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Carlos Martínez Sarasola.

Las culturas originarias


Capítulo II

Las comunidades
que ocupaban
nuestro territorio
en siglo XVI.
El territorio argentino se integra físicamente a la porción sur del continente americano por contar con dos regiones que
son clave en este último: La Montaña y la Llanura. Asimismo, nuestro país cuenta con otros paisajes “transicionales” que
son el Litoral Mesopotámico y el Extremo Sur.

Encuadre geográfico: las regiones culturales


La Montaña: Es una vasta región del país dentro de la cual se incluye el tradicionalmente llamado Noroeste y las Sierras
Centrales. El Noroeste tiene por limite a Bolivia por el norte, la Pampa al sur, el Chaco al este y Chile al oeste. Dentro de
este sector claramente delimitado se encuentran a su vez la Puna en la parte occidental, zona árida, carente de vegetación
y agua, con abundancia de salares, con temperaturas extremas y alturas de 4.000 metros.
La otra parte importante está constituida por los Valles y Quebradas, que concentra las quebradas de Humahuaca y del
Toro y los famosos Valles Calchaquíes, también denominados Zona Diaguita. Esta última se extiende por el sudoeste de
Salta y Catamarca, oeste de Tucumán y La Rioja, y norte de San Juan. Es una zona geográficamente homogénea,
constituida por sistemas orográficos independientes entre sí.
La Llanura: Extensísima región de nuestro territorio integrada por dos subregiones específicas: Pampa-Patagonia y
Chaco.
El complejo Pampa-Patagónico abarca desde los Andes hasta el Atlántico y desde el sur de Córdoba y San Luis hasta el
fin del continente. La Pampa abarca las actuales provincias de Buenos Aires, sur de Santa Fe, Córdoba, San Luis, parte de
Mendoza y La Pampa.
En cuanto a la Patagonia, es la parte que se extiende al sur del rio Colorado hasta la zona magallánica. A diferencia de La
Pampa, lugar de exquisitas praderas, la Patagonia es una desolada estepa en su mayor parte, con clima árido y viento de
singular violencia.
El Chaco es una vasta llanura con porciones boscosas que se extiende desde los últimos desprendimientos del planalto
brasileño por el norte; por el este, los ríos Paraná y Paraguay, por el sur el rio Salado y por el oeste los primeros
contrafuertes andinos.

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Generalmente se lo divide en tres zonas: el Chaco Boreal (al norte del rio Pilcomayo, fuera del territorio argentino); el
Chaco Central (entre el Pilcomayo y el Bermejo) y el Chaco Austral (entre el Salado y el Bermejo). Esta zona permaneció
anegada hasta el año 7.000 a.C., por lo cual su poblamiento se produce a partir de esa fecha.

Cuadro 5. Culturas originarias del actual territorio argentino en el siglo XVI. Sistematización del autor.

Regiones Subregiones Culturas


Atacamas
Diaguitas
Noroeste Omaguacas
Montaña (Lule-Vilelas)
Tonocotes
Sierras Centrales Comechingones
Sanavirones
Cuyo Huarpes
Pampa y Patagonia Tehuelches
Neuquén Pehuenches
Guaikurúes
Llanura Mataco-Mataguayos
Chaco Chiriguanos
Chane
Lule-Vilelas
Litoral Guaraníes
Litoral y Mesopotamia Chaná-Timbúes
Interior Caingang
Charrúas
Extremo Sur Canales fueguinos Yamanas
Alakuf

Referencias:

1.- Atacamas
2.- Omaguacas
3.- Diaguitas
4.- Lule-Vilelas MONTAÑA
5.- Tonocotes
6.- Sanavirones
7.- Comechingones
8.- Huarpes

9.- Chiriguanos (incl. Chane)


10.- Mataco-mataguayos LLANURA (Chaco)
11.- Guaikurúes

12.- Guaraníes
13.- Caingang LITORAL Y
14.- Chaná timbú MESOPOTAMIA
15.- Charrúas

16 a.- Tehuelches septentrional (guenakén)


16 b.- Tehuelches meridional (penkén) LLANURA
16 c.- Tehuelches meridional (aonikén) (Pampa y Patagonia)
16 d.- Onas
17.- Pehuenches

18.- Yamana-alakaluf … … … … … EXTREMO SUR

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A – Araucanos (inician penetración en nuestro territorio).

