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Los ARQUETIPOS

Y LO INCONSCIENTE COLECTIVO
C. G. JUNG

EDITORIAL TROTTA
La edición de esta obra se ha realizad o con b ayuda de pro Hclveria,
Fundación suiza para la cultura y de Erbengemeinschafr C. G. Jung

CARL GUSTAV J UNG

ÜBRA COMPLETA

EDICIÓN BAJO EL CUIDADO


DE LA F UNDACIÓN C. C.jUNG

COMISIÓN CIENTÍF ICA'


G!SELA ARMBRUSTER
MA RÍA LUISA MORA LES
L UISA M ARÍA FROUFE

TiTULO ORIGINAL: DIE ARC H ETYPEN UNO DAS KO LLEKTIV E UNB EWU~TE

«) E DITORIAL T ROTTA, S.A., 2002


F ER RAZ , 55. 28008 MADRID
T E LÉFONO, 91 543 0 3 6 1
FAx, 91 543 14 88
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H TTP, 1/www. TROTTA. ES

© WA LTER VERLAG, 1 995


© CARMEN GAUGER, PARA LA TRADUCCIÓN

DISEÑO
GALLEGO & PÉREZ-ENC ISO

ISBN' 84- 8164-298-3 (OBRA COMPLETA)


ISBN' 84 - 8164-524-9 (VOLU M EN 9/r)
DE PÓSITO LE CAL, MADR10 -5 l .689 - 2002

IMPRESIÓN
MARFA I MPRESIÓN , S.L.
9

ACERCA DE LA PSICOLOGÍA
DE LA FIGURA DEL TRICKSTER''

456 No me resulta fácil hablar, en el reducido marco de un epílogo,


sobre la figura del trickster** en la mitología amerindia. Por otra
parte, siempre me ha llamado la atención -desde que leí hace
muchos años el clásico libro de Adolf F. Bandelier sobre The
Delight-Makers- el fenómeno análogo del carnaval eclesiástico
en la Europa medieval, con la inversión del orden jerárquico, un
fenómeno que sigue vivo en el carnaval d e las asociaciones estu-
diantiles. Algo de ese carácter contradictorio hay en el nombre
de simia Dei que se le da al Diablo y, en general, en su caracte-
rización folklórica como diablo «chasqueado» y <<necio>>, y hay
una curiosa acumulación de motivos típicamente picarescos en la
figura alquímica de Mercurio: su tendencia a llevar a cabo picar-
días, en parte astutas, en parte divertidas, en parte perniciosas
(iveneno !), su capacidad de transformación, su doble naturaleza
de animal y de dios, su sometimiento a to rturas de todo tipo y
-last not least- su afinidad con la figura de un salvador. En
virtu d de esas propiedades, Mercurio aparece como un daemo-
mum que ha vuelto a la vida, procedente de tiempos que se

Publicado en El pícaro divino, anotado por Sam Blowsnake, con comenra-


rios de Paul Radin - que también figu ra como editor- y Karl Kerényi, y con esta
interpretación psicológica de C. G. Jung, Rhein Verlag, Zürich, 1954.
En su edición del ciclo de mitos de los indios de América, Der Gottliche
Schelm, la editorial Rhein se romó la liberrad de sustituir sistcmáticamenre la expre-
sión de Jung Trickster por la de Schelm (pícaro). Esa intervención irritó tamo al autor
que no sólo reproducimos su observación al respecto -•Me permito indicar que en
mi manuscrito original he empleado siempre la expresión Narr [bufón, loco) y Tricks -
ter [ing., tramposo, embaucador, truhán], en vez de Schelm•- sino que retornamos a
la versión original.

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LOS ARQUETIPOS Y LO INCONSCIENTE COLECTIVO

remontan aún m ás atrás que los del Hermes griego. Los rasgos
picarescos de Mercurio no dejan de tener relación con ciertas
figuras folklóricas que aparecen en los cuentos populares y que
todo el mundo conoce: son las figuras del «bobo», del «tonto del
bote», del bufón, que son héroes claramente negativos y con su
simpleza consiguen lo que otros no logran aunque lo hagan todo
maravillosamente. En el cuento de Grimm'• el «espíritu de Mer-
curio» se deja engañar por un joven campesino y, como rescate
para conseguir la libertad, tiene que entregar a éste el precioso
don del arte de curar.
457 Como todas las figuras míticas corresponden a vivencias inte-
riores y originariamente salieron de ellas, no es de extrañar que
también en el terreno de la experiencia parapsicológica se den
fenómeno s que presentan rasgos del trickster. Son los fenómenos
delPoltergeist (el duende que da golpes), que tiene extensión uni-
versal en el tiempo y el espacio y aparecen en el entorno próximo
de los niños antes de la adolescencia. Las travesuras divertidas y
maliciosas de ese duende son tan conocidas como la escasa inteli-
gencia, o más bien la notoria estulticia de sus «comunicaciones>>.
También p arece que la capacidad de transformarse es una de las
aptitudes delPoltergeist, pues no pocos relatos le atribuyen forma
de animal. Como él se describe a sí mismo de vez en cuando como
un alma que está en el infierno, tampoco parece faltar el motivo
del sufrimiento subjetivo. Su difusió n universal coincide por así
decir con la del chamanismo, al que pertenece, como es sabido,
toda la fenomenología espiritista. El carácter del chamán y del
curandero-hechicero lleva inherente algo del trickster, pues él
también gasta bromas pesadas a la gente, para después ser víctima
a su vez de la venganza de los perjudicados. Por esta razón, su
oficio comporta a veces un peligro mortal. Aparte de esto, las
técnicas chamánicas le deparan al curandero muchas veces consi-
derables molestias, cuando no verdaderos tormentos. En cualquier
caso, the making of a medicine man [la formación de un curande-
ro] significa en muchos sitios una tortura tal para el cuerpo y para
el alma que, al parecer, resultan de ello daños psíquicos perma-
nentes. Frente a esto, es manifiesta la <<aproximación al salvador»,
quedando así confirmada la verdad mítica de que el que hiere y es
herido cura y el que sufre elimina el sufrimiento.
458 Estos rasgos mitológicos llegan hasta las más altas esferas de
la evolución espiritual religiosa. Cuando, por ejemplo, se exami-
nan de cerca rasgos demónicos de Yavé en el Antiguo Testamen-

Der Geist im Glas, n.• 167.

