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En segundo lugar, adorar en el espíritu requiere de una mente centrada en Dios y renovada por la
verdad. Pablo nos exhorta a "presentar vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo y agradable a
Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de
la renovación de vuestro entendimiento" (Romanos 12:1, 2). Sólo cuando nuestras mentes dejan
de estar centradas en las cosas materiales para centrarse en Dios, podemos adorar en el espíritu.
Distracciones de todo tipo pueden inundar nuestras mentes cuando tratamos de alabar y glorificar
a Dios, dificultando nuestra verdadera adoración.
En tercer lugar, sólo podemos adorar en el espíritu si tenemos un corazón puro, abierto y
arrepentido. Cuando el corazón del Rey David estaba lleno de culpa por su pecado con Betsabé (2
Samuel 11), se dio cuenta de que no podía adorar. Sentía que Dios estaba lejos de él, y "gemía
todo el día," sintiendo que la mano de Dios se agravaba sobre él (Salmo 32:3, 4). Pero cuando
confesó su pecado, la comunión con Dios fue restaurada y le brotaban la adoración y la alabanza.
Comprendió que "los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; el corazón contrito y
humillado" (Salmo 51:17). La alabanza y la adoración a Dios no pueden provenir de corazones
llenos de pecados inconfesos.
La segunda cualidad de la adoración verdadera es que es hecha "en verdad." Toda adoración es
una respuesta a la verdad, ¿y qué mejor medidor de la verdad que la Palabra de Dios? Jesús le dijo
a Su Padre: "Tu palabra es verdad" (Juan 17:17). El Salmo 119 dice: "Tu ley es verdad" (v. 142) y
"Tu palabra es verdad" (v. 160). Para adorar verdaderamente a Dios, debemos comprender quién
es y lo que ha hecho, y el único sitio donde esto se ha revelado enteramente es en la Biblia. La
adoración es una expresión de alabanza desde lo más hondo de nuestros corazones a un Dios que
es comprendido a través de Su Palabra. Si no tenemos la verdad de la Biblia, no conocemos a Dios
y no podemos adorar verdaderamente.
Debido a que las acciones externas son secundarias en la adoración cristiana, no existe ninguna
regla con respecto a si debemos sentarnos, pararnos, postrarnos, estar en silencio, o cantar
alabanzas estentóreamente cuando adoramos corporativamente. Estas cosas deben decidirse
basándose en la naturaleza de la congregación. Lo más importante es que adoremos a Dios en
espíritu (en nuestros corazones) y en verdad (en nuestras mentes).
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