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Visiones de la Antigua Sombra

Seudónimo: MP
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Ruidos en la casa

La rata husmeadora siempre debajo

roe la madera el piso las cortinas

insisto con la rata de tierra

la incito para recoger su huevo oscuro

ella entretenida con mi hueso.

Soy la enorme rata multicolor

la madre de todas las ratas

me hinco de rodillas

a beber del sol su despeñada inmensidad

para extraer de mi sangre la matriz

de mi excelsa sangre marrón de tela vieja

exquisita brillantez sonora.

Imploro suplico que suelten la carne

los despiadados dientes blancos

ellos son los que revelan el hedor de los rincones

el agua sucia del aluvión del río

en los pequeños intersticios brinco como un caballo condenado

a partir siempre de la sombra

a entrar en la fugacidad clara de la luz que ciega

pesado animal que solo puede ladrar de temor


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emitir un agudo pitido

y de nuevo a la cueva a colgarse del finísimo hilado.

Días en que me despierta el chispear del fuego

y confío y me entrego

pero otra vez me asalta

petrificada en la mancha sin moverme

inmovilizada

todo arde destierra vacía

lo convenido la primera vez.

Me acuclillo pidiendo permiso

si de la hora precisa cae miserable

mido el cuadrado

la sensación de estar entre límites.

Sé que algo feroz se acerca

trato de hacer un hueco

meterme dentro del hueco pero no

vienen en legiones zumban sacrifican

confunden dispersan dividen

en partes en brillos diseminados

arrojado el cuerpo a su ceniza

con giros me mantengo suspendida

en cada dedo que crece o mano convaleciente


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que me arroja a un centro.

Es la estéril invalidez o lo que he cubierto

el deshecho que protejo con mi manto rosado

inútil abrigo mi insuficiencia.

Devastada entrega la de la rata.

Rinde extraños homenajes al silencio.


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Antigua Sombra

Colmillos blancos perforan la redonda exquisita mora

fruta enrojecida que de tanta muerte se sirve

presintiendo

oliendo lo que ha quedado detenido

lo que detiene

lo que se esconde sigiloso detrás de cada forma

triángulo donde ha debido desaparecer esa luz que se respira transparente

la lentitud con que ingresan las horas al espacio reducido.

Con fuerza injurio para detener esta parte de la rotura

intento ocultar el hueco el resquebrajamiento

otra vez el rayo apunta a mi cabeza revolcada en la fruta

la cabeza de la fruta

risotada de payaso en la última intemperie de la lluvia

mascarada insultante

mi rostro se deshace de mi rostro me maquilla

adorna las maniáticas fisonomías

repito una y otra vez que no hay lugar para una risa

que todo yace en camino muerto en ruta desandada sin salida

insiste insiste

mientras dejo señuelos donde piso

hay señuelos que dejo


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pequeñas señas que dejo a los lados

con lenguas con bocas fervientes

dejo por todos lados

yo misma soy señuelo que me dejo para los hambrientos

trazo con precisión.

Rodeo la casa de trazos

toda la casa cercada con mis trazos

sé que puedo dormir tranquila hice el recuento de todos los señuelos.

Me engañan.

No soy yo la que borró los trazos

algo me ha dejado afuera

titubeante con frío sin sábana sin nada.

De noche estoy con frío no hay manta que pueda parar el frío.

Solo una miserable manta es lo que pido

algo para envolverme

que me devuelvan los trazos los señuelos

un pájaro o una pluma.

Aunque lo pida a gritos en los ruidos de esta casa vieja de esta vieja caja

los muros cargados de voces son imágenes invertidas.


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Entrega

Poderosamente la extraña hormiga puebla los lugares

con sus negras patas trabaja incesante sobre paredes suelos mesadas

cada una de las cosas son invadidas por sus extrañas voces

mi sed horada sus vientres con sus pequeños chirridos de muebles carcomidos

nidos insignificantes

en eternos pasajes que oculta la maleza de cosas viejas

zumbidos atroces hurgan en la locura.

