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SENTENCIA CONSTITUCIONAL PLURINACIONAL 0017/2019-S2

Sucre, 13 de marzo de 2019


SALA SEGUNDA
Magistrada Relatora:   Julia Elizabeth Cornejo Gallardo
Acción de libertad
Expediente:                 24521-2018-50-AL
Departamento:            La Paz
III. FUNDAMENTOS JURÍDICOS DEL FALLO

El accionante denuncia que al existir Requerimiento Conclusivo de Sobreseimiento


de 3 de mayo de 2018, a su favor; solicitó audiencia de cesación de la detención
preventiva; empero, la misma fue suspendida en más de tres oportunidades,
vulnerando con ello, su derecho a la libertad física; por lo que, pide se expida
mandamiento de libertad, de forma inmediata.

En consecuencia, corresponde dilucidar en revisión, si tales argumentos son


evidentes a fin de conceder o denegar la tutela solicitada; para el efecto, se
analizarán los siguientes temas: a) La protección de los derechos de la víctima en
casos de violencia en razón de género, en el marco de un enfoque integral del
problema jurídico: a.1) El equilibrio entre los derechos de la víctima y del imputado
en el Estado Constitucional y su análisis en las acciones de defensa; a.2) El
derecho de las mujeres a vivir libres de violencia y discriminación; y, el
consiguiente deber del Estado y la sociedad de eliminar toda forma de violencia en
razón de género; a.3) Las normas especiales de la Ley 348, aplicables en los
procesos judiciales y administrativos por hechos de violencia en razón de género;
y, a.4) El enfoque integral del problema jurídico en casos de violencia en razón de
género en las acciones de defensa; y, b) Análisis del caso concreto.
III.1. La protección de los derechos de la víctima en casos de violencia en
razón de género, en el marco de un enfoque integral del problema jurídico

La comisión de un hecho delictivo y su correspondiente denuncia o


descubrimiento, constituye el germen del proceso penal, y la víctima es la persona
a quien el Estado debió proteger, para impedir que en su contra se consumara el
atentado al bien jurídico tutelado; de ahí, que si bien la protección de los derechos
del acusado es fundamental dentro del proceso penal; empero, también es
necesario precautelar los derechos de la víctima; por ello, no puede dejar de
abordarse el problema jurídico material que dio inicio al proceso penal,
equilibrando los derechos del imputado y de la víctima, en particular, en delitos de
violencia contra la mujer; en los cuales, el Estado, a través de las instancias de
investigación, de acusación y de juzgamiento, tiene la obligación de actuar con la
debida diligencia, en el marco de las normas constitucionales y los instrumentos
internacionales sobre Derechos Humanos.

En ese marco, es importante desarrollar los derechos de las víctimas en un Estado


Constitucional, y de manera concreta, el derecho de las mujeres a vivir libres de
violencia y discriminación; y el consiguiente deber del Estado y la sociedad, de
eliminar toda forma de violencia en razón de género.

III.1.1. El equilibrio entre los derechos de la víctima y del imputado en el


Estado Constitucional y su análisis en las acciones de defensa
Con referencia a los derechos de las víctimas de un delito, la SC 0815/2010-R de
2 de agosto[1], señala que la Constitución Política del Estado vigente, asume una
nueva visión de protección a las mismas; pues, si bien el Estado asume el ius
puniendi -poder punitivo-, cobran importancia trascendental los derechos de la
víctima; pues, conforme al art. 121 de la CPE, tiene derecho a ser oída antes de
cada decisión judicial. Asimismo, la indica SC 0815/2010-R, hizo referencia a la
Declaración Sobre los Principios Fundamentales de Justicia Para las Víctimas de
Delitos y del Abuso de Poder, adoptada por la Asamblea General de la
Organización de las Naciones Unidas (ONU), a través de la Resolución 40/34 de
29 de noviembre de 1985.

Dicha Declaración, establece los derechos de las víctimas, entre ellos, el acceso a
la justicia y trato justo; según el cual:

Acceso a la justicia y trato justo


4. Las víctimas serán tratadas con compasión y respeto por su dignidad. Tendrán
derecho al acceso a los mecanismos de la justicia y a una pronta reparación del
daño que hayan sufrido, según lo dispuesto en la legislación nacional.

En el marco de dicho derecho, la referida Declaración señala también que:

6. Se facilitará la adecuación de los procedimientos judiciales y administrativos a


las necesidades de las víctimas:
a) Informando a las víctimas de su papel y del alcance, el desarrollo cronológico
y la marcha de las actuaciones, así como de la decisión de sus causas,
especialmente cuando se trate de delitos graves y cuando hayan solicitado esa
información;
b) Permitiendo que las opiniones y preocupaciones de las víctimas sean
presentadas y examinadas en etapas apropiadas de las actuaciones siempre
que estén en juego sus intereses, sin perjuicio del acusado y de acuerdo con el
sistema nacional de justicia penal correspondiente;
c) Prestando asistencia apropiada a las víctimas durante todo el proceso
judicial;
d) Adoptando medidas para minimizar las molestias causadas a las víctimas,
proteger su intimidad, en caso necesario, y garantizar su seguridad, así como
la de sus familiares y la de los testigos en su favor, contra todo acto de
intimidación y represalia;
e) Evitando demoras innecesarias en la resolución de las causas y en la
ejecución de los mandamientos o decretos que concedan indemnizaciones a
las víctimas. (…) [las negrillas son agregadas].
A partir de dichas normas, la SC 0815/2010-R antes citada, concluyó que el
derecho procesal penal, no solo debe operar como manifestación del poder
sancionador del Estado, a favor del incriminado, sino, que debe procurar también
por los derechos de la víctima, haciendo: “…compatibles los intereses de ambos
sujetos procesales, pues, el perjudicado con el delito no puede convertirse en una
pieza suelta e ignorada por la política criminal del Estado ya que, como se ha
explicado, los derechos de los sujetos procesales constituyen valores y principios
reconocidos por la Constitución Política…”[2].

En la misma línea, la SC 1388/2011-R de 30 de septiembre, señala que todo


hecho punible, genera una colisión entre las garantías fundamentales de la
víctima, del imputado, y en último término, de la sociedad; por ello:

…se requiere lograr un justo equilibrio entre los derechos constitucionales


de la víctima y las garantías procesales del imputado, que naturalmente
nadie niega y todos deben respetar; así encontramos entre los valores en el que
se sustenta el Estado Plurinacional, el ‘equilibrio’ y ‘el bienestar común’
reconocidos por el art. 8.II de la CPE; valores éstos que forman parte del concepto
‘buen vivir’ y del modelo Boliviano de ‘Estado de Derecho del vivir bien’,
asumiendo el Estado una responsabilidad fundamental (las negrillas son
incorporadas).

