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Asignatura: Historia del Arte

Docente: Juan Rodrigo Rojas Amar


Tema: Ensayo de investigación “las migraciones y
el arte”
Estudiante: Robertson Ttito Mango
Especialidad: Dibujo y Escultura
Ciclo: V
Introducción
En el siguiente ensayo hare un copilado de las diferentes migraciones hacia
el Perú de diferentes etnias y culturas a través de la historia. Muchas de
ellas con sus propios atributos culturales, sociales y como estos afectaron o
trascendieron a través del tiempo y de los sincretismos de las expresiones
artísticas de su tiempo y que han llegado hasta el nuestro.

Capítulo 1
La migración ibérica a las indias occidentales.
En el año de 1492. Los ibéricos llegaron a las costas peruanas en busca de
nuevos territorios que explotar y nuevas civilizaciones que someter. Sin
embargo trajeron también enfermedades que diezmaron la población
nativa, no obstante en afán de sacar algo provechoso para la posteridad,
trajeron el arte renacentista y gótico ya establecido.
Las diferencias entre el simbolismo andino (basado en una concepción
geométrica de la realidad) y el realismo español no permitieron una
adecuada interpretación de las obras producidas antes de la llegada de los
peninsulares. La tradición de la que provenían los españoles no exigía un
conocimiento previo de los elementos, bastaba mirar la pintura para
entender el mensaje del autor. En cambio, la tradición andina exigía un
conocimiento de los símbolos que muchas veces estuvieron restringidos a
un sector elite.

Fue esta falta de entendimiento la que llevó a los españoles restarle


importancia a las obras producidas por los andinos y lo que los condujo a
destruirlos en su mayoría. Tan solo quedaron los quipus y algunos uncus
con tocapus como muestra de la complejidad simbólica del mundo andino.
Ante esta situación, los indígenas fueron apropiándose poco a poco del
lenguaje artístico traído por los españoles. Otros, los más hábiles, lograron
plasmar sus creencias en pinturas representativas de la sagrada familia,
superponiendo para ello elementos andinos sobre figuras sagradas.

Las pinturas jugaron un rol importante después del primer desencuentro


entre las tradiciones españolas e incaicas. Los peninsulares se dieron cuenta
de este gran obstáculo y decidieron romper la falta de comunicación entre
ambos grupos utilizando la pintura. En la etapa de evangelización los
cuadros de la sagrada familia, de Cristo crucificado, de santos y mártires
fueron utilizados como herramientas para la enseñanza de la fe católica.
Así, durante la segunda parte del siglo XVI, la pintura al igual que otras
manifestaciones artísticas fueron monopolizadas por la iglesia. Con el afán
de una mejor evangelización encargaban muchos cuadros con temas
específicos (alusivos a la sagrada familia, pasión de Cristo, etc.) a los más
importantes talleres andaluces y sevillanos.

En estos trabajos se nota la influencia del renacimiento italiano. La época


de mayor auge de esta tendencia fue cuando llegó al Perú el jesuita
Bernardo Bitti. Desde 1575 difundió su obra por todo el virreinato, a pesar
de que su taller se encontraba en Lima. Bitti fue el primero de una serie de
pintores extranjeros que llegaron al Perú para ponerse al servicio de la
iglesia. Junto al maestro jesuita Leonardo Bitti destacan, dentro de la
corriente italiana llegada al Perú, Mateo Pérez de Alesio y Angelino
Medoro.

Con los años, la iglesia optó por el naturalismo y por el realismo


descriptivo, tal vez prefigurando la escena local para la llegada del barroco.
En este tránsito el antimanierismo y contramanierismo fueron utilizados
con fuerza entre los pintores locales. El antimanierismo apeló a crear
mayor sensibilidad a través de los efectos visuales que el autor le otorgaba
a la pintura. Manos y cuellos alargados, posturas rebuscadas y efectos
dramáticos demostraban la manera que tenía el artista a la hora de
representar al mundo. Destacan la Virgen de la leche (Pérez de Alesio), La
coronación de la virgen (Bernardo Bitti).