Soy toda su zona desconocida

me muevo pesadamente me oculto

detrás de escombros deshechos sin uso

inútiles residuos donde me dejo

bajo la luna me observan sus ojos silenciosos

la mirada indeseable está por toda la casa

inunda recovecos para extraer la luz

las huellas de tiempo

no puedo alejarlas tan fácilmente

mi cuerpo es una guadaña que tajea y tajea corta trapos viejos

soy su alimaña que se baña en fuentes secas

escurro al anochecer la silueta gastada

el ser que ha caído en el pozo del que ya no me acuerdo

tanta es la carroña cuando bajo los ojos encuentro sus ecos


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el sonido a tras luz dentro de la sombra cansina

otra vez la vieja harapienta me llama con su lamento de harpía

de páramos inevitables donde me acuesto.

A la noche doy alimento a ciudades enteras

ellas me dicen que me dejaran despierta me obligarán a entregarme

a su siniestra manera de pesquizarlo todo

de adentrarme una vez más en las humedades.

Dejo los ojos depositados en el fondo de la tierra que me llena la boca

me dejo sorber

cada una con su detalle con su soberbio pedido

hasta me imploran que entregue la carne la ropa mis cosas

me envuelven con su oscura sangre de mágicos encuentros.

No hay manera

cuando estoy erguida me piden que apoye la cabeza en la piedra

que pulen tan sutilmente tan laboriosas

es el sol el que permite su transparencia

su invasión es tanta que se refleja

silencios brotados de la mudez

sitios de niñas temerosas que presienten me huelen me buscan

yo sin quererlo recurro alimento nutro sus histéricos arrebatos

cubren mi sueño con luciérnagas de insomnio


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tal vez al anochecer dejen de alimentarse se oculten detrás de las figuras muertas

tal vez al amanecer pueda dejarles un hueso.


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Ramas secas

Inundada permanece la extraña raíz de este árbol talado

ha debido pasar lluvias tormentosos ensañamientos

arrebata la espesura azul alrededor de la luna

desnudez de los espacios en que se disolvió la savia.

Ha debido anidar a los pichones arrancados de cuajo de sus ramas viejas

ha tenido que verse el tronco en el fondo del río

si mis manos pudieran extraer el fundamento

las pesadas rocas oscuras

la salvia del cielo lento espacioso voraz el rostro que se asoma del agua.

Ha tenido que perder su nido la araña su ostentoso entramado

casi me veo bebiendo de raíces como un huérfano de otro seno

en la ausencia de sus hojas muertas

la higuera que dio el fruto amargo

aguas gélidas que inundan las manos de la noche que despierta taciturna

son las manos que se pegan al cuello.

No he deseado más que mecerme en su desnuda rama

en la red perfecta de su poderoso sueño

no he querido más que albergar su extraña casa

habitar las inhóspitas alturas


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en cambio repté tantas eras como un gusano

pobrezas de albergues me he procurado

alzo la vista mis pies no sostienen el cuerpo cegado en su abandono

moribunda entrego mi materia a la tierra devastada

la columna del agua que calma al sediento aparta su cántaro a quien lo inunda la húmeda

raíz

así mi boca sigue seca poblada de insectos

de pajareras vacías de árboles talados

la boca no apresa el perfume de su flor

despide sus humos en el aire negro en la vasta repugnancia del vacío

la mañana recostada sobre ácida lluvia

como una huella indeleble del paso perdido.

Ningún verdor me detiene frente al paisaje porque he cerrado las ventanas

solo una flor seca una espiga y mi pecho declarado

el canasto ha recogido los ojos después de tanta lluvia

la mano antigua recita un canto con su vestido rojo

nada brilla sin embargo en la opacidad el brillo se refleja en estas voces muertas

después...

esperar que pase el tren con un solo pasajero.


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Pintura sobre papel

Encerrada trazo el dibujo de la sombra en papeles plateados

quiero encontrar el color de los pañuelos amarillos

en atentos ojos que caminan sobre las espaldas

no quiero inventarme con mi traje destrozado incitando a las polillas debajo de cada trazo

quiero perder la mueca en las cruentas manos en la llaga declarada

si respiro insisto en el oscuro parpadear de lo que no ha nacido

no nace de tanto resplandor el sol cabizbajo suplicante

soy la luna redonda que aparece ensangrentada

la roja luna que se mece desnuda en la ausente presencia de las letras

tantas horas desperdigadas en el campo de los caballos forzados

y el soplo de la mosca entreteje los odios

deshabitado espacio que se muerde las uñas

nada sé de lo que viene resucitando el alba

nada sé de la noche que se cubre con el manto infinito

cargo en mis ojeras la eterna noche del tiempo

la llevo pesada sobre mi acerado hombro

de los filamentos hago una pobre choza despoblada

tierra que gangrena mi nombre con su sombra de altos pinos

¿es ese gris gastado en que se desvanece el cuerpo?


