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Universidad de Oriente

Facultad de Ciencias Sociales


Departamento de Filosofía

EL SISTEMA DE REGULACIÓN MORAL CUBANO A PARTIR DE LOS AÑOS NOVENTA DEL SIGLO XX.

UN ESTUDIO ÉTICO NECESARIO.

Tesis presentada en opción al grado científico de Doctor en Ciencias Filosóficas

Autor: Lic. José Luis Aguilera Amaro

Tutoras: Dra.C Maricelys Eduviges Manzano García y Dra.C María Julia Jiménez Fiol

Santiago de Cuba, Cuba


2020
DEDICATORIA

A mis seres más queridos.

A mis maestros en los diferentes niveles de enseñanza preuniversitaria.

A mis profes del Departamento de Filosofía de la Facultad de Ciencias Sociales en la Universidad de Oriente.
AGRADECIMIENTOS

A mis seres más queridos.

A mis tutoras.

A las personas que han contribuido con la materialización de este proyecto de vida.
SÍNTESIS

La presente tesis doctoral titulada El sistema de regulación moral cubano a partir de los años noventa del

siglo XX. Un estudio ético necesario cuenta con dos capítulos y sus respectivos epígrafes. En el primero, se

aborda la moral como sistema de regulación de la conducta, profundizando en sus mecanismos subjetivo-

objetivos reguladores. Estos constituyen su esencia porque a través de ellos se efectúa concretamente el

proceso moral regulador, significativo para el establecimiento de un orden social necesario.

En el segundo, se analiza el contenido esencial del sistema de regulación moral cubano a partir los años

noventa del siglo XX, el que se ajusta a los mecanismos reguladores siguientes: el código moral socialista, las

tradiciones patriótico-revolucionarias e histórico-culturales, la educación moral en valores y los métodos

objetivos de regulación moral. El principio moral humanista-revolucionario constituyó el fundamento ético

principal del dinamismo moral regulador en la cotidianidad. Ha sido un factor moral aglutinador en medio del

pluralismo de la sociedad cubana.

La crisis socioeconómica de los años noventa desencadenó el deterioro de la moralidad tras la proliferación de

males sociales, antivalores morales y vicios. A partir del impacto que generó este fenómeno se implementaron

un conjunto de acciones dirigidas a transformar esa situación. Dinámica en la que los mecanismos de

regulación moral contribuyeron al enfrentamiento de esos acontecimientos morales indeseados y con el

mantenimiento del orden público establecido. Independientemente de las medidas tomadas, las tendencias

negativas han persistido, por lo que se trabaja para condicionar un ambiente social más favorable.
ÍNDICE

Orden del contenido Pág.

DEDICATORIA

AGRADECIMIENTOS

SÍNTESIS

INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………………………………… 1

CAPÍTULO I. REFERENTES TEÓRICOS PARA EL ESTUDIO DEL SISTEMA DE REGULACIÓN


MORAL DE LA CONDUCTA.

Epígrafe 1.1. La moral como sistema de regulación de la conducta: criterios para una

definición………………………………………………………………………………………………………... 8

Epígrafe 1.2. Consideraciones epistemológicas en torno al componente esencial del sistema de

regulación moral: los mecanismos reguladores............................................................................................. 35

CAPÍTULO II. EL SISTEMA DE REGULACIÓN MORAL CUBANO A PARTIR DE LOS AÑOS


NOVENTA DEL SIGLO XX: UN ANÁLISIS SOBRE SU CONTENIDO ESENCIAL.

Epígrafe 2.1. Rasgos distintivos del sistema de regulación moral cubano a partir de los años noventa

del siglo XX…………………………………………………………................................................................. 60

Epígrafe 2.2. El contenido esencial del sistema de regulación moral cubano a partir de los años

noventa del siglo XX: argumentos para un análisis…………………………………………………………. 87

CONCLUSIONES……………………………………………………………………………………………… 114

RECOMENDACIONES

BIBLIOGRAFÍA

ANEXOS
INTRODUCCIÓN

En la historia del pensamiento ético puede encontrarse una amplia variedad de investigaciones en torno al

fenómeno moral. Los criterios al respecto han sido diversos y contradictorios porque “en esta materia no se

han de buscar demostraciones ni razones infalibles como en las artes que llaman matemáticas” (Aristóteles,

(s.fa.), p.19). No obstante, se observa consenso general en cuanto a su consideración como objeto de estudio

específico de la Ética (Titarenko, 1983a, pp. 157 y 160), planteándose ideas en relación a su esencia, su

necesario desarrollo teórico, sus dimensiones (subjetiva-objetiva / individual-colectiva), funciones y rasgos

distintivos.

El desarrollo histórico de la moral ha estado en correspondencia con las condiciones sociohistóricas, culturales

y el modo de producir los hombres en cada época. Esta idea justifica las particularidades que adquiere el

fenómeno moral en los distintos contextos donde se manifiesta, en los que se ha entendido como una cuestión

clave a tener en cuenta para la evaluación del progreso humano. En este sentido, la conciencia, relaciones y

actividad morales, se han representado como ejes estratégicos a través de los que se efectúa la regulación

moral del comportamiento (Sedal, 2004, pp. 47-50).

La regulación social de la conducta constituye una de las funciones principales de la moral. Es una temática

que ha sido desarrollada por diferentes corrientes, paradigmas u orientaciones éticas histórico-universales, de

las que se desprenden dos líneas teóricas fundamentales, la empírica y la idealista “supranaturalista”. En la

primera se parte de criterios objetivos, concretos, como la propia naturaleza física del ser humano; en tanto la

segunda, se centra en la subjetividad o espiritualidad. (Titarenko, 1983a, pp. 33-41). También en textos sobre

historia, política, religión, economía y otros, pueden encontrarse referencias a la regulación moral del

comportamiento, por lo general, de forma indirecta1.

Kant es uno de los representantes más destacados de la línea idealista. Percibía en el uso de la razón una

1 Homero (s.f.) describe las costumbres de su época, resaltando valores morales como la valentía, la virtud y el heroísmo,
mientras que condena la cobardía y la traición. Mientras que Maquiavelo (1999) define las características de un buen
gobierno y las características de los gobernantes exitosos. Terrenaliza la moral con el Estado y el derecho, instrumentos de
la sociedad esenciales para la regulación de la conducta individual. Por otro lado, Engels ((s.fb.), pp. 536-613) aborda el
desenvolvimiento de la norma moral “primitiva” hasta convertirse en ley jurídica en la sociedad europea “civilizada”, así
como el impacto de ambas sobre la forma de organización comunitaria.

2
garantía de evolución personal satisfactoria. Consideraba que el entendimiento constituía el medio adecuado

para llevar a cabo la materialización de los fines individuales, así como el mecanismo de regulación más

efectivo a través de la autocensura (Kant, 2003, pp. 12, 14 y 15). Concebía que la esencia de la moral se

encontraba en la subjetividad, fuente de la ley moral (principios) o del imperativo categórico, que posee un

carácter práctico por su efecto autorregulador. Kant promueve lo trascendental de lo interior en el sujeto para la

concreción del bien moral sensible.

Una propuesta diferente es introducida por el Marxismo, corriente de pensamiento que parte de una posición

empirista; sin embargo, rebasa esos límites al desarrollar una concepción del mundo dialéctico-materialista. La

misma representa una crítica científica fundamentada que trasciende el marco estrecho de los problemas

planteados hasta entonces, circunscritos en sentido general a la condición humana natural y subjetividad

individual. La concepción marxista sobre la regulación moral toma como punto de partida la condición humana

de ser social, una vida concreta material mediada por factores socioeconómicos y culturales reales que existen

fuera de la mente e independientemente de la voluntad, los que inciden de forma determinante sobre la

conciencia moral, dotando al bien y al mal de contenido social, de realidad objetiva (Marx y Engels, 1979, pp.

18-26; (s.fb.), pp. 27-60; Engels, 2002, pp. 16-17; (s.fc.), pp. 640-652).

Importantes estudiosos cubanos también se refirieron a la regulación moral, entre ellos José Antonio Saco,

José Martí y Enrique José Varona. Coinciden en otorgarle a la conciencia moral el rol regulador esencial,

colocando las virtudes y principios morales como su centro. Sin embargo, se diferencian en cuanto a los

factores reguladores externos que consideran: Saco (1974, pp. 19-34), la educación moral, la aplicación eficaz

de la legalidad, la opinión pública crítica; Martí, las exigencias sociales y las acciones violentas necesarias sólo

justificadas por causas verdaderamente justas demostradas en la vida práctica (Martí y Gómez, 1991, pp. 140-

141); Varona (1911, pp. 108-110; 1961, pp. 68-91), la institucionalidad social, el buen ejemplo.

A partir de los años noventa del siglo XX el tema de la regulación moral en Cuba adquiere mayor relevancia. La

“crisis de valores morales”, fenómeno condicionado entre otros factores por el deterioro considerable de las

3
condiciones materiales de vida durante el período especial2, implicó un esfuerzo extraordinario de la

población para solucionar las problemáticas surgidas. En las relaciones morales afloraron antivalores,

tendencias negativas, vicios y males sociales que amenazaron con normalizarse. Como consecuencia, se

promovieron acciones dirigidas al enfrentamiento de esos acontecimientos morales indeseados.

Desde esa perspectiva de superación humana, algunos estudiosos cubanos abordaron el fenómeno de la

regulación moral. Partiendo de una orientación psicológica autores como González (1982, pp. 6-70; 1990, pp.

41-57) y Karftchenko (1990, pp. 8-30) aunque conciben al sujeto como un ser social condicionado por un grupo

de influencias externas, destacan el rol regulador determinante de la conciencia moral, sobredimensionando el

aspecto subjetivo, interior, la incidencia de sentimientos, motivos, intereses y deseos sobre la ejecución del

comportamiento. Por ese motivo, puede decirse que suscriben la tesis autorreguladora kantiana.

Desde una postura sociológica, Espina (2011, pp. 25-67), Peña (2014) y Zabala (2017) abordan el tema de la

regulación moral, aunque de forma indirecta. Dirigen su atención a cuestiones concretas como la desigualdad

social. En ese sentido, reconocen la implementación de normas, valores y deberes morales como aspectos

que poseen una importante significación subjetiva. Destacan el rol regulador de factores objetivos, entre ellos,

las circunstancias histórico-concretas y las instituciones sociales.

Por su parte, Mendoza (2009, pp. 29-36), Ulloa y Chacón (1988, pp. 41 y 91; 2000, p. 15), con un enfoque

pedagógico analizan las características del funcionamiento de las instituciones educativas respecto a la

formación moral, poniéndole especial atención a la participación decisiva de la familia en ese proceso. Sus

consideraciones sobre la regulación moral tienen en cuenta la dicotomía práctica entre los valores y

antivalores, aspecto trascendental para el desarrollo teórico de su concepción sobre la cultura de la conducta.

Aunque reconocen la singular importancia de la exigencia social como un mecanismo moral regulador externo,

entienden que la conciencia moral individual es el fundamental, garante del verdadero sentido de la regulación,

con la autoaprobación.

2 Período caracterizado por una aguda crisis en el orden socioeconómico y de la moralidad que amenazaba la existencia de
la Revolución (Castro, 2005). Significó grandes esfuerzos, sacrificios y privaciones ante la escasez de todo tipo de
productos como consecuencia de la desaparición del sistema socialista mundial junto a otras influencias externas como el
recrudecimiento del bloqueo económico por parte de los EEUU (Machado, 2009, pp. 77-78).

4
Otros investigadores como Limia (1990, pp. 14-22; 1991, p. 45), Machado (2009, pp. 77-78) y Martínez (2005,

pp. 95-157; 2017, pp. 37-64) desde una perspectiva sociopolítica, profundizan en el carácter socioclasista de la

moralidad y su expresión objetiva en la cotidianidad. Reconocen la influencia reguladora de la subjetividad e

ideología y de factores objetivos (las circunstancias histórico-concretas, el rol regulador estatal e institucional a

través de la norma) sobre la vida de las personas. Aunque no desarrollaron el fenómeno de la regulación moral

como tema específico, en sus estudios pueden encontrarse ideas valiosas al respecto. Su postura crítico-

reflexiva en relación a la realidad social cubana durante la etapa estudiada permite el análisis de diversas

problemáticas, entre ellas la emigración, la desigualdad y la discriminación.

Por otro lado, Alfonso (2004, pp. 48-49; 1998, pp. 47-56), Fabelo (1998, pp. 28-37; 2003) y García (1964, p. 11)

desde un posicionamiento ético-filosófico reconocen el doble carácter subjetivo-objetivo de la regulación moral,

aunque no profundizan en su dinamismo integrador, por lo tanto, sistémico. Entre tanto, López (2002a, pp. 99-

108; 2002b, pp. 1-48; 2004a, pp. 43-84; 2004b, pp. 87-94, 117-150; 2012, pp. 97-99), Díaz (2002, pp. 41-60;

2011, pp. 1-7, 9-24) y Wilson (2013, pp. 31-73) ponderan la conciencia moral y la sensibilidad individual,

confiriéndole a la subjetividad el rol regulador fundamental. Mientras que para los dos primeros la regulación

moral es esencialmente individual e íntima, para el tercero es personal y colectiva, reconociendo la decisiva

incidencia del grupo como influencia externa.

Los autores referenciados aportan criterios imprescindibles que sirven como antecedente teórico necesario

para esta indagación. No obstante, en los estudios de los investigadores que discursan en relación al sistema

de regulación moral cubano a partir de los años noventa del siglo XX, se aprecian carencias epistémicas

porque abordan de manera insuficiente aspectos como:

1. La importancia social reguladora de los mecanismos objetivos de regulación moral.

2. La regulación moral de la conducta como un sistema articulado, sobre todo por la acción de los mecanismos

subjetivos y objetivos.

3. El contenido esencial del sistema de regulación moral cubano a partir de los años noventa del siglo XX.

Sobre la base de las carencias detectadas se realiza la presente investigación, titulada: El sistema de

5
regulación moral cubano a partir de los años noventa del siglo XX. Un estudio ético necesario. Esta

indagación parte del problema científico que se concreta en la interrogante siguiente: ¿Cómo se expresa el

contenido esencial del sistema de regulación moral cubano a partir de los años noventa del siglo XX?

El objeto de estudio de esta indagación es: la regulación moral en el contexto cubano a partir de los años

noventa del siglo XX.

Se propone como objetivo: Analizar el contenido esencial del sistema de regulación moral cubano a partir de

los años noventa del siglo XX.

Siendo la hipótesis que el contenido esencial del sistema de regulación moral cubano a partir de los años

noventa del siglo XX se expresa de manera dialéctica, heterogénea y por lo general, espontánea, a través de

sus mecanismos subjetivo-objetivos reguladores.

Desde una concepción dialéctico materialista se aporta la determinación del contenido esencial del sistema de

regulación moral cubano, a partir de los años noventa del siglo XX.

En tanto la novedad científica estriba en el análisis ético-filosófico de los mecanismos reguladores de la

conducta como contenido esencial del sistema de regulación moral cubano, a partir de los años noventa del

siglo XX.

Por su parte la significación práctica se expresa en el establecimiento de los rasgos distintivos,

contradicciones y tendencias principales del sistema de regulación moral cubano a partir de los años noventa

del siglo XX. Ello permitirá la elaboración de propuestas integrales de educación moral que sirvan para su

perfeccionamiento.

Para dar respuesta al objetivo trazado y al problema propuesto, se proponen las tareas científicas siguientes:

1. Definición de los antecedentes teóricos y del aparato categorial de la investigación.

2. Definición del sistema de regulación moral de la conducta teniendo en cuenta sus mecanismos

subjetivo-objetivos reguladores.

3. Revelación de los rasgos distintivos del sistema de regulación moral cubano a partir de los años

noventa del siglo XX.

6
4. Análisis del contenido esencial del sistema de regulación moral cubano a partir de los años noventa del

siglo XX.

En relación con estas tareas científicas, la tesis doctoral se estructura en dos capítulos con dos epígrafes

cada uno. En el primero, titulado Referentes teóricos para el estudio del sistema de regulación moral de

la conducta, se analiza la moral como sistema regulador y sus mecanismos subjetivo-objetivos. En el

segundo, titulado El sistema de regulación moral cubano a partir de los años noventa del siglo XX: un

análisis sobre su contenido esencial, se establecen los rasgos distintivos del sistema de regulación moral

cubano, así como se evalúa su contenido esencial, identificando contradicciones y tendencias principales.

Categorías epistemológicas centrales: sistema de regulación moral y mecanismos subjetivo-objetivos de

regulación moral de la conducta. Estos conceptos claves, de conjunto con la concepción dialéctico

materialista del mundo, constituyen el sustento teórico-filosófico fundamental de la presente tesis doctoral. Los

métodos investigativos que se emplean son:

Histórico-lógico: Permite el análisis contextualizado de las fuentes teóricas principales en torno al objeto de

estudio. Tributa a la comprensión de la esencia, particularidades y desarrollo del fenómeno moral como un

sistema de regulación de la conducta.

Inducción-deducción: Coadyuva al establecimiento de diversas concepciones respecto al fenómeno moral

sobre la base de la relación entre ideas esenciales y subordinadas ajustadas a sus contextos histórico-

concretos correspondientes.

Análisis-síntesis: Permite, a partir de la descomposición e integración de los argumentos teóricos en los

textos y de la realidad social concreta en el pensamiento, la determinación del contenido esencial del sistema

de regulación moral cubano a partir de los años noventa del siglo XX.

Hermenéutico: Posibilita la interpretación de las concepciones éticas en torno a la regulación moral y sus

mecanismos subjetivo-objetivos reguladores, así como el establecimiento de las singularidades del sistema de

regulación moral cubano a partir de los años noventa del siglo XX.

El análisis bibliográfico conduce al abordaje ético-filosófico de las concepciones morales de los principales

7
autores y a la construcción científica de este texto. Tiene en cuenta la consulta a obras, tratados y artículos

científicos sobre la moral. Se dirige a los estudios de prestigiosos investigadores, especialistas en ciencias

sociales como la Filosofía, Sociología, Pedagogía y Psicología.

Los autores de los que se parte para el tratamiento teórico a la moral como sistema regulador son diversos. Así

también sus obras, en las que se evidencia una multiplicidad y contradictoriedad de criterios que complejizan el

análisis. No obstante, se define la categoría sistema de regulación moral partiendo de sus aportaciones

teóricas principales, aspecto que será abordado a continuación en el primer capítulo de esta tesis doctoral.

8
CAPÍTULO I. REFERENTES TEÓRICOS PARA EL ESTUDIO DEL SISTEMA DE REGULACIÓN MORAL

DE LA CONDUCTA.

Epígrafe 1.1. La moral como sistema de regulación de la conducta: criterios para una definición.

En la historia del pensamiento ético pueden reconocerse dos formas de interpretación de la moral como objeto

de estudio que divergen en cuanto al modo de concebir la esencia de su contenido. La primera, tradicional y

más antigua, está asociada al bien (bueno) o el buen hacer, con un preponderante sentido positivo.3 La

segunda, se identifica con la contradictoriedad (Guyau, 2003, p. 11) y la teoría de la lucha de contrarios,

argumentada en profundidad por la ética marxista desde el punto de vista dialéctico-materialista, la que

entiende lo negativo como una parte complementaria de la realidad objetiva, e inseparable de esta cuando de

moral se trata.

Al respecto Engels (s.fc.) planteaba:

La verdad es que cada clase y hasta cada profesión tiene su moral propia, que viola siempre que

puede hacerlo impunemente, y el amor, que tiene por misión hermanarlo todo, se manifiesta en

forma de guerras, de litigios, de procesos, escándalos domésticos, divorcios y en la explotación

máxima de los unos por los otros. (p. 17)

Hobbes (2005, pp. 101-103), Mendeville (1953, pp. 23-24 y 233) y Nietzsche ((s.fa.), p.3.) poseían un punto de

vista similar. Expusieron que el mal (malo) tenía una significativa incidencia social y era una consecuencia

natural de la existencia humana. Según ellos, su manifestación se debía además, a la incompatibilidad de

algunas acciones con los hábitos, costumbres y tradiciones culturales establecidos a grandes rasgos, a través

de los que se promovía la moralidad cristiana, la que criticaban porque poseía un sentido de la vida irreal y

desvalorizaba la inevitable influencia social de lo negativo. Nietzshe (s.fa.) afirmó que: “admitir que la no-verdad

es condición de la vida significaba (…) enfrentarse de modo peligroso a los sentimientos de valor habituales; y

una filosofía que osa hacer esto se coloca, ya sólo con ello, más allá del bien y del mal.” (p.3.)

3 Esta concepción sobre la moral es asumida por pensadores como: Platón (1959); Aristóteles ((s.fa.), pp. 17-22 y 162;
(s.fb.), pp. 18-22; (s.fc.), p. 18); Epicuro (2012); Spinoza (1980, p. 66); Locke (1969, pp. 2 y 6); Smith (1941, pp. 22-23, 35,
57 y 64); Kant (2003, pp. 64-65 y 102-108) y Hegel (1968a, pp. 129-150). Véase además, (Titarenko, 1983a, pp. 258-259;
Abbagnano, 2008, pp. 196-214).

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El término moral no debería significar de forma exclusiva lo bueno, lo positivo, la justicia, la felicidad, sino

representar la contraposición entre el bien y el mal, hecho que puede connotarse de forma más concreta a

través de la relación: correcto-incorrecto, justo-injusto, positivo-negativo, virtud-vicio. En esa dinámica lo bueno

y lo malo se perciben como dos dimensiones que aunque opuestas, se complementan en un sólo proceso,

donde la dialéctica es su más auténtica característica. De manera que el fenómeno moral adquiere en esa

relación un contenido mucho más amplio y realista.

No obstante, se reconoce que la tendencia moral es a impulsar, incentivar y encauzar el deber ser social, es

decir, la manifestación concreta del bien y otras significaciones asociadas (valores en general), que cualifican el

mejor modo de ser al que el individuo aspira. Este planteamiento no contraviene la idea expuesta en el párrafo

anterior, pues el proceso de constitución positiva de significados morales se realiza en el marco de una lucha

entre contrarios, los que no pueden obviarse ni ignorarse. Por ese motivo, todo sistema de regulación moral se

apoya en mecanismos que refuerzan las normas, valores y principios morales compartidos, condenándose al

mismo tiempo antivalores o vicios como condición inseparable del funcionamiento social.

Teniendo en cuenta esas aclaraciones necesarias, se realiza la conceptualización de la moral como punto de

partida del análisis en relación al término sistema de regulación moral. El vocablo moral, ha sido uno de los

más desarrollados en la historia del pensamiento ético universal. Esta es la razón principal por la que se han

escogido los criterios de algunos autores para su definición (Ferrater, 1964b, pp. 232-233; López, 1989, pp.

105-112; López, 2004a, p. 299; 2004b, pp. 58-59; Savater, 1993, p. 59; Titarenko, 1983a, p. 169 y Ulloa y

Chacón, 1988, p. 44).

Estos investigadores coinciden en concebirla como un fenómeno humano que regula la conducta. Difieren,

entre otras cuestiones, en que López (2004b, pp. 58-59) ha sobreestimado el carácter subjetivo de la moral;

Ferrater (1964b, pp. 232-233), Prado-Carrera (2016, p. 374) y Savater (1993, p. 59) han resaltado la acción

humana individual concreta; mientras que García, Preciado, González y Luna (2019, p. 3), también España

(2018, pp. 14-15), han llamado la atención en cuanto a su significación como un modo de ser y costumbres. No

obstante, sus criterios sirven como antecedente teórico imprescindible para la definición del término moral.

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Entre ellos destacar a Titarenko (1983a), para quien la moral es: “el método no científico valorativo-imperativo

de asimilación de la realidad que regula la conducta de los hombres desde el punto de vista de la

contraposición entre el bien y el mal” (p. 169). Según él, su centro son las normas de comportamientos, y su

principal función, la regulación de la conducta. Emplea las categorías éticas tradicionales, bien y mal, para

revelar uno de sus rasgos distintivos, su contradictoriedad o lucha de opuestos. Se coincide con sus

afirmaciones, no obstante, se valora que como fenómeno social representa mucho más que un método.

La moral es el fenómeno humano que expresa un modo específico de ser el individuo, quien posee un

conjunto de representaciones mentales reflejo de la naturaleza de sus relaciones, actividad y realidad sociales

sobre la base de la contraposición entre lo que se ha establecido en ese marco como bueno y malo,

sustentado en la incidencia positiva o negativa que tienen sucesos, procesos, cosas y acciones sobre las

personas. Por ello es posible plantear, que la lucha de contrarios es una manifestación natural de las relaciones

morales, ámbito en el que se establecen límites que oscilan entre lo prohibitivo y permisivo para regular la

actividad social.

Esta definición integra un grupo de elementos teórico-prácticos básicos que como punto de partida facilitan una

comprensión más precisa del fenómeno moral:

Modo específico de ser el individuo. Implica los rasgos habituales y circunstanciales a través de los que se

expresa concretamente desde todo punto de vista la personalidad, mediada por la contraposición entre lo que

se ha aceptado socialmente como bueno o malo. De él, forman parte los pensamientos, sentimientos y

comportamientos morales, los que se encuentran en estrecho vínculo con las condiciones materiales bajo las

que se efectúa la actividad práctica del sujeto como ente individual y colectivo. Algunos autores, entre ellos Le

Senne (1973, pp. 18-19), afirman que el contenido esencial de la moral es individual. Se discrepa con su

criterio, pues esta también posee una marcada significación social.

Conjunto de representaciones mentales, reflejo de la naturaleza de las relaciones, actividad y realidad

sociales. Sistema de ideas, sensaciones y sentimientos asociados a estímulos por lo general de origen

externo. Sobre la conciencia influyen: las condiciones materiales de existencia; la posición que se ocupa en el

11
proceso de producción social; la capacidad real de accesos sociales; las posibilidades de disfrute en el ocio; el

cúmulo de saberes, destrezas o habilidades adquiridas; cantidad de propiedades materiales poseídas; la

infraestructura; las leyes y exigencias ciudadanas.

Contraposición entre lo que se ha significado como bueno y malo. Se establece un esquema mental

(juicios, recuerdos, sentimientos) en torno a la relación negativo-positivo (beneficioso-perjudicial, útil-vacuo,

virtud-vicio) a partir de la repercusión de sucesos, fenómenos, procesos, cosas y acciones sobre las personas,

sustentado en la experiencia sensible subjetivo-objetiva. Implica una guía concreta que orienta la conducta

humana en todos sus escenarios. Sobre esa base se juzga y decide. Además, permite confeccionar sistemas

de regulación moral diversos que incluyen normativas y las posibles consecuencias derivadas de su

obediencia o no.

Pensadores como Nietzsche (1999, p. 150), Bayet (1945, pp. 15-24) y López et al. ((s.f.), p. 102) han

considerado que algunos fenómenos humanos no son morales en sí mismos, adquiriendo esta connotación a

partir de su interpretación. Esta amoralidad se expresa como cualidad inherente, pues la significación moral la

adquieren por su simbolismo, sentido o representatividad para las personas, teniendo en cuenta su incidencia

positiva o negativa, perjudicial o beneficiosa para las mismas. Se concuerda con este planteamiento. La

valoración moral es lo que posibilita la clasificación o calificación de los mismos entre bueno o malo,

condicionando su carácter moral.

La moral no se restringe a una esfera específica de la vida humana, por lo que el estudio científico de su

manifestación puede ser en ocasiones difuso, no preciso. Una de las razones principales se enmarca en que

puede penetrar cualquiera de las formas de actividad del ser humano: la producción, la familia, el empleo del

tiempo libre, el ocio (Jiménez, 1996, p. 9 y Titarenko, 1983a, p. 159), regulando su desempeño.

Independientemente de su amplio espectro y múltiples modos de incidencia, posee un objetivo esencial, la

organización y ordenamiento de la sociedad, que se alcanza al regular, orientar y también educar la conducta

del individuo, conducida hacia la concreción de los mejores fines posibles (progreso moral).

Una especificidad de la moral es que su funcionamiento posee un carácter práctico espontáneo (Titarenko,

12
1983a, p. 262). Significa que el individuo emplea sus recursos como instrumental operativo o guía práctica

muchas veces sin percatarse de ello. Como consecuencia, sus respuestas morales ante los estímulos

sensibles no son esquemáticas, rígidas e invariables, ni obedecen a “recetas” de estricto cumplimiento, sino

todo lo contrario. Refleja un proceso complejo que se entrelaza con la intervención moral intencionada,

planificada, mayormente formal.

Con la moral se establece una parte de las normas de convivencia ciudadana. Necesarias porque una

sociedad no puede ser funcional sumergida en un absoluto desorden y anarquía. Esto presupone el

establecimiento de un pacto social (acuerdos), que incluye especificidades regulativas de carácter moral que

contribuyen al ordenamiento público (Latouche, 2016, pp. 36-38). De esta manera se incentiva a la realización

de buenas acciones entre individuos que comparten distintas realidades histórico-concretas, lo que no niega la

posibilidad del conflicto moral4 resultado de las naturales diferencias entre las personas.

El término opuesto al de moral, es inmoral. Su uso se considera erróneo porque no se corresponde su

nomenclatura con su real significación social. La palabra está integrada por el prefijo in (negación) que implica

no, y moral. De modo que debería representar estrictamente lo no moral, refiriéndose a lo que se encuentra

fuera de la relación contradictoria entre el bien y el mal. Esto demuestra que el vocablo no cumple con las

expectativas de simbolizar lo no correcto, lo no justo, lo malo, independientemente de su aceptación

académica y empleo en la cotidianidad. En cambio, si se considerara la moral sólo como el bien, sí estaría

justificada su utilización.

En síntesis, el carácter moral de un “acto de conducta” (López et al., (s.f.), p. 101) se encuentra en su

incidencia social positiva o negativa. De ello se deriva que el individuo es responsable de las repercusiones de

su elección moral, teniendo en cuenta que la efectúa de forma consciente y voluntaria (Titarenko, 1983a, pp.

166-171; Varó, (s.f.), p. 5). Razón por la que en la actividad moral, este elabora una jerarquización de

prioridades con el propósito de concretar sus intereses, tratando de evitarle a otros, inconvenientes,

malestares, obstáculos y sufrimientos, aunque en numerosas ocasiones sin éxito. No obstante, resulta

4 Se manifiesta en un plano interno y externo. El primero, se asocia a la elección moral entre un conjunto de posibilidades
contradictorias de de igual valor o significación moral. El segundo, expresa el desacuerdo y enfrentamiento entre
planteamientos o posiciones morales divergentes en el marco de las relaciones sociales.

13
oportuno reconocer que algunas personas eligen deliberadamente realizar malas acciones, las que causan

conmoción cuando son inesperadas.

La moral se expresa en forma de sistema, el que incluye al mismo tiempo un conjunto de subsistemas

asociados. Al respecto se han pronunciado varios autores5, entre ellos Wilson (2013), para quien un sistema

moral es:

un amplio grupo de componentes (normas, hábitos, costumbres, tradiciones, gustos, preceptos

[morales en este caso], lógicas institucionales, estilos de vida y modos de pensar, que se expresan

en la actividad y las relaciones morales de la nación, desde su entramado de comunidades y

pueblos. Su fin es la coherencia social y sus componentes poseen una interconexión compleja de

grados asimétricos, de lo que se genera una postura teórica, es decir, una ética como reflexión

teórica de justificación, de indagación y hasta de proyección de futuro sobre ese actuar moral de la

sociedad. (p. 9)

Este autor plantea un grupo de ideas que sirven de guía teórico-metodológica para la sistematización de las

características del sistema de regulación moral como fenómeno concreto. Destacar el uso de palabras claves,

tales como componentes e interconexión en grados asimétricos, los que se relacionan con la teoría de

sistemas6. Se discrepa con él en cuanto a dos cuestiones, el reduccionismo de su expresión al plano nacional

y que su objetivo se circunscriba estrictamente a la coherencia, aunque reconoce la irregularidad como uno de

los rasgos que distinguen a su contenido.

El sistema moral puede definirse como: conjunto de componentes de la moral que interrelacionadamente

intervienen en el funcionamiento, dinamismo, organización y ordenamiento humano en sociedad. Constituye

un tipo de sistema abierto, pues se relaciona con otros, entre ellos el jurídico. Cada individuo tiene su propio

sistema moral, también los grupos, colectivos y clases sociales de los que forma parte, incluso, puede

5 Desde diferentes perspectivas un conjunto de investigadores se han referido al sistema moral, entre ellos: Amorim y Sastre
(2003, pp. 54-65); Engels (2002a, p. 58); García (1964, p. 11); Le Senne (1973, pp. 54-137); Marx (2000, pp. 8-36);
Montesquieu (1906, pp. 441-473); Puig (2011, pp. 7-11); Salmerón (1980, pp. 3-5) y Vargas (2016, pp. 2-4).
6 Múltiples autores han abordado la teoría de sistemas, entre ellos Brandão (2012) y Pérez (2010). Para este último es una

teoría que concibe a la organización como totalidad con partes interrelacionadas, las que deben operar en conjunto para
lograr objetivos comunes. Estos se han referido a sus tipologías, colocando a la sociedad como uno, del que forman parte
otros, como el propio ser humano y la moral.

14
poseerse más de uno, o el que se ostenta, puede ser resultado de la confluencia de distintos “tipos de

morales”. Estas “moralidades” tienen sus especificidades que las identifican y distinguen.

Esas peculiaridades se establecen en cuanto a contenido y forma. Sobre esa base, se distinguen un conjunto

de diferentes perspectivas que implican también diversidad de sistemas morales: la perspectiva sociológica y

antropológica (moralidad familiar, de grupos de trabajo o servidores públicos, de usuarios o consumidores, de

barrio, aldeana, comunitaria); espacial o territorial (moralidad europea, asiática, escandinava,

latinoamericana, caribeña, norteamericana, africana, árabe, australiana / alemana, cubana, francesa,

escocesa); historicista (moralidad antigua, moderna, contemporánea, posmoderna y actual / moralidad griega

antigua, china moderna, israelí contemporánea, estadounidense actual); histórico-concreta (moralidad

gentilicio-tribal, esclavista, feudal, capitalista, comunista o socialista); clasista (moralidad de los opresores u

oprimidos / esclavistas-esclavos, señores feudales-jornaleros, burgueses-proletarios); religiosa (moralidad

cristiana (apostólica, metodista, pentecostal, bautista, católica), judaica, islámica o musulmana, de origen

africano); filosófica (moralidad idealista, materialista, utilitarista, fenomenológica, nihilista, positivista,

naturalista, deontológica, dialéctica, metafísica, estructuralista, espiritualista, romántica, ecologista);

sociopolítica (moralidad oficialista o institucionalizada, corporativa, sindicalista, opositora, revolucionaria); de

Santayana (2002, pp. 85-94) (moralidad prerracional, racional y postracional).7

Los sistemas morales se articulan por medio de tres formas concretas de existencia de la realidad, la

conciencia (pensamiento, razón, instintos, pasiones, sensaciones o sentimientos, representaciones, ideología,

intereses), la actividad humana (conducta, acto, comportamiento, acción) y las relaciones sociales (asociación,

intercambios, interacción, cooperación), entre las que se establece una dinámica de mutua condicionalidad y

determinación, a través de la que se conforman los significados y sentidos morales. Estos factores constituyen

el sustrato fundamental de la estructura moral (Celeiro, 2011; Jiménez, 1996, p. 10 y López et al., (s.f.), pp. 99-

110) e intervienen de un modo integrado en el desarrollo de cada tipo de moralidad.

