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alguna huella en La Celestina. Juan de Mena era el gran clásico de la


época y por eso su presencia dice poco: es probable que esté tam- 3. ARTICULACIÓN Y CONTENIDO
bién en el auto I, pero sólo el Laberinto y, además, en proporción
mucho menor. La afición de Rojas por la poesía de cancionero La trama de La Celestina habría sido elaborada en al menos tres eta-
—que comparte con el «antiguo autor» es patente: no sólo le en= pas: el auto I, la Comedia en dieciséis actos y la Tragicomedia en vein-
contramos alusiones a algunos de los poetas más famosos de su tiuno (véase más arriba «De la Comedia a la Tragicomedia»). Pese a
tiempo, incluido Cota, sino que en varias ocasiones pone cancios ello y a la posible pluralidad de autores—, hechos, causas y conse-
nes en boca de sus personajes. Y no puede caber duda de que Ro= cuencias se concatenan de forma verosímil para el lector, y más aún
Jas tenía muy presente la Cárcel de amor junto con el Tratado de para un oidor, el tipo de receptor explícitamente imaginado.'*”
Núñez-, de la que hay varias reminiscencias indiscutibles en sus ac= Otra cosa es que el examen detenido de esa trama, volviendo pági-
tos: la crítica del «antiguo autor» contra el amor cortés sigue en ma= nas adelante y atrás, pueda revelar que no es un mecanismo perfec-
nos de Rojas, pero, según parece a buena parte de los celestinistas, to, que existen en él desajustes e inconsecuencias,'* y que el marco
dirigida más concretamente contra el ejemplo que proporcionaba
la Cárcel de amor, hasta qué punto hay una parodia, más o menos
146 Recuérdese el pasaje de las coplas finales de Alonso de Proaza, vv. 25-32:
apegada al texto de la obra de San Pedro, es cuestión que no re= «Dice el modo que se ha de tener leyendo esta “Tragicomedia”. / Si amas y quieres a mu-
suelve el estudio de las fuentes.'* 1% cha atención / leyendo a Calisto moverlos oyentes, / cumple que sepas hablar en-
tre dientes: / a veces con gozo, esperanza y pasión, / a veces airado, con gran tur-
A bación. / Finge, leyendo, mil artes y modos; / pregunta y responde por boca de
145 Por lo que hace a la relación entre Rojas y el texto de Eneas Silvio, es signifi todos, / llorando y riyendo en tiempo y sazón». Sin embargo, Rojas se pinta a sí
cativo que Penney [1962] y Marciales [1975:16-18] hayan sostenido que la traduc= mismo como lector y relector, que descubre nuevos significados en cada lectura
ción de la Historia de duobus amantibus mencionada puede ser obra de Rojas; no lo es del auto 1 que heredó del «antiguo autor», tal como señala en la carta «El autor a
menos que Lida de Malkiel [1957:22 y 19624] apenas encuentre puntos en común un su amigo», 6: «Y como mirase su primor, su sotil artificio, su fuerte y claro metal,
entre ambas obras; para cualquier aspecto de la relación entre La Celestina y la obra su modo y manera de labor, su estilo elegante, jamás en nuestra castellana lengua
de Piccolomini, véase Whinnom [1982a]; y Ravasini [2003], Morros [2002 y 2004] visto ni oído, leílo tres o cuatro veces, y tantas cuantas más lo Icía, tanta más nece-
y Di Camillo [2010:141-144] insisten en la importancia de la Historia de duobus aman= sidad me ponía de releerlo y tanto más me agradaba, y en su proceso nuevas sen-
tibus (asi como la epistola a Hipólito de Milán o Remediuim amoris) tanto en el auto] tencias sentía». Esto marcó inevitablemente la forma de su continuación. Es indu-
como en la continuación de Rojas. La deuda con Mena está bien estudiada: puede dable que la obra gana mucho en profundidady complejidad si se reexaminan sus
partirse de Castro Guisasola [1924:158-167] y Lida de Malkiel [1950:477-482 peripecias desde una perspectiva consciente de todo cuanto sucede y sobre todo del
y 1962a]. Sobre la poesía de cancionero y La Celestina, Deyermond [19754 y 1995], final desastroso. Por lo demás, que Rojas no pensaba exclusivamente en lectores
Kassier [1976] y Severin [1990], y, para el caso de Cota y el pseudo Cota, Salvador silenciosos está bien atestiguado por el prólogo de la Tragicomedia («Todas las co-
Martinez [1980], Severin [19804] y Pérez Priego [1997]. La presencia de reminis- sas...», 20), que ya da cuenta de las primeras experiencias de recepción de la obra
cencias verbales de la Cárcel de amor quedó delimitada ya por Castro Guisasola [1924: en su conjunto: «Unos les roen los huesos, que no tienen virtud, que es la historia
183-185] y Lida de Malkiel [19624]; Deyermond [ 1986, 1971:311-312, y 1991:380] toda junta, no aprovechándose de las particularidades, haciéndola cuento de ca-
ha insistido en la influencia de la ficción sentimental en el tema y en la estructura: mino. Otros pican los donaires y refranes comunes, loándolos con toda atención,
por un lado, el amor cortés de la ficción sentimental es objeto de continua parodia dejando pasar por alto lo que hace más al caso y utilidad suya. Pero aquellos para
Rojas y, por otro, es también la presencia de aquélla la que hace que un argumen= cuyo verdadero placer es todo, desechan el cuento de la historia para contar, coli-
to propio de una comedia humanística la parte del «antiguo autor —se transforme gen la suma para su provecho, ríen lo donoso, las sentencias y dichos de filósofos
en manos de Rojas en algo esencialmente distinto. Para otros posibles vínculos con guardan en sa memoria para trasponer en lugares convenibles a sus actos y propó-
la ficción sentimental véase 25. 1%. Otra cosa son las hipótesis que hayan podido sitos. Así que cuando diez personas se juntaren a oír esta comedia...». Sobre la re-
formularse sobre las intenciones de Rojas en relación con la ficción sentimental y cepción de La Celestina en el siglo XVI, véanse Chevalier [1976], Fothergill-Pay-
que, aun apoyándose también, en las reminiscencias verbales o estructurales= de- ne [1984], Whinnom [1988], Arata [1988], Blanco [2001], Carrasco [2000], Snow
tectadas en La Celestina, no se derivan necesariamente del reconocimiento de éstas: [20016], Parrilla [2010], Taylor [2010] y arriba, pp. 395-401.
basta, para todo esto, partir de 'Paravacci [1983], Severin [1984], Lacarra [1989] 147 Sobre las principales inconsecuencias de la trama de La Celestina, tema trata-
e Iglesias [2009]. do por numerosos autores, pueden verse por ejemplo Rubio Garcia [1969-1970],
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temporal de la acción nunca fue precisado, y además se redefinió q nos encuentros más que no se representan. Lo que sí pone ante el
conveniencia en las distintas versiones (Comedia, Tragicomedia): todo lector la Tragicomedia es una pequeña trama secundaria, la del in-
ello hace prudente la conclusión de que «la acción representada en tento de venganza contra Calisto y Melibea de Elicia y Areúsa,
La Celestina no es ... la secuencia ininterrumpida de la realidad, sino. deudas de Celestina, por las muertes de Sempronio y Pármeno.
una muestra típica de su serie» (Lida de Malkiel 1962a:179).** En- lista trama secundaria introduce entre las dramatis personae a Cen-
contraste con esta flexibilidad, desde la composición del auto I se turio, Traso y compañía, unos curiosos hampones. Estructural-
prestó una atención extraordinaria a la elocución de los personajes mente, la Tragicomedia supone la incrustación en el corazón del
en diálogos, monólogos y apartes y a la incardinación de éstos enla ¡uto XIV de la Comedia de un fragmento que lleva el total de actos
acción. Del diálogo y de los monólogos de los personajes emana 1 velntiuno.
absolutamente todo en la obra: el tiempo (el presente vivido, el Podría afirmarse que ningún elemento sustancial de la trama de
futuro temido o esperado, pero sobre todo el pasado, frecuente= la Comedia se pierde en la reforma. En cierto modo, lo implacable
mente evocado), el espacio, los objetos que lo llenan, el lugar don= de la trama de la Comedia sobrevive sutilmente en la Tragicomedia,
de se desarrolla la acción... hasta los ademanes, el aspecto fisico y la con la infrangibilidad de algo básico en la concepción de la obra.
vestimenta de los personajes, en la medida en que se nos dan a co= Y sin embargo, la Tragicomedia, con su dilatación del tiempo, diluye
nocer. Y, naturalmente, los actos, motivaciones, inquietudes y ca= la sensación de vértigo que experimentaba el lector con la rápida su-
rácter de esos personajes, que producen una impresión extraordi- cesión de acontecimientos luctuosos entre la aceptación de las pre-
nariamente elaborada pero directamente proporcional a la eficacia tensiones de Calisto por parte de Melibea y el final. Y vuelve más
de la elocución que se les atribuye. Un repaso a las principales si= polisémicos —en algunos casos, más explícitos; en otros, más ambi-
tuaciones de la trama permitirá apreciar todo esto. guos— varios elementos ya presentes en la Comedia: el carácter de
Calisto, egoísta e irresponsable; el contexto y posible significado
de su muerte —ahora un poco mejor motivada, aunque igual de ac-
LA TRAMA Y SU ESTRUCTURA cidental; su nueva petición de confesión hace menos presumible su
condenación que en la Comedia—;'* el apasionamiento de Melibea,
No es necesario repetir aquí el desarrollo argumental de la Comedia
de Calisto y Melibea mi el de la Tragicomedia, que pueden seguirse en
149 Sobre la nueva motivación de la muerte de Calisto en la Tragicomedia pueden
las pp. 361-364. Sí conviene, en cambio, reiterar las diferencias de
verse las penetrantes páginas de Lida de Malkiel [1962a:229-235]. Como paliativo
asunto entre las dos versiones. La obra en veintiún actos alarga «el asu estimación negativa del arte con que se plantea la muerte del enamorado en la
proceso de su deleite destos amantes», el trayecto hacia la conclu= Comedia importan las consideraciones de Kussell [1964:289], que aduce un testi-
sión desde el planteamiento de la acción —bastante demorado en la monio del siglo xv1 (la carta 800 del Opus epistolarum de Pedro Mártir) referido a
presentación de los personajes y de las relaciones que los vinculan, una caída semejante a la de Calisto sufrida en 1524 por don Francisco de Vargas, te-
sorero real, tras visitar clandestinamente a su amante, una monja: según Russell, «la
y que como tal recibe sólo retoques a base de pequeños añadidos O
calamidad fue atribuida por algunos a la debilidad consiguiente al placer sexual, por
supresiones—: la única noche de trato carnal de la Comedia se con= otros al vértigo y por otros a un súbito horror experimentado por el tesorero ante
vierte en la1Tragicomedia « en dos noches, ye el lector se enteraa de qu
que la idea de su delito; no obstante, todos estuvieron de acuerdo en ver la caida como
entre una y otra Calisto y Melibea han tenido durante un mes va= prueba de que el cielo no deja que tales actos queden sin castigo. Ásí pues, puede
dudarse de que los contemporáneos de Rojas consideraran que la fatal caída de la
González Boixo [1979-1980], Whinnom [1981a], Stamm [1984, 1085 y 1988] y Comedia fuera inexplicable o careciera de impacto trágico o moral». De todos mo-
Russell [s.a.]. dos, creemos que no carece de importancia una diferencia entre el caso real y el de
"4% Otras opiniones, partidarias de ver un marco temporal más riguroso, en M. La Celestina: los moralistas hubieran considerado el de Vargas un sacrilegio, y el
Asensio |1952 y 1953] o Marciales, I, 103-107. Una visión del tiempo en la obra, en de Calisto, a lo sumo, un caso de fornicación simple. Por lo demás, la inclusión en
relación con la adscripción genérica de la misma, en Gilman [1956:337-349] y Mit- la Tragicomedia de la demanda de confesión in articulo mortís por parte de Calisto ha
xelena [1999:41-74]; véanse también Ruiz [2005] y Fernández Rivera [2040]. sido subrayada por Eesley [1983] y Deyermond [1984a]. Es un detalle relevante:
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la aparente discreción y fidelidad de su criada Lucrecia, la inadver= Jas y sus contemporáneos tuvieron de acto fuese muy precisa, y esto
tencia de los padres de la muchacha, la capacidad de iniciativa de invita a no fiar demasiado en tal división, por mucho que la atesti-
Elicia y Areúsa, la negligente pupila de Celestina y la orgullosa pros= gúe toda la tradición textual de La Celestina. Cosa diferente sería la
tituta clandestina. Y, por supuesto, el carácter secundario de éstas, escena, no empleada de forma expresa en el texto, pero que los
en la Comedia protagonistas de poco más que un breve interludio contemporáneos de Rojas manejaban: en un momento dado, el
entre el comienzo de la seducción de Melibea y su entrega (la no= mismo Rojas parece entender escena como equivalente a acto —y
che loca de Pármeno y Areúsa y su brillante contratación por parte decimos «parece» porque no es seguro que sea suya tal equipara-
de Celestina; el banquete de muchachas y criados del auto IX, nu- ción, que surge en un pasaje de la carta «El autor a un su amigo» par-
trido de sisas de la despensa de Calisto y de críticas a los señores). En ticularmente cambiante en distintas ediciones.'* Sin volver ahoraa

