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expectativas correctas sobre el matrimonio

Todos, sin importar quienes seamos, tenemos expectativas al casarnos. Quizás no las hayamos escrito,
pero estas aún están ahí.

DEFINICIÓN DE TÉRMINOS
Expectativa: significa la «anticipación o noción de algo que está pasando».

Hemos escuchado decir que «el amor es ciego», pues en verdad lo es. Al entrar al matrimonio cada
persona demuestra su lado bueno; el amor romántico lo lleva al matrimonio, y su expectativa es que eso
no cambia- rá. Pero cuando la luna de miel termina, y se encuentran viviendo juntos, un pecador con
otro, la realidad hace acto de presencia y muchas veces lo que anticipamos no es lo que sucede.

bAUTOEXAMíNEMONOS

Cuando nos casamos, ¿cuáles fueron algunas de las expectativas que teníamos sobre nuestro matrimonio y
nuestro cón-yuge? Escríbalas, luego comparen sus notas juntos.

Cuando me casé con mi esposa, mis perspectivas y expectativas acerca del matrimonio no estaban ni si-
quiera cerca de la verdad de Dios. Una de mis perspectivas era que ella era afortunada por tenerme,
pues pensaba que yo era un excelente partido. ¡Qué tonto era! Ella era la buena captura. También tenía
la ex- pectativa de que los fines de semana eran solo para mí, para lo que yo quisiera hacer. En ese
momento de mi vida mis pasatiempos eran los partidos de futbol, el bucear, pescar y cazar.

Cuando me casé le dije a mi esposa: «Los fines de semana son míos. Si no tengo planes, entonces
haremos algo juntos». Realmente le dije eso, y ella aun así se casó conmigo.

Otra expectativa que tenía era la de gastar «mi» dinero de la manera que yo quisiera y sin que ella se
invo- lucrara. También quería que siempre estuviera hermosa, que fuera capaz de satisfacer todas mis
necesida- des físicas, que cuidara a nuestros hijos, y que mantuviera la casa ordenada. Eso es muy difícil,
¿verdad?

Esas eran algunas de mis expectativas acerca del matrimonio y de mi esposa, porque yo no conocía nada
mejor que eso. ¿Cómo aprendemos a ser esposos y esposas? Como lo mencioné antes: observamos lo
que nuestros padres hicieron o no hicieron y seguimos el ejemplo de papá o mamá e intentamos
progresar a partir de ahí.
Esto puede ser aún más confuso cuando usted es criado en un hogar con un/a padre/madre soltero/a,
con una familia combinada o reconstruida, con abuelos, o con padres de crianza. Además, hoy día no es
extraño que los padres estén ausentes porque tienen que trabajar demasiado, y es por eso que no existe
un ejemplo.

Muchos cristianos se casaron con las expectativas equivocadas, lo que trae como consecuencia una gran
cantidad de decepciones, disensiones e insatisfacciones. Los primeros dos años de mi matrimonio, mi es-
posa pasó la mayoría de su tiempo intentando cambiarme; solía revelarme mis defectos, y eso me
irritaba muchísimo.

Sé que algunas de esas expectativas que tuve cuando me casé eran extremadamente egoístas y estaban
alejadas de la voluntad de Dios, pero en aquel entonces yo no conocía otra cosa. Antes de casarnos, le
deje
mis expectativas muy claras a mi esposa. Entonces, ¿por qué seguía intentando cambiarme? Mi esposa
estaba haciendo todas las cosas que las mujeres típicamente hacen para cambiar a un hombre. No voy a
entrar en detalles, pero ustedes conocen sus secretos, ¿no es así, mujeres?

De cualquier manera, mi esposa y yo nos habíamos hecho cristianos y fuimos a nuestro primer retiro
matri- monial. Pensé: «Finalmente esta mujer va a escuchar lo que está haciendo mal, porque de algo
estoy seguro: la Biblia no le enseña a una esposa que intente cambiar a su esposo». Así que, fui con la idea
de que mi esposa iba a escuchar lo que estaba haciendo mal, pero ella estaba pensando exactamente lo
mismo sobre mí.

