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Carl Troll/Stephen Brush

EL ECO-SISTEMA
ANDINO
BIBLIOTECA DIGITAL

TEXTOS SOBRE BOLIVIA

ARQUEOLOGIA Y ECOLOGIA DE LAS CULTURAS FORMATIVAS

FICHA DEL TEXTO

Número de identificación del texto en clasificación Bolivia: 6776


Número del texto en clasificación por autores: 9102
Título del libro: El eco-sistema andino
Autor (es): Carl Troll y Stephen Brush
Editor: HISBOL
Derechos de autor: Depósito Legal: 4-1-431-87
Imprenta: Papiro
Año: 1987
Ciudad y país: La Paz – Bolivia
Número total de páginas: 104
Fuente: Digitalizado por la Fundación
Temática: Ecología amazónica y andina
I

breve biblioteca de bolsillo


dirigida por javier medina
breve bibU°<*» * 1,01811

1. Carl Troll/StePhf J , r
El ecosistema ail
Carl Troll / St'& /Dhen Brush

EL ECO-SISTEMA
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breve biblioteca de bolsi
Carl Troll / Stephen Brush
El eco-sistema andino
Carl Troll/Stephen Brush

EL ECO-SISTEMA
ANDINO

H
hisbol
Fuentes:
Cari Trbll, /-¿J.v culturas superiores andinas y el medio geográfico.
En: Allpanchis 15 (1980) 3-55.

Stephen Brush, El lugar del hombre en el eco-sistema andino.


En: Revista del museo nacional, XL (1974) 279-299

1987
© HISBOL
Casilla 20753
La Paz
D.L. 4-1-431-87
Imprenta "Papiro"
Bernardo Trigo 447 La Paz
Telefono 353890

4
Indice

I. LAS CULTURAS SUPERIORES ANDINAS Y


EL MEDIO GEOGRAFICO

Cari Troll

1. Introducción
2. La posición de las culturas andinas
dentro del conjunto de las culturas
indígenas
3. Los pueblos andinos civilizados y
semicivilizados
4. Los bienes culturales y materiales
de los pueblos andinos
5. La estructura del paisaje andino
6. Las conquistas de la agricultura en
las altas culturas de la esfera cultural
peruana
a. El riego artificial
b. La crianza de los grandes animales
domésticos
c. Cultivo y conservación de las planta de
tubérculos andinos
Notas

5
II. EL LUGAR DEL HOMBRE EN EL
ECOSISTEMA ANDINO

Stephan Brush

1. Introducción
2. El sistema andino de recursos
3. Sistema de recursos de la comunidad
de Uchucmarca
4. Determinación de las zonas de cosecha
5. Ubicación de la población en el valle
6. Patrones de zonas ecológicas andinas
a. El tipo compacto
b. el tipo archipiélago
7. Conclusiones
Bibliografia

6
I. LAS CULTURAS SUPERIORES
ANDINAS Y EL MEDIO GEOGRAFICO

Cari Troll

L- Introducción

Las formas más elevadas de las culturas indígenas


han nacido en el oeste montañoso de ambas Américas,
en territorio de las Cordilleras, o por lo menos -como
la cultura maya de Yucatán- en sus cercanías inme­
diatas. Los habitantes de las llanuras y de las eleva­
ciones modernas del oriente, así como los de las Anti­
llas, no superaron el nivel de los pueblos primitivos
En las zonas más cálidas, estos pueblos eran en su ma­
yoría agricultores primitivos, cuya alimentación se ba­
saba en el maíz o en la yuca. Sin embargo, también
en las regiones bajas del oriente algunos lugares fueron
asiento de culturas más elevadas, como en el caso de
losarawaks de Mojos y de la región de la desembo­
cadura del Amazonas, quienes se caracterizaron por con­
quistas técnico-culturales (construcción de andenes,
canales y diques) y por su artística cerámica. En las zo­
nas más frías de ambos hemisferios vivieron, casi
exclusisamente, pueblos dedicados a la caza primitiva.
W. Krickeberg, a quien debemos la última exposición
de conjunto de las culturas indígenas1, compara la difu­

7
la agricultura, y de los indios de Sonora, siguiendo ha­
cia los indios de California que, aunque vivían de la
caza, alcanzaron una sorprendente cultura de recolecto­
res, altamente desarrollada, y llegando, por último, has-
la los pueblos indios pescadores de la costa de fiordos
del noroeste de America del Norte.

Es comprensible que las regiones montañosas de


los trópicos favorezcan el surgimiento de culturas supe­
riores. Como habitantes de la zona templada, estamos
acotumbrados a que las altas montañas, con su clima
crudo, con nevadas abundantes, sirvan de divisorias en­
tre las grandes áreas culturales. Así ociirre también en
las latitudes templadas de los Andes, en la cordillera di­
visoria entre Argentina y Chile, la que, debido al clima
frío y húmedo de los bosques en el sur y en razón de
las sequías de verano y las nevadas de invierno, en el
norte, limita considerablemente el establecimiento y
las posibilidades de subsistencia del hombre.En los
trópicos las cosas son completamente diferentes. El
calor general, la falta de frío y de una cubierta de nieve
en invierno, hacen posible que los límites biológicos
y las posibilidades de la agricultura suban hasta gran­
des altitudes. El clima de altura más sano y las fuertes
lluvias en las fojas de clima seco favorecen, espe­
cialmente en las montañas, la densidad de población.
El cambio de climas húmedos y secos, fríos y cálidos,
dentro de espacios reducidos, la diversidad de las formas
del terreno y de los tipos de rocas obliga a diferencia­
ciones regionales de la economía, a adaptaciones agra-
rio-ecológicas e incita al progreso de la civilización.
Por consiguiente, extensas altiplanicies tropicales pue­
den alimentar a sus propios pueblos y culturas y ser
núcleos de estados sólidamente estructurados (Etiopía,
Meseta central de México, Altiplano de Guatemala,
Costa Rica, Bogotá, Ecuador, Alto Perú). La cadena
cerrada de regiones montañosas en la zona tropical del
Nuevo Mundo induce a examinar de cerca tales
relaciones geográficas-culturales e histórico-culturales.
En las páginas que siguen nos referimos a algunos he-
chos y puntos de vista que conciernen a las reí
entre las civilizaciones andinas y aquello
peculiar a esos países. Serán continuación c
sideraciones que hace 12 años publicamos en c
vista, bajo la impresión fresca de viajes y estudi
gráficos en los Andes tropicales2.

3. Los pueblos andinos civilizados y


sem ¡civilizados

La región habitada por los pueblos que


comprenderse dentro de esos conceptos se e
desde las orillas del Mar Caribe hasta el cei
Chile y el noroeste de la Argentina (ver figura
tos pueblos no constituyen unidad racial, nac
idiomàtica alguna. Pero, a pesar de todas las dife
que los separan, se sobreponen notablemente a
bladas que habitan los bosques lluviosos y las s
gracias a que poseen una cultura superior. Repri
un "círculo vital3 andino" que bien puede hai
milado algunas influencias y estímulos importa
norte, de Centro-América y México, como taml
escala reducida, de Melanesia y Polinesia, pero
duda también ha adquirido, independientemente,
mentos culturales básicos, especialmente en £
tura (plantas domésticas, animales domésticos)
vechamiento de los metales4.

En el norte, en la sección andina colombiani


zolana, donde los ramales bifurcados de los Ar
teman con llanuras cubiertas por bosques de 111
sabanas, no ha podido formarse ninguna región
ral andina, cerrada. Tribus aisladas, pertenecienti
cipalmente a la familia de los chibehas (en sen
to) han llegado, por excepción, a desarrollar culti
periores en pequeñas áreas, en las sierras y alti]
excepcionalmente también al pie seco de la m
(Santa Marta), las que en el caso más favorat
marón estados en miniatura. Debido a su fuerza (
ra de sociedades y estados ocupan lugar promine
nauseas que fundaron el reino chibeha5propiamente
dicho, en el altiplano, fresco y húmedo de la Cordillera
Oriental Colombiana (Cordillera de Bogotá). Figuran
también entre estas tribus los quimbayas6, en la región
mediana del Cauca, famosas por sus valiosos trabajos
en oro (con ramificaciones de cultura en la cuenca co­
lectora del Río Sucio-Guaca y Nore7 y en la región de
Sinú); los arhuacos (¡cagaba e ijea) en la región alta de
la Sierra Nevada de Santa Marta8 que transmitieron la
cultura muisca hasta nuestros días; los coconucos en la
cuenca superior del Cauca, los paniquitas o paes9 en el
altiplano de Tierra dentro, en el nudo montañoso del
sur de Colombia; y, por último, la cultura megalítica
de San Agustín, en el cauce superior del Magdalena10,
extinguida ya en la época de la Conquista; y la cultura
de los taironas en las faldas occidentales de la Sierra
Nevada de Santa Marta notable por sus ingeniosas
construcciones y utensilios de piedra. Además, en la
sierra nevada de Mérida, hasta el lago de Valencia, se
desarrolló la tribu, idiomáticamente independiente, de
los timotes, cultura montañosa que a lo largo del paso
de la Cordillera Oriental fue fuertemente influenciada
por los muiscas.

En las serranías del Ecuador, donde en épocas


preincaicas residían principalmente los pueblos civili­
zados de los caras (Reino de Quitu, de la dinastía sin)
y cañaris12, comienza la región cerrada de las culturas
andinas. En el Ecuador, Perú y Bolivia y en una exten­
sión continua de 3,500 kilómetros, dicha región colin­
da con los pueblos "salvajes" de la selva que viven en
las laderas andinas cubiertas de bosques y en las llanu­
ras del antepaís oriental. Este límite constituye el linde
cultural más neto e importante de toda la América
prchispánica: una "frontera" indígena. Con la expasión
del poderío del Imperio Incaico, a pesar de su situación
en la inmediata vecindad de la Capital, Cuzco, se con­
virtió en una frontera política continua, protegida en
los lugares amenazados por bastiones de frontera, me­
diante el por mí denominado "Límites de Imperio Incai­

11
co" y cs|K'< uilincnlc icloi/m h en el sector cuzqucfk
de los valles del Vik anota Uruhnmba, Paucar tambo >
Apmímac. Desde el l ( uadoi las lonnas más elevadas
de cultura se extienden liae 1a el oeste, basta la costa del
Océano Paeílico, loque evidentemente está en relación
con el hecho de que en la parte media de la región
costanera del Ecuador, los bosques tropicales y los
pantanos de manglares de la costa occidental, el trecho
más inhabitable de toda la América tropical, son subs­
tituidos por paisaje abiertos y, por último, en el nor­
oeste del Perú por ¡a costa desértica en la que abundan
oasis. En las sabanas y bosques xcrofíticos del oeste
del Ecuador se desarrollaron, eñ la actual Provincia de
Manabí13, los mantas como pueblos semi-civilizados
que hacían sus construcciones con piedras, y los hábi­
les navegantes huancavilcas y punáis, en tomo del gol­
fo del Guayas.

Con las culturas de oasis de la costa peruana


(culturas Chimú, Lima, lea, Nazca) llegamos a las ele­
vadas culturas del Perú que, ya en época preincaica, ha­
bían alcanzado su floración espiritual más completa y
que, en la época de la Conquista, hacía ya mucho que
la habían sobrepasado. Los españoles designaron con
el nombre común de yuncas o yungas (habitantes de
los valles cálidos) a los pueblos civilizados de la costa,
en oposición14 a los indios de los altiplanos (serra­
nos). Esos pueblos civilizados erigieron pequeños esta­
dos políticos que estaban ligados en la costa a los oa­
sis, alineados en forma de collares de perlas, de los ria­
chuelos de la Cordillera. Los más importantes entre
ellos fueron los reinos de Chimú, Cuismancu y Chin­
cha. Los valles, cuencas y altiplanos de los Andes pe­
rú-bolivianos (Alto Perú) están poblados por las gran­
des naciones aimara (colla) y quechua; en parte lo están
también sobre el fondo de la población antigua de los
uru-puquinas. La distribución actual de los idiomas es
el resultado de migraciones de pueblos, principalmen­
te a beneficio de los quechuas, durante el Imperio de
los Incas,pero que siguieronllevándose a cabo todavía
durante el dominio español. Como consecuencia de es­
tas migraciones forzadas, los pueblos de idiomas urus
y puquinas llegaron casi a extinguirse por completo,
pero los aimaras, que originalmente ocuparon todo el
espacio comprendido entre el Perú Central y el sureste
de Bolivia, fueron prácticamente confinados al altipla­
no perú-boliviano. Los aimaras fueron también los
portadores de la antigua cultura Tiahuanaco, cuyo influ­
jo irradió hasta muy lejos en el área andina tropical.
La población aimara actual se intercala, separándolas,
entre las dos áreas pobladas por los quechuas: la anti­
gua peruana, que nació del incremento, por coloniza­
ción, de la antigua región nuclear quechua', y la nueva
del sudoeste de Bolivia (ver Fig. 1) que debe su
existencia a un transplante de pueblos (mitimaes) por
los Incas, hacia el sureste, amenazado por los chiri­
guanos. Entre el carácter de la naturaleza de las
regiones en que actualmente habitan las aimaras y los
quechuas y el carácter nacional de estos pueblos existe
una notable relación. Las superficies altas del Alti­
plano, desiertas, crudas y mezquinas, están habitadas
por los sobrevivientes aimaras, sombríos y poco comu­
nicativos, como sumidos en mudo duelo por el destino
de su raza, creadora de un florecimiento cultural carac­
terizado por sus monumentos de una sencillez áspera y
severa. En cambio, cuando hoy se deciende del alti­
plano a los valles rientes, fructíferos y variados en las
hoyas fluviales meridionales del Urubamba y del Apu-
rímac, en el Perú; al valle de Muñecas, en el noroeste
de Bolivia; o hacia el sureste a los valles del Río Gran­
de, Mizque, Pilcomayo y Pilaya, los aimaras son reem­
plazados por los quechuas, más activos, más adap­
tables y más alegres en sus empresas y cuya alegría de
vivir encuentra ruidosa expresión en la riqueza de la
cerveza de maíz (chicha). De los estudios históricos
toponímicosde los Andes, muy especialmente de los de
M. Uhle y P. Rivet, se desprende,empero, con segu­
ridad, que esta concordancia espacial entre el carácter de
los pueblos y sus espacios vitales es el resultado final
de un proceso secular de colonización interior, por el

13
70‘ 60°

Flg. 1 Los pueblos civilizados y semi-civilizados de las áreas


culturales andinas.
1. Muisca (reino Chibcha), 2.Quimbaya, 3. Guaca y Nore, 4. Arhuaco
(Kágaba e Ijca), 5. Tairona (Cultura Santa Marta), 6. Timóte, 7. Coco-
nuco, 8 Paéz (Tierradentro), 9. Mocóa y Andáqui, 10. Cara (reino de
Quitu), 11. Caftari, 12. Manta, 13. Huancahuillca 14. Quechua y
Aimará, 15. Pueblos Yunca, 16. Diaguita, 17. Atacama, 18. Changos,
19. Comechigones, 20 Diaguitas chilenos y Araucanos del norte (Pi-
cunche).
que el pueblo dominante, superior, de los quechuas
ocupó, paso a paso, las ricas áreas de valles que satis­
facían sus exigencias más nobles. El "Paisaje" no ha
formado en modo alguno al "Hombre", sino más bien
los hombres han extendido su dominio a los paisajes
que les han gustado y los han ocupado. En la Sierra del
Perú Central, los quechuas ocuparon todo el ancho de
las montañas, hasta el límite del bosque tropical
lluvioso; en el sur del Perú y Bolivia, empero, sólo
los "valles secos", entre el Altiplano y el bosque llu­
vioso del oriente. Allí los quechuas contribuían, si­
multáneamente, a la seguridad del Imperio, mientras
que los aimaras quedaron confinados, en el altiplano,
contra las estepas salinas, desde donde ningún peligro
exterior amenazaba al Imperio.

A lo largo de una línea que desde cerca de Arica


corriera hacia el sureste, por encima del altiplano sud-
boliviano, hasta la quebrada de Humahuaca, varía tanto
el cuadro geográfico como el etnológico. En la costa,
al sur de Arica, se realiza la transición al desierto sali­
trero, seco y sin oasis de Atacama; en el altiplano, la
transición a la semi-desértica Puna de Atacama, con
sus salares (ver Fig. 2), con lo que terminan casi por
completo las posibiliddes de la agricultura. Sólo los
valles y cuencas orientales, que ahora ya como "Valles
Secos" llegan hasta el borde oriental de las montañas,
conservan un carácter de paisaje que corresponde toda­
vía, en algo, al de los valles tropicales. En las mon­
tañas y en las laderas occidentales encontramos la anti­
gua morada de los indios atacamos15 quienes, adap­
tándose a las magras posibilidades de la región, han
asumido una forma de economía muy mezquina. Co­
mo los semi-nómadas del Viejo Mundo, se han dedi­
cado a la crianza de la llama y a la caza, únicas ocupa­
ciones posibles en la puna semidesértica. Sólo en los
pequeños oasis (tales como San Pedro de Atacama, Ca-
lama, Tarapacá) operan modestas irrigaciones dedicadas
exclusivamente, en el altiplano, al cultivo de papas y
quinua y en las partes más bajas también al maíz.
Aunque se practicaba la trashumancia y una divisic
económica del trabajo entre los agricultores de los o í
sis, que vendían cereales y los pastores que los car
jeaban por lana, es decir, a semejanza completa de 1
que se practicaba en las regiones del Viejo Mundo pe
bladas por nómadas, no debemos aplicar sin más
estos pastores el calificativo de nómadas, pues a lo
pastores de llamas les faltaba la característica esencia
de aquellos: su alimentación, predominantemente, a ba
se de animales lecheros. La cultura ganadera primitiv;
de los indios chipayas16 en el Salar de Coipasa (Fig
2), al sur de Bolivia, da también la impresión de uní
cultura atrasada por confinamiento en la paupérrinj
estepa salina. Sin embargo, en oposición a ésto po
su idioma, los chipayas pertenecen inobjetablemente a
grupo uro-puquina el que, aunque en condiciones má
favorables de morada, tiene hasta hoy, en el curso supe
rior del Desaguadero (aldea de Ancoaqui), el carácter d<
una población primitva, residual17. La interesanu
población de los changos, que en la costa seca de lo:
desiertos salinos del norte de Chile conserva la vidí
por medio de una cultura de cazadores enteramente pri
mitiva, no pertenece ya a los pueblos civilizados andi
nos y tampoco se le puede interpretar como uní
decadencia cultural. Según Latcham18, los changos sí
hallan, también desde el punto de vista racial, neta
mente separados de los uros. Su modo de vivir tien<
por base la incomparable riqueza de la costa de agua:
frías ricas en aves marinas, peces, mamíferos marino
y otros animales más pequeños y se han adoptado, ba
jo múltiples aspectos, a esta única fuente de alimen
tación. W. Knoche19, basándose en un criterio toponí
mico, ha tratado de probar que los changos pescadora
se extendieron también mucho más hacia el norte, as
como hacia el sur, por los menos entre los 13° 37' )
los 40° 25' Lat. S., o sea, desde Pisco hasta Chiloé
Según toda probabilidad se han extendido hacia el ñor
te, partiendo del sur, en donde debieron hallarse relacio
nados con los pueblos pescadores del occidente de Pata
gonia, es decir que son un reflejo de la cultura primi

16
»00 » o m ut i— •*
L ím ite de las regiones h a b ita -________ Pie oriental 4 » Solares,
das por lasdiversas razas de los Andes -aliñas, salitereras

La distribución de las razas indígenas en la región andina,


entre el Lago Titicaca el centro de Chile y el oeste de la
Argentina (en el sur, según E. Boman).
Según R.E. Latcham la región araucana del norte estaba
habitada por los diaguitas chilenos (ver texto).

