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FlAC Sn PiWioteca
Traducción y adaptación:
Fausto O. Sarmiento, Ph.D.
McGraw;JÌill Interamericana
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M EXICO • A U C K LA N D •►^O^OTA • CARACAS • LISBOA • LONDRES • M AD R ID
... M ILA N • M O N TR É A L • tiUEVA DELHI • NUEVA YORK • SAN FRANCISCO
SAN JUAiN-s5|IGAPUR • SIDNEY • T O R O N T O
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NOTA
La medicina es una ciencia en constante desarrollo. Conforme surjan nuevos conocimientos,
se requerirán cam bios de la terapéutica. El(los) autor(es) y los editores se han esforzado
para que los cuadros de dosificación medicam entosa sean precisos y acordes con lo
establecido en la fecha de publicación. Sin embargo, ante los posibles errores humanos
y cam bios en la medicina, ni los editores ni cualquier otra persona que haya participado
en la preparación de la obra garantizan que la información contenida en ella sea precisa
o com pleta, tam poco son responsables de errores u om isiones, ni de los resultados que
con dicha inform ación se obtengan. Convendría recurrir a otras fuentes de datos, por
ejemplo, y de manera particular, habrá que consultar la hoja informativa que se adjunta con
cada m edicam ento, para tener certeza de que la información de esta obra es precisa y no
se han introducido cambios en la dosis recomendada o en las contraindicaciones para su
adm inistración E stoes de particular importancia con respecto a fármacos nuevos o de uso
no frecuente También deberá consultarse a los laboratorios para recabar información
sobre los valores normales
ISBN 970-10-1906-7
Prefacio xi
Prólogo • Biblioteca
El vuelo del Apolo 13.................................................................... 1
Cuenta regresiva 2
La explosión 4
Contraste entre los sistem as de soporte de vida de una nave
espacial y de la Tierra 6
1
Am biente de soporte de v id a ....................................................... 9
Soporte de vida experim ental: el experim ento de Biosfera 2 15
. M antenim iento de zonas urbano-industriales 17
La bahía de Nueva York 19
El río Illinois y Chicago 21
El caso de la ciudad de La Paz 24
Contam inación puntual y contam inación difusa 25
2
Niveles de organización................................................................ 29
Jerarquía ecológica 30
Orden a partir del caos 31
Im portancia de la escala y el tiempo 32
Iniciativa de interfaz ecología-econom ía y otras interfaces 33
Principio de la propiedad em ergente 34
La nueva ecología 34
Caso de los insectos plagas y las especies im portadas 36
Aplicación de la teoría jerárquica 37
Acerca de los modelos 40
3
El ecosistem a................................................................................. 45
M odelos de ecosistem as 46
• Prado y estanque 49
Ecosistem as heterótrofos 51
Com ponentes abióticos 52
Gradientes y ecotonos 55
Com unidad biótica: hábitat y nichos 56
La com unidad ecológica: estructura de especies 58
El problem a de las “m alezas” 59
28 Ecologia
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2
Niveles de organización
CONTENIDO
J e ra rq u ía e c o ló g ic a La n u e v a e c o lo g ía
O rd e n a p a rtir d e l c a o s C a s o d e lo s in s e c to s p la g a s y las
e s p e c ie s im p o rta d a s
Im p o rta n c ia d e la e s c a la y el tie m p o
A p lic a c ió n d e la te o ría je rá rq u ic a
In ic ia tiv a d e ¡n te rfa z e c o lo g ía -e c o n o m ía
y o tra s in te rfa c e s A c e rc a d e lo s m o d e lo s
P rin c ip io d e la p ro p ie d a d e m e rg e n te
29
30 Ecologia
C u a d ro 2-1. E je m p lo s de n ive le s de je ra rq u ía s o rg a n iz a c io n a le s
GRAN E SC ALA
Geográfica y política Ecológica
Mundo Biosfera
Continente Región biogeográfica
Nación Ecorregión y bioma
Región Paisaje
Estado (o provincia) Ecosistem a (o ecotopo)
Condado o municipio Comunidad biótica
Ciudad (o poblado) Población (especie)
Población humana (grupo étnico, etc.) Organismo
individuo
MENOR E SC A LA
Taxonómica Fisiológica M ilitar
Jerarquía ecológica
Se dice que cada nivel de una jerarqu ía es una fase de Janos (en honor
a la divinidad de dos caras que guardaba las puertas del Olimpo y dejaba
32 Ecología
pasar sólo a los escogidos), ya que influye en los niveles adyacentes. Los
procesos en los niveles inferiores están siem pre circunscritos a los que se
verifican en niveles más altos.
Por ejemplo, las interacciones a nivel de la población, com o las que se
dan entre un parásitoy su huésped, tienden a ser desequilibradas, cíclicas
o incluso caóticas.
En contraste, las interacciones m ás lentas y a largo plazo que ca ra cte
rizan a los niveles jerárquicos superiores tienden a un estado estable
pulsante. En otras palabras, los grandes ecosistem as com o un todo, por
ejem plo océanos o grandes bosques, son más estables que sus com pon en
tes individuales. Podemos considerar este hecho una restricción je r á r
quica (Barret et a i., 1997). En consecuencia, lo que vem os a un nivel puede
ser distinto de la situación a otro nivel dentro del m ism o espacio; todo
depende de la escala espacial seleccionada para el estudio en cuestión.
De este modo, si se estudia el efecto de la nubosidad en m ontañas en las
pequeñas elevaciones isleñas del m ar Caribe, es claro que la escala
espacial es distinta de la que deberá usarse en el caso de la n ubosidad de
las grandes elevaciones andinas del continente sudam ericano: los efectos
ecológicos (como efecto Póhn, efecto M essenerhebung, efecto Venturi, etc.)
generan diferentes patrones paisajísticos que dependen de la escala
seleccionada (sombra de lluvia, cinturones altitudinales, bocas de m o n
taña, etc.).
Así, las restricciones jerárqu icas y las diferencias de escala dan por
resultado interacciones com plejas que nosotros interpretam os com o caos.
El ejem plo clásico de enunciado del caos es el que establece que el batir
de las alas de una m ariposa en China podría generar fuertes torm entas
y tornados en México.
Vaivén político
La nueva ecología
La ecología es una ciencia que hace cada vez m ás hincapié en el estudio
holístico tanto de las partes como de los totales. Si bien es am pliam ente
Niveles de organización 35
* En la terminología ecológica existe una graduación de menor a mayor, para referirse a los
fenóm enos que alteran los paisajes; a saber; perturbación, disturbio y catástrofe.
36 Ecologia
Fig. 2-1. Se requieren diferentes procedim ientos e instrumentos para el estudio de los diferentes
niveles de organización biológica. (A) Para un estudio al nivel de especie, com o el m uestreo de los
tipos de insectos en una marisma, puede ser adecuada una simple red entom ológica. (Foto: E. P.
Odum .) (B )P ara un estudio a nivel de com unidad, com o la determ inación de los efectos de un agente
tóxico en el metabolism o com unitario en una bahia costera, puede requerirse equipo más elaborado
y costoso, como este mesocosmos flotante que contiene una colum na de agua entera. (Foto:
Skidaw ay O ceanographic Institute.) (C) Para un estudio a nivel de paisaje, es necesario el empleo
de tecnología de punta, en la forma de sensores remotos y com putadoras de gran capacidad, para
generar modelos com pletos de las cuencas hidrográficas. (Foto: F. Sarm iento.) (Continúa)
Niveles de organización 39
¿Cóm o podría entonces com enzar a estudiarse algo tan com plejo y
form idable como un sistem a ecológico? Se hará ju stam en te com o podría
iniciarse el estudio de cualquier situación compleja: describiendo versio
nes simplificadas, que com prenden sólo las propiedades o funciones más
im portantes o básicas. En las ciencias, las versiones sim plificadas del
mundo real se denom inan modelos, así que es apropiado en este m om ento
hablar un poco acerca de los modelos.
Un m odelo es una form ulación sim plificada que im ita un fenóm eno del
mundo real de modo, que puedan abarcarse situaciones com plejas y
hacerse predicciones. En su form a más simple, los m odelos pueden ser
verbales o gráficos', esto es, pueden consistir en enunciados concisos o en
gráficas. Aunque en este libro las exposiciones casi siem pre se lim itarán
a modelos informales, vale la pena considerar el fundam ento teórico de
modelos más formales, dado que la m odelación está asum iendo una
función cada vez más im portante en la ecología profesional y en la cien cia
en general. Las com putadoras personales y el software especial de
m odelación (como Stella II, Ecobeaker 1.0, Foret, etc.) ahora hacen posible
que una persona con form ación m ínim a de m atem áticas y física m odele
situaciones ecológicas.
En su versión formal, un m odelo funcional de una situación ecológica
probablem ente tendrá los cinco com ponentes que siguen (ciertos térm i
nos técnicos utilizados por los m odeladores se indican entre paréntesis):
F ig. 2-2. Diagrama de sistem as, que ilustra los cinco com ponentes básicos de interés en la
modelación de ecosistem as. E, Fuerzas; P, propiedades; F, vías de flujo; I, interacciones; L, circuito
de retroalim entación potencial positiva o negativa. Nótese que la retroalim entación positiva requiere
de dos com partim ientos, m ientras que la negativa requiere de tres, uno de los cuales sirve como
controlador cibernético.
3
El ecosistema
CONTENIDO
M o d e lo s d e e c o s is te m a s E c o lo g ía d e l p a is a je y d o m in io h u m a n o
P ra d o y e s ta n q u e La v a rie d a d e s a lg o m á s q u e el
c o n d im e n to d e la v id a
E c o s is te m a s h e te ró tro fo s
D iv e rs id a d d e l p a is a je
C o m p o n e n te s a b ió tic o s
R e d u n d a n c ia y e s ta b ilid a d p o r re s ilie n c ia
G ra d ie n te s y e c o to n o s
T ip o s d e e c o s is te m a s
C o m u n id a d b ió tic a : h á b ita t y n ic h o s
H ip ó te s is d e G a ia
La c o m u n id a d e c o ló g ic a : e s tru c tu ra de
e s p e c ie s C o n tro le s e n la e c o lo g ía je rá rq u ic a
El p ro b le m a d e las “ m a le z a s ” S u e lo s in v id a
45
46 Ecologia
Modelos de ecosistemas
Fig. 3-1. Modelo de ecosistema como sistema term odinám ico abierto no en equilibrio, en el que
se pone de relieve el ambiente externo el cual debe considerarse parte integral del concepto de
ecosistem a. No es necesario conocer el contenido de la "caja negra" del sistema.
E l ecosistema 47
de los ecosistem as naturales en ella. Pero hay otras fuentes de energía que
pueden ser im portantes para m uchos ecosistem as, por ejem plo el viento,
la lluvia, el flujo de agua en las m areas, el vapor de agua de los volcanes
o los com bustibles fósiles (la principal fuente en el caso de las ciudades
m odern as). La energía tam bién fluye hacia fuera de un sistem a en la form a
de calor entròpico y en otras form as transform adas o procesadas, como
m ateria orgánica (p. ej., alim ento y productos de desecho) y con tam in an
tes. Agua, aire y nutrientes necesarios para la vida, así com o todos los
tipos de m aterias, constantem ente entran y salen del ecosistem a. Y, por
supuesto, organism os y sus propágulos (sem illas y otras form as reprodu c
tivas) entran (inm igran) o salen (emigran).
En la figura 3-1 la parte del ecosistem a correspondiente al sistem a se
m uestra com o una “caja negra” , la cual es definida por los m odeladores
com o una unidad cuya función o funcionam iento general puede evaluarse
sin especificar el contenido. Sin em bargo, deseamos observar dentro de
esta caja negra para descubrir cóm o está organizada internam ente y qué
ocurre a todas las entradas o insumos. El contenido de un ecosistem a se
m uestra en form a de m odelo en la figura 3-2 (y gráficam ente en las figs.
3-4 y 3-5). Algunos autores llam an “cajas grises” a aquellas cuyo con
tenido es conocido de form a parcial o fragm entaria (p. ej., los servom eca
nism os sem inaturales) y “cajas blancas” a los sistem as autom áticos cuyo
diseño, construcción y desem peño es com pletam ente conocido (p. ej. la
tarjeta m adre de las com putadoras o el m ecanism o de un reloj).
En la figura 3-2, a los com partim ientos (cajas) del m odelo se les han
dado diferentes form as según sus funciones básicas, utilizando los
sím bolos del “lenguaje en ergético” desarrollado por H. T. Odum (1971) y
que se resum e en la figura 3-3. Los círculos representan fuentes de energía
renovables, los m ódulos en form a de bala son autótrofos, los hexágonos
son heterótrofos, las cajas en form a de tanque son depósitos, y las “colas
de flech a” son sum ideros o disipadores (sitios donde se pierde o disipa
calor entròpico). Este lenguaje gráfico será em pleado en otros m odelos de
este libro.
Los ecosistem as tienen dos com ponentes bióticos principales. El
prim ero es un com ponente autótrofo (autoalim entado), capaz de fijar
energía lum inosa y producir alim ento a partir de sustancias inorgánicas
sim ples (como agua, dióxido de carbono, nitratos) por el proceso de
fotosíntesis. Generalm ente, las plantas verdes -vegetación terrestre o
algas plantas acu áticas- constituyen el com ponente autótrofo. Estos
organism os pueden considerarse productores. Como se m uestra en la
figura 3-4, form an un “cinturón verde” , estrato (capa) en el cual la entrada
de energía solar es máxima.
La segunda unidad principal es el com ponente heterótrofo (que se
alim enta de otros), el cual utiliza, redistribuye y descom pone las m aterias
co m p le ja s sin tetiza d a s por los a u tótrofos. H ongos, b a cterias no
fo tosin tética sy otros m icroorganism os, así como los anim ales incluyendo
el ser hum ano, constituyen los heterótrofos, que concentran sus activida
des en (o alrededor de) el “cinturón pardo” constituido por suelo y
sedim entos bajo el dosel verde. Estos organism os pueden considerarse los
consum idores, ya que son incapaces de producir su propio alimento, y
48 Ecologia
Fig. 3-2. Diagrama funcional de un ecosistema, en el que se pone de relieve la dinám ica interna
que com prende flujo de energía, ciclos de materia y alm acenam iento (S i, asi com o tram as
alimentarias que comprenden autótrofos (A) y heterótrofos (H).
Fig. 3-3. Símbolos del "lenguaje energético" de H. T. Odum utilizados en los modelos
gráficos de este libro
El ecosistema 49
Prado y estanque
Fig. 3-4. Ecosistemas autótrofos accionados por el sol: Comparación de la estructura macroscópica
de un pastizal terrestre y un ecosistem a de aguas abiertas Las unidades necesarias para el
funcionam iento son: I. Componentes abióticos (compuestos Inorgánicos y orgánicos esenciales); II.
Productores (vegetación en tierra, fitoplancton en el agua); III. Macroconsum ldores o animales: A,
herbívoros directos o ram oneadores (saltamontes, ratones, etc., en tierra; zooplancton, en el agua);
B, consumidores indirectos (detrltófagos o sapróvoros; Invertebrados del suelo en tierra, Invertebrados
bentónlcos en el agua); C, los “carnívoros su p e rio re s ” (halcones y peces grandes); IV.
Descomponedores (bacterias y hongos).
Ecosistemas heterótrofos
Fig. 3-5. Ecosistemas heterotrofos A, Este arrecife de ostras, una de las “ciudades" de la
naturaleza. depende del influjo de energía alimentaria procedente deunagran extensión del am biente
circundante B, Una ciudad industrializada es mantenida por un enorme influjo de com bustible y
alimento, con una salida correspondientem ente grande de desechos y calor. Su requerimiento de
energía por metro cuadrado es unas 70 veces mayor que el del arrecife: alrededor de 4 000 kcal/dia,
o 1 500 000 kcal/año (Tomado de H T Odum, 1971 )
Esto nos lleva de regreso al tema básico del presente libro: el am biente
natural como módulo de soporte de vida de la Nave Espacial Tierra, con
la ecología como puente entre la ciencia y la sociedad. Puesto que, según
ya se hizo notar, la capacidad de la naturaleza de m antener nuestras
siempre crecientes y dem andantes ciudades está siendo llevada al lím ite
en m uciios lugares, es tiempo de pensar en rediseñarlas para redu cir la
pérdida (el concepto de adm inistración de insum os delineado en el cap. 2).
El reciclaje de agua y desechos, el cultivo de alim entos en azoteas y
terrazas y el uso de energía solar directam ente para calentar edificios y
producir electricidad son algunas de las cosas que deben hacerse a m ayor
escala que en la actualidad. Incluso la econom ía de m ercado puede ser útil
en este caso: puede hacerse dinero en m anejo de desechos (aun la
reducción de residuos tóxicos), reciclaje, generación solar de electricidad,
agricultura orgánica, desarrollo de com bustibles hidrogenados, in gen ie
ría genética para el control de enferm edades y plagas, aislam iento térm ico
de residencias, restauración y m onitorización am bientales, etcétera
Componentes abióticos
En la figura 3-2 se ilustran de m anera sim plificada las dos funciones
abióticas básicas que hacen operacional al ecosistem a; a saber: flujo de
El ecosistem a 53
fósforo del suelo puede existir en form as quím icas inaccesibles para las
raíces de las plantas; el que una planta de tom ate disponga de fósforo
suficiente no depende de la cantidad total de dicho elem ento en el suelo,
sino de la cantidad presente en una form a utilizable para la planta.
Cuando un agricultor ordena u na prueba de suelo de sus tierras o el lector
hace exam inar el suelo de su jardín , el laboratorio les inform a la cantidad
de nutrientes disponibles y les indica la cantidad que posiblem ente tenga
que agregarse de ellos para asegurar un rendim iento adecuado de los
cultivos.
Otros elem entos, no m enos vitales que los m acronu trientes pero
requeridos sólo en pequeñas cantidades por los organism os, se conocen
como m icronutrientes, oligoelem entos o elem entos traza. Alrededor de
una docena de ellos son esenciales para las plantas y la m ayor parte de
los anim ales; entre ellos se incluyen varios iones m etálicos com o hierro,
magnesio, m anganeso, zinc, cobalto y m olibdeno. Se sospecha que otros
más son esenciales para grupos específicos de organism os. No se conocen
com pletam ente los tipos y las cantidades de oligoelem entos necesarios
para la salud del ser hum ano, y ello es en la actualidad tem a de am plia
investigación y controversia. M ientras que son necesarios de 50 a 150 kg
de cada m acronutriente com o nitrógeno, fósforo y potasio para obtener
una buena cosecha de m aíz en una hectárea de tierra, se requiere m enos
de 0.1 kg de la m ayoría de los m icronutrientes. Sin em bargo, dado que
muchos de éstos son escasos en la superficie terrestre, llegan a p resen
tarse deficiencias de ellos, las cuales pueden reducir la productividad de
un ecosistem a del m ism o m odo en que lo haría una deficiencia de
macronutrientes. Por, ejem plo, sin m olibdeno los m icroorganism os antes
m encionados son incapaces de transform ar nitrógeno atm osférico en
am oniaco y nitratos utilizables para las plantas.
Los carbohidratos (como azúcares, alm idones y celu losa), las proteínas
y am inoácidos y los lípidos (grasas y aceites), que constituyen los cuerpos
de los organism os vivos, están tam bién am pliam ente dispersos en las
form as no vivas del am biente. Estos y cientos de otros com puestos
com plejos constituyen el com ponente orgánico del am biente abiótico. Más
adelante se com entarán sus im portantes funciones com o reguladores por
retroalim entación.
Cuando los cuerpos de los organism os se descom ponen son disp ersa
dos en fragm entos llam ados en conjunto detritos orgánicos (productos de
desintegración, del latín deterere, desgastar; en geología, la palabra
detritos se refiere a los productos de desintegración de las rocas). Puesto
que la biom asa vegetal suele ser m ayor que la anim al, y dado que las
plantas suelen descom ponerse más lentam ente que los restos anim ales,
los detritos de origen vegetal suelen ser más notables, al m enos en el
am biente terrestre. Los detritos orgánicos no sólo constituyen una fuente
de alim ento para los sapróvoros tanto en tierra com o en el agua; tam bién
m ejoran la textura del suelo y favorecen la retención de agua y m inerales.
Es éste el motivo por el cual el estiércol y la com posta son benéficos para
los cultivos y jardines.
Los ecólogos a m enudo utilizan los acrónim os M OD (m ateria orgánica
disuelta) y M O P (m ateria orgánica en partículas) para las dos form as de
£ / ecosistema 55
Gradientes y ecotonos
Lo que no se com prende tan bien es que en distintas partes del globo
con am biente físico sim ilar se encuentran especies ecológicam ente sim i
lares, o equivalentes ecológicos. Las com unidades herbáceas de la parte
tem plada sem iárida de Australia están form adas por especies distintas de
las que se encuentran en una región clim ática sim ilar de Am érica del
Norte, pero realizan la m ism a función básica com o productores en el
ecosistem a. De m odo similar, los canguros (herbivoros) de los pastizales
australianos son equivalentes ecológicos del bisonte v el antílope (o el
ganado que los ha sustituido) en los pastizales norteam ericanos, puesto
que tienen una posición funcional sim ilar en el ecosistem a. Los ecólogos
utilizan el térm ino hábitat para hacer referencia al lu gar en que puede
encontrarse una especie, y el térm ino nicho ecológico para aludir a la
función ecológica de un organism o en su com unidad. El hábitat es la
“dirección ” de un organism o, por así decirlo (el lugar donde v iv e ), y el nicho
es su “profesión ” (cómo vive, incluyendo la form a en que interactúa con
otras especies y es restringido por ellas). Así, podem os decir que el
canguro, el bisonte y los bovinos dom ésticos, aunque no están estrech a
m ente relacionados genéticam ente, ocupan nichos sim ilares (esto es, son
equ ivalentes ecológicos) cuando están presentes en ecosistem as de
pastizal. (La form a de delim itar y m edir la anchura, la su perposición y
otras dim ensiones de un nicho son tem a de am plia polém ica entre los
ecólogos.)