Los sistemas morales, sobre todo los de carácter colectivo, son dinámicos, contradictorios, heterogéneos,

7 Al respecto, puede profundizarse en Aguilera y Dalés (2020b). En este texto se desarrollan de manera sucinta cada
sistema moral mencionado.

15
transitorios, aunque con relativa estabilidad en un espacio y tiempo determinados, pues las modificaciones

radicales o sustituciones de uno por otro, no ocurren a corto plazo. Se revitalizan o suplantan en dependencia

de las condiciones objetivas sobre las que se sustentan sus cambios. Evidencian una lucha constante entre

posiciones morales distintas, en ocasiones antagónicas, donde los apologistas de códigos morales específicos

intentan imponer sus propuestas bajo la justificación de su racionalidad, validez, utilidad y justeza (Engels,

2002a, pp. 57-58; Habermas, 2002, pp. 177-180; Rawls, 2002, p. 191 y Taylor, 2002, pp. 234-235).

Este dinamismo conduce al progreso moral8. Desde un posicionamiento ético-filosófico idealista, Hegel (1982)

al abordar el principio de contradicción lógica (identidad y lucha de contrarios) reconoce que la afirmación y

negación, en mutua reciprocidad, integran una misma realidad espiritual en su devenir, concretada en una

especie de reconceptualización histórico-universal. Agrega que en la conversión de la nada en ser, este último

término indica su propia negación teniendo en cuenta las diferencias existentes (negación de la negación), lo

que implica un movimiento dialéctico ideal que expresa una nueva cantidad y cualidad en el tránsito de un

momento inferior a otro superior marcado por la superación de límites subjetivo-objetivos.

Engels ((s.fc.), p. 618) promueve una concepción distinta sustentada en la cosmovisión dialéctico-materialista

del mundo. Como mismo reafirmaba la idea hegeliana sobre el carácter transitorio por grados o niveles de

síntesis del progreso humano, así también argumentaba que las transformaciones ocurren a nivel del

pensamiento y de la realidad objetiva. En la escala más elevada del desarrollo ubicaba al sistema moral

comunista, por promover el mayor grado de humanización posible en las relaciones sociales. Al respecto,

recalcar que su materialización ha sido sólo posible como ideal o aspiración colectiva, lo que no implica su

posterior irrealización concreta. Aludiendo a este particular proceso Engels (s.fc.) afirmaba que:

todo nuevo progreso representa necesariamente un ultraje contra algo santificado, una rebelión

contra las viejas condiciones, agonizantes, pero consagradas por la costumbre; y, por otra parte,

8 El progreso moral representa una parte importante del progreso social en general. Como otros factores sociales se
dinamiza hacia niveles superiores de concreción (cuantitativo-cualitativo). Es el proceso a través del que se constata
avance, evolución, desarrollo, crecimiento en las relaciones morales de un individuo y la sociedad (grupos sociales, sectores
sociales, clases sociales, instituciones, la cultura, la nación y otros) cada vez más humanizadas tendencialmente,
convirtiéndose en un referente por excelencia la satisfacción de las necesidades espirituales y materiales reales del ser
humano. Posee indicadores para su evaluación.

16
desde la aparición de los antagonismos de clase, son precisamente las malas pasiones de los

hombres, la codicia y la ambición de mando, las que sirven de palanca del progreso histórico. (pp.

635-636)

En consecuencia, Engels ((s.fc.), pp. 644-646) ubica algunos antivalores y vicios no sólo como contenido de la

moralidad, sino como la fuente misma de la transformación social. Por lo que para él, representan un tipo de

resorte que conduce a la superación, crecimiento y mejoramiento humano. Los argumentos presentados en

relación al progreso moral, evidencian que lo negativo forma parte del contenido de la moral y resulta inevitable

su influencia en la vida cotidiana, así como en el dinamismo de los distintos sistemas morales.

En los estudios en torno al sistema moral se aprecia el empleo de los conceptos de moral y moralidad como

equivalentes, aunque Le Senne (1973, pp. 18-33) intenta diferenciarlos. Un acercamiento a la comprensión

sobre su posible similitud se sustenta en su contenido común, su origen semántico y práctico, su argumento

principal (la relación contradictoria entre el bien y el mal), y las funciones, que son las mismas. En tanto su

distinción, se fundamenta en determinados rasgos específicos que emergen como manifestación particular.

La moral es el fenómeno concreto, representa la categoría ética central; la moralidad, la forma objetiva a través

de la que se expresan los modos de ser morales del sujeto en su doble dimensión, individual y colectiva; el

sistema moral, el conjunto de factores de la moral que interrelacionadamente intervienen en el funcionamiento

social. Según el nivel de conocimiento o instrucción de las personas, la intencionalidad en el uso de estos

términos y el contexto en que se empleen, así será también el sentido que adquieran.

El concepto de sistema moral posee un contenido más amplio y abarcador que el de sistema de regulación

moral de la conducta, pues es mucho más general, en tanto implica todos los componentes, mecanismos,

medios, instrumentos formales e informales de la moral, la regulación es sólo una de sus múltiples funciones.

Por ese motivo, muchas de las características de ese proceso regulador necesariamente coinciden y se

corresponden con las de la moral como sistema totalizador. Las particularidades que emergen del dinamismo

dialéctico de la actividad moral reguladora no excluyen esa complementariedad, semejanza y relación

necesaria.

17
La regulación moral representa un tipo específico de control, ordenamiento, reglamentación y establecimiento

de límites al libre desenvolvimiento humano en sociedad (Marx y Engels, 1979, p. 25; Silva, 2017, pp. 38-47).

Constituye una de las formas de regulación social, con particularidades que la distinguen de otras como la

jurídica9. A diferencia de esta, no cuenta con una infraestructura organizacional compleja, es más inespecífica,

menos rigurosa, no implica una sanción penal, es ejercida por la opinión pública sin la utilización de métodos

represivos formalizados.

Los delitos cometidos y las infracciones morales no tienen la misma connotación social. Su tratamiento es

distinto en tanto los primeros atentan contra la existencia de la sociedad, no así los vicios o antivalores

morales, aunque constituyen un importante obstáculo para su funcionamiento. En ambos casos, resulta

evidente la jerarquización de los males a partir de su incidencia, brindándole un tratamiento diferenciado

teniendo en cuenta su gravedad e impacto negativo (Prado-Carrera, 2016, pp. 369-390).

Independientemente de las diferencias entre la regulación moral y la jurídica, también existen coincidencias.

Concuerdan en cuanto al repudio de actividades delictivas como el asesinato, la violación y acoso sexuales. La

aplicación de sus prerrogativas se sustenta en un conjunto de normas, valores y principios de carácter ético.

Emplean mecanismos objetivos para regular el comportamiento desviado.

Las investigaciones en torno a la regulación moral de la conducta apuntan a dos direcciones distintas. Un

grupo de resultados se circunscriben a la orientación autorreguladora (Eisenberg, (s.f.), pp. 1-22; Janoff-

Bulman, (s.f.), pp. 1-27 y Ortiz et al., 2011, pp. 365-380), son los más numerosos, mientras que otros, a la

regulación externa del comportamiento (Colom, 1994, pp. 41-60; Corrigan y Sayer, 2007, pp. 39-116 y

Whitebread, 2000, pp. 361-370). Teniendo en cuenta el presente planteamiento, puede decirse que este

proceso regulador se expresa desde la subjetividad hacia la realidad objetiva y viceversa.

La autorregulación moral del comportamiento por lo general, se ha concebido como esencialmente interna e

individual, aunque se ha estudiado desde la perspectiva del funcionamiento de determinadas organizaciones

9 Al respecto, puede profundizarse en: Betancur (2016, pp. 109-121); Díaz-González, Vega y Cantorán (2008, pp. 65-75);
Etxebarria, Apodaca, Fuentes, López y Ortiz (2009, pp. 81-96); Ortiz, Apodaca, Etxebarria, Fuentes y López (2011, pp. 365-
380); Poblete (2015, p. 9); Ribes (1992, pp. 39-55); Sánchez (2008, pp. 204-234) y Vega, Muñoz, Berra, Nava y Gómez
(2012, pp. 1051-1067).

18
sociales (Aguiló, Saavedra y Longás, 2014, pp. 253-279). Por ese motivo, esta se ha ajustado más al ámbito

de la conciencia (espiritual, psicológico, subjetivo), donde se manifiestan procesos racionales-emotivos que

intervienen sobre todo, en la autovaloración o valoración personales. En cambio, la reguladora externa se ha

entendido como la influencia del medio social sobre la conducta individual y colectiva que condiciona no sólo el

conocimiento, las costumbres y los hábitos a partir del nacimiento, sino además, las posibles transformaciones

que se llevan a cabo en la vida cotidiana, incluso en los propios sistemas morales (La condición moral del ser

humano, (s.f.), p. 1; López, 2004a, pp. 68-72).

Como resultado del análisis realizado, puede afirmarse que la regulación moral se caracteriza por ser un

proceso micro-macrosocial contradictorio, subjetivo-objetivo, dinámico, formal-informal, clasista, histórico-

concreto, individual-colectivo, procedimental, progresivo, rígido-flexible, amplio, heterogéneo, intencionado-

espontáneo, preventivo, dialéctico, por lo que es, sobre todo, complejo. Una amplia multiplicidad de factores así

lo confirman, entre ellos las situaciones o circunstancias de elección moral; las características personológicas

del agente regulador10; el nivel de desarrollo de la conciencia moral las motivaciones de los actos; las

cambiantes condiciones materiales de vida en los distintos contextos histórico-concretos; los resultados

obtenidos derivados del acto regulador y la efectividad o no de los medios, métodos, técnicas, mecanismos,

instrumentos empleados durante la actividad reguladora.11

Esos factores justifican la complejidad y diferencias en el proceso moral regulador. Al respecto, Engels (2002a)

decía: “la igualdad desaparece también cuando dos personas son “moralmente desiguales”; “no hay ni dos

personas que sean plenamente iguales desde el punto de vista moral” (p. 62). Desigualdad moral que es típica

del individuo. Las personas son distintas en muchos aspectos, uno de ellos es el moral.
10 Sujeto o colectivo que aboga por el cumplimiento (obediencia) de un código moral (normas, valores y principios morales)
dado o de algunas de sus especificidades, es quien prohíbe, censura, exige e incentiva a que se obedezcan las
prerrogativas morales del momento. Conocido también como “agente censor”, “dador de normas” y “agente de orden
público”. El mismo puede tener una actitud activa, pasiva o indiferente, la que influye en el resultado del proceso de
regulación moral.
11 Otros factores que justifican el carácter complejo del proceso de regulación moral son: el cúmulo de conocimientos y

dominio de la información; la experiencia atesorada; la operatividad o pertinencia de normas, reglas o lineamientos; la


viabilidad de las alternativas reguladoras; las representaciones, sensaciones, sentimientos (confusión, culpa, arrogancia,
tristeza, entre otros), intereses, estados de ánimo, utopías, fantasías, aspiraciones, percepciones, impresiones, inquietudes,
necesidades, estereotipos, prejuicios, que intervienen e interactúan en una o múltiples acciones; la incidencia de
enfermedades, el nacimiento y la muerte; la relación éxitos-fracasos; el proceso de crecimiento, desarrollo y maduración de
la personalidad; la cualidad del sistema de relaciones personales.

19
Por otra parte, Sánchez (2006, pp. 10-25) opina que en las relaciones morales se manifiesta una forma

específica de ejercicio del poder, interviniendo dos tipos de actores, los que ordenan y los que obedecen. Esta

relación presupone el acatamiento del sujeto regulado, hecho objetivo en tanto se expresa a través de una

acción observable. La obediencia y la desobediencia son las posibles respuestas reales que pueden derivarse

de un acto moral regulador, aunque algunas veces se desconozcan sus causas, determinaciones y efectos,

expresándose en tres planos: interior, necesario y efectivo (estos últimos, externos).

La función moral reguladora se efectúa: a través de limitar las aspiraciones negativas, la autorregulación

individual, la gestión de las relaciones públicas y la realización de la moralidad humanista (Propiedades y

funciones de la moral, 2016). Son pautas necesarias que tipifican el proceso de regulación moral. En sentido

general se concuerda con este criterio, salvo en el hecho de que no sólo se trata de limitar aspiraciones

negativas, pues en la práctica se establecen patrones o códigos morales de comportamiento que se sustentan

en diversas posibilidades de elección moral, oscilando entre limitaciones (prohibiciones) y permisibilidades

(libertades) como garantía para la realización humana.

Desde la perspectiva de Kant (2003, pp. 63, 69, 123 y 124) esas limitaciones eran subjetivas e individuales, por

lo tanto, autolimitaciones, pues la voluntad sólo se encontraba determinada por la ley moral apriorística. En

cambio, para Marx y Engels (1979, pp. 25, 30-35) eran subjetivas y objetivas. Pensaban que la imposición

social resultaba inevitable porque por la fuerza que ejercen las instituciones del Estado, la voluntad general se

enfrenta a la particular y común, prevaleciendo los intereses de la clase social que ostenta el poder político. En

tanto Villarrán (2019, p.1352) al valorar la teoría sobre el principio de no arbitrariedad del filósofo peruano

Francisco Miró Quesada, la vincula con la acción de no imponerle algo a alguien contra su voluntad, lo que

según él, no es recurrente en las sociedades contemporáneas.

Son planteamientos distintos, sin embargo, poseen algo en común: reconocen la existencia de la coerción

como un fenómeno humano que actúa en dos planos, individual y colectivo. En relación al primero, tiene mayor

implicación para el mismo sujeto, aunque debe reconocerse que esta perspectiva autorreguladora tiene

también influencia externa en las relaciones morales. En cuanto al segundo, las acciones restrictivas afectan a

20
los miembros de una determinada agrupación social, así como las de un grupo cualquiera pueden incidir sobre

las de otro; estas desatan objeciones y oposición cuando exceden los límites de lo tolerable.

El cuestionamiento al uso de la coerción como método de regulación moral externo, no niega su empleo,

incluso su aceptación a través de las formas más variadas de violencia infantil (Carrillo-Urrego, 2018, pp. 720-

723). Es entendida como la acción o conjunto de acciones dirigidas a condicionar la realización o no de un

determinado comportamiento contrario a los deseos de la(s) persona(s) afectada(s). Implica un modo

específico de limitar, controlar el desenvolvimiento social sobre la base de motivaciones concretas, argumentos

racionales que justifican ese tipo de conducta. Su carácter no arbitrario se vincula a la relación dialéctica

casusa-efecto, donde el punto de partida siempre será válido, justo, benévolo y el desenlace, no perjudicial o

dañino.

La relación entre la coerción y voluntariedad derivadas del acto de regulación moral externo es excluyente,

aunque no de manera absoluta. En ocasiones ha ocurrido que individuos coaccionados han realizado

actividades voluntarias contrarias a sus deseos porque estos no han expresado alguna señal perceptible de

incompatibilidad o discrepancia. La contradicción que se manifiesta sólo será real al patentizarse de forma

concreta la oposición, de suceder lo contrario, la expresión de violencia y ejercicio arbitrario del poder es una

mera presunción o apariencia.

La regulación moral como proceso externo es resultado de la experiencia sensible, donde los órganos

sensoriales son fundamentales para captar y responder ante los estímulos recibidos del entorno vivencial, en

especial aquellos que se derivan del sistema de relaciones morales. Entre los múltiples factores objetivos que

intervienen en este modo específico de regular el comportamiento se encuentra la propia anatomía humana, la

que por su presencia natural impone la necesidad de existencia, así como justifica el empleo de requerimientos

morales regulatorios como garantía de una vida social organizada (Marx y Engels, 1979, pp. 19 y 27).

Debe agregarse que esta puede ser directa o indirecta. La acción reguladora directa es ejercida con

determinación, intencionalidad y plena conciencia. En tanto la indirecta, todo lo contrario, caracterizada por la

espontaneidad, lo que dificulta en ocasiones, la efectividad de la intervención moral reguladora.

21
En el proceso de regulación moral concreto pueden desempeñarse dos roles vivenciales diferentes, el de

agente regulador o el de sujeto regulado; en el segundo caso, con independencia de la respuesta positiva o

negativa que se genere ante el acto moral regulador. También se establecen distintas posturas o posiciones

morales en relación al tipo de participación que se tenga: activa, pasiva y neutra. En la acción reguladora una

de estas manifestaciones excluye al resto, lo que no significa que ese comportamiento bajo otras condiciones

sea invariable.

La posición moral reguladora activa se expresa por la influencia determinante e intencionada que se ejerce en

el proceso regulador independientemente del resultado. La pasiva, por la espontaneidad, la falta de

conocimiento pleno en torno a los requerimientos que se necesitan para logar una intervención reguladora

efectiva y la no correspondencia de las acciones de regulación ejecutadas con las exigencias del momento. La

neutra, al no efectuarse la acción moral debida cuando se amerita porque implicaría algún tipo de perjuicio,

aunque por lo general, esta tributa a alguna causa moral. Desde la perspectiva de Sánchez (2006, p. 20), el

fenómeno de la obediencia indica efectividad en la regulación, mientras que la desobediencia lo opuesto.

Según Smith (1941, pp. 32-35 y 50-52), Sánchez (2006, pp. 15-16), Ortiz et al., (2011, p. 367) y Etxebarria et

al. (2009, pp. 81-96) existen algunos factores subjetivos que intervienen en el proceso de regulación moral

tales como: lo cognoscitivo, valorativo y afectivo. Entienden que las prerrogativas morales se asimilan o no en

dependencia de los contenidos que se racionalizan de un modo emotivo. En ese sentido, manifiestan que el

conocimiento es tan importante como los sentimientos, destacando entre ellos la empatía y culpa empática.

Son aspectos que influyen en el compromiso, dedicación y sensibilidad con que se asumen las tareas

personales, definiendo los niveles de implicación e involucramiento, incidiendo además sobre la efectividad o

no de la acción moral reguladora.

Se comparten sus ideas, sin embargo, debe precisarse que el enfoque autorregulador de la moral, en sentido

general, presenta un carácter subjetivista, reduccionista e individualista. La experiencia cotidiana ha mostrado

que así como el sujeto autorregula su comportamiento, también lo hace cualquier colectivo consigo mismo.

Paralelamente, cualquier persona puede regular a un colectivo dado, pertenezca a él o no, lo que será más

22
viable si forma parte de este, y viceversa. Asimismo, ocurre con frecuencia que los colectivos se regulen entre

sí. Estas variantes se presentan en la cotidianidad de manera espontánea, manifestándose en dependencia

del dinamismo e incidencia de un conjunto de factores subjetivo-objetivos que intervienen en el proceso de

regulación moral, algunos se han mencionado con anterioridad.

En síntesis, el proceso de regulación moral constituye una parte esencial del fenómeno moral. En sí mismo

representa un sistema con un sustrato, estructura y dinamismo específicos, aunque no independiente de los

otros componentes de la moral (sus particularidades teórico-conceptuales, el resto de sus funciones, su

contenido espiritual y su instrumental práctico operativo). Para la definición del término sistema de regulación

moral, además de tener en cuenta los criterios de los autores señalados con anterioridad en este epígrafe, se

analizan las aportaciones teóricas principales realizadas por algunos de los representantes más destacados de

la historia del pensamiento ético universal, entre los que sobresalió Aristóteles.

Este pensador no define el concepto de sistema de regulación moral, sin embargo, se refiere a aspectos que

se relacionan con su configuración. Indica que la autorregulación moral era la forma esencial de regular la

conducta por medio del ejercicio de una vida virtuosa y el empleo cotidiano del sentido de la mesura

(Aristóteles, (s.fa.), p. 66; (s.fb.), p.14). Distingue entre el ideal del bien y el bien práctico (causa final por la que

se obra), afirmó que: “Los bienes del hombre, cualesquiera que ellos sean, están, o fuera del alma o en ella,

siendo éstos los más preciosos” (Aristóteles, (s.fb.), p.18). Este filósofo reconoce la existencia de múltiples

bienes, entre ellos la felicidad, entendida como el bien supremo (Aristóteles, (s.fb.), p.19). El Estado tiene la

responsabilidad de garantizar su concreción, más que en el marco individual, en el orden colectivo y general;

en esta dirección, la coerción pública resulta útil (Aristóteles, (s.fc.)).

Aristóteles (s.fa.) declara que lo “Violento es aquello cuyo principio procede de fuera” (p. 69), de manera que

puede obrarse forzadamente o por ignorancia y voluntad. Desde este punto de vista, el pleno ejercicio de la

libre determinación constituye un factor medidor. Los niveles de conocimiento en materia de la relación causa-

efecto también desempeñan un rol regulador importante. El autor de Ética a Nicómaco también aborda el

23
carácter ético normativo, la significación práctica de los principios morales y la relación medio-fin en la acción

(Aristóteles, (s.fa.); (s.fb.) y (s.fc.)).12

En relación a su teoría del bien, destacar su análisis como un fenómeno racional, que al mismo tiempo posee

un sustrato material concreto condicionado por la práctica social, de ahí que no sea una noción abstracta

porque expresa las vivencias experimentadas. Por otro lado, en el lugar de la felicidad como bien supremo, se

coloca a la existencia humana, aunque esta pueda ser sufrida o angustiosa. Las concepciones morales

aristotélicas tuvieron una amplia incidencia en la Edad Media.

En esta época se afianzará una nueva ideología ético-política de carácter religioso, la Escolástica. Las

características que prevalecieron en el pensamiento ético medieval las imprimió la Iglesia como institución

social preponderante en el mundo occidental. La misma le presentó a la sociedad un sistema de regulación

moral mucho más riguroso por medio de normas, valores y principios morales expuestos a través de las

Sagradas Escrituras (La Biblia) y por la autoridad eclesial.

Ese binomio fue concebido como la única fuente de obediencia. Todo se subordinó a los designios divinos: la

ciencia, la filosofía, la ética, entre otros. Los mandatos fueron de obligatorio cumplimiento e impuestos en gran

medida de manera autoritaria e irreflexiva, por lo que la preponderancia desde el punto de vista de la

regulación moral no estuvo en la autorregulación, sino en la influencia que por lo general, ejercieron

mecanismos reguladores religiosos externos.

El representante más sobresaliente en esta etapa fue Tomás de Aquino, quien no tuvo dudas sobre la

influencia divina en la vida cotidiana de las personas. Tampoco define el concepto de sistema de regulación

moral. Sin embargo, analiza elementos significativos asociados a este. Ajusta el proceso moral regulador al

ámbito espiritual de origen divino. Aborda cuestiones éticas asociadas a la libertad, voluntad, principios

morales, elección moral, relación medio-fin y las posibles consecuencias derivadas de la obediencia o

desobediencia ante un mandato (Aquino, 2001).

Este pensador emplea los argumentos aristotélicos con el propósito de sustentar su posición ante el

12Al respecto, puede profundizarse en Aguilera, Dalés, Manzano y Jiménez (2019, p. 66-79); Betancourt (2016, p. 40);
García ((s.f.), pp. 4-13); Dussel (1994); Margot (2008) y Sedal (2003, pp. 25-28).

24
conocimiento científico. Puso la razón al servicio de la fe, y ambas como fundamento de sus teorías éticas.

Apuntó que: “El fin tiene que ser conocido por el hombre para que hacia El pueda dirigir su pensar y su obrar.

Por eso fue necesario que (…) conociera por revelación divina lo que no podía alcanzar por su exclusiva razón

humana.” (Aquino, 2001, p. 86) Como resulta evidente, su cosmovisión idealista tuvo una importante influencia

en sus concepciones morales en general y en sus criterios sobre la regulación moral de la conducta en

particular.

Con la Modernidad irrumpe el modelo capitalista liberal burgués desde el cuestionamiento y la crítica al sistema

escolástico-feudal. En el orden ético, los pensadores13 coincidieron en plantear un conjunto de ideas con una

connotación moral profunda, entre ellas: la tolerancia religiosa basada en la libertad de credo; el libre comercio;

la educación laica sustentada en acontecimientos histórico-naturales; la división de poderes políticos; el trabajo

como única fuente generadora de riquezas para el consumo; la legislación como mecanismo garante del

derecho civil; el desprecio al despotismo y a todo lo que representaba esa cultura mutiladora. Como resultado

de ese amplio movimiento intelectual liberador, en la Francia de 1789 se llevó a cabo un proceso revolucionario

que hizo sucumbir al régimen político feudal y con él, su sistema de regulación moral.

En esta etapa la prioridad en los estudios éticos giró alrededor del tratamiento teórico a la libertad individual

(fundamento del sentido individualista de la filosofía moral burguesa), que tenía como condición necesaria el

empleo del propio entendimiento o uso liberado de la razón. Es un apartado en el que se destacó Kant.

Consideraba que la actividad racional era el sustento de la conciencia y las actitudes humanas. Entendía que

la ley moral era producto de esta capacidad mental y que expresaba la autonomía de la razón pura práctica

(reglas de la mente útiles para la conducción de la acción particular), de la libertad personal (Kant, 2003, pp.

30-31).

Este pensador aunque tampoco define el concepto de sistema de regulación moral, es uno de los que más

aporta en la historia del pensamiento ético universal a la comprensión del proceso moral regulador. Su ética se

concibe como un autorrigorismo, pues se sustenta en la categoría de deber ser, que vinculada al acto moral

13Descartes, ((s.f.), pp. 12-23); Locke (1969); Mendeville (1975); Hume (2011; 2014); Smith (1941); Rousseau (1999a;
1999b); Montesquieu (1906a; 1906b) y La Mettrie (1961; 1983, pp. 53-60)

25
implica sacrificio, esfuerzo de la voluntad individual, autocoacción, autocontrol ante los deseos y pasiones del

espíritu. Según él, la verdadera felicidad dependía del cumplimiento de lo debido, soporte indispensable para la

sistematización de experiencias morales útiles en la conformación de un patrón general de comportamientos

correctos.

Esto sólo era posible por la existencia de una ley autónoma absoluta, invariable, esencia de la moral, basada

en principios morales racionales. El ser humano la reconoce y percibe como un fenómeno de la conciencia

absolutamente necesario, no condicionado por ninguna otra cosa, que funciona como imperativo categórico en

el plano de la acción e impulsa la elección moral correcta, incluso en medio de situaciones conflictivas (Kant,

2003, pp. 77, 82 y 136-137).

A diferencia de Kant, se considera de igual valor práctico desde el punto de vista de la regulación moral el uso

del entendimiento y los recursos externos en relación a este. El fenómeno moral no puede sólo vincularse a la

actividad de la conciencia individual, tampoco a la acción concreta de ese sujeto que piensa, también se

relaciona, y de manera más sustantiva, con el dinamismo del colectivo, la actuación conjunta, pues es

eminentemente social. Resulta veraz que la razón formula principios, valores, juicios y normas morales que

inciden en la vida cotidiana, pero no funciona de manera correcta sin la ayuda de sentimientos, sensaciones,

experiencias sensibles, los objetos de la sensación, es decir, la realidad objetiva.

Sobre la base de la crítica al pensamiento filosófico precedente, surge el Marxismo en la segunda mitad del

siglo XIX oponiéndose a las perspectivas teóricas especulativas, fenomenológicas, metafísicas e idealistas

desarrolladas hasta ese momento, entre ellas, la kantiana. Desde una concepción dialéctico-materialista del

mundo Marx y Engels (1979, p. 19) argumentaron que la esencia del ser y el pensar humanos se encontraba

en las condiciones materiales de existencia, no en la subjetividad. Conciben el modo de producir, de

intercambiar y las relaciones de propiedad (base económica de cualquier sociedad) como los factores

determinantes de la espiritualidad, las distintas formas de conciencia y organización sociales (Marx, 1989, p. 7).

De lo anterior se deduce que la moralidad como fenómeno social regulador se encuentra condicionada por las

relaciones económicas de producción, de ahí su carácter histórico-concreto. El desarrollo de la civilización

26
humana ha estado marcado por la existencia de contradicciones de clases, consecuencia del enfrentamiento

entre intereses opuestos (Engels, (s.fc.), p. 646). En ese escenario se lleva a cabo una lucha entre “opresores”

y “oprimidos” por el control de los recursos materiales valiosos (Marx y Engels, (s.f.), p. 32). Este criterio alude

a dos tipos de actores sociales con roles distintos, el sujeto dominante que exige el cumplimiento de

determinadas normas o prerrogativas morales y el dominado, al que sólo le está permitido “acatar” u

“obedecer”, aunque no mansamente, pues le asiste el derecho a la rebeldía social ante las injusticias.

El pensamiento ético marxista condena toda forma de dominación arbitraria, desigualdades sociales

estructurales, explotación, individualismo, egoísmo, consumismo, enajenación, así como defiende lo opuesto.

Su crítica moral más aguda se dirige al comportamiento y relaciones morales de carácter burgués como una

derivación de las deformaciones del sistema socioeconómico capitalista. Los males del capitalismo han

justificado la necesidad de su superación a través del comunismo, el que se ha entendido no como un estado

que debe implantarse, ni un ideal al que haya de sujetarse la realidad, sino como el movimiento real que anula

y supera un conjunto de cosas negativas (Marx y Engels, 1979, p. 36).

Por lo tanto, el comunismo puede ser concebido como el proceso revolucionario de transformación del mundo,

sobre todo del capitalista. Desde la perspectiva de Lenin (1920, pp. 8-20), algunos de los rasgos morales que

le distinguen son: la prevalencia de lo común sobre el individualismo, la corresponsabilidad, el trabajo

cooperativo en función de alcanzar el máximo beneficio material posible, el alto nivel de desarrollo de la

conciencia ético-política, la disciplina, la solidaridad, el heroísmo, la plena justicia y dignidad humanas, la

supresión de toda forma de explotación, discriminación y desigualdad estructural, un verdadero humanismo.

Se comparten sus ideas, aunque aún se desconoce el momento histórico de su advenimiento como proyecto

social real. Como ideal, ya orienta las posibles conductas a seguir bajo determinadas circunstancias, lo que

redunda en el desarrollo de un mejor ser humano, con una calidad moral superior.

Por otra parte, en el contexto latinoamericano se forja un pensamiento ético-político valioso, diverso y

auténticamente genuino, aunque muchos de sus postulados partían de nodos teóricos europeos (Zea, 1974, p.

27
28). Su principal aporte fue el desarrollo de una moralidad revolucionaria14, a partir de considerarse como

necesidad fundamental la liberación absoluta de la influencia del poder imperial español. Además, se abogaba

por la independencia, soberanía, identidad, unidad (no sólo desde el punto de vista nacional, sino también

regional) y justicia social, entendida la realidad regional como un todo común a pesar de su heterogeneidad.

Su trascendencia fue tal, que se llegó a proponer incluso la implementación de un “poder moral” autónomo

como parte de los poderes políticos del Estado (Bolívar, 1976, p. 30), por lo tanto, la formalización de un

particular sistema de regulación moral.

En Cuba se destacaron numerosas personalidades15, José Antonio Saco fue una de ellas. Desde una postura

crítica y optimista expuso un conjunto de males, antivalores morales y vicios de la sociedad de su contexto,

entre los que señaló el juego ilegal, así como introdujo una propuesta de mejoramiento moral. Manifestó que

una sociedad sumida en prácticas morales incorrectas estaba condenada al fracaso. En ese sentido, reconoció

que la burla a la autoridad y la impunidad ante lo mal hecho eran trastornos sociales que debían remediarse.

Pensaba que si se atacaba con firmeza a los vicios, podría emerger un panorama social más alentador. Según

él, entre los medios más eficaces que contribuirían con ese propósito se hallaba la persecución constante de la

justicia, el temor al castigo y las sanciones de la ley (Saco, 1974, pp. 17-19).

Propone una revolución en las costumbres desde la educación moral dirigida al cultivo de virtudes humanas en

la familia, la aplicación eficaz de la legalidad, el incentivo de una opinión pública crítica, la creación de

gabinetes de lectura, el empleo de la utilidad material como criterio de beneficio personal y aprovechamiento

social. Entendió que esa renovación debía ser colectiva, concediéndole una gran responsabilidad al Estado

sobre el control de la conducta ciudadana como máximo garante del orden público (Saco, 1974, pp. 19-34).

Una limitación en sus concepciones morales estuvo en la creencia de que al gobierno imperial español le

interesaba el fomento de condiciones óptimas de vida para todas las personas, ricas y pobres, peninsulares y

criollas.

14 Numerosos pensadores latinoamericanos realizaron grandes aportes al desarrollo de la concepción sobre una moralidad
revolucionaria e independentista, algunos de los más destacados fueron: Rodríguez (2016), Bello (1893) y Miranda (s.f.).
15 Félix Varela, José A. Caballero, José De la Luz y Caballero, José M. Heredia, José Antonio Saco y Enrique José Varona.

Los autores Aguilera y Dalés (2020c) profundizaron en sus concepciones éticas más significativas, especialmente en
aquellas que se refieren al sistema de regulación moral.

28
Otro pensador trascendental fue Enrique José Varona, quien desde una perspectiva positivista resalta la

connotación social de la moralidad. Al mismo tiempo, reconoce la singularidad, individualidad y subjetivización

en el proceso de regulación moral, destacando en ese sentido, la significación de las circunstancias

particulares de elección moral. Señaló que el carácter científico de los argumentos morales se revela en la

existencia de principios morales como la solidaridad, válidos para todas las personas independientemente de

las condiciones del contexto (Varona, 1911, pp. 53, 179 y 183).

Reconoció en la imitación un componente esencial de la educación moral a través del que se condiciona la

conducta. Acentuó el rol regulador de la escuela y la familia, instituciones sociales muy importantes en la

trasmisión de los sentimientos morales de una generación a otra. Tuvo en alta estima el buen ejemplo, del que

deriva la autoridad más adecuada, señalando su trascendental influencia en la efectividad del proceso

educativo (Varona, 1911, pp. 108-110; 1961, pp. 68-91). Sedal (2004, pp. 47-50), identifica en las

consideraciones de este autor tres factores que inciden en la regulación moral: los actos, actitudes y

comportamientos; la palabra, es decir, la comunicación; los métodos y las vías que se utilizan para educar y

transmitir valores; aspectos con los que se concuerda.

