Está en la página 1de 8

CARRERA: LICENCIATURA EN PSICOLOGÍA

CÁTEDRA: PSICOLOGÍA EDUCACIONAL

TRABAJO PRÁCTICO Nº 3

INTEGRANTES: Andrada, Mauricio.


Fernández, Verónica Noemí.
Trabajo práctico N° 3

El presente informe, tiene la finalidad de abordar diversos conceptos referidos a la


Educación y el quehacer del psicólogo educacional (como miembro de los equipos de
Orientación escolar), en relación con datos informativos obtenidos a través de encuestas
y entrevistas realizados a distintos participantes del campo educativo (directivos,
docentes, alumnos, padres, etc.), y haciendo hincapié finalmente en la particular
situación que atraviesa el proceso educativo debido a la actual pandemia por el Covid-
19.

Para comenzar, es necesario retomar y hacer un repaso por la noción de educación y


aprendizaje.

Desde el punto de vista etimológico, educación contiene una doble raíz: educare
(conducir, llevar una persona de un estado a otro, de una situación a otra) y educere
(extraer, sacar algo de adentro de la persona), por lo que estamos hablando de un
proceso a través del cual se desarrollan las capacidades de la persona, y se incorporan
experiencias, conocimientos, habilidades, y valores y normas sociales (García Nieto,
Ana Laura, 2020). Además, se advierte un doble efecto de la educación, un efecto de
capacitación y un efecto de formación; es un trabajo que realizan determinados
agentes(educador) sobre una materia prima(sujeto de educación) con determinados
instrumentos adecuados(métodos pedagógicos), y a partir de ello surge una
transformación, y una posible adaptación. La capacitación, puede ser entendida como
las adquisiciones del individuo en relación con conocimientos, información, habilidades
que optimizan su desempeño en una actividad determinada; mientras que la formación,
es la adquisición de actitudes normas, valores, de una forma de ver la realidad
socialmente aceptada, lo que permitiría adaptación o socialización (Quiroga Lucy,
2013). A través de ello, el sujeto en educación se integra a la estructura social.

Ésta educación, puede ser vista también como un proceso en el cual se realiza una
síntesis entre dos aspectos fundamentales que son: enseñanza y aprendizaje. El primero
hace referencia a la acción del sujeto educador sobre los sujetos educandos, lo que
tiende a transformarlos a través de la transmisión de conocimientos, información, etc. El
segundo aspecto, es el resultado del trabajo que realiza el sujeto para adquirir o asimilar
lo que se le transmitió, e identificarse con esas transmisiones, siempre recordando que el
sujeto tiene la capacidad de aprender, y esa es la base por la cual puede ser educado
(Quiroga Lucy, 2013). Por ello, la educación forma parte del sistema social, y éste
necesitó de una formalización y la creación de un espacio en el cual se pueda desarrollar
el proceso antes mencionado, y al que se deleguen las funciones de socialización del
sujeto, dando lugar al surgimiento de la institución educativa, ámbito para el desarrollo
de la persona, con la finalidad de transmitir cultura, determinados conocimientos y
formas de actuar en el mundo.

Ahora bien, analizando los datos brindados por las encuestas realizadas, se observa que
los diferentes actores involucrados en la institución educativa coinciden con lo
mencionado anteriormente, en donde el mayor porcentaje de alumnos consideran que en
la escuela, la institución educativa por excelencia, se tiene la finalidad de no sólo
estudiar y aprender (académicamente hablando), sino que sirve para ser alguien en la
vida; conocer distintas formas de pensar, descubrir las propias inclinaciones y a qué
dedicarse en el futuro. A su vez, gran parte del grupo de docentes piensan que la
educación consiste en aprender a ser, aprender a hacer, y aprender a participar y
cooperar, lo cual coincide con lo aseverado por Jaques Delors (1994), quien considera
que la educación para poder cumplir sus funciones debería estructurarse en torno a
cuatro tipos de aprendizajes fundamentales, y que son pilares del conocimiento:
aprender a conocer (adquirir instrumentos de comprensión), aprender a hacer (para
influir sobre el entorno), aprender a vivir juntos (para participar y colaborar con los
demás), aprender a ser (proceso que comprende elementos de los tres anteriores).
Finalmente, en cuanto a los padres encuestados, mayormente consideraron que la
escuela genera personas pensantes, prepara para el futuro, y forma a los alumnos en
valores.