17
tiva más meridional del continente, a lo largo de la eos
ta del Pacífico. Según Latcham, durante la época de k
expansión incaica se trasplantaron también uros del al­
tiplano del Titicaca a la costa del sur del Perú, los que,
por su parte, habrían presionado a los changos a emi­
grar de sus desiertos con oasis a las pampas salinas.
Posteriormente tuvo lugar todavía en la costa de Tara-
pacá una invasión por aimaras, los que, según Lat­
cham, bajo la coacción del medio ambiente tuvieron
que contentarse con el mismo modo de vivir de los
changos y uros de la costa.

En estas latitudes, el centro de gravedad cultural


de las civilizaciones andinas se hallaba ya en el lado
oriental de los Andes, en los valles secos y en las cuen­
cas que se ensanchan y ramifican entre el borde de la re­
gión alta de la "puna" y del "chaco", así como también
en las de las cadenas subandinas de lluvias más fre­
cuentes y cubiertas de bosques. Estos rincones geográ­
ficos, de carácter estepario-xerofítico, pero susceptibles
de ser regados, fueron habitados por los diaguitas (cal-
chaquis) y, en la quebrada de Humahuaca, por el pue­
blo del mismo nombre (ver Fig. 2). Ambos eran pue­
blos montañeses típicos; sin embargo, los diaguitas ha­
bitaban todavía los oasis en forma de conos de deyec­
ción del borde de los Andes, entre Salta y Mendoza
(paisaje histórico Tucumán y Cuyo). Las llanuras con
matorrales xerofíticos de la región de monte se la deja­
ron ellos a los pueblos cazadores errantes, tales como
los huarpos (alectiac), sanavirones, tonocotés (lules) y
tobas. Es evidente que los diaguitas han desarrollado
su cultura en estrecha conexión con el Alto Perú, en
los tiempos más antiguos de las altas culturas, así
como al final, como súbditos del Imperio Incaico. Su
equipo económico se asemeja también grandemente al
del Alto Perú. Como en los Andes del noroeste de la
Argentina, el borde oriental del bosque tropical lluvio­
so se arrala y en la ladera oriental de la Sierra de Acon-
quija termina por completo, el territorio de los diagui­
tas se hallaba especialmente expuesto a las irrupciones

18
de los pueblos cazadores del oriente. Pero nada puede
subrayar mejor la conexión de las culturas andinas con
el carácter montañés, que el hecho de que el pequeño
pueblo de los comechigones, muy alejados de los An­
des, habitando en la Sierra de Córdoba, ha adaptado20
elementos culturales andinos puros: agricultura, irriga­
ción artificial, crianza de la llama, vestido de lana
(¿también cultivo de la papa?).

En el lado occidental de los Andes, en el espa­


cio del sur y centro de Chile y en el "Norte Chico" chi­
leno, se extiende el territorio de los araucanos o ma­
puches. Según opiniones más antiguas, los araucanos
habían llegado a extenderse sorprendentemente lejos
hacia el norte, hasta el terriorio de los atácamenos, en
los salares y en la Puna de Atacama y de este modo ha­
bían tomado una región de 16° de latitud, desde el bos­
que lluvioso del sur de Chile, hasta el semi-desierto.
Sin embargo, Latcham fue de opinión que en el "Nor­
te Chico" de Chile, en los oasis formados por los va­
lles, de Copiapó y Coquimbo hacia el sur, hasta el
río Choapo (cerca de los 32° latitud Sur), habitó un
pueblo que racial, cultural e idiomáticamente perte­
neció al mismo grupo que los diaguistas argentinos, al
que, por falta de otro, dio el nombre21 de "diaguitas
chilenos". Del territorio de los diaguitas orientales, se
hallaban separados por la Cordillera de los Andes, com­
pletamente inhospitalaria, seca en verano y cubierta de
nieve en el invierno.

Así como los araucanos del norte, los llamados


picunches, estos diaguitas chilenos experimentaron el
acicate de las culturas de los altiplanos y esto en nin­
guna forma, como lo ha señalado Latcham, solamente
durante el corto tiempo del dominio incaico. Las anti­
guas excavaciones en el norte de Chile indican ya rie­
gos artificales y aglomeraciones de población, encon­
tradas por los Incas, sólo concebibles gracias a la uti­
lización intensiva de la tierra regable. En conjunto, em­
pero, las culturas araucanas se hallan substancialmente

19
por debajo de los pueblos de alta cultura andina, propia
mente dichos.

4. Los bienes culturales y materiales de los


pueblos andinos

Aunque en distintos grados, los pueblos andino«


citados muestran, todos, un desarrollo hacia forma«
económicas y sociales más elevadas que, por medio de
la agronomía, se hallan claramanente relacionadas cor
el espacio vital andino. La agricultura es la raíz de toda
cultura espiritual y social. Nuestro conocimiento de la
agricultura de los indios antiguos manifiesta tadavía
hoy vacíos sensibles, principalmente respecto a los
Andes del Norte. Gracias a una serie de nuevas publica­
ciones22 que completan los antiguos estudios fudamen-
tales de M. Steffen23 nos hallamos tan bien documen­
tados respecto a la región andina que podemos seguir
planimétricamente, sobre los Andes, las manifestacio­
nes más importantes de la agronomía indígena y rela­
cionarlas con los espacios vitales naturales. Todos los
pueblos citados indican, de una manera y otra, formas
de agricultura superior a la de los pueblos de las
llanuras orientales; desde los débiles intentos de los pe­
queños grupos de los Andes más septentrionales (como
por ejemplo los cultivos en andenes de los taironas,
cerca de Santa Marta, y de los timotes en la Sierra de
Mérida) hasta la agricultura intensiva del antiguo Pe­
rú, desarrollada hasta el máximo, que en forma de culti­
vos en andenes, artificialmente regados y abonados, no
es inferior en nada a las elevadas culturas asiáticas su­
periores. La "agricultura de azada" se basa en lo esen­
cial en el "Grab und Pflanzstockbau", o en el "Stock-
bau" como lo denomina G. Friederici24. Carecía de un
trabajo intensivo del suelo, era un cultivo de "des­
monte e incendio", con abandono del terreno y des­
monte de otro nuevo cuando se notaba descenso en la
producción; sistema que O.F.Cook25 denomina "Sis­
tema de Milpa", de acuerdo con la denominación
azteca. Es el cultivo migratorio (con más precisión

20
para América del Sur, el "Wanderstockbau”) o el "Shif-
ting Cultivation" tan extendido entre los pueblos
tropicales. Debido a los largos períodos de descanso
entre los desmontes e incendios, este sistema sólo
permite la existencia de una escasa población y, sin el
empleo de medidas especiales de protección del suelo,
resulta muy destructiva para el crecimiento del bosque
y la fertilidad del suelo. En los Andes, por el contrario,
los indios practicaron el desarrollo del suelo mucho
más sostenido, un verdadero "laboreo" ("Tillage Sys­
tem" de O.F. Cook) que, unido al cuidado del suelo,
abono y, eventualmente también, construcción de
andenerías y riego artificial, permitía una cultura esta­
ble y por su rendimiento regular era capaz de alimentar
a una población densa. Como es sabido, la América
antigua, por falta de animales domésticos, corpulentos,
apropiados para bestias de tiro, no pudo desarrollar una
cultura basada en el arado. En América, por consi­
guiente, no se trata de contraste entre cultivo con azada
y cultivo con arado, sino en la diferencia entre un
cultivo migratorio y el "laboreo" (ambos "cultivos de
azada", en el sentido de E. Hahn). La elevada técnica
en el desarrollo de los instrumentos de arado manual,
en los países civilizados del oeste, muy particular­
mente la "taclla" peruana, permitió, con sólo la fuerza
humana, un desarrollo del suelo parecido al cultivo por
medio del arado del Viejo Mundo. No es pues de ex­
trañar que en las descripciones españolas antiguas se
empleen continuamente expresiones tales como "arado
de mano" o "arado de los indios" o en la literatura mo­
derna también "foot plow"26. Es empero un error, que
se ha propagado hasta en los trabajos más recientes, el
que la taclla era servida por 6 u 8 hombres. Se originó
por una traducción errónea de Garcilaso de la Vega, por
W. H. Prescott, parecida a otro error que se remonta al
Almirante Spilbergen, que afirma que los indios utili­
zaban llamas (Chilihuques) para arrastrar la taclla27.
En realidad, hoy todavía, siglos después de la in­
troducción del arado por los españoles, la antigua
herramieta para arar se halla aún en uso en los Andes,
y esto tal como era usual a comienzos del siglo XVII
según las bellas descripciones e ilustraciones de h
"Nueva Corónica" de Poma de Ayala28. En las figura*
3 y 4 hemos reproducido algunos instrumentos de la
branza de los indios antiguos del altiplano boliviano
tal como los encontramos allí en 1926-1928. La figun
3 muestra herramientas que todavía son fabricadas en
su forma original, sin empleo de partes metálicas, sólo
con maderas duras; en la figura 4, las mismas formas
con empleo de hojas y puntas de hierro, pero siempre
con las antiguas ligaduras de cuero y sin hacer uso de
los clavos de hierro.

Gracias al empleo de estas herramientas, los


pueblos andinos alcanzaron resultados prodigiosos en
someter a cultivo plantas tanto indígenas como impor­
tadas y en la selección de docenas y, tratándose de pa­
pas y maíz, de centenas de razas de plantas cultivadas,
teniendo para ello que tomar en cuenta los cambios de
las condiciones del medio ambiente, así como los diver­
sos usos a que se les destinaba. Como es comprensi­
ble, a la cabeza de ellas están, el maíz y las papas co­
mo las más importantes plantas alimenticias. La base
para el desarrollo de la agricultura en los escalones de
clima frío de los Andes eran plantas cultivables, especí­
ficamente andinas y en primerísima línea las plantas de
tubérculos (papa, oca, massua y olluco) que hicieron
también posible la ocupación permanente y el hábito
sedentario de los indios por encima del escalón de
cultivo de maíz y además el de Atriplex (chenopodium)
de los Andes, la quinua y la cañihua, las únicas plantas
con semillas en forma de granos por encima del límite
del maíz. En los Andes ecuatoriales el límite del maíz
se halla más o menos a los 3,000 m., y en el Alto
Perú, en promedio, a los 3,500 m. La quinua se
propagó desde Colombia hasta Chile; las papas y los
tubérculos andinos restantes, desde Venezuela hasta
Bolivia.

En la vida de los indígenas andinos desempeñó

22
y desempeña todavía un gran papel el arbusto llamado
eoca (Erythroxylon coca y E. novogranatense), planta
cultivada de la región boscosa, húmeda, de las monta­
nas cuyas hojas secas, que contienen un alcaloide, son
degustadas por medio de masticación y esto precisa­
mente por los indios de las zonas Alto-andinas, como
adaptación fisiológica a las condiciones de los procesos
respiratorios y del metabolismo en las áreas secas y
elevadas de los Andes29. A consecuencia de lo cual, el
arbusto, siempre que no fuera substituido por formas
silvestres poco valiosas como ocurre a menudo en Co­
lombia, tiene que ser cultivado fuera de las regiones
culturales propiamente dichas y serlo en áreas muy
malsanas, precisamente mortíferas para el indio de los
Andes. Esto no podía conseguirse sino por medio de
una organización estatal de los cultivos y el desplaza­
miento de los indios de las regiones altas de los Andes
al área de producción de la coca en la región de los
Yungas, de la que se derivaron manifestaciones agrario-
sociológicas muy interesantes, efectivas hasta hoy30.
En el Imperio Incaico el cultivo de la coca era sobre
todo del dominio del poder central31. Por otra parte la
sola técnica del cultivo y preparación de la coca es ya
un arte elevado (cultivo en zanjas dispuestas en inge­
niosas andenerías, continuamente renovadas, en laderas
cortadas a pico; selección en planteras, secada en ado­
quinado de piedra bajo determinadas condiciones del
tiempo). El cultivo de la coca pertene en lo esencial a
los bosques de montaña de altitudes medias, a la "Tie­
rra Templada" o "MedioYungas". Su límite meridional
se halla más o menos en la latitud de Santa Cruz de la
Sierra. En el Norte, después de una total interrupción
en los Andes del Ecuador, se presenta nuevamente en
el sur y norte de Colombia, en donde el uso de la coca
prosperó en el antiguo reino Chibcha32 y hasta hoy se
halla todavía muy en boga entre los indios de tierra
dentro y de la Sierra Nevada de Santa Marta.

También el gran papel del pimiento español


(Capsicum-pimienio-ají) en la alimentación de los pue­

23
blos andinos, especialmente en el área del Imperio I
caico, parece impuesto por exigencias fisiológic
pues las experiencias de un médico alemán en el al
plano de México34, han demostrado que en el clin
tropical seco, de altitud, rico en radiaciones y de fuer
evaporación, se presentan serias pertubarciones de
digestión (estreñimiento y desprendimiento del intest
no) y que generalmente sólo pueden evitarse consi
miendo las comidas usuales del país, fuertemente cor
dimentadas ("Picantes"). Es instructivo a este respect
el que los habitantes del altiplano etiope han adoptad
también ávidamente el pimentón, después de que lo
portugueses se lo hicieron conocer, de modo que ho
tanto en la agronomía como en la alimentación de lo
abisinios desempaña un papel completamente seme
jante al que tiene en los Andes tropicales. Como equi
valente del arbusto de la coca se cultiva en los
altiplanos del sur de Etiopía (Harrar, Kafa y Galla) asi
como en el Yemen, el arbusto Kath (Catha edulis) allí
nativo. Es extremadamente parecido al arbusto de k
coca en la fisonomía de la planta, en su compor­
tamiento ecológico, su técnica de cultivo y forma eco­
nómica, como también en su condición bioquímica
(alcaloide) y su acción fisiológica sobre el organismo.
Por consiguiente, en los países citados sus hojas secas
tienen una importancia comercial parecida a la alcan­
zada por la coca en los Andes.

Más adelante pasaremos a ocupamos del signi­


ficado histórico cultural de la crianza de animales
domésticos. Con la agronomía intensiva de la pobla­
ción andina se halla relacionada también la manera se­
dentaria de vivir y con ella, indirectamente, el desarro­
llo de la arquitectura. La construcción maciza de pie­
dra o de ladrillos secados al sol (adobes ) es conocida
por casi todas las civilizaciones andinas. También en­
contró aplicación en el acabado asombroso de instala­
ciones técnico-culturales (zanjas de riego, muros de an-
dencría y para muros de demarcación, puentes), no sólo
en el territorio del Imperio Incaico sino, por ejemplo,

24
también en la cultura Santa Marta, de Colombia. El
arte más evolucionado fue alcanzado en las construc­
ciones monumentales de templos de las culturas pe­
ruanas más antiguas y en las de fortalezas y, por últi­
mo, también en las construcciones de caminos de los
Incas35. La riqueza mineral de los Andes suministró
los elementos para el equipo instrumental de los pue­
blos civilizados. En toda la región andina, desde el mar
Caribe hasta la Argentina, el oro y el cobre fueron ex­
traídos y beneficiados; la plata lo fue desde el Perú ha­
cia el sur y el estaño en la región estañífera de Bolivia.
La técnica de beneficio fue diferente en detalle. A base
de cobre y estaño nació en el Alto Perú, desde el tiem­
po del "Tiahuanaco tardío", la aleación para formar
bronce más duro y el fundido del bronce para la fabri­
cación de instrumentos y también, en el área de las cul­
turas chibchas, la aleación de cobre y oro (lumbago).
En el arte de la platería, el norte (muisea, quimbaya)
con sus procesos de dorado con jugos de plantas, el fun­
dido del oro en forma hoy olvidada y la fabricación de
hilos de oro, superaba al Perú que sólo conocía fundido
completo, oro laminado y oro repujado. De por sí se
entiende que tan grande habilidad se haya extendido
también en otras ramas tales como tejidos, alfarería y
tallado de piedras. Los utensilios de cobre y bronce no
pudieron ciertamente reemplazar por completo al hierro
aún desconocido. Pero el indio de los Andes ha sabido
ayudarse de otro modo. Como la piel de los animales
en el clima seco de los altiplanos no se corrompe y,
aunque no estácurtida, no es atacada por ningún insec­
to destructor del cuero sino que de por sí se momifica,
se puede atar con correas de piel fresca las que des­
pués, al sacarsefse contraen formando ligaduras extraor­
dinariamente fuertes que reemplazan por completo al
empleo del clavado con hierro. En esta forma se adhie­
ren también, por ejemplo, las herramientas de labran­
za. En lugar de las partes de hierro, que en su mayoría
son hoy importadas, (puntas de pico, azada, hojas de
lampa), se empleaban maderas particularmente duras de
los Valles y Yungas (ver Figs. 3 y 4).
Fig. 3 .— Aperos indígenas de mano usados en Bolivia. (Sin
empleo de hierro).

1. Rastrillo ("Laucana" o "Liucana” ) con hoja de madera dura ("Chon­


ta” ) de Aucapata, Prov. de Muñecas. Norte de Bolivia.
2. Instrumento para descuajar los terrenos 'T a c lla " o "Chaquitaclla”
de los quechuas), ("U isu" de los aimaras) de Quiliacas, a orillas del
lago Poopo (Altiplano Peru boliviano). La hoja es de madera dura;
el mango, de la madera, con huecos, de la cactácea Careus pasacana.
3. Porra de madera para deshacer los terrenos. Quiliacas, a orillas de la­
go Poopo.
(Orig. Troll.).

26
Fig. 4 . - Aperos de mano indígenas, usados en Bolivia (Ayata,
Prov. de Muñecas. Ejemplares con partes de hierro en lugar de
madera dura).
1. Rastrillo ("Laucaría" o "Liucca n a ").
2. El llamado "A ra d o de M ano" "T a c lla " o "C haqi^itaclla").
3. Azada encorvada con hoja en form a de pala ("L a m p a ") utilizada
para am ontonar el m aíz y las papas y para trazar surcos.

(O rig. T ro ll).
Mano a mano con el progreso de las formas de h
economía marchó el refinamiento del orden social, e
avance de la agricultura, y, por último, el desarrollo de
los Estados. Si bien desde los primeros ensayos de
creación de un "señorío bárbaro", entre los quimbayas
del valle del Cauca, hasta el Gran Estado autoritario de
los Incas, organizado hasta el último detalle, hay un
largo recorrido, éste ha seguido una línea de unidad.
Cuando se dirige la mirada a las diferentes fases en el
equipo industrial de los pueblos andinos salta a la vista
muy particularmente una subtancial diferencia:cl desa­
rrollo particularmente alto de la agronomía en el territo­
rio perú-boliviano-argentino, frente al de los Andes
ecuatoriales de Colombia, Venezuela y Ecuador, cuyos
habitantes no tomaron parte en una serie de progresos
culturales decisivos (riego artificial, crianza de anima­
les grandes, etc.). El objeto de las exposiciones que si­
guen será hacer comprensible esta diferencia a la luz
de las condiciones geográficas. No se trata de un sim­
ple factor natural de importancia ecológico-cultural,
sino que existe una concatenación de factores mate­
riales y espirituales que sólo pueden justipreciarse en
conjunto. De todos modos es posible señalar en el sec­
tor económico una serie de influencias naturales que,
en parte estimulantes y propulsoras y en parte obstacu­
lizantes y limitativas, ha actuado, en todo caso, deter­
minando las actividades humanas. Para comprender
estas relaciones, tenemos que representamos primero el
espacio habitado de los Andes tropicales en su estruc­
tura regional.