El más destacado fue José Martí. Aunque concedió a la autorregulación moral de la conducta el rol regulador

esencial por medio del ejercicio de una vida virtuosa (Martí, 1991d, p. 453), sobre la base de la contradicción

colonia-metrópoli plantea como única posible solución al conflicto, un proceso revolucionario, un cambio radical

por medio de una “guerra fatalmente necesaria” que implicaría de un lado, despojarse del dominio extranjero y

del otro, alcanzar la independencia nacional. Para la concreción de ese propósito no consideró suficiente el

desarrollo de la conciencia moral y política humanista-revolucionaria, fue preciso además, la ejecución de

acciones eficaces, pues entendió que la mejor manera de decir era hacer (Martí y Gómez, 2012, pp. 33-39).

Se percató de que para cumplir sus objetivos era necesaria la participación activa de todas las personas que

compartían su visión libertaria, la unidad de pensamiento y acción de todos los patriotas, pues sólo esa masa

social organizada podía generar el cambio esperado. Más que normativas morales reguladoras, pretendía la

conformación de una sociedad de derechos “con todos y para el bien de todos”, donde la “ley primera” fuera el

29
“culto a la dignidad plena del hombre” (Martí, 1991e, pp. 267-279). Aprobó la desobediencia civil justificada por

las causas correctas. Estableció como principio moral la minimización del daño o mal necesario, causado en

los enfrentamientos bélicos inevitables (Martí y Gómez, 1991, pp. 140-141), por lo que determinados fines no

justificarán jamás algunos tipos de medios, ni las prácticas perversas.

En relación al pensamiento ético contemporáneo, Gómez (2002, p. 11) afirma que es tan heterogéneo como la

filosofía misma y se desarrolla en el marco de sus principales tendencias (la filosofía analítica, la

fenomenológico-existencialista y los marxismos). No obstante, reconoce otras influencias teóricas como el

liberalismo y comunitarismo.16 Este autor establece una selección de algunos filósofos y sus textos que

denomina, de “reflexión ética”, importantes como punto de partida para comprender algunos rasgos que

caracterizan al sistema de regulación moral. Su sistematización teórica revela que estos no abordaron de

manera específica este tema, aunque señalaron un conjunto de aspectos que se relacionan.

Habermas (2002, pp. 175-180) es uno de ellos. Sus concepciones en torno a la regulación moral se derivan del

desarrollo de su teoría conocida como Ética del Discurso. En cuanto a sus criterios, señala que el acto moral

regulador se efectúa a través de la plataforma discursiva, del lenguaje verbal. Fundamentó el valor moral de la

intuición como un mecanismo que tributa a la construcción de sentidos y significados morales. Asimismo

justificó que la validez del contenido de la moralidad sólo se encontraba en la argumentación epistemológica,

porque de lo contrario, los debates teóricos serían inútiles y los conflictos morales no tendrían solución, de ahí

que la verdad del conocimiento moral fuera esencial, así como el procedimiento de su demostración.

Estas ideas de Habermas son cuestionables, puesto que el acto moral regulador además de efectuarse a

través de expresiones verbales, también se concreta por medio del lenguaje corporal y otras acciones; como

mismo en la moralidad interviene la intuición, igualmente lo hacen la deducción, inducción y experimentación,

esta última, teniendo en cuenta que la sociedad, entre otras cosas, pudiera visualizarse como el más amplio

laboratorio humano; el contenido válido de la moral no sólo puede asociarse a una construcción

epistemológica de sentidos morales, toda vez que, la racionalidad común, cotidiana, no científica y popular,

16 Moorey Wittgenstein (Filosofía analítica), Sartre (Fenomenológico-existencialista), Bloch y Habermas (marxismos), Rawls
y Sandel (Liberalismo / ético-político), Taylor y MacIntyre (Comunitarismo) abordaron la regulación moral aunque no como
tema de estudio específico. Al respecto, puede profundizarse en Aguilera y Dalés (2020d).

30
incorpora significados morales aceptados por la generalidad, los que en algunos casos son hasta más

consistentes.

En la contemporaneidad se reforzó el enfoque de control social y regulación del comportamiento en los

espacios de convivencia ciudadana, sobre todo de aquel considerado peligroso a los intereses de los poderes

hegemónicos. Al mismo tiempo, se desarrollaron posturas antihegemónicas, contestatarias, de movimientos

sociales opositores a los regímenes dictatoriales que implicaban una ruptura con esa orientación política

“democrática” (Valdés y Sánchez, 2005, pp. 132-133). Ese rompimiento se expresó desde un punto de vista

sociopolítico, pero también ético, al cuestionarse e intentar subvertirse los fundamentos de esos sistemas

morales dominantes.

En Latinoamérica se produjeron movimientos revolucionarios y estallidos sociales importantes que dieron al

traste con algunos regímenes dictatoriales de gobierno, como en Cuba. En medio de ese panorama social se

desarrollaron numerosos estudios éticos trascendentes. Los pensadores latinoamericanos17 en sentido

general, abogaron por el derecho a la rebeldía de los pueblos; el sentido de la resistencia ante las injusticias; la

lucha contra las desigualdades; la distribución equitativa de las riquezas materiales, entre otros (Alfonso, 2008,

pp. 53-60). De ellos, Dussel (1998, pp. 19-24) es uno de los más destacados al plantear una postura crítica

cuestionadora del programa cultural colonizador impuesto por la denominada “civilización occidental” a la

región.

Las ideas de Dussel (1998, pp. 91-143 y 176-280) en relación a la regulación moral son desarrolladas a través

de la fundamentación de su teoría Ética de la Liberación. Esta se sustenta en la lucha social entre contrarios, el

dominador (capitalista, burgués, privilegiados) y el dominado (trabajador, excluido, discriminado, lo que designa

como víctima). Justifica el derecho legítimo de este último a su autodefensa, supervivencia existencial y

rebeldía.

Emplea explícitamente el término de sistema ético o eticidad, evaluando dentro de su contenido sus

componentes material, formal y factible. Enmarca su enfoque sobre el bien y el mal en la relación dialéctica de

17 Algunosde esos pensadores fueron: Rodó (1945, pp. 65-108); Ingenieros (2000); Korn (1944); Vasconcelos (1948, pp. 13-
54 y 207-210); Mariátegui (1996); Mañach (1925; 1955); Vitier (1937; 1948a; 1948b); Marinello (1940; 1973), Zea (1974);
Sánchez (2006); Galeano (2004); Freire (1970). Al respecto, puede profundizarse en Aguilera y Dalés (2020c).

31
oposición, entre lo significado como positivo (bienestar) y negativo (malestar), respecto a la vida y modo de ser

del individuo. Enfatiza en la actuación personal, de la que se generan contradicciones, conflictos y

problemáticas complejas en la comunidad.

Al mismo tiempo, Dussel (1998, pp. 91-143 y 176-280) se concentra en deconstruir o desmontar cualquier

argumento que justifique la dominación social. En las normas, valores y principios “éticos”, reconoce una fuente

reguladora efectiva de la conducta, como en la corporeidad física misma, comenzando por la composición y

funciones del cerebro, donde la expresión lingüística es el medio a través del que se ejecuta el acto ético

regulador, siendo la argumentación o discurso veraz determinante. Aprecia en el consenso (articulación entre

numerosos criterios y principios de carácter ético) la causa que permite establecer lo bueno. El pensador

argentino plantea que:

la afirmación de los valores del «sistema establecido» o el proyecto de vida buena «de los

poderosos» es negación o mala vida para los pobres. Y, acto seguido, se lo «juzga» negativamente

como lo que produce la pobreza o la infelicidad de las víctimas, dominados o excluidos. La «verdad»

del sistema es ahora negada desde la «imposibilidad de vivir» de las víctimas. Se niega la verdad de

una norma, acto, institución o un sistema de eticidad como totalidad. (Dussel, 1998, p. 310)

Marcuse (1993, p. 63) propuso una perspectiva distinta al plantear la real posibilidad de vivir en la “sociedad

industrial desarrollada” pese a las privaciones. Entendió que muchas veces aunque los trabajadores reconocen

su condición de sujetos explotados, asumen el proyecto de vida buena que promueve ese sistema de eticidad

hegemónico por comodidad o costumbre, apreciándose incluso, su aceptación consciente, justificación y

defensa racional. Estos comparten determinados contenidos del código moral burgués, porque no implican su

aniquilación deliberada y encuentran que pueden realizarse sus proyectos de vida.

Desarrolla el sistema de relaciones subjetividad-objetividad, conciencia-materia, teoría-práctica, positivo-

negativo, igualdad-diferencia, bueno-malo, sin oponer sus términos de manera absoluta, a excepción de la

relación dominador-dominado. Por lo tanto, alude al carácter dialéctico y complejo de la vida humana.

Paralelamente, concibe la espiritualidad o interioridad del individuo como lo fundamental, porque en ese ámbito

32
se definen los contenidos, sentidos y significados éticos principales (Dussel, 1998, pp. 105, 129 y 137). De ahí

que enfatice mucho más en el proceso de autorregulación moral.

En su Ética de la Liberación, Dussel (1998, pp. 126, 138 y 178) agrupa un conjunto de “principios éticos” a

priori y otros a posteriori. Este criterio no se comparte, pues no existe ninguna forma de saber que se

encuentre antes o al margen de la experiencia humana. Por otro lado, se refiere a algunos componentes que

forman parte del sistema de regulación moral como: las normas, valores y principios “éticos”, juicios, las

obligaciones, la responsabilidad, la elección moral, el resultado o efecto del acto, las exigencias y la crítica, en

su doble condición positiva y negativa. Intenta establecer un vínculo armónico, dialéctico y realista entre cada

uno de estos, sin embargo no lo logra, atendiendo a que no visualiza la concepción moral reguladora como

totalidad.

Otros autores, aunque no abordan de forma explícita la concepción del sistema de regulación moral, hacen

alusión a sus características y los componentes que lo integran: Acosta (2018); Gil (2014); Moreno (2019);

Romero (2016, pp. 39-150); Rovaletti (2019, pp. 76-82); Sánchez (2018, pp. 1-50); Sánchez-Jiménez y

Montes-Moreno (2016, pp. 136-161); Torres, Galván y Hernández (2016, pp. 13-27); Zayas, Gozálvez y García

(2019, pp. 1-15). Entre ellos, Acosta (2018) desarrolla distintos contenidos ético-morales como el método, la

normatividad, la acción, la conciencia, las virtudes, valores y principios morales. Profundiza en la importancia

de la educación para la formación de cualidades positivas en las personas.

Aunque los autores referenciados en este epígrafe no definen el término sistema de regulación moral, sus

estudios permiten un acercamiento al mismo: conjunto específico de componentes que interrelacionadamente

intervienen en el proceso regulador del comportamiento humano, a través de los que se direcciona la

concreción del bien o deber ser en oposición a sus contrarios, contribuyéndose así al ordenamiento,

organización y progreso de la sociedad. Es una realidad que existe como consecuencia de la actividad

práctico-espiritual del individuo. Se sustenta en la experiencia cotidiana, pero también en códigos morales que

bajo la observancia de su cumplimiento, han garantizado un funcionamiento social efectivo.

La concepción sobre el sistema de regulación moral considera el análisis dialéctico-materialista de la relación

33
ontológica entre lo ideal y lo material, la que se concreta en el vínculo de lo subjetivo y lo objetivo en la moral.

Esa interconexión se manifiesta en el contacto sujeto-objeto (Celeiro, 2011), donde el objeto se personaliza,

expresándose como un complejo de relaciones morales contradictorias, sensibles de intervención moral

reguladora. Sobre esa base, se identifican los núcleos teórico-conceptuales y los componentes estructurales

que integran el sistema de regulación moral:

Subjetivos: conciencia moral (conocimientos, sentimientos, emociones, sensaciones, intereses,

apreciaciones, impresiones, valoraciones, convicciones, representaciones, imaginarios, fantasías, utopías,

recuerdos, pronósticos, preferencias, prejuicios, supersticiones, culpa, temores) y elección moral.

Objetivos: Alternativas de elección moral, el acto o actividad moral, las relaciones morales, el resultado

(obediencia/desobediencia), las consecuencias (sanciones o premios), las circunstancias y condiciones

concretas de vida.

Subjetivo-objetivos: motivaciones del acto moral y los mecanismos de regulación moral. (Ver anexo 1).

Para cumplimentar la finalidad de regular el comportamiento, estos componentes no pueden funcionar de

manera aislada, desproporcionada, inconexa, arbitraria, si no, todo lo contrario. Su vinculación se establece de

manera sistemática, operativa y automática. De ahí que se presuponga una estructura interna compuesta,

compleja, dialéctica, no al margen del ser humano y su medio de vida, donde se entremezcla el contenido

material con el espiritual a través de la actividad práctica cotidiana. Dinamismo en el que se manifiesta la

relación subjetividad-objetividad.

En la cotidianidad es común que existan dificultades para identificar la intervención de alguno de estos

componentes, o su simultaneidad producto a la inmediatez del acto moral. Lo espontaneo se revela por lo

tanto, como una cualidad que implica por lo general, una reducida percepción en su utilización. Aunque su

forma de incidencia en el proceso regulador es diversificada, su presencia es permanente. En este hecho se

revela el desencadenamiento de una concatenación de factores determinantes que dependen de la

manifestación de condiciones específicas diversas (Ver pág. 19).

La interrelación dialéctica entre los componentes del sistema de regulación moral constituye la característica

34
más distintiva de su funcionamiento: 1. La elección moral se concreta en la actividad moral bajo determinadas

circunstancias y condiciones de vida cambiantes, contradictorias, trayendo siempre consigo consecuencias. 2.

El acto moral se materializa a partir de motivaciones que se derivan del conjunto de relaciones morales, marco

donde se dinamizan los mecanismos reguladores, entre ellos los medios, procedimientos, técnicas morales

reguladoras y el aparato coercitivo-represivo del Estado.

Todos los componentes morales son importantes. No obstante, los mecanismos reguladores constituyen el

contenido esencial del sistema de regulación moral, porque expresan de manera más puntual, específica y

condicionante la función reguladora, así como determinan el dinamismo de la actividad moral del ser humano

de forma superior, a partir de delimitar el marco de la conducta posible sin que intervenga de modo directo el

aparataje jurídico. Puede decirse que son su constructo más significativo, representan su centro, su

fundamento o núcleo duro de funcionamiento.

A manera de conclusión en el epígrafe, destacar que el carácter moral de una acción se encuentra en la

influencia de esta sobre el propio individuo y su colectivo en el orden de lo significado como bueno y malo. Una

función significativa de la moral es regular el comportamiento en sociedad, desde un punto de vista dialéctico-

materialista se define como un sistema en el que intervienen componentes subjetivos, objetivos y subjetivo-

objetivos a través de los que se direcciona la concreción del bien o deber ser moral, siendo los mecanismos

reguladores su fuente de funcionamiento principal, temática que se analizará en el epígrafe siguiente.

Epígrafe 1.2. Consideraciones epistemológicas en torno a los mecanismos subjetivo-objetivos como

componente esencial del sistema de regulación moral.

El uso del término mecanismo vinculado al plano social resulta ser controversial, puesto que algunos

pensadores de los siglos XVII-XVIII limitaron la esencia del ser humano, la naturaleza y la sociedad a la

existencia del movimiento mecánico o leyes de la Mecánica (Engels, (s.fc.), p. 628). No reconocieron la

incidencia de fenómenos como la casualidad, espontaneidad o lo caótico y los cambios como resultado de la

presencia de contradicciones. Aunque en la actualidad el concepto es más afín a las ciencias técnicas (Landin,

(s.f.), p. 1 y Myszka, 2012, p. 2), se ha incorporado al área de las investigaciones sociales (González, 2016, pp.

35
16-28; Poblete, 2015, pp. 9-10 y 119; Romero, 2002, p.112 y Sánchez, 2008, p. 211), criterio que se emplea

para esta argumentación.

Bajo esta perspectiva, la moral se ha entendido como un subsistema y submecanismo del sistema o

mecanismo general denominado sociedad. El investigador Titarenko (1983a) apunta que: “En las relaciones

sociales actúa toda una serie de mecanismos de autorregulación, que aseguran su reproducción y desarrollo.

Son los mecanismos económicos y las instituciones sociales como el Estado, el derecho, la moral.” (p. 54) En

este caso la autorregulación moral se acota al terreno social, criterio que se comparte, al ubicar la moral como

uno de los mecanismos que contribuyen a la organización y orden en la comunidad.

La moral como sistema de regulación social en sí misma posee también mecanismos. Estos representan un

conjunto de resortes, procedimientos y recursos subjetivo-objetivos reguladores de la conducta que se

emplean para direccionar en las relaciones morales el bien o deber ser respecto a sus contrarios. Se

manifiestan en dos planos que se complementan, la subjetividad y la realidad social. Funcionan de manera

instantánea y por lo general espontánea cuando se emplean para condicionar una determinada respuesta

moral a partir de la acción recíproca de la propia conciencia moral y la influencia reguladora social externa. La

relación entre estos, no es unidireccional ni unilateral, sino multidireccional y multilateral.

En relación a los mecanismos de autorregulación moral o ética su estudio se ha centrado en varios

ámbitos, el mundo digital, la sociedad y la subjetividad. Aragón (1972, pp. 24-26), al estudiar varios

modelos cibernéticos para aplicarlos al análisis sobre la regulación social del comportamiento, plantea la acción

de un conjunto de mecanismos reguladores o autorreguladores que permiten contrarrestar las perturbaciones

que dificultan el funcionamiento adecuado de cualquier sistema. Considera que la conducta autorregulada

reacciona ante estímulos externos causando como efecto ciertos cambios en el medio exterior, los que brindan

una información retroactiva. Luego se ejecuta un proceso de comparación entre el cambio producido y el

esperado, ajustándose el sistema tras eliminar las anomalías.

Según él, en esta dinámica se lleva a cabo una estrategia que “minimaliza” las pérdidas y “maximaliza” las

ganancias posibles, dado el valor inicial. En este caso, la “reacción esperada” concuerda con la "reacción

36
óptima", entendida como aquella "cuyas consecuencias tienen la mayor utilidad entre todas las reacciones

posibles". Los factores que determinan cuál de las reacciones posibles es la óptima son: a) la situación

externa; b) el estado del organismo. Una conducta será más adaptativa cuanto más se acerque a la reacción

óptima, aspecto que sirve de parámetro para medir y ajustar la conducta real (Aragón, 1972, p. 25).

Este autor afirma que: “Tanto la evaluación como la corrección de la conducta son mecanismos de auto-

regulación” (Aragón, 1972, p. 25). Teniendo en cuenta la relación acción-reacción analiza el proceso de

autoajuste de cualquier sistema, el que no concluye hasta su “colapso definitivo” (Aragón, 1972, pp. 25-26).

Son criterios aplicables a la teoría sobre el sistema de regulación moral, a su dinamismo como fenómeno, a la

implementación de los mecanismos reguladores, explicando además, el modo de superación o suplantación

de un sistema por otro.

En cuanto a los mecanismos de autorregulación social, se ha insistido en la capacidad de las organizaciones,

instituciones y colectivos (estructuras sociales) para generar operaciones internas reguladoras sin intervención

o influencia externa (Aguiló, Saavedra y Longás, 2014, pp. 253-279). Estos mecanismos poseen un carácter

moral o ético porque regulan el obrar de sus integrantes. Al respecto apuntar que, aunque en relación a un

colectivo particular esas operaciones internas reguladoras ciertamente son autorreguladoras, al mismo tiempo

no lo son cuando se toma como punto de referencia la individualidad.

Para el tratamiento teórico a los mecanismos de autorregulación moral se analiza al ser humano como ente

individual y su conciencia. Se profundiza en el ámbito subjetivo. De manera que, este término se asemeja al de

mecanismos subjetivos de regulación moral de la conducta personal. Varios autores han desarrollo este

tema, desde la perspectiva psicológica, González (1982, pp. 6-70; 1990, pp. 41-57), Karftchenko (1990, pp. 8-

30) y Vygotski (1995, pp. 91-114); y filosófica, López (2012, pp. 97-99), Titarenko (1983a, p. 179) y Wilson

(2013, pp. 31-73).

Con un enfoque psicológico, Vygotski (1995, pp. 91-114) plantea que estos son un grupo de instancias morales

internas, un sistema de formaciones mentales, donde el conocimiento y el lenguaje como fenómenos

complejos inciden en el comportamiento. En tanto, González (1990, p. 44) afirma que son el nivel consciente

37
volitivo y el operatorio de normas, valores y estereotipos. Kochanska y Aksan (2006, pp. 648-660) apuntan que

son multidimensionales e incluyen componentes emocionales como la empatía y la culpa interpersonal.

Según Karftchenko (1990, pp. 8-30), entre los componentes que forman parte de los mecanismos subjetivos

de regulación moral se encuentran: lo cognitivo, afectivo-motivacional y autovalorativo. Además, establece

niveles de autorregulación moral del comportamiento, uno superior18 y otro inferior19. En su opinión, intervienen

además como procesos intersubjetivos la autodisciplina, la cultura moral personal (cúmulo de saberes y

experiencias), el temor al fracaso (rechazo) (desaprobación), la culpa, la satisfacción e insatisfacción de

necesidades individuales, la autocrítica, intereses y otros.

Para esta autora, la acción individual es guiada por la autovaloración y otros componentes como son el sentido

de identidad, la autoestima personal y el autoperfeccionamiento. De modo que la autoaprobación o la

autodesaprobación sobrevienen como los dispositivos más efectivos del sujeto para su autorrealización moral

individual. Entiende que el elemento autorregulador más distintivo es el valor moral responsabilidad, que se

constituye en el fundamento esencial para la toma de decisiones morales correctas ante diferentes opciones.

Su estudio en relación a los mecanismos subjetivos de regulación moral representa una de las propuestas

teóricas más amplias desde la perspectiva psicológica, con datos empíricos demostrados, pues explica el

funcionamiento de la fuente íntegra a través de la que opera la conciencia moral.

Otros investigadores como Garrido, Herrero y Masip (2001, pp. 379-403), Marcaccio (2015, pp. 15-17),

Canchila, Hoyos y Valega (2018, p. 25), al estudiar el fenómeno de la “desvinculación moral” plantean que

existen varios mecanismos de autorregulación moral20, entre ellos: la justificación moral (utilizada para

demostrar que una acción reprochable se realizó con fines dignos) y la comparación ventajosa (pretende

18 Los sujetos poseen un conocimiento adecuado o parcial de la norma con tendencia a la comprensión de la esencia moral,
llevando a cabo valoraciones adecuadas y asumiendo posturas críticas e intransigentes.
19 El conocimiento de la norma y la valoración tienden a ser adecuados, sin embargo, no son críticos e intransigentes ante lo

mal hecho.
20 Otros mecanismos autorreguladores son: los eufemismos (donde la persona busca palabras para maquillar las acciones

violentas); minimizar (la transferencia de la responsabilidad, cuya función es desplazar la culpa hacia autoridades o actores
que legitiman la violencia); ignorar (la difusión de la responsabilidad, referida al hecho de diseminar la culpa en un grupo
para evitar la carga personal); interpretar mal las consecuencias (la distorsión de las consecuencias, que se proyecta hacia
la minimización del daño causado); la deshumanización (se desconoce la humanidad de la persona hasta rebajarla a la
condición de animal u objeto); la atribución de culpa a la víctima (la culpabilización de la víctima, la cual busca justificar el
proceder violento por la conducta del otro sujeto).

38
demostrar que hay hechos de mayor gravedad que el acto cometido). Sus estudios representan una

fundamentación teórica pormenorizada sobre un fenómeno que ocurre muchas veces como consecuencia de

la agresividad de un conjunto de influencias externas que tienden a reprimir el desenvolvimiento personal, del

que se genera un estado de malestar que en algunos casos desmoviliza y en otros, incita a la manifestación de

una conducta social reaccionaria. Si bien estos aspectos pueden funcionar como mecanismos subjetivos de

regulación moral, no siempre acontece así, pues en reiteradas ocasiones no inciden sobre la escenificación de

una determinada conducta errada.

El término subjetividad moral, en los estudios ético-filosóficos es semejante al de conciencia moral. Esta

representa sólo una parte de toda la conciencia. Además de constituir una forma de percepción de cuanto

ocurre alrededor denominada razón o psiquis, que posibilita el conocimiento, memoria, imaginación,

sentimientos y otros fenómenos subjetivos, producto o reflejo de las condiciones histórico-sociales, de la

comunicación oral o de otra índole y del trabajo (Petrovski, 1990, p. 43), al mismo tiempo, es uno de los

elementos que conforman la estructura de la moral. Desde esta perspectiva, puede visualizarse como un

componente del sistema de regulación moral capaz de condicionar la actividad humana porque su accionar

incide, desde un punto de vista práctico, en el dinamismo moral personal y colectivo.

Desde un enfoque filosófico, Titarenko (1983a, p. 179) establece que la conciencia y el deber son los

mecanismos de regulación moral esenciales de la conducta personal. Además, entiende que hay otros, entre

ellos los principios morales, los que poseen un carácter subjetivo-objetivo. Al respecto planteó: “con la ayuda

de estos y otros mecanismos semejantes de la conciencia moral cada hombre puede actuar de manera más o

menos correcta en la práctica cotidiana habitual” (Titarenko, 1983a, p. 165). Otros investigadores como, Ulloa y

Chacón (1989, p. 89), Portillo (2005) y López (1989, pp. 105-112) concuerdan con sus ideas; no obstante,

agregan a su concepción, normas, conceptos, cualidades y representaciones morales, aspectos asimilados

bajo determinadas circunstancias como exigencia moral.

Sobre la base de la elaboración de juicios morales, la conciencia moral efectúa el proceso de valoración moral.

A partir de la incidencia social positiva o negativa que tienen sucesos, procesos, cosas y acciones sobre las

39
personas, esta elabora una especie de esquema mental de aprobación-condena, de elección y actuación con

un alcance práctico. Se realiza, confirma, actualiza, pero también se retrae en el ámbito de las relaciones

morales, el entorno concreto donde se desarrolla y funciona como mecanismo regulador (Sánchez, 2006, pp.

13-24).

Según López (2002b, p. 3) el grado de desarrollo y efectividad de la conciencia moral en el proceso regulador

depende de: la posición social del individuo en la sociedad; sus condiciones materiales de vida; el grado de

educación y autoeducación, carácter, temperamento y cultura moral; las condiciones y relaciones económico-

sociales. Todos, mecanismos objetivos de regulación moral, lo que resulta contradictorio si se tiene en cuenta

que este autor afirma que la autorregulación moral desempeña el rol regulador determinante (López, 2002b,

pp. 1-48; 2004a, pp. 43-84) y no el medio externo.

La posición de este autor evidencia la ponderación del rol regulador de la conciencia moral ante otros

mecanismos reguladores. Criticando las posiciones subjetivistas e idealistas en torno al verdadero significado

de la conciencia sostenía Engels (s.fc.):

no se puede en modo alguno evitar que todo cuanto mueve al hombre tenga que pasar

necesariamente por su cabeza: hasta el comer y el beber, procesos que comienzan con la

sensación de hambre y sed, sentida por la cabeza, y terminan con la sensación de satisfacción,

sentida también con la cabeza. Las impresiones que el mundo exterior produce sobre el hombre se

expresan en su cabeza, se reflejan en ella bajo la forma de sentimientos, de pensamientos, de

impulsos, de actos de voluntad; en una palabra, de «corrientes ideales», convirtiéndose en «factores

ideales» bajo esta forma. Y si el hecho de que un hombre se deje llevar por estas «corrientes

ideales» y permita que los «factores ideales» influyan en él, si este hecho le convierte en idealista,

todo hombre de desarrollo relativamente normal será un idealista innato y ¿de dónde van a salir,

entonces, los materialistas? (p. 630)

La perspectiva subjetivista en torno a los mecanismos de regulación moral aunque reconoce la influencia del

otro, el medio y las leyes del desarrollo sociales en las relaciones morales, sobreestima el rol regulador de la

40
espiritualidad individual. Atendiendo a ello, circunscribe los mecanismos reguladores en general, al proceso de

autorregulación moral personal. En contraposición, se promueve una postura teórica equilibrada que toma en

consideración lo subjetivo y objetivo como parte del mismo proceso regulador, donde la conciencia moral

colectiva representa una influencia reguladora externa.

La conciencia moral se asume como una forma específica de manifestación de la realidad natural y social del

ser humano que permite el despliegue de sus capacidades en la convivencia cotidiana. Aglutina un conjunto de

elementos derivados de la actividad y relaciones morales que funcionan por lo general como mecanismos

autorreguladores, entre los que pueden mencionarse: la ideología ético-política; las especificidades de una

determinada concepción del mundo; los valores, principios y normas morales que conforman los códigos

morales; los intereses de los actores sociales; los métodos de autorregulación moral (autocensura, autocrítica,

autodisciplina, autopersuación) (Aguilera y Dalés, 2020e).

Los mecanismos subjetivos de regulación moral, se conciben como un conjunto de componentes de la

conciencia o estructuras mentales que determinan el proceso moral regulador, sobre la base de incentivar a la

práctica personal del bien o lo bueno en cualquier circunstancia. Son esencialmente internos, pero se

exteriorizan a través de la actividad moral concreta. Su contenido se interrelaciona de diversa manera,

trayendo como resultado el desarrollo psicosocial del ser humano, pues contribuyen a su orientación y

direccionamiento en sociedad, tributando tanto a la autorregulación moral, como a la regulación moral externa.

Por otro lado, los mecanismos objetivos o externos de regulación moral se dinamizan en lo social. Se

desarrollan con la experiencia cultural colectiva a partir de la sistematización de lo positivo y lo negativo,

condicionando sobre esa base un ordenamiento necesario en la sociedad que posibilita la convivencia humana

efectiva. Marx ((s.fa.), p. 25) sostenía que la esencia humana no es algo abstracto e individual, sino el conjunto

de sus relaciones sociales. Es decir, algo concreto, perceptible, sensible en su forma material.

El filósofo inglés Hobbes (2005 p. 7.) pensaba que las sensaciones pueden entenderse como una “fantasía

original” causada por la presión y movimiento de las “cosas externas” sobre los ojos, oídos y otros órganos. Al

respecto Tolstyj (1989) apuntaba:

41
La conciencia refleja la existencia, la “existencia consciente” sólo porque es creada, producida por

los mismos hombres que producen también su vida material, su existencia social. Al modificar su

existencia social los hombres modifican también su conciencia, los productos de su pensamiento,

los ponen en correspondencia con su existencia. (p. 119)

Otros investigadores (Domínguez y Fernández, 1999, pp. 49-50; Sánchez, 2006, p. 14 y Sánchez, 2008, p.

228) también suscriben esta idea. Esta perspectiva teórica demuestra la ponderación de la realidad objetiva,

exterior, con respecto a la interior, la espiritualidad humana. Se revela por lo tanto, una orientación distinta a la

subjetivista, internalista e idealista, la objetivista, externalista y materialista. En esta, se expone que las

condiciones materiales de existencia del individuo determinan, modifican y trasforman las internas o la

subjetividad.

Un grupo amplio de autores se han referido a los mecanismos objetivos de regulación moral, aunque no les

han definido como tal. Entre ellos Bergin y Bergin (1999); Bolívar (2009, p. 61); Greenber, Rohe y Williams

(1982, p. 141); Jacobs (1992, pp. 29-140); Krevans y Gibbs (1996); Mellado y Asún (2016); Montesquieu

(1906a, p. 441); Pérez (2010, p. 196); Poblete (2015, pp. 9-10); Romero (2002, p. 113); Sampson (2012) y

Titarenko (1983a, pp. 180-181). Coinciden en el reconocimiento de su utilidad en el marco de las relaciones

morales a nivel comunitario y difieren en cuanto a los que consideran.

Montesquieu (1906a) aseguró que el “clima, la religión, las leyes, las máximas del gobierno, los ejemplos de

las cosas pasadas, las costumbres, las maneras” condicionan al “espíritu general” (p. 441). En relación a este

último término, hace clara alusión a la identidad colectiva, señalando algunos aspectos por los que pudiera

distinguirse. Manifestó que la “urbanidad” influía sobre el individuo, en ese sentido, enfatiza en la fuerza que

ejercen desde el punto de vista externo las leyes, normas o reglas y penas. No obstante, al mismo tiempo

estaba convencido de la capacidad de autocorrección moral, donde la voluntad personal y las virtudes

desempeñaban un rol regulador esencial.

Para Titarenko (1983a, pp. 180-181) los “índices objetivos de la regulación moral” se aprecian en: la posición

moral de partida; las situaciones típicas; los modelos o estilos de vida y estereotipos de conducta de aspecto

42
masivo; las vías de información sobre las normas y experiencias morales; los métodos de educación y los

medios de trasmisión de la experiencia moral de generación en generación; así como las sanciones sociales

(aprobación o condenación), las que pueden ser diversas, abarcando desde el “desprecio social” hasta la

“admiración entusiasta” por un acto determinado. Agrega que estas poseen diferentes grados de rigurosidad.

Romero (2002, pp. 113-115) se refiere al diálogo y buen ejemplo en su estrecha conexión con el tema de la

cultura del debate (ambiente favorable para la discrepancia). Destaca la implicación ética de la categoría

ambiente. Bolívar (2009, p. 61) hace alusión la descentralización y responsabilización de las escuelas,

elaboración de “ranking” y competencia para conseguir alumnos, las evaluaciones externas. Mientras que

Pérez (2010, p. 196), alude al liderazgo, códigos de ética efectivos, creación de comités u oficinas de ética, una

buena comunicación, el reporte de conductas inadecuadas, sancionar y disciplinar a los violadores de los

estándares éticos, procedimientos eficientes y fiables de consulta sobre dilemas éticos, objetivos realistas y

programas de reconocimiento a empleados que muestren una conducta correcta y moral, la denuncia pública

o “whistle blowing”, adiestramiento o capacitación en ética, auditorías éticas, auto-evaluación y transparencia

corporativa.

Los mecanismos informales de regulación social (Jacobs, 1992, pp. 29-140; Mellado y Asún, 2016 y Poblete,

2015, pp. 9-10), pudieran coincidir con los mecanismos objetivos de regulación moral, pues hacen suponer la

intervención de un colectivo dado y no dependen de voluntades individuales (Sampson, 2012). Existen tres

formas básicas de control social informal: la vigilancia informal, en la forma de supervisión de los espacios

públicos del barrio durante las actividades rutinarias de los vecinos; las reglas de movimiento, definición de

rutas de tránsito y evasión; la intervención directa (acciones concretas orientadas a mantener el orden del

barrio) (Greenber, Rohe y Williams, 1982, p. 141). Cortina (2013) entiende que “la sociedad tiene mecanismos

para defenderse de los violadores que no están recogidos en ningún código de derecho” (p. 90).