Como ya se dijo, el ser hum ano ha m odificado en gran m edida la
com posición de las com unidades bióticas d ondequ iera que se ha estable
cido, no sólo m odificando el am biente sino tam bién elim inan do algunas
especies e introduciendo otras nuevas, tanto in advertida com o delibera
dam ente. Ya sea que una introducción im plique sustituir una especie por
otra en el m ism o nicho u ocupar un nicho vacante, el efecto global sobre
el fu ncionam iento del ecosistem a puede ser neutro, benéfico o perjudicial.
Cuando las praderas del medio oeste de Estados Unidos fueron con verti
das en cam pos agrícolas (al sustituir los inm igrantes europeos a los indios
nativos), la gallina de las praderas nativa fue incapaz de adaptarse a la
gran m odificación del am biente, pero el faisán de collar introducido, que
se había adaptado a los terrenos cultivados de Europa, prosperó en el
paisaje alterado (domesticado). En lo que a los cazadores concierne, el
“nicho de aves de caza” fue llenado satisfactoriam ente, puesto que
disparar a los faisanes es un deporte tan bueno o m ejor que d isparar a las
gallinas de pradera. Sin em bargo, dem asiado a m enudo las especies
introducidas se convierten en plagas, como se vio en el capitulo 2. Este es
el m otivo por el cual los agentes aduanales son tan m inuciosos en cuanto
a los tipos de plantas o anim ales que uno puede llevar de un país a otro,
y en especial de un continente a otro.
Con frecuencia resultan problem as especialm ente graves cuando plan
tas y anim ales dom esticados escapan de regreso a Ja naturaleza y se
convierten en plagas debido a la ausencia de controles, sean hum anos o
naturales. Por ejem plo, en algunas de las islas G alápagos y de las de
H awaii, las cabras ferales o cim arronas (alguna vez dom esticadas pero
después readaptadas al estado silvestre) han tenido un efecto m ás severo
en el suelo, la flora y la fauna que los bulldozers. Algunas de nuestras
58 Ecologia
Sorghastrum natans 24
Panicum virgatum 12
Andropogon gerardi 9
Aüphium laciniatum 9
Desmanthus illinoensis 6
Bouteloua curtipendula 6
Andropogon scoparius 6
Helianthus maxim iliana 6
Schrankia nuttallii 6
Otras 20 especies (0.8% en promedio cada una) 16
Total 100
Fuente: Rice (1952), basado en 40 muestras tom adas con cuadrantes de 1 m 2 por alumnos de
un curso de ecología.
*En térm inos de porcentaje de un total de 34% de cobertura vegetal de la superficie del suelo. Las
cifras están redondeadas al entero más cercano.
Panicum ramosum 93
Cyperus sp. 5
Amaranthus hybridus 1
Digitarla sanguinalis 0.5
Cassia fasciculata 0.2
Otras 6 especies (0 05%
en promedio cada una) 0.3
Total 100.0
'E n términos de peso seco porcentual de plantas aéreas, basado en 20 m uestras tom adas con
cuadrantes de 25 cm de lado a finales de julio
eos pueden causar graves problem as de erosión del suelo y contam inación
del agua.
M uchos científicos ahora se preguntan si increm entar la intensidad de
cultivo en un esfuerzo por elevar un poco el rendim iento no hace m ás daño
que bien. Algunos estudios están dem ostrando que la presen cia de una
cantidad m oderada de m alezas puede ser benéfica para un cultivo, al
constituir un hábitat para insectos útiles o al m ejorar las condiciones del
suelo. Otros estudios dem uestran que los cultivos m ixtos (policultivos)
pueden producir más alim ento u otros productos por unidad de área que
los monocultivos. Los agroecólogos se han interesado recientem ente en
revalorar el antiguo sistem a indígena de cultivar una com binación de
maíz, frijol y calabaza, que aún se practica en Asía y Latinoam érica (fig.
3-6). Todas estas interesantes posibilidades se están investigando con un
nuevo criterio en u niversidades y estaciones experim entales.
Debem os pensar que una “m aleza” o incluso una “plaga” no son una es
pecie indeseable que debe ser borrada de la faz de la Tierra, sino m ás bien
una especie que se encuentra en el lugar y el m om ento incorrectos. Una
planta que asfixia a las flores o las hortalizas del jardin del lector puede
resultar un m iem bro m uy útil de una com unidad vegetal de cam po aban
donado, o una atractiva flor a la vera del cam ino (son ejem plos de ello
digitaria, diente de león y m aravilla).
R esulta interesante el hecho de que donde el ser hum ano crea lo que
podría llam arse un “ecosistem a para produ cción” que m axim iza el ren di
m iento de productos alim enticios o fibras, encuentra que los m onocultivos
son convenientes para su manejo, en especial con m aquinaria. Por otro
lado, cuando crea “ecosistem as protectores” alrededor de sus hogares, por
ejemplo, tiende a optar por una m ayor diversidad. En un estudio sobre la
vegetación en distritos residenciales en Madison, W isconsin (G. J. Lawson
et al., datos no publicados), se identificaron 150 especies de árboles y
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Fig. 3-6. En la zona m ontañosa deTungurahua, Ecuador, se aplican modernos m étodos de arado
de contorno a los cultivos indígenas tradicionales en una parcela ("chacra”) de maíz y frijol. Tales téc
nicas agrícolas tradicionales podrían adaptarse a las necesidades de muchas otras naciones en
desarrollo, en lugar de los costosos monocultivos intensivos en energía de las naciones industrializadas
(Foto. F. Sarmiento.)
62 Ecología
(B )
Fig. 3-7. Fragm entación del paisaje en una región boscosa de Maryland central. A, Area agrícola
del paisaje domesticado inicial. B, Area urbana expandida del paisaje desarrollado de la actualidad.
En negro se observa el bosque; en blanco, los sem bradíos y cam pos abiertos; en gris, el lago; y en
azurado, la zona residencial.
Clasificación de especies
vida (p. ej., en el Artico, un lago salado, un rio contam inado) y m áxim a en
am bientes benignos en que las condiciones son favorables para u na gran
variedad de form as de vida. Según la llam ada hipótesis de los disturbios
interm edios (Sousa, 1984) un disturbio m oderado, por fuerzas externas a
la com unidad, puede increm entar la diversidad en cualquier com unidad,
sin im portar su posición en un gradiente am biental.
Dos proverbios fruto de generaciones de experiencia hum ana se refie
ren a la diversidad y se escuchan con frecuencia en conversacion es coti
dianas: “La variedad es el condim ento de la vida” , y “ No pongas todos los
huevos en una sola canasta” . La variedad de los organism os enriquece
nuestra vida, y tiene un gran valor práctico. Es m ucho m ás seguro contar
con m ás de un tipo de organism o que realice una función vital. No sabem os
si una especie rara de planta o anim al proporcionará un nuevo fárm aco
o será n ecesaria para sustituir a otra común que es víctim a de una en fer
medad.
En la actualidad existe mucha preocupación no sólo por la pérdida de
la diversidad de especies, sino tam bién por la pérdida de diversidad
genética a causa de actividades humanas. Conform e se aproxim a el fin del
s. xx, el interés por la preservación de la diversidad biótica alcanza
66 Ecologia
La pérdida de biodiversídad
Fig. 3-9. Diversidad de hábitat en el National Environmental Research Park, de 770 km2, en la
cuenca del rio Savannah, donde un tercio de la superficie actualmente se dedica al monocultivo de
pino. Dado que las plantaciones de pino están dispersas entre distintos hábitat más diversos, la
diversidad del paisaje es alta y se asemeja a la diversidad del suelo natural. La diversidad de hábitat
disminuiría en gran medida si las plantaciones de pino se ampliaran a 50 o 75% de la superficie
(Tomado de Odum, 1982; datos de Odum y Kroodsma, 1977.)
68 Ecologia
Tipos de ecosistemas
Parece ser que la m ente hum ana requiere, o incluso podríam os decir
que disfruta, la categorización o clasificación ordenadas cuando trata una
gran variedad de entidades: libros en una biblioteca, especies de seres
vivos, trabajos en una oficina o fábrica. No existe entre los ecólogos
consenso sobre un esquem a de clasificación único para los tipos de
ecosistem as o siquiera sobre lo que pudiera ser una base adecuada para
establecer uno. Y asi debe ser, puesto que la existencia de m uchos arreglos
distintos puede ser instructiva. Las características estructurales o las
funcionales pueden servir como bases para clasificaciones. Citem os dos
arreglos útiles, uno de cada categoría.
Hipótesis de Gaia
Jam es Lovelock es una de esas personas raras pero im portan tes que,
pese a haber alcanzado el éxito y la independencia económ ica en una
profesión, no se sienten satisfechas y aspiran a m ayores n iveles in telec
tuales. Con base en su form ación en ciencias físicas, desarrolló un
dispositivo analítico denom inado detector de captu ra de electron es que
increm enta en gran m edida la capacidad de detectar cantidades extrem a
dam ente pequeñas (vestigios) de sustancias quím icas. Esta tecnología
condujo al descubrim iento de que en todos los seres vivos del planeta,
desde los pingüinos de la A ntártida hasta las m adres lactantes de Estados
Unidos, se encu entran plaguicidas y otros residuos altam ente tóxicos.
Tales revelaciones inspiraron aR a ch el Carson (1962) a escribir su decisivo
libro Silent Spring (Prim avera silenciosa), pues aportaron las pruebas
n ecesarias para ju stifica r su preocupación por las consecu encias a largo
plazo de la om nipresencia de agentes quím icos tóxicos hechos por el
hombre. A m ediados del decenio de 1960, después de un tiem po de
trabajar en la NASA, Lovelock se retiró del m undo industrial a una cabaña
cam pestre en Inglaterra y se em barcó en una segunda carrera. Se dedicó
a dem ostrar de una m anera lógica y científica el antiguo concepto de Gaia,
la diosa griega “ Madre Tierra” , y la teoría general de que los organism os
no sólo se adaptan pasivam ente a las condiciones físicas, sino que
70 Ecologia
Fig. 3-10. Comparación de los principales com ponentes de la atmósfera actual de Venus, Marte
y la Tierra. Los porcentajes representan cantidad de moléculas, no peso especifico. Los elementos
sin valores porcentuales se encuentran en cantidades vestigiales. (Tornado de Margulis y Olendzenski,
1992.)
72 Ecologia
Ecosfera
1
Ecorregiones
Sin control
Entornos de punto fijo.
La retroalimentación
(positiva y negativa)
mantiene dentro
de los limites
Ecosistemas pulsantes (homeorresis)
Poblaciones
li
Organos
4
Tejidos Controles
de punto fijo
li
mantiene dentro
de los limites
los estados
Células estables (homeostasis)
II
Moléculas
li
Atomos
I7
Fig . 3-11. La cibernética en.la jerarquía de los organism os y los ecosistem as. C om paradas con
los fuertes controles de punto fijo de los niveles de organismo e inferiores, la organización y el funcio
namiento a los niveles de ecosistema y superiores son re guiados de una manera m enos estrecha,
con un com portam iento más pulsante y caótico, sin embargo, son controlados por la alternancia de
¡os circuitos de retroalim entación positiva y negativa. La presencia de categorías interm edias (en
paréntesis) dan la idea de la continua agregación de jerarquías no anidadas en cada nivel. No
reconocer la diferencia entre hom eostasis y homeorresis, y su difícil explicación m ecanistica {en
cibernética) ha propiciado confusión acerca de las realidades del equilibrio de la naturaleza en
oposición con el asi llamado paradigm a del flujo de la naturaleza. Se mencionan además los
diferentes niveles para el estudio ecológico en las distintas escalas de la organización jerárquica en
la Tierra, em pezando desde el nivel atómico (acoecología), el m olecular (genecologia) y de las
organelas (m icroecología), para luego estudiar los com ponentes orgánicos (anaecologia) y al indivi
duo (autecología) y la com unidad (sinecología), y finalizar en los niveles de estudio paisajístico
(m esoecologia) y ecorregional (m acroecología), e inclusive las relaciones planetarias (exoecologia)
74 Ecologia
Fig. 3-12. Paisaje de Copper Hill, Tennessee, en 1930, a la altura a la que las plantaciones
de cobre liberaban los vapores de ácido. (Foto cortesía del U.S. Forest Service.)
El ecosistem a 75
siglo, los vapores de ácido sulfúrico de las fundiciones de cobre (un caso
extrem o de lluvia ácida) exterm inaron todas las plantas de raíz en una
extensión considerable. La m ayor parte del suelo fue erosionada y barrida,
dejando un paisaje m uy parecido al de Marte. Aunque después de m uchos
años de debates en las cortes finalm ente se forzó a la industria a reducir
los vapores, los intentos por reforestar la zona han sido costosos y, en su
m ayor parte, inútiles. Gracias a la im portación de suelo superficial, una
delgada capa de hierba se ha establecido en partes del área degradada. En
algunos de los lugares m enos gravem ente erosionados se han establecido
algunas plantaciones de pinos gracias a intensa fertilización y la ayuda de
m icorrizas im portadas. Existe otro desierto artificial cerca de Sudbury,
Ontario, Canadá, creado por el m ism o tipo de operación de fundiciones
que en Copper Hill (excepto que el m ineral extraído fue níquel en vez de
cobre). El área afectada es tan grande, que resulta claram ente visible
desde el espacio com o una costra en la superficie de la Tierra. Un program a
de restauración ecológica m uy am plio y costoso está ahora en marcha, y
se planea dejar un área considerable sin restaurar, para com paración
(Gunn, 1995). En Chile se encuentra la m ina de Chuquicam ata, la más
grande explotación de cobre a cielo abierto en el mundo, con com plicacio
nes am bientales parecidas a las de Sudbury y Copper Hill. La costra de
Chuquicam ata tam bién es fácilm ente observable desde el espacio.
Incluso si por ahora no puede corroborarse la hipótesis de Gaia,
sabem os lo suficiente para com prender la im portancia de evitar la
contam inación, no sólo del tipo intenso local como en Copper Hill o en un
tiradero de desechos tóxicos, sino tam bién el problem a m ucho m ás difícil
de la contam inación generalizada (de fuentes no puntuales), que puede
alterar gravem ente la intrincada red biorregenerativa que m antiene
De los m uchos artículos bien escritos sobre el am b ien te que han ap a recid o en
últim as fech as, los sigu ien tes nú m eros esp eciales son pa rticu la rm en te re c o m e n
dables:
Energética ecológica
CONTENIDO
U nidades de e n ergia A lim e n to s para el se r h u m a n o
79
80 Ecologia
com bustibles. Todos los seres hum anos debem os com prender los princi
pios básicos de las transform aciones energéticas, dado que sin energía no
puede haber vida. D eberíam os com enzar a estudiar la en ergética desde el
prim er grado de educación elem ental.
En 1976, Barry C om m oner escribió acerca de 1) nuestra incom prensión
del enlazam iento de tres sistem as — ecosistem a, sistem a productivo y
sistem a económ ico— vin cu lados por la energética, y 2) la inutilidad de dar
una “solución fácil” a algún problem a en alguno de estos sistem as com o
si estuviera separado de los otros. Sin em bargo, es H. T. Odum quien se
ha dedicado m ás plenam ente a desarrollar el concepto de energía com o el
común denom inador de la ecología y el vínculo entre el ecosistem a y el
sistem a económ ico (H. T. Odum 1971; 1973; 1996; Odum y Odum, 1981).
Unidades de energía
Leyes de la energía
El com portam iento de la energía es regido básicam ente por dos leyes,
conocidas com o leyes de la term odinám ica. La prim era ley establece que
la energía puede cam biar de una form a (como luz) a otra (como alim ento),
pero nunca se crea o se destruye. La segunda ley establece que ningún
proceso que im plique una transform ación de energía ocurrirá a m enos que
haya una degradación de energía desde una form a concentrada (como
alim ento o gasolina) a una form a dispersa (como calor). En virtud de que
parte de la energía siem pre se dispersa en energía calorífica irrecuperable,
ninguna transform ación espontánea (luz a alimento, por ejem plo) puede
ser 100% eficiente.
La segunda ley a veces se denom ina ley de la entropía. La entropía (de
en, en; y trophos, transform ación) es una m edida del desorden en
térm inos de la cantidad de energía irrecuperable en un sistem a term odí-
nám ico cerrado. Así, aunque la energía no se crea ni se destruye durante
una transform ación, parte de ella se degrada a una form a irrecuperable
o m enos disponible (calor disperso, por ejemplo) cuando se utiliza (es
decir, se transform a). El alim ento que el lector desayuna es irrecuperable
una vez que se ha utilizado en la respiración para el m antenim iento de sus
tejidos corporales; el lector debe ir a la tienda y com prar más alim ento para
el desayuno del día siguiente. La energía no p ued e ser reutilizada, en
contraste con la materia, como agua, nutrientes o dinero, que pueden
recircular y utilizarse una y otra vez con poca o ninguna pérdida de
utilidad. Las dos leyes de la energía se ilustran en el diagram a de flujo de
energía a través de una hoja de roble en la figura 4-1. El cuadro general
de entradas, trasform aciones, depósitos y salidas de energía a nivel de
ecosistem a se presentó en nuestros prim eros m odelos (figs. 3-1 y 3-2).
82 Ecologia
Fig. 4-1. Leyes de la termodinámica. La primera es ilustrada por la conversión de energía solar
(A) en alimento (azúcar, C) mediante la fotosíntesis (A = B + C). La segunda establece que C siem pre
es m enor que A por la disipación de calor (B) durante la conversión.
Radiación solar
Radiación
solar
" —- ultravioleta
Radiación : - Rayos X Rayos
visible (luz) gamma
Longitud de onda X = >
(forma de energía
concentrada) 104 10 1 . 0.1 -icr6
i i i i i , i i i i ! !
l i l i 1 i i i 1 1
Frecuencia V 10’“ 10” 1020
(ciclos/s, Hz)
se localiza el grueso de la energía calorífica del sol, las hojas de las plantas
terrestres evitan tem peraturas letales (además de que son enfriadas por
evaporación de a gu a ). Esta vinculación de los rayos del sol y el m anto verde
de la tierra es otro ejem plo de la forma en que los organism os no sólo se
adaptan a las condiciones físicas, sino también las m odifican para a dap
tarlas a sus n ecesidades. La fresca som bra verde de un bosque, debida a
la absorción de radiación visible roja y azul e invisible del 1F lejano por el
follaje, es ciertam ente un am biente radiactivo distinto de los desiertos
hechos por el hom bre como el de Copperhill o el de un estacionam iento
para autos. En un bosque viven perm anentem ente miles de tipos de
anim ales y m icroorganism os, pero quizá sólo unos cuantos (incluidos
personas) se hallan de m anera transitoria en el estacionam iento, y
probablem ente tratan de conseguir un m ejor sitio.
Dado que la luz verde y la radiación del infrarrojo cercano son reflejadas
por la vegetación, estas bandas espectrales se utilizan en la detección y la
fotografía rem otas aéreas y por satélite para descubrir patrones de
vegetación natural, el estado de cultivos, la presencia de plantas en fer
mas, etcétera. El continuo desarrollo de la tecnología de la detección
rem ota y los sistem as de inform ación geográfica (m anejo y análisis por
com putadora de im ágenes de detección remota) es uno de los m ayores
beneficios de la era espacial.
C iertos agen tes qu ím icos produ cidos en la indu stria, com o los
cloroflu oroalcanos (CFA) que se utilizan como dispersantes de aerosoles
(Cohn, 1987) y las em isiones de aviones de propulsión a chorro que vuelan
a grandes altitudes, destruyen el ozono. Con el tiempo han aum entado las
cantidades de sustancias destructoras del ozono que llegan a la atm ósfera
superior, hasta el punto de representar una grave am enaza para la capa
de ozono (escudo de ozono). La prim era advertencia de que dicha capa
podría estar adelgazándose sobre la Antártida se hizo en 1974, y lo que ha
ven ido a denom inarse agujero en la capa de ozono se detectó por vez
prim era sobre esa región en 1984 (Bowman, 1988). Hacia 1991 el agujero
había aum entado de tam año hasta abarcar el sur de Argentina, donde se
han increm entado los inform es de cáncer de piel y ceguera en ovejas y
personas. La acum ulación de m onóxido de cloro (destructor de la capa de
ozono) sobre Europa indica un drástico adelgazam iento del escudo sobre
la zona tem plada. M ientras tanto, las naciones industrializadas han
firm ado un acuerdo para reducir la producción de CFA mediante la
búsqueda de sustitutivos, con la esperanza de im pedir que continúe
dañándose ese es-cudo protector de la vida. (En el cap. 5 se considera el
ozono com o contam i-nante a nivel del suelo.) En 1996, el acuerdo parecía
estar funcionando, ya que la producción de los agentes quím icos destruc
tores del ozono había dism inuido a m edida que las industrias desarrolla
ban sustitutos (Kerr, 1996) para su uso en aerosoles, refrigeración y aire
acondicionado (los vehículos libres de CFA ahora son más populares y
económ icos que otros comparables).
86 Ecologia
ni/ ■ i■ w AjOn ■■ ^ ~ tv I i N.
Tr/mi ^ ^
* {10 000) (1 000) ^ . (200)
M - Q ifr
Autótrofos Heterótrofos
5 000 000 1 000 000 500 000 -----2000 200 ^--n40k
______ Iv________1%________
Fig. 4-3. Flujo de energía solar a través de la cadena alim entaria biológica, en kcal/m - al año A,
Representación esquemática; B, Modelo más form al de flujo de energía Las cifras entre paréntesis
se refieren a niveles que pueden alcanzarse en ecosistem as subsidiados cuando el flujo de energía
solar es com plem entado con otros tipos de energía, com o com bustibles fósiles.
