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Neoinstitucionalismo

El neoinstitucionalismo (New institutionalism) es una teoría enfocada en el estudio


sociológico de las instituciones, entendidas como los espacios donde los diferentes actores
sociales desenvuelven sus prácticas (mercado, club social, partidos políticos, iglesias,
sociedades de fomento, escuela, policía, universidad, redes sociales, ejércitos, cárcel,
reformatorio, estado, etc.).
La aparición de nuevas concepciones sobre las instituciones surgieron en las décadas de
1970 y 1980 para dar respuesta a las supuestas crisis de los abordajes del viejo
institucionalismo. Estos abordajes eran el funcionalismo, el conductismo y el marxismo.
Además, surge al desafío que implicaba la aparición de enfoques racionalistas y formalistas,
entre ellas la escuela del public choice y la teoría de los juegos, que negaban los aspectos
históricos y sociológicos mediante el cual las teorías tradicionales se basaban para explicar la
acción social.
Sus principales autores son entre otros Douglass North, James G. March, Johann P.
Olsen, Paul DiMaggio y Walter W. Powell.

Índice

 1Neoinstitucionalismo sociológico
 2Neoinstitucionalismo histórico
 3Neoinstitucionalismo económico
 4Véase también
 5Enlaces externos
 6Bibliografía

Neoinstitucionalismo sociológico
La sociología ha aportado una gran cantidad de conceptos al neoinstitucionalismo y ha
constituido un corpus muy importante para el análisis social. Los autores de esta rama
provienen fundamentalmente de la teoría de las organizaciones, presentan un
neoinstitucionalismo bastante distinto y con raíces muy diferentes, pero es sobre todo en sus
conclusiones que se puede decir que forman parte de este conjunto de ideas. Los precursores
de estos estudios son: March y Olsen con su trabajo y Powell y DiMaggio que han hecho una
síntesis muy importante sobre el tema y han llevado a cabo importantes investigaciones. El
supuesto de partida explica gran parte de las diferencias con las otras corrientes
neoinstitucionalistas, si bien tanto los autores de tradición económica como los que forman
parte de la corriente sociológica consideran a las instituciones como creación humana, para
los primeros se trata de un resultado de acciones intencionales que son realizadas, sobre
todo, por individuos racionales orientados instrumentalmente, mientras que para los segundos
no se trata necesariamente del producto de un diseño deliberado. Esta última corriente
considera a las instituciones como patrones sociales que muestran un determinado proceso
de reproducción (Romero, 1999). A partir de esto, los autores sostienen que las instituciones
limitan y restringen la acción de los individuos, y a partir de su análisis se observan patrones
que determinan la acción social. Cuando las acciones son observadas como alejadas del
patrón y contrarrestadas de manera regular podemos hablar de patrones institucionalizados.
Las instituciones son básicamente conjuntos de patrones sociales que sobreviven en la
observancia de estas pautas por medio de premios y castigos y no por la acción colectiva.
Para los neoinstitucionalistas más cercanos a la corriente sociológica, el papel de las
instituciones cobra importancia para la política, ya que lo que ocurre dentro de la organización
tiene una gran capacidad de influir en el entorno. Si para los neoinstitucionalistas que aceptan
la elección racional las instituciones son importantes como elementos del contexto estratégico,
ya que imponen restricciones al comportamiento basado en el interés personal, es decir,
definen o restringen las estrategias que los actores políticos adoptan en la lucha por alcanzar
sus objetivos, para los neoinstitucionalistas más cercanos a las corrientes históricas y
sociológicas las instituciones no sólo son el contexto, sino que juegan un papel mucho más
importante en la determinación de la política (Romero, 1999). Los sujetos para esta corriente
son seguidores de reglas que se satisfacen (Thelen y Steinmo citado en Romero, 1999). El
argumento puede resumirse así: en la realidad nunca encontramos acciones aisladas, cuyos
fines y medios puedan ser premeditados y calculados. Los hombres están inmersos en
corrientes de actividad, y sólo en la práctica, en la experiencia de la acción, pueden saber
cómo se hacen las cosas; en esas condiciones, una acción es "racional" si es coherente con
una manera de hacer las cosas.

