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“Esto implica reaccionar contra la certeza de la objetividad empirista, contra el peso indiscutible
de la metodología positivista y contra una visión del sujeto cognoscente como mero reproductor
de una realidad exterior que algún observador esclarecido podía describir de forma exacta y
verdadera “(p. 63).
Primer período:
“El primer período de la psicología cognitiva estuvo marcado principalmente por el empleo del
paradigma del procesamiento de la información. Los comportamientos habían llegado a poder
ser descriptos y explicados en términos del modo en que los seres humanos se comportan como
sistemas u organismos capaces de operar con la realidad, procesando secuencialmente la
información recibida” (p. 69).
“Lo que nos hemos acostumbrado a denominar objetivo es simplemente el carácter peculiar
que una información tiene para alguien que se atribuye el derecho de decir cómo son las
cosas, basado en la instrumentación de un poder que le ha sido previamente delegado por un
grupo social” (p. 84).
Segundo período:
“El movimiento de psicología cognitiva se abrió en dos direcciones muy diferentes una de
otra (…) Una de esas ramas, emparentada con el desarrollo de las ciencias duras, se conectó
con los desarrollos de la inteligencia artificial y con las formulaciones que, dentro del
campo de la ciencia cognitiva, se vinculan a la elaboración de modelos racionales y
formales. Otra dio lugar a lo que conocemos como enfoque cognitivo-social, según el cual
la dimensión cognitiva se encuadra como expresión de la actividad social del hombre,
entroncado con una visión de éste como constructor de la realidad. Hablamos, entonces, de
un enfoque cognitivo-constructivista, que retoma y continúa la preocupación inicial de la
revolución cognitiva, en el sentido de recentrar al sujeto como mediador de la experiencia”.
“La analogía individuo=computadora, si bien nos permite contar con un poderoso recurso
para investigar ciertos procesos de la vida mental, contiene algunas limitaciones ineludibles
a la hora de intentar comprender cómo operan las personas en la vida real. La razón
fundamental de ello radica en que las personas desarrollan su actividad en el seno de una
matriz cultural, en el marco de procesos de interacción, que a su vez están determinados por
una legalidad social (p. 99).
“No sólo procesamos información sino que construimos la realidad donde esta información
es procesada. Nuestra capacidad de operar como sistemas autoorganizantes pone de
manifiesto que el tipo de procesamiento que realizamos no es pasivo en relación con la
información que circula, sino que operamos activamente en la selección de dicha
información (…) El constructivismo contemporáneo, que apenas acaba de nacer, se ha
dividido ya en dos grandes ramas, bastante alejadas por otra parte entre sí. Se habla de un
constructivismo radical y de un constructivismo moderado, según las atribuciones hechas a
la naturaleza de eso que llamamos «realidad», sustento cognitivamente necesario de
cualquier configuración de conocimiento. Los constructivistas radicales se inclinan,
sucintamente, por la imposibilidad de afirmar ningún grado de consistencia en eso que
llamamos «realidad». En su forma más extrema, concluyen que se trata de una invención.
Los constructivistas moderados, por el contrario, piensan que la realidad existe, aunque no
esté a nuestro alcance lograr un conocimiento cabal de ella (p. 108)”