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ción, frente al optimismo de la época renacentista. Intimamente ligada


con el desengaño tenemos la soledad. Se trata del desengaño en el plano
exclusivamente humano y natural, no sobrenatural, pues hay que tener
en cuenta que el Barroco puso el arte al servicio de la religión.
Finalmente, incluye una bibliografía, especialmente en español y
alemán, dividida en tres partes: obras sobre el Barroco en general,
obras sobre el Barroco literario y obras sobre el Barroco literario es-
pañol.
Cabe destacar en esta obra la abundancia de citas de autores que
hace el profesor Carilla para confirmar sus conceptos y apreciaciones.
Entre otros, de: Quevedo, Góngora, Tirso de Molina, Lope, Pérez de
Montalbán, Calderón, Soto de Rojas, Gracián, Castillo Solórzano, Pedro
Espinosa, Cervantes y Bernardino de Rebolledo.
El profesor Emilio Carilla, a través de las páginas de este libro,
nos da una idea clara y precisa de la literatura del siglo xvn y su en-
sayo constituye una buena guía para los historiadores de la literatura
y los cultivadores de la estilística.

ÁNGEL HUMBERTO GRIMALDO S.


Instituto Caro y Cuervo.

CLARENCE FINLAYSON, Antología, prólogo y selección de Tomás P. Mac


Hale, (Ensayos, 26), [Santiago de Chile], Editorial Andrés Bello,
1969, 472 págs.

Como número 26 de la colección de Ensayos, publicados por esta


Editorial, tenemos este grueso volumen dedicado a reunir en forma an-
tológica los principales ensayos filosóficos y literarios del malogrado
filósofo chileno de ascendencia escocesa, Clarence Finlayson. Son vein-
tinueve ensayos, precedidos de un prólogo del compilador MacHale,
donde se hace una conmovida evocación del autor. Este libro tiene es-
pecial interés para Colombia, pues Finlayson pasó buena parte de su
fecunda vida en nuestro país, y porque algunos de sus ensayos litera-
rios están precisamente dedicados a tema colombiano.

FILOSOFÍA.

Son quince ensayos (págs. 23-244).


La filosofía, disciplina esencial del hombre, págs. 23-26. — Co-
mienza evocando un texto de la Metafísica de Aristóteles: "todos los
hombres por naturaleza desean saber", y pone especial acento en lo que
pudiera llamarse "primer despertar del niño" a la filosofía.

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Expresión de la cultura americana, págs. 27-37. — Trabajo dedica-


do al profesor Luis López de Mesa y publicado por primera vez en
Bogotá, Revista de las Indias, enero de 1945. Sostiene que "en nuestras
tierras de América surge hoy un movimiento que busca desesperada-
mente su expresión". Comienza por mirar hacia los Estados Unidos de
Norteamérica, y dice: "La cultura americana no ha padecido... El
hombre de Norteamérica es un hombre sin Edad Media. En las pro-
vincias de lo económico y de lo político técnico (tal vez un poco más),
ha conseguido un alto nivel de vida, el más subido del mundo; sin em-
bargo, su proceso espiritual interior ha permanecido en la infancia".
En contraposición, "la Colonia de tiempos de España fue para no-
sotros una Edad Media. España, en realidad, demoró la Edad Media
y se constituyó en baluarte de todos sus valores, así, a ultranza y de
bulto, sin distinciones". Concreciones de este espíritu las encuentra en
la teología española y en el arte barroco.
Para terminar se pregunta: ¿Tenemos una actitud nueva, origi-
nal? Responde con López de Mesa: "Nos hemos contentado con sem-
brar sobre lo ya sembrado", y hace un ligero balance de la filosofía en
América Latina. La corriente argentina, "la más racionalmente europea
y la menos original, siendo la más fuerte y la más estructurada". La
mexicana "es quizá la más autóctona y la más desesperada". En Co-
lombia "sólo esfuerzos aislados y esporádicos, algunos pensadores que
laboran en la soledad y ante la intrínseca indiferencia de sus conciu-
dadanos". [Veinticinco y más años después, creo que estamos en la
misma situación]. En Brasil y Chile, "el positivismo ha dominado ofi-
cialmente".

Consideraciones sobre la cultura filosófica en la América Latina,


págs. 39-47. — Este ensayo está en buena parte inspirado por uno de
López de Mesa, intitulado Expresión de la cultura americana. Hace un
balance, ligero e incompleto, de las influencias filosóficas sobre la clase
dirigente iberoamericana, olvidando el caso colombiano en que tan no-
torio fue el impacto del utilitarismo, el sensualismo y el tradicionalis-
mo en el siglo pasado.
Resume las características del fenómeno cultural iberoamericano:
"En primer lugar . . . la ausencia de un pensamiento original. La se-
gunda es la traslación de las corrientes europeas a nuestro continente
sin discriminación. La tercera es el eclecticismo en que van cuajando
tales corrientes...".
Y una reflexión que hace pensar: "Dos sendas y dos visiones exis-
ten para el hombre: la heroica y la burguesa. Por la primera perspec-
tiva sobre el universo, el hombre se siente un ser personal que debe
realizar la doble misión de conquistarse y recobrarse a sí mismo en el
arquetipo de un ideal, de salvarse en su realidad substancial. Por la

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segunda, el hombre pasa a ser un átomo del cosmos, un pedazo material


