:
— Repetición de una pauta.
— Cada unidad fractal consta de subunidades semejantes.
— Cada unidad puede ensamblarse con otras idénticas para formar una unidad todavía
mayor y así sucesivamente.
— Cada generación contiene huecos cuyo tamaño es proporcional a la escala de la
generación particular.
— Repetición del desorden o aleatoriedad a una escala de longitud apropiada, es decir,
invarianza infinita frente a los cambios de escala: cualquier porción del diseño tiene
el mismo aspecto que el diseño en su conjunto. Permanecen inalterados bajo cual-
quier operación de dilatación.

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— El grado de irregularidad es independiente de la escala y el desorden persiste cuando
se prueba el sistema a escalas menores o mayores.
— Simetría respecto a dilataciones y contracciones (homotecias).
— Al aumentar el tamaño de un fractal disminuye su densidad.
Dimensión fractal (D):
— Es un descriptor valioso para entender y cuantificar las variaciones en la morfología
y agregación como una función de las diversas condiciones del sistema (Meakin,
1991).
— Es un número que expresa el progresivo escalonamiento de un fractal.
— No es un número entero, sino una fracción, lo que expresa que puede haber dimen-
siones intermedias, por ejemplo, entre la de la recta (unidimensional) y la del plano
(bidimensional). Por este motivo Mandelbrot acuñó el término de fractal.
— Está relacionada con el comportamiento a escalas en las que los detalles particulares
se difuminan y desaparecen como resultado de sucesivas operaciones de premedita-
ción.
— Puede computarse directamente de datos experimentales a partir de propiedades del
sistema que pueden describirse por medio de leyes de potencia (power laws).
Ley de potencia:
Expresa el escalado exponencial de la forma: p ∝ V γ.
p = propiedad considerada.
V = variable considerada.
γ = relacionada con la dimensión fractal.

En los objetos Euclídeos no fractales, objetos ordenados, la dimensión fractal coincide


con la dimensión topológica: Dtop. Así, Dtop = 0, para un conjunto de puntos desconectados;
1 para una curva, 2 para una superficie, 3 para un sólido. En un objeto fractal se cumple:

D ≠ Dtop
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d ≥ D ≥ Dtop
d = dimensión de encaje (embedding) en el espacio Euclídeo (d = 3, generalmente).
D – Dtop expresa el desorden del sistema.

Se pueden describir tres tipos de sistemas fractales: fractal de masa (sistema en el


que la escala de masa y de superficie son la misma, dimensión fractal de masa, Dm, que
puede proporcionar medidas cuantitativas del grado de porosidad o compactación); frac-
tal de poro (sistema en el que la escala del espacio de huecos y superficie son la misma,
dimensión fractal de poro, Dp; y fractal de superficie (sistema para el que sólo la super-
ficie es fractal, dimensión fractal de superficie, Ds, expresa el grado de corrugación de la
superficie que tendrá efecto sobre la asociación de partículas y procesos de dispersión
(Senesi, 1999).

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La comprensión de los aspectos intuitivos de los fractales para predecir sistemas natura-
les no requiere grandes conocimientos matemáticos, pero no es así si se quiere profundizar
en la teoría de los fractales (Falconer, 1990).
Con objeto de proporcionar a nivel introductorio una idea de la geometría fractal y de los
procesos de fragmentación, se presentan algunos ejemplos. De un elemento iniciador (una
recta, un cuadrado, un cubo), por medio de una secuencia de operaciones de extracción, se
puede crear lo que se ha venido en denominar, incorrectamente, «monstruos» matemáticos:
el grupo de Cantor, el tapiz de Sierpinski, o la esponja de Menger (Baveye et al., 1998).
En el caso de la esponja de Menger se parte de un cubo. De cada una de sus caras se
extraen secuencialmente formas cuadradas, que tienen continuidad hacia el interior del
cubo. Cada vez se extrae un prisma centrado en las superficies que sucesivamente se van
generando en las caras del cubo. En una primera extracción (I1) se extraen tres prismas y se
generan 20 subcubos, de los que se extraen 8 prismas por cada cara del cubo inicial y así
sucesivamente, ad infinitum. La estructura ahuecada resultante es la esponja de Menger:

La relación entre una de las sucesivas densidades aparentes del objeto resultante tras la
extracción de cubos (ρn) y la densidad real (ρ0) vendrá dada por la expresión:

ρn
 
rn 3 – (Ln20-Ln3)
= 
ρ0 ρ0
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donde: rn = lado del cubo después de la n-ésima extracción.


r0 = lado del cubo.

Cuando n tiende a infinito, el volumen del cubo resultante prácticamente tiende a 0, la


esponja de Menger está constituida en este caso por un conjunto incontable de puntos con
una dimensión topológica igual a cero. La expresión anterior predice para etapas interme-
dias que, a medida que aumenta el tamaño del conjunto, su densidad disminuye. Este com-
portamiento de la esponja de Menger había sido observado por Chepil (1950) para los agre-
gados del suelo (Baveye et al., 1998).
Para profundizar en las aplicaciones del enfoque fractal se puede acudir a la obra de
Avnir (1989) y para el estudio de los modelos de agregación y de la morfología de las sus-
tancias húmicas pueden consultarse los trabajos de Senesi (1999), Rice y Lin (1993), Rizzi
et al. (1994), entre otros.

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3. Evolución de la materia orgánica: descomposición y
mineralización

3.1. Esquema general de la evolución de la m.o.


La m.o. sufre en el suelo una serie de alteraciones cuyas vías varían según sean
las condiciones del medio, en especial si éste es aerobio, que es el que se detalla, o
anaerobio. Se pueden agrupar en procesos de:

— Descomposición con efectos de fragmentación y catabolismo.


— Mineralización (paso a formas inorgánicas).
— Humificación (reorganización y neoformación de productos orgánicos).

El modelo conceptual para describir los procesos que experimentan los mate-
riales orgánicos desde su incorporación al suelo y las interrelaciones que se produ-
cen puede esquematizarse como sigue:

BIOMASA, PRODUCTOS BIOQUÍMICOS DE LIBERACIÓN A LA


SÍNTESIS Y XENOBIÓTICOS ATMÓSFERA: CO2

descomposición y biodegradación

mineralización
COMPUESTOS rápida COMPUESTOS MINERALES NUTRIENTES
ORGÁNICOS SOLUBLES O GASEOSOS MINERALES
SENCILLOS

asimilación reorganización microbiana de los


PÉRDIDAS POR
microbiana compuestos de C, H, N y O
LIXIVIACIÓN
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Biomasa microbiana
humificación
directa
humificación mineralización
lenta

humus

1.2. Descomposición y mineralización de la m.o.


La superficie de los tejidos vegetales, todavía en la planta, empieza a ser invadida por orga-
nismos saprófitos. Si se observa a simple vista una hoja seca, su descomposición inicial pone
en evidencia que la parte entre las nerviaciones, constituida principalmente por celulosa, desa-

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parece primero. Ello es debido a que la velocidad de descomposición no sólo depende de la
composición, sino también de la estructura anatómica (Gaucher, 1971) y de la parte de la
planta de que se trate. Paralelamente, se van produciendo cambios bioquímicos en los tejidos
senescentes, hay síntesis de enzimas, ruptura de la membrana celular, autooxidación y forma-
ción de compuestos de tipo fenólico. La descomposición implica tanto procesos abióticos
como bióticos, que resultan en tres fenómenos: lixiviación (liberación de compuestos simples
solubles), fragmentación y catabolismo. La necromasa es fragmentada progresivamente en
partículas de tamaño cada vez menor, hasta tal punto que su estructura histológica va siendo
cada vez más irreconocible. La alteración de la m.o. en el suelo está inseparablemente ligada a
la actividad de los microorganismos. Las sustancias solubles (azúcares, aminoazúcares, feno-
les, aminoácidos, etc.) liberadas durante la descomposición pueden ser lixiviadas rápidamente
de los residuos, ser utilizadas como nutrientes por los organismos heterótrofos del suelo o
pasar a formar parte de la estructura de sustancias húmicas en formación.
En la descomposición de la m.o. intervienen los microorganismos, que típicamente
incluyen bacterias (en medio básico), hongos, actinomicetes, algas y protozoos; la meso-
fauna edáfica, integrada por lombrices, moluscos, nemátodos y pequeños artrópodos
(insectos, ácaros y miriápodos).
Como se ha indicado, en una cierta escala temporal y en condiciones naturales
en que el C orgánico del suelo se intercambie activamente con el de la atmósfera,
el contenido de m.o. no aumentará de forma indefinida. Ello se debe a que parte de
la materia orgánica incorporada y de la que contiene el propio suelo experimentan
procesos de mineralización, unos rápidos y otros mucho más lentos.
La mineralización se puede seguir por medio de la tasa de liberación de CO2. Partiendo de
una m.o. fresca, se observa una primera etapa muy activa, que corresponde a la liberación de
materiales orgánicos lábiles (azúcares, aminoazúcares, aminoácidos y ácidos orgánicos),
seguida de una segunda etapa en la que la actividad biológica es decreciente. En ella se mine-
ralizan la celulosa, hemicelulosa, quedando los materiales recalcitrantes (Hausenbuiller, 1972):

Actividad
biológica

Medio aerobio
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Semana

1 2 3 4 5

Aporte Recalcitrantes
de m.o. Celulosa
fresca hemicelulosa
Lignina y polifenoles
Azúcares
Aminoácidos
Aminoazúcares
Ácidos orgánicos

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Los procesos de mineralización dan lugar a productos inorgánicos, tales como: H2O,
CO2, NH4+, NO3–, PO43–, SO42–, etc. La descomposición y la mineralización no tienen lugar
en una sola etapa, sino en cascada, con tasas diversas en los diferentes procesos. Todo ello
explica el continuum de materiales y la gran heterogeneidad de las sustancias resultantes.
La mineralización tiene importancia en el ciclo de nutrientes de las plantas, ya que clá-
sicamente se acepta que la nutrición requiere la mineralización y liberación de nutrientes,
como paso previo a su absorción por las raíces de la plantas (Marschner, 1986). Este enfo-
que entra en contradicción con algunos planteamientos de la agricultura biológica, según
los cuales no se requiere tal mineralización, ya que según este enfoque las plantas son capa-
ces de absorber directamente moléculas orgánicas (Rusch, 1972).

3.3. Procesos y tasas de mineralización


Los procesos de mineralización se caracterizan por:

— Determinados elementos por acción microbiana pasan de estar formando parte de


sustancias orgánicas a integrar compuestos inorgánicos, sólidos o gaseosos, que
pueden disolverse, adsorberse o desprenderse como gas; estas formas minerales
pueden constituir nutrientes para las plantas y los microorganismos; dependiendo de
la calidad de la materia orgánica incorporada una parte importante del C orgánico
incorporado al suelo será devuelta a la atmósfera como CO2.
— Una mineralización rápida, en medios biológicamente activos, puede tener lugar en
un año; por el contrario, en medios anaerobios la mineralización es mucho más
lenta, la m.o. se va acumulando y puede dar lugar a la formación de turbera (Histo-
sol). La acidez también frena la mineralización, al predominar los hongos frente a
las bacterias
— En suelos bien aireados se libera amonio, en forma de NH+4 que, al oxidarse, se
transformará en NO3–, mientras que en condiciones anaerobias, se reducirá a óxido
nitroso (N2O) y a N2 que pasará a la atmósfera (Cap. 28).
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La velocidad o tasa de mineralización de la m.o. expresa el porcentaje de carbono


orgánico inicial que se mineraliza en un período de tiempo determinado. Constituye un
indicador de la actividad biológica en un medio dado. Está relacionada con la actividad
respiratoria y con la eficacia relativa de los microorganismos en los procesos de descom-
posición. Bekku et al. (1996) han realizado un estudio comparativo de diversos métodos
para medir la respiración del suelo. Se puede evaluar en laboratorio, incubando en un
recipiente hermético una muestra en condiciones óptimas de temperatura (28° C) y
humedad y midiendo el CO2 producido secuencialmente o bien al cabo de un cierto
número de días, para determinar la cinética de la mineralización por incubación aeróbica
(Fernández et al., 1999).
Estas técnicas pueden utilizarse para determinar el efecto que sobre la actividad bioló-
gica tiene el añadir al suelo distintos tipos de productos (residuos de cosechas, estiércoles,
composts, lodos, etc.) y poder evaluar así la capacidad de un suelo para actuar como depu-
rador natural. Por otro lado, los cambios en la actividad mineralizadora de C se considera

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Componente Mineralización

Azúcares Microbiana rápida


Proteínas 70-85 % del C orgánico pasa a CO2 en 6 a 12 meses,
Hemicelulosa Microbiana intermedia
Celulosa
Lignina
Compuestos fenólicos Microbiana lenta
Grasas y ceras

un buen indicador de los efectos inmediatos del fuego sobre el suelo (Fernández et al.,
1999). El marcaje de un sustrato individual con 14C permite estudiar la mineralización de
dicho sustrato a partir del 14CO2 desprendido (Cresser et al., 1993).
Sisabough y Moorhead (1997) han propuesto la utilización de análisis enzimáticos para
modelizar la descomposición de la m.o., basados en la determinación de las actividades
enzimáticas clave implicadas. La evaluación de la actividad microbiana puede llevarse a
cabo igualmente mediante la determinación de las tasas metabólicas (Anderson, 1994), lo
que permite entender mejor el desarrollo de la comunidad microbiana.
La descomposición de la m.o. genera una elevada demanda de N, ya que los hongos y
bacterias que intervienen en su transformación tienen relaciones C/N mucho más bajas que
la m.o. que consumen. Por ello, se puede predecir que la m.o. con contenidos altos de N se
descompondrá más rápidamente, al favorecer el crecimiento microbiano (Cotrufo et al.,
2000) y que un aporte de N mineral tendrá un efecto positivo en la descomposición. No
obstante, los trabajos de Berg et al. (1982) han puesto de manifiesto que, si bien esto es
cierto para las primeras etapas del proceso (m.o. lábil), en etapas posteriores, la concentra-
ción de lignina, por su carácter recalcitrante, será un mejor predictor de la tasa de descom-
posición. Los procesos de alteración de la lignina han sido estudiados, entre otros muchos
investigadores, por Almendros y Gónzalez-Vila (1987), poniendo de manifiesto la impor-
tancia de la presencia de sustancias inhibidoras en ellos.

3.4. Factores que condicionan la degradación y mineralización


La dinámica de la mineralización de la m.o. viene condicionada por factores
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intrínsecos y extrínsecos, que inciden sobre las poblaciones de microorganismos


(tipo y actividad) y orientan las reacciones químicas y bioquímicas que pueden
tener lugar en un medio edáfico determinado. Entre los diversos factores cabe
indicar:

Calidad de la materia orgánica


La biodegradabilidad relativa de la m.o. depende:
— De la relación entre compuestos lábiles y compuestos recalcitrantes.
— De la presencia de inhibidores (antibióticos microbianos).

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Los residuos ricos en lignina y polifenoles se descomponen lentamente (masas foresta-
les de resinosas), mientras que las gramíneas, al ser más ricas en celulosa, se alteran más
rápidamente, y más todavía las leguminosas al tener relaciones C/N moderadas.
Categoría de suelo: medio fisico-químico
— Reacción del suelo (pH): los medios ricos en lignina tienden a acidificarse (Gaucher,
1971), lo que favorece a los hongos frente a las bacterias.
— Régimen de temperatura: en climas cálidos (25-35° C) y húmedos (> 1.000 mm) la
mineralización es rápida, mientras que en climas fríos y húmedos la m.o. tiende a
acumularse.
— Régimen de humedad, alternancia desecación/humectación y suministro de oxígeno.
— Aireación: aerobiosis/anaerobiosis.
— Profundidad en el perfil (Rovira y Vallejo, 1997; Kay y Vanden Bygaart, 2002).
— Interacciones entre los componentes orgánicos y la arcilla: oclusión física de la m.o.
en microagregados resistentes, lo que impide el acceso de los microorganismos o sus
enzimas, así como la presencia de impedimentos estéricos en la matriz del suelo
(encapsulación molecular, adsorción, etc.) y la asociación con productos que controlan
la degradación (aminoácidos con fenoles, por ejemplo) hacen imputrescible la m.o.
Factores abióticos
— Fragmentación por la fauna, mezcla o bioturbación (Cap.17), abrasión física, lixivia-
ción.
— Riego.
— Técnicas de laboreo (Franzluebbers y Arshad, 1997).
— Contenido de arcilla y tipo de arcilla.
— Incendios (Bauhus et al., 1993; Fernández et al., 1999).

Factores bióticos (principales agentes de la mineralización)


— Microorganismos: afectan los procesos bioquímicos y los productos de la descom-
posición.
— Las bacterias son las más numerosas, si bien la acidez favorece a los hongos.
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— La escasa movilidad y el restringido acceso a los nutrientes de las comunidades


microbianas hacen que sean comunidades durmientes en condiciones desfavorables,
pudiendo sobrevivir a condiciones de estrés.
— Coleman y Crossley (1997) han descrito el distinto modo de crecimiento de las bac-
terias y hongos. Las primeras ocupan un volumen limitado, de sólo unos pocos mm,
sin apenas movilidad, mientras que los hongos desarrollan hifas, que pueden crecer
a lo largo de distancias relativamente grandes, en algún caso incluso varios kilóme-
tros. Ello les permite penetrar en huecos y con la segregación de enzimas pueden lle-
gar a descomponer la m.o.

Los estudios de incubación de diferentes tipos de m.o. fresca pone de manifiesto


grandes diferencias según se trate de paja de arroz, rastrojo de maíz o alfalfa (Waksman y
Tenney, 1928):

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800

600
fa

CO2 acumulado (mg)


fal
Al
aíz
as de m
j
400
os y ho
Tall

200 ra
rroz madu
Paja de a

0 4 8 12 16 20 24 28
Período de incubación (días)

Los factores descritos pueden variar de intensidad a lo largo del año, lo que se
reflejará en el ritmo de mineralización. Ello puede deberse al aporte de m.o. en un
momento determinado (por ejemplo, la caída de hojas en un bosque caducifolio) y
a que la actividad microbiana sea mayor o menor según sean la temperatura y la
humedad a lo largo del año, en definitiva responde al ritmo cambiante de las con-
diciones de medio.

3.5. Procesos específicos de alteración de la m.o.


Los hidratos de carbono constituyen alimentos importantes para la microflora del suelo,
siendo degradados rápidamente por enzimas específicas a CO2 y H2O. Los monosacáridos (por
ejemplo, glucosa y fructosa) apenas se hallan presentes en la m.o. del suelo. La celulosa es uno
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de los primeros polisacáridos atacados por los microorganismos en los primeros estadios de la
descomposición (Evangelou, 1999). Se descompone rápidamente en el suelo a celobiosa,
excepto si las fibras de holocelulosa (celulosa y hemicelulosa) están impregnadas de lignina,
que las une dando rigidez a la planta. La despolimerización inicial (hidrólisis enzimática) viene
catalizada por enzimas extracelulares (celulasas) libres en el suelo o bien adsorbidas en los
coloides del suelo. La celobiosa formada se fragmenta intracelularmente por acción de la
enzima β-glucosidasa. En condiciones aerobias, dos tercios de la celulosa inicial se convertirán
en CO2, mientras que en condiciones anaerobias la descomposición generalmente produce
ácido acético. En ambos casos, la descomposición es una fuente de energía. Las hemicelulo-
sas, en la primera fase se degradan más rápidamente que la celulosa (Evangelou, 1999).
Los polisacáridos, como componentes orgánicos de estructura específica que son, no
pueden considerarse comprendidos dentro de la definición de sustancias húmicas, no obs-
tante, dado que algunos resisten la biodegradación, entran a formar parte de la m.o. del
suelo entre un 10 y un 30 %. Su importancia se debe a que muchos de ellos intervienen en

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la formación de agregados, a los que confieren una gran estabilidad. Su destrucción oxida-
tiva puede hacer disminuir entre un 30 y un 90 % la estabilidad de la estructura (Tan, 1982).
Las ligninas, por sus núcleos aromáticos, son los componentes más resistentes a la bio-
degradación, no obstante, los hongos son capaces de ir descomponiendo la lignina. En sue-
los ácidos, algunos hongos ligninolíticos son muy activos (Gobat et al., 2003). Sin
embargo, por lo general, la lignina es recalcitrante y protege la celulosa de los ataques
microbianos, al estar ésta atrapada dentro de las paredes celulares (Chesson, 1997). No obs-
tante, no hay que olvidar que la lignina es material de partida para la formación de sustan-
cias húmicas, sufiendo alteraciones que hacen que, como tal, no se halle en las sustancias
húmicas. La proporción de C procedente de lignina tenderá a aumentar con el tiempo en el
suelo, pero no la lignina como tal. La descomposición de la lignina puede tener lugar en
tres estadios. En el primero, los grupos hidroxilo se esterifican; en el segundo, tiene lugar la
despolimerización y, el tercero afecta a los anillos fenólicos. Una vía posible de degrada-
ción del alcohol coniferílico puede ser (Cresser et al., 1993):

Compuestos
intermedios

Alcohol coniferílico Ácido protocatéquico

No obstante, la degradación de la lignina puede verse inhibida por altas concentracio-


nes de N en el suelo, por lo que la relación lignina/N controla su descomposición. La rela-
ción (lignina + polifenol)/N se puede utilizar como predictor de la descomposición y libera-
ción de N por parte de los materiales vegetales y, por ello, de la disponibilidad de N, la
nitrificación y la desnitrificación (Handayante et al., 1994).
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Las proteínas por medio de descomposición microbiana dan lugar a aminoácidos y al


mineralizarse éstos se produce NH4+, NO3– y SO42–.
Los lípidos desempeñan diversas acciones: interacciones alelopáticas entre plantas
superiores; agentes antimicrobianos (Lynch et al., 1976); por su carácter hidrófobo pueden
afectar las propiedades físicas de los suelos; si se hallan a baja concentración pueden mejo-
rar la estabilidad de los agregados y con ello la estructura del suelo, al influir sobre las pro-
piedades de superficie de los agregados, a los que impermeabilizan, evitando con ello la
entrada de agua por capilaridad y el colapso de los mismos (Dinel et al., 1990). El pro-
blema de la «fatiga» de los suelos de cultivo (disminución de los rendimientos, enanismo,
amarillamiento, etc.), cuyo origen resulta difícil de explicar (Bouhot, 1983), se empezó a
estudiar a partir de 1960 en Holanda, Francia, Bélgica e Inglaterra. Parece poder relacio-
narse con una acumulación alta de lípidos y con la repelencia al agua, junto a problemas de
organismos perjudiciales en el suelo y el monocultivo (Vigouroux, 1983). La composición
molecular de los lípidos constituye una fuente de información ecológica acerca de la

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estructura de los sistemas tróficos (Philp, 1985). En efecto, los lípidos en el transcurso de
su evolución en el suelo pueden entrar a formar parte de la estructura de sustancias húmicas
(Almendros et al., 1996, 2001). La combinación de 13C NMR y GC-MS en el estudio de los
lípidos de los suelos permite una descripción comprehensiva acerca de su naturaleza y evo-
lución (Almendros, 2001).
En medios anaerobios actuarán aquellos microorganismos adaptados a la falta
de oxígeno, con lo que los productos resultantes de la mineralización serán formas
reducidas. El C se libera en forma de metano (CH4), gas con efecto invernadero; el
N da lugar a N2 que se pierde en la atmósfera, lo que constituye un problema para
la nutrición nitrogenada en suelos de arrozal.

3.6. Mecanismos de resistencia a la degradación y mineralización


Las dataciones de las sustancias húmicas han puesto de manifiesto que pueden
perdurar en el suelo durante miles de años. Los mecanismos propuestos por Stott y
Martin (1990) para explicar la resistencia de las sustancias húmicas a la degrada-
ción y mineralización, son los siguientes:

Factores intrínsecos
— Desorden estructural que impide que las enzimas sean capaces de identificar las sus-
tancias macromoleculares (Almendros, 2003).
— Recombinación en cualquier estadio del proceso de degradación de los compuestos
orgánicos resultantes de la biodegradación, que pueden dar lugar a estructuras más
resistentes.
— La formación de complejos polifenol-proteína puede proteger al N proteico de la
acción microbiana (Duchaufour, 2001).
Factores extrínsecos
— Protección de los grupos funcionales de carácter catiónico cuando se localizan den-
tro de agregados del suelo de elevada densidad aparente, con huecos de menos de
1 mm, lo que los hace inaccesibles físicamente a los microorganismos y enzimas.
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— La alófana (Cap. 7) puede unirse a las sustancias húmicas y protegerlas de la degra-


dación.

En el caso de considerar la m.o. en su conjunto, la mineralización se puede ver fre-


nada por:
— Formación de complejos entre los ácidos urónicos y metales di- y trivalentes, com-
plejos que resultan menos susceptibles a la biodegradación.
— Estabilización de los polisacáridos que contienen aminoazúcares o unidades de ami-
noácido.
— Formación de complejos organominerales con las arcillas. Esta preservación puede
hacer que compuestos muy degradables, tales como los carbohidratos, se encuen-
tren protegidos frente a la degradación y mineralización.

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Estudio de casos
Las condiciones óptimas para la actividad de las bacterias y los hongos
son aquellas en que el suelo esté húmedo, la temperatura sea de unos 30-
35º C y el pH próximo a la neutralidad. Los hongos proliferan bien en medios
con pH ácidos, mientras que no así las bacterias, si bien son éstas las más
eficientes en la descomposición de la m.o., si disponen de suficiente nitró-
geno. Se han muestreado los sucesivos horizontes de un suelo: epipedión
ócrico (0-27 cm) y endopedión cámbico (27-55 cm) y cálcico (55-110 cm). Se
ha determinado el contenido de m.o. y de nitrógeno Kjeldahl, obteniéndose
respectivamente los pares de valores (1.8 %; 0.080 %), (0.6; 0.075) y (0.1;
0.020). El suelo es un Xerept cálcico (SSS, 1998) (que se corresponde a un
Xerochrept calcixerollico, SSS, 1996).
1. Calcular y discutir los valores de las relaciones C/N de los distintos horizontes.
2. Discutir porqué el nitrógeno es un factor importante en la biodegradación
de la m.o.
3. Utilizando el valor de la relación C/N de los siguientes materiales:

Material C/N Material C/N


Tallos de maíz 90 alfalfa 13
Paja de cereal 80 hongos 9
Heno de gramínea-leguminosa 25 bacterias 4

Discutir:
a) Comportamiento de estos materiales frente a la descomposición.
b) ¿Qué efecto tendrá el enterrado de paja de trigo picada, según que se
entierre a los pocos días de la siega o bien se haga unos meses des-
pués, qué medidas serán más recomendables?
c) Efectos sobre el cultivo siguiente en un agroecosistema y posibilidades
de actuación.
4. Representar la distribución de la m.o. en el perfil.
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3.7. Modelización de la mineralización de la m.o.


La modelización del proceso de mineralización de la m.o. tiene interés para
poder realizar predicciones acerca de las pérdidas anuales esperables. A partir de
ello, en agroecosistemas se podrá planificar los aportes de m.o. a realizar con vis-
tas a la sostenibilidad/sustentabilidad del mismo. Los modelos de descomposición
deben tener en cuenta diferencias cualitativas entre tipos de recursos y la necesi-
dad de considerar las interacciones entre la calidad del sustrato y las condiciones
medioambientales (Hunt et al., 1988).
Con fines predictivos, en estudios de descomposición de la m.o. se han utili-
zado modelos matemáticos de tipo empírico o de caja negra, en los que se conocen

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las entradas y las salidas, pero se desconoce la estructura interna del sistema.
Según su diseño, pueden ser de compartimento único (Jenny, 1941), de dos com-
partimentos o multicompartimentales. Entre los diversos modelos que se han desa-
rrollado cabe citar los siguientes:

Tipo Formulación

Modelo de dN/dt = A-KN N = Cantidad de nitrógeno en el compartimento.


compartimento único N = NB + (N0 – NE) eKt A = Entrada anual de N orgánico fresco.
(Jenny, 1941; 1/k = Tiempo de retorno K = Tasa anual de mineralización de N orgánico
Jenkinson, 1990) del suelo.
N0 = Contenido inicial de N.
NE = Contenido de equilibrio de N.

Modelo de dos C = ae–mt + b–nt C = Contenido de carbono orgánico en el suelo,


compartimentos a, b, m, n parámetros empíricos.
Jenkinson (1977) f = Coeficiente isohúmico.
K = Tasa anual de mineralización de C orgánico.
Henin y Dupuis fA C0 – fA Kt A = Entrada anual de C de las plantas.
(1945) C=  +  e C0 = Contenido inicial del C orgánico del suelo.
K K
Modelos
multicompartimentales
MATERIAL Mineralización
LABIL
CO2
Entradas m.o. SUELO

MATERIAL Descomposición
MASA
VEGETAL
MICROBIANA
RESISTENTE

HUMUS
Modelos estocásticos
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En España, para realizar balances húmicos en suelos agrícolas se ha utilizado


durante muchos años el modelo de dos compartimentos propuesto por Henin y
Dupuis (1945), que introducía el empleo del coeficiente isohúmico.
En el momento actual, el estudio de la dinámica de la m.o. se aborda con ayuda
de modelos de simulación, como el modelo Rothamsted (Coleman y Jenkinson,
1996) y el modelo Century (Parton et al., 1996), citados anteriormente. Cualquiera
que sea el enfoque, al desarrollar un modelo se debe partir de un buen conoci-
miento de los procesos en campo y se deberán validar los resultados, para determi-
nar el grado de error esperable en las predicciones.
La modelización de las interacciones suelo-biosfera, en relación con las transfor-
maciones del N en el suelo y la modelización de la cinética de la nitrificación, desni-
trificación y de las transformaciones de C/N han sido revisadas por Müller (2000).

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4. Formación de sustancias húmicas: humificación

Los procesos de formación de sustancias húmicas (macromoléculas condensa-


das de compuestos aromáticos y alifáticos) se tratan con detalle en la obra Humus
Chemistry de Stevenson (1994). Se puede destacar que es un tema que todavía no
se ha aclarado definitivamente. Por ello, en la bibliografía se solapan enfoques del
pasado, basados fundamentalmente en extracciones y fraccionamientos y aquellos
planteamientos que aprovechan las prestaciones de las técnicas instrumentales que
empezaron a desarrollarse a partir de 1980. Las interpretaciones se ven, por consi-
guiente, condicionadas por el enfoque que adopte cada investigador. Clapp y
Hayes (1999) plantearon el tema del tamaño y forma de las macromoléculas de las
sustancias húmicas, aspecto de fundamental importancia para llegar a entender
reacciones básicas e interacciones con significación medioambiental.

4.1. Sustancias húmicas: enfoques basados en extracciones


y fraccionamientos
Los productos resultantes de los procesos de humificación se han definido de
forma operacional (Swift, 1996), en términos de solubilidad e insolubilidad en solu-
ciones acuosas a diferentes pH, lo que refleja diferencias en los pesos moleculares y
contenido en grupos funcionales, principalmente oxigenados. Se han distinguido:

Ácidos fúlvicos (AF)


— Son extraíbles con reactivos alcalinos.
— No son precipitables por los ácidos después de su extracción.
— Su tamaño molecular suele ser inferior a 2.000 Da.
— Su composición química no es específica, depende de la categoría de suelo (vegeta-
ción, acidez del medio, regimen de humedad), así como del método de extracción
utilizado.
— Su contenido en oxígeno es más elevado que el de los AH.
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— Son muy móviles.


— Carácter fuertemente ácido, que les confiere una capacidad de meteorización de
minerales (podsolización, Cap. 17).
Ácidos húmicos (AH)
— Son extraibles con reactivos alcalinos.
— Precipitables por los ácidos en forma de flóculos de color marrón.
— Su color va del pardo al negro.
— Son macromoléculas complejas de unidades aromáticas unidas a péptidos, aminoa-
zúcares, ácidos alifáticos, aminoácidos, y otros constituyentes orgánicos
— Contienen más C y menos H y O que los AF, es decir, tienen un carácter más aromá-
tico y menos oxidado.

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— Contienen menos grupos carboxílicos que los AF.
— Su peso molecular es elevado.
— La estructura de la molécula es compleja, está formada por unidades polifuncionales
y es el resultado de una ramificación.
Históricamente se distinguían (algunos tadavía lo hacen):
— AH pardos: poco polimerizados y fácilmente biodegradables, solubles en una solu-
ción acuosa de NaCl.
— AH grises: muy oscuros, muy polimerizados y muy estables, de mayor tamaño
molecular, insolubles en una solución acuosa de NaCl.
— Ácidos himatomelánicos: solubles en etanol.
Humina
— Representa alrededor del 20 % de la m.o. del suelo.
— Conjunto de sustancias humificadas no extraíbles, difíciles de aislar.
Existen muchos tipos de humina (Duchaufour, 1984, 2001):
— Humina heredada: próxima a la materia orgánica fresca (constituyentes de mem-
branas).
— Humina neoformada; resulta de procesos de inmovilización por cationes, no es
extraible con reactivos alcalinos.
— Humina estabilizada: resulta de la evolución lenta de los AH que provoca la polime-
rización de los núcleos aromáticos y un descenso de su solubilidad en los reactivos
de extracción. Está ligada de forma irreversible con los minerales coloidales del
suelo (arcillas y óxidos, por ejemplo).
— Humina microbiana: formada por cuerpos microbianos y por compuestos alifáticos
que derivan de ellos.

Al igual que la relación C/N, la relación entre ácidos húmicos y ácidos fúlvicos, de
acuerdo con los trabajos de los autores rusos, tales como Tiurin y Kononova, se puede utili-
zar como indicador de la humificación. Varía según la categoría de suelos de que se trate
(Kononova, 1966), si bien su intervalo de valores es mucho más estrecho que para la rela-
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ción C/N. Una relación AH/AF igual o superior a 1 suele indicar que la humificación ha
tenido lugar en condiciones aerobias y de acidez moderada o de basicidad. Como ejemplos
cabe indicar que en los Mollisoles puede tener valores de 1,5 a 2,5, en Alfisoles de 1,0, en
Aridisoles de 0,7 a 1,0 y en Spodosoles del orden de 0,5.
Cabe destacar que el tipo de técnicas instrumentales disponibles en cada momento ha
condicionado los enfoques en el estudio de la m.o. y ha influido tanto en los resultados,
como en las interpretaciones (Sáiz-Jiménez, 1996). Incluso resulta posible afirmar que, en
algunos casos, las técnicas utilizadas podían ser parte del problema, al dar origen a «arte-
factos», es decir, a la formación de productos intermedios en el proceso de análisis, o a que
una proporción sustancial de los constituyentes de la m.o. resulten «invisibles» (no detecta-
bles) a determinadas técnicas. Para algunos autores, una definición basada en la solubilidad
resulta un tanto insatisfactoria, ya que puede incluir un amplio intervalo de fracciones orgá-
nicas que pueden ser sustancias húmicas o no, lo que es una fuente potencial de confusión e
imprecisión, dificultando el intercambio de información (Swift, 1999).

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4.2. Aspectos genéricos de los procesos de humificación
El C orgánico que no se haya mineralizado puede permanecer en moléculas
heredadas (celulosa, lignina, proteína y lípidos) o bien haber intervenido en proce-
sos complejos de síntesis química y bioquímica, dando lugar a compuestos aromá-
ticos con diversos grados de policondensación y macromoléculas muy estables,
que constituyen las sustancias húmicas. Los procesos de humificación se caracte-
rizan de forma genérica por:

— Reacciones químicas: oxidación y condensación, que puede tener lugar por acción
enzimática (catálisis biológica) y por intervención de constituyentes minerales del
suelo, tales como las arcillas (catálisis química).
— Procesos biológicos en plantas vasculares y de síntesis microbiana.
— Formación de sustancias complejas que no se encuentran en las células vivas, pre-
sentan una amplia gama de pesos moleculares y son constituyentes típicos del suelo
(Flaig et al., 1975).
— Las moléculas recién formadas sufren un proceso de maduración a lo largo del
tiempo, lo que supone la asociación con otras moléculas, así como reacciones de
oxidación (Tate, 1987).
— Formación de compuestos orgánicos de mayor estabilidad.
— El contenido de grupos funcionales y el carácter aromático difieren según las condi-
ciones climáticas y la categoría de los suelos.

4.3. Formación de sustancias húmicas: vías


El estudio de los procesos implicados en la síntesis de sustancias húmicas ha
dado lugar, a lo largo del tiempo, a la formulación de diversas teorías que propo-
nen diversas vías para explicar su formación: vía de la lignina (Waksman, 1932),
vía de los polifenoles (Flaig et al., 1975), vía de la humificación directa y la vía del
proceso en varias etapas (Kelley y Stevenson, 1996). Han sido descritas con deta-
lle por Stevenson (1994), quien indica que, dado que cada una de ellas permite
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explicar mejor unos supuestos que otros, debe considerarse que se trata de vías
complementarias. Son las siguientes:

Vía de la lignina
Las sustancias húmicas derivan de la lignina que, al no ser completamente minerali-
zada por los microorganismos del suelo, da lugar a un residuo transformado por pérdida
de grupos metoxilo (OCH3) y oxidación de cadenas laterales alifáticas. El producto
resultante de este tipo de transformaciones, ácidos húmicos y humina heredada, entra a
formar parte de las sustancias húmicas. Para algunos autores, la oxidación y fragmenta-
ción posterior de la lignina daría lugar primero a ácidos húmicos y luego a ácidos fúlvi-
cos, mientras que para otros se trataría de procesos paralelos. Esta vía parece preemi-
nente en suelos mal drenados.

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Vía de los polifenoles
La lignina, por acción microbiana, da lugar a compuestos fenólicos y a ácidos que, por
acción enzimática microbiana, se convierten en quinonas. Éstas se polimerizan en pre-
sencia de grupos que contienen N (aminoácidos, péptidos y proteínas) y dan lugar a
macromoléculas de tipo húmico. Otra vía posible implica la formación de polifenoles
por síntesis microbiana, sin necesidad de lignina prexistente. La oxidación enzimática
de los polifenoles da lugar a quinonas y éstas a las sustancias húmicas. La formación de
polifenoles es la vía preeminente en muchos suelos forestales.

Lignina
→ polifenoles → quinonas → macromoléculas - N
Síntesis microbiana polifenol oxidasa heteropolicondensación

Vía de humificación directa


El metabolismo microbiano afecta a compuestos orgánicos sencillos (azúcares y ami-
noácidos) preexistentes en la m.o. fresca que, por progresiva alteración dan lugar a
macromoléculas nitrogenadas de color pardo. Es una vía que se considera poco signifi-
cativa (Stevenson, 1994).
Vía proceso en varias etapas
En una primera etapa tiene lugar la descomposición de todas las macromoléculas de
la necromasa, incluida la lignina, en monómeros; en la siguiente etapa, el metabo-
lismo de los monómeros por los microorganimos da lugar a un aumento de la biomasa
microbiana; en la tercera etapa, hay un reciclaje repetido de C y N de la biomasa con
síntesis de nuevas células; y finalmente tiene lugar una heteropolicondensación para-
lela de monómeros reactivos para dar sustancias de elevado peso molecular: sustan-
cias húmicas.

Las sustancias húmicas pueden derivar de múltiples reacciones, sin embargo, parece
poderse afirmar que, en la mayoría de suelos, la vía más importante es la que implica reac-
ciones de condensación a partir de polifenoles y quinonas. Las moléculas precursoras de las
sustancias húmicas son muy variadas y se pueden combinar de múltiples formas, dando
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lugar a un material húmico muy heterogéneo (Stevenson, 1994).

4.4. Características y comportamiento de las sustancias húmicas:


grupos funcionales
Las características y el comportamiento de las sustancias húmicas no se
conoce con precisión. Las sustancias húmicas incluyen en su composición anillos
aromáticos unidos por –O–, –CH2–, NH, –N=, –S– y otros grupos que contienen
tanto grupos OH libres, como doble enlace de tipo quinónico (Evangelou, 1999).
En esquema se puede indicar que las sustancias húmicas presentan anillos aromáticos
unidos a grupos funcionales con distintos tipos de enlaces. Pueden actuar como núcleo de
las sustancias húmicas los siguientes compuestos aromáticos:

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Benceno Naftaleno Antraceno Furano

Pirrol Indol Piridina Quinolina

Igualmente se halla el carbono alquílico que puede formar compuestos ramificados,


cíclicos o de cadena muy larga.
Los principales grupos funcionales serían, de acuerdo con Fassbender (1987) y
Stevenson (1992):

Grupos ácidos

Carboxílico Fenólico Quinona


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Grupos neutros

Alcohólico Eter Cetona Aldeido Ester

(anfótero)

Grupos básicos

Amina Amida

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pKa

Grupo carboxilo

pKa

Grupo fenólico

La CIC de la materia orgánica presenta valores entre 150 y 300 cmol(+)kg–1 m.o. seca.

También hay que tener en cuenta los radicales libres estables que confieren el color
negro a los ácidos húmicos.

4.5. Sustancias húmicas: características y comportamiento


La m.o. del suelo no presenta características físicas y químicas específicas. Las
sustancias húmicas comprenden ácidos húmicos, ácidos fúlvicos y huminas, sus
características y las de la m.o. que las contiene variarán según cual de las tres frac-
ciones sea la predominante. En término medio presentan las siguientes característi-
cas (Evangelou, 1999):

— Polifuncionalidad debido al amplio intervalo de reactividad de los grupos fun-


cionales.
— Relativamente oxidadas, lo que contribuye a su estabilidad frente a la biodegra-
dación.
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— Su estructura tridimensional no es rígida (geometría variable), debido a la asocia-


ción intermolecular y a los cambios de configuración molecular en respuesta a los
cambios de pH, potencial redox, concentración de electrolitos y enlace de los grupos
funcionales.
— Carga molecular dependiente del pH (carga variable). El punto de carga cero
(PZC) es bajo, alrededor de 3, por lo que la carga será negativa a pH superiores a 3,
aumentando la carga negativa con el pH, debido a la disociación de protones de los
grupos funcionales carboxílico (–COOH) y fenólico (–OH) que actúan como ácidos
débiles. Los AF tienen más grupos funcionales ácidos que los AH, por lo que su aci-
dez será mayor.
— Capacidad de intercambio iónico (catiónico, del orden de 150 a 300 cmol(+) kg–1,
o aniónico según el pH).

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— Capacidad de sorción de fitosanitarios (sorción, difusión intramolecular, puentes
de H+, fuerzas de van der Waals, etc.), según los casos.
— Poder tampón: contribuye a amortiguar los cambios de pH del suelo.
— Superficie específica muy elevada, del orden de 800 a 900 m2 g–1.
— Sustancias amorfas de peso molecular medio del orden de 500 a 5.000 Da para los
AF y de 3.000 a 1.000.000 Da para AH.
— Carácter hidrófílico, con capacidad de formación de enlaces H fuertes con molécu-
las de agua.
— Comportamiento coloidal: pueden servir de transportadores de metales tóxicos
complejados, que de este modo pueden pasar a las aguas freáticas.
— Color: va del amarillo al negro.

Estas características, lógicamente, son transferidas al conjunto de la materia orgánica


del suelo. Las sustancias húmicas no sólo se encuentran en la m.o. del suelo, sino que pue-
den estar igualmente presentes en sedimentos y en aguas. Al ser cloradas éstas para con-
sumo humano, puede tener lugar la unión del cloro con el humus contenido en el agua,
dando lugar a compuestos clorados, que pueden tener efectos mutágenos y a veces cancerí-
genos (Rook, 1974). El problema de turbidez de las aguas debido a sustancias húmicas se
puede presentar en cuencas hidrográficas en las que las aguas procedan de áreas con Histo-
soles y en áreas con Spodosoles (Podsoles) y puede dar lugar a lixiviados de color amarillo
por los ácidos orgánicos de este color.

5. Interacciones entre componentes orgánicos


e inorgánicos: complejos organominerales

Las interacciones entre las sustancias húmicas (C orgánico disuelto, COD) y


iónes metálicos (Sparks, D.L. 1998) dan lugar a la formación de complejos de muy
diferente estabilidad, que son extremadamente importantes ya que afectan a:
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— La retención y la movilidad de los metales en suelos y aguas, con incidencia en los


procesos edafogénicos (Cap. 17) y de contaminación (Cap. 27).
— Estructuración del suelo (Cap. 11).
— Nutrición de las plantas, al aumentar la movilidad y disponibilidad de determinados
nutrientes, con posibilidad de una liberación progresiva.

En un complejo el metal deja de tener el comportamiento que tendría si estuviese libre y


adquiere el del complejo resultante. De este modo, las sustancias húmicas pueden servir de
transportadores de metales. Se han establecido dos ámbitos distintos: la materia orgánica
viva (fracción biótica del suelo) y la materia orgánica coloidal no viviente (fracción abió-
tica). Interesa centrarse aquí en las interacciones pasivas de la fracción abiótica, por ser las
que contemplan a las sustancias húmicas.

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Las interacciones pueden tener lugar:

— En una primera etapa, por mezcla mecánica, debido a la bioturbación provocada por
la fauna del suelo, posteriormente, se entremezclan los micelios de hongos con las
partículas de arena, limo y arcilla y por medio de las células microbianas o material
capsular.
— El contacto entre constituyentes minerales y componentes orgánicos favorece que
tengan lugar reacciones que pueden ser: de intercambio iónico (Cap.9), de adsorción
de superficie o de quelación (complejación).

La expresión «complejo órgano-metálico» describe el resultado de una reacción entre


un anión complexante orgánico (ligando) y un elemento metálico. Como ejemplo, se puede
indicar el caso del ácido oxálico frente al ion aluminio:
C2O4H2 + Al3+ → C2O4 Al+ + 2H+
Los grupos funcionales reactivos pueden formar complejos, presentando distinta afini-
dad frente a los iones metálicos (Chaberek y Martell, 1959):

O–
\ /
C=C > – NH2 > –N=N– > N > – COO– > – O– > –C=O
/
Enolato Amina Compuestos Azo Anillos N Carboxilo Éter Carbonilo

Las posiciones complexantes más importantes son los grupos carboxilo y OH- fenólico
(Sparks, 1998). El tipo de interacción entre iones metálicos y ligando orgánico puede pre-
verse a partir de las propiedades de hidrólisis de los elementos y «fuerza» del metal y de los
átomos donantes de electrones de las posiciones complexantes (Buffle y Stumm, 1994). Se
puede determinar a partir de los valores de la relación Z2/r (Z = carga, r = radio del catión,
Cap. 17). Los factores que controlan la unión son: la fuerza iónica, el pH, el tipo de arcilla,
el tipo de grupo funcional y los cationes en concurrencia (Evangelou, 1999). La reacción de
adsorción ion metálico-sustancia húmica puede dar lugar a:
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— Complejos de esfera interna (Cap. 9) en los que el ligando tiene dos átomos capaces
de formar un anillo con un catión no hidratado, dando lugar a uniones fuertes. Si dos o
más grupos funcionales de un mismo ligando están coordinados a un catión metálico
en un complejo, éste recibe el nombre de quelato (gr. garra) (Sposito, 1989).
O O O
\\ \\ / \
C C
| | M
O O\ C
\ / // \ /
M O O
Ácido oxálico-metal (II)

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— Complejos de esfera externa en ellos una o más moléculas de agua se interponen
entre el grupo central (ligando) y el catión metálico. La unión es de tipo electrostá-
tico, débil y permite un intercambio rápido del catión (Sposito, 1989).

O O–M M
\\ / /
C O
| / \
H H

La afinidad del ion metálico por el ligando orgánico se puede evaluar a partir del valor
de la constante de estabilidad de los complejos sustancia húmica-metal. Se ha puesto de
manifiesto que cuanto mayor es el grado de humificación de una materia orgánica, mayor
será su potencial para formar complejos con los metales.
Los complejos organominerales del suelo pueden agrupar en:

Complejos arcillo-húmicos. Se caracterizan por:


• Muy estables.
• Insolubles.
• Tamaño.
• Tipos de uniones:
— Minerales de arcilla con carga negativa / grupos funcionales de carácter catiónico
(aminas, aminoazúcares, aminoácidos).
— Minerales de arcilla con carga positiva / grupos funcionales con carga negativa
(carboxílicos y fenólicos de los ácidos húmicos, ácidos nucleicos y aminoácidos).
Pueden intervenir los hidróxidos de hierro y aluminio.
— Minerales de arcilla con carga negativa / grupos funcionales con carga negativa
(carboxílico y fenólico de los ácidos húmicos). Se requiere un catión polivalente
que actuará como puente:
R – COO — Ca2+ — Arcilla en suelos calizos
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3+ 3+
R – COO — Al (Fe ) — Arcilla en suelos ácidos
— Importantes en la formación de estructura del suelo, estabilización de la materia
orgánica, interacción con fitosanitarios, etc.

Complejos órgano-metálicos. Se caracterizan por:


• Estabilidad variable.
• Solubilidad: depende de la carga del metal, pH y Eh, contenido y calidad de la m.o.
• De menor tamaño que los complejos arcillo-húmicos y de distinta naturaleza.
• Tipos de unión: formación de un quelato con Fe, Al (o Zn, Mn, Cu, Ni) generalmente
aportados por vertidos.
• Importantes en procesos de translocación, así como de inmovilización de metales
tóxicos procedentes de vertidos, lodos de depuradora, etc.

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6. La materia orgánica como componente
de un ecosistema

6.1. Distribución de la m.o. en el perfil del suelo


El contenido de m.o del suelo se calcula a partir del análisis del C orgánico por
vía húmeda o seca (Nelson y Sommers, 1996; Porta et al., 1985) y multiplicando
por un factor empírico que presupone que el C orgánico representa del orden de un
50 % en suelos forestales y de un 58 % en suelos de cultivo, ya que su m.o. está
más estabilizada (Duchaufour, 2001).
En los bosques se suele encontrar horizontes orgánicos, O, que pueden llegar a
alcanzar varios centímetros de espesor. Se forman a partir de los aportes de m.o. a
la superficie del suelo en forma de hojas, ramas y troncos muertos y en diversos
estados de biodegradación. En suelos de pradera permanente la m.o. será aportada
por las raíces dentro de la parte superior del suelo, lo que da origen a un horizonte
A, rico en m.o. (humus rizógeno) en un espesor que puede alcanzar varios decíme-
tros. Por consiguiente, el resultado serán dos modelos distintos de distribución de
la m.o. en el perfil de uno y otro suelo:

2 4 6 8 10 % m.o. 2 4 6 8

Pradera Bosque
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En suelos de cultivo, la m.o. procede de los residuos de cosechas y de las enmiendas


orgánicas aportadas. Con el laboreo se incorpora la m.o. dentro del suelo, lo que favorece la
mezcla con la materia mineral y la masa de microorganismos del suelo, favoreciéndose así
la descomposición y la humificación. Por el contrario, si los restos se dejan en superficie
(por ejemplo, en cultivo de conservación) o se entierran cuando ya se han secado dema-
siado (paja y rastrojo de un cereal, por ejemplo), la degradación será mucho más lenta. Al
estudiar los procesos formadores se explican otros modelos de distribución de m.o. en el
perfil del suelo y su posible origen (Cap. 17).

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6.2. Ciclos biogeoquímicos y ciclo (turnover) de la m.o.

Los elementos químicos van pasando sucesivamente por los distintos com-
partimentos que integran el ecosistema en el que se hallen. Este comportamiento
da lugar a un ciclo, cuyas características son específicas para cada elemento
(Cap. 16 y 28) y es el resultado de la acción de la biomasa microbiana que afecta
a los elementos «biológicos», es decir, al C, N, P y S. El concepto de ciclo lleva
aparejada la idea de flujo, de tasa de renovación (turnover) y expresa una pro-
ducción. La intervención de los seres vivos en los ciclos de los distintos elemen-
tos en la naturaleza lleva a denominarlos ciclos biogeoquímicos. Cada etapa de
un ciclo viene condicionada por la actividad en las restantes, siendo todas ellas
función de las características de los componentes y de las condiciones de medio
que controlan el flujo. La acumulación de un elemento en un compartimento
dado del suelo puede llevar a provocar que se alcancen niveles de fitotoxicidad,
si el elemento se halla en forma asimilable o, por el contrario, ser origen de
carencias, si queda inmovilizado. El proceso por el cual la m.o. es descompuesta
y renovada de forma continuada se conoce como ciclo, reciclado o turnover.
Este concepto puede aplicarse a la m.o. en su conjunto o bien a diferentes frac-
ciones individuales.
En un sistema suelo-planta-atmósfera, la mayoría de los elementos liberados en la
mineralización son absorbidos por los microorganismos y las raíces. Entran a formar parte
de los tejidos celulares como componentes orgánicos, quedando almacenados e inmoviliza-
dos (secuestrados) durante un cierto tiempo en la biomasa. La muerte y posterior degrada-
ción de la necromasa libera de nuevo iones inorgánicos, con lo que el ciclo se cierra, en un
modelo teórico de ciclo cerrado.
El C es incorporado a la biomasa de las plantas a partir del CO2 atmósferico, por medio
de la fotosíntesis, mientras que el N puede ser absorbido del suelo o bien, en algunas plan-
tas, ser fijado biológicamente a partir del N2 atmosférico (Cap. 28).
El ciclo de los distintos elementos sólo puede ser cerrado si se contempla el ecosistema
terrestre en su conjunto. En los suelos, por el contrario, sólo habrá ciclos semicerrados,
debido a las pérdidas más o menos importantes por lixiviación, erosión y volatilización; o
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bien ciclos abiertos, como en el caso de un agroecosistema, por ejemplo, en el que las
cosechas exportan elementos fuera del sistema en forma de alimentos, fibras, madera u
otros productos. El ciclo de nutrientes en un ecosistema se puede desarrollar a partir de un
modelo básico como el que de forma simplificada indica las principales vías de entrada y
de salida del sistema en el gráfico de la página siguiente.
El tiempo de reciclado (turnover) expresa el tiempo requerido para que tenga lugar el
90 % de la descomposición de un sustrato (Cresser et al., 1993). El turnover puede variar
en función de las características de la m.o. según se trate de sustratos fácilmente descompo-
nibles, como la glucosa (3 a 10 días), la celulosa (10-20 días), o la lignina (300 a 500 días).
En una mezcla de productos orgánicos en degradación y con aportes de m.o. fresca, se
habla más de tiempo de residencia medio o turnover medio. Los estudios a partir de data-
ciones con 14C han permitido estimar la coexistencia de compuestos de diferentes tiempos
de residencia media en la m.o., una muy joven y otra que puede haber permanecido en el
suelo incluso miles de años (Becker-Heidmann et al., 1988).

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Planta Expotaciones por las cosechas

Pérdidas por volatilización


Restos
Aportes de la atmósfera

Entradas por
Suelo Pérdidas por erosión
meteorización

Pérdidas por lixiviación

La tasa de renovación anual de la m.o. expresa la cantidad de C que vuelve al suelo


cada año. Es función de la zona climática, tipo de vegetación, actividad biológica y uso del
suelo. La producción bruta mide la cantidad de C fijado por unidad de tiempo, por una bio-
masa vegetal:

Producción neta = producción bruta – respiración


Producción primaria: expresa la producción autótrofa, expresda en Mg ha–1 año–1.
Productividad del sistema: es la relación porcentual entre la producción y la biomasa
responsable de esta producción por unidad de tiempo.

El reciclado, turnover o tiempo de retorno estimados para la m.o. del suelo en


diferentes fracciones y tamaños de agregados es (Carter, 2001, Gregorich y Jan-
zen, 1996, Collins et al., 1997, Monreal et al., 1997):
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Tasa de reciclado
Tipo de materia orgánica Tiempo estimado (años)
Turnover

m.o. en fracciones:
Mantillo, residuos de cosecha 0,5-2
Biomasa microbiana 0,1-0,4
Materia macroorgánica 1-8
Fracción ligera 1-15
Materia orgánica en agregados:
Suelo no agregado 1-7
Macroagregados (> 250 mm) 1-23
Microagregados (20-250 mm) 3-80
Limo más arcilla (< 20 mm) 5-1.000

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Con un reciclado o turnover rápido, la tasa de mineralización también deberá
serlo, por lo que el almacenamiento de m.o. en el suelo será bajo. Por el contrario,
un reciclado o turnover lento expresa una mineralización débil, con lo que la m.o.
se acumulará en el suelo.
Las plantas extraen del suelo mayor cantidad de nitrógeno que de cualquier otro
nutriente. En la mayoría de los horizontes de superficie de los suelos, más del 90 % del
nitrógeno se halla en formas orgánicas (Kelley y Stevenson, 1996), ya sea en la m.o. fresca
o en el humus. El nitrógeno desempeña un papel clave en la nutrición de las plantas y en
cómo lo absorben radica una de las controversias entre la agricultura convencional y la
agricultura orgánica. Por lo general, en química agrícola se considera que las formas orgá-
nicas no pueden ser directamente absorbidas por las plantas, requiriéndose su mineraliza-
ción previa.
Cuando se añade N-fertilizante, la eficiencia de la fertilización nitrogenada y las dis-
ponibilidades de N para las plantas vendrán afectadas por la importancia de la relación
mineralización-inmovilización del N por los microorganismos. Una parte del N-fertili-
zante aplicado se incorporará a las sustancias húmicas y resultará estabilizado hasta que
éstas no se mineralicen. En regiones templadas, durante el primer año se inmoviliza entre
un 20 y un 40 % del N-fertilizante aportado. Los estudios con 15N han mostrado que un
tercio del nitrógeno aportado en forma de fertilizante permanece en forma orgánica des-
pués de la primera estación de crecimiento y sólo una pequeña fracción (< 15 %) pasará a
estar a disposición de las plantas en segundo año (Kelley y Stevenson, 1996). Esta inmo-
vilización de N tiene lugar principalmente en forma de aminoácidos y aminoazúcares y
es el resultado de reacciones de polimerización entre compuestos amino y polifenoles,
con lo que el N entra a formar parte de estructuras húmicas muy estables y disminuye su
disponibilidad.
La mitad del fósforo en la biosfera se encuentra en forma orgánica. En los suelos el P
puede encontrarse en forma de apatito y en las formas orgánicas. Ni una ni otras son formas
asimilables por las plantas, por lo que se requerirá un proceso de mineralización para que
pase a ser disponible para las plantas.

ESTUDIO DE CASOS
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1. En el supuesto de que no haya nuevos aportes de m.o. fresca, se observa


que, a medida que progresa la mineralización, la actividad microbiana dis-
minuye. ¿Por qué?
2. ¿Qué incidencia tiene la mineralización en el contenido de grupos alquilo,
O-alquilo y aromáticos en la composición de la m.o. restante?
3. ¿Qué factores físicos inciden sobre la recalcitrancia de los componentes de
la m.o. del suelo?
4. Calcular el tiempo de reciclado (turnover) de la m.o. en equilibrio dinámico
de un epipedión cuyo espesor es de 25 cm, su contenido de m.o. es de un
2 % y la densidad aparente de 1.350 Mg m–3, con un aporte anual de m.o.
de 2 Mg ha–1.

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Respuestas
1. La presencia de C fácilmente mineralizable favorece el crecimiento de la
biomasa microbiana y la producción de materiales extracelulares inclu-
yendo polisacáridos (material fibroso o granular) y otros compuestos. A
medida que progresa la mineralización, la biomasa microbiana tendrá
menos C cuantitativamente y cualitativamente a su disposición, por lo que
su actividad disminuirá, si no hay nuevos aportes.
2. En una primera etapa se consumen los compuestos más lábiles de los res-
tos orgánicos (carbohidratos y proteínas) y se produce un aumento relativo
de compuestos más resistentes, que son aquellos que tienen bajo conte-
nido en O-alquilo y altos contenidos en grupo alquilo y aromáticos.
3. La localización de la m.o. en huecos que por su pequeña dimensión resul-
ten inaccesibles a los microorganismos y sus enzimas, supone una protec-
ción física importante.
4. Tiempo de reciclado = (m.o. del suelo Mg ha–1) / (aporte anual de m.o.
Mg ha–1 año–1) = 33.750 años.

6.3. Papel de los suelos en el secuestro de carbono


y cambio global
A partir de la segunda mitad del siglo XX ha habido una preocupación creciente
por los temas medioambientales a escala global. Ello ha llevado a estudiar los
efectos del consumo masivo de combustibles fósiles. El hecho de que las emisio-
nes de CO2 supongan más del 80 % de todas las emisiones de gases de efecto
invernadero (SSSA, 2002) ha hecho intensificar los estudios sobre los factores que
inciden en el incremento de la concentración de C atmosférico. Los suelos consti-
tuyen un compartimento terrestre que actúa como reservorio de C orgánico, por lo
general, muchos suelos tienen gran capacidad de secuestro de C. La potencialidad
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de los suelos para almacenar m.o. y la extensión de la cubierta edáfica en su con-


junto explican su importancia en el balance global de C. La gestión de la m.o. del
suelo permite incidir a corto y medio plazo en el secuestro de C. El papel de los
océanos en el secuestro de C en forma de carbonatos precipitados es de mucha
mayor importancia, no obstante, su efecto es a muy largo plazo y, además, no
resulta posible actuar sobre él.
Las actividades humanas relacionadas con la agricultura y la silvicultura inciden gran-
demente en la dinámica, la química y el balance de C orgánico en los suelos. La tala de bos-
ques, las rozas, las transformaciones de pradera a tierra de labor, el sistema de cultivo
(laboreo continuado, mínimo o de conservación), las quemas de bosques y de rastrojos, la
variación espacial de la vegetación, entre otros aspectos, pueden hacer aumentar o dismi-
nuir el contenido de m.o. del suelo o bien generar CO2 (medio aireado) o CO2 y CH4
(medio anaerobio) hacia la atmósfera (Cap. 14).

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El secuestro de carbono
— Hace referencia al almacenamiento de C en una forma estable en una cierta escala
temporal.
— Puede tener lugar de forma directa por paso a formas inorgánicas, tales como CaCO3
y MgCO3 o por formación de biomasa (fotosíntesis); y de forma indirecta, como
m.o. del suelo.

Entre los aspectos a tener en cuenta en los estudios de secuestro de C en los suelos se
puede destacar (Macías, 2002):
— Capacidad de un suelo para actuar de sumidero de C.
— Mecanismos de fijación de C.
— Efectos del tipo de uso del suelo sobre el contenido de m.o.
— Balance de C en un determinado ecosistema.
— Efectos beneficiosos del incremento de C en el suelo (estructura, porosidad, capaci-
dad de retención de agua disponible para las plantas (CRAD), fertilidad, etc.).
— Efectos derivados de la rehabilitación de suelos degradados.
— Efectos derivados de las reforestaciones.
— Planificación del uso de los suelos.
Este conocimiento permitirá llegar a establecer protocolos de monotorización que
resulten aceptables y hagan posible verificar el secuestro de C en sistemas suelo-planta, así
como poner a disposición de los que toman decisiones mejores criterios para realizar mejo-
res análisis cuantitativos económicos y políticos (SSSA, 2002). De este modo, se podrá dar
mejor cumplimiento a acuerdos internacionales sobre cambio global, tales como el Proto-
colo de Kyoto, para la reducción de emisiones a la atmósfera.

6.4. Agricultura sostenible y calidad de la materia orgánica


El Informe Bruntland (1987) de la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y
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Desarrollo definió el desarrollo sostenible (Jiménez y Lamo de Espinosa, 1998)


como aquel que:

Debe permitir satisfacer las necesidades y aspiraciones de la población actual,


sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer sus
propias necesidades, limitando la explotación de los recursos naturales
mediante una gestión eficiente y organización social.

Las primeras necesidades a satisfacer son las alimentarias, para una población mundial
en crecimiento constante, por consiguiente, dado que la materia orgánica afecta a múltiples
funciones del suelo, contribuye a su sostenibilidad/sustentabilidad y por ende a la de la
agricultura (Swift y Woomer, 1993; Carter, 2001). A lo largo del siglo XX ha tenido lugar

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una pérdida importante en el contenido de m.o. de los suelos, como consecuencia de los
cambios en los modelos de uso del territorio, para dar respuesta a las necesidades derivadas
del aumento de población mundial con expansión de las tierras cultivadas.
Smyth y Dumanski (1995) han establecido cinco componentes para alcanzar
un manejo sostenible/sustentable del territorio:

— Productividad: mantener y aumentar la producción para satisfacer las necesidades


alimentarias de la población.
— Seguridad: disminuir el nivel de riesgos de producción, calidad de los alimentos.
— Protección: proteger la calidad de los recursos naturales y prevenir la degradación.
del recurso suelo y prever su conservación.
— Viabilidad: mantener la viabilidad económica de la actividad agraria.
— Aceptabilidad: modelo de desarrollo que resulte socialmente aceptable.

Cada componente se evalúa por medio de indicadores, que presentarán un umbral o valor
crítico más allá del cual se producen efectos adversos para la sostenibilidad/sustentabilidad.
La forma de interpretar cada indicador no tiene un carácter universal, debiendo establecerse
valores críticos para cada categoría de suelos y sistema agrario. Por otro lado, la escala de
tiempo puede variar para cada componente. Dado el distinto comportamiento de los compo-
nentes de la m.o., el mejor indicador no será el contenido de m.o., sino la relación entre resi-
duos orgánicos «frescos» o «activos» aportados y el contenido de m.o. Ello es debido a que
los residuos orgánicos «frescos» son los que desempeñan un papel más importante en la
estructura del suelo y propiedades relacionadas (Loveland y Webb, 2003). El estudio de la
sostenibilidad también se puede abordar a partir de modelos ecológicos (Carter, 2001).
Para mejorar las funciones de un suelo se puede pensar en hacer aportes de alguna
enmienda orgánica, para intentar aumentar el contenido de m.o. Ahora bien, el cálculo de la
cantidad de enmienda a incorporar para aumentar de forma significativa el contenido de m.o. de
un suelo pone en evidencia, en muchas ocasiones, que esta mejora resulta impracticable, por
antieconómica. Ello lleva a considerar que la base de las estrategias de los agricultores para la
sostenibilidad/sustentabilidad debe ser intentar mantener el nivel de m.o., ya que aumentarlo
resulta difícil. Las entradas deben equilibrar las pérdidas, pero, además, se requiere asegurar un
adecuado ciclo de nutrientes (Ritz y Griffiths, 2001). El mantenimiento de los contenidos de
m.o. en suelos de cultivo en agricultura convencional se puede conseguir por medio de:
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— Gestión adecuada de los residuos de cosechas: enterrado de los rastrojos cuando


todavía conservan humedad. Evitar las quemas.
— Abonados en verde.
— Rotación de cultivos.
— Aportes de m.o. asequible en la zona y a buen precio, ya sean estiércoles, residuos
orgánicos de industria, lodos de depuradora u otros.
— Laboreo de conservación: hace aumentar el contenido de m.o. con lo que se mejora
la estructura del suelo, se evita el impacto directo de las gotas de lluvia sobre los
agregados y, en laderas, hace que haya menores pérdidas de suelo por erosión.
— Laboreo mínimo con siembra directa: una menor aireación supone una menor
degradación de la m.o. A veces, pueden ser posibles dos cosechas en un año.

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Para evaluar la calidad de la materia orgánica de un suelo se puede partir del esquema
secuencial propuesto por Carter (2001) y Carter et al. (1996) para fines de uso específicos a
establecer:

Secuencia
Esquema secuencial Preguntas implicadas
de pasos

1 Propósito ¿Para qué se va a utilizar el suelo?


2 Funciones ¿Qué papel específico se requiere del suelo?
3 Procesos ¿Qué procesos clave sostienen cada función?
4 Propiedades/atributos ¿Cuáles son las propiedades críticas del suelo para cada
proceso?
5 Indicadores/subrogaciones/ ¿Cuáles son los valores críticos o umbrales?
funciones de ¿Cuándo el atributo resulta difícil de medir o, si no
edafotransferencia está disponible, a partir de qué propiedades se puede
inferir?
6 Metodología ¿De qué métodos se dispone para medir el atributo?
7 Normalización Reglas técnicas y protocolos para el muestreo del suelo,
manejo, almacenamiento, análisis e interpretación de
datos

6.5. Gestión de la fertilidad de los suelos: Agricultura convencional


y agriculturas alternativas
La producción de alimentos de calidad constituye el punto central de la agricultura. Ya
se ha indicado que en un agroecosistema el ciclo de nutrientes se caracteriza por ser un
ciclo abierto. Para que un suelo produzca útilmente y poder asegurar así la alimentación a
una población mundial creciente, hay que restituir aquellos nutrientes que sean exportados
por las cosechas. La forma de hacerlo es objeto de controversias desde los tiempos en que
el químico alemán Justus von Liebig (1803-1873) publicó su celebre tratado titulado Quí-
mica Aplicada a la Agricultura y a la Fisiología. En él expuso la teoría de la alimentación
mineral de las plantas, que sirvió de base para impulsar la industria de abonos químicos,
que fue la causa más eficaz del progreso agrícola y de la revolución agrícola de mediados
del siglo XIX (Boulaine, 1989).
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Justus von Liebig arremetió contra la teoría de humus, ardientemente defendida por
Daniel Thaer (1752-1828), fundador y director de la Escuela de Agricultura de Möglin
(1810). Según Thaer el humus sería la única fuente de alimento para las plantas y lo que
habría que aportar para asegurar la restitución de los nutrientes. Daniel Thaer afirma que
«como el humus es una producción de la vida, igualmente es la circunstancia de la que ésta
depende».
La controversia con Liebig no fue menor, interviniendo en ella prestigiosos químicos,
entre ellos Berzelius. El estado del conocimiento en química de suelos en la época favore-
cía la polémica. Cabe recordar que la capacidad de intercambio catiónico del suelo (Cap. 9)
no fue observada hasta 1848, habiendo sido el agricultor H.S. Thompson quien se dio
cuenta del fenómeno e informó de ello al químico J. Thomas Way, que es quien lo estudió
científicamente entre 1850 y 1852. Igualmente, en aquel momento los efectos de la m.o.
sobre las funciones del suelo eran prácticamente desconocidos.

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Para situarse en el contexto histórico de la época, cabe indicar que a finales del siglo
XVIII,Thomas R. Malthus (1766-1834), con la publicación de su obra Essays on Principles
of Population, expresaba la preocupación por el desequilibrio entre el ritmo de crecimiento
de la población y la posibilidad de expandir la producción de alimentos. Sin la posibilidad
de equilibrar la situación, en opinión de Malthus, la presión demográfica llevaría a una
sobreexplotación de las tierras. Para él, el hombre no podían cambiar la naturaleza, ni el
suministro de la mayoría de recursos, por lo que poco se podría hacer para contrarrestar la
pobreza y la degradación de los suelos, que es lo que siguen manteniendo los neomatusia-
nos en la actualidad. Este planteamiento se ha visto que resulta extremadamente simplista,
habiendo sido cuestionado posteriormente por otros muchos autores, a partir de los sucesi-
vos logros de la ciencia del suelo y de las ciencias agrarias.
La idea del hombre como corruptor de la naturaleza era defendida por los poetas
románticos del siglo XIX. En 1864, George Perkins Marsh publicó el libro Man and Nature
or Physical Geography as Modified by Human Action, que se puede considerar el primer
libro que inicia la discusión moderna de los temas medioambientales. No obstante, habría
que esperar casi un siglo para que se produjese un verdadero interés por los aspectos
medioambientales del desarrollo y no fue hasta 1980 que se empezó a hablar de desarrollo
sostenible/sustentable.
En 1878, Diego Navarro Soler publicó la segunda edición de su libro titulado El estiércol.
En él se refleja indirectamente la polémica entre los defensores de Thaer y los de Liebig,
cuando escribe «sin que permanezcamos a ninguna escuela exclusiva, ni nos dejemos llevar
por la pasión a lo nuevo, siquiera se nos haya calificado de entusiastas partidarios de los abo-
nos químicos, cuando sólo los aceptamos como una necesidad ineludible del cultivo intensivo
y como auxiliares del estiércol, abono normal, fundamental y esencial, procuraremos tomar de
todas lo mejor, sin ningún género de prevención, exponiendo sus ventajas e inconvenientes».
La controversia perdura hasta nuestros días, ya que, a la par que avanzan los conoci-
mientos sobre la nutrición de las plantas, surgen planteamientos alternativos a la agricultura
convencional. La agricultura orgánica se desarrollaba en tiempos de Liebig, como un movi-
miento de resistencia al empleo de fertilizantes químicos, a la mecanización y a la indus-
trialización de la agricultura. Con el descubrimiento del DDT y la aplicación masiva e
incontrolada de fitosanitarios, ha pasado a representar la oposición al empleo de agroquími-
cos en agricultura (De Roose y van Parijs, 1991). A partir de finales de la década de 1960,
se empezó a generalizar el interés por este tipo de agricultura, denominada igualmente, con
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sus matices, agricultura biológica, ecológica, alternativa o regenerativa. En 1968, Hans


Peter Rusch publicó el libro La Fecondité des Sols, en el que expone las reglas básicas de la
agricultura biológica, como la denomina él. Por otro lado, a principios del siglo XX, Rudolf
Steiner (1861-1925) había introducido la agricultura biodinámica.
Paralelamente a estas concepciones de la agricultura y no ajeno a ellas, a mediados del
siglo XX, surge el ecologismo como movimiento social, para poner fin a la degradación
derivada de la expansión de la sociedad industrial. La ecología como ciencia constituye un
componente del ecologismo. En este movimiento se distinguen los medioambientalistas
cuyo objetivo es la defensa del medio ambiente y los alternativos, que constituyen un
movimiento cooperativo, comunitario y organizaciones feministas. En el movimiento eco-
logista se distinguen, según su estrategia, los verdes espirituales, que priorizan un cambio
de mentalidad, y los verdes políticos que, por el contrario, preconizan el cambio de estruc-
turas, la modificación profunda de las instituciones (De Roose y van Parijs, 1991). Dado
que el pensamiento ecologista suscita un interés creciente, también así los modelos de agri-

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cultura más próximos a él y más vinculados con un enfoque basado en la gestión de la m.o.
en los agroecosistemas.
Dado que, en la práctica, ningún agroecosistema es de ciclo biogeoquímico
cerrado (pérdidas por lixiviación, volatilización, extracciones por las cosechas e
inmovilizaciones en la biomasa), se requiere un aporte de nutrientes para reponer
las extracciones. Una parcela agrícola constituye un sistema abierto. En una finca
agropecuaria se pueden reciclar nutrientes, al incorporar al suelo las deyecciones
del ganado, práctica habitual en una agricultura tradicional extensiva y en la que el
agricultor utilizaba pocos fertilizantes químicos. En países desarrollados, desde
hace años se ha introducido la ganadería intensiva sin tierra, con lo que el exce-
dente de deyecciones ha empezado a ser un problema medioambiental (Cap. 28).
No debe verse el suelo como un vertedero que todo lo admite. Un exceso de puri-
nes aplicados al suelo puede producir desequilibrios nutricionales, por el exceso de
N aportado. Así, por ejemplo, en un campo cultivado con trigo, hará que éste
crezca en altura, aumentando su susceptibilidad al encamado tras una lluvia (Teixi-
dor, 2002, com. personal). Por otro lado, el frente de humectación en el suelo
puede llegar a alcanzar y contaminar una capa freática.
La forma de restituir al suelo los nutrientes que extraen los cultivos diferencia
de forma notoria los diversos modelos de agriculturas en uso. Frente a la concep-
ción de una agricultura basada en el uso de agroquímicos, se han ido planteando
otros enfoques (Labrador et al., 2002):

— Agricultura biodinámica (Steiner, 1924).


— Agricultura del humus (Sykes, 1946).
— Agricultura orgánica.
— Agricultura biológica (Rusch, 1968).
— Agricultura regenerativa.
— Agricultura ecológica.
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Todos estos enfoques tienen en común la búsqueda de soluciones que tengan en cuenta
las relaciones complejas existentes entre los diferentes componentes del sistema y la soste-
nibilidad/sustentabilidad del mismo, para producir alimentos sanos y exentos de cualquier
tipo de residuo (Cook y Lee, 2000). Las expresiones agricultura orgánica, agricultura bioló-
gica y agricultura regenerativa, en algunos casos pueden considerarse sinónimos (Lampkin,
1992). En Europa continental, se ha extendido más el uso del término «agricultura bioló-
gica o ecológica» que es la que tiene una normativa aprobada, mientras que en los países
anglosajones se utiliza más la expresión «agricultura orgánica».

Agricultura biodinámica
La agricultura biodinámica surge como un impulso de renovación cultural promovido
por el filósofo austríaco Rufolf Steiner (1861-1925) y como respuesta a los enfoques de

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Liebig. Steiner creó una corriente de pensamiento denominada Ciencia espiritual o Antro-
posofía. Los planteamientos de la agricultura biodinámica fueron dados a conocer en el
Curso de Agricultura (Steiner, 1924, 1988). Se basa en el reconocimiento de fenómenos o
elementos «suprasensibles» (fuerzas etéricas formadoras), que existen además de los ele-
mentos cuantificables o medibles por la ciencia. El agricultor debe captar estas fuerzas y
utilizarlas para manejar sus cultivos. Puede recurrirse a obras como La Filosofía de la
Libertad y la Ciencia Oculta para profundizar en los planteamientos de Steiner y ver la
actitud y la responsabilidad que propone al empresario biodinámico cuando trabaja en agri-
cultura. La concepción ternaria del organismo social que plantea Steiner comprende: liber-
tad en el pensar; en la vida cultural, igualdad en el sentir y ante la ley; y fraternidad al
actuar y en la vida económica (Colmenares, 2002). Los principios básicos de la agricultura
biodinámica tienen similitudes con los de la agricultura biológica, si bien el enfoque filosó-
fico y la manera de aplicarlos es diferente. Este tipo de agricultura se ha extendido con la
emigración de agricultores alemanes a diversas partes del mundo. Así por ejemplo, se prac-
tica en las Islas Canarias (España) para cultivar plátanos y tomates biodinámicos; en Chia-
pas (México) para producir café biodinámico, entre otros lugares.

b) Agricultura orgánica
La agricultura orgánica confía en un adecuado manejo de la m.o. para mejorar las
propiedades químicas, biológicas y físicas de los suelos, para optimizar la producción. Los
principios de este tipo de enfoque son:

— Favorecer e intensificar los ciclos biológicos en el agroecosistema.


— Trabajar lo más posible dentro de un sistema cerrado, en lo referente a la materia
orgánica y los nutrientes.
— Trabajar con los sistemas naturales más que buscar dominarlos.
— Mantener e incrementar la fertilidad del suelo a largo plazo.
— Utilizar, siempre que sea posible, recursos renovables.
— Controlar la erosión.
— Permitir a los productores agrícolas un beneficio adecuado y una satisfacción en su
trabajo.
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— Producir alimentos de alta calidad nutricional y en cantidad suficiente.


— Evitar cualquier forma de contaminación que se pueda derivar de técnicas agrícolas:
se propugna el control integrado de plagas.
— Proporcionar al ganado unas condiciones de vida que les permitan desarrollar sus
características innatas.
— Mantener la biodiversidad.

Una de las diferencias fundamentales entre el manejo de sistemas convencionales y sis-


temas orgánicos reside en la forma en que se abordan los problemas. De acuerdo con Wat-
son et al. (2002), la agricultura convencional a menudo adopta soluciones con objetivos a
corto plazo (por ejemplo, aplicación de un fertilizante soluble o de un herbicida). Por el
contrario, los sistemas orgánicos utilizan un enfoque estratégicamente diferente, buscan
soluciones a más largo plazo, preventivas, más que correctoras y a nivel del sistema en su

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conjunto. Así por ejemplo, el control de la erosión, el diseño de rotaciones de cultivo para
incidir sobre el ciclo de nutrientes, el control integrado de plagas, etc. (Stockdale et al.,
2001), para conseguir la sostenibilidad/sustentabilidad del agroecosistema.
El Departamento de Agricultura de EE.UU. (USDA) se ha interesado por la agricultura
orgánica y, al definirla, destaca la exclusión del uso de fertilizantes de síntesis y pesticidas
en cultivos y la de reguladores del crecimiento y aditivos en la alimentación animal. En
Alemania, la agricultura orgánica es objeto de enseñanza en algunas universidades, lo que
se está generalizando a otros países. En Inglaterra y Gales, el Agricultural Development
and Advisory Service (ADAS) tiene un coordinador nacional y consejeros regionales con
responsabilidad en temas de agricultura orgánica. Watson et al. (2002) se ocupan del estu-
dio de la agricultura orgánica en Australia. Los productos que se comercializan como pro-
cedentes de agricultura orgánica deben cumplir las normativas establecidas en los respecti-
vos países y pueden gozar de una denominación de origen. Así en EE.UU. la EC
Regulation 2092/91 y 1804/99.

c) Agricultura ecológica
Los planteamientos de la agricultura ecológica quedan reflejados en las Normas que
cualquier sistema agrícola debe cumplir para poder ser calificado como ecológico (CRAE,
1990; Labrador et al., 2002; González y Altés, 2002). El Manual de Agricultura y Ganade-
ría Ecológica (Labrador et al., 2002) constituye una buena base para profundizar en el
tema. El Consejo Regulador de Agricultura Ecológica español ha establecido las siguientes
normas:

— Producir alimentos de alta calidad nutricional en cantidades suficientes.


— Trabajar con los sistemas naturales más que pretender dominarlos.
— Fomentar y potenciar los ciclos biológicos dentro de la finca, implicando a microor-
ganismos, flora y faunas edáficas, plantas y animales.
— Mantener e incrementar, a largo plazo, la fertilidad del suelo.
— Utilizar, hasta donde sea posible, los recursos renovables en sistemas agrícolas
localmente organizados.
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— Trabajar tanto como sea posible en un sistema cerrado, con especial atención a la
m.o. y elementos nutritivos (evitar el empleo de agroquímicos).
— Dar al ganado las condiciones de vida que les permitan desarrollar todos aquellos
aspectos de su comportamiento innato.
— Evitar todas las formas de contaminación que puedan resultar de las técnicas
agrícolas.
— Mantener la diversidad genética del sistema agrícola y sus alrededores, incluyendo
la protección de plantas y del hábitat silvestre.
— Permitir a los productores unos retornos económicos adecuados y satisfacción por su
trabajo, incluyendo un ambiente de trabajo seguro.
— Considerar el amplio impacto que genera, en el ámbito social y ecológico un deter-
minado sistema de explotación agrícola.

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Estos planteamientos realzan los aportes de la biología de suelos, frente a considerar
única y exclusivamente los de la química de suelos. Se basan en la comprensión de las aso-
ciaciones entre micorrizas, fijación simbiótica de nitrógeno atmosférico, la rizosfera, el
ciclo de la m.o. y la disponibilidad de los distintos nutrientes para controlar la nutrición de
las plantas. Plantear rotaciones de cultivo equilibradas, con el policultivo de especies adap-
tadas y empleo de métodos mecánicos para la regulación de las plantas adventicias o flora
arvense (denominadas «malas hierbas» en la agricultura convencional).
En diversos países se han constituido entidades y se han elaborado disposiciones para
coordinar las iniciativas, potenciar este tipo de planteamientos en la producción de alimen-
tos y compartir experiencias. Los gobiernos han establecido normas para dar garantías a los
consumidores de los productos que adquieren. Así, por ejemplo:

— Sociedad Española de Agricultura Ecológica (SEAE).


— Consejo Regulador de Agricultura Ecológica español (CRAE).
— Denominación de origen de agricultura ecológica: RD759/1988 de 15 de julio del
Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación de España (MAPA).
— Orden de 4 de octubre de 1989 del MAPA, por la que se aprueba el Reglamento de la
Denominación Genérica «Agricultura Ecológica y su Consejo Regulador».
— Asociación de Agricultura Biodinámica de España.
— Asociación Española de Comercializadores y Fabricantes de Productos Biológicos.
— International Federation of Organic Agriculture Movements (IFOAM).

d) Agricultura tradicional
La agricultura tradicional que se practicaba en España con anterioridad a 1960 era
una agricultura extensiva, asociada con la ganadería. El estiércol permitía compensar las
extracciones de los cultivos. En una época de autarquía, el objetivo era conseguir aumentar
la producción y lejos estaban todavía las preocupaciones medioambientales. La labranza
con animales solía tener en cuenta los principios de conservación de suelos. Las yuntas de
bueyes o de mulas labraban siguiendo las curvas de nivel en un ir y venir interminable que
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hacía muy penosa la vida del gañán que llevaba a cabo este trabajo. Las rotaciones de culti-
vos, los barbechos y otras prácticas de cultivo permitía satisfacer las necesidades alimenta-
rias de la población.

f) Agricultura convencional intensiva


La agricultura convencional se basa en el uso de agroquímicos y la agromecánica
incorporadas para mejorar las prácticas y las producciones de la agricultura tradicional. Su
objetivo ha venido siendo intensificar la producción para alimentar a una población cada vez
mayor, demostrando, sin proponérselo directamente, que los planteamientos de Malthus y
los neomalthusianos no tienen vigencia. Este tipo de agricultura ha tenido logros evidentes,
si bien su intensificación puede provocar impactos negativos, destacados por el movi-
miento ecologista como crítica a la sociedad de consumo. En este tipo de agricultura se
pueden citar los siguientes puntos fuertes y puntos débiles:

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Puntos fuertes:
Ha permitido:
— Incrementar las producciones agrícolas y ganaderas. Un maíz indígena, cultivado en
suelos de ladera, sin fertilizantes, en agricultura de subsistencia, produce unos
1.000 kg por hectárea; un maíz híbrido, en regadío, con uso de fertilizantes y de fito-
sanitarios, produce entre 10.000 y 15.000 kg por hectárea.
— Alcanzar la autosuficiencia alimentaria en muchos países del mundo.
— Un trabajo en el campo menos penoso para el hombre y la mujer, con la introducción
de la agromecánica y los diseños más ergonómicos de las máquinas agrícolas.
— Producir a menores costes.
— Pasar de una agricultura de subsistencia a una agricultura industrial.
— Requerir menos población activa agraria para producir alimentos.
Puntos débiles:
— Las elevadas producciones sólo se pueden mantener con mayores exigencias de
agroquímicos.
— La producción de fertilizantes químicos incide sobre los consumos de recursos ener-
géticos a escala global.
— La pérdida de la práctica de las rotaciones de cultivo equilibradas y paso al mono-
cultivo.
— La agromecánica mal utilizada da origen a una degradación física de los suelos
(Cap. 25) y acelera los procesos erosivos (Cap. 23).
— Las transformaciones en regadío mal planteadas han dado origen a la degradación de
los suelos por procesos de salinización y sodificación (Cap. 24).
— Se han generalizado las explotaciones ganaderas sin tierra, lo que da origen a exce-
dentes de residuos (purines, por ejemplo).
— Aumenta el riesgo de contaminación ambiental (Cap. 28).
— Aumenta los riesgos para la salud humana.
— Provoca excedentes de productos agrícolas en los países del hemisferio Norte,
dando lugar a agriculturas subvencionadas, lo que perjudica las exportaciones y las
posibilidades de desarrollo de países pobres.
— Fuerza a que la energía sea de bajo costo, con repercusiones en el precio internacio-
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nal del petróleo y en el control de las fuentes de energía.


— Abandono de tierras, despoblación del campo y riesgo de degradación.

Las críticas recibidas por la agricultura convencional han llevado, por un lado, a un
auge creciente de las denominadas agriculturas alternativas (biodinámica, ecológica y
orgánica) y, por otro, al desarrollo de la agricultura sostenible/sustentable (Jiménez y
Lamo de Espinosa, 1998; Loomis y Connor, 2002), con planteamientos muy vinculados a
la idea de desarrollo sostenible/sustentable.

g) Agricultura sostenible/sustentable
La International Union for the Conservation of the Nature and Natural Resources, en
1980 definió el desarrollo como «aquella modificación de la biosfera y de los recursos

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inertes para satisfacer las necesidades humanas y mejorar la calidad de vida de las perso-
nas». De aquí debe desprenderse la voluntad de mejorar el bienestar de las personas y dar
beneficios para todos. La agricultura sostenible/sustentable no renuncia a los beneficios
de los agroquímicos, ni a los de la agromecánica, si bien es sensible a las críticas recibidas
y plantea producir teniendo en cuenta los factores económicos, sociales y medioambienta-
les. Los aspectos que tiene en cuenta son:

— La población a la que se dirigen los beneficios del desarrollo.


— El suministro de alimentos de calida y en cantidad suficiente.
— La conservación de suelos y agua.
— El evitar la extinción de especies.
— Conservar los recursos genéticos.
— Energía.
— Industria.
— Asentamientos humanos.

Ante los diversos planteamientos, no debería olvidarse que, para que uno de
ellos sea sostenible/sustentable, deberá cumplirse un doble requerimiento. Por un
lado, debe ser compatible con las expectativas de los agricultores y, por otro, su
influencia sobre el medio ambiente debe ser tal, que pueda ser practicado indefi-
nidamente, sin consecuencias no deseables. Por ello debe tenderse hacia enfoques
holísticos, que tengan en cuenta los factores de producción, para que sea rentable
para los que la practican, los medioambientales, para que no haya degradación, y
los requirimientos de la propia población (Bridges y Catizzone, 1998), abando-
nando enfoques sectoriales estrictamente productivistas a cualquier precio.
En definitiva, cualquiera que sea el enfoque adoptado, el objetivo debe ser evi-
tar la sobreexplotación de los suelos y lograr su conservación, ya que cada suelo
tiene una capacidad productiva y una resiliencia dadas (Cap. 23) que, si se reba-
san, se generan procesos de degradación que, a la larga, resultan irreversibles.
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7. Aspectos ecológicos de la materia orgánica:


Tipos ecológicos de humus
La m.o. acumulada en el suelo es el resultado de procesos edafogénicos (Cap.
17) y traduce las condiciones de medio a lo largo de formación de un suelo (Cap.
18). El estudio de la m.o. con un enfoque ecológico hace posible adquirir informa-
ción de síntesis acerca de ambos aspectos. Como consecuencia, se han ido estable-
ciendo diversos tipos ecológicos de humus, utilizando en este caso el término
humus en sentido amplio, sinónimo de m.o. del suelo.
Los criterios inicialmente utilizados para clasificar los tipos de humus eran básicamente
morfológicos y, con el avance de los conocimientos acerca de la m.o., se han ido comple-
mentando con criterios físico-químicos, microbiológicos y bioquímicos (Duchaufour,
2001). Entre ellos cabe indicar:

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Criterios morfológicos:
— Aspecto y color.
— Morfología macroscópica y microscópica.
— Espesor.
— Grado de unión entre la m.o. y la materia mineral.
— Existencia de un horizonte O encima del A.
— Grado de descomposición de la m.o. El horizonte O se puede subdividir atendiendo
al % de fibras (Cap. 3), así: Oa fibras < 17 %; Oe 17 < f < 40; Oi fibras > 40 %.
Criterios físico-químicos:
— Reacción (pH) y porcentaje de saturación de bases.
— Relación C/N.
— % de mineralización anual.
— % de extracción con álcalis.
— % de humificación.
— % de polimerización: ratio AF/AH.
Criterios microbiológicos y bioquímicos:
— Actividad enzimática.
— Respiración del suelo (curvas de mineralización, biodegradabilidad de la m.o.).
— Actividad biológica global por medio de la actividad ATPasa.

La clasificación de los tipos de humus se propone caracterizar la actividad


biológica global, la intensidad de mineralización y la importancia de la humifica-
ción, como resultado de unas condiciones ecológicas dadas (Duchaufour, 1984,
2001). Scheffer y Ulrich (1960) distinguieron nueve tipos distintos de humus,
atendiendo a aspectos nutricionales del medio, desde los ricos en bases (eutró-
fico) a los pobres en bases (distrófico, oligotrófico), desde los formados en condi-
ciones aerobias a los resultantes de un medio anaerobio. La actividad biológica,
como se ha indicado anteriormente, decrece con la acidez y con una anaerobiosis
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creciente:

Condiciones Condiciones hídricas del medio


nutritivas C/N Terrestres Semiterrestres Subacuáticas
del medio (Aerobias) (Anaerobias) (Anaerobias)

Eutrofia < 12 Mull Anmor Sapropel


Mesotrofia Moder Turbera Gytja
Distrofia > 20 Humus bruto o mor Turbera ácida Dy

Este enfoque ha llevado a establecer subdivisiones en cada una de las cate-


gorías indicadas. Duchaufour (1984, 2001) establece los siguientes tipos de
humus:

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Humus activos: mull
— Mull eutrofo (pH > 5.5).
— Mull mesotrofo (pH entre 5.0 y 5.5.).
— Mull ácido (pH < 5.0).
— Mull cálcico.
— Mull ándico.
— Mull-moder.
Humus poco activos: mor
Humus formados en un exceso o una falta de agua:
— Hidromull.
— Hidromoder.
— Hidromor.
— Anmor.
— Turba.

La incorporación de técnicas de laboratorio ha permitido aumentar la precisión en el


estudio, si bien ha hecho cada vez más difícil un diagnóstico en campo. Esto, junto al hecho
de que este enfoque resulta difícil de aplicar en suelos cultivados, hizo que no se tuviese en
cuenta, ni se tenga, al definir los epipediones en la Soil Taxonomy (NSCS, 1998), ni en la
World Reference Base (FAO - IUSS, 1998).

ESTUDIO DE CASOS
1. Explicar por qué puede variar en función del pH la capacidad de intercam-
bio catiónico (CIC) de un epipedión.
2. ¿Qué comportamiento presenta la m.o. respecto a la carga eléctrica?
3. ¿A qué se puede deber el aumento de carga negativa en la m.o. en un hori-
zonte al aumentar el pH?
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4. Citar un tipo de arcilla que presente un comportamiento análogo.


5. Explicar a qué se puede deber el hecho de que los cultivos puedan crecer
mejor en un suelo cuyo epipedión tenga un pH inferior a 4, cuando se
añade m.o. (Evans y Kamprat, 1970).
6. En un suelo contaminado con cromo se observa que al añadir una m.o. rica
en ácidos húmicos disminuye la biodisponibilidad del cromo y su toxicidad.
¿A qué puede deberse?

Respuestas
1. Los grupos funcionales carboxílico y fenólico en función del valor de la
constante de equilibrio (pKa) pueden disociarse confiriendo un carácter
ácido o bien protonarse, presentando carga positiva (carga variable).

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2. La m.o. tiene un carácter anfótero, que le permite adsorber cationes o anio-
nes según la reacción de suelo.
3. Debido a la despronotación de los grupos funcionales carboxílico y fenó-
lico.
4. La caolinita presenta igualmente carácter anfótero.
5. La formación de un complejo entre las sustancias húmicas y el aluminio
soluble/intercambiable hace que la actividad de éste en la solución del
suelo (biodisponibilidad) sea baja y con ello su toxicidad será menor.
6. El cromo inicialmente se debía encontrar como Cr(VI), que es altamente
tóxico. Al añadir ácidos húmicos, éstos actúan como agente reductor, con
lo que el cromo pasará a Cr(III), que actúa como un ácido fuerte de Lewis,
formando un complejo estable con los grupos carboxílicos de los ácidos
húmicos. Ambos mecanismos explican su menor biodisponibilidad y menor
toxicidad (Sparks, 1995).

8. Bibliografía

8.1. Bibliografía básica


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9
Reacciones de superficie:
adsorción e intercambio iónico
Las interacciones complejas entre las superficies de las arcillas,
óxidos y m. o. controlan ampliamente las propiedades físicas de los suelos.
J. M. OADES, 1998.

1. Posición de los elementos químicos en el suelo

Los elementos químicos constituyentes del suelo pueden ocupar distintas posi-
ciones:

— En la fase sólida. Inmovilizados en una estructura mineral cristalina, en alumino-


silicatos amorfos, y en compuestos orgánicos.
Los elementos de una red cristalina se hallan en ella desde el momento en que se
formó el mineral, y hasta que los procesos de meteorización (Cap. 17) vayan permi-
tiendo la salida de los elementos integrantes de la red, El resultado final será el
colapso de la red y la desintegración del mineral. Este proceso suele requerir un
tiempo prolongado.
— En la interfase sólido-líquido.
Localizados en la superficie de determinadas partículas y en su área de influencia.
Tienen lugar reacciones de superficie con uniones de distintos tipos entre el ele-
mento y la superficie.
— En la fase líquida.
El agua del suelo puede contener elementos en solución, así como partículas sólidas
en suspensión: material coloidal soluble o pseudosoluble. Los iones disueltos preci-
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pitan al secarse el suelo y al añadir agua vuelven a disolverse. La reacción con un


líquido se denomina
solvatación y en el
caso de un ión con
agua se conoce como
Na+
hidratación.
Como resultado de la
hidratación, una serie
de moléculas de agua
Molécula de H2O
quedan rodeando a
cada ión.

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En la fase líquida, el radio del ión hidratado es considerablemente mayor que el del ión:

Radio iónico (nm)


Ión
Deshidratado Hidratado

Li+ 0,078 1,003


Na+ 0,098 0,793
K+ 0,133 0,532
Rb+ 0,149 0,509

La hidratación tiene efectos importantes sobre las reacciones de superficie y la movili-


dad del ión afectado, ya que el centro del ión hidratado está más alejado de la superficie y el
grado de unión será menor.
Los elementos de la fase líquida presentan una elevada movilidad, pudiendo ser trans-
portados dentro del suelo (translocados) o bien fuera de él (perdidos por lavado).
Por lo general, la concentración del agua del suelo es muy baja. En aquellos casos en
que no así sea, la presión osmótica será alta, las plantas tendrán dificultades en obtener
agua del suelo y pueden sufrir efectos tóxicos específicos. Estas circunstancias hacen que
estos suelos se denominen salinos. (Cap. 24).
El comportamiento de un mismo elemento, su movilidad y disponibilidad para las plan-
tas serán totalmente distintos según la posición ocupada en unos y otros casos.

2. Fenómenos de adsorción

La adsorción:
Es la asociación de materia, ya sean átomos, moléculas o iones, a las superficies
de los sólidos (interfase sólido-líquido). Hace que las concentraciones de las
sustancias disueltas sean diferentes en las proximidades de las partículas que en
la fase líquida.
En los mecanismos que dan lugar a la asociación pueden hallarse implicadas:
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— Fuerzas de enlace entre moléculas sin carga: (fuerzas físicas) tales como:
Fuerzas de London-van der Waals.
Fuerzas de enlace por puentes de hidrógeno.
— Fuerzas de enlace entre átomos debidas a:
Enlace iónico.
Enlace covalente.

Los pesticidas pueden asociarse con la materia orgánica por medio de interacciones
temporales, tales como puentes de hidrógeno, fuerzas de London-van der Waals y puentes
catiónicos, si bien su persistencia en el suelo a largo plazo se debe a enlaces covalentes
entre el pesticida y los ácidos húmicos (Tate, 1987).
Las cargas de superficie que presentan los minerales de arcilla (Cap. 7) y los
componentes orgánicos (Cap. 8) pueden tener su origen en:

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— La estructura del mineral, en este caso:
Su cuantía es independiente de las condiciones del medio, en concreto del pH, por lo
que se denominan cargas permanentes.
Son debidas a sustituciones isomórficas.
La magnitud de la fuerza electrostática en la superficie del mineral dependerá de si
la sustitución isomórfica se halla en la capa tetraédrica o en la octaédrica, según
expresa la ley de Coulomb.
Suelen ser negativas, si bien en algunos casos son positivas, como en las cloritas.
— Roturas en los bordes y en los grupos funcionales.
Dependen de las condiciones de pH (cargas variables).
• En componentes minerales
Se trata de cargas localizadas en los bordes del mineral, en los que se producen las
roturas, caso de las caolinitas. También se presentan en óxidos, oxihidróxidos,
alófana e imogolita.
Los grupos OH pueden:
Disociarse en medios básicos, lo que genera carga negativa en la superficie del
mineral.
Unirse a iones H+ en medio ácido, lo que permite que el mineral presente cargas
positivas en sus bordes.
• En componentes orgánicos
La disociación y la unión con iones H+ afecta a los grupos funcionales hidroxilo
(–OH), carboxilo (–COOH), fenólico (–C6H4OH) y amina (–NH2) de los compo-
nentes orgánicos,

La variación de las cargas con el pH puede representarse del siguiente modo:

CARGA
25 cmol (+) kg–1

20

DEPENDIENTE del pH
15
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NEGATIVA

10

5 PERMANENTE

5
POSITIVA

10

15
1 3 5 7 9 pH
ZPC

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A pH ácidos pueden existir cargas positivas y negativas. El pH al cual se igualan las
cargas positivas y las negativas del coloide se denomina punto de carga cero (ZPC) o
punto isoeléctrico. En él la carga neta total de la partícula es cero (Sposito, 1984). Se ha
utilizado para caracterizar la abundancia relativa de carga.
A pH básicos habrá las cargas permanentes derivadas de las sustituciones isomórficas y
las cargas variables debidas a la materia orgánica y otros componentes.
Un complejo de superficie:

• Es el resultado de la unión de un grupo funcional existente en la superficie de una par-


tícula y un ión o molécula de la solución.
• Es una unidad molecular estable.
• Puede ser de esfera interna y de esfera externa.

En el caso en que el ión no esté solva-


tado, el complejo de superficie se denomina
de esfera interna (Sposito,1989). Este tipo
de complejos son muy estables ya que se
deben a enlaces iónicos, a enlaces covalentes
o a la combinación de ambos. Como ejem-
K+ plo, cabe citar la unión de un ión K+ en posi-
ción interlaminar y coordinación doce con
los átomos de oxígeno de dos cavidades silo-
xanas contiguas (Cap. 7) de una mica o de
una vermiculita. Este potasio se halla fijado
y no está a disposición de las plantas.
En aquellos casos en que la unión con un grupo funcional de superficie tiene lugar con
un ión hidratado, los enlaces son de tipo electrostático y los complejos, denominados de
esfera externa, son menos estables.
Oxígeno
Metal
H
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PbOH+

H2O
H2+ Cl–
Ca2+
H
Molécula de agua

Na+

Los iones solvatados pueden estar influenciados por la existencia de superficies carga-
das, sin llegar a formar complejos de superficie. En este caso los iones se mantienen difu-
sos en la interfase y presentan una gran movilidad (iones en solución).

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La adsorción que afecta a especies no solvatadas es de tipo específico, mientras que si
afecta a especies solvatadas es de tipo no específico. La adsorción se denomina específica
debido a que depende significativamente de las configuraciones electrónicas particulares
del grupo de superficie y del ión complexado.

3. Distribución de iones en sistemas arcilla-agua

3.1. Doble capa difusa y solución externa


La distribución espacial de cargas eléctricas de signo contrario y del mismo
signo, alrededor de una superficie cargada, ha sido explicada por medio de diversos
modelos. En la formación de complejos de superficie cabe indicar que los enlaces
electrostáticos con iones totalmente hidratados son los responsables de la adsorción
no específica con formación de complejos de superficie de esfera externa y de la
existencia de un enjambre de iones en la interfase sólido-líquido que neutralizan las
cargas de superficie, sin tener una localización fija en dicha interfase.
Los cationes están sometidos, por un lado, a la atracción del campo eléctrico
creado por la superficie cargada y, por otro, tienden a difundir desde la superficie
hacia la solución al existir un gradiente de concentración.
Esta situación puede representarse con una superficie de arcilla con carga
negativa e iones a su alrededor, cuya concentración disminuye con la distancia a la
superficie para los iones de signo contrario y aumenta con los del mismo signo:

CONCENTRACIÓN

DOBLE CAPA DIFUSA

SOLUCIÓN
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CATIONES EXTERNA

Co

ANIONES Co

DISTANCIA

La superficie de la partícula cargada (carga negativa) y los iones de signo con-


trario (carga positiva) constituyen una doble capa eléctrica difusa.
A una cierta distancia de la superficie se igualan las concentraciones de catio-
nes y aniones, lo que permite establecer dos zonas, la doble capa difusa y la solu-
ción externa.

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3.2. Modelos de distribución: Descripción cualitativa
La existencia de campos de fuerzas eléctricas no equilibradas en la interfase arcilla-
agua afecta a la distribución de iones alrededor de las superficies cargadas negativamente.
En una partícula de arcilla seca, y sin sales libres, los iones de signo contrario estarán
adsorbidos sobre la superficie del cambiador y próximos a cada sede de intercambio. Si
existen sales libres se hallarán precipitadas.

suelo seco suspensión suelo-agua en suelo húmedo

Esta distribución de cargas iguales y opuestas en dos capas eléctricas paralelas y rígi-
das, se conoce como modelo de Helmholtz. Este modelo presenta limitaciones debido a
que las partículas de arcilla son finitas y a que no permite describir todos los fenómenos
eléctricos observados en sistemas arcilla-agua. Al añadir agua pura al sistema anterior, los
cationes adsorbidos tenderán a difundirse una cierta distancia desde la superficie hasta que
se alcanza el equilibrio entre la atracción eléctrica de Coulomb y la difusión debida a la
energía térmica de los iones, consecuencia del gradiente de concentración, lo que da lugar a
una capa difusa de cationes. Esta configuración con una capa eléctrica negativa rígida en la
fase sólida y una capa difusa de cationes en equilibrio dinámico con la solución, se deno-
mina modelo de la doble capa difusa (DCD) o de Gouy-Chapman.
La concentración es mayor en la superficie y decrece exponencialmente con la distan-
cia. En condiciones de equilibrio, la distribución de los iones es la que corresponde a la
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mínima energía libre del sistema, descrita por la ecuación de Boltzman. La distancia a la
que la concentración en la doble capa se iguala a la concentración de la solución externa,
define el límite de la DCD y su espesor (u = 1/K). Éste puede calcularse con la ecuación
que expresa que el espesor de la DCD es tanto menor cuanto mayor es la valencia de los
iones y cuanto mayor es la concentración de la solución externa:

k = cte, función de la temperatura y de la constante dieléc-


trica del medio.
1 1
u =  =  Zn+ = carga de los iones.
K kZn+ C
o
Co = concentración de equilibrio (concentración externa).

La realidad resulta más compleja al existir en la DCD iones del mismo signo que la
superficie, lo que provoca su repulsión (adsorción negativa o exclusión aniónica). La confi-

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guración de la DCD se ve afectada tanto por la carga de los iones intercambiables, como por
la concentración de la solución exterior y la humedad del suelo. El espesor de la DCD,u, no
puede exceder del espesor, d, de la capa de agua ligada a la superficie de la arcilla. En aque-
llos casos en que d < u, la DCD no puede llegar a desarrollarse totalmente, está truncada. Los
iones deben acumularse en la región u y la DCD tenderá a reabsorber agua hasta que u ≥ d, lo
que genera una presión de hinchamiento al aportar agua al sistema (Aragüés,1988).
Este modelo se ha aplicado con éxito para coloides de baja densidad de carga superfi-
cial (del orden de 1-4 × 104 cmol (+) cm–2) y bajas concentraciones de la solución exterior
(0,1 – 0.0001 M), así como para descripciones cualitativas (Amezketa y Aragüés, 1989).
Sin embargo, presenta limitaciones al no cumplirse algunas de sus hipótesis a medida que
aumenta la concentración, por ser los iones cargas no puntuales, existir interacciones entre
ellos y con la superficie, lo que da lugar a la formación de complejos de superficie y por
existir una selectividad en la adsorción.
Uno de los modelos propuestos para superar estas limitaciones es el modelo de Stern,
que tiene en cuenta el tamaño finito de los iones. En este caso la doble capa consta de dos
partes. separadas por un plano denominado de Stern, situado a una distancia de la superfi-
cie de aproximadamente un radio de un ión hidratado. Esta capa interna o de Helmholtz
puede presentar complejos de esfera interna que hacen disminuir la densidad de carga
superficial y complejos de esfera externa. En ella el potencial decrece linealmente:

Concentración Potencial
C ψo

Iones de signo contrario


ψd

Co
Iones del mismo signo 0
distancia
0 1/K distancia δ 1/K
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La capa externa está formada por iones difusos y su potencial decrece exponencial-
mente como en el modelo de Gouy-Chapman. Por su relación con la floculación de los
coloides y la estructuración del suelo, los factores que influyen en la configuración de la
doble capa difusa se estudian al tratar de la estructura del suelo en el capítulo 11.

4. Intercambio catiónico

4.1. Aspectos generales


La existencia de superficies cargadas negativamente exige que haya iones de
signo contrario, relacionados con tales superficies, para que se cumpla el principio
de electroneutralidad del sistema. Los cationes solvatados, al ser adsorbidos en la
superficie, forman complejos de superficie de esfera externa que resultan menos

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estables que los de esfera interna, ya que no pueden establecer fácilmente enlaces
iónicos o covalentes entre el grupo central y el ligando (Sposito, 1989), por lo que
son intercambiables. En un sistema de intercambio cabe distinguir:

— Adsorbentes
Componentes del suelo que pueden acumular materia en su superficie, con forma-
ción de complejos de superficie.
— Cambiadores
Componentes del suelo en cuyas superficies pueden acumular iones de forma rever-
sible, al tener lugar reacciones que dan lugar a complejos de superficie de esfera
externa. Como ejemplos de cambiadores cabe citar los minerales de arcilla y la
materia orgánica.
— Capacidad de intercambio catiónico
Propiedad de un cambiador para adsorber cationes de la fase líquida (formación de
complejos de superficie de esfera externa), desadsorbiendo al mismo tiempo canti-
dades equivalentes de otros cationes, por destrucción de complejos de superficie. En
el sistema se establece un equilibrio dinámico entre los cationes de la solución
externa y los que ocupan sedes de intercambio.
— Sede de intercambio
Posición en la superficie de un cambiador en la que se establece la unión que da
lugar al complejo de superficie de esfera externa. Una sede de intercambio va
siendo sucesivamente ocupada por distintos iones, con mayor o menor probabilidad,
según la concentración de cada uno de ellos en la solución externa.

Las propiedades de intercambio catiónico del suelo fueron puestas de manifiesto a media-
dos del siglo XIX, por los trabajos de Thompson y Way. Al hacer percolar diversas soluciones
a través de columnas con arena, arcilla, materia orgánica y mezclas de estos componentes, se
producen cambios en el líquido efluente. Al emplear un colorante básico (azul de metileno) la
solución se decolora al atravesar arcilla o materia orgánica, mientras que con colorantes áci-
dos (rojo Congo), esto no ocurre. Al percolar una solución salina en tales columnas, el
efluente se enriquece en bases a la vez que se empobrece en el catión que contenía: tiene lugar
un proceso de intercambio catiónico. La carga negativa de las arcillas (Cap. 7), se puede
poner de manifiesto sometiendo a electroforesis una suspensión de arcilla en agua.
En algunos casos los cambiadores pueden presentar carga positiva, lo que
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genera una capacidad para intercambiar aniones (CIA). Cabe señalar que el inter-
cambio catiónico se presenta con una mayor frecuencia que el aniónico.
La propiedad del suelo de poder intercambiar iones en la interfase sólido-
líquido, y en concreto el tipo y clase de intercambio, tiene grandes repercusiones
en el comportamiento del suelo:

— Controla la disponibilidad de nutrientes para las plantas: K+, Ca2+, Mg2+,


entre otros.
— Interviene en los procesos de floculación-dispersión de las arcillas y, por
consiguiente, en el desarrollo de estructura y estabilidad de los agregados.
— Determina el papel del suelo como depurador natural al permitir la reten-
ción de elementos contaminantes incorporados al suelo.

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4.2. Capacidad de intercambio catiónico
La capacidad de intercambio catiónico (CIC) de una muestra de suelo, o de
alguno de sus componentes, expresa:

— El número de moles de iones carga positivos adsorbidos que pueden ser


intercambiados por unidad de masa seca, bajo unas condiciones dadas de
temperatura, presión, composición de la fase líquida y una relación de
masa-solución dada (Sposito, 1989).
— Un mol de carga positiva equivale a 6,02 × 1023 cargas de cationes adsorbidos.

En unidades SI la CIC se expresa en centimoles de carga positiva por kilo-


gramo, cmol(+) kg–1 o bien cmolc kg–1. Con anterioridad se venía utilizando como
unidad el meq/100 g, cuyo uso se halla todavía muy extendido. El valor numérico
es el mismo con ambas unidades.
La CIC de un mineral depende de la densidad de carga superficial (σ) y de su
superficie específica (S). Para unas condiciones dadas, en que existan cargas per-
manentes (p) y cargas variables (v) (Cap. 7) la CIC vendrá dada por:

CIC = σp (cmolc m–2) × Sp (m2 kg–1) + σv (cmolc m–2) × Sv (m2 kg–1)

La CIC de los principales coloides del suelo evidencia grandes diferencias de


unos a otros debido al distinto origen de la carga (Cap. 7) y, para un mismo cam-
biador, la amplitud del intervalo de valores se debe a los múltiples factores que
influyen en la aparición de la carga: tamaño de las partículas, cristalinidad y
tiempo de tratamiento. Para el caso de la materia orgánica la gran disparidad de
valores se debe al distinto grado de descomposición-humificación que puede pre-
sentar. Como valor medio se suele tomar 200 cmol(+) kg–1 de materia orgánica
oxidable. Los valores propuestos por distintos autores, de forma orientativa son los
siguientes:
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CIC CIC
Componente Componente
cmol(+) kg–1 cmol(+) kg–1

arena 0 clorita 10-40


caolinita 1-10 esmectita 80-150
halloysita 2H2O 5-10 vermiculita 120-150
halloysita 4H2O 40-50 alófana 10-150
palygorskita 5-30 limo escasa
ilita 10-40 mica 0
glauconita 5-40 materia orgánica 100-300

La CIC de un suelo variará de horizonte a horizonte y en cada uno de ellos


dependerá del contenido y tipo de minerales de arcilla y de componentes orgá-
nicos.

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ESTUDIO DE CASOS
Se desea obtener alguna indicación acerca de la mineralogía de la arcilla de un
horizonte Bw (50-80 cm), de color 7,5YR 4/2, textura arcillosa (69,3 % a, 14,3 %
L, 16,4 % Ar), un contenido de carbono orgánico de 0,26 % y una CIC de 51,60
cmol (+) kg–1.
Indicar posibles implicaciones para arquitectura del paisaje en relación a las
instalaciones de riego. Ref. Perfil Arona (Tenerife). Dto. de Edafología. Univ. de
La Laguna.

Respuestas
CIC suelo = CIC arcilla + CIC m.o.
Se suele aceptar un valor de 200 cmol (+) kg–1 para la m.o.

cmol (+) cmol (+) 0,693 kg a


51,60  = x  
kg suelo kg a kg suelo

cmol (+) 0,26 × 1,72 kg mo


+ 200   
kg m.o. 100 kg suelo

CIC de la arcilla = x cmol (+) kg–1


Con la información suministrada se deduce que es probable que la arcilla sea
predominantemente esmectita (montmorillonita).
Esta información será tanto más fiable cuanto más homogénea sea mineralógi-
camente la fracción arcilla.
Al ser una arcilla expandible puede provocar roturas o grietas en tuberías ente-
rradas y en construcciones realizadas sin la cimentación capaz de resistir los
efectos de los repetidos procesos de expansión-retracción.

Dado que la carga negativa neta procede de cargas permanentes y de cargas variables,
la CIC depende del pH, lo que se hace notorio en aquellos horizontes con una proporción
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elevada de cargas variables. Por ello, el valor obtenido para la CIC de un suelo ácido será
menor si se determina al pH del suelo que si se utilizan soluciones tamponadas a mayor pH.

CICE: Capacidad de intercambio catiónico efectiva, es decir, determinada al pH


del suelo con una solución no tamponada.
CIC: Capacidad de intercambio catiónico a un pH determinado, generalmente
7,0 y también 8,2.

4.3. Cationes intercambiables


Los cationes intercambiables proceden de la meteorización del material origi-
nario, de la mineralización de la materia orgánica, y de aportes externos superfi-

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ciales y subterráneos. En la naturaleza raramente se puede encontrar un complejo
de cambio con una especie iónica única. Los cationes intercambiables más fre-
cuentes son menos de diez y la presencia y predominio de unos u otros dependerá
de las condiciones del medio y de las interacciones en la interfase. Los cationes
intercambiables se hallan en una proporción considerablemente mayor que los
cationes en solución. Éstos representan un 1 % o menos, excepto en los suelos sali-
nos (Cap. 24). Atendiendo a algunas características significativas, los cationes de
cambio frecuentes son los siguientes:

— Suelos calizos de regiones semiáridas y áridas:


Ca2+ > Mg2+ > Na+ > K+
estos cationes se denominan bases de cambio. El porcentaje de saturación de bases
(V) viene dado por la expresión:

Ca2+ + Mg2+ + Na+ + K+


V =  100
CIC

en suelos calizos V =100 %


— Suelos sódicos y endopediones nátricos:
El porcentaje de sodio intercambiable (ESP) viene dado por la expresión:
Na+
ESP =  100
CIC
la presencia de sodio de cambio por encima de un 5-15 % provoca efectos desfavo-
rables sobre la estructura del suelo. Un valor de ESP = 5 puede crear ya problemas
en suelos sin caliza.
— Suelos de zonas húmedas
El régimen de humedad percolante produce una acidificación progresiva por pér-
dida de bases por lavado:
CIC = bases de cambio + cationes acidificantes
En estos casos V < 100 %
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— Suelos minerales fuertemente ácidos (pH < 5,5)


El catión intercambiable más importante es el aluminio en sus distintas formas,
seguido del calcio, magnesio y en menor proporción de iones H+.
— Suelos orgánicos ácidos
En este caso tienen importancia los iones H+ como catión intercambiable.

La composición del complejo de intercambio se debe a la selectividad en la adsorción


de los distintos cationes (series liotróficas o de Hofmeister). No existe una secuencia de
adsorción que tenga validez general aunque, a modo de ejemplo, cabe citar: Al3+ >> Ca2+ >
Mg2+ >> NH4+ > K+ > H+ > Na+ > Li+.
El distinto comportamiento de los cationes en la doble capa se puede explicar aten-
diendo a su carga y al proceso de deshidratación de los iones en la superficie del cambiador
(Shainberg y Kemper, 1966).

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ESTUDIO DE CASOS
1. Discutir por qué no se consideran fácilmente intercambiables los iones no
solvatados.
2. Indicar en qué unidades se mide la capacidad de intercambio catiónico.
¿Qué precisiones es preciso realizar en el SI?

Respuestas
1. Los iones no solvatados se ven afectados por una adsorción de tipo especi-
fico y forman complejos de superficie de esfera interna, que son muy esta-
bles, por lo que el ión no resulta fácilmente intercambiable.
2. Clásicamente en meq/100 g, si bien en el Sistema Internacional (SI) se ha
propuesto el cmol(+)kg–1. Dado que las reacciones tienen lugar equivalente
a equivalente y no mol a mol, en el SI se hace necesario indicar que se
trata de moles de iones de carga unidad: cmol (+) kg–1 o bien cmolcKg–1.

4.4. Ecuaciones de intercambio catiónico:


Formulación y propiedades
Resulta de interés poder relacionar las cantidades de cationes adsorbidos con
su concentración en la solución, para poder predecir el comportamiento del suelo.
Por analogía con las reacciones químicas, una reacción de intercambio puede
escribirse:
Ca X + 2 Na+ S 2NaX + Ca2+
aplicando la ley de acción de masas:

X = cambiador
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(Na)2i (Ca2+)e
Kk =  Kk = coeficiente de reacción (de intercambio)
(Ca)i (Na+)2e ( ) i = actividad de los iones intercambiables
( ) e = actividad de los iones en la solución

Reordenando esta expresión se obtiene una ecuación de intercambio de tipo de Kerr (si
bien este autor utilizó concentraciones):

(Na)i2 (Na+)e2
 = Kk 
(Ca)i (Ca2+)e

Ámbito de cumplimiento: bajas concentraciones, de lo contrario no se mantiene la cons-


tancia del coeficiente de intercambio.

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Al resultar difícil la determinación de las actividades de los cationes en la fase adsor-
bida, se han desarrollado diversos modelos para estudiar el intercambio catiónico a partir
de la composición de la solución externa. El modelo de van Loar, que se particulariza en el
de Vanselow y el modelo de Rothmund-Kornfeld, un caso particular del cual es el modelo
de Gapon, han sido muy frecuentemente utilizados.
Partiendo de la reacción de intercambio:
Ca1/2 X + Na+ s NaX + 0,5 Ca2+
y utilizando concentraciones en lugar de actividades, se propuso la ecuación de
Gapon:

[ ]i = mol kg–1
+
[Na]i [Na ]e
 = KG 2
[Ca1/2]i [Ca +]e1/2
[ ]e = mol m–3
Considerando un comportamiento análogo para el ión magnesio que para el ión
calcio, empíricamente se puede escribir:

[Na]i [Na+]e
 = K’G 
[Cal/2 + Mg1/2]i [Ca + Mg2+]e1/2
2+

De donde se puede definir la relación de adsorción de sodio (expresando las concentra-


ciones en meq L–1):

[Na+ ]e
SAR = 
Ca2+ + Mg2+ 1/2

2  e 
Considerando que los cationes significativos en el complejo de cambio sean Ca2+, Mg2+
y Na+ se puede escribir:
CIC = [Ca]i + [Mg]i + [Na]i
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luego:
[Na]i
 = K’G SAR
CIC – [Na]i

Las reacciones de intercambio catiónico presentan las siguientes propiedades


(Bohn y cols., 1979 y 1993):

— Son reversibles, en casi todos los casos. Los cationes polivalentes pueden ser más
difíciles de intercambiar al formar enlaces covalentes fuertes.
— Son estequiométricas: las cantidades intercambiadas son químicamente equivalentes.

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— Son rápidas: en laboratorio son instantáneas. En campo pueden verse frenadas por
la tasa de difusión del ión hacia la superficie del cambiador o desde dicha superficie
por la tortuosidad de los poros y el espesor de las láminas de agua. De ello pueden
derivarse fenómenos de histéresis (influencia de la dirección) en algunas reacciones
de intercambio.
— Cumplen la ley de acción de masas: la dirección de la reacción depende de las
concentraciones relativas.
— Efecto dilución de valencia: expresa la dependencia entre el intercambio catió-
nico y la valencia del catión. La dilución favorece la adsorción de los cationes de
mayor carga. Esto tiene importancia para el desplazamiento de un catión por otro
dependiendo de la concentración de éste utilizada para el intercambio. Permite
explicar las diferencias en la relación de adsorción de sodio (SAR) entre la solución
real del suelo y los extractos. También permite explicar el efecto beneficioso de la
mejora de suelos empleando el método de las diluciones sucesivas.
— Efecto de cationes complementarios: influencia de la presencia de un tercer ión
sobre el intercambio de otros dos, dependiendo de la fuerza de unión del tercer
catión. El Ca2+ se desplaza más fácilmente por NH4+ en suelos Ca2+ – Al3+ que en
suelos Ca2+ – Na+.
— Efecto del anión asociado a un catión desplazante: los productos finales pue-
den estar más débilmente disociados, ser menos solubles o ser más volátiles.
— Efecto de coloides específicos: los de mayor densidad de carga tienen preferen-
cia por los cationes de mayor carga.

ESTUDIO DE CASOS
1. Indicar cuáles son los factores básicos que afectan al valor de la CIC de los
distintos horizontes de un suelo.
2. Discutir por qué, con un mismo contenido de arcilla, dos suelos pueden
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presentar valores de CIC muy dispares.


3. Escribir una ecuación de intercambio para ilustrar el efecto del riego con
agua que contenga ión sodio, sobre una arcilla cálcica.
4. Justificar por qué se ve implicado un número tan reducido de cationes en el
complejo de intercambio. Cómo influye el grado de hidratación de un ión en
su afinidad por ocupar sedes de intercambio.
5. ¿Qué indicaciones puede extraerse del valor del porcentaje de saturación
de bases (V), respecto al régimen de humedad del suelo y efectos sobre el
manejo de la fertilidad del suelo?
6. Calcular cuántos kg de yeso del 80 % deberían incorporarse a un suelo
para que el ESP de su epipedión de 30 cm disminuya de un 16 % a un
12 %.

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4.5. Determinación de la CIC y cationes intercambiables
La CIC se determina a partir de la cantidad adsorbida de un catión índice al
percolar a través de una muestra una solución que contenga dicho catión. Las reac-
ciones de intercambio que tienen lugar son:

(Ca, Mg, K, Na, ...) X + Me1n+ → Me1X + (Ca2+ + Mg2+ + K+ + Na+ + ...)
cationes intercambiados
Me1X + Me2m+ + - Me2X + Me1n+
CIC

Los métodos más frecuentemente utilizados emplean como catión índice el NH4+, Na+ o
el Ba2+, utilizando soluciones tamponadas. El acetato amónico a pH = 7,0 tiene dos incon-
venientes, el NH4+ puede formar complejos de superficie de esfera interna con las arcillas
2:1, lo que provoca imprecisión en los resultados; por otro lado, disuelve los carbonatos, lo
que falsea los valores de las bases de cambio. El acetato sódico a pH = 8,2 no presenta estos
inconvenientes.
En suelos ácidos, al utilizar soluciones no tamponadas, por ejemplo, de cloruro potá-
sico, se obtiene un valor menor para la CIC (CIC actual o efectiva CICE) que el máximo.
El valor potencial o máximo de la CIC se obtiene al neutralizar todas las cargas de la super-
ficie del cambiador. Esto se consigue al utilizar el método de Melich, en el que se lava con
cloruro bárico 0,25 M, con trietanolamina, solución tamponada a pH = 8,2.
La determinación de la CIC es, por consiguiente, delicada. Los errores posibles por
hidrólisis y retención de sales han sido estudiados por Okazaki y cols. (1963).
La CIC es un índice de la fertilidad del suelo, valores de CIC de 8-10 cmol (+)
kg–1 suelen considerarse los mínimos aceptables para un horizonte Ap, para poder
obtener una producción satisfactoria bajo riego, estando los demás factores a nive-
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les adecuados. Una fertirrigación puede permitir subsanar los efectos de una baja
capacidad del suelo para almacenar nutrientes.

5. Intercambio aniónico

Los suelos desarrollados a partir de materiales volcánicos (Andisoles) o los


suelos ácidos de zonas tropicales y, en general, aquellos que tienen cargas varia-
bles pueden presentar capacidad para adsorber aniones (CIA). Esta es mayor en
suelos con cantidades importantes de óxidos de aluminio, de hierro y constituyen-
tes tales como la alófana (Parfitt, 1978) o imogolita (Mizota, 1977). Los suelos
con arcillas caoliníticas en condiciones de acidez pueden presentar carga eléctrica
positiva al desarrollarla en los bordes de las partículas de arcilla.

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Al aumentar la capacidad de intercambio aniónico disminuye la de intercambio
catiónico, como se observa al comparar suelos jóvenes y suelos muy meteorizados:

cmol (+) kg

CIC

CIA

suelos jóvenes suelos muy meteorizados

La adsorción de aniones puede afectar a la nutrición de las plantas al no estar a


disposición de éstas iones tales como fosfato, sulfato y otros. Así, por ejemplo, en
algunos Andisoles el mayor problema para el crecimiento de los cultivos puede ser
la deficiencia en fósforo. Los procesos de retención de fosfato por compuestos
orgánicos pueden dar origen a formas precipitadas o de difícil solubilización.
La presencia de materiales con capacidad de adsorción de aniones puede
ponerse de manifiesto con el ensayo con NaF (Fieldes y Perrot, 1966).
Para determinar las dosis de fertilizantes en suelos con propiedades de este tipo
habrá que considerar la capacidad del suelo para retenerlos en formas total o par-
cialmente inasimilables, además de tener en cuenta los requerimientos de las plan-
tas, en cuanto a cantidades y momentos. Las necesidades suelen ser más elevadas
al comienzo del período vegetativo que en las etapas de floración y fructificación
(Fox y Kamprath, 1970).
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Se han propuesto diversos modelos para explicar los mecanismos de adsorción:


Formación de complejos de superficie y asociación a superficies cargadas dando lugar a
enjambres de aniones difusos en la interfase; mecanismos de intercambio de ligandos;
mecanismos electrostáticos, variando de unos aniones a otros, si bien en cualquier caso se
trata de procesos bastante complejos.
La complexación de superficie de esfera externa y las formas en capa difusa afectan a
Cl–, NO3– y SeO42– y en menor medida a HS–, SO42–, HCO3– y CO32–, lo que se pone de
manifiesto por resultar estos aniones más fácilmente intercambiables que aquellos con
adsorción específica, tales como B(OH)4–, PO43– y COO– (Sposito, 1989).
La secuencia de adsorción aniónica generalmente admitida es:

NO3– = Cl– < SO42– < MoO42– < HP042– < H2PO4– < SiO44–
Na2SO4 < (NH4)2SO4 < K2SO4 < CaSO4

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Esta selectividad en la adsorción puede ser utilizada para intentar mejorar la asimilabilidad
del fósforo en aquellos suelos en los que haya procesos de fijación de este elemento. En este
sentido se han utilizado enmiendas a base de silicatos de sodio o de calcio en suelos tropicales.
La adsorción del ión sulfato y del ión fosfato en Andisoles canarios ha sido estudiada por
Guadalix y Pardo (1991) y Pardo y Guadalix (1990), con el fin de examinar el efecto del pH
sobre la adsorción y la liberación de aniones. La adsorción de SO42– disminuye al aumentar el
pH, siendo prácticamente nula por encima de pH = 6,5. El mecanismo de adsorción propuesto
es el intercambio de ligando, pero en un plano de adsorción distinto al del fosfato.
La adsorción aniónica viene controlada por una serie de factores:

— Tipo de cambiador/adsorbente.
— pH del medio.
— Anión enfrentado.
— Concentración del anión en la solución.
— Presencia de cationes complementarios.
— Contenido de OH–
— Contenido y tipo de materia orgánica.
— Relación SiO2/Al2O3.

En ecosistemas acuáticos, tales como lagos y estuarios, la adsorción-desorción


de aniones, y entre ellos los fosfatos, por los sedimentos tiene una gran importan-
cia en el control de los niveles de eutrofización de la masa de agua.

6. Estudio experimental de la adsorción

6.1. Formulaciones empíricas


Las formulaciones empíricas permiten describir de forma cuantitativa la adsorción de mate-
ria en una superficie en condiciones isotermas y a presión constante. Se representan por medio
de curvas que relacionan la cantidad de material adsorbido y la concentración de equilibrio.
El empleo de las isotermas de adsorción para evaluar los requerimientos de nutrientes
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se basa en el hecho de que incluyen la concentración de elemento adsorbido en las superfi-


cies y la del elemento en solución. El elemento adsorbido o factor cantidad (Q) representa
lo que puede servir potencialmente para reabastecer la solución del suelo como consecuen-
cia de la desorción. La concentración en la solución en equilibrio, factor intensidad (1),
expresa la cantidad de elemento directamente asimilable por la planta. La relación Q/I se
utiliza para medir la capacidad tampón de un suelo frente a la retirada gradual de elemento
de la solución (Beckett, 1964).
Desde el trabajo de Olsen y Watanabe (1957), las ecuaciones más utilizadas para reali-
zar predicciones sobre adsorción son la isoterma de Freundlich, la de Langmuir y la de Bru-
nauer-Emmett-Teller (BET). Se han utilizado para el estudio de la adsorción en el suelo de
nutrientes, tales como fósforo, potasio, boro, así como de agroquímicos.
La adsorción se suele estimar a partir del agotamiento de la sustancia adsorbida, com-
parando la concentración inicial en la solución con la existente después del equilibrio con
una cantidad conocida de adsorbente. La cantidad adsorbida es función de:

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a = cantidad adsorbida
a = f (T, C) T = temperatura
C = concentración en equilibrio

Van Bemmelen (1888) fue el primero en proponer una isoterma de adsorción neutra, si
bien a menudo se atribuye a Freundlich (1909). La expresión empírica propuesta es:

Isoterma de Van Bemmelen-Freundlich:


X = cantidad de materia adsorbida (mol)
X
 = KC1/n M = cantidad de adsorbente (g)
M Q = X/M (mol g–1)
C = concentración de equilibrio de la solución externa
(mol L–1)
en forma lineal: K, n, a, m = constantes empíricas
X 1
log  =  log C + log K La ecuación cinética es: Q = atmC1/n
M n

X
log 
M

1/n
log K
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log C

Es una expresión empírica que expresa que la energía de adsorción disminuye logarít-
micamente al aumentar la fracción de la superficie ocupada.
El modelo de Freundlich se cumple para un intervalo amplio de concentraciones, si
bien no prevé un máximo de adsorción. En suelos con bajo contenido de fósforo disponible
para las plantas, la cinética de la adsorción de fósforo puede describirse por medio de la
ecuación de Freundlich (Chardon y Blaauw, 1998).
Langmuir propone un modelo con adsorción en monocapa, que se ajusta bien a bajas
concentraciones de fósforo. El estado de equilibrio se define como aquel en que se igualan
las velocidades de adsorción y de desorción:

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Kl A
A + ⎥ →
← ⎥
molécula —S— K2 —S—
a adsorber superficie de
adsorción
Va = K1 C (1 – σ) Va = velocidad de adsorción, es proporcional a la concentración y
a la fracción de superficie no ocupada
Vd = K2 σ Vd = velocidad de desorción, es proporcional a la superficie ocu-
pada
σ = fracción de superficie ocupada por A
1– σ = fracción no ocupada
C = concentración de equilibrio
K = constante de energía de retención, constante de Langmuir
b = capacidad máxima de adsorción

en el equilibrio: Va = Vd
K1 C(1 – σ) = K2σ

KC C
σ =  
1 + KC X/M

Isoterma de Langmuir
X X KC
 = bσ  = b 
M M l + KC

que se puede expresar como:


C 1 C 1/b
 =  + 
X/M Kb b 1/Kb
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La ventaja del modelo de Langmuir reside en que define un límite finito de adsorción.
Esta posibilidad puede utilizarse para estimar la capacidad máxima de adsorción del suelo
frente a diversos componentes, tales como, por ejemplo: fosfatos, metales pesados, herbici-
das, entre otros, y permite obtener indicaciones de los mecanismos de adsorción.
Como generalización de la expresión de Langmuir se ha desarrollado la ecuación de
Brunauer, Emmett y Tener (BET), que considera la adsorción multicapa, es decir, en sitios
múltiples. La curva de adsorción se divide en sus diversos segmentos y cada uno de ellos
puede tratarse utilizando la ecuación de Langmuir.

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C

X/M

McCall y cols. (1981) proponen un método denominado de equilibrio de masa, en el


que se miden independientemente la fase adsorbida y la fase en solución, con lo que se pue-
den tener en cuenta las pérdidas por degradación o de otro tipo y los resultados son más
precisos.
Este tipo de curvas permiten conocer la cantidad de elemento que hay que incorporar a
un suelo concreto para que se alcance en la solución una concentración de equilibrio prede-
terminada en función de los requerimientos nutricionales para un óptimo de producción.

6.2. Adsorción de agroquímicos en el suelo


Los fitosanitarios (Cap. 27) y sus productos de degradación pueden ser adsor-
bidos por la materia orgánica del suelo por diversos mecanismos (Bailey y White,
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1970) que afectan su eficacia. Entre ellos cabe indicar:

— Intercambio iónico.
— Enlaces hidrofóbicos.
— Puentes de hidrógeno.
— Transferencia de carga.
— Fuerzas de London-van der Waals.
— Intercambio de ligando.

La fitotoxicidad de muchos herbicidas está inversamente correlacionada con el conte-


nido de materia orgánica del suelo y varía con la naturaleza de ésta. Esta adsorción obligará
a aumentar las dosis en aquellos suelos con horizontes superficiales más ricos en materia
orgánica, ya que el agroquímico pierde actividad (Vaugham y Malcon, 1985).

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De los distintos componentes inorgánicos del suelo, las esmectitas son las que presen-
tan un mayor potencial para la adsorción de fitosanitarios, debido a su elevada superficie
específica. Las especies protonadas y las neutras son adsorbidas por formación de comple-
jos interláminas (Sánchez Camazano y Sánchez Martín, 1983, 1987). La adsorción depende
de las características de las superficies siloxanas de las arcillas y del pH del medio (Laird y
cols. 1992).
Por otro lado, desde un punto de vista medioambiental, hay que tener en cuenta que la
adsorción de agroquímicos en los distintos horizontes condiciona el lavado de estos pro-
ductos y, por consiguiente, el riesgo de contaminación de las aguas freáticas.
Dado que no es posible ensayar todos estos productos en laboratorio o condiciones de
campo, para poder predecir su comportamiento, se recurre a la simulación matemática con
el empleo de isotermas de adsorción.

La persistencia de un pesticida ha sido definida por la IUPAC como: el


tiempo de residencia de una especie química en un compartimento definido
del medio ambiente (Greenhalgh, 1980).

Esta concepción tiene en cuenta cualquier proceso que da lugar a la desaparición del
agroquímico (transformación, absorción por la planta, lavado o volatilización) y no única-
mente la tasa de transformación.
Se ha buscado definir el potencial de lavado de un agroquímico para establecer una
clasificación de los mismos en base a diversos modelos. Estos se basan en las ecuaciones
de convección/dispersión para el transporte de solutos, adsorción lineal reversible, tasas de
transformación de primer orden (caracterizada por la vida media del agroquímico) y absor-
ción pasiva por las plantas (Boesten y van der Linden, 1991).
Las características de los suelos en general, y de los epipediones en particu-
lar, condicionan los procesos de adsorción y transporte, por lo que los efectos
medioambientales de un agroquímico deben ser referidos a un suelo determi-
nado.
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7. Bibliografía

7.1. Bibliografía básica


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7.2. Bibliografía de referencia
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10
Acidez, basicidad y reacción del suelo
El poder amortiguador frente a los cambios de pH es una de las
características más importantes del suelo para la vida de las plantas.

1. Acidez, basicidad, propiedades del suelo y crecimiento


de las plantas

La reacción de un horizonte de un suelo hace referencia al grado de acidez


o basicidad de dicho horizonte, generalmente se expresa por medio del pH.

El uso de la expresión «reacción del suelo» se halla muy extendido frente al de «pH del
suelo», debido a que se quiere indicar que se trata de un sistema que es la suma de diversos
sistemas químicos que interaccionan (Blake, 1974). Desde un punto de vista químico no
resulta totalmente correcto, por ser poco precisa tal expresión, ya que las «reacciones» del
suelo pueden ser de naturaleza muy diversa.
La forma más usual de diagnosticar las condiciones de acidez o de basicidad
de un horizonte de un suelo, sedimento o estériles de mina, se basa, por su rapi-
dez y facilidad, en la medida del pH en una suspensión suelo-agua (1:2,5). Se
tiene:
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— pH = – log [H3O+]
— De acuerdo con la ley de acción de masas:
2H2O s H3O+ + OH–
[H3O+] [OH–] = cte = 10–14
pH + pOH = 14
La concentración de H+ y OH– varían inversamente.
— En sistemas naturales el intervalo de pH se extiende de:
3,0 (suelos de sulfatos ácidos) < pH < 12,0 (suelos alcalinos).
— La acidez y basicidad de un horizonte vienen determinadas por los cationes
adsorbidos sobre los minerales de arcilla y la m.o.

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La concentración de protones en la solución del suelo proporciona un diagnóstico
rápido de los efectos perjudiciales potenciales de la acidez, si bien no describe las causas.
En algunos casos, las medidas se realizan utilizando una solución de KCl 1M o de
CaCl2, que tiene capacidad para desplazar del complejo de cambio los cationes acidifican-
tes, tales como el aluminio en sus diversas formas.
En otros, como p. ej., en la identificación de un endopedión sulfúrico (Cap. 5), la medida
del pH se realiza en una suspensión suelo:agua en relación 1:1. En estudios de salinidad se
mide a veces el pH de la pasta saturada (Cap. 24), en este caso los valores son más bajos que
el pH 1:2,5. En los resultados y en las interpretaciones debe consignarse, por consiguiente, el
método que se haya utilizado. Los valores de pH en agua (1:2,5) de los sistemas naturales se
hallan generalmente en el intervalo de 4,5 a 10. Los principales efectos esperables para los
distintos intervalos de pH establecidos por el USDA (1971) son los siguientes:

pH Evaluación Efectos esperables en el intervalo


< 4,5 Extremadamente ácido Condiciones muy desfavorables.
4,5-5,0 Muy fuertemente ácido Posible toxicidad por Al3+ y Mn++.
5,1-5,5 Fuertemente ácido Exceso: Co, Cu, Fe, Mn, Zn.
Deficiencia: Ca, K, N, Mg, Mo, P, S.
Suelos sin carbonato cálcico.
El hormigón ordinario resulta atacado.
Actividad bacteriana escasa.
5,6-6,0 Medianamente ácido Intervalo adecuado para la mayoría de los cultivos.
6,1-6,5 Ligeramente ácido Máxima disponibilidad de nutrientes.
6,6-7,3 Neutro Mínimos efectos tóxicos.
Por debajo de pH = 7,0 el carbonato cálcico no es esta-
ble en el suelo.
7,4-7,8 Medianamente básico Suelos generalmente con CaCO3.
7,9-8,4 Básico Disminuye la disponibilidad de P y B.
Deficiencia creciente de: Co, Cu, Fe, Mn, Zn.
Suelos calizos. Clorosis férrica debida al HCO3–.
8,5-9,0 Ligeramente alcalino En suelos con carbonatos, estos pH altos pueden
deberse al MgCO3, si no hay sodio intercambiable.
Mayores problemas de clorosis férrica (Rusell, 1978).
9,1-10,0 Alcalino Presencia de carbonato sódico.
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> 10,0 Fuertemente alcalino Elevado porcentaje de sodio intercambiable (ESP >
15 %) Toxicidad: Na, B.
Movilidad del P como Na3PO4.
Actividad microbiana escasa.
Micronutrientes poco disponibles, excepto Mo.

Los efectos perjudiciales de la acidez no se manifiestan hasta valores de pH


inferiores a 5,5 y son debidos a la toxicidad del aluminio y a la poca biodisponibi-
lidad de los elementos nutrientes.
Los suelos con carbonato cálcico, característicos de zonas semiáridas y áridas,
tienen pH del orden de 7,5 a 8,5. Los términos sódico y alcalino deben restringirse
para suelos de pH superiores a 8,5. Los que presentan pH de 9,0 a 12,0 contienen
carbonato sódico y sus condiciones tanto físicas como químicas son muy desfavo-
rables. En Edafología basicidad y alcalinidad no son términos equivalentes.

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La acidez y la basicidad del suelo afectan a sus diversas propiedades, a su
comportamiento y al crecimiento de las plantas:

— Propiedades físicas afectadas:


Dispersión-floculación de los coloides: iluviación (Caps. 11 y 17).
Estructura (Cap. 11).
Porosidad y aireación (Cap. 11).
Conductividad hidráulica (Cap. 13).
Régimen de humedad y de temperatura (Cap. 19).
— Propiedades químicas afectadas:
Meteorización química (Cap. 17).
Movilidad de elementos tóxicos: Al, Mn y metales pesados.
Biodisponibilidad (Cap. 27).
Disponibilidad de nutrientes: Ca, Mg, Mo, P.
Descomposición de la materia orgánica (Cap. 8).
Adsorción de aniones: fosfatos, sulfatos, cloruros (Cap. 9).
Procesos de hidromorfismo (Cap. 17).
Neoformación de minerales de arcilla (Caps. 7 y 17).
— Propiedades biológicas afectadas:
Relaciones bacterias-hongos.
Población bacteriana.
Nodulación en leguminosas (Evans et al. 1988).
Humificación (Cap. 8).
Fijación de nitrógeno.
Movilidad y absorción de nutrientes.

En análisis de suelos, la medida preliminar del pH constituye una información útil para
poder decidir qué determinaciones deben realizarse y con qué métodos.
El uso del suelo, la elección de las plantas a utilizar en jardinería, los cultivos a implan-
tar, así como las prácticas de manejo vienen condicionados por la reacción de los distintos
horizontes de cada suelo. Análogamente, los microorganismos, la fauna del suelo, así como
las plantas superiores son sensibles a las características químicas del medio en que viven.
Por ello, conocer el valor del pH puede evitar fracasos al llevar a cabo revegetaciones en
áreas forestales, en áreas de minería a cielo abierto, en jardinería, al elegir los abonos, etc.
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El estudio de las comunidades vegetales pone de manifiesto la existencia de especies:

— Acidófilas o calcífugas, adaptadas a suelos ácidos, por ejemplo, Calluna valgaris.


— Calcícolas, que son aquellas que requieren cantidades importantes de calcio para su
crecimiento, por ejemplo las leguminosas, que a largo plazo pueden provocar una
progresiva acidificación del suelo, apreciable en zona húmeda y suelos no calizos.
— Ubicuistas, que se adaptan a un intervalo amplio de pH.
— Adaptadas para poder resistir pH extremadamente bajos, inferiores a 4, o muy altos,
superiores a 9,5.

Generalmente no será posible el cultivo o la revegetación en las bandas extremas del


intervalo de pH de los suelos, inferiores a 4,5 y superiores a 10,0 sin buscar especies muy
adaptadas o acudir a la corrección previa de la reacción del suelo.

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Cada planta adquiere mayor vigor y productividad dentro de un cierto inter-
valo de valores de pH, lo que no significa que no pueda vivir fuera de dicho inter-
valo, dado que presenta una cierta capacidad de adaptación. Los intervalos de pH
idóneos para diversos cultivos y plantas ornamentales (Whittaker y cols. 1959,
Young, 1976) son los siguientes:

Tolerancia para
Especies Óptimo rendimiento
satisfactorio

Alfalfa (Medicago sativa) 6,5-7,5 6,0-8,0


Alforfón (Fagopyrum esculentum) 5,4-6,5
Algodón (Gossypium hirsutum) 5,2-6,0 4,8-7,5
Ajo (Allium sativum) 6,0-7,0
Arándano (Vaccinium myrtillus) 5,0-5,7
Árbol de caucho (Hevea brasiliensis) 4,0-6,5 3,5-8,0
Arroz (Oryza sativa) 5,0-7,0 4,0-8,0
Avena (Avena sativa) 5,5-7,0 4,0-7,5
Azalea (Azalea sp.) y Camelia (Camellia sp.) 4,5-5,8
Batata (Ipomoea batatas) 5,8-6,0
Bretones, Col (Brassica oleracea var. vulgaris) 5,2-7,0 6,0-8,0
Cacao (Theobroma cacao) 6,0-7,0 4,5-8,0
Cacahuete (Arachis hypogaea) 5,3-6,6 5,0-7,0
Cafeto (Coffea arabica) 5,0-6,0 4,5-7,0
Calabaza (Cucurbita sp.) 5,5-6,5
Caña de azúcar (Saccharum officinarum) 6,0-7,5 4,5-8,5
Cártamo (Carthamus tinctorius) 7,0
Cebada (Hordeum vulgare) 5,5-7,0 5,5-8,8
Cebolla (Allium cepa) 6,0-6,7
Centeno (Secale cereale) 5,5-6,5 4,0-7,7
Cocotero (Cocos nucifera) 6,0-7,5 5,0-8,0
Col (Brassica oleracea) 5,6-7,0 5,6-7,5
Chirivía (Pastinaca sativa) 5,5-6,8
Enebro (Juniperus oxycedrus) 5,0-6,5
Esparraguera (Asparagus officinalis) 6,0-7,0
Espinaca (Spinacia oleracea) 6,0-7,0
Fresa (Fragaria vesca) 5,2-6,5
Girasol (Helianthus annuus) 6,0-7,5
Guisante (Pisum sativum) 6,0-7,0 5,5-8,0
Judía, fríjol (Phaseolus vulgaris) 5,8-6,7 5,5-7,5
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Hortensia, flor azul (Hydrangea sp.) 4,5-5,2


Lechuga (Lactuca sativa) 6,0-7,0
Limonero (Citrus limone) 5,5-6,5 5,0-8,0
Lirio (Iris sp.) 5,0-7,5
Maíz (Zea mays) 5,5-7,0 5,0-8,0
Mandioca (Manihot esculenta) 5,5-6,5
Mango (Mangifera indica) 5,5-7,5
Manzano (Pyrus malus) 5,6-7,5
Mijo (Panicum miliaceum) 5,0-6,0
Mostaza (Sinapis alba) 5,5-6,5
Naranjo amargo (Citrus aurantium) 5,5-6,5 5,0-8,0
Naranjo verdadero (Citrus sinensis) 5,5-6,5 5,0-8,0
Olivo (Olea europaea) 7,0 7,0-8,5
Palmera olerífera (Elaeis guineensis) 5,5-6,0 4,0-8,0
Palmera datilera (Phoenix dactylifera) 6,5-8,0
Pasto del Sudán 5,5-7,0
Patata (Solanum tuberosum) 5,0-5,8 4,5-7,0 →

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Tolerancia para
Especies Óptimo rendimiento
satisfactorio

Pepino (Cucumis sativus) 5,5-6,8 5,5-7,5


Peral (Pyrus communis) 6,0-6,5 5,5-7,0
Pimiento (Capsicum annuum) 5,5-6,5
Piña americana (Ananas comosus) 5,0-6,5
Plátano (Musa sp.) 6,0-7,5 4,0-8,0
Pomelo (Citrus paradisi) 5,5-6,5 5,0-8,0
Rábano (Raphanus sutivus) 5,5-6,5
Remolacha azucarera (Beta vulgaris) 7,0-7,6 6,0-8,2
Sandía (Citrullus vulgaris) 5,8-7,2
Sisal (Agave sisalana) 6,5-8,0
Soja (Glycine max) 6,0-7,0 4,5-7,5
Sorgo (Sorghum bicolor) 5,5-7,0 5,0-8,5
Tabaco (Nicotiana tabacum) 5,5-6,0 5,5-8,3
Té (Camellia sinensis) 4,0-5,5 4,0-6,5
Tomate (Lycopersicum esculentum) 6,0-6,7 6,0-8,2
Trébol blanco (Trifolium repens) 6,0-7,0
Trébol rojo (Trifolium pratense) 6,0-7,0
Trigo (Triticum sp.) 6,0-7,0 5,8-8,5
Veza (Vicia sativa) 7,5-8,2 6,0-8,8
Vid (Vitis sp.) 5,6-7,0 6,0-8,0
Zanahoria (Daucus carota) 5,6-7,0

La movilidad de los elementos en el suelo varía en función del pH y según se


trate de suelos orgánicos (Lucas & Davis,1970) o de suelos minerales (Truog,
1948, modificado):

4,5 5,0 5,5 6,0 6,5 7,0 7,5 8,0 4,0 4,5 5,0 5,5 6,0 6,5 7,0 7,5 8,0 8,5 9,0 9,5

Nitrógeno
Fósforo
Potasio
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Azufre
Calcio
Magnesio
Hierro
Manganeso
Boro
Cobre
Zinc
Molibdeno

Suelos minerales Suelos orgánicos

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La reacción del suelo, al determinar la movilidad de los distintos elementos,
tiene incidencia sobre la disponibilidad de nutrientes, y sobre el riesgo de toxici-
dad tanto por elementos naturales, como por los añadidos por vertidos contami-
nantes.

2. Acidez del suelo

Los conceptos de acidez, basicidad y alcalinidad, introducidos al estudiar diso-


luciones en Química, deben ser matizados al utilizarlos referidos al suelo.
De acuerdo con la teoría de Brönsted y Lowry, ácido es toda especie química capaz de
ceder protones (H+), mientras que una base se caracteriza por poder aceptar protones. En
una reacción química, cada ácido tiene su base conjugada y cada base, su ácido conjugado:

HA S A– + H+ A– es la base conjugada de HA
B + H+ S BH+ BH+ es el ácido conjugado de la base B
HA + B S A– + BH+

Siguiendo con estos conceptos químicos, un ácido es tanto más fuerte cuanto mayor es
su capacidad para ceder protones.
El asociar suelo ácido con la idea de un elevado porcentaje de iones H+ en las
sedes de intercambio es algo que podría parecer desprenderse del comportamiento
de un ácido al ser disuelto en agua; no obstante, esta concepción no es correcta.
Esta hipótesis errónea de que la parte aniónica del suelo se comportaba como un ácido
débil y que los suelos ácidos eran aquellos cuyo complejo de cambio se encontraba satu-
rado en mayor o menor grado por protones, llevó a Bradfield (1923) a enunciar la teoría
del hidrógeno o de las arcillas como ácidos débiles. A veces todavía subyace este enfoque,
a pesar de haber sido cuestionado desde principios de 1930, y haya sido definitivamente
abandonado tras los trabajos de Coleman, Paver, Marshall, Schofield, Low y otros muchos
investigadores en las décadas de 1950 y 1960.
La idea inicial de las arcillas-H ha sido sustituida por la teoría del aluminio. Los suelos
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minerales ácidos no son simplemente suelos –H3O+, sino esencialmente suelos– Al3+.
Las investigaciones realizadas utilizando resinas cambiadoras de iones, arcillas satura-
das con diversos cationes, tratamientos de suelos ácidos con soluciones salinas no tampo-
nadas, así como los trabajos con curvas de neutralización, llevaron a formular la teoría del
aluminio. Se ha podido comprobar que una arcilla saturada –H+ no resulta estable (Cole-
man & Craig, 1961), la red cristalina colapsa, liberando Al3+, Mg2+, Fe3+ ... Los dos prime-
ros iones pasan a la solución del suelo y a las sedes de intercambio, mientras que el hierro,
en medios aireados, precipita como Fe2O3, coloreando el suelo. Por otro lado, si se prepara
una arcilla–H+, se observa que se comporta como un ácido fuerte y no como un ácido débil,
que es el comportamiento del suelo.
La acidez del suelo ha sido revisada en sus diversos aspectos en los trabajos de Adams
& Hathcock (1984), Black (1975), Bornemisza (1965), Jenny (1961), entre otros autores.
La lectura de estos trabajos resultará de gran interés para profundizar en el tema.

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Los efectos negativos de la acidez sobre las plantas pueden ser debidos a la toxicidad de
los iones Al3+ y Mn2+ (Foy, 1984) presentes en las sedes de intercambio y en la fase líquida.
En soluciones nutritivas ácidas, que no contengan aluminio ni manganeso, los efectos negati-
vos sobre el crecimiento de las plantas pueden ser evitados sin necesidad de elevar el pH, sim-
plemente corrigiendo la carencia de calcio, aportado en forma de CaCl2, p. ej. Ello evidencia
que los iones H3O+ no son la causa del deficiente crecimiento de las plantas en suelos ácidos.
La alfalfa es una de las plantas más sensibles a la acidez. En general, las leguminosas
son exigentes en calcio y responden al encalado cuando el suelo presenta pH < 6,0. Las
menores disponibilidades de molibdeno a tales valores de pH afecta la supervivencia y acti-
vidad de los rizobia, previa a la nodulación, con lo que se ve afectada la fijación de nitró-
geno y la nutrición de la planta en este elemento.
En plantas sensibles al exceso de Al3+ y Mn2+ en la solución del suelo, al aumentar el
contenido en Al3+ disminuye el peso por planta, el área foliar y el contenido de Ca, Mg y P
en los tejidos, aumentando el de Al, Mn y Fe.
Los trabajos de Farina et al. (1980) con maíz cultivado en suelos ácidos en invernadero
correlacionan el porcentaje de rendimiento con diversos parámetros de la acidez. Obtienen
coeficientes de correlación (r) de 0,42 (**) con el pH al agua; de 0,47 (**) con el pH al
KCl, mientras que el valor pasa a –0,90 (***) al establecer la correlación con el porcentaje
de saturación de Al3+ intercambiable, definido como:

Al3+ int = Al extraído con una sal neutra no tampo-


nada (KCl 1M; Ca Cl2 o Ba Cl2)
Al3+ int
% Al int. =  × 100 y valorado con una base
CICE CICE = CIC efectiva (al pH del suelo).

El aluminio en solución acuosa se hidroliza rápidamente dando lugar a especies mono-


méricas de Al (Bertsch, 1989). Un ión monomérico con seis moléculas de agua da lugar al
hidrolizarse a los siguientes productos:
[Al (H2O)6]3+ + H2O S [Al (OH) (H2O)5]2+ + H3O+
[Al (OH) (H2O)5]2+ + H2O S [Al (OH)2 (H2O)4]1+ + H3O+
[Al (OH)2 (H2O)4]1+ + H2O S [Al (OH)3 (H2O)3]0+ + H3O+
[Al (OH)3 (H2O)3]0+ + H2O S [Al (OH)4 (H2O)2]1– + H3O+
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La hidrólisis avanza y genera iones H3O+. Los iones hidroxialumínicos hidratados que
se forman tienden a polimerizar (Fassbender, 1984).
La doble capa y la solución del suelo tienen en equilibrio iones Al3+ y Al(OH)n(3–n)+ que, al
hidrolizarse, liberan protones que provocan una disminución del pH (aumento de la acidez).
A pH ácido (< 5,5) una serie de formas de aluminio con cargas positivas (policationes) no
resultan intercambiables, al estar firmemente retenidas, bloqueando sedes de intercambio. A
medida que aumenta el valor del pH los diversos policationes se hacen inestables y liberan
sedes de intercambio, cuyo número aumentará en consecuencia. De ahí las diferencias entre
los valores de la capacidad de intercambio catiónico obtenidos con una extracción con una
solución de KCl 1M no tamponada (CICE) o con acetato amónico 1N a pH = 7,0 (CIC).
En suelos ácidos puede haber diversos cationes en posiciones intercambiables
y en solución (Thomas, 1984):

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lones Observaciones
3+
Al Catión predominante en suelos muy ácidos (pH inferior a 5). Tóxico. Fácilmente
intercambiable (acidez intercambiable).
Al(OH)2+ Fácilmente intercambiable (acidez intercambiable).
Al(OH)2+ Fácilmente intercambiable (acidez intercambiable).
[Al(OH)n]m+ Policatión de tamaño y carga variable. Origen de carga dependiente del pH. Blo-
quea sedes de intercambio.
Mn2+ Escaso. Si existe en cantidades apreciables resulta tóxico (con un valor de pH de
4,5 o inferior).
H+ Escaso en suelos minerales ácidos, excepto si hay ácidos minerales en el suelo
(pH < 4,0).
De mayor importancia en suelos orgánicos ácidos, en los que la acidez intercam-
biable procede principalmente de los grupos con funciones orgánicas ácidas y en
menor medida de especies hidroxialumínicas y férricas complexadas por grupos
funcionales orgánicos.
Mg2+ > Ca2+ El Mg2+ procede del colapso de la red cristalina de las arcillas en medio ácido.

El comportamiento del aluminio monomérico en el suelo condiciona las características


de los suelos ácidos. Existen formas intercambiables, el Al3+, junto con las que resultan de
su hidrólisis, Al(OH)2+, Al(OH)2+, fase sólida Al(OH)3 (gibsita) y formas aniónicas, tales
como Al(OH)4– y Al(OH)52–. La existencia en forma soluble de las distintas especies de alu-
minio depende del intervalo de pH considerado y de la fuerza iónica, para 0,1 M la distribu-
ción de especies de aluminio en agua en función del pH (Marion y cols. 1976) es:

% Al 100
total Al(OH)2+

80 Al(OH)30
Al(OH)4–
Al3+
60

40
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Al(OH)52–
20
Al(OH)2+

0
3 4 5 6 7 8 9 10
pH

Dado que el aluminio sólo actúa con un único estado de valencia, la presencia de unas
especies u otras dependerá exclusivamente del pH, mientras que en el caso del hierro y el
manganeso influye además el potencial redox (Paterson et al. 1991).
En condiciones de acidez moderada, intervalo de valores de pH de 6 a 7, el complejo de
cambio puede presentar algunos iones H3O+, si bien predominan las bases. Por debajo de
pH 5,5 empiezan a tomar importancia los policationes a base de aluminio.

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Los iones H3O+ sólo adquieren importancia en suelos minerales muy ácidos,
con pH inferiores a 4,0 puede haber ácidos minerales. Los suelos orgánicos ácidos
se caracterizan por presentar protones, debido a los grupos R-COOH y R-OH.
Las reacciones con la materia orgánica son complejas y para ellas es de mayor aplica-
ción el concepto de ácido según la teoría de Lewis, según el cual un ácido es toda sustancia
capaz de aceptar un par de electrones y una base toda sustancia capaz de ceder un par de
electrones. Esta teoría amplía considerablemente el número de sustancias que pueden con-
siderarse ácidos o bases. Los aspectos referentes a la alcalinidad se tratarán al estudiar los
suelos afectados por salinidad (Cap. 24).

3. Química de la acidez del suelo

Sin olvidar los aspectos referidos anteriormente, como notación simplificada,


se puede representar la acidez por protones, cuyo origen, como se ha indicado, se
halla en la hidrólisis de los iones aluminio. Si se representa el complejo de cambio
por HX, una parte de los protones se hallará disociado:
HX S H+ + X–
Para lograr el intercambio total se puede desplazar con KCl:
HX + K+ S KX + H+
Cabe distinguir distintos tipos de acidez:

— Acidez activa o actual:


• Protones libres en equilibrio en la fase líquida del suelo.
• Resultan de la disociación.
• Se mide con el pH al agua (1:2,5).
— Acidez potencial o acidez intercambiable:
• Protones de las sedes de intercambio.
• Resulta de la hidrólisis de formas de aluminio fácilmente intercambiables, con
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iones K+. Se trata casi enteramente de aluminio monómero que ocupa sedes de
intercambio (Thomas et al. 1984):
Al X3 + 3K+ → 3KX + Al3+
Al3+ + 6H2O → [Al(H2O)6]3+
[Al(H2O)6]3+ + H2O → [Al(OH)(H2O)5]2+ + H3O+
• Se mide con el pH después de desplazar parte de los protones y aluminio monó-
mero con una solución de KCl 1 M no tamponada.
El pH KCl (1:2,5) suele ser del orden de 0,5 a 1,0 unidad de pH inferior al
pH-H2O.
— Acidez total (AT) = acidez activa + acidez intercambiable:
• Se determina valorando con una base.
• La valoración potenciométrica permite obtener la curva de neutralización.

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Dependiendo del método de medida (efecto suspensión, relaciones suelo-agua,
niveles de electrólitos, etc.), el valor del pH puede variar para una misma muestra
entre 0,5 y 1,5 unidades (Tucker et al. 1987). El pH no constituye, pues, una medida
de precisión, si bien para fines utilitarios un error de ± 0,2 unidades de pH resulta
aceptable para la mayoría de propósitos. Para caracterizar la reacción del suelo con
mayor rigor se han buscado otras vías: % Al3+ intercambiable, potencial cal, etc.

3.1. Curvas de neutralización


El comportamiento de un suelo al ir añadiéndole un ácido o una base se puede estudiar
por medio de una valoración potenciométrica, que permite obtener su curva de neutraliza-
ción. En el eje de abscisas se registra la cantidad de base fuerte o de ácido fuerte añadido
(factor capacidad) y en ordenadas el pH (factor intensidad). Para una muestra de un
suelo calizo, al añadirle un ácido se obtiene una curva del tipo:

pH

3
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Δ CNA

H+ añadido

Esta curva de neutralización muestra que el factor intensidad no cambia de una forma
sencilla. La apariencia es de una curva suave, con pequeñas plataformas a determinados
valores de pH, debido a que presenta en ellos mayor capacidad tampón. En el caso conside-
rado, a pH = 7,0 el tamponamiento se debe a la presencia de CaCO3 en la muestra, mientras
que entre pH 5,0 y 4,0, se debe a las bases de intercambio (Ulrich y Sumner, 1991).
El pH del suelo (factor intensidad) no resulta fácilmente predecible a partir de la canti-
dad de ácido o base añadido, debido a la forma que presenta la curva de neutralización. Por
ello no resulta un parámetro conveniente para definir la acidificación de un suelo (Bree-
men, 1991).

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La utilización del factor capacidad lleva a definir la capacidad de neutralización de
ácido (CNA) y de base (CNB) de un suelo:

La CNA expresa la cantidad de ácido fuerte (moles de protones por unidad de volumen
o de masa) necesarios para cambiar el valor del pH de un sistema acuoso al pH al cual la
carga neta de los iones que no reaccionan con OH– o H+ es cero.

La derivada de la CNA con respecto al pH define la intensidad tampón o poder tam-


pón (βH). Estos conceptos permiten estudiar mejor las reacciones de intercambio de proto-
nes y su relación con la acidez del suelo y resultan de interés en el estudio de los procesos
de acidificación.
Para los cambiadores del suelo se cumple:
CIC = AT + CNA
La acidez total (AT) puede ser la actual o la potencial, según el pH al que se valore,
igual que la CIC que puede ser la CIC efectiva (CICE). La CNA corresponde a la carga de
superficie por unidad de masa que está equilibrada por bases (Ca2+, Mg2+, K+, Na+):

S = suelo
CNA (S) = CNA (s) + CNA (l) s = fase sólida
l = fase líquida
expresado en [ ] = mol(+) L–1
CNA (1) = [Na ] + [K ] +2 [Ca ] + 2 [Mg2+] + [H+]
+ + 2+

– [Cl–] –2 [SO42–] – [NO3–] – [OH–] – [HCO3–] –2 [CO32–]


Si el conjunto de iones libres tienen compensada su carga neta:
CNA = 0

El suelo, debido a su capacidad de intercambio catiónico, presenta variaciones


muy lentas en su pH al añadirle un ácido o una base: actúa como un medio tampo-
nado. Esta propiedad tampón (βH) constituye un mecanismo de protección frente a
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modificaciones bruscas del pH. Resulta de gran importancia al ser el suelo un


medio biológico que sirve para el crecimiento de las plantas y microorganismos.
El poder tampón del suelo hace disminuir los efectos de un abonado sobre la reac-
ción del medio. El poder tampón se expresa:

βH = poder tampón expresado en mol (+) kg–1 pH–1


ΔnA
βH =  ΔnA = moles (+) de protones añadidos o eliminados por kg de suelo.
ΔpH
ΔpH = variación del pH (dependiente del pH del medio).

La existencia de diferentes fuentes de acidez o de basicidad del suelo permite


interpretar la existencia de intervalos de pH dentro de los cuales el poder tampón

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es más elevado, lo que se refleja por una plataforma en la curva de neutralización.
El poder tampón aumenta con el contenido de arcilla y con el de materia orgánica
(CIC), así como con el tipo de arcilla (de caolinita a esmectita).
Arcilla– Ca + 2HCl – Arcilla– H + CaCl2
La arcilla-H estará poco disociada por lo que el pH disminuirá poco.
La capacidad del suelo como depurador natural está relacionada con su poder
tampón. Su capacidad para admitir residuos, depende de la capacidad de ir adsor-
biendo los iones incorporados o los que sean liberados por mineralización, y si
unos y otros se hallan en forma soluble o precipitan al pH del suelo, lo que evitará
que pasen a contaminar la capa freática o sean biodisponibles.

3.2. Potenciales catiónicos


La actividad de un solo ión no es constante en un sistema coloidal, sin embargo, sí lo
son los productos de las actividades de los iones. Basándose en ello, y dado que las medi-
das de pH pueden verse afectadas por múltiples factores, Schofield y Taylor (1955) propu-
sieron utilizar relaciones de actividades iónicas en soluciones equilibradas de suelo, como
medida del estado de bases de la solución del suelo.
Los potenciales catiónicos en un sistema que contenga Ca2+ y OH– se definen como:

Dado que: (Ca 2+)1/2 (OH–) = cte

El potencial Ca(OH)2 viene dado por:

1
 pCa + pOH = cte
2

El potencial calcio-magnesio se expresa por:


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1
pH –  p(Ca + Mg) = cte
2

y el potencial cal (ing. lime) por:


1
pL = pH –  pCa
2

El pL es otra forma de expresar la acidez del suelo que resulta más precisa y más cons-
tante. Análogamente, para suelos ácidos se puede definir el potencial aluminio como:
1/3pAl + pOH. Este tipo de índices parece adecuado para caracterizar la acidez de los sue-
los en los que predominan las cargas permanentes.

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ESTUDIO DE CASOS
1. Discutir el papel que juegan las cargas permanentes y las cargas variables
en la determinación de la naturaleza y grado de acidez del suelo.
2. Justificar:
a) Por qué con acidez extrema las cargas variables y la CIC serán muy
bajas.
b) Por qué no hay toxicidad por aluminio en un suelo de pH en el intervalo
de 6 a 7.
c) Por qué en un suelo ácido disminuye el pH activo del suelo después de
un abonado potásico.
3. Dos suelos presentan pH = 4,5 en su horizonte de mayor acidez. Se desea
saber si el proceso de acidificación es de origen natural o bien se puede
deber a lluvia ácida. Se desea saber si la mineralogía de las arcillas podría
aportar algo para esclarecer el problema.
4. Explicar por qué el diagnóstico de la toxicidad por Al se basa en el % Al extra-
ído con una solución no tamponada y no en el extraído con BaCl2 a pH = 8,2.

4. Acidificación del suelo

Se han estudiado las causas de la acidificación natural de los suelos, así como
los efectos de acciones antropogénicas consistentes en añadir al suelo ácidos fuertes
(Breemen, 1991), ya sea por lluvias ácidas; por la oxidación de la pirita en estériles
de minería del carbón; por fertilizantes acidificantes, u otros procesos que pueden
dar origen a la degradación de suelos sin suficiente capacidad tampón.
Desde una perspectiva de distribución geográfica, se observa que los suelos ácidos en
España se hallan principalmente en la parte oeste, desde Asturias, Galicia (Calvo de Anta y
Diaz-Fierros, 1981) a Badajoz y Huelva. A nivel mundial, corresponden a regiones de
clima húmedo, tropicales templadas, así como a las boreales. Se puede afirmar que se trata
mayoritariamentede suelos con régimen de humedad percolante, generalmente equivalente
al údico (Soil Taxonomy, SSS. 1998), caracterizados por una pérdida de bases por lavado.
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La acidificación de un suelo se define como una disminución en la capacidad de neutra-


lización de ácido (CNA), y/o un incremento en la capacidad de neutralización de bases
(CNB), y/o un incremento en la fuerza ácida (pH decrece) (Ulrich y Sumner, 1991).

La acidificación progresiva de los suelos de zonas húmedas está controlada por


diversos factores: litología de los materiales originarios (rocas pobres en bases,
sedimentos con sulfuros, escombreras con sulfuros, etc.); componentes del suelo
(silicatos, óxidos de Al y Fe, ácidos solubles); posición topográfica (por la entrada
de aguas con protones o por la salida con pérdida de bases); vegetación (extracción
de bases, ciclo biogeoquímico, naturaleza de la materia orgánica incorporada al
suelo). En Galicia el efecto creciente de la vegetación, tanto para pluviolavados
como escurridos sigue el orden siguiente (Díaz-Fierros, 1985): Quercus robur >
Eucaliptus globulus > Pinus pinaster.

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Los procesos implicados en la acidificación de los suelos son:

– Meteorización. (Cap 17).