5. La estructura del paisaje andino

Para comprender la división climática y-geográfi-


co-regional. de un sistema montañoso tan extenso,
tenemos que tratar de contemplarlo en sus tres dimen­
siones. Como aquí sería imposible desarrollar el tema
en detalle vamos a ensayar una visión de conjunto sólo
a base de tres representaciones gráficas: 1) Una articula­
ción zonal de los Andes, según sus climas y su geo-

28
Hiuíía regional; 2) un corte longitudinal de los Andes
que, con la ayuda de los límites de altitud físicos y
biológicos, permita reconocer el escalonamiento verti-
i al del clima y del paisaje; 3) una serie de cortes trans­
versales, regionales, a través de los Andes tropicales y
subtropicales que hacen posible una visión de conjunto
en lo zonal y en sus diversos niveles.

Para la división zonal, climática, de los Andes


tropicales es mejor comenzar por la región elevada,
esto es por los escalones de altitud entre el límite de la
agricultura o de los bosques y el límite de las nieves
perpetuas. Reconocemos entonces que de modo muy
semejante a lo que ocurre en las tierras bajas del trópi­
co, en las montañas también, entre el ecuador y los
subtrópicos, se escalonan cuatro fajas o zonas climáti­
cas según el grado de humedad. En las tierras bajas
son: 1) La faja ecuatorial, siempre húmeda, de los bos­
ques lluviosos; 2) la faja tropical semihúmeda, de llu­
vias periódicas, húmeda en verano y seca en invierno,
de las sabanas o estepas húmedas; 3) la faja tropical de
las estepas con plantas espinosas y suculentas, igual­
mente de lluvias periódicas, húmeda en verano y seca
en invierno, pero ya semiáridas; y 4) la faja desértica.
En América del Sur, estas fajas se hallan desigualmen­
te repartidas, a uno y otro lado de los Andes, principal­
mente por el influjo de las montañas, las que en el
oriente substraen la humedad de los vientos alisios del
S.E. y en el occidente actúan como paraguas. Por con­
siguiente, en las laderas orientales de los Andes, la zo­
na siempre húmeda no sólo se extiende a toda la zona
tropical sino que llega con sus últimas manifestacio­
nes hasta los 27° del Lat S., a la región de Tucumán;
en el lado occidental, al revés, el desierto de Atacama
se extiende hasta la proximidad del ecuador, con sus úl­
timas manifestaciones hasta la península de Santa Ele­
na, al occidente del Ecuador. De ello resulta forzo­
samente que las zonas climáticas regionales se extien­
den oblicuamente sobre las montañas, de noroeste a
sudoeste (fig. 5). En las altas regiones, por encima del
Fig. 5.— Las fajas de paisajes de los Andes Tropicales.
1. Región de clima húmedo entre regiones áridas y niveles. 2. Lím ite de las nieves perpetuas. 3. Lím ite de aridez. 4. L í­
mite superior del bosque nebuloso (Ceja de la montaña) en los Andes Tropicales. 5 Lím ite superior de los bosques leñosos,
ralos, de Polylepis en los Andes Tropicales. 6. L ím ite superior del bosque húmedo extra-Tropical. 7. L ím ite inferior del
bosque húmedo. 8. L ím ite superior de la agricultura. 9. Región de los bosque húmedos. 10. Lím ite superior de la pobla­
ción permanente en las latitudes marginales del Trópico.
límite de los cultivos, corresponden según el grado de
humedad: la zona de bosques lluviosos de las tierras ba­
jas a los páramos siempre húmedos; la zona de sabana
de las tierras bajas a la puna húmeda o normal (puna de
estepa de gramíneas), húmeda en verano y seca en in­
vierno; la estepa de espinas y plantas suculentas de las
tierras bajas a la puna seca, semiárida o puna con espi­
nas y plantas suculentas (zona de tola, de los botáni­
cos); y el desierto de las llanuras bajas, al desierto de
las altas montañas o puna desértica, tal como lo he­
mos desconpuesto en trabajos anteriores36. En la ecolo­
gía de la vegetación, en los tipos de suelos y en la hi­
drología se manifiesta con toda claridad la misma arti­
culación.

La articulación vertical de los paisajes, el escalo-


namiento regional de los Andes, es también muy carac­
terístico en cada una de las fajas climáticas. La figura
6, que ha sido construida con los límites de altitud fí­
sicos y biológicos más importantes (límites de sequía,
nieves perpetuas, bosques, y vegetación arbórea, agri­
cultura, población), en el lado occidental de los Andes,
puede aclarar esto en forma simplificada. En la región
ecuatorial, en los Andes de páramo, el bosque siempre
húmedo se extiende desde el nivel del mar hasta cerca
de 3,500 m. Solemos articularlo en escalones de alti­
tud: la "Tierra Caliente", la Tierra Templada" y la
"Tierra Fría", a la que sigue, como el escalón más
elevado, el de los páramos, la "Tierra Helada". En las
regiones orientales del Perú y Bolivia se habla de Mon­
taña, Medio Yungas y Ceja de Montaña. Las zonas de
cultivo y de residencia permanecen dentro de los
escalones del bosque. Como la línea límite de las
nieves perpetuas se halla en todas partes considera­
blemente por debajo de los 5,000 m., la zona de pára­
mo, desprovista de cultivos y población, tiene una
altitud media comprendida entre 1,000 a 1,200 m. En
la zona de la puna seca o normal (Andes de puna) la
línea límite de las nieves perpetuas sube por encima de

32
los 5,000 m.; el límite de la agricultura a más de
4,000 m., de modo que el escalón de puna propiamente
dicho, viene a estar en una altitud considerablemente
mayor que el escalón correspondiente de páramo, te­
niendo también mayor juego en altitud (1,200 a 1,600
m.). El límite de la población humana con residencia
permanente puede ascender en la puna en casos extre­
mos hasta los 5,200 m. en la forma de poblaciones a
base de pastizales. Los escalones de paisajes, dentro
del límite de la agricultura, representan formaciones
mesofísicas de monte de arbustos y leñosas (escalón
"Sierra" del Perú, "Valles altos" o "Cabecera de Valle"
de Bolivia). En la zona de la puna desértica, "Desierto
Anden" de W. Hellmich37, descienden ya considerable­
mente los límites de la agricultura y de la población
permanente, pero en cambio, el límite de las nieves
perpetuas alcanza su altitud máxima de más de 6,000
m., de modo que a la puna desértica le corresponde
una extensión, o juego en altura, de varios millares de
metros. El escalonamiento de los paisajes cambia to­
talmente al otro lado de la faja desértica, en las cordille­
ras subtropicales chileno-argentinas. Las temperaturas
descendentes y sobre todo las marcadas estaciones tér­
micas del año pasan a ser ahora decisivas y la presencia
además, de precipitaciones de invierno y la consi­
guiente formación estacional de una región nevada, por
debajo de la línea de nieves perpetuas, crean condi­
ciones fundamentales diferentes dentro de las que des­
cienden rápidamente todas las líneas límites de altitud
de la nieve, sequedad y agricultura. A causa de ésto, en
el denominado "Norte Chico" de Chile, morada en otro
tiempo de los diaguitas, el límite de la población agrí­
cola permanente queda limitado a menos de 2,000 m.
Con ello termina también la economía de dehesa de
todo el año en la región alta. En su lugar, sólo en épo­
ca de los españoles, se efectuaba la migración de las
manadas (trashumancia) a los pastales veraniegos de
las montañas. En esas latitudes la montaña, como tal,
es ya campo de lucha y no espacio nuclear y de sus­
tento de culturas humanas, como en los trópicos.

33
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F»g..7.- Perfiles de vegetación de los Andes Tropicales

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i« » » » I Bosque de m onzón, (caducifolio)
f ' 1 M atorrales mesof»ticos y leñosos Salares
[ 4 4 4 1 ] Bosque de m ontaña siempre vertie de L -----J de Polylopi«.
f 1« "Tierra T em plada” o "Medio Yungas" [ u m i i l D esierto.
Sabanas
| m tr I Uo*Sue "«bul«»» d r b T ie rra F r ú "
K *ja de la m ontaña) a partir de I -------H * im ite de la nieve perpetua.
los 18 ° hacia el Sur, bosques de
Podocarpus y Alnus. | P d e niebla o de nubes sobre

E E 3 M atorral xcrófílo y estepa xerofila


EH3 Puna norm al o húm eda. 1 regiones áridas.
En los cinco perfiles de la vegetación de los An­
des tropicales que presentamos se observa ante todo
que los Andes ecuatoriales de Colombia (perfil I) y
Ecuador (II) ofrecen un corte de paisajes enteramente si­
métrico y en cambio los Andes del Perú (perfil III), Bo-
livia (IV) y los chilenoargentinos (perfil V), perfiles
asimétricos. En Colombia y el Ecuador la montaña se
halla enmarcada, en todos sus lados, por bosques húme­
dos y las alturas están también coronadas en todas pin­
tes por páramos. En el Perú y en Bolivia (ver perfiles
III y IV), por el contrario, las laderas cubiertas de bos­
ques húmedos del oriente se enfrentan a los desiertos
del occidente. Comenzando en la costa del Ecuador, la
zona árida, con su límite de altitud ascendente hacia el
sur38 va tomando más y más poseción del espacio andi­
no y acaba por último por arrojar por completo a los
paisajes húmedos del borde oriental de las montañas.
Fuera de los caracteres hasta ahora citados, los perfiles
muestran además que en las cuencas y sobre todo en
los valles profundos del interior de las montañas, debi­
do a la acción impeditiva de la lluvia, se originan pai­
sajes más secos de lo que corresponde a su posición en
la articulación zonal. Como consecuencia también en
los Andes ecuatoriales hay islas de sequedad, en el inte­
rior de las montañas, las que sin embargo, están domi­
nadas, por escalones húmedos más elevados, mientras
que al borde de las montañas, con la disminución de la
elevación de sus moles, los escalones de altitutd más
fríos descienden a menor nivel. (Ver Fig. 7)
6. Las conquistas de la agricultura en las
altas culturas de la esfera cultural
peruana
Las bases del desarrollo, particularmente elevado,
de las culturas indígenas, en el área comprendida entre
la costa desértica del Perú, los altiplanos secos del
Perú y Bolivia (antiguo Alto Perú) y el paisaje mon­
tañoso del noreste de la Argentina, que designaremos
sencillamente de aquí en adelante como "Circulo cul­
tural peruano", o de modo más neutro, "Esfera cul­
tural peruana" deben buscarse en una serie de grandes
realizaciones del cultivo del suelo y la agronomía de
los pueblos que allí habitaron. La minería y la meta­
lurgia (particularmente la del bronce)completan de
modo muy importante el acervo cultural material; pero
en lo referente a la posición especial de la esfera cultu­
ral citada, no poseen un significado tan decisivo, pues
la metalurgia del cobre se hallaba también extendida en
el norte. Ante todo, podemos situar en el primer plano
tres conquistas de las culturas peruanas, que están en
evidente relación con el área vital nombrada
a) El riego artificial
"En ninguna parte el mundo", dice R.E.Latcham39
"se prestó mayor atención al riego artificial y se le em­
pleó con mayor éxito que en las regiones que formaron
el Imperio Incaico".Ya O. Quelle40 había comprobado
que en área de los Andes la gran región cerrada de riego
artificial coincide con el territorio regido por los Incas.
Comienza en el noroeste con la cadena de oasis de la
región costanera peruana; se extiende desde allí a los
valles áridos de la Sierra peruana; se ensancha en Bo­
livia sobre el Altiplano en todo el espacio andino hasta
el límite de los bosques de los húmedos Andes orien­
tales, siguiendo hacia el sudeste todavía sobre las cuen­
cas secas del noroeste de la Argentina y sobre los oasis
en el pie de los Andes del occidente de la Argentina;
llega por último en dirección al sur, a través del norte
y centro de Chile, hasta el río Maulé donde comienzan

37
los bosques húmedos a ocupar también el valle lon­
gitudinal chileno. Frente a las regiones regadas del
Perú ofrecen importancia secundaria las instalaciones
más pequeñas de los valles andinos secos del Ecuador.
Según los datos de Hans Meyer41, son más impor­
tantes de lo que supone O. Quelle, pero se hallan muy
alejados de la región cerrada de riego artificial y debie­
ron haber sido instaladas por los Incas poco antes de la
conquista española. Donde quiera que hoy el riego se
prolonga más allá de la extensión máxima del Imperio
Incaico, debe tratarse por lo general de instalaciones
más recientes, establecidas durante la época colonial es­
pañola o aún en época moderna, como lo testifican las
del oeste de la Argentina, norte de Patogonia, las del
Lago Valencia en Venezuela, o las de las plantaciones
de bananas cerca de Santa Marta (Colombia) y, proba­
blemente también, las instalaciones de riego de menor
cuantía en el altiplano de Bogotá que datan de época an­
tigua española42.

La coincidencia con los límites del Imperio


Incaico no hay que interpretarla de ningún modo como
que los Incas fueron los primeros en introducir el riego
en toda esa región. Antes bien sabemos con seguridad
que en la costa peruana, en el noroeste de la Argentina
y en el norte de Chile, se practicaba el riego artificial
mucho antes de la llegada de los Incas; con frecuencia
fue condición previa para el nacimiento de las culturas
preincaicas en los oasis. "En constrate con los pueblos
cazadores y recolectores del oriente tropical, las razas
incorporadas al Imperio Incaico habían ya alcanzado en
lo fundamental, antes de ser sometidas, el estadio eco­
nómico en el que las encontramos bajo el dominio de
los Incas. Los rasgos comunes de su vida económica
eran ya propiedad común en su estado de indepen­
dencia"43. Sobre tales regiones los Incas extendieron
con mayor facilidad su dominio y pudieron adueñarse
y establecerse permanentemente. Entonces, gracias a
su técnica avanzada, extendieron las áreas regadas, diri­
gieron las acequias y numerosas fierras anteriormente

38
áridas e intensificaron la producción, cosa que con la
ayuda de la técnica moderna sigue haciéndose en el
Perú y la Argentina contemporáneos. Naturalmente
que fuera del desierto propiamente dicho, junto al culti­
vo por medio del riego, se practicó también la agri­
cultura a base de la lluvia.

El riego artificial es un rasgo común en toda la


área cultural peruana. Hacia el norte se extiende, sin
interrupción, hasta donde termina la región periódi­
camente regada por la lluvia de los Andes de Puna; no
así, en cambio, en los Andes de páramo, constante­
mente húmedos, con excepción de algunas cuencas ári­
das del Ecuador. Las instalaciones de riego de los anti­
guos indígenas han despertado siempre gran admiración
en los antiguos Cronistas y en los viajeros de nuestros
días. Numerosos son sus métodos de conseguir agua:
conducción desde los ríos en canales abiertos a través
de largos tramos y hasta por encima de gargantas;
construcción de canales subterráneos ("socavones" en
la Provincia de Tarapacá, "pinchas" en el Perú); erec­
ción de diques de contención y represas44^ vaciado de
trechos de terrenos, hasta encontrar la humedad del sub­
suelo ("canchones")45. Importancia muy especial tenía
el riego de los cultivos de maíz. Pero, también por
encima del límite de la agricultura, el autor ha encon­
trado todavía riego artificial de los pastos en la Cor­
dillera Real de Bolivia y en la del norte de Chile, como
ya Garcilaso de la Vega lo indicaba al tratar de los
pastos para llamas de la época incaica46. Los asom­
brosos conocimientos de agricultura de que disponían
los indios resaltan, por ejemplo, del hecho de que,
según la descripción del Padre Cobo47, en los "cancho­
nes" del valle de Chilca, cerca de Lima, se combatía la
salazón del suelo por medio de un abono vegetal: el
follaje podrido del árbol guarango.

El significado, particularmente impulsor, de la cul­


tura del riego artificial es ya conocido en el Viejo
Mundo. Hace posible primeramente las densas convi-
vcncias humanas y el crecimiento de grandes ciudades a
base de los suelos, ricos en productos nutritivos, de las
regiones áridas; demanda gran capacidad técnica de ar­
quitectura y estimula el espíritu de inventiva. Exige
trabajos exactos de agrimensura y con ello impulsa a
las ciencias matemáticas y la observación de las es­
trellas. El mantenimiento de las irrigaciones demanda
conocimientos relativos al tiempo y la división del
año de acuerdo con el calendario. La construcción y
utilización de grandes instalaciones de riego demandan
una estrecha cooperación social, la formación de corpo­
raciones de regantes, la distribución justa del agua, la
solución de los litigios sobre los riegos y el perfeccio­
namiento de formas más avanzadas del Derecho. Esto a
su vez puede ser base para la formación de una organi­
zación político-estatal más elevada. De los testimonios
del arte y de las formas sociales del Imperio Incaico re­
salta que todo esto tuvo influencia también en la esfera
cultural peruana. En todo caso, las culturas indígenas
de las regiones en refencia experimentaron con el riego
artificial importante estímulos que faltaron a la parte
septentrional, húmeda, de los Andes.

b) La crianza de los grandes primales domésticos

En la Esfera cultural peruana tuvo importancia no


menos grande para el desarrollo cultural la crianza de
los grandes animales domésticos, la llama y la alapaca
(paco).Ya sea que con Ch. Darwin48 , Latcham49 o O.
Antonius50' se comparta la opinión de que estos dos
auquénidos sólo son formas domésticas de las dos espe­
cies silvestres vivientes, el guanaco y la vicuña o que
como es general se les considere especies independien­
tes, en todo caso sólo pudieron proceder de estos dos
animales silvestres, oriundos de los Andes secos y de
las pampas de la parte sureste de Sudamérica. Como
E. Werth51 lo ha manifestado, esto significa el hecho
de que en el área cultural peruana se seleccionaron ani­
males domésticos para desempeño de trabajo humano,
lo que en el Viejo Mundo sólo ocurrió en conexión

40
con el cultivo con arado; enigma histórico-cultural de
primera magnitud. Hasta se llega a pensar en relacio­
nes con las esferas de cultivo por medio del arado del
Viejo Mundo, como anteriormente Y. Trimbom52 las
imaginó con Polinesia, carente ciertamente de crianza
de ganado. Sin embargo, como K. Sapper53 lo ha ex­
puesto convincentemente, éste no ha sido el caso de
ningún modo. Tenemos pues que contentamos con el
hecho de que los indios han encontrado, independiente­
mente, la domesticación de animales, lo que es muy fá­
cil de comprender por la mentalidad del indio con res­
pecto al animal y la actitud de curiosidad de las espe­
cies salvajes de auquéfíidos ante el hombre. En relación
con este asunto es muy interesante lo que ha subrayado
E.Hahn54, a saber, que el empleo de la llama y alpaca
como animales domésticos y de utilidad se extiende es­
pacialmente mucho menos que el úrea de distribución
natural de las formas silvestres. En cambio, la región
de la crianza de la llama coincide casi exactamente con
la esfera cultural peruana. La alpaca, menos importan­
te, tiene una distribución más reducida aún, hallándose
sólo en el sur del Perú y en algunas partes de Bolivia.
El límite septentrional del área continua de distribu­
ción de la llama se halla ahora en el Perú Central, allí
donde termina también la puna. En la latitud de la
Cordillera Blanca no desempeña ya ningún papel dig­
no de mención55. Hacia el Ecuador, donde todavía exis­
ten llamas en los páramos encima de Riobamba, se les
emplea para transportes locales de carga. Allí fueron in­
troducidas tardíamente por los Incas. A. Stübel, en una
carta dirigida a J.J. von Tschudi, le indicaba que esta
ocurrencia aislada es consecuencia del suelo arenoso.
Las llamas que fueron llevadas por los Incas a Chile
Central no han podido, de ninguna manera, mantenerse
allí; ya habían vuelto a desaparecer a principios del si­
glo XVII56. Según la opinión de J J . von Tschudi,
basada en el estudio crítico dé fuentes históricas y a cu­
yo exacto conocimiento del país debemos indudable­
mente los más valiosos datos acerca de la historia natu­
ral y cultural de las llamas57, éstas nunca se aclimata­

41
ron tampoco en los desiertos costaneros peruanos, sino
que, de cuando en cuando, iban allí como animales de
carga. La llama ,y lo mismo vale para la alpaca, es por
su contextura biológica y actitud ecológica, un animal
típico de los climas tropicales fríos de altitud, con fuer­
tes oscilaciones diarias de temperatura, es decir la
estepa seca de la puna. En otra oportunidad me ha refe­
rido58 a que esto tiene fundamento ecológico-alimen-
ticio, porque las llamas se alimentan principalmente de
las gramíneas y hierbas de brote anual que crecen
abundantemente entre los duros pastos en ramillete y
arbustos. Parece que entran también en juego otras ra­
zones ecológicas relativas a la economía de calor y hu­
medad, las que todavía no han sido investigadas. Un
moderno especialista en ecología animal, a la vez que
explorador andino, lo confirma cuando dice:59 "Nada
ilumina con mayor claridad el hecho de que entre los
Andes de páramo y los de puna se trata de dos regiones
biogeográficas de naturaleza totalmente diferente, como
la reciente tentativa, organizada por el Estado, de abrir
a los agricultores colombianos una nueva fuente de
recursos y mejores condiciones de existencia por medio
de la importación de llamas y alpacas. La totalidad de
los animales que para reproducción fueron distribuidos
en los niveles altos de los Andes colombianos sucum­
bieron porque el clima húmedo de la estepa de páramo
no les era favorable". Allí les ocurre a las llamas algo
parecido a lo que pasó con las ovejas de Astrakan que
en 1934, encontramos todavía vivas, como lamenta­
bles animales de prueba, en los bosques altos y húme­
dos de Africa Oriental.