Es el flu jo de energía lo que acciona los ciclos de materia. Para recircu lar
agua y nutrientes se requiere un gasto de energia, la cual en sí m ism a no
puede recircular: este hecho no es com prendido por quienes piensan que
Reflejada 30
Conversión directa en calor 46
Evaporación, precipitación (acciona el ciclo hidrológico) 23
Viento, olas y corrientes 0.2
Fotosíntesis 0.8
Total 100 0
* N. del E.: En este libro se establece la diferencia entra la recirculación natural de agua, nutrientes,
etc. y la recirculación artificial o reciclaje de una diversidad de sustancias, incluyendo basura y otros
desechos.
Energética ecológica 89
todas las energías podrían ser del m ism o tipo (p. e j., energía solar).
Tam bién se ha em pleado el térm ino energía incorporada para describir
este tipo de m ediciones cualitativas.
El aum ento en la concentración de energía con la dism inución en la
cantidad de ésta se ilustra por m edio de los diagram as de flujo de la figura
4-4. En la cadena alim entaria natural (fig. 4-4A), la cantidad de energía
dism inuye con cada paso, pero la concentración en térm inos de la
cantidad de kcal solares disipadas aum enta. Se estim a que se requieren
10 000 kcal de luz solar para producir 1 kcal de depredador. Se requieren
100 u nidades de energía de herbívoros por cada unidad de energía de
depredador. De este modo, los depredadores son com ponentes relativa
m ente raros y costosos en energía de los ecosistem as, pero suelen ser muy
im portantes en el control por retroalim entación de los herbívoros, que a
su vez tienen un efecto im portante en la producción vegetal. H. T Odum
(1973) resum e este principio com o sigue: “Cuando la energía fluye por las
tram as de transform aciones sucesivas, cam bia de form a, concentración
y capacidad de retroalim entar y producir efectos que se am plifican.”
En la figu ra 4-4B se m uestra una cadena alim entaria que conduce a la
generación de electricidad. (Debe h acerse hincapié en que las cifras de los
diagram as son tentativas, y constituyen m ás bien “órdenes de m agnitu d”
redondeados sujetos a revisión conform e se estudien más a fondo las
1 1 0 00 2 000 8 000
C oncentración creciente (kcal solares/kcal)
formas de com parar diferentes tipos de energía.) Una vez más, a m edida
que la cantidad declina a lo largo de la cadena, la capacidad de realizar
trabajo por unidad de cantidad (kcal) aum enta con cada conversión. Así,
la energía del sol es concentrada por las plantas verdes, lo es aún m ás por
el proceso de fosilización que produce carbón, y finalm ente es m ejorada
algo más en la producción de electricidad que, en consecuencia, es una
form a de energía derivada de la energía solar pero concentrada m uchos
miles de veces. La producción de electricidad, ya sea quem ando com bu s
tibles fósiles o por conversión directa con celdas solares, consum e m u cha
energía, pero su utilidad es tan grande (considérense todas las tareas que
puede realizar) que sería difícil im aginar nuestro mundo sin ella.
En resumen, la em ergia y la energía incorporada son m edidas del valor
de un producto o servicio, puesto que representa cuánta energia de un tipo
debe “pagarse” para producir otra form a m ás “valiosa” . El hecho es que la
candidad de energía directam ente im plicada en un proceso puede no ser
una buena medida del costo energético real. Por ejem plo, pensar o leer este
libro requiere muy poca energía, quizá una caloría (1 cal) por hora. Sin
em bargo, dado que se necesita una gran cantidad de energía para adqu irir
la capacidad de leer y pensar, la energía incorporada de esta actividad es
grande.
La educación, y la actividad intelectual en general, es en consecu encia
muy costosa en energia; ello ayuda a explicar por qué es tan difícil obtener
suficiente dinero de im puestos para apoyar la educación de calidad de
grandes grupos de personas. Más adelante en este capítulo se con sidera
rán las conversiones entre energía y dinero.
Producción primaria
nuestros anim ales dom ésticos podem os comer. Pronto verem os cóm o se
logra esto.
Producción prim aria y productividad prim aria son térm inos em plea
dos para design ar la cantidad de m ateria orgánica fijada (convertida a
partir de energía solar) por los au tótrofos de una superficie dada en cierto
periodo, lo que generalm ente se expresa como una tasa diaria o anual. La
producción prim aria bruta es la cantidad total, incluida la u tilizada pol
la planta para sus propias necesidades, m ientras que la producción
prim aria neta es la cantidad alm acenada en una planta com o un
excedente después de satisfacer sus necesidades respiratorias v es por ello
potencialm ente disponible para los heterótrofos.
La producción neta de la com unidad es la cantidad que queda
después de que la com unidad biótica -a u tó tro fo s y h eteró tro fo s - ha
tom ado todo el alim ento que necesita. Por último, el alim ento alm acenado
a nivel de los consum idores -va ca s y peces, por ejem p lo- se conoce como
producción secundaria.
Se observan altas tasas de producción prim aria tanto en ecosistem as
naturales com o en cultivados cuando los factores físicos (com o agua,
nutrientes y clim a) son favorables, y especialm ente cu ando energía
auxiliar desde fuera del sistem a reduce los costos de m an ten im ien to (esto
es, favorece la disipación del desorden). La energía secu n daria que
com plem enta la del sol y perm ite a una planta a lm acenar y tra n sferir más
de su fotosintato puede considerarse un subsidio de energía. Son
ejem plos el viento y la lluvia en un bosque de la Am azonia, la en ergia de
m area en un m anglar en el Darién, el vaivén diario de la n ubosidad en la
franja de selva de neblina de los Andes, o el com bustible fósil u tilizado en
los recintos agrícolas del Chaco; todo ello favorece la produ cción por
plantas y anim ales adaptados para hacer uso de la energía auxiliar.
Por ejem plo, las m areas realizan el trabajo de llevar n u trientes a los
pastos m arinos y alim ento a los bivalvos adem ás de alejar los productos
de desecho, de m odo que los organism os no tengan que in vertir energía
en estos trabajos y puedan utilizar para el crecim iento más de su propia
producción.
Tipos de fotosíntesis
Temperatura (°)
0o 20° 40°
1% 50% 100%
Intensidad lumínica (Radiación solar plena)
(H3S) en lugar de agua, y por ello no liberan oxígeno. Las plantas sucu
lentas del desierto, como los cactos, tienen un modo fotosintético, el MAC
(m etabolism o ácido de las crasuláceas), en el cual el C 0 2 se absorbe y al
m acena com o ácidos orgánicos por la noche pero no se “fija” sino hasta el
día siguiente al disponerse u na vez más de luz, lo cual perm ite a la planta
m antener sus aberturas foliares (estomas) cerradas durante las cálidas y
secas horas del día, conservando agua de este modo. Probablem ente exis
ten aún m uchas otras adaptaciones no descubiertas para capturar la
energía del sol cualquiera que sea el am biente físico. (La naturaleza no
tiene lím ites en sus esquem as de superviviencia, y ello es uno de los
m otivos que hacen tan fascinante su estudio.)
10-25
0.5-3.0
Desiertos Pastizales
Lagos Bosques húmedos
profundos y comunidades
Bosques secundarias
de montaña Lagos promedio Aguas sobre
Pastizales húmedos plataforma continental
Agricultura I
no subsidiada Agricultura promedio
Algunos estuarios, manantiales,
arrecifes de coral, comunidades
terrestres en planicies aluviales
Agricultura subsidiada por combustible
Fig. 4-6. Distribución mundial de la producción prim aria entre los diferentes tipos de ecosistem as
desde el océano pelágico hasta los desiertos del interior de los continentes.
La producción de alim ento para consum o hum ano por unidad de área
se ha elevado en gran m edida en decenios recientes por increm entos en
mecanización, fertilizantes, riego y plaguicidas (fig. 4-7). Todos estos
subsidios son insum os de energía tal como lo es la energía solar; pueden
medirse en las calorías o caballos de potencia invertidos en el trabajo
(menos el calor producido) de m antener el cultivo (la energía requerida
para producir fertilizantes y plaguicidas, energía incorporada, sería una
medida de su contribución). La relación general entre rendim ientos de
cultivos e insumos de fertilizante, plaguicidas y trabajo se ilu stra en la
figura 4-8. En el pasado, para duplicar el rendim iento de los cu ltivos se
Energética ecológica 95
Fig. 4-7. La aspersión de insecticidas en los cultivos es una entrada de energia que ha
increm entado la producción de alimento, pero ha generado otros problem as a m edida que el alimento
para el ser humano se ha contaminado cada vez más y el agente tóxico se ha dispersado más allá
del cam po de cultivo. Estos problem as pueden corregirse por medio de un control integrado de plagas
más eficiente y menos dispendioso. (Foto: B. J. M iller/Biological Photo Service.)
Fig. 4-8. Relación entre energía y subsidios químicos en los rendimientos de los cultivos.
96 Ecologia
Azúcar* (de caña: menos E.U.A. 7 680 Paquistán 4 150 6 133 3 000
de 1% de proteína)
Arroz (10% de proteina) Japón 6 325 Bangladesh 2 630 3 550 2 200
Trigo (12% de proteina) Países Bajos 7 700 Argentina 1 850 2 550 1 200
Soya (30% de proteina) Canadá 2 650 India 1 000 1 900 1 200
Las cifras son promedios redondeados tom ados del Anuario de producción de la FAO, 1990.
Los rendimientos de cultivos básicos se han estabilizado, con muy poco aumento desde 1990, y
las diferencias entre paises ricos y pobres sigue siendo amplia.
*EI azúcar se estim a en 10% del peso cosechado de la caña, como se informa en el A nuario.
Sólo reduciendo ahora las grandes diferencias econ óm icas y en cam in ando
el desarrollo agrícola a zonas más secas podrá salvarse leí diversidad
biológica de las selvas tropicales húm edas. V arias evalu aciones eco n ó m i
cas recientes (p. ej., Peters et al., 1989) indican que el valor com ercial de
productos no m aderables com o frutos, látex o agentes m edicinales
cosechados sobre una base sostenida en selvas lluviosas puede ser m ucho
m ayor que el de una cosecha de m adera de una sola vez.
En 1967, y nuevam ente en 1976, páneles expertos com ision ad os por el
gobierno de Estados Unidos publicaron extensos inform es (un total de
nueve volúm enes) sobre el “problem a alim entario m u ndial’’ . E stos in fo r
mes son “cautelosam ente optim istas” de que la ham bruna global puede
evitarse si Estados Unidos y otros países desarrollados hacen m ás por
m ejorar el uso y la distribución de su m inistros y tierra y por reducir la tasa
de natalidad humana.
Norm an E. Borlaug, uno de los pioneros en el desarrollo de variedades
de alto rendim iento de cereales (y a m enudo llam ado “el padre de la re vo
lución verd e”) siem pre incluye en sus escritos y conferencias un record a
torio de que nuestro éxito por increm entar los rendim ientos agrícolas sólo
com pra un poco de tiem po hasta que la población m undial pueda
estabilizarse. Sin un descenso en el crecim iento poblacional, nuestros
esfuerzos habrán sido vanos.
Hay más aspectos que deben considerarse aparte del alim ento consu
mido por el ser hum ano. Existe tam bién una enorm e población de
anim ales d om ésticos (vacas, cerdos, caballos, ovejas y aves de corral) que
consum en una gran parte de la producción prim aria neta m undial. De
hecho, los anim ales dom ésticos consum en m ucho m ás que los seres
hum anos, puesto que la biom asa de ganado en todo el m undo es unas
cinco veces la biom asa de seres hum anos. La razón de ganado sobre
personas (en u nidades de biom asa equivalente) varía entre 43 a 1 en Nueva
Zelanda, donde el paisaje es dom inado por ovejas, y 0.6 a 1 en Japón,
donde el pescado sustituye en gran m edida a la carne de anim ales
terrestres en la alim entación. La ecología general de un paisaje, por no
m encionar la cu ltu ra y la econom ía, es influida en alto grado por el tipo
de carne que se consum e. Así, los neozelandeses am an a sus ovejas (y
dependen económ icam ente de ellas), los japoneses valoran su pesca, los
argentinos adoran los filetes estilo “gau ch o” , m uchos centroam ericanos se
deleitan con la cazuela de gallina v los estadunidenses tienen un rom ance
con el bistec, los cow boys y una casa en el campo.
Están tam bién las m ascotas, que en Estados Unidos consum en con si
derables cantidades de alim ento de buena calidad. Podem os darnos una
idea de ello observando la cantidad de anaqueles dedicados a la exhibición
de alim ento para m ascotas en el superm ercado. En Latinoam érica, la
norm a es que las m ascotas ayuden tam bién en ciertas faenas y no solo
proporcionen com pañía, com o es el caso de algunas serpientes (boas) o
aves de rapiña (águilas) que se dom estican para que “lim pien ” las
residencias de los colonos de la selva, y una gran variedad de aves y
m am íferos “gu ardian es” de las chacras. En la zona altoandina, ciertos
roedores (como los cobayos o conejillos de indias) son usados para algunos
de los propósitos anteriores e incluso como alim ento. En C hina hay pocas
m ascotas que no sean com idas por sus amos.
En la actualidad, m enos del 5% del alim ento hum ano en todo el m undo
proviene de ecosistem as acuáticos, y la m ayor parte de él es de origen
anim al por razones ya m encionadas (Em ery y Iselin, 1967). El porcentaje
es mayor en Japón, el sudeste asiático y Norteam érica, donde hay lagos,
estuarios y ríos productivos. Las cosechas de peces obtenidas del m ar han
perm anecido aproxim adam ente iguales por varios años en todo el mundo,
con declinaciones en algunas regiones que han sido sobreexplotadas o
contam inadas. Un caso espectacular es el de la ñota pesquera del Perú y
la pesca de anchoveta en las frías aguas del Pacífico, que en esa región
recibe abundantes aportes de nutrientes debido a la corriente de Humboldt,
que fluye paralela a la costa en Chile y Perú, generando en sus costas el
desierto natu ral de Atacama, el m ás seco del m undo. Como el rendim iento
inicial era tan alto, todos se volcaron a la pesca, al punto de lim itar el
m an tenim ien to de la población de anchovetas. En pocos años, los peces
Energética ecológica 101
adultos resultaron cada vez más raros en las redes, y los ju veniles no
tenían suficiente tiem po de crecer. La sobreexplotación pesquera llevó al
colapso de la flota peruana, otrora la más próspera de Am érica Latina, y
al colapso de la econom ía de sus pueblos costeros.
La m ayoría de los biólogos pesqueros consideran que no será posible
seguir increm entando la cosecha de la producción natural. Pero el cultivo
artificial tiene sus posibilidades. La acuacultura (el cultivo de organism os
en el agua) está bien desarrollada en Oriente. Los rendim ientos de
estanques en explotación y de secciones cerradas de estuarios fértiles
igualan o exceden la producción de carne de bovino por unidad de
superficie en tierra. En teoría, la producción de peces debe ser más
eficiente que la producción ganadera, puesto que los peces y dem ás
anim ales acuáticos cultivados son de sangre fría y no necesitan disipar
energía para m antener calientes sus cuerpos.
El problema es que no existe mucho terreno adecuado para la acuacultura
intensiva, y peces, m oluscos y crustáceos son especialm ente vulnerables
a enferm edades, contam inación y cam bios de tem peratura. Como en la
agricultura, los m áxim os rendim ientos se obtienen con subsidios. La
adición de fertilizantes m inerales a un estanque puede duplicar o triplicar
el rendim iento de carpa o bagre, m ientras que la adición de alim ento
com plem entario, com o cereal o m ezclas de alto contenido de proteína
especialm ente form uladas a base de pescado, pueden increm entar en un
factor de 10 el rendim iento. Si bien en países com o Estados Unidos son
pocos los m ariscos cultivados que se consum en, a nivel m undial alrededor
de una séptim a parte del pescado y los m ariscos consum idos se obtienen
de la acuacultura. Podem os esperar ver un increm ento en esta form a de
cultivo, pero es im portante com prender que las aguas dulces y m arinas
no son un cuerno de la abundancia del que podam os extraer alim ento para
los miles de m illones de personas ham brientas, como m uchos parecen
pensar. Para obtener altos rendim ientos se requieren costosos subsidios,
va sea en el agua o en tierra, los cuales no están disponibles para la mayor
parte de las naciones ubicadas en las zonas de producción potencial.
Fig. 4-9. Recolección de leña en Pimamplro, Ecuador, donde la mayor parte de la población
humana continúa utilizando madera com o com bustible. Son las mujeres y los niños quienes llevan
el peso de la faena de recolección (Foto: F Sarmiento.)
¡L
Energética ecológica 103
Por fortuna, la ‘lem anda hum ana todavía no consum e toda la p rodu c
ción prim aría de la biosfera. Vitousek et al. (1986) estim an que m ientras
sólo alrededor del 4% de la producción prim aria neta terrestre es utilizada
directam ente por el ser hum ano y los anim ales dom ésticos para obtener
alim ento, fibra y leña, un 34% más es restringida por la hum anidad a la
producción no com estible (como prados o las partes no com estibles de
cultivos) o destruida por la actividad hum ana (com o el desm onte de
bosques tropicales o la desertificación). Estim aciones com o ésta son
difíciles de h acer y están sujetas a revisión, pero parecería que cuando
m enos 50% de la producción neta terrestre y la m ayor parte de la acuática
quedan para “otras criaturas de D ios” . Es de im portancia vital que no
pasem os por alto las necesidades de las tram as alim entarias naturales
que contribuyen al m antenim iento de la vida y al equilibrio global, que ya
están siendo estresados por nuestra codicia. Este es el m otivo por el cual
en la sección anterior se expresó preocupación por la explotación de los
bosques o los cam pos de cultivo. Cuando m enos un tercio de la producción
prim aria debe dejarse p ara el ecosistem a (éste tam bién debe disponer de
energía alim entaria) si esperam os tener cultivos y bosques en el futuro.
Y a se presentó el concepto general de cadena alim entaria y trama
alim entaria (véanse especialm ente las figs. 2-2, 3-2 y 3-4). La energía del
sol es transform ada paso a paso por productores (plantas), consum idores
prim arios (herbívoros), consum idores secundarios (carnívoros), etcétera.
Estam os cuando m enos vagam ente fam iliarizados con estas cuestiones.
104 Ecología
dado que com em os la vaca que com e la hierba que fija la energía solar.
Cada paso o eslabón de la cadena se denom ina nivel trófico. Este es un
nivel energético, no de especie, puesto que cualquier especie dada puede
utilizar más de un nivel: el ser hum ano, por ejemplo, es m ayoritariam en te
tanto herbívoro como carnívoro. Ya hem os explicado la form a en que en
cada transferencia se pierde energía, de modo que en niveles tróficos
sucesivos hay cada vez m enos disponible. De este modo, la carne es más
costosa que el pan, y es m ucho m enos com ún en la alim entación h um ana
cuando hay m uchas bocas que alim entar.
La persona que presentó por vez prim era el concepto de n iveles tróficos
en la ecología fue Raym ond Lindem an, cuyo artículo de 1942 “The
trophodynam ic aspect o f ecology” (El aspecto trofodinám ico de la ecología)
es un clásico. Por desgracia, Lindem an murió a edad tem prana; sin
em bargo, su idea fue desarrollada más por G. Evelyn H utchinson, quien
también fue pionera de la circulación de la materia, como se verá en el
capítulo siguiente. Véanse detalles de la contribución de Lindem an en
Cook (1977).
En las com unidades bióticas naturales, con su gran diversidad de
organism os, el flujo de energía no es un proceso lineal sim ple com o en el
ejem plo hierba-vaca-ser hum ano, sino u na red com pleja de flujos que
llam am os tram a alim entaria. En la figura 4-10 se presenta un m odelo
Fig. 4-10. Modelo generalizado de las tramas alimentarias basadas en los tres recursos vegetales
básicos: tejido vivo, MOD (materia orgánica disuelta) y tejido muerto (detritos en partículas). La parte
de la energía de la producción primaria neta que fluye por estas tres vías prim arias varia am pliam ente
en distintos tipos de ecosistem as y en distintas situaciones.
Energética ecológica 105
Fig. 4-11. Grandes term iteros dominan este paisaje en Australia. (Foto J. A lcock.) En el recuadro
dé la derecha se aprecia la acción del term itero sobre la vegetación en una zona de bosque am azónico
de la Am azonia peruana (Foto. F. Sarmiento.)
Fig. 4-12. Partición de ia energia en el individuo o la población. I, entrada o energía ingerida; NU,
no utilizada; A, energía asimilada; P, producción; R, respiración; B, biomasa; G, crecim iento; S,
energía alm acenada; E, energía excretada.
reproducción, o puede alm acenarse para uso futuro (como grasa, por
ejem plo). Este com ponente se designa “producción” (P) en el diagrama.
Una pequeña parte puede perderse en las excretas (E).
La form a en que la energía se reparte entre P y R es de vital im portancia
para el individuo y la especie. Los organism os grandes requieren más
en ergía para m antenim iento que los pequeños, puesto que tienen más
biom asa que m antener. La relación entre tasa m etabòlica y talla no es
lineal (dicha tasa se relaciona más directam ente con la superficie corporal
que con el peso). Los anim ales de sangre caliente, aves y mam íferos,
respiran m ás que los de sangre fría, los cuales no utilizan energía para
m an tener su tem peratura corporal cuando hace frío. Los depredadores
generalm ente deben invertir en la respiración un m ayor porcentaje de la
energía asim ilada que los herbívoros, puesto que deben invertir m ucha
energía en la búsqueda y captura de las presas. Si puede elegir, el
depredador buscará presas más grandes y más nutritivas que requieran
m enos gasto de energía para su consum o; esto deja más energía disponible
para reproducción o alm acenam iento. A través de la selección natural, los
organism os adquieren la razón costo-beneficio más favorable del uso de
la energía, Los ecólogos pasan m ucho tiempo estudiando la form a en que
se logra la optim ización del uso de la energía en diferentes tipos de
organism os y en diferentes condiciones.