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ACERCA DE LA PSICOLOG I A DE LA FIGURA DEL TRICKSTE.R

to, se encuentra en él no poco de la imprevisibilidad, del inútil


afán de destrucción y de los sufrimientos que se infringe a sí
mismo el trickster, pero con la misma evolución, que se va evi-
denciando poco a poco, a figura de salvador, una figura que
toma a su vez rasgos humanos. Justamente esa inversión hacia lo
profundo y significativo muestra ]a relación compensatoria del
trickster con el «santO>>, una compensación que en Occidente, en
recuerdo de las antiguas saturnalias, fue origen de extrañas cos-
tumbres en ]a Iglesia medieval. Por lo general, los días siguientes
al nacimiento de Cristo, o sea, la época de Año Nuevo, se cele-
braban con cantos y bailes. Al principio eran los inocentes tripu-
dia (bailes) dentro de la iglesia, en los que participaban los sacer-
dotes, el bajo clero, los niños y los subdiáconos. Con ocasión de
esas fiestas se elegía un episcopus puerorum (obispo infantil) el
día de los Santos Inocentes* y se le ponían los atavíos pontifica-
les. En medio de un estruendo terrible, hacía una visita al palacio
arzobispal y desde una ventana del mismo impartía la bendición
episcopal. Lo mismo ocurría con el tripudium hypodiaconorum
y con los otros grados eclesiásticos. Ya a fines del siglo XII aquél
había degenerado en una especie de fiesta carnavalesca (festum
stultorum). Ya en 1198 dice una noticia que en Nuestra Señora
de París, el día de la Circuncisión, <<se llevaban a cabo tantas
desmesuras y actos escandalosos que no sólo se profanaba con
palabras sucias sino incluso con derramamiento de sangre>> aquel
santo lugar. En vano Inocencia III lanzó ataques contra las bro-
mas blasfémicas de su <de los clérigos> locura>> y contra el <<des-
vergonzado desenfreno de su espectáculo». Todavía tres siglos
más tarde (12 de marzo de 1444), una carta de la facultad de
teología de París dirigida a todos los obispos franceses lanza in-
vectivas contra esas fiestas, en las que «incluso los sacerdotes y
clérigos>> elegían «un obispo o arzobispo o papa <! > y le daban
el título de papa de los necios (jatuorum papam) y otros seme-
jantes. «Justamente a la hora del servicio religioso unos hombres
con máscaras grotescas o disfrazados de mujeres, leones o acto-
res, ejecutaban sus bailes, cantaban a coro canciones indecentes,
puestos junto al celebrante comían en una esquina del altar sucu-
lentos manjares, sacaban allí mismo su juego de dados, quema-
ban incienso con humo apestoso de cuero de zapatos viejos y
corrían y brincaban por toda la iglesia>>, etcétera 1•

El 28 de diciembre.
1. Du Cange, Clossarium mediae et in{imae latinitatis, s.v. Kalendae, p. 481.
Aquí se encuentra también el comentario según el cual la denominación francesa

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L OS ARQU ETI P OS Y LO IN C ONSCIENTE COLEC TI VO

459 No resulta extraño que ese auténtico aquelarre fuese extraor-


dinariamente popular y que por eso no costara poco trabajo
liberar poco a poco a la Iglesia de esa herencia de la antigüedad
grecorromana2 •
460 Parece que en ciertos lugares hasta los sacerdotes seguían
aferrados a la libertas decembrica, como llamaban a esa libertad
carnavalesca, y eso aunque (¿o porque?) en tal ocasión el antiguo
estado de consciencia, a saber, la impetuosidad, el desenfreno y
la irresponsabilidad bárbara y pagana podían desfogarse por fin
a su gusto3 • A principios del siglo xvr parece que tales ceremo-
nias, que muestran en su forma todavía originaria el espíritu
picaresco han caído en desuso. En cualquier caso, entre 1581 y
1585 diversos decretos conciliares sólo prohíben el festum pue-
rorum y la elección de un episcopus puerorum.
461 Finalmente tenemos que recordar en este contexto el festum
asinorum [fiesta de los asnos), celebrado sobre todo en Francia.
Aunque esa fiesta estaba concebida como un inocente festejo en
recuerdo de la huida a Egipto, era celebrada de una manera un
tanto extraña, que podía dar lugar a malentendidos. En Beau-
vais, la procesión de los asnos entraba incluso en la iglesia4 • En la
Missa Solemnis que venía a continuación, al final de las distintas
partes (Introito, Kyrie, Gloria, etc) se rebuznaba (es decir el hi-
ha de los asnos, <<hac modulatione Hinham concludebantur»).
<<Al final de la misa, el sacerdote en lugar del "lte missa est"
rebuznará tres veces (ter hinhannabit) y el pueblo, en lugar del
" Deo gratias" respo nderá tres veces hi-ha (Hinham) », se lee en
un codex manuscriptus, al parecer del siglo XI.
462 Du Cange cita un himno vinculado a esa fiesta:

soudiacres [subdiáconos] significa literalmente saturi Diaconi [diáconos ahítos] o Dia-


cres saouls [diáconos borrachos].
2. El modelo inmediato del que tomó la Iglesia esa tradición parece que se
halla en la fiesta llamada cervu la o cervulus. Se celebraba en las calendas de enero y
era una especie de fiesta de año nuevo. Se intercambiaban las strenae (étrennes, rega-
los de año nuevo), la gente se disfrazaba de animales o de viejas y bailaba con cantos
y gritos de entusiasmo por las calles. Se cantaban también cantationes sacrilegae (Du
Cange, Le., s.v. Cervula). Esto sucedía incluso en la inmediata proximidad de San
Pedro de Roma.
3. De la festum fatuorum fo rmaba parte también en muchos sitios el juego de
pelo ta -rodavía sin explicar- de los clérigos, capitaneado por el obispo o por el
arzobispo «Ut etiam sese ad lusum pilae demittant• [para que se entreguen también al
juego de pelota]. La pila o pelota se la arrojaban recíprocamente los jugadores. Véase
Du Cange, J.c., s.v. Kalendae y Pelota.
4 . • Puclla, quae cum asino a parte Evangelii prope altare collocabatur• [Una
muchacha que era colocada con el asno en la parte del Evangelio, cerca del altar]. (Du
Cange, Le., s.v. Fesrum Asinorum.)