del universo, una sombra efímera sumergida en el tiempo y en el es-
pacio y ante los cuales todo heroísmo es ridículo e ilógico. El hombre
americano se ha hundido en esta última concepción de la existencia...".
Expedición a la muerte, págs. 49-73. — El tema tentaba a Finlay-
son, y aquí se detiene en él para analizar la muerte en cuanto fenóme-
no psicológico. Su punto de partida es la presencia de un moribundo,
lo que le permite concretar al lector en la aparición y descripción del
fenómeno biológico. Sostiene que "una de las más grandes experien-
cias a que un ser humano puede asistir es a la agonía y muerte del
prójimo". "El proceso biológico — añade más adelante — que llega
físicamente a su plenitud a los 30 o 35 años en el hombre, comienza
a descender después... En el adulto, especialmente después de los 30
años, la finalidad de límite y desarrollo ha sido alcanzada y entonces hay
un sentimiento casi físico de la proximidad aún lejana de la muerte".
Este ensayo había sido ya recogido en el vol. VIII de la Biblioteca de
Cultura Hispánica, Bogotá, 1953, págs. 13-40.
La actitud espiritual del hombre ante la muerte, págs. 75-93. —
Inspira este trabajo un pensamiento de Obermann: "¿Quién eres tú?
Para el universo nada, para mí todo". Dice el autor: "La posición del
hombre en el universo es ante todo la posición de un ser personal. Yo
soy yo". La primera intuición existencial del niño es de tipo egoísta.
Pero ya en el adulto aparece la conciencia de limitación. El universo
vale para el hombre en cuanto lo predispone al destino. La estructura
ontológica y personal del hombre es la que fundamenta su actitud ante
la muerte. El hombre, como ser animado, está en actitud de acecho
por motivos ontológicos y universales. "El hombre teme morir y teme
morir por ser un algo, una unidad, un ser". De la relativa permanen-
cia de lo específico orgánico, que se traduce en un sentimiento ami-
norado ante la muerte, nace en el hombre la conciencia de la inmor-
talidad. Entonces la muerte aparece menos temible cuando se han cum-
plido y llenado las posibilidades propias. "Desde un punto de vista la
muerte es natural, pero desde un ángulo total la muerte es casi un ab-
surdo". ¿Qué es la muerte? "Destruir una unidad que existe para sí
en cuanto conciencia". "Esta unidad —añade— es fundamental, po-
derosa, es consciente, es decir, se da cuenta de su propia existencia y
de su comunión con el Ser, es decir, con la inmortalidad". De donde
el sentido de la frase de Nietzsche: "Todos dan importancia a la muer-
te, y para ninguno es una fiesta la muerte" {Así hablaba Zaratustra).
Complementan este ensayo unas consideraciones sobre las fronte-
ras del problema, sobre el rostro de la muerte en las regiones visibles y
sobre la muerte desde su propia casa. Concluye: "Para mí, la existencia
del espíritu humano, una vez abandonado el cuerpo, es una existencia
totalmente consciente. Sin embargo, siguiendo las consecuencias de núes-

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tra filosofía tomista que pone una unión substancial entre el alma y el
cuerpo, debe decidirse que ella naturalmente entraría en la oscuridad.
Pero, alumbrados por las enseñanzas de la Teología, sabemos que Dios
regala al alma con especies inteligibles, sobrenaturales".
Este trabajo también había aparecido en 1953 en el volumen VIII
de la Biblioteca de Cultura Hispánica, Bogotá, Instituto Colombiano
de Cultura Hispánica, págs. 41-61.
Algunas observaciones metafísicas sobre la muerte, págs. 95-109. —
Con dedicatoria para Ignacio Escobar López, ordenó Finlayson estas
observaciones motivadas en él por los contenidos psicológicos de las ex-
periencias de la muerte. "La muerte es un fenómeno eminentemente
singular", comenzó por decir, y, de acuerdo a su inspiración tomista,
sostiene que "su relación al ser es sólo relativamente accidental".
Evoca el principio de individuación tal como lo concibe la filoso-
fía tomista, "materia signata a quantitate", y observa que en el hombre
es necesario distinguir la individualidad de la personalidad. De acuerdo
con Santo Tomás (De ente et essentia, II), "individuum ineffabilis est",
por lo que se concluye que "la individuación por medio de la materia
prima está más cerca de la nada que del ser". En esta referencia al
principio de individuación el autor se basa en opiniones tomadas de
Maritain en su Parafilosofía de la persona humana.
"La individualidad — sostiene Finlayson — que parte de los con-
fines del no-ser y cruza con su contingencia todo el ser creado es una
contingencia esencial que se sostiene directamente sobre la nada... La
personalidad, por el contrario, desciende del super-ser, de las esenciales
regiones de la pura entidad, y en su intimidad espiritual permanece
fuera del devenir corruptivo que constantemente afecta al mundo ma-
terial".
Hace una forzosa referencia a la teoría hilemórfica de Aristóteles
(Metafísica, libro VII, lección II), concreta el sentido de las expresio-
nes 'materia prima', 'materia secunda' y 'forma substancial', y llega a la
conclusión de que "en toda mutación es en último término la desleal-
tad de la materia prima la que obliga la salida de la forma substancial".
Todo movimiento llega a un fin, y en el universo material, una
vez conseguido ese fin, se impone la obligación del movimiento. De
ahí el proceso de anagénesis, "ascenso ontológico", y de catagénesis,
"descenso", proceso que hay que analizar sin perder de vista el hecho
de que no es la forma la que existe en la materia, sino al contrario.
Máxime en el hombre. "Se comprende la juntura en que se mueve la
materia a la vera del no-ser. La muerte es ese extremo de su proceso
totalístico. Viene a ser la determinante extrema y última de una inde-
terminación esencial".
Estas observaciones siguen con el problema de la persona, según
la clásica definición de Boecio, complementada por Santo Tomás (5.

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Th., I, q. 29, a. 3), y con el de la muerte y su singularidad, donde


Finlayson coquetea significativamente con la idea de la euthanasie,
buena muerte, del filósofo socialista Proudhon.
También se incluyó este ensayo en el volumen VIII de la Biblio-
teca de Cultura Hispánica, ya citado, págs. 62-79.
ha evolución del concepto del hombre, págs. 111-117. — Con refe-
rencia al pensamiento de Pascal: "L'homme n'est qu'un roseau, le plus
faible de la nature; mais c'est un roseau pensant". Divide el ensayo en
dos partes: intercausalidad de las ideas, y correspondencias en el orden
conceptual. "En el mundo complejo del hombre — dice a propósito del
primer tema — se responden ocultamente las ideas, los deseos, los sen-
timientos y se entrelazan en una gama millonaria de aspectos y de pla-
nos ontológicos, psicológicos e históricos". En cuanto a lo segundo: "Hay
una profunda ecuación de identidad analógica entre las ideas que el
hombre ha forjado sobre Dios, sobre su propia naturaleza humana,
sobre el fin de sus acciones y la historia que en su relativo campo de
influencia ha ido realizando".
El problema del destino y la existencia, págs. 119-143. — Ensayo
que publicó Finlayson en el volumen VIII de la Biblioteca de Cultura
Hispánica, págs. 163-191. "Siempre me ha parecido —comienza por
decir— que las fundamentales interrogantes e intuiciones humanas son
proferidas o puestas ante la conciencia de evidente y casi idéntico mo-
do". Ilustra la aseveración la coincidencia de planteamiento de los pro-
blemas fundamentales del hombre observada en Shakespeare, Calderón
de la Barca y Dostoievski. "Toda vida —dice— que se enfrenta a lo
absoluto y eterno del hombre da la sensación de sueño". Más adelante
hace esta observación, que no es difícil encontrar repetida una y otra
vez, y en diversos contextos, en la obra del malogrado chileno: "O se
cree en Dios y en la inmortalidad y se aguanta uno esta vida con la
esperanza y la resignación, o sólo queda delante de nosotros el camino
de suprimirnos". Porque para el creyente todo es soportable, mientras
que para el ateo "no únicamente el problema del mayor dolor queda-
ría en pie sino la más mínima gota de dolor quedaría inexplicable, le-
vantando dramáticamente la inmensidad del problema total y universal
del dolor". El ensayo se complementa con desarrollos en estos puntos:
destino y conciencia (el problema del destino va junto con el de la fe-
licidad), la vida como proceso de conciencia, el destino actual y la es-
peranza, la posición del ateo, y la suprema pregunta. "La respuesta a
toda pregunta, a toda duda reside eternamente en el Ser Subsistente, en
la misma existencia a se... La suprema respuesta a la suprema pre-
gunta es aquella que diera Dios a Moisés, cuando lo envió a liberar a
los hijos de Israel: Ego sum qui sum".
¿Por qué soñamos?, págs. 145-155. — Dedicado a Silvia, su espo-
sa, "que es un sueño", este ensayo apareció por primera vez en el vol.