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Este lugar está plagado de adioses que me despiden

con labios al borde del abismo la desandada desnudez

conspiración de soledades de esta muerta de soledades viejas

rescatarme del vacío con el cuerpo que late de trastos viejos

la densidad del frío en una noche de sol

necesidad de viento en la aridez de lo abortado.

Ya casi no veo de la luz solo su espanto

la esperanza de lo que tal vez no exista

el desierto que repito y repito en lo deshabitado

la herida que latiendo abandona su nido.

Dejar es demasiado para estos inútiles aullidos

confeccionarme la almohada para reclinarme un día

descansar de los pesados telones de rojo terciopelo

insistir con la simplicidad

agotada en un viejo nombre en unas manos arrugadas

miserablemente simples

miserablemente huérfanas.
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La Otra

¿Quién te tejió liviana en el aire mariposa alada?

¿Es a mi a quien señalas?

Pero si tus formas son deformaciones del cuerpo que reblandece

no le creo a tus dedos que levantan la palabra de su tumba

sé que te hablo como a un fantasma

que te cito en horas que nadie habita

no creas que habitas mis horas

mi tiempo yace mudo mientras volás con alas destrozadas

o miras fijamente por las hendijas creyendo que es la luz lo que muestran tus sombras

¿no sos la que sostiene el fuego, la reina, la despiadada?

No podes nombrarme desde el vacío de tu hueso

porque no me muevo como las otras que están descalzas.

Al contrario yo me visto con diferentes ropajes,

soy roja tentación y sonido extraño

soy un ruido en tus oídos mustios

tal vez una armonía en el canto apagado.


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¿pero cómo no viajabas conmigo?

¿no me convocabas en la noche?

¿no buscabas los brillos del cielo o los rostros desvencijados en los espejos?

¿no eras vos la convocada por el universo?

No soy la que repite tus vanos intentos desfondados de palabras

las imágenes infinitas del cuento muerto.

No soy quien recibe tu idílico estercolero.

No soy la que oye la melodía de la campana que no conoce el eco.

Sos la única que devuelve la imagen de tu desvarío

las pantanosas mendicidades del vano desierto de las cosas usadas

inútilmente gastadas.

No. No puede ser que me haya equivocado

no puede ser que mi vestido se haya transformado en morado

no es posible que las espadas hayan acabado con este lenguaje.

No puede ser que los velos transparentes me relaten otro sueño.

Porque creíste que podías nadar en la ciénaga de serpientes.

Creíste que el corazón del cocodrilo iba a extraerte del profundo seno

que iba a devorarte el brillo de la estrella muerta.

No sos ni la ínfima parte solo un inocente cabrito en el rebaño miserable.

Te deshaces en la bruma como el aire cargado de humus

te recoges del suelo como un ave malherida o moribunda agónica ave del cuento.
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Sos casi absolutamente nada o peor

la que disfraza sus muñecas con tajos y rasguños

para vislumbrar la fuerza de su garra.

Te acomodas en lugares maltrechos como si pudieras presentir los hocicos

que encuentran la materia muerta.

Creíste poblar con tu suicidio las moras de todos los ojos de la tristeza.

Y no pudiste.

No podes desterrarme de tu tierra de vencidos.

Yo soy la vencedora de tu legión de prohibidos.

Yo soy la que contempla la llama del fuego más alto.

Tan solo soportás la condena la condenada y el verdugo.

Mi risa te despabila del cruel intento de retirar todos los velos del alcaucil que no madura

del más nítido alcaucil que no ha nacido para tu boca.

Mis señas he trazado en tu ceguera.

A ver si por fin te levantas de todo lo muerto.


