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Aulagnier, P. (2003). El aprendiz de historiador y el maestro-brujo.

Del discurso identificante al


discurso delirante. Amorrotu editores, Buenos Aires.
“El informe de un caso clínico expone al analista, a su teoría y a su práctica, mucho más que
pudiera un texto teórico” (Aulagnier, P. 2003, p. 19).
“Al contrario del médico, no tenemos la posibilidad de recurrir a un buen ´medicamento´ que
pudiera reforzar las defensas ´inmunológicas´ del yo; solo le podemos prescribir un itinerario que
le permita modificar los términos del conflicto”. (Aulagnier, P. 2003 p. 20).

SOBRE LA TRASFERENCIA
“La trasferencia desempeña en la experiencia analítica el papel de un catalizador que permite a
dos discursos, dos historias, dos experiencias, dar cima a una tercera y nueva construcción, de que
cada uno de los constructores, terminado el análisis, extraerá las consecuencias, los beneficios, las
enseñanzas más conformes a la prosecución de un trayecto que continuará él solo, pero cutas
metas habrán sido modificadas” (Aulagnier, P. 2003, p. 22)

“Escuchando a ciertos analistas hablar de su experiencia ´contratrasferencial´, en muchos casos


me impresionó la confusión presente entre su problemática y la de sus pacientes, entre lo que
oyen de las fuerzas eficaces en el inconciente (sic) de estos, de la angustia que las atestigua, y lo
que no oyen de su propia problemática inconciente y su angustia. Sordera que permanece para
ellos totalmente desconocida a merced al desvío sin sentido que imponen al concepto de
identificación. Sería su sedicente capacidad de identificarse con el vivenciar del analizado lo que
les permitiría comprenderlo tan bien; de lo cual tendrían la prueba por los afectos, las emociones,
las asociaciones que dentro de su espacio psíquico provocan el discurso y el comportamiento de
su partenaire” (Aulagnier, P. 2003, p. 23-24). (sic).
“… los afectos que ciertas manifestaciones trasferenciales movilizan solo son tolerables para el
analista si puede recurrir a una defensa muy cercana al concepto kleiniano de identificación
proyectiva. Laplanche y Pontalis, en su Vocabulario, la definen así: ´un mecanismo que se traduce
en fantasmas en que el sujeto introduce su propia persona (his self) en totalidad o en parte en el
interior del objeto para hacerle daño, poseerlo y controlarlo´” (Aulagnier, P. 2003 p. 24).

“La clínica nos da a oír historias llenas de silencio y de furor, tanto más significantes porque su
sentido se nos escapa, la historia teórica trata de las causas responsables de este aparente no-
sentido, de los blancos diseminados por ciertos capítulos, de las repeticiones, de la confusión de
los tiempos y de los géneros, que en grados diversos aquejan esas autobiografías […] el yo
periódicamente debe librar para apropiarse de posiciones y defenderlas, posiciones sin las cuales
no podía ni orientarse, ni auto-investir su propio espacio identificatorio… Pero sucede que el yo ha
perdido la mayor parte de los documentos que demostraran cómo, desde su advenimiento, ha
desbrozado centímetro a centímetro una pequeña superficie del espacio psíquico para hacérsela
habitable.” (Aulagnier, P. 2003 p. 189).
“En esta historia de tiempos, de deseos, de demandas ´mezcladas´, […] transferencia mediante,
intentaremos con el sujeto aproximarnos a ese punto de partida en que las primeras demandas de
un yo concurrieron a metabolizar el orden de lo formulable (sic), lo cognoscible, las
representaciones ´incalificables´ en que se escenificaban las exigencias pulsionales” (Aulagnier, P.
2003 p. 191). “Historiadores en busca de pruebas, eso es lo que somos…” (Aulagnier, P. 2003 p.
193).

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