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VIII de la Biblioteca de Cultura Hispánica (Bogotá, 1953, págs. 107-


118). Es la refundición, corrección y ampliación de un ensayo intitu-
lado Los sueños, que no sé donde apareció.
El autor acoge la expresión de Myers, el sueño ha sido "la cruz de
la fisiología", y agrega que "sigue siéndolo y sobre todo de la psicolo-
gía". Recuerda varias opiniones sobre el sueño: Brown-Séquard atribu-
ye la inconsciencia del sueño a una acción inhibidora; para Claparéde
el origen de la 'dormición' también está en una activa inhibición;
Bergson sostiene que "dormir es desinteresarse".
Lo cierto es que "los materiales del sueño son extraídos . . . de los
que experimentamos en el estado de vigilia, sea de una manera cons-
ciente o subconsciente". Destaca Finlayson la absurdidad del sueño, y
la atribuye a que "la consciencia está alejada del mundo exterior, de
los objetos, que son los que fijan nuestras sensaciones y nuestras ideas
y le dan su estabilidad".
El sueño tiene un doble objetivo: uno fisiológico de reparación y
revitalización de la capacidad antitóxica, y otro que se refiere a la vida
espiritual: "el descanso de la tensión nerviosa y el reposo que desea la
consciencia para fugarse de la atención constante en los hechos de la
existencia y del mundo, de los pesares de la vida, del sufrimiento, etc.".
Biología y psicología interfieren en la esencia humana, "y tanto el cuer-
po como el espíritu coadyuvan sin envidia a la salud y salvación del
ser humano".
Pasando a una dimensión escatológica, católica y paulina por lo
demás, sostiene el autor que después de resucitados, en el Reino, no va
a haber lugar ni para el sueño ni para la dormición. "La contempla-
ción de Dios, cara a cara .. ., nos mantendrá la atención fija y profun-
damente feliz en una plenitud inefable que empapará eternamente nues-
tro ser".
A la pregunta filosófica de ¿por qué soñamos?, responde en un
plano más bien científico y de acuerdo con los principios establecidos
por Cajal: "las terminaciones nerviosas que están directamente unidas
durante el estado de vigilia se separan en el sueño, y así quedando de-
sunidos temporalmente los centros superiores con el resto del organismo
éste se aleja, pone barrera con el mundo circundante". Psicológicamen-
te hablando, "penetramos en un universo pretérito".
Hay que destacar los apartes complementarios: El sueño y la vo-
luntad, y Hacia la adentración metafísica. "El sueño cumple . . . un
destino total. Arraigado en el hombre, se presenta como una expresión
de su personalidad entera".
En torno a Spengler y a una filosofía de la historia, págs. 157-
173. — Pretende el autor acercarse a la tesis básica de La decadencia
de Occidente, aunque su condición de cristiano no le permita compar-
tir las ideas de Spengler. Porque para Finlayson es imposible entender
el proceso histórico dejando de lado las exigencias de una investiga-

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ción de orden metafísico. "Cuando pronuncio el término Metafísica


— tan desprestigiado en estos días — toma en mí el mismo sentido que
el que involucra una realidad profunda; no el de lucubración despega-
da de las cosas, puro juego dialéctico del espíritu. En este sentido, la
historia, como cualquiera realidad, para ser comprendida en sus hondu-
ras y poder gozar de panorama universal, debe prestarse a una profun-
dización metafísica".
En este campo está la radical deficiencia de Spengler. "Metafísica-
mente considerado, el panorama spengleriano de la historia es una no-
che inmensa en donde la humanidad camina con la ignorancia de su
destino. El destino para Spengler no envuelve al conocimiento del fin,
se refiere a la causa eficiente — en este caso la fuerza interna de las
cosas— que empuja ciegamente la vida biológica del hombre".
Sin embargo, la posición de Spengler, censurada en principio, le
ha permitido al pensador alemán analizar la realidad decadente de Oc-
cidente, que vista desde el punto de vista obsesivo de Finlayson, tiene
un desenlace fatal. "La causa del suicidio — escribe — es en el fondo
la contemplación de un estado anímico que se ve sin finalidad. Este
fenómeno afecta hoy a la civilización; es un suicidio lento de decaden-
cia orgánica en que el mundo se encuentra empeñado. Spengler es real-
mente el visionario de esta decadencia y ha dado en la esencia de por
qué de ella".
Frente a la visión de Spengler, con todo, Finlayson, radicalmente
cristiano, no puede menos de poner la visión agustiniana de la historia.
"Dentro de la concepción agustiana de la historia, repetidora de la doc-
trina bíblica, el proceso histórico es, en el tiempo, el reflejo de la Vo-
luntad de Dios. El tiempo refleja lo eterno en la realidad fugaz del
instante, en cuanto es algo real, imitación de la Esencialidad Divina.
El proceso histórico, sometido a la ley del movimiento, no tiene su fin
en sí mismo y por consiguiente ha de terminar asumiéndose a lo eterno".
Otra observación interesante de este ensayo es la de que el marxi-
mo, con relación a la teoría de Spengler, "vendría a ser una aplicación
restringida de la totalidad de su teoría a la realidad económica conside-
rada como fundamental".
Este trabajo apareció por primera vez en Medellín, revista Univer-
sidad de Antioquia, tomo VII, 1938, págs. 167-179.

