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La Hora de Oro

Yo no conocí a Manuela, pero sí he conocido a muchas mujeres que han vivido y viven situaciones muy
similares. Las historias son tan parecidas que las confundo, pero el dolor individual de cada mujer a
contar su historia es inconfundible. Yo tengo esperanzas que los salvadoreños saldaremos esta deuda con
la mujer salvadoreña

Alejandra Araujo

9 – 29 – 21

La “hora de oro”, en la comunidad médica, se refiere a los momentos críticos post-trauma, en los cuales
un tratamiento médico o quirúrgico puede salvar la vida. Es en esos 3,600 segundos que se determina la
sobrevivencia de un ser humano.
En febrero 27 del 2008, Manuela, una mujer en condiciones de extrema pobreza, que no sabía ni leer, ni
escribir, llegó al Hospital San Rafael con una emergencia obstétrica. A pesar de los procedimiento
médicos que indican la premura necesaria en estos casos, Manuela esperó más de tres horas sin ser
atendida. Con todas las probabilidades en su contra, Manuela sobrevivió, solo para despertar post-cirugía,
desorientada y asustada, esposada a la cama, acusada de homicidio agravado.
Manuela tuvo a sus primeros dos niños en partos extrahospitalarios en casa; tenía un cáncer de Linfoma
de Hodgkin, no diagnosticado, y síntomas de preeclampsia que en su tercer embarazo que le causaron una
pérdida. Gracias a este último evento traumático de perder su embarazo en una letrina, fue condenada a
30 años de cárcel por el delito de homicidio agravado. Manuela murió privada de libertad y sin ver a sus
hijos.
Pagó con su vida por un delito que, por su condición socioeconómica, jamás tuvo ni la mínima
posibilidad de ganar. Es más, me atrevo a decir que Manuela nació condenada independientemente de sus
acciones en vida. Sus circunstancias fueron en gran parte dictadas por un sistema que no brinda seguridad
o salud adecuada, y peor aún, una justicia que activamente discrimina y utiliza una política de
persecución en contra las mujeres más vulnerables. Pero los que pagaron más caro nuestra inhabilidad
como sociedad de proteger la salud y derechos de una mujer salvadoreña fueron sus hijos; que quedaron
huérfanos y desprotegidos.
En el 2021, las posibilidades de que mujeres como Manuela cuenten con un sistema de justicia que
defienda sus derechos de salud siguen siendo mínimas. En los últimos estudios de la situación de
violencia en El Salvador se identifica que más del 60% de las mujeres en el país sufren un acto de
violencia sexual en sus vidas. No es muy atrevido decir que esto las pone en alto riesgo de tener
embarazos por violación. En agosto de este año se reportaron 6,938 embarazos de niñas, 281 de ellas
menores de 14 años. Esto significa 38 embarazos de niñas cada día. El embarazo en la niñez y la
adolescencia parece estar naturalizado en El Salvador, cuando en el resto del mundo está catalogado como
una situación de alto riesgo tanto para la salud de la madre como también para el feto.
Independientemente si la creemos inocente o culpable, Manuela pagó la condena más cara, en su mayoría
por situaciones totalmente fuera de su control. Nadie elige el país en el que nace, y mucho menos la cuna
en que nace. Por eso creo firmemente que es nuestra responsabilidad, como sociedad salvadoreña, trabajar
por un país que brinde salud, educación y oportunidades para todos, indistintamente de su cuna. Para ello,
urge hablar sobre las situaciones que están generando estos resultados y educarnos objetivamente sobre
las mejores prácticas en temas de salud reproductiva, educación sexual y temas de violencia. No podemos
seguir negándonos a cambiar leyes draconianas que ponen en riesgo la vida y salud de niñas y mujeres.
Yo no conocí a Manuela, pero sí he conocido a muchas mujeres que han vivido y viven situaciones muy
similares. Las historias son tan parecidas que las confundo, pero el dolor individual de cada mujer a
contar su historia es inconfundible. Yo tengo esperanzas que los salvadoreños saldaremos esta deuda con
la mujer salvadoreña, a pesar de que el panorama actual no sea ni fácil, ni necesariamente alentador. Lo
que a mí me da esperanza y energías para seguir luchando por los derechos de la mujer son las mujeres
jóvenes, los nuevos liderazgos surgiendo en las diferentes trincheras uniendo sus voces hasta que llegue
nuestra hora de oro en que decidamos salvar y luchar por TODAS las Manuelas.

Empresaria y activista.

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