Por consiguiente, las llamas y alpacas son, en


sentido biológico, miembros del biotopo Puna y en
sentido geográfico-cultural, formas típicas de la Es­
fera cultural peruana, quedando todavía por in­
vestigar la cuestión del significado que ha tenido su
domesticación en la formación de las altas culturas
peruanas. Ya que el empleo de las llamas como anima­
les lecheros o de tiro no puede tomarse en consi­

42
deración60 * el valor de estos animales consistió en
otras cuatro fuentes de utilidad:

1. La Lana, que en la alpaca es aún más valiosa


que en la llama, de modo que hasta hoy representa
todavía un importante producto de exportación del sur
del Perú. Sirve, en general, a los indios de las alturas
para vesürse en un clima crudo de altura, cambiante
diariamente entre calor y frío; así como el algodón, a
los habitantes peruanos de la costa. El magnífico arte
del tejido y del colorido de los indios de la altura
reposa completamente, hasta en la época actual, en la
lana de origen animal, sobre todo porque en el clima de
puna no hay insectos que destruyan la lana, ni plagas
de polillas. Cuerdas muy duraderas son fabricadas ge­
neralmente con lana de llama; mientras que más hacia
el norte se emplean fibras vegetales (ágave, Fourcroya)
para fabricación de cuerdas (industria de la cabuya de
los altiplanos ecuatoriano, centroamericano y mexi­
cano). La posibilidad de trocar lana por víveres en
otras regiones inapropiadas para la cría de la llama,
condujo también a la colonización de regiones altas,
excesivamente frías, o de áreas de cultivo poco repro-
ducúvas. Así, muy por encima del límite de los cul­
tivos, en el sur del Perú y en el norte y oeste de Boli­
via se pudieron establecer permanentemente pastores,
que en determinadas circunstancias, como en la Cordi­
llera Real61 en niveles inferiores, pudieron cultivar to­
davía algo adicional de tierras laborables. La cultura de
los atacameños en la puna desértica tenía sus bases eco­
nómicas, en primer lugar, en la crianza de la llama y el
comercio de su lana. De algunos relatos se desprende
la preocupación que tenían los habitantes de los valles
cálidos en participar también de la Tierra Fría y de los
rebaños de llamas, como lo hacían, por ejemplo, las
pequeñas tribus de la región costanera peruana.

2. En segundo lugar, la llama es animal de


carga. Su rendimiento a este respecto puede parecerle
reducido al hombre moderno, pero a pesar de la mo­

43
desta capacidad de cargar de cada animal y lo corto de
su recorrido diario, es considerable cuando se tiene en
cuenta que siempre se puede emplear rebaños cada vez
mayores, los que en el viaje no necesitan ningún fo­
rraje puesto que encuentran su alimento en el camino,
durante la marcha. Se comprende, por consiguiente,
cómo la llama pudo desempeñar un papel importante
en la economía minera de los españoles y aún hoy
conserva su importancia junto al mulo, el ferrocarril y
el camión. Su falta de necesidades, su fuerza de
resistencia al frío y su agilidad en la alta montaña des­
provista de caminos, nos indujo a que hasta en la Ex­
pedición Andina Alemana a la Cordillera Real, nos sir­
viéramos temporalmente de las llamas para el transpor­
te de carga. En la esfera cultural peruana y durante la
época pre-hispánica, la llama era el medio de transporte
más importante, tanto en tiempo de paz como en el de
guerra y el Alto Perú era gracias a esta conquista
singular, ampliamente superior al resto de América.
El intercambio vertical y la remisión de los tributos
fueron atendidos por medio de las llamas62.(Lámina I).

3. El empleo del Estiércol de llama (takia)


como abono y combustible desempeñó y desempeña
todavía en la actulidad un papel importante, partí cu-
larmente en el Altiplano tan pobre de leña, donde co­
mo combustible, no hay sino el ramaje del arbusto lo
la, las almohadillas duras y resinosas de la yareta y,
ocasionalmente, algo de carbón de palo del queñuar
(Polylepis). En época del dominio español, la takia fue
también empleada en gran escala para la fundición de
los metales. Según una relación de 1603, en el centro
minero de Potosí se emplearon anualmente 800,000
cargas de takia. Para la reunión del estiércol, takia, es
de gran auxilio el que las llamas durante la noche acam­
pen en tropillas y se acostumbren a buscar siempre
esas guaridas, de modo que el estiércol de grano fino y
seco como paja se acumula en grandes cantidades. Las
llamas hacen esto naturalmente, no por amor al hom­
bre y ciertamente no sólo por instinto gregario, sino

44
por la experiencia de que tales lugares ofrecen un buen
aislamiento del calor contra la fuerte y fría irradiación
nocturna del clima de puna. La llama, con su propio es-
l iércol, se prepara así una guarida naturalmente acolcho­
nada.
4.- Quizá sí, la menor importancia económica la
tuvo la utilización de la llama como animal de carne
comestible, por lo menos en épocas normales. Así co­
mo hoy los indios no crían llamas de manera alguna
con el fin de beneficiarlas, sino que consumen las que
tienen que ser sacrificadas por otras razones, asimismo
se acostumbraba en el Imperio Incaico. Hasta existían
en aquella época severas disposiciones estatales que só­
lo permitían dentro de ciertas condiciones la matanza
de este animal, particularmente de las hembras capaces
de procrear. Las cantidades de animales de los rabaños
de llamas (rebaños pequeños de propiedad particular en
áreas agrícolas frías y grandes rebaños colectivos de la
comunidades de la puna62) fueron protegidas como va­
liosos bienes nacionales, pero empleadas en las expe­
diciones militares para el aprovisionamiento de las tro­
pas. Los ejércitos de los Incas fueron acompañados por
grandes rebaños de llamas. Como animales de trans­
porte y como provisión de carne proporcionaban al ejér­
cito una fuerza de choque contra otros pueblos que no
disponían de tales posibilidades y que sólo podrían
conseguir carne mediante la caza. Así es como, en todo
caso, la llama no puede ser separada de la vida cultural
peruana y se puede comprender que regiones en las que
la cría de llama no fue posible o lo fue en forma muy
reducida como en Chile Central, no pudieron ser tan
duraderamente penetradas por la cultura peruana y con­
solidadas por el poder incaico.
c) Cultivo y conservación de las plantas de tubércu­
los andinos. La utilización del clima de helada an­
dino
El cultivo de los tubérculos andinos tuvo un sig­
nificado muy especial en la explotación del suelo del

45
Alto Perú por los indígenas. Su preparación para con­
vertirlos en productos durables con la ayuda de las
heladas debe ser valorizada como una adquisición histó­
rico cultural decisiva. Tenemos que considerar que la
agricultura precolombina de los Andes no conoció nin­
gún cereal por encima del nivel del cultivo del maíz.
En calidad de productos del suelo, con tenor de almi­
dón, sólo existíanallí las chenopodiaceas andinas ¿mel-
de?, quinua y cañihua (chcnopodium quinoa, etc.) y la
serie de tubérculos: ocas (Oxalis tuberosa). Ahora
bien, el cultivo del maíz llega sólo hasta altitudes mo­
deradas, en general hasta los 3,200 mts.; en el norte
del Perú, Ecuador y Colombia, en promedio hasta los
3,000 metros. Sólo en un lugar, en las Islas Sagradas
y en las orillas del Titicaca, madura el maíz en la
altitud record de 3,850 mts.63. Pero en este caso se
trata de una variedad especial beneficiada además por un
clima "lacustre" local. Los indígenas son sensibles a
este favor insólito, veneran como sagrado el maíz
cosechado en el Lago y lo ofrendan a la Virgen María,
como antes lo ofrecían en tributo al Sol. En los nive­
les escalonados entre los 3,000 y 4,000 mts. y en las
áreas interandinas entre los 3,500 y 4,100, extensos te­
rritorios habitados por los indígenas, en el sur del Perú
y Bolivia, donde todavía hoy existen muchos centros
urbanos, la colonización agrícola indígena, en épocas
pasadas, sólo fue posible a base del cultivo de vege­
tales con tubérculos. Sin embargo, los tubérculos se
conservan poco tiempo en buen estado, sobre todo en
el clima de heladas frecuentes de estas elevadas regio­
nes. Ya el padre Cobo en 1653 escribió: "En la sierra
y en la tierra fría del Perú donde no se cosecha maíz ni
ningún otro fruto de las regiones templadas y cálidas,
las patatas son las cosechas habituales de los indios.
Su cultivo se halla tan difundido en el Perú que la mi­
tad de los indígenas no conocen ninguna otra clase de
pan" .

En lo que se refiere a la marcha de la temperatura


y a las fechas de heladas en las áreas elevadas de los

46
Andes, reinan condiciones que rara vez agradan a los
habitantes de latitudes mayores (ver figura 7). En otra
parte de este trabajo hemos expuesto detalladamente las
condiciones de las heladas en el clima de altitud del
Perú meridional, a base de las observaciones de la Uni­
versidad de Harvard en los alrededores de Arequipa65
Hasta en las mayores altitudes, las montañas de los
trópicos, como las tierras bajas tropicales, manifiestan
oscilaciones anuales muy pequeñas de la temperatura.
Las oscilacioes diarias, por el contrario, a causa de la
fuerte radiación diurna e irradiación nocturna, son par­
ticularmente grandes. Al ascender a las altas montañas
de los trópicos llegamos forzosamente a niveles de
climas en los que en todos los meses del año se realiza
casi diariamente una doble oscilación en tomo del
punto de congelación: un fuerte calentamiento durante
el día, un enfriamiento por debajo del punto de conge­
lación durante la noche. En los años 1892-1895 el
límite inferior de las heladas, en las inmediaciones de
Arequipa, se hallaba a los 3,000 mts. aproximada­
mente. Tratándose de la superficie del suelo, respecto a
la cual no se ha publicado ningún dato, pero que mues­
tra una amplitud notablemente mayor de las oscila­
ciones de la temperatura que el aire, el límite de las
heladas debe hallarse considerablemente más bajo. Ya a
los 4,000 mts. las heladas nocturnas se presentan en to­
dos los meses del año; la estación Alto de los Huesos,
a 4,137 mts. de altitud tiene, en promedio, 337 días de
helada variable (aire). A mayor altitud este valor au­
menta aún más, entre 4.900 mts. y 5,000 mts. de alti­
tud tenemos 350 días de helada variable. El diagrama
de la figura 7 muestra estas condiciones, para un perfil
de las alturas de Arequipa, hasta la cumbre del volcán
el Misti, a los 5,850 mts. En la región del Altiplano
del Titicaca, a causa de la elevación en masa de los An­
des, los límites correspondientes se hallan todavía
unos 200 a 300 mts. más altos.

Por consiguiente, en los escalones más elevados


de la agricultura peruana nos encontramos con un cli-

47
clima que posee heladas muy frecuentes las que en los
meses de cosecha de la estación seca se manifiestan
casi todas las noches. En la superficie del suelo estas
heladas son mucho más sensibles que en el aire y no
se presenta una capa de nieve que pudiera proteger al
suelo contra la helada. En Alto de los Huesos (4,137
mts.) se distribuyen del modo siguiente los días de
helada variables (aire) en los distintos meses:
Ene. Feb. Mar. Abr. May. Jun.JuL Ag. Sep. OcL Nov. Dic.
11 5 - - 25 26 29 29 24 14 11 10

Precisamente en los meses de la cosecha de pa­


pa, en mayo y junio, comienzan también las fuertes he­
ladas de todas las noches en las regiones andinas eleva­
das.

Este clima peculiar, cambiante diariamente


entre calor y helada, que en toda la tierra tan sólo se
presenta en las altas montañas tropicales, lo han
sabido utilizar de un modo ingenioso los indígenas
montañosos de la esfera cultural peruana: Someter a
los tubérculos cosechados, alternando calor y helada, a
un tratamiento de varias semanas del que resultan
como tubérculos de almidón puro, que son ligeros
como el corcho y pueden guardarse el tiempo que se
quiera. Al producto obtenido de la papa se le designa
generalmente con el substantivo quechua "chuño", para
que como indianismo y con el significado de almidón
de papa ha sido adoptado en el idioma castellano.
Cieza de León66 en 1550, fue al parecer el primero que
mencionó esta fabricación de chuño, pero ciertamente
como sólo un proceso de secado. Garcilaso de la
Vega67 describió el proceso de un modo más exacto,
en tres fases sucesivas (helada, exprimido del agua y
secado al sol), como un medio de evitar la rápida
descomposición del bulbo. El padre Cobo68
diferencia ya la preparación del chuño negro,
ordinario, de la del blanco, más fino (este último
llamado también "moray" y en Bolivia "tunta") y cita
como materia prima preferida un proceso de culti­
vo que produce una papa particularmente amarga, deno­
minada Uuqui o lluquichoque, la que generalmente no
puede ser consumida sino en la forma de chuño. Espe­
cialmente acertada es la traducción que el padre L. Bcr-
lonio dio en 1612 para la palabra "chuño": "papas cu­
radas de noche al hielo y de día al sol, para que salga al
aguaza que tiene y las secan pisándolas"69, en la que se
expresa el cambio regular de la congelación nocturna
al deshielo diurno. En detalle el método no es de nin­
gún modo único. Varía según el producto final que se
desea obtener así como de la clase de la papa empleada
y evidentemente también de una localidad a otra. Entre
otros lo han descrito H. A. Weddell70» JJ. von Tschu-
di71, M. Steffen72, E. Hahn73, K. Kaegcr74 y R.F. Lat-
char: \ pero, según mis propias averiguaciones en el
ten lo decisivo en todo caso es la utilización del
cambio frecuente de congelación y calor. La congela­
ción tiene lugar en un sitio plano, con poca o ninguna
vegetación que permite extender los tubérculos expo­
niéndolos al enfrentamiento nocturno, es una sola posi­
ción, sobre la superficie del suelo. El calentamiento
diurno puede tener lugar al sol o en agua. En el segun­
do caso, los tubérculos son introducidos en recipientes
por los que circula el agua. El chuño blanco demanda
mucho mayor cuidado y mayor trabajo. Es por consi­
guiente mucho más valioso y ya durante el Incanato es­
taba reservado para las clases más altas. Según Tschu-
di, se le prepara introduciendo las papas en un costal y
después del ocaso del Sol se introduce aquel en el agua
para congelarlas y luego, antes del alba, se les saca y
se les guarda en un lugar obscuro para evitar que la luz
solar produzca el enncgrccimiento76. Según K. Kaeger
y nuestras propias averiguaciones, el chuño blanco, al
contrario, resulta del tratamiento de la papa por el
agua: El remojo de las papas dentro de sacos durante
dicho tratamiento tiene por objeto evitarles durante el
día los rayos solares, pues de lo contrario no se obten­
dría el deseado color blanco. Respecto a la extración
del contenido de agua resultante, las versiones también
varían afirmándose en unos casos que sólo debe hacerse

49
al termino del proceso y en otros durante las variacio­
nes del tratamiento. Según Latcham, el chuño negro
resulta de la manipulación, en seco, de los tubérculos
por la alternación de la helada nocturna y el calor so­
lar; el chuño blanco, en cambio, de un tratamiento ulte­
rior por medio del agua. El no toma en cuenta el efec­
to de evitar la luz solar. Respecto al chuño negro cita
el siguiente método: "Las papas fueron extendidas en
paja donde cae el Sol todo el día y de noche expuestas
a la helada. Así se les deja unos 10 ó 12 días; revol­
viéndolas de cuando en cuando, para exponer todas sus
partes a la helada. Transcurrido ese lapso, todos los tu­
bérculos estaban arrugados ("achuñuscados")77 a pesar
de la humedad que contenían y que las heladas absor­
bían. Cuando estuvieron blandos y completamente he­
lados se le cubrió de paja y "apisonó" suavemente pa­
ra desalojar toda humedad. En seguida, se les dejaba
algunos días más al sol, durante los cuales eran cuida­
dosamente tapados en las noches o cuando el sol no bri­
lla, hasta que se hallaron completamente secos". El
chuño blanco, por el contrario, después que los tubércu­
los fueron expuestos al sol y a la intemperie, como en
el primer caso, y aprensados, eran echados en agua pu­
ra "para ablandarlos y dejados allí uno o dos meses has­
ta que hubieran perdido todo gusto amargo y se hubie­
ran vuelto blancos. El agua era cambiada con frecuen­
cia para mejorar el resultado final. Después que los
tubérculos se hallaron suficientemente ablandados se
les extendía al sol, sobre paja, para secarlos en la for­
ma ya indicada". Para un tercer modo de preparar se
empleaban papas cocidas, las que entonces eran peladas
y expuestas durante varios días a la helada nocturna y a
la insolación diurna. El producto acabado se denomina­
ba "tsutsuka" (chochoca).