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ACERCA DE LA PSICOLOG(A DE LA FIGURA DEL TRICKSTER

Orientis partibus
Adventavit asinus
Pulcher et fortissimus
Sarcinis aptissimus.

De países de Oriente
Llegó el asno
Bello y fortísimo
Aptísimo para la cargas.

Un verso de ese género siempre iba seguido del estribillo francés:

Hez, Sires Asnes, car chantez


Belle bouche rechignez
Vous aurez du foin assez
et de l'avoine a plantez.

iEh, señor asno, cantad!


Hermoso bocado rechazáis
Tendréis suficiente heno
y avena en cantidad.

El himno tiene diez estrofas, la última de las cuales dice así:

Amen, dicas, Asine, (hic genuflectebatur)


jam satur de gramine
Amen, amen itera
Aspernare vetera <?>

Di amén, asno (aquí se hace una genuflexión)


harto ya de hierba
repite amén, amén
rechaza lo antiguo (¿) 5•

463 Du Cange dice: cuanto más ridículo parecía ese rito, «con
tanto más celo era observado» («eo religiosiori cultu observara
fuerint>>) . Al asno se le vestía en otros lugares con una colcha
dorada, cuyas esquinas estaban llevadas por praecipuis Canonicis
(conspicuos canónigos); <<el resto de los presentes tenía que ves-
tirse con la debida solemnidad, como para el día de Navidad».
Como existían ciertas tendencias a poner al asno en relación
simbólica con Cristo, y además desde siempre, según la opinión
vulgar, el Dios de los judíos era tenido por un asno y el mismo
Cristo fue víctima de ese prejuicio, como lo pone de manifiesto

5. ¿En lugar de vetera tal vez caetera [lo demás]?

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L OS ARQUETIPOS Y L O IN CONSCI EN TE COLECTIVO

-y lo confirma T ertuliano 6- el garabato grabado en una pared


de la escuela imperial de cadetes del Palatino, el llamado «Cru-
cifijo burlesco••, el peligro del teriomorfismo estaba muy próxi-
mo. Ni siquiera los obisp os pud ieron hacer nada durante mucho
tiempo contra esa costumbre, hasta que finalmente tuvo que ser
reprimido por la auctoritas supremi Senatus. La dudosa proxi-
midad a la blasfemia se pone de manifiesto en la tardía interpre-
tación de Nietzsche 7 , en su <<Fiesta del asno>> intencionadamente
blasfema.
464 Esas costumbres medievales demuestran ad ocu/os el papel
de la figura del trickster, y cuando desaparecieron del ámbito
eclesiástico, aparecieron en la comedia profana italiana como
esos tipos cómicos que, caracterizados con frecuencia como itifá-
licos, divertían a un público no precisamente gazmoño con chis-
tes inequívocos al estilo gargantuesco. El buril de j acques Callot
ha conservado para la p osteridad esas figuras clásicas: los Poli-
chinelas, C ucorognas, Chico Sgarras y comoquiera que se llama-
ran todos ellos8•
465 En relatos chistosos, en euforias carnavalescas, en ritos mági-
cos y salvíficos, en temores e iluminaciones religiosas, esa imagen
del trickster se mueve fantasmagóricamente, en figuras, ora in-
equívocas, ora nebulosas, a través de la mitología de todos los
tiempos y lugares9 , evidentemente un «psicologema>>, es decir,
una estructura psíquica arquetípica de máxima antigüedad : pues-
to que es, en sus más claras represe ntaciones, una fiel reproduc-
ción de una consciencia humana aún no desarrollada en ningún
aspecto, correspondiente a una psique que apenas ha dejado atrás
el nivel animal. Desde una perspectiva causal e histórica, casi es
imposible poner en tela de juicio ese origen de la figura del
trickster. Como sucede por doquier en la biología, tampoco en la
psicología es posible pasar por alto ni desdeñar la respuesta a la
pregunta del porqué de un fenómeno, aunque por lo general no
nos aporte nada sobre el sentido funcional. Por esta razón, la
biología no puede renunciar jamás a la pregunta del para qué,

6. Apologeticus adversus gentes, XVI. [Ese •Crucifijo burlesco» está reproduci-


do como fig. 83 en Símbolos de transformación, OC 5.]
7. Así habló Zaratustra, pp. 416 ss.
8. Me refiero a la serie balli di Sfessania. Este nombre parece referirse a la
ciudad de Fescennia, en Etruria, conocida por sus atrevidas canciones. De ahí la
Fescennina licentia en H oracio, siendo Fescennius equivalente de <j>aHLK<k (fálico).
9. Véase al respecto el artículo «Daily Pape Pantheon• de A. McGiashan en
The LAncet , p. 238. El autor remite a las figuras de los comic strips de los periódicos
diarios ingleses, que se caracterizan por analogías arquetípicas.