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Desperdicios

Hostiga y hostiga el tibio gesto la mueca que no se agota

de arrojar pañuelos agujereados

al rostro que mudo vigila desde los orificios

el de la última señal metiéndose en el espacio abierto siempre abierto

deseante la llaga devora lo que respira lo que encuentra

mamut venido de un recóndito lugar de alguna madriguera

de la noche que se alza densa sobre el pecho

me vuelvo hacia la cruz convaleciente en este injurio de nombres

de manos que devastan

de cielos negros que son camas pujantes con espinas rodeándome los tobillos

esplendorosa voz venida del corazón del silencio

como una estatua escarlata se yergue ante el beso perfecto.

Asomo la cabeza

soy el diente de ajo del tiempo muerto

soy la esbelta marioneta ante el busto de mármol

si quizá la viera con mi frente despoblada con mis patas de insecto resurgido de la tierra

es una marea que inunda la efigie en la que se ha posado mi pata de paloma

el licor que nace de lo que es la fina pérdida


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recoveco donde se extrae la melaza las mieles que almacena la oscuridad.

Estoy en blanco de blanco en la laguna de cisne negro

volviendo cada vez de la puerta más pequeña con mi dedo meñique alzado

con mi cuerpo de yeso surgido entre las piedras y el labio derretido

no puedo partir con las gaviotas sólo revolcarme ciegamente

en la mugre con los ojos abiertos la figura expuesta al fulgor incandescente

no puedo volver con la ropa desgarrada

porque mi mano está metida en el fango mi mano enfangada ante el sol sin respuesta

ante la pregunta insignificante que presiona condiciona con su cuchillo inserto en las

entrañas

de mi víscera salta un animalito pequeño una abeja o un cangrejo

tal vez muestren algún camino en el suelo

que la llanura se vuelva monte o se seque el agua en tanta sed desperdigada

no sé

levantar los brazos en medio de la tormenta provocando los huracanes

o espantar las caras con los bonetes rojos

tanto insomnio retorcido

pero si la miseria y su nido ponzoñoso me alcanzan yo extraeré su inmenso huevo

para no levantar el ruido de su tumba dorada

así

mientras la gota horada tanto tanto bajo el brazo y pareciera que parto
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vuelvo a despeñarme entre desesperados

mi camisa con su flor rodea mi cuello pulsa y pulsa y

entrega lo dicho con sigilo y me da un lugar entre las bestias.


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Nunca me fui

Tanta sal acumulada en el ojo sobrepasa el cuerpo desbordado

con el agua inundante el ojo reclama y reclama

a la de los ojos fijos que husmea azorada

con el tibio corazón tierno todavía

la dama delgada se posa sobre la manta azul

y es mi deseo su voz

la fugacidad de lo que no termina y vuelve a hincarse

ante el árbol que no ha muerto.

Me había retirado cuando estaba frente al mar

yo me lleve esos ojos que quedaron como gatos o canto rodado

transformada en arena caliente bajo mis pequeños pies alados

dije todo esto pero no me fue posible despedirme

seguía con el mar encerrado entre las sienes y el ojo perdido

me había ido estoy segura.

No me insistan me he llevado mi nombre el cuerpo las obsesiones

no me sigan

desisto de la memoria

me iré sin mi si es necesario


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odio llorar sobre los zapatos los lapices de labios

odio tratar de limpiarme la sal que se pega añosa

sé que con saña me esperan detrás de las tazas el azúcar los vidrios los espejos

tanta sal acumulada en la boca

salitres de espesa sangre diseminada.

Insisto hasta el cansancio para despegar las algas

para que el cuello se libere del histérico movimiento del mar

pero los ojos siguen su parpadeo inconsciente

los temerosos ojos siguen desbordados por la fuerza del agua.

Una niña despreciada es captada por la medusa del viento

que arrulla con rumores inaudibles

estremece la piel con lamentos desesperados

con cuadros de viejos muertos en los aparadores de la abuela.

¡Cuánta sangre ha debido caer!

Buscándose en el sonido del mar oculto detrás de cada hueso.

Trato de silenciar la palabra maldita.

He tratado y es cierto

me escondí muchas veces con el conejo mago pero siempre fui encontrada

arrodillada ante las estampitas.