Los distintos modos de preparación están rela­


cionados también con las clases de papas. No es este
el lugar para extendemos en la sistemática complicada
de las plantas originarias y formas de cultivo de la pa­
pa. Ya antes, en particular siguiendo a Baker78, en la

50
antigua especie linneana Solanun Tuberosum se ha­
bían encontrado varias razas que prosperan en diferentes
partes de los Andes entre el sur de Chile y Colombia,
y entre ellas sobre todo Solanum montanum (Ruiz y
Pavón), de los Andes tropicales, por encima de los
2,500 mts. de altitud. Según la reciente revisión de
las especies de papas andinas por los genéticos ru­
sos79, las razas primitivas con 24, 36 y 60 cromoso­
mas se hallan difundidas precisamente en el altiplano
Perú-boliviano y eso en las ocho razas nuevamente es­
tablecidas: Solanum ajanhuiri, Sol juzepezuc, Sol plu-
reja, Sol estenotomun, Sol. chancha, Sol. mamillt-
ferum, Sol. curtilolum y Sol. tenuifilamentum. Se­
gún Bukasov80 los Andes de puna del sur del Perú y
Bolivia son precisamente los que exhiben la mayor di­
versidad de razas de papas. En cambio la más difundida
(hasta Colombia) es Solanum andigenum juz. y Buk.
Las formas cultivadas en los Andes se diferencian mu­
cho en la forma, color y en el quimismo de los tubércu­
los. Particularmente conocida es la "papa morada" que
tiene tubérculos completamente pardo-obscuros y una
vez seca suministra un tinte que es empleado para teñir
de color violeta la lana y el algodón, y que con añadi­
dura de sulfato de cobre, sirve también para dar color
azul. Ya Thaddaeus Haenke81 había llamado la aten­
ción al respecto y hoy, todavía, en Puno por ejemplo,
junto al lago Titicaca, se le cultiva. Según Latcham,
para la preparación del chuño negro se emplean tipos
de Solanum montanum de color natural obscuro, y
en cambio para el chuño blanco se escojen tipos blan­
cos. Principalmente preferido para la preparación del
chuño es, sin embargo, un tipo pequeño y amargo que
lleva el nombre de "loqui chaca" o (lloqui tsuka, luqui
choque; en aimara, luki amká). Según Latcham, es
preferido generalmente para la preparación del chuño,
mientras que, según Tschudi y Kaerger, sólo debe ser
empleado para el chuño blanco. Kaerger supone que
hasta el tratamiento por medio del agua tenía
originalmente por objeto quitar al tubérculo las subs­
tancias amargas. Queda todavía para una investigación

51
medio de procedim ientos químicos in-situ, la relación
entre la preparación del chuño y la cuestión del tipo de
tubérculos.
Lo mismo q u e d e la papa, se preparan también pro­
ductos duraderos d e otros tubérculos andinos, muy en
especial de Oxalis tuberrosa (cuya o cavi) mediante el
tratamiento por la helada. Los productos correspon­
dientes al chuño n e g ro y al blanco se llaman en auna­
ra tratándose de O xalis, "huipi caya" y "urna caya"
(urna =agua) respectivamente82. Los tubérculos de Tro-
paeolum tuberosum (massua o añu, en aimara isaña)
poseen según el P ad re Cobo, la propiedad de matar el
^apetito venéreo”, p o r lo cual cra suministrado a los
soldados por el Inca, a fin de hacerlos olvidar a sus mu­
jeres83 El chuño, com o conserva duradera muy livia­
na formaba en general uno de los componentes princi­
pales de subsistencia de los ejércitos incaicos. Casi
todas las papas que eran consechadas en los terrenos fis­
cales o tierras del Inca iban a parar en forma de chuño,
a los grandes depósitos del Gobierno84. Es interesan­
te desde el punto de vista fitogeográfico, el hecho de
que las plantas de tubérculos provenientes de los An­
des tropicales, tanto los tipos de papas tropicales, co­
mo también Oxalis tuberosa, Iropaeolum tuberosum
y Ullucus tuberosus, dejan de producir bulbos cuando
son cultivados en Europa. Como plantas de "días cor­
tos" se hallan adaptadas a las condiciones de ilumi­
nación de los trópicos y en Europa recién dan tubércu­
los cuando se les coloca, por medios artificiales de dar­
les sombra en esas condiciones de iluminación. Por
esa razón l¿s ensayos de cultivo de esos tres últimos ti­
pos no han llegado a tener éxito en Europa; las papas
europeas en cambio provienen, como es sabido, de los
ppos de papas chilenas que ya en su propia patria esta­
ban acostumbrados a las condiciones de iluminación ex­
tra-tropicales.
El cultivo y en especial la conservación de las
plantas de tubérculos ha sido sin duda una conquista ex­
traordinariamente importante de las altas culturas andi-

52
lias. Para nuestra tesis acerca del desarrollo parti­
cularmente elevado de las culturas andinas, precisa­
mente dentro de la esfera cultural peruana, es de mayor
importancia el hecho de que si bien el cultivo de las
/dantas de bulbo andinas se hallaba difundido en todo
el espacio de los andes tropicales, hasta hoy se cultiva
también Oxalis, Tropaeolum y Ullucus, en extensión
reducida, en la Cordillera de Bogotá85, la fabricación
del chuño, en cambio, sólo se practicó dentro de la esfe­
ra cultural peruana. La razón de esto es muy senci­
lla. Para comprobarlo sólo se necesita analizar con ma­
yor exactitud las condiciones de la helada en los Andes
de puna y en los de páramo. Para mostrarlo sirve el
perfil longitudinal, algo esquematizado, de los Andes
tropicales (Fig. 8) que pone a la vista los escalones y
los límites de altitud del espacio interior de los Andes.
En los Andes del sur del Perú y norte de Bolivia co­
mienzan las heladas regulares de la temperatura del aire
a los 3,200 - 3,000 mis., límite de la agricultura; en
la Antigua América la zona del cultivo de las plantas
de tubérculo y de la quinua, llega, en cambio, hasta los
4,100 m. Tenemos allí, por consiguiente, un alto esca­
lón superior de los cultivos en el que si bien no todo
el año, por lo menos en la época seca que sigue a la co­
secha, prodominan heladas nocturnas regulares. Sólo a
una pequeña altura sobre el ecalón de agricultura, si­
gue el escalón de heladas variables durante todo el año
(ver también Fig. 7). Desde los 4,300 hasta los 5,400
m., es decir casi en toda la región de puna, podemos
contar con más de 330 días de heladas variables. La si­
tuación es completamente diferente en los Andes de pá­
ramo. El límite de la agricultura lo he fijado allí en los
3,400 mts. Según los trabajos de W. Sievers, A Hott-
ner, O. Burger y H. Pittier, en la Cordillera de Mérida
y en la Cordillera de Bogotá, se halla generalmente a
los 3,200 m. para el trigo, la cebada y las papas y sólo
excepcionalmente, en la Cordillera de Cocui, a algunos
cientos de metros más alto. Para los Andes venezola­
nos, H. Pittier86 señala para todas las plantas de tu­
bérculos el límite 3,600 m. Por eso en los Andes cena
Ü1

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F ig . 8 . L a d is trib u c ió n v e rtica ld e lo sciim a s con h e la d a sd e los A n d es tro p ica les, en rela ció n con el lím it e su perior
de la a g ric u ltu ra y con la región de nieves perpetuas.

(Las alturas se refieren a la región interior de las montaña, con máxima elevación de masa.
MI

Fig. 9 . Distribución vertical de los días de helada, de helada total,


días sin helada y días de helada variable en los Andes del Sur del
Perú.

55
bérculos el límite 3,ó(X) m. Por eso en los Andes ccua- ■
loríales la agricultura se mantiene por completo dentro I
del escalón superior del bosque de la Tierra Fría y su I
límite de las heladas, empero, se encuentra sólo poco I
más bajo que en los Andes de puna. Basándose en las I
buenas mediciones de Quito, ha sido fijado por K. Sa-
pper y R. GeigeP7 algo por encima de los 3,000 mts.
Quito, situado a una altitud de 2,817 mts, en todo caso
no ha expciimentado desde 1894 ninguna helada más.
Por consiguiente, en los Andes ecuatoriales la agricul­
tura sólo penetra unas cuantas centenas de metros en la
región de las heladas; las temperaturas más bajas, de
heladas regulares, que se pudiera utilizar para la fabrica­
ción de chuño, no se presentan en la esfera de altitu- 1
des de la agricultura. Los autores citados creen que la I
zona permanente de heladas variables se encuentra re­
cién a una altitud de 5,500 a 6,000 mis. Creemos que
se le puede fijar ya desde los 4,600 m. para arriba. Pe­
ro aún así cae entonces en la región de las nieves per­
petuas que en las montañas ecuatoriales comienza ya a
ios 4,600 - 4,800 mts. Los "páramos", que están situa­
dos entre el límite de la agricultura y el de las nieves
perpetuas, poseen un clima de heladas considerable­
mente más suave que la "puna"; la zona de las heladas
variables regulares comienza recién a los 1,000 mts.
por encima del límite de los cultivos. De aquí se des­
prende, sin más, que en los Andes ecuatoriales no exis­
te ninguna posibilidad para la preparación del chuño.
Para ello los indios tenían que transportar sus cosechas
de plantas de tubérculos hasta gran altitud en las cordi­
lleras, a proximidad de las nieves perpetuas siendo ade­
más dudoso si en el clima de páramo, húmedo y cons­
tantemente nublado hasta en estas altitudes, pueda rea­
lizarse la necesaria alternación de heladas nocturnas y
calor diurno.

Faltaba también en los Andes del norte otro im­


pulso cultural esencial, a saber, la posibilidad de prepa­
rar de las plantas de tubérculos, suceptibles de descom­
posición, un alimento de almidón de igual valor que

56
bérculos el límite 3,6(X) m. Por eso en los Andes ecua­
toriales la agricultura se mantiene por completo dentro
del escalón superior del bosque de la Tierra Fría y su
límite de las heladas, empero, se encuentra sólo poco
más bajo que en los Andes de puna. Basándose en las
buenas mediciones de Quito, ha sido fijado por K. Sa-
pper y R. Geiger87 algo por encima de los 3,000 mts.
Quilo, situado a una altitud de 2,817 mts, en todo caso
no ha experimentado desde 1894 ninguna helada más.
Por consiguiente, en los Andes ecuatoriales la agricul­
tura sólo penetra unas cuantas centenas de metros en la
región de las heladas; las temperaturas más bajas, de
heladas regulares, que se pudiera utilizar para la fabrica­
ción de chuño, no se presentan en la esfera de altitu­
des de la agricultura. Los autores citados creen que la
zona permanente de heladas variables se encuentra re­
cién a una altitud de 5,500 a 6,000 mts. Creemos que
se le puede fijar ya desde los 4,600 m. para arriba. Pe­
ro aún así cae entonces en la región de las nieves per­
petuas que en las montañas ecuatoriales comienza ya a
ios 4,600 - 4,800 mts. Los "páramos", que están situa­
dos entre el límite de la agricultura y el de las nieves
perpetuas, poseen un clima de heladas considerable­
mente más suave que la "puna"; la zona de las heladas
variables regulares comienza recién a los 1,000 mts.
por encima del límite de los cultivos. De aquí se des­
prende, sin más, que en los Andes ecuatoriales no exis­
te ninguna posibilidad para la preparación del chuño.
Para ello los indios tenían que transportar sus cosechas
de plantas de tubérculos hasta gran altitud en las cordi­
lleras, a proximidad de las nieves perpetuas siendo ade­
más dudoso si en el clima de páramo, húmedo y cons­
tantemente nublado hasta en estas altitudes, pueda rea­
lizarse la necesaria alternación de heladas nocturnas y
calor diurno.

Faltaba también en los Andes del norte otro im­


pulso cultural esencial, a saber, la posibilidad de prepa­
rar de las plantas de tubérculos, suceptibles de descom­
posición, un alimento de almidón de igual valor que

56
los cereales, de fácil manipulación y practicar así una
economía de almacenamiento de recursos a largo pla­
zo. La valorización de las plantas de bulbos unida al
riego artificial de los campos y a la cría de los grandes
animales domésticos aceleró esencialemle el desarrollo
de las altas culturas en la esfera de los Andes de puna.
A la extensión de la elevada cultura peruana hacia el
norte,empero le fue impuesto un límite por el clima y
la estructura del paisaje.

Según ésto, entre los pueblos indígenas civili­


zados y semi-civilizados que habitaban el espacio com­
prendido entre el mar Caribe, el norte de Chile y el nor­
oeste de la Argentina, tenemos que distinguir dos pro­
vincias culturales que coinciden con los espacios vita­
les, naturales, de los Andes de páramo y de los Andes
de puna, de las cuales la nórdica comprende a los pue­
blos semi-civilizados de los Andes ecuatoriales colom­
bianos y venezolanos, mientras que la meridional, la
esfera cultural peruana, comprende a las altas culturas
definidas, ubicadas entre la costa del Perú y el noreste
de la Argentina. En cierto sentido, las conquistas del
cultivo de las tierras en los Andes constituyen formas
de adaptación al espacio vital, peculiar, de esa región-
están ligadas ecológico-culturalmente. Sin embargo,
con esta comprobación no queremos dar la impresión
de pretender explicar el devenir de las culturas como
tales. Señalamos únicamente ciertos estímulos y posi­
bilidades que la naturaleza ofreció a los pueblos y que
ciertamente fue hábil y exitosamente utilizados por és­
tos, así como los límites que la naturaleza impuso a la
extensión de las culturas. El planteo de la cuestión his-
tórico-cultural que fue discutida88 a base de la doctrina
de los círculos culturales no lo hemos tocado por falta
de competencia. En la cuestión de hasta donde, tratán­
dose de las culturas indígenas de los Andes tropicales,
tenemos que habérnoslas con una superposición y com­
penetración de dos corrientes culturales diferentes; la
región de retirada de una cultura totèmica, patriarcal-
exógama que creció en las partes más elevadas de los

57
matriarcal avanzando del norte de las zonas más calien­
tes en los escalones de cultivo del maíz, de los Andes
tropicales.

Simultáneamente de lo dicho y particularmente del


examen de la figura 8, resalta todavía con mayor cla­
ridad que en nuestro anterior trabajo89, que no sólo
existe una diferencia ecológica fundamental entre puna
y páramo, como conceptos de vegetación y de paisaje,
sino que los Andes de puna y los Andes de páramo po­
seen una arquitectura vertical de paisajes completa­
mente diferentes. "Puna" y "Páramo" son dos tipos de
paisajes de los Andes tropicales fundamentalmente dife­
rentes y no es posible, como ya ha ocurrido, "dar a sus
nombres otro sentido", colocarlos en una línea ver­
tical, trasladando a la puna sobre el páramo90 como pi­
so más alto del paisaje. De acuerdo con el clima y mar­
cha del tiempo, vegetación y ecología de la vegetación,
configuración del terreno (formación del suelo, hidro­
logía, urbanismo), posibilidad de empleo económico y
significado históricocultural, la Puna y el Páramo son
fundamentalmente diferentes. Son dos tipos de paisajes
que en imagen corresponden, como escalones de alti-
tutd, a una arquitectura regular, tridimensional, de pai­
sajes de la Tierra91 pero que además pertenecen a fajas
de paisajes completamente diferentes.

58
NOTAS

1 KRICKEBERG, W. "Amerika". En: Die grosse Völker­


kunde. Sitten, Gebräuche und Wesen fremder
Völker, Hrsg. v.H.A.Bematzik, Bd. UI, Leipzig,
1939. *

2 TROLL,C.- "Die greographischen Grundlangen der


andinen Kulturen und des Inkareiches". En:
Iberoamer Harnisches Archiv. Bd. V, Berlin-Bonn,
1931.

3 SCHMIDT, P.W. Quien por primera vez aplicó a la


América del Sur los puntos de vista históricocul-
turales puros de la "Doctrina de los Círculos Cultu­
rales" y reunió las altas culturas andinas, entre el
Mar Caribe y el norte de la Argentina, en un
círculo cultural que comprendía a las culturas
totémicas de derecho paterno y a las culturas
indígenas, exógamas, de derecho materno.

4 Hace poco que W. Krickeberg (ver cita 1) publicó


un examen acerca del origen de las culturas
indígenas, sopesando cuidadosamente y con fina
crítica, entre lo que hay de transmisión de cultura y
lo que representa avance cultural local.

5 RESTREPO, V. Los Chibchas antes de la conquista


española. Bogotá, 1895.

TRIMBORN, H. "Die Staaten der Chibcha-Hochkul-


tur". En: lberoamericanisches Archiv. Bd. V. Berlin-
Bonn, 1931. P. 372-390.

6 RESTREPO T. Los Quimbayas. Bogotá, 1912

ECKERT, G. Die frühen Hochkulturen in Caucatal.


Forsch, u. Fortschr., 16 Jg. Nr. 4, Berlin, 1940

7 TRIMBORN, H. "Los Reinos Guaca y Nore" En:


Revista de Indias, Año IV, Nro. II, Madrid 1943.

8 PREUSS K., Th. Forchungsreise zu den Kagaba-


lndianern der Sierra Nevada de Santa Marta in
Kolumbien. Anthropos. 1926 u. 1927.

BOLINDER. G. Die Indianer der tropischen Schnee­


gebirge. Stuttgart, 1925

59
9 PITTIER DE FABREGA, H. Ethnographie and
linguistic notes on the Paez Indians o f Tierraden­
tro, Cauca, Colombia. Memoirs Americ. Anthro-
pol. Association, I. Lancaster (Pa.), 1907.
BURG. G. Beitrag zur Ethnographie Sudkolumbiens
auf Grund eigener Forschungen.. Iberoamerikanis-
ches Archiv Bd. XI 1937-38, S. 333-375.
10 PREUSS K. Th.- Monumentale vorgeschichtliche
Kunst. Ausgrabungen in Quellgebiet des Magdale­
na in Kolumbien und ihre Ausstrahlungen in Ame­
rika . I. u. II. Gottingen, 1929.
LUNARDI. La Vida en Tumbas. Arqueología del
Macizo Colombiano. Arte y Cultura Americana
comparadas. Río de Janeiro 1935.
UHLE, M. "Herkunft und Alter der frühgechichtli-
chen Denkmäler von San Agustín in Kolumbien".
En: lberoamerikanisches Archiv. Bd. XI, 1937-38,
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11 MASON A. Archaelogy of Santa Marta, Colombia
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u. 1936.
12 VERNEAU, R.et Rivert P. Ethnographie ancienne
de V Equateur. Mission de service de l’A rmé pour la
Mesure d'un arc de méridien équatorial en Amérique
du Sud (1899-1906), vol. VI, 1 u 2 Pans, 1912 u
1922.
13 SA VILLE MARSHALL, H. The Antiquities o f Mana-
bi, Ecuador. Prelim. and Final Report. 2 vols, New
York. 1907 u. 1910.

14 BRÜNING. E. "Beiträge zur Bedeutung der Namen,


"Yunga und Quichua". En: Zeitscht. f. Ethnol. 45
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15 BOMAN, E. Antiquités de la Région Andine de la


République Argentine et du Désert d'Atacama.-Paris,
1908.
BOWMAN, I. Desert Trail o f Atacama. Americ.
Georgr. Soc., Special Publ. Nr. 5, New York,
1924.

60
16 METRAUX, A. Chipayaindianerna. En: folkspillra
frán en forgánganandrnsk Kulter. Ymmer. Argcng.
1932.

- Les Indiens Uro-Cipaya de Carangas. En: Journ.


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28 . París, 1935 und 1936.

17 POLO, J. Los indios uros del Perú y Bolivia. Bol.


Soc. Geogr. de Lima. 1900.

18 LATCH AM,, R. Los changos de las costas de Chile


Santiago de Chile, 1910.

19 KNOCHE, W.- Zur Verbreitung der Changos in


Chile. Verhandl. Deutsch. Wiss. Vereias zu Santia­
go de Chile, N.F. Bd. 1,1931.

20 CAFFERATA, A. Los Comechigones. Rosario,


1926.

21 LATCH AM, R La agricultura precolombiana en


Chile y los países vecinos. Univ. de Chile. Santia­
go, 1936

22 SAPPER, K."Geographie und Geschichte der india­


nischen Landwirtschaft." En: Iberoamer Hämische
Studien, Bd. I. Hamburg. 1936.

Beiträge zur Kenntnis der Besitzergréifung Ameri­


kas und Entwicklung der altamerikanichen Landwirt-
schft durch die Indianer. Mitteil. d. Museums f.
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Mexiko, Guatemala and Colombia. Suppl. 47th. to
the bulletin of Applied Botany, of Gcnetics and
Plantbreeding, Leningrad. 1930.

ADAMO, A. Die Ernährung der inkaperuaner. Diss.


dent. med Frankefurt a. M., 1941.

23 STEFFEN, M. Die Landwirtschaft bei den altame­


rikanischen Kulturvölkern. Leipzig, 1883.

61
24 FRIEDERICI. G. Der Charakter der Entdeckung und
Eroberung Amerikas durch die Europäer. Bd. I.
Stuttgart - Gotha, 1925.