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ACERCA DE LA PSICOLOGIA DE LA FIGURA DEL TRIC KSTE.R

porque sólo respondiendo a ella se pone de manifiesto el sentido


del fenómeno. Incluso en la patología, donde sólo se trata de
daños en sí carentes de sentido, no ha resultado ser suficiente la
observación exclusivamente causal, pues existen no pocos fenó-
menos patológicos que revelan su sentido sólo cuando se pre-
gunta por el para qué. Pero cuando se trata de normales manifes-
taciones vitales, la pregunta por el para qué tiene indiscutible
prioridad.
466 Así pues, el hecho de que una consciencia primitiva o bárba-
ra se represente una imagen de sí misma en un estadio de la
evolución mucho más antiguo, que continúe imperturbablemen-
te con esa actividad a través de los siglos o incluso de los mile-
nios y que le permita a las propiedades esenciales de ella mez-
clarse con los productos del espíritu ya evolucionados e incluso
de un elevadísimo nivel, ese hecho puede explicarse causalmente
porque las propiedades arcaicas en general se comportan de un
modo tanto más obstinadamente conservador cuanto más anti-
guas son. No es posible desprenderse sin más de la imagen que se
recuerda, y por eso uno va arrastrándola consigo como absurdo
apéndice.
467 Sin embargo con esta explicación, tan simple que podría sa-
tisfacer incluso las exigencias racionalistas de nuestra época, pro-
bablemente no estarían de acuerdo los Winnebagos, los más
próximos beneficiarios del ciclo de los tricksters. Para ellos el
mito no es un resto de algo desaparecido, pues para eso es dema-
siado divertido y seguramente objeto de general regocijo. Para
ellos el mito «funciona» en la medida en que no está ya corrom-
pido por la civilización. Para ellos no hay por qué reflexionar
sobre el sentido y la finalidad de los mitos, lo mismo que al
europeo medio no le resulta problemático el árbol de Navidad.
En cambio, para el observador reflexivo tanto el trickster como
el árbol de Navidad son causa y motivo suficiente de reflexión.
Depende mucho, naturalmente, de la índole espiritual del obser-
vador qué es lo que piensa sobre esos objetos. Dado el crudo
primitivismo de ese ciclo del trickster, no parecería raro que
alguien se limitara a ver en ese mito el simple reflejo de un nivel
de consciencia más antiguo, elemental, lo que en efecto parece
ser bastante claramente el trickster10•

10. Los niveles de consciencia anteriores parece que dejan visibles huellas. Así,
los chakras del sisrcma ránrrico corresponden en su conjunto a anteriores localizacio-
nes de la consciencia, como anahata = región pecroral, manipura = regió n abdomi-
nal; vishuddha corresponde a la moderna consciencia lingüística y a la laringe. (Cf.
Avalon, The Serpent Power.)

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LOS ARQUETIPOS Y LO INCONSCIENTE COLECTIVO

468 No obstante, habría que responder a la pregunta de si en el


ámbito de la psicología empírica existen tales reflejos personifi-
cados. Existen, en efecto, y esas experiencias son incluso las ob-
servaciones psicopatológicas más antiguas, a saber, los desdobla-
mientos de personalidad. Esas disociaciones tienen la propiedad
de que la personalidad desdoblada no es una de tantas sino que
está en una relación complementaria o compensatoria con la
personalidad del yo. Es una personificación de rasgos de carác-
ter, de índole a veces mejor y a veces peor que la que posee la
personalidad del yo. Una personificación colectiva como el tn'cks-
ter es la suma de casos individuales aislados, y sin embargo al
individuo le resulta familiar, lo que no sucedería si se tratase de
un desvarío individual.
469 Si el mito fuera una mera reliquia histórica habría que pre-
guntarse por qué no desapareció hace tiempo en el gran muladar
del pasado, en lugar de seguir presente y haciendo valer su in-
fluencia hasta las más altas cimas de la civilización, incluso allí
donde no desempeña el papel, con su simpleza y su grotesca
bufonería, del delight-maker. Representa el viejo lecho de un río,
cuya existencia está comprobada en muchas civilizaciones y por
el que sigue fluyendo el agua. Esto se ve muy bien en el hecho de
que el motivo del trickster no sólo se presenta en forma de mito
sino que aparece, de modo tan espontáneo como auténtico, en el
hombre civilizado que no sospecha nada, y además siempre que
ese hombre se ve expuesto a contingencias que aparentemente
obstaculizan, con un propósito deliberado y maligno, su propio
quehacer. Entonces suele hablar de «duendes» y de «caprichos
del destinO>>, como el héroe de la novela de F. Th. Vischer Auch
einer, cuya lectura formaba parte antiguamente de la cultura ge-
neral alemana. El trickster está representado en ella por tenden-
cias contrapuestas en lo inconsciente, en el caso individual por
una especie de segunda personalidad de carácter pueril, inferior,
similar a las personalidades que toman la palabra en círculos
espiritistas o que producen esos fenómenos claramente infantiles
que son típicos del Poltergeist. Creo que he tenido razón al dar el
nombre de sombra a ese componente que nunca falta en el ca-
rácter]]. En nuestro nivel de civilización se lo tiene por fracaso
personal («gafe», slip) y es considerado como manifestación ca-
rencial de la personalidad consciente. Ya no somos conscientes
de que, por ejemplo en las costumbres del carnaval y en otras

11. El mismo concepto se encuentra ya, con el nombre de umbra, en el padre de


la Iglesia Ireneo (Aduersus haereses, l, 11, 1).

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ACERCA DE LA PS I COLOGIA DE LA FIGURA DEL TRJCKSTER

parecidas, hay restos de una figura de sombra colectiva que de-


muestran que la sombra personal es por así decir un derivado de
una figura numinosa colectiva. Ésta se deshace poco a poco bajo
la influencia de la civilización y sólo se conserva en residuos
folklóricos difíciles de reconocer como tal figura. Pero su com-
ponente principal se personaliza y se convierte en objeto de res-
ponsabilidad subjetiva.
El ciclo del trickster de Radin ha conservado la originaria
figura mítica de la sombra, remontándose a un nivel de conscien-
cia mucho más antiguo, anterior al origen del mito, un nivel en
el que el indio americano aún se encontraba en una obscuridad
espiritual bastante parecida. Sólo cuando su consciencia alcanzó
un nivel más alto pudo separar de sí misma, como algo distinto,
el estado anterior, y objetivarlo, o sea, hablar de él como de algo
ajeno. Mientras fue una especie de trickster es evidente que no
pudo haber una confrontación de esa índole. Ésta sólo fue facti-
ble cuando, alcanzado un nuevo y más alto nivel de consciencia,
hubo la posibilidad de mirar hacia atrás, a un estado situado
mucho más abajo y de un valor inferior. Consecuencia inevitable
fue que una dosis considerable de burla y desprecio viniese a
mezclarse con esa mirada retrospectiva, enturbiando aún más la
imagen que se recordaba del pasado y que de todos modos no
era muy deleitable. Este fenómeno se habrá repetido varias veces
en la historia del desarrollo del espíritu. El soberano desprecio
con que miraba la época moderna el gusto y el intelecto de siglos
pasados es un ejemplo clásico, y hasta en el Nuevo Testamento
se encuentra una clara alusión a ese fenómeno, en Hech 17, 30,
donde se lee que Dios miraba, por así decir, de arriba abajo
(imEpLówv, despiciens) los xpóvoL 1f¡c; áyvoí.ac;, los tiempos de la
o o o