Sin embargo, la ya mencionada pandemia que se presenta hoy en día, trajo


consecuencias que forzaron ciertos cambios en el proceso educativo, de manera que éste
pudiera continuarse, salvaguardando la integridad de las personas involucradas en él, y
en donde resalta la no presencialidad de alumnos-docentes, y la utilización de lo virtual
a través de la llamada educación a distancia. Éste nuevo escenario, plantea desafíos e
interrogantes sumados a algunos ya conocidos. Con esto nos referimos a que en tiempos
de la llamada modernidad liquida, y utilizando la modalidad virtual, se aumenta el
riesgo de que la escuela, como menciona Bleichmar (2008), se convierta en un espacio
en el cual se priorice la transmisión de datos informativos, dejando en un segundo plano
la formación de seres humanos, brindándose información pero buscando la producción
de lo subjetivo. Modernidad liquida, es un término acuñado por Bauman (2002), “para
definir la rapidez, movilidad y provisoriedad que caracteriza nuestra actualidad”
(Taborda, 2013, pag.83), en donde se plantea el ofrecimiento de un sinfín de recursos
para la circulación y almacenamiento de la información, poniendo a la educación ante el
desafío de; por un lado transmitir de forma masiva y eficaz una cantidad cada vez
mayor de datos teóricos y técnicos; y por otro lado es ser una especie de brújula que
marque el camino para no perderse en las grandes corrientes de información que
invaden los espacios públicos y privados (Delors, 1994). Es decir, en tiempos donde se
intenta sostener que el desarrollo emocional es la base sobre la que se construyen los
aprendizajes, y que el pensamiento racional en conjunto con las emociones forman la
unidad de la conducta humana (Maurin, 2013), para lograr el “aprender a ser” no sólo a
hacer y adquirir conocimientos y datos, sobreviene una situación que implica el separar
a los individuos, junto con la perdida de diversos elementos comunicativos, relacionales
y afectivos que eso conlleva. Son diversos los puntos a desarrollar que se desprenden de
lo mencionado, por un lado consideramos que plantea el riesgo del estancamiento en un
modelo pedagógico de corte socialista, en donde se considera al alumno como una
página en blanco, en la cual al educación escribe hasta llenarla con tanta información
como sea posible (Bonh y – Schiefelbein, 2004), convirtiéndose el alumno en un mero
receptor de información, con mínima involucración, como una vasija siendo llenada.
Así, se pierde la idea del alumno como sujeto de su propia educación, Roberto Follari
(2020), refiere que debemos hablar de sujeto “en” situación pedagógica, marcando su
participación y papel activo, e inclusive considera desacertado hablar de “ sujeto del
aprendizaje” ya que limitaría al alumno a prepararse sólo a aprender exclusivamente,
siendo que es algo que hace entre otras cosas. Esto se visualiza en las encuestas
también, al observarse que alumnos consideran que podrían aprender más estando cara a
cara con sus docentes y junto a sus compañeros de clase.

Esto último, coincide con los datos y opiniones brindadas por docentes. Estos,
consideran que la virtualidad favorece habilidades en el contexto actual, pero lo
vivencian como un gran desafío y que no se sienten a gusto con la modalidad, y piensan
que sus alumnos extrañan el aula y las clases normales.

