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“Vida y obra de Francisco de

Vitoria y su contribución al
Derecho Internacional Público”

Integrante: Javiera Mercado Araya


RUT: 19.980.642-4
Profesor: Daniel Álvarez Soza
Fecha: 27-05-2020
Introducción
Francisco de Vitoria fue un Teólogo y jurista español nacido en
Burgos en el año 1438, realizó sus estudios en el convento
dominicano de S. Pablo Burgos en 1505, donde aprendió gramática,
lógica, filosofía y teología completando así su formación humanística.
Destacó por sus ideas y contribuciones al derecho internacional y a la
economía moral basado en el pensamiento humanista del realismo
aristotélico-tomista.
Su aporte a nuestra catedra es lo que nos hará analizar su vida, ya
que, gracias a su pensamiento crítico de la época, que se caracterizó
por la conquista hacia el pueblo indígena por parte de los españoles,
pudo realizar cambios importantes en dicha sociedad mediante sus
obras, como por ejemplo “De indis” donde recoge las relecciones en
las que expreso su postura ante los excesos emitidos por los
españoles en la conquista de las tierras americanas y fue un pie
importante para el reconocimiento de los derechos humanos en los
aborígenes.
Además, analizaremos el periodo de la guerra justa perteneciente al
siglo XVI, que fue una doctrina jurídica que pretendió justificar en
ciertos casos el uso de la violencia por parte de los conquistadores
hacia los indígenas para la conquista del nuevo mundo, hecho
bastante cuestionable que nos hará hablar de dos personajes
importante que destacaron en esta época, Juan Gines de Sepúlveda y
Bartolomé de Las Casas ambos sacerdotes católicos que participaron
de un conflicto filosófico sobre la guerra justa y a la subordinación de
los indígenas.
Doctrina de Francisco de Vitoria

Su pensamiento filosófico constituyo un hito en la historia de las


ideas políticas occidentales y su doctrina ha sido nuevamente
revivida para ser estudiada, puesto que representa un punto
importante para el pensamiento moderno, esto gracias a su actitud
crítica respecto de las tradiciones medievales de tipo teocrático, es
decir, aquellas donde se justificaba el accionar material de una
persona, si es que este, se fundamenta en colocar al bienestar
espiritual por encima del bienestar físico. Este tipo de sistema
político fue fuertemente cuestionado durante el siglo XVI conocido
como el “siglo de las colonias”, debido a las conquistas realizadas por
los colonos hacia el nuevo mundo, porque para ello se ejercía una
violencia y abuso “justificado” hacia el imperio Azteca, Inca, Mhuyska
y Maya, donde cuyos habitantes eran visto por las coronas, como
salvajes o bárbaros, por lo que era necesario someterlos e inculcarles
las creencias y costumbres cristianas en nombre de la palabra de
Dios. En otras palabras, los aborígenes no eran considerados
personas, por tener una cultura y etnia distinta, por lo que ha vista
de los conquistadores, eran carentes de derechos.
Francisco de Vitoria, no aceptaba dichos abusos y siguiendo con ese
pensamiento, fue uno de los primeros frailes, junto con el fray
Bartolomé de las Casas, que se preocupó por los derechos de los
indios, esto es evidenciado en su obra “De indis” que recoge las
relecciones en las que expresó su postura ante el conocimiento de
diversos excesos cometidos en las tierras conquistadas en América.
En ella afirma que los indios no son seres inferiores, sino que poseen
los mismos derechos que cualquier ser humano y son dueños de sus
tierras y bienes, esto es de suma importancia, ya que podemos
presenciar un primer reconocimiento del Derecho de gentes o “Ius
Gentium” por parte de la tradición escolástica de los teólogos y
jurisconsultos como aquel referido exclusivamente al derecho entre
los diferentes Estados.
Debido al respeto que se le tenían a su valía intelectual, provocaría
que este fuera consultado por el rey Carlos I de la corona española,
en dicha consulta sus ideas y las de fray Bartolomé de las Casas,
ambos rechazando la deshumanización de los aborígenes, fueron
escuchadas en las Cortes.
Gracias a estos dos religiosos, en el año 1542 se promulgarían las
Leyes Nuevas de Indias, que afirmaron que los indios eran seres
humanos libres y los ponía bajo la protección directa de la Corona.
