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Historias en la cocina. Una crítica al positivismo.

Luis Daniel Lozano Flores

En el presente texto, propongo aprovechar la película de “Historias en la cocina”


para elaborar metáforas interesantes acerca del positivismo, sus técnicas de
observación y su modelo objetivo. Pretendo utilizar diversos elementos de la
película para brindar puntos de reflexión, que permitan a un investigador en
formación cuestionarse, sobre su quehacer como investigador y abrir un camino
hacia la horizontalidad.

Quisiera comenzar con uno de los objetos más interesantes de la película, la silla
y su significado, es decir, una silla alta (que llega casi hasta el techo) como
símbolo de alta jerarquía, de conquista, control y de ser el experto el que ahí se
sienta. ¿Cuántas veces en nuestras investigaciones nos sentamos en esa silla y,
desde ahí qué miramos? Sólo vemos lo de arriba, la cara del dado que nos
conviene, vemos un escenario, incluso que el otro no percibe desde ahí. Entonces,
¿Por qué no bajar? Ver todo desde la perspectiva del otro. Me parece que, en este
sentido, la propuesta de la producción de conocimiento horizontal es clave,
probablemente, en la horizontalidad la silla no sea alta, tal vez ni siquiera exista.

Otro elemento interesante es el silencio, el silencio simulado, inexistente, con tanto


valor en la investigación positivista y sin tanta utilidad real. El silencio incluso como
un mecanismo de control, que asegura la objetividad de la investigación, no
obstante, como todos ya sabemos, el simple hecho de estar ahí ya interrumpe con
el silencio, porque no sólo se trata de silencio verbal, sino que, existe otro tipo de
ruido que, desde lo positivista es invisible. El simple posicionamiento del
investigador ya hacer ruido, estar en la silla alta crea gritos de desesperación en el
otro. Entonces, el silencio es solamente un cuento, una fantasía.

Si hiciéramos una metáfora con la cocina, y que ésta fuera el campo en donde
llevamos a cabo nuestras investigaciones. Jamás podremos entender las razones
por las que el otro prefiere ir de la estufa al teléfono si no le preguntamos el costo
de una llamada, jamás entenderemos el costo de dicha llamada si no le
preguntamos su situación económica. Así, la observación como única herramienta,
nos limita, es como querer desarmar una bicicleta con una sola llave,
indudablemente podrás desarmar algo, pero quedarán piezas completas que
nunca podremos ver en su estado original.

Con mi propia investigación intento romper con este asunto vertical, tal vez no
directamente desde la horizontalidad como tal, puesto que apenas hace unos
meses conocí la propuesta, no obstante, en un contexto en donde lo
constructivista radical ha dominado, propongo sacar a la luz las limitaciones del
Pensamiento Computacional y lo complicado que es comprender procesos
cognitivos sin darle voz al otro. En otras palabras, en las investigaciones sobre
Pensamiento Computacional, es común encontrar investigadores en sillas altas,
observando diversos tipos de cocinas, concentrándose solamente en las rutas que
recorre el hombre de la estufa a la alacena, y se deja de lado los intereses del
otro, el verdadero reconocimiento de éste.

Por otro lado, la producción horizontal del conocimiento es siempre cálida ante el
otro, es una alternativa que deja de incomodar al que está en su cocina, y que
permite celebrar cumpleaños, dormir en un caballo o tener una larga conversación
con quienes investigamos. Es entonces, una propuesta que nos resta peso a
todos, pero nos otorga una gran responsabilidad, que quita autoritarismo y nos
permite disfrutar lo que hacemos. Porque con el positivismo probablemente eso se
logró, que uno que otro observador odiara aquel trabajo que alguna vez amó.

Por último, no olvidemos un asunto importante, uno cree que observa, pero el otro
siempre se las ingeniará para hacer un agujero en el techo y observarnos desde
un lugar más alto, por lo tanto, esa silla que tanto defienden, será un simple
pedazo de cartón que el otro tumbaría en cualquier momento. No creamos que los
conquistamos, porque algunos se dejan conquistar sólo por la recompensa de un
caballo.

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