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La sociedad presenta la imagen que luego que un presidiario es liberado puede reintegrarse

fácilmente. No obstante, no vivimos en un mundo utópico como muchos sueñan. La

rehabilitación socio-económica no es del todo efectiva. Las oportunidades de empleo para esta

población son casi inexistentes, pues luego de cometer un crimen e ir a la cárcel, ellos cargan con

una etiqueta de por vida.

La reinserción social para un ex presidiario es altamente complicada. ¿Cuánto más la

reinserción laboral para los mismos? La sociedad nos oculta la ardua realidad de un ex

presidiario en su rehabilitación socio-económica al mostrarnos las “ayudas” que se les ofrecen.

Una de cada tres personas tiene algún antecedente penal. Aproximadamente 700,000

personas son liberadas de las cárceles cada año. Ahora bien, ¿Qué pasa con estas personas al salir

de las cárceles? La respuesta apropiada seria que el ex presidiario ya rehabilitado encuentre un

trabajo para mantener sus necesidades socio-económicas. Lamentablemente, las posibilidades de

que esto suceda son casi nulas. Al menos dos de tres ex presidiarios continúan desempleados un

año luego de su reinserción en la sociedad.

¿Por qué las posibilidades de una reinserción laboral efectiva para un ex presidiario son casi

nulas? A pesar que el tribunal de Estados Unidos exige razones auténticas para que un empleador

no contrate a un ex presidiario, el discrimen laboral es visto como algo normal y racional. El

60% de los empleadores estadounidense no contratan a individuos con antecedentes penales.

Esto se debe a que las condenas de los ex presidiarios son vistas como un reflejo de su carácter y

su posible comportamiento. Tener un antecedente penal hace al ex presidiario menos viable,

menos honesto y más peligroso.


¿De dónde proviene la idea errónea que los ex presidiarios son menos honestos, viables y

peligrosos? Algunos estados de Estados Unidos promueven este discrimen y marginación.

Impiden que los mismos, debido a sus antecedentes penales, no puedan trabajar en hospitales,

educación, barberías, entre otros. En otros estados como California, existe la ley “Ban the Box”.

Esta prohíbe a los empleadores públicos y privados pedir los registros de comportamiento, a

menos que los mismos tuvieran arrestos con condenas. Aun así, queda claro que no se resuelve el

problema de discrimen hacia un ex presidiario a la hora de búsqueda de empleo.

La tragedia personal del desempleo ha quedado demostrada una y otra vez. La ausencia de

un ingreso fijo es una de las mayores causas del incremento de índices delincuenciales. Por tanto,

el Estado debe facilitar el acceso al empleo para minimizar la posibilidad de que los individuos

caigan en la reincidencia y vuelvan a delinquir.

Como mencionado anteriormente, dichas normas no garantizan necesariamente que los

empleadores respeten los referidos criterios y estándares. Estas circunstancias impactan de

manera negativa en la función esencial de rehabilitación social de los ex presidiarios. Es por esto

que se da la reincidencia a la cárcel.

De acuerdo con Molina (1988), la teoría del etiquetamiento explica cómo la estigmatización

del autor del delito influye en su comportamiento criminal, indicando que la criminalidad es el

resultado de la interacción entre el individuo y la sociedad, en la cual se genera una atribución de

roles donde el delincuente es categorizado como desviado o criminal, formándose una imagen de

sí mismo que lo lleva a adoptar el rol que le fue asignado.

David E. Olson (2015), profesor en el Departamento de Justicia Criminal y Criminología en

Loyola University Chicago, concluye a partir de una muestra de 26.534 infractores entre
los 35 y 50 años, que el historial criminal extenso aumenta la probabilidad de reincidir.

Así mismo, Anoukc Spruit (2017) afirma que factores como el consumo de sustancias predicen

en mayor manera la reincidencia en personas de mayor edad.

Luego que el individuo sale de la cárcel se encuentra con la nefasta realidad de que

reintegrarse a la sociedad es mucho más arduo de lo que se percibe. Se está asistiendo a un

movimiento social creciente que pide leyes y sanciones más duras, en lugar de ofrecerle a cada

ex presidiario una oportunidad para reintegrarse a la sociedad sin dejarle una etiqueta

estigmatizadora que lo impida a realizarlo. Se les margina y discrimina previniendo así un buen

desarrollo socio-económico, posiblemente llevándolos a la reincidencia. ¿Será que esos

individuos constituyen un real peligro para la sociedad, o más bien que nuestra sociedad no ha

sabido acogerlos? Analicemos por un momento, pretendemos que el ex presidiario se reintegre a

la sociedad cuando es la misma sociedad quien los cohíbe y no los permite hacerlo. Entonces,

¿Debemos rehabilitar al ex presidiario o a la sociedad?

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