Después de su muerte, el propio Bartolomé de las Casas y varios de
sus discípulos protagonizaron la Junta de Valladolid, en donde se
utilizaron los argumentos de Vitoria, en contra Juan Ginés de
Sepúlveda respecto sobre cuáles eran justos títulos para la conquista
de América y cuáles injustos, en la llamada polémica de los naturales.
Vitoria fue uno de los principales teóricos del concepto de guerra
justa. En De iure belli analizó los límites del uso de la fuerza para
dirimir las disputas entre pueblos. Según él es lícito hacer la guerra,
pero la única causa justa para comenzarla es responder
proporcionadamente a una injuria. Por tanto, no es lícita la guerra
simplemente por diferencias de religión o para aumentar el
territorio, este punto será analizado con mayor profundidad más
adelante.
Uno de los hechos que vincula a Francisco de Vitoria con nuestra
catedra es la creación de la obra “potestate civili”, que es una de las
bases teóricas del derecho internacional moderno, en esta relección
se busca expresar el fin de la comunidad política como el subvenir a
las necesidades naturales de conservación de los hombres y ayudar a
su desarrollo intelectual y moral, es aquella que coincide con el fin
último del hombre, por lo que Vitoria afirma que la potestad política
debe guiar a los hombre a una ciertas vida virtuosa, pero solo en
cuanto conduce al logro de la felicidad natural dentro de la república.
Además, fue uno de los primeros en proponer la idea de una
comunidad de todos los pueblos fundada en el derecho natural, y no
basar las relaciones internacionales simplemente en el uso de la
fuerza.
Francisco de Vitoria y el análisis a los Justos Títulos
Con los Justos Títulos, fray Francisco de Vitoria sentó, en primer
lugar, negar los derechos concedidos a los Reyes Católicos, puesto
que los consideraba como falsos para justificar la ocupación de las
indias. El consideraba que ni el dominio universal del Emperador ni el
dominio universal temporal del Papa son títulos jurídicos válidos para
legitimar la ocupación de América por parte de la Corona Española.
Según el, todos los hombres son libres e iguales en derecho por
naturaleza. En la institución concreta de los poderes públicos,
además de su fundamentación en la naturaleza social del hombre,
intervienen las voluntades humanas libres y el derecho positivo. La
división de naciones surgió a lo largo de la historia de modo casi
espontáneo, y en el proceso de formación interviene de modo
decisivo el consentimiento de los miembros del grupo. Vitoria,
oponiéndose a juristas de la talla de Bartolo de Sassoferrato, no
encuentra ningún título ni de derecho natural, ni divino ni humano
que pueda otorgar dominio al Emperador sobre todo el universo.
Al analizar el segundo título no legítimo, el cual constituye el dominio
universal del Papa, Vitoria no escatima argumentos, ya que, según
sus propias palabras, quienes consideran que el Sumo Pontífice es
monarca de todo el orbe, aun en lo temporal, lo hacen «con
vehemencia», esto es porque Vitoria señala que «el Papa no es señor
civil o temporal de todo el orbe, hablando de dominio y potestad civil
en sentido propio; dado que el Sumo Pontífice tuviera tal potestad
secular en todo el orbe, no podría trasmitirla a los príncipes
seculares; el Papa tiene potestad temporal en orden a las cosas
espirituales, esto es, en cuanto sea necesario para administrar las
cosas espirituales; ninguna potestad temporal tiene el Papa sobre
aquellos bárbaros ni sobre los demás infieles; aunque los bárbaros
no quieran reconocer ningún dominio al Papa, no se puede por ello
hacerles la guerra ni ocuparles sus bienes»
Vitoria considera que el Papa tiene potestad espiritual como Vicario
de Cristo sobre todos los fieles, pero no un poder temporal universal.
Si tal poder no le conviene ni por derecho natural ni por derecho
humano positivo, cabría sólo la posibilidad que le conviniera por
derecho divino. Pero como no consta en ninguna parte dicho
derecho, «luego esto se afirma arbitrariamente y sin fundamento».
La donación papal no puede ser un título legítimo, pues ya se ha
probado que los indios son verdaderos señores pública y
privadamente, dominio que es de derecho natural. «De todo lo cual
se desprende claramente que tampoco este título es idóneo contra
el derecho de los bárbaros. Y ya sea fundándose en que el Papa donó
como señor absoluto aquellas provincias, ya en que no quieren
reconocer la soberanía suprema del Papa, no tienen los cristianos
causa justa para declarar la guerra».