– Procesos redox:
Suelos de sulfatos ácidos.
Drenaje deficiente.
Ferrolisis.
Escombreras de carbón.
– Procesos de transporte:
Entradas y salidas de protones del sistema.
– Deposición de contaminantes atmosféricos:
Adición de ácidos fuertes disueltos en la lluvia.
Intercepción de sólidos.
– Procesos de hidrólisis:
Adición de productos acidificantes.
Fertilizantes de reacción ácida.

Modelos de simulación para la acidificación regional (De Vries et al., 1998)


permiten predecir la respuesta a la fase líquida del suelo debajo de la zona radicu-
lar debida a cambios en la deposición atmosférica.

ESTUDIO DE CASOS
1. Por qué puede haber problemas crecientes de autorrepoblación en un bos-
que de zona húmeda y cómo puede influir la textura del suelo.
2. ¿A qué puede deberse el que sean ácidos los suelos de una región deter-
minada, p. ej., en Asturias y Galicia (España)?
3. ¿Por qué corrige la acidez el carbonato cálcico?

Respuestas
1. Los suelos forestales no se suelen encalar. Habrá un lavado de bases y de
nutrientes. La biodisponibilidad del Al3+, y del Mn2+ aumenta con la acidifica-
ción. El Mn2+ puede resultar tóxico para las plántulas. En suelos de textura
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arenosa su capacidad tampón será menor y por ello la acidificación más


rápida, la productividad del bosque será menor.
2. El régimen de humedad puede ser percolante por lo que habrá un lavado
de bases y con ello una acidificación creciente.
3. HX + CaCO3 → CaX + CO2 + H2O
H+ + CaCO3 + H2O → CO2 + H2O + Ca(OH)2

5. Implicaciones de manejo y recomendaciones:


Necesidades de cal
Desde hace siglos, los agricultores intentan paliar los efectos desfavorables de la acidez
del suelo aportando enmiendas calizas. El objetivo es llevar el pH dentro del intervalo en el

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cual la mayoría de los elementos tóxicos sean insolubles y los nutrientes esenciales se
hallen en forma disponible. Los problemas son esperables en aquellos suelos ácidos en los
que la acidez total exceda el 15 % de la capacidad de intercambio catiónico efectiva.
Para el éxito de un cultivo o de una revegetación en áreas forestales o la rehabilitación
de áreas de minería con estériles pobres o sin carbonato cálcico o en zonas de polders y
estuarios con presencia de sulfuros (pirita, p. e.), se requerirá proporcionar a las plantas un
medio de crecimiento con un pH adecuado para que haya nutrientes y no elementos tóxi-
cos. Para ello se deberá modificar el pH con enmiendas si es necesario.

Las cantidades de enmiendas a utilizar se basan en la determinación de las nece-


sidades de cal: moles de Ca2+ por kg de suelo que se requieren para disminuir la acidez
total a un valor que se considere aceptable. Generalmente sólo se neutraliza la acidez
intercambiable.

Las reacciones que tendrán lugar en el suelo serán del tipo:


2AlX3 + 3 CaCO3 + 3H2O → 3CaX2 + 2Al(OH)3 + 3CO2
En Europa y en Estados Unidos de América éste ha sido el enfoque tradicional para el
manejo de suelos ácidos y ello explica la existencia en estos países de innumerables méto-
dos (Fox, 1980; Follet y Follet, 1983; Guitián y Muñoz, 1957) para determinar las necesi-
dades de cal. Entre los más clásicos cabe citar:

Fundamento Observaciones Referencia


Métodos directos
Curva de neutralización Métodos de referencia, poco utilizados
con una base por su lentitud y laboriosidad:
Ca(OH)2 N/30 Jensen (1924).
NaOH N/5 Goy y Roos (1936).
Ca(OH)2 + KCl Jensen y Schachtschabel
(1941).
Métodos indirectos
Estudio del complejo de Porcentaje de saturación de bases. Metson (1961).
intercambio canónico Es un método lento.
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Métodos rápidos
Equilibrio con una solución Son los métodos más utilizados a nivel
tamponada y estimación de mundial (Follet y cols. 1983).
la acidez por el cambio de Generalmente calibrados
pH en condiciones de invernadero
p-nitrofenol a pH = 7,1 Schofield (1933).
glicerofosfato sódico, ácido acético, Mehlich (1976).
trietanolamina, cloruro amónico y cloruro
bárico.
método SMP: Shoemaker et al. (1961).
p-nitrofenol, trietanolamina, cromato
potásico, acetato cálcico y cloruro cálcico.
Ajustada a pH = 7,5
p-nitrofenol-acetato cálcico Guitián et al. (1957).

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En Australia, por el contrario, en sistemas agrícolas extensivos, por el coste relativa-
mente alto del encalado y por la inducción de deficiencias de micronutrientes derivadas del
encalado, se ha buscado evitar las enmiendas calizas. Las respuestas diferenciales de las
plantas a la acidez han sido utilizadas para la selección de pastos tolerantes a las condicio-
nes de acidez (Robson, 1989). Después de un período de 30 años, los investigadores austra-
lianos están en condiciones de afirmar que este enfoque presenta limitaciones importantes.
Así, bajo pastos mejorados, los procesos de acidificación siguen activos y el suelo sigue
haciéndose más y más ácido y, con acideces extremas, otros factores pasan a ser limitantes.

El concepto de pH crítico (McLean, 1970; Adams, 1984) se ha introducido


con fines aplicados. Expresa el valor máximo del pH al que hay que llegar con una
enmienda para que el rendimiento de un cultivo sea máximo, considerados los res-
tantes factores en su óptimo.
En los años 70 se planteó una controversia importante en Estados Unidos de América
acerca del enfoque más eficiente para las recomendaciones de encalado. Unos autores pro-
pugnaban el enfoque clásico basado en el intervalo óptimo de pH (6,0 a 7,0) para un cul-
tivo o grupo de cultivos o en el valor crítico de pH (McLean, 1970), mientras que Kam-
prath (1970) a partir de ensayos de encalado en suelos tropicales (Oxisoles y Ultisoles)
propuso el método del aluminio, que recomienda añadir únicamente el suficiente carbo-
nato cálcico para eliminar el Al3+ de las sedes de intercambio. En España, el enfoque tradi-
cional (Guitián & Carballas, 1977) se basa en el criterio del pH óptimo, adoptado como
método oficial por parte del MAPA (1975) y en la medida del pH con soluciones amortigua-
doras (nitrofenol-acetato). Los defensores de este enfoque señalan que el método del alumi-
nio de cambio conduce a valores de necesidades de cal insuficientes en muchos suelos y que
la toxicidad por aluminio reaparece. En Galicia (España), a partir de 1980 el antiguo INIA
en su centro de Mabegondo, junto con la Facultad de Bioloxía de la Universidad de San-
tiago de Compostela, ha realizado ensayos siguiendo el enfoque propuesto por Kamprath.

No obstante, la mayor complicación analítica del método del aluminio de cambio, la


necesidad de introducir factores correctores según las características de los suelos y de
definir niveles tóxicos del aluminio para los distintos cultivares hacen que este método no
se haya generalizado. En muchos laboratorios a nivel mundial se siguen utilizando méto-
dos basados en el pH como indicador de las necesidades de cal, ello se debe a que se trata
de métodos rápidos y útiles para aquellos laboratorios que deben atender un elevado
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número de muestras y aconsejar a los agricultores.

El objetivo principal de un programa de encalado reside en eliminar los factores


limitantes del crecimiento y no en alcanzar ciertos niveles de pH (Kamprath, 1984).
No obstante, al existir una relación entre el pH y el porcentaje de saturación de Al res-
pecto a la capacidad de intercambio catiónico efectiva, ambos criterios de diagnóstico
no resultan contradictorios. La diferencia entre uno y otro enfoque reside en la canti-
dad de enmienda recomendada, lo que tiene incidencia sobre la rentabilidad de la ope-
ración y, por otro lado, puede inducir una disminución de las disponibilidades de
algunos nutrientes a pH altos, dentro del intervalo de pH considerado óptimo, a nivel
general. En este caso se habla de problemas derivados de un sobreencalado.
En la bibliografía se suelen encontrar resultados contradictorios en relación a
los efectos del sobreencalado. Bornman et al. (1998) sugieren que ello se debe a:

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— Interacción con la fisiología de la planta considerada (el maíz es más sensible que el
trigo, p. e.).
— Las características del suelo (en especial su poder tampón).
— La fuente de cal (el hidróxido cálcico tiene un efecto mayor que el carbonato cál-
cico).

En suelos derivados de cenizas volcánicas se recomienda no encalar por


encima de valores de pH de 5,6-5,8 para evitar efectos depresivos derivados del
sobreencalado (Fassbender y Molina, 1969), por desequilibrios iónicos.
Follet y Follet (1983) han revisado los métodos para determinar las necesida-
des de cal, su interpretación y aplicación en relación con las propiedades del suelo,
sistemas de laboreo y modelos de cultivo.
Las recomendaciones de encalado deben realizarse dentro del marco de un
programa de manejo que contemple el problema globalmente. Debe tener en
cuenta, además, la necesidad de alcanzar ciertos niveles de pH para optimizar
otros aspectos, por ejemplo, la actividad de los herbicidas o la protección frente a
ciertas enfermedades en el sistema de producción de cultivos.
Las patatas, por ejemplo, crecen mejor en suelos ligeramente ácidos, dado que
en estas condiciones de medio disminuye el desarrollo de enfermedades provoca-
das por actinomicetes. Por el contrario, la hernia de la col (Plasmodiophora brassi-
cae) puede ser corregida mediante el encalado.
En esquema, un programa de encalado, desde el diagnóstico a las recomen-
daciones incluye:

— Diagnóstico:
• Información que se puede obtener a partir de un mapa detallado de suelos:
Categorías de suelos ácidos:
– Órdenes: Espodosoles, Ultisoles, Oxisoles.
– Niveles inferiores: con úmbrico/hor. sulfúrico/mat. sulfurosos, si se
drenan/carácter dístrico.
– Régimen de humedad údico.
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• Muestreo y análisis de suelos, estériles o sedimentos.


Análisis de posible interés:
– pH al agua, pH KCl.
– % Al en relación a CICE.
– % saturación de bases.
– Contenido de pirita/contenido de carbonato cálcico equivalente.
– Necesidades de cal.
– Poder de amortiguación.
— Recomendaciones:
Características de los suelos, estériles o sedimentos.
Cultivos: Selección de especies tolerantes al Al y Mn.
Abonos basificantes.
Enmienda a utilizar: tipo/cantidad/frecuencia.

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Método de encalado: de fondo/de cobertera.
de saneamiento/de mantenimiento.
Información sobre las enmiendas:
– Disponibilidades en la zona.
– Poder neutralizante (CaCO3 = 100).
– CaCO3 = 1,00 OCa = 1,78 (OH)2Ca = 1,35
– MgCO3 = 1,19
– Equivalente en OCa/% Ca elemental.
– Características físicas: granulometría.
– Eficiencia neutralizante.

Los programas de encalado deben estar enfocados a resolver problemas parti-


culares, más que a ajustar todos los suelos a un pH predeterminado, considerado
óptimo de forma genérica (Alley & Zelazny, 1987). Debe trabajarse en la direc-
ción de poder diagnosticar a qué nivel de pH se corrige el problema de la acidez,
para cada suelo, recalibrando los métodos de evaluación de las necesidades de
enmienda (Tran y van Lierop, 1982).
Las propiedades físicas del suelo derivadas de procesos de acidificación pro-
longados serán de difícil mejora, por ello, deberá planificarse adecuadamente cual-
quier actuación tecnológica (drenaje, aireación de sedimentos o de estériles, etc.)
que pueda provocar acidificación. En capas profundas será extremadamente difícil
llegar con cualquier enmienda y la degradación sería de carácter irreversible.

ESTUDIO DE CASOS
1. Indicar qué reacciones tienen lugar cuando el aluminio entra en la solución.
A partir de qué valor de pH tienen lugar.
2. Las arcillas-H+ o las arcillas-Al3+ ¿cuál de ellas son las que se hallan en
suelos fuertemente ácidos?
3. En suelos ácidos ¿por qué se frena la nitrificación?
4. ¿En qué intervalo de valores se halla el pH de un Xerochrept calcixerollico
(SSS. 1996) equivalente a un Typic calcixerept (1998).
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Respuestas
1. Por debajo de un valor de pH = 5,5, ya que por encima el aluminio se halla
precipitado en forma de gibsita. De forma simplificada las reacciones se
puede escribir:
Al3+ + 2H2O → Al(OH)+ + H3O
La hidrólisis del aluminio libera iones H+ a la solución.
2. Las arcillas-Al3+, las arcillas H+ no son estables.
3. La acidez inhibe el desarrollo de las bacterias, que son los responsables de
la nitrificación.
4. Es un suelo calizo: 8-8,5.

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6. Bibliografía

6.1. Bibliografía básica


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6.2. Bibliografía de referencia


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11
Estructura del suelo
y propiedades relacionadas
La estabilidad de la estructura controla muchas funciones de un ecosistema,
el sistema de poros constituye un espacio vital para las raíces.

La estructura es una propiedad típicamente edáfica que, de presentarse, per-


mite diferenciar un suelo de un material geológico. Su importancia hace que sea
una propiedad morfológica de referencia en los estudios del suelo en campo. Para
llegar a desentrañar su desarrollo y los mecanismos que provocan su estabilidad se
han llevado a cabo trabajos de investigación muy específicos.

La vida en el suelo es posible debido a que las partículas no forman una masa
continua, sino que al unirse crean un espacio de huecos muchos de los cuales se
comunican entre sí (Cap. 4):

— Poros. — Canales y cámaras.


— Huecos de empaquetamiento. — Fisuras.

Los huecos comunicantes permiten la transferencia de fluidos (aire y agua), en ellos


pueden desarrollar su actividad los microorganismos y a través de ellos se facilita el creci-
miento de las raíces. Una masa formada por granos individuales de arcilla, limo o arena
resulta muy poco eficiente para crear un espacio de huecos estable y adecuado para el cre-
cimiento de las raíces de las plantas y otros biota del suelo.
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Los granos se suelen unir de forma natural entre sí, para formar unidades secun-
darias de mayor tamaño, que tienen un carácter persistente y se denominan
agregados.
La estructura es el ordenamiento de los granos individuales en partículas
secundarias o agregados y el espacio de huecos que llevan asociados, todo ello
como resultado de interacciones físico-químicas entre las arcillas y los grupos
funcionales de materia orgánica.

Las unidades estructurales o agregados se distinguen al hallarse separadas


entre sí por huecos o por superficies de debilidad más o menos bien definidas. En
el estudio de la estructura hay que considerar:

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— Superficies de debilidad: grado de desarrollo de la estructura o de pedialidad
(Cap. 3).
— Forma de los agregados: tipo de estructura.
— Tamaño: clase de estructura.
— Dureza y friabilidad de los agregados.
— Persistencia: estabilidad de los agregados.
— Mecanismos de formación de agregados.
— Espacio de huecos: distribución y conexiones.

Se ha observado que suelos con igual textura pueden presentar propiedades físicas muy
distintas, según como se hallen agregadas las partículas individuales.
Un suelo bien estructurado es aquél que al secarse se desmenuza fácilmente de forma
espontánea, cuando está relativamente seco puede labrarse con facilidad y cuando está
húmedo no se adhiere a los aperos o herramientas. Un agregado verdadero tiene que ser
estable al agua, es decir, la unión de sus partículas individuales debe mantenerse después de
haber sido humedecido lenta, pero totalmente. Esta propiedad tiene gran trascendencia,
pues las funciones de los agregados deben mantenerse cuando el suelo esté totalmente
húmedo, para que el agua pueda seguir moviéndose dentro del suelo.
Los agregados suelen ser estables a largo plazo, si bien deben considerarse
como elementos frágiles, cuya durabilidad se ve afectada por la puesta en cultivo,
el laboreo continuado, la transformación de un suelo en regadío, el paso de maqui-
naria, el pisoteo del ganado, entre otros factores. La sostenibilidad de un agrosis-
tema se verá comprometida por la degradación de la fertilidad física del suelo
(Cap. 25).
La estructura controla una serie de propiedades y comportamientos del suelo,
entre los más significativos cabe citar:

Propiedad afectada Efectos positivos

Características de la superficie Una buena estructura evita el sellado del suelo y la posterior for-
del suelo mación de costra superficial al secarse la superficie. Facilita la
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emergencia de las plántulas y la infiltración del agua.

Infiltración del agua en el suelo El aumento de la infiltración:


(Cap. 13) — Disminuye la escorrentía (Cap. 23) y con ello el riesgo de
degradación del suelo por erosión.
— Aumenta las reservas en agua del suelo.

Espacio de huecos Un horizonte bien estructurado:


— Permite una buena circulación del aire, agua y nutrientes.
Conductividad hidráulica elevada (Cap. 13).
— Favorece el desarrollo de microorganismos aerobios.
— Favorece la actividad de la fauna del suelo, que a su vez
mejora la estructura.
— Es más penetrable por las raíces, que podrán explorar un
mayor volumen, beneficiando el crecimiento de la planta.

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Propiedad afectada Efectos positivos

Compacidad La baja compacidad de un horizonte:


— Favorece el laboreo.
— Hace disminuir la densidad aparente.
— Favorece el crecimiento de las raíces.

Erosionabilidad (Cap. 23) Un suelo bien estructurado es más resistente a la erosión que las
partículas sueltas de arena, limo y arcilla y la materia orgánica.

1. Niveles de organización estructural

En un continuo de observación, desde el campo al microscopio electrónico,


será posible identificar distintos niveles de organización. En muestras de mano
estudiadas en campo se puede caracterizar la macroestructura o, simplemente,
estructura de cada horizonte. En lámina delgada se accede a una organización a
escala microscópica, la microestructura (Cap. 4).
El grado de desarrollo de la estructura o pedialidad (Cap. 3) se describe de
acuerdo con los siguientes criterios:

Grado de
Descripción
Pedialidad Desarrollo

Apedial Sin estructura Granos sueltos con ausencia de elementos finos.


o granular simple Típica de horizontes arenosos.

Estructura continua No se observan agregados. El suelo aparece como


o maciza un bloque carente de fisuras. Un fragmento se parte
arbitrariamente según la dirección de la fuerza que
se aplique.

Pedial Débil Agregados escasamente formados e indistintos,


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Estructuras superficies de debilidad muy poco definidas entre


fragmentarias, agregados. Nivel de organización bajo.
son las más corrientes
Moderada Agregados bien formados y diferenciados, de dura-
ción moderada. Nivel de organización medio.

Fuerte Agregados separados por planos de debilidad bien


definidos cuando el horizonte se seca. Agregados
duraderos.
Nivel de organización alto.

En base a consideraciones morfológicas de naturaleza cualitativa se estudia y


describe el tipo de estructura que hace referencia a la forma y tamaño modal, es
decir, al modelo o patrón que se presenta preponderantemente:

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Tipo de estructura (no se representa a escala) Descripción

Laminar Heredada en materiales depositados bajo


el agua, por ejemplo en suelos de llanuras
de inundación. Originada por impacto de
las gotas de lluvia en sellos y costras
superficiales.
Impide la penetración vertical de las raí-
ces, el agua y el aire.
Prismática

Típica de horizontes enriquecidos en arci-


lla: Bt, endopediones argílicos. Los pla-
nos de debilidad corresponden a grietas
de retracción. Los prismas pueden pre-
sentar una gran dureza y las raíces no ser
capaces de penetrar en ellos.

Columnar

Prismas rematados en la parte superior


por una cúpula.
Típica de suelos alcalinos (endopediones
nátricos), Btna.
Muy poco frecuentes en España.

Bloques angulares

Aristas rectas y caras rectangulares. Fre-


cuente en endopediones cámbicos. Inter-
secciones curvas.
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Aristas agudas y caras curvas. Típica de


suelos de zonas semiáridas y áridas con
suelos pobres en materia orgánica. Fre-
cuentemente en epipediones óchricos y
Bloques subangulares
endopediones cámbico y cálcico.
Esferas imperfectas.

Esferas imperfectas.
Granular compuesta Es la estructura más favorable. Típica de
medios biológicamente activos ricos en
bases y con materia orgánica. Epipedio-
nes de praderas, frecuente en móllicos.

Granular compuesta muy porosa. Epipe-


diones con materia orgánica bien evolu-
Migajosa
cionada.

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Las descripciones de campo incluyen las características cualitativas referentes a la con-
sistencia: compacidad, friabilidad y dureza. Esta metodología de estudio es la más frecuen-
temente utilizada, a pesar de ser meramente cualitativa (Cap. 3).
La determinación de la distribución de tamaños de agregados por tamizado permite un
enfoque cuantitativo. No obstante, al ser un método destructivo que obliga a separar previa-
mente los agregados, la fuerza aplicada puede provocar su rotura, resultando difícil llegar a una
normalización metodológica (Hillel, 1998), por lo que la determinación resulta poco precisa.
Los agregados son unidades de fábrica (Cap. 4) distinguibles a simple vista. A escala micros-
cópica, algunos autores confieren un sentido más amplio al término estructura, integrando los
efectos combinados de fábrica, composición y fuerzas interpartículas (Mitchell, 1976).
Por debajo de un determinado tamaño, fijado arbitrariamente entre 0,2 y 1 mm. o bien
atendiendo a los aumentos necesarios para su observación, se habla de microestructura (5×
con microscopio óptico) o de estructura ultramicroscópica, si se requiere la observación
con microscopio electrónico. La elección del tamaño 0,2 mm como límite inferior del agre-
gado (macroestructura) obedece a que la porosidad desarrollada por tamaños menores son
poco eficaces para el movimiento del agua (20 a 30 μm).
Con el microscopio óptico será posible observar microestructuras o el empaqueta-
miento de partículas individuales, cuyo tamaño de grano sea superior a 10-20 μm. En el
caso de la arcilla no resulta posible distinguir granos individuales. Las unidades de fábrica
identificables serán agrupaciones de partículas, denominadas cluster (Olson, 1962), agrega-
ciones o flóculos. La asociación de clusters puede dar lugar a un agregado.
A escala ultramicroscópica se pueden observar las partículas individuales de arcilla,
pudiendo describir su forma. manera de asociarse y la interacción entre partículas indivi-
duales. Las unidades de fábrica de menor tamaño observables a este aumento son los domi-
nios. Cada uno de ellos está formado por dos o más láminas paralelas de arcilla, que actúan
como una unidad (Aylmore y Quirk, 1960). Un apilamiento de asociaciones de este tipo se
denomina fábrica turbostática. En el caso de las montmorillonitas, la asociación de láminas
paralelas constituye una unidad de fábrica que se denomina tactoide. Los tactoides se for-
man espontáneamente, en ellos las partículas están orientadas paralelamente unidas por
cationes y distan unas de otras del orden de unos 0,01 μm.
Los niveles de organización de la estructura que se pueden distinguir son los siguientes
(Warkentin, 1980):
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Tamaño unidades de estructura (orientativo)


5 mm
agregados
200-1.000 μm
microagregados
50 μm
clusters o flóculos
1-5 μm
dominios tactoides (montmorillonita)
0,05 μm
cristales de arcilla
0,002 μm
láminas de arcilla

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Al labrar un suelo se verán afectados los agregados, pero no así las unidades de
microestructura o de asociaciones de menor tamaño (clusters y dominios). No ocu-
rre así cuando se practica el fangueo para el cultivo de arroz (Warkentin, 1980), o
cuando se riega de forma repetida con agua cuyo contenido salino, aun siendo
bajo, esté desequilibrado, con predominio del sodio sobre el calcio y el magnesio.

2. Mecanismos de formación de agregados


2.1. Fuerzas actuantes: Empaquetamiento y unidades de fábrica
El grado de desarrollo de la estructura depende del tipo de partículas presentes y de las
fuerzas de atracción-repulsión que se generen entre ellas. La organización de partículas
puede constituir un simple empaquetamiento o bien dar lugar a unidades de fábrica.
El empaquetamiento es característico de granos entre los que la influencia de fuerzas
de superficie sea despreciable por la ausencia de carga eléctrica (Cap. 6 y 7), tales como la
arena. El empaquetamiento de los granos viene condicionado por la forma y la distribución
de tamaños y tiene importancia por influir en la estabilidad de terrenos en obras de ingenie-
ría civil (Deresiewicz, 1958 y Wise, 1952).
Las condiciones óptimas de empaquetamiento en mecánica de suelos serán aquellas
que permitan el máximo contacto entre los granos, de forma que no pueda haber cambios
de volumen, origen de subsidencias. Para compactar los materiales sin fuerzas de unión
entre partículas hay que recurrir a vibradores.
En suelos arenosos puede haber cohesión entre partículas debido a fuerzas de tensión
superficial, por la presencia de películas de agua adsorbida en la superficie de los granos.
La elevada tensión superficial del agua y su alta mojabilidad respecto a los granos minera-
les del suelo puede provocar un cierto grado de unión entre partículas:

F = fuerza de unión entre partículas esféricas


a θ
a = radio de la partícula
θ = ángulo de contacto
A = tensión superficial
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2π · a · A
F=  θ
1 + tg 
2

Estas fuerzas de unión permiten explicar el menor riesgo de erosión eólica de un epipedión
de textura arenosa (por ejemplo un Xeropsamment) en estado húmedo que cuando está seco.
La formación de unidades de fábrica se traduce a escala macroscópica en la aparición
de agregados. La presencia de partículas con carga eléctrica de superficie permite explicar
la aparición de fuerzas de superficie responsables de las interacciones entre partículas
minerales, entre los componentes del suelo y el agua, y entre las partículas minerales y los
grupos funcionales de la materia orgánica humificada.
La atracción puede ser debida a fuerzas electrostáticas (fuerzas de Coulomb), que son
inversamente proporcionales al cuadrado de la distancia entre partículas cargadas; y a fuer-
zas de London-Van der Waals.

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Estas últimas sólo actúan si las partículas están muy próximas, y son inversamente pro-
porcionales a la séptima potencia de la distancia. Se deben a fluctuaciones de carga en los
átomos, que dan por resultado una interacción entre los dipolos mutuamente inducidos en
los átomos en interacción (Van Olphen, 1977). Se trata de una fuerza de atracción aditiva
entre pares de átomos y de ahí la importancia que adquiere a cortas distancias y en partícu-
las con un gran número de átomos, como las arcillas.
La repulsión se produce al ponerse en presencia partículas de igual carga eléctrica
(fuerzas electrostáticas) o debido a las fuerzas de Born, que sólo se manifiestan si las partí-
culas están muy próximas.
El conjunto de fuerzas actúa con diferentes intensidades y en distintos intervalos, por lo
que en unos casos la resultante será la atracción y en otros la repulsión.
Las fuerzas de mayor importancia para la estabilización de las unidades estructurales
en microagregados se deben a enlaces entre las superficies de las arcillas y diversos compo-
nentes, que varían de unos horizontes a otros. En suelos calizos el carbonato cálcico actúa
de agente estabilizante. Los óxidos de hierro actúan formando a modo de películas entre las
superficies de las arcillas y como partículas discretas cargadas, en el caso de muchos suelos
ácidos, fuertemente meteorizados. Los enlaces se establecen al precipitar estos minerales
entre las partículas. La unión con los grupos funcionales de la materia orgánica puede
deberse a puentes de hidrógeno y a fuerzas electrostáticas. En la formación de macroagre-
gados (unidades de más de 200 μm) interviene este tipo de uniones, derivadas de la acción
de las raíces de las plantas, hifas de hongos, en particular las micorrizas, y en general de los
componentes orgánicos del suelo.

2.2. Interacción entre partículas de arcilla


Para entender cómo actuan las fuerzas origen de las unidades de fábrica interesa pro-
fundizar en el estudio de los factores que controlan la geometría de la doble capa difusa
DCD (Cap. 9). De este modo se podrá explicar la interacción entre doble capas difusas e
interpretar el comportamiento de un suelo.
El espesor de la doble capa difusa es tanto menor cuanto mayor sea la valencia de los
iones de signo contrario, ya que mayor será la fuerza electrostática de atracción hacia la
superficie de la partícula cargada. Para una misma concentración de equilibrio en la solu-
ción externa C0 el espesor disminuye según los cationes sean mono, di o trivalentes:
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Superficie
de la
arcilla
1
2
3
Concentración

Co

0 Distancia X

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La difusión térmica será tanto menor cuanto mayor sea la concentración de la solución
externa, lo que se traduce en que el espesor de la doble capa sea menor:
Superficie
de la
arcilla

Concentración Co2

Co1

0 Distancia X

La carga de los iones de signo contrario y la concentración de la solución externa condi-


cionan por consiguiente la configuración de la doble capa y el comportamiento de un suelo.
Al aproximarse las partículas en suspensión se produce una repulsión por fuerzas de
tipo electrostático, originadas al solaparse e interaccionar sus capas difusas. Se genera por
lo tanto una energía potencial de repulsión (Vr) derivada de la carga neta positiva de ambas
capas difusas, que será tanto mayor cuanto mayor sea el espesor de las mismas y menor la
distancia entre partículas.
Este potencial expresa el trabajo necesario para acercar dos partículas desde una sepa-
ración infinita hasta una separación dada. Su evolución con la distancia se expresa por una
curva de potencial de repulsión, que es de tipo exponencial y depende de la concentra-
ción del electrolito (Van Olphen, 1977):

Energía de
repulsión
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VR
potencial de interacción

baja concentración
de electrolito

intermedia

alta
Distancia entre
partículas
Atracción de
VA Van der Waals

Energía de
atracción

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A su vez existe una atracción que tiene su origen en las fuerzas de London-van der
Waals y genera una energía potencial de atracción VA.
El potencial neto de interacción en cada punto es la resultante de las energías de atrac-
ción (VA) y de repulsión (VR), y permite establecer la curva de potencial neto de interac-
ción. A medida que se aproximan las partículas aparece un estado secundario de mínima
energía a partir del cual se interpone una barrera de energía de repulsión que es función de
los iones de signo contrario y de la distancia entre las partículas:

VR
Potencial de interacción

(a) Repulsión
+

Potencial de barrera
(c) de energía


(b) Atracción

Mínimo de energía
primaria
VA

Distancia

La superación de la barrera de energía de repulsión por parte de las partículas gracias a


su energía cinética hace disminuir el potencial de interacción hasta un mínimo (mínimo de
energía primaria), lo que permite que predominen las fuerzas de atracción de van der Waals
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y se produzca la floculación.
Esta interacción da lugar a fenómenos de atracción-repulsión, con procesos de flo-
culación-dispersión y con formación-destrucción de unidades de fábrica. Estos aspectos
referidos a la estabilidad estructural de suelos afectados por sales han sido objeto de una
extensa revisión bibliográfica por Amézketa y Aragüés (1989).

ESTUDIO DE CASOS
El potencial de interacción entre dos superficies de arcilla varía considerable-
mente según la naturaleza de los iones en la solución externa en equilibrio.
Discutir la influencia que tendrá sobre el comportamiento del suelo según se
trate se una arcilla-Na o bien de una arcilla-Ca. →

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Respuestas
Un horizonte en el que el Na+ adquiera importancia, las doble capas tendrán
gran espesor, que viene dado por la expresión:

1 1
 =  
n+
K RZ √Co

Las capas difusas de gran espesor dan lugar a un elevado solapamiento entre
ellas, lo que origina fuerzas electrostáticas de repulsión. Los suelos con ele-
vado porcentaje de sodio intercambiable (ESP > 15 %) se dispersan fácilmente
en agua pura, por ejemplo, al regarlos con agua de bajo contenido salino o al
recibir el agua de lluvia.
Por el contario, un horizonte con complejo de cambio Ca2+ tendrá doble capas
de pequeño espesor, con escaso solapamiento, y las fuerzas de repulsión ten-
drán poco efecto. Esto se traduce en un elevado grado de interacción entre par-
tículas. Las arcillas estarán floculadas, lo que es la base para la formación de
agregados estables.

En presencia ilimitada de agua las superficies-Na+ son siempre repulsivas, mientras que
en las superficies –Ca2+ el potencial neto presenta un mínimo, a partir del cual predomina la
atracción. tal como se pone de manifiesto en los trabajos de Kjellander y cols. (1988):

30

20

Na Repulsión
interacción (MPa)
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Potencial de

10

Ca
–10

Atracción

–20
0 1 2

Distancia (nm)

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La concentración mínima de sal que induce la floculación en 24 h se denomina valor
de floculación (van Olphen, 1977).
La facilidad de dispersión en función del catión saturante decrece en el orden Na+ > K+
> Mg2+ > Ca2+, sin embargo el efecto del Mg2+ puede variar y depende de diversos factores
(Rengasamy y cols., 1984).
La dispersión ocurrirá o no, dependiendo no sólo de la naturaleza de los cationes inter-
cambiables, sino también de la composición iónica del electrolito y concentración de la
solución externa.
La dispersión decrece al aumentar la concentración y con los cationes presentes, siendo
el orden Na+ > K+ > Mg2+ > Ca2+.
La formación de tactoides, por la asociación de láminas de montmorillonita-Ca2+ se
debe a que al estar muy próximas las partículas por el poco espesor de la capa difusa, entran
en juego y predomina la acción de las fuerzas de atracción de London-Van der Waals.
Esta unión hace que las partículas de arcilla se comporten a todos los efectos como una
unidad de mayor tamaño: el tactoide, pudiendo esquematizarse del siguiente modo:

Ca Ca
Ca
Ca
Ca
Ca
Ca Ca Ca
Ca Ca
Ca
Ca Ca
Ca Ca
Ca
Ca Ca
Ca Ca
Ca
Ca
Ca
Ca

En el manejo del suelo, la formación y destrucción de tactoides tiene repercusiones


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importantes. Un suelo con montmorillonita -Ca2+ presentará tactoides, que tendrán su carga
externa compensada por Ca2+ y el sistema estará floculado.
El riego con agua con Na+ provocará la dispersión de los tactoides, dado que con valo-
res de porcentaje de sodio intercambiable (ESP) del orden del 25 % el Ca2+ de la superficie
externa del tactoide es sustituido por el Na+.
En estas condiciones el tactoide como unidad es susceptible de ser translocado,
haciendo disminuir la porosidad de los horizontes en los que vaya a acumularse.
Con niveles más elevados de ESP, del orden del 50 %, el Na+ sustituirá al Ca2+ dentro
del tactoide, creándose unas condiciones de repulsión máxima, al aumentar el espesor de la
capa difusa. Al humectarse el suelo, la mayor concentración iónica entre partículas genera
una actividad osmótica que atrae moléculas de agua, con lo que el espacio interlaminar
aumenta, el conjunto se expande y el tactoide colapsa. El sistema de huecos pierde su geo-
metría inicial, con lo que los procesos de transferencia se verán fuertemente afectados.

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Este proceso de expansión-retracción es característico de la humectación-desecación
de las arcillas de tipo esmectítico, aún cuando no se trate de montmorillonitas-Na+, y tiene
importantes repercusiones en el comportamiento del suelo, tanto frente a las raíces de los
árboles, como para canales, drenes, construcciones y otros tipos de obras, al generar impor-
tantes tensiones dentro del suelo.
Desde un punto de vista físico-químico los procesos de floculación-dispersión
en sistemas suelo-agua tienen la característica de ser reversibles al tratarse de un
sistema coloidal hidrofílico. Esta reversibilidad se manifiesta en ensayos de labo-
ratorio, pero no así en campo, donde la dispersión puede implicar la translocación
de partículas sólidas con taponamiento irreversible de los huecos.
La mejora de una estructura degradada no afecta únicamente a la floculación
de los coloides, sino también al espacio de huecos, lo que puede resultar mucho
más complejo.
Las fuerzas de atracción-repulsión determinarán la fábrica, debiendo conside-
rar que, además de la arcilla, intervienen los restantes componentes del sistema:
limo, arena, «óxidos», carbonato cálcico y materia orgánica. La formación de
agregados se debe a la interacción prolongada en el tiempo de partículas de arena
(Ar), coloides orgánicos y dominios de arcilla que Emerson (1959) esquematiza
del siguiente modo:

grano de cuarzo
dominios
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polímeros
orgánicos

En aquellos sistemas arcilla-agua en los que predominan las fuerzas de repulsión, las
partículas están individualizadas y el sistema está en estado disperso. Por el contrario, el
predominio de fuerzas de atracción hace que las arcillas estén floculadas. La formación de
clusters o flóculos constituye una primera fase en la agregación de partículas y formación
de estructura. La floculación no es sinónimo de formación de agregados, si bien es una con-
dición necesaria para ello.

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Los estados de un sistema agua-arcilla pueden ponerse de manifiesto al reali-
zar un análisis granulométrico (Cap. 6). Por lo general, al añadir un agente disper-
sante a una suspensión de arcilla en agua se consigue tener en la probeta una sus-
pensión turbia de partículas de arcilla dispersas. En muestras con yeso o con sales
más solubles, esto no se logra, las partículas permanecen floculadas y poco des-
pués de haber agitado la probeta, ésta aparecerá rápidamente con los flóculos
depositados en su base, debido a que el Ca2+ puesto en solución por el yeso o las
sales provocan la floculación:

Suspensión dispersa Suspensión floculada

Interesa destacar la distinta significación dada al término estabilidad según se aplique


desde la química coloidal clásica o desde la química de suelos. En el primer caso un sistema
se considera estable cuando está disperso, e inestable cuando está floculado. Por el contrario,
en físico-química de suelos la estabilidad de los agregados se asocia a la floculación, mientras
que el sistema suelo tendrá una estructura inestable como resultado de la dispersión.

ESTUDIO DE CASOS
Discutir por qué será mayor la expansión en una montmorillonita -Na+ que en
una montmorillonita -Ca2+ que reciban una misma cantidad de lluvia.
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Respuesta
En una montmorillonita -Na+ se suman los efectos de repulsión debidos a inter-
penetración de doble capas difusas de gran espesor y de adsorción de agua
entre láminas, ambos de mayor magnitud que en una montmorillonita-Ca2+.
Además, si la montmorillonita-Ca2+ forma tactoides la expansión se verá muy
disminuida.

2.3. Agregación de partículas


La formación de agregados requiere la floculación de las arcillas, y su poste-
rior estabilización o cementación. En la formación de las unidades de fábrica de

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menor tamaño (clusters y dominios), los enlaces inorgánicos son los más impor-
tantes, mientras que en la estabilización de agregados lo son los enlaces orgánicos
(cementos húmicos).
El proceso puede esquematizarse: la m. o. del suelo (particularmente las sus-
tancias húmicas, polisacáridos y otros) desempeña un importante papel en la for-
mación y estabilización de agregados. Algunos compuestos orgánicos, en especial
las sustancias húmicas de bajo peso molecular, pueden provocar la dispersión de
las fracciones coloidales minerales y, por lo tanto, desestabilizan los agregados
bajo determinadas condiciones físico-químicas (D’Acqui et al., 1999). Este fenó-
meno se explica asumiendo que estas moléculas orgánicas están cargadas negati-
vamente en suspensión en el intervalo de pH del suelo. Estos aniones orgánicos,
adsorbidos en los bordes de las láminas de arcilla o sobre las superficies de los óxi-
dos de hierro o aluminio, aumentan la carga negativa de los coloides minerales, de
esta manera aumenta la densidad de capa difusa de cationes asociados con las
superficies y por lo tanto favorecen la dispersión de las arcillas (Oades, 1984).

Sistema disperso
Partículas de arcilla
individualizadas

Sistema agregado
y disperso.
Formación de clusters
por asociación de
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láminas de arcillas.

Sistema agregado
y floculado

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La unión de la materia mineral y la materia orgánica más o menos transformada da
lugar a complejos órgano-minerales de distinta naturaleza y estabilidad (Cap. 8). El com-
plejo arcillo-húmico será tanto más estable cuanto más polimerizados estén los ácidos
húmicos. Los compuestos orgánicos más simples, tales como los azúcares, son ineficaces
en la estabilización de los agregados, requiriendo ser transformados previamente en tejido
microbiano que se humificará posteriormente. Por el contrario, las grasas, ceras, ligninas,
proteínas y resinas tienen un efecto estabilizante directo.
Los polisacáridos y poliurónidos (materias pépticas) de origen microbiano se caracteri-
zan por formar cadenas de dimensiones escasas, por lo que las estructuras a las que dan
lugar son poco duraderas. Según el tamaño de la molécula orgánica, los complejos
organo-minerales presentarán distinta movilidad. En medios biológicamente activos ricos
en bases, la polimerización da lugar a moléculas de gran tamaño, se forman complejos
insolubles y agregados estables, con un importante espacio de huecos entre ellos, típico de
humus de tipo mull, característico del epipedión móllico y en menor medida del óchrico.
Los ácidos fúlvicos, que se forman en medios biológicamente poco activos y ácidos,
presentan cadenas lineales escasamente polimerizadas. En estas condiciones hay una mala
incorporación de la materia mineral y la materia orgánica (humus de tipo moder o mor,
característico de un epipedión úmbrico). Los agregados que se forman son solubles o pseu-
dosolubles y son inestables. Estos complejos órgano-minerales de pequeño tamaño pueden
ser translocados a lo largo del perfil, lo que puede dar lugar a un endopedión espódico.
Además, los ácidos fúlvicos pueden rodear a las partículas de arcilla a modo de coloide
protector, impidiendo la acción floculante de los cationes, como el aluminio, con lo que la
arcilla se mantiene dispersa y puede migrar.
Se ha puesto de manifiesto que el hierro desempeña un papel importante en la estructu-
ración del suelo. Esto permite explicar la formación de agregados estables en horizontes A
(móllicos) de Rendolls por acción del Ca2+ y de agregados moderadamente estables en sue-
los ligeramente ácidos (pH = 5,0-5,5), al actuar en este caso el hierro como elemento de
unión entre la arcilla y la materia orgánica.
El hierro, con o sin compuestos húmicos, puede originar revestimientos alrededor de
los granos de cuarzo. Estas películas pueden llegar a cementar los granos entre sí, dando
lugar a una estructura concrecionada, típica de los endopediones espódicos, Bs. Esto hace
disminuir el espacio poroso (huecos de empaquetamiento preexistentes), y puede llegar a
formarse un horizonte cementado (endopedión plácico).
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En suelos de zona tropical (Oxisoles), los óxidos de hierro, al cementar partículas de


tamaño limo o más finas, pueden dar lugar a pseudoarenas. Si la cementación se generaliza,
puede formarse un alios (arenisca de cemento ferruginoso). Los horizontes ricos en óxidos
de hierro, al ser expuestos en superficie, pueden formar masas cementadas (laterita o cora-
zas ferruginosas), por cristalización irreversible de los óxidos de hierro.
El aluminio refuerza el papel estructurante del hierro en suelos ácidos, en los que puede
presentarse en formas soluble, e intercambiable (Cap. 10). Se puede afirmar por consi-
guiente, que no sólo es el calcio el catión que desempeña este papel en los suelos.
Los procesos de interés para la agricultura en relación con la retención de agua
disponible para las plantas o la estabilidad de los agregados tienen lugar a nivel
intermedio (meso) y a nivel macro, de 0,5 a 5 mm (Warkentin, 1988), de ahí el
interés en mantener la estructura del suelo en los sistemas agrícolas.

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Los mecanismos que actúan en la degradación de la estructura intervienen a
tres escalas:
— Destrucción de los agregados:
Mineralización de la materia orgánica sin que haya nuevos aportes.
Acidificación del suelo, pérdida de cationes divalentes.
— Dispersión de los dominios de arcilla o de los tactoides:
Proceso de sodificación.
Migración de tactoides y colmatación de poros.
— Dispersión de las arcillas (con esmectitas expansión):
Proceso de sodificación más intenso.
La geometría de los huecos se ve afectada, disminuyendo el diámetro de poros y su
eficacia para los procesos de transferencia.

3. Factores de control en la formación de agregados


y en su degradación

Los mecanismos implicados en la formación de unidades estructurales vienen


controlados por una serie de factores de tipo biológico, químico y físico:

Factor Efecto

Sistema de cultivo Recubrimiento de la superficie del suelo.


Aporte de materia orgánica.
Ciclo biogeoquímico.
Las raíces (densidad, profundidad y velocidad de crecimiento)
ensanchan huecos preexistentes y desecan el suelo.
Las praderas dan lugar a agregados estables de tipo granular com-
puesto.

Microorganismos Unen las partículas por mecanismos de adsorción, segregando pro-


ductos mucilaginosos, envolviendo partículas.
Intervienen en la evolución de la materia orgánica.

Lombrices Remueven el suelo ingiriendo grandes cantidades de material, que


deyectan mejor estructurado al favorecer la mezcla de materia
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mineral y componentes orgánicos.


Abren canales que facilitan cl movimiento del agua y el paso de las
raíces y la restante fauna hacia horizontes más profundos.

Mineralogía de arcillas En suelos con arcillas expansibles los procesos de expan-


sión-retracción favorecen la formación de agregados. En cl caso de
una fragmentación en superficie se habla de autoacolchado
(self-mulching).

Técnicas de cultivo: Compactación por el peso de la maquinaria. Cambios estacionales


• Tipo y frecuencia de labores en las características estructurales. Protección frente a la energía
• Estado de humedad del suelo cinética de la lluvia y del viento.
al cultivarlo: Tempero

Técnica de riego y calidad del Riego a manta por surcos, por aspersión, localizado. Riesgos de
agua de riego salinización y de alcalinización. →

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Factor Efecto

Tráfico Tractores: ruedas neumáticas o cadenas.

Condiciones ambientales
Humectación-desecación La desecación favorece la aparición de grietas por retracción, en
horizontes subsuperficialcs ricos en arcilla y pobres en materia
orgánica pueden formarse prismas. En suelos con arcillas expandi-
bles se favorece la fragmentación de los agregados al secarse. En
superficie puede formarse un autoacolchado (self-mulching) carac-
terístico de suelos con esmectitas.

Hielo-deshielo Con suelo húmedo:


Un enfriamiento lento seguido de congelación resulta benefi-
cioso para la estructuración. Un enfriamiento y congelación
rápidos destruye los agregados y aparece en superficie una masa
pulverulenta.

Con suelo seco:


El efecto es mucho menor.

Condiciones meteorológicas Cambios estacionales en las características estructurales.


a lo largo del año

Características de la lluvia Rotura de agregados por impacto de las gotas de lluvia. Formación
de sello y costra superficial.

El conocimiento de los mecanismos de formación de agregados y los factores


de control resulta básico para manejar la estructura, poder alcanzar objetivos espe-
cíficos en el uso del suelo y asesorar adecuadamente sobre técnicas de cultivo que
eviten la degradación de la estructura.
El tema ha sido objeto de una revisión, ya clásica, llevada a cabo por Harris y cols.
(1965), en la que se evalúan los factores y mecanismos que controlan la formación y des-
trucción de agregados estables al agua, y sigue siendo un tema prioritario en programas de
investigación (Drescher y cols., 1988), encaminados a evitar la degradación de la fertilidad
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física del suelo (Cap. 25).

4. Estabilidad de los agregados

La estabilidad de los agregados hace referencia a la capacidad de éstos para


mantener su forma al estar sometidos a fuerzas inducidas artificialmente, en con-
creto las derivadas de la humectación, impacto de las gotas de lluvia o el paso de
agua o a un determinado proceso dispersivo.
Esta reacción refleja las propiedades de las superficies de las partículas, dependientes
en gran manera de los tipos de iones adsorbidos en ellas.
La estabilidad de la estructura determina la distribución del tamaño de poros y por ello
los procesos de transferencia.

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El laboreo representa una alteración importante que provoca una fragmen-
tación. Un epipedión labrado en condiciones de exceso de humedad dará lugar
a terrones de gran tamaño. Si la capacidad estructural es alta al secarse irán
apareciendo fisuras, con lo que los agregados se rehacen espontáneamente,
recuperándose unas condiciones físicas favorables para el crecimiento de las
plantas.

La estabilidad de los agregados puede evaluarse por:

— Métodos indirectos a través de la:


Porosidad.
Permeabilidad al agua y al aire.
Infiltración.
— Métodos directos:
Determinan el grado de estabilidad: fracción de un agregado o de un terrón que con-
serva su integridad bajo la acción de diversos tratamientos arbitrarios, pero reprodu-
cibles.
Existen dos enfoques:
a) Estudiar qué les ocurre a los agregados al someterlos a dichos tratamientos:
Clases de estabilidad estructural (Emerson, 1967).
Clases según un índice de dispersión (Loveday, 1974).
Indice de inestabilidad estructural (Henin,1969).
b) Estudiar las características del líquido sobrenadante resultante de tratar los agre-
gados:
Tasa de dispersión (Gupta y cols. 1984).
Ensayo de dispersión (Amézqueta,1992): a una muestra tamizada a 0,5 mm (0,1
g) se le añade una solución salina. Se agita 1 h y se deja en reposo 24 h. Se pipe-
tean los 10 cm superiores del tubo y se mide su turbidez, expresándola en unida-
des nefelométricas de turbidez (NTU). La calibración se hace con soluciones
patrón de formazina en el intervalo de 0 a 200 NTU. Las medidas de turbidez se
correlacionan con la arcilla dispersa.
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En los ensayos de estabilidad estructural de Emerson se aplican criterios cuya


justificación puede encontrarse en Emerson (1978). Se definen ocho clases de
estabilidad, según el grado de dispersión y desagregación que se observe en los
agregados de 3 a 5 mm colocados en agua.

Como puede observarse, este tipo de ensayos es bastante laborioso y mera-


mente cualitativo. Loveday (1974) estudia la reacción de los agregados al sumer-
girlos en agua desmineralizada y en un agua de contenido salino semejante al del
agua que se vaya a utilizar para regar el suelo:

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AGREGADOS SECOS AL AIRE

INMERSION EN AGUA

Se desmenuzan No se desmenuzan

Dispersión Dispersión No hay Se expanden No se expanden


completa parcial Dispersión permanecen permanecen
arena en nube CLASE 2 coherentes inalterados
de arcilla CLASE 7 CLASE 8
CLASE 1

Se extrae el agua a
33 kPa y se remoldea

INMERSION
EN AGUA

Dispersión No dispersión
CLASE 3

Sin yeso ni calcita Contiene yeso


o calcita
CLASE 4
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Suspensión suelo-agua 1:5


agitar

Dispersión Floculación
CLASE 5 CLASE 6

En el método de Henin, adecuado para suelos con elevado contenido en limo, se


somete a los agregados a la acción del agua, alcohol etílico y benceno, por inmersiones
intermitentes y con un movimiento de rotación. Este método ha sido aplicado al estudio de
la inestabilidad estructural de suelos españoles de diversas características por lo que a su
composición se refiere (Pérez, 1992).

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La relación entre el índice de inestabilidad estructural (IS) y la permeabilidad (K) se
expresa gráficamente, en abscisas se expresan los valores de log 10 IS y en ordenadas de
log 10 K. Comparando dos categorías de suelos (Pérez, 1992):

log K
Terra rossa de La Alcarria

Suelos salino-sódicos de Cádiz

log 10 IS

Los métodos que se basan en el estudio de la dispersión a través de las características de


absorbancia a 420 nm del líquido sobrenadante, después de un determinado tratamiento de los
agregados (Gupta, 1984) o de la transmitancia (Aragüés y Amézketa, 1991), resultan mucho
más rápidos que los citados anteriormente, tomados clásicamente como métodos de referencia.
En suelos franco-limosos débilmente estructurados y fuertemente erosionables, los méto-
dos basados en el tamizado en húmedo no resultan adecuados para cuantificar diferencias esta-
dísticamente significativas en la estabilidad de los agregados. Ello se atribuye a que estas técni-
cas pueden provocar una destrucción casi completa de los agregados por la falta de control de
las fuerzas de humectación destructivas. Se han desarrollado unas técnicas que permitan contro-
lar con precisión las fuerzas destructivas asociadas con la humectación (Pierson y Mulla, 1989).

5. Relaciones masa-volumen derivadas del grado


de estructuración
Dado que el suelo es un medio poroso, se pueden establecer una serie de rela-
ciones masa-volumen, derivadas del grado de estructuración:

Relación de huecos = e = Vv/Vs m3m–3 0,3 < e < 2,0


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Esta relación se utiliza en geotecnia, y su uso es poco frecuente en agronomía


Vs = Vi + Vo
Va Ms = Mi + Mo
VT = VS + Vw + Va = VS + VV
VV
VW V = volumen
M = masa
VT s = sólidos
Vo i = componentes inorgánicos
o = componentes orgánicos
VS
w = agua
Vi a = aire
v = huecos

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5.1. Densidad real
La densidad real (ρs) corresponde a la densidad media de la fase sólida o densi-
dad de las partículas. Para un horizonte dado, será prácticamente constante a lo
largo del tiempo al ser independiente de la estructura y variar poco la naturaleza de
las partículas. Los valores más frecuentes son los siguientes:

Minerales de arcilla: 2000-2650 kg m–3


Cuarzo, feldespato: 2500-2600 kg m–3
Minerales con elementos metálicos: 4900-5300 kg m–3
MS
ρs =  Horizontes minerales: 2600-2750 kg m–3
Vs Horizontes orgánicos: 1100-1400 kg m–3
Horizontes ricos en minerales pesados: 2750 kg m–3
Valor medio para suelos minerales: 2650 kg m–3
De forma empírica se ha establecido para suelos ρ = 2650 1450 × % m.o.
s 
ricos en materia orgánica (De Leenheer, 1970) 100

Para determinar la densidad real se utiliza el picnómetro, los resultados en unidades


S.I. se expresan en kg m-3. La orientación de las moléculas de agua alrededor de las partícu-
las de arcilla hace que se obtengan valores superiores para ρs, si se se utiliza agua que si tra-
baja con líquidos no polares. La fase líquida tiene una densidad ρw = 1000 kg m–3 y la fase
gaseosa ρa = 1,3 kg m–3.

5.2. Densidad aparente y volumen específico


La densidad aparente (ρb) se define como la masa por unidad de volumen. Este
volumen es el que ocupa la muestra en el campo. La densidad aparente tiene inte-
rés desde el punto de vista del manejo del suelo, ya que informa sobre la compac-
tación de cada horizonte, y permite inferir las dificultades para la emergencia, el
enraizamiento y la circulación del agua y el aire. La ρb está directamente relacio-
nada con la estructura y por ello depende de los mismos factores de control. El
conocimiento del valor de la densidad aparente resulta indispensable para referir, a
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un volumen de suelo en el campo, los resultados de los análisis de laboratorio.


Se establecen las siguientes relaciones:
Horizontes arenosos 1450-1600 kg m–3
Horizontes arcillosos con estructura 1050-1100 kg m–3
Ms Horizontes compactos 1900-1950 kg m–3
ρb =  Horizontes suelos volcánicos 850 kg m–3
VT
Valor medio 1350 kg m–3
Horizonte turboso 250 kg m–3
Densidad aparente en húmedo:
VT = volumen total
MS + Mw
ρwb =  MS = masa de sólidos
VT
Mw = masa de agua →

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VT VT = volumen total
volumen específico = Vb = 
Ms Ms = masa de sólidos
Vi
Volúmenes de fase o relación de volumen: Ø =  i = fase sólida (s), líquida (w) o gaseosa (a)
VT
ρb = Øs ρs + Øw ρw + Øa ρa ρi = densidad de la fase i
ΣØi = 1Øs = 1 – εΤ εΤ = porosidad

La densidad aparente es un dato del que, con frecuencia, se dispone para los distintos
horizontes de un suelo, por la relativa facilidad con que se puede determinar, incluso si sólo
se cuenta con el apoyo de un laboratorio muy básico. No obstante, cabe destacar que el
valor de la densidad aparente presenta limitaciones importantes, ya que no proporciona
información acerca del tamaño de los huecos, ni sobre la conexión entre ellos, ni sobre las
fuerzas que han dado lugar a una estructura específica. Estos aspectos son de importancia
para poder predecir el movimiento del agua en los poros de un suelo y los riesgos de degra-
dación de los agregados. Suelos con los mismos valores de densidades aparentes pueden
tener distinta respuesta a fuerzas externas. Para obtener información de este caracter habrá
que recurrir a estudios específicos sobre la porosidad.
La densidad aparente de un horizonte puede determinarse por medio de medidas directas
o bien por métodos que utilicen distintos tipos de radiaciones (Campbell y Hensall, 1991):

Métodos de medida directa de la masa y el volumen


1. Método del cilindro
Es el método más generalmente empleado.
Se utiliza un cilindro de paredes delgadas y rígidas, con borde biselado hacia el
exterior, aproximadamente de unos 100 cm3. Se deben relizar unas tres repeticio-
nes para obtener resultados estadísticamente representativos. El método operatorio
consiste en tomar una muestra clavando el cilindro en el horizonte a estudiar:

B
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4 a 10 cm
A

7,5 a 10 cm

Condiciones óptimas de trabajo: horizontes poco compactos, húmedos. Las arenas y las
gravas no se pueden muestrear satisfactoriamente. En horizontes duros y compactos se
puede utilizar un muestreador rotatorio (Erbach, 1982).
Causas de error: Posible compactación de la muestra al insertar el cilindro. Debe evi-
tarse el uso de una maza, siendo preferible introducir el cilindro lentamente con ayuda
de un gato de automóvil. →

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2. Método de la bolsa de plástico
Por la parte superior del horizonte se excava un agujero de forma lo más regular
posible, recuperando el material extraído, que se secará y se pesará una vez seco.
El volumen se determina acoplando al agujero una bolsa de plástico delgada, que
se llena con un volumen conocido de agua.
El método puede ser adecuado en escombreras de mina, en las que no es aplicable
el método del cilindro y no se requiera una gran precisión. El dato resulta impres-
cindible para el cálculo de estabilidad de taludes. Este método también es útil en
terrazas fluviales y en suelos de raña, dada su pedregosidad.
3. Método de la arena
Se procede de forma análoga al método de la bolsa de plástico. Se parte de una
masa de arena de densidad aparente previamente calibrada. Con ella se rellena el
agujero. Este método puede utilizarse en cualquier tipo de suelos.
4. Método del agregado
Se toma un agregado que se deja secar y se pesa. Se reviste con parafina o con una
resina para que se pueda determinar su volumen por inmersión en un líquido (volu-
men del agregado más el de la parafina). Alternativamente se puede pesar el agre-
gado en aire e inmerso en agua.
Condiciones de empleo: Horizontes que presenten coherencia. Es un método que
consume bastante tiempo.

En suelos con yeso, el secado de las muestras deberá realizarse a menos de 50 °C para
evitar que se pierda agua de cristalización, lo que sería una causa de error importante en la
determinación de la densidad aparente.

5.3. Espacio de huecos: porosidad, un espacio vital para las raíces


El volumen de las fases líquida y gaseosa, o el de esta última si el suelo está
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seco, definen el espacio de huecos. La relación entre el volumen de huecos, Vv y


el volumen total se define como porosidad (que incluye los poros y otros tipos de
huecos, Cap. 4 y 13). Puede calcularse a partir de los valores de las densidades real
y aparente:

VT – Vs ρb intervalo 0,3 < εT < 0,6


εT =   = 1 –  en histosol: hasta 0,9
VT ρs

Vv Vv e
εT =  =  =  εT = porosidad (en tanto por uno) m3m–3
VT Vv + Vs 1 +e e = relación de huecos

La eficacia para la transferencia de fluidos lleva a distinguir poros de transmisión


mayores de unos 50 μm (porosidad efectiva o comunicante), poros de almacenamiento,

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entre 0,5 y 50 μm, y la porosidad residual, formada por poros muy finos y huecos ocluidos
(cavidades). La distinción entre macroporosidad y microporosidad no tiene una base física
real, si bien quiere expresar la mayor o menor eficacia de un hueco para participar en los
procesos de transferencia. El límite entre ambas se suele fijar en un diámetro aparente de 30
a 60 μm (Cap. 13). También se habla de porosidad intraagregados (textural) y porosidad
interagregados (estructural).
El concepto de macroporo-microporo asume que los procesos de transporte tienen
lugar en dos escalas de tiempo: una escala de tiempo asociada con el transporte rápido de
macroporo; y una escala de tiempo asociada con el transporte de lento de microporo (Craw-
ford et al., 1999). No hay evidencia de límites definidos entre escalas características en el
suelo.
Para el diseño de sistemas de drenaje resulta de interés el valor de la macroporosidad,
calculada como:
macroporosidad = porosidad total – Ø-33 kPa
La geometría de los poros y huecos, espacios irregulares no rígidos, y de sus intercone-
xiones es la que controla el comportamiento del agua, y proporciona mayor información
acerca de los procesos de transferencia y la vida en el suelo. que el valor numérico de la
porosidad.

mucílago

agregado

raíz fondo de
saco
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poros
interconectados

poro
aislado

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El espacio de huecos está ligado a la estructura de cada horizonte, dependiendo por
consiguiente de los mismos factores de control que ésta.
El tamaño de poros se determina en muestras secas al aire, utilizando el método del
porosímetro basado en la intrusión con mercurio (Klock et al. 1969).
El estudio directo del espacio de huecos en lámina delgada (Cap. 4) o con el microsco-
pio electrónico de barrido muestra que todos los procesos biológicos, físicos y químicos
tienen lugar dentro o muy cerca de los huecos (McKeague et al. 1982). Ello debe ser tenido
en cuenta en estudios avanzados de suelos, que se pueden basar en análisis del espacio de
huecos por tratamiento de imágenes con ordenador. Este tipo de metodologías permiten
clasificar los poros según su tamaño, forma, abundancia y continuidad (Dorronsoro, 1988).
Sólo así se conseguirá una visión global del funcionamiento del sistema.

ESTUDIO DE CASOS
1. Una costra superficial puede llegar a tener zonas con un espacio poroso
importante, con huecos de tipo cavitario (Cap. 4), que corresponden a bur-
bujas de aire atrapado en el momento de formarse el sello. ¿Qué implica-
ciones tiene este tipo de porosidad para el movimiento de fluidos a través
del sello y de la costra?
2. Calcular la porosidad de un horizonte de textura franca en el que ρb = 1350
kg m–3 y ρs = 2650 kg m–3.
3. Sabiendo que para determinar la densidad aparente de un epipedión de
30 cm de espesor se ha utilizado un cilindro de 8 cm de diámetro y 4 cm de
altura y que la muestra seca pesó a gramos, calcular el contenido de mate-
ria orgánica de una hectárea de suelo, en un espesor de 30 cm, si el análi-
sis ha dado un contenido de un 2 % de m.o.
4. Calcular la densidad aparente sabiendo que los volúmenes de fase son Øs
= 0,45, Øw = 0,35 y Øa = 0,2.

Respuestas
1. Una porosidad de tipo vesicular o cavitario está formada por huecos no
comunicantes, por ello, a pesar de que la densidad aparente fuese baja y la
porosidad presentase valores relativamente altos, la velocidad de circula-
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ción del agua será baja.


Vv VT – VS ρb
2. εT =  =  = 1 –  = 0,5 m3m–3
VT VT ρs
ms a
3. ρb =  = 
VT 64 π
104 m2 0,3 m ρb kg suelo
masa de 1 ha de 30 cm de espesor =   = b kg suelo ha–1
1 ha m3
kg suelo 2 kg m.o.
contenido de m.o. = b   = c kg m.o. ha–1 y 30
cm ha 100 kg de suelo

4. ρb = Øsρs + Øw ρw + Øa ρa

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6. Consistencia del suelo

La resistencia mecánica de un suelo a la deformación y a fluir bajo la acción de


fuerzas mecánicas depende de su contenido de humedad.
La consistencia expresa el estado físico de un suelo a un contenido dado de hume-
dad. Se debe a las fuerzas de cohesión y es consecuencia de la estructuración. Incluye
propiedades tales como dureza, friabilidad, plasticidad y adherencia (Cap. 3).
Los horizontes apediales con estructura granular simple son poco coherentes, o
sueltos, los de estructura continua son compactos presentando una fuerte cohesión.
Existe una relación aproximadamente lineal entre el valor del módulo de rup-
tura de un suelo seco y la cantidad de arcilla fácilmente dispersable (Chan, 1989).
Los cationes intercambiables que conducen a la dispersión en agua (Na+) tienden a
dar suelos peor estructurados, que son los más compactos cuando están secos. El
módulo de ruptura de una arcilla-Na+ es mayor que el de una arcilla-Ca2+.
Un suelo cuando está seco es un sólido, al añadirle agua puede sufrir un pro-
ceso de expansión. A medida que el contenido de agua aumenta pasa a estado
semisólido, luego a estado plástico y finalmente a estado líquido. Partiendo del
estado de saturación por agua, los sucesivos estados de consistencia que puede
presentar una arcilla al irse secando son los siguientes:

Límite líquido
Volumen del
suelo
Límite plástico
Límite de expansión

al
rm
n no

ns
pa
Ex
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Duro Friable
Sólido Semisólido Plástico Líquido

ws wp wL w
cantidad de agua

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Los límites de consistencia tienen un carácter relativo y se establecen por medio de
ensayos de laboratorio, que han sido normalizados por la American Society for Testing
Materials (ASTM) para suelos que no contengan arcilla de tipo alófana.
El límite de expansión define el contenido de agua por debajo del cual el cambio de
volumen deja de ser proporcional a la variación del contenido de agua. Los límites de plas-
ticidad inferior (límite plástico) y el superior (límite líquido) conocidos como límites
de Atterberg en ingeniería civil, se determinan en muestras tamizadas a 0,4 mm. La diferen-
cia WL – WP define el índice de plasticidad. Por lo general, los límites de plasticidad
aumentan con el contenido de arcilla y de materia orgánica y se ven afectados por la mine-
ralogía de las arcillas. Sólo los horizontes arcillosos y, en cierta medida los limosos, tienen
un comportamiento plástico. La dispersión y floculación tienen consecuencias sobre la reo-
logía de las suspensiones.

El comportamiento reológico de un suelo se expresa por la consistencia y tiene impor-


tancia:
En el manejo cuando deban realizarse movimientos de tierras en actuaciones paisajísti-
cas o con fines constructivos.
Para determinar el momento óptimo de laboreo que corresponde al tempero, relacionado
con el contenido de humedad y la friabilidad.
En el desencadenamiento de movimientos en masa de tipo deslizamiento.

Este tipo de ensayos, junto con la granulometría, se utilizan como criterios para clasifi-
car los suelos con fines de ingeniería civil, por ejemplo para asesorar sobre los materiales a
utilizar en la construcción de caminos rurales u otras obras de tierra.

7. Sellado y encostramiento del suelo

a) Conceptos y procesos
Los términos sellado y encostramiento a veces se utilizan como sinónimos en la
literatura. Los trabajos aparecidos a partir de la década de los años ochenta (Morgan,
1981; Pla, 1986; Gabriels, 1986: Roth, 1992, entre otros) tratan el tema con mayor
precisión terminológica, dado su interés debido a la incidencia de estos procesos en la
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productividad de un suelo, la erosión y la conservación del suelo y del agua. La Inter-


national Union of Soil Science, junto con el ITC y el ISRIC, ha publicado una
terminología para erosión y conservación de suelos (ISSS, 1996) que establece:

Sellado (ISSS, 1996, ampliado)


Hace referencia a la formación de un sello superficial:
• Se asocia a un estado húmedo del suelo (Romkens et al., 1990; Roth, 1992).
• Capa delgada de unos pocos mm de espesor, cuyo origen se asocia al efecto de las
gotas de lluvia sobre la superficie de un suelo desnudo.
• Densidad aparente alta, mayor que la del suelo subyacente.
• Porosidad baja, mucho menor que la del suelo subyacente, por la reorganización de
las partículas individuales, ya sea por colapso de la estructura superficial; por expan-

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sión de las arcillas al humectarse; por compactación mecánica; por dispersión de arci-
llas u otras causas. Generalmente de tipo vesicular por el aire atrapado durante la
humectación.
• Baja velocidad de infiltración debido a la disminución de la macroporosidad, lo que
hace aumentar la escorrentía superficial y la erosión potencial aguas abajo, al tiempo
que disminuye el almacenamiento de agua en el suelo.
• Baja conductividad hidráulica al agua y al aire, mucho más baja que la del suelo sub-
yacente. En terrenos llanos se produce encharcamiento y en pendiente el excedente de
agua da lugar a escorrentía superficial y puede provocar erosión aguas abajo.
• Por secado un sello puede dar lugar a la formación de una costra superficial. Puede
producirse la rotura del sello por formación de grietas en la superficie del suelo. Si se
trata de arcillas expandibles, al secarse se retraen, con lo que se fragmentan y no se
formará costra.
• En la base del horizonte Ap puede formarse un sello por compactación debida al labo-
reo, en este caso se habla de suela de labor.

Encostramiento (ISSS, 1996, ampliado)


Hace referencia a la formación de un sello superficial:
• Se asocia a un estado seco (Houghton y Charman,1986; Romkens, 1990; Roth, 1992).
• Capa delgada en la superficie del suelo, de unos pocos mm hasta quizá 3 cm de espesor.
• Con estructura laminar.
• Baja porosidad, frecuentemente de tipo vesicular (Cap. 4).
• Poco permeable al agua y al aire.
• Densidad aparente alta, mayor que la del suelo subyacente.
• Extremadamente compacta.
• Consistencia dura, aumentando exponencialmente al secarse el suelo en función del
contenido de humedad (Valentín, 1986).
• Frágil, pero difícil de romper por una plántula, por lo que constituye un obstáculo para
la emergencia de ciertos cultivos (maíz, cebolla. remolacha, etc.), por la mayor impe-
dancia mecánica. A veces puede ser necesario volver a sembrar y, si se forma costra
alrededor de la base de una plántula después de la emergencia, puede provocar su
muerte por estrangulamiento (Arndt, 1965).
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Los sellos pueden clasificarse en distintos tipos atendiendo al proceso de


formación; composición; espesor; función; y a su naturaleza dinámica (ISSS,
1996; Casenave y Valentín, 1989):

Según el proceso de formación se distinguen:


• Sellos estructurales: por colapso de la estructura «in situ» por el efecto salpicadura e
infiltración del agua de lluvia.
• De escorrentía: depósito de material transportado (individualizado y agregado), poro-
sidad muy baja.
• De erosión. →

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• De depósito eólico.
• De decantación: material laminar con granoclasificación.
• De desecación.
• De eflorescencia salina: su origen y significación son totalmente distintos al resto
(Cap. 24).

Las fuerzas dispersivas de las gotas de agua, ya sea de lluvia o de riego (asper-
sión, pivot u otro), sobre la superficie de un suelo desnudo puede dar lugar a la
desintegración de los agregados poco estables. El impacto directo sobre la superfi-
cie sin una cubierta vegetal tiene lugar principalmente en suelos recién labrados;
después de una siembra; o en los primeros estadios de crecimiento de un cultivo.
Al desmoronarse un agregado por efecto salpicadura se produce una liberación de
partículas individualizadas, las finas serán movilizadas yendo a rellenar poros de
la superficie del suelo, con lo que tiene lugar la formación de un sello superficial
o proceso de sellado. A1 secarse un sello puede dar lugar a la formación de una
costra superficial.

b) Métodos de estudio y de predicción del riesgo


Las características físicas de las costras pueden establecerse recurriendo el empleo de
un penetrómetro (Woo-Jung La et al., 1986): al estudio de láminas delgadas (Arshad y
Mermut, 1884; Kooistra y Siderius, 1986) (Cap. 4); a observaciones con un microscopio
electrónico de barrido en muestras inalteradas (Chen et al., 1980); a medidas del módulo de
ruptura (Richards, 1953). En el caso de Phaseolus vulgaris no habrá emergencia si el valor
del módulo de ruptura es de 27 kPa o superior, mientras que con valores inferiores a 10 kPa
no habrá problemas de emergencia.
Se han desarrollado diversos métodos para poder predecir el riesgo de sellado y de
encostramiento. Unos autores se centran en el estudio de la inestabilidad de los agregados,
otros en la variación del movimiento del agua a lo largo de la lluvia. Entre estos últimos
cabe destacar el que se basa en la evaluación de la variación de la conductividad hidráulica
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del sello superficial, formado por destrucción de los agregados como consecuencia del
impacto de las gotas (Pla, 1986; Paez y Pla, 1992):

Se trabaja en laboratorio con lluvia simulada sobre una capa de 1 cm de agregados tami-
zados 2-4 mm, secados al aire (en suelos que no los presenten o en suelos arenosos se
toma el conjunto de la muestra), colocados encima de un tamiz. Se somete la muestra al
impacto de una lluvia simulada de intensidad constante (90 mm h–1), lo que se corres-
ponde con la energía de una lluvia de 60 mm h–1, entre 30 y 60 minutos. Se puede adap-
tar a otras condiciones.
Un frasco de Mariotte permite mantener uniforme la intensidad de la lluvia simulada
durante el ensayo, a lo largo del cual (30 a 45 min.) se mide la variación de la conducti-
vidad hidráulica. →

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La disminución del valor K se
asocia con el grado de sellado.
El valor estabilizado de K al
cabo de cierto tiempo se toma
como índice de sellado, que se FRASCO DE
expresa en mm h–1. La relación MARIOTE DISPOSITIVO PARA
entre el valor de K obtenido PRODUCIR GOTAS
en una muestra similar, sin
impacto de gotas, y el valor de AGUAS
HIPODÉRMICAS
K con impacto (índice de
sellado) permite obtener un
índice de sellado relativo AGREGADOS (2-4 mm)
(Nacci y Pla, 1990) indicativo CAMPO DE SALPICADURA TAMIZ (malla 50 μm)
del posible efecto protector de
una cobertura. Según los suelos PROBETA
este índice relativo puede variar PARA MEDIR EL
AGUA PERCOLADA
de 2 a 3 hasta valores superio-
res a 100.
Cabe indicar que el índice de
sellado posiblemente sobres-
tima la conductividad hi-
dráulica del sello (Roth, 1992),
si bien resulta útil a pesar de
ello para determinar las suscep-
tibilidades relativas al sellado.

La utilización del infiltrómetro de disco en campo permite realizar predicciones acerca


de la escorrentía superficial inducida por la costra (Vandervaere et al., 1998).
FAO (1983) desarrolló un índice empírico para predecir el riesgo de encostramiento
basándose en los porcentajes de limo fino grueso en relación al porcentaje de arcilla y
materia orgánica.
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c) Prácticas contra el sellado y el encostramiento

La susceptibilidad al sellado y al encostramiento traduce defectos texturales (textura


desequilibrada por el predominio de alguna de las fracciones) o bien una situación de
degradación del suelo, generalmente derivada de una agricultura mecanizada intensiva a
gran escala o de un sobrepastoreo.
Los principales factores de control del proceso de sellado hacen referencia por un
lado a las características del clima, en relación a la lluvia: alta energía cinética; alta
intensidad; tamaño grande de las gotas de lluvia; y a vientos que pueden secar rápida-
mente la superficie del suelo (Awadhwal y Thierstein, 1985). Por otro a las condiciones
de la superficie del suelo: bajo contenido en m.o.; fracción arcilla de baja actividad;
elevado contenido en limo; elevado contenido en arena fina; predominio de partículas

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finas y planas en la fracción arena; susceptibilidad a la liquefacción: arcillas suscepti-
bles de dispersarse al humectarse. Los suelos cuyos agregados se disgregan en partícu-
las individuales al humectarse son más susceptibles al sellado que aquellos que se dis-
gregan en microagregados.

La interacción entre las características de las gotas y las condiciones iniciales de la


superficie del suelo y las características del suelo hace que la correlación entre la caída de
gotas y la infiltración varíe ampliamente. Cuanto mayores sean los tamaños de las gotas,
mayor será el impacto. mayor el espesor de la capa superficial afectada por la destrucción
de agregados y, por consiguiente, mayor será el espesor del sello (Pla, 1985).

Frente a las características de las lluvias cabe proteger la superficie del suelo por
medio de un cultivo, de restos de cosecha, de un acolchado (mulching); mejorar la estruc-
tura del horizonte de superficie aportando m.o. o acondicionadores; practicar el laboreo
mínimo o la hidrosiembra. El manejo de sistemas de riego por aspersión, pivot o similares
resulta especialmente delicado en suelos susceptibles al sellado. Por un lado interesará no
provocar excesos de agua a los que puedan ser sensibles las plantas en el momento de la
nascencia, como es el caso de la cebolla. Por otro, en aquellos casos en que el impacto de
las gotas de lluvia haya provocado la formación de un sello, habrá que evitar a toda costa
que éste se consolide por secado del suelo, lo que podría dar lugar a la formación de una
costra que resultaría mucho más perjudicial para la nascencia. Para evitar estos problemas
en suelos susceptibles al sellado se recomienda utilizar boquillas que produzcan gotas de
pequeño tamaño (nebulizadores), con riegos de baja intensidad. Para cubrir las necesidades
de agua del cultivo y mantener la superficie del suelo permanentemente húmeda deberá
aumentarse la frecuencia del riego. En ensayos realizados en Israel, se recomiendan tres
riegos al día, durante los diez primeros días después de la siembra. Las dosis deberán calcu-
larse en cada caso en función de la curva característica de humedad del suelo a regar (Cap.
12) y de la velocidad de infiltración (Cap. 13).

8. Tixotropía

La reotropía o tixotropía es la propiedad de cambiar a una consistencia más fluida


(sol) bajo acción de una fuerza, de forma que, al desaparecer ésta, el sistema vuelve pro-
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gresivamente a un estado más rígido o menos fluido (semisólido o gel). Es un proceso


isotermo, reversible, que no implica cambio de composición ni de volumen y mediante
el cual tras un período de reposo, el material se hace firme, para reblandecerse o licuarse
cuando se remoldea (Mitchell, 1976). Esto puede estar relacionado con cambios en la
ordenación de las partículas o con cambios en el agua adsorbida, que se verán afectados
al aplicar la fuerza.

La identificación de materiales tixotrópicos tiene interés en zonas con materiales vol-


cánicos y riesgo sísmico elevado, para localizar áreas con riesgo de movimientos en masa,
al adquirir consistencia fluida los materiales tras una sacudida sísmica. Desde otro punto de
vista, permite identificar la presencia de materiales amorfos que son los que presentan esta
propiedad en los suelos. La variación de la resistencia del material con el envejecimiento
contado a partir del momento en que se aplica la fuerza presenta el siguiente comporta-
miento:

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Resistencia

envejecido
envejeci-
miento

remoldeado
SA
remoldeado

SR SA/SR = Relación de resistencia tixotrópica

Tiempo

9. Bibliografía

9.1. Bibliografía básica


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12
Agua del suelo

1. Introducción al estudio del agua del suelo

El agua del suelo forma parte del ciclo hidrológico que se puede considerar
integrado por un conjunto de compartimentos. El suelo constituye uno de ellos y
es el principal suministrador de agua para las plantas, por su capacidad para alma-
cenarla e ir cediéndola a medida que se requiere.
El agua que entra en el suelo circula por el espacio de macroporos y pasa a
ocupar total o parcialmente los poros capilares (Cap. 11), donde puede ser rete-
nida. Presenta un comportamiento dinámico, con variaciones a escala diaria.
El agua disuelve y transporta elementos nutritivos, sales solubles y contaminantes, y
hace posible su absorción por las raíces. El comportamiento físico del suelo viene contro-
lado por su contenido de humedad, que influye en la consistencia, penetrabilidad, traficabi-
lidad, temperatura, etc. El correcto manejo del agua en agricultura y en la gestión del medio
ambiente requiere conocer su comportamiento.
La vida en un ecosistema terrestre depende del estado energético del agua del suelo. La
existencia de distintos ecosistemas se justifica en buena parte por las disponibilidades
hídricas, resultando determinante tanto la falta de agua, típica de regiones áridas, como la
superabundancia que caracteriza los humedales, si bien en ambos casos el tipo de condicio-
namiento, así como la productividad, son muy diferentes.
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El crecimiento de las plantas requiere agua en primer lugar para el proceso de la foto-
síntesis. El mantenimiento del equilibrio térmico y de todo proceso respiratorio suponen un
desprendimiento continuado de agua, a lo que hay que añadir la transpiración, como pro-
ceso que implica unas importantes pérdidas.
Las raíces de la mayoría de las plantas toman el agua de la zona insaturada, ya que para
respirar requieren un adecuado suministro de oxígeno del aire. Las comunidades vegetales
hidrófilas son aquellas que están adaptadas a poder vivir en condiciones con elevados con-
tenidos de agua, en algunos casos pueden extraerla incluso de la capa freática, donde todos
los poros están llenos (zona freática).
En el estudio del agua del suelo interesan los aspectos que van desde cómo
llega el agua al suelo, a los procesos de transferencia en el continuum suelo-plan-
ta-atmósfera:

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— Propiedades físicas del agua.
— Forma en que llega al suelo:
Lluvia: cantidad e intensidad.
Escorrentía: Relación con los procesos erosivos (Cap. 23).
Aportes laterales y subsuperficiales.
Riego.
Ascenso a partir de la capa freática.
— Cantidad de agua en el suelo (w, θ):
Variable a lo largo del tiempo.
Variable en el espacio.
— Composición del agua del suelo:
Agua.
Elementos nutritivos.
Sales disueltas.
Compuestos orgánicos solubles.
Productos solubles en agua: fitosanitarios, contaminantes y otros.
Materias en suspensión.
— Interacción con las partículas sólidas:
Se trata de agua que interacciona con la fase sólida (matriz) y por ello está sujeta a
fuerzas de retención que dependen de la composición del agua, de la geometría del
espacio poroso, y de las propiedades de los materiales sólidos. No se trata de agua
libre.
— Papel del suelo en el ciclo hidrológico:
El suelo constituye un compartimento importante en el ciclo del agua en la naturaleza.
— Estado energético del agua del suelo.
Depende de la posición, composición e interacciones con la matriz del suelo.
— Movimiento del agua en el continuum suelo-planta-atmósfera:
Depende del estado energético del agua en los distintos puntos del sistema (Cap. 13).
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En el presente capítulo se estudia el sistema suelo-agua en equilibrio, para tra-


tar en el siguiente el movimiento del agua en el suelo.

2. Propiedades físicas del agua


El estudio del comportamiento y funciones del agua en el continuum suelo-plan-
ta-atmósfera lleva a considerar las principales propiedades de este compuesto:

— Estructura molecular: H2O.


Es eléctricamente neutra.
Posee un momento dipolar al estar desplazados los centros de carga positiva y nega-
tiva y no ser simétrica la molécula. →

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Las moléculas de agua interaccionan entre ellas y con otras partículas cargadas.
Las moléculas de agua se unen por medio de puentes de hidrógeno, lo que explica que
sea un líquido a las temperaturas más frecuentes en el suelo, a pesar de su peso molecu-
lar poco elevado.

Hidrógeno
Hidrógeno

105° Oxígeno
105° Oxígeno

Hidrógeno
Hidrógeno
Hidrógeno

105° Oxígeno

Hidrógeno

— Propiedades térmicas.
Calor específico elevado, lo que establece una marcada diferencia en la capacidad
calorífica entre suelos secos y húmedos (4,18 J g–1 K–1 = 4,18 M J m–3 K–1).
Punto de fusión elevado, debido a los puentes de hidrógeno entre moléculas de agua
en estado sólido.
Calor latente de fusión elevado (0,34 M J kg–1).
Calor latente de vaporización muy elevado, 2,45 M J kg–1 agua a 20° C (Ley de
Regnault).
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— Propiedades mecánicas.
Densidad relativamente baja, mayor en fase líquida que en la sólida. Es máxima a
4° C.

— Fenómenos capilares.
Tensión superficial, σ: influye en gran manera en el comportamiento del agua en el
suelo en las interfases.
σ = 7,27 × 10–2 J m–2 a 20° C
Curvatura de la superficie libre: en función de los radios de curvatura y la tensión
superficial, la fórmula de Laplace permite calcular la presión total:

 
1 1
P=σ  + 
r2 r1

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Ángulo de contacto del menisco (α) con las superficies sólidas.
(α < 90° en superficies hidrófilas; α > 90° en superficies hidrófobas).

R Aire α
σ Gas

r α
α Líquido

Sólido
Sólido

Agua

Ascenso capilar. Esquemáticamente, algunos poros del suelo se pueden asimilar a tubos
capilares, lo que no deja de ser una simplificación, quizás excesiva. De acuerdo con la
ley de Jurin:
2σ 2σ cos α
ΔP = –  = 
Rρw r
ΔP = diferencia de presión a través de la interfase aire-agua en un capilar del suelo.
Define la altura máxima de ascenso.
σ = tensión superficial (energía potencial de la interfase).
R = radio de curvatura (m).
R = r/(cos α).
r = radio del capilar (m).
ρw = densidad del agua (kgm–3).
Zc = altura máxima de ascenso:


Zc =  ρw = densidad del agua (kgm–3).
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ρw g r g = aceleración de la gravedad (9,8 ms–2).

Para el caso de mojadura completa (interfase semiesférica), caso del vidrio y el agua y
también normalmente en el suelo:
0,14
α = 0° cos α = 1 ΔP= –  N m–2 a 20° C
r

— Viscosidad y fuerzas moleculares dentro del fluido.


— Presión osmótica, π: función del contenido de solutos.
— Solubilidad de gases y sólidos.
— Propiedades del agua cerca de las superficies sólidas cargadas eléctrica-
mente.

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ESTUDIO DE CASOS
De acuerdo con la estructura de la molécula de agua:
1. Indicar qué parte de la molécula es electropositiva y cuál electronegativa.
2. Justificar la interacción entre moléculas de agua y entre éstas y la superfi-
cie de las arcillas o los iones en solución. Indicar qué implicaciones tiene.
3. Indicar qué implicaciones tiene la unión de moléculas de agua entre ellas,
en el caso de la interfase líquido-aire.

Respuestas
1. El lado en que se encuentran los átomos de hidrógeno es electropositivo.
2. Las moléculas de agua se unen por medio de puentes de hidrógeno, lo que
explica que sea un líquido a pesar del valor de su peso molecular. La unión
con iones tales como Ca2+, Mg2+, K+, Na+, hace que estos se hidraten. La
energía libre del agua disminuye respecto a la del agua pura, lo que
supone una liberación de energía (calor de disolución). Análogamente al
unirse con partículas de arcilla (calor de humectación). Para que la planta
pueda disponer de este agua deberá hacer frente a un potencial osmótico,
y matricial, respectivamente.
3. La cohesión entre moléculas de agua produce el fenómeno de tensión
superficial. La molécula de la superficie no está sometida de forma simé-
trica a las fuerzas cohesivas, lo que tiende a provocar la contracción de la
superficie, que hace las veces de una membrana.

3. Contenido de agua del suelo

3.1. Conceptos
El contenido de agua del suelo se refiere a la cantidad de agua (masa o volu-
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men) que se halla en cada posición de un suelo en un momento determinado. Se


pueden establecer una serie de definiciones y relaciones:

— Contenido másico de agua


Mw
w=  = θm Mw = masa de agua (kg)
Ms Ms = masa de suelo seco (kg)

— Contenido volumétrico de agua.


Vw
θ=  = θv Vw = volumen de agua (m3)
Vt Vt = volumen total de suelo (m3)

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— Ambos contenidos están relacionados:
ρ db
θ=w ρdb = densidad aparente del suelo seco (kg m–3)
ρw ρw = densidad del agua (1000 kg m–3)

El uso del contenido volumétrico θ presenta ventajas frente a w, al estar directa-


mente relacionado con la porosidad llena de agua y a las situaciones reales, ya sea en
campo o laboratorio.

— Índice de saturación o saturación relativa

Vw
θs =  Vv = volumen de poros y otros huecos (m3)
Vv

— Humedad de saturación
En estudios de salinidad del suelo, se utiliza el concepto de humedad de saturación,
que se determina en laboratorio con muestra tamizada a 2 mm, es decir, sin conser-
var la estructura originaria. Se suele expresar en tanto por cien.
Vw
θms = Hs =  100 con Vw = Vv
Ms

En suelos minerales la humedad másica, w, suele variar entre un 5 y un 40 %, mientras


que en suelos orgánicos puede ser muy superior al l00 %. En ambos casos presenta una
variabilidad espacio-temporal muy marcada. Llevando en el eje de ordenadas negativas las
profundidades y en abscisas el contenido de humedad correspondiente a cada profundidad,
se obtiene una representación de la variación de contenido de agua: perfil hídrico.

3.2. Medida del contenido de humedad

a) Método gravimétrico
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La determinación de la humedad másica, w, por pérdida de peso tras mantener


la muestra a 105° C, hasta peso constante, constituye el método de referencia para
todos los demás.
En relación a este tipo de determinaciones debe tenerse en cuenta que:

— La humedad del suelo presenta una gran variabilidad espacio-temporal.


— Es un ensayo destructivo.
— En general se trabaja con una muestra pequeña, lo que puede influir en su represen-
tatividad.
— Es un método lento y laborioso.

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— A 105° C no se consigue eliminar las moléculas de agua atrapadas entre láminas de
arcilla (Gardner, 1986).
— A 105° C se pierde parte del agua de cristalización de componentes importantes en
algunos suelos, como el CaSO4.2H2O (suelos yesosos); Na2SO4.10H2O y otras sales
(suelos salinos).

b) Métodos indirectos
La humedad volumétrica, θ, se puede determinar a partir de la másica w y del
valor de la densidad aparente (Cap. 11), o bien por medio de métodos no destructi-
vos indirectos, que requieren un calibrado previo, tales como:

— Atenuación de neutrones.
— Reflectometría de dominios magnéticos de tiempo (TDR).
— Atenuación de rayos γ.

La importancia de estos métodos es desigual, así, mientras el de atenuación de neutro-


nes ha ido perdiendo terreno, el uso del TDR se ha generalizado. El de atenuación de rayos
γ no ha pasado de ser un método experimental.
Un planteamiento totalmente distinto es el de las estaciones lisimétricas. En algunos
casos se recurre a la instalación de lisímetros que son a modo de macetas de gran tamaño.
Estos recipientes construidos dentro del suelo y rellenados con el material del propio suelo,
a veces procurando reproducir la organización en horizontes preexistentes, permiten medir
la variación del contenido de agua a lo largo del tiempo.

b.1) Medida de θ por atenuación de neutrones


La sonda de neutrones permite medidas rápidas de θ en campo, no destructivas, requi-
riendo un calibrado previo (Gardner, 1986). Consiste en una fuente de neutrones rápidos
que es solidaria a un detector de neutrones lentos, ambos constituyen la sonda. Por medio
de un tubo de acceso se puede introducir la sonda en el suelo a la profundidad que se desee:
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Registro

Blindaje

Tubo de acceso
generalmente
de aluminio

Detector de neutrones lentos Esfera de influencia


Fuente de neutrones rápidos
Núcleos de hidrógeno
(agua u otros componentes)

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La determinación se basa en el hecho de que los neutrones rápidos (alta energía, unos
5 MeV en promedio, y una velocidad de 1600 km s–1), al ser emitidos radialmente, van a cho-
car elásticamente con los núcleos atómicos de los átomos circundantes. En la colisión con
núcleos de masa semejante, tales como los de hidrógeno, parte de la energía cinética de los
neutrones se transfiere. Los neutrones se termalizan convirtiéndose en neutrones lentos cuya
energía es de 0,03 eV y su velocidad de 2,7 km s–1. Los neutrones lentos se propagan en direc-
ciones al azar, pero forman una nube de densidad constante en el equilibrio. Al detector vuelve
una proporción de neutrones lentos, aproximadamente lineal a la concentración de átomos de
hidrógeno. El detector absorbe los neutrones y genera impulsos que registra un contador.

La fuente de radiación suele ser radio-berilio o de americio-berilio, que resulta menos


peligrosa:
9 Be + 4 α → 1 n + 12 C + γ
4 2 0 6
La emisión de neutrones depende de la fuente, pudiendo ser del orden de unos 16.000
neutrones rápidos, siendo el flujo de radiación muy constante a lo largo de varios años.
La célula detectora contiene un gas, generalmente BF3, al llegar a ella un neutrón ter-
malizado tiene lugar la reacción:
1 n + 10 B → 4 α + 7 Li
0 5 2 3
la partícula crea un impulso eléctrico que llega al contador.

Esta propiedad sirve para determinar la humedad en suelos de matriz rígida. El cali-
brado de la sonda debe hacerse para cada suelo, determinando en paralelo el conteo que
corresponde a la lectura de la atenuación de neutrones y el contenido de agua por el método
de referencia. La ecuación de calibrado servirá para las sucesivas medidas a lo largo del
tiempo, a realizar en la misma parcela.
La ecuación de calibrado viene dada por la expresión:

θ = contenido volumétrico de agua.


Rw = conteo de neutrones lentos.
Rw
θ=  b–j Ro = conteo dentro del escudo o protección (lectura normalizada).
Ro *
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b,j = factores de calibrado a determinar para cada suelo para


tener en cuenta tipo de arcilla, contenido de materia
orgánica, etc. Se obtienen por cálculos de regresión.

El efecto debido a átomos de hidrógeno de otros componentes del suelo, se supone que
no varia a lo largo del tiempo, por lo que queda incorporado a los factores de calibrado. No
ocurre igual con la interferencia debida a los cloruros, que absorben neutrones y su conte-
nido en el suelo presenta una gran variabilidad espacio-temporal en suelos salinos.
Las limitaciones del método de la sonda de neutrones son (Graecen, 1981):

— Presenta un bajo grado de resolución espacial, lo que impide estudiar procesos loca-
lizados, como puede ser la infiltración. La esfera de influencia de las medidas
depende de la energía de los neutrones (estado de uso de la sonda) y de la concentra-

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ción de átomos de hidrógeno (contenido de humedad). Con una fuente Ra-Be con
un suelo muy seco se llega a un radio de unos 25-70 cm, y con suelo húmedo a unos
10-15 cm. A pesar de ello, el grado de resolución puede ser suficiente para estudios
de balance hídrico. Gardner propuso una ecuación en la que el volumen de suelo
medido es función del contenido de agua (Klute y cols., 1986).
— La dificultad para realizar medidas cerca de la superficie del suelo, tanto por cues-
tiones de riesgo, como por el hecho de que parte de los neutrones pueden escapar a
la atmósfera y no se llega a un equilibrio.
— El riesgo de radiación. Dada la alta toxicidad (Clase I) del radio, deben seguirse de
forma estricta las normas de seguridad indicadas por el fabricante. Se fabrican equi-
pos para realizar medidas cerca de la superficie del suelo (10 a 20 cm), con acceso-
rios para ello, y sondas para trabajar en profundidad. En este caso se requerirán dos
rectas de calibrado.
— Se requieren centros muy especializados para el mantenimiento y reparación de
estos equipos.
— Se requiere personal técnico especializado y específicamente acreditado para el uso
de estos equipos, de acuerdo con la normativa legal.
— En suelos pedregosos puede resultar difícil instalar los tubos de acceso.

b.2) Medida por reflectometría de dominios magnéticos de tiempo (TDR)


Es un método indirecto, no destructivo, para medir el contenido de agua θ (Dasberg y
Dalton, 1985). Se basa en relacionar la permitividad o constante dieléctrica, ε, de la matriz
del suelo con el contenido volumétrico de agua, al haberse puesto de manifiesto que
ε = f(θ). La determinación se basa en el hecho de que la constante dieléctrica del agua tiene
un valor muy elevado frente al de la mayoría de materiales. Se ha comprobado que en la
mayoría de los casos resultan despreciables los efectos debidos al tipo de suelo, densidad
aparente y contenido de sales (Topp y cols. 1980). La relación empírica entre ε y θ es uní-
voca y según los mismos autores se expresa por:
θ = –5,3 × 10–2 + 2,92 × 10–2 ε – 5,5 × 10–4 ε2 + 4,3 × 10–6 ε3
La constante dieléctrica se puede determinar a partir del tiempo de tránsito de una onda
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electromagnética en el material:

C = tiempo de tránsito de una onda electromagnética en el material.


CO
C= CO = velocidad de la luz (3 × 108 m s–1).
εμ ε = constante dieléctrica.
μ = permeabilidad magnética.

El estudio del calibrado ha puesto de manifiesto que sólo se requieren dos funciones de
calibración, una para suelos minerales y otra para suelos orgánicos, si resulta aceptable un
error absoluto para θ de 0,015 m3 m–3 para suelos minerales y de 0,035 m3 m–3 para suelos
orgánicos, en caso contrario será necesario llevar a cabo calibraciones individuales para
cada suelo (Roth y cols., 1992).

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Este enfoque se aplica en equipos comerciales con sondas (varillas de acero) que se
introducen a profundidades fijas en el suelo, o con tubos de acceso que permiten medicio-
nes a diferentes profundidades, como en el caso de la medida con atenuación de neutrones.
La TDR parece muy prometedora, si bien debe considerarse todavía en fase de investiga-
ción y proceso de mejora.

4. Estado energético del agua del suelo


En principio, se podría esperar que suelos con igual contenido de agua diesen
lugar a respuestas análogas por parte de una misma planta. Ello no es así, ya que la
disponibilidad de agua para las plantas depende de su estado energético. La ener-
gía asociada al agua del suelo es una medida de las fuerzas a las que está sometida
y tiene incidencia sobre:

— Disponibilidad de agua para las plantas.


— Movimiento del agua en el suelo.
— Propiedades mecánicas del suelo.

De las dos principales formas de energía del agua, cinética (E = 1/2 m V2) y potencial,
la primera puede considerarse despreciable en el caso del agua del suelo, debido a la
pequeña dimensión de los poros, lo que hace que la velocidad de circulación, V, sea extre-
madamente lenta. Los procesos en el sistema suelo-agua-planta vienen determinados, por
consiguiente, por la energía potencial, considerando que los efectos debidos a los cambios
de temperatura sean despreciables.

4.1. Fuerzas actuantes: Descripción cualitativa


Al ser el suelo un medio poroso, el agua puede ocuparlo y moverse a través de
él, con ello entra en contacto con las superficies de las partículas que constituyen
la matriz sólida, con las que interacciona, quedando sometida a un conjunto de
fuerzas. Por otro lado, toda la masa de agua se halla en el campo gravitatorio, y
además los iones en disolución también interaccionan con ella. Las fuerzas actuan-
tes derivan, fundamentalmente, de la acción de la matriz del suelo, del campo gra-
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vitatorio, y de la presencia de iones en solución.


Dichas fuerzas pueden analizarse del siguiente modo:

— Fuerzas derivadas del campo gravitatorio.

m·M
F=G  (ley de Newton de la gravitación)
x2

F = fuerza de atracción.
G = constante universal de gravitación.
m, M = masas que se atraen.
x = distancia entre las masas.

F = m· · →
g (fuerzas gravitatorias) →

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— Fuerzas derivadas de la matriz.
• Fuerzas de adhesión. Se originan en la superficie de las partículas sin carga y son:
– De origen molecular (fuerzas de van der Waals y puentes de hidrógeno).
– De corto alcance pero de gran intensidad.
– Retienen una capa cuyo espesor es de unas decenas de moléculas de agua, que
forman una película alrededor de las partículas sólidas.
– La cantidad de agua retenida de esta forma es pequeña.
• Fuerzas debidas a efectos capilares (fuerzas de cohesión):
– Son debidas a las uniones entre moléculas de agua mediante puentes de hidró-
geno.
– Hacen engrosar la lámina de agua adsorbida, a la que se unen y rodean.
– Agua retenida con poca intensidad: absorbible por las plantas.
– Predominan en materiales arenosos.
Agua retenida por
fuerzas de adhesión

Agua retenida por fuerzas de


adhesión y cohesión

• Fuerzas de difusión.
– Agua asociada con los iones y con superficies sólidas cargadas eléctricamente
debido a la naturaleza dipolar del agua.
– La doble capa difusa actúa a modo de membrana semipermeable, confiriendo
propiedades inusuales al agua cerca de la capa: menor densidad (Low, 1961).
– Fuerte influencia de la superficie específica de la partícula, de su densidad de
carga eléctrica y de la naturaleza de los cationes de intercambio.
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– Las esmectitas adsorben agua entre sus láminas (superficies internas) de forma
tan activa que provoca su expansión (Cap. 11) y afecta al movimiento del agua
cerca de la superficie de las partículas.
— Fuerzas derivadas de iones en solución.
Los iones en solución atraen moléculas de agua por su carácter dipolar y se hidratan.
Las propiedades termodinámicas del agua se ven afectadas.
Disminuye la energía potencial del agua.
De importancia en suelos salinos (Cap. 24) y en cultivos hidropónicos.
— Fuerzas externas ligadas a:
La matriz en suelos de matriz no rígida debido a la presencia de arcillas expandibles,
que hacen variar la geometría de los huecos y el ángulo de contacto en las interfases
con el agua.
La presión de gases sobre el agua.
La presión hidrostática en suelos saturados de agua.

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4.2. Potencial del agua del suelo
En la bibliografía antigua, y en otra que no lo es tanto, se recoge un esquema biológico
de clasificación del agua del suelo debido a Briggs (1874-1963). Las ideas de este autor,
que ocupó cargos relevantes en el USDA durante largos años, han tenido una prolongada
influencia en el estudio del agua del suelo. A sus trabajos se debe el que se haya generali-
zado la idea, errónea, de que el agua que contiene un suelo deba ser considerada de tres cla-
ses discretas, como si fuese algo discontinuo: agua gravitacional, agua capilar y agua
higroscópica. Estas categorías resultan arbitrarias y artificiales (Philip, 1974) y este enfo-
que frenó durante muchos años el desarrollo de una teoría física cuantitativa del agua del
suelo. Por su sencillez, el planteamiento en clases discretas era atrayente y dio lugar a la
invención de diversas «constantes del suelo» empíricas, cuya significación física básica re-
sulta oscura: la «humedad equivalente» y el «coeficiente de marchitamiento».
El agua del suelo está sometida a campos de fuerzas, que en condiciones de
equilibrio mecánico deben tener una resultante nula:

∑F =0
El conocimiento de estas fuerzas a nivel cuantitativo resulta difícil, no siendo
operativo en la práctica, al no ser posible identificar la magnitud y la dirección de
las fuerzas componentes. Por ello se recurre al concepto de estados energéticos
del agua del suelo.
Este enfoque, que constituye la base conceptual de la física moderna del agua en suelos
no saturados, se debe a Buckingham (1867-1940). Este eminente investigador introdujo la
idea de que las fuerzas que gobiernan el equilibrio y el movimiento del agua del suelo son
conservativas y pueden recibir un tratamiento a través de sus potenciales escalares asocia-
dos. Buckingham publicó muy poco en física de suelos, siendo destacables:

— Contributions to our knowledge of the Aeration of Soils (1904).


— Studies on the Movement of Soil Moisture (1907).
— On plastic flow through capillary tubes (1921).

A pesar de una producción tan escasa, le ha hecho merecedor de un lugar preeminente


en este campo. Las relaciones profesionales entre Briggs y Buckingham pueden leerse en la
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revisión histórica realizada por Philip (1974) y Gardner (1986).


En el estado energético del agua del suelo influyen:

— Contenido de agua.
— Fuerzas actuantes:
Derivadas del campo gravitatorio: posición.
Derivadas de la matriz (rígida o no rígida).
Derivadas de los iones en solución: composición del agua.
Externas: gases, capa freática.

El estado energético y el movimiento del agua en el suelo vienen determinados


por su energía potencial en cada punto, expresada como una diferencia de poten-

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cial. Por consiguiente, no se requiere conocer el valor absoluto de la energía poten-
cial en cada punto, sino su valor relativo respecto a un estado de referencia arbitra-
riamente definido. Para mayor comodidad, en lugar de utilizar la expresion energía
potencial, se ha simplificado y se emplea únicamente el término potencial.
El potencial del agua se ha estudiado utilizando dos enfoques:

— Mecánico: basado en la teoría del potencial de la física clásica, que es el más útil
para trabajos de campo.
— Termodinámico: el potencial del agua es el potencial químico o energía libre especí-
fica parcial de Gibbs del agua en el suelo (Slatyer, 1967). De interés cuando se
quiera hacer intervenir el factor temperatura.

Cualquiera de ellos proporciona un esquema teórico coherente con el que tratar las
situaciones particulares y problemas referentes al continuum suelo-planta-atmósfera. Por
su mayor simplicidad y precisión real suficiente, en lo que sigue se utiliza el enfoque mecá-
nico, pudiendo recurrir a obras tales como Ghildyal y Tripathi (1986), y Iwata y cols.
(1995) para un estudio de base termodinámica.
No obstante, resulta de interés recordar que Iwata y cols. (1988) consideran que el uso
del concepto de energía ha dado lugar a una tendencia a ignorar la geometría del espacio de
poros y los mecanismos de retención del agua.

a) Estado de referencia
Al no existir una escala absoluta de energía, se hace necesario expresar el
potencial en relación a un estado arbitrario que se toma como sistema de referencia
o de potencial cero.
El comité de Terminología de la Comisión I de la International Union of Soil
Science (Bolt, 1976) estableció como estado de referencia:
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Un depósito hipotético de agua:


— Pura: sin solutos ni impurezas, π = 0.
— Libre: sin estar sometida a fuerzas externas distintas de la gravedad. No está influen-
ciada por ninguna fase sólida y su interfase con la fase gaseosa es plana.
— A presión atmosférica normal, Po.
— A la misma temperatura que el agua del suelo: condiciones isotermas, To.
— Elevación de referencia, dada y fija, Zo.

b) Concepto de potencial del agua del suelo


El potencial es una función continua, que no presenta discontinuidades,
excepto en los cambios de fase. La IUSS (Bolt, 1976) da una definición formal del
potencial total.

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La cantidad de trabajo necesario por unidad de cantidad de agua pura, que debe reali-
zarse por fuerzas externas al sistema, para transferir reversible e isotérmicamente una
cantidad infinitesimal de agua desde el estado de referencia a la fase líquida del suelo en
el punto considerado.
Las unidades en que puede expresarse el potencial son:
— Energía/masa J kg–1
— Energía/volumen J m–3 = N m m–3 = N m–2 = Pa (Pascal)
— Energía/peso J N–1 = N m N–1 = m

Se puede expresar como:


F
ψ1 – ψ0 = –  Δs→
m
ψ1 = potencial del agua en el punto 1 (suelo).
ψ0 = potencial del agua en el sistema de referencia (por convenio ψ0 = 0).
F = fuerza que actúa en el sentido de los potenciales decrecientes. Se supone cons-
tante a lo largo de Δs.
m = masa de agua.
Δs = distancia recorrida.
Se puede expresar igualmente como:

F
dψ = –  ds→
→ m

S1
F
ψ=–  ds→
S0 m

El término potencial sustituye a otros utilizados anteriormente, tales como tensión,


fuerza, carga o presión que se mantienen en algunos casos.
Para una masa de agua sometida a diversas fuerzas, cada una de ellas dará lugar
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a un potencial parcial, cuya suma algebraica permite obtener el potencial total:

→ →
 
S1 S1
F Fi →
ψt =  ψi = – ∑  ds→ = – ∑ ds
i S0 m S0 m

En condiciones de equilibrio:

∑Fi = 0 luego ψt = cte

En cualquier punto de un sistema en equilibrio estático el agua tiene el mismo potencial


en cualquiera de sus puntos: es un invariante respecto a la posición.

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c) Componentes del potencial total
La transferencia de agua desde el estado de referencia, S0, a la fase líquida de
un suelo de matriz rígida suele dividirse en una serie de etapas o subestados de
referencia, que se alcanzan de forma reversible e isotérmicamente. Cada paso
representa una variación en el potencial y puede considerarse como un compo-
nente del potencial total. Los distintos componentes del potencial total deben ser
independientes (Bolt, 1976):

ψt = ψg + ψ0 + ψp
Dividiendo el proceso de transporte en diferentes subestados de referencia, se puede
expresar como:
potencial gravitacional: ψg
ψg
S0 (π = 0, P0, T0, Z0) S1 (π = 0, P0, T0, ZX)
agua libre y pura agua libre y pura
potencial osmótico o de soluto: ψ0
ψ0
S1 (π = 0, P0, T0, ZX) S2 (πX , P0, T0, ZX)
agua libre y pura agua libre
potencial de presión ψp
ψp
S2 (πX , P0, T0, ZX) S3 (πX , PX, T0, ZX)
agua libre agua en la fase líquida

c.1) Potencial gravitacional


mw Al añadir agua por la parte superior de la columna
Zo de suelo seco, al estar sometida la masa mw al campo
de fuerzas gravitatorio, el agua se moverá hacia abajo.
El componente del potencial total asociado con la posi-
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ción vertical es el potencial gravitacional, que desem-


peña un importante papel en la eliminación del exceso
de agua en la zona radicular después de una lluvia o de
ZX un riego.

La definición formal del potencial gravitacional (Bolt, 1976) es:

Cantidad de trabajo por unidad de volumen de agua que se debe realizar para transferir
reversible e isotérmicamente una cantidad infinitesimal de agua pura y libre desde el
estado de referencia So situado a Zo, a una elevación Zx.

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El valor del potencial gravitacional puede deducirse considerando las fuerzas
actuantes:

x = distancia.
G = constante de gravitación.
mwM VwρwM
F=G =G R = radio terrestre.
x2 x2 mw = masa de agua.
M = masa terrestre.
ρw = densidad del agua.
Tomando como nivel de referencia zo (la superficie del suelo):

 GM (ZX – Z0) ρw
R-Zx
F dx
ψg = –  dx = – GMρw ∫ 2
= 
R-Zo mw x R2
En un campo de fuerzas gravitacional:
F=m·g
de donde:
ψg = ρwg(Zx – Z0) = ρwgΔZ (1)

La relación entre ψg y Z es lineal, supuesta constante la densidad del agua, al ser una
transferencia isotérmica. No depende de la composición química del agua, ni de la presión
u otras condiciones.
En la práctica se puede tomar como estado de referencia cualquier plano, por lo general,
la superficie del suelo, el nivel de la capa freática o la base del sistema radicular:

ψg > 0 El punto se halla a una elevación superior a la del estado de referencia, corres-
ponde a ΔZ > 0.
ψg = 0 Estado de referencia Zx = Z0.
ψg < 0 El punto se halla por debajo del estado de referencia, ΔZ < 0.
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ESTUDIO DE CASOS
1. Deducir las unidades del potencial gravitacional expresado como energía/
masa, y como energía/peso.
2. Deducir la ecuación de dimensiones del potencial expresado como ener-
gía/masa.
3. Representar la función ψg = ρw g h.
4. Tomando como estado de referencia la superficie del suelo, en un caso y el
nivel de la capa freática situado a 120 cm, en otro, calcular el valor de ψg en
ambos casos, en los límites de los horizontes Ap (25 cm), Bw (70 cm) y C
(180 cm). Expresado como energía/peso. Dibujar su gráfica en función de
la profundidad.

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c.2) Potencial de presión en suelos de matriz rígida
A parte de las fuerzas derivadas del campo gravitatorio y de la presencia de
iones en solución, todos los restantes efectos combinados a que está sometida el
agua en el suelo pueden expresarse por medio de otro componente del potencial
total: el potencial de presión tensiométrica, o simplemente potencial de presión,
ψp. Estos efectos son debidos a:

— Presión del aire: Pa.


— Configuración de la matriz.
— Contenido de agua: presión hidrostática en suelos saturados.
— Configuración del agua: curvatura interfacial.

El potencial de presión representa la presión equivalente en la fase líquida del suelo «in
situ», debida a fuerzas que pueden interaccionar, por lo que resulta delicado realizar divi-
siones en este cambio de energía, atendiendo a cada una de las fuerzas implicadas.
La definición formal del potencial de presión (Bolt, 1976) es:

Cantidad de trabajo por unidad de volumen de agua, que se debe realizar para transferir
reversible e isotérmicamente una cantidad infinitesimal de agua libre conteniendo solutos
(de composición idéntica a la del agua del suelo) desde el subestado de referencia S2 (πx,
P0, T0, ZX) al punto considerado en la fase líquida del suelo: subestado S3 (πx, Px, T0, ZX).

Este potencial se puede expresar en términos de presión tensiométrica de la fase líquida


del suelo que es accesible experimentalmente.

ψp =  V (2)
P
dP
0

El signo del potencial de presión puede ser:

ψP < 0 En suelos no saturados, las lecturas de presión se realizan con un tensiómetro


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instalado «in situ».


ψP > 0 En suelos saturados, los valores del potencial de presión se calculan a partir de
lecturas de piezómetro.
ψP = 0 Superficie de agua libre, no sometida a fuerzas debidas a una matriz.

A partir de las lecturas de tensiómetro, el potencial de presión puede dividirse en dos


subcomponentes:

ψp = ψpm + ψpa
ψpm = Potencial matricial, de uso muy generalizado, expresa la influencia de la
matriz sólida. Es la energía por unidad de volumen de agua requerida para trans-

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ferir reversible e isotérmicamente una cantidad infinitesimal de agua desde un
estado de referencia con agua libre a un punto de la fase líquida, a la misma pre-
sión de referencia P0. Es negativo en suelos no saturados, mientras que por
debajo del nivel freático es cero.
ψpa = Potencial neumático o de presión de aire, expresa la influencia de un exceso de
presión de gas ΔPa = Pa – Po, sobre una muestra de suelo con un determinado con-
tenido de humedad. En laboratorio es posible someter la muestra a aire a presión,
y en campo esto ocurre en determinadas circunstancias.

El potencial matricial tiene valores en un intervalo que va de 0 kPa (suelo satu-


rado de agua) hasta menos de –2.000 kPa.
Al expresar este potencial como carga hidráulica equivalente (Z), tal como se hacía ini-
cialmente, alcanzaba cifras de hasta –100.000 cm de columna de agua. Para evitar el empleo
de números un tanto grandes y negativos Schofield (1935) propuso el concepto de pF.

pF = –log (Z) _
de forma que:
Z(cm) pF ψpm (k Pa)
–102,6 2,6 – 33
–104,2 4,2 –1.500

La Soil Science Society of America (SSSA, 1979) considera obsoleto el concepto de


pF, si bien algunos autores siguen utilizándolo en lugar del ψpm, dado que resuelve los pro-
blemas de escala al representar los ψpm.
A partir de las lecturas de piezómetro es posible establecer otro subcomponente del
potencial de presión: el potencial de presión hidrostática o de submersión. ψpm.

ψp = ψpm + ψpa + ψpu


siendo: ψp = 0 si
m
ψpu >0
ψpm ≤ 0 si ψpu =0
ψpu expresa la presión de la columna de agua que tiene por encima el punto conside-
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rado en un suelo saturado.

Tomando como estado de referencia el Tubo piezométrico


nivel de la capa freática:
ψpu = ρw (zx – z0) N m–2
ψpu = zx – z0 m Z0

ZX
c.3) Potencial osmótico
La presencia de iones en solución en
el agua del suelo alcanza valores impor-
tantes en algunas categorías de suelos

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tales como los Salids (S.S.S., 1999), Solonchaks (FAO, 1998), así como en las
fases salinas de otras categorías de suelos. Las sales en solución hacen disminuir el
potencial del agua a través de uno de sus componentes, el potencial osmótico.
Los efectos del potencial osmótico se dejan sentir:

— Si el agua queda separada por una membrana semipermeable:


• Paredes celulares de los organismos (p.ej. raíces). Para que se pueda absorber agua
se requiere que la presión osmótica en el interior de las células sea superior a la del
agua del suelo.
• Se requiere mayor energía por parte de la planta para absorber agua, al tener que
separar el agua de los iones hidratados. A partir de un determinado contenido de
sales en el agua, la planta no puede absorber agua y se produce una sequía fisioló-
gica (Cap. 24).
— Si existe una interfase que actúa a modo de membrana semipermeable:
• Interfase agua-atmósfera.
• Afecta a la evaporación del agua al hacer disminuir su tensión de vapor.

Al poner en contacto, separados por una membrana semipermeable, dos compartimen-


tos, uno con agua pura (π = 0) y otro con una solución salina (πx), se produce una transfe-
rencia de agua, en dirección al compartimento salino. Esta difusión (proceso de ósmosis)
tiene lugar para igualar el estado energético del agua a ambos lados de la membrana (maxi-
mizar la entropía):
En el equilibrio
–ψ0 la presión creada en
el lado de la solu-
ción se denomina
presión osmótica,
π0 πX π, y es igual y de
signo contrario al
Agua pura potencial osmótico:
Solución
π0 = 0 salina
ψ0 = π0 – πx
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Si se quisiese
impedir la transfe-
rencia de agua, habría que aplicar una presión a la membrana semipermeable, igual a πx. De
acuerdo con la ley de Van’t Hoff:

πV = nRT π = presión osmótica para cada especie iónica (Pa).


ψ0 = – RTGs V = volumen de la solución (m3).
n = número moles.
R = constante de los gases = 8,31 J mol–1 K–1 = 8,314 × 10–3 kPa m3
mol–1 K–1
T = temperatura absoluta, °K.
Gs = concentración kilomolar de soluto (mol m–3). Difícil de determi-
nar en la práctica. →

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También se puede escribir:
Gs = Øυ Ø = coeficiente de actividad.
υ = número de iones en la molécula.
Al aumentar la concentración aumenta la presión osmótica y, en consecuencia, dismi-
nuye el potencial osmótico y con ello la disponibilidad de agua para las plantas.

Por convenio, el potencial osmótico del estado de referencia (agua pura) es cero. En los
demás casos es negativo.
La definición formal del potencial osmótico (Bolt, 1976) es:

Cantidad de trabajo por unidad de volumen de agua, que se debe realizar para transferir
reversible e isotérmicamente una cantidad infinitesimal de agua pura y libre desde el
estado de referencia (π = 0) al estado en que π = πx, a igualdad de las demás condiciones.

Este potencial se puede expresar en términos de presión osmótica, por lo que resulta
accesible experimentalmente:

ψ0 = –  V dP
0
π
w (3) Vw = volumen específico parcial del agua en el suelo.

En la práctica, en lugar de trabajar con presiones osmóticas, que resultan difí-


ciles de medir, se recurre a la conductividad eléctrica (CE) del agua del suelo,
determinada a partir de un extracto obtenido añadiendo a una muestra de suelo una
cantidad determinada de agua (Cap. 24). El aumento de la presión osmótica por
disolución de una sal depende del tipo de sal.

Para cualquier solución de una sal en agua se cumple:


CE = f(π)
ψ0 = –aCE ψ0 en kPa y CE dS m–1 a 25° C
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La constante a varía según la sal disuelta. Jackson (1958) propone los valores:
a = 36 para NaCl, KCl
a = 30 para sales del tipo MX2 y M2X
a = 28 para MgSO4
Se suele tomar como valor 36 y como por lo general se dispone del valor de la conducti-
vidad eléctrica medida en un extracto de pasta saturada (CES), el valor del potencial
osmótico que se obtenga corresponde al que encontraría una raíz en el suelo a saturación.

De acuerdo con (1), (2) y (3) el potencial total del agua del suelo se puede
expresar como:

ψt = ρwgΔz – 0π VwdP + 0


p
wdP
V

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La determinación de los tres parámetros Δz, π, p basta para caracterizar el
estado energético del agua en suelos de matriz rígida. Sus gradientes, junto con el
potencial gravitacional, constituyen la base para la teoría del transporte de agua.

ESTUDIO DE CASOS
1. Comprobar experimentalmente que la presencia de sales disminuye la ten-
sión de vapor del agua. Colocar dos vasos, uno con agua pura y otro con
agua con sal, bajo una campana hermética,
a) Medir la CE inicial en cada
vaso.
Nivel inicial
b) Comparar los niveles en
ambos vasos al cabo de
cierto tiempo.
c) Justificar el proceso.
2. En un Aquent fase no salina, en un momento dado la capa freática se halla a
50 cm de profundidad, de forma que el agua del suelo en la zona no satu-
rada llega a equilibrarse con la capa freática. Calcular el valor de los compo-
nentes del potencial total, y el del potencial hidráulico.

Respuesta.
2. Se tomará como nivel de referencia el de la capa freática.

cm ψpm ψpm ψpm ψpm ψpm

0 –50 0 50 0 0
50 0 50
10 –40 0 40 0 0

20 –30 0 30 0 0

30 –20 0 20 0 0
ψh
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40 –10 0 10 0 0
ψp m ψpu
50 0 10 –10 0 0

60 0 20 –20 0 0

70 0 0 0 0 0

ψz

c.4) Potencial de presión en suelos expansibles


En suelos con arcillas expandibles (Cap. 7), tales como los Vertisoles (Caps. 5,
19 y 20), u otros suelos de características vérticas o en suelos que sufran una com-

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pactación por el paso de maquinaria, la matriz sólida no es rígida. Los estados
energéticos del agua del suelo no quedan suficientemente definidos con los com-
ponentes del potencial total descritos hasta aquí.
Al secarse el suelo, las partículas sólidas dejan de estar en íntimo contacto, por lo que
una fuerza externa aplicada al suelo se transmitirá al agua e influirá en su estado energético.
El término Vertisol (de vertere, revolver) indica cambios en la geometría del espacio de
huecos al humectarse el suelo, que también puede verse afectada por una variación en la
presión de aire. Con ello varía la curvatura del agua en la interfase (Jury et al. 1991).
El concepto de potencial matricial es mucho menos útil en estos suelos, para los que se
introducen dos nuevos componentes (Bolt, 1976):

Suelo no saturado: ψt = ψg + ψ0 + ψpa +ψpe + ψpw


Suelo saturado: ψt = ψg + ψ0 + ψpu +ψpe
ψpe = Potencial de presión envolvente o de cubierta. Es el incremento de ψp debido a
la aplicación de una sobrecarga Pe a una muestra de suelo con un determinado
contenido de humedad.
Pe = Presión mecánica ejercida por el material suprayacente suelto, sobre el agua del
suelo.

ψpe = 0 e   
p ∂ψp
dP ΔPa = 0
∂Pe w

ψ pe = 0 en el caso de suelos de matriz rígida.


ψpw = potencial de humedad. Es el valor del potencial matricial en el caso en que la pre-
sión del aire sea cero, ΔPa = 0, y la presión envolvente también lo sea, Pe = 0.
ψpe + +ψpw = potencial matricial en el caso de suelos expandibles.

c.5) Potencial hidráulico


Teniendo en cuenta que el potencial osmótico no influye en el flujo de agua, se
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puede dejar de considerar a efectos de estudiar el movimiento. Ello lleva a introdu-


cir el concepto de potencial hidráulico definido como:

ψH = ψg + ψp en J kg–1
ψH = potencial hidráulico.
ψg = potencial gravitacional.
ψp = potencial de presión.
Expresado por unidad de peso de suelo:
H=z+h H = potencial hidráulico (m).
z = potencial gravitacional (m).
h = potencial de presión (m).

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Este potencial resulta útil para evaluar la dirección y magnitud de las fuerzas
que provocan el movimiento del agua. La suma de los potenciales matricial y
osmótico tiene interés en relación a la absorción de agua por las plantas. En árbo-
les muy altos adquiere importancia igualmente el potencial gravitacional.

d) Medida del potencial total y sus componentes


Los distintos componentes del potencial total pueden medirse del siguiente modo:

— Potencial gravitacional: por la distancia vertical al estado de referencia.


— Potencial osmótico: en un extracto de solución del suelo midiendo la pre-
sión osmótica (π), la concentración de sales (CS) o la conductividad eléc-
trica (CE), estas últimas son medidas indirectas.
— Potencial de presión: piezómetro
tensiómetro
sensores de material poroso.
— Potencial matricial + osmótico: psicrómetro (medida indirecta).

d.1) Piezómetro: Medidas en suelos saturados


Un piezómetro es un dispositivo para medir el potencial de presión hidrostática en pun-
tos situados por debajo del nivel de la capa freática. Está constituido por un tubo de unos
pocos centímetros de diámetro, 2,56 cm, por ejemplo, abierto por ambos extremos o con un
pequeño orificio taladrado al nivel del punto de observación. El diámetro del tubo debe ser
suficientemente grande (2 a 3 cm) para que no haya efecto capilar y cualquier variación en
el potencial de presión hidrostática sea equilibrado de forma inmediata.
Para instalar un piezómetro en el suelo se hace a percusión, colocando una bola de
acero en su extremo inferior biselado, de manera que evite la obturación por entrada de tie-
rra en el interior del tubo. Al llegar a la profundidad deseada se tira ligeramente del tubo de
forma que la bola quede separada del orificio. Después de cierto tiempo el nivel del agua en
el tubo se equilibra con la presión hidrostática a la profundidad de instalación.
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Bola
lle

P0 P0
ta
de

Bola metálica Z0
para impedir Z0
Zx
la obturación Zx
Instalación
a percusión
Suelo de Suelo expandible
matriz rígida con presión hidrostática diferente
a la debida al nivel freático.

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El extremo superior del piezómetro se halla a la presión atmosférica, Po, mientras que el
inferior, si está situado por debajo del nivel freático, permite la entrada de agua sometida a
una determinada presión hidrostática, en el caso de suelos no expandibles. El piezómetro
mide:

ψpu = potencial de presión hidrostática.


ψp = ψpu + ψpe = ρw(Zx – Z0)
ψpe = potencial de sobrecarga (en suelos no
expandibles es nulo).

A veces se utiliza incorrectamente el término piezómetro para designar un tubo con per-
foraciones a distintos niveles, en este caso se trata de un pozo, con entrada de agua a distin-
tas profundidades, dispositivo que se utiliza para medir la profundidad del nivel freático.

ESTUDIO DE CASOS
1. Justificar por qué existe una diferencia de nivel del agua en un tubo piezo-
métrico y en un tubo con perforaciones en toda su longitud, instalados
ambos en un Haploxerert ácuico (Cap. 19), con el extremo inferior situado a
50 cm por debajo del nivel freático estable en el momento de la medida.
2. Discutir cual será la relación entre las distancias de la lámina de agua en
dos piezómetros cuyos extremos se hallan a 75 y 100 cm de la superficie
del suelo. La capa freática establecida se halla a 50 cm de profundidad y el
suelo es un Halaquept (Cap. 19).
3. Al comparar las lecturas en dos piezómetros contiguos, cuyos respectivos
extremos inferiores se hallan a 75 y 100 cm, se obtiene que la lámina de
agua se halla a 60 y 70 cm, respectivamente.
a) Dibujar el diagrama de potencial (suponiendo que el suelo no contiene
arcillas expandibles).
b) Deducir el nivel y comportamiento del agua en el suelo.

d.2) Tensiómetro: Medidas en suelos no saturados


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En zona no saturada el agua no entra en un piezómetro. En estos casos el


estado energético del agua del suelo se mide con un tensiómetro. Consiste en
una célula (cápsula cerámica) de material poroso, saturada de agua y en íntimo
contacto con el suelo a la profundidad a la que se quiere realizar la medida. La
célula se halla colocada en el extremo de un tubo totalmente lleno de agua que
por su otro extremo está conectado a un manómetro de agua o de mercurio, a un
vacuómetro o a un transductor de presión electrónico. El tubo tiene cierre her-
mético. Para realizar las medidas se debe esperar a que se produzca la humecta-
ción de la parte exterior de la cápsula porosa y se alcance el equilibrio con el
agua del suelo.
Buchter et al. (1999) han estudiado la influencia de la temperatura en las medi-
das con un tensiómetro, recomendándose tomar las lecturas durante la noche.

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En esquema un tensiómetro puede representarse:

C A

ZHg

ZH

Agua
Z
Z0
ZB

Tensiómetro de manómetro de mercurio


Tensiómetro con
vacuómetro

La cápsula porosa debe estar en íntimo contacto hidráulico con el suelo que la
rodea para que las medidas sean correctas. En estas condiciones permanecerá prác-
ticamente saturada de agua, permitiendo la difusión de agua con sus solutos. El
potencial osmótico dentro y fuera de la célula es el mismo, por lo que puede ser
ignorado al analizar el proceso. Al salir agua se crea una depresión dentro del ten-
siómetro, que mide el manómetro o un vacuómetro. Llega un momento en que los
potenciales dentro y fuera se igualan y dejará de salir agua:

ψts = ψgs + ψos + ψpsm + ψpsu s = suelo en B


ψti = ψgi + ψoi + ψpim + ψpiu i = interior del
tensiómetro en B
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Al alcanzarse el equilibrio:
ψts = ψti
siendo:
ψgs = ψgi para tensiómetros de columna de poca longitud la diferencia entre ambos poten-
ciales es despreciable. Por ello se pueden considerar igual a la elevación z.
ψos = ψoi igual concentración, dado que la cápsula es porosa a los solutos.
ψpsu = 0 no hay presión hidrostática (al no haber capa freática por encima de B).
ψpim =0 no hay interacciones con la matriz dentro del tensiómetro (al no haber más
que agua).
La condición de equilibrio es:
ψpsm s = ψpiu

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El potencial matricial puede medirse de forma directa a partir del potencial de presión
hidrostática en el interior del tensiómetro.
En el punto A situado en la superficie de separación agua-mercurio y en el punto C,
en el equilibrio se cumple:

ZHgρHg = Zρw – ψpmρw

ZHg
ψpm = Z0 – 12,6 ZHg expresado en metros

Z
Z0

Las variaciones de ZHg son más fáciles de medir que los cambios de ψpiu.

Un tensiómetro instalado en el campo irá siguiendo los cambios en el potencial


matricial, si bien con cierto retardo. El intervalo de trabajo del tensiómetro se
extiende hasta –80kPa (adecuado si se utiliza este equipo para determinar el
momento en que hay que regar). Por debajo de este valor entra aire disuelto en el
agua a través de la cápsula porosa, se forman burbujas, y la columna de agua se
rompe. Esto exige ir purgando los tensiómetros de cuando en cuando y verificar su
normal funcionamiento.

d.3) Psicrómetro de termopar


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En una posición determinada en el suelo a presión atmosférica, el agua se evaporará


hasta que se alcance el equilibrio entre su potencial y el del vapor de agua en el aire circun-
dante. Tal evaporación depende de las fuerzas actuantes sobre el agua, derivadas de la matriz
y de los iones en solución. La medida de la humedad relativa por medio de un psicrómetro
de termopar permite conocer la suma del potencial matricial y el potencial osmótico:

Mwψw

Pv
hr =  · 100 = exp  (Edlefsen & Anderson, 1943).
Pvs ρwRT

hr = humedad relativa.
Pv = presión parcial de vapor de agua en el aire en equilibrio con el agua del suelo a la
temperatura T.

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Pvs = presión parcial de vapor de agua en aire saturado a la temperatura T.
MW = peso molecular del agua.
ψw = ψpm + ψo

El psicrómetro se basa en la medida de la diferencia de temperatura en termómetros de


bulbo húmedo y de bulbo seco que se ven influenciadas de distinto modo por la demanda
evaporante de la atmósfera. Las medidas en el suelo requieren un instrumental extremada-
mente preciso. Los psicrómetros de termopar miniaturizados cumplen esta condición.
Un termopar consiste en una unión doble de los metales desemejantes. Una unión va
dentro de una cápsula porosa hueca que se instala en el suelo, de forma que el vapor de
agua en la atmósfera que rodea al termopar esté en equilibrio a través de los poros con el
agua del suelo. Por el efecto Peltier, esta unión actúa de bulbo húmedo, mientras que la otra
unión, aislada, hace las veces de bulbo seco. Los termopares son fáciles de leer con equipos
electrónicos, pudiendo medir pequeñas variaciones de humedad relativa con gran precisión.
Las medidas con psicrómetro requieren calibración. El intervalo de trabajo de este
equipo se extiende de –10 a –7000 kPa, si bien en suelos húmedos pierde precisión (Bruce
y Luxmoore, 1986).

ESTUDIO DE CASOS
Calcular la humedad relativa (hr) de una muestra de un horizonte cuyo agua se
halla a un potencial de –1,2 MPa y a una temperatura de 18° C. Sabiendo que
el peso molecular del agua Mw = 0,018 kg mol–1 y la constante de los gases
R = 8,31 J k–1 mol–1.

Respuesta:
En este caso será de aplicación la expresión deducida por Edlefsen & Ander-
son (1943) para el psicrómetro:

Mwψm
hr = exp 
ρwRT 
= 0,9911 
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teniendo en cuenta que:


1 M Pa = 103 kPa
1 k Pa = 1 J kg–1

5. Retención de agua en el suelo

5.1. Curva característica de humedad


El suelo es capaz de retener agua, de modo que el potencial matricial está rela-
cionado con el contenido de humedad, por medio de la función característica de
la humedad o función potencial matricial-contenido de agua: ψpm = f (θ). Una

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curva característica de humedad es uno de los parámetros más importantes para
estudiar el flujo de agua en el suelo. Es una función que depende de:

— Sentido en que tiene lugar el cambio en el contenido de agua (humectación o dese-


cación).
— Velocidad de cambio.
— Estabilidad en el tiempo de la estructura, así como tamaño, forma y conexión entre
huecos.
— Los cambios de volumen del suelo: expansión-retracción.
— Condiciones en la interfase agua-aire.

Esta relación no es unívoca, aspecto sobre el que se insistirá más adelante y se


pone de manifiesto al obtener dos ramas de la curva por efecto de histéresis:

Humectando
sorción

Secando
desorción
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ψpm

ESTUDIO DE CASOS
Si se compara el contenido de humedad después de dos o tres días de una llu-
via o de un riego, se observará que es menor en un suelo de textura arenosa
(un Psamment, p.ej.) que en otro de textura más fina, habiendo recibido ambos
la misma cantidad de agua. Discutir tal circunstancia.

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5.2. Construcción de curvas características de humedad
La curva característica de humedad se puede construir a partir de medidas
experimentales o de ecuaciones empíricas. Los equipos utilizados obligan a deter-
minar el contenido de humedad en equilibrio con cada uno de los sucesivos valo-
res del potencial matricial aplicado. En el campo se puede utilizar el tensiómetro,
para potenciales matriciales altos, mientras que en laboratorio se recurre a placas
de succión, equipo de placas de presión y al desecador de vacío, según los casos.
A modo de síntesis, cada una de estas técnicas puede describirse como sigue:

EN CAMPO
Tensiómetro:
ψpm en un intervalo de 0 a –80 kPa.
Requiere la medida en paralelo del contenido de agua por un método indirecto.
Refleja el efecto de la estructura del suelo.
EN LABORATORIO
Placa de succión:
Intervalo de trabajo de 0 a –100 kPa.
Una muestra de suelo saturada de agua se coloca encima de una placa porosa (cerámica
o de cristal fritado) de un embudo, algunas técnicas utilizan arena como base. El
embudo se conecta por medio de un tubo flexible a un manómetro de columna de agua.
En el momento inicial, el nivel del agua es Z = 0, cada vez que se baja el nivel del
manómetro se crea una desorción en la placa porosa. A1 cabo de cierto tiempo se
alcanza una nueva situación de equilibrio.
Muestra de suelo
inicialmente saturada
de agua

B
0 Placa de cristal
fritado Escala
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A
Z

Tubo
flexible

Z
ψtA = 0 (agua libre) ψtB = ψpm + ρwgz en el equilibrio: ψpm = – ρwgz
para cada Z se determina el correspondiente θm. Siendo Z = B – A.

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Se puede trabajar por sorción, para ello se deja equilibrar la muestra con un potencial
bajo y posteriormente se va elevando la columna manométrica y determinando la θm
correspondiente.
Este equipo se utiliza en horticultura para caracterizar el comportamiento hídrico de
sustratos de cultivo y con muestras inalteradas de suelo.
Equipo de placa de presión (Richards, 1965):
Intervalo de trabajo de –10 a menos de –2000 kPa.
Este dispositivo permite producir potenciales más bajos, pudiendo llegar hasta los
–2000 kPa. Las muestras, inicialmente saturadas de agua, se dejan equilibrar con la
presión creada por aire, ψpa. Transcurrido el tiempo de equilibrio, se despresuriza la
cámara y se determina gravimétricamente la humedad, lo que permite determinar un
punto de la curva. Para trabajar a potenciales menores, la placa cerámica debe susti-
tuirse por una lámina de acetato de celulosa. Por lo general, se trabaja con muestras
tamizadas a 2 mm, si bien en determinados equipos se puede operar con muestras inal-
teradas.

Muestra inicialmente
saturada de agua

Evacuación del agua Entrada de aire a presión

Placa porosa Membrana de caucho


Alambre de hermetismo

P = P0 + ΔP
P0
Anillo de goma
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Placa porosa

Cámara de aire a P0

Membrana de caucho
Detalle circulación
del agua

en el equilibrio:
ψpm + ψpa = 0
ψpa = ΔP ψpm = –ΔP
para ψpm = –ΔP1 se determina θm

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Psicrómetro de termopar.
Intervalo de trabajo de –500 a –2000 kPa.
Desecador de vacío.
La humedad de una muestra de suelo colocada en un desecador de vacío se equilibrará
con la humedad del aire en el interior. Si el desecador contiene una sal higroscópica, la
humedad del aire vendrá controlada por la sal y puede ser extremadamente baja, siendo
posible precalibrarla. Con CuSO4 se puede conseguir un ψpa = –3900 kPa a 20° C. El
agua del suelo se evaporará hasta que se equilibre con esta humedad en el desecador y
su ψpm = –3900 kPa.

5.3. Histéresis en las relaciones entre potencial matricial y


contenido de agua
La curva característica de humedad no es unívoca. La curva obtenida partiendo
de una muestra saturada de agua no coincide con la determinada a partir de una
muestra seca: la función presenta dos ramas principales:

θi θj θv Para un mismo potencial de


equilibrio se tendrá que:
θj (desorción) > θi (sorción)

ψi
Lo que equivale a decir que
un mismo contenido de hu-
medad θj es retenido con ma-
ψj yor energía si el suelo se está
Sorción secando que si se está humec-
Desorción tando:
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ψi > ψj (el signo es negativo).

ψpm

Este comportamiento indica que existe un fenómeno de histéresis: la historia


de la muestra influye sobre la situación final de equilibrio.
Se ha observado que, partiendo de un determinado contenido de humedad, θi según per-
tenezca a la rama de sorción o de desorción, el estado siguiente será distinto según se siga
humectando o por el contrario se deseque:

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Las ramas principales son las envolventes de una serie de puntos situados entre ellas,
que corresponden a situaciones intermedias que definen curvas de paso en un proceso
de barrido, característico de la redistribución de agua dentro de un suelo, según se halle
parcialmente húmedo o parcialmente seco.

θ θ

ψpm ψpm

El efecto de histéresis es más pronunciado en suelos de textura gruesa a potenciales


altos: los poros se vacían a potenciales mucho menores (succión más elevada) que a los que
se llenan. Las causas de los fenómenos de histéresis son las siguientes:

— Falta de uniformidad en la geometría de los poros individuales, que se mani-


fiesta en el denominado efecto «botella de tinta».


Desorción
ΔP = –  controla el vaciado (desorción).
r

r

ΔP = –  controla el llenado (sorción).
R
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R θ

ψR
2

1 2 3 4 ψr
3

Sorción

4
ψ

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— Carácter compuesto del sistema de poros:
Poros interagregados: condicionan la rehumectación.
Poros intragregados: condicionan la desecación.
La penetración de agua resulta más lenta en un horizonte arenoso que en uno de tex-
tura más fina.
— Efecto del ángulo de contacto en las interfases:
Meniscos que avanzan: ángulo de contacto y radio de curvatura mayores.
Meniscos que retroceden: en la desorción el potencial matricial será menor que en
la humectación.
— Aire atrapado dentro de los agregados:
Hace disminuir el contenido de agua en suelos recién humectados: no se alcanza un
verdadero equilibrio.
— Fenómenos de expansión retracción:
En suelos expandibles varía la geometría del espacio de poros, de distinta manera
según la historia de la humectación.
En sentido estricto no se trata de un fenómeno de histéresis, ya que hace cambiar la
geometría del espacio de poros.

La complejidad de los fenómenos de histéresis hace que corrientemente se trabaje úni-


camente con la curva de desorción que, por otra parte, es la que resulta más fácil de obtener
con una cámara de placas de presión.

5.4. Interpretación de curvas características


Las características de humedad varían de unos horizontes a otros, los principa-
les factores de control son:

— Estructura:
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Espacio de poros:
• A potenciales altos (θ a –100 kPa) la retención de agua se ve muy influenciada
por la estructura (distribución de tamaño de poros), por lo que hay que trabajar
con muestras inalteradas.
• A potenciales bajos predominan las fuerzas de adhesión, por lo que influirá la
superficie específica de las partículas y mucho menos la estructura. Se puede tra-
bajar con muestras tamizadas a 2 mm.
Compactación:
• Disminuye la porosidad total y, en especial, la proporción de los poros de mayor
tamaño.
— Textura: hace variar la forma de la curva.

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Al estudiar curvas características de humedad cabe atender a su forma en sus
distintos tramos:

θs

Región de entrada
de aire

Región capilar: Fuerzas


de adhesión y cohesión

Región de fuerzas de
adhesión

Muestra arenosa
ψpm

Partiendo de una muestra saturada de agua, al aplicar una succión creciente, no se produce
salida de agua hasta que se supera un determinado valor crítico, que varía según las caracte-
rísticas de la muestra (región de entrada de aire) y se puede definir empíricamente como:

Potencial hídrico de entrada de aire (ψe):


θ = contenido de agua.
ψpm = ψe(θ/θs)–b
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θs, = contenido de agua a saturación.


b = pendiente de la curva.
para ψpm ≤ ψe
θ = θs para ψpm > ψe

Resulta más nítida la entrada de aire en los suelos de textura más gruesa, al ser los poros
de tamaño más uniforme. Al ir aumentando la succión, cada vez se irán vaciando poros de
tamaño progresivamente menor y las partículas irán quedando recubiertas con envueltas de
agua de cada vez menor espesor.
El segundo tramo de la curva constituye la región capilar, en la que predominan las
fuerzas de adhesión y de cohesión. En muestras de textura arenosa y en aquellas que posean
predominantemente poros grandes, se requiere poco incremento de succión para extraer
cantidades importantes de agua en este tramo. En él, la curva tiende a ser horizontal.

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La parte de la curva característica correspondiente a potenciales matriciales
altos resulta de interés en relación con las propiedades de drenaje del suelo. El
tramo definido por los potenciales matriciales más bajos determina la disponibili-
dad de agua para las plantas. Si bien resulta imprescindible en muchos casos con-
siderar además el potencial osmótico.

5.5. Capacidad de retención de agua disponible (CRAD)


Un concepto útil en determinadas aplicaciones, riego por gravedad, por ejemplo, es el
de capacidad de retención de agua disponible para las plantas. Se basa en una clasifica-
ción biológica del agua del suelo que considera como disponible para las plantas el agua
retenida entre dos situaciones, que algunos autores han considerado de «quasi-equilibrio»:
la denominada capacidad de campo y el punto de marchitamiento permanente que fue-
ron introducidas por Briggs. La significación física de estos conceptos es dudosa. La capa-
cidad de campo no es un término preciso (Boersma et al., 1972) y se ha podido comprobar
que el punto de marchitamiento permanente varía con la planta y con factores de medio
(poder evaporante de la atmósfera, velocidad del viento, entre otros).

— La capacidad de campo se define como:


• El contenido de agua en el suelo después de 48 horas de un riego o de una lluvia
abundante. Se supone que transcurrido este tiempo empieza un drenaje lento del
agua contenida en el suelo.
• Se trata en cierta medida del contenido máximo de agua que puede retener el
suelo cuando la mayoría de la macroporosidad está ocupada por aire:
• Por la dificultad de su medida de acuerdo con la definición, se suelen realizar esti-
maciones a partir del valor del contenido de agua que retiene una muestra de suelo
en equilibro con una presión de 33 kPa, en un equipo de placas de presión. Esto
puede conducir a grandes errores, ya que en condiciones de campo influyen las
condiciones de drenaje del suelo. Por ello la «capacidad de campo» debe medirse
«in situ».
El proceso de drenaje puede representarse, del siguiente modo:

θ
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Drenaje rápido

Situación ideal

θcc
Drenaje lento

Suelo real

2 4 6 8 10
Tiempo de secado días →

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— El punto de marchitamiento permanente se define como:
• El contenido de agua por debajo del cual las plantas mesofíticas (en concreto el
girasol enano) no son capaces de extraer agua del suelo. Viene a corrresponder al
límite inferior del agua retenida por fuerzas capilares absorbible por las raíces.
• Se estima como el contenido de agua que retiene una muestra de suelo equilibrada
con una presión de 1500 kPa en un equipo de placas de presión.

El valor de la CRAD tiene importancia en el suministro hídrico a las plantas, por lo que
sigue siendo utilizado en trabajos dedicados al riego. Se define como:

CRAD = Σ (CC – PMP)i ei


i

siendo CC = capacidad de campo del horizonte i (m3 m–3).


PMP = punto de marchitamiento permanente del horizonte i (m3 m–3).
ei = espesor del horizonte i (m).

ESTUDIO DE CASOS
Con un equipo de placas de presión (placas Richards) se determina el conte-
nido másico de agua de un suelo de perfil Ap (0-27 cm) y Bw (27 a 90 cm), en
muestras no perturbadas, que han servido para terminar la densidad aparente.
1. Determinar el volumen máximo de Iíquido que se puede aportar al suelo
después de la estación seca, en el caso de que exista capa freática a
120 cm, de forma que el líquido no alcance de forma inmediata la capa
freática (drenaje en las primeras 48 horas).
Datos: Ap Bw
— Diámetro interior de los cilindros muestreadores,
medido con un calibrador. 6,78 cm 7,02 cm
— Altura del cilindro. 3.66 cm 3,64 cm
— Peso seco de la muestra. 162,05 g 167,00 g
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— Contenido de humedad a capacidad de campo 20,2 28,6%


— Contenido de humedad a 1500 kPa. 9,8% 13,7%

2. Indicar si el potencial osmótico tiene influencia sobre la «capacidad de


campo» y sobre el «coeficiente de marchitamiento».

Respuesta
1. Volumen máximo de líquido.
a) Densidades aparentes:

Ms 162,05 g
Ap ρb =  =  = 1227 kg m–3
Vt 132,07 cm3

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Bw ρh = 1.186 kg m–3
b) Contenidos volumétricos de agua.
ρb
Ap θvcc = θm  = 24,78 % θv1500 = 12,02%
ρw

Bw θvcc = 33,91% θv1500 = 16,25%


c) Capacidad de retención de agua disponible de cada horizonte:
m3 agua 104 m2 suelo
Ap CRAD = θvcc – θ1500  e m suelo  = 344,5 m3 ha–1
m3 suelo 1 ha

Bw CRAD = 938 m3 ha–1


d) Capacidad de retención de agua disponible hasta 90 cm.
CRAD = Σ (CRAD)i = 1282,5 m3 ha–1
i
De este modo quedará una franja de protección de 30 cm a la capa freática, si se dis-
tribuye un volumen de líquido de unos 1.300 m3 ha–1.
2. La «capacidad de campo» no se ve influenciada por la salinidad, dado que no
depende del uso de agua por la planta. El «punto de marchitamiento» y el agua dis-
ponible sí se ven afectados por la salinidad, al estar influenciados por la absorción
de agua por la planta.

Para una primera aproximación, si no se dispone de más análisis que la textura, se pue-
den utilizar valores medios para el equivalente de humedad (numéricamente igual a la
capacidad de campo). El contenido de humedad a –33 kPa se puede estimar a partir de
la expresión propuesta por Gardner, según la textura. Para evitar graves errores debería
procederse a una calibración.

50%
100 0
EQUIVALENTE DE HUMEDAD
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40%
80 20
Lim

30%
60 40
o

Arcillosa

20% 40 60

10% 20 80
Franca

Arenosa Limosa
0 100
100 80 60 40 20 0
Arena
Eqh = 0,555 Ac + 0,187 L + 0,027 Ar Según Gardner (USBR. 1964)

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ESTUDIO DE CASOS
Estudiar la forma de las curvas características en los siguientes supuestos:
(1) horizonte C (20-60) de un Xeropsamment.
(2) horizonte Bss (60-100 cm) de un Xerert.
(3) horizonte Ap (0-27 cm) de un Xerochrept (SSS, 1996), con CEs = 4
dSm–1 a 25° C.
Contenido de agua (%)
0 10 20 30 40 50 60 θ

ψpm

Discutir o determinar los siguientes aspectos:


1. Comportamiento del agua después de un riego en (1) y (2).
2. Suponiendo un perfil en el que el material arenso estuviese superpuesto a
un horizonte arcilloso, indicar cual será el modelo de circulación del agua
según que la secuencia fuese arenoso-arcilloso o bien arcilloso-arenoso.
3. Capacidad de almacenamiento de agua para las plantas (CRAD) en los
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horizontes C y Bss.
4. La porosidad del horizonte C y del Bss.
5. La densidad aparente de cada horizonte, ρb = 2650 kg m–3.
6. La densidad aparente de los horizontes C y Bss en el campo, suponiendo
que se hallan a un potencial matricial de –200 kPa.
7. Aplicando el modelo capilar, y en la hipótesis de poros cilíndricos unifor-
mes, calcular para el horizonte Bss el diámetro de aquellos que se están
vaciando al aplicar una succión de 20 kPa. Justificar si sería el mismo en el
caso de que el suelo se estuviese humectando.
8. Justificar la forma que presentaría la curva obtenida antes y después de
compactar con el paso de maquinaria el horizonte Ap del Xerochrept (3).
9. La CRAD del horizonte C y del Bss referida a una hectárea de terreno.

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Los valores de la CRAD para suelos con régimen de humedad xérico o arídico
pueden interpretarse de acuerdo con los siguientes criterios:

CRAD Criterios de interpretación


en 150 cm (USDA, 1983)
< 64 muy baja
65-127 baja
128-190 moderada
191-250 alta
> 250 muy alta

ESTUDIO DE CASOS
Los agricultores de una comarca cuyo clima corresponde a la banda más seca
del semiárido, consideran que los suelos formados a partir de una arenisca son
más «frescos» (presentan mayor cantidad de agua disponible para las plantas),
que los que proceden de una calcilutina (Cap. 7).
Discutir:
1. Qué fundamento puede tener tal afirmación.
2. Cuál será la situación en el caso en que tales suelos sean transformados
en regadío.
3. Cuál de ellos contendrá mayor cantidad de agua a los tres días del riego.

Respuestas
1. Comparar las curvas características de humedad teóricas de uno y otro
suelo, para un aporte escaso de agua. Se observa que para una misma
cantidad de agua infiltrada, en el suelo arenoso habrá más agua disponible
para las plantas que en el franco-limoso.
2. La situación se invierte, ya que con agua abundante el condicionante es la
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capacidad de retención de agua disponible (CRAD).


3. El suelo formado a partir de las calcilutitas por su mayor CRAD.

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13
Propiedades hidrológicas del suelo:
movimiento del agua

1. El suelo como medio poroso

El suelo puede dejar pasar agua a su través dado que se trata de un medio
poroso, con un sistema de poros interconectados. En campo, raramente se dan
unas condiciones de equilibrio termodinámico en el sistema suelo-agua. El movi-
miento del agua en forma líquida, en muchos casos, puede explicarse como resul-
tado de diferencias de potencial hidráulico entre distintos puntos.
Los procesos implicados en el movimiento del agua son el de entrada en el
suelo (infiltración, entradas laterales o ascenso a partir de una capa freática); la
redistribución entre distintos puntos (transferencia y acumulación); la absorción
por parte de las plantas; y la evaporación.
El estudio del movimiento del agua en el suelo puede abordarse desde distintos
enfoques:

— Estudio de la geometría del espacio de poros:


Enfoque descriptivo con algunas determinaciones semicuantitativas.
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Permite explicar los procesos de transferencia por medio del estudio de la geome-
tría de los poros en muestras relativamente inalteradas.
De interés para interpretar situaciones reales de campo: por ejemplo la ineficacia
de sistemas de drenaje.
Las técnicas de estudio utilizadas son la macromorfología, micromorfología, sub-
microscopía y análisis de imagen (Cap. 4).
— Estudio del flujo laminar de agua en tubos capilares:
El enfoque microscópico del flujo de agua se basa en el estudio de la dinámica de la
circulación en los microconductos, que se asocian a tubos cilíndricos de tipo capilar.
Este planteamiento permite una mejor comprensión de los procesos de transfe-
rencia, frente a un enfoque macroscópico.

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El caudal que fluye a través de un tubo cilíndrico de tipo capilar es proporcional a
la cuarta potencia del radio del tubo y a la pérdida de carga de la presión hidrostá-
tica por unidad de longitud. Esta relación se conoce como ley de Poiseuille:

π R4ΔP
Q=–  Q = caudal
8Lη R = radio
ΔP = pérdida de presión hidrostática
O bien L = longitud del tubo
η = viscosidad dinámica

π R4 dPh dPh
Q=–   = gradiente de presión hidrostática
8η dx dx

Esta expresión es válida para flujo laminar en tubos capilares en una matriz
rígida, lo que implica velocidades de flujo muy lentas y que la geometría de los
poros no varíe durante el proceso de transferencia.
El suelo difiere de un sistema de poros capilares (por ejemplo, la tortuosidad,
cambios de diámetro, etc.), por lo que no es posible extrapolar los resultados de la
escala microscópica a lo que realmente ocurre en el suelo a escala global. Sin
embargo, este enfoque tiene interés para explicar aspectos importantes, tales
como el avance o el retardo del flujo de contaminantes, el efecto de la compacta-
ción sobre la infiltración o la permeabilidad, entre otros.
— Estudio del movimiento del agua por medio de ecuaciones de flujo macros-
cópico.
El enfoque macroscópico se basa en el estudio cuantitativo global del proceso de
transferencia, desde un punto de vista determinístico.
Las ecuaciones de flujo de agua se han deducido asumiendo que el suelo tiene
una matriz sólida continua, y que el agua ocupa posos en un suelo saturado, mien-
tras que en un suelo no saturado forma películas en las paredes de los poros y
ocupa los más pequeños. Este enfoque permite abordar los problemas de diseño y
cálculo para proyectos de riego y de drenaje y, en general, los problemas de trans-
ferencia de agua en el suelo, por lo que tiene gran utilidad. No obstante, no habrá
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que olvidar que describe de una manera inadecuada el flujo de agua a través de
huecos, tales como grandes grietas, canales de lombrices o de raíces y en general
los macroporos, cuyo comportamiento frente al agua difiere considerablemente
del de la matriz rígida circundante.

En el presente capítulo se estudia el movimiento del agua en el suelo como sis-


tema poroso, por medio de las ecuaciones de flujo macroscópico. Como hipótesis
se supone que el agua es pura, y que la transferencia tiene lugar en condiciones
isotermas. El flujo real en los suelos afecta a un agua con solutos, por lo que
resulta más complejo, al tener que considerar la difusión de iones entre distintos
puntos del fluido y los fenómenos de adsorción, y las condiciones pueden no ser
isotermas.

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2. Flujo de agua en el suelo

En un sistema en equilibrio, el potencial hidráulico del agua tiene el mismo


valor en todos sus puntos. En los demás casos habrá procesos de transferencia de
agua que pueden tener lugar como:

— Flujo saturado:
El espacio poroso está lleno de agua. Es el flujo en los suelos con capa freática cir-
culante, lo que puede permitir una alimentación de las plantas a partir de este agua.
Si el flujo fuese muy lento y no hubiera suficiente renovación de oxígeno podrían
generarse condiciones de hidromorfismo, anaerobiosis por un mal drenaje.
Siendo el potencial hidráulico ΨH = f (x, y, z, t)
en este caso ΔΨH ≠ 0
θ = θs, lo que implica que el potencial matricial Ψ pm = 0
— Flujo en suelo no saturado:
θs < Ψ pm < 0
Este tipo de flujo es el más corriente en suelos que se humectan o que se secan.
Resulta más difícil de describir que el flujo saturado.
El mecanismo de transferencia de agua varía según que el suelo esté:
• Relativamente seco: adquiere importancia la transferencia en forma de flujo de
vapor, con una gran influencia de los gradientes térmicos.
• Relativamente húmedo: flujo capilar en cualquier dirección.
En un suelo no saturado el aire puede existir en forma discreta, tal como burbujas
(sistema cerrado) o bien de forma continua, en canales y galerías (sistema abierto);
en lo que sigue se toma en consideración este segundo supuesto.
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El estudio experimental del flujo de agua en un medio poroso, realizado por Darcy en
1856, haciendo pasar agua a través de una columna de arena llevó a este ingeniero francés a
deducir una importante ley, que lleva su nombre y está basada en la ecuación general de
flujo. Fue deducida de nuevo cincuenta años después por Buckingham (1907), si bien en
este caso con una base termodinámica, lo que ha permitido darle una mucho mayor genera-
lidad. La ley que describe el flujo del agua en condiciones de régimen saturado se deno-
mina ley de Darcy, mientras que la del flujo en suelo no saturado se conoce como ley de
Buckingham-Darcy.
A escala de los poros, el flujo del agua del suelo a nivel microscópico viene dificultado
por la tortuosidad (τ) de la trayectoria (1) seguida por el agua, cuya velocidad variará de un
punto a otro y que describen las ecuaciones de Stokes-Navier. La tortuosidad de la trayec-
toria entre partículas se puede expresar por medio de la relación:

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l
τ =  l = distancia real
L L = distancia en línea recta

L=l
l
L<l

Las características de la circulación del agua en un medio poroso pueden establecerse a


partir del valor del número de Reynolds, que relaciona las fuerzas debidas a la viscosidad
y las fuerzas inerciales, permitiendo evaluar la turbulencia del fluido. Se define como:

Re = número de Reynolds
v d ρw
 v = velocidad media del fluido
Re = 
ηw d = diámetro efectivo medio de los poros
ρw = densidad del fluido
ηw = viscosidad dinámica del fluido

Cuando el agua circula por huecos tales como fisuras estructurales, galerías de gusanos
o macroporos en arenas gruesas y gravas, el flujo es turbulento y el número de Reynolds
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toma valores superiores a la unidad.

2.1. Régimen saturado


a) Ley de Darcy
Darcy puso de manifiesto experimentalmente que la descarga de agua es direc-
tamente proporcional a la sección transversal de la columna y a la diferencia de
carga o potencial hidráulico, e inversamente proporcional a la longitud de la
columna.
El dispositivo utilizado por Darcy consistía en un cilindro lleno de arena, por
el que hacía circular agua en régimen saturado:

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L

H2

H1

— La relación empírica establecida por Darcy es:


H2 – H 1 ΔΨH
Q = –K  A = –K  A Ley de Darcy
L L

Donde
Q = caudal, [L3 T–1]
A = sección transversal de la columna, [L2]
ΨH = H = potencial hidráulico, medido con un manómetro de columna
ΔΨH = diferencia de potencial hidráulico
L = longitud de la columna, [L]
Describe el flujo macroscópico uniforme del agua a bajas velocidades en un medio
poroso, con un valor del número de Reynolds inferior a la unidad.

ΔΨH
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 = gradiente hidráulico. En condiciones de flujo saturado es igual a la unidad.


L
K = conductividad hidráulica del material poroso (coeficiente de transporte)
en condiciones de flujo saturado. A veces se representa como KS.
La ecuación de dimensiones de K es:
[L3T–1] = [Ks] [L2] [Ks] = [LT–1]
corresponde a una velocidad y se suele expresar en cm h–1, m día–1.
Por convenio se puede considerar que el flujo de agua ascendente es positivo (p.ej. eva-
poración), mientras que el flujo de agua descendente (p.ej. drenaje) es negativo (Jury et
al., 1991). La ley de Darcy puede expresarse en forma de flujo (Jw):
Jw = Q/A

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ESTUDIO DE CASOS
1. Discutir la distinta significación del potencial hidráulico al expresarlo como
Ψ H o como H.
2. El flujo de agua se denomina estacionario si el caudal o volumen de agua
que pasa por una sección determinada en la unidad de tiempo permanece
constante. Expresar esta condición matemáticamente.

Respuestas
1. Ψ H y H son equivalentes, corresponden a expresiones del mismo potencial
en distintas unidades:
ΨH se expresa por unidad de masa: J kg–1, o de volumen J m–3
H = h + z se expresa por unidad de peso
h = Potencial de presión, [L], en metros
z = potencial gravitacional, [L], en metros
H en metros: JN–1 = m
2. ∂Ψ/∂t = 0 dθ/dt = 0

b) Conductividad hidráulica
Por su importancia, tanto teórica como práctica, la conductividad hidráulica
debe estudiarse con detalle. En relación a ella cabe destacar que:

• Es el factor de proporcionalidad de la ley de Darcy aplicada al flujo viscoso de agua


en el suelo, por unidad de gradiente hidráulico.
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• Expresa la capacidad de un medio poroso (suelo) para transmitir agua. La resistencia


del suelo al flujo de agua es debida a las fuerzas entre las moléculas del líquido y entre
éste y las paredes de los poros.
• A igualdad de las demás condiciones, cuanto mayor es la tortuosidad del sistema de
poros, menor es la conductividad hidráulica.
• Es función, entre otros factores, del contenido de agua y por ello del potencial matricial:
conductividad hidráulica no saturada: K = K (θ)
Si θ = θs K = f(θs) = Ks conductividad hidráulica saturada
θ= f(Ψ pm) luego K = f(Ψ pm)
• En condiciones de flujo saturado y condiciones isotermas es constante con el tiempo,
si no hay cambios en la estructura del suelo.

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• En suelos homogéneos es constante con la posición.
• Depende de la viscosidad del agua. Su valor aumenta aproximadamente un 3 % por
cada grado que asciende la temperatura (Youngs,1991).
• La medida de la conductividad hidráulica a distintas profundidades en un suelo per-
mite poner de manifiesto diferencias en la capacidad de transmisión de agua por parte
de los distintos horizontes debido a la heterogeneidad del suelo (anisotropía en sen-
tido vertical). Es un parámetro espacial y temporalmente variable en un suelo
(Warrick y Nielsen,1980).
• Se ve fácilmente alterada por cambios estructurales debidos a procesos naturales o a
actividades de manejo.
• En proyectos de drenaje agrícola, para resolver problemas medioambientales o de
ingeniería relacionados con el movimiento del agua, los cálculos hidráulicos se basan
en los valores de la conductividad hidráulica saturada.

c) Forma diferencial de la ley de Darcy


La generalización de la ley de Darcy a tres dimensiones permite el estudio de
flujos tridimensionales.

En un medio uniforme:
Q = –KAdΨH/dx qs = Q/A = –KdΨH/ds s = dirección del flujo
qs = densidad de flujo
La densidad de flujo de agua que se mueve en una determinada dirección es la cantidad
de agua que pasa a través de un plano perpendicular a la dirección considerada, durante
un intervalo de tiempo, por unidad de superficie y de tiempo, en condiciones isotermas.
El flujo expresa el volumen por unidad de tiempo y de superficie (m3 m–2 s–1 equivalente
a m s–1).
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Considerando el flujo tridimensional:


qx = –Kx ∂ΨH/∂x qy = –Ky ∂ΨH/∂y qz = –Kz ∂ΨH/∂z
que se puede abreviar escribiendo:
qs = –Ks ∂ΨH/∂s
Expresado de forma vectorial:

q = –[Kx ∂ΨH/∂xi + Ky ∂ΨH/∂yj + Kz ∂ΨH/∂zk]
En un medio homogéneo:

q = –K∇ΨH Ley de Darcy generalizada a tres dimensiones.
∇ΨH = gradiente del potencial hidráulico

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d) Conductividad hidráulica equivalente
En la ley de Darcy se ha supuesto que el medio era uniforme y rígido y el flujo satu-
rado, con lo que la conductividad hidráulica no varía con la posición ni con el tiempo.
En los suelos los cambios en las direcciones (x, y) suelen ser suficientemente graduales
para que la hipótesis KX= KY sea generalmente cierta para distancias no demasiado gran-
des. La existencia de horizontes de características hidrológicas muy distintas explica la
posibilidad de cambios bruscos en sentido vertical.
La variabilidad espacial de los suelos lleva a introducir el concepto de
conductividad hidráulica equivalente, definida como:

Valor de K que da origen al flujo medido bajo las mismas condiciones que si el
suelo fuese uniforme.
Depende de las condiciones del contorno.
La calidad de las predicciones del flujo de agua en suelos no uniformes depen-
derá de la significación que tenga la medida de la conductividad hidráulica
equivalente (Youngs, 1991).

Referir las medidas de la conductividad hidráulica a cada unidad cartográfica de suelos


de una zona a escala detallada resulta algo obligado para mejorar las predicciones. Al ser
menor la variabilidad espacial dentro de cada unidad cartográfica, las medidas de K tendrán
mayor significación. Ello es así porque los métodos usuales de medida de la conductividad
hidráulica se basan en el supuesto de que el suelo es uniforme. Aún así existe una gran
variabilidad dentro de muchas unidades cartográficas.

e) Permeabilidad intrínseca
La conductividad hidráulica depende de las características del suelo, así como de las
del fluido. En aquellos casos en que se requiera separar la influencia de la viscosidad del
líquido de la conductividad del medio o ver los cambios de estructura al hacer circular dis-
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tintos fluidos (por ejemplo aire o agua), se introduce el concepto de permeabilidad intrín-
seca que expresa el poder de resistencia a la circulación que presenta el suelo frente a cual-
quier fluido. Es una propiedad intrínseca de un medio poroso estable:

Expresa la resistencia que ofrece el suelo al flujo de un fluido:


Ki = permeabilidad intrínseca [L2]
K = Ki · f ηw = viscosidad dinámica [ML–1T–1]
Ki = ηwK/ρwg K = conductividad del fluido [LT–1]
g ρw = densidad del fluido [ML–3]
ρw g
f= g = aceleración de la gravedad [LT–2]
ηw
f = fluidez [L–1 T–1]

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f) Limitaciones de la ley de Darcy
La ley de Darcy se basa en las siguientes hipótesis que restringen su aplicación:

— Fue establecida a partir de experimentos con material poroso uniforme, lo que se


presupone en los métodos de medida de la conductividad hidráulica.
Al suponer el medio isótropo se está considerando que se cumple:
K = Kx = Ky = Kz s = dirección considerada
∂K/∂s = 0
— Parte de la base que el suelo no se expansiona ni se contrae con la humectación-
desecación, ni se modifica el espacio de poros (estructura), lo que implica que la
conductividad hidráulica no varía con el tiempo:
∂K/∂t = 0
— El agua del suelo es:
• Homogénea.
• Incompresible
— La transferencia tiene lugar en condiciones isotermas:
• No hay variaciones de viscosidad ni de densidad en el agua, ni hay gradientes
térmicos.
— Existe proporcionalidad entre la velocidad y el gradiente de potencial. Al ser bajas
las velocidades:
• Se puede despreciar la energía cinética.
• El régimen de flujo es laminar, formado por capas fluidas superpuestas y parale-
las: las fuerzas de inercia son despreciables frente a la viscosidad. Esta situación
es la que suele darse en condiciones de campo.
• El valor del número de Reynolds (Re) que debe ser inferior a la unidad, para que
se cumpla la ley de Darcy:
Q
Flujo

Arena gruesa y grava


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Umbral

Re>1
H Gradiente
hidráulico

Intervalo de valided
de la ley de Darcy
Con velocidades muy bajas, caso de suelos arcillosos y gradientes de potencial bajos, no
se induce flujo o éste es menos que proporcional al gradiente. El agua deja de compor-
tarse como un líquido newtoniano.

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A pesar de estas limitaciones, la validez general de la Ley de Darcy ha sido
confirmada y su uso es habitual en el estudio del movimiento de la capa freática,
así como de filtraciones (seepage) y similares. La conductividad hidráulica pre-
senta una variabilidad espacial grande, y para que los valores tengan validez deben
realizarse en las distintas unidades de suelos, con repeticiones. Interesa conocer la
heterogeneidad que pueda existir en el terreno a que afecte el flujo. Las medidas
deben realizarse a una escala considerablemente grande. Con fines hidrológicos,
los flujos de agua se estudian a escala de campo y a escala regional a nivel de
cuenca de drenaje.

2.2. Régimen no saturado


La zona no saturada adquiere una gran importancia, ya que la mayor parte de los
procesos de transferencia de agua en los suelos tienen lugar en régimen no saturado.
En régimen no saturado el volumen de poros está sólo parcialmente lleno de agua.
Dado que el transporte de agua se ve influenciado por la pérdida de continuidad de poros
con agua, la conductividad hidráulica deja de ser constante en régimen no saturado, pasa a
depender del potencial matricial y será menor que en régimen saturado.
De acuerdo con la ley de Poiseuille, el caudal que fluye es proporcional a la cuarta
potencia del radio, por lo que los poros de mayor tamaño llenos de agua son los que más
contribuirán al flujo. Al ser estos los que primero se vacían al pasar de estado saturado a no
saturado, la conductividad hidráulica disminuirá muy deprisa con el contenido de agua.

a) Ley de Buckingham-Darcy
Buckingham demostró que la ecuación de Darcy también se cumple cuando el suelo no
está saturado. La densidad de flujo se expresa en este caso como:

q = –K(θ) ∂ΨH/∂s K(θ) = conductividad hidráulica no saturada


ΨH = potencial hidráulico
s = dirección considerada
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∇ΨH = gradiente hidráulico en la dirección del flujo



q = –K(θ) ∇ΨH Ley de Buckingham-Darcy

Esta ley generaliza el flujo a condiciones de régimen no saturado.

b) Conductividad hidráulica no saturada


En la zona no saturada la conductividad hidráulica varía no sólo de un suelo a otro,
sino que para un mismo suelo es función del contenido de agua. La medida de la conducti-
vidad hidráulica no saturada resulta mucho más difícil de medir con precisión que la satu-
rada, y no existe un método cuya validez sea general para todos los suelos y circunstancias
(Dirksen, 1991).