La asignación de energía a la reproducción es, por supuesto, vital para
todos los organism os no dom ésticos o que no se reproducen de m anera
vegetativa. Las especies adaptadas a lugares inestables, recientem ente
desm ontados o poco poblados generalm ente asignan una gran parte de su
110 Ecologia
Fig. 4-13. Partición de la biomasa entre estructuras reproductivas (flores, sem illas) y hojas en seis
especies de vara de oro (Solidago) en hábitat que van de campo abierto (1) a bosque (6). (Tom ado
de Abraham son y Gadgil, 1973.)
Energética ecológica 111
Los números entre corchetes son promedios redondeados de órdenes de magnitud. Los
ecosistem as del planeta aún deben ser inventariados con profundidad suficiente para calcular
promedios con algún grado de confianza.
112 Ecología
Futuros de la energía
Tiempo de crecer
Fig. 4-14. Concepto de energia neta. El rendim iento debe ser m ayor que la energía necesaria para
mantener el sistema de conversión, de modo que se logre un valor de energía neta positivo.
Energética ecológica 115
El “trayecto suave”
Energía y dinero
Embarcaciones, redes,
mano de obra
Ciclos de la materia
y condiciones físicas
de la existencia
CONTENIDO
C iclo h idrológico C onceptos sobre fa cto re s lim ita n te s
121
122 Ecologia
Ciclo hidrológico
Fig. 5-1. Energética del ciclo hidrológico en dos fases: La fase ascendente es accionada por la
energía del sol, y la descendente libera energía en lagos, ríos y humedales, y realiza trabajo útil en
beneficio directo del ser humano (p. ej., la energía hidroeléctrica).
124 Ecologia
Fig. 5-2. Las torm entas de polvo del decenio de 1930 podrían regresar a las m esetas de Estados
Unidos cuando el agua subterránea que ahora se emplea para m antener verde el paisaje se agote
en el próximo siglo. Sabem os lo suficiente acerca de conservación del suelo para im pedir esa
catástrofe, pero consideraciones económicas a corto plazo y las presiones del m ercado com petitivo
hacen difícil planear la transición. (Foto: Soil C onservaron Service.)
Salinización
Ciclos biogeoquímicos
Fig. 5-3. Relaciones entre la circulación de nutrientes y el flujo unidireccional de energía que
acciona los ciclos biogeoqulmicos. Poes la producción primaria bruta; Pn, la producción primaria neta;
P, la producción secundaria; y R, la respiración.
con organism os. Por ejem plo, el suelo del ja rd ín del lector contiene fósforo
en una form a insoluble que no es inm ediatam ente disponible para las
raíces de las ñores u hortalizas, pero tam bién contiene fósforo soluble que
puede ser absorbido y utilizado por las plantas durante la tem porada de
crecim iento. A m enudo la poza disponible es pequeña, por lo que es
necesario agregar fertilizante para obtener altos rendim ientos.
En la figura 5-3 el depósito grande es la zona m arcada como “poza de
n u trientes” , y la m ateria en rápida circulación se representa por m edio del
circulo som breado que va de autótrofos a heterótrofos una y otra vez.
A lgu nas veces la porción correspondiente al depósito se denom ina poza
irrecu perable (no disponible o inaccesible), y la parte circulante, poza re
cuperable (disponible o accesible); tal designación es perm isible toda vez
que se com prenda claram ente que dichos térm inos son relativos. Un
átom o en la poza de depósito no es perm anentem ente inaccesible para los
organism os. Casi siem pre hay un lento flujo entre las pozas accesible e
inaccesible.
La descom posición no sólo libera m inerales sino tam bién subproductos
orgánicos que pueden afectar la disponibilidad de m inerales para los
autótrofos. Una form a en que esto ocurre es por un proceso denom inado
q u e la c ió n (del francés chele, “garra”, haciendo referencia a la sujeción),
en el cual las m oléculas orgánicas “sujetan” ciertos iones (form an iones
con ellos) como calcio, magnesio, hierro y otros. Los m inerales quelados
son m ás solubles y a m enudo m enos tóxicos que algunas de las sales
inorgánicas del m ism o elem ento, en especial en el caso de metales. Por
ejem plo, el cobre de ciertos desechos industriales es menos tóxico para los
128 Ecologia
El nitrógeno (N) entra y sale continuam ente del depósito atm osférico
y la poza de rápida recirculación asociada a los organism os. Tanto m e
canism os biológicos com o no biológicos participan en la desn itrifica
ción, que libera nitrógeno al aire, y la fijación del nitrógeno o nitrifi-
cación, que es la conversión de nitrógeno gaseoso (no utilizable d irecta
mente por los autótrofos) en am oniaco, nitritos y nitratos utilizables.
Microorganism os especializados realizan funciones clave en la m ayoría de
los pasos del ciclo del nitrógeno, como se m uestra en la figura 5-4. Por
ejemplo, sólo unas pocas bacterias prim itivas (procariotes, incluyendo las
algas verdeazules m ás correctam ente llam adas cianobacterias) pueden
fijar nitrógeno. Las legum inosas y algunas otras plantas superiores fijan
nitrógeno solo a través de bacterias que viven en nodulos especiales de sus
raíces. En algunas otras fam ilias de plantas (como Betulaceae, de los
alisos), es un hongo del género Frankia el que form a los nodulos
radiculares y aporta la capacidad de fijación de nitrógeno. Este es otro
ejemplo de la función decisiva de los m icroorganism os para m antener
nuestros sistemas de soporte de vida, como se consideró en la exposición
de la hipótesis de Gaia en el capítulo 3. Los mecanismos de retroalimentación
e intercam bio, como se m uestra de m anera sim plificada en la figura 5-4,
hacen que el ciclo del nitrógeno y otros ciclos (como los de carbono y agua)
sean autoajustables en grandes zonas de la biosfera. Cualquier in crem en
to en el desplazam iento por una trayectoria puede ser rápidam ente
com pensado por ajustes a lo largo de otras trayectorias. Localm ente, sin
embargo, algunas veces el nitrógeno resulta lim itante debido tal vez a que
la regeneración (el paso de estados no disponibles a disponibles) es
dem asiado lenta, o a que en la zona ocurre una pérdida neta (p. ej., por
m onocultivo permanente).
Ciclos de la materia y condiciones físicas de la existencia 129
Atmósfera
Fig. 5-4. Ciclo del nitrógeno. El nitrógeno circula en sus formas principales entre la gran poza de
alm acenam iento en la atmósfera y las pozas más pequeñas pero también más activas en los suelos
y el agua de la Tierra misma (terrasfera). Las flechas de trazo continuo indican los flujos e
intercambios mediados y controlados por organismos (en especial m icroorganism os) Las lineas de
trazo discontinuo representan los flujos que resultan principalm ente de fuerzas físicas o de
actividades humanas. Los oxidos de nitrógeno (N O J presentes en la atmósfera pueden encontrarse
en varias form as, com o N 0 2 o N20 . Son estas formas las que contribuyen a la lli via acida, el esmog
y otras variantes de contaminación ambiental. En la actualidad no es posible asignar cifras a todos
los flujos a nivel global. Las cifras entre paréntesis sim plem ente indican la im portancia relativa de
algunos intercambios (p. ej , la biofijación por bacterias fijadoras de nitrógeno es más importante que
la fijación por rayos o la fijación industrial durante la m anufactura de fertilizantes)
(N) pueda reaccionar con agua (H20 ) para producir am oniaco (NH 3). Como
se puso de relieve al exponer la hipótesis de Gaia en el capitulo 3, los
microorganismos hacen la mayor parte del trabajo de fijación y recirculación;
por lo tanto, ellos controlan el ciclo del nitrógeno.
Fig. 5-5. Diagrama simplificado del ciclo del fósforo, incluyendo el flujo lento hacia y desde
los depósitos sedimentarios.
Ciclos de la materia y condiciones fisicas de la existencia 131
Fig. 5-6. Ciclo del azufre. El paso 1 es la producción prim aria por plantas. Seres vivos, prin
cipalm ente m icroorganismos especializados, realizan los pasos 2 a 7 :2 , descom posición por m icro
organismos heterótrofos; 3, excreción de animales; 4, 5, tiobacterias (sulfobacterias) incoloras,
verdes y púrpuras; 6, bacterias reductoras de azufre anaerobias, Desulfovibrio: 7, bacterias oxidantes
de sulfuro aerobias, Thiobacilli. El paso 8 representa la conversión de fósforo desde una form a no
disponible a otra disponible cuando se forman sulfuros de hierro, lo cual ilustra cóm o la circulación
de un elem ento vital puede influir en otro.
Fig. 5-7. Las chim eneas altas reducen la contaminación del aire en la zona inm ediatam ente
adyacente a la chimenea, pero agravan el problema de la lluvia acida a mayor escala. (Foto: J. N.
A. Lott, McM aster University/Biological Photo Service.)
com binan con agua para form ar ácido nítrico. Adem ás, reacciones
qu ím icas con otros contam inantes producen sinergia (en la que el efecto
total de u na interacción excede la suma de los efectos de cada factor por
separado). Por ejem plo, en presencia de radiación ultravioleta, el dióxido
de n itrógeno reacciona con hidrocarburos no quem ados (ambos liberados
en grandes cantidades por los autom óviles) para generar la niebla
fotoquím ica (quím icam ente, nitrato de peroxiacetilo y ozono, ambos
clasificados com o “oxidantes fotoquím icos”) , que no sólo irrita los ojos sino
que es peligroso para la salud general. Hall et al. (1992) estim an que las
personas que viven en la cuenca de la costa sur de California prom edian
17 días de ausencia en el trabajo debido a enferm edades relacionadas con
la contam inación atm osférica, y que el valor económ ico de evitar estos
efectos sería de unos 10 000 m illones de dólares. Sólo es necesario ir a las
colinas del sur de California, los Apalaches o Alem ania para ver directa
m ente el daño causado a los bosques de pinos por el esm og. El
am arillam iento y la m uerte tem prana de acículas, el decaim iento de las
copas de los árboles, la reducción del crecim iento y, por último, la m uerte
de los árboles, son síntom as del estrés extrem o causado por los oxidantes
Una m aleza se define com o una planta en el sitio equivocado; esto es,
un vegetal generalm ente útil o inofensivo que insiste en crecer donde no
se le desea (p. e j., en el ja rd ín del lector). Los recursos que son esenciales
para el ser humano y para todas las form as de vida cuando se encu entran
en su posición normal o habitual en los ciclos, pueden causar problem as
cuando su cantidad aum enta o cuando se hallan en el lugar incorrecto
como resultado de actividades humanas. El ozono (0 3) es un ejem plo típico
de algo sin lo que podem os vivir, pero cuando se encuentra en el lugar
incorrecto es una “m aleza quím ica” costosa y peligrosa. El ozono se form a
de m anera natural en la estratosfera cuando la radiación solar incidente
interactúa con oxígeno. Com o se vio en el capítulo 4, la capa de ozono en
la atm ósfera superior nos protege de la peligrosa radiación ultravioleta.
Ciertos contam inantes quím icos pueden degradar este escudo protector
para la vida, una perspectiva tan atem orizante que las naciones in d u stria
les han tom ado medidas para reducir su producción.
Pero al m ism o tiempo que nos esforzam os por m antener el ozono en su
lugar correcto, se está convirtiendo en un im portante oxidante fotoquím ico
que contam ina la atm ósfera inferior a nivel del suelo. En un estudio se
dem ostró que el ozono, en las concentraciones de 0.02 a 0.14 ppm (partes
por millón) que ahora existen incluso en zonas muy alejadas de las
grandes ciudades, reduce la fotosíntesis en todas las especies de cultivos
y árboles som etidas a prueba (Reich y Am ondson, 1985). Estos h allazgos
sugieren que, a nivel del suelo, el ozono puede ser una m ayor am enaza
para nosotros y nuestro sistem a de soporte de vida que la lluvia ácida. O,
como podría esperarse, es posible que exista sinergia entre ambos. Kneese
(1984), en un estudio sobre los beneficios económ icos de aire y agua
limpios, calculó que incluso una reducción muy pequeña de 0.01 ppm en
la concentración de ozono al nivel del suelo daría por resultado un m illón
de casos menos de enfermedad respiratoria crónica en la fuerza de trabajo,
con un beneficio para las industrias de más de m il m illones de dólares al
año.
La figura 5-8 es un modelo del ciclo global del carbono. Ahí se presentan
estim aciones de la cantidad de dióxido de carbono (C 0 2) en cuatro
com partim ientos principales: atm ósfera, océanos (incluyendo sedim en
tos em ergidos de carbonato como los fam osos cantiles blancos de Dover),
Ciclos de la materia y condiciones fisicas de la existencia 137
Fig. 5-8. Ciclo global del carbono. Las figuras están basadas en estim aciones de 109 ton en los
principales com partim ientos de la biosfera y la circulación entre com partim ientos (flechas). El pe
queño com partim iento atm osférico está siendo afectado cada vez m ás por el dióxido de carbono que
generan las actividades humanas.
biom as terrestres, y suelos y com bustibles fósiles. Las tasas de flujo entre
com partim ientos se indican en las flechas. La poza atm osférica es
pequeña en com paración con las cantidades en los otros com p a rtim ien
tos, pero se trata de una poza m uy activa que está siendo in crem en tada
por la quem a de com bustibles fósiles y el desm onte y la labranza de tierras
para la agricultura, lo cual libera dióxido de carbono al aire. Se piensa que
antes de la era industrial, los flujos entre atm ósfera, con tin en tesy océanos
estaban equilibrados, como lo m uestran las líneas de trazo contin u o en la
figura 5-8. Sin em bargo, desde el siglo pasado el contenido de dióxido de
carbono en la atm ósfera ha estado aum entando lentam ente, debido a que
las entradas antropogénicas exceden la capacidad extractiva de la veg e
tación y el sistem a del carbonato de los océanos (com o se m u estra por
m edio de las líneas de trazo discontinuo de la fig. 5-8). La concentración
atm osférica ha aum entado desde unas 290 ppm (0.29%) a principios del
s. x v i i i (según estim aciones, ya que entonces no se realizaban estas
m ediciones) hasta 315 ppm en 1958, cuando com enzaron a hacerse
m ediciones exactas, y hasta 345 ppm en 1990. Los valores siguen
au m entando a la fecha.
Si bien la presencia de más dióxido de carbono en el aire podría tener
el efecto positivo de increm entar la producción prim aria, causa preocupa
ción por los posibles cam bios indeseables en el clim a debido al efecto
invernadero. El dióxido de carbono en la atm ósfera actúa com o el vidrio
de un invernadero; deja entrar las ondas cortas de la luz solar pero refleja
de regreso hacia dentro las ondas largas de calor rerradiadas por laTierra,
retardando de este modo la salida del calor de la biosfera. Si durante el
138 Ecología
3.6 años para el m etano, en com paración con los cuatro años para el
dióxido de carbono. Tanto CO como CH4se producen en la descom posición
in com pleta o anaerobia de m ateria orgánica; en la atm ósfera am bos se
oxidan a dióxido de carbono. Actualm ente, la quem a incom pleta de
com bu stibles fósiles (especialm ente en las em isiones de escape de au to
m óviles) inyecta en el aire una cantidad de m onóxido de carbono igual a
la liberada por la descom posición natural. El CO, un agente tóxico m ortal
para el ser hum ano, no es una am enaza global, pero es un contam inante
que causa preocupación en zonas urbanas cuando el aire se estanca (como
ocurre en las inversiones atm osféricas). No son raras concentraciones
hasta de 100 ppm en zonas con tráfico intenso de autom otores. (Quienes
fum an un paquete de cigarrillos al día más o m enos reciben hasta 400
ppm , lo cual reduce apreciablem ente la capacidad de oxigenación de su
sangre.)
El m etano, producido en grandes cantidades en los hum edales y
tam bién por bovinos y term itas (su aparato digestivo es an aerob io), es otro
com ponente atm osférico con el potencial de causar efectos positivos y
negativos. Se piensa que participa en el m antenim iento de la estabilidad
de la capa de ozono de la atm ósfera superior. Pero el exceso de m etano
puede m odificar los balances de calor.
U no de los m itos acerca de los trópicos es que sus suelos son fértiles y
capaces de alim entar al m undo si tan sólo elim ináram os los árboles y
sem bráram os cultivos. Existen por supuesto zonas de suelo fértil en los
clim as m ás cálidos, pero el suelo de enorm es extensiones, com o las selvas
llu viosas tropicales de la cuenca del Am azonas, es bastante pobre
com parado con el de regiones como las praderas de low a (Jordán, 1985).
Los bosques exuberantes pueden persistir en la Am azonia debido sólo a
los eficientes m ecanism os bióticos de recirculacíón que m antienen circu
lando en la biom asa nutrientes vitales como fósforo y nitrógeno. En tales
bosques o selvas, menos de la mitad de la poza disponible de nutrientes
se en cu en tra en el suelo, en contraste con más del 90% en bosques
europeos o del este de Norteam érica. Cuando se elim ina la vegetación de
bosques tem plados o praderas para fines agrícolas, los suelos retienen sus
n utrientes y estructura. Pueden cultivarse de la m anera ordinaria por
m uchos años, lo que im plica arar una o dos veces al año, sem brar plantas
anuales de tem porada corta, y aplicar grandes cantidades de fertilizantes
inorgánicos de rápida liberación. Durante el invierno, las tem peraturas de
congelación ayudan a retener los nutrientes y a com batir plagas y
enferm edades. En los trópicos, por otro lado, la elim inación de la selva
elim ina tam bién la capacidad del suelo de retener y recircular sustancias
nutritivas (así com o de com batir plagas), en virtud de las tem peraturas
elevadas todo el año y los periodos de precipitación que arrastra los
nutrientes consigo. Los suelos tropicales, someros, carecen de m ecanis
mos orgánicos y bióticos de retención , de modo que cualesquiera nutrientes
presentes en él son drenados rápidam ente. La producción de cultivos
140 Ecologia
Vías de recirculación
Puesto que estam os cada vez más preocupados por los problem as de la
recirculación, tanto en la naturaleza com o en el com ercio, es instructivo
revisar el tem a de labiogeoquim ica en térm inos de las vías de recirculación.
En la figura 5-9 se m uestran varias rutas por las cu ales los recursos
recirculan. Como ya se indicó, en la recirculación de m uchos nutrientes
vitales participan m icroorganism os y energia derivada de la d escom posi
ción de m ateria orgánica (vía 1 en la fig. 5-9). Donde se consum en
intensam ente fitoplancton o plantas pequeñas como hierba, la recirculación
a través de la excreción anim al puede ser im portante (vía 2). En situ acio
nes de deficiencia de n utrientes, se obtiene una recuperación directa (vía
3) a través de m icroorganism os sim bióticos la cual pasa a ser parte de
autótrofos (plantas), como en el caso de los hongos m icorrícicos m en cio
nados en la sección anterior. Como se m uestra en el diagram a del ciclo del
agua (ñg. 5-1), m uchas sustancias recirculan por m edios físicos en los que
participa la energía solar (vía 4). Finalm ente, el ser hum ano utiliza energia
de com bustible para recircular artificialm ente (reciclar) agua, fertiliza n
tes, m etales y papel (vía 5). Nótese una vez más que la recirculación
requiere la disipación de energía a partir de alguna fuente, com o m ateria
orgánica (vías 1, 2, 3), energía solar (vía 4) o com bustible (vía 5).
Fig. 5-9. Cinco vías principales de recirculación. (1) Descom posición (M, microorganism os; D,
detritivoros); (2) excreción de anim ales (A); (3) organism os sim bióticos (S); (4) energía solar, com o
en el ciclo hidrológico; (5) com bustible fósil, como en la recirculación (reciclaje) industrial.
Basurero
Fig. 5-10. Condiciones no conducentes (A) y conducentes (B) al reciclaje del papel. Los beneficios
de reciclar para el público en general son que se reducen los efectos ambientales negativos (sobre
bosques, ríos y tierra) y los impuestos por servicios de la ciudad. Entre los requerimientos para el
reciclaje se incluyen: participación ciudadana, sistema de recolección (recolección modificada de la
basura), instalaciones para clasificación y empaque, molino de reciclaje, transporte al molino,
mercado para el papel usado, y ganancia para la ciudad o menor costo que el de un basurero.
La idea de que los organism os suelen ser controlados por el eslabón más
delgado en u na cadena ecológica de requerim ientos se rem onta a hace un
siglo o más, en tiem pos de Justus Liebig, quien fue pionero en el estudio
de los fertilizantes quím icos inorgánicos en la agricultura (entre m uchos
otros cam pos). Liebig observó que el crecim iento de plantas cu ltivadas a
m enudo era lim itado por cualquier elem ento esencial que fuera el más
escaso (en térm inos de los requerim ientos), independientem ente de si la
cantidad requerida era grande o pequeña. La ley de Liebig del m ínim o
ha ven ido a significar que el crecim iento es limitado por aquel nutriente
m enos disponible en térm inos de su necesidad. La idea puede am pliarse
para inclu ir factores distintos de los nutrientes y para incluir el efecto
lim itante del m áxim o (esto es, dem asiado, también puede ser limitante).
144 Ecologia
Debemos reconocer asim ism o que los factores interactúan; esto es, un
suministro escaso de una cosa afecta los requerim ientos de otra que por
si misma no es limitante. El resultado es un principio funcional útil.
Podemos reexpresar el concepto de factores lim itantes com o sigue:
El éxito de un organism o, población o com unidad depende de un grupo
compiejo de condiciones; puede decirse que cualquier condición que llegue
al limite de tolerancia para el organism o o grupo en cuestión o lo exceda
es un factor limitante. El gran valor del concepto de factor lim itante radica
en que proporciona al ecologista una “cuña” para abordar el estudio de
situaciones complicadas. Las relaciones am bientales son ciertam ente
com plejas, de m anera que es afortunado que no todos los factores sean de
igual im portancia para una situación dada. El oxígeno, por ejem plo, es
una necesidad fisiológica para la m ayoría de los anim ales, pero sólo pasa
a ser un factor lim itante en am bientes donde es escaso respecto a su
demanda. Si están m uriendo los peces en un arroyo que recibe descargas
de aguas residuales, por decir algo, la concentración de oxígeno en el agua
seria una de las prim eras cosas que investigaríam os; dicha concentración
es variable, se agota fácilm ente por descom posición, y a m enudo es baja.