Mensaje a los jenomenólogos llamados católicos, págs. 175-184. —


Recuerda el autor que el precursor de la fenomenología fue Franz
Brentano. Desgraciadamente "el pensamiento de Brentano no prosiguió
sobre las líneas ontológicas que su fundador planteara. Con Edmund
Husserl la tendencia se extremó hasta encerrarse totalmente en el reino
del más puro idealismo. No es un evento del azar el de la publicación
de las Meditaciones cartesianas de Husserl, compilación de sus confe-

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rencias dadas en París y editadas en francés. En ellas resume su pensa-


miento y reasume la clásica posición de Renato Descartes".
Planteándose el problema de la explicación del universo, recuerda,
Finlayson las respuestas dadas en el Medioevo, tanto desde el punto de
vista de la analogía del ente como de la univocidad del mismo. Y dice:
"Ha sido este hincapié, este enfoque de atención sobre el concepto
unívoco del ente — iniciado por Scoto y Occam en la Edad Media y
boyante hoy en el mundo científico aún bajo la égida de Kant— el
causante de la enorme confusión y de la pretendida incompatibilidad
entre la Escolástica tomista y las ciencias coetáneas".
A los problemas suscitados por estos planteamientos, presenta Fin-
layson una solución, que llama "asintotismo dinámico". Hela aquí: "El
error del materialista o del espiritualista exagerado es pretender erigir
una explicación unívoca y unilateral como explicación total, la que en
realidad para ser tal debe ser fincada en una unidad trascendente y to-
mar en consideración todas las causas del ser. Se me ocurre llamar la
solución con el nombre de teoría asintótica dinámica y aproximativa.
Cada explicación en una línea causal de unilateralidad tiene valor cir-
cunscrita sólo a esa línea y cada explicación, aparentemente a veces con
mayores visos de realidad, no hace sino lanzarse sobre un plano lineal
de paralelismo asintótico. Líneas paralelas que se juntan en el infinito".
En aparte intitulado La fenomenología es una filosofía cerrada,
hace el autor esta rotunda afirmación: "La filosofía es filosofía tanto
en cuanto es metafísica". Y como concibe la filosofía bajo el prisma de
lo cristiano, añade: "Una filosofía que comienza por afirmar la impo-
sibilidad de conocer las regiones metafísicas y existenciales, de conocer
la existencia de lo nouménico y substancial, de demostrar la existencia
de Dios, etc., no puede ser una filosofía cristiana y en absoluto puede
compaginarse con la posición teológica y dogmática".
En este aspecto precisamente se centra la crítica a los planteamien-
tos filosóficos de Husserl, que son considerados como un retorno in-
fecundo al cartesianismo y al idealismo. Cfr. Universitas, 2 de junio de
1952, núm. 2, págs. 3-10.
Proceso y problemática del existencialismo, págs. 185-190. — Es un
ensayo inédito, donde Finlayson trata del existencialismo, "filosofía de
moda", cuyos precursores son Nietzsche y Kierkegaard.
La filosofía del siglo xix tuvo que enfrentar el manifiesto divorcio
entre las disciplinas espirituales y las científicas, con todo lo que de pro-
blemático se suscitó en los diversos campos de la economía política, de
la religión, de la cultura humana. "Desde dos ángulos extremos y des-
de dos posiciones también extremas un mismo común denominador
hace sentir su presencia. Carlos Marx y Sóren Kierkegaard se encuen-
tran traspasados por la doliente espada de la angustia existencial. El
conflicto entre la razón y la voluntad, entre el desiderátum y la reali-

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dad, entre lo ideal y lo positivo, vive y late en el subfondo de aquellos


pensadores. Mientras Marx vuelca su atención al problema social de las
masas proletarias, Kierkegaard intensifica el foco volitivo de cada hom-
bre individual".
Dice más adelante: "La primera guerra mundial acabó la edad del
liberalismo, dando paso al socialismo aunque únicamente en sus inicios
o semillas. Medio siglo antes de 1914, dos hombres sintieron la aproxi-
mación de la muerte y del derrumbamiento liberal del tipo rousseau-
niano o stuartmilleano. Fueron Fedor Dostoiewski y Sóren Kierke-
gaard. Ambos fueron pesimistas". Y todavía añade: "Contra el optimis-
mo social del liberalismo protestante y el optimismo social de las co-
rrientes izquierdistas, contra el progreso por reforma y el progreso por
la fuerza, Dostoiewski afirmó la necesidad eterna del alma de ser siem-
pre ella misma".
Características del existencialismo kierkegaardiano son el indivi-
dualismo y el pesimismo. "El trágico conflicto del alma con las condi-
ciones paupérrimas de la existencia, la creencia común a todas las teo-
logías protestantes — especialmente calvinistas — de la esencial corrup-
ción de la naturaleza humana después del pecado original, empapan de
pesimismo la concepción de la vida kierkegaardiana". Creo con todo
que una fuente del pensamiento y la actitud vital de Kierkegaard hay
que ponerla en el talante luterano de su espíritu, aspecto que no des-
taca Finlayson.
En cuanto al valor filosófico del existencialismo, dice el autor; "El
existencialismo ha originado en la filosofía una metafísica de lo huma-
no y elevado a planos metafísicos, a categorías universales, realidades,
sentimientos, instintos, manifestaciones, psiquismos y fenómenos del
hombre. También, desde el ángulo sociológico y de la filosofía de la
historia, el existencialismo representa la réplica al artificioso y vacuo
Idealismo hegeliano, apartado de la realidad".
/. P. Sartre o la filosofía del absurdo, págs. 191-196. — Se trata
de un ensayo publicado el 27 de enero de 1952 en El Colombiano, de
Medellín.
Parte de una identificación inicial entre existencialismo e idealis-
mo. "El punto de partida del existencialismo —dice— es la experien-
cia personal, la experiencia contenida en los fenómenos de conciencia
que miran a la provincia de la afectividad y de las aspiraciones o disa-
tisfacciones volitivas. Tanto el idealismo como el existencialismo se dan
la mano en la estación inicial. Ambos se conjuntan en el vano intento
de traspasar el mundo fenoménico y de sembrar raíces sólidas en el
campo ontológico con el fin de erigir el imponente edificio del cono-
cimiento universal".
La filosofía de Sartre se desarrolla en cierta forma en torno al con-
cepto de náusea, resultado de la autonomía dada al valor de libertad