Las conclusiones anti-teocráticas de Vitoria se fundan en argumentos
de razón y en el testimonio de la Sagrada Escritura y de los Padres de
la Iglesia. El humanismo cristiano del dominico le permitió hacer una
labor de criba entre elementos propios de la doctrina cristiana y
elementos espurios, fruto de tradiciones políticas humanas, que
podían tener un valor circunstancial histórico pero que no
pertenecían al depósito de la Revelación. Vitoria desbroza la selva de
argumentaciones teológicas y canónicas interesadas. Tras su labor
crítica, aparece el claro: los derechos del orden natural, los cuales no
son suprimidos por el orden sobrenatural, sino incorporados y
elevados.
Para finalizar con este tema podemos destacar la importancia que
tuvo Francisco de Vitoria, ya que gracias a su pensamiento más
avanzado a la época se pudo reconocer a los indígenas como lo que
son, seres humanos iguales a todos y sobre todo son personas que
poseen derechos, que deben ser respetados y protegidos.

La Guerra justa
En el siglo XVI surge el primer debate filosófico sobre la conquista
española y la subordinación de las poblaciones aborígenes, que se
caracterizó por la oposición de ideas entre los sacerdotes Juan Ginés
de Sepúlveda y Bartolomé de Las Casas.
El primero fue un sacerdote católico que se destacó por defender la
conquista de la colonización y evangelización de la población
autóctona de América, justifico el abuso de poder por parte de los
españoles a los indígenas, puesto que los consideraba como
“bárbaros” y “paganos”, además de justo y conforme al derecho
natural que tales gentes sean sometidas “al imperio de príncipes y
naciones más cultas y humanas” así como a la “religión verdadera”
(la católica), incluso “por medio de las armas”. Las Casas, en cambio,
a pesar de haber sido encomendero, consideró muy humanos a los
indios, “infinitas gentes que a todo género crio Dios las más simples,
sin maldades ni dobleces, sin rencillas ni bollicios que hay en el
mundo”, además de señalar como “injusto y tiránico” todo lo que se
cometía contra ellos. Gines defendió la conquista y justificó la guerra
incluso con el argumento de salvar la vida de quienes eran sometidos
a los sacrificios humanos para los dioses, que fuera un ritual entre los
aztecas. Por otro lado, Bartolomé de las Casas condenó el
sometimiento brutal y denunció “la más dura, horrible y áspera
servidumbre en que jamás hombres ni bestias pudieron ser puestos”;
pero, además, sostuvo que ningún gobernante podía mandar sin
consentimiento del pueblo; que nadie puede inferir perjuicio alguno
a la libertad; y que hay una “justa guerra” al levantarse contra tales
opresiones, con lo cual Las Casas se adelantó dos siglos al
pensamiento ilustrado.
Tomando en cuenta ambas posturas es imposible no hacernos las
siguientes preguntas: ¿Es la guerra justa licita para los cristianos?,
¿En quién reside la autoridad para declarar y realizarla?, ¿Cuáles
son sus fundamentos o causas? Y por último ¿qué cosas se pueden
hacer contra los enemigos de una guerra justa?
Para responder a la primera pregunta es necesario mencionar a San
Agustín, este santo, padre y doctor de la iglesia católica, concluye en
base a las palabras de Juan Bautista que, si la religión cristiana
proscribiera totalmente las guerras, se les hubiera aconsejado en el
Evangelio, a aquellos que pedían la salvación, que abandonasen sus
armas y se abstuvieran completamente a la milicia. Sin embargo,
esto no se les menciona, en cambio se les dice que no maltratéis a
nadie y contentaos con nuestras pagas.
Además, esta conclusión es respaldada por las razones entregadas
por Santo Thomas, pues para él es licito empuñar la espada y usar
armas contra los malhechores del país y los ciudadanos sediciosos,
por consiguiente, también seria licito usar la espada y las armas
contra los enemigos exteriores.
Otro argumento que apoya esta conclusión es que la guerra fue licita
en la ley natural, aquella ley emana de la razón y de los derechos que
se fundan en la propia naturaleza humana, y también en la ley
escrita, por otra parte, la misma ley evangélica nos señala que no
está prohibido nada que sea licito en la ley natural, por lo que lo que
era licito en las layes naturales y escritas no deja de serlo en la ley
evangélica.
