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REURBANIZACIÓN EL SILENCIO

Arq. Carlos Raul Villanueva


Caracas, Venezuela.
1948

El sector denominado El Silencio, para el siglo XX tenía un severo problema: se


había convertido en una zona de muy mala categoría urbana, con prostíbulos, y donde
la delincuencia abundaba y era concebida como un área a recuperar. Por eso, durante
el período de gobierno del presidente Isaías Medina Angarita, se inició la famosa
reurbanizar esta zona.
Cuando se inició este conjunto en 1941, la ciudad era de techos rojos, es decir,
tenía un aspecto bastante rural. Como resultado de un proceso de planificación
compleja bajo la dirección de urbanismo, la reurbanización de El Silencio, inicia la
transformación moderna de la ciudad de Caracas a la ciudad cosmopolita y
multicultural que es hoy en día.

El centro fundacional de Caracas, caracterizado por la trama urbana reticular del


período colonial, registra la mayor cantidad de capas históricas del proceso de
transformación urbanística de la ciudad. Se reconoce como un centro histórico ya que
respeta la mayor parte del trazado original salvo por algunas vías que fueron
sustancialmente transformadas a través de proyectos de renovación urbana como las
Avenidas Bolívar, Urdaneta y Baralt.
El espacio público es definido por la arquitectura y las edificaciones responden al
trazado de las calles. La urbanización El Silencio marca el inicio o el fin de la Avenida
Bolívar, siendo entonces un punto de intersección de importantes vías de comunicación
las cuales han reinterpretado el trazado cuadriculado de la fundación de la ciudad,
añadiendo la ruptura de la manzana tradicional al incorporar nuevos ejes y diagonales
de las vías principales del oeste, factor determinante que ayuda al modelo organizativo.
La axialidad es el elemento compositivo del urbanismo, la existencia de un eje
este-oeste como espina dorsal (Avenida Bolívar), conjuntamente con las avenidas
paralelas (Avenidas oeste 8 y oeste 6) y los ejes diagonales (Avenida Sucre y avenida
San Martin), son la clave ya que actúa como un eje auxiliar para organizar y direccionar
los módulos teniendo como un centro la Plaza O’Leary. La disposición de los bloques
de viviendas se vuelve entonces periférica, contribuyendo con esto a la perfecta
definición espacial del dominio del espacio público exterior, por una parte, y del ámbito
de los espacios privados del interior de las manzanas, por la otra.
La reurbanización El Silencio está conformada por siete edificaciones
residenciales, sus formas parten de cubos con transformación dimensional, sus
volúmenes siguen formas bastante regulares y sencillos, manteniendo líneas
ortogonales, sólo incluyendo líneas curvas en los arcos de las galerías de fachadas, las
cuales se crean a partir de sustracciones a los cubos que define su volumen, lo que
genera un espacio que ha sido confinado por una hilera de pilares que configuran un
plano semi-virtual, se separan del volumen principal de viviendas actuando como un
basamento.
Los planos superiores son totalmente planos, a pesar de la inclusión de
símbolos arquitectónicos que evocan al pasado colonial, no se adoptan los techos
inclinados característicos de ese período, sino que se sigue el diseño a base de
superficies horizontales.
Los cerramientos se puntualizan por los planos verticales, conformados por sus
fachadas planimetrías con aberturas cuadradas que definen las ventanas, resaltan
también, como elementos aditivos los planos horizontales que recrean los balcones,
mostrando de esta manera un equilibrio en tensión entre los dos cuerpos, a partir de la
confrontación y la esteticidad.
Existen un agrupamiento de los bloques por medio de la tensión espacial, se
aprecia debido a que éstos han sido emplazados bajo una serie de características
similares formando una composición que responde a distintas sensaciones suscitadas
al percibir la posición en la que han sido dispuestos sobre el plano base, sus tamaños
que en su mayoría son iguales y su identidad volumétrica, compartiendo la misma
pauta, bajo un ritmo y una repetición de los elementos que lo conforman; que logran
hacer que el conjunto de edificios sea observado como un todo.
De manera más detallada, la pauta como elemento ordenador, organiza una
serie de elementos por su regularidad, continuidad y presencia permanente. En este
caso, está marcada por los edificios contiguos a la avenida Bolívar que conducen
directamente al bloque número uno, que es el único de la urbanización que posee
mayor jerarquía. La visión de la ciudad que se plantea con el eje que termina en la
colina del parque El Calvario, constituye una focalización hacia la Plaza O´leary y el
bloque número uno, por lo que este domina la composición al destacar pos sus
dimensiones que son más amplias al ser comparadas con el resto de los bloques,
dándole de esta manera escala a los espacios públicos.
Por su parte, el ritmo se refleja en los elementos repetitivos de las fachadas de
los edificios, se repite la forma, la estructura, es iterativo y causando la existencia de
una sensación de continuidad y armonía para conformar un elemento por varias
estructuras independientes.
El bloque uno, de mayor altura, está ordenado de forma que representa el telón
del fondo y es el que culmina el eje urbanístico de la Avenida Bolívar. Seguidamente
tenemos a los bloques dos y tres, los cuales se disponen simétricamente a ambos
lados de la Avenida Bolívar dando paso a la vialidad subterránea que existe ahí. Los
módulos cuatro y seis son los elementos que cierran lateralmente el espacio, y como se
ha mencionado anteriormente, dan escala a la Plaza O'Leary. El bloque cinco, continuo
al uno, remarcar una expresiva calle curva ascendente, mientras que el bloque siete se
extiende perimetralmente sobre un patio y antecede a la plaza Miranda.
Como puede apreciarse, los edificios están ubicados de manera que potencian
el recorrido entre ellos, éstas se unen a través de núcleos centrales y se vuelcan en su
funcionamiento interno hacia un espacio de encuentro y contemplación, o patios de
juego. Internamente, cada módulo cuenta con elementos de circulación vertical, el cual
permite hacer un recorrido hasta acceder a cada unidad de vivienda.

En sus fachadas, en los niveles de planta baja se logra apreciar los pórticos de
Villanueva, estos generan una circulación peatonal, en donde las funciones se van
enlazando unas de otras totalmente definidas y estructuradas por una sucesión de
columnas que se modulan en los locales comerciales, paralelas a las vías de
circulaciones vehicular; presentando un ritmo dinámico y acentuado las arcadas de
punto medio, las cuales descansan sobre columnas bulbiformes.

Igualmente se dispone de accesos principales con portales que, junto con las
arcadas, evocan imágenes de las construcciones arquitectónicas de la época colonial.
Todo ello modulado con los balcones de los pisos superiores. El conjunto esconde
hacia el interior las formas de imagen más contemporánea, los pórticos ortogonales y
los voladizos.
El arquitecto al momento de diseñar el conjunto tomó en cuenta el clima y las
costumbres de Caracas, por lo que adopta el estilo denominado colonial, de portales,
arcadas, rejas, molduras pesadas y en concordancia con ellos los espacios verdes que
predominan en los jardines interiores de cada grupo de viviendas y en las avenidas.
Se puede afirmar que el planteamiento de El Silencio cumple cabalmente con los
preceptos aceptados acerca del proyecto arquitectónico como definidor de la reforma
urbana. La presencia de los volúmenes, en similar escala y proporción, conformando
los espacios públicos deseados; los atrios y patios como elementos ordenadores del
diseño, las galerías como sello innegable en las edificaciones, plazas y recorridos son
elementos que juntos crean armonía, un enlace con la ciudad colonial, la cual tiende a
perder cada día más su típico carácter antiguo.

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