Las culturas originarias


La Montaña
El noroeste
LOS DIAGUITAS
La generalidad de los autores coincide en definir como diaguitas a las comunidades que ocuparon el corazón del Noroeste,
es decir la zona de los Valles y Quebradas. La confusión acerca de la denominación radica en que las primeras crónicas
adjudicaron el gentilicio de “calchaquíes” a los habitantes de la región del mismo nombre y por extensión a las restantes
comunidades del área. En realidad, los “calchaquíes” eran diaguitas, cultura que estaba integrada por un conjunto de
parcialidades como los pulares, luracataos, tolombones, yocaviles, quilmes, tafís, hualfines, etcétera.
Pero todas estaban aglutinadas alrededor de un elemento común: su legua. Todas las fuentes coinciden en que la lengua
cacá o cacán otorgaba unidad a estos pueblos.
Pero no solo la lengua daba homogeneidad a la comunidad. Factores como la organización social y económica, la
cosmovisión u aun los aspectos raciales, definen a una cultura diaguita única por encima de las variantes locales.
En el panorama indígena del actual territorio argentino esa cultura fue la que alcanzo mayor complejidad en todos los
aspectos, a tal punto que redundo inclusive en una importantísima densidad de población. Se calcula que la población total
del Noroeste era por entonces de alrededor de 200.000 habitantes.
Era una cultura de agricultores sedentarios, poseedores de irrigación artificial, por medio de canales y con andenes de
cultivo para sus productos principales: maíz, zapallo y porotos.
Fueron criadores de llamas como sus hermanos de la zona andina, utilizando a los animales como proveedores de lana
para sus tejidos y también como carga.
La recolección fue otra de sus actividades, especialmente de la algarroba y el chañar, que almacenaban en grandes
cantidades; en mucha menos medida practicaron la caza.
Relaciones en el seno de la comunidad: Tenían fuerte jefaturas, probablemente hereditarias, que llegaban a desplegar su
autoridad sobre varias comunidades. La familia monogamica era el núcleo vital de la comunidad destacándose la práctica
de la poligamia entre los caciques.
Relaciones con lo sobrenatural: Eran adoradores del Sol, del trueno y del relámpago. Celebraban rituales propiciatorios
de la fertilidad de los campos y tenían una funebria elaborada, expresión de un culto a los muertos como transito crucial
en el ciclo de la vida de la cultura.
El alma se convertía en estrella, viaje para el cual al difunto se lo enterraba con alimentos y bebidas.
Son famosos los cementerios de “párvulos en urnas”, alejados de las habitaciones, en las que sepultaban a los adultos. Es
posible que los cuerpos de los niños indiquen sacrificios propiciatorios de la lluvia.
La cerámica presenta muchos diseños de animales sagrados: ñandúes, (anunciador de las lluvias), batracios y serpientes,
estas últimas también asociadas al agua que cae del cielo.
Los diaguitas participaban del culto a la Madre Tierra o Pachamama al igual que en Perú o Bolivia, se le ruega por la
fertilidad de los campos, el buen viaje del peregrino, el buen parto de las mujeres y la felicidad en todas las empresas.
Se le ofrecían sacrificios de sangre y la ofrenda del primer trago, el primer bocado y el primer fruto de la recolección.
En el mito andino, muchas veces la Pachamama está acompañada de Pachacamac (dios del cielo), también llamado
Viracocha (en la sierra) y por sus hijos, el Sol y la Luna, héroes civilizadores. Viracocha presenta algunas semejanzas con
ciertos personajes del Noroeste, portadores de símbolos astrales.