Neoinstitucionalismo histórico
Los institucionalistas históricos analizan las configuraciones organizacionales, y
simultáneamente otros observan escenarios particulares aislados, poniendo énfasis en las
coyunturas y procesos de largo plazo, mientras que otros consideran los procesos del corto
plazo.

Neoinstitucionalismo económico
Para la teoría neoclásica los costos de transacción no cuentan. North, que analiza
precisamente los costos de transacción implicado en todo intercambio, estudiará las
instituciones en cuanto mecanismos de minimización de dichos costos:
La creciente bibliografía sobre los costos de transacción nos ofrece toda una familia de
conceptos diseñados para aclarar los costos asociados con las interacciones económicas
humanas. Los costos de información, los costos de íntermediacíón, los costos del fraude y del
oportunismo. Son todos importantes. Otra parte de la bibliografía subraya los costos que
nacen de la incertidumbre, de la disminución del riesgo a través de los seguros y los
problemas de una selección adversa y de las dudas morales. Los costos de cumplimiento son
aquellos derivados de detectar las violaciones de los acuerdos contractuales y de establecer
su penalización.
El costo de detectar la violación es el costo de medirla y. en un intercambio entre
sujetos, tanto la medición de los atributos de los bienes o servicios intercambiados
como los efectos externos de la medición imperfecta son gravosos. En las relaciones
entre agentes y gobernantes están los costos de medir los resultados de la actuación
del agente y las deficiencias derivadas de una medición imperfecta. Los costos de
establecer la penalización apropiada incluyen los derivados de la evaluación de los
daños y perjuicios."(North, 1986, pág. 230).
Asimismo, dentro de su análisis de la economía y de la historia económica, North se
implica en temas psicológicos y culturales al entender que todo entramado cultural está
urdido por las cogniciones individuales que direccionan sus decisiones:
De cualquier modo, los diversos desempeños de las economías y de las políticas tanto
históricas como contemporáneas argumentan en contra de que los individuos realmente
conocen lo que les beneficia y actúan en consecuencia. Por el contrario, la gente actúa en
parte sobre la base de mitos, dogmas, ideologías y teorías a medio cocinar. Las ideas
importan; y la manera en que las ideas se comunican entre la gente es decisiva para que
las teorías nos permitan lidiar con problemas fuertes de incertidumbre en el nivel
individual. En muchos de los temas relevantes para los mercados políticos y económicos,
la incertidumbre, y no el riesgo, caracteriza la toma de decisiones. Bajo condiciones de
incertidumbre, la interpretación que hacen los individuos de su entorno refleja su
aprendizaje. Individuos con bagajes culturales y experiencias comunes compartirán
modelos mentales razonablemente convergentes, ideologías e instituciones, e individuos
con diferentes experiencias de aprendizaje (tanto culturales como ambientales) tendrán
diferentes teorías (modelos, ideologías) para interpretar el entorno. Es más: la
retroalimentación de información obtenida de sus opciones no es suficiente para que
converjan interpretaciones de la realidad en competencia. (Denzau y North, 1994, págs. 3-
4)

9.2. Neoinstitucionalismo y neo-evolucionismo.


El autor más representativo de esta corriente es G. Hodgson, que
aboga por encontrar inspiración para este proyecto en la "teoría
evolucionista" -representada por autores como Dosi, C. Freeman, Nelson y
Winter, H. Simon o él mismo- y en los "teóricos de la economía no
neoclásica como Kaldor, Kapp, Keynes, Marx, Myrdal y Veblen" (1992, pp.
760-1), aunque tomando como punto de partida a Amitai Etzioni (1988).
Este autor -que ha escrito que "la evolución de las ideas científicas requiere,
como la de la naturaleza, diversidad y pluralismo", razón por la cual pide
que "dejemos que florezcan mil flores" (ibid., p. 761)- es un autor que
procede también del marxismo y del neorricardismo, y ha evolucionado
hacia lo que podría llamarse en él el "dogma" de la diversidad, el pluralismo,
el relativismo y/o el eclecticismo científicos. Esto nos ofrece la ocasión para,
tras repasar brevemente las principales ideas de esta corriente, hacer un
nuevo excursus sobre la cuestión del eclecticismo en el panorama de la
creación científica.