Teniendo en cuenta los criterios de los autores señalados, se precisa que los mecanismos objetivos de

regulación moral de la conducta se manifiestan sobre todo, a partir de la influencia valorativa, crítica, coercitiva-

persuasiva, prescriptiva, de opiniones, gestos y acciones en el ámbito público, donde el protagonista principal

43
es el sujeto distinto de sí mismo, quien incita a la realización de un tipo específico de comportamiento

(conveniente) independientemente de la capacidad de libre elección y la diversidad de opciones por las que se

pueden optar. Estos son legitimados con la moralidad dominante y deslegitimados en parte por las

contradicciones morales de la vida cotidiana. La objetividad se sustenta en su forma realista de expresión fuera

de la conciencia, se reconozca como hecho o no.

Los mecanismos objetivos de regulación moral se determinan en la dinámica de las relaciones morales, donde

el poder de unos implica necesariamente el no poder de otros (Sánchez, 2006, pp. 10-25, 33-41 y 159-162).

Esto presupone desigualdad, desproporción y desequilibrio social, en parte como consecuencia de la

maximización del individualismo, egoísmo y las ambiciones. Significa, que una voluntad particular se impone

sobre otras, implantándose designios específicos, diferentes y también excluyentes, entre los que se

encuentran reglas, requerimientos, disposiciones. Sin embargo, esto no niega la igualdad, equilibrio y

proporcionalidad que al mismo tiempo existen en la sociedad (la tendencia más generalizada), resultado de

todo lo contrario, de la resistencia, desacuerdo y combate ante lo considerado mal hecho y la defensa activa

de valores morales imprescindibles como el colectivismo, solidaridad, compañerismo, compasión, respeto,

equidad, compartimentación, cooperación.

Los mecanismos objetivos de regulación moral pueden ser definidos como un conjunto de factores externos

respecto al sujeto, que de forma interrelacionada regulan la actuación humana por medio de su direccionalidad

concreta al bien o lo bueno en las relaciones morales. No obstante, en ese amplio espectro de resortes

reguladores también entran los fenómenos naturales por su incidencia directa sobre la vida de las personas,

condicionando el comportamiento humano (Korn, 1944, p. 106). Teniendo en cuenta su impacto, sus efectos

son evaluados como negativos o positivos, derivándose de ello la adopción de medidas encaminadas por un

lado a potenciar sus beneficios y por otro, a evitar o minimizar su capacidad destructiva. Algunas de ellas

cuestionadas porque se sustentan en la teoría del mal menor21.

21 Autores como Auping (2015, pp. 85-107), Fernández ((s.f.), pp. 999-1010) y Meneghini (2017, pp. 31-43) coinciden en
considerar que esta teoría se sustenta en el principio moral de permitir un mal menor con el fin de prevenir o terminar uno
mayor, también conocida como filosofía de la no-violencia pasiva. Se precisa que no significa hacer el mal para conseguir el
bien, ni aún por razones gravísimas. Se emplea como criterio práctico de intervención social, directriz política y regla ética.

44
El empleo de los mecanismos objetivos de regulación moral se sustenta en la experiencia sensible y las

condiciones concretas en su implementación. Si muestran efectividad, entonces ya probada su eficacia se

procede a su reutilización bajo las mismas u otras circunstancias, pero en momentos posteriores. Sin embargo,

ello no es garantía de éxito en el procedimiento. De ahí que, la relación dialéctica certeza-incertidumbre

constituya una característica de su dinamismo. No obstante, se realizan propuestas para evitar males a partir

de la aproximación cada vez más cercana a la verdad y la regularización de estos procesos.

En relación al planteamiento anterior, destacar que esas certezas permiten confeccionar de manera anticipada

pautas, protocolos22 y las posibles respuestas de regulación moral, independientemente de que no se conocen

a ciencia cierta los resultados de la aplicación de los mecanismos objetivos reguladores, por lo que la exactitud

del cálculo matemático no es una cualidad que se ajuste a este tipo específico de proceso regulador. Sobre

esa base, puede decirse que en este, dos de las variables imprescindibles a considerar son el pronóstico y la

probabilidad. Por tanto, los criterios de su uso e implementación concreta no son rígidos.

Las medidas correctoras ante el comportamiento errado como parte de los mecanismos objetivos de

regulación moral poseen diferentes niveles o grados de rigurosidad y flexibilización. Es un proceso que

depende de varios factores, algunos de ellos mencionados anteriormente, como la simpatía personal y la culpa

empática. El vínculo afectivo estrecho del agente regulador con el individuo infractor por lo general distorsiona

la intervención reguladora, convirtiéndola muchas veces en una acción inefectiva o nula, al ser atenuadas o

evitadas las posibles consecuencias de la desobediencia. Por eso, la parcialidad o imparcialidad es

determinante en este tipo de ejercicio regulador, condicionando el resultado.

Otros aspectos de suma importancia son la categorización o escala de prioridades23, el momento (tiempo) y el

lugar (espacio). Todo ello indica una secuencia lógica progresiva y dosificada de intervención moral reguladora,

en la que se catalogan personas, hechos, proyecciones y las posibles respuestas ante cualquier tipo de acción.

Asimismo, evidencia que los mecanismos objetivos de regulación moral pueden ser utilizados de la manera

22 Esquemas de posibles respuestas reguladoras de carácter moral derivadas de un cúmulo de experiencias anteriores a la
realización del acto moral. Estos son por lo general, preconcebidos, dinámicos, contradictorios y actualizados
constantemente en la práctica.
23 1. Urgente e inmediato (esencial), 2. Mediato (necesario), 3. Aplazable o prorrogable (no necesario).

45
más diversa, actuándose oportunamente o no, con apresuramientos o postergaciones innecesarias, en los

lugares adecuados o equivocados, factores que inciden en su uso efectivo.

Los mecanismos objetivos de regulación moral pueden ser institucionalizados y formales, o no. Los primeros,

son promovidos por las organizaciones, entidades y organismos del Estado; los segundos en cambio, son

característicos de individuos, grupos, colectivos, asociaciones, empresas sin una relación directa de

dependencia y subordinación con respecto a cualquiera de las formas antes mencionadas que componen la

estructura organizativa estatal, por lo tanto, con una postura moral más abierta, relativa, polisémica,

contradictoria, heterogénea, espontánea, popular y en ocasiones, menos convencional, puesto que no tienen

que regirse obligatoriamente por las disposiciones morales “oficiales”. Aunque entre estas variantes se

presentan inevitables diferencias u oposición, también hay coincidencias a partir de sentidos y significados

compartidos.

Las instituciones sociales implementan los mecanismos objetivos de regulación moral a través de la

educación, organización y movilización sociales. Se encargan de velar por el cumplimiento de los lineamientos

y rigorismos morales, así como de favorecer la articulación colectiva, legitimando y al mismo tiempo

deslegitimando determinadas prácticas. Por medio de sus capacidades se apuntala el paradigma moral

dominante. Sus determinaciones sirven de denominador común o referente general para la actividad moral, sin

que por esto se anule la individualidad, potenciando la realización, seguridad y desarrollo de la personalidad,

aunque en no pocas ocasiones ocurre lo opuesto, convirtiéndose en un obstáculo para el libre

desenvolvimiento.

Entre las múltiples instituciones sociales se destacan la familia y el Estado, por ser las de mayor concurrencia

en todo tipo de sociedad. Estas poseen la responsabilidad superior de formar a un buen ciudadano, con

cualidades morales positivas. La familia, además de constituir el núcleo humano más elemental, básico e

íntimo de convivencia común, es el espacio por donde comienza el proceso de regulación moral de la

conducta. Según Arés (1998, p. 57; 2018, pp. 15-59), el individuo en su seno familiar además de que nace,

crece y se desarrolla, va adquiriendo las primeras nociones de la vida, sus primeros conceptos morales y las

46
diferentes regularidades afectivas necesarias, las que determinarán tanto sus virtudes morales, como su déficit

o deterioro moral. Además, opina que es una institución transmisora de cultura, sobre todo de valores morales.

Entre tanto, el Estado es una institución social de carácter sociopolítico, que por sus funciones de controlar,

regular, orientar, dirigir, entre otras, es que se relaciona con los mecanismos objetivos de regulación moral de la

conducta. Es la estructura de la sociedad que encarna el mayor grado posible de poder en todas sus

manifestaciones, concentrándolo en determinados funcionarios investidos con autoridad para disponer y

ordenar (mandato). Con su aparato de gobierno se aboca a garantizar el bienestar de todos los individuos, en

especial de aquellos que forman parte de la representación social dominante. Para esto emplea tanto sus

instancias públicas, como todos los medios que se estimen pertinentes para asegurar su plena funcionalidad y

el despliegue de sus facultades.

La experiencia ha mostrado que en la relación social familia-Estado se establecen coincidencias y

contradicciones en torno a la utilización de los mecanismos de regulación moral, sobre todo en cuanto a los

objetivos. En las sociedades democráticas verdaderas el consenso moral se construye con la anuencia de las

familias a partir de la intervención de aquellos miembros que participan en la vida política de la nación, ámbito

donde se toman las decisiones principales. Sus aportaciones y propuestas por lo general cuentan para la

conformación del código moral más extensivo, convirtiéndose la consulta popular en una herramienta de

validación social indispensable. Por lo que muchas veces, no constituye una dificultad la aceptación de

determinadas especificidades reguladoras, aunque luego puedan surgir insatisfacciones.

En esa relación las divergencias son inevitables debido a que: el período de existencia de la familia no es corto,

por lo que en ese lapso de tiempo pueden establecerse desacuerdos; en ocasiones no coinciden sus intereses

con los promovidos por las instituciones estatales; muchas veces los agentes reguladores que son

representantes del Estado usan de forma desproporcionada los mecanismos objetivos de regulación moral.

Estas contradicciones son transitorias y pueden encontrar su solución inmediata, incluso, en la misma situación

que las provoca. Su naturaleza es heterogénea, como las condiciones concretas que las incentivan. En sentido

general, conforman un conjunto relativo de discrepancias, algunas de ellas antagónicas.

47
Por otra parte, destacar que los mecanismos objetivos de regulación moral evitan, condenan y acorralan el

comportamiento moral negativo, así como incentivan el positivo o virtuoso de una manera más directa que los

subjetivos, porque implican una influencia externa perceptible, una fuerza sensible. Como mismo combaten de

forma más evidente los males, también estimulan la proliferación social de los valores morales. Es por ello, que

la dicotomía dialéctica virtud-vicio resulta fundamental para el establecimiento de protocolos, códigos y

procedimientos reguladores.

Sobre la base del análisis anterior, se asumen los mecanismos objetivos de regulación moral siguientes: la

educación moral; el buen ejemplo; la identidad colectiva; la cultura (costumbres, tradiciones, hábitos); el código

moral (normas, valores y principio morales); la convención internacional de derechos humanos; la sensibilidad

y experiencia razonada colectiva; el registro de saberes comprobados y útiles; el aparato coercitivo-represivo

del Estado; el condicionamiento socioclasista; los procedimientos, técnicas y protocolos de intervención social;

los símbolos; las medidas correctoras adoptadas; los métodos objetivos de regulación moral (Aguilera y Dalés,

2020a, pp. 5-26). (Ver anexo 2)

Todos son importantes e insustituibles en el proceso regulador. Funcionan en interrelación sistemática. No

obstante, se realiza una selección de los más relevantes partiendo de los siguientes criterios: la sustantividad

de su contenido moral, su simbolización teórico-práctica para el óptimo funcionamiento del sistema moral

socialista y el contexto cubano, con características específicas que distinguen a su sistema moral regulador.

Estos son: el código moral, la cultura, la educación moral y los métodos objetivos de regulación moral.

Un código moral es un esquema de símbolos, sentidos y significaciones morales aceptado por un individuo,

grupo, colectivo, clase o la sociedad en general, basado sobre todo en: normas, valores, principios y patrones

morales de comportamiento (López, 2004a, p. 87). Es una especie de montaje estructural de representaciones

morales sustentado en la acumulación de experiencias cotidianas. Encarna un conjunto de relaciones

subjetivo-objetivas, expresión de la interacción del sujeto con su medio de vida. En su contenido se define

tanto la forma correcta de conciencia, lenguaje y actividad, como la incorrecta. Constituye la plataforma

específica sobre la que se afianza el funcionamiento de cualquier sistema de regulación moral.

48
Puede entenderse además como una especie de “tabla de la ley”, un sistema determinado de prescripciones,

deberes o valores que posee la peculiaridad de ser cambiante, heterogéneo, no unitario, contradictorio, con la

pretensión de dirigir el comportamiento (López, 1989, pp. 105-112). Posee carácter dialéctico, clasista e

histórico-concreto; cuando se exterioriza una conducta, se cumple con un determinado código moral

establecido (López, 2004a, p. 71). Esto quiere decir que ninguna persona crea de la nada su moralidad,

independientemente de sus interioridades o singularidades, su fundamento se extrae de lo ya instaurado como

condición previa, de ahí su objetividad.

Así lo suscribe Latouche (2016, pp. 49-56) y agrega que el individuo es libre de escoger hacer sólo lo bueno,

evitando dañar a sus semejantes, por lo que el comportamiento debe ajustarse a los requerimientos o

estándares exigidos, aunque no siempre ocurre así, violentándose el espacio de convivencia ciudadana.

Aunque discrepa con el autoritarismo y la coacción, reconoce que todo código moral es impuesto, por lo tanto,

diseñado para ser obedecido. López (2002b, p. 83) opina que la imposición como tendencia conduce al

fingimiento o a la actitud falsa (doble moral), en ese sentido, hace hincapié en las acciones que pueden

realizarse para evitar sus efectos nocivos, entre ellos, la desmotivación. Titarenko (1983a, p.181) plantea que

teniendo en cuenta su carácter no agresivo, menos violento, es útil como herramienta o método moral

regulador para direccionar el comportamiento.

Un código moral conforma el contenido de una cosmovisión, retroalimentándose de los otros componentes

que la integran, como opiniones, convicciones, juicios estéticos. Se encuentra ligado indisolublemente a la

cultura, a las distintas formas de asociación humana, donde se establecen los patrones o guías de acción

(López, 2004a, pp. 4-5). También se nutre de las ideologías y saberes de todo tipo, sobre todo del popular. Su

estructura se compone por valores, principios y normas morales. Es considerado un mecanismo objetivo de

regulación moral aunque su contenido posee un pronunciado carácter subjetivo, porque implica una realidad

social operante, perceptible, contrastable, ajustable, existente al momento de nacer y se concreta en el ámbito

de las relaciones morales por medio de la influencia colectiva.

Los valores morales constituyen uno de los elementos que conforman la estructura de un código moral. No se

49
pudiera hablar de valor alguno sin la capacidad subjetiva de valorar, generalizar o sintetizar a partir de

determinadas situaciones particulares. La valoración moral, constituye una operación lógica singular que se

expresa a través del lenguaje (verbal, escrito y corpóreo). Sobre la base de realizar juicios de valor (relación

positivo-negativo) el ser humano analiza, juzga, critica cuanto le rodea, su entorno vivencial y estatus social,

comenzando por su condición natural, lo que lo lleva a la transformación o conservación de su realidad

existencial. Es un proceso que tributa a la regulación moral de la conducta a partir de la elaboración mental de

los estándares de vida que se colocan como exigencia social necesaria.

El aspecto valorativo moral se expresa en la evaluación constante de cuanto se relaciona con el ser humano

en el orden de lo establecido como bueno y malo. Su manifestación se encuentra determinada por las

capacidades racionales-emotivas, la experiencia sensible y el sistema de influencias externas. Refleja en la

conciencia la correspondencia o no entre cada uno de los elementos que forman parte de la relación sujeto-

objeto. Bajo su desarrollo se definen las cualidades y defectos, se comprenden las cosas asociadas, se

establece la significación o importancia moral de todo, y del todo con cada una de sus partes, así como de su

sistema de relaciones (Ulloa y Chacón, 1988, pp. 51-52; Titarenko, 1983a, p. 203).

En torno a la concepción sobre los valores en general, pueden encontrarse múltiples autores que desarrollan

con diferentes grados de profundidad esta temática (Barbera, 2008, pp. 110-118; Fabelo, 2001, pp. 1-10;

Fresno, 2017, pp. 1-71; Korn, 1944, pp. 101-150; López, 2002b, pp. 1-3; López, 2015; Mendoza, 2009, pp. 29-

36; Romero (2002, p.117); Sedal, 2004, pp. 20-24; Titarenko, 1983a, pp. 189-195; Ulloa y Chacón, 1988, pp.

51-52). Teniendo en cuenta sus criterios, se define el término valores morales como: cualidades con una

significación social positiva asignadas a actividades humanas, fenómenos y cosas, sobre la base de la

experiencia de vida en el marco de un contexto histórico-concreto dado.

Los valores morales poseen un contenido eminentemente subjetivo-objetivo, individual-colectivo, universal-

particular, histórico-concreto, absoluto-relativo, aparente-certero, heterogéneo, contradictorio, clasista y

dialéctico. Cumplen varias funciones como la regulación del comportamiento humano, el que se orienta hacia

la concreción de los deberes morales por representar lo bueno o lo mejor en las relaciones sociales.

50
Constituyen una variable importante del progreso social en general y del moral en particular, así como forman

parte de los planes y metas colectivas por alcanzar. Entre ellos se destacan los siguientes: honestidad,

solidaridad, sensibilidad, valentía, discreción, pacifismo, laboriosidad, justicia, puntualidad, respeto,

colaboracionismo.

Por otro lado, el término principio se ha usado para describir el carácter del elemento al cual se reducen todos

los demás, “principio de realidad”. Al mismo tiempo, se puede proponer una razón por la cual todas las cosas

son lo que son, entonces el principio no es una realidad, sino que describe el carácter de alguna proposición:

que “da razón de”. Con ello se presentan dos modos de entender el “principio”. Desde el punto de vista

filosófico las consideraciones en torno al principio separan a los pensadores en idealistas (espiritualistas) o

realistas (materialistas) (Ferrater, 1964b, p. 480).

Desde una postura idealista Kant desarrolla la teoría de los principios, en específico los morales. Para él, estos

constituían una “ley moral” de la razón práctica, una máxima del pensamiento que obligaba como imperativo a

obrar (Kant, 2003, pp. 134-136). Planteaba como principio moral: “yo no debo obrar nunca más que de modo

que pueda querer que mi máxima deba convertirse en ley universal.” (Kant, 1946, p. 40) Aunque Engels

(2000a, p. 21) comparte su visión en cuanto a su sentido subjetivo, a diferencia de este, reafirma su carácter no

inmutable y condicionamiento material (“naturaleza e historia humana”).

Los autores mencionados aportan ideas esenciales que sirven para definir los principios morales como

exigencias estables, equilibradas, relativamente permanentes, aunque se encuentran determinadas por las

condiciones materiales cambiantes de existencia, siendo su observancia obligatoria en reiteradas situaciones

de la vida, pues se vuelven completamente inoperantes si no son asumidas por conciencia o convicción. Su

contenido posee características similares al de los valores morales. Orientan el comportamiento humano y

sirven de base para su regulación moral, a partir de la formulación de deberes morales en su sentido más

general, porque expresan las esencias de las relaciones morales precisando el más alto estándar de lo

correcto y positivo. Representan objetivos o aspiraciones superiores, realizables en tanto se planteen como

una realidad social posible.

51
La ética marxista plantea que los principios morales comunistas manifiestan las aspiraciones más elevadas de

la civilización humana. Titarenko (1983b, pp. 3-62) propone los siguientes: la fidelidad a la causa comunista, el

humanismo comunista, el colectivismo, la solidaridad, la actitud consciente y responsable hacia el trabajo, el

patriotismo e internacionalismo. Jiménez (1996, pp.4-5) comparte su criterio, sólo que en relación al primero de

ellos, sustituye el último término por el de Revolución como resultado de sus estudios ético-filosóficos en Cuba.

En relación a la categoría norma, Von (1970, pp. 21-31) y Silva (2017, pp. 7-47) plantean que tiene varios

equivalentes (tipo, patrón, modelo, reglamento, regla, ley), que aunque poseen un sentido común, se expresan

de modo particular. En su opinión las normas pueden ser descriptivas o prescriptivas, fijas o flexibles, siempre

impuestas sobre la base del uso de la inteligencia o razón. Según entienden, son creadas para regular el

funcionamiento de un objeto (sentido amplio), manteniendo un determinado orden necesario y suficiente en su

dinamismo siguiendo la voluntad de un “dador de normas” o “autoridad normativa” (establece las “reglas del

juego”). Implican sujeción y obligación por parte del sujeto, por lo tanto, requieren de su cumplimiento.

Varios autores desarrollan la concepción en torno a las normas morales (Betancur, 2016, p. 114; Cortina,

2000, p. 56; Díaz, 2002, pp. 49-52; Jiménez, 1996, p. 11; Latouche, 2016, pp. 36-38; López, 2002a, p. 41 y

Titarenko, 1983a, p. 185). Teniendo en cuenta sus estudios, estas se definen como el conjunto de

requerimientos que regulan la vida humana a partir de delimitar el comportamiento posible en el ámbito del

sistema de relaciones morales. Su orientación se dirige a la concreción del bien moral, la promoción de los

valores y principios morales que fomentan, entre otras cosas, la organización, ordenamiento y existencia

funcional de cualquier sociedad.

Las normas morales como parte de un código moral dado contribuyen a su dinamización y la del sistema de

regulación moral en sus diferentes niveles de concreción. Poseen características similares a las de los valores

y principios morales. Se materializan a través del lenguaje (oral, escrito y corporal). Con ellas no sólo se

establece el rango del amplio campo del deber ser, sino también el del ser, porque en muchas ocasiones se

representan como más que una sugerencia o consejo, como un mandato, ultimátum, sanción moral, por lo que

además de ser prescriptivas son prohibitivas, oscilando entre limitaciones y permisibilidades.

52
Otro de los mecanismos objetivos de regulación moral es la cultura. Es un fenómeno social que comúnmente

se ha asociado a las manifestaciones artísticas o al cultivo intelectual (espiritual), sin embargo, representa más

que eso. Múltiples autores en la historia del pensamiento universal han abordado esta temática, entre ellos

Cavalli (2007); Clifford (2001); Ferrater (1964a, pp. 390-392); Guanche (2020, pp. 15-17, 25 y 128-226); Harris

(1996); Hart (2003, pp. 100-109; 2009); Malinowski (1948; 1957); Mattelart y Neveu (2004); Montesquieu

(1906a, p. 441) y Ortiz (1924; 1999; 2005a; 2005b). En sentido general, la han enfocado como conjunto de

costumbres, hábitos y tradiciones, un “multisistema” de disímiles prácticas humanas del que forman parte

también conocimientos, objetos materiales, el resultado de las acciones y los propios seres humanos en su

diversidad.

El hecho cultural es resultado de una síntesis entre lo universal y lo particular, entre lo individual y colectivo. La

cultura global, regional, nacional y local es el marco fundamental donde se realiza el ser humano, se concreta

el contenido creativo, genuino (auténtico) o reproductivo (imitativo) de la actividad cultural. También ahí se

conforman los verdaderos sentidos, simbolismos, significados, códigos, normas, valores, antivalores, leyes,

principios, a partir de las experiencias derivadas de la cotidianidad. Atendiendo a ello, se establece un conjunto

de prioridades culturales relativamente flexibles que ubican, orientan y regulan el comportamiento bajo

determinadas circunstancias.

La cultura representa una realidad social que engloba disímiles factores que se manifiestan en dos

dimensiones fundamentales, espiritual y material, siendo la actividad social creadora su eje central. Teniendo

en cuenta ese principio, la moral constituye también un producto cultural y viceversa. Son dos fenómenos que

se interrelacionan de una manera dinámica. Las prácticas culturales, las que también son éticas y morales,

inciden en la configuración del sistema de regulación moral porque es en la vida cotidiana, permeada por

tradiciones, hábitos y costumbres, donde se elaboran los sentidos y significaciones morales, se desarrollan los

niveles de autoconciencia, se delimita el grado de intervención social, se proyectan los objetivos, se construye

la identidad humana (De la Torre, 2003, pp. 189 -191; Rosental y Iudin, 1946, pp. 151-152).

La “cultura de la conducta” es una parte indisoluble de la cultura en general. Varios estudiosos, entre los que se

53
encuentra López (2002b, pp. 5-6), exponen que es imprescindible desarrollarla en la actualidad, porque sin una

adecuada educación moral que la incluya, no se fomentaría la práctica habitual del intercambio, el debate, la

reflexión, la construcción grupal, cometiéndose un grave error. En ese caso se estaría dejando espacio a que

se instalen en la cotidianidad formas de convivencia violenta, con la ausencia del respeto a la diferencia. Esto

conduciría a la legitimación de conductas dogmáticas y dictatoriales, perjudiciales en todo tiempo. Al respecto

se asegura que: “No crear una cultura del error, de ejercicio del criterio, puede convertirse, si no canalizamos

este asunto, en un indicador de crisis moral y valorativa” (López 2002b, p. 6). Por ese motivo se promueve la

importancia de este tipo de “cultura moral”, “cultura del buen hacer” para el estímulo a la sensibilidad humana.

La educación es otro mecanismo objetivo de regulación moral. Esta no es eminentemente moral, pero entre

sus ocupaciones se encuentra ir dotando de manera progresiva al individuo de los conocimientos en torno a lo

que está bien y mal. Presupone un binomio dialéctico, el maestro que enseña y el discípulo que aprende una

predeterminada información (dato, conocimiento, ordenanza) comunicable, por lo tanto, transferible. En el

proceso formativo los diferentes componentes de la comunicación son determinantes, así como las

herramientas, métodos y guías pedagógicas para la facilitación del aprendizaje.

La educación moral es un tipo o modalidad educativa, representa una influencia externa porque es en

sociedad donde se enseñan los requerimientos teórico-prácticos de la moral y sus formas de uso, se conforma

tanto lo beneficioso, como lo perjudicial. Este tipo de educación es impuesta desde el nacimiento, posee

carácter clasista y constituye un instrumento eficaz a través del que se condiciona la conducta hacia los ejes de

interés de los dominadores. Independientemente de que sus contenidos calzan el sustento ideológico de la

clase empoderada, pueden servir al mismo tiempo para el desmontaje del ordenamiento social imperante por

medio del incentivo a la desobediencia civil.

Con la educación moral se “cultiva” al individuo sobre la base de lo que se considera mejor en la cultura

humana, en contraposición a lo que no se entiende como tal. Se sustenta en distintos sistemas morales; sin

embargo, sólo uno de ellos sirve de sustrato esencial de las doctrinas principales. Por ese motivo, puede

decirse que el ambiente formativo es planificado, organizado, estructurado, ajustado a determinados

54
parámetros de funcionamiento relativamente fijos. No obstante, en ese mismo ambiente educativo se fomentan

las condiciones para que el proceso educacional sea cada vez más desprejuiciado y libre, aunque se

establezcan trabas.

Con la educación moral se enseñan valores, normas y principios morales, así como las posibles

consecuencias derivadas de los actos correctos e incorrectos. Asimismo se aplican métodos y medidas

reguladoras de la conducta moral. Esto indica que en ese ámbito se generan más que simples discursos, se

llevan a cabo acciones concretas, convirtiéndose esta plataforma en un escenario de lucha real entre

contenidos morales divergentes. En este proceso intervienen además, el resto de los mecanismos subjetivo-

objetivos de regulación moral.

La educación moral puede ser formal-directa e informal-indirecta. La primera se ejerce a través de la

plataforma educativa del Estado por medio de la intervención de sus diferentes organismos e instituciones.

Esta prende en las masas ávidas de saber hacer, por lo que tiende su contenido a convertirse en algo habitual,

cercano y deseado. Mientras que la segunda, es ejercida por la presión de la masa cuando al hacer suya la

enseñanza, se convierte en un ente educativo diligente (agente censor) para los sujetos individuales que aún

les falta formación. Ambos modos, constituyen un instrumento educativo trascendental del sistema moral

socialista (Guevara, 2015, p. 29).

Por otro lado, resulta importante destacar la distinción que entre mecanismo y método de regulación moral

realiza Titarenko (1983a, pp. 180-181), aunque no la justifica. Como métodos ubica a las exigencias y

prohibiciones rígidas e inflexibles, las exhortaciones que tienen carácter de dulces consejos, deseos. Plantea

que en la moral socialista se combinan armoniosamente tanto la coerción como la persuasión. Se coincide con

su planteamiento, sin embargo, se propone un criterio de diferenciación entre un término y otro.

El primero, guarda mayor relación con el contenido y la forma (estructura o dirección estructurada), mientras

que el segundo, con el funcionamiento (conducción funcional organizada y escalonada). Esto último implica un

tipo de proceder que incluye la instrumentación de técnicas más específicas para la acción reguladora. Por lo

tanto, los métodos de regulación moral son un conjunto de operaciones subjetivo-objetivas que se aplican

55
de manera sistemática para controlar, ordenar, guiar la actividad social práctica sobre la base de la correlación

bueno-malo sin que intervenga directamente el aparataje jurídico. Constituyen uno de los mecanismos, por lo

que forman parte del sistema regulador de la moral.

Atendiendo a su modo de aplicación, asimilación y efectividad, los métodos de regulación moral pueden ser

subjetivo-objetivos, directos-indirectos, espontáneos-intencionales, rigurosos-flexibles, formales-informales,

usuales e inusuales, mediatos e inmediatos. Por lo tanto, en ellos se reflejan: la finalidad, premura o no y

capacidades del agente regulador; la asiduidad con que se empleen; los contextos y sus condiciones

concretas; las circunstancias que intervienen en el proceso; sus efectos, consecuencias y resultados. En su

dinamismo incide de un modo significativo el ejercicio de la libre voluntad, tanto de parte del sujeto que regula

como del que es regulado, pues su uso se encuentra mediado por la justificación y aceptación racional.

En esta tesis doctoral se destacan los métodos objetivos de regulación moral porque poseen un carácter más

práctico que los subjetivos y sus resultados pueden apreciarse con mayor inmediatez, así como medirse de

forma más precisa por medio de acciones siempre corroborables. Aunque muchas veces no sean efectivos,

contribuyen a la dinámica del proceso regulador de forma decisiva pues implican una influencia externa, por lo

general, aceptada socialmente. Poseen un contenido heterogéneo, contradictorio, transitorio, histórico-concreto

y socioclasista (Díaz-González, Vega y Cantorán, 2008, p. 65-75).

A partir de esta precisión, se plantea que los métodos objetivos de regulación moral son los siguientes

(directos)24: exigencia; imposición; regaños o llamados de atención, condenas, reprimendas; prohibiciones;

crítica, cuestionamientos, censura, señalamientos; sanciones o penalidades menores (castigo o disciplina

moral); dirección, conducción o administración; denuncias; ordenanzas (mandato) y amenazas. También

forman parte de los mismos (indirectos)25: el diálogo, la persuasión o convencimiento; orientación; valoración,

evaluación o reflexión; recompensa; loas y alabanzas; vigilancia, guardia o cuidado; el control, fiscalización o

24 Se emplean con la pretensión de incidir sobre la materialización de un determinado comportamiento independientemente


de que este se desee realizar o no. Por lo general, se persigue la inmediatez.
25 Se utilizan con la intención de incidir sobre la objetivación de un determinado comportamiento realizado siempre por

conciencia, convicción, con una absoluta anuencia de la voluntad.

56
examen; la clasificación y periodización; consejo; embullo o convido.26 Independientemente de su cualidad,

todos estos métodos tributan al proceso regulador.

Debido a sus formas variadas de aplicación y resultados se establecen polémicas, sobre todo en cuanto a:

censuras, sanciones o penalidades menores (castigos o actos de disciplina), prohibiciones, imposiciones,

críticas, amenazas, exigencias, acciones entendidas como formas de coaccionar la “libre” voluntad humana.

Los cuestionamientos se sustentan sobre todo en: la teoría sobre la violencia, la convención internacional de

los derechos humanos, las prácticas históricas dictatoriales y tiránicas, los valores democráticos universales

(Domènech e Ínñiguez, 2002; Funde, 2017; Montoya, 2006; Peña, 2009; Pujal 2005; Rouquié, (s.f.); Sharp,

2011). Son aspectos que pueden ser concebidos como indicadores de pertinencia, a través de los que se

evalúa el posible uso de estos métodos reguladores.

Las sanciones o penas menores comúnmente se representan como un tipo de castigo leve o acto de

disciplina. Desde este punto de vista, algunas personas pudieran visualizarlas como acciones inapropiadas

porque en ellas se ejerce violencia; otras en cambio, aprecian su necesaria aplicación debido a que una

conducta errada tendría consecuencias correctoras, adquiriendo su tratamiento un carácter preventivo, un

sentido formativo. Cuando un individuo sabe que puede infringir una norma moral sin luego experimentar

derivaciones negativas de ello, puede continuar haciéndolo, en tanto no asuma la necesidad de acatamiento

por influencia interna-externa (Foucault, (s.fa.), p, 4 y 9; (s.fb.); Placencia, 2009, p. 1103-1127). En Crítica de la

Razón Práctica su autor planteaba: “para llevar primero por los carriles de lo moralmente bueno a un ánimo

inculto o aun corrompido, se requieren algunas iniciaciones preliminares para atraerlo mediante su propia

seducción o asustarlo con daños”. (Kant, 2003, p. 139)

Por ese motivo, las consecuencias morales guardan una estrecha relación con este tipo específico de

sanciones, criterio que la confirma como uno de los componentes del sistema de regulación moral. Estas son

tan heterogéneas como resulta el mismo contenido de la moral, porque dependen de múltiples factores,

algunos mencionados con anterioridad. Por lo tanto, no son fijas o permanentes, tampoco rígidas. Determinan

la autoridad de las normas al reforzarlas o no, así como apuntalan o no, los valores y principios morales. Su
26 Al respecto, puede profundizarse en Aguilera y Dalés (2020f).

57
carácter positivo regulador se hace patente al emerger la obediencia por convicción, y negativo, con la

simulación o la desobediencia.

Entre los métodos objetivos de regulación moral, se le prestará mayor atención a los siguientes: exigencia,

valoración (evaluación, reflexión), persuasión (diálogo, convencimiento) y crítica (cuestionamientos, censura,

señalamientos). La presente selección se debe sobre todo a: su nivel de utilidad práctica en el marco de las

relaciones morales socialistas; el amplio tratamiento teórico brindado a los métodos subjetivos reguladores por

estudios psicológicos; su contribución de forma más contundente al enfrentamiento a las acciones morales

incorrectas, al ordenamiento y organización superior de los procesos sociales; su reiterativa utilización en el

contexto cubano a partir de los años noventa del siglo XX. Se profundizará al respecto mucho más en el

próximo capítulo de esta tesis doctoral.

