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"Lo único necesario para que triunfe el mal es que los hombres buenos no hagan
nada".
(Edmund Burke –1729-1797–, escritor, filósofo, político irlandés, padre del
liberalismo conservador británico)
Pero Niemöller no se limitó a esas únicas palabras: con la misma cadencia sumó a los
comunistas, a los pacientes incurables, a los Testigos de Jehová, y a los civiles de los
países ocupados por el nazismo que nada hicieron por impedirlo, salvo el honroso y
sacrificado rol de los movimientos de resistencia.
En otra variante del poema, también sumó a los católicos, a las escuelas, a la
prensa…, y en 1968, un congresista de los Estados Unidos le agregó: "los industriales
que no fueron perseguidos por los nazis y aceptaron vivir bajo esa tiranía".
Pero el célebre poema, cuyo noble espíritu sólo puede ser despreciado por la
mediocridad y la estupidez, es también protagonista de una polémica por su
autoría.
Según la otra mitad del diccionario, el autor fue el gran dramaturgo y poeta
alemán Bertolt Brecht (1898-1956), que legó obras maestras como La ópera de tres
centavos, Madre Coraje y sus hijos, El alma buena de Szechwan, El círculo de tiza
caucasiano…, y ensayos y poemas quemados por los nazis.
Sin embargo, se trata de un malentendido que empezó en los años 70, y no cesa…
Esa grieta inspiró a algunos admiradores del autor, convencidos de que el poema y su
mensaje coincidían con el estilo y la línea política de Brecht, comunista –¡Niemölller
no lo era!– , para atribuírselo con peso de dogma…, y exprimido hasta la última gota
por los revolucionarios y los artistas setentistas, del mismo modo en que urdieron la
apócrifa "biblia latinoamericana".
Cipe lo recitó setenta veces siete, pero su texto difiere del original:
Por cierto, cada tanto aparece como "de autor anónimo", y con agregados: uno de
ellos, los homosexuales…