En el marco de la jurisprudencia anotada precedentemente, es evidente que en las


diferentes acciones de defensa, que llegan a conocimiento de la jurisdicción
constitucional, emergentes de procesos penales, no se debe pasar por alto el
equilibrio que se busca entre los derechos del imputado y de la víctima;
especialmente, cuando éstos se encuentran en conflicto. En ese sentido, ya sea
que la acción de defensa sea presentada por la víctima o por el imputado, este
Tribunal debe considerar los derechos de la otra parte dentro del proceso penal; y
por ende, sus resoluciones no pueden limitarse a analizar el problema jurídico
planteado en la acción de defensa de manera unilateral, sino también,
examinando el contexto y los derechos en conflicto, cuando corresponda; más
aún, tratándose de los casos de violencia hacia las mujeres, en los cuales, se
deben aplicar los estándares initernacionales e internos para la tutela de sus
derechos, conforme se analizará en el siguiente fundamento.

III.1.2. El derecho de las mujeres a vivir libres de violencia y discriminación;


y, el consiguiente deber del Estado y la sociedad de eliminar toda forma de
violencia en razón de género

La magnitud de la violencia contra las mujeres a nivel nacional e internacional y


los resultados adversos que ocasiona a la víctima, pone de manifiesto el grave
problema que la sociedad enfrenta.Detrás de estos cuadros de violencia contra la
mujer, se devela una discriminación estructural, resultante de categorías, roles y
diferencias culturales y sociales, donde predominó y continúa predominando una
visión patriarcal; es decir, la posición subordinada de la mujer respecto del varón,
se origina en una estructura social construida sobre la base de un modelo de
masculinidad hegemónica; ya que en el caso de la mujer, no existen razones
naturales o biológicas que la releguen a una posición de subordinación o
dependencia; puesto que, su situación no es asimilable a otros sectores
poblaciones, que por sus características físicas o psíquicas resultan vulnerables.
Sin embargo, la construcción cultural y social vista desde una visión patriarcal, es
la que tiende a situarla en un escenario de desigualdad.

Ahora bien, la violencia de género, se presenta como un reflejo de esta situación


de desigualdad, basada en la distribución de roles sociales que fueron
transcendiendo históricamente; lo cual, engloba a las diversas aristas que
adquiere la violencia contra la mujer, que según el espacio físico o personal en el
que ocurre el hecho de violencia, comprende aquella que la mujer sufre en el
ámbito doméstico o familiar. Ello, nos demuestra que la violencia hacia las
mujeres, y en particular, la violencia en el seno familiar, no es un problema
que deba resolverse entre particulares, por la trascendencia y connotación
social que adquirió, como una violación a los derechos humanos de las
mujeres y los demás miembros del núcleo familiar, que limita el desarrollo
pleno de sus potencialidades, y que el Estado no puede desatender.
Estos aspectos fueron visibilizados en la comunidad internacional; así, la
Declaración Sobre la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, establece: “…la
violencia contra la mujer constituye una violación de los derechos humanos y las
libertades fundamentales e impide total o parcialmente a la mujer gozar de dichos
derechos…”[3]. Asimismo, señala que esta clase de violencia:
…constituye una manifestación de relaciones de poder históricamente desiguales
entre el hombre y la mujer, que han conducido a la dominación de la mujer y a la
discriminación en su contra por parte del hombre e impedido el adelanto pleno de
la mujer y que la violencia contra la mujer es uno de los mecanismos sociales
fundamentales por los que se fuerza a la mujer a una situación de subordinación
respecto de hombre[4].

Esta Declaración, entiende por violencia contra la mujer, a todo acto de violencia
basado en la pertenencia al sexo femenino, que tenga o pueda tener como
resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así
como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la
libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la privada.

Así los Estados Partes; por una lado, deben identificar los actos que constituyen
violencia y su carácter vulnerador de los derechos humanos; y por otro, su
procedencia específica de las pautas culturales, en concreto, de la visión
patriarcal, que atribuye diferentes características y roles a mujeres y varones,
ubicándolos en una jerarquía distinta, en la que el varón ostenta un lugar superior,
mientras se perpetúa la condición inferior que se le atribuye a la mujer en la
familia, el lugar de trabajo, la comunidad y la sociedad.

Estos elementos fueron evidentes para el constituyente boliviano, incidiendo en el


reconocimiento de derechos; de modo tal, que la Constitución Política del Estado,
contienen en su catálogo de derechos fundamentales, específicamente en el art.
15, la disposición que señala:

I. Toda persona tiene derecho a la vida y a la integridad física, psicológica y sexual


(…)
II. Todas las personas, en particular las mujeres, tienen derecho a no sufrir
violencia física, sexual o psicológica, tanto en la familia como en la sociedad;
III. El Estado adoptará las medidas necesarias para prevenir, eliminar y sancionar
la violencia de género y generacional (…) tanto en el ámbito público como privado
(…) [el resaltado es adicionado].

El reconocimiento de los derechos a la integridad física, psicológica y sexual; y, a


una vida digna, no podría adquirir efectividad en un escenario de violencia; razón
por la que, se requiere del Estado, acciones positivas -medidas legislativas,
administrativas, entre otras-, que atenúen esta situación, a fin de garantizar el
ejercicio efectivo de los mismos.  

Ahora bien, una de las pautas que guían a la justicia constitucional, es el principio
de interpretación conforme a los Tratados Internacionales sobre Derechos
Humanos; por el cual, las normas internas deben ser interpretadas sobre la base
no solo del texto constitucional, sino también, de las disposiciones normativas
consignadas en los instrumentos internacionales en materia de Derechos
Humanos, a partir de lo dispuesto en los arts. 13 y 256 de la CPE y a la aplicación
preferente de los Tratados Internacionales en Derechos Humanos, siempre que el
reconocimiento o interpretación que derive de éstos, contenga un estándar de
protección más favorable al derecho en cuestión.
En ese marco, a continuación se anotarán algunos de los estándares más
importantes, aplicables al caso, sobre el derecho de las mujeres a una vida libre
de violencia y las obligaciones que genera para el Estado:

i)  Debida diligencia: El Comité Para la Eliminación de la Discriminación Contra la


Mujer (CEDAW por sus siglas en inglés), supervisa el cumplimiento de las normas
contenidas en la Convención Sobre la Eliminación de Todas las Formas de
Discriminación Contra la Mujer[5]; la cual, se constituye en el instrumento jurídico
internacional del Sistema Universal de Protección de los Derechos Humanos, que
significó un importante avance en el reconocimiento de la igualdad de los
derechos entre hombres y mujeres.
El CEDAW, emitió la Recomendación General 19 de 29 de enero de 1992 -sobre
La Violencia Contra la Mujer-; la cual, afirma que la violencia contra la mujer es
una forma de discriminación, que impide gravemente que ésta, goce de derechos
y libertades en pie de igualdad con el hombre; y que dicha violencia, conlleva
responsabilidad estatal, no solamente por actos violentos cometidos por agentes
estatales, sino por particulares, cuando el Estado no implementa los mecanismos
necesarios para proteger a las mujeres, y cuando no adopta medidas con la
diligencia debida, para impedir la lesión de los derechos o para investigar y
castigar los actos de violencia e indemnizar a las víctimas.

