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Georg Trakl

El oscuro nombre deviene como desde un sueño, o como portavoz de una locura melancólica,
desde una fiebre delirante que socava lo hondo para convertirse en poesía. Es el denso velamen de
las penumbras, el recorrido idílico de las imágenes, las figuras siempre dispuestas a naufragar en el
enaltecimiento de las formas.
Los ángeles de la muerte, el exquisito veneno de la amapola que prueban los labios, la soberbia
manía de una mano que atraviesa el infierno, revelan una vez y para siempre el poema intransitable
en el desierto. “Ocaso transcurrido ya hace tiempo, que ahora desciende por los escalones del
musgo; noviembre”*
Una música siniestra se revela detrás del largo cortinado de una vida “Hacer de la palabra una
caja de resonancia del espíritu percibido y que percibe, que soporta y responde- ése es el fin, el
deseo, el signo, el mandato”**
Son esos ojos, esas manos posadas como dos arpas sobre el lienzo del espíritu, ese silencio “el
dulce silencio colmado de respuestas quedas a oscuras preguntas”*, venido de las profundidades,
que prorrumpe con sonido metálico, para erguirse triunfante ante el corazón tembloroso e
impaciente, y la lengua que vibra en la voz muda venida de otro lado.
“¿Qué te fuerza a permanecer quieto sobre la ruinosa escalera, en la casa de tus antepasados?”*
se pregunta Georg Trakl, que como un hijo de una “estirpe degenerada”* ha cruzado los umbrales
de la memoria para dar cita al pasado, a su presente y a su porvenir. Porque el poeta entreve su
destino como quien se enfrenta a una “plomiza negrura”*.
Georg Trakl es su poema desgarrado, la fuerza con que sus palabras se hunden en el alma, o se
extraen de su profundo desencanto. “Al anochecer se dirigía gustoso al cementerio en ruinas”* ,
pues seguía el camino que lo conducía a sus más terribles figuras que hilvanaban el grave acorde de
su corazón.
El poeta es el instrumento musical donde resuena su poesía; la poesía que no puede ser explicada,
que es desbordamiento y exceso.
Trakl es su vida, su propia videncia, vidente de un juego oscuro que sólo puede desarrollarse en su
propia tirada de dados.
Animales, colores, paisajes cobran vida en su interior para desplegar el telón maldito del paisaje del
desastre. “Al anochecer se oye el grito de los murciélagos. Dos caballos negros saltan por la
pradera”* “Oh la tarde que marcha a los tenebrosos pueblos de la infancia”*. “¿Acaso el
desastre no sería entonces repetición, afirmación de la singularidad de lo extremo?”***. Y si esa
singularidad que se afirma a medida que vislumbra el horror de la existencia humana es potencia de
una voluntad sin límites, hasta la evocación de la muerte es un signo de vida, de consumación y
desmesura.
“Me vi solo conmigo mismo en la Nada...Con el Tiempo, toda diversidad había desaparecido, y no
reinaba sino un inmenso y espantoso aburrimiento, para siempre vacío. Fuera de mí, trataba de
aniquilarme, pero permanecía, y me sentía inmortal”***.
“Oh hermano mío, subimos hacia la medianoche como agujas ciegas”*. Y habla de la noche, de la
muerte, de la infancia y los antepasados.
Georges Trakl se deja influir por los poetas malditos: Rimbaud, Baudelaire y Holderlin. Su paso por
la vida fue corto pero nos ha colmado con su lírica oscura; ha sobrepasado el deleitoso discurrir por
la poesía maldita. Y qué es la poesía sino la invocación a esos mundos claroscuros que se nos
presentan en la habitación sombría de nuestra alma, sin puertas ni ventanas, como lo ha mostrado
Leibniz. Una gran Interioridad sólo puede expresar “Cuando se ha dicho todo, lo que resta por
decir es el desastre, ruina de habla, desfallecimiento por la escritura, rumor que murmura: lo que
resta sin resto (lo fragmentario)”***.
Entonces Trakl nos dice: “La noche alza el vuelo con alas embriagadas”*.
Georg Trakl nos ha mostrado la noche de la poesía, el poema que se eleva como un emblema. “En
silencio se acerca la blanca noche..”*
Es el poema como invocación-evocación de un presente colmado de oscuridades, de luces y
sombras que deviene efigie, estandarte y proclamación. Despojados ya de toda certeza nos
trasciende, más allá de esta vida, hacia la continuación de su excelsa voz poética. Cenizas del fuego
más puro, del universo hambriento de pasión, precipitándose al abismo que revoca la estructura del
ser y se eleva a un no ser incierto cargado con la pregunta más profunda.

Referencias

* Georg Trakl, Poemas, Ed, Visor, Madrid 1973


** Paul Valery, Notas sobre la poesía, Ed. Hilos, Bs As, 2015
*** Maurice Blanchot, La escritura del desastre, Ed. Trotta, Madrid, 2015

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