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a) La empresa solo puede discriminar precios si es capaz de lograr que los consumidores
paguen por encima del costo marginal. Para que esto ocurra, la empresa debe tener algún tipo
de poder en el mercado del bien o del servicio en cuestión, de lo contrario solo podrá cobrar el
precio competitivo.
b) La empresa debe tener la capacidad de conocer, o inferir de alguna manera, las diferencias
en la disposición a pagar de los consumidores. Estas diferencias se dan en dos niveles: entre los
diversos consumidores y entre las diversas cantidades que adquiere un mismo consumidor.
c) La empresa debe tener la capacidad de evitar o limitar la reventa desde los consumidores
que pagan los precios más bajos hacia aquellos que pagan los mayores precios. De lo contrario
cualquier intento de cobrar precios diferenciados se verá condenado al fracaso y los
intercambios entre los mismos consumidores harán que la empresa termine cobrando un
precio único. A esta reventa entre los consumidores, Tirole (1968) le da el nombre más general
de “arbitraje”.