El mismo CEDAW, en la Recomendación General 33 de 3 de agosto de 2015,


sobre el Acceso de las Mujeres a la Justicia, encomendó a los Estados a ejercer la
debida diligencia para prevenir, investigar, castigar y ofrecer la reparación, por los
delitos cometidos contra mujeres, ya sea, perpetrados por agentes estatales o no
estatales; garantizando que la prescripción se ajuste a los intereses de las
víctimas, tomando medidas apropiadas para crear un entorno de apoyo, que las
aliente a reclamar sus derechos, denunciar delitos cometidos en su contra y
participar activamente en los procesos; revisando las normas sobre pruebas y su
aplicación específicamente en casos de violencia contra la mujer, mejorando la
respuesta de la justicia penal a la violencia en el hogar.

Por su parte, en el Sistema Interamericano de Protección de los Derechos


Humanos, la Convención Interamericana Para Prevenir, Sancionar y Erradicar la
Violencia Contra la Mujer (Convención de Belém do Pará), en su art. 7, establece,
entre otras, las obligaciones de los Estados de:
b. actuar con la debida diligencia para prevenir, investigar y sancionar la
violencia contra la mujer;
c. incluir en su legislación interna normas penales, civiles y administrativas, así
como las de otra naturaleza que sean necesarias para prevenir, sancionar y
erradicar la violencia contra la mujer (…) [las negrillas son añadidas].

Asimismo, el Estado boliviano al ratificar la Convención de Belém do Pará,


mediante Ley 1599 de 18 de octubre de 1994; por ende, asume la norma de la
debida diligencia; en ese sentido, la violencia hacia la mujer es un asunto que
compromete y responsabiliza al mismo, que está obligado a realizar acciones
-legislativas, administrativas y judiciales- para prevenir, intervenir, erradicar y
sancionar los diferentes tipos de violencia ejercidos contra la mujer, entre ellos, la
violencia en la familia. Para ello y como punto de partida, se dejó atrás aquella
postura pasiva, en la cual, se sostenía que por principio, todas las cuestiones
relativas a la familia formaban parte de la esfera privada de sus integrantes, y por
lo tanto, estaban exentas de toda intromisión estatal.
En Bolivia, esta problemática inicialmente fue abordada desde la perspectiva
privada, a partir de la promulgación de la Ley Contra la Violencia en la Familia o
Doméstica -Ley 1674 de 15 de diciembre de 1995-.

Posteriormente, a través de la Ley Integral Para Garantizar a las Mujeres una Vida
Libre de Violencia -Ley 348 de 9 de marzo de 2013-, dada la gravedad e
intensidad de la violencia contra la mujer, se visibiliza a la misma como sujeto
afectado en los contenidos de las tipificaciones penales, buscando así la
prevención de estos delitos, sumado a que el Estado Plurinacional de Bolivia
asume como prioridad, la erradicación de la violencia hacia las mujeres, en el
marco de lo dispuesto en su art. 3.I, que tiene el siguiente texto: “El Estado
Plurinacional de Bolivia asume como prioridad la erradicación de la violencia hacia
las mujeres, por ser una de las formas más extremas de discriminación en razón
de género”.

La declaratoria de prioridad nacional, implica que todas las instituciones públicas


deben adoptar las medidas y políticas necesarias para erradicar la violencia contra
las mujeres, asignando los recursos económicos y humanos suficientes con
carácter obligatorio. Asimismo, la Ley 348 que acoge el contenido de las
disposiciones internacionales, define como tareas específicas coordinar y articular
la realización de instrumentos, servicios, acciones y políticas integrales de
prevención, atención, sanción y erradicación de la violencia hacia las mujeres,
tanto en el nivel central como con las entidades territoriales autónomas (ETA).
Rompiendo progresivamente las tradicionales prácticas, procedimientos y
decisiones, que revelan sesgos de género, que relativizaban los hechos de
agresión hacia la mujer, y por ende, su vida e integridad.
ii) Protección a las víctimas: El CEDAW, en la referida Recomendación General
19, señala que los Estados Partes, entre otras medidas, deben velar porque las
leyes contra la violencia y los malos tratos en la familia, la violación, los ataques
sexuales y otro tipo de agresión contra la mujer, protejan de manera adecuada a
todas las mujeres, respetando su integridad y su dignidad; proporcionando
protección y apoyo a las víctimas; capacitando a los funcionarios judiciales, a los
agentes del orden público y a otros funcionarios públicos, para que apliquen la
Convención Sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra
la Mujer .

Por otra parte, la Convención de Belém do Pará, en el art. 7.d. y f. establece que
los Estados tienen el deber de:

d. adoptar medidas jurídicas para conminar al agresor a abstenerse de hostigar,


intimidar, amenazar, dañar o poner en peligro la vida de la mujer de cualquier
forma que atente contra su integridad o perjudique su propiedad; (…)

f. establecer procedimientos legales justos y eficaces para la mujer que haya sido
sometida a violencia, que incluyan, entre otros, medidas de protección, un juicio
oportuno y el acceso efectivo a tales procedimientos; (…) [las negrillas son
nuestras].
iii) Sensibilidad de la justicia por temas de género -perspectiva de género-: El
mencionado CEDAW, en la citada Recomendación General 33, examinó las
obligaciones de los Estados Partes, para asegurar que éstas tengan acceso a
dicho derecho, al advertir que existen obstáculos y restricciones que les impiden
efectivizarlo en el marco de la igualdad; asimismo, hace referencia a la
justiciabilidad, estableciendo que se requiere el acceso irrestricto de la mujer a la
justicia; y para ello, recomienda que se debe mejorar la sensibilidad del sistema
de justicia a las cuestiones de género, empoderando a las mujeres para lograr
la igualdad de jure y de facto -de derecho y hecho-; asegurando que los
profesionales de los sistemas de justicia, tramiten los casos, teniendo en cuenta
las cuestiones de género; y, revisando las normas sobre la carga de la prueba,
para asegurar la igualdad entre las partes, en todos los campos, en aquellas
relaciones de poder que priven a las mujeres a la oportunidad de un tratamiento
equitativo de su caso.