Según Hodgson, para revitalizar la economía moderna lo que hay


que hacer es aplicar a la Economía "las ideas evolucionistas de la biología"
(1993a, p. 11), pero teniendo en cuenta que no se trata de algo relacionado
con los genes sino con la "cultura social". Por otra parte, la Economía "no
debería constituirse como un cuerpo de supuestos o unidades inamovibles",
y debería tener en cuenta que "la realidad económica está necesariamente
mezclada con unas instituciones, una cultura y unas relaciones sociales
más amplias, y las fronteras reales entre 'economía', 'sociedad' y 'política'
son difusas" (ibid., p. 30). Además, desde un punto de vista filosófico, se
trata de "cuestionar los mismísimos orígenes de la ciencia moderna"
(Descartes, Galileo, Newton), tal como lo ha hecho "la tendencia
'posmodernista' del pensamiento contemporáneo" (Amariglio, Brown, Dow)
(ibid., p. 31). Por otra parte, Hodgson reivindica al institucionalista inglés
John A. Hobson, que escribió que "una unidad organizada, o un todo, no
puede ser adecuadamente explicada mediante un análisis de las partes que
la constituyen: su totalidad es algo nuevo[9], cuyos atributos no pueden ser
aprehendidos a partir del estudio de sus partes constituyentes, aunque
deriven de éstas" (p. 35). Por último, aclara toda la trayectoria intelectual
que desemboca en su proyecto: "Desde Peirce hasta la actualidad, parece
desarrollarse un fascinante círculo intelectual que incluye, entre otros, a los
economistas keynesianos, a los filósofos realistas, al pragmatismo
norteamericano y a los sistemas de pensamiento de Whitehead y Koestler.
A partir de estas tendencias, podremos encontrar el camino para superar el
cartesianismo y el materialismo mecanicista. Es más, podremos obtener
una base para un fructífero desarrollo teórico de la Economía, base formada
por elementos del institucionalismo, así como de las teorías de Keynes y de
los postkeynesianos" (ibidem).
Sin embargo, Hodgson cree que "la invocación que hace de
Schumpeter la nueva ola de teóricos evolucionistas d los años 80 y 90 es
tanto confusa como errónea", pues si bien "existen semejanzas
superficiales", lo que se aprecia a un nivel teórico más profundo es "una
total divergencia", debido a que Schumpeter "descartaba la utilización de la
analogía de la selección natural en Economía, y adoptaba un concepto
radicalmente distinto de evolución en las ciencias sociales" (ibid., pp. 216-
7). Por tanto, la etiqueta de schumpeteriano o neoschumpeteriano para este
tipo de trabajos es totalmente inadecuada. Sin embargo, el nuevo
evolucionismo está mucho más relacionado "con Veblen y el 'viejo'
institucionalismo que con el propio Schumpeter" (ibidem), aunque Hodgson
destaca también la importancia de Hayek (al que dedica dos estos capítulos
de su libro).
El mensaje fundamental es que no se ha elaborado "una nueva
teoría económica que reemplace a la corriente principal neoclásica", pero sí
se ha hecho un intento de aprender de la historia, subrayando las
"problemas cruciales del individualismo metodológico y del reduccionismo"
neoclásicos. Lo que se pretende es desarrollar un planteamiento que,
utilizando la analogía biológica, establezca "la legitimidad de los niveles
superiores de análisis, incluyendo el nivel macroeconómico, sin ningún
reduccionismo individualista" (p. 371). En este sentido, los neo-
institucionalista se oponen al enfoque del marxismo analítico, que
estudiaremos en el siguiente epígrafe, pero comparten con éste algunos
planteamientos, como el rechazo a la teoría laboral del valor.
Pero lo más característico de esta corriente es su reivindicación del
"pluralismo", que equivale a una demanda de interdisciplinariedad y de
eclecticismo. Esto conecta con los planteamientos "relativistas" de muchos