1nconsc1enc1a.
471 Esta actitud está en extraño desacuerdo con la idealización,
aún más frecuente e intensa, de un pasado al que se pondera no
sólo en el sentido de que todo tiempo pasado fue mejor, sino
como si se tratara del propio Paraíso; y esas alabanzas no vienen
sólo de gente supersticiosa e inculta sino de todos los millones de
personas que - puede decirse- están contaminadas por el tea -
sofismo y siguen teniendo una fe imperturbable en la remota
existencia de la Atlántida.
472 Quien pertenece a un ámbito cultural que busca el estado
perfecto en algún lugar del pasado, debe sentir una extraña sen-
sación ante la figura del trickster. Es un predecesor del salvador
y, como éste, dios, hombre y animal. Está por encima y por
debajo del hombre, es medio dios, medio animal, y la incons-

247
LOS ARQUETIPOS Y LO IN CONSCIENTE COLECTIVO

ciencia es su propiedad más constante y llamativa. Debido a ella


lo abandonan sus compañeros (humanos, evidentemente), lo que
viene a ser una alusión a que ese nivel de consciencia ha sido
superado. Su inconsciencia de sí mismo es tal que no constituye
una unidad, y sus dos manos pueden discutir entre sí. También
se quita a sí mismo su propio ano y le confía una tarea especial.
Hasta su sexo es facultativo, a pesar de sus propiedades fálicas:
puede convertirse en mujer y tener hijos. A su pene lo transfor-
ma en plantas útiles. Esta circunstancia alude a su naturaleza
originaria de creador: del cuerpo del dios sale el mundo.
473 Por otra parte es más tonto que los animales y va de un ridícu-
lo y de una torpeza en otra. Aunque en realidad no es malo, sin
embargo, por su inconsciencia y su falta de vinculación, hace co-
sas abominables. A su cautividad en la inconsciencia animal pare-
ce aludir el hecho de que lo encierren en el cráneo de un alce, y a
la superación de ese estado, la circunstancia inversa de que él mete
en su recto la cabeza del halcón. Después de eso vuelve a estar,
como antes, bajo el hielo, y una y otra vez se deja engañar por
animales, hasta que finalmente consigue vencer en astucia incluso
al coyote, con lo que se acuerda de su naturaleza salvadora. El
trickster es un ser primigenio «cósmico», de naturaleza divina y
animal, por un lado superior al hombre gracias a sus propiedades
suprahumanas, por otro lado inferior a él debido a su inconscien-
cia e insensatez. Tampoco puede competir con los animales, a
causa de su notoria falta de instinto y de habilidad. Esos defectos
señalan su naturaleza humana, que está peor adaptada que el ani-
mal a las condiciones medioambientales, pero tiene en cambio
justificadas esperanzas de conseguir un estado de consciencia
mucho más desarrollado, o sea, un considerable afán de aprender
que también queda debidamente destacado en el mito.
474 La múltiple repetición del relato mitológico significa la anam-
- nesis terapéutica de contenidos, que, por razones que en un prin-
Gipio no resultan evidentes, no deben perderse por un largo pe-
-río do de tiempo. Si tales contenidos no fuesen sino reliquias de
un estado inferior anterior, sería comprensible que se perdiera el
interés por ellos y que se considerase ridícula su reaparición.
Pero n o es ése el caso, como salta a la vista, sino que el trickster
es una fuente de diversión durante mucho tiempo, hasta muy
avanzada la civilización, donde todavía puede ser reconocido en
las figuras carnavalescas de un Polichinela y de un dummer Peter
[Pedro el tonto]. Ésta es una importante razón para que siga
funcionando. Pero no es la única y sobre todo n o es la razón de
por qué ese reflejo de un estado de consciencia muy primitivo

248
ACERCA DE LA PSICOLOGIA DE LA FIGURA DEL TRICKSTER

prácticamente tomó forma de personaje mitológico. Los simples


residuos de un estado anterior que ahora está a punto de desapa-
recer suelen ir perdiendo cada vez más fuerza, de lo contrario
lógicamente no desaparecerían. Pero de ninguna manera cabría
esperar que, en cierto modo por propio poder, llegaran a ser una
figura mítica con un ciclo de leyendas, si no recibiesen energía
del exterior, en este caso, directamente de la consciencia supe-
rior, o de fuentes inconscientes aún no agotadas. Si se establece
un paralelo, cosa posible y legítima, entre esta cuestión y un
suceso individual correspondiente -alguna destacada figura-
sombra contrapuesta, enfrentada a una consciencia personal-,
esa figura no aparece porque aún exista, sino porque se basa en
una dinámica cuya existencia sólo puede explicarse por la situa-
ción actual, por ejemplo porque la sombra le resulta tan poco
agradable a la consciencia del yo que tuvo que ser reprimida en
lo inconsciente. Esta explicación no es muy adecuada en nuestro
caso, puesto que el trickster representa un nivel de consciencia
que está notoriamente en trance de desaparición, por lo que
cada vez le falta más la fuerza para autoconfigurarse y automani-
festarse. Además, la represión le impediría desaparecer, ya que
precisamente lo reprimido es lo que tiene más probabilidad de
mantenerse, pues la experiencia enseña que en lo inconsciente
no se corrige nada. A esto se añade que, para la consciencia de
los indios americanos, la historia del trickster no es ni incompa-
tible ni desagradable, sino divertida, y por eso no invita a la
represión. Antes al contrario, parece más bien como si el mito
estuviese protegido y cultivado por la consciencia. Y es segura-
mente así, por ser ése el método mejor y más efectivo para man-
tener consciente la figura de la sombra y dejarla así expuesta a la
crítica consciente. Aunque ésta no tiene al principio carácter de
tal, sino más bien el de una valoración positiva, se podría esperar
no obstante que con el creciente desarrollo de la consciencia se
hubiesen ido perdiendo los aspectos más crudos del mito 12 , aun
sin existir el peligro de una rápida desaparición a consecuencia
del choque con la civilización de los blancos. Se ha visto en
múltiples ocasiones cómo ciertos' rasgos folklóricos, originaria-
mente crueles u obscenos, con el paso del tiempo han ido deca-
yendo hasta convertirse en meras insinuaciones.