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El arte diaguita, dirigido muchas veces a lo religioso, es el más acabado de nuestras culturas indígenas. No solo en
cerámica sino también en metalurgia.
Relaciones con otras comunidades: Contra lo que podía suponerse, la cultura diaguita fue guerrera. El instrumental bélico
era muy variado y la guerra contra el español asumió las características de un fenómeno integral en el que participo la
comunidad entera.
Pero la guerra no fue la única actividad que puso en contacto a las distintas comunidades, sino también el comercio que en
esta región alcano una gran importancia.
Hay un hecho fundamental en la historia de la América prehispánica que marco a nuestro Noroeste y muy especialmente a
la región diaguita: la expansión y penetración incaica.
Es muy probable que el mecanismo utilizado por los incas para la dominación del Noroeste haya sido la introducción de
su propia lengua, el quichua, tarea paulatina que fue abruptamente interrumpida por el arribo de los españoles al Cuzco.
Es por esa razón que nunca llego a suplantar al cacán o al omaguaca (la otra lengua original de la región), aunque había
comenzado a difundirse.
Otros indicadores como las edificaciones (tambos y pucarás), las rutas de acceso y la alfarería nos señalan la efectiva
presencia incaica en el Noroeste en los siglos XV y XVI.
LOS OMAGUACAS
Los omaguacas eran comunidades agricultoras que poseían también irrigación artificial y andenes de cultivo. Los frutos
de la recolección eran almacenados; también fueron pastores y en menor medida cazadores. Al igual que entre los
diaguitas, el sistema de edificación incluía a la comunidad propiamente dicha y al recinto fortificado enclavado en un
lugar estratégico, por lo general una elevación.
Las industrias principales eran la alfarería, la metalurgia y los tejidos.
Relaciones en el seno de la comunidad: Existen muy pocos datos, pero lo que más se sabe es acerca de la guerra, que
también en esta cultura desempeñaba un rol preponderante. Las diferentes parcialidades estaban a cargo de un cacique y
todas a su vez respondían al cacique general de los omaguacas.
Relaciones con lo sobrenatural: También en este aspecto es difícil la reconstrucción. La funebria nos da algunos
indicadores, sobre todo a través de un culto a los muertos sumamente elaborados. El hallazgo de deformaciones craneanas
puede señalar la posibilidad de un culto a los cráneos, asociado a la existencia de cráneos-trofeo. Entre los omaguacas la
deformación ritual era una costumbre importante, practicándose la de tipo tubular-oblicuo, es decir colocando maderas
que presionaban los huesos frontal y occipital.
Relaciones con otras comunidades: La Quebrada era un corredor de tránsito. Una gigantesca vía de comunicación natural
que sirvió como territorio de encuentro de distintas zonas convergentes en ella. El intercambio fue intenso. Es sabido que
la coca, sumamente valorada, era traída desde Bolivia. Se han encontrado valvas de moluscos traídas probablemente de la
costa del Pacifico como objetos de trueque, así como también artesanías diaguitas de distinta procedencia.
La expansión incaica hizo a los omaguacas entrar en temprano contacto con las avanzadas imperiales del Cuzco.
A la llegada de los españoles en la Quebrada, parte de la población original estaban en algunos núcleos poblaciones de
“mitimaes”, parcialidades de los “chicas” de Bolivia tales como los churumatas, paypayas, y otros, que sirvieron como
barrera de contención de las belicosas comunidades guaraníes que ya se desprendían desde el Chaco: los chiriguanos.