El barroco llegó al virreinato peruano con las pinturas encargadas por el


convento de Santo Domingo al gran pintor sevillano Miguel Güelles. Sus
obras reunidas bajo la serie La muerte de Santo Domingo tuvo un impacto
profundo en el medio limeño, pues su naturalismo e idealismo fueron las
características comunes en las pinturas locales del siglo XVII. En este siglo
la proliferación de aristas españoles propició la apertura de varios talleres
no solo en Lima, sino también en las principales ciudades del virreinato
peruano. Estos talleres tuvieron en Zurbarán (artista español, 1598-1664)
uno de sus principales referentes. Muchos de sus cuadros fueron copiados o
sirvieron de molde para nuevas producciones. De igual manera, algunas de
sus obras llegaron al Perú y fueron motivo de orgullo y satisfacción para la
orden religiosa que lo había encargado (En Lima algunas de sus obras se
pueden apreciar en el iglesia de la Buena Muerte).

Sin duda, Cuzco fue durante el siglo XVII uno de los referentes pictóricos
mas importantes del virreinato peruano. La presencia de Bernardo Bitti
(1583-1585 y 1596-1598) en el Cuzco tuvo un gran impacto en la plástica
cuzqueña. Sin embargo, a pesar de que el "movimiento italiano" fue base
para muchas de las obras producidas en esta ciudad, lo cierto es que se
empezó a dejar elementos y a incorporarse otros propios de la región. En
otras palabras, se desarrolló con los años una personalidad y lenguaje
diferenciado que sin duda reflejan la personalidad de los pintores (la gran
mayoría andinos y mestizos) y también cual era su base de inspiración (fue
Rubens el artista predilecto por los talleres cuzqueños). Uno de ellos fue
Diego Quispe Tito, pintor vernacular que se inspiró en los cuadros
flamencos naturalistas y de los que tomó el paisaje para recrearlo con
motivos andinos.

Ya en el siglo XVIII los talleres pictóricos cuzqueños tuvieron una


producción casi en serie. Sólo los maestros firmaban el lienzo pues tenían a
una serie de artistas especializados dedicados a la pintura de un sector del
cuadro (manos, rostros, cuerpo, fondo, etc). Es por ello que los artistas
anónimos fueron los verdaderos impulsores de la corriente cuzqueña pues a
su trabajo le añadieron los elementos propios de la cultura local. En este
punto es importante agregar la trascendencia que tuvo la afirmación de los
señores étnicos y la nobleza andina, que para mediados del siglo XVIII
tuvieron una fuerte posición económica y social. En su reafirmación andina
encargaron cuadros de incas y retratos en los que dejaban muy en claro el
orgullo por su pasado.

Durante el siglo XVIII, Lima continuó produciendo pinturas barrocas de


gran influencia hispana. Sin embargo el arte ya no fue exclusividad de la
iglesia. La corte virreinal y la nobleza tuvieron acceso a la pintura a través
de los retratos. Estas pinturas eran más festivas y con un lenguaje pictórico
mucho mas profuso que el del siglo anterior. Las pinturas de Cristóbal de
Lozano y Cristóbal de Aguilar son las más afamadas, pues retrataron a los
virreyes más importantes del siglo de las luces.

Al final de la centuria dieciochesca ingresó al virreinato peruano el rococó


francés, aunque su mayor influencia se dio en la arquitectura. De igual
manera, el neoclasicismo tuvo poca influencia en la pintura peruana,
aunque resaltan ciertas obras de Matías Maestro.