25 COOK, O. F. "Milpa Agriculture, a primitive tropi­


cal System". En: Ann. Rep. o f the Smithson. Ins­
titution for 1919. Washington, 1921. S. 307-326.

26 COOKt O. F.- "Foot-plow agriculture in Peru". En:


Ann Report o f the Smithsonian Institution f.
1918, Washington, 1920.

27 STEFFEN, M.- Véase cita numéro 21.

28 POMA DE AYALA, Nueva Corônica y Buen Go-


bierno. Travaux et Mémoires de 1' Intitute d'Ethno-
logie, XXIII, Paris 1936.

29 GOSSE, L.A. Monographie de I'Erythorxylon Coca


Mémoires couronnés et autres mémoires, publiés
par l’Académie Royale de Belgique, Bruxelles,
1861.

30 TROLL, C.- Véase cita numéro 2. LATCHAM, R.E.-


Véase cita numéro 21.

31 WALGER, Th. "Die Coca, ihre Geschichte, geogra­


phische Verbreitung und wirtschaftliche Bedeu­
tung". En: Beihefte z. "Tropenpflazer", Bd. XVII,
Nr. I, Berlin, 1917.

32 TRIMBORN, H. "Der Kollektivismus der Inkas in


Peru". En: Anthropos, Intern, Zeitschr, f. Völker-
u.Sprachenkunde, Bd. XX, 1925, S. 584.

33 STEFFEN, M. Véase la cita número 23.BURG, G.-


Véase la cita número 9.

34 EGGERS, H.- "Uber die Häufigkeit der Magen­


senkung in Mexiko und ihre Ursachen". En: Kran­
kheilsforschung. Bd. II Herft 6. Leipzig. 1926. S.
433-436.

35 UBBELOHDE, D. A uf den Königstrassen der Inka.


Reisen und Forschungen in Peru. Berlin, 1941.

36 TROLL, C.- "Die Landschaftsgürtel der tropischen

62
Anden". En: Verh. u. Wiss. Abhandl d. 24, Dt. Geo-
gr. Tages zu Danzig, 1931 Breslau, 1932.

37 HELLM1CH. W.- "Die Bedeutung des Andenrau­


mes in biogeographischen Bild Südamerikas", ln:
Tier und Umwelt in Südamerika //rsg. v. H. Krieg.
Iberoamerik. Studien, Bd. 13. Hamburg. 1940.

38 SORGE E.- "Die Trockengrenze Südamerikas", En:


Ztschr. d. G es.f. Erkd. Berlin , 1930, S. 277-287.

DE MARTONNE, E. "Problèmes des régions arides


sud-americains". En: Annales de Géographie, XLlV,
No. 247 Paris, 1935.

39 LATCHAM, R. E.- Véase la cita número 21.

40 QUELLE, O.- "Die Künstliche Bewässerung in


Südamerika". En: Iberoamerik. Archv. Jg. V. 1931,
S. 156-170

41 MEYER. H. In den llochanden von Ecuador: Chim­


borazo, Cotopaxi usw. Berlin, 1907, S.413 u 154.

42 STEFFEN, M.- Véase cita número 23.

43 TRIMBORN, H. "Der Kollektivismus der Inkas in


Perú". En: Anthropos. Bd. XX, 1925, S. 985.

44 STEFFEN. M.- Véase cita número 23.

45 BILLINGHURST, G. La irrigación de Tarapacá. San­


tiago, 1893.

KAERGER, K.- Landwirschaft und Kolonisation m


Spanischen Amerika. Leipzig. 1901, Bd. II, S. 251
ff.

46 GARCILASO DE LA V EGA. -C
Lisboa, 1609. Lib. V, Cap. XXIV.
ornentariosR
eales-
47 COBO, Historia del Nuevo Mundo, 1653. Edición
de Marcos Jiménez de la Espada. Sevilla 1890-
1895.

48 DARWIN, Ch. Das varieren der Thiere und


in Zustande der Domestikation. Stuttgart. 1868.
Pflazeft
63
49 LATCHAM, R. Los animales domésticos de la Amé­
rica precolombiana. Puhl, dcl Museo de Etnología
y Antropología de Chile, III, Santiago. 1922.

50 ANTONIUS, O.- Stammesgeschichte der Haustiere.


Jena, 1922.

51 WERTH, E.- "Die Verbreitung und Geschichte der


Transporttiere". En: Ztschr. Ges. f. Erdk.ßelin,-
1940, S. 181-204.

52 TRIMBORN, H.- "Die Kulturhistorische Stellung


def peruanischen Emtvölker". En: Anlhropos. Bd.
XXm, 1928, 656-664.

53 SAPPER, K.- "Lamas und Alpacas (Pacos)".En:


Ztschr. G es.f. Erdk. Berlin, 1940. S. 406-410.

54 HAHN, E.- Die Haustiere und ihre Beziehungen zur


Wirtschaft des Menschen. Leipzig, 1896.

55 Según amable comunicación verbal de H. Kinzl.

56 LENZ, R.- Diccionario etimológico de las voces


chilenas derivadas de lenguas indígenas americanas.
Santiago, 1905.

57 TSCHUDI, J. J. von.- Untersuchungen über die


Fauna peruana. St. Gallen 1844-1846.

-"Das Lama und seine Beziehungen zu Volksle-


b en’.En: Z eitschr.f Ethnologie , 1885.

-Kulturhistorische und sprachliche Beiträg zur


Kenntnis des Alten Peru. Denkschr. K. Akademie
de Wiss. in Wien, Phil. Hist. Kl., Bd. XXXIX. I.
Wien, 1891.

58 TROLL, C.Véase cita número 2.

59 HELLMICH, W.- Véase cita número 37.


60 El dato de que los indios utilizaban también a la
llama como animal lechero consigue constante­
mente deslizarse clandestinamente hasta en la lite­
ratura científica. El último caso ocurre en el Hand­
buch d. Georgr. Wissenschaft, editado por F. Klute,
Tomo América del Sur. Introducción, pág.41.

64
61 TROLL, C - "Die Cordillera Real". En: Zeitch d.
Ges. f Erkd. Berlin, Jg. 1929. S. 279-312.

62 TRIMBORN. H.- Véase citas número 32, y 52.

63 BANDELIER, A. F.- The islands o f Titicaca and


Coati. New York, 1910.

LA PUENTE, El Lago Titicaca: En: Boletín Soc.


Geogr. de Lima, TJ. año I.

64 COBO.- Véase cita número 47, Lib. IV, Cap.VIII-


pág.360-362.

65 TROLL, C.- "Die Frostwechselhäufigkeit in den


Luft-und Boden-Klimaten der Erde". En: Meleorol.-
Zeitschr., Bd. 60, 1943, S. 161-171.

66 CIEZA DE LEON, P.- Crónica del Perú, Sevilla,


1553.

67 GARCILASO DE LA VEGA.- Véase cita número 46.

68 COBO.- Véase cita número 47.

69 BERTONIO, Vocabulario de la Lengua Aimara. Nue­


va edición de J. Platzmann, Parte segunda. Leipzig,
1879. Pág. 97.

70 WEDDELL, H. A.- Voyage dans le Nord de la Bo­


livie et dans les parties voisines du Pérou. Paris et
Londres, 1853.

71 TSCHUDI,, J. J. von.- Perú. Reisseskizzen aus den


Jahren 1838-1842. Il Band. St. Gallen, 1846. S.
169 ff.

-Kulturhistorische Beiträge. Véase la cita número


57,

72 STEFFEN, M. Die Landwirtschaft bei den alta­


merikanischen Kultuvölkern. Leipzig, 1883.

73 HAHN, E. "Die kultivierten knollenpflanzen der


Hochebene der Ande von Peru und die dort üblichen
Konservierungsmethoden". En: Zeitschrift fur Spiri-
tus-industrie, Jg. 1894, Nr. 19.

65
-"D ie Einführung neuer Kortoffelsorten aus Peru
und ihre Bedeutung für die deutsche Landwirtschaft".
En: Jbuc.h des. Vereins f. Spiritusfabrikanten in
Deutschland, HL Bd„ 1903, S. 260-270.

74 KAERGER, K. A. — Véase cita número 45.

75 LATCHAM, R. E.— Véase cita número 27

76 TSCHUDI, J.J. von.- Véase cita número 71

78 BAKER.- "A review of the tuberbearing species of


Solanum" En: Journ. o f - the Linnnean Society, t.
XX, London, 1884, S. 489-507.

79 JUZEPCZUC. S. V. u. BUJASOV. S.M.- A con­


tribution to the question o f origin o f the potato
Proceed of Genetic Meeting of U.R.S.S. vol. Ill Le-
ningrado, 1930.

80 BUKASONV, S. M.- Véase cita número 22

81 GICKLHORN, J. "Neue Gesichtspunkte und


Grundlagen zur Wertung von Thaddacus Haenke als
Botaniker und seiner Stellung in der Geschichte
der Botanik". En: Beih. z. Botan. Zentralblatt. Bd.
LX (1940), Abt. A. S., 203.

82 KAERGER, K.- Véase cita número 45.

83 COBO.- Véase cita número 47

84 LATCHAM, R. E.- Véase cita número 27

85 BUKASOV, S. M.- Véase cita número 22.

86 SUPPER, "Geographie der Altindianischen Land­


wirtschaft". En: Paterm. Mittteil., 1934, pág. 81.

87 SAPPER, K. u. GEIGER, R.- "Die dauremd fros-


freien Raume der Erde und ihre Begrenzung". En:
Meteorol. Zeitsehr., 11934, S. 465-468.

66
HX TRIMBORN, H.- Véase la cita número 52.

X9 TROLL, C. Véase la cita número 2. y 36.

90 PA$SARGE, S.- "Der Landschaftsaufbau der Anden


von Columnien bis Nordargentinien-Nordchile".En:
Georgr. Zeitschrift. 4L Jg. 1935. S. 185.
II. EL LUGAR DEL HOMBRE EN EL
ECOSISTEMA ANDINO

Stephen Brush

1. Introducción
Los Andes constituyen una de las áreas más
propicias para el estudio de la ecología cultural en el
mundo. Es un área marcada por una increíble variedad
ecológica, donde numerosas fajas climáticas se encuen­
tran comprimidas en pequeñas áreas debido a los rápi­
dos cambios de altitud. Aún más, en un área donde las
aisladas comunidades de subsistencia sobreviven gra­
cias a su habilidad para explotar diferentes pisos ecoló­
gicos. Este trabajo se propone delinear la etnografía de
una comunidad andina y sugerir tres patrones diferentes
por medio de los cuales diversas zonas agrícolas se inte­
gran a sistemas únicos de subsistencia en el flanco
oriental los Andes peruanos.
En el Perú las estrategias de subsistencia de m u­
chas comunidades serranas incluyen métodos que ante­
ceden a la conquista española y sobrepasan varias fron­
teras lingüisticas, étnicas y hasta nacionales. Recientes
análisis etnohistóricos y etnográficos que tratan de la
ecología y subsistencia andinas han aumentado nues­
tro conocimiento respecto a los patrones generales de
la relación hombre-tierra en el área. Este trabajo se apo­

69
ya en gran parte en las investigaciones hechas por
botánicos (Weberbaucr 1936,1945) y geógrafos (Bow-
man 1916, Troll 1958, y Pulgar Vidal 1946) de gene­
raciones anteriores.

Una de las contribuciones más importantes para el


entendimiento general de la etnohistoria de los
sistemas económicos y de subsistencia andinos es el
modelo de "control vertical" o "verticalidad" sustentado
por Murra (1972). Según Murra "ya en 1967 era evi­
dente que el control simultáneo de tales archipiélagos
era un ideal andino compartido por etnías muy distan­
tes geográficamente entre sí, y muy distantes en
cuanto a complejidad de su organización económica y
política" (Murra, 1972:430). El modelo de control ver­
tical propuesto por este investigador es que diferentes
grupos étnicos pretenden controlar el máximo número
de pisos ecológicos en su esfuerzo por lograr la auto­
suficiencia. La economía interna de las comunidades
está marcada por sistemas de reciprocidad y redistri­
bución, aunque el trueque puede existir en la periferia
intercomunitaria. El modelo ha sido aplicado a cinco
casos precolombinos (en un lapso que abarca desde
1460 a 1560) en la región andina y hace uso de la
evidencia etnohistórica y arqueológica. El alcance del
modelo es amplio, pues incorpora tanto a pequeñas co­
munidades serranas con tierras agrícolas en zonas ecoló­
gicas ampliamente dispersas, como a reinos serranos
complejos, con extensas redes administrativas y comer­
ciales que cubrían toda la gama de zonas andinas, desde
la árida costa del Pacífico hasta la cuenca oriental del
Amazonas. Otros casos incluidos en el modelo son co­
munidades costeñas, reinos costeños y pueblos aisla­
dos de la montaña.

El significado del modelo de control vertical es


que reconstruye un tipo andino original que fue esta­
blecido para satisfacer las necesidades andinas con una
tecnología y organización propias. Es indudable que al
introducir cosechas y nuevos animales redujo a las po-

70
Mariones en nuevos asentamientos que fueron estable­
cidos para cumplir más bien con necesidades europeas
y no andinas, destruyó el sistema administrativo indíge­
na y aniquiló con enfermedades y maltratos a buena par­
le de la población andina.

La fuerza del modelo se ve apoyada por el hecho


que no obstante el peso de cuatrocientos años de
influencia europea y de una reorganización completa de
gran parte de la vida andina, aún hay muchas comu­
nidades cuya economía de subsistencia está organizada
en la misma forma de control vertical que señalan los
ejemplos etnohistóricos de Murra. Dicho de otro mo­
do, el hecho de que muchas comunidades andinas aún
estén organizadas en un patrón que tiene sus raíces en
tiempos precolombinos es buena prueba de la elastici­
dad y habilidad del hombre andino y del éxito de un mo­
do particular de adaptación a un ecosistema dado. Va­
rias comunidades aisladas ubicadas en las laderas orien­
tales de los Andes peruanos, que difieren grandemente
en sus características étnicas y ecológicas, han sido
recientemente descritas como pertenecientes a un régi­
men de economía "vertical" que corresponde al modelo
etnohistórico de Murra. En éstas se incluyen comu­
nidades de los Andes peruanos del norte (Brush, 1973),
de los Andes peruanos centrales (Burchard 1972, Mayer
1971, 1972, y Fonseca 1972a, 1972b), y de losAndcs
peruanos del sur (Gade 1967, Webster 1971 y Custred
1972). Mientras que el modelo de Murra incorpora tan­
to a los Andes orientales y occidentales como al área
costeña del Pacífico, este sistema contemporáneo de
control vertical se aplica principalmente a las laderas
orientales de los Andes. En los párrafos siguientes voy
a revisar la etnografía de una comunidad de subsis­
tencia y a sugerir una tipología de diferentes sistemas
verticales contemporáneos.

2. El sistema andino de recursos

Los Andes, al igual que otras cordilleras, tienen

71
un fuerte declive ambiental, donde diversas zonas cli­
máticas se aprietan en valles individuales y las laderas
pueden cubrir varios miles de metros de altitud. Según
un geógrafo, "en ningún otro lugar de la tierra hay
mayores contrastes físicos comprimidos dentro de espa­
cios tan pequeños" (Milstead, 1928:97). Botánicos co­
mo Weberbauer (1936, 1945) y geógrafos como T osí
(1960) han descrito la tremenda variedad de micro-
climas y comunidades vegetales que pueden encontrarse
en los Andes, dentro de áreas relativamente pequeñas.
El factor crítico en la relación de esos microclimas es
la altura o ubicción vertical, y constituye el meollo al
cual se relacionan otros fenómenos ambientales como
son: precipitaciones, temperatura, viento, declive, dre­
naje y suelos.

Posiblemente el intento más ambicioso para


trazar la diversidad climática de los Andes es el de T osí
(1960). Siguiendo a Holdridge (1947), T osí delimitó
las "zonas de vida natural" del Perú utilizando estudios
aerofotográficos y haciendo uso de las investigaciones
botánicas de Weberbauer. La zona de vida natural se
basa en un cuadro compueto por tres factores climá­
ticos: a) la biotemperatura anual promedio; b) la pre-
cipatación anual promedio; y c) la proporción poten­
cial de evapotianspiración (ver T osí and Voertman,
1964). Para el área andina peruana, T osí establece siete
pisos altitudinales y ocho "provincias de humedad"
(T osí, 1960: 5). Estos pisos altitudinales y provincias
de humedad se combinan en diferentes formas hasta
ofrecer treinta y cinco zonas de vida natural o formacio­
nes vegetales, que abarcan desde desiertos intermonta­
nos y tundras alpinas hasta bosques montanos muy
húmedos.

A pesar de la tremenda diversidad natural que


ello implica, el sistema de recursos de la población
• indígena de los Andes orientales se limita a sólo unas
cuantas zonas de cosecha. Estas varían de acuerdo con

72
la localidad, pero el patrón de la mayoría de las
comunidades ubicadas en los flancos orientales de los
Andes comprende generalmente cuatro zonas principa­
les para la obtención de estos u otros recursos. La zona
más alta de pastos naturales no es apta para cultivo
alguno a causa de las frecuentes heladas. Entre los
animales que allí pastan se encuentran la llama y la
alpaca al sur del Perú y en Bolivia, y ganado equino,
vacuno y ovino a lo largo de todos los Andes. Entre
los términos que se aplican a esta zona se hallan los de
puna al sur, y jalka en las regiones del centro y norte.
Colindando con ella está la zona de la papa y otros
tubérculos, denominada igualmente puna o jalka, y que
ha constituido tradicionalmcnte el centro principal de
las actividades de subsistencia en los Andes. Es allí
donde se domesticaron la papa y otros tubérculos an­
dinos, tales como la oca (Oxalis tuberosa) y el olluco.
La gran cantidad de variedades de papa, que incluye más
de 400 tipos conocidos por los indígenas (Ugcnt,
1970), indica la importancia y la diversidad de esas co­
sechas. En muchas partes de los Andes el cultivo de la
papa es el que recibe mayor atención, sea desde el pun­
to de vista de la proporción de terrenos, como de las
horas de trabajo que se le dedica. La antigua parcela­
ción de la tierra y de los asentamientos indican que la
papa era igualmente importante para la población
andina prehistórica
Debajo de la zona de tubérculos se encuentra la
zona de los cereales, conocida en la región andina co­
mo kichwa. En tiempos prehispánicos, la cosecha prin­
cipal que de ella se obtenía era el maíz, pero desde la
Conquista los granos europeos como el trigo y la ceba­
da han ganado notable importancia. Los cereales
producidos en la zona kichwa son ahora importantes
artículos de subsistencia en muchas partes de los An­
des, al punto que en algunas comunidades el maíz (o
mejor aún la chicha, bebida fermentada de maíz) tiene
el carácter de cosecha ceremonial antes que de sub­
sistencia (Webster, 1971). La zona más baja con
siembras de importancia es la llamada montaña, yunga
73
o temple, de la que se obtienen cosechas tropicales ta­
les como coca, plátanos, yuca, camote, frutas cítricas,
ají y caña de azúcar. Algunas de estas cosechas, como
la coca, tienen más importancia ritual y de intercambio
que de subsistencia. A lo largo de los flancos orienta­
les, al pie de los Andes, estas cosechas no precisan de
riego, pero sí en los valles intermontanos, donde la
parte seca de declive de montaña (rain shadow) crea una
zona árida y caliente.

La literatura actual sobre los sistemas contempo-


ránneos de subsistencia en los Andes orientales, al
igual que los informes arqueológicos y etnohistóricos
de los sistemas de subsistencia prehispánica, indica la
persistencia de estas cuatro zonas de recursos sobre una
muy amplia variedad de patrones climáticos andinos.
Se debe subrayar que al considerar cualquier sistema de
recursos utilizado para la agricultura de subsistencia,
son los mismos cultivos, así como el ecosistema
natural, los que determinan la configuración cultural-
ecológica. Sin embargo, como después examinaremos,
la relación geográfica de estas zonas de cultivo, puede
constituir un factor decisivo en lo que concierne a los
patrones de asentamiento, tenencia de la tierra, especia-
lización económica y redes de intercambio.