En síntesis, el proceso de regulación moral se efectúa a partir de la correlación entre sus mecanismos

subjetivos y objetivos. En el mismo son determinantes tanto el conocimiento y asunción consciente de los

fundamentos de sistema moral regulador, como la influencia social ejercida desde el exterior a través de su

implementación. La expresión concreta de su manifestación se encuentra en la relación dialéctica, integrada,

realista, dinámica, contradictoria, histórico-concreta, operativa, permanente, individual-colectiva, compleja,

desigual, flexible, espontánea más que intencionada y mutuamente condicionada.

De esta correlación muchas veces emergen contradicciones sobre la base de la reproducción de conflictos

morales. En ese proceso se manifiestan múltiples influencias externas que inciden sobre el individuo,

minimizando y agrediendo su humanidad, ante ellas este sólo tiene tres posibilidades: tolerarlas de forma

sumisa o crítica, asumir una postura pública falsa ante situaciones incómodas produciéndose el denominado

formalismo moral, también conocido como hipocresía (doble moral) o sublevarse. González (1990, pp. 43-44)

profundiza en esta dirección y afirma que cuando esas condiciones superan al ser humano, acorralándolo

subjetivamente, se produce un divorcio entre la voluntad personal y la dirección social que debe orientarlo, lo

cual, en el mejor de los casos conduce al formalismo de los contenidos morales sobre los que se apoya el

sistema de valoración social.

58
Hart (2009, p. 91) ejemplifica el proceso de integración entre algunos mecanismos de regulación moral. En

relación al vínculo entre el componente cognitivo y la cultura de la conducta, afirma que el conocimiento

humano o las ideas constituyen el fundamento para el ejercicio práctico de la justicia, en ese esfuerzo, se

requiere tanto del auxilio de la conciencia, como de lo objetivo, real, o sea, su materialización concreta para dar

un salto superior desde el punto de vista intelectual, poniéndose lo individual y lo social en función de la

construcción de un mundo mejor. Su planteamiento evidencia la imbricación entre el sistema de saberes con

un tipo de conducta moral y como esta se regula sobre la base de la interacción entre factores morales

subjetivo-objetivos.

De manera que los mecanismos subjetivo-objetivos reguladores intervienen en la dinámica del progreso o

desarrollo moral (Kohlberg, 1992) en vinculación permanente, actualizándose sistemáticamente,

reafirmándose o no en su devenir. Por otra parte, tributan de manera concreta al progreso moral, a partir de su:

1. función de regular, 2. capacidad para incentivar momentos de continuidad y ruptura, 3. contribución al orden

y organización sociales, 4. incentivo permanente como deber ser moral de la plena realización humana,

objetivo esencial de la moralidad socialista, pues se centra en la búsqueda del mejoramiento humano a gran

escala, a todos los niveles y en escenarios posibles.

A manera de conclusiones, se precisa que el sistema de regulación moral de la conducta posee un conjunto de

mecanismos para regular la actividad moral, los que poseen un carácter subjetivo y objetivo. Conforman su

contenido esencial. Funcionan de modo integrado y su interrelación es dialéctica, compleja, conduciendo sus

contradicciones inherentes al progreso moral. Teniendo en cuenta los elementos expuestos con anterioridad,

en el apartado siguiente de esta tesis doctoral se abordarán los rasgos distintivos del sistema de regulación

moral cubano a partir de los años noventa del siglo XX.

59
CAPÍTULO II. EL SISTEMA DE REGULACIÓN MORAL CUBANO A PARTIR DE LOS AÑOS NOVENTA

DEL SIGLO XX: UN ANÁLISIS SOBRE SU CONTENIDO ESENCIAL.

Epígrafe 2.1. Rasgos distintivos del sistema de regulación moral cubano a partir de los años novena

del siglo XX.

Tras el triunfo del movimiento revolucionario en enero de 1959 se planteó la consolidación de una nueva

realidad social, también moral, radicalmente distinta a la existente hasta entonces en Cuba (Beltrán, 2019, p.

34; Jiménez, 1996, pp. 29-34), auténticamente democrática, anticapitalista, antimperialista y popular, la que se

potenciará como antítesis de épocas anteriores27. Desde entonces la sociedad cubana atravesará por distintos

momentos en su desarrollo, marcados por sucesos trascendentales28. Uno de los más destacados fue la

declaración oficial del carácter socialista de la Revolución29, lo que evidenció la radicalización ideopolítica de

sus dirigentes y la población. Este hecho ha condicionado de manera significativa el sistema de regulación

moral.

La causa principal que precipitó este acontecimiento, fue la hostilidad y agresividad del gobierno

estadounidense hacia la Revolución Cubana, que se propuso su aniquilación por la fuerza, intentando hacer

fracasar el proyecto de liberación nacional a toda costa. La seria amenaza que desde entonces ha

representado esta aspiración imperial de los gobiernos estadounidenses, ha caracterizado la práctica

sociopolítica y ética del Estado revolucionario. Las tensiones y conflictos han condicionado el dinamismo de las

relaciones morales y el funcionamiento del sistema de regulación moral en el país, evidenciándose entre otros

factores, a través del reforzamiento del antimperialismo como máxima o principio moral, en especial, aquel que

implica la lucha contra la modalidad estadounidense. Decía Hart (2009) “nuestra cultura nacional se enfrenta a

la civilización del norte” (p. 22). Este antimperialismo y ese singular carácter socialista, son dos rasgos

27 Al respecto, en el conocido alegato de autodefensa La historia me absolverá se aprecia un análisis de las condiciones
precarias de vida hasta 1953 que impulsaron a la realización de acciones revolucionarias (Castro, 1981).
28 1. Declaración del carácter socialista del proceso revolucionario (1961); 2. Aprobación de la Constitución de 1976; 3.

Comienzo del período especial (1990); 4. Planteamiento oficial de la Batalla de Ideas (2005); 5. Concertación de los
Lineamientos de la política económica y social del Partido y la Revolución (2011); 6. Aprobación de la nueva Constitución de
la República (2019).
29 Tras el triunfo de las fuerzas rebeldes el 1ro de enero de 1959 el sistema moral cubano adquirió un carácter

revolucionario y humanista. A partir de 1961 sería además socialista, sobredimensionándose esa perspectiva sociopolítica
en el marco de la generación de un nuevo tipo de relaciones morales.

60
distintivos del sistema de regulación moral cubano anteriores a la década del noventa del siglo pasado, con

una particular expresión durante el período estudiado.

A propósito de la categoría ética central de esta investigación, sistema de regulación moral cubano, dos

pensadores que aportan criterios relevantes son Guevara (2015, pp. 32-43) y Hart (2009, p. 16), políticos pero

también estudiosos de la sociedad cubana. No utilizan este concepto, sin embargo, esbozan algunas ideas

significativas en esa dirección. El primero de ellos, destaca las cualidades morales que deben caracterizar al

individuo (desarrollo de la conciencia del deber) y a su conjunto de relaciones sociales en el marco de la

construcción del socialismo, entre las que señala el internacionalismo; en tanto el segundo, lo hace evidente

con el empleo de la frase “la ética política de la nación cubana”, argumentando sus principios, relaciones y

alcance.

Para ambos autores el rasgo más distintivo del sistema de regulación moral de la sociedad cubana se

encontraba en su carácter socialista; no obstante, reconocen otros, como el humanismo, sentido de la justicia,

capacidad de resistencia o rebeldía, el sacrificio, anticapitalismo, antimperialismo, patriotismo,

independentismo, eticidad, pero sobre todo, su condición de ser revolucionario (Guevara, 2015, pp. 32-43;

Hart, 2009, pp. 31, 121 y 165-167). Esto indica, que independientemente de las distintas particularidades

morales que pueda poseer el ordenamiento moral al interior de la nación, estos son elementos que

particularizan o identifican a la moralidad cubana como sistema social regulador en su sentido más amplio y

generalizador.

Para Hart el sistema moral regulador cubano era más que todo, revolucionario y humanista30, no estrictamente

socialista o comunista, pues se funda en las mejores tradiciones históricas del país y el liderazgo ético-político

de Fidel Castro Ruz. Este autor plantea que la lucha revolucionaria de los jóvenes del centenario por la justicia

social, los había conducido al socialismo, así como el estudio y amor por José Martí les llevó a Marx, Engels y

30Representa una perspectiva ética más amplia, no reduccionista. Se consolidó con la constitución de 2019; no obstante,
también prevaleció el comunismo como fundamento político e ideológico de la sociedad cubana. El líder histórico de la
Revolución Cubana, Fidel Castro ofreció un concepto de revolución que no se restringe a la ideología socialista,
contrastando con posiciones políticas más esquemáticas y ortodoxas. Por otro lado, en las palabras de clausura del
congreso nacional de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) en 2019 el Presidente de los Consejos
de Estado y de Ministros Miguel Díaz-Canel, apuntó que la esencia del sistema político cubano se encuentra en su
humanismo revolucionario.

61
Lenin, no a la inversa, apuntó: “Esta fue la cultura que tras una larga evolución llena de contradicciones y

luchas políticas y sociales, llevó a la Generación del Centenario a las ideas socialistas.” (Hart, 2009, p. 167) Al

respecto, Limia (2003) considera que: “La expresión sistematizada de esa espiritualidad constitutiva del cubano

y la cubana actuales es la ideología revolucionaria” (p. 42).

Lo que se persigue con estas consideraciones es destacar la correlación entre las experiencias derivadas de

las tradiciones patrióticas y la contribución del pensamiento marxista universal. De esta manera, el histórico

humanismo revolucionario heredado de las luchas por la justicia social e independencia nacional, no es

subsumido por la más vulgar interpretación eurocéntrica sobre el socialismo. Sin embargo, se reconoce que

tanto en la concepción, como en la práctica socialista, se han fundido las más altas aspiraciones de la

civilización humana, no sólo las del movimiento rebelde de la década del cincuenta del siglo pasado, o de sus

antecesores, por lo que la configuración del sistema de regulación moral cubano incluye todas las cualidades

mencionadas en párrafos anteriores, pero en especial, estas últimas.

Aunque Martínez (2005, pp. 97-183) tampoco define el concepto de sistema de regulación moral, se aprecia

un acercamiento a su configuración cuando trata el tema de la “cultura dominante dentro del pluralismo y

diversidad cultural, que subordina de maneras sutiles o no a las demás formas culturales existentes”. Como

complemento, agrega que la identidad nacional acogió la liberación y el socialismo, proceso en el que la

participación de la población ha desempeñando un rol trascendental. Entre las características que pudieran

distinguir a ese complejo sistema regulador, menciona la soberanía, autodeterminación, antimperialismo,

redistribución sucesiva de las riquezas, la educación y salud públicas gratuitas con cobertura universal,

igualdad de oportunidades, patriotismo, solidaridad, formas de ejercicio del poder popular, humanismo, la

cooperación internacionalista.

Este autor, además afirma que existen distintas “modalidades” de moral en el proceso revolucionario cubano:

“la moral libertaria”, “la moral caballeresca” y “la moral revolucionaria”. Según él, la primera corresponde al

período inicial de la Revolución, en esencia, se nutre de todas las prerrogativas ideológicas y morales que

guiaron al movimiento de liberación nacional, pretende la libertad ante toda forma de dominación y la más

62
plena autodeterminación política. La segunda, es cultivada por el pensamiento marxista, el que

independientemente de reconocer la lucha de clases, tiene en alta estima la convivencia pacífica por medio de

la resolución de conflictos, lo que tiende al progreso humano socialista. La última perspectiva, se basa en la

influencia y afectaciones que provocan los eventos y la vida cotidiana del ámbito revolucionario. Alega que es

la más extendida (Martínez, 2005, pp. 167-171).

Aunque este autor distingue estos tres tipos de sistemas morales en sentido general, reconoce que pueden

existir infinidad de estos, tanto en lo individual como colectivo. Si bien precisa un conjunto de cualidades que

les identifican, son un tanto confusas, pues él mismo alega que se superponen en todas las modalidades

morales. Si una cosa es en sí misma y al mismo tiempo, otras asociadas, desde el punto de vista lógico no

pueden tratarse como algo diferente, por lo tanto, se concibe que la libertad y la caballerosidad son formas de

materializarse la moralidad revolucionaria (humanista, socialista, de justicia social).

Wilson (2013) también se refiere al contenido del sistema moral cubano en su función reguladora, plantea:

el establecimiento del poder revolucionario sentó las bases de un nuevo paradigma moral para todos

los sectores de la sociedad cubana, cuyos ejes esenciales estarían desde su inicio situados en la

justicia moral y jurídica, patriotismo, verdad, dignidad, colectivismo y heroísmo(…) Además amor al

trabajo, hospitalidad, solidaridad e internacionalismo. (p. 31)

También agrega otras cualidades tales como el altruismo, valentía y algunas normas, “no robar”, “no decir

mentiras”, “ser culto”, “ser digno”, “primacía de los intereses colectivos sobre los individuales”. Al mismo tiempo,

reseña otro conjunto de aspectos que caracterizan a las relaciones morales de la nación como expresión

generalizada de mancomunidad y coherencia social. Menciona algunos componentes del sistema moral

regulador cubano, además, de reconocer la existencia de diversos grupos o sectores con sus particularidades

morales, distintos todos, los que no se oponen radicalmente al más general y dominante, apreciándose una

“interconexión compleja de grados asimétricos” (Wilson, 20013, p. 9). Se coincide con sus criterios; sin

embargo, se estima que podía haber realizado un análisis mucho más amplio en cuanto al proceso de

regulación moral y su carácter sistémico, teniendo en cuenta que aborda la relación subjetividad-objetividad.

63
Jiménez (1996, pp. 4, 7, 14, 33-39) emplea la categoría sistema de regulación moral, aunque no la define. No

obstante, considera que como fenómeno se expresa en las normas y principios morales. Desde un

posicionamiento ético-filosófico marxista reconoce su carácter clasista al referirse a la moral socialista y la de

los trabajadores, términos que utiliza en reiteradas ocasiones. La autora parte de su focalización general para

establecer especificidades que particularizan su manifestación. Atendiendo a ello, plantea que la sociedad

cubana posee su propio sistema, coincidiendo desde esta óptica con el enfoque nacionalista de Wilson. En

este sentido, precisa un conjunto de características que lo distinguen, sobre todo a partir de la década del

noventa del siglo XX, tales como: la contradictoriedad, la transición moral, el humanismo socialista, la actitud

revolucionaria, la resistencia, el patriotismo, la unidad, la lucha por la libertad.

El término sistema de regulación moral cubano implica: su condición generalizada; el predominio del poder

popular, encabezado por la clase obrera, fuerza activa principal de las transformaciones sociales en la nación;

la prevalencia en el escenario social del código moral socialista y humanista-revolucionario, sin que ello

represente el desconocimiento o anulación de los otros que coexisten (laborales, familiares, comunitarios,

religiosos, feministas, ecologistas, sexodiversos, roqueros, emigrados)31 y la intervención de los mecanismos

subjetivos-objetivos reguladores, contenido esencial del mismo. En el epígrafe siguiente se abordarán los

fundamentales.

Otros rasgos distintivos del sistema de regulación moral cubano son la combatividad de la población cubana

ante las dificultades y el proceso de rectificación de errores y tendencias negativas. La voluntad general

rebelde, libertaria, independentista, sacrificada, progresista, resistente, cohesionada mayormente por

espontaneidad, ha quedado evidenciada a través del enfrentamiento a períodos de hambruna masivos en la

época colonial, la lucha activa contra las injusticias sociales y las labores de recuperación tras los devastadores

destrozos ocasionados por fenómenos naturales como los huracanes. En tanto, la necesidad de modificación

del rumbo de la moralidad cubana en la década del ochenta, reconocida por las autoridades del país (Limia,

2003, pp. 42-43; Martínez, 2005, pp. 145-147), demostró que el fenómeno del deterioro moral posterior tuvo un

antecedente, y que por lo tanto, no fue algo totalmente nuevo.


31 Al respecto, puede profundizarse en Aguilera y Dalés (2020g) y Ubieta (2009, pp. 39-46).

64
Otro rasgo distintivo del sistema de regulación moral cubano anterior a la etapa estudiada es la influencia de la

ideología marxista-leninista como consecuencia de las relaciones cercanas entre el estado cubano y el bloque

de países socialistas a partir de intereses compartidos. Si bien, esta concepción del mundo tuvo características

autóctonas, no puede negarse la incidencia interna de su expresión foránea (Beltrán, 2019, p. 35; Navarro,

1986, pp. 403-414), a través de los intercambios políticos, comerciales, académicos y culturales. Literatura

científica, insumos médicos, medios de transportación, piezas de repuesto, instrumentos de trabajo, creaciones

de arte provenientes de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) formaron parte de la

cotidianidad de los cubanos.

De modo que, la filosofía de Marx, Engels y Lenin, refrendada desde antes del triunfo de la Revolución, con

estas relaciones bilaterales adquiría una connotación mayor, nucleando sus fundamentos ético-políticos el

sistema de regulación moral cubano. Como consecuencia, se asumieron valoraciones, valores, normas y

principios morales con una orientación dialéctico-materialista, anticapitalista, comunista (algunos de ellos

mencionados en el capítulo anterior). Al respecto, Hart (2009) apuntó que: “La intelectualidad pedagógica que

Cuba heredó en 1959 era profundamente revolucionaria (…) hizo suyas las ideas socialistas sobre los

fundamentos de la tradición patriótica cubana.” (p. 13)

Un factor condicionante de la moralidad durante el período revolucionario, en sentido general, ha sido el

subdesarrollo económico. El atraso nacional y déficit material heredados, consecuencia de siglos de saqueo, la

indolencia política pseudorepublicana, la falta de recursos naturales valiosos, el ordenamiento socioeconómico

desigual global, agravados por la influencia del bloqueo económico-financiero-comercial del gobierno

estadounidense, han impuesto dificultades importantes que obstaculizan el desenvolvimiento normal del país,

representando una influencia considerable sobre el sistema de regulación moral cubano. Este proceso de

doble significación social, positivo-negativa (mientras por un lado crea condiciones para que proliferen

antivalores morales, por otro, induce a la superación de las dificultades), tendrá una repercusión más

acentuada en la sociedad cubana tras el derrumbe del sistema socialista mundial.

A partir de los años noventa del siglo XX, la realidad cubana entra en una profunda crisis socioeconómica con

65
la desaparición de la URSS al quedarse el país sin su principal aliado estratégico, matizada además por el

subdesarrollo heredado. Su expresión más importante la tuvo en la economía a través de la estrechez de las

condiciones materiales de existencia (Beltrán, 2019, pp. 36-37; Díaz, 2003, pp. 4 y 16; Silva, 2008, pp.123-

124). Otras causas que también incidieron en ese proceso durante esta nueva etapa conocida como período

especial en tiempo de paz fueron, el endurecimiento de la política de bloqueo económico-financiero-comercial

por parte de la administración estadounidense (Silva, 2008, p. 125), las problemáticas globales32, el impacto

negativo de fenómenos meteorológicos como los huracanes y las medidas socioeconómicas de reajuste

interno (Díaz, 2003, pp. 11 y 22; Machado, 2009, pp. 76-79; Martínez, 2005, pp. 95-157).

Como consecuencia, los índices socioeconómicos nacionales decrecieron considerablemente (Silva, 2008, pp.

123-124). Al mismo tiempo se experimentó la paulatina disminución y deterioro de los servicios públicos (entre

ellos la prestación eléctrica33); una escasa producción agrícola que no garantizaba el funcionamiento

adecuado del mercado a partir de la demanda poblacional creciente; la reducción de la variedad, cantidad y

calidad de los productos industriales para la venta en las tiendas, supermercados, bodegas y estanquillos

comerciales; la destrucción progresiva de las instalaciones, máquinas y equipamientos en el sector formal de la

economía por no contar con los recursos suficientes para su mantenimiento oportuno.

En el plano socioeconómico se implementaron medidas polémicas tales como: la despenalización del dólar; la

permisibilidad del envío de remesas familiares desde el exterior; la apertura de las casas de cambio monetario;

la dualidad monetaria; la aparición de las tiendas de recaudación de divisas; el desarrollo y fomento del turismo

internacional; la creación de empresas mixtas; una mayor apertura al sector privado a partir de la modalidad de

trabajo por cuenta propia (dio lugar a la aparición de un mercado informal); la posibilidad de inversión

extranjera; diversificación de nuevos socios y relaciones comerciales en el mercado mundial (Alonso, 2009, pp.

317-319; Díaz, 2003, pp. 22-23; Silva, 2008, pp. 130-131).

32 Inestabilidad en los precios del barril de petróleo; aumento del costo de los alimentos y medicamentos en el mercado
internacional; aumento de los conflictos bélicos; los desastres sociales provocados por eventos naturales extraordinarios; el
fenómeno del calentamiento global; la aparición y mutación de nuevos virus biológicos, la mayoría dañinos para salud
humana; la contaminación ambiental; la crisis económica global.
33 Vocablo popular que indicó la falta de fluido eléctrico como consecuencia de diversas dificultades que incidieron en la

efectividad de la generación eléctrica. Por condicionar la vida negativamente, desencadenó críticas.

66
Con esta reforma (Silva, 2008, p. 129) de carácter interno-externo se amplió la plataforma económica nacional,

lo que derivó en un aumento de precios (relación monetaria desigual entre el valor del peso convertible (CUC)

y el corriente (CUP); no obstante, el salario o ingreso laboral no se incrementó en la misma proporción, en

parte debido a la pobre producción interna, lo que sirvió de base a la permanencia y ampliación de

necesidades materiales insatisfechas. Este hecho propició el fomento de una economía subterránea, informal

e ilegal por el déficit de productos. Ante esta realidad, la dirección política del país decidió mantener la

protección social a la población, sustentando algunos beneficios que permitieron el desahogo de la familia,

pero que al mismo tiempo implicaron un gasto público enorme e insostenible en el tiempo para el Estado,

teniendo en cuenta la grave situación que se enfrentaba.34

Las desigualdades sociales que no desaparecieron tras cuatro décadas de Revolución (Espina, 1997, pp. 83-

99), se acentuaron con el envío de remesas desde el exterior tras la despenalización del dólar. Sectores de la

población comenzaron a experimentar condiciones de vida superiores con respecto a otros. Esta situación

provocó una importante diferenciación y desequilibrio sociales (Díaz, 2003, pp. 14-22). Su reflejo se hizo

patente a través de la arquitectura de las casas, la carrocería de los vehículos particulares, la cantidad de

equipos electrodomésticos por familia, la calidad y estilo de las indumentarias de vestir, las posibilidades de

disfrute en el ocio, entre otros.

Marx (2000, p. 17) reconoció que al socialismo le era consubstancial la desigualdad social, pues se caracteriza

por ser un período de transformaciones revolucionarias plagado de contradicciones. Esta realidad no dejaba

otra opción que la implementación de una política que tuviera en cuenta esas condiciones de desigualdad,

para tomar medidas también desiguales que beneficiaran a la población más vulnerable. Sin embargo, este

fenómeno ha sido evaluado como negativo en sentido general, por lo que se lucha contra sus manifestaciones

indeseadas. Independientemente de ello, ha representado una plataforma sobre la que se ha promovido una

mayor expresión de cualidades positivas.

34 Se subsidió el desarrollo de la vida en sentido general, asumiendo el Estado gastos que lo sobrecargaban, pero esta
acción perseguía la protección de la población, no sólo de la más vulnerable. Se mantuvo la educación, el deporte, la salud
y una parte de la recreación pública gratuitos. Se mantuvo el sistema de pensiones, el programa de construcción de
viviendas, se continuó con el suministro de algunos productos priorizados, entre otros.

67
En 1994 a partir del impacto positivo de las medidas socioeconómicas tomadas por la dirección política del

Estado revolucionario se contuvo el decrecimiento y desde el año siguiente se comenzó a crecer aunque de

manera discreta e insuficiente según las aspiraciones nacionales de desarrollo (Silva, 2008, pp. 132-133). Sin

embargo, se mantuvo la escasez de recursos materiales y la existencia de un escenario económico tenso,

generador de múltiples contradicciones sociales.

Según los autores Silva (2008, pp. 125-126) y Hart (2009, p. 163), la difícil situación descrita puso en crisis el

ideal socialista, criterio que se comparte. Pero también afectó su concreción real, puesto que no fue posible

asociar “pobreza”, “ineficiencia” y “corrupción” con el significado del término socialismo, lo que ha conducido a

las autoridades políticas al planteamiento de nuevas y numerosas alternativas integrales de transformación

social. Con el cuestionamiento a la utilidad, autenticidad, validez y viabilidad del denominado “socialismo real”,

en una parte de la población cubana surgió incredulidad, incertidumbre y confusión (Beltrán, 2019, p. 36; Silva,

2008, p. 125); no obstante, la mayoría mantuvo su confianza en el proceso revolucionario y sus líderes más

relevantes, lo que tuvo una implicación directa sobre la percepción en torno a la necesidad de mantener el

socialismo como garantía de la existencia de una realidad social humanizada.

Como consecuencia de la crisis socioeconómica persistente, se instaló en una parte de la población el criterio

de la “lucha por la supervivencia”. Excusa ideal para justificar la emergencia de antivalores, tendencias

negativas, males sociales y vicios, como el hurto. Según este particular sentido de la vida, no se trata de lujos,

ni acomodamientos, si no de la satisfacción de necesidades básicas de existencia como la alimentación,

comunicación, transporte, aseo, vestido y vivienda (De la Torre, 2003, p. 195). Partiendo de esta consideración,

algunas personas realizaron acciones reprochables y hasta ilegales. Este tipo de comportamiento ha

obedecido más a ambiciones personales, que a otra causa, lo que no niega la influencia real y subyacente que

puedan estar ejerciendo las carencias e insatisfacciones materiales.

Desde esta perspectiva surge un reto considerable para toda la sociedad, sobre todo para el Estado

revolucionario, pues la crisis ya no sólo era socioeconómica, sino también ética (crisis moral, crisis de valores

morales, deterioro o pérdida de valores morales). Las respuestas de los individuos fueron variadas: algunos

68
mantuvieron una conducta moral correcta independientemente de las circunstancias y sus necesidades

insatisfechas; otros inescrupulosos, buscaron como único camino de realización su conducción por una mala

vida35; por último, hubo también personas que oscilaron entre un grupo y otro, actuando conforme a sus

intereses particulares dependiendo de las oportunidades del contexto, las más comunes, ya que las

consecuencias de sus actos no siempre tuvieron un efecto devastador o negativo para los que les rodeaban, ni

sus acciones censurables recibieron el tratamiento moral corrector más efectivo.

El término de crisis de valores morales puede ser controversial, pues para algunas personas la realidad social

cubana atraviesa por una actualización de la moralidad a las nuevas condiciones de vida, con la configuración

de un nuevo horizonte también de sentidos y significados morales. Si esto fuera así, de cualquier modo no

puede negarse que es un proceso dinámico, complejo, dialéctico, donde acontecen momentos de continuidad

y ruptura. La verdadera problematicidad se encuentra en la palabra pérdida, pues los valores morales se han

asemejado de forma errónea a objetos materiales que pueden extraviarse o sencillamente destruirse y

desaparecer.

La crisis del sistema de regulación moral cubano a partir de los años noventa del siglo XX es incuestionable.

Un principio filosófico marxista establece acertadamente que la base económica determina, aunque en última

instancia, la superestructura política y jurídica (Marx, 1989, p.7). Por lo tanto, resulta comprensible que las

precarias condiciones materiales de vida incidieran de manera directa sobre las distintas formas de existencia

de la conciencia y organización sociales. Como mismo la crisis económica provocó cambios en la composición

de la estructura socioclasista36, así también lo hizo en el sistema de relaciones morales. Esta es una de las

causas principales que justifica la proliferación de acciones morales incorrectas (Rodríguez, 2015, pp. 291-

292).

La crisis moral o de valores morales constituye uno de los rasgos más distintivos de la etapa estudiada. En las

35 Término acuñado por Ortiz (2005a, pp. 305-320). Representa un estilo de vida no acorde con los requerimientos morales
y jurídicos exigidos por la sociedad. En Cuba a partir de los años noventa puede decirse que se acentuó una mala vida,
pues aumentaron perceptiblemente las tendencias negativas, vicios, ilegalidades y delitos. Por ese motivo muchos fueron
sancionados jurídicamente y otros en cambio, desde el punto de vista moral.
36 Autores como Alemán, Saroza y Pérez (2015, pp. 155-167); Busquets, González, Álvarez, Torres e Iglesia (1997);

Colectivo de autores (2003); Espina (1997, pp. 83-99); Machado (2012) y Padrón, Acosta y Rubio (2019) desarrollan
distintos criterios al respecto, sin embargo, coinciden en cuanto a su carácter heterogéneo, el que no ha implicado
contradicciones antagónicas socialmente significativas.

69
relaciones morales proliferaron acciones contradictorias, entre ellas la prostitución37 y el robo38;

manifestaciones que debieron rechazarse de forma total por su significación social denigrante. Esto no fue así,

al punto de que muchos prefirieron hacerse autoignorantes (“de la vista gorda”) o simplemente sustituyeron

esos términos por otros, reacomodándolos ante la necesidad de suavizar su significación social (López, 2004a,

p. 110). Lo anterior, evidencia la formal asunción y aplicación de determinados valores morales; la relativización

de algunas normas morales según la conveniencia; un determinado grado de inefectividad de los mecanismos

de regulación moral, al proliferar en numerosos casos la doble moral, la falsedad y el engaño, antivalores

morales que pretendieron instalarse de manera cotidiana en la sociedad.

Múltiples autores desde diferentes ciencias sociales han abordado estas dificultades, problemáticas, males,

tendencias negativas, antivalores morales y vicios. Entre ellos, Morales (2015, p. 314), Rodríguez (2015, pp.

292-294), Manzano (2015) y Arandia (2017), analizan el tema del racismo o discriminación racial. Al respecto,

señalan que es un fenómeno que se mantuvo en la familia, la subjetividad individual y en determinados

funcionarios de instituciones públicas. Sobre esa base, proponen un conjunto de acciones dirigidas a

combatirlo o superarlo, como incrementar la presencia de personas negras en los cargos de dirección y

administración públicas. La significación de sus aportaciones teóricas radica en el reconocimiento de la

necesidad de enfrentamiento a una problemática social muchas veces ignorada e invisibilizada.

Desde una perspectiva ético-filosófica, Jiménez (1996, pp. 37-67) se refiere al paternalismo, indisciplina laboral,

irresponsabilidad, irrespeto, disminución del rendimiento productivo, ausentismo, robo, doble moral,

desorganización en el trabajo, desmotivación, falta del sentido de pertenencia, individualismo, ambición,

negligencia, poco cuidado de la propiedad social, rasgos de prepotencia, simulación, enajenación, pasividad

ante lo mal hecho. También plantea dificultades con la caballerosidad, la solidaridad a nivel interpersonal y la

cortesía. No obstante, reconoce que se han estado realizando acciones como el trabajo educativo

sistematizado en la formación de valores morales para contrarrestar estas y otras problemáticas morales.

37 El término de prostituta(o) fue atenuado con el de “jinetera”(o) o “luchadora”(or), produciéndose hacia la persona que
realizaba este tipo de práctica un grado de tolerancia y aceptación social hasta ese momento inexistente.
38 La palabra robo en sus distintas manifestaciones (corrupción y malversación), fundamentalmente a los recursos del

Estado, se suavizó con la de “lucha”, adquiriendo para muchos individuos un sentido positivo, pues este modo de actuación
fue equiparado al tipo de trabajo que crea bienes materiales.

70
Wilson (2013, pp. 39-41) entiende que los rasgos tipificadores del sistema moral cubano durante el período

especial son: la pérdida de la capacidad de trasmisión de virtudes por parte de instituciones como la familia; la

prioridad de lo racional y sentimental en la construcción de la moral individual; la existencia de “dobleces

morales”; proyecciones sociales demasiado censuradoras; existencia del dogmatismo o autoritarismo;

primacía de cierto individualismo en el colectivismo; la expresión real en la cultura popular de la dialéctica

virtud-vicio; la marginalidad comunitaria (mal gusto, chabacanería, expresiones vulgares, violencia).

En esa misma dirección se proyecta Alfonso (2008, pp. 148-171), apuntando cuestiones como la falta de

articulación coherente de las instancias socializadoras en función de cumplir objetivos del proyecto social

socialista; fomento de una visión homogenizadora de la juventud; abstraccionismo de los valores morales o su

descentralización como tema en el ámbito familiar; individualismo; consumismo; apatía; indisciplina social;

irresponsabilidad civil en determinadas circunstancias; las prácticas educativas paternalistas; formas

enajenantes de producir y reproducir la vida humana; elitismos fetichistas; burlas y faltas de respeto;

manifestaciones de intolerancia e insensibilidad en el ámbito público.

En tanto Díaz (2006) revela lo que a su juicio ha representado la crisis para los cubanos, exponiendo criterios

por los que según ella, ha sido tildada de pesimista:

No diría que ha sido un «autorretrato delicioso», sino la nostalgia prolongada de lo que pudo ser; la

tristeza infinita; la reacción marginada; ser un muro frente a las olas; poseer una flecha sin blanco y

sin destino; ansiar una lluvia protectora y al mismo tiempo sentir que te asfixia; esperar amigos que

no entran; palpar miradas humillantes; vivir la ilusión de un regalo que no llega; tener la angustia en

cada instante y buscar una esperanza mientras duermes; desear colocarte en la sien una pistola;

vender el cuerpo por «los verdes»; matar el tiempo en la parada; tomar un camino interminable;

hacer una balsa improvisada; tener miedo a lo incierto y al destino; temerle al rotundo y categórico

«sálvese quien pueda»; estar por la ausencia, la más persistente manera de estar; reafirmar el

aspecto de una isla de Julián del Casal y de Virgilio Piñera. (p. 46)

Este planteamiento más que pesimista, es reduccionista, pues destaca sólo una parte de toda la realidad, por

71
cierto, no la más sustantiva, la de mayor peso, es decir, la que se relaciona con los aciertos y virtudes.

Justificado si se considera que le preocupan mucho las anomalías e irregularidades morales de la cotidianidad.

Para esta autora ese fenómeno de desgaste de la moralidad constituye no sólo un reto para toda la sociedad,

sino también una oportunidad de poder superar el conjunto de males que afectan las relaciones de

convivencia.

Con una óptica filosófica y sociopolítica, Limia (1990, p. 14), Rivero (2017, pp. 95-96) y González (2019, pp.

104-107), arremeten contra el centralismo burocrático que genera acomodamientos, ineficiencia y corrupción.