de farsa, pero ade a la postre, contra todo pronóstico, resulta urun tructural básica obliga a reparar en que La Celestina —a un lado los
éxito como de crimen perfecto: -Calisto y Melibea mueren sin que textospreliminares y finales— es una pura sucesión de diálogos y
los dudosos vengadores de las muchachas precisen mancharse las monólogos, sin apoyos narrativos ni acotaciones. En la medida en
manos de sangre. En consonancia con esta paradoja, los preparati- que los argumentos que| preceden a cada unoode sus actos podrían
vos de esa venganza resultan para el lector lo más visible del alarga= considerarse una especie de acotación, esto es así, con toda seguri-
miento «del proceso ... destos amantes» que Fernando de Rojas dad, en la Comedia: la presencia de tales argumentos es deplorada de
presenta como principal razón de ser de una Tragicomedia que dice forma inequívoca por Rojas como «una cosa bien escusada»;'? más
haber emprendido para complacer las peticiones de sus amigos, un incierto es que tal sea el caso de los que preceden a los nuevos actos
tanto a regañadientes.'*” añadidos e en la Tragicomedia y de la llamativa refundición del argu-
Para describir la estructura de esta trama cabe apoyarse en las di= mento queaantecedía al auto XIV de la Comedia: ahí Rojas pudo | re-
visiones del texto que transmiten las ediciones antiguas y respetan nunciar aa una opción estética básica —el diálogo exento de apoyos
las modernas —esto es, los actos— o adoptar una perspectiva más o narrativos o descriptivos, opción que fue en primer lugar del autor
menos independiente. No necesariamente es la segunda opción del auto l- para plegarse a un uso que rechazaba pero que ya cons=
más antihistórica que la primera: es dudoso que la noción que Ro- tituía parte de lase expectativas de sus lectores, contando a los edito-
rss dro? Lo MOQUA el te O AO AO IES
Calisto muestra con ello una voluntad de arrepentimiento que, de acuerdo con la - Podemos entender la escena —con Gérard Genette— como la
creencia cristiana, permite suponer a su alma en vía de salvación, haciendo con ello unidad de la acción dramática definida por la equivalencia con-
más trágico el destino de una Melibea que se quita la vida sin dar muestras de arre-
pentimiento cristiano de ningún tipo. Una rigurosa lectura de La Celestina como 151 E de A £ .
3! En cualquier caso, si no es suya será de un contemporáneo del bachiller re-
tragedia ofrece Moreno Castillo[2010)]. lacionado de cerca con la difusión más temprana de la obra, pero cuyo grado de
15 «¿Así que viendo ... estos dísonos y varios juicios, miré a donde la mayor par= discernimiento literario ignoramos; véase al respecto «El autor a un su amigo»,
te acostaba y hallé que querían que se alargase en el proceso de su deleite destos n. 30.
amantes, sobre lo cual fui muy importunado, de manera que acordé, aunque con= 5 El pasaje se halla en «Todas las cosas...», 20: «Que aun los impresores han dado
tra mi voluntad, meter segunda vez la pluma en tan extraña labor y tan ajena de mi sus punturas, poniendo rúbricas o sumarios al principio de cada acto, narrando en
facultad, hurtando algunos ratos a mi principal estudio» («Todas las cosas...», 21). Es breve lo que dentro contenía; una cosa bien escusada según lo que los antiguos es-
una afirmación que tal vez busque excusarse de la mayor explicitud sexual de la se- critores usaron»; véase Rumeau [1966:esp. 6-7]. Entre las antiguas, sólo la edición
gunda escena de amor—la de la Comedia es un-lance fugaz—, pero que básicamente de la Tragicomedia de Zaragoza, 1507, respeta la que parece haber sido la voluntad de
insiste en el tópico —ya utilizado en la carta «El autor a un su amigo» y notado en Rojas al respecto y prescinde de los argumentos al frente de cada uno de los actos
otras comedias humanisticas— del poco celo y empeño pretendidamente emplea= (véase arriba, pp. 392).
dos en una tarea considerada tan irrelevante y poco apropiada para un jurista como 2 La costumbre de capitular y de incluir argumentos con vistas a facilitar—o al
escribir una comedia. Véase García Valdecasas |2000:133-137], que resume lo ne- menos intentarlo— la impresión, la indización y la lectura de una obra es frecuente
gativo de los addenda de la Tragicomedia. entre los impresores de la época; véase un buen ejemplo en Rico [1987].
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vencional entre la temporalidad de la historia y la del discurso du- ber un breve diálogo entre dos personajes, que remata las situa-
rante los diálogos entre los personajes y los monólogos. Desde esa ciones más extensas; ese diálogo acentúa la fase o el estado de con-
perspectiva, la división en escenas de La Celestina (la que puede ciencia expresado en el acto (actos VIT, VIH, XI, XIV, XVI, XX)»
verse en la presente edición o, por ejemplo, la propuesta por Gil- (Gilman 1956:148-149). En general, el monólogo inicia el acto
man 1956:146-148) permite advertir, en la distribución de los diá- cuando el personaje principal en él tiene un papel predominante
logos y monólogos y en las relaciones entre escena y acto, ciertas en las situaciones siguientes (es el caso clarísimo de Celestina en
peculiaridades a las que es dificil no conceder alguna significación los autos IV y V); y se sitúa al final cuando la conciencia de ese per-
estructural incluso si no compartimos el fondo existencialista de sonaje principal sufre una transformación a lo largo del acto (los
las tesis de Gilman sobre el valor trascendental del diálogo en la ejemplos más inequívocos son el final del auto Il, que marca el
obra.'** En efecto, «en la Celestina ... la escena, en cuanto “situa- principio de la rebeldía de Pármeno contra Calisto, y el conjuro
ción” ... se construye desde dentro ... Rojas no representa visual- del auto 111, que sella la voluntad de Celestina de poner a contri-
mente a sus personajes proyectándolos sobre un escenario, sino bución todos los medios a su alcance).'** Pero conviene subrayar
que parece imaginarse y crear la situación como una unidad, cuyas que esto no es —por así decirlo— una ley, sino una tendencia, y par-
partes se organizan en forma adecuada. Y a su vez, el acto ... es un ticularmente observable en el planteamiento de la obra, algo me-
factor externo desde el punto de vista de la estructura. El acto es nos en el nudo y en el desenlace. Es evidente que existen monó-
la reunión de varias situaciones, yuxtapuestas de tal manera que la logos situados en mitad de los actos —no al principio ni al final de
significación inherente a cada una de ellas quede debidamente su- los mismos—, y además son claros casos aparte, como puede verse
brayada y acentuada» (Gilman 1956:184-185). Esto, dicho sea de en la división escénica, el auto 1, muy diferente de los demás en
paso, parece en especial apropiado en una pieza destinada a ser leí- extensión y construcción —es aquél donde se presenta, aunque sea
da por un lector-imitador de voces ante un público, como es sólo nominalmente, a la mayor parte de los personajes del drama=,
La Celestina (véase más arriba, n. 146): resulta así que un factor el VI formado por una sola escena, y con una finalidad entre re-
principal para la división en actos no sería el cambio de lugar o de capitulativa y de transición, por más que imprescindible en el des-
tiempo —que muy a menudo se produce entre escena y escena; eso arrollo de la trama— y el XIX, muy atípico por muchas razones (así
cuando una situación dialógica no es simultánea de un cambio es- las inserciones líricas o la riqueza de las descripciones de ambien-
pacial o temporal—,'* sino la importancia sostenida que se conce- te), en que se produce la sutura más delicada desde el punto de vis-
de a uno de los personajes a lo largo de todas las escenas que com- ta de la estructura entre la Comedia y la Tragicomedia, y que se sal-
ponen ese acto. «Ese personaje clave tiene a su cargo, en varias va con gran dignidad artística.”
ocasiones, un monólogo pronunciado al principio o al final del Un fenómeno destacable en la estructura deda obra, y que: re-
acto, monólogo que refuerza aun más su posición (actos II, II, fuerza a nuestro entender la ¡ impresión de que fue construida aa par-
IV, V, X, XIII, XVII, XVII). Cuando esto no ocurre, suele ha- tir de las esc as, a menudo po procedimientos imitativos, es el
considerable: n úm ero de dichos, situaciones o'escenas paralelas o si-
métricas que presenta. Es lo que María Rosa Lida de Malkiel de-
154 Tesis expuestas en su forma más acabada a todo lo largo de Gilman [1956]. Otras
nomina —con término expresivo, pero no siempre adecuado— ge-
contribuciones importantes a la descripción de la estructura de la obra, Lida de Mal-
kiel [1061:77-96], Guazzelli [1971]. Desde perspectivas teóricas más programáticas,
Villegas [1074], Heugas [1981] y Cantalapiedra Erostarbe [1986]. Véase también
Stamm [1988], para una reflexión amplia sobre el asunto pero menos sujeta a SERA 15% Véase Gilman [1956:154].
tismos teóricos. "57 Más dudosa nos parece la tesis de Gilman en el sentido de que en los actos co-
155 Unos buenos análisis de estos fenómenos —puestos al servicio de la tesis de menzados por un monólogo el personaje que lo pronuncia está a la ofensiva y do-
la autoría única de La Celestina— pueden encontrarse cn Miguel Martínez [1996: mina el diálogo subsiguiente y en cambio a la defensiva cuando el monólogo con-
146-199], así como en Mitxelena [1999], que los analiza desde la perspectiva de los cluye el acto. Lida de Malkiel [1962a:123, n. 1] discute esta tesis a fondo con
dos autores, abundancia de ejemplos en contrario.
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minación.'** No se trata de puras repeticiones: cuando en dos es- ciencia, encandilado en cambio con Elicia (y con Melibea).'** Por
cenas o situaciones diferentes intervienen los mismos s personajes, la su parte, Pármeno y Lucrecia son victimas de la misma capacidad
segunda refleja la evolución de la acción o del carácter de los per= de chantaje y humillación de Celestina (aunque las dosis que la vie-
sonajes desde la escena que de algún modo se replica. Como en ja administra al primero son mucho mayores), ambos son impoten-
una variación musical (o retórica) respecto a la primera exposi- tes ante la inconsciencia de sus amos, etc.
ción de un tema. Así, dos veces Celestina emplea sus habilidades Los ejemplos se multiplican. En cuanto a los monólogos, por
dialécticas con Pármeno; en la primera se enzarza con él en una dis- dos veces Celestina habla largamente consigo: camino de la casa de
cusión racionalista y pedantesca (auto 1); en la segunda (principio Pleberio (auto IV), temerosa y dubitativa; de regreso de la misma
del auto VII) asalta su flanco emocional; en ambas ocasiones con- casa, tras rendir a Melibea, acelerada y satisfecha. Dos entrevistas
duce la conversación al recuerdo de Claudina —aún volverá a ha- sostienen Celestina y Melibea (significativa variación es que la pri-
cerlo en la riña que precede a su acuchillamiento (auto XII). Cuan= mera, la del auto IV, sea producto de la artería de Celestina y que a
do se trata de una escena o situación protagonizada por distintos la segunda, en el auto X, acuda la vieja convocada por Melibea).
personajes que los de la replicada, se convierte en una especie de re Dos noches de amor viven Calisto y Melibea ante nuestros ojos
visión un tanto irónica de la primera: así en la conversación galan- (autos XIV y XIX: la primera, presentada de forma muy elíptica; la
te entre Sosia y Areúsa del auto XVII, reflejo voluntariamente pá- segunda, lujosa en detalles de todo tipo). Cuatro caídas —fisicas y
lido —y como tal reflejo, simétrico— de los prolegómenos del acceso simbólicas- siegan las vidas de Pármeno y Sempronio (auto XII),
de Pármeno al lecho de Areúsa (auto VII). Puede suceder al revés: Calisto y Melibea (autos XTX y XX).
la persuasión de Areúsa para que acepte a tal «cliente» se basa en una Existe además una interesante forma de geminación, de gran
argumentación «médica» (podríamos prescindir de las comillas) por rendimiento dramático: la que se basa en la relación oral a posterio-
parte de Celestina comparable a la de la definitiva rendición de ri, más o menos manipulada por el personaje que la hace, de hechos
Melibea (auto X). Como queda dicho, los ejemplos pueden refe- previamente representados ante el lector: en dos escenas (autos VI
rirse a la definición de un personaje, a dichos o situaciones. Res- y XI) rinde Celestina cuentas a Calisto de sus entrevistas con Meli-
pecto de lo primero, quizás encontremos el caso más notorio en bea —entrevistas a las que hemos asistido en los autos IV y X—; am-
cómo Tristán y Sosia reproducen en otro contexto ciertas peculia- bas se ven contrapunteadas por los comentarios de Pármeno y
ridades de Sempronio y Pármeno, a los que sustituyen, no siendo Sempronio.
—como no lo son: véase más abajo el apartado que se les consagra Este procedimiento constructivo ya lo entrevió, antes que Lida
meros duplicados de los criados desaparecidos. También se han vis- de Malkiel, Gilman [1956:185]: «en La Celestina hay ... una estruc-
to paralelismos entre las figuras intermediarias de Centurio y Ce- tura vital interna ... Esta estructura, que nada tiene de geométrica, va
lestina: «como Celestina, Centurio pertenece al mundo del hampa, serpenteando por situaciones análogas con esa extraña confluencia
ejerce un oficio infame, es devoto y elocuente, y domina a sus in- de innovación y repetición que caracteriza a la vida misma ... Rojas
terlocutores por su inteligencia». Y simetrías: «A diferencia de Ce- rara vez se contenta con presentar una situación única y repite siem-
lestina, Centurio echa a broma su oficio y honra social» (Lida de pre las situaciones pasadas, a fin de crear contrastes y comparaciones
Malkiel). La lista podría alargarse, traspasando incluso las barreras vivas». La estudiosa argentina vio además en esta estructura una for-
de estamento social y de sexo: las conductas de Calisto y Sempro- ma de «sugerir la variedad infinita de la vida y la individualidad irre-
nio como enamorados corteses, el primero especialmente a la hora ductible de cada caso ... como dijo Heráclito, no en balde citado en
de verbalizar su pasión, mucho menos en sus hechos; el segundo, el Prólogo, flujo y cambio perpetuo; nunca mera duplicación me-
ostentador de un discurso tópicamente misógino y lleno de sufi- cánica» (Lida de Malkiel 1961:117).