Sin em bargo, si en un cam po están m uriendo m am íferos pequeños, uno
buscaría otra causa; la concentración de oxigeno en el aire es constante
y elevada en térm inos de su necesidad (no se agota fácilm ente por
actividad biológica) v, por tanto, no es probable que sea lim itante para
anim ales que respiran aire y viven sobre el suelo.
La ley de Liebig (y el concepto de factor lim itante en general) tiene m ayor
aplicación en condiciones de estado estable, en que las entradas se
equilibran con las salidas, y m enor en condiciones de estado transitorio,
en que no existe tal equilibrio y es probable que las tasas de fu n cion am ien
to dependan de concentraciones rápidam ente cam biantes y las in ter
acciones de muchos factores.
En un estudio reciente sobre la lim itación de recursos, Bloom et al.
(1985) concluyen que las plantas son capaces de ajustar su asignación de
recursos de modo que sus lim ites de crecim iento se hacen casi iguales
para todos los recursos. Ellos argum entan que este teorem a describe el
crecim iento en térm inos de la lim itación de recursos de m anera más
exacta que la ley de Liebig. En cualquier caso, hay varios recursos
naturales que a m enudo pueden señalarse como factores lim itantes
im portantes para los ecosistem as y el ser hum ano por igual: agua en
tierra, oxígeno en el agua, y nitrógeno, fósforo y energía en m uchos
ambientes, com oya se vio. (Puede consultarse m ás inform ación sobre las
leyes de la ecología, incluyendo la ley del minimo, en Sarm iento, 1982.)
Dado que no hay bases teóricas para una hipótesis de control por “un
factor” en condiciones de estado transitorio, la estrategia para el control
de la contam inación debe im plicar la reducción de la entrada de tantas
sustancias contribuyentes y tóxicas como sea posible, no sólo una o dos.
Compensación de factores
Las especies con am plia distribución geográfica a m enudo desarrollan
razas o subpoblaciones localm ente adaptadas, llam adas ecotipos, con
Ciclos de la materia y condiciones fisicas de la existencia 145
distintas form as de crecim iento o distintos lim ites de tolerancia a tem pe
ratura, luz, nutrientes u otros factores. M ediante trasplantes recíprocos
puede descubrirse si la com pensación a lo largo de un gradiente de
condiciones ha llevado a la form ación de diferentes razas genéticas o si
dicha com pensación se debe sim plem ente a aclim atación de individuos.
En la ecología aplicada, a m enudo se ha pasado por alto la posibilidad de
fijación genética en cepas locales, con el resultado de que la repoblación
ha fallado con frecu encia a causa del uso de individuos de regiones
remotas, no adaptados a las condiciones locales, para repoblar un ecotipo
agotado. Por otro lado, las especies adaptables a una am plia gam a de
factores am bientales poseen p lasticid ad fenotípica, que los faculta para
existir en diversos hábitat y con distintos hábitos.
En la figura 5 -1 1A se m uestra un buen ejem plo de com pensación de
tem peratura sin fijación genética dentro de una especie. La pequeña
medusa Aurelia aurita se desplaza en el agua por contracciones rítm icas
que expelen agua de su cavidad ventral, en una especie de propulsión a
chorro. Al parecer es óptim a una frecuencia de pulsación de 15 a 20 por
minuto. Los individuos que viven en el norte cerca de las costas de Halifax,
Nueva Escocia, nadan a la m ism a frecuencia óptim a que individuos de
aguas m ás m eridionales, aunque la tem peratura es 15 a 20°C menor.
En la figura 5-1 IB se ilustran ecotipos verdaderos de una especie de
m ilenram a que se distribuye u niform em ente desde el nivel del m ar hasta
grandes altitudes en las M ontañas Rocosas. Como se ilu stra en el d ia
grama, las plantas de grandes altitudes retienen su corta estatura cuando
crecen desde sem illa en el m ism ojard ín que la raza de baja altitud, lo cual
indica que ha ocurrido fijación genética.
M uchas especies tienen estrechos intervalos de tolerancia y son, en
consecuencia, sensibles a los cambios. Tales especies pueden ser
indicadores ecológicos útiles de cambios en las condiciones a m bien ta
les. Los adm inistradores de ranchos ganaderos, por ejem plo, consideran
que la abundancia relativa de plantas sensibles al pastoreo indica la
proxim idad del sobrepastoreo antes de que éste sea evidente en el pastizal
como un todo. Las especies que declinan en abundancia con el pastoreo
se denom inan “dism inuidoras”, y las que aum entan con él, quizá por ser
espinosas o tener mal sabor, se llaman “au m en tadoras” . De m odo similar,
las especies indicadoras (tanto plantas como anim ales) a m enudo resultan
útiles para evaluar diferentes tipos de contam inación del agua.
Relojes biológicos
Temperatura ”C
(A) Medusa (Aurelia aulita)
Fig. 5-11. Compensación de factores físicos en anim ales y plantas. A, Diferentes poblaciones
geográficas de la misma especie de medusa están aclim atadas para nadar al m ism o ritmo a pesar
de las diferentes tem peraturas del agua en sus ambientes. (Tomado de Bullock, 1955). B, Cuando
individuos de especies de milenram a que crecen a grandes y bajas altitudes se cultivan desde semilla
en el mismo jardín al nivel del mar, retienen su estatura baja o alta, lo cual indica que ha ocurrido
fijación genética. Por tanto, las dos variedades son verdaderos ecotipos. (Tomado de Clausen et al.,
1948.)
que ahora se com ercializa como una píldora som nífera natural. Al parecer
existe un segundo aparato sincronizador que mide el tiempo como si fuera
un cronóm etro o reloj controlador. Véase una revisión de estas teorías en
M orell (1996).
Un indicio confiable utilizado por los organism os para sincronizar sus
actividades estacionales en la zona tem plada es la duración del día o
fotoperiodo. A diferencia de la tem peratura y la m ayoría de los dem ás
factores estacionales, el fotoperiodo es siem pre el mismo en u na estación
y una localidad dadas.
La variación estacional en el fotoperiodo aum enta con la latitud, lo cual
da indicios latitudinales así como estacionales. En W innipeg, Canadá, por
ejem plo, el fotoperiodo m áxim o es de 16.5 h (en junio) y el m ínim o es de
8.0 h (a fines de diciem bre); en Miami, Florida, el intervalo es de solam ente
13.5 h (junio) a 10.5 h (diciembre); y en Quito, Ecuador, en la m itad del
mundo, los días son de 12 h todo el año.
Se ha dem ostrado que el fotoperiodo es el interruptor o gatillo que
desencadena las secuencias fisiológicas que conducen a la germ inación y
la floración de m uchas plantas, así como la muda, la acum ulación de grasa
y la em igración en aves y mam íferos, y el inicio de la diapau sa (fase de
reposo) en insectos. La duración del día es percibida a través de un
receptor com o el ojo en anim ales o un pigm ento especial en las hojas de
las plantas. Esto, a su vez, activa una o más horm onas o sistem as
en zim áticos que causan la respuesta fisiológica o conductual asociada (el
tem a de estudio de la fenología). Aunque anim ales superiores y plantas
son m uy divergentes en m orfología, su respuesta a la duración del día es
notablem ente similar. En m uchos organism os sensibles al fotoperiodo, la
sincronización puede ser alterada por m anipulación experim ental o
artificial del fotoperiodo. Los floristas, por ejemplo, a m enudo pueden
forzar las flores a florecer fuera de tem porada alterando la duración del día
en el invernadero.
En notable contraste con la duración del día, la precipitación pluvial en
los desiertos es en extrem o impredecible. Y, sin embargo, las plantas del
desierto se adaptan a esta incertidum bre de una m anera única. Las
sem illas de m uchas anuales del desierto contienen un inhibidor de la
germ inación que debe ser elim inado por cierta cantidad m ínim a de lluvia
(p. e j., 1 cm de precipitación o más). Esta cantidad de lluvia proporciona
toda el agua necesaria para que la planta crezca, produzca sem illas y
com plete su ciclo vital.
Si tales sem illas se colocan en suelo húm edo en un invernadero, no
germ inan, pero lo hacen con rapidez si se tratan con una lluvia simulada
de la m agnitud necesaria. Las sem illas de flores del desierto pueden
perm anecer viables en el suelo por m uchos años, en espera de un chu
basco adecuado, lo cual explica por qué los desiertos florecen “explosiva
m ente” después de una lluvia intensa. Por otro lado, se ha dem ostrado
estacionalidades m ayores que se presentan en ritmos aproxim ados de 10
años, com o en los generados por el fenóm eno de “El n iñ o”, o en las fru ctifi
caciones m asivas (del inglés masting) de ciertas plantas -co m o la caña
guadúa y el bam bú de altura en los andes tropicales- que ocurren cada
40 años (Janzen, 1976).
148 Ecologia
Fig. 5-12. Diagramas que ilustran la manera en que el fuego favorece las herbáceas sobre los
arbustos de m ezquite en el sudoeste de Estados Unidos. A, En ausencia de fuego, el m ezquite impide
el crecim iento de las hierbas. B, Después de un incendio, las herbáceas se recuperan con rapidez
y crecen con vigor renovado en condiciones de com petencia reducida La quem a controlada elimina
el mezquite por com pleto y m antiene el pastizal. (Tomado de Cooper, 1961.)
El recurso suelo
Aire (atm ósfera), agua (hidrosfera) y suelo (edafosfera) son los m edios
que sostienen la vida. Aire y agua han sido el tem a de este capítulo hasta
ahora; el suelo es el tercer com ponente de soporte de vida de la biosfera,
y las actividades h um anas están afectando tam bién este recurso vital. El
suelo es el producto del intem perism o físico de la corteza terrestre (p. ej.,
minerales de rocas y arcilla) y las actividades de seres vivos, especialm ente
vegetación y m icroorganism os. Las paredes cortadas del cauce de un río
o un cantil, com o se ilu stra en la figura 5-13, revelan que el suelo está
form ado por distintas capas, que a m enudo difieren en color. Estas capas
se denom inan horizontes del suelo, y la secuencia de horizontes desde
la superficie hacia abajo es el perfil del suelo. El horizonte superior u
horizonte A (capa superior del suelo) está com puesto por los cuerpos de
plantas y anim ales reducidos a finas partículas de m ateria orgánica,
mezcladas con arcilla, arena, lim o y dem ás m ateria m ineral. El segundo
horizonte u horizonte B está form ado por suelo m ineral, en el que la
m ateria orgánica es m ineralizada (descom puesta a m ateria inorgánica) y
mezclada de m anera uniform e con m ateria parental finam ente dividida.
Las sustancias solubles en el horizonte B a m enudo se form an en el
horizonte A y son llevadas hacia abajo por el flujo de agua. La banda oscura
en la figura 5-13 representa la parte superior del h orizonte B, donde tales
m ateriales se han acum ulado. El tercer horizonte u horizonte C es la
m ateria m adre m ás o m enos inalterada. La m ateria m adre es la m ateria
geológica original que se desintegra en el lugar (in situ), o m ateria que ha
sido transportada ahí por gravedad (depósito de derrubios), glaciares
(depósito de m orrenas), viento (depósito eólico), agua (depósito aluvial) o
acción volcánica (depósito de ceniza). Los suelos que se desarrollan sobre
m ateriales transportados a m enudo son m uy fértiles, com o se observa en
los suelos profundos depositados por el viento en el piedem onte argentino,
los ricos suelos de los deltas de grandes ríos, com o en el Golfo de
Guayaquil, y los suelos que se desarrollan sobre ceniza volcánica de
erupciones periódicas, com o en los Andes colom bianos.
En térm inos de recirculación de nutrientes, la porción orgán ica del
suelo ocupa dos com partim ientos (pozas): 1) Una fracción lábil, activa, que
es la fuente inm ediata de nutrientes para las plantas. Los m icroorgan is
mos constituyen gran parte de esta fracción. 2) U na fracción estable,
menos activa, com puesta de sustancias húm icas (el “capital h ú m ico”
mencionado en el cap. 4). Este com partim iento es resistente a la d escom
posición y proporciona la textura tan im portante para m antener la calidad
del suelo (Paul, 1989).
Fig. 5-13. Perfil del suelo en una zona virgen com parado con el de una zona erosionada en una
región de bosque caducifolio en el este de Estados Unidos. La capa oscura (1 a 6) es el horizonte
A o suelo superior. La capa clara abajo es el horizonte B, donde se acumula material arrastrado por
el agua. Nótese que la zona erosionada ha perdido dos tercios de su suelo superior. (Fotos: Soil
Conservation Service.)
F ig. 5-14. A, Embalse abandonado por sedim entación excesiva pocos años después de la
construcción de la costosa presa. Aunque la erosión se atribuyó a incendios en la cuenca fluvial y
lluvias “inusuales” , un estudio a nivel de ecosistem a de la cuenca con vegetación rala probablem ente
habría demostrado que ése no era el lugar apropiado para construir la presa. B, Erosión injustificable
del suelo durante la construcción de un parque de oficinas. El futuro bienestar de los granjeros
depende de la reducción de la pérdida de suelo; los constructores carecen de tal incentivo a menos
que afronten grandes multas por el tipo de devastación que se ilustra en la foto. (Fotos: Soil
Conservaron Service.)
Ciclos de la materia y condiciones físicas de la existencia 155
Labranza sustentable
recirculados por el suelo (el “cinturón café” m encionado en el cap. 1). Así,
el suelo puede ser el m ejor indicador de la salud am biental en general; el
principio es que si la calidad del suelo se m antiene, entonces cu alquier
cosa que sucede sobre éste (agricultura, silvicultura, vegetación natural,
etc.) es sustentable. El problem a es que todavía no existe consenso acerca
de cómo m edir y m onitorizar la calidad del suelo. Es claro que se necesita
un tipo de m atriz de factores m últiples (Paul, 1989; Soil Science Society
o f Am erica, 1994).
Desechos tóxicos:
Azote de las sociedades industriales
Fig. 5-16. A, Basurero. (Fotografía donada por el Soil Conservation Service.) B, Tiradero de
desechos tóxicos. (Fotografía donada por la Environmental Protection Agency.) Estos m étodos de
"eliminación" de desechos no pueden seguir tolerándose. La reducción de desechos com binada con
la administración y el reciclamiento de alta tecnología, debe recibir la máxima prioridad en todo el
mundo.
Ciclos de la materia y condiciones físicas de la existencia 161
u tilizar agua subterránea local para beber debido a que está contam inada;
deben traer agua de otros lugares a un alto costo. Este es otro ejem plo de
un valor de soporte de vida no com ercial que se torna un costo en lugar
de un beneficio para la econom ía de mercado.
Reducción en la fuente
e ¡nternalización de los costos
D em asiado tarde, todos estos incidentes y situaciones han hecho que
el público dem ande un trabajo conjunto de la indu stria v el gobierno,
prim ero para lim piar los peores basureros, y segundo, para desarrollar
tecnologías de reducción y destoxificación de desechos.
El siguiente paso lógico sería hallar sustitutivos para los agentes
quím icos m ás tóxicos, lo que reduciría la producción de m ateriales que
requieren cuidado especial. Más que todo, el costo del m anejo de desechos
debe ser “in tern alizado” ; esto es, hacerse parte del costo total de p rodu c
ción. U na vez que se haga esto, la presión del m ercado estim ulará a la
industria a reducir los costos dism inuyendo em pleo de sustancias tóxicas
cuyo m anejo es caro y peligroso. Podem os ser optim istas de que la opinión
pública pronto insistirá en que se dé su lugar a la infraestructu ra
reguladora de incentivos necesaria para prom over la in tern alización de
costos.
Muchos agentes quím icos artificiales parecidos a las horm onas están
siendo liberados al ambiente (junto con unos pocos com puestos naturales
de este tipo). Tales sustancias tienen el potencial de perturbar los
sistem as endocrinos de los animales, incluyendo el ser humano, y entre
ellas se encuentran los persistentes organohalógenos bioacum ulativos
(com o algunos plaguicidas), m uchos plásticos y otros productos
industriales (HCB, RCB, dioxinas, fenoles, e t;.), así com o algunos
metales (cadmio, plomo y mercurio).
Muchas poblaciones de anim ales silvestres que incluyen aves,
m am íferos y reptiles (como tortugas y caimanes) están siendo afectadas
por un com portam iento anormal y disruptivo y por el decrem ento de su
éxito reproductivo; esto ha sido demostrado mediante pruebas de
laboratorio y observaciones de campo, que han confirm ado el cambio
corporal debido a esos agentes. Se sospecha que la declinación en el
recuento de espermatozoides en el varón y un incremento en la incidencia
de ciertos cánceres que afectan la salud reproductiva humana son
m anifestaciones de lo anterior. Puede consultarse más información
sobre estas tendencias alarmantes en Colborn et al. (1996). Como ya fue
el caso con el DDT y los CFA, es de esperar que haya mucha controversia
y negación, nuevas regulaciones y finalm ente la búsqueda desesperada
de sustitutivos menos letales.
162 Ecologia
Limpieza verde
: Se sabe desde: hacé algún' tiempo qué muchas plantas spri íbipefacu-
muladoras”, en el sentido de que toleran, asimilan y concentran hasta en
, un factor de 100 metales tóxicos cómo plomo, níquel y mercurio; Este es;
otro de los servicios gratuitos que realizan los humedales y estuarios,
donde se encuentran a menudo estas plantas. Se supone que la ventaja
de selección natural de esta capacidad es que tales concentraciones de
iones tóxicos desalienta a orugas y otros herbívoros a alimentarsé de esa
planta. En años recientes ha habido mucho inferes porla propagación y
la manipulación mediante ingeniería genética de tales organismos, a fin
de que contribuyan a descontaminar suelos y aguas contaminados por
metales y otras sustancias tóxicas. Este nuevo campo se conoce como
fitomejoramiento o biorremediación,o,,en términos mundanos, “limpieza
verde". • ■'
La lechuga de agua común (Eichom ia), la pluma de loro (M yfiophyll),
algunos tipos de mostazas (Brassica) y la moneda hundida {Thlaspi) son
ejemplos de plantas promisorias para la biorremedíación (Brown, 1995),
Los ingenieros genéticos han logrado añadir un gen acumulador bacteriano
a la pequeña planta acuática A rabidopsis el cual mejora su capacidad de
volatili¿ar mercurio, con lo que éste se elimina del agua y se dispersa en
el aire. Para zonas pequeñas altamente contaminadas éstas tecnologías
son efidacés, pero no son sustitutivo de la eliminación o destoxificación
correctas de los residuos tóxicos.
F ig. 5-17. Curva de rendimiento hipotética para un ecosistem a perturbado som etido a dos tipos
de insum os. Las curvas sim ulan la respuesta de salida (medida por sistem as adecuados o como
variaciones en variables adecuadas) a intensidades crecientes en la perturbación de entrada.
Lecturas recomendadas
El asterisco (*) indica referen cias citad as en este capitulo.
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1987 Los sistemas agrícolas tradicionales se describen en las pp. 41-59
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Ecología de poblaciones
y comunidades
CONTENIDO
Form as de crecim ie n to de la población Exclusión co m p e titiva co n tra
coexistencia
S ele cció n r y se le cció n K
Predadores y presas
C a p a cid a d de carga, una revisión
H erbivorism o
C a p a cid a d de carga y ser hum ano
P arásitos y h u éspedes
O p tim iza ció n del uso de la energía
Ingeniería g enética para el co n tro l de
A ra ñ a s ca za d ora s y arañas tejedoras plagas
Uso del e spacio C om ensalism o, co o p e ra ció n y
m utu a lism o
D iversidad genética
M utualism o de red
D in á m ica de la m etapoblación
C re cim ie n to de la población hum ana Resum en: La red a lim e nta ria co m o un
sistem a de control de a rrib a -a b a jo y de
In te ra cció n entre dos espécies a b a jo -a rrib a
C om pe te n cia
767
168 Ecologia
Fig. 6-1. Crecimiento exponencial (J) y sigmoide (S) en la teoría (A) y en la práctica (B).
Fig. 6-2. Crecim ientos exponencial y sigm oide en una gráfica sem ilogarítm ica (la densidad se
grafica en una escala logarítmica, y el tiem po en una escala aritmética).
Fig. 6-3. Tres patrones de ritmo de crecim iento pobiacionai en función de la densidad poblacionai
En la curva 1, el ritmo de crecim iento disminuye al aum entar la densidad (tipo autolimitado o
inversam ente dependiente de la densidad); curva 2, el ritm ode crecim iento permanece alto hasta que
la densidad se eleva demasiado y factores externos a la población se hacen limitantes (tipo
independiente de la densidad); curva 3, el ritmo de crecim iento es máximo a densidades intermedias
(tipo de Allee); y curva 4, modelo hipotético en un universo infinito de continuo crecimiento
(directam ente dependiente de la densidad o de geometría fractal).
172 Ecologia
un eje (densidad en este caso) es logarítm ico y el otro (tiem po en este caso)
sigue siendo aritmético. La gráfica de la figura 6-2 tiene la ven taja de que
la curva en form a de J se hace una línea recta cuya pendiente representa
la rapidez de crecim iento, constante. La form a de crecim iento sigm oide se
hace una curva convexa que indica cuánto dism inuye la rapidez de
crecim iento (hasta hacerse cero) al au m entar la densidad. La pendiente
de la recta tangente a cualquier punto representa la rapidez de crecim iento
poblacional, r, en ese punto en el tiem po (en ese m om ento). M ientras el
crecim iento se m antiene en una línea recta en una gráfica sem ilogarítm ica,
puede decirse que es exponencial.