Sin embargo, más allá de encontrar dificultades, consideramos que lo anteriormente


mencionado, permite repensar el valor del trabajo del docente en el proceso de
aprendizaje, y plantea la importancia también de la implicación de los padres en éste
proceso. Es necesaria la vinculación entre escuela-casa, para una íntegra y armoniosa
formación del educando, y más en este tiempo en donde es necesario el compromiso de
todas las partes y actores de la institución educativa. Es decir, si bien los padres, por las
características de la sociedad en la que vivimos no pueden por sí solos cumplir con la
tarea de educar intelectual y socialmente a sus hijos, necesitando la ayuda y
colaboración de la escuela, si es cierto que son los primeros y principales formadores de
sus hijos (María García y Marcelo García, 2016).

Hasta aquí hemos hecho un breve análisis de algunos de los actores principales de la
escena educativa. Ahora bien, según lo planteado y en relación con el revés que plantea
la pandemia: ¿Qué lugar para los equipos de orientación y para el psicólogo/a
educacional?

A modo general, los equipos de orientación escolar, trabajan en todas las jurisdicciones
del país junto a supervisores, directivos y docentes, ante las más diversas situaciones
que requieren orientación o apoyo, y en el marco de diferentes proyectos. Los rasgos
más salientes, actualmente en revisión y construcción, de este particular trabajo son la
interdisciplinariedad, el sostenimiento de una mirada institucional en relación a
problemas e intervenciones, y la necesaria articulación entre la atención de demandas
puntuales de las escuelas. (Greco, Alegre y Levaggi, 2014,pag 9). Los equipos de
orientación que trabajan en el ámbito educativo y, particularmente, en las escuelas de
los diferentes niveles y modalidades del sistema, son convocados de diversas maneras
para realizar tareas de acompañamiento a quienes cotidianamente llevan adelante la
labor de enseñar, dirigir las instituciones y sostener las trayectorias escolares de sus
alumnos. (Greco, Alegre y Levaggi, 2014, pág.11).

Se apela a sus miradas disciplinares –psicológicas, psicopedagógicas, sociológicas,


propias del trabajo social, etc.– para comprender a los sujetos y las instituciones tanto
como a sus complejas relaciones, cuando estamos intentando entender quiénes somos
hoy, qué quiere decir “hacer” escuela hoy, sostener trayectorias, generar y favorecer
condiciones para enseñar y aprender, ayudar a construir nuevos lazos entre escuelas y
familias, colaborar en la generación de condiciones institucionales para pensar, en
conjunto con otros, nuevas formas escolares, favorecer condiciones singulares en los
sujetos para enseñar y aprender. (Greco, Alegre y Levaggi, 2014, pág. 14).

Todo esto se puede observar en lo informado por la Directiva docente entrevistada, la


cual menciona que “el equipo de orientación y el equipo de apoyo en una institución es
fundamental. Hay situaciones de todo tipo, situaciones que surgen desde la convivencia,
problemas de grupo o algunos problemas de vinculación; a veces hay problemas entre
los docentes y alumnos, o a veces hay problemas propios del aprendizaje. Nosotros
tenemos un gabinete formado por una psicóloga y por una psicopedagoga, ambas
licenciadas y trabajan en conjunto, entonces trabajan junto el tema de las relaciones
humanas y de los vínculos, trabajan mucho el tema de los grupos y trabajan también el
problema del aprendizaje. Esto es para acompañar las trayectorias”. El trabajo del
equipo de orientación ha sido fundamental en el proceso que se lleva adelante, ya que
según la entrevistada, lo primordial ha sido establecer un mayor grado de vinculación
para poder realizar el proceso de aprendizaje de la mejor manera, y ya se venía
trabajando en incluir la virtualidad en el colegio, a través de una plataforma escolar, y a
través del contacto directo con los profesionales vía mail. Todo esto, permite pensar que
si bien la modalidad de trabajo actual, puede considerarse que no permite la experiencia,
también inaugura un “desafío que invita a la educación a inaugurar nuevas formas de
pensar la transmisión de lo que vale la pena contar y legar y –simultáneamente– hacer
lugar a lo nuevo”. (Greco, Alegre y Levaggi, 2014, pág. 76). La virtualidad es un
concepto que condensa parte de la lógica de nuestra época y puede significar una vía de
entrada, una clave para pensarnos hoy. ¿De qué modo una comunidad virtual puede
colaborar en la configuración de nuevas significaciones que nos reúnan? (Greco, Alegre
y Levaggi, 2014, pág. 77). Sin duda, que al menos en la institución educativa en donde
trabaja la profesional entrevistada se ha intentado dar respuesta a estas interrogantes, ya
que en sus propias palabras “hemos tenido que aprender mucho a nivel tecnológico, nos
ha costado mucho, pero somos una comunidad de aprendizaje porque estamos todos
aprendiendo, nos hemos adaptado “, y menciona sobre la virtualidad que “ahora que
estamos obligados a usarlo y nos damos cuenta que si da resultados, entonces estas
cosas son para quedarse”.