Aluden a prácticas de autoritarismo, falta concreta de garantías civiles ante la autoridad administrativa, los

excesos y abusos de poder. El último autor, sobre la base de una perspectiva crítica profunda en torno al

socialismo expresa un conjunto de tendencias negativas que amenazan el proyecto social cubano, entre ellas:

el estigmatismo o encasillamiento político-ideológico; espíritu de desilusión y escepticismo; estandarización y

homogenización del actuar y el pensar humano; mediocridad; formalismo; doble moral; exclusiones, rechazos

injustificados; los absolutismos (posicionamientos únicopensantes y fundamentalistas) ante los distintos

problemas sociales, erigidos sobre “sistemas de valores totalitarios”; limitaciones a las capacidades creadoras;

reduccionismos arbitrarios, donde el individuo ha sido sometido, subordinado, marginado o sacrificado en

función de lo colectivo.

En tanto Martínez (2005, pp. 97-197; 2017, pp. 21-64), sobre la base de una cosmovisión científica más

heterogénea, aborda las contradicciones inherentes al período de transición socialista, que describe como una

“guerra entre el socialismo y el capitalismo”. Plantea que el sistema político y la cultura nacional se encuentran

amenazados, en una encrucijada, donde no se conoce a ciencia cierta, ni puede pronosticarse el desenlace

final. Según él, en este marco han proliferado los desalientos, manifestaciones racistas, ocultamientos, olvidos,

silencios, frustraciones individuales, actividades ilícitas, afanes de consumo y de lucro, la despolitización,

corrupción, especulación, devaluación de la autoctonía, el burocratismo, paternalismo y autoritarismo como

males sociales.

Desde la ciencia sociológica también se ha incursionado en estudios sobre la realidad social cubana. Algunos

72
autores se han referido a la pobreza, marginalidad, exclusión y desigualdad sociales (Espina, 2008a, pp. 1-17;

2008b, pp. 95-215; 2011, pp. 25-67; Peña, 2014; Zabala, 2017, pp. 258 y Zabala et al. 2018, pp. 143-199).

Otros han profundizado en las diversas manifestaciones de violencia física, verbal y emocional (doméstica,

comunitaria, infantil, de género y de personas vulnerables), entre ellos, Castro (2014); Pí (2009), Robert (2016)

y Ruano (2019); Pérez (2012) lo hace desde el derecho. Mientras que Aja y Milán (1996) analizan las causas y

consecuencias de la emigración ilegal como un fenómeno negativo.

Apuntar además de lo ya señalado, que se percibió la relajación en las relaciones amorosas39, escándalos

públicos, deserciones de misiones internacionalistas, la perturbación del descanso ajeno al escucharse música

y ruidos estridentes. Se hizo patente también la reducción de la conciencia sobre la necesidad del cuidado de

la limpieza y orden en los espacios públicos, manifestándose incluso exhibicionismos de intimidades en

parques, ómnibus urbanos, paseos. Otros males fueron el favoritismo (amiguismo o sociolismo), la

desobediencia e insubordinación injustificada ante autoridades (administrativas, policiales, laborales). Sin bien

las órdenes no deben asumirse de manera acrítica o por cumplir con determinados formalismos, la relación

jefe-subalterno presupone acatamiento para que estas sean efectivas, si sucede lo contrario, entonces se

establece un conflicto que puede obstaculizar procesos.

Asimismo se evidenció poca correspondencia entre la autocrítica y la crítica social, lo que devino también en

manifestaciones de hipercriticismo (caracterizado por la falta de argumentos muchas veces veraces y el

empleo de datos incompletos o no corroborados), otro de los rasgos distintivos del sistema de regulación moral

cubano a partir de los años noventa del siglo XX. Se fue más crítico con otras personas, la labor de

funcionarios del Estado y el dinamismo de determinadas instituciones públicas que consigo mismo, lo que

evidenció la disminución de la capacidad de autovaloración moral y de la autorrigurosidad en los criterios para

la regulación moral individual.

39Junto al matrimonio monógamo con una jefatura masculina, ha ido implementándose una nueva forma de procreación: la
unión libre con convivencia, basada en la consensualidad de sus participantes. Estudios muestran el aumento del nivel de
convivencia fuera del matrimonio, en el que inciden considerablemente los jóvenes. (Cuba: Transición de la fecundidad,
1995. p. 61) Esto evidencia la inestabilidad en las relaciones de pareja, pero además, el desinterés a contraer
responsabilidades sociales a través de la unión legalizada, siendo frecuente la relajación en el amor, la promiscuidad y las
enfermedades de transmisión sexual.

73
Algunos valores morales particulares se reconfiguraron, no articulándose bajo determinadas circunstancias con

los del socialismo cubano, perdiendo su sentido tradicional. Fue posible aparentar ser honesto siéndose al

mismo tiempo cómplice de fraudes o de indisciplinas sociales cometidas; que personas caritativas, solícitas y

cooperativas pudieran ser también individualistas, egoístas; que sujetos considerados valientes, buenos

padres, “patriotas” o “revolucionarios”, fueran simultáneamente holgazanes (vagos habituales), colindando

virtudes con vicios, pues este tipo de malas acciones para muchos no constituyeron una invalidante (Wilson,

2013, p. 41). Esto demuestra la complejidad, contradictoriedad y dialéctica del sistema de relaciones morales,

sobre todo durante el momento más agudo de la crisis económica.

Las manifestaciones morales indeseadas no tuvieron una práctica generalizada, pero su reiterada ocurrencia

fue condicionando no sólo la preocupación social, sino también la reacción de las personas e instituciones

afectadas. De esta manera comienza un debate en la sociedad cubana en torno a las causas y posibles

medidas que debían implementarse para la reconfiguración de ese sistema moral afectado. Como

consecuencia, fue desarrollándose una postura crítico-reflexiva que permitió el movimiento gradual a un estado

mayor de concientización colectiva (Fabelo, 1996, p. 9) y la configuración de un conjunto de acciones

concretas.

Las autoridades políticas, científicas e intelectuales, de conjunto con las distintas personalidades de la cultura,

teniendo en cuenta la contribución de numerosas investigaciones sociales fijaron el rumbo más factible para el

enfrentamiento a la crisis moral (López, 2002b, pp. 37- 40; Mirar la Sociedad Cubana, 2008). Se fomentó el

uso de los más variados mecanismos reguladores que condujeron a impulsar tanto el comportamiento moral

correcto como a reprimir (reprensión o coacción) el que no lo era, a partir de la interinfluencia de los distintos

tipos de sistemas de regulación moral coexistentes, con sus respectivos códigos morales. Aunque en su

implementación se evidenciaron dificultades debido a su uso no siempre inteligente (arbitrariedad), ordenado,

planificado o integrado, de conjunto con otros factores como la paulatina recuperación económica, fueron

tributando a que se transitara de un estado social crítico a uno menos crítico.

74
También se elaboraron estrategias políticas e institucionales (Séptimo Congreso del PCC, (s.f.)) de conjunto

con la proyección de sus resultados a corto, mediano y largo plazo, que impulsaron las acciones dirigidas a

encauzar las posibles soluciones. Las medidas tomadas para superar la crisis del sistema moral o moralidad

han sido muchas, unas generales y otras más específicas, según su campo de acción. Las primeras, se

dirigieron al problema ético fundamental, superar la crisis del sistema moral, entre ellas: la revitalización de la

economía, la educación moral en valores, el trabajo político e ideológico y la batalla de ideas.

En cambio las segundas, se enfocaron en infinidad de problemáticas morales más particulares, consecuencia

de la variedad de situaciones cotidianas de elección moral, en las que la subjetividad y las condiciones

materiales de existencia personales determinan. Al respecto, Arés (2017, p. 27) revela un grupo de estas

medidas: el reconocimiento social de las personas que sufren, la negociación, la lealtad, la puesta de límites, la

solución de conflictos, los apoyos mutuos, el trabajo en equipo, el respeto al derecho del otro, la solidaridad, la

reciprocidad y la fidelidad. Cada una se ha interiorizado y exteriorizado de diversas maneras, lo que ha

conspirado aún más con la configuración de un escenario social diverso.

Sobre la base de una amplia dinamización política, los esfuerzos se concentraron en hacer coincidir más que

en otras etapas anteriores a la estudiada, las aspiraciones fundamentales de la población con las de la

dirigencia del país. Unidad en la diversidad continuó siendo un objetivo cívico central (Alfonso, 2008, p. 145 y

Martínez, 2005, p. 99), proceso complejo, pero posible a través del empleo de las herramientas de

socialización adecuadas. En consecuencia se estrechó el vínculo Estado-pueblo, reforzándose el método de

trabajo político e ideológico como instrumento educativo, moralizador, concientizador, cohesionador y de

regulación moral; la permanencia aún del modelo socialista cubano, indica que este ha sido efectivo teniendo

en cuenta que: “Los cambios que se han producido y que ampliaron la heterogeneidad social, no tienden a la

descomposición del sistema.” (Díaz, 2003, p. 6). También estas son características peculiares del sistema de

regulación moral cubano a partir de los años noventa del siglo XX.

El trabajo político e ideológico ha sido determinante para la formación de un sujeto revolucionario activo, cada

vez más consciente de su realidad social y rol histórico. Ya sea en el orden individual o colectivo, este ha

75
contribuido al desarrollo del liderazgo positivo, a la multiplicación del buen ejemplo (guía o referente), al

ejercicio de la participación social activa en todos los frentes de la vida pública. Asimismo ha tributado de modo

singular a la paulatina transición hacia un estado de cosas más favorable, menos contradictorio. Sin embargo,

este tipo de persuasión ideológica en ocasiones no ha sido efectiva porque se ha percibido como una acción

reiterativa sustentada en argumentos manidos generadores de tedio.

Razón por la que muchos instrumentos reguladores como este, procedimientos, normas y valores morales, se

fueron ajustando al dinamismo de la convivencia social cotidiana sobre la base de la relación ensayo-error,

pues no se poseían experiencias anteriores en torno al enfrentamiento a una crisis con estas especificidades.

Las acciones correctoras y proyecciones morales también. Los distintos componentes del sistema de

regulación moral, algunos tradicionales, fijos e inamovibles (principios como el independentismo, patriotismo),

otros en cambio, más flexibles (elección), intervinieron en la actividad moral reguladora, adaptándose a las

condiciones del momento histórico-concreto para encausar de la manera más efectiva posible las diferentes

propuestas de solución surgidas.

Otra de las medidas fomentadas fue la promoción de una cultura de nuevo tipo, denominada cultura de la

conducta (Fajardo, 2005, pp. 127-129 y López, 2002b, pp. 5-18), por medio de la que se insistió en el cultivo de

una calidad superior de ser humano, un individuo dotado de múltiples valores morales. Sobre esa base, las

instituciones educativas encaminaron sus esfuerzos no sólo a garantizar la instrucción, sino de manera

puntual, la formación integral, ocupando un lugar más prominente la educación moral. Uno de sus principios

programáticos fundamentales ha sido la transformación espiritual de las personas (Abdine, Recarey, Fuxá y

Fernández, 2007; Amaro, 2014 y Chacón, 2014, pp. 14-22).

Por ese motivo, la formación en valores morales se convirtió en uno de los objetivos estratégicos de la

educación en Cuba. Se diseñaron herramientas, técnicas, métodos y acciones en el orden teórico-práctico que

permitieran no sólo la adaptación a esa realidad social compleja, sino que además condujeran a cambiar

objetivamente el mundo (Mendoza, 2009, pp. 31-72). Partiendo de ello, en el modelo educativo cubano

prevaleció el criterio de que no es suficiente formar un buen ciudadano (estudiante, trabajador, profesional,

76
dirigente social) con cualidades morales excepcionales, ha sido necesario sobre todo producir revolucionarios,

sujetos comprometidos con las causas nobles de la humanidad, en especial las de carácter nacional, capaces

de luchar por estas; otros de los rasgos distintivos del sistema de regulación moral.

El Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en 2005 se refirió a la vulnerabilidad del socialismo cubano. Analizó

descarnadamente el fenómeno de la desigualdad, la corrupción, las injusticias, despilfarros, descontroles,

robos, entre otros males sociales. Apuntó que estas tendencias negativas amenazaban la existencia de la

Revolución y ratificó la batalla de las ideas como una estrategia política necesaria para revertir esa peligrosa

situación (Castro, 2005). Significó un momento histórico trascendente, pues proclamó la atención priorizada

que tendría la espiritualidad humana entre un conjunto de temas de interés nacional. Estos aspectos tratados

por él, también son característicos del sistema de regulación moral.

La batalla de las ideas tuvo dos dimensiones elementales, la primera asociada a la satisfacción de algunas

necesidades materiales básicas; la segunda, cívico-moralizadora, teniendo en cuenta la lucha ideológica

sistemática librada (paciente, justa, consciente y racionalmente justificada a través del método de la

persuasión) contra toda forma de subversión política y las manifestaciones morales negativas. Esta última ha

sido relevante porque se llevaron a cabo un conjunto de acciones dirigidas a impulsar las transformaciones

morales concretas de esa parte de la sociedad que necesitaba imperiosamente de una regeneración. A

mediano y largo plazo, este hecho ha evidenciado un impacto positivo, aunque sus resultados aún sean

insuficientes.

Como instrumento de transformación moral la batalla de las ideas no tuvo toda la efectividad que se pretendió

porque se generaron inconvenientes inesperados, el impago de equipos electrodomésticos con los que se

benefició a la población y algunos actos de corrupción. No obstante, entre sus múltiples aspectos positivos se

encuentran el mejoramiento de las condiciones materiales de vida y la focalización del origen de muchos

problemas sociales en la subjetividad humana. Este proceso le transfirió una connotación mayor a la

interioridad del individuo, reconociendo su decisiva influencia sobre los acontecimientos sociales.

Arés aborda algunos problemas de naturaleza subjetiva. En ese sentido, propone un conjunto de opciones que

77
pueden mejorar el dinamismo de la vida cotidiana, entre ellas: el empleo de la psicoterapia y ajustar las

expectativas, sobre todo materiales, a la realidad existencial, señala: “La idea de bienestar que la gente se va

construyendo es más apropiada en la medida en que se va adecuando a las posibilidades reales de que

disponen. No desear lo que crees que no podrás lograr, ayuda a vivir.” (Arés, 2017, p. 177) Al mismo tiempo,

concibe necesario enfocarse en lo que se posee, no en las carencias, causa de infelicidad. También, entiende

que la comparación social en positivo puede ser una inspiración para el autoperfeccionamiento, así como

ajustarse al presente, a la realidad del momento, no al pasado o soñando con un futuro ilusorio (Arés, 2017,

pp. 180-191). Son planteamientos con los que se coincide.

Según López (2002b, pp. 1-47; 2004a, pp. 311-320; 2004b, p. 110; 2012, pp. 201-264) otras medidas que

contribuirían a superar la crisis moral son: percibir un salario que satisfaga las necesidades del trabajador; la

ejercitación de una cultura del debate; la consolidación de una cultura moral socialista; la educación en valores

morales socialistas y el aumento de la producción material. Considera que el estado de cosas imperante puede

superarse de forma gradual, manifestando una postura optimista ante los acontecimientos sobrevenidos.

Quintana (2004, pp. 20-34) adiciona el incremento de la preparación profesional, el incentivo a la creatividad e

innovación y eficacia empresarial. En tanto Alfonso (2008, p. 151), afirma que la sociedad socialista tiene que

volver constantemente sobre las prácticas cotidianas para articular nuevas formas de participación, poder y

control desde el individuo, la colectividad laboral, las comunidades, la sociedad en su conjunto, haciéndose

necesario la unidad y compromiso para enfrentar las tendencias negativas que han proliferado, persisten y se

reproducen.

Se comparten los criterios mencionados. Sin embargo, una cuestión fundamental referente al sistema de

regulación moral radica en lograr que cada individuo autorregule su comportamiento acorde a las exigencias

provenientes de su círculo de influencias sociales y se convierta en un agente regulador efectivo; siendo al

mismo tiempo, un actor activo en materia de impulsar sistemáticamente lo positivo, la conducta correcta, no

sólo como una obligación (deber ser) social, si no por convicción. Este último tipo de actos son los que Kant

(1946, pp. 18-19; 2003, p. 74) denominó como puramente morales.

78
Por otra parte, Esteban Lazo, Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en el VII congreso

nacional de la UNEAC, se refirió a la necesidad de la ejercitación de un pensamiento crítico, reflexivo, vital para

el desarrollo social, definido como aquel que expone sólidos argumentos, soluciones, es justo y comprometido

(con los intereses de la Revolución). Consideró además, que sólo a través del aumento constante de la

producción, la productividad y la disminución de los costos es posible satisfacer las necesidades cada vez más

crecientes de la población (Todo lo que fortalezca éticamente, 2008). De esta manera entendió que se

avanzaría en la superación de ese estado de cosas contradictorio. Realiza una evaluación acertada teniendo

en cuenta las características del contexto cubano en la etapa estudiada.

Queda claro que para superar la crisis socioeconómica, con un reflejo importante en la esfera moral, es vital un

crecimiento económico exponencial, pero además, que se lleven a cabo cuantas transformaciones internas

sean necesarias para hacer más viable el socialismo, que no significa incompetencia, desinterés, malos tratos,

haraganería, sino, todo lo contrario. Martínez (2017, p. 29) manifestó que es imprescindible entre otras cosas,

conocer a fondo los problemas, las insuficiencias estructurales, los límites y retrocesos, saber identificar lo

perjudicial, así como los enemigos externos, para poder enfrentarlos con efectividad. Sobre esta cuestión en

particular, Alfonso (2008) apuntaba que:

El socialismo es un proceso que no puede realizarse sin ensanchar su contenido propio y hacer

corresponder de modo coherente las propuestas teórico-prácticas de la economía, la política y la

ideología con la subjetividad social, dialogando de manera continua con las prácticas cotidianas. (p.

151)

Este planteamiento demuestra que no serán posibles los cambios esperados, si antes no se modifican por un

lado la base material y por otro, la tendencia moral negativa de una considerable cantidad de sucesos sociales.

En relación al primer punto, Arés (2017, p. 11) ha afirmado que la felicidad depende de que existan adecuadas

condiciones materiales de vida. El proceso de crecimiento económico que comenzara en 1995, reimpulsado a

partir del año 2011 con la aprobación de los Lineamientos de la nueva política económica y social de la nación,

contribuyó a la renovación de la confianza en el futuro del socialismo cubano.

79
En cuanto al segundo, resulta fundamental la sensibilidad ciudadana, el aporte activo y esfuerzo de todos los

actores sociales involucrados. El tratamiento priorizado a la problemática moral, sobre todo por los dirigentes,

conducirá a que se tomen medidas más oportunas, contribuyéndose así a que se acorte el tiempo de percibir

los resultados esperados. De materializarse estos cambios señalados, los proyectos de desarrollo personales

(frustrados para algunos) tendrán más posibilidad de concreción, se afianzará un sentido de la vida optimista

como valor moral trascendental y se hará viable una óptima convivencia cotidiana. También conllevará a un

mayor y espontáneo protagonismo social de la población.

La recuperación progresiva de la economía nacional, estimulada por el proceso de actualización del modelo

económico político y social40, ajustado a las nuevas exigencias internas y externas (Peña, 2017, pp. 9-55), ha

inducido una realidad social más esperanzadora, diversificada e inclusiva. No obstante, la sociedad cubana

continúa estando profundamente lastrada por males, vicios, tendencias negativas y antivalores morales, en

parte porque las medidas adoptadas aún son insuficientes y el efecto positivo de las ya implementadas es

demasiado lento. Por esa razón, se requiere un impulso superior a partir de la generación de mayores y

eficaces acciones, sobre todo en el ámbito económico, que proporcionen la consolidación de ese escenario

social anhelado, con una prosperidad sostenible (visión o ideal de país que se quiere construir).

Como las carencias en la sociedad cubana aún persisten, estas continúan estando entre las causas principales

que incentivan la perseverante presencia de antivalores morales, tendencias negativas, males sociales y

vicios. Esto evidencia que la educación moral en valores no ha sido todo lo efectiva que se esperaba (Jiménez,

1996, pp. 68-102), sin embargo, se considera que como mecanismo objetivo regulador continúa siendo un

instrumento válido para la transformación ciudadana, de ahí la necesidad de perfeccionarlo, reto decisivo para

el Estado revolucionario y todos los actores sociales. Los elementos señalados también son rasgos distintivos

del sistema de regulación moral.

40 Este proceso impulsó el desarrollo nacional sobre la base de diseñar políticas dirigidas a mejorar las condiciones
materiales de vida de la población. Se diversificó la economía, se ampliaron las opciones de negocios y las relaciones
comerciales en el ámbito internacional, se multiplicaron las variantes culturales y de servicios, sobre esa base se fue
recuperando la industria y los inmuebles deteriorados por la falta de mantenimiento, entre otros. Se conformó entonces, un
sistema económico más flexible, abierto, en más consonancia con los matices de la realidad financiera, comercial y
mercantil de las relaciones internacionales, privilegiándose aún más la inversión extranjera.

80
No obstante, resulta claro que los índices de riqueza y bienestar material por sí solos no son garantía suficiente

para que exista un ser humano más íntegro, moralmente más correcto. En los años más duros del período

especial, la población, independientemente de las crecientes carencias, pudo darle un sentido humano y

positivo a su cotidianidad (Alfonso, 2008, p. 142). Al respecto, evidencias suficientes exhibe la realidad social

cubana durante esos años. Esta afirmación es argumentada por Arés (2017) cuando alega que:

Aun con altos estándares económicos, muchas personas «adineradas» exhiben una conducta

frívola, superficial, indigna, deshonesta, ostentosa, vulgar, caracterizada por la falta de decencia, la

mediocridad, la poca altura moral, la ignorancia, la pobre educación, porque en realidad la felicidad

no está ligada hoy solo a cuanto se tenga, sino a quien realmente eres. (p. 17)

Esta autora expresa que tampoco resulta creíble el postulado que propone una vida virtuosa como único y

verdadero camino a la felicidad, la realización personal, la superación constante del efecto objetivo de lo

negativo (estado positivo), en medio de la influencia de circunstancias adversas, azarosas de dolor, sufrimiento,

angustia, quebranto (Arés, 2017, p. 17). Una postura ingenua según ella, porque encierra el peligro de celebrar

la pobreza, un estado de vulnerabilidad, la pérdida de un ser querido, llegándose a justificar y hasta alabar

incluso en ocasiones, esas condiciones de infelicidad. Sobre este particular, apuntar que es una filosofía de

vida que se ha asociado mucho a la creencia en la predestinación, la que posee un pronunciado carácter

religioso y se presenta al individuo encerrado por su inminente futuro. Es una perspectiva de vivir más que

cándida, es negativa y peligrosa, de renuncia, de falta de combatividad, de deseos o aspiraciones, una

conducta moralmente errada, pues reduce en grado superlativo la condición humana.

Lo que debe prevalecer se circunscribe, por un lado, a la creación de una base económica autosuficiente que

satisfaga las necesidades materiales crecientes de la población, y por otro, a la conformación de un nuevo

hombre41 (no un súper hombre42), más espiritual, sensible, moralmente correcto. Representa una comprensión

41 Persona equilibrada, que conoce sus capacidades reales, limitaciones, potencialidades, con cualidades positivas,
dispuesto a enfrentar lo malo de forma optimista y disfrutar lo bueno de la vida.
42 Es un sujeto acostumbrado a las dificultades, en resistencia permanente ante los infortunios, sufrido, ahogado en el

sacrificio, siempre en la superficie, nunca en el fondo, capaz de encontrarse por encima de cualquier circunstancia adversa.
Presupone la existencia de un mundo caotizado por el azar y las dificultades. Por lo que constituye una visión limitada,
reducida e incompleta sobre el ser humano y su entorno de vida.

81
humanista amplia que no desconoce la lucha inevitable e interminable entre los individuos. Dinámica de

contradicciones sociales donde los conflictos, en este caso morales, son inevitables, hecho que no impide el

desarrollo humano.

La concepción en torno al nuevo hombre no es radicalmente distinta a la del “hombre nuevo” de Lenin y el

Ché. En el primer caso, se trata de un enfoque que remarca el ámbito de una conciencia política y moral

superior, esencialmente humanista e inquebrantable ante toda prueba; una conducta contestataria,

revolucionaria; así como los resultados coherentes que deben demostrar en la práctica el vínculo estrecho

entre el pensamiento, los actos y los hechos (Lenin, 1920; 1975; pp. 28-31). En cambio el segundo, sobre esa

misma lógica, agrega el espíritu rebelde, solidario, internacionalista y de sacrificio que había caracterizado la

histórica lucha revolucionaria en Cuba (Guevara, 2015). La propuesta que se promueve, incluye al

revolucionario orgánico (de pensamiento, palabra y acción), pero también, al que lo es circunstancialmente

(por conveniencia, fuerza mayor o deber social), al dubitativo y al que no lo es porque no se asume como tal,

pero que tampoco es contrarrevolucionario (Castro, 1961).

La autora Arés (2017) plantea un criterio diferente, pues presenta a un sujeto social que implica mucho más

que la formación de un nuevo hombre, realista y atemperado a las condiciones dinámicas de este momento

histórico-concreto:

Hoy hablamos de familias nuevas para realidades nuevas, en las que surge la necesidad emergente

de aprender a preservar el núcleo básico de relación, comunicación y diálogo, la cohesión

emocional, la contención de la infancia, la asistencia mutua de la pareja, el cuidar de los ancianos y

enfermos, la solidaridad, los lazos afectivos y una formación ética en los hijos independientemente

de los cambios o valoraciones morales. (p. 129)

Es coherente si se considera que el bienestar de la población cubana se encuentra mediado por la calidad de

sus relaciones afectivas, familiares y de otra índole (Arés, 2017, p. 58). Si algo ha perjudicado aunque al mismo

tiempo favorecido la articulación familiar en Cuba, ha sido la convivencia numerosa y en composición

heterogénea por obligación, producto al insuficiente fondo habitacional. Es cierto que por esa razón se han

82
multiplicado los conflictos y la violencia doméstica; sin embargo, también las muestras de amor verdadero,

consideración, respeto, auxilio, compañía, colaboración.

En ese escenario contradictorio, además de la familia, los jóvenes constituyen otro sector poblacional

significativo. Muchos están incursionado en prácticas polémicas, donde se aprecia resistencia y rebeldía sin

fundamento, apatía, despolitización, falta de conocimiento de la historia y tradiciones nacionales, violencia en

todas sus variantes, así como una importante influencia de tendencias culturales foráneas, como las

celebraciones de Halloween, el consumismo trivial, el individualismo, el narcicismo, el desarraigo o ruptura

cultural y el aislamiento personal o autoaislamiento (Arés, 2017, pp. 98-126), en parte por la identificación con

patrones de conducta de origen externo, fomentados por la industria cultural homogenizante del capitalismo

transnacional43. Ello pudiera representar una amenaza a la paz y orden ciudadano, porque por la inexperiencia

que les caracteriza pueden ser objeto de manipulación. De ahí, que resulte imprescindible la vigilancia y su

atención priorizada.

Autores como Ramonet (2016) y Portal, Cáceres y Pedroso (2018), realizan un llamado de atención respecto a

las implicaciones desfavorables del desarrollo de las tecnologías comunicacionales, sobre todo a la juventud,

porque se encuentra más cercana a ellas. Hacen hincapié en: la enajenación respecto a la realidad social; la

dependencia cada vez mayor del uso de aparatos o dispositivos tecnológicos; la modelación de conductas

semejantes; la manipulación mental a partir del empleo de técnicas de la persuasión disimulada; la generación

de informaciones falsas (fake news); la vigilancia y rastreo de usuarios en las redes sociales; el

autoaislamiento; el aprendizaje reproductivo; las afectaciones a la salud física. Estas tendencias negativas

preocupan a personas que pueden considerarse dueñas de su propia voluntad, con autocontrol, racionales,

conscientes de ese proceso de degradación moral, las que regulan los accesos y la actividad tecnológica; aún

así son insuficientes las acciones reguladoras, sobre todo en el ámbito familiar.

La familia representa uno de los espacios más comunes donde se manifiestan estas orientaciones y conductas

conflictivas señaladas. Si la ruptura con los valores, principios y normas morales fundamentales promovidos

43Causas principales de ese fenómeno: el turismo internacional, el intercambio académico con la comunidad global de
expertos, las misiones internacionalistas, la emigración exógena, el vínculo familiar y afectivo por simpatía.

83
por el Estado revolucionario se establece desde el hogar, resultará difícil que pueda invertirse ese hecho

conformado desde edades muy tempranas. Es cierto que la labor educativa con la comunidad en la coyuntura

actual es compleja, pues no es la época de la efervescencia revolucionaria de cuando se crearon los Comités

de Defensa de la Revolución (CDR); sin embargo, como la mayoría de la población cubana continúa apoyando

el proceso revolucionario, puede continuar fomentándose su conexión a los ejes estratégicos de interés

promovidos a través del sistema de regulación moral por los dirigentes sociales, políticos y de gobierno.

La lucha moralizadora escenificada sobre todo a partir de los años noventa del siglo XX en Cuba, ha

demostrado con el paso de los años que el deterioro moral presente en una parte de la población es relevante,

pero no irreversible. Carrión (2010, pp. 78-79) hace alusión al predominio de una la línea de conducta positiva,

participativa, consecuente y en correspondencia con las prohibiciones, lineamientos, principios y valores

morales fundamentales promovidos por medio del sistema moral regulador. Esto último, confirma la influencia

de otros resortes importantes además del factor económico en la movilización del comportamiento, como la

ideología (concepción amplia).

A consecuencia de una dinamización mayor de la ideología (política) entre otros factores, se ha acentuado el

carácter absoluto (totalizador) del sistema de regulación moral más generalizador, consolidándose su

fundamento humanista-revolucionario. Al mismo tiempo, se ha amplificado su relatividad (pluralismo), derivada

sobre todo del proceso particular de elección moral que posibilita la conformación de distintos grupos por

afinidad. Esa heterogeneidad ha propiciado la multiplicación de contradicciones y cambios en la moralidad

(Ubieta, 2009, pp. 39-46), los que han sido inevitables y no tienden a la modificación radical del orden moral

vigente, sino a su mejoramiento. Estos más que reflejar ruptura, muestran continuidad, lo que no niega

oposición, contradicción y antagonismo, otro de los rasgos distintivos del sistema de regulación moral.

Tomando en consideración las ideas expuestas, puede afirmarse que a partir de los años noventa del siglo XX

se constata progreso moral independientemente de todos los males sociales, tendencias negativas, vicios y

antivalores morales que han aquejado a la sociedad cubana, así como de las insuficientes medidas tomadas

para su superación, aún en implementación, otra característica del sistema de regulación moral. La posición

84
ideológica del Estado revolucionario en sí misma ha constituido una garantía de ese mejoramiento con

respecto a otras formas de concebir el mundo, por su marcado énfasis en la realización plena de todos los

seres humanos, sin distinción alguna. También ha sido crucial, el reconocimiento público de los errores

cometidos con sus respectivas propuestas de rectificación, la batalla por el perfeccionamiento moral de la

conducta en el orden individual y colectivo, la prevalencia de la unidad nacional reconociéndose la diversidad y

el pluralismo (heterogeneidad) existentes.

Otros índices que demuestran progreso moral en Cuba son: el avance de la teoría científica ética, de conjunto

con la creciente preparación de sus investigadores (han ido alcanzado madurez, autenticidad y prestigio

académico a partir de un conjunto de publicaciones importantes); el desarrollo de una conciencia moral

colectiva más solidificada, considerando entre otros factores, la ampliación de las capacidades de juicio crítico

(la enseñanza se renueva constantemente y desde edades tempranas se potencia la autocrítica, la creatividad,

la autoaprobación, el equilibrio emocional, la autodisciplina, la responsabilidad) y el trabajo por el afianzamiento

de una cultura de la conducta a través de la educación moral en valores morales socialistas, empleándose

diversos medios de comunicación con alcance masivo como la televisión y la radio.

En síntesis, las relaciones morales en sentido general, evidencian ser más humanistas y maduras, aunque la

crisis moral persiste. Las personas cooperan o se solidarizan en las distintas situaciones de la vida cotidiana,

sobre todo en los momentos de contingencia social. Si bien es cierto que existen familias disfuncionales, con

muchos problemas sociales, entre ellos la violencia doméstica, se reconoce su relevancia como institución en

la difusión de los argumentos defendidos a través del sistema de regulación moral más concurrente. Se ha

incentivado la práctica del internacionalismo, la solidaridad, el antimperialismo y el independentismo como

principios morales rectores de los cambios y transformaciones sociales. El Estado revolucionario ha

encontrado vías no autoritarias (avasalladoras) para hacer concordar pacíficamente sus intereses, que son los

de la amplia mayoría de la población, con otros de carácter particular, entre los que se encuentra, viabilizar

siempre el mayor grado de beneficio colectivo posible.

La crisis moral de la sociedad cubana a partir de los años noventa del siglo XX ha constituido una excelente

85
oportunidad para impulsar el progreso humano a mayor escala, aportándose soluciones que pudieran servir de

referente en otros contextos para enfrentar problemáticas morales similares. Arés (2017) sostiene que: “Las

insatisfacciones son necesarias para avanzar, promueven desarrollo, alcance de metas, aunque no generan

bienestar.” (p. 195) Por eso, coincidiendo con Engels ((s.fc.), p. 12) en parte, concibe este elemento negativo

como punto de partida positivo o motivación suficiente para estimular los cambios necesarios.

A manera de conclusión en el epígrafe, apuntar que los rasgos distintivos del sistema de regulación moral

cubano a partir de los años noventa del siglo XX son: el reforzamiento de la máxima moral antimperialista; la

combatividad de la población ante las dificultades; el proceso de rectificación de errores y tendencias

negativas; la influencia de la ideología marxista-leninista; la persistente presencia de antivalores morales,

tendencias negativas, males sociales y vicios independientemente de las medidas tomadas; la expresión real

en la cultura popular de la dialéctica virtud-vicio; poca correspondencia entre la autocrítica y la crítica social; el

mantenimiento a grandes rasgos de una línea de conducta positiva, participativa, consecuente y obediente a

las prohibiciones, lineamientos, principios y valores morales fundamentales promovidos, prevaleciendo la

coincidencia de intereses; dinamización de la ideología en las relaciones morales cotidianas, sobre todo

política; la adaptación y transformación moral ante esas condiciones de crisis; las contradicciones morales

existentes no conllevan a una ruptura radical de la población con los fundamentos de la moral socialista, lo que

no niega manifestaciones puntuales de oposición y antagonismos.

De ellos, destacar los más relevantes y representativos: el carácter socialista, humanista y revolucionario; la

unidad nacional en torno al proyecto de construcción del socialismo aunque se aprecia una amplia

heterogeneidad de códigos morales; el predominio de los intereses populares; la crisis moral o de valores

morales; la autorregulación y regulación morales aunque presentaron dificultades, contribuyeron a que se

transitara de un estado de cosas crítico a uno menos crítico, de modo que se puede constatar progreso moral.