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al margen de todo nexo exterior. Pero hay que salir de la náusea, y


sólo se ofrecen tres caminos de liberación: la ciencia, la magia y la lo-
cura (Realidad, Valor y Trascendencia). De estos caminos se destaca
el de la locura, que en definitiva viene a encontrarse con el de la magia.
"La locura —observa Finlayson— es similar a la magia y nos lle-
va derechamente al mundo mágico; con su poder levantamos una me-
tafísica que a su vez es poderosa para elevar y arquitecturar un univer-
so superior y divino, libre de trabas, incólume y desafiante sobre la faz
de la tierra. Esta tentativa encubre la nada y la limitación, lanza su
neblinoso manto sobre el proclive proceso de todo lo que existe y que
nuestra sangre alimenta. Es tal actitud una suerte de trampa que los
locos colocan artificialmente ante la realidad para vencerla".
Reconoce el autor en la filosofía de Sartre elementos parcialmente
verdaderos. "La existencia es el acto del ser y está insertada en el plano
de la causalidad. En última instancia, en el confín del extremo el exis-
tir proviene de la Primera Causa, de la libérrima voluntad divina. El
existir ut sic escapa a la contemplación intelectual, se halla en el terri-
torio de la voluntad y entraña un elemento arracional en el fondo, aun-
que no sólo se oponga al reino de las esencias y sí antes al contrario en
el existir se plenifiquen estas, pero las existencias han sido dadas y
son dadas continuamente a las entidades posibles, no por internas y
obligantes razones ontológicas sino por el libre amor del poder creador".
Destaca también Finlayson las coincidencias y oposiciones entre el
pensamiento de Sartre y el de Kierkegaard, fundador del moderno exis-
tencialismo. Sartre busca la construcción de una metafísica por un ca-
mino audaz e ilógico, mientras que Kierkegaard, profundamente cris-
tiano, hace una filosofía ajena a la sistematización.
La evolución homogénea de la idea de Dios, págs. 197-214. — Este
jugoso ensayo forma parte del tomo intitulado Hombre, mundo y Dios,
publicado en Bogotá en 1953 por el Instituto Colombiano de Cultura
Hispánica, como vol. VIII de la Biblioteca de Cultura Hispánica (págs.
263-283).
Parte de una idea culturalmente rica y reveladora: "La concepción
de Dios que la Iglesia mantiene es la de un Dios Trascendental, y to-
das las grandes verdades dogmáticas y de fe contenidas explícita o im-
plícitamente en las Escrituras y en la Tradición pertenecen también a
este orden trascendente y de allí que siempre puedan aplicarse a distin-
tas modalidades históricas y servir de principios directrices para infor-
mar civilizaciones cristianas de tipo bastante distinto. Uno es el Cris-
tianismo, una es la Iglesia, pero muchos pueden ser por analogía los
tipos de culturas y civilizaciones cristianas".
Enmarca Finlayson la idea de Dios dentro de la concepción cris-
tiana de la vida en su doble manifiestación de vida contemplativa y

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vida activa. Porque, según él, "la noción de Dios plasma las direccio-
nes de la vida". El mensaje de Cristo al mundo está resumido en las
palabras "Deus charitas est", de donde se deduce que "la paternidad
divina es el fundamento social de la fraternidad de los hombres".
Para el autor es importante establecer los elementos esenciales de
la concepción filosófica de Dios tal como aparece en la teoría tomista.
Estos puntos son muy concretos: 1) La existencia, "elemento esencial
de la filosofía", aportación religiosa ya registrada en el Éxodo: "Ego
sum qui sum". 2) Hay un largo camino de la definición aristotélica de
Dios, "Inteligencia de la Inteligencia en la Inteligencia" (Metafísica,
libro XII), a la cristiana de San Pablo: "En El vivimos nos move-
mos y somos", con el genial desarrollo agustiniano: "Dios es más ín-
timo a nosotros que nosotros mismos". 3) La idea de creación, de es-
tirpe bíblica. "En el principio Dios creó el cielo y la tierra" (Gene-
sis, 1. 1).
Otro punto que interesa a Finlayson es el de los nombres metafí-
sicos de Dios: "Desde un punto de vista específico —dice—, desde el
ángulo de la línea operacional nos aparece Dios como Pensamiento
Actualísimo... Desde el punto de vista terminal del dinamismo de los
seres visionamos a Dios como sobreabundancia ontológica, como Amor".
Por último se propone el problema del constitutivo formal de Dios.
"El Primer Nombre Metafísico de Dios, absolute loquendo, es la Asei-
dad o Independencia Radical. Dios es el Ens a Se. Este nombre inefa-
ble fundamenta, quoad nos, todos los demás atributos y nominaciones
divinos".
Consideraciones sobre los tiempos actuales, págs. 215-244. — Como
último ensayo de esta serie filosófica, recoge el editor MacHale este
grupo de interesantes consideraciones, donde, mejor que en muchas otras
páginas, se nos revela el noble espíritu del malogrado Finlayson. Son
páginas de notorias sinceridad y actualidad, donde tropieza uno con
pensamientos como este: "Cuando Karl Marx afirmó que la historia
no hacía sino reflejar la causalidad económica expresó una enorme ver-
dad, verdad casi absoluta en el siglo xix y en el nuestro. Marx ha sido
el gran revelador que quitó la venda hipócrita bajo la cual se ocultaban
los más sórdidos intereses y los que pretendían pasar por espirituales".
Voy a destacar algunas de estas ideas, por considerarlas de signifi-
cativo valor, aunque a primera vista puedan resultar un tanto descon-
certantes.
Primera consideración: el mundo marcha al suicidio. "El naciona-
lismo es la tremenda remora que nos impide avanzar. Constituye en el
orden filosófico un error de marca mayor. Este nacionalismo no sola-
mente es un error sino que ha sido expuesto en las enseñanzas de las
escuelas como una verdad muy alta y una virtud inmaculada. Y estas

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BICC, XXVIII, 1 9 7 3 RESEÑA DE LIBROS 393