Las ecuaciones diferenciales m ostradas en las figuras 6-1 y 6-2 se
explicarán en la próxim a sección. Es evidente que el crecim iento expo
nencial, sea de una población o de algo como el consum o de com bustible
por la sociedad, no puede contin u ar por largo tiem po sin el peligro de
exceder desastrosam ente la capacidad de carga, debido a que con cada
tiempo de duplicación el salto se hace más y más grande (es decir, la
densidad se duplica en tiem pos cada vez más cortos). Si una población de
insectos que com en hojas en un árbol aum entara exponencialm ente a un
ritmo de 10 veces cada mes, habría sólo 100 individuos después de dos
meses, pero podría haber 10 000 después de cuatro meses, lo suficiente
para desnudar por com pleto el árbol. Tales defoliaciones efectivam ente
ocurren en la naturaleza, com o lo verem os más tarde. Las form as de
crecim iento en form a de J y en form a de S de las figuras 6-1 y 6-2
constituyen m odelos de los extrem os de crecim iento rápido y lento. La
m ayoría de las poblaciones exhiben ritm os de crecim iento in term edios o
una com binación de patrones. Por ejem plo, las curvas de crecim iento para
los anim ales con ciclo de vida com plejo, tales como los insectos (esto es,
con estadios de larva, pupa e im ago), a m enudo asum en una form a
escalonada.
En la figura 6-3 se m uestran cuatro patrones de crecim iento poblacional
en térm inos de la densidad de población. Las poblaciones que tienden a
autolim itarse reduciendo la rapidez de crecim iento cuando la densidad
aum enta pueden denom inarse inversam ente dependientes de la den
sidad. O tras poblaciones que tienden a crecer m ás o m enos irrestric
tamente hasta que son frenadas por fuerzas externas a la población
pueden llam arse independientes de la densidad. Cuando no son estre
cham ente restringidas por factores externos (p. ej., depredadores, existen
cias de alim ento, factores físicos), tales especies experim entan grandes
oscilaciones en densidad y pueden convertirse en graves plagas para el ser
humano. Tal vez podríam os definir una “plaga” como un oportun ista c a
paz de experim entar crecim iento exponencial cuando se anula el control
dentro del ecosistem a. En el capítulo 2 se citaron varias plagas con stitu i
das por insectos y otros anim ales introducidos.
En poblaciones hipotéticas (bacterias en un medio nutritivo ilim itado,
organism os asexuales de propágulos espontáneos), o en m odelos com pu-
tarizados “neutrales” con geom etría fractal (dicotom ías, sem iespiralidad,
realidad virtual, etc.), al aum entar la densidad tam bién lo hace la tasa de
crecim iento poblacional, y puede decirse que tales poblaciones son
directam ente dependientes de la densidad. En principio, cada pobla
Ecología depoblacionesy comunidades 173
ción podría exhibir los diferentes tipos de crecim iento secuencialm ente o
com binados, dependiendo de su matriz.
Hay un cuarto tipo de relación entre densidad y rapidez de crecimiento.
En algunas especies coloniales y de anim ales sociales, la rapidez de
crecim iento es m ayor a una densidad interm edia que a valores bajos o
altos; en otras palabras, tanto “ subpoblación” como “sobrepoblación” son
lim itantes. Tal patrón se denom ina form a de crecim iento de Allee, en
honor al finado W. C. Allee, cuyo libro de 1951, Cooperation am ong A ni
máis, with Hum an Im plications (Cooperación entre anim ales, con im plica
ciones para el ser hum ano), resum e el trabajo de una vida de estudios
experim entales sobre la vida social de los anim ales (etologia). Las especies
de gaviotas que anidan en colonias son buenos ejem plos: el núm ero de
polluelos producidos por pareja es m ayor cuando la densidad de la colonia
es más o m enos alta que cuando sólo están presentes unas pocas parejas
o cuando hay un gran hacinam iento. Al parecer, los patrones conductuales
necesarios para la form ación de parejas y el cuidado de los polluelos son
estim ulados y am plificados por la presencia de individuos en la vecindad
inm ediata. Las ostras tam bién son reproductivam ente más exitosas
cuando la densidad local en el arrecife es m oderadam ente alta, pero por
una razón distinta. La ostra com ienza su vida como una larva planctónica
lib re n a d a d o ra que debe e sta b lec erse en un su stra to du ro para
m etam orfosearse en un adulto bivalvo. Cuando hay presentes una gran
can tidad de ostras viejas, sus conchas constituyen un sustrato favorable
para que las larvas se establezcan. Si del lugar se cosechan dem asiadas
ostras, puede ser difícil o im posible que se vuelva a form ar la colonia
debido a la falta de sustrato.
Algunas especies anim ales son fam osas por sus irrupciones de
población; esto es, ciclos de “auge y declive” , que a veces tienen una
periodicidad regular, casi predecible. Los lem m ings árticos, pequeños
roedores parecidos a ratones, irrum pen aproxim adam ente cada cuatro
años. En el pico de su abundancia, en el paisaje de la tundra aparecen
cantidades increíbles de lem m ings; un año después sólo pueden encon
trarse unos cuantos. Quizá el caso más famoso es el de la liebre de las
n ieves y el lince canadiense, que alcanzan ambos picos de abundancia al
m ism o tiem po aproxim adam ente cada 11 años, como lo indican los
registros de los tram peros com erciantes de pieles. Tam bién están bien
docum entados los brotes de orugas (larvas de mariposas, en este caso
nocturnas) com edoras de acículas que ocurrieron cada cinco a 10 años
entre 1880 y 1940 en bosques alem anes poblados sólo de pinos. Ocurren
irrupciones periódicas cada 10 años o m ás en poblaciones de palomilla
barrenadora de los brotes del abeto, escarabajos descortezadores, gusa
nos de bolsa (orugas) y lagópodos en la región septentrional de América del
Norte. En Eurasia, desde la antigüedad se tienen registros (e incluso se
m encionan en la B iblia) de enjam braciones periódicas de langostas
m igratorias, en cantidades suficientes para arrasar cultivos en pocas
horas (Carpenter, 1940). Janzen (1976) sugiere que, en regiones tropica
les, la fenología de fructificación episódica de ciertas plantas, como los
bam búes con ciclos aproxim ados de 40 años, generan las respuestas
correspondientes en la abundancia de los animales que se alimentan
174 Ecología
especialm ente de esta fuente. Así, esa vegetación hace oscilar toda la red
trófica asociada a ella. En Odum (1983) puede hallarse docum entación,
diagram as, referencias y análisis de todos estos ciclos.
Irrupciones y brotes com o los anteriores se han registrado casi
siem pre en casos en que la com unidad biológica es sim ple (pocas especies
en cada nivel trófico) a causa ya sea de factores lim itantes naturales
drásticos (como en el Artico) o de interferencia hum ana, situaciones
am bas que tienden a reducir los m ecanism os de control por retroali-
mentación.
Sm em bargo, los ecólogos no se han puesto de acuerdo acerca de si esta
inestabilidad es resultado de factores que operan dentro o fuera de la
población.
En lo que respecta a las orugas procesionarias y los gusanos de bolsa,
ni la investigación extensiva ni la experim entación han podido relacionar
ningún factor del m edio físico con los ciclos de “auge y declive” de estos
anim ales en los bosques del norte. Los últim os hallazgos indican que
ciertos virus participan en la alternancia de generaciones fuertes y débiles
(en cuanto a resistencia a tales agentes patógenos). En una revisión
reciente, Mayers (1993) establece que “estos insectos parecen estar
adaptados por años de evolución para asegurar que las irrupciones no
devasten los árboles de los que dependen”, los cuales se recuperan
rápidam ente de la defoliación periódica. Si esto es verdad, entonces
resulta del todo inútil rociar los árboles con insecticidas para controlar los
insectos luego de que la irrupción ha ocurrido.
Selección r y selección K
Campo de un año
Ambrosia artemisifolia (ambrosia) 1190 30
Bosque
Dentaria laciniata (dentaria) 24 1
JV( = p x a x í
danos, especialm ente en los pueblos y en las ciudades que están expe
rim entando la prosperidad económ ica tem poral que viene ju n to con el
crecim iento rápido. Frenar el sobredesarrollo y la sobreconstrucción con
políticas de zom ficacíón estrictas y reducir los incentivos de exoneración
de im puestos para la construcción es, hasta hoy, un poco tardío para
muchas ciudades latinoam ericanas que crecen desordenadam ente (como
Cali, Guayaquil, Callao, El Alto, etc.).
Fig. 6-4. Dos arañas con diferentes estrategias. A, La araña lobo caza sus presas "a pie”. B, La
araña tejedora globo captura sus presas en una red. (Fotos: P. J. Bryant, University of California,
Irvine/Biological Photo Service.)
reservan la escasa hum edad del suelo, que puede no ser suficiente para
más de un individuo en un espacio dado. Algunos anim ales altam ente
móviles incluso van m ás allá al establecer u na propiedad, lo cual
constituye un patrón de conducta llam ado territorialidad. M uchas de
nuestras m ás preciadas aves canoras lo hacen. Un petirrojo m acho, por
ejemplo, reclam ará aproxim adam ente m edia hectárea de hábitat óptim o
(un prado arbolado, digam os) al com ienzo de la tem porada de anidación,
y la defenderá contra los intrusos, de modo que ningún otro petirrojo
macho podrá en trar al territorio del defensor. Gran parte del intenso
canto de aves que escucham os en prim avera tiene el fin de advertir la
propiedad de un territorio. Las personas siem pre sufren cierto d esen can
to cuando se enteran de que el petirrojo, u otro cantor prim averal, gorjea
para establecer un territorio y no para cortejar una hem bra, la cual no
suele llegar a los sitios de anidación sino hasta alrededor de una sem ana
después que los m achos. Un macho que ha tenido éxito en adqu irir y
conservar un territorio tiene gran probabilidad de atraer una hem bra y
reproducirse, m ientras que un macho incapaz de establecer un buen
territorio no se reproducirá a m enos de que pueda sustituir a un
“terrateniente” muerto. En m uchas especies, una vez que se ha form ado
la pareja reproductora, la hem bra ayuda a] m acho en la defensa del
territorio.
El com portam iento territorial es m ás pronunciado en vertebrados y en
ciertos artrópodos con patrones reproductivos com plejos que incluyen
cuidado paterno. En las aves, el territorio defendido ayuda a asegurar que
Ecología de poblaciones y com unidades 181
los com plejos pocesos de apaream iento, construcción del nido y cuidado
de los h uevos y los polluelos no sean interferidos por la presencia de otras
aves de la m ism a especie. Algunos ecólogos tam bién sostienen que la
territorialidad confiere un beneficio a largo plazo al m antener el tamaño
(la densidad) poblacional bastante dentro de los lím ites de existencias de
alim ento. Podem os volver a las arañas para ver un posible ejemplo. En un
estudio experim ental con una especie territorial de araña del desierto,
R iechert (1981) encontró que la extensión del territorio era fija (sólo cierta
cantidad de arañas podían ocupar la zona experim ental), y que esa
extensión se ajustaba en tiempo de m ínim a abundancia de presas. De
este modo, la densidad no aum entaría más allá de un límite susperior
determ inado por el núm ero de territorios disponibles, sin im portar de
cuánto alim ento se disponga en tiem pos favorables o cuánto se introduzca
experim entalm ente en la zona. Los propietarios de territorios ocupaban
los m ejores sitios y eran mucho más exitosos en la producción de
descendencia que los individuos “flotantes” (que vagaban en hábitat
desfavorables y eran incapaces de establecer territorios). En este caso
parece evidente el potencial de la territorialidad para lim itar el tam año de
la población y elegir los individuos genéticam ente más aptos.
Diversidad genética
El m antenim iento de diversidad genética (p. ej., alelos heterocigóticos
y polim orfism o balanceado) es im portante para la supervivencia de una
especie. Las especies pueden estar en peligro de extinción si el tam año
poblacional se hace pequeño y se presenta un “cuello de botella” genético
(véase el cap. 7). Cada vez más especies de plantas y anim ales son puestas
en peligro de extinción o son extintas debido a destrucción de su hábitat,
o a división de éste en fragm entos aislados como resultado de actividades
hum anas.
A n ivel internacional, el CITES (Convención Internacional sobre
Tráfico de Especies) determ ina las especies que deben incluirse en la lista
de am enazadas, así com o las especies consideradas en recuperación,
cuyo riesgo de extinción se ha reducido (como aligator de Florida, águila
calva, boa, etc.) y por lo tanto se borran de la lista. En Estados U nidos y
varios países latinoam ericanos, la aprobación de la ley de especies
am enazadas ha dado por resultado un esfuerzo m ayor de las agencias
gu bernam entales y privadas en la gestión de la vida silvestre; esto
incluye acciones para: 1) Separar un hábitat adecuado m ediante com pra
o fideicom iso, donde se realice la preservación (p. ej., Faro de Las
Cabezas de San Juan, Puerto Rico). 2) M antener o crear los corredores o
franjas de hábitat que conectan los retazos aislados (la interconexión),
y que constituyen “cam inos n atu rales” para la dispersión de los organis
mos, increm entando por tanto el intercam bio genético (Harris, 1984) (p.
ej., el Paseo Pantera entre H onduras y Guatemala, o el Corredor de
Conservación del Chocó Biogeográfico en Colombia). 3) Y, com o un últim o
recurso, introducir individuos en las poblaciones am enazadas desde las
áreas en donde la especie no está am enazada (translocación) (p. ej., la
reintrodu cción de vicuñas en la reserva faunística del páram o del
182 Ecología
Dinámica de la metapoblación
Año
Fig. 6-5. Proyecciones alternativas para el tamaño de la población humana en un futuro cercano,
donde se observan los efectos de tres factores que influyen en el crecimiento poblacional de la
humanidad. (Tomado de Bongaarts, 1994.)
184 Ecología
U n re la to de d o s islas
Competencia
La palabra com petencia o com petición denota lucha por la m ism a cosa,
corno en el caso conocido de dos empresa-, que pelean por el m ism o
mercado. A nivel ecológico se distinguen tres clases de com petición: 1) la
com petencia se hace im portante cuando dos organism os luchan por algo
que no es suficiente para ambos (com petencia de concurso). Así, las plantas
com piten por luz y nutrientes en un bosque, y los anim ales com piten por
alim ento y refugio cuando estos recursos son relativam ente escasos en
virtud de la demanda. El uno gana y el otro pierde. 2) La com petencia ta m
bién puede asum ir la form a de inhibición m utua cuando dos organism os
Ecología de poblaciones y com unidades 187
interfieren directam ente entre sí al luchar por algo, aunque ese algo no
escasee ( com petencia de interferencia). Por ejem plo, los organ ism os pu e
den excretar sustancias (cairom onas, alelom onas) que interfieren m utua
m ente, o pueden interferir en las rutas y en los m edios de procu ración del
recurso. Ningún organism o gana. 3) Las especies pueden asim ism o
com petir por recursos insuficientes y am bas obtenerlos en cantidad
igualm ente insuficiente para sí m ism as (com petencia de bataola). Los dos
ganan un poco.
El resultado de la com petencia es que am bas partes (esto es, los
com petidores) son estorbados de alguna m anera (de aquí la designación:
--). A nivel de la población, esto significa que la densidad o tasa de
crecim iento poblacional se reducirán o se m antendrán bajo control de la
acción com petitiva. Tanto la com petencia entre individuos de una misma
especie (intraespecífica) com o entre individuos de diferentes especies
(interespecífica) es im portante para determ inar el núm ero y los tipos de
188 Ecologia
'P atrón.
Fig. 6-6. Modelo coordenado de interacciones de pares de especies, donde se m uestran las posi
bles com binaciones simbióticas, l a situación periférica corresponde a relaciones obligadas o esen
ciales, m ientras que la situación central corresponde a relaciones facultativas o circunstanciales.
Ecología de poblaciones y comunidades 189
lagos en los Andes han perm itido reconstru ir com unidades h erbáceas y
leñosas que parecen reaccionar a ciclos de clim a árido y húm edo que
afectaron a la zona neotropical en el continente sudam ericano durante el
periodo cuaternario (Colinvaux, 1993).
El estudio de poblaciones de laboratorio o invernadero contribu ye a
nuestra com prensión de los m ecanism os, ecológicos y genéticos, que
podrían operar cuando las especies interactúan. Esto es evidente en los
ejem plos presentados, pero, como se insisten en el capítulo 2, a fin de
cuentas es necesario un enfoque de niveles m últiples, dado que el
estudio a cada nivel de organización aporta sólo una parte del panoram a
com pleto.
Cuando pasam os del estudio de poblaciones discretas en condiciones
controladas al m undo real de las com unidades y los ecosistem as,
ciertam ente encontram os evidencia de exclusión com petitiva.
Sin em bargo, más a m enudo observam os que las especies, aun aquéllas
incapaces de vivir ju n tas en un m icrocosm os restringido, se adaptan a la
coexistencia reduciendo la presión com petitiva a través de cam bios
fisiológicos, conductuales o genéticos, explotando el m ism o recurso en
diferentes tiem pos o lugares, o m odificando sus posiciones en gradientes
ambientales. De hecho, den Boer (1986), quien revisó la teoría de la
com petencia, concluye que la coexistencia es la “regla” y la exclusión
com petitiva com pleta es la “excepción” en los sistem as abiertos de la
naturaleza.
Un estudio de cam po clásico sobre la com petencia es el de Joseph
Connell (1961), realizado en una costa rocosa. En la zona entre m areas
(m esolitoral), organism os sésiles como percebes, m ejillones, ostras y algas
a m enudo se encuentran en bandas o franjas. En la zona de estudio de
Connell, una especie de percebe pequeño del género Chthamcdus o cu p a
ba una ban da cercana a la parte superior de la zona m esolitoral, y una
especie m ayor del género Balanus ocupaba una ancha banda bajo la
población de Chthamalus. Esta distribución zonal sugiere fuertem ente
exclusión com petitiva, pero dado que ha}' otras posibles explicaciones
para la distribución, se requirieron experim entos de elim inación para
probar la hipótesis de que estaba im plicada la com petencia. Cuando
Connell retiró la especie grande (B alanus) e im pidió que nuevos in d ivi
duos de ella se establecieran, la especie pequeña (Chtham alus) invadió
la parte superior de la zona de Balanus y creció bien en ese sitio donde
norm alm ente no se le encontraba. Sin em bargo, cuando se elim inó
Chthamalus, Balanus no se extendió al territorio desocupado; sus larvas
fueron incapaces de sobrevivir en la zona superior, más expuesta,
incluso en ausencia de un potencial com petidor,'com o se determ inó en
observaciones y experim entación posteriores. Este tipo de interacción
entre lim itaciones físicas y com petencia ha resultado ser un patrón
com ún en muchos gradientes ambientales. Algo sem ejante ha sido
sugerido, por ejem plo, para la organización com ún de cin tu ron es
altitudinales en los Andes y otras m ontañas tropicales (Grubb, 1974) y
las tradicionales referencias a las bandas de vegetación que se han
descrito asociadas al límite de nubosidad y de altitud sobre el nivel del m ar
(Sarm iento, en prensa).
Ecologia de poblaciones y comunidades 193
Predadores y presas
Para m uchas personas, la palabra “depredador” trae a la mente un
anim al feroz y cruel del que bien podríam os prescindir. En honor a la
verdad, sin em bargo, la predación tiene un cometido fundam ental en la
econ om ía de la naturaleza, y tam bién es benéfica para la econom ía
hum ana cuando se trata, por ejem plo, del control de insectos y otras
plagas. En la cadena alim entaria el anim al que com e la presa es el
predador, y aquél que se com e al predador (y por tanto elim ina la
predación que soporta la presa) es el depredador, referido en otros textos
com o superpredador (Sarmiento, 1991).
Nu estra aversión por los depredadores es paradójica, puesto que en el
transcurso de los siglos el ser hum ano ha sido el m ás destructivo
depredador que haya vagado ja m á s sobre la Tierra. Para ser objetivos, es
útil considerar la predación desde el punto de vista de la población y no
desde el del individuo. Los predadores, por supuesto, no son benéficos pa
ra las presas individuales a las que matan, pero suelen ser benéficos para
la población de presas com o un todo al sacrificar individuos no aptos,
preven ir la sobrepoblación, o am bas cosas. Por ejemplo, en ausencia de
predadores, el núm ero de individuos en muchas especies de venados
tiende a increm entarse hasta el punto de exceder su fuente de alim ento,
com o se describió al considerar la capacidad de carga antes en este
capítulo. En este caso, el predador m ejora la “calidad de vid a ” de la
población de presas.
Por otro lado, el predador puede ser fuertem ente lim itante, hasta el
punto de redu cir tanto la población de la presa que la extingue o casi la
extingue. La situación que se dé para cualquier par de especies
interactuantes, depende del grado de vulnerabilidad de la presa al
predador. Desde el punto de vista del predador, esto depende de cuánta
en ergía deba invertir en la captura de la presa; desde el punto de vista
de la últim a, depende de cuánto éxito tengan los individuos en evitar ser
capturados y de lo bien que puedan esconder o proteger a su descenden
cia. La vulnerabilidad de la presa a menudo es increm entada por los
disturbios de los seres hum anos en el paisaje, y especialm ente por la
introducción de un nuevo predador para e! cual no e s 'á adaptada la
presa. Por ejem plo, hace m uchos años la mangosta, un depredador
parecido a la com adreja, fue introducida en varias islas del Caribe con la
esperanza de controlar las ratas en los campos de caña de azúcar. Sin
em bargo, las m angostas no sólo no elim inaron las ratas, sino que
asolaron especies vu lnerables com o aves que anidan en el suelo,
tortugas y otros reptiles (Seaman, 1952).