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Expresando el potencial hidráulico como:
H=h+z en m
La ley de Buckingham-Darcy para flujo en la dirección Z permite escribir:
q = densidad de flujo de agua, m3 m–2 s–1

q = –K(θ) dH/dz = –K(θ) dh/dz – K(θ) h = potencial de presión, que en flujo no
saturado corresponde a un potencial
negativo, el potencial matricial.
La relación existente entre θ y h hace que K sea una función de h y que, por consi-
guiente, presente histéresis, al igual que la función θ(h), si bien para muchos problemas
se suele considerar que el fenómeno de histéresis es despreciable.
Las medidas directas de K(θ) son difíciles y consumen tiempo (Klute y Dirksen, 1986),
por lo que a menudo se estima a partir de ecuaciones empíricas que utilizan la conducti-
vidad hidráulica saturada:
Gardner (1958): K(θ) = Ks exp (α ΨH)
Gardner y Mayhugh (1958): K(θ) = Ks exp [α (ΨH – ΨA)]
α [L–1] = coeficiente empírico relacionado con la textura;
frecuentemente 0.01 < α < 0.1 cm–1
ΨH [L] = potencial hidráulico del agua en el suelo
ΨA [L] = potencial hidráulico en el punto de entrada de aire;
si la matriz del suelo está saturada de agua ΨA ≤ 0
Brooks y Corey (1964): K (θ)/Ks = [ΨA/ΨH]m
m = coeficiente que depende de la distribución del tamaño de los poros;
frecuentemente 3 < m < 11

c) Difusividad hidráulica
Para resolver más fácilmente la ecuación en derivadas parciales de un flujo en estado
no estacionario en un suelo no saturado suele ser conveniente introducir una variable deno-
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minada difusividad hidráulica del suelo, definida como:

D = difusividad hidráulica [L2 T–1]


dΨH
D = D(θ) = K(θ)  K = conductividad hidráulica [LT–1]

ΨH = potencial hidráulico
θ = contenido de humedad [L3 L–3]
En este caso la densidad de flujo de agua puede expresarse como:

∂ΨH ∂ΨH ∂θ ∂θ
q = –K(θ)  = –K(θ)  ×  = –D(θ) 
∂s ∂θ ∂s ∂s

359
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de donde:
∂θ
q = –D(θ)  = –D(θ) ∇θ Ley de Fick
∂s

Esta expresión resulta más fácil de tratar, al ser función de las variaciones del contenido
de agua, sin embargo, sólo puede aplicarse a un número mucho más reducido de situa-
ciones. D(θ) sólo se ha definido matemáticamente y su valor varía según se trate de un
proceso de secado o de humectación.

d) Sortividad (Philip, 1957)


La sortividad (Kutílek y Nielsen, 1994) expresa la capacidad de un suelo para absor-
ber agua cuando el flujo tiene lugar bajo el efecto de un gradiente de potencial de presión
únicamente. Es una propiedad más fácil de medir que K(θ) y D(θ), con las cuales está rela-
cionada (Dirksen, 1975). La cantidad de agua absorbida es función de la sortividad:

I = cantidad acumulada de agua absorbida, (L3L–2)


I = S (θ1,θ0) t θ0 = contenido inicial de agua
θ1 = contenido de agua después de un intervalo de tiempo t
S = sortividad, que es función de los contenidos de agua
inicial y final [LT–1/2]
Para estimar S se han propuesto diversas formas, revisadas por Parlange (1975) y que la
expresa por:

1
S2 = (1 + θ) D dθ
0
que es la expresión más precisa cuando D varía rápidamente con el contenido de humedad θ
(Lockington y et al., 1988).
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3. Ecuaciones del flujo de agua


3.1. Ecuación de continuidad
Los procesos de humectación y de desecación en el suelo tienen lugar de forma
que el contenido de agua θ y el potencial matricial son función del punto y
momento considerados:
θ = θ (x, y, z, t)
Ψpm = Ψ (x, y, z, t)
Se trata de flujos en estado no estacionario, cuya descripción requiere el correspondiente
desarrollo matemático para llegar a establecer la ecuación de continuidad o de conservación.

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El principio de conservación de la materia permite afirmar que:

El agua que entra en un volumen de suelo es igual a la que sale, más la variación de la
que se almacena durante el mismo intervalo.

Se expresa por medio de la ecuación de continuidad. Para describir el flujo en régimen no


permanente o transitorio se considerará un elemento diferencial de volumen: dV = dx dy dz

qz + dz

qy + dy

qx dz qx + dx

z
dy y
dx
qy x

qz

x x + dx

Siendo:
dV = elemento de volumen de suelo
dV = dx dy dz
dQx = cantidad de agua que entra en el elemento de volumen en la dirección del eje x en dt
qx = densidad de flujo: cantidad de agua transferida a través de la superficie, por uni-
dad de área y de tiempo en condiciones isotermas [LT–1]
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La cantidad de agua que entra por la cara considerada es:


dQx = qx dy dz dt
La cantidad de agua que sale por la capa opuesta es:
dQx+dx = qx + dx dy dz dt
El total acumulado es:
dQx1 = dQx – dQx+dx = (qx – qx+dx) dy dz dt
La función qx+dx es continua y derivable en el intervalo [x, x + dx], por ello admite desa-
rrollo en serie de Taylor que vendrá dado por:
∂qx dx + ∂2qx dx2 + …
qx+dx = qx +   2 
∂x ∂x 2!

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Despreciando los infinitésimos de orden igual o superior a 2, se tendrá:
∂qx
dQx1 = –  dx dy dz dt
∂x
Análogamente
∂qy ∂qz
dQy1 = –  dx dy dz dt dQz1 = –  dx dy dz dt
∂y ∂z
Por tanto, para un flujo de agua tridimensional:

 
∂qx ∂qy ∂qz
dQ1 = dQx1 + dQy1 + dQz1 = –  + + dx dy dz dt
∂x ∂y ∂z

Por el principio de continuidad, el total acumulado debe ser igual a la variación del con-
tenido de agua en relación al tiempo:
θ = θ (x, y, z, t)

 
∂θ ∂qx ∂qy ∂qz
 dx dy dz dt = –  +  +  dx dy dz dt
∂t ∂x ∂y ∂z

 
∂θ ∂qx ∂qy ∂qz
 =–  +  +  Ecuación de continuidad
∂t ∂x ∂y ∂z
∂θ →
que se puede escribir en la forma:  = –div q
∂t

3.2. Ecuación general del flujo


Se trata en primer lugar el flujo en régimen no saturado y, como caso particular, el flujo
saturado en régimen estacionario.
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a) Régimen no saturado: Ecuación de Richards


Substituyendo la ley de Darcy en la ecuación de continuidad se obtiene:

     
∂θ ∂ ∂ΨH ∂ ∂ΨH ∂ ∂ΨH
 =  Kx  +  Ky  +  Kz 
∂t ∂x ∂x ∂y ∂y ∂z ∂z

∂2ΨH ∂2ΨH ∂2ΨH


 
∂θ
 = Kx  2
+ Ky  2
+ Kz  Ecuación de Richards
∂t ∂x ∂y ∂z2
donde: ΨH = Ψ pm + Ψg
ΨH = potencial hidráulico →

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Ψ pm = potencial matricial
Ψg = potencial gravitacional
θy Ψ pm están relacionados por la curva característica de humedad
K = K(θ) por tratarse de un suelo no saturado

El tratamiento matemático y experimental clásico de este tipo de ecuaciones de flujo no


saturado se facilitaba transformando las expresiones semejantes a las de difusión y conduc-
ción de calor, para las que se han desarrollado soluciones matemáticas. Para ello resulta útil
expresarlas en función de la difusividad:

∂Ψh ∂Ψh ∂θ ∂θ
qx = – K(θ)  = – K(θ)   = –D(θ) 
∂x ∂θ ∂x ∂x
∂θ
qy = –D(θ) 
∂y
∂θ
qz = –D(θ)  – K(θ)
∂z
Sustituyendo en la ecuación de continuidad:

∂2θ + ∂2θ + ∂2θ + ∂K(θ)


 
∂θ
 = D(θ)     ∇2 = operador lapciano
∂t ∂x2 ∂y2 ∂z2 ∂z

∂θ ∂K(θ)
 = D(θ) ∇2θ +  Ecuación general del flujo no saturado
∂t ∂z
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Estas ecuaciones son válidas para suelos de matriz rígida, dejando de serlo para aque-
llos que contienen arcillas expandibles en los que el movimiento del agua respecto a un sis-
tema de coordenadas fijo se ve afectado por el cambio de volumen y de geometría de poros
durante la humectación. Estos suelos requieren un tratamiento matemático específico
(Yong & Warketin, 1975).
La utilización de métodos de cálculo numérico se ha generalizado a partir de los años
80 para el análisis de los procesos de flujo de agua en el suelo (Cap. IS).

b) Régimen saturado: Ecuación de Laplace


Un caso particular de la ecuación de Richards es el de flujo en suelo saturado, en régi-
men estacionario:

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∂θ
 =0
∂t
luego:

∂2ΨH ∂2ΨH ∂2ΨH


Kx  2
+ Ky  2
+ Kz  =0 Ecuación de Laplace
∂x ∂y ∂z2

En un medio isótropo Kx = Ky = Kz = K, la ecuación se puede expresar utilizando el


operador laplaciano, ∇2:
∇2 ΨH = 0

Para resolver la ecuación de Richards o la de Laplace deben fijarse las condiciones ini-
ciales y de contorno aplicables en cada caso y utilizar métodos de cálculo numérico: dife-
rencias finitas o bien elementos finitos (Becker et al., 1981; Pinder y Gray, 1977).
Las líneas equipotenciales y las de flujo proporcionan información referente al flujo,
tales como la distribución de potenciales, descarga y dirección de flujo.

ESTUDIO DE CASOS
1. Deducir la expresión que permite calcular la densidad de flujo en un suelo
en el que θs < 1, en el supuesto de flujo unidireccional vertical.
2. Aplicarla a un flujo en régimen estacionario.
3. Interpretar la forma que toman las curvas que relacionan la conductividad
hidráulica K con el contenido de humedad o el potencial matricial h(cm)
para un suelo arcilloso (1) y para un suelo arenoso (2), de acuerdo con los
datos de Jury et al., (1991):
103 Conductividad
hidráulica
Ks cm h–1
Suelo (2)
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101

10–1

10–3

Suelo (1)
10–5

Potencial
matricial 10–7
Ψ pm cm –105 –103 –101 →

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Respuestas
1. θs es el índice de saturación o saturación relativa, que al ser inferior a la
unidad indica que Vw < Vv, es decir, el suelo no está saturado:
La necesidad de emplear derivadas parciales se debe a
∂Ψp que el potencial hidráulico es Ψp = Ψ(z, t) y al derivar res-
qz = –K(θ) 
∂z pecto a z se supone que t es constante. Por otro lado,
hay que recordar que la ley de Darcy no permite tratar t,
lo que obliga a introducir la ecuación de continuidad.
ΨH = Ψpm + z = h + z potencial hidráulico.

∂ (Ψm + z) = –K(θ) ∂Ψmp + 1 –K(θ ∂h + 1


qz = –K(θ)  p
∂z
   ∂z   ∂z 
2. El estado estacionario se caracteriza por no haber cambios en el contenido
de agua, que es independiente del tiempo:

dh + 1
qz = –K(θ)   dz 
3. De la forma de las curvas se deduce:
— La función K = K (Ψmp ) no es lineal.
— El suelo (1) es arcilloso, mientras que el (2) es arenoso. K saturada are-
noso > K saturada arcilloso, por el tamaño de poros, según pone de
manifiesto la ley de Poiseuille.
— De acuerdo con la curva característica de humedad de uno y otro suelo,
los macroporos del arenoso se vacían a potenciales matriciales más
altos que los del arcilloso, lo que hace caer su K (Ψmp ) o K (θ). A poten-
ciales bajos hay discontinuidad de poros llenos con agua y el arenoso
no presenta movimiento del agua retenida por fuerzas de adhesión.
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4. Infiltración
La infiltración designa el proceso de entrada, generalmente vertical, de agua a
través de la superficie del suelo, lo que constituye la primera etapa en el movi-
miento del agua en el suelo. Con el agua penetran en el suelo las sustancias que
lleve disueltas y en suspensión. Al iniciarse una lluvia, un riego o llegar una
corriente de agua sobre un suelo seco, la entrada tendrá lugar en condiciones no
saturadas, principalmente bajo la influencia de los gradientes de potencial matri-
cial por diferencias en el contenido de agua y, en menor medida, de la gravedad. El
estudio de la infiltración tiene interés en:

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— Proyectos de regadío:
• Transformaciones en regadío.
• Selección de equipos de riego.
• Manejo del agua de riego.
• Determinación de la pluviometría del riego por aspersión
— Estudios medioambientales:
• Degradación de suelos por erosión hídrica: estudios sobre escorrentía.
• Determinación del caudal de aguas residuales que es capaz de infiltrar un suelo.
• Mejora de suelos afectados por salinidad.
• Estudio del ciclo hidrológico.

La cantidad de agua aportada por una lluvia o por un riego condiciona el proceso,
siempre y cuando se cumpla que:

P<I P = Precipitación
I Infiltración acumulada (mm)

En aquellos casos en que la intensidad de la lluvia vaya aumentando, llegará un


momento en que el suelo no será capaz de infiltrar toda el agua que recibe:

P>I
El exceso de agua formará charcos si el terreno es llano y, si se trata de una ladera, se
movilizará a favor de la pendiente, dando lugar a escorrentía superficial. Suponiendo
que no haya evaporación ni intercepción por la vegetación, ni encharcamiento en depre-
siones se cumplirá:
P=I+E E = Escorrentía superficial
En este caso el proceso de infiltración viene controlado por las características del suelo,
en especial las de su superficie.
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Cabe distinguir los siguientes conceptos:

— Infiltración acumulada: cantidad de agua que se ha infiltrado en la unidad de super-


ficie de un suelo a lo largo de un determinado lapso de tiempo. Por ejemplo una lluvia.
I = I(t) Unidades: [L3L–2] 1 mm =1l m–2
— Velocidad de infiltración: tasa o velocidad a la que el agua entra en el suelo en
cada instante. Cantidad de agua infiltrada por unidad de superficie y de tiempo. Dis-
minuye muy rápidamente a lo largo de los primeros momentos del proceso, par-
tiendo de unas condiciones de suelo seco y tiende a estabilizarse asintóticamente a
lo largo del tiempo. Se denomina también velocidad de infiltración instantánea.

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t1
d I(t)
i(t) =  I(t) = i(t) dt
dt 0
Infiltración Velocidad
acumulada de infiltración
cm cm h–1
15 30

10 20

5 10

Tiempo Tiempo
12 14 16 18 10 12 14 h 12 14 16 18 10 12 14 h

— Velocidad de infiltración media: cantidad acumulada de agua infiltrada por unidad


de superficie a lo largo del tiempo que ha durado el proceso.
A = superficie
I(t)
im = Σ Q/A Σ t =  t = tiempo parcial
T T = tiempo total
— Velocidad de infiltración básica o final: es la velocidad de infiltración que corres-
ponde a un régimen relativamente estabilizado, lo que suele ocurrir al cabo de 3 a 5
horas de iniciado el ensayo.
lim i(t) = if [LT–1]
t →∞

4.1. Descripción cualitativa del proceso de infiltración


Partiendo de una situación inicial de suelo seco, por ejemplo Ψ pm < –2000 kPa, con un
perfil homogéneo y con igual contenido de humedad en todos sus puntos, θ0, la entrada de
agua provoca la aparición de una zona húmeda en la parte superior, mientras la inferior per-
manece seca. Ambas están separadas de forma más o menos abrupta lo que define el frente
de humectación.
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En la zona húmeda durante la infiltración se pueden diferenciar cuatro partes distintas:

— Zona saturada: corresponde a la superficie.


El contenido de humedad θv = θs
siendo el potencial: Ψ = Ψg + Ψpu dado que Ψpm = 0
La velocidad de infiltración viene condicionada por la conductividad hidráulica.
— Zona de transmisión: debajo de la anterior. Régimen no saturado, si bien θv está muy
próximo a la saturación, bastante uniforme en toda ella.
El potencial: Ψ = Ψg dado que Ψpm
0
— Zona de humectación: el contenido de humedad decrece bruscamente hasta que se
alcanza θv = θo
— Frente de humectación.

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El perfil hídrico resultante se debe al potencial hidráulico: ΨH = Ψp + Ψg que caracte-
riza el estado energético del agua en los distintos puntos del sistema.
Contenido inicial Entrada de agua
por infiltración Saturación
θ0 Contenido de agua
θ
zona de saturación
zona de transición

t0 t1 zona de transmisión

t2
frente de humectación
en el instante t2

Estado inicial del perfil hídrico Perfil hídrico a lo largo del proceso

4.2. Factores de control de la infiltración


La infiltración viene condicionada por:
— Características de la lluvia o del riego por aspersión: intensidad, tamaño de las
gotas, energía cinética de la lluvia.
— Características del suelo:
Estado de la superficie: rugosidad, sellado, encostramiento, pedregosidad, etc.
Una buena estructura del epipedión mejora la infiltración.
Existencia de grietas en suelos con arcillas expandibles.
Granulometría: los suelos arenosos tienen una velocidad de infiltración más alta.
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Conductividad hidráulica de los distintos horizontes.


Capacidad de almacenamiento de agua.
Contenido inicial de humedad.
Salinidad-sodicidad.
Suelos hidrófobos.
Cubierta vegetal.
Cubiertas artificiales.
— Características de calidad del agua:
Contenido salino.
Partículas en suspensión.
Temperatura.
Sodicidad.

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— Características del medio:
Pendiente.
Vegetación.
— Factores interferentes:
Aire atrapado, laboreo reciente.
Pisoteo: compacta la superficie del suelo, con lo que disminuye la velocidad de
infiltración, especialmente en suelos arcillosos y arcillo-arenosos. Por ella se reco-
mienda que en los campos de deportes se utilice un material arenoso con menos de
un 8% de arcilla,
Trial: compacta el terreno y hace disminuir la velocidad de infiltracción aumentando
el riesgo de erosión.

El impacto de las gotas de lluvia sobre agregados de baja estabilidad produce un efecto
salpicadura (Cap. 23). La delicuescencia y desintegración de los agregados lleva asociada
una colmatación de los huecos en una capa superficial de unos 2-5 mm de espesor. Se pro-
duce un sellado del suelo que al secarse da lugar a una costra superficial de apelmaza-
miento (Cap. 11), que hace disminuir la infiltración.
Para interpretar el comportamiento hidráulico de una costra superficial hay que recurrir
a su estudio en lámina delgada a partir de muestras inalteradas (Cap. 4). Se caracteriza por
presentar un modelo de huecos cavitarios, no comunicantes, lo que permite explicar su ine-
ficacia para la transferencia de agua. La densidad aparente de la costra es más elevada que
la del material subyacente, como resultado del relleno de huecos por material fino proce-
dente de la disgregación de los agregados. Su conductividad hidráulica también es menor
hasta unas 2000 veces, por ello y como consecuencia del sellado y de la formación de cos-
tra superficial el comportamiento hidrológico del suelo cambia de forma muy importante,
como se pone de manifiesto con las siguientes curvas:

Velocidad de
infiltración
cm h–1
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3,0

2,0

1,0 Sin sellado

Con sellado

Tiempo h
1 2 3 4 5 6 7

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Infiltración acumulada
cm

15
Sin sellado

10

5
Con sellado

Tiempo h
1 2 3 4 5 6 7

En los suelos con tendencia al sellado habrá que tener muy en cuenta este hecho en las
interpretaciones, para no sobreestimar la velocidad de infiltración a partir de los valores de las
medidas con métodos que no reflejen procesos de sellado en condiciones naturales (Cap. 11).

ESTUDIO DE CASOS

El análisis del proceso de infiltración en campo en un área con lluvias de inten-


sidad I1 = 30 mm h–1; I2 = 40 mm h–1; I3 = 50 mm h–1, permite observar que el
suministro de agua controla la infiltración en los dos primeros casos, mientras
que no ocurre así en el tercero, partiendo en todos ellos de unas condiciones
iniciales de suelo seco.
1. Explicar el proceso y acotar la velocidad de infiltración.
2. Indicar qué implicaciones tienen las lluvias con I3.
3. Interpretar los tres modelos de curvas de la velocidad de infiltración en fun-
ción del tiempo, qué se indican en la figura.
Velocidad de
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infiltración
(b)

(a)

(c)
Tiempo →

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Respuestas
1. En los dos primeros casos el régimen de lluvia hace que el aporte sea infe-
rior a la infiltración. La velocidad de infiltración se halla acotada entre I2 e I3.

2. Las lluvias con I3: P = I + E al ser P > I implica que E ≠ o (escorrentía) por
consiguiente hay riesgo de erosión.

3. a = suelo uniforme o con mayor humedad inicial que el b.


b = suelo con un horizonte superficial muy poroso.
c = suelo con sello superficial.

En todos los casos, partiendo de una situación inicial de suelo seco, la veloci-
dad de infiltración inicial es elevada ya que el agua penetra rápidamente por
efecto de la alta sortividad llenando el máximo de poros interconectados. Poste-
riormente al alcanzarse la condición de saturaciión, la velocidad de infiltración
se hace constante (∇ΨH = 1, K = Ks, lim i = Ks).
t→∞

Al efecto saturación puede sumarse al efecto sellado (menor Ks).

4.3. Modelos y ecuaciones de la infiltración


En el estudio de la infiltración se han seguido diversos enfoques según que se
basen:

— En la ecuación de Darcy:
Ecuación de infiltración del tipo Green-Ampt
— En las ecuaciones de la difusión
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Ecuación de infiltración de Philip

Las ecuaciones de la infiltración se han desarrollado para flujo horizontal y


para flujo vertical.

a) Ecuación de la infiltración para flujo horizontal. Transformación


de Boltzman
La infiltración horizontal en una columna de suelo se denomina absorción. Omi-
tiendo la fuerza de la gravedad, teniendo en cuenta la ecuación de Darcy en régimen no
saturado, la ley de Fick y la ecuación de continuidad, se puede escribir para un flujo uni-
direccional:

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∂Ψp ∂θ
qx = –K(θ)  = –D(θ) 
∂x ∂x
∂θ ∂qx
 = –
∂t ∂x
∂θ ∂
∂θ  =  D(θ) 

∂x  ∂t ∂x

Las condiciones iniciales y de con- x


torno iniciales son:
θ = θi para x > 0 y t = 0
θ = θi para x→∞ y t ≥ 0
θ = θ1 para x = 0 y t ≥ 0
Esta ecuación puede transformarse en una ecuación diferencial ordinaria realizando un
cambio de variables que introduzca la variable λ, definida mediante:
λ = xt–1/2
lo que se conoce como transformación de Boltzman. Se cumple:
∂λ ∂λ 1 1
 = t–1/2  = –  xt–3/2 = –  λt–1
∂x ∂t 2 2
de donde, suponiendo que la difusividad sea constante:

λ D dθ
–  dλ =  d 
2 ∂θ / ∂λ dλ  
las condiciones iniciales y de contorno transformadas son:
θ = θi para λi → ∞
θ = θ0 para λi = 0
Integrando queda (Koorevaar et al., 1983):
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x
θ (x, t) = θi + (θ0 – θi) erfc   2 Dt 
erfc = función de error complementario
La infiltración acumulada en el tiempo t viene dada por:

 
θ1 θ1
I(t) = xdθ = λdθ t1/2 = S t1/2
θ0 θ0

siendo: S = sortividad
I(t) = cantidad acumulada de agua infiltrada en un tiempo t
S = S (θ0, θ1, suelo)
La velocidad infiltración o infiltración instantánea
i = dI/dT = 1/2 St–1/2

372
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b) Ecuación de la infiltración para flujo vertical
En un proceso de infiltración vertical actúa el potencial gravitacional. El estudio puede
abordarse por medio de modelos empíricos y de modelos mecanicistas (Jury et al., 1991).

b.1) Modelos empíricos


Se basan en una descripción analítica del proceso a partir de datos empíricos de
campo. Proporcionan soluciones aproximadas, cuya validez depende de las hipóte-
sis de partida y del nivel de cumplimiento de las mismas en cada caso concreto.

— Ecuación de Kostiakov.
De acuerdo con este autor, la infiltración acumulada se expresa por:
I(t) = γ tα I(t) = infiltración acumulada en el tiempo t
α, γ = parámetros a determinar con los datos de campo,
dependen del tipo de suelo y varían con el tiempo.
La infiltración instantánea:
i(t) = dI/dt i(t) = α γ tα–1
Las condiciones iniciales y de contorno que se aplican con el infiltrómetro son:
t=0 α = 1/2 γ=S
t→∞ α=1 γ = K(θs) = Ks
el autor limita el uso a t ≤ (γ/Ks)1/α Ks = conductividad hidráulica a saturación.
La velocidad de infiltración media será:
im = I(t)/t = γ t(α–1)

— Ecuación de Horton.
Considera que la disminución de la velocidad de infiltración con el tiempo es de
tipo exponencial:
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i(t) = if + (i0 – if) exp (–β t) i0 = velocidad de infiltración inicial, con t = 0


if = velocidad de infiltración final (3 a 5 horas)
Ks
β = parámetro a determinar experimentalmente,
expresa la tasa de disminución de la infiltración.

i –i
0
I(t) = if t +  f
[1 – exp (– β t)]
β

b.2) Modelos mecanicistas


Los modelos mecanicistas consisten en resolver la ecuación de flujo de agua
para obtener una expresión para la velocidad de infiltración.

373
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La teoría de la infiltración ha sido estudiada de forma comprehensiva por Phi-
lip (1969), trabajo clásico al que se remite para profundizar en el tema. El flujo de
infiltración cumple la ley de Darcy en régimen no saturado:

∂θ ∂ ∂ ∂Ψ ∂ ∂h ∂
∂t ∂z ∂z ∂z ∂z ∂z 
 = –  i(t) =  K(θ)  =  K(θ)  +  K(θ)
∂z   
Ψ = Ψpm + Ψg = h+z
o bien en función de la difusividad, D(θ), de gran importancia en régimen no saturado:

∂θ ∂ ∂θ ∂
∂t ∂z ∂z ∂z 
 =  D(θ)  +  K(θ)
Philip (1969) expone un método para resolver estas ecuaciones con determina-
das condiciones de contorno.

— Modelo de infiltración de Philip (1969):


Para la infiltración horizontal
i = velocidad de infiltración horizontal.
–1/2
i = 1/2 St S = S(θ0,θi) = sortividad. Se determina experimen-
talmente. Se expresa en LT–1/2
θ0 = contenido inicial de agua.
θi = condición de contorno (contenido después de
un intervalo t).
I = St1/2 I = infiltración horizontal acumulada, cuya expre-
sión indica que el frente de humectación avanza a
razón de la raíz cuadrada del tiempo.
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Para la infiltración vertical


La solución de la ecuación de flujo permite extrapolar los resultados de la velocidad de
infiltración vertical en estado estacionario, en condiciones isotermas, en un suelo homo-
géneo. Es un modelo que se suele utilizar. La solución viene dada por la serie de poten-
cias de t1/2:
I = St1/2 + A1t + A2t3/2 + …
la aproximación con los dos primeros términos:
I = St1/2 + At I = infiltración acumulada
A = constante que depende de las propiedades del suelo ≈Ks
i = 1/2 St–1/2 + A i = velocidad de infiltración vertical, válida para los prime-
ros estadios del proceso de infiltración.

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S = S0(1 – θi/θ0) = sortividad
S0 = sortividad estándar.
A y S se determinan a partir de los datos experimentales.
— Modelo de infiltración de Green & Ampt (1911).
Es un modelo sencillo útil, que tiene la ventaja de que conduce a ecuaciones que pueden
resolverse analíticamente, tanto para flujo horizontal como vertical. Se basa en las
siguientes hipótesis:
— El suelo es homogéneo con respecto a la retención de agua y a la conductividad
hidráulica.
— El suelo está inicialmente seco con igual contenido de agua, θ0.
— El frente de humectación es neto y medible. Se pasa de una zona con θs. y Ks a una
zona con un contenido de humedad igual al inicial, θ0.
Estas hipótesis reducen el ámbito de aplicación del modelo a suelos de textura gruesa.
En este caso los resultados son suficientemente aproximados.
I (t) = –Ks
i (t) = –Ks t + ε ε = constante a determinar experimentalmente.

5. Redistribución

La infiltración del agua de lluvia o de riego hace posible que una cierta canti-
dad de agua penetre en el suelo. Para que esté a disposición de las raíces se
requiere que haya agua en el lugar adecuado y que las raíces puedan absorberla.
Esto es posible debido a que al cesar la infiltración de agua en un suelo seco, el
movimiento no cesa inmediatamente, sino que tiene lugar una redistribución del
agua hasta que el potencial hidráulico sea uniforme en el suelo.
El proceso es complicado debido a que al haber absorción y desorción apare-
cen fenómenos de histéresis, que resultan difíciles de evaluar, a lo que se añade la
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incidencia de la evaporación y de la absorción radicular. Al cesar la infiltración, el


flujo de agua en la superficie del suelo disminuye hasta cero e incluso puede alcan-
zar valores negativos si hay evaporación. El agua que se halla por encima del
frente de humectación, al cesar la infiltración, drenará por efecto de la acción de la
gravedad. A medida que va disminuyendo el gradiente de potencial hidráulico, dis-
minuye el flujo de redistribución, ya que además la conductividad hidráulica irá
siendo menor a medida que el suelo se va secando.
La redistribución tiene lugar más deprisa en un suelo arenoso que en un arci-
lloso al ser la K(θ) mayor en el primero para contenidos altos de agua.
El equilibrio no llega a alcanzarse, a no ser que haya una capa freática, ya que la
gravedad no hace posible que se alcance un estado de equilibrio. Por ello, el con-
cepto de «capacidad de campo» no tiene una base teórica firme (Koorevaar et al.,

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1983). Su significación práctica se debe a ser despreciable el flujo descendente (dre-
naje) al cabo de uno o dos días, dependiendo de las características del suelo.
La intensidad y la duración de los flujos de redistribución son los que determi-
nan la capacidad de retención de agua a disposición de las plantas en un suelo, en un
instante y a una profundidad determinada, es decir, el almacenamiento de agua en
cada momento. Durante las etapas tardías de redistribución, la evaporación a partir
de la superficie del suelo provoca el movimiento del agua del suelo en fase líquida y
de vapor, lo que supone una complicación adicional (Nielsen et al., 1972).

ESTUDIO DE CASOS
Al estudiar la influencia de la conductividad hidráulica en la infiltración, en tres
suelos homogéneos, uno arenoso, uno franco y otro arcilloso, todos ellos ini-
cialmente a una humedad correspondiente a Ψ pm = –33 kPa, se obtienen las
curvas (Hillel, 1977) que se incluyen.
Discutir la forma en que se va distribuyendo el agua en el suelo mientras dura
un proceso de infiltración, según se trate de un suelo de perfil uniforme are-
noso, franco o arcilloso, tal como se muestra en los siguientes perfiles hídricos.

Respuestas 0
0 horas
1/2
Contenido de agua 20 1
0 0,1 0,2 0,3 0,4 0,5 0,6 40 2
0
horas 3
Franco

1 60
20 2
4
Arcilloso

4 80 6
40 6
8
8 100
60 10
10 12
12 120
80
16
100 Se observa que en las condiciones iniciales
20
se cumple:
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120
θa > θF > θAr
como se corresponde a la diferente superficie
0 específica de los tres suelos.
horas 1/4
20 En relación a la cantidad de agua necesaria
1/2
para alcanzar el correspondiente valor de
40 1
saturación θs:
Arenoso

60 (θs – θ33)a < (θs –θ33)F < (θs – θ33)Ar


2

80 Las velocidades de avance de los respectivos


3 frentes de humectación evidencian que:
100
VAr > VF > Va
120 El frente de humectación es más neto en el
suelo arenoso y más gradual en el arcilloso.

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6. Determinación de las propiedades hidráulicas del suelo

Las características hidráulicas de un suelo saturado son marcadamente distin-


tas a las de un suelo no saturado. El primero transmite agua a una velocidad de
flujo mucho mayor que el segundo, por ello los métodos de medida deben ser dife-
rentes en uno y otro caso.
Las medidas pueden llevarse a cabo en laboratorio y en campo. En cualquier
caso es preferible realizar medidas, al cálculo utilizando ecuaciones y modelos
mayormente empíricos. Las propiedades hidráulicas del suelo son descritas en
obras ya clásicas, como las de Klute et al. (1986), Ghildyal y Tripathi (1986), Jury
et al. (1991), Smith y Mullins (1991), entre otras. Cabe destacar que, a lo largo de
la década de los años noventa ha habido aportaciones importantes e innovadoras
en este campo, como las de Clarke et al. (1992), Kutílek y Nielsen (1994); Mat-
hieu y Pieltain (1998), entre otras.

6.1. Medida de la conductividad hidráulica saturada


En la determinación de la conductividad hidráulica saturada se deben tomar en
consideración los siguientes aspectos:

— Finalidad para la cual se van a llevar a cabo las medidas.


— Unidades cartográficas de suelos (Cap. 21) existentes en la zona, para realizar los
ensayos de K en cada una de ellas o en las más representativas, con el número de
repeticiones recomendado en cada caso.
— Morfología del perfil y profundidad a que debe realizarse cada ensayo.
— Interés en determinar el flujo vertical y el horizontal en cada caso.
— Accesibilidad o no a la capa freática, ya que ello determina el método a utilizar.
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a) Ensayos de laboratorio
La medida de la conductividad hidráulica en laboratorio se basa en la toma
de muestras en campo, generalmente de forma que conserven su estructura ori-
ginaria, lo cual es muy difícil de lograr en la práctica. Se monta una columna,
de forma que las paredes laterales sean impermeables y se pueda hacer circular
agua en sentido vertical. Se mide el volumen percolado al cabo de cierto
tiempo. Este dispositivo se conoce como permeámetro, del que existen distin-
tos tipos:

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— Permeámetro de carga constante
Idéntico al dispositivo utilizado por Darcy. La muestra de suelo, inalterada o tamizada a
2 mm, se coloca sobre una base permeable, se satura y se hace percolar agua mante-
niendo el nivel constante durante el ensayo.
La columna de tierra tiene una altura L, excluida la capa de gravilla (Ø > 3 mm) que se
suele colocar sobre la base permeable.

Tomando como referencia la base de la columna


de suelo, el potencial hidráulico en la base y en
la parte superior de la columna será:
a
ΨH(M) = Ψp(M) + Ψz(M) = a + L = H
M H H = altura de la columna de agua, desde la base
permeable (límite inferior) hasta la superficie
L libre del agua.
ΨH(N) = Ψp(N) + Ψz(N) = 0
N
ΔΨH =H Δz = L
Aplicando la ley de Darcy
ΔΨH
V = –Ks  At V = volumen percolado en
Δz un intervalo t, general-
mente 1 hora.
QL
Ks = –  A = sección de la muestra de
ΔH suelo perpendicular a la
dirección del flujo (sec-
ción interior del tubo).

t = tiempo.
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Q = V/t

Ejemplo: Se compara el comportamiento de tres suelos

granular granular granular


estructura
simple compuesta compuesta
arenosa limosa arcillosa
textura μm
40 90 140
Percolación 475 1110 > 2000 250 50
mmh–1

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— Permeámetro de carga variable

En muestras con una baja conductividad


hidráulica, se añade agua a la superficie
de la muestra una sola vez, y se van
t0
midiendo los cambios en el nivel del agua
t1 a lo largo del tiempo. Un tubo de menor
sección facilita la lectura del nivel.

h0 h
–A’dh = A Ks  dt
h1 L

A’ = sección del tubo de lectura A


A = sección del permeámetro
L
h0, t0 = condiciones iniciales
hi, ti = condiciones en el instante i
–dh = caída del nivel de agua en el tubo
de lectura con sección A’

h
Ks  dt = flujo de agua a través del
L suelo con sección A en el
intervalo de tiempo dt.
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  dt
hi ti
dh Ks
A’  = –A 
h0 h L t0

h0 Ks
A’ ln 
hi 
=A 
L
(ti – t0)

A’ L ln (h0/ti)
Ks = 
A (ti – t0)

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— Permeámetro de momento variable (Youngs, 1991)
En este método el agua se infiltra horizontalmente al aplicar un potencial de presión
positivo a la columna.
— Conductividad hidráulica del sello superficial (Pla, 1985)
En este método se determinan los cambios en la conductividad hidráulica saturada
de una muestra disgregada de suelo a medida que se forma un sello con la aplicación
controlada de lluvia simulada (Cap. 11).

Dado que los métodos de laboratorio presentan una baja correlación con los re-
sultados de métodos de campo, se suele preferir este segundo tipo de ensayos. No
obstante, habrá que tener en cuenta que se trata de medidas puntuales, y que sus
errores sistemáticos pueden ser del orden de un 10-20 % y que la variabilidad
espacial dentro de una misma unidad cartográfica puede llegar a ser superior al
100 %, principalmente en los ensayos que afectan a los primeros 50 cm (Landon,
1984). Por ello se recomienda realizar tres o cuatro repeticiones por punto. Para
elegir un método u otro debe tenerse en cuenta que el ámbito de aplicación sea lo
más próximo posible a las condiciones en que vayan a ser utilizados los valores de
los parámetros medidos.

b) Métodos de campo

b.1. Medida de la conductividad hidráulica debajo de la capa freática

b.1.1. Método Auger-Hole


Las medidas de la conductividad hidráulica en campo, por debajo de la capa
freática, corresponden mayormente al flujo de agua en sentido horizontal, perpen-
dicular a las paredes del sondeo. El método se basa en la relación establecida entre
la curva de ascenso de agua en un sondeo y la conductividad hidráulica (Diserens,
1934; Hooghout, 1936; van Beers, 1970).
La forma de proceder es la siguiente:
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• Con una barrena de 8 a 10 cm de diámetro se practica un agujero cilíndrico (pozo)


cuyo fondo debe hallarse debajo del nivel de la capa freática.
• Antes de iniciar las medidas debe esperarse a que se estabilice el nivel de la capa freá-
tica, para poder determinar su profundidad.
• Se achica el agua del agujero para crear una depresión inicial: yo
• Se realizan sucesivas medidas del nivel del agua mientras vuelve al nivel de equili-
brio. Se suelen realizar de diez a quince medidas, hasta una cota final: yn. Las medidas
deben finalizarse antes de que el 25 % del volumen de agua achicada haya sido susti-
tuido por la entrada de agua (van Beers, 1970). En suelos arenosos o en aquellos con
elevado porcentaje de elementos gruesos no resulta aplicable este método.

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• La conductividad hidráulica se calcula utilizando la expresión:
dy C = factor que depende del radio del sondeo y de la
K=C profundidad a una capa impermeable
dt

Se han propuesto diversas expresiones para el cálculo del factor C, tales como la de
Hooghoudt, Ernst, entre otras (van Beers, 1970):

Ks = conductividad hidráulica saturada


H = profundidad del sondeo por debajo del
nivel de la capa freática
4000 r Δy
Ks =    r = radio del sondeo
H y y Δt
r 
 + 20 2 – 
H  y = distancia entre el nivel de la capa freática
y el nivel de agua en el sondeo en un
momento dado
J = profundidad a la capa impermeable, con-
tada desde la base del sondeo

Esta expresión, así como las correspondientes a otros supuestos (J = 0, por ejemplo), se
puede calcular con ordenador, si bien se han desarrollado en forma de gráfico. Para un son-
deo de 4 cm de radio y con J ≥ 0,5 H, el gráfico es:

k C
0,10 10 100 )y MEDIDA DE LA CONDUCTIVIDAD
9 90
0,09 8 )t k C HIDRÁULICA DENTRO DE LA
0,08 7 80
6 r = 4 cm 70
CAPA FREÁTICA
0,07 5
4 J > 0,5 H 10 0,056 0,4 Yn + Y0
0,06 60 72 Y=
3 12 2
0,05 50 25
14
2 30
0,04 40
16 29 H=100 100
1 18 y=29
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0,03 30 50
0,8 20
0,025 Yn 20 cm
0,6 10 Y Y0 v
0,5 25 40 cm
0,02 0,4 20 H > 20 cm H
18 )Y
0,3 30 12
16
0,015 0,2 35
14 14
12 40 10 cm 2r
J > 15 cm
45 16
0,010 0,1 10 18
0,009 9 50 20
)y
)y

0,008 8
0,007 0,05 7
0,04 60 25
0,006 6
0,03 70
) y

0,005 5 30
80
H
y

0,02
4000 r2

(H + 20r) 2 –

0,004 4
90 35
(

0,010 100 40
0,003 3 45
50
120 60
70
K=

0,002 2 80
140
90
The Auger - Hole Method 160 100
120
W. F. J. VAN BEERS 140
160
A6

0,001
cm./seg m./24 horas H= 10 20 30 40 50 60 70 80 90 100 110 120 130 140 150 160 170 180 190

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b.1.2. Método del piezómetro
Este método determina la conductividad hidráulica en suelos saturados
mediante la entrada limitada de agua. La superficie de entrada suele ser una cavi-
dad en la base del tubo piezométrico (Cap. 12), quedando revestido de forma
impermeable el resto del agujero. La manera de proceder es la siguiente:

Tubo piezómetro • Se instala un tubo piezométrico


(Cap. 12) de forma que deje una
cavidad en la base sin tubo.
• Se espera para que se estabilice el
nivel de la capa freática en el tubo
Nivel freático
y se pueda empezar a realizar las
lecturas.
• Se bombea un caudal (Q) que se
regula hasta conseguir que el des-
H
Yo nivel (H) permanezca constante
en el tiempo.
d
• La conductividad hidráulica
viene dada por:
Q
Q
K = m 
Cavidad H
L
El coeficiente m tiene dimensiones
2r [L–1] y se determina:
J
Capa impermeable

L 1
para 0 <  < 10
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m = 
2r
4πr  2L r + 1 4

L
para  > 1 m=

L
ln  +
2r  
L 2
 + 1
2r

2r 2 πL

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Este método permite medir la conductividad hidráulica en suelos con capas, al
poder localizar la zona de entrada de agua.

b.1.3. Método de los dos pozos


En este método se practican dos sondeos de igual profundidad por debajo de la
capa freática. Se bombea agua de uno de ellos hacia el otro a caudal constante, de
forma que en el primero bajará el nivel y en el segundo aumentará. En suelos
uniformes la depresión en uno de los pozos será igual a la elevación en el otro.

b.1.4. Ensayos por bombeo en pozos de grandes dimensiones


Este tipo de ensayos permite realizar medidas en zonas extensas (Kruseman &
Ridder, 1986).

b.2. Medida de la conductividad hidráulica encima de la capa freática


(zona no saturada)

b.2.1. Método Auger-Hole invertido


En lugar de bombear el agua del sondeo (Método Auger-Hole), se vierte agua
en él de manera que se mantenga un nivel constante (frasco de Mariotte) hasta
alcanzar flujo cuasi estacionario, lo que generalmente sucede a los 15-30 min. El
caudal de flujo estacionario junto con la altura constante del agua sobre el fondo
del sondeo y el radio de éste se utilizan para calcular Ks.

b.2.2. Método de infiltración


Se puede utilizar para medir Ks del suelo en su conjunto, o preferiblemente en
cada uno de sus horizontes abiertos en forma escalonada. Se basa en que:
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lim i(t) ≈ Ks
t→∞

Cuando no se utilice doble cilindro, habrá que hacer correcciones para flujo
lateral, utilizando cilindros de diferentes diámetros.
La necesidad de llegar a una mejor comprensión y predicción del movimiento
y retención del agua, aire, agroquímicos, nutrientes, contaminantes y sólidos en el
suelo ha llevado a desarrollar y comercializar métodos y equipos de medida de las
propiedades hidráulicas del suelo (Mathieu y Pieltain, 1998). Cabe destacar los
siguientes:

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b.2.3. Permeámetro de Guelph (Reynolds et al. 1985)

Mide la conductividad hidráulica «in situ», Cierre hermético Tubo entrada de aire
la conductividad hidráulica y el potencial
del agua del suelo. Es un permeámetro de
Depósito Escala graduada
carga constante, mantenida por medio de
un frasco de Mariotte, que permite medir
Presión atmosférica
la velocidad del flujo de agua en un son-
deo y en el suelo no saturado circundante.
La descripción y método de cálculo puede Sondeo
consultarse en Mathieu y Pieltain (1998)
y una discusión extensa en Elrick y Rey- H1
Bulbo
nolds (1992).
saturado
Ámbito de aplicación: suelos sin capa
freática.
El volumen de suelo afectado por la
medida es muy pequeño. El intervalo de
trabajo con los equipos disponibles en el
mercado va de 10–4 a 10–8 ms–1.

b.2.4. Permeámetro de disco (Perroux y White, 1988)

Este equipo se conoce también como infiltrómetro de multidisco (Mathieu y Pieltain,


1998); infiltrómetro de tensión (Wang et al., 1998). Mide la conductividad hidráulica satu-
rada y cerca de saturación, incluyendo o no los macroporos. Permite hacer interpretaciones
y aproximaciones de parámetros tales como sortividad, S; la difusividad, D (θ); la longitud
de la capilaridad macroscópica, λc; tamaño de poro representativo, λm; y la contribución de
las vías de flujo preferencial en la
infiltración (White et al., 1992).
Tubo para rellenar Llave Tubo capilar de Resulta adecuado para estudios de
entrada de aire
variabilidad espacial del suelo. Se
Depósito lateral de basa en la ecuación de Wooding
Cierre hermético despresurización
(1968). El flujo estabilizado, q,
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Depósito de Tubo viene dado por la expresión:


alimentación comunicación de
agua calibrado e los dos depósitos
intercambiable
4Ψpm
q = K(h0) + 
z1
2 πr
Tela de nylon
Disco
siendo:
Abrazadera

K(h0) = conductividad hidráulica


z2 saturada o cerca de saturación a
carga constante negativa, h0
z0 ≤ 0 Ψpm = potencial matricial
z0 = z2 – z1
2πr = radio del disco empleado

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Realizando dos ensayos sucesivos en un mismo suelo con discos de distinto diámetro se
pueden corregir los efectos del flujo lateral para calcular K(h0) en sentido vertical y Ψpm.
Requiere una preparación cuidadosa de la superficie del suelo en contacto con el disco.
Es un método reciente que parece llamado a un uso generalizado, ya que consume poca
agua y es cómodo de instalar. Wang et al. (1998) han estudiado la influencia del diámetro
de los discos sobre la estimación de los parámetros, indicando que la variabilidad espa-
cial del suelo y los macroporos pueden tener mayor efecto que el derivado del tamaño del
disco. Esto hace que se requieran muchas repeticiones al realizar las medidas.
Ambito de aplicación: análogo al de doble anillo. Perturba menos el suelo. El intervalo
de utilización se extiende de 10–4 a 10–7 m s–1.

b.2.5. Infiltrómetro de aspersión (Dirksen y Matula, 1994)


A través de aspersores de gran precisión se aplican láminas de agua (L3L–2) por unidad de
tiempo inferiores a la Ks del suelo, a diferentes niveles crecientes. Para cada nivel se
deberá esperar hasta alcanzar la condición de flujo estacionario (dh/dt = 0; dθ/dt = 0), lo
que se comprueba con tensiómetros para h o con sensores de humedad, tales como el
TDR, para θ, colocados a varias profundidades en el perfil. Durante la determinación, que
generalmente requiere de mucho tiempo (10 a 30 días) habrá que proteger la superficie
del suelo del efecto de sellado por impacto de gotas y de las pérdidas por evaporación.

b.2.6. Método del perfil instantáneo (KutMek y Nielsen, 1994)


Después de haber inundado una parcela inicialmente seca, la infiltración del agua y su
redistribución se realizan medidas simultáneas y frecuentes de h y θ, con tensiómetros y
sensores de humedad, tales como el TDR, a diferentes profundidades, ya sea a interva-
los constantes o bien coincidiendo con los distintos horizontes del suelo. La frecuencia
de lecturas, inicialmente cada 5 a 10 min se prolonga posteriormente a un día o más.
Para evitar pérdidas por evaporación se cubre la parcela con un material plástico.
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Aquellos métodos muy engorrosos de llevar a la práctica, tales como el


método Vergière (Bourrier, 1965), o aquellos cuyas bases científicas eran difíciles
de manejar, como el método Porchet, en el que además la cara de agua varía a lo
largo del tiempo en que se realizan las medidas, son métodos que han caido en
desuso (Mathieu y Pieltain, 1998).

c) Interpretación de la conductividad hidráulica saturada


Partiendo de ensayos de campo, realizados con repeticiones en cada punto, la
interpretación de los resultados deberá realizarse con cuidado, ya que tiene
implicaciones sobre los cálculos del balance hídrico, así como sobre el diseño de
una red de drenaje y, por ello, efectos económicos directos. Dependiendo de los
condicionantes de cada escenario, de si la agricultura es de secano (de temporal) o

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de regadío, del clima, cultivo, sistema de cultivo, la interpretación podrá ser dis-
tinta, debiendo tener en cuenta, además, tanto criterios económicos como sociales.
Suelos con el mismo valor de conductividad hidráulica, en unos casos podrán con-
siderarse drenables, mientras que en otros no, debiendo ser excluidos de un pro-
yecto en este último caso.
Teniendo en cuenta estas consideraciones, pueden utilizarse como una primera
información los criterios propuestos por diversos autores:

Conductividad hidráulica Interpretación


ms–1
FAO,1963 Kutílek&Nielsen, 1994
–6
<0,23 · 10 < 10–7 muy baja
0,23 · 10–6 - 5,8 · 10–6 10–7 - 10–6 baja
5,8 · 10–6 - 1,6 · 10–5 10–6 - 10–5 media
1,6 · 10–5 - 2.2 · 10–5 media-alta
2,2 · 10–5 - 3,5 · 10–4 10–5 - 10–4 alta
> 3,5 · 10–4 > 10–4 excesiva

Estas clasificaciones, como se ha indicado, pueden resultar problemáticas


(Kutílek y Nielsen, 1994). Los condicionantes económicos variarán de unas
zonas a otras. De forma orientativa pueden utilizarse como base los siguientes
criterios:

≤ 0,1 m día–1: drenes demasiado juntos; el drenaje resultará antieconómico por lo que
hay que recurrir a otro tipo de mejoras, como subsolado.
0,1 a 1,0 m día–1: zona crítica, ajustar con el estudio económico.
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>1,0 m día–1: drenaje rápido.

Como valores orientativos de Ks para suelos de diferentes texturas y estructu-


ras pueden citarse: 10 mm día–1 en los de textura fina; 10 a 1000 mm día–1 para
suelos con buena estructura y mayor de 1000 mm día–1 para suelos de textura
gruesa (Youngs, 1991). Las gravas tienen un KS entre 10–1 y 10 ms–1 , mientras que
una arcilla compacta de 10–11 a 10–9 ms–1.
Se puede realizar una interpretación de los valores de KS con otro enfoque,
consistente en tomar en consideración las variaciones de la conductividad hidráu-
lica dentro del perfil de un suelo. Los suelos se pueden agrupar en ocho clases
(Kutílek y Nielsen, 1994; Pla, 1998):

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1. KS no cambia sustancialmente en el perfil.
2. K del epipedión es sustancialmente mayor que en los restantes horizontes y nin-
guno de ellos tiene una KS extremadamente baja.
3. KS decrece gradualmente con la profundidad sin valores máximo y mínimo.
4. KS presenta un valor mínimo en el endopedión iluvial o en una capa compacta inme-
diatamente debajo de la capa labrada.
5. Suelo de permeabilidad alta con un desarrollo perteneciente a una de las cuatro pri-
meras clases que cubre un suelo subyacente de muy baja permeabilidad.
6. Suelo de muy baja permeabilidad con un desarrollo perteneciente a una de las cuatro
primeras clases que cubre un suelo subyacente de muy alta permeabilidad.
7. KS cambia erráticamente dentro del perfil y presentando la máxima heterogeneidad
en el sustrato del suelo.
8. Suelos que con el uso y manejo desarrollan una baja permeabilidad superficial, por
degradación de la estructura, sellado; o en capas compactas a baja profundidad
(Pla, 1998).

6.2. Medida de la velocidad de infiltración


a) Principales métodos
La determinación de la velocidad de infiltración se realiza en campo, debiendo
trabajar en unas condiciones lo más semejantes posible a las que se quiere
caracterizar: el mismo sistema de aporte de agua o de riego, igual calidad de agua
y semejante contenido de humedad inicial (Slater, 1957).
Los principales métodos utilizados para medir la velocidad de infiltración son:

— Infiltrómetro de doble anillo: Método de Müntz (Mathieu y Pieltain, 1998)


Es uno de los métodos más clásicos y usuales, si bien consume mucha agua en suelos
muy permeables y mucho tiempo en suelos poco permeables. Consiste en dos cilindros
concéntricos, uno exterior de guarda de 32 cm de diámetro, y uno de medida de unos 11
cm de diámetro; ambos de 12 cm de altura y con el borde inferior biselado. Se clavan en
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el suelo, si es necesario prehumectado para facilitar la colocación de los anillos, y en


cualquier caso evitando alterar el estado de la superficie del suelo.
El dispositivo permite mantener una lámina de agua a nivel constante sobre una superfi-
cie de extensión conocida.
Anillo metálico
ΔQ
i = 
AΔt

ΔQ = agua infiltrada
Δt = intervalo de tiempo
A = superficie

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Se requiere un dispositivo para mantener casi constante la carga de agua (frasco de
Mariotte u otro), especialmente cuando se está cerca de alcanzar una i(t) mínima, equi-
valente a Ks.
Ámbito de aplicación: para determinar la velocidad de infiltración en estudios para
riego por gravedad, en los que la lámina de agua siempre está presente.
En suelos pedregosos resulta difícil clavar los cilindros. Para tener en cuenta la variabi-
lidad espacial del suelo las medidas deben realizarse por triplicado en emplazamientos
distantes menos de 10 m y, a ser posible, cerca de una calicata descrita, para poder dis-
poner de información detallada acerca del suelo. Para la interpretación de los resultados
es conveniente hacer un muestreo para humedad a diferentes profundidades antes y des-
pués del ensayo.

— Infiltrómetro simulador de lluvia


Un dispositivo produce gotas de lluvia simulada, que caen dentro de una miniparcela de
superficie delimitada de 0,1 a 1 m2. La medida incluye el posible efecto de sellado, deri-
vado del impacto de las gotas. Permite estudiar la infiltración y la escorrentía superfi-
cial, en condiciones muy próximas a las naturales.
Existen dos tipos de simuladores de lluvia con ventajas e inconvenientes:
• Simulador de gotero: con gotas de igual diámetro y velocidad inicial cero

Entrada de agua
con regulador
manométrico
Dispositivo para
formar gotas
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Ámbito de aplicación: en estudios de infiltración de agua de lluvia en agricultura de secano,
en estudios de erosión o para riego por aspersión, pivots u otros en los que interese tener en
cuenta los cambios en i(t) derivados del estado de la superficie del suelo, en especial
sellado, inducidos por el impacto (energía cinética) de las gotas de agua de lluvia o riego.
• Simulador de aspersión: con gotas de diferentes diámetros y velocidad inicial
apreciable.
— Infiltración en surco
Se debe abrir un surco de sección regular conocida, al igual que su longitud. Se riega el
surco. Se calculan los flujos que se infiltran a lo largo del tiempo o bien los que deben
aportarse para mantener el nivel constante. Este método tiene interés en proyectos de
transformación en regadío en que vaya a utilizarse el riego por surcos. Requiere un
volumen grande de agua.
— Infiltrómetro/Permeómetro de disco (Perroux y White, 1988)
Se ha descrito anteriormente.

Para tomar datos en campo con el infiltrómetro de tensión se puede utilizar el


modelo preparado por Acuña (2003).

Datos del Infiltrómetro de tensión


Lugar de muestreo: Fecha de Muestreo: Ref.:
Muestreadores Clasificación del suelo:
Condiciones de la
superficie de suelo:
Tensión Tiempo (m) Infiltración (cmh–1) Infiltración en Humedad
el Intervalo inicial/final (TDR)
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Observaciones:

b) Interpretación de resultados de velocidad de infiltración


En la mayoría de estudios se suele expresar la velocidad de infiltración básica,
pudiendo incluir además la restante información en forma de tablas y gráficos. La
interpretación de resultados de un ensayo de infiltración es siempre delicada, por
los múltiples factores que intervienen en el proceso en el momento de realizar la
medida.

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Se pueden utilizar los siguientes criterios (Landon, 1984):

Velocidad de
Clase infiltración Interpretación
mm h–1
1 <1 Adecuado para cultivo de arroz. Con el fangueo se
debe conseguir una capa impermeable con una infil-
tración inferior a 0,2 mm h–1.
Riesgo de erosión elevado en laderas.
2 1a5 Lenta. Riesgo de erosión importante. Se pierde una
parte considerable del agua de riego. Puede haber
falta de aireación para las raíces en condiciones de
exceso de humedad.
3 5 a 20 Moderadamente lenta. Optima para riego de superficie.
4 20 a 60 Moderada. Adecuada para riego de superficie.
5 60 a 125 Moderadamente rápida. Demasiado rápida para
riego de superficie, provoca pérdidas de nutrientes
por lavado. Baja eficiencia del riego de superficie.
Se requiere riego localizado o riego por aspersión.
6 125 a 250 Rápida. Marginal para riego de superficie. Se
requiere riego localizado o riego por aspersión.
7 > 250 Muy rápida. Excesiva para riego de superficie. Se
requiere riego localizado o riego por aspersión

7. Bibliografía

7.1. Bibliografía básica


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14
Aireación del suelo

1. Aireación del suelo

Las condiciones de aireación de un suelo dependen de la eficacia en el inter-


cambio de gases entre el suelo y la atmósfera. La presencia de oxígeno resulta
imprescindible para la respiración de las raíces y de los microrganismos aerobios
que viven en el suelo.
Un suministro inadecuado de oxígeno se reflejará tanto en el coeficiente respi-
ratorio CR, como en la tasa de respiración TR.

volumen de CO2 liberado


CR = 
volumen de O2 consumido

CR = 1 en condiciones aerobias
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volumen de O2 consumido
TR = 
cm3 suelo y min

El oxígeno afecta al crecimiento al incidir sobre la absorción de nutrientes y de agua en


la mayoría de las plantas. Así se ha puesto de manifiesto, por ejemplo, al estudiar los efec-
tos de la concentración de oxígeno en el aire del suelo sobre el crecimiento de plantones del
manzano (Blake, 1974):

393
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L
L max

crecimiento relativo

0 2 4 6 8 10
% oxígeno en el aire del suelo

En condiciones de exceso de agua, únicamente pueden sobrevivir aquellos organismos


que estén adaptados a tales condiciones (Otero y Macías, 2001). El arroz (Oryza sativa) es
capaz de intercambiar gases entre las raíces y el agua a través de los tejidos de la planta, lo
que le permite vivir en condiciones de inundación.

En litorales de clima cálido, con suelos llanos y fangosos y aguas salobres relativa-
mente tranquilas, como los del Golfo de México, pueden vivir el mangle (Rhizophora man-
gle), que presenta vástagos que salen de las ramas y descienden hasta el suelo y enraizan en
él (raíces aéreas formadas por un tejido muy poroso), abundantes y con una función respi-
ratoria (aerénquimas). Tienen la capacidad de obtener y transportar oxígeno de las partes
aéreas hasta las raíces en condiciones de suelos saturados de agua.

En suelos de drenaje impedido o en aquellos en los que la velocidad de circulación del


agua es excesivamente lenta, la reposición de oxígeno es deficiente, lo que se dejará sentir
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a medida que vaya siendo utilizado durante la respiración aerobia. Se originan condiciones
reductoras y se favorece con ello el desarrollo de microorganismos anaerobios o anaerobios
facultativos. Predominarán los procesos de reducción, que pueden afectar a la movilidad de
los distintos elementos.

Dado que el oxígeno actúa de aceptor de electrones en los procesos de descomposición


de la materia orgánica, en ausencia de oxígeno microorganismos anaerobios deberán obte-
ner energía de otros aceptores secundarios. El rendimiento energético es menor en estos
casos y a veces los productos resultantes pueden ser fitotóxicos (sulfuros, nitritos, Mn2+,
entre otros), al ser estos estados reducidos más tóxicos que los estados oxidados. La humi-
ficación y mineralización de la materia orgánica se ven frenadas, por lo que se acumulará
sin apenas haber evolucionado. En ausencia de aceptores inorgánicos de electrones, los
microorganismos pueden conseguir energía a partir de la materia orgánica por fermenta-
ción, con producción de metano.

394
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La mala aireación y las condiciones reductoras que de ello se derivan pueden afectar a
un suelo desde su superficie o a parte de él. Si el nivel freático se mantiene todo el año por
debajo de una cierta profundidad, sólo se verán afectados los horizontes inferiores. En la
zona de oscilación de la capa freática habrá alternativamente condiciones oxidantes y
reductoras.
En algunos suelos, al presentar una capa impermeable a poca profundidad, y recibir agua,
puede llegar a saturarse la parte superior a dicha capa. Se forma una capa freática colgada,
generalmente de carácter temporal, que puede llegar a provocar condiciones reductoras.
En el interior de agregados pueden darse procesos de reducción de carácter local,
incluso en suelos bien aireados. En un agregado saturado de agua, la presión parcial de oxí-
geno puede llegar a alcanzar valores próximos a cero. Alrededor de una raíz, por la
demanda de oxígeno, se pueden originar unas condiciones reductoras si no hay renovación
de oxígeno. En suelos con un exceso de agua, alrededor de las raíces puede observarse una
zona reducida caracterizada por su color gris y de sección más o menos circular.
En condiciones de buena aireación, el aire del suelo presenta grandes analogías
con el atmosférico. Es una mezcla principalmente de nitrógeno (79 % en volu-
men), oxígeno y anhídrido carbónico (21 % entre ambos). La concentración de
estos últimos fluctúa grandemente según las condiciones de aireación y según la
actividad biológica.
El estudio de las condiciones de aireación o del estado de oxido-reducción de
un suelo constituye la base para llegar a entender el comportamiento de las plan-
tas, poder explicar la presencia de determinados componentes en un suelo y para
plantear unas técnicas de manejo adecuadas para suelos con exceso de agua. Debe
permitir mejorar la asignación de usos al territorio, ya sea en agronomía y silvicul-
tura (elección de especies adecuadas), en ingeniería civil (cimentaciones, necesi-
dades de bombeo), en arquitectura del paisaje (emplazamiento de campos de golf,
áreas de picnic), etc.

2. Diagnóstico del estado de óxido-reducción de un suelo


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Los procesos redox dan lugar a rasgos morfológicos muy característicos en la


parte del perfil afectada. Su identificación sirve para el diagnóstico del estado de
óxido-reducción y, en consecuencia, de las condiciones de drenaje y del medio
para la vida de las plantas. Requieren pocos años para manifestarse.
El diagnóstico en campo se basa en el color y en rasgos macromorfológicos.
Puede ser completado con el estudio de la vegetación natural y ser confirmado o
ampliado por observaciones micromorfológicas (Cap. 4) y con medidas instru-
mentales si bien más difíciles de realizar.

— Coloraciones rojizas, pardas o similares:


Suelos bien aireados, estado de oxidación máximo. Buen drenaje.

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— Colores litocromos:
Al ser heredados de la roca madre no tendrán significación respecto a las condicio-
nes redox actuales. Por ejemplo, un suelo desarrollado sobre lutitas de color gris.
— Moteados y concreciones:
Indican presencia de Fe3+ (pardo-rojizo) y Fe2+ (gris). Alternancia de condiciones
oxidantes y reductoras a lo largo del año.
Se suelen localizar en la zona de oscilación de la capa freática.
Una repetición del proceso a lo largo de años favorece el crecimiento de estas crista-
lizaciones de compuestos de hierro y de manganeso, pudiendo llegar a formarse acu-
mulaciones esferoidales de color negruzco (pisolitos).
— Colores grises, gris-verdoso y azulados:
Condiciones reductoras permanentes.
El hierro puede hallarse en forma ferrosa (color gris) o haber emigrado (decolora-
ción). En este último caso, en lámina delgada corresponderá a un edaforrasgo de
empobrecimiento.
Un color más azul que 10 Y, que cambia al exponer una muestra al aire, significa que
el hierro no ha llegado a migrar y se oxida. Esto ocurre en suelos jóvenes (Aquents).
— Manchas amarillas
Pueden corresponder a jarosita, KFe3(SO4)2(OH)6, que puede haberse formado
como consecuencia de un drenaje artificial en un suelo rico en sulfuros y con ausen-
cia de carbonato cálcico. Indica unas condiciones fuertemente oxidantes y ácidas
(suelos de sulfatos ácidos, p. e. un Fluvisol thiónico en WRB, 1998). El pH de un
horizonte sulfúrico es inferior a 3,5.

Desde un punto de vista mineralógico, los distintos colores de un moteado correspon-


den a diferentes especies mineralógicas. Los colores ocre-anaranjados son debidos a oxihi-
dróxidos férricos, tales como lepidocrocita (γ FeOOH), goetita (α FeOOH) y maghemita
deshidratada (γ Fe2 O3).
El grado de cristalinidad de la lepidocrocita es mayor si la tasa de aporte de Fe2+ es baja
y el paso a condiciones de oxidación lenta, tal como ocurre en el interior de los agregados
(Schwertman, 1985). Las motas azul-grisáceo se asocian a la presencia de vivianita y sul-
furo ferroso (FeS).
Para describir en campo el estado de óxido-reducción de un suelo de forma normali-
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zada se pueden utilizar los criterios SINEDARES (CBDSA, 1986) indicados en el Cap. 3.
La significación agrícola del diagnóstico de condiciones reductoras será dis-
tinta según que se vean afectados los 50 primeros cm del suelo o los rasgos aparez-
can a partir de esta profundidad. Por ello, tiene interés destacarlo al dar nombre a
un suelo. En el primer caso se indicará a nivel de Suborden, mientras que en el
segundo, al tener menor incidencia sobre las plantas, se reflejará a nivel de Sub-
grupo de Soil Taxonomy. En el WRB (1998) constituyen los Gleysoles.
En España, los suelos minerales con exceso de agua por causas naturales se
hallan principalmente en llanuras aluviales, deltas y marismas. Un manejo inade-
cuado del riego, o una inundación prolongada, provocada con el cultivo del arroz,
como en el delta del Ebro, marismas del Guadalquivir o en Huesca, puede también
dar origen a condiciones de hidromorfismo.

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Los suelos orgánicos de las zonas bajas se hallan en España esencialmente en
el Delta del Ebro, en los Ojos del Guadiana y en Huelva, mientras que los de zonas
húmedas de montaña se presentan principalmente en el Pirineo, en Asturias (Gue-
rrero y Polo, 1988) y Galicia.

ESTUDIO DE CASOS

Al estudiar el sistema radicular de una plantación de perales se aprecia un


cambio de orientación de vertical a horizontal a una profundidad de 42 cm. Se
desea saber cuáles son las posibles causas y cómo podría avanzarse algún
diagnóstico.

Respuestas
Para cualquier diagnóstico de calidad se requerirá abrir una calicata y estudiar
el perfil del suelo. Las causas pueden ser:

1. Que sea una característica de la especie.


2. Que haya una capa compacta. Verificar intentando clavar el cuchillo.
3. Que haya condiciones reductoras a partir de esta profundidad. Verificar si
hay síntomas de hidromorfismo.

4. Que haya un horizonte cementado, por ejemplo, un endopedión petrocál-


cico a poca profundidad.

3. Mecanismos de intercambio de gases en el suelo


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La aireación del suelo requiere mecanismos que regulen el movimiento de


gases hacia dentro y hacia fuera del suelo. La importancia de estos intercambios se
debe a los procesos químicos y biológicos sobre los que incide la presencia o
ausencia de oxígeno y la toxicidad que puede derivarse de un exceso de anhídrido
carbónico.
En la interfase suelo-atmósfera se produce un intercambio de gases de forma
que el suministro exterior hace que, en el equilibrio, la composición de la fase
gaseosa del suelo sea idéntica a la de la atmósfera exterior. El consumo continuado
de oxígeno por parte de los microorganismos y raíces, con el consiguiente des-
prendimiento de CO2, provoca diferencias de concentración que inducen una
transferencia de gases.
Los mecanismos implicados en el transporte de gases son:

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— Difusión de moléculas de un gas debido a gradientes de presión parcial o de
concentración de los componentes entre distintos puntos de la masa con
mezcla de gases.
La difusión es el mecanismo más importante en el intercambio de gases. Es un
mecanismo lento, consecuencia del movimiento térmico de las moléculas al azar,
desde los puntos de concentración alta a los de baja y que se continúa hasta que la
concentración del gas llega a ser uniforme. Las diferentes especies de moléculas
pueden estar implicadas en flujos opuestos determinados por su propia presión par-
cial, como ocurre con el CO2 y el O2, por lo que se obstaculizan entre sí.
— Flujo de masa de la mezcla de gases en su conjunto, en respuesta a gradien-
tes de presión, por cambios de temperatura; por variación en el volumen del
espacio poroso disponible, al aumentar el contenido de humedad en el suelo
el aire se ve forzado a salir de los poros; o por cambio de presión por turbu-
lencia debida al viento en la superficie del suelo.
El flujo de masa es significativo al entrar aire en el suelo al secarse éste. El coefi-
ciente de transporte para el flujo de masa viene determinado por la geometría de los
poros y por la viscosidad del aire.
— Transporte de oxígeno disuelto en el agua que circule por el suelo.
El agua del suelo puede contener pequeñas, si bien significativas, cantidades de oxí-
geno disuelto.
El transporte de oxígeno disuelto resulta importante en suelos de llanuras aluviales,
en los que la circulación de la capa freática permita asegurar un suministro ade-
cuado de O2 para la respiración de las raíces. La plantación de chopos (Populos sp.)
en suelos con capa freática exige que ésta circule para que quede asegurado un ade-
cuado suministro de oxígeno, dado que estos árboles son sensibles al encharca-
miento y a las condiciones de anoxia. En un Xerofluvent ácuico la plantación puede
ser posible, mientras que un Aquent sería un fracaso.

El intercambio de gases vendrá afectado por el grado de estructuración, la


porosidad total, y de la distribución de la porosidad entre agregados e intraagrega-
dos, el grado de comunicación entre los huecos (Cap. 4), la densidad aparente, la
compactación, la porosidad llena de aire en cada momento y por el consumo de
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oxígeno por la presencia de raíces y microorganismos aerobios. Todo ello define


las condiciones del sistema; que pueden resultar difíciles de establecer en el
campo, variando de horizonte a horizonte y con el tiempo.

4. Flujo de gases por difusión: Leyes de Fick

De los diferentes mecanismos de transporte de gases, la difusión es el de


mayor importancia para la aireación del suelo. De acuerdo con la ley de Fick, el
movimiento de gases a través del suelo por difusión en estado estacionario es
directamente proporcional al gradiente de concentración, al área de la sección dis-
ponible y al tiempo (Cap. 12):

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Para una difusión uni-dimensional:
∂C
qX = –D  = –D∇C Primera ley de Fick
∂x
donde:
qx = tasa de transferencia de gas o densidad de flujo [M L–2 T–1]
C = C (x, y, z, t) = concentración del gas difundible [M L–3], kg m–3
D = coeficiente de difusión del gas en aire libre, [L–2T–1], m2 s–1
D = D (P, t) P = presión t = temperatura
x = distancia en que tiene lugar la transferencia por difusión, [L], m
∂C
∇C =  = gradiente de concentración, siempre se considera afectado de signo
∂x menos, ya que la transferencia tiene lugar en el sentido de las concentra-
ciones decrecientes, [M L–4]

Por analogía a lo deducido en el Cap. 12 para el flujo de agua, la ecuación de continui-


dad para un flujo tridimensional se expresa como:

∂C ∂q ∂qy ∂q
x
 ∂x
 =–  +  + 
∂t
z
∂y ∂z 
y la ecuación diferencial del flujo de gases por difusión viene dada:

∂C ∂2C ∂2C ∂2C


 =D 
∂t 2
+2
+ ∂x
2
= D∇2C Segunda ley de Fick
∂y ∂z

∇2 = operador Laplaciano

En el caso en que en el elemento de volumen se genere una cantidad adicional (a) de gas
(g cm–3 s–1) debido a la actividad biológica, para hallar el equilibrio deberá tenerse en
cuenta esta circunstancia:
∂C 2
 = D∇ C + a
∂t
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El término a, en el caso de difusión del oxígeno es una función sumidero (absorción de


oxígeno por los microorganismos, por ejemplo), mientras que para el anhídrido carbó-
nico sería una función fuente (desprendimiento de CO2 por las raíces).

La difusión se verá afectada por la porosidad efectiva (εe), para tenerlo en


cuenta, se debe introducir un coeficiente. Se suele trabajar con coeficientes de
difusión relativos, al referirlos al coeficiente de difusión D0 del mismo gas en el
aire libre, en unas determinadas condiciones de contorno (Pritchard & Currie,
1982). Los valores de D0 para distintos gases son los siguientes:

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Gas D0 cm2s–1

CO2 0,139
H2O vapor 0,239
O2 0,178
H2 0,634
Valor medio en el suelo 0,200

Esta manera de proceder permite comparar el comportamiento de los gases en distintos


medios porosos. El coeficiente de difusión D puede estimarse a partir de los valores de D0,
para ello se han propuesto diversas expresiones:

D
 = difusividad relativa
D0
Penman (1940) introdujo: σ = factor de impedancia, que es función de la tor-
tuosidad de los poros y de la rugosidad de sus
superficies.
0,25 < σ < 0,5
D
 = σ (εA – b)
D0 Bolt (1970) propone valores entre 1/2 y 1\
3
para σ
εA = porosidad llena de aire
b
0,1

La fórmula simplificada utilizada por este autor es:


D
 = 0,66 εA
D0
Currie (1960, 1970) propone la expresión:
γ, μ son parámetros introducidos para tener en
cuenta la forma de los poros en materiales secos.
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D μ
 = γεA γ≤1 μ≥1
D0 En materiales húmedos γ y μ miden la continuidad
de los poros.

Cuanta mayor comunicación exista entre los poros menor será μ, ya que al irse secando
el suelo mejora la continuidad de los poros y la tortuosidad de las vías disminuye.

Millington & Quirk (1960) proponen:

εA
 
D
=  εA1,33 εT = porosidad total
D0 εT

400
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Ball y cols., 1988, proponen un modelo más simple:
D
 = εA
f
f expresa la continuidad de los poros.
D0
Medidas de campo han permitido establecer expresiones tales como (Ball & Smith, 1991):
D 1,7 D
 = εA  = 0,37 εA
D0 D0

Diversos autores han indicado que εA debe ser como mínimo de un 10 % para que
pueda haber un adecuado intercambio de gases entre el suelo y el exterior. En la práctica, el
límite para la porosidad llena de aire por encima del cual no es probable que haya condicio-
nes anaerobias dependerá de la temperatura, actividad microbiana, consumo de oxígeno por
las plantas y grado de comunicación entre los poros.
El estudio de la difusión de gases en el suelo tiene interés para poder determinar los
efectos de las distintas técnicas de laboreo, de no laboreo, de aplicación de materia orgá-
nica, de la compactación, del sellado y posterior encostramiento. El estudio de la difusión
de gases en el suelo también resulta de interés para poder explicar el comportamiento de
productos utilizados para la desinfección del suelo. El transporte de un gas desde el punto
en que se aplique al suelo tiene lugar principalmente por difusión.
En la fumigación de suelos de textura fina tiene gran importancia que los contenidos de
humedad sean bajos (Munnecke y cols., 1969), ya que el coeficiente de difusión va siendo
menor a medida que aumenta el porcentaje de poros llenos de agua; ahora bien, si la aplica-
ción es muy superficial y el contenido de humedad bajo, las pérdidas por evaporación pue-
den ser elevadas (Smelt et al., 1974).
La difusión de gases vendrá condicionada por la tasa de transferencia, por el gradiente
de concentración y por la proporción de poros llenos de aire (εA). Para el caso de la transfe-
rencia de oxígeno en un suelo, el efecto de la variación de la porosidad llena de aire (εA) y
del gradiente de concentración es lineal (Blake, 1974):

TRANSFERENCIA DE OXIGENO
L m–2 día–1
εA = 0,5 εA = 0,4
9,6
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7,2 εA = 0,3

4,8 εA = 0,2

2,4 εA = 0,1

0 GRADIENTE DE
CONCENTRACIÓN
0 0,1 0,2 0,3

401
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5. Química de los procesos redox en el suelo

Los sistemas naturales contienen elementos metálicos de transición y metaloi-


des que pueden formar iones con dos o más estados de oxidación o número de oxi-
dación. Las reacciones en las que los estados de oxidación cambian se denominan
reacciones redox e implican transferencia completa de electrones de unas especies
químicas (agentes reductores) a otras (agentes oxidantes). Se trata de procesos
reversibles que de forma genérica pueden representarse como:

Agente oxidante + mH+ + ne– s Agente reductor

Sin embargo, hay que tener en cuenta que en la naturaleza no existen electro-
nes libres y, por ello, toda oxidación (cesión de electrones) lleva asociada la
correspondiente reducción (aceptación de electrones). En el suelo las reacciones
redox afectan principalmente a O, N, Fe, Mn, S y C y, en el caso de suelos conta-
minados, pueden verse afectados otros elementos, tales como selenio, cromo, entre
otros. El agente reductor más importante en el suelo es la materia orgánica, al estar
constituida por moléculas muy reducidas.
En suelos bien aireados el oxígeno actúa como el aceptador de electrones más
fuerte y las distintas especies químicas presentan los estados de oxidación más ele-
vados (carga máxima), por ser los más estables:

Fe+2 → Fe+3 + 1e–


Mn+2 → Mn+3 + 1e– → Mn+4 + 1e–

Por el contrario, en suelos con exceso de agua (hidromorfos, carácter ácuico), el


medio se considera rico en dadores de electrones, por lo que las formas más estables
serán las reducidas. Los estados de oxidación del hierro Fe(II) y del manganeso
Mn(II) resultan más solubles, y por ello más móviles, que las formas oxidadas. No
obstante, en medios fuertemente reductores, la presencia de azufre puede dar lugar a
la precipitación de especies tales como FeS y FeS2 (pirita).
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Una reacción redox equilibrada puede considerarse constituida por dos semi-
rreacciones que describen el cambio parcial de electrones en el sistema.
La oxidación completa de la materia orgánica en el suelo dará lugar a un compuesto
más oxidado, el CO2. Si se supone una fórmula molecular promedio de C2.2 H2.2O para los
componentes orgánicos, el proceso puede representarse por dos semirreacciones.

La de oxidación será:

11 5 17
 CO2 + H + e →  C2.2H2.2O +  H2O
+ –
48 48 48

402
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En un medio aerobio el aceptor de electrones es el oxígeno:
1 1
 O2 + H + e →  H2O + energía
+ –
4 2

La reacción completa de oxidación-reducción será:

C2.2H2.2O + 2,25 O2 → 2,2 CO2 + 1,1 H2O + energía

Esta reacción muestra que la m. o. (carbono reducido) del suelo, en un medio aireado
se transforma en anhídrido carbónico y agua, vía transferencia de electrones, en un proceso
exotérmico.
Las reacciones redox progresan dependiendo de las energías libres relativas, de forma
que al alcanzarse el equilibrio, el sistema presente un mínimo de energía. La energía libre
(G) está relacionada con las constantes de equilibrio y con el potencial eléctrico o potencial
redox (Eh), de acuerdo con la expresión:

ΔG = –nFEh
donde:
ΔG = variación de energía libre
n = número de electrones intercambiados en la reacción de óxido-reducción
F = constante de Faraday
nF = cantidad de electricidad
Eh = potencial redox. Potencial eléctrico que mide cuantitativamente el poder oxi-
dante o reductor del sistema. Se expresa con relación a un valor de referencia.
La h indica que el valor está referido al electrodo de hidrógeno, para el que, por
definición, E0 = 0,00V a t = 25 °C y P = 1 atm.
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El potencial del sistema férrico/ferroso, Fe3+/Fe2+ puede determinarse:

(Fe2+)
Fe3+ + e– a Fe2+ Keq = 
(Fe3+)(e–)
La semirreacción complementaria será:

1 (PH2)1/2
H+ + e– →  H2 K=  =1
2 (H+)(e–)
La reacción completa será:
1
Fe3+ + 
2 H2 → Fe + H
2+ +

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La variación de energía libre del sistema viene dada por:

ΔG = ΔG 0r + RT 1n K

siendo:
ΔG = variación de energía libre de Gibbs
En reacciones espontáneas ΔG < 0
En el equilibrio ΔG = 0
ΔG 0r = cambio en la energía libre estandard de la reacción

ΔG 0r = ΔG 0fp – ΔG 0fr

ΔG 0f = energía libre de formación (cuyos valores están tabulados)


p = productos
r = reactivos
K = constante de equilibrio de la reacción redox

Aplicando esta expresión al sistema Fe3+/Fe2+:

(Fe2+)(H+) (Fe2+)
ΔG = ΔG 0r + RT ln  3+ = ΔG 0
r + RT ln 
(Fe ) (PH2)1/2 (Fe3+)
de donde:

(Fe2+)
–nFEh = ΔG 0r + RT ln 
(Fe3+)
La ecuación de Nernst se expresa como:

RT Ox
Eh = Eo +  ln 
nF Red
donde
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E° = potencial normal. Se define como el potencial redox del sistema, en el momento en


que las actividades de las formas oxidada y reducida son iguales. Su valor no cam-
bia con la cantidad de sustancia presente.
ΔG 0
Eo = – r
nF

El potencial redox, Eh, proporciona información acerca de la tendencia de una sustan-


cia a aceptar o a ceder electrones.
El Eh se mide electroquímicamente, mediante un potenciómetro y un electrodo de pla-
tino, lo que resulta relativamente más sencillo que la determinación de la energía libre, al
requerir ésta medidas calorimétricas. No obstante, la medida del potencial redox se res-
tringe a trabajos de investigación o al estudio de problemas muy específicos.

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Por convenio, en la semireacción que describe el cambio en el sistema redox, la forma
oxidada se escribe de la izquierda. Los valores de los potenciales normales (E0) de elec-
trodo a 25 °C y 1 atm para las principales semirreacciones que pueden darse en los suelos
se refieren al potencial de reducción, por lo que si se trata de una oxidación habrá que cam-
biar el signo. Sus valores son (Krauskoff, 1967; Ross, 1989):

E° E°
Semirreacciones Semirreacciones
mV mV
Mejor agente reductor O2 + 2H– + 2e– → H2O +0,682
1/2S + e– → 1/2S2– –0,440 Fe3– + e– → Fe2– +0,771
1/2Fe2+ + e– → 1/2Fe –0,440 NO3– + 2H– + 2e– → NO2– + 2H2O +0,850
H+ + e– → 1/2H2 0,000 O2 + 4H– + 4e– → 2H2O +1,229
1/2S + H+ + e– → 1/2H2S +0,140 MnO2 + H– + 2e– → Mn2+ + H2O +1,230
1/4CO2 + H+ + e– → C + H2O +0,210 MnO4– + 8H– + 5e– → Mn2+ + 4H2O +1,510
SO42– + 10H + 8e– → H2S + 4H2O +0,310 1/2H2O2 + H+ + e– → H2O +1,776
Mejor agente oxidante

Partiendo de unas condiciones iniciales aerobias, la reducción de elementos en


el suelo a medida que se acentúan las condiciones anaerobias sigue una secuencia
que depende del potencial redox que se vaya alcanzando. Las especies oxidadas se
hacen inestables, con una secuencia que va afectando sucesivamente al O2, NO3–,
Mn4+, Fe3+ y SO24– (Patrick y Mahapatra, 1968), lo que se corresponde con una
secuencia ecológica de los microorganismos anaerobios y a valores de Eh cada vez
más bajos.
El valor del potencial redox (Eh) de las semirreacciones permite establecer la secuencia
de reducción. Un componente empezará a reducirse cuando todas las formas oxidadas cuyos
potenciales redox sean superiores se hayan reducido previamente. De acuerdo con Bohn et
al. (1993), Krauskopf (1967) y Ross (1989), a 25 °C y 1 atmósfera de presión los potenciales
redox de las ecuaciones mitad referidos a la ecuación mitad H2-H+ y a pH = 7,0 son:

Desaparece el O2
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O2 + 4H+ + 4e– a 2H2O 820 m V



Desaparece el NO3
a

NO3 + 2e– + 2H+ NO2– + H2O 420
2+
Formación Mn
MnO2 + 2e– + 4H+ a Mn2+ + 2H2O 400
2+
Formación Fe
Fe OOH + e– + 3H+ a Fe2+ + 2H2O 170

Formación HS
SO42– + 9H+ + 6e– a HS– + 4H2O –160

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Formación de metano
CO2 + 8H+ + 8e– a CH4 + 2H2O –240
Formación de H2
2H+ + 2e– a H2 0,00 (estado de referencia)

La International Union of Pure and Applied Chemistry (IUPAC) recomienda asignar el


signo negativo al potencial Ox/Red para indicar que la forma reducida del sistema es mejor
agente reductor que el hidrógeno en condiciones normales.
Así, 1/2Fe2+ + e– → 1/2Fe Eo = –0,41 V
H+ + e– → 1/2H2 Eo = 0,00 V
Fe3++ e– → Fe2+ E°= +0,77 V

La reducción del NO3 , Mn4+ y Fe3+ se produce por la acción de bacterias anaerobias
facultativas, mientras que la de los sulfatos a sulfuros resulta de la actividad de las anaero-
bias verdaderas (Patrick, 1978).
El intervalo de valores de los potenciales redox en sistemas naturales va de 700 mV a
–300 mV. La zona límite entre condiciones aerobias y anaerobias se sitúa alrededor del
valor de Eh igual a 200 mV, las condiciones fuertemente reductoras corresponden a valores
de –250 mV.
Algunos autores (Sposito, 1989) utilizan como recurso conceptual el electrón en la
solución, para describir el estado redox del suelo. Definen la oxidabilidad de un suelo (pE)
por el logaritmo de la inversa de la actividad de electrones libres en la solución:
pE = –log (e–)
que está relacionada con el potencial del electrodo por la expresión:
F F
pE =  · Eh =  · Eh
RT ln 10 2,303 RT

ESTUDIO DE CASOS
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Atendiendo a valores de los potenciales redox discutir qué incidencia tiene la


presencia de cloruros (suelo salino) en la determinación de la materia orgánica
por oxidación con dicromato potásico en medio ácido.

Respuesta
La reacción tiene lugar espontáneamente de la forma:
2–
Cr2O7 + 6CI– + 14H+ → 3Cl2 + 2Cr3+ + 7H2O (1)

1
 Cl2 + e → Cl
– –
Eo = –1,360
2

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1 7 + 1 7
 Cr2O7 +  H + e →  Cr +  H2O
–2 – 3+
Eo = +1,330
6 3 3 6

Eoreac = Eored + Eooxid = 1,330 + 1,360 = 2,690 V

El ión cloruro se oxidará al igual que la materia orgánica, por lo que el resultado
deI análisis dará valores por exceso para la materia orgánica.

Las reacciones redox al originar iones H+ y OH– pueden generar cambios


importantes en el pH del medio (Richardson y McSween, 1989):

Nitrificación
NH4+ + 1,5 O2 → NO2– + 2H+ + H2O

Desnitrificación
H2O + NO3– + 2e– → NO2– + 2OH–
2 H2O + NO2– + 3e– → 1/2 N2 + 4OH–
11/2 H2O + NO2– + 2e– → 1/2 N2 O + 3OH–

Metabolismo oxidativo
H2O + CO2 aH2CO3

Otros aceptores de electrones para la respiración microbiana


2 H2O + MnO2 + 2e– → Mn2+ + 4OH–
Fe(OH)3 + e– → Fe2+ + 3OH–
6 H2O + SO42– + 8e– → H2S + 10OH–
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Oxidación del azufre


H2O + S + 11/2 O2 → SO42– + 2H+

Por ello, diversas propiedades de un sistema suelo-agua-mineral se ven afecta-


das por los procesos redox:
— Solubilidad mineral.
— pH del sistema.
— Reacciones de superficie.

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— Disponibilidad o presencia de ciertas especies minerales.
— Persistencia y toxicidad.
— Contenido de sales y conductividad eléctrica.
— Volatilidad de especies químicas.

6. Diagramas de estabilidad: Diagramas Eh-pH

Las reacciones redox dependen de la actividad de los electrones (Eh o pE) y de


los protones (pH), generalmente de forma lineal. Puede representarse tal relación
por medio de diagramas Eh-pH, o bien pE-pH.
Los diagramas de este tipo permiten establecer campos de estabilidad para
especies químicas y para especies microbianas, para los sistemas redox en medios
naturales y, en base a ello, poder interpretar su comportamiento en unas condicio-
nes de medio dadas. Los medios terrestres estériles se deben a condiciones de Eh y
pH desfavorables para el crecimiento de las plantas.
En sistemas naturales el límite superior de los potenciales redox viene definido por el
límite de estabilidad del agua, de acuerdo con la semirreacción:

1 1
 O2 + H + e →  H2O
+ –
Eo = +1,23 V
4 2
para la que:

0,059 (O2)1/4 (H+)


E = E° +  log  (H2O) = 1
1 (H2O)1/2

E = E° + 0,0147 log PO2 – 0,059 pH

en medios naturales PO2 = 1 atm, en contacto con la atmósfera el límite superior teórico
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de estabilidad del agua viene descrito por:

E = E° – 0,059 pH

Análogamente, el límite inferior de estabilidad del agua viene definido por:

1 1 1
 H2 +  O2 + e →  H2O

E = –0,059 pH
2 4 2

Los pH extremos en medios naturales pueden fijarse en 3 y 12, lo que permite estable-
cer la zona de estabilidad del agua en la superficie terrestre en un diagrama Eh-pH, tal
como se indica:

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Eh Eh

campo de existencia
según el límite inferior
de estabilidad del agua

0 campo de existencia 0
de sistemas naturales
según el pH
-0,2 H2O
Eh = -0,059
-0,4 H2

-0,6

-0,8

pH pH
10 12 14 16 18 10 12 14 10 12 14 16 18 10 12 14

Los campos de estabilidad del agua a 25 °C expresados en un diagrama Eh-pH son los
siguientes:
Eh
1,4

1,2

1,0
aguas O2
de mina H2 O Eh = Eo –0,059 pH
0,8

oxidante
0,6 básico

0,4
ZONA DE ESTABILIDAD DEL
AGUA EN LA SUPERFICIE
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0,2 TERRESTRE

0 ácido
reductor

-0,2 H2 O aguas salinas


H2 ricas en m.o. Eh = –0,059 pH
-0,4

-0,6

-0,8

pH
10 12 14 16 18 10 12 14

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Utilizando este enfoque se han generado los diagramas de estabilidad Eh-pH para
diversos pares redox. Por encima de la línea de estabilidad, los valores de Eh indican la per-
sistencia de especies oxidadas (p.e., SO42–), mientras que valores de Eh por debajo de la
línea de estabilidad traducen la persistencia de especies reducidas (p.e., S2–).
La movilidad del hierro y del azufre está fuertemente influenciada por el potencial
redox (Eh) y el pH. Los valores de Eh-pH condicionan la especiación y acumulación de
estos elementos en algunos horizontes o su empobrecimiento. El hierro y el azufre se com-
binan en dos minerales característicos de los suelos de sulfatos ácidos: la pirita y la jarosita.
Las relaciones estabilidad (van Breemen, 1976) se pueden poner de manifiesto por medio
del diagrama Eh-pH para la pirita, jarosita, goetita y óxido férrico:

Eh
mV

1200
pFe = 4
pSO4 = 2,3
pK = 3,3

O
JAROSITA 2 10
800 H 0k
2O Pa

400

ÓXIDO FÉRRICO
GO
ET
ITA

SU
0 SU LFA
LF TO
UR DI
O S
DIS UEL
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UE TO
LT
O
H
2 1 PIRITA
00
kP
-400 a H
2O

pH
10 12 14 16 18 10 12

Se observa que la pirita es estable en un amplio intervalo de valores de pH, siempre y


cuando las condiciones sean reductoras, Eh < 380 mV, mientras que la jarosita requiere
condiciones fuertemente oxidantes y ácidas.

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7. Medidas del estado de aireación del suelo
El diagnóstico de campo puede complementarse por medio de técnicas más avanzadas
que permiten medidas cuantitativas, por medio del estudio del potencial redox, de la tasa de
difusión de oxígeno, bien determinando la composición de la atmósfera del suelo, o la acti-
vidad biológica.
El potencial redox puede medirse con un electrodo de referencia (calometano)
más un electrodo de platino, blindado para que pueda ser utilizado en campo,
introduciéndolo directamente en el horizonte a caracterizar. Valores mayores de
cero representan el estado oxidado. Esta determinación no es tan simple como se
podría suponer y su interpretación resulta compleja.
Las dificultades y la precisión de las medidas de los potenciales redox se deben (Evan-
gelou, 1998, van Breemen, 1976) a diversas causas:

— Los electrodos pueden reaccionar con gases tales como O2 y H2S y formar revesti-
mientos de óxidos o de sulfuros, por lo que en condiciones anaerobias puede haber
dificultades derivadas del límite de detección del electrodo o por su contaminación.
— Las medidas de Eh en el suelo a menudo representan potenciales mixtos debido a la
heterogeneidad del suelo.
— Al estar implicadas diversas reacciones, algunas muy lentas, es posible que las lec-
turas no correspondan al potencial de equilibrio.
— El grado y la variabilidad de la humedad del suelo inciden sobre el valor del Eh.
— El mal contacto entre el electrodo y el suelo en condiciones anaerobias hace que las
medidas sean poco reproducibles y pueden reflejar tan solo un equilibrio muy local.
— La variabilidad espacial del suelo es muy grande, lo que hace que las medidas sean
poco representantivas.
— La reacciones redox en el suelo pueden verse afectadas por efectos específicos loca-
les de transferencia de electrones, lo que puede hacer difícil asignar un significado
absoluto a una medida de Eh.

A pesar de estas limitaciones, que resulta de interés conocer, las medidas de Eh en el


campo en suelos saturados de agua permiten detectar los cambios en las condiciones de
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anerobiosis.
El intervalo de medidas de Eh en el sistema suelo-agua va de 800 mV a –500 mV en
función de las condiciones de aireación (Evangelou, 1998):

Condiciones de medio Eh mV

Muy bien aireado 800


Bien aireado 500
Pobremente aireado 100
Muy reducido –200
Extremadamente reducido –500

Las medidas en laboratorio requieren precauciones especiales para evitar que la mues-
tra entre en contacto con el aire durante el transporte. Por todo ello, a pesar de que la

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medida del Eh, resulta de interés para prever tendencias y límites en los procesos, sólo pro-
porcionan una información cualitativa de la oxidabilidad del suelo (Sposito, 1989).
La tasa de difusión de oxígeno (TDO) se refiere a la tasa de suministro de
oxígeno a través de láminas de agua, tal como ocurre en la superficie de la raíz.
Por ello proporciona información directa de la disponibilidad de oxígeno a las raí-
ces y microrganismos.
Las medidas de la TDO se realizan recurriendo a técnicas polarigráficas con un elec-
trodo de platino (Stolzy y Letey, 1964; McIntyre, 1970). Los resultados se expresan en μg
02.cm–2 electrodo.min–1. Al aproximarse al nivel de una capa freática el espesor de las pe-
lículas de agua va siendo mayor, con lo que la TDO disminuye rápidamente. Se ha puesto
de manifiesto que la TDO es unas diez mil veces menor en el agua que en el aire, lo que
permite explicar los gradientes de concentración de oxígeno en la fase líquida, en compara-
ción con la fase gaseosa del suelo. Para la interpretación de resultados se pueden utilizar los
criterios establecidos por Bolt (1970):

TDO
< 0,2 0,2 a 0,5 > 0,5
μgcm–2 min–1

Respuesta de la Inhibición del Inhibición de ciertos Crecimiento


planta crecimiento procesos metabólicos

La composición de la atmósfera del suelo casi nunca es la causa directa de las difi-
cultades de aireación del suelo. Por otro lado, la composición de la fase gaseosa es un indi-
cador poco sensible para utilizarlo en medidas cuantitativas. No obstante, si interesa esta
metodología, la concentración de O2 en una muestra de aire del suelo puede determinarse
por cromatografía gas-líquido.
Los resultados de las medidas de la tasa de difusión de oxígeno y de composición del
aire del suelo no resultan por lo general concordantes, lo que puede deberse a que ambos
métodos miden propiedades diferentes.
Los coeficientes de difusión de gases resultan difíciles de medir en campo, por la
incertidumbre en el establecimiento de las condiciones de contorno (Ball & Smith, 1991).
Son más controlables las medidas de laboratorio, si bien en este caso el muestreo puede
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provocar perturbaciones en las muestras, por lo que se hace necesario llevar a cabo repeti-
ciones en cada determinación.
A pesar de estas dificultades la ley de Fick se utiliza para estudios de transferencia de
gases en el suelo y se han propuesto diversas soluciones (Kirkham y Powers, 1972).
La porosidad llena de aire εA en poros comunicantes proporciona una indicación del
estado probable de aireación del suelo y de su capacidad para conducir y almacenar gases
(Ball y Smith, 1991):
ρb
εA = εT – θv = 1 – [ ρs ]
– θv

Puede resultar de interés determinar εA a diversos potenciales del agua. La que corres-
ponde a –33 kPa permite calcular lo que se suele considerar macroporosidad o porosidad
fácilmente drenable.

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Los efectos de la falta de aireacióin debido al encharcamiento se dejarán sentir en el
rendimiento y si la anoxia es muy acusada la planta acabará muriendo. Salamin (1960)
indica de forma orientativa cual será el porcentaje de disminución del rendimiento de dis-
tintos cultivos según que el encharcamiento dure 3, 7, 11 ó 15 días.

ESTUDIO DE CASOS
1. Determinar la expresión para el potencial redox aplicable a sistemas que se
hallen a 25 °C y 1 atm, en el supuesto que se desee operar con logaritmos
decimales.
2. Indicar cuál será el estado de oxidación del hierro en suelos cuyo Eh se
halle entre 400 y 700 mV y en suelos con Eh entre –300 y –350 mV. ¿Cómo
evoluciona la m.o. en estas condiciones?
3. Indicar en qué condiciones de medio el Fe(II) dará lugar a las siguientes
especies FeSO4 y FeS2.
4. Explicar el distinto comportamiento del hierro en el suelo según esté for-
mando parte de una u otra especie.
5. Interpretar qué ocurrirá en una zona con terrenos anegados, que conten-
gan pirita, si se les somete a un proceso de drenaje para su utilización
agrícola, en el supuesto de que contengan caparazones de bivalvos y si
carecen de ellos y el medio fuese rico en potasio.

Respuestas
RT (Ox)
1. Eh = Eo + ln
nF (Red)
R = 8,3 J K-1 mol–1
0,0592 (Ox)
T = 298 K Eh = Eo +  log 
n (Red)
F = 96,493 C mol–1
2. Estos valores de potencial redox corresponden a suelos bien drenados, el
hierro se halla como Fe(III) y la m. o. soluble se biodegrada rápidamente.
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Por debajo de –300 mV se agota el oxígeno, el hierro está en forma de


Fe(II), el medio es muy reductor (anóxico); la m. o. se descompone mal
(formación de turberas) y la m. o. soluble se descompone por medio de fer-
mentaciones que pueden dar lugar a la formación de metano (gas con
efecto invernadero).
3. La presencia del ión sulfato indica que las condiciones reductoras no son
muy acentuadas, mientras que éstas deben ser extremas para que los sul-
furos puedan ser estables.
4. El enlace S-Fe es iónico en los sulfatos, por lo que esta especie química
será soluble y el hierro móvil, mientras que en el caso de la pirita el enlace
es covalente, la especie química permanece precipitada en el suelo y el
hierro está inmovilizado. En estas condiciones (–200 a –300 mV) se forma
un gley negro, típico de polders y de mangroves.

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5. El drenaje hará disminuir el nivel de la capa freática: mayor aireación. Los
sulfuros pasarán a ser inestables en estas condiciones, oxidándose a sulfa-
tos (Eo = 0,310 mV). En presencia de CaCO3 se irá formando yeso (CaSO4
· 2H2O) y la acidez generada por la oxidación se irá neutralizando. Por el
contrario, en el segundo caso se formará jarosita: KFe3(SO4)2(OH)6. Las
condiciones de acidez serán extremas (Cap. 2 y 17).

8. Bibliografía

8.1. Bibliografía básica


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15
Flujo de calor y temperatura del suelo

1. Régimen térmico del suelo

Los procesos físicos, químicos y biológicos de un ecosistema están fuerte-


mente influenciados por la temperatura. La importancia del calor del suelo se debe
a su papel como factor de control de la intensidad de una serie de procesos que
suelen alcanzar un máximo dentro de un cierto intervalo de temperaturas. Los
principales efectos son:

— En la planta:
Germinación: raramente tiene lugar por debajo de 5 °C. Influirá sobre la
estación de crecimiento, época de floración, fecha de la cosecha, etc.
Actividad respiratoria.
Crecimiento: escaso durante el invierno. La absorción de agua y nutrien-
tes disminuye a temperaturas extremas (altas o bajas).
Disponibilidad de agua para la planta: es mayor en suelos con mayor
contenido calor que en los suelos fríos. En éstos el agua se halla más
fuertemente retenida.
— En el suelo:
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La actividad microbiana se ve favorecida o inhibida según la tempera-


tura. Así, por ejemplo:
• La nitrificación es inhibida por las bajas temperaturas.
• La descomposición de la m.o. es menor a bajas temperaturas.
• La intensidad de la biodegradación de pesticidas varía con la tempera-
tura.
Las reacciones en una meteorización química de rocas y minerales: de
acuerdo con la ley de Vant’hoff, duplican su velocidad al aumentar 10 °C
la temperatura.
Los procesos de hielo-deshielo afectan a la meteorización física, a la
estructuración del suelo, entre otros aspectos. Los procesos de difusión y
flujo viscoso son función de la temperatura.

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La temperatura del suelo y la del aire en contacto con él están íntimamente
relacionadas. El contenido de calor en el suelo es función de las características y
estado del sistema, flujo radiante que recibe, propiedades térmicas que posee, con-
tenido de agua en sus distintos puntos. La temperatura de un compartimento del
suelo viene determinada por los intercambios energéticos con el medio exterior y
las transferencias de calor con los compartimentos contiguos. La importancia de la
temperatura ha sido reconocida por distintos sistemas de clasificación de suelos.
La introducción de régimen de temperatura del suelo como criterio taxonómico en
Soil Taxonomy (S.S.S. 1960), así lo atestigua.
A pesar de ello, se ha prestado poca atención al estudio de los efectos de la
temperatura del suelo hasta hace pocos años. El desarrollo de modelos para el cre-
cimiento de las plantas, así como los estudios sobre evapotranspiración y la telede-
tección han impulsado este tema.
En el presente capítulo se estudian los mecanismos de transmisión de calor en el
suelo, las principales propiedades térmicas, las ecuaciones de flujo de calor y sus apli-
caciones, las técnicas de medida de la temperatura del suelo, los regímenes de tempe-
ratura y se indican algunas técnicas para modificar el régimen térmico del suelo.

2. Mecanismos de transmisión de calor en el suelo


El calor puede ser transmitido de un compartimento a otro del suelo o inter-
cambiado con la atmósfera, por diversos procesos, los más importantes son la con-
ducción, la convección, la radiación, la evaporación y la condensación de agua.

— Conducción molecular o simplemente conducción, es debida a que las moléculas


al recibir calor aumentan su energía cinética de agitación térmica, lo que las hace
vibrar más rápidamente respecto a su posición media. Colisionan con las adyacentes,
a las que transfieren parte de su energía cinética, sin que haya mezcla. Como resul-
tado aumenta su temperatura. Tiene lugar afectando únicamente a la fase sólida.
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Es un mecanismo lento, que tiene importancia en la transferencia de calor en suelos


secos, así como en suelos de países fríos en los que el suelo llegue a helarse.
— Convección térmica, en este proceso el calor se propaga de un lugar a otro por
movimiento real de un fluido caliente, que actúa como portador de calor.
Al absorber calor las moléculas del fluido se expanden y con ello disminuye su den-
sidad. Las diferencias de densidad por gradientes de temperatura originan el movi-
miento por convección natural o libre.
El riego con aguas residuales calientes en un suelo inicialmente frío provoca una con-
vección forzada.
Es un mecanismo rápido que afecta tanto a la fase sólida (conducción) como a la
líquida que se desplaza (convección). Hay aquí un doble mecanismo de flujos de
agua y de calor. Es el principal proceso de transferencia de calor en suelos húmedos.

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— Radiación, la transferencia de calor tiene lugar a través del espacio por medio de
ondas electromagnéticas, emitidas por cualquier cuerpo cuya temperatura sea supe-
rior a O °K. La velocidad de propagación es muy elevada.
Es el principal proceso por el cual el suelo intercambia calor con el medio y en espe-
cial recibe calor procedente del sol en forma de energía radiante.
— Evaporación y condensación de agua, en este caso se trata de una transferencia
de calor latente. Tiene importancia en suelos que se están secando, en los que la eva-
poración dentro de ellos da lugar a un flujo de vapor hacia la atmósfera, lo que
influye en gran manera sobre el flujo de calor y el perfil de temperatura (Buchan,
1991). Aspectos a tener en cuenta al medir el flujo de calor y las propiedades térmi-
cas (de Vries y Philip,1986).

Considerar que el flujo de calor tiene lugar por medio de un único mecanismo supone
una simplificación que sólo se justifica desde un punto de vista introductorio. En la reali-
dad, el flujo de calor tiene lugar por distintos mecanismos en simultáneo y además suele ir
asociado al flujo de agua, lo que exige pasar de la ecuación de conducción «no asociada» a
modelos de flujo simultáneo de agua y calor (Buchan, 1991).

3. Propiedades térmicas del suelo

El estudio del comportamiento térmico de un suelo requiere introducir las pro-


piedades térmicas que intervienen en él, que son las de sus componentes, variando
además con el contenido de agua, la granulometría de los materiales y la forma en
que se agreguen.
La capacidad calorífica o capacidad del suelo para almacenar calor por uni-
dad de volumen o de masa y unidad de temperatura puede expresarse como:

La capacidad calorífica volumétrica definida como:


La cantidad de calor necesario para que la unidad de volumen de un suelo
aumente un grado su temperatura en condiciones isobáricas.
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1 dQ
Cv =  
V dT  J m–3 °C–1

Análogamente, la capacidad calorífica másica (calor específico):

1 dQ
Cp =  
M dT  J kg–1 °C–1

Dado que el suelo es un sistema de tres fases, y que cada una de ellas, en especial la sólida,
no es homogénea, la capacidad calorífica (Cv) para un suelo húmedo vendrá dada por:

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n
Cv = θa Cva + θw Cvw +  θsi Cvsi
i=1

Cv = ρ wb Cp = ρ (1 + θm) Cp = ρb (Cps + θm Cpw)


b

donde:
θa = fracción de volumen de la fase a
Cva = capacidad calorífica volumétrica de la fase a
a = aire, w = agua, s = sólido
ρ wb = densidad aparente en húmedo
Cp = capacidad calorífica por unidad de masa
θm = contenido de humedad másico
Cps = capacidad calorífica media por unidad de masa de constituyente

Dado que por lo general se estudia el flujo de calor a través de un volumen de suelo, Cv
resulta de mayor interés que la capacidad calorífica por unidad de masa.
Los componentes sólidos del suelo tienen calores específicos muy semejantes entre
ellos y difieren considerablemente de la m.o. y del agua, siendo despreciable el del aire. De
Vries (1986) utiliza como valores medios:

C0 M J m–3 °C–1
— Componentes minerales (promedio) 1,9
— Cuarzo 2,0
— Minerales de arcilla 2,0
— Componentes orgánicos 2,47
— Agua 4,19
— Hielo 1,93
— Aire 1,25 × 10–3

La capacidad calorífica volumétrica del suelo puede calcularse a partir de la expresión:


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Cv = 4,18 · 106 (0,46 θs + 0,60 θa + θw) J m–3 °C–1


θw = εT – θa εT = porosidad

La organización del suelo en horizontes (Cap. 2) lleva a considerar separadamente cada


uno de ellos en el cálculo de la capacidad calorífica de un suelo, y ésta variará considera-
blemente según el contenido de agua a lo largo del tiempo.
La conductividad térmica (λ) o coeficiente de Fourier expresa:

La capacidad del suelo para transferir calor por conductividad molecular. Tiene lugar
cuando distintas partes del suelo se hallan a temperaturas diferentes y el calor se trans-
fiere de los puntos de mayor a las de menor temperatura. →

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Se puede definir como la cantidad de calor (J) transferida por conducción en la uni-
dad de tiempo (s), a través de una lámina de 1 cm de espesor y 1 cm2 de superficie iso-
terma, cuando existe un gradiente de temperatura de 1 °C entre las dos caras.
Si el medio no es isótropo, la conductividad térmica vendrá caracterizada por las
conductividades λx, λy, λz en las direcciones de los ejes cartesianos.
Si el medio no es homogéneo, λx, λy, λz serán distintas en cada punto.
En un medio isótropo y homogéneo λx = λy = λz = λ.
En unidades SI se expresa en J m–2 s–1 °C–1 1 J s–1 = 1 W.

La conductividad térmica depende de:

— Composición de las tres fases del suelo.


— Forma y tamaño de los granos.
— Organización de los granos: estructura.
— Contacto en interfase.
— Contenido de agua (cuanto mayor es θa, menor es λ).

La influencia del agua se debe a que aumenta la superficie de contacto entre


partículas:

Seco λs

Película de agua
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Húmedo λw

λw > λs

La relación entre la conductividad térmica del cuarzo en masa, el agua y el aire


es: 333:23:1. La relación entre el cuarzo en masa, la arena de cuarzo húmeda y la
arena seca es de 200:40:7.
La conductividad térmica de los distintos componentes de la fase sólida es del
mismo orden de magnitud, por ello las diferencias que se observan en las medidas
deben interpretarse, para un mismo contenido de humedad, como debidas al grado
de empaquetamiento y a la porosidad del sistema:

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Conductividad
térmica
J m–2 s–1 °C–1 Arena fina
2,5

2,0

Limo
1,5

1,0

Arcilla
0,5

M.O. (turba)

10 20 30 40 Contenido de humedad %

La difusividad térmica (DT) expresa la inercia térmica del suelo, medida


como la variación de temperatura debido al flujo de calor.
λ
DT = 
Cv
En unidades SI se expresa como [L2 T–1] en m2 s–1

ESTUDIO DE CASOS
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1. Discutir como variará la conductividad térmica (λ) de un epipedión por


efecto del pisoteo del ganado.

2. Cómo influye el valor de λ en el almacenamiento de calor en el suelo y en el


caso de suelos contiguos, por qué uno puede ser demasiado frío durante la
noche y demasiado cálido durante el día, mientras que el otro tenga tempe-
raturas mucho menos contrastadas.

3. Deducir la ecuación de dimensiones de la difusividad térmica.

4. Analizar la influencia que puede tener el contenido de humedad del suelo


en primavera, sobre el reinicio de la actividad biológica en ecosistemas
cuyos suelos tengan el mismo régimen térmico.

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Respuestas

1. El pisoteo del ganado compacta el suelo, con lo que aumenta la densidad


aparente y con ello la conductividad térmica.

2. El valor de la conductividad térmica depende del contenido de humedad,


por lo que ambos suelos deben presentar distinto contenido de humedad,
por ejemplo.
λ
3. DT =   [DT] = [L2 T–1]
Cv
4. El calentamiento del suelo en primavera será tanto más lento cuanto mayor
sea su contenido de humedad. Los suelos húmedos serán más fríos durante
más tiempo a la salida del invierno, por lo que la actividad biológica se verá
retrasada, y el período de crecimiento será menor.

4. Ecuación de flujo de calor por conducción

El suelo, al ser un sistema dinámico de tres fases, organizado en horizontes,


transfiere calor de una forma compleja, por lo que en la presente exposición se
recurre a una serie de hipótesis restrictivas:

— El flujo de calor es por conducción (predominante en suelos secos). Se ajusta bas-


tante bien a los resultados experimentales, si bien hay que tener en cuenta que en
condiciones de campo con suelos húmedos, la convección térmica tiene lugar
simultáneamente, por lo que habrá que utilizar ecuaciones que asocien ambos pro-
cesos.
— El volumen de suelo considerado es isótropo y homogéneo, si bien cambia por seg-
mentos verticales.
— Los parámetros físicos del sistema son constantes en cada segmento.
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— No hay transferencias de componentes, agua u otras.


— Las variaciones de volumen debidas a los cambios de temperatura son despreciables.
— No hay radiación de calor.
— No se genera calor dentro del volumen considerado.

El flujo de calor en el suelo Q = f(x, y, z, t) viene regido por la ley de Fourier:

dQs ∂T λ = conductividad térmica J m–2 s–1


 = qs = –λ 
dt ∂s Qs = cantidad de calor transmitido en la dirección s,
por unidad de tiempo y unidad de área (J s–1).

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La ley de conservación de la energía resulta de aplicación al flujo de calor. En un volu-
men elemental de suelo dv se cumple:

dQ = dQ1 + dQ2
qz + dz
qy + dy donde:

dQ = variación de energía interna


del material de suelo conte-
qx dz qx + dx nido en el elemento de volu-
Z men (dv) en el tiempo (dt)
dy Y
dx dQ1 = cantidad de calor introdu-
qy X cido por conducción por el
qz
dv en dt.

x x + dx dQ2 = cantidad de calor generado


en el dv en dt.

dv = dx dy dz

La cantidad de calor introducido en la dirección del eje x en dt es:


dQx
 = qx dy dz
dt
qx = densidad de flujo: cantidad de calor transmitida a través de la superficie isoterma,
por unidad de área y de tiempo. Es proporcional al gradiente de temperatura.

La cantidad de calor que sale por la cara opuesta es:

dQx+dx = qx+dx dy dz dt
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EL total acumulado es:

dQx1 = dQx – dQx+dx = (qx – qx+dx) dy dz dt

La función qx+dx es continua y derivable en el intervalo [x, x + dx], por ello admite desa-
rrollo en serie de Taylor, que vendrá dado por:
∂qx 1 ∂2qx
qx+dx = qx +  dx +   (dx)2 + …
∂x 2! ∂x2
Despreciando infinitésimos de orden igual o superior a 2, se tendrá:
∂qx
dQx1 = –  dx dy dz dt
∂x

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Análogamente
∂qy
dQy1 = –  dy dx dz dt
∂y
∂qz
dQz1 = –  dz dx dy dt
∂z
Por tanto, para un flujo de calor tridimensional:

 
∂qx ∂qy ∂qz ∂q
dQ1 = dQx1 + dQy1 + dQz1 = –  +  +  dx dy dz dt = –  dv dt
∂x ∂y ∂z ∂s
Si en el volumen se genera calor, como es el caso de suelos con cambios de fase de agua:

dQ2 = qv dv dt

qv = capacidad de las fuentes internas para generar calor, por unidad de volumen y uni-
dad de tiempo.
T = temperatura
T = f(x, y, z, t)
La variación de energía interna viene dada por:

∂T
dQ = Cv  · dt · dv = dQ1 + dQ2
∂t
de donde:

 
∂T ∂qx ∂qy ∂qz
Cv  dt dv = –  +  +  dv dt + qv dv dt
∂t ∂x ∂y ∂z
Teniendo en cuenta la ley de Fourier, resulta:
∂T ∂T ∂T
qx = –λx  qy = –λy  qx = –λz 
∂x ∂y ∂z
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con lo cual:

∂qx ∂2T ∂qy ∂2T ∂qz ∂2T


 = –λx   = –λy   = –λz 
∂x ∂x2 ∂y ∂y2 ∂z ∂z2
de donde resulta:

1 ∂2T ∂2T ∂2T qv


 
∂T
 =  λx  2
+ λ y  2
+ λz 2
+ 
∂t Cv ∂x ∂y ∂z Cv
∂T λ ∂2T qv ∂2T qv
 =  2
+  = DT  
2
+ 
∂t Cv ∂s Cv ∂s Cv

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Recordando que

∂2 ∂2 ∂2
∇2 =  +  + 
∂x2 ∂y2 ∂x2

es el laplaciano u operador de Laplace, la expresión de la variación de la temperatura en


cada punto del sistema en función del tiempo, y con independencia de la difusión de
agua que en condiciones de campo tiene lugar en simultáneo, será:

Ecuación diferencial del flujo de calor por con-


∂T qv ducción.
 = DT∇2T + 
∂t Cv Segunda ley de Fourier.

Cuanto mayor sea el valor de la difusividad térmica, DT, más rápidamente se igualará la
temperatura en todos los puntos del sistema.

Para un flujo unidireccional y sin producción de calor dentro del volumen considerado,
se tendrá:

∂T ∂2T
 = DT  [1]
∂t ∂x2

5. Soluciones de la ecuación de flujo de calor por


conducción

La ecuación del flujo de calor permite abordar problemas de flujo de calor en


estado estacionario en columnas de suelo seco o en condiciones de saturación. El
estudio de los cambios de temperatura a lo largo del año y de las propiedades tér-
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micas del suelo con cambios constantes de la temperatura constituye una aplica-
ción en régimen no estacionario (Jury y cols., 1991).

5.1. Métodos analíticos


Las soluciones analíticas requieren asumir ciertas simplificaciones, por lo que
se considerarán dos supuestos: conducción en estado estacionario y en régimen no
estacionario.

a) Conducción en estado estacionario (régimen permanente)


En este caso, las variaciones con respecto al tiempo son nulas, y si se supone que no
hay fuentes internas de calor, se cumplirá:

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T = f(x, y, z, t)

∂T qv
 = 0  = 0 luego DT∇2T = 0
∂t Cv

La transmisión de calor a través del plano que limita dos horizontes (superficie iso-
terma) constituye un flujo unidimensional de este tipo. La cantidad de calor que atra-
viese dicha superficie viene dada por la expresión:

q ∂T
0 1 qz = –λ 
T ∂z
Siendo las condiciones de contorno:
d
Z=0 T(0) = T1

2 Z=d T(d) = T2

La solución consiste en encontrar la expresión de la distribución de temperaturas en


función de la profundidad z.

Al haber una sola variable independiente se puede trabajar con la derivada ordinaria:
d2T
 =0
dz2
Integrando dos veces:

T = C1z + C2 C1 C2 constantes de integración


Las condiciones de contorno permiten encontrar las constantes de integración.
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T(0) = T1

T(d) = T2
de donde:
C2 = T1

T2 – T1
C1 =  
d

T2 – T1
con lo que, la solución es T(Z) =   z + T1 (0 ≤ z ≤ d)
d

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Para un suelo con distintos horizontes, se puede establecer la conductividad
térmica equivalente.
n
 di donde: di = espesor del horizonte i
λ eq =  i=1 λi = conductividad térmica del horizonte i
n di
 λ n = número de horizontes
i=1 i

ESTUDIO DE CASOS
En un suelo cuyo perfil puede considerarse homogéneo desde un punto de
vista de su comportamiento térmico y en estado seco, se mide la temperatura
en su superficie z = 0, t = 25 °C y a una profundidad z =1,6 m, t =12 °C. Consi-
derando que la temperatura no variase con el tiempo, se quiere:

a) Hallar la expresión de su variación con la profundidad.

b) Determinar la expresión para calcular el flujo de calor por unidad de área.

Respuestas
a) Se trata de una situación de estado estacionario, sin fuentes internas de calor.
T
∂T
 = DT∇2T = 0
∂t T1 T = C1 z + C2 C1 = tg θ
2
∂T
∇2T =  =0
∂z2 θ

T = C1z + C2

Con las condiciones de contorno Z


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dadas:

z=0 t1 = 25 °C C2 = 25

z = 1,6 t2 = 12 °C  C1 = –8,125

T = –8,125z + 25 perfil de temperaturas

b)
∂T qz = 8,125 λ
qz = –λ  no depende del valor absoluto de
∂z las temperaturas, sino del gra-
diente de temperaturas.

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b) Conducción en régimen no estacionario: Aproximación sinusoidal
La radiación solar calienta la superficie del suelo durante el día y ésta se enfría
a lo largo de la noche. Los datos experimentales han puesto de manifiesto que la
variación de la temperatura sigue un modelo sinusoidal. La amplitud no es cons-
tante, sino que existe un efecto de amortiguamiento en función de la profundidad.
La profundidad máxima de penetración es aquella a la que la amplitud es 1/100 de
la amplitud de la variación de la temperatura en la superficie del suelo.
Por lo general, se considera que la parte del suelo situada a 50 cm o más sólo se ve
afectada por las oscilaciones estacionales de temperatura, pero no por los cambios a lo
largo del día. Por ello se toma la profundidad de 50 cm como referencia para establecer el
regimen de temperatura del suelo, como muestran las siguientes curvas:

20
Franco
arenoso
seco

15
Temperatura
de la superficie
Temperatura del suelo °C

del suelo

10

50 cm

5
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0 6 12 18 24 horas

En régimen transitorio, la temperatura (T) varía con el tiempo:

T = f(x, y, z, t)

∂T
 ≠ 0
∂t →

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Con un suelo homogéneo y suponiendo que los puntos situados a una misma profun-
didad definen un plano isotermo, la temperatura T es independiente de (y, x) y en ausen-
cia de producción de calor en el volumen considerado:

∂T ∂2T
 = DT  [1]
∂t ∂z2
las condiciones de contorno:
T(0, t) = A0 sen wt para t ≥ 0
siendo A0 = amplitud de la senoide en la superficie del suelo.
lim T(z, t) = 0 para t ≥ 0 al ser amortiguada y Ta = 0
z→∞
Ta = temperatura media en el perfil durante el período, que
podría considerarse distinta de cero.
T(0, t) = A0 t = 13 horas después de t = 0 (se supone que la temperatura
máxima en la superficie del
suelo ocurre al mediodía solar).
p = 24 horas (Período para una onda diurna).
w = 2π/p.

Al integrar la ecuación:
∂T ∂2T
 = DT 
∂t ∂z2

utilizando la técnica de separación de variables, esto es, suponiendo que existe una solu-
ción T(z, t) = f(z) g(t), para integrar la ecuación diferencial, con las condiciones de con-
torno indicadas. Con ello:

]
T(z, t) = f(z) g(t)
∂T
 = f(z) g’(t) f(z) g’(t) = D g(t) f’’(z)
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∂t
∂T → 1 g’(t) f’’(z)
 = g(t) f’(z)   = 
∂t D g(t) f(z)
∂T
 = g(t) f’’(z)
∂t

Al ser g(t) sólo función de t, y f(z) sólo de z, ambos miembros de la ecuación deben ser
iguales a una constante: r
g’(t) – D rg(t) = 0

f’’(z) – r f(z) = 0

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integrando:
g’(t)
 = Dr → ln g(t) = Drt + cte
g(t)
g(t) = eDrt+cte
g(t) = AeDrt

Para integrar la ecuación lineal homogénea


f’’(z) – rf(z) = 0
2
su ecuación característica es x – r = 0 y las raíces de ésta son:
x1 = r i, x2 = – r i
por consiguiente, la solución de la ecuación diferencial es:
f(z) = C1 ezr + C2e–zr
En definitiva, la solución general de la ecuación [1] será:


T(z, t) = C1 ezr + C2e–zr A eDrt 
Para calcular las constantes se tienen en cuenta las condiciones de contorno:

t≥0 lim T(z, t) = 0 → C1 = 0


z→∞

T(z, t) = GeDrt e–zr


luego:

Por la primera condición debe cumplirse


T(0, t) = GeDrt = A0 sen ωt
para ello, el argumento de la función exponencial debe ser imaginario puro y entonces
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ω
Dr = iω r = i 
D
Con ello:
T(z, t) = G eiωt e –z i  Dω
teniendo en cuenta que

π π π 1/2 π 1 1 1+i
i = i1/2 = cos  + i sen  = cos  + i sen  =  + i  = 
2 2 4 4 2 2 2
se obtiene

T(z, t) = G eiωt e –z(1+i)  2ω


D G e –z 2
 
ω
D 2ω
e iωt–z D

=

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D cos ωt – z 
 2ω 2ω
 + i sen ωt – z 

D D 

= G e –z 

De las dos soluciones combinadas linealmente, se tomará la solución imaginaria, por


ser la senodial:

T(z, t) = G e –z 
2 ω
D sen ωt – z

  2ω
D


Para la condición de contorno indicada anteriormente:


z=0 T(0, t) = G sen ωt
t≥0 ] T(z, t) = A0 sen ωt
G = A0

Finalmente, la solución de la ecuación [1] es:

T(z, t) = A0 e –z 2

ω
D sen ωt – z   2ω
D


Al ser una sinusoide multiplicada por una exponencial, da una senoide amortiguada
con la profundidad, lo que se corresponde con los datos experimentales.

T
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Si Ta ≠ 0
ω ω
   sen ωt – z 2D 
1/2 1/2
T(z, t) = Ta + MA0 exp – z 
2D

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5.2. Métodos numéricos
Para integrar la ecuación diferencial del flujo de calor por conducción [1]:
∂T ∂2T
 = DT 
∂t ∂z2
con condiciones de contorno e iniciales más complicadas y sin hipótesis restricti-
vas, deben usarse los denominados métodos numéricos; presentan la ventaja de
permitir incorporar las propiedades térmicas que dependen de las condiciones par-
ticulares del suelo y del agua, así como las temperaturas de superficie que son fun-
ciones complicadas del espacio y del tiempo.
La aplicación de los métodos numéricos se basa en el siguiente procedimiento. El volu-
men de suelo se discretiza, esto es, se divide en un conjunto finito de elementos de volumen
de profundidad Δz, separados por superficies frontera o nodos; también se discretiza el
intervalo de tiempo, el cual se divide en subintervalos de amplitud Δt. Con ello, una ecua-
ción diferencial se convierte en un sistema de ecuaciones algebraicas, una para cada ele-
mento, incluyendo las condiciones de contorno correspondientes a la superficie del suelo y
al límite inferior del elemento de volumen.
Los valores Δz y Δt reciben el nombre de paso de la discretización; si el paso es
constante, el método se denomina de paso fijo y en caso contrario, de paso variable.
Estos últimos se emplean a menudo para ahorrar tiempo de cálculo: el paso Δz se incre-
menta a medida que aumenta la profundidad del perfil; también puede aumentarse Δt a
medida que se abandona el régimen transitorio. Es recomendable elegir el paso Δt de
(Δz)2
modo que se cumpla Δt < , con el fin de garantizar la convergencia y estabilidad
del método. 2D T

Los métodos informáticos de cálculo existentes en la actualidad, permiten abordar el


gran número de operaciones necesarias para resolver una cantidad importante de ecuaciones,
obtenidas al efectuar una discretización lo suficientemente «fina» como para aproximar
satisfactoriamente la solución de la ecuación diferencial; sin la existencia de estos métodos
informáticos de cálculo sería impensable el planteamiento de los métodos numéricos.
Los métodos numéricos empleados más habitualmente son: los de diferencias finitas,
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los de elementos finitos y los de analogía eléctrica; la diferencia entre ellos estriba en el pro-
cedimiento mediante el cual se divide el retículo espacio-temporal, las variables principales
que se adoptan o el afinado de la integración respecto al tiempo. Con mayor precisión:

— Métodos de diferencias finitas.


Se utilizan elementos infinitesimales y se supone que el incremento de tiempo Δt es
lo suficientemente pequeño como para que las variables puedan considerarse cons-
tantes en el interior de cada elemento infinitesimal; con ello, las diferenciales de las
funciones pueden sustituirse por sus incrementos (diferencias finitas).
— Métodos de elementos finitos.
Se consideran elementos de tamaño finito, en los cuales la variación de las variables
básicas a lo largo de cada elemento se considera constante (por ejemplo, flujo de

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calor constante, variación lineal de temperatura,...). Este método optimiza el tiempo
de cálculo al reducir el número de nodos.
— Métodos de analogía eléctrica.
Se sustituyen elementos de tamaño finito del medio real, por circuitos eléctricos con
resistencias y condensadores conectados adecuadamente para que su comporta-
miento resulte análogo al del suelo, es decir, las ecuaciones que describen el sistema
eléctrico, son las mismas que las que describen el flujo de calor en el suelo.

La descripción realizada es necesariamente muy esquemática; los métodos numéricos


son objeto de estudio de una rama muy importante de la Matemática Aplicada, denominada
Análisis Numérico (Vol Kov, 1990, Scheid & di Constanzo, 1991).

ESTUDIO DE CASOS
Método de diferencias finitas.
Considérese un suelo de difusividad térmica DT=16 cm2/h y en él un volumen
de 1,20 m de profundidad, en el cual tiene lugar un flujo vertical de calor. A las 0
horas, se sabe por lectura de geotermómetros, que cada 10 cm de profundidad,
la temperatura T del suelo medida en grados centígrados vale: 18,5; 21,7; 23,1;
24,2; 22,9; 20,4; 18,1; 16,5; 15,4; 14,8; 14,5; 14,3; 14,2. En superficie, la tempe-
ratura medida cada 3 h a lo largo del día registra las siguientes lecturas: 18,5;
16,2;15,6; 20,6; 32,0; 38,1; 31,9; 24,9; 21,6. También se comprueba que la tem-
peratura del suelo permanece constante a 14,2 °C a 100 cm de profundidad. Se
trata de encontrar la distribución de temperaturas en el volumen de suelo a lo
largo del tiempo.

Respuestas

Si se toma Δz = 10 cm, resultan 12 elementos de volumen en el suelo y 13


nodos para la variable profundidad del perfil, z; si se considera Δt = 3 h, resultan
8 subintervalos y 9 nodos para la variable tiempo, t. Se indicará abreviada-
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mente por T(i, j) el valor de la temperatura en el punto (iΔz, jΔt). En virtud de


esta discretización del volumen de suelo y del intervalo de tiempo, se cumple:

[ z0 = 0
zi + 1 = zi + 10 0 ≤ i ≤ 12 [ t0 = 0
tj + 1 = tj + 3 0≤j≤8

Se trata de obtener en cada elemento la ecuación en diferencias finitas asocia-


das a la ecuación diferencial [1] y, por tanto, al sistema de ecuaciones que per-
mita encontrar la distribución de temperaturas en el perfil a lo largo del tiempo.
La aproximación de la derivada parcial ∂T/∂t mediante cocientes de diferencias
finitas es:

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∂T T(i, j +1) – T(i, j)
 (i, j) = DT 
∂t Δt

∂2T
y la derivada parcial de segundo orden  se aproxima mediante:
∂z2

T(i + 1, j) – T(i, j) T(i, j) – T(i – 1, j)


  –  T(i + 1, j) + T(i – 1, j) – 2T(i, j)
∂2T Δz Δz
 2
(i, j) =  = 
∂z Δz (Δz)2

Así pues, la ecuación en diferencias asociada a [1] es:

T(i, j + 1) – T(i, j) T(i + 1, j) + T(i – 1, j) – 2T(i, j)


 = 
Δt (Δz)2
Δt
Designando por α = DT 
(Δz)2

se obtiene:
T(i, j + 1) = α[T(i + 1, j) + T(i – 1, j)] + (1 – 2α) T(i, j)

En este caso el valor de α es:


3
α = 16  = 0,48
102
con lo que se obtiene:
0 ≤ i ≤ 12
T(i, j + 1) = 0,48[T(i + 1, j) + T(i –1, j)] + 0,04 T(i, j);
0≤j≤8

que permite el cálculo de la distribución de temperaturas buscada. El resultado


de dicha distribución de temperaturas a lo largo del perfil y del tiempo es:
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t(h)
z (cm) 0 3 6 9 12 15 18 21 24

0 18,5 16,2 15,6 20,6 32,0 38,1 31,9 24,9 21,6


10 21,7 20,8 19,6 18,8 20,8 26,0 29,4 27,7 25,1
20 23,1 22,9 21,9 21,1 20,4 21,0 23,3 25,0 24,8
30 24,2 23,0 22,6 21,9 21,3 20,8 20,8 21,8 22,6
40 22,9 22,3 21,8 21,5 21,1 20,7 20,4 20,3 20,7
50 20,4 20,5 20,5 20,2 20,1 19,9 19,7 19,6 19,5
60 18,1 18,4 18,6 18,7 18,7 18,7 18,7 18,6 18,6
70 16,5 17,7 17,0 17,2 17,3 17,4 17,5 17,5 17,5
80 15,4 15,6 15,8 16,0 16,2 16,3 16,4 16,5 16,5
90 14,8 14,9 15,0 15,2 15,3 15,4 15,5 15,6 15,7
100 14,5 14,5 14,6 14,6 14,7 14,8 14,8 15,0 15,0
110 14,3 14,3 14,3 14,3 14,3 14,4 14,5 14,5 14,6
120 14,2 14,2 14,2 14,2 14,2 14,2 14,2 14,2 14,2

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6. Flujos acoplados

6.1. Flujos de calor y agua


Si bien resulta simplificador considerar separadamente los flujos de calor debidos a los
distintos mecanismos actuantes, en el suelo el proceso de transferencia de calor general-
mente no tiene lugar de este modo. En la práctica, el suelo raramente está totalmente seco
(flujo por conducción) o totalmente saturado de agua (flujo por convección). Al existir una
parte de la porosidad total que está llena de aire, θa, el agua puede evaporarse en ella, con lo
que en el flujo total de calor sensible, QT intervendrán tanto la fase líquida, como la fase de
vapor de agua, con acople de flujos por conducción (difusión), QD, y por convección, Qv:
→ → →
QT = QD + Qv
Las interacciones entre el flujo de calor y el flujo de agua líquida pueden considerarse
generalmente despreciables (de Vries, 1986), pero no así las existentes entre el flujo de
calor y el flujo de vapor de agua.
La existencia de gradientes de temperatura inducen flujo de agua por su efecto sobre la
tensión superficial (fase líquida) y sobre la presión de vapor (fase de vapor), mientras que
los gradientes de potencial del agua inducen flujo de calor por su efecto sobre el flujo de
vapor de agua y el flujo de líquido (Buchan, 1991).
Los efectos combinados de los gradientes de temperatura y de potencial del agua hacen
que haya una interacción entre el flujo de calor y el flujo de agua.
De acuerdo con la ley de Fourier, el flujo de calor sensible transferido por conducción
o difusión térmica puede describirse por:
∂T
QD = –λ 
∂s
Los flujos de vapor de agua pueden considerarse como la suma de un flujo térmico
(QVT) y de un flujo isotermo (QVP):

de
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Qv = –Dv  = QVT + Qv
dz

 
dT
QVT = – η Dv hs  Transporte de calor latente por transferencia
dz de vapor regida térmicamente

 
dh
QVP = –Dv es (T)  Transferencia de calor latente regida por el
dz potencial de agua
donde:
e = presión de vapor actual en la fase gaseosa
es(T) = presión de saturación de vapor
des
s =  = pendiente de la curva de presión de saturación de vapor
dt →

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e
h =  = humedad relativa
es
Dv = α θaυ Dva = difusividad aparente de vapor en el aire del suelo
Dva = difusividad en la masa de aire
θa = εA = porosidad llena de aire
α=τ = factor tortuosidad del espacio de poros
p
υ=  = factor de flujo de masa
p–e
p = presión total del aire del suelo
π Dv = difusividad térmica efectiva de vapor

6.2. Flujos de calor, agua y solutos


En campo, el agua del suelo contiene cierta cantidad de sales en solución por lo que un
enfoque global del proceso requiere describir el flujo simultáneo de calor, agua y solutos
(Nassar y Horton. 1992). En este caso los coeficientes de difusión dependen del contenido
de agua, de la temperatura y de la concentración de solutos en cada punto del sistema.
Los flujos simultáneos de agua y de solutos (Warrick y cols., 1971) adquieren mayor
importancia en suelos afectados por salinidad.

7. Medida de la temperatura del suelo


La temperatura del suelo es una función del tiempo y del punto considerado.
Para su medida se utilizan sensores de temperatura: los termómetros de suelo o
geotermómetros. Los hay de los siguientes tipos:

— Termómetros de contacto:
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Termómetros de expansión de un líquido en un tubo de cristal (mercurio o alco-


hol): volumen. Son los estándar, utilizados por los servicios meteorológicos.
Termómetros bimetálicos de invar-bronce o invar-acero.
Termómetros de expansión de líquidos y gases.
Termómetros eléctricos o electrónicos.
Esenciales para medidas continuas automatizadas:
• De resistencia eléctrica.
• De termopar: no requieren suministro externo de energía.
• De termistor.

— Termómetros de no contacto:
Pirómetros ópticos.
Radiómetros de intensidad total.

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Las medidas en campo requieren una cuidadosa colocación del elemento sensor para
lograr un contacto adecuado. La instalación se puede hacer a distintas profundidades, si
bien para caracterizar el régimen de temperatura de un suelo, la medida se ha normalizado a
50 cm (S.S.S. 1975, 1992), ya que no se ve afectada por las oscilaciones diarias de tempe-
ratura, sino por el ciclo anual. La Organización Meteorológica Mundial ha establecido
como profundidades de referencia para las medidas 5, 10, 20, 50 y 100 cm. Es una informa-
ción de la que disponen muy pocos observatorios meteorológicos. Los momentos de reali-
zar la lectura de forma normalizada son las 07, 13 y 18 horas solares.

8. Representación de las medidas de temperatura


La función T = f(x, y, z, t) puede representarse de diferentes formas a partir de datos
experimentales de campo:

Sistema tiempo-profundidad: Isotermas.


6h 12 h 18 h 24 h 6h tiempo

30°

20°

18°

16° 14°
cm 16°

Sistema tiempo-temperatura
0 cm
25

5 cm
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10 cm
20 cm 40 cm
Temperatura (°C)

20

15

horas
0 12 24 36

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Sistema temperatura-profundidad
Temperatura (°C)
15 20 25

01:00 h 13:00 h

07:00 h 19:00 h

Profundidad

9. Medida del flujo de calor

El flujo de calor en el suelo controla los intercambios de energía dentro del


suelo y en su superficie. Las medidas se refieren principalmente a este último caso,
en relación con la evaluación de la evaporación.
Los métodos más corrientemente utilizados para medir el flujo de calor son
(Buchan, 1991):

— Transductores.
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— Métodos de gradiente de temperatura.


— Métodos calorimétricos.
— Método de análisis de Fourier.
— Método de regresión de flujo.

10. Modificación del régimen térmico del suelo

La temperatura del suelo puede modificarse con el fin de conseguir condicio-


nes más favorables para la vegetación, ya sea en su fase de implantación, adelan-
tando la germinación al final del período frío, o bien favoreciendo el crecimiento,
para lograr una producción más temprana. Los métodos se basan en tratamientos
en la superficie del suelo:

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— Cubiertas:
Film de plástico negro: absorbe la mayor parte de la energía radiante proce-
dente del sol. La cámara de aire aisla al suelo y éste permanece más frío.
Film de plástico transparente: efecto invernadero, el suelo permanece a
mayor temperatura.
Paja picada: por su albedo refleja mucho la energía. El suelo permanece
más frío.
Carbón sobre la superficie: absorbe calor. Con suelo húmedo mayor evapo-
ración, con suelo seco éste se calienta más.
Enarenado con arena cuarzosa:
• Seca: refleja la energía, menor evaporación. Efecto aislante.
• Húmeda: su eficacia aislante disminuye.
Enarenado con arena de esquistos: absorbe más el calor, debido a que su
albedo es más bajo.
— Técnicas de cultivo:
Laboreo: aumenta la porosidad y con ello su capacidad aislante.
Solarización del suelo: para favorecer la desinfección natural (Hetzronil &
Grinstein, 1989).
Riego.
Drenaje.
Control de malas hierbas.
Movimientos de tierra: Cambia la inclinación y orientación del terreno.

El efecto de las cubiertas sobre el flujo de calor por conducción ha sido objeto
de diversos estudios, habiéndose desarrollado modelos para describirlo (Chung y
Horton, 1987). La temperatura de superficie se describe por una onda con variación
senoidal con el tiempo y que presenta un valor medio, amplitud y constante de fase
marcadamente diferentes según se trate de áreas con suelo desnudo o con cubierta,
por ejemplo, de residuos de cosecha de maíz (Kluitenberg y Horton, 1990). La
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amplitud de la onda resulta menor con el suelo con cubierta que con el suelo des-
nudo, lo que tiene efectos sobre la evaporación y el flujo de calor en el suelo.

11. Bibliografía

11.1. Bibliografía básica


Campbell, G. S. y Norman, J. M.: An Introduction to Environmental Biophysics. 2nd ed.
Springer, 286 pp. Berlin, 1998.
Hanks, R. J.: Applied Soil Physics. Soil and Water Applications. Springer-Verlag, 176 pp.
Berlin, 1992.
Musy, A. y Soutier, M.: Physique du sol. Presses Polytechniques et Universitaires Roman-
des, 335 pp. Lausanne, CH. 1991.

440
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11.2. Bibliografía de referencia
Barceló, M. y otros: Càlcul Numèric. Ed. CPDA-ETSEIB. 1991.
Buchan, G. D.: Soil Temperature Regime. En Smith, K. A. y Mullis, Ch. E. (ed): Soil Analy-
sis. Marcel Dekker, Inc. 551-612. New York, 1991.
Chung, S. O. y Horton, R.: Soil heat and water flow with a partial surface mulch. Water
Resource. Res. 23:2175-2186. 1987.
De Vries, D. A. y Philip, J. R.: Soil heat flux, thermal conductivity, and the null-aligment
method. Soil Sci. Soc. Am. J. 50:12-18. 1986.
Guaraglia, D. O. y J. L. Pousa: An electrical model of heat flow in soil. Soil Sci. Soc. Am. J.
63:457-463.
Hanks, R. J.; Austin, D. D. y Ondrechen, W.T.: Soil temperature estimation by a numerical
method. Soil Sci. Soc. Am. Proc. 35:664-667. 1971.
Hetzronil, A. y Grinstein, A: The technology of soil solarization. Acta Horticulturae,
255:189-196. 1989.
Horton, R.: Canopy shading effects on soil heat and water flow. Soil Sci. Soc. Am. J.
53:669-679. 1989.
Horton, R. y Wierenga, P. J.: Estimating the soil heat flux from observations of soil tempe-
rature near the soil surface. Soil Sci. Soc. Am. J. 47:14-20. 1983.
Jury, W. A.; Gardner, W. R. y Gardner, W. H.: Soil Physics. John Wiley & Sons, Inc.
159-195. New York, 1991.
Katan, J.: Soil Solarization. CRC Press, Inc. London 267 pp. 1991.
Kluitenberg, G. J. y Horton, R.: Analytical Solution for Two-Dimensional Heat Conduction
beneath a Partial Surface Mulch. Soil Sci. Soc. Am. J. 54, 5:1197-1206. 1990.
Mahrer, V. y Katan, J.: Spatial soil temperature regime under transparent polyethylene
mulch. Numerical and experimental studies. Soil Sci. 131:82-87. 1981.
Müller, C.: Modelling Soil-Biosphere Interactions. CABI Publishing. 354 pp. Wallinford,
Oxon, UK. 2000.
Nassar, I. N. y Horton, R.: Simultaneous Transfer of Heat, Water and Solute in Porous
Media. I. Theoretical Development. II. Experiment and Analysis. Soil Sci. Soc. Am. J.
56:1350-1365. 1992.
Scheid, F. y DiConstanzo, R. E.: Métodos numéricos (segunda edición). Ed. McGraw-Hill.
1991.
Sposito, G.: Soil Chemistry. Oxford, 1989.
Volkov, E. A.: Métodos Numéricos. Ed. Mir. 1990.
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17
Procesos formadores
Una explicación científica es una respuesta satisfactoria
a una pregunta sobre el porqué o el cómo
DIJKERMAN, 1974

1. Formación de suelos: Enfoques conceptuales


La génesis de un suelo o edafogénesis consiste en un conjunto de procesos pro-
gresivos por los cuales un material originario, posiblemente isotrópico, se trans-
forma en un suelo con uno o más horizontes (Barrett y Schaetzl, 1998). Los estudios
sobre génesis de suelos se refieren a las investigaciones realizadas para explicar el
origen y modo de cómo se ha formado un suelo (horizonación), a partir de un mate-
rial originario, que puede ser una roca in situ, un material transportado o un suelo
anterior. La apariencia externa, los componentes, la organización y las propiedades
de un suelo en un momento dado son el resultado de los procesos formadores que
han actuado hasta aquel momento. Los procesos pueden variar a lo largo del tiempo,
al hacerlo las condiciones (agentes o factores formadores) que caracterizan el
medio. Por ello, los suelos evolucionan de una forma compleja a lo largo del tiempo.
Para explicar la formación de los suelos se han propuesto diversos modelos
científicos, con distintos enfoques conceptuales, los más importantes son:
— Enfoque basado en los factores formadores (Dokuchaev, 1883, Jenny, 1941):
Se centra en el análisis de factores tales como material originario, clima, posi-
ción en el paisaje, entre otros (Cap. 18), para establecer relaciones cuantitativas,
por medio de correlaciones estadísticas, entre el valor de uno o más factores y el
de una o más propiedades o características del suelo. Hay que tener en cuenta
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que la validez de este tipo de relaciones, la más de las veces, es de carácter local.
Constituye una metodología de trabajo cuyo uso se ha generalizado debido a
su aparente simplicidad y por permitir identificar los agentes más importantes
de la edafogénesis. No obstante, con este enfoque no se llega a profundizar
sobre las causas, ya que todo el sistema se contempla como una unidad, sin
considerar su estructura interna (reguladores, contenidos y flujos). Con este
planteamiento de carácter empírico, conocido como de caja negra, sólo se ana-
lizan los inputs (factores) y los outputs (propiedades o características).
En levantamientos de suelos (Cap. 21) este enfoque resulta útil, ya que al esta-
blecer relaciones factor-característica del suelo, permite formular hipótesis e
inferir características, comportamientos o respuestas esperables del suelo en
distintos emplazamientos. Por ello sigue siendo un planteamiento de interés y

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se ha revalorizado con el uso de los ordenadores, al facilitar éstos el estableci-
miento de modelos de génesis de suelos.

ESTUDIO DE CASOS
Para los suelos derivados de diorita, gabros y alguna otra roca básica, única-
mente, el promedio total de arcilla de un suelo expresado en tanto por ciento se
relaciona con la temperatura media anual por medio de una función lineal
(Jenny, 1941):
a = 4,94 × T – 37,4
Deseando saber si tal ecuación es aplicable o no en los correspondientes sue-
los, se pide:
a) ¿Entre qué intervalos se puede hallar la temperatura para que sea compa-
tible con la existencia de arcilla?
b) Hallar los valores de arcilla para dos localidades en las que las temperatu-
ras medias anuales sean: T1 = 15,5 °C y T2 = 10,1 °C

Respuestas
a. 7,57 °C < T < 27,81 °C
b. (1) a = 39,2 %; (2) a = 12,5 %

— Enfoque basado en los procesos formadores: (Simonson, 1959): Los proce-


sos formadores son aquellos que provocan los cambios en el suelo, es decir,
son la causa de que éste vaya evolucionando a lo largo del tiempo. El estudio
de los procesos puede limitarse a alcanzar una visión parcial del sistema (nivel
de caja gris) o bien bastante completa de la estructura interna del sistema, iden-
tificando y analizando todos los reguladores, almacenamientos y flujos posi-
bles (nivel de caja blanca).
Los procesos formadores se pueden agrupar en:
— Procesos específicos, tales como disolución, hidratación, hidrólisis, disolución,
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carbonatación, oxidación, reducción, entre otros, que son los que potencial-
mente pueden contribuir al desarrollo del suelo y cuyo peso variará de unos
medios a otros.
— Procesos compuestos, son los que resultan de la acción de un conjunto de pro-
cesos específicos. Cabe citar la calcificación, gleificación, podsolización, sali-
nización, entre otros. Este tipo de procesos son los responsables de la forma-
ción de horizontes determinados, por la acción preponderante de uno de ellos.
En definitiva, son los responsables de la génesis de un suelo, por lo que se les
denomina procesos edafogénicos. Este enfoque requiere un tratamiento mucho
más complejo y exige técnicas de trabajo de mayor precisión.
— Enfoque basado en las relaciones suelo-paisaje: Los suelos no existen como
entes aislados, sino que presentan una organización espacial en el paisaje

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(Gerard, 1980). Por ello es posible enfocar los estudios de génesis de suelos
desde una perspectiva que tenga en cuenta tanto los procesos geomórficos
(procesos de superficie y dinámica del paisaje), como los procesos que han
dado lugar a los suelos en dicho paisaje y determinan su evolución y distribu-
ción. El estudio de las propiedades de las formas del paisaje y de los factores y
procesos responsables de su formación constituye, por consiguiente, otro enfo-
que posible para intentar explicar las variaciones, tanto verticales como latera-
les que presentan las propiedades y explicar así la distribución de los suelos en
un paisaje determinado. El concepto de catena (Cap. 18) y de toposecuencia
resultan fundamentales en este enfoque, para explicar el modelo de distribu-
ción de los suelos en una ladera.

2. Procesos de meteorización
2.1. Concepto
La meteorización o intemperización puede definirse como:

La transformación parcial o total, isovolúmica o no, de las rocas y de los mine-


rales de una roca «in situ», de materiales transportados y depositados o de un
suelo fósil, al entrar en contacto con la atmósfera, por aflorar o estar muy cerca
de la superficie, a unos pocos metros de ella.

La meteorización está integrada por un conjunto de procesos que afectan a las rocas y
minerales, prolongándose y confundiéndose con la edafogénesis, como uno más de los pro-
cesos que tienen lugar en ella. No existe una separación nítida entre meteorización como
proceso previo y edafogénesis, durante la cual las rocas y minerales pueden seguir meteo-
rizándose, si no han alcanzado un estado de tendencia estacionaria en un medio dado. Si
esto ha sucedido, los procesos típicos de la meteorización se amortiguan.
En la bibliografía en español se utilizan tres términos, el de meteorización, alteración e
intemperización, que traducen el término inglés «weathering», derivado de «weather»
(tiempo atmosférico). Siguiendo a los autores anglosajones «alteration» queda reservado a
las transformaciones que sufre una roca o un mineral fuera del contacto con la atmósfera,
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como por ejemplo una alteración diagénica.


Los términos meteorización y su equivalente intemperización, éste de uso generalizado
en países latinoámericanos, parecen más adecuados, por su mayor precisión, que el de alte-
ración que, no obstante, es el que utilizan los autores francófonos: «altération».
Las condiciones termodinámicas bajo las cuales se forma una roca o un mine-
ral, pueden diferir considerablemente de las que rigen en o cerca de la superficie
terrestre, de ahí las transformaciones que se desencadenan. El resultado será un
producto más estable en las nuevas condiciones de medio.
Para citar algunos ejemplos, una granodiorita se origina por consolidación de un
magma, un basalto se forma a partir de una colada volcánica, una caliza puede resultar de
una precipitación en el agua, un esquisto puede ser el producto del metamorfismo de un
sedimento. Cualquiera de estas condiciones difiere grandemente de las que rigen en las
zonas en las que tiene lugar la meteorización.

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Interesa precisar los siguientes conceptos:

Roca originaria:
— No afectada por la meteorización.
Estabilidad de los minerales (SSS, 1998)
— La estabilidad de un mineral en un medio (suelo) es, en parte, función del régimen
de humedad (del suelo).
— En taxonomía de suelos, al hablar de minerales resistentes y de minerales meteoriza-
bles, se asume que las condiciones corresponden a un clima húmedo. Una caliza,
p.e., es perfectamente estable en suelos de zonas áridas.
Minerales resistentes (SSS, 1998)
— Son aquellos que perduran en la fracción arena (20 - 2000 μm).
— El más común en los suelos es el cuarzo. Menos comunes son las esfena, rutilo, zir-
cón, turmalina y berilo.
Minerales meteorizables (en sentido restringido) (SSS,1998)
— Fracción arcilla: Minerales de arcilla 2:1, excepto las cloritas con una capa alumínica
entre láminas. Sepiolita, talco y glauconita, aunque a veces no tengan tamaño arcilla.
— Fracción arena (20 a 2000 μm): feldespatos, feldespatoides, minerales ferromagne-
sianos, vidrios, micas, zeolitas y apatito. No se toman en consideración la calcita ni
el yeso.
Alterita (Chatelin y Martin, 1972); saprolita (Becker, 1884; Calvert et al., 1980):
— Material con un cierto grado de meteorización, sin haber sido transportado.
— Conserva una disposición más o menos próxima a la de la roca de que procede.
— No ha alcanzado una organización estructural de tipo estrictamente edáfico.
— De composición mineralógica muy variable, desde minerales resistentes a minerales
meteorizados parcialmente.
— Corresponde a un horizonte C.
Frente de meteorización (Mabbutt, 1961):
— Constituye el límite de la capa meteorizada (alterita) y la roca originaria.
— El espesor de la capa meteorizada depende de las características de la roca y de las
condiciones del medio.
En el siguiente esquema se muestra un frente de meteorización que presenta un límite
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que puede ser irregular abrupto (p. ej.: con un basalto o una caliza dura), o bien gra-
dual (p. ej.: con un granito).

Llanura

Frente de
meteorización

Regolita (regos = cubierta; litos = piedra):


— Capa no consolidada de material meteorizado y material edáfico, sobre una roca dura.
— Ausencia de materia orgánica o sólo trazas.
— Puede alcanzar varios metros y su límite inferior es el frente de meteorización.
— Un suelo es una regolita que contiene materia orgánica y es capaz de soportar plantas.

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2.2. Meteorización: Esquema general
La meteorización está integrada por un conjunto de procesos específicos, que
dan lugar a una serie de productos.
El sistema puede esquematizarse del siguiente modo, en el supuesto de que se
parta de una roca no meteorizada:

Atmósfera
Roca Biosfera
Hidrosfera

METEORIZACIÓN

Minerales Minerales Minerales Minerales


Resistatos
heredados transformados neoformados solubles

FORMACIÓN
DEL
SUELO

Pérdidas
por
lavado
Pérdidas
por erosión

Los resistatos son fragmentos de roca resultantes de su fragmentación (meteoriza-


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ción física). El grado que alcancen las transformaciones químicas (meteorización quí-
mica) hace que los productos resultantes sean minerales preexistentes en la roca (hereda-
dos), minerales con ciertas modificaciones (transformados), o bien minerales formados
como resultado de una reorganización de los productos liberados en la meteorización
(neoformados). Los componentes solubles, si el régimen de humedad es percolante, se
perderán por lavado, mientras que en régimen no percolante (p. ej. en clima mediterrá-
neo) se translocarán dentro del suelo. Si llegan a una posición con condiciones de drenaje
impedido pueden dar lugar a neoformaciones.
Los procesos de meteorización compatibles con unas determinadas condicio-
nes de medio pueden actuar de modo simultáneo. A pesar de ello, y por cuestiones
de claridad en la exposición, se estudian separadamente, como si se tratase de pro-
cesos independientes, lo cual no se corresponde con la realidad. Una primera divi-
sión permite diferenciar:

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— Meteorización física:
Consiste en la desagregación mecánica de la roca, con disminución del tamaño de
los fragmentos y aumento de la superficie de ataque físico-químico.
— Meteorización geoquímica:
Las transformaciones de tipo químico y mineralógico tienen lugar sin apenas inter-
vención de la materia orgánica.
— Meteorización biológica o bioquímica:
Viene condicionada y está íntimamente ligada a la acción de la materia orgánica. Los
agentes principales de la meteorización son los seres vivos y los productos que liberan.

Las características climáticas, precipitación y temperatura, determinan funda-


mentalmente el predominio de uno u otro tipo de meteorización. En función del
clima, modificando un modelo propuesto por Barnes (1980), los tipos de meteori-
zación predominantes serán los siguientes:
escasa o nula

Intensa
Meteorización

Meteorización
principalmente química
Temperatura

Meteorización
física
Débil química

0 °C Intensa

Meteorización
principalmente física

Clima inexistente
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250 mm

Precipitación

a) Meteorización física
La meteorización física se debe a la aparición de tensiones importantes en el
interior de la roca, que provocan roturas a favor de planos de fractura o de líneas
de debilidad, sin que se produzcan cambios apreciables en la mineralogía de los
constituyentes.
Se han propuesto muchos mecanismos para explicar la meteorización física, si bien
pocos se basan en la observación y menos en la experimentación.

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Atendiendo al origen de las fuerzas que provocan la disgregación de la roca
cabe distinguir:

Procesos endocinéticos:
— Las fuerzas se generan dentro de la roca por:
Efecto de descarga.
Efecto de los cambios de temperatura: termoclastia.
Procesos exocinéticos:
— Las fuerzas actuantes son externas a la roca y se deben a:
Saturación por agua.
Cristalización del agua intersticial.
Cristalización de sales: halocinesis.
Efecto mecánico de animales y plantas.

a. 1) Procesos endocinéticos
Los efectos de descarga se deben a que la erosión va desmantelando los materiales de
forma que la presión litostática sobre los subyacentes se va haciendo cada vez menor. Llega
un momento en que la presión confinante ha disminuido tanto, que la roca puede sufrir una
cierta expansión. Esto genera un sistema de fracturas muy próximas.
La gran elasticidad del granito favorece la aparición de diaclasas por disminución de pre-
sión. Al erosionarse la cubierta y sumarse la acción de la meteorización química, quedan en
superficie bloques de gran tamaño, dando lugar a un paisaje berroqueño muy característico.
La secuencia en el desarrollo de los bloques puede esquematizarse (Twidale, 1976) con
tres estadios: meteorización diferencial subsuperficial controlada por el sistema de diacla-
sas (a y b) y paisaje berroqueño (c):

a) b)
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El resultado final en los Cuatro Postes (Ávila, España) sobre el río Adaja corresponde a
la figura de la derecha:

c)

Dique
Aplita

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La termoclastia es el mecanismo de rotura de las rocas debido a los cambios de tem-
peratura. Su eficacia real ha sido cuestionada por muchos autores. A pesar de ello se le atri-
buyen una serie de procesos, entre ellos la exfoliación de ciertas rocas en capas paralelas a
la superficie del terreno, dando lugar a escamas concéntricas, denominada disyunción esfe-
roidal o en capas de cebolla; y, en rocas policristalinas, la disgregación en granos indivi-
duales. En ambos casos la interacción de los procesos químicos contribuye a hacer más efi-
caz la desintegración de la roca.

a.2) Procesos exocinéticos


La saturación por agua tiene importancia en rocas que contengan arcillas expandibles.
La expansión-retracción hace que la roca aflorante se fracture dando fragmentos de tamaño
milimétrico. Este material suelto será fácilmente arrastrado por el agua que circule en con-
tacto con él. Este mecanismo es frecuente en las lutitas (margas).
La cristalización del agua intersticial por helada tiene efectos sobre la roca, si el
agua ocupa cavidades semicerradas llenas en un 80 % o más. El incremento de volumen del
agua fragmenta la roca. El proceso será tanto más eficaz cuanto más frecuentes sean las
secuencias hielo-deshielo (Potts, 1970).
La meteorización por cristalización de sales (halocinesis), con hidratación, genera
tensiones dentro de la roca, favoreciendo su fragmentación o disgregación. Las areniscas
con un cierto contenido de sales pueden verse afectadas por este mecanismo, al que se le
atribuye la meteorización alveolar y los taffonis. El resultado es la formación de oquedades
de 20 a 100 mm y a veces de hasta 50 cm (alveolos), pudiendo llegar a tener un metro de
diámetro, en cuyo caso reciben el nombre de taffonis (Sparks, 1986). La hipótesis de la
deflación por el viento para explicar su formación ha sido abandonada, pero no así el efecto
de hielo-deshielo.
Los edificios construidos con calizas o dolomías en zonas industriales pueden verse ata-
cados por el ion sulfato resultante de la contaminación atmosférica, con cristalización de
yeso (CaSO4.2H2O) que, al ser un componente relativamente soluble, su formación acele-
rará la degradación del edificio.

b) Meteorización geoquímica
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La roca en o cerca de la superficie tiende a adaptar sus componentes a las nuevas


condiciones que impone el contacto con la atmósfera, hidrósfera y biósfera de acuer-
do con el principio de Le Chatelier. La meteorización química se caracteriza por:

— Transformaciones que afectan a la composición, química y mineralógica de la roca,


que dan lugar a mezclas de minerales de composición variable y compleja por trans-
formación y por neoformación.
— Reacciones sencillas, exotérmicas, lentas (de 103 a 106 años), incompletas e irrever-
sibles, al tener lugar en un sistema abierto.
— Producción de compuestos intermedios y finales, cuyas características dependen de
la roca originaria, de la estabilidad de los minerales y de las condiciones del medio
en que tiene lugar la meteorización: los modelos de meteorización varían según el
área geográfica considerada, si bien existen elementos comunes entre ellos.

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La meteorización química es de fundamental importancia tanto para el desa-
rrollo de la fertilidad química del suelo, al posibilitar la liberación de los elemen-
tos inmovilizados en las redes cristalinas, como en el deterioro de aquellas partes
de un edificio expuestas a la intemperie (Vicente et al., 1993).

b.1) Secuencias de meteorización: Estabilidad de los minerales


La facilidad con la que se meteorizan las rocas y los minerales depende de una serie de
factores. Para los minerales de las rocas ígneas se ha establecido una secuencia (Gol-
dich,1938) que permite ordenarlos según su estabilidad creciente desde el olivino al cuarzo.
Está relacionada con las respectivas energías teóricas de formación que, deducidas a partir
de los valores aproximados de las fuerzas de enlace, tienen los valores que se indican:

Olivino (78,99 MJ mol–1)


Augita (128,75) Anortita (133,80)
Hornblenda (133,61)
Biotita (127,69)
Ortoclasa (143,57) Albita (143,86)
Moscovita (136,15)
Cuarzo (156,37)
Zircón
Turmalina

De esta secuencia se pueden extraer las siguientes conclusiones:

— Las energías de formación aumentan, por lo general, al hacerlo la complejidad de las


estructuras.
— Existe una correlación entre estabilidad frente a la meteorización y la energía de for-
mación.
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— Al aumentar los oxígenos compartidos entre tetraedros de sílice contiguos, aumenta


la estabilidad frente a la meteorización.

Las aparentes excepciones no son tales, sino que se pueden explicar atendiendo a otros
aspectos que inciden sobre la estabilidad de los minerales frente a la meteorización, así:

— Las características del enlace químico:


• Tipo de enlace. Ordenados según la estabilidad decreciente:
covalente > iónico > metálico > puentes de H > fuerzas de van der Waals
O-Men+ (n = 1,2) < < O-Al3+ < O-Si4+
• Longitud de enlace. En enlaces de tipo iónico, a mayor distancia menor fuerza de
enlace. →

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• Carga del elemento. Por ejemplo, el olivino (Fe, Mg)2 SiO4 es altamente meteori-
zable, frente al zircón ZrSiO4, siendo ambos nesosilicatos.
— La estructura del cristal:
• Estructura cristalina.
• Cristales homodésmicos-heterodésmicos: un mineral con diferentes tipos de enlaces
(heterodésmico) resulta menos estable, al ser vulnerable por el enlace más débil.
• Sustituciones isomórficas: hacen disminuir la estabilidad, así la albita NaAlSi3O8
es más estable que la anortita CaAl2Si2O8.
— Las condiciones de medio a las que se encuentre sometido el mineral, en especial
el régimen de humedad del suelo. Así, por ejemplo, en condiciones de aridez o de
semiaridez, resultan estables minerales tales como el yeso y la calcita, que en medios
más húmedos son de los primeros en ser meteorizados y ser eliminados por lavado.

Las condiciones del medio son las que permiten explicar la existencia de determinados
minerales en las fracciones finas (arcilla y limo), ya que su baja estabilidad relativa no jus-
tificaría la presencia de algunos de ellos en el suelo. Jackson y Sherman (1953) establecie-
ron la siguiente secuencia de estadios de meteorización:

Estadio de Suelos más representativos


Minerales estables
Meteorización en que se puede presentar

MINIMO Zona árida y semiárida, con suelos con


1 Yeso régimen de humedad no percolante
Halita (xérico y arídico)
2 Calcita
Dolomita
3 Olivino
Hornblenda
Piroxeno
4 Biotita
Glauconita
Nontronita
5 Albita
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Anortita
Microclina
Ortosa
MODERADO Zona templada
6 Cuarzo
7 Moscovita
8 Arcillas 2:1
incluyendo vermiculita
9 Esmectita (montmorillonita)
INTENSO Zona tropical húmeda, suelos muy
10 Caolinita meteorizados, ácidos y de baja fertilidad.
11 Gibsita
12 Hematita y goetita
13 Anatasa, rutilo y zircón

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b.2) Mecanismos de meteorización geoquímica y bioquímica
Las reacciones químicas que tienen lugar en la meteorización son sencillas y
bien conocidas. Al ser exotérmicas tienen lugar de forma espontánea, si bien el
grado de progreso que alcanzan es muy variable en función de las condiciones del
medio. Las principales reacciones (procesos específicos) son:

— Disolución — Óxido-reducción
— Hidratación — Intercambio-iónico
— Hidrólisis — Complexación
— Carbonatación

b.2.1) Meteorización por disolución


La meteorización por disolución se caracteriza por:

— Tener importancia en rocas solubles (yeso, halita y otras). La fachada del Palacio del
Marqués de Dos Aguas (Valencia, España) es de alabastro y presenta procesos de
este tipo. Afecta además a los productos solubles resultantes de otros procesos de
meteorización.
— Depender del pH del medio, temperatura e interacción con otros iones (efecto ion
común y otros) y de la cantidad de agua que circule.
— La movilidad de los productos solubles determina la forma de proseguirse las
reacciones y, por consiguiente, los productos finales. La relación entre la carga
del ión (z) y el radio iónico (r) se ha utilizado (Mason, 1966) para establecer el
comportamiento de un ion frente al agua y, por consiguiente, en la meteorización
o en el suelo:

2
CATIONES
Cs SOLUBLES
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1,5 Rb
Ba 3
K r= PRECIPITADO POR
radio iónico r

Sr Z/ HIDRÓLISIS
Th
1 U
Na Ca
Sc Zr
Mn
Fe Fe
Ti
Li Mg
Ga
Mn
Nb, Ta Z/r = 12
Al V
0,5
Si
Be P S
ANIONES COMPLEJOS
C N SOLUBLES

0 1 2 3 4 5 6 7
carga iónica Z

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b.2.2) Meteorización por hidratación
La meteorización por hidratación se caracteriza por:

— La incorporación de moléculas de agua, de manera que entran a formar parte de la


estructura cristalina, dando lugar a un mineral distinto. Por ejemplo:

CaSO4 (anhidrita) + 2H2O → CaSO4.2H2O (yeso)

Fe2O3 (oligisto) + nH2O → Fe2O3.nH2O (limonita)

— Provocar un incremento de volumen, con ahuecamiento y esponjamiento de la roca.


— Ser un proceso cuantitativamente poco importante, al ser pocos los minerales afecta-
dos, si bien cualitativamente tiene una alta significación, al ser el hierro un elemento
cromógeno de los suelos.

b.2.3) Meteorización por hidrólisis


La meteorización por hidrólisis se caracteriza por:

— Consistir en la reacción entre un mineral y el agua para dar un ácido y una base:

2H2O ↔ H3O+ + OH–

sal + H2O → ácido + base

El ión H3O+ separado de la molécula del agua pasa a formar un complejo de esfera
interna (Sparks, 1995).
— Afectar a los alumino-silicatos que se comportan como si fuesen sales de un hipoté-
tico ácido silícico (débil) y una base fuerte, con lo que el catión de la sal tenderá a
ser sustituido por un ión H+. Los productos intermedios permanecerán o serán elimi-
nados, según sea su solubilidad, con lo que habrá un enriquecimiento relativo de
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algunos componentes. El pH, la clase de drenaje y el posible aporte de elementos en


solución condicionarán los productos. Tomando como ejemplo la hidrólisis de una
albita en un medio percolante:

NaAlSi3O8 + H2O → HAlSi3O8 + Na+ + OH–

inestable

HAlSi3O8 + H2O → n SiO2 + productos neoformados

— Afectar a un gran número de minerales, dada la abundancia de silicatos en la corteza


terrestre.
— No actuar sobre los enlaces Si-O, por lo que en muchos casos aparecerá el SiO2
como producto final.

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La reacción del mineral con el agua hace variar el pH de ésta. Esto llevó a Stevens y
cols. (1948) a introducir el concepto de pH de abrasión que es el que alcanza el agua al
incorporarle un mineral pulverizado. Resulta ser característico para cada especie mineral y
podría utilizarse como un ensayo para identificar de forma aproximada minerales puros:

Minerales pH de abrasión Minerales pH de abrasión

Feldespatos Piroxenos
Albita 9-10 Augita 10
Oligoclasa 9 Hiperstena 8
Anortita 8 Olivino 10-11
Ortoclasa 8 Nefelina 11
Microclina 8-9
Micas Carbonatos
Biotita 8 Calcita 8
Moscovita 7 Dolomita 9-10
Siderita 5-6-7
Anfíboles Minerales de arcilla
Actinolita 11 Caolinita 6
Hornblenda 10 Montmorillonita 7
Cuarzo 6-7

La neoformación a formas cristalinas puede dar lugar a arcillas dioctaédricas (proceso


de monosialitización) y a arcillas trioctaédricas (proceso de bisialitización) (Pedro, 1968)
según la concentración de SiO2 en el medio.
Se detallarán los procesos de meteorización por hidrólisis de los principales minerales
petrogénicos: feldespatos, micas y ferromagnesianos.
Las principales ecuaciones de meteorización de los feldespatos, para el caso de una
microclina son:

Reacción inicial de hidrólisis:


2 KAlSi3O8 + 2H2O → 2HAlSi3O8 + 2 K+ + 2OH–
según las condiciones de medio esta reacción proseguirá de distintas maneras:
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a) Medio confinado
La secuencia puede ser: feldespato → mica → ilita (Kato, 1965)
La reacción será:
HAlSi3O8 + H2O + K+ → HAl2(Al,Si3)O10(OH)2 + SiO2
ilita
b) Medio percolante (pérdida de potasio y presencia de magnesio).
La secuencia puede ser: feldespato → vermiculita → montmorillonita
La reacción será:
3 HAlSi3O8 + 2 H2O + Mg2+ → (OH)4Si8(Al3,34,Mg0,66)O20 + SiO2
montmorillonita

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c) Medio percolante (Sand, 1956)
La secuencia puede ser: feldespatos con mica asociada → caolinita (bien cristalizada).
La reacción será:
4 HAlSi3O8 + H2O → Al4Si4O10(OH)8 + 8SiO2
La secuencia puede ser: feldespatos sin mica asociada → halloisita 10 Å (mal cris-
talizada).
La reacción será: 4 HAlSi3O8 + 6 H2O → (OH)8Si4Al4O10.4H2O + 8 SiO2
d) Medio muy percolante y agresivo (tropical)
La secuencia puede ser: feldespatos gibsita (Stephen, 1963)

halloisita
(Bates, 1962)
La reacción será:
HAlSi3O8 + H2O → Al(OH)3 + 3SiO2

Los trabajos de microscopía electrónica han permitido pasar de los estudios teóricos
sobre estabilidad, basados en cálculos energéticos, a una observación directa. En el caso de
los feldespatos se ha puesto de manifiesto que los granos individuales presentan frecuente-
mente irregularidades muy marcadas, tales como composición zonal, intercrecimientos
laminares de distintas especies, y películas de sustitución y revestimientos. La inherente
complejidad de estos minerales, lo que puede denominarse fenómenos de orden-desorden,
debe tener un efecto significativo sobre los procesos de meteorización (Wilson,1975).
En la meteorización de las micas se observa una mayor estabilidad en el caso de las micas
dioctaédricas (moscovita) frente a las trioctaédricas (biotita). La mayor energía de formación de
la moscovita da una primera explicación. Las fórmulas teóricas KAl2(AlSi3)O10(OH)2 para la
moscovita y K (Mg,Fe)3(Al,Si3)O10(OH)2 para la biotita sugieren que, con hierro ferroso en
la estructura, en un medio oxidante, la biotita será menos estable. Ambos minerales son hete-
rodésmicos, por presentar diferentes tipos de enlaces, de forma que las uniones del potasio
interlaminar con las caras siloxanas representan un punto débil en la estructura.
La mayor facilidad de transformación de las micas trioctaédricas en vermiculita parece
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poderse explicar por la orientación del dipolo hidroxilo en la capa octaédrica. El hecho de
que sea perpendicular a la capa silicatada (Basset, 1960), hace que la carga protónica sea
adyacente a K+ y éste se halle en un medio relativamente inestable. En micas dioctaédricas,
la orientación del grupo hidróxilo está inclinada y, por consiguiente, más alejada del pota-
sio, que puede estar fijado más firmemente entre las láminas (Wilson, 1975).
Las condiciones del medio controlan la meteorización de las micas trioctaédricas (Wil-
son, 1975):

Oxidación activa e intercambio catiónico.


biotita → hidrobiotita.
Oxidación en medio neutro y mal drenado.
biotita → esmectita →

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Oxidación en medio ácido.
biotita → vermiculita
Meteorización en medio rico en Mg2+
biotita → clorita
Meteorización en condiciones extremas: biotita → caolinita, goetita, gibsita

La meteorización de los minerales ferromagnesianos ha sido poco estudiada; por ser


minerales de elevada temperatura de formación tienen menores valores de energía de for-
mación, por lo que son fácilmente meteorizables. La presencia de Fe2+ en su estructura
favorece la desorganización del mineral en un medio oxidante. Los productos finales
dependen grandemente de las condiciones del medio, en especial de drenaje:

— Olivino:
Meteorización en medio mal drenado.
olivino → iddingsita (Smith, 1962).
Meteorización en medio drenado.
Mg2SiO4 + H2O + CO2 → SiO2 + Mg2+ + HCO3–
— Piroxenos:
Meteorización en medio mal drenado.
piroxeno → silicato laminar.
Meteorización en medio con drenaje libre.
piroxeno → desorganización total.
— Anfíboles:
Meteorización en medio mal drenado (Stephen, 1952).
hornblenda → clorita → interestratificado clorita-vermiculita.
Meteorización en medio con drenaje libre.
anfiboles → desorganización total.

