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La telepatía, posible fenómeno de coherencia cuántica

 
Publicado: Martes, 10/3/2009 - 23:47

Por Gabriel Lorente

La posibilidad de transmisión del pensamiento de una persona a


otra gracias a una interacción o comunicación directa entre las
'mentes' de dichas personas es asunto que despierta el interés de
cualquier científico.

Imagen: Ecuador Ciencia  Dicha hipótesis abriría horizontes nuevos en el conocimiento de la


realidad y podría ser la puerta de entrada a mundos tan
insospechados como reales. Comenzaremos por un intento de reducir a esquema el fenómeno de
transmisión del pensamiento sin mediación sensorial, llamado a veces telepatía. En una primera
aproximación nos abstendremos de formular ninguna afirmación sobre la realidad de dicho
fenómeno. En otros términos, no nos pronunciaremos acerca de la cuestión, nada baladí,
consistente en reconocer si hay o no hay casos probados de comunicación telepática o
parasensorial. Por el momento nos limitamos a describir algunas características que tal presunta
intercomunicación presentaría.

La estimulación cerebral

En la medida en que hoy se conocen los procesos cerebrales no es posible que se desencadene
ningún proceso cerebral sin que haya un estímulo sensorial que lo desencadene. Quienes
interpretan el pensamiento como un proceso bioquímico defienden que el pensamiento o la acción
mental (reducida a proceso bioquímico) sólo puede ponerse en marcha merced a un estímulo
físico o químico (luminoso, calorífico, táctil, sonoro…) aplicado a los sentidos del sujeto. Quienes
defienden el reduccionismo de las operaciones mentales a operaciones físico-químicas se
encuentran poco inclinados a admitir factores extramateriales o extrabioquímicos en el momento
de interpretar el psiquismo humano.

La “hipótesis telepática” admitiría que al menos en determinados casos, en circunstancias


especiales, aún poco determinadas, cabe la posibilidad de que una “mente” (actuando como
“receptora”) sea estimulada, sin estímulos sensoriales interpuestos, por la actuación de otra
“mente” (“emisora”) que, repetimos, actúa supuestamente de modo directo sin la mediación de la
voz, el tacto u otro medio de excitación sensorial.

Consecuencias de la hipótesis telepática

Dada por válida la hipótesis telepática, es decir admitiendo que al menos en algunos supuestos se
verifica una interacción directa entre mentes sin mediación sensorial y bioquímica, habría que
admitir importantes consecuencias del hecho.

Una sería que la mente, al menos en algunos supuestos, admite estimulaciones o mensajes que
no tienen un soporte bioquímico. Ello restaría fuerza a las interpretaciones que reducen el
fenómeno mental a procesos bioquímicos. Entendemos con ello que todas las investigaciones
encaminadas a establecer con rigor la esencia y las especificaciones del hipotético fenómeno
telepático servirían al mismo tiempo para adquirir conocimientos más profundos sobre la
naturaleza y propiedades de la “psique” humana cuya interpretación como simple fenómeno
bioquímico quedaría cuestionada.
Una nueva modalidad de interacción a distancia

Otra significativa consecuencia de la detección (en su caso) de interacciones telepáticas, realizada


con metodología rigurosa, sería la identificación de una nueva modalidad de interacción a
distancia. Es sabido que en el actual estado del saber científico las únicas modalidades de
interacción entre objetos situados en distintas localizaciones espaciales (llamadas a veces fuerzas
a distancia) son la interacción o fuerza gravitatoria (ejercida entre masas) y la interacción
electromagnética (ejercida entre cargas eléctricas, bien estáticas, bien en movimiento).

Si se detectase sin dejar lugar a dudas la existencia de fenómenos telepáticos y, si gracias a


precauciones experimentales apropiadas, pudiese descartarse que tal interacción telepática se
realizase como consecuencia de interacciones gravitatorias o electromagnéticas, se habría
encontrado una nueva modalidad de interacción a distancia, no gravitatoria ni electromagnética,
sino realizada mediante una modalidad de interacción a distancia desconocida hasta el presente.
Este hecho sería una puerta abierta a nuevos horizontes de la física; es decir, del conocimiento de
la naturaleza.

El hallazgo de lo “extra-espacial” o “extra-corpóreo”

Como hipótesis de trabajo cabría añadir que si, como sugieren algunas observaciones, la “eficacia”
de la interacción telepática mutua no se atenuase al incrementarse la distancia entre emisor y
receptor, habría que deducir que no existe distancia entre los sujetos mentales y que todos ellos
existen en un mismo “recinto mental” carente de dimensiones espaciales.

En otras palabras, se habría establecido un carácter extra-corpóreo o extra-espacial para la faceta


mental de la persona que contradeciría el discurso reduccionista hoy tal vez predominante en los
antropólogos. Empleando una terminología con muchos siglos de antigüedad estaríamos en
presencia de “lo espiritual”, es decir, de lo no ligado a condicionamientos espaciales o corpóreos.

Las tesis que reducen la función mental a funciones bioquímicas tendrían más dificultad en
interpretar la telepatía, ya que habrían de admitir que esa nueva forma de interacción (no
gravitatoria ni electromagnética) tuviese a la simple materia cerebral como agentes emisor y
receptor respectivamente. Pero parece difícil admitir que exista tal fuerza y que nunca se haya
puesto de manifiesto su existencia en el curso de los prolijos y casi infinitos trabajos de
observación y experimentación de la naturaleza llevados a cabo en los últimos siglos.

La inserción de lo mental en lo bioquímico

La confirmación de la “hipótesis telepática” situaría, pues, ante un dilema: o bien la interacción


telepática se realiza entre los contenidos materiales del emisor y receptor, en virtud de una nueva
fuerza hasta ahora desconocida (lo que parece difícil de aceptar), o bien es un fenómeno debido a
que hay en el emisor y el receptor unos respectivos “factores mentales” extradimensionales, que
se encuentran en comunicación directa por no serles aplicables ni los condicionamientos de
localización espacial, ni de distancia o separación entre ellos.

Se debe reconocer en todo caso que la aceptación de la segunda alternativa del dilema suscita un
problema, ya planteado desde tiempos remotos. Si se admite el “factor mental” extraespacial y
extracorpóreo, no reducible a la bioquímica, habría ulteriormente que explicar en qué forma dicho
factor no bioquímico interactúa con los procesos bioquímicos corpóreos, implicados en la cadena
de procesos que intervienen en la fenomenología completa del supuesto fenómeno telepático.

Dada la transcendencia científica y humana de la cuestión, han de saludarse con aprecio y aplauso
los esfuerzos rigurosos realizados en orden a alcanzar un conocimiento riguroso de la hipótesis
telepática.
Gabriel Lorente es Profesor Titular de Física en la Universidad Nacional de Educación a Distancia,
Madrid.

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