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Introducción
En la percepción de mucha gente, Bolivia es un país andino. Sin embargo, dos terceras partes del
territorio boliviano corresponden a las tierras Bajas, las cuales se extienden al Este de los Andes
Con aproximadamente 684.000 km, las tierras Bajas de Bolivia son más extensas que el territorio
Paraguayo y geográficamente muy diversas
El Chaco boliviano es en gran parte una región arqueológicamente inexplorada y los datos
disponibles sobre la diversidad cultural y étnica de sus habitantes, así como la relación que estos
grupos mantenían con las zonas vecinas en épocas prehispánicas, son temas abordados por los
especialistas en base a fuentes históricas y datos lingüísticos.
Esperamos que la lectura de esta parte sirva para ampliar su conocimiento del pasado
prehispánico de las Tierras Bajas y se constituya en fuente de inspiración para valorar, cuidar y
proteger la riqueza del patrimonio arqueológico de estas regiones.
La investigación arqueológica en los Llanos de Mojos está estrechamente ligada tanto a algunos
desarrollos culturales en Brasil, como a las corrientes académicas que influyeron la investigación
Recuadro 22
Arqueología Amazónica
Carla Jaimes Betancourt
Existen muchas razones por las cuales el pasado de la región amazónica fue y es todavia
menospreciado. Posiblemente las descripciones etnográficas del siglo pasado son las directas
responsables para que las sociedades de los Andes sean vistas como civilizadas y las sociedades
de las tierras Bajas como barbaras"
Entre 1940 y 1947, Julian Steward editó un compendio de seis volúmenes de los pueblos indigenas
de Sud América (Handbook of South American Indians), que fue publicado por el Instituto
Smithsonian. En esta obra se clasificaron las áreas culturales de acuerdo a su medio ambiente y
potencial agricola. De esa manera, el área de la cultura andina fue clasificada dentro de los tipos 3
y tipo 4 áreas con potencial agricola ilimitado o con potencial agrícola en crecimiento, mientras que
las áreas culturales de bosque tropicaly selva correspondian al tipo 1 y 2, es decir, áreas sin
potencial agrícola o con un limitado potencial agricola. Esta clasificación determinaba al mismo
tiempo el desarrollo cultural de sus habitantes. Así, se postulo que las sociedades del área andina
tenían el más alto desarrollo cultural de América del Sur, mientras que en la Amazonia se tenían,
por un lado, "tribus marginales de cazadores recolectores y, por otro, sociedades de floresta
tropical. Estas sociedades estaban caracterizadas por tener una limitada agricultura de
autoconsumo, que si bien permitia el establecimiento de una población más densa y permanente,
se encontraban limitadas por un ambiente improductivo, en el que era imposible la producción de
excedentes que conlleve a una especialización y división del trabajo, estratificación social y
organización política centralizada
Las claras diferencias que presentaban las poblaciones de distintas áreas geográficas influyeron en
gran medida en la lectura de los datos arqueológicos. A mediados del siglo pasado, la arqueóloga
Norteamericana Betty Meggers (1954) proponia que el medio ambiente era una condicionante
importante de la cultura ya que, según ella, el nivel de desarrollo cultural dependia del potencial
agrícola del medio ambiente ocupado. Aunque algunos sitios arqueológicos de importante
antigüedad eran encontrados en la región Amazónica, Meggers (1979, 1996, 1997, trataba de
explicarlos mediante teorías medio ambientales o difusionistas. Por ejemplo, ella creía que las
innovaciones tecnológicas y culturales como la cerámica, la agricultura o la complejidad social,
habrían llegado a la Amazonia procedentes de los Andes o Mesoamérica. También postuló que las
culturas asentadas en la Amazonia, como por ejemplo la cultura Marajo, en la boca del Amazonas,
se habría deteriorado debido a que el medio ambiente tropical no ofrecia los recursos suficientes
para mantener grandes poblaciones, lo que limitaba y degradaba sus condiciones sociales.
No obstante, estas teorias no podian explicar las evidencias arqueológicas que de manera más
frecuente se iban encontrando en la Amazonia ni tampoco servían para objetar los escritos de los
primeros europeos que ingresaron al Amazonas a mediados del siglo XVI e inicios del siglo XVII.
Escritos como el del padre Carvajal (1542), quien acompañó en su expedición a Francisco de
Orellana, hacen referencia a grandes aldeas, algunas ocupadas por miles de personas, integradas
en amplias redes interregionales de comercio y confederaciones políticas regionales. Tales
referencias desaparecen de los escritos históricos a inicios del siglo XVIII, posiblemente porque en
los primeros cien años de contacto las poblaciones queda ron diezmadas por las epidemias, la
guerra y la esclavitud. Seria imposible negar el impacto que tuvo la colonización europea en la
densidad demográfica y los modos de vida de los pueblos que habitaron todo el continente
Americano.
Retomando nuevamente la explicación sobre las posturas teóricas que influyeron la historia de la
arqueologia amazónica, se debe aclarar que la mayoría de los antropólogos estaban convencidos
de que no era la agricultura sino el medio ambiente en general, lo que influía a las poblaciones. En
este sentido, las diferencias en el grado de fertilidad de los suelos y el clima determinan el grado de
productividad agricola, que al mismo tiempo influye en el tamaño de población, la organización
política y el desarrollo tecnológico de la cultura.
Un fuerte oponente de estas teorías fue Donald Lathrap (1970). Este arqueologo Norteamericano
propuso que los grupos amazónicos habían tenido un desarrollo autóctono y que su medio
ambiente era el adecuado para la agricultura intensiva de raices, como por ejemplo la yuca
(Manihot esculenta) domesticada en las llanuras inundables entre los 5000 a 3000 a.C. Lathrap
creia además que el aprovechamiento de recursos alimenticios de los rios amazónicos habría
permitido el asentamiento de densas poblaciones, las cuales poselan una notable complejidad
social, una sofisticada industria alfarera y una red intercambio de bienes de prestigio a larga
distancia.
Figura 118. Mapa de la cuenca Amazónica con las áreas y sitios mencionados. Fuente: Jaimes
Betancourt.
Además, en los últimos años se han investigado sitios arqueológicos tan extensos que corroboran
la alta densidad demográfica en tiempos prehispánicos, como por ejemplo en la Isla Marajo, en la
boca del rio Amazonas, donde se documentaron largas ocupaciones en monticulos artificiales con
áreas públicas y cerámica exquisitamente decorada entre el 400 y 1350 d. C. (Roosevelt, 1991;
Shaan, 2004, 2008). En la cuenca del Alto Xingú, se tienen claras evidencias de grandes pueblos
conectados por caminos radiales que florecieron alrededor de 1200 d. C. (Heckenberger et al.,
2003, 2008). En la Amazonia Central, en el área de confluencia entre los rios Negro y Solimões, el
proyecto PAC ha investigado enormes asentamientos asociados a suelos fértiles, conocidos como
"terras pretas" (Neves et al., 2003, 2004, 2006) (Fig. 119) y en el Acre, antiguo territorio de Bolivia,
la acelerada deforestación ha hecho visible zanjas circulares, cuadradas y trapezoidales,
denominadas geoglifos", cuya construcción habria empezado a principios de nuestra era (Shaan et
al., 2010; Saunaluoma et al, 2012) (Fig. 120).
Figura 119. Excavaciones arqueológicas en el sitio Hatahara, Amazonia Central Fuente: E. Neves