Al igual que ocurre con los feldespatos, las superficies de los granos de olivino presen-
tan signos que denotan que la disolución se produce en puntos concretos en los que existe
una dislocación estructural (Wilson, 1975), la eliminación de los iones Fe2+ y Ca2+ que
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enlazan los tetraedros provoca el colapso de la estructura (Besoain, 1985).

b.2.4) Meteorización por carbonatación


La carbonatación se caracteriza por:

— Basarse en la reacción de iones carbonato o bicarbonato con los minerales y afectar a


todo tipo de rocas, si bien es fundamental en la meteorización de las rocas carbonáti-
cas. Los iones carbonato y bicarbonato se originan por la disolución del anhídrido
carbónico procedente de la actividad de las raíces y microorganismos, siendo de
menor importancia el CO2 aportado por las aguas de lluvia.
— Depender de la concentración de CO2, del valor del pH y de la temperatura.

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Como ejemplos de meteorización por carbonatación se exponen las ecuaciones corres-
pondientes a los carbonatos (calcita), plagioclasas (anortita y albita), feldespato potásico
(ortosa) y la del olivino (forsterita):

— Meteorización de la calcita.
CaCO3 + H2O + CO2 → Ca2+ + 2HCO3–
— Meteorización de plagioclasas.
CaAl2Si2O8 + 3H2O + 2CO2 → Al2Si2O5(OH)4 + Ca2+ + 2HCO3–
anortita caolinita
2NaAlSi3O8 + 3H2O + 2CO2 → Al2Si2O5(OH)4 + 4SiO2 + 2Na+ + 2HCO3–
albita
— Meteorización de la ortosa.
3KAlSi3O8 + 2H2O + 2CO2 → KAl2(AlSi3)O10(OH)2 + 6SiO2 + 2K+ + 2HCO3–
ortosa ilita
— Meteorización del olivino.
Mg2SiO4 + H2O + CO2 → SiO2 + Mg2+ + HCO3–
forsterita

ESTUDIO DE CASOS
Discutir los siguientes aspectos:
1. Importancia de la meteorización física en las zonas tropicales húmedas.
2. Comparar la velocidad de los procesos de meteorización química en zona
templada y en zona tropical.
3. Efecto de las lluvias cálidas, frente al de la lluvias frías en relación con un
proceso de meteorización por carbonatación.
4. Establecer relaciones entre la meteorización y las fuentes de nutrientes
inorgánicos de las plantas.
5. En macizos formados por rocas calcáreas, la erosión puede dejar al descu-
bierto formas cársticas. Si la roca presenta una alternancia de estratos hori-
zontales de calcita y de dolomita puede ocurrir que las formas dejadas al
descubierto aparezcan recortadas con entrantes y salientes, dando lugar a
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formas singulares, como en el caso del célebre «torcal» de Antequera


(Málaga, España). Explicar el porqué.

Bases para la discusión


1. El paso de una roca a una regolita. Importancia de los procesos de hidrata-
ción e hidrólisis frente a la meteorización física.
2. Aplicar la Ley de van’t Hoff.
3. Estudiar la relación entre la temperatura y la solubilidad del anhídrido car-
bónico.
4. Estudiar la composición de las rocas a nivel detallado e identificar la proce-
dencia de los principales nutrientes: potasio, calcio, magnesio, fósforo, etc.
5. Comparar la resistencia a la carbonatación de la calcita y de la dolomita.

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b.2.5) Meteorización por óxido-reducción
Los procesos de meteorización por redox se caracterizan por:

— Afectar a aquellos elementos que pueden actuar con diversos estados de valencia,
tales como el hierro, manganeso, azufre, entre otros (Cap. 14). Estos elementos pue-
den presentarse en forma reducida en las rocas y algunos sedimentos marinos o de
estuario, como es el caso de la pirita, FeS2. La oxidación puede producirse por el
contacto con el aire o por la acción de bacterias autótrofas.
— Llevar asociado un cambio de volumen, de color, o formación de revestimientos de
color negruzco.

Como ejemplos cabe citar:

— Referentes al hierro (Fe2+):


Fe2+ + O2 + H2O → Fe2O3.2FeOOH.nH2O → α-Fe2O3 → α-FeOOH
ferrihidrita hematites goetita
Fe2+ → Fe3+ incremento de volumen = 22 %.
- Referentes a sedimentos con piritas:
4FeS2 + 15O2 + 8H2O → 2Fe2O3 + 8SO42– + 16H+
Los productos finales pueden ser muy variados en función de las condiciones del medio.

La oxidación de los sulfuros por bacterias, Thiobacillus ferrooxidans, en presencia


de glauconita, ilita y microclina da lugar a la formación de jarosita: KFe3(SO4)2(OH)6,
mientras que con albita se forma natrojarosita (Ivarson y cols., 1978).
La jarosita se presenta en forma de moteados de color amarillo, en suelos extremada-
mente ácidos con valores de pH de 2 a 3,5: suelos de sulfatos ácidos. Estos suelos son muy
problemáticos para la agricultura. Su importancia en el ámbito mundial deriva del hecho
que ocupan unos 20 millones de hectáreas, generalmente en países en vías de desarrollo
(Bloomfield y cols., 1973).
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b.2.6) Meteorización por intercambio iónico


Los procesos de intercambio iónico entre las superficies de las raíces y catio-
nes alojados en una red cristalina en las inmediaciones de la superficie del mineral
pueden provocar una desorganización y el progresivo colapso de la estructura.

b.2.7) Meteorización por formación de complejos


La formación de complejos (Caps. 8 y 9) entre determinados compuestos orgá-
nicos, que actúan de ligandos y cationes metálicos, puede afectar tanto a cationes
en solución, como a los alojados en las redes cristalinas en las inmediaciones de la
superficie del mineral.

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La formación de complejos influye en la liberación de cationes de las rocas. Así, por
ejemplo, una cubierta de líquenes sobre un basalto da lugar a una capa de roca meteorizada
de mayor espesor que en la misma roca sin líquenes (Jackson et al., 1970). Por otro lado, la
formación de un complejo puede hacer variar la movilidad del elemento dado en el sis-
tema.

b.3) Modelos y grados de meteorización


Los minerales se pueden meteorizar de acuerdo con unos modelos más o menos com-
plicados, que pueden estar predeterminados por factores internos o externos. Stoops y cols.
1979 establecieron los siguientes modelos:

— Pelicular: empieza por el borde e invade gradualmente al mineral.


— Lineal irregular: sigue grietas, fisuras u otras superficies de debilidad del mineral.
— Lineal paralelo.
— Lineal cruzado.
— Bandeado paralelo.
— Bandeado cruzado.
— Bandeado irregular.
— Punteado.
— Complejo: combinación de diversos modelos.

El grado de meteorización de un mineral expresa la cantidad relativa de mineral origi-


nario sustituida por un mineral secundario o espacio de poros en el caso de disolución.
Puede describirse en una lámina delgada observada con un microscopio petrográfico, por
medio de una escala de cinco clases (Stoops et al., 1979).

Clase Grado de meteorización % de mineral meteorizado

0 Mineral originario < 2,5 %


1 Ligero 2,5 a 25 %
Ejemplo: Pelicular, ligeramente
meteorizado.
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2 Moderado 25 a 75 %
Ejemplo: Cruzado,
moderadamente meteorizado.

3 Fuerte 75 a 97,5 %
Ejemplo: Punteado,
fuertemente meteorizado.

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4 Completo > 97,5 %
Ejemplo: Lineal,
completamente meteorizado.

b.4) Factores de control de la meteorización química


El tipo de meteorización predominante (física o química) depende de la rela-
ción precipitación/temperatura, como se ha indicado. La meteorización química,
su velocidad y la naturaleza de los productos finales viene determinada por diver-
sos factores:

Factor Acciones

Agua Interviene en las reacciones: hidrólisis.


Contiene sustancias activas.
Transporta fuera del sistema los elementos solubles.
Temperatura Acelera las reacciones. Ley de van’t Hoff.
Oxígeno Procesos redox.
Anhídrido carbónico Equilibrio carbonatos-bicarbonatos.
Carbonatación.
Agentes complejantes Transporte elementos.
Materia orgánica Agente reductor.
Iones H+ y OH– Condiciones de pH del medio.
Microorganismos Catalizan ciertas reacciones.
Interacción entre iones Puede afectar la solubilidad.
Posición en el paisaje Entrada y salida de materia.
Condiciones de drenaje Exportación de elementos.
Neoformaciones (drenaje deficiente).

c) Meteorización biológica
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Los organismos vivos pueden desempeñar un papel muy activo en la meteori-


zación, tanto física como química (meteorización bioquímica) (Cap. 16), pudiendo
destacar:

Desprendimiento de anhídrido carbónico en la respiración.


La secreción de productos orgánicos activos en la meteorización.
La formación de complejos y quelatos.
La intervención en la movilidad de los distintos elementos.
La formación de humus (Cap. 8).
Efectos mecánicos de animales y plantas.

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ESTUDIO DE CASOS
Los procesos de meteorización pueden llegar a suponer un problema impor-
tante para la conservación de edificios, así por ejemplo, sufren procesos de
degradación la portada románica del monasterio de Ripoll (Girona, Cataluña,
España), los edificios construidos con piedra de Villamayor en Salamanca, la
antigua catedral de Lleida, entre otros muchos. En Salamanca se trata de una
grauvaca feldespática (Corrochano y cols., 1984) y en Lleida de una arenisca
de cemento calizo con presencia de sales solubles.
Discutir qué procesos tienen lugar en estos u otros casos.

Respuestas
• La arenisca se meteoriza por crecimiento de cristales y por disolución del
cemento calizo. Las grauvacas feldespáticas de Villamayor contienen esmec-
titas por lo que sufren procesos de expansión-retracción.

d) Meteorización y contaminación de suelos


Los estudios sobre meteorización suelen centrarse en las rocas y minerales más
frecuentes, en especial los silicatos, y en el ciclo biogeoquímico de los elementos
químicos mayores. Para poder diagnosticar si la presencia de un determinado ele-
mento químico en un suelo puede deberse a un proceso de meteorización o bien a
una contaminación, interesa estudiar el comportamiento de aquellos minerales que
contienen elementos potencialmente contaminantes.
En el medio natural puede haber iones fosfato, sulfato, cloruro, que reaccionen
con los productos de meteorización. La meteorización de la galena (PbS) puede
liberar plomo, plata, arsénico y antimonio, procedentes de inclusiones de argentita
(AgS2), de tetraedrita (Cu, Fe)12Sb4S13 o de otros sulfuros:

La meteorización de la galena tiene lugar por oxidación, dando lugar a minerales secun-
darios de plomo:
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piromorfita: Pb5(PO4)3Cl
cerusita: PbCO3
plumbogumita: PbAl3 (PO4)2(OH)5.H2O
anglesita: PbSO4 (primer paso a la formación de cerusita)
mimetita: Pb5 (AsO4)3Cl

La esfalerita (ZnS) al oxidarse puede dar lugar a smithsonita (ZnCO 3 ); hopeíta


Zn3.(PO4)2.4H2O; piromorfita Pb5 (PO4)3Cl, que suelen ser relativamente frecuentes en
la naturaleza. La estructura de la esfalerita es característica de un gran número de com-
puestos, que presentan con frecuencia soluciones sólidas (Berry y Mason, 1966), por lo
que es posible que el proceso de meteorización libere algunas veces cadmio, dando
lugar a octavita (CdCO3), mineral que suele ser relativamente raro, como también lo son
los fosfatos a base de cadmio (Hester y Harrison, 1997).

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El estudio de estos comportamientos puede ayudar a interpretar la existencia de concen-
traciones elevadas de estos elementos en un determinado terreno, pudiendo servir para
identificar una posible fuente de contaminación (Cap. 27).

3. Procesos edafogénicos
3.1. Aspectos generales
Los procesos edafogénicos consisten en una serie de reacciones y redistribu-
ciones de materia, de manera que un material originario más o menos isotrópico
sufre una progresiva diferenciación de horizontes (horizonización) y alcanza un
grado de organización (estructuración). Los procesos edafogénicos que dan lugar a
un suelo concreto son aquellos que resultan compatibles con los factores formado-
res que prevalecen en un lugar y momento determinados y se prolongan suficiente-
mente a lo largo del tiempo.
La importancia de cada factor formador puede cambiar a lo largo del tiempo, lo que
puede hacer variar la velocidad, e incluso la trayectoria de desarrollo del suelo, es decir, el
tipo de procesos. Estos cambios pueden ser debidos a variaciones en el clima, la vegetación
o responder a aspectos internos (Muhs, 1984).
Esta sucesión de procesos a lo largo del tiempo hace que la génesis de muchos suelos
sea compleja y dificil de interpretar y reconstruir. La mayoría de suelos pueden ser conside-
rados poligénicos (Johnson y Hole, 1994), como ocurre con los suelos que han soportado
las pulsaciones climáticas del Cuaternario.
La sucesión de procesos a lo largo del tiempo hace que algunos rasgos de un suelo se
hayan formado bajo las condiciones iniciales (relictos) mientras que otros correspondan a
procesos actuales.
Por otro lado, además de considerar la edafogénesis como un proceso progresivo, que da
lugar a un aumento de espesor del suelo, a la formación de estructura y a una diferenciación
de horizontes; cabe identificar procesos regresivos que provocarán una haploidización del
perfil del suelo (Phillips, 1993, Johnson et al., 1990). Estos procesos regresivos pueden ir
ligados a una degradación del suelo por erosión superficial o bien a procesos de edafoturba-
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ción por acción de la fauna o a una expansión/retracción de arcillas al humectarse y secarse.


La forma de agrupar los distintos procesos no es única, como tampoco lo es la impor-
tancia que las distintas Escuelas edafológicas confieren a procesos concurrentes, al propo-
ner hipótesis acerca de cómo se puede haber formado un determinado suelo. Este carácter
un tanto especulativo de la edafogénesis limita su interés como criterio para basar entera-
mente en ella la clasificación de los suelos.
Se pueden establecer agrupaciones de procesos de las siguientes formas:
— Físicos / químicos / biológicos.
— De homogeneización / de diferenciación.
— Cíclicos / alternantes.
— Continuos / de agotamiento.
— Actuales / fósiles (paleo).

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La complejidad de la mayor parte de los procesos edafogénicos se debe a la acción con-
junta de diversos agentes que intervienen en la génesis del suelo, con distinta intensidad y
velocidad. Por ello no resulta sencillo establecer una agrupación única.
Teniendo en cuenta que el suelo es un sistema dinámico abierto, los procesos
que se pueden identificar son:

— Adiciones al suelo:
Agua: Por la superficie.
Lateralmente.
A partir de una capa freática.
Energía solar.
Oxígeno.
Materia orgánica: oscurecimiento.
Sales disueltas en el agua o procedente de aerosoles: salinización.
Polvo: eólico o volcánico.
Materiales procedentes de la erosión, ricos en materia orgánica: aluvionamiento y
coluvionamiento.
Materiales aportados a la superficie del suelo por el hombre.

— Transformaciones dentro del suelo:


Meteorización.
Descomposición, degradación y mineralización de la materia orgánica.
Desarrollo de estructura.
Rubefacción.
Edafoturbación.
Por fauna.
Vermificación.
Argiloturbación (arcillas expansivas).
Crioturbación.
Seismoturbación.
Compactación con horizontes helados.
Cementación.
Desarrollo de rasgos redoximorfos.
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Gleificación.
Ferrolisis.
Piritización y material sulfuroso.
Formación sulfatos ácidos, jarosita y materiales sulfúricos.
Sodificación: incremento del porcentaje de sodio intercambiable.

— Translocaciones dentro del suelo. Cambios de posición de materia en sentido


vertical dentro del suelo:
Eluviación: migración descendente u oblicua de sustancias en suspensión. Proceso
de pérdida.
Iluviación: translocación de materiales diversos de un horizonte a otro del mismo
suelo. Proceso de enriquecimiento o acumulación (por ejemplo: arcilla, materia
orgánica). →

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Translocación de arcilla: argiluviación.
Translocación de hierro, aluminio y materia orgánica: queluviación.
Formación de humus mor o moder, meteorización y queluviación: podsolización.
Translocación de caliza: calcificación.
Translocación de yeso: gypsificación.
Translocación de sílice
Acumulación y redistribución de sales más solubles que el yeso: salinización.

— Pérdidas a partir de la superficie del suelo:


Gases.
Agua (evaporación).
Energía calorífica.
Material del suelo: erosión.
CO2 por mineralización de la materia orgánica.

— Pérdidas por la parte inferior del suelo:


Agua.
Pérdidas por lavado:
Sales solubles.
Yeso.
Carbonatos-Ca, Mg.
Bases: acidificación.
Sílice y bases con acumulación relativa y/o absoluta de hierro y/o aluminio.
Pérdidas de material en suspensión.

ESTUDIO DE CASOS
1. De los procesos que se relacionan, indicar cuáles pueden haber actuado
simultáneamente, secuencialmente, alternativamente, tener acciones con-
trapuestas o ser incompatibles con la formación de un Natrixeralf vértico.

2. Indicar cuáles son químicos, cuáles de homogeneización, cuáles alternan-


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tes, cuáles de agotamiento y cuáles paleo?


Los procesos a que se hace referencia son:
Argiloturbación, gleificación, gypsificación, sodificación, piritización, iluviación,
erosión, rubefacción, podsolización, cementación de caliza.
3. El establecimiento de relaciones entre las propiedades de un suelo (morfo-
logía y propiedades químicas) y los procesos permite avanzar en el conoci-
miento de la edafogénesis. Ahora bien, la poligénesis de los suelos deri-
vada de los cambios climáticos a lo largo del Cuaternario (Chadwick et al.
1995) dificulta las interpretaciones de los rasgos edafogénicos, en el sen-
tido de saber si el proceso que les dió origen es todavía activo o no.
¿Cómo podría averiguarse si un rasgo es relicto o actual?

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Bases para la discusión
3. Retallack (1990) en su obra Soils of the past indica que las propiedades de
la fase sólida de los suelos contienen un registro de la edafogénasis pasada.
Para determinar si un rasgo es actual o relicto se puede recurrir al estudio de
las soluciones del suelo. Su composición puede ayudar a interpretar qué proce-
sos son todavía activos.
Se suelen utilizar dos técnicas para estudiar procesos de translocación: por un
lado la succión y los lisímetros (Ugolini et al. 1988, Barbee y Brown, 1986); y
por otro, resinas quelatantes e intercambiadoras de iones, enterradas en el
suelo (Ranger et al., 1998, Barrett y Schaetyl, 1998).

ESTUDIO DE CASOS
Los productos resultantes de la meteorización de un mismo material originario
pueden ser distintos debido a que lo sean las trayectorias según las condicio-
nes climáticas dominantes.
Discutir el resultado de la meteorización de un material piroclástico (ceniza vol-
cánica) en tres supuestos distintos:
a) clima húmedo,
b) clima mediterráneo semiárido,
c) clima templado.

Respuestas
a) Material con bajo grado de ordenación (alófana e imogolita); filosilicatos 1:1 y gibsita.
Consultar: Wada 1980, 1987
Mizota et al., 1988
Jongmans et al., 1995.
b) Haloisita y alófana.
Consultar: Silbert et al., 1994
c) Vermiculita, mica y caolinita.
Consultar: Ezzaïm et al., 1999.
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3.2. Principales procesos formadores


De acuerdo con el esquema planteado, se hará una síntesis de cada uno de los
principales procesos.

a) Adiciones
a.1) Incremento del contenido de materia orgánica
Es un proceso muy general, que deriva de la presencia de vegetación (Cap. 8). Es res-
ponsable del mayor o menor oscurecimiento de los epipediones, así como de la posterior
existencia de otros procesos.

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a.2) Aportaciones
Hay que englobar diversos mecanismos de adición de materiales al suelo: aluviona-
miento o aporte por las corrientes fluviales de materiales erosionados que fueron compo-
nentes de otros suelos; coluvionamiento de materiales por escorrentía difusa y efecto de la
gravedad al pie de una ladera; y tefra-aportación, según la cual materiales volcánicos de
granulometría más o menos fina recubren un suelo.

b) Transformaciones dentro del suelo


b.1) Meteorización
Descrita anteriormente con detalle (Cap. 17.2).

b.2) Humificación
Se ha explicado con detalle en el Cap. 8.

b.3) Edafoturbación
Proceso por el cual los materiales del suelo sufren cambios posicionales y efectos de
mezcla dentro del propio suelo. Pueden deberse tanto a comportamientos de la meso y
macrofauna del suelo, como a raíces gruesas de los árboles en los efectos de caída y arran-
que, típicos de los bosques de coníferas boreales (bioturbación). El efecto de la expan-
sión-retracción de las arcillas (argiloturbación), el de hielo-deshielo (crioturbación), y otros
agentes mecánicos son también origen de procesos de este tipo.

b.4) Rubefacción (rubefacere = hacer rojo)


Proceso caracterizado por la evolución del hierro. Se trata de una deshidratación de los
oxi-hidróxidos de hierro liberados por la meteorización y ligados a las arcillas. La deshidrata-
ción casi irreversible se debe a una desecación estacional más o menos acentuada. La rubefac-
ción confiere al suelo un color rojo. Es típica de la zona mediterránea, si bien no exclusiva de
ella. Este proceso suele llevar asociado uno de iluviación de arcilla durante la estación húmeda.
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b.5) Brunificación
Este proceso se da en suelos de regiones de clima atlántico templado o semicontinental,
en medios biológicamente activos (mull), con buena aireación, con suficiente hierro y arci-
lla para que se pueda formar una estructura bien desarrollada. El hierro actúa de enlace
entre los ácidos húmicos y las arcillas. La mayor humedad del clima no permite la deshi-
dratación de los óxidos de hierro y el color del suelo es pardo.

b.6) Gleificación (del ruso, masa de suelo fangoso)


Proceso en el que dominan las condiciones de reducción de los óxidos de hierro que
llegan a alcanzar la forma ferrosa, mediando de ordinario la demanda de oxígeno por parte

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de los microorganismos. Ello se debe a la presencia de un régimen de humedad con exceso
de agua, como por ejemplo, el de carácter «ácuico». La movilidad de los compuestos ferro-
sos a causa de su solubilidad puede provocar una decoloración del horizonte afectado.
Puede precipitar en forma férrica allí donde el oxígeno llegue en cantidad suficiente, al
menos en alguna parte del año, si existe alternancia de condiciones aerobias y anaerobias
de la capa freática. En la zona de oscilación se pueden llegar a formar concreciones esferoi-
dales duras de hierro y manganeso. Su número, tamaño y composición responde al régimen
de humedad y a la estructura del medio poroso, por lo que pueden ser utilizadas como indi-
cador de los procesos de hidromorfismo (Blagoveschensky y Samsonova, 1999, Raben-
horst et al., 1998).

b.7) Formación de materiales sulfurosos


La reducción de los sulfatos puede producirse en áreas costeras, en estuarios y albuferas
con aguas salobres, en zonas con efecto mareal, con sedimentos ricos en materia orgánica y
extrema gleificación. La actividad de los microorganismos anaerobios da lugar a la forma-
ción de monosulfuros de hierro y posteriormente bisulfuros, que pueden precipitar en
forma de pirita, FeS2. (Caps. 12 y 16).

b.8) Formación de materiales sulfúricos


El drenaje de suelos con materiales sulfurosos provoca su oxidación conducente a la
aparición del anión sulfato. Si este proceso tiene lugar en un sedimento rico en carbonato
cálcico, el resultado será la formación de yeso. En los demás casos se pueden formar sulfa-
tos de hierro, de aluminio, mientras que en presencia de iones sodio y potasio se produce
natrojarosita y jarosita (suelos de sulfatos ácidos), cuya reacción es extremadamente ácida
con pH inferiores a 3,0, con consecuencias desfavorables para la vegetación y los cultivos
(Van Breemen, 1976).

b.9) Ferrolisis
La ferrolisis ha sido descrita por Brinkman (1970) en suelos hidromorfos con horizontes
superficiales gleificados, ácidos, de colores pálidos (generalmente álbicos), bajos contenidos
de arcilla y materia orgánica. Suelos que ocupan formas prácticamente llanas de terrazas mari-
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nas o fluviales y que se inundan estacionalmente debido a las lluvias. La alternancia de condi-
ciones reductoras y oxidantes comporta una acidificación y una destrucción de las arcillas.
Van Breemen y Buurman (1998) distinguen dos fases. En la principal, el Fe(II) formado
en condiciones reductoras entra en las sedes de intercambio y desplaza cationes basifican-
tes, que pueden perderse por lavado o por difusión y drenaje lateral. Al repetirse el proceso,
la parte superior del suelo, afectada por el proceso de redox, se irá acidificando. En las épo-
cas en las que existen condiciones oxidantes, el hierro pasa a Fe (III) y precipita, mientras
que las sedes de intercambio liberadas por el Fe(II) pueden ser ocupadas por los H+ libera-
dos en la oxidación de un hidróxido de Fe(II). Las arcillas-H son inestables y su colapso
libera sílice amorfa y Al3+, que pasa a ocupar sedes de intercambio. Un nuevo ciclo Fe(III)
a Fe(II) consume H+ con lo que se eleva el pH; el intercambio de Fe(II) por Al3+ hace apa-
recer aluminio en la solución que, al hidrolizarse, da productos intermedios y si el pH es
superior a 5,5 precipita como gibsita. Los hidróxidos-Al con carga pueden dar lugar a la
formación de una capa gibsítica (cap. 7) que, al intercalarse entre las láminas de arcillas

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2:1, dará lugar a una clorita alumínica o clorita secundaria (Duchaufour, 2001), con lo que
el Fe(II) y las bases que ocupaban estas posiciones de intercambio serán desplazados.
La ferrolisis puede haber ido precedida de un proceso de iluviación de arcillas y, en
casos extremos, puede ir seguida de un proceso de podsolidación, si bien se trata de proce-
sos separados (Van Breemen y Buurman, 1998).

b.10) Formación de un plácico


Este endopedión consiste en una capa delgada (1 a 40 mm), negra o rojiza oscura,
sinuosa, fuertemente cementada, de acumulación de hierro y manganeso o un complejo de
hierro y materia orgánica. Se encuentra en Spodosoles (ST) o Podzoles (WRB) y suelos
gley. Soil Taxonomy (1999) considera que este horizonte está asociado con estratificacio-
nes en el material originario. Van Breemen y Buurman (1998) consideran que la formación
de un plácido no tiene nada que ver con el proceso de podzolización. De acuerdo con estos
autores, se forma a partir del momento en que un espódico llega a ser suficientemente
denso para provocar la estagnación del agua de lluvia o crea una capa freática de pendiente
en montaña (Duchafour, 2001). Esto provoca condiciones reductoras en la parte superior
del suelo, el hierro ferroso se mueve y se acumula en el límite con la parte inferior aireada.

b.11) Maduración
En suelos con condiciones extremas de hidromorfismo, sin desecaciones temporales
siquiera, no puede desarrollarse estructura. Al ser drenados parcialmente tiene lugar un pro-
ceso de maduración, que puede caracterizarse por medio del índice de subsidencia, n.

b.12) Formación de fragipan (del lat. fragilis, frágil)


Formación de un horizonte subsuperficial de textura media, a veces arenosa, densidad
aparente elevada en relación con los horizontes que lo rodean. Es duro y compacto cuando
está seco, por lo que parece cementado, pero al humedecerse, las unidades estructurales se
rompen bruscamente cuando se las presiona entre los dedos. Un fragmento seco se deshace
o se fractura al sumergirlo en agua. Es pobre en materia orgánica. Su conductividad hidráu-
lica es lenta, el drenaje es imperfecto, presenta moteado y tiene grietas aproximadamente
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verticales, que son caras de poliedros o prismas gruesos o muy gruesos, emblanquecidas y
de textura más gruesa y forma poligonal (Smeck y Ciolkosz, 1989).
Para explicar su formación cabe distinguir los fragipanes asociados a fenómenos de gla-
ciarismo del Cuaternario de aquellos formados en otras condiciones. La génesis de los fragi-
panes formados a partir de materiales morrénicos se explica por la presión ejercida por la
masa de hielo o por las compactaciones resultantes de procesos repetidos de hielo y deshielo
de un material saturado de agua y situado encima de una capa permanentemente helada.
Los fragipanes también pueden haberse formado debido a procesos de expansión/retrac-
ción ligados a fases de humectación/desecación de un material de textura de media a gruesa.
Las grietas originadas durante el proceso de desecación se habrían rellenado con material
procedente de la parte superior. Al humectarse volverían a cerrarse, lo que habría generado
una presión importante sobre el material entre grietas, que no habría podido ser neutralizada
con la formación de caras de deslizamiento (SSS, 1998).

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En algunos casos el proceso de formación de un fragipan puede haber ido acompañado
de iluviación de arcilla lo que habría contribuido a aumentar la densidad aparente y a la
unión de partículas en el horizonte.

c) Translocaciones
La translocación implica un cambio de posición de un componente y la consiguiente
acumulación dentro del perfil, lo que da lugar a una concentración de materiales en ciertos
puntos o niveles en el interior del suelo.

c.1) Translocaciones en solución


El incremento de ciertos componentes, tales como caliza, yeso, sales más solubles
que el yeso, así como ópalo, se produce tras un desplazamiento, preferentemente en
solución, y posterior precipitación en ciertas zonas del perfil a causa de diversos meca-
nismos. Por su importancia en climas áridos y semiáridos interesa detallar algunos de
estos procesos:

Procesos de translocación, acumulación y cementación de carbonato


cálcico: calcificación y petrocalcificación
En zonas áridas y semiáridas el carbonato cálcico puede haberse acumulado preferente-
mente en un horizonte (u horizontes) a poca distancia de la superficie del suelo. Los hori-
zontes en los que predomina una acumulación de carbonato cálcico, que puede llegar a
suponer el 80 % del horizonte, se denominan: Bk (no cementado) o Bkm (cementado). La
meteorización de la calcita tiene lugar por carbonatación, dando lugar a iones bicarbonato y
calcio, que pueden ser translocados y reprecipitados, lo que da lugar a su concentración y
posible cementación en el material receptor. Tanto el aumento de la presión de CO2 en el
agua del suelo por actividad biológica, como las aguas frías con CO2 disuelto favorecen la
disolución de la caliza. El régimen de humedad no percolante (arídico, xérico o ústico) de
los suelos hace que el lavado sea débil o inexistente, ya que el frente de humectación no
llega a atravesar todo el perfil.
La disminución de la presión de CO2 en profundidad provoca la reprecipitación y acu-
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mulación de carbonato cálcico. Este proceso interviene principalmente bajo pradera y cés-
ped y da lugar a formas difusas y no endurecidas y a acumulaciones filiformes o pseudomi-
celios, estudiadas por Butel y Ducloux (1989), mientras que la concentración de la solución
por secado del suelo puede provocar precipitaciones que obturen completamente los poros
o den origen a formas endurecidas: cemento geopetal en la base de los elementos gruesos,
formas esferoidales concrecionadas de estructura concéntrica (oolitos, pisolitos y nódulos)
e incluso cementaciones masivas (petrocálcico). Las acumulaciones masivas no cementa-
das, el cemento geopetal y las concreciones esferoidales son características de los endope-
diones cálcicos. Las acumulaciones continuas cementadas, que no se deshacen al sumergir-
las en agua durante un cierto tiempo, constituyen un endopedión petrocálcico. Estos
horizontes son muy viejos (de 8.000 a 50.000 años y más), por lo que tienen una génesis
muy compleja (Gile et al. 1966), como lo evidencia la presencia de estructuras conglome-
ráticas; los distintos colores del carbonato cálcico según el grado de cristalización; la pre-
sencia de capas acintadas en la superficie de la acumulación, y otras estructuras (Ruellan,

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1973; Rabenhorst et al., 1991; Goudie y Pye, 1985). Los procesos de disolución/reprecipi-
tación pueden haberse repetido a lo largo del tiempo, lo que se refleja en la complejidad de
la morfología.
Las acumulaciones de carbonato cálcico se pueden formar de distintas maneras. El ori-
gen del carbonato cálcico varía según la posición geomorfológica ocupada por el suelo. En
unos casos puede haberse movilizado dentro del propio perfil; en otros puede haber habido
aportes laterales, tal como ocurre en superficies en glacis (Cap. 18) (Bock et al. 1990). En
ellas los horizontes petrocálcicos son el resultado de precipitaciones - cementaciones - redi-
soluciones parciales sucesivas. Los suelos pueden haber sufrido procesos erosivos que
hayan dejado el horizonte cementado en o cerca de la superficie y posteriores aportes de
materiales constituyen el epipedión actual. En la etapa durante la cual el petrocálcico ha
quedado muy superficial, puede haber habido zonas de su superficie con mayor humedad,
en las que se haya concentrado una masa de raíces que, tras su muerte y posterior calcifica-
ción, puede ser el origen de una capa de estromatolitos de raíces, capa acintada que aparece
cementada en la superficie del petrocálcico formando parte de él. El estudio en lámina del-
gada permite identificar formas derivadas de estructuras de raíces.
En muchos casos las superficies de antiguos glacis aparecen actualmente desconectadas
del área origen de los materiales, por erosión y encajamiento de la red de drenaje. Esta
disección puede dar lugar a formas del paisaje tales como plataformas residuales (inversión
del relieve), que están coronadas por un petrocálcico que las protege del avance de la ero-
sión en sus bordes (Twidale, 1976; Porta et al. 1983).
Este tipo de acumulaciones, para las que Soil Taxonomy introdujo las denominaciones
de endopedión cálcico y petrocálcico, han sido estudiadas por los autores australianos bajo
la denominación genérica de duricrusts (Woolnough, 1930) y calcretas para las de carbo-
nato cálcico (Lamplugh, 1902), recibiendo otros muchos nombres tales como: caliche, nari,
kankar, kunkar (Twidale, 1976; Goudie y Pye, 1985).

Gypsificación
El proceso de gypsificación ha sido estudiado por diversos autores pudiendo acudir a
los trabajos de Eswaran y Zi-Tong (1991), Porta y Herrero (1988), Benayas et al. (1988),
Herrero et al. (1992), Arricibita et al. (1988), entre otros.
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Se trata de un proceso menos general que la calcificación, pues en éste, los dos iones
que intervienen, bicarbonato y calcio, son de presencia casi universal y en cantidades
importantes en las regiones áridas y semiáridas. El ion sulfato no se halla tan extendido, no
obstante, formaciones geológicas del Secundario (Triásico) y Terciario lo contienen, lo que
explica la relativa frecuencia con que se encuentran suelos con yeso asociados a tales for-
maciones y al agua que ha circulado por ellos. La mayor solubilidad del yeso determina que
cuando ambos procesos de acumulación han tenido lugar en un mismo suelo, el horizonte
de acumulación de yeso ocupe una posición inferior a la de carbonato cálcico.
El yeso se puede presentar en el suelo (Herrero et al., 1992) como:
— Acumulaciones vermiformes: pequeños hilillos de varios milímetros de largo y
aproximadamente 1 mm de diámetro. Se observa en campo con ayuda de una lupa.
— Yeso lenticular, es la forma en que cristaliza el yeso en el suelo. Se observa al
microscopio.

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— Yeso microcristalino, cristales lenticulares de yeso menores de 20 μm. En campo
aparece como una masa blanca o rosada, semejante a la harina. Es muy suave al
tacto. Se observa al microscopio con más de 500 aumentos.

Petrogypsificación
Este proceso exige unas condiciones de extremada aridez. Un horizonte gypsico
expuesto al aire adquiere una gran dureza durante la estación seca, lo que puede llevar a
confusiones, al igual que los meros depósitos de yeso roca. Una acumulación de yeso
cementada, observada al microscopio muestra cristales indentados, en lugar de los lenticu-
lares, típicos de un endopedión gypsico.

Salinización
Proceso de enriquecimiento del suelo en sales más solubles que el yeso, por lo general
se trata de cloruros y sulfatos de sodio y de magnesio. Ello provoca valores muy altos de la
presión osmótica en la fase líquida del suelo, con evidentes repercusiones sobre la vegeta-
ción. Es un proceso que tiene lugar principalmente en zonas semiáridas y áridas, en zonas
bajas con mal drenaje. Puede ser natural o bien inducido por el hombre por un uso inade-
cuado del agua de riego (Cap. 24).

Sodificación
Este proceso, también denominado solonetización, consiste en un enriquecimiento en
sodio intercambiable, por el contacto del suelo con soluciones de sales neutras sódicas. Suele
ir acompañado de un proceso de iluviación de arcillas sódicas, ya que su dispersión favorece
la translocación. Conlleva una degradación de la estructura del suelo y unas condiciones físi-
cas muy desfavorables para el crecimiento de las plantas y la circulación del agua (Cap. 24).

Alcalinización
Proceso de sodificación con formación de carbonato sódico. El pH adquiere valores de
9 a 11 y las condiciones son muy desfavorables para la circulación del agua y sólo pueden
vivir especies vegetales especializadas. (Cap. 24).
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Formación de duripán
Este horizonte subsuperficial está endurecido por sílice cementada, generalmente ópalo o
formas microcristalinas de sílice (Cap. 7). El silicio procedente de la meteorización, se halla
en solución principalmente como ácido silícico, Si(OH)4 y como tal se puede mover, para
precipitar como A-ópalo. Los fragmentos secos no se deshacen en agua, ni en ácido clorhí-
drico. A veces contiene además otros cementos secundarios, tales como carbonatos y óxidos
de hierro, por lo que pueden formar parte o estar asociados con endopediones cálcicos.
Los duripanes (Thirby, 1997) se presentan principalmente en suelos de áreas con mate-
riales volcánicos recientes, con climas mediterráneos subhúmedos y climas áridos, es decir,
con una estación seca durante la cual se concentra la solución del suelo y la sílice precipita.
Durante la estación húmeda puede tener lugar la meteorización que libere sílice y favorezca
la translocación. La sílice procede de la meteorización de los vidrios volcánicos o de loess.

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En medio alcalino la sílice es soluble, mientras que en medio ácido tiende a precipitar en
forma de ópalo (Chadwick et al., 1987). Las acumulaciones con más de 85 % de sílice,
cementadas han sido estudiadas por los autores australianos bajo el nombre de «silcreta»
(Summerfield, 1983, Twidale, 1976).

Petroferrización
La cementación de los óxidos hidratados de hierro u oxihidróxidos puede obedecer a dos
orígenes distintos: uno, la precipitación de los materiales ferrosos que al pasar a férricos son
insolubles. En general, el proceso está relacionado con la presencia de una capa freática o de
una capa freática colgada, a la que llegan aportes ferrosos. Es el caso de algunos materiales
petroférricos formados en plataformas (rañas) con hidromorfia acentuada reciben la denomi-
nación de «alios» por parte de los edafólogos de la escuela francesa. Otro origen posible son
las acumulaciones de óxidos en países ecuatoriales, relacionables con los procesos de acu-
mulación residual, más cercanos en su génesis a la formación de plintita.

c.2) Translocaciones en suspensión


El desplazamiento puede afectar a partículas discretas en el seno del suelo, de un hori-
zonte a otro en el que tiene lugar la acumulación. El transporte se produce en suspensión en
el agua que circula a través del suelo. Los componentes afectados pueden ser arcilla,
humus, oxihidróxidos, hierro y aluminio que sean objeto de quelación.

Argiluviación
Consiste en la acumulación de arcilla translocada. Para que la iluviación pueda tener
lugar se requiere que la arcilla esté dispersa, lo que exige una previa eliminación de la
caliza por lavado y una ligera acidificación o bien que se trate de arcillas sódicas. Las partí-
culas más afectadas por la iluviación son las de arcilla fina (Ø < 0,2 μm).
Al atravesar la suspensión de arcilla un horizonte seco, el agua de los macroporos es suc-
cionada por los microporos y la arcilla se deposita en las paredes (Dorronsoro y Aguilar, 1988):
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Poro lleno de agua Vaciado Poro vacío con


con arcilla en revestimiento de arcilla
suspensión

El depósito está finamente estratificado y la cantidad es suficiente para que sea observable
en poros y caras de los elementos de estructura. Da lugar a revestimientos brillantes observa-
bles con una lupa. Reciben la denominación de cutanes (ing. clays Kin). Corresponden a eda-
forrasgos texturales (Cap. 4).

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El proceso ha sido estudiado por diversos autores, entre ellos cabe citar a McKeague
(1983) y Dorronsoro y Aguilar (1988) y su importancia es grande si se atiende a la superfi-
cie ocupada por los suelos con procesos de argiluviación (p. e. Alfisoles y Utisoles).

Translocación de arcillas sódicas


Un proceso de sodificación hace que las arcillas O
estén dispersas, incluso en presencia de caliza en el
suelo. Por ello, las arcillas sódicas pueden ser fácilmente A
translocadas. El resultado es un endopedión nátrico.

Podsolización
E
Este proceso da lugar a la formación de Spodoso-
les (SSS, 1999) o de Podzoles (WRB, 1998), suelos
con una secuencia de horizontes: O, A: ricos en m.o.,
un horizonte eluvial emblanquecido: E, y un hori- Bh
zonte iluvial pardo-rojizo: Bh, Bhs y Bs (endopedión Bs
espódico). Su edafogénesis tiene lugar en condiciones
climáticas diversas, si bien tienen de común el ser de
tendencia fría y húmeda, con una vegetación acidifi- C
cante (p.e. brezo: Calluna vulgaris) y escasa actividad
biológica, lo que da lugar a una acidificación progre-
siva del suelo (Mokma y Buurman, 1982). El proceso
no se da en presencia de carbonatos en el suelo.
La presencia de m.o., aluminio y hierro en el endopedión iluvial implica mecanismos de
movilización en el horizonte eluvial (eluviación), de translocación e inmovilización en el
horizonte iluvial (iluviación). La interpretación más clásica para explicar la podzolización
se ha formulado como la teoría del fulvato (Duchaufour, 2001, Petersen, 1976), según la
cual los ácidos fúlvicos intervienen en la meteorización de los minerales por complexolisis.
Disuelven el hierro y el aluminio en la parte superior del suelo y forman complejos organo-
minerales solubles o pseudosolubles que son translocados (queluviación). El horizonte afec-
tado por la eluviación se pone de manifiesto por su color blancuzco debido a la abundancia
de cuarzo y limo residuales y sin revestimientos. Los complejos precipitan a aquella profun-
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didad del suelo a la que se satura el ligando orgánico (compensación de la carga) (Righi et
al., 1987) o bien se descompone por acción microbiana (Lundström et al., 1995).
Complementariamente, se ha formulado la teoría de los ácidos de bajo peso molecular
(LMW) para explicar el proceso (Lundström et al., 1995). En este caso los agentes orgánicos
de bajo peso molecualr (LMW) son los responsables de la translocación del hierro y el alumi-
nio. La precipitación se produce con la degradación microbiana del transportador. La combina-
ción de estos dos procesos parece explicar la podzolización (van Breemen y Buurman, 1998).
Sin embargo, para los investigadores que han formulado la teoría de la alófana (Anderson et
al., 1982, Farmer et al., 1985), el aluminio y el hierro pueden moverse independientemente de
la m.o. en forma de soles silicáticos con carga. La precipitación en forma de alófana y de imo-
golita tendría lugar a aquella profundidad a la cual hubiese un aumento del pH. La m.o. preci-
pitaría posteriormente sobre la alófana, dando lugar a un enriquecimiento secundario.
Este proceso puede haber precedido la podzolización pero no parece esencial (van Bre-
emen y Buurman, 1998). Los trabajos de Jakobsen (1991) y Barrett (1998) han puesto de

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manifiesto que los diversos mecanismos expuestos, orgánicos e inorgánicos, pueden tener
lugar en la podzolización, ya sea secuencialmente o simultáneamente.
La podsolización requiere materiales originarios filtrantes (cuarzosos), pobres en arcilla
y hierro libre, para que no liberen demasiado hierro y aluminio, de lo contrario los comple-
jos organo-metálicos formados se insolubilizarían en la parte superior del suelo. Sobre
rocas metamórficas la movilización puede verse frenada rápidamente, no llegándose a dife-
renciar un horizonte eluvial (criptopodzolización).

d) Pérdida de componentes
d.1) Eluviación
Término genérico para la pérdida de componentes. Es un proceso característico de los
epipediones y que se incorpora a la definición del horizonte A, si bien debe quedar restringido
a los casos en que le sucede la complementaria iluviación. La máxima eluviación lleva a la
génesis de horizontes sumamente empobrecidos, E, que se consideran de carácter residual.

d.2) Lavado
Este término resulta poco preciso. Se refiere a procesos de pérdida de componentes en
forma soluble en agua.

d.3) Lixiviación
La lixiviación refiere una migración más o menos continuada de un componente del
suelo, por la acción de un agente químico. Algunos autores agrupan bajo esta denomina-
ción el lavado de sales solubles (desalinización); la migración de carbonatos por la acción
del anhídrido carbónico en medio acuoso (descarbonatación); la movilización de yeso por
el agua que circula por el suelo (desgypsificación); la pérdida de elementos alcalinos y
alcalino-térreos, de lo que se deriva una desaturación del complejo de cambio y una progre-
siva acidificación; la migración de Fe2+ en medio hidromorfo. En aquellos casos en que el
frente de humectación atraviese habitualmente todo el perfil habrá una pérdida progresiva
del componente afectado, en otros casos la lixiviación puede afectar únicamente a la parte
superior del perfil, pudiendo hablarse de horizontes lixiviados y de translocación.
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d.4) Erosión
Es un proceso de trayectoria regresiva. Consiste en la pérdida de integridad del suelo
empezando por la parte superior del perfil. El suelo puede llegar a ver truncados sus hori-
zontes superiores, determinando unas nuevas condiciones generadoras en el suelo resul-
tante. Su estudio es objeto del capítulo 23.

d.5) Formación de líneas de piedras («stone-lines»)


En algunos suelos se presentan capas de piedras a cierta profundidad y que siguen más
o menos la superficie topográfica. Al hacer una excavación o al observar un corte en el
terreno, la capa aparece como si fuese una línea y de esta morfología deriva su nombre.
Puede tratarse del resultado de un proceso erosivo que habría provocado un enriqueci-
miento relativo de piedras por pérdida de elementos finos. Esta superficie tapizada de pie-
dras habría sido posteriormente enterrada por un coluvionamiento.

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e) Procesos edafogénicos en ambientes tropicales
Al referirse a suelos tropicales hay que tener en cuenta la imprecisión que ello supone,
dada la gran variedad de ambientes en la zona tropital. En los trópicos húmedos se pueden
hallar Oxisoles, Ultisoles y Andisoles, mientras en los trópicos secos puede haber suelos
calizos y suelos yesosos. También puede haber paisajes caracterizados por la presencia de
Vertisoles, suelos hidromorfos, suelos aluviales o de suelos afectados por salinidad. Los
Entisoles pueden estar igualmente presentes en las zonas intertropicales. Las equivalencias
aproximadas con WRB (1998) pueden verse más adelante y en el capítulo 20.
Los procesos que se van es describir son: la meteorización ferralítica o ferralitización que
da lugar a Oxisoles (SSS, 1999) y Ferralsoles (WRB, 1998) y la plintización o laterización
característica de los Plintisoles (WRB, 1998) y de algunos Oxisoles y Ultisoles (SSS. 1999).

e.1) Ferralitización, meteorización ferralítica o alitización


La ferralitización es un término que fue propuesto por Aubert (1965) para describir un
proceso de edafogénesis que tiene lugar en zonas intertropicales cálidas, con temperaturas
medias de alrededor de 25 °C a lo largo de todo el año, y húmedas, con precipitaciones bien
repartidas de unos 2.000 a 3.000 mm anuales. Afecta a un espesor de varios metros de suelo.
En estas condiciones la meteorización por hidrólisis es rápida y muy intensa, desaparecen
prácticamente todos los minerales meteorizables de las fracciones arena y limo (su contenido
es inferior al 10 % en la fracción de 50 a 200 μm). Los cationes basificantes liberados se pier-
den por lavado en un medio con régimen percolante, que se acidifica progresivamente, si bien
el pH se mantiene por encima de 5. En estas condiciones la sílice liberada es eliminada de
forma preferencial del sistema (desilificación), lo que da lugar a un enriquecimiento relativo
en hierro y aluminio en forma de hematita (roja), goetita (ocre) y gibsita. La pobreza en sílice
del medio resultante sólo permite la neoformación de minerales alíticos, es decir, ricos en alu-
minio. La arcilla que se neoforma es la caolinita. Resulta una baja capacidad de intercambio
catiónico, menor o igual a 16 cmol(+)kg–1 de arcilla a pH = 7 y una capacidad de intercambio
catiónico efectiva baja, menor o igual a 12 cmol(+)kg–1 de arcilla. El horizonte resultante es
un óxico o ferrálico y los suelos Oxisoles (SSS, 1999) o Ferralsoles (WRB, 1998).
Se trata de suelos viejos, ya que los procesos que les dan origen son lentos, si bien la
naturaleza del material originario (mineralogía y grado de fragmentación) incide considera-
blemente sobre la duración de la edafogénesis. Sobre rocas máficas (basalto) se neoformará
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poca arcilla en estos medios y tendrá lugar un proceso de ferralitización, mientras que con
rocas félsicas (granito) se requerirá mucho más tiempo si bien se puede neoformar abun-
dante caolinita, dando lugar a un proceso de caolinitización.
La formación de agregados caolinita-goetita, caolinita-hematita y a veces caolinita-gib-
sita muy estables frena la iluviación de arcilla. Bajo ciertas condiciones puede haber una
translocación de la arcilla fina dispersa, que dará lugar a una acumulación de arcilla en pro-
fundidad, si bien de forma difusa y poco visible a simple vista. Este proceso da lugar a la
formación de un horizonte kándico (Duchaufour, 2001).

e.2) Plintización o laterización


El término laterita (lat. later, ladrillo) es el más antiguo de entre los utilizados para
designar las formaciones de superficie o cerca de la superficie, rojas, susceptibles de endure-

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cer rápida e irreversiblemente en contacto con el aire y estar sometido el material a cambios
de humectación y secado (Tardy, 1993). Se puede utilizar como material de construcción
(Buchanan, 1807). El término, introducido por primera vez en la India, ha sido utilizado con
gran laxitud para describir un amplio intervalo de materiales ricos en hierro o de suelos tro-
picales fuertemente meteorizados, por lo que existen múltiples definiciones, lo que ha cre-
ado confusión al ser un término muy impreciso (Twidale, 1976). El término laterita llegó
incluso a ser sinónimo de suelos tropicales (Smarks, 1986), cuando en realidad la superficie
con laterita no llega a superar el 7 % de la ocupada por los suelos tropicales (Sánchez, 1981).
En la versión de 1960 de Soil Taxonomy (SSS, 1960) se introdujo el término plintita
(gr. plinthos, ladrillo), indicando que es una forma de material (cap. 2) al que se había
denominado laterita. Alexander y Cady (1962) indican que una laterita es «un material
fuertemente meteorizado, arcilloso, rico en óxidos secundarios de hierro y aluminio o de
ambos. Desprovisto de materia orgánica, cationes basificantes y de minerales silicáticos, si
bien puede contener cantidades importantes de cuarzo y caolinita. Su endurecimiento, al
someterla repetidamente a humectación y secado, se debe a que los óxidos de hierro crista-
lizan de forma irreversible». En este sentido estricto el término laterita, se puede considerar
sinónimo al de plintita que utilizan Soil Taxonomy (SSS, 1999) y la World Reference Base
for Soil Resource (ISSSWG, 1998). En Australia se mantiene el término laterita (North-
cote, 1992; Charman y Murphy, 1993), al igual que lo hacen las escuelas geológicas
(Sparks, 1986; Riba, 1997). La plintita se define en base a criterios de campo y, si bien ha
habido propuestas para establecer una definición y clasificación basada en los contenidos
de SiO2, Al2O3 y Fe2O3 (Schellmann, 1981, 1986), no llegan a resolver el problema, ya que
sólo son aplicables a modelos de formación que impliquen únicamente movimientos verti-
cales (Bourman y Ollier, 2002, Thirby, 1997).
La plintita se forma actualmente en zonas intertropicales húmedas y regiones adyacen-
tes, en América del Sur (Brasil), África (Madagascar, Costa de Marfil) e India. Como forma
relicta, paleosuelos, se presenta en muchos otros lugares, tales como centro y sur de Austra-
lia, Tasmania, Este de África o en Portugal.
Un perfil típico de una plintita consiste en un horizonte A arenoso (muy erosionable, por
lo que a veces habrá desaparecido), que tiene debajo una capa rica en óxidos de hierro y alú-
mina que puede tener hasta 5 m de espesor; su estructura es pisolítica y vesicular; el material
es pardo, amarillo y blanco, comúnmente presenta como concentraciones redox de color
rojo oscuro, normalmente en diseños laminares, poligonales o reticulados y zonas decolora-
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das más blancas. Debajo de esta capa rica en hierro hay una zona caolinitizada que puede
tener 30 m de espesor, blanca, aunque con manchas de rojo y amarillo; y en algunas áreas,
masas de calcedonia pequeñas y de formas irregulares (Twindale, 1976; SSS, 1999). Algu-
nos autores subdividen la capa caolinitizada en una parte superior moteada y una parte infe-
rior pálida. Este perfil tipo puede presentar muchas variantes locales. Al endurecerse deja de
considerarse plintita y pasa a denominarse contacto petroférrico, coraza petroplíntica o
duricrust, proceso que es más característico de las zonas de savana con una estación seca.
El origen de la plintita es complejo (McFarlane, 1983). Las acumulaciones de hierro y
aluminio puede deberse a procesos in situ, si se produce un lavado de la sílice debido a una
meteorización ferralítica (Sparks, 1986). Muchos trabajos han puesto en evidencia, no obs-
tante, la importancia del papel del transporte lateral para explicar la génesis de plintita
(Bourman y Ollier, 2002). En algunos casos, la capa caolinítica subyacente puede haber
actuado como material impermeable, permitiendo el movimiento lateral de agua freática
rica en hierro (Thomas, 1974).

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La resistencia a la denudación de una plintita cementada permite interpretar ciertas formas
del paisaje. Puede haber dado lugar a una inversión de relieve y formación de plataformas resi-
duales, coronadas por una capa petroplíntica. Algunos autores consideran que se trata de una
roca sedimentaria cementada, que data del Terciario o de finales del Mesozoico (Sparks, 1986).
La presencia de plintita a poca profundidad puede suponer una limitación para la circu-
lación del agua y el crecimiento de las raíces.

ESTUDIO DE CASOS
En una zona con régimen de humedad údico, se produjo la sustitución de una
vegetación a base de Calluna vulgaris (brecina) por Quercus robur (roble albar o
carballo). Comparando suelos con brezo y otros con robles con más de cincuenta
años con estos usos, se identifica que éstos últimos contienen menos m.o.; los
colores de los horizontes B son distintos; menores contenidos de compuestos
fenólicos en el agua de los horizontes O y A (Miles, 1985).

Se pide:
1. Realizar alguna hipótesis acerca de qué proceso puede ser activo bajo la
vegetación de brezo, cuyo humus posee una fuerte actividad quelatante
(Nielsen et al., 1987).
2. ¿Los procesos bajo roble serán progresivos o regresivos?

Bases para la discusión


1. Podzolización.
2. Regresivo: despodzolización. Los procesos de podzolización cesan o
revierten debido al cambio de vegetación, si bien la morfología del suelo
requerirá mucho más tiempo para reflejar el cambio de trayectoria edafogé-
nica (Nørnberg et al., 1993).

ESTUDIO DE CASOS
En el esquema se representan las posiciones a, b, c, d, e y f en el paisaje y los
perfiles de distribución de arcilla y caliza: 1, 2, 3, 4, 5 y 6. El (5) presenta una
distribución irregular de materia orgánica en profundidad. Relacionar unas y
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otros atendiendo a los procesos edafogenéticos que han podido tener lugar:
100 100 100 100 100 100
% % % % % %

100 100 100 100 100 100

cm cm cm cm cm cm
(1) (2) (3) (4) (5) (6)
Arcilla % Caliza % →

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(e)
Terrazas fluviales
(f)

(d)

(c)
(b)
H = 1:10.000
Rio (a) Escalas
V = 1:1.000

Respuestas
1. a.5. llanura aluvial con una distribución irregular de materia orgánica por
aportes sucesivos. Las terrazas son más antiguas cuanto más alta es su
posición en el paisaje por ello: b.1 c.4 d.2 e.3.
La plataforma f puede presentar suelos más evolucionados, en los que la
caliza haya sido completamente lavada y en profundidad aparece la roca
caliza. La iluviación de arcilla es muy marcada. La llanura aluvial presenta
carácter fluvéntico: a.5

2. Procesos.
a. aluvionamiento: adición, carácter fluvéntico.
b, c: translocación de caliza: cambio de posición y acumulación.
d, e: translocación de caliza y posterior argiluviación.
f: meteorización de la roca caliza por carbonatación, posterior argiluvia-
ción de la arcilla residual: f.6

4. Procesos y categorías de suelos


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4.1. Procesos edafogénicos en los Entisoles


WRB (1998): Regosoles (pp), Fluvisoles (pp), Arenosoles (pp), Gleysoles (pp) y
Anthrosoles.

a) Concepto de Entisol
El orden de los Entisoles agrupa suelos minerales que no tienen un perfil diferen-
ciado, siendo de tipo AR, ACR, AC, A2C3C...nC y en algunos casos ABwC, si bien
el Bw no cumple las exigencias para endopedión cámbico, a pesar de presentar una
estructura edáfica bien desarrollada, por lo general ligada a la actividad de la fauna.
El escaso o nulo desarrollo de horizontes distintos de los mencionados puede
explicarse por diversas causas:

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— Insuficiente lapso de tiempo para su desarrollo:
Suelos en posiciones geomorfológicas con una fuerte erosión, lo que va reju-
veneciendo el perfil. Por ejemplo, los Xerorthents líticos, frecuentes en áreas de
montaña con fuertes pendientes.
Suelos de llanuras aluviales en las que las inundaciones aportan materiales perió-
dicamente, o zonas que reciben frecuentemente coluvios al pie de una ladera. Por
ejemplo los Xerofluvents típicos.
Suelos en superficies jóvenes resultantes de una intervención humana, ya sea
por movimiento de tierras y nivelaciones, o bien por vertido de materiales, como en
una escombrera de mina u otro tipo de vertedero. Por ejemplo, los Arents (presentan
fragmentos de horizontes de diagnóstico), los Xerorthents úrbicos (suelos de verte-
deros, Cap. 28).
— Material originario muy rico en minerales de tamaño arena. Presenta una ele-
vada inercia edafogénica ya que los minerales de la arena suelen presentar una ele-
vada estabilidad frente a la meteorización. Por ejemplo, los Psamments, típicos de
dunas estabilizadas.
— Exceso de agua que impide la diferenciación de horizontes, Presentan procesos de
gleificación ligados a condiciones reductoras o alternativamente oxidantes y reduc-
toras, que dan lugar a rasgos redoximorfos resultantes de la reducción y la oxidación
del hierro y el manganeso. Por ejemplo, los Epiaquents típicos, que presentan una
capa freática colgada con capas saturadas y otras no saturadas dentro de los dos pri-
meros metros.

b) Principales procesos edafogénicos


En los Entisoles se han podido describir los siguientes procesos edafogénicos:

— Oscurecimiento:
La progresiva incorporación de materia orgánica al material mineral que tiene lugar
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en la parte superior del suelo por las raíces y restos vegetales da lugar al oscureci-
miento de los horizontes A y del epipedión ochrico.
— Procesos derivados de condiciones ácuicas: gleificación.
Dan lugar a la aparición de rasgos redoximorfos tales como moteados, concrecio-
nes, nódulos de Fe y Mn, coloraciones grises.
Provocan la reducción del azufre a sulfuros.
— Procesos insuficientemente desarrollados, por lo que su acción se manifiesta de
forma incial en los Entisoles. Esto hace que se intergrade a otras categorías de sue-
los, será allí donde se describirán estos procesos. Por ejemplo, los Fluvaquents vér-
ticos (caracteres derivados de una cierta presencia de arcillas expansibles), los
Quartzipsamments lamelicos (con láminas debidas a la translocación de arcilla).

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4.2. Procesos edafogénicos en los lnceptisoles
WRB (1998): Cambisoles, Leptosoles (pp), Regosoles (pp), Calcisoles (pp), Gypiso-
les (pp), Gleysoles (pp), Fluvisoles (pp), Umbrisoles.

a) Concepto de Inceptisol
El concepto de Inceptisol resulta difícil de acotar. Se trata de un Orden extraor-
dinariamente heterogéneo, del que se ha desgajado todo un nuevo Orden, el de los
Andisoles (S.S.S., 1990). El propio término de Inceptisol puede resultar un tanto
confuso, ya que procede del latín «incipiere» (= comenzar) lo que puede llevar a
pensar que se trata de suelos «incipientes», cuya edafogénesis empieza, y éste no
es el caso en muchos de los suelos que se incluyen en este Orden, así por ejemplo,
los Xerochrepts petrocálcicos (S.S.S., 1996). La consideración de incipiente se
debe a que el estadio de meteorización es mínimo (Jackson y Sherman, 1953), lo
que explica la presencia de componentes tales como yeso, calcita o dolomita, por
la aridez o semiaridez del clima.
Los Inceptisoles de zona húmeda presentan perfiles menos evolucionados, y la
sola presencia de un epipedión úmbrico con un horizonte C o R subyacente hace
que el suelo se incluya ya en los Inceptisoles.

b) Principales procesos edafogénicos


Los principales procesos identificados en los Inceptisoles son:
Horizontes Hor./Caract.
Procesos Genéticos Diagnóstico Ejemplos

Meteorización
Oscurecimiento A
en más de 25 cm Úmbrico Umbrepts (SCS, 1996d)
Formación de un horizonte sómbrico Sómbrico Sombritropepts (1996d)
Formación de rasgos redoximórficos: Aquepts
gleificación Ag
Bg
Cg
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Formación de un endopedión sulfúrico Sulfúrico Sulfaquepts


Sulfochrepts (1996d)
Formación de un horizonte plácico Plácico Placaquepts (1996d)
Petraquepts plácico (SCS, 1999)
Sodificación Halaquepts
Vermaquepts sódico (1999)
Formación de un fragipán Fragipán Fragiaquepts
Fragiochrepts (1996d)
Fragiudepts (1999)
Ferralitización Plintita Plinthaquepts
Petraquepts plínticos (1999)
Acumulación de materia orgánica en Hístico Humaquepts hístico
medio saturado de agua
Fragiaquepts húmico
Argiloturbación Endoaquepts vérticos
Epiaquepts vérticos →

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Horizontes Hor./Caract.
Procesos Genéticos Diagnóstico Ejemplos

Eutrudepts vérticos (1999)


Calciustepts vérticos (1999)
lluviación de arcilla Cryochrepts laméllicos (1996d)
Haplustepts laméllicos (1998)
Haploxerepts laméllicos (1998)
Lavado y acidificación Dystrochrepts (1996d)
Dystrudepts (1998)
Dystrustepts (1998)
Formación de un contacto petroférrico Dystropepts petroférricos (1996d)
Carbonatación Bk, K Cálcico Xerochrepts calcixeróllicos ( 1996d)
Ustochrepts calciorthídicos ( 1996d)
Ustochrepts cálcicos (1996d)
Calcixerepts (1998)
Calciustepts (1998)
Haploxerepts cálcico (1998)
Carbonatación y cementación Bkm, Km Petrocálcico Xerochrepts petrocálcicos (1996d)
Calciustepts petrocálcicos (1998)
Calcixerepts petrocálcicos (1998)
Gypsificación By,Y Gypsico Xerochrepts gypsicos (1996d)
Haplustepts gypsico (1998)
Calciustepts gypsico (1998)
Haploxerepts gypsico (1998)
d: desaparece esta denominación en el año que se indica.

4.3. Procesos edafogénicos en los Andisoles


WRB (1998): Andosoles

a) Concepto de Andisol
Suelos generalmente desarrollados a partir de materiales volcánicos, de colo-
res oscuros. Por sus características tan específicas en 1990 pasaron a constituir un
Orden, desgajándose de los Inceptisoles, donde aparecían como los Andepts.
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b) Principales procesos edafogénicos

Horizontes Hor./Caract.
Procesos Genéticos Diagnóstico Ejemplos

Meteorización alofánica Materiales amorfos (alófana)


Oscurecimiento Móllico Vitricryands húmicos
Úmbrico Vitricryands húmicos
Humificación especialmente acentuada Melánico Melanaquands
Acumulación de m.o. en condiciones de Hístico Cryaquands hísticos
saturación de agua
Formación de rasgos redoximorfos: Ag Aquands
gleificación Bg
Formación de un plácico Plácico Placaquands →

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Horizontes Hor./Caract.
Procesos Genéticos Diagnóstico Ejemplos

Acumulación y cementación de hierro Contacto Endoaquands petroférricos (1992)


petroférrico
Translocación de carbonatos-Ca, Mg Cálcico Vitritorrands cálcicos
Translocación y cementación de Petrocálcico Vitritorrands petrocálcicos
carbonatos Ca-Mg
Translocación de arcilla Argílico Hapludands álficos
Translocación y cementación de sílice Duripán Durustands
Formación de un endopedión óxico Óxico Hapludands óxicos

4.4. Procesos edafogénicos en los Vertisoles


WRB (1998): Vertisoles

a) Concepto de Vertisol
Los Vertisoles son suelos minerales que se caracterizan por su elevado conte-
nido en arcilla, un 30 % o más en todo el perfil y como mínimo en un espesor de
por lo menos 50 cm. Las arcillas son predominantemente esmectíticas, general-
mente se trata de montmorillonita, por lo que al secarse desarrollan grietas vertica-
les anchas y profundas, que aparecen durante algún período del año. Son suelos de
colores gris oscuro (de negro a pardo-rojizo).

b) Principales procesos edafogénicos


Las características de los Vertisoles suelen ser debidas a los siguientes procesos:

Horizontes Hor./Caract.
Procesos Genéticos Diagnóstico Ejemplos

Meteorización
— Hidrólisis progresiva de rocas
preexistentes: neoformación de
arcillas expandibles
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— Física: herencia de arcillas


Oscurecimiento A Óchrico Xererts
Desarrollo de estructura edáfica y Bw Cámbico
color
Argiloturbación: expansión-
retracción Formación de microrrelieve gilgai
Bw Cámbico Caras de deslizamiento (Slickenside)
Self-mulching
Translocación de carbonatos-Ca, Mg Bk Cálcico Caliza pulverulenta
Nódulos calizos
Calciaquerts (1992)
Calciusterts (1992)
Calcixererts (1992)
Translocación de yeso By Gypsico Gypsiusterts (1992)
Formación de rasgos Ag Aquerts (1992)
redoximórficos: gleificación Bg →

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Horizontes Hor./Caract.
Procesos Genéticos Diagnóstico Ejemplos

Acumulación muy acentuada de Sálico Salaquerts (1992)


sales más solubles que el yeso: Salitorrerts (1992)
Salinización
Salinización moderada Epiaquerts hálico (1992)
Translocación y cementación de Duripán Duraquert (1992)
sílice
Translocación de arcilla sódica Nátrico Natraquert (1992)
(ESP ≥ 15 %)
Sodificación (ESP ≥ 15 %) Epiaquert sódico (1992)
Translocación y cementación de Bkm, Km Petrocálcico Calciusterts petrocálcicos
carbonatos (1992)

4.5. Procesos edafogénicos en Afisoles


WRB (1998): Luvisoles, Planosoles (pp), Albeluvisol (1998), Lixisoles (pp), Solo-
netzs (pp)

a) Concepto de Afisol
Los Alfisoles son suelos minerales que presentan un endopedión argílico,
nátrico o kándico, con un porcentaje de saturación de bases de medio a alto.
Su régimen de humedad es tal que son suelos capaces de suministrar agua a las
plantas mesofíticas durante más de la mitad del año o por lo menos durante más de
tres meses consecutivos a lo largo de la estación de crecimiento.
En condiciones xéricas el epipedión es duro o muy duro y macizo en seco.

b) Principales procesos edafogénicos


Los principales procesos edafogénicos identificados en los Alfisoles son:

Horizontes Hor./Caract.
Procesos Genéticos Diagnóstico Ejemplos
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Meteorización
Oscurecimiento A Óchrico
Úmbrico Umbraqualfs (SCS, 1996d)
Lavado de carbonatos-Ca, Mg Requisito para que pueda haber
translocación de arcilla, excepto si
ésta es sódica.
Translocación de carbonatos Ca-Mg Bk Cálcico Haploxeralf cálcico
Rhodoxeralf cálcico
Translocación de carbonatos Ca-Mg Bkm, Km Petrocálcico Palexeralf petrocálcico
y cementación Rhodoxeralf petrocálcico
Eluviación máxima E Álbico Albaqualfs
Translocación de arcilla Bt Argílico Requisito para los Alfisoles
Translocación de arcilla sódica Btna Nátrico Natrixeralfs
Translocación muy acentuada de Bt Argílico Palexeralfs
arcilla: cambio textural abrupto →

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Horizontes Hor./Caract.
Procesos Genéticos Diagnóstico Ejemplos

Rubefacción, matiz 2,5YR o más rojo Bt Rhodoxeralfs


Formación de rasgos redoximórficos: Ag Argílico Aqualfs
gleificación Btg
Cg
Translocación y cementación de sílice Duripán Durixeralfs
Formación de un fragipán Fragipán Fragixeralfs
Formación de plintita Plintita Plinthoxeralfs

4.6. Procesos edafogénicos en los Aridisoles


WRB (1998): Gypsisoles (pp), Calcisoles (pp), Solonchaks (pp), Solonetzs (pp)

a) Concepto de Aridisol
Los Aridisoles se caracterizan por tener un régimen de humedad arídico (Caps.
5 y 19), es decir, no contienen agua disponible para las plantas mesofíticas durante
períodos prolongados a lo largo del año. Durante la mayor parte de la estación de
crecimiento el agua del suelo se halla a potenciales inferiores a –1.500 kPa (suelo
seco). Sólo las plantas muy adaptadas son capaces de vivir en estas condiciones,
por ejemplo, aquellas que dispongan de sistemas radiculares profundos o extensos
y otros tipos de adaptación a la aridez.
Las zonas de Aridisoles reciben pocas lluvias y las que caen tienen un carácter
torrencial, por lo que al provocar una importante escorrentía superficial la lluvia
efectiva es baja y hace aumentar poco la reserva de agua en el suelo. El régimen de
humedad del suelo es no percolante.
Estos suelos se presentan en desiertos, zonas áridas y en las de transición del
árido al semiárido (Cap. 26).

b) Principales procesos edafogénicos


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Los procesos identificados en los Aridisoles presentan rasgos comunes, como


consecuencia de las condiciones de medio:

— La meteorización es poco intensa, por lo que los suelos presentan componentes cuyo
estadio de meteorización corresponden al 1 y 2 de Jackson & Sherman (1953).
— Las reacciones químicas progresan con lentitud debido a la escasez de agua para que
puedan tener lugar.
— En algunos suelos de estas regiones se observan rasgos morfológicos que no pueden
haberse formado con los factores formadores actuales, sino que corresponden a pro-
cesos del pasado.

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Los principales procesos identificados en los Aridisoles son los siguientes:

Horizontes Hor./Caract. Ejemplos:


Procesos Genéticos Diagnóstico SSS 1992 SSS 1998

Meteorización
Oscurecimiento escaso A Óchrico
Desarrollo de estructura edáfica Bw Cámbico Camborthids Cambids (1994)
y color
Translocación de carbonatos-Ca, Mg: Bk, K Cálcico Calciorthids Haplocalcids
calcificación (1994)
Calcificación y cementación Bkm, Km Petrocálcico Paleorthids Petrocalcids
(1994)
Translocación de yeso: Gypsificación By, Y Gypsico Gypsiorthids Gypsids (1994)
Gypsificación y cementación de yeso Bym, Ym Petrogypsico Gypsiorthids Petrogypsids
petrogypsicos (1994)
Translocación de arcilla: Bt Argílico Argids Argids
Argiluviación (Generalmente
paleoclimática)
Translocación previa de carbonatos-Ca, Bt con Bkm Argílico con Paleargids Petroargids
Mg con cementación y translocación debajo petrocálcico
de arcilla posterior debajo
Iluviación de arcillas sódicas (ESP > Btna Nátrico Natrargids Natrargids
15 %)
Acumulación muy acusada de sales más Cz Sálico Salorthids Salids (1994)
solubles que el yeso
Translocación y cementación de sílice Bt con Argílico con Durargids Petroargids
y translocación de arcilla Cqm un duripan dúricos
debajo debajo
Translocación y cementación de sílice Cqm Duripán Durorthids Durids (1994)

4.7. Procesos edafogénicos en los Mollisoles


WRB (1998): Chernozems, Kastanozems, Phaeozems, Leptosoles (pp)
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a) Concepto de Mollisol
Los Mollisoles son suelos minerales que tienen un epipedión móllico, formado
bajo una vegetación herbácea de gramíneas en climas templados de subhúmedos a
semiáridos. Son suelos de colores oscuros en su parte superior, ricos en bases y
bien estructurados. Son los suelos representativos de praderas y estepas, e incluso
de enclaves hidromorfos.
En otros casos pueden ser suelos de bosque húmedo como las antiguas «Rend-
zinas» formadas a partir de una roca caliza.

b) Principales procesos en los Mollisoles


Los principales procesos identificados en los Mollisoles son:

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Horizontes Hor./Caract.
Procesos Genéticos Diagnóstico Ejemplos

Meteorización moderada
Oscurecimiento: A Móllico
En condiciones de saturación de agua Hístico Epiaquolls hísticos
Por raíces profundas (espesor mayor Argiborolls páquicos (1996d)
de 40 cm)
Por aportes: cumulización Móllico de Cryaquolls cumúlicos
50 cm o más
Translocación de arcilla Bt Argílico Argiudolls
Translocación de arcilla sódica Btna Nátrico Natralbolls, Natrustolls
Natrixerolls
Eluviación máxima E Álbico Albolls
Formación de rasgos redoximórficos: Ag Aquolls
gleificación Bg
Translocación y cementación de sílice Duripán Duraquolls, Durustolls,
Durixerolls
Translocación de carbonatos-Ca, Mg Bk, K Cálcico Calciaquolls, Calciustolls,
Calcixerolls
Translocación de yeso By, Y Gypsico Calciaquolls, Calciustolts gypsicos,
Calcixerolls
Translocación de carbonatos Ca-Mg Bkm, Km Petrocálcico Calciaquolls petrocálcicos
y cementación Calciustolls petrocálcicos
Acumulación muy acusada de sales Sálico Calciustolls salorthídicos (1992)
más solubles que el yeso Calciustolls salídicos (1994)
Acción de la fauna: vermificación Vermustolls
Vermudolls
Argiloturbación y sodificación Bt,na Nátrico Natrixerolls vérticos

4.8. Procesos edafogénicos en los Spodosoles


WRB (1998): Podsoles
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a) Concepto de Spodosol
Los Spodosoles son suelos minerales que tienen un horizonte espódico. Se
trata de un horizonte B formado por acumulación de materiales amorfos negros o
rojizos, su capacidad de intercambio catiónico es elevada y está más relacionada
con la cantidad de materia orgánica que con la de arcilla. Es pobre en bases. Los
Spodosoles pueden presentar un endopedión plácico, horizonte cementado por hie-
rro y que se halla encima del espódico o sobre un fragipán.

b) Principales procesos edafogénicos


Los principales procesos edafogénicos identificados en suelos del orden de los
Spodosoles son:

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Horizontes Hor./Caract.
Procesos Genéticos Diagnóstico Ejemplos

Meteorización
Oscurecimiento: formación de humus A Úmbrico Epiaquods úmbricos (1992)
tipo mor o moder Hístico Endoaquods hísticos (1992)
Eluviación máxima E Álbico
Translocación de materia orgánica y Bh Espódico
aluminio
Translocación de materia orgánica, Bs Espódico
aluminio y hierro amorfos
Formación de un fragipán Fragipán Fragiaquods
Formación de un horizonte plácico Plácico Placaquods
Formación de rasgos redoximórficos: Ag Aquods
gleificación Bg
Translocación de arcilla Bt Argílico Endoaquods árgicos
Haplorthods álficos
Formación de un endopedión kándico B Kándico Epiaquods álficos
Epiaquods últicos
Haplorthods últicos

4.9. Procesos edafogénicos en los Ultisoles


WRB (1998): Plinthosoles, Nitisoles (pp), Acrisoles, Alisoles (pp), Planosoles (pp)

a) Concepto de Ultisol
Los Ultisoles son suelos que presentan un endopedión argílico con un por-
centaje de saturación de bases menor de un 35 % o un kándico o un fragipán.
Son suelos de regiones tropicales a templadas, si bien ocupan mayores exten-
siones en climas húmedos cálidos, que presentan un déficit estacional de preci-
pitación.
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b) Principales procesos edafogénicos


Los Ultisoles son el resultado de algunos de los siguientes procesos:

Horizontes Hor./Caract.
Procesos Genéticos Diagnóstico Ejemplos

Meteorización:
Formación de plintita Plintita Plinthaquults
Plinthohumults
Hidrólisis y neoformación de arcilla Caolinita
Oscurecimiento A Óchrico
Úmbrico Umbraquults
Melanización Humults →

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Horizontes Hor./Caract.
Procesos Genéticos Diagnóstico Ejemplos

Formación de rasgos redoximórficos: Ag Aquults


gleificación Bg
Cg
Lavado de bases
Acidificación. V (%) baja.
Translocación de arcilla Bt Argílico
Translocación muy acentuada de Bt Albaquults
arcilla: cambio textural abrupto
Eluviación máxima E Albaquults
Formación de un fragipán Bx Fragipán Fragiaquults
Fragiudults
Formación de un kándico Kándico Kandiaquults
Formación de un sómbrico Sómbrico Sombrihumults
Rubefacción Argílico Rhodudults
Kandiudults rhódicos
Ferralitización Contacto Haplustults petroférricos
petroférrico

4.10. Procesos edafogénicos en los Oxisoles


WRB (1998): Ferralsoles, Plinthosoles

a) Concepto de Oxisol
Los Oxisoles son suelos minerales de zonas tropicales cálidas y húmedas, que
han sido objeto de procesos de meteorización y lavado muy intensos y prolonga-
dos. Presentan un endopedión óxico, cuya identificación requiere análisis de labo-
ratorio. Algunos Oxisoles pueden presentar un endopedión kándico.
Se presentan en superficies muy antiguas o en sedimentos que derivan de
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aquellas, así como en materiales que se meteorizan muy rápidamente.

b) Principales procesos edafogénicos

Horizontes Hor./Caract.
Procesos Genéticos Diagnóstico Ejemplos

Meteorización
Hidrólisis
Lavado de bases y sílice Box Óxico Rico en óxidos de hierro residuales
Formación de plintita: Ferralitización Haplustox plíntico
Formación de rasgos redoximórficos: Ag Aquox
gleificación Bg
Cg →

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Horizontes Hor./Caract.
Procesos Genéticos Diagnóstico Ejemplos

Acumulación de materia orgánica en Hístico Eutraquox hístico


suelo saturado de agua
Formación de un kándico B Kándico Kandiperox
Ferralitización Contacto
petroférrico Acrudox petroférrico
Rubefacción Haplustox rhódico

4.11. Procesos edafogénicos en los Histosoles


WRB (1998): Histosoles

a) Concepto de Histosol
Los Histosoles son suelos orgánicos, corresponden a las turbas. Se caracterizan
por su elevado contenido en materia orgánica.

b) Principales procesos edafogénicos


La formación de los Histosoles se debe a los siguientes procesos:

Horizontes Hor./Caract.
Procesos Genéticos Diagnóstico Ejemplos

Acumulación de la materia orgánica H Hístico


en un medio saturado de agua
Fibras: fragmento de tejido vegetal
(Ø > 150 μm) que presenta estructura
celular identificable de la planta de
que procede. Se desmenuza y disgrega
al presionarlo con los dedos. El % de
fibras dependerá del grado de
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descomposición del material orgánico.


Grado de descomposición: escaso Fibrist
intermedio Hémists
elevado Sáprists

4.12. Procesos edafogénicos en los Gelisoles


WRB (1998): Cryosoles

a) Concepto de Gelisol
Suelos permanentemente helados a partir de una cierta profundidad (perma-
frost), éste actúa como una barrera para el movimiento descendente del agua.

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b) Principales procesos edafogénicos
La génesis de estos suelos y sus propiedades son el resultado de procesos crio-
génicos (crioturbación y otros). Materiales gélicos.

5. Bibliografía

5.1. Bibliografía básica


Buol, S. W.; Hole, F. D.; McCracken, R. J. y Southard, R. J.: Soil genesis and classification.
Iowa State University Press, 527 pp. Ames, 1997.
Duchaufour, Ph.: Introduction à la science du sol. Dunod, 331 pp. París, 2001.
Van Breemen, N. y Buurman, P.: Soil genesis. Kluwer Academic Publ. 377 pp. Dordrecht, 1998.

5.2. Bibliografía de referencia


Aleva, G. J. J. Laterites: Concepts, geology, morphology and chemistry. ISRIC. p. 169.
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Alexander, L. T. y Cady, J. G.: Genesis and Hardening of Laterite in Soils. USDA Tech.
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Arricibita, F. J.; Íñiguez, J. y Val. R. M.a: Estudio de los Gypsiorthids de Navarra. An.
Edaf. y Agrobiol. XLVII. 1-2:199-220. 1988.
Barret, L. R. y Schaetzl, R. J.: Regressive pedogenesis following a century of deforestation:
Evidence for depodzolization. Soil Sci. 163, 6:482-497. 1998.
Benayas, J.; Guerra, A.; Batlle, J. y Gumuzzio, J.: Micromorfología de algunos suelos con
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18
Factores formadores
Las variaciones que presentan los suelos en el paisaje tienen un
sentido, pueden entenderse y, hasta cierto punto, predecirse.
C. DITZLER. USDA-CSC 1994

1. Variabilidad espacial de los suelos

Los suelos varían de un lugar a otro del paisaje, si bien suelos de distintos
emplazamientos geográficos pueden presentar perfiles semejantes. Las prospec-
ciones en campo tienen por objeto describir los suelos y, al mismo tiempo, propo-
ner alguna explicación a la variación observada. Wilding y Drees (1983) diferen-
cian dos tipos de variaciones:

Variación sistemática
• Consiste en cambios graduales o pronunciados en las propiedades del suelo.
• Puede ser explicada y predicha a partir de los conocimientos sobre los factores que
afectan a la formación del suelo (factores formadores).
Variación al azar
• Variabilidad de las propiedades del suelo que no puede relacionarse con los factores
formadores.
• Variabilidad dentro de una unidad cartográfica detallada de suelos que no se es capaz
de explicar (Mausbach y Wilding, 1991).
• Se puede estudiar mediante muestreos sistemáticos separados de forma regular (malla
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o transectos) y técnicas para describir cómo varía una propiedad con la distancia a un
punto muestreado: geoestadística.

2. Factores formadores

Los factores formadores clásicos (Jenny, 1941) son la roca madre o material
originario (r), el clima (cl), los organismos vivos (o), la geomorfología (g) y el
tiempo (t). Su acción determina la dirección, velocidad y duración de los procesos
formadores. No obstante, posteriormente, otros autores han ido destacando el papel
desempeñado por otros factores. Así, Gaucher (1981) considera además los factores
hidrológicos, la influencia del hombre, la influencia global del medio de edafogéne-
sis y la evolución del medio geológico y de los paleoambientes de edafogénesis.

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Unos factores son suministradores de energía, mientras otros son receptores.
Jenny considera los factores como variables independientes, buscando situaciones
en que las diferencias entre suelos sean atribuibles al distinto valor de uno de ellos,
permaneciendo constantes o siendo inefectiva la variación de los restantes. En un
enfoque inicial se establecieron modelos conceptuales o expresiones simbólicas,
expresadas por medio de ecuaciones que en condiciones de ciclo natural son del
tipo:
S = f (cl, o, g, r)t
que indica que el suelo es un sistema dinámico en evolución permanente. Al inter-
venir el hombre, el ciclo natural se verá perturbado por efecto del manejo (m) y la
expresión pasa a ser del tipo:
S = f (cl, o, g, r)t1 + mt2
Jenny estudió principalmente suelos no cultivados, desarrollados en escalas de
tiempo relativamente cortas. Los suelos que investigó se habían formado a partir de
materiales de origen glaciar relativamente uniformes. La interdependencia en
muchos casos de los factores formadores limita la generalización de los modelos con-
ceptuales, no siendo utilizables en el caso de superficies antiguas (Wilding, 1994).
En estos cinco grandes grupos de factores aparece alguno, como la litología
(roca madre o el material originario), que es realmente independiente. La vegeta-
ción es claramente dependiente del clima y, en menor medida, de la litología, de la
posición geomorfológica que puede condicionar el drenaje y del tiempo. En cuanto
a la geomorfología, su dependencia resulta clara muchas veces respecto a la litolo-
gía y al binomio clima-vegetación, si bien también ha de tenerse en cuenta el
tiempo. Es evidente que el tiempo considerado de modo abstracto también es inde-
pendiente del resto de factores. Estas relaciones se indican en el siguiente esquema:

Meteorización
CLIMA
Transporte
Meteorización
LITOLOGÍA
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GEOMORFOLOGÍA
Erosión
VEGETACIÓN
Meteorización
TIEMPO
Evolución
TIEMPO
LITOLOGÍA
Hidromorfismo TOPOCLIMA
GEOMORFOLOGÍA

Componentes
LITOLOGÍA
Régimen de VEGETACIÓN
humedad
CLIMA
Régimen de
Temperatura
TIEMPO
Colonización

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Con el fin de lograr una exposición más didáctica se analizará cada factor de
forma separada, no debiendo olvidar por ello las posibles interrelaciones. En algu-
nas situaciones, uno de los factores puede haber condicionado la edafogénesis
como factor dominante. En cada caso se hablará de litosecuencia, climosecuencia,
toposecuencia, biosecuencia o cronosecuencia, según el factor predominante.

3. Material originario y sus relaciones con el suelo

El material originario constituye un elemento pasivo en la edafogénesis, sobre


el que actúan otros factores que lo transforman, intervienen en su organización y
hacen aumentar su grado de pedialidad (Cap. 3). El material originario representa
el estado inicial del sistema, que puede ser una roca consolidada, un depósito no
consolidado o un suelo preexistente. Es el suelo en el momento cero.

3.1. Información sobre el material originario


Para el estudio del material originario se requieren conocimientos de Geología, en espe-
cial de petrología y mineralogía. La información litológica de interés será la que se presente
a nivel detallado. Los Institutos Geológicos de cada país son quienes han publicado la
mayor parte de los mapas geológicos y memorias disponibles (Escalas 1:50.000, 1:200.000
y 1:500.000), que van renovando periódicamente. Los Servicios Geológicos y los Servicios
Cartográficos disponen igualmente de información sobre la geología de sus áreas geográfi-
cas respectivas. Localmente puede que exista una cartografía más detallada, la mayor parte
de las veces no publicada. Para tener acceso a este tipo de información habrá que recurrir a
las bibliotecas y departamentos, principalmente de las Facultades de Geología.

3.2. Características del material originario


Al intentar establecer relaciones entre la formación de un suelo y el material del
que procede, debe tenerse en cuenta el tipo de roca, su comportamiento frente a los
fluidos, los productos a que puede dar lugar al meteorizarse y las condiciones de
medio, en especial, el régimen de humedad, el de temperatura y las condiciones de
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drenaje:

— Tipo de material originario:


Material «in situ» (autóctono).
– Rocas ígneas:
Cristales gruesos: granito, granodiorita, diorita, gabro.
Cristales finos y vidrio: riolita, dacita, andesita, basalto.
– Rocas metamórficas:
Laminares: pizarra, filita, esquisto, neis.
No laminares: metaconglomerado, cuarcita, mármol.
– Rocas sedimentarias:
Terrígenas: conglomerado, brecha, arenisca, arcosa, grauvaca, lutita (calcilutita
= marga). →

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Precipitados: caliza, dolomía.
Evaporíticas: yeso, sales.
Material orgánico: turbera.
Material transportado y depositado (alóctono): no consolidado.
– Transportados por el agua.
Materiales aluviales: llanuras aluviales, abanicos aluviales y deltas.
Materiales lacustres.
Sedimentos marinos.
– Transportados por gravedad: materiales coluviales.
– Transportados por el hielo: depósitos glaciares (morrenas y till).
– Transportados por el viento: depósitos eólicos (dunas, loess y polvo aerosólico).
– Episodios volcánicos: cenizas volcánicas.
— Acidez de la roca: las rocas ácidas son más resistentes a la meteorización que las
máficas.
— Estado de división de la roca:
La meteorización es tanto mayor cuanto más fragmentada está la roca a igualdad de
las demás condiciones.
— Comportamiento de la roca frente a los fluidos:
Consistencia, permeabilidad, macroestructura y estabilidad.
— Productos potenciales de la meteorización:
Minerales de arcilla potenciales: índice de caolinita.
Elementos alcalino-térreos liberables.
Hierro liberable.
Productos derivados de la meteorización por colapso de la red cristalina.

3.3. Influencia del material originario sobre las características


del suelo
La meteorización (Cap. 17) de una roca da lugar a una capa que difiere de ella por su
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granulometría, su mineralogía o por ambas cosas. Esta capa se denomina regolita, su límite
inferior es el frente de meteorización y el superior la superficie del suelo. Dado que la
meteorización en un principio actúa paralelamente a la superficie de la roca, y a la del suelo
posteriormente, los fenómenos que se generan son función de la distancia a dicha superfi-
cie. Esto hace que el suelo presente una anisotropía en sentido vertical en sus propiedades.
La relativa constancia de éstas en profundidad o la aparición de un ritmo anómalo (estratifi-
cación) suelen ser indicadoras de que la acción edafizante no ha alcanzado estos niveles. En
general, la variación de una propiedad paralelamente a la superficie del suelo puede inter-
pretarse como resultante de la edafización.
La influencia del material originario se deja sentir en un suelo determinando en parte el
color, la composición, la textura, la estructura, la reacción, etc. Tal influencia dependerá de
la susceptibilidad de la roca a meteorizarse, de sus características físicas, del régimen de
humedad y de la edad del suelo. Con tiempo y con un clima más húmedo un suelo irá dife-
renciándose cada vez más del material originario.

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La comparación entre la composición mineralógica del material originario y la de un
horizonte formado por meteorización de aquel pone en evidencia diferencias debidas a la
pérdida de elementos solubles y a la aparición de nuevos minerales que constituyen el
complejo de alteración (Duchaufour. 2001).

3.4. Tipos de rocas y características de los suelos


Un mismo tipo de roca, que evolucione bajo distintas condiciones de medio, puede dar
lugar a suelos con distintas características, mientras que diferentes rocas, bajo un mismo
clima suficientemente enérgico y con una acción prolongada, pueden dar lugar a suelos
análogos. A pesar de ello, se pueden establecer algunas grandes líneas que muestran las
relaciones entre el tipo de roca y las características de los suelos resultantes:

Tipo de roca Características posibles en el suelo

Granitoides Tendencia arenosa.


Con régimen de humedad percolante: Suelos ácidos.
Basalto y cenizas Tendencia arcillosa.
volcánicas básicas Color rojo oscuro a pardo oscuro.
Elevado contenido en hierro.
Con estación seca: Arcillas esmectíticas.
Con régimen percolante: Caolinita.
Régimen perhúmedo: Alófana.
Esquistos Tendencia arcillosa.
Arcillas micáceas (ilitas) y vermiculitas.
Con estación seca: Esmectitas.
Areniscas Textura gruesa.
Muy permeables, en general.
Régimen percolante: Suelos ácidos, pobres en bases.
Arcosa Rico en arcilla, posible translocación de arcilla.
Caliza Sobre caliza dura: suelos muy pedregosos, poco profundos.
Régimen húmedo: rico en arcilla.
Lutitas (Calcilutita = marga) Arcillitas: tendencia arcillosa.
Limolita: tendencia limosa (en suelos jóvenes).
Con CaCO3 Climas secos: pH básicos.
Climas húmedos: frena la acidez y el desarrollo del suelo.
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Arena cuarzosa Arena cuarzosa.


Escasa posibilidad de evolución. En climas cálidos y húmedos
puede llegar a desarrollarse un horizonte A importante.

3.5. Grado de uniformidad del material originario


En estudios de génesis se recurre a comparar volúmenes de suelo situados a distinta
profundidad y que por ello se supone presentan diferente grado de evolución. Las compara-
ciones y los balances tendrán validez si el material a partir del cual se ha formado el suelo
era inicialmente uniforme. El solum se ha formado íntegramente a partir de un mismo
material originario, sin discontinuidades litológicas. Comprobarlo resulta de suma impor-
tancia para cualquier cuantificación en estudios sobre desarrollo del suelo (Chadwick et al.
1990). Para verificar el grado de uniformidad existen diversos criterios, que pueden ayudar
en este tipo de investigaciones:

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Criterios Propiedades a considerar

Geomorfológicos Dinámica de las formas de un determinado paisaje.


Mineralógicos Análisis mineralógicos totales.
Asociación de minerales pesados.
Estudio morfoscópico de arenas.
Tipo y modelo de distribución de minerales.
Relaciones entre minerales estables.
Granulométricos Estudio de la distribución de la arcilla.
Químicos Composición de la fracción no arcillosa.

En caso de superposición de materiales se habla de la existencia de discontinuidades


litológicas en el suelo. La presencia de líneas de piedra de tendencia horizontal (stone-line)
puede ser un primer criterio para suponer que hay superposición de materiales.

4. Relaciones suelo-clima

El clima tiene una acción directa sobre la humedad y la temperatura del suelo y
una acción indirecta a través de la vegetación. Interviene en la formación del
suelo, al controlar el tipo de procesos posibles y su intensidad. La precipitación
condiciona, por ejemplo, la translocación de sustancias en el suelo; y la radiación
solar aporta energía al sistema. Por ello se considera que el clima es un factor
activo de mayor influencia en la edafogénesis.

4.1. Información sobre el clima


Las tendencias regionales de los suelos aparecen al considerar los climas dife-
renciables a nivel mundial. En una primera etapa, Jenny (1941) buscó relacionar
las características de los suelos con los valores de los parámetros utilizados al
caracterizar el clima. La precipitación anual media fue uno de los elementos más
empleado.
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Este enfoque presenta limitaciones importantes, ya que los climas cambian a lo largo
del tiempo y, por otro lado, resulta difícil determinar qué parámetro climático puede resul-
tar más significativo. Los climas han cambiado a lo largo del Cuaternario, por lo que rela-
cionar los datos de las series meteorológicas disponibles (unos 150 años como máximo)
con las características de los suelos sería pretender una monogénesis para todos los suelos.
Así, por ejemplo, los horizontes argílicos de zonas actualmente áridas, tales como Almería
(SE de España), debieron formarse durante los períodos pluviales del Cuaternario.
Por otro lado, el valor medio de un parámetro climático puede tener escasa significa-
ción. En muchos casos, son los valores extremos, es decir, los menos frecuentes, los que
mayor influencia pueden haber tenido sobre la formación de un suelo.
La información de mayor interés para establecer relaciones entre las caracterís-
ticas de los suelos y el clima es la siguiente:

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— ¿Se trata de un suelo reciente o de un suelo viejo?
— Significación posible de los valores de los elementos del clima actual.
— Parámetros de posible consideración:
• Precipitaciones medias, extremas y período de retorno.
• Número e intensidad de las tormentas, distribución estacional de las lluvias.
• Temperaturas.
• Evapotranspiración, balance hídrico, relación entre la precipitación y la evapo-
transpiración.
• Diagrama ombrotérmico derivado del índice de Lang, cuando éste tiene el valor:
I = (Panual media/T media anual) = 2; climogramas.
• Índices y clasificaciones climáticas:
– Índice de Bryssine E = P × T (mm °C) (Birkeland, 1974).
P = precipitación anual media, T = temperatura media anual.
– Índice de Meyer: I = P/DSA (P = precipitación, mm y DSA = déficit de satura-
ción absoluta del aire, mm Hg).
– Índice de Arkley:
12
 = (Pi – ETPi) para aquellos meses en los que se cumple: (Pi – ETPi) > 0 (en mm)
i=1

• Régimen de humedad del suelo (Cap. 19).

4.2. Clima y regímenes de humedad del suelo


La influencia del clima sobre la génesis y las características del suelo ha lle-
vado a diversos autores a introducir los conceptos de régimen de humedad y régi-
men de temperatura.
El término régimen hace referencia al funcionamiento de una máquina en estado nor-
mal. Los regímenes están en íntima relación con el uso agrícola del suelo y con el creci-
miento de las plantas, en este sentido son utilizados por Soil Taxonomy (S.S.S. 1975.99).
Con un enfoque edafogenético, Gerasimov y Glazovskaya (1960) definieron
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de forma cualitativa los siguientes regímenes de humedad del suelo:


— Percolante: P >> ETP. P = precipitación anual media (mm).
— No percolante: ETP > P. ETP = evapotranspiración potencial anual (mm).
— Ascensional: ETP >> P.
— Saturado de agua.
El régimen percolante caracteriza los suelos de zonas de clima húmedo, tales como
Asturias y Galicia (NO de España) y parte de Extremadura, entre otras; el no percolante se
presenta en suelos del área mediterránea semiárida y árida, muy ampliamente representado
en España (suelos con caliza y a veces con endopedión cálcico o petrocálcico, p. ej.); el
ascensional es el de aquellos suelos que presentan un suministro de agua a partir de una
capa freática poco profunda y que en zonas semiáridas y áridas puede provocar salinidad;
el régimen con saturación por agua es el de los suelos con mal drenaje, tales como los
hidromorfos (carácter ácuico).

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Las equivalencias aproximadas con los regímenes de humedad establecidos de forma
cuantitativa en Soil Taxonomy (S.S.S., 1975, 1999) son:
Gerasimov Soil Taxonomy
Percolante Údico
No percolante Arídico
Xérico
Ústico
Ascensional Arídico
Xérico
Con saturación por agua Acuico

4.3. Tendencias regionales en la distribución de suelos


Desde la primera época de la Edafología se han puesto de manifiesto relacio-
nes entre la latitud o las zonas climáticas y las características de los suelos. El tér-
mino climosecuencia expresa una secuencia o sucesión de suelos cuyas carac-
terísticas distintivas corresponden a diferencias climáticas.
Estas relaciones llevaron a Sibirtzev (1860-1899) a formular la teoría del origen cli-
mático de los suelos o «ley» de la zonalidad, que hoy en día ha quedado restringida a un
principio muy general, por las múltiples excepciones que presenta, debido a que el clima no
es siempre el factor preponderante. En clasificación de suelos ha dejado de ser un criterio
básico, como lo era en los esquemas iniciales.
No obstante, muchas propiedades de los suelos presentan tendencias regiona-
les. Al desplazarse a lo largo de un meridiano pueden establecerse relaciones entre
el clima imperante en las distintas latitudes y los suelos, tal como se pone de mani-
fiesto en el diagrama de Strakhov (1968):

P (mm)
3.000
Estepa

Sabana

Sabana

Tundra Zona Taiga-Podzol Semidesierto Selva


2.100 y desierto tropical
t (°C)
Vegetación
25
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1.200
15 Evaporación
ratura
Precipitación Tempe
300
5
0 0
Al2O3
Illita-Mont
caolinita
C. petroférrico
Roca fresca Hidrólisis
Poca alteración
química

Gelisol, Inceptisol, Spodosol, Alfisol, Mollisol Aridisol Ultisol, Oxisol

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Las principales relaciones probables entre el clima y los suelos son las siguien-
tes:
Características, propiedades y procesos Acción probable del clima

Materia orgánica Desierto: contenidos muy bajos de m.o.


Humificación y mineralización Regiones templadas: contenidos intermedios.
Regiones tropicales: alto, si bien en un espesor limitado del
suelo. Mineralización rápida.
Régimen de saturación de agua: contenido de m.o. muy
alto, llegando a formarse suelos orgánicos.
A igualdad en el contenido de humedad, el de materia orgá-
nica disminuye al aumentar la temperatura (mineraliza-
ción).
Grado de meteorización La falta de agua inhibe la meteorización y el lavado.
Clase y velocidad de meteorización Temperatura: acelera los procesos (ley de Vant’Hoff).
Precipitación efectiva: entrada y salida de flujos en el sis-
tema (translocación y pérdida de componentes solubles y
materiales en suspensión).
Mineralogía de arcillas Régimen percolante: lavado de bases y sílice.
Precipitación y temperatura elevadas: caolinita.
Precipitación muy alta: acumulación residual de óxidos de
hierro y aluminio.
Drenaje impedido y riqueza en bases: esmectita.
Proporción de arcilla El porcentaje de la fracción arcilla aumenta con la humedad
y la temperatura, al hacerlo el grado de meteorización.
Presencia de carbonato cálcico En climas húmedos tiende a ser lavado.
Acumulación en suelos de zonas semiáridas y áridas.
Color El color rojo (rubefacción) para formarse requiere una
precipitación superior a 500 mm y t > 20° C (Pedro, 1968).
En ocasiones suele ser paleoclimático.
Presencia de yeso En climas húmedos será lavado.
En climas semiáridos y áridos puede encontrarse en el suelo
en formas de acumulación o como componente mayorita-
rio.
Translocación de sustancias en el perfil Régimen no percolante, favorece las acumulaciones dentro
del suelo.
Hidromorfismo Exceso de agua y mal drenaje. Condiciones locales.
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Salinidad Clima semiárido o árido. Condiciones locales en otros


ambientes.

5. Relaciones suelo-paisaje

Existe una relación importante entre la distribución de los distintos suelos y la


posición que ocupan en el paisaje, que resulta diferente de unas áreas geográficas a
otras. Los trabajos de fotointerpretación encaminados a identificar y delimitar uni-
dades de suelos en una determinada región se basan en la presunción de que este
tipo de relaciones existen. Llegar a establecer asociaciones suelo-paisaje requiere
basarse en conocimientos adquiridos en Geomorfología y en Edafología, apli-
cando métodos de trabajo de ambas ciencias.

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La comprensión de las relaciones suelo-paisaje en una determinada zona sirve de base
para establecer los modelos de distribución de suelos, lo que facilitará los trabajos en carto-
grafía de suelos (Cap. 21) y ordenación del territorio.
En este sentido resulta aleccionador recordar que Ollier (1976) afirmaba que los edafó-
logos describen suelos con gran detalle, si bien con frecuencia ignoran la geomorfología y
que, a su vez, los geomorfólogos describen las vertientes con gran minuciosidad descri-
biendo a veces los suelos de forma insuficiente.
Al estudiar los factores formadores del suelo se habla, a veces, de posición en el pai-
saje, de topografía, de relieve o de geomorfología, como sinónimos, utilizando estos térmi-
nos para expresar la configuración del paisaje.
La Geomorfología estudia la evolución de la superficie terrestre, los factores,
procesos, formas y sedimentos resultantes de los procesos, teniendo en cuenta una
dimensión temporal e histórica. La dimensión temporal en el estudio de las formas
se desprende de que la superficie del terreno cambia a lo largo del tiempo, y esta
evolución lleva aparejada la del suelo. Los diversos rasgos y características de un
suelo reflejan su evolución histórica, que para ser entendida debe relacionarse con
la posición que ocupa el suelo en el paisaje y con los suelos próximos. De ahí la
importancia del estudio de las formas del terreno y de los depósitos superficiales.
El relieve controla la redistribución de masa y energía. Por ello, en un determinado pai-
saje resulta posible distinguir superficies de erosión y superficies deposicionales, cuyo dis-
tinto origen, edad de la superficie en relación a la del material aflorante, características de
los suelos, etc., explican diferentes historias para las distintas partes de un paisaje, que por
ello no podrán ser consideradas equivalentes al plantear una asignación de usos, o reco-
mendar prácticas de manejo. Las superficies que resulten de procesos combinados de ero-
sión y depósito serán más difíciles de interpretar.

5.1. Escalas de observación


En los estudios edafológicos debe precisarse la representatividad de un suelo en una
forma determinada del paisaje. Se puede definir una escala de observación kilométrica,
hectométrica o decamétrica, según el orden de magnitud de la superficie representada por
el pedión descrito. Cuando existan dudas, el pasar a una escala o extensión más reducida
puede facilitar su resolución.
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Las relaciones suelo-paisaje se establecen para áreas uniformes, por lo que se


requiere un análisis detallado de las formas.
En relación al relieve cabe distinguir tres categorías:

Variaciones de altitud Escala recomendada


Categoría Superficie considerada
m de mapa

Macrorrelieve > 10 1:250.000 a Grandes áreas


1:100.000 Ej: Colinas
Mesorrelieve 1-10 1:50.000 a Medianas
1:10.000 Ej: Ladera
Microrrelieve <1 1:1.000 Parcela
Ej: Gilgai

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5.2. Formas del relieve
La descripción del relieve debe realizarse preferentemente atendiendo a la geo-
metría de las formas, que es algo objetivo y que no requiere interpretaciones de
tipo genético. Para relacionar suelos y paisaje puede resultar suficiente diferenciar
tres formas principales del relieve: los interfluvios o divisorias de aguas, las ver-
tientes o laderas y los fondos; pudiendo establecer:

DIVISORA DE AGUAS 2
1. Crestas 5
2. En silla de montar
3. Tabular o plataforma
LADERAS 14
5. Ladera rectilínea 3 7 8 13
6. Ladera cóncava 12
7. Ladera convexa
8. Ladera en glacis 6
13
CANAL
11. Fondo en uve
1 12. Fondo en cuna
11
11 13. Fondo llano
14. Terraza

Las formas del paisaje son en cierta medida un reflejo de la distribución de los materia-
les originarios.
El concepto de unidad geomórfica establece elementos del relieve individualizados e
identificables gracias a su origen, forma y posición, derivados de los procesos que han
actuado. Este enfoque resulta, pues, más complejo. La relación entre unidades geomórficas y
unidades de suelos ha llevado a introducir el concepto de unidad morfoedáfica (Cap. 2 y 21).
Los interfluvios hacen referencia a divisorias de aguas. Pueden ser crestas, tabulares o
plataformas y en sillas de montar.
Una ladera es un elemento inclinado con respecto a la horizontal, que enlaza una divi-
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soria de aguas con un fondo. Una ladera es un sistema forma-proceso, dado que su desarro-
llo y morfología dependen de los procesos que actúan sobre ella y los procesos dependen a
su vez de la forma.
En el perfil de una ladera se distinguen tres elementos, la parte convexa somital, un seg-
mento rectilíneo central y la parte cóncava basal. El desarrollo de cada uno de estos ele-
mentos depende de diversos factores, entre ellos el clima. En zonas semiáridas y áridas
alcanza mayor desarrollo la parte basal, lo que da lugar a laderas cóncavas, mientras que en
climas templado-húmedos predominan las vertientes convexas. Las laderas rectilíneas son
superficies de erosión que se modelan directamente sobre un sustrato rocoso y su inclina-
ción depende de la litología. Las calizas duras tienden a dar paredes verticales.
Las vertientes en glacis corresponden a formas suaves que se desarrollan al pie de los
relieves de los que han recibido los materiales. Su pendiente varía regularmente en sentido
longitudinal. En la parte somital predominan los materiales de gran tamaño, mientras que

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en la distal sólo han llegado los de granulometrías más finas. En clima semiárido las super-
ficies en glacis pueden presentar horizontes petrocálcicos, que actúan como elemento resis-
tente frente a la erosión. Al encajarse una red de drenaje, la superficie en glacis puede dar
lugar a una morfología de plataformas aisladas.
Las vertientes afacetadas se deben a la alternancia de materiales duros y blandos. Por
otro lado, el hombre puede haber actuado sobre las laderas, abancalándolas con el fin de
lograr la conservación del suelo y el agua.
La interpretación de la inclinación de una ladera puede hacerse atendiendo a los crite-
rios propuestos por FAO:

Pendiente % Clase Descripción

0-2 1 Llano o casi llano.


2-6 2 Suavemente inclinado.
6-13 3 Inclinado.
13-25 4 Moderadamente escarpado.
25-55 5 Escarpado.
> 55 6 Muy escarpado.

Los fondos corresponden a superficies de depósito, en las que confluyen las aguas de
escorrentía. Cabe distinguir los fondos de valle, asociados a un canal de desagüe y los fon-
dos cerrados o depresiones que, al no presentar una salida de las aguas, se denominan endo-
rréicas. Según sea su sección transversal, los fondos de valle pueden ser en uve (V), planos
o bien en forma de cuna (U).
Las formas condicionan los procesos que tienen lugar en ellas y las posibilidades de uso
de un determinado terreno, al verse a su vez afectadas las características de los suelos.
Como ejemplo puede analizarse una ladera como las que existen en la zona de Jerez (S. de
España). La parte somital presenta un horizonte cálcico en superficie, debido a procesos
erosivos intensos. Es un suelo de albariza, adecuado para el cultivo de viña (planta poco
exigente en suelos). Los suelos de media ladera están menos erosionados, si ésta es suave,
el uso puede ser la alternativa trigo-girasol. Las partes basales y los fondos han recibido
materiales, los suelos son profundos, se trata de bujeos, suelos aptos para una alternativa
que incluya el maíz y la remolacha:
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Régimen de humedad: Xérico

Formas

Bk Ap Ap

Suelo C Bk Bw

R C Bk

R C

Denominación Bujeo
Albariza (Transición) Trigo-Maíz-
uso (secano) Viñedo Trigo-Girasol Remolacha-Girasol

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5.3. Procesos y formas de las laderas
Las formas del relieve son algo cambiante a lo largo del tiempo y estas variaciones
afectan a los suelos que se desarrollan en ellas. Interpretar el origen de la forma de una
ladera puede resultar algo extremadamente complejo. En un primer nivel de aproximación,
puede relacionarse con la velocidad de meteorización y la de transporte. De este modo, se
pueden distinguir (Weyman y Weyman, 1977):

— Laderas de desarrollo limitado por el transporte:


La tasa de transporte es inferior a la de meteorización.
Se produce un progresivo aumento del espesor de suelo.
— Laderas de desarrollo limitado por la meteorización:
Suelos de escaso espesor.

Los procesos de transporte pueden estar ligados al impacto de gotas de lluvia, al agua
de escorrentía superficial, a los movimientos en masa (deslizamientos, solifluxiones, etc.) o
a la acción del viento.

5.4. Sistemas suelo-paisaje


El paralelismo entre la historia de las formas y la de los suelos que se desarrollan en
ellas permite establecer relaciones entre unas y otras. La comprensión de cómo ha funcio-
nado el sistema suelo-paisaje resulta esencial para poder inferir características y comporta-
mientos de unos a partir de las formas y viceversa. Los estudios de campo permiten identi-
ficar, cartografiar y datar superficies geomórficas con suficiente detalle para explicar cómo
se ha formado el sistema y cómo funciona.
En las posiciones geomórficas estables, el suelo podrá alcanzar un mayor grado de dife-
renciación de horizontes, lo que representa una disminución de su entropía, al alcanzar el
sistema un mayor grado de organización. Esto podría parecer contradictorio con el segundo
principio de la termodinámica, que establece que en todo proceso la entropía aumenta o
permanece constante. Esta aparente paradoja tiene su explicación en que el suelo es un sis-
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tema abierto y que su entropía disminuye a costa del aumento de la entropía del exterior.

5.5. Relaciones suelo-paisaje: toposecuencia


Los suelos frecuentemente son más profundos en las zonas llanas que en las
regiones montañosas. En el hemisferio N, los horizontes A son más ricos en
materia orgánica en las umbrías (laderas orientadas al N) que en las solanas
(laderas orientadas al S). Estos son algunos ejemplos de las relaciones suelo-pai-
saje que, a nivel general, vienen controladas por la localización geográfica (lati-
tud y altitud respecto al nivel del mar), por las características de la forma (incli-
nación, longitud y orientación) y por la posición del suelo en la forma. Los
principales efectos sobre el suelo según las características de la forma del relieve
son los siguientes:

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Características de la forma Efectos sobre el suelo

Inclinación de la ladera Radiación recibida.


Velocidad de escorrentía.
Erosión.
Depósito de materiales.
Longitud de la ladera Escorrentía.
Erosión.
Orientación de la ladera Efecto solana-umbría: topoclima.
Radiación recibida.
Temperatura del suelo.
Exposición al viento.
Exposición a la lluvia.
Humedad del suelo.
Vegetación, infiltración, escorrentía.
Erosión.
Contenido de materia orgánica y espesor del
horizonte A.
Morfología del perfil.
Posición en la forma Erosión, depósito.
Características de los materiales depositados.
Condiciones de drenaje.
Profundidad capa freática: estacionalidad.
Morfología del perfil.
Profundidad del suelo.
Contenido de sales solubles.

Milne (1935) estudiando suelos del Este de África introdujo el término catena
para expresar las relaciones entre la ladera y sus suelos asociados. La definición de
catena resulta algo confusa (Watson, 1960), por lo que a veces se prefiere el tér-
mino de toposecuencia como menos restrictivo.
En una catena los suelos se diferencian debido a variaciones en el relieve y en
el drenaje, desarrollándose a partir de un material originario semejante y bajo el
mismo clima. La definición de toposecuencia no hace mención a la naturaleza del
material originario.
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El concepto de catena presupone que los suelos tengan la misma edad, lo cual resulta
difícilmente sostenible en la mayor parte de las laderas, debido a la acción de los procesos
erosivos. Ollier (1976) destaca que las relaciones suelo-paisaje sólo aparecen claramente en
situaciones extremas, dominadas por condiciones áridas o frígidas. En el resto del mundo,
bajo condiciones climáticas no extremas, los procesos de erosión y de depósito en laderas y
de edafogenésis están entrelazados, por lo que las interpretaciones deben realizarse con
prudencia.

5.6. Condiciones de drenaje y morfología de los suelos


La posición que ocupa el suelo en el paisaje condiciona la situación de la capa
freática y, por consiguiente, las condiciones de drenaje del suelo y los rasgos mor-
fológicos asociados a ellas, color, síntomas de óxido-reducción, tales como motea-
dos, concreciones, etc.

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Drenaje
El drenaje de un suelo expresa la rapidez con que se elimina el agua en relación
con los aportes.
La existencia de una capa impermeable a cierta profundidad, por ejemplo, puede provo-
car un mal drenaje en el suelo que se halle encima de dicha capa, si el suelo recibe agua.
Se evalúa observando las características del perfil, en especial su color y la existencia de
manchas.
Permeabilidad
La permeabilidad hace referencia a la velocidad con que puede circular el agua
dentro del suelo (conductividad hidráulica).
Los horizontes con poros grandes presentan una elevada permeabilidad. La permeabili-
dad en física de suelos se expresa como la conductividad hidráulica y tiene las dimen-
siones de una velocidad (Cap. 13).

Las clases de drenaje se definen atendiendo a los siguientes criterios (Dumanski, 1978,
Herrero et al., 1993).

Clases Criterios

Muy escasamente drenado Eliminación tan lenta del agua del suelo de forma que la capa freá-
tica sin oxígeno permanece en o próxima a la superficie la mayor
parte del año. Suelos de posiciones deprimidas con carácter ácuico o
suelos orgánicos. Se refleja a nivel de Suborden en Soil Taxonomy.
Escasamente drenado Eliminación lenta del agua en relación al suministro de forma que el
suelo permanece saturado la mayor parte del año. Capa freática.
Suelos de aquellos subórdenes y subgrupos (SCS, 1999) con proble-
mas de hidromorfismo. Manchas con Ch < 2 dentro de los 60 cm.
Imperfectamente drenado Eliminación suficientemente lenta del agua en relación al aporte
para que el suelo permanezca saturado una parte significativa de la
estación de crecimiento. Fases con hidromorfismo. Moteados entre
la parte inferior de A y los 60 cm.
Moderadamente bien drenado Eliminación algo lenta del agua en relación al aporte. Capacidad de
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almacenamiento de agua de intermedia a alta. Moteados de Fe-Mn


de 2 al 20 % entre 60 y 100 cm.
Bien drenado Eliminación del agua de precipitación fácil aunque no rápidamente.
Capacidad de almacenamiento de agua intermedia. Sin moteado en
los 100 cm superiores o con menos de un 2 % entre 60 y 100 cm.
Rápidamente drenado Eliminación rápida del agua en relación al aporte por la lluvia. Baja
capacidad de almacenamiento de agua.
Muy rápidamente drenado El agua es eliminada del suelo muy rápidamente en relación al
(Drenaje excesivo) aporte de precipitaciones. Suelos con baja capacidad de almacena-
miento de agua. Texturas gruesas.

La clase de drenaje de un suelo viene condicionada por su textura, estructura, perme-


abilidad, capacidad de almacenamiento de agua, posición geomorfológica y evapotrans-
piración.

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Las condiciones de drenaje dejan su huella en la morfología del suelo (reacciones redox
y rasgos asociados). Pueden llegar a ser limitantes para el uso del suelo, para el crecimiento
de las plantas, para la edificación, para el emplazamiento de vías de comunicación, etc.
Además de la clase de drenaje, interesa conocer la oscilación de la capa freática, su carácter
permanente o temporal y la clase de nivel freático. En Holanda, por ejemplo, los mapas de
suelos y los mapas interpretativos se utilizan con finalidades residenciales, industriales, de
transporte y de ocio. El paso de suelos agrícolas a un uso no agrícola puede requerir medi-
das para mejorarlos cuya naturaleza y coste pueden predecirse a partir de los mapas inter-
pretativos. El crecimiento de la ciudad de Utrecht viene condicionado por las posibilidades
de edificar según sean los costes para adecuar el suelo. El mapa de suelos y el de clases de
niveles freáticos permite derivar el mapa de aptitud de los suelos atendiendo a los costes de
edificación (Westerveld y van den Hurck, 1973):

D
muy apto
coste relativo 1,0 - 1,2

apto
coste relativo 1,3 - 1,4

Utrecht moderadamente apto


coste relativo 1,5 - 1,7

poco apto
coste relativo 1,8 - 2,0

0 1 2 4 km
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Una misma clase de drenaje puede tener una distinta significación frente a problemas
medioambientales, según interese que los contaminantes sean lavados del suelo y pasen a la
capa freática (evitando la degradación del suelo) o interese que sean retenidos en el suelo
para que éste actúe como depurador natural (caso de la aplicación de purines, p.e.).

5.7. Relaciones suelo-paisaje: Influencia del clima


Las relaciones suelo-paisaje no tienen carácter general, sino que son función de la zona
climática considerada. El clima condiciona los procesos en las laderas, la meteorización,
los procesos edafogenéticos, la erosión, así como el transporte y depósito de materiales.
Análogamente, condiciona la vegetación de una región o, por efecto del topoclima, da lugar
a diferencias a escala mucho más detallada.

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El efecto solana-umbría puede ayudar a explicar la variabilidad en las relaciones entre
formas del relieve y suelos. La umbría es más húmeda, tiene más vegetación, los suelos tienen
mayor contenido de materia orgánica y hay mayores posibilidades para los procesos de trans-
ferencia de componentes, que pueden llegar a perderse por lavado.
Tomando como ejemplo un paisaje constituido por una plataforma, una ladera y un
fondo, suponiendo una misma litología, los suelos presentarán marcadas diferencias según
se trate de una zona semiárida o de un medio templado-húmedo. Con un material calizo
como base, en clima húmedo puede tener lugar un proceso de lavado de la caliza en la pla-
taforma, como posición más estable. Esto posibilita la pérdida de bases y una cierta acidifi-
cación, la dispersión de la arcilla llevará emparejado un proceso de argiluviación. Por el
contrario, en la zona semiárida, la caliza seguirá siendo el componente que frenará cual-
quier evolución más avanzada.
La ladera en zona templada-húmeda tiende a evolucionar hacia una morfología con-
vexa, mientras que en zona semiárida será cóncava, por la distinta dinámica de uno y otro
tipo de ladera. Los suelos de los fondos también tendrán características y respuestas dife-
rentes. En medio semiárido es posible que pueda haber habido un proceso de salinización
(Cap. 17). En una zona húmeda, los procesos pueden ser de hidromorfismo, con una gleifi-
cación más o menos acusada.
Con el ejemplo, que se esquematiza seguidamente, se quiere destacar la necesidad de
analizar las condiciones en que han evolucionado las formas y los suelos en cada caso, para
extraer conclusiones en base a ello, evitando generalizaciones precipitadas:

ZONA SEMIÁRIDA
Matorral xerófilo

Vegetación escasa

A
Halófilas
Bkm
A
Bk Ap
C
Paleorthid (1992) Bw
Xerorthent
Suelos
ZONA TEMPLADA-HÚMEDA afectados por
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salinidad
Bosque (Xerofluvent
fase salina)

A
Bt A Hidrófilas
Udalf C Ag

Udorthent Bg
Suelos con
exceso de agua
(Fluvaquent)

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6. Factores bióticos y antrópicos de la edafogénesis

Los componentes activos del suelo considerado como sistema son las plantas,
animales, microorganismos y el hombre. La edafogénesis es el resultado de la
acción combinada de factores abióticos y de factores bióticos. Los procesos de
cambio en el suelo atribuibles a factores bióticos se deben tanto a efectos directos
como a efectos indirectos.
Darwin (1881) probó experimentalmente que las lombrices de tierra (Lumbricus terres-
tris) contribuían de forma particularmente significativa a los procesos que tienen lugar en
el suelo al llegar a remover una considerable masa de tierra, haciéndola pasar por su intes-
tino. En el enfoque dado por Jenny (1941), existe el interés en diferenciar situaciones en las
que los organismos puedan considerarse como variables independientes del resto de facto-
res, y aquellas en las que son variables dependientes.

6.1. Actividad de la fauna y efectos sobre el suelo


Al estudiar el suelo en el campo se pueden observar rasgos atribuibles a la actividad
de la fauna. En la superficie de un prado pueden aparecer montones de tierra de unos
20 cm de alto, derivados de la actividad de los topos o de menor tamaño debido a lombri-
ces. En zonas intertropicales pueden verse construcciones de hasta 9 m de alto, son los
termiteros.
En la descripción del perfil de un suelo pueden identificarse diversos tipos de huecos
(galerías, cámaras, madrigueras, etc.), así como deyecciones (cámaras rellenas, turrículas,
coprolitos, etc.). En lámina delgada corresponden a huecos de paredes suaves, a veces
mamelonadas, asociadas a edaforrasgos excrementales (Cap. 4).
El efectivo de animales resulta difícil de estimar cuantitativamente, y la identificación
de la fauna requiere trabajos específicos a cargo de especialistas en Zoología. Morris
(1922) indica que las lombrices de tierra pueden constituir entre un 50 y un 70 % del peso
de la fauna existente. Llegar a profundizar en el papel de cada especie exige un análisis
ecológico con un enfoque multidisciplinar. Este tipo de estudios son los que pueden servir
de base para conocer la adaptabilidad a las condiciones de medio, su acción y decidir el
posible interés en introducir mesofauna en el suelo (lumbrícidos, p. ej.), con el fin de mejo-
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rar sus características (Cap. 16).


La fauna puede actuar en la superficie del suelo, horizontes O, dentro del horizonte A o
bien a cierta profundidad, lo que ocurre en suelos de zonas semiáridas, por la falta de agua
en la parte superior del suelo. Los hábitos de vida de las diferentes especies de lombrices de
tierra difieren ampliamente (Flores y Alvira, 1988).
La fauna excavadora tritura y mezcla materiales del suelo, lo que contribuye a
la estructuración y favorece la formación de horizontes Bw, la permeabilidad y la
aireación. Su acción sobre horizontes preexistentes puede llegar a hacer desapare-
cer algunos de sus rasgos, por efecto de la bioturbación. Cuando hay un predomi-
nio de un cierto tipo de población animal (anélidos, enquitreidos a larvas de cole-
ópteros) tiende a producirse una homogeneización del volumen trabajado por la
fauna y se establecerá una nítida diferencia respecto al material subyacente.

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Una actividad biológica muy intensa puede dar lugar a una modificación significativa
(bioturbación) del epipedión, de forma que su espesor sea muy considerable (superior a
50 cm) y esté formado casi enteramente por deyecciones y galerías rellenas. Para designar
este tipo de horizontes se ha propuesto el término de epipedión vérmico (Eswaran, 1981).
Puede presentarse en suelos con régimen de humedad arídico, que estén bajo riego desde
hace muchos años. Por el momento, el S.S.S. (1998) sigue considerando como horizonte
móllico este tipo de epipediones, a los que exige tener un 50 % o más del volumen consti-
tuido por formas ligadas a la actividad de la fauna para que tal característica se recoja taxo-
nómicamente al designar el suelo a nivel de Grupo: Vermudoll y Vermustoll; o con una
capa bioturbada en más de un 50 % dentro de los 100 cm (Vermaqualf), o en un 25 % (Ver-
maquepts).
Los principales efectos de la fauna (Cap. 16) sobre el suelo, según su tipo son:

Fauna del suelo Efectos sobre el suelo

Animales excavadores Viven y se desplazan dentro del suelo en busca de alimentos.


Crean su propio espacio vital.
— Vertebrados grandes Efecto de bioturbación: mezcla de materiales, destrucción de hori-
Marmotas zontes, etc. Actividad intensa en praderas, estepas y sabanas. Gale-
Ratones rías: erosión por sufosión. Crotovinas: galerías de roedores relle-
Topos nas generalmente con material procedente del horizonte A.
Conejos
— Invertebrados no artrópodos Ingieren gran cantidad de material.
Anélidos oligoquetos Desintegran la materia orgánica, ingiriendo suelo junto con los re-
Lombriz de tierra residuos vegetales.
(Lumbricus terrestris) Favorecen la mezcla de materia orgánica y materia mineral.
Mezclan materiales: bioturbación.
Hacen aumentar el espesor del horizonte.
No toleran ni la sequía, ni las heladas. Están ausentes en suelos
arenosos secos, en aquellos que presentan un mal drenaje, y en los
suelos ácidos.
Eisenia foetida Requiere gran abundancia de materia orgánica sobre la que ejercen
una acción descomponedora.
— Invertebrados artrópodos
Insectos
Himenópteros: hormigas Hormigueros
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Isópteros: termitas Termiteros.


Animales no excavadores No pueden excavar, salvo en extensión muy limitada.
Descomponen la materia orgánica.
— Invertebrados artrópodos
Insectos
Colémbolos
Larvas de insectos
Arácnidos
Ácaros Los hay depredadores y saprófitos.
— Invertebrados no artrópodos
Nematoda: nematodos

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6.2. Relaciones suelo-vegetación
La vegetación natural puede proporcionar información acerca de las condicio-
nes del medio (suelo y clima), pues el que consigan implantarse unas u otras plan-
tas en un determinado lugar viene condicionado por el medio. La dependencia de
la vegetación frente a la acidez del suelo (tolerancia o no al aluminio) es algo noto-
rio, así como la diferencia entre la vegetación de suelos ricos en carbonato cálcico
(especies calcícolas) y la de suelos pobres o sin caliza (especies calcífugas). La
presencia de especies indicadoras permite interpretar las características de los
suelos. Como ejemplo cabe citar:

Scirpus caespitosus Condiciones de saturación por agua y medio ácido (turberas).


Sphagnum cuspidatum
Phragmites australis Condiciones de exceso de agua con posible inundación temporal
Typha latifolia

Calluna vulgaris Medio ácido.


Cistus ladaniferus Suelo sin carbonato cálcico.
Rosmarinus officinalis Suelo básico.
Uapaca sobynsi Medio rico en cobre.
Acalypha cupricola
Tinnea obovata
Viola calaminaria Suelos ricos en cinc.
Thlaspi calaminare
Silene vulgaris
Suaeda vera Suelos ricos en sales solubles.
Salicornia herbacea
Arthrocnemum glaucum
Atriplex halimus
Frankenia pulverulenta
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Limonium sp.
Puccinellia sp.
Gypsophila hispanica Suelos ricos en yeso.
Herniaria fruticosa
Lepidium subulatum
Ononis tridentata

Los geobotánicos han buscado establecer relaciones entre la distribución de la vegeta-


ción y las condiciones edafoclimáticas. Así, por ejemplo, en función de la temperatura
media anual, la precipitación anual media y la relación entre la precipitación y la evapo-
transpiración, Holdrige (1947) propone un esquema simplificado que permite localizar de
forma orientativa las principales formaciones vegetales del mundo:

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ZONAS

P en mm

La interrelación suelo-vegetación puede contemplarse desde otra perspectiva,


la de considerar la vegetación como factor de la edafogénesis. Su papel directo en
la formación del suelo deriva de su intervención en la meteorización (papel coloni-
zador de los líquenes o al fragmentar la roca por el crecimiento de raíces) y por el
aporte de materia orgánica al suelo, de la que carecía inicialmente el material ori-
ginario.
La actividad microbiana heterotrófica incrementa el contenido de anhídrido carbónico
del suelo y, en consecuencia, de la fase líquida del suelo. Aporta igualmente otros compo-
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nentes ácidos, como ácido láctico, ácido acético e incluso ácido cítrico, que pueden actuar
como agentes quelantes, contribuyendo tanto al incremento de algunos procesos de meteo-
rización (hidrólisis ácida), como al transporte de algunos elementos (Ca2+, en suelos calizos
y Fe3+ en suelos ácidos, p. ej.) en forma de quelatos.
La microflora del suelo (bacterias, actinomicetes, hongos y algas) tiene acción sobre el
suelo por su demanda de oxígeno, su papel en la meteorización, por intervenir en procesos
de biodegradación de la materia orgánica y de los complejos órgano-metálicos.
El papel indirecto de la vegetación deriva de su acción pantalla frente a la
radiación solar y frente al agua de lluvia, lo que afecta al régimen de humedad del
suelo, la infiltración, la escorrentía y la erosión. Según sea el sistema radicular,
éste interceptará a distinta profundidad el agua, influyendo sobre la circulación de
fluidos en el suelo, lo que tiene efectos sobre la translocación y el lavado de sus-
tancias en el suelo.

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La vegetación interviene en la formación, conservación y regeneración del
suelo. Éste puede actuar como depurador natural frente a ciertos vertidos gracias a
la acción de la microflora y a la acción de mezcla de materiales desarrollada por la
fauna.
Las principales acciones de la vegetación y sus efectos sobre el suelo son los
siguientes:

Acciones Efectos sobre el suelo

Directas
— Interviene en la meteorización Acelera la meteorización fisica, química y biológica.
— Aporta materia orgánica Cantidad, distribución y naturaleza de la materia orgánica
del suelo: horizonte O, A, o bien un H.
— Cohesiona las partículas Desarrollo de estructura por el aporte de materia orgánica y
la acción de las raíces.
— Construye el sistema de huecos Favorece la circulación del agua y el aire, y el crecimiento
de las raíces.
Indirectas
— Actúa como filtro frente a:
Radiación solar Regula la temperatura, la evaporación y el régimen de
humedad.
Lluvia Intercepta las gotas de lluvia, con lo que evita el impacto
directo y puede disminuir la erosión por salpicadura.
Escorrentía superficial Aumenta la infiltración. Frena la velocidad del agua de
escorrentía: disminuye la erosión por escorrentía superfi-
cial.
Agua de percolación Las raíces de especies herbáceas absorben agua en los pri-
meros cm del suelo, con lo que disminuye la percolación y
el lavado. La percolación provoca una acidificación progre-
siva del suelo, pérdida de componentes, formación de hori-
zontes E, etc.
Viento Frena la erosión eólica, e intercepta el material transportado
por el viento.
— Secreción de sustancias tóxicas por
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plantas superiores, la microflora o Inhibición de la germinación, efectos sobre el sotobosque,


presencia de compuestos húmicos efectos sobre el metabolismo de los compuestos fosfatados,
tóxicos. etc. Alelopatías.

— Sobre la fertilidad del suelo: Inmovilización y liberación de nutrientes.


ciclo biogeoquímico.

6.3. Indicadores de la vegetación pasada


La sílice es reciclada por la vegetación, aunque no sea indispensable para la vida de las
plantas (Duchaufour, 2001), por ello muchas plantas contienen cristales minerales en algu-
nas de sus células, aunque sólo sea en determinadas fases de su vida. En determinados

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casos estos cristales pueden ser reconocibles en el suelo. Así, los tallos de las plantas pue-
den contener cristalizaciones de ópalo en sus células. Estos fitolitos toman la forma de las
células que los alojan (citomorfos) y, al descomponerse el material vegetal, se endurecen y
permanecen durante muchos años en el suelo, testimoniando una determinada vegetación.
Tienen formas cilíndricas y su longitud puede variar entre 50 y 100 μm. Su identificación
por medio de estudios micromorfológicos y la taxonomía de estas formas (Bertoldi de
Pomar, 1971) permite llevar a cabo estudios sobre la historia de la vegetación, el tipo de
agricultura de otras épocas o las condiciones de formación de suelos enterrados (Benayas y
cols. 1987, Riquier, 1960). Un medio edáfico que conserve la sílice favorece la acumula-
ción de fitolitos.

6.4. Acción antrópica y formación de suelos:


Sostenibilidad y edafotecnología

Cada vez hay una consciencia más clara de que se vive en un único ecosistema
de ámbito mundial y, por consiguiente, cualquier acción en una parte del sistema
tendrá repercusiones sobre la globalidad. A partir de 1980 se ha empezado a intro-
ducir el concepto de agricultura sostenible, sustenable o si se prefiere, agricultura
durable, que se diferencia de la denominada agricultura convencional, por su
mayor preocupación por el medio ambiente (Cap. 8).
No obstante, interesa recordar que desde los primeros años del ya histórico
movimiento conservacionista, iniciado por H. H. Bennet en 1928 en Estados Uni-
dos, se sentaron las bases y la práctica de lo que se ha dado en llamar ahora agri-
cultura sostenible. Con su obra «Soil Erosion a National Menace» primero, y más
tarde su libro titulado «Soil Conservation», Bennet estableció la teoría y las reco-
mendaciones prácticas para una agricultura respetuosa con el medio, y en concreto
con el recurso suelo. Estas ideas no siempre han recibido la atención que desde un
principio merecían.
Los sistemas agrícolas convencionales, con producción basada en agroquími-
cos y en el uso intensivo de energía, están siendo revisados en muchos países. Se
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busca una agricultura rentable, más eficiente con los recursos y medioambiental-
mente compatible. La agricultura sostenible (Harwood, 1990) debe lograr un equi-
librio estacionario con el medio globalmente considerado. Este tipo de agricultura,
frente a las agriculturas alternativas, no renuncia a los beneficios de la agroquí-
mica y de la agromecánica, si bien pondera sus efectos y destaca las interrelacio-
nes de todas las partes del sistema agrícola, incluyendo al agricultor y su familia y
los equilibrios biológicos en el sistema (Cap. 8).
La política agrícola comunitaria (PAC) propugna la conservación de los sue-
los, incluso en aquellos casos en que circunstancialmente dejen de ser usados para
la producción. El recurso debe conservarse para posibles usos futuros.
Las principales acciones antrópicas y sus efectos sobre los suelos son las
siguientes:

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Acciones Efectos

Construcciones para el control de la erosión: Conservación del suelo y mejora del mismo.
— Bancales bien diseñados Efectos positivos.
— Obras mal construidas Aumentar el riesgo de erosión.
Rehabilitación de suelos en áreas degradadas Posibilidad de implantar una vegetación
(graveras, minería a cielo abierto, (forestal, agrícola u ornamental).
áreas urbanizadas, vías de comunicación, etc.).
Estercolado continuado a lo largo de muchos años Mejora del suelo: estructura, características quí-
micas, fertilidad. Paso de un epipedión óchrico a
un antrópico o a un plaggen.
Fertilización:
— Adecuadamente planificada por medio de Efectos positivos.
análisis, interpretación y recomendaciones.
— Exceso de algún elemento fertilizante Cambios químicos en el suelo.
(nitratos u otros) Contaminación de la capa freática.
Enmiendas químicas: Encalado En suelos ácidos:
Disminución de los efectos tóxicos del aluminio,
favorecer la acción de las bacterias, mejora la
nutrición en calcio, etc.
Paso de úmbrico a móllico.
Paso de condiciones dístricas (ácidos) a éutricas
(riqueza en bases).
Enyesado En suelos sódicos:
Mejora la estructura al favorecer la floculación
de los coloides.
Disminuye posibles efectos tóxicos del sodio.
Cultivo en huertos con regadío y aportes de ma- Mejora de suelos de zonas áridas y semiáridas.
teria orgánica Horizonte antrópico.
Deforestación con talas no planificadas Destrucción de la cubierta vegetal: erosión.
Transformaciones en regadío sin evaluación pre- Riesgo de degradación del terreno.
via del riesgo de salinización y/o sodificación y
sin drenaje.
Laboreo según líneas de máxima pendiente en Degradación y pérdida del suelo.
suelos erosionables
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Laboreo en condiciones de humedad inadecuadas Degradación del suelo por compactación.


Laboreo demasiado profundo con vertedera Aparición en superficie de horizontes subsuperfi-
ciales más desfavorables.
Laboreo mínimo Evita revolver el suelo. Disminuye la mineraliza-
ción de la m.o.
Evita la compactación por paso de maquinaria.
Exige el empleo de herbicidas.
Plantaciones realizadas sin aplicar criterios de Degradación del suelo por erosión.
mantenimiento
Aporte de purines y otros desechos
— Indiscriminado Contaminación de suelos y capa freática.
— Controlado Efectos beneficiosos.

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Acciones Efectos

Vías de comunicación muy frecuentadas En las inmediaciones contaminación de la vege-


tación y suelo por metales pesados. Desprendi-
miento de ozono, de anhídrido carbónico, etc.
Cambios en una cuenca de recepción de agua Procesos erosivos por concentración de mayor
de escorrentía (desagües de cunetas en carre- caudal.
teras, p. ej.).
Movimientos de tierras
— Indiscriminados Destrucción del suelo.
— Con capaceo Al retirar previamente el horizonte de superficie
resulta posible rehabilitar el suelo después de la
nivelación o la excavación.
Fragmentación de horizontes cementados Se puede favorecer el paso de las raíces.
Se puede aumentar la pedregosidad superficial.
La retirada de los fragmentos debe justificarse
económicamente. Con ello se influye sobre la
morfología del suelo (Arent).
Arranque de horizontes petrocálcicos o de Facilita el enraizamiento y aumenta el volumen
estratos rocosos explorable.
Despedregado con molienda Facilita el laboreo. Se pierde el efecto acolchado
debido a las piedras en superficie. Si no se ha
estudiado previamente el perfil puede resultar
ineficaz.
Enterrado de desechos y escombros Los problemas que se pueden derivar en el futuro
son difíciles de prever. Si se afecta una capa freá-
tica aparecerán contaminaciones no puntuales
imposibles de corregir. Si se depositan sobre
materiales muy poco permeables, los efectos
negativos pueden no manifestarse.
Drenaje
— Bien planificado técnica y económicamente Mejora de suelos.
— De suelos salinos Se pierden ecosistemas con comunidades halófilas.
El suelo desalinizado, según las condiciones de
medio puede tener unas producciones que no jus-
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tifiquen la inversión.
— De suelos orgánicos Controlar el nivel freático para evitar subsidencia
e incendios.
Construcción de diques y polders Se gana terreno al mar y puede crearse suelo
agrícola.
Drenaje de zonas húmedas Pérdida de lagunas y otras zonas húmedas de
interés faunístico.
El drenaje debe justificarse por medio de un estu-
dio de evaluación de impacto ambiental (E.I.A.).

Ciertas actuaciones del hombre sobre el suelo implican su destrucción (exca-


vaciones, nivelaciones, construcciones, etc.), el nuevo material dejado en superfi-
cie representa el momento cero en la edafogénesis y el estudio de su evolución

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puede aportar información de interés para conocer el comportamiento bajo deter-
minadas condiciones de medio (Cap. 28).
Las acciones antrópicas para obtener nuevos suelos agrícolas mejorando los
preexistentes deben tener una justificación técnica, económica y medioambiental.
Algunos autores han introducido el término edafotecnología, para designar la
implicación del hombre deliberada o planificada en la génesis de suelos, al deter-
minar los tipos de materiales a partir de los cuales se pueden formar nuevos suelos,
escogiendo procedimientos para tratarlos y enmiendas para promover la formación
de suelos que resulten adecuadas para los fines para los cuales se necesiten. Para
algunos la edafotecnología constituye una parte de la biotecnología.

7. Dimensión temporal de los suelos


La dimensión temporal de los suelos se manifiesta de distinta manera según
cual sea la característica considerada. Hay variaciones a lo largo del día (tempera-
tura de superficie, contenido de anhídrido carbónico, actividad biológica, etc.); a
lo largo del año (salinidad, humedad, temperatura, pérdida de materiales por ero-
sión, contenido de nutrientes, etc.); o bien cambios que se expresan muy lenta-
mente a lo largo de muchos años (procesos de meteorización, diferenciación de
horizontes, translocación de componentes, etc.). El tiempo como factor formador
del suelo afecta a las variaciones a lo largo de los años. No obstante, desde un
punto de vista del estudio y uso del suelo, cambios a más corto plazo pueden
adquirir una mayor significación.
La edad de un suelo expresa el tiempo durante el cual han actuado los proce-
sos formadores, y para determinarla será necesario fijar un momento cero. Este
coincide con el de formación de la superficie geomórfica sobre la que se desarrolla
el suelo o con el momento en que se acabó de construir una escombrera, por ejem-
plo. Si se trata de una superficie de erosión, la edad geológica de los materiales
nada tendrá que ver con la de la superficie, ni con la del suelo.
Resulta totalmente incorrecto hablar de suelos paleozoicos, cretácicos..., por el
hecho de que el suelo se esté formando a partir de materiales de estos períodos
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geológicos.
El movimiento de materiales de un lugar a otro origina superficies de depó-
sito, en las que habrá coincidencia entre el momento de acabarse de depositar los
materiales, la aparición de una nueva superficie y el inicio de la formación del
suelo, si bien existe la posibilidad de nuevos aportes.
Una nueva superficie puede tener su origen en un proceso erosivo, en un
aporte de materiales aluviales o coluviales, en una regresión marina, en un depó-
sito morrénico, en el depósito de materiales piroclásticos, de una colada de lava,
de una colada de barro, por un movimiento de tierras, etc. Los geomorfólogos aus-
tralianos han introducido el concepto de ciclo K (Butler, 1959) para designar el
tiempo transcurrido desde la formación de una superficie geomórfica hasta su des-
trucción por erosión o por depósito de materiales.

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Un suelo puede empezar a desarrollarse a partir de un material depositado por
coluvionamiento sobre un horizonte de otro suelo anterior que hubiese quedado
exhumado por erosión, lo que puede evidenciarse a veces por la presencia de una
línea de piedras (stone-line) entre ambos.
El estado inicial de un suelo puede también ser un suelo preexistente, que
empiece a evolucionar bajo unas nuevas condiciones de medio, ligadas a un cam-
bio climático. En este caso habrá una superposición de rasgos, unos heredados o
relictos y otros adquiridos bajo las nuevas condiciones.
La evolución de un suelo puede cambiar de trayectoria por otras causas, como
puede ser por movimientos a muy largo plazo derivados de la tectónica de placas,
importante para suelos del pasado; por cambios en el propio suelo conducentes a
una trayectoria progresiva o regresiva; o por alteraciones derivadas del uso del
suelo por el hombre. La tasa de formación del suelo varía en distintos ambientes
y conocerla puede resultar de interés para acotar qué pérdida máxima de suelo por
erosión puede aceptarse, sin que el recurso desaparezca progresivamente. Es lo
que en conservación de suelos se denomina pérdida tolerable de suelo (Cap. 23).
En casi todos los casos, el número de años necesarios para la formación de un
suelo supera con mucho al de la vida de un hombre, por ello se habla de recurso
no renovable a corto plazo:

Formación del suelo Tasa de formación (años)

Muy rápida (sobre cenizas volcánicas y clima húmedo) < 100


Muy lenta (sobre calizas duras y clima templado-frío) < 1 cm/5.000 años
Propiedades asociadas con el hidromorfismo rápida
Propiedades asociadas con la materia orgánica rápida
Propiedades asociadas con la meteorización lenta
Horizontes A 1-1.000
Horizontes de alteración (Bw cámbico) > 1.000
Horizontes de acumulación > 1.000
Carácter ácuico < 10
Entisol (sobre material no consolidado) < 100
Vertisol 3.000-18.000
Spodosol 1.000-8.000
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Ultisol 106
Oxisol 10 a 2 × 106
5

7.1. Datación de suelos


La duración de los procesos edafogenéticos es tal que por lo general no per-
mite una medida directa, ni su reproducción experimental en laboratorio, por lo
que las dataciones de suelos deben basarse en observaciones y medidas indirec-
tas. La datación de suelos es una labor siempre difícil, que utiliza técnicas toma-
das de las investigaciones históricas, arqueológicas, geológicas, palinológicas o
propiamente edafológicas. Unas conducen a dataciones absolutas, otras a datar de
forma relativa:

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Técnicas Observaciones

Investigaciones históricas y arqueológicas A partir de hechos históricos o prehistóricos de datación


conocida: edificios, cabañas neolíticas, riadas, erupcio-
nes volcánicas, etc.
Investigaciones geológicas:
Criterios geomorfológicos Datación de superficies del paisaje.
Datación de terrazas fluviales, morrenas glaciares, etc.
Criterios paleontológicos Cronología del Cuaternario a partir de fósiles.
Criterios estratigráficos Estudio de los materiales depositados, secuencias de
sedimentación, etc.
Tefrocronología Datación a partir de correlaciones estratigráficas hechas
por medio de cenizas volcánicas de erupciones sucesi-
vas.
Investigaciones palinológicas Estudio del polen fósil: palinología del Cuaternario. El
polen se conserva bien en medios anaerobios y ácidos
(turberas); en suelos calizos tiende a desaparecer. Polen
testigo.
Investigaciones con isótopos C-14, O-18, Cl-36, Gs se han utilizado en determinadas
condiciones.
Investigaciones edafológicas Partiendo de análogas condiciones iniciales y bajo igua-
les condiciones de medio.
Para dataciones relativas se pueden tener en cuenta la
diferenciación de horizontes, espesor, características de
los límites, así como la presencia de caracteres relictos o
de caracteres paleo.

Datar un suelo exige un intenso trabajo de investigación, que ha sido realizado en


pocos suelos, por lo que la edad de la mayoría de los suelos se desconoce de forma pre-
cisa. De forma cualitativa, basándose en criterios morfológicos se puede llegar a una
datación relativa, estableciendo una gradación de los suelos más jóvenes que son aque-
llos que tienen poco espesor y escaso desarrollo, a suelos muy evolucionados, y a suelos
muy viejos, lo que permite establecer cronosecuencias relativas. No obstante, cabe desta-
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car que al hablar de suelo «joven» o «maduro», no se hace referencia a la edad del suelo
en años, sino al grado de meteorización y de desarrollo del suelo.
La información acerca de la duración de los procesos puede ser de utilidad en edafotec-
nología, para prever actuaciones que orienten o aceleren la evolución de determinados sue-
los o materiales hacia direcciones deseables, de acuerdo con los usos que se pretenda
implantar. También debe utilizarse tal información para evitar efectos no deseados, deriva-
dos de procesos naturales o acciones antrópicas sobre los ecosistemas.

7.2. Ciclos evolutivos: Suelos monocíclicos y policíclicos


Los suelos de menos de 10.000 años se han formado bajo unas condiciones de medio,
en concreto de clima, muy semejantes a las actuales. Se denominan suelos de ciclo corto,
monocíclicos o monogénicos, o simplemente suelos actuales. Por el contrario, a medida

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que un suelo es más viejo, mayor es la posibilidad de que su evolución se haya visto afec-
tada por los cambios climáticos que han tenido lugar a lo largo del Pleistoceno. Los más
significativos han sido los períodos glaciares fríos, con sus períodos interglaciares cálidos
en las regiones templadas actuales, que se correspondieron a períodos pluviales húmedos y
a interpluviales secos en las regiones semiáridas y áridas actuales.
Los suelos de ciclo largo pueden presentar características cuyo origen sería difícil-
mente explicable, si se pretendiesen relacionar con el clima actual. Si uno de estos suelos
ha permanecido siempre aflorante, se habrá visto afectado por diversos ciclos de evolución
bajo los sucesivos climas, se trata de un suelo poligénico o policíclico que puede presentar
tanto caracteres relictos como actuales. Son suelos cuya morfología suele ser difícil de
interpretar, al presentar rasgos aparentemente contradictorios respecto a lo esperable.

ESTUDIO DE CASOS
Al estudiar en lámina delgada material de un suelo procedente de una región
actualmente semiárida, se observa la existencia de edaforrasgos cristalinos
calizos, sobre edaforrasgos texturales de tipo arcilloso (Cap. 4).
Justificar esta aparente anomalía y secuenciar los procesos formadores a lo
largo de la historia del suelo.

Respuestas
Puede explicarse por un cambio de composición del agua del suelo y del balance
hídrico, menos favorable en la etapa de evolución más reciente. La acumulación de
arcilla, depositada antes de la llegada de los carbonatos, corresponde a una transloca-
ción bajo un clima más lluvioso que favorecía un proceso de descarbonatación, seguido
del de iluviación.
El primer sequum debió ser: A Bt Bk para pasar posteriormente a A Btk Bk.

Un suelo formado en un paisaje del pasado (Valentine y cols., 1976), ya sea monocí-
clico o policíclico, con caracteres relictos, heredados de la evolución bajo unas condiciones
de medio diferentes de las actuales y poco afectado por éstas, recibe la denominación de
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paleosuelo.
Un suelo que haya sido recubierto por un depósito de materiales de un espesor superior
a 50 cm (S.S.S. 1975, 1999), se considera un suelo enterrado (carácter thapto) (Hall,
1999).
Los suelos enterrados pueden presentarse próximos a la superficie, y seguir evolucio-
nando, o bien permanecer a cierta profundidad, e incluso formar parte de una serie sedimen-
taria; en este caso se trata de un paleosuelo fósil o simplemente de un suelo fósil. En España,
por ejemplo, en la Alcarria (Guadalajara) o en el macizo del Garraf (Barcelona), es frecuente
encontrar suelos rojos desarrollados a partir de calizas duras (Terra rossa, equivalente a Rho-
doxeralf, pp), cuya génesis se considera ligada a condiciones pasadas. En La Rioja alavesa se
han encontrado Alfisoles fosilizados (Ocio et al., 1988), los Aridisoles con horizonte argílico
de Almería (SE de España) y muchos horizontes petrocálcicos, son otros tantos ejemplos de
formaciones debidas a unas condiciones de medio diferentes de las actuales.

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El estudio de los paleosuelos fósiles puede resultar de gran interés para llegar a conocer
paleoambientes y en contreto la paleoedafología de un determinado momento geológico
(Freytet, 1971). Así, por ejemplo, el estudio de suelos rojos precámbricos (paleosuelos fósi-
les) ha proporcionado información acerca del desarrollo de la atmósfera terrestre inicial.
Análogamente, los paleosuelos ordovícicos son indicadores útiles de la composición de la
atmósfera en el tiempo en que se formaron, debido a que, antes de la aparición de las plan-
tas superiores terrestres, los efectos de la biosfera debieron ser mucho más débiles y pueden
considerarse despreciables frente a los efectos de los procesos inorgánicos (Holland &
Zbinden, 1988). La aparición de las gramíneas en el Terciario y la forma de ocupar un terri-
torio dio lugar a una diversificación en el tipo de suelos.
No siempre resulta fácil demostrar que una unidad estratigráfica es realmente un paleo-
suelo, en caso de serlo será necesario identificar qué modificaciones puede haber sufrido
por diagénesis o metamorfismo, para intentar reconstruir las características químicas y
mineralógicas iniciales.
Para el estudio de paleosuelos fósiles resultan útiles las técnicas de trabajo habituales en
edafología, completadas con las de petrología, geoquímica y estratigrafía. La clasificación
de los paleosuelos puede revestir dificultades, debiendo evitar forzar su inclusión en esque-
mas de clasificación concebidos para los suelos actuales.

ESTUDIO DE CASOS
En una prospección edafológica se han identificado cuatro categorías de suelos
que ocupan distintas posiciones geomorfológicas formando una toposecuencia.
Se indican los horizontes, sin representar a escala sus espesores, y los colores
en húmedo en el código Munsell. Establecer las correspondencias suelo-pai-
saje, justificando el por qué.
P-1
P-2

P-3
P-4
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W X Y Z
A A A A

AC Bg AB Bt

C Cg C C

M N P Q
10YR 7/4 10YR 3/4 5YR 3/4 2.5Y 2/2

7.5YR 4/6 10YR 3/3 2.5YR 4/6 5Y 4/1

7.5YR 5/6 7.5YR 5/6 7.5YR 5/6 2.5Y 5/2

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Respuestas
1. En el fondo de valle hay hidromorfismo, lo que se ha descrito con la letra g al deno-
minar los horizontes. Los colores son los más grises (P-4; X, Q).

2. En la plataforma, como superficie más estable se hallan los suelos más viejos, con
perfil más desarrollado y colores más rojos (P-1; Z, P).

3. Las posiciones de ladera se caracterizan, la somital por el predominio de los proce-


sos erosivos, rejuvenecimiento del perfil y color claro en el A y semejantes los colo-
res de los horizontes subsuperficiales. En la parte basal el suelo tiene carácter
cumúlico, con un horizonte subsuperficial muy oscuro, si la pendiente en P-3 es infe-
rior al 25 % puede ser un carácter fluvéntico. (P-2: W, M y P-3. Y, N).

8. Enfoque factorial en génesis de suelos: Perspectivas

La idea de que la interacción de diversos factores contribuye a la formación de


un suelo dio lugar a la elaboración de la teoría de los factores de estado para ex-
plicar la génesis de suelos. A pesar de los años desde que fue formulada, sigue
teniendo vigencia y es la que ha tenido mayor impacto en los estudios edáficos, ya
que ha permitido llegar a entender la formación de los suelos y establecer modelos
de distribución de los suelos en el paisaje.
Esta teoría, además de revalorizar los trabajos de la Escuela de Dokuchaev, ha
propuesto una metodología para la cuantificación en Edafología. Ello ha servido
de base para desarrollar otros modelos de génesis de suelos; para la cuantificación
en Soil Taxonomy; proporcionar un esquema para estudios ecológicos y de ecosis-
temas (Wilding, 1994). Constituye un enfoque útil en el esfuerzo para llegar a
entender y controlar el cambio global (Vitousek, 1994).
El desarrollo de modelos se ha generalizado, al proporcionar un medio para or-
ganizar ideas y hechos en un esquema conceptual y generar hipótesis contrastables
para separar causa y efecto.
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El enfoque inicial de Jenny (1941) ha recibido diversas críticas por:

— Plantear una ecuación fundamental general que nunca ha podido ser resuelta.
— Asumir de forma implícita una monogénesis para los suelos.
— Tener una visión demasiado simplista de los procesos en laderas.
— Establecer correlaciones empíricas sin llegar a determinar las verdaderas causas
(caja negra).
— No considerar suficientemente las interrelaciones entre factores, en un afán de bus-
car situaciones en que dichos factores fuesen variables independientes.

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No obstante, cabe destacar que este enfoque ha contribuido positivamente a
que en génesis de suelos se haya llegado a un adecuado nivel de comprensión de
los suelos en un determinado ambiente o sucesión de ambientes. Además, ha lle-
vado a profundizar en la investigación de los procesos edafogénicos, de las rela-
ciones entre factores, de las variaciones en los suelos y modelos de distribución en
el paisaje, permitiendo avanzar en cartografía de suelos.
La aportación de Jenny tiene su continuación actual en los modelos matemáti-
cos de simulación y los modelos de sistemas, así como en el análisis estadístico
multivariante con aplicación de bases de datos y sistemas de información geo-
gráfica (Petersen et al., 1992).

9. Bibliografía

9.1. Bibliografía básica


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9.2. Bibliografía de referencia


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19
Soil Taxonomy
La clasificación de suelos se desarrolló
como un medio para comparar perfiles de suelos.

1. Clasificación de suelos:
Criterios científicos y criterios utilitarios

En el capítulo 5 se ha expuesto cómo se pueden denominar los suelos. El obje-


tivo era introducir al lector en la utilización de la terminología de suelos. En el pre-
sente capítulo se da una panorámica acerca de la clasificación de suelos, reseñando
los principales antecedentes históricos y profundizando en las bases de Soil Taxo-
nomy. El objetivo es establecer las bases para llegar a clasificar un suelo auxilián-
dose de las claves de clasificación que corresponda.
El desarrollo de una clasificación de suelos se propone ordenar los conoci-
mientos y tiene claras implicaciones en la transferencia de conocimientos y de tec-
nología. La taxonomía de suelos debe permitir alcanzar la máxima solidez en la
identificación y descripción del objeto, en este caso el suelo, que sirve de soporte a
distintos usos: agrícola, forestal, ingeniería civil, de ocio, depuración natural, etc.
Una clasificación ascendente organiza en categorías los suelos individuales semejantes
en muchas de sus propiedades (Birkeland, 1984). Una clasificación científica elabora
una síntesis de propiedades y relaciones, de forma que resulte más fácil recordarlas y trans-
mitirlas. Una clasificación utilitaria se interesa por lograr una mejor utilización del
recurso suelo. Las ventajas e inconvenientes en basar una clasificación en criterios científi-
cos o en utilitarios son:
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Criterios científicos:
Ventajas:
Se basan en caracteres intrínsecos del suelo.
Tienen mayor vigencia en el tiempo.
Permiten disponer de mucha información.
Permiten extraer información para derivar múltiples cartografías utilitarias. →

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Inconvenientes:
Consumen bastante tiempo en su elaboración.
Requieren personal cualificado para trabajos de campo.
Exigen recursos económicos importantes para obtener la información.
Sus aplicaciones van dirigidas a especialistas.

Criterios utilitarios:
Ventajas:
Información directamente utilizable por no especialistas.
Información más barata y rápida de obtener al basarse en menos propiedades y
características.
Inconvenientes:
Información para un fin determinado: por lo que es menos completa.
Menor vigencia en el tiempo.
Escasas posibilidades de derivar otras cartografías.

2. Taxonomía de suelos: Antecedentes


Dokuchaev (1846-1903), considerado el fundador de la Edafología, estableció las bases
de una primera clasificación de suelos con criterios científicos, si bien fue su discípulo
Sibirtzev (1860-1899) quien formuló la teoría del origen climático de los suelos o «ley de la
zonalidad» basando en ella el primer esquema jerarquizado de clasificación de los suelos:

División Tipo

A. Suelos totalmente desarrollados (Zonales): características 1. Lateritas


y evolución dominada por el clima y la vegetación. 2. Suelos de loess-eólico
3. Suelos de estepa-desierto
4. Suelos chernozem
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5. Suelos forestales grises


6. Suelos podzolizados
7. Suelos de tundra
B. Predominio de algún factor local, litología o relieve 8. Suelos alcalinos
(Suelos intrazonales). 9 Suelos bog y moor
C. Suelos inmaduros (azonales) 10. Suelos esqueléticos
11. Suelos aluviales

En Ciencia del Suelo la dificultad para llegar a esquemas jerárquicos válidos no ha sido
superada de una forma satisfactoria, como lo demuestra el hecho de que se hayan ido pro-
poniendo múltiples sistemas taxonómicos. La dificultad estriba en que el suelo no es un
cuerpo discreto, como ocurre con los animales y plantas. Ello obliga a definir previamente
la unidad a clasificar, atendiendo a propiedades y características seleccionadas según la
finalidad a alcanzar.

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No obstante, no hay que olvidar que cualquier sistema de clasificación refleja el nivel de
conocimientos en un momento histórico determinado y, por consiguiente, debe ir siendo
modificado a medida que se avance en el conocimiento científico y tecnológico de los suelos.
Los distintos sistemas taxonómicos jerarquizados que se han ido elaborando se basan en:

— Factores formadores:
Sibirtzev (1895).
— Factores y procesos formadores:
Marbut (1927).
Baldwin, Kellog, Thorp (1938).
Thorp, Smith (1949) (revisión).
Kubiena (1952).
Aubert-Duchaufour (1956) y CPCS (1967).
Mückenhausen (1962).
— Constituyentes:
Fauck y cols. (1979).
— Morfología del suelo:
Huguet del Villar (1937).
Soil Taxonomy (1960, 1975, 1987, 1990, 1992. 1994, 1996, 1998, 1999).
FAO-UNESCO (1971) y WRB (1998).

Un sistema de clasificación puede basarse en las propiedades o bien en la interpretación


de cómo ha llegado el suelo a adquirir tales propiedades y características. En este último
caso, se habla de clasificaciones genéticas que resultan muy especulativas y subjetivas, ya
que la interpretación de la génesis de un suelo puede serlo en aquellos emplazamientos que
no hayan sido objeto de estudios previos. Algunos autores han preferido basar la clasifica-
ción en la morfología y composición del suelo (Simonson, 1962), lo que evita tener que
realizar interpretaciones, en este caso se trata de clasificaciones morfométricas.
Las clasificaciones modernas son morfométricas, en este caso la subjetividad se tras-
lada al momento en que el constructor del sistema taxonómico ha tenido que decidir qué
propiedades debía tomar en consideración y cómo cuantificar y establecer límites. El pros-
pector y el cartógrafo aplicarán los criterios con objetividad y dos personas suficientemente
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entrenadas llegarán a un mismo resultado al clasificar un suelo. Huguet del Villar (1937)
fue un precursor en este enfoque, que fue el utilizado por G. Smith al desarrollar la clasifi-
cación Soil Taxonomy (SSS, 1960).

3. Principios de Soil Taxonomy


La clasificación Soil Taxonomy empezó a elaborarse a raíz de que el Soil Survey Inves-
tigations del USDA se plantease, en 1951, la necesidad de buscar solución a los problemas
que dejaba sin resolver la clasificación de Baldwin, Kellog y Thorp de 1938 y la revisión
llevada a cabo por Thorp y Smith en 1949.
La principal dificultad con que se enfrentaban consistía en que una vez reconocidas y
establecidas las series de suelos de las regiones más importantes de EE.UU., en número de
varios millares, era preciso evitar duplicidades. Se requería una comparación sistemática de

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los suelos. Esta correlación no era fácil de conseguir, a menos que existiese un sistema de
jerarquización de los elementos a comparar, es decir, un sistema de clasificación de utiliza-
ción objetiva.
La elaboración requirió un gran esfuerzo por el volumen de información a utilizar y la
labor de síntesis que exigía. Detalles de esta etapa y de la labor realizada pueden encon-
trarse en Cline (1979). El producto al que se llegó fue presentado en Madison (USA) en
1960, en el Congreso de la International Society of Soil Science, bajo la denominación de
7th Approximation, que posteriormente ha pasado a ser conocida como Soil Taxonomy.
Soil Taxonomy representó pasar de una concepción cualitativa o semicuantitativa a otra
cuantitativa, lo que indirectamente ha contribuido a la normalización de los métodos de aná-
lisis y a la creación de laboratorios para poder satisfacer esta demanda. Desde 1960, Soil
Taxonomy ha sido mantenida por el Soil Conservation Service del USDA, lo que ha
supuesto su revisión y puesta al día constante. Esta labor ha dado lugar a diversos borrado-
res, las modificaciones de 1964, 1967 y finalmente, en 1975, a la edición oficial. En la actua-
lidad se han creado diversos comités de especialistas en los diversos Órdenes, que revisan y
proponen modificaciones, que han visto la luz en las Keys to Soil Taxonomy de los años
1987, 1990, 1992, 1994, 1996 y 1998. Con toda la experiencia colectiva adquirida en todo el
mundo ha sido posible publicar la segunda edición de Soil Taxonomy (S.S.S. 1999), que
incluye muchas mejoras. Añade dos nuevos órdenes de suelos, los Andisoles y los Gelisoles.
Define las arcillas de baja actividad y desarrolla diversas categorías de suelos.
Soil Taxonomy abandonó definitivamente el esquema zonal, que ya había sido criticado
por diversos autores (Stephens, 1950, Gorshenin, 1968, Harris, 1968). Reconoce que los
suelos intrazonales tienen propiedades en común con los suelos zonales con los que están en
contacto, por lo que no los separará al rango taxonómico máximo, sino a uno más bajo, y sin
tomar en consideración los conceptos de zonal o intrazonal. Si se comparan suelos de perfil
A Bw C y A Bg Cg por un lado y A Btg Cg, A Cg y A Bg C por otro se puede afirmar que:

Los suelos de perfiles tales como:

A A

Bw Bg

C Cg
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Ochrept (SSS, 1996) Aquept

tienen más caracteristicas en común que los siguientes suelos hidromorfos:

A A A

Btg Cg Bg

Cg C
Aqualf Aquent Aquept

Por ello, en la Soil Taxonomy no existe el Orden «Hidrosol», para reunir todos los sue-
los con caracteres hidromorfos que quedan distribuidos en diversos Órdenes, cada uno de
ellos agrupa suelos de características más semejantes entre ellos.

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La clasificación Soil Taxonomy no utiliza los tipos de humus (Cap. 8), porque éstos
cambian si el suelo se labra, ha sido encalado o fertilizado, con lo que cambiaría la clasifi-
cación tras este tipo de prácticas agrícolas. Las propiedades tomadas en consideración lo
fueron con una visión pragmática, atendiendo a su importancia práctica, en especial los
usos agrícolas, más que por su relación con la génesis del suelo.
Los límites cuantitativos utilizados surgen de los factores que controlan directamente la
formación del suelo y de las propiedades morfogenéticas como marcadores del desarrollo
edáfico.
Las ventajas de Soil Taxonomy son:

— Los taxones quedan definidos de forma que sean mutuamente excluyentes.


— Clasifica suelos y no procesos formadores, por lo que sólo requiere conocer las pro-
piedades y características del suelo y no su génesis. Distintas interpretaciones sobre
la génesis no influirán en la clasificación de un suelo.
— Tiene en cuenta que los suelos son objeto de uso por el hombre, por lo que debe ser
aplicable a suelos agrícolas, sin necesidad de referirse a suelos vírgenes más o
menos hipotéticos.
— Considera propiedades que por lo general tienen significación frente al uso.
— La terminología utilizada, si bien puede resultar extraña al principio, resulta autoex-
plicativa cuando se llega a entender las normas de nomenclatura. Resulta, a partir de
este momento, clara y no requiere traducción a los distintos idiomas.
— Define con igual precisión todos los niveles jerárquicos, por lo que puede utilizarse
tanto a nivel detallado como de generalización.
— Se puede aplicar de forma objetiva, ya que se basa en información cuantificada.

4. Estructura del sistema

Soil Taxonomy permite clasificar los suelos en base a los siguientes criterios:

— Suelos minerales y suelos orgánicos.


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— Horizontes de diagnóstico, algunos de ellos mutuamente excluyentes, otros no.


— Características de diagnóstico.
— Régimen de humedad del suelo,
— Régimen de temperatura del suelo.

4.1. Diferencias entre suelos minerales y suelos orgánicos


La mayoría de suelos están constituidos predominantemente por material
mineral, sin embargo, los suelos desarrollados en turberas son totalmente orgáni-
cos. En el caso de los suelos desarrollados a partir de materiales volcánicos (Andi-
soles) suelen ser suelos minerales, si bien algunos de ellos pueden ser orgánicos
(SSS, 1999).

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La definición de un suelo mineral se basa en el espesor de los horizontes que
varía según la clase de material. Un horizonte O es un horizonte orgánico de un
suelo mineral, mientras que un H es un horizonte orgánico de un suelo orgánico.
(Cap. 2).