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LOS ATACAMAS
La cultura atacama estaba constituida por un conjunto de comunidades instaladas en el extremo noroeste de la Argentina y
que se extendían a la región chilena del mismo nombre: la Puna, que ocupaba el oeste de Jujuy, Salta y el noroeste de
Catamarca.
El conjunto cultural de la Puna, precisado como una verdadera unidad, fue lo que Bennet definió como Puna complex, con
características adaptativas interesantes en un medio decididamente hostil.
Los atacamas fueron cultivadores de maíz, papas y porotos; construyeron andenes de gran extensión y es poco probable
que hayan tenido canales de irrigación.
Conservaban su alimento en grandes cantidades y como reflejo de un sistema adaptativo muy elaborado quedan vestigios
en el variado instrumental: hachas (para la extracción de sal), palos cavadores, cucharas, collas, azadones, etcétera. Como
sus hermanos de la región, también fueron pastores y en menor medida cazadores.
El patrón de asentamiento repite el modelo de diaguitas y omaguacas: por un lado, el poblado y por el otro el sitio
defensivo.
Una característica de la cultura atacama era la deformación craneana con fines aparentemente estéticos e inclusive las
deformaciones dentarias.
Las industrias destacadas son la alfarería (muy tosca), la metalurgia (escasa), la piedra (muy utilizada), la madera y el
hueso.
Relaciones en el seno de la comunidad: Prácticamente nada sabemos acerca de la organización interna de la comunidad.
Solo que es muy probable que la familia haya constituido el núcleo básico sobre la cual estaba la parcialidad, que a su vez
quedaba a cargo de un cacique, en un esquema organizativos semejante al resto de las culturas del Noroeste.

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Relaciones con lo sobrenatural: En algunos poblados se han encontrado construcciones de dimensiones mucho mayores
que las habitaciones probablemente templos. Son interesantes los hallazgos del Pucará de Rinconada, en donde fueron
encontrados menhires de hasta dos metros de altura, y pequeños ídolos antropomorfos de piedra.
Es importante consignar asimismo el descubrimiento de tabletas para la absorción de alucinógenos, decoradas con figuras
antropomorfas. Es casi seguro que la práctica de la absorción de alucinógenos estuviera vinculada con rituales de origen
religioso.
La droga utilizada, el cebil o piptedenia, es de un uso muy difundido en nuestro continente, desde el Caribe hasta el
Noroeste, en donde además de los atacamas la tenían incorporada los comechingones y los lules.
Como siempre, la funebria aporta elementos para la comprensión más acabada de la cultura. Los atacamas enterraban a
sus muertos en grutas naturales que eran completadas con “pircado”. El difunto era depositado con todas sus pertenencias
(inclusive las tableras de cebil). Se practicaban seguramente sacrificios humanos.
Relaciones con otras comunidades: La Puna al igual que la quebrada de Humahuaca, fue un área de intenso tránsito
producto del comercio, pero al igual que en las dos culturas vistas precedentemente, la guerra fue el lazo de contacto con
otros pueblos, si bien no alcanzo el desarrollo observado entre diaguitas y omaguacas.
Los atacamas, poseedores de numerosos rebaños de llamas, transportaban sal con fines de intercambio en las regiones
aledañas. Recíprocamente, este producto era cambiado por cerámicas del área diaguita y peruana, así como también por
nuestras ya conocidas valvas de moluscos del Pacifico a través de la Puna chilena. Indudablemente mantuvieron el
contacto más cercano con los omaguacas. Soportaron además la penetración incaica y en su territorio fueron alojadas
parcialidades “chichas” del área boliviana.
LOS LULE-VILELAS
En realidad, la cultura lule-vilela tuvo su hábitat original en la zona del Chaco. Sin embargo, a la llegada de los españoles
parcialidades importantes ocupaban vastas regiones del Noroeste, gran parte del oeste de Salta y norte de Tucumán y
también el noroeste de Santiago del Estero. Es por ello que los incluimos en esta región cultural.
Conformaban los lule-vilelas una cultura de cazadores y recolectores nómadas. El padre Del Techo nos habla de dos
clases de lules: unos nómadas, cazadores de jabalíes y recolectores de algarroba y miel en el interior del Chaco y otros
sedentarios y agricultores en la parte de la Montaña e incluso en el curso superior del Bermejo.
Relaciones en el seno de la comunidad y con los sobrenatural: Sabemos que eran guerreros feroces. Utilizaron el cebil
para predecir el destino de la comunidad y para las rogativas, que en general se limitaban al pedido de lluvias al ser
supremo.
Relaciones con otras comunidades: Vemos que los lule-vilelas estuvieron en íntima relación con sus hermanos de la
llanura chaqueña, especialmente con los mataco-mataguayos y los guaicurúes. Al mismo tiempo se relacionaron con los
sedentarios y agricultores tonocotes por el oeste ya en el límite de la Montaña.
Lo cierto es que esta cultura, típicamente chaqueña, abandono en parte su territorio y migro por razones aún del todo no
conocidas hasta la región de la Montaña. El contacto con las culturas de esa región provoco seguramente la incorporación
de la técnica de la agricultura en algunos sectores de las parcialidades que se superpuso así a un substratum original
cazador recolector.
LOS TONOCOTÉS
La cultura tonocoté estuvo asentada en la parte centro-occidental de la actual provincia de Santiago del Estero, en una
región llana al pie de la montaña, en la zona atravesada por los ríos Salado y Dulce. Geográficamente es una zona
encajonada ente el Chaco occidental, la montaña y las Sierras Centrales de Córdoba y San Luis por el Sur. Pero desde el
punto de vista cultural, estuvo íntimamente ligada a la región de la Montaña.
El asentamiento a la vera de los ríos es de por si un elemento diagnóstico para el supuesto origen amazónico de la cultura
tonocoté. Agricultores de maíz, zapallo y porotos, se dedicaron con menor intensidad a la caza, pesca y recolección.

