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LA ORQUESTACIÓN COMO DISTRIBUCIÓN DE LÍNEAS

Una de las formas en la que se puede orquestar una obra consiste en pensar a la textura como una sumatoria de líneas. En ese
sentido podemos tomar el siguiente ejemplo como una muestra.

De esta manera podemos identificar una serie de líneas melódicas que pueden ser distribuidas entre los instrumentos que
tengamos a disposición.

Mientras tengamos más instrumentos que líneas no tendremos inconvenientes para poder concretar nuestro proyecto, pero si
las líneas son más que los instrumentos tendremos que poner a prueba muestra creatividad.

Este es el caso del cuarteto de cuerdas.

El primer inconveniente que tenemos es que no podemos asignarle una de las siete líneas a cada instrumento ya que
solamente tenemos cuatro instrumentos.

En ese caso debemos agudizar nuestro ingenio para poder cumplir con el objetivo explotando al máximo las posibilidades de
los instrumentos.
Vamos paso a paso.

El primer escollo que tenemos es que el violoncello no puede tocar la nota más grave de la partitura para piano, por ende, si
queremos conservar la relación de octava que tiene el bajo, tendríamos que transportar una octava hacia arriba todas las
voces. De esa manera, todas las líneas entrarían dentro del rango de las posibilidades de los instrumentos.

En segundo término tendríamos que poder determinar que líneas le corresponden a cada instrumento. Debemos observar
también que el número de voces tampoco es estable ya que en el segundo compás tenemos una línea menos.

Indudablemente, vamos a tratar de darle las más graves a los instrumentos más graves y las más agudas a los agudos.

Por el movimiento de la línea, el primer violín debería tener exclusivamente la melodía.


Dado que nos quedan seis voces para repartir, lo más lógico sería darle dos voces a cada instrumento.

Siguiendo ese criterio le podemos asignar las voces 2 y 4 al Violín II. No sería conveniente darle voz 2 y 3 porque si y re están
en la misma cuerda y, aunque se puede tocar, es preferible asignarles notas que estén separadas, por más que estén en el
mismo espacio.

La viola sería la encargada de tocar las voces 3 y 5. En este caso le queda muy cómoda la posición considerando, además, que
hay un silencio de por medio para poder cambiar de posición. Resolvería las dos posiciones con el primer dedo y cuerdas al
aire.

El violoncello ejecutaría los bajos a la octava, con un cuarto dedo y la tercera cuerda al aire.

De esta manera se logra instrumentar las mismas voces, con la misma distancia, sin dejar de lado ninguna línea.

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