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EL VALOR ÉTICO DEL DIÁLOGO

"Diálogo", hermosa palabra que nos viene del griego día (mediante/por) y lógos
(palabra), proceso de conocimiento mediante la palabra. Es un valor de actualidad
porque nos permite llegar a acuerdos en las sociedades democráticas. Entre
personas autónomas e iguales en derecho el diálogo permite superar las
diferencias y alcanzar el consenso.

La auténtica democracia tiene que pasar por la práctica del diálogo, la confronta-
ción argumentada de las opiniones y los intereses. Esta es la forma de
comunicarse entre personas que reconocen sus diferencias, en un plano de
igualdad. Yo reconozco a "el otro" como otro yo, que posee su propia cosmovisión
como yo poseo la mía, que es consciente de sus derechos como yo lo soy de los
míos, que busca como yo la verdad, que cuestiona mi forma de pensar y de ser
como yo puedo cuestionar la suya.

Ahora bien, en la práctica no se da esta igualdad, ya que son muchas las


diferencias de hecho entre las personas que participan en el diálogo: diferencias
de edad, de personalidad, de cultura, de ideología, de condición económica o de
poder. Esto, que es real en cualquier sociedad, en la nuestra es aún más notorio
por las grandes diferencias sociales, culturales, educativas y económicas que se
dan entre sus miembros.

¿Cómo acceder entonces al diálogo en condiciones de igualdad? Se requiere


reconocer una igualdad ideal entre los interlocutores, los cuales pueden presentar
propuestas, argumentar y contradecir, aun estar equivocados y eso no significa
que se quite el espacio de escucha y de análisis frente a estas subjetividades
(manera como cada quien ve la realidad).

Suele ser complicado dialogar, cuando las conclusiones se basan en las


emociones y en los sentimientos. Nuestra naturaleza instintiva nos lleva a tratar
de imponernos sobre los demás y negarles la razón cuando su posición es
diferente a la nuestra y pone en peligro nuestros intereses, abre el paso a los
actos violentos.

La auténtica razón dialogante busca el entendimiento entre personas que se


reconocen fines en sí mismos y no medios, sujetos con dignidad incondicional y no
objetos con precio; supone el reconocimiento de "el otro". En esta actitud se da la
verdadera comunicación, como dimensión de la vida personal, de la que nace la
concordia gratuita, sin precio, por el solo interés del enriquecimiento mutuo como
personas.

Un modelo de diálogo se basa en la aceptación de aquellas reglas ideales que se


darían en una comunidad ideal dialogante: una comunidad de personas abiertas,
dispuestas a aceptar a todos en el diálogo, a escuchar los argumentos de todos y
a someter al juicio de los demás sus propios deseos, en forma argumentada y
respetuosa.

A la vez se necesitan espacios para el silencio asertivo en los que pueda analizar
lo que mi interlocutor expresó, sin establecer juicios o falsas interpretaciones. Una
actitud de escucha sin que medien otras ideas que entorpezcan. Un lenguaje
respetuoso, un manejo del tono y volumen de la voz.

Para la ética del diálogo el ideal de persona moral lo constituye la persona


dialogante, aquella que permanece siempre dispuesta a buscar el consenso en
cualquier diferencia que se le presente y que pueda generar conflicto.

Por tanto, el diálogo es un medio para gestionar y transformar conflictos, ha venido


a significar un proceso que permite a dos o más partes comprender su conflicto,
intercambiar, trabajar en su relación y crear opciones para un camino hacia
adelante. La esencia de un diálogo exitoso es que sea una interacción cara a cara
entre participantes, que a su vez cuentan con diferentes experiencias,
convicciones y opiniones. En esta interacción se respetan entre sí como seres
humanos y están dispuestos(as) y preparados(as) para escucharse lo
suficientemente profundo para inspirar cambios de actitud o aprendizajes que
contribuyan a la construcción de consensos.

Si quisiéramos enumerar las características de la persona dialogante, tendríamos


las siguientes:

• Se mantiene abierta ante los demás; es capaz de ponerse en el lugar del otro.
• Ante una situación de conflicto comienza siempre por escuchar; presta atención
a las razones que dan las otras personas, así crea que están equivocadas.
• Se informa bien antes de tomar una decisión. No emite juicios apresurados.
• Es recta en sus apreciaciones; es crítica, tanto con la posición de los demás
como con la propia; no se deja manipular ni manipula.
• Respalda siempre sus propuestas con argumentos; no juzga por emociones; si
carece de argumentos no se engaña pretendiendo tenerlos.
• Reconsidera y modifica sus propuestas cuando descubre que los argumentos de
los demás son mejores.
• Está tan interesada en el bien de los demás como en el propio; por eso acepta
como decisiones correctas sólo aquellas que tienen en cuenta los intereses de
todos y no sólo los de unos pocos.
• Se compromete con las decisiones que ha tomado con corrección moral; es
responsable y consecuente.
• Es tolerante y confía en las personas; no desespera de los demás por el hecho
de que haya personas que no son honestas al argumentar o no son consecuentes
y responsables con las decisiones acordadas.
REFERENTE BIBLIOGRÁFICO
González Álvarez, Luís José y Marquínez Argote, Germán. (2007). Valores éticos
para la convivencia. Págs. 109-117. Editorial El Buho. Bogotá

Advertencia pedagógica
La mayor parte de los apartes del texto presentado han sido tomados de su
original. El pretexto para su uso obedece a intencionalidades y finalidades
pedagógicas.

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