No esta demás señalar que esto no puede ser puesto en duda dado
que, tratándose de la guerra defensiva, ya que no es ilícito repeler la
fuerza con la fuerza.
Ahora respecto a la guerra ofensiva, también es útil para probar la
licitud de la guerra justa, debido a que en estas no solo se defienden
o reclama las cosas, sino que además se pide satisfacción de una
injuria recibida. Si nos ponemos a analizar la definición entregada por
el canon Dominus nos señala que la guerra justa es aquellas que se
hacen para vengar las injurias, cuando hay que luchar contra un
pueblo o ciudad que omitió el castigar lo que injustamente hicieron
sus súbditos o el devolver lo que se quitó injustamente. Por lo que
podemos observar que en la misma definición nos estarían aclarando
la licitud de la guerra justa cuando estas sean ofensivas.
Y en relación con ambos tipos de guerra podemos concluir que no se
podría hacer cumplidamente la guerra defensiva si no se pudiera
realizar la vindicta en los enemigos que hicieron la injuria o
intentaron hacerlo; pues de lo contrario, tales enemigos se harían
más audaces para repetir sus invasiones, ya que el miedo del castigo
no les retraería de repetir la injuria.
Se puede probar además la licitud, si consideramos que el fin de la
guerra es la paz y la seguridad de la republica como nos dice San
Agustín en el libro Deverbis Domini, no podría haber esta seguridad
sin el temor de la guerra, pues esta contiene a los enemigos de
realizar injurias, esta provoca una conveniencia para el fin y el bien
del orbe, porque sin la guerra este no gozaría de felicidad y se vería
sumido en condiciones degradantes, ya que la impunidad de los mal
encaminados les permitiría realizar toda clases de actos de injuria,
sin que fuese licito a estos últimos concentrarse para repeler sus
agresiones.
Para terminar con las razones de porque la guerra es lícita, tenemos
un argumento moral, donde la autoridad y el ejemplo de los santos y
de los varones justos, puesto que son muchos los que no solo
defendieron sus patrias y sus haciendas con guerras defensivas, sino
que también se vengaron con las guerras ofensivas cuando existieron
injurias provocadas por los enemigos.
En respuesta de la segunda pregunta que nos hacemos, podemos
responder a ella que, cualquiera puede tomar a su cargo y hacer la
guerra defensiva, independiente si se tratarse de un simple
particular. Resulta bastante evidente, si recordamos lo que dijimos
con anterioridad, es licito repeler la fuerza con la fuerza, por lo que
cualquiera puede hacer una guerra tratándose de una defensiva,
siempre y cuando sea para proteger el bienestar e incluso el
patrimonio.
Como hemos podido apreciar el autor de una guerra puede ser un
ser particular, pero ¿es posible que el autor de una guerra sea una
república? Para responder a esto es necesario hacer una distinción
entre una persona privada y una república.
Una persona privada tiene el derecho de defenderse a sí mismo y a
sus cosas, pero no tiene el derecho de poder vengarse de las injurias
dirigidas hacia él, deduciendo así que, solo puede ser autor de una
guerra defensiva, mas no de una ofensiva. De hecho, este derecho
de defensa no es inmune, ya que para que pueda ejercerse la
persona debe verificarse en el momento del peligro, esto es
conocido por los jurisconsultos como incontinenti. Así es como al
pasar la necesidad de defensa, cesa la licencia para guerrear.
En cambio, la república, si tiene la autoridad, no solo para guerrear
en caso de defensa, sino que también para vengar las injurias
recibidas y para perseguirlas después del momento de inferidas, por
lo que su derecho goza de una característica de persecución, ya que
esta no deja de ejercerse por el lapso del tiempo. Esto se debe a que
la republica debe cuidar a sus habitantes, no tan solo físicamente,
sino que también espiritualmente, debe velar por su honra.
Aristóteles señala en su libro tercero de la Política que la republica
debe basarse en sí misma y no podría conservar suficientemente el
bien público y su propio estado, si no pudiese vengar las injurias e
infundir respeto a sus enemigos; ya que, sin esto, se tornaría los
malvados más pronto y audaces para realizar nuevas injurias, viendo
que podían hacerlo impunemente. Por esto es necesario, que se
reconozca la autoridad a la república.