Por último, es necesario hablar del profesional psicólogo y su quehacer dentro de la


institución educativa. Si bien, como propone Vidal (citada en René Barraza López,
2015), el rol del psicólogo y la psicóloga educacional es escasamente visualizado al
interior de las instituciones educativas y su trabajo se ve más bien ligado al ámbito
clínico aplicado a la educación, principalmente, enfocado al psicodiagnóstico y la
atención de casos individuales al interior de las escuelas, y además que como proponen
Patias, Hartmann y Abaid (citados en René Barraza López, 2015), permanece en el
imaginario colectivo la idea que la persona profesional en psicología debe atender a los
alumnos problemáticos, remediar situaciones de conflicto y apagar incendios teniendo
como foco la atención clínica de estudiantes, sus familias y docentes, el verdadero rol
del psicólogo/a educacional estaría mejor representado por el trabajo en pos de ciertos
objetivos fundamentales de la educación : el énfasis en las habilidades sociales,
emocionales e intelectuales; la convivencia social y salud mental; la inclusión y la
diversidad; y la gestión curricular de aula y escolar de calidad. Todo ello hemos podido
verificarlo en la información brindada por la psicóloga educacional y por la directora de
establecimiento educativo que fueron entrevistadas, en donde se cuenta que la psicóloga
interviene en diversos espacios de la institución escolar (aulas, patio, retiros, etc.),
además de que es consultada para diseñar estrategias de enseñanza en general y para
casos puntuales como dificultades de aprendizaje de algún alumno, o en los alumnos
integrados que padecen alguna discapacidad, como así también actúan en casos que
requieren una acción inmediata por alguna conflictiva, abordando el problema de forma
tanto individual como grupal. También se realiza un acompañamiento e inclusión de los
padres en el proceso educativo, realizando talleres de rutina de forma mensual. Con
respecto al periodo de aislamiento, se continúa brindando un espacio para que el
profesional psicólogo continúe colaborando en su rol dentro de la institución, a través de
la creación de grupos entre directivos, docentes y los miembros del equipo de
orientación, como así también realizando un seguimiento de casos en donde algún
docente advierte poca participación o dificultades en torno a los alumnos. Además, se
creó una plataforma virtual de consulta para padres y alumnos, para que puedan
establecer un contacto directo con los profesionales (psicóloga y psicopedagoga), sin
embargo a través de las encuestas se observa que casi la totalidad de los padres afirma
no haber tenido contacto con la profesional psicóloga durante el periodo de aislamiento,
por lo cual consideramos que el contacto más estrecho y el trabajo ha sido en torno a los
directivos y docentes, como así también con los alumnos .