15% Una detallada exposición del concepto en Lida de Malkiel [1962a:265-280, 159 Sobre este tipo de rupturas de las barreras sociales por el deseo sexual, véase
esp. 265-274). Deyermond [19845].
444 CARLOS MOTA TÉCNICAS DRAMÁTICAS 445

su capacidad de réplica desde una perspectiva distinta de las cues-


TÉCNICAS DRAMÁTICAS: DIÁLOGO, MONÓLOGO, tiones que se ventilan, en que se pierda de vista el escenario o se di-
APARTE, ACOTACIÓN luya el curso de la acción =cosa no pocas veces frecuente, por ejem-
plo, en los intercambios de cartas de la ficción sentimental, que es
La crítica ha admirado la llamativa variedad y dominio formal del uno de los posibles antecedentes que se han barajado para este tipo
diálogo por parte de los autores. Lida de Malkiel, en concreto, dis- de diálogos oratorios.'*
tinguió cuatro tipos de diálogo en la obra: el oratorio, aquél en que En el segundo tipo de diálogos distinguidos por Lida de Malkiel,
se alternan parlamentos largos con réplicas breves y, en fin, los com= las réplicas extensas se alternan con otras breves o extremadamente
puestos por intercambios de réplicas breves o extremadamente bre= breves, con lo que a veces se logra un efecto de incuestionable va-
ves y rápidas.'“ Ejemplos destacados del primero en la Comedia se= lor cómico: la puntualización o el contraste ingenioso —o subversi-
rían el que sostienen Sempronio y Calisto al principio del auto II vo—a largas consideraciones, con frecuencia, pero no siempre, em-
y el que ocurre entre Celestina y Melibea al comienzo de su decisi- butidas de material de acarreo traído a colación con los más diversos
va entrevista del auto X. Algunos de estos diálogos oratorios fueron fines suasorios. Un ejemplo principal de este tipo de diálogos es la
amplificados en el paso de la Comedia a la Tragicomedia, y desde lue= invectiva de Sempronio contra las mujeres del auto 1 y la reacción
go, se encuentran también en las partes exclusivas de la Tragicome- de Calisto ante ella, pero existen más en la Comedia y en la Tragico-
dia: por ejemplo en la charla entre Sosia y Tristán del auto XIV, en media (así, en otro orden de cosas, la retahíla de excusas de Centu-
la conversación entre Pleberio y Alisa del auto XVI y, desde luego, rio en el auto XVIID).*%
en la última que sostienen los amantes, en el auto XIX. Son diálo= El tercer tipo de diálogo manejado en la obra es el que «se distri-
gos compuestos por réplicas extensas y artificiosas con abundancia buye en breves parlamentos de tres o cuatro líneas, el cual, por estili-
de figuras retóricas, sentencias, ejemplos... aunque los ritmos, tonos zar mucho menos la lengua hablada que los dos tipos anteriores, im-
y contenido pueden ser muy diferentes según sea la situación o el presiona como “natural” y “moderno”» (Lida de Malkiel 19624: 1:14).
estado de ánimo en que se encuentran los personajes que participan En efecto, este tipo de diálogo supone una innovación decisiva en las
en ellos. Hay sin embargo una cierta propensión hacia lo filosófico: letras romances de su tiempo, y sólo tendría posibles antecedentes en
los que resúltan ampliados en la Tragicomedia lo son en varias oca= ciertos sermones trufados de anécdotas costumbristas, mimetizadoras
siones por medio de la agregación de sentencias o refranes a una sar- del habla popular, en derivados literarios más elaborados de éstos
ta más o menos extensa ya presente en la Comedia.** Pero, aun con —como unos concretos pasajes del Arcipreste de Talavera— y en la co-
su extensión, estos de carácter oratorio son siempre diálogos, no media humanística, ámbito ciertamente problemático para todo lo
discursos en que se desvanezca la existencia de un interlocutor con que sea coloquialismo o popularismo a causa de la lengua latina que
acostumbra a ser habitual en el género antes de La Celestina. Como

16% Se han ocupado también especificamente de las peculiaridades del diálogo '9 Para más ejemplos de este tipo de diálogo y para una consideración de sus po-
en la obra Krause [1953], Samona [1953:163-221], Gilman [1956:esp. 37-95], Leo sibles antecedentes y paralelos —ninguno de los cuales exacto, por su general falta de
[1063], Haczfeld [1973] (para un análisis detenido del que sostienen los amantes en dramaticidad, ni más decisivo que «el gusto por la retórica que prevalece en la alta
el auto XI! por entre las puertas del jardín), Rodríguez [1978-1979], Carrasco literatura del siglo xv», particularmente en la ficción sentimental y en la comedia
[10709], Gascón Vera [1983], Shipley [1985] (sobre el diálogo entre Calisto y Sem- humanística—, véase Lida de Malkiel | 19624: 108-111].
pronio del auto 1; puede verse además Thompson 1977), Fraker [1990], Moreno 16 Un amplio elenco de ellos puede verse en Lida de Malkiel [r9620:111-1121.
Hernández |1994], Arranz Lago [2001], Bustos Tovar |2001] y Miguel Martínez Véase también Gargano [2001] y Parrilla [2001].
[1996:163-170]. Véanse también las consideraciones complementarias de Lida de 19 No cabe descuidar que durante buena parte del siglo xv, incluso entre los más
Malkiel [19624:108-121 y 1973-1974). doctos humanistas, se dudó de que el latín fuera otra cosa que una lengua literaria.
16 Un análisis particularmente detallado de los distintos tipos de interpolaciones Avanzado el siglo se va abriendo paso la tesis de que hubo un latín hablado, pero su-
y supresiones que convirtieron la Comedia en Tragicomedia puede verse en Gilman mamente diferente de la lengua de los escritores. A propósito de la difusión de estaidea
[1956] y en García Valdecasas [2000]. en Castilla, a través de Alonso de Cartagena, véase Morrás [19096:43-60, esp. 45-49].
446 CARLOS MOTA TÉCNICAS DRAMÁTICAS 447

sea, este tipo de diálogos suele emplazarse en momentos de transición la más estricta intimidad —por ejemplo en su propia habitación=,
entre sucesiones de réplicas muy extensas o discursivas, y los encon= unas veces son percibidos por los personajes circunstantes y otras
tramos en el auto 1, en la Comedia y en la Tragicomedia: para el pri- no, o sólo parcialmente. Estos monólogos suelen remansar eficaz y
mer caso, puede ser una buena muestra (particularmente extensa) significativamente la acción. Se ha aventurado que podrían supri-
el intercambio que sostienen Calisto y Sempronio entre el pasaje de mirse en casi todos los casos sin grave perjuicio para el avance y la
las vacilaciones del criado sobre si debe o no entrar donde el ena= lógica de aquélla. Sin embargo, con ello la obra y sobre todo el di-
morado se debate y la diatriba antifemenina que a continuación le seño de personajes, uno de sus máximos logros, si no objetivos— se
endilga a su señor; para la Tragicomedia, el final de la conversación del empobrecería de raíz, quedando reducida a algo más parecido al
auto XVII, en que Areúsa ha sonsacado a Sosia los planes de Calisto «cuento de camino» de que habla Rojas en «Todas las cosas...».
para la que será la última noche del galán. En fin, hay también un uso Porque los monólogos hacen explícitas las vacilaciones, temores,
muy destacable de diálogos con réplicas extremadamente breves y flaquezas e inclinaciones de los personajes, no tal como los repre-
rápidas: son ejemplos singulares los que sostienen Sempronio, Elicia sentan ante los demás, sino ante ellos mismos lo que no siempre
y Celestina en el auto 1 cuando el criado aparece por primera vez en significa con mayor veracidad, pues a veces también se engañan a sí
casa de la alcahueta y tratan de ocultarle que Elicia está con Crito, y mismos.'” Esto determina la utilización abundante de antítesis, pa-
—en la Comedia— la conversación final entre Celestina y Melibea del ralelismos, apóstrofes e interrogaciones, un discurso por regla ge-
auto X, en que queda concertada la primera cita de los amantes. Se ha neral más torturado que el de los diálogos. Y, cosa verdaderamen-
sugerido que este tipo de diálogo rápido o rapidísimo podría habér= te notable, no representan un tipo sublime de expresión reservado
selo inspirado a La Celestina la comedia de Terencio, pues nada muy a la intimidad de los personajes nobles, sino que se encuentran tam-
semejante se encuentra en las comedias latinas medievales (elegíacas bién —ncluso en mayor número, según contabiliza Lida de Malkiel
o humanísticas) ni en las letras romances previas a la Tragicomedia.'%
Pero no cabe descartar que haya pesado también una fina y autóno= entrevista de la vieja con Melibea. Un minucioso examen de los antecedentes de la
ma capacidad de observación, análisis y mímesis de los recursos del forma monologal en el teatro antiguo y en las letras medievales latinas y romances
diálogo cotidiano; al menos, parece más probable que sea el diálogo en Lida de Malkiel [1962a:125-132], quien concluye que «no en el teatro romano,
oratorio el que dependa necesariamente de antecedentes literarios sino en la comedia elegíaca y en la novela sentimental ... se adiestraron los auto-
que éste, compuesto de intercambios vivaces. res de La Celestina en la pintura de conflictos anímicos, dejando muy atrás a sus mo-
delos en variedad y hondura psicológica». Existen varios estudios especificamen-
Los monólogos son también cuidadosamente cultivados y dosi-
te dedicados a los principales monólogos de la obra (también todos los estudios
ficados en la obra, pronunciados en estricta soledad por los perso= de conjunto sobre la obra y muchos de los específicos se detienen en tan relevan-
najes o como en un aparte extenso.'* Cuando no se producen en tes piezas): sobre el de Calisto en el auto XIV se verán Lapesa [1972], McPheeters
[1980], Rohland de Langbehn [1988] y Rank [1993); en el que pronuncia Meli-
bea en el auto XX antes de quitarse la vida se ha detenido particularmente Shipley
165 Es idea que ya había sostenido Castro Guisasola [1924:84 y ss.], proponiendo [1985]; el monólogo de Pleberio que cierra la obra ha interesado sobremanera,
distintos lugares terencianos como fuentes para varios de esos diálogos rápidos. Se pero son especialmente destacables los estudios de Wardropper [1964], Fraker
hace eco de ello, subrayando las originalidades en varios de esos diálogos de La Celes- [1966], Dunn [1976], Casa [1968], Gerli [19764], Lacarra [1987-1988], Vicen-
tina frente al posible modelo (que no necesariamente fuente) terenciano, Lida de Mal- te [1988], Severin [rg89a:105-120, 1989b], Deyermond [1990], Ramajo [2000],
kiel [19624:1 17]. Pero véase más arriba «Género y fuentes», pp. 417-420. Miguel Martínez [2001] y Corfis [2001].
166 [ ¡da de Malkiel [1962a:122| señala dos casos particularmente claros de este !%7 Ese posible carácter prescindible de los monólogos la apunta Lida de Malkiel
tipo de monólogo-aparte, ambos situados en el auto I: los que pronuncia Sempro- [1962a:124]. Adinolá [1954:38], en cambio, resalta que el carácter e individualidad
nio sobre la fuerza del amor («a súplica de Calisto “no me dejes” haría pensar que de los personajes depende de las autojustificaciones y vacilaciones que exteriorizan
Sempronio se ha apartado para pronunciarlo») o sobre sus perspectivas de enrique- en los monólogos en mucha mayor medida que de las acciones que protagonizan o
cimiento. También podría entrar en esta categoría, a juicio de la investigadora ar- de las palabras que se dicen unos a otros, frecuentemente lastradas de disimulo o do-
gentina, el que en el auto V dice entre dientes Sempronio sobre la falsedad de Ce- blez: serían ellos los que a los lectores nos permiten aquilatar el sentido pleno o pro-
lestina cuando ambos van a casa de Calisto a comunicarle el resultado de la primera fundo de tales acciones y palabras.
448 CARLOS MOTA TÉCNICAS DRAMÁTICAS 449