12. Las fiestas eclesiásticas de carnaval fueron prohibidas por los papas ya en la
Edad Media. En Basilea la zambullida del Ueli en la segunda mirad de enero fue
prohibida por la policía, si recuerdo bien, en los años sesenta del siglo XIX, cuando una
víctima muri6 de pulmonía.

249
LOS ARQUETIPOS Y LO INCONSCIENTE COLECTIVO

475 Como enseña la historia de este motivo, tal proceso de mini-


mización dura mucho tiempo, de forma que incluso a niveles
muy altos de civilización se siguen encontrando huellas del mis-
mo. Esa longevidad también podría explicarse por la fuerza y la
vitalidad que todavía tiene el estado de consciencia descrito en el
mito y por una secreta simpatía y fascinación que eso produce en
la consciencia. Aparte de que las hipótesis puramente causales
suelen ser poco satisfactorias en el terreno biológico, en nuestro
caso hay que tener muy en cuenta que un estado superior de
consciencia ya ha recubierto otro más bajo y que este último,
como ya se ha señalado, está en retroceso. Viene a añadirse tam-
bién la circunstancia de que el trickster debe su recuerdo sobre
todo al interés que muestra por él la consciencia; unido esto
además, como hemos visto, al inevitable fenómeno secundario
de una civilización gradual, es decir, una asimilación de la figura
primitiva, que, como demon que fue en su origen, posee una
cierta autonomía, es decir, capacidad de producir obsesión.
476 El completar el punto de vista causal con otro final no sólo
ha abierto el camino, en el ámbito de la psicología médica, a
interpretaciones más oportunas en el caso de fantasías individua-
les de proveniencia inconsciente, sino que lo mismo sucede muy
especialmente en el caso de las fantasías colectivas, es decir, de
los mitos y los cuentos populares.
477 Como muestra Paul Radin, el proceso civilizatorio comienza
ya dentro del ciclo del trickster, con lo que ya está claramente
indicada la superación del estado originario. En cualquier caso se
van desprendiendo de él los signos de la más honda falta de
consciencia: en lugar de obrar de modo brutal, cruel, estúpido y
absurdo, el trickster empieza hacia el final del ciclo a hacer cosas
útiles y sensatas. Así se pone de manifiesto, ya dentro del mito, la
desvalorización del antiguo estado de inconsciencia. Pero uno se
pregunta qué sucede entonces con la cualidades negativas del
trickster. El observador profano supone probablemente que, al
desaparecer los aspectos oscuros, también quedan definitivamen-
te eliminados. Pero la experiencia enseña que no es ése el caso.
Lo que sucede realmente es que la consciencia puede liberarse de
la fascinación del mal, y ya no se ve obligada a vivir forzosamen-
te con él, pero lo oscuro y maligno no se ha convertido en humo
sino que, debido a la pérdida de energía, se ha refugiado en lo
inconsciente, donde permanece inconsciente mientras todo esté
bien en la consciencia. Pero si la consciencia resulta perturbada
por situaciones críticas y dudosas, entonces se ve que la sombra
no se ha esfumado sino que espera una ocasión favorab le para

250
ACERCA DE LA PSICOLOGIA DE LA FIGURA DEL TRICKSTER

reaparecer, por lo menos como proyección en el vecino. Si el


golpe tiene éxito, vuelve a resurgir entre uno y otro ese mundo
primitivo y oscuro en el que puede suceder -incluso en el más
alto grado de civilización- todo lo que caracteriza a la figura del
trickster. El lenguaje coloquial alemán lo llama, muy acertada-
mente y con una precisión literal, «teatro de monos>>, un escena-
rio en el que sale mal o se convierte en algo estúpido todo lo que
ofrece la más mínima posibilidad de ello, y donde sólo excepcio-
nalmente o en el último momento pasa algo dotado de sentido.
La política ofrece sin duda los mejores ejemplos de esto.
478 El llamado hombre civilizado ha olvidado al trickster. Lo
recuerda sólo en sentido metafórico cuando, irritado por algún
fallo personal, habla de duendes que le persiguen o cosas simila-
res. No sospecha que su sombra, escondida y aparentemente
inofensiva, posee facultades cuya peligrosidad él jamás habría
imaginado. Tan pronto como los hombres se unen formando
una masa en la que desaparece el individuo, esa sombra entra en
actividad y -como ha demostrado la historia- también puede
personificarse o encarnarse.
479 La nefasta opinión según la cual el alma humana todo lo
recibe de fuera por haber nacido tabula rasa apoya la falsa creen-
cia de que en circunstancias normales también el individuo es
perfectamente normal. Lo espera todo del estado de bienestar y
atribuye a la sociedad la culpa de su propia insuficiencia. Piensa
que habría logrado el sentido de la existencia si le llegaran gratis
a casa los medios de subsistencia y si cada persona tuviera un
automóvil. Esas y similares ingenuidades vienen a ocupar el lugar
de la sombra que se ha vuelto inconsciente, y fomentan la in-
consciencia de ésta. Bajo la influencia de tales prejuicios, el indi-
viduo se siente en total dependencia de su entorno y pierde la
capacidad de introspección. Su ética queda así reprimida por sus
conocimientos acerca de lo que está permitido o prohibido o es
oportuno hacer. ¿cómo puede esperarse, por ejemplo, de un
soldado que someta a una consideración ética una orden que
viene de arriba? Ni siquiera ha descubierto la posibilidad de que
él pueda tener un sentimiento moral espontáneo, incluso cuando
nadie lo mira.
480 Desde esta perspectiva se comprenderá seguramente por qué
el mito del trickster se ha mantenido y ha seguido desarrollándo-
se: porque parece que tiene, como tantos mitos, un efecto psico-
terapéutico. Le pone a la vista al individuo en un estadio supe-
rior de desarrollo el bajísimo nivel moral e intelectual de tiempos
pretéritos para que no olvide cómo fue el ayer. Nosotros nos