enseñanzas no sólo han sido impartidas en la instrucción cívica, en las


leyes, en los sistemas filosóficos, etc., sino que han sido puestas de re-
lieve por los ministros de religión. Entre Dios y la patria jamás se ha
puesto otro valor intermediario, y la humanidad es un valor interme-
diario. No se piensa ni se ha pensado en función humana, sub specie
humana, y menos en función de universo". Idea que he visto dolorida-
mente expresada en Simonne Weil.
Segunda consideración: técnica y resultados. "El homo jaber ma-
tó al homo sapiens. Estas épocas técnicas son épocas que no pueden ser
consideradas como sapienciales. Y toda la era que se inicia en el Rena-
cimiento y que encuentra su filosofía en el espíritu de Francis Bacon
es una época de naturaleza técnica, de dominio de la tierra. El sendero
de su desarrollo desemboca siempre en un callejón sin salida. La técni-
ca no puede en sí misma realizar la plenitud y la felicidad del ser hu-
mano".
Tercera consideración: el peso del pasado. "La tradición contiene
en sí misma un arma de doble filo, un elemento constructor y otro des-
tructivo. Generalmente, la tradición termina por encadenar a los pue-
blos en aquello que de estacionario y destructor posee... No hay pro-
fundo dinamismo sino en los impulsos nuevos y creadores".
Cuarta consideración: la mecanización de la vida. "Solamente con
valores espirituales puede el hombre soportar su soledad y la misma
meditación, honda base para una soledad gozosa, es un diálogo que
entablamos con nuestro espíritu, con los seres ideales o posibles o con
Dios. El contacto que el hombre coetáneo mantiene con sus semejantes
es cada día que pasa una relación puramente externa y superficial. El
prójimo ha pasado a ser una simple cifra o valor material utilitario o
un instrumento del que nos servimos para ganar la vida. La concep-
ción del prójimo, tal como se encuentra en todas las grandes religiones,
ha sufrido graves heridas. No puedo concebir una comunidad que no
tenga como base una vitalidad de amor o de caridad".
Quinta consideración: el peligro de las ciencias. "Estamos a la es-
pera de una metafísica que nos venga a solucionar muchos de los pro-
blemas científicos planteados por el hombre de ciencias. A las concep-
ciones de Pitágoras sucedieron las grandes cosmovisiones de Platón y
de Aristóteles, es decir, a una etapa matemática sucedió una era meta-
física. El nuevo gran metafísico que aparezca en nuestros tiempos ten-
drá eso sí que ser un gran matemático. En la Edad Media hubo una
unidad superior y suprema que reunía la multiplicidad de las ciencias y
que se llamaba la teología. Una etapa propedéutica sería fundamenta-
ción de una metafísica mínima que se constituiría o pudiera constituir-
se como unidad superior y establecer así una cierta jerarquía. Un mí-
nimum de principios éticos sería también uno de sus resultados y estos
principios son hoy de urgente necesidad".

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Sexta consideración: el sentimiento del destino en los pueblos. "Las


soluciones materialistas han demostrado su ineficacia. El retorno a una
visión trascendental del universo y del hombre, incorporativo de todos
los elementos vitales que se encuentran diseminados en nuestra civili-
zación occidental, se nos presenta ahora en la actualidad. Nuestro pre-
sente está cargado de todos los errores y de todas las experiencias acu-
muladas en el pasado y hace peso en la conciencia social. El naciona-
lismo — esa plaga de nuestros tiempos y del siglo pasado muy en es-
pecial — de ninguna manera es una solución y sí un lastre. La respues-
ta angustiosa que se exige a nuestra humanidad y en cuya responsabili-
dad cada uno debe sentir su pequeña parte (en el mundo espiritual no
hay pequeñas partes) para aceptar el desafío implicado y envuelto en
la desunión y desintegración de los pueblos posiblemente encontrará
sus obstáculos en las grandes naciones civilizadas, en aquellas que han
hecho historia, que poseen un pasado que no las deja enfrentar el
porvenir sino en función y en nombre de ese pasado. La salvación
tal vez venga de aquellas agrupaciones humanas sin historia, al me-
nos sin historia política".
LITERATURA. La segunda parte de esta Antología (págs. 245-474)
la integran catorce ensayos de índole literaria. Como en realidad el as-
pecto en que Finlayson se movía con indiscutible propiedad era el fi-
losófico, y no adelanto un juicio peyorativo de estos escritos literarios,
no voy a reseñarlos en la forma minuciosa que he seguido con los an-
teriores. Apenas si voy a indicar los títulos, agregándoles alguna obser-
vación.
Meditaciones sobre la lectura, págs. 247-250. — Inédito. Parece
que este breve ensayo iba a servir de introducción a un trabajo extenso,
"itinerario teórico y práctico que [sirviera] al mismo tiempo de guía
para los lectores".
Observaciones sobre el lenguaje, págs. 251-253. — También iné-
dito. "El lenguaje es instrumento de la psique entera del hombre. Pen-
samiento, afectividad, volición, factores de practicidad, todo este con-
glomerado, en consonancia con el medio ambiente, respirando en fun-
ción de determinadas colectividades, derivando el peso de la tradición,
latiendo con la situación y las circunstancias, todo en fin, constituye
este plasma social".
La precisión en el lenguaje, págs. 255-257. — "El lenguaje es el
medio común de expresión de nuestras^ideas y sentimientos, y él cons-
tituye un patrimonio legado por nuestros antecesores, tanto individua-
les como grupales. La importancia del idioma es fundamental en casi
todos los sentidos. En primer lugar, nos levanta a la participación en
la común mentalidad de un pueblo y de una civilización... Hay que
renovarse sobre lo esencial, pero jamás saltar bruscamente olvidándose

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BICC, XXVIII, 1 9 7 3 RESEÑA DE LIBROS 395

del pretérito. La precisión en el uso de los vocablos es de capital im-


portancia... En segundo lugar, el conocimiento del significado de las
palabras nos ordena mentalmente, nos fija a determinados objetos, a en-
tidades rigurosas y nos hace espontáneamente ser lógicos e inteligibles
en el modo de hablar y escribir".
Francisco de Quevedo en los grandes temas del hombre, págs. 259-
275. — Este ensayo está incluido en el vol. VIII de la Biblioteca de
Cultura Hispánica, Bogotá, 1953, págs. 132-150. Sus partes son las si-
guientes: El espíritu renacentista español, La actitud española ante la
vida, Presencia profunda de Quevedo, Poesía y vida y Ronda la m«er-
te en sus poemas.
La muerte en la poesía de Federico García Larca, págs. 277-284. —
En este ensayo inédito de Finlayson aparece de nuevo su idea obsesiva,
relacionada esta vez con un poema concreto de García Lorca: La cogi-
da y la muerte, del Llanto por Ignacio Sánchez Mejías. Destaco, a pro-
pósito, una curiosa observación de Finlayson, que no deja de tener su
fondo irónico. "No olvidemos que en el Renacimiento español, etapa
sui generis o período demorado de la Edad Media (entonces nacieron
con el ceremonial moderno las corridas de toros), el español siente en
su sangre el imperio de la Catolicidad, sueña con defender con la espa-
da, y de hecho la defiende, la causa de la Iglesia. El barroco reemplaza
al gótico. El barroco es el estilo que trasunta un despertar de los nue-
vos tiempos, lanza sus elementos recargados, llenos de mundo, hacia el
aire de lo temporal, pero todavía con base espiritual pura en un recón-
dito fondo. Después de la Conquista, de la Colonia, cuando el derrum-
be de España acontece y pierde sus territorios de allende el mar, cuan-
do nada le queda de sus pasadas glorias, solamente le resta el torero
como un espejo en que el pueblo ve inconscientemente al conquistador,
al misionero, al teólogo".
En torno al Hamlet, págs. 285-297. — Siete interesantes considera-
ciones constituyen este ensayo. "Penetramos en una era crepuscular o
nocturna. El hombre de hoy vive regido por elementos materiales, noc-
turnos, que lo impulsan ciegamente. Cree, sin embargo, experimentar
como ningún otro habitante de pasados tiempos su libertad, su pose-
sión y dueñura de destino". "El Hamlet, aquel desgraciado y loco prín-
cipe de Dinamarca, expresa y refleja en múltiples aspectos y perfiles
los contornos y el rostro de nuestra época". "En el estado de vigilia
todos comulgamos en un mismo pan. 'Sólo en el sueño', había dicho
el viejo Estagirita, 'los hombres gozan de su mundo propio'. La trage-
dia del Hamlet es vivir la vigilia en un perpetuo sueño". "¿Está loco
Hamlet? Y ¿qué es, metafísicamente hablando, la locura? La locura
siempre ha sido un misterio para el hombre. Tengo para mi entender
que la locura funda una desproporción y que la universalidad de las
cosas que se presentan ante el loco son solamente visionadas desde un