[1962a:125]-en labios de los personajes bajos, lo que no obsta para del criado a su amo», y en ese sentido tendría un valor clave como
que Sosia, el mozo de cuadra de Calisto, interprete como intras- «técnica de moralidad», pues —más allá de lo que de estricta y neu-
cendente rato de sueño la larga introspección a que su señor se en- tramente dramático pueda tener— por él se llama al lector a formu-
trega en su alcoba en el auto XIV (asiento de uno de los más exce= lar «un juicio instantáneo» (ibidem, p. 92), de otro modo no siempre
lentes monólogos de la obra) o que Lucrecia reste importancia ante alcanzable, sobre lo que sucede en escena. El aparte se emplea de
Celestina al soliloquio crucial en que ha estado sumida Melibea jus- forma estrictamente ortodoxa en La Celestina en términos de vero-
to antes de su definitiva entrevista con la vieja en el auto X, y que similitud dramática: es un comentario que el personaje hace para sí
la criada ha medio percibido: «Entra, entra, que consigo lo ha», le en función de sus propósitos, expectativas u opiniones; sólo en una
dice Lucrecia a la alcahueta, con ligereza. ocasión, significativamente situada en el auto 1, se emplea un apar-
El aparte, en sintética definición de Lida de Malkiel [1962a:136] te posiblemente dirigido al público, procedimiento usado a veces
«modo convencional de expresar dentro del cauce único de la obra en el teatro de la Antigúiedad pero que tiene el grave inconvenien-
de teatro los muchos cauces simultáneos por los que en realidad flu= te de meter al público en el desarrollo de la acción y —a veces— ha-
yen el pensamiento y la palabra, revela en La Celestina el pensa= cerla derivar de forma irremediable hacia la farsa. '%
miento íntimo de quien lo pronuncia sin determinar la acción y Como se ha dicho más arriba, no hay en La Celestina ninguna in-
destacándose del diálogo por el fuerte contraste con lo que se pro= dicación «escénica», salvo las que se incluyeron —a posteriori y sin
fiere de viva voz». Existen sobre todo dos tipos de aparte en la obra: el beneplácito de Rojas— en los argumentos que preceden a los au-
el que no es percibido en absoluto por los circunstantes de quien lo tos. En esto el «antiguo autor» y Rojas no se apartan de lo más acos-
murmura y el entreoído por estos en mayor o menor medida y que, tumbrado en el teatro romano y en las comedias latinas medievales;
por tanto, tiene una incidencia inmediata en el desarrollo de la es= sin embargo, la acotación surge o se insinúa con gran eficacia en el
cena =si no de la acción, como quiere Lida de Malkiel. Esta per= diálogo."”" Peculiar de La Celestina sería la variedad de elementos de
cepción parcial suele determinar en el personaje que la ha tenido la la realidad que se logra sugerir, y la diversidad y eficacia de los pro-
reacción de demandar explicaciones a su interlocutor, y éste, por cedimientos por los que se suple la acotación ausente.
prudencia —no siempre con un efecto cómico inmediato para el El fino sentido crítico de María Rosa Lida de Malkiel distingue
lector=, suele incluir en su respuesta alguna o algunas de las palabras hasta cuatro modos diferentes de acotación —más bien habría que
dichas en el aparte: con ellas consigue engañarle de forma más o llamarlos procedimientos acotatorios— en La Celestina. El prime-
menos brillante o acabada. Naturalmente, el aparte suele ser propio ro de ellos, la acotación enunciativa, consistiría en la expresión por
de criados y de la alcahueta, de quienes no pueden producirse con parte de un personaje —a veces como en un monólogo interior de
toda libertad ante sus señores:'* Bataillon [1961:86] dice certera= su propósito inmediato en relación con un movimiento: «Quie-
mente que la función del aparte es sobre todo «estilizar la traición ro entrar» (1, 31); «entraré a ver con quién está hablando mi señora»
(x, 220); «Quiero bajarme a la puerta por que duerma mi amo»
A
(X1LL, 264); «Quiero llamar» (XVII, 300). Dentro de este tipo se con=
103 Hay, sin embargo, en 11, 88-89, un aparte de Calisto ante Pármeno que sería
templarían las detalladas Órdenes que a veces dan los señores a sus
—especialmente en el contexto en que se produce— un signo de su degradación
como señor, pues muestra cómo para sus adentros admite que su criado está di- criados, o Celestina a Elicia: «¡Anda, anda, malvado, abre la cámara y
ciendo algo razonable que él no está dispuesto a admitir porque le contraría: «PÁR=
MENO. Porque a quien dices el secreto, das tu libertad. / CALISTO. (Algo dice el
necio.) Pero quiero que sepas que cuando hay mucha distancia del que ruega al ro- '% (SEMPRONIO. ¡Ja, ja, ja! (¿Oístes qué blasfernia? ¿Vistes qué ceguedad?)»
gado, o por gravedad de obediencia, o por señorío de estado, o esquividad de gé- (L, 37). Después de las penetrantes páginas de Lida de Malkiel [1962a:136-148] han
nero, como entre esta mi señora y mí, es necesario intercesor o medianero que suba dedicado estudios específicos a distintos aspectos del uso del aparte en La Celestina
de mano en mano mi mensaje hasta los vídos de aquella a quien yo segunda vez ha= Finch [1982], Moudoud [1987], Suárez Coalla [1989-1990] y Pelorson [1992].
blar tengo por imposible, y pues que así es, dime si lo hecho apruebas. / PÁRME= 17% Sobre esta técnica dramática, con detenidas comparaciones con la comedia
NO. (¡Apruébelo el diablo!) / CALISTO, ¿Qué dices?». antigua y medieval, véase Lida de Malkiel [19624:81-107].
450 CARLOS MOTA LA LENGUA Y EL ESTILO 451

endereza la cama!» (l, 29); o el caso seguramente más espectacular: tipo de acotación —seguramente el más difícilmente describible>
«sube presto al sobrado alto de la solana y baja acá el bote del aceite señala datos de la realidad que circunda a los personajes que no in-
serpentino que hallarás colgado del pedazo de soga que traje del ciden de facto en la acción, pero sirven eficazmente para definir los
campo la otra noche ... y abre el arca de los lizos, y hacia la mano de- caracteres de los personajes. Entre varios ejemplos que selecciona
recha hallarás un papel escrito con sangre de murciélago» (III, 106). Lida de Malkiel nos parece el más convincente el diálogo de XII,
Más inequívoca es la llamada acotación descriptiva: basta práctica- 241, en que Calisto ordena a Pármeno que se acerque a comprobar
mente con da voz tienes ronca, las barbas te apuntan; mal sosegadi- en la oscuridad si Melibea está a la puerta de su casa: el criado se ex-
lla debes tener la punta de la barriga» (L, 69) para precisar que Párme- cusa de hacerlo, cosa que a nosotros nos sirve para advertir la dis-
no, pese a su elocuencia escolástica y su memoria —constantemente tancia y la oscuridad, el temor que generan, el desprecio absoluto
esgrimida—, es apenas adolescente; «tengo liado el broquel y el espa= que ya Pármeno siente por Calisto, y que le sirve a aquél para pre-
da con las correas, por que no se me caigan al correr, y el caxquete en sumir de este desprecio y de astucia ante Sempronio.
la capilla» (XIL, 248-249) expresa con gran comicidad los pertrechos
y la cobardía de Sempronio, replicando a un autorretrato de Párme=
no en términos similares. El tercer tipo sería la acotación implícita LA LENGUA Y EL ESTILO

propiamente dicha, que informa de algún dato de la realidad a pos-


teriori de su incidencia en la acción: «Por Dios, pues somos venidas Es evidente la importancia de la lengua y la elaboración retórica y
a haber placer, no llores, madre, ni te fatigues, que Dios remediará estilística en una obra en que la capacidad discursiva y persuasiva de
todo» (IX, 217). Esta intervención de Areúsa —y la réplica que le da los personajes es tal vez el rasgo más visible de éstos y elemento in-
Celestina— nos permiten percibir que la vieja está haciendo puche- dispensable en el desarrollo de la trama. La multiplicidad de las vo-
ces, con exclusión de la del autor o la de un narrador —típica de un
ros. Subraya Lida de Malkiel que éste es un procedimiento seguido
por Rojas —a nuestro entender, sistemáticamente, al menos hasta el
texto dramático— tiene además en La Celestina la peculiaridad de la
auto XIX— para figurar de una forma a la vez elusiva e inequívoca las intrínseca diversidad de cada una de ellas. Diversidad que se debe-
ría, en primer lugar, a lo poco esquemático de cada uno de esos
escenas eróticas. No es sólo el caso de la primera noche en que Ca-
personajes, y, en segundo, de nuevo, a la diversidad de los tiempos
listo y Melibea se acuestan en el jardín de Pleberio (XIV, 272-273):
de redacción de las distintas partes y de las distintas versiones de la
MELIBEA. Señor mío, pues me fié en tus manos, pues quise complir tu
obra; y también seguramente a la pluralidad de la autoría.
voluntad, no sea de peor condición por ser piadosa que si fuera ésquiva y Resulta significativo que un buen número de los estudios relati-
sin misericordia. No quieras perderme por tan breve deleite y en tan poco vos a la lengua de la obra se haya emprendido con el fin de tratar de
espacio ... demostrar la autoría singular o plural de la misma.'”* Pero, entran-
CALISTO. Señora, pues por conseguir esta merced toda mi vida he
gastado, ¿qué sería, cuando me la diesen, desechalla? ... ¿no quieres que
'7* Los estudios lingiiísticos sobre La Celestina fueron prácticamente inaugurados
me arrime al dulce puerto a descansar de mis pasados trabajos?
por House [1924] y House et al. [1924]: como era previsible, atendía a tratar de dis-
MELIBEA. Por mi vida, que aunque hable tu lengua cuanto quisiere,
cernir si cabía atribuir diferentenente las distintas partes que la integran, cosa de la
no obren las manos cuanto pueden. Está quedo, señor mío. que, con anterioridad —desde Moratín y Blanco White hasta Cejador—, se había
desereído bastante sistemáticamente. Es interés que con mayor o menor grado de
Igual procedimiento se emplea en la noche de Pármeno y Areúsa convencimiento sobre su valor intrínseco al efecto ha seguido estando presente en
del auto VII y para referir los manoseos de Celestina a la muchacha, este género de estudios hasta nuestros días (véase arriba, n. 13). Los resultados de es-
tos estudios lingitísticos modernos no son unánimes, pero predominan los que se
o respecto a los del banquete de putas y criados de IX, 212 (dice
inclinan a corroborar lo que Rojas dice y Juan de Valdés admitía en el Diálogo de la
Celestina: «¡Bendígaos Dios, cómo lo reís y holgáis, putillos, loqui- lengua, 254, sin ningún problema, esto es, que hubo un autor para el auto I y otro
llos, traviesos! ... ¡Mirá no derribés la mesal»). El cuarto y último para los quince que completan la Comedia («De Celestina me contenta el ingenio del
452 CARLOS MOTA LA LENGUA Y EL*ESTILO AS3