El sistema de recursos de las comunidades andinas


de subsistencia se puede analizar en dos niveles
diferentes. El primer nivel es el de la comunidad: ¿Cuá­
les son los recursos que para su mantenimiento posee
y controla la comunidad? El segundo nivel es el de la
unidad doméstica: ¿Cómo se distribuyen los recursos
de la comunidad entre sus habitantes? El primer nivel
es necesario para conocer la dirección particular de la
economía de una comunidad y el lugar que ocupa en un
contexto regional; mientras que el segundo nivel nos
ayuda a descubrir el funcionamiento del sistema de
subsistencia. Los dos niveles son análogos en muchos
aspectos, y las semejanzas y diferencias entre las

74
comunidades respecto a sus sistemas de recursos se
comparan a las que existen entre las unidades domés-
licas correspondientes a sistemas únicos de recursos.
Así como existen comunidades sin acceso a todo el
espectro de rccurssos regionales, también hay unidades
domésticas que no tienen acceso a todos los recursos de
su comunidad. En ambos casos, tanto la comunidad
como la unidad doméstica deben desarrollar estrategias
y métodos para explotar hasta donde sea posible los
recursos necesarios de subsistencia. Tanto al nivel de
la comunidad como al de la unidad doméstica, las
estrategias de subsistencia destinadas a permitir el acce­
so a los recursos implican sistemas de especialización
y de trueque. Es frecuente que dentro de las comuni­
dades se recurra a ciclos de reciprocidad para la distri­
bución de recursos escasos, mientras que las estrategias
de subsistencia dependen usualmente del sistema de pa­
rentesco (Brush, 1972).

3. Sistema de recursos de la comunidad de


Uchucmarca

Uchucmarca es una población mestiza de la pro­


vincia de Bolívar, departamento de La Libertad, al nor­
este del Perú. La comunidad se encuentra a una altitud
de 3,035 metros, en el flanco de un valle que corre
hacia el río Marañón, uno de los que origina el Ama­
zonas. Uchucmarca es una "comunidad campesina" fun­
dada a finales del siglo XVI por medio de una reduc­
ción española.

Como tal, controla su tierra como una cor­


poración (la tierra no puede ser vendida fuera de la co­
munidad), pero las chacras están bajo el control priva­
do e indefinido de las unidades domésticas que obtienen
de ellas su subsistencia. Las tierras de la comunidad cu­
bren un espectro altitudinal de unos 3,500 metros,
cruzando la cordillera oriental de los Andes para termi­
nar en la zona conocida como "ceja de montaña". Las
tierras de la comunidad comienzan a 800 metros de alti-

75
7A
lud y cruzan una serie de picos que se elevan a más de
4,300 metros.

Uchucmarca funciona esencialmente como una


comunidad de subsistencia auto-suficiente. Su auto-su­
ficiencia está relacionada a dos factores: aislamiento y
diversidad de recursos. Su relativo aislamiento de mayo­
res sistemas económicos es tanto físico como económi­
co. El pueblo de Uchucmarca está situado a unas ocho
horas a muía del camino más próximo, y a catorce
horas de Celendín, el mercado regional más cercano.
Hasta 1966, que se extendió la construcción de dicho
camino, Celendín se encontraba a una distancia de trein­
ta horas a caballo. Su aislamiento económico ha sido
resultado del hecho que la economía de Uchucmarca, al
igual que la de muchas otras aisladas comunidades de
subsistencia, permanece esencialmente no comercial,
aunque dispone de unos cuantos recursos que pueden
ser convertidos rápida y provechosamente en dinero en
efectivo. Cualquier participación apreciable en siste­
mas mayores de mercado guarda relación con el grado
de comercialización de la economía del pueblo.

La auto-suficiencia de Uchucmarca está tarr\J?ién


en relación con el hecho que esta comunidad histó­
ricamente ha contratado un extenso y complejo siste­
ma andino de recursos. Dicho sistema, que describire­
mos en detalle, se ejerce sobre una suficiente extensión
de tierra entre las diferentes zonas altitudinales y puede
cumplir con las necesidades de subsistencia de la ma­
yor parte de los habitantes del pueblo, sin tener que re­
currir a un comercio intensivo fuera de la comunidad.
Sin embargo, se debe mencionar que dentro de la co­
munidad existe una creciente demanda de artículos que
no se producen localmente y que sólo los pueden pro­
porcionar las redes de intercambio comercial que se ex­
tienden fuera de la población. Sin embargo, debe sub­
rayarse que si bien el sistema de recursos de la comu­
nidad es bastante completo, la actual distribución inter­
na de la tierra es irregular en varias zonas altitudina-
77
les, y que sólo unas cuantas unidades domésticas tie­
nen acceso directo a la tierra en todas las zonas princi­
pales de siembra. Al igual que en la mayoría de las
comunidades de subsistencia, Uchucmarca se rige por
un complicado sistema de relaciones recíprocas, depen­
diente del sistema de parentesco, y cuya función es dis­
tribuir recursos y productos escasos en una forma más
equitativa (Brush, 1972, 1973). Este conjunto de rela­
ciones recíprocas es similar al descrito en relación a
otras comunidades de los Andes peruanos (Burchard-
1972, Fonseca 1972b, Mayer 1972).

Las tierras controladas por la comunidad de


Uchucmarca se reparten en cinco zonas de vida natural
según el sistema de zonas de vida de T osí. Estas son:

a) Bosque espinoso subtropical, un área de vege­


tación xerofítica ubicada en la base del valle, dentro de
la parte seca de declive de montaña del valle del Ma-
rañon;

b) Bosque seco montano bajo, un área aún afec­


tada por la parte seca de declive de montaña, pero donde
es posible la producción de cereales en años sin sequía;

c) Bosque húmedo montano, que se encuentra


fuera de la parte seca de declive de montaña y que tiene
un clima templado y sin heladas, apropiado para la pro­
ducción de una gran variedad de cosechas, desde cereales
hasta tubérculos;

d) Páramo muy húmedo subalpino o tundra plu­


vial alpina, que es la zona más alta del valle, por lo
que sufre de frecuentes heladas y lluvias en abundancia
y cubierta con pastos naturales especialmente Stipai-
chu; y,

e) Bosque muy húmedo montano, que corres­


ponde a la propia ceja de montaña que se encuentra a lo
largo de las laderas de la cordillera oriental andina

78
Aunque clasificaciones tales como las zonas de
vida natural del T osí son útiles para propósitos com­
parativos generales, un análisis cultural-ecológico de
cualquier sistema de subsistencia debe tratar directamen­
te con la percepción y clasificación nativa de los dife­
rentes elementos del paisaje. Los habitantes de Uchuc-
marca dividen su valle en siete zonas de acuerdo a sus
cultivos, identificados terminológicamente según su
uso. Otro factor es el tipo actual de tenencia de la tie­
rra. El uso de una zona es el factor predominante en el
sistema del pueblo. El enfoque de definición está dado
por la actividad de subsistencia que mejor puede
llevársela cabo en una cierta área. De esta forma, la
delineación primaria entre zonas tiene que ver con
factores tales como si la temperatura es suficiente para
proporcionar bastante gluten al trigo, o si la maléfica
combinación de lluvia y bajas temperaturas por encima
de una altura dada crea condiciones que pueden inducir a
la "rancha negra" en papas y ocas.

El valle de Uchucmarca comprende siete zonas de


siembra: temple, kichwa fuerte, kichwa, templada,
jalka, jalka fuerte y montaña. El orden dado aquí es el
de la misma composición de las zonas en el valle de
acuerdo a su altitud. Temple es la zona más baja, en
el fondo del valle, en el límite de tierras de la comu­
nidad, y jalka fuerte es la más alta. La zona de mon­
taña, aunque está por debajo de la jalka fuerte, es la
más distante del pueblo de Uchucmarca. Dentro de cada
zona hay una miríada de topónimos con los que están
familiarizados la mayoría de los habitantes. Incluso es
común dar nombres a las chacras individuales. El siste­
ma tan elaborado de nomenclatura es un índice del ínti­
mo conocimiento que muchos de los lugareños tiene
del ecosistema con el que trabajan.

La zona temple (800 a 1500 metros de altitud) es


la zona más baja caliente del valle y corresponde a la
zona de bosque espinoso subtropical. Este valle an­
gosto y árido, en el declive oriental del valle del Mara-

80
ñon, está determinado por una vegetación xerofítica y
chacras irrigadas. Los cultígenos principales son caña
de azúcar, coca, maíz, frutas cítricas, plátanos, yuca, ca­
cao y ají. Hasta hace poco el área no era habitable a
causa del paludismo. La tenencia de la tierra en el tem­
ple se caracteriza por su carácter más comercial que en
cualquier otra zona. Hay mucha competencia por las
chacras de las que se pueden obtener cosechas negocia­
bles.

La zona kichwa fuerte (1,500 a 1,900 metros)


comienza en el límite superior del temple, y sufre
frecuentes sequías. Es intermedia entre el bosque espi­
noso subtropical y el bosque seco montano bajo, y su
vegetación es una mezcla de los tipos xerofíticos que
se encuentran en el temple y los tipos no-xerofíticos
que sen encuentran a mayores altitudes. En años de
agua produce trigo y maíz. Otra actividad es la recolec­
ción de leña. Las tierras no son especialmente codi­
ciadas a causa de su frecuente sequía, y su tenencia no
es comercial.

La zona kichwa (1,900 a 2,450 metros) está


definida por lluvias moderadas periódicas y tempera­
turas medias en comparación a las dos primeras zonas;
topográficamente el valle se amplía considerablemente
dando como resultado mucha más tierra cultivable. Si
bien esta zona queda fuera de la parte seca de declive de
montaña que afecta a todo el valle, tiene una larga
estación seca (mayo-setiembre). El énfasis agrícola
más importante es la producción de trigo y maíz,
elementos importantes en la dieta de la población.
Dado el volumen de la misma y la importancia de
estas cosechas, hay una relativa escasez de tierra en la
zona kichwa; sin embargo su tenencia no es comercial,
y las chacras se intercambian a través de la distribución
familiar y comunitaria. La reciprocidad juega un papel
importante en la distribución de tierras y las cosechas
de esta zona.

81
82
La zona templada (2,450 a 3,(XX) metros) repre­
senta una transición entre el valle bajo, más caliente y
seco, y el valle alto, más frío y húmedo, es decir entre
las zonas de vida natural del bosque seco montano bajo
y las del bosque húmedo montano. Llueve regular­
mente y sólo existe una corta estación seca (junio-
agosto). El temple es también intermedio con referen­
cia a los cosechas que se obtienen. En la parte baja se
siembra maíz, trigo y cebada, mientras que en la alta
produce especies de mayor altitud, como la papa. Una
cosecha importante exclusiva de esta zona es la arveja
(pisum sativum). La población nucleada de Uchuntar­
ca vive en ella y la competencia por las chacras es
menor que en la zona más baja, productora de cereales.
En general, la tenencia de la tierra se caracteriza por un
mínimo de transacciones comerciales.

La zona jalka (3,000 a *3,500 metros) empieza


inmediatamente arriba del pueblo de Uchucmarca.
Ecológicamente es análoga a la tundra alpina o páramo
subalpino húmedo de T osí y a la zona de puna de los
Andes surperuanos. Sin embargo, es más seca que la
primera y más húmeda que la segunda. Aquí el valle se
amplía considerablemente y domina la vegetación ma­
torral y pastos típicos de las grandes alturas andinas,
entre ellos el Stipa ichu. Al igual que la puna sureña,
la jalka es el área de producción de la papa, a la que se
le dedica más tierra y tiempo, con otros tubérculos,
que a cualquier otra cosecha. Hay también otros culti­
vos como el altramuz (Lupinas mutabilis), conocido
como chocho o tarwi, habas y cebada. Hay una relativa
abundancia de tierra y poca competencia por las cha­
cras, que fácilmente se consiguen por peticiones al con­
sejo comunal.

La jalka fuerte (3,500 a 4,300 metros) es la zona


más alta y extensa del valle, y ecológicamente cercana
a la zona de vida de páramo húmedo subalpino. Llueve
mucho, las heladas son frecuentes y no existe ninguna
estación seca apreciable. Su topografía es una
nt
combinación de lomas y series de pedregales y picos.
La vegetación está compuesta por matas y pastos andi­
nos con los que se alimenta el ganado vacuno y caba­
llar. Dichos pastos son de propiedad comunal, y las
únicas viviendas permanentes corresponden a unidades
domésticas que se dedican al pastoreo. El ganado tiene
importancia para la población por la producción de car­
ne y lana y como medio para obtener dinero en efecti­
vo. El ganado vacuno es el más importante. Aunque la
carne de res, el queso y la leche rara vez se consumen
en el pueblo, más de la mitad de las unidades domésti­
cas posee unas cuantas cabezas de ganado que, gracias a
los rescatadores de ganado de la otra vera del Marañon,
se convierten en dinero en efectivo.

La zona ceja de montaña, también llamada


montaña, se encuentra trasponiendo la cordillera andina
oriental. Comienza a unos 2,500 metros y se extiende
hacia el este, fuera de las tierras comunales. Correspon­
de ecológicamente a la zona de vida de bosque húmedo
montano. Los pastos alpinos de la jalka fuerte y la
jalka del lado oriental de la cordillera se mezclan en un
denso y casi impenetrable bosque de pequeños arbustos
y matas. La explotación de la ceja de montaña no es
intensa; aparte de la caza ocasional de osos, jaguares y
venados, se extrae madera para uso local. Al igual que
en la jalka fuerte, la tierra de montaña es comunal.

El número de recursos que representan estas siete


zonas de cultivo es extenso, si se considera el volumen
de la población que las explota para su subsistencia. A
diferencia de muchas otras comunidades, Uchucmarca
dispone de suficientes recursos para ser auto-suficiente,
sin necesidad de tener que recurrir para su subsistencia
a un intercambio extenso o a redes mercantiles ajenas
al pueblo. Sin embargo, como ya se dijera, la
autosuficiencia comunal no significa necesariamente
que cada unidad doméstica dentro de la comunidad sea
auto-suficiente. Al contrario, la mayoría de las
unidades domésticas sufre de relativa escasez en uno de

84
los dos tipos clave de recursos, tierra o trabajo. Para
sobreponerse a esta escasez, las unidades domésticas de-
Ixm recurrir a diversas estrategias, tales como el inter­
cambio recíproco de labor, o huasheo; el establecimien­
to de sociedades en las que, en parte iguales, se inter­
cambia tierra por labor; a la obligación de obtener
como recompensa la misma cosecha o bien dinero en
efectivo; y al intercambio recíproco o trueque de cose­
chas de diferentes zonas (Brush, 1973).

4. Determinación de las zonas de cosecha

Como se indicara anteriormente, de la increíble


complejidad de zonas de vida natural que ofrecen los
Andes, los campesinos serranos han delineado cuatro
zonas principales: 1) una zona tropical baja para coca,
fruta y caña de azúcar; 2) una zona templada productora
de granos; 3) una zona fría dedicada a la papa y otros
tubérculos; y 4) una zona de pastos naturales que se
aprovechan en el sitio. A este sistema, tal como ocurre
en Uchucmarca, se le pueden agregar zonas interme­
dias. Otras zonas importantes son las que proporcionan
sal y leña, aunque según la propia población en todos
los casos éstas no pueden designarse verdaderamente co­
mo zonas separadas. De nuevo, la existencia de un nu­
mero limitado de zonas refleja el patrón de subsistencia
de un área grande y compleja, y no es una limitación
local de la percepción del medio.

En los Andes la delimitación de las zonas de cul­


tivos y de recursos está en relación directa con la eco­
logía natural del área serrana, pero no corresponde
necesariamente a la relación ecológica de las comuni­
dades vegetales. En Uchucmarca, por ejemplo, hay cin­
co zonas de vida, o asociaciones vegetales naturales, y
siete zonas etnogeográficas. Una forma de encarar la
distribución humana del valle es considerar los límites
"efectivos" de las cosechas y no los límites "absolu­
tos" de las'mismas. El límite efectivo para cualquier
cosecha es su área de producción óptima. Este límite
puede servir de base para el sistema local de distribu
ción vertical de las zonas de cultivos. Por otro lado, el
uso de estos límites significa la existencia de una cier­
ta coincidencia entre zonas, en términos de la distribu
ción de los cultivos. Esta distinción entre límites de
cosecha absolutos y efectivos ha sido tratada extensa­
mente por Gade (1967: 153 ff.) en su estudio del valle
del Vilcanota y sobre el particular señala que:
"Existen esencialmente dos clases de límites de
cosecha: el efectivo, en el cual la cosecha no es
importante para la economía y los rendimientos
no son satisfactorios, y el absoluto que es el lí­
mite extremo en el que un cultivo puede crecer y
en el que la cosecha tiene poca posibilidad de éxi­
to. Un límite de cosecha se puede referir bien a
una planta al nivel de especie, o a un tipo espe­
cífico de una especie...
Mientras que cada planta manipulada por el hom­
bre tiene su propio nicho ecológico en el que cre­
ce mejor, los límites de su cultivo son mayores
en esta sociedad campesina que si el área tuviera
una agricultura moderna de tipo industrial. Los
campesinos plantean una cosecha donde quiera que
anticipan resultados, sin tener en cuenta la ele­
vación del rendimiento" (Gade, 1967: 154).

El cuadro 1 muestra los límites efectivos y la dis­


tribución de los distintos cultivos en el valle de Uchuc-
marca. Aunque un cultivo en particular puede producir­
se y crece a diversas altitudes, hay rendimientos que se
perciben como muy bajos fuera de ciertos límites alti-
tudinales para justificar el riesgo de la inversión de la
tierra, labor, semilla y bueyes. Los riesgos que se co­
rre cuando un determinado cultivo se planta fuera de
sus límites efectivos están reflejados a menudo en la se­
rie de plagas que lo atacan. Estas se han resumido de
acuerdo con los límites de cosecha en el cuadro 2.

5. Ubicación de la población en el valle

El pueblo de Uchucmarca está localizado en el tem­


plado, es decir en la zona intermedia entre las zonas
86
I*iii¡is productoras de granos (kichwa) y las zonas más
nlias de papa y pastizaje (jalka). Esta ubicación entre la
ktchwa y la jalka (pura) es común a muchos pueblos
con economía de subsistencia en los Andes peruanos.
1 .1 línea que separa estas dos zonas aumenta en altitud •
a medida que uno se dirige hacia el sur, donde el perío­
do diurno de los meses de verano es más largo que en
las inmediaciones de la línea ecuatorial. Por lo tanto,
en la región de Cajamarca (7o 16' S) la zona kichwa
se encuentra aproximadamente a 3,000 metros de alti­
tud, mientras que en la región del Cuzco (13°36'S) se
extiende hasta 3,350 metros de altitud. Dyer (1962:-
340) muestra que la mayoría de la población vive en
jiequeños pueblos y caseríos en la zona kichwa. Aun­
que puede ser muy difícil de corroborar, parece que la
ubicación de la mayoría de los pueblos y caseríos no
está estrictamente en la zona kichwa, sino más bien
cerca de o en el límite entre las zonas kichwa y jalka,
como es el caso de Uchucmarca.