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Con temor he sorbido de sus líquidos hirientes de sus finos licores

me probé los disfraces de los mas delicados hasta los monstruosos

me vestí de desnudez me desmayé frente al pie de la momia

me encerré

lloré tanto tanto que pensé que yo misma había creado el mar.

No hubo lugar que pudiera albergarme o tal vez

si yo entregaba algo preciado…

Nunca pude apartarme ofreciéndome yo misma como desperdicio

por esto sufro

y llevo en mi rostro las insignias del misterioso paisaje.


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La mancha

Hay una mancha azul que no se quita de mi vestido violeta

del hermoso vestido largo.

Esa mancha que intento limpiar con grandes cantidades de agua.

La mancha oscura que creció tanto que tiene la intensidad de un planeta.

Intento de todas maneras pero no logro quitar esa única mancha.

Tanto es así que me confundo con ella

y presiono presiono el aterciopelado género rojo

intentando rasgarlo lastimarlo cortarlo.

Aunque la tela parece ceder

tal vez hasta muestre un diminuto agujero

todavía su entereza permanece.

Su firmeza me provoca cruelmente

mas me obstino desesperadamente para que ceda

para que se rinda indiferente

su tozudez me enferma de tal manera como si un arma puntiaguda albergara en mi vientre.

Por lo menos un mínimo rasguño pero no alcanza

quisiera ciertamente destrozar en pedazos mi odioso vestido oscuro.

Quedarme desnuda si tuviera que hacerlo

si fuera necesario despojarlo de su siniestra soberbia.


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Hasta imagino que no se rasga sólo por contrariarme.

Trato de apartar mis actos inútiles

removerlo desclavándolo del pensamiento

pero no

parece que cada intento le infundiera más fuerza

más encantamiento.

Debo quitar si o si la mancha o me dejará desvalida.

Debo rebajar su parsimoniosa forma de demostrar poder.

Si no logro quitar la mancha por lo menos destruir

mejor dicho desterrar de la tierra su odiosa existencia.

Pero ni quitándome el vestido deja de acosarme su mancha.

¿La habré confundido con mi cuerpo?

¿Seré yo su vestido?

¿Acaso si destruyo el cuerpo se destruirá el vestido con la mancha azulada?

Junté todas las armas que pude.

Ni tijeras ni cuchillos pudieron con el género.

Empecé primero suavemente después con una furia ciega

por las manos los brazos los ojos los pechos

del vestido manaba sangre

sangre en el piso en la mesa en el espejo y en la cama.


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Creo que esta vez sí

el género se destruyó por completo.


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El traje de seda negro

Todo el dorado gastado de las hilachas del corazón mudo que llamaba

con su sonora voz venida de otro lado

con su insistente chasquido de lengua deformada.

Había bajado descalza un peldaño a la vez

su rumoreo inquieto mostraba las vivas pantallas

todo ojos para el dibujo que se veía desde abajo

me insistía a subir aun mis rodillas cansadas

por acá por allá algún pitido hundido de pez por brotar de la llana marea

lento bramido recitaba palabras a nada

con nadie del brazo subía alto muy alto

todo tipo de objetos prometía

cuencos muñecos láminas y una pequeña foto antigua

con una hermosa señora en traje de seda negra

hilvanaba tejía algo que llevaba envuelto entre las manos

un llanto en cajas de cobre mil perlas engarzadas en los brazos

todo aire liviano me arrastraba rápidamente

y pedía pedía

mis nombres envueltos en papeles brillantes

algo así como un año o tal vez fuera más

paisajes y sabanas coloridas


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paraguas todo tipo de abrigos era lo prometido

no le creía

sin embargo la miraba de lejos o de cerca

casi no distinguía por los colores oscuros de las aves tan raras

¿era a mí a quien quería?

¿pedía por mí desde arriba?

No podía verla aun presentía

a la dama de rosa que todos querían

con su negro cabello rizado o turquesa

guardaba desnudez que pronto ocultaba en los párpados engarzados

no había gema que fuera tan bella

pero yo temía

un día tras otro la hora precisa

mi cuerpo sumergido en sin tiempo sin hora un día cualquiera

vendría por mí

desaparecería

el negro profundo la profunda boca imposible respuesta

¿Por qué debo seguir?¿Por qué me arrastro y desciendo?