do o no en esa cuestión, se ha señalado repetidamente que hay —por dinaria capacidad para incorporar «formas de discurso codificadas e
ejemplo— apreciables diferencias entre el estilo raciocinante y esco- institucionales», como sentencias, alusiones históricas o mitológi-
lástico de los Pármeno, Sempronio y Celestina del auto 1 o de la cas, refranes y, en cualquier caso, «material argumentativo más allá
primera escena del auto 11 y el más espontáneo de los mismos per- de los límites de toda verosimilitud» (Fraker 1990:84).
sonajes en la Comedia. Y asimismo entre el habla florida y desbor- En efecto, la práctica totalidad de los personajes de La Celestina
dada del Calisto del auto 1, la que emplea en la Comedia y la más es- habla una lengua que conjuga la brillantez sistemática con una rara
cueta e incluso grave de los pasajes exclusivos de la Tragicomedia. En apariencia de adecuación a las situaciones en que se ven envueltos.
cuanto a la aptitud discursiva de esos personajes, destaca su extraor= «El autor insiste en que todo lo que un personaje diga vaya clara-
mente dirigido a una segunda persona, en que sus palabras se digan
en función, tanto del hablante como del oyente, y no sólo para ins-
autor que la comenzó, y no tanto el del que la acabó»); mayor discordia hay en las trucción o deleite del lector» (Gilman 1956:39-40).'”
adiciones de la Tragicomedia: Siebenmann [1975:167-170] y Deyermond [1991: Esta aptitud prima además sobre la edad del personaje, su estado,
378-379] resumen muy gráficamente las distintas posturas (véase arriba la sección su moralidad, su presumible cultura y sobre cualquier predetermi-
dedicada al problema de la autoría, en el capítulo «La obra y los autores», en espe=
nación de la tradición literaria referida a estas características básicas.
cial las pp. 370-371). Siguiendo con la historia de los estudios lingúísticos, son re-
ferencias relevantes posteriores de Davis [1928] y Wright [1932], Menéndez Pidal En ello radicaría una de las más notadas rarezas de esa adecuación:
[1950] y Criado de Val [1955] —que conviene leer teniendo en cuenta la reseña de contra lo que solía exigir el gusto literario de la época, no siempre el
Hoderoft [1957], la réplica de Criado de Val [1056] y los artículos de Hodcroft señor habla con mayor elevación que su criado, mi éste con más lla-
[1964] y Mendeloft [1964-1965]. Desde fines de los años cincuenta se producen so- neza—o grosería— que aquél. En el discurso de unos y otros la lógica
bre todo estudios centrados en aspectos lingilísticos de la obra. También podrían areumentativa y sus manipulaciones, la complejidad retórica y las
mencionarse en este apartado el trabajo de J.W. Martin [1958-1959] sobre el pre-
térito de subjuntivo, el de González Ollé [1960] sobre los diminutivos, el de Men-
ilustraciones eruditas pueden combinarse con un uso preciso y apro-
deloff [1971] sobre los epítetos, el de Abruñeda y Ariza [1977] sobre los adjetivos piado de léxico patrimonial, dichos, refranes, diminutivos afectivos,
calificativos, los de Torres [2004] (interjecciones y onomatopeyas) y Albuixech expresiones fáticas, interjecciones, etc.
[2001] (insultos y pullas), o las tesis doctorales de Horton [1970] (centrada en la Co- Muy a menudo el tema de que se esté hablando tiene un valor
media) y Martinez Marín [1078] sobre sintaxis, También sobre diversos Hechos determinante sobre el nivel estilístico de un fragmento, sobre todo
concretos de sintaxis discurren los trabajos mencionados de Hodcroft [1957 y 1964]
en los diálogos de contenido filosófico: para Samona [1953:21], el
y los de Mendceloff [1959] —dedicado a la prótasis y la apódosis en las cláusulas con
dicionales— y [1964-1965] —sobre el empleo de la voz pasiva—, el de Sandoval Mar- escritor se sitúa en ese nivel estilístico porque lo siente adecuado,
tínez [1974| sobre los sintagmas trimembres, Barraza [2003] sobre la frase nominal según la tradición —según la fuente de ese concreto pasaje—, a la res
de OD, Meilán [2000] sobre la oración compleja, Huerta Flores [2003] sobre el po- proposita: sentimientos nobles o bajos, casos de fortuna, muerte,
sesivo, o el de Martínez Marín [1983| sobre los relativos. Rosselli [1966-1967] y De
Gorog y De Gorog [1972], con más extensión y organizando una suerte de diccio-
nario ideológico, se han ocupado de la sinonimia en la obra —elemento del que ya 192 A este propósito nos parece particularmente ilustrativa la observación de Gil-
había tratado con cierto detenimiento Samona [1953:54-58]|-, ofreciendo un útil man [1956:76] de que, en el examen de todos los pasajes de la Tragicomedia que pre-
instrumental para el discernimiento de los complejos usos léxicos no sólo de La Ce- sentan interpolaciones respecto a la Comedia, «advertimos la ausencia de ciertas
lestina, sino también de algunas importantes piezas literarias coetáneas en que se ad- correcciones muy comunes en otras obras: aquellas que denotan la conciencia del
vierten usos semejantes sobre el particular del léxico latinizante se verá, además de autor del efecto de su estilo en su futuro lector [como] las correcciones relaciona-
los clásicos trabajos de Lida de Malkiel [1950: 231-322, esp. 251-291] sobre Juan das con el sonido de los vocablos, con las repeticiones infelices de una palabra, con
de Mena y de Morreale [1955] a propósito del Diálogo de Vita beata de Juan de Lu= el enderezamiento de frases mal equilibradas ... Rojas ... raras veces juzgaba los ele-
cena, el libro de Clavería [1991], con copiosa bibliografñía. En una línea similar cabe mentos del lenguaje desde su propio punto de vista (o por lo menos de lo que su-
situar los trabajos de Muñoz Garrigós | 1974]. Aunque muy distintos de estos estu- ponemos que puede habersido su punto de vista). Por eso las enmiendas que acen-
dios últimamente mencionados, sobre la lengua de La Celestina también importa túan la claridad y la lógica, las correcciones que contribuyen a la expresividad y al
ver Reckert [1976], Miguel Martínez [1999], Garcia Mouton [2000], López Iz- encauzamiento del diálogo, son muy superiores en número a las que afectan al es-
quierdo [2008] y la panorámica de Girón Alconchel [2003]. tilo en cuanto tal».
454 CARLOS MOTA LA LENGUA Y EL ESTILO AS$

fugacidad o excesiva lentitud del tiempo, caducidad de las cosas... do de la elocución de la realidad, sobre todo en el diálogo, como no
Siempre se busca una expresión que produzca en el lector el efec= había sido capaz de producirlo ninguna obra anterior en lengua cas-
to de que el personaje elige su estilo.'”* Por otra parte, ni criados tellana, importa subrayar que la de La Celestina es siempre una len-
ni señores son ajenos a la expresión vulgar, pero brillan por su au-= gua acendradamente artificiosa, producto de un ingenio inventivo y
sencia la jerga o el habla de germanía —que hubieran sido harto ve- compositivo que no se apreciaba —ni apenas se concebía—sino como
rosímiles en una obra por la que pululan prostitutas y matones—'?* resultado de un concienzudo trabajo retórico, basado en parte en
y también la procacidad manifiesta. '”* materiales dados tan variados como dichos, sentencias, anécdotas de
Este tenso y refinado equilibrio ya suscitó admiración en tiempo la historia de Grecia y Roma, alusiones mitológicas... y también re-
de Rojas.'”* Pero, aunque produce en ocasiones un efecto de reme= franes, chistes o cuentecillos populares. El lector bienintencionado
de hoy puede apreciar por su plasticidad o profundidad lo que los re-
nacentistas apreciaban además porque lo reconocían, y es razonable
193 Sobre este particular hay útiles indicaciones en López-Izquierdo [2008]. suponer que muchas veces disfrutarían con particular intensidad de
"74 Marciales, L, 154-155, por ejemplo, subraya que el uso y abuso de esas hablas las recontextualizaciones a que el autor sometía muchos de esos ele-
es una de las mayores innovaciones de la literatura celestinesca frente a su modelo. mentos familiares.
175 Sobre algunas posibles obscenidades encubiertas en el lenguaje de La Celesti-
Un conjunto de exigencias y límites como éste imponía una len-
na, véase Lacarra [1996], con interpretaciones de palabras, pasajes, etc. sugestivas
pero en algunos casos ciertamente arriesgadas. De ser todas esas interpretaciones gua latinizante. La época de composición de La Celestina es decisiva
exactas, confirmarían —a nuestro entender— la especial habilidad y aun malicia con en la evolución del castellano —del literario en particular—, cuya ap=
que, sin gazmoñerías, la obra rehúye la procacidad explícita, que por otra parte titud expresiva se fraguaba y se medía =si acaso— con la del latín revi-
tuvo amplia cabida en la literatura de la época. Un solo ejemplo: en la famosa es- gorizado por el humanismo. En los treinta años anteriores a 1499 se
trofa acróstica, vv. 33-40, ¿Como el doliente que píldora amarga / O la recela o no
había ido desarrollando una prosa ya no tan polarizada en la latiniza-
puede tragar, / Métela dentro de dulce manjar, / Engáñase el gusto, la salud se alar-
ga, / Desta manera mi pluma se embarga, / Imponiendo dichos lascivos, rientes, /
ción léxica y sintáctica que favorecieron a ultranza los escritores más
Atrae los oídos de penadas gentes, / De grado escarmientan y arrojan su carga», las= cultos e innovadores de la primera mitad del siglo xv: Enrique de
civos puede tener el sentido latino de “alegres, jocosos” y ser (con característico ma- Villena, Juan de Mena o, a otra escala, el Marqués de Santillana. El
nejo del latinismo por parte de Rojas) puro sinónimo de rientes; véase «El autor, es- principio y el sentido de esa evolución hacia la moderación se ha
cusándose...», n. 21. La otra aparición de la palabra, en las coplas «Concluye el ilustrado con la del estilo de la prosa de Juan de Lucena desde el Diá-
autor...», VY. 9-10 («No dudes ni hayas vergúenza, lector, / narrar lo lascivo que
logo de Vita beata, de 1463 —muy latinizante sobre todo en el léxico,
aquí se te muestra...»), apuntaría al sentido de lascivo más corriente hoy. Véase Vas-
menos en la sintaxis—, a la Epístola exhortatoria a las letras, de 1481. En-
vari [2005].
176 Contrasta la opinión de Juan de Valdés, en el Diálogo de la lengua, con la de Cas- tre ambas obras surge —en la poesía— una lengua literaria y elevada tan
par von Barth un siglo más tarde. Dice Valdés: «ningún libro hay escrito en castella- rupturista por su refinada naturalidad como la de las Coplas a la muer-
no donde la lengua esté más natural, más propia ni más elegante»; «esprimicron [los te de su padre de Jorge Manrique (1476),” y en la contemporaneidad
autores] a mi ver muy bien y con mucha destreza las naturales condiciones de las per-
sonas que introdujeron en su Tragicomedia, guardando el decoro dellas desde el prin-
cipio hasta la fin». Von Barth, 306, en cambio, mostró su desazón ante tanta erudi- convención ... análoga ala de que todos los personajes de la comedia del Siglo de Oro
ción en boca de los personajes, sobre todo en la de los bajos; en el trasfondo de su hablen en verso y la de que todos los personajes de una ópera hablen cantando». Por
preocupación estaban sus rígidas ideas sobre lo que convenía a cada personaje según lo demás, como ha señalado Rico [19904:70], la preceptiva de la época admitía me-
su lugar social —en buena medida inseparable de su significación moral—, por un lado, jor que los criados hablasen en un estilo elevado que los señores en uno bajo. Sobre
y por otro su tendencia a estimar como preciosas píldoras de sabiduría —desvincula= el equilibrio del estilo en La Celestina, véanse sobre todo Menéndez Pidal [1950:15],
bles de los contextos en que se insertaban— esas ostentaciones eruditas. Un excelente Samona [1953:5-17], Lida de Malkiel [1962a:337] y Herriott | 1960].
repaso de las principales valoraciones de la crítica a este propósito —del siglo xv1 a los 277 Sobre las peculiaridades del estilo de Juan de Lucena véanse Morreale [1955]
años 50 del siglo xx en Lida de Malkiel [19624: 330-332 y n. 36]. Sobre los pasos de y Lapesa [1965]; sobre la lengua de las Coplas a la muerte de su padre, Menéndez Pi-
Benedetto Croce |1939:219], Lida de Malkiel [19624:333] señaló que «la erudición dal [1950:11-13], Spitzer [1950] y Correa [1980]. Un panorama general de la evo-
no es sino ... un aspecto del lenguaje refinado de todos los personajes, el cual es una lución de la lengua en la época en Lapesa [1981:265-290, esp. 274-286].
AsÓ CARLOS MOTA LA LENGUA Y EL ESTILO 457