Un acto de depredación, como la captura de un ave de presa por un
halcón, puede ser espectacular y fácil de observar, pero m uchos otros
factores que pueden ser más lim itantes para las poblaciones de presas no
son tan bien com prendidos para los legos en la materia. El finado Herbert
L. Stoddard (1936) y sus asociados, durante su trabajo en reservas de
caza en Georgia, dem ostraron que los halcones no serían un factor
lim itante para las poblaciones de codornices mientras cerca de las zonas
de alim entación de estas últim as hubiera una cubierta vegetativa, la cual
194 Ecologia
perm ite a las codornices sanas escapar fácilm ente de halcones atacantes
(véase tam bién Errington, 1946b). La quem a por zonas y otros procedi
mientos de manejo del terreno que perm iten la acum ulación de alim ento
y la form ación de cubiertas de refugio m antienen altas densidades de
codornices. En otras palabras, cuando los esfuerzos se dirigen al m ejora
miento del hábitat de estas aves, la elim inación de halcones para
protegerlas es innecesaria, y aun indeseable, puesto que las codornices no
son vulnerables, y porque los halcones tam bién depredan roedores que
comen los huevos de las codornices. Sin em bargo, la “adm inistración de
ecosistem as” es más difícil y menos em ocionante que disparar a los
halcones, de modo que los adm inistradores de ecosistem as a m enudo son
presionados por los cazadores para que se haga esto últim o, pese a que los
adm inistradores conocen m ejor el problema.
Herbivorismo
Insecticidas naturales
Parásitos y huéspedes
Gran parte de lo que se ha dicho acerca de la predación tam bién vale
para el parasitism o. De hecho, parásitos y predadores constitu yen un
gradiente más o m enos continuo que va de bacterias dim inutas o virus que
viven dentro de los tejidos del huésped a grandes carnívoros que rondan
todo el ecosistem a. El térm ino parásito suele aplicarse a un organism o
pequeño que realm ente vive sobre (ectoparásito) o dentro (endoparásito)
de un huésped que le sirve com o fuente de alim ento y hábitat. En
contraste, consideram os que un predador es de vida libre y m ayor que su
presa, que le sirve com o fuente de alim ento pero no com o hábitat. Existen,
no obstante, todo tipo de situaciones interm edias.
Aunque parasitism o y predación son sim ilares en térm in os de
interacciones ecológicas, se encuentran diferencias im portantes en los
extrem os de cada situación. Los organism os parásitos generalm ente
tienen m ayores ritm os reproductivos y presentan m ayor especificidad de
huésped que la m ayoría de los predadores por sus presas. Los parásitos
a veces atraviesan etapas interm edias en su dispersión y entran en
relación tem poral de inquilinism o con otros organism os, los vectores, que
no pierden nada con ofrecer hábitat efím ero a los huéspedes (quistes y
otras estructuras tem porales parasitarias). Adem ás, a m enudo son más
especializados en estructura, m etabolism o y ciclo vital, según lo hagan
necesario su am biente interno especial y el problem a de la dispersión de
un huésped individual a otro. Algunas clases y órdenes com pletos de
organism os, com o C estoda entre los gusanos planos y Sporozoa entre los
protozoarios, se han adaptado al parasitism o. Las especies más especia
lizadas tienen ciclos vitales muy com plejos que implican una sucesión de
tejidos del huésped e incluso alternancia de especies huéspedes, como
en el caso de Plasm odium , el parásito que causa el paludism o en el ser
196 Ecologia
hum ano y otros anim ales. Plasm odium alterna su residencia entre
m osquitos y vertebrados en las diferentes partes de su ciclo vital, y cada
especie de este protozoario parasita un huésped vertebrado distinto.
La especificidad de huésped en parásitos es una consideración m uy
importante. Dado que m uchas especies de parásitos sólo pueden vivir en
una o unas pocas especies de huéspedes, la interacción huésped-parásito
es especialm ente íntim a y potencialm ente lim itante para am bas poblacio
nes. El ser hum ano con frecuencia ha sido capaz de u tilizar parásitos
para controlar plagas. A menudo, las plagas constituidas por insectos
que se han im portado desde otras partes del m undo se han controlado
introduciendo los parásitos nativos que regulaban al insecto en su
hábitat original; en otros casos ha sido útil la propagación artificial de
parásitos. El control biológico práctico de este tipo es factible en el caso
de parásitos que son específicos para la especie que se desea controlar.
Tales parásitos trabajan constantem ente y pueden ajustarse con rapidez
a fluctuaciones en la población de huéspedes. En contraste, no suele ser
posible controlar una plaga m ediante la introducción de un depredador
generalizado (o un parásito generalizado en este caso), el cual a su vez
puede convertirse en una plaga si am plía su ataque a especies distintas
del objetivo deseado. Esto fue lo que ocurrió con la m angosta, citada en
la sección anterior. Y estam os adquiriendo de la naturaleza la sabiduría
para desarrollar plaguicidas quím icos específicos de especie adem ás de
parásitos para sustituir los venenos de am plio espectro que m atan
organism os útiles ju n to con aquellos que se ju zga n nocivos.
Un im portante principio o generalidad acerca de las interacciones
parásito-huésped y predador-presa puede enunciarse como sigue: Los
efectos lim itantes de parasitism o y predación tienden a ser reducidos, y
los efectos reguladores a ser am plificados, cuando las poblaciones
interactuantes han tenido una historia evolutiva com ún en un ecosiste
ma lo suficientem ente estable o lo suficientem ente diverso espacialm ente
para perm itir una adaptación reciproca. En otras palabras, la selección
natural tiende a reducir los efectos adversos en am bas poblaciones
interactuantes, puesto que una depresión drástica de las poblaciones del
huésped o la presa por el parásito o el predador sólo puede dar por
resultado la extinción de una o am bas poblaciones. Así, las interacciones
violentas parásito-huésped o predador-presa ocurren con más frecu en
cia cuando la interacción es de origen reciente, o cuando ha habido un
disturbio reciente a gran escala, por ejem plo causado por el ser hum ano
o por un cam bio clim ático.
Como se hizo notar en el capítulo 2 y nuevam ente en el capítulo 3, una
lista de enferm edades, parásitos e insectos plagas que han causado las
mayores pérdidas en agricultura y silvicultura incluye m uchas especies
recientem ente introducidas en una nueva zona o en un nuevo huésped
vulnerable. El gusano europeo del maiz, la palom illa m oteada, el escara
bajo japonés y la m osca del M editerráneo son ejem plos de graves plagas
introducidas en A m érica desde otros continentes. El peligro siem pre
presente de que especies introducidas constituyan plagas es el m otivo de
las estrictas regulaciones acerca de lo que se puede introducir a un país
o extraer de él. En gran m edida el m ism o principio se aplica a las
Ecologia de poblaciones y comunidades 197
enferm edades del ser humano: las más tem idas son las más recientem en
te adquiridas. En contraste, donde parásitos y predadores han estado
asociados por largo tiem po con sus respectivos huéspedes y presas, la
interacción es m oderada, y resulta neutra o benéfica desde el punto de
vista del largo plazo.
En la figura 6-8 se presenta una dem ostración de laboratorio del
desarrollo de adaptación recíproca en un sistem a huésped-parásito. En
una ja u la de celdas m últiples consistente en 30 cajas de plástico se
colocaron m oscas dom ésticas (M usca dom estica) y avispas parásitas
(Nasonia vitripenrds). L a ja u la estaba diseñada de modo que algunas de las
m oscas pudieran escapar a las avispas y así frenar la dispersión del
parásito. Cuando se colocaron ju n tos por prim era vez lotes silvestres, las
poblaciones de am bas especies oscilaron am pliam ente al principio.
D espués de dos años y m uchas generaciones, las m oscas adquirieron
resistencia y los parásitos se hicieron m enos activos en la búsqueda de
presas, lo que dio por resultado un equilibrio más o m enos estable. El
experim ento dem ostró la form a en que la retroalim entación genética
puede actuar com o m ecanism o regulador y al mismo tiem po estabilizador
en sistem as poblacionales (Pim entel, 1968).
En el m undo real suele requerirse m ás tiempo para la adaptación, y
siem pre existe la posibilidad de extinción antes de que pueda ocurrir la
adaptación. La podredum bre del castaño es un caso en el que la
adaptación y la extinción han hecho oscilar la balanza durante casi un
siglo. En 1904, un hongo parásito que ataca la corteza y los tallos del
castaño fue introducido accidentalm ente en Norteam érica con la im p or
tación de C hina del castaño oriental, resistente a esa enferm edad. El
castaño am ericano, que constituía el 40% de la biom asa en los bosques
del sur de los Apalaches, resultó ser extrem adam ente vulnerable al
parásito introducido. Hacia 1952, todos los árboles grandes habían
muerto, y sus troncos secos y grises se conviertieron en una caracterís
tica del paisaje de los Apalaches. Los castaños siguen produciendo
retoños a partir de las raíces, y tales retoños pueden producir frutos
antes de morir, pero nadie puede predecir si el desenlace final será la
extinción o la adaptación (Anagnostakis, 1982). En la actualidad la
especie ha sido sustituida por otras de m adera dura (robles principal
mente). El bosque como un todo se ha adaptado a la pérdida, puesto que
la biom asa total del bosque actual es sim ilar a la que existía antes de la
podredum bre. Este caso tam bién ilustra la m anera en que la redundan
cia — esto es, la presencia de m ás de una especie en un nicho funcional
básico— favorece la elasticidad y la recuperación a nivel del ecosistem a
(véase la exposición de la biodiversidad en el cap. 3).
Una situación en la cual parece que está ocurriendo adaptación
recíproca im plica al virus del mixoma. En 1859 se introdujeron conejos
europeos en Victoria, Australia. Estos anim ales se dispersaron am plia
m ente y m erm aron pastos selectos, com pitiendo con las ovejas. El virus
del m ixom a, introducido en Au stralia en 1950 para controlar los conejos,
es un virus parásito transm itido por m osquitos y causa la mixomatosis,
una enferm edad que se sabe controla las poblaciones de conejos en
Europa. Com o describen Levin y Pim entel (1981), cuando recién se
198 Ecologia
Fig. 6-8. Desarrollo de homeostasis en la relación huésped-parásito entre una mosca (Musca
dom estica) y una avispa parásita (Nasonla vitripennis). Las cifras de densidad son cantidades de
insectos por unidad en una jaula experimental de 30 unidades. A, Las poblaciones recientem ente
reunidas oscilaron violentamente, ya que primero la densidad del huésped y luego la del parásito
aumentaron y se colapsaron. B, Las poblaciones derivadas de colonias en que las dos especies
habían estado asociadas por dos años coexistieron en un equilibrio más estable sin colapsos. Que
en el huésped se había desarrollado resistencia adaptativa fue indicado por el hecho de que la
natalidad del parásito se redujo notablemente (46 hijos por hembra, contra 133 en el sistema
recientemente reunido), y la población del parásito se niveló en una baja densidad. (Tom ado de
Pimentel y Stone, 1968.)
da gradualm ente por otra m enos virulenta que requería m ayor tiem po
para m atar al huésped, dando a los m osquitos que transm itían el virus
m ás tiem po para alim entarse de sus huéspedes infectados. D ado que la
cepa aviru len ta no destruía su recurso alim entario (el conejo) tan rápido
com o la virulenta, se produjeron m ás y más parásitos del tipo avirulento
y quedaron disponibles para su transm isión a nuevos huéspedes. De este
modo, la selección natural parece favorecer al avirulento sobre el virulento;
de otro modo, tanto parásito com o huésped llegarían a extinguirse
(Alexander, 1981; Anderson y May, 1982).
Como en todas las generalidades o “leyes ecológicas” , uno puede esperar
encontrar excepciones a la regla (Sarm iento, 1982). En su revisión de las
relaciones huésped-parásito, Ewald (1983) advierte que la interacción
podrá ten er varias m anifestaciones, incluyendo un aum ento en la grave
dad de las enferm edades con el paso del tiempo; Ewald sugiere que tal es
el caso del paludism o en el ser hum ano.
alim ento pero que puede dar protección o nutrientes al au tótrofo— . Son
ejem plos típicos las m icorrizas (“h ongo-raíz”), m encionadas en el capitulo
2 como una “propiedad em ergente” , y una vez más en el capitulo 5 al
considerar la recirculación de nutrientes. Al igual que las bacterias
fijadoras de nitrógeno con las legum inosas, estos hongos interactúan con
el tejido de las raíces para form ar “órgan os” com puestos que m ejoran la
capacidad de una planta de extraer m inerales del suelo. D elgados
filam entos fúngales llam ados hifas em ergen del tejido fungal-radical
com binado y pueden extraer fósforo y otros nutrientes escasos (por
quelación u otros m edios no bien com prendidos) que no estarían
disponibles para raíces no m icorrícicas. A cambio, por supuesto, el hongo
recibe parte del fotosintato de la planta.
Existen dos tipos principales de m icorrizas, que se ilustran en la figura
6-9. En las ectom icorrizas, el hongo form a una vaina o red alrededor de
raíces en crecim iento activo y a partir de la cual las h ifas se proyectan en
el suelo, a menudo a grandes distancias. Estas se asocian prin cip alm en
te con árboles, en especial pinos y otras coniferas y árboles tropicales.
Algunos de ellos (los m icorrícicos obligados) crecen bien y se reproducen
sólo cuando el m utualism o es activo. Los otros (m icorrícicos facu ltati
vos) pueden activar y desactivar el control m utualístico dependiendo de
las condiciones de fertilidad del sustrato. Las m icorrizas vesiculares-
arbusculares o VA (antes llam adas endom icorrizas) penentran en el
tejido de la raíz, donde form an estructuras parecidas a vesícu las ca ra c
terísticas (de aquí el nombre). Las hifas se extienden por el suelo como
en las ectom icorrizas. Este tipo coloniza todas las plantas (excepto unos
pocos géneros) de todas las form as, incluyendo herbáceas, plantas
cultivadas, arbustos y árboles en todas las regiones clim áticas.
Las m icorrizas no son en general específicas de huésped, lo cual
significa que a menudo pueden colonizar cualquier raíz que entre en
contacto con sus esporas. Algunos tipos de ectom icorrizas producen
grandes esporocarpos o “ setas” sobre el nivel del suelo que facilitan la
dispersión. Los tipos VA producen esporas bajo el suelo, donde pueden ser
dispersadas por anim ales subterráneos (podofauna). Puede consultarse
más sobre micorrizas en W ilde (1968) y Alien (1991).
El com etido de las m icorrizas para dirigir la circulación de los m in e
rales, y su im portancia en los trópicos y en la producción de cultivos, se
pusieron de relieve en el capítulo 5. Es afortunado el hecho de que el m u
tualismo pino-m icorriza funcione tan bien en los m illones de hectáreas
del sur de Estados Unidos, donde la capa superior del suelo fue erosionada
por el sistem a de agricultura de arado en arrendam iento (como el del
algodón) que persistió por dem asiado tiempo. De otro modo, m uchas de
estas hectáreas erosionadas serían desiertos en lugar de los pinares
razonablem ente densos de la actualidad. Los pinos, fuertem ente in ocu la
dos con m icorrizas en el criadero antes de sem brarlos, pueden vivir
incluso en la tierra devastada por los hum os de las fu ndiciones en
Chuquicam ata, Serra Pelada y Copper Hill (véase el cap. 3). Esta condición
ha hecho que los bosques naturales de los Andes hayan sido sustituidos
literalm ente por plantaciones de una sola especie (Pinus radiata) en el afán
de reforestar las laderas degradadas de los países m ontañosos súdam e-
Ecologia de poblaciones y com unidades 203
Fig. 6-9. Dos tipos de micorrizas (mutualismo hongo-raiz). A, Plántulas jóvenes de pino privadas de
micorrizas (izquierda) y con un prolífico desarrollo de ectomicorrizas (derecha). B, Micorrizas vas-
culares-arbusculares (micorrizas VA o endomicorrizas) con micelios fúngales y vesículas dentro de
las células de la raíz. (Fotos: S. A. W ilde.)
Fig. 6-10. Tendencia evolutiva del parasitism o al m utualism o en liqúenes. En algunos liqúenes
primitivos, las hifas fúngales realmente penetran las células del alga (A) en una relación esencialm ente
parasítica. En especiesde liqúenes más avanzadas, los dos organism os viven en m ayor armonía para
beneficio mutuo, com o en (B), donde las hifas fúngales se entrem ezclan con los filam entos algales,
y en (C), donde las hifas fúngales se com prim en fuertem ente contra las células algales pero no
penetran en ellas.
esencialm ente parásitos de las algas. En las especies más avanzadas los
micelios fúngales no penetran en las células algales, sino que am bos
viven en estrecha arm onía (fig. 6-1OB). El hongo absorbe el fotosintato que
escapa de las células algales y, a cambio, el alga recibe sostén y protección
del hongo. Tan exitosa es la asociación que los liqúenes pueden vivir en
los am bientes físicos m ás adversos, com o los afloram ientos de granito de
la tundra ártica. Los liqúenes son m uy abundantes sobre las rocas
expuestas de las erupciones volcánicas en los Andes y form an un com
ponente im portante de la estructu ra de la com unidad epifitica en la selva
de montaña; nótese que la m ayoría de las hojas del soto bosque tropical se
recubren de liqúenes que ayudan a capturar los nutrientes antes de que
lleguen al suelo. Al igual que los arrecifes de coral y otros com plejos
m utualísticos heterótrofos altam ente organizados, los liqúenes están bien
adaptados a la escasez natural y al estrés am bientales, pero son m uy
vulnerables al estrés por la contam inación del aire. En los esfuerzos para
restaurar el paisaje devastado por la contam inación atm osférica de
Sudbury (como se m encionó en el cap. 3), el retorno de los liqúenes es una
señal bienvenida de que la restauración está funcionando.
El modo de vida m utualista de los liqúenes ha tenido por lo m enos cinco
orígenes independientes en distintas ram as del árbol genealógico de los
hongos; por lo m enos 20% de todas las especies de hongos form an parte
de liqúenes (Gargas et al., 1995). Dicho origen m últiple dem u estra la
im portancia del m utualism o en la evolución, quizás com parable a la
im portancia de la com petencia, com o ya fuera sugerido por Kropotkin
hace casi un siglo. Es evidente que el m utualism o tiene especial valor para
la supervivencia cuando los recursos quedan fuertem ente retenidos en la
biomasa, como en un bosque maduro, o cuando suelo o agua son pobres
Ecología de poblaciones y com unidades 205
Mutualismo de red
Los efectos indirectos de las especies entre sí pueden ser tan im portan
tes com o las interacciones directas, y contribuir al m utualism o de red.
Cuando las cadenas alim entarias actúan en redes de tram as alim entarias,
los organism os en cada extrem o de una serie trófica -p . ej., plancton y
lobina en un esta n qu e- no interactúan de m anera directa, sino que se
benefician indirectam ente uno de otro. La lobina se beneficia al com er
peces planctívoros, m antenidos por el plancton, m ientras que este último
se ben eficia cuando la lobina reduce la población de los peces que predan
el plancton. En consecuencia, hay tanto interacciones negativas (predador-
presa) com o positivas (m utualistas) en una red de tramas alim entarias
(W ilson, 1986; Patten, 1991).
Debido a “retroalim entaciones por recom pensa” estudiadas en el capí
tulo 4, y a la tendencia de la intensidad de interacciones negativas a dism i
nuir con el tiempo, como se vio antes en este capítulo, no es generalizar
dem asiado el decir que las cadenas alim entarias en conjunto son m u tu a
listas (Odum y Biever, 1984). En un estudio reciente de una relación alga-
herbívoro (considerando en este caso al alga un equivalente de planta),
Sterner (1986) observó que el alga crecía m ejor cuando el herbívoro se
alim entaba de ella, debido al nitrógeno regenerado por aquél. Véanse
revisiones generales del m utualism o y su im portancia en Boucher (1985),
B oucher et al. (1982) y Keddy (1990).
Desarrollo
de los ecosistemas
y evolución delpaisaje
CONTENIDO
Un ejem plo: S ucesión de cam pos agrícolas T eoria de la co m p le jida d de las redes
viejos
C uando la sucesión falla
T eoría sucesional: Una breve historia
E volución de la biosfera
T ipos de sucesión ecológica
C ianobacterias: P rim er gran paso
M odelos de d e sarrollo de ecosiste m a s
M ecanism o de la e volución
M odelos de m icrocosm os
M acroevolución y m icro e vo lu ció n
M odelo ta b ular para desarrollo de e co sis
te m a s autógenos Especiación
Un ejemplo:
Sucesión de campos agrícolas viejos
’ Una especie común se designa arbitrariamente como aquella que se encuentra en una
densidad de 5 parejas/40 ha o más en uno o más de los cuatro tipos de comunidad.
Fig. 7-1. Patrón general de sucesión ecológica en tierra agrícola abandonada en la región sudoriental
de Estados Unidos. Eldiagrama ilustra cuatro etapas en la forma de vida de la vegetación (pasto, arbustos,
pinos y maderas duras); la gráfica de barras ilustra cambios en la población de aves canoras que
acompañan a los cambios en los autótrofos. Un patrón similar se observará en cualquier zona en que el
bosque alcance un clímax, pero las especies de plantas y animales que participan en la serie de desarrollo
varían con el clima o la fisiografía de la zona. (Tomado de JohnstonyO dum , 1956.)
214 Ecologia
Entrada autógena
Mantenimiento
(respiración): pequeño
(A) Ecosistemas jóvenes (en desarrollo)
Flujo de energía
(producción): pequeño o nulo
(estado clímax)
Mantenimiento
(respiración): grande
(B) Ecosistemas maduros (clímax)
Fig . 7-3. Modelo de flujo energético para la sucesión ecológica, en el que se contrasta la partición
de energía entre (A) sistem as en desarrollo y (B) sistem as maduros.
Modelos de microcosmos
El desarrollo de un ecosistem a a escala de m icrocosm os puede ser
puesto en m archa colocando frascos de vidrio bajo una fuente de luz,
com o en una cám ara de cultivo de laboratorio. Los frascos se llenan a la
m itad ccn un m edio de cultivo que contenga una com binación adecuada
de las sales inorgánicas necesarias para la vida, y luego se inoculan con
m uestras de agua y sedim entos de un estanque. Es u na buena práctica
inocu lar de m anera cruzada los frascos para asegurarse de que en cada
recipiente h aya u na variedad de pequeños organism os o sus propágulos
(de diversos reinos taxonómicos).
