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Publicado: Martes, 10/3/2009 - 23:47
La estimulación cerebral
En la medida en que hoy se conocen los procesos cerebrales no es posible que se desencadene
ningún proceso cerebral sin que haya un estímulo sensorial que lo desencadene. Quienes
interpretan el pensamiento como un proceso bioquímico defienden que el pensamiento o la acción
mental (reducida a proceso bioquímico) sólo puede ponerse en marcha merced a un estímulo
físico o químico (luminoso, calorífico, táctil, sonoro…) aplicado a los sentidos del sujeto. Quienes
defienden el reduccionismo de las operaciones mentales a operaciones físico-químicas se
encuentran poco inclinados a admitir factores extramateriales o extrabioquímicos en el momento
de interpretar el psiquismo humano.
Dada por válida la hipótesis telepática, es decir admitiendo que al menos en algunos supuestos se
verifica una interacción directa entre mentes sin mediación sensorial y bioquímica, habría que
admitir importantes consecuencias del hecho.
Una sería que la mente, al menos en algunos supuestos, admite estimulaciones o mensajes que
no tienen un soporte bioquímico. Ello restaría fuerza a las interpretaciones que reducen el
fenómeno mental a procesos bioquímicos. Entendemos con ello que todas las investigaciones
encaminadas a establecer con rigor la esencia y las especificaciones del hipotético fenómeno
telepático servirían al mismo tiempo para adquirir conocimientos más profundos sobre la
naturaleza y propiedades de la “psique” humana cuya interpretación como simple fenómeno
bioquímico quedaría cuestionada.
Una nueva modalidad de interacción a distancia
Como hipótesis de trabajo cabría añadir que si, como sugieren algunas observaciones, la “eficacia”
de la interacción telepática mutua no se atenuase al incrementarse la distancia entre emisor y
receptor, habría que deducir que no existe distancia entre los sujetos mentales y que todos ellos
existen en un mismo “recinto mental” carente de dimensiones espaciales.
Las tesis que reducen la función mental a funciones bioquímicas tendrían más dificultad en
interpretar la telepatía, ya que habrían de admitir que esa nueva forma de interacción (no
gravitatoria ni electromagnética) tuviese a la simple materia cerebral como agentes emisor y
receptor respectivamente. Pero parece difícil admitir que exista tal fuerza y que nunca se haya
puesto de manifiesto su existencia en el curso de los prolijos y casi infinitos trabajos de
observación y experimentación de la naturaleza llevados a cabo en los últimos siglos.
Se debe reconocer en todo caso que la aceptación de la segunda alternativa del dilema suscita un
problema, ya planteado desde tiempos remotos. Si se admite el “factor mental” extraespacial y
extracorpóreo, no reducible a la bioquímica, habría ulteriormente que explicar en qué forma dicho
factor no bioquímico interactúa con los procesos bioquímicos corpóreos, implicados en la cadena
de procesos que intervienen en la fenomenología completa del supuesto fenómeno telepático.
Dada la transcendencia científica y humana de la cuestión, han de saludarse con aprecio y aplauso
los esfuerzos rigurosos realizados en orden a alcanzar un conocimiento riguroso de la hipótesis
telepática.
Gabriel Lorente es Profesor Titular de Física en la Universidad Nacional de Educación a Distancia,
Madrid.