CUADRO i

PORCENTAJE DE CIERTOS CULTIVOS PLANTADOS

EN DIFERENTES ZONAS DURANTE 1970

f.ONA T e m p le K ichw a K ichw a T e m p la d o J a lk a J a lk a C eja de


fu e rte fu e rte m o n ta ñ a

papa - - - 12 88

oca - - - 19 81
m afz - 7 50 35 2
trig o - 10 68 22 -

ceb ad a - — 16 74 10
a rv e ja s - - 14 66 10
habas 34

P o rc en ta je 2 6 12 3 19 43 15
d e base
to tal de
tie rra »

♦Una aproximación

87
CUADRO 2

RIESGOS QUE CORREN CIERTOS CULTIVOS CUANDO SE


SIEMBRAN FUERA DE SUS LIMITES EFECTIVOS: EFECTO
PERCIBIDO AL PLANTAR UN CULTIVOS YA SEA MUY ALTO
O MUY BAJO

Cultivo Muy Alto Muy Bajo

Maíz no produce -

Trigo los Insectos o el polvillo destruyen sequía


el grano, o bien el grano se pudre en
el tallo por exceso de hum edad. Muy
poco glú te a

Pap. una helada o bien la “ rancha'' m ata las plantas se m ar­


la planta. chitan y no dan tu­
bérculos.

Arveja muy poca producción las arvejas no se


cuecen tal como de­
ben (muy duras).

Cebada muy poco gluten, y b s ciscaras muy sequía


gruesas.

Es evidente que en la región inmediata a Uchuc-


marca los principales asentamientos prehispánicos
estaban a una altitud mayor que la actual. La mayoría
se ubicaba en la jalka alta, inmediatamente debajo de la
jalka fuerte. Otra manera de explicar los asentamientos
prehispánicos relativamente altos es que la guerra era
una situación endémica y forzó a las poblaciones pre­
hispánicas a buscar las posiciones más seguras y fáci­
les de defender. Por eso los centros poblados, en gene­
ral, tendían a estar en zonas más altas que las actuales.
Otra explicación relaciona el problema del asenta­
miento con los patrones de subsistencia. Troll (1958,
1968) hace notar la importancia de la relación entre las
condiciones regulares de las estaciones de helada y de
lluvia y la posible preparación del chuño (papa deshi­
dratada) para comprender los patrones culturales y de
asentamiento de la población prehispánica de la región
altiplánica.

Las poblaciones prehispánicas andinas general­


mente dependían más de los productos de las zonas
más altas (papas, quinua, llamas) y eran menos depen­
88
dientes que la población moderna en cuanto a cereales,
especialmente maíz. La introducción del trigo se debió
a los españoles. Como ha notado Sauer (1950:494), el
maíz no fue artículo principal en la dieta de la mayoría
de la población nativa americana al sur de Honduras.
Murra (1960) dice que en los Andes el maíz tenía una
importancia mayor como cosecha ceremonial que co­
mo cosecha de subsistencia. La excepción notable fue
el Imperio Inca que aparentemente comenzó a explotar
la región kichwa para producir maíz, el alimento "pre­
ferido" por el ejército (Murra, 1960: 400). La impor­
tancia dada por los incas a la zona baja es evidente a
juzgar por las grandes áreas de terrazas que para el culti­
vo del maíz ahí construyeron.

Los españoles, que también se alimentaban con


cereales, complementaron en muchas otras parles del
Perú el proceso que la administración Inca había ini­
ciado en el área del Cuzco. Fue la conversión de una
base de subsistencia, compuesta principalmente de tu­
bérculos, a una base mixta que incluía tanto cereales
como tubérculos. En toda la región serrana peruana del
centro y norte del Perú, los cereales europeos tales
como el trigo y la cebada han llegado a ser cultivos
principales junto con las cosechas nativas andinas. Es­
to parece ser menos cierto en la sierra del sur, especial­
mente en el altiplano, donde predominan tubérculos,
como la papa, y la quinua.

Durante las reducciones de Toledo en la década de


1570, los españoles para consolidar a la población andi­
na movilizaron a gran parte de los sobrevivientes de
las epidemias de la Conquista a pueblos nuevos como
Uchucmarca. Estos nuevos poblados nuclearon a la ma­
yoría de la población campesina de los Andes (Fuen-
zalida, 1970). Es posible que el interés de los espa­
ñoles en el trigo, el maíz, en los pastos para el ganado
y en la base tradicional de subsistencia de la población
(papas) los haya conducido a ubicar los nuevos pue­
blos en sitios con casi igual acceso a las zonas kichwa

un
y jalka. En Uchucmarca, al igual que en otras comuni­
dades andinas, la introducción del trigo dio lugar a un
notable cambio de las actividades de subsistencia.

6. Patrones de zonas ecológicas andinas

Al comparar las zonas ecológicas del valle de


Uchucmarca con las de otras partes de los Andes apa­
recen dos factores importantes. El primero es la seme­
janza en la taxonomía etnogeográfica de las zonas de
cosecha, no obstante la gran variedad de zonas de vida
andina. El segundo es la ubicación de las zonas dentro
de un sistema del mismo valle. Hay, naturalmente,
otros valles andinos con el mismo patrón de relaciones
geográficas. En otros sistemas de zonas geográficas se
da un mayor desplazamiento de zonas utilizadas por la
población. Al examinar los diferentes tipos de zonas
andinas y los sistemas humanos de slibistcncia que tie­
nen allí su base, se encuentra que la relación geográfica
relativa de las mismas es un factor importante para de­
terminar el tipo de explotación y los factores socieco-
nómicos de la comunidad. Se pueden delinear tres tipos
de relaciones ecológicas: a) el tipo compacto, b) el ti­
po archipiélago, y c) el tipo extendido.

a. El tipo compacto

Uchucmarca representa el tipo "compacto" de rela­


ciones geográficas andinas. Las relaciones ecológicas
de las zonas de cosecha del valle de Uchucmarca se
caracterizan por un alto declive ambiental con más zo­
nas diferentes muy cerca unas de otras, todas accesibles
a los habitantes del pueblo dentro de una distancia
relativamente corta. Se puede ir en dos o tres días desde
la base del valle de Uchucmarca, en la zona temple, a
la zona de montaña en el drenaje del río Huallaga. El
valle entero mide menos de cincuenta kilómetros de
largo, y la ubicación del pueblo en el centro del mis­
mo valle significa que todas las zonas están a un día de
distancia del poblado principal, salvo la zona de mon­

90
taña, en el drenaje del río Huallaga, que está a más de
un día. Lo compacto del valle de Uchucmarca significa
que su gente pueda subsistir explotando todo el valle,
sin tener que recurrir a migraciones mayores o a exten­
sas redes de comercio y sistema de intercambio que se
salga de los límites territoriales de la comunidad.

Otros ejemplos de tipo compacto lo representa la


comunidad de Q'ero, cerca al Cuzco. Las tierras de
Q'ero van de los 2,000 a los 5,000 metros de altitud y
su gente explota varias zonas de cultivo que pueden
estar hasta tres días de distancia (Webster, 1971:174).
Al igual que en Uchucmarca, la explotación de las tie­
rras de Q'ero requiere una constante movilidad entre zo­
nas. Webster nota, sin embargo, que "la comunidad
puede ser descrita como itinerante, pues cualquier tiem­
po, estación, cosecha y rebaño determinan su residen­
cia en locales dispersos. Pero la residencia fuera de po­
blados del valle alto sólo tiene un carácter temporal"
(Webster, 1971:176).

b. El tipo archipiélago

El modelo de archipiélago, sugerido por Murra


(1972) para los casos etnohistóricos, es un patrón co­
mún en las zonas muy altas de las cuencas de los ríos
Marañon y Huallaga. En vez del uso permanente de zo­
nas contiguas, este patrón implica una amplia separa­
ción entre algunas de las zonas explotadas, las que para
su explotación dependen fundamentalmente de migra­
ciones a veces largas. Entre los pueblos contemporá­
neos que corresponden a este patrón están los estudia­
dos por Burchard (1972), Fonseca (1972a, 1972b),y
Mayer (1971, 1972) en los departamentos de Pasco y
Huánuco. En la zona alta del río Marañón hay una se­
rie de pueblos, como Rapayán en el departamaneto de
Huánuco, que se ven ante la necesidad de realizar de
tres a cuatro migraciones anuales a una zona ecológica
diferente como es la región de montaña en la cuenca
del río Huallaga. Estas migraciones generalmente sig-
nifican viajes en los que se emplean de cuatro a ocho
días. La gente de Rapayán viaja unos cinco días al área
alrededor del pueblo de Monzón. En uno de los archi­
piélagos más extendidos, la gente de los pueblos alre­
dedor de Tayabamba se desplaza hacia Tochache, a
unos once días de distancia.
Dentro de este patrón, los asentamientos princi­
pales se encuentran en áreas con acceso relativamente
fácil a las zonas ecológicas que producen papas, maíz,
trigo y pastos para sus animales. Al igual que en
Uchucmarca, éste es generalmente el intersticio entre
las zonas kichwa y jalka, a una altitud aproximada de
3,000 metros. Las largas migraciones se hacen a la
montaña, a alturas de unos 1,000 metros, donde se pue­
de cultivar coca, caña de azúcar, café y fruta.
Murra (1972) ha demostrado que las migraciones
dentro del modelo de control vertical significan no sólo
atravesar áreas ecológicas diferentes sino también áreas
étnicas diferentes. En algunos casos, las migraciones
pueden ser reemplazadas o reducidas al envío de comu­
nidades "satélites” que residen en la zona de migración.
Esto se puede hacer tanto a nivel de la unidad domés­
tica como a nivel de pueblo. La idea de archipiélago es
precisa para describir el patrón que comprende cruzar
amplios trechos del territorio andino no explotado direc­
tamente por quienes lo atraviesan. Es como si pasaran
de una "isla" de cultivo en las regiones serranas a otra
"isla" en la montaña.
En estas migraciones que descienden los flancos
de la cordillera oriental, la coca cumple un fin muy im­
portante. Muchas unidades domésticas, cuya base de
subsistencia radica en zonas más altas, son dueñas de
chacras en los valles de la montaña, donde producen co­
ca y otros productos tropicales. La alternativa para quie­
nes no poseen tierras en las zonas más bajas es obtener
la coca en las chacras de vecinos o parientes Esto se ha­
ce tres o cuatro veces al año, y tanto hombres como
mujeres participan en la recolección de las hojas. A la
92
gente de la altura que trabaja apañando coca se le paga
con el producto mismo, cuyo transporte se realiza si­
guiendo rutas tradicionales muy transitadas. La coca en
la sierra tiene valor de moneda y fácilmente puede ser
cambiada por otros productos. Tiene además la ventaja
que su valor aumenta rápidamente a medida que uno se
aleja de la zona de producción.

c. El tipo extendido
Un tercer tipo de relaciones ecológicas andinas es
el extendido. Se da en los valles relativamente largos
que incluyen el conjunto usual de zonas andinas de
cosecha. Sin embargo, su declive ambiental es menos
marcado que el de los tipos compacto y archipiélago.
Hay contigüidad entre las zonas, las mismas que son
explotadas en forma continua. Demográficamente di­
fiere también de los anteriores. En lugar de que las
poblaciones se agrupen en las partest altas del valle,
donde el acceso a las zonas jalka y kichwa es directo,
éstas tienden a dispersarse más uniformemente por
todo el valle. En lugar de la explotación directa de
varias zonas y de un movimiento constante entre ellas,
que caracteriza a los dos primeros tipos, los productos
de dichas zonas se movilizan por todo el sistema
mediante las redes de intercambio, que en ocasiones
resultan ser sistemas de mercado altamente desarrolla­
dos. Familias que viven en diferentes partes del valle
suelen viajar periódicamente a los centros de mercado
que concentran los productos de las diversas zonas. En
el trueque siempre funciona el regateo y hay también
ventas en efectivo.

El tipo extendido de relaciones ecológicas con su


correspondiente modo de explotación humana se en­
cuentra principalmente en los valles más amplios de
los Andes orientales y centrales. Uno de los ejemplos
más claros lo encontramos en el valle del Vilcanota, al
sur del Perú. Este valle que fue el centro del Imperio
Inca, tenía como capital el Cuzco; casi en el centro del
mismo mide, aproximadamente, 300 kilómetros de lar­
93
go y su altitud varía entre- 4,300 metros a 1,000 me­
tros. El ancho del fondo del valle permite el cultivo en
casi toda su existencia. Es evidente, por el sistema de
terrazas y ruinas incas, que sobre la altura de 1,500 me­
tros todo el valle fue explotado intensivamente desde
antes de la consquista europea. Su patrón moderno de
asentamiento se caracteriza por una serie de pueblos de
tamaño medio, entre los que se encuentran pueblos
más pequeños y casi continuos. Hasta hace poco gran
parle del valle estuvo controlado por haciendas. Los
pueblos importantes son: Sicuani (3,531 metros de al­
titud), Urcos (3,120 metros), Calca (2,950 metros),
Urubamba (2,880 metros) y Quillabamba (1,050
metros). Cuzco, a la orilla de un tributario del río Vil-
canota, está a 3,382 metros de altitud. La población de
mayor densidad se encuentra entre Ollantaytambo -
(2,790 metros) y Sicuani (3,531 metros). Gade (1967:
74) ha notado que "más del 90% de la gente del valle
del Vilcanota deriva su sustento directamente de la agri­
cultura de uno de los diferentes tipos de unidades pro­
ductivas que tienen diferentes orientaciones económi­
cas". Estas abarcan desde haciendas hasta agricultura de
subsistencia. En esta última, aunque en realidad hay
poca comercialización, Gade observó que se da un alto
grado de especial izacíón e intercambio entre comunida­
des campesinas:

"Aunque la economía agrícola de la mayoría del


pequeño campesinado del valle del Vilcanota es
básicamente de subsistencia, existe mucho
intercambio. Los mercaderes más activos son
los que reciben productos de diferentes zonas
ambientales. En Chincheros, por ejemplo, un
pueblo muy arriba del valle de Huayllabamba
, la papa es da cosecha principal y gente de la
depresión inferior viene a intercambiar sus no­
gal de UrquiUos; fruta y pan de Urubamba; ver­
duras de H uayllabamba; y maíz y fresas
también a cau sa de la tendencia de muchas co­
munidades indígenas a especializarse en una co­
secha más que en otras. De estaforma, en la
parte sur del 'valle por lo menos tres comundia-

94
des se especializan en trigo, tres en papas y una
en cebollas" (Gade, 1967:76).

Aunque hay intercambio en los dos tipos de rela­


ciones ecológicas, compacto y archipiélago, no hay un
alto grado de espccialización de comunidades en dife­
rentes zonas altitudinales. En el tipo extendido estas co­
munidades se funden periódicamente en centros de mer­
cado altamente desarrollados a fin de conseguir la base
de subsistencia. El área del Cuzco es conocida por sus
muv dos que atraen a un gran número de turistas que
observan a los indios de comunidades dispersas. Al des­
cribir estos mercados, Gade observa:

"El intercambio de productos ocurre en mercados


diarios, semanales y anuales. Los mercados dia­
rios están preparados para proveer oportunidades
para el intercambio de bienes provenientes de un
radio de varias millas. Muchos de los mercados
del valle tienen aparte de estos mercados diarios,
mercados semanales donde se venden no sólo pro­
ductos locarles sino también de la región entera.
Los domingos son días importantes de mercado
en Pisac, Combapata, Quillabamba y Sicuani: en
Urubamba los miércoles; en Tinta los jueves; y
en San Pablo los sábados" (Gade, 1967:78).

7. Conclusiones

Aparte de estos tres tipos de relaciones ecológicas


que integran un número de zonas, hay también muchas
comunidades individuales que explotan una sola zona
ecológica. Muchas de estas comunidades se encuentran
integradas a sistemas mayores mediante redes de inter­
cambio mucho más sencillas que las del tipo exten­
dido. Es posible que no haya un mercado regular, y la
gente de esas comunidades tiene que hacer trueque con
comunidades de subsistencia no especializadas. En el
área andina las comunidades que explotan sólo una zo­
na, se encuentran generalmente en un extremo del decli­
ve ambiental. En las partes bajas las comunidades se
especializan en productos tropicales tales como coca,

95
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community". Paper presented at the Sym­
posium on Andean Kinship and Marriage at
the 1972 Annual Meeting of the American
Anthropological Association, Toronto.

101
La presente obra se terminó de imprimir
el mes de diciembre de 1987
en los talleres de Imprenta "Papiro"
Bernardo Trigo 447 - Teléfono 353890
La Paz - Bolivia
le c o b g is m o actual y sin censurarnos nom brar toda esa
■lín e a prohibida e incluso satanizada que d e se m b o ca
[en la te o - y a ntropo-sofía co n te m p o rá n e a que ta n to
'h izo po r la descolonización de la India y la e m a n ­
cipación de la mujer.

T odas estas tradiciones sub te rrá n e a s com parten


con el Taoism o y el pensam iento andino, po r nom brar
sólo un par de referencias e xtra-europeas, una s in ­
taxis com ún que perm ite p ensar la posibilidad de un
diálogo verazm ente ecum énico entre O riente y O c c i­
dente, el Norte y el Sur.

En esa posibilidad, el pensa m ie n to andino p o d ría


a p o rta r su peculiar y sugerente m anera de pensar
espacio y tiem po en un solo hálito, pero no al m odo

que se articula al modo de una co m -posición im antada

tinku, un taypi, una k'isa de equilibrio, sim etría y m e­


sura. De este Pacha, en verdad, p o d ría brotar el nuevo
ethos que precisaría una civilización post-prom eteica.
He querido, pues, iniciar esta breve biblioteca
de bolsillo llamando la atención sobre el Espacio

S u p e ra d a ya, por la física m oderna, la ilusión ju d e o -


cristia n a de la linealidad del tiem po, y po r tanto del
progreso, no es insensato volver a p e n sa r que el o ri­
gen es la meta, sabiendo sin em bargo, com o ya dibió-
ram os saber, que todo es cuento y de canto a canto.
El periplo de los pueblos de occidente ha sido so­
bre todo una épica errancia a través del Tiempo y por
ello mismo una trágica errancia, pues la emprendieron
a espaldas e incluso contra el Espacio. Tan unilate­
rales fueron que llegaron a postular la historia: el barro­
co escenario de esa hipóstasis, como historia salutis
dejando a la naturaleza sólo como el Kampfplatz
donde la razón instrumental celebraría la liturgia sui­
cida de la destrucción de la biosfera: el "dominad la
tierra".

¿Cómo sorprendernos entonces que casi al final


de su singladura llegaran a la conclusión de que "no
hay patria en el Tiempo"? ¿Cómo extrañarnos que la
añoranza de hogar, patria: Heimat haya sido el postrer
Leitmotiv del último de sus grandes pensadores, allá
en la Selva negra? De los atomistas a Marx su mate­
rialismo ha sido más bien teórico, pues nunca pen­
saron radicalmente la fysis y si se pensó geo-políti-
camente, ello acaeció casi sólo en función de la
guerra y el comercio.

Los avances de la física moderna se resisten


todavía a ser incorporados en sus ciencias humanas,
quizás porque a pesar de una epidérmica desmitolo-
gización y secularización, el hombre, gracias a sus
monoteísmos ( del judaismo al marxismo pasando por
el cristianismo y el islam) sigue siendo entendido
como un homo viator y todo viandante: todo cruzado,
es inevitablemente depredador.

Hay sin embargo una tradición marginal, animada


por los pensadores del cristianismo oriental, de Focio
a Edmonikov, que sí ha pensado el espacio; así como
esa otra veta subterránea que en Occidente iría, por lo
que he podido husmear, de Bruno, Bóhme, pasando
por Spinoza, Bachoffen, hasta Przywara, Cassel y
Hugo Rahner que también han pensado el espacio, ora
como liturgia cósmica, mónada, natura naturans /
natura naturata, ora como sacramentalidad, polaridad
o AH-rythmus, sin olvidarnos de toda la tradición
romántica: de la Lake schooly el Jenenser Kreis al

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