de la Epístola exhortatoria—entre 1480 y 1483, aunque su magisterio es | diego de San Pedro de la Cárcel de Amor (impresa en 1492) o el Ni-
particularmente fecundo a partir de 1492 tiene lugar la evolución colás Núñez de la continuación de esa obra (1496).'* Otras presen-
estilística de Diego de San Pedro entre el Tratado de amores de Arnal- clas son menos seguras, aunque bastante verosímiles: la traducción
te y Lucenda, la Cárcel de amory el Sermón: una evolución desde el ape- de la Historia de dos amantes, Enríalo y Lucrecia (1496), de Eneas Silvio
go alas fórmulas amplificatorias tradicionales de la retórica medieval Piccolomini, la de la Fiammetta de Boccaccio (1497) ambas salidas
a un gusto que admite además la abbreviatio y se deleita con la frase de la misma prensa, precisamente salmantina, '* Rodrigo Cota...%
sintácticamente equilibrada, influido por el humanismo, incluso por Pero, por encima de todo, naturalmente, el autor del auto I, que no
sus rescates de textos de materia retórica.” parece haber tenido en cuenta tantos modelos de estilo en su propio
Contemporáneamente, las cosas cambian en los medios cultos. idioma como Rojas, quizá por poseer un gusto más estricto o me-
En la corte se abren paso ideales expresivos sustentados principal- nos atento a los autores en romance, quizá por no tener a su dispo-
mente en el habla toledana —la nativa de Rojas, Cota o Valdés; la sición un canon tan amplio cuando escribió su fragmento, cuya fe-
del «primer autor», según Menéndez Pidal, sería más bien salman- cha ignoramos: baste pensar que una redacción anterior a 1492 le
tina—, y una aspiración a la elevación que no esté reñida con lo ge= hubiese dificultado mucho =salvo contacto estrecho con sus auto-
nuino. En la universidad, entre 1476 y 1486 desempeña Antonio de res— cualquier posible evaluación de la mayoría de las obras en cas-
Nebrija su magisterio en gramática latina en Salamanca —ciudad tellano citadas y segura o verosímilmente estimadas por Rojas, y
donde Rojas hubo de formarse y confiesa haber encontrado el frag- también de la Gramática castellana de Antonio de Nebrija, publicada
mento del «antiguo autor», y es de suponer que en esos años em- en ese mismo año y que tuvo por lo demás una difusión limitada.'**
pezaría el humanista a elaborary a difundir (en paralelo con los des-
arrollos literarios antes recordados y con sus varios trabajos sobre el
latín y el vulgar) sus ideas sobre la expresión literaria en romance 15% Baste para constatarlo XI, n. 35.
1% Es la conocida como «imprenta de la Gramática castellana de Nebrija», por ha-
que acaba exponiendo en su Gramática castellana de 1492.
ber producido esa obra. La Historia de dos amantes castellana ha sido editada por Le-
Todo este cúmulo de circunstancias importa para la lengua de La certua [1975]; véase la anterior n. 145. Por cierto que al menos desde Penney [1962]
Celestina porque en ella, y de forma incuestionable en la parte de circula la sospecha de que la traducción de esa obrita pudo realizarla Fernando de
Fernando de Rojas, se tienen en cuenta resueltamente medidas.cas- Rojas: la sostiene también Marciales, I, 344. La traducción castellana de la Fiam-
tellanas de excelencia estilística: autores ya reputados de clásicos, metta ha sido editada y estudiada por Mendia Vozzo [1983].
como Juan de Mena, por supuesto;'”” alguno de la primera mitad del 153 Sobre la posible influencia de Cota en La Celestina pueden verse las distintas
consideraciones de Valle Lersundi [19584], Romero y Sarráchaga [1959], Von
siglo, como el Arcipreste de Talavera o el Tostado,'*” pero también
Richthofen [1966], Gerli [1976] y, sobre todo, Rodríguez [1978-1979], Salvador
escritores estrictamente contemporáneos del bachiller, como el Martínez [1980], Severin [19804] y Marciales, l, 269-279 y passim, este último de-
fensor acérrimo de su candidatura a la autoría del auto 1. Véase asimismo Miguel
Martínez [1996:309-317].
175 Sobre las características del lenguaje de Diego de San Pedro, véase Whinnom 194 La difusión de la Gramática castellana de Nebrija puede calificarse así por con-
[1960]. traste con las continuas reediciones y puestas al día del manual de latín del mismo
172 La lengua y el estilo de Juan de Mena=sobre todo el de su poesía— han sido es= humanista, las Introductiones latinae, usado en España desde 1481 hasta entrado el si-
tudiados con detenimiento por Lida de Malkiel [1950:159-322]. Rico [1982a:104] glo xvii. Samona [1953:10|, convencido de que el auto 1 es anterior a 1492, se
hace notar que la Gramática castellana de Nebrija «jamás da un juicio de valor positi- plantea como un error histórico ver La Celestina como reflejo idiomático (y en un
vo» sobre el estilo de Mena». sentido amplio, estilístico) de la obra de Nebrija, porque «en la Comedia no puede
1%" Una interesante comparación entre el estilo de La Celestina y el del Arcipreste producirse todavia ese efecto de selección que es consecuencia tardía de la ense-
de Talavera puede verse en Gilman [1056:50-54]. En un ámbito más amplio, de las ñanza teórica». Sin embargo, poco más allá, el mismo estudioso acepta que «de al-
posibles relaciones entre nuestra obra y el texto de Alfonso Martínez de Toledo gún modo, Rojas no podía permanecer ajeno a la enseñanza oral del gran huma-
—uno de los candidatos a la autoría del auto I— han tratado von Richthofen [1941 y nista ... Los efectos de esta educación se pueden ver no tanto en una perfección,
1966], MacDonald [1954], Gerli [1076], Wise [1980], Vermeylen [1983] y Cárdenas en una esencialidad del lenguaje, cuanto en la presencia de una alternativa [al gus-
[1986 y 1988]. Sobre Alonso de Madrigal, véase Cátedra [19864]. to estilístico ingenua y excesivamente latinizante y retoricista predominante en las
458 CARLOS MOTA LA LENGUA Y EL ESTILO 459

Como sea, el bachiller se aplicó a imitar con especial entusiasmo (La Celestina, en especial la parte de Rojas, es un extraordinario de-
al «primer autor», empezando por su estilo =que le había desham- * pósito de primeras documentaciones de refranes),'* lugares comu-
brado=,'*S y éste es sin duda un factor homogeneizador, nivelador, nes, silogismos, entimemas... Un conjunto de materiales mostren=
entre las partes debidas a ambos, perfectamente solidario del proce= cos que se consigue convertir, al incrustarlos en un diálogo suasorio,
dimiento estructural denominado por Lida de Malkiel «gemina=- en sustancia fundamental de la expresión, la acción y el desarrollo de
ción».'* Pero de igual importancia en esa nivelación nos parece unos personajes complejos insertos en unas circunstancias mínima-
que tanto el «antiguo autor» como Rojas pudieron basar sus com= mente perfiladas pero en lo esencial creíbles. Incrustarlos por varios
posiciones en ejercicios de estilo semejantes, el primero de los cua=- procedimientos: citándolos tal cual como sacándolos de un reper-
les sería el de traducción de las citas de sus fuentes, y el segundo, la torio—, levemente modificados («Quien bien quiere a Beltrán a to-
composición de discurso —argumentativo, narrativo, descriptivo, das sus cosas ama», XVIL, 303), sólo aludiéndolos parcialmente
introspectivo, etc.—, seguramente adoptando como marco del ejer= («quien engaña al engañador... ya me entiendes», XIX, 317), refe-
cicio la escena y tomando pie en elementos dados: esas senten= ridos o variados a medias entre dos personajes, etc.
cias traducidas del latín con discreta elegancia, refranes castellanos «En el proceso de transfiguración desde un patrimonio de for-
mas “impersonales” y ya estilizadas en una materia “afectiva” y
“personal” radicaría el primero y uno de los más interesantes pro-
letras vulgares de buena parte del Cuatrocientos castellano]». La reflexión sobre
blemas estilísticos de la obra», afirmaba Samona [1953:226]. Más
la lengua castellana, sus posibilidades y límites, había tenido que planteársela Ne=
brija necesariamente, al menos, al traducir al castellano (1486), por encargo de la
recientemente, Fraker [1990:86-87] ha sugerido que podría haber
reina Isabel, sus famosas Introductiones latinae, y no puede descuidarse que la elabo- tras de ello un «conjunto de prácticas» retóricas «que tiene una his-
ración de sus diccionarios de español-latín y latin-español es contemporánea o toria y personalidad distintiva aparte de La Celestina», que él re-
muy poco posterior a la Gramática castellana, y por tanto muy vecina de la compo- monta a un gusto típico del latín de la Edad de Plata y que habría
sición de La Celestina. Como posible muestra adicional de la existencia de un am- llegado a los autores de La Celestina por diversas vías, pero princi-
biente cada vez más interesado en la estructura y la dignidad literaria del romance
palmente a través de «la enseñanza y la práctica asociadas con la de-
de Castilla, cabe señalar que es muy posible que también proceda del ámbito sal-
mantino una gramática castellana fragmentaria descubierta en la Real Biblioteca clamación» (ibidem, p. 92). Está pensando en ejercicios como los
de Madrid y que podría ser anterior a la de Nebrija, según estima Gómez More- que ilustran las Controversiae et suasoriae de Séneca el Viejo, amplia-
no [1989]. mente difundidas en los ambientes escolares medievales. Ese gusto
185 Así lo afirma en «El autor a un su amigo», 6: «Y como mirase su primor, su retórico —el uso y abuso de las sentencias, la técnica del tema y va-
sotil artificio, su fuerte y claro metal, su modo y manera de labor, su estilo elegan-
riaciones a través de la acumulación de sentencias que detienen el
te, jamás en nuestra castellana lengua visto ni oido, leílo tres o cuatro veces, y tan
tas cuantas más lo leía, tanta más necesidad me ponía de releerlo y tanto más me
discurso, aunque lo hacen persuasivo por su copiosidad e insisten—
agradaba, y en su proceso nuevas sentencias sentia». cia,'* la búsqueda de efectismos fónicos y entonativos, conceptis-
186 ¿Los materiales añadidos ... parecen brotar orgánicamente de lo ya escrito ...
Se da ahi un proceso de complementación creadora»; Gilman [1956:62-63] piensa
especificamente en los añadidos que diferencian la Tragicomedia de la Comedia, pero 197 Sin ánimo de exhaustividad, los principales trabajos sobre el uso —o sobre
sus palabras podrían aplicarse también al proceso de creación de la Comedia a partir usos concretos— del refranero en La Celestina serían los de O'Kane [1950 y 1959],
de los materiales verbales, de las situaciones, etc. del auto 1. Más adelante destaca Ernouf [1970], Muñoz Garrigós [1974], Shipley [1974 y 1977], Gella Iturriaga
que, en el pasaje del prólogo de la Tragicomedia en que se comenta la sentencia Om- [1977]. Barrick [1983], Fernández Sevilla [1983 y 1084], Pagano [1979-1080], Biz-
nia secundum litem fiuunt, «Rojas representa plásticamente el proceso de crecimiento zarri [2007 y 2008] y Burgoyne [2010]. Se han ocupado también de la cuestión
creador desde la oscura potencia de la idea seminal, pasando por su germinación y —pero para discutir hipótesis relativas a fuentes y autoría peculiares Gilman y
florecimiento en el espíritu, hasta el nacimiento del nuevo fruto» (Gilman 1956:64 Ruggerio [1961] y Cantalapiedra [1984].
y n. 14). El pasaje del prólogo en cuestión dice: «Y como sea cierto que toda pala= $8 Sin embargo, es cierto que «lo que casi nunca vemos en los actos que hemos
bra del hombre sciente esté preñada, desta se puede decir que de muy hinchada y atribuido a Rojas es la rabelesiana expansión del estilo por el estilo mismo (como,
llena quiere reventar, echando de sí tan crecidos ramos y hojas, que del menor pim= por ejemplo, el pasaje que desarrolla el improperio “puta vieja” en el acto TI)» (Gil-
pollo se sacaría harto fruto entre personas discretas» («Todas las cosas...», 15). man 1956:38). Pero téngase en cuenta Taylor |2010:318-320].
460 CARLOS MOTA LA LENGUA Y EL ESTILO 461

