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ORAR CON EL 

CORAZÓN
Como muchos ejemplos bíblicos demuestran, Dios quiere que nuestras oraciones sean oraciones de
corazón. ¿Cómo hacer una oración sincera?

El hombre fue creado con la necesidad de conocer a Dios. Sin embargo, la mayoría de la humanidad
no ha conocido al Dios verdadero ni su camino de vida y su ignorancia ha sido la causa de todo el mal
y sufrimiento que ahora nos rodea.
Incluso quienes han hecho todo lo posible por vivir cerca de Él lo han logrado sólo en parte, pero por
imperfecta que sea, tener una relación con Dios trae muchos más beneficios de los que puede traer el
mundo.
La oración
Tener una relación con Dios implica comunicarnos con Él constantemente a través de la oración.
La Biblia está llena de ejemplos de oraciones sinceras, como muchos de los Salmos, que en realidad
son oraciones de David, el gran rey de Israel, y algunas otras personas (Salmos 3, 4 y 5, por mencionar
algunos).
Si bien las Escrituras describen varios tipos de oración diferentes, todas las oraciones que ayudaron a
forjar o fortalecer una relación con Dios tienen en común haber sido hechas con el corazón.
Veamos algunos ejemplos, comenzando por la oración de Ezequías, rey de Judá del Antiguo
Testamento.
La oración sincera de Ezequías
Cuando el profeta Isaías le dijo Ezequías que iba a morir, la reacción del rey fue rogar a Dios que
recordara su constante esfuerzo por caminar fielmente junto a Él (2 Reyes 20:1-3). Su oración fue tan
sentida que las lágrimas al parecer interrumpieron su oración y le impidieron seguir hablando.
Pero al ver su sinceridad, Dios inmediatamente respondió la oración de Ezequías con un mensaje que
Isaías recibió antes de cruzar el patio del palacio: “Yo he oído tu oración, y he visto tus lágrimas” (v. 5).
¿Qué fue lo que Dios oyó? Las palabras del rey sólo le pedían recordar su constante esfuerzo por
obedecer fielmente, pero al parecer Dios también escuchó la parte de la oración que el rey no pudo
pronunciar —la parte que quedó en su corazón, de donde toda la oración provenía. Dado que se le
concedieron 15 años más de vida, podemos concluir que Ezequías había pedido vivir.
Para Dios no es suficiente que le sirvamos de la boca para afuera; quiere que le busquemos con todo
el corazón (Isaías 29:13; Salmos 119:2). Como dijo Jesucristo, quienes sólo se quedan en las palabras y
no obedecen a Dios sinceramente no estarán en el Reino de Dios (Mateo 7:21-23).
La oración sincera de Ana
Antes del tiempo del rey Ezequías, hubo una mujer israelita que también oró a Dios con todo su
corazón (1 Samuel 1:10, 13).
Pero Ana (quien llegó a ser madre de Samuel) estaba tan angustiada que no pudo pronunciar lo que
su corazón suplicaba y, al verla mover sus labios como en un susurro, el sacerdote Elí la reprendió
pensando que estaba ebria (v. 14). Sin embargo, Dios escuchó su inaudible súplica y le concedió su
petición (v. 20).
Sinceridad y perseverancia
No es necesario estar angustiados para orar con todo el corazón a Dios. También podemos hacer una
oración sincera de gozo, amor y otros sentimientos positivos. Podemos expresar nuestra gratitud por
bendiciones como el matrimonio, el nacimiento de un hijo, la salud, la belleza de la creación y cómo
Dios provee para nuestras necesidades, así como regocijarnos en el conocimiento de su verdad y la
perfección de su plan para la humanidad.
Pero ya sea que sintamos angustia, gozo o gratitud, cada una de nuestras oraciones debe venir del
corazón.
Además, la parábola del juez injusto demuestra que Dios a veces nos prueba para saber cuán sinceras
son nuestra oraciones y quiere enseñarnos “sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar”, pues
sabe que necesitamos aprender a perseverar (Lucas 18:1-5). Si nuestras oraciones son sinceras,
seguiremos orando con perseverancia y determinación.
Dios entiende nuestros gemidos
Aun si nuestras oraciones son tan sentidas que no podemos pronunciarlas, Dios entiende lo que
intentamos decirle y nos ayuda a orar correctamente a través del Espíritu Santo así como escuchó la
oración completa de Ezequías, incluyendo los gemidos de su corazón (Romanos 8:26-27).
La historia del rey nos enseña que por mal e imperfecta que la oración salga, Dios siempre se agradará
de una oración sincera. Y siempre que busquemos a Dios de corazón, nuestras palabras serán sinceras
(Hebreos 10:22).

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