Sobre esa base, a continuación se analizan los principales mecanismos subjetivo-objetivos que como

contenido esencial del sistema moral regulador han intervenido en la dinámica de las relaciones morales

cotidianas.

86
Epígrafe 2.2 El contenido esencial del sistema de regulación moral cubano a partir de los años noventa

del siglo XX: argumentos para un análisis.

Estos rasgos distintivos señalados en el epígrafe anterior, conducen al análisis de los mecanismos subjetivo-

objetivos principales que como contenido esencial del sistema de regulación moral cubano han intervenido de

forma cotidiana en la relaciones morales. Varios especialistas desde diferentes disciplinas o ciencias sociales

como la filosofía, también autoridades, periodistas e intelectuales cubanos se han referido a esta cuestión. Sus

concepciones son tomadas como punto de partida para profundizar al respecto.

Los mecanismos subjetivo-objetivos han desempeñado un rol regulador muy importante a partir de los años

noventa del siglo XX, teniendo en cuenta su contribución al mantenimiento de un orden público efectivo en la

sociedad cubana. Entre los mecanismos subjetivos reguladores más significativos han estado: la ideología

humanista revolucionaria; la cosmovisión emancipadora e inclusiva; los valores, principios y normas morales

que conforman el código moral socialista; los intereses populares; los métodos de autorregulación moral como

la autocensura, autocrítica, autodisciplina, autopersuasión.44 Se destacan estos porque han servido de soporte

a otros que no tienen su connotación debido a que se han ajustado más a la esfera de la vida privada.

Aunque estos mecanismos subjetivos han tributado de manera significativa al proceso regulador de la

conducta desde un punto de vista individual y colectivo en la sociedad cubana, sobre todo a partir de los años

noventa del siglo XX, el análisis sobre el contenido esencial del sistema de regulación moral se centra en los

mecanismos objetivos siguientes: el código moral socialista, las tradiciones patriótico-revolucionarias e

histórico-culturales, la educación moral en valores y los métodos objetivos de regulación moral. Esta

selección obedece a que: los primeros han sido abordados de manera amplia por ciencias como la Psicología;

su evaluación científica resulta muy compleja al considerar que los fenómenos de la conciencia son de

evolución lenta, volubles, inestables y su eficacia práctica se mide de un modo mucho menos exacto en

comparación con los de tipo objetivo. También porque los segundos, han tenido un impacto regulador más

directo dadas las características del contexto estudiado.

A propósito de la relación entre los mecanismos subjetivos y objetivos de regulación moral, recalcar su
44 Al respecto, puede profundizarse en Aguilera y Dalés (2020e).

87
interdependencia. Esta se ha manifestado concretamente en la vida cotidiana a través de las distintas formas

de interacción moral. Una muestra de ello se ha apreciado en el vínculo jefe administrativo-subalterno, donde

la conciencia moral ha incidido en la actividad moral reguladora con sus diferentes componentes o

mecanismos reguladores, de conjunto con otros mecanismos de carácter objetivo como: la autoridad moral

que por lo general, ha ejercido el buen ejemplo de quien ha desempeñado el rol de agente regulador; la

sensibilidad y experiencia razonada de las partes; el método(s) objetivo(s) regulador(es) empleado(s); así

como la(s) medida(s) correctora(s) adoptada(s) ante alguna falta cometida. No ha sido un proceso lineal,

ajustándose en correspondencia a las exigencias del momento y las características personológicas de los

involucrados.

Respecto al código moral socialista se destacan dos aspectos fundamentales, el ideal (concepción general)

de sociedad socialista y su materialización real en la actividad práctica. En los epígrafes anteriores se ha hecho

alusión a varios criterios en torno al comunismo y el socialismo, especificando algunas de sus características.

Esto permite no tener que hacer reiteraciones innecesarias, al centrar la atención en la cuestión moral.

El ideal de moralidad socialista en Cuba se ha ido moviendo junto a la concepción y prácticas del socialismo

real cubano, sobre todo a partir de los años noventa del siglo XX (Martínez, 2005; 2013). Son aspectos en

relación dialéctica, con una directa proporcionalidad; significa que el sistema moral incide en el proyecto de

sociedad45 y viceversa. En este sentido, los aciertos en una dirección, son también en la otra, así mismo ocurre

con los desaciertos. Por la desaparición de la URSS comenzó un proceso de cuestionamiento global en torno

al comunismo como sistema socioeconómico viable, trayendo como consecuencia el descrédito y la duda

sobre los fundamentos de la moral comunista, también de la socialista como derivación lógica.

El ideal de sociedad comunista entraba en crisis, no obstante, en el contexto cubano se mantuvieron a grandes

rasgos, sus valores, principios y normas morales como guía elemental de comportamiento (Jiménez, 1996).

Esto fue posible por: la fidelidad de los líderes de la Revolución a la causa del comunismo, la confianza de la

población en estos y en la justeza del régimen social, el apoyo masivo a las decisiones de las autoridades del

45 Respecto al socialismo decía Engels (s.fd.): “La llamada sociedad socialista no es una cosa hecha de una vez y para
siempre, sino que cabe considerarla como todos los demás regímenes históricos, una sociedad en constante cambio y
transformación.” (p. 512)

88
Estado, los análisis críticos realizados en los diferentes escenarios (Martínez, 2005, pp. 97-183). La

contradicción planteada quedaba resuelta en parte, a través de la concepción sobre la transición socialista46.

Por lo que, con preocupación pero sin alarma, se trazaron pautas y tomaron medidas para corregir el rumbo,

aspectos a los que se ha hecho referencia en el epígrafe anterior.

A partir de los años noventa del siglo XX aunque la pertinencia del modelo sociopolítico de la sociedad cubana

era cuestionado, se mantuvo la ideología socialista y con ella, su código moral representativo. Como mismo

proliferaron males, antivalores morales, vicios y tendencias negativas, también, en sentido general, se

materializaron valores morales tales como: la ecuanimidad en momentos de desesperación, valentía,

creatividad, firmeza, justeza, amor, fidelidad, sensibilidad moral, claridad política, pacifismo, laboriosidad,

independentismo, tenacidad, resistencia, perseverancia, confianza, criticismo, colaboracionismo, solidaridad,

internacionalismo. El proceso revolucionario fue validado por el apoyo incondicional de la amplia mayoría de la

población a la dirección política del Estado, lo que se evidenció a través de su participación activa y

comportamiento acorde con esas exigencias morales promovidas.

Estos valores morales se confirmaron, afianzaron y legitimaron en las prácticas sociales cotidianas. Sin

embargo, comenzó a evaluarse la posibilidad de reformularse el contenido teórico-práctico del socialismo

cubano, teniendo en cuenta la persistente presencia de males, insuficiencias y contradicciones sociales de

todo tipo, que constituían un obstáculo para el desarrollo nacional. Por eso y porque la realidad interna del país

debía ajustarse a las condiciones económicas internacionales (Limia, 2003, p. 42), se acordó la actualización

del proyecto social tras el VI Congreso y I Conferencia Nacional del Partido Comunista de Cuba.

Fueron varios años de estudio, análisis y valoraciones sobre la realidad social cubana. Informes anuales se

presentaron ante la Asamblea Nacional del Poder Popular sobre la implementación de los lineamientos de la

política económica y social de la nación, para que luego, en el VII Congreso del Partido Comunista de Cuba se

aprobara la conceptualización del Modelo económico y social cubano de desarrollo socialista, así como el Plan

nacional de desarrollo económico y social hasta 2030: propuesta de visión de la nación, ejes y sectores

46 Para Marx (2000): “Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista media el período de la transformación
revolucionaria de la primera en la segunda. A este período corresponde también un período político de transición” (p. 49)

89
estratégicos. Sus bases fueron recogidas en el anteproyecto constitucional, refrendado posteriormente por el

voto popular como Proyecto de Constitución de la República de Cuba (2019). En este documento se reafirma

el ideal de sociedad socialista al que se aspira, de conjunto con los valores y principios morales a los que

jamás se renunciarán, devenidos en normativa general que regula el sistema de relaciones morales.

Documento jurídico en el que se establece la propiedad privada y el mercado como elementos constitutivos del

sistema socioeconómico cubano, aspectos novedosos respecto a la constitución anterior. Con la formalización

del sector privado, se presentan a la sociedad cubana un conjunto de valores y principios morales distintos a

los promovidos tradicionalmente con el código moral socialista, los que desde algunos años atrás pujaban por

establecerse, como la eficacia, competitividad, emprendimiento, rentabilidad. Se introduce así la posibilidad de

que puedan legitimarse antivalores morales como consecuencia de prácticas individualistas, egoístas y

explotadoras, lo que contraviene la esencia del ideal de la moral comunista, no así de la socialista, pues este

proceso de actualización lo que ha hecho es remarcar el carácter contradictorio que caracteriza a la moralidad

en este período.

Eso implica según González ((s.f.), p. 2) el desarrollo de un nuevo tipo de sociedad, mucho más heterogénea,

abierta e inclusiva. Para lograrlo es fundamental: aplicar de manera renovada y creativa los instrumentos

teóricos; tomar las lecciones que se deriven del proceso de globalización, y aplicarlas creadoramente a una

transición que combine participación, solidaridad, democracia, justicia social, independencia económica y

política en la organización de un socialismo sostenible; insertarse en el mercado internacional del

neoliberalismo globalizado; la consideración de una amplia variedad de opciones; el reconocimiento de que

construcción del socialismo supone deficiencias, equivocaciones y desaciertos (González, (s.f.), pp. 4-5). Más

que por obligación, por necesidad se ha tenido que incluir en el código moral socialista un conjunto distinto de

valores, principios y normas morales, realidad para la que deberá prepararse la población.

En la Constitución de la República de Cuba (2019), también se reafirman un conjunto de valores y principios

morales tradicionales como parte del código moral socialista cubano. Desde su preámbulo estos se declaran

aunque no se definen, como tampoco se delimitan sus contenidos, coherente, si se considera que es un

90
documento jurídico y no un tratado ético-filosófico. En sus páginas puede apreciarse más que leyes o normas

jurídicas organizadas por títulos, capítulos y artículos, un hilo conductor, unidad en sus argumentos, una lógica

narrativa que tiene por base la cubanía, lo cubano como sentimiento y realidad histórico-concreta. En esta se

plasman tanto los requerimientos indispensables que deben regular la actividad social, como los fundamentos

del ideal socialista, donde la moral es una de sus formas de expresión.

Entre esos valores morales se encuentran: el heroísmo, patriotismo, lucha, soberanía, sacrificio, resistencia y

rebeldía ante las injusticias, ansia de cubanía, conciencia nacional, vanguardismo, magisterio, amistad

fraternal, ayuda, honor, participación, cooperación, internacionalismo proletario, latinoamericanismo,

antimperialismo, responsabilidad, organización. Los principios o máximas morales que se mencionan son:

independentismo o libertad, democracia, justicia social, laboriosidad, dignidad, equidad, igualdad, solidaridad,

bienestar, prosperidad individual y colectiva, humanismo. Se precisan dos pilares fundamentales, los que se

podrían comprender también como principios: la unidad nacional y el Partido Comunista de Cuba como

garantías del orden económico, político y social de la nación. Asimismo, otros argumentos pudieran entenderse

como tal: la defensa de la patria ante cualquier agresión y el sistema socialista irreversible. Al mismo tiempo, se

reconocen algunos males sociales como: el colonialismo, “ocupacionismo”, intervencionismo, imperialismo,

corrupción, desempleo, explotación, traición, discriminación.

Estos valores y principios morales conforman el ideal de moralidad socialista, pero también su particular código

moral, el que implica un tipo de lenguaje y prácticas de obligatorio cumplimiento, reconocidas, compartidas,

refrendadas públicamente, posicionando ese estilo de vida como el más aceptable. Por eso es posible disentir

en cuanto a múltiples cuestiones morales menos significativas, no así con respecto a las antes señaladas. De

ahí que la actualidad de este contrato social establecido por medio de la Constitución, dote a las medidas

morales que de él luego se derivarán, de una alta funcionalidad operativa. Resulta evidente que es un

documento esencialmente jurídico, pero en él se establecen los requerimientos morales fundamentales del

sistema de regulación moral cubano.

No obstante a ese ideal general de moralidad socialista (paradigma formal/oficial), cada persona elabora su

91
propia representación sobre el mismo, internalizándolo y externalizándolo de diversas maneras, incluso, puede

desarrollar uno contrario. Por lo tanto, este puede ajustarse o no a esos lineamientos establecidos. Ello

conduce a un inevitable pluralismo de opciones morales que no puede negarse o suprimirse, de ahí su

necesaria aceptación como condición indispensable para la convivencia civilizada, lo que no invalida la

posibilidad a la limitación restrictiva de conductas amenazadoras del orden público. Padura (2019) lo

argumenta a través de su análisis de la política cultural nacional.

Una no despreciable parte de la población votó contra la aprobación de la Constitución (Diomeadios, Carmona

y Pérez, 2019), lo que demuestra inconformidad, desacuerdo u oposición con respecto a los fundamentos del

nuevo código moral socialista promovido. Por eso no puede hablarse de una total unanimidad, lo que

presupone contradicciones, desobediencia, rebeldía, resistencia, desacato, falta de concordancia entre lo que

se piensa y se dice, entre el discurso y las acciones (doble moral). En ese sentido, se estima que el

pensamiento discrepante no ha sido percibido como una amenaza significativa al predomino del poder estatal

(popular), a diferencia de los actos que en correspondencia pudieran generase, porque se dirigirían a provocar

cambios radicales indeseados en relación al orden sociopolítico establecido. En contraste, las acciones que

conducen a transformaciones sociales menos sustantivas son permitidas como parte de la profundización del

proceso revolucionario.

Lo anterior reafirma el carácter contradictorio del ideal y práctica de la moral socialista. Mientras por un lado,

como tendencia general, se ha apreciado correspondencia entre las acciones morales realizadas y el código

moral dominante, por otro, al mismo tiempo, se ha percibido la perseverante manifestación de antivalores

morales, tendencias negativas y males sociales que han contravenido la influencia de los distintos mecanismos

de regulación moral empleados. En consecuencia, la conducta moral del ser humano, que normalmente oscila

entre el bien y el mal, evidenció una dinamización mayor del vínculo virtud-vicio como realidad frecuente.

Esa complejidad demuestra que la materialización o escenificación real de la moral socialista y con ella de su

código moral resulta más difícil que compartir ese tipo de ideal, pues en la práctica tienen que expresarse de

forma integrada un conjunto de condiciones subjetivo-objetivas que muchas veces no se concretan. La

92
experiencia ha demostrado lo mucho que falta por hacer en relación al desarrollo de un alto sentido de

pertenencia respecto a la propiedad social; la eliminación en cualquiera de sus formas del uso de la fuerza

sobre el ser humano y la efectividad permanente de las intervenciones de los agentes reguladores. Tocante a

esto último, cuando las acciones morales reguladoras han sido deficientes, entonces el aparato coercitivo-

represivo del Estado ha tenido que desempeñar un rol regulador más activo enfrentando la conducta moral

desviada.

Las normas morales han constituido un aspecto concreto, por lo tanto práctico, del código moral socialista en la

sociedad cubana, entre ellas pueden destacarse: la obediencia y respeto a cualquier forma de autoridad, en

caso de ser un individuo teniendo en cuenta su ejemplo personal; cumplimiento de las obligaciones morales

contraídas; aplicación invariable de un régimen moral disciplinario, flexible, no maligno, sistemático;

permanente resistencia ante antivalores morales, tendencias negativas, males sociales y vicios; coherencia

entre la conciencia moral revolucionaria, socialista, cívica y la actividad moral realizada; actuación consciente,

responsable, activa, creativa, cooperativa, eficiente en las relaciones laborales. Son lineamientos con los que

se debe cumplir, infiriéndose de ello además, lo que las personas no deben hacer, lo que confirma su carácter

permisivo-prohibitivo.

En relación a las tradiciones patriótico-revolucionarias e histórico-culturales, disímiles personalidades se

han referido desde diferentes perspectivas a esta cuestión. Como parte de la cultura, no es un mecanismo

absolutamente externo, pues se relaciona con componentes subjetivos reguladores, entre ellos la valoración

moral. El siguiente análisis parte de subdividir su contenido teniendo en cuenta tres aspectos esenciales: la

histórica lucha revolucionaria, las tradiciones culturales más significativas y la síntesis de la herencia o

legado realizado por lo mejor del pensamiento ético cubano de los siglos XIX y XX.

Teniendo en cuenta el criterio de diferentes autores como De la Torre (2003, pp. 189-191), Ferrater (1964b, p.

232), Malinowski (1975, pp. 85-86) y Mockus (2002, p.31) se afirma que la tradición es un tipo de práctica

cultural relevante, donde se resalta el carácter o cualidad del sujeto, objeto y su relación, determinando la

necesidad de su perdurabilidad a partir del sentido de su utilidad y funcionalidad en el presente, pero también

93
para el futuro, por lo tanto, trasciende el marco de su contexto histórico-concreto manteniendo su validez

original, aunque en lo sucesivo esta pueda ser enriquecida. Sobre esa base se definen valores, principios y

normas morales esenciales, se establecen los elementos dignos de orgullo, así como de desprecio, se asienta

la identidad moral colectiva. Este tipo de contenido ha regulado las relaciones morales.

Sobre esa base, se destaca lo más relevante de las herencias recibidas a lo largo de la historia de la nación y

que forman parte del núcleo o fuente esencial del sistema de regulación moral cubano a partir de los años

noventa del siglo XX. Respecto a las tradiciones patriótico-revolucionarias, resaltar el sacrificio realizado

por muchas generaciones de cubanos con un único propósito, ser libres de toda forma de explotación,

alcanzar la independencia, autodeterminación y soberanía nacional, usurpada primero por el imperio español,

después por el estadounidense. Más de cuatro siglos de lucha revolucionaria aportaron un código moral

humanista-revolucionario, que fundido con la moralidad socialista distingue al sistema ético-político cubano.

Este hecho justifica la especificidad y autenticidad del modelo de socialismo implementado en Cuba, articulado

con valores, principios y normas morales heredados de los campos de batalla, la sangre derramada, los

desaparecidos o asesinados por los regímenes dictatoriales. Algunos de esos valores morales son: el espíritu

de sacrificio, libertad, unidad, patriotismo, justicia social, dignidad, lealtad, antirracismo, antiesclavismo,

independentismo, resistencia ante toda forma de explotación, valentía, arrojo, honor, virtud, causa común con

los oprimidos (sensibilidad ante el dolor ajeno). Con una norma moral fundamental: ante la imposibilidad de

alcanzar por vía pacífica y política los objetivos supremos, entonces no queda otra salida que recurrir a la lucha

armada (Maceo, 1998, p. 241).

Tras el triunfo revolucionario del primero de enero de 1959, ese legado se acentuará en la sociedad cubana. A

partir los años noventa del siglo XX adquiere una connotación distinta, pues por un lado se trataba de la

subsistencia del socialismo ante las acciones de subversión crecientes del imperialismo estadounidense y por

otro, de enfrentar los efectos indeseados derivados de la crisis económica. Esto condujo a una dinamización

superior del método de trabajo político-ideológico y la educación moral sustentados en esos valores morales

heredados, pues no se consideraba como opción la rendición, lo que significaba volver al capitalismo.

94
Ese legado revolucionario también forma parte de las tradiciones culturales más significativas de la nación,

pero no es el único elemento. Se compone además por hábitos, prácticas, manifestaciones artísticas

(estéticas), lenguaje, objetos materiales, creaciones, aportes de emigrantes. En este sentido, también hay

mucho que agregar, la cultura cubana es un proceso en desarrollo que comienza con el modo de vivir de los

primeros habitantes de la isla y no concluye en la actualidad. Si hay algo dinámico, enriquecido, contradictorio,

complejo, integrado, es el contenido cultural en su devenir, por ese motivo, determinar todos los elementos

importantes que identifican lo cubano como sello específico es una tarea muy difícil de realizar en las páginas

de esta tesis doctoral; sin embargo, sí es posible resaltar algunos aspectos trascendentes.

Varios autores han realizado significativas contribuciones teóricas en relación a la cultura cubana (Almazán del

Olmo y Serra, 2006; Capó e Hidalgo, 2005; Guanche, 2020; Hart, 2003; Navarro, 1986, Ubieta, 2009, pp. 39-

46 y Valdés, 2007). Se han referido a múltiples temas, desde las características de las formas de ocio, el modo

de producción, los instrumentos de trabajo, el choteo, la arquitectura, las obras de artes plásticas, hasta el

sentido de lo cubano y sus manifestaciones. De ellos, destacar a quien pudiera considerarse uno de sus

estudiosos más importantes, con más de cien títulos entre libros y folletos, Fernando Ortiz Fernández.

Este autor introduce varios análisis teóricos y enfoques sobre la cultura inéditos, como el de la

“transculturación”. Define conceptos tales como: cubano, cubanidad, cubanía, precisando los elementos

heterogéneos que forman parte de ese conglomerado de procesos complejos en formación, desintegrativos e

integrativos. Aunque reconoce la influencia cultural foránea en la cubana, establece factores específicos que

modelan el sentido de lo nacional, con un lenguaje coloquial pero al mismo tiempo científico (Ortiz, 2005b, pp.

45-49). Apuntó que:

No basta para la cubanidad integral tener en Cuba la cuna, la nación, la vida y el porte; aún falta

tener la conciencia. La cubanidad plena no consiste meramente en ser cubano por cualesquiera de

las contingencias ambientales que han rodeado la personalidad individual y le han forjado sus

condiciones; son precisas también la conciencia de ser cubano y la voluntad de quererlo ser. (Ortiz,

2005b, p. 46)

95
Sus criterios sintetizan el significado de lo cubano47. Aunque para Ortiz no es un concepto de fácil definición,

considera un grupo de factores que pueden ayudar a comprender su verdadero sentido. Entiende que es una

cualidad cultural marcada por la espiritualidad (sentimientos, ideas, valores, intereses), lo material

(involucrando técnicas, las circunstancias de la vida, instrumentos, artefactos, alimentos) y su relación, donde

la actividad humana constituye el componente mediador por excelencia. Es la expresión más genuina de lo

cubano y viceversa.

Aunque la sociedad y cultura cubanas han cambiado de forma considerable desde que este etnólogo realizara

sus estudios, sus resultados continúan teniendo plena vigencia, pues constituyen una pauta científico-

metodológica y cultural válida para entender el carácter de lo nacional entre lo universal. Destacar en sus obras

el uso de algunas variables analíticas útiles para la reflexión en torno a este mecanismo objetivo de regulación

moral, como el lenguaje, los instrumentos y las comidas. Estas sirven de referente para evaluar a partir de los

años noventa del siglo XX, el sentido regulador de algunos factores culturales heredados.

El lenguaje es uno de ellos, si bien han variado las frases, sus modos y modas, se ha mantenido la jocosidad o

picaresca, los dicharachos y humorismos en el habla popular como condición identitaria indispensable de lo

cubano: “el que no tiene de Congo, tiene de Carabalí”; “la frescura de la lengua, siempre la pagan los dientes”;

“espera que me ponga en fase”; “todo el que quiera salud con las manos pa el cielo”; “te cojo a la larga o a la

corta”.48 Su expresión moral reguladora se aprecia de manera cotidiana a través de la relación estrecha que

existe entre este tipo de expresiones verbales y la manifestación de acciones morales en consecuencia,

incorporándose a los códigos morales particulares estas especificidades empleadas unas veces como valores

y otras como normas de comportamiento. Acontece que muchos individuos emplean estos parlamentos no

sólo como instrumento de autorregulación moral, sino también para la regulación moral externa en su sistema

de relaciones sociales, condicionando la conducta ajena desde el discurso.

Por otro lado los instrumentos, entendidos desde una óptica general, han ido cambiando, diversificando,

automatizando y adaptando a las nuevas condiciones de la realidad social cubana en su devenir. No obstante,

47 Alrespecto, abunda en textos como La decadencia cubana, Alianza cubana por un mundo libre y La crisis política cubana.
Sus causas y remedios.
48 Son algunos estribillos musicales utilizados por el grupo reguetonero nacional Los cuatro.

96
el uso de las manos como utensilios para la alimentación, continúa empleándose, trasmitiéndose ese hábito de

generación en generación, en un marco donde por el desarrollo científico-tecnológico e industrial estas se

liberan cada vez más. Son insustituibles para agarrar la carne de pollo y desmenuzar la masa del pescado de

sus espinas.

Referente a las comidas (las viandas, el ajiaco o caldosa, el congrí, las ensaladas de vegetales, el cerdo asado

en vísperas de fin de año), precisar que son una muestra inequívoca de herencia cultural. Independientemente

de la crisis económica de los años noventa del siglo XX, muchos de los alimentos típicos y rituales culinarios

continuaron formando parte de la vida cotidiana de los cubanos (Rodríguez, 2017, pp. 5-24; González,

Lobaina, García y Arcis, 2017, pp. 58-71 y Feliú, 2017, pp. 121-129). No obstante, una importante cantidad de

personas entre la población, sobre todo en determinadas comunidades religiosas, no asimilaron la morcilla

(sangre animal cocida) y la carne de cerdo como parte de sus prácticas habituales.

Esto demuestra la influencia moral reguladora que algunas tradiciones histórico-culturales han tenido. Los

comportamientos se han regulado en función de cumplir con determinados requerimientos o estándares

culturales exigidos, instándose al uso correcto del lenguaje, instrumentos, ingredientes y hábitos alimentarios,

condenándose o reprimiéndose al mismo tiempo, lo que se ha considerado desajustado según esos patrones

establecidos. De manera que, los padres no sólo recomiendan a sus hijos cómo es mejor emplear un lápiz,

una prenda de vestir o degustar una fruta, además les imponen habitualmente lo que no deben hacer sobre la

base de sus experiencias.

Otro aspecto importante que forma parte de las tradiciones patriótico-revolucionarias e histórico-culturales es el

pensamiento ético cubano de los siglos XIX y XX. Heredero de épocas anteriores, se destaca porque sobre

la base de sus aportaciones se conforma y desarrolla la nacionalidad cubana. Múltiples son los referentes de

los que se pudiera partir para el tratamiento teórico de este tema, filosófico, pedagógico, literario, poético,

periodístico, caricaturístico, cinematográfico, político. Desde su especificidad se ha contribuido a la

sistematización de concepciones morales auténticamente genuinas.

Partiendo de una posición crítica este ha analizado la distinción entre ética y moral; los fundamentos éticos del

97
pensamiento cubano; las condiciones materiales de existencia; el sentido de la vida; el ideal y conciencia

morales; las características de la actividad moral; la elección moral; los principios o máximas morales; las

normas morales; los antivalores morales, tendencias negativas, males sociales y vicios; las propuestas para

encausar el mejoramiento humano. La característica esencial de la postura moral que proponen es el

humanismo, que condujo al desarrollo de un alto sentido de la justicia, compromiso con las causas nobles de la

humanidad y la transformación social.49

De ellos destacar a quien fuera el sintetizador, facilitador y realizador de esa amplia herencia cultural recibida,

el líder del movimiento revolucionario rebelde que derrocara al dictador Fulgencio Batista en 1959: Fidel Castro

Ruz. Político y militar, pero con un pensamiento ético-filosófico amplio. Sintetizar sus concepciones morales

resulta una tarea difícil por su fructífera y prolongada actividad revolucionaria. No obstante, se pueden

precisarse algunas ideas.

Fue conocedor de los principales planteamientos éticos de muchos de los pensadores que le antecedieron.

Fiel defensor del legado martiano, de la tradición nacional de lucha humanista-revolucionaria, patriótica,

independentista, antidiscriminatoria, marxista-leninista, antimperialista y latinoamericanista. Exhibió una

conducta moral recta que le valió de prestigio y reconocimiento a nivel internacional. Contaba con muchos

amigos y aliados, así como de enemigos poderosos que intentaron su eliminación física, por lo que en

reiteradas declaraciones a la prensa manifestó estar protegido por un chaleco moral.

Sus aportes a la construcción social del sistema de regulación moral cubano, pueden apreciarse con plena

claridad en su obra revolucionaria, documentos históricos, discursos, reflexiones, conversatorios, audiovisuales

y entrevistas públicas, donde se evidencia el alto valor de su carácter moral. Uno de sus discursos

trascendentales fue Palabras a los intelectuales en junio de 1961, donde expuso un conjunto de pautas

importantes que sirvieron de guía o normativa moral en el proceso de desarrollo cultural de la nación. Aboga

49 Estas personalidades profundizaron en todos los aspectos señalados, tributando sus estudios al desarrollo de una
conciencia social libertaria y transformadora: Varela y Morales (2001, pp. 10-11); De la Luz y Caballero (1916; 1962; De la
Luz y Caballero y otros, 1948, pp. 42-48, 74-75 y 182-191); Heredia (1916; 1943, pp. 9-13 y 35-37); Vitier (1948a; 1948b;
1937); Marinello (1940; 1973, pp. 27-30 y 68-167); Mañach (1925, pp. 7-9; 1955); Vitier (2006); Miranda (1999, pp. 38-50);
Torres-Cuevas (2001, pp. I-XLIV) / Mella (1975); Martínez (1978a, pp. 102-112; 1978b, pp. 7-46); Guevara (2007) y Hart
(2003; 2009).

98
por la libertad de expresión y de creación artística; sin embargo, establece algunos límites entre los que se

encontraban, la no subestimación del otro, el respeto a lo diferente y la salvaguarda de los intereses del

pueblo, que son los de la Revolución, bajo la máxima moral: “Ser revolucionario es también una actitud ante la

vida” (Castro, 1961).

En torno a su concepto de Revolución, se considera que resume magistralmente sus concepciones morales y

define el núcleo ideológico esencial que ha sustentado el sistema de regulación moral cubano desde el triunfo

revolucionario en enero de 1959. Señala un conjunto de valores y principios morales que han sido refrendados

por la población cubana a lo largo de todo el proceso revolucionario a partir de 1959, adquiriendo una particular

significación durante el período especial, porque indicaron el rumbo correcto del sistema de regulación moral

cubano en momentos de incertidumbre (Castro, 2000).

También, alertó sobre la depredación del medio ambiente por el ser humano y la amenaza que esto

representaba para su existencia. Por ese motivo promovió cambios en las políticas globales de desarrollo y

consumo, sin lo que no se avanzaría demasiado (Castro, 1992). Siendo fiel a sus ideas, las transformaciones

comenzaron por el país con la Revolución Energética50 y la introducción de tecnologías ecológicas. Al mismo

tiempo, estimuló el fomento de una conciencia del ahorro, así como el aprovechamiento de la luz solar durante

la jornada laboral.

Mantuvo una preocupación permanente por la satisfacción de las necesidades de la población, influyendo

directamente sobre el perfeccionamiento del sistema educativo cubano, la salud pública, los planes

constructivos de viviendas, infraestructuras para la ciudadanía, la defensa y seguridad nacionales, la

producción de alimentos, el desarrollo científico-técnico, la recreación sana. Incentivó el afianzamiento del

código moral socialista cubano y una cultura revolucionaria de la conducta. En ese sentido, insistió en la

fidelidad al ideal comunista y a las tradiciones nacionales de lucha; la unidad de todo el pueblo; el diálogo ante

los problemas agudos de la sociedad; la práctica sistemática de la verdad, valentía, discreción, sensibilidad

humana ente las dificultades y el dolor ajenos; el buen ejemplo moral; el ejercicio de la solidaridad,

50En 2005 el Comandante en Jefe Fidel Castro proclamó el comienzo de la Revolución Energética. Un proceso complejo
que incluyó un conjunto amplio de mediadas dirigidas al ahorro, ampliar las capacidades internas de respuesta ante una
posible crisis externa y multiplicar la generación eléctrica (Castro, 2006; Seifried, 2013).

99
internacionalismo, cooperación recíproca; la confianza en la juventud revolucionaria continuadora del proyecto

revolucionario liderado por él; la oposición y lucha contra el capitalismo en su versión más reaccionaria, el

imperialismo (Aguilera y Dalés, 2018, pp. 206-218).

Otro de los mecanismos principales del sistema de regulación moral es la educación moral en valores. Al

respecto, se han abordado algunos criterios en epígrafes anteriores, sin embargo, es necesario realizar

algunas acotaciones. Desde el comienzo del proceso revolucionario a partir de 1959, el sistema educativo

cubano se sustentará en una teoría y praxis morales distintas a las de épocas anteriores, presentando

elementos que evidencian continuidad, pero sobre todo ruptura, entre ellos, el carácter gratuito, popular e

inclusivo sin distinciones de la educación.

La educación moral cubana como proceso ha sido “multisistémica” porque se ha nutrido de cuanta

manifestación social se ha considerado oportuna, incidiendo en todos los ámbitos de la vida cotidiana. Su

heterogeneidad ha obedecido a las condiciones subjetivo-objetivas específicas de los distintos contextos

histórico-concretos donde se ha desarrollado. Sin embargo, posee un fundamento moral invariable que ha

guiado en todo momento la práctica educativa: el tradicional humanismo-revolucionario. Este además de

constituir una directriz teórica básica, un referente para la organización del trabajo docente-metodológico, ha

sido el soporte educativo principal de la autorregulación moral y regulación moral externa.

La estrategia principal de la educación moral ha sido inculcar principios y valores morales, sobre todo

socialistas. Para ello se ha empleado el entorno familiar, el docente educativo, la superación político-ideológica

y técnico-científico-profesional, el uso de los medios audiovisuales, televisivos, prensa escrita, radial y digital, la

capacitación al sector empresarial y privado. La impartición de su contenido ha sido dosificada tenido en

cuenta los distintos niveles de desarrollo de la personalidad, los objetivos formativos por etapas, las

particularidades del ambiente educacional y sus condiciones materiales, los medios, métodos, técnicas y

procedimientos más adecuados.

Con el período especial esta educación moral en valores socialistas se sobredimensiona atendiendo a la

denominada crisis del sistema moral cubano. Los investigadores y autoridades sustentaron sus propuestas de

100
solución en un conjunto de estrategias educativas basadas en tres principios esenciales, anteriormente

mencionados: la formación integral en valores, el trabajo político-ideológico y las acciones concretas en

defensa de las conquistas de la Revolución. Su interrelación práctica implicó el empleo más diversificado de

exigencias morales en constante actualización.