Capítulo 2
Las migraciones forzadas de la población africana.
Los españoles al notar el efecto de las enfermedades sobre las sociedades
nativas y al verse en la necesidad de importar mano de obra, terminaron
comprando esclavos africanos a los esclavistas ingleses y portugueses e
introducirlos en la región Peruana, para los trabajos forzados, pero estos a
su vez introdujeron arte, música, cultura y tradición al virreinato.
Sobre la base de esto determinamos que la raza negra ha sido una
influencia decisiva en la denominación de “yanaconas”, del vocablo
quechua “yanacunas”, los de color negro o los que son negros. Según
muchos historiadores y antropólogos también fueron denominados de esta
manera los prisioneros de guerra, quienes tenían otro estatus. Frente a esto
no solo debemos de conformarnos con esta versión sino, por el contrario,
debemos ser parte de la integración. Ello nos lleva a pensar en el actual
idioma quechua o runa simi, en particular cuando se usa el término
“yanayqui”. Con este término nos estamos refi riendo a la pareja de la
mujer o el esposo que, traduciéndolo, signifi ca “tu negro”. Además está
comprobado que en la cultura moche quienes eran más resistentes en las
batallas y otros menesteres de dicha cultura eran los que tenían más rasgos
de raza negra, y precisamente es este fenómeno el que nos ha dejado esta
designación del vocablo “yanayqui”, al margen de cómo se escriba. Así,
seguramente la integración de razas ocurrió con bastante anterioridad a la
conquista del Tahuantinsuyo
Por ello el éxito de la plástica peruana se debe a esta fusión de razas y no a
la pureza de alguna. Somos una nación creativa que debe empezar a olvidar
su margen de racismo e iniciar su proceso creador como una marca de
inicio de un “peruanismo”, en todas las posibilidades de la expresión y la
tecnología. Por eso las expresiones de ahora de un Szyszlo, Humareda y
tantos otros pintores tienen un aporte especial en la integración de razas.
Entre los más destacados esta José Gil de Castro, el pintor de los
libertadores. De madre afrodescendiente, fue uno de los pintores que le
toco vivir la transición entre colonialismo y república. Peruano de
nacimiento pero vivió en chile por muchos años e realizo viajes por todo el
continente. En cuanto a su formación artística, se han tejido muchas
versiones: que fue un pintor solitario o que perteneció a la Academia de
dibujo y pintura (Catedral de San Fernando), fundada por el
virrey Abascal en 1808 y cuya dirección fue encomendada al
pintor quiteño Francisco Javier Cortés, o que quizá, al haber vivido
en Trujillo, fue discípulo de algún pintor de renombre como José del Pozo
o Julián Jayo, datos que no se han podido confirmar.
Otro maestro afrodecendiente es pancho fierro. Solo pocos datos
biográficos se tienen sobre Pancho Fierro. Se sabe que nació en Lima el 5
de octubre de 1809 y se le bautizó el 5 de febrero de 1811 en la Iglesia del
Sagrado Corazón de Jesús (Parroquia de Los Huérfanos) en ese entonces
Vice-Parroquia de la Catedral.
Fue mulato, hijo de Nicolás Rodríguez del Fierro, criollo español ordenado
de sacerdote y de Carmen Fierro, esclava de la casa familiar de Antonio
Rodríguez del Fierro y Pollos, prior del Tribunal del Consulado de Lima y
coronel del Batallón de Milicias del Comercio de Lima, y Nicolasa Ignacia
de Robina y Gallegos, dama perteneciente a importantes familias de la
sociedad virreinal limeña, padres de Nicolás y abuelos paternos del pintor.
Fue manumitido desde su nacimiento, es decir, nació libre siguiendo la
regla no sancionada que rezaba que el hijo de un español no debía nacer
esclavo. No se conoce que realizara estudios de pintura pero desde
temprana edad mostró su talento para este arte. En el mes de mayo de 1828
contrae matrimonio en Lima con Gervasia Rosa Cornejo Belzunce, natural
de la Hacienda Mataratones en la provincia de Cañete, pero también formó
familia con otras mujeres de las que dejó dilatada descendencia.
Artista bohemio, de talento intuitivo, se ganaba el sustento pintando
letreros comerciales y carteles de toros o moldeaba figuras toscas para
los nacimientos. También practicó la pintura mural en las paredes hoy
derruidas o borradas de muchas casas limeñas. Pero sus mejores dotes de
artista las volcó en numerosas acuarelas sobre cartulinas, en las que retrató
tipos y costumbres de finales de la época colonial y de las primeras décadas
de la República del Perú, transmitiéndonos la imagen de un mundo
pintoresco, que abarca todas las clases sociales. En ese campo tuvo
imitadores y competidores nacionales y extranjeros pero Pancho Fierro
destacó por su talento.