críticos contemporáneos, y así algunos historiadores de la Economía han
escrito recientemente que el relativismo es "necesario" y que "el enfoque
plural puede también hacer avanzar a la ciencia económica, ya que permite
transferir conceptos de una escuela a otra" y "favorece el pluralismo
necesario en la investigación" (Baslé y otros 1988, vol. I, pp. 3 y 6). Sin
embargo, estos autores tienen buen cuidado de precisar que "un
exceso[10] de eclecticismo puede ser perjudicial si destruye la coherencia
de un sistema de hipótesis y amenaza la lógica de una teoría", aunque no
se sepa muy bien si les parece excesivo el eclecticismo de J. Bouvier (1987)
-al que citan-, que defiende, de cara al análisis de la inflación en Francia, la
idea de que "es bueno ser sucesivamente monetarista, keynesiano,
marxista, sociólogo, e intentar serlo todo a la vez (se trata, en ese caso, de
historia 'global')" (p. 6). Me parece imprescindible señalar al respecto que
no se debe confundir la pluralidad externa (en el campo global de los
aspirantes a científicos) -cosa desde luego deseable, aunque muchas veces
censurada en la práctica por la academia y por el mercado- con la pluralidad
interna (en el interior de cada cerebro individual), que puede derivar
fácilmente en simple confusión mental. Por esta razón, escribimos en el
capítulo primero que el auténtico eclecticismo, por definición, siempre es
excesivo, pues consiste en la yuxtaposición superficial de elementos que
son en verdad incompatibles bajo la apariencia de una unidad ficticia o de
un pluralismo controlado y enriquecedor[11].
En cuanto a la interdisciplinariedad que reclaman los neo-
institucionalistas, es un tema siempre relevante pero que adquiere un
significado especial en relación con la teoría económica de Marx, que tiende
a subordinarse a su pensamiento sociológico, histórico o filosófico en
muchas escuelas heterodoxas que se caracterizan por combinar ideas
económicas no marxistas con ideas no económicas de Marx. El que en este
ensayo se haya adoptado, al hablar de Marx, un punto de vista "económico"
no significa creer en los compartimientos estancos de la ciencia o negar la
necesaria interdisciplinariedad; lo que se pretende con ello es denunciar las
interpretaciones filosóficas o políticas del pensamiento de Marx que tienden
a identificar su aportación, en el mejor de los casos, como un soplo de aire
fresco crítico, infundido desde fuera a la Economía, ya sea debido a su
peculiar posición ideológica o política, o a una supuesta singularidad
metodológica o epistemológica en sus planteamientos[12]. Sin embargo, lo
anterior no debe interpretarse como una defensa de la tesis positivista
según la cual la ciencia requiere la renuncia a la ideología[13] El punto de
partida aquí es que no existe el "conflicto entre cientificidad y
tendenciosidad" que creen observar algunos marxistas, como Bernstein (en
carta a Bebel, citada en Colletti 1969, p. 49), ni "el divorcio entre ciencia y
revolución, entre conocimiento y transformación del mundo" característico
del marxismo de la II Internacional, pues en éste, como escribe Colletti, "los
objetivismos deterministas no podían incluir el momento ideológico, el
programa político revolucionario", mientras que, "por otra parte, excluida de
la ciencia, la ideología se readmitía en el mundo de la 'libertad ética', junto
al mundo de la 'necesidad natural', con lo que se reproducía el dualismo
kantiano del Müssen y el Sollen, del 'es' y el 'debe ser'." (pp. 74-5). Para
Colletti, la "copresencia de ciencia e ideología" en El Capital es
precisamente su "más profunda originalidad y su elemento de más fuerza"
(p. 76)[14].

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