Otros historiadores creen que la autoridad de una guerra no recae en
la república, sino que recae en el príncipe de esta, es decir, el
príncipe es quien tiene la verdadera autoridad de una guerra, pero es
la misma autoridad que posee la republica que el mismo príncipe
representa y dirige. San Agustín opina en base a esto que el orden
natural acomodado a la paz de los mortales, exige que la autoridad
de poder emprender la guerra debe residir en el príncipe.
Lo cual se prueba si recordamos que el príncipe recibe sus poderes
por la elección de la república, por lo tanto, si existe un príncipe
legítimo en esta, toda la autoridad residirá en él.
La tercera pregunta a resolver consistía en saber cuál puede ser la
razón y la causa de la guerra justa, una disyuntiva que sin duda es
importante para entender el enfrentamiento de ideas generada por
el trato a los aborígenes.
Primero que nada, debemos resaltar que la diversidad de religión no
es una causa justa para la guerra, ya que tener creencias distintas no
es una injuria y no se puede alegar la posesión de los indígenas, por
simplemente rehusarse a pertenecer a la fe cristiana.
Tampoco es una causa justa de una guerra el deseo de ensanchar el
imperio, porque en ese caso podría haber causa justa para ambas
partes beligerantes, y la muerte de los enemigos no sería licita, por lo
que habría una guerra en donde no se podría dar muerte a los
enemigos, generando así una contradicción.
No es causa justa de guerra la gloria o cualquier otra ventaja del
príncipe, porque este debe ordenar tanto la paz como la guerra al
bien común de la república, y así como no puede intervenir en la
gloria o provecho suyo las rentas públicas, mucho menos podrá
exponer a sus súbditos en peligro, una diferencia destacable entre un
príncipe y un tirano ya que este siempre deberá velar por el
bienestar de sus habitantes, en cambio el tirano es individualista y no
se preocupa por ellos.
Al parecer la única justa causa para hacer la guerra es la injuria
recibida, pues como se ha mencionado anteriormente, la guerra
ofensiva se inicia por el deseo de venganza en contra los enemigos y
con el objeto de escarmentarlo. Pero como no puede existir una
venganza sin que alguien haya hecho un daño primero, entonces
podemos concluir que una injuria es una justa causa para la guerra.
Esto puede ser probado ya que San pablo en su pasaje nos menciona
que, el príncipe no eleva su espada, ya que es ministro de Dios, para
ejercer su justicia, castigando a todo el que obre mal. En otras
palabras, es ilícito castigar a aquellos no han hecho daño a nadie,
ósea, a los inocentes porque esto está prohibido por las leyes
naturales. La única excepción que vendría a esto sería cuando sea
Dios quien mandase otra cosa, por ser el dueño de la vida y la
muerte y podría con su voluntad disponer de otro modo.
Habiendo identificado cual era la causa de la guerra, ahora nos
queda analizar si cualquier injuria sirve para ser una causa justa, esto
pareciera ser que no, ya que es poco proporcionar que, por una
injuria leve, el castigo sea la guerra o cualquier sanción grave. Por lo
que todas las injurias cometidas deben de una gran magnitud de
gravedad, pues es ilícito acudir a guerras por injurias breves, por
todas las consecuencias negativas que conlleva una guerra.
Por último, nos queda la cuarta pregunta, esta se refiere al derecho
de la guerra y versa sobre las cosas que están permitidas en una
guerra justa.
Para ello es necesario enumerar las cosas permitidas. Primero es
licito hacer en la guerra todo lo que se necesario para la defensa del
bien público, puesto que el fin esta es el defender. En segundo lugar,
será licito recuperar las cosas perdidas o el precio de las mismas. En
tercer lugar, es licito resarcirse con los bienes del enemigo de los
gastos de la guerra y de todos los daños causados por él
injustamente. En cuarto lugar, el príncipe que hace una guerra justa
puede pasar aún más adelante, esto es, a hacer cuanto sea necesario
para asegurar la paz y la seguridad por parte de sus enemigos; por
ejemplo, demoliendo sus fortalezas y levantando fortificaciones en el
territorio enemigo, si ello fuere indispensable para evitar peligros
ocasionados por sus adversarios. Esto se refiere a que está permitido
atacar los terrenos de los enemigos, ya que el fin de la guerra es la
paz y la seguridad; por consiguiente, será licito cualquier medida
para proteger el bienestar de los súbditos.