4.2. Horizontes y características de diagnóstico

a) Horizontes de diagnóstico
El concepto de horizonte de diagnóstico y su uso en taxonomía de suelos ha
sido una de las aportaciones de Soil Taxonomy. Representa poder cuantificar, lo
que significa un avance frente a clasificaciones anteriores. Se han indicado ya los
epipediones y endopediones establecidos por SSS (1999) y se han reseñado sus
características simplificadas (Cap. 2).
Inicialmente, los horizontes de diagnóstico constituyeron objeto de discusión por parte
de algunos edafólogos. Hacia 1980 ya se había conseguido una aceptación general.
El concepto de horizonte de diagnóstico surge de estudiar suelos completos, como una
abstracción, no como unidades independientes. La relación entre la génesis de un suelo y
los horizontes de diagnóstico resultantes es manifiesta. En algunos casos se observa que la
Soil Taxonomy puede que haga un uso excesivo de alguno de los horizontes de diagnóstico,
a los que ha conferido demasiada importancia, caso del endopedión argílico en opinión de
algunos autores.
No obstante, se puede afirmar que la aceptación ha sido tal que otros sistemas taxonó-
micos o leyendas de mapas han incorporado el concepto e incluso los nombres, si bien en
algunos casos cambiando alguna de las definiciones, lo que debe tomarse en consideración
para evitar confusiones y errores.
Teniendo en cuenta las sucesivas modificaciones habidas, se precisa que en esta obra se
utiliza la edición de 1999. Para disponer de una información permanentemente actualizada
puede recurrirse a la consulta por internet a: http://soils.usda.gov

b) Características de diagnóstico de suelos minerales


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Las características diagnóstico consideradas para los suelos minerales son las
siguientes (SSS, 1999):

Cambio textural abrupto: transición brusca de un epipedión óchrico o de un hori-


zonte álbico a un horizonte argílico existiendo en la zona de contacto un aumento consi-
derable del contenido de arcilla en una distancia vertical muy pequeña.
Materiales álbicos: materiales del suelo con un color que está determinado principal-
mente por el color de las partículas de limo y arena más que por el color de sus revesti-
mientos.
Propiedades ándicas: se deben principalmente a la presencia de cantidades importan-
tes de alófana, imogolita, ferrihidrita o de complejos aluminio-humus. →

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Condiciones anhidras: hacen referencia a la capa activa en suelos de desiertos fríos y
otras áreas con permafrost y baja precipitación.
COLE (coeficiente de extensibilidad lineal): relación entre la diferencia de longitud de
un terrón en húmedo y la longitud del terrón en seco respecto a la longitud en seco.
Expresa la susceptibilidad a la expansión/retracción.
Durinodos: nódulos de débilmente cementados a endurecidos de diámetro ≥ 1 cm. El
cemento es SiO2.
Propiedades frágicas: características esenciales de un fragipán.
Carbonatos secundarios identificables: carbonato cálcico autigénico translocado que
ha sido precipitado «in situ» de la solución del suelo, más que heredado del material ori-
ginario.
Interdigitaciones de materiales álbicos: materiales álbicos que penetran 5 cm o más
en un horizonte argílico/kándico/nátrico subyacente a lo largo de las caras verticales de
los agregados y en menor grado de las caras horizontales.
Banda de arcilla iluviada
Extensibilidad lineal (LE): la LE de una capa de suelo es el producto de su espesor en
cm por su COLE. La LE de un suelo es la suma de las LE de todos los horizontes del
suelo.
Discontinuidades litológicas (Cap. 2)
Valor n: relación entre el porcentaje de agua en condiciones de campo y los porcenta-
jes de arcilla y humus. El valor de n prevé si el suelo puede ser pastado o si puede sopor-
tar otras cargas. Prevé igualmente la subsidencia después de drenar el suelo.
Contacto petroférrico: límite entre el suelo y una capa continua de material endure-
cido en la cual el cemento más importante es el hierro, mientras que la materia orgánica
no existe o sólo se presenta en trazas.
Plintita (Cap. 2, 17).
Minerales resistentes (Cap. 17).
Caras de deslizamiento (slickensides) (Cap. 2).
Materiales espódicos: evidencian que materiales orgánicos y aluminio con o sin hierro
se han movido de un horizonte eluvial a un horizonte iluvial.
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Minerales meteorizables (Cap. 17).

c) Características de diagnóstico de suelos orgánicos


Las características diagnóstico para los suelos orgánicos (SSS, 1999) son:

Fibras
Materiales fíbricos
Materiales hémicos
Materiales sápricos
Material humilúvico
Materiales límnicos

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d) Características de diagnóstico de suelos minerales y orgánicos
Las características consideradas diagnóstico tanto para suelos minerales como
orgánicos (SSS, 1999) son:

Condiciones ácuicas: los suelos con condiciones ácuicas son aquellos que de forma
continua o periódica presentan saturación con agua y condiciones reductoras.
Cryoturbación: perturbaciones mecánicas en el suelo producidas por la acción del
hielo.
Contacto dénsico: contacto entre el suelo y materiales dénsicos.
Materiales dénsicos: materiales relativamente no alterados y no cementados, con una
densidad aparente o una organización tal que las raíces no pueden penetrar, excepto a
través de grietas, p. ej., desechos de minas.
Materiales gélicos: materiales minerales u orgánicos del suelo que presentan eviden-
cias de procesos de cryoturbación.
Capa glácica: capa de hielo.
Contacto lítico (Cap. 3).
Contacto paralítico (Cap. 3).
Materiales paralíticos: materiales relativamente no alterados, moderadamente o fuer-
temente cementados.
Permafrost: condición térmica en la que un material (incluyendo material del suelo)
permanece a menos de 0° C durante dos años consecutivos o más.
Materiales sulfurosos: materiales minerales u orgánicos del suelo con componentes
sulfurosos que, sometidos a condiciones aerobias, sufren un descenso brusco (2 meses)
del pH alcanzándose pH < 4,0.
Horizonte sulfúrico (Cap. 2).

Dentro de este grupo de características de diagnóstico se destacan dos dada su


gran importancia para el crecimiento de los cultivos y los procesos en el suelo:
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Regímenes de humedad.
Regímenes de temperatura.

e) Regímenes de humedad del suelo


El régimen de humedad de la sección control (Cap. 2) viene caracterizado por
la duración de los estados de suelo seco (ψ <–1.500 kPa), suelo húmedo
(ψ >–1.500 kPa) y suelo saturado (ψ = 0) a lo largo del año.
En las definiciones de los distintos regímenes de humedad (S.S.S. 1998), las
expresiones «la mayoría de años» y «seis años de cada diez» (S.S.S. 1996) han
quedado sustituidas por el concepto de año normal, que es aquel que:

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Tiene una precipitación que queda dentro del intervalo definido por la precipitación
anual a largo plazo (30 años o más) ± desviación típica y análogamente pasa por lo
menos ocho de los doce meses del año.

El término «régimen» indica el modo de funcionamiento de una máquina en estado nor-


mal. En el caso del suelo, representa la sucesión normal de estados de humedad y de sequía
a lo largo de un período de tiempo. La variación del estado de la sección control (SCH) a lo
largo del año permite establecer siete criterios, según esté seca, parcialmente húmeda o
húmeda (SSS 1975, 1992):

A = Seca toda ella durante más de la mitad de los días acumulados por año, cuando la
temperatura del suelo a una profundidad de 50 cm es superior a 5° C.
B = Húmeda total o parcial menos de 90 días consecutivos o más cuando la temperatura
del suelo a 50 cm es superior a 8° C.
C = Seca o parcialmente seca 90 días acumulados o más.
D = Seca 45 días consecutivos o más en los 4 meses siguientes al solsticio de verano.
E = Húmeda 45 días consecutivos o más en los 4 meses siguientes al solsticio de
invierno.
F = Parcialmente húmeda 180 días acumulados o más.
G = Parcialmente húmeda 90 días consecutivos o más.

Estos criterios permiten establecer una serie de ecuaciones lógicas, que definen los
diferentes regímenes de humedad. Cuando un criterio se cumple, esto se indica igualando
su sigla a la unidad, en caso contrario se iguala a cero (Jarauta, 1989):

Parámetros de temperatura Régimen de humedad Ecuación lógica

tmas ≤ 22° C y δ > 5° C ARIDIC (1) (A = 1) y (B = 0)


(Áreas frías y templadas) UDIC (1) (C = 0) y (D = 0)
USTIC (I)-I (A = 0) y (C = 1) y (D = 0) y (E = 1)
USTIC (1)-II (A = 0) y (C = 1) y (E = 0)
XERIC-I (A = 0) y (B = 0) y (D = 1) y (E = 1)
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XERIC-II (A = 1) y (B = 1) y (D = 1) y (E = 1)
XERIC-III (A = 0) y (B = 1) y (D = 1) y (E = 1)
tmas > 22° C y/o δ ≤ 5° C ARIDIC (2) (A = 1) y (B = 0)
(Áreas tropicales) UDIC (2) (C = 0)
USTIC (2)-I (C = 1) y (F = 1)
USTIC (2)-II (C = 1) y (F = 0)
USTIC (2)-III (C = 1) y (F = 1) y (G = 1)

La notación utilizada para las variables de temperatura es la siguiente:

tmas = Temperatura media anual del suelo a 50 cm.


tmsv = Temperatura media del suelo durante el verano.
tmsi = Temperatura media del suelo durante el invierno.
δ = tmsv – tmsi

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Según el grado de cumplimiento de cada criterio a lo largo de una serie de años, expre-
sado porcentualmente, se definen las distintas clases de regímenes de humedad, siempre
considerando que el suelo no es objeto de riego, ni de barbecho, para aumentar el contenido
de agua:

Régimen Temperatura Criterios Soil Taxonomy (% de cumplimiento)


de del suelo
humedad a 50 cm A B C D E F G

Aridic ≥ 50 ≥ 50
Udic (1) tmas < 22° C y ≤ 50 < 60
tmsv – tmsi ≥ 5° C
Udic (2) tmas ≥ 22° C y/o ≤ 50
tmsv – tmsi < 5° C
Ustic (1) I tmas < 22° C y ≤ 50 > 50 < 60 ≥ 60
II tmsv – tmsi ≥ 5° C ≤ 50 > 50 < 60
Ustic (2) I tmas ≥ 22° C y/o > 50 > 50
II tmas – tmsi < 5° C > 50 > 50
Xeric I tmas < 22° C y ≤ 50 ≥ 60 ≥ 60
II tmsv – tmsi ≥ 5° C ≥ 60 ≥ 60 ≥ 60
III ≤ 50 ≥ 60 ≥ 60 ≥ 60

En el caso del régimen arídico, por ejemplo, se indica que el suelo está seco (A = 1) en
toda la sección control más del 50 % de los días acumulados por año y está húmeda toda
ella o en alguna parte durante menos de 90 días consecutivos en el año normal.
Para conocer de forma rigurosa el régimen de humedad, debería determinarse experi-
mentalmente, a partir de medidas de campo. La falta de este tipo de información ha obli-
gado a desarrollar modelos de simulación para estimar el régimen de humedad de los sue-
los a partir de datos climáticos.
El modelo de uso más generalizado es el desarrollado para los suelos de las Great Prai-
ries de Estados Unidos (SSS, 1975; Newhall, 1976). La aplicación del modelo a suelos del
Valle del Ebro (Tavernier y Wambeke, 1976; Jarauta, 1989) da por resultado numérico un
régimen ústico, lo que no resulta aceptable de acuerdo con el estudio de la vegetación natu-
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ral y la respuesta de los cultivos. El análisis detallado del modelo de Newhall ha permitido
poner de manifiesto los siguientes aspectos (Jarauta y Porta, 1990), que pueden limitar su
aplicabilidad:

— No modeliza bien la variabilidad de la capacidad de retención de agua disponible


para las plantas (CRAD).
— No contempla la posibilidad de disponer de datos de precipitación diaria.
— No tiene en cuenta las pérdidas por escorrentía superficial, considerando eficaz toda
la lluvia caída.
— Modeliza de forma muy simple la evapotranspiración.
— No considera las diferencias reales entre suelos a efectos de infiltración y evapo-
transpiración.
— No tiene en cuenta las características de las lluvias ni de la orografía.

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La debilidad de las estimaciones del régimen de humedad a partir de datos de observa-
ciones meteorológicas ha sido puesta en evidencia por diversos autores (Guthrie, 1985).
Frente a este problema, muchos sistemas de clasificación optan por prescindir de esta infor-
mación al definir las categorías taxonómicas altas. Este es el caso, por ejemplo, del sistema
de clasificación de suelos de Canadá, en el que el régimen de humedad no se utiliza más
que para dividir los Subgrupos en Familias, nivel taxonómico bajo.
En esta clasificación se define un índice de humedad climática (IHC), que expresa la
precipitación durante la estación de crecimiento, como un porcentaje del agua potencial-
mente utilizada por los cultivos anuales, cuando el agua se halla disponible en el suelo. La
FAO opta por separar la información de suelos de la de regímenes de humedad y tempera-
tura, dejando para una segunda fase la superposición de información climática.
Dado que Soil Taxonomy utiliza el régimen para el rango de Orden (Aridisoles) y para
diversos Subórdenes, se hace imprescindible poder disponer de este tipo de información,
cuyo interés, por otro lado, reside en que describe las disponibilidades de agua para las
plantas a lo largo del año.
La dificultad de disponer en la práctica de datos acerca del estado de la sección control
a lo largo del año, y en algunos casos la falta de observatorios meteorológicos en ciertas
áreas, ha llevado a diversos autores a proponer criterios pragmáticos para aproximar los
regímenes de humedad, en especial para establecer la extensión de la zona con régimen arí-
dico en España. El criterio más común ha sido la altitud (Díaz, 1987; Íñiguez y cols., 1988,
Pérez y cols., 1987), o la altitud más la orientación (Alias y cols. 1987, 1988, Torre y Alias,
1987) y en otros casos, se incluye además la distancia al mar Mediterráneo o la longitud
(Alberto y cols., 1984).
Jarauta (1989) ha estudiado el modelo Newhall y su aplicabilidad investigando los con-
tenidos de humedad de la sección control por medio de medidas de campo a lo largo de
cuatro años estableciendo los perfiles hídricos, con una periodicidad de 7 a 14 días. Basán-
dose en el mismo enfoque conceptual que el método de Newhall, propone una serie de
modificaciones para mejorar dicho modelo. Los resultados obtenidos con un nuevo modelo
«método Newhall modificado (Jarauta, 1989)» se ajustan mucho mejor a los datos de
campo. Las características de diseño de este modelo son las siguientes:

Elementos Implementación en el modelo Propuesta de modificación del modelo


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de diseño de Newhall de Newhall (Jarauta, 1989)

Modelización del Perfil homogéneo, isótropo, bien Perfil homogéneo, no isótropo, bien dre-
perfil del suelo drenado, de 200 mm de capacidad nado, de capacidad de retención de agua
de retención de agua disponible disponible (CRAD) variable, adaptable a
(CRAD), dividido en 8 × 8 = 64 las características del perfil.
casillas de idéntica capacidad (las
filas segunda y tercera constituyen
la sección de control de humedad).
Cantidad de agua Toda la precipitación mensual. La precipitación mensual corregida tenien-
infiltrada en el do en cuenta la eficacia de las precipitacio-
suelo. nes. Posibilidad de emplear datos de preci-
pitación diaria.

Cantidad de agua Fórmula de Thornthwaite (1945). Adaptación del modelo de Blaney-Criddle.


evapotranspirada →

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Elementos Implementación en el modelo Propuesta de modificación del modelo
de diseño de Newhall de Newhall (Jarauta, 1989)

Secuencia de Por casillas de izquierda a derecha Adaptable a las características de los sue-
llenado del perfil y de arriba hacia abajo. Secuencia los, con una secuencia de referencia.
universal, fija para todos los tipos
de suelos.
Secuencia de Universal por diagonales, de iz- Adaptable a las características de los sue-
vaciado del perfil quierda a derecha y de arriba hacia los, con una secuencia de referencia.
abajo.
Mecanismo de Tres entradas de precipitación al Entrada diaria de la precipitación corres-
entrada de agua en mes: la mitad el día 15 y las otras pondiente (datos de precipitación diaria).
el perfil dos partes iguales los días 1 y 16. En caso de disponer sólo de datos mensua-
Imposibilidad de utilizar datos de les, la mitad de la precipitación total men-
precipitación diaria. sual el día 15 y el resto repartida en canti-
dades iguales para cada día (datos de
precipitación mensual).
Cálculo del Criterios de la Soil Taxonomy Criterios de la Soil Taxonomy (1975), eli-
régimen de (1975). minando la coincidencia de subtipos.
humedad del suelo

Los regímenes de humedad definidos en Soil Taxonomy (1999) son:

Régimen ácuico y perácuico


El régimen de humedad ácuico (aquic) es característico de suelos hidromorfos, que son
aquellos que tienen un drenaje deficiente y están saturados de agua por la presencia de una
capa freática sin renovación suficiente. El nivel freático suele oscilar a lo largo del año,
pero en cualquier caso la falta de oxígeno afecta a la zona radicular en épocas del año en
que las plantas requieren oxígeno, considerando que esto ocurre cuando la temperatura del
suelo es superior a 5° C. Los suelos en los que la capa freática está siempre en superficie o
muy cerca de ella se dice que tienen régimen perácuico.
Con régimen ácuico hay asfixia radicular y muerte de la vegetación sensible, por ejem-
plo, los melocotoneros; se ven favorecidos los microorganismos anaerobios que provocan
la reducción del hierro, manganeso, azufre, etc. El uso de estos suelos requerirá drenaje
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artificial, portainjertos resistentes, etc.

Criterios de diagnóstico:
Mal drenaje, condiciones reductoras, rasgos redoximorfos asociados con la hume-
dad, y que resultan de la reducción y oxidación de los compuestos de hierro y man-
ganeso: colores grises, moteados, nódulos y concreciones (SSS, 1999).
Vegetación hidrófila.
Raíces muertas, mal descompuestas.

Rango taxonómico:
Hidromorfismo afectando a la parte superior del perfil: Suborden.
Hidromorfismo en profundidad: Subgrupo.

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Régimen údico y perúdico
Este régimen caracteriza los suelos de climas húmedos con una distribución regular de
la pluviometría a lo largo del año. En verano llueve lo suficiente para que con el agua alma-
cenada se iguale o supere la evapotranspiración (ET). Si hay sequías, éstas son cortas e
infrecuentes. Al tratarse de un régimen de humedad percolante hay pérdidas importantes de
calcio, magnesio, potasio, entre otros elementos. Los suelos viejos, con régimen údico,
tienden a ser ácidos e infértiles.
En aquellos casos en que las condiciones sean muy húmedas, y P > ET todos los meses
del año, el régimen se denomina perúdico. El rango taxonómico en el que se indica que el
suelo tiene régimen údico es el Suborden (Udult, p. ej.) y Grupo (Udorthent, p. ej.).

Régimen ústico
El régimen ústico refiere que el suelo dispone de agua coincidiendo con el período de
crecimiento de las plantas. En invierno puede haber una cantidad limitada de agua, al igual
que a finales de verano. Este régimen es no percolante, por lo general, por lo que los suelos
son en general fértiles.
En secano pueden producir trigo, siendo el maíz y el sorgo los cultivos más frecuentes,
así como los pastos. En regiones templadas corresponde a climas subhúmedos y semiáridos
con estaciones lluviosas en primavera y verano o en primavera y otoño. En regiones tropi-
cales y subtropicales este régimen caracteriza al clima monzónico con una estación lluviosa
de tres meses o más. El rango taxonómico para indicar que el régimen es ústico es el Subor-
den (Ustalf, p. ej.) y el Grupo (Ustipsamment, p. ej.).

Régimen xérico
Este régimen de humedad es el que se presenta en suelos de clima mediterráneo, carac-
terizado por inviernos fríos y húmedos y veranos cálidos y con sequía prolongada. Las llu-
vias se producen en otoño o en invierno, momento en que la evapotranspiración es mínima
y esta humedad es particularmente efectiva para provocar una cierta translocación dentro
del suelo. El agua permanece en el suelo a lo largo del invierno. Suele haber otro máximo
relativo de lluvias en primavera, la reserva de agua se agota pronto por la elevada evapo-
transpiración. Las lluvias durante el verano son poco frecuentes y, aunque son importantes
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por la cantidad de agua caída, son muy poco eficientes por su elevada intensidad. La mayor
parte del agua de estas lluvias se pierde por escorrentía superficial.
Al corresponder a un régimen no percolante, los suelos tienden a ser fértiles, siendo la
falta de agua en la estación cálida, junto con la erosión, los condicionantes principales. El
rango taxonómico al que se indica este régimen de humedad es el Suborden (Xeralf, p. ej.)
y Grupo (Xerofluvent, p. ej.).

Régimen arídico o tórrico


Los suelos de las regiones áridas (Cap. 26) y de las semiáridas, si tienen poco espesor o
un horizonte petrocálcico muy superficial, se caracterizan por tener un régimen de hume-
dad arídico. La precipitación es inferior a la ET la mayoría de los meses del año normal. La
escasa recarga hace que en los casos extremos no sea posible ningún cultivo, y en los de
aridez menos acusada las cosechas son menguadas y con elevado riesgo de fracaso.

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Los Aridisoles (Cap. 26) se distribuyen en España en tres áreas principales:
Almería-Cartagena, las áreas meridionales de las Islas Canarias y la parte central del Valle
del Ebro. Las dos primeras constituyen las regiones más áridas del Oeste europeo (Herrero
y Porta, 1991). Para otras zonas del mundo puede consultarse el Map of the world distribu-
tion of arid regions (UNESCO, 1979). El rango taxonómico en el que se utiliza este criterio
es a nivel de Orden en los Aridisoles, y de Grupo (Torriorthent, p. ej.).

f) Regímenes de temperatura del suelo


Los regímenes de temperatura hacen referencia a la temperatura media anual del suelo
medida a una profundidad arbitraria de 50 cm (o contacto dénsico, lítico o paralítico), que
se ha escogido por corresponder a la zona radicular y por no verse influenciada por los
cambios diarios de temperatura, sino únicamente por los cambios estacionales. En Estados
Unidos las isotermas que definen los límites corresponden al de las zonas con distintas
potencialidades para el uso agrícola (cultivo dominante). Con este mismo objetivo hay que
ver el interés de su uso en otras áreas geográficas. La falta de medidas de campo supone
una dificultad grande para su aplicación en taxonomía de suelos, por lo que suele deducirse
a partir de datos de temperatura del aire.
La relación entre la temperatura media mensual del suelo a 50 cm (Ts) y la temperatura
media mensual del aire (Ta) es muy similar en los meses de primavera y otoño, pero en
invierno y verano hay un desfase.
Soil Taxonomy (SSS, 1999) propone que, a falta de medidas en campo, se puede apro-
ximar el régimen de temperatura considerando la relación entre la temperatura media anual
del suelo (tmas) a 50 cm de la superficie y la del aire (tmaa):

tmas = tmaa + 1° C
Los regímenes de temperatura se utilizan para definir las categorías más bajas de la cla-
sificación (series).
Los regímenes de temperatura establecidos son: cryico, frígido, mésico, térmico, hyper-
térmico, isofrígido, isomésico, isotérmico e isohypertérmico (SSS, 1999).
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Temperatura anual
Régimen del suelo Temperatura media del suelo en verano (tmsv) tmsv – tmsi
tmas (°C)

Cryico verano s. minerales


suelos minerales
demasiado frío 0 < tmas < 8
No saturado con agua Saturado con agua
en alguna parte en alguna parte
del verano del verano
sin h. O con h. O sin h. O con - h. O
- hístico
< 15 <8 < 13 <6

s. orgánicos
<6

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Temperatura anual
Régimen del suelo Temperatura media del suelo en verano (tmsv) tmsv – tmsi
tmas (°C)

Frígido <8 Mayor que en el régimen cryico >6


trigo de primavera
Mésico 8 ≤ tmas < 15 >6
trigo inv. área maíz
Térmico 15 ≤ tmas < 22 >6
área del algodón
Hypertérmico tmas ≥ 22 >6
cítricos y hortalizas
cultivos tropicales
h = horizonte; tmsi = temp. media del suelo en invierno.
Regímenes ISO: tmsv – tmsi < 6° C (suelos tropicales).

4.3. Categorías taxonómicas y reglas de nomenclatura


Soil Taxonomy establece seis categorías taxonómicas. Los distintos niveles
jerárquicos, de más alto a más bajo, así como los criterios utilizados para estable-
cer cada nivel y las reglas de nomenclatura correspondientes son:

Nivel jerárquico Reglas

Orden Suelos que han sufrido procesos formadores similares, lo que se traduce en la pre-
sencia o ausencia de horizontes y características principales.
prefijo del Orden (PRO).
Nomenclatura: PRO + i/o + sol.
Ej.: ALF + i + Sol = Alfisol.
alf = elemento formativo del Orden (EFO) de los Alfisoles.
Suborden Criterios: Hidromorfismo. (Condiciones ácuicas).
Influencia del clima y la vegetación.
Texturas extremas.
Central y común.
Nomenclatura: Elemento formativo Suborden + EFO.
Ej.: Xer + ALF = Xeralf.
Grupo Criterios: Horizontes de diagnóstico.
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Propiedades de diagnóstico.
Nomenclatura: Prefijo del Grupo + Suborden.
Ej.: Pale + Xeralf = Palexeralf.
Subgrupo Criterios: Concepto central.
Intergrados.
Extragrados.
Nomenclatura: Grupo + Calificativo.
Ej.: Palexeralf típico.
Palexeralf vértico.
Palexeralf petrocálcico.
Familia Criterios: Propiedades relevantes para el crecimiento de las plantas: textura, mine-
ralogía, pH, permeabilidad, espesor horizontes, consistencia, pendiente,
grietas, temperatura del suelo, revestimientos.
Subgrupo + 2 o más adjetivos descriptivos.
Ej.: Palexeralf típico, franco fino, mezclado. →

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Nivel jerárquico Reglas
Serie Es el taxón más homogéneo y definido con mayor detalle. Es la unidad taxonómica
más baja, formada por individuos suelo (polipediones).
Nombre geográfico donde se describió por primera vez el suelo en cuestión o bien el
nombre de un área donde la serie es predominante, pudiendo crearse el nombre, si es
necesario. El nombre de una serie debe ser aceptado oficialmente por una Agencia
de Correlación de Suelos.

5. Metodología para clasificar un suelo


La utilización de Soil Taxonomy para clasificar un suelo requiere una prospec-
ción de campo por medio de calicatas que permitan una correcta identificación y
una detallada descripción de los horizontes de diagnóstico y el muestreo para pos-
terior análisis en laboratorio.
La metodología para llegar a establecer la clasificación de un suelo incluye:

— Identificar el epipedión y el o los endopediones, si los hay.


— Identificar los caracteres de diagnóstico complementarios.
— Realizar los análisis de laboratorio que permitan confirmar las hipótesis de
campo.
— Establecer el régimen de temperatura.
— Establecer el régimen de humedad.

De este modo se puede llegar a clasificar a nivel de Subgrupo.


Llegar a nivel de Familia requiere una mayor información que hace referencia a:

— Clases de tamaño de partículas:


Se define una sección control específica.
Hace referencia a la tierra fina más los elementos gruesos.
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Ejemplos, fragmental, esquelética arenosa, franca, etc.


— Clases mineralógicas:
Se define una sección control específica.
Ejemplos: caolinítica, gypsica, carbonática, etc.
— Clases de temperatura del suelo:
Son las que se han indicado anteriormente.
Ejemplos: frígida, mésica, térmica, etc.
— Clases de profundidad del suelo:
Ejemplo: superficial.
— Clases de consistencia.
— Clases de revestimientos.
— Clases de grietas permanentes.

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6. Soil Taxonomy (SSS, 1999): Una panorámica

Soil Taxonomy establece doce Órdenes de suelos y sesenta y cuatro Subórde-


nes, como categorías superiores de clasificación. Se reseñan siguiendo el criterio
jerárquico, en el sentido que al clasificar se van eliminando sucesivamente, una a
una, todas las clases que incluyen criterios no encontrados en el suelo a clasificar.
El suelo pertenecerá a la primera clase que cumpla todos los criterios requeridos
(SSS, 1999).
A nivel de Grupo, las categorías establecidas (SSS, 1999) son, en orden
jerárquico, las siguientes:

Orden Suborden Grupo

Gelisoles
Histels Folistels
Glacistels
Fibristels
Hemistels
Sapristels
Turbels Histoturbels
Aquiturbels
Anhyturbels
Molliturbels
Umbriturbels
Psammoturbels
Haploturbels
Orthels Historthels
Aquorthels
Anhyorthels
Mollorthels
Umbrorthels
Argiorthels
Psammorthels
Haplorthels
Histosoles
Folists Cryofolists
Torrifolists
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Ustifolists
Udifolists
Fibrists Cryofibrists
Sphagnofibrists
Haplofibrists
Saprists Sulfosaprists
Sulfisaprists
Cryosaprists
Haplosaprists
Hemists Sulfohemists
Sulfihemists
Luvihemists
Cryohemists
Haplohemists
Spodosoles
Aquods Cryaquods →

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Orden Suborden Grupo

Alaquods
Fragiaquods
Placaquods
Duraquods
Epiaquods
Endoaquods
Cryods Placocryods
Duricryods
Humicryods
Haplocryods
Humods Placohumods
Durihumods
Fragihumods
Haplohumods
Orthods Placorthods
Durorthods
Fragiorthods
Alorthods
Haplorthods
Andisoles
Aquands Cryaquands
Placaquands
Duraquands
Vitraquands
Melanaquands
Epiaquands
Endoaquands
Cryands Duricryands
Hydrocryands
Melanocryands
Fulvicryands
Vitricryands
Haplocryands
Torrands Duritorrands
Vitritorrands
Haplotorrands
Xerands Vitrixerands
Melanoxerands
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Haploxerands
Vitrands Ustivitrands
Udivitrands
Ustands Durustands
Haplustands
Udans Placudans
Durudands
Melanudands
Hydrudans
Fulvudans
Hapludans
Oxisoles
Aquox Acraquox
Plinthaquox
Eutraquox
Haplaquox →

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Orden Suborden Grupo

Torrox Acrotorrox
Eutrotorrox
Haplotorrox
Ustox Sombriustox
Acrustox
Eutrustox
Kandiustox
Haplustox
Perox Sombriperox
Acroperox
Eutroperox
Kandiperox
Haploperox
Udox Sombriudox
Acrudox
Eutrudox
Kandiudox
Hapludox
Vertisoles
Aquerts Salaquerts
Duraquerts
Natraquerts
Calciaquerts
Dystraquerts
Epiaquerts
Endoaquerts
Cryerts Humicryerts
Haplocryerts
Xererts Durixererts
Calcixererts
Haploxererts
Torrerts Salitorrerts
Gypsitorrerts
Calcitorrerts
Haplotorrerts
Usterts Dystrusterts
Salusterts
Gypsiusterts
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Calciusterts
Haplusterts
Uderts Dystruderts
Hapluderts
Aridisoles
Cryids Salicryids
Petrocryids
Gypsicryids
Argicryids
Calcicryids
Haplocryids
Salids Aquisalids
Haplosalids
Durids Natridurids
Argidurids
Haplodurids →

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Orden Suborden Grupo

Gypsids Petrogypsids
Natrigypsids
Argigypsids
Calcigypsids
Haplogypsids
Argids Petroargids
Natrargids
Paleargids
Gypsiargids
Calciargids
Haplargids
Calcids Petrocalcids
Haplocalcids
Cambids Aquicambids
Petrocambids
Anthracambids
Haplocambids
Ultisoles
Aquults Plinthaquults
Fragiaquults
Albaquults
Kandiaquults
Kanhaplaquults
Paleaquults
Umbraquults
Epiaquults
Endoaquults
Humults Sombrihumults
Plinthohumults
Kandihumults
Kanhaplohumults
Palehumults
Haplohumults
Udults Plinthudults
Fragiudults
Kandiudults
Kanhapludults
Paleudults
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Rhodudults
Hapludults
Ustults Plinthustults
Kandiustults
Kanhaplustults
Paleustults
Rhodustults
Haplustults
Xerults Palexerults
Haploxerults
Mollisoles
Albolls Natralbolls
Argialbolls
Aquolls Cryaquolls
Duraquolls
Natraquolls →

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Orden Suborden Grupo

Calciaquolls
Argiaquolls
Epiaquolls
Endoaquolls
Rendolls Cryrendolls
Haprendolls
Cryolls Duricryolls
Natricryolls
Palecryolls
Argicryolls
Calcicryolls
Haplocryolls
Xerolls Durixerolls
Natrixerolls
Palexerolls
Calcixerolls
Argixerolls
Haploxerolls
Ustolls Durustolls
Natrustolls
Calciustolls
Paleustolls
Argiustolls
Vermustolls
Haplustolls
Udolls Natrudolls
Calciudolls
Paleudolls
Argiudolls
Vermudolls
Hapludolls
Alfisoles
Aqualfs Cryaqualfs
Plinthaqualfs
Duraqualfs
Natraqualfs
Fragiaqualfs
Kandiaqualfs
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Vermaqualfs
Albaqualfs
Glossaqualfs
Epiaqualfs
Endoaqualfs
Cryalfs Palecryalfs
Glossocryalfs
Haplocryalfs
Ustalfs Durustalfs
Plinthustalfs
Natrustalfs
Kandiustalfs
Kanhaplustalfs
Paleustalfs
Rhodustalfs
Haplustalfs →

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Orden Suborden Grupo

Xeralfs Durixeralfs
Natrixeralfs
Fragixeralfs
Plinthoxeralfs
Rhodoxeralfs
Plaxereralfs
Haploxeralfs
Udalfs Natrudalfs
Ferrudalfs
Fraglossudalfs
Fragiudalfs
Kandiudalfs
Kanhapludalfs
Paleudalfs
Rhodudalfs
Glossudalfs
Hapludalfs
Inceptisoles
Aquepts Sulfaquepts
Petraquepts
Halaquepts
Fragiaquepts
Cryaquepts
Vermaquepts
Humaquepts
Epiaquepts
Endoaquepts
Anthrepts Plagganthrepts
Haplanthrepts
Cryepts Eutrocryepts
Dystrocryepts
Usteps Durustepts
Calciustepts
Dystrustepts
Haplustepts
Xerepts Durixerepts
Calcixerepts
Fragixerepts
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Dystroxerepts
Haploxerepts
Udepts Sulfudepts
Durudepts
Fragiudepts
Eutrudepts
Dystrudepts
Entisoles
Aquents Sulfaquents
Hydraquents
Cryaquents
Psammaquents
Fluvaquents
Epiaquents
Endoaquepts
Arents Ustarents →

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Orden Suborden Grupo
Xerarents
Torriarents
Udarents
Psamments Cryopsamments
Torripsamments
Quartzipsamments
Ustipsamments
Xeropsamments
Udipsamments
Fluvents Cryofluvents
Xerofluvents
Ustifluvents
Torrifluvents
Udifluvents
Orthents Cryorthents
Torriorthents
Xerorthents
Ustorthents
Udorthents

7. Modificaciones de Soil Taxonomy

Al nivel jerárquico más elevado se han establecido dos nuevos órdenes, el de


los Andisoles en 1990, segregado de los Inceptisoles (Andepts); y el orden de los
Gelisoles en 1998.
Las modificaciones en el rango de suborden son las siguientes:
Orden Suborden Suprimido Suborden Nuevo

Gelisoles Todos 1998


Histosoles
Spodosoles Ferrods 1992 Cryods 1992
Andisoles Todos 1990
Oxisoles Hurmox 1987 Perox 1987
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Orthox 1987 Udox 1987


Vertisoles Aquerts 1992
Cryerts 1992
Aridisoles Orthids 1994 Cryids 1994
Salids 1994
Durids 1994
Gypsids 1994
Calcids 1994
Cambids 1994
Ultisoles
Mollisoles Borolls 1998 Cryolls 1998
Alfisoles Boralfs 1998 Cryalfs 1998
Inceptisoles Andepts 1990 Anthrepts 1998
Plaggepts 1998 Cryepts 1998 →

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Orden Suborden Suprimido Suborden Nuevo

Tropepts 1998 Ustepts 1998


Ochrepts 1998 Xerepts 1998
Umbrepts 1998 Udepts 1998
Ehtisoles

8. Bibliografía

8.1. Bibliografía básica


Buol, S. W.; Hole, F. D., y McCracken, R. J.: Soil Genesis and classification. Iowa State
Press/Ames, 527 pp. 1997.
Soil Survey Staff: Keys to Soil Taxonomy. USDA N.R.C.S. Washington, D.C. 326 pp. 1998.
S.S.S.: Soil Taxonomy. A Basic System of Soil Classification for Making and Interpreting
Soil Surveys. N.R.C.S. USDA Washington, D.C. 869 pp. 1999.

8.2. Bibliografía de referencia


Baldwin, M.; Kellog, C. E., y Thorp, J.: Soil classification. En Soils and Men. Yearbook
USDA. :979-1.001. 1938.
Birkeland, P. W.; Pedology Weathering and Geomorphological Research. Oxford Univ.
Press. 285 pp. New York, 1984.
Cline, M. G.: Soil classification in the United States. Department of Agronomy 904 Brad-
field Hall. Cornell Univ. 207 pp. 1979.
Galbraith, J. M. y Bryant, R. B.: A funcional analysis of Soil Taxonomy in relation to expert
system techniques. Soil Science, 163, 9:739-747. 1998.
Galbraith, J. M.; Bryant, R. B., y Ahrens, R.: An expert system for Soil Taxonomy. Science,
163, 9:748-758. 1998.
Gascó, J .M.a y Ibáñez, V.: Criterios para la estimación del régimen de humedad de los
suelos. Anales INIA, serie General, 6:61-76. 1978.
Huguet del Villar, E.: Los Suelos de la Península Luso-Ibérica. Madrid, 1937.
Jarauta, E.: Modelos matemáticos del régimen de humedad de los suelos. Tesis doctoral.
ETSEA. UPC. 181 pp + Anejos. 1989.
Copyright © 2003. Mundi-Prensa. All rights reserved.

Marbut, C. F.: A Scheme of soil classification. Proc. 1 Int. Cong. Soil of Sci. Vol. IV. Was-
hington, 1927.
Newhall, F.: Calculation of soil moisture regimes from the climatic record. Soil Cons. Serv.
Mimeographed. 17 pp. Washington, 1976.
Simonson, R. W.: Soil Classification. En V. J. Kilmer (ed). Handbook of Soils and Climate
in Agriculture. 103-129. 1962.
Soil Survey Staff: Soil Classification. A Comprehensive System: 7th Approximation.
USDA, 295 pp. Washington, 1960.
Soil Survey Staff (S.S.S.): Soil Taxonomy: a basic system of soil classification for making
and interpreting soil surveys. U.S. Dep. A. Agric. Handb. N. 436. 1975.
Soil Survey Staff: Keys to Soil Taxonomy. S.M.S.S. Technical Monograph 19. Virginia
Polyt. Inst. and State Univ. 422 pp. 1990.
Soil Survey Statt: Keys to Soil Taxonomy. S.M.S.S. Pocahontas Press, Inc. Virginia. 541 pp. 1992.
Soil Survey Staff: Keys to Soil Taxonomy. USDA S.C.S. 306 pp. Washington, D.C. 1994.

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20
Base de referencia mundial para los
recursos de suelos: World Reference Base
(WRB)

1. Leyenda de un mapa versus clasificación de suelos

Los sistemas taxonómicos jerarquizados recubren un universo de pediones o


polipediones, mientras que las listas de unidades de suelos de una leyenda de un
mapa constituyen algo más limitado, al referirse únicamente a los suelos delinea-
dos en un mapa. Las Unidades de Suelos FAO-UNESCO (1971, 1988) surgieron
como una leyenda de un mapa a escala pequeña. Al tratarse del mapa de suelos del
mundo, la muestra y la población han tendido a confundirse. De este modo, de una
mera leyenda de mapa, se ha pasado a una clasificación de suelos (Driessen &
Dudal, 1991), de la que deriva la Base de Referencia Mundial para Recursos de
Suelos (WRB) publicada por Bridges et al. (1998).
A pesar de que ha sido objeto de una gran preocupación el hecho de que des-
pués de más de cien años de Ciencia del suelo no se haya podido llegar a un sis-
tema de clasificación de suelos de aceptación general (Dudal, 1990), la situación al
iniciarse el siglo XXI es que existen dos esquemas de referencia para clasificar los
suelos, de uso generalizado a nivel mundial:

— Soil Taxonomy:
Sistema taxonómico jerarquizado, diseñado para poder llegar a cartografía
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en mapas detallados (escala grande) de suelos.


Propuesto y mantenido por el Soil Conservation Service del USDA.
Colaboración de grupos de trabajo a nivel internacional organizados en
torno a cada Orden.
— Worl Reference Base for Soil Resources: WRB (Base de referencia
mundial para recursos de suelos):
Propuesta inicial de FAO (1971).
Grupo de trabajo de Base de referencia de la International Union of Soil
Science (1998) con la colaboración de la IUSS, ISRIC y FAO.
El nombre «Base de referencia» quiere destacar la función de común deno-
minador que se propone tener ese sistema.

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Además de estos dos esquemas de clasificación, siguen siendo utilizados sistemas de
carácter nacional, tales como los de África del Sur, Alemania, Australia, Canadá, Escocia,
Francia, Inglaterra, Irlanda, etc. Esta dispersión se justifica en parte por el hecho que los
suelos constituyen un continuum, que requiere ser dividido en clases mediante el estableci-
miento de convenciones. La situación se mantiene por razones históricas: por la docu-
mentación cartográfica ya disponible, elaborada en cada país con su propio sistema de cla-
sificación; y por la existencia de equipos entrenados en cada uno de ellos en su propio
sistema, todo ello frena un cambio a un solo sistema de referencia. Cabe destacar que esta
situación desorienta y desalienta a los usuarios potenciales de información de suelos y no
beneficia para nada la imagen y la eficacia de la Ciencia del suelo.

2. Base de referencia mundial (WRB) versus Soil


Taxonomy

Para conocer la evolución histórica de los sistemas de clasificación pueden


consultarse los trabajos de Cline (1979), Finkl (1982), Porta et al. (1993), FAO
(1998), entre otros.
La Base de referencia WRB (FAO, 1998; Deckers et al., 1998; Bridges et al.,

— Manual técnico para científicos del suelo y correlatores (Cap. 21) de suelos:
• Definición y criterios de diagnóstico para horizontes, propiedades y materiales del
suelo.
• Reglas y guías para clasificar suelos de referencia.
— Conocer la diversidad y distribución de los suelos.
— Facilitar el intercambio de información y experiencias.
— Proporcionar un lenguaje científico para intensificar la comunicación con
otras disciplinas.

1998) ha sido planteada para alcanzar los siguientes objetivos:


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Soil Taxonomy WRB


Terminología Autoexplicativa Tradicional +
Autoexplicativa
Horizontes de diagnóstico Sí Sí
Régimen de humedad Sí No
Régimen de temperatura Sí No
Propiedades de diagnóstico Sí Sí
Subdivisiones Órdenes Grupos de suelos
Subórdenes Unidades de suelos
etc.

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Un estudio comparado permite establecer como principales diferencias entre la
WRB (FAO, 1998) y Soil Taxonomy (SCS, 1998):
Se observa una notable convergencia entre los dos sistemas de clasificación, si
bien se mantienen como principales diferencias: la terminología utilizada para
denominar los suelos y el hecho de que la Base de referencia (WRB) no utilice
información referente a los regímenes de humedad y de temperatura del suelo. Ese
planteamiento se justifica en la WRB por la dificultad en poder disponer de este
tipo de información en muchas partes del mundo, ante lo cual se opta por prescindir
de ella en la definición y clasificación de los suelos, a pesar de su evidente interés
para la interpretación de información de suelos para el uso y manejo de suelos. El
enfoque de la WRB se basa en superponer capas de información por medio de téc-
nicas GIS (Cap. 21). Así, por ejemplo, al mapa de suelos se superpone información
climática, lo que permite definir zonas agroecológicas a nivel mundial (Cap. 22).
El hecho, desafortunado, de que ambos sistemas utilicen los mismos nombres para
ciertos horizontes de diagnóstico, si bien con definiciones y requerimientos distintos
puede inducir a confusiones y errores. Esta circunstancia ya venía ocurriendo entre la
Leyenda del Mapa de Suelos (FAO, 1988) y Soil Taxonomy (SCS, 1975, 1998).

3. Principios de la Base de referencia mundial para


Recursos de Suelos (WRB)

— La clasificación se basa en propiedades del suelo definidas en términos de


horizontes de diagnóstico y características que tienen en cuenta los procesos
formadores. A ser posible observables y medibles en campo.
— No se aplican parámetros climáticos para la definición de suelos ni clasifica-
ción.
— Permitir correlaciones con los sistemas utilizados por cada país, para facili-
tar la comunicación a nivel internacional.
— El primer nivel jerárquico (categoría alta) es el Grupo de suelos. Se esta-
blecen 30 grupos de suelos de referencia atendiendo al proceso formador
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principal.
— El segundo nivel jerárquico (categoría baja) es la Unidad de suelos, defini-
das por medio del empleo de un conjunto de prefijos calificadores (o modifi-
cadores), para tener en cuenta un proceso formador secundario y para reflejar
variaciones espaciales y poder establecer relaciones dentro del paisaje.
— El tercer nivel jerárquico debe acomodarse a la diversidad local a nivel de
país, para dar mayor énfasis a los rasgos del suelo que sean importantes para
el uso y el manejo del suelo.
— La WRB se basa en la Leyenda revisada del Mapa de Suelos del Mundo
FAO/UNESCO (1988).
— La nomenclatura utilizada para los grupos retiene la nomenclatura tradicio-
nal e introduce términos fáciles para el lenguaje común.

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Los principios generales sobre los que se basa la WRB (FAO, 1998) son los si-
guientes:

4. Estructura de la Base de Referencia Mundial

4.1. Horizontes, propiedades y materiales de diagnóstico


Los autores de WRB indican que preferirían introducir la expresión «horizonte
de referencia» en lugar de horizonte de diagnóstico, si bien mantienen ésta última
denominación, de acuerdo con la terminología en uso. En la WRB se definen
adicionalmente los materiales de diagnóstico del suelo y propiedades de diag-
nóstico.
El término diagnóstico indica que el horizonte, la propiedad o el material ha
alcanzado el suficiente grado de expresión que le hace ser aparente, medible,
importante, relevante y objeto de aplicación de criterios cuantitativos. En el caso
de un horizonte se requerirá un espesor mínimo para poder tener la condición de
diagnóstico.

a) Horizontes de diagnóstico
El número de horizontes de diagnóstico se amplía considerablemente respecto
a la Leyenda del Mapa de Suelos del Mundo (FAO, 1998). Para cada horizonte de

Epipediones Chérnico Horizontes antropogénicos


Fólico Espódico Térrico
Fúlvico Ferrállico Irrágico
Hístico Férrico Plággico
Melánico Frágico Hórtico
Móllico Gypsico Antrócuico
Óchrico Nátrico Hidrágico
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Takyrico Nítico
Úmbrico Petrocálcico En superficie o subsuperficiales
Yérmico Petrodúrico Ándico
Petrogypsico Cryico
Endopediones Petroplíntico Vítrico
Álbico Plíntico
Árgico Sálico
Cálcico Vértico

diagnóstico se da una descripción general, se establecen los criterios de diagnós-


tico y los de identificación en campo, así como caracteres adicionales, si es el
caso, y se indican las relaciones con otros horizontes de diagnóstico. Los horizon-

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Cambio textural abrupto
Lenguas albelúvicas: lenguas de material eluvial empobrecido en arcilla y hierro.
Propiedades álicas: material mineral muy ácido y con elevado contenido de aluminio
intercambiable.
Propiedades arídicas: con bajo contenido de m.o. y evidencia de actividad eólica.
Roca dura continua
Propiedades ferrálicas: material mineral con una CIC relativamente baja.
Propiedades géricas: material mineral con una CICE muy baja o que incluso actúa
como cambiador de aniones.
Propiedades gléicas: material completamente saturado de agua procedente de la capa
freática. Condiciones reductoras.
Permafrost
Carbonatos secundarios
Propiedades estágnicas: material temporalmente saturado de agua procedente de
superficie.
Propiedades fuertemente húmicas: elevado contenido de m.o. en el primer metro.

tes de diagnóstico establecidos por WRB (1998) son los siguientes:

b) Propiedades diagnóstico
Las propiedades diagnóstico consideradas son las siguientes:

Materiales antropogeomórficos: material mineral u orgánico no consolidado produ-


cido por actividades humanas.
Materiales calcáreos: presenta fuerte efervescencia con HCl del 10%.
Materiales flúvicos: sedimentos fluviales, marítimos y lacustres que reciben aportes
frescos a intervalos regulares.
Materiales gypsíricos: material que contiene un 5% (vol.) o más de yeso.
Materiales orgánicos: restos orgánicos que se acumulan en superficie.
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Materiales sulfídicos: depósitos inundados que contienen azufre, principalmente en


forma de sulfuros y con cantidades moderadas de carbonato cálcico.
Materiales téfricos: materiales no consolidados de origen volcánico.

c) Materiales diagnóstico
La utilización de los materiales originarios como criterio de diagnóstico del
suelo sirve para reflejar la influencia de dicho material, en aquellos casos en que
los procesos formadores todavía no han sido suficientemente activos para haberla
desdibujado. Se toman en consideración los siguientes:
4.2. Grupos de suelos de referencia

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a) Elementos formativos de los grupos de suelos

Acri L. acer Fuertemente ácido, saturación de bases (V) baja.


Albeluvi L. albus Blanco; eluviación de arcilla y hierro
L eluere
Ali L. alumen Elevado contenido en aluminio.
Ando Japonés An = oscuro; do = suelo. Oscuro, desarrollado a partir de
materiales ricos en vidrios volcánicos, bien evolucionados.
Anthro Gr. anthropos Hombre, actividades humanas.
Areno L. arena Suelo desarrollado sobre materiales arenosos.
Calci L. cal Con acumulación de carbonato cálcico.
Cambi L. cambiare Referente a cambios de color, estructura y consistencia.
Cryo Gr. Kryos Frío, hielo. Permanentemente helado.
Chernozem Ruso Chern = negro; zemlja = tierra. Rico en materia orgánica,
color oscuro.
Duri L. durum Duro. Cementación por sílice (SiO2).
Ferral L. ferrum y alumen Alto contenido en sesquióxidos.
Fluvi L. fluvius Depósitos aluviales.
Gley Ruso Exceso de agua.
Gypsi L. gypsum Con acumulaciones de yeso.
Histo Gr. histos Con materiales orgánicos frescos o parcialmente
descompuestos en condiciones anaerobias.
Kastanozem L. castanea Rico en materia orgánica y óxidos de hierro color pardo o
Ruso zemlja castaño.
Lepto Gr. leptos Suelo de poco espesor débilmente desarrollado.
Lixi L. lixivia Acumulación de arcilla iluviada y fuerte meteorización.
Luvi L. luere Acumulación de arcilla iluviada.
Niti L. nitidus Caras de agregados brillantes.
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Phaeozem Gr. phaios Rico en materia orgánica, color oscuro.


Ruso zemlja
Plano L. planus Suelo formado en zonas llanas o deprimidas anegado
estacionalmente.
Plintho Gr. plinthos Ladrillo, materiales arcillosos moteados que se endurecen
cuando exponen al aire.
Podzols Ruso Pod = debajo; zola = ceniza. Con horizonte blanquecino.
Rego Gr. rhegos Material suelto sobre una roca consolidada.
Solonchak Ruso Suelo salino.
Solonetz Ruso Suelo sódico.
Umbri L. umbra Sombra. Color oscuro
Verti L. vertere Suelo con movimientos internos, arcillas expansibles.

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Las denominaciones iniciales de suelos (FAO, 1971) se basaban en términos
tradicionalmente utilizados por los agricultores en los distintos países. Para los
Grupos de suelos de introducción reciente (WRB, 1998) los nombres se forman
mediante un elemento formativo, al que se le añade la terminación sol.

1. Suelos orgánicos: Histosol.


2. Suelos minerales condicionados por influencias antrópicas: Antrosol.
3. Suelos minerales condicionados por el material original: Andosol/Areno-
sol/Vertisol.
4. Suelos minerales condicionados por la topografía: Fluvisol/Gleysol/Lep-
tosol/Regosol.
5. Suelos minerales condicionados por su edad limitada: Umbrisol/Cambisol.
6. Suelos minerales condicionados por un clima frío: Cryosol.
7. Suelos minerales condicionados por un clima húmedo tropical o subtropi-
cal: Plintosol/Ferralsol/Nitosol/Acrisol/Alisol/Lixisol.
8. Suelos minerales condicionados por un clima árido o semiárido: Solon-
chak/Solonetz/Gypsisol/Calcisol/Durisol.
9. Suelos minerales condicionados por un clima estepario: Kastanozem/
Chernozem/Phaeozem/Greyzem.
10. Suelos minerales condicionados por un clima templado húmedo o subhú-
medo: Luvisol/Albeluvisol/Panosol/Podsol.

Los elementos formativos de los nombres de los Grupos de Suelos de WRB y


su etimología son:

b) Esquema de los Grupos de Suelos


Las categorías de suelos de mayor nivel jerárquico se pueden agrupar aten-
diendo a los siguientes criterios:
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1. Los criterios de diagnóstico aplicados a nivel inferior derivan del grupo de


referencia.
2. Se definen y denominan sobre la base de la presencia de horizontes de
diagnóstico
3. No se toman en consideración los factores formadores.
4. Hay un conjunto de criterios de diagnóstico para definir las unidades de
suelo de nivel inferior.
5. Para establecer nuevas unidades se requiere que se documenten con descrip-
ciones del suelo y datos de laboratorio
6. Las reglas de prioridad en el uso de los nombres de las unidades de nivel
inferior deben seguirse estrictamente para evitar confusiones.

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4.3. Unidades de Suelos
a) Reglas generales para definir Unidades de Suelos
Los criterios para diferenciar Unidades de suelos se han seleccionado de forma
que estén íntimamente relacionados con los criterios de diagnóstico definidos al
primer nivel, y sean relevantes para los niveles inferiores de clasificación. La utili-
zación de fases se reduce al mínimo. Las reglas generales para definir unidades de
nivel inferior son las siguientes:

b) Elementos formativos de las Unidades de Suelos


Los elementos formativos para las unidades de nivel inferior (Unidades de
Suelos) son las siguientes:

Abruptic Ferralic Lixic Rhodic


Aceric Ferric Luvic Rubic
Acric Fibric Magnesic Ruptic
Acroxic Folic Mazic Rustic
Albic Fluvic Melanic Salic
Alcalic Fragic Mesotrophic Sapric
Alic Fulvic Mollic 100 Silic
Alumic Garbic 70 Natric Siltic
Andic 40 Gelic Nitic Skeletic
10 Anthraquic Gelistagnic Ochric Sodic
Anthric Geric Ombric Spodic
Anthropic Gibbsic Oxyaquic Spolic
Arenic Glacic Pachic Stagnic
Aric Gleyic Pellic Sulphatic
Aridic Glossic Petric Takyric
Arzic Greyic Petrocalcic Tephric
Calcaric Grumic Petroduric 110 Terric
Calcic Gypsic 80 Petrogypsic Thionic
Carbic 50 Gypsiric Petroplinthic Toxic
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20 Carbonatic Haplic Petrosalic Turbic


Chernic Histic Placic Umbric
Chloridic Hortic Plaggic Urbic
Chromic Humic Planic Vetic
Cryic Hydragric Plinthic Vermic
Cutanic Hydric Posic Vertic
Densic Hyperochric Profondic Vitric
Duric Hyperskeletic Protic 120 Xanthic
Dystric Irragric 90 Reductic Yermic
Entic 60 Lamellic Regic
30 Eutric Leptic Rendzic
Eutrisilic Lithic Rheic

5. Grupos de suelos: Síntesis

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Los treinta Grupos de Suelos y sus características principales son los siguientes:

Caracteres principales Grupo de Suelos

Suelos poco desarrollados

Suelos jóvenes, desarrollados sobre materiales aluviales recientes Fluvisol

Perfiles deposicionales más que edafogénicos. Materiales flúvicos

Correlación: Fluvent
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Suelos con propiedades gléicas dentro de los primeros 50 cm. Gleysol

Requieren drenaje

Correlación: Aquent, aquept →

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Suelos débilmente desarrollados, formados a partir de materiales no consolidados Regosol
con un perfil AC. Con epipedión óchrico
Correlación: Orthent

Suelos poco desarrollados


Suelos muy superficiales. Presentan una roca dura continua o material altamente Leptosol
calcáreo o una capa cementada continua (no un horizonte cementado) dentro de
los primeros 25 cm; o suelos muy pedregosos.
Correlación: Orthent líticos

Suelos de edafogénesis controlada por el material originario


Suelos arenosos. Débilmente desarrollados. Con menos de un 35% de fragmentos Arenosol
de roca.
Suelos jóvenes en depósitos volcánicos. Horizonte vítrico, ándico. Suelos muy Andosol
fértiles. Adsorción de aniones que afecta a los abonos P.
Correlación: Andisol
Suelos con arcillas expandibles (a ≥ 30%) de color oscuro. Grietas que se abren y Vertisol
cierran periódicamente. Horizonte vértico.
Correlación: Vertisol

Suelos en una etapa inicial de formación


Suelos ácidos. Epipedión úmbrico Umbrisol
Suelos con endopedión cámbico Cambisol
Correlación: lnceptisol

Suelos con acumulación caliza, yeso, sílice o sales solubles


Suelos con endopedión cálcico o petrocálcico Calcisol
Suelos con endopedión gypsico o petrogypsico dentro de los 100 cm; con yeso Gypsisol
acumulado bajo condiciones hidromorfas
Suelos con acumulación secundaria de sílice. Endopedión dúrico o petrodúrico Durisol
Suelos sódicos. Endopedión nátrico dentro de los 100 cm Solonetz
Suelos fuertemente salinos. Sales más solubles que el yeso. Solonchak

Suelos con una marcada acumulación de materia orgánica. Saturados en bases


en la parte superior del suelo.
Suelos de estepa. Epipedión móllico, profundo. Con acumulación caliza dentro Kastanozem
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de los 100 cm
Suelos de estepa de zona templada. Epipedión móllico, profundo, muy oscuro. Chernozem
Endopedión cálcico.
Suelos de pradera. Epipedión móllico. Porcentaje de saturación de bases V ≥ 50%. Phaeozem
Sin carbonato cálcico dentro de los 100 cm.

Suelos con una acumulación por iluviación


Suelos con acumulación de arcilla de alta actividad. Endopedión árgico con una Luvisol
CIC ≥ 24 cmol(+) kg–1 de arcilla. Correlación: Alfisol
Suelos ácidos. Endopedión árgico dentro de los 100 cm. Límite superior con un Albeluvisol
límite irregular. Lenguas albelúvicas.
Suelos con un horizonte eluvial, temporalmente saturados de agua. Propiedades Planosol
estágnicas. Cambio textural abrupto dentro de los 100 cm. Horizontes lentamente
permeables.
Correlación: Albaqualf →

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Suelos ácidos. Endopedión espódico cuyo límite superior está a menos de 200 cm. Podsol
Correlación: Espodosoles

Suelos dominantes en regiones tropicales y subtropicales con meteorización


intensa
Suelos con acumulación de arcilla. Endopedión árgico con arcilla de baja actividad Lixisol
y saturación de bases de media a alta
Suelos con acumulación de arcilla. Endopedión árgico con arcilla de baja actividad Acrisol
(CIC < 24 cmol(+)kg–1 arcilla) y saturación de bases menor del 50% entre 25 y 100cm.
Más lavados que los Luvisoles, pero insuficientemente meteorizados para Ferralsol.
Suelos con acumulación de arcilla. Endopedión árgico con arcilla de alta actividad Alisol
(CIC ≥ 24 cmol(+)kg–1 arcilla) propiedades álicas entre 25 y 100cm.
Suelos tropicales muy bien desarrollados. Profundos. Endopedión nítico con límite Nitosol
superior dentro de los 100 cm. Límite entre horizontes gradual o difuso. Generalmente
formados a partir de rocas básicas.
Suelos de zonas tropicales húmedas. Profundos. Fuertemente meteorizados. Ferralsol
Endopedión ferrálico entre 25 y 200 cm.
Correlación Oxisol
Suelos tropicales de zona húmeda. Endopedión petroplíntico o plíntico Plinthosol

Suelos condicionados por el frío


Suelos con un horizonte cryico (permafrost) dentro de los 100 cm. Cryosol

Suelos orgánicos
Suelos orgánicos o turbosos. Horizonte hístico o fólico Histosol
Correlación: Histosol

Suelos fuertemente modificados por el hombre


Suelos cuya formación está condicionada por influencias humanas Anthrosol

Para una caracterización completa con fines de clasificación deberá consultarse la clave
(FAO, 1998; Bridges et al. 1998).

6. Bibliografía
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6.1. Bibliografía básica


Bridges, E. M.; Batjes, N. H. y Nachtegaele, F. O. (ed.): World Reference Base for Soil
resources. ACCO. Leuven/Amersfoort, 79 pp. 1998.
Beckers, J. A.; Nachtegaele, F. O. y Spaargaren, O. C. (ed.): World Reference Base for Soil
Resource. ACCO. Leuven/Amersfoort, 165 pp. 1998.
Driessen, P. M. y Dudal, R.: The Major Soils of the World. Lecture notes on their geo-
graphy, formation, propieties and use. Agr. Univ. Wageningen, 310 pp. 1991.

6.2. Bibliografía referencia


Dudal, R.: An International Reference Base for Soil Classification (IRB). In Trans. 14th Int.
Congress Soil Sci. Kyoto, 5:38-43, 1990.
FAO: World Soil Resources. Report N. 3. Roma, 1968.

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21
Cartografía de suelos
y sistemas de información geográfica
La elaboración de mapas detallados de suelos implica la aplicación del
método científico a la cartografía de suelos, por lo que se trata más de una
actividad de investigación que de una actividad técnica de pura rutina.
G. ATKINSON, 1993

1. Inventario y cartografía del recurso de suelo


Cualquier actuación sobre el territorio puede tener efectos medioambientales,
económicos o sociales. La asignación de usos al suelo traduce en muchas ocasio-
nes una concepción del suelo como si se tratara de una cubierta uniforme, como si
cualquier superficie de suelo pudiese ser sustituida por cualquier otra. No es cierto
que todos los suelos tengan los mismos atributos y el mismo comportamiento
frente a distintos usos. A pesar de que se hable del «suelo» en singular, como si se
tratase de un cuerpo homogéneo, en realidad el término «suelo» sirve para desig-
nar un ente genérico: la colección de cuerpos naturales de suelos que integran un
paisaje determinado.

El estudio de la evolución de la mancha correspondiente a un área urbana por medio


de fotografías aéreas de distintas épocas permite evidenciar que los crecimientos urbanos
raramente se hacen atendiendo a la calidad de los suelos, sino por criterios de mercado.
Muchas ciudades, incluso cuando ha habido planes generales de urbanismo, han crecido
invadiendo las llanuras aluviales circundantes, cuyos suelos eran de regadío y de gran
calidad para usos agrícolas sostenibles/sustentables. Son precisamente estos suelos los que
permiten explicar el emplazamiento inicial de la ciudad allí donde se halla. Nos podemos
preguntar si esta forma de actuar sobre el territorio se debe a la falta de mapas que infor-
men sobre la calidad de los suelos o bien a una falta de sensibidad frente a un recurso no
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renovable como el suelo.


Quizás, en un momento en que los países de la Unión Europea tienen una agricultura de
excedentes, haya quien pueda pensar que no tiene importancia que vayamos perdiendo los
suelos buenos para la agricultura, por un cambio de uso. De ser así, no dejaría de ser una
percepción muy a corto plazo, que puede llegar a hipotecar objetivos de sostenibilidad/sus-
tentabilidad a largo plazo, si se tiene una perspectiva mundial.

El enfoque holístico del desarrollo y la planificación (Bridges y Catizzone,


1996) hace que deba tenerse en cuenta la calidad, la potencialidad y la fragilidad
de los suelos, así como su diversidad. Por ello sigue siendo necesario conocer la
distribución de los distintos suelos en el territorio, es decir, disponer de mapas de
suelos o si se prefiere, información de suelos georreferenciada. Sólo desde un
conocimiento del emplazamiento de los distintos suelos se podrá poner en concor-

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dancia los requerimientos de los diversos usos, con las aptitudes de los distintos
suelos y, de este modo, se podrán tomar decisiones más fundamentadas, al asignar
usos a los suelos de un territorio determinado.
Interesa hacer algunas consideraciones acerca de las actuaciones en cartografía de sue-
los. En la segunda mitad del siglo XX, aquellos países que venían siendo activos en la elabo-
ración de mapas de suelos desde hacía muchos años, vieron completados sus programas de
trabajo y dejaron de impulsar la cartografía de suelos. Esto, junto con otros factores, puede
haber dado la sensación a los responsables de la toma decisiones en otros países de que los
mapas de suelos son algo del pasado. Con ello las dotaciones presupuestarias empezaron a
disminuir y se fue dejando de prestar atención a la obtención de este tipo de infomación
sobre el medio natural. Avanzando en este análisis se pueden destacar algunos aspectos:

— Llegar tarde. La autoridad Federal para el levantamiento de suelos en EE.UU. data de


1896, momento en el que empezaron a destinar fondos para hacer mapas de suelos. La
finalidad de la cartografía de suelos, incluso a una misma escala, ha ido variando a lo
largo de los años. Inicialmente era agrícola y fiscal (1920). Posteriormente se enfatizó
el control de la erosión de los suelos (1930) y, ya en 1950, se generalizó el uso de
información contenida en los mapas de suelos para planificación territorial, desarrollo
de áreas urbanas y localización de instraestructuras en el territorio (SSS, 1993). En la
actualidad se requiere información para el planeamiento y gestión medioambiental y
planeamiento multiuso. El enfoque muy pragmático de la cartografía de suelos de
EE.UU. hizo que se plantease desde el primer momento la necesidad de una cartogra-
fía detallada de suelos (escala 1:24.000). Milton White inauguró el National Soil Sur-
vey Program, que ha tenido la necesaria continuidad a lo largo de muchos años, de
forma que en 1960 se había alcanzado practicamente el objetivo inicial, previsto con
una visión de futuro. Por lo general, los gobiernos de algunos países de Europa, cuya
agricultura está muy asentada y posee conocimientos empíricos importantes, no supie-
ron ver la necesidad de emprender de forma sistemática una cartografía detallada de
suelos. Ahora, para aquellos que no iniciaron esta labor en su momento, la meta parece
inalcanzable y, lo que es peor, algunos tienen la sensación de que es innecesaria.
— Costes prohibitivos. La cartografía de suelos es cara, y lo irá siendo más, a medida
que mejore el nivel de vida del país que realiza el trabajo de cartografía. Por ello, algu-
nos países que tuvieron iniciativas importantes en cartografía de suelos entre los años
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1950 y 1970, han ido desistiendo del intento de disponer de mapas detallados de sue-
los con un recubrimiento sistemático de todo el país. En algunos casos, se ha optado
por cartografiar de forma detallada únicamente las áreas de mayor interés agrícola.
— Consumo de tiempo. El trabajo de campo en cartografía de suelos es necesaria-
mente lento, ya que requiere observar muchos puntos y llevar a cabo muchas com-
probaciones. Por ello, si no ha habido programas que hayan producido mapas de
suelos, cuando se deben tomar decisiones que afecten a los suelos, no resultará posi-
ble improvisar este tipo de información. Aún así, las decisiones no dejarán de
tomarse, aunque con poco o ningún fundamento.
— Precisión inadecuada. El mapa de suelos de un país a escala 1:1.000.000 tiene un
valor predictivo muy bajo. Cabe destacar que resulta peligroso razonar con datos
insuficientes. (Sherlock Holmes, de Miller y Gardiner, 2002). En algunos trabajos
de consultoría, el estudio y cartografía de los suelos es un epígrafe más, dentro del

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contrato firmado, a veces a realizar con limitaciones de tiempo y de presupuesto. En
estos casos, el director del equipo de edafología tiene la responsabilidad profesional
de determinar la precisión y el nivel de detalle alcanzables con el presupuesto asig-
nado y con el tiempo disponible, y ponerlo en conocimiento del director del pro-
yecto. Con ello se evitarán falsas expectativas en relación con la cantidad y repre-
sentitividad de la información que se proporcionará. Un escaso presupuesto hará que
no se pueda llegar a la densidad de observaciones necesaria y que el trabajo edafoló-
gico deba centrarse en llegar a identificar aquellas diferencias en la cubierta edáfica
que puedan afectar de forma más notoria las interpretaciones.
— Percepción errónea. En los años 1970 y 1980 empezaron a estar disponibles de forma
generalizada las imágenes de satélite, y se desarrollaron técnicas de teledetección que
hicieron pensar que ya no se requeriría ir al campo para elaborar mapas. Si esto ha sido
así en el levantamiento de mapas topográficos sobre un ortofotomapa, o para elaborar
mapas de usos de los suelos, está muy lejos de serlo en el caso de los mapas de suelos, y
más, si éstos deben tener un valor predictivo alto, para permitir orientar el uso y manejo
de los suelos, y se pretende explicar como funcionan los distintos sistemas.
— Falta de personal especializado. Al decaer la actividad en cartografía de suelos, los
equipos humanos se han ido adelgazando, hasta su casi total desaparición, con lo
que se están perdiendo muchos años de experiencia.

Cabe indicar que el beneficio de la utilización de mapas detallados de suelos en EE.UU.


(Kellog, 1974) se ha distribuido en un 50 % en la planificación de ciudades y actuaciones
en áreas periurbanas, un 25 % en la localización de vías de comunicación, aeropuertos,
conducciones y otras infrastructuras y un 25 % en la orientación del uso agrícola, actuacio-
nes forestales y actividades de ocio. Basar la toma de decisiones en un adecuado conoci-
miento de los suelos evita errores y, por ello, disminuye costes, tanto económicos, como
sociales, políticos o medioambientales. Se puede afirmar que en algunas actuaciones
resulta imprescindible disponer de información de suelos (para una transformación en rega-
dío, por ejemplo), mientras que en otras es conveniente disponer de ella (localización de
infraestructuras, por ejemplo), para no ir destruyendo suelos de elevada calidad.
Baver, miembro de la Comisión de Planeamiento Regional de Wisconsin (EE.UU.),
afirma que una cartografía detallada de suelos es una de las mejores inversiones que se
puede realizar con fondos públicos, en el sentido de que es un inventario con una validez a
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largo plazo, ya que los suelos no cambian rápidamente con un manejo normal. Además, per-
mite adecuar los usos, a las características de los suelos y evitar así la degradación de este
recurso natural y disminuir costos.

2. Finalidad de un levantamiento de suelos

El objetivo de un levantamiento de suelos reside en describir las características y


propiedades de los suelos de un área determinada, clasificar los suelos y situar sus
límites en un mapa. Con ello se conocerá la distribución en el paisaje y se podrá hacer
predicciones acerca de su comportamiento y establecer como se pueden utilizar. Un
levantamiento de suelos constituye una de las aplicaciones más útiles de la ciencia del
suelo, ya que permite predecir las propiedades de los suelos de un determinado lugar,
sin necesidad de haberlo prospectado (Atkinson, 1993). Ahora bien, dado que los sue-

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los presentan múltiples caracteres, para que un mapa de suelos resulte útil a los futu-
ros usuarios, previamente a su elaboración debe haberse fijado de forma clara cual va
a ser su finalidad, es decir, a qué aspectos se quiere dar respuesta, de acuerdo con los
propósitos de los usuarios potenciales. De este modo, el equipo que realice el levanta-
miento podrá establecer prioridades y tomar en consideración aquellos atributos de
mayor significación y relevancia para los objetivos planteados. La finalidad de la car-
tografía determina el volumen y el detalle de la información a reflejar en el mapa a
elaborar, así como el tiempo y los recursos necesarios para realizar el trabajo.

Cuando se empezó a plantear la conveniencia de elaborar los primeros mapas de suelos, la


finalidad principal era dar respuesta al interés científico de conocer con carácter genérico la
naturaleza, características y distribución de los suelos de grandes áreas del mundo, aunque
sólo fuese de una forma muy esquemática. Se crearon comisiones y organismos nacionales e
internacionales para llevar a cabo esta labor. Algunos han tenido continuidad hasta nuestros
días, mientras que otros supusieron intentos fallidos. Cabe citar a título de ejemplo:

Soil Conservation Service del USDA en EE.UU. (hoy denominado Natural Resources
Conservation Service)
DETENAL en México (de finales de los años 70 del siglo XX).
Mapa Agronómico Nacional en España (extinto).
Comité pour l’établissement de la Carte des Sols de la Belgique (1947).
Interafrican Soil Service. Comisión para la cooperación técnica en África (CCTA) (1950).
Service d’Etude des Sols et de la Carte Pédologique de la France. Institut National de la
Recherce Agronomique (INRA). Francia (1968).
World Soil Resource Office (FAO-UNESCO) (1960).

Con la finalidad de inventariar los suelos del mundo y establecer su distribución se ela-
boraron los primeros mapas de suelos a pequeña escala, pudiendo citar como ejemplos:

Mapa esquemático de la banda chernozémica de Rusia y Europa (Dokuchaev, 1893).


Mapa de suelos del mundo (Glinka, 1908).
Mapa de suelos zonales de la URSS (Glinka, 1931).
Mapa de suelos zonales de EE.UU. (SCS, 1937).
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Mapa de la Península Luso-Ibérica a escala 1:1.000.000 (Huguet del Villar, 1937).


Mapa de suelos esquemático del mundo a escala 1: 50.000.000 (SCS-USDA).
Mapa de suelos de Francia a escala 1: 10.000.000 (1967).
Mapas de suelos de muchos países del mundo a escala 1: 1.000.000, cuya elaboración fue
impulsada por el proyecto del Mapa de suelos del mundo a escala 1: 5.000.000 promovido
por FAO-UNESCO y llevado a cabo gracias a la colaboración internacional, lo que permi-
tió establecer una leyenda común que ha sido el origen de una de las clasificaciones de
suelos actualmente en uso, la Base de referencia mundial para recursos de suelos, cono-
cida como WRB (FAO-UNESCO, 1971, 1998). Entre estos mapas se pueden citarse:
Mapa de suelos de la India (Govinda Rajan, 1965).
Mapa de suelos de España (Guerra, 1967).
Mapa de suelos de Francia (Dupuis, 1964).
Mapa de suelos de Europa a escala 1:1.000.000 (FAO-UNESCO, 1981).

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Muchos de estos mapas tienen un interés meramente histórico en la actualidad, como es
el caso del Mapa de suelos zonales generalizado del oeste de la antigua URSS. Muestra la
aparente correlación entre la distribución de los macroclimas y la de los suelos a lo largo
del continente, lo que llevó a enunciar la «ley» de zonalidad o principio de zonalidad, cues-
tionado por muchos autores en la actualidad, al dar un peso excesivo al factor clima en la
formación de los suelos. Los edafólogos de la Escuela rusa creada con Dokuchaev, entre
ellos Glinka, desarrollaron la clasificación zonal de suelos y realizaron una importante
labor cartográfica, entre la que destaca el mapa citado (redibujado a partir de la obra de
S.R. Eyre: Vegetation and Soils. A world picture, 1968):

Leyenda taxonómicamente generalizada y cartográficamente generalizada.


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Simbología Unidades cartográficas Simbología Unidades cartográficas


Tundra: suelos poco evoluciona- Chernozems, en Ucrania, clima
dos con horizonte helado a una cálido y seco, 400-600 mm, du-
cierta profundidad y vegetación rante la estación de crecimiento,
poco abundante, principalmente inviernos fríos y vegetación de
líquenes. Correlación: Crya- estepa de gramíneas. Correla-
quents y Cryaquepts (SSS). ción: Mollisoles (SSS), Cherno-
zem (WRB).
Podzoles, en el norte de Rusia,
en una zona de clima frío y Suelos castaño-pardos.
húmedo y vegetación de bosque
de coníferas. Correlación: Spo- Suelos semidesérticos pardo claro.
dosoles (SSS), Podsoles (WRB) Suelos semidesérticos grises y
Suelos podzólicos pardos y sue- pardo-grisáceos.
los pardos forestales Arenas.
Chernozems degradados. Complejos de montaña.

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La cartografía de suelos, además de su interés científico, tiene aplicaciones para poder
determinar la aptitud de los suelos para un uso determinado. Así p.e., a principios del siglo
XX, la Indian Tea Association impulsó estudios y cartografías para localizar suelos adecua-
dos para el cultivo del té en la India (Govinda Rajan y Gopala Rao, 1978). Los mapas de
suelos a pequeña escala publicados por FAO-UNESCO a partir de 1970, a pesar de dar
poco detalle, su interés reside, por un lado, en que permiten acomodar grandes áreas en un
mapa y, por otro, a que dieron lugar al desarrollar una leyenda común para elaborarlos. Esto
hizo que hayan servido de base para poder intercambiar información de suelos y transferir
resultados de investigación. Además, disponer de estos mapas sirvió para impulsar actua-
ciones en diversos países y llevar a cabo programas de cooperación internacional (Som-
broek, 1983). Estos planteamientos han dado lugar a la geografía de suelos, que se ocupa
del estudio de la distribución de los suelos a escala mundial.
También se han elaborado mapas para localizar suelos con problemas. Mapas a escala
muy pequeña, a pesar de lo cual permiten mostrar en qué partes del mundo se hallan con
mayor frecuencia y poder proponer las tecnologías más adecuadas para mejorar su manejo,
a partir de la experiencia adquirida en otras regiones del mundo (Beek et al. 1980). Estas
cartografías resultan de interés para asegurar el éxito de proyectos de riego, drenaje, control
de inundaciones, asentamiento de población, entre otros (Dudal, 1976).

Mariotti (1993) del Centro Regional Tucuman (República Argentina) afirma


que la tecnificación del campo implica un conocimiento cuantitativo de todos los
factores que inciden sobre la producción, entre los cuales el suelo ocupa un lugar
preponderante. Por otro lado, el proceso de transferencia de tecnología requiere
definir adecuadamente el marco dentro del cual dicha transferencia es factible,
marco que quedaría insuficientemente acotado sin un conocimiento objetivo del
factor suelo.
Disponer de información de suelos plasmada en mapas o en soporte informá-
tico resulta imprescindible en proyectos de desarrollo, ya que sin ella se pueden
cometer, y de hecho se han cometido, errores muy costosos, a veces irreversibles,
si han provocado la degradación de los suelos. El argumento de que los levanta-
mientos de suelos son caros y su ejecución consume mucho tiempo no justifica su
omisión. Por un lado, porque el coste debe referirse al coste total del desarrollo de
cada proyecto y, por otro, por el coste que pueden suponer las decisiones erróneas
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derivadas de no haber contado con la suficiente información de suelos (Nieuwenh-


vis, 1975) y, por último, porque el tiempo para obtener la información de suelos
necesaria dependerá del personal especializado que se dedique a ello.
La cartografía de suelos se puede concebir con diferentes grados de aproxima-
ción, según sea su finalidad. Cabe distinguir:

Levantamientos cartográficos de carácter general o multipropósito


Se plantean para obtener una información de tipo general consistente en identi-
ficar qué suelos hay en un área determinada, qué características generales pre-
sentan, cuál es su distribución, qué condicionantes genéricos pueden tener, etc.

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Levantamientos cartográficos con fines específicos
En este caso la cartografía tiene unos objetivos específicos para unos usua-
rios concretos a los que se propone dar respuesta. Debe establecerse con
suficiente detalle la aptitud o la idoneidad de los suelos para el uso-obje-
tivo, de manera que el mapa permita hacer predicciones precisas con rela-
ción a dicho uso: superficies, usos (transformación en regadío, implantación
de un determinado cultivo, uso urbano, localización de áreas de picnic),
riesgo de erosión, niveles de contaminación en los suelos, etc. La informa-
ción se obtiene para ser plasmada generalmente en mapas de escala grande
cuya utilidad suele quedar restringida al uso específico para el que fueron
previstos.

La información de suelos a representar en un mapa puede tener un enfoque analítico,


caso de representar uno o más caracteres del suelo, lo que puede dar lugar a mapas de cur-
vas de isovalores (isolíneas de conductividad eléctrica, pH, etc.) o a mapas de superficies,
representadas por manchas de color (textura del horizonte superficial, etc.). Al querer
aumentar el número de atributos a representar en un mismo mapa, la lectura se complica,
por lo que debe pasarse a un enfoque de síntesis, con métodos para evaluar los suelos que
combinen un conjunto de características en cada unidad cartográfica, lo que se verá muy
facilitado con la utilización de un GIS y demás técnicas informáticas.

3. Principios de la cartografía de suelos


Como bibliografía de referencia cabe citar el Soil Survey Manual, cuya primera edición
fue publicada por el Departamento de Agricultura de EE.UU. (USDA) en 1951, siendo la
tercera de 1993. Este libro proporciona los principios básicos y las técnicas necesarias para
llevar a cabo y utilizar los levantamientos de suelos con un enfoque local, estatal o federal y
constituye un referente en el ámbito internacional.
En 1996 Jean-Paul Legros publicó el libro Cartographie des sols: de l’analyse spatiale
à la gestion des territoires que, además de los enfoques clásicos del SSM, incluye la larga
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experiencia del autor en cartografía de suelos en el Institut National Agronomique de Fran-


cia (INRA), así como los planteamientos de las escuelas edafológicas europeas, en especial
la francesa, con base en instituciones como ORSTOM (Office de la Recherche Scientifique
et Technique d’Outremer) y el IRAT (Institut de Recherche en Agronomie Tropical), actual-
mente refundados, en el Institut de Recherche pour le développement (IRD).

La base científica de un levantamiento de suelos reside en el hecho de que los


suelos y su distribución en el paisaje son predecibles para un edafólogo experi-
mentado, que posea conocimientos de geología, geomorfología, clima y vegeta-
ción del área en cuestión. Desde la perspectiva de que la variación de los suelos en
el paisaje es el resultado de los factores formadores (Cap. 18) y de los procesos
formadores (Cap. 17), a lo largo de la prospección se va construyendo un modelo
conceptual, muchas veces no explicitado, basado en hipótesis acerca de la organi-

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zación y distribución de los suelos en el paisaje, cuya validez se contrasta al irlo
aplicando y ajustando a lo largo del proceso de elaboración del mapa.
La representación en un mapa de la distribución espacial de los suelos de un
territorio exige organizar una información compleja, atendiendo a una serie de
principios:

— Todo inventario de suelos debe tener un objetivo.


— Un mapa de suelos se refiere a la distribución de los suelos en el paisaje.
— La elaboración de un mapa de alta precisión exige un elevado esfuerzo en tiempo y
recursos (humanos y monetarios); la obtención rápida de mapas repercutirá en la
calidad y cantidad de información que contienen.
— En la cartografía de suelos se tomarán preferentemente en consideración aquellas
propiedades directamente observables y medibles en el campo y de mayor relevan-
cia para el objetivo propuesto, lo que se deberá reflejar en la leyenda del mapa.
— Por razones presupuestarias y de tiempo, una cartografía de suelos debe realizarse
con un número limitado de medidas, el menor posible para optimizar los recursos.
Este mínimo es función del objetivo y la escala, pero también de la complejidad en
la distribución de los suelos y de los conocimientos del prospector.
— Los suelos presentan una gran variabilidad espacial, si bien existen relaciones con la
posición que ocupan en el paisaje, por lo que para poder elaborar un mapa resulta
imprescindible establecer un modelo de distribución.
— Los suelos que ocupan menor extensión irán siendo representables a medida que se
pase a escalas de mapa mayores.
— Las unidades de suelos representadas en un mapa serán tanto más homogéneas
cuanto mayor sea la escala del mapa, no obstante, nunca son tan homogéneas como
un lector no experimentado podría pensar.
— Las unidades homogéneas son más útiles que las heterogéneas, ya que permiten
hacer predicciones más precisas.
— Las unidades con variación regular conocida y explicitada son más útiles que si
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presentan variaciones al azar o no explicitadas.


— Las unidades en las que se indican las proporciones relativas de inclusiones, así
como otros aspectos sobre la variabilidad dentro de la unidad cartográfica, son más
útiles que aquellas en las que no se indican.
— Los límites entre unidades no son tan abruptos en la realidad como podría despren-
derse de su representación en el mapa, aún cuando se hayan situado con precisión.
— Para poder proteger los mejores suelos agrícolas, debe conocerse su localización
geográfica.
— El mapa de suelos y la memoria explicativa son documentos complementarios.
— La información de suelos es una de las bases para la toma de decisiones sobre el uso
del territorio, si bien no la única.

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4. Variabilidades espaciales de los suelos:
Unidades taxonómicas, cartográficas y de manejo

La cubierta edáfica de un paisaje presenta normalmente una gran variabilidad


derivada del efecto de los factores formadores, que han ido controlando los proce-
sos edafogénicos a lo largo del tiempo. En paisajes con suelos jóvenes, la influen-
cia de las condiciones de medio actuales son las que determinan las características
y distribución de los suelos. Por el contrario, en formas de paisaje antiguas, los
suelos pueden haber evolucionado bajo sucesivas condiciones de medio, por lo
general distintas a las actuales.
El suelo forma un manto continuo en el paisaje, que varía en las tres dimen-
siones, por lo que un paisaje de suelos presentará siempre una variabilidad espa-
cial importante, que sólo sería representable en su totalidad en un mapa a escala
1:1. Por ello, al representar la realidad terreno en un mapa se hace una simplifica-
ción. Por ello, la uniformidad de las unidades representadas en un mapa (unida-
des cartográficas) no es más que aparente, ya que no se corresponde a la realidad
terreno.
La observación de un mapa de suelos por primera vez puede llevar a pensar
que cada delineación (unidad cartográfica) representada en él es uniforme y que
los límites entre unidades cartográficas son tan abruptos como muestra el dibujo,
pero ello no es así. Al utilizar información contenida en un mapa de suelos se
deberán tener siempre en cuenta estos aspectos. Digitalizar un mapa de suelos a
escala, por ejemplo, 1:1.000.000, y tratar cada una de las unidades cartográficas
representadas en él como si fuese homogénea supondrá cometer errores importan-
tes, incluso graves, de principiante. Por ello, resulta realmente importante que el
usuario de un mapa de suelos sepa cómo se hacen los mapas, cuál fue la finalidad
con que se hizo el levantamiento en cada caso concreto y, por consiguiente, cuál
puede ser el valor predictivo esperable.

Un levantamiento de suelos lleva a dibujar en un mapa superficies cuyo nivel de homo-


geneidad se considera suficiente para la finalidad del mapa. Cada superficie representada o
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delineación de suelos (unidad cartográfica) viene definida por un trazo que representa el
límite entre unidades de suelos contiguos, determinado con mayor o menor precisión según
la finalidad y escala del mapa.

Respecto a una unidad cartográfica hay que indicar:

— Una unidad cartográfica se delimita en gran medida por inferencia a partir de un


reducido número de observaciones y muestreos en un paisaje edáfico, si bien sufi-
cientes para permitir establecer relaciones suelos-paisaje consistentes: modelo de
organización y distribución de los suelos.
— En un mapa, una unidad cartográfica está integrada por el conjunto de todas las deli-
neaciones de suelo que tienen la misma significación.

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— Cada superficie que corresponda a una misma unidad cartográfica vendrá identifi-
cada en el mapa por el mismo color, símbolo (letras y números) y nombre.
— En mapas muy detallados, una unidad cartográfica puede corresponder casi exclusi-
vamente a una única unidad taxonómica, si bien con algunas inclusiones de otras
unidades no designadas y sin representación por su escasa presencia y extensión.
— Una lista organizada de unidades cartográficas constituye la leyenda de un mapa de
suelos.

Una unidad cartográfica suele contener más de una unidad de suelos (unidad taxonó-
mica), cuyos límites no aparecen individualizados en el mapa por razón de la escala y de la
simplicación a que ésta obliga. Por ello, las propiedades de los suelos dentro de una unidad
cartográfica pueden no ser homogéneas, presentando intervalos de variación que superen a
los admitidos para la unidad taxonómica del suelo dominante.
Las unidades cartográficas en mapas detallados de suelos pueden presentar característi-
cas que varíen poco dentro de un cierto intervalo (serie de suelos). En este caso puede haber
una coincidencia en los límites de la unidad cartográfica y la unidad taxonómica; no obs-
tante, este caso no es el más frecuente. Por lo general, una unidad cartográfica presentará
como máximo la misma amplitud de variación en las propiedades que los suelos de las uni-
dades taxonómicas que sirven para clasificar los suelos representados. Para que un mapa de
suelos no resulte confuso, sólo resulta conveniente agrupar en una misma unidad cartográ-
fica unidades taxonómicas de igual rango jerárquico.
La escala del mapa y su finalidad hacen que al agrupar suelos en una misma unidad car-
tográfica, la agrupación pueda hacerse desde un punto de vista taxonómico (generaliza-
ción taxonómica) o bien cartográfico (generalización cartográfica). Ello supone omitir
los límites de algunas de las superficies de la realidad terreno, que podrían ser representa-
das en mapas a mayor escala o si la prospección pudiese prolongarse más en el tiempo. Un
mapa de suelos de un país, por ejemplo, será un mapa con unidades taxonómicas generali-
zadas (nivel jerárquico: por ejemplo, subórdenes) y unidades cartográficas generalizadas,
por lo que su valor predictivo es bajo. La pérdida de detalle taxonómico o cartográfico
puede ser aceptable si con ello se logra una mayor legibilidad y claridad en el mapa y no se
ve afectada su finalidad inicial, es decir, sigue siendo posible hacer interpretaciones y pre-
dicciones con suficiente precisión acerca de las propiedades y las respuestas esperables en
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las unidades cartográficas representadas. Las unidades cartográficas no visualizadas y no


designadas constituyen inclusiones o impurezas del mapa (Cap. 2).

Las unidades cartográficas homogéneas, es decir, aquellas con una menor pro-
porción de impurezas, son las de mayor interés para realizar predicciones. Sin
embargo, no siempre resulta posible recortar un paisaje de suelos en unidades
cartográficas simples, en especial cuando se trabaja a escala pequeña. En aquellas
áreas en las que los modelos de distribución de suelos son muy complicados o en
aquellas en las que los caracteres de los suelos presenten un gradiente con relación
a un factor de diferenciación, cuya intensidad varíe en cortas distancias (por ejem-
plo, en una ladera), sólo será posible delinear unidades cartográficas compues-
tas, que serán más heterogéneas debido a la generalización cartográfica realizada.
En una misma unidad cartográfica puede haber suelos similares (difieren poco del

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que da nombre a la unidad y no tienen efectos importantes en las interpretaciones)
y suelos disimilares (con respuesta diferenciada respecto a los usos).
Comparando dos mapas de una misma región, uno a escala muy pequeña, 1: 1.000.000 y
otro a escala pequeña, 1:100.000 (Rubio et al., 1995) se comprende fácilmente que la infor-
mación contenida en las unidades cartográficas de uno y otro mapa tendrá un grado de pureza
y un poder predictivo muy distintos (se presentan al mismo tamaño para facilitar la compara-
ción, si bien la información representada es la que sería posible incluir atendiendo a la escala).

Mapa de suelos a escala 1:100.000 con seis unidades de suelos representadas.


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Mapa de suelos en el que han desaparecido todas aquellas unidades cuya superficie a escala
1:1.000.000 es inferior a 5 mm de lado, por no resultar representables a dicha escala, por lo que pasan
a ser impurezas del mapa. El valor predictivo del segundo mapa es mucho menor, ya que la precisión
(densidad de observaciones realizadas en el levantamiento) también habrá sido mucho menor.

Cuando se trabaja a nivel jerárquico de serie (unidad taxonómica conceptual), la carto-


grafía detallada producida se considera válida, si la homogeneidad de las unidades carto-
gráficas representadas en el mapa es tal que por lo menos un 85 % de la superficie de cada

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una de ellas se corresponde a la descripción de la leyenda de mapa (Aubert y Boulaine,
1972), es decir, las inclusiones no superan un 15 % de la superficie representada. Con uni-
dades a nivel de familia se acepta que llegue hasta el 30 %. En la práctica, es posible que la
pureza de una unidad cartográfica no supere el 50-65 % (Ragg y Henderson, 1980). Lógi-
camente, a medida que aumenta la heterogeneidad, la probabilidad de encontrar un suelo en
un lugar determinado, a partir de las predicciones realizadas observando un mapa van dis-
minuyendo, pudiendo llegar hasta un 50 % (McRae y Burnhamm, 1981).
Al tomar la decisión de llevar a cabo la cartografía de suelos de una determinada
área se deberá llegar a una serie de compromisos entre la finalidad, la utilidad del
mapa a elaborar, el tiempo, los recursos económicos asignados y el personal disponi-
ble. Si bien lo deseable sería elaborar mapas con unidades cartográficas homogéneas,
ello puede no ser posible en la práctica (por la organización de los suelos, la escala o
el tiempo). Habrá que establecer cuál va a ser el nivel jerárquico a emplear (unidades
taxonómicas) y qué unidades cartográficas se van a representar (leyenda del mapa).

Un mapa con cinco unidades cartográficas de suelos, cuyos límites suelen ser irregulares no
puede utilizarse de forma directa para ciertas actuaciones.
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Símbolo Leyenda del mapa Símbolo Leyenda del mapa


Unidad 3: suelo en el que la calcilutita Unidad 8: suelo profundo y es-
aparece a una profundidad entre 35 y 57 tructurado, con presencia de nódulos
cm. Desfavorable. calizos duros y ligeramente duros. Cal-
cilutita a más de 150 cm. Muy favo-
Unidad 16: suelo en el que la calcilutita rable.
aparece a una profundidad entre 60 y 85
cm. Favorable. Unidad 11: suelo con un porcentaje
muy alto de carbonato cálcico pulveru-
Unidad 6: suelo profundo y estructurado, lento, con nódulos calizos duros o lige-
sin o con pocas acumulaciones de caliza ramente duros. Calcilutita aparece entre
pulverulenta, blanda. Muy favorable. 70 y 150 cm. Poco favorable.

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En levantamientos para usos específicos resulta poco operativo presentar un
mapa con un mosaico de unidades cartográficas muy atomizadas y límites irregu-
lares. Se deberá realizar una síntesis para establecer unidades de manejo. Se trata
de superficies suficientemente grandes para poder operar en ellas en el campo con
las técnicas de cultivo habituales y que permitan aplicar el mismo tratamiento en
cada una, siendo esperables respuestas semejantes. Si la finalidad del mapa es para
fines agrícolas, la unidad de manejo mínima, se considera que debe ser del orden
de unas 5 ha (Dent y Young, 1981), si bien este valor puede variar mucho según las
características de las explotaciones agrícolas del área.

Mapa con unidades de manejo sistematizadas (sólo se representan las parcelas resultantes, sin
especificar la leyenda correspondiente).

5. Modelos de relación de suelos: Clases de unidades


cartográficas
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La complejidad que puede llegar a presentar la cubierta edáfica en un paisaje


ha hecho necesario establecer diversas clases de unidades cartográficas, para
expresar mejor las relaciones entre los suelos y facilitar la representación en un
mapa. Se pueden distinguir las siguientes unidades cartográficas compuestas (SSS,
1993; Legros, 1996):

Consociación: en la unidad cartográfica domina un suelo de una unidad taxonómica, que


es el que le da nombre, además hay suelos similares. Las inclusiones de suelos disimila-
res generalmente no superan el 10 %.
Asociación de suelos: los suelos disimilares presentes en una unidad cartográfica están
organizados según un modelo que se repite de forma regular y que puede ser explicado,

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por lo que sería posible delimitar estos suelos a una escala más detallada o con más
tiempo. De forma arbitraria se ha fijado como límite la escala 1:24.000. El porcentaje
total de inclusiones de suelos disimilares en la unidad cartográfica no excede del 15 % si
son limitantes y del 25 % si no lo son. Una inclusión disimilar limitante individual gene-
ralmente no supera el 10 %. Por ejemplo, un área con Xerorthents típicos y Xerorthents
líticos (Soil Taxonomy), ambos suelos pueden entrar a formar parte de una misma unidad
cartográfica, cuyo nombre vendrá dado por aquel de los dos que domine. Los mapas
basados en asociaciones son útiles para el manejo de una cuenca, para tener una visión
general de la distribución de los suelos, etc. No lo son para realizar previsiones de tipo
detallado para una finca o para el emplazamiento de infraestructuras.
Complejo de suelos: los suelos disimilares incluidos en la unidad cartográfica están
imbricados de tal manera que resulta imposible separarlos, incluso en una cartografía
más detallada, a pesar de que su organización espacial corresponda a una cierta lógica.
Una unidad cartográfica con dos fases de dos series de suelos distintas, por ejemplo, no
pueden separarse a la escala 1:24.000.
Agrupación indiferenciada (yuxtaposición de suelos, fr.): los suelos de la unidad carto-
gráfica, dos o más, no presentan una organización regular, el modelo de distribución y la
proporción de unos y otros suelos no es uniforme. Se incluyen juntos en una misma uni-
dad cartográfica, ya que desde un punto de vista de uso y manejo su respuesta es seme-
jante. Su proporción puede variar considerablemente de un punto a otro de la unidad car-
tográfica e incluso no siempre aparecen juntos dentro de una delineación del mapa. La
unidad se denomina con el nombre del suelo dominante y la partícula «y» seguida del
nombre del suelo integrado en la unidad. Por ejemplo, suelos pertenecientes a una misma
serie de suelos, si bien difieren por su pedregosidad superficial (fase distinta).
Taxadjunto: polipedión cuyas características no entran en ninguna de las series ya des-
critas de forma normalizada y registradas, si bien difiere poco de una de ellas (suelos
similares) por una o dos propiedades con escasa repercusión en cuanto a uso y manejo.
Por ejemplo, por el régimen de temperatura.
Catena de suelos: a lo largo de una ladera los suelos desarrollados a partir de un mismo
material originario presentan una organización en su distribución espacial, que es posible
explicar en la leyenda del mapa. Entre unos y otros suelos hay transferencias de elementos.
Climatosecuencias: la organización espacial de los suelos en bandas altitudinales se
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explica por las relaciones clima-vegetación.


Cronosecuencias: la diferencia entre los suelos próximos, formados a partir de un
mismo material originario y que ocupan posiciones semejantes se puede deber a sus dis-
tintas edades. Por ejemplo, los suelos formados en terrazas fluviales de distintas edades.

6. Metodología de trabajo en cartografía de suelos:


Formulación y contraste de hipótesis
La expresión levantamiento de suelos (ing. Soil survey) indica aquel conjunto
de operaciones a realizar para elaborar un mapa de suelos. Cartografiar suelos
requiere llegar a entender su organización espacial y plasmar esta información de

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forma inteligible en un mapa, que constituye un modelo simplificado de la reali-
dad (Legros, 1996).
Un levantamiento de suelos comprende esencialmente tres etapas. Empieza
con trabajos preliminares que consisten en visitar la zona, conocer la información
preexistente y elaborar un presupuesto o diversos presupuestos alternativos. Una
vez firmado el contrato se inicia la segunda etapa, el trabajo de gabinete, campo y
laboratorio. La etapa final consiste en la redacción, edición y presentación del tra-
bajo (memoria y mapas).
La etapa preliminar contempla:
— Establecer la finalidad de la cartografía a elaborar, para determinar cuáles son las
preguntas a las que se deberá dar respuesta y fijar la escala del mapa a producir.
— Visitar la zona para conocer el sistema de propiedad de la tierra, vías de comunica-
ción y de acceso, así como su estado, facilidades de alojamiento, disponibilidad de
excavadoras y mano de obra, suministros, facilidades para el envío de muestras al
laboratorio, etc.
— Elaborar el presupuesto o presupuestos alternativos (por ejemplo, por fases) de
acuerdo con los objetivos planteados, la escala del mapa a elaborar y el orden de
magnitud de los recursos económicos previsibles.

Una vez formalizado y firmado el contrato para realizar el trabajo, con el correspon-
diente pliego de prescripciones técnicas, se debe iniciar la etapa de gabinete:
— Organizar el equipo humano (cualificación, número de personas, contratos, asisten-
cia médica, seguros, etc.).
— Establecer la modalidad de colaboración con el laboratorio que deberá realizar los
análisis.
— Recopilar y estudiar toda la información preexisten relacionada con los suelos del
área: mapas disponibles (de suelos, climáticos, topográficos, geológicos, geomor-
fológicos, de vegetación y otros), fotografías aéreas y material para fotointerpreta-
ción, así como imágenes de satélite, material digital (ortofotomapas, modelos de
elevación del terreno, etc.) y aquellos informes, documentos y publicaciones de
interés, todo ello para estar bien informados y evitar duplicar esfuerzos.
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— Fotointerpretar la zona, lo que debe verse como un trabajo iterativo con el trabajo de
campo y el establecimiento de hipótesis acerca del modelo de distribución de suelos.
Se situará la distribución de los puntos en los que habrá que abrir las calicatas.

Los trabajos de campo implican:


— Reconocimiento de toda el área, con un GPS y las fotos aéreas fotointerpretadas en
mano, para llevar a cabo observaciones acerca de las características de las formas
del paisaje, vegetación natural, cultivos, materiales originarios, observar algunos
suelos en las superficies más extensas, etc., con el fin de concretar los puntos a pros-
pectar con la densidad de observaciones que corresponda.
— Formulación de hipótesis iniciales acerca del modelo de organización de la distribu-
ción de los suelos en relación con las unidades de paisaje y preparar una leyenda del
mapa.

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— Examen detallado y descripción de las calicatas con ayuda de un cuchillo de monte,
lupa de mano, unas tablas Munsell y material para realizar ensayos de campo
(Cap. 3), y bolsas de plástico para la toma de muestras.
— Verificación de las hipótesis iniciales acerca de la distribución de suelos, llevando a
cabo múltiples comprobaciones en campo, por medio de sondeos, prospectando áreas
situadas en los diferentes elementos del paisaje. Las decripciones y observaciones de
campo deben contrastarse con los resultados de los análisis de laboratorio tan pronto
como estén disponibles. Este proceso de comprobación es el que da consistencia y
calidad a un mapa de suelos. En caso de discrepancia notable con la observación en
campo, se mandará repetir los análisis de laboratorio y, de seguir la falta de concor-
dancia, si no es posible tomar nuevas muestras, se primará la descripción de campo.
— Clasificación de los suelos a partir de las descripciones de campo y los resultados
de los análisis de laboratorio
— Elaboración del mapa de trabajo. La información obtenida con la prospección de
campo se representa en un mapa base, cuya escala es de 2 a 2.5 veces mayor que la
escala del mapa final (Young, 1976), pudiendo utilizar como mapa base para deli-
near las unidades cartográficas las fotografías aéreas o un ortofotomapa.
— Localización de los límites de las unidades cartográficas. Se agrupan suelos que se
asemejan. Los límites se sitúan primero en las fotos aéreas con ayuda de un estereós-
copo y un lápiz de cera, basándose en el análisis de las formas del paisaje y el
aspecto de la superficie del terreno. Posteriormente, para documentar la composi-
ción y límites de las unidades cartográficas, se llevan a cabo verificaciones en
campo por medio de:
• Observaciones a lo largo de transectos representativos, ya sea a intervalos regula-
res o no, o bien siguiendo líneas relacionadas con las formas del paisaje (por
ejemplo, paralelas a la pendiente dominante) o al azar.
• Observaciones de forma sistemática en una malla regular o de una malla informal.
El procedimiento elegido para las verificaciones dependerá de la escala del mapa, de
la extensión de la unidad y de una mayor o menor evidencia de variabilidad en ella, así
como de la complejidad del modelo de distribución de los suelos en la región.
— Elaboración del mapa a editar. Conlleva hacer una síntesis por medio de la cual se
reagrupan unidades cartográficas con poca extensión o significación. Se realizan
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verificaciones en campo, si es necesario, y se organiza toda la información, de forma


que el mapa sea fácil de utilizar para los diferentes usuarios.
— Redacción de la leyenda definitiva. La descripción de cada unidad cartográfica debe-
ría indicar, cosa que no siempre ocurre, el porcentaje de superficie ocupada por el
suelo dominante en cada una de ellas y los restantes suelos designados integrados en
la unidad, caso de existir. El modelo de distribución de aquellos suelos que la escala
del mapa no hace posible representarlos de forma separada. Por lo general, se tratará
de suelos similares. La leyenda también debería indicar el modelo de relación entre
los suelos incluidos en una misma unidad cartográfica. También debería prevenir al
usuario de la existencia de inclusiones de suelos disimilares, cuyo comportamiento
debe ser tenido en cuenta para evitar fracasos importantes en las predicciones.

En la formulación de las hipótesis iniciales acerca de la organización espa-


cial de los suelos en el paisaje para elaborar un modelo de organización espa-

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cial de la distribución de los suelos resulta imprescindible tener presentes las
teorías de génesis de suelos (Caps. 17 y 18).

Dado que una cartografía de suelos consiste en extrapolar a partir de un número limi-
tado de observaciones y descripciones de perfiles de suelos en campo (Cap. 2 y 3), el grado
de conocimiento previo de los suelos del área por parte del equipo que vaya a llevar a cabo
la cartografía determinará la forma de plantear el trabajo. Si se trata de un equipo que tiene
su primer contacto con el área, la fase de reconocimiento y descripción de suelos en campo
toma una gran importancia.
La experiencia científica que cada prospector tenga y el poder disponer de fotos aéreas
permite formular hipótesis más seguras y prever de forma más precisa qué suelos cabe
esperar encontrar en un punto, teniendo en cuenta el contexto (Boulaine, 1972). La valida-
ción de las hipótesis formuladas conlleva comprobaciones en campo, por lo que la elabora-
ción del mapa debe contemplarse como un proceso iterativo, que permite ir llegando a
sucesivas mejores aproximaciones, sobre la base de la información disponible en un
momento dado (Atkinson, 1993). Por aproximaciones sucesivas, el prospector irá estable-
ciendo la lista de unidades cartográficas, las características del suelo tipo, indicando el
intervalo de variación admitido en ellas y, de este modo, poco a poco, irá dibujando y preci-
sando mejor los límites de las unidades cartográficas establecidas.
La etapa de redacción y edición se ve muy facilitada actualmente con el uso de técni-
cas informáticas, que permiten presentar en soporte informático los mapas elaborados. La
información se podrá tratar y reelaborar con ayuda de sistemas de información geográfica
(GIS). Muy posiblemente habrá que prever presentaciones en público del trabajo, para
darlo a conocer a los usuarios. En EE.UU., por ejemplo, todos los miembros del Congreso
reciben un ejemplar de cada mapa de suelos que elabora el Soil Survey Staff.

Una labor importante en cartografía de suelos es la normalización de las des-


cripciones y la correlación, que aseguran que los nombres y las definiciones para
un mismo suelo sean consistentes de una cartografía a otra. Los correlatores son
quienes revisan la cartografía elaborada por distintos equipos. Su labor incluye
igualmente determinar si los límites establecidos para las unidades cartográficas
concuerdan con las de mapas contiguos cartografiados previamente. Por consi-
guiente, la correlación de suelos debe plantearse como un trabajo a realizar por
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cartógrafos muy experimentados, haciendo su trabajo de forma independiente y


sistemática. Debería acompañar a todo programa de cartografía de suelos de cada
país. Requiere de la existencia de un registro único de series de suelos, definidas
con criterios normalizados, a aplicar de forma rigurosa por los distintos equipos de
cartografía (SSS, 1993).

7. Modelos de representación de la cubierta edáfica:


De la serie de suelos a las unidades morfoedáficas
Al estudiar mapas de suelos producidos en distintos países a partir de 1970, se
observan diversos enfoques conceptuales, si bien predominan dos claramente dife-
renciados:

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7.1. Cartografía basada en las series de suelos
En la elaboración de mapas detallados de suelos (por ejemplo, a escala 1:
25.000) adquiere un peso preponderante la observación directa en campo y el
objeto de estudio es el pedión. La prospección debe servir para delimitar de forma
precisa superficies dentro de las cuales un suelo permanece idéntico a sí mismo,
aceptando un intervalo de variación en sus propiedades prefijado. Si el suelo per-
manece homogéneo lateralmente sobre una extensión suficientemente grande, la
unidad taxonómica (serie) coincidirá con la unidad cartográfica.
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EJEMPLO DE LEYENDA DE UN MAPA DE SERIES DE SUELOS


6c Cabanyes franco arcillo limosa, 5-10 % de 18a Porroig arcillosa.
pendiente, en laderas. Son suelos muy profundos, bien drena-
Son suelos moderadamente profundos, dos y de textura moderadamente fina, sin
bien drenados y de textura media, con elementos gruesos. Aparecen en plata-
muy pocos elementos gruesos. formas y divisorias con pendiente muy
Xerochrept calcixerólico, limoso fina, mez- suave (<2 %).
clada, térmica (SSS, 1975, 1994). Xerochrept calcixerólico, franco fina, car-
7d Cales franca, 10-20 % de pendiente, lige- bonática, térmica (SSS, 1975, 1994).
ramente pedregosa, ligeramente rocosa.
Son suelos superficiales, bien drenados y ÁREAS MISCELÁNEAS
de textura media, con pocos elementos 2 Edificaciones y áreas urbanas.
gruesos. 3 Extracción de áridos.
Xerorthent lítico, franca, mezclada (calca-
réa), térmica (SSS, 1975, 1994).

Referencia: Extraído del Mapa de Suelos 1:25.000 de Cataluña. DARP Generalitat de Catalunya, 1999.

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Una serie de suelo está integrada por un conjunto homogéneo de suelos (poli-
pediones), muy semejantes entre sí, desarrollados sobre un mismo material ori-
ginario y cuyas características son similares. Dentro de una serie se admite una
gama de variación en las características dentro de un intervalo definido (Simon-
son, 1952; SSS, 1993). La definición de una serie es dinámica y puede cam-
biarse a lo largo del tiempo, a medida que se adquieran más conocimientos
acerca del suelo que sirve para definirla.
La serie es un nivel taxonómico tan detallado que su definición es prácticamente inde-
pendiente del sistema taxonómico al que se quiera referir (Boulaine, 1980). Cada serie
de suelos se describe siguiendo un formato normalizado, y se identifica con un nombre
tomado de alguna localidad, paraje o estancia de los alrededores del lugar donde dicho
suelo se halla mejor representado o fue descrito por primera vez. Esto hace que las
series deban ser descritas para cada país, para que los nombres resulten más adecuados y
que en trabajos científicos y congresos se utilice la terminología de Soil Taxonomy o de
WRB a un nivel jerárquico superior a la serie.
El número de series está siempre abierto a nuevas incorporaciones. Lógicamente, todos
los suelos integrados en una serie deben pertenecer a la misma unidad taxonómica a
cualquier nivel jerárquico superior.

7.2. Modelo basado en unidades morfoedáficas


En la elaboración de mapas de reconocimiento a escala regional (por ejemplo,
a 1: 250.000, 1:100.000) son de una gran ayuda las fotografías aéreas y las imáge-
nes de satélite, para establecer la organización de la cubierta edáfica en las unida-
des del paisaje, cómo puede haber evolucionado a lo largo del tiempo y cómo fun-
ciona en un marco regional.

La escala de estos mapas hace innecesario pretender establecer con precisión los límites
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entre los suelos, ya que resulta suficiente la identificación de las grandes unidades naturales
que aparezcan como homogéneas a la escala de trabajo. Una cartografía de este tipo resulta
adecuada para identificar y localizar zonas de interés para el desarrollo agrícola regional en
países con poca información previa sobre los suelos. En estos casos se plantean levanta-
mientos de suelos que no consuman tiempos excesivamente largos, ni requieran muchos
recursos económicos.
Las relaciones existentes entre las formas del paisaje (unidades geomórficas) y
las unidades de suelos fueron estudiadas y utilizadas por Gaucher (1965, 1981) en
sus trabajos cartográficos en África. Ello le llevó a introducir el concepto de uni-
dad morfoedáfica (Cap. 2), utilizado por diversos cartógrafos de ORSTOM.
La disección de un paisaje en unidades geomórficas homogéneas conduce a identificar
unidades morfoedáficas, igualmente homogéneas a la escala de trabajo. Este enfoque con-
ceptual ha sido utilizado por la Escuela edafológica francesa en sus trabajos de cartografía

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de suelos en Africa (Bertrand, 1972). Como ejemplo de cartografía elaborada con esta
metodología se puede citar el Mapa morfoedáfico de las Regiones Sudanesas de Sine-
Saloum realizado por Bertand (1971):

Símbolo de
de la unidad
Unidades geomórficas Decripción de la unidad cartográfica
cartográfica
del mapa

Plataformas y cerros residuales


Pseudocuesta. Litosoles sobre coraza –Regosol sobre are-
nisca ferruginosa.
Glacis con materiales de coraza (petrofé- Suelos poco evolucionados de aporte sobre
rrico). gravas y coraza.
Zonas externas de las plataformas. Suelos ferruginosos tropicales iluviados
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truncados y endurecidos y suelos poco evo-


lucionados de erosión.
Zonas internas de las plataformas. Suelos ferruginosos tropicales iluviados
truncados con manchas y nódulos.

Depósitos aluviales antiguos


Terrazas antiguas. Suelos ferruginosos tropicales iluviados.

Terrazas coluvio-aluviales. Suelos rojos y amarillo-rojizos: suelos ferru-


ginosos iluviados con manchas y concre-
ciones.

Depósitos aluviales recientes


Suelos poco evolucionados de aporte aluvial
Llanura aluvial. –suelos hidromorfos con gley en profundi-
dad.

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ESTUDIO DE CASOS
1. El análisis de unidades geomórficas (Cap. 18) de una determinada región
por medio de fotointerpretación ha permitido identificar fondos planos aso-
ciados a un curso de agua. Discutir qué se puede inferir acerca de las unida-
des de suelos asociadas a esta forma del paisaje para una cartografía de
reconocimiento, así como la existencia posibles de problemas en los cultivos
según que el clima regional sea húmedo o bien semiárido.
2. ¿Qué hipótesis se pueden formular acerca de los suelos de llanuras aluvia-
les y de los suelos que ocupen posiciones más elevadas en terrazas en el
mismo paisaje?
3. En otro paisaje de clima semiárido se identifican unidades geomórficas de pla-
taforma. Avanzar alguna hipótesis acerca de las unidades de suelos asociadas.
4. Al fotointerpretar fotogramas en blanco y negro se identifica una zona relati-
vamente llana un modelo de distribución irregular de manchas de color claro
y de color oscuro. El clima regional es semiárido. ¿Qué hipótesis podría emi-
tir y qué tipo de unidad cartográfica va a ser la más adecuada para delinear
el mapa? Se trabaja con unidades taxonómicas a nivel jerárquico de subor-
den (Soil Taxonomy) y el mapa a elaborar es a escala 1:100.000.
5. ¿Qué relación existe entre la escala del mapa topográfico que sirve de base
a un mapa de suelos y el valor o precisión del levantamiento de suelos que
sirvió para realizar dicho mapa?

Bases para la discusión


1. Se trata de una unidad geomórfica cuyo origen se debe a depósitos aluviales actuales
o recientes, por lo que la unidad edáfica se caracterizará por la presencia de suelos
jóvenes, posiblemente presentarán carácter fluvéntico. La unidad morfoedáfica que
se puede establecer relacionará fondos planos y suelos aluviales, Fluvisoles (WRB,
1998) o Fluvents (SSS, 1999). En regiones húmedas los problemas que se pueden
presentar pueden derivar de un mal drenaje y características asociadas a hidromor-
fismo, mientras que en regiones semiáridas pueden ser problemas de salinidad.
2. Las terrazas no reciben ya aportes. Son tanto más antiguas cuanto mayor sea su cota
relativa. La distinta edad explica una parte de las diferencias entre los suelos. Las
hipótesis que se pueden inferir: cuanto más alta sea la terraza, los suelos han evolu-
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cionado durante un período más largo y presentarán un perfil más diferenciado, ya


que los procesos de horizonación habrán sido más prolongados.
3. En plataformas residuales los suelos pueden tener horizonte petrocálcico; en platafor-
mas estructurales puede tratarse de suelos con carácter lítico.
4. Las manchas claras podrían corresponder a un endopedión cálcico en superficie por
erosión (perfil truncado), mientras que las oscuras o bien conservan el epipedión o
bien podrían tener un endopedión argílico en superficie, igualmente por erosión. El
pedión tipo inicial podría tener una secuencia de horizontes: ócrico, argílico y cálcico.
De ser así, con unidades taxonómicas a nivel jerárquico de suborden (generalización
taxonómica), las unidades cartográficas se describirían como un complejo de suelos
(generalización cartográfica), ya que los dos suelos principales resultan difíciles de
representar de forma separada a la escala del mapa. Desde un punto de vista de uso
se tratará de dos suelos disimilares, por el distinto contenido de carbonato cálcico en
el horizonte de enraizamiento de las plantas.

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5. La precisión de un levantamiento de suelos viene dada por el número de observacio-
nes llevadas a cabo por unidad de superficie y no por la escala del mapa topográfico,
que se elige para facilitar la legibilidad. Si la densidad de observaciones ha sido alta,
el mapa será detallado, mientras que una baja densidad hace que el levantamiento
sea a nivel de reconocimiento, con independencia de la escala del mapa topográfico
sobre el que se haya plasmado la información, dentro de un cierto intervalo de esca-
las, por lo que hay que entender que existe una escala óptima para una densidad de
observación dada para que el mapa se pueda leer con facilidad.

8. Extrapolación e interpolación: Cartografía libre


y cartografía geoestadística
El enfoque más clásico en cartografía de suelos consiste en situar los puntos de obser-
vación en determinadas localizaciones que se suponen representativas y, a partir de la des-
cripción de los suelos de estas superficies relativamente pequeñas, extrapolar a superficies
mayores, que se suponen suficientemente homogéneas. Este método inductivo se conoce
como cartografía libre o razonada (Legros, 1996).
La aplicación de técnicas estadísticas al estudio de la distribución de los suelos o de
alguno de sus atributos (Webster y Oliver, 2000), ha dado lugar a la cartografía geoesta-
dística. En este caso el suelo se observa de forma regular por medio de una malla y se utili-
zan métodos matemáticos para interpolar y generalizar a la superficie comprendida entre
puntos de observación contiguos (Legros, 1996). Este tipo de cartografías requieren un
gran número de observaciones de tipo cuantitativo, por lo que su uso queda restringido. Ha
sido utilizada con éxito para cartografiar la distribución de la salinidad y su evolución a lo
largo del año, ya que el uso de sensores electromagnéticos (SEM) permite trabajar con una
malla de puntos muy densa y realizar medidas de forma rápida y con bajo coste (Lesch et
al., 1995; Herrero et al., 1996).

9. Información contenida en un mapa de suelos:


Leyenda del mapa

El resultado de un levantamiento de suelos se plasma en una memoria que


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explica los suelos identificados y en el mapa que muestra su distribución. Se


incluye información gráfica e información semántica y se utiliza un conjunto de
convenciones, tanto en la representación gráfica, como en la leyenda de los mapas:

Información gráfica
Fondo topográfico.
Fondo fotográfico (ortofotomapas).
Unidades cartográficas de los suelos.
Mapas complementarios a menor escala: geología, vegetación, clima, etc.
Bloques diagramas idealizando la distribución de los suelos.
Esquema de los perfiles tipo. →

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Información semántica
Nombre del mapa.
Autores y colaboradores.
Laboratorio análisis de suelos.
Sistema de proyección y coordenadas.
Localización del área en la malla del país.
Fechas de realización y de publicación.
Escala numérica: relación de similitud proporcionada: 1:x
Escala gráfica: indica a qué corresponde en el mapa 1 km en el campo.
Leyenda: explica los símbolos y describe cada unidad cartográfica, indicando las unidades
taxonómicas incluidas en ella, aunque sus límites no siempre se identifican en el mapa.
Recibe el nombre del suelo más extenso en la unidad, aunque ésta no sea uniforme.

La escala óptima del mapa viene determinada por la finalidad del mapa y condiciona
el tamaño real de la superficie mínima representable, unidad cartográfica de base. Para
que una superficie pueda ser legible en un mapa deberá ser un cuadrado de como mínimo 5
mm de lado y corresponder como mínimo a un polipedión (Nieves et al., 1985). De acuerdo
con distintas escalas, la unidad cartográfica base representará en campo:

Intervalo de escalas Denominación de la escala Unidad cartográfica de base


Menor de 1: 500.000 Muy pequeña < 625 ha
100.000 - 500.000 Pequeña 25 - 625 ha
25.000 - 100.000 Mediana 1,5 - 25 ha
10.000 - 25.000 Grande 2.500 - 15.625 m2
Mayor de 1: 10.000 Muy grande > 2.500 m2

ESTUDIO DE CASOS
Discutir los siguientes aspectos:

1. ¿Cómo incide el crecimiento urbano en los suelos agrícolas de áreas periur-


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banas?
2. ¿Por qué se pueden cometer errores al intentar predecir el comportamiento
a partir de las unidades cartográficas representadas en el mapa de suelos?
3. Se quiere hacer una generalización taxonómica en la leyenda de un mapa a
partir de suelos Xerorthents líticos y Xerothents típicos distribuidos en una
ladera. ¿Cuál será la denominación? ¿La unidad cartográfica contendrá sue-
los similares o disimilares? ¿Cuál será el modelo de relación entre los suelos?

Respuestas
1. Pérdida de suelos de regadío de muy buena calidad.
2. Por la presencia de impurezas que, por escala del mapa, no fueron representables.
3. Xerorthents/Suelos disimilares/Complejo de suelos.

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Como ejemplo de bloque diagrama se presenta el correspondiente a las unidades carto-
gráficas del Macizo de Les Alberes (Pirineos Orientales, Cataluña Norte, Francia), tomado
de la memoria del Mapa de Argelès-sur-Mer – Perpignan redactada por Servant (1970):

Suelos pardos ácidos Xeroránkers


Ránkers Suelos pardos ácidos Suelos pardos ácidos y
criptopodsólicos Suelos pardos ocres débilmente iluviados.
Xeroránkers litosoles

Césped
pseudoalpino
Puig Neulos
1.256 m

Hayedo Alcornoque Viñedo


Castaños en los talwegs Encina de
Repoblación de pinos Maquis Banyuls

500 m

Micaesquistos
Neises
y
micaesquistos Esquistos
y MAR MEDITERRÁNEO
filadas
0m
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10. Instrumentos de apoyo a la cartografía de suelos

La cartografía de suelos se ha visto beneficiada por los avances habidos en


aquellos ámbitos del conocimiento en los que se basa.
Entre los principales instrumentos que han venido a mejorar la calidad de los trabajos
en cartografía de suelos cabe indicar:

Fotografías aéreas desde avión: las fotos desde globos aerostáticos representan los ini-
cios, con una finalidad militar en su origen. Las fotos aéreas desde avión se empezaron a
utilizar en EE.UU. en 1920. En España, el segundo vuelo, USAFB, se llevó a cabo en
1956. Este tipo de fotogramas muestran campos de cultivo, bosques, carreteras, edificia-

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ciones, etc., y, al poder ser observadas en visión estereoscópica, se puede estudiar el pai-
saje en relieve. Permiten extraer información cuantitativa y cualitativa. Facilitan el esta-
blecimiento de los límites de las unidades cartográficas con mucha mayor precisión
(White, 1977)
Mosaicos aéreos: se pueden confeccionar manualmente recortando y pegando las partes
centrales de fotos aéreas contiguas. Permiten tener una visión general del área a carto-
grafiar. Han sido sustituidos por los ortofotomapas. Es una técnica que resulta útil en
docencia.
Imágenes de satélite: la detección, reconocimiento, identificación y evaluación de los
objetos y fenómenos de la superficie terrestre son procesos que se agrupan bajo la deno-
minación de percepción remota o teledetección, estas técnicas se desarrollaron a partir
de 1961. Se basan en las diferencias de reflectancia o emisividad de las superficies
terrestres. La generación de los satélites LANDSAT se inició en 1972.
Ortofotomapas: se trata de fotografías aéreas restituidas para que la proyección sea
ortogonal y no cónica. Permiten sobreimprimir los límites y símbolos de las unidades
cartográficas sobre un fondo fotográfico, con una precisa identificación del terreno.
Modelos numéricos del terreno
Cartografía asistida por ordenador
Sistemas de información geográfica (GIS): integran toda la información disponible.
Se empezaron a desarrollar a partir de 1968 (Burrough, 1986, Zink, 1990, Star y Estes,
1990, Hammer et al., 1991, Valenzuela et al., 1991).
Bases de datos, integrables a un GIS.
Global and National Soils and Terrain Digital Databases (SOTER).
Procesado automático de datos (ADP): almacenamiento y procesado de información
cartográfica que permite desarrollar interpretaciones y ayuda a la toma de decisiones.
Sistema de posicionamiento global por satélite (GPS) (Herring, 1996).

11. Intensidad de la cartografía y tipos de mapas


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La finalidad de un mapa determina el detalle requerido, es decir, la intensidad


de la cartografía, lo que lleva a establecer tres grados de actuación: fundamental,
estudio y ejecución, cuyo nivel de detalle es creciente, con lo que también lo serán
el tiempo y los costos referidos a la unidad de superficie cartografiada.

El grado fundamental o inicial tiene por objetivo empezar a disponer de algún tipo de
información de una región muy extensa, previamente muy poco estudiada. La cartografía
elaborada será a escala pequeña y se basará en la síntesis de información preexistente que
se presenta ahora de forma homogénea en un mismo lenguaje y formato. Las actuaciones
en grado de estudio utilizan como metodologías de trabajo la teledetección y el trabajo de
campo. El grado de ejecución supone obtener información detallada de los suelos del área
y su distribución en el paisaje, por lo que la base será la prospección en campo. Esta infor-
mación es la que se requiere para proyectos concretos.

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Dado que en la práctica existen amplias diferencias en la utilización de estos términos,
interesa que en cada mapa se indique el objetivo, la intensidad y la escala.
Young (1976) relaciona las escalas del mapa a elaborar y el tipo de levanta-
miento de suelos del siguiente modo:

pequeña grande

La finalidad del levantamiento cartográfico a realizar condicionará el grado de


actuación, la metodología de trabajo y la escala óptima del mapa a elaborar:

Tipo de mapa
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Grado de — Escala mapa a


actuación intensidad Finalidad Metodología básica de trabajo elaborar
(FAO, 1979) (orientativo)
Fundamental Esquemático Inventario muy general. Compilación de información. 1:2.000.000
— Información preliminar. Información indirecta.
Síntesis Inferencia.
Exploratorio Inventario general de recursos. Examen de grandes áreas en 1:2.000.000
— Determinar las posibilidades de poco tiempo. a 1:500.000
Síntesis desarrollo, estudios posteriores Información preexistente.
requeridos o áreas idóneas para un Transectos rápidos. Detección
desarrollo específico. de condicionantes para el de-
sarrollo: críticos y relevantes.
Generalizado Planificación regional. Localiza- Transectos rápidos. 1:750.000
— ción de proyectos de desarrollo. a 1:250.000
Síntesis

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Tipo de mapa
Grado de — Escala mapa a
actuación intensidad Finalidad Metodología básica de trabajo elaborar
(FAO, 1979) (orientativo)
Estudio Reconocimiento Estudios de previabilidad. Teledetección, principalmente, 1:400.000
— Localización de proyectos. cubriendo toda el área. Fisio- a 1:100.000
Baja Planificación local. grafía. Prospección en campo,
Estudios integrados. si es posible mediante tran-
Determinación de áreas de desarro- sectos.
llo prioritario y aquellas sólo ade- Información preexistente.
cuadas para agricultura no intensiva Identificar los principales con-
o pastos. dicionantes y áreas con riesgos
o baja potencialidad.
Semidetallado Evaluación económica. Estudios de Teledetección combinada con 1:100.000
— viabilidad de alternativas. una prospección de campo a 1:25.000
Mediana Implementar programas de desa- importante.
rrollo.
Ejecución Detallado Diseño y redacción de proyectos Prospección de campo, princi- 1:25.000
— concretos. Planes de conservación palmente. Apoyo limitado de a 1:10.000
Alta de suelos. Estudios a nivel de finca. fotointerpretación.
Muy detallado Estudios especiales para planifica- Establecimiento de una malla 1:5.000
— ción. Fincas experimentales. para una prospección sistemá- a > 1:1.000
Muy alta tica; o transectos sistemáticos.

Para los distintos tipos de mapas, la escala de las fotografías aéreas a utilizar, especifi-
caciones sobre densidad de observaciones a realizar, el tamaño de las unidades cartográfi-
cas de base y las tolerancias en la situación de los límites entre unidades son las que se indi-
can seguidamente:

Especificaciones sobre densidad de los datos por Unidad Tolerancia


Escala aproximada 100 ha cartográfica situación de
Tipo de mapa
Teledetección Análisis de base los límites
Calicata Sondeo Totales completos (ha) (m)
Esquemático Imágenes satélite
Exploratorio Imágenes satélite
Generalizado Imágenes satélite 1.000 500 a 1.000
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40.000 a 30.000
Reconocimiento 20.000 1 1 2 100 200 a 500
15.000 a 30.000 1 0 1 4 100 200 a 500
Semidetallado 20.000 1 2 3 4
15.000 a 30.000 0,5 2 2,5 2 25 100 a 200
15.000 a 30.000 2 8 10 8
Detallado 10.000 10 40 50 40
5.000 a 15.000 5 20 25 20
5.000 a 15.000 20 80 100 80 0,5 20
Muy detallado Ortofotos y apoyo
fotointerpretación
2.000 a 5.000 50 200 250 200
1.000 a 5.000 40 160 200 160
1.000 a 5.000 100 400 500 400 0.25 4 a 10

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12. Bases de datos electrónicas de suelos:
Información en soporte informático y en red

La aparición de los formatos CD ROM y de internet han puesto a disposición


de la ciencia del suelo la posibilidad de dar mucha mayor difusión a la enorme
cantidad de información de suelos disponible. Las bases de datos electrónicas
(Baumgardner, 2000) pueden ser:

— Descriptivas y tener datos cuantitativos con dimensión espacial (unidades


cartográficas de suelos).
— Datos puntuales que describen y cuantifican propiedades específicas de un
perfil de un suelo en una localización concreta conocida (georreferenciado)
y en un momento dado (fecha) de la superficie terrestre.

Las bases de datos y las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) han


venido a resaltar la imperiosa necesidad de disponer de terminologías normalizadas, para
hacer posible la compatibilidad entre bases de datos de suelos y facilitar así la transferencia
de conocimientos.
Entre las muchas fuentes de información existentes en la red, se citan algunas seguida-
mente, si bien debe tenerse en cuenta que las direcciones electrónicas cambian con facili-
dad, por lo que las que se indican sólo pueden considerarse orientativas:

— Base de datos digital de suelos y terreno (SOTER). FAO. Roma.


www.fao.org/catalog/New/products
www.isric.nl

— Base de datos de suelos de Canadá


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www.res.agr.ca/CANSIS

— Base de datos de levantamiento de suelos de Estados Unidos de Nortea-


mérica
http://soils.usda.gov
www.nhq.nrcs.usda.gov/WSR

Petersen (2000) ha estudiado las aplicaciones de las bases de datos de suelos,


aspectos que cambian muy rápidamente y se ampliarán de forma notoria. Los sis-
temas de información geográfica (GIS) han venido a complementar la gestión y
utilización de la información de suelos.

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13. Gestión de información de suelos: Sistemas
de información geográfica

La planificación del desarrollo y el manejo del suelo con criterios de sustenta-


bilidad/sostenibilidad requieren que los que toman decisiones interioricen que los
suelos, como recurso natural que son, desempeñan un papel central en la protec-
ción del medio ambiente y la producción agrícola. Además, su conocimiento
puede ser de gran utilidad en obras de ingeniería civil, tales como infraestructuras
viarias o de comunicaciones, canales, entre otras. Las técnicas informáticas pri-
mero y las de información y comunicación a partir de 1990 han venido a ampliar
las posibilidades de una adecuada gestión de la información de suelos y acceso a
la misma.

Una adecuada gestión de la información de suelos debe tener en cuenta que el suelo
cumple funciones ecológicas (producción de biomasa, capacidad de filtrado, tampona-
miento y transformación de residuos, hábitat biológico y reserva de genes) y funciones
relacionadas con las actividades humanas (producción de alimentos, fibras, forrajes,
asentamiento de instalaciones industriales, vías de comunicación, construcciones, espa-
cios de ocio, senderismo, destinatario de vertidos de residuos, suministro de materias
primas: arcillas, arenas, gravas; herencia cultural y geogénica: restos arqueológicos)
(Blum, 2002).
Resulta fácil deducir que, inevitablemente, existe una competencia entre los diversos
usos del suelo, debido a las diversas funciones potenciales del suelo y a la incompatibilidad
entre ellas. Por ello, será necesario establecer prioridades en el uso de los suelos y evitar
que se produzcan consecuencias medioambientales no deseables, o que los proyectos de
desarrollo no alcancen sus objetivos. Unos planteamientos de este tipo hacen necesario un
enfoque holístico que tenga en cuenta el sistema en su conjunto: aspectos físicos, biológi-
cos, económicos, sociales y financieros. Por ello resulta imprescindible integrar la informa-
ción de suelos en la toma de decisiones.

A partir del año 1970 se empezaron a generalizar las aplicaciones de los siste-
mas de información geográfica (GIS) a la planificación de los recursos naturales,
de los usos de territorio y de la protección del medio ambiente, con lo que la infor-
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mación contenida en la cartografía de suelos ha ido adquiriendo un papel cada vez


más relevante con tales aplicaciones, permitiendo una toma de decisiones referen-
tes al uso territorio mejor fundamentada. Burrough (1986) define un GIS como
«un instrumento que permite adquirir, almacenar, recuperar, transformar y presen-
tar datos espaciales del mundo real para un conjunto de fines concretos». Los GIS
han evolucionado considerablemente, pudiendo distinguir cuatro etapas, centrada
cada una de ellas en los siguientes aspectos (Martínez-Casasnovas, 2000):

— Cartografía: análisis de mapas o coberturas mediante operaciones algebraicas o de


lógica boleana para producir un nuevo mapa (Tomlin, 1990).
— Gestión de bases de datos geográficos: incorporación de gestores de bases de datos
temáticos en los GIS y su integración con datos geométricos (Maffini, 1997).

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— Análisis espacial y modelización de la información: desarrollo de la ciencia de la
información espacial y de las tecnologías de la información y comunicación. Mode-
los digitales del terreno que permiten extraer información cuantitativa de forma
automática. Fotinterpretación y análisis de imágenes (Longley et al. 1999).
— World wide web (www): acceso a la información por el gran público por medio de
una red de comunicaciones, gracias a los servidores de mapas de Internet (Foote y
Kirvan, 1997).

Los productos pueden ser mapas para usos específicos (compuestos, en pers-
pectiva, interpretativos o de potencialidades), así como información estadística
(áreas, longitudes, volúmenes o resúmenes de datos).
Por consiguiente, los levantamientos de suelos han encontrado nuevas aplicaciones gra-
cias a la tecnología GIS, que permite aplicaciones específicas importantes y resolver pro-
blemas de forma más rápida y eficiente. La digitalización de mapas por medio de un scan-
ner o manualmente y su introducción en bases de datos estratificadas en un GIS permiten,
por superposición y combinación de informaciones, producir nuevos mapas con una infor-
mación distinta a la preexistente (Hammer et al., 1991). No debe confundirse la cartografía
informatizada, con un análisis espacial de atributos, que es lo que realmente hace un GIS
(Cowen, 1988).
El diseño de una base de datos de suelos para llevar a cabo interpretaciones
automatizadas utilizando tecnología GIS implica la descripción de datos espacia-
les y no-espaciales. Las unidades cartográficas se almacenan en la base de datos
espaciales, mientras que las características externas e internas de suelos se almace-
nan en la base de datos no-espaciales (Zinck y Valenzuela, 1990).
Un GIS es una herramienta que permite aumentar la escala tanto como se
quiera, si bien nunca deberá aumentarse por encima de la escala que venga avalada
por la densidad de observaciones que se utilizó en el levantamiento de suelos.

ESTUDIO DE CASOS
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Con el uso de las tecnologías GIS los productos de los levantamientos de sue-
los han pasado a ser utilizados por un mayor número de usuarios, que en algu-
nos casos no poseen una suficiente formación edafológica de base y que des-
conocen la metodología utilizada en los levantamientos de suelos. Ello puede
inducir a cometer errores importantes, en el manejo e interpretación de la infor-
mación generada a partir de un mapa de suelos digitalizado y gestionado
mediante un GIS. Se pide que se identifiquen y discutan posibles causas error.

Bases para la discusión


Al digitalizar un mapa de suelos se captan los límites entre unidades cartográfi-
cas. En un GIS se tratarán unidades cartográficas.
¿Son los límites en campo tan abruptos como aparecen dibujados en el mapa?

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¿Cada mancha que aparece en el mapa como perteneciente a una misma uni-
dad cartográfica se corresponde íntegramente a lo que indica de ella la leyenda
del mapa?
¿En una unidad cartográfica existe un único pedión modal?
¿Pueden existir en una unidad cartográfica pediones con características limi-
tantes o condicionantes para ciertos usos y que no vengan representados en el
mapa?
¿A partir de qué mapas es mayor el riesgo de cometer errores de interpretación
de posibles respuestas: mapas a escala grande o pequeña?
¿Cómo puede verse afectada la fiabilidad de los mapas producidos a partir de
tal información de entrada?

14. Criterios para evaluar la calidad de un mapa de suelos

La calidad de un mapa de suelos hace referencia a:

— Calidad de la información contenida en el mapa: para evaluarla se requiere


volver al campo y con la barrena hacer un sondeo en un lugar ya cartografiado
y examinar si el suelo encontrado se corresponde al indicado en el mapa.
Fiabilidad.
Precisión.
— Utilidad del mapa para los objetivos de los usuarios:
Escala: detalle con que se presenta la información (densidad de observaciones).
Eficacia para realizar predicciones.
Leyenda.

Al redactar un pliego de prescripciones técnicas para encargar un mapa de suelos, al


recibir un trabajo o simplemente cuando deban tomarse decisiones a partir de la informa-
ción contenida en un mapa de suelos, resulta muy conveniente tener en cuenta los criterios
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de calidad referidos a la ejecución del mapa, que pueden concretarse en los siguientes:

— Densidad de observaciones: obs/ha.


Función de la finalidad del mapa y escala óptima de representación.
— Tipo de observaciones:
Relación calicatas/sondeos.
Relación calicatas/total de observaciones.
Profundidad mínima de calicatas y sondeos.
— Precisión y significado de los límites: forma de situar los límites entre uni-
dades cartográficas.
Inferidos por fotointerpretación.
Determinados por observaciones en campo y seguidos en toda su longitud.

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Interpolados entre los puntos observados.
— Uniformidad de las unidades cartográficas:
Pureza de las unidades cartografiadas (puede variar del 65 al 90 %).
Coeficientes de variación de una propiedad individual del suelo (raramente menos
de un 20 % y para propiedades químicas puede llegar al 70 %).
Porcentaje y tipo de inclusiones en cada unidad.
Valor predictivo de una unidad cartográfica.
— Análisis realizados:
Ensayos preliminares de campo.
Número y tipo de muestras tomadas.
Análisis de laboratorio.
Identificación del laboratorio.
— Formación y experiencia del equipo prospector:
Nombre del director del equipo.
Nombre de los prospectores o cartógrafos y formación.

Se han propuesto criterios para evaluar la precisión de los mapas de suelos, tales como
el índice de calidad (Legros, 1973), que se expresa por:

2Pa + Pna
FC = 
75 E S
U
Pa = perfiles analizados.
Pna = perfiles analizados parcialmente.
E = escala del mapa.
S = superficie prospectada (ha).
U = unidades cartográficas establecidas.
Para una escala 1:25.000 se tiene:
FC ≤ 70 calidad insuficiente
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70 < FC < 120 aceptable


FC > 120 excelente

La leyenda puede hacer de un mapa un documento únicamente para expertos,


por la terminología utilizada, o bien convertirlo en una información fácilmente
accesible, si es mucho más explicativa.
De un mapa básico que sea de calidad y si la densidad de observaciones y la
escala son adecuadas, se podrán derivar mapas para fines específicos para usuarios
concretos, sin que ello represente un coste adicional importante.
Los mapas deben ser fáciles de utilizar, por lo que la presentación o edición
debe cuidar los aspectos de calidad:

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Cualidades Observaciones

Precisión Depende del error gráfico en la localización de las unidades cartográficas en el mapa.
La precisión aumenta al hacerlo la densidad de observaciones; al indicar referencias
cartográficas, topográficas y coordenadas, así como al utilizar ortofotomapas. Impor-
tancia de la fiabilidad en el establecimiento de los límites entre las unidades.

Expresión Presentación adecuada de la información. Depende de los símbolos, colores, tramas y


signos, que deben seleccionarse cuidadosamente.
El mapa debe ser agradable.

Legibilidad Facilidad con que es percibida la información. Depende del modelo de distribución
de los suelos. Escala óptima de representación.
Un exceso de información puede dificultar la utilización del mapa.
Por razones de coste de edición se producen mapas a la menor escala posible a condi-
ción de que sean legibles y no se pierda información con la reducción.
Un mapa debe ser claro. El manejo del color y el poner su símbolo a cada delineación
del mapa pueden mejorar la lectura.

Eficacia El mapa debe de ser útil, completo y veraz.


La información contenida en el mapa debe permitir predecir las propiedades del
suelo en cualquier unidad representada. Depende de la pureza de cada unidad car-
tográfica.

Leyenda Presenta de forma organizada las unidades cartográficas.


Permite utilizar el mapa como documento completo en sí mismo. Debe ser corta y
comprensible. La leyenda puede ser identificativa, si sólo es una lista de símbolos
para identificar las unidades por su nombre; descriptiva, si da información de cada
unidad; interpretativa, si proporciona información de cada unidad en relación a usos
específicos del territorio o sistemas de manejo, lo que facilita el acceso a la informa-
ción sin ser un especialista.
La leyenda puede incluir indicaciones sobre las fuentes de documentación, método
de trabajo, inclusiones y precisión.

ESTUDIO DE CASOS
1. En un pliego de prescripciones técnicas para la contratación de la asisten-
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cia técnica para la realización de un mapa de suelos se indica que «el nivel
de este estudio será de reconocimiento detallado con un número de obser-
vaciones correspondientes a media intensidad». Indica, además, que los
trabajos de campo tendrán una densidad de 1 observación por cada 100
ha, con una relación de 1 calicata por cada 6 sondeos. Se desea saber el
grado de actuación previsto y tipo de mapa a elaborar.
2. En el caso anterior, plantear el presupuesto correspondiente al apartado
«Prospección de campo» sabiendo que la superficie a cartografiar es de
32.000 ha.
3. Discutir las posibilidades que ofrece el mapa de suelos del continente afri-
cano para basar en él un proyecto de transformación en regadío en un país
concreto.

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4. Calcular la variabilidad espacial del contenido de limo del epipedión del
suelo de una unidad cartográfica en base al coeficiente de variación, a par-
tir del muestreo y análisis de diez pediones: 40,0 %, 38,1 %, 39,7 %,
41,6 %, 40,5 %, 39,8 %, 39,1 %, 37,2 %, 40,8 %, 40,9 %, e interpretar si es
aceptable de acuerdo con los siguientes criterios establecidos por Beckett y
Webster (1971):

Coeficiente de variación (%) aceptable


Propiedad
En un campo En una unidad cartográfica En un grupo

Textura 15 20 30
m.o. y N 25 35 36
Ca, Mg, P, K 30-70 60 60

Respuestas
1. El redactado no resulta correcto. Al indicar «reconocimiento detallado» no está indi-
cando un único tipo de mapa, sino dos. Una «intensidad media» de observación
(FAO) corresponde a un semidetallado. Una densidad de 1 observación/100 ha,
viene a corresponder a un «reconocimiento», y no a un «detallado» que exige 10
observaciones/100 ha.
2. Utilizar los criterios indicados en el texto.
3. Ninguna. Una evaluación de suelos para su transformación en regadío (Cap. 22)
exige una cartografía a escala 1:25.000, para trabajar a nivel de proyecto de ejecu-
ción.
4. Con los valores indicados se calcula:

S
CV% =  100 S = desviación típica

X
 = media
X

15. Bases para elaborar el presupuesto de una cartografía


de suelos
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Para elaborar el presupuesto para realizar un mapa de suelos hay que tener en cuenta los
gastos referentes a material (fotos aéreas, mapas, bibliografía, diapositivas, fichas de des-
cripción, etc.), a personal (dirección del trabajo, sueldo, seguros, alojamiento, manutención
y desplazamientos), a servicios contratados (excavadora, análisis de suelos, informática,
delineación, mecanografía, gastos de edición, etc.) y a retenciones (gastos generales, IVA,
etc.). Las partidas presupuestarias que se suelen considerar son las siguientes:

Concepto Partidas

1 Desplazamientos 1.1 Reconocimiento de la zona


1.2 Prospección.
1.3 Reuniones

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Concepto Partidas

1. Desplazamientos 1.1 Reconocimiento de la zona.


1.2 Prospección.
1.3 Reuniones.
2. Gastos de personal: retribuciones 2.1 Director del Trabajo.
2.2 Prospectores (Fotointerpretación y Prospección).
2.3 Personal auxiliar de campo.
2.2 Mecanografía y ordenador.
2.3 Delineación de mapas.
3. Gastos de personal: dietas 3.1 Reconocimiento de la zona
3.2 Prospección (alquiler maquinaria, situar calicatas y abrir,
descripción, etc.).
3.3 Trabajo de campo.
3.4 Reuniones.
4. Gastos de material y alquileres 4.1 Cartografía topográfica, geológica, etc.
4.2 Fotografías aéreas, imágenes de satélite y ortofotomapapas.
4.3 Documentación.
4.4 Alquiler de excavadora.
4.5 Fichas de descripción.
4.6 Bolsas y cajas de embalaje.
4.7 Material de fotografía e informática.
4.8 Análisis de las muestras.
4.9 Material de oficina y varios.
4.10 Uso de ordenador e internet.
4.11 Alquiler oficina en campo.
5. Análisis especiales 5.1 Mineralogía.
5.2 Láminas delgadas.
5.3 Microscopía electrónica.
5.4 Conductividad hidráulica.
5.5 Velocidad de infiltración.
6. Gastos de edición 6.1 Fotocopias y CD ROM.
6.2 Copias de mapas.
6.3 Fotografías.
6.4 Encuadernaciones.
7. Gastos generales Dependen de quien haga la cartografía.
8. Imprevistos Porcentaje del total.
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En el estudio de tiempos hay que evaluar las tres fases del trabajo, así como las reunio-
nes previsibles a lo largo del trabajo, y una vez entregado éste. Las observaciones a realizar
en campo son función del tipo de mapa. De forma orientativa se puede indicar que un pros-
pector en cartografía detallada describe una media de 5 calicatas por día incluyendo el
tiempo necesario para abrirlas y volverlas a cerrar. La relación entre el tiempo de prospec-
ción y el de fotointerpretación se estima igual a 1 (reconocimiento), 5 (semidetallado), 10
(detallado) y 100 (muy detallado). La redacción del Informe final puede requerir un tercio
del tiempo total (Rodgers y cols. 1969).
Como base para la elaboración de un presupuesto de una cartografía de suelos se puede
tener en cuenta los siguientes tiempos relativos de ejecución, según el grado de actuación y
la escala del mapa a elaborar, considerando la revisión bibliográfica, fotointerpretación y
prospección:

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Tiempos relativos %
Grado de actuación Mapa elaborar Revisión Fotointerpretación Prospección
bibliográfica /Teledetección de campo

Fundamental 1:1.000.000 90 10 0
Estudio 1:400.000 60 20 20
1:100.000 20 40 40
1:50.000 20 30 50
1:15.000 15 15 70
Ejecución 1:15.000 10 10 80
1:5.000 5 5 90

En un levantamiento de suelos la partida presupuestaria más elevada es la de los gastos


de personal, que principalmente corresponderá a trabajos de campo. Dent y Young (1981)
consideran que los gastos de personal representan los dos tercios del coste total y que al
multiplicar la escala por n, el esfuerzo de campo aumenta en 1.6 n y el coste total en 1.4 n.
El tipo de levantamiento será un factor determinante en el coste del mapa, así por ej. la rela-
ción de costes entre un mapa semidetallado y uno detallado puede ser del orden de 1:10.
Los costesde realizar un mapa de suelos varían considerablemente (Dent y Young,
1981) según se encargue a:

— Un consultor, que deberá cargar los costes reales que incluyen los períodos de baja
actividad entre trabajos.
— Un Servicio de Suelos gubernamental, única manera de dar continuidad a trabajos
de cartografía de suelos en el marco de un país.
— Un Departamento Universitario, estos trabajos resultan relativamente baratos, ya
que no se tienen en cuenta el cubrir los períodos entre proyectos y que los que los
realizan están acostumbrados a trabajar con poco presupuesto y alcanzar objetivos
indirectos dentro del trabajo.

16. Bibliografía
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16.1. Bibliografía básica


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22
Usos y aplicaciones
de la información de suelos

1. Interpretación y usos de la información de suelos

En el pasado la información de suelos se hallaba disponible únicamente en


soporte papel: los mapas de suelos. En la actualidad, como se ha indicado en el
capítulo 21, existen bases de datos, GIS y otros equipos informáticos que permiten
reelaborar la información disponible e imprimir mapas a la demanda. Con mucha
facilidad se pueden producir nuevos mapas para aplicaciones específicas, par-
tiendo de un mapa o de información básica de suelos georreferenciada, es decir, de
la que se conoce con precisión su procedencia expresada por unas coordenadas,
generalmente UTM o geográficas (latitud/longitud/altitud). Como ejemplos de
este proceso pueden citarse:

— Mapa de evaluación de capacidades productivas.


— Mapa de riesgos erosivos.
— Mapa de capacidades de retención de agua de los suelos.
— Mapa de clases texturales.
— Mapa de adaptabilidad de especies cultivadas.
— Mapa de niveles de pH.
— Mapa de riesgos de clorosis.
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— Mapa de fertilidad de suelos.


— Mapa de adaptabilidad de sistemas de riego.
— Mapa de niveles de salinidad.
— Mapa de aptitudes para el riego.
— Mapa de necesidades de drenaje.
— Mapa de profundidad y composición de las capas freáticas.
— Mapa de áreas degradadas.
— Mapa de potencial de expansión-retracción.
— Mapa de aptitud para áreas recreativas.
— Mapa de riesgos (inundación, asfixia radicular, salinidad, etc.).
— Mapa con fines catastrales.

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— Mapa para ordenación del territorio.
— Mapa para localización de infraestructuras.
— Mapa de necesidades de enmiendas (cálcicas, de yeso, orgánicas, ...).
— Mapa de protección de aguas freáticas.
— Mapa de protección de zonas agrícolas.
— Mapa de aplicación de residuos urbanos e industriales según riesgo contaminante.
— Mapa de suelos a dejar de cultivar (set-aside), etc.

Al derivar cualquiera de estos mapas no deben olvidarse los condicionantes


(Cap. 21):

— La escala del mapa base de que se parta, que determinó en su día la densidad de
observaciones en campo.
— Los objetivos con los que fue levantado el mapa base, que determinaron el tipo de
información a obtener en campo.
— La homogeneidad de una unidad cartográfica no es tal, pudiendo contener suelos
similares y disimilares.
— Los límites entre unidades no son tan abruptos en el campo como podría dar a enten-
der el mapa.

No tener en cuenta estos aspectos puede conducir a graves errores.


En los centros que disponen de los equipos técnicos adecuados pueden efec-
tuarse impresiones rápidas de mapas temáticos, lo que contribuye a dar una gran
flexibilidad en las aplicaciones. Es posible reelaborar continuamente la informa-
ción solicitada, en función de las mejoras en la base de datos o de cambios en los
criterios de aplicación.

2. Modelización de las cualidades del terreno


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El diseño de un modelo requiere identificar los procesos, para describir empírica-


mente las relaciones existentes y contrastar su cumplimiento general. Los modelos más
utilizados en evaluación de suelos (Burrough, 1989) son los empíricos, en los que se esta-
blece la relación sin llegar a un conocimiento del mecanismo actuante (modelos de caja
negra). Se pueden subdividir en modelos de umbral y en modelos de regresión. También
se utilizan los modelos de procesos determinísticos con los que se intenta describir un pro-
ceso particular en términos de leyes físicas o químicas, perfectamente establecidas; y los
modelos de procesos estocásticos que se proponen describir un proceso particular en tér-
minos de la teoría estocástica.
El proceso de utilización de información georreferenciada para la obtención de mapas
temáticos interpretativos de aspectos prácticos, mediante el uso de modelos se puede
esquematizar como sigue (LQ = calidad de la tierra, LR = requerimientos).

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FUENTE DE INFORMACIÓN
BÁSICA: PROSPECCIÓN DE
SUELOS

MAPA DE SUELOS A
DETERMINADA ESCALA

CUALIDADES DEL
TERRENO LQ

INFORMACIÓN COMPLEMENTARIA
GEORREFERENCIADA
CLIMA, GEOLOGÍA...
ALMACENAMIENTO EN UN GIS MODELO DE SALIDA:
ENTIDADES GEOGRÁFICAS RELACIÓN MAPA DE
BÁSICAS LQ & LR APTITUD

REQUERIMIENTO DE UN USO
ESPECÍFICO DEL TERRITORIO LR

En la utilización de modelos deben tomarse algunas precauciones ya que, si bien un


modelo implementado en un ordenador siempre transformará de forma rápida datos de
entrada en resultados, se requiere que éstos tengan validez, para lo cual una condición
indispensable es que los datos de entrada sean los requeridos por el modelo. Las condicio-
nes de aplicabilidad deben conocerse siempre y deben ser respetadas.
Un aspecto importante a tener en cuenta para realizar predicciones a partir de
modelos es la resolución espacial o geométrica caracterizada por:

Ser el área mínima a que hace referencia una información al expresarla carto-
gráficamente.
Presentar valores diferentes según la información de que se trate:
Altimetría: se conoce normalmente con relativa precisión. Equidistancias de 20 m e
incluso más detallada. Alta resolución.
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Suelos: raramente se conoce esta información con una resolución hectométrica.


Clima: la resolución suele ser kilométrica, del orden de 10 km, acorde con la densi-
dad de observatorios existentes. Baja resolución.

Los modelos deben diseñarse de forma que:

— Utilicen información contenida en bases de datos o GIS, debiendo evitar que


requieran datos que sólo sean obtenibles a partir de ensayos de campo, por lo
general lentos y caros. Esta fase, si es necesaria, debe haber sido llevada a cabo
con anterioridad.
— Puedan funcionar con informaciones de distinta resolución espacial y temporal.

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Los datos resultantes de un modelo deben ser utilizados para dar soporte a
decisiones a la escala en que se hallaban las informaciones de entrada del modelo.
El proceso de elaboración de un modelo implica (Burrough, 1989):

— Calibración para establecer los valores correctos de los parámetros de control.


— Validación para comprobar que produce resultados correctos en localizaciones que
no hayan sido utilizadas para desarrollar el modelo.
— Análisis de sensibilidad para determinar en qué medida se ven afectados los
resultados al variar el valor de los parámetros de control y de los datos de entrada.
— Estudio de la propagación de errores de los parámetros de control y datos de
entrada a los resultados y si están dentro de lo límites aceptables.

3. Utilización directa de un mapa de suelos para la toma


de decisiones en una explotación agrícola

Si bien existen metodologías que permiten una sistematización en el uso de la


información de suelos contenida en un mapa, los sistemas de evaluación de suelos,
también resulta posible una utilización directa cuando se maneja un volumen redu-
cido de información. En estos casos se pueden tomar en consideración:

— Las propiedades morfológicas observadas al estudiar el suelo en el campo.


— Las propiedades inferidas de las anteriores.
— Los resultados de análisis físicos y químicos de las muestras del perfil.

La utilización directa de los mapas de suelos permite identificar condicionan-


tes para el uso del suelo, algunos de los cuales se indican seguidamente:
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Características Criterios de interpretación Condicionantes para el uso


SINEDARES y CatSIS

Profundidad de suelo Poca < 40 cm Los suelos poco profundos presentan


Moderada 40-80 cm menor volumen explorable por las raíces,
Grande > 80 cm lo que afecta al suministro de agua y
nutrientes a las plantas. De acuerdo con el
balance hídrico, la CRAD, y el tipo de
planta se puede determinar el grado de con-
dicionamiento. Las profundidades norma-
les de enraizamiento en condiciones favo-
rables son:
cereales 120 cm patata 70-80 cm
alfalfa 200 cm pradera 20-40 cm
remolacha azucarera 120 cm →

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Espesor efectivo Dependerá de la profundidad a la que apa-
Contacto lítico (Subgrupos líticos) rezca.
Contacto paralítico
Capa de gravas
Endopedion cementado
Horizonte hipergypsico
Horizonte con carácter aquico

Pedregosidad superficial No pedregoso < 1% V Dificulta el laboreo del suelo, la prepara-


Poco 1-5 ción de la cama de siembra, la nascencia,
Ligeramente 6-15 la implantación del cultivo y la densidad
Moderadamente 16-35 de plantas.
Muy 36-70 Dificulta las labores de cultivo, la siega, la
Extremadamente > 70% recolección de cultivos de raíz y tubércu-
los, y los que se recogen con equipos de
aspiración.

Elementos gruesos de cada Disminuyen el volumen efectivo de suelo


horizonte para almacenar agua, nutrientes y ser explo-
rado por las raíces. Pueden dificultar culti-
vos de raíz, tubérculo o bulbo.

Textura de cada horizonte Las texturas desequilibradas pueden dar


Carácter psaméntico origen a diversos problemas (Cap. 6). Tex-
Perfil textural tura arenosa en superficie: erosión eólica.
Contrastes texturales entre Textura arenosa: baja CRAD y baja capa-
horizontes cidad de suministro de nutrientes. Textura
limosa, franco-limosa en su perficie: costra
superficial, apelmazamiento.

Drenaje Manchas de Las condiciones de drenaje deficiente se


óxido-reducción deben a que el agua es eliminada lenta-
Profundidad a la que mente del suelo, aun cuando la conductivi-
aparecen dad hidráulica pueda ser elevada. Se pre-
sentan problemas por asfixia radicular.
Movilización del hierro que puede precipi-
tar en los tubos de un sistema de drenaje
enterrado. Los chopos, a pesar de vivir en
las riberas y llanuras aluviales con capa
freática, no soportan una capa freática no
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circulante, por lo que requieren condicio-


nes de buen drenaje.
Los melocotoneros mueren por asfixia
radicular en suelos con carácter ácuico.

Consistencia (CBDSA, 1983) Un horizonte muy compacto puede ser un


Dureza impedimento para el paso de las raíces.
Compacidad

Arcillas expansibles (CBDSA, 1983) Pueden provocar roturas en las raíces de


Carácter vértico árboles. Crean problemas en caminos,
Grietas profundas construcciones y conducciones enterradas.

Sulfatos Las aguas selenitosas que son las que resul-


Yeso tan de la disolución de yeso, crean proble-
Sulfatos Na, Mg mas al atacar el hormigón normal. →

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Caliza activa La presencia de ión bicarbonato en el agua
pH del suelo puede bloquear la absorción de
% CaCO3 equivalente hierro, provocando una clorosis férrica.
% Caliza activa
Índice de poder clorosante

La información derivada de un mapa de suelos puede presentarse en forma de


tablas o bien plasmarse en un mapa aplicado.

ESTUDIO DE CASOS
Abrir un debate para discutir qué tipo de información puede ser necesaria derivar
de un mapa de suelos con el fin de evaluar el riesgo de estrés hídrico para las
plantas; de lavado de N-NO3 procedente de fertilizantes, purines y residuos orgá-
nicos; de toxicidad por aluminio; de estrés por salinidad; y por degradación física.

Respuestas
Riesgo Información requerida total o parcialmente

De estrés hídrico para el cultivo Según la profundidad del suelo, la capacidad de reten-
ción de agua disponible para las plantas (CRAD) y com-
plementando la información con la del balance hídrico,
las características de enraizamiento y las exigencias del
cultivo se puede establecer el nivel de riesgo.
De lavado de nitratros Hay que tener en cuenta
procedentes de fertilizantes, categoría de suelo
purines y residuos orgánicos. profundidad del suelo
CRAD
textura
pH
porosidad
permeabilidad
características de la capa freática
régimen pluviométrico
proximidad a los cursos del agua
De toxicidad por aluminio Habrá que tener en cuenta:
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para las plantas categoría del suelo


pH
% Al intercambiable
% saturación de bases
De estrés por salinidad Habrá que tener en cuenta:
Fase del suelo
conductividad eléctrica
CE1:5 y CEs
calidad del agua de riego
tolerancia de los cultivos a implantar
De degradación física estado de la estructura
estabilidad/inestabilidad estructural
% materia orgánica
ESP (porcentaje de sodio intercambiable)

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4. Evaluación de suelos y evaluación del terreno
Al adquirir cualquier tipo de instrumental, éste suele llegar acompañado de un manual
de instrucciones, para poder conseguir un uso más eficiente de la inversión realizada. El
territorio en general, o el suelo en particular, suelen ser utilizados sin manual de instruc-
ciones.
Cuando el usuario es un agricultor experimentado, el sistema de prueba y error le habrá
permitido heredar e ir aumentando un conocimiento empírico, sin duda muy valioso, sobre
el suelo que utiliza.
Cuando un planificador debe tomar decisiones sobre la asignación de usos a un territo-
rio, parece bastante evidente que se hace necesario un conocimiento del mismo, dado que
no todas las superficies de suelo son equivalentes.
Las decisiones en la asignación de usos pueden llegar a ser críticas, dando lugar a
importantes beneficios o pérdidas según el uso a que se destine un determinado sector del
territorio. Tales efectos pueden tener incidencia económica; medioambiental si desencade-
nan procesos de degradación e incluso política, si no se alcanzan los objetivos propuestos.
Los recursos del terreno son fenómenos naturales que se describen en términos estricta-
mente científicos y que, en sí mismos, no ofrecen indicación alguna de cómo deben o pue-
den ser usados (Vink, 1975).

La evaluación de un terreno es una forma de clasificación del mismo y busca


utilizar la gran cantidad de información que sobre él se dispone, para poder dar
respuesta a las preguntas que sobre oportunidades y limitaciones de uso se plan-
teen los usuarios del mismo.

La expresión evaluación del terreno (land evaluation) se ha popularizado a raíz de


la publicación por la FAO (1976) del libro titulado Framework for land evaluation,
donde se la define como el:
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«Proceso de juzgar el comportamiento de un uso del terreno, mediante la eje-


cución o interpretación de estudios y cartografías de suelos, geomorfología,
vegetación, clima y otros aspectos del mismo con el fin de identificar y reali-
zar una comparación de los tipos de uso prometedores, en relación con uni-
dades específicas del terreno en términos aplicables a los objetivos de la eva-
luación.»

La evaluación del terreno no es un proceso puramente físico, ni tampoco meramente


económico, si bien los usos previstos deben ser definidos dentro de un contexto socioeco-
nómico. Se puede afirmar por tanto, que la evaluación del terreno consiste en el uso de
parámetros socioeconómicos en la evaluación de datos físicos (Vinck, 1975).

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La evaluación del terreno se puede concebir igualmente como el proceso para estimar el
potencial productivo de las tierras para usos alternativos y representa una aplicación de los
mapas de suelos, para hacer más asequible la información a los intereses de distintos tipos
de usuarios.
La información acerca de los diferentes suelos y su ubicación es la materia prima de la
evaluación de tierras (McRae y Burnham, 1981). Por esta razón, evaluación de tierras y
evaluación de suelos se utilizan a menudo como sinónimos, si bien el concepto «tierras»
tiene un sentido global, sinónimo de terreno; tierra tiene una acepción más amplia que la de
suelo, a la que incluye. La FAO (1976) utiliza el término «land» (tierra o terreno) para
expresar el carácter total de un área de la superficie terrestre, cuyas características incluyen
todos los atributos de la biosfera razonablemente estables o cíclicos: clima, suelos, rocas
subyacentes, agua, poblaciones animales, vegetación, drenaje y los resultados de la activi-
dad humana presente y pasada. Se toman en cuenta, por consiguiente, atributos permanen-
tes y que ejerzan una influencia significativa sobre los usos presentes y futuros del terreno
por el hombre.
El proceso de evaluación es una parte integrante, ya desde un estadio muy inicial del
proceso de ordenación del territorio (Vink, 1983), por cuanto los datos físicos constituyen,
o deberían constituir, la base de cualquier evaluación socio-económica. El reconocimiento
de este hecho elemental no entra en contradicción con la dificultad de llevarlo a término,
tanto por la complejidad del proceso planificador como por la dificultad de adaptar las
metodologías de evaluación del terreno a cada situación específica.
En cualquier caso, las posibilidades que ofrece la evaluación del terreno rural no se
agotan con las evaluaciones para usos agrícolas. Desde que en los años 60 empezaron a
generalizarse tales aplicaciones por parte del USDA, han aparecido multitud de casos en
los que se ha procedido a evaluaciones no exclusivamente agrícolas: adecuación del territo-
rio, desarrollo urbano. planificación de redes viarias, mejoras paisajísticas, conservación de
áreas naturales, etc. (Simonson, 1974; SCS, 1975, 1983; Davidson, 1980; Bartelli, 1978;
Jarvis y MacKney, 1979; Olson, 1984; Siderius, 1986; Vink, 1983).
En los años 80, con el desarrollo de las técnicas de modelización y los sistemas de
información geográfica, han aumentado las posibilidades de derivar mapas de suelos inter-
pretados con criterios específicos. En este sentido muchos países han realizado esfuerzos
importantes para dotarse de los mapas básicos de suelos a escala detallada, información que
resulta imprescindible en cualquier proceso de evaluación del terreno. Por otro lado, orga-
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nismos internacionales tales como la FAO han desarrollado programas para poder disponer
de los mapas de suelos del mundo, en este caso a pequeña escala, pero igualmente valiosos
para una planificación global.

5. Principales sistemas actuales de evaluación


La evaluación del terreno debe ofrecer un lenguaje común que facilite la comunicación
y cooperación entre los que actúan sobre el territorio. La evaluación de tierras o suelos está
basada en su cartografía, lo que implica establecer criterios de evaluación y según ellos juz-
gar la capacidad o aptitud de las unidades cartográficas de un territorio determinado.
La realización de un estudio de evaluación comprende una serie de fases que van desde
la recopilación de datos, cartografía, descripción del medio físico, hasta la aplicación de un
método de evaluación que utilice, en una u otra forma, la información que se ha recogido y

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elaborado. Ciertos métodos pondrán más énfasis en las limitaciones, mientras que otros
darán más importancia a las posibles aptitudes; en cualquier caso, una misma información
podrá tener diferentes lecturas, si bien el ideal es el establecimiento del uso óptimo de las
tierras.
La evaluación del terreno puede ser:

— Según la metodología aplicada:


Directa: cuando se comprueban los resultados de cierto uso tras su ensayo.
Indirecta: es la generalmente utilizada, se asumen ciertas propiedades, por las
características del suelo y su ubicación y se considera una mayor o menor viabilidad
de ciertos usos, en función de las cualidades de los suelos.
— Según el resultado obtenido:
Evaluación cualitativa: cuando la opinión acerca de los usos alternativos se
expresa de esta forma.
Evaluación Cuantitativa: los resultados se expresan en estimaciones cuantitativas.
— Según la situación considerada se puede definir la:
Aptitud actual: se refiere al estado actual de una determinada unidad de tierras.
Aptitud potencial: hace referencia a la valoración futura de la unidad de tierras
cuando se hayan llevado a cabo mejoras sustanciales.

Entre los sistemas de evaluación que existen se puede establecer otra diferen-
cia fundamental, que reside en sus objetivos respectivos y en la especificidad de
los evaluados.
Cabe distinguir:

— Sistemas de capacidad: los usos evaluados son muy generales y/o están definidos
en términos muy amplios y poco precisos.
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— Sistemas de aptitud: los usos a evaluar se definen con gran precisión y el uso es
muy específico.

Atendiendo a cómo sean tratados los atributos del terreno se pueden diferen-
ciar los:

— Sistemas paramétricos: asignan un valor numérico a las características o cualida-


des y posteriormente se opera matemáticamente (adición o multiplicación son las
operaciones más comunes).
— Sistemas categóricos: la asignación a las distintas clases se hace de acuerdo con
los valores limitantes de una serie de cualidades del terreno que tengan carácter per-
manente.

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Los términos paramétrico y categórico se refieren también a la forma de presentar
los resultados. En el primer caso, en general, el resultado de la evaluación se presenta con
una escala numérica continua (en muchos casos de 0 a 100), mientras en el segundo se esta-
blecen clases discretas, con subdivisiones adicionales. Los métodos que se exponen segui-
damente podrán ser estudiados con mayor detalle en la bibliografía especializada que se
indica en cada caso. En general cabe citar las obras de McRae y Burnham, (1981), Dent y
Young, (1981), Vinck (1983) y Boixadera y Porta (1991).

6. Método de clases de capacidad agrológica


Este sistema fue diseñado inicialmente para la planificación de los trabajos del Servicio
de Conservación de Suelos en Estados Unidos. La elaboración estuvo a cargo del Departa-
mento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) en la década 1940-50, lo que no deberá
ser olvidado al considerar las prácticas que en base a él se recomiendan.
El método ha sido ampliamente aplicado en Estados Unidos, encontrando referencias
al mismo en Bennet (1939), Hill y Powers, (1953) y en Klingebiel y Montgomery, (1961).
quienes propusieron una descripción de las clases que ha sido la empleada desde entonces.
Adaptados a las condiciones de los suelos españoles, cabe citar los trabajos de Hubell et al.
(1954), Roquero (1964), MAPA (1974) y Fernández et al. (1999). Sus objetivos iniciales se
han ampliado y su empleo con fines agrícolas se ha generalizado en diversos países, entre
ellos España, habiéndose introducido en el sistema original numerosas modificaciones
(McRae y Burnham, 1981).
El sistema viene caracterizado por la estimación de la capacidad del terreno
para su empleo bajo usos agrícolas, sin descender a unos sistemas o prácticas de
cultivo específicos. Establece:

— Clases agrológicas: agrupan unidades de suelos atendiendo a sus características de


productividad actuales, sin que se degrade el recurso suelo a medio o largo plazo
(Klingebiel y Montgomery, 1961).
Dependiendo de las limitaciones al uso agrícola que imponen las propiedades del
suelo y clima, se reconocen ocho clases en las que la selección de sistemas agrícolas
y cultivos está más o menos restringida.
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Para denominar las Clases se utilizan números romanos del I al VIII.


Las unidades cartográficas que se agrupan bajo una misma clase son lo suficiente-
mente uniformes para producir tipos similares de cultivos, precisar de un nivel de
manejo semejante, requerir prácticas de conservación parecidas y tener un potencial
productivo similar.
— Subclases: se definen en función del tipo de limitación para cultivos intensivos que
presenta la unidad. Al símbolo que representa la clase se le añade un subíndice que
indica la naturaleza de la limitación.
— Unidades de capacidad agrológica: son unidades cartográficas de evaluación de
mayor homogeneidad y que presentan un mismo potencial, limitaciones y res-
puesta al manejo, Simbólicamente se expresan con la adición de un numeral árabe
a la subclase.

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Los mapas edafológicos básicos siempre contienen la información requerida
para determinar la capacidad agrológica de un suelo. Los criterios que se toman en
consideración varían en función de las adaptaciones locales, por lo general son los
siguientes:

— Profundidad efectiva.
— Textura del horizonte superficial.
— Conductividad hidráulica.
— Clase de drenaje.
— Capacidad de retención de agua disponible para las plantas.
— Pendiente.
— Riesgo de erosión.
— Riesgo de inundación.
— Salinidad.
— Alcalinidad.
— Sustancias tóxicas.
— Período libre de heladas.
— Índices climáticos.