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Aprovechaban el rio de diversas formas y especialmente una bastante original por la cual se había construido una hoya de
enormes dimensiones en que se cultivaba liego de que el rio se secara. La hoya en época de crecida estaba anegada.
Característico de esta cultura es el emplazamiento de las viviendas en túmulos o mounds, la mayoría de ellos artificiales.
A su vez, las viviendas estaban cercadas en su conjunto por una empalizada seguramente con fines defensivos. La
empalizada es otro rasgo diagnóstico de las culturas de la selva sudamericana.
Las principales industrias eran el hilado, el tejido y la alfarería.
Relaciones en el seno de la comunidad con lo sobrenatural: las informaciones con que contamos acerca de la
organización comunitaria son escasísimos. En cuanto a lo sobrenatural sabemos que tenían en si cosmovisión a un ser
supremo al que le ofrecían rogativas para los cultivos.
Relaciones con otras comunidades: Es casi seguro que los tonocotés han estado en contacto amistoso con los diaguitas, no
así con los lules, por quienes eran hostigados. Es posible que por esa razón se construyeran las aldeas con empalizadas
como así también que el armamento sofisticado (puntas de flechas envenenadas) no fuera exclusivamente para la caza.
Mapa 9. Antropodinamia del Noroeste argentino en el siglo XVI
Referencias:
1) Presencia incaica en el NOA desde 1.480
2) Asentamiento de comunidades Chichas en la
quebrada y en la Puna.
3) Ocupación de Bolivia en 1.400 y
penetración en la Argentina en el siglo XVI.
4) Andinización Lule-Vilela
5) Expansión al Oeste desde el 400 y
especialmente al 900 d.C.
(flecha negra) Relaciones
interculturales.
(flecha blanca) Penetraciones
bélicas y/o expansión cultural.

Chaco
La subregión chaqueña, componente boreal de la Llanura, presentaba a la llegada de los españoles un rico panorama
cultural con un conjunto de comunidades del área (culturas del Chaco, tradicionalmente denominadas “chaquenses
típicos”); otras provenientes de la selva tropical sudamericana (culturas de la selva, también llamadas amazónicas) y
finalmente por el sudeste y en contacto con los diaguitas, las culturas andinizadas, por recibir precisamente las influencias
de la región de la Montaña.
Cuadro 7. Culturas del Chaco