En el mismo sentido, la Convención de Belém do Pará, en su art. 8, establece que


los Estados Partes deben adoptar, entre otras, medidas específicas para modificar
los patrones socioculturales de conducta de hombres y mujeres, para contrarrestar
prejuicios, costumbres y todo tipo de prácticas, que se basen en la premisa de la
inferioridad o superioridad de cualquiera de los géneros o en los papeles
estereotipados para el hombre y la mujer, que legitimizan o exacerban la violencia
contra la misma; así, como para fomentar la educación y capacitación del personal
en la administración de justicia, policial y demás funcionarios encargados de la
aplicación de la ley, así como del personal, a cuyo cargo esté la concreción de las
políticas de prevención, sanción y eliminación de la violencia contra la mujer.

En el marco de lo anotado, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte


IDH), en el Caso Gonzáles y Otras (“Campo Algodonero”) vs. México, en la
Sentencia de 16 de noviembre de 2009, sobre Excepción Preliminar, Fondo,
Reparaciones y Costas, estableció que debían removerse todos los obstáculos de
jure o de facto -de derecho y hecho- que impidan la debida investigación de los
hechos y el desarrollo de los respectivos procesos judiciales; además, que debía
incluirse una perspectiva de género en la investigación. 

Por ende, en los procesos penales, la perspectiva de género debe ser adoptada
desde el inicio de la etapa preparatoria, tanto en el control jurisdiccional como en
la fase de la investigación.

iv) Reparación integral a la víctima: El CEDAW, también recomienda a los


Estados Partes, establecer y hacer cumplir recursos adecuados, efectivos;
atribuidos con prontitud, holísticos y proporcionales a la gravedad del daño sufrido
por las mujeres; recursos, que deben incluir, según corresponda, la restitución
-reintegración-, la indemnización -en forma de dinero, bienes o servicios- y la
rehabilitación -atención médica, psicológica y otros servicios sociales-.
Por su parte, la Convención de Belém do Pará, señala en su art. 7.g, la
obligación para los Estados de establecer los mecanismos judiciales y
administrativos necesarios para asegurar que la mujer objeto de violencia,
tenga acceso efectivo al resarcimiento, reparación del daño u otros medios
de compensación justos y eficaces. Por tanto, la protección que otorgan los
Estados, a través de este instrumento internacional, se extiende a los distintos
momentos en los que se identifiquen indicios de violencia que afecta el ejercicio de
los derechos de las mujeres, pero va más allá, ya que la simple sanción al
agresor no resulta suficiente; pues lo que se busca, es la reparación y
compensación justa del daño causado, superando la naturaleza
sancionadora del hecho de violencia, encaminándose hacia un enfoque
integral para cumplir con la debida diligencia en casos de violencia contra
las mujeres. Todo lo cual, representa la obligación de los Estados de
adecuar sus estructuras orgánicas, procesos y procedimientos; y, de
armonizarlos con la Convención de Belém do Pará; lo cual, aconteció con la
Ley 348 en el caso boliviano, conforme se analizará en el punto siguiente.
III.1.3. Las normas especiales de la Ley 348, aplicables en los procesos
judiciales y administrativos por hechos de violencia en razón de género
Los estándares anotados en el anterior Fundamento Jurídico, deben guiar la
actuación de las y los servidores públicos de las diferentes instituciones y órganos
del Estado, siendo necesario resaltar al estándar de la debida diligencia; pues,
se generaron normas de desarrollo internas, contenidas en la Ley 348, que deben
ser aplicadas de manera exclusiva en los procesos judiciales -en especial penales-
y administrativos, por violencia en razón de género.

Así, la Ley 348, en el Título IV sobre Persecución y Sanción Penal, en el Capítulo


I, hace referencia a la denuncia, estableciendo específicamente en su art. 45, las
garantías que debe tener toda mujer en situación de violencia, entre ellas:

ARTÍCULO 45. (GARANTÍAS). Para asegurar el ejercicio de todos sus derechos y


su efectiva protección, el Estado garantizará a toda mujer en situación de
violencia: (…)
3. El acceso a servicios de protección inmediata, oportuna y especializada, desde
el momento en que el hecho constitutivo de violencia se ponga en conocimiento de
las autoridades ordinarias o indígena originario campesinas y afrobolivianas. (...)
7. La protección de su dignidad e integridad, evitando la revictimización y maltrato
que pudiera recibir de cualquier persona responsable de su atención, tratamiento o
de la investigación del hecho.
8. La averiguación de la verdad, la reparación del daño y prevención de la
reiteración de los actos de violencia. (…) [las negrillas son añadidas].
La misma Ley 348, en el Capítulo II sobre las Investigaciones -del mismo Título I-,
en su art. 59, dispone que la investigación debe ser seguida de oficio,
independientemente del impulso de la denunciante; norma que está vinculada
directamente con la consideración de la violencia en razon género dentro del
ámbito público y no privado; por ello, aun la víctima desista o abandonde la
investigación, el Ministerio Público debe seguirla de oficio; por ello, no es
sostenible rechazar denuncias por falta de colaboración de la víctima, o
porque ésta, una vez efectuada la denuncia, no volvió a oficinas de la Fuerza
Especial de Lucha Contra la Violencia (FELCV) o del Ministerio Público;
pues, dichas afirmaciones vulneran no solo la norma expresa contenida en
el citado art. 59 de la Ley 348, sino también, el principio de la debida
diligencia; la obligación internacional del Estado de investigar, sancionar y
reparar los hechos de violencia hacia las mujeres; y, el derecho de las
mujeres a una vida libre de violencia.