El esquema de la determinación de la capacidad agrológica es el siguiente:

Análisis de las Establecimiento de la


características → clase de capacidad → Prácticas recomendadas
del terreno agrológica

La aplicación práctica de este sistema tiene en cuenta los siguientes paráme-


tros, a los que confiere valores para definir las distintas clases (MAPA, 1974):
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CLASES ARABLES

Caracteres I II III IV

Pluviometría (L) > 600 mm o 300 a 600 mm o 300 a 600 mm o 300 a 600 mm o
Regadío Regadío Regadío Regadío
Temperatura (V) De maíz a Más cálido que Más cálido que Más cálido que
Criterios Papadakis algodón trigo trigo trigo
Pendiente (P) <3% <10% < 20% < 20 %
Erosión (E) No hay Hasta moderada Hasta moderada Hasta moderada
Profundidad (H) > 90 cm > 60 cm > 30 cm > 30 cm
Textura (T) Equilibrada Equilibrada Equilibrada Equilibrada
Pedregosidad (G) No hay < 20 % < 50 % < 90%
(Ø < 25 cm) →

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CLASES ARABLES

Caracteres I II III IV

Pedregosidad (K) No hay < 0,1% < 0,1% < 3%


(Ø > 25 cm)
Rocosidad (R) No hay < 2% < 10% < 25%
Encharcamiento (W) No hay Hasta estacional Hasta estacional Hasta estacional
Salinidad (S) No hay No hay Condiciona Condiciona
Sistema actual de (U) En secano alter- En secano alter- En secano rotación Limitaciones
explotación nativa cereal- nativa cereal- cereal-leguminosa- de uso
leguminosa (trigo) leguminosa- barbecho blanco
barbecho blanco (cebada,avena)
(trigo)

Las siguientes clases vienen caracterizadas por:

CLASES NO ARABLES

Caracteres V VI VII VIII

Pluviometría (L) Cualquiera Cualquiera Cualquiera Cualquiera


Temperatura (V) Cualquiera Cualquiera Cualquiera Cualquiera
Pendiente (P) < 3% < 30% < 50% Cualquiera
Erosión (E) No hay Cualquiera Cualquiera Cualquiera
Profundidad (H) Cualquiera Cualquiera Cualquiera Cualquiera
Textura (T) Cualquiera Cualquiera Cualquiera Cualquiera
Pedregosidad (G) Cualquiera Cualquiera Cualquiera Cualquiera
(Ø < 25 cm)
Pedregosidad (K) Cualquiera Cualquiera Cualquiera Cualquiera
(Ø > 25 cm)
Rocosidad (R) Cualquiera Cualquiera Cualquiera Cualquiera
Encharcamiento (W) Cualquiera Cualquiera Cualquiera Cualquiera
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Salinidad (S) Cualquiera Cualquiera Cualquiera Cualquiera


Sistema actual de (U) Pastos o explo- Pastos Forestal Sin posibilidad
explotación tación forestal o bosques de explotación

Las características de uso para cada una de las clases son las siguientes:

CARACTERÍSTICAS DE LOS SUELOS Clase agrológica

Suelos con pocas limitaciones. Apta para un laboreo continuado. Clase I


Suelos con algunas limitaciones que restringen la elección de plantas o requieren Clase II
prácticas moderadas de conservación. Apta para un laboreo continuado.
Suelos con limitaciones importantes que restringen la elección de plantas o Clase III
requieren prácticas especiales de conservación o ambas cosas. →

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Suelos con limitaciones muy importantes que restringen la elección de plantas, Clase IV
requieren un manejo muy cuidadoso. Es una clase transicional, que sólo permite
un laboreo ocasional.
Suelos con poco o sin riesgo de erosión pero con otras limitaciones imposibles de Clase V
eliminar en la práctica que limitan el uso a pastos o explotación forestal.
Suelos con limitaciones muy importantes que hacen de ellos impropios para el cultivo. Clase VI
Usos: pastos, forestal.
Suelos con limitaciones muy importantes, más severas que para la clase VI, debido Clase VII
a una o más limitaciones continuas que no pueden ser corregidas, impropios para
el cultivo. Usos: pastos, forestal.
Suelos no aprovechables ni agrícolamente, ni para pastos ni forestalmente. Rocas Clase VIII
desnudas, arenales, zonas pantanosas, etc.

Las prácticas recomendadas, esencialmente referidas a la conservación del suelo


para cuyo estudio más detallado habrá que remitirse al capítulo 23, son las siguientes:

Clase Utilización Prácticas recomendadas

I No se precisan medidas especiales.


Laboreo
II permanente Laboreo a nivel y fajas.
Terrazas americanas.
III Terrazas granadinas. Drenaje.
Bancales sencillos.
Tractores pequeños. Motocultores.
IV IVa Surcos amplios a nivel.
Pequeñas terrazas de absorción.
Cultivo en estrechas fajas a nivel.
Barreras vegetales.
Laboreo ocasional Abancalamiento progresivo.
IVb Terrazas o bancales.
Cultivo en fajas dentro de terrazas.
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IVc Terrazas.
Cubiertas.
V Vigilancia de la vegetación, regulación del pastoreo y las talas.
Pastoreo
Produc. Forestal
VI Reserva natural Restricciones para talas y pastoreo.
VII Severas restricciones para talas y pastoreo.
VIII Reserva natural

Las subclases de capacidad agrológica se definen atendiendo a los siguientes


factores, para cada uno de los cuales se indica la sigla con que se designan acom-
pañando a la cifra de la clase:

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Factor limitante Sigla

1. Riesgo de erosión e
2. Exceso de agua w
3. Limitaciones en la zona radicular s
4. Limitaciones climáticas c
5. Pedregosidad
6. Salinidad, etc.

Entre las ventajas del sistema de Clases de capacidad agrológica cabe citar que la
división en clases es fácilmente comprensible para el usuario. El método es cualitativo y
permite la inferencia de relaciones suelo-planta. Es versátil y fácilmente aplicable. Ade-
más, muestra una clara distinción entre las tierras capaces de ser cultivadas y aquellas que
no lo pueden ser. Los resultados son razonables, generalmente encajables con los locales.
Asimismo, integra de una manera práctica la información del suelo, clima y un cierto
nivel de manejo.
A partir de los mapas de suelos a escala 1:24.000 de los que se dispone en Estados
Unidos, la aplicación de este método a nivel de unidades de capacidad resulta sencilla.
Cuando se aplica en otros países, entre ellos España, sin la necesaria información carto-
gráfica de suelos, la simplicidad es meramente aparente y, en algunos casos, se acaba con-
firiendo una importancia excesiva al factor pendiente, al ser fácil de establecer a partir de
los mapas topográficos.
Los principales inconvenientes que presenta el sistema derivan del hecho de que se
basa en limitaciones para el uso y no en aspectos positivos o de potencialidades. Es de
aplicación un tanto subjetiva, la clasificación final depende en gran medida de la expe-
riencia del evaluador sobre los suelos a evaluar. No es válido para evaluar un terreno para
un uso específico y los usos que considera se definen en términos muy generales, por lo
que no proporciona toda la información interpretativa que hoy se requiere para diversos
niveles de aprovechamiento intensivo de tierras (Dudal, 1985). Con los métodos de capa-
cidad agrológica no se puede llegar a una comparación objetiva de usos alternativos de
un suelo.
El orden establecido entre las clases puede dar una impresión errónea sobre la
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utilidad de las clases inferiores (V, VI) para usos específicos. El pastoreo, por
ejemplo, tiene la consideración de actividad residual.
Asimismo, el hecho de basarse en características del suelo (por ejemplo, tex-
tura) y no en cualidades del terreno (conjunto de características y por ello de trata-
miento más complejo) hace difícil predecir cuál será su efecto según sea el entorno
(por ejemplo, zonas áridas de secano y zonas húmedas) con el que interacciona o
según el cultivo considerado.
El sistema, por consiguiente, se halla bastante sesgado por su concepción ini-
cial, que confiere un especial énfasis a un aspecto específico de degradación, la
erosión. Este aspecto, si bien muy importante, es uno más a tener en cuenta en el
proceso de evaluación. Existen otros que pueden influir de modo decisivo en una
cualificación final.

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7. Sistema del US Bureau of Reclamation (USBR):
Aptitud para el riego
El interés en evaluar la aptitud de las tierras para el riego llevó al Bureau of Reclama-
tion de Estados Unidos (USBR. 1953) a desarrollar un sistema de evaluación que permi-
tiese determinar la viabilidad técnica y económica de una transformación en regadío a par-
tir de información detallada de suelos. El empleo de este sistema se ha generalizado y es de
uso habitual en todos los países implicados en transformaciones en regadío. El riego cam-
bia radicalmente la productividad de una tierra. Sin embargo, en ciertas situaciones la lle-
gada del agua puede provocar impactos negativos, tales como:

— Salinización/Sodificación.
— Degradación de la estructura.
— Sellado superficial.
— Riesgo de translocación de sólidos y colmatación de drenes.
— Inundación de las zonas deprimidas.
— Riesgo de paludismo por las áreas encharcadas.
— Riesgo de erosión en azarbes, taludes y en los campos.
— Destrucción de ecosistemas.

Todos estos posibles impactos deben ser evaluados previamente a la transformación de


una tierra de secano en regadío. A escala mundial, las experiencias acumuladas intrínseca-
mente por las grandes transformaciones en regadío aconsejan una evaluación rigurosa de
todos los aspectos relacionados con la puesta en riego. Esto puede conducir a dejar fuera de
un proyecto de regadío determinadas áreas evaluadas como no regables, y plantear técnicas
de manejo para las restantes de forma que se asegure la sostenibilidad del sistema.

La tierra apta para el riego es aquella que puede soportar una agricultura perma-
nente de riego de manera sostenible/sustentable.

El sistema se basa en el supuesto de que existe una relación específica entre


propiedades del terreno y la productividad bajo riego del mismo, determinando
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esta última la capacidad de pago de cada suelo en particular.

La aptitud para un uso permanente (sostenible) se define como la capacidad de


pago potencial con vistas a la amortización del proyecto. La capacidad de pago
debe ser superior al coste del agua.
La capacidad de pago se estudia atendiendo a:
— Capacidad productiva potencial.
— Coste de producción.
— Coste de transformación (rotación, despedregado, sistematización de tierras, red de
riego y red de drenaje a nivel de parcela).
— Nivel de vida de los agricultores.
Las cargas para la ejecución de un proyecto deben repartirse equitativamente
según la clase de tierra de que se trate.

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La capacidad productiva depende de:

— Clima.
— Suelo.
— Topografía: inclinación de la pendiente, relieve y posición.
— Cantidad y calidad del agua de riego.
— Drenaje del sistema.

El sistema USBR establece clases, en número de seis, que agrupan tierras que
tienen atributos físicos y económicos similares, lo que afecta a su aptitud para el
riego. Los criterios para definir las clases deben ser fijados para cada proyecto de
acuerdo a las condiciones físicas, económicas y sociales del mismo y, por tanto,
los límites entre clases deberían ser definidos de distinta manera según los países,
áreas geográficas y suelos en los que se vaya a aplicar el sistema.
Las clases establecidas son:

Clase Denominación Evaluación

1 Arable Muy adecuada para el riego.


Nivel más alto de aptitud.
Producciones altas dentro del intervalo climatológico a un coste
razonable.
2 Arable Conveniente para el riego.
Exige seleccionar los cultivos. Mayores gastos para producir.
3 Arable Marginalmente apta para el riego.
Deficiencias importantes. Restringido número de cultivos.
4 Limitadamente arable Usos restringidos. Requieren estudios complementarios para veri-
ficar si son regables.
Puede ser regable para usos especiales (en ciertos casos frutales).
5 No arable Clase provisional que agrupa los suelos de aptitud dudosa para ser
transformados. Requiere estudios posteriores.
6 No transformable No cumple las condiciones mínimas exigidas. La capacidad de
pago estimada se hace menor que los costes previstos de la trans-
formación.
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Las especificaciones generales para la clasificación de las tierras son las


siguientes (USBR, 1973):

Caracterís- CLASE 1 CLASE II CLASE III CLASE IV CLASE V CLASE VI


ticas Arable Arable Arable Limitadamente No arable No transfor-
arable mable
Suelos

Textura Franco arenosa Arenosa franca Arenosa franca Arenosa franca Arenosa franca Comprende
superficial a a arcillosa muy a arcillosa a arcillosa a arcillosa tierras que no
0-30 cm Franco arcillosa permeable permeable tienen los
requisitos
mínimos de las
anteriores →

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Caracterís- CLASE 1 CLASE II CLASE III CLASE IV CLASE V CLASE VI
ticas Arable Arable Arable Limitadamente No arable No transfor-
arable mable
Profundidad 100 75-100 45-75 25-50 Suelos
efectiva superficiales o
muy
pedregosos.
Subsuelos
impermeables.
arable
Capacidad 150,0 112,5-150,0 75,0-112,5 62,5-75,0
de retención
de agua a
120 cm
CRAD mm
Conductividad 0,5-12,5 0,125-12,5 0,125-25 Cualquiera
hidráulica
en campo
cm h–1
Caliza % < 35 35-50 50-65 > 65
Elementos
gruesos
permitidos
grava % V 15 35 55 70
cantos % V 5 10 15 35
Afloramientos
rocosos
(separación 60 30 15 9
entre ellos
en m)
Sodicidad <5 5-15 15-25 25-35
ESP %
Gravedad
del Ligera Moderada Moderada Moderada
problema
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Salinidad <4 4-8 8-12 12-16


dSm–1 a
25 °C

Topografía

Piedras a
remover 19 47,5 95 133
m3 ha–1
Inclinación %
moderado a
severamente
erosionable <2 2-5 5-10 10-20
ligeramente
erosionable <4 4-10 10-20 20-25 →

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Caracterís- CLASE 1 CLASE II CLASE III CLASE IV CLASE V CLASE VI
ticas Arable Arable Arable Limitadamente No arable No transfor-
arable mable
Nivelación
o ligera media grande grande
deforestación
Drenaje

Profundidad
de la capa
freática cm
Franco o
más fino > 150 100-150 50-100 25-50
Arenoso > 125 75-125 50-75 25-50
Drenaje Bueno Bueno Restringido Restringido
superficial
Profundidad
a una capa > 210 180-210 150-180 45-150
impermeable

Aireación Sin problemas Problemas leves Restringida Restringida

Hay que destacar que estas especificaciones son orientativas, debiendo ser
ajustadas teniendo en cuenta las condiciones locales. Los símbolos utilizados en la
evaluación de suelos según su aptitud para el riego son los siguientes:

Factores considerados Símbolos a utilizar

1. Clase de suelo 1, 2, 3, 4, 5, 6
2. Subclases de suelos según factores limitantes:
De suelo s
De topografia t
De drenaje d
De suelo y topografía st
De suelo y drenaje sd
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De topografía y drenaje td
De suelo, topografia y drenaje std
3. Uso actual del terreno:
Terreno cultivado sin riego L
Pasto permanente sin riego P
Matorral o bosque G
Terreno cultivado con riego C
4. Productividad (alta a baja). 1, 2, 3, 4, 5, 6
(factor variable).
5. Coste del desarrollo del terreno. 1, 2, 3, 4, 5, 6
(factor variable).
6. Necesidades de agua de la finca
Bajas A
Medias B
Altas C →

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Factores considerados Símbolos a utilizar

7. Permeabilidad (Volumen hasta 1,5 ó 3,0 metros)


Buena X
Moderada Y
Baja Z
8. Evaluaciones especiales
Pendiente g
Ondulación del terreno n
Riesgo de inundación f
Profundidad a la arena, grava o guijarros k
Necesidad de nivelación u

Para facilitar la lectura de los mapas elaborados, cada unidad cartográfica se


designa por medio de una fracción, así por ejemplo:

Clase de Deficiencia Deficiencia Deficiencia


suelos de suelo de topografía de drenaje

Necesidad
de nivelación

3 s t d
U2 f2 Inundación
G 2 2 B X

Uso actual Productividad Coste del Necesidades de Permeabilidad


del terreno desarrollo agua de la finca
del terreno

8. Sistema de evaluación de terrenos agrícolas de alta


calidad: «prime farmlands» y «unique farmlands»
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Este sistema fue desarrollado por el Departamento de Agricultura de Estados


Unidos (SCS, 1975) al tomar conciencia de que el país necesitaba conocer la
extensión y la localización de los mejores terrenos para producir alimentos, pien-
sos, forrajes, fibras y cultivos oleaginosos.
La preocupación por evitar que se pierdan para la agricultura las mejores tierras, al ser
ocupadas por usos urbanos o industriales, lo que haría disminuir el potencial productivo
de la agricultura del país, llevó a la promulgación de leyes encaminadas a su protección.
La aplicación de tal legislación exige en primer lugar una identificación de cuáles son las
tierras a proteger. Ello es posible en Estados Unidos al disponer de mapas detallados de
suelos (E:1:24.000) de las principales zonas del país. La interpretación de los estudios y
mapas de suelos existentes se realiza a partir de los criterios fijados por el Soil Conserva-
tion Service (SCS).

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Se distinguen tres tipos de terrenos importantes para el uso agrícola:

— Terrenos de alta calidad («Prime farmland»).


— Terrenos únicos («Unique farmlands»).
— Terrenos importantes a escala regional o local.

Los criterios fijados por el SCS para el inventario de los mejores suelos agrícolas están
pensados para las condiciones agrícolas existentes en Estados Unidos. Los criterios en que
debe basarse el mismo inventario en España son necesariamente distintos, por lo que se
requiere una adaptación. Por ello, la aplicación estricta de dichas normas no resultaría ple-
namente satisfactoria. Los «terrenos de alta calidad» son aquellos que:

Reúnen una combinación óptima de características físicas y químicas muy favo-


rable para la producción de alimentos, piensos, forrajes, fibras y cultivos oleagi-
nosos, estando disponibles para esos usos. Disponen además de un adecuado
período de crecimiento, calidad del suelo y suministro del agua.

Los criterios específicos utilizados en Estados Unidos para clasificar un suelo


como «terrenos de alta calidad» son:

— Régimen de humedad del suelo ácuico, ústico, údico o xérico (SSS, 1975), con sufi-
ciente disponibilidad de agua en los primeros 100 cm de suelo, o en la zona radicu-
lar, para producir cultivos comunes, adaptados a la zona, en 7 de cada 10 años.
— Régimen de humedad xérico o ústico, pero con un sistema de riego que facilite sufi-
ciente agua en 7 de cada 10 años.
— Los suelos presentan un pH entre 4.5 y 8.4 en todos los horizontes hasta 1 m, o en la
zona radicular, si ésta es inferior.
— Sin capa freática o se mantiene a suficiente profundidad.
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— Los suelos no se inundan con una frecuencia superior a una vez cada 2 años durante
el período de crecimiento.
— El producto de K (factor de erosionabilidad hídrica) por la pendiente (%) es menor
de 2 y el producto de 1 (erosionabilidad eólica de los suelos) por C (factor climático)
no excede de 60 (expresados en unidades imperiales o unidades americanas).
— La conductividad hidráulica es, por lo menos, de 0,15 cm/h en los 50 cm superiores
si la temperatura media anual del suelo a 50 cm es menor de 15 °C. Si la temperatura
es mayor de 15 °C, la conductividad hidráulica es tal que no resulta limitante.
— Menos del 10 por 100 del horizonte superficial (15 cm) consiste en fragmentos de
roca mayores de 7,6 cm.

Paralelamente al concepto de «prime farmlands», se han desarrollado los crite-


rios que fijan la definición de los «terrenos únicos» (Johnson, 1975):

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Se trata de tierras que no pertenecen a las «prime farmlands», pero que tienen
condiciones favorables para la producción económica y sostenida de productos
específicos de alta calidad. Aunque con una relativa flexibilidad en la defini-
ción, se exigen tres criterios específicos:
— La producción de cultivos de alto valor.
— Buena disponibilidad de agua para las plantas.
— Combinaciones favorables de calidad del suelo período de crecimiento, tem-
peraturas, humedad, drenaje, altitud, condiciones locales y acceso a mercados.

Por otro lado se definen:

Las «tierras importantes» a escala local o regional son aquellas que tienen
características muy próximas a las de las tierras de alta calidad y no han sido
codificadas como tales (SCS, 1983); muchas veces a su importancia local se
añade el hecho de que por disposiciones de asignación de uso han sido califica-
das como agrícolas.

9. Sistema Riquier-Bramao-Cornet (1970)


Se trata de un método paramétrico que se propone medir la productividad potencial de
un suelo.
Fue diseñado originalmente como una serie de principios en los que basar la evalua-
ción, más que como una fórmula rígida de aplicación universal. Según sus autores, puede
aplicarse tanto a mapas de gran escala como de pequeña escala.
Sus principales características son:

— Introduce un índice del nivel de productividad definido como:


La capacidad del suelo para dar un rendimiento, expresado por la cantidad de cose-
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cha por hectárea y año de un determinado cultivo. Se expresa como porcentaje res-
pecto al rendimiento óptimo del mismo cultivo colocado sobre el mejor suelo.
— Toma en consideración diez factores para calcular el índice:
Régimen hídrico del suelo: número de meses secos (H).
Drenaje: encharcamiento y profundidad media de la capa freática (D).
Profundidad efectiva del suelo (P).
Materia orgánica en el horizonte A (0).
Textura (con elementos gruesos) y estructura (T).
Porcentaje de saturación de bases (V).
Minerales en reserva en el horizonte B (M).
Porcentaje de sales solubles (S).
Tipo de arcilla (A).
Relieve: inclinación de la pendiente (R).

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Define un índice de productividad o de potencialidad (IP) como el producto
del valor de cada uno de los factores:
V
IP = H D P T ó A M O R (%)
S

Cada factor toma el valor de 0 a 100 (Roquero y Porta, 1990) y el índice resul-
tante también está comprendido entre 0 y 100, pudiendo establecerse cinco clases
de productividad, si bien ello representa perder el carácter continuo del índice, que
es una de las supuestas ventajas del sistema.

— El índice de productividad actual toma en consideración el valor de los factores


en la situación presente. El análisis de los valores de cada uno de los factores per-
mite determinar cuál es el que más condiciona la productividad y, por consiguiente,
evaluar el coste de la tecnología a emplear para mejorar la situación actual.
— El índice de potencialidad (IP) se refiere a la productividad potencial del suelo, de
acuerdo con la situación a la que se llegaría después de llevar a cabo las mejoras
posibles y aconsejables.

El uso de este sistema en diversos lugares ha puesto de relieve que está limi-
tado a mapas de muy pequeña escala, dando niveles cualitativos de productividad
para grandes grupos de cultivos. El método pierde resolución cuando se emplea en
mapas a gran escala o para usos específicos del suelo. Hay que señalar, sin
embargo, que algunos autores han encontrado buenas correlaciones entre los valo-
res del índice de productividad y las cosechas de trigo en secano (Nieves y cols.,
1986); ello, no obstante, no quita validez a las observaciones anteriores. La razón
se debe a la complejidad de las interrelaciones entre las propiedades del suelo/pro-
ductividad de las plantas y al subempleo de la información, contenida en los
mapas de suelos a gran escala, que se hace al aplicar este método.
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Las principales limitaciones del método consisten, por un lado, en que un


mismo valor del nivel de productividad puede ser debido a factores muy diver-
sos, con posibilidades de actuación sobre ellos que pueden tener implicaciones
económicas muy distintas; por otro, en la significación que pueda tener el pro-
ducto de los factores considerados sobre la productividad de un suelo. El sis-
tema no recoge todos los factores del suelo que inciden en la productividad del
mismo, como por ejemplo la caliza activa, parámetro de gran importancia para
la producción de los frutales. Ampliar el número de factores considerados obli-
garía cada vez a un nuevo ajuste del sistema, especialmente en los valores del
IP que definen los límites de las clases de productividad, con modificaciones
costosas por las implicaciones que ello conlleva. Por último, sólo toma en con-
sideración información sobre suelos, sin tener en cuenta las condiciones de uso
o de manejo.

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Al ser un sistema de capacidades de uso que emplea limitaciones, comparte las
observaciones que en este sentido se han hecho al sistema de clases agrológicas.

10. Esquema de la FAO (1976) de evaluación del terreno


Según se afirma en la presentación del Boletín de Suelos 22 de la FAO, titulado «A fra-
mework for land evaluation», fue la inquietud creciente acerca de la necesidad del mejor uso
del territorio, surgida en los años 70, lo que llevó al desarrollo de nuevos sistemas de evalua-
ción de suelos en distintos países. La FAO, como organismo internacional, fue sensible a tal
inquietud y, ante las limitaciones de los sistemas de evaluación existentes (Dudal, 1985), se
interesó por buscar nuevas vías más acordes con la necesidad de proporcionar toda la infor-
mación interpretativa que se requería. Tras una serie de trabajos previos se buscó desarrollar
una metodología flexible, que satisfaciera los requerimientos de los planificadores y permi-
tiera una aceptación, y por consiguiente una normalización en el ámbito internacional.
El esquema de la FAO fue desarrollado con el fin de disponer de un método sistemático
que permitiera estudiar y predecir los resultados de usos alternativos de una determinada
parte del territorio (Purnell, 1986).
La FAO (1976, 1985a) no plantea un sistema de evaluación cerrado, sino un
esquema de evaluación que supone una reflexión sobre los principios y conceptos
teóricos que hay detrás de los sistemas de evaluación. No contiene juicios precon-
cebidos sobre las cualidades del terreno en relación a determinados usos.
Al ser un esquema abierto, su utilización obliga a desarrollarlo para cada apli-
cación concreta, lo que para algunos usuarios puede representar un inconveniente
frente a sistemas previamente establecidos.
El esquema de la FAO no establece jerarquías en los tipos de usos de las tie-
rras, por lo que es aplicable en cualquier situación, incluidos los usos no agrícolas.
Es un esquema dinámico que busca una fiabilidad de los resultados y una acepta-
ción generalizada. Se propone valorar la aptitud de las tierras para usos específicos
alternativos, con carácter sostenible, en un contexto dado.
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La aptitud de una unidad cartográfica de evaluación (LEU) expresa su ido-


neidad para un uso determinado. Aquella LEU que pueda satisfacer los requeri-
mientos de un mayor número de tipos de utilización del terreno (LUT) será
considerada como de mayor valor.

Tomar en consideración aptitudes tiene mucho mayor interés en una evaluación del
terreno que aquellos sistemas que se basan en limitaciones para el uso, como hace el
método de clases de capacidades agrológicas.
Por consiguiente, el proceso de evaluación requiere disponer de los mapas de las unida-
des cartográficas de evaluación (LEU), exigencia que es común a muchos métodos de eva-
luación, si se aplican de forma rigurosa. Se requiere información acerca de sus cualidades,

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así como de los requerimientos de los usos tomados en consideración, para un nivel tecno-
lógico y un contexto socio-económico dados.
Al establecer una clasificación para los diferentes usos de un terreno, distingue
como categoría máxima la clase principal de uso del terreno y como categoría
para trabajos más detallados los tipos de utilización del mismo.

Las clases principales representan grandes subdivisiones en los usos del terreno (agri-
cultura, silvicultura, urbanización, servicios, áreas industriales, etc.). La utilización de
las clases principales resulta útil en evaluaciones de reconocimiento, cuando se requiere
una zonificación reflejada en mapas a pequeña escala.
Los tipos de utilización del terreno (LUT) hacen referencia a modos específicos de
uso del mismo, actuales o alternativos, definidos en términos de atributos clave y descri-
tos con el objetivo de proceder a la evaluación del terreno (Beek, 1978). Un LUT puede
ser un cultivo concreto dentro de un marco socioeconómico, o un uso tal como un área
de recreo, un campo de golf, etc. El grado de detalle con que se describirá un LUT
dependerá de la intensidad y de los objetivos de la evaluación, pudiendo llegarse a un
nivel de precisión elevado.

En el proceso de evaluación deben identificarse los LUT relevantes por su


importancia para el área a evaluar, disponer de información acerca de sus exigen-
cias y respuestas y representar un amplio intervalo de exigencias.
Los atributos clave para describir cada LUT hacen referencia a aspectos técni-
cos, económicos y sociológicos. En cada evaluación se seleccionarán los que sean
de interés, pudiendo destacar los siguientes:

1. Producto.
2. Orientación de mercado.
3. Intensidad de capitalización.
4. Intensidad de trabajo.
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5. Conocimientos técnicos y actitudes.


6. Potencia mecánica empleada.
7. Tamaño y distribución de las parcelas.
8. Régimen de tenencia de la tierra.
9. Exigencias de infraestructura.
10. Características básicas del cultivo.
11. Prácticas de cultivo.
12. Cosecha: producción y calidad.
13. Nivel de información económica.
14. Impacto ambiental.

Para poder determinar la aptitud de una unidad de suelos, habrá que contrastar los
requerimientos de cada tipo de uso seleccionado con las cualidades de cada unidad.

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Disponer de esta información no es algo inmediato, dado que se encuentra extremada-
mente dispersa, es de difícil acceso y, en muchas ocasiones, no se obtiene de forma homo-
génea y menos aún normalizada (López-Acevedo y Porta, 1990). En muchos casos debe
recurrirse a encuestas hechas a técnicos especializados en el LUT considerado.
Los requerimientos de un tipo de utilización del territorio (LUT) se refieren a
los requerimientos fisiológicos, de manejo y de conservación:

Requerimientos del cultivo

1. Requerimientos ambientales: clima.


2. Requerimientos físicos.
3. Requerimientos hídricos.
4. Requerimientos químicos.
Requerimientos de manejo

1. Requerimientos ambientales: clima


2. Cultivo y laboreo.
3. Recolección: nivel tecnológico.
4. Acceso a mercados.
Requerimientos de conservación

1. Conservación de suelos.
2. Salinidad.
3. Contaminación de suelos.

Los requerimientos del uso del terreno de tipo agronómico han sido estableci-
dos para algunos LUT (Boixadera y Porta, 1991). Como ejemplo se indican los de
la patata:

REQUERIMIENTOS DEL USO DEL TERRENO DE TIPO AGRONOMICO. LUT: PATATA

1. Clima (requerimientos ambientales)


1.1. Período de crecimiento.
1.1.1. Límites: Ta. mínima crecimiento: 7 °C; Ta. óptima: 16-18 °C: Ta. máxima: 24 °C;
parte aérea se hiela a –2 °C: cero vegetativo a 6-8 °C.
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1.1.2. Duración: variedades tempranas: 90 días: variedades tardías: 120 días.


1.2. Régimen de temperaturas.
1.2.1. Germinación: Ta. Mínima: 7 °C.
1.2.2. Período vegetativo: Ta. óptima 15-18 °C. Ta. noche < 15 °C para iniciación de
tubérculos. Una Ta. media día > 21 °C reduce la formación de tubérculos; creci-
miento tubérculos entre 10 y 30 °C.
1.2.3. Floración: Ta. Mínima: 14 °C.
1.2.4. Maduración.
1.2.5. Integral térmica: variedades tempranas: 1.600 °C; variedades tardías: 3.000 °C.
1.2.6. Alternancia de temperaturas: convienen temperaturas nocturnas frescas. Tempera-
turas del suelo altas dan crecimiento parte aérea y poca tuberización.
1.3. Régimen de radiación: día largo/día neutro.
1.4. Humedad
1.5. Otros.
2. Requerimientos físicos
2.1. Profundidad de enraizamiento: 0,4-0,6 m. →

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2.2. Texturas: suelos muy arcillosos restringen el desarrollo de los tubérculos. Mejor en texturas
medias o ligeras.
2.3. Drenaje: Exige drenaje adecuado. Suelo permeable. Baja tolerancia a períodos cortos de
encharcamiento.
2.4. Nivel freático: altamente tolerante, hasta 50 cm.
2.5. Otros: no le convienen los suelos excesivamente calizos o los muy humíferos (provocan
gran desarrollo vegetativo, mala calidad de sabor y malas condiciones de conservación).
3. Requerimientos químicos
3.1. Niveles de N, P, K (25 t/ha de patatas): = > 114 kg de N, 45 kg de P2O5, 200 kg K2O, 70 kg Ca.
3.2. Niveles mínimos en el suelo: P (Olsen) 12-25 ppm; K 100-150 ppm.
3.3. pH óptimo: 5,6 ó 4,5-6,0
3.4. Salinidad: Disminución producción (%) 0 10 25 50 100
CEs (dS/m a 25-C) 1,7 2,5 3,3 5,1 9.0
3.5. Sodicidad: —
3.6. Micronutrientes: Zn y Mn respuesta media, Cu y Mo respuesta baja. B: poco sensible a
carencias.
4. Requerimientos de agua
4.1. Demanda global de agua: 500-700 mm (período de crecimiento)/350-625 mm (ETc estacio-
nal). l kg materia seca = 300 kg de agua.
4.2. Períodos de sensibilidad: Después de la formación de los tubérculos, después de la flora-
ción hasta la cosecha.
4.3. Períodos de relativa tolerancia al déficit hídrico: —
4.4. Niveles de deplación admisibles: p = 0,25.
4.5. Sensibilidad al suministro de agua (Ky), período vegetativo inicial. 0,45; período vegeta-
tivo tardío, 0,8; formación cosecha, 0,7; maduración, 0,2; Total período 1.1, media-alta.
Eficiencia de utilización para cosecha (kg/m3) = 4-7 (tubérculo fresco, 70-80 %).

Para llegar a una determinada productividad de un suelo, se requieren unos


insumos que habrá que detallar para cada LUT y nivel de manejo.
El concepto de «cualidad de la tierra» se propone sintetizar las propiedades
características que tiene cada unidad de evaluación. Las cualidades a considerar
son atributos especialmente relevantes para el proceso de evaluación, al estar
directamente relacionadas, con los requerimientos de uso y condicionar de un
modo determinado la aptitud de un terreno para un tipo de uso determinado. Por lo
general se suelen considerar los siguientes:
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CUALIDADES DE LAS TIERRAS

1. Clima 2. Suelo 3. Tecnología


1.1. Régimen de temperaturas. 2.1. Profundidad efectiva. 3.1. Facilidad para el riego.
1.2. Período de crecimiento. 2.2. Consistencia. 3.2. Potencial de mecanización.
1.3. Radiación solar. 2.3. Disponibilidad de O2 para 3.3. Facilidad para el laboreo.
1.4. Vientos y pedrisco. las raíces. 3.4. Manejo de pre y post cosecha.
1.5. Disponibilidades de agua 2.4. Salinidad. 3.5. Riesgo de salinización/sodi-
para las plantas. 2.5. Sodicidad. ficación por riego.
2.6. Riesgo de inundación. 3.6. Riesgo de contaminación.
2.7. Facilidad para el estableci-
miento del cultivo

Las cualidades poseen diferente relevancia para cada tipo de utilización de la


tierra. En función de la importancia que presenta la cualidad para el tipo de utiliza-

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ción, existen tres tipos de valoraciones posibles: muy importante, moderadamente
importante y menos importante.
Como ejemplos de cualidades de la tierra de secano cabe citar el régimen de tempera-
tura, las condiciones de enraizamiento, las posibilidades de mecanización, el riesgo de ero-
sión, la salinidad, etc. Todas ellas influyen en el uso de cada LEU de una manera particular.
Al disponer de la suficiente información acerca de las cualidades de un terreno y de los
requerimientos de los diversos tipos de utilización considerados, se puede proceder a inte-
rrelacionar ambos tipos de información, relacionando y comparando. El proceso de evalua-
ción comporta seguir los siguientes caminos:

Cualidades de Requerimientos
cada LEU de cada LUT

COMPARACIÓN
ARMONIZACIÓN

APTITUD DE
CADA LEU PARA ITERACIÓN
CADA LUT

CLASIFICACIÓN
DE LA APTITUD

Las clases establecidas para los niveles de aptitud son las siguientes:

Órdenes Clases Subclases

S: apto S1: Muy apto.


S2: Moderadamente apto. w = disponibilidad de agua no óptima.
S3: Marginalmente apto. d = deficiencias de drenaje.
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N: No apto Nc = corrientemente no apto.


Np = permanentemente no apto.

Para cada uno de los tipos de utilización de tierra (LUT) tomados en considera-
ción se asigna el correspondiente nivel de utilidad para cada cualidad del terreno.
En el caso en que el LUT sea el melocotonero (Boixadera y Porta, 1991):

NIVELES DE UTILIDAD

Cualidades del terreno Factores de diagnóstico Unidad Import. Observaciones


S1 S2 S3 Nc Np de la
cualidad

1. Clima Período de Clase 1 2 3 3 ***


crecimiento. →

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NIVELES DE UTILIDAD

Cualidades del terreno Factores de diagnóstico Unidad Import. Observaciones


S1 S2 S3 Nc Np de la
cualidad

Régimen de 1 2 3 3
temperaturas. ***
Radiación. 1 1 2 2
Vientos y pedrisco. 1 1 2 2
Otros.
2. Disponibilidades Balance hídrico. Clase 1 1 2 3 **
de agua para las
plantas
3. Posibilidades de Profundidad efectiva, Clase 1 2 3 4 ** Prof. efectiva
enraizamiento. consistencia. (prof.suelo x
coef. consist.)
4. Fertilidad CIC Clase 1 1 2 3 ** Sensible a Zn y
química pH Mn
m.o. Carencia de Fe
CaCO3 equivalente con pH alto
Caliza activa
5. Salinidad CEs Clase 1 2 2 3 ***
6. Sodicidad SAR, CEs Clase 1 2 2 3 ***
7. Facilidad para el Consistencia Clase 2 3 3 4 *
laboreo estructura, m.o.,
textura, nivel freático
8. Facilidad para el Estructura, Clase — — — — — nr
establecimiento consistencia,
de cultivos encostramiento
9. Disponibilidades Drenaje interno Clase 1 1 2 3 **
de oxígeno
10. Riesgo de Posición fisiográfica, Clase 1 1 2 3 **
inundación frecuencia
11. Riesgo de plagas Estimación Clase 1 1 2 3 ***
y enfermedades
12. Facilidad para el Aspecto del riego Clase 2 2 3 4 **
riego
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13. Potencial de Tipo de gradiente Clase 2 2 3 4 *


mecanización Consist.sec/hum/moj.
Tamaño parcela
14. Localización Acceso a mercados Clase 1 1 2 3 **
15. Manejo pre y Nivel de manejo Clase 1 1 2 3 ***
post-cosecha
16. Riesgo de Calidad agua de riego Clase 1 1 2 2 ***
salinidad Profundidad nivel
alcalinidad freático
*** Muy importante, ** importante, * poco importante, nr, no relevante.

Establecida la clasificación provisional de la aptitud de cada LEU para el conjunto de los


LUT, estos resultados deben ser contrastados en campo, procediéndose a su validación. Confir-
madas las valoraciones, se pasa a la asignación de las clases definitivas de aptitud del terreno.

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Hay que destacar que el análisis socio-económico deberá ser incluido en el proceso
final, en el caso de una evaluación integral del terreno.
Con el esquema de la FAO se establecen tres niveles jerárquicos de aptitud, con generali-
zación decreciente, los órdenes, las clases y las subclases. Los órdenes son dos: apto (S), no
apto (N). Un terreno se evalúa en el orden «apto» cuando es esperable que produzca benefi-
cios que justifiquen los insumos previstos, sin que existan riesgos inaceptables de degradación
del suelo. Las clases de aptitud de un LEU reflejan el grado de aptitud dentro del orden S.
Las subclases de aptitud expresan los tipos de limitaciones que presentan aquellas tie-
rras incluidas en clases distintas de la S1, que no debe presentar limitaciones. Las subclases
se expresan añadiendo una letra minúscula a la clase y que expresa la limitación.
En conjunto, este método, pese a su aparente complejidad en relación a otros, garantiza
una evaluación que incluye los aspectos más importantes del territorio, y los juzga en fun-
ción de unos usos específicos y orientados a una realidad actual o futura, pero siempre
razonada en base a medidas objetivas.
En España este esquema de evaluación ha sido aplicado por Díaz Fierros y Gil (1984), De
la Rosa y Moreira (1987), Sánchez Marañón (1990), Boixadera y Porta (1991), entre otros.

11. Utilización de Mapas de Suelos con fines catastrales:


Método del Valor Índice
La fiscalidad del territorio siempre se ha basado sobre algún criterio de valor del
mismo. El valor de un suelo no depende únicamente de su valor edafológico (Hallaire,
1981), sino que es función de un conjunto de factores que, según indica este autor, son, ade-
más del edáfico, el uso, las condiciones del uso, la localización, la estructura de la explota-
ción e incluso valores psicológicos y afectivos. Todo ello se refleja en el valor de com-
pra-venta tomado con frecuencia como el valor del suelo.
Storie (1970) afirma que las relaciones oferta-demanda pueden cambiar fácilmente,
pero la capacidad relativa de producción de las tierras está gobernada por caracteres del
suelo, el clima, el agua, entre otros, siendo el suelo el factor más estable y tangible de los
que determinan el valor de la tierra.
El hecho ha sido detectado por los ministerios de Economía de algunos países, lo que ha
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llevado a financiar la elaboración de mapas de suelos para poder llegar a una evaluación de
los suelos y a establecer gracias a ellos una política fiscal. Como ejemplo clásico cabe citar
el caso de Alemania, donde se iniciaron trabajos de este tipo en 1934 (Weiers y Reid, 1974).
En la evaluación de suelos con fines fiscales ha habido siempre una clara pre-
ferencia por los métodos paramétricos de capacidad de uso del suelo (McRae y
Burnham, 1981); ello se debe a su simplicidad y a su aparente objetividad. No obs-
tante, hay que destacar que muchos de ellos expresan de forma matemática rela-
ciones poco o nada conocidas. Multiplicar los valores numéricos de diversos facto-
res dará un índice numérico, pero un mismo valor del índice puede deberse a
factores condicionantes de muy diversa naturaleza, de fácil mejora en unos casos,
pero en otros sin posibilidad de actuación tecnológica para mejorarlos.
Al desarrollar un método de evaluación del territorio con fines catastrales y fis-
cales hay que contemplar que sea posible alcanzar los siguientes objetivos:

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— Sus resultados no deben ser aplicables únicamente a una política fiscal, sino
que deben recogerse otros aspectos que los recaudatorios; debe servir tam-
bién de apoyo a políticas de planificación territorial, calidad y protección
del medio ambiente y agricultura, como pueden ser la conservación del
potencial productivo del país, mantener en uso agrícola las mejores tierras u
ordenar los cultivos.
— Debe permitir una aplicación de impuestos sobre el bien rústico de forma
más objetiva.
— Recoger la experiencia del Catastro de Rústica para la implementación y
mejora del sistema a medida que se vaya utilizando.
— Ser, en sus resultados, lo más estable posible en el tiempo.
— Integrable en un sistema de información territorial.
— Susceptible de ser integrado en otros sistemas de valoración que consideren
aspectos aquí no tenidos en cuenta (p.ej., uso).

En España se ha desarrollado una metodología para la evaluación del territorio


con fines catastrales, denominada «método del valor índice» (Boixadera y Porta,
1991). Se caracteriza por:

— Basa la valoración del territorio en su potencial productivo, con independencia del


uso agrario del mismo en un momento histórico dado.
— Permite ordenar los suelos en una escala relativa de productividad, nivel de aptitud
para distintos usos.
— Es un sistema adaptable a las distintas circunstancias y condiciones del terreno de
las zonas en las que se implemente.
— El nivel de productividad que se obtiene puede ser aplicado directamente al proceso
impositivo.
— Es un sistema de aplicación objetiva basado en el desarrollo del Esquema de la FAO
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(1976).
— Es un sistema explicativo o de caja blanca, que permite incorporar la experiencia
que se tenga en valoraciones catastrales.
— Es un sistema abierto y modificable que permite incorporar los avances en los cono-
cimientos sobre evaluación del territorio.
— Se basa en datos de medio natural y sólo utiliza datos socio-económicos para definir
el entorno de la evaluación. Esto le confiere una mayor validez en el tiempo.
— Está adaptado a sistemas de información de suelos tales como SINEDARES
(CBDSA, 1983).
— Permite trabajar a distintas escalas. Ello es importante, dado que en zonas de secano o
en áreas forestales puede no ser necesario el mismo nivel de detalle que en regadío.
— Permite un tratamiento con ordenador de toda la información.

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El método evalúa la parte física, permitiendo incorporar en una fase posterior
el análisis económico. Evalúa el potencial productivo del suelo. Se establece que
aquel suelo que presente un grado más elevado de aptitud para un mayor número de
usos, con elevados rendimientos, deberá ser considerado como el suelo de potencial
agrícola más alto. La medida del potencial productivo se basa en la información con-
tenida en los mapas detallados de suelos, en las producciones referidas a un nivel
tecnológico dado y para cada una de las unidades de evaluación.
La falta de datos agronómicos, en especial los referentes a producciones de cada unidad
de suelos y para condiciones específicas de manejo, supone una limitación importante. Al
no ser posible generar esta información a corto plazo, se opta por diseñar un sistema de
base cualitativa, fundamentado en encuestas a técnicos cualificados para obtener informa-
ción acerca de los requerimientos de los distintos usos y de las producciones esperables.
Por ello, el método elaborado representa una solución de compromiso entre lo deseable y lo
posible. Al ser un sistema abierto, permite ir aumentando su calidad a medida que se vaya
disponiendo de mayor información, de nuevos conocimientos, o aparezcan avances tecno-
lógicos que hagan necesaria la revisión de ciertas áreas.
Se recurre a estimar el potencial productivo para un número limitado de usos (cultivos)
convenientemente elegidos. Mediante la combinación de los niveles de aptitud para estos
usos, se asigna un potencial productivo agrícola a cada suelo.
En esquema la metodología puede sintetizarse así:

Selección de los tipos de


Estudio del medio natural
utilización de los terrenos LUT

Definición de los niveles de Obtención de las unidades


manejo cartográficas de evaluación (LEU)

Obtención de los requerimientos


de los LUT (LR) Definición de las cualidades del
Clasificación de los terreno (LQ)
requerimientos de los LUT Medición de las LQ
Síntesis de los requerimientos Nivel de importancia de las LQ
de los LUT
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Relación y comparación

Asignación de las clases de aptitud

Combinación de 8 × 2 = 16
clases de aptitud

Obtención del Valor Índice del suelo (VI)

Obtención del Valor Índice de cada parcela

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Para llegar a los potenciales productivos, debe partirse según la FAO de los mapas de
suelos y de otros componentes del territorio y establecer las unidades cartográficas de evalua-
ción (LEU); se seleccionan, además, los tipos de utilización de tierras (LUT), definido en este
caso cada uno de ellos por la integración de un cultivo, unos factores de producción y una tec-
nología. Las cualidades de cada LEU se comparan frente a las exigencias de cada LUT, lo que
permite determinar el nivel de aptitud de cada unidad cartográfica de evaluación.
Las etapas en el cálculo del Valor Índice son las siguientes:

— Identificación y cartografía de las unidades cartográficas de evaluación (LEU).


— Selección de los tipos de utilización del territorio (LUT) de referencia: cultivos, fac-
tores de producción y tecnología utilizada.
— Establecimiento de los niveles de manejo a considerar en la zona. Por ejemplo, uno
normal y uno avanzado.
— Establecimiento de los requerimientos de cada LUT.
— Comparación de los niveles de las cualidades de cada LEU con los requerimientos
de cada LUT.
— Determinación de los niveles de aptitud de cada LEU para cada LUT.
— Adjudicación de un valor numérico a cada nivel de aptitud.
— Cálculo del Valor Índice para cada LEU.

Con el fin de expresar el potencial productivo de una forma cuantitativa que facilite el
manejo de los resultados, los haga más comprensibles y posibilite la fijación de una base
impositiva para la parcela, se introduce el concepto de Valor Índice (VI) de una tierra.
Este índice toma valores en un intervalo de 0 a 100 y representa una estimación relativa del
potencial productivo.
El Valor Índice se calculará a partir de los niveles de aptitud de cada unidad
cartográfica de evaluación. Se obtiene el Valor Índice para cada LEU, de acuerdo
con la siguiente expresión:
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n
∑ VN
1
VI =
16

donde: VI es el Valor Índice.


VN es el valor numérico de cada LUT para cada LEU.
n varía entre 1 y 16, correspondiendo a los 16 niveles de aptitud para cada LEU
obtenidos para cada uno de los LUT con sus dos niveles de manejo.

Los valores numéricos adjudicados a los distintos niveles de aptitud son los
siguientes:

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Niveles de aptitud Descripción Valor numérico adjudicado

S1 Muy apto 100


S2 Moderadamente apto 75
S3 Marginalmente apto 50
Nc Actualmente no apto 25
Np Permanentemente no apto 0

Los Valores Índice pueden expresarse en un mapa para cada una de las unidades de
suelo cartografiadas previamente.
El concepto de Valor Índice y la forma en la que se obtiene el valor numérico del índice
requieren su contraste al implementar el método, para lograr cada vez una mayor precisión
en la asignación de Valores Índice y permitir establecer comparaciones. La asignación de
valores numéricos a los niveles de aptitud es necesariamente arbitraria y cuestionable en la
actualidad, lo que es debido en todo caso a la falta de información acerca de los rendimien-
tos de los distintos cultivos para cada unidad de suelos. El hecho de que el Valor Índice esté
basado en un número suficientemente amplio de tipos de utilización (LUT) permite reflejar
la realidad de la aptitud de un suelo para la agricultura.
Cambios de gran tipo de uso (secano-regadío) obligan a modificar la valoración del suelo,
lo que exige una revisión del Catastro. Sin embargo, cambios de este tipo son puntuales y úni-
cos en el tiempo, por lo que no hacen perder vigencia al Valor Índice de una misma parcela.
La introducción de mejoras en el suelo (drenaje, mejora de los suelos afectados por sali-
nidad, conservación de suelos, etc.) puede cambiar sustancialmente el potencial productivo
de un suelo. Ello significará también un cambio en la valoración de este suelo.
El método desarrollado tiene en cuenta las posibilidades de su uso con otros fines, ade-
más del meramente fiscal o catastral, como son la ordenación de cultivos, la política de
subvenciones, las compra-ventas, las expropiaciones, etc., por lo que puede permitir un
mejor conocimiento y uso del territorio.

12. Evaluación del potencial para el uso agrícola de grandes


áreas: Método de las zonas agro-ecológicas (AEZ)

La FAO inició en 1976 un estudio del potencial de uso del territorio estable-
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ciendo una serie de zonas agroecológicas (AEZ) a escala mundial. El objetivo es la


planificación del desarrollo agrícola futuro, principalmente en países en vías de
desarrollo, en base al potencial de producción de los recursos de tierras disponibles
a nivel global. La metodología AEZ elaborada sigue el Esquema de la FAO (1976)
y, por consiguiente, se propone tener en cuenta que los distintos cultivos tienen
diferentes requerimientos de suelo y clima y que en cada zona puede haber dife-
rentes niveles de insumos y de tecnología para la producción (FAO, 1978, 82).
La principal diferencia entre el Esquema de la FAO (1976) y el método para zonas agroe-
cológicas reside en que éste se concentra principalmente en los aspectos físicos del territo-
rio para llegar a una planificación física.
En la evaluación del potencial productivo para las AEZ mundiales, la clase de uso con-
siderado es la agricultura de secano, ya que la información disponible a nivel mundial no

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permitía incluir el regadío. Los tipos de uso del territorio (LUT) incluidos son los once
principales cultivos con implantación mundial y para cada LUT se han considerado dos
niveles de insumos (FAO, 1976, 85).

Clase de uso Agricultura de secano

Tipo de uso (LUT) Trigo, arroz, maíz, mijo, sorgo, patata, batata, man-
dioca, alubias, soja y algodón.
Insumo Nivel bajo de insumo (cultivo manual).
Nivel alto de insumo (cultivo mecanizado).
Requerimientos climáticos de cada LUT y Grupo lI. Fotosíntesis C3: arroz, algodón, alubias,
adaptabilidad de los cultivos: evaluación de la soja, batata y mandioca.
aptitud agro-climática Grupo III. Fotosíntesis C4: mijo, sorgo, maíz.
Requerimientos edáficos Profundidad de suelo, textura, salinidad, pedregosi-
dad, intervalo óptimo de pH.
Unidades cartográficas de evaluación (LEU) Cualidades climáticas: período de crecimiento.
Cualidades edáficas.
Establecimiento de las zonas agro-ecológicas Superposición de información del inventario de cli-
mas y del de suelos.
Comparación de cualidades y requerimientos
Clasificación de la aptitud del territorio Rendimientos agro-climáticamente alcanzables.
Evaluación de la aptitud agro-climática de cada
LUT para los dos niveles de insumo. Aptitud poten-
cial del territorio.

Para establecer los requerimientos climáticos de cada LUT se tiene en cuenta la impor-
tancia de la lluvia y la humedad del suelo, ya que sobre temperaturas existe poca informa-
ción disponible a escala global. También se considera la coincidencia entre disponibilida-
des de agua y requerimientos fenológicos para que pueda haber la máxima eficacia
fotosintética. Para cada LUT se establecen los requerimientos edáficos básicos.
El inventario de recursos del territorio hace referencia a sus cualidades en relación a
los requerimientos climáticos y edáficos de los tipos de usos. Se introduce el concepto de
período de crecimiento (GP) definido como el período continuado durante el año,
desde el momento en que la precipitación excede a la mitad de la ETP (Penman) hasta que
la precipitación es inferior a la ETP, más el número de días requerido para evaporar la
reserva de agua en el suelo (100 mm).
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Inicio del período Final


de crecimiento
P > 0,5 ETP Reserva = 100 P < ETP
Esto permite diferenciar:
zonas áridas GP < 90 días
zonas semiáridas 90 < GP < 150
zonas subhúmedas 150 < GP < 210
zonas húmedas 210 < GP < 270
zonas perhúmedas GP > 270

Esta información se refiere al mapa base a escala 1:5.000.000, dibujando las isolíneas
de igual período de crecimiento con equidistancias de 30 días, a partir de 90 días. Se com-
pleta con los valores medios de los elementos climáticos más importantes. En el caso de

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Africa continental se ha establecido un total de ocho áreas climáticas principales, subdivi-
didas a su vez atendiendo a la duración del período de crecimiento.
El inventario de suelos se basa enteramente en el mapa de suelos a escala 1:5.000.000
de FAO/UNESCO, que se completa, si es el caso, superponiendo características importan-
tes del territorio. Esta información, superpuesta a la procedente del inventario climático,
permite definir las zonas agro-ecológicas, que se caracterizan por tener suelos y climas
semejantes. Toda esta información se digitaliza para su tratamiento informático y consti-
tuye la base física de la evaluación. El proceso de evaluación se prosigue como en el
Esquema FAO (1976), por comparación y armonización, iteración y finalmente clasifica-
ción de la aptitud de cada zona agroecológica.
La evaluación de la aptitud de las zonas agroclimáticas se puede cartografiar para cada
LUT. Como ejemplo se representa la zonación establecida para África, de acuerdo con los
niveles de aptitud para el cultivo de la soja en secano (FAO, 1977):
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trópicos/subtrópicos
verano/lluvia en invierno
isolínea normal
isolínea intermedia
altitudes elevadas
temperaturas frías
altitudes elevadas
temperaturas cálidas
muy apto
apto
marginalmente apto
no apto

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Este tipo de información resulta de interés para aquellos que deben tomar deci-
siones en la planificación de grandes áreas. En tales casos, la escala de referencia
debe ser una muy distinta que cuando se quiere actuar a nivel de una explotación
agrícola concreta, donde la información que se requiere es para la parcela.
A partir del estudio inicial, que recubre la mayoría de países en vías de desa-
rrollo (FAO, 1982), la aplicación de la metodología AEZ a la información de sue-
los disponible y publicada a escala 1:125.000 en muchos países, ha hecho posible
realizar una estimación de los recursos del territorio. Esta información puede utili-
zarse posteriormente de diversas formas para acciones de desarrollo agrícola. Así,
se ha trabajado en Bangladesh, Mozambique, Tailandia, Indonesia y Filipinas, en
muchos casos por iniciativas locales y con algún tipo de asesoramiento de la FAO
(Brinkman, 1989).

13. Método del índice de potencialidad del suelo

El «Soil Potential Index» (índice de potencialidad del suelo) es un sistema que


se basa en la consideración de las producciones de cada unidad cartográfica de
suelos en relación con un suelo de referencia. Permite establecer un índice de la
productividad y de los factores condicionantes con posibilidad de actuación tecno-
lógica para su mejora, así como los factores limitantes permanentes.
Este método ha sido desarrollado por el Departamento de Agricultura de Esta-
dos Unidos (USDA, 1978) con la finalidad de superar las limitaciones del método
de capacidades agrológicas. Su enfoque conceptual sigue las líneas básicas del
esquema FAO (1976).
Como rasgo más definido del sistema cabe destacar que requiere una cuantifica-
ción muy precisa, lo que no es inconveniente en su país de origen, ya que se dispone
de cartografía detallada de más del 40 por 100 de los suelos cultivados del país. En
otras condiciones su aplicación requiere generar información edafológica de base.
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14. Bibliografía

14.1. Bibliografía básica


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14.2. Bibliografía de referencia


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Degradación de suelos por erosión hídrica:
Conservación de suelos y aguas
La lluvia al llegar a la superficie del suelo se divide en infiltración
y escorrentía.

1. Erosión del suelo

1.1. Concepto y percepción


La erosión (del latín erosio = roedura) consiste en:

Una pérdida gradual del material que constituye el suelo, al ir siendo arrastradas
las partículas (disgregadas, arrancadas y transportadas), a medida que van que-
dando en superficie.

Los procesos erosivos constituyen un impacto negativo, con resultado de una


degradación progresiva del recurso suelo. Se caracterizan por ser:

— Procesos relativamente lentos, intermitentes, si bien recurrentes a lo largo


de los años.
Lentos, no obstante, en relación con la velocidad de formación del suelo deben con-
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siderarse relativamente rápidos.


Intermitentes, porque van asociados a la existencia de lluvias o de vientos.
— Procesos progresivos.
La disminución progresiva del espesor del epipedión deja en la superficie o cerca
de ella horizontes o materiales subsuperficiales cuyas características suelen ser
menos favorables para el crecimiento de las raíces y para suministrar nutrientes y
agua. Partiendo de una situación en un momento dado, la erosión hace disminuir
la capacidad para producir biomasa vegetal, con lo que la protección del suelo
disminuye y la importancia de la erosión aumentará de año en año. A largo plazo
provoca una disminución de los rendimientos y finalmente el terreno se hace
improductivo.
Sus efectos son muy notorios en un lapso de tiempo relativamente corto.

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— Procesos irreversibles.
Se trata de procesos endotérmicos, por requerir un consumo de energía, la energía
cinética aportada por la lluvia, o el flujo de agua y tienen lugar en un sistema
abierto. Por un lado, la masa de suelo perdida suele ser irrecuperable o exige su aca-
rreo y por otro, el tiempo requerido para que se forme suelo es extremadamente
largo.
La escala temporal de los procesos edafogénicos es de orden secular o milenario,
mientras que para los erosivos es de algunas décadas o a lo sumo siglos.

En el área mediterránea, así como en aquellas zonas con un régimen pluviométrico aná-
logo, tan indispensable resulta conservar el suelo como el agua, para el desarrollo de la
agricultura. La conservación del suelo y del agua deben contemplarse como algo indisocia-
ble, para poder asegurar un uso más eficiente del territorio.
La erosión es un proceso que tiene lugar de forma espontánea en la naturaleza, si bien
su intensidad varía de unos escenarios a otros. La intervención del hombre hace que la
intensidad del proceso pueda verse fuertemente incrementada. La roturación y puesta en
cultivo supone una alteración del equilibrio dinámico del sistema. Un suelo con una
cubierta vegetal con poca intervención humana queda protegido de la acción directa de la
lluvia y del viento. Al eliminar la vegetación se altera el equilibrio natural, la superficie
queda desprotegida, el epipedión recibe menos aportes de materia orgánica por parte de las
plantas cultivadas y el laboreo entraña una mineralización más acentuada. Las nuevas con-
diciones suelen ser menos favorables para el mantenimiento de la estructura del epipedión,
lo que lo hace más vulnerable a la erosión y si se ve afectada, la infiltración disminuirán las
disponibilidades de agua para las plantas, para la misma cantidad de lluvia que venía reci-
biendo la zona.
Por todo ello interesa conocer los mecanismos responsables de la erosión y plantear
medidas para la conservación del suelo y el agua:

Menor
protección
ELIMINACIÓN DE
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LA CUBIERTA
VEGETAL NATURAL
Menor aporte
mat. orgánica

Degradación Menor
Mineralización de la estructura infiltración
de la m.o.
Cultivo y laboreo

Sobre-pastoreo Pisoteo Mayor


esquilmación escorrentía

Menor
producción Mayor erosión
de biomasa

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Las técnicas de conservación de suelos son conocidas desde antiguo en el área medite-
rránea, donde existen abundantes y modélicas obras de conservación tanto en Grecia, como
en Italia y España. No obstante, no ha sido hasta mediados del siglo XX cuando el tema ha
empezado a ser estudiado en profundidad a nivel mundial.
Los agricultores, por consiguiente, han tenido tradicionalmente una percepción de la
utilidad del suelo y el agua como soportes de su actividad. La coyuntura que en el siglo
pasado sirvió de desencadenante de la percepción de esta utilidad no fue el reconocimiento
de la responsabilidad moral de conservar el suelo como patrimonio para futuras generacio-
nes. Lo fue la crisis económica de 1929 en Estados Unidos, que llevó al fomento de la pro-
ducción agrícola con el fin de poder aumentar las exportaciones.
El hecho de que los procesos erosivos desencadenados con la puesta en cultivo de nue-
vas tierras pueda poner en peligro los objetivos de una política económica coyuntural, hizo
aumentar la sensibilidad frente al problema e importantes grupos sociales percibieron la
utilidad de conservar el suelo y de arbitrar medidas para el control de la erosión. En 1933 se
fundó en Estados Unidos el Soil Erosion Service, actualmente denominado Natural Resour-
ces Conservation Service. En España en 1955 se aprobó la Ley de Conservación de Suelos
y se creó un Servicio Central de Conservación de Suelos en el Ministerio de Agricultura, lo
que traduce la preocupación por esta problemática en la época.
La percepción de una utilidad no es estática, sino fluctuante. En el último tercio del siglo
XX, algunos grupos sociales empezaron a mostrar un grado de percepción alto frente a la
degradación de los suelos por erosión. Más por los impactos medioambientales que de ella se
pueden derivar fuera del escenario en que tiene lugar, que por la misma pérdida del recurso.
Los materiales erosionados son transportados aguas abajo, pasan a los cursos de
agua y pueden depositarse en embalses y bahías. La conciencia de la importancia de
este problema queda reflejada en diversas ocasiones en la política forestal, como lo
evidencia la Ley de Conservación de Suelos en las cuencas alimentadoras de los
embalses de regulación, promulgada el año 1955, si bien tuvo un escaso cumpli-
miento. Se ha calculado que dragar el material sedimentario, allí donde se hace
imprescindible hacerlo, cuesta al año quince veces más que el coste de mantener el
suelo donde estaba.
Por otro lado, los materiales depositados pueden dar origen a contaminaciones no
puntuales que, por su procedencia desconocida, resultan muy difíciles de controlar.
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Por lo general, los procesos erosivos no tienen un carácter catastrófico en campos


agrícolas y no suelen afectar a la producción de un año para el siguiente. El empresa-
rio agrícola no percibe el problema y cuando éste resulta muy evidente se resiste a
aceptarlo, porque ello implica reconocer que sus prácticas agrícolas habituales no son
las más adecuadas. En el ámbito forestal los procesos pueden ser más graves, princi-
palmente si llegan a dar lugar a aterramiento de embalses y a avenidas en los cursos
de agua. Ello lleva a plantear planes hidrológicos de cuenca, para evitar estos efectos.

1.2. Agentes, formas e intensidades


El estudio de la erosión del suelo puede abordarse con distintos enfoques,
según se tome en consideración el agente erosivo, la forma en que se produce la
erosión o su intensidad:

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Criterio Tipo de erosión Importancia en
España

Agente erosivo:
Agua Erosión hídrica ****
Viento Erosión eólica **
Nieve Erosión por fusión de la nieve
Hielo Erosión glaciar
Gravedad Movimientos en masa *
Fauna y raíces Erosión biológica
Hombre + agua Erosión antropogénica ****
Forma: Erosión hídrica superficial:
Por impacto de gotas de lluvia Erosión por salpicadura ****
Por flujo laminar Erosión laminar o entre canales (interrill) ****
Por flujo concentrado Erosión por arroyadas ****
Erosión por cárcavas ***
Erosión por barrancos *
Erosión torrencial y fluvial *
Erosión en badlands *
Por flujo subsuperficial rápido Erosión hídrica subsuperficial:
Sufosión o erosión en túnel **
Por el viento Erosión eólica:
Erosión por deflación *
Erosión por corrosión *
Intensidad Erosión natural
Erosión acelerada ****

La división establecida no debe llevar a considerar que se trata de acciones y


formas que se deban manifestar separadamente.
A escala mundial tienen importancia la erosión hídrica y la eólica, siendo la
primera la de mayor trascendencia en España. Magister (1992) indica que la
erosión hídrica que sufren los suelos agrícolas españoles puede evaluarse como
sigue:
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Evaluación de la erosión Porcentaje de superficie afectada en España


Inapreciable 16 %
Moderada 45 %
Grave 29 %
Muy grave 10 %

1.3. Procesos de erosión hídrica


Atendiendo a la forma como tiene lugar la erosión, cabe distinguir procesos de
erosión por salpicadura, erosión laminar, erosión por arroyaderos, cárcavas y
barrancos y los procesos de sufosión:

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— Erosión por salpicadura:
Se debe al impacto de las gotas de lluvia sobre los agregados inestables de un suelo
desnudo. Se producen pequeños cráteres de impacto. con liberación de partículas.
Puede dar origen a un sello y a una costra superficial que harán disminuir la infiltra-
ción.
Sus efectos son más evidentes cerca de las divisorias de aguas. Pueden dar lugar a la
formación de pedestales, en aquellos casos en que existe pedregosidad (gravas),
matas aisladas o plantas cespitosas. Las partículas se desplazan como máximo unos
150 cm, siendo las arenas finas las más afectadas. No hay pérdida de material, ya
que las partículas no salen fuera de la parcela. En una ladera se produce un lento
movimiento de reptación (creep) con una trayectoria en dientes de sierra.

~ 150 cm

A A

~5
0 cm

VISTA LATERAL
VISTA SUPERIOR

— Erosión laminar:
Consiste en la pérdida de una capa más o menos uniforme de suelo en un terreno
inclinado, afecta a las partículas liberadas por salpicadura. Es poco aparente, se
identifica por el hecho que después de una lluvia los elementos gruesos en superfi-
cie aparecen muy limpios. En ocasiones puede confundirse este tipo de erosión con
arroyadas de pequeño tamaño, que se borran o eliminan con el laboreo posterior.
— Erosión por arroyaderos, cárcavas y barrancos:
Las irregularidades del terreno y el mayor caudal vertiente abajo hacen que el flujo
laminar pase a concentrado. La escorrentía puede fluir concentrada, sin que se for-
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men canales más que a partir de aquella posición en que la fuerza cortante del agua
supere la resistencia del suelo. Formado un canal, su crecimiento es rápido y
aumenta vertiente abajo, ya que en el canal aumenta la velocidad del flujo.
D = K1 V2 D = desprendimiento de suelo
K1, K2 = constantes
CT = K2 V5 V = velocidad del flujo
CT = capacidad de transporte
V

La longitud de la ladera hace aumentar los efectos de este tipo de erosión, al igual que la
inclinación de la pendiente. →

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Arroyaderos, cárcavas y barrancos en algunos casos representan tres grados de
desarrollo de un mismo proceso, sin que exista un límite bien establecido entre
ellos. Las arroyadas son de tamaño centimétrico, se pueden hacer desaparecer al
labrar. Las cárcavas son de decamétricas a métricas y no se pueden eliminar con el
laboreo ordinario. Los barrancos son incisiones de varios metros, incluso decenas.
En otros casos pueden tener distinto origen unos y otros.
Sus efectos son muy evidentes y producen una rápida degradación del terreno, si no
se toman medidas de control, que no sean meramente estéticas, como el volver a
labrar de la misma manera para borrar los efectos, sin ir a eliminar las causas.
En cárcavas y barrancos pueden producirse movimientos en masa de sus paredes,
esta liberación brusca de partículas hace aumentar los efectos del agua cuando
vuelva a circular por el canal. Si en las paredes hay arcillas expansibles los procesos
de expansión-retracción hacen que el material aflorante se fragmente y la erosión se
acelere.

Es importante en terrenos agrícolas, pero adquiere niveles de gravedad máxima en


áreas de minería a cielo abierto, ya que las escombreras están constituidas por mate-
riales sueltos, al haber sido previamente removidos.
El resultado de la erosión por cárcavas y barrancos es la disección del terreno afec-
tado. El acceso a los campos se hace cada vez más difícil e incluso peligroso. La
morfología final sobre rocas blandas es en badlands, terrenos sin suelo ni vegeta-
ción, profundas cárcavas y crestas escarpadas.
— Sufosión: erosión por flujo subsuperficial o túnel:
La existencia de galerías de macrofauna (roedores) puede favorecer la circulación
subterránea del agua y el progresivo arrastre de partículas, con lo que el orificio se
irá agrandando. En los márgenes de las parcelas puede llegar a ser grave, ya que
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finalmente puede provocar un hundimiento.

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En algunos suelos con arcillas expandibles (Vertisoles) también puede presentarse
este proceso. En los casos de máxima inestabilidad estructural, como el de los suelos
con ESP superiores al 15 % y no salinos, puede producirse un flujo subsuperficial a
favor de discontinuidades preexistentes, que provocarán una erosión muy rápida.

Los procesos implicados en la erosión pueden esquematizarse en un modelo de


procesos intermitentes y recurrentes:

Impacto Capacidad de transporte del flujo

ALTA BAJA
+

Flujo

Flujo erosivo + Flujo no erosivo


Desprendimiento → Transporte → Depósito Salida de suelo
del sistema

Los movimientos en masa pueden clasificarse (Carson y Kirkby, 1972), como


sigue:

FLUJO

HÚMEDO
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Flujo de barro

SECO
Flujo de tierra Solifluxión
DESLIZAMIENTO

PLÁSTICO

Deslizamiento Reptación
de roca Reptación del talud del suelo

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La degradación acelerada por erosión puede deberse a las siguientes acciones:

— Deforestación.
— Roturación.
— Incendios forestales.
— Laboreo mal practicado.
— Mal uso o quema de restos de cosechas.
— Sobrepastoreo.
— Algunas actividades deportivas.
— Vías de comunicación y su entorno.
— Edificaciones y su entorno.

Se quiere destacar, no obstante, que se ha omitido la distinción que a veces se hace


entre erosión geológica o natural y erosión acelerada o antropógena. Tal separación resulta
poco consistente dado que en una y otra tienen lugar los mismos procesos, si bien al aña-
dirse el hombre como un nuevo agente erosivo, los procesos adquieren mayor intensidad, si
no se maneja el terreno de forma sostenible/sustentable a largo plazo.

2. Factores de control de los procesos erosivos


2.1. Principales factores
La acción de los agentes erosivos viene determinada por múltiples factores,
por lo que los procesos erosivos resultan bastante complejos. Los principales fac-
tores y sus efectos son los siguientes:

Factores Observaciones

Climáticos Elementos del clima.


Intensidad y frecuencia de las precipitaciones.
Velocidad del viento.
Morfología del terreno Forma de la ladera.
Inclinación o pendiente.
Longitud.
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Exposición: solana-umbría.
Litológicos Característica de la roca aflorante.
Velocidad y tipo de meteorización.
Edáficos Propiedades físicas:
Estabilidad estructural.
Susceptibilidad a la erosión.
Velocidad de infiltración.
Propiedades químicas:
Complejo de cambio.
Propiedades mineralógicas.
Hidrológicos Tipos de flujos.
Velocidad de flujo.
Cubierta vegetal Función de pantalla.
Altura de intercepción de la lluvia.
Sujección del suelo.
Influencia sobre las propiedades del suelo. →

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Factores Observaciones

Rugosidad de la superficie.
Deforestación.
Tecnológicos Uso del suelo.
Mal utilizados Tipo de cultivo.
Técnicas de cultivo.
Agromecánica.
Características de las parcelas.
Características de las vías de comunicación.
Características de las urbanizaciones.
Características de las actividades de ocio.
Socio-económicos Presión demográfica.
Falta de percepción de la fragilidad del suelo.
Falta de percepción de la progresividad de la degradación.
Falta de percepción de la irreversibilidad.
Insuficiente atención a la pérdida de superficie cultivable a
corto plazo.
Facilidad de las técnicas de cultivo.
Prejuicios frente a algunas medidas de control de la
erosión.
Coste de las infraestructuras de conservación.
Coste de mantenimiento de las infraestructuras.

La importancia que se confiere a cada factor dependerá de la escala de trabajo. En estudios


a escala mundial se tomarán en cuenta las variaciones regionales debidas al clima. Para trabajar
a nivel regional a mesoescala, suele tomar importancia la litología y la morfología del terreno.
En explotaciones agrícolas la erosión habrá que considerarla atendiendo a los factores hidroló-
gicos, la cubierta vegetal, las características del suelo y a factores tecnológicos y socio-econó-
micos. Esto hace que la información requerida por un planificador no sea la misma que la nece-
saria para diseñar y calcular medidas de conservación de suelos a nivel de finca agrícola.
En áreas de clima mediterráneo los principales factores determinantes de la
erosión y su control son:

DEFORESTACIÓN

ROTURACIÓN


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CULTIVO PASTOREO
BUEN MANEJO LABOREO EXCESIVO SOBREPASTOREO BUEN MANEJO
O INADECUADO DEL PASTO


LABOREO QUEMA DE RASTROJOS


LABOREO
MÁXIMA Y SOBREPASTOREO
EXCESIVO
PENDIENTE MATERIA ORGÁNICA


DEGRADACIÓN DE
AGRICULTURA LA PRODUCTIVIDAD PASTO RECUPERACIÓN DEL
PERMANENTE DESERTIFICACIÓN PERMANENTE SUELO FORESTAL

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Las características de las lluvias llevan a establecer el concepto de erosividad
definido como:
— La capacidad potencial de la lluvia o el viento para provocar erosión
(liberar y trasladar partículas).
— Refiere la agresividad del clima por su influencia en el balance hídrico
del suelo y en consecuencia sobre la vegetación.
Los factores del medio de mayor incidencia sobre los procesos erosivos a igual precipi-
tación son la pendiente, la longitud de la ladera y la cubierta vegetal.
Las características morfológicas de una ladera condicionan el comportamiento del agua
que recibe y el balance hídrico del suelo. Con ello se ven afectados los procesos de meteo-
rización, edafogénesis, transporte, erosión y depósito de materiales. Cabe distinguir laderas
cuyo desarrollo viene condicionado por el transporte (transport-limited) y aquellas condi-
cionadas por la meteorización (weathering-limited), en las que el transporte es capaz de eli-
minar todo el material meteorizado (Cap. 17). El factor litología y el hidrológico se ven
igualmente implicados en estos procesos.
Las propiedades del horizonte superficial de un suelo condicionan su erosio-
nabilidad, definida como:

La vulnerabilidad o susceptibilidad de un suelo a la erosión, debido a las


fuerzas generadas por los agentes erosivos que actúan sobre él.

2.2. Estudio de los factores hidrológicos

a) Precipitaciones
Las lluvias pueden tener un origen convectivo, orográfico, ciclónico o estar
asociadas a frentes, lo que explicará la forma en que tienen lugar las precipitacio-
nes en un determinado momento y lugar geográfico.
En el estudio de las precipitaciones cabe considerar:
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De forma global:
— Cantidad anual de lluvia.
— Número de días de lluvia.
— Distribución a lo largo del año:
Estacionalidad.
Frecuencia.
— Variabilidad interanual.
— Variabilidad espacial.
Para cada precipitación:
— Intensidad temporal.
— Cantidad de lluvia caída.
— Tamaño de las gotas de lluvia.
— Velocidad terminal de las gotas.
— Energía cinética.

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Las características de una lluvia permiten explicar su efectividad potencial en la erosión
del suelo o erosividad. Una misma lluvia tendrá diferente poder erosivo real según la sus-
ceptibilidad a la erosión del suelo que la recibe, es decir, según la erosionabilidad de éste.

a.1) Intensidad de la lluvia


La intensidad de una lluvia:

— Expresa la cantidad de agua caída por unidad de superficie y por unidad de tiempo.
— Suele variar a lo largo de una misma lluvia.
— Se puede expresar en mm h–1 = L m2 h–1.
— Es uno de los factores que determinan la erosividad de la lluvia.
— Se mide con pluviógrafos o pluviómetros con registro automático, que realicen
medidas a intervalos cortos de tiempo (cada minuto o cada 5 minutos, como
máximo).

Las intensidades de las lluvias se clasifican en:

Intensidad Evaluación
< 2 mm h–1 suave
2-20 moderada
20-50 fuerte
50-90 muy fuerte
> 90 torrencial

El valor a partir del cual una lluvia empieza a ser erosiva ha sido fijado en 30
mm h–1 por unos autores, mientras que otros lo elevan a 50 mm h–1.
Para estudios de procesos erosivos resultará imprescindible disponer de bandas pluvio-
gráficas o de medidas a intervalos cortos. Las inundaciones y otros desastres ocurridos en
la cuenca del río Llobregat (Barcelona) el 25 de septiembre de 1962 se debieron a una tor-
menta cuya duración fue de 44 minutos en los que cayeron 95,2 mm, la banda registrada
fue la siguiente (Instituto Nacional de Meteorología, Observatorio de Sabadell):

mm 19 20 21 22 23 24 1
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10
9
8
7
6
5
4
3
2
1
0 Horas
mm 19 20 21 22 23 24 1

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Al estudiar la correlación entre la intensidad de las precipitaciones y la erosión
en un suelo dado y bajo unas determinadas condiciones, Wischmeier y Smith
encontraron que los valores más altos de erosión se correspondían con períodos de
precipitación máximos cercanos a 40 min. Ante la dificultad de operar con estos
intervalos, tomaron como intervalo tipo el de 30 min y de ahí que se haya generali-
zado el uso de la intensidad en 30 min designada como I30.
Las relaciones intensidad-duración de una lluvia son del tipo:

INTENSIDAD MÁXIMA
mm h–1 100

75

50

25

Duración
0 T de la lluvia
1 10 20 30 40 50 60 70 80 90 100 110 120 min

T = 10 años

Esta curva muestra que cuanto mayor es la intensidad de una lluvia menor es su dura-
ción.
Las relaciones intensidad-área afectada evidencian que al aumentar el área afectada
por una lluvia, disminuye su intensidad. Las lluvias de alta intensidad son muy localizadas,
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lo que dificulta la generalización de las interpretaciones.

ESTUDIO DE CASOS

1. Determinar los distintos valores de intensidad que se han presentado a lo


largo de una lluvia que ha tenido una duración de 9 h 30 min y cuya banda
de registro pluviográfico se incluye.

2. Determinar la intensidad máxima en 30 min, I30, expresada en mm h–1.

3. ¿A qué tipo de pluviómetro corresponde la gráfica que se incluye?

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mm 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20
10
9
8
7
6
5
4
3
2
1
horas
0

a.2) Caracterización de las gotas de lluvia


La distribución de tamaños de gotas afecta a la erosividad de la lluvia, ya que
junto con la velocidad de caída determina la energía cinética de la lluvia.
Se considera lluvia si la precipitación se produce en forma de gotas de diámetro supe-
rior a 0,5 mm. Las lluvias de poca intensidad se caracterizan por tener lugar en forma de
gotas de pequeño tamaño, mientras que las de gran intensidad, típicas de la zona mediterrá-
nea, están formadas por gotas grandes. El tamaño de las gotas se puede determinar con:

— El método del papel absorbente: cambia de color al humedecerse. El tamaño de la


gota es proporcional a la mancha (Hall, 1970, Gillespie, 1958).
— El método de la bolita de harina: se reciben las gotas en un plato con harina, cada
gota da lugar a una pequeña bolita. Se seca y se miden los tamaños (Carter y cols.,
1974).
— El método del disdrómetro: una membrana traductora de presión recibe los impac-
tos de las gotas de lluvia (Kinnell, 1972, 1976).
— Relaciones empíricas entre el tamaño de gotas y la intensidad de la lluvia.
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Las relaciones entre la intensidad y el tamaño de las gotas permiten obviar la dificultad
de su determinación experimental. Laws y Parsons (1943) propusieron una expresión apli-
cable a lluvias de intensidades bajas:

D50 = 1,25 I0,182

D50 = Diámetro medio (mm) correspondiente a la mediana, que parece ser el mejor
índice para las distribuciones de gotas. El 50% del volumen de lluvia cae en gotas
de tamaño superior a D50. Para elevadas intensidades el D50 decrece al aumentar
la intensidad.
I = Intensidad de la lluvia, mm h–1.

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% volumen de
lluvia acumulada

100

50

diámetro (mm)
0 de las gotas
0 1 2 D50 3 4 5 6

Los trabajos de Hudson (1971) han puesto de manifiesto que las gotas de lluvia rara-
mente superan los 5 mm, ya que a partir de este tamaño son inestables y se fragmentan. En
el área mediterránea se obtienen valores de hasta unos 3 mm, que son los característicos en
un chubasco. La forma de las gotas es la de una esfera aplanada, debido a la resistencia del
aire. El número de gotas (Park et al., 1983) es aproximadamente proporcional a:

Nd = número total de gotas (número m–2 s–1)


0,5
Nd = 154 I
I = intensidad (mm h–1)

La velocidad terminal o velocidad crítica de las gotas es aquella que alcanzan en el


momento en que la resistencia a la caída se iguala a la fuerza debida a la acción de la grave-
dad, aumenta al hacerlo el tamaño de la gota. La velocidad terminal puede alcanzarse des-
pués de unos 10 m de caída, de forma que gotas de lluvia interceptadas por una masa fores-
tal, al caer al suelo desde la copa de un árbol, pueden llegar al suelo como si no hubiesen
sido interceptadas y, por consiguiente, tener el mismo efecto erosivo o mayor, ya que las
gotas se pueden ir uniendo al atravesar las copas y aumentan su masa. Las velocidades ter-
minales pueden alcanzar valores de 1 a más de 9 m s–1.
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Se han propuesto diversas relaciones empíricas para calcularla:

Slastikhin (1964)
Vc = velocidad terminal (m s–1)
Vc = 13d d = diámetro de la gota (cm)
d = 1,73 I0,227 I = intensidad de la lluvia (mm h–1)
Para gotas de 5 mm la velocidad terminal es del orden de 9 m s–1
Wang (1972), Park y cols. (1983) proponen:
ρw = densidad del agua
(ρw – ρa) g d
Vc =  ρa = densidad del aire
1,8 g = aceleración de la gravedad

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La relación empírica entre la distribución del tamaño de gota y la velocidad terminal
(Gunn y Kinzer, 1949; Troeh et al., 1980) al representarla gráficamente adquiere la forma:

Velocidad terminal
cm seg–1
1.000 Vc

900

800

700

600

500

400

300

200

100

0 mm Diámetro de la gota
0 1 2 3 4 5 6 7

a.3) Energía cinética


Las características de la lluvia que afectan a su energía cinética (E) son la masa
de las gotas (m) y su velocidad terminal o velocidad crítica (Vc), que están relacio-
nadas con la intensidad de la lluvia:
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1
E =  m Vc2
2

en aquellos casos en que existan n clases de tamaños de gotas, con su correspondiente


velocidad:

n 1
E =  2 mi V2ci mi = masa de la lluvia caída por unidad de tiempo
i=1

Estas expresiones no resultan utilizables en la práctica, por lo que se recurre a


expresiones empíricas que relacionan la energía cinética y la intensidad de la lluvia:

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Autor Expresión Tipo de lluvia y localidad
–1
Wischmeier y Smith (1958) EC = 1,213 + 0,89 log 1 1 ≤ 76 mm h Natural, I < 150 mm h–1
EC = 0,283 I > 76 mm h–1 USA
(J m–2 mm–1)
Kinnel (1973) EC = (8,37 I – 45,88) 10–3 Natural, 1 < 250 mm h–1
(J m–2 mm–1) Miami, 200 observ.
Hudson (1965) EC = 29,8 – (127,5/I) Natural, I < 225 mm h–1
(J m–2 mm–1) Zimbabwe
Zanchi y Torri (1980) EC = 9,81 + 11,25 log I Natural, 1 < 140 mm h–1
EC = 1,86 + 11,03 log I + 0,07 log T Italia central
(J m–2 mm–1)
Motter y Burnham (1990) EC = 2,93 + 12,46 log I Natural, 1 < 20 mm h–1
(J m–2 mm–1) Inglaterra
I = Intensidad (mm h–1) EC = Energía cinética T = Temperatura del aire

Las ecuaciones de Wischmeier et al. (1958) y Zanchi y Torri (1980) sobreestiman la


energía cinética en lluvias de alta intensidad respecto a la expresión propuesta por Hudson
(1965), lo que concuerda con la observación de este autor referente a que el tamaño de las
gotas disminuye con lluvias de intensidades elevadas. La introducción de la temperatura
del aire en la expresión de Zanchi y Torri (1980) hace aumentar significativamente la corre-
lación y proporciona una mejor estimación de la energía cinética de las lluvias en zonas de
clima mediterráneo (Poch et al., 1992). No obstante, hay que señalar que la expresión de
uso más generalizado es la de Wischmeier y Smith (1958).

a.4) Precipitación en una cuenca


Para estimar la precipitación en una zona de gran extensión, como puede ser
una cuenca, a partir de datos puntuales correspondientes a los observatorios exis-
tentes, se han desarrollado distintos métodos, que pueden aplicarse tanto a precipi-
taciones individuales simultáneas, como a valores medios de una serie:

— Método de la media aritmética simple (no ponderada):


Consiste en hallar la media aritmética de todos los valores disponibles.
Sólo es aplicable en áreas planas, con una distribución regular de observatorios.
— Método de la media ponderada por zonas:
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Al calcular medias y aplicarlas a las «áreas de influencia» los resultados son de


mayor precisión.
Se toman en consideración tanto los datos de los observatorios de dentro de la zona
como de las inmediaciones.
— Método de las zonas homogéneas:
Se aplica a zonas heterogéneas susceptibles de ser divididas en áreas homogéneas
por criterios topográficos, de orientación, influencia de vientos, etc., asignables a
un observatorio cada una.
A cada escala (Ai) se le aplica el valor de la precipitación (Pi) del observatorio que
se le ha asignado (muy subjetivo).
La pluviometría total se calcula ponderando:
n
 AiPi
P= 
i=1 A = ∑ Ai

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— Método de los polígonos de Thiessen:
Las «áreas de influencia» de cada observatorio se delimitan geométricamente en
forma de polígono, definido por las mediatrices de los triángulos que definen los
observatorios (o bien trazando las perpendiculares a los lados de los triángulos, no
en su punto medio, sino a la altitud media entre las de los dos observatorios que
definen el lado del triángulo).
— Método de las isoyetas:
Exige disponer de una red densa de observatorios, bien distribuidos. Las isoyetas
son las curvas que unen puntos de igual pluviometría. Se planimetran superficies
entre cada dos isoyetas consecutivas y se calcula la media ponderada.
n
A =  Ai P0, P0+x, P0+2x, ..., P0+(n–1)x red de isoyetas.
i=1
x = equidistancia entre isoyetas.
n = número de isoyetas.
  
1 n–1 1
P =   Ai Po + i –  x P = precipitación total de la zona.
A i=1 2

— Método de la curva hipsométrica.


— Método de la estación-ángulo.
(Semejante al de Thiessen)

El método Thiessen ha sido utilizado para determinar áreas de influencia de los obser-
vatorios españoles a escala original 1:1.000.000 (Magister, 1992). Para la zona del sureste
los polígonos establecidos son:
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270 182
MURCIA
JAÉN

008
GRANADA CARTAGENA
514
MÁLAGA ALMERÍA
258
171 297

Este método da lugar a límites abruptos entre polígonos, lo que resulta antinatural (no
se da en la naturaleza), para evitarlo se puede recurrir a una interpolación lineal según el
inverso de la distancia al cuadrado (Del Moral, 2000).

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a.5) Información para el estudio de precipitaciones
Para caracterizar las precipitaciones se elaboran los datos proporcionados por los
observatorios meteorológicos que, por lo general, pertenecen a las redes de los Insti-
tutos Nacionales de Meteorología. La información que se utiliza es la siguiente:

Información Observaciones

Precipitación en intervalos de 1 min Permite conocer la intensidad de la lluvia con precisión a lo


largo del tiempo que dura la precipitación. Información de
gran interés para estudios de erosión. Existen pocos equipos
de este tipo. Requiere medida automática con registro y
transmisión a ordenador para poder almacenar un gran volu-
men de datos.
Precipitación en intervalos de 5 min Información de suficiente calidad.
Requiere tomar la información del registro cada 10 días
aproximadamente. Existen pocos equipos de este tipo.
Precipitación con registro gráfico en Permite conocer la intensidad de lluvia.
soporte de papel Método laborioso y de poca precisión.
Información de interés. Información común en observato-
rios meteorológicos completos.
Precipitación en 24 h Información de escaso interés para estudios sobre erosión,
ya que no permite conocer la intensidad a lo largo de cada
lluvia. Datos utilizables en correlaciones.
Pluviómetro totalizador. Equipo usual en los observatorios
clásicos.
Intensidad de la lluvia Información imprescindible para poder calcular la energía
cinética de la lluvia.
Energía cinética Permite calcular la erosividad de la lluvia.
Duración de cada lluvia Con pluviómetros totalizadores, el anotar el momento en
que empieza y acaba cada lluvia y la cantidad de lluvia
caída permite conocer la intensidad media. Requiere perso-
nal meticuloso.
Información de cierto interés.
Masa, diámetro y velocidad de las gotas Definen la erosividad de una lluvia.
Información raramente disponible por medida directa.
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Frecuencia de cantidades máximas Interesa calcular los valores máximos esperables para distintos
de lluvia, intensidad, etc. períodos de retorno.
Área afectada Superficie para la que tiene validez la información propor-
cionada por un observatorio.
Superficie de la cuenca Superficie drenante total.

ESTUDIO DE CASOS

Calcular la cantidad de agua que recibió el área que se indica, a partir de los
valores de las tormentas que tuvieron lugar el 7 de noviembre de 1982, que
provocaron importantes inundaciones. Aplicar el método de los polígonos de
Thiessen. →

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✽ ✽
BAGA
240 LA POBLA DE LILLET
266


VALLCEBRE
230

CERCS
217


✽ BERGA
BUSA 154
140

✽ TENTELLATGE
92

✽ ✽
CASSERRES
84 mm PRATS DE LLUÇANES
✽ 13
PUIGREIG
40
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km
0 5 10

Observatorios
Lluvia ponderada
Parámetros

Lluvia (a)
Factor de Thiessen (b)
Lluvia ponderada (axb) i ∑ (a × b)i

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b) Infiltración
La infiltración, como proceso de entrada de agua a través de la superficie del suelo, así
como la forma de medir su velocidad han sido estudiados en el Capítulo 13, al que habrá
que remitirse. Cabe destacar que se trata de un componente de la ecuación del balance de
agua, con posibilidad de ser medido en los distintos puntos de una cuenca. Los valores de la
velocidad de infiltración se hallan en un intervalo que va de 0 a unos 100 mm h–1.
Dado que la velocidad de infiltración depende de las características de la superficie del
suelo, actuando sobre ellas se puede aumentar la cantidad de agua infiltrada y, al haber
menos excedente, disminuirá el riesgo de erosión, al tiempo que se aumenta la reserva de
agua disponible para las plantas.
En determinadas circunstancias, incluso en zonas en las que conservar el agua sea una
práctica muy recomendable, el aumentar la cantidad de agua infiltrada puede presentar pro-
blemas. Este será el caso en Vertisoles en laderas que, al saturarse de agua, pueden llegar a
sufrir solifuxión y en suelos con un material subyacente muy impermeable, tal como lutitas.
Hay que tener en cuenta el comportamiento del agua en el suelo en relación con las
prácticas de cultivo. Así, por ejemplo, en suelos cultivados con viña, interesa que el agua de
las lluvias de septiembre se evacúe lo más rápidamente posible, ya que si se infiltra y no
drena con facilidad, los campos serían impracticables en época de vendimia.

c) Estudio de la escorrentía

c.1) Ecuación del balance de agua


En el diseño de medidas de control de la erosión se hace imprescindible el con-
cepto de escorrentía, conocer cuáles son los factores que la controlan, y qué meto-
dología debe seguirse para determinar los caudales esperables. El control de estos
caudales es el objetivo de unas medidas eficientes de conservación de suelos, dise-
ñadas para soportar el caudal máximo esperable para un período de retorno dado,
sin que se produzcan daños. La escorrentía superficial:
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Es la parte de las precipitaciones totales de un área determinada, que aparece en los cur-
sos de agua superficial.
Se debe a que la intensidad de la lluvia supera la velocidad de infiltración, y con ello se
genera un exceso de agua.
El caudal de la escorrentía es una función de la intensidad de la lluvia, la velocidad de
infiltración y de la posición sobre la vertiente en relación con la divisoria de aguas más
próxima.
Es una de las causas de la pérdida de suelo por erosión hídrica. La capacidad para trans-
portar partículas suele aumentar con la distancia a la divisoria de aguas.
Es más difícil de estudiar y medir que el flujo de las corrientes.

La precipitación, la infiltración y la escorrentía pueden relacionarse por medio


de las expresiones:

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E = P – INF E = Escorrentía absoluta (mm)
P = precipitación (mm)
INF = infiltración (mm)
e = escorrentía relativa (adimensional)
E
e =  100
P

Al iniciarse una lluvia, el agua irá mojando los distintos elementos del paisaje, es inter-
ceptada por la vegetación (INT), se infiltra (INF) en el suelo, lo que hará aumentar la
reserva en agua (R) y puede generar un flujo subsuperficial o hipodérmico (EH) o un flujo
subterráneo (ES); el agua puede incorporarse directamente a superficies de agua (A) o
almacenarse en la superficie del suelo (AS), formando charcos. Parte del agua puede per-
derse por evaporación (EV).
Al prolongarse la lluvia, llegará un momento en que la cantidad de agua caída (P) supe-
rará la capacidad de almacenamiento de estos elementos y se generará un excedente que
circulará por la superficie del suelo vertiente abajo. Este flujo de agua constituye la esco-
rrentía superficial (E), también denominada arroyada.
La ecuación del balance de agua puede formularse como:

P = precipitación
P = E + INF + INT + AS + A + EV E = escorrentía
INF = infiltración
INF = R + EH + ES INT = intercepción por la vegetación
AS = almacenamiento superficial
A = almacenamiento en masas de agua
EV = evaporación
R = variación de la reserva
EH = flujo subsuperficial
ES = flujo subterráneo

La elevada intensidad de las precipitaciones del área mediterránea hace que la capaci-
dad de absorción del sistema se supere rápidamente en cada tormenta y se genere escorren-
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tía, lo que explica la importancia de los procesos erosivos.


Un excedente de agua puede ser provocado por el hombre, entre otras causas, por el
riego por aspersión, que puede ser origen de procesos erosivos importantes, si boquillas y
caudales no son los adecuados.

c.2) Modelos de formación del excedente de agua


La formación del excedente de agua viene determinada por condiciones loca-
les, tales como tipo de lluvia, características de la superficie del suelo, velocidad
de infiltración, capacidad de almacenamiento de agua y conductividad hidráulica.
Atendiendo a la relación existente entre la intensidad de la lluvia (I) y la velo-
cidad de infiltración (INF) se pueden establecer dos modelos para explicar la for-
mación del excedente de agua.

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Cabe citar entre ellos:

Modelo de saturación.
Modelo de infltración o de Horton.

c.2.1. Modelo de saturación


En zonas de clima templado húmedo con lluvias bien distribuidas, las precipitaciones
suelen ser de baja intensidad, si bien de larga duración. En estas condiciones, a pesar de que
la intensidad de la lluvia sea inferior a la velocidad de infiltración, el suelo puede llegar a
saturarse y los nuevos aportes darán lugar a un excedente de agua. La saturación se alcan-
zará primero en la parte baja de la ladera ya que, además de la lluvia directa, recibe el flujo
lateral superficial e hipodérmico, y se irá extendiendo vertiente arriba.
Son frecuentes los suelos con marcados contrastes texturales entre sus horizontes como, por
ejemplo, en aquellos que presentan un horizonte Bt (Alfisoles, Ultisoles) o en suelos menos
desarrollados, si el material subyacente es poco permeable. En estos casos se satura el horizonte
de superficie y se genera un excedente de agua debido a la larga duración de la lluvia.

c.2.2. Modelo de infiltración de Horton


Este modelo explica la formación de excedente de agua por el hecho de que la veloci-
dad de aporte de agua (I) supere la velocidad de infiltración (INF):
I – INF = excedente
En el supuesto de una ladera con una misma erosionabilidad en todos sus puntos, se
presentarán las siguientes situaciones:

— En la parte próxima a la divisoria de aguas las partículas sólo se ven afectadas por el
impacto de las gotas de lluvia, y no habrá mayores desplazamientos que los deriva-
dos de la salpicadura. Horton identifica esta parte de la ladera como una «banda sin
erosión» o si se prefiere, sin flujo.
— Al superar la intensidad de la lluvia a la velocidad de infiltración, el excedente se des-
plaza como flujo laminar. El agua forma una fina película relativamente uniforme.
— Al aumentar la cantidad de agua y por las irregularidades de la superficie del
terreno, el flujo se concentra dando lugar, primero a canales de poca anchura y pro-
fundidad (arroyaderos), que evolucionan a canales más profundos vertiente abajo, o
por reiteración del proceso, caso de que se trate de una superficie no labrada.
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— La parte basal de la ladera supone una zona de depósito. Al haber una disminución o
rotura de la pendiente, el flujo pierde velocidad y con ello disminuye su capacidad
de transporte.
En esquema el modelo puede representarse como: r
jo ina
flu lam do
n
VINF = velocidad de infiltración Si ujo nt
ra
Fl e
I = intensidad de la lluvia as nc sit
o
agu co pó
de ujo de
ria Fl de
iso
Div I na
F
> Zo
V IN
A <I
V INF
B

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Los trabajos de Emmett (1970) han puesto de manifiesto que en la parte superior (somi-
tal) de la ladera, el flujo es ante todo laminar y pasa gradualmente a turbulento al aumentar
el caudal hacia la parte basal.
Como caso particular de este modelo cabe citar los suelos cuya velocidad de infiltración
sea nula (INF = 0) debido a la compactación por el paso de maquinaria; por sellado y for-
mación de costra superficial; por expansión de las arcillas al humectarse o por urbanización
de un área. En una ladera hipotética, con superficie impermeable, el caudal máximo sería
directamente proporcional a la intensidad de la lluvia.

c.3) Velocidad de la escorrentía laminar y fuerza de arrastre


La expresión de Darcy-Weisbach permite calcular la pérdida de carga cuando una pelí-
cula de agua se mueve entre dos puntos de una tubería:

hL = pérdida de carga
L V2
hL = f   (1) V = velocidad del agua
d 2g L = distancia entre los puntos considerados
d = diámetro de la tubería
V=
h d 2g

fL
L
f = coeficiente de rozamiento
R = d/4 = radio hidráulico (relación entre la sección
transversal y el perímetro mojado) (m)
S = hL/L = gradiente hidráulico (pendiente %)
Para tuberías cilíndricas la fórmula de Chezy permite calcular la velocidad del flujo:
Vx = C’ RS (2) Vx = velocidad a la distancia x
C’ = coeficiente de velocidad de Chezy (m0,5 s–1)

Estudiando la velocidad de la escorrentía superficial y la fuerza de arrastre en un ele-


mento de una ladera, se puede llegar a calcular la distancia a la divisoria de aguas a partir
de la cual se producirá erosión laminar.

El esquema de la escorrentía en una ladera con flujo laminar (Holy, 1980) es:
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γ = coeficiente de rugosidad
Vx γ
Campo labrado según la
y y + dy máxima pendiente 2,0
l Campo labrado a nivel 3,5
Vx + dx Campo cubierto de musgo 5,0-6,0
dx Superficie rugosa de
x suelo con montículos 8,0-15,0

y = espesor de la lámina de agua en un elemento de flujo, cuya anchura se toma


igual a la unidad (m)
x = distancia a la divisoria de aguas (m)
Vx = velocidad de flujo laminar a la distancia x →

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En el elemento de flujo considerado, el radio hidráulico viene expresado por:
y
R = 
y considerando despreciable el término 2y y frente a 1
2y + 1
El coeficiente de velocidad de Chezy, según Bazin viene dado por la expresión:

87 y
87 y = m y
C’ =  considerando despreciable y
 frente a γ
γ + y γ

Sustituyendo en la expresión de Chezy se obtiene:

Vx = my yS
 = my S = a y

a = constante que depende de la inclinación y de la superficie de la ladera.

Para relacionar la velocidad del flujo con la distancia a la divisoria de aguas se puede
aplicar la fórmula de Ramser para el cálculo del caudal:

Q = CiA Q = caudal (escorrentía total).


dQ = Cidx dQ = caudal en el elemento de flujo.
i = intensidad de la lluvia.
A = superficie afectada.
A = l · dx en el elemento de flujo.

dQ = (y + dy) Vx+dx – y Vx = (y + dy) a (y + dy) – y ay


2a y dy

aproximando con los términos de primer orden.


De donde:
Cidx = 2 ay dy
integrando queda:

C i  xa
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y=

sustituyendo en la expresión deducida anteriormente, Vx = ay, se obtiene la relación


con la distancia a la divisoria de aguas:

m s–1

La fuerza tangencial de la escorrentía superficial (fuerza de arrastre) viene dada por:


τ = esfuerzo tangencial, N m–2
γw = peso específico del agua, N m–3
τ = γw y S γw = 9.806 N m–3 (generalmente)
y = espesor de la lámina de agua, m
S = pendiente, % →

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luego:

τ = γwS
C i 
m Sx 1/2 N m–2

La banda sin erosión viene definida por:


τ2 m S1/2 V2
x=  =  x
γw2 S2 Ci Ci m S1/2
Al superar la fuerza tangencial de la escorrentía el valor τ, característico de cada suelo,
se producirá erosión laminar a partir de la distancia x a la divisoria de aguas.

La velocidad del agua condiciona las posibilidades de erosionar, transportar o


depositar partículas. Hjulström (1935) estudió estas relaciones que se pueden
expresar gráficamente:

log V 1.000
cm s–1 500
Erosión A

100
50

10
te

5
or
sp
an

Sedimentación
Tr

1
0,5
log. tamaño
0,1 particulas
1 5 10 50 100 500 1.000 5.000 10.000 50.000 100.000 500.000
μm
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En un flujo en régimen turbulento sobre una superficie rugosa, la fórmula de


Manning permite calcular la velocidad del flujo y si se conoce o se fija ésta se puede
determinar el espesor de la lámina de agua para que el flujo no resulte erosivo:

V = velocidad del flujo (m s–1)


1
V =  R2\3 S1/2 n = coeficiente de rugosidad de Manning
n R = radio hidráulico (m)
S = pendiente (m m–1)

en aquellos casos en que n y S sean constantes:

V = K y2/3 y = espesor de la lámina de agua (m)


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en canales enherbados el coeficiente de Manning tiene los siguientes valores:

n
— Con gramíneas bajas (0,5-15 cm) 0,030-0,060
— Con gramíneas medias (15-25 cm) 0,030-0,085
— Con gramíneas altas (25-60 cm) 0,040-0,150

c.4) Cálculo del coeficiente de escorrentía


Dado que muchas expresiones empíricas para el cálculo de la escorrentía se
basan en el coeficiente de escorrentía, se hace necesario establecer las bases para
calcularlo, debiendo diferenciar dos enfoques según que el coeficiente de esco-
rrentía se defina:

— Como la relación entre la lluvia efectiva y la escorrentía total:


En este caso, expresa la relación entre el volumen de escorrentía (E) a la salida de
una cuenca y la cantidad de lluvia caída (P) en la misma superficie, su valor varía a
lo largo del año en función de las características de la superficie del suelo.

E
C = 
P

para un suelo desnudo, sin masas de agua, ni formación de charcos y considerando


despreciable el agua perdida por evaporación:

E = P – INF
C = 1 – INF/P
Este enfoque empírico permite calcular las aportaciones totales en una cuenca.
— Como la relación entre el caudal máximo y la intensidad máxima.
En este caso:
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Qmax = caudal máximo


Q ax
C = m Imax = intensidad máxima de la lluvia
Imax A A = superficie
Este es el sentido que se da al coeficiente de escorrentía en el denominado método
racional, utilizado para calcular el caudal de escorrentía máxima de diseño expre-
sado como:
q = caudal máximo de escorrentía de diseño, m3s–1
q = 0,0028 C i A C = coeficiente de escorrentía
i = intensidad de la lluvia para el período de retorno
de diseño y para una duración igual al tiempo de
concentración de la cuenca, mm h–1
A = superficie de la cuenca, ha
El coeficiente de escorrentía de Frevert se refiere a este concepto de C.

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Los valores de C se pueden determinar experimentalmente; si bien por lo general, para
el diseño y cálculo de obras de conservación se recurre a expresiones empíricas. Esta forma
de proceder supone una simplificación que, para ser suficientemente aproximada, exige tra-
bajar en unas condiciones lo más semejantes posible a las de la cuenca tomada como refe-
rencia al deducir la expresión que se utilice. Estos procedimientos de cálculo dejan de con-
siderar factores de importancia sobre los que, por lo general, se posee escasa información y
por ello resulta difícil poder proponer su uso generalizado. Los resultados siempre deberían
ser objeto de comprobación.
El cálculo del coeficiente de escorrentía según Frevert tiene en cuenta:

Factores considerados Expresión propuesta por Frevert

Cp = pendiente
Ct = textura del horizonte superficial C = 1 (Cp + Ct + Cv + Cc)
Cv = cubierta vegetal
Cc = prácticas de cultivo o de conservación
Pendiente % Cp Textura Ct
<3 0,30 Muy arenosa 0,50
3-5 0,20 Franco Arenosa 0,40
6-10 0,15 Franca 0,20
11-15 0,08 Arcillosa 0,10
16-20 0,07
21-25 0,05
> 25 0,02
Cubierta vegetal Cv Práctica cultivo Cc
Forestal denso 0,20 Alomado a nivel 0,20
Prados y pastos 0,15 A nivel 0,15
Cultivos 0,10 Mal cultivado 0,10
Eriales 0,05 Sin cultivar 0,00

c.5) Tiempo de concentración


La lluvia y la escorrentía no son dos fenómenos totalmente simultáneos. La escorrentía
se inicia con posterioridad a la lluvia y suele prolongarse acabada la lluvia. Por lo general,
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el tiempo de escorrentía es superior al que dura la precipitación. El diseño y cálculo de


canales de desagüe requiere conocer el caudal máximo esperable en distintos puntos de la
red de drenaje. Para una lluvia de intensidad constante, el caudal en la salida de la cuenca
irá aumentando a medida que vaya llegando el agua que escurre desde puntos hidrológica-
mente cada vez más alejados y se mantendrá constante a partir del momento en que haya
empezado a llegar agua desde el punto hidrológicamente más alejado.
El tiempo de concentración de una cuenca se define como:

Tiempo mínimo necesario para que se alcance el caudal máximo en un punto


dado de la cuenca, es decir, para que el agua fluya del punto hidrológicamente
más alejado de la cuenca, hasta el punto de salida considerado.
Se representa por la siglas Tc o bien Tk.

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El tiempo de concentración es característico de cada cuenca y depende del tamaño,
topografía y forma de ésta, así por ejemplo, para una misma superficie de la cuenca, el
tiempo de concentración puede variar considerablemente según sea la forma:

A
A
Cota

L A

Distancia

El punto B es el punto hidrológico más alejado en uno y otro caso. Considerando que
ambas cuencas tienen idéntica superficie el tiempo de concentración será menor en la pri-
mera que en la segunda.
Para su cálculo se han propuesto diversas expresiones, utilizando distintos parámetros
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de la cuenca. La más clásica es la del Soil Conservation Service del USDA, para cuencas
menores de 1.250 ha, por lo que puede resultar adecuada para campos de cultivo en los que
se quiera implantar medidas de control de la erosión. La expresión es la siguiente:

L = longitud del recorrido del agua desde el punto


hidrológicamente más alejado (m)
Tk = 0,0195 L0,77 S–0,385 (min.) H = diferencia de altitudes entre cotas extremas
(m)
S = H/L = pendiente media del recorrido (m m–1)
K = 3,3 LS

Para el cálculo se puede utilizar el siguiente gráfico (Magister, 1973), para cuencas de
drenaje menores de 1.250 ha:

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Tiempo de
concentración

200
Tk
100

60

40
77
0,
k
7
94
20 ,01
0
=
T
10

1 K
1 2 4 6 10 20 40 60 K100 200 400 1.000 km

T = minutos

si bien actualmente resulta sencilla su programación y cálculo con ordenador.

ESTUDIO DE CASOS
Calcular el tiempo de concentración de una cuenca de 900 ha, cuyas cotas
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extremas son 420 y 320 m y el recorrido desde el punto hidrológicamente más


alejado es de 5.000 m.

Respuesta
I = 0,04 K = 82,50 km Tk = 2 horas

c.6) Cálculo de la escorrentía


Para dimensionar estructuras de almacenamiento de agua de escorrentía se
necesita conocer el volumen total de agua a que da lugar una lluvia determinada en
una superficie y período de tiempo dados (escorrentía total). Si se trata de diseñar

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estructuras de desagüe interesa el caudal máximo que es esperable en un punto
dado (escorrentía crítica).
Dada la dificultad de llevar a cabo medidas de escorrentía, que por otro lado deberían
corresponder a una serie larga de años, se han propuesto expresiones empíricas que permi-
ten calcular de forma aproximada la escorrentía esperable.
Cada una de ellas ha sido deducida para determinadas condiciones, a las que habrá que
restringir su uso. Entre las más utilizadas cabe destacar las siguientes:

Método de cálculo Expresión Condiciones


3 –1
Fórmula Racional o de Ramser Q = caudal, escorrentía total, m s Zonas agrícolas
Q=CiA C = coeficiente de escorrentía A < 1000 ha
i = intensidad de la lluvia, m s–1
A =superficie afectada, m2
Fórmula de Frevert Tiene en cuenta el tiempo de concentración: Cuencas menores de 1300 ha
Q=CiA Q = caudal, máximo volumen instantáneo,
m3 s–1 Se puede trabajar con
C = coeficiente de escorrentía intensidades máximas en
i = intensidad media de la lluvia durante un intervalos iguales al tiempo
intervalo igual al tiempo de concentración de concentración.
en el período de retorno que se considere,
m s–1
A = área de la cuenca, m2
Fórmula de Charnier Tiene en cuenta que el volumen unitario Cuencas con
Q=CiAa de escorrentía disminuye a medida que 80 < A < 10000 ha
aumenta la superficie de la cuenca.
Q = m3 s–1
a = coeficiente de reducción en función del
tamaño de la cuenca, variando entre:
0,59 (10000 ha) < a < 0,92 (80 ha)
Fórmula de Cook Introduce nuevos factores
Qmáx = m3 s–1 Wv = f (cubierta vegetal)
q = q (superficie cuenca, ΣW) Wi = f (infiltración)
ΣW = Wv + Wi + Wp + Wa Wp = f (pendiente)
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L = factor geográfico de la lluvia Wa = f (almacenaje


F = factor forma de la cuenca superficial)
f = factor frecuencia de la lluvia
Método del número de curva (CN) Hydrologic Soil-Cover Complex CN = 0 (no hay escorrentía)
2 Number (SCS del USDA) CN = 100 la escorrentía será
(P – 0,2 S)
8Q=  Q = caudal total de escorrentía (cm) máxima
P + 0,8 s P = precipitación de la tormenta (cm) Los valores CN están
S = retención potencial máxima (cm) tabulados en función de las
CN = número de curva, empírico. características de la cuenca.
P > 0,2 S

2540
S =  – 25,4
CN

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Estos métodos de cálculo constituyen diversas formas de abordar la determinación de la
escorrentía, no debiendo olvidar que tan sólo constituyen una aproximación. Esta será tanto
más ajustada cuanto más homogéneas sean las características hidrológicas de la cuenca o
subcuenca considerada y más se aproximen a las de la cuenca que sirvió de modelo para
deducir la expresión utilizada. La comparación de resultados utilizando diversos sistemas
de cálculo puede resultar recomendable, si no es posible un contraste en campo.
Las expresiones muy simplificadas tales como las de Ramser, Frevert o la de Charnier
requieren pocos datos y por ello son aplicables a cuencas de pequeño tamaño, lo que puede
ser suficiente a nivel agrícola.
El método del número de curva (CN), desarrollado por el Soil Conservation Service del
USDA puede servir como base inicial para estimar el volumen de escorrentía para el diseño
de estructuras de ingeniería (S.C.S. 1972). A pesar de que otros métodos pueden predecir
de forma más precisa los máximos en un hidrograma de escorrentía, el método CN permite
una valoración más rápida y eficiente (Heggen, 1981). Este método tiene en cuenta el uso
del suelo, tipo de cubierta, sistema de cultivo, condiciones de infiltración y el grupo hidro-
lógico al que pertenece el suelo según su potencial de escorrentía. La dificultad para aplicar
este método a casos concretos reside en la necesidad de disponer de los factores geográfi-
cos, forma de cuenca y frecuencia de la lluvia, que es preciso conocer previamente y que en
España por lo general no se conocen.

3. Técnicas de medida y modelos de evaluación


de las pérdidas de suelo

Las técnicas de medida y los modelos de evaluación de las pérdidas de suelo


deben tener en cuenta los factores actuantes en los procesos de erosión que pueden
agruparse en:

— Factores de energía, de los que depende la capacidad erosiva o erosividad


de la lluvia.
— Factores de resistencia, que dependen de las características del suelo y defi-
nen su erosionabilidad.
— Factores de protección, derivados de las acciones emprendidas como conse-
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cuencia de la percepción de utilidad del recurso suelo por parte del usuario.

El estudio de la evaluación de las pérdidas de suelo se realizará separadamente


para cada proceso erosivo, para simplificar la presentación, si bien en la naturaleza
suelen actuar de forma conjunta.

3.1. Procesos de erosión por salpicadura: Cuantificación

a) Medidas experimentales
Un protocolo experimental para la determinación de la cantidad de suelo desprendido
consiste en dispositivos que actúen a modo de trampas para recoger las partículas despren-

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didas por el impacto de las gotas de lluvia. Los más comunes son los recipientes de reco-
gida (a) y el dispositivo de Morgan (b), cuyo esquema es el siguiente:

20 cm
20 cm
a b

40 cm

10 cm

b) Evaluación de la cantidad de suelo desprendido por salpicadura


De entre los distintos modelos propuestos para estimar la cantidad de suelo despren-
dido por salpicadura, a modo de ejemplo, se citará el de Mirstkhulava (1970). Cabe indi-
car que es un modelo empírico, basado principalmente en las características de la lluvia.
Unicamente toma en consideración la densidad del suelo saturado de agua como paráme-
tro edáfico y su aplicabilidad deberá ser comprobada experimentalmente en cada localiza-
ción geográfica.

La cantidad de suelo desprendido por salpicadura viene dada por la expresión:

 
dR Vc
qD = 0,0263 ρhws I Vc2 t  – 1 sen θ
ddR Vcd
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qD = cantidad de suelo desprendido por salpicadura (Mg ha–1)


I = intensidad de la lluvia (mm min–1)
Vc = Velocidad terminal de las gotas de lluvia (m s–1)

Puede calcularse por medio de la expresión: Vc = 2,16 d


R

dR = diámetro de las gotas (mm)
dR = 1,73 I0,277 (I en mm h–1)
t = duración de la lluvia (min)
ρbws = densidad aparente del suelo húmedo (se suele tomar 2.000 kg m–3)
ddR = diámetro de las gotas a la velocidad a la que hay erosión
0,2 mm
Vcd = velocidad de caída de las gotas a partir de la que hay erosión
l m s–1
θ = ángulo de inclinación de la ladera

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ESTUDIO DE CASOS
Calcular la cantidad de suelo afectado por erosión por salpicadura por tres llu-
vias cuyas intensidades son las siguientes:

Lluvia I (mm h–1) t (min) P(mm)

1 95 30,6
2 11,2 40 7,8
3 40,0 15 10,0

Respuestas
(1) 132,00; (2) 26,24; (3) 188,90 Mg ha–1

3.2. Procesos de erosión por escorrentía superficial concentrada:


Cuantificación
a) Medidas experimentales
La medida de las pérdidas de suelo por arroyaderos y por cárcavas se puede llevar a
cabo con distintos métodos:

— Método de la cadena:
La mayor rugosidad de la superficie del suelo aumenta a medida que lo hace el
número de canales y estos van siendo mayores.
La relación entre la longitud de una cadena tensa entre dos puntos y la que se
requiere para adaptarla a las irregularidades del terreno por las incisiones propor-
ciona un índice, útil para poder realizar comparaciones a lo largo del tiempo en un
mismo lugar.
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— Método de las secciones transversales:


En caso de tratarse de cárcavas se puede proceder a medir secciones a lo largo de
tramos uniformes del canal, en distintos momentos del año, para ir cuantificando el
volumen de suelo perdido y poder correlacionarlo con las lluvias habidas.

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En el caso de barrancos puede resultar de interés describir su morfología, secciones en
U o en V, lo que puede proporcionar información acerca de la litología de los materiales
afectados, la forma de crecimiento, incisiones, etc.

b) Predicción del riesgo


A partir de experimentos de laboratorio y de campo llevados a cabo en Bélgica, Boom y
Savat (1981) proponen una serie de nomogramas para evaluar el riesgo de erosión por
escorrentía superficial concentrada.
Los parámetros tenidos en cuenta son la longitud de la pendiente (m), la permeabilidad
del horizonte de superficie (mm min–1), la intensidad de la lluvia (mm h–1) y la temperatura
del agua, con los que se determina un parámetro intermedio denominado unidad de des-
carga (q en cm3 s–1). Este valor, junto con la inclinación de la ladera y el diámetro medio
granulométrico (D50) del horizonte superficial permiten entrar en un ábaco que delimita
zonas de distinta probabilidad de riesgo.
Este método se cita por ser uno de los pocos existentes para realizar predicciones de
este tipo; no obstante, hay que señalar que no ha sido comprobado en condiciones de clima
mediterráneo y que no tiene en cuenta el factor de longitud de la ladera.

3.3. Procesos de erosión laminar y por arroyaderos: Cuantificación

a) Medidas experimentales
Los primeros experimentos cuantitativos fueron llevados a cabo en Estados Unidos por
el Forest Service a partir de 1915 y en las décadas de los años 20 y 30 se emprendieron
importantes investigaciones sobre erosión. El Soil Conservation Service (USDA) estable-
ció un convenio con la Universidad de Purdue (Washington) para realizar medidas sistemá-
ticas de pérdidas de suelos por erosión en terrenos agrícolas, con el fin de llegar a conocer
los distintos factores y procesos que intervenienen en la erosión.
Este planteamiento llevó a instalar un conjunto de estaciones experimentales en diver-
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sos Estados al Este del Mississipi, que operaron de un modo continuado a lo largo de
muchos años. Wischmeier generalizó el empleo de parcelas experimentales de característi-
cas normalizadas (22,13 m de longitud y 9 % de inclinación de la pendiente), esto permitió
la obtención de resultados comparables, cualquiera que fuese su procedencia. Esta manera
de proceder ha permitido disponer de un volumen muy grande de información (más de
8.000 datos) y poder plantear el desarrollo de modelos.
La utilización de parcelas de menor tamaño, de 1 × 1 m, por ejemplo, puede presentar
dificultades al tener que establecer factores de escala para poder transferir los resultados a
parcelas de una finca agrícola a escala real.
La cuantificación a nivel de cuenca hidrográfica obliga a arbitrar costosas infraestructu-
ras de medida, tales como estaciones de aforo y de toma de muestras para determinar los
aportes sólidos y las características químicas de las aguas. Esto sólo resulta abordable por
los Organismos responsables de la gestión hidrológica de la cuenca.

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b) Medidas con simulador de lluvia
Dada la complejidad de realizar medidas a escala y tiempo reales, se han desarrollado
dispositivos basados en generar lluvia artificial, de intensidad controlable, que se proyecta
sobre una superficie de extensión y características conocidas. El sistema permite trabajar
incluso en laboratorio, sobre una superficie de inclinación variable, con lo que resulta posi-
ble comparar diferentes tratamientos y obtener muchos datos en un período corto de
tiempo. No obstante, puede resultar dificil transferir los resultados a las parcelas de tamaño
real. La bibliografía sobre simuladores de lluvia es muy extensa.

c) Modelos de predicción de la erosión potencial


Las estrategias de conservación de suelos deben basarse en un conocimiento de las pér-
didas potenciales de suelo, cuya importancia será la que justificará las inversiones a realizar
y las restricciones que deba autoimponerse el agricultor para lograr los objetivos que se
propone alcanzar: una agricultura sostenible, que ni degrade el recurso suelo, ni produzca
impactos desfavorables sobre el medio ambiente y sea productiva.
La mayoría de los modelos utilizados en erosión de suelos son de tipo paramétrico,
basados en la identificación de relaciones estadísticamente significativas, entre varia-
bles a las que se atribuye importancia en el proceso erosivo y de las que se posee infor-
mación.
La idoneidad de un modelo dependerá de lo próximas que estén sus predicciones de los
valores obtenidos por medidas de campo, no de la facilidad con que pueda aplicarse para
obtener valores numéricos, a veces no comprobados para unas condiciones geográficas
concretas.
Los primeros intentos de cuantificar los procesos erosivos se deben al Forest Service de
Estados Unidos, cabe citar los modelos de Zingg (1940), Musgrave (1947), Smith y Whitt
(1947), Lloyd y Eley (1952).
Como consecuencia del conjunto de datos acumulados, Wischmeier y Smith
recibieron el encargo de realizar un estudio estadístico acerca de los mismos, tra-
bajos que condujeron en 1958 a la Ecuación Universal de Pérdida de Suelo
(USLE) que fue dada a conocer a la comunidad científica en el Congreso de la
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ISSS celebrado en Madison en 1960.

La USLE mide la pérdida potencial anual media de suelo debido a erosión lami-
nar y arroyadas en parcelas agrícolas.

Este modelo, inicialmente muy sencillo, ha sido objeto de diversas revisiones. La modi-
ficación de Berndt (1972) y Williams (1975), conocida como la MUSLE (Modified USLE),
va encaminada a poder estimar la producción de sedimentos debida a un acontecimiento
individual de escorrentía desde una divisoria de aguas. Las distintas modificaciones hacen
perder la simplicidad que el modelo inicial tenía, lo que constituía una de sus principales
ventajas.

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En los años 90 se ha empezado a trabajar en la elaboración de otros modelos (Lane y
cols., 1988, Morgan, 1992).
Las investigaciones en el siglo XX han ido encaminadas a la predicción de la pérdida de
suelo a partir de bases físicas, tomando en consideración la ley de conservación de la masa
y la energía, frente a los modelos de base empírica.

c.1) Ecuación Universal de Pérdidas de Suelo (USLE): Formulación


El uso de este modelo se ha generalizado por la necesidad sentida en muchos
países de cuantificar la importancia de la erosión y por la aparente facilidad de su
aplicación. Las restricciones del modelo deben ser tenidas siempre en cuenta, para
evitar errores en los datos obtenidos.
El modelo es paramétrico y para predecir la erosión potencial toma en conside-
ración aquellos factores a los que la USLE atribuye significación y que son los
siguientes, siendo A: la pérdida de suelo por erosión.

Precipitación Flujo de agua Relieve Uso del suelo

Características del suelo

Energía Desprendimiento Transporte Ladera


cinética

Erosividad Erosionabilidad Longitud Inclinación Cubierta Prácticas


de ta ladera vegetal de
conservación
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A=R X K X LS X C X P

Como referencias clásicas sobre la USLE cabe referir los trabajos de Wischmeier y
Smith (1978), Koolhaas (1977) y la revisión de González del Tánago (1991).

c.2) USLE: Procedimientos de cálculo


El factor erosividad de la lluvia (R) para España se puede conocer en primera aproxi-
mación a partir del mapa de índice de erosión pluvial publicado por ICONA (1988), cuya
escala original es 1:1.000.000. La Península Ibérica se divide en tres zonas para el cálculo
del factor R:

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Agresividad de la lluvia
en España: valores del
factor R.
(ICONA, 1988)

ZONACIÓN
Cuencas de Levante, Ebro y
Pirineo Oriental

Cuencas Norte, Duero, Tajo,


Guadiana, Guadalquivir

Cuencas del Sur y del Segura

Tomando como isolíneas base R = 75, 100, 200 y 300 se tiene:


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Respecto a esta información hay que resaltar que las isolíneas representan valores de R
expresados en 100 J m2 cm h–1 y que, dado que en el ámbito agrícola la unidad de superfi-
cie más habitual es la hectárea, quedarán valores del orden de 104 100 J ha–1 h–1, por lo que
resultaría más conveniente haber adoptado como unidades el MJ ha–1 h–1.
Teniendo en cuenta la escala del mapa de ICONA (1988) y que se ha obtenido a partir
de correlaciones de escasa base física, en aquellos casos en que se disponga de datos de
registros pluviográficos, será preferible calcular el valor de R que corresponda. Para ello
debe procederse como sigue (Poch et al., 1992):

1. Dividir el hietograma en segmentos de intensidad uniforme: Ii (mm h–1).


2 Calcular la energía cinética de cada segmento: (ECi, Jm–2 mm–1).
ECi = 1,213 + 0,89 log Ii Ii ≤ 76 mm h–1
3. Multiplicar ECi por la cantidad de lluvia Pi del segmento correspondiente:
(ECi Pi) = (EP)i en Jm–2.
4. Sumar los valores (EP)i para obtener el valor de la energía cinética total de la lluvia
estudiada: E(MJ ha–1).
5. Calcular la intensidad máxima en 30 min., a partir del hietograma: I30 (mm h–1).
6. Calcular el índice de erosividad parcial:
EI30 de la lluvia estudiada (en MJ ha–1 mm h–1).
7. Sumar los índices de erosividad parciales de todas las lluvias del año:

R = ΣE I30 MJ ha–1 mm h–1 año–1

Los trabajos originales de Wischmeier utilizaban unidades imperiales, lo que puede


inducir a confusiones en el uso de las expresiones y nomogramas en circulación para el cál-
culo de la R y de otros factores. El tema de las unidades ha sido objeto de los trabajos de
Foster et al. (1981) y Poch et al. (1992).
El estudio de la variación anual de 100 Ri/R permite evidenciar en qué momentos del
año se presentan las lluvias más erosivas, frente a las que más interesará proteger el suelo:

% Racum.
100
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80

60 Observatorio: Mas Bernich


(Masquefa-Barcelona)
Período: 1991 y 1992
40

20

0
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12
mes

706
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El factor erosionabilidad (K) expresa la susceptibilidad de un suelo para erosionarse. Es
función de la textura, estructura, mineralogía de arcillas, velocidad de infiltración, conductivi-
dad hidráulica, entre otras características edáficas. El factor K expresa la pérdida anual media
de suelo por unidad del factor R, en las condiciones normalizadas para las parcelas tipo esta-
blecidas por Wischmeier, en las que los demás factores adquieren el valor unidad.
Para calcular el valor del factor K, Wischmeier y Smith se basaron en las propiedades
del epipedión más relacionadas con la susceptibilidad del suelo a la erosión:

— Limo USDA + arena muy fina (%).


— Arena fina a muy gruesa (%).
— Materia orgánica (%).
— Tipo de estructura.
— Permeabilidad del suelo.

Wischmeier y Smith (1978) prepararon un nomograma para el cálculo del factor K:

0 9

8
10
M.Q %
7
(0,1 – 0,002 mm) [Limo + Arena muy fina]

20 * Estructura
6
30 5

40 4
10
3
50
FACTOR K

9
2
60 8
1
7
70 0
Arena %
6
(0,10 – 2,0 mm)
80
5
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90 4
**
Permeabilidad
100 3

* Estructura: Ø mm ** Permeabilidad (cm/h)


1. Granular muy fina: < 1. 1. Rápida: 12,5-25.
2. Granular fina: 1-2. 2. Rápida a moderada: 6,2-12,5.
3. Granular media y gruesa: 2-10. 3. Moderada: 2-6,2.
4. Cúbica; laminar; maciza. 4. Lenta a moderada: 0,5-2.
5. Lenta: 0,12-0,5.
6. Muy lenta: < 0,12.

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El factor longitud-inclinación LS, recoge los efectos combinados debidos a las
características de la ladera. Al basarse el desarrollo de la USLE en una longitud de las par-
celas normalizada en 22,13 metros (Wischmeier y Smith, 1965) el factor LS se define y se
calcula:

Factor longitud:

m L = factor longitud.

x
L=  x = longitud de la ladera (distancia desde el inicio de
22,13 la escorrentía superficial al inicio del depósito de
sedimentos).
m = constante que depende de la inclinación de la
pendiente.
S = inclinación de la pendiente.
S (%) m
≥5 0,5
3-5 0,4
1-3 0,3
<1 0,2

Factor pendiente:

S = factor inclinación (factor pendiente).


0,43 + 0,3s + 0,043 s2
S =  s = inclinación en porcentaje.
6,613

De donde, el factor topográfico (LS) para inclinaciones inferiores a un 9% (Wischmeier,


(1982) es:


x
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LS =  (0,065 + 0,045s + 0,0065 s2)


22,13

Para inclinaciones superiores al 9% se calcula a partir de:

0,3 1/4

 
x S
LS =  
22,13 9

Teniendo en cuenta que las laderas irregulares deberán segmentarse en tramos de carac-
terísticas uniformes, el factor LS se puede calcular mediante tablas o bien resolver gráfica-
mente.

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LS
7

0
50 100 150 200 250 Longitud
de la ladera

LS
20

10

0,5
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0,1 Longitud
3 10 20 50 100 200 500 de la ladera

El factor cubierta vegetal o factor C tiene en cuenta que la eficacia de los cultivos
para proteger el suelo varía de unas plantas a otras y para cada una de ellas según el
momento del ciclo vegetativo a lo largo del año, en relación con la erosividad de las lluvias.
El factor C expresa la relación entre las pérdidas de suelo en una parcela con una determi-
nada cubierta vegetal y las pérdidas que tiene lugar en una parcela con barbecho conti-
nuado, a igualdad de las demás condiciones.
La evaluación de este factor resulta difícil, al tener que integrar las características de
cada sistema agrícola. Para determinar su valor hay que conocer las prácticas agrícolas
habituales, su secuencia y duración de cada una de ellas a lo largo del año. Wischmeier y
Smith (1978) proporcionan tablas para el cálculo del factor C para las condiciones de Esta-
dos Unidos (Homberg, 1983):

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Cubierta vegetal Vegetación en contacto con la superficie del suelo
Tipo y altura Porcentaje de Porcentaje de tierra cubierta
recubrimiento
Tipo 0 20 40 60 80 95

Cubierta no apreciable – G 0,45 0,20 0,10 0,042 0,013 0,003


– W 0,45 0,24 0,15 0,091 0,043 0,011
Hierbas altas o matorral 25 G 0,36 0,17 0,09 0,038 0,013 0,003
con una altura de caída W 0,36 0,20 0,13 0,083 0,041 0,011
de gota de unos 45 cm 50 G 0,26 0,13 0,07 0,035 0,012 0,003
W 0,26 0,16 0,11 0,076 0,039 0,011
75 G 0,17 0,10 0,06 0,032 0,011 0,003
W 0,17 0,12 0,09 0,068 0.038 0,011
Matorral con una altura 25 G 0,40 0,18 0,09 0,040 0,013 0,003
de caída de gota de unos W 0,40 0,22 0,14 0,087 0,042 0,011
165 cm 50 G 0,34 0,16 0,08 0,038 0,012 0,003
W 0,34 0,19 0,13 0,082 0,041 0,011
75 G 0,28 0,14 0,08 0,036 0,012 0,003
W 0,28 0,17 0,12 0,078 0,040 0,011
Árboles sin vegetación 25 G 0,42 0,19 0,10 0,041 0,013 0,003
baja apreciable. W 0,42 0,23 0,14 0,089 0,042 0,011
Altura de caída 3,30 m 50 G 0,39 0,18 0,09 0,040 0,013 0,003
W 0,39 0,21 0,14 0,087 0,042 0,011
75 G 0,36 0,17 0,09 0,039 0,012 0,003
W 0,36 0,20 0,13 0,084 0,041 0,011

Debiendo tener en cuenta que:

— La vegetación se considera distribuida al azar.


— La altura se mide como la altura media de la caída del agua.
— El porcentaje de recubrimiento se calcula con la proyección vertical a vista de
pájaro.
— G: cubierta superficial de gramíneas o plantas similares, con residuos vegetales de
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al menos 5 cm de profundidad.
— W: cubierta superficial principalmente formada por plantas herbáceas de hoja
ancha.

De este cuadro se desprende la mayor protección ofrecida por la vegetación con ele-
vado recubrimiento del suelo, frente a la proporcionada por las copas de los árboles. En
este caso, se considera que el efecto protector es prácticamente nulo cuando su altura media
supera los 10 m (González del Tánago, 1991).
Los cultivos con distinto recubrimiento del suelo a lo largo de la rotación presentan un
factor C que varía a lo largo del tiempo. El valor del factor resultará de sumar los factores
correspondientes a cada período:

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i = 1, 2,...j períodos en que se divide la rotación.
ΣCiRi
C=  Ci = factor C para el periodo i.
n Ri = factor de ajuste de R, corresponde al porcentaje
de R en el período i.
R período
Ri =  100 n = número de años de la rotación de cultivos.
R anual

El factor C puede dividirse en subfactores:


C1 = factor cubierta vegetal (altura, recubrimiento).
C = C1, C2, C3... Ck C2 = factor mulch (restos vegetales).
.
.
.

En España se han elaborado pocos cuadros que permitan el cálculo del factor C para
sistemas específicos, ya sean agrícolas u otros. A nivel general, se suelen establecer seis
períodos de cultivo para un cereal de secano:

— F (barbecho).
— SB (sementera).
— I (establecimiento del cultivo), etc., según el recubrimiento que se atribuye a cada
estado fenológico.

Si se practica una rotación de n años se calcula el valor de Ci para toda ella y se aplica
el valor medio anual en el cálculo de la USLE.
El factor prácticas de conservación incorpora la diferente eficacia en disminuir las
pérdidas de suelo que presentan las diferentes técnicas de conservación, así como su coste
de adopción. Las técnicas más usuales son el laboreo a nivel, el cultivo a nivel en fajas
alternantes, las terrazas y los canales encespedados.
El valor del factor P para un tipo de práctica de conservación determinada expresa la
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relación entre la cantidad de suelo perdido utilizando tal práctica y la que se perdería
labrando según la máxima pendiente. Cuando no se aplica práctica alguna P = 1,00. Experi-
mentalmente se han determinado los valores del factor P para distintos tipos de prácticas de
conservación:

Factor P (Kent et al., 1980) Cultivo a nivel


Pendiente (%) Factor P Máxima longitud (m)

1-2 0,60 120


3-5 0,50 90
6-8 0,50 60
9-12 0,60 35
13-16 0,70 25
17-20 0,80 20
21-25 0,90 15

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Factor P (Wischmieier y cols., 1978)
Pendiente (%) Cultivo en fajas Terrazas

1-2 0,30 0,12


3-8 0,25 0,10
9-12 0,30 0,12
13-16 0,35 0,14
17-20 0,40 0,16
21-25 0,45 0,18

c.3) USLE: Discusión


La denominación «universal» dada a la ecuación se debe a la mejora que
supuso frente a modelos anteriores, que presentaban restricciones geográficas y
climáticas, que la USLE pretende resolver. Este modelo realiza un planteamiento
general de la evaluación de las pérdidas de suelo por erosión, tomando en conside-
ración los principales factores que las determinan,si bien limita la evaluación a las
pérdidas de suelo por erosión laminar y por erosión por arroyaderos, dejando de
considerar la erosión por cárcavas.
Se puede utilizar para estimar las pérdidas de suelo esperables a largo plazo para un
suelo particular bajo un conjunto de prácticas de manejo.
Su uso generalizado en España y en otros países se debe a que al ser un modelo explica-
tivo, permite poner en evidencia la influencia de cada uno de los factores considerados, y a
que resulta fácil de operar con ella para llegar a obtener un valor numérico, real o no, de las
pérdidas potenciales de suelo.
Los problemas en la aplicación de la USLE derivan de diversos aspectos, por un lado se
hallan los inherentes a la concepción del modelo, lo que ya ha llevado al desarrollo de otros
modelos en los que se está trabajando. Por otro lado, su aplicación presenta dificultades por
falta de datos precisos de cada uno de los factores. En algunos casos se adoptan valores con
criterios subjetivos, más que con una base real. Para dar solidez a los resultados, y dada la
casuística de los procesos erosivos las investigaciones locales resultan ineludibles.
El factor R y el factor K son los que pueden calcularse con mayor precisión por lo
general, y permiten establecer diferencias en las tasas de erosión entre regiones, si bien su
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poder discriminante resulta bajo al intentar estudiar la variabilidad espacial dentro de una
misma región (González del Tánago, 1991).
El problema en el empleo del factor R reside, por un lado, en la escasez de pluviómetros
con registro automático de datos a intervalos de 5 min como máximo y, por otro, en que este
factor no tiene en cuenta la distribución estacional de los máximos de precipitacion. Con un
mismo valor numérico de R se pueden estar representando modelos de distribución de lluvia
muy distintos, como podrían ser el mediterráneo y el monzónico. Conviene destacar que,
para un mismo valor de R, los procesos erosivos serán distintos si las lluvias tienen lugar en
un momento del año en que el suelo esté recubierto o no de vegetación. Los efectos erosivos
de una misma lluvia serán distintos, y su factor de erosividad también debería serlo.
En el cálculo del factor K la significación de los resultados se ve influenciada por el
hecho de que los suelos de las parcelas experimentales de Wischmeier fueron poco repre-
sentativos, incluso para EE.UU. Ninguno de los epipediones tenía caliza, componente fre-

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cuente en el área mediterránea. No se tiene en cuenta la mineralogía de las arcillas, si bien
los fenómenos de expansión-retracción tienen una clara influencia en la fragmentación de
los agregados y de los fragmentos de roca cuando contienen esmectitas. Al considerar la
estructura se utiliza como criterio únicamente el tipo, sin atender ni al tamaño ni a la estabi-
lidad de los agregados, con lo que se está sobrevalorando el papel de la textura.
El factor LS resulta difícil de utilizar trabajando con cartografía a media y a pequeña
escala.
En el cálculo del factor C las limitaciones derivan del hecho de que la información dis-
ponible es la de los sistemas agrícolas de Estados Unidos, que en muchos casos difieren de
forma considerable de los españoles. Ni los olivares, ni las dehesas, ni el viñedo fueron
tenidos en cuenta por Wischmeier y Smith, y la especificidad de estos cultivos hace difíci-
les las extrapolaciones.
La USLE inicial no tenía en cuenta la pedregosidad superficial, que actúa a modo de
cubierta protectora, tan frecuente en los suelos mediterráneos.
Aceptando la hipótesis de que el modelo conduzca a evaluaciones consistentes, su utili-
zación debe realizarse con rigor, para utilizar valores fiables para los distintos factores.
Así, por ejemplo, en los Mapas de Estados Erosivos de las distintas cuencas hidrográfi-
cas españolas publicados por ICONA, se atribuyen valores al factor K a partir de litofacies,
por ser esta una información disponible a partir de los mapas litológicos editados por el
IGME. En la clase 2 de las litofacies se da el mismo tratamiento (K = 0,2) a rocas sedimen-
tarias tan distintas como las margas (calcilutitas), el yeso y las arcosas. El factor K tiene un
valor de 0,44 para una calcilutita aflorante, mientras que su valor es de 0,19 para una
arcosa. Una aplicación rigurosa de la USLE hace imprescindible disponer con suficiente
detalle de la composición granulométrica de los epipediones.
Finalmente debe destacarse que la USLE no es aplicable a la predicción de la erosión
debida a sucesos individuales o a la erosión resultante de flujo concentrado (Murphy y Fle-
win, 1993) ni al cálculo de las pérdidas de suelo debidas a una tormenta concreta o de un
año concreto, un uso en tal sentido conduciría a desviaciones no atribuibles al modelo, si no
a un mal empleo del mismo. Los valores obtenidos con la USLE son de tipo estadístico, es
decir, medios para una serie de años, y siempre que se respete al ámbito de aplicación para
el que ha sido propuesta.
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4. Medidas de conservación de suelos y aguas


Las prácticas de la agricultura tradicional obedecen a una casuística muy compleja. El
laboreo se suele hacer según el método más cómodo, por lo que se tiende a los surcos rectos
de la mayor longitud posible, como regla general, si bien el agricultor empíricamente ha
reconocido que el laboreo según la máxima pendiente debía ser evitado y por lo que gene-
ralmente no se practica.
El efecto toposecuencia, tan frecuente en el ámbito mediterráneo, hace que los suelos
más productivos estén situados en las partes bajas de las laderas, como resultado de los pro-
cesos erosivos habidos. Esto hace que allí donde el Derecho sucesorio lleva a una división
de la propiedad, en las divisiones patrimoniales por herencia, se haya adoptado la solución
de configurar las nuevas parcelas con sus limites según las líneas de máxima pendiente. La

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reiteración de este proceso ha determinado que con el tiempo la besana sólo sea posible
según la dirección de la máxima pendiente, con consecuencias negativas evidentes para la
perduración de los suelos (Roquero, 1964).
Desde los años 50, por la dificultad en maniobrar con la maquinaria en parcelas de
pequeño tamaño, la mecanización ha llevado a eliminar construcciones que venían siendo
muy eficaces para el control de la erosión, como son los bancales con pared de piedra seca,
construidos con gran profusión por los antepasados.
Parece que los agricultores, con notables excepciones hayan olvidado a los agriculto-
res del futuro al dejar de considerar al suelo como un patrimonio a transferir. Ello es
debido sin duda a la poca rentabilidad de la agricultura, que no permite inversiones a
futuro en aspectos de eficacia poco aparente como la conservación del suelo. A pesar de
ser el problema más importante de la agricultura del área mediterránea de clima semiá-
rido, la erosión no tiene efectos catastróficos inmediatos. A veces se piensa erróneamente
que se puede sustituir suelo por fertilizantes, sin considerar la importancia del suelo en la
conservación del agua y los posibles efectos medioambientales de un uso excesivo de
estos agroquímicos.
El problema reside en determinar a quién afecta la pérdida de suelo y, en consecuencia,
quién debe pagar su conservación.
Para estudiar las distintas medidas de conservación de suelos se puede realizar un análi-
sis teórico de cada una de ellas. Al tener que tomar decisiones para aplicarlas, deberán
tenerse muy en cuenta las restricciones de tipo socio-económico. Las medidas deben ser de
bajo coste, de poco mantenimiento y ser entendidas y aceptadas por los agricultores y, en
cualquier caso, deberán ser subvencionadas en reconocimiento del bien que suponen para
la sociedad en su conjunto.
Las medidas de conservación van encaminadas al control del impacto de las
gotas de lluvia sobre la superficie y del agua de escorrentía, ya que el primer pro-
ceso disgrega las partículas, que serán movilizadas por el flujo de agua que circule
vertiente abajo.
Las principales técnicas de conservación de suelos y agua en agricultura
(Magister, 1973, 1991; Lal, 1990; Poch, 1993; Anaya et al., 1977; Roquero, 1964)
pueden agruparse en tres categorías:
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— Medidas generales de cultivo.


— Medidas especiales de cultivo.
— Infraestructuras para conservar el suelo y el agua.

4.1. Técnicas generales de cultivo


Las medidas generales de cultivo son prácticas agrícolas encaminadas a lograr
el mantenimiento de la capacidad productiva del suelo, es decir, la sostenibilidad
del sistema. Por lo general no suponen un aumento de los costes de producción. El
que se lleven a cabo o no dependerá del nivel de percepción de la utilidad del suelo
que posea el empresario agrícola. Entre ellas cabe citar:

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Fertilización: fertilizar partiendo de resultados de análisis de suelos permite aumentar
la biomasa vegetal y con ello la protección superficial. Evitar excesos en el uso de abo-
nos tendrá repercusiones económicas y medioambientales.
Rotación de cultivos: alternativas adecuadas.
Materia orgánica: control y mantenimiento del contenido para conservar y mejorar la
estrucura del horizonte superficial.
Laboreo de conservación (Ortiz-Cañavate y Hernanz, 1998).
Pastoreo: evitar el sobrepastoreo y la compactación por el pisoteo con el suelo excesi-
vamente húmedo.
Aperos y maquinaria: deben ser los adecuados a las características del terreno.
Riego: en riego por aspersión se deben regular las dosis para que no haya circulación
de agua en laderas, y escoger los aspersores para que el tamaño de gota no dé origen a
erosión por salpicadura,

ESTUDIO DE CASOS
Abrir un debate acerca de:
1. Conveniencia o no de quemar la paja y los rastros o de incorporarlos al
suelo.
2. ¿Por qué los pastores tienen interés en la quema de los pastos en un deter-
minado momento del año?
3. La incidencia de quemar los rastrojos en una zona con Xerochrepts calcixe-
rólicos (1996) frente a la misma operación realizada en una zona con Cal-
ciudolls típicos.
4. Efecto sobre el cultivo siguiente producido por el enterrado de la paja,
teniendo en cuenta que tiene una C/N de 80.

Respuestas
1. Quema:
Ventajas:
Disponibilidad inmediata de Ca2+, Mg2+, K+ (cenizas), poco fósforo.
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Comodidad a corto plazo para labrar (a la larga no, ya que no se mejora la estructura).
Eliminación de algunas plagas que hibernan en las cañas.
Inconvenientes:
Se pierde la posibilidad de que haya humificación y con ello que se pueda mejorar la
estructura, aumentar la velocidad de infiltración y la reserva de agua y disminuir la ero-
sión al haber menor escorrentía.
Mayor erosionabilidad reflejada en los factores K y C de la USLE.
Menor capacidad de intercambio catiónico.
Incorporación de la paja y el rastrojo
Ventajas:
Mayor entrada de materia orgánica para su humificación.
A medio plazo mayor disponibilidad de N, P, K, al mineralizarse mayor cantidad de
humus. →

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Mejor estructura: mejor infiltración, mayor reserva de agua, menos escorrentía.
Menor erosionabilidad reflejada en los factores K y C de la USLE.

Inconvenientes:
Las cosechadoras en España no suelen picar la paja, por lo que el enterrado resulta difi-
cultoso. Si se deja en cordones sólo hay la solución de empacarla o quemarla. Si se deja
esparcida se puede realizar una siembra directa.
Se inducen carencias de N en el cultivo siguiente, ya que los microorganismos lo utilizan
para humificar la materia orgánica. Se requiere un aporte de N-mineral en forma de
abono para evitar este efecto.
Casos esporádicos de plagas
2. La quema de los pastos a final de temporada, con las plantas lignificadas y casi
secas favorece el rebrote en la temporada siguiente. Los elementos inmovilizados en
la biomasa al pasar a cenizas son de nuevo asimilables.
3. En un Ochrept el epipedión tendrá menor contenido de materia orgánica que en el
móllico del Udoll. En este segundo caso la quema tendrá menor efecto negativo para
la mejora de la estructura del epipedión.
4. La paja tiene una C/N de 80 y el epipedión de 10 a 15, para esta transformación los
organismos requieren una cantidad de nitrógeno que, de no ser aportado en forma
de abono, puede provocar déficit en el cultivo siguiente.

4.2. Técnicas especiales de cultivo


Las medidas especiales de cultivo representan haber llegado a un nivel alto en
la percepción de la utilidad del suelo como recurso natural a transmitir a las futuras
generaciones. En muchos casos las medidas deben planificarse previamente a la
introducción de un nuevo cultivo o llevar a cabo una nueva plantación.
La eficacia resulta probada, si se aplican adecuadamente y se mantienen a lo
largo de los años, aspectos que hay que destacar. En algunos casos pueden no
resultar aceptables para el empresario agrícola, principalmente porque pueden
representar una dificultad para la mecanización de las distintas labores de cultivo,
y secundariamente por hacer disminuir la superficie de cultivo. Todo ello debe
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quedar compensado por el aumento de la sostenibilidad del sistema, si bien esta


percepción no es común. Entre las medidas más usuales cabe citar (Roquero,
1964; Magister, 1992) las siguientes:

Cubierta vegetal: Resulta bastante evidente que el recubrimiento de la superficie del


suelo evitará el impacto directo de las gotas de lluvia y frenará la circulación del agua
de escorrentía. Por ello, en la bibliografía se propugna que se mantenga el suelo con una
cubierta vegetal.
Ahora bien, esta medida, conceptualmente correcta, en clima mediterráneo no suele
resultar aceptable en muchos cultivos, por la competencia por el agua con el cultivo. En
países húmedos, la viña en ladera se cultiva con enherbado continuo de las parcelas para
evitar la erosión. Así, por ejemplo, en los viñedos del Rhin en Alemania. →

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Laboreo a nivel: es una práctica muy generalizada. La eficacia en favorecer la infiltra-
ción resulta muy evidente:

40 cm

Se puede realizar trazando los surcos paralelos a la línea guía superior (1), paralela-
mente a la línea guía inferior (2) o bien paralelamente a ambas líneas guía (3):

(1)

1m

(2)
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(3)

La irregularidad de las formas de los campos dificulta el que todos los surcos queden a
nivel.
Plantaciones a nivel: No suelen ser aceptadas por el empresario, que considera nece-
sario poder realizar las labores mecanizadas siguiendo una línea recta. →

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Cultivo en fajas alternantes: Consiste en ocupar parte del terreno con bandas de
vegetación de distintas características que el cultivo y generalmente paralelas a las cur-
vas de nivel. Es una medida rápida de instalar. Es muy útil para cortar la longitud de la
ladera. Con ella se consigue que el agua de escorrentía adquiera menor velocidad, por lo
que su capacidad de transporte de carga sólida disminuye. Además, la faja de vegeta-
ción actúa de filtro, frena la velocidad del agua, con lo que la carga sólida sedimenta. Es
una medida más eficaz que el cultivo a nivel, con el que debe complementarse.
A veces se combina con actuaciones de concentración parcelaria o con otras medidas de
conservación, tales como las terrazas.

Siembra Barbecho

Como orientación se puede indicar la anchura recomendada según la pendiente del


terreno:
S% Anchura de la faja
m
3 45
4 43
5 41
10 30
15 19
18 13
Barreras vegetales: cumplen un papel análogo a las fajas en terrenos con mucha pen-
diente. Conducen a un aterrazamiento progresivo, por la tierra que se deposita en la
barrera. A veces, se apoya con piedras para aumentar la protección:
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Vegetación natural Maíz

Laboreo mínimo y siembra directa: permite mejorar la estructura.


Repoblaciones forestales.

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4.3. Infraestructuras y obras para conservar el suelo y el agua
La introducción de infraestructuras para conservar el suelo y el agua o el llevar
a cabo movimientos de tierras para cambiar la forma de los campos, traducen un
alto grado de percepción de la utilidad del suelo y de los problemas de degradación
que pueden tener lugar por erosión.
Entre las más usuales cabe citar (Roquero, 1964; Schwab et al., 1990; Magis-
ter, 1992):

Terrazas: son estructuras de defensa consistentes en un surco y su lomo correspon-


diente que actúan como cauces superficiales (desagüe) o bien favorecen la infiltración
(absorción). Se trazan sensiblemente paralelas a las curvas de nivel. Acortan la trayecto-
ria del flujo de agua y permiten el control de la escorrentía.
En su diseño y cálculo hidráulico se tiene en cuenta su función, la sección transversal, el
espaciamiento y su longitud. Son aconsejables cuando la pendiente es superior al 10 %.

americana o de perfil suave

Talud Lomo Canal

perfil triangular

De forma orientativa se puede indicar la separación entre terrazas en función de la pen-


diente del terreno:

Anchura de la faja
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S% m
3 63,5
4 54,5
5 47,0
8 35,0
10 30,0
15 23,0
20 19,0

La plantación no debe realizarse


nunca en el canal, que deberá la-
brarse para limpiar la tierra que
con el tiempo se deposite en él. →

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Movimientos de tierras y nivelaciones: la mecanización ha hecho posible que se plan-
teen importantes movimientos de tierras para cambiar la forma del terreno. Esta manera
de proceder, si se justifica económicamente, debe realizarse con un estudio edafológico
previo para no dejar en superficie materiales desfavorables y debe complementarse con
criterios de diseño de las nuevas parcelas, de manera que se tengan en cuenta las carac-
terísticas de las lluvias, los caudales de escorrentía que es necesario controlar, las pro-
piedades de los suelos y la protección que ofrecerá el cultivo.
Bancales: son rellanos que interrumpen la pendiente de un terreno.
Existen bancales de talud:

Desmonte

Terraplén

Centro de gravedad

y bancales de pared de piedra seca:


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En el pasado fue una medida muy empleada, si bien por el pequeño tamaño de las parce-
las y por los costes de mantenimiento, en muchos casos han sido abandonados para el
cultivo agrícola o bien son eliminados para realizar movimientos de tierra y ampliar los
campos con el fin de mecanizar las labores. En las laderas abancaladas que son objeto
de repoblación forestal, el papel de estas obras resulta de gran importancia al conservar
el suelo y el agua.
Las sorribas de Canarias y los campos que se construyen en el levante español cumplen
funciones análogas.
Barreras vegetales: provocan un abancalamiento progresivo.
Defensa y corrección de cárcavas y barrancos: va encaminada a estabilizar las pare-
des, al control de la escorrentía superficial o a la fijación del nivel de base. Se puede
actuar en la zona de recepción, en la cabecera de la cárcava o barranco, así como a lo
largo de su canal. →

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Concentración parcelaria: debería llevarse a cabo con criterios para conservar el
suelo y el agua. En Alemania se utiliza esta metodología en los programas de concentra-
ción, en España por el contrario han sido muy frecuentes los casos en que se han elimi-
nado los escalones del abancalamiento progresivo para dar mayores dimensiones a las
nuevas parcelas.
Así, por ejemplo, en el Land de Baviera (Alemania) el diseño de nuevos campos tras la
concentración incluye el diseño y construcción de infraestructuras contra la erosión, la
inclusión de fajas de vegetación natural y el control de los excedentes de agua.

ESTUDIO DE CASOS

Abrir un debate sobre los criterios a utilizar para asesorar a un empresario agrí-
cola que desea llevar a cabo una plantación de viñedo, en un terreno ondulado,
en ladera, y con suelos Xerochrepts calcixerollicos (1996).

Bases para el debate


1. La viña es una planta que presenta problemas de clorosis férrica por bloqueo en la
absorción del hierro en presencia de bicarbonatos en el agua del suelo.
2. Si el empresario tiene previsto hacer movimientos de tierras para mejorar la morfolo-
gía de los campos, hay que recomendar que lo haga con capaceo. (Cap. 29).
3. Diseño de terrazas: discutir el interés de las de absorción y de las de desagüe. Plan-
tear las bases para el cálculo de los caudales de escorrentía a evacuar y el diseño
hidráulico de las terrazas (Magister, 1992; Schwab et al., 1990).

Muchas de estas medidas son conocidas y han sido empleadas desde tiempos
antiguos y su eficacia está probada en la mayoría de los casos, si se aplican en el
lugar adecuado, de la forma adecuada («the right thing at the right moment and in
the right place») y son objeto de un mantenimiento periódico.
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No obstante, hay que destacar que algunas de ellas han dejado de ser reco-
mendables por los condicionantes socio-económicos que se presentaron para la
agricultura basada en la agromecánica. En la transferencia de tecnología a los
empresarios agrícolas, no resulta productivo asesorar ignorando que las medi-
das propuestas deben ser entendidas y aceptadas por los receptores de tales
medidas.
En Arquitectura del Paisaje y en rehabilitación de suelos, al proyectar una
actuación en superficies de cierta extensión, habrá que incorporar criterios y
medidas conducentes al control de los procesos erosivos tales como los descritos
hasta aquí. Las medidas están relacionadas con las expuestas anteriormente, si
bien los condicionantes en actuaciones paisajísticas o de ingeniería civil serán
muy distintos:

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— Taludes: Cálculo de la estabilidad, del talud y medidas contra la erosión, siembra
manual o hidrosiembra. En actuaciones agrícolas la hidrosiembra resulta implantea-
ble por su coste, no así en otros ámbitos.
— Vías de comunicación: Obras de protección para el control del agua recogida en
las cunetas, ya que si bien interceptan el flujo de agua de las laderas, lo concentran y
desaguan, en determinados puntos (arquetas). A partir de ellos se pueden formar
cárcavas al haber cambiado el modelo de drenaje preexistente. Proteger el cauce
con césped, piedras o gaviones son medidas recomendables a estudiar en cada caso.
— Laderas: La utilización de la vegetación ornamental debe combinar los aspectos
estéticos con las medidas encaminadas a cortar la longitud de las laderas, frenar el
agua de escorrentía, conducirla y darle salida evitando que circule de forma incon-
trolada.

La erosión del suelo constituye la forma de degradación del territorio más


generalizada, afectando tanto a terrenos agrícolas como a los dedicados a otros
usos. A pesar de ser procesos muy imperceptibles en sus primeras etapas, su irre-
versibilidad hace que se les deba prestar la máxima atención para lograr la sosteni-
bilidad del sistema y la vida en muchas zonas del planeta.
El capítulo 26 se dedica al estudio de la desertificación, una de cuyas causas es
la degradación del territorio por erosión.

5. Bibliografía

5.1. Bibliografía básica


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5.2. Bibliografía de referencia


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Salinización y sodificación: Suelos de regadío
El manejo adecuado de suelos salinos y el desarrollo de nuevos proyectos de
riego requieren conocimientos de la concentración y distribución de sales
solubles en la zona radicular a lo largo del tiempo.
J. D RHOADES. USDA-ARS. 1992.

1. Salinidad, sodicidad y alcalinidad

Los suelos en los que se produce una acumulación de sales más solubles que el
yeso, suficiente para interferir en el crecimiento de la mayoría de cultivos y otras
plantas no especializadas, se denominan suelos salinos. Se corresponden con los
Solonchak de la WBR (1998).
El hecho de que existan términos populares, tales como saladar, terreno esterilizado por
abundar en él las sales; salado, terreno estéril por demasiado salitroso, y que haya topóni-
mos con este sentido, indica que las limitaciones impuestas por la presencia de sales son
ampliamente reconocidas.
Aquellos suelos que contienen suficiente sodio intercambiable para que afecte
adversamente la producción de los cultivos y la estructura en la mayoría de suelos,
se denominan suelos sódicos. Se corresponden con los Solonetz de la WRB
(1998). Los suelos que tienen sales más solubles que el yeso y sodio intercambia-
ble se conocen como suelos salino-sódicos.
La problemática de estos suelos se conoce desde hace más de dos siglos y sus bases con-
ceptuales fueron establecidas a finales del siglo XIX y a principios del XX por Hilgard, De
Sigmond, entre otros. No obstante, no fue hasta 1954, con la publicación del libro «Diagno-
sis and Improvement of Saline and Alkali Soils» por el personal del United States Salinity
Laboratory de Riverside (Richards y cols., 1969), que se sientan las bases teóricas y prácti-
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cas para el diagnóstico y para el asesoramiento acerca de cómo manejar estos suelos.
Se ha generalizado la utilización de dos parámetros para evaluar la respuesta
de las plantas y el comportamiento de un suelo en relación con la salinidad y la
sodicidad:

— La conductividad eléctrica (CES) de un extracto de pasta saturada:


Mide la salinidad de una muestra en condiciones de saturación de agua.
Para preparar el extracto (Porta et al., 1986) se añade agua desmineralizada a una
muestra seca y tamizada, hasta conseguir que se forme una pasta, con suficiente
agua para poder considerar que está saturada y sin que aparezcan dos fases por
exceso de agua. Se deja equilibrar la pasta y después se extrae el líquido filtrando
con un embudo buchner al vacío.

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La CEs es proporcional a la concentración de sales en la solución y es función de la
temperatura.
La CE se mide con un conductímetro, cuyo fundamento es un puente de Wheatstone
(Porta et al., 1986).
Las lecturas se refieren a 25° C.
Las unidades de medida en el sistema SI son: dS m–1 a 25° C.
Las unidades que se han venido utilizando durante años y todavía resulta frecuente
encontrarlas en la bibliografía son:
mmho cm–1 = dS m–1
μmho cm–1 = 10–3 mmho cm–1
— El porcentaje de sodio intercambiable (ESP o PSI) (Cap. 11):
Es el índice de sodicidad más utilizado para investigar la estabilidad del suelo y
para clasificar suelos:
ESC
ESP =  · 100 ESC = contenido de sodio intercam-
CIC biable [cmol (+) kg–1]
Por las dificultades analíticas que entraña determinar el ESC en suelos con sales
solubles, el ESP se determina a partir del SAR (Cap. 9).
— Relación de adsorción de sodio (SAR o RAS):
Es el índice que se utiliza para evaluar la calidad de un agua de riego y para el agua
del suelo (Gardiner, 1994):

SAR = Na+ Na+, Ca2+ y Mg2+ en meq L–1


Ca2+ + Mg2+ 1 mmol (+) L–1 = 1 meq L–1
 1 mmol Ca2+ L–1 = 2 mmol (+) Ca2 L–1
2
Es una medida más fácil de realizar y más precisa que el ESP.

Los autores australianos (Cook y Muller, 1997; Chartres, 1993; So y Aylmore, 1993)
destacan que el ESC es un índice mejor de la sodicidad que el ESP.
La utilización del SAR y la CES permite plantear un esquema para clasificar los sue-
los atendiendo a su contenido de sales solubles y porcentaje de sodio intercambiable:
Extrem.
alcalino

ESP %
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30
Fuertemente
alcalino

Salino - alcalino
20 o
Median.
alcalino

Salino - sódico
15
Ligeramente
alcalino

7 Ligera
Nor- - Mediana- Fuertemente
mal mente mente salino
salino salino
2 4 8 16 CES
dS m–1 a 25° C

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El límite 4 dS m–1 fue propuesto por Schofield en 1942 y sigue teniendo vali-
dez. El valor del 15 % para el ESP resulta un tanto arbitrario (Cap. 9). Interesa des-
tacar los siguientes conceptos en relación a estos suelos:

— Suelos afectados por sales o por salinidad.


Suelos que resultan adversos para el crecimiento de la mayoría de cultivos, por la
presencia de sales más solubles que el yeso, de sodio intercambiable o de ambos. Su
modelo de distribución es en manchas, lo que sugiere interacciones bióticas de faci-
litación debido a un irregular movimiento del agua y con ella de las sales en el
suelo.
— Salinización.
Proceso por el cual las sales más solubles que el yeso se acumulan en un suelo.
— Sodificación
Proceso por el cual aumenta el contenido de sodio intercambiable. La sodificación
no produce necesariamente un incremento del pH (Kamphorst y Bolt, 1976).
— Horizonte sálico.
Horizonte mineral del suelo, enriquecido con sales más solubles en agua fría que el
yeso.
Tiene 15 cm o más de espesor, la CES es por lo menos de 30 dS/m y el producto del
espesor en cm por la CES es superior a 900 (Soil Taxonomy 1999).
— Horizonte nátrico
Endopedión que cumple los requerimientos de un horizonte argílico y tiene algún
subhorizonte en el que ESP > 15 %
— Alcalinidad.
Este término resulta ambiguo, por lo que algunos autores prefieren obviarlo.
En Química se utiliza para designar un intervalo de pH > 7.
En Edafología se ha utilizado para aquellos suelos cuyo pH presenta valores supe-
riores a 8,5, generalmente de 9 a 12.
Estas condiciones se corresponden con un ESP > 15 % y generalmente con la pre-
sencia de carbonato sódico (más de un 2 por mil).
— Alcalinización.
Proceso por el cual aumenta el contenido de sodio intercambiable y se acumula car-
bonato sódico. La hidrólisis del Na+ intercambiable o del Na2CO3 produce un incre-
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mento del pH a valores de alrededor de 10, que son los que caracterizan los suelos
alcalinos. Se produce la dispersión de las arcillas y de la materia orgánica. La movi-
lización de la materia orgánica en solución da lugar a la formación de eflorescencias
negras en la superficie del suelo. Por ello, en las clasificaciones antiguas, los suelos
que presentan estos procesos recibían el nombre de alcali negro.

En el texto cuando se utiliza el término «sales», se hace mención a sales que, en agua
fría, son más solubles que el yeso.

2. Origen de las sales solubles: Ciclos de salinización


La formación de suelos salinos depende principalmente de factores:

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— Litológicos
— Geomorfológicos
— Climáticos
— Hidrológicos
— Antrópicos

El estudio del ciclo geoquímico de los elementos químicos permite identificar


la procedencia de las sales que se acumulan en los suelos salinos. El origen último
reside en las rocas que, al verse afectadas por la meteorización (Cap. 17), liberan
los elementos que las constituyen.
El movimiento, redistribución y acumulación de tales componentes en una cuenca
de drenaje permiten explicar la formación de los suelos salinos. Con un enfoque de sín-
tesis, se pueden plantear distintos ciclos de salinización (Kovda y cols., 1967):

— Ciclos continentales:
de acumulación primaria,
de acumulación secundaria.
— Ciclos marinos.
— Ciclos deltáicos.
— Ciclos artesianos.
— Ciclos antropogénicos.

2.1. Ciclos continentales


La formación de suelos salinos en las tierras del interior de los continentes se
debe a ciclos de movilización, redistribución y acumulación de cloruros, sulfatos,
bicarbonatos y carbonato sódico que vienen condicionados por:

— Clima:
Aridez o semiaridez.
— Régimen de humedad del suelo:
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No percolante.
Arídico, xérico o ústico.
— Posición geomorfológica:
Fondo o parte basal de laderas.
— Clase de drenaje:
Deficiente.

a) Ciclo continental de acumulación primaria de sales


Los componentes solubles de los suelos salinos proceden en este caso de la
meteorización de rocas. Los elementos liberados se acumulan «in situ» sin mediar
transporte.

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Las reacciones de meteorización (Cap. 17) que pueden estar implicadas en este tipo de
procesos son:

— Disolución congruente:
Los productos de la meteorización son todos ellos solubles y su proporción es la
misma que en el mineral. Esto es lo que ocurre, por ejemplo, en una carbonatación:
MgCO3 + H2O + CO2 → Mg2+ + 2HCO3–
— Disolución incongruente:
La meteorización da lugar a productos solubles y a la neoformación de minerales
insolubles. Es característica de los procesos de hidrólisis, así por ejemplo, en el caso
de la albita:
2NaAlSi3O8 + 3H2O → Al2Si2O5(OH)4 + 4SiO2 + 2Na+ + 2OH–
albita caolinita
— Redox:
En la meteorización hay cambios en el estado de oxido-reducción. Pueden afectar al
pH del sistema. Como ejemplo cabe citar la oxidación de un sulfuro:
FeS2 + 15/4O2 + 7/2H2O → Fe(OH)3 + 4H+ + 2SO42–

La movilidad de los distintos elementos químicos ha sido estudiada por Mason (1966),
a partir del valor de la relación entre la carga iónica (z) y el radio iónico (r), tal como se ha
indicado en el capítulo 17.
Dada la elevada movilidad de los elementos implicados en la salinización de los suelos,
resulta poco frecuente que ésta pueda tener lugar por un ciclo de acumulación primaria de
sales. Con poca agua, la meteorización será muy lenta y, si abunda, los elementos liberados
serán objeto de transporte y redistribución en el paisaje.
Se han citado ciclos de salinización primaria en Manchuria, Mongolia y Transcaucasia,
entre otros lugares (Kovda, 1967).
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b) Ciclo continental de acumulación secundaria de sales


La movilización, redistribución y acumulación de sales a cierta distancia de su
lugar de origen caracterizan los ciclos de acumulación secundaria.
Por lo general, las rocas sedimentarias se han formado en océanos o en lagunas salo-
bres. El depósito de los elementos terrígenos puede haber estado asociado a procesos eva-
poríticos. Las rocas resultantes pueden contener cierta cantidad de sales solubles precipita-
das. Al aflorar o quedar cerca de la superficie por erosión, estos materiales pueden actuar
como centros de redistribución de la salinidad (Gaucher y Burdin, 1974). Al ser mojados
por el agua de escorrentía superficial o por el agua de percolación, las sales serán moviliza-
das y redistribuidas. Las acumulaciones tienen lugar en las áreas deprimidas que presenten
condiciones de drenaje deficiente. En España, este es el ciclo de salinización más frecuente,
asociado a la presencia de calcilutitas (margas) del Keuper, del Oligoceno o del Mioceno,

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que actúan como centros de redistribución de sales en múltiples cuencas de drenaje, el valle
del Ebro, la cuenca del Guadiana, entre otras.

2.2. Ciclos marinos de acumulación de sales


Los suelos de las llanuras a lo largo de las costas, bahías y marismas pueden
presentar acumulación de sales marinas, principalmente cloruro sódico.
Las sales proceden de capas freáticas salinas poco profundas, del agua de inundación
por efectos de las mareas o por los aportes de sales transportadas por el viento, ya sea en
forma de aerosoles con cristales en suspensión o como gotas altamente salinas. Este último
proceso sólo tiene una importancia local y afecta a una estrecha franja. El contenido de
sales de las masas de aire marítimo, que se mueven hacia el interior, disminuye de forma
exponencial con la distancia a la línea de costa, al ser lavadas por el agua de lluvia.

2.3. Ciclos deltáicos de acumulación de sales


Los deltas son áreas de gran importancia para la humanidad desde antiguo, por
la fertilidad natural de sus suelos. Se benefician de los entarquinados, que de
forma natural se derivan de las inundaciones. Son áreas con abundancia de agua
para una agricultura de regadío.
Los ciclos de salinización en estas zonas son complejos, al haber interacciones entre el
agua de mar, procedente de las inundaciones durante las tempestades, el agua transportada
por el río, cuyo contenido salino suele ser bajo (por ejemplo, 0,9 a 1,0 dS m–1 a 25° C en el
caso del río Ebro, en promedio) y el agua de la capa freática, salina si está asociada con el
agua del mar y con un bajo contenido en sales, si se trata del freático del río. El equilibrio
del sistema es frágil, lo que debe ser tenido muy en cuenta al plantear cualquier actuación
susceptible de provocar impactos negativos que podrían resultar irreversibles.

2.4. Ciclos artesianos


En determinadas áreas geográficas podría resultar difícil explicar la presencia de suelos
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salinos atendiendo a las condiciones climáticas o a la distancia al mar. Se ha puesto de


manifiesto que puede haber surgencias de aguas freáticas profundas, que asciendan a favor
de microfallas y fracturas. En su movimiento pueden atravesar materiales que den origen a
su salinización.
La evaporación de estas aguas, que pueden formar pequeñas áreas encharcadas, provo-
cará la salinización de los terrenos afectados. En Lorena (Francia) existen procesos de sali-
nización por este tipo de ciclos.

