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Universidad de Guanajuato.
Introducción.
De estos modelos científicos, derivó el paradigma de la objetividad, donde se traza una distinción
entre el mundo interno de la mente y el mundo externo material, que a su vez deriva de una
metafísica dualista, soportado por los trabajos de Isaac Newton y Francis Bacon, cuyos trabajos
abonaron de manera importante a que se viera el entorno como un compuesto de entidades que
se relacionan causalmente para poder predecirlas y controlarlas (Gergen, 2007). Esto se filtra a la
psicología, generando modelos científicos psicológicos basados en la causalidad, el control y la
distinción, jerarquizando a aquel que se forma en estos modelos, puesto se forma en conocer el
devenir del proceso terapéutico, los síntomas de las personas y sus personalidades. Los clientes
son objeto en estos modelos, se da una clara jerarquía al terapeuta y a los objetivos por sobre el
proceso.
En 1988, Goolishian y Anderson publicaron un artículo que reformó la manera en cómo se había
pensado el trabajo terapéutico familiar, pasando también del estructuralismo con el cual se
fundó la terapia familiar y dando un giro hacia el pensar a las personas como lenguaje que ha de
ser hermeneutizado, deconstruido y resignificado, donde la terapia entonces es un
acontecimiento lingüístico que tiene lugar en lo que la autora y co-autor llamaron conversación
terapéutica. Así entonces, el rol del terapeuta es el propio de un artista experto en la
conversación cuya finalidad es crear un espacio conversacional. El terapeuta se convierte en un
observado participante y además un participante organizador.
Otro concepto innovador que incluyó Anderson (s/f) es el referente a la postura del “no-saber”
(not-knowing) del terapeuta como una actitud que no se tiene acceso a información privilegiada
y que jamás se puede entender completamente a otra persona. En otras palabras, la posibilidad
de que el terapeuta no privilegie ciertas herramientas pragmáticas o teóricas para ofrecer en el
espacio conversacional, el escuchar respetuosamente, con un interés genuino. En esta postura
del no-saber, la escucha, el oír y el hablar retoman un significado desde la naturaleza del diálogo,
donde se análoga a un proceso amoroso, de respeto y de co-construcción. El conversar, escuchar
y oír dentro del espacio terapeútico es emprender una odisea en conjunto con el cliente para la
co-construcción de un significado, donde el terapeuta es curioso y respetuoso, como el que
escucha una historia (Anderson, 2003). Donde el diálogo es una actividad relacional y
colaborativa, un acto de validación y legitimación del otro.
Esta forma de trabajo, implica una reflexión sobre los estándares de los modelos terapéuticos
clásicos y hegemónicos para pasar hacia la validación de otras posibilidades de trabajo para con
los clientes, desde una validación de sus vidas e historias hasta el hacer público lo privado del
terapeuta, lo que significa una premisa irrompible en el trabajo psicoterapéutico ortodoxo.
Esto proyecta sin duda, una revisión de nuestra propia construcción y el permitir comenzar a
deconstruir nuestra epistemología e historia tanto como ser humano, hombre, mujer, familia,
etc., pero también como terapeuta. El convertise en un terapeuta posmoderno, conlleva un viaje
histórico, teórico, filosófico y epistemológico, como comenta Anderson (s/f) en su artículo
referente a la transformación en terapeuta colaborativo.
Conclusiones.
Hemos revisado algunas de las bases filosóficas y teóricas que fundaron las posturas clásicas de
la psicología y la psicoterapia, y de cómo generaban modelos terapéuticos basados en el poder y
la jerarquía, en la patologización de personas y el estructuralismo de las familias. De aquí
partimos a aquellas bases que conformaron el pensamiento socio-construccionista aplicado a la
psicoterapia y algunas referencias sobre la praxis del mismo.
En una sociedad donde la cultura occidental ha filtrado varios de sus discursos hegemónicos, es
válido el repensarlos y pasar hacia discursos posibilitadores, que liberen en lugar de encasillar,
que aperturen en lugar de cerrar y que se centre más en el propio proceso, que en los objetivos
como tal. Un gran reto a la cultura, a la historia, política, economía, pero también una posibilidad
de liberación para la humanidad.
Referencias bibliográficas.
Anderson, H. y Goolishian, H. (1988). Los sistemas humanos como sistemas lingüísticos: implicaciones
para la teoría clínica y la terapia familiar. Revista de psicoterapia. 2, 67, 41-71. México.
Anderson, H. (2003). Escuchar, oír y hablar: pensamiento sobre la relación con el diálogo. 8ª
conferencia anual de diálogo abierto: ¿Qué es útil en el diálogo de tratamiento? Finlandia.
Lax, William (s/f). El pensamiento posmoderno en un práctica clínica. La terapia como construcción
social.