Cuando fuimos a ese retiro matrimonial, el predicador dio su enseñanza basada en las Escrituras. Tanto
mi esposa como yo nos fuimos maravillados de cuánto Dios tiene que decir acerca de lo que significa ser
un esposo y una esposa. La manera en la que pensábamos, en la que nos tratábamos, y en la que
hacíamos las cosas, estaba muy alejada de lo que la Palabra de Dios dice.

Regresamos a casa ese fin de semana muy conmovidos por Dios, por lo que le hablé al líder que había
ense- ñado y le dije: «Amigo, nos impactaste a mi esposa y a mí. Necesito ayuda». El año siguiente, este
hombre comenzó a discipularme en esta área. No se va a un retiro matrimonial el fin de semana para
solo decir:
«Ahora ya entiendo todo». Ese es un pensamiento engañoso y una ilusión tonta.

Mi esposa y yo pudimos haber dicho: «Fuimos a una conferencia matrimonial». Pero, ¿cuánta
información retuvimos y comenzamos a implementar? Esa es la pregunta, ¿cierto? Así que mi esposa y
yo nos involu- cramos en este ministerio, comenzamos a estudiar la Biblia, y Dios hizo una milagrosa
transformación en nuestro matrimonio que no podíamos evitar querer compartirla con otros. A esas
alturas en mi travesía cristiana yo no sabía acerca del discipulado, y de lo significativo que era aprender
verdades espirituales.
Comencé a compartir con las personas las cosas que estaba aprendiendo, y eventualmente mi pastor me
llamó y me dijo: «¿Qué les estás diciendo a las personas? Los estás bendiciendo, y dijeron que realmente
les estás ministrando». Recuerdo haber pensado: «¡Oh!, Dios puede usar a un idiota como yo». Después
mi pastor me preguntó: «¿Orarías acerca de comenzar un ministerio de matrimonios?».

Mi esposa y yo comenzamos un pequeño estudio bíblico para matrimonios. Comenzamos con tres
parejas y en tres meses ya había más de treinta. Dios comenzó a hacer un gran milagro en nuestras vidas
y en las de otros. Yo pensé: « Dios, esto es maravilloso». Luego comencé a esforzarme más, a estudiar la
Biblia y a aprender todo lo que pudiera acerca del matrimonio.

Fuimos testigos una y otra vez de que cuando alguien está realmente comprometido con hacer la volun-
tad de Dios y seguir lo que su Palabra dice, experimentará sanidad y bendición. Yo pensé: «Este es un
ministerio que haré el resto de mi vida», pero después de tres años Dios hizo que me convirtiera en pastor
de jóvenes laicos. Recuerdo haber pensado que alguien había cometido un error, pero Dios siempre tiene
un plan.

Pasé cuatros años y medio como pastor de jóvenes laicos en la escuela perfecta de Dios. Ahora examino
mi pasado y veo lo que Él ha hecho en mi vida, y cómo esas circunstancias me prepararon para enseñar y
discipular a las personas acerca de la voluntad de Dios para el matrimonio y la crianza de los hijos.

Trabajar con jóvenes me dio una visión y perspectiva únicas acerca de la familia. Dios me estaba prepa-
rando para tocar a cientos y miles de personas. Eso fue una gran parte del entrenamiento en el que Él
me puso, pero tuve que aceptar lo que me enseñó y aplicar los principios bíblicos antes de que pudiera
ver la mano de Dios trabajando y pudiera ganar el verdadero conocimiento bíblico.

No estoy tratando de exaltarme o de presumir, porque no tengo nada mío que ofrecer. Solo sé que
mien- tras confiaba en Dios y aplicaba sus principios, experimenté lo que Él hizo en mi vida, y en mi
familia. Eso es lo que Dios quiere hacer: mostrarse a través de nosotros.

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