Clasificación étnica general Tronco lingüístico Etnias


Tobas Pilagá
Mbayá-Guaikurú Aquilot
Mocovíes
Culturas del Chaco Abipones
Matacos
Mataco-Mataguayo Mataguayos
Chorotes
Chulupíes

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Culturas de la Selva Tupí-Guaraní Chiriguanos
Arawak Chanés
Culturas del Chaco andinizadas Lule-Vilela Lule-Vilelas

LOS GUAIKURÚES
Es esta la denominación general con que se engloba a tobas, mocovíes y abipones. Se toma todo el apelativo para todo el
grupo lingüístico integrado por las comunidades ya mencionadas (tobas, mocovíes y abipones), que ocupaban vastas
zonas del Chaco, prácticamente todo el Central y el austral en el territorio delimitado al norte por el rio Pilcomayo; al sur
por el Salado; al este por el eje Paraná-Paraguay y por el meridiano de 62° al oeste, aproximadamente.
En la actual provincia de Formosa (Chaco Central), habitaron los tobas, junto a los pilagá; abipones y mocovíes se
asentaron en el Chaco Austral, aunque con la incorporación posterior del caballo esos límites originales fueron
desbordados.
La llanura chaqueña fue un paraíso para los cazadores guaikurúes (no olvidemos que la voz chacu en quichua significa
“territorio de caza”), que encontraron en pecaríes, venados, tapires y ñandúes la fuente básica de su subsistencia.
Se recolectaba de todo, especialmente frutos de algarrobo, chañar, mistol, molle, raíces diversas, estando la tarea a cargo
de la mujer. Los mocovíes comían langosta y la miel era un producto por el que tenían especial predilección.
Las técnicas de caza eran semejantes a las practicadas por los tehuelches septentrionales (incendio de praderas; señuelos)
y la pesca, otra actividad fundamental de subsistencia, se llevaba a cabo en la época de crecida de los ríos mediante arcos
y flechas o redes “tijera”.
Los guaikurúes también eran esencialmente cazadores y recolectores, pero entre aquellas comunidades más en contacto
con los tupí-guaraníes del sur de Brasil y del otro lado del rio Paraguay, comenzaba a practicarse una horticultura
incipiente.
Cierto tipo de tejeduría parece ser original del Chaco y ocupa un lugar preponderante en las artesanías comunitarias.
Relaciones en seno de la comunidad: La organización social se basa en la banda compuesta (conjunto de familias
extensas) dirigida por un cacique hereditario cuyo poder estaba controlado por un “consejo de ancianos”.
La familia era monogamica, pero existía poligamia entre los jefes. Es importante tener en cuenta que las jefaturas eran
mucho más rígidas en aquellos grupos cercanos a los guaraníes que en el resto. En estas comunidades, asentadas a las
orillas del rio Paraguay (enfrente estaban los tupís) se practicaba inclusive el cautiverio de los enemigos. Al igual que
entre los tehuelches, poseían territorio de caza (también de pesca) reconocidos.
Relaciones con lo sobrenatural: La concepción del universo reposa en la creencia de un ser supremo, creador del mundo y
en un desarrollado complejo animalistico y de héroes culturales. Ese primer complejo estaba presidido por la noción de
“los dueños de los animales”, vinculados a su vez con la regulación del espacio, de la caza y pesca, con la iniciación y la
practica chamanicas.
Las practicas funerarias, ligadas a la típica cosmovisión cazadora, presentan peculiaridades como el entierro secundario de
los huesos, que eran así objeto de cuidados rituales.
Relaciones con otras comunidades: Las comunidades guiakurúes tuvieron intensa relación con todos los grupos de la
región, especialmente con los mataco-mataguayos y con las culturas de la periferia como las diseminadas en el sur de la
selva amazónica y las del litoral mesopotámico.
Esta red de relaciones se ejercía fundamentalmente a través de la guerra, actividad vital de los guaikurúes, lo que a su vez
implicaba la existencia de cautivos que en tiempos preecuestres eran asimilados al grupo.