Y por último en quinto lugar, después de obtenida la victoria,
recobrada las cosas y asegurada la paz y la tranquilidad, se puede
proceder lícitamente a la vindicta de las injurias recibidas de los
enemigos, y escarmentarlos, castigándolos por las ofensas que
infligieron. Es preciso hacerlo así, pues no se borrará la ignominia y
el deshonor de la republica con solo poner en fuga a los enemigos,
sino castigándolos y afligiéndolos con la veracidad de las penas, ya
que el príncipe no solo tiene la obligación de velar por el bienestar,
sino que también debe velar el honor y la autoridad de la república.
De todo lo expuesto, podemos concluir que la guerra justa es
totalmente licita, siempre que cuente con lo anteriormente
mencionado, pero hay que entender también que no por tener la
calidad de licito signifique que este bien, por lo que es lógico que
hayan existido disputas, ya que, en el caso de la conquista al nuevo
mundo, ¿podemos realmente decir que se contó con todas aquellas
características que contempla una justa guerra? Es por esto que
analizaremos esta disyuntiva en el siguiente tema a abordar,
respecto del respeto la persona humana y los derechos humanos.

El respeto a la persona humana


Como ya se ha mencionado anteriormente, la licitud de la guerra
justa, es un hecho a los ojos de los católicos, entendemos las
razones, quien puede realizar una guerra justa y que cosas se pueden
hacer, pero aún nos surgen algunas dudas respecto a la justicia de
estas guerras. Por lo que volveremos a mencionar a Juan Gines de
Sepúlveda, pues su pensamiento nos señalaba que la guerra por la
conquista fue completamente justificada, pues era la voluntad de
Dios subordinar a los salvajes, cuyo comportamiento no era decente,
tratándolos de bárbaros e ignorantes. Para ello Juan Gines se
respaldaba en que el derecho de tutela implica a la servidumbre de
los indígenas, además presentaba al indígena americano cómo un ser
inferior que debe ser tratado como una bestia dada su condición
caníbal, sus conductas heréticas, etc., y que era necesario para el
conquistador impedir esas conductas para desarrollar a su vez la
labor evangelizadora entre los indígenas.
Defendía el derecho de España, como nación civilizada a someter por
las armas a los salvajes, oponiéndose abiertamente incluso a las
normas del Consejo de Indias. Presionaba para que se declarará la
guerra y el derecho a catequizar a los infieles. Cuando aquellos cuya
condición natural es que deben obedecer a otros niegan su
autoridad, o cuando no hay otro modo, hay que dominarlos por las
armas; tal guerra es justa, según los filósofos más eminentes.
Entendiendo las razones Gines para apoyar Si recordamos cuales no
eran justa causa, encontrábamos a la diversidad de religión, por lo
que, es innegable presumir que la conquista de América y el accionar
bélico de los españoles en contra de los indígenas no fue una guerra
justa.
Además de esto existen otras razones para identificar el abuso de
poder por parte de los conquistadores y la falta de respeto a los
derechos de los aborígenes, entre ellas podemos encontrar que “no
siempre es suficiente que el príncipe crea tener justa causa para
hacerla”, por lo que, entenderíamos que el solo hecho de que los
reyes de España hayan autorizado iniciar la conquista, no es
argumento suficiente para considerar justificada la guerra, de hecho,
filósofos como Emmet Vattel un diplomático y jurista suizo cuyas
teorías sentaron las bases del derecho internacional moderno y la
filosofía política, opinan que los únicos motivos de los españoles era
la codicia, oculta tras las aparentes razones del comercio. En su obra
“El derecho de gente”, Vattel fija los límites precisos a los derechos
de los pueblos. El jurista, en consecuencia, sostiene, de acuerdo con
la tradicional perspectiva iusnaturalista, que las tierras
originariamente fueron sujetas a una propiedad común compartida
por todos. La naturaleza, destinando todas las tierras a las
necesidades de los hombres en general, no da a ningún pueblo el
derecho de apropiarse de un país sino para los usos factibles, y no
para impedir el aprovechamiento de los recursos por parte de otros.