251
LOS ARQUETIPOS Y LO I NCONSCIENTE COLECTIVO

imaginamos que algo que no se comprende no puede servirnos


de ayuda. Pero no siempre es éste el caso, en modo alguno. El
hombre pocas veces comprende sólo con la cabeza, sobre todo el
hombre primitivo. El mito, en virtud de su numinosidad, produ-
ce un efecto directo en lo inconsciente, haya sido comprendido
conscientemente o no. El hecho de que su relato, tantas veces
repetido, no haya quedado obsoleto creo que se puede explicar
por esas razones de utilidad. La explicación es algo difícil por
estar actuando dos tendencias opuestas: por un lado, salir del
antiguo estado y, por otro, no olvidarlo 13 • También Paul Radin
ha notado por lo visto esa dificultad. Por eso escribe: «Desde una
perspectiva psicológica podría afirmarse que la historia de la ci-
vilización humana presenta en g~;an parte los esfuerzos del hom-
bre por olvidar que ha pasado de animal a hombre» 14 • Pocas
páginas después escribe (en relación con la Edad de Oro): <<Esa
obstinada negativa a olvidar no es casualidad» 15 • Tampoco es
casualidad que haya que olvidar tal oposición cuando se quiere
caracterizar esa actitud paradójica frente al mito. En nuestro país
hasta la persona más ilustrada le instalará a sus hijos un árbol de
Navidad, sin tener idea de lo que pueda significar esa tradición,
y siempre estará dispuesto a ahogar en germen cualquier intento
de interpretación. Es asombroso observar cuánto de lo que reci-
be el nombre de superstición se va extendiendo en el pueblo y en
la ciudad; pero si se hablara con alguien a solas y se le planteara
con toda claridad la pregunta: <<¿Crees en los espíritus? mn he-
chizos? -¿En la eficacia de remedios mágicos?», lo negaría indig-
nado. Se puede apostar uno contra cien a que jamás ha oído
hablar de tales cosas y piensa que todo es pura estupidez. Pero
en secreto está tan convencido de ello como un habitante de la
jungla. La opinión pública, sin embargo, sabe muy poco de eso,
porque forma parte de la convención general el hacer como si
nunca se hubiera oído hablar de esas cosas, y mucho menos aún
el admitir que las cree uno mismo.
4 81 Pero nada pertenece al pasado, ni siquiera los pactos de san -
gre con el diablo. Hacia fuera tal vez se haya olvidado, pero
hacia dentro, no. Se comporta uno como aquel negro de la lade-
ra sur del Elgon con el que en una ocasión anduvimos un trozo

13. No olvidar significa lo mismo que mantener en la consciencia. Si el enemigo


desaparece de mi campo visual, entonces es peligrosamente posible que se encuentre
detrás de mí.
14. Radin, Gott und Mensch in der primitiven Welt, p. 11.
15. Le. , p. 13.

252
ACERCA DE LA PSICOLOGIA DE LA FIGU RA DE L TRICKSTER

de camino por la selva. En una bifurcación del sendero encontra-


mos una trampa para espíritus toda nueva y muy bien preparada
(como una casa), cerca de la cueva donde él vivía con su familia.
Yo le pregunté si era él quien había hecho la cabaña. Lo negó
con todos los síntomas de quien está indignado, afirmando que
eran los niños quienes hacían esos «juguetes>> (llamados you-you
en África Occidental). Y al decirlo le dio una patada a la casa,
que se derrumbó entera.
482 Ésa es también la reacción que podemos observar aquí en
nuestras latitudes. Hacia fuera se es una especie de hombre civi-
lizado, y por dentro, primitivo. En el hombre hay una parte que
no está dispuesta a desprenderse realmente de los comienzos, y
otra que cree haber superado hace tiempo todo eso en todos los
aspectos. En una ocasión ese contraste me vino drásticamente a
la consciencia: estuve observando cómo un Strudel (curandero)
desembrujaba un establo situado exactamente junto a la línea del
San Gotardo, por la que durante la mágica ceremonia circularon
varios trenes internacionales cuyos ocupantes probablemente no
tenían la menor sospecha de que a pocos metros de ellos se ce-
lebraba un rito primitivo.
483 La oposición de ambos grados de consciencia no es sino la
expresión de la estructura opuesta de la psique, que, al ser un
sistema energético, necesita tensión de opuestos. Por esa razón
no hay, por decirlo así, postulados psicológicos generales que no
se puedan volver del revés, demostrando justamente por eso su
validez. No h ay que olvidar que en cada discusión psicológica no
hablamos sobre la psique, sino que la propia psique, de modo
inevitable, se expresa ella misma. No sirve absolutamente de nada
creer que podemos elevarnos por encima de la psique con ayuda
del «espíritu>>, aunque éste asegure que es independiente de ella.
¿cómo iba a demostrarlo él? Mientras queramos, podemos ase-
gurar que una de nuestras afirmaciones procede de la psique, o
que es psíquica o sólo-psíquica, pero que la otra es espiritual y
por tanto superior a la psíquica. Siempre serán meras afirm acio-
nes basadas en postulados de fe.
484 En la antigua jerarquía tricotómica originaria de los conteni-
dos psíquicos (hílico, psíquico, neumático) es un h echo la estruc-
tura opuesta de la psique, que es objeto inmediato de la expe-
riencia. La unidad de la naturaleza psíquica reside en el centro,
lo mismo que la unidad viva de la cascada de agua aparece en la
unión dinámica de arriba y abajo. Así, hay en nosotros un efecto
vivo del miro cuando una consciencia superior, que goza d e li-
bertad e independencia, se ve confrontada con la autonomía de