De igual modo, en el Capítulo III sobre Persecución Penal -del referido Título I-,
específicamente en el art. 61 de la Ley 348, se determina que además de las
atribuciones comunes establecidas en la Ley Orgánica del Ministerio Público -Ley
260 de 11 de julio de 2012-, las y los Fiscales de Materia que ejerzan la acción
penal pública en casos de violencia hacia las mujeres, deberán adoptar en el
ejercicio de sus funciones, entre otras, las siguientes medidas:

1. Adopción de las medidas de protección que sean necesarias, a fin de


garantizar a la mujer en situación de violencia la máxima protección y seguridad,
así como a sus hijas e hijos, pedir a la autoridad jurisdiccional su homologación y
las medidas cautelares previstas por Ley, cuando el hecho constituya delito.
2. Recolección de las pruebas necesarias, como responsable de la
investigación de delitos de violencia en razón de género, sin someter a la mujer a
pruebas médicas, interrogatorios, reconstrucciones o peritajes que no sean los
imprescindibles, debiendo recurrir a métodos de investigación alternativa, científica
y con apoyo de la tecnología, a fin de averiguar la verdad.
3. En caso de requerirse peritajes técnicos, no deberán ser exigidos a la
mujer. En caso de delito flagrante, será el imputado el responsable de pagar por
éstos, así como por el tratamiento médico y psicológico que la mujer requiera; si
fuera probadamente insolvente, se recurrirá a los servicios del Sistema de
Atención Integral de su jurisdicción (el resaltado es agregado).
Por otra parte, en el Título V sobre Legislación Penal, en el Capítulo III,
específicamente en el art. 86 de la Ley 348, se establecen los principios
procesales que deben regir los hechos de violencia contras las mujeres,
disponiendo que:
ARTÍCULO 86. (PRINCIPIOS PROCESALES). En las causas por hechos de
violencia contra las mujeres, las juezas y jueces en todas las materias, fiscales,
policías y demás operadores de justicia, además de los principios establecidos
en el Código Penal deberán regirse bajo los siguientes principios y garantías
procesales:
1. Gratuidad. Las mujeres en situación de violencia estarán exentas del pago de
valores, legalizaciones, notificaciones, formularios, testimonios, certificaciones,
mandamientos, costos de remisión, exhortes, órdenes instruidas, peritajes y otros,
en todas las reparticiones públicas.
2. Celeridad. Todas las operadoras y operadores de la administración de justicia,
bajo responsabilidad, deben dar estricto cumplimiento a los plazos procesales
previstos, sin dilación alguna bajo apercibimiento.
3. Oralidad. Todos los procesos sobre hechos de violencia contra las mujeres
deberán ser orales.
4. Legitimidad de la prueba. Serán legítimos todos los medios de prueba y
elementos de convicción legalmente obtenidos que puedan conducir al
conocimiento de la verdad.
5. Publicidad. Todos los procesos relativos a la violencia contra las mujeres serán
de conocimiento público, resguardando la identidad, domicilio y otros datos de la
víctima.
6. Inmediatez y continuidad. Iniciada la audiencia, ésta debe concluir en el
mismo día. Si no es posible, continuará durante el menor número de días
consecutivos.
7. Protección. Las juezas y jueces inmediatamente conocida la causa, dictarán
medidas de protección para salvaguardar la vida, integridad física, psicológica,
sexual, los derechos patrimoniales, económicos y laborales de las mujeres en
situación de violencia.
8. Economía procesal. La jueza o juez podrá llevar a cabo uno o más actuados
en una diligencia judicial y no solicitará pruebas, declaraciones o peritajes que
pudieran constituir revictimización.
9. Accesibilidad. La falta de requisitos formales o materiales en el procedimiento
no deberá retrasar, entorpecer ni impedir la restitución de los derechos vulnerados
y la sanción a los responsables.
10. Excusa. Podrá solicitarse la excusa del juez, vocal o magistrado que tenga
antecedentes de violencia, debiendo remitirse el caso inmediatamente al juzgado
o tribunal competente.
11. Verdad material. Las decisiones administrativas o judiciales que se
adopten respecto a casos de violencia contra las mujeres, debe considerar la
verdad de los hechos comprobados, por encima de la formalidad pura y
simple.
12. Carga de la prueba. En todo proceso penal por hechos que atenten
contra la vida, la seguridad o la integridad física, psicológica y/o sexual de
las mujeres, la carga de la prueba corresponderá al Ministerio Público.
13. Imposición de medidas cautelares. Una vez presentada la denuncia, la
autoridad judicial dictará inmediatamente las medidas cautelares previstas
en el Código Procesal Penal, privilegiando la protección y seguridad de la
mujer durante la investigación, hasta la realización de la acusación formal.
En esta etapa, ratificará o ampliará las medidas adoptadas.
14. Confidencialidad. Los órganos receptores de la denuncia, los funcionarios de
las unidades de atención y tratamiento, los tribunales competentes y otros deberán
guardar la confidencialidad de los asuntos que se someten a su consideración,
salvo que la propia mujer solicite la total o parcial publicidad. Deberá informarse
previa y oportunamente a la mujer sobre la posibilidad de hacer uso de este
derecho.
15. Reparación. Es la indemnización por el daño material e inmaterial causado, al
que tiene derecho toda mujer que haya sufrido violencia (el resaltado es nuestro).
En el mismo Capítulo III -del referido Título V-, respecto a las directrices de
procedimiento, en el art. 87.4 de la referida Ley 348, se dispone que en todos los
procedimientos administrativos, judiciales e indígena originario campesinos (IOC),
se aplicarán, entre otras, la siguiente directriz: “Obligación de investigar,
proseguir y procesar hasta lograr la sanción de todos los hechos que
constituyan violencia hacia las mujeres” (el resaltado es nuestro).

Esta obligación se complementa con lo previsto en el art. 90 de la Ley 348, que


determina que todos los delitos contemplados en el referido cuerpo normativo, son
de acción pública; de ahí, el deber no solo de perseguir de oficio, sino también, de
investigar, proseguir y procesar hasta lograr la sanción de los hechos de violencia
hacia las mujeres; obligación, que se refuerza con lo previsto por el art. 94 de
dicha Ley 348, que con  el nombre de Responsabilidad del Ministerio Público,
señala que:

Ninguna mujer debe tener la responsabilidad de demostrar judicialmente


aquellas acciones, actos, situaciones o hechos relacionados con su
situación de violencia; será el Ministerio Público quien, como responsable
de la investigación de los delitos, reúna las pruebas necesarias, dentro el
plazo máximo de ocho (8) días bajo responsabilidad, procurando no someter a la
mujer agredida a pruebas médicas, interrogatorios, reconstrucciones o peritajes,
careos que constituyan revictimización.

En caso de requerirse peritajes técnicos, no deberán ser exigidos a la mujer. Si se


tratara de delito flagrante, será el imputado el responsable de pagar por éstos; si
fuera probadamente insolvente, se recurrirá a los servicios gratuitos de los
Servicios Integrales de Atención.

La o el Fiscal deberá acortar todos los plazos de la etapa preparatoria hasta la


acusación en casos de violencia contra la mujer por su situación de riesgo (las
negrillas son añadidas).

De lo anotado, se concluye que en el marco de los estándares internacionales e


internos de protección a las mujeres víctimas de violencia, el Estado tiene la
obligación de actuar con la debida diligencia para prevenir, investigar y
sancionar la violencia contra la mujer; debida diligencia que, en la labor de
investigación, se traduce en la investigación de oficio de los hechos de
violencia hacia las mujeres, la celeridad en su actuación, la protección
inmediata a la misma, la prohibición de revictimización y que la carga de la
prueba corresponde al Ministerio Público y no a la víctima.