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En el transcurso del siglo XVII, esta cultura incorporo el caballo, que produjo, a semejanza de lo que le sucedió a los
tehuelches, hondas transformaciones, participando ambos grupos de una misma tradición. Inclusive en el Chaco sucede
con los mataco-mataguayos lo que con los onas entre os tehuelches: su permanencia como “cultura pedestre”.
LOS MATACO-MATAGUAYOS
Es la familia lingüística integrada por los grupos matacos, mataguayos, chorotes y chulupíes que ocupaban parte del
Chaco Austral y Central. Son comunidades de cazadores, recolectores y pescadores. Una industria ancestral es el tejido
mediante la fibra de caraguatá, con lo cual fabricaban bolsas para la recolección de alimentos (las “yicas”).
Relaciones en el seno de la comunidad: Pequeñas parcialidades integradas por un número no muy grande de familias
constituían las distintas comunidades a cuyo frente estaba un cacique de autoridad relativa. Al parecer la familia nuclear
era la base de la comunidad y a su vez era monogamica, aunque entre los jefes era común la poliginia. Cada parcialidad
tenía su territorio de caza y la propiedad del mismo era colectiva.
Relación con lo sobrenatural: La idea de un ser supremo preside la concepción del universo, aunque no hay mayor
información con respecto a cultos hacia él. Existen en cambio una serie de espíritus encargados de gobernar la naturaleza
y sus actividades como la lluvia, el crecimiento de los frutos, etcétera. El héroe civilizador de los matacos. Tokwaj, les dio
elementos para la pesca.
Un lugar preponderante en la cosmovisión lo ocupa el chamán, que al igual que en otras culturas accede a esa función a
traes de la transmisión hereditaria, la revelación o el aprendizaje. El chamán, verdadero puente entre la comunidad y lo
sobrenatural, es también el custodio de los mitos que explican el misterio de los hombres y del mundo además de aplicar
esos conocimientos para la curación de enfermedades. La funebria entre los mataco-mataguayos nos muestra también el
entierro secundario de los huesos.
Relaciones con otras comunidades: El hábitat mataco-mataguayo en el noroeste del Chaco parece encontrar su
explicación en la presión ejercida por los guaikurúes, en actitud de constante acoso. Incluso deben haber tenido
dificultades con los chiriguanos, guerreros sumamente belicosos.
Se conocen muy pocas acciones guerreras por parte de estas comunidades. Quizás la más importante fue en el siglo XVII,
cuando avanzaron sobre las fronteras de Salta y Jujuy con fines no pacíficos. La respuesta fue el envió de una expedición
punitiva que concluyo con la incorporación de los supuestamente rebeldes al trabajo impuesto.
LOS CHIRIGUANOS
Los chiriguanos son un sector de los guaraníes que se extendieron los tres últimos países mencionados (Paraguay, Bolivia
y Argentina). El vocablo chiriguano significaría “estiércol frio).
La llegada a Bolivia de los primeros núcleos de guaraníes chiriguanos se produjo alrededor del siglo XV y fue la
culminación de un proceso expansivo iniciado en Amazonia por los tupí-guaraníes debido a razones aún del todo no
precisadas, entre las cuales podrían mencionarse las siguientes:

 La búsqueda de nuevas tierras para cultivo.