2.5. Ciclos antropogénicos


Los procesos descritos anteriormente pueden verse modificados por las actua-
ciones del hombre. Las principales acciones que han dado lugar a ciclos antropo-
génicos de salinización son:

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— Actividades agrícolas mal realizadas.
Uso de fertilizantes inadecuados (Jurinak, 1988).
Riego con aguas residuales depuradas con polielectrolitos (Chhabra, 1996).
Transformaciones en regadío (Szaboles, 1986; Porta y Herrero, 1996).
El desconocimiento de los procesos de salinización y de los factores que los contro-
lan ha provocado la degradación de extensas áreas a escala mundial, a los pocos
años de la transformación a una agricultura de regadío. Los principales desequili-
brios provocados en los sistemas que han recibido el agua han sido:
– Mojar materiales con una elevada capacidad potencial para actuar como centros
de redistribución de sales.
– Elevar el nivel de la capa freática.
– Regar con aguas de elevado contenido salino.
– Provocar una acumulación de sales en la zona radicular, por un riego continuado
sin drenaje.
– Procesos de sodificación con degradación de la estructura, por regar con aguas
con bajas concentraciones de Ca2+.
— Actividades industriales y mineras.
La industrialización ha aumentado los contenidos atmosféricos en NOx y compues-
tos a base de azufre, que son devueltos al suelo por las lluvias. El carácter ácido de
éstas aumenta la tasa de meteorización.
La minería puede dejar en superficie materiales salinos o sódicos.

Como ejemplo de impactos derivados de una transformación en regadío en


relación con la salinización se citará el caso del Sistema de riegos Flumen-Mone-
gros (Huesca, España). Los impactos pueden deberse a:

— Nivelaciones sin capaceo:


Pérdida de horizontes superficiales.
Materiales originarios con sales dejados en/cerca de la superficie.
— Cambios en las condiciones hidrológicas:
Elevación de los niveles freáticos.
Aparición de filtraciones («seepage») en laderas y fondos.
— Salinización:
Mala nascencia.
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Limitación en el número de cultivos.


Toxicidad por efecto de ión específico.
Problemas en la absorción de nutrientes.
Disponibilidad de agua: efecto osmótico.
Degradación de los canales de riego.
— Sodificación:
Degradación de la estructura superficial.
Tendencia al sellado y encostramiento.
Disminución de la conductividad hidráulica.
Deficiente desarrollo radicular.
Toxicidad debida al sodio de cambio.
Sodificación de las arcillas.
Translocación de arcillas sódicas.
Colmatación de drenes enterrados.
Sufosión y otros procesos erosivos.

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3. Sales solubles en suelos y aguas de zonas semiáridas
y áridas

El conocimiento de la mineralogía de las sales solubles debe proporcionar una


base para entender su comportamiento en el suelo y el de las plantas y servir de
ayuda en el manejo de los suelos afectados por la presencia de sales.
El estudio se encuentra con dificultades inherentes a la inestabilidad de muchas de estas
sales frente a cambios de temperatura y humedad, a la existencia de una gran diversidad de
especies que se diferencian por el grado de hidratación de su molécula y por la posibilidad
de que se formen sales mixtas, con intervención de más de un catión. Un proceso de
humectación y posterior secado puede cambiar, no la composición iónica global, pero sí las
especies que finalmente cristalicen.
La difracción de rayos X permitirá identificar las especies mineralógicas. El estudio
en lámina delgada, y en especial la microscopía electrónica de barrido, sirve para estable-
cer los hábitos de los minerales, que se corresponden con las condiciones del medio en
que ha tenido lugar la cristalización. Los diagramas de estabilidad mineral constituyen un
enfoque teórico que permite evaluar la posibilidad de que determinadas sales estén pre-
sentes. Por todo ello, cabe destacar que la identificación mineralógica de las sales consti-
tuye un ámbito de investigación y no un análisis corriente en el estudio de los suelos
afectados por sales.

3.1. Principales minerales evaporíticos


Los principales minerales evaporíticos y su composición química (Hardie, 1984) son:

Aftitalita K2SO4 . (Na, K)SO4 Leonardita MgSO4 . 4H2O


Anhidrita CaSO4 Leonita MgSO4 . K2SO4 . 4H2O
Antracticita CaCl2 . 6H2O Loewita 2MgSO4 . 2Na2SO4 . 5H2O
Aragonito CaCO3 Mirabilita Na2SO4 . 10H2O
Basanita CaSO4 . 0,5H2O Nacolita NaHCO3
Biscofita MgCl2 . 6H2O Natron Na2CO3 . 10H2O
Bloedita Na2SO4 . MgSO4 . 2H2O Pentahidrita MgSO4 . 5H2O
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Burkerita Na2CO3 . 2Na2SO4 Pirsonita CaCO3 . Na2CO3 . 2H2O


Calcita CaCO3 Polihalita 2CaSO4 . MgSO4 . K2SO4 . 2H2O
Calcita-Mg (MgxCa1–x)CO3 Rineita FeCl2 . NaCl . 3KCl
Carnalita MgCl2 . KCl . 6H2O Sanderita MgSO4 . 2H2O
Dolomita CaCO3 . MgCO3 Silvinita KCl
Epsomita MgSO4 . 7H2O Singenita CaSO4 . K2SO4 . H2O
Escoenita MgSO4 . K2SO4 . 6H2O Sortita 2CaCO3 . Na2CO3
Gailusita CaCO3 . Na2CO3 . 5H2O Tacihidrita CaCl2 . 2MgCl2 . 12H2O
Glauberita CaSO4 . Na2SO4 Tenardita Na2SO4
Halita NaCl Termonatrita Na2CO3 . H2O
Hexahidrita MgSO4 .6H2O Trona NaHCO3 . Na2CO3 . 2H2O
Kainita MgSO4 . KCl . 11/4H2O Van’tofita MgSO4 . 3Na2SO4
Kieserita MgSO4 . H2O Yeso CaSO4 . 2H2O
Langbeinita 2MgSO4 . K2SO4

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En medios evaporíticos a escala geológica, se observa una asociación de espe-
cies minerales carbonatadas, yeso y sales más solubles. En el caso de los suelos
resulta necesario hacer alguna precisión al respecto para evitar confusiones:

Especies mineralógicas características Categoría de suelos

Calcita Calizos
Calcita, dolomita Calizos
Yeso Yesosos
Sales más solubles que el yeso Salinos

Cualquier situación intermedia resulta compatible. El componente más solu-


ble, y a partir de un cierto contenido, condicionará la respuesta de las plantas, lo
que se reflejará al decidir la inclusión del suelo en una determinada categoría.

3.2. Principales tipos de sales en suelos y aguas


El agua y los suelos salinos de zonas semiáridas y áridas contienen electrolitos en solu-
ción. Se trata de cloruros, sulfatos, carbonatos y bicarbonatos de metales del grupo IA y IIA
de la tabla periódica.
Las concentraciones de sales a las que se empieza a manifestar un estrés salino son rela-
tivamente bajas. Así se ponía ya de manifiesto en las clasificaciones iniciales de estos sue-
los. De Sigmond (1929) fijaba el límite en el 1 por mil de sales totales, a partir del cual un
suelo debía ser considerado salino. Los efectos desfavorables del sodio intercambiable,
evaluados en aquella época a partir del contenido de carbonato sódico, eran ya esperables a
partir de un 2 por mil de esta sal.
La ecuación de Marion-Babcok relaciona la fuerza iónica I de una solución, que se
expresa en mol L–1 y la conductividad eléctrica (CEs en dS m–1), según la expresión:
log I = 1,159 + 1,009 log CEs cuyo intervalo de validez es 1 > 0,3 mol dm–3

ESTUDIO DE CASOS:
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La fuerza iónica de la fase líquida del suelo se determina a partir de la expre-


sión I = 1/2 ∑ CiZi2 donde Ci es la concentración (mol L–1) de una especie iónica
i
(Na+, Mg2+, Ca2+, Cl–, SO42–, HCO3–, CO32– en suelos salinos) y Zi la carga
correspondiente.
1. Calcular la fuerza iónica correspondiente al extracto de pasta saturada de
un suelo de la región y compare su valor con la fuerza iónica del agua de
mar, cuyo valor aproximado es de 0,7 M.
2. Relacione la fuerza iónica del extracto estudiado con el parámetro conduc-
tividad eléctrica. Compare con la ecuación de Marion-Babcok.
3. Calcular la fuerza iónica correspondiente al límite inferior de un suelo a
partir del cual se considera salino, comparar con la fuerza iónica del agua
de mar.

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El tipo de sales tiene incidencia sobre la importancia del estrés salino. Clásica-
mente se consideran como más representativos los tipos de sales que se indican
seguidamente, no debiendo olvidar, no obstante, que la mineralogía de las sales
presenta una gran complejidad y variabilidad espacio-temporal, en función de la
temperatura y la humedad del medio en que cristalicen. De modo orientativo y
cualitativo se puede considerar:

Presencia en los Solubilidad Toxicidad para las


Clase
suelos salinos gL–1 plantas
Cloruros
Sódico común 264 +++
Magnésico común 353 ++++
Cálcico raro 400-500 ++
Potásico baja elevada +
Sulfatos
Sódico común f(t) ++
Magnésico común 262 ++++
Potásico baja elevada +
Carbonato sódico Suelos sódicos 178 +++++
Bicarbonato sódico Suelos sódicos 262 ++++

a) Cloruros
Los cloruros y los sulfatos son los responsables más frecuentes de la formación
de suelos salinos, de las propiedades que éstos presentan y del estrés sobre las
plantas. Los cloruros son sales muy solubles y con una toxicidad alta.
El cloruro sódico es la sal más frecuente en suelos salinos. Las eflorescencias que se
forman en la superficie de estos suelos durante la estación seca tienen un gusto salado. La
eliminación de esta sal requiere el lavado en condiciones de buen drenaje. La presencia de
NaCl afecta la solubilidad de otras sales que por efecto de ión común disminuye al aumen-
tar la concentración de NaCl (Kovda y cols., 1967):
Solubilidad 400
g L–1
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300 MgCl2

KCl

200 CaCl2
Na2CO3

Na2SO4
100

NaHCO3
Contenido
NaCl
0
100 200 300 g L–1

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La acumulación de cloruro magnésico se produce en suelos con una salinidad extre-
madamente alta. Es una sal altamente tóxica, muy perjudicial para las plantas. Se puede
formar si el suelo recibe aguas ricas en iones Cl– y Na+, el intercambio con el Mg2+ de las
sedes de cambio puede tener lugar por medio de reacciones del tipo:
2NaCl + Mg X → MgCl2 + Na2X
La presencia de cloruro magnésico da lugar a que la superficie del suelo se mantenga
húmeda mucho tiempo después de una lluvia. Ello se debe a que esta sal es muy higroscó-
pica y puede absorber agua del aire cuando la atmósfera no está totalmente seca, por ejem-
plo por la mañana. Las eflorescencias tienen un gusto amargo debido al magnesio.
La mejora de los suelos con cloruro magnésico es difícil ya que por el efecto de dilu-
ción de valencia, el Mg2+ tenderá a ocupar sedes de intercambio desplazando los iones
monovalentes durante el lavado.
El cloruro cálcico es una sal muy poco frecuente en los suelos, principalmente por la
mayor estabilidad de otras sales a las que puede dar lugar:
CaCl2 + Na2SO4 + 2H2O → 2NaCl + CaSO4. 2H2O
CaCl2 + Na2CO3 → 2NaCl + CaCO3
El yeso y el carbonato cálcico precipitan y el cloruro sódico formado puede perderse
por lavado, con lo que la reacción progresa hacia la derecha.
La formación de CaCl2 se debe a una reacción análoga a la del cloruro magnésico:
2NaCl + CaX → CaCl2 + Na2X
La presencia de esta sal es ocasional, se ha citado en suelos de Irak denominados
sabakh (Buring, 1960).
El cloruro potásico es una sal de propiedades análogas a las del cloruro sódico. Es muy
poco frecuente en los suelos salinos debido a que el K+ puede formar complejos de esfera
interna en la superficie de algunas arcillas (Cap. 9), donde queda retenido. El potasio es un
macronutriente por lo que además queda inmovilizado en la biomasa.
Se han descrito salinizaciones por cloruro potásico en invernaderos en los que se había
practicado un abonado excesivo. Como abono resulta tóxico para algunos cultivos sensi-
bles al ión Cl–, este es el caso del avellano, por ejemplo.
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b) Sulfatos
La significación de los distintos sulfatos en el comportamiento de las plantas
varía considerablemente según el catión.
El sulfato sódico es un componente frecuente en los suelos salinos. Las eflorescencias
tienen un sabor a jabón y salado. Presenta características notorias, su composición molecu-
lar varía con la humedad, lo que da lugar a dos especies mineralógicas diferentes:
Na2SO4 s Na2SO4 . 10H2O
tenardita mirabilita
en desiertos y durante la estación
en períodos húmeda
de sequía
Su solubilidad se ve muy influenciada por la temperatura. A bajas temperaturas se

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disuelve lentamente, a razón de unos 50 g L–1 a 0° C. La solubilidad de diversas sales en
función de la temperatura se puede representar del siguiente modo (Kovda, 1967):

Solubilidad
g L–1
500
Na2CO3

400

CaCl

300 Na2SO4

200 K2SO4

NaHCO3
100

Temperatura °C
40 –20 0 +20 40 60 80

De acuerdo con el comportamiento del Na2SO4, durante el período cálido esta sal será
transportada a la parte superior del suelo, al igual que otras sales, pudiendo dar lugar a eflo-
rescencias blancas en superficie. Durante la estación húmeda, que en clima mediterráneo
coincide en parte con el de bajas temperaturas, las restantes sales serán lavadas, lo que da
lugar a una acumulación relativa de sulfato sódico en la parte superior de la zona de enrai-
zamiento.
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El sulfato magnésico es un constituyente frecuente, muy soluble, altamente tóxico. Su


lavado resulta dificultoso.
El sulfato potásico no es responsable de salinizaciones en condiciones naturales, limi-
tándose a crear problemas allí donde se realice un mal uso de los abonos, generalmente en
invernaderos. En orden de toxicidad creciente el sulfato potásico es el menos tóxico:
K2SO4, Na2SO4 y MgSO4.

c) Carbonato y bicarbonato sódico


La presencia de carbonato y bicarbonato sódico indica unas condiciones físico-quí-
micas especiales, ligadas a procesos de alcalinización del suelo (ESP > 15 %). Los suelos
con Na2CO3 y NaHCO3 tienen pH superiores a 9, pudiendo llegar a 12. Esta fuerte alcalini-

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dad crea un medio inadecuado para el crecimiento de la mayoría de plantas. La hidrólisis
del carbonato sódico es el origen de valores de pH tan elevados:

Na2CO3 + H2O → 2Na++ HCO3– + OH– pH = 12

Los efectos desfavorables del Na2CO3 se dejan sentir a partir de concentraciones del
orden de 0,05 a 0,1 % de esta sal. El bicarbonato sódico da lugar a unas condiciones menos
alcalinas y, por consiguiente, menos tóxicas:

Na2CO3 + H2O + CO2 s 2NaHCO3

En medios naturales que contengan yeso, el carbonato sódico tenderá a desaparecer:

Na2CO3 + CaSO4 . 2H2O → Na2SO4 + CaCO3 + 2H2O

En España se han encontrado suelos con carbonato sódico en pequeños enclaves de los
regadíos de Flumen-Monegros, siendo en general muy poco frecuentes. A escala mundial
hay suelos sódicos (alcalinos) en las praderas de Estados Unidos, el Oeste de Canadá, en el
antiguo lago de Texcoco en México, Manchuria, Siberia, la llanura rusa, la depresión hún-
gara y el área monzónica de India y Pakistán.

d) Nitratos
El nitrato sódico NaNO3 es muy poco frecuente en los suelos salinos. Se ha citado en
desiertos muy áridos de Chile, Perú, India, etc. Es una sal muy soluble y muy tóxica.

e) Boratos
Se estudiarán más adelante, en el apartado dedicado a la química del boro en el suelo.

4. Química del boro en los suelos


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4.1. Comportamiento de los cultivos en relación al boro


El boro es un micronutriente cuyo intervalo de concentraciones entre los
límites de carencia y de toxicidad es muy reducido. Las deficiencias limitan los
rendimientos y la calidad de las cosechas, pero su exceso crea igualmente pro-
blemas graves.
Las carencias en boro se presentan en suelos con régimen de humedad perco-
lante, de pH ácidos, mientras que las toxicidades van asociadas a suelos de climas
semiáridos y áridos.
La evaluación del riesgo de toxicidad por boro se realiza a partir de datos obte-
nidos con distintos métodos de extracción (Barth y cols., 1987):

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Método de extracción Observaciones

Suelos
Extracción con agua caliente Método ampliamente utilizado (Bingham, 1982).
Buen indicador de niveles de deficiencia
Extracto de pasta saturada Da valores bien relacionados con la absorción por las
plantas. Buen indicador de los niveles de toxicidad
(Keren y Bingham, 1985).
Extracción con Soxhlet con agua Mide el factor capacidad, incluye todas las formas de
boro asimilable incluido el B-adsorbido (McClung y
Dawson, 1951).
Extracción con manitol-Ca Cl2 durante 16 h Informa del poder regenerador del suelo para el boro
(Bingham, 1982).
Agua: análisis directo Caracterización del agua de riego.

Los límites de tolerancia medidos en extractos de pasta saturada han sido establecidos
por Wilcox (1960). Se puede indicar que por debajo de 0,7 mg B L–1 los cultivos no se ven
prácticamente afectados, entre 0,7 y 1,5 se sitúa el límite de marginalidad y por encima de
1,5 a 2 mg B L–1 puede haber problemas de toxicidad más o menos acusada, según la planta
de que se trate. Los criterios establecidos trabajando con cultivos en arena y extractos de
pasta saturada son los siguientes (Wilcox, 1960; Bresler y cols., 1982):

Tolerante Semitolerante Sensible


4,0 mg L–1 2,0 mg L–1 1,0 mg L–1

Tamarix Girasol Judía


Esparraguera Patata Ciruelo
Palma Algodón Peral
Palmera datilera Tomate Manzano
Remolacha azucarera Rábano Viña
Remolacha forrajera Guisante Higuera
Remolacha de mesa Rosa Caqui
Alfalfa Olivo Cerezo
Gladiolo Cebada Melocotonero
Haba Trigo Albaricoquero
Cebolla Maíz Zarzamora
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Nabo Sorgo Naranjo


Col Avena Aguacate
Lechuga Calabaza Pomelo
Zanahoria Pimiento Limonero
Batata

En relación con el agua de riego, puede haber riesgo de toxicidad por boro en
aquellos casos en que las concentraciones de boro en el agua sean superiores a 0,3
mg de boro por litro. Cuando esto suceda habrá que tomar en consideración la
tolerancia de la planta a regar (Cerdá y cols., 1983). En los cítricos, por ejemplo, el
rendimiento puede verse afectado si el agua de riego contiene más de 0,75 mg
B L–1 y por lo general, un agua con más de 4 mg L–1 resulta inadecuada para todos
los cultivos (Eaton y Wilcox, 1939).

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4.2. Formas del boro en los suelos: Adsorción
La presencia de boro en el agua se asocia a la meteorización de la turmalina
(Cap. 7). Por ello, los problemas de toxicidad pueden presentarse en regadíos que
utilicen aguas relacionadas con zonas volcánicas o aguas residuales de industrias o
poblaciones. Se ha detectado una problemática de este tipo en aguas procedentes
de algunos sondeos realizados en el Campo de Níjar, Almería (Porta y cols., 1980),
si bien no es un problema frecuente.
En el agua del suelo el B se presenta en forma de ácido bórico (H3BO3), que es
la forma en la que se acepta es absorbido por las plantas. El ácido bórico es un
ácido débil:

H3BO3 + H2O s B(OH)4– + H+ K = 10–9

A medida que aumenta el valor del pH hacia 9,0 la forma predominante es el


B(OH)4–.
El boro puede ser objeto de diversos procesos de inmovilización en el suelo:

En forma inorgánica por:


Fenómenos de adsorción.
Procesos de disolución-precipitación.

El boro forma complejos de superficie de esfera interna (Cap. 9), que resultan muy esta-
bles. Tiene lugar un intercambio completo del grupo cargado en la superficie (intercambio
de ligandos):

XOH + H3BO3 → XH2BO3 + H2O


La X representa el adsorbente, que pueden ser hidróxidos, principalmente de aluminio y
en menor medida de hierro o arcillas, cuya capacidad de adsorción varía de unas a otras. La
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de la ilita es mucho mayor que la de la montmorillonita, a pesar de que la superficie total de


ésta sea mucho mayor que la de la ilita (Keren, 1984). La caolinita presenta un bajo nivel
de adsorción de B, sin embargo, refiriéndolo a la unidad de superficie la caolinita resulta
una de las arcillas más reactivas. La adsorción aumenta al disminuir el tamaño de partícula
de arcilla por la acción de los bordes de las partículas de arcilla en la adsorción del B
(Keren y Talpaz, 1984). La adsorción por la arcilla y los hidróxidos-Al es aditiva si ambos
adsorbentes se hallan separados en el suelo (Keren, 1984).
La adsorción de boro depende fuertemente del pH del suelo. Aumenta con él
para ser máxima en el intervalo de valores de 8,5 a 9,0, tal como lo evidencian
muchos autores, entre ellos Mezuman y Keren (1981).
El pH de máxima adsorción de boro depende de la relación del coeficiente de
afinidad de las tres especies B(OH)3, B(OH)4– y OH– que compiten por las mismas
sedes de adsorción (Keren, 1984):

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B
adsorbido
μmol g–1 6
QT = 9,5 × 10–6 mol B g–1
R = 0,01 lg–1

0 pH
7 8 9 10 11 12

La adsorción del boro en el suelo hace que la concentración en la zona radicular no


varíe de forma estrictamente proporcional a como lo hace el agua de riego durante el creci-
miento de la planta (Bresler y cols., 1982).
Por el mismo motivo, la eliminación de un exceso de boro por lavado puede resultar
difícil, y exigir más agua que si no existiesen estas interacciones. Los procesos de inter-
cambio-adsorción y los de disolución-precipitación controlan, por consiguiente, el compor-
tamiento del boro. Estos mecanismos parecen explicar los procesos de regeneración de
boro descritos por Rhoades y cols. (1986) al lavar columnas de suelo en las que, después de
algunas semanas de intenso lavado, se observa un aumento gradual en las concentraciones
de B-soluble. El B adsorbido puede amortiguar las fluctuaciones en la concentración de B
en la solución (Keren, 1984).
Se ha descrito un antagonismo entre el calcio y el boro (De Broyn, 1966), por lo que
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en suelos calizos será menor la toxicidad para un mismo contenido de boro. Esto puede
interpretarse por el hecho que el metaborato, inicialmente sódico, reacciona con el Ca2+
del agua del suelo para dar metaborato cálcico, cuya solubilidad es considerablemente
menor. Algunos autores atribuyen la influencia del calcio en la adsorción del B a su acción
sobre el pH, más que a la formación de metaborato cálcico.
Este proceso puede ser provocado aportando yeso y, de este modo, disminuir la toxici-
dad del boro (Gupta y cols., 1972).
La incorporación de materia orgánica en suelos con problemas de toxicidad por boro,
puede tener interés por este motivo. Los trabajos de Prasad y cols. (1975) han puesto de
manifiesto que la incorporación de B a una turba no provoca toxicidad, incluso en el caso
en que los aportes permitan alcanzar niveles de 10 ppm de B. Esto concuerda con la falta de
eficacia observada al incorporar B a suelos ricos en materia orgánica y con un valor de pH
de alrededor de 8,0:

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En forma orgánica:
Los componentes orgánicos hacen disminuir la toxicidad de este elemento, ya que se
requiere su mineralización para que el boro pueda ser absorbido por las plantas. Los
complejos formados pueden ser del tipo (Fassbender, 1984):

|
HO | –
HO –C–OH O–C–
| |
B-OH + s B + H+ + H2O
| |
HO –C–OH HO O–C–
| |

| | | –
HO –C–OH –C–O O–C–
| | |
B-OH + 2 s B + H+ + 3H2O
| | |
HO –C–OH –C–O O–C–
| | |

ESTUDIO DE CASOS
Indicar:
1. A qué clase y subclase mineralógica pertenece la turmalina y cuál es su fór-
mula teórica.
2. Cuál es el comportamiento esperable del B en función del pH del suelo y
qué repercusiones tiene sobre las plantas.
3. Si se puede utilizar un agua que contenga 0,9 mg B L–1 para regar una
plantación de limoneros.
4. Cómo debe utilizarse la información disponible para evaluar los efectos del
boro del agua de riego sobre los cultivos.
5. Qué importancia tiene la materia orgánica del epipedión de un suelo en la
adsorción de B en suelos que reciban agua de riego que contenga este ele-
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mento.

Respuestas
1. Silicato, ciclosilicato
XY3 B3 AI3 (AI3 Si6O27) (OH F)4 X = Na, Ca, Li Y = Mg, Fe
2. A pH ácidos el B se halla en forma de ácido bórico, H3BO3, que está muy poco diso-
ciado al ser un ácido débil, por lo que prácticamente no es adsorbido. Puede ser
lavado fácilmente al presentar el suelo un régimen percolante. Puede haber carencia
para las plantas. Al aumentar el pH pasa a B(OH)4– por lo que puede ser absorbido
por los hidróxidos de hierro y aluminio, siendo baja la concentración de OH–. A valo-
res de pH superiores a 9,0 en el suelo existen OH– que compiten por las sedes de
adsorción con el B(OH)4– viéndose favorecidos los primeros. El B estará en solución
y la toxicidad será máxima.

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3. De acuerdo con la información proporcionada por Wilcox (1960) el limonero es un
árbol sensible al B: no se puede utilizar este agua. Las características del suelo
deben ser tenidas en cuenta, además.
4. Dado que el B interacciona con el suelo debido a procesos de adsorción-intercam-
bio, precipitación-disolución, para asesorar sobre los efectos de un mismo contenido
en B en el agua habrá que tener en cuenta las características físico-químicas del
suelo. Esto complica las interpretaciones.
5. La toxicidad por B está asociada a climas áridos y semiáridos en los que los epipe-
diones son óchricos, pobres en materia orgánica, por lo que su importancia en la
adsorción será escasa frente a los hidróxidos-Al, Fe y las arcillas.

5. Salinidad, sodicidad y crecimiento de las plantas

5.1. Sintomatología
El crecimiento de las plantas en medios salinos se ve afectado desfavorable-
mente, con una intensidad que varía de unas plantas a otras, para un mismo valor
de la CEs o del ESP.
En plantas no halófitas la presencia de sales en el suelo provoca una sintomato-
logía relacionada con una inhibición irreversible del crecimiento:

— Un retardo en la nascencia, que con salinidades elevadas puede no tener


lugar.
— Una menor área foliar y talla de la planta: el crecimiento es más lento y no
llega a ser completo.
— Menor producción de materia seca.
— Quemaduras en los bordes de las hojas: necrosis.
— Hojas de un color verde más oscuro que en plantas normales. En algunas
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gramíneas y en crucíferas puede aparecer una capa engrosada de cera super-


ficial que puede dar una impronta verde-grisácea (Bresler et al., 1982).
— Disminución de los rendimientos de los cultivos.
— Muerte de la planta antes de completar su desarrollo, si las condiciones son
extremas.

5.2. Efectos de la salinidad y de la sodicidad


Para una mejor comprensión se suelen individualizar tres efectos debidos a la
salinidad y a la sodicidad, que en muchos casos actúan en simultáneo y pueden
resultar difíciles de identificar de forma separada en la práctica:

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— Salinidad:
Efectos osmóticos:
• Las sales hacen disminuir el potencial osmótico del agua del suelo (en valor
absoluto va siendo cada vez mayor).
• Se inhibe el crecimiento y puede haber paso de agua de la planta al suelo (plas-
molisis).
Efectos ión-específico.
• Aumenta la concentración de algunos iones que afectan a la fisiología de la
planta, por resultar tóxicos o provocar desequilibrios en el metabolismo de
nutrientes.
— Sodicidad:
Efecto del sodio de cambio.
• La acción dispersante del sodio sobre las arcillas y solubilización de la materia
orgánica afecta a las propiedades físicas del suelo, los agregados son poco esta-
bles, y el medio será menos apto para el crecimiento de las raíces de las plantas.
• Se puede favorecer el sellado y encostramiento del suelo (Cap. 11) y la disminu-
ción de la conductividad hidráulica.

Estos efectos deben servir de base para explicar la sintomatología descrita, que está
relacionada con la inhibición del crecimiento que provocan las sales. Los efectos a nivel
fisiológico han sido descritos por Breckle (1990).
Los efectos osmóticos llevaron a plantear la teoría de la disponibilidad de agua o
de la sequía fisiológica (Shimper, 1903). Postula que en condiciones de salinidad, a
pesar de que el suelo contenga agua, la planta no es capaz de absorberla y, por consiguiente,
el protoplasma de sus células tiene una baja hidratación: la planta sufre estrés hídrico, se
seca y acaba muriendo. La suma del potencial osmótico y del potencial matricial, como
componentes del potencial total expresa la energía requerida de la planta para extraer agua.
La disminución de las disponibilidades de agua no describe completamente los efectos
adversos de la salinidad sobre el crecimiento. Los síntomas de sequía no se manifiestan, ya
que las plantas, aunque de menor talla, tienen sus tejidos turgentes a pesar de crecer en un
suelo salino.
La teoría del ajuste osmótico (Bernstein, 1961) supone que las plantas, al aumentar la
presión osmótica del agua del suelo, se ven obligadas a realizar una adaptación osmótica en
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sus células para poder seguir absorbiendo agua. Este ajuste requiere un consumo de ener-
gía, que se hace a costa de un menor crecimiento. No obstante, una vez realizado el ajuste
que se hace aumentando la concentración del jugo celular, la planta no consigue recuperar
su crecimiento normal.
El efecto ion-específico da lugar a la teoría de la toxicidad específica, con alteración
de la actividad metabólica de la planta.
La teoría de la división y el crecimiento celular (Aceves, 1979) atribuye la inhibición
del crecimiento a que las sales afectan la división celular y producen un engrosamiento pre-
maturo de las paredes celulares, lo que impide su crecimiento de forma irreversible, a pesar
del ajuste osmótico o que el medio deje de ser salino.
Los efectos de la salinidad sobre el crecimiento de las plantas no se limita a
una menor disponibilidad de agua, sino que se puede afirmar que es un fenómeno
bastante más complejo (Jurinak, 1988).

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5.3. Adaptación de las plantas a la salinidad. Comunidades
indicadoras
Las plantas, atendiendo a su adaptación a los medios salinos, se pueden agru-
par en:

— No halófilas
Son aquellas que no han desarrollado mecanismos de adaptación. La mayoría de
plantas cultivadas.
— Halófilas
Están adaptadas para vivir en medios salinos.
Las halófilas pueden agruparse en:
Euhalófilas:
• Acumulan sales en sus tejidos.
• Son las más tolerantes a las sales.
• Ejemplos: Salicornia sp., Arthrocnemum sp.
Crinohalófilas:
• Tienen glándulas excretoras que les permiten eliminar soluciones altamente sali-
nas, por lo general en el envés de las hojas.
• Ejemplos: Limonium sp., Frankenia pulverulenta.
Glicohalófilas: Tienen la capacidad de realizar una absorción selectiva frente a
las sales.
Locahalófilas: Localizan sales en estructuras especiales, con lo que controlan su
distribución en los tejidos.

La existencia de plantas adaptadas a medios salinos puede servir para mejorar


estos suelos. El cultivo de plantas de este tipo puede resultar efectivo para hacer
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disminuir la salinidad o la sodicidad (fitorremediación) (Qadir et al., 2002; Ghaly,


2002).
Al existir una relación estrecha entre las comunidades vegetales y los niveles y
tipos de salinidades de los suelos, resulta posible llevar a cabo interpretaciones
acerca del tipo y nivel de salinización a partir del estudio de la vegetación.
Comparando las condiciones de medio, salinidad y nivel freático en que viven
dos comunidades halófilas, una a base de Arthrocnemum y otra a base de Franke-
nia reuteri, Limonium sp., se pone de manifiesto su valor como indicadoras de
condiciones salinas muy diferenciadas en el centro de España (Ciudad Real,
Toledo) (Castroviejo y Porta, 1975):

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CES
dSm–1 a 25°
50
Arthrocnemetum perennis

Frankenio-Limonietum delicatum

Typho-Schoenoplectetum
10

cm

+20 10 50 100 200


nivel capa freática

En la zona central española, llanura aluvial del río Gigüela (C. Real), el
esquema general de la distribución de las comunidades vegetales en función del
gradiente de salinidad y del nivel de la capa freática puede ser el siguiente:

1 1 2 3 4 5 6 7

NIVEL FREÁTICO ES MÁS PROFUNDO


1 y 2: Thypho-Schoenoplectetum
3: Bupleuro-Juncetum gerardi
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4: Arthrocnemetum perennis
5: Puccinellietum fasciculatae
6: Frankenio-Limonietum
7: Senecio-Lygeetum

5.4. Tolerancia de los cultivos a la salinidad


El término tolerancia (Levitt, 1980) a la salinidad resulta más específico para
describir la adaptación de una especie frente a la salinidad, que el de resistencia.
La idea de supervivencia se asocia a tolerancia máxima.
En agricultura o en jardinería, el concepto de tolerancia es mucho más restric-
tivo. Viene determinado por el grado con el que es esperable que se alcancen los

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objetivos fijados: una determinada producción expresada en términos económicos,
o en Mg ha–1 o los valores estéticos deseados. Con este enfoque se puede definir la
tolerancia relativa a la salinidad como:

La capacidad de las plantas para resistir los efectos adversos no específicos de


un exceso de sales solubles en la zona radicular. Se asume que soluciones isoos-
móticas tienen efectos equivalentes.
Se puede expresar como:
Objetivos alcanzados con salinidad
Y =  × 100
Objetivos alcanzados sin salinidad
Los objetivos se suelen expresar de forma cuantitativa:
— Producción
Rendimiento: Mg ha–1. En este caso Y es el rendimiento relativo. Un valor
de Y inferior al 50 % no suele ser aceptable en términos de rentabilidad eco-
nómica de la explotación.
— Calidad estética
Altura media: cm
Recubrimiento superficial: m2 ha–1
Nivel de floración: flores/m2

Los valores estéticos son los más difíciles de cuantificar, por ello en la biblio-
grafía se suele indicar la tolerancia a la salinidad en relación con los rendimientos.
La tolerancia a la salinidad puede expresarse igualmente en función de los siguien-
tes parámetros:

— La concentración máxima de sales a la que no llega a haber una disminu-


ción del rendimiento, por debajo de ella el medio es no salino.
— La disminución del rendimiento por unidad de incremento de salinidad a
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partir del umbral.

La resistencia a la salinidad tiene en cuenta aspectos ecológicos (capacidad


para sobrevivir), ecofisiológicos (adaptabilidad o capacidad relativa) y agrícolas
(disminución del rendimiento).

a) Salinidad y germinación

La tolerancia a la salinidad varía a lo largo de las distintas fases de desarrollo de


una planta.

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En suelos con problemas por exceso de sales es frecuente que haya una mala nascencia.
Los efectos dependerán de la planta y del nivel y tipo de salinidad. La germinación es un
período crítico en el ciclo de la vida de la planta. La semilla, una vez dejada en el campo,
empieza a embeber agua e inicia la germinación a costa de las reservas del endosperma,
etapa heterotrófica; con el desarrollo de la plántula se acaban de consumir las reservas y se
inicia la fotosíntesis, etapa de transición; finalmente, se alcanza la plena nutrición a partir
de la fotosíntesis, etapa autotrófica (Aceves, 1979).
Una práctica adecuada puede ser sembrar con semillas previamente humedecidas o pre-
germinadas, si el nivel tecnológico del lugar lo permite.
La etapa heterotrófica no tendrá lugar si un exceso de sales impide que la semilla se
humecte, el embrión no dispone de agua debido a la elevada presión osmótica del medio o
bien puede morir por el efecto tóxico de ciertos iones: no habrá germinación. Al iniciarse la
fase autotrófica la presencia de sales controlará el crecimiento de la joven plántula: el
momento puede ser especialmente crítico. En estadios posteriores de desarrollo algunas
plantas presentan una mayor tolerancia a la salinidad, como es el caso de cebada, trigo,
maíz y remolacha. Las dos primeras no toleran salinidades superiores a 4-5 dS/m a 25° C
durante la germinación y estadio de plántula. La remolacha es una planta tolerante a la sali-
nidad una vez superada la germinación, siendo capaz de soportar hasta 18 dS/m a 25° C, sin
embargo, durante la germinación es mucho menos tolerante, no debiendo superarse los
3 dS/m a 25° C, en esta etapa.
Los trabajos de Aceves (1979) en Chapingo (México) han puesto de manifiesto el
efecto de las sales sobre la germinación de diversos cultivos:

% 1 Judía
Germinación 2 Tabaco
3 Remolacha
4 Rábano
5 Maíz
6 Alfalfa
100 7 Cebada
8 Trigo
9 Girasol
80
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60
1 23 4 5 6 7 8 9

40

20
CES
5 10 15 20 25 30 dS m–1
a 25° C

Los trabajos de mejora genética de plantas han permitido obtener variedades tales como
los trigos mexicanos, que toleran concentraciones de sales mucho más elevadas durante la
germinación (Aceves, 1979). En el caso del trigo 166, la relación entre el porcentaje de ger-
minación y la salinidad es del tipo:

749
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%
Germinación

100

80

60

40

20

0 Ψ0 kPa
–750 –1.500

La salinidad, si es moderada, tendrá por efecto un retardo en la germinación, que será


proporcional al potencial osmótico (Ayers, 1952). En el caso del trigo se ha propuesto una
expresión para calcular los días necesarios para la germinación (DG) en función del poten-
cial osmótico ψ0 de la solución del suelo expresado en atmósferas (Aceves, 1979):
DG = 3,3 – 1,1 ψ0
El efecto tóxico de determinados iones puede condicionar la germinación. Los cloruros
son más tóxicos para la germinación que los sulfatos. Harris (1915) estableció la toxicidad
relativa de las sales solubles:
Na Cl > Ca Cl2 > K Cl > Mg Cl2 > K NO3 > Mg(NO3)2 > Na2 SO4
Diversos autores han puesto de manifiesto el papel de la temperatura en la germinación,
crecimiento y tolerancia a la sal de las plantas en condiciones de salinidad y alcalinidad.
Las elevadas temperaturas hacen disminuir la tolerancia de las semillas a la salinidad,
debido a los efectos de la temperatura sobre el potencial osmótico del medio (Waisel,
1972). Algunas investigaciones han abierto una vía que sería interesante seguir estudiando,
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el tratamiento de semillas a bajas temperaturas previamente a la siembra puede mejorar el


porcentaje de germinación.

b) Salinidad en la zona de enraizamiento:


Fracción de lavado y requerimientos de lavado

En condiciones de campo, la distribución de la salinidad en un suelo en varía a


lo largo del año y en función de la profundidad considerada.

La variabilidad temporal de la salinidad puede ponerse de manifiesto estudiando los


perfiles salinos en distintas épocas. En un suelo de Lalueza (Huesca, España), por ejemplo,
se observa que los 10 primeros centímetros pueden llegar a tener una salinidad aproxima-

750
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damente diez veces mayor en mayo que a finales de octubre, después de las lluvias de
otoño. Los perfiles salinos correspondientes a estas dos épocas son del tipo:

10 20 30 40 50

10
CES ds m–1 a 25° C

Época de muestreo
50 primavera (mayo)

otoño (octubre)

100

Profundidad
(cm)

Las lluvias provocan un flujo descendente del agua en el suelo y con él un


lavado de sales. En un momento determinado, la evapotranspiración hará que el
flujo se invierta y se produzca un reascenso de sales. En condiciones de secano
(temporal) estos procesos tienen lugar de forma cíclica, en un medio semiárido o
árido, al ser el regimen de humedad no percolante el suelo irá salinizándose pro-
gresivamente si recibe aportes de sales.
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Este tipo de procesos ocurren igualmente en suelos de regadío aunque no estén


afectados por sales. Para evitar la acumulación de sales en la zona de enraiza-
miento, se hace necesario estudiar el balance de sales (Aragüés y Cerdá, 1998) y
suplementar la dosis de riego, de forma que haya un exceso de agua que atraviese
la zona de enraizamiento y lave de ella las sales.
Esto conduce a definir dos conceptos (Ayers y Wescott, 1985):

Fracción de lavado (L):


Fracción de agua de riego aplicada en exceso sobre los requerimientos de agua del cul-
tivo, para que atraviese la zona radicular y aparezca como agua de drenaje llevando con
ella una parte de las sales acumuladas.

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Para que no haya acumulación de sales en el suelo se debe cumplir que la cantidad
de sales aportadas por el agua de riego (ar) sea igual a la que exporta el agua de dre-
naje (ad):
Dar · Car = Dad · Cad
donde:
Dar = dosis de agua de riego.
Dad = volumen de agua de drenaje.
Car = concentración del agua de riego, que se puede expresar en función de la CEar
(conductividad eléctrica).
Cad = concentración del agua de drenaje por debajo de la zona radicular.
Cas = concentración de la fase líquida del suelo.
La fracción de lavado (L) vendrá dada por la relación:

Dad Car CEar


L=  = =
Dar Cad CEad

La eficiencia del lavado (F) expresa la relación entre la concentración de sales en el


agua de drenaje y de la fase líquida del suelo (F ≤ 1):

Cad
F= 
Cas

El requerimiento de lavado o fracción de lavado efectiva viene dado por:

Car Cad Car CEar


LF =  · = =
Cad Cas Cas CEas

Criterios orientativos: LF = 0,5 se considera alto.


LF = 0,1 se considera bajo.
La salinidad del agua que drena puede estimarse a partir del valor de la fracción de
lavado:
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CEad = salinidad del agua que percola por debajo de la


zona radicular, dS m–1 a 25° C
CEar
CEad =  LF = fracción de lavado efectiva.
LF
CEar = salinidad del agua de riego, dS m–1 a 25° C

Resulta de interés conocer qué profundidad de un perfil salino será la que ten-
drá mayor significación en la respuesta de una planta a la salinidad. La zona radi-
cular participa de forma desigual en el suministro de agua a la planta. La planta
absorbe el 70 % del agua a partir de la mitad superior de la zona radicular, al con-
centrarse en ella un mayor volumen de raíces. El modelo de uso del agua asumido
es (Ayers y Westcott, 1985):

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40 %

30 %

20 %

10 %

Las plantas responden al nivel de salinidad efectivo correspondiente a la zona


menos salina (Bingham y Garber, 1970) y no a la salinidad media de la zona radi-
cular como afirmaban Bower y cols. (1969). Por otro lado, en suelos de regadío la
zona menos salina se corresponde con la parte superior, por el lavado que tiene
lugar en ella. Al ser mayor aquí la absorción de agua, será la salinidad de esta zona
la que más influirá en la respuesta de la planta.
En esta parte superior del suelo, de máxima absorción de agua, se puede supo-
ner que la salinidad se aproximará a la del agua de riego (CEar). Con este supuesto,
la salinidad del agua de riego será la que controlará la respuesta de las plantas, a
pesar de que el perfil salino no sea uniforme, por debajo de esta zona.
La relación establecida por Rhoades y Merrill (1976) liga las características salinas del
suelo, con las del agua de riego y con la fracción de lavado:
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CES = CE media del suelo medida en el


extracto de pasta saturada.

 
1
CES = 0,2 CEar 1 +  Car = CE del agua de riego.
LF
LF = fracción de lavado.

La respuesta esperable será función del valor que adquiera CES en cada caso.
La conversión del valor de la conductividad eléctrica del extracto de pasta saturada
CES, al valor de la salinidad de un agua de riego comparable, suponiendo una fracción de
lavado LF = 0,15 a 0,20 se realiza (Frenkel, 1984) a partir de las relaciones:

753
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La salinidad del agua de riego (CEar) se concentra tres veces al pasar a agua del suelo
(CEas)
CEas = 3CEar dS m–1 a 25° C
La salinidad del exacto de pasta saturada (CES) es la mitad de la del agua del suelo (CEas):
CEas = 2CES

Relaciones cuya validez se basa en la hipótesis de que no hay precipitaciones de carbo-


natos ni de yeso en el suelo, y que la fracción de lavado es de un 15 a 20 %.

ESTUDIO DE CASOS
Calcular la salinidad del agua que percola de la zona de enraizamiento al utili-
zar un agua de riego con CEar = 1,2 dS m–1 a 25° C si el 80 % del agua apor-
tada por el riego es utilizada por el cultivo o se evapora.

Respuesta
La fracción de lavado es LF = 0,2
CEar
CEad =  = 6,0 dS m–1 a 25° C
LF

ESTUDIO DE CASOS
Abrir un debate sobre los impactos de la construcción de la presa de Asuán en
el Nilo, situada en el Alto Egipto. La presa fue inaugurada en 1966, tiene una
longitud de 5 km y una altura máxima en el centro de 76 m. Puede almacenar
70.000 millones de m3 y permite el regadío de unas 800.000 ha, lo que supone
entre un tercio y un cuarto del total de las tierras cultivadas en Egipto. Esta
infraestructura evita las inundaciones aguas abajo.
El Nilo descarga anualmente en Asuán un promedio de 82.000 millones de m3.
La pluviometría anual media en El Cairo es de 25 mm.
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En 1965 Buringh escribía que los períodos de inundación en el delta del Nilo
eran en septíembre-octubre, con ella casi todo el terreno quedaba inundado de
forma que se podían implantar cultivos de invierno. Los suelos del delta del
Nilo, por lo general, son de textura muy arcillosa y conductividad hidráulica muy
lenta. En profundidad hay una capa de arena muy permeable.

Bases para la discusión


La presa disminuye el caudal en el río y evita las inundaciones anuales, que lejos de ser
perjudiciales provocaban un lavado de sales y entarquinaban los suelos agrícolas.
Con una precipitación tan escasa como la que recibe la zona, el régimen de humedad
de los suelos es arídico. Se requieren fracciones de lavado adecuadamente calcula-
das para satisfacer las necesidades de lavado de estos suelos y evitar su salinización
progresiva.

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c) Tolerancia de los cultivos a la salinidad: Criterios de evaluación

La utilización de información hace necesario conocer siempre en qué condicio-


nes ha sido obtenida.

La metodología seguida en los ensayos para determinar la tolerancia de las plantas a la


salinidad ha sido la siguiente (Bernstein, 1974; Maas y Hoffman, 1977; Aceves, 1979):

Utilizar parcelas salinizadas artificialmente.


Mantener uniforme el nivel de salinidad a lo largo del tiempo.
Emplear fracciones de lavado elevadas para mantener uniforme el perfil salino en la
zona radicular.
Utilizar una triple línea en aspersión (Aragües y cols., 1992; Royo y Aragües, 1993).

Estos ensayos, llevados a cabo en múltiples países, han puesto de manifiesto que la dis-
minución del rendimiento de una determinada planta con el aumento de la salinidad es
aproximadamente lineal entre ciertos valores de salinidad. La linealidad no se mantiene
para salinidades muy elevadas, que corresponden a valores que superan los límites acepta-
bles desde un punto de vista económico.
El rendimiento relativo se puede calcular:

Maas y Hoffman (1977): Y = rendimiento relativo (%).


CES = conductividad eléctrica del extracto de
pasta saturada, dS m–1 a 25° C.
Y = 100 – B (CES – A) A = CE umbral a partir de cuyo valor el
rendimiento empieza a disminuir,
dS m–1 a 25° C.
B = porcentaje en que disminuye el rendi-
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miento por unidad de CE.


Aceves (1979): CE0 = CE del suelo a la cual el rendimiento es
cero.
(CE0 – CES)
Y =  ·100 CE100 = CE a la cual el rendimiento es del 100 %.
CE0 – CE100
CES = CE del suelo, extracto de pasta saturada.

La respuesta del rendimiento de las plantas a la salinidad permite establecer


cuatro grupos, atendiendo a la CES y al rendimiento relativo (%): sensibles, mode-
radamente sensibles, moderadamente tolerantes y tolerantes.
La relación CES - Y deducida a partir de un análisis de mínimos cuadrados puede
representarse esquemáticamente (Maas y Hoffman, 1977) del siguiente modo:

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Rendimiento
relativo 100
Y%

80 Salinidades inadecuadas
para la producción
de cultivos

60

40

20 modera- modera-
damente damente
sensible tolerante
sensible tolerante Conductividad
0 eléctrica
0 5 10 15 20 25 30 35 CES dS m–1 a 25° C

La tolerancia de las plantas a la salinidad, refiriéndola a disminuciones del


rendimiento de un 0, 10, 25 y 50 %, por efecto de la salinidad del suelo en el
extracto de pasta saturada (CES) o del agua de riego (CEar), ha sido tabulada por
Ayers y Westcot (1976) y por Carter (1981):

%
Disminución del rendimiento (%)
Disminución
CE del
Especie y tolerancia umbral rendimiento 0% 10 % 25 % 50 %
dS m–1 por unidad
CES CEar CES CEar CES CEar CES CEar
25° C de CE
Cebada grano (MT) 8,0 5,0 8,0 5,3 10,0 6,7 13,0 8,7 18,0 12,0
Algodón (MT) 7,7 5,2 7,7 5,1 9,6 6,4 13,0 8,4 17,0 12,0
Remolacha azucarera
(MT) 7,0 5,9 7,0 4,7 8,7 5,8 11,0 7,5 15,0 10,0
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Trigo (T) 6,0 7,1 6,0 4,0 7,4 4,9 9,5 6,4 13,0 8,7
Cártamo (MT) 6,5 – 5,3 3,5 6,2 4,1 7,6 5,0 9,9 6,6
Soja (T) 5,0 20,0 5,0 3,3 5,5 3,7 6,2 4,2 7,5 5,0
Sorgo (MT) 4,8 – 4,0 2,7 5,1 3,4 7,2 4,8 11,0 7,2
Cacahuete (S) 3,2 28,6 3,2 2,1 3,5 2,4 4,1 2,7 4,9 3,3
Arroz (S) 3,0 12,2 3,0 2,0 3,8 2,6 5,1 3,4 7,2 4,8
Sesbania (T) 2,3 7,0 2,3 1,5 3,7 2,5 5,9 3,9 9,4 6,3
Lino (S) 1,7 12,0 1,7 1,1 2,5 1,7 3,8 2,5 5,9 3,9
Haba (S) 1,6 9,6 1,6 1,1 2,6 1,8 4,2 2,0 6,8 4,5
Judía (S) 1,0 18,9 1,0 0,7 1,5 1,0 2,3 1,5 3,6 2,4
Higuera (T) 4,2 – 2,7 1,8 3,8 2,6 5,5 3,7 8,4 5,6
Olivo (T) 4,0 – 2,7 1,8 3,8 2,6 5,5 3,7 8,4 5,6
Granado (T) 4,0 – 2,7 1,8 3,8 2,6 5,5 3,7 8,4 5,6
Pomelo (S) 1,8 16,1 1,8 1,2 2,4 1,6 3,4 2,2 4,9 3,3
Naranjo (S) 1,7 15,9 1,7 1,1 2,3 1,6 3,2 2,2 4,8 3,2
Limonero (S) 1,0 – 1,7 1,1 2,3 1,6 3,3 2,2 4,8 3,2

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%
Disminución del rendimiento (%)
Disminución
CE del
Especie y tolerancia umbral rendimiento 0% 10 % 25 % 50 %
–1
dS m por unidad
CES CEar CES CEar CES CEar CES CEar
25° C de CE

Manzano (S) 1,0 – 1,7 1,0 2,3 1,6 3,3 2,2 4,8 3,2
Peral (S) 1,0 – 1,7 1,0 2,3 1,6 3,3 2,2 4,8 3,2
Nogal – – 1,7 1,1 2,3 1,6 3,3 2,2 4,8 3,2
Melocotonero (S) 3,2 18,8 1,7 1,1 2,2 1,4 2,9 1,9 4,1 2,7
Albaricoquero (S) 1,0 – 1,6 1,1 2,0 1,3 2,6 1,8 3,7 2,5
Viña (S) 1,5 9,5 1,5 1,0 2,5 1,7 4,1 2,7 6,7 4,5
Almendro (S) 1,5 18,0 1,5 1,0 2,0 1,4 2,8 1,9 4,1 2,7
Ciruelo (S) 1,5 18,2 1,5 1,0 2,1 1,4 2,9 1,9 4,3 2,8
Zarzamora (S) 1,0 18,9 1,5 1,0 2,0 1,3 2,6 1,8 3,8 2,5
Frambuesa (S) 1,0 – 1,0 0,7 1,4 1,0 2,1 1,4 3,2 2,1
Fresal (S) 1,0 33,3 1,0 0,7 1,3 0,9 1,8 1,2 2,5 1,7
Remolacha (MT) 4,0 9,0 4,0 2,7 5,1 3,4 6,8 4,5 9,6 6,4
Brócoli (T) 2,8 9,1 2,8 1,9 3,9 2,6 5,5 3,7 8,2 5,5
Tomate (T) 2,5 9,9 2,5 1,7 3,5 2,3 5,0 3,4 7,6 5,0
Pepino (S) 2,5 13,0 2,5 1,7 3,3 2,2 4,4 2,9 6,3 4,2
Melón (S) 2,5 – 2,2 1,5 3,6 2,4 5,7 3,8 9,1 6,1
Espinacas (T) 2,0 7,6 2,0 1,3 3,3 2,2 5,3 3,5 8,6 5,7
Col (S) 1,8 9,7 1,8 1,2 2,8 1,9 4,4 2,9 7,0 4,6
Patata (S) 1,7 12,0 1,7 1,1 2,5 1,7 3,8 2,5 5,9 3,9
Maíz dulce (S) 1,7 12,0 1,7 1,1 2,5 1,7 3,8 2,5 5,9 3,9
Batata (S) 1,5 11,0 1,5 1,0 2,4 1,6 3,8 2,5 6,0 4,0
Pimiento (S) 1,5 14,1 1,5 1,0 2,2 1,5 3,3 2,2 5,1 3,4
Lechuga (S) 1,3 13,0 1,3 0,9 2,1 1,4 3,2 2,1 5,2 3,4
Rábano (S) 1,2 13,0 1,2 0,8 2,0 1,3 3,1 2,1 5,0 3,4
Cebolla (S) 1,2 16,1 1,2 0,8 1,8 1,2 2,8 1,8 4,3 2,9
Zanahoria (S) 1,0 14,1 1,0 0,7 1,7 1,1 2,8 1,9 4,6 3,1
Agropiro alto (MT) 7,5 4,2 7,5 5,0 9,9 6,6 13,3 9,0 19,4 13,0
Agropiro canalizo
(MT) 7,5 6,9 7,5 5,0 9,0 6,0 11,0 7,4 15,0 9,8
Grama (MT) 6,9 6,4 6,9 4,6 8,5 5,7 10,8 7,2 14,7 9,8
Cebada forrajera (MT) 6,0 7,0 6,0 4,0 7,4 4,9 9,5 6,3 13,0 8,7
Ballico (MT) 5,6 7,6 5,6 3,7 6,9 4,6 8,9 5,9 12,2 8,1
Trébol pata de pájaro
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(MT) 5,0 10,0 5,0 3,3 6,0 4,0 7,5 5,0 10,0 6,7
Zalaris bulbosa (MT) 4,6 7,6 4,6 3,1 5,9 3,9 7,9 5,3 11,1 7,4
Festuca alta (MT) 3,9 5,3 3,9 2,6 5,8 3,9 8,6 5,7 13,3 8,9
Agropiro crestado (T) 3,5 4,0 3,5 2,3 6,0 4,0 9,8 6,5 16,0 11,0
Veza (MS) 3,0 11,1 3,0 2,0 3,9 2,6 5,3 3,5 7,6 5,0
Sorgo del Sudán (MT) 2,8 4,3 2,8 1,9 5,1 3,4 8,6 5,7 14,4 9,6
Elimo (MT) 2,7 6,0 2,7 1,8 4,4 2,9 6,9 4,6 11,0 7,4
Alfalfa (T) 2,0 7,3 2,0 1,3 3,4 2,2 5,4 3,6 8,8 5,9
Eragrostis (T) 2,0 8,5 2,0 1,3 3,2 2,1 5,0 3,3 8,0 5,3
Maíz forrajero (T) 1,8 7,4 1,8 1,2 3,2 2,1 5,2 3,5 8,6 5,7
Dactilo ramoso (T) 1,5 6,2 1,5 1,0 3,1 2,1 5,5 3,7 9,6 6,4
Cola de zorra (S) 1,5 9,7 1,5 1,0 2,5 1,7 4,1 2,7 6,7 4,5
Trébol híbrido, ladino,
rojo, fresa (S) 1,5 12,0 1,5 1,0 2,3 1,6 3,6 2,4 5,7 3,8
MT: muy tolerante; T: tolerante; S: sensible; (orientativo).

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Las ecuaciones para calcular el rendimiento relativo esperado de diversos cul-
tivos (Aceves, 1979) son las siguientes:

Rendimiento relativo Intervalo de aplicación


Cultivos tolerantes
Y= CE100 < CES < CE0

Cebada 140,0-5,0 CES 8,0 ≤ CES ≤ 28,0


Remolacha 141,2-5,9 CES 7,0 ≤ CES ≤ 24,0
Algodón 142,1-5,3 CES 8,0 ≤ CES ≤ 27,0
Espinaca 115,4-7,7 CES 2,0 ≤ CES ≤ 15,0
Betabel 136,4-9,1 CES 4,0 ≤ CES ≤ 15,0
Sesbania 113,7-6,8 CES 2,0 ≤ CES ≤ 16,6
Pasto «Ryegrass» 142,4-7,6 CES 5,6 ≤ CES ≤ 18,8
Pasto «Bermuda» 144,3-6,3 CES 7,0 ≤ CES ≤ 22,8
Centeno Silvestre 114,7-5,9 CES 2,5 ≤ CES ≤ 19,5

Intervalo de aplicación
Cultivos semitolerantes Ecuación
CE100 < CES < CE0

Maíz 125,0-12,5 CES 2,0 ≤ CES ≤ 10,0


Arroz 136,6-12,2 CES 3,0 ≤ CES ≤ 11,2
Trigo 142,6-7,13 CES 6,0 ≤ CES ≤ 20,0
Linaza 122,0-12,2 CES 1,8 ≤ CES ≤ 10,0
Caña de azúcar 110,7-5,9 CES 1,8 ≤ CES ≤ 18,8
Lechuga 115,4-12,8 CES 1,2 ≤ CES ≤ 9,0
Col 117,5-9,7 CES 1,8 ≤ CES ≤ 12,1
Tomate 124,6-9,9 CES 2,5 ≤ CES ≤ 12,6
Brócoli 121,5-7,7 CES 2,8 ≤ CES ≤ 15,8
Cebolla 119,7-16,4 CES 1,2 ≤ CES ≤ 7,3
Zanahoria 114,1-14,1 CES 1,0 ≤ CES ≤ 8,1
Vid 114,6-9,7 CES 1,5 ≤ CES ≤ 11,8
Tréboles 115,3-11,5 CES 1,3 ≤ CES ≤ 9,8
Trifolium grande 141,5-18,9 CES 2,2 ≤ CES ≤ 7,5
Alfalfa 114,5-7,2 CES 2,0 ≤ CES ≤ 15,7
Pasto «Orchard» 116,7-6,7 CES 2,5 ≤ CES ≤ 17,5

Intervalo de aplicación
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Cultivos sensibles Ecuación


CE100 < CES < CE0

Cacahuete 188,9-27,8 CES 3,2 ≤ CES ≤ 6,8


Soja 200,0-20,0 CES 5,0 ≤ CES ≤ 10,0
Frijol 118,9-18,9 CES 1,0 ≤ CES ≤ 6,3
Pimiento morrón 121,4-14,3 CES 1,5 ≤ CES ≤ 8,5
Rábano 115,6-14,3 CES 1,2 ≤ CES ≤ 8,9
Papa 122,0-12,2 CES 1,8 ≤ CES ≤ 10,0
Camote 116,7-11,2 CES 1,5 ≤ CES ≤ 10,5
Fresa 133,3-33,3 CES 1,0 ≤ CES ≤ 4,0
Durazno 130,0-20,0 CES 1,5 ≤ CES ≤ 6,5
Almendro 127,3-18,2 CES 1,5 ≤ CES ≤ 7,0
Ciruelo 127,3-18,2 CES 1,5 ≤ CES ≤ 7,0
Toronjo 129,0-16,1 CES 1,8 ≤ CES ≤ 8,0
Naranjo 129,0-16,1 CES 1,8 ≤ CES ≤ 8,0

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ESTUDIO DE CASOS
En un Xerochrept gypsico fase salina (S.S.S. 1996) de La Mancha (Ciudad
Real, España), cuya salinidad en la zona de enraizamiento de las plantas no
supera los 12 dS m–1 a 25° C a lo largo de todo el período de crecimiento, se
pide:

1. Estimar el rendimiento relativo para el trigo y para la cebada.


2. Indicar la significación de la ecuación que permite calcular el rendimiento
relativo, en el caso en que CES = 4 dS m–1 y en que CES = 24 dS m–1.

5.5. Tolerancia de los cultivos al sodio intercambiable (ESP)


Los efectos del sodio intercambiable pueden ser directos por la interacción del
sodio en la fisiología de la planta, que es lo que estudió Pearson (1960) e indirec-
tos. En este segundo caso los efectos derivan de la influencia del sodio intercam-
biable sobre las propiedades físicas del suelo. El medio para el crecimiento de las
raíces y para el movimiento del agua se hace más desfavorable.
La tolerancia relativa de las plantas al ESP hace referencia al:

El efecto combinado de la sodicidad en la zona radicular, resultante de la acción


del sodio sobre la fisiología de la planta (efectos tóxicos e interacciones con la
nutrición) y de unas condiciones físicas desfavorables.

La tolerancia de las plantas al ESP ha sido menos estudiada que con respecto a
la salinidad, no disponiéndose de información acerca de la disminución esperable
del rendimiento por unidad de aumento del ESP (Bresler et al., 1982). Las plantas
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menos exigentes en calcio (arroz y otros cereales) son más tolerantes al ESP que
las leguminosas, lo que está ligado al hecho que en los suelos sódicos el calcio
puede ser un factor limitante (Ayers y Westcot, 1985; Chhabra, 1996). También
son más tolerantes al ESP aquellas plantas que soportan mejor las condiciones de
exceso de agua en el suelo.
La tolerancia a las condiciones de sodicidad varían con:

La variedad.
El estadio de crecimiento.
Las condiciones de medio.
El nivel de manejo.

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Hay que destacar que existe cierta falta de concordancia en la información
disponible acerca de la tolerancia relativa de los cultivos al ESP. Los datos inicia-
les propuestos por Pearson (1960) suelen encontrarse reproducidos de forma recu-
rrente en la bibliografía (Porta et al., 1980; Bresler et al., 1982, Chhabra, 1996,
entre otros). La información que se incluye seguidamente procede de Ayers y
Westcot (1986) y Chhabra (1996). Establece la tolerancia relativa de los cultivos,
sin llegar a límites numéricos. No obstante, a título orientativo, se pueden conside-
rar como intervalos: sensibles son aquellos cultivos que toleran menos de un 15 %
de ESP; semitolerantes entre 15 y 40 y tolerantes más de 40. Ordenados según
tolerancia creciente para condiciones de campo:
Cultivos sensibles
Persea americana (aguacate)
Fruta dulce
Frutos de cáscara
Phaseolus vulgaris (alubia, frijol)
Gossypium hirsutum en germinación (algodón)
Zea mays (maíz)
Vigna unguiculata
Pisum sativum (guisante)
Pisum saccharatum
Citrus paradisi (pomelo)
Citrus sinensis (naranja)
Prunus persica (melocotón, durazno)
Citrus reticulata (mandarina)
Phaseolus aurus
Phaseolus mungo
Sesamum oriental
Lens culinaris (lentejas)
Glycine max (soja)
Lens esculenta
Arachis hypogea (cacahuete)
Cajanus cajan (caján)
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Cicer arietinum (garbanzo)


Vigna sinensis

Cultivos semitolerantes
Penisetum typhoides (mijo perla)
Daucus carota (zanahoria)
Trifolium repens (trébol)
Paspalum dilatatum (grama de agua, pasto miel)
Festuca arundinacea (festuca alta)
Lactuca sativa (lechuga)
Saccharum officinarum (caña de azúcar)
Trifolium alexandrinum (trébol alejandrino)
Melilotus parviflorus (trébol de olor)

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Brassica juncea
Avena sativa (avena)
Allium sativum (ajo)
Allium cepa (cebolla)
Linum usitatissimum
Carthamus tinctorius (cártamo)
Helianthus annuus (girasol)
Brassica juncea
Brassica rapa
Raphanus sativus (rábano)
Medicago sativa (alfalfa) (Chhabra, 1996)
Oryza sativa (arroz) (Ayers y Westcot, 1986)
Trifolium resupinatum (trébol persa)
Secale cereale (centeno)
Avena sativa (avena) (Chhabra, 1996)
Hordeum vulgare (cebada) (Chhabra, 1996)
Lolium multiflorum (Ray-grass italiano)
Sorghum vulgare (sorgo)
Spinacia oleracea (espinaca)
Lycopersicon esculentum (tomate, jitomate)
Vicia sativa (veza)
Triticum vulgare (trigo)

Tolerantes
Euchlaena mexicana
Medicago sativa (alfalfa) (Ayers y Westcot, 1986)
Hordeum vulgare (cebada) (Ayers y Westcot, 1986)
Sesbania aculeata
Oryza sativa (arroz) (Chhabra, 1996)
Beta vulgaris (remolacha de mesa)
Beta vulgaris (remolacha azucarera)
Cynodon dactylon (Pasto bermuda)
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Gossypium hirsutum (algodón)


Brachiaria mutica (pasto Para, malojillo)
Agropyrum cristatum
Agropyron elongatum
Diplachna fusca
Chloris gayana (grama Rhodes)
Leptochloa Fusta (Pasto de Karnal)

Las diferencias con la información de Pearson (1960) se deben a que este autor
realizó sus ensayos en suelos cuya estructura había sido estabilizada con
acondicionadores. En el caso del arroz se deben a que los datos de Pearson (reco-
gidos por Ayers y Westcot, 1986) corresponden a arroz en siembra directa, mien-
tras que los de Chhabra (1996) corresponden a arroz con trasplante.

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6. Calidad del agua de riego: Criterios de evaluación
y predicción

6.1. Calidad agronómica del agua


La evaluación de la calidad de un agua para riego se basa inicialmente en su
composición química. Esta información, que se puede referir como la calidad quí-
mica del agua, si bien es de utilidad, resulta incompleta para asesorar sobre el uso
que se debe dar a un agua en relación al riego.
En España, las aguas de riego procedentes de los ríos del Pirineo se caracterizan por su
bajo contenido en sales en solución, mientras que las del levante y sureste español pueden
presentar contenidos salinos elevados. De esta información no se puede concluir que unas
sean adecuadas para el riego y las otras no. Los problemas por salinización de los suelos
fueron graves en las tierras de los llanos de Urgell (Lleida) tras su puesta en riego y lo son
por salinización-sodificación en el sistema de Monegros-Flumen (Huesca). En ambos casos
se utilizan aguas procedentes de ríos pirenaicos de «buena calidad», si se atiende sólo a su
contenido salino.
Dado que los problemas que se pueden presentar en los suelos de regadío no se
deben exclusivamente a la composición química del agua, se hace necesario intro-
ducir el concepto de calidad agronómica del agua (Aceves, 1979), que tiene en
cuenta las interacciones agua-suelo. Éstas deben tomarse en consideración para
poder realizar predicciones en el uso de las aguas de riego y los aspectos a consi-
derar son:

— Calidad química del agua:


Evaluada por su:
• Conductividad eléctrica y pH
• Contenido de cationes: Ca2+, Mg2+, Na+: SAR
• Contenido de aniones: Cl–, SO42–, HCO3–, CO32–
• Contenido ocasional de elementos tóxicos y contaminantes.
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— Características físicas y químicas del suelo a regar:


Evaluadas por:
• pH, textura, materia orgánica, SAR, ESP.
• Velocidad de infiltración.
• Conductividad hidráulica.
• Morfología del perfil.
En la evaluación de la calidad de un agua deben tomarse en consideración los facto-
res que afectan a la salinidad del agua del suelo, tales como la precipitación o disolu-
ción de componentes del suelo, en particular los carbonatos-Ca, Mg y el yeso (Fren-
kel, 1984).
— Cultivo a regar:
Tolerancia a la salinidad, al sodio y a elementos tóxicos.

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— Clima:
Precipitación: cantidad y modelo de distribución anual.
Evapotranspiración.
Vientos dominantes en la zona.
— Método de riego y manejo del agua:
Con aguas de mala calidad química el éxito o fracaso dependerá del método de riego
y de un manejo adecuado del agua, en especial del empleo de una fracción de agua
para el lavado de sales (LF).
— Condiciones de drenaje:
Los excedentes de agua de riego, necesarios en muchos casos para asegurar la frac-
ción de lavado (LF) deben tener prevista una salida, para que las sales no se acumu-
len en la zona radicular. Riego y drenaje resultan indisociables en la mayoría de los
casos, incluso utilizando aguas de riego de bajo contenido salino.

En demasiados casos se atiende únicamente a las características químicas de


las aguas de riego, dejando de lado un enfoque mucho más comprehensivo por la
complejidad que entraña. Esta manera de proceder puede conducir a asesoramien-
tos poco fundamentados.

6.2. Riesgo de sodicidad


El Laboratorio de Salinidad de Riverside (USA) introdujo el uso del SAR
(Richards y cols., 1954) como un índice práctico para evaluar el riesgo de sodifica-
ción. Determinar el ESP o la relación de sodio intercambiable (ESR) resulta más
difícil (Cap. 9):

ESR = KGSAR ESR = relación de sodio intercambiable.


KG = coeficiente de selectividad de Gapon, modificado.
Na+
SAR =  KG = 0,015 (mmol L–1)1/2.

Ca2+
+Mg2+

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Na X
ESR =  SAR = relación de adsorción de sodio determinada a par-
CIC – Na X tir de los cationes en solución Na+, Ca2+, Mg2+ en
mmol L–1
(SAR práctico o SARp).

El empleo del SAR se ha generalizado y su uso sigue siendo de interés prác-


tico. No obstante, hay que tener en cuenta que el análisis teórico en que se basa
presenta limitaciones (Sposito, 1977):

— La expresión tradicional de KG es errónea.


— La ecuación del SAR no tiene en cuenta la formación de pares iónicos, lo que puede
afectar la relación entre monovalentes a divalentes en la solución del suelo.

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Esto lleva a Sposito y Mattigod (1977) a distinguir entre:

SARP = SAR «práctico».


SART = SAR verdadero, corregido para los complejos de pares iónicos.
SART = 0,08 + 1,115 SARP r2 = 0,99
y en general:
SART ≥ SARP

Oster y Sposito (1980) indican que en el intervalo de 0 a 40 para el ESP, la esti-


mación del ESP a partir del SART no difiere grandemente de la realizada con el
SARP. Por ello, el SAR clásico puede seguir utilizándose como un criterio básico
para medir el riesgo de sodicidad, si bien en trabajos de investigación deberán
tomarse en consideración las nuevas propuestas (Frenkel, 1984).
Los autores australianos (Cook y Muller, 1997) indican que la sensibilidad a los niveles
de ESP varía con la clase de suelo. Aquéllos en los que predomina la ilita tienden a ser más
dispersivos a un ESP dado, que los suelos con otras mineralogías de arcillas. La sensibilidad
al ESP es mayor en suelos con un elevado contenido de arcillas (Churchman et al., 1993).

6.3. Criterios para interpretar la calidad de un agua para riego


Las guías para interpretar la calidad de un agua para riego se han planteado
como:

— Sistemas guía rígidos: sólo tienen en cuenta las características químicas del agua
(calidad química). Fueron diseñados para condiciones de uso medias (USSL, 1954,
entre otros).
— Sistemas guía flexibles: tienen en cuenta las características químicas del agua, el
intervalo de tolerancia de las plantas a regar y los factores específicos de uso (suelo a
regar, sistema de riego, manejo del agua, etc.) (Maas y Hoffman, 1977, entre otros).
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Los criterios de interpretación de la calidad del agua de riego propuestos por


Ayers y Tanji (1981) utilizan como indicadores el SAR y la CE para evaluar la gra-
vedad del problema:

CE dS m–1 a 25° C
SAR
Sin problema Ligero a moderado Grave

0-3 > 0,9 0,9-0,20 < 0,20


3-6 > 1,3 1,3-0,25 < 0,25
6-12 > 2,0 2,0-0,35 < 0,35
12-20 > 3,1 3,1-0,90 < 0,90
> 20 > 5,6 5,6-1,80 < 1,80

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Agrupando los cultivos en sensibles, semi-tolerantes y tolerantes, los estánda-
res de calidad de agua para riego (Ayers y Wescott, 1985) se han establecido aten-
diendo al grado de restricción para el uso agrícola del agua por la disminución en
el rendimiento de los cultivos (riesgo de salinización), por los efectos sobre la
estructura del suelo (riesgo de sodificación) y por el riesgo de toxicidad. Los crite-
rios de referencia para evaluar las restricciones de uso de un agua (Ayers y Wes-
cott, 1985) se basan en un conjunto de supuestos (capacidad de producción poten-
cial, textura de AFr a Fa y buen drenaje, clima árido o semiárido, riego de
superficie o por aspersión, LF ≥ 15 % y absorción de agua según el modelo
expuesto) y son los siguientes:

Restricciones de uso
Ninguna Ligera a Moderada Importantes

Riesgo de salinización < 0,7 0,7-3,0 > 3,0


CEa dS m–1 a 25° C
Riesgo de sodificación CE (dS m–1 a 25° C)
SARP
0-3 > 0,7 0,7-0,2 < 0,2
3-6 > 1,2 1,2-0,3 < 0,3
6-12 > 1,9 1,9-0,5 < 0,5
12-20 > 2,9 2,9-1,3 < 1,3
20-40 > 5,0 5,0-2,9 < 2,9
Riesgo de toxicidad
Cl meq L–1
Riego de superficie <4 4-10 > 10
Riego por aspersión <3 >3 –
B mg L–1 < 0,7 0,7-3,0 > 3,0
Bicarbonato meq L–1
Riego por aspersión < 1,5 1,5-8,5 > 8.5

ESTUDIO DE CASOS
Los volúmenes de agua aportados en el Valle del Ebro (España) a un cultivo de
maíz son del orden de 6.000 a 8.000 m3 ha–1 año–1 y de 8.000 a 10.000 m3 ha–1
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año–1 para la alfalfa. Los análisis del agua de riego en un muestreo realizado en
julio han dado los siguientes resultados:
CE
dS m–1 a pH Na+ Ca2+ Mg2+ (meq L–1)
25°C
canal 0,19 7,7 0,25 1,40 0,27
azarbe 0,91 7,8 1,35 5,90 3,50
Cl– S042– CO3– HCO3– NO3– (meq L–1)
canal 0,20 0,40 ip. 1,40 ip.
azarbe 0,89 5,20 ip. 4,32 0,33

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Se pide:
1. Verificar la calidad de los análisis.
2. Relación entre el valor del pH y las concentraciones de carbonatos y bicar-
bonatos.
3. Relación entre el valor del pH y la concentración de Ca2+ y Mg2+.
4. Calcular el SAR según Richards.
5. Evaluar la calidad química de este agua. Calcular las sales aportadas por
el riego.
6. Indicar qué información complementaria se requiere para poder realizar
una evaluación agronómica de la calidad del agua.
7. A qué son atribuibles las diferencias entre el agua dei canal y del azarbe.

Respuestas
1. Σ cationes canal = 1,92 Σ aniones = 2,00
Σ cationes azarbe = 10,75 Σ aniones = 10,74
Además: 10–3 CE(dS m–1) ≈ ΣE cationes (meq L–1)
2. Si hubiese CO32– en el agua el valor del pH debería ser superior a 9,0. En
ausencia de CO32– solubles, la concentración de HCO3 raramente excede
10 meq L–1.
3. En aquellos casos en que pH > 9,0 la concentración de (Ca2+ + Mg2+) < 2
meq L–1. En este caso los datos concuerdan.
4. SAR canal = 0,27 SAR azarbe = 0,60
5. Agua de riego sin restricciones de uso por riesgo de salinización, sin riesgo
por cloruro, ni bicarbonatos, pero sí de sodificación.
6. Características de los suelos a regar, cultivos, clima, método de riego, con-
diciones de drenaje.
7. Se produce un lavado de sales.
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6.4. Efectos de la salinidad y sodicidad sobre las propiedades


físicas del suelo
La estructura del suelo puede degradarse al utilizar un agua de riego de baja
concentración en electrolitos y por una elevada concentración de sodio en el
complejo de cambio (Shainberg y Letey, 1984). En general, la concentración
total y el tipo de sales por un lado y la cantidad y mineralogía de las arcillas por
otro determinan la naturaleza de las interacciones entre el agua y la matriz del
suelo.
En el capitulo 11 se ha descrito el comportamiento del suelo atendiendo a las
características y composición de la doble capa difusa, a lo que hay que remitirse

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para evaluar los efectos de la salinización y sodificación de los suelos. En cual-
quier sistema de suelos de regadío, los usuarios deben manejar el agua de forma
que se mantenga una estructura favorable, y con ello, una adecuada conductividad
hidráulica.
La dispersión de los sistemas coloidales y la consiguiente destrucción de la
estructura afectan al movimiento del agua a través del suelo. La disminución del
tamaño de poros, como expresa la ley de Poisseuille, hace bajar la conductividad
hidráulica proporcionalmente a la cuarta potencia del radio (Cap. 13).
En aquellos suelos en que existan arcillas expandibles, las montmorillonitas
saturadas de calcio presentan una unión de láminas paralelas en paquetes deno-
minados tactoides, que pueden considerarse como cuasicristales. La sodifica-
ción conduce en una primera fase a la dispersión de los tactoides, que pueden
migrar y colmatar los poros de los horizontes subyacentes (proceso irreversi-
ble). Esto produce una disminución de la conductividad hidráulica. El aumento
del ESP provoca el colapso de los tactoides, con la consiguiente expansión de
las partículas de arcilla (proceso reversible) y cambio en la geometría de los
poros, con lo que la conductividad hidráulica también se ve afectada negativa-
mente.
En el caso de suelos con ilita, la circulación del agua disminuye como conse-
cuencia de la colmatación de los poros que deriva de la translocación de la arcilla
sódica.
De acuerdo con la teoría de la doble capa difusa (DCD), cuanto menor sea
el espesor de la doble capa, menor será el solapamiento entre DCD al aproxi-
marse dos partículas. La repulsión entre partículas será menor al aumentar la
carga de los iones de signo contrario y al aumentar la concentración de sales,
por ser menor el solapamiento entre DCD. La repulsión entre dos DCD se deno-
mina presión de hinchamiento, que disminuye a medida que el solapamiento
entre DCD va siendo menor. Las arcillas sódicas desarrollan presiones de hin-
chamiento elevadas, por lo que las partículas se hallan dispersas y la estructura
degradada (Cap. 11).
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Al estudiar el comportamiento de los cationes en un sistema de intercambio, se


ha puesto de manifiesto que no se distribuyen al azar en el cambiador. Se produce
una desmezcla (Shainberg y Letey, 1984).
En el caso de una montmorillonita, unas sedes de intercambio son ocupadas
principalmente por sodio y otras por calcio. El comportamiento depende del valor
del ESP, de forma que en un tactoide-Ca, con ESP de 15 a 20 % el calcio de las
superficies externas es substituido por sodio (tactoide disperso), mientras que con
un ESP del 50 %, el calcio será substituido en el interior del tactoide (colapso del
coloide).
Para estudiar las relaciones entre la floculación-dispersión y la permeabilidad
se ha introducido el concepto de valor de floculación:

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Valor de la floculación (VF) o concentración crítica de coagulación (CCC) (Quirk
y Schofield, 1955, Van Olphen, 1977, Golberg y Forster, 1990), definido como:
Concentración del agua que, al entrar en equilibrio con el suelo, para un ESP dado,
provoca una disminución de la permeabilidad de un 10 a un 15 %.
O bien como:
Concentración mínima de electrolito necesaria para flocular un coloide disperso
dado en un determinado tiempo (24 h).
En aquellos casos en que la concentración del electrolito es menor que la CCC,
tendrá lugar la dispersión.
Los valores del valor de floculación para distintos tipos de arcillas son:
Mineral CCC
mmol (+) L–1
Montmorillonita-Na 7 a 20 Arora y Coleman (1979)
Montmorillonita-Ca 0,17 Van Olphen (1977)
0,50 (CaCl2) Greene y cols. (1978)
Caolinita-Na 0 a 5 (Na Cl) Golberg y Forster (1990)
Caolinita-Ca estable Arora y Coleman (1979)
Ilita-Na 7 Rengasamy (1983)
55 (Na Cl) Oster y Sposito (1980)
Ilita-Ca 0,25 Oster y Sposito (1980)
1,0 (CaCl2) Greene y cols. (1978)

En el manejo de suelos con riesgo de sodificación habrá que tener en cuenta el


valor de la concentración crítica para cada ESP, para no producir una degradación
de las propiedades físicas del suelo. Los trabajos de Quirk y Schofield (1995)
muestran este tipo de relaciones:

ESP
del suelo

2 5 10 15 20
40

Disminución de la
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permeabilidad
30

20

Estable
10

0 Concentración del
agua meq L–1

768
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Estos datos han permitido obtener una ecuación empírica:
Na+
X = 0,56  + 0,6 X = concentración crítica del agua de riego.

Ca2+
Este enfoque es aplicable a la mejora de suelos salino-sódicos para evitar la
expansión y translocación de los coloides, lavando con aguas de alta concentración
salina, con lo que se mantiene una conductividad hidráulica adecuada. El sodio irá
siendo progresivamente lavado por el efecto de dilución de valencia.

ESTUDIO DE CASOS
Un suelo del antiguo lago de Texcoco (México) hoy desecado, se riega con
aguas de distintas calidades expresadas en función del SAR y de la concentra-
ción de sales. (Aceves, 1979). Las curvas que relacionan la conductividad
hidráulica con la concentración de sales del agua son las siguientes:

Conductividad
hidráulica K/Ko
relativa 100 SAR 0

90
15
R
85 SA
80

70
25
R
SA

60
50
R

50
SA

0
10

40
R
SA

30

20

10
Concentración
meq L–1
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2 4 6 8 10 20 40 50 60 80 100 200 250

Se pide:
1. Interpretar la curva SAR = 0
2. Determinar el valor de la concentración crítica de cada caso.
3. Discutir la validez del SAR «práctico» en este caso.

Respuestas
1. Se trata de una muestra saturada con Ca2+
2. SAR (15) = 5,5; SAR (25) = 12,0; SAR (50) = 20,0; SAR (100) = 86 meq L–1
3. Por debajo de ESP = 40 sería aplicable con desviaciones aceptables.

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ESTUDIO DE CASOS
SAR Una de las clasificaciones inicia-
30 les del agua de riego (Richards y
28 cols., 1954) establece una serie
26 de clases de salinidad y de sodici-
24 dad en base al siguiente dia-
C4-S4
Alto

22 grama basado en el SAR y la CEar


Peligro de alcalinización

20 del agua.
18
C = clase de salinidad (empeora de 1
16
en adelante)
Medio

14
C3-S3 S = clase de sodicidad (empeora de 1
12
en adelante)
10 C2-S2
8
6
Bajo

4
C1-S1
2

0,25 0,75 2,25 CE dS m–1


Bajo Medio Alto Muy Alto

Peligro de salinización

Discutir una clasificación de este tipo para llevar a cabo en base a ella reco-
mendaciones acerca del riesgo de sodificación al utilizar aguas de valores cre-
cientes de CEar.

Respuesta
Según este diagrama, para un mismo valor de SAR, al aumentar la concentración de
sales un agua pasa a ser considerada de mayor riesgo de sodificación, lo que no se
corresponde con los resultados de los estudios más actuales,
Este tipo de clasificación no tiene validez hoy en día.
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ESTUDIO DE CASOS
Discutir si debe incluirse o no dentro de la consideración de suelo salino un terreno
cultivado de viñedo en Valdepeñas (C. Real) cuyo perfil sea Ap Bk Ck, sabiendo
que da efervescencia al HCl (11 %) todo el perfil; y otro de la llanura aluvial del río
Gigüela (C. Real) cuyo perfil sea Ap By Cy y cuyas conductividades eléctricas
(CES) medidas en extracto de pasta saturada en muestras tomadas en septiembre
sean respectivamente de 14,11 y 8 dS m–1 a 25° C y que se cultiva de cebada.

Respuesta
Viñedo: Se trata de un suelo calizo, posiblemente con un endopedión cálcico. La calcita es
un componente insoluble en agua pura. No pertenece a la categoría de los suelos salinos.

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Cebada: Es un suelo con yeso, posiblemente con un endopedión gypsico: Xerochrept gyp-
sico (SSS, 1996). La presencia de yeso por sí solo no justifica la consideración de suelo
salino, ya que este componente presenta una baja solubilidad al agua (2,6 g L–1 a 20° C).
Los valores relativamente altos de la CES permiten afirmar que el suelo contiene sales
más solubles que el yeso.
La presencia de estas sales es la que hace que se trate de un suelo salino: Xerochrept
gypsico fase salina. Las plantas sufrirán estrés por salinidad.

7. Medida de la salinidad
7.1. Medidas de laboratorio
La salinidad de un extracto de suelo o de un agua se mide a partir de la con-
ductividad eléctrica CE25° C = CEt · f(t).
Esta metodología requiere muestreos intensivos en campo y análisis de labora-
torio. Consume tiempo y su coste es elevado, lo que limita los datos disponibles y
la representatividad de las muestras es baja (Triantafilis et al., 2002).

7.2. Medidas de campo


Las medidas en campo tienen la ventaja de ser rápidas y no destructivas, por lo
que permiten estudiar con facilidad la variabilidad temporal de la salinidad en un
mismo punto. Los principales sistemas desarrollados son (Aragüés, 1985; Rhoa-
des, 1992; Triantafilis et al., 2002):

— Sonda de succión: extracción de agua del suelo por medio de una cápsula porosa
y aplicación de vacío.
— Sensor de salinidad: utiliza dos electrodos.
— Sensor de cuatro electrodos: medida de la resistencia eléctrica de un volumen de
suelo por paso de una corriente eléctrica.
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— Sensor electromagnético: se genera una onda electromagnética primaria por


medio de una bobina transmisora (Lesch et al., 1992).
— Sensor reflectométrico de dominio de tiempo: permite la medida simultánea
del contenido de agua del suelo y del contenido de salinidad. Se basa en la medida
de la constante dieléctrica del suelo.

8. Bibliografía

8.1. Bibliografía básica


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sing system (MESS) to asrens cause and management of soil salinization in an irrigated
cotton-groving field. Soil Use and Management, 18:330-39. 2002.
Wilcox, L. V.: Boron injury to plants. USDA. Inf. Bul. 211, 7 pp. 1960.

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25
Degradación de la fertilidad física del suelo

1. Aspectos físicos de la fertilidad del suelo

El crecimiento de las plantas se suele relacionar más directamente con la dis-


ponibilidad de nutrientes que con las condiciones físicas del suelo (fertilidad
física), lo que ha llevado a que los aspectos químicos de la fertilidad del suelo
hayan sido mucho más ampliamente estudiados. La forma de aportar tales elemen-
tos al suelo es objeto de controversia entre aquellos que apoyan una agricultura
basada en el uso de agroquímicos y los partidarios de las denominadas agriculturas
alternativas: agricultura biodinámica de Steiner, agricultura orgánica, agricultura
biológica, entre otras (Cap. 8). Lo que no parece cuestionarse son los fundamentos
químicos de la fertilidad del suelo.
Existe abundante bibliografía sobre los elementos químicos en el suelo, su papel y com-
portamiento en la nutrición vegetal y la fertilidad química del suelo. Por ello, y por ser un
tema más propio de obras de Fitotecnia General (Villalobos et al., 2002) y de Fertilidad de
Suelos (Cadahia, 1998) se remite a ellas al lector, y el estudio de la fertilidad química no se
incluye en la presente obra.
La fertilidad física, por el contrario, es un tema muy poco abordado en libros
de carácter general, a pesar de que a partir de la década iniciada en 1970 se han
producido grandes avances en el estudio de la respuesta del sistema radicular
frente al suelo como medio físico, y en el estudio del comportamiento del suelo
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por efecto de la agromecánica. Existe una razón que justifica en parte este distinto
tratamiento, la dificultad que sigue existiendo tanto para evaluar la fertilidad
física, como para establecer las posibilidades de las medidas correctoras que, en
muchos casos, resultan mucho menos evidentes.
Se está muy lejos de poder proponer soluciones con carácter general para
superar los condicionantes físicos. En el caso de los químicos, Cooke afirmaba ya
en 1970, que los fertilizantes permiten eliminar la limitación natural que para la
producción de los cultivos representa un inadecuado suministro de nutrientes a
partir del suelo. No existe una medida semejante cuando la limitación es de carác-
ter físico. Cada caso es un problema a estudiar, para poder llegar a establecer las
interrelaciones entre las condiciones físicas, las de manejo y el crecimiento de las
plantas.

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Expresiones genéricas tales como que «el suelo deba ser franco, tenga una
densidad aparente intermedia, buena agregación, buena velocidad de infiltración y
no tenga drenaje impedido» son objeto de un tratamiento irónico por parte de
Letey (1985), cuando discute qué puede entenderse por un suelo con buenas con-
diciones físicas y buena producción. Las generalidades no suelen ser muy útiles
cuando hay que asesorar acerca de cómo actuar en un caso concreto.
El objetivo básico de la fertilidad y del manejo del suelo es el crecimiento de las
plantas. En suelos agrícolas lo es también la obtención de elevadas producciones de
forma sostenible/sustentable, es decir, durable a lo largo de los años, sin que se pro-
voque la degradación del recurso suelo. Al estudiar la fertilidad física se quiere desta-
car su importancia y los riesgos de su degradación, no obstante, no hay que olvidar
que la respuesta de las plantas es al conjunto de aspectos físicos y químicos del
medio edáfico y de medio exterior.
El presente capítulo desarrolla aspectos que se han ido tratando en diversos capítulos
dedicados a las propiedades físicas del suelo y la respuesta de las plantas, así como a los
procesos que pueden conducir a su degradación. Como textos de clásicos sobre el tema
cabe citar Russell (1977) sobre sistema radicular; Arkin y Taylor (1981) sobre el medio
edáfico y el comportamiento radicular; Gupta et al. (1989) sobre los efectos de la compac-
tación; Koolen y Kuipers (1983) plantean un tratamiento desde la perspectiva de la mecá-
nica de suelos, al igual que Larson et al. (1989).
Al hablar de degradación de la fertilidad física del suelo se está haciendo
referencia a las acciones antrópicas directas o indirectas, que pueden provocar un
deterioro de las propiedades físicas que afectan directamente al crecimiento de las
plantas: agua disponible (Cap. 12), suministro de oxígeno (Cap. 14), temperatura
(Cap. 15), y resistencia mecánica o impedancia (Cap. 11). Estos factores de control
directo se ven afectados por otros cuya acción es indirecta sobre el crecimiento de
la planta: densidad aparente (Cap. 11), textura (Cap. 6), estructura y estabilidad de
los agregados (Cap. 11), porosidad, distribución de tamaño de huecos e intercone-
xiones entre ellos (Cap. 4 y 11), tal como se indica en este esquema:
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ACTIVIDADES FACTORES DE CONTROL


DE LA PLANTA
EN RELACIÓN
CON EL SUELO DIRECTO INDIRECTO

densidad aparente
Emergencia agua textura
Crecimiento de las raíces oxígeno estructura
Fructificación temperatura estabilidad de los agregados
(Trébol subterráneo, resistencia mecá- porosidad
por ejemplo) nica distribución de tamaño de huecos
interconexiones de huecos

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No habrá que olvidar en ningún momento, que las raíces pueden estar someti-
das, además, a condicionantes de tipo químico (falta o desequilibrio de nutrientes
y toxicidades) y biológicos (enfermedades y ataques de insectos).

2. Agromecánica: Importancia e impactos


El desarrollo de la agromecánica tuvo lugar en España a partir de 1950, generalizán-
dose su uso en la década siguiente. La imagen del laboreo con tracción animal ha desapare-
cido desde los años 60 en los países desarrollados. Aquellos países en vías de desarrollo,
que se ven obligados a mantener esta tecnología e incluso el laboreo manual, lo hacen por-
que sus sistemas agrícolas (agriculturas itinerantes, agriculturas en laderas, agriculturas de
subsistencia, u otros) no les permiten pagar el coste de la maquinaria o bien ésta no resulta
fácilmente utilizable por la orografía o el tamaño de parcelas.
El laboreo tradicional tiene dos funciones:

— Proporcionar un medio adecuado para la germinación y el crecimiento de


las plantas.
— Luchar contra las malas hierbas, hasta la introducción de los herbicidas.

En los países desarrollados no parece planteable prescindir de la mecaniza-


ción, si bien se aprecia una tendencia a disminuir su uso. No obstante, los siste-
mas de producción se basan en el uso de tractores y maquinaria de peso y poten-
cia crecientes y en un aumento de la frecuencia de pases sobre el suelo, lo que
puede provocar su compactación. El desarrollo de técnicas de cultivo mínimo, la
siembra directa y el uso de herbicidas son las opciones alternativas planteadas
para evitarlo.
Se reconoce que el laboreo y la circulación de maquinaria compactan, pudien-
do llegar a producir un aumento significativo de la densidad aparente y una dismi-
nución progresiva de la calidad del suelo. El incremento del peso de la maquinaria
agrícola ha conllevado un mayor riesgo de compactación, en especial si se utiliza
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en condiciones de suelo húmedo, es decir sin el tempero adecuado.


Por todo ello, se hace necesario que quienes usen maquinaria, quienes asesoren sobre su
uso, quienes la diseñen y quienes la fabriquen conozcan sus efectos sobre el suelo, según
cuales sean las características físicas de éste y, cada cual en su caso, tienda a hacer dismi-
nuir los impactos que puedan provocar la degradación física del suelo.
El conocimiento e interpretación de las propiedades físicas del suelo y su comporta-
miento mecánico han llevado a mejorar el diseño de aperos y máquinas. Los modelos del
comportamiento del suelo frente a fuerzas externas deben llevar a determinar estrategias de
uso, tipo de máquinas y momento de empleo.
Los efectos compactantes de muchas prácticas agrícolas suelen ser acumulati-
vos. No obstante, el suelo presenta una capacidad amortiguadora frente a las car-
gas estáticas, que hace que éstas se atenuen en profundidad.

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La atenuación frente a cargas estáticas es mayor en suelos con estructura en bloques
que en aquellos de estructura prismática o los de estructura maciza (Burger et al., 1987).
Una máquina cuyas cargas en eje no excedan de 5 Mg, generalmente no provocará compac-
tación más allá de los primeros 30 cm (Voorhees, 1989), pero éste es precisamente el espe-
sor en el que se desarrollan, p. ej., los sistemas radiculares de plantas como el maíz o la
soja. Hay que destacar que a veces la compactación puede tener efectos beneficiosos,
dependiendo de la estructura y la textura del suelo.

ESTUDIO DE CASOS
Abrir un debate para discutir el hecho que en algunos países en vías de desarro-
llo la población activa dedicada a la agricultura alcance porcentajes muy eleva-
dos (más de un 80% en Sudán en 1992, por ejemplo), con una agricultura de
subsistencia.
Hasta qué punto un técnico puede recomendar la introducción del uso de herbici-
das en sistemas agricolas de estas características. ¿Qué implicaciones socio-
económicas puede conllevar un cambio basado en la sustitución del laboreo por
herbicidas?

Bases para la discusión


El empleo de herbicidas supone aumentar los costes de producción, lo que
generalmente es implanteable en una agricultura de subsistencia.

Por otro lado, en algunos de estos países la eliminación de malas hierbas se


hace manualmente. Esto da trabajo y un cierto medio de subsistencia a un gran
número de personas que, de otro modo, no tendrían ingresos.

El paso a una agricultura más tecnificada y más productiva resulta estructural-


mente difícil, en muchos casos, por lo que las propuestas de desarrollo deben
plantearse desde la perspectiva de que los beneficiarios deben ser la población
local.
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3. Sistema radicular y medio edáfico

Las consultas que un técnico recibe, y que pueden estar relacionadas con el sis-
tema radicular, se deben a la existencia de problemas que no han podido ser resuel-
tos, ni añadiendo más abonos, ni son explicables por salinidad, ni por problemas
fitosanitarios. A veces, se trata de diagnosticar por qué se ha muerto una plantación
a los pocos años o por qué tiene un crecimiento muy lento o irregular. Interesa dis-
poner de criterios para poder realizar un diagnóstico lo más acertado posible.
En trabajos de investigación de diferentes ámbitos, desde la Fitotecnia a la Mejora de
plantas, pasando por la Patología, puede interesar estudiar el desarrollo alcanzado por el
sistema radicular, su distribución, su estado o las interacciones con el medio edáfico. Este
tipo de estudios son laboriosos y requieren una metodología especializada, que ha progre-

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sado considerablemente en los años 80 (Taylor, 1988). Ambos aspectos, el diagnóstico
agronómico y la metodología para el estudio de la rizosfera, merecen ser estudiados con
cierto detalle.

3.1. Diagnóstico de problemas en el crecimiento radicular

En aquellas regiones cuyos suelos hayan sido cartografiados a nivel detallado


(Cap. 21), la consulta del mapa a escalas 1:10.000 a 1:25.000 puede resultar sufi-
ciente para realizar un primer diagnóstico, cuando el condicionante físico se debe a
procesos edafogénicos. Habrá que tener en cuenta:

— Factores de control.
— Interrelaciones entre factores.
— Respuesta de la especie vegetal en relación con las propiedades físicas.
— Para una especie, las respuestas según la edad o fase de desarrollo.

Si la información y el diagnóstico pueden obtenerse a partir de un mapa de


suelos, esto supondrá un evidente ahorro de tiempo y dinero, lo que refuerza el
interés de poder disponer de mapas detallados de suelos. El diagnóstico de proble-
mas para el crecimiento de las plantas por condicionantes físicos, basado en la uti-
lización de mapas de suelos, toma en consideración los siguientes criterios de
diagnóstico (SSS, 1998) deducibles a partir de la leyenda del mapa y la descrip-
ción de las unidades cartograficas:

Criterio de diagnóstico Interpretación y diagnóstico

Contacto lítico a menos de 50 cm. Se expresa a El espesor explorable es insuficiente por lo que
nivel de Subgrupo: Lithic Haplargids. Lithic habrá problemas de anclaje para los árboles.
Xerorthents p. e.
Régimen de humedad ácuico, expresado a nivel Falta de oxígeno. Procesos de reducción.
de Suborden: Aquepts, Aqualfs, Aquolls p. e. Asfixia radicular.
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Saturado con agua y por debajo de 25 cm con Asfixia radicular (Cap. 14).
colores azules, que cambian al exponer una mues-
tra al aire.
Saturado con agua algún período del año y Falta de oxígeno. Procesos de reducción.
dentro de los 50 cm superiores, con colores: Asfixia radicular.
con moteado chroma ≤ 2
sin moteado chroma ≤ 1
a nivel de Suborden: Aquent.
Saturación con agua dentro de los primeros Problemas de hidromorfismo en profundidad.
150 cm en alguna época del año, se indica a Suelo más favorable que aquellos en los que este
nivel de Subgrupo: Aquic Xerofluvents p. e. carácter determina el Suborden.
Endopedión petrocálcico con límite superior a Fuertemente cementado por carbonato cálcico.
menos de 100 cm (Paleargids) o a menos de 150 Limitación para el paso de la mayor parte de las
cm (Palexeralfs), se expresa a nivel de Gran raíces, tanto más importante cuanto más superfi-
Grupo (SSS, 1998). cial esté.

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Criterio de diagnóstico Interpretación y diagnóstico

Endopedión gypsico con límite superior a Cuando el yeso predomina y está seco resulta
menos de 100 cm, se indica a nivel de Suborden impenetrable para las raíces, que sólo consiguen
(Gypsid) o de Subgrupo (Gypsic Xerochrepts, atravesarlo a favor de las grietas. Su capacidad
1992). para almacenar agua y nutrientes es baja.
Endopedión petrogypsico con límite superior a Fuertemente cementado por yeso.
menos de 100 cm, se indica a nivel de Subgrupo: Limitación para el paso de las raíces.
Petrogypsic Gypsiorthids (SSS, 1992) En zonas de fuerte aridez.
Cambio textural abrupto, se expresa a nivel de Paso de un horizonte superior de textura gruesa a
Gran Grupo: Albaqualfs. uno subyacente arcilloso en una distancia verti-
cal de 7,5 cm o menos. El endopedión argílico
tiene una conductividad hidráulica lenta (menor
de 10 cm/día) o muy lenta. Dificulta el paso de
las raíces que aprovechan los espacios entre
agregados.
Endopedión nátrico se indica a nivel de Gran Degradación de la estructura, conductividad
Grupo: Natragirds, Natraqualfs (SSS, 1998). hidráulica lenta. A veces con mal drenaje. Desfa-
vorable para el crecimiento de las raíces.
Contenido de arcillas expandibles superior al En alguna época del año, apertura de grietas pro-
30% al menos en los 50 cm superiores, se expresa fundas y anchas. Problemas por rotura de las raí-
a nivel de Orden Vertisoles ces de los árboles. Pérdidas de agua por evapora-
ción a través de las grietas. Movimientos internos
del suelo causando roturas en canales, conduc-
ciones, etc.
Duripán con límite superior a menos de 100 cm, Horizonte cementado por sílice. Dificultad de
se indica a nivel de Gran Grupo: Durixeralfs, penetración por las raíces.
Durargids.

Cuando no se disponga de este tipo de información o la causa de la degrada-


ción del suelo sea de origen antrópico, habrá que realizar una prospección especí-
fica, yendo al campo y estudiando un cierto número de calicatas (Cap. 3), lo que
alarga la respuesta y encarece la consulta.
La descripción del sistema radicular (Cap. 3) proporciona una información
cualitativa sobre las condiciones del crecimiento y permite organizar los mues-
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treos para estudios cuantitativos. Algunas morfologías de las raíces permiten inter-
pretar las causas de un deficiente desarrollo radicular:

Causa Efecto Diagnóstico

Sellado y encostramiento super- Emergencia disminuida o impe- Capa de unos 5 mm de estruc-


ficial. dida. tura laminar (Cap. 11).
Dicotiledóneas: hipocótilos con
un diámetro superior a dos
veces el normal, pero sin man-
chas necróticas.
Monocotiledóneas: coleóptilo
torcido y distorsionado que no
suele llegar a penetrar la costra,
aparece clorótico.

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Causa Efecto Diagnóstico

Mala fructificación en especies Costra superficial (Cap. 11).


que lo hacen dentro del suelo,
como el cacahuete (Arachis hypo-
gea, L.) y trébol subterráneo (Tri-
folium subterraneum, L.)
Suela de labor Disminución del volumen explo- Capa difícil de penetrar con el
rable por las raíces, menor pro- cuchillo. Crecimiento de las raí-
fundidad efectiva, permeabilidad ces impedido en profundidad,
impedida. las raíces al llegar a la capa com-
pactada cambian bruscamente
de dirección, de vertical a hori-
zontal. Algunas llegan a atrave-
sar la capa a favor de una grieta.

Endurecimiento del horizonte Volumen de suelo efectivo dismi- Horizonte difícil de penetrar con
al secarse nuido. el cuchillo cuando está seco. Las
raíces presentan estrangula-
miento y disminuciones abrup-
tas de tamaño.

Endurecimiento de los agrega- Los agregados no son efectivos Las raíces sólo penetran apro-
dos al secarse para el suministro de agua y nu- vechando los huecos interagre-
trientes. gados, a los que llegan a tapizar
sin penetrarlos. Por ejemplo,
endopedión argílico con estruc-
tura prismática. Pueden obser-
varse fieltros de raíces en las
caras de los prismas, a veces
muertas.
Endurecimiento del horizonte El horizonte no es efectivo para Horizonte difícil de penetrar con
al secarse el suministro de agua y nutrien- el cuchillo cuando está seco. Las
tes. Las raíces sólo aprovechan raíces sólo penetran aprove-
grietas o espacios interagregados. chando las grietas en un hori-
zonte de estructura continua. Su
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desarrollo es vertical sin apenas


ramificarse. Por ejemplo, hori-
zonte hipergypsico.

Contacto lítico Escaso volumen explorado, falta Cambio de dirección de las raí-
de anclaje. ces.
Riesgo de vuelco de árboles por
acción del viento.

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Causa Efecto Diagnóstico

Contacto paralítico Disminuye el volumen explora- Capa de gravas o aparición de


ble por las raíces. Condiciona el una calcilutita (marga), por
flujo descendente del agua. ejemplo.

Capa freática poco profunda Raíces muertas y mal descom-


Las raíces al llegar al horizonte puestas a partir de una cierta
reducido no penetran en él: ano- profundidad.
xia radicular. Cambio en la orientación de las
raíces de vertical a horizontal.

3.2. Metodología para el estudio de la rizosfera


La distribución de raíces en el suelo puede estudiarse con:

— Técnicas destructivas:
Muestreos.
— Técnicas no destructivas:
Laboratorios de raíces o rizotrones.
Minirrizotrones con cámaras TV y vídeo.
Rizómetros triaxiales.

Las técnicas destructivas consisten en muestrear un determinado volumen de suelo y


estudiar en él la disposición de las raíces, ya sea en determinadas secciones del volumen, ya
eliminando las partículas de suelo por lavado a presión y recuperando el sistema radicular
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(Rusell, 1977). Son métodos muy laboriosos si bien permiten estudios detallados y cuanti-
ficar las raíces por pesada.
Los métodos no destructivos iniciales fueron los «laboratorios de raíces» o rizotrones,
que fueron utilizados en el antiguo y prestigioso Centro de Fruticultura de East Malling
(UK) para realizar observaciones en sistemas radiculares de árboles frutales (Rogers,
1969), así como en Estados Unidos con cultivos herbáceos (Taylor et al., 1970). Estos anti-
guos rizotrones consistían en pasadizos subterráneos con paredes laterales transparentes, a
través de las cuales se podían estudiar las raíces. La validez de los resultados cuantitativos
dependía de la representatividad del crecimiento radicular observado. No obstante, el prin-
cipal inconveniente consistía en las dimensiones de la instalación y en la inversión que
requería.
A partir de 1980, la tecnología de los rizotrones se mejoró considerablemente con el
empleo de tubos de acceso transparentes, permanentemente instalados en el suelo, mini-

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rrizotrones, en los que se pueden realizar las observaciones con cámaras de televisión
miniatura y grabación en vídeo. Esta metodología (Taylor, 1987) permite llevar a cabo
observaciones «in situ», a lo largo del tiempo, a distintas profundidades y con múltiples
repeticiones, con lo que se logra una buena representatividad de las observaciones y se
tiene la posibilidad de dar un tratamiento estadístico a los datos (Glenn et al., 1987). El
vídeo, no sólo proporciona información sobre la profundidad de enraizamiento y densi-
dad en condiciones de campo, sino que permite comparar situaciones a lo largo del
tiempo, cambios de orientación, características morfológicas, etc. (McMichael y Taylor,
1987).
El estudio de la respuesta de las raíces a la resistencia mecánica o impedancia por com-
pactación se ha llevado a cabo en condiciones de laboratorio. Pfeffer (1893) fue el primero
en describir detalladamente la fuerza que pueden ejercer los tejidos de las plantas, para ello
encajaba raíces en crecimiento en un bloque de yeso.
Posteriormente se han desarrollado rizómetros triaxiales (Hettiaratchi, 1990), que per-
miten medir el grado de confinamiento mecánico a que está sometida una raíz en un ensayo
y determinar cómo afecta al alargamiento y al diámetro de la raíz.

3.3. Condiciones físicas y crecimiento de la planta

Las relaciones entre las condiciones físicas del suelo y el crecimiento de la


planta son extraordinariamente complejas y, por el momento, no resulta posible
dar una respuesta sencilla sobre cuál es el valor óptimo de cada parámetro físico,
que permite obtener la producción óptima para un cultivo dado (Letey, 1985). La
principal dificultad estriba en que tales parámetros presentan una variabilidad
espacio-temporal grande, dentro de un mismo suelo.
El crecimiento de la raíz tiene un interés directo cuando es el objetivo del cul-
tivo, como en el caso de la remolacha. En el resto de situaciones suele tener escasa
importancia la forma que adopte el sistema radicular, siempre y cuando ello no
afecte el crecimiento de la planta y la tasa de desarrollo sea la máxima que permi-
tan los factores ambientales aéreos y la potencialidad genética del cultivar de que
se trate.
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Dado que hay condiciones del medio edáfico que afectan al funcionamiento de
la planta, interesa conocer cuál es en estos casos la respuesta de la raíz. Una carac-
terística muy importante de los sistemas radiculares es su capacidad para un creci-
miento compensatorio. Esto hace que el mayor crecimiento de una parte del sis-
tema radicular, situado en una parte del suelo que sea más favorable, puede llegar a
compensar un crecimiento global reducido (Russell, 1977). De este modo, el creci-
miento de la parte aérea puede no verse afectado.
El abonado en bandas, el riego localizado, la salinidad y otros factores influyen
en el modelo de distribución del sistema radicular. El escaso volumen explorado
por un sistema radicular puede afectar la producción, pero ello puede obviarse si
se conoce tal circunstancia, y se adecua el manejo de los demás factores. El cultivo
en maceta o el enarenado se basan en esto.

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ESTUDIO DE CASOS
1. En un suelo con un defecto textural importante, como un Xeropsamment
típico, cuál o cuáles serán los factores físicos que afectarán de forma
directa al crecimiento de las raíces. Cómo deberá manejarse este suelo
para que no se vea afectada la producción.
Discutir para condiciones de secano (pluvial) y de regadío.
2. Discutir el comportamiento de un horizonte gypsico cuyo contenido en yeso
es del 70 % frente a las raíces.

Bases para la discusión


1. Se trata de un suelo arenoso. Su CRAD es baja, por lo que en secano será
un suelo con escasas posibilidades de suministrar agua a las plantas. En
regadío, con fertirrigación, las raíces pueden llegar a desarrollarse con faci-
lidad en este suelo y explorar el volumen mojado. Los aportes de agua
deberán ser frecuentes y con dotaciones no muy altas.
2. Capacidad de intercambio catiónico/Disponibilidad de nutrientes.
Almacenamiento de agua/Compacidad en seco.

Una de las causas por las cuales una raíz puede detener su crecimiento es por
una inadecuada geometría del espacio poroso existente en un horizonte dado.
Cuando una raíz al crecer se encuentra con poros de tamaño menor al diámetro de
la raíz, cabría pensar que ésta podría adaptarse, expandiendo el poro o bien dismi-
nuyendo de tamaño la propia raíz. Se ha comprobado que las raíces no son capaces
de penetrar en un poro rígido y que, no sólo no disminuyen su tamaño, sino que lo
aumentan al verse restringida su elongación por presión externa (Wiersum, 1960,
Russell y Goss, 1974). El uso del rizómetro triaxial ha permitido confirmarlo (Het-
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tiaratchi, 1990). La raíz, al no poder crecer en su zona de elongación, altera su


dirección normal de crecimiento, que pasa de axial a radial, lo que disminuye el
estrés en la zona apical.
Las raíces pueden llegar a ejercer presiones longitudinales entre 500 y 1.300
kPa (Pfeffer, 1893, Taylor y Ratliff, 1969). No obstante, para entender cómo
afecta la compactación a la exploración del suelo por las raíces, presenta mayor
interés llegar a conocer cuál es la presión mínima que es capaz de hacer dismi-
nuir de forma notoria la elongación de una raíz. Este valor ha sido determinado
experimentalmente, verificándose que se produce una disminución considerable
de la elongación con presiones de confinamiento de 50 kPa y una detención casi
total a 70 kPa (Russell y Goss, 1974, Hettiaratchi, 1990). Con raíces de cebada,
los efectos de la presión aplicada sobre el crecimiento axial de las raíces durante
6 días fueron muy evidentes (Rusell y Goss, 1974):

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Alargamiento
de la raíz %
L 100
Lo
90
Y = a + be–cx
80
L
Y=
70 Lo

60

50

40

30

20

10

0 Presión aplicada
20 40 60 80 100 kPa

El trabajo realizado por la raíz τ depende de la resistencia del suelo (f) y de la elonga-
ción (d). Asociando la forma de una raíz a un cilindro de radio (r) se puede escribir:

τ=f·d f = resistencia del suelo


f r = radio de la raíz
P= = presión del suelo d = elongación
π r2 τ = trabajo realizado
V = π r2 d = volumen del suelo desplazado
τ=P·V
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La raíz debe realizar un trabajo que depende de la presión que debe vencer (P) y del
volumen de suelo a desplazar (V). En suelos bien estructurados con huecos de gran tamaño,
V tiende a anularse, por lo que la elongación de la raíz se produce sin dificultades. Por el
contrario, a medida que aumenta la proporción de poros de menor tamaño, como por ejem-
plo en suelos de estructura maciza, el trabajo a desarrollar va siendo mayor. Ahora bien,
cabe insistir en que una restricción de la elongación de la raíz del tipo descrito no tiene por
qué traducirse en una disminución de la producción, al intervenir otros factores, entre ellos,
el manejo del suministro del agua y de los nutrientes.
Si una planta debe desarrollar mayor trabajo para avanzar en el suelo, requerirá más
energía (Kirkham, 1973), que debe ser aportada en forma de radiación solar y elementos
nutritivos, requiriendo aportes más frecuentes de agua al estar explorando menor volumen
de suelo. Estas interrelaciones no han sido cuantificadas, por lo que, frente a la degradación
de las condiciones físicas del suelo, resulta difícil plantear estrategias de manejo que, en
cualquier caso, no podrían tener un carácter general.

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Los efectos de condiciones anaerobias y de encharcamiento han sido estudiados en el
capítulo 14. En este tipo de medios hay una restricción en el suministro de oxígeno a las raí-
ces, y una producción de sustancias tóxicas por parte de los microorganismos anaerobios.

4. Compactación del suelo

La compactación dará lugar a (Glinski y Lipiec, 1990):

— Un incremento de la densidad aparente del suelo.


— Un empaquetamiento de partículas más denso.
— Una disminución de la porosidad, especialmente en lo referente a macroporos.

Desde un punto de vista agrícola, la compactación tiende a disminuir las canti-


dades de agua y nutrientes disponibles para las raíces (Bowen, 1981, Pagliai y
Jones, 2002). El paso de maquinaria pesada puede compactar el suelo, al igual que
el pastoreo, esencialmente si tienen lugar cuando el suelo está húmedo. Los valo-
res elevados de la densidad aparente que caracterizan los horizontes compactos
sugieren un gran impedimento para el crecimiento de las raíces.

4.1. Proceso de compactación


La compactación en sentido dinámico es un proceso mediante el cual se pro-
duce una compresión de un suelo no saturado, durante la cual disminuye la frac-
ción de volumen de huecos y, consiguientemente, aumenta la densidad aparente.
En un sentido estático, es una de las principales características del suelo.
Los procesos de compactación debidos a la acción de fuerzas externas están ligados a
acciones antrópicas, sin embargo puede haber compactación por procesos edafogénicos,
tales como la iluviación de arcilla, que irán colmatando los poros o bien procesos de expan-
sión-retracción en suelos ricos en arcillas esmectíticas.
Se estudiará la compactación en relación a la agromecánica, lo que no significa que las
raíces no puedan tener dificultades en su elongación debido a otras causas. El grado de
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compactación que se alcance en cada caso dependerá de la carga (estática o dinámica), de


la composición y fábrica del suelo y del grado de saturación por agua.
Los procesos de compactación tienen diferente significación en Mecánica de Suelos y en
Agronomía. En el primer caso se requiere que el «suelo» tenga una elevada capacidad por-
tante y una baja compresibilidad, lo que se consigue con una compactación sistemática. Para
el crecimiento de las plantas, por el contrario, interesa evitar la compactación e incluso favo-
recer la fragmentación por medio del laboreo. En uno y otro caso se utiliza el término
«suelo», si bien se está haciendo referencia a dos materiales diferentes y los objetivos son
opuestos. El enfoque que sigue es el que corresponde al tratamiento de un suelo como base
para el crecimiento de las plantas, no obstante, el desarrollo teórico de la acción de la maqui-
naria sobre un suelo se basa necesariamente en los planteamientos de la Mecánica de Suelos.
Las diferencias entre un suelo desde un punto de vista de Mecánica de suelos y un suelo
desde la perspectiva edafológica hacen que las teorías desarrolladas para el primer caso no

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sean directamente aplicables al segundo (Drescher, 1987), así, las principales característi-
cas consideradas en uno y otro son:

Edafología Mecánica de Suelos


Suelos con materia orgánica. Suelos minerales.
Sistemas complejos parcialmente Sistemas de dos fases (sólida-líquida).
saturados de agua.
Cargas estáticas y dinámicas Cargas estáticas.
(maquinaria en movimiento,
traficabilidad).

4.2. Descripción y medida del estado de compactación


El estado de compactación de los horizontes en el momento de una prospec-
ción de suelos se describe sistemáticamente, utilizando criterios que permiten una
evaluación cualitativa (Cap. 3). Al afectar a la estructura, la compactación puede
describirse de forma indirecta a través de la densidad aparente, del ratio de huecos,
de la porosidad y de la estabilidad de los agregados (Cap. 11). Por su simplicidad
de medida, la densidad aparente es probablemente la medida más comunmente uti-
lizada para evaluar la compactación (Harte, 1993). Se han propuesto como valores
críticos de la densidad aparente atendiendo a la textura de un horizonte (Bowen,
1981) los siguientes:

Densidad aparente crítica


Textura
Mg m–3
Franco arcillosa 1,55
Franco limosa 1,65
Franco arenosa fina 1,80
Arenosa franca fina 1,85

La porosidad total es un mal indicador del estado de compactación, ya que la infil-


tración, la penetración de las raíces y la aireación dependen más de la distribución del
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tamaño de poros, su continuidad y tortuosidad que del volumen total (Harte, 1993).
La compactación produce un cambio en la geometría de huecos, por lo que
otra forma de abordar el estudio del estado de compacidad en un momento dado
consiste en utilizar aquellas condiciones que pueden verse afectadas: curva carac-
terística de humedad, velocidad de infiltración, conductividad hidráulica, difusivi-
dad suelo-agua, permeabilidad al aire y difusión de gases (Caps. 12,13 y 14).
Las medidas de resistencia de un suelo pueden realizarse en laboratorio y en campo,
siendo más recomendables estas últimas. Se basan en el corte del suelo a lo largo de una
superficie, determinada por la geometría del aparato o bien en ensayos de penetración, que
resultan más fáciles de realizar con ayuda de un penetrómetro (Nacci y Pla, 1992).
Los estudios micromorfológicos (Pagliai, 1987) (Cap. 4), el microscopio electrónico de
barrido y el análisis de imágenes (Koppi et al., 1992) permiten la observación de la geome-

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tría de huecos, la realización de medidas, así como intentar la elaboración de modelos de
poros en suelos agregados (Glasbey et al., 1991).
Cabe señalar que, si bien todos estos métodos están en uso, ninguno de ellos tiene una
aplicación universal, siendo todavía necesario avanzar bastante en este campo para ir mejo-
rando las técnicas de estudio y pasar de un nivel experimental a un nivel de aplicación y
recomendación.
En el estudio de la influencia de la compactación en la distribución de tamaños
de poros, deducida a partir del modelo de curva característica de humedad, se
observa que al compactar se destruyen los agregados y disminuye la proporción de
poros gruesos. Comparando los efectos de los procesos de compactación por
medio de las curvas características de humedad, así se pone de manifiesto:

0,4 0,5 0,6 θ

Agregado

–1,0

Compactado

–10,0

Ψm
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4.3. Efectos de la compactación sobre la estructura del suelo


La compactación afecta al volumen de huecos, esencialmente a los poros de
mayor tamaño, lo que se debe a un cambio en la organización de las partículas, con
un incremento en el área de contacto entre ellas. Al compactar un suelo aumenta la
proporción de agregados de mayor tamaño y aumenta la densidad de los agregados
(Voorhees y cols., 1971).

4.4. Comportamiento mecánico del suelo en la compactación


La mecánica de los suelos agrícolas ha sido estudiada por diversos autores, pudiendo refe-
rir al lector a la obra de Koolen y Kuipers (1983), para el estudio de las fuerzas y movimientos
provocados en el suelo por operaciones de laboreo y circulación de vehículos en el campo.

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El suelo presenta una resistencia a la deformación física, tanto a la compresión volumé-
trica como a la deformación lineal. Para un contenido de humedad dado, por lo general,
ambos tipos de resistencias a la deformación aumentan con la compacidad y con la densi-
dad aparente. Al aumentar el contenido de humedad un suelo será más susceptible a la
deformación, de ahí la mayor vulnerabilidad a la compresión en suelos húmedos.
La reordenación de partículas durante la compactación hace que los suelos presenten
un comportamiento plástico más que elástico. La descripción analítica del proceso de
compactación resulta dificil y, por otro lado, todavía no ha sido posible establecer relacio-
nes rigurosas y cuantitativas entre las fuerzas aplicadas y el estrés que se pueda provocar
en la planta.
La resistencia del suelo a la deformación viene controlada por una serie de factores: dis-
tribución del tamaño de partículas, propiedades químicas y mineralógicas de las arcillas,
contenido y composición de la materia orgánica, contenido de agua e historia de las fuerzas
(histéresis).
En suelos granulares no saturados, el cambio de volumen por compactación vendrá
controlado por el cambio de posición de las partículas y de su compresión; en suelos de tex-
tura fina, con predominio de arcilla y parcialmente saturados, los factores de control serán
la reorientación de partículas, el desplazamiento de moléculas de agua entre partículas y la
disolución de la fase gaseosa en la fase líquida. En suelos saturados, el cambio de volumen
depende de la velocidad con que pueda moverse el agua dentro de la masa de suelo.
La reordenación de partículas variará según se trate de suelos de textura poco uniforme
o bien uniforme. En el primer caso se puede llegar a un mayor grado de compactación al ser
posible un mejor contacto entre partículas.
Las fuerzas externas actuantes son fáciles de identificar, pueden deberse al laboreo, a
la circulación de maquinaria y vehículos, al impacto de gotas de lluvia, o de riego o al
pisoteo del ganado. Su descripción matemática desde la mecánica de suelos resulta difícil
por la complejidad de los efectos. Las fuerzas aplicadas al suelo por un neumático dan
lugar a modelos de distribución de presiones no uniformes, influenciados tanto por las
condiciones del suelo como por las del neumático. El desarrollo teórico para analizar la
compactación de suelos agrícolas debe tomar en consideración esta mayor complejidad
del sistema a describir.
En sistemas agrícolas mecanizados, como modelo de secuencia de operaciones
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derivadas del manejo de un suelo, que tienen incidencia sobre la compactación


cabe indicar:

Operación Efectos

Laboreo Formación de terrones que, en suelos bien estructurados, al


secarse se desmenuzan en agregados de distinto tipo, tamaño,
densidad y estabilidad.
El laboreo a una misma profundidad año tras año provoca la
compactación de la base dando lugar a la formación de una suela
de labor.
Laboreo y fertilización Esponjamiento y compactación
Siembra Esponjamiento y compactación. →

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Operación Efectos

Acciones naturales:
Impacto gotas de lluvia Humectación, infiltración, percolación. Sellado. Costra superficial.
Humectación-desecación Fragmentación, compresiones, grietas.
Hielo-deshielo Fragmentación.
Actividad biológica Mezcla mecánica, estructuración.
Nascencia La plántula y la raíz se abren camino en el suelo y generan pre-
siones al crecer dentro de los huecos.
Tratamientos Compactación del suelo.
Cosecha Compactación del suelo.

5. Sellado y encostramiento superficial


La formación de sello y de costra superficial posteriormente suponen una degradación
de las características estructurales de la superficie del suelo, aspectos que han sido tratados
en el Cap. 11.

6. Modelos del comportamiento físico del suelo

A partir de 1980 se empezó a trabajar en modelos del comportamiento físico


del suelo, con el fin de poder realizar predicciones que permitan orientar las estra-
tegias de manejo del suelo, selección de maquinaria a utilizar y momento de uso.
Combinando las relaciones de compresión del suelo deducidas a partir de ensayos
de compresión uniaxiales y las ecuaciones de transmisión de fuerzas a partir de la
teoría de Boussinesq, Gupta y Larson (1982) realizaron predicciones de los cam-
bios de la densidad aparente resultantes del paso de las ruedas de un tractor.
Los modelos reales para estudiar la compactación deben incluir la historia del material,
ya que ésta afecta a las curvas de compresión para un suelo con cohesión (Culley y Larson,
1987), para poder dar respuesta a cuál es la compresión mecánica máxima aceptable para un
suelo dado, con un determinado estado de humedad.
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Los modelos obligan a introducir parámetros meteorológicos, propiedades físicas del


suelo, efectos del laboreo, de la fertilización, de la actividad biológica, de la rizosfera y del
riego, debiendo tener en cuenta que el suelo es un medio no homogéneo, no isótropo y no
continuo.

7. Manejo del suelo y compactación

Los efectos de fuerzas externas sobre el comportamiento del suelo y la pro-


ducción de los cultivos, como se ha indicado, son dificiles de prever y difieren de
unos suelos a otros y, para un mismo suelo, según la época del año y condiciones
meteorológicas habidas.
En general, se puede indicar que, de no ser conveniente una compactación del suelo,
ésta o sus efectos pueden disminuirse controlando los factores que determinan la estructu-

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ración, así como el tráfico de maquinaria, el contenido de agua del suelo, utilizando plantas
capaces de romper capas compactadas, añadiendo materia orgánica, polielectrolitos, enca-
lando, según sea el caso. También se puede aprovechar las lombrices de tierra, para estimu-
lar su actividad estructurante. Todo ello en el supuesto de que las propiedades mecánicas no
estén condicionadas por las características del complejo de cambio (Dexter y Xhan, 1991),
en cuyo caso habrá que abordar el problema por este lado.

ESTUDIO DE CASOS
Discutir
Se ha observado que el tráfico de maquinaria disminuye la proporción de raíces
de maíz en un epipedión de 30 cm de espesor y hace aumentar la proporción
de raíces en el endopedión.
Qué conclusiones se pueden extraer respecto al manejo del suelo según se
trate de un:
— Umbrept.
— Xerofluvent en regadío.

Bases de discusión
El que las raíces se vean obligadas a explorar los horizontes subsuperficiales
puede ser beneficioso en suelos de secano (temporal) con pocas precipitaciones.

8. Bibliografía

8.1. Bibliografía básica


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8.2. Bibliografía de referencia


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26
Degradación del territorio en zonas áridas

1. Estudio de zonas áridas

El interés por el estudio de los suelos de zonas áridas en la presente obra resi-
de en que:

— España:
Es el país de Europa que tiene las más extensas zonas cuyas características derivan
de la aridez.
El estudio de las zonas áridas ofrece una buena base para que pueda haber una
mayor participación en este ámbito a nivel internacional.
— A escala mundial:
Un tercio de la superficie terrestre se halla incluida bajo la condición de zona árida
(40-45 Mkm2).
En estas regiones vivían en los años 90 entre 500 y 800 millones de personas, con
tasas de crecimiento anual de población del 2 al 3 %, en países en vías de desarrollo.
Estas zonas proporcionan la quinta parte de los suministros de alimentos, producen
la mitad de los metales preciosos y contienen la mayor reserva mundial de petróleo
y gas natural (Heathcote,1983).
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La importancia del estudio de las zonas áridas parece incuestionable, ya que además
constituyen uno de los ecosistemas más extensos del mundo. En estas regiones el recurso
agua es causa de conflictos de ámbito internacional y el manejo eficiente del agua pasa a
ser un tema estratégico, adquiriendo todo su sentido las técnicas de conservación de suelos
y agua. Interesará aprender del pasado, para evitar caer en los mismos errores que han oca-
sionado la degradación del medio al actuar en algunas de estas zonas.
El estudio de las regiones áridas ha interesado a escala internacional, fundamen-
talmente a partir de 1950. Así la UNESCO en 1951 puso en marcha un Programa de
Investigación de Zonas Aridas (AZPR), que ha operado durante 20 años, y ha dejado un
importante legado. El esfuerzo científico se ha plasmado en una serie de publicaciones de
gran interés (UNESCO’s Arid Zone Research Series), que constituyen la base para el
conocimiento de estas regiones. Los principales ámbitos de estudio abordados en la serie
son los siguientes:

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— Criterios de delimitación.
— Mapa de distribución mundial.
— Climatología y cambios climáticos.
— Viento y energía solar.
— Evapotranspiración.
— Hidrología.
— Relaciones agua-planta.
— Utilización de aguas salinas.
— Salinidad de suelos.
— Ecología humana y animal.
— Plantas medicinales.
— Uso del territorio.
— Problemática de las zonas áridas.
— Nomadismo.
— Planificación agrícola.
— Instituciones dedicadas a la investigación.

Dentro del programa Man and Biosphere (MAB), en 1977 la UNESCO publicó el mapa
de distribución mundial de regiones áridas. En este mismo año se celebró en Nairobi la
conferencia de las Naciones Unidas en la que se identificó la desertificación como la causa
de la degradación de las zonas áridas.
La importancia del tema ha llevado a crear centros internacionales especializados en su
estudio, como el Arab Centre for Studies of Arid Zones and Dry Land (ACSAD) en
Damasco. En España, se creó en Almería el Centro de Zonas Áridas, perteneciente al CSIC
y al que se le dedicaron escasos recursos. Se ha ocupado de distintos ámbitos, entre los que
cabe destacar la recuperación de fauna africana en peligro de extinción.
En 1961 tuvo lugar en Madrid un Symposium sobre las relaciones planta-agua en con-
diciones áridas y semiáridas, dentro del Programa AZRP de la UNESCO. Años más tarde,
el CSIC en su Centro de Valencia inició en 1979 investigaciones relacionadas con la deser-
tificación, lo que habría de dar lugar en 1986 a la creación de una Unidad de Desertifica-
ción. Su actividad se ha centrado básicamente en el estudio de los procesos erosivos, espe-
cialmente su cuantificación, así como la revegetación de tierras abandonadas, entre otros
temas. Diversos centros de investigación en diversos países, como el de San Luis Potosí
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(México), han abordado el estudio de las zonas áridas desde distintas perspectivas.
A nivel internacional se publican revistas especializadas sobre zonas áridas tales como:

— Arid Lands Newsletter (University of Arizona,Tucson).


— Journal of Arid Environments (Academic Press, London).
— Arid Zones (India).
— Desertification Control Bulletin.
— Revue des Régions Arides (IRA, Túnez).

a las que necesariamente hay que acudir para seguir y profundizar en el tema.
En 1987 se propuso el neologismo eremología (gr. eremos, desierto) para designar una
rama especial del conocimiento, dedicada al estudio científico de los desiertos y semide-
siertos (De Boodt y Hartmann, 1987).

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2. Escala y extensión del problema

2.1. Criterios de delimitación de zonas áridas


El primer problema que se les planteó a los expertos de la UNESCO al iniciar sus
trabajos en 1951 fue el de establecer criterios para delimitar las zonas áridas a escala
mundial. El establecimiento de tales criterios ha encontrado siempre dos dificultades:

— La necesidad de poder disponer de datos globales, de forma que permitan


llegar a establecer la distribución mundial.
— La disparidad de criterios según cual sea el ámbito de especialización desde
el que se quieran establecer tales criterios.

Las relaciones entre elementos del clima (P, T, entre otros) se han utilizado para expre-
sar de forma cuantitativa la influencia del clima sobre las comunidades vegetales (índices
fitoclimáticos). Entre los de uso más generalizado a escala mundial cabe citar:

Índice de Lang
P 0-20 Desértico.
I= 20-40 Zona árida
T 40-60 Zona húmeda de estepa y
sabana
P = Precipitación anual media
T = Temperatura media anual

Índice de De Martonne
P
I= 0-5 Desértico
T + 10 5-10 Semidesértico
10-20 Estepas y países secos
mediterráneos
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20-30 Región de olivo y cereales


Índice de Meyer
P
I= 0-100 Aridez, desiertos, estepas
DSA 100-275 Semiárido

100 – H
DSA = T
100
DSA = déficit de saturación absoluta
H = humedad relativa media %
T = tensión máxima de vapor de agua correspondiente
a la temperatura media

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Índice de Dantin-Revenga

T > 6 Subdesértico
I= 100 3-6 Árido
P
2-3 Semiárido

Índice de Emberger
P M = temperatura media de las máximas
I= 100
M – m2 2 del mes más calido
I m = temperatura media de las mínimas
250 del mes más frío

a
225 ne
terrá
i
ed
ió nm
eg
ar
Hacia climas húmedos y fríos

el

Hacia climas tropicales


d 200
ite
Lím

175 edo
eo húm
n
iterrá
med
Piso
150

125

100

90
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Hacia climas desiérticos cálidos

80 o
mplad
Hacia climas desérticos y fríos

70 erráneo te
medit
o
Pis60
Piso terráneo
i 50
med ta rido
l
de a aña semiá
t 40 iterráneo
mon med
Piso
30
20 neo árido
Piso mediterrá
10
Desierto
m m
–6° –5° –4° –3° –2° –1° 0° 1° 2° 3° 4° 5° 6° 7° 8° 9° 10°

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Las clasificaciones climáticas más utilizadas para delimitar las zonas áridas
son:

— Clasificación de Thornthwaite:
Índice de humedad (Im)
• Clima árido –60 < Im < –40
• Clima semiárido –40 < Im < –20
• Clima seco-subhúmedo –20 < Im < 0

— Clasificación de Köppen:
• Desierto (árido) lluvias en invierno P≤T
lluvias uniformemente distribuidas P≤T+7
lluvias en verano P ≤ T + 14
• Estepa (semiárido) lluvias en invierno P>T
lluvias uniformemente distribuidas P>T+7
lluvias en verano P > T + 14
P = precipitación anual media (mm)
T = temperatura media anual (° C)

— Clasificación bioclimática de FAO:


Índice xerotérmico (d = número de días «secos» según el diagrama ombrotérmico):
• Clima desértico d > 300
• Clima subdesértico acentuado 250 < d < 300
• Clima subdesértico atenuado 200 < d < 250
• Clima xeromediterráneo 150 < d < 200

2.2. Distribución mundial de las zonas áridas


El mapa de UNESCO de distribución mundial de zonas áridas se basa en cri-
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terios establecidos por Meigs (1953) (UNESCO, 1977) de forma que:

— Tengan una significación ecológica.


— Sean aplicables a escala mundial.
— Permitan establecer una cartografía de carácter global.

Se introduce un índice de aridez (IA) que relaciona los valores mensuales la precipita-
ción con la evapotranspiración potencial, calculada según la metodología de Thornthwaite.
Los valores mensuales se promedian. Valores de IA < 1,0 indican un déficit de humedad
anual. La clasificación resultante está muy orientada a determinar la potencialidad agríco-
la, como corresponde al enfoque que deseaban los promotores. Los valores del IA se han
modificado desde 1977. Las zonas climáticas delimitadas son (Middleton y Thomas, 1977):

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Índice de aridez
Homoclimas UNESCO-FAO Índice de Meigs Precipitación anual Potencialidad
IA = P/ETP IT media mm FAO agrícola

Zona desértica < 0,03* < –57 < 25 Ninguna en su


Zona hiperárida estado natural
Zona árida 0,03-0,20 –57 < IT < –40 25-300 No apto para cultivos
Zona semiárida 0,20-0,50 –40 < IT < –20 300 Apto para algunos
cultivos (almendro,
olivo, cereales)
y pastos naturales
* Hulme y Marsh (1990) aumentan este valor a 0,05 ya que el método Th subestima la ETP en medios muy secos.

La terminología utilizada por Meigs (1953) para denominar los distintos homoclimas se
corresponde con términos cuyo uso se halla muy generalizado, lo que supone un inconve-
niente. Por un lado, resultan imprecisos y por otro, no existe una unidad de criterio al ser
utilizados por distintos autores. Así, por ejemplo, los valores utilizados para fijar límites
entre desierto, región árida y zona semiárida no resultan coincidentes, por lo que estas zonas
no tienen una única significación geográfica.
En un sentido amplio se puede afirmar que las regiones áridas forman una banda conti-
nua, desde el Norte de África al Suroeste Asiático, están representadas en el Oeste de
Estados Unidos, en la parte interior de Australia y en América del Sur, en una franja de
Norte a Sur, desde Colombia a Chile y Argentina; tal como queda reflejado en el mapa ela-
borado por la UNESCO (1977):
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1. Hiperárido 2. Árido 3. Semiárido 4. Subhúmedo

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La diversidad de criterios al establecer límites, así como los problemas derivados de
representaciones en mapas a pequeña escala, pueden explicar las diferencias entre la forma
en que aparecen distribuidas las regiones áridas en un mapa a escala global y la realidad de
un observador situado a escala de terreno. Sin embargo, la cartografía global adquiere todo
su valor al proporcionar una cuantificación suficientemente válida sobre la magnitud del
problema. Las zonas secas representan un 35 % de la superficie mundial, de ellas un 14 %
son semiáridas, un 15 % áridas y un 4 % extremadamente áridas (Heathcote, 1983). La eva-
luación realizada por este autor muestra que del total de zonas secas, la distribución en los
distintos continentes es:

Regiones Superficie %

África 37
Asia 34
Australia 13
América del Norte 8
América del Sur 6
Europa: España 2

Para precisar la terminología hay que destacar que:

Zonas de desierto (P/ETP < 0,05)


Son aquellas que muestran una vegetación escasa y dispersa. Su origen es esencialmen-
te climático. Períodos del año sin lluvias. Alta variabilidad interanual (> 100 %) e inter-
mensual.
En África se caracterizan por los regs o pavimentos de gravas del desierto, las hamadas o
desiertos de piedra y los ergs o desiertos de arena, a los que hay que añadir los de montaña.
Como ejemplos cabe citar (Dan, 1981):
La región fitogeográfica Saharo-Arábiga (P < 100 mm)
El Cairo (P < 28 mm).

Cabe indicar que cuando en Australia se habla de desierto, en ningún caso la precipita-
ción anual que reciben estas zonas es inferior a 100 mm (Mabbutt, 1986). En las áreas deno-
minadas de desierto a lo largo del Valle del Río Grande (New Mexico, USA), el clima es
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árido. En este caso se trata de una región cuya precipitación anual media es de 158 mm, con
una variabilidad en un intervalo de 97 a 238 mm, en una serie de 10 años (Gile &
Grossman, 1979).

Zonas áridas (0,05 < P/ETP < 0,20)


Se caracterizan por:
Una falta acentuada de agua para los seres vivos. Lluvias escasas y extremadamente irre-
gulares espacio-temporalmente. Variabilidad anual del 50 al 100 %.
Precipitaciones de tipo torrencial, con elevadas intensidades y corta duración. Grandes
pérdidas de agua de lluvia por escorrentía superficial.
La agricultura de secano no es posible, a menos que los suelos, por la posición topográ-
fica que ocupan, puedan recibir un suplemento de agua procedente de escorrentía super-

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ficial. Esto es lo que ocurre en los oueds o fondos de valle con cursos temporales de
agua. Por medio de trampas se puede aumentar la cantidad de agua infiltrada.
Puede haber pastos si la aridez no es extrema.
Como ejemplos cabe citar (Dan, 1981):
La estepa norteafricana.
La región lrano-Turan de Próximo Oriente.
La región del Sahel al sur del Sáhara.
Y en España el sureste almeriense y la parte central del Valle del Ebro.

Le Houérou (1976) sitúa las zonas áridas entre las isoyetas de 100 y 400 mm (modera-
damente árido según Meigs).

Zonas semiáridas (0,20 < P/ETP < 0,50)


Corresponden a medios en los que es posible una agricultura de secano (cereales, olivo,
almendro, etc.), si bien con riesgo de apoyo para asegurar las cosechas frente fenóme-
nos de sequía.
Permiten una cubierta vegetal continua de bosque, matorral o herbáceas.
Como ejemplo cabe citar en Africa (Dan, 1981):
La región Sahelo-Sudanesa.

Los criterios para establecer los límites de las zonas semiáridas varían de unos autores
a otros, así para Meigs son las isoyetas de 200 y 500 mm, mientras que para Le Houérou
son 400 y 600 mm y para FAO son 300 y 450.
Como rasgos generales del clima de todas las regiones áridas cabe destacar que la falta
de agua va asociada a elevadas temperaturas, con grandes oscilaciones día-noche y a lo
largo del año, debido a la oscilación de la radiación solar.
La existencia de microambientes más favorables dentro de estas zonas posibilita y
explica la existencia de formas de vida en un medio tan desfavorable. En el caso de El
Cairo, por ejemplo, la proximidad del Nilo es lo que permite explicar el emplazamiento de
esta importante ciudad.
En los desiertos cálidos y en sus transiciones a las zonas áridas pueden existir dos con-
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diciones claramente diferenciadas, una caracterizada por precipitaciones durante la estación


cálida (condiciones subtropicales), por lo que el desarrollo de la vegetación puede ser
mayor al coincidir humedad y temperatura. Por el contrario, en otras zonas, las precipita-
ciones tienen lugar durante la estación fría (condiciones de tipo mediterráneo), por lo que
son más desfavorables para el crecimiento de las plantas.

2.3. Factores meteorológicos determinantes de la distribución de


las zonas áridas
a) Distribución mundial
La distribución mundial de las zonas áridas (Suzuki, 1981; Thomas, 1997)
viene determinada por factores meteorológicos a escala global, tales como estabi-

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lidad atmosférica (circulación de masas de aire, distribución de la insolación), con-
tinentalidad (distribución de tierras y mares en relación con la circulación atmos-
férica), topografía y corrientes oceánicas frías. Las principales causas son:

Región árida Causas meteorológicas

Subtropical Zonas subtropicales de altas presiones, en las que el aire que


continuamente desciende es calentado adiabáticamente, lo que
aumenta su capacidad para absorber humedad.
Estas zonas de masas de aire tropical continental son relativamente
estables, tanto en su localización como en las características de las
masas de aire. Su localización es el resultado del modelo planeta-
rio de circulación atmosférica y los climas áridos cálidos que tie-
nen asociados. Parecen un rasgo permanente, resultante de la
escena contemporánea global.
Sur de la Patagonia Areas de «sombra» de lluvia por efecto Foëhn, que si es operativo
Great Plains (USA) crea áreas de aridez local a sotavento, la mayor parte del año.
Partes de Asia Central
Partes centrales de La distancia a las masas de agua hace que los vientos lleguen con
Australia, Asia y África escaso contenido de humedad a estas zonas.

b) Zonas áridas en España


En el caso de España, las zonas de mayor aridez, límite con el desierto o de
desierto, se presentan en el archipiélago canario en Lanzarote y Fuerteventura. En
la península corresponden a la banda árida y moderadamente árida en Almería-
Cartagena (Porta et al., 1980) y parte central del Valle del Ebro (Herrero y Porta,
1989), con extensas áreas en medio semiárido en el resto.

Zonas Causas meteorológicas

Sureste almeriense Alejamiento de las masas de aire húmedo más importantes que
afectan a la península, por obstáculos orográficos y por recibir
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vientos secos de levante, de origen africano.


Valle del Ebro (parte central) Distancia de los orígenes de masas de aire húmedo, situados en el
NW y por el efecto Foëhn debido a las cordilleras que rodean el
Valle.
Canarias En Lanzarote y Fuerteventura por ser islas que no tienen sufi-
ciente altura para provocar la condensación y formación de
nubes y lluvia a partir de los vientos marinos. En las restantes
islas porque estos fenómenos se producen en las vertientes N,
por encontrarse a barlovento del alisio, que es el viento domi-
nante. Existe un efecto Foëhn que afecta a las áreas meridiona-
les, de ahí su aridez.

Estas zonas se ponen de manifiesto en el mapa elaborado por Elías (1978) uti-
lizando la clasificación climática de Thornthwaite:

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Semiárido
Árido

En el sureste almeriense el clima se caracteriza por su marcada áridez, con rasgos subdesér-
ticos atenuados. A una baja precipitación anual, 230 mm, se añade una gran irregularidad tanto
a lo largo del año como interanualmente. por lo que no es posible una agricultura de secano y
los pastos son extremadamente pobres. El mes más frío es enero, con unos 12° C de tempera-
tura media y el más cálido agosto con 26° C. El balance hídrico indica que de mayo a noviem-
bre el suelo presenta falta de agua. El índice de Emberger sitúa la zona dentro del piso medite-
rráneo árido; el índice de Meyer expresa una aridez característica de desiertos y estepas.
La falta de agua constituye un obstáculo insalvable para el uso de estas tierras,
siendo el regadío la única posibilidad para una agricultura productiva. El riesgo de
degradación de estos suelos en regadío existe, debido a la baja calidad de las aguas
y a un manejo que no siempre tiene en cuenta las necesidades de lavado y drenaje
para evitar la salinización.
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2.4. Criterios edáficos: Régimen arídico


Los suelos de regiones áridas se caracterizan por una falta muy prolongada de
agua, lo que condiciona la duración del período de crecimiento de las plantas y el
uso del territorio. Soil Taxonomy (SSS 1999) evalúa estas condiciones por medio
del régimen de humedad del suelo, que en años normales (Cap. 19) debe ser:

Sección Control SECA Sección Control HUMEDA


Duración (días acumulados) Duración (días consecutivos)

Toda ella. Más de la mitad de los días Toda ella o en parte. Menos de 90 días,
cuando la temperatura del suelo a 50 cm cuando la temperatura del suelo es superior
es superior a 5° C. a 8° C.

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Como ejemplo de zona con régimen arídico cabe citar Almería (España), cuyo clima se
caracteriza por:

mm °C
Almería

250

200 40

150 30
Temperatura
Precipitación
100 20 Evapotranspiración

50 10

0
E F M A M J J A S O N D

El régimen arídico sirve para definir el Orden de los Aridisoles y algunos Grupos de los
Entisoles. Estas categorías reunen suelos con claras limitaciones para un uso agrícola por
falta de agua. La aplicación del criterio «régimen de humedad» a escala global presenta
limitaciones grandes, por la escasez geográfica de datos, por ello la clasificación
FAO-UNESCO no utiliza este criterio. En este caso, la identificación de suelos cuyas
características y comportamiento se deban a la aridez se basa en rasgos morfológicos.

3. Suelos de zonas áridas

3.1. Características generales


En las condiciones desérticas más acentuadas la precipitación anual se halla en
un intervalo que va de unos 10-25 mm a 100 mm. Los procesos de formación del
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suelo serán extremadamente lentos y podría pensarse que no llegarían a formarse


suelos con perfiles diferenciados. Ello no es así debido a que la mayoría de los
desiertos actuales no han sido siempre tan áridos.
En la Leyenda de Suelos de FAO-UNESCO (1990) se establecen los siguientes Gru-
pos de suelos, cuya formación está condicionada por la aridez o semi-aridez del clima
(WRB, 1998):

— Regiones áridas y semiáridas:


Suelos con redistribución de carbonato cálcico Calcisoles
Suelos con redistribución de yeso Gypsisoles
Suelos con sales solubles Solonehaks
Suelos con endopedión nátrico Solonetz →

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— Regiones de estepa de clima árido:
Suelos con epipedión móllico (WRB, 1998) y con Kastanozems
acumulación de carbonato cálcico y/o yeso

En la Soil Taxonomy los suelos de regiones áridas se reúnen en el Orden de los Aridiso-
les, si el régimen de humedad del suelo es arídico y el perfil presenta por lo menos un endo-
pedión, y en el de los Entisoles, si el régimen es arídico (tórrico), pero no presentan hori-
zontes de diagnóstico subsuperficiales.
En el ámbito del desierto, la aridez es extrema y cabe distinguir las siguientes situaciones:

— Desiertos de montaña.
— Desiertos de arena o ergs.
— Desiertos con gravas o regs.
— Desiertos de piedras o hamadas.
— Áreas con depósitos fluviales próximas a un curso actual.

Los desiertos de montaña se caracterizan por un predominio de las laderas como


formas del terreno. La falta de agua frena los procesos de meteorización e impide la
implantación de vegetación, el transporte por erosión es capaz de eliminar todo el material
resultante de la meteorización física. Se trata de laderas cuyas características vienen limita-
das por la tasa de meteorización. Esta mayor eficiencia del transporte frente a la meteoriza-
ción se debe al carácter torrencial de las lluvias que, si bien son escasas e irregulares, pre-
sentan intensidades muy altas cuando suceden.
En condiciones de régimen de humedad del suelo de tipo arídico, los suelos pueden ser
Torriorthents. Abundan los afloramientos rocosos, en ocasiones barnizados de óxidos de
hierro y manganeso de color negro. Los materiales resultantes de la erosión pasan a formar
acumulaciones de pie de monte, amplios abanicos aluviales y rellenos en las depresiones.
En estas posiciones, al recibir material preedafizado, puede haber una cierta diferenciación
de horizontes en aquellas superficies de relativa estabilidad geomorfológica. La edafogéne-
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sis se remonta a ciclos más húmedos a lo largo del Cuaternario.


Los desiertos de arena o ergs se caracterizan por sus elevadas temperaturas, escasas
e irregulares precipitaciones. Son superficies de acumulación de arena que, aunque de pre-
dominio cuarzoso, contienen pequeños porcentajes de granos meteorizables. En el Sahara,
la arena se acumula en amplias zonas recubriendo los relieves anteriores poco acentuados
constituyendo un campo de dunas.
Los ergs a menudo son muy extensos, así el Gran Erg Oriental cubre 196.000 km2
repartidos entre Argelia y Túnez. En Nuevo México (EE.UU.) existe una singularidad, las
White Sands, desierto de dunas formadas íntegramente por granos de yeso.
La formación de campos de dunas es un proceso general en el erg. Las dunas se carac-
terizan por presentar una pendiente suave en la cara orientada al viento y una pendiente
más pronunciada en la cara opuesta; lo contrario ocurre en una lunecilla (fr. lunette), for-
mada por pseudoarenas de arcilla cementada por sales.

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Las dunas tipo barján:

Con viento suave Con viento fuerte

En ocasiones quedan amplios espacios entre dunas de caracter predominantemente


areno-gravillosos. La movilidad de estos materiales bajo la acción del viento impide el
desarrollo de suelos, se trata de áreas misceláneas y en todo caso de Torripsamments
(SSS, 1999).
Los desiertos de grava o regs son superficies de erosión que se caracterizan por un
recubrimiento de grava y gravilla, normalmente formado por elementos redondeados. En
unos casos constituyen llanuras, en otros se trata de vertientes en glacis. Son el resultado de
la acción del viento (deflación) que ha realizado una granoclasificación de los materiales,
de forma que los más gruesos permanecen y su proporción va en aumento, llegando a for-
mar una cubierta protectora o pavimento del desierto, con cantos afacetados según la direc-
ción de los vientos dominantes (dreikanters). En aquellos casos en que la forma ha perma-
necido relativamente estable a lo largo de períodos paleoclimáticos más húmedos, puede
haber habido una translocación de carbonato cálcico, con formación de endopediones
petrocálcicos. En otros casos, previo lavado de la caliza, pueden haberse desarrollado hori-
zontes argílicos, con bajo contenido en arcilla, si bien de gran espesor.
La reiteración de los procesos a lo largo de períodos húmedos del Cuaternario ha hecho
posible que estos perfiles hayan adquirido mayor complejidad o sus horizontes puedan pre-
sentar un mayor desarrollo. El resultado es la presencia de Paleargids típicos, de Paleort-
hids típicos (1992) y, allí donde han sido enterrados por nuevos aportes de materiales, de
Paleorthids Thapto-Paleargidicos. Lejos de recubrir un material indiferenciado, las gravas
del erg pueden tener debajo suelos de gran complejidad genética.
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Los desiertos de piedras o hamadas, representan superficies de erosión. Plataformas


desérticas constituidas por afloramientos rocosos duros. En la hamada de Thinret (Argelia)
se trata de calizas cretácicas blancas. En el noroeste del Sahara están formados por materia-
les sedimentarios discordantes, que puede dar lugar a un relieve en cuestas suaves. Las
hamadas de cantos se forman a partir de rocas sedimentarias y están recubiertas por frag-
mentos de la roca subyacente. La hamada de piedras se desarrolla a partir de rocas duras,
cubiertas por cantos con deflación.
En las fisuras de la roca pueden acumularse materiales, que son gruesos en la parte
superior y más finos hacia la parte inferior, por iluviación de arcilla. Estas trampas para el
agua permiten la vida de plantas longevas adaptadas a condiciones de aridez, como los car-
dos, a pesar de que las precipitaciones sean del orden de los 25 mm. Estos suelos, si bien
han sido poco estudiados, pueden considerarse Paleargids rupticos-líticos, entre aflora-
mientos rocosos.

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Los suelos desarrollados a partir de depósitos fluviales, como por ejemplo los de
Mesopotamia (Irak y Siria), tienen interés dado que su proximidad a cursos de agua ha per-
mitido la implantación de una agricultura de regadío por parte de todas las civilizaciones
que allí se han sucedido desde hace 4.000 años.
La evolución de estos suelos es menor que la de los regs, por su relativa juventud y alto
contenido en caliza. Estas características, junto con la aridez del medio, hacen que los pro-
cesos de formación hayan progresado menos. Los suelos más frecuentes en estas zonas son
según los criterios de SSS (1999):

— Entisoles: Torriorthents típicos.


— Aridisoles: Cambids
Calcids
Gypsids
Petrocalcids
Salids.

Los suelos regados con aguas del Tigris y del Éufrates se han salinizado, a pesar del
bajo contenido salino de estas aguas. Ello ha sido así debido al riego continuado durante
siglos a lo largo de las civilizaciones que se han sucedido en la zona.
En aquellos emplazamientos en los que hay capas de gravas debajo de un suelo de poco
espesor, puede continuarse la agricultura, si bien con dificultades, por un escaso control en
el manejo del agua y posibles problemas con la salinidad (Cap. 24).

3.2. Mineralogía de suelos de áreas desérticas


La aridez del clima de las áreas desérticas hace que la composición mineralógica de los
suelos venga determinada principalmente por la de los materiales originarios. Muchos
minerales son heredados. No obstante, en períodos más húmedos, correspondientes a con-
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diciones paleoclimáticas, pudo haber una meteorización química y neoformación de mine-


rales.
Los minerales más frecuentes en suelos de desierto y de borde de desierto (Stoops,
1987) pueden ser los siguientes:

Fracción arena, limo y arcilla (Delta y Valle del Nilo, Tigris y Éufrates)
— Arenas polimícticas: presentan fragmentos de roca y minerales meteorizables, cuya
mineralogía variará en función de la litología de la cuenca.
Cuarzo **
Augita
Hornblenda
Epidota →

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— Fracción arcilla:
Cuarzo
Feldespatos
Calcita
Minerales de arcilla:esmectita **
ilita/esmectita **
mica/ilita **
paligorskita *
sepiolita *
caolinita (heredada o eólica)
— Minerales edafogénicos:
Calcita **
Yeso * / basanita / anhidrita
Celestina
— Minerales en eflorescencias y costras salinas
Halita **
Mirabilita/tenardita **
Epsomita
Trona
Leonardita
Bloedita

** Frecuentes

3.3. Uso del suelo en regiones áridas


Los suelos de desierto no permiten una agricultura organizada, a no ser que se
transformen en regadío. En secano son áreas ocupadas por nómadas, el período de
crecimiento de las plantas oscila de 80 a 90 días. Los únicos suelos que ofrecen
posibilidades de explotación favorable son los regs. Los Torripsamments típicos
que queden al abrigo de los vientos por relieves cercanos pueden ser objeto de
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riego, como por ejemplo Kufra (Libia). Como principales condicionantes para el
uso de estos terrenos cabe destacar la erosión eólica y la escasa capacidad para
almacenar nutrientes y agua.
En Túnez en aridocultivo (150-200 mm) en suelos franco-arenosos, es posible
el cultivo de olivo con una densidad de plantación de 17-18 árboles por hectárea,
con una producción que presenta una marcada vecería.
Cuando se plantea una transformación en regadío hay que tener en cuenta
que, con una ETP de 3.000 mm año, el riesgo de degradación por salinización
resulta elevado, si no se planifica un sistema de drenaje en paralelo al riego y
se asesora adecuadamente a los nuevos regantes. La aridez constituye un con-
dicionante importante para el desarrollo de estas zonas (Le Floc’h et al., 1992;
IRA, 1996).

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4. Degradación del territorio

4.1. Aridez y sequía

La aridez se corresponde con una falta de agua disponible para los seres vivos.
Corresponde a un déficit de humedad significativo.
Se debe a factores meteorológicos ligados a una zona geográfica concreta y
tiene un carácter más bien permanente.
La sequía también se corresponde con una falta de agua, si bien ésta es de
carácter temporal e inesperado, frente a unas expectativas de suministro consi-
deradas habituales en una zona determinada. Corresponde a un mínimo hidroló-
gico. Ciclos consecutivos de años secos y años húmedos.

Aridez y sequía son dos conceptos relacionados, pero no coincidentes. Los episodios de
sequía se producen dentro de ciclos de años húmedos y secos, con períodos de retorno cal-
culables a partir de las series meteorológicas más largas. La duración de la serie de años
con sequía puede ser de 7, 11, 17, 23 y hasta 35 años (Heras, 1973).
Los cambios climáticos a lo largo del Cuaternario están perfectamente probados, con
períodos glaciares/interglaciares en las zonas más frías y pluviales/secos en las más templa-
das. Cabe preguntarse si en la actualidad se está produciendo una evolución del clima, con
una progresiva disminución de las precipitaciones. Esto podría explicar desastres como los
de la zona del Sahel en el período 1967-70 y apuntar una tendencia general. Hay que distin-
guir variabilidad climática temporal y cambio climático de carácter más permanente.
El estudio de la variabilidad temporal de las lluvias en el levante español (Ibáñez, 1982)
ha puesto de manifiesto que en una serie de 150 años no se puede apreciar una tendencia
que evidencie una disminución de la precipitación anual media.
Las series meteorológicas disponibles no van más allá de unos 150 años. Los análisis
estadísticos de datos de las series más largas, Constantina (1838), Jerusalén (1860), entre
otros observatorios, no muestran ningún cambio sistemático sino únicamente secuencias de
años secos y años más lluviosos, es decir, episodios de sequía (Le Houérou, 1976).
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Si bien estos estudios resultan útiles, se ha recurrido a métodos de estimación indirecta


para interpretar los climas del pasado. Con ellos se ha llegado a análogas conclusiones, así,
por ejemplo, con reconstrucciones del clima a partir de investigaciones dendrocronológi-
cas, como las llevadas a cabo por Shanan y cols. (1967) en Be’en Sheva y en los Altos del
Negev (Israel), analizando anillos de Zybophyllum dumnsum.
La datación de aguas freáticas fósiles, en zonas áridas sin recarga actual, da valores de
varios miles de años. Por otro lado, los estudios sobre la temperatura media de la Tierra han
puesto de manifiesto que ésta ha aumentado aproximadamente medio grado en el último siglo.
Parece que hay acuerdo entre especialistas de distintos ámbitos en que, a
escala global, los climas áridos actuales tienen de 5.000 a 7.000 años. El modelo
de clima sería relativamente estable, si bien presentando fluctuaciones a corto
plazo (Grove, 1978).

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Los efectos de una sequía pueden verse agravados artificialmente, si la actua-
ción del hombre ha llevado a una demanda de agua por encima de las disponibili-
dades esperables, calculadas con un determinado nivel de probabilidad. Entre las
causas que pueden acentuar los efectos de una sequía cabe citar:

— Crecimiento de una población, una gran ciudad.


— Instalación de un polígono industrial.
— Creación de parques y jardines con especies exigentes en agua.
— Ampliación de unos regadíos en base a previsiones optimistas derivadas de informa-
ción de lluvias medias.
— Salinización del suelo (sequía fisiológica y requerimientos de agua para lavar el suelo).
— Degradación de la estructura en la superficie del suelo con sellado y formación de
costra: disminuye la infiltración, y en consecuencia la eficiencia de la lluvia.
— Disminución de la capacidad de retención de agua disponible para las plantas
(CRAD), por pérdida por erosión de los horizontes más favorables.
— Nivelaciones que dejen en superficie materiales menos favorables.
— Transformación de pastos a tierras de labor.
— Cambio de cultivos introduciendo especies más exigentes en agua.

El uso del agua y del territorio no puede desconocer la posibilidad de que se produzcan
períodos de sequía con cierta recurrencia. Los efectos de tales sequías llegan a ser especial-
mente graves e incluso catastróficos, con sufrimientos importantes para la población, si se
ha generado una demanda de agua superior a la esperable en períodos de sequía, por lo que
no podrá ser atendida de forma continuada.

4.2. Desertización y desertificación


El estudio de la degradación del territorio en zonas áridas ha llevado a introdu-
cir el uso del término «desertificación» (UNCOD, 1977). En el estudio de este tipo
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de degradación se debe evitar confundir los efectos a corto plazo, derivados de


períodos de sequía, con aquellos que se deben a características permanentes de ari-
dez. Igualmente habrá que distinguir los procesos naturales de aquellos que se
deban a la intervención humana.

La desertización es un proceso natural de formación de desierto, lo que implica


un cambio a condiciones más áridas. Tiene lugar en los límites de un desierto
actual.

El término desertificación fue introducido en 1949 por el ingeniero forestal francés


Aubreville que trabajaba en África, en una zona tropical húmeda para describir los proce-
sos de degradación ecológica de los bosques tropicales a una sabana (sabanización) debi-

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dos a los incendios y a la deforestación provocados por las poblaciones locales. Los incen-
dios y la deforestación inducían procesos erosivos, invasión de especies más xerófilas y
cambios en las propiedades del suelo (Aubreville, 1949).
La Conferencia de las Naciones Unidas (UNCOD), celebrada en Nairobi en
1977 retomó y generalizó el término desertificación que, con posterioridad, ha
recibido distintas acepciones, pudiendo contabilizarse más de cien definiciones
distintas (Verstraete, 1986). En términos generales se puede caracterizar por:

— Disminución o destrucción del potencial biológico y productividad primaria


(biomasa, fertilidad del suelo, rendimiento de los cultivos, capacidad de
carga ganadera y diversidad de especies) en regiones áridas y semiáridas
que, en última instancia, puede conducir a condiciones de desierto, si bien a
menudo tiene lugar lejos de los desiertos.
— Disminución de la resiliencia del suelo (Cap. 27) con degradación del suelo
al superar sus límites de tolerancia.
— Cambios en el ciclo hidrológico.
— Proceso de origen antrópico.
— La reversibilidad del proceso puede depender de la disponibilidad de recur-
sos financieros y técnicos.
— Cambio a condiciones más áridas (aridificación).
— Disminución del bienestar humano, con enormes costes sociales.
— Constituye uno de los problemas mundiales más serios.

Las causas de la desertificación pueden ser explicadas de diversa manera según cual
sea la escuela que analice el problema (Barrow, 1991):

— Argumentos maltusianos/neomaltusianos.
— Argumentos estructurales (tenencia de las tierras, control de los recursos, etc.).
— Argumentos políticos y causas económicas (ocupación, deuda externa, etc.).
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— Argumentos de fiabilidad humana (visión a corto plazo, guerras, mala información, etc.).
— Argumentos de explotación de recursos (minería a cielo abierto).

Se requiere un compromiso a largo plazo y la coordinación nacional e internacional


(FAO, 2002) para luchar contra la desertificación. En tal sentido la ONU en 1994 creó la
Convención internacional de lucha contra la desertificación (UNCCD), efectiva a partir de
1997 bajo los auspicios de FAO y que ha sido ratificada por más de 180 países. No obs-
tante, sólo unos pocos de ellos han previsto la correspondiente financiación, lo que pone
en peligro la seguridad alimentaria de las poblaciones rurales vulnerables. En África cola-
boran con FAO la Oficina de lucha contra la desertificación y la sequía (UNOS) y el
Comité permanente interestatal para la lucha contra la sequía en el Sahel (CILSS). Se ha
instituido el Día mundial de lucha contra la desertificación. (http://www.unccd.int; así
como http://www.fao.org/desertification).

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En el estudio de los procesos de desertificación hay que centrarse en los
siguientes aspectos (Barrow, 1991):

— Dónde tiene lugar.


— Cuáles son las causas.
— Qué indicadores son los más acordes con los objetivos y los aspectos a prio-
rizar y criterios a utilizar para interpretar los indicadores.
— Qué implicaciones tiene la desertificación.
— Medidas preventivas y medidas correctoras.
— Qué recursos financieros se requieren para luchar contra la desertificación.

ESTUDIO DE CASOS
1. Indicar qué áreas presentan características ligadas a la aridez en la Penín-
sula Ibérica o en cualquier otra región geográfica y explicar las causas.
2. Indicar qué información se requiere para calcular el índice de Emberger, y
discutir qué intervalo de valores del índice de aridez (IA) caracteriza las
zonas áridas.
3. Establecer las diferencias entre aridez y sequía.
4. Justificar por qué los dos ejes de ordenadas de un diagrama ombrotérmico,
uno tiene una escala doble (P) que el otro (T).
5. Establecer las diferencias entre un reg y una hamada.
6. Explicar la presencia de caolinita, yeso y cuarzo en suelos de medio árido.

No se puede dejar de indicar que algunos investigadores confieren mayor importancia a


los procesos ligados a un cambio global, capa de ozono y efecto invernadero (Gribbin,
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1988a, b), o a las interacciones océano-atmósfera y entre ellas el efecto ENSO (El Niño
Southern Oscillation). Este último consiste en episodios más cálidos de lo normal en la
temperatura de la superficie del océano (Barrow, 1991), con efectos sobre la pesca, las llu-
vias, etc.
Los ecosistemas de zonas áridas son extremadamente frágiles e inestables, ya que las
plantas a menudo se hallan en su límite de adaptación a las condiciones de estrés hídrico. El
uso de estas tierras por encima de su aptitud puede incrementar la inestabilidad, al crear
desequilibrios entre las especies que crecen de forma natural. El proceso de degradación
tiene un carácter recurrente y una vez iniciado puede retroalimentarse.
La rehabilitación tras una degradación debida a la aridez del medio conlleva procesos
lentos, difíciles, y económicamente inviables por su elevado coste. Por ello interesará anali-
zar los procesos de degradación, sus causas y evaluar los riesgos, para ir a medidas preven-
tivas, siempre que ello sea posible. En el tratamiento de la desertificación se confunden a

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veces los efectos a corto plazo derivados de períodos de sequía, con características perma-
nentes de aridez. La idea lanzada por Bovill (1921), que dio origen a la teoría del creci-
miento de los desiertos, se basa en un error de este tipo (Mainguet, 1991).

La desertificación es la última etapa de la degradación de un terreno.


Se utiliza el término desertificación como sinónimo de degradación muy avan-
zada, en general de origen antrópico, que provoca una disminución de la bio-
masa, de los rendimientos de los cultivos, de la capacidad de carga ganadera, y
del bienestar humano (Barrow, 1991).

4.3. Indicadores edáficos de la aridificación


El estudio de suelos y paleosuelos ha permitido proponer criterios para identificar fases
de aridificación a lo largo del Cuaternario (Fedoroff y Courty, 1989). La formación de hori-
zontes argílicos, los procesos de expansión-retracción, la bioturbación, entre otros proce-
sos, se atenúan gradualmente a medida que la aridificación aumenta. Una aridez creciente
favorece la evaporación, lo que provoca una acumulación de yeso y de sales más solubles,
ahora bien, si la aridez se hace extrema, ni estos procesos podrán tener lugar.
La mayor parte de los indicadores edáficos de la aridificación suelen tener un valor
relativo, por lo que será imprescindible comparar los datos procedentes de distintas unida-
des morfológicas de una determinada región.
La presencia en el Campo de Cartagena (España) de suelos con epipediones muy oscu-
ros denotan una vegetación pasada que incorporaba mayor cantidad de materia orgánica
que con las condiciones actuales. Análogamente, los suelos con endopedión argílico
(Argids) de Almería (España) son el resultado de unas condiciones «paleo» menos áridas
que las actuales.

4.4. Causas y procesos de la desertificación


Las actividades humanas en ecosistemas frágiles pueden tener consecuencias
adversas para éstos y para la supervivencia de la población que dependa de ellos.
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Cuanto más árido sea el clima, más severo será el impacto de aquellas actividades
humanas que no sean biológica y ecológicamente sostenibles/sustentables a largo
plazo.
Las principales causas y procesos de la desertificación son:

— La pérdida de la cubierta vegetal: aumenta el riesgo de erosión con una inexistencia


de medidas de conservación de suelos.
— La compactación del suelo por el pastoreo: aumenta la vulnerabilidad si se pasta
cuando está húmedo. Después de compactado el suelo, la escorrentía, y con ello el
riesgo de erosión, son mayores.
— El sobrepastoreo por aumento de la carga ganadera: desequilibrio entre el número de
cabezas de ganado y la capacidad de carga ganadera. →

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— La concentración del pastoreo en áreas alrededor de los pozos, en un radio igual a la
distancia máxima que puede recorrer el ganado entre dos momentos sucesivos de
abrevar, puede provocar la desaparición total de la vegetación. Si el suelo es arci-
lloso el pisoteo lo compacta y las posibilidades de regeneración son prácticamente
inexistentes. En suelos con epipediones más arenosos la vegetación se recupera al
cabo de unas semanas en la estación de lluvias.
— La importación de razas de ganado mejoradas, con una más alta productividad
potencial, conlleva mayores requerimientos en alimentos. Caso de no ajustar el
tamaño del rebaño a las nuevas condiciones, las previsiones realizadas al planificar
la importación de ganado pueden quedar totalmente alteradas, esquilmando los pas-
tos o haciendo transformaciones a cultivos que no tendrán un caracter sostenible.
— Los pastos degradados o las tierras de cultivo abandonadas son invadidos fácilmente
por especies de bajo valor forrajero o por plantas tóxicas para el ganado.
— La transformación de pastos extensivos de alta productividad en tierras de una agri-
cultura sedentaria cuyas explotaciones agrícolas resultan de carácter marginal. Con
una estación de crecimiento corta, y una precipitación escasa y variable, el éxito es
dudoso y las tierras pueden acabar abandonándose. Este proceso resulta especial-
mente activo en la interfase entre zonas de pastos de estepa y zonas de agricultura
sedentaria, en las que ésta intenta en muchos casos ganar terreno a aquella.
— Las transformaciones en regadío mal planificadas o mal ejecutadas pueden provocar
la salinización de los suelos.
— Un cambio a cultivos más exigentes en agua: los efectos de las sequías se dejarán
sentir de forma mucho más acusada.
— La presión sobre zonas periurbanas.
— Políticas: búsqueda de una autosuficiencia alimentaria por encima de consideracio-
nes de tipo ecológico y de mantenimiento.
— Las guerras, actuales o en momentos históricos: incendios, abandono de tierras de
labor.
— La mineria a cielo abierto.
— La explotación de suelos arcillosos como material para la industria.
— La falta de reconocimiento de problemas de degradación o la falta de la pericia nece-
saria para orientarlos.
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Muchas de las actuaciones indicadas pueden llegar a tener un coste muy alto
en términos de daños al ecosistema. De todos estos factores, en países en vías de
desarrollo, tienen un peso primordial el crecimiento demográfico (Le Houérou,
1976), la educación y la adecuada redistribución de la riqueza.