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396 RESEÑA DE LIBROS BICC, XXVIII, 1 9 7 3

ángulo fijo y unilateral". "El célebre monólogo que empieza To be or


not to be, (fíat is the question tiene un carácter existencial... Sobre el
ser esencial, sobre lo que las cosas son, no hay dilema y no puede ha-
berlo". "El suicidio exige un fondo de ser limitado. El hombre es el
único ser que conocemos que es capaz de enfrentar el suicidio, la des-
trucción de su naturaleza". "Una de las más cimeras grandezas de
Shakespeare es el profundo patetismo musical".
Leopardi, el poeta del desengaño cósmico, págs. 299-318. — Este
ensayo inédito aparece también dedicado a Silvia, su esposa, "con el
corazón puesto en ella". Está dividido en varios apartes: Un pueblo,
una época y un espíritu, Los "Cantos" de la inmortalidad, Pintor de
paisajes con pincel de suavidad, Análisis de algunos poemas y ritornel-
lo de analogía, El lenguaje y la permanencia y la elección, y Leopardi
y la edad contemporánea.
"La vuelta a Leopardi — dice — debe significar el retorno a la
profundidad. Y este retorno no ha de quedar sólo en Leopardi, sino
que, trasmontando el sendero de la vieja tradición poética de Italia,
atravesando ese estadio transeúnte del Renacimiento, embalanceado en
sí mismo e híbrido en sus componentes integrales, ha de llegar hasta
los fundadores poéticos del alma italiana que no sólo son de Italia y sí
del mundo, y que se llaman Dante Alighieri y Jacopone de Todi".
La poesía humana de Porfirio Barba-Jacob, págs. 319-343. — "Pa-
ra mí, es el primer poeta de Colombia y uno de los más perfectos y
profundos que la América ha producido", dice Finlayson. Lo relaciona
con Baudelaire, con Neruda, con Carducci, con Leopardi, y también
con Byron. Incluso lo pone en la línea espiritual de Ñietzsche.
En un primer aparte trata de los grandes poetas de América y de
la situación de su poesía. José Asunción Silva, el precursor del moder-
nismo en la poesía latinoamericana; Darío, González Martínez, Ñervo,
Herrera y Reissig, Lugones, Valencia, la Mistral, Chocano. Y los que
vienen luego: Reverdí, Huidobro, Neruda, Carrera Andrade, León de
Greiff.
Otro aparte: el paisaje en la poesía de Barba-Jacob. "Campesino
de corazón y de paisaje", se consideraba Barba-Jacob. Finlayson lo com-
prueba con referencia a poemas inolvidables: Lamentación de octubre,
Elegías de septiembre, La estrella de la tarde, y Nueva canción de la
vida profunda. A La canción de la vida profunda, "la más popular de
todas las creaciones de Barba-Jacob", dedica Finlayson un aparte espe-
cial, relacionándola entre otras cosas con el poema Sagesse de Paul
Verlaine.
Por último un aparte dedicado a la muerte de Porfirio Barba-Ja-
cob. Este triste acontecimiento tuvo lugar en México el 4 de enero de
1942. Murió en el seno de la Iglesia y asistido por sus amigos Alonso
Junco y el sacerdote Gabriel Méndez Planearte. Como escribió en su
poesía Futuro, "'era una llama al viento, y el viento la apagó".

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BICC, XXVIII, 1973 RESEÑA DE LIBROS 397

La poesía nocturna de José Asunción Silva, págs. 345-353. — En-


marcado dentro de lo que llama el Siglo del Romanticismo, y al lado
de Hugo, Baudelaire, Verlaine y Mallarmé, destaca Finlayson la obra de
José Asunción Silva, "a quien corresponde el abrir una nueva puerta
a la poesía castellana, a subjetivizar y psicologizar el idioma hasta
cumbres nunca logradas antes, en una especie de sofrosine, de sereni-
dad armoniosa y musical, donde el sonido llegue hasta la frialdad esen-
cial del pensamiento puro". Se hace especial referencia, desde luego,
al inmortal Nocturno.
La poesía apolínea de Guillermo Valencia, págs. 355-372. — Co-
mienza el autor por hacer cierta crítica a la poesía colombiana. En ella,
según él, "ha predominado el culto a la externa forma, tal vez una ex-
cesiva veneración por las palabras en aquello que tienen de atuendo
accidental, como la sonoridad, la musical disposición, la prestancia en-
volvente". "No se advierten —añade más adelante— a lo largo del
recorrido de la poesía colombiana grandes tentativas de creación de
nuevos patrones, de técnicas renovadoras".
Hay dos excepciones: José Asunción Silva y León de Greiff. Por-
que el caso de Valencia encaja dentro del Modernismo, que mantiene
"el culto a la forma aparencial y [da] nuevo y refinado giro a la ex-
presión verbal". Fenómeno que no cubre solamente a Valencia sino
también a poetas de la calidad de Darío, Lugones, Santos Chocano,
Ñervo, Blanco Fombona y Herrera y Reissig. Del colombiano se ha
dicho que fue un poeta parnasiano, movimiento del que dice Finlay-
son: "El parnasianismo convirtió analógicamente el sonido en imagen
visual. Según sean las capacidades de los sentidos o de los espíritus,
por ellas se lanzan los matices y los rostros de la expresión artística del
ser humano".
Destaca el autor en tres apartes lo que quisiera decir de Valencia:
idioma y objetividad. "Es indudable el potente sentido que poseía Va-
lencia del léxico castellano. Se revela esta capacidad sobre todo en la
elección de los adjetivos y muy especialmente en los colores y en las
sensaciones que se refieren a las tonalidades vigorosas, evanescentes".
Algunas críticas presentadas en boca de sus autores: Carranza, Gómez
Restrepo, López Narváez, Cornelio Hispano y Andrés Holguín. Suge-
rencia y fuga: "La vagarosa sugerencia de la poesía de Valencia es una
de sus más altas calidades... La evanescencia y la huida —como el
humo — provienen de un fontanar, de un centro. La atmósfera es di-
luida y así debe ser la fuente, más densa en su punto substancial y
causal, pero apta para desleírse en espirales o en formas que apenas se
tocan o ven, que sólo vislumbra o barrunta el poderío ensoñador de
la fantasía".
Paisaje en Pablo Neruda, págs. 373-385. — Dice Finlayson: "Ne-
ruda, uno de los más grandes poetas de nuestra época, posee un sello