 La presión de parcialidades más poderosas.
 La búsqueda mesiánica de la “Tierra sin Mal”.
Los chiriguanos, aunque en un hábitat reducido, a la llegada de los españoles ya habían penetrado en el actual territorio
argentino.
Eran agricultores sedentarios y cultivaban mandioca, zapallos, batatas y maíz. La técnica de cultivo era la típica “milpa”
amazónica, es decir el talado de árboles, el corte de la maleza, el incendio y el posterior cultivo sobre el terreno quemado.
La tarea era compartida entre hombres y mujeres, quedando a cargo de los primeros el talado y de las segundas el
sembrado, cuidado y cosechado. Lo producido por las cosechas era almacenado en graneros construidos sobre pilotes.
La caza y la pesca eran actividades secundarias de subsistencia. Las viviendas, de planta circular con techos cónicos, eran
comunales: albergaban hasta cerca de cien individuos. Un conjunto de viviendas constituía una aldea que por lo general se
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ubicaba a la vera de un rio. Como todo pueblo agricultor, los chiriguanos tuvieron alfarería, que mostraba la influencia
andina en sus formas.
Relaciones en el seno de la comunidad: La familia extensa era el núcleo de la comunidad que, como ya vimos, tenía su
expresión física en la aldea. Cada aldea estaba a cargo de un jefe de gran poder, con autoridad no cuestionada. Estas
jefaturas eran hereditarias y tenían como misión la organización y preservación de la comunidad.
A este cacique de la parcialidad se lo denomina también cacique local (mrubicha) y tenía como lugartenientes a los igüira
iya; sus hechiceros benignos (ipayé) y los capitanes de guerra (queremba).
El único momento en que estos caciques locales veían superada su autoridad era en caso de guerra. En esa situación, todos
los caciques pasaban a depender del cacique regional (tubicha rubica, “el más grande entre los grandes), jefe absoluto que
a su vez lo era de la aldea más importante.
Relaciones con los sobrenatural: Como en todas las comunidades indígenas, la cultura chiriguana mantiene con la
naturaleza una relación sacralizada. El espacio está cargado de significación, pletórico de espíritus, dueños de los animales
y plantas. Pueden mencionarse en este contexto los rituales propiciatorios de la lluvia para la buena cosecha y el comienzo
de la siembra.
En la concepción del universo predomina la búsqueda de un equilibrio cósmico que se manifiesta permanentemente entre
el bien y el mal. El bien es tumpaete vae, el ser supremo, el dios verdadero; el mal es aguará tumpa, su contrario
complementario que en la tierra está representado por el zorro. El chiriguano rinde culto a ambos principios porque
respeta el equilibrio entre el caos (destrucción, el hambre, la maleza, la arbitrariedad) y el cosmos (la luz, la abundancia, el
maíz, la justicia). Un personaje muy importante es el chamán, invocador de los buenos espíritus y curador por excelencia.
Una práctica clásica entre los chiriguanos y en general entre las comunidades tupí-guaraníes fue la antropofagia ritual que
se realizaba exclusivamente con los prisioneros de guerra y ceremonia de la cual participaba toda la aldea.
Relaciones con otras comunidades: Los chiriguanos se relacionaron con las demás culturas casi exclusivamente a través
de la guerra, teniendo que haber acosado a los mataco-mataguayos del Chaco Central y aun el Boreal. Pero lo más
importante en este aspecto ha sido sin dudas la contención del imperio incaico en la actual Bolivia.
Una relación muy particular, finalmente, tuvieron con los chané, grupo perteneciente al tronco lingüístico arawak y que
los precedió en su migración por el continente, llegando al actual territorio boliviano con antelación. Los chiriguanos
sometieron por completo a los chané, los que al decir de la generalidad de los autores sufrieron un proceso de
“guaranitización”. No faltan las crónicas que indican que ese dominio se sustentó en una sistemática antropofagia que
prácticamente devasto a los chané como etnia.
LOS CHANÉ
La cultura chané pertenece a la familia lingüística arawak. Se asentaron así en el este del Perú; en el Alto Xingú; en
Bolivia Oriental; en la zona oriental del rio Guaporé y en el centro del Mato Grosso. Hacia el sur los arawak se
expandieron hasta el Alto Paraguay (los guaná) llegando hasta el Chaco centro occidental, ya en territorio argentino, punto
final de su expansión.
Es una cultura que reúne en su seno una gran diversidad que va desde grupos semisedentarios pequeños hasta las aldeas
con una notable concentración demográfica. En general todos los grupos arawak presentaban una clara estratificación
interna; el culto a deidades reconocidas por varias aldeas y el especial desarrollo de la actividad religiosa o militar.

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