5. Dimensión global del problema: Ejemplos

5.1. Procesos de degradación ligados al nomadismo y al pastoreo


sedentario
La ganadería nómada, al igual que la trashumante, implica el aprovechamiento
de unos recursos naturales allí donde se presenten. El ganadero debe desplazar su
rebaño al lugar adecuado, en el momento oportuno. Se han descrito impactos sobre

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medios áridos, ya sea por un aumento de rebaños o por la afluencia de animales a
los abrevaderos, condicionados por la posibilidad de obtener agua de pozos.
La tendencia ha sido pasar a un pastoreo sedentario, lo que supone una mayor pre-
sión sobre el medio en la periferia de las zonas agrícolas. La concentración de ganado
puede derivar en un sobrepastoreo si se supera la capacidad de carga ganadera. El
ganado crea un desequilibrio en la vegetación al seleccionar las especies más apeteci-
bles, el pasto se degrada y disminuye la capacidad de carga. Si el pastoreo prosigue, el
suelo cada vez tendrá menor cubierta vegetal, lo que favorece los procesos erosivos,
asociados a una menor protección superficial, menor infiltración, mayor escorrentía y
menor reserva de agua.
Los fuegos para favorecer el rebrote pueden dejar el suelo sin vegetación en momentos
críticos en relación con las lluvias erosivas. La escasa rentabilidad económica hace que
estas áreas no reciban atención y no se realicen medidas de conservación de suelos, con lo
que este recurso se degradará progresivamente, con facilidad y de forma acelerada.
En algunos casos el pastoreo degrada el pasto a favor del matorral, ya que éste no se ve
afectado por el ganado, ni por los fuegos espontáneos, evitados por los pastores. El resul-
tado puede ser la implantación de mesquite y creosote en zonas de marcada aridez, como en
el desierto del sur de Nuevo México (EE.UU.).
Se hace necesario un adecuado manejo del pastoreo para evitar desencadenar procesos
conducentes a una desertificación progresiva, teniendo en cuenta que el nomadismo sigue
siendo, en el desierto real, no sólo la mejor manera de utilizar los recursos naturales, sino
de hecho, la única.

5.2. Procesos de degradación ligados a la intensificación del uso


del riego con una tecnología inadecuada
Los problemas de degradación de suelos derivados de las transformaciones en
regadío mal planteadas se estudian en el capítulo 24. Heathcote (1983) destaca la
importancia de evaluar los costes de oportunidad de usos alternativos del agua, no
sólo en términos económicos, sino también sociales.
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5.3. La crisis de la región Sahelo-Sudanesa: 1967-70


Los medios de comunicación en su momento se hicieron eco del dramatismo
de la situación, muertes masivas de ganado y hambre y penurias para la población.
La crisis ha sido estudiada y merece ser analizada. Según se ha indicado anterior-
mente, y como lo evidencia la disminución de la propia crisis, el período 1967-70
debe interpretarse como un segmento de años secos en la serie pluviométrica.
Los años anteriores a la crisis correspondieron a una época más húmeda.
Debido a la presión demográfica, el área de cultivo se extendió hacia el Norte,
hacia la zona Saheliana, de aridez mucho más marcada. Esta expansión de las tie-
rras de cultivo a costa de desplazarse a una banda más árida dio origen a una situa-
ción totalmente inestable y explosiva, ya que al disponer de mayores producciones
se incrementaron las cabezas de ganado y con ello la población.

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Al llegar la secuencia de años secos, los efectos de la sequía fueron mucho más
graves por estas circunstancias. La aptitud de las tierras puestas en cultivo en el
Norte no permitía ya mantener el cultivo.

6. Medidas de control frente a la desertificación

El establecimiento de medidas frente a la degradación del terreno debe basarse


en un análisis de las causas y procesos desencadenantes. Considerando el ecosis-
tema con una concepción global, deberá incluir:

— Condicionantes medioambientales:
Climas.
Suelos.
Hidrología.
Conservación de suelos y aguas.
Vegetación natural.
— Condicionantes socio-económicos:
Densidad de población.
Tasa de crecimiento de la población.
Presión sobre áreas periurbanas.
Nivel de formación tecnológica.
Sistemas tradicionales de uso del territorio.
Sistemas agrícolas.
Remuneración económica de las producciones.
Vías de comunicación y mercados.
— Condicionantes políticos:
Objetivos políticos planteados.
Régimen de tenencia de la tierra.
Entidades que intervienen en la planificación del desarrollo.
Política de regadíos.
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Una planificación que evite la degradación del territorio debe basarse en un


conocimiento de cómo funciona el sistema, qué interrelaciones existen entre sus
componentes y cuáles son las relaciones causa-efecto.
En la definición de estrategias para el desarrollo debe tenerse en cuenta que los
beneficiarios son la población local que vive en el área en la que el desarrollo tiene
lugar, cuyos conocimientos empíricos y nivel de capacitación no deben pasarse
por alto. Tradicionalmente, estas personas no han tenido la oportunidad de expre-
sar sus puntos de vista sobre sus propios requerimientos tecnológicos. Resulta evi-
dente que la investigación de suelos y la planificación deberían tener en cuenta el
medio etnográfico y considerar la capacidad del sistema local para resolver los
problemas (Catizzone y cols., 1992).

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Este enfoque orientado al usuario resulta muy necesario. Cualquier proyecto
de desarrollo debe lograr la máxima aceptación por parte de la población, para lle-
gar a un compromiso entre lo técnicamente posible, lo socialmente deseado y
deseable, lo económicamente interesante y lo ecológicamente aceptable (Gény y
cols., 1992).
Estudiando y aprendiendo del pasado, se observa que la falta de respuesta
efectiva a medidas contra la desertificación puede ser debida a diversas causas
según indican Grainger (1983) y Sheehy (1992):

Escala
La degradación tiene lugar con una amplitud tal que los recursos a movilizar para resta-
blecer unas condiciones ecológicas aceptables pueden resultar excesivamente elevados.
Política
La política de desarrollo agrícola puede haberse establecido sin tener en cuenta la opi-
nión de los especialistas conocedores de las causas y sistemas de control.
Cooperación
La falta de cooperación entre instituciones de investigación y las agencias de extensión
que implementan la política.
Actitudes
El planteamiento de medidas a corto plazo que hipotequen los objetivos a más largo plazo.
Ética
La falta de una ética del uso sostenible/sustentable del territorio en programas de
desarrollo.

ESTUDIO DE CASOS
Estudiar los riesgos de degradación del territorio en la zona de contacto entre
pastos de estepa y agricultura sedentaria y proponer medidas para minimizarlos.
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Bases para la discusión


1. Se procederá a un análisis de la zona en relación al clima (precipitación
anual, variabilidad espacio-temporal, y características de las lluvias, etc.); a
los suelos (tipos y riesgo de erosión, etc.); a la hidrología superficial (estudio
de la cuenca hidrológica como una unidad de actuación y planificación, pro-
cedencia del agua e interrelaciones, calidad y disponibilidades de agua de
riego, etc.), a los cultivos (adaptabilidad, exigencias en agua y nutrientes,
etc.); a los aspectos socio-económicos (población, tasas de natalidad, aptitu-
des y actitudes, sistema de tenencia de la tierra, vías de comunicación,
núcleos de población y mercados); a los condicionantes medioambientales
(estudio de impacto ambiental) y a los aspectos políticos de la planificación,
y aquellos complementarios que se consideren relevantes para la región. →

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2. En la propuesta de medidas para prevenir la degradación hay que tener en
cuenta:
— El territorio desde un punto de vista global, para detectar las relacio-
nes causa efecto.
— La regulación del desarrollo de tierras de cultivo y ganadería.
— El mantenimiento de un equilibrio adecuado entre el número de cabe-
zas de ganado y las tierras dedicadas a pastos, de forma que puedan
asegurar una capacidad de carga ganadera de forma sostenible, de
acuerdo con el período de retorno de los ciclos de sequía en la zona.
— La ordenación del pastoreo, para evitar la degradación de los pastos.
— El análisis de los aspectos demográficos y planificar la distribución de
la población, de forma que la densidad de población humana no lle-
gue a superar la capacidad de aceptación de un territorio, y, si es
necesario, absorber el exceso de población en actividades económi-
cas distintas al pastoreo y la agricultura.
— El buscar fuentes de energía alternativas, que eviten de degradación
de las zonas de bosque.
— El planificar la reconversión de las áreas agrícolas marginales a pastos.

7. Bibliografía

7.1. Bibliografía básica


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27
Degradación de suelos y calidad ambiental
La perversión del principio «el que contamina paga»
sería considerar que «si se paga se puede seguir contaminando».

1. Calidad de un suelo
El concepto de calidad resulta difícil de establecer. En la industria inicialmente se aso-
ciaba la calidad al «cumplimiento de un conjunto de normas» por parte de un producto.
Actualmente se ha ido más allá introduciendo un aspecto básico: «llegar a satisfacer las
necesidades de las personas», requerimientos cambiantes con el tiempo.
Cabe formularse algunas preguntas, entre ellas: ¿un suelo afectado por salinidad (Cap.
24) es un suelo de buena o de mala calidad? La contestación debe ser «depende». Si las
necesidades de las personas se centran en la producción agrícola, la respuesta será que «se
trata de un suelo de mala calidad por el exceso de sales». Por el contrario, si lo que se pre-
tende es proteger los distintos ecosistemas, estos suelos serán de buena calidad para un bio-
topo integrado por plantas halófilas. La escala de valores puede por consiguiente variar.
Con el segundo enfoque se valora la calidad ambiental de un determinado paisaje salino.
El ejemplo anterior no debe desconcertar. Evidentemente un suelo con elevadas con-
centraciones de contaminantes será un suelo de mala calidad, ya que supone un riesgo para
la salud, para el medio y no resulta productivo para la agricultura. En estos casos habrá que
actuar, mientras que en el caso de los suelos salinos no necesariamente, si hay suelos alter-
nativos que cultivar, a veces, incluso, con menores inversiones.
En Ciencia del Suelo se ha avanzado todavía poco en la definición de qué se
entiende por calidad, a pesar del interés en hacerlo para gestionar, mantener y
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poder transmitir los suelos en un estado aceptable para las futuras generaciones.
Los trabajos sobre el tema se han multiplicado (Doran et al., 1994; Doran et al.,
1996, Gregorich y Carter, 1997). El estudio de la calidad de un suelo lleva a con-
siderar los siguientes aspectos (Doran y Parkin, 1994; Bezclicek et al., 1996):

• Importancia del suelo para los ecosistemas y la salud.


• Importancia biológica del suelo.
• Funciones que debe desarrollar un suelo: agrícolas / medioambientales / forestales /
urbanas / recreativas.
• Indicadores cuantitativos de la calidad: físicos / químicos / biológicos / ecológicos.
• Impactos de una mala gestión del suelo.

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• Degradación / rehabilitación de suelos.
• Sostenibilidad del desarrollo en relación con la calidad del suelo.
• Beneficios de una buena gestión de suelos: productividad / calidad ambiental / salud
/ calidad de los alimentos.
• Respuesta de los suelos a los cambios en su gestión y manejo y resistencia a los
estrés derivados de fuerzas naturales o prácticas agrícolas.
• Necesidad de una legislación y normativas para preservar la calidad.
• Educación ambiental: hacer llegar al gran público qué es el suelo y qué papeles
desempeña.

El término resiliencia (anglicismo), equivalente a elasticidad, hace referencia


a la capacidad para volver a la forma o posición inicial después de actuar una
fuerza. Se ha introducido su uso en relación al comportamiento de los suelos (Gre-
enland y Szabolcs, 1994) y en este caso expresa:

• Tolerancia frente a estrés (Szabolcs, 1994).


• Capacidad de un sistema para volver después de una alteración a un nuevo
equilibrio dinámico (Blum y Santelises, 1994). Capacidad de autorregenera-
ción.
• Capacidad de un suelo para resistir cambios adversos bajo un conjunto de
condiciones ecológicas y de uso del terreno y volver a su equilibrio diná-
mico inicial después de la alteración (Rozanov, 1994).

La resiliencia está relacionada con la capacidad de un suelo para conservar o


recuperar su calidad o de degradarse al ser sometido a ciertas actuaciones.

2. Residuos y sustancias peligrosas


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Un residuo se puede definir como:

Un material generado en actividades de producción y consumo que, en el con-


texto en que se produce, no alcanza ningún valor económico, por falta de una
adecuada tecnología o por la inexistencia de un mercado.

Históricamente la humanidad ha utilizado el suelo como receptor de residuos, ya fuese


abandonándolos o extendiéndolos en su superficie y enterrándolos con las labores, caso del
estiércol, o bien abriendo fosas para enterrarlos, así la leña de poda quemada en una zanja
para recubrir posteriormente las cenizas. Estas formas tradicionales de deshacerse de los
residuos no llegaban a superar la capacidad de aceptación del suelo, y por ello no provoca-
ban efectos desfavorables para el medio ambiente, antes, al contrario, se conseguía mejorar
la fertilidad del suelo. Los cambios operados en la sociedad actual han hecho aumentar

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considerablemente los tipos de residuos, su cantidad y peligrosidad, de forma que resulta
ineficaz la práctica tradicional de abandonarlos o de incorporarlos al suelo de manera
incontrolada.
Los problemas de salud pública, la optimización de los usos del suelo y de calidad de
los suelos y ambiental obligan a buscar soluciones satisfactorias para el manejo y elimina-
ción de residuos, así como para el tratamiento de terrenos contaminados.
En la actividad económica habitual se utilizan una serie de elementos y pro-
ductos químicos que, en el caso de acumularse en un suelo por encima de deter-
minadas concentraciones, pueden ocasionar contaminación. Ciertas actividades
derivadas de una agricultura muy intensiva, basada en el uso de agroquímicos, así
como la ganadería sin tierra, pueden representar un riesgo de contaminación
ambiental que interesa estudiar, prever, evitar y, si es el caso, corregir. La conta-
minación en agricultura puede deberse a los xenobióticos y a sus productos de
degradación:

Xenobiótico:
• Producto orgánico de origen industrial.
• Sustancia extraña a los seres vivos.

El uso de agroquímicos en cantidades superiores a las dosis recomendadas, o bien el


empleo de productos ya desaconsejados e incluso prohibidos por las directivas de otros paí-
ses, pueden dar origen a una contaminación. En algunos países en vías de desarrollo se
siguen utilizando productos contaminantes, al no existir normativas legales que restrinjan
su empleo.
A partir de 1990 se empezó a generalizar el concepto de agricultura de preci-
sión, por sus beneficios ambientales potenciales. El transporte de agroquímicos en
el suelo viene afectado por las propiedades químicas, las condiciones hidrológicas
y las prácticas de manejo. Una agricultura que precise el momento, la localización
y la frecuencia de insumos a incorporar al suelo puede tener unos efectos impor-
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tantes frente al riesgo de contaminación, al disminuir el transporte de elementos


potencialmente contaminantes fuera del suelo, ya sea por escorrentía superficial o
por lavado a las capas freáticas (Baker et al., 1996).
Por otro lado, un pasado industrial puede haber dejado en el suelo sustancias
peligrosas para la salud o el medio ambiente, que pueden dejar sentir sus efectos
cuando se produzca un cambio de uso de dichos terrenos. Problemas de ese tipo
se han presentado en zonas recalificadas urbanísticamente como parque público,
llegando a citarse casos de intoxicación de niños al jugar con la tierra contami-
nada.
En el momento actual, la gestión de residuos ha adquirido una gran importan-
cia, por las características de las sociedades industrializadas y el nivel de percep-
ción de la calidad del medio ambiente de una parte cada vez mayor de la sociedad.

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La variedad de residuos y de sustancias peligrosas deriva de su múltiple ori-
gen. De acuerdo con las directivas europeas y la Ley de Residuos de Cataluña,
existe un Catálogo normalizado de residuos en el que se expecifica cuáles son
valorizables vía aplicación al suelo o compostaje. Atendiendo a su procedencia los
residuos pueden agruparse en:

Residuos Caracteres

Residuos sólidos urbanos (RSU)


Residuos domésticos Producción (Otero, 1988):
En zonas rurales: 150 a 250 kg hab–1 año–1
En zonas urbanas: 240 a 350 kg hab–1 año–1
En zonas urbanas: 430 kg hab–1 año–1 (JRGC,
2003)
Lodos de depuradora Se originan al depurar aguas residuales.
Compost urbano
Residuos de edificación y obras públicas Alteración del suelo natural en el entorno del
edificio.
Acumulación de residuos muy inertes.
Compactación por circulación de maquinaria.
Residuos de derribos Escombros de edificación a vertedero.
Escayola.
Residuos de fibras de asbesto utilizado como
aislante: tóxico.
Residuos industriales
Residuos inertes
Escorias de desfosforilación
Residuos tóxicos y peligrosos Requieren una eliminación controlada que
Aceites usados en España se rige por la ley 20/1986 Básica
Residuos radioactivos de Residuos Tóxicos y Peligrosos; y por las
Tierras de refinado de aceites por las normas legales de diversas Comuni-
dades Autónomas.
Industrias obsoletas Pueden dejar terrenos contaminados al plantear
un cambio de uso de los mismos.
Residuos mineros y de cantería Elementos químicos:
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Tóxicos: por ejemplo, mercurio.


Liberables: por ejemplo, sulfatos a partir de
pirita en escombreras de carbón.
Residuos agrícolas
Residuos vegetales
Purines
Cría
Xenobióticos (agroquímicos)
Espumas de azucarería
Vinazas de destilería
Orujos de almazara, Alpechín
Efluentes agroindustriales:
conserveras/fábrica de azúcar/cerveza/
lácticas/mataderos industriales
Residuos forestales Tocones, cortezas y otros.

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La problemática de los residuos y sustancias peligrosas va más ligada a su
potencial contaminante, a sus características físicas y químicas y a su localización
concentrada, que a la masa total producida.

3. Áreas misceláneas:
Terrenos contaminados y terrenos abandonados

Aquellas áreas complejas, heterogéneas y que están muy antropizadas por


actividades extractivas, industriales u otras, conservan poco suelo natural, e
incluso a veces éste ha desaparecido íntegramente. Por ello se incluyen dentro del
concepto de áreas misceláneas, definidas (Wambeke y Forbes, 1985) como:

— Clase de unidades cartográficas que se caracterizan por:


No tener suelo.
No tener sino escasa o ninguna vegetación.
Tener suelos altamente contaminados o perturbados.
— Las principales causas de esta falta de suelo son:
La erosión activa.
El lavado muy intenso de los materiales por el agua que los atraviesa.
Los defectos del material para poder dar lugar a un suelo. Por ejemplo, una arena
cuarzosa.
Las actividades antrópicas: industriales, mineras, constructivas, jales(mx), etc.

Para que un área miscelánea recupere su valor ecológico y se pueda implantar vegeta-
ción se requerirán importantes esfuerzos e inversiones encaminados a su rehabilitación. Las
áreas que reconocen como misceláneas Wambeke y Forbes (1985) son:

— Naturales: — Antrópicas:
Afloramientos rocosos. Canteras.
Canchales Graveras.
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Barrancal. Areneros.
Coladas de lava. Excavaciones.
Malpais. Áreas explanadas.
Playas. Escombreras de mina.
Salinas Escombros urbanos.
Arenales. Vertederos.
Campos de dunas. Solares urbanos.
Áreas de erosión eólica. Solares industriales.
Glaciares. Vertidos industriales.
Masas de agua.

Las áreas misceláneas de origen antrópico pueden agruparse en dos categorías


con una problemática claramente diferenciada (Hester y Harrison, 1997):

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Terrenos contaminados (ingl., Contaminated land)
— Presentan un riesgo actual o potencial para la salud o el medio ambiente, como
resultado de un uso actual o pasado.
— Presentan sustancias químicas peligrosas: metales pesados, compuestos orgánicos,
aceites, alquitranes, sales solubles, etc.
— Ejemplo: terreno de una antigua industria química.
Terrenos abandonados (ingl., Derelict land)
— Dañados de forma tan intensa por actividades pasadas que es imposible su uso sin un
tratamiento previo.
— Ejemplo: cantera.

Si bien porcentualmente la superficie de las áreas misceláneas de origen antrópico no


suele ser grande, su localización, próxima a núcleos de población o en áreas de reciente
urbanización e incorporación a cascos urbanos, o su impacto visual en el paisaje, explican
el interés por actuar en ellas para rehabilitarlas.
En el presente capítulo se aborda la problemática de los terrenos contamina-
dos por actividades industriales; en el Capítulo 28 se estudia la incidencia de las
prácticas agrícolas en la contaminación; y en el Capítulo 29, la degradación y
mejora de terrenos afectados por actividades extractivas y mineras, así como las
zonas urbanas y periurbanas.

4. Contaminación de suelos

La contaminación puede definirse como:

Aporte de un elemento o de un compuesto químico desde el exterior del lugar,


que provoca un aumento respecto a la concentración inicial, lo que produce
efectos desfavorables, tanto por su acción desactivadora, como si provocan un
aumento excesivo de la actividad.
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La contaminación provoca una perturbación del suelo, que se traduce en una


pérdida de calidad y aptitud para el uso o lo hace inutilizable, a no ser que se le
someta a un tratamiento previo.
La contaminación se asocia con la entrada de sustancias que, a partir de una
cierta concentración, deben considerarse como no deseables, tal como ya expre-
saba la frase «Sola dosis facit venenum» (Paracelso, s. XVI).
El suelo puede contener una gran variedad de elementos químicos, por lo que
puede resultar difícil establecer a partir de qué momento, un mismo elemento deja
de ser beneficioso o indiferente, para pasar a tener la cualificación de contami-
nante. Asimismo, también resulta difícil precisar cuándo deja de estar contami-
nado un suelo que está siendo objeto de un proceso de recuperación.

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Cabe hacer una distinción entre suelo y terreno contaminado:

Suelo contaminado: presenta uno o más elementos o productos químicos a


elevadas concentraciones.
Terreno contaminado: se establece bajo un régimen normativo determinado,
cuando el daño ocurre o es probable que se produzca. Las disposiciones legales
varían de unos países a otros.

La declaración de terreno contaminado dependerá del nivel de exigencia de la norma-


tiva legal existente, para una misma concentración de contaminante. En algunos países la
legislación ambiental está más desarrollada que en otros, igual puede ocurrir entre comuni-
dades autónomas o regiones contiguas. Esto hace que, con un marcado cinismo, algunas
industrias se aprovechen de estos vacíos legales para instalarse en lugares con menores cos-
tes de producción, al tener menores exigencias ambientales. El problema es de ética empre-
sarial, de una falta de visión del medio ambiente como algo global y del debido respeto a
las poblaciones donde se instalan, mientras se llega a acuerdos internacionales.
Según el tipo de actividad se pueden citar los siguientes contaminantes:

Contaminantes principales Fuentes antrópicas

Orgánicos: Industrias y solares de antiguas industrias


Hidrocarburos desechos/polvo/efluentes
Hidrocarburos clorados
Hidrocarburos aromáticos policíclicos
Disolventes orgánicos
Pinturas/lacados
Inorgánicos:
Plomo
Cromo
Cinc
Cianuro
Cobre
Arsénico
Níquel
Cadmio
Mercurio
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Agricultura
Cd Fertilizantes (Cap. 28)
Productos de degradación Xenobióticos (Cap. 28)
Cu, Zn, Mn Estiércoles y purines (Cap. 28)
Pb Caza
Perdigones
Actividades urbanas
PO43– Aguas residuales/Detergentes
Compost de basuras urbanas
Lodos residuales de depuradoras
Vía de comunicación
Pb Combustión de derivados del petróleo
Minería
SO42– Pirita (Cap. 29)
Pb, Zn, etc. Escombreras con metales pesados

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La respuesta de las plantas a la contaminación del suelo/agua/aire puede utilizarse
como indicador de contaminación. Los sistemas de ensayo biológico se basan en la
identificación de efectos fisiológicos de los contaminantes sobre las plantas y permi-
ten evaluar el riesgo de tensión sobre las personas (http://www.steinbeis-europa.de).

5. Contaminación por elementos traza

5.1. Fondo geoquímico


En la naturaleza cada elemento tiene su ciclo biogeoquímico, que puede ser pertur-
bado por la interacción de otros elementos, de forma natural o bien por aportaciones deri-
vadas de actividades antrópicas. La interacción por aportes del mismo elemento puede
conllevar que se alcancen concentraciones que supongan un riesgo actual o potencial de
contaminación.
En los ciclos bigeoquímicos desempeñan un importante papel los procesos de meteori-
zación (Cap. 17), ya que son ellos los que liberan progresivamente los distintos elementos
contenidos en los minerales constituyentes de las rocas o material originarios del suelo
(Cap. 7). Unos elementos pasan a ser solubles y son susceptibles de ser translocados
(empobrecimiento), mientras que otros permanecerán en el suelo, distribuidos en los distin-
tos horizontes, a veces concentrándose (enriquecimiento absoluto o relativo), sin que se
pueda hablar de contaminación en estos casos. El interés en poder interpretar la presencia
de elementos traza en un medio ha llevado a introducir el concepto de:

Fondo geoquímico de un elemento:


Concentración del elemento en un determinado medio, en ausencia de cualquier aporte
externo específico derivado de la actividad humana.

El fondo geoquímico de un mismo elemento variará según el material originario


(Goldschmidt, 1954; Fassbender, 1984; Kabata-Pendias y Pendias, 1992):
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mg Kg–1 Rocas ígneas Rocas sedimentarias


Rocas Rocas Rocas Rocas Rocas
Elementos Areniscas
básicas intermedias ácidas arcillosas Calcáreas

Cd 0,13-0,22 0,13 0,09-0,20 0,22-0,30 0,05 0,035


Co 35-50 1,0-10 1-7 11-20 0,3-10 0,1-3,0
Cr 170-200 15-50 4-25 60-100 20-40 5-16
Cu 60-120 15-80 10-30 40 5-30 2-10
Hg 0,0x 0,0x 0,08 0,18-0,40 0,04-0,10 0,04-0,05
Mn 1.200-2.000 500-1.200 350-600 500-850 100-500 200-1.000
Mo 1,0-1,5 0,6-1,0 1-2 0.7-2,6 0,2-0,8 0,16-0,40
Ni 130-160 5-55 5-15 50-70 5-20 7-20
Pb 3-8 12-15 15-24 18-25 5-10 3-10
V 200-250 30-100 40-90 100-130 10-60 10-45
Zn 80-120 40-100 40-60 80-120 15-30 10-25

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El estudio de los distintos minerales pone de manifiesto cual puede ser su
aporte en elementos al fondo geoquímico. De acuerdo con la secuencia de meteo-
rización (Cap. 17), se obtiene información útil para interpretar posibles contamina-
ciones antrópicas, al poder o no atribuir la presencia y concentración de un
determinado elemento a un mineral fuente (Fassbender, 1984):
Mineral primario Elementos principales Elementos accesorios

Olivino Mg, Fe, Si Ni, Co, Mn, Li, Zn, Cu, Mo


Hornblenda Mg, Fe, Ca, Al, Si Ni, Co, Mn, Sc, Li, Zn, Cu, Ga, V
Augita Ca, Mg, Al, Si Ni, Co, Mn, Sc, Li, V, Zn, Pb, Cu, Ga
Biotita K, Mg, Fe, Al, Si Rb, Ba, Ni, Co, Sc, Li, Mn, V, Zn, Cu, Ga
Apatito Ca, P, F Pb, Sr, Cd
Anortita Ca, Al, Si Sr, Cu, Ga, Mn
Andesina Ca, Na, Al, Si Sr, Cu, Ga, Mn
Oligoclasa Na, Ca, Al, Si Cu, Ga
Albita Na. Al, Si Cu, Ga
Ortoclasa K, Al, Si Rb, Ba, Sr, Cu, Ga
Moscovita K, Al, Si F, Rb, Ba, Sr, Ga, V
llmenita Fe, Ti Co, Ni, Cr, V
Magnetita Fe Zn, Co, Ni,Cr, V
Turmalina Ca, Mg, Fe, B, Al, Si Li, F, Ga

5.2. Distribución y especiación de los elementos traza a partir de la


solución del suelo
La distribución de los elementos traza en la naturaleza vendrá condicionada
por el fondo geoquímico y por aportes antrópicos actuales o derivados de activida-
des contaminantes llevadas a cabo en el pasado.
Algunos países empiezan a tener información cartográfica del fondo geoquímico, lo
que facilitará las investigaciones de una posible contaminación.
La distribución de un contaminante en un suelo varía en función de la profundidad
(horizonte) de la movilidad del elemento (Cap. 10) y de los procesos de traslocación habi-
dos desde su llegada al suelo. Los elementos potencialmente contaminantes pueden
hallarse en forma soluble; adsorbidos en forma intercambiable; fijados de forma irreversi-
ble; o precipitados. Los iones de la solución del suelo pueden formar un gran número de
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especies debido a reacciones de hidrólisis, complexación o redox, con efectos tóxicos mar-
cadamente distintos. Las especies iónicas individuales que se puedan formar en solución, si
no son determinables analíticamente, habrá que recurrir a modelos de especiación química
(Sparks.1995) para identificarlas.

La especiación de un elemento hace referencia a las formas químicas de los


iones libres o complejos solubles y define los modos de asociación entre anio-
nes y cationes en solución y los modos de asociación y localización de los
cationes y aniones sobre o en la matriz (Bourrelier y Berthelin, 1998).

La forma resultante de la especiación condiciona la movilidad, biodisponibili-


dad y toxicidad de un mismo elemento, es decir su comportamiento como conta-
minante potencial en un determinado medio.

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5.3. Cargas críticas
Un suelo puede recibir aportes procedentes de la atmósfera de diferentes tipos:

• En forma de polvo: arena, yeso, etc.


• En forma de aerosoles: sales solubles, entre otros.
• En forma de compuestos acidificantes (lluvias ácidas) y elementos traza.

Los suelos de zonas áridas y semiáridas suelen tener carbonato cálcico como
componente importante (Cap. 7), lo que les confiere un elevado poder tampón
frente a aportes acidificantes. Los suelos ácidos, por el contrario, serán muy sensi-
bles a los aportes atmosféricos ácidos.
La preocupación creciente a nivel internacional en relación con las emisiones
de gases contaminantes ácidos a la atmósfera llevó a introducir métodos de control
de las emisiones basados en efectos nocivos y niveles críticos para el medio
ambiente y la salud pública. Este enfoque llevó a introducir el concepto de carga
crítica de contaminantes o carga aceptable de contaminantes, aspectos que han
sido estudiados por Macías (2002).

Carga crítica de contaminante


La cantidad máxima de un componente dado que puede llegar a recibir un
suelo o un ecosistema, de manera que, a largo plazo, no se presenten efectos
nocivos sobre la estructura y funciones del suelo o del ecosistema, según los
conocimientos disponibles.
Permiten sectorizar el espacio en zonas con diferentes grados de sensibilidad
frente a este tipo de impactos y cuantificar la disminución de la capacidad de
amortiguación del sistema que se produciría.
Se han definido las cargas críticas de acidez por azufre y nitrógeno, las cargas
críticas de eutrofización por nitrógeno (Cap. 28), las cargas críticas de metales
pesados y compuestos orgánicos persistentes.
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El concepto se empezó a aceptar a partir de 1983, con objeto de las discusiones sobre la
reducción de las emisiones de gases contaminantes ácidos a la atmósfera y utilizado como
criterio para definir estrategias de reducción de gases acidificantes (óxidos de azufre y
nitrógeno), compuestos eutrofizantes (NOx y NH3), ozono, metales pesados, compuestos
orgánicos volátiles (COV) y persistentes (COP) (UN/ECE, 1990).
La aplicación del concepto de carga crítica se basa en la idea que es posible
determinar las curvas de respuesta de los sistemas naturales frente a los contaminan-
tes producidos por acciones antrópicas. La determinación de los elementos sensibles
y los efectos dañinos significativos para cada ecosistema o suelo permite establecer
la carga crítica como un punto de la curva de respuesta de los daños (efectos) frente a
la adición de un contaminante a partir del cual un nuevo aporte supondría la apari-
ción de efectos reconocibles en el ecosistema (Macías, 2002). Este tipo de informa-

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ción puede ser cartografiada para identificar de forma gráfica las áreas con excesos
de carga y, por medio de un GIS, relacionarlas con mapas de transporte y de flujos y
deducir responsabilidades referentes al origen de la contaminación o bien para selec-
cionar los emplazamientos más idóneos para determinadas actividades, en función
de la capacidad de amortiguación, evitando costes de medidas correctoras.
Los criterios químicos de la UN-ECE para determinar las cargas críticas de
acidez son los siguientes:

Suelo forestal Aguas freáticas Lagos medios


Criterio
Rizosfera Nivel freático Tramo medio arroyos

pH horizonte E: > 4,0 > 6,0 > 6,0


B: > 4,4 (a 1 m)
Alcalinidad (μEq L–1) > 300 > 100-140 > 50
CNA (SO42–)
(Capacidad de neutralización
de ácidos) >1
Aluminio total (AlT) en la fase
líquida del suelo (mg L–1) <4 < 0,1 < 0,08
Aluminio lábil (AlL) (mg L–1) >2 < 0,03
Ca/Al (mol.) >1 >5
NO3– < 50 < 31
NH4/K (molar) <5

En Europa se han establecido tres niveles, según cual sea el procedimiento


empleado para determinar la sensibilidad de un suelo a la acidificación y, por
tanto, la capacidad de amortiguación (o neutralización) de ácidos en el suelo. El
nivel 0 consiste en determinaciones cualitativas basadas en la experiencia de
correlaciones entre daños reales y determinadas condiciones naturales de los siste-
mas, el nivel 1, en determinaciones cuantitativas considerando sistemas en equili-
brio estacionario (método del balance biogeoquímico); y el nivel 2 considera la
utilización de modelos dinámicos (Macías, 2002).
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La acidificación puede movilizar, entre otros elementos del suelo, al aluminio,


en formas solubles e intercambiables (Cap. 10), lo que provocará filotoxicidad en
plantas sensibles.
Para poder realizar balances del contenido de contaminantes en el suelo a lo
largo del tiempo interesa disponer de observatorios de seguimiento y conocer
(Bourrelier y Berthelín, 1998):

• Flujos de entrada y de salida.


• Poder tampón.
• Umbrales de toxicidad según distintos usos.
• Valores guía.
• Flujos admisibles.

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Los valores guía para contaminantes clave son aquellos que permiten evaluar
la concentración del elemento o compuesto en un medio dado:

Valor normal: fondo geoquímico o concentraciones mayores permisibles para


la salud y el medio.
Valores de alerta: requieren posteriores investigaciones.
Valores de acción: requieren actuaciones para remediar la contaminación.

En el establecimiento de los valores guía hay que tener en cuenta:

• Disponibilidad del contaminante / biodisponibilidad,


• Toxicidad.
• Vías para llegar al receptor.
• Impactos potenciales sobre la salud y el medio.

5.4. Suelos contaminados por Pb, Zn, Cd


El Pb, Zn y Cd se hallan en la litósfera con unos contenidos medios (fondo
geoquímico) de:

Cd 0,2 mg kg–1
Pb 16 mg kg–1
Zn 80 mg kg–1

Estos valores se corresponden con los contenidos medios de las distintas rocas,
tanto ígneas como sedimentarias. Los tres elementos tienden a formar sulfuros, por
lo que suelen estar asociados como menas (minerales utilizables como materia
prima para extraer metales) y como contaminantes. El Cd puede sustituir al Zn en
la esfalerita (Klein y Hurlbuert, 1993); por otro lado, puede sustituir al C en el apa-
tito, por lo que puede llegar al suelo con los fertilizantes fosfatados.
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Las especies minerales más importantes de Cd, Pb, Zn y Cu (menas) son:

Cadmio CdS greenokita


Plomo PbS galena
Zinc ZnS esfalerita
Cobre CuFeS2 calcopirita

La minería de estos elementos puede dar lugar a residuos líquidos que suelen almace-
narse en balsas de decantación que ocupan grandes extensiones. Deben construirse utili-
zando las técnicas empleadas para presas de tierras, con un núcleo de arcilla y tierra ade-
cuadamente compactada para evitar fugas o roturas, que podrían resultar catastróficas para
el medio ambiente y la salud.

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En el caso de contaminaciones por Pb, Zn ó Cd interesa destacar que es muy posible
que los tres elementos estén presentes cuando se detectan problemas con uno de ellos.
De acuerdo con los trabajos de Nriagu (1980), la biodisponibilidad del Pb en sistemas
naturales viene controlada en medios ácidos y neutros por la presencia de PO43–, que da ori-
gen a minerales altamente insolubles:

Especies minerales Fórmula log Kps


Cloropiromorfita Pb5(PO4)3Cl –84,4
Fluoropiromorfita Pb5(PO4)3F –76,8
Hidroxipiromorfita Pb5(PO4)3OH –82,3

Análogamente ocurre con el Zn al formarse hopeita: Zn3(PO4)2 · 4H2O (log Kps= –35,3);
o bien tarbutita (log Kps = –26,6).
El hecho de que estos fosfatos sean muy estables en suelos ácidos y neutros lleva a la con-
clusión que la biodisponibilidad del Pb disminuye si se añade PO43– a los suelos contaminados
(Kumar et al., 1995). El efecto será análogo respecto al Zn. No obstante, la incorporación de
fosfatos no puede llevarse a cabo de forma incontrolada, especialmente cuando exista As fijado
en el suelo, ya que el PO43– puede competir con el arseniato por estas posiciones de intercam-
bio aniónico. Un exceso de fosfato podría provocar un paso del As a la solución del suelo:

O OH O O O O O OH

Me As + P s Me P + As

O OH O O O O O OH

Con lo que se pasaría de un problema por plomo a una contaminación por arsénico. El
estudio de la química de los suelos contaminados resulta, por consiguiente, imprescindible
para asesorar y actuar de la forma más correcta posible.

5.5. Aplicación de la geoestadística y los SIG al estudio de los


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suelos contaminados
El estudio de suelos contaminados requiere numerosos muestreos y análisis de labora-
torio, para caracterizar los contaminantes existentes y sus respectivas concentraciones. La
representatividad de las muestras y el problema de escala muestra-terreno constituyen una
limitación para la cartografía de las zonas contaminadas, si se utilizan técnicas cartográfi-
cas clásicas.
Las técnicas geoestadísticas (Webster y Olivier, 2000) pueden resultar útiles al ser apli-
cadas a este tipo de estudios. El krigeaje es una técnica que permite mejorar la precisión de las
interpolaciones, ya que la varianza teórica de krigeaje indica la precisión de la estimación y
permite identificar zonas en las que la estimación es poco fiable (Bourrelier y Berthelin,
1998). El variograma informa sobre la estructura espacial de la variable, y el cokrigeaje
mejora las estimaciones en presencia de varios contaminantes en el suelo (Webster y Oliver,
1990; Samper y Carrera, 1990).

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La información espacial referente a un terreno contaminado constituye un conjunto de
datos georeferenciados que puede ser analizado y gestionado mediante un sistema de
información geográfico (SIG) sobre soporte informático para facilitar la toma de decisio-
nes (Pantazis y Donnay, 1996; Gutiérrez y Gould, 1992; Cebrián, 1998).

6. Riesgos derivados de la contaminación

En la terminología referente a la contaminación cabe distinguir tres conceptos


(Bourrelier y Berthelin, 1998):

Toxicidad (ingl. toxicity, fr. toxicité): propiedad o potencial de una sustan-


cia química o material para producir daños (alteraciones en ciertas funcio-
nes) en sistemas biológicos. La toxicidad se manifiesta cuando la sustancia
se introduce en el organismo. La toxicidad puede ser aguda, subaguda o
crónica. En este último caso se debe a los efectos irreversibles a largo plazo
por absorción de pequeñas dosis acumulativas.
Peligro (ingl. hazard, fr. danger): naturaleza del efecto adverso provocado
por el material tóxico.
Riesgo (ingl. risk, fr. risque): probabilidad de sufrir un efecto o pérdida
resultante de circunstancias específicas. La probabilidad y el efecto o pér-
dida son medibles, en principio.

La toxicología estudia los efectos de un contaminante en un organismo vivo, mediante


la administración de distintas dosis del producto. Los parámetros que se utilizan en la eva-
luación son:

LDX Dosis responsable de un efecto letal observado en un x % de la muestra des-


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pués de un tiempo de aplicación dado.


LD50 Dosis letal para el 50 % de la muesta después de un tiempo de aplicación dado
ED50 Dosis que produce efecto observable en un 50 % de la muestra después de un
tiempo de aplicación dado.
NOEL Dosis máxima que se puede administrar a la muestra sin que se produzcan efec-
tos observables después de un tiempo de aplicación dado.
LOEL Dosis mínima para la que se ha descrito un efecto observable en la muestra des-
pués de un tiempo de aplicación dado.

La ecotoxicología estudia los efectos de un contaminante en el ecosistema (Straalen y


Krivolutsky, 1996). Se estudian las concentraciones del producto en el medio. Los paráme-
tros utilizados son:

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LC50 Concentración letal para el 50 % de la muestra después de un determinado
tiempo de exposición.
EC50 Concentración que produce efecto observable en un 50 % de la muestra des-
pués de un tiempo de exposición.
NOEC Concentración máxima que puede existir en el medio sin que se produzcan
efectos observables después de un determinado tiempo de exposición.

Las técnicas toxicológicas son las más frecuentemente utilizadas por ser las que permi-
ten obtener resultados de forma más rápida a menor coste y en condiciones de laboratorio.
No obstante, cabe destacar que los estudios ecotoxicológicos son los que más se aproximan
a las condiciones reales:

— Ensayos toxicológicos:
Microbioanos.
Mesofauna.
Lombrices de tierra.
Plantas.
Animales superiores.
— Ensayos ecotoxicológicos:
Micro-cosmos.
Meso-cosmos.
Macro-cosmos.
Diversos niveles tróficos.

Para evaluar la ecotoxicidad de un contaminante potencial se han desarrollado


y normalizado algunos ensayos referentes a:

— Ensayos microbianos.
— Ensayos con microfauna y mesofauna.
— Ensayos con lombrices de tierra.
— Ensayos con micro-cosmos.
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— Ensayos con meso-cosmos.

Los ensayos de seguridad/riesgo se basan en someter diversos organismos de diferentes


niveles de la cadena trófica (plantas, microrganismos, lombrices de tierra, etc.), a distintas
dosis del producto y evaluar sus efectos. De este modo se pueden llegar a determinar los
niveles de efectos no observados (NOEL y NOEC).
Los estudios de contaminación del suelo se pueden llevar a cabo por dos vías diferen-
tes: realizando análisis químicos de los suelos o de las plantas, lo que puede permitir eva-
luar el nivel de contaminación de forma cuantitativa, o bien evaluando la respuesta de las
plantas en un suelo que se supone contaminado.
Para evaluar la respuesta de las plantas en un suelo contaminado puede introducirse un
índice de tolerancia:

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Cc Cc = crecimiento en un suelo contaminado.
IT = 
Cn Cn = crecimiento en un suelo normal.

El uso de especies indicadoras puede proporcionar una información cualitativa de la


contaminación. Entre los organismos más utilizados en este tipo de estudios se encuentran
los líquenes. La actividad de los fitosanitarios en el suelo se estudia por medio de la res-
puesta de microartrópodos.

6.1. Componentes del riesgo


En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano celebrada
en Estocolmo en 1972, se definió el concepto de efecto exposición, como:

Las relaciones cuantitativas entre la exposición a un contaminante y el riesgo


de la magnitud de un efecto no deseado, bajo circunstancias especificadas,
definidas por variables medioambientales y variables objetivo.

Cuando se alcance un determinado valor de la magnitud del efecto puede hacerse nece-
saria una acción de evacuación de la población. Esto se debe a que se produce una elevada
concentración de un tipo de producto contaminante en un corto lapso de tiempo y en un
espacio generalmente reducido. El suelo puede que deba ser abandonado para el cultivo
durante un cierto número de años. Casos de este tipo se han producido en Seveso (Italia)
como consecuencia de un accidente en una industria química; en Chernobil (Ucrania) por
una contaminación a partir de una central nuclear; y en la zona de Aznalcóllar-Aznalcázar
(Sevilla, España) por un derrame incontrolado de una balsa de almacenamiento de residuos
de minería de sulfuros.
La mayoría de las veces la contaminación es gradual y dispersa y se debe a múltiples
contaminantes. Interesará disponer de criterios (valores guía) para poder tomar decisiones
acerca de si el suelo es adecuado para soportar un determinado uso.
El riesgo se hace efectivo dependiendo de la concentración, biodisponibilidad,
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facilidad de acceso y duración de la exposición.


Cuando el riesgo es alto habrá que prescribir una actuación. Las acciones ven-
drán condicionadas por los componentes del riesgo a definir en cada situación
(Hester y Harrison, 1997) y que son:

Fuente: sustancia o grupo de sustancias tóxicas con potencial para causar


efectos perjudiciales.
Vía: ruta por la cual un receptor podría estar expuesto a, o afectado por, la
fuente.
Receptor: entidad que está siendo afectada adversamente por la fuente. Es el
blanco de la fuente.

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Todos los receptores potenciales de riesgos no se hallan presentes en todos los
emplazamientos ni todos ellos tienen la misma sensibilidad. Habrá que identificar
quién está bajo riesgo:

• Personas (niños/adultos/ancianos).
• Ecosistemas o sus compartimentos:
— Biotopo.
— Biocenosis.
• Recursos hídricos:
— Aguas superficiales.
— Aguas subterráneas.
• Agroecosistemas.
• Construcciones.

6.2. Biodisponibilidad
La presencia en un medio de una sustancia tóxica supondrá un mayor o menor
riesgo dependiendo de su biodisponibilidad:

• Disponibilidad de una sustancia para un organismo específico.


• Especie química presente que puede ser transferida del medio al interior del
organismo vivo.
• Si el organismo es una planta, se habla de fitodisponibilidad.

Un elemento o sustancia biodisponible provocará toxicidad en el caso en que tenga


efectos fisiológicos desfavorables. La movilidad de los distintos elementos en un suelo
(Cap. 10) condiciona su biodisponibilidad.
La biodisponibilidad sólo puede medirse en términos del efecto de un contaminante
concreto sobre un determinado organismo. Es una característica cinética, que depende de
aquellos aspectos del suelo que controlan la concentración y la movilidad de los distintos
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elementos y compuestos en el suelo:

— Condiciones del medio:


pH: reacción del suelo.
Eh: aireación.
Contenido de C-orgánico.
— Reacciones de control:
Equilibrio ácido-base.
Complexación con ligandos orgánicos e inorgánicos.
Precipitación y disolución de sólidos.
Óxido-reducción.
Intercambio iónico y adsorción.
Degradación (fotoquímica, microbiana, etc.).

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Hay que destacar que un mismo elemento químico no presenta siempre la misma bio-
disponibilidad, dependiendo de la especiación y del compuesto de que forme parte.
El hecho de que la absorción de contaminantes altere las funciones de los organismos
del suelo conducirá a un deterioro de la función ecológica del suelo. No obstante, dado
que no todos los organismos sufren toxicidad frente a una misma concentración de un
contaminante determinado, y que una misma función en el suelo puede ser realizada por
distintos tipos de organismos (redundancia funcional), la respuesta frente a un vertido
contaminante no será igual a escala de un microorganismo, que para la función ecológica
del suelo. Ésta puede seguir siendo mantenida por aquellos que resulten resistentes (van
Straalen et al., 1996), si bien hay que destacar que la sustitución puede no producirse a
nivel de la cadena trófica.

6.3. Riesgos para los ecosistemas


Un ecosistema está integrado por un componente abiótico (biotopo) y por un
componente biótico (biocenosis). Verá afectado el ciclo biogeoquímico de los dis-
tintos elementos y la cadena trófica de producirse una incorporación de contami-
nantes. Pueden desencadenarse procesos de bioacumulación y/o de transferencia,
cuyos efectos dependerán de la capacidad tampón del biotopo y de la sensibilidad
y capacidad de adaptación de los individuos que integran la biocenosis.

6.4. Riesgos para los suelos


Los efectos desfavorables de los contaminantes en el suelo como sistema
(Genou y cols., 1992) pueden ser:

— Destrucción del poder de autodepuración por procesos de regeneración biológica


normales, al haberse superado la capacidad de aceptación del suelo. Se ve afectado
el ciclo biogeoquímico y la función de biofiltro.
— Disminución cualitativa y cuantitativa del crecimiento normal de los microorganis-
mos del suelo, o bien alteración de su diversidad, lo que hace aumentar la fragilidad
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del sistema.
— Disminución del rendimiento de los cultivos con posibles cambios en la composi-
ción de los productos, con riesgo para la salud de los consumidores, al entrar deter-
minados elementos en la cadena trófica.
— Contaminación de las aguas superficiales y freáticas por procesos de transferencia.
Se alcanzan concentraciones superiores a las consideradas aceptables.
— Disminución de las funciones de soporte de actividades de ocio. Los espacios conta-
minados presentan problemas de salubridad para los usuarios.

Si el riesgo proviene de una sustancia orgánica bien conocida, como por ejemplo, anti-
bióticos, existen modelos que predicen la concentración que puede quedar en el suelo basa-
dos en la estructura química y en las cinéticas de degradación (Spaepen et al., 1997).

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Dado que el suelo posee una cierta capacidad tampón frente a los elementos
contaminantes incorporados, el efecto de éstos no se manifestará más que pasado
un cierto tiempo.
Hay que destacar que los contaminantes se difunden en el sistema hasta puntos
muy alejados de donde tuvo lugar la incorporación, de manera que, al concentrarse
por alguna causa, pueden dejar sentir sus efectos. En estos casos será muy difícil
llegar a interpretar el origen de esta contaminación no puntual. Por ejemplo, la
difusión desde un vertedero a una capa freática facilita la movilización de los con-
taminantes, con efectos allí donde aflore el agua subterránea afectada, quizás por
un bombeo para riego.

6.5. Evaluación de riesgos


El proceso de evaluación de un riesgo puede dividirse en cuatro etapas (Hes-
ter y Harrison, 1997):

1. Identificación del peligro que suponen las sustancias tóxicas en el terreno


considerado.
2. Evaluación de la exposición del receptor-blanco a las sustancias tóxicas:
Vías ambientales/Concentraciones en el punto de exposición.
3. Evaluación de la relación dosis-respuesta.
4. Caracterización del riesgo.
Asignación de nivel de riesgo a las conexiones fuente-vía-receptor.

ESTUDIO DE CASOS
Los agricultores japoneses de una determinada zona empezaron a presentar la
enfermedad conocida como itaï-itaï, y hubo una centena de muertes a partir de
un determinado año.
Discutir el caso utilizando la siguiente información complementaria:
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— Alimentación a base de arroz.


— Arrozales regados con agua de río contaminada con agua de drenaje y sedi-
mentos de una mina de cinc.
— La dieta alimenticia a base de arroz regado con agua de otra procedencia
no provocaba la enfermedad.
Identificar las posibles causas.

Respuestas
La enfermedad itaï-itaï se debe a la ingestión de Cd (Cap. 17).
El fondo geoquímíco del Cd es de 0,2 mg Kg–1 en la litosfera
El Cd es altamente tóxico para los humanos, los animales y las plantas (Chaney y Ryan,
1998).

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7. Evaluación ambiental del terreno

Para investigar una posible contaminación habrá que plantear llevar a cabo una
evaluación ambiental del terreno, EAT (en inglés: ESA, environmental site
assessment).
Una EAT debe proporcionar información para la evaluación del riesgo y poder
llegar a formular recomendaciones acerca de las estrategias a emprender. Los
aspectos a considerar son:

Identificación
• ¿Existen compuestos que representen un riesgo actual o potencial para la salud o el
medio ambiente?
• ¿Existe el riesgo de que puedan ser liberados al medio, o que ya hayan sido libera-
dos?
• Caracterización del terreno: revisión de antecedentes, inspección en campo/mues-
treos.
Información acerca de: clima/gea/suelos/usos/aguas superficiales/capa freática/
pozos/fosas sépticas/clasificación ambiental.
Evaluación
• Fuentes de contaminación.
Información acerca de: localización/naturaleza/concentración/usos actuales y pasa-
dos/degradabilidad del producto/toxicidad/volatilidad/solubilidad/reactividad/valo-
res guía.
• Estudio de los riesgos.
Identificación y características de las vías fuente contaminante-receptor.
Receptores objetivo: sensibilidad/localización.
Gestión
• Estrategias de saneamiento: esfuerzos a realizar/técnicas apropiadas.
• Redacción del Informe de Evaluación Ambiental del Terreno con las conclusiones y
recomendaciones.
(síntesis de todo el Informe).
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Dado que no existe ningún acuerdo internacional sobre cómo llevar a cabo una EAT, se
puede tomar como referencia la Comprehensive Environmental Response, Compensation
and Liability Act (CERCLA) propuesta por la Agencia de Protección Medioambiental de
Estados Unidos de América. La Agencia añade la necesidad de realizar un seguimiento del
terreno para evaluar los resultados y asegurar que no será necesario un nuevo saneamiento
en el futuro.
Como ocurre en cualquier tipo de investigación/prospección, se puede plantear
un trabajo a distintas escalas (Cap. 21), para aumentar la eficacia y poder dispo-
ner de un primer Informe genérico en poco tiempo (trabajo a escala pequeña). Pos-
teriormente puede ser necesaria una investigación más exhaustiva (escala deta-
llada), que puede prolongarse a lo largo de varios años, permitirá profundizar todo
lo necesario en el problema. Ni el tiempo, ni los medios, ni los costes serán los

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mismos en uno y otro enfoque. Las características y urgencia de cada caso justifi-
carán la solución de compromiso que se negocie y que finalmente se adopte.
El inventario, localización y características de terrenos potencialmente
contaminados debe ser objeto de un Registro de terrenos contaminados, que
constituirá una información de utilidad para futuras actuaciones en las zonas: urba-
nísticas, de ordenación del territorio u otras.

8. Estrategias frente a la contaminación de suelos

Para mantener un medio ambiente sin problemas de contaminación se pueden


adoptar dos enfoques:

Medidas o estrategias preventivas: evitar o minimizar las contaminaciones


futuras.
Medidas o técnicas curativas: gestión de terrenos ya contaminados.

8.1. Manejo de residuos y sustancias peligrosas


Cualquier tipo de manejo de residuos y sustancias peligrosas tiene un carác-
ter endotérmico, por lo que requiere un coste, derivado de su recogida, trans-
porte, almacenamiento y tratamiento o eliminación. Cabe distinguir diversas
posibilidades:

— El reciclaje implica la utilización del residuo como materia prima dentro de un


nuevo proceso industrial para obtener un producto de primer uso.
— La reutilización supone el acondicionamiento del residuo sin variar su naturaleza
haciéndolo apto para un segundo uso del mismo tipo.
— El vertido implica que el material no se recupera, perdiéndose para el ciclo de pro-
ducción. En este caso el coste energético es mínimo, si bien el ambiental supone un
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coste externo al tener que acondicionar las zonas de vertido.

El valor intrínseco del residuo, el grado de recuperación del material, el coste


energético y el coste ambiental relativos para las distintas posibilidades de manejo
de residuos suelen ser:

Aspectos positivos Aspectos negativos


Valor intrínseco Recuperación Coste
Acciones Costo energético
del residuo del material ambiental

Reciclaje ++ ++ +++ ++
Reutilización +++ +++ ++ +
Vertido + – + +++

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La utilización de los productos resultantes de un reciclado puede encontrar
diversas dificultades:

— La utilidad que se puede dar al nuevo producto.


— El precio del producto.
— La equiparación de la calidad con la de un producto de primera producción.
— La desconfianza de los usuarios sobre los posibles efectos de un uso masivo y conti-
nuado de tales productos en el suelo.
— La información acerca de tales productos. Para aumentar la transparencia de este
mercado las Cámaras de Comercio crean, en algunos países, una bolsa de subpro-
ductos que edita un boletín bimensual con este tipo de información.

Estas dificultades hacen que tan sólo un bajo porcentaje de residuos se sometan a algún
tipo de tratamiento, siendo de ellos el compostaje el más utilizado en España (MOPU
1990):

Incineración sin
Vertido controlado recuperación de
energía
Incineración con
47,16 % 1,85 % recuperación de
energía
2,96 %

17,76 %

Compostaje
30,27 %

Vertido incontrolado
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Desde otro punto de vista, la prevención de la contaminación pasa por limitar


el uso de elementos potencialmente tóxicos.

8.2. Estrategias de agricultura sostenible/sustentable


En el caso de suelos agrícolas y forestales el enfoque preventivo es el ade-
cuado. La buena práctica agrícola es aquella que asegura una agricultura sostenible
(Cap. 8). Frente a posturas extremistas que propugnan la erradicación del uso de
agroquímicos, debe proponerse una dosificación adecuada de fertilizantes libres de
elementos contaminantes; una disminución y mayor control del uso de productos

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fitosanitarios y de herbicidas (Cap. 28); y el control de las enmiendas orgánicas y
lodos de depuradora a aplicar al suelo (Cap. 29).
En el caso de tener que utilizar parcelas contaminadas, los agricultores debe-
rían contar con un asesoramiento para no utilizar especies o variedades sensibles,
como es el caso del tomate o de algunas variedades de trigo, sensibles a un exceso
de Cu; o acumuladoras, como ocurre con las hortalizas, en especial las espinacas
en suelos contaminados con Cd (Bourrelier y Berthelin, 1998).
En el ámbito forestal, la repoblación con especies acidificantes puede favore-
cer la movilidad de ciertos elementos (Cap. 10) que, en zonas húmedas, pueden ser
translocados a las capas freáticas; o pueden dificultar la autopropagación del pro-
pio bosque.

8.3. Acciones en la relación fuente-vía-receptor


Los términos sanear, remediar, «remediación», limpiar o descontaminar se
utilizan para referirse a las técnicas curativas empleadas para disminuir las con-
centraciones de contaminantes hasta valores permisibles para la salud y el medio
ambiente. Estas técnicas se proponen evitar o corregir los efectos de una contami-
nación. El objetivo básico se centra en romper las relaciones existentes o potencia-
les entre:

FUENTE VÍA RECEPTOR

Por consiguiente se pueden plantear actuaciones sobre la fuente; sobre las


vías que controlan los movimientos de los contaminantes o sobre el receptor
potencial, en este caso cambiando su emplazamiento o bien protegiendo el
blanco sensible. Las actuaciones pueden agruparse en: procedimientos legales;
asesoramientos agrícolas; técnicas de ingeniería civil; técnicas de ingeniería quí-
mica y técnicas basadas en procesos biológicos, lo que evidencia la multidisci-
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plinariedad del tema:

• Aspectos legales (preventivas/curativas):


— Normativas para regular las diversas actividades con impacto medio ambiental
(p. ej.: obligación de instalar filtros en fábricas de cemento).
— Normativa sobre el vertido de aguas residuales.
— Normativa sobre vertederos controlados de residuos urbanos.
— Normativa para eliminación de residuos tóxicos y peligrosos: etc.
• Asesoramiento agrícola:
— Control de las dosis de agroquímicos a aplicar según las características de cada
suelo y los requerimientos de los cultivos.
— Recomendaciones sobre el uso de purines (Cap. 28).

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— Control de calidad y dosificación de la aplicación de lodos de depuradora (Cap. 28).
— Control de las características de los composts.
— Control de la sodicidad en aguas residuales depuradas para riego.
• Técnicas de ingeniería civil:
— Construcción de vertederos.
— Confinar la zona contaminada por medio de barreras de aislamiento estanco;
barreras drenantes fijadoras de elementos traza, etc.
— Instalación de drenes.
— Abertura de zanjas de desviación.
— Retirar de forma mecánica un vertido contaminante (p. ej.: tras un accidente).
— Excavación para eliminar un suelo contaminado que se lleva a un vertedero pre-
viamente sellado con arcilla o construido en un lugar muy impermeable.
• Técnicas de ingeniería química:
— Separaciones densimétricas.
— Modificaciones del contaminante: transformación a formas menos tóxicas,
menos móviles o menos reactivas, teniendo en cuenta que cuanto menor es el
producto de solubilidad de un compuesto, menores serán su solubilidad y su bio-
disponiblidad.
— Eliminación o destrucción de los contaminantes.
— Lavado: se combina con las técnicas de drenaje. Requiere cantidades importan-
tes de agua. Está condicionado por la conductividad hidráulica del suelo.
— Tratamientos térmicos (p. ej.: combustión de productos orgánicos y concentra-
ción de los metales).
— Vitrificación: solidificación de los contaminantes por medio de una corriente
eléctrica. Coste elevado.
— Estabilización: inmovilización de contaminantes por medio de un encapsulado y
transporte a vertedero.
— Volatilización: aplicable para compuestos orgánicos volátiles difíciles de biode-
gradar.
— Desorción térmica.
— Extracción química: procedimiento que resulta muy caro.
• Técnicas basadas en procesos biológicos:
— Biorremediación (p. ej.: absorción del contaminante por la vegetación, que pos-
teriormente se quema o se lleva a vertedero, etc.).
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— Biodegradación.

8.4. Estudio detallado de una técnica: Biorremediación


Dadas las características de la presente obra se estudiará con mayor detalle la
biorremediación, por ser una técnica basada en procesos biológicos.
La mayoría de los compuestos de origen biogénico son fácilmente degradables
por microorganismos, lo que significa que éstos presentan una gran versatilidad en
sus capacidades catabólicas. De ahí que el suelo pueda considerarse un depurador
natural de los residuos orgánicos. Los organismos que viven en el suelo descom-
ponen, absorben y degradan los contaminantes con mayor o menor eficiencia
dependiendo de:

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— Las propiedades del suelo.
— Las características del contaminante.
— Los factores relativos al organismo.

En saneamiento de suelos contaminados cabe distinguir dos tipos de procesos


de biorremediación:

Biodegradación de productos orgánicos (Cap. 8).


Biorremediación de suelos contaminados por elementos traza.

El poder de autodepuración de un suelo depende de las condiciones del sis-


tema y de las propiedades del contaminante. Las estructuras orgánicas de síntesis,
si no se encuentran en la naturaleza, pueden ser consideradas potencialmente
recalcitrantes. Esto supone un riesgo de bioacumulación, movilización y posibles
efectos lejos de su ámbito de aplicación.
La presencia de grupos polares en la molécula de un agroquímico –OH, –COO–, –NH2
y –NO2, comunes en los compuestos orgánicos naturales, favorecen la degradación bioló-
gica. Por el contrario, los compuestos xenobióticos persistentes sólo serán un sustrato bio-
degradable por los microorganismos, si éstos disponen de enzimas con un cierto grado de
tolerancia, que les permitan explorarlos como fuente de carbono y de energía y como dado-
res y aceptores de electrones. Esto requiere una similitud estructural con algún compuesto
natural.
Los enzimas hidrolíticos, tales como esterasas, hidrolasas e hidroxilasas, que actúan en
la degradación de los fitosanitarios, son tolerantes a modificaciones estructurales (Golov-
leva y cols., 1990). Para que los productos transformados no se acumulen, se requiere que
sean coordinados en secuencias metabólicas para proporcionar ATP para biosintetizar cons-
tituyentes celulares del microorganismo. Por ello, en el diseño de nuevos agroquímicos
resulta importante incorporar estructuras con homólogos naturales, lo que aumenta la pro-
babilidad de biodegradación. Los microorganismos que actúan en la degradación de los
agroquímicos y que han sido más estudiados son las bacterias, si bien los hongos también
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pueden desempeñar un papel importante, si el medio es ácido. Ambos producen la degrada-


ción mediante una secuencia oxidación-hidrólisis.
Las investigaciones en biología molecular han puesto de manifiesto que a menudo la
información genética para esta biodegradación está localizada en los plasmidios (Verstraete,
1992). La degradación tiene lugar por los enzimas de los microorganismos del suelo (Cain y
Head, 1991).
Dado que los productos de degradación por acción de las hidrolasas suelen ser unas
cien veces menos tóxicos que la molécula inicial, se está estudiando la posibilidad de utili-
zar estos enzimas como agentes descontaminantes frente a residuos agrícolas, suelos conta-
minados accidentalmente con hidrocarburos o residuos líquidos resultantes de la desinfec-
ción del ganado (Karns y cols., 1987).
Estas investigaciones, por consiguiente, van encaminadas a lograr formas para limpiar
suelos contaminados por xenobióticos. Por otro lado, la biodegradación de los contaminan-

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tes depende de su capacidad para ser desorbidos de la matriz del suelo (Verstraete, 1992),
donde pueden hallarse protegidos de la acción de los microorganismos y del contenido de
agua del suelo, ya que éstos viven en la fase líquida.

La biorremediación o biosaneamiento
Es una técnica que utiliza las habilidades degradativas de los microorganismos
para eliminar contaminantes orgánicos (degradación biológica o biodegrada-
ción); o bien plantas (fitorremediación) capaces de acumular metales pesados
(Berti y Cunningham, 1994); o de sistemas biológicos adaptados o modifica-
dos para descontaminar suelos.

La acción de los microorganismos para que tenga interés debe dar lugar a una transfor-
mación de sustancias químicas peligrosas a sustancias menos tóxicas y a compuestos
ambientalmente aceptables (Grasso, 1993).
De los trabajos de Cookson (1995) se desprende que los tratamientos de biorremedia-
ción por microorganismos se basan en introducir una fuente de oxígeno en el suelo conta-
minado, un aceptor de electrones y nutrientes adicionales para que puedan prosperar los
microorganismos.
La fitorremediación aprovecha el hecho de que algunas especies vegetales
están adaptadas a vivir en suelos ricos en metales pesados, o que pueden ser tole-
rantes a estas condiciones. Esta técnica de mejora de suelos contaminados resulta
más barata que las de ingeniería civil o de ingeniería química; puede tener una
mejor aceptación social; mejora el paisaje y sirve para controlar la erosión. Como
inconvenientes cabe indicar que habrá que prever cómo deshacerse de la biomasa
enriquecida en metales producida, que habrá que recoger y llevar a vertedero o
incinerar.
En el momento actual se llevan a cabo investigaciones para determinar la efectividad a
corto y largo plazo de esta técnica. En la Estación Experimental de Rothamstad (UK) han
estudiado la contribución de especies hiperacumuladoras de metales, tales como Alyssum,
Thlaspi y Cardaminopsis, en la extracción de metales pesados de los horizontes de superfi-
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cie (Me Grath, 1992).

ESTUDIO DE CASOS
1. Discutir qué relación existe entre la toxicidad de un producto y su bio-
disponibilidad para una especie o grupo de especies determinadas.
2. Discutir el interés de suprimir el Pb como aditivo de las gasolinas, así como
en sustituirlo como material para conducciones para la distribucíón de agua
potable.
3. En España, la lluvia ácida en suelos de Galicia (Udept, SSS, 1999) puede
llegar a provocar problemas de toxicidad por aluminio. ¿Por qué no ocurre
en suelos de Castellón de la Plana (Calcixerollic Xerochrepts, SSS, 1996,
equivalente a un Calcixerept típico, SSS (1999). →

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Respuestas
1. Para que un producto llegue a ser tóxico se requiere que sea biodisponible, penetre
en el individuo y que además llegue a una concentración no deseable que será la
que provocará efectos fisiológicos.
2. El saturismo (plombemia) es una enfermedad que presentan millones de niños y que
tiene efectos sobre el desarrollo del cerebro. Contenido de Pb en sangre.
3. Al acidificarse el suelo el aluminio pasa a formas biodisponibles (soluble e intercam-
biable); el CaCO3 neutraliza la acidez y la acidificación no tiene lugar en el suelo
calizo (Cap. 10). Sus efectos se dejarán sentir en la biocenosis, en especial en las
masas arbóreas.

8.5. Toma de decisiones frente a problemas de contaminación


Las estrategias a seguir frente a un suelo con problemas por contaminación
pueden ser muchas. Por lo general será necesario aplicar más de una técnica para
llegar al nivel de descontaminación que se considere aceptable. Frente a diversas
alternativas de actuación no serán las consideraciones estrictamente científicas las
que predominarán a la hora de la toma de decisiones. Todo proyecto de desconta-
minación de suelos debe incluir un estudio sobre la viabilidad técnica y econó-
mica de las soluciones propuestas.
Al tener que evaluar alternativas de actuación en base a informes de evalua-
ción ambiental del terreno, habrá que tomar en consideración los siguientes aspec-
tos (La-Grega et al., 1994) por el orden indicado:

• Viabilidad técnica de la propuesta.


• Viabilidad económica/financiera.
• Condicionantes legales.
• Salud y salubridad.
• Impacto ambiental.
• Condicionantes sociales y políticos.
• Aspectos científicos.
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• Código de prácticas actuales y futuras.

9. Bibliografía

9.1. Bibliografía básica


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Degradación de suelos en relación
con prácticas agrícolas inadecuadas
El aporte de un vertido al suelo debe realizarse en condiciones compatibles
con el funcionamiento del sistema suelo: un medio biológicamente activo
y no un vertedero.

1. El suelo como sistema depurador: Procesos

La agricultura comercial se ha podido desarrollar y puede obtener elevados


rendimientos gracias a diversos factores, entre ellos:

• Introducción de variedades más productivas.


• Mejor conocimiento y manejo de los suelos.
• Transformaciones en regadío.
• Uso de agroquímicos: materias fertilizantes, productos fitosanitarios, herbicidas, etc.
• Agromecánica.

La obligación de dejar a las próximas generaciones unos suelos productivos obliga a


estudiar los efectos de las prácticas agrícolas actuales. En el pasado, con la agricultura tra-
dicional practicada durante siglos, el suelo recibía escasos vertidos. El estiércol, el princi-
pal de ellos, constituía un mejorador, tanto de la estructura como de la fertilidad de los sue-
los (Cap. 11).
Con la ganadería industrial se optimiza el rendimiento de la alimentación animal. Para
conseguirlo se incorpora cinc y cobre a las dietas, como coadyuvantes metabólicos, ele-
mentos que pasan en su totalidad a los excrementos. De productos esencialmente mejora-
dores del suelo, los estiércoles, y en especial los purines, se han convertido en un residuo,
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por los elevados volúmenes producidos y por su cambio de composición.


Por otro lado, las plantas depuradoras de aguas residuales se han generalizado, lo que
permite mejorar la calidad de las aguas, si bien produciendo como contrapartida cantidades
considerables de lodos, para los que hay que encontrar una salida para que dejen de ser un
problema.
En muchos casos se ve en el suelo el medio para deshacerse de tales residuos, cuando
no resulten tóxicos por su procedencia (contenidos de metales pesados) o inconvenientes
por los tratamientos sufridos en un proceso de depuración (contenido de sales disueltas, en
especial iones sodio).
Se suele observar una aplicación bastante indiscriminada de purines. Los agri-
cultores, por otro lado, mantienen ciertas reticencias para aceptar otros productos
para su incorporación al suelo. Para poder asesorar adecuadamente y evitar la

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degradación de los suelos por contaminación ligada a este tipo de prácticas agríco-
las, interesa conocer los posibles riesgos que entraña cada grupo de productos y
cuál es el papel que desempeña el suelo como sistema depurador. Bourrelier y
Berthelin (1998) indican los posibles elementos contaminantes, en función de las
materias incorporadas al suelo:

Materias incorporadas al suelo Contaminantes potenciales en el suelo

Enmiendas calizas y carbonatos Sr, Ba, Mn, Fe, Zn (cantidades significativas)


Pb, Cu, As, Cd (cantidades bajas)
Escorias de desfosforilación Ni, Cr, Va
Fosfo-yeso Cd, U
Abonos fosfatados Cd
Estiércoles Zn, Cu
Purín de cerdo Cu, Zn, Mn
Lodos residuales urbanos Cd, Pb. Zn, Cu
Compost de basuras urbanas Cd. Pb, Zn, Cu
Restos de poda de árboles de vías urbanas Pb (procedente de carburantes)
Productos fibrosanitarios
Caldo bordolés en viñedo Cu
Mercuriales y arsenicales Hg, As (hoy en desuso)
Aguas depuradas Na

La regulación del uso de agroquímicos es objeto de una normativa cada vez


más estricta, lo que puede afectar a las importaciones comerciales de fertilizantes
procedentes de países que no tomen en consideración estos aspectos en los proce-
sos de fabricación.
Por lo que se refiere a residuos orgánicos, la solución pasa por estudiar el
poder depurador del suelo en el que se pretendan aplicar, teniendo en cuenta que se
trata de un medio biológicamente activo y no de un vertedero. La microflora aero-
bia del suelo es quien desempeña principalmente el papel depurador de los resi-
duos orgánicos incorporados.
Superar la capacidad de un suelo para aceptar residuos puede tener efectos me-
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dioambientales importantes, ya que significa un riesgo de degradación:

• Contaminación del suelo.


• Degradación de la estructura/porosidad/transmisión de fluidos.
• Desequilibrios nutricionales para las plantas.
• Contaminación de capas freáticas.
• Molestias: malos olores, insectos.
• Escorrentía superficial y erosión.

Para optimizar las aportaciones de residuos a un suelo y la acción de éste como


sistema depurador, hay que tener en cuenta que tanto el suelo, como toda la zona
no saturada hasta la capa freática, si existe, actúan de filtro y de reactor. Ello da

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lugar, a una serie de procesos físicos, químicos y biológicos con una clara inciden-
cia sobre el comportamiento de los contaminantes:

• Filtración.
• Retención, transferencia y percolación de agua (Cap. 13).
• Degradación y mineralización de la materia orgánica: transformaciones y degrada-
ciones por microorganismos y mesofauna (Cap. l6).
• Intercambio iónico: fenómenos de superficie (Cap. 9).
• Formación de complejos y quelatos (Cap. 8).
• Aireación (Cap. 14).
• Absorción de agua y nutrientes por las plantas (Cap. 12).

Las materias en suspensión, minerales u orgánicas, pueden ser retenidas de


acuerdo con su tamaño. Como consecuencia se depura el efluente, pero este pro-
ceso de filtraje puede provocar una colmatación de los poros.
Un suelo de textura limosa puede tener una CRAD (Cap. 12) de unos 3.000 m3
ha m–1, mientras que en uno arenoso la retención puede limitarse a unos 700 m3
–1

ha–1 m–1. De acuerdo con la precipitación de la zona y el balance hídrico los efec-
tos de un aporte de un efluente líquido al suelo, a efectos de percolación y posible
contaminación de la capa freática serán distintos según la época del año en que se
haga.
La mineralización de la materia orgánica incorporada al suelo es más efectiva
en condiciones aerobias que en anaerobias (Cap. 8), si bien requiere humedad y
temperatura.
La capacidad de un suelo para intercambiar cationes se halla entre unos 10 y
unos 30 cmol (+) kg–1. Permite detraer del efluente tanto cationes como materias
orgánicas adsorbibles (proteínas y polisacáridos). Esta capacidad no es ilimitada,
ni fácilmente renovable.
En un suelo bien drenado, el efluente que ha circulado por él habrá dispuesto
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para su oxigenación de una superficie de contacto aire-efluente mucho mayor que


en el caso de un sistema de depuración por medio de lagunaje, con lo que la depu-
ración puede ser mucho más rápida en el suelo.
A1 realizar un vertido en un suelo debe tenerse en cuenta la capacidad depura-
dora, para no superarla; y que los requerimientos nutritivos son diferentes para
cada cultivo, con el fin de controlar las cantidades vertidas y los nutrientes aporta-
dos, con el fin de evitar desequilibrios nutricionales y conseguir un elevado rendi-
miento. Las plantas, al absorber agua y nutrientes, en concreto N-NO3, disminuyen
la percolación y el paso de elementos a una capa freática.
Estos procesos dan lugar a cambios en la concentración de los vertidos
incorporados al suelo. El balance determinará el nivel de contaminación resultante
de los vertidos.

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2. Capacidad de aceptación de residuos de un suelo

La producción generalizada de residuos hace que la aplicación de éstos al


suelo haya dejado de contemplarse desde la óptica de su posible valor fertilizante,
al pasar a ser un problema medioambiental y agrícola. Lo primero por el riesgo de
contaminación y lo segundo por los desequilibrios nutricionales que el empleo
masivo de tales residuos puede provocar.
Al considerar el suelo como un receptor de residuos, interesa reconocer que su
capacidad de aceptación no es ilimitada. Si lo es en el tiempo, ello será debido a
que en ningún momento se habrá superado dicha capacidad, por lo que no se han
visto afectadas sus funciones como depurador natural.
La incorporación de residuos al suelo debe realizarse de forma controlada y, en
el caso de los agroquímicos, debe conocerse cual será el comportamiento espera-
ble. Una planificación del uso de estos productos teniendo en cuenta los riesgos de
contaminación puede llevar a establecer una zonación del terreno, atendiendo a los
niveles de riesgo.
El disponer de mapas detallados de suelos con suficiente información puede
permitir dar una respuesta rápida y eficiente a las preguntas de quien deba tomar
decisiones en este ámbito. La digitalización de estos mapas y el uso de modelos
permite evaluar la capacidad de aceptación de agroquímicos o de residuos en
general que tiene un suelo concreto. Estas evaluaciones se basan en identificar las
propiedades del suelo que pueden influir en la adsorción, lavado y degradación de
un agroquímico concreto. Para establecer clases de vulnerabilidad habrá que tener
en cuenta:

— Clases de vulnerabilidad del suelo:


Factores edáficos:
Categoría de suelo.
Profundidad.
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% materia orgánica.
pH.
Textura y contrastes texturales.
Clase de drenaje.
Velocidad de infiltración.
Conductividad hidráulica.
Complejo de cambio.
Factores hidrológicos:
Profundidad del acuífero.
Nivel estacionalmente saturado.
Tipos de flujo de agua.
— Clases de vulnerabilidad de las aguas superficiales.
— Clases de vulnerabilidad de las aguas freáticas.

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Este tipo de informaciones traducidas en mapas permiten acciones preventi-
vas. Hay que tener en cuenta que el control de acuíferos, si bien necesario, no
ofrece información sino mucho tiempo después de que la contaminación ha tenido
lugar. El retardo entre el momento de aplicación de un agroquímico en un suelo y
su aparición en aguas freáticas puede suponer lapsos de tiempo que, en algunos
casos, pueden llegar a ser de 20 a 30 años, momento en el que cualquier medida
correctora sería ya totalmente ineficaz.
El rendimiento de depuración de un suelo puede estudiarse mediante el desarrollo de
modelos matemáticos de adsorción y transporte, que permitirán realizar predicciones preci-
sas acerca del comportamiento de los contaminantes; prevenir los riesgos de contaminación
de un vertido en el suelo, así como optimizar el efecto depurador.
La variación de la demanda biológica de oxígeno (DBO) de las aguas vertidas a un
suelo varía a medida que van atravesando este medio y sufren los procesos anteriormente
descritos. La relación entre la DBO del agua en distintos instantes en su movimiento en el
suelo es de tipo exponencial (Catroux et al., 1974):

DBOp
 = 10–p/c
DBOv

p = agua (vertido) después de atravesar una profundidad dada.


v = agua vertida al suelo (residual, purín u otra).
c = constante empírica

Las sondas de succión de porcelana porosa constituyen uno de los métodos para el
muestreo de agua del suelo a distintas profundidades, para su posterior análisis y poder
determinar la eficacia de un determinado suelo como sistema depurador. Estos dispositivos
presentan algunos problemas en la práctica, ya que al instalarlos se produce una cierta alte-
ración del suelo y resulta difícil asegurar un adecuado contacto célula porosa-suelo; y ade-
más no permiten saber qué tamaño de poro está contribuyendo al aporte de agua. Los lisí-
metros son equipos más precisos y menos problemáticos, si bien son instalaciones fijas, lo
que da mucha mayor rigidez y son mucho más caros. Si existe capa freática accesible se
puede recurrir a sondeos para muestreos directos, o a la instalación de piezómetros para
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muestreos periódicos. También se pueden muestrear las aguas freáticas que desagüen en
una cuenca o subcuenca.

3. Agroquímicos y medio ambiente


La producción de un cultivo agrícola puede verse gravemente afectada por la interfe-
rencia de múltiples organismos vivos (insectos, hongos, nemátodos, malas hierbas, etc.).
Por ello, cabe señalar como dos hitos en la historia de la agricultura y de la Química agrí-
cola, el descubrimiento en 1939 de las propiedades insecticidas del DDT (actualmente de
uso muy restringido por su persistencia) y en 1941 de los efectos herbicidas del 2,4-D.
Los beneficios de los agroquímicos, como métodos de protección, tanto del hombre
como de los cultivos, son realmente innegables. El uso del DDT en la India permitió redu-

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cir el coeficiente de incidencia palúdica de 75 millones de personas a tan sólo 5 millones en
diez años (Felipó, 1985), la fiebre amarilla ha podido ser erradicada gracias a los fitosanita-
rios. Se puede afirmar que estos productos, junto con las fitohormonas y otros han pasado a
ser un factor de producción integrante de la mayoría de los sistemas agrícolas en los países
desarrollados.
La industria ha realizado importantes esfuerzos de investigación, y los avances en el
diseño de nuevos productos con resultados notorios han ido orientados a aumentar la pro-
ducción agrícola y a disminuir los riesgos de contaminación.
Los métodos de protección de cultivos, ya sea el control directo, el control químico por
medio de agroquímicos, el control biológico, los métodos de cultivo o la eliminación de
hábitats, no son el objeto de la presente obra, que sólo se centra en el comportamiento de
los agroquímicos en el suelo y de su destino en el medio ambiente.
Si bien FAO (1976) afirma que bajo un uso normal los fitosanitarios entrañan muy poco
riesgo como forma de degradación del medio ambiente, lo cierto es que se ha detectado su
presencia incluso lejos de su ámbito de aplicación, ya sea en cursos de agua, en aguas freá-
ticas y en sedimentos. En estos casos, más que la mera presencia, se debe atender a su con-
centración y sus posibles efectos.
El distinto grado de percepción de estos aspectos ha desencadenado fuertes polémicas
entre los grupos medioambientalistas y la industria. El tema se presta a ello, dada la toxicidad
intrínseca de tales productos y su amplia diseminación en el medio durante su aplicación.
La Directiva de la Comisión Europea para el agua potable (80/778/EC) esta-
blece un máximo de 0,1 μg L–1 como el contenido máximo permitido para un fito-
sanitario individual y de 0,5 μg L–1 para el contenido total permitido. Uno de los
efectos de esta normativa ha sido que se deba prestar mayor atención al estudio de
cómo se mueven los productos en el suelo y cómo llegan a las fuentes de agua.
En el estudio de estos temas se plantean los siguientes aspectos, a nivel
general:

— Tipos de productos.
— Registro de nuevos productos.
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— Criterios de seguridad de los productos.


— Mecanismos de control en el suelo.
— Detección en aguas freáticas.
— Transporte en acuíferos.
— Destino en ecosistemas acuáticos.
— Criterios para establecer niveles de riesgo en áreas del territorio.

3.1. Tipos de agroquímicos y registro de nuevos productos


Los agroquímicos destinados a la protección de cultivos se agrupan atendiendo
al organismo objetivo, según que éste sea insecto (insecticida), hongo (fungicida),
nemátodo (nematicida), mala hierba (herbicida), etc. Todos ellos se designan con
el término genérico de productos fitosanitarios.

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Las principales clases y subgrupos de ellos, así como alguna de sus principales característi-
cas pueden encontrarse en múltiples obras de la especialidad, tales como la de Ware (1986).
La introducción de nuevos productos en el uso agrícola ha sido objeto de controles cre-
cientes, de forma que en la mayoría de países existen Organismos encargados de la acepta-
ción de las propuestas de la industria. En España esta labor es responsabilidad del Ministe-
rio de Agricultura, Pesca y Alimentación.
Se pretende evitar el empleo de productos hasta tanto no haya una evidencia científica
de que pueden ser utilizados con seguridad y efectividad cuando se usan de acuerdo con las
instrucciones. De cada nuevo producto, antes de su comercialización, se conocen sus carac-
terísticas químicas y su comportamiento ambiental. Esto debe permitir asegurar que no
existe un riesgo inaceptable de contaminación para el medio ambiente, el consumidor y el
operador. Ahora bien, la seguridad de un producto tóxico va siempre ligada a que no haya
accidentes en su uso y a que se respeten las dosis recomendadas, la forma de aplicación, las
normas para mezclarlos y los plazos de seguridad. Incluso en estos casos, existe una evi-
dencia creciente de que el uso normal de algunos compuestos puede llegar a contaminar los
ecosistemas acuíferos asociados a suelos cuyas características químicas e hidrológicas per-
mitan un transporte más rápido que la inactivación del producto o de sus metabolitos.
Por ello, los niveles de riesgo no son únicamente consustanciales al producto, sino que
dependen de la interacción con el medio receptor, el suelo y con el usuario.

3.2. Criterios de seguridad en los fitosanitarios


La Directiva para agua de consumo humano antes citada ha sido criticada
desde sectores vinculados a la industria, alegando que ha sido establecida con
independencia de cualquier evaluación toxicológica (Tooby y Marsdan, 1991). Por
ello, más que un criterio de salud pública, constituye una decisión política de que
los productos no deben estar presentes en el agua para consumo humano. El valor
numérico adoptado para la norma refleja el límite de detección para insecticidas
organoclorados, en el momento en que se estableció la Directiva.
La Organización Mundial de la Salud es menos tajante y basa su guía en datos
toxicológicos, relacionando la cantidad máxima permisible con el peso corporal
del individuo. Evidentemente resulta de más difícil aplicación.
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Este es un nuevo punto de fricción entre la industria fitosanitaria y los medioambienta-


listas. Por ello, interesa establecer los principios básicos que intervienen en la determina-
ción de la seguridad o del riesgo ecológico o humano de cada producto. Para ello habrá que
tener en cuenta:

— Sensibilidad del organismo: toxicidad que representa el producto para el organismo.


— Magnitud de la concentración a que está sometido.
— Grado de exposición: duración del período de acción del producto o persistencia.

Los criterios basados en la concentración o en la persistencia del producto parecen,


pues, insuficientes, si no se acompañan de un criterio que haga referencia a la toxicidad. No
obstante, desde el punto de vista del establecimiento de una normativa, resulta sin duda

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mucho más fácil o más claro, referirse a la presencia o ausencia de producto. Por otro lado,
todavía no se dispone de una metodología suficientemente normalizada para interpretar los
efectos ecotoxicológicos de los distintos contaminantes.

3.3. Mecanismos de control de los fitosanitarios en el suelo


Los productos fitosanitarios, según sus características, se aplican a la planta y
de ésta pueden pasar al suelo, en otros casos se incorporan a la superficie o incluso
dentro del suelo.
La mayor parte de los fitosanitarios, una vez aplicados, sufren procesos de
degradación, que conducen a la formación de nuevos productos, en ocasiones más
móviles, persistentes y más peligrosos que los compuestos de partida.
Resulta necesario entender los mecanismos que determinan el comportamiento
de los agroquímicos y sus productos de degradación en el suelo, así como el paso
de un compartimento del medio a otro.
Los mecanismos descritos (Arnold y Briggs, 1990; Guenzi, 1974; Hasset y
Benwart, 1992) son:

— Absorción por la planta:


Representa una eliminación del fitosanitario del suelo.
Se acumula en la planta objetivo, que morirá y en plantas no objetivo, conservando
su estructura química inicial o alterándose como consecuencia del metabolismo de la
planta.
— Adsorción.
— Volatilización.
— Lavado.
— Degradación no biológica.
— Degradación biológica (biodegradación).

La complejidad del tema deriva tanto de la diversidad de los procesos implica-


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dos, como de las diferentes estructuras químicas afectadas de los productos origi-
narios y de sus metabolitos.
Los experimentos en condiciones reales de campo resultan complejos, si bien
son los únicos que evalúan los efectos netos de todos los factores: meteorológicos,
bióticos y edáficos.

a) Adsorción
Los fenómenos de adsorción pueden afectar en el suelo tanto a los fitosanita-
rios como a sus metabolitos (Bailey y White, 1970). Constituye el mecanismo más
importante de retención de agroquímicos en el suelo. Puede estudiarse de forma
experimental y los datos de la adsorción se pueden expresar utilizando la isoterma
de Freundlich y la de Langmuir (Cap. 8).

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La adsorción viene afectada por:

— La naturaleza del producto:


Catiónicos: son adsorbidos por las partículas cargadas negativamente (arcilla y
materia orgánica).
Ácidos débiles: grupos funcionales con carga negativa. Pueden reaccionar con la
arcilla y la materia orgánica que presentan carga positiva (intercambio aniónico). Esta
adsorción dependerá del pH, tiene poca importancia cuantitativamente y es débil.
Bases débiles: grupos funcionales protonados que se unen a la arcilla. Dependerá
del pH.
No-iónicos: constituyen el grupo más importante. Estas moléculas sin carga pueden
presentar distinto grado de polaridad. Las muy polares son muy solubles en agua,
mientras que las poco polares son muy insolubles en ella.
La unión pesticida-materia orgánica se ve favorecida por la presencia de grupos fun-
cionales –OH, –NH2, –NHR, –CONH2 –COOR y –+NH3. Los enlaces son los puen-
tes de hidrógenos y no dependen del pH del suelo, sino de su contenido y tipo de
materia orgánica.
Los neutro polares pueden ser adsorbidos por las arcillas expansibles, si bien la
importancia y la energía de adsorción son mucho menores que con los catiónicos.
— El tamaño de la molécula del producto: a mayor tamaño, más rápida y más
intensa es la adsorción, y menor su solubilidad en agua.
— El contenido de materia orgánica,
— El contenido y mineralogía de la arcilla.

La cantidad de producto adsorbido por unidad de adsorbente (Koc, para una adsor-
ción sobre carbono orgánico del suelo), se ha relacionado con parámetros físico-químicos
del producto, en concreto el coeficiente de partición agua-octanol (Kow) y el coeficiente
de partición suelo-agua (Ka), valores conocidos para cada producto. Las relaciones son
de tipo lineal con el contenido de carbono orgánico. Cuanto mayor sea Ka mayor será la
adsorción. Este hecho tiene dos implicaciones, con adsorciones muy bajas el producto
será muy móvil pudiendo pasar a las aguas freáticas, mientras que adsorciones muy altas
hacen que el elemento sea tan inmóvil, que puede llegar a no tener una actividad bioló-
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gica útil, lo que ocurre en suelos con contenidos muy altos de materia orgánica. En la
zona mediterránea, en suelos con epipediones pobres en materia orgánica (< 2 % valor
frecuente), pueden presentarse problemas por baja retención y movilización por lavado
en zonas de regadío.

b) Volatilización
Al estudiar la adsorción se ha podido deducir que puede haber una contraposi-
ción entre los objetivos de diseño de un fitosanitario, según se atienda a la finali-
dad básica de todo producto, que es llegar a matar al organismo objetivo y los
requerimientos de escasa movilidad que todo producto debe cumplir en relación
al medio ambiente. En el caso de la volatilización se vuelve a presentar esta dis-
función.

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Tomando como ejemplo el bromuro de metilo, el diseño de este producto como desin-
fectante de un suelo exige que se difunda eficazmente en el espacio de huecos del suelo.
Los productos con elevada presión de vapor cumplen este requerimiento, pero en el uso del
producto habrá que tomar precauciones, tales como localizarlo adecuadamente y cubrir el
suelo, para evitar su rápida pérdida a la atmósfera, con los consiguientes riesgos de conta-
minación ambiental.
Las pérdidas por volatilización son muy variables desde insignificantes a más del 50 %
de lo aplicado, dependiendo de la porosidad del suelo, del contenido de materia orgánica,
del movimiento del agua en el suelo, de las condiciones de aplicación y del tipo de pro-
ducto. En cualquier caso el paso de un producto a la atmósfera hace posible su transporte a
grandes distancias y su posible retorno a sistemas terrestres o acuáticos por deposición,
principalmente por la lluvia.

c) Degradación
La degradación de un agroquímico puede contemplarse desde el punto de vista
de la duración de su eficacia hasta que aparezca el organismo objetivo y desde una
perspectiva medioambiental, considerando la persistencia y la transferencia del
producto. En el diseño de nuevos productos hay que tener en cuenta esta dualidad:
persistencia frente a degradación. La persistencia se suele medir en términos de:

DT50 vida media del producto: tiempo de desaparición del 50 % del producto.

La vida media tiene un valor relativo, ya que depende de las condiciones del
medio y de manejo. La persistencia se considera larga si DT50 es superior a seis
meses.
El riesgo de contaminación aumenta al hacerlo la persistencia del producto.
Para algunos fitosanitarios, en condiciones medias de campo, la duración de su
acción (Matsumura y Murti, 1982; Brady, 1984) es del orden de:
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PERSISTENCIA
Corta Media Larga
1 mes o menos Indefinida
1 a 3 meses 3-12 meses Más de 1 año

Acroleína Butilato Alacor Borato Arsenicales


Carbarilo Clorprofam Atrazina Dieldrín
Dalapón EPTC DCPA DDT (2-5 años)
2,4-D PCP Diurón Terbacil
Dinoseb 2, 4, 5-T Dicamba Clorodana
Glifosfato Cicloato Linurón Triazina (1-2 años)
Malatión (1-12 semanas) Metribuzín
Metil bromuro Simazina
Propanilo Trifluralín
Diazinón (1-12 semanas) Bromoxinilo
Carbamato (1-8 semanas)

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Las características del suelo inciden sobre la vida media de un producto DT50,
de forma que ésta aumenta:

— Con el contenido de materia orgánica del suelo, por procesos de adsorción, que
hacen disminuir la toxicidad. Si bien la mayor actividad microbiana en horizontes
ricos en materia orgánica tendrá el efecto contrario.
— Con el contenido de arcilla, frente a horizontes francos o arenosos.
— Con el contenido de humedad del suelo, para los compuestos solubles en agua, en el
intervalo que va de –1500 kPa a –33 kPa.
— Con la acidez de los suelos, para fitosanitarios con posibilidad de protonotación, ya
que la adsorción es más alta.
— Con el pH de los suelos para productos que den lugar a formas aniónicas mucho más
estables que en forma no ionizada.
— Con la disminución de la temperatura, ya que decrece la actividad microbiana, así la
LD50 aumenta de 2,5 a 3 veces al disminuir 10° C la temperatura (Ley de Arrhenius).

La persistencia de un producto, más allá del tiempo necesario para acabar con el orga-
nismo objetivo, se considera una característica no deseable, ya que su uso continuado
podría provocar acumulación de residuos hasta niveles potencialmente tóxicos. Esto afecta-
ría a la fertilidad del suelo y al medio ambiente. Los organoclorados, con persistencias de 2
a 5 años, han llegado a producir problemas, lo que ha llevado al empleo de los organo-
fosfatados (DT50 de 1 a 12 semanas).
Ahora bien, lograr fitosanitarios de degradación más rápida no resulta sencillo. Un
aspecto a considerar es que estos productos, al ser menos eficaces, pueden exigir mayor
número de tratamientos, lo que incide tanto sobre el medio ambiente como sobre la rentabi-
lidad. Otro aspecto a tener en cuenta es que la inactivación de un producto por degradación
no asegura su mineralización, y puede ocurrir que sus metabolitos sean igual o más tóxicos
que el producto original. Este es el caso del aldrín al degradarse a dieldrín.
Los procesos de degradación pueden ser:

— No biológicos:
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Las reacciones más importantes son la oxidación, la hidrólisis y la degradación foto-


química.
Los productos resultantes de la hidrólisis, que es una degradación rápida, pueden
presentar riesgos de contaminación para una capa freática poco profunda, ya que a
veces son más tóxicos que los originales.
La degradación fotoquímica viene limitada por la ausencia de luz solar una vez
incorporado el producto al suelo.
— Biológicos (biodegradación):
Los procesos metabólicos son aquellos en los que un mismo tipo de microorga-
nismo degrada el compuesto.
Los procesos cometabólicos se caracterizan porque la degradación se produce por
un consorcio de microorganismos, con lo cual tiene lugar entre ellos un reparto de la
energía liberada.

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En áreas en las que se practica el monocultivo de maíz, se han observado procesos de
degradación acelerada de fitosanitarios incorporados al suelo, después de algunos años de
utilizar el mismo producto. Este tipo de degradación, observada en una amplia gama de
productos hace que disminuya la concentración del agroquímico por debajo de su umbral
de actividad, con lo que no hay control del organismo objetivo. Esto puede ser debido a la
adaptación de los microorganismos del suelo a la estructura del xenobiótico, lo que hace
aumentar su capacidad biodegradante.

d) Predicción del comportamiento de un fitosanitario en el suelo


El destino de un agroquímico en el suelo resulta de la interrelación de los proce-
sos de adsorción, volatilización y degradación, en un suelo de características deter-
minadas y bajo unas condiciones meteorológicas concretas. Por ello, resulta extre-
madamente complejo poder realizar predicciones respecto a su comportamiento.
El conocimiento del destino de un agroquímico resulta básico para entender su impacto
potencial sobre el medio ambiente.
A partir del punto de ebullición (presión de vapor) y del logaritmo del coeficiente de
partición agua-octanol (log Kow) y del coeficiente de partición suelo-agua (Ka), ambos
relacionados con la cantidad de producto adsorbido (Koc), se puede evaluar el comporta-
miento potencial de los distintos agroquímicos en el suelo (Arnold y Briggs, 1990).

ESTUDIO DE CASOS
Teniendo en cuenta las características de distintos fitosanitarios reseñadas por
Arnold y Briggs (1990), se quiere predecir el comportamiento que tendrá un
producto de estructura

O
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cuyas constantes físico-químicas son:


kd = 100 punto de ebullición = 450° C
log Kow = 5,7 solubilidad en agua =1 mg L–1
según se aplique a un Epiaqualf arénico o bien a un Xerofluvent típico.

Respuestas
1. Un kd = 100 es muy elevado, por lo que los procesos de adsorción serán importan-
tes, por consiguiente, el riesgo de ser lavado es bajo.
Es un producto volátil y poco soluble. →

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2. Persistencia: Presenta un enlace O que constituye un punto de fácil oxida-

\
ción, para lo que se requieren condiciones aerobias que se dan en el Xerofluvent,
pero no en el Epiaqualf. En este caso será recalcitrante y puede haber pérdidas
por volatilización.
3. Ruta metabólica:

OH

+ HOOC

para pasar posteriormente a CO2 más los grupos residuales.

ESTUDIO DE CASOS
Abrir un debate para discutir las implicaciones que puede tener la degradación
acelerada de los plaguicidas aplicados al suelo para controlar las larvas de un
coleóptero de los chrysomelidae, desde un punto de vista medio ambiental y
desde un punto de vista del interés en mantener el monocultivo de maíz en una
parcela o de aconsejar la rotación de cultivos como imprescindible.

Bases para la discusión


1. La pérdida de eficacia puede llevar al agricultor a aumentar las dosis, con lo que se
aumenta los residuos del producto en el suelo.
2. El monocultivo hace que los ataques se mantengan o aumenten año a año.
3. La rotación de cultivos constituye un medio eficaz de disminuir la plaga de forma
natural: menos ataques en años sucesivos.
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4. Contaminación por nitratos

4.1. De nutriente de las plantas a contaminante de las aguas:


Problemática del N-NO3– en el medio ambiente
El nitrógeno es un elemento esencial para el crecimiento de las plantas, por lo
que se tiene sistemáticamente en cuenta en los planes de fertilización. El incre-
mento de las dosis de nitrógeno, junto con la introducción de nuevas variedades
mejoradas, ha permitido aumentar considerablemente las producciones agrícolas a
partir de los años 70, de tal manera que en Europa se ha llegado a finales de los 80
a una situación de excedentes en la producción, con las consiguientes repercusio-
nes económicas.

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Por otro lado, hoy en día existe una preocupación mundial por la concentra-
ción creciente de N-NO3– en las aguas para consumo humano, que se ha plasmado
en normativas al respecto en muchos países y en especial en la Unión Europea.
La publicación Land Degradation de la FAO (Rauschkolb, 1971) se interesaba ya por el
tema de la contaminación de las aguas por nitratos procedentes de actividades agrícolas, si
bien en aquel momento no parece que se evaluase como un problema importante. No obs-
tante, por aquella época el U.S. Public Health Service ya había fijado un límite máximo
admisible, de 45 mg N-NO3– L–1, para las aguas suministradas para ser bebidas, límite que
ha seguido manteniendo la U.S. Environmental Protection Agency (1977).
La Comisión Europea ha redactado una Directiva referente a la calidad del agua desti-
nada a consumo humano (809/778/EC) que es de obligado cumplimiento para los países de
la CE. Se fija la concentración máxima admisible en 50 mg N-NO3 por litro, y un nivel guía
de 25 mg N-NO3– L–1.
Esta preocupación deriva de la relación establecida entre los nitratos y la salud pública,
a partir del trabajo de Comly (1945). En él se establece el papel de N-NO3 en agua para ser
bebida, como causa de la methemoglobinemia infantil o síndrome de niño azul (cianosis).
A escala mundial se han citado unos 2.000 casos, con un porcentaje de mortalidad del 8 %
(Oakes, 1991), en niños que en un 85 % de los casos habían ingerido agua con concentra-
ciones superiores a 100 mg N-NO3– L–1. El agua tenía además una dudosa calidad micro-
biológica, y principalmente se trataba de áreas rurales que consumían agua de pozo.
En Europa Occidental es una enfermedad muy poco frecuente. Se ha venido citando en
Hungría, con 1.353 casos de methemoglobinemia con 21 muertes, siempre en niños de
menos de 90 días que habían consumido agua con más de 22,6 mg N-NO3– L–1. Por ello, los
límites establecidos para el contenido de N-NO3– en aguas para el consumo humano pare-
cen estar muy justificados (Hill, 1991). Por otro lado, se ha establecido como hipótesis que
los N-NO3–, pueden estar implicados en la aparición de cáncer en el hombre, debido a que
los compuestos N-NO2–, forman una familia de compuestos altamente cancerígenos, que se
pueden formar en el cuerpo humano, en los animales y en los alimentos tratados con nitri-
tos o nitratos como conservantes. El tema ha sido revisado por Hill (1991), quien afirma
que no hay razón para postular un riesgo de cáncer gástrico asociado con un elevado con
sumo de N-NO3– en personas con una acidez gástrica normal, debiendo todavía evaluarse el
riesgo sin barrera gástrica ácida.
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En sistemas acuáticos, la riqueza en nitratos y fosfatos en las aguas favorece el creci-


miento exagerado de algas. Esto puede ser beneficioso hasta cierto punto. ya que representa
un proceso de depuración natural de las aguas por fijación de N-NO3–,
La mayor sensibilización por la posible contaminación por N-NO3– se debe a que en
algunos países de la UE se ha observado un incremento de las concentraciones de nitratos
en aguas superficiales, en las freáticas y en las costeras.

4.2. Ciclo del nitrógeno


Los distintos elementos químicos, entre ellos el nitrógeno, vuelven a pasar
por un mismo compartimento del medio, considerado como un sistema global,
después de cierto lapso de tiempo. Esto permite hablar del carácter cíclico del

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sistema y establecer la secuencia de compuestos químicos y procesos. Profundi-
zar en el estudio del ciclo del nitrógeno significa llegar a entender cómo se com-
porta este elemento en el sistema global, y en los diversos subsistemas, entre
ellos el suelo.
El sistema global se puede considerar dinámico y cerrado, mientras que los sis-
temas integrantes o subsistemas, son dinámicos y abiertos, con flujos de entrada y
de salida de nitrógeno que es transferido de unos a otros. La atmósfera media
actual, con un 79 % de N-N2, constituye la fuente primaria de este elemento. La
incorporación de nitrógeno al suelo da lugar a todo un ciclo bastante complejo,
que puede esquematizarse del siguiente modo:

NOx
N-atmosférico
Fijación biológica
Industria Contaminación
simbiótica: Rhizobium
Fijación
Lluvia no simbiótica: Azotobacter

N-orgánico en seres vivos:


proteínas, nucleótidos
NO3– y NH4 +
y otros

Volatilización N-orgánico
en materia muerta:
N2 residuos de plantas
y animales,
deyecciones, purines

N2O
Mineralización

Nutrición Anaerobiosis
plantas Pseudomonas
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Reducción
NO2– NH3 s XNH4
Aspergillus

+O2
n

ac

Reducción
os

Nitrosomonas
itr
N


NO3– Nitrificación NO2 Atmósfera

N-NO3 lavado Nitrobacter + O2
N2O
Aguas freáticas
Aguas superficiales

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Se indican a continuación los principales procesos identificados en el ciclo del
nitrógeno:

Denominación Descripción

Fijación de N2 atmosférico Incorporación por la lluvia al suelo: N-NO3–, N-NH4+


Fijación simbiótica: N-NH4+ en el suelo.
Actividad bacteriana: Rhizobium y otros:
N2 + 6H+ → 2NH3
Fijación no simbiótica: N-orgánico y N-NO3–
Procesos industriales: fabricación de fertilizantes tales como:
N-NO3–, N-NH4+ y N-NH2
Fijación en compuestos orgánicos Plantas, animales y sus residuos, estiércoles, purines y dese-
de seres vivos chos urbanos.
Inmovilización Estabilización en el suelo en forma N-orgánico (humus).
Actividad microbiana que incorpora N en secuencias metabóli-
cas para biosintetizar constituyentes celulares del organismo,
en particular proteínas.
Mineralización Paso de N-orgánico a N-NO3– y N-NH4+ por hidrólisis. Afecta
anualmente a un 2-3 % del N-inmovilizado en el suelo, y par-
cialmente a la materia orgánica recién incorporada.
Nitrificación Paso de N-NH4+ a N-NO3– por oxidación enzimática, que tiene
lugar en dos etapas:
N-NH4+ → HONH2 → HONNOH → NO2–
por acción de bacterias autotróficas aerobias: Nitrosomonas,
Nitrosolobus, Nitrospira. El N-NO2– producido es tóxico para
las plantas superiores.
La oxidación prosigue:
NO2– + O2– → NO3– por acción de bacterias autotróficas aero-
bias: Nitrobacter.
Fijación N-NH4– en arcillas Formación de complejos de esfera interna (Cap. 9).
Adsorción N-NH4– en arcillas Formación de complejos de esfera externa (Cap. 9), el N-NH4+
se halla en forma intercambiable.
Lavado y escorrentía El N-NO3– no absorbido por las plantas, al no poder ser adsor-
superficial bido por las arcillas ni por la materia orgánica es susceptible de
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ser lavado siendo transferido del suelo al agua freática. Tam-


bién puede haber pérdidas por erosión. El N-NO2– se produce
en suelos con drenaje insuficiente y condiciones reductoras.
Desnitrificación El paso de N-NO3– a N-NOx y a N-N2 tiene lugar en medios
anaerobios.
Volatilización El N-NH4+ puede perderse como N-NO3– en suelos calizos y en
suelos arenosos.

Dado que el exceso de nitratos en las aguas puede deberse a la aportación al


suelo de residuos orgánicos de origen ganadero (purines, estiércoles y deyecciones
directas) y a la fertilización nitrogenada, se puede afirmar que las actividades agro-
pecuarias pueden tener efectos desfavorables sobre la calidad de las aguas superfi-
ciales y freáticas, si no se procede con el debido control.

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Los nitratos son compuestos altamente solubles, lo que explica su elevada
movilidad en el medio, que viene condicionada por las características hidrológicas
del suelo, las precipitaciones y el riego.

ESTUDIO DE CASOS
Abrir un debate para discutir las repercusiones que puede tener una política
europea encaminada a restringir el uso de fertilizantes nitrogenados en la CE,
con el fin de disminuir los riesgos de contaminación de acuíferos por N-NO3–.

Bases para el debate


— Disminuir las dosis actuales de abonos nitrogenados puede tener dos efectos:
Una disminución del riesgo de contaminación.
Una bajada en las producciones.
— Al ser menores las producciones disminuirán los excedentes en Europa. Al haber
menos producto en el mercado a nivel mundial, no se puede exportar a bajos precios
a los países en vías de desarrollo, incluso se puede llegar a incidir en su mercado,
detrayendo productos: los precios podrían aumentar en dichos países.

4.3. Procedencia de los N-NO3– en las aguas


El N-NO3– de las aguas tiene diversas procedencias:

— La atmósfera por el agua de lluvia.


— El suelo por procesos de transferencia a capas freáticas, a partir de los abo-
nos, purines y otros residuos orgánicos.
— Las zonas urbanas por los vertidos de aguas residuales.
— Las zonas industriales.
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El lavado de nitratos a partir del suelo vendrá controlado por el modelo de concentra-
ción de solutos. Si el agua reside en un horizonte suficiente tiempo puede alcanzarse el
equilibrio y el transporte se hará a la máxima concentración, según el producto de solubili-
dad. Por el contrario, si el tiempo de residencia es corto, es decir, el agua circula por macro-
poros o existe un flujo por derivación (bypass), el agua no llegará a saturarse en N-NO3– a
pesar de la elevada solubilidad que estos presentan.
En un Vertisol, por ejemplo, después de un período seco al estar abiertas las grietas,
puede haber circulación de agua por ellas (flujo de derivación). El agua caída en una tor-
menta puede dar lugar a un flujo más diluido que si el aporte tiene lugar a intensidades de
lluvia bajas. Esto permite que las grietas lleguen a cerrarse y el agua se vea obligada a
circular por el espacio de poros. Durante el período húmedo, las grietas permanecen
cerradas, el flujo de derivación desaparecerá durante todo este período. Al variar el

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modelo de descarga, también lo hace la capacidad contaminante ligada a los procesos de
transferencia.

4.4. Movimiento y transformaciones de N-NO3– en el suelo: Modelos


Los suelos difieren en sus potenciales de lavado de N-NO3– (NLP) dependiendo de sus
propiedades relacionadas con el movimiento del agua (Cap. 13). En suelos de textura fina
habrá poco lavado de N-NO3– al ser fertilizados y regados, mientras que en suelos arenosos
el lavado será un problema por el riesgo de contaminación de las capas freáticas.
La Comisión de las Comunidades Europeas (DG XII) contrató un programa de investi-
gación sobre nitratos en los suelos en el que trabajaron siete países durante tres años. El
objetivo del proyecto era desarrollar técnicas aplicables al muestreo, medida y generación
de modelos para caracterizar el movimiento y transformación de N-NO3 en el suelo y la
capa freática a nivel de finca, a escala regional y en una cuenca. Estos trabajos han produ-
cido información para evaluar los efectos de diferentes prácticas agrícolas sobre el lavado
de nitratos de la zona radicular (Thomasson et al., 1991).
La utilización de modelos (Follet et al., 1991) parece prometedora para una mejor com-
prensión del comportamiento de los N-NO3 al permitir cuantificar las pérdidas por lavado
teniendo en cuenta el tipo de cultivos, sistemas de manejo, régimen climático y unidad de
suelos, para evaluar los impactos.
Los modelos desarrollados pueden referirse al suelo, a la capa freática, a los cursos de
agua y a los embalses. Los modelos determinísticos son los que mejoran la comprensión de
las distintas partes del sistema. No obstante, dependiendo de la información disponible, a
veces, habrá que limitarse a modelos de «caja negra», de carácter empírico, que tienen en
cuenta las entradas de N-NO3– en el sistema y de salidas en diferentes compartimentos,
estudiando la red de drenaje, pozos poco profundos o lisímetros. Este enfoque resulta ade-
cuado para modelos de capas freáticas a gran escala, en los que no se simulan los mecanis-
mos internos del sistema.
Para trabajar a escala de grandes áreas se exige que el modelo a adoptar se base en pro-
cedimientos relativamente sencillos, se llegue a resultados reproducibles, la información
necesaria sea fácil de obtener sin grandes costes, y el modelo sea aplicable a las distintas
unidades de suelo que puedan presentarse en el área.
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Los modelos disponibles para el balance de nitrógeno y del agua han sido ensayados y
documentados por diversos autores (Thomasson y cols., 1991). Los modelos para capa
freática, excesos de agua y embalses han sido revisados por Oakes (1991), entre otros
investigadores. Se han desarrollado diversos modelos informatizados para describir el
movimiento de N-NO3– (Follet et al., 1991) y se han establecido índices del potencial de
lavado de N-NO3– en el suelo (Khakural y Robert, 1993).

4.5. Medidas para el control de N-NO3– en el medio


Para disminuir las concentraciones de N-NO3– en las aguas hay una serie de
medidas preventivas que tienden a disminuir la transferencia de nitratos a las
aguas; y una serie de medidas correctoras, a aplicar cuando el agua haya alcanzado
ya niveles no deseables de nitratos:

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Tipo de Medidas Observaciones
Preventivas
Ordenar los usos del territorio para proteger la
cuenca de bombeo:
Establecimiento de zonas de protección En toda una cuenca o en parte de ella se delimitan
zonas para garantizar un grado de seguridad a los
suministros de agua.
Se evalúa la eficacia de las medidas por medio de
modelos.
Se protege igualmente frente a otros posibles conta-
minantes, por ejemplo, los fitosanitarios.
Orientar el uso de fertilizantes para evitar En el Reino Unido se ha limitado la aportación
pérdidas innecesarias de N-NO3– por lavado anual a 250 kg N-NO3– ha–1 (fertilizantes + puri-
nes), lo que equivale en promedio a unos 50 m3 ha–1
de purin no diluido (MAFF, 1991).
Orientar el uso de purines para evitar pérdidas Cantidad a aplicar según la capacidad de aceptación
innecesarias de N-NO3 por lavado de la unidad de suelo y épocas de menor riesgo.
Ordenación de cultivos Reorientar los cultivos hacia plantas menos exigen-
tes en nitrógeno.
Delimitación de Áreas Sensibles a los Nitratos En estas áreas los agricultores deben tener una com-
(ASN) pensación por la adopción voluntaria de restriccio-
nes al uso de fertilizantes y aporte de purines, lo
que incidirá sobre la producción.
Delimitación de áreas permanentemente sin Las compensaciones a los agricultores deben ser
fertilizar: áreas con aguas con mayores para la reconversión a área forestal, por
N-NO3– > 70 mg L–1 ejemplo.
Correctoras:
Actuaciones frente a escenarios con aguas con
elevadas concentraciones de N-NO3–
Mezcla de aguas: Efecto diluidor Se requiere disponer de aguas de bajo contenido en
N-NO3– a una distancia razonable.
Clausura de pozos y sondeos contaminados Debe de haber una alternativa de suministro.
Modificación de la profundidad del sondeo Las concentraciones de N-NO 3 disminuyen al
aumentar la profundidad en el acuífero.
Embalse del agua en superficie: Provocar una Almacenamientos prolongados pueden dar lugar a
desnitrificación natural por actividad problemas por desarrollo de algas.
microbiológica
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Plantas de tratamiento del agua para disminuir


el contenido de N-NO3–
— Por intercambio iónico en resinas Se intercambia NO3– por Cl–
intercambiadoras Requiere la regeneración periódica de las resinas,
que produce un efluente rico en cloruro, sulfato y
nitrato.
— Por desnitrificación microbiológica Tiene lugar en lecho de arena o grava con bacterias
provocada que toman su energía de metanol añadido al agua.
Requiere reairear, filtrar y desinfectar el agua.
— Por ósmosis inversa en membrana Se obtiene agua desionizada y un residuo.
semi-permeable
— Por electrodiálisis en membrana Se obtiene agua parcialmente desionizada.
intercambiadora de iones
Suministro de agua embotellada de otra En casos de gravedad o para comida y bebida para
procedencia y con control de calidad niños.

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Lo más conveniente sería que las medidas preventivas fuesen aplicables y efi-
caces. La disminución de la fertilización rica en nitrógeno parece poco viable por
debajo de ciertos límites, sin una política de compensaciones a los agricultores,
cuando, por otro lado, se ha venido fomentando hasta hace poco el aumento de las
producciones agrícolas.
Dado que las medidas correctoras requieren inversiones importantes y enca-
recen el agua, es preferible ir a la prevención. Establecer zonas de protección en
las áreas de captación y asesorar a los agricultores sobre áreas sensibles, cantida-
des de fertilizantes y purines a aplicar, y momentos de menor riesgo. Todo ello
debe mejorar el manejo de los abonos nitrogenados, en las prácticas agrícolas
habituales.

4.6. Evaluación de la capacidad de un suelo para aceptar purines


El conocimiento de la capacidad de un suelo para aceptar purín constituye una
información necesaria para poder distribuir este residuo líquido sin riesgo de
contaminación para las aguas superficiales y freáticas, ya sea por escorrentía
superficial o por pérdidas por lavado. Igualmente interesa prevenir cualquier tipo
de degradación del propio suelo, y evitar desequilibrios nutricionales sobre los
cultivos.
Un vertido de 5 m3 de purín de ganado porcino (Ferrer y cols., 1983) a una hectárea
aporta en promedio las siguientes cantidades de N, P, K, Zn y Cu, aparte otros elementos:

— N-Orgánico 12,5 kg ha–1


— N-amoniacal 17,0
— Fósforo 26,5
— Potasio 18,0
— Cinc 0,27
— Cobre 0,34
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Atendiendo al tipo de explotación porcina los aportes en promedio serán (Ferrer y cols.,
1983):

Tipo de Mg Zn Cu Na
Contenido
explotación kg/100 kg g/1000 kg g/1000 kg kg/1000 kg

Promedio 0,7 61 48 1,2


Engorde
Intervalo 0,2-1,7 10-148 19-99 0,7-2,4
Promedio 0,3 18 3 0,7
Madres
Intervalo 0,04-0,56 7-34 1-27 0,3-11
Promedio 0,5 39 35 0,9
Ciclo cerrado
Intervalo 0,2-0,9 17-62 6-50 0,7-1,5

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Interesa poder disponer de información sobre:

— Zonas del territorio que pueden aceptar purines sin riesgo.


— Cantidad que se puede aplicar cada vez.
— Épocas del año con menor riesgo.
— Requerimientos de almacenamiento temporal de purín.

La información que se requiere para llevar a cabo la evaluación es:

— De carácter climático para:


Estudiar la distribución y tipo de lluvias.
Establecer el balance hídrico medio y para el año extremo, para un período de
retorno dado.
— De carácter edáfico:
Categoría de suelo: profundidad y características químicas.
Pendiente.
Capacidad de retención de agua disponible para las plantas (CRAD).
Períodos del año en que el agua del suelo se encontrará a un potencial igual o supe-
rior a –33 kPa, en los que no hay déficit de agua y un aporte de purín implicaría pér-
didas por lavado.
Texturas y contrastes texturales.
Velocidad de infiltración y conductividad hidráulica.
Procesos de expansión-retracción de las arcillas.

Las principales características cuantificables del suelo que condicionan el


riesgo de contaminación de las aguas subterráneas permiten establecer tres niveles
de riesgo (USDA, 1983 y Danés y cols., 1993):

RIESGO
Condicionantes
Bajo Medio Alto
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Capacidad de retención de agua disponible para las


plantas (m3/ha) > 500 500-250 < 250
Profundidad efectiva (cm) > 100 100-50 < 50
Profundidad al nivel freático (cm) > 90 90-45 < 45
Conductividad hidráulica en un espesor de 0 a 150 cm
(cm h–1) <5 5-15 > 15
Materia orgánica % <2 2-4 >4
Precipitación-ETP en invierno (mm) < 150 150-300 > 300
Inundación no ocasional frecuente
Pendiente (%) <8 8-15 > 15
Elementos gruesos (%) < 15 15-35 > 35
Factor erosión (factor K × % pendiente) <3 3-7 >7
SAR (entre 0 y 50 cm) – – > 12
CES dS m–1 a 25° C <4 4-8 >8

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Aplicando estos criterios a una zona de la que se disponga del mapa de suelos a escala
1:25.000, se puede derivar de él un mapa de zonas de riesgo de contaminación de las aguas
subterráneas por nitratos. Así, por ejemplo, para los suelos del Alto Ampurdán (Girona)
(Boixadera et al., 1992):

Mapa de suelos escala original: 1:25.000


Suelos bien drenados de Ef2
textura media
Ed1 = Textura FAr, pendiente Ed1
de 0 a 2 %. Serie Armentera. Ed1
Suelos moderadamente bien
drenados de textura gruesa
Ef2 = Textura FAr, pendiente
de 0 a 2 %. Serie Saldat,
inundables.
Suelos moderadamente bien Ef
drenados de textura media y
moderadamente fina Ed1
Ef = Textura F, pendiente
de 0 a 2 %. Serie Montiró.
Ec = Textura FaL, pendiente
de 0 a 2 %. Serie Eb
Vilamacolum.
Ecb = Textura FaL, pendiente
de 0 a 2 %. Complejo Ef
Vilamacolum-Closes.
Eb = Textura FaL, pendiente
de 0 a 2 %. Series Closes.
Suelos imperfectamente Eg1
drenados de textura media
Eg1 = Textura FL, pendiente
de 0 a 2 %. Serie Madral. Ec
Suelos escasamente
drenados de textura fina
Ea = Textura FAL pendiente Ecb
Ea
de 0 a 2 % Serie Rases.

Mapa de riesgo de contaminación de aguas subterráneas por N-NO3


M = Riesgo moderado. A
A = Riesgo alto.
M M
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M
M
A

A
M

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Las autoridades responsables del medio ambiente son las que en muchos países fijan las
cantidades máximas de nitrógeno aplicables al suelo. Las características del purín utilizado
y la relación de dilución permiten hacer los cálculos para cada caso concreto. Cuando una
parcela haya recibido la cantidad máxima, entre purines y abonos, no debe ser receptora de
purín hasta 12 meses después. El nivel de riesgo puede ser permanente, en las áreas a
excluir; o temporal, en áreas en las que se puedan planificar aportes a lo largo del año. El
MAFF (1991) clasifica los suelos ingleses según su capacidad para aceptar purines
teniendo en cuenta los siguientes criterios:

Criterios de evaluación Evaluación

Proximidad a cursos de agua y acequias (< 10 m) Áreas excluidas de cualquier aporte.


Período disponible: ≤ 1 mes Áreas de muy alto riesgo.
Período disponible: 1 a 3 meses Áreas de alto riesgo.
Período disponible: 4 a 8 meses Áreas de riesgo moderado.
Período disponible: 9 a 12 meses Áreas de bajo riesgo.

Estos criterios se basan casi exclusivamente en el hecho de que haya percolación o no a


lo largo del año, por lo que resultan un tanto incompletos.

5. Aguas superficiales, fosfatos y eutrofización


Las aguas superficiales suelen presentar mayores contenidos de nitratos que de fosfa-
tos. La causa más general y mejor conocida de contaminación de las aguas superficiales por
fosfatos procedentes de actividades agrícolas es debida a la escorrentía superficial. Ello se
debe a que las pérdidas por escorrentía pueden tener lugar incluso en situaciones en las que
las tasas de aplicación no excedan a los requerimientos de los cultivos (Breeuwsma y Silva,
1993). La relación N/P expresa el control de estos elementos en la producción de biomasa
acuática siendo, por lo general, el fósforo el factor limitante, si bien este criterio no parece
suficiente para resolver el problema de la eutrofización (Bernhardt, 1992). La eutrofiza-
ción (del gr. eutrophos, eu = rico, trophos = alimento) es un proceso provocado por el hom-
bre, que tiene efectos adversos sobre la calidad de las aguas corrientes y embalsadas. Puede
describirse como:
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Un enriquecimiento de los sistemas biológicos por elementos nutrientes, principalmente


N y P.
Un crecimiento desmesurado de biomasa, en especial algas cianofíceas autótrofas y de
especies superiores, por ejemplo, del género Lemna (lenteja de agua), origen de materia
orgánica en suspensión y sus metabolitos (Sutcliffe y Jones, 1992).
Una demanda biológica de oxígeno elevada para descomponer y biodegradar la materia
orgánica muerta procedente de tal biomasa. En casos extremos pueden llegar a crearse
unas condiciones aneorobias, lo que puede afectar negativamente a la fauna acuática
con resultado de muertes masivas. Los peces, por ejemplo, mueren cuando el oxígeno
disuelto en el agua es inferior a 1 mg L–1.
Un consumo elevado de nutrientes por parte de algas y plantas acuáticas, lo que produce
su agotamiento y, por lo general, algunos de ellos pueden resultar limitantes.

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El enriquecimiento de las aguas en fosfatos tiene efectos medioambientales. Así, por
ejemplo, un crecimiento desmesurado de plantas acuáticas llega a crear desequilibrios eco-
lógicos en las comunidades y problemas en canales y embalses, generando costes impor-
tantes si requieren limpiezas periódicas. Estos desequilibrios tienen su origen en una conta-
minación del sistema por fosfatos, que pueden proceder de:

— Fuentes puntuales:
Son aquellas que proceden de un vertido en un punto determinado, como conse-
cuencia de la llegada de las aguas de origen doméstico, industrial o de explotaciones
ganaderas de tipo intensivo.
— Fuentes difusas o no puntuales:
Son aquellas que no tienen su origen en un punto concreto de la masa de agua o que
se originan en grandes superficies de terreno.

Para evaluar la incidencia de las explotaciones ganaderas en la eutrofización


de las aguas hay que tener en cuenta el tipo de animales de la explotación. Como
cifras orientativas referentes a la producción de fósforo (Díaz, 1989), se pueden
indicar:

kg P por animal y año


Vacuno 9,5
Porcino 5,6
Equino 11,8
Ovino 1,5
Aves 0,6

La transferencia de fosfatos a las aguas puede tener lugar:

— Con intervención del suelo debido a:


Procesos de transferencia de este anión del suelo a una capa freática poco profunda.
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Esto es posible en suelos cuyos horizontes tengan valores de pH comprendidos


entre 6,5 y 7,5, ya que la movilidad de los fosfatos es máxima.
Procesos erosivos por cuyo efecto el fósforo del epipedión pase al agua de escorren-
tía que transportará los fosfatos a las aguas superficiales ya sea en solución o en sus-
pensión asociado a las partículas sólidas erosionadas.
— Por las aguas residuales debido a:
Detergentes fosfatados.

Los contenidos de fosfatos en las aguas superficiales que sean superiores a los
considerados normales, superiores a 10 μg L–1, provocan eutrofización. Los crite-
rios para evaluar el estado trófico en lagos y embalses según el Programa Coopera-
tivo de la OCDE son los siguientes:

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mg Pm–3
Oligotrofo < 10
Oligomesotrófico 10-20
Mesotrófico 20-50
Eutrófico 50-100
Hipereutrófico > 100

ESTUDIO DE CASOS
Los datos analíticos de la publicación anual del MOPU «Análisis de Calidad de
Aguas» permiten disponer de una información muy valiosa en cuanto al estado
de los principales ríos y embalses.
Partiendo de los datos del año hidrológico 1989-90 se pide dictaminar si existen
problemas predominantes de contaminación o de simple eutrofización en dos
casos de interés: los cursos de agua del Plan Badajoz, Vegas Bajas, represen-
tados por el río Ortigas, afluente al Guadiana, y en ríos que aportan aguas al
Parque Natural de las Tablas de Daimiel, como el Gigüela.
Ortigas Gigüela en Buenavista
–1
Oxígeno disuelto mg L 2,5 6,3
Oxígeno disuelto sat 28,1 63,0
Materias en suspensión mg L–1 40,0 10,0
pH 7,5 8,2
Conductividad eléctrica dS m–1 a 25° C 0,7 1,9
DQO mg L–1 11,4 10,8
DBO mg L–1 2,1 10,4
Fosfatos mg L–1 4,0 9,5
N-NO3– mg L–1 2,3 4,4
N-NH4+ mg L–1 0,6 27,0

Respuestas
Para evaluar el estado trófico hay que tener en cuenta que para el río Ortigas no parece
existir problema de contaminación orgánica, sino simple eutrofización derivada del
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empleo excesivo de abonos en los regadíos.


Los contenidos de ión nitrato son también muy altos, frente a los de amonio bajo, dado el
alto poder de oxidación de las aguas.
Para el río Gigüela el contenido de oxígeno disuelto es bajo, con valores altos de DBO, lo
que indica la presencia de materia orgánica fácilmente degradable.
Los fosfatos son altos, así como el contenido de N-N03– y N-NH4+. En este caso existe
eutrofización y contaminación, al menos orgánica.

6. Utilización agrícola de lodos residuales de depuradora

La implantación de depuradoras de aguas residuales ha ido en aumento en los


últimos años como resultado de la aplicación de la normativa encaminada a la pro-

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tección de las aguas superficiales. Con ello se producen volúmenes importantes de
lodos que se pueden definir (Costa y cols., 1991) como:

Residuos urbanos procedentes de la depuración de aguas residuales cuya mate-


ria orgánica puede ser objeto agrícola.
El resultado de una depuración biológica o de una depuración físico-química, si
bien en este caso los lodos resultantes tienen características marcadamente dis-
tintas.

Las características del suelo al que se aplican deben ser tales que se comple-
menten con los lodos. La movilidad de los distintos elementos incorporados, en
especial los metales pesados, y los procesos de transferencia, que pueden dar ori-
gen a contaminaciones en las aguas freáticas poco profundas, dependerán de las
características del suelo receptor.
Los lodos residuales de depuradora se caracterizan por:

— Ser un material relativamente heterogéneo.


— Contener elementos que se suelen aportar al suelo en forma de fertilizantes. No obs-
tante, sus proporciones resultan muy desequilibradas en relación con las necesidades
de las plantas, por lo que las dosis son difíciles de ajustar y requieren correcciones.
— Contener metales pesados, tales como Cd, Pb, Zn, Cu y Ni, que en dosis elevadas
pueden resultar tóxicos para las plantas. En algunos casos pueden contener mercu-
rio. En estos casos hay que prever su depósito en vertedero.
— Contener compuestos orgánicos naturales o xenobióticos, entre ellos agroquímicos y
sus metabolitos. Su determinación analítica resulta difícil y en la práctica se recurre a
identificar una lista de productos, de los que se poseen patrones. Esta es la metodolo-
gía propuesta por la Environmental Policy Act (EPA) de Estados Unidos de América.
— Contener ión sodio, si para la floculación de los lodos se utilizan polielectrolitos que
lo incluyan.
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El Institute of Arable Crops de la Estación Experimental de Rothamsted (U.K.) ha reali-


zado un experimento de larga duración (1942-1961) consistente en aplicar lodos de aguas
residuales del oeste de Londres. El resultado fue que las concentraciones en el suelo de
metales: Zn, Cd, Cu, Cr, Ni y Pb aumentaron, hasta un intervalo por debajo y por encima de
la Directiva Europea de 1986 para suelos tratados con lodos. El suelo era franco-arenoso,
con un 10 % de arcilla y pH = 6,5. Después de 25 años de haber dejado de aplicar lodos el
80 % de los metales permanecían en el epipedión, lo que muestra el elevado riesgo de per-
manencia durante muchos años. También se puso de manifiesto el aumento del contenido
de contaminantes orgánicos persistentes: hidrocarburos poliaromáticos y clorobenzenos
(McGrath, 1992).
La utilización agrícola de los lodos de depuradora requiere un conocimiento de
la composición mineral de estos productos. Si no se dispone de datos para un caso

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concreto, se pueden utilizar los valores medios facilitados por Felipó y Saña
(1978) y Felipó y Garau (1987):

Composición Composición
Intervalo Intervalo
Elemento media Elemento media
(%) mg kg–1
(%) mg kg–1

N 3,55 0,44-6,00 Cd 4,1 3-7


P 2,75 0,13-6,32 Cr 161,9 12-1925
K2O 0,30 0,05-1,10 Cu 258,2 11-1954
Ca 7,77 3,10-20,12 Mn 258,4 22-1307
Mg 0,43 0,10-1,06 Ni 42,5 16-103
Na 0,27 0,09-1,01 Pb 212 63-299
Fe 0,73 0,17-3,36 Zn 955,3 64-1750
Co 10 8-12
Hg 10 9-12
Mo 28
B 48

La Directiva publicada en 1986 por el Consejo de la Unión Europea fija como límites
para las concentraciones de metales pesados en los lodos para uso agrícola los siguientes
intérvalos, dentro de los cuales cada país debe fijar su propia normativa:

Intervalo
Elemento
mg Kg–1 mat. seca

Cd 20 a 40
Cu 1000 a 1750
Ni 300 a 400
Pb 750 a 1200
Zn 2500 a 4000
Hg 16 a 25
Cr -

Las normas (RD 1310/1990) que regulan las cantidades máximas de metales pesados
que se pueden aportar al suelo en un lapso de tiempo, por vertidos continuados de lodos de
depuradora, fijan los siguientes valores en kg ha–1 año–1:
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Elemento Elemento

Cd 0,15 Zn 30,00
Cu 12,00 Hg 0,10
Ni 3,00 Cr 3,00
Pb 15,00

Las normas, como puede observarse, no hacen ninguna mención a la categoría del suelo
receptor o a alguna de sus características. Ello supone partir de la hipótesis que cualquier
volumen de suelos es equivalente para poder recibir un residuo, en este caso lodos, lo que
evidentemente está muy lejos de ser cierto. Jacobs (1977) introduce la capacidad de inter-
cambio catiónico (CIC) del suelo, como parámetro edáfico más directamente relacionado
con los procesos de transferencia y adsorción a que pueden estar sometidos los metales

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pesados en el suelo. Los criterios de interpretación propuestos para las cantidades máximas
aceptables son:

CIC cmol (+) kg–1


Elemento
<5 5-15 > 15

Pb 560 1120 2240


Zn 280 560 1120
Cu 140 280 560
Ni 56 112 224
Cd 5,6 11,2 22,4

Resultaría de interés poder tener en cuenta la biodisponibilidad de los distintos elemen-


tos, para una interpretación más exacta de los procesos. Así por ejemplo, en suelos calizos,
muchos de estos elementos presentan escasa movilidad, y allí donde se puedan formar
complejos, la biodisponibilidad también se verá afectada.

7. Bibliografía

7.1. Bibliografía básica


Novontny, V. y Olem, H.: Water quality. Prevention, identification and management of dif-
fuse pollution. Van Nostrans Reinhold, 1054 pp. New York, 1994.
Rusell Boulding, J.: Practical Handbook of soil, vadose zone and groundwater contamina-
tion. Lewis Publishers, 948 pp. New York, 1995.
U.S. Environmental Agency: Manual Nitrogen Control. USEPA. EPA/625/R-93/010,
311, pp. Washington, 1993.

7.2. Bibliografía de referencia


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D.H. Huston and T.R. Roberts (Ed.): Environmental fate of pesticides. John Wiley &
Sons. Chiechester: 101-122, 1990.
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ques et leur gestion. Lavoisier Tecdoc. Rapport n. 42, 440 pp. 1998.
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112-116. 1945.
Costa, F.; García, C.; Hernández, T., y Poto. A.: Residuos orgánicos urbanos. Manejo y uti-
lización. CSIC. CEBAS. 181 pp. Murcia, 1991.
Danés, R. y cols.: Manual de gestión de los purines y su reutilización agrícola. DMA-
DARP, Barcelona, 1993.
Díaz, J. A.: Impactos sobre aguas superficiales. D.G.M.A. Cedex. I RYDA. Madrid, 1989.

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ría a cielo abierto. Curso Ordenación del Territorio. ETSEAL. UPC. Lleida: 115-135.
1985.
Felipó. M. T. y Garau, M. A.: La contaminació del sol. Procès de degradació del medi edà-
fic i de l’entorn. Quaderns d’Ecologia Aplicada. Dip. Barcelona. Barcelona 85 pp.
1987.
Felipó. M. T. y Saña, J.: Tractament dels fangs i la seva utilització agrícola. I. Curs sobre el
tractament i eliminació de residus sólids. EUETA. Barcelona, 1978.
Ferrer, P .J.; Sanz, J. B., y Pomar, J.: Posibilidades de utilización agrícola del estiércol
líquido de porcino (ELP) en relación con su valor fértilizante y su incidencia sobre el
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Follet, R. F.; Keeney, D. R., y Cruse, R. M. (Ed.): Managing Nitrogen for Groundwater
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1991
Jacobs, L. W.: Utilizing Municipal Sewage Waste-waters and Sludges. North Cent. Reg.
Ext. Pub. 52. Michigan State University, East Lansing. 1977.
Khakural, B. R. y Robert, P. C.: Soil Nitrate Leaching Potential Indices: Using a Simula-
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Degradación de suelos:
Áreas con actividades extractivas y mineras.
Áreas periurbanas y urbanas

1. El paisaje colectivo

La competencia de diversas actividades por el uso del territorio lleva a tener que
conjugar los principios de la economía con los de la ecología, para integrar los dis-
tintos usos e interrelacionarlos, partiendo de la idea de respeto hacia el medio
ambiente. Los efectos colaterales no deseables deben preverse, por medio de una
evaluación del impacto ambiental, para optar por aquella alternativa de menos coste
medioambiental que sea un compromiso aceptable entre la intensidad del impacto y
los demás condicionantes, sociales, productivos y económicos. Tal alternativa
deberá estar ya identificada al redactar un anteproyecto y es la que se desarrollará al
redactar el proyecto y al planificar la asignación de usos al territorio.
La International Union for the Conservation of Natura define como objetivo de
la planificación del paisaje:

El ayudar a reconciliar las necesidades de distintos usos del territorio concu-


rrentes, e incorporarlos a un paisaje dentro del que las civilizaciones puedan
prosperar sin destruir los recursos naturales y culturales, sobre los que se funda-
mentan las sociedades.
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Los estudios sobre el paisaje deben ser multidisciplinares. Turner (1989) señala que la
complejidad en determinar el uso óptimo de un terreno ha llevado a una gran especializa-
ción de profesionales con distintas formaciones. Estos acaban viendo el problema de una
forma muy sectorial, no llegando a ser capaces de armonizar sus respectivas acciones. Un
buen entorno ha de resultar estético a la vez que funcional y será el resultado de tal armonía
de acciones. A nivel general, lo que se requiere es un enfoque holístico, que considere los
distintos aspectos tanto físicos, químicos, biológicos, así como los medioambientales, pai-
sajísticos, estéticos, económicos, sociales, legales y técnicos que afectan el uso del suelo.
A finales del siglo XX se introdujo el concepto de paisaje colectivo, como respuesta a
una necesidad social para el conjunto de la comunidad (Jellicoe y Jellicoe, 1975). Al plan-
tear la rehabilitación de un entorno se pretende mejorar el paisaje colectivo, para lograr la
armonía del hombre con su medio.

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Una zona de montaña apreciada por la población por su valor paisajístico constituye un
paisaje colectivo y, de actuarse sobre ella, deberá ser rehabilitada. El nivel de percepción de
su utilidad como bien de carácter no económico es alto. Las áreas misceláneas de origen
antrópico han sido objeto de mayor atención, estudio y actuaciones de rehabilitación a par-
tir de la década de los años 80. La redacción de proyectos encaminados a este fin exige
conocer los condicionantes medioambientales, en general, y los edáficos en particular.

2. Actividades extractivas y mineras

2.1. Panorámica general


La minería tradicional se practicaba por lo general mediante labores subterrá-
neas que seguían de forma artesanal las mineralizaciones más ricas, con el fin de
beneficiar cantidades altas de productos, con movimientos relativamente peque-
ños de materiales. La disponibilidad de maquinaria cada vez más potente ha per-
mitido mayores movimientos de tierras a bajo coste, pasándose a actividades
extractivas a cielo abierto que comportan una eliminación temporal del suelo y de
las rocas subyacentes (estériles) hasta alcanzar las capas explotables. Las explota-
ciones a cielo abierto han sido las tradicionales en productos para la construcción,
tales como calizas, granitos, gravas, arenas, arcillas, etc., y se justifica por razo-
nes económicas en explotaciones tradicionalmente de minería subterránea, como
las de carbón.
La minería subterránea da lugar a grandes escombreras, áreas misceláneas constituidas
por terrenos abandonados, como las de carbón en Asturias y León. La minería a cielo
abierto provoca grandes cortes en el terreno, con impactos visuales muy espectaculares, si
bien si se practica la transferencia de materiales los terrenos sólo aparecen alterados tempo-
ralmente al ir transfiriendo los estériles de una corta a la anterior. La forma de explotación y
las cortas vienen condicionadas por la disposición del recurso. En el caso de extracciones
de carbón a cielo abierto en la cuenca del Berguedá (Barcelona), el esquema de explotación
puede ser el siguiente:
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40°

5m
40 m

60°
35°

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Esta forma de presentarse el carbón obliga a grandes movimientos de tierra con lo que
los impactos se manifiestan desde el inicio de la explotación y se mantienen a lo largo de
los años que dure la actividad en una corta. Una vez acabada la explotación perdurarán si
no se han previsto las correspondientes medidas correctoras conducentes a reintegrar en el
paisaje circundante las áreas afectadas.

2.2. Tipos de explotaciones


Las explotaciones a cielo abierto plantean situaciones muy diversas, tanto por
el recurso y forma de explotarlo como por las condiciones de medio, clima, gea,
suelos, vegetación, o por el uso inicial y final de la zona. Los principales tipos de
explotaciones a cielo abierto y escombreras de mina según lo extraído son:

Tipo de explotación Recurso

Rocas incompetentes Arcillas


Arenas silíceas
Arenas graníticas
Gravas y cantos
Rocas competentes Caliza
Mármol
Arenisca
Granito
Andesita y Traquita
Basalto
Pizarra
Cuarcita
Materiales volcánicos Lapilli
Jable
Picón
Materiales energéticos Antracita
Hulla
Lignito
Turba
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Minerales metálicos Galena


Pirita y Calcopirita
Blenda
Cinabrio
Limonita y Oligisto
Minerales no metálicos Magnesita y Dolomía
Yeso y Alabastro
Talco
Caolín
Cuarzo
Fluorita
Baritina
Granate
Sales potásicas
Sal gema
Sulfatos ácidos y alumbre

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Desde la perspectiva de la rehabilitación, hay que intentar buscar aquellas ana-
logías que permitan agrupar las explotaciones para evitar caer en una casuística
interminable. Interesa establecer unas bases y unos criterios de ámbito general
para orientar las rehabilitaciones.
Con este enfoque se puede establecer una primera división entre explotaciones
que generan importantes déficits de volumen en el territorio y aquellas que no lo
hacen o lo hacen mínimamente.
La retirada de materiales crea un déficit de volumen en canteras, graveras,
extracciones de arcillas, lapilli, puzolanas, etc. En unos casos se acepta que la mor-
fología final será considerablemente diferente a la inicial, como en las explotacio-
nes con grandes déficits de volumen, en las explotaciones de roca caliza, por ejem-
plo. En otros puede haber exigencias para que se restituya la zona con una
morfología semejante a la inicial. En uno y otro caso la problemática de la rehabi-
litación será sensiblemente diferente.
Las explotaciones en las que no se genera un déficit de volumen son aquellas
en las que se extrae un material no aflorante con una cobertera que al ser removida
sufre un esponjamiento. Esta disminución de la densidad aparente de los escom-
bros puede llegar a compensar el volumen de los materiales extraídos. Las explota-
ciones de carbón a cielo abierto pueden dar lugar a zonas a restaurar con estas
características.
El tener que compensar déficits de volumen implicará tener que rellenar con
materiales extraños a la explotación, lo que puede crear problemas adicionales,
según sea la procedencia y naturaleza de éstos y la manera como se dispongan al
realizar el relleno.
El tiempo que durará la explotación en un mismo emplazamiento condiciona
igualmente los planes y exigencias de rehabilitación. Las explotaciones asociadas
a obras públicas suelen tener un carácter provisional, otras son intermitentes,
mientras que aquellas que tienen una velocidad de avance lenta, con períodos de
apertura extremadamente prolongados se consideran fijas.
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En contraposición, tanto las graveras como las explotaciones de carbón a cielo


abierto tienen velocidades de avance extremadamente rápidas, afectando en pocos
años a una superficie del territorio muy considerable.
Por consiguiente, los principales tipos de explotaciones en función de los fac-
tores de control de la rehabilitación son:

Factor de control de la rehabilitación Tipo de explotación

Velocidad de avance de la explotación Explotaciones estáticas (fijas).


Por ejemplo: Canteras.
Explotaciones dinámicas.
Por ejemplo: Graveras, Carbón, Arcillas, etc.

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Factor de control de la rehabilitación Tipo de explotación

Variación de volumen al final de la Explotaciones que generan importantes déficits de volu-


explotación men.
Por ejemplo: Graveras, Canteras.
Explotaciones con poco o sin déficit de volumen.
Por ejemplo: Carbón.

Geometría de las fosas y taludes de la Explotaciones con paredes verticales de roca dura.
escombrera después de la extracción Por ejemplo: Canteras.
Explotaciones con taludes irregulares.
Por ejemplo: Puzolanas, arcillas.

Naturaleza del relleno Explotaciones con escombros propios no tóxicos.


Por ejemplo: Carbones pobres en azufre bajo cobertera
de lutitas y calizas.
Escombros propios con riesgos de toxicidad para espe-
cies utilizadas en la revegetación o riesgo de impacto
ambiental.
Por ejemplo: Carbones ricos en azufre en zonas de
clima húmedo y rocas sin carbonatos.
Explotaciones sin escombros o relleno con materiales de
otras procedencias.
Por ejemplo: Graveras, lapilli, etc.

Uso inicial y final del terreno en el que se Explotaciones sobre zona agrícola: fincas de interés pre-
halla la explotación ferente.
Espacio natural. Zona industrial o urbana.

Clima de la zona Explotaciones en zonas de clima húmedo.


Explotaciones en zonas de clima semiárido.

3. Rehabilitación de suelos tras actividades extractivas

3.1. Aspectos legales


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Con anterioridad a los años 70, las explotaciones mineras se autorizaban con la aproba-
ción de un plan de labores, tal como preveía la Ley de Minas de 19 de julio de 1944. Al ir
en aumento la sensibilidad social por el medio ambiente, la legislación ha reflejado la
nueva situación. A partir de 1982, preceptivamente, un plan de labores debe ir acompañado
del correspondiente proyecto de rehabilitación y, por consiguiente, la cuenta de explotación
de la empresa deberá añadir al coste de extraer el recurso, los costes derivados de rehabili-
tar la zona como parte integrante de su cuenta de resultados.
El uso del término restauración se ha generalizado, e incluso es el que recogen los tex-
tos legales referentes a la protección del medio ambiente afectado por actividades mineras
subterráneas o a cielo abierto. No obstante, restauración, en sentido estricto, significa vol-
ver a poner una cosa en aquel estado o estimación que tenía antes de la alteración. Por con-
siguiente, raramente se podrá aplicar a un paisaje y sí a una obra de arte, o a un edificio, en
los que se repare un daño sufrido (Brown y cols., 1986). Se prefiere por ello utilizar el tér-
mino rehabilitación.

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Rehabilitación es un proceso mediante el cual se vuelve a hacer útil o habitable
un entorno, con un grado de productividad acorde con unos objetivos previa-
mente fijados. La nueva situación debe ser sostenible y compatible con los
requerimientos del uso previsto.

La rehabilitación natural puede presentar serios problemas, a veces incluso


riesgos graves, derivados de la inestabilidad de la geometría final de la zona, fosas
o volúmenes de materiales exportados y escombros abandonados. Se requiere rea-
lizar los cálculos para comprobar la estabilidad de los taludes. Por otro lado, las
superficies pueden sufrir procesos erosivos y una lenta colonización por la vegeta-
ción espontánea. Por ello, en la mayoría de los casos se hace necesaria una inter-
vención para favorecer la rehabilitación acortando los plazos y evitando los proce-
sos acelerados de degradación (Dunker et al., 1992; Lyle, 1987).
La Ley de Minas de 21 de julio de 1973 en su artículo 5° 3 disponía ya que el Ministe-
rio de Industria y Energía realizará los estudios oportunos para fijar las condiciones de pro-
tección del medio ambiente. Por la época en que fue redactado, el texto resultó poco ope-
rante desde un punto de vista ambiental. Las primeras normas legales que regulan la
rehabilitación de espacios afectados por minería a cielo abierto se redactan en los años 80.
El IGME ha publicado una recopilación de la legislacción ambiental aplicable a la minería
en España y la UE (Ayala, 1989). Cronológicamente cabe citar:

— Disposiciones Generales en España:


Ley 22/73 de Minas de 1973.
Ley 54/80, de modificación de la Ley de Minas, con especial atención a los recursos
minerales.
R.D. 2994/82, sobre restauración del espacio natural afectado por actividades mineras.
R.D. 116/84, sobre restauración del espacio natural afectado por las explotaciones de
carbón a cielo abierto y el aprovechamiento racional de estos recursos energéticos.
O. de 13 de junio de 1984, sobre normas para la elaboración de los planes de explo-
tación y restauración del espacio natural afectado por las explotaciones de carbón a
cielo abierto y el aprovechamiento racional de estos recursos energéticos
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O. de 20 de noviembre de 1984. Desarrolla el R.D. 1994/82 sobre restauración de


espacios naturales afectados por actividades extractivas.
— Generalitat de Cataluña:
Ley 12/1981 de 24 de diciembre, sobre restauración de espacios afectados por acti-
vidades extractivas.
D. 343/1983, de 15 de julio, sobre normas de protección del medio ambiente de
aplicación a las actividades extractivas.
— Junta de Castilla y León:
D. 119/1985, de 17 de octubre, sobre restauración de espacios naturales afectados
por actividades mineras.
O. de 10 de febrero de 1986 de desarrollo del D. 119/1985.
O. de 20 de junio de 1986, sobre desarrollo del D. 119/1985.

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Entre el texto catalán y el de la Administración Central, aparte del ámbito geográfico de
aplicación, cabe destacar un rasgo diferencial importante. A nivel del Estado, la competen-
cia se reconoce al Ministerio de Industria y Energía, mientras que en Cataluña corresponde
a la Consejería de Política Territorial y Obras Públicas, competencias transferidas poste-
riormente a la Consejería de Medio Ambiente.
El Real Decreto R.D. 2994/82 señala en su preámbulo que las medidas de protección
han de evitar hacer económica o técnicamente inviable el desarrollo de las actividades
extractivas, ya que ello supondría un importante deterioro social y económico que el
país no puede permitirse. Establece que el titular de una solicitud de las previstas en la
Ley de Minas presente un plan de restauración del espacio natural afectado por las
labores.
El texto confiere una prioridad a la explotación del recurso frente a la de protección del
medio ambiente (Artículo 1 del Decreto), al afirmar que quienes realicen el aprovecha-
miento quedan obligados a llevar a cabo trabajos de restauración dentro de los límites que
permita la existencia de actividades extractivas. El concepto de paisaje colectivo, como
necesidad social, no se vislumbra en el texto legal.

3.2. Condicionantes de la rehabilitación


Cada tipo de actividad extractiva tendrá sus propios condicionantes; no obs-
tante, cabe establecer unas bases comunes para toda rehabilitación.
El proceso extracción/rehabilitación implica:

— Retirar: el suelo y los materiales subyacentes.


— Trasladar estos materiales a un lugar de espera.
— Almacenar separadamente los materiales (edáfico y estériles) mientras dure
la explotación, si bien se puede evitar este almacenamiento si se ha implan-
tado un sistema progresivo de explotación-rehabilitación.
— Extracción del recurso.
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— Rellenar las excavaciones hasta la forma final diseñada.


— Rehabilitar el suelo con unas condiciones mínimas para que resulte ade-
cuado para el crecimiento de las plantas, añadiendo enmiendas si es necesa-
rio (Alcañiz et al., 1998, Alcañiz, 2001).
— Revegetar.

Estas acciones representan condicionantes para el éxito de la rehabilitación y deben ser


planificadas atendiendo a los requerimientos del uso final del terreno después de la activi-
dad minera y los de la Agencia medioambiental competente.
Las características climáticas de la zona, las disponibilidades de suelo y sus característi-
cas son igualmente condicionantes importantes para una rehabilitación rápida y eficaz.

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3.3. Capaceo: Una acción preventiva para conservar el material
edáfico
Cada vez más la planificación de una rehabilitación puede llevarse a cabo antes de ini-
ciar la actividad que producirá la degradación. Un proyecto de rehabilitación debe contem-
plar entre los condicionantes los posibles impactos medioambientales y prever medidas
para evitarlos o aminorarlos.
Hay que planificar cuál será el tratamiento que deben recibir los diferentes materiales
edáficos, de cobertura, los escombros o los estériles. Para el material edáfico existen dos
posibilidades, un tratamiento indiferenciado o bien un tratamiento con capaceo.

El capaceo constituye una acción preventiva para evitar que se mezclen el suelo y los
materiales más profundos, de modo que no haya un deterioro del material edáfico pree-
xistente. Consiste en retirar este material antes de iniciar cualquier excavación, explana-
ción o nivelación, para poderlo restituir una vez acabada la extracción.

a) Tratamiento indiferenciado de los materiales


En este caso, al realizar la excavación, los materiales se retiran sin evitar su
mezcla. Ello supone no querer percibir que el suelo es un sistema organizado en
distintos horizontes, de características muy distintas entre ellos y respecto del
material subyacente (Cap. 2 y 3).
Este tipo de tratamiento tiene las siguientes:

— Ventajas:
• Simplifica y abarata e1 movimiento de tierras, al no exigir operaciones suple-
mentarias.
• Simplifica el almacenamiento, al no ser necesario clasificar los materiales, aco-
piarlos y conservarlos separadamente.
• Simplifica el relleno.
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— Desventajas:
• lmposibilidad de reutilizar el material edáfico para recubrir la zona afectada, lo
que permitiría acelerar la implantación de vegetación o el cultivo en áreas agrí-
colas.
• El material que se deja en superficie puede presentar una pedregosidad excesiva,
tener escaso espesor para el enraizamiento, una textura desequilibrada y poca
materia orgánica.
• Características físicas más desfavorables para el crecimiento de las raíces.
• Pérdida de la posibilidad de aprovechar los elementos de multiplicación de las
plantas autóctonas que, de manera natural, se hallen en el material edáfico ini-
cial. Esto retardará la revegetación en áreas naturales.
• La necesidad de realizar la siembra aportando materia orgánica, abonos, estabili-
zantes, lodos de depuradora (Sort y Alcañiz, 1999), etc., y cantidades más eleva-
das de semilla.

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b) Tratamiento con capaceo
En este caso, la primera operación al iniciar la excavación consiste en retirar el
material edáfico que constituye parte del suelo del área. Esta acción afectará a un
espesor variable de unos suelos a otros y se realizará de acuerdo con la informa-
ción que se derive del estudio edafológico previo, realizado con descripción de
algunas calicatas y sondeos complementarios.
El capaceo tiene las siguientes:

— Ventajas:
• El material edáfico extendido sobre la superficie, una vez lograda la morfolo-
gía final, crea un medio adecuado para la reimplantación de vegetación, tanto
por sus características físicas como químicas y nutricionales que no se verán
afectadas.
• En la mayoría de los casos resulta difícil, si no imposible, encontrar en el mer-
cado semilla de plantas espontáneas. Conservar el material edáfico para rehabili-
tar áreas naturales implica almacenar con él, además de materia orgánica y
nutrientes, semillas, rizomas y bulbos que muchas veces se irán multiplicando y
reemprenderán su actividad en la zona rehabilitada.
• Disminuye la pedregosidad superficial, aspecto importante si se debe restituir la
zona a la agricultura, o se quiere construir un jardín.
• Evita tener que comprar tierra parra recubrir los escombros o los estériles.
• Puede favorecerse la infiltración del agua, disminuyendo con ello la escorrentía
superficial y, por consiguiente, la erosión hídrica.

— Desventajas:
• La necesidad de un estudio previo de los materiales edáficos, lo que eleva los
costos.
• El tener que prever áreas para el acopio del material edáfico que deberá conser-
varse con unas exigencias mayores que las de los escombros. La altura de los
montones no debe superar un determinado espesor (muy frecuentemente se reco-
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mienda que sea inferior a 150 cm) para que se conserve bien aireado. Con ello la
superficie ocupada será mayor. Debe evitarse la compactación y es conveniente
sembrarlo.
• Hay gastos de mantenimiento de este material.
• El material, una vez distribuido sobre la zona rehabilitada, tiene el riesgo de ser
erosionado si no se toman las debidas precauciones rápidamente: siembra e
implantación de medidas de control de la erosión.

En zonas a restituir para un uso agrícola, el capaceo o el aporte de materiales edáficos


de otras zonas será imprescindible para una adecuada rehabilitación. Dado que el coste de
aplicación de material edáfico crece linealmente con el espesor del recubrimiento, deberá
adoptarse aquella profundidad mínima compatible con el uso previsto, agrícola, forestal,
jardinería, etc. Los espesores óptimos recomendados son:

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Cultivo Profundidad de enraizamiento cm
Hortícolas (en promedio) 60
Cebolla, lechuga 30-60
Tomate 70-150
Coliflor 30-60
Guisante 60-100
Espinaca, acelga 30-60
Pepino 60
Patatas, fresón 60
Judías 50-70
Algodón 120
Cereales de invierno 150-180
Maíz 150-180
Lino 150-180
Remolacha 150-180
Melón 150-180
Sorgo 150-210
Caña de azúcar 150-210
Alfalfa 150-210
Frutales 150-210
Cítricos 150-210

El material edáfico y el subyacente se restituye en capas horizontales que, con el paso


de la maquinaria, se compactan, lo que puede dificultar el crecimiento radicular y el movi-
miento del agua. En estos casos se puede recurrir a una mezcla previa de materiales para
mejorar la textura, o bien a un subsolado si el material ya ha sido restituido.

3.4. Proceso de rehabilitación


El proceso de rehabilitación suele comprender las siguientes acciones:

• Tratamiento de los volúmenes: relleno de las excavaciones u otras soluciones.


• Remodelar el terreno para tener menores pendientes y contornos más redondeados
que faciliten los usos futuros.
• Construir rasas, terrazas o bermas para el control del agua de escorrentía superficial
y con ello la erosión.
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• Ripar para descompactar.


• Instalar un sistema de drenaje.
• Redistribuir el material edáfico y corregir posibles defectos (acidez, fertilidad, etc.). El
análisis químico de estos materiales permite evaluar su aptitud para suministrar nutrien-
tes y su toxicidad potencial. El aporte de residuos, lodos u otros subproductos ricos en
materia orgánica queda limitado en muchos casos por razones económicas, costes de
transporte. Se debe estudiar si su composición es complementaria con la de los materia-
les de la superficie de la escombrera y si es compatible con los usos previstos.
• Revegetar para evitar la erosión y mejorar la estructura del suelo. Se recomienda
implantar especies pioneras, frugales y tolerantes y, si hay calcio suficiente, sembrar
leguminosas (Quintas y Macias, 1992).
• Devolver al uso previsto.
• Control y seguimiento durante los cinco primeros años, con el fin de corregir posi-
bles defectos y conseguir que la rehabilitación sea duradera.

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3.5. Relleno de excavaciones
En el relleno de fosas derivadas de actividades mineras a cielo abierto debe
tenerse en cuenta los siguientes aspectos:

— Características de la explotación.
— Características de los materiales de relleno: naturaleza.
— Características del relleno:
Disposición en que se depositan.
Grado de compactación.
— Morfología final: estabilidad de las formas y conservación de suelos.
— Material edáfico y rehabilitación.

a) Características de la explotación
La problemática y las soluciones a adoptar serán muy distintas según se trate
de explotaciones que generen déficits de volumen o no. En el primer caso si se dis-
pone de agua se puede recurrir al anegamiento, creando lagos artificiales, lo que
suele tener una buena aceptación social.
Cuando la única alternativa sea el relleno de las fosas, los condicionantes eco-
nómicos exigen prever la transferencia de estériles procedentes de las nuevas
explotaciones en emplazamientos muy próximos. Si esto no es posible, habrá que
recurrir a rellenar con materiales para vertedero.
Como consecuencia de explotaciones antiguas, abandonadas sin rehabilitar, es fre-
cuente encontrar superficies cubiertas por escombreras, zonas de corta, labores e infraes-
tructura, que ejercen impactos negativos y pueden dar origen a contaminaciones en aguas
superficiales y subterráneas. Como ejemplo se puede citar el efecto de las minas de Arinte-
rio (A Coruña), que producen una acidificación de las aguas y su contaminación por alumi-
nio, cinc, cobre, níquel y sulfatos hasta niveles no tolerables para la vida animal, recreo y
abastecimiento. Los suelos de las márgenes de los cursos fluviales más afectados también
pueden resultar contaminados (Calvo de Anta y cols., 1991).
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b) Características de los materiales de relleno


Los materiales utilizados para rellenar las fosas pueden ser estériles de la pro-
pia actividad extractiva o materiales alóctonos. En uno y otro caso puede tratarse
de materiales inertes o con una cierta capacidad contaminante.
Los vertederos y escombreras al aire libre pueden ser una fuente de contaminación del
medio. Los residuos que contienen compuestos orgánicos pueden ser transformados por
acción de los microorganismos. En condiciones aerobias producen anhídrido carbónico,
mientras que en medios anaerobios se desprende monóxido de carbono, metano, ácido sulf-
hídrico, entre otros gases. Estas producciones gaseosas pueden resultar peligrosas si se acu-
mulan en un punto y se desprenden de forma súbita. Pueden provocar explosiones, hundi-
mientos e incendios. Para evitar estos riesgos en los vertederos se construyen chimeneas
para permitir la salida de los gases a medida que se producen.

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Por otra parte, la lluvia y el agua de escorrentía que se infiltre en el vertedero y atra-
viese los residuos lixiviará los elementos solubles, que pueden resultar contaminantes. Su
paso a las aguas superficiales o a las subterráneas puede crear problemas en las captaciones
de agua de la cuenca. Para evitarlo hay que construir un sistema de drenaje en el vertedero
y controlar la salida de efluentes.
En graveras, las fosas provocadas con la extracción se rellenan recurriendo, en muchos
casos, a residuos de población, materiales de derribo, etc., que pueden provocar a medio y
largo plazo contaminaciones difíciles de controlar (Custodio, 1981), si la excavación se
realizó de una forma incontrolada y afectando a una capa freática. Los estudios geológicos
e hidrogeológicos previos deben prever este tipo de eventualidades, proporcionando datos
sobre los niveles piezométricos máximos en la zona. La excavación no debería haber alcan-
zado la profundidad correspondiente al nivel más alto de una capa freática oscilante, de lo
contrario los percolados pueden contaminar el agua.
Si los materiales que constituyen el fondo y las paredes de la fosa son arcillosos la per-
meabilidad será baja y el riesgo de contaminación por los líquidos lixiviados del relleno
también lo será. En una fosa no revestida puede haber percolados, para evitarlo se puede
sellar el fondo con arcilla compactada:

Excavación relleno
Sellado con arcilla

Nivel freático
Nivel freático
Percolados

Si se trata de materiales muy filtrantes, habrá que sellar el fondo de la fosa con arcillas
y a veces incluso con una lámina de plástico o con tela asfáltica (Nebel, 1987). En casos de
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vertidos tóxicos puede ser necesario prever el bombeo de los lixiviados de fondo para dis-
minuir el riesgo por rotura de la lámina de plástico.
Los materiales que llegan a una escombrera de una explotación de carbón pue-
den contener arcillas carbonosas procedentes de capas que, por su escasa potencia,
no presentan interés económico. La presencia de materiales sulfurosos en ausencia
de caliza hace que, al ser expuestos a medios oxidantes, se produzcan suelos con
sulfatos ácidos y el agua de drenaje tenga una elevada acidez (Hossner, 1988;
Urrutia y cols., 1992; Kittrick y cols., 1982).
El azufre puede hallarse en los carbones en forma de pirita (FeS2), o bien unido
a la materia orgánica, o como sulfato, o como azufre. Las reacciones de oxidación
de los sulfuros y los productos resultantes en medio aerobio pueden representarse
(Hossner, 1988) por:

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2FeS2 + 7O2 + 2H2O → 2Fe2+ + 4SO42– + 4H+
4Fe2+ + O2 + 4H+ → 4Fe3+ + 2H2O
Fe3+ + 3H2O → Fe(OH)3 + 3H+
FeS2 + 14Fe3+ + 8H2O → 15Fe2+ + 2SO42– + 16H+

En medios carbonatados la acidez generada se va neutralizando con producción de


yeso. Por el contrario, en medios sin carbonatos, la liberación de protones se produce en
concentraciones tan elevadas, que éstos no pueden ser neutralizados por los cationes produ-
cidos en procesos hidrolíticos, de cinética mucho más lenta (Macías y cols., 1992). Por ello
puede tener lugar la acidificación del medio, alcanzando pH de valor 2 e incluso más bajos,
a los que resultan solubles elementos tóxicos. Pueden llegar a alcanzarse concentraciones
tales en el agua que circula por estos materiales, que se produzca una inhibición del creci-
miento de las especies utilizadas en la revegetación.

Para evitar una acidificación o corregir la acidez excesiva se debe actuar sobre los esté-
riles o el material de superficie. A menudo resulta necesario cuantificar el potencial para
producir acidez de los estériles, y poder tomar las medidas necesarias para su corrección.
La determinación de la acidez potencial puede realizarse oxidando la muestra con peróxido
de hidrógeno (0’Shay y cols., 1990).

La tecnología clásica de corrección consiste en encalar añadiendo generalmente un


material calizo pulverizado (Cap. 10). Así, por ejemplo, en la mina de Puentes (La Coruña)
se han realizado ensayos con dosis de 5 a 15 Mg cal ha–1, si el pH inicial es superior a 3,5 y
de 500 a 1.500 m3 de cenizas ha–1, cuando es inferior (Gil y cols., 1990, Macías y cols.,
1992).

La oxidación de los sulfuros es exotérmica, lo que explica el riesgo de incendios en las


escombreras por el carbón rico en sulfuros contenido en ellas.

c) Disposición de los materiales de relleno


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La naturaleza de los materiales, así como su disposición, deben ser tales que
no den lugar a asentamientos posteriores del terreno. La forma de aplicar los
materiales en las fosas condicionará la circulación del agua y puede crear una
heterogeneidad grande en el terreno, por lo que hay que planificarla y controlar
que se realice tal como se haya previsto. Hay que tener en cuenta que muchas de
las zonas que han sido objeto de extracción de gravas deben ser restituidas a la
agricultura, con lo que las exigencias serán mayores que en el caso de espacios
naturales.
Los métodos de relleno pueden realizarse en general de tres formas según sea
la configuración final: método de superficie, de rampa y de zanja, según muestran
las figuras:

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— Método de superficie

— Método de rampa
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— Método de zanja

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d) Morfología final:
Inestabilidad de las formas y conservación de suelos
La inclinación de los taludes finales constituye uno de los principales condi-
cionantes para el uso que vaya a tener una zona rehabilitada. Las pendientes máxi-
mas para que el terreno acepte determinados usos (Bradshaw y Chadwick, 1980)
son del orden de las siguientes:

90 % (40°)

so
po to 70 % (35°)
re m ien
e ta
ld en
ina l as
ig e ra
or sd ltu
o ué icu
g ul p lv
Án es as
i
m ad ral
x i p a
má io
n te ctor
ie fa
nd tis
Pe sa

eo
astor 25 % (15°)
a para p
máxim
iente
Pend
s
ción de cultivo
ima para rota 10 % (5°)
Pendiente máx
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La inclinación de los taludes está relacionada con dos aspectos igualmente


importantes:

— La inestabilidad frente a la gravedad, que da lugar a movimientos en masa.


— La erosionabilidad por el agua, que provoca erosión acelerada.

El primer aspecto puede producir deslizamientos rotacionales, movimientos de


traslación o combinaciones de ambos que, por su carácter catastrófico, deben pre-
verse por medio del cálculo de la estabilidad de los taludes. Las fuerzas actuantes
sobre un terreno que desliza pueden representarse del siguiente modo:

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W = peso de la masa que desliza.
0 r B U = resultante de la presión intersticial.
N’ = resultante de las fuerzas normales
efectivas que actúan sobre la
superficie de deslizamiento.
U T = resultante de las fuerzas tangenciales
W movilizadas en la superficie de
rotura.
→ → →
T = Tc + To
A T
Tc = fuerzas de cohesión.
N’ To = fuerzas de rozamiento.

Para el estudio de las formas en zonas rehabilitadas se han desarrollado diver-


sas técnicas y métodos de cálculo que pueden revisarse en Lloret y cols. (1984) y
en Alonso (1984).
La posibilidad de procesos de inestabilidad debida a la solifluxión ha de ser tenida en
cuenta en los materiales susceptibles de alta saturación por agua como algunas lutitas (mar-
gas) consideradas en minería como estériles.
Una morfología final estable debe incorporar los criterios básicos de conservación de
suelos para que quede asegurado el control del agua de escorrentía. El control de los proce-
sos erosivos obliga al diseño y cálculo de bermas (terrazas), ya sean de absorción o de desa-
güe, según sean las características de las lluvias de la zona, para lo que será de aplicación lo
expuesto en el Capítulo 23.

ESTUDIO DE CASOS
1. Discutir los siguientes conceptos:
Paisaje colectivo.
Gravera como área miscelánea.
2. Ventajas e inconvenientes del capaceo en relación con la rehabilitación de
una zona minera y la implantación de un jardín.
3. ¿Por qué tiene una buena aceptación social la creación de lagunas en
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fosas de áreas en las que se han extraído áridos?


4. En Coto Bello (Asturias), HUNOSA devuelve las áreas rehabilitadas para
un uso ganadero. Teniendo en cuenta que los estériles son esquistos, que
la zona tiene un régimen de humedad percolante y que se quiere implantar
una pradera de trébol, indicar:
Inclinación máxima aceptable para el uso.
Correcciones a prever en el material edáfico que se utilice para realizar
capaceo.

3.6. Proyecto de rehabilitación


El objetivo de un proyecto de rehabilitación consiste en:

900
Porta, C. J., López-Acevedo, R. M., & Roquero, D. L. C. (2003). Edafología : Para la agricultura y el medio ambiente (3a. ed.). ProQuest
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Planificar las actuaciones sobre el entorno para prevenir y compensar las conse-
cuencias de la explotación que puedan resultar perjudiciales para el medio
ambiente.

Prevenir y compensar implica una integración del plan de explotación y el pro-


grama de rehabilitación. Esta no puede ser algo a planificar a posteriori, lo que
podría poner en peligro su viabilidad, entre otros motivos por los económicos.
Un proyec

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