Además, cabe señalar, que en la adopción de medidas cautelares, se debe


privilegiar la protección y seguridad de la mujer durante la investigación;
entendimiento que ya fue plasmado en la SCP 0394/2018-S2 de 3 de agosto, que
al momento de establecer los criterios de peligro para la víctima, contenidos en el
art. 234.10 del CPP, señaló en su Fundamento Jurídico III.2, que:

a) En los casos de violencia contra las mujeres, para evaluar el peligro de fuga
contenido en el art. 234.10 del CPP, deberá considerarse la situación de
vulnerabilidad o de desventaja en la que se encuentren la víctima o denunciante
respecto al imputado; así como las características del delito, cuya autoría se
atribuye al mismo; y, la conducta exteriorizada por éste contra las víctimas, antes y
con posterioridad a la comisión del delito, para determinar si dicha conducta puso
y pone en evidente riesgo de vulneración, los derechos tanto de la víctima como
del denunciante;

III.1.4. El enfoque integral del problema jurídico en casos de violencia en


razón de género en las acciones de defensa
Los principios y garantías procesales a favor de las víctimas mujeres de violencia,
que fueron descritos en el anterior Fundamento Jurídico, no solo se aplican a los
procesos penales, sino, como manda la misma Ley 348, a todas las causas por
hechos de violencia contra las mujeres, en todas las materias;
consiguientemente, también en la justicia constitucional; pues, en el marco de lo
señalado en el Fundamento Jurídico III.1 de la presente Sentencia, es obligación
del Tribunal Constitucional Plurinacional, analizar el problema jurídico planteado
en las acciones de defensa de manera integral, considerando los derechos de las
partes en conflicto; más aún, tratándose de casos que emerjan de hechos de
violencia en razón de género; pues en éstos asuntos, aun el peticionante de tutela
sea el imputado, corresponderá analizar el contexto del proceso penal, para
verificar si se cumplieron los estándares internacionales e internos respecto a la
protección de los derechos de las mujeres; de lo contrario, se cohonestaría
actuaciones contrarias a la normativa internacional e interna; incumpliendo con las
responsabilidades internacionales asumidas por el Estado boliviano.
Entendimiento, que es coherente con el principio de verdad material contemplado
en el art. 180.I de la CPE, a partir del cual, de acuerdo a la jurisprudencia
constitucional, la o el juzgador debe buscar la paz social, la aplicación de la justicia
y el respeto a los derechos humanos, encontrando la verdad de los hechos, por
encima de mecanismos formales o procesales; con la finalidad que las partes,
accedan a una justicia material, eficaz y eficiente. Así, la SCP 1662/2012 de 1 de
octubre[6], entendió en el Fundamento Jurídico III.3, que el contenido del principio
de verdad material:
…implica la superación de la dependencia de la verdad formal o la que emerge de
los procedimientos judiciales, por eso es aquella verdad que corresponde a la
realidad, superando cualquier limitación formal que restrinja, parcialice o
distorsione la percepción de los hechos a la persona encarga de juzgar a
otro ser humano, o de definir sus derechos y obligaciones, dando lugar a una
decisión injusta e irrazonable que no responda a los principios, valores y valores
éticos consagrados en la Norma Suprema de nuestro país, a los que todas las
autoridades del Órgano Judicial y de otras instancias, se encuentran impelidos de
aplicar, entre ellas, al principio de verdad material, por sobre la limitada verdad
formal (el resaltado es ilustrativo).
El principio de verdad material no solo es predicable respecto a las o los jueces,
sino, que como todo principio, se irradia hacia la actividad de las y los diferentes
operadores jurídicos, cuyas actuaciones se enmarcan en la debida diligencia, en el
marco de los estándares de la Corte IDH y lo previsto expresamente por el art.
86.11 de la Ley 348; según el cual, las decisiones administrativas o judiciales, que
se adopten respecto a casos de violencia contra las mujeres, deben
considerar la verdad de los hechos comprobados, por encima de la
formalidad pura y simple.
En mérito a lo anotado, esta Sala del Tribunal Constitucional Plurinacional,
considera que en las acciones de defensa que emerjan de procesos judiciales
o administrativos en los que se debatan hechos de violencia hacia las
mujeres,  la justicia constitucional está obligada a efectuar un análisis
integral del problema jurídico, sin limitarse a la denuncia efectuada por la o
el accionante, sino también, analizando los derechos de la víctima y las
actuaciones realizadas por las autoridades policiales, fiscales o judiciales,
de acuerdo al caso; pues, solo de esta manera, se podrá dar cumplimiento a
las obligaciones asumidas por el Estado y se respetarán los derechos de las
víctimas de violencia en razón de género, entre ellos, el derecho a la vida, a
la integridad física, psicológica y sexual, así como a una vida libre de
violencia.
III.2. Análisis del caso concreto

El accionante denuncia la dilación indebida en la que incurrió la autoridad judicial


demandada; toda vez que, pese a que se emitió una Resolución de
Sobreseimiento a su favor, dentro del proceso penal seguido en su contra, por la
presunta comisión del delito de violencia familiar o doméstica, no se instaló ni
celebró la audiencia de cesación de la detención preventiva; debido a que la
misma, fue suspendida en más de tres oportunidades, sin justificación válida ni
legal.

Sin embargo, en el marco de lo establecido en los Fundamentos Jurídicos III.1.1 y


III.1.4 de esta Sentencia Constitucional Plurinacional, corresponde a esta Sala,
revisar el problema jurídico de manera integral; y en ese sentido, analizar el origen
de la petición del accionante vinculada a la Resolución de Sobreseimiento emitida
por el Fiscal de Materia que conoce la causa, donde se encuentran involucrados
los derechos de la víctima de violencia familiar; Resolución, que si bien no fue
impugnada, debe ser analizada, para determinar si en el proceso penal seguido
contra el impetrante de tutela, se respetaron las normas internacionales e internas
que protegen a las mujeres víctimas de violencia en razón de género, que fueron
resumidas en los Fundamentos Jurídicos III.1.2 y III.1.3 de este fallo
constitucional; pues, solo si las mismas fueron observadas, el Estado habrá
cumplido con sus obligaciones internacionales y se respetarán los derechos de las
víctimas; y en consecuencia, será posible analizar el acto denunciado de ilegal.