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característico, su chilenidad, los perfiles de la tierra, su psicología, su


paisaje. El panorama de Neruda refleja en alto grado y acentuado color
la naturaleza de la tierra de Chile y su tristeza prendida al alma. Ne-
ruda es del sur, de esa región cerrada por la lluvia, de esa zona colma-
da largamente por las aguas vencidas interminables, de ese cielo sin
picotazos en el pecho, con su color ceniciento y su flor dormida, con
su mordedura resignada hacia la tierra". Luego entrelaza sus conside-
raciones en torno a dos textos nerudianos: Barcarola y El sur del
Océano.
Visión de la muerte en Pablo Neruda, págs. 387-411. — "Neruda
— dice Finlayson —, como todos los grandes espíritus, se ha sentido
atraído por el motivo de la muerte. Neruda es un espíritu grande: to-
do lo que toca lo convierte en poesía, o mejor dicho, contacta al uni-
verso en función poética. La concepción de la vida en Neruda es trá-
gica, eminentemente trágica. Un hálito sin cesar renovado impulsa el
esfuerzo creador del poeta, un soplo hondo de hondura penetrante, en
lucha constante consigo mismo y en derechura a la muerte". Las con-
sideraciones que todo esto sugiere son ilustradas con los versos de El
hondero entusiasta.
Más adelante sostiene Finlayson que "la muerte no puede ser com-
prendida integralmente ni podemos sentir, experimentarla como una
experiencia metafísica si carecemos del sentido de unidad". Enriquece
esta idea un poema de Neruda, intitulado precisamente Unidad. Por
último, dedica unas páginas, con intención de profundizar metafísica-
mente en la idea del poeta, al poema Sólo la muerte. "La poesía neru-
diana — dice a este propósito — con su compactación, con su gemido
que encubre al mundo, que gime por cada poro un grito de desconso-
lación, como noche cósmica, mortaja grandiosa que revolotea por los
aires, marcando la obra humana con un sello de hielo, penetrando frío
en los huesos y en el espíritu, es poesía grande".
Poesía de Neruda: Significación de elementos, págs. 413-448. —
"¿Cómo estudiar la poesía de Neruda?", se pregunta Finlayson. Y res-
ponde: "Busquemos primeramente las aposentadurias hondas de su es-
píritu. Acudamos a la analítica de la causa, que es el sujeto creador:
allí adivinamos el efecto y sus formas como desde lo interior columbra-
mos los contornos. Vemos que el espíritu tiende de suyo a la unidad,
porque es 'forma substancial simple', una, y los conceptos son 'síntesis'
y las categorías del espíritu son formas de unidad, a que reducimos
constantemente la multiplicidad de las cosas que nos hieren; que la
unidad es la medida del ser y que todo el universo está jerarquizado,
estático o dinámico, en función de unidad. Y la unidad se confunde
jerárquicamente con la perfección: a mayor perfección, mayor unidad.
La unidad inmanente se explica y vive en función céntrica de la uni-
dad trascendente, y ésta es en último término la medida suprema, co-

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B1CC, XXVIII, 1 9 7 3 RESEÑA DE LIBROS 399

mo Causa y Fin de la valoración de todos los seres, que mientras más


[sic] participan de Ella más valen. El retorno no es más que un apro-
ximarse, un devenir, tránsito perenne de la potencia al acto".
Esto supone un acercamiento filosófico a la obra de Neruda, y es
lo que pretende Finlayson en estas páginas, tal vez un poco abstrusas,
pero que se iluminan con la referencia oportuna a poemas admirables
del chileno: Fantasma, Galope muerto, La noche del soldado, Un día
sobresale, Barcarola, El sur del Océano, Madrigal escrito en invierno,
El hondero entusiasta, Crepusculario, etc.
El problema de la muerte ontológica y lo poesía de Pablo Neruda,
págs. 449-474. — "La Muerte — sostiene Finlayson — se ofrenda a Ne-
ruda como liberación cósmica. Es una concepción búdica". Hecha esta
afirmación remite a las páginas de su obra Analítica de la contempla-
ción, publicada en Chile en 1936. El tema lleva al autor a una serie de
consideraciones filosóficas, a una especie de analítica metafísica, a mo-
do de glosa de conocidos poemas de Neruda: Colección nocturna, Sig-
nifica sombras, Galope muerto, etc.
"Neruda —concluye— en una visión de movimiento sobre este
mundo que aparece lentamente a la investigación del hombre, contem-
pla el ciclo de las cosas que pasan y se borran en su movimiento esen-
cial de creaturas. Cantando al no-ser ha alcanzado las estrellas que per-
manecen más allá de las sombras, y sentido el sonido de la realidad
inteligible. Esa es su tragedia: llevar una concepción materialista cuan-
do toda su inspiración poética asume caracteres metafísicos".

CARLOS VALDERRAMA ANDRADE.

Instituto Caro y Cuervo.

Luis DUQUE GÓMEZ, LOS quimbayas, Bogotá, Instituto Colombiano


de Antropología, 1970.

Luis Duque Gómez es uno de los pocos autores de temas preco-


lombinos que van a lo esencial, que saben extraer el grano de oro del
farragoso montón de heno y darnos orientaciones claras y precisas en
lo que puede despejarse, dejando lealmente en la penumbra lo que
todavía es oscuro o dudoso. Nada fácil resulta esa tarea sobre todo
cuando se toca la materia de las etnias indígenas del occidente del
antiguo Departamento de Caldas, del norte del Valle y del sur de
Antioquia, verdadero mosaico cultural, asiento de varias civilizaciones
a través de las épocas, algunos de cuyos pueblos, seguramente muy
mezclados, vivían allí a la llegada de los conquistadores. El cuadro
se complica aún más con las influencias venidas del Perú (pág. 117)
y Centroamérica (pág. 130), explicable la primera muy posiblemente

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