253
LOS ARQUETIPOS Y LO INCONSCIENTE COLECTIVO

una figura mitológica y no puede sustraerse sin más a su fascina-


ción sino que tiene que pagar su tributo a la grandiosa impresión
que le produce. La figura produce efecto porque de manera en-
cubierta participa de la psique del espectador, apareciendo inclu-
so como un reflejo de la misma, aunque no sea reconocida como
tal. Se ha disociado de la consciencia subjetiva comportándose
como personalidad autónoma. El trickster es la figura colectiva
de la sombra, una adición de todos los rasgos inferiores de carác-
ter. Como la sombra individual es un componente, que nunca
falta, de la personalidad, a partir de ella la figura colectiva se crea
una y otra vez a sí misma. Pero no siempre en una figura mitoló-
gica: en la época moderna, como se reprimen y se descuidan
cada vez más los mitologemas originarios, sucede en forma de
proyecciones de análoga naturaleza sobre otros pueblos y grupos
sociales.
485 Si comparamos al trickster con la sombra individual, se plan-
tea la cuestión de si también se puede observar en la sombra
subjetiva y personal ese cambio a lo razonable y oportuno que va
unido al mito del trickster. Como esa sombra es una figura bien
definida que aparece con frecuencia en la fenomenología de los
sueños, podemos responder positivamente a tal pregunta: la som-
bra, aunque es por definición una figura negativa, muestra sin
embargo con bastante frecuencia rasgos o relaciones positivas
que remiten a otro trasfondo de índole diferente. Es como si
escondiera contenidos significativos bajo una envoltura de poco
valor. La experiencia confirma esta suposición, y lo que al pare-
cer estaba encubierto consta por lo general de figuras cada vez
más numinosas. Lo siguiente que está detrás de la sombra suele
ser el ánima 16, posesiva y con una considerable fascinación. Esta
figura muchas veces demasiado juvenil encubre, por su parte, el
tipo más influyente de todos, el del «anciano>> (sabio, mago, rey,
etc.). La lista podría prolongarse. Pero eso carece de finalidad
porque psicológicamente sólo puede comprenderse lo que uno
mismo ha vivido. En todos los aspectos esenciales, los conceptos
de nuestra psicología compleja no son fórmulas intelectuales sino
expresiones que designan ciertos ámbitos de experiencia que se
pueden describir, en efecto, pero que para quien no los ha vivido

16. Con la figura lingüística de •estar detrás• trato de ilustrar el hecho de que el
problema de la relación, es decir, del ánima, se plantea en la medida en que la sombra
es reconocida e integrada. Es comprensible que e l ocuparse de la sombra influya de
manera persistente en las relaciones del yo con los hechos interiores y exteriores, pues
la integración de la sombra produce un cambio en la personalidad. Cf. mi exposición
en Aion [OC 9/2, S 13 ss.].

254
ACERCA DE LA PS I CO L OGfA DE LA FIGURA DEL TRICKSTER

son algo oscuro y sin vida. Y según mi experiencia es posible


imaginarse, por lo general sin grandes dificultades, lo que quiere
decir «sombra>>, aunque se hubiese preferido a este concepto tan
ilustrativo alguna palabra técnica griega o latina que sonase a
<<ciencia>>. En cambio, cuando se quiere entender el ánima se
tropieza ya con mayores dificultades. Se la acepta fácilmente
cuando aparece en la literatura de ficción o como estrella de
cine, pero no se la comprende apenas, o nada en absoluto, cuan-
do habría que tomar conciencia de la importancia que tiene en la
propia vida, puesto que ella representa todo aquello que el hom-
bre (el varón) nunca acaba de dominar en su fuero interno y que
por eso permanece en un perpetuo estado emocional que no
permite ni que lo rocen. El grado de inconsciencia con que uno
tropieza en este campo es, para emplear una expresión suave,
asombroso. Por eso es casi imposible explicarle al hombre que
tiene miedo de la propia femineidad lo que significa la palabra
ánima.
486 No es tan extraño que ello sea así, puesto que incluso para
comprender la sombra el europeo moderno tiene a veces las
mayores dificultades. Pero como la sombra representa la figura
menos explosiva y más próxima a la consciencia, constituye tam-
bién el primer aspecto de la personalidad que entra en conside-
ración cuando se analiza lo inconsciente. En parte amenazadora,
en parte ridícula, su figura está al principio del proceso de indi-
viduación y plantea como pregunta el enigma, sospechosamente
fácil, de la esfinge, o bien la inquietante exigencia de recibir res-
puesta a una quaestio crocodilina 17 •
487 Si al final del mito del trickster se anuncia el salvador, ese
presagio o esa esperanza consoladora significa que ha habido
una desgracia, dicho de otra manera, que esa desgracia ha sido
vista de manera consciente. Sólo en el desamparo que produce la
desgracia puede nacer el anhelo de un salvador, es decir, el reco-
nocimiento y la inevitable integración de la sombra generan una
situación tan angustiosa que hasta cierto punto sólo un salvador
supra-natural puede deshacer el intrincado ovillo del destino. En
el caso individual, el problema planteado por la sombra halla su
respuesta al nivel del ánima, o sea, de la vinculación. En el caso

17. El cocodrilo le ha robado a una madre su hijo. Cuando ella le pide que se lo
devuelva, el cocodrilo dice que cumplirá su deseo si le da una respuesta verdadera a la
siguiente pregunta: •(Devolveré el niño?•. Si contesta que sí, no es verdad, y el niño
no es devuelto; si dice que no, tampoco es verdad; es decir, en cualquiera de los casos,
la madre ha perdido a su hijo.

255
LOS ARQUETIPOS Y LO INCONSCIENTE COLECTIVO

histórico-colectivo igual que en el individual, se trata del desa-


rrollo de la consciencia, que se libera gradualmente de la cautivi-
dad de la &yvo[a, esto es, de la inconsciencia 18 , y por eso el
portador-de-salvación es un portador-de-luz.
488 Lo mismo que en la forma colectiva, mitológica, la sombra
individual lleva en sí el germen de la enantiodromia, de la inver-
sión de la marcha.

18. Neumann, Ursprungsgeschichte des Bewusstseins.

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