En la figura 7-4A se m uestra la form a en que tres propiedades -p r o
ducción por fotosíntesis (P), respiración (R) y biom asa (B)—cam bian con
el tiem po en un m odelo de microcosm os. El patrón básico de sucesión en
el m icrocosm os es análogo al que se observa en el desarrollo más grande
y de sistem a abierto de un bosque, que se ilustra en la figura 7-4B.
D urante las prim eras pocas sem anas en el m icrocosm os, los autótrofos
(algas u nicelulares) que se introducen con el agua del estanque explotan
los nutrientes tem poralm ente ilim itados y experim entan un rápido
crecim iento poblacional. Los pequeños heterótrofos (bacterias, proto-
zoarios, nem atodos, crustáceos, etc.) reaccionan de m anera sim ilar, de
m odo que el volum en total de m ateria viva, o biomasa, aum enta con rapi
dez. D urante este periodo de crecim iento ju ven il la producción bruta o
total (P ) excede a la respiración total (R), de modo que P/R > 1, lo cual
perm ite que una producción neta (P ) sustancial se acum ule com o bio
masa.
218 Ecologia
Tiempo (dias)
(A) Sucesión de microcosmos
Tiempo (años)
(B) Sucesión forestal
Fig. 7-4. Modelo de microcosmos para la sucesión ecológica, com parado con (B) la energética
de la sucesión forestal. P es la producción primaria bruta; Pn es la producción primaria neta; R es
la respiración, y B es la biomasa.
taxonóm ico especifico, por ejem plo las aves, o un grupo trófico, como
productores o herbívoros. Típicam ente, algunas especies de la serie tienen
m ayor tolerancia de hábitat que otras y persisten por m ayor tiempo; tal
es el caso de pinos y cardenales en el ejem plo del paisaje pedem ontino de
los Apalaches. En general, cuanto más especies de un grupo (taxonómico
o ecológico) estén geográficam ente disponibles para la colonización, tanto
más restringida será la abundancia de cada especie en la secuencia
tem poral, debido a las interacciones de com petencia-coexistencia con si
deradas en el capítulo anterior.
Segundo, la diversidad tiende a aum entar con la sucesión, esp ecial
m ente en la sucesión prim aria y en las prim eras fases de la sucesión
secundaria. M uy a m enudo la m áxim a diversidad se presenta en las
etapas interm edias de la sucesión (Sousa, 1984). Sin em bargo, las
tendencias pueden diferir en caso de diferentes grupos taxonóm icos y
tróficos. Por ejem plo, la diversidad de autótrofos puede alcanzar un
m áxim o en una fase tem prana de la sucesión forestal y después declinar
a m edida que los árboles crecen, m ientras que la diversidad de heterótrofos
puede contin u ar aum entando hasta la etapa clímax. La interacción de
tendencias opuestas hace difícil generalizar acerca de la diversidad. Los
aum entos en la talla de organism os individuales y en la com petencia
tienden a reducir la diversidad, m ientras que los aum entos en estructura
orgánica y variedad de hábitat tienden a elevarla. Los disturbios periódi
cos (como incendios, torm entas y depredadores) a menudo increm entan
la diversidad de especies al abrir áreas para la colonización por especies
incapaces de sobrevivir en la com unidad no alterada. La “hipótesis de los
disturbios interm edios” se expuso brevem ente en el capítulo 3. Si los
disturbios continúan, la sucesión retrocede a etapas previas o se m antiene
en un estado de no equilibrio (un concepto relacionado, el de subclím ax
estabilizado en pulsos, se considerará m ás adelante en este capítulo).
Tercero, la biom asa y las existencias instantáneas (o cosecha en pie)
de m ateria orgánica aum entan con la sucesión. Tanto en am bientes
acuáticos com o en terrestres, la cantidad total de m ateria viva (biomasa)
y de m ateria orgánica en descom posición (detritos y humus) aum entan
con el tiem po hasta que se llega a la vecindad del equilibrio (entrada =
salida). La m ateria orgánica disuelta (MOD), que escapa de m ateria en
descom posición y de células vivas, se acum ula en cantidades y varieda
des crecientes. Estos “extram etabolitos” no sólo accionan las cadenas
alim entarias basadas en m icrobios, sino que algunos de ellos también
actúan com o inhibidores (antibióticos) y prom otores del crecim iento
(vitam inas, por ejem plo) que influyen en el crecim iento y la com posición
de especies, com o se expuso brevem ente en el capitulo 4. Creando un
am biente cada vez más orgánico es una de las principales form as en que
la com unidad facilita una sucesión de especies.
Cuarto, un descenso en la producción neta y un aum ento correspon
diente en la respiración son dos de las tendencias más notables e
im portantes en la sucesión. Estos cambios, ya explicados antes en este
capítulo, se m uestran gráficam ente en la figura 7-3.
Quinto, los m odos y ciclos de vida cam bian durante la sucesión. No sólo
vienen y van especies durante la sucesión, sino adem ás los modos de vida
222 Ecologia
Nótese que estas observaciones concuerdan m uy bien con las ten den
cias m ostradas en el cuadro 7-1.
En un ecosistem a de bosque, para considerar el otro extrem o, la
com unidad puede m odificar extensam ente el am biente físico. Se acu m u
la considerable biom asa y la estructura de la com unidad continúa
cam biando de m anera predecible por un largo periodo - a m enos que o
hasta que los procesos autógenos sean interrum pidos por disturbios
intensos, com o torm en tas-. Para predecir o m odelar la sucesión forestal,
los regím enes de disturbio deben incluirse en el dom inio espacio-tiem po
que se considera (Shugart, 1984). En un estudio de la historia vegetativa
de una pequeña zona del bosque H arvard en M assachusetts, O liver y
Stephens (1977) pudieron docum entar 14 disturbios naturales y cau sa
das por el hom bre de diversas m agnitudes que habían ocurrido a
intervalos irregulares entre 1803 y 1952, y hubo indicios de dos h uraca
nes y un incendio antes de 1803. Disturbios pequeños no dieron por
resultado el establecim iento de nuevas especies de árboles, pero a menudo
perm itieron que especies ya presentes en el sotobosque, com o abedul
negro, arce rojo y pinabete, em ergieran hasta el dosel de copas. D isturbios
a gran escala, como huracanes o incendios grandes, crearon espacios
abiertos que fueron invadidos por especies sucesionales tem pranas, como
abedul blanco o cerezo espinoso. O liver y Stephens concluyeron a partir
de su estudio que la com posición actual del bosque es más resultado de
fuerzas alógenas que de desarrollo autógeno o, dicho de otra manera, el
bosque actual es una mezcla de vegetación madura, seral tem prana y
224 Ecologia
Dinámica de playas
Una playa de m ar es un buen sitio para observar la interacción de
procesos autógenos y alógenos. M ientras la acción del oleaje es suave y el
presupuesto de arena es balanceado -esto es, en prom edio se deposita
tanta arena com o la que es retirada por m areas y olas-, el vien to form a
dunas, y en ellas se desarrolla vegetación en una secuencia ordenada:
desde pastos m arinos, pasando por euforbiáceas resistentes y arbustos
leñosos, hasta árboles como ju níperos, pinos o robles. La com unidad
gradualm ente estabiliza las dunas, de modo que éstas son resistentes a
mareas altas y torm entas ordinarias. Si el presupuesto de aren a se hace
positivo, la playa avanza hacia el m ar y ocurre m ás sucesión de dunas. No
obstante, si el presupuesto de arena se hace negativo, quizá a causa de un
cambio en las corrientes litorales, un ascenso en el nivel del m ar o
actividades de dragado y recuperación de terrenos por el ser hum ano, la
playa com enzará a avanzar tierra adentro, y las dunas pueden em pezar
a erosionarse a pesar de la cubierta vegetativa. Las dunas se convierten
entonces en una fuente de arena para reponer y m antener la franja de
playa.
Apenas en fechas recientes los científicos com enzaron a com prender
esta interacción de fuerzas geofísicas y biológicas. En el pasado se pensó
que costosos rom peolas, escolleras, espigones y otras barreras artificiales
eran las respuestas a los problem as de erosión de playas. En m uchos
casos se dem ostró que tales m edidas eran no sólo inútiles, sino que
realm ente favorecían la erosión de la playa. Con un rom peolas u otra
barrera, toda la energía del oleaje y las m areas es dirigida de regreso a
la playa, de modo que el agua barre la arena y profundiza el fondo, y la
fuente de arena para la reparación natural es obstruida. Estas ten den
cias se esquem atizan en la figura 7-5. Así, la construcción de un
rom peolas puede proteger alguna casa de playa (cuando m enos tem p o
ralm ente) pero causará la pérdida de la playa, que es precisam ente el
motivo por el que se com pró o construyó la casa en ese lugar. Véase más
sobre dinám ica de playas en el libro de Kaufm an y Pilkey (1983), The
Beaches are Moving (Las playas se mueven).
Fig. 7-5. Efecto de un rompeolas o una estructura similar sobre la morfología de la playa,
una interacción de procesos autógenos y alógenos.
que sería el envejecim iento en un individuo. Por ejemplo, los árboles viejos
pueden no estar siendo sustituidos al morir por árboles jóvenes, o la
regeneración de nutrientes puede ser lenta y desacelerarse el m etabolism o
de la com unidad. Existen tan pocos estudios cuantitativos que no
" En su próximo viaje a la costa, observe queen los sitios donde hay rompeolas
(o muros de casas contiguas al mar u hotelesque bloqueen el flujo del agua)
a menudo no hay playa sobre la cual caminar en marea alta. Cuando la
inversión económica en lugares de playa esgrande, puede estar justificada
la formación de playa artificial, por ejemplo mediante bombeo o transporte
de arena. Un método más prudente para el desarrollo de una playa es
reconocer la inestábilidad inherente de las playas tendidas y diseñar las
estructuras artificiales teniendo eso presente. Por ejemplo, colocar las
casas sobre postes altos, de modo que las mareas altas y tormentas
puedan moverse libremente bajo las estructuras y más allá, con lo cual
' Ja energía se disipa, gradualmente y sin peligro, como en lás playas
' naturales. Muchos lugares están adoptando códigos de construcción que
: requieren procedimientos prudentes cómo éste.
226 Ecología
edades geológicas; esto es, una variedad de cultivos, bosques, lagos, ríos,
bordes de cam ino con vegetación, m arjales, costasy “lugares baldíos” . (Por
cierto, el lector notará al hojear alguna guía de flores silvestres que
m uchos ejem plares interesantes y bellos se encuentran en estos “lugares
baldíos” , los cuales nunca falta algu ien -u n ingeniero de cam inos, por
ejem plo- que quiera rellenar con pasto cultivado o alguna otra cubierta
vegetal agradable pero insípida.) Como se ha dicho muchas veces en este
libro, son necesarias grandes extensiones tanto de paisajes naturales
com o de dom esticados para m antener nuestros distritos urbanos de alta
energía y altam ente desarrollados pero ecológicam ente parasíticos.
Dado que es im posible m axim izar usos conflictivos en el mismo sistema
y al m ism o tiempo, dos soluciones al problem a de com erse una vaca y al
m ism o tiem po conservarla se deducen por sí mismas. Podem os adoptar
una posición interm edia entre rendim iento y calidad del am biente, o
podem os com partim entalizar de m anera deliberada el paisaje (esperam os
que con gran sabiduría y visión) a fin de m antener tipos altam ente
productivos y tipos predom inantem ente protectores como unidades sepa
radas sujetas a distintas estrategias de manejo que vayan, por ejemplo,
desde agricultura intensiva hasta cuidado de la vida sílves-tre. La
agricultura de labranza conservativa, m encionada por vez prim era en el
capítulo 5, es un buen ejem plo de estrategia interm edia exitosa, dado que
se m antienen tanto buenos rendim ientos de cultivos como la calidad de
los suelos, y se reduce la contam inación quím ica de aguas de soporte de
vida adyacentes. Se logra una com partim entalización deseable cuando
se dejan parques y otros espacios am ortiguadores no urbanizables
(reservas) y zonas verdes, y cuando se establecen reglam entos adecuados
de fraccionam iento, apoyos a la conservación y legislación de espacios
abiertos.
En Latinoam érica, Estados U nidos y en otros países, la cantidad de
am biente natural protegido en parques, bosques nacionales y estatales,
refugios para la vida silvestre, reservas ecológicas y dem ás varía desde
m enos de 10% de la superficie hasta más del 50% en algunos estados
occidentales. Un m ínim o de 20% (y más en clim as secos como en el occi
dente de Estados Unidos) parecería una m eta de planeación razonable en
vista de la dem anda de recreación al aire libre y la necesidad de un
am biente de soporte de vida para una civilización cada vez más urbana.
Idealm ente, cada niño debería ser capaz de recorrer a pie o en su bicicleta
una área natural, para explorar los secretos de la naturaleza.
¿ V a c a c io n e s en un m a iza l?
sos por im puestos deben destinarse a los servicios (como agua, drenaje,
transporte y policía) para m antener lo ya desarrollado y “bom bear hacia
fuera el desorden” inherente a cualquier sistem a com plejo de alta energía.
En consecuencia, hay m enos energía disponible para m ás crecim iento, el
cual finalm ente sólo puede darse a expensas del desarrollo que ya existe.
C. S. Shannon, el “padre de la teoría de la inform ación” , lo pone a su
manera: “El increm ento del desorden es una propiedad de todos los
sistem as com plejos” . Lo que ha llegado a conocerse com o la ley de las
redes puede enunciarse como sigue:
N (N - 1)
C -------------- —
2
o aproxim adam ente TV2/2.
Evolución de la biosfera
Como en el caso del desarrollo a corto plazo, la evolución a largo plazo
de la biosfera es m oldeada por la interacción de fuerzas geológicas v
clim áticas con los procesos autógenos que resultan de las actividades de
los com ponentes vivos. Ya hem os delineado brevem ente la historia de la
vida en la Tierra al considerar la hipótesis de Gaia en el capitulo 3. El
desarrollo de la biosfera en térm inos de la oxigenación de la atm ósfera se
vincula con la evolución de la biota, como se m uestra en la figura 7-6.
Aunque tal vez nunca será posible saber a ciencia cierta cóm o surgió
la vida en la Tierra, la teoría generalm ente aceptada es que los prim eros
seres vivos eran dim inutos heterótrofos anaerobios que vivían de m ateria
orgánica sintetizada por procesos abióticos. La com posición de la a tm ó s
fera en ese tiem po era determ inada en gran m edida por la m ateria gaseosa
que salía de los volcanes; los geólogos describen esto como la form ación
de la atm ósfera por eyección gaseosa en la corteza terrestre (Cloud, 1988).
Esta atm ósfera prim ordial contenía grandes cantidades de nitrógeno,
hidrógeno, dióxido de carbono y vapor de agua, adem ás de m onóxido de
carbono, cloro y sulfuro de hidrógeno en cantidades que serían tóxicas
para el ser hum ano y para gran parte de las form as de vida actuales. La
atm ósfera reductora (un térm ino usado para com pararla con la atm ós-
Atmósfera
reductora
Concentración
de oxigeno
en la atmósfera
fera oxidante actual) de la Tierra prim itiva tal vez haya sido sim ilar a la
que ahora se observa en Venus o Júpiter. En ausencia de oxígeno gaseoso
no existía la capa protectora de ozono que hay actualm ente. Así, al
principio la vida sólo pudo existir protegida por el agua o alguna otra
barrera. Sin em bargo, por extraño que pueda parecer, fue la radiación
solar de onda corta (de la que ahora está protegida la vida terrestre) la que
se piensa perm itió la evolución quím ica que condujo a las com plejas
m oléculas orgánicas que se conviertieron en los “bloques de constru cción ”
y el alim ento de la vida prim itiva. Según este punto de vista, las
condiciones para la aparición de la vida a partir de m ateria orgánica de esa
m anera ya no existen en la Tierra, y serían letales para la m ayor parte de
las form as de vida actuales.
dispersara a todas las partes del planeta. A esto siguió un desarrollo casi
explosivo de organism os m ulticelulares cada vez más com plejos. Por
largos periodos la producción excedió a la respiración (P/R > 1, de modo
que el oxigeno aum entó y el dióxido de carbono dism inuyó hasta las
concentraciones actuales en algún m om ento en la era paleozoica (fig.
7-6). Nuestros com bustibles fósiles tam bién se form aron durante periodos
en que P excedió a R por un am plio margen y los residuos vegetales se
fosilizaron en m ares som eros y hum edales que cubrían una m ayor
extensión de la Tierra que en la actualidad.
La cuna de la vida, por supuesto, aún existe en el interior de sedim en
tos anaeróbicos, y está bien integrada con el vasto m undo aerobio en que
vivim os los organism os que respiram os oxígeno. Ciertas funciones clave
de los procesos anaerobios en el m antenim iento de los ciclos biogeoquí-
micos y la estabilidad atm osférica se describieron en los capítulos 3 y 5.
A través de toda la historia geológica la diversidad de la vid a ha
aum entado no obstante extinciones m asivas periódicas resultantes de
cataclism os geológicos (como periodos de intensa actividad volcánica) y
choque de cometas y m eteoritos contra la Tierra. El im pacto de estos
cuerpos en la superficie terrestre ha sido devastador pero ha ocurrido
repetidam ente, como la dem uestra la “anom alía de iridio” que se form a en
el lugar del cráter de contacto del asteroide. Después de cada uno de estos
episodios el núm ero de individuos de cada especie sobreviviente ha
aum entado con rapidez (en térm inos de tiempo geológico), pero el resta
blecim iento de la diversidad de especies lleva más tiem po (Signor, 1990).
Vem os el mismo pauón a corto plazo cuando el ser hum ano devasta un
hábitat local, ya sea que le perm ita recuperarse naturalm ente o que
em prenda m edidas activas de restauración.
Mecanismo de la evolución
Con el riesgo de sobresim plificar podemos decir que existen dos form as
contrastantes de sobrevivir com o especie: 1) asignar gran parte de la
energía a reproducción y crecim iento rápido, para adelantarse a com peti
dores, depredadores, enferm edades o cualquier com binación de ellos, o
bien, 2) invertir mucha energía en defensa física o química. En otras
palabras, éstas son las estrategias contrastantes r y K, una apropiada
para situaciones pioneras y otra para comunidades maduras muy pobladas.
Los árboles constituyen buenos ejem plos de estas estrategias.
Loehíe (1988) ha demostrado que, en general, los árboles pueden
asignarse a uno de dos grupos: 1) los que, com o especies sucesíonales
tem pranas, colonizan y crecen con rapidez pero tienen vida corta y
producen madera de baja calidad, y 2) aquellos que, como roble y nogal
am ericano, invierten en defensa, crecen con lentitud, tienen vida larga y
producen madera densa de m ejor calidad.
Una vez más con riesgo de sobresimplificar, podemos decir que
existen dos formas en que una especie puede extinguirse: 1) permitiendo
que la mortalidad exceda la reproducción (modo determ inista), o 2)
siendo víctima de una catástrofe a gran escala (modo estocástico), como
ha ocurrido a m uchas especies en eras geológicas pasadas. El ser
humano no está actualmente en peligro de extinguirse por reproducción
insuficiente, pero si es vulnerable a catástrofes; ¿quizá una catástrofe
resultante de reproducción excesiva, de administración política deficiente
que lleve a una guerra nuclear generalizada, de plagas virulentas como
el virus Ebola o del choque de otro gran asteroide contra la superficie de
la Tierra?
236 Ecologia
Macroevolución y microevolución
Especiación
La especiación, o form ación de nuevas especies y desarrollo de
diversidad de especies, ocurre cuando el flujo génico dentro de una poza
Evolución a saltos
Fig. 7-7. Algunos de los pinzones de Darwin. Cada una de las especies representadas tiene
conform ación distintiva del pico adecuada para su alimentación. (Tomado de Bowman, 1961.)
238 Ecologia
Biogeografía de islas
Las islas constituyen paisajes naturales para estudiar la evolución, por
lo que han fascinado a los biólogos y ecólogos desde que D anvin visitó las
Galápagos.
240 Ecologia
Fig. 7-8. Teoría de la biogeografía de islas. El número de especies en una isla es determ inado poreí
equilibrio entre inmigración y extinción. Se muestran cuatro puntos de equilibrio, que representan
diferentes com binaciones de islas grandesy pequeñas próximas y lejanas de tierra firme (Tom ado de
M acArthury W ilson, 1963.)
Desarrollo de los ecosistemas y evolución del paisaje 241
Coevolución
de inform ación genética entre los grupos (sin m tercruzam iento). Ehrlich
y Raven (1965), quienes propusieron inicialm ente el térm ino, u tilizaron
sus estudios con orugas y plantas como base para proponer la hipótesis
que sigue:
Podríamos sugerir que el notable cam bio reciente en las relaciones entre
las superpotencias es análogo al desarrollo natural del m utualism o
cuando la situación se torna difícil. Durante varios decenios. Estados
Unidos y la Unión Soviética incrementaron su producción de armamentos
en nombre de la defensa. Mientras el costo de esta confrontación alcanzó
el 15 a 20% de la riqueza de cada país, y mientras la iniciativa de defensa
se hizo un poderoso medio político para unir a los votantes y ganar las
elecciones o m antener a los dictadores, las necesidades de consumo,
sociales y am bientales fueron ignoradas. Cuando creció la presión para
atender estas necesidades internas, ambos países tomaron ansiosamente
las oportunidades para pasar de la guerra fria a la cooperación. Como
estam os viendo, la transición es difícil y requerirá tiem po, pero es
preferible a la guerra nuclear. En otras palabras, existen m om entos y
lugares tanto para la confrontación como para la cooperación. Es
necesaria cierta cantidad de confrontación para m antener el orden y para
proteger territorios y culturas, pero son más im portantes la paz y la
cooperación para m antener la calidad de la vida humana (Odum, 1992).