¿Por que mis manos y mi boca se hicieron de agua pesada y liviana en el humo?
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¿Por qué debo seguir adivinando los pasos sus puñaladas?

¿Me dirán los objetos los animales?

¿Me hablarán las tortugas los saltamontes?

¿Me hablarán las ostras pasadas?

A pesar mío no me preguntaba

inconsciente fluía me hundía

soportando impaciente su respiración de vida.

Algo me atrajo un sueño grave una duda una resignación

algo me arrancaba violento en extrañísima escalada.

Vislumbre una llanura un monte un precipicio

mis manos tocaron algo blando blanco afilado

mi vientre mi voz habían crecido

guardé cada pichón entre las ropas

desperdigué el día como tiempo como vacío.

Así infinitamente

desaparecida volví de nuevo siempre la dama oscura

me esperaban sus brazos sus tiernos deseos su boca pintada las uñas nacaradas

¿era a mi a quien pedía los oros las huellas


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las marcas tantas cicatrices?

Nadie respondía.

Desde abajo casi no la reconocía.

Sus largos brazos adheridos a lo suave se consumen en oscura bienvenida.

No la vi desde aquí cerca.

Ahora sueño con tan hermosa señora

descendiendo ascendiendo aun mis rodillas gastadas

mis dedos apretados.


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Espera

Si la enorme ardilla con su diente de oro con su semblante de caricia

si esa ardilla descubriera el pequeño lugar alborotado

donde me oculté hace rato con mis amigas

si la gran ardilla decidiera valerosa

ardilla rebosante

me mostrara su diente su hocico rosa

si llevara el delicado bordado adherido a mil lunas relampagueantes

si esa ardilla de lejos que parece inexistente

mirándome abarcara el lugar que dispuse

porque hay algo que habita los espacios colmados

el sonido del temblor que se deshace

liviano en bocas sagradas que penden de unos cuadros

y quizá su huella también venga del pasado

de esos bichitos ocultos de colores excelsos

que brotan bajo la rama que crece incipiente

cuando todo es morado en los nidos antiguos

en la miseria que absorbe día a día desde su pañuelo verde

allí están las luciérnagas amigables con sus brillos color pasto

y si del fondo resurge la tímida lombriz


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es seguro que tendrá una hamaca para mecerse agradable

frente al mar o a la noche sobre repisas y libros

en estanterías abiertas se oyen sus pequeños ruidos

su levísimo fulgor que transparenta el espejo

es de un color amarillo su diminuto diente

con el que roe y roe para dejarlo liso

voces agudas ocupan el espacio del eco

les dejo preparados todos los dulces que tengo

la risa de mis labios el deseo de las manos

así espero a la ardilla

así la espero siempre fija en mi lugar de sombra

asomándome de a ratos para beber la luz

para esconder los globitos grises opacos que quedan suspendidos

si no me doy cuenta caerán al piso desde lo alto.

¡No!

Esperaré a la ardilla que me susurre sus ecos

que me decore el rincón apagado

esperaré.

Sé que entrará por la ventana violeta o quizá también

pueda venir del árbol que le ha ofrecido cobijo


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por si me olvido dejaré todo abierto

las puertas ventanas resquicios

espacios mas grandes y mas pequeños

dejaré mis moños mis cintas de gasa dejaré los pañuelos de finos colores

los arrojaré al piso

adornaré los marcos de las ventanas

los picaportes con luces brillantes

de todos colores

ordenaré la casa que lucirá como acero pulido

las más bellas melodías sonaran para esperar a la ardilla

todo lucirá como nuevo en el parque más anhelado

entre los árboles más altos y los arroyos profundos

todo será casi perfecto

la casa completamente limpia

sin espejos oscuros sin la manía de las voces

así recibiré a la hermosa ardilla y bailaremos muchas horas

brincaremos seguras por la desnudez sin mañana

por la noche recitada y el aire liviano bienvenido.

Esperaré.
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Mejor me dispondré una silla ante la puerta de madera

así desde muy cerca podré ver venir a mi ardilla.

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