Teniendo en cuenta todo lo abordado, nos parece necesario finalizar haciendo una
reflexión final sobre la implementación de la modalidad de educación virtual a partir de
la emergencia sanitaria, en donde la comunicación y la transmisión de información a
través de lo tecnológico irrumpió de forma obligatoria, pero también invita a pensar,
como afirma María Belén Piola (en Taborda y Leoz, 2013,pág.292) en las posibilidades
que esto ofrece en pos de un acercamiento entre la escuela y los estudiantes, con vistas
al futuro. Es decir, siguiendo con el pensamiento de ésta autora, el desacople entre la
estructuración (temporal y espacial) que presenta la escuela de forma casi inalterable
desde hace varios años en contraste con la interacción rápida y poco reflexiva de los
medios actuales, plantea dudas e interrogantes. Sin embargo, históricamente, cada
innovación tecnológica ha provocado resistencias, temores y ansiedades. Cuando estas
se producen, surgen argumentaciones a favor y en contra, se enaltecen sus virtudes o se
exacerban sus potenciales peligros, se habla de avance o destrucción, panacea o caja de
Pandora; tal es el caso de las nuevas tecnologías en el espacio educativo. (María Belén
Piola, 2013). Entonces, si bien la modalidad ha puesto al descubierto limitaciones y
desigualdades a nivel social, es importante recordar que debió instalarse sin una previa
planificación y/o construcción, pero ¿Pueden pensarse futuras mejoras en la institución
educativa y el proceso de aprendizaje a partir de lo virtual? La psicóloga entrevistada,
mencionó que, en cuanto a su concepto de educación, la situación actual la llevó a
revalorizar el papel de la escuela como organizadora de lo social y el papel de los
docentes como mediadores de conocimiento, esto último diciendo “me ha sorprendido
cómo el alumno cuando no hay un vínculo, un docente mediando, no se engancha con el
conocimiento”. Sin embargo, en las encuestas muchos docentes afirman que la
virtualidad favorece habilidades fundamentales en el contexto socio histórico actual.
Entonces, quizás debemos abrir las puertas a pensar que, como refiere Kozak (citado en
Taborda y Leoz, 2013, pág.294): “La innovación en la escuela es pedagógica…
cualquiera sea la tecnología, para innovar en la enseñanza sólo hace falta un buen
proyecto didáctico”. Como menciona María Belén Piola (en Taborda y Leoz, 2013,
pág.294): Es importante que no perdamos de vista que las tecnologías de la información
y la comunicación son elementos que pueden facilitar la construcción de conocimiento y
constituyen un recurso esencial en nuestro tiempo.

Referencias bibliográficas
 Berrino, Olga (2016). Familia-Escuela, Gestores capaces y competentes para la
educación en el siglo XXI. San Juan, Argentina. Editorial universitaria
UCCUYO.
 BÖNH – SCHIEFELBEIN (2004): Repensar la educación: diez preguntas para
mejorar la docencia. Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana.
 Taborda, Alejandra; Gladys Leoz, 2013, “Psicología Educacional en el Contexto
de la Clínica Socioeducativa”, San Luis, Argentina, Nueva Editorial
Universitaria.
 Delors, Jacques (1994). "Los cuatro pilares de la educación", en La Educación
encierra un tesoro. México: El Correo de la UNESCO, pp. 91-103.
 Greco, Alegre y Levaggi, 2014. Los equipos de orientación en el sistema
educativo. La dimensión institucional de la intervención - 1a ed. - Ciudad
Autónoma de Buenos Aires: Ministerio de Educación de la Nación.
 Maurin, Susana; 2013, “Educación emocional y social en la escuela”. Buenos
Aires, Argentina, Editorial Bonum.
 René Barraza López (2015). PERSPECTIVAS ACERCA DEL ROL DEL
PSICÓLOGO EDUCACIONAL: PROPUESTA ORIENTADORA DE SU
ACTUACIÓN EN EL ÁMBITO ESCOLAR. Revista Electrónica “Actualidades
Investigativas en Educación”. Volumen 15, número 3, pp 1-21.
 Taborda, Alejandra; Gladys Leoz y Agustina Labin (2020). Diálogos epocales en
psicología educacional. San Luis: Nueva Editorial Universitaria.

También podría gustarte