Efectuada dicha aclaración, se puede advertir que a través del Requerimiento


Conclusivo de 3 de mayo de 2018, el Ministerio Público dispuso el sobreseimiento
del imputado Jhonathan Miltón Márquez Loza -ahora accionante-, determinando el
archivo de obrados; motivo por el cual, solicitó a la Jueza demandada, señale día
y hora de audiencia de cesación de la detención preventiva; la que -como
denuncia el accionante y lo señala el Tribunal de garantías en la Resolución
Constitucional que se revisa- efectivamente fue suspendida por causales
injustificadas; por cuanto, de acuerdo a la línea jurisprudencial contenida en la SC
0078/2010-R de 3 de mayo[7], retierada por las Sentencias Constitucionales
Plurinacionales 0285/2018-S2 de 25 de junio y 0508/2018-S2 de 14 de
septiembre, entre otras, la inasistencia a la audiencia de la o el fiscal no es causal
para su suspensión; advirtiéndose en el caso de autos, dilación en la celebración
de la audiencia solicitada por el demandante de tutela, no obstante que, de
acuerdo a la jurisprudencia constitucional, las peticiones vinculadas al derecho a la
libertad, deben ser tramitadas con la mayor celeridad.

No obstante lo anotado precedentemente, es evidente que el origen de la solicitud


del accionante -audiencia de cesación de la detención preventiva- se encuentra en
la Resolución de Sobreseimiento emitida por la autoridad fiscal; Resolución sin la
cual, el impetrante de tutela no hubiera efectuado dicha petición;
consecuentemente, resulta indispensable su análisis.

En ese sentido, se tiene que el Requerimiento Conclusivo de 3 de mayo de 2018,


fundamentó el sobreseimiento del imputado, en que los elementos de convicción
son insuficientes para fundamentar una acusación por la comisión del delito de
violencia familiar o doméstica -art. 272 bis.1 del CP-; y toda vez que, en esta etapa
la parte denunciante demostró dejadez en coadyuvar en la investigación,
considerando que si bien es obligación del Ministerio Público actuar de
oficio en el esclarecimiento de un hecho tipificado como delito, no es menos
cierto, que en este tipo de ilícitos penales, es indispensable la presencia
activa de la parte denunciante, para llegar a la verdad material del hecho.
Dicho Requerimiento, fue impugnado a través de memorial de 28 de mayo de
2018, por la denunciante, debido a una errada valoración de las pruebas
aportadas dirigidas a demostrar el ilícito cometido, concerniente al: a) Certificado
Médico Forense de 24 de octubre de 2017, que evidencia contusiones simples en
rostro y torax anterior, donde se le otorgó cinco días de incapacidad; b) Informe
Psicológico Preliminar de 24 de octubre de 2017, que concluye que la adolescente
identifica al agresor Jhonathan Miltón Márquez Loza como autor del hecho; y, c)
Declaración de su hija víctima en cámara Gesell de 27 de abril de 2018, que no
fue remitida y no cursa en el cuaderno de investigaciones.

De ello, se advierte que el Requerimiento Conclusivo de Sobreseimiento incumple


con las normas internacionales de protección de los derechos de las mujeres
víctimas de violencia y lo previsto en la Ley 348, además de resultar incongruente,
por los siguientes motivos:

1) El sobreseimiento se basa en que no se aportaron suficientes elementos de


prueba en la etapa preparatoria; sin embargo, en la Resolución se consignan los
actuados de la fase preliminar y etapa preparatoria, haciendo referencia a: 1.i)
Informe de Acción Directa presentada por Bernardo Vega y Juan Mamani,
funcionarios policiales asignados al caso, por la supuesta comisión del delito de
violencia familiar o doméstica y estupro de 24 de octubre de 2017; 1.ii) Certificado
Médico Forense de la paciente AA de 15 años de edad, de 24 del citado mes y
año, donde se concluye: “CONTUSIONES SIMPLES EN TORAX Y ROSTRO”
(sic); 1.iii) Acta de Declaración Informativa de la denunciante de 24 de octubre de
2017; y, 1.iv) Informe Psicológico Preliminar realizado a la menor de edad AA de
15 años de edad; la cual, relata que en mayo de 2017 decide convivir con el
imputado, con quien mantiene una relación de concubinato; elementos probatorios
que no fueron valorados por la autoridad fiscal ni se explicó el porqué no serían
suficientes para fundar una acusación; y,
2) La Resolución de Sobreseimiento también se fundamenta en la dejadez que
demostró la denunciante en coadyuvar en la investigación durante la etapa
preparatoria; señalando que si bien es obligación del Ministerio Público actuar de
oficio al esclarecimiento de un hecho tipificado como delito, no es menos cierto,
que en este tipo de ilícitos penales es indispensable la presencia activa de la parte
denunciante, para llegar a la verdad material del hecho.

Dicho argumento es contrario a la obligación del Estado de actuar con la debida


diligencia, que fue explicada en los Fundamentos Jurídicos III.1.2 y III.1.3 de esta
Sentencia Constitucional Plurinacional; así como a los derechos de las mujeres a
una vida libre de violencia, a su integridad física, piscológica y sexual; y, a las
obligaciones concretas derivadas de la Ley 348, que como se ha visto, en el
marco de la debida diligencia, establece que los delitos de violencia contra la
mujer son perseguibles de oficio y que corresponde al Ministerio Público la carga
de la prueba; siendo ésta una garantía de la víctima; pues, no se le puede exigir
su presencia para “coadyuvar” en la investigación; es más, aun frente a un
desistimiento de denuncia, la obligación de investigar que tiene la Policía Boliviana
y el Ministerio Público se mantiene, por el carácter público de los delitos de
violencia contra las mujeres; además, la exigencia de la participación de la víctima
no resulta razonable -dado que, tanto las normas internacionales como internas,
prohiben la revictimización y la exigencia de su presencia dentro del proceso
penal-, porque puede involucrar, en la mayoría de los casos, su revictimización.

Por todo lo explicado, se considera que la Resolución de Sobreseimiento, que dio


origen a la solicitud del accionante, no puede ser convalidada, aun la misma no
hubiera sido impugnada en la vía constitucional, porque de cohonestarla, se
estarían incumpliendo con los compromisos internacionales asumidos por el
Estado boliviano y se vulnerararían los derechos de la víctima de violencia en
razón de género.