Esto nos hace darnos cuenta de cómo los españoles, terminaron por
arrebatar las tierras de los indígenas, aquellas que les pertenecía
antes de su descubrimiento y que, gracias a sus conocimientos de
agricultura, pudieron sacar recursos de ellas para vivir plenamente,
en realidad los españoles nunca tuvieron un derecho para
apoderarse de las tierras, aunque estos se respaldaban en el
desconocimiento del derecho de dominio de los indios. Vitoria al
principio también cuestiona esto, si lo indios siendo no creyentes,
podían tener la capacidad de dominio. Alguno teóricos consideraban
que no, pues el dominio y los derechos de propiedad eran derechos
divinos, por lo que un no creyente no podía gozar de dichos
derechos, sin embargo, Vitoria defendió que el derecho de dominio
se basaba en el derecho natural, y por lo tanto no se destruiría solo
por una cuestión de fe. El creía que siempre que los indios tuvieran
razón, podrían reclamar los mismos derechos naturales poseídos por
los europeos cristianos. Por lo que los indios si eran verdaderos
poseedores de sus tierras y de sus bienes.
Pero este no fue el único derecho que no era reconocido a los
indígenas, Vitoria también reconocía el derecho amistad entre las
personas, ya que aplica al hombre como ser social y es la base de las
relaciones internacionales e interestatales. Él está convencido de la
rectitud de la naturaleza humana, pues de lo contrario el hombre
estaría perdido en su caminar, sin base en sus requerimientos y
exigencias, sin posibilidad de relación social. Para él, Dios no sólo es
el creador de la naturaleza del hombre, sino de todas sus tendencias
e inclinaciones.
A partir de todo ello, uno de sus intereses fundamentales, es dejar
suficientemente claro el carácter sociable del hombre; sociabilidad
que, si bien es una cualidad derivada, no por eso es menos
importante. Por tanto, no quiere conformarse con dejar clara la
sociabilidad del hombre, sino que insiste y recalca que dicha
característica no es algo impuesto, sino que se deriva de la misma
naturaleza humana, que ha sido puesta por Dios en las entrañas
mismas del hombre.
Gracias a esta característica es que podemos entender por qué existe
el derecho internacional y por qué es necesaria la existencia de los
derechos humanos y el respeto entre nosotros. Vitoria nos hace
entender a través de sus obras la importancia del reconocimiento del
ser humano como una persona y el respeto a la diversidad de
cultura, pueden llevar una mejor convivencia entre nosotros, una
convivencia necesaria para la existencia y el control de la sociedad,
además logra entender y dejar de ver a los indígenas y españoles
como ser distintos, el los ve como un igual, como hombres.
Para ello creo una serie de derecho que debían ser respetados entre
los cuales podemos destacar:
 La libertad de religión: Pese a que no es una visión completa a
la libertad que conocemos ahora, por razones evidentes, al
recordad que Vitoria fue un teólogo, aun así, podemos destacar
lo revolucionario que es este derecho, porque acepta el respeto
los cultos de los infieles, siempre y cuando no contravengan al
derecho natural. Por lo que podríamos concluir que este
derecho se trata de una tolerancia religiosa.
 Libertad de comercio: Y como consecuencia de la referida
sociabilidad natural, por necesidad mutua el hombre tiene
derecho a comerciar con otros hombres con el fin de satisfacer
sus necesidades, aun en el caso en que se pertenezca a
regiones distintas. Así se decanta la libertad de comercio en el
dominico.
 Derecho a la ciudadanía. Ahora bien, el hombre que emigra y
se queda permanentemente en el lugar donde se trasladó,
tiene derecho a la ciudadanía y al domicilio en esa ciudad por
haber tomado consorte en él o por las otras razones o
costumbres por las que los hombres suelen hacerse
ciudadanos. También en razón del nacimiento de su prole,
misma que deberá gozar originariamente de tal prerrogativa.
En este derecho están implicados los privilegios y las cargas que
sean comunes a los otros ciudadanos.
 El dominio y la propiedad: Vitoria señala que Dios pone la
creación completa al servicio de todos los hombres. Por
consiguiente, el hombre tiene dominio sobre su vida y sus
miembros y sobre los demás bienes materiales de toda la
tierra. El dominio es fuente de derecho y en lo que respecta a la
conquista de América, su defensa se vuelve fundamental.