tas y epigramáticos,'* el gusto por las antítesis. ..—'* pudo llegar a los con significados representantes recientes de la literatura en roman-
autores de La Celestina por la vía llana de los florilegios de sente ce —poesía, prosa didáctica, icción— asimismo latinizantes.
cias como la Margarita Poetarum de Albrecht von Eyb o el Indice de ista voluntad de estilo se observa en varios planos.'” En primer
las obras de Petrarca (empleados por Rojas), o las Auctoritates Aris-' lugar, en el léxico, quizá como «el residuo de un léxico que ha teni-
totelís reconocidas por Ruiz Arzálluz [1996] tras los papeles del «an= do fortuna en la primera mitad del siglo y se conserva en la segun-
tiguo autor».'” En cualquier caso, la omnipresencia de la retórica. da, pero cuya expresividad se ha debilitado sensiblemente» (Sa-
distingue a La Celestina de la mayoría de las comedias latinas del si= mona 1953:24, la cursiva es nuestra). Pero también —aquí y allá- en
glo Xv, donde se hace un uso mucho más módico y ocasional de la sintaxis, hecho que ya era objeto de censura en el medio univer-
ella, y la distancia sensiblemente de las de la Antigiiedad.'” Ni que sitario para el tiempo de la redacción de la mayor parte de la obra
decirse tiene que los autores usan de ella como una forma de enal- y, en consonancia, en el curso de la acción de la propia Celestina.'**
tecer el discurso, en cuanto a su ornamentación pero también en Ello permite suponer que el uso de los latinismos léxicos y =sobre
cuanto a su capacidad y profundidad significativa. todo— de los sintácticos es con frecuencia a la vez un homenaje
Decíamos que la lengua de La Celestina es latinizante; conviene y una ironía dirigida a cierta literatura latimiparla del pasado (pre-
añadir que de formas bien sutiles. Por un lado, los autores latinizan: ponderantemente la de Juan de Mena; por paradoja, seguramente
porque una parte importante de su texto incorpora traducciones. esto contribuyó a que nadie se escandalizase demasiado, que se-
más o menos exactas de frases latinas de formulación elaborada pamos, de que se le atribuyera el auto 1).'% Y se diría particular-
—por exceso o por defecto de brevedad y concisión; no nos parece mente probable en los crudos latinismos que de vez en cuando sur-
descabellado pensar que muchas veces quisieran aproximar al má-= gen en la lengua de los personajes bajos, sobre todo de Celestina
ximo su castellano incluso a la pura sonoridad del original. Otras -reptilias, instrutos, especial (con valor adverbial), cliéntula, sulfítreo,
veces latinizan sin tomar pie en una fuente: por una voluntad de es- corruta, varios de probada ascendencia meniana— o de Sempronio.
tilo en relación dialéctica, quizá, con la tradición genérica en que Pero no sólo de éstos: Calisto produce en sus momentos de ma-
se enraíza la obra (la comedia latina y sus avatares), pero sobre todo yor exaltación ejemplos como «da menstrua luna» (XIV, 282), o co=
mo «los rayos ilustrantes de tu muy claro gesto» (XII, 245) o por
159 Pese alo cual, es muy interesante la observación de Gilman [1956:59-60] res- no descuidar el más conocido— «En dar poder a natura que de tan
pecto a que Rojas «tiene que suplir la entonación con palabras ... Si ... hubiese es-
crito para actores, es muy posible que el diálogo no fuera ni tan vivo ni tan claro»,
Lo dice porque, en efecto, escribe para un lector en voz alta que ha de tratar de 123 No nos ocupamos en esta sección del nivel fónico ni de las cuestiones relati-
«mover los oyentes ... fingiendo mil artes e modos». vas a la grafía; sobre el particular véanse los «Criterios de presentación gráfica» in-
*% Sobre algunas de estas características, véanse los argumentos y referencias de cluidos en el aparato crítico, pp. 573-578. á
Fraker [1990:90-91 y nn. 22 y 23]. 29 Para la censura universitaria, baste remitir al conocido pasaje de la Gramática
191 Praker se polariza tal vez en exceso, a la hora de buscar tales vías, en el «Te= de la lengua castellana de Nebrija: «cacosínteton es cuando hacemos dura composi-
rence cum commentary» y en los autores que inventaria Castro Guisasola | 1924] ción de palabras, como Juan de Mena: “A la moderna volviéndome rueda”, por-
en su exploración de fuentes (Lucano, Persio...), algunos dificilmente accesibles que la buena orden es “volviéndome a la rueda moderna”, En esto erró mucho don
a fines del siglo xv, y no atiende la de los fTorilegía, en nuestra opinión harto más Enrique de Villena, no sólo en la interpretación de Virgilio, donde mucho usó des-
probable. El hispanista norteamericano también apunta que en ese gusto retóri- ta figura, mas aun en otros lugares donde no tuvo tal necesidad, como en algu-
co por el silver latin pudieron empaparse los autores de La Celestina a través de esti- nas cartas mensajeras, diciendo “Una vuestra recebi letra”; porque, aunque el grie-
los como, por ejemplo, el de la Fiammetta de Boccaccio, sus traducciones e imita= go e latin sufra tal composición, el castellano no la puede sofrir» (Quilis 1992:148).
ciones. Véase el comentario de Rico [19824:103-106] sobre este pasaje de Nebrija y sobre
12 Para ejemplos y modalidades del uso de la argumentación retórica en la co- su influencia.
media humanística que habría heredado La Celestina, pero llevándolo mucho 22 Lida de Malkiel [1950:148 y ss.], examinando ciertos usos estilísticos de Juan
más lejos, véase Fraker [1990:80-84]. Spitzer [1957] apuntó en su día como posi- de Mena, ha alertado acerca de la particular frecuencia con que se dan también en
ble modelo para ese gusto por la retórica las tragedias de Séneca, lo que Fraker re= el auto 1 de La Celestina. Se fija ahí sobre todo en la figura etimológica y el quias-
chaza. Un análisis de las estrategias retóricas en la obra en Lloret [2007]. mo, pero hace la búsqueda extensiva a otros fenómenos.
462 CARLOS MOTA LA LENGUA Y EL ESTILO 463

perfecta hermosura te dotase, y hacer a mí, inmérito, tanta mer- Todos ellos son recursos que desautomatizan el ritmo de la fra-
ced que verte alcanzase, y en tan conveniente lugar, que nu se= so, orillando mesuradamente el orden de palabras común en caste-
creto dolor manifestarte pudiese» (I, 27), en el que se observa llano. Otras veces la desautomatización se produce buscando un
una acumulación de frases con verbo al final y, por añadidura, pro= equilibrio extremo («es menos yerro no condenar los malhechores
sa rimada. que punir los inocentes», XIV, 279-280), a veces la pura amplitud
En todo caso, por lo que hace a los latinismos léxicos, cabe dis- (de la que sería también buen ejemplo la antitética sentencia ante-
tinguir dos modalidades: los propiamente dichos, algunos en curso rior o el citado «O si por caso...»), propósito solidario de la inten-
de incorporación al vocabulario usual en la época y otros no (ejem= ción retórica amplificadora que predomina en la obra.'”
plo de los primeros sería continuo; de los segundos, incusar); y, por En efecto, se ha dicho que casi toda imagen, motivo o parte del
otro lado, aquellos latinismos semánticos, detectables con menos discurso es susceptible de amplificación, y el fenómeno denomi-
facilidad, en que la latinización se produce también o exclusiva= nado por Lida de Malkiel geminación podría constituir una mues-
mente en el significado de la palabra, que recupera el que —o uno tra del mismo en un terreno estructural. Para tales amplificaciones
de los que= tenía su étimo latino (serían los casos de ¡gual con el va= «se recurre a traslados, a figuras “de pensamiento” y “gramaticales”
lor de justo”, estudio con el de empeño, esfuerzo” o jamás con el de y a las varias combinaciones que ... conservando la lógica del pen-
“siempre”, entre otros). Este es sin duda un rasgo estilístico de gran samiento, concurren a expresarlo de forma no directa».'* En un
interés, pues exige del lector una reflexión sobre el sentido exacto plano situado más a ras del discurso de los personajes en cada escena
de las palabras que escucha o lee, y lo invita a una lectura atenta con concreta, serían sobreabundantes los ejemplos, desde los más pura-
tanta eficacia como la concisión y enjundia de las sentencias, la ele= mente repetitivos («Lloro mi gran mal, lloro mis muchos dolores»,
gancia de ciertas construcciones retóricas o la sinuosa lógica de XIX, 324, con anáfora; «mi triste nombre y fama», XIIL, 267; «Llega-
ciertas argumentaciones. do es mi alivio y tu pena», XX, 331, en este caso incorporando una
En cuanto a los latinismos sintácticos, importa subrayar que se antítesis) hasta el uso de variadas figuras retóricas: el quiasmo («Mi fin
echa mano de ellos con cierta moderación:'*” hay algún uso llama= es llegado; llegado es mi descanso», XX, 331), la epanalepsis («¿Cómo
tivamente latino del infinitivo (como en I, 30, «No creo ... ir con= tove en tan poco la gloria que entre mis manos tove?», XIX, 325), el
migo el que contigo queda», con subordinada de jafiritiga y verbo políptoton («En largos días largas se sufren tristezas», XX, 334), la fi-
al final de la frase, o en XIX, 325, «No es tiempo de yo vivir») y del gura etimológica («Oh vejez virtuosa, oh virtud envejecida!», l, 66;
participio presente («mantenedor de las volantes harpías», III, 109; «¿Cómo no gocé más del gozo?», XIX, 325). O, en otro terreno
o, con valor de participio sustantivado, «el loor y las gracias de la —por implicar normalmente segmentos de discurso más extensos=,
ación más al dante que no al recibiente se deben dar», 1, 80); ape- la anáfora, de poderoso efecto oratorio y dramático («esta herida es la
nas hay hipérbatos propiamente dichos —quizá sea de los más nota- que siento, agora que se ha resfriado, agora que está helada la san-
bles XX, 334, «que en largos días largas se sufren tristezas»; a lo gre que ayer hervía, agora que veo la mengua de mi casa, la falta de
sumo, dislocaciones entre verbo y complemento por medio de in= mi servicio, la perdición de mi patrimonio, la infamia que a mi per-
cisos del tipo de «¡O si por caso los ladradores perros con sus crue- sona de la muerte de mis criados se ha seguido!», XIV, 277-278). Seg-
les dientes, que ninguna diferencia saben hacer ni acatamiento de mentos de discurso en que se implica decisivamente la interacción
personas, le hayan mordido!» (XIV, 271). O desplazamientos hacia de los personajes: repasando usos de la anáfora, Samona [1953:50]
el final de la frase de los verbos.
197 Para todo esto siguén siendo imprescindibles los análisis y observaciones de
19% Coincidimos con Russell, 145, en que «la tendencia latinizante está siempre Samoná [1953:22-40], que pueden completarse con Sandoval [1974].
refrenada por la conciencia de ambos autores de que semejantes pasajes tienen que '% Samoná [1953:41]. Qué duda cabe de que la impresión de complejidad mul-
convencer como auténticas unidades dialogales». Para usos de prosa rimada, Río tifacética del diseño de los personajes, sobre todo en el terreno ideológico, debe
[2001]. Higashi [2005] examina distintos tipos de cursts. mucho a esta determinación amplificatoria.
464 CARLOS MOTA LA LENGUA Y EL ESTILO 465