En tal sentido, si bien, como se concluyó, existió dilación en considerar las


solicitudes del impetrante de tutela vinculadas a la cesación de su detención
preventiva; sin embargo, dichas peticiones tienen su origen en una Resolución de
Sobreseimiento que vulnera los derechos de las mujeres víctimas de
violencia; y que por ende, debe ser anulada, a efecto que se pronuncie una
nueva resolución, en el marco de los estándares internacionales e internos
desarrollados en esta Sentencia Constitucional Plurinacional.
Se aclara, que si bien la denunciante impugnó la Resolución de Sobreseimiento, y
que dicha impugnación se encontraría pendiente de resolución, lo que podría dar
lugar a considerar que no le corresponde a la justicia constitucional anular una
Resolución que se encuentra cuestionada; empero, en los casos de violencia
hacia las mujeres, no corresponde aplicar ningún criterio de subsidiariedad,
por el riesgo que corren sus derechos a la vida, integridad y a la no
violencia, conforme lo entendieron las Sentencias Constitucionales
Plurinacionales 0033/2013 de 4 de enero y 0019/2018-S2 de 28 de febrero.
Finalmente, podría señalarse que en esta acción de defensa, la autoridad fiscal
que pronunció la Resolución de Sobreseimiento no fue demandada, y que por lo
tanto, no correspondería pronunciarse sobre el contenido de dicha Resolución; sin
embargo, en el marco del principio de informalidad contenido en el art. 4.11 de la
Ley 348, según el cual: “…no se exigirá el cumplimiento de requisitos formales o
materiales que entorpezcan el proceso de restablecimiento de los derechos
vulnerados y la sanción a los responsables”, dicho argumento no puede ser
considerado por este Tribunal.
Por lo precedentemente desarrollado, el Tribunal de garantías al conceder la
tutela impetrada, no obró correctamente.
POR TANTO
El Tribunal Constitucional Plurinacional, en su Sala Segunda; en virtud de la
autoridad que le confieren la Constitución Política del Estado y el art. 12.7 de la
Ley del Tribunal Constitucional Plurinacional, en revisión, resuelve: REVOCAR la
Resolución S-139/2018 de 22 de junio, cursante de fs. 108 a 111 vta., pronunciada
por el Tribunal de Sentencia Penal Cuarto de El Alto del departamento de La Paz;
y en consecuencia:
1° DENEGAR la tutela solicitada por el accionante, conforme a los fundamentos
jurídicos de la presente Sentencia Constitucional Plurinacional;
2° Anular la Resolución de Sobreseimiento de 3 de mayo de 2018, pronunciada
dentro del proceso pesal seguido contra el impetrante de tutela; y,
3° Disponer lo siguiente:
1) Que, la autoridad fiscal asignada al caso, pronuncie una nueva resolución en el
marco de los Fundamentos Jurídicos desarrollados en la presente Sentencia
Constitucional Plurinacional, salvo que, como emergencia de la impugnación
efectuada a dicho sobreseimiento, se hubiere pronunciado un requerimiento, y que
el mismo, sea compatible con los Fundamentos Jurídicos de este fallo
constitucional; y,
CORRESPONDE A LA SCP 0017/2019-S2 (viene de la pag. 25).
2) Que, por Secretaría General de este Tribunal, se notifique con la presente
Sentencia Constitucional Plurinacional a los Tribunales Departamentales de
Justicia, así como al Fiscal General del Estado, para su conocimiento y
socialización respectiva.
Regístrese, notifíquese y publíquese en la Gaceta Constitucional
Plurinacional.

Al no existir consenso en Sala dentro del presente caso, dirime el Dr. Petronilo
Flores Condori, Presidente; siendo de Voto Disidente el Magistrado, MSc. Carlos
Alberto Calderón Medrano.

Fdo. Dr. Petronilo Flores Condori

PRESIDENTE

Fdo. MSc. Julia Elizabeth Cornejo Gallardo

MAGISTRADA

[1]El FJ III.5, señala: “La Constitución Política del Estado vigente, asume una
nueva visión del principio de eficacia y la protección a la víctima -arts. 180.I y
113.I CPE-, a partir de estos postulados fundamentales deben desarrollarse la
normatividad, la doctrina y la jurisprudencia, orientando el sistema constitucional
hacia un Estado más garantista y respetuoso de los Derechos Humanos.

Desde esta nueva perspectiva garantista aplicada al caso concreto; en la


ponderación de bienes superiores, nítidamente se contraponen dos criterios de
protección: 1. Los derechos de la víctima, al acceso efectivo a la justicia y la
reparación del daño; y, 2. El derecho del procesado a ser juzgado dentro de un
plazo razonable. (…)

En este esquema, si bien es el Estado el que asume el ius puniendi, actualmente


cobran importancia trascendental los derechos de la víctima, que antes
pasaron a un segundo plano, en la medida en que los mismos fueron
“confiscados” por el Estado como único titular de la facultad sancionadora. (…)

Al respecto, la Organización de Naciones Unidas (ONU) adoptó en la Asamblea


General de 29 de noviembre de 1985, en la Resolución 40/34, la primera
declaración sobre la protección a la víctima: `Declaración sobre los principios
fundamentales de justicia para las víctimas de delitos y del abuso de poder´,
estableciendo los siguientes derechos de las víctimas:

1. Acceso a la justicia y trato justo: Las víctimas deben ser tratadas con compasión
y respeto a su dignidad, superando los paradigmas del proceso penal para facilitar
el acceso y permitir el pago por los daños y perjuicios ocasionados por la
existencia de un hecho delictivo, para ello, los procesos judiciales y administrativos
deberán adecuarse a las necesidades de la víctima, lo que comprende: (…)

d) Proteger su dignidad, minimizar molestias, garantizar su seguridad, el de la


familia y testigos a su favor contra intimidaciones y represalias; (…)

`Dentro de la concepción de Estado Social de Derecho, que reconoce como


principios esenciales la búsqueda de la justicia y el acceso a la misma, el derecho
procesal penal no sólo debe operar como manifestación del poder
sancionador del Estado, a favor del incriminado, sino que debe procurar
también por los derechos de la víctima. Debe entonces -el proceso penal- hacer
compatibles los intereses de ambos sujetos procesales, pues, el perjudicado con
el delito no puede convertirse en una pieza suelta e ignorada por la política
criminal del Estado ya que, como se ha explicado, los derechos de los sujetos
procesales constituyen valores y principios reconocidos por la Constitución
Política…´” (el resaltado es nuestro).
[2]Entendimiento asumido de la Sentencia C-277/98, emitida por la Sala Plena de
la Corte Constitucional de Colombia.
[3]Preámbulo de la Declaración Sobre la Eliminación de la Violencia Contra la
Mujer, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, a través de la
Resolución 48/104 del 20 de diciembre de 1993.
Disponible en:
https://www.ohchr.org/SP/ProfessionalInterest/Pages/ViolenceAgainstWomen.aspx
[4]Ibídem.
[5]Adoptada y abierta a la firma y ratificación, o adhesión, por la Asamblea General
de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en su Resolución 34/180 de 18
de diciembre de 1979.

Ratificada por Bolivia mediante Ley 1100 de 15 de septiembre de 1989. Depósito


del instrumento de ratificación de 8 de junio de 1990.

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