Capítulo 3
La migración china al Perú.
En 1849 ya establecida la república del Perú, ramón castilla como
presidente. Una primera migración llegó de los puertos de Macao, Hong
Kong y Fujian. Casi cien mil obreros, en su mayoría varones, fueron
contratados para la creciente exportación peruana y la necesitada mano de
obra. Trajeron también su propia cultura, religión y su arte.
Conocidos como culíes, este adjetivo quiere decir “para los trabajos
forzados”, llegaron al Perú con contratos de trabajo desventajosos para
ellos, no siendo este una buena recompensa después del largo viaje por el
pacifico en condiciones deplorables y de hambre. Esto fue denunciado por
un barco tuvo que desviarse a Japón por reparaciones y un trabajador chino
puedo escaparse y denunciar las malas condiciones a las que eran
sometidos. Esto derivo en un trato más humano hacia el traslado de la
mano de obra china, sin embargo no de los contratos. Pues tenían hasta 8 o
10 años de trabajos en las minas de carbón o la extracción de guano, lo
cual era un trabajo sumamente duro, no obstante se logró una forma de
progreso, poco a poco terminaron sus contratos y comenzaron a vivir en
comunidad y creando los famosos barrios chinos en la floreciente capital.
Su aportación al arte peruano es evidente en la famosa porcelana china, el
chifa, sus costumbres, el año nuevo chino, la literatura y por último el
famosos corso de Wong que llegan hasta nuestros días,
Por otro lado, en el centenario de la república, obsequiaron monumentosal
Perú. Como el Manco Capac en la plaza Manco Capac en la victoria.

Así como también se hizo presente, al obsequiarnos la Fuente Monumental


de Agua. Dicha fuente está labrada en mármol de Carrara (región del norte
de Italia) y bronce. Es una fuente de varios niveles y de base circular.
Dicha fuente se encuentra al interior del Parque de la Exposición y su
entrega e inauguración fue el 27 de julio de 1924. En la edificación de
dicha fuente intervinieron en cuanto a su diseño el arquitecto Gaeteano
Moretti y los escultores Giuseppe Grazioni y Valmore Gemignani, artistas
vinculados al proyecto del Museo de Arte de Lima.

Hoy en la actualidad tenemos una integración directa con esta cultura en


sus exposiciones contemporáneas.
Capítulo 4
Las migraciones alemanas y japonesas.
Estas fueron particulares porque su aporte a la cultura peruana tiene
distintas aportaciones a la cultura, sin embargo forman parte de nuestro
país y su expresión cultural y artística.

Colonización de la selva central.