Por la globalización estos contenidos morales se fueron fusionando con otros foráneos51. Son objetivos macro

sociales y universales de aceptación global mayoritaria que condicionan la realidad social nacional, imponiendo

desde sus argumentos determinadas prácticas en ese sentido. Mientras el régimen social y el sistema de

regulación moral más se circunscriban a esas exigencias externas, se evalúan como pertinentes, en caso de

suceder lo opuesto, se emiten alertas que indican ajustes inmediatos en estos ámbitos. Las prescripciones

morales derivadas no son de obligatorio cumplimiento, pero sí ejercen una presión considerable sobre el

funcionamiento de las relaciones morales.

El escenario de educación moral en la familia y los medios de comunicación masiva se ha planteado más

flexible que el de los centros educacionales, regidos por lineamientos ministeriales, devenidos en normativas

de obligatorio cumplimiento. Ha resultado frecuente que en el ámbito familiar y mediático surjan posturas

morales divergentes en relación al contenido del sistema de regulación moral en su sentido generalizador. En

determinadas familias religiosas donde sus miembros son Testigos de Jehová, algunos padres han prohibido a

sus hijos el uso de atributos pioneriles. Por otro lado, en los medios de comunicación masivos desde

posiciones crítico-reflexivas y valorativas cuestionadoras, de manera creativa, sutil y hasta artística en

ocasiones, se reproducen significados morales distintos a los establecidos, empleándose recursos como la

ironía, los dobles sentidos, los absurdos, las metáforas.52

Independientemente del pluralismo y flexibilidad que han caracterizado a la educación moral cubana, el

humanismo-revolucionario ha prevalecido como fundamento de la misma y eje estratégico de funcionamiento

51 Convención Internacional de los Derechos Humanos y más recientemente, la Agenda 2030 de la Organización de
Naciones Unidas (ONU). Al respecto puede profundizarse en: Blengio y Cagnoni (2010) y Naciones Unidas (2018). Son
textos donde se aprecia parte del contenido moral que emplea el sistema educacional cubano con el propósito de incentivar
cambios positivos en la sociedad.
52 La obra cinematográfica Fresa y Chocolate es un ejemplo. En ella se promueve la amistad entre individuos con una

orientación sexual distinta, un tabú para la sociedad cubana de la década del noventa del siglo XX. Película dirigida por
Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío en 1993, realizada en coproducción España-México. Está basada en el cuento El
lobo, el bosque y el hombre nuevo, del escritor cubano Senel Paz, autor también del guión cinematográfico.

101
del sistema de regulación moral. Este se ha impuesto a través de las instituciones del estado; no obstante,

también se ha asumido por conciencia, recibiendo la aprobación general de la población teniendo en cuenta

que sobre esa base, se ha propuesto la formación de un individuo mejor, capaz de transformar el mundo. En

esa dirección, el concepto de hombre nuevo (Guevara, 2015) se ha utilizado como un recurso teórico clave

que ha orientado las acciones morales educativas en función de fortalecer el desarrollo de la espiritualidad.

La educación moral cubana ha incorporado múltiples resultados investigativos multidisciplinarios, siendo su

núcleo teórico distintivo el tratamiento a los valores morales. Ha impulsado acciones que contribuyen a

contrarrestar comportamientos morales inadecuados, así como ha enseñado a educar (pedagogía),

entendiendo que el buen ejemplo personal del maestro es la principal fuente educativa del discípulo. Un buen

docente representa una garantía de éxito en el proceso formativo. En esta dinámica, aprender y desaprender

múltiples saberes no es suficiente, es necesario además conducirse siempre lo mejor posible. En tal sentido,

aún falta mucho por hacer, pues en las aulas cubanas hay una gran cantidad de instructores que no pueden

considerarse maestros.

Además de las acciones mencionadas, se han desarrollado otras como talleres e intercambios comunitarios, la

capacitación a líderes sociales, asesoramientos a facilitadores y dirigentes, reuniones de coordinación; no

obstante, aún persisten las conductas indeseadas, indicando que lo realizado es insuficiente (López, 2012, pp.

262-264). No puede negarse que existen deficiencias en el sistema educacional cubano, lo que ha generado

críticas, pero eso no puede servir de justificación para responsabilizar a las instituciones educativas del fracaso

formativo en algunos casos muy puntuales, culpando a maestros y autoridades del medio escolar. Ante ello

precisar, que el escenario familiar constituye el más importante espacio de socialización, por lo que resulta

necesario un mayor protagonismo de sus miembros en ese proceso de educación moral.

Asimismo es importante superar deficiencias como la asistematicidad de los docentes en el seguimiento a

casos particulares sensibles de tratamiento personalizado, así como el estímulo inadecuado al buen

comportamiento. Por otro lado, es vital una mayor integración entre los actores sociales implicados en ese

proceso formativo, además del empleo de procedimientos que incentiven más la participación y el desarrollo

102
de las capacidades de respuesta ante situaciones sociales indeseadas. Aunque se han realizado esfuerzos

para ejercer una influencia positiva de manera planificada y organizada desde la docencia, en la regulación

moral continúa prevaleciendo la espontaneidad, aspecto que debe modificarse si se pretenden resultados más

efectivos.

Finalmente, los métodos objetivos de regulación moral también han contribuido a regular la conducta en la

sociedad socialista cubana a partir de los años noventa del siglo XX. De todos ellos se desarrollan

esencialmente cuatro atendiendo a los criterios de selección precisados en el primer capítulo de esta tesis

doctoral: la exigencia, valoración (evaluación o reflexión), persuasión (convencimiento) y crítica

(cuestionamientos, censura, señalamientos). En esta dirección existen carencias investigativas, de lo que se

deduce la necesidad de la multiplicación de estudios al respecto. Asimismo se aprecian dificultades en su

implementación como consecuencia de que prevalece la espontaneidad o costumbre y no la intencionalidad,

idea que no niega su empleo sistemático en la cotidianidad.

A partir de los años noventa del siglo XX todos los métodos objetivos de regulación moral contribuyeron a

corregir en el presente o evitar en el futuro conductas indeseadas, aunque muchas veces no tuvieron éxito en

ese empeño. Etapa en la que adquieren mayor connotación por la agudización de la crisis moral con el período

especial. La intensificación de conductas conflictivas y contradictorias devino en el aumento moderado de su

uso, entre ellos, se ha destacado la significación práctica de las exigencias morales (Castro, 2013).

Las exigencias morales son un tipo específico de exigencia social (intereses, necesidades).53 Implica la

acción reguladora de reclamar (verbal o gestual) el cumplimiento de algún deber(es) o derecho(s) ante su falta.

Muestra la inconformidad del agente regulador con un determinado proceder ajeno. Se distingue de la

autoexigencia moral, en tanto trasciende el marco individual, personal para incidir en el ámbito colectivo y

externo (Hart, 1961; Muñoz, 2015, p. 178; Pérez, 2010, p. 60 y Vygotsky, 1931, p. 56).

Si fue significativa entonces la aplicación rigurosa invariable de estas exigencias morales por las crecientes

anomalías en las relaciones morales cotidianas, más trascendental fue su necesaria flexibilización o

53Entre las exigencias sociales se encuentran: altas exigencias (elevados requisitos o estándares), exigencias normativas
(obligaciones), exigencias de la acción (motivos), exigencias artificiales (seudoexigencias, virtuales o digitales), exigencias
de credibilidad (argumentación o evidencia), exigencias de aptitud (cualidades humanas).

103
moderación para no provocar el efecto inverso al deseado. Como consecuencia se asumieron posturas

rígidas, pero también permisivas o abiertas. Esto trajo consigo que en determinados espacios se agudizaran

las tensiones y conflictos, mientras que en otros, se relajara de forma inadecuada la disciplina, el control,

siendo caldo de cultivo para la manifestación de tendencias negativas. A esto, adicionarle la autoridad moral

cuestionada de muchos agentes reguladores por conductas morales inapropiadas.

Según Carreño (2014, p. 178), las exigencias morales son conflictivas y deben adaptarse a los nuevos

requerimientos. Mientras Pérez (2010, p. 60) esboza que su efectividad como método regulador, por lo

general, depende de la autoridad que confiere el buen ejemplo moral, la conducta moral virtuosa. Sus criterios

son asumidos, de manera que cualquier individuo o grupo estará en mejores condiciones de hacer cumplir su

voluntad, deseos o intereses, de imponerles a otros su perspectiva, cuando por su influencia positiva los

sujetos sensibles de regulación moral encuentran racionalmente justificado y justo conducirse de acuerdo a

esas directrices. Muchas veces ocurrió lo contrario al fallar la conexión entre los distintos mecanismos morales

reguladores.

Por el elevado cuestionamiento al uso de este método regulador por considerarse coercitivo e impositivo, se

diseñaron cursos de superación para líderes sociales que ampliaron sus capacidades de gestión pública a

través de incentivarles a la promoción del debate discrepante y la tolerancia ante la diversidad de criterios.

Aunque las acciones realizadas han sido insuficientes, esto contribuyó paulatinamente al mejoramiento de las

relaciones morales conflictivas. Por ese motivo, autoridades del gobierno se han referido a la importancia de

continuar perfeccionando el ejercicio de la exigencia moral, lo que implicará establecer protocolos de

intervención con el propósito de evitar que los agentes reguladores no erren por exceso o defecto.

Muñoz (2015, p. 178) declara que la adecuación de una acción moral a las “exigencias de la pauta normativa”

se efectúa sobre la base de argumentos razonables. Son criterios que se sustentan en juicios morales a partir

de experiencias validadas. Agregar que, aunque en la sociedad cubana se han manifestado actos de

autoritarismo, son cada vez menos frecuentes, porque el sujeto se ha educado para que sea más crítico,

reflexivo y exigente con los demás, pero también consigo mismo. Resulta poco probable persuadirle si antes

104
no está convencido de la pertinencia de obedecer una determinada norma moral. Ha desarrollado un sentido

de la justicia, del compromiso y rebeldía ante lo que valora como ofensivo que mediatiza sus prácticas

cotidianas, aunque en ocasiones se manifiesten en forma distorsionada por conceptos de falsa hombría y

camaradería, mostrando una valentía desfigurada devenida en un antivalor moral.

Como mismo las razones o los argumentos racionales verdaderos, justos y justificados por la experiencia, son

muy importantes para la regulación moral concreta, así también lo es el temor a las consecuencias

perjudiciales derivadas de una acción desacatada ante una orden o mandato directo. Al respecto, se ha

abundado en el capítulo primero de esta tesis doctoral. No obstante, precisar que el miedo como mecanismo

autorregulador no debe ser preponderante aunque pueda ser efectivo en ocasiones, pues la obediencia

adecuada se encuentra mucho más apegada a la convicción moral, es decir, al convencimiento de obedecer

por conciencia o voluntad propia. Por ese motivo, se considera esencial la complementariedad entre razones,

temores y acciones.

En relación a la valoración moral (evaluación o reflexión) en el capítulo anterior de esta tesis doctoral se han

realizado algunas acotaciones. Sin embargo, se precisan algunas ideas como método regulador de la

conducta. Su manifestación pública por medio del lenguaje es lo que concreta su expresión reguladora externa

cuando se dirige a la modificación o no de determinados comportamientos específicos. Se refuerza a partir de

la subjetivación y objetivación de los valores morales en la práctica, ratificándose la necesidad de consolidación

de cualidades morales específicas. A través de la misma el agente regulador hace conocer sus evaluaciones y

reflexiones morales, trasmitiendo una información valiosa que persigue como resultado la obediencia.

Constituye una acción moral reguladora donde por lo general no media el saber científicamente corroborado, lo

que no niega su posible validez. De lo que se deduce que se sustenta mucho más en opiniones y conjeturas.

Se valoran (evalúan, analizan) ventajas-desventajas, satisfacciones-insatisfacciones, realizaciones-

frustraciones, sensaciones, saberes, procesos, hechos, sucesos, cosas, fenómenos, pero sobre todo el

comportamiento humano.

A diferencia de otros métodos de regulación moral, este en particular se ha significado como estrategia

105
educativa esencial e instrumento práctico para enfrentar males, tendencias negativas, antivalores morales y

vicios en la sociedad cubana a partir de los años noventa del siglo XX. Se ha fundamentado en la promoción

de múltiples cualidades específicas establecidas por el movimiento revolucionario en su devenir histórico, como

el antimperialismo. Nuclea las prácticas pedagógicas del sistema educativo del país, utilizándose además, de

manera amplia por individuos, grupos y colectivos diversos como una herramienta útil de intervención moral

reguladora.

Esas cualidades morales han sido refrendadas por una representación mayoritaria de la sociedad, forman

parte del discurso cotidiano e integran el arsenal de sentidos y significaciones de la identidad nacional,

configurándose sobre esa base patrones de comportamiento para todos. Independientemente de las

dificultades y contradicciones existentes, el contenido moral esencial de esa valoración moral lejos de

debilitarse se ha confirmado con el paso del tiempo. La juventud en su amplia mayoría, continuadora de las

tradiciones patriótico-revolucionarias e histórico-culturales nacionales, ha mantenido como núcleo fundamental

de sus aspiraciones la defensa de los principios morales derivados de ese complejo proceso de

transculturación fraguado de generación en generación, sustento del sistema de regulación moral cubano.

La valoración moral se emplea en los espacios públicos más diversos como el hogar, aulas, medios

audiovisuales, reuniones, talleres, coloquios, redes sociales, comedores de centros de trabajo, actividades

recreativas, círculo de amistades. En esos ambientes los criterios han oscilado entre cuestiones particulares y

generales. Ha prevalecido la generalidad no en detrimento de la individualidad, sino como su complemento,

aunque en ocasiones se han manifestado discrepancias, conflictos y contradicciones porque se ha avasallado

el marco de la vida privada.

Perera (2019) ante la proliferación de conductas indeseadas en la sociedad cubana actual, propone una

posición moral proactiva, valiente, firme, ante lo denominado como “desparpajo”. Se coincide con su

planteamiento; sin embargo, la experiencia ha mostrado que ante el temperamento violento de algunos

individuos, inmiscuirse en sus asuntos emitiendo criterios no solicitados o manifestando inconformidad ante lo

mal hecho, podría resultar una conducta riesgosa. Ninguna persona quiere enfrentar problemas considerados

106
como innecesarios si la situación no le afecta directamente, incluso, algunos prefieren no hacer nada aunque

son afectados.

Bajo esas circunstancias ha sido frecuente la manifestación de comportamientos neutrales, indiferentes o

pasivos, lo que ha tributado al desorden público. Esta posición pude calificarse de cobarde o irresponsable

pues no contribuye a la superación de los males; no obstante, ha sido considerada por algunos individuos

como prudente, lo que refleja la presencia de un conflicto moral. Queda claro que la valoración moral debe

ejercerse con tino teniendo en cuenta que puede mal interpretarse y herir susceptibilidades; también porque

hay personas a las que no les gusta que le digan cómo deben o no conducir sus vidas privadas.

Ante determinados actos de violencia, el burocratismo, la insensibilidad humana, la indisciplina social, la

impunidad ante lo mal hecho, la corrupción, resulta necesario “buscarse problemas”. No puede obrarse con

tibieza o timidez, pues de lo contrario se contribuye a la vulneración de derechos humanos, atendiendo a que

por lo general, en este tipo de relaciones de poder, contradictorias o conflictivas, unos actores ganan y otros

pierden necesariamente. En ese marco siempre hay víctimas, las que se encuentran en un estado de

desventaja o sujeción (Sánchez, 2006, pp. 9-26).

En la vida común o popular el individuo dominante ha recibido el sobrenombre despectivo de “cabrón”(a)

indicando el sujeto hábil que se salió con la suya, mientras que el dominado, el de “traga pie”, aquel que acata

u obedece una orden directa. Esto muchas veces ha sido causa de burlas, conflictos y enfrentamientos que

terminan con personas heridas, o en el peor de los casos muertas. No obstante, ante cualquier abuso resulta

fundamental que se tenga un comportamiento moral al menos reflexivo, como primer paso, para luego

transitarse hacia otros más activos independientemente de los posibles perjuicios.

Por otro lado, la persuasión moral (disuasión, diálogo, convencimiento) también constituye un método

objetivo de regulación de la conducta. Según Ferrater (1964b Según, pp. 408-409), los sofistas de la Grecia

antigua enunciaron reglas para la discusión y la retórica. Afirmó que estos priorizaban el convencimiento (fin y

resultados) en detrimento del contenido verdadero de la argumentación. Desde su perspectiva Platón y

Aristóteles se opusieron a esta práctica, aunque no negaron totalmente su inutilidad, al abogar por una

107
persuasión sustentada en la demostración o evidencia verdadera. Precisa además, que este es un proceso

donde debe primar la razón o inteligencia para que cumpla su función.

Según este autor, la persuasión es el modo como se opera cuando se quiere obtener un fin. Es buscar siempre

un buen resultado, constituyendo la convicción personal un primer estadío. Distingue entre "argumentación

persuasiva" y "argumentación convincente". La primera, pretende valer sólo para un auditorio particular, la

segunda, aspira a obtener la adhesión de todo ser racional. Por lo que es comprensible que existan diversos

tipos de persuasión y argumentación persuasiva.

En relación a la persuasión moral, se estima que como método regulador del comportamiento representa un

conjunto de acciones específicas, objetivas, histórico-concretas, socioclasistas, dirigidas a influir sobre la

conciencia humana con respecto a cualquier asunto y condicionar la ejecución de determinada actuación

premeditadamente (intencionada, organizada), en relación a lo que se ha concebido como bueno o malo,

sobre la base del uso del lenguaje o promoción del buen ejemplo moral. Tiene dos formas a través de las que

se manifiesta, la disuasión o incentivo. Por un lado se intenta desmontar tendencias negativas, evitar males,

desalentar la práctica de acciones morales incorrectas; por otro, se estimulan conductas deseables, heroicas,

beneficiosas.

Desde el triunfo revolucionario en enero de 1959 la persuasión se utilizó de forma sistemática en las relaciones

sociales como recurso sociopolítico para el convencimiento, por lo que resulta contradictorio que no haya

recibido un tratamiento teórico amplio como método moral regulador. Se resignifica a partir de los años noventa

del siglo XX debido a su importancia para garantizar la unidad real entre la población y las autoridades

políticas, en momentos donde la agudización de la crisis moral ha amenazado la estabilidad de la sociedad

cubana. La vocación democrática del Estado socialista sobredimensionó el diálogo y el convencimiento

(Romero, 2002, p. 113), evitando el empleo de la coacción, lo que no niega la escenificación de este tipo

específico de práctica cuestionable bajo determinadas circunstancias.

El uso cotidiano de la persuasión como método de regulación moral ha sido más espontáneo que

intencionado, no así en el ámbito político. En 1994 con la crisis de los “balseros” se produjeron hechos

108
violentos en la ciudad de La Habana, las autoridades policiales tenían dificultades para mantener el orden

público, Fidel Castro se personó en el sitio, provocando con su sola presencia un efecto regulador inmediato,

luego se contuvieron los actos de desobediencia social. En varias de sus intervenciones públicas Raúl Castro,

como continuador del legado fidelista, se refirió a la necesidad de enfrentar indisciplinas sociales y otras

tendencias negativas. Durante la Primera Sesión Ordinaria de la VIII Legislatura de la Asamblea Nacional del

Poder Popular en 2013, reconoció la importancia del uso de la persuasión moral con ese propósito (Castro,

2013).

Miguel Díaz Canel, actual presidente de la República de Cuba, en reiteradas ocasiones ha realizado llamados

de atención a las autoridades subordinadas sobre la necesidad de dialogar y convencer con argumentos

claros, veraces, transparentes, señalando además la importancia del buen ejemplo. Pérez (2007, pp.9-10)

comparte su visión. Desde esta perspectiva puede destacarse el vínculo estrecho de la persuasión moral con

el método de trabajo político-ideológico, la que no se restringe exclusivamente al mismo. Si bien se ha utilizado

como instrumento sociopolítico para la conducción o condicionamiento de acciones cada vez más humanistas

y humanizadoras en el marco de la construcción de la sociedad socialista, también se ha empleado para

ajustar conductas en otras direcciones (familiar, laboral, marital), donde ha sido más informal.

En torno a la crítica moral (cuestionamientos, censura, señalamientos) como método regulador externo de la

conducta (Caviglia, 2016, p.3), algunos estudiosos conciben que tiene un doble sentido o significado, uno

positivo y otro negativo (Aguado, 2010, pp. 15-20; Cavarico, 2010, pp.77-78; Caviglia, 2016, p.3;

Karczmarczyk, 2008, pp. 1-6; Remesar, 2014, p. 152 y Romero, 2015, pp.142-162). El primero, se asocia a su

carácter constructivo, aportativo, liberador, superador de dificultades, argumentado, en el orden teórico y

práctico, resumido en un término: revolucionario (Lenin, 1975, p.54). El segundo, por el contrario, refiere

mezquindad, ignorancia, prejuicios, malignidad, antipatía, estancamiento, doble moral en síntesis, con un signo

reaccionario, controversial y muy cuestionado. Los límites o fronteras entre estas se encuentran en el principio

humanista (Navarro, 1986, pp. 336-357).

109
En la medida en que la crítica moral responda al bienestar, crecimiento, perfeccionamiento humano se

encontrará más a la izquierda (no puede utilizar medios perversos para realizar sus fines (Sánchez, 2006, p.

160). Esta se manifiesta de dos modos distintos, en relación al individuo en sí mismo y a los otros, por lo que

tiene una repercusión personal (autocrítica) y colectiva (crítica). Haciendo alusión a la libertad de prensa,

Acosta (2010, p.12) afirma que la peor crítica es la autocensura, pues implica una automordaza y un “cerrar de

ojos” ante determinados temas problemáticos que no permite el cumplimiento de su función social. Es cierto

que puede condicionar negativamente la aparición de contenidos periodísticos necesarios; sin embargo, más

daño hace la crítica manipuladora sustentada en argumentos falsos.

Con respecto a la crítica en general, se manifiestan varias tendencias que poseen una connotación moral, la

“teoría crítica” (fundada por el texto de Max Horkheimer Teoría tradicional y teoría crítica), el criticismo

(tendencia a criticarlo todo, en especial algún tipo de conocimiento) y el hipercriticismo (actitud que afronta el

mundo con una propensión crítica exagerada, casi siempre sin fundamento) (Ferrater, 1964a, p. 368). Los tres

casos expresan inconformidad con respecto a algo o alguien, en tanto, los dos primeros se caracterizan por

presentar posibles soluciones a las problemáticas existentes, la última postura se disocia de este aspecto,

minimizando además cuestiones tan importantes como la forma de criticar y la naturaleza de los argumentos.

La teoría crítica, utiliza el discurso como instrumento de lucha sociopolítica en oposición o resistencia a los

males sociales de la sociedad capitalista (Adorno, 1984 y Fromm, 1964; 2017). Por otro lado, el criticismo

representa la actividad cotidiana sobre la que se asienta una parte de la dirección de los procesos sociales,

conducidos sobre la base de criterios específicos y una jerarquización de prioridades no estática. Se manifiesta

a través de juicios de razón, comunicados en el ámbito de las relaciones sociales particulares y públicas.

Mientras que el hipercriticismo, se comprende como un antivalor moral, una práctica que perjudica el normal

funcionamiento de la sociedad, convirtiéndose muchas veces en un obstáculo para el desarrollo de las

personas.

Algunos autores, plantean que en la sociedad se efectúa una interlocución permanente entre diversas

perspectivas críticas sobre un contexto conflictivo, el que necesita de una interpretación hermenéutica para

110
intentar resolver las contradicciones suscitadas. Implica un esfuerzo significativo para la superación de los

males en la realidad social. Desde estos postulados se reconoce a la crítica como una influencia directa sobre

la acción, cuyo papel resulta fundamental en la conducción de los actos de comprensión y conocimiento de la

perspectiva concreta (Romero, 2015, p. 152).

La crítica moral representa un instrumento indispensable para direccionar la conducta correcta. Evidente

resulta su empleo como un “arma política” efectiva en determinados escenarios sociales, apuntalando

intereses específicos, produciendo en ocasiones malestares a partir de su incidencia negativa (Remesar, 2014,

p. 41), lo que se encuentra determinado, entre otros factores, por la percepción personal. Cuando excede los

límites establecidos por la racionalidad ordinaria, el sentido común, socavando la justicia social, cercenando

libertades elementales, desmotiva, desconfigura escenarios de debate, constituye un freno a la creatividad,

desconecta o aleja al sujeto de su entorno, lo enajena de su realidad, genera la formalidad en el

comportamiento. Por lo que se recomienda su utilización con moderación como método objetivo de regulación

moral.

En Cuba, a partir de los años noventa del siglo XX la crítica moral se manifestó en todas las esferas de la

sociedad como la científica, política, cultural, educacional, religiosa. Las autoridades trataron con suspicacia

este tema por ser un asunto de alta sensibilidad pública (Castro, 2013), no así la población, que no tuvo

reparos en su utilización de forma cotidiana. Los sujetos protagonistas, censores y censurados, representando

estos roles indistintamente en diferentes momentos, pues es inevitable estar en uno u otro lado bajo esta lógica

de interrelación, mostraron que es una herramienta reguladora sistemática, con una incidencia significativa

sobre la corrección del carácter y conducta morales.

En este marco, se expresaron múltiples contradicciones y conflictos a partir del empleo desproporcionado de la

crítica como método de regulación moral, pues no siempre se utilizó con consideración, respeto, justicia,

mediando casi siempre intereses más particulares que grupales o colectivos, por lo general, mezquinos. La

experiencia ha demostrado que muchas veces cuando se ha estado en papel de juez no se evalúan las

acciones ajenas de la misma manera, mostrándose cierta insensibilidad al no reconocerse el agente censor

111
como posible objeto de ese mismo acto regulador. Por regla general, cuando la crítica moral se llevó a cabo a

través de un lenguaje violento, ofensivo y vulgar, se convirtió en un medio regulador inadecuado que

entorpeció la concreción de un resultado positivo tras quedar sin efecto práctico.

Con el debate sobre la propuesta de Lineamientos de la nueva política económica y social de la nación en

2011 se promovió un ejercicio de la crítica moral amplio y renovador. En ese proceso los jóvenes

desempeñaron un rol destacado por su condición contestataria y rebelde, aportando sobre la base de sus

insatisfacciones un conjunto de criterios para su conformación. Aunque por lo general estos manifiestan

inconformidad, por poseer un desenvolvimiento mayoritariamente favorable al proceso revolucionario existen

personas que hablan sólo de continuidad y no ruptura. En relación a esta cuestión, se considera que sin

ruptura no hay dialéctica, hecho que no es posible teniendo en cuenta que todo proceso, cosa, fenómeno, ser,

tiene su antítesis, reverso, opuesto, negación, así como su necesario desarrollo contradictorio, es ineludible.

El movimiento progresivo se efectúa sobre la base de la contradicción, no puede ser de otra manera. En las

condiciones de vida del contexto cubano se ha evidenciado continuidad, pero al mismo tiempo ruptura.

Continuidad en tanto se mantienen los principios fundamentales que sustentan el devenir del proceso

revolucionario y las bases del sistema de regulación moral. Ruptura, porque se ha intentado cambiar todo lo

que se ha podido, lo que ha quedado evidenciado a través del Proyecto de Constitución de la República

aprobado en 2019, no renunciando a la transformación permanente del socialismo cubano, a la inventiva,

creatividad, espíritu crítico positivo.

A manera de conclusión del epígrafe y el capítulo, precisar que el contenido esencial del sistema de regulación

moral cubano desde los años noventa del siglo XX, consistente en los mecanismos subjetivos-objetivos

reguladores, entre ellos el código moral socialista, las tradiciones patriótico-revolucionarias e histórico-

culturales, la educación en valores morales y los métodos objetivos de regulación moral, aunque han

presentado desajustes, en sentido general, se han revitalizado sobre la base de cambios diversos en todas las

esferas de la vida social. En esta etapa han prevalecido más como continuidad, que como ruptura, puesto que

las acciones morales no se han dirigido a su descomposición o modificación radical, sino a su consolidación.

112
Se amplían sus fundamentos teniendo en cuenta la pluralidad de códigos morales existentes, que dialogan

entre sí independientemente de que se evidencien conflictos morales complejos en las relaciones morales.

Atendiendo a los argumentos que han sido expuestos en torno al sistema de regulación moral cubano, se

identifican contradicciones tales como la existente entre la persistencia de tendencias negativas (males,

antivalores, vicios) y las múltiples acciones encaminadas a superar la crisis del sistema de regulación moral;

entre el sistema de regulación moral general y otros particulares; entre el ideal de satisfacción o realización

personales cada vez más elevado y el resultado percibido circunscrito a las condiciones materiales limitadas

del contexto histórico-concreto; entre el deterioro de la moralidad y al mismo tiempo la existencia de signos de

progreso moral; entre algunas normativas morales estáticas e irracionales convertidas en obstáculos y la libre

elección moral sobre la base de variadas opciones o posibilidades de acción.

Las contradicciones señaladas, marcan las tendencias del sistema de regulación moral cubano a partir de los

años noventa del siglo XX. Estas se visualizan en la consolidación del carácter humanista-revolucionario y

socialista de su contenido esencial; la acentuación de su heterogeneidad, complejidad y dialéctica; la

persistente utilización de los mecanismos subjetivo-objetivos reguladores de forma espontánea e intencionada;

la multiplicación de acciones morales reguladoras externas que contrarresten de forma más efectiva la

conducta moral errada; la ampliación de los índices de progreso moral y superación a largo plazo de la crisis

de la moralidad.

113
CONCLUSIONES

1. El estudio de las fuentes teóricas precedentes permitió la definición del soporte metodológico principal de

esta investigación, configurado por la concepción dialéctico-materialista acerca de la relación sujeto-objeto, la

elaboración del concepto de sistema de regulación moral y la determinación de su contenido esencial como

fenómeno.

2. Sobre la base de examinar la concepción en torno al sistema de regulación moral, se reveló que su

contenido esencial son sus mecanismos subjetivo-objetivos.

3. Entre los rasgos distintivos de mayor significación del sistema de regulación moral cubano a partir de los

años noventa del siglo XX se identificaron los siguientes: su carácter humanista-revolucionario y socialista;

popular; nacional, con un sentido generalizador, único; pero al mismo tiempo plural como expresión del

principio de la unidad en la diversidad; la crisis moral o de valores morales (condicionó la manifestación de

determinadas formas de subjetividad y comportamientos).

4. El análisis en relación al contenido esencial del sistema de regulación moral cubano a partir de los años

noventa del siglo XX, se concretó en los mecanismos objetivos siguientes: el código moral socialista, las

tradiciones patriótico-revolucionarias e histórico-culturales, la educación moral en valores y los

métodos objetivos de regulación moral.

En torno al código moral socialista se insiste en dos aspectos fundamentales, el ideal y su materialización

real en las relaciones morales. En este sentido se reconoce que los valores, principios y normas morales

socialistas inciden en el proceso de regulación moral desde un punto de vista práctico.

Respecto a las tradiciones patriótico-revolucionarias e histórico-culturales se distinguen tres aspectos: la

histórica lucha revolucionaria, las tradiciones culturales más significativas y lo mejor del pensamiento

ético cubano de los siglos XIX y XX. En la época estudiada se revalorizan, incrementándose su importancia

debido a la influencia positiva que ejercen sobre la conducta cotidiana de la población.

La educación moral en valores adquiere una connotación superior para la transformación social. Aunque

desde su aplicación se han realizado importantes acciones para contrarrestar los males, tendencias negativas,

114
antivalores morales y vicios en la sociedad, aún falta mucho por hacer, mostrando la presencia de debilidades

que deben ser superadas para alcanzar mayores niveles de efectividad.

Los métodos objetivos de regulación moral también han contribuido a regular la conducta en la sociedad

cubana. Entre ellos, la exigencia, valoración, persuasión y crítica. El cuestionamiento a su uso práctico no

ha impedido su empleo. Han tributado a mantener un ambiente positivo generalizado, aunque en reiteradas

ocasiones hayan sido inefectivos en su función reguladora.

5. Se confirma la hipótesis de que el contenido esencial del sistema de regulación moral cubano a partir de los

años noventa del siglo XX, se expresa de manera dialéctica, heterogénea y por lo general, espontánea,

atendiendo a su dinamismo contradictorio, la diversidad de códigos morales que interactúan y la reducida

aplicación de forma intencionada de los mecanismos reguladores.

115
RECOMENDACIONES

1. Que los especialistas cubanos en estudios ético-filosóficos amplíen sus investigaciones en torno a las

especificidades del sistema de regulación moral, en especial a partir de los años noventa del siglo XX, como

condición para comprender de forma más precisa las circunstancias, sucesos morales relevantes y cambios

que han acaecido en la actualidad.

2. Que los colectivos docentes de los departamentos de Filosofía y Marxismo-Leninismo de las universidades

del país acuerden la incorporación de este estudio científico a la impartición del contenido teórico de los

programas de las asignaturas Ética y Filosofía y Sociedad para el pregrado.

3. Que los diferentes medios de divulgación académicos del territorio, entre ellos las revistas Maestro y

Sociedad y Santiago de la Universidad de Oriente, contribuyan a la socialización de este resultado científico.

4. Que los comités académicos de las maestrías de la Facultad de Ciencias Sociales incorporen los

resultados de esta investigación a los contenidos de sus programas de formación.


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ANEXOS

Anexo 1

Esquema del sistema de regulación moral (SRM)


Ilustra la relación entre sus componentes.

SRM
Motivaciones del
acto moral
Conciencia moral

Componentes
Componentes subjetivos
subjetivo-objetivos
Elección moral
Mecanismos de
regulación moral

Resultado de la
acción moral
reguladora
Consecuencias
Acto moral

Componentes objetivos
Circunstancias y
condiciones Relaciones morales
concretas de vida
Alternativas de
elección moral

Componente esencial: Mecanismos de regulación moral


Anexo 2

Esquema de los mecanismos de regulación moral (MRM)


Ilustra la interrelación entre los mecanismos reguladores principales.

MRM
Subjetivos Objetivos

Conciencia moral La cultura /


costumbres,
tradiciones,
hábitos La educación moral
Componentes

Cognitivo Autovalorativo
Los métodos
Afectivo-motivacional objetivos de El código moral
regulación moral

Ideología ético-política

Cosmovisión
Valores,
normas y
principios
Intereses de los
morales
actores sociales

Métodos de
autorregulación
moral
Anexo 3

Esquema sobre el contenido esencial del sistema de regulación moral cubano (CESRMC) a partir de
los años noventa del siglo XX.

CESRMC

Mecanismos subjetivos Mecanismos objetivos

Ideología humanista- Código moral socialista


revolucionaria

Tradiciones patriótico-
Cosmovisión revolucionarias e histórico-
emancipadora culturales que devienen en
e inclusiva
identidad de la nación

Valores, principios y
normas morales
socialistas Educación moral en valores
instituida a través del sistema
educativo cubano
Intereses populares

Métodos objetivos de
Métodos de regulación moral: exigencias,
autorregulación moral valoración, crítica, persuasión

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