destaca un magnífico ejemplo (X1, 234) de articulación de ese pro= tos de elevación del estilo de que antes hablábamos y, en fin, ex-
cedimiento amplificatorio con la dinámica del diálogo (y, con ante- presiva de dos temas fundamentales en la obra: la conciencia del
rioridad a ello, con «el animus de los personajes») que no nos resisti- paso del tiempo e incluso de las tendencias autodestructivas —ano-
mos a reproducir por lo atinadamente que, a nuestro juicio, ilustra réxicas— del enamorado. Leemos en VIII, 198:
la sabiduría constructiva con que Rojas emplea la retórica, más allá
del ornato estilístico: CALISTO. ...Yo me voy solo a misa, y no tornaré a casa hasta que me
llaméis, pidiéndome albricias de mi gozo con la buena venida de Celesti-
CELESTINA. ...Melibea pena por ti más que tú por ella; Melibea te na, Ni comeré hasta entonce, aunque primero sean los caballos de Febo
ama y desea ver; Melibea piensa más horas en tu persona que en la suya; ipacentados en aquellos verdes prados que suelen, cuando han dado fin a
Melibea se llama tuya, y esto tiene por título de libertad; y con esto, aman- su jornada.
sa el huego, que más que a ti le quema. SEMPRONIO. Deja, señor, esos rodeos, deja esas poesías, que no es
CALISTO. Mozos, ¿estó yo aquí? Mozos, ¿olgo yo esto? Mozos, mirad habla conveniente la que a todos no es común, la que todos no participan,
si estoy despierto. ¿Es de día o de noche? ¡Oh Señor Dios, Padre celestial, la que pocos entienden. Di «aunque se ponga el sol», y sabrán todos lo que
ruégote que esto no sea sueño! dices. Y come alguna conserva con que tanto espacio de tiempo te sos-
tengas.

En efecto, «obsérvese el crescendo rítmico que culmina precisamen-


En la excesiva alusión al mito de los caballos de Febo por parte de
te en el nombre de la muchacha, repetido tres, cuatro veces, y la in-
Calisto hay un empleo de la mitología estilístico y amplificatorio,
mediata repercusión de ello en Calisto, que, como enloquecido, se
no alegórico ni crasamente didáctico. En la réplica de Sempronio,
dirige a sus criados llamándoles tres veces». La amplificación, sería,
un parecer derogatorio sobre la forma de hablar de su señor que
ajuicio de Lida de Malkiel, consecuencia de la «avidez de los auto=
retrata a Calisto como prolijo («deja ... esos rodeos») y también co-
res por aprehender la realidad concreta, su repugnancia a tipificar
la y su deleite en sugerir su inagotable diversidad». Es también un mo pedante («deja esas poesías»). Porque, en efecto, «esas poesías»
apunta al comentario que Juan de Mena dedicó a una estrofa de su
rasgo que ya disgusta —pocos años después— a Valdés, cuando de=
nuncia en el estilo de La Celestina «el amontonar de vocablos algu= Calamicleos o Coronación del Marqués de Santillana: «Y dice Ovidio
que como Febo descendía en ocidente, en aquel dorado carro de
nas veces, tan fuera de propósito como Magnificat a maitines»: son
cuatro ruedas que tiraban los sus caballos, e como Febo los deja-
numerosos los ejemplos de repetición, paralelismo, contrastes, si-
se en los suelos de España, que son los sus postrimeros pastos, re-
metrías, similicadencias que podrían darse (algunos hemos apunta=
creando sus miembros, e apacentándose por aquella yerba ambro-
do en párrafos anteriores). Y de enumeraciones: de «vocablos»
sía llamada...». Es dificil concebir que Rojas pusiera esa expresión
—piénsese en el famoso laboratorio de Celestina que Pármeno des-
cribe en I, 56-61— y también de refranes, citas, sentencias, ejemplos en boca de Sempronio si no quería asaetear con ironía las mane-
ras estilísticas representadas —en su tiempo, por antonomasia— por
históricos y mitológicos, ejemplos del bestiario, etc.”
Mena.” Al propio tiempo, resulta admirable el punto hasta el que
No quisiéramos concluir este apartado sin otro ejemplo de uso
de la amplificación perfectamente solidario con la traza de los per-
sonajes y de los conflictos que los oponen, con el desarrollo de la
200
Lida de Malkiel [1962a:342-343 y n. 46] ha diferenciado nítidamente este uso
acción de la obra, con la visión distanciada de ciertos procedimien- ornamental de la mitología de los didáctico-alegóricos tan frecuentes en la poesía y
la prosa del Cuatrocientos. No nos parece tan convincente su opinión en el senti-
do de que «muy lejos de que el “Deja, señor...” implique el tedio renacentista ante
199 Véase al respecto de las enumeraciones Lida de Malkiel |1962a:334-335 y una moda anticuada (como apunta Menéndez Pidal 1950:17), lo que en verdad im-
n. 40]; sobre las similicadencias y rimas a final de frase, ibídem, p. 335, N. 41, donde plica es la aversión del pedante atiborrado de máximas y tópicos doctrinales [Sem-
discute con abundancia de ejemplos la opinión de Menéndez Pidal [r950:16] en el pronio] al empleo desinteresadamente estético de la mitología». Más justo parece
sentido de que éstas apenas existían y eran más expresión natural que ornato estilís- Samoná [1953:218-219] cuando escribe: «en la mayor parte de estos recursos late un
tico. concepto de crisis de la expresión retórica ... intuimos ... una forma de aversión di-
466 CARLOS MOTA, LOS PERSONAJES 4067

Rojas lleva la congruencia entre las palabras y el carácter de Sem= ( edentes, salvo tal vez las «mochachas», Elicia yAreúsa, , pero «el co-
pronio: el criado da en este diálogo un ejemplo perfecto del «haz tú
lo que bien digo y no lo que mal hago» que le define, al formular:
por medios reiterativos (dos anáforas: «deja ... deja...»; «la que ... la. ia arquetipos
etipos de | ja literatura antigua y medieval» (Lida
que ... la que...») su censura al proceder amplificatorio de Calisto.% de Malkiel 1962a:762), en términos de complejidad y peculiaridad,
y también de la articulación de esas peculiaridades con el desarrollo
de la acción. Conviene insistir en que la calidad de la creación de
LA CONSTRUCCIÓN DE LOS PERSONAJES personajes en La Celestina carece de paralelos en la literatura de su
tiempo y aun en la de bastante después: asombran las innovaciones
Nos encontramos en La Celestina con el caballero enamorado y su o desautomatizaciones que suponen respecto a los tipos que les an=
dama —con ciertas similitudes con los del roman courtois, la comedia teceden y también la superficialidad o tosquedad de sus continua-
latina antigua, elegíaca y humanística y la ficción sentimental, la ciones e imitaciones del siglo XVI, por muchos matices que puedan
vieja alcahueta presente en varios de los géneros mencionados=, añadirse a esta afirmación.?
los criados consejeros y mediadores, uno fiel y el otro engañoso, y Los Poole de La Celestina están claramente A por su Por q

el bravucón —con referentes en el teatro de la Antigiiedad—, los pa= Li cios

dres de la muchacha, etc.** Ninguno carece por completo de pre= _socjal.


)
cluye además 8 rufianes y delincuentes.** O elestina, su casa Y varia
recta contra el lenguaje de los amantes ... no sólo el espíritu de la frase, también el
modus dicendi». Una forma de aversión que toma cuerpo en muchos otros pasajes, llanueva [1993]. Sobre los rufianes, Gimber [1992]. Sobre las figuras maternas, Grie-
por ejemplo en ese aparte cómo no— de Pármeno que constituye una de las más ve [ro90]. Sobre la motivación, López-Gnrigera [2005].
intencionadas y mejor encajadas adiciones de la Tragicomedia: «¡Oh santa Maríal, y % Sobre la «celestinesca» véase arriba, pp. 398-401.
qué rodeos busca este loco por huir de nosotros, para poder llorar a su plader con 2% Son muy ilustrativos los análisis de Maravall [1964] y Gilman [19724] sobre
Celestina de gozo, y por descubrirle mil secretos de su liviano y desvariado apeti- la posible influencia de varios fenómenos de la evolución de la vida socialy de las
to, por preguntar y responder seis veces cada cosa sin que esté presente quien le mentalidades (a propósito del honor, el desempeño de la condición caballeresca,
pueda decir que es prolijo!» (VI, 147). Que las «poesías» de Sempronio apuntaban la riqueza y sus formas de adquisición y transmisión, la mercantilización de las rela-
al comentario de Mena a la copla 25 de su Calamideos lo había señalado Lida de ciones entre amos y criados y de la noción de servicio, la administración de justi-
Malkicl [1946:158-159] y lo contextualiza Rico [19904:72-74). cia y el mantenimiento del orden público...) peculiares de la Castilla de los Reyes
2 Una amplia serie de ejemplos adicionales sobre el uso de la erudición «al ser= Católicos. Nuevos matices a los análisis de Maravall en Ladero Quesada [1990],
vicio del drama, y sobre todo del trazado de los caracteres», no ya «como material Vian Herrero [rggoa], Martín [2001] y Bautista [2008]. También Russell [1964:
estilístico para la amplificación», puede verse en Lida de Malkiel [1962a: 341-342]. esp. 288-291] y, a un propósito más circunscrito, Laza Palacios [1958] llaman la
2% Nadie ha tratado con tanto fundamento y detalle la cuestión de los antece= atención sobre la cuestión de la confluencia de tradición literaria y realidad social
dentes literarios de cada uno de los personajes como María Rosa Lida de Malkiel. contemporánea en la obra, cuestión que en general la mayoría de la crítica no tuvo
Como es natural, después de 1962, y entre lo que se ha escrito sobre los personajes, muy en cuenta antes de Maravall, con excepción de Castro [1929 y 1965] y de quie-
se han discutido puntos de sus conclusiones sobre los posibles precedentes de tal o nes, tras Serrano y Sanz [1902], empezando por Menéndez Pelayo [1905-1915], se
tal otro, pero no se ha abordado una revisión sistemática ni mucho menos total de adentraron por la vía de la hipotética incidencia de la condición de converso (o de
esas conclusiones. Es por ello imprescindible recurrir para todo lo relacionado con presunto criptojudio) de Rojas en los planteamientos y en la traza de los persona-
esta cuestión a Lida de Malkiel [1962a:373-394 (sobre Calisto), 432-456 (Melibea), Jes de la obra. El libro de Gilman ha sido reseñado con especial sentido crítico por
477-480 y 490-494 (Pleberio y Alisa), 537-572 (Celestina), 616-630 (los criados de Russell [1975] (véase la réplica de Gilman 1977, y también Gilman 1979-1980, su
Calisto), 646-652 (Lucrecia), 676-683 (Elicia y Areúsa) y 702-710 (Centurio)]. So- última contribución sobre el tema) y por Shipley [1970]. Sobre los conflictos de
bre los antecedentes de Celestina puede verse además A. Alonso | 1942], González clase en La Celestina y el incuestionable papel del dinero en las relaciones humanas
Rolán |1077b], Cavallero [1988], Armistead y Monroe [1989], Labandeira [1990], que escenifica la obra véase sobre todo Rodríguez Puértolas [1969, 1976, 2000,
Márquez Villanueva [1993], Rouhi [1999] y, en relación a sus posibles vínculos con 2001a]; de la relación amo-criado en la obra se ocupó también —desde otra pers-
la Trotaconventos del Libro de Buen Amor, Giftord [1973]. Sims [1973:47-52], Nie= pectiva— H. Rauhut [1971:18-117]. A propósito de la prostitución en la obra y de
to |1977] también afecta a los antecedentes de Melibea— y el mismo Márquez Vi= aspectos significativos de la realidad de ese fenómeno en la época de Rojas véanse

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