 Derecho a la vida: Para Francisco de Victoria no es lícito matar a
un hombre inocente. Este derecho cobra vital importancia
cuando hace alusión a las costumbres inhumanas de los indios,
como en el caso de los sacrificios humanos y la antropofagia.
De hecho, en los títulos legítimos de su Relectio De Indis, el
dominico expone los supuestos por los cuales los españoles
tienen el derecho y obligación de intervenir a efecto de que no
se lleven más a cabo estas prácticas inhumanas.
 Tributos justos y equitativos: En relación con las cargas o
tributos manifiesta que es injusto por derecho natural exigir
más tributos de lo debido o exigir más a los que menos poseen,
estableciendo con ello un principio de proporcionalidad
equitativa. Asimismo, considera que el tributo es únicamente
para el bien de la República y nunca para el bien personal del
rey. También comenta que jamás puede un particular imponer
tributos, esto solamente le compete al Estado.
 Igualdad de oportunidades: Ya he comentado que, para el
dominico, por derecho natural, todos los hombres son iguales,
por lo que es contra derecho la preferencia de personas en la
distribución de los bienes y de los cargos oficiales, pues todas
esas cosas son comunes a la República y deben distribuirse
según los méritos de cada uno. En este sentido, para él cada
uno con su propio esfuerzo se ganará los emolumentos y
cargos que merezca, situación que nos remite al principio de
igualdad de oportunidades.
Pues bien, para Vitoria todo esto son libertades y derechos
específicos que se basan en la dignidad del ser humano. Tales
prerrogativas se constituyen en derechos públicos subjetivos y, por
lo tanto, deben ser respetados con un máximo nivel de observancia,
ya que gracias al respeto se podrá mantener una sociedad bien
construida.

Conclusión
En conclusión, pese a los evidentes abusos de la iglesia, aunque para
ellos estuvieran justificados, la verdad es que debemos tener en
claro que todos somos personas y poseemos los mismos deberes y
derechos, no importa ser de religiones, culturas o etnias distintas,
todos merecemos el mismo respeto.
Por lo que es necesario que existan en cada época de la sociedad,
mentes como la de Francisco de Vitoria o Bartolomé de las Casas,
ambas figuras expandieron sus mentes, criticaron a la sociedad y
consiguieron generar un cambio profundo en esta, logrando avanzar
un paso en el reconocimiento de los derechos de los aborígenes y
aunque estos nos fueron tan completos como los que existen
actualmente, si fue un gran avance para el mundo.
Pese a eso, creo que la colonización fue un hecho importante que
debía ocurrir para la evolución de la sociedad, como bien dice Vitoria
somo seres sociables, por lo que es imposible que el descubrimiento
de nuevos mundos no hubiera ocurrido, sin embargo, es importante
la creación de reglas y derechos que permitan la coexistencia de las
personas entre distintos Estados, es por ello que encontramos la
existencia del derecho internacional.

Biografía
 http://www.enciclonet.com/articulo/guerra-justa/#:~:text=Guerra%20Justa
%20(1511%2D1575).,los%20conquistadores%20del%20Nuevo%20Mundo.&text=Al
%20mismo%20tiempo%2C%20en%20Am%C3%A9rica,esclavizados%20por%20una
%20guerra%20justa.
 http://www.philosophica.info/voces/vitoria/Vitoria.html#toc4
 http://www.historiaypresente.com/la-guerra-justa-los-indios/
 https://www.uv.es/correa/troncal/resources/Relectio-prior-de-indis-recenter-inventis-
Vitoria.pdf
 https://es.slideshare.net/jmolanobrias/polmica-de-los-jt-david-carrera-beln-castillo-saray-
fernndezpptx
 Bretón Mora Hernández, Carlos. (2013). Los derechos humanos en Francisco de Vitoria. En-claves del
pensamiento, 7(14), 35-62. Recuperado en 19 de junio de 2020, de
http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-
879X2013000200002&lng=es&tlng=es.
 G., 2020. Guerra Justa (1511-1575). » Enciclonet.Com. [online] Enciclonet.com. Available at:
<http://www.enciclonet.com/articulo/guerra-justa/#:~:text=Guerra%20Justa%20(1511%2D1575).,los
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%C3%A9rica,esclavizados%> [Accessed 20 June 2020].

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