En 1853, amparados por una ley promulgada en 1849 por Ramón Castilla,
se fomentó la inmigración de alemanes para poblar la selva. Se gastó mucho
dinero del erario en el viaje de estos colonos hasta la zona
de Tocache, Tarapoto y Moyobamba. Según Antonio Raimondi, estos
colonos viajaron de Lima, primero a Cerro de Pasco, luego a Huánuco y de
ahí a su destino final en la selva. Este fue un viaje penoso y difícil hecho en
lomo de bestia, y fue un fracaso tal, que tan sólo 4 individuos llegaron a
Moyobamba, 4 a Tarapoto, 5 a Tocache. El contratista de esa primera
expedición de alemanes fue José Antonio Rodulfo.
Torre Alemana en el Parque Universitario de Lima, donada por la colonia
alemana residente en el país con motivo del centenario de la independencia
del Perú.
Posteriormente en 1856, el peruano Manuel Ijurra y el alemán Damián
Schütz obtuvieron una concesión del estado peruano presidido en ese
entonces por don Ramón Castilla, para introducir colonos alemanes en la
selva peruana. Con esta concesión los contratistas recibirían 30 pesos por
cada alemán que ingresara al Perú. El 20 de junio de 1857 arribó al Callao la
fragata "Norton", esta fragata de origen belga transportó 257
individuos católicos provenientes del nor-oeste del Tirol (Austria) y la
región alemana del Rhin. Estos alemanes tenían como destino la confluencia
de los ríos Pozuzo y Huancabamba y aproximadamente arribaron a su
destino en julio de 1859, teniendo que recibir una remesa del estado peruano
de 1000 pesos. Rápidamente esta colonia obtuvo buenos resultados agrícolas
en su producción de arroz, caña de azúcar, yuca, coca y café, razón por la
cual el gobierno les suprimió la remesa.2
Años posteriores, los caminos hacia Pozuzo se deterioraron por las lluvias,
quedando incomunicados y sin su remesa del estado quedaron a su suerte en
la selva amazónica. En 1880 la colonia de Pozuzo contaba con 299 hombres
y 266 mujeres; y se mantuvieron como un grupo cerrado en la región.
En la primera mitad del siglo XX hubo otro intento de colonización
en Satipo por parte de un grupo de austriacos, quienes procedían de Alta
Austria, Baja Austria y Viena.3
La última llegada de cierta cantidad de germanohablantes fue durante
la Segunda Guerra Mundial, cuando huyeron grupos de judíos austriacos y
alemanes (sobre todo nobleza, familias reales, comerciantes, médicos e
ingenieros) hacia el Perú, donde se establecieron en las ciudades grandes de
provincias como Huancayo, Trujillo y Chiclayo.
Durante la historia del Perú ha habido diversas instituciones de origen
alemán en el Perú como el Banco Alemán Transatlántico del Deutsche Bank,
el Grupo Wiese, la Gildemeister & Co. o el Club Peruano Alemán. En la
actualidad existen diferentes instituciones como el Instituto Goethe de Lima,
el Colegio Peruano-Alemán Alexander von Humboldt, el Colegio Reina del
Mundo o, la Cámara de Comercio e Industria Peruano-Alemana, el KfW
Bankengruppe, la Fundación Hans Seidel, la Fundación Friedrich Ebert,
la Fundación Konrad Adenauer o el Grupo Hochschild.

Costumbres austriacas, alemanas y suizas.


Casi todos los descendientes se han integrado a las costumbres netamente
peruanas, aunque aún mantienen algunas costumbres propias
de Austria (Tirol), como idioma o dialectos, comida típicas, danzas, etc, esto
atrae hoy en día a muchos turistas, dichas costumbres y tradiciones son
relativamente predominantes en las zonas de Pozuzo, Oxapampa, Villa Rica
y llevadas aún por mestizos y otros. En la actualidad se reportan algunas
migraciones de austriacos, alemanes y suizos a éstas zonas.
La historia de la inmigración japonesa a Perú.
una de las comunidades más dinámicas del país y que cuenta con más de
100.000 descendientes, empezó hace 120 años con la llegada del barco
Sakura Maru con los primeros 790 japoneses en busca de trabajo en las
haciendas azucareras de la costa peruana.
Esos migrantes abrieron un camino de éxito e integración en el continente
americano, cuyos aportes son destacados en la política, la cultura, el mundo
empresarial y la afamada comida peruana, que expresa claramente su
vinculación con el país del sol naciente.
Japón eligió a Perú como el destino para sus ciudadanos en plena era Meiji
porque fue el primer país en Latinoamérica con el que establecieron
relaciones diplomáticas y el imperio buscaba "occidentalizar" a sus jóvenes
agricultores en una lejana tierra en Sudamérica que vivía un auge de sus
cultivos.
Los primeros inmigrantes, todos hombres, llegaron a Perú un 3 de abril de
1899 con un contrato para trabajar por cuatro años en las haciendas
azucareras en los valles costeros, desde Lambayeque en el norte hasta Cañete
en el sur.
Desde esa fecha hasta la entrada de Japón en la Segunda Guerra Mundial, en
1941, alrededor de 30.000 japoneses cruzaron el océano Pacífico hacia Perú,
inicialmente con un contrato laboral y con la expectativa de volver a su país
y después por el llamado de sus familiares y amigos como inmigrantes libres.
Los primeros japoneses "venían con un contrato de 4 años y la verdad que
muchos de ellos no regresaron, sea por enfermedad, muerte, o porque no
pudieron porque en esa época un viaje al Japón tomaba 40 días, no era una
cuestión fácil", rememoró a Efe el presidente de la Asociación Peruano
Japonesa, Abel Fukumoto, nacido en Perú de padres japoneses.
"Muchos no regresaron nunca, otros regresaron muy tarde", como el padre
de Fukumoto, que esperó unos 40 años para regresar a su país natal.
"Mi mamá nunca regresó a Japón, ella se casó por foto con su esposo, vivió
acá, tuvo sus hijos, y nunca pudo regresar. Pero la verdad que le gustaba
tanto el Perú, que no fue tan duro", recordó el directivo.
La vida de los primeros inmigrantes en Perú fue, para muchos, de
comodidades y abundancia comparada con la que llevaban en Japón y pese
a que sus primeros trabajos fueron de peones y labores domésticas.
En apenas unos años, la comunidad japonesa ya era propietaria de bodegas,
fondas, peluquerías y otros negocios pequeños en las ciudades.
"Salieron del campo a la ciudad, no a Lima necesariamente, pero sí a las
ciudades grandes del norte, porque principalmente llegaron a las haciendas
que estaban al norte de Lima, desde Ancón hasta Lambayeque, y al sur hasta
Cañete", recordó Fukumoto.
Esos pequeños negocios se convirtieron en manos de las nuevas
generaciones de japoneses-peruanos en grandes corporaciones, como las de
las familias Miyasato y Furukawa, y las granjas dieron lugar a la avícola San
Fernando, empresas que ahora son referentes nacionales del mundo de los
negocios.
La guerra mundial frenó esa evolución y muchas fortunas y negocios
desaparecieron, afectados por deportaciones masivas y confiscaciones
causadas por la ruptura de las relaciones diplomáticas de Perú con los países
del Eje.
"Realmente la historia de la inmigración hay que dividirla en dos partes,
antes de la guerra y después de la guerra, antes hubo mucho esfuerzo, mucho
trabajo, hubo progreso, pero eso se truncó con la guerra", anotó Fukumoto.
En ese periodo, los japoneses y sus descendientes en Perú, conocidos como
nikkei, abrazaron la resignación para evitar caer en el rencor y salir
nuevamente adelante en un país que, a pesar de todo, les ofrecía un futuro.
Fukumoto, que pertenece a la segunda generación en la comunidad nikkei,
asegura que sus padres nunca le hablaron de los sufrimientos que padecieron
por la guerra y, por lo tanto, nunca tuvo ese sentimiento de que había algo
malo ante lo que reaccionar.
Una probable explicación al éxito nikkei en Perú es que la mayoría de ellos
provienen de Okinawa, "una tierra muy cálida, con playas preciosas y una
comida excelente", que alberga un pueblo "muy alegre".
Los okinawenses "son personas muy amigables, tal vez eso los hace más
felices y más longevos", anotó el dirigente para explicar la famosa
longevidad de la comunidad peruano-japonesa.
Ante el aniversario de la llegada del Sakura Maru, Fukumoto apuntó que la
mejor forma de rendir homenaje a esos viajeros es contribuir al desarrollo
del Perú, una nación que los acogió y admitió, y donde se sintieron "tan bien
recibidos" desde el inicio.

Conclusión.
Nuestro país y sus expresiones culturales como la danza, el teatro, la música,
forma parte de un proceso histórico político doloroso, inhumano y
explotador; aun así se ha podido concluir con una mixtura de culturas ricas
en arte y expresividad. Teniendo en